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—No puedes imaginar hasta qué punto. Cuanto más te enganches a Él,<br />
más se abrirá tu horizonte. Más y mejor percibirás la luz de la realidad que<br />
te aguarda tras la muerte. En suma: cuanto más practiques el AMOR, más<br />
inmensa y firme será tu realidad. Os lo hice saber en la «carta» que leyó Iván:<br />
«La clave de vuestra existencia es el AMOR. El AMOR lo sostiene todo.»<br />
»Y te diré algo más. No hablo por hablar. Observa a los que no AMAN, a<br />
los que aún no han abierto los ojos. ¿Qué ves?<br />
—Gente terrible. Sanguinarios. Déspotas. Trepadores. Miserables.<br />
Mentirosos. Necios. Ladrones.<br />
—En de<strong>fin</strong>itiva: gente con una realidad tan corta como insana. Gente<br />
desconfiada, insegura y siempre en soledad. No falla, hijo mío: cuanto más te<br />
alejes de El., más te alejarás de la realidad. Dicho de otro modo: perderás el<br />
rumbo, eí de tu verdadera patria.<br />
—Bien, ya he abierto los ojos. Ya estoy en el camino. Quiero buscarlo.<br />
Quiero pertenecer a la única realidad. Y ahora qué. ¿Cuál es el siguiente<br />
paso?<br />
—Abandonarte en sus manos. He aquí el misterio de los misterios. Si<br />
decides hacer su voluntad —que tu voluntad sea la suya—, entonces, hijo<br />
mío, Él hará de ti un HOMBRE. Y serás mucho más de lo que en ver dad<br />
eres. Sólo entonces, milagrosamente, habrás puesto un pie en la única, en<br />
la gran<br />
realidad del espíritu.<br />
—Hacer su voluntad, pero como.<br />
—No te preocupes por el cómo. El, la<br />
«chispa» que te habita, te lo hará saber a cada instante. Conságrate a su<br />
voluntad y prepárate a ver maravillas.<br />
»¡Felices reflexiones., ciudadano del espíritu!<br />
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REFLEXIONES<br />
¿Ciudadano del espíritu?<br />
Sí, mi padre está en lo cierto.<br />
Ciudadano de una realidad intuida en mi propia soledad y en la de las<br />
muchedumbres.<br />
Ciudadano de otra patria, percibida en el tañer de las grandes preguntas,<br />
las que nadie satisface.<br />
Ciudadano de la luz, inexplicablemente embrujado en la carne.<br />
Ciudadano de un universo mágico del que sólo me queda la nostalgia.<br />
Ciudadano de la VIDA, de la que sé que procedo y que, ahora, sólo puedo<br />
soñar.<br />
Ciudadano del «gran círculo» —el de la eternidad—, con la memoria<br />
temporalmente borrada.<br />
Ciudadano habitado por un Dios, reflejado en la bondad de los otros.<br />
Ciudadano de un «más allá», ahora hechizado por un guiño divino.<br />
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