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Al fin libre

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No lo sabía, pero ahora, afortunadamente, lo sé: los «Down» no son<br />

hombres. Son ángeles.<br />

No lo sabía, pero lo intuía: mi padre, como tantos, fue un héroe en la<br />

sombra.<br />

No lo sabía, pero pediré perdón uno a uno.<br />

Héroe tras héroe.<br />

«VEN. HAGAMOS EL VIAJE QUE NUNCA HICIMOS»<br />

Esta, la última «conversación», no fue como las otras. ¿«Conversación»?<br />

No> tampoco fue eso. ¿Qué fue? No sabría responder. ¿Un sueño? ¿Dos<br />

corazones latiendo al<br />

unísono? ¿Un padre que toma a su hijo de la mano? ¿El AMOR,<br />

plantando su tienda en la soledad de un corazón?<br />

Poco importa lo que pudo ser. Lo importante es que fue.<br />

Él, entonces, como cada día, me visitó en la roca del «Monje» y, casi sin<br />

palabras, llenándome, me alzó.<br />

—Sígueme. Hagamos el viaje que nunca hicimos.<br />

Entonces volé. Volamos el uno junto al otro, amarrados por ese silencio<br />

repleto de palabras que engendra el AMOR.<br />

—Ven. Te mostraré una pequeña parte de lo que te aguarda.<br />

Y entramos en las arterias del Universo, en los «ríos» del tiempo. <strong>Al</strong>lí me<br />

llevé a los labios el agua luminosa que siempre existió. ¡Era AMOR! ¡Cada<br />

átomo de tiempo era un átomo de AMOR!<br />

Después, en un picado impecable, aquel ser deslumbrante —mi padre—<br />

descendió hasta las entrañas de una rosa. Y yo, deslumbrado, lo seguí.<br />

Entonces, tomando el secreto de la materia, fue a mostrármelo. Los átomos<br />

desplegaron sus alas y, temerosos, huyeron a otras órbitas. Y allí quedó la<br />

esencia, la intimidad de lo creado: millones de «corazones» agrupados,<br />

dibujando una palabra. ¡AMOR!<br />

Y de la rosa, a las estrellas.<br />

—Ven. Te mostraré los mundos MAT.<br />

La Tierra empequeñeció, perdiéndose en el blanco ramaje del<br />

firmamento. Un instante después, tras penetrar su negro escudo protector,<br />

vi el primer mundo MAT, el primer «cielo» cantado por los profetas. Y vi<br />

ciudades, lagos y montañas. Vi gentes como yo, pero mejores que yo. Y al<br />

preguntar, todos coincidieron: «Ahora sabemos del AMOR. Somos AMOR.»<br />

El segundo «cielo» —muy próximo— no necesitaba de la luz. Cada<br />

hombre, cada MAT-2, era una luz. Y la atmósfera la formaba un único «gas».<br />

<strong>Al</strong>lí sólo respiran AMOR.<br />

—Ven. Entra en mi.<br />

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