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El Libro de las Horas

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MEDITACIÓN<br />

Es un <strong>de</strong>stino glorioso ser miembro <strong>de</strong> la raza humana, aunque<br />

sea una raza entregada a infinidad <strong>de</strong> absurdos y que comete<br />

muchos y terribles errores. Sin embargo, y a pesar <strong>de</strong><br />

ello, el mismísimo Dios tuvo a bien y se glorió en ser miembro<br />

<strong>de</strong> la raza humana. ¡Quiso ser miembro <strong>de</strong> nuestra raza!<br />

Reflexionar sobre un hecho aparentemente tan normal tendría<br />

que ser algo así como enterarse <strong>de</strong> que uno posee el billete<br />

ganador en una lotería cósmica.<br />

Siento la inmensa alegría <strong>de</strong> ser miembro <strong>de</strong> una raza en<br />

la que Dios quiso encarnarse. Como si los quebrantos y estupi<strong>de</strong>ces<br />

<strong>de</strong> la condición humana pudieran abrumarme,<br />

ahora me doy cuenta <strong>de</strong> lo que somos. ¡Si todo el mundo pudiera<br />

compren<strong>de</strong>rlo...! Pero es algo que no pue<strong>de</strong> explicarse.<br />

No hay manera <strong>de</strong> hacer ver a los humanos que todos ellos<br />

<strong>de</strong>ambulan por el mundo brillando como el sol.<br />

Era como si, <strong>de</strong> pronto, me hubiera percatado <strong>de</strong> la secreta<br />

belleza y la profundidad <strong>de</strong> sus corazones, adon<strong>de</strong> ni<br />

el pecado ni el <strong>de</strong>seo ni el autoconocimiento pue<strong>de</strong>n llegar:<br />

el corazón mismo <strong>de</strong> su realidad, la persona que cada cual<br />

es a los ojos <strong>de</strong> Dios. ¡Si pudieran verse a sí mismos tal como<br />

realmente son...! ¡Si pudiéramos vernos siempre así unos<br />

a otros...! No habría entonces guerras ni odios ni crueldad ni<br />

codicia. Supongo que el problema entonces sería que cayéramos<br />

<strong>de</strong> hinojos y nos adoráramos unos a otros... Pero todo<br />

esto no pue<strong>de</strong> ser ‹‹visto», sino únicamente creído y «comprendido»<br />

gracias a un don muy peculiar.<br />

ORACIÓN<br />

<strong>El</strong> fuego <strong>de</strong>l amor con que amamos a <strong>las</strong> almas amadas por<br />

Dios consume como el fuego <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios, y se trata <strong>de</strong>l<br />

mismo amor. Te abrasa con el ansia <strong>de</strong> que alcancen la felicidad<br />

sobrenatural primero <strong>las</strong> personas a <strong>las</strong> que conoces,<br />

luego la gente <strong>de</strong> la que ni siquiera has oído hablar, y finalmente<br />

todo el mundo.<br />

LECCIÓN<br />

Ese fuego te consume <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo; un <strong>de</strong>seo no referido directamente<br />

a la acción, sino a Dios. Y en la ligera, pacífica y ardiente<br />

marea <strong>de</strong> ese <strong>de</strong>seo, te ves arrastrado a la oración,<br />

más que a la acción; mejor dicho, la acción parece ir acompañada<br />

voluntariamente <strong>de</strong> la oración y el <strong>de</strong>seo.<br />

Ya no piensas <strong>de</strong>masiado en lo que tienes que hacer por<br />

<strong>las</strong> almas, pues te ves arrastrado hacia Dios por el ansia y el<br />

<strong>de</strong>seo. Y esa ansia es exactamente la misma que el ansia <strong>de</strong><br />

tu unión personal con Dios, pero ahora incluye a alguien<br />

más, y es por causa <strong>de</strong>l mismo Dios por encima <strong>de</strong> todo, aun<br />

cuando no puedas razonarlo ni i<strong>de</strong>ntificarlo.<br />

En esta ansia hay dolor y vacío, y hay también un gozo<br />

irresistible, y está <strong>de</strong> algún modo imbuida <strong>de</strong> la firme convicción<br />

<strong>de</strong> que Dios <strong>de</strong>sea escuchar todos tus ruegos.<br />

A veces tienes la sensación <strong>de</strong> que, cuando te ves arrastrado<br />

por ese <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> amar a <strong>las</strong> almas, Dios está empezando<br />

a verter su gracia sobre ti, a inundarte <strong>de</strong> todo cuanto<br />

necesitas, a abrumarte <strong>de</strong> favores espirituales e incluso<br />

temporales, porque ya no prestas atención a tus propias necesida<strong>de</strong>s,<br />

sino que te ves inmerso en el tormento <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo<br />

<strong>de</strong> felicidad para tal o cual alma. Un alma siempre individual<br />

y concreta.<br />

Pero no siempre ha <strong>de</strong> ser así. Pue<strong>de</strong>s per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista a<br />

todos ellos en Dios y, sin embargo, orar por ellos <strong>de</strong>l mismo<br />

modo o incluso mejor; pero sigue siendo igualmente placentero<br />

sentir el aguijón <strong>de</strong> ese hambre y esa sed <strong>de</strong> <strong>las</strong> almas<br />

y, con una extraña y misteriosa sensación <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r, ob-<br />

54 THOMAS MERTON<br />

EL LIBRO DE LAS HORAS 55

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