PA4193 A0801 R7 REVISTA CONSCIENCIA NO 32 FINAL R

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La importancia del encuentro y el acercamiento del
conocimiento, del respeto y aceptación sin reservas ni
condicionamientos, debe constituirse en un ejercicio
cotidiano que permita apreciar a los contemporáneos en sus
particularidades y situaciones diversas desde esta fraternidad
existencial que puede hacer más fácil el diálogo entre las
personas, los pueblos y sus culturas. El enfoque intercultural
está orientado al reconocimiento de la coexistencia de
diversidades culturales en las sociedades actuales, las cuales
deben convivir con una base de respeto hacia sus diferentes
cosmovisiones, derechos humanos y derechos como pueblos
(Weinstein y Faúndez, 2013); coexistencia que debe ser
fuente de alegría, que nos motive a trabajar para que la
relación entre culturas sea lo más beneficiosa para todos y
todas. Debe permitirnos la emancipación humana, superando
las nuevas fronteras que se han creado: una calle, un barrio
o un fraccionamiento; este tipo de sociedad no genera paz,
mucho menos un vínculo.
Es preciso reflexionar sobre la dificultad que implica el camino
hacia la construcción de sociedades interculturales,
porque implica superar las paradojas pragmáticas que señaladas
–verdaderas–, que bloquean la comunicación y la relación
necesaria, mientras que existen otras –falsas paradojas,
así como paradojas lógicas y semánticas– que potencian el
aprendizaje (Frutos y Gallego, 2003). Al respecto, la historia,
la práctica social y la cotidianidad mantienen condiciones
que actúan como repelentes para facilitar este proceso; por
tanto, la negociación y la mediación son importantes si no
se quiere imponer la asimilación o respetar ciegamente las
diferencias, pero en esta etapa aún hay muchas cuestiones a
las que no se han encontrado respuesta. En sí, la apuesta por
la interculturalidad intenta romper con la historia hegemónica
de una cultura dominante y otras subordinadas y de esa
manera reforzar las identidades tradicionalmente excluidas
para construir, en la vida cotidiana una convivencia de respeto
y de legitimidad entre todas las culturas de la sociedad.
Considero que el camino hacia la interculturalidad debe replantear
una serie de acciones interrelacionadas con participación
directa y responsable de la sociedad y sus distintas
organizaciones, para emprender el diálogo o negociación intercultural
que debe partir de una posición de igualdad que
permita conocernos y reconocernos para eliminar prejuicios
y estereotipos negativos que cada cultura produce de las
otras; en este sentido, algunos autores aportan elementos
para facilitar este proceso (Alsina, 1997):
1. Nada es inmutable. Cuando se inicia un diálogo uno
debe estar potencialmente abierto al cambio.
2. No hay posiciones universales. Todo está sujeto a crítica.
3. Hay que aprender a aceptar el conflicto y la posibilidad
de que se hieran los sentimientos.
4. Hay cierta perversidad en la historia que nos han enseñado.
Nuestras identidades se han hecho en oposición
a la de los otros.
5. Nada está cerrado. Cualquier cuestión puede siempre
reabrirse.
Este documento no es concluyente, sino la invitación abierta
a la sociedad civil, la academia y las instituciones pertinentes
a seguir indagando y aportando elementos que abunden en
la temática intercultural, para que muy pronto se convierta
en ese espacio necesario de encuentro, de negociación, que
debe tender a ser un lugar de cooperación y que termine por
ofrecer un sitio de humanización (Alsina, 1997), donde todos
y todas podamos alcanzar el buen vivir con equidad y justicia.
Revista ConSciencia de la Escuela de Psicología
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