GUIÓN RECITAL LITERARIO 2019

1. INTRODUCCIÓN PRIMERA PARTE
Monte Parnaso. Nueve musas llegan expectantes e intrigadas: Calíope
porta una trompeta, Clío un libro, Erato una rosa roja, Euterpe una flauta,
Polimnia un arpa, urania un globo terráqueo, Terpsícore un violín, Melpómene
la máscara de la tragedia y Talía la de la comedia.
MELPÓMENE (Tragedia)… ¿Pero, por Zeus y todos los dioses del
Olimpo, cómo se han atrevido a sacarnos de nuestra celestial morada para
traernos a este humilde escenario?
TALÍA (Comedia)- (Sacando una carta del bolsillo y leyendo) Pues las
señas están claras: Plaza Mayor s/n. Centro Cultural Teodoro Sánchez
Punter. (Mirando alrededor) sí, es aquí.
-MELPÓMENE- ¡Entonces espero que el motivo valga la pena!
TALÍA-(Sigue leyendo) Los profesores y alumnos del IES Grande
Covián tienen el placer de invitarlas a la celebración del décimo aniversario de
su Recital Literario)
-MELPÓMENE. Ya está….celebraciones, ¡siempre estamos de
celebraciones!
-TALÍA, (metiéndose la carta al bolsillo) Mujer, esta vez la ocasión lo merece
¿no crees? Tratándose de un acto literario lo lógico es que nosotras, las musas
de las artes, seamos convocadas...
-MELPÓMENE, bueno…., eso sí es verdad.
-CALÍOPE: (Acercándose) Además, no seáis impacientes. A mí, Calíope,
como musa de la poesía épica me han encargado proclamar el lema de este año.
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Coro (todas las musas corren, se acercan y rodean a Calíope): ¿Y cuál es?
-CALÍOPE (desenrolla un pergamino y lee)
Durante estos diez años
hemos querido mostrar
que el hombre de cualquier época
ama y odia por igual.
No importa en qué lengua,
país u orientación sexual;
lo importante es lo que siente
y cómo lo quiere expresar.
Por eso es necesario
Pararnos a reflexionar
Sobre el valor de las palabras
En este Recital
Bueno, (enrollando el pergamino) ya lo habéis oído: se trata de comprender
para qué sirve la Literatura.
POLIMNIA: Llevan diez años haciendo el Recital, después de tanto tiempo,
digo yo, que algo se imaginarán.
URANIA. ¡Pero no digáis burradas! Que me pregunten a mí, que soy la
musa de la Astronomía, para qué sirve la ciencia…. lo entendería, ¡pero a la
Literatura! ….a ella no hay que buscarle ninguna utilidad.
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ERATO, Por supuesto que no; la literatura es expresión de sentimientos,
sobre todo es pasión, amor…
EUTERPE: Claro, lo dices tú, Erato, que eres la musa del amor, pero para
mí es algo más, es… música, ritmo, armonía. Como dijo Shakespeare “donde
mueren las palabras, nace la música” (toca la flauta)
Terpsícore: (levantándose y danzando alrededor de todas con su violín) Y para
mí también. Yo la relaciono con la danza, y el baile. Es como dejarse llevar por
un compás interior que unas veces se traduce en palabras y otras en notas
musicales.
Melpómene. (Mirando frente a frente a Talía) ¿Y tú qué opinas, Talía?
Talía: Pues….siendo yo la musa de la comedia, está claro. La literatura es
necesaria para reír y buscar la felicidad.
MELPÓMENE. ¡Protesto! Yo creo que los conflictos humanos, las
aflicciones del alma, la amargura, la locura, los celos, se han transmitido siempre
en la tragedia.
Talía: Pero la literatura no puede reflejar todo lo negro de la vida. La literatura
es libre para escoger; la vida, lamentablemente, no… ¡Yo, defiendo la comedia!
CLÍO: Veo que a nadie le interesa lo que piense yo.
URANIA: ni yo.
POLIMNIA: Habla, Clío, que yo te escucho.
CLÍO: Gracias, Polimnia. Pues yo creo que la literatura es una carrera de
antorchas. En cada generación se lleva el testigo hasta donde se puede y ahí
se le entrega al escritor de la etapa siguiente. Así, entre todos, contribuimos a
que el hombre deje su huella en la historia.
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POLIMNIA: ¡Ay qué bonitas palabras! Pero yo estoy de acuerdo con Talía.
Si ayudas a alguien a reír, le estás ayudando a vivir. La comedia ilumina la
sociedad. La oscuridad no puede vivir donde hay luz.
ERATO: Además el amor es necesario. Es fuente de vida. Hay amores tan
bellos que justifican todas las locuras que se puedan cometer.
EUTERPE. Nacemos solos, vivimos solos, morimos solos. Solo mediante
el amor y la imaginación podemos crear la ilusión momentánea de que no lo
estamos.
TERPSÍCORE. Escribir también es una manera de protestar.
EUTERPE. ¡Lo tiene que ser! La Literatura no es un espejo para reflejar el
mundo, sino un martillo con el que golpearlo y sacudir su conciencia.
MELPÓMENE. (Algo enfadado) Bueno se acabó; no nos vamos aponer
de acuerdo.
URANIA: A ver, quién defienda la comedia que se ponga a este lado (se
colocan Euterpe, Terpsícore, Polimnia y Talía)
Clío: Y quien apueste por la tragedia a este otro lado (se colocan Calíope,
Urania, Clío y Melpómene. Erato queda en medio de ambos bandos.)
ERATO: …Yo tengo dudas. Creo que tiene que ser el público quien juzgue
por sí mismo. Durante estos diez años de recital habrán visto desfilar
personajes que aman, sufren, odian, ríen … Cada uno de ellos (señalando al
público) verá la Literatura como el cauce por el que se arrastran torrentes de
sentimientos diversos.
TERPSÍCORE: Quizás la diferencia entre lo trágico y lo cómico no esté
tan clara. Alguien dijo una vez que en la comedia los personajes encuentran la
forma de sobreponerse a la tragedia.
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MELPÓMENE. Está bien. Haremos una cosa. Dividiremos este recital
en dos partes. En la primera, como musas que somos, invocaremos a personajes
y composiciones trágicas.
CORO ¡Tragedia, tragedia, tragedia!
TALÍA: Y en la segunda serán la risa, la ironía y el humor los protagonistas.
CORO: ¡Comedia, comedia, comedia!
CALÍOPE. (Sale ocupando la parte central del escenario)
URANIA: ¡Date prisa Calíope, por la derecha se acerca Hamlet!
POLIMNIA... ¡Por La izquierda veo yo a Segismundo!
CALÍOPE ¡Que empiece el espectáculo! …Queda inaugurado el Recital
Literario.
(Las musas se retiran del escenario. Sale por la derecha Hamlet. Música)
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HAMLET:
Ser o no ser, he aquí la cuestión. ¿Qué es más noble para el alma, sufrir los
golpes y flechas de la injusta fortuna o tomar armas contra un mar de
calamidades y, oponiéndose a ella, encontrar el fin? Morir..., dormir; nada más ¡Y
pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil
naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne! ¡Morir... dormir, tal
vez soñar! ¡Sí, ahí está el obstáculo! Pues es forzoso que nos detenga el
considerar qué sueños pueden sobrevivir en ese sueño de la muerte, cuando nos
hayamos liberado del torbellino de la vida.
(Música. Hamlet abandona lentamente la escena. Se cuza con
Segismundo que se va acercando.
SEGISMUNDO: ¡Ay mísero de mí! ¡Ay infeliz! ¿No fue mi gloria fingida
una sombra de la vida y una llama de la muerte? ¿Lo que veo, será cierto, pues
veo estando dormido y sueño estando despierto? Si el vivir solo es soñar, la
experiencia nos enseña que el hombre que vive sueña lo que he, hasta por fin
despertar. Sueña el rey que es rey y vive con este engaño mandando, y el
aplauso que recibe solo en el viento se escribe y en cenizas se convierte.
¿Quién hay que intente reinar viendo que ha de despertar en el sueño de la
muerte? Sueña el rico su riqueza. Sueña el pobre que padece su miseria y su
pobreza. Y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son aunque
ninguno lo entienda. ¿Qué es la vida? ¿Un frenesí?; una sombra, un ficción. Y el
mayor bien es pequeño, pues toda la vida es sueño y los sueños…sueños son.
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2. “EL GRAN TEATRO DEL MUNDO”
Calderón de la Barca
A d a p t a d a p o r E . F e r r é
(En la parte derecha del escenario hay un cartel con la palabra CUNA. En la
izquierda, otro con la palabra SEPULTURA)
AUTOR: (Representa a Dios. Entra cubierto con una capa de estrellas y
porta los objetos que luego repartirá a los personajes) ¡Quiero mirarte, Mundo!
Contemplar la belleza de tus flores que a las estrellas usurpan su fulgor. Esos
vientos surcados por las aves. Esos mares donde nadan los peces. Esos rayos
que son cólera del fuego, esos montes donde habitan los brutos.
MUNDO: (Entra portando una esfera terrestre) El Mundo soy y oigo que
me llamas. ¿Quién eres tú?
AUTOR: El Autor; aquel que a la materia da su forma.
MUNDO: ¿Qué buscas aquí?
AUTOR: Que en tu gran teatro representen los hombres los papeles que les
repartir´.
MUNDO: Tú mandas. Sea así.
AUTOR: Primero pondré luz. ¡Acudan esas dos luminarias que llamé Luna y
Sol!
LUNA: (Entra vestida de plata por la derecha y permanece en ese extremos
del escenario) La Luna soy.
SOL: (Entra vestido de oro por la izquierda y permanece en ese extremo del
escenario) Soy el Sol.
AUTOR: Entre la Humanidad por la puerta derecha, que es la cuna, y salga
por la izquierda, que es la sepultura. Cada cual recibirá lo que le corresponda.
MUNDO: ¿Qué les darás?
AUTOR: Al rey, púrpura y laurel. Al soldado, armas; libros al sabio; azada al
labrador; adornos a la dama.
MUNDO: ¿Y al pobre?
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AUTOR: A ese…nada.
MUNDO: ¡Entren los personajes!
REY: (Entra por la cuna y pregunta al Autor) ¿Qué papel tengo que hacer?
AUTOR: El de mandar y regir. Más debes hacerlo bien. (Le entrega un
cetro)
LABRADOR: (Entra por la cuna con una bota de vino y pregunta al
Autor) ¿No puedo yo también dirigir y gobernar?
AUTOR: Tú tendrás que trabajar. (Le entrega el azadón)
LABRADOR: Quisiera decir que no, pero me habré de aguantar.
DAMA: (Entra por la cuna contemplándose en un espejo) A mí me has dado
hermosura. ¿Cabe ventura mayor?
RICO: (Entra por la cuna con una bolsa de monedas) A mí concedes riquezas
y una vida placentera.
POBRE: (Entra por la cuna) ¿Y no me vas a dar nada a mí?
AUTOR: A ti te doy el penar, el mendigar y sufrir.
POBRE: ¿No te parece cruel?
AUTOR: Serás igualado al rico cuando acabes tu papel. Y estad siempre
prevenidos, que yo señalo la hora del morir y del nacer.
POBRE: ¿Y si alguno se equivoca y no interpreta bien?
AUTOR: Sola su culpa será, pues libertad tenéis. (Sale).
POBRE: ¿Sabe alguien por azar cómo se llama esta obra?
CORO: “Obrar bien, que Dios es Dios.” “Obrar bien que Dios es Dios.”
DAMA: Pasearé entre las flores, que mi belleza envidiarán. (Se coloca entre
las flores)
RICO: (Saca monedas de la bolsa) Yo contaré mi dinero, que no hay diversión
mayor.
LABRADOR: Yo manejaré la azada.
POBRE: ¿Dónde hallar consuelo yo?
CORO: ¡Recuerda que Dios es Dios! ¡Recuerda que Dios es Dios!
POBRE: (Mendiga a la Dama) ¿Me querrías regalar alguna de tus sortijas?
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DAMA: (Contemplándose en el espejo) En mis adornos y galas estoy ahora
ocupada.
POBRE: (Mendiga ahora al Rico) Una limosna, por Dios.
RICO: (No le presta atención)
POBRE: (Mendiga al Labrador) ¿Me darás alguna fruta?
LABRADOR: Si pretendes comer algo, trabaja como hago yo. (Pretende
entregarle la azada y el Pobre la rechaza)
POBRE: Es que en la comedia no hago el papel de labrador. (Mendiga al
Rey) ¿No podría darme algo, poderoso y gran señor?
REY: (Dándole una patada) ¡Deja ya de molestarme, inoportuno bribón!
MUERTE: (Entra por la sepultura) La Muerte soy y con mi presencia se da
por acabada la función, que me acompañen todos los que aquí son.
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3. RIMA IV. Gustavo Adolfo Bécquer
No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.
Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;
Mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;
Mientras la humanidad, siempre avanzando
no sepa a do camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
Mientras sintamos que se alegra el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
Mientras el corazón y la cabeza
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atallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;
Mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa
¡habrá poesía!
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4. MACBETH W. Shakespeare A d a p t a d a p o r E . F e r r é
(Música) (Entran tres brujas portando un caldero, lo sitúan en el centro de la
escena y giran alrededor)
Las tres brujas: ¡Revoloteemos entre la niebla y el aire oscuro! ¡Entre la niebla
y el aire oscuro! ¡Entre la niebla y el aire oscuro!
Bruja 1a : (Recita el conjuro, que puede leer en un pergamino) A la caldera en
que hierve la sangre de una mona, echemos el veneno del taimado alacrán y el
lomo de la astuta culebra, el garguero del buitre y algún vil renacuajo, un ala de
murciélago y un escarabajo, los ojos del lagarto, la lengua del mastín, tres plumas
de lechuza y piel de puercoespín, dos colmillos de lobo, las fauces del dragón, el
polvo de una momia, la hiel del tiburón, entrañas malolientes de un macho cabrío,
raíz de la cicuta recogida en una noche negra de intenso frío.
Las tres Brujas: ¡A cocer, a cocer! para que nuestro filtro posea gran poder.
¡A cocer, a cocer! para que nuestro filtro posea gran poder.
Macbeth: (Entra con Banquo) ¿Quiénes son esa mujeres escuálidas y
extrañas?
Banquo: Brujas seguramente.
Las tres brujas: ¡Macbeth, serás rey pero no heredarán tus hijos la corona!
Banquo: Predecidme algo a mí.
Las tres brujas: ¡Banquo, no serás rey pero serás padre de reyes! (Salen
llevándose el caldero)
Macbeth: ¿Oíste? Llegaré a ser rey y tú padre de reyes.
Banquo: No hagamos caso de vanas predicciones. ¿Puede acaso el diablo
decir verdades?
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Macbeth: El rey Duncan llega.
Macbeth y Banquo: (Hacen una reverencia al entrar Duncan escoltado por
sus soldados)
Duncan: Querido Macbeth, quisiera descansar pero queda muy lejos mi
castillo. ¿Puedo hospedarme esta noche en tu casa?
Macbeth: ¡Inestimable honor! Dejad que me adelante y anuncie a mi esposa
vuestra ilustre llegada.
Todos: (Salen)
(Breves instantes de música)
Lady Macbeth: (Entra con Macbeth) ¿Las brujas te anunciaron que ceñirás
corona? Pues debes ayudar a que se cumpla tu destino. El rey esta noche ha
de dormir aquí. Podríamos…
Macbeth: ¿Qué propones?
Lady Macbeth: Abandona tu eterna blandura; imbúyete de instinto criminal.
Déjame verter maldad en tus oídos.
Macbeth: Conversaremos luego. (Sale)
Lady Macbeth: ¡Ven a mí, pensamiento asesino! ¡Lléname de implacable
crueldad! ¡Que la noche me envuelva en humaredas del infierno!
Macbeth: (Entra) Ha llegado el rey.
Lady Macbeth: ¿Cuándo marchará?
Macbeth: Al amanecer.
Lady Macbeth: Jamás verá el sol de la mañana. ¿Por qué palideces? ¿No
pretendes alcanzar tu deseo? ¿No anhelas ser rey? Entonces... clávale este
puñal. (Le entrega un puñal y Macbeth lo oculta entre sus ropas.)
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Lady Macbeth: Recompón tu rostro. Para engañar al mundo debes parecer una
inocente flor pero actuar igual que una serpiente. Ve a obrar según lo acordado.
Macbeth: (Saliendo) Tierra, amortigua mis pasos. Que ninguno sospeche
dónde voy.
Lady Macbeth: (Pendiente de cualquier ruido) Justo ahora... estará... ¿Oigo
chillar? Quizás ha sido un búho. (Breves instantes de música sórdida)
Macbeth: (Entra nervioso)
Lady Macbeth: ¿Lo hiciste ya?
Macbeth: Sí, más oí una voz que repetía: '¡Macbeth, ya nunca dormirás!'.
Lady Macbeth: Era el silbo del viento. Pero... mira tus manos. Están rojas de
sangre. Lávalas.
Macbeth: El agua de mil ríos no las limpiaría.
Banquo: (Entra muy agitado) ¡Traición, traición!
Macbeth: ¿Qué ocurre?
Banquo: ¡El rey Duncan ha sido asesinado!
Lady Macbeth: ¿Aquí… en nuestra casa? ¿Quién pudo ser?
Banquo: Alguien sobornó a sus guardianes. Junto a ellos había un puñal. (A
Macbeth) Ahora serás rey, como auguraron las mujeres fatídicas.
Macbeth: Seré rey, pero nadie heredará mi corona.
Todos: (Salen)
(Breves instantes de música)
Sicario 1º: (Entra con Sicario 2º) Ignoro la razón por la cual quiso Macbeth
que matásemos a Banquo y a su hijo.
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Sicario 2º: Del encargo cumplimos la mitad. El muchacho logró escapar con
vida.
Sicario 1º: ¿Crees que nos pagará lo acordado?
Sicario 2º: Tiene fama de sanguinario y cruel. (Sale con Sicario 1º)
Macbeth: (Entra con lady Macbeth) Sentía el corazón comido de escorpiones
y volví a consultar con esas magas.
Lady Macbeth: ¿Qué dijeron?
Macbeth: Que no existe nacido de mujer que consiga matarme y que seré rey
mientras no trepe el bosque hasta el castillo.
Lady Macbeth: Entonces…no corre tu corona peligro. ¿Cómo puede trepar el
bosque hasta aquí? (Sale con Macbeth)
Médico: (Entra con la sirvienta) ¿Dices que se levanta por las noches y camina
dormida?
Sirvienta: Frota y frota sus manos como si las lavara mientras va repitiendo:
'¿Nunca se borrará esta maldita mancha? ¡Fuera, indeleble sangre! ¡Quién iba a
imaginar que aún tuviese tanta el viejo Duncan!'.
Médico: Los sonámbulos confiesan muchas veces lo que su lengua se obstina
en callar.
Sirvienta: No quisiera llevar yo dentro del corazón tan dolorosa carga.
Médico: Las conciencias infectas confían sus secretos a las mudas almohadas.
Lady Macbeth precisa más de un sacerdote que un médico. Por precaución,
oculta los objetos que pudieran dañarla. (Sale con la sirvienta)
(Breves instantes de música)
Macbeth: (Entra con el mensajero) ¿Traes noticias de la guerra? Nada hay que
temer mientras no trepe el bosque hasta el castillo.
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Mensajero: Pero... el caso es... que trepa.
Macbeth: ¿Qué dices, insensato? ¿Algún bosque se puede mover?
Mensajero: Cada soldado ha cortado una rama y la lleva delante. Así, según
avanzan todos, da la impresión de que el bosque se dirige hacia aquí.
Macbeth: No te inquietes. Ningún hombre nacido de mujer me podría matar.
Malcolm: (Entra espada en mano) Hijo de Banquo soy y… Macbeth, no
contaste conmigo! No nací de mujer. Me arrancaron del vientre de mi madre
moribunda. ¡Salgamos fuera a medir nuestras fuerzas!
Macbeth: (Para sí) ¡Allá voy! No puedo consentir que me crean cobarde).
(Sale con Malcolm)
Mensajero: (Prestando atención a los sonidos exteriores) Mirad con qué furor
se baten. Macbeth: (Entra herido) ¡Ay de mí! ¡Muerto soy! ¡Malcolm me venció!
Mensajero: ¿Macbeth ha muerto? ¡Cuánto se equivocó al creer en esas viejas
brujas! ¡Y vosotros, si no queréis igual terminar, de la magia no os habéis de fiar!
(Música y telón)
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5. ESTOY HARTA de The VicVlogs
MANOS de ZPU
ESTOY HARTA.
Puedo decir que no soy de los que se quejan,
que prefiero ganarme el cambio y cada poco cuenta,
y es por eso que el quejarme hoy tanto me cuesta
pero no hay más que pueda hacer, siento impotencia.
Estoy harta
Harta de políticos corruptos y de bancos,
de ladrones de traje, corbata y guante blanco,
de recortes, de rescates y de embargos.
Harta de avergonzarme de ser español y de España,
de dictaduras teñidas de democracia
rojas antes, luego azules y a saber mañana
pero hay cosas que detesto y que no cambian.
Que un concejal de festejos cobre más que un maestro,
que nuestro sueldo mínimo no llegue a 900 euros
y el de un diputado no baje de 3500.
Estoy harta de pagarles viajes, chóferes, cenas
en restaurantes de gran lujo y tú mientras
sudando sangre, trabajando, pasando penas
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para poder llenar así otra vez la nevera.
Harta de coronas, de príncipes ladrones y princesas,
de reyes que acaparan maldades inconfesas:
su majestad: ¿símbolo de unidad y de permanencia?
Más bien símbolo de malestar y decadencia.
Me da rabia,
Que se mueva la gente por otras cosas
por el Madrid, por el Barça, por la Eurocopa
por enseñar que buenos somos a toda Europa
con el fútbol nos engañan y nos ciegan con la roja.
Muy harta de escuchar que mil jóvenes se marchan
cada día a Reino unido, Noruega o Alemania
que hoy en día tres carreras ya no bastan
que hoy en día se premia la ignorancia.
Cansado de Paquirrines, Julianes y Pantojas
empachado de tragar tanta salsa rosa
yonkis, chorizos, idiotas
de repente son ahora gente famosa.
No lo entiendo,
Que cada día pretendan que me crea el cuento,
que la "fiesta" de los toros es algo bueno,
que matar por hobby en la plaza es algo nuestro,
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no es mío, eso seguro y es triste que sea vuestro.
Harta de escudos, de porras de cargas,
de piedras y de los que las lanzan,
de que los puños ganen siempre a las palabras
y de que al final nadie gane nada.
Estoy harta.
Puedo decirlo más alto pero no más claro,
del hambre, desahucios, de robos, del paro
de que me obliguen cada día a aguantar tanto.
y hoy ya no puedo más, hoy ya no aguanto.
Qué más da lo que diga, no cambiará nada
me acusarán de vivir en un cuento de hadas
no pido riqueza, ni halagos, ni otras bobadas,
sólo lo que es mío y ellos me arrebatan.
Estoy harta
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MANOS
Probablemente
Quisimos jugar a las dobles parejas.
Nos encontramos enfrente un trío.
Quisimos jugar al trío.
Nos encontramos enfrente una escalera
que subía al As y bajaba al cuarto nivel
del infierno de Dante.
Dos opciones y media baraja nos servían
para llevarnos el bote.
No se completa.
No te completo.
No me completas.
Íbamos subiendo en cada calle,
pegando de cara,
protegiendo proyectos
que eran realidades.
Probablemente.
Reina y Rey de corazones.
En nuestra mano.
Era nuestro. Estaba hecho.
Pero no es cómo se empieza,
es cómo se acaba
y en arrancar éramos expertos,
en mantenernos fríos y constantes, a lo más aprendices,
y en cerrar… en cerrar novatos. Primerizos del river.
Que tú y yo teníamos el propio,
el personal,
pero no cayó el que nos faltaba y se hizo el silencio.
Un corazón.
La vida nos fue pagando cada apuesta,
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y con la preciosa idea de lo que pudimos ser,
de acariciar la cúspide,
de llevarnos la mano,
echamos el resto al centro de la mesa.
Todo.
All. In.
Y el destino hizo lo que mejor sabe hacer. Leernos.
Nos miramos con cara de enfado y una media sonrisa
como se miran los que lo intentaron a muerte,
los que anduvieron cerca,
los que juegan un farol perfecto que,
probablemente,
mereció regocijarse con los veinte segundos
más deliciosos que se pueden saborear
en la partida:
los que se tarda en recoger un montón de fichas
y apilarlas en torres que construirían un castillo.
La vida nos mostró unos seises que nos dejaron tiesos,
porque,
al final,
casi todas las manos
se ganan
con una
Pareja.
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6. “LA CASA DE BERN ARDA ALBA”
fragmento
F. García Lorca
(Entran Amelia y Martirio.)
Amelia: ¿Has tomado la medicina?
Martirio: ¡Para lo que me va a servir!
Amelia: Pero la has tomado.
Martirio: Yo hago las cosas sin fe, pero como un reloj.
Amelia: Desde que vino el médico nuevo estás más animada.
Martirio: Yo me siento lo mismo.
Amelia: ¿Te fijaste? Adelaida no estuvo en el duelo.
Martirio: Ya lo sabía. Su novio no la deja salir ni al tranco de la calle. Antes era
alegre; ahora ni polvos echa en la cara.
Amelia: Ya no sabe una si es mejor tener novio o no.
Martirio: Es lo mismo.
Amelia: De todo tiene la culpa esta crítica que no nos deja vivir. Adelaida habrá́
pasado mal rato.
Martirio: Le tienen miedo a nuestra madre. Es la única que conoce la historia de
su padre y el origen de sus tierras.
Martirio: Es preferible no ver a un hombre nunca. Desde niña les tuve miedo,
miedo de crecer por temor de encontrarme de pronto abrazada por ellos. Dios
me ha hecho débil y fea y los ha apartado definitivamente de mí.
Amelia: ¡Eso no digas! Enrique Humanas estuvo detrás de ti y le gustabas.
Martirio: ¡Invenciones de la gente! Fue todo cosa de lenguas. Luego se casó́
con otra que tenía más que yo.
Amelia: ¡Y fea como un demonio!
Martirio: ¡Qué les importa a ellos la fealdad! A ellos les importa la tierra, las
yuntas y una perra sumisa que les dé de comer.
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(Entra Magdalena.)
Magdalena: ¿Qué hacéis?
Martirio: Aquí́.
Amelia: ¿Y tú́?
Magdalena: Vengo de correr las cámaras. Por andar un poco. De ver los
cuadros que bordaba la abuela cuando éramos niñas. Aquella era una época
más alegre. Una boda duraba diez días y no se usaban las malas lenguas, pero
hoy nos pudrimos por el qué dirán.
Martirio: ¡Sabe Dios lo que entonces pasaría!
Amelia: (A Magdalena.) Llevas desabrochados los cordones de un zapato.
Magdalena: ¡Qué más da!
Amelia: ¡Te los vas a pisar y te vas a caer!
Magdalena: ¡Una menos!
Martirio: ¿Y Adela?
Magdalena: ¡Ah! Se ha puesto el traje verde que se hizo para estrenar el día de
su cumpleaños, se ha ido al corral y ha comenzado a voces: "¡Gallinas, gallinas,
miradme!" ¡Me he tenido que reír!
Amelia: ¡Si la hubiera visto madre!
Magdalena: ¡Pobrecilla! Es la más joven de nosotras y tiene ilusión. ¡Daría algo
por verla feliz! (Pausa. Angustias cruza la escena con unas toallas en la mano.)
Angustias: ¿Qué hora es?
Magdalena: Ya deben ser las doce.
Angustias: ¿Tanto?
Amelia: ¡Estarán al caer!
(Sale Angustias.)
Magdalena: (Con intención.) ¿Sabéis ya la cosa...? (Señalando a Angustias.)
Amelia: No.
Magdalena: ¡Vamos!
Martirio: ¡No sé a qué cosa te refieres...!
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Magdalena: Mejor que yo lo sabéis las dos. Siempre cabeza con cabeza como
dos ovejitas, pero sin desahogaros con nadie. ¡Lo de Pepe el Romano!
Martirio: ¡Ah!
Magdalena: (Remedándola.) ¡Ah! Ya se comenta por el pueblo. Pepe el
Romano viene a casarse con Angustias.
Martirio: ¡Yo me alegro! Es buen hombre.
Amelia: Yo también. Angustias tiene buenas condiciones.
Magdalena: Ninguna de las dos os alegráis.
Martirio: ¡Magdalena! ¡Mujer!
Magdalena: Si viniera por el tipo de Angustias, por Angustias como mujer, yo
me alegraría, pero viene por el dinero. Aunque Angustias es nuestra hermana
aquí́ estamos en familia y reconocemos que está vieja, enfermiza, y que siempre
ha sido la que ha tenido menos méritos de todas nosotras, porque si con veinte
años parecía un palo vestido, ¡qué será́ ahora que tiene cuarenta!
Martirio: No hables así́. La suerte viene a quien menos la aguarda.
Amelia: ¡Después de todo dice la verdad! Angustias tiene el dinero de su
padre, es la única rica de la casa y por eso ahora, que nuestro padre ha muerto y
ya se harán particiones, vienen por ella.
Magdalena: Pepe el Romano tiene veinticinco años y es el mejor tipo de todos
estos contornos. Lo natural seria que te pretendiera a ti, Amelia, o a nuestra
Adela, que tiene veinte años, pero no que venga a buscar lo más oscuro de esta
casa, a una mujer que, como su padre habla con la nariz.
Martirio: ¡Puede que a él le guste!
Magdalena: ¡Nunca he podido resistir tu hipocresía!
Martirio: ¡Dios nos valga! (Entra Adela.)
Magdalena: ¿Te han visto ya las gallinas?
Adela: ¿Y qué querías que hiciera?
Amelia: ¡Si te ve nuestra madre te arrastra del pelo!
Adela: Tenía mucha ilusión con el vestido. Pensaba ponérmelo el día que vamos
a comer sandias a la noria. No hubiera habido otro igual.
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Martirio: ¡Es un vestido precioso!
Adela: Y me está muy bien. Es lo que mejor ha cortado Magdalena.
Martirio: Lo que puedes hacer es teñirlo de negro.
Magdalena: Lo mejor que puedes hacer es regalárselo a Angustias para la
boda con Pepe el Romano.
Adela: (Con emoción contenida.) ¡Pero Pepe el Romano...!
Amelia: ¿No lo has oído decir?
Adela: No.
Magdalena: ¡Pues ya lo sabes!
Adela: ¡Pero si no puede ser!
Magdalena: ¡El dinero lo puede todo! (Pausa)
Martirio: ¿Qué piensas, Adela?
Adela: Pienso que este luto me ha cogido en la peor época de mi vida para
pasarlo. Magdalena: Ya te acostumbraras.
Adela: (Rompiendo a llorar con ira) ¡No, no me acostumbraré! Yo no quiero
estar encerrada. No quiero que se me pongan las carnes como a vosotras. ¡No
quiero perder mi blancura en estas habitaciones! ¡Mañana me pondré́ mi vestido
verde y me echaré a pasear por la calle! ¡Yo quiero salir!
(Entra la Criada.)
Criada: Pepe el Romano viene por lo alto de la calle. (Amelia, Martirio y
Magdalena corren presurosas.)
Magdalena: ¡Vamos a verlo!
(Salen rápidas.)
Criada: (A Adela.) ¿Tú no vas?
Adela: No me importa.
Criada: Como dará́ la vuelta a la esquina, desde la ventana de tu cuarto se verá́
mejor. (Sale la Criada.)
(Adela queda en escena dudando. Después de un instante se va también
rápida hacia su habitación. Sale Bernarda.)
Bernarda: ¡Malditas particiones!
La Poncio: ¡Cuánto dinero le queda a Angustias!
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Bernarda: Sí.
La Poncio: Y a las otras, bastante menos.
Bernarda: Ya me lo has dicho tres veces y no te he querido replicar. Bastante
menos, mucho menos. No me lo recuerdes más.
(Sale Angustias muy compuesta de cara.)
Bernarda: ¡Angustias!
Angustias: Madre.
Bernarda: ¿Pero has tenido valor de echarte polvos en la cara? ¿Has tenido
valor de lavarte la cara el día de la misa de tu padre?
Angustias: No era mi padre. El mío murió́ hace tiempo. ¿Es que ya no lo
recuerda usted?
Bernarda: ¡Más debes a este hombre, padre de tus hermanas, que al tuyo!
Gracias a este hombre tienes colmada tu fortuna.
Angustias: ¡Eso lo teníamos que ver!
Bernarda: ¡Aunque fuera por decencia! ¡Por respeto!
Angustias: Madre, déjeme usted salir.
Bernarda: ¿Salir? Después que te hayas quitado esos polvos de la cara.
¡Suavona! ¡Yeyo! ¡Espejo de tus tías! (Le quita violentamente con su pañuelo
los polvos) ¡Ahora vete!
La Poncia: ¡Bernarda, no seas tan inquisitiva!
Bernarda: Aunque mi madre esté loca yo estoy con mis cinco sentidos y sé
perfectamente lo que hago.
(Entran todas.)
Magdalena: ¿Qué pasa?
Bernarda: No pasa nada.
Magdalena: (A Angustias.) Si es que discutís por las particiones, tú, que eres
la más rica, te puedes quedar con todo.
Angustias: ¡Guárdate la lengua en la madriguera!
Bernarda: (Golpeando con el bastón en el suelo.) ¡No os hagáis ilusiones de
que vais a poder conmigo! ¡Hasta que salga de esta casa con los pies adelante
mandaré en lo mío y en lo vuestro!
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(Se oyen unas voces y entra en escena Marina Josefa, la madre de Bernarda,
viejísima, ataviada con flores en la cabeza y en el pecho.)
María Josefa: Bernarda, ¿dónde está́ mi mantilla? Nada de lo que tengo quiero
que sea para vosotras, ni mis anillos, ni mi traje negro de moaré́, porque ninguna
de vosotras se va a casar. ¡Ninguna! ¡Bernarda, dame mi gargantilla de perlas!
Bernarda: (A la Criada.) ¿Por qué́ la habéis dejado entrar?
Criada: (Temblando.) ¡Se me escapó!
María Josefa: Me escapé porque me quiero casar, porque quiero casarme con
un varón hermoso de la orilla del mar, ya que aquí́ los hombres huyen de las
mujeres.
Bernarda: ¡Calle usted, madre!
María Josefa: No, no callo. No quiero ver a estas mujeres solteras, rabiando
por la boda, haciéndose polvo el corazón, y yo me quiero ir a mi pueblo.
¡Bernarda, yo quiero un varón para casarme y tener alegría!
Bernarda: ¡Encerradla!
María Josefa: ¡Déjame salir, Bernarda! (La Criada coge a María Josefa.)
Bernarda: ¡Ayudadla vosotras!
(Todas arrastran a la vieja.)
María Josefa: ¡Quiero irme de aquí́! ¡Bernarda! ¡A casarme a la orilla del mar, a
la orilla del mar!
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7. “LOS NADIES” de Eduardo Galeano
Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los nadie con salir de pobres,
que algún mágico día
llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy,
ni mañana, ni nunca,
ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadies la llamen
y aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie,
los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados,
corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos,
rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones,
sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos,
sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
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Que no figuran en la historia universal,
sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies,
que cuestan menos
que la bala que los mata.
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8. LOS AMANTES DE TERUEL” J. E
Hartz en bu sch
Adaptada por E. Ferré
(Salón en casa de Isabel Segura)
Margarita: Debes ocuparle de tu aspecto. Hoy llega Rodrigo para que os
desposéis.
Isabel: Esa noticia me causa dolor.
Margarita: Es rico, es galán. ¿A otro mejor podría aspirar una muchacha?
Isabel: Cuánto me contraría acatar la orden de mi padre.
Margarita: Así nos casan a todas. Yo también hube de ceder al mandato del
mío.
Isabel: ¡Ay adorado Diego! ¡Cómo me duele renunciar a ti!
Margarita: Olvida el amor.
Isabel: Aún podría regresar a tiempo. Hasta las seis no vence el plazo que se le
concedió.
Margarita: ¿Y si hubiese muerto o se halla prisionero?
Isabel: Me dolería más que me hubiera olvidado y amase a otra mujer. Margarita:
Si yo encontrase el medio de ablandar a tu padre...
Isabel: Por Dios, ¡inténtalo! (Sale)
Rodrigo: (Entra) Vengo a ver a la novia.
Margarita: La pobre hija mía no se encuentra bien.
Rodrigo: ¿Será ese el motivo del desdén que muestra hacia mí o existe otra
causa?
Margarita: Os hablaré con la mayor franqueza. Mi esposo os ofreció la mano
de Isabel, sin embargo sabéis que ama a Diego.
Rodrigo: Pero hace seis años que partió en busca de fortuna y aún no ha
regresado.
Margarita: Hasta las seis no expira el plazo. Todavía cabe una esperanza.
Rodrigo: ¡Jamás renunciaré al amor de Isabel! Aunque Diego regrese, lo
disuadiré de su pretensión haciéndole probar el filo de mi espada. Margarita: ¿Y
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si al pie del altar mi hija os dice 'no'? Sería para vos un desaire. Rodrigo: ¿Por
qué intentáis evitar que me case con ella? Margarita: Anhelo su felicidad.
Rodrigo: ¿Como la vuestra os preocupó en otro tiempo? Sé que pisoteasteis la
fidelidad debida a vuestro esposo. Margarita: ¿Qué pretendéis decir? Rodrigo:
Dejémonos ya de disimulos. Poseo estas cartas que os delatan. (Muestra las
cartas) Margarita: ¡Virgen santísima! Rodrigo: ¿Las reconocéis? Iban dirigidas a
cierto caballero por cuyo amor os hicisteis adúltera. Margarita: ¡Dádmelas!
¡Destruidlas! Rodrigo: Lo haré cuando vuestra hija se case conmigo. Hasta
entonces... las guardo. (Sale con las cartas) Margarita: ¿No es cruel una madre
que cuida su buen nombre a costa de la felicidad de su hija? (Sale)
Zulima: (Entra) Por fin llegué a casa de Isabel y, vestida de paje, la astucia me
hará conseguir lo que intento. Le haré creer que Diego murió en tierras lejanas
entregado al amor de otra mujer. Vengaré así el desprecio con que él me trató
negándose a amarme. Isabel: (Entra) ¿Preguntabais por mí?
Zulima: Traigo noticias de Diego Marsilla.
Isabel: ¡Qué oigo! ¿Llegó ya?
Zulima: Temo que sea inútil vuestra espera.
Isabel: ¿Qué sucedió? ¡Hablad! ¡Me come la impaciencia! Zulima: Se enamoró
de una bella sultana que tenía marido... y él lo hizo matar.
Isabel: ¿Amó a otra mujer y está muerto?
Zulima: Prueba traigo que cuanto digo es verdad. (Le entrega un anillo)
Isabel: ¡Su anillo! ¡Ay Dios! (Cae desmayada)
Zulima: (Saliendo) ¡Ya cumplí mi venganza!
Margarita: (Entra) ¿Por qué gritaste, hija? ¡Cielos! (intenta reanimarla)
¡Despierta, Isabel! ¡Despierta!
Isabel: (Mientras vuelve en sí) Diego ha muerto... me ha sido infiel... amó a una
sultana...
Margarita: ¿Quién te lo dijo?
Isabel: El paje que me entregó su anillo. (Muestra el anillo) Margarita: Tal vez
no sea cierto. Hay gentes malintencionadas. Isabel: ¡Es enorme mi desilusión!
Margarita: Consuélate y entrega tu mano a Rodrigo.
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Isabel: ¡Mil veces no! Margarita: ¿Y si yo te lo ruego?
Isabel: Prometiste librarme de ese matrimonio infeliz. Margarita: ¡Ay si te
contara!
Isabel: ¿Qué sucede? ¿A qué obedece tu temblor?
Margarita: La ignominia llama a mi puerta.
Isabel: ¿Puedo saber por qué?
Margarita: Rodrigo posee unas cartas que delatan mi adulterio Serán mi
perdición y el deshonor abrumará a tu padre.
Isabel: En tal caso... con Rodrigo me desposaré. (Sale con Margarita)
(Instantes de música)
Isabel: (Vestida de novia, entra con Margarita)
Margarita: Casi son las seis. Vayamos a la iglesia donde aguarda Rodrigo.
Isabel: ¡Ay! Cuando den las seis habrá expirado el plazo. Margarita: ¿Confías
todavía que pueda volver? Isabel: El corazón que ama se resiste a aceptar
verdad tan dolorosa. (Sale con Margarita)
Martín: (Entra) ¡Quién hubiese podido imaginar que Isabel renunciaría al amor
de Diego! ¿Dónde estás, hijo amado, sostén de mi vejez? ¿Qué te impidió
regresar en el plazo fijado? Mensajero: (Entra) ¡Corred a la iglesia y evitad la
boda! ¡Diego ha regresado y van a dar las seis! Martín: ¿Es cierta tanta dicha?
¡Vuelo hacia allí! (Sale con el Mensajero)
Diego: (Entra) ¡Isabel, amor mío! ¡Ya llegué!! Pero... ¿nadie responde?
Sirviente: (Entra) Diego Marsilla, llegas tarde. Ya sonaron las seis y se han
casado. (Sale)
Diego: ¿Es posible? ¡Sin Isabel no quiero vivir! (Cae muerto)
Margarita: (Entra con Isabel) ¡Qué aciago presiento este día! (Repara en
Diego) ¿Quién es este que yace aquí? (Mirándolo de cerca) ¡Jesús! ¡Diego
Marsilla!
Isabel: ¡No puede ser! ¿Por qué llegaste tarde? ¿Por qué? ¿Por qué?
Margarita: Hija, sosiégate. Me asusta tu mirada.
Isabel: (Se tumba junto a Diego) Diego, moriré junto a ti. Te amé siempre.
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Margarita: ¡Ay desdichados amantes! (Mientras los contempla abatida, cae
lentamente el telón)
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9. LA RUEDA DE LA PAZ Juan Rejano
A la rueda
del pipirigallo.
Niños de la tierra,
unid vuestras manos.
A la ruda rueda
del ajonjolí.
Unid vuestras manos
para no morir.
A la rueda rueda
del miramelindo.
Si la querra viene
morirán los niños.
A la rueda rueda
que no rueda más.
Paz para los niños.
Paz.
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10. ODA A LA TRISTEZA Pablo Neruda
TRISTEZA, escarabajo
de siete patas rotas,
huevo de telaraña,
rata descalabrada,
esqueleto de perra:
Aquí no entras.
No pasas.
Ándate.
Vuelve
al Sur con tu paraguas,
vuelve
al Norte con tus dientes de culebra.
Aquí vive un poeta.
La tristeza no puede
entrar por estas puertas.
Por las ventanas
entra el aire del mundo,
las rojas rosas nuevas,
las banderas bordadas
del pueblo y sus victorias.
No puedes.
Aquí no entras.
Sacude
tus alas de murciélago,
yo pisaré las plumas
que caen de tu manto,
yo barreré los trozos
de tu cadáver hacia
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las cuatro puntas del viento,
yo te torceré el cuello,
te coseré los ojos,
cortaré tu mortaja
y enterraré tus huesos roedores
bajo la primavera de un manzano.
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11. AUNQUE ES DE NOCHE
Juan de la Cruz
Qué bien sé yo la fuente que mana y corre
Aunque es de noche
Aquella eterna fuente está escondida
Qué bien sé yo donde tiene su guarida
Aunque es de noche
En esta noche oscura de esta vida
Qué bien sé yo por fe la fuente fría
Aunque es de noche
Aunque es de noche
Aunque es de noche
Su origen no lo sé, pues no lo tiene
Mas sé que todo origen de ella viene
Aunque es de noche
Sé que no puede haber cosa tan bella
Y que cielos y tierra beben de ella
Aunque es de noche
Aunque es de noche
Aunque es de noche
Bien sé que suelo en ella no se halla
Y que ninguno puede vadearla
Aunque es de noche
Su claridad nunca es oscurecida
Y toda luz de ella es venida
Aunque es de noche
Y son tan caudalosas sus corrientes
Que cielos, infiernos y la gente riegan
Aunque es de noche
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Aunque es de noche
Aunque es de noche
Aunque es de noche
La corriente que nace de esta fuente
Bien sé que es tan capaz y omnipotente
Porque es de noche
La corriente que de estas dos procede
Sé que ninguna de ellas le precede
Aunque es de noche
Aquí se están llamando a las criaturas
Y de esta agua se hartan, aunque a oscuras
Aunque es de noche
En esta viva fuente de deseo
En este pan de vida, yo la veo
Aunque es de noche
En esta eterna fuente está escondida
En este vivo pan por darme vida
Aunque es de noche
Aunque es de noche
Aunque es de noche
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12. LA VENGANZA DE DON MENDO
Muñoz Seca
En escena el conde, Magdalena y Doña Ramírez.
NUÑO.- Ahora que estamos solos, oídme atentas. Necesito que hablemos
un instante de algo para los dos muy importante.
(Magdalena toma asiento y el Conde la imita, diciéndole sin reproche).
Me sentaré, puesto que tú te sientas.
MAGDALENA Dime, padre y señor.
NUÑO Digo, hija mía, y al decirlo Dios sabe que lo siento, que he
concertado al fin tu casamiento, cosa que no es ninguna tontería.
(MAGDALENA se estremece, casi pierde el sentido). ¿Te inmutas?
MAGDALENA (Reponiéndose y procurando sonreír). ¡No, por Dios!
NUÑO (Trágicamente escamado). Pues pareciome.
MAGDALENA No extrañes que el rubor mi rostro queme; de improviso
cogiome la noticia feliz… e impresioneme.
NUÑO Has cumplido, si yo mal no recuerdo, veinte abriles.
MAGDALENA Exacto.
NUÑO Modestia aparte, sabes latín, un poco de cocina, e igual puedes dorar
una lubina que discutir de ciencias y aun de arte. Tu dote es colosal, cual mi
fortuna...
MAGDALENA (Atajándole nerviosamente). ¿Y con quién mi boda, padre,
has concertado?
NUÑO Con un caballero gentil y educado que es Duque y Privado del Rey
mi señor.
MAGDALENA ¿El Duque de Toro?…
NUÑO. Lo has adivinado, El Duque de Toro, don Pero Collado, que ha
querido hacernos con su amor, honor.
MAGDALENA ¿Y te habló don Pero?…
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NUÑO Y don Pero hablome y afable y rendido tu mano pidiome, y yo que
era suya al fin contestele (Levantándose). Conque, Magdalena, tu suerte está
echada, mi palabra dada y mi honor en ella; serás muy en breve Duquesa y
Privada; no puedes quejarte de tu buena estrella.
MAGDALENA Gracias, padre, gracias.
NUÑO. Noto tu alegría.
MAGDALENA Haré lo que ordenas.
NUÑO De tu amor lo espero.
MAGDALENA Puesto que lo quieres, seré de don Pero.
NUÑO Serás de don Pero. (La besa). Adiós, hija mía. (Se va por la puerta
de la derecha).
MAGDALENA (Aterrada, dejándose caer sin fuerzas en una silla, digo sin
fuerzas, porque si se deja caer con fuerza puede hacerse daño). ¡Ya escuchaste
lo que dijo!…
RAMÍREZ Claro está que lo escuché, y solo a fuerza de fuerzas me he
podido contener, que tal temblor dio a mi cuerpo, tal hormiguillo a mis pies, que
no sé cómo don Nuño no lo advirtió, no lo sé. ¡Casarte tú con el Duque siendo
amante del Marqués!… ¡Ser esposa de don Pero la que de don Mendo es!… ¡Si
el Marqués lo sabe!…
MAGDALENA ¡Calla!
RAMÍREZ ¡Si el Duque se entera!…
MAGDALENA (Nerviosa, cargada). ¡Eh! ¡Basta ya, doña Ramírez! ¿No
ves que sufro? ¡Rediez!
RAMÍREZ Muda seré si lo ordenas. Si lo mandas, callaré; pero ante Dios
solo puedes casarte con el Marqués, porque al Marqués entregaste tu
voluntad y tu fe; porque te pasas las noches en tierno idilio con él; porque esa
escala maldita le arrojaste una vez solo por darle una mano y él se ha tomado
los pies.
MAGDALENA ¡Pero si ya no le amo, si ya no tengo en él fe, si es de mi
padre enemigo! ¡Si no sé por qué le amé!
RAMÍREZ Él te idolatra.
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MAGDALENA ¿Qué importa? ¿Qué puedo esperar de él, si carece de
fortuna y no es amigo del Rey? No, doña Ramírez, nunca: no me conviene el
Marqués. Quiero triunfar en la corte, quiero brillar, quiero ser algo que mucho
ambiciono. ¡Quiero serlo y lo seré!
RAMÍREZ Pero, ¿y don Mendo, señora?
MAGDALENA Yo sabré librarme de él. (suena una música).
RAMÍREZ ¡Dios mío! ¡Esa música!…
MAGDALENA ¡El Marqués! Arroja presto la escala. Déjame a solas con
él. (Se sienta pensativa.
DOÑA RAMÍREZ abre una de las puertas del foro, se asoma a la terraza
y arroja una escala). Quisiera amarle y no puedo. Fue mi amor una mentira,
porque no es amor, es miedo lo que don Mendo me inspira.
RAMÍREZ (Haciendo mutis por la galería de la izquierda).Pues lo mandan, es
razón que sea muda, ciega y sorda, pero me da el corazón que aquí se va a armar
la gorda. (Vase. Por la puerta del foro que deja abierta DOÑA RAMÍREZ,
entra en escena DON MENDO, apuesto caballero como de treinta años,
bien vestido y mejor armado).
MAGDALENA (Yendo hacia él y cayendo en sus brazos). ¡Don Mendo!
MENDO (Declamando tristemente). ¡Magdalena!
Hoy no vengo a tu lado
cual otras noches, loco, apasionado…
porque hoy traigo una pena
que mi pecho destroza, Magdalena.
MAGDALENA ¿Tú triste? ¿Tú apenado? ¿Tú sufriendo? ¿Pero qué
estoy oyendo? Relátame tus cuitas, ¡oh, don Mendo!
MENDO Huir debo, Magdalena
pues en una noche aciaga
jugando a las siete y media
he perdido hasta la daga
MAGDALENA (Ocultando su alegría). ¿Qué me dices?… ¿Vas a huir?
MENDO Voy a huir, pero contigo.
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MAGDALENA ¿Perdiste el juicio?
MENDO No tal. Resuelto está, vive Dios.
Y si te parece mal
aquí mesmo, este puñal,
nos dará muerte a los dos.
Primero lo hundiré en ti,
y te daré muerte, si,
'Lo juro por Belcebú!
Y luego tú misma, tú
hundes el acero en mí
MAGDALENA Es que tú puedes pagar con algo que yo te preste y luego
para medrar puedes partir con la hueste
MENDO Porque... ¿cómo a pagar voy?
MAGDALENA ¿Cómo? (Se dirige a un mueble y saca un estuche de
orfebrería) Si ya tuya soy y lo mío tuyo es... (Le da el estuche) Este collar que
te doy has de aceptarlo, Marqués.
MENDO ¡Dios santo! ...
MENDO ¿Qué ocurre?
RAMÍREZ (A Magdalena) ¡Salva tu honor! Un rufián o un caballero
a vuestro fiel escudero ha puesto en fuga.
MAGDALENA ¡Qué horror!
RAMÍREZ ¡Y diciendo no sé qué por la escala está subiendo!
MAGDALENA ¡Tú tienes mi honor, don Mendo!
MENDO ¿Quién se acerca inoportuno?
PERO ¡Uno!
MENDO ¿Sabe qué suerte le cabe?
PERO ¡Que sabe! (Saca la espada)
MENDO ¿Y qué le impulsó a subir?
PERO ¡Reñir!
MENDO ¿Dijo reñir o morir?
PERO Reñir y matar si cabe que entró por ese arquitrabe uno que sabe reñir.
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MENDO Morirás, ¡rayos y truenos!
PERO Menos.
MENDO Que mi espada vidas roba.
PERO Coba.
MENDO ¿Eres juglar o escudero?
PERO ¡Caballero!
MENDO Entonces con más esmero.
PERO Pues vamos presto a reñir, que no os tenga que decir menos coba,
caballero.
MENDO Decid cuál es vuestro nombre.
PERO ¿Mi nombre queréis? ¡Pardiez! Pues... un hombre.
MENDO ¿Sólo un hombre?
PERO Uno que vale por diez
MENDO ¡Vive el cielo!... ¡Venga el duelo!...
PERO ¡Vive Dios!... ¡Aunque sean dos!...
MENDO Habéis de medir el suelo.
PERO Habéis de medirlo vos.
MENDO ¡Por mi dama! ¡Vive el cielo!...
PERO ¡Por mi dama! ¡Vive Dios!... (Cruzan las espadas y se acometen
fieramente. Dentro gritan pidiendo socorro Magdalena y Doña Ramírez)
NUÑO (Entrando en escena con la espada desnuda) ¡Silencio! ¡Atrás
todo el mundo! Que sólo a mí toca defender mi honor. ¡Explicad por qué estáis
en mi castillo!... ¿Quién sois? ¿A qué venís?
PERO (Desembozándose y avanzando un paso altaneramente) Es muy
sencillo.
TODOS El de Toro.
NUÑO ¡Gran Dios!
MAGDALENA (A Doña Ramírez) ¡El Duque era!
NUÑO ¡El de Toro en mi casa de tan rara manera!... violando mi castillo, mi
honor y mi bandera.
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PERO Tu honor, nunca, don Nuño, porque tu honor es mío, y por serlo, don
Nuño, vine a tu señorío, para ver a su dueña y dueña mía. Y cuando ya a llamar
me disponía vi una escala de cuerda que pendía... Subí y entré y en esta
estancia había un hombre, y cuando yo con él reñía, llegasteis... y eso es todo.
NUÑO (A don Mendo) ¡Hablad! (Don Mendo ni le mira) ¿Calla?...
(Terriblemente) ¡¡Magdalena!! ¡Esa escala en una almena!...
MAGDALENA ¡Padre!... ¿Qué piensas de mí?
NUÑO ¿Eres inocente?
MAGDALENA (Con la máxima energía) ¡¡Sí!!
NUÑO (Muy enérgico) ¡A ver, pronto! ¿Quién la escala a este embozado
arrojó? ¿Y a qué subisteis?
MENDO Señor...
NUÑO No acabo de imaginar. ¿Fue el amor?
MENDO No fue el amor.
NUÑO Entonces...
MENDO Subí a robar. (Asombro en todos)
NUÑO ¡Miserable!... ¡Presto, a él!...
MENDO ¡Quietos!... Infeliz de aquel que intentar, ¡ay, Dios!, llegar a don
Mendo Salazar y Bernáldez de Montiel (Se desemboza)
NUÑO ¿Ladrón vos, don Mendo? ¿Vos? Un Marqués cual vos, ¡qué
afrenta! ¿Cuándo vióse acción tan doble?
MENDO Nunca ha de faltar un noble que robe más de la cuenta.
NUÑO ¿Pero vos?...
MAGDALENA (Recogiendo del suelo el estuche que tiró Don Mendo)
Mirad... hay aquí un estuche.
NUÑO El de tu collar.
MAGDALENA ¡SÍ!
PERO ¿Eh?
MENDO Como tan poco valía no lo quise para mí.
NUÑO ¿Pero y el collar?
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MENDO (Enseñándolo) ¡Aquí! Tomadlo, y perdón, señora, si os lo quise
arrebatar (Le da el collar)
MAGDALENA (A Pero) ¿Estáis convencido ahora de que vino aquí a
robar?
PERO Convencido y dolorido de haber dudado de vos, y os pido en nombre
de Dios para mi crimen olvido. Pronto mi esposa os haré como ya está
concertado. ¿Me perdonáis?
MAGDALENA ¡Perdonado!
MENDO (¡Santo cielo! ¿Qué escuché?
Ella su esposa, ¡Su esposa!...
Si tal es verdad, estimo
que salvándola hice el primo
de una manera espantosa).
PERO (Rendidamente a MAGDALENA) ¡Prenda adorada!
MAGDALENA (Ídem) ¡Don Pero!...¡Don Pero mío!
MENDO (Sujeto ya fuertemente por Lorenzana, Aldana y Oliva)
¡Venganza, cielos, venganza! (Mirando al cielo)
Juro, y al jurar te ofrendo,
que los siglos en su atruendo
habrán de mí una enseñanza
pues dejará perduranza
la venganza de don Mendo
(Cae desmayada Magdalena. Inician el mutis los que conducen a Don Mendo,
y cae el telón).
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13. INTRODUCCIÓN SEGUNDA PARTE.
(Cuando termina el último texto de la primera parte y, mientras se van los
actores, sale Dionisio con sus sombreros)
DIONISIO: Con el disgusto que llevo... ¿No podríamos ver algo más
divertido? Anda... y ahora estos... ¿quiénes son? Qué raro vienen vestidos.
Haré mutis por el foro
TEXTO DE DON MENDO
Al irse los actores, sale Dionisio y corriendo don Mendo de nuevo
Un hombre con tres sombreros de copa aguarda de pie con cara de tristeza.
Mientras, sale una figura corriendo y se oye una voz
FUERA: ¡Don Mendo! ¡Don Mendo! ¿Pero dónde va este hombre? ¡Don
Mendo, no huyas!
MENDO: Que no huya, dice. Allí me voy a quedar para que esa panda vea
cómo me clavo el puñal. Si, Vamos. (Engolando la voz) Ved cómo muere un león
cansado de hacer el oso. ¡Puff! Mucha risa, mucha risa pero... ¡Menudo dramón!
Vamos, hombre! Si al final no queda en pie ni el apuntador. (Dándose cuenta
de que hay alguien) Oh! y usted, ¿también huye?
DIONISIO: Si, un poco... (dándole la mano en señal de saludo) Dionisio, me
he escapado con los tres sombreros de copa...
MENDO: Encantado. Yo, Don Mendo... de La venganza de mí mismo.
¿También a usted le esperaba la defunción inmisericorde?
DIONISIO: Noo, ¡qué va! A mí al final de mi obra me aguardaba una vida
confortable, apacible, acomodada...
MENDO: ¡Vaya! ¿Y no le gustaba tanta tranquilidad?
DIONISIO: No ¡Menudo cansancio burgués! Yo quería a Paula, Yo quería
aventuras, bailes, locura...
MENDO: Ya veo, pues parece que nos hemos equivocado de estantería. Es
lo que tiene la literatura, que nos enfrenta a tantos sentimientos y
contradicciones que al final nos da hasta por pensar...
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DIONISIO: Por pensar, por sufrir, por mirar a nuestros fantasmas: el amor,
los celos, el destino, el odio, la guerra... la muerte
(Se enciende un foco al otro lado y se ve sentado a un escritor, detrás de él,
de pie, la muerte)
Felipe
DIÁLOGO DEL POETA Y LA MUERTE de León
POETA: ¡Oh, Muerte! Ya sé que estás ahí. Ten un poquito de paciencia
MUERTE: Son las tres. ¿Nos iremos cuando se vayan las estrellas, cuando
canten los gallos, cuando la luz primera grite con su clarín sobre la sierra, cuando
abra el sol una rendija cárdena entre el cielo y la tierra?
POETA: Ni cuando tú lo digas, ni cuando yo lo quiera.
He venido a escribir mi testamento. Cuando escriba la última blasfemia se
me caerá la pluma, se romperá el tintero sin que nadie lo mueva, se verterá la tinta
y, sin que tú la empujes, se abrirá de par en par la puerta. Entonces, nos iremos.
Mientras...cuelga tu guadaña con mi bastón en el perchero del pasillo y
siéntate... ¡Siéntate...y espera!
(Se apaga ese foco y se ilumina a Mendo y Dionisio)
MENDO: Pues eso, a esperar. La literatura nos sirve para amenizar la espera,
cualquier espera.
DIONISIO: ¿Aunque nos espere la silla del dentista?
MENDO: Si
DIONISIO: ¿Un examen de física o un avión con retraso?
MENDO: Por supuesto
DINIOSIO: ¿Aunque lo que nos aguarde sea el peor de los aburrimientos?
MENDO: Sobre todo si es eso. Los poetas, las grandes escritoras, nos
enseñan a disfrutar, a amar la vida, nos regalan aventura, fiestas, locura... nos
animan a aprovechar el momento.
DIONISIO: ¡Carpe diem!, que decían los antiguos
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MENDO: ¡Y menudos diem! Ni se imagina usted lo que podemos carper si
escuchamos bien. Un buen texto de humor nos hace disfrutar, reírnos... pero no
se deje usted engañar que tras la comedia puede esconderse algo más...
DIONISIO: Tiene usted razón. Lo cierto es que el humor sirve para
enfrentarse al mundo, y, a través de él podemos criticar y denunciar lo peor del
ser humano...
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14. HISTORIA DE AMOR JUNTO A
UNA MACETA José Luis García
(Un jardín, con arbustos y macetas con flores. En un extremo, un edificio con
un balcón).
(Julieta asoma en el balcón. Busca a alguien en el jardín).
JULIETA.- Romeo, Romeo. -¿Dónde estás?, que no te veo.
ROMEO.- (Que se incorpora junto a una maceta con flores).
-¡Aquí, Julieta!, junto a esta maceta.
JULIETA.- -¡Oh, mi amor!
ROMEO.- Tú eres mi flor.
(Coge una flor de la maceta, con la intención de arrancarla, pero tira de ella, más
no puede sacarla del tiesto; tira de ella, hasta que finalmente cae Romeo al
suelo, cuan largo es. Inmediatamente se levanta de un salto casi atlético).
Estoy bien, amor mío. (Cae de nuevo al suelo).
JULIETA.- -¿Romeo?… No dice ni pío. (El padre de Julieta aparece en el
balcón, junto a su hija; viene del interior del edificio).
PADRE.- -¿Con quién hablas, hija?
JULIETA.- Hablo contigo, padre.
PADRE.- No trates de liarme. -¿No estará por aquí ese Romeo?
JULIETA.- -¿Romeo?, no creo; no lo veo.
PADRE.- Ya sabes que te he prohibido que te veas con ese sinvergí¼enza,
hijo del odiado Montesco.
JULIETA.- -¿Y por qué odiamos a los Montesco?
PADRE.- Ni remota idea, hija. Mi padre ya los odiaba, igual que mi abuelo.
JULIETA.- Eso no tiene sentido.
PADRE.- Nada tiene sentido en esta vida. Yo lo único que quiero es que mis
nietos odien a los Montesco. (Sale el Padre).
JULIETA.- (Después de comprobar que su padre se ha alejado).
Romeo, -¿dónde estás?, que no te veo.
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ROMEO.- Aquí, Julieta, aplastado junto a la maceta.
(Se incorpora).
JULIETA.- -¿Qué podemos hacer?, ya has oído a mi padre.
ROMEO.- No desesperemos. Cuando los enamorados tienen problemas, el
destino acude en su ayuda.
JULIETA.- -¿Y esa tontería?
ROMEO.- La leí en un libro de teatro. Al fin y al cabo, la vida es un teatro
inmenso.
CONDE PARIS.- (En off). -¿Dónde estás Julieta?
JULIETA.- Escóndete, Romeo; es el Conde Paris. Le diré que mi padre no
me deja enamorarme de él.
ROMEO.- Ese Conde Paris es un cursi.
JULIETA.- Y también el hijo bastardo del rey. -¡Escóndete! (Romeo se
oculta). (Entra el Conde Paris).
CONDE.- -¿Cuándo te casarás conmigo, Julieta?
JULIETA.- Sabes que no puedo. Mi padre no te ve con buenos ojos.
CONDE.- -¿Cómo va a hacerlo, si es tuerto? (Aparece el Padre en el balcón,
tiene una maceta en sus manos).
PADRE.- Sinvergí¼enza, Montesco.
JULIETA.- No padre, no es…
PADRE.- Calla, no lo defiendas.
(Arroja la maceta por el balcón y ésta da en plena cabeza al Conde, que cae al
suelo, no sabemos si desmayado o muerto).
JULIETA.- Era el Conde Paris.
PADRE.- -¿Qué quieres decir con “era”?
JULIETA.- Le has dado con la maceta en todo el colodrillo.
PADRE.- Maldición de faisán. Ese Conde era el hijo bastardo del Rey. Iré a
la cárcel. (Romeo se levanta del suelo).
ROMEO.- Yo puedo llevármelo, señor. Y dejarlo tirado junto a una taberna.
Pensarán que ha sido una pelea entre borrachos.
PADRE.- -¡El Montesco!
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JULIETA.- (Que trata de disimular). -¿De dónde sales, Romeo?
ROMEO.- (Sin enterarse). De donde siempre, Julieta, de al lado de la
maceta.
PADRE.- -¿Qué haces aquí, Montesco?
ROMEO.- Amo a Julieta.
JULIETA.- Yo nada sabía.
ROMEO.- -¿No serás sorda como mi tía? Mil veces te lo digo cada día.
PADRE.- Jamás daré mi consentimiento.
ROMEO.- Puedo llevarme el Conde y librarle a usted de la cárcel.
PADRE.- Hazlo.
ROMEO.- Sólo si acepta nuestro matrimonio.
PADRE.- No pienso casarme contigo. Además, tengo mujer.
ROMEO.- No quiero casarme con usted, sino con su hija. Si acepta, me
llevaré al Conde.
PADRE.- Eres un listillo.
ROMEO.- Liarle a usted es sencillo.
PADRE.- -¿Eh?
JULIETA.- Papá, Romeo puede llevarse al Conde y librarte de la cárcel.
PADRE.- Tendrías que casarte con él.
JULIETA.- Puedo hacer ese sacrificio por ti, padre.
PADRE.- Dime Montesco, -¿tu padre te permitirá casarte con una
Capuleto?
ROMEO.- Mi padre no protestará, mientras tenga vino para brindar.
PADRE.- De acuerdo. Llévate al Conde a la taberna. Y que no falte el vino.
ROMEO.- Sus deseos son órdenes para mí.
PADRE.- Comienza a gustarme este muchacho. (Sale el Padre).
JULIETA.- Romeo, mi padre tiene razón, eres un listillo.
ROMEO.- Y te amo como un chiquillo.
JULIETA.- -¿Y cuándo nos casaremos?
ROMEO.- Mañana mismo, antes que tu padre cambie de opinión. Adiós
Julieta, me llevo al Conde antes de que despierte.
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JULIETA.- -¿No está muerto?
ROMEO.- Sólo inconsciente. El Conde es un cabezón. Por eso insisto en
que nos casemos mañana, antes que tu padre descubra que en lugar de muerto,
el Conde ha quedado descompuesto.
JULIETA.- Eso haremos, Romeo.
ROMEO.- Adiós Julieta. (Romeo arrastra al Conde). No será cadáver,
pero pesa como un muerto. (Sale con el Conde a rastras).
JULIETA.- Ay, Romeo; te quiero, aun cuando no te veo. (Entra en la casa).
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15. PIC-NIC de Fernando ArrabaL
Campo de batalla. Zapo saca lana de una cesta y se pone a tejer. Suena el
teléfono que tiene al lado
ZAPO: Diga…diga. A sus órdenes, mi capitán. En efecto, soy el centinela de
la cota 47. Por cierto, ¿cuándo empiezo a tirar las bombas? ¿Las tiro hacia
adelante o hacia atrás? No se ponga usted así, no lo digo para molestar... es que
aquí me aburro...
Entran los padres de Zapo, trayendo una cesta de merienda
SR: TEPÁN: Hijo, levántate y besa a tu madre. Y ahora, bésame a mí.
ZAPO: Pero, papá, mamá... ¿Cómo os habéis atrevido a venir hasta aquí con lo
peligroso que es?
SR. TEPAN: ¿A mí me vas a dar lecciones de guerras y peligros? Con la
cantidad de veces que me he bajado del tranvía en marcha
SRA TEPÁN: Hemos pensado que te aburrirías. Tanta guerra tiene que
aburrir.
ZAPO: Eso depende
SR TEPÁN: Bien sé yo lo que pasa en las guerras, al principio gusta, por
eso de la novedad, los caballos, los tanques... Pero luego
SRA TEPÁN: Yo siempre he sido muy aficionada a las batallas, de pequeña
siempre decía que sería coronel de artillería
SR TEPÁN: tu madre siempre tan original...
ZAPO: Bueno, bueno, pero os tenéis que marchar. Está prohibido venir a la
guerra si no se es soldado
SR. TEPÁN: A mí me importa un pito. No venimos a hacer la guerra, solo
queremos pasar un día de campo contigo
SRA TEPÁN: Precisamente he preparado tortilla de patata y bocadillos de
jamón...
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ZAPO: Bueno, como queráis, pero si viene el capitán., yo diré que no sabía
nada, que le molesta que haya visitas en la guerra. Siempre repite: "En la
guerra, disciplina y bombas, pero nada de visitas"
SR TEPÁN: No te preocupes, si viene, ya le diré yo un par de cositas a ese
capitán.
SRA TEPÁN: Comeremos aquí mismo, pero sin fusil. Es de mala educación
sentarse a la mesa con fusil. ¿Te has lavado las manos, hijo?
ZAPO: Si, mamá
SR TEPÁN: ¿Y has matado muchos?
ZAPO: ¿Cuándo?
SR TEPÁN: Pues estos días
ZAPO: ¿Dónde?
SR TEPÁN: Pues en esto de la guerra
ZAPO: No sé... es que disparo sin mirar. De todas formas disparo muy poco, y
cada vez que lo hago, rezo un padrenuestro por si he matado a alguien
SR TEPÁN: tienes que tener más valor, como tu padre
SRA TEPÁN: Voy a poner un disco (entra Zepo y se queda quieto viendo
la escena)
SR TEPÁN : ¿Qué ocurre?
ZAPO: ¡Manos arriba!
SR TEPÁN: Hijo, ¡átale!
ZAPO: Sr prisionero, haga el favor de poner las manos juntas, que le voy a
atar
ZEPO: Pero... no me haga mucho daño
ZAPO: No
ZEPO: ¡Ay, que daño me hace...
SR ZEPÁN: ¡Qué burro que eres, hijo! No maltrates al prisionero
SRA TEPÁN: ¿Eso es lo que yo te he enseñado? ¿Cuántas veces te he
repetido que hay que ser bueno con todo el mundo?
ZAPO: No lo he hecho con mala intención....Y así, ¿le hace daño?
ZEPO: No, así no.
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SRA TEPÁN: Diga usted la verdad, con toda confianza. Si le molesta,
díganoslo
SR TEPÁN: Hijo, ahora átale los pies
ZEPO: ¿también los pies?
SR TEPÁN: hombre, es lo que dicen las ordenanzas, ¿no las ha leído usted?
ZEPO: Bueno, pero no me hagan daño como la otra vez
ZAPO: Y ahora, ¿qué hacemos con el prisionero?
SRA TEPÁN: Lo podemos invitar a comer. ¿Quiere usted...?
ZEPO: No sé...
SR TEPÁN: Diga que sí. Hemos traído tortilla de patatas
ZEPO: Si es así, bueno
SR TEPÁN: ¿Qué? ¿Y ha matado usted mucho?
ZEPO: ¿Cuándo?
SR TEPÁN: Pues estos días
ZEPO: ¿Dónde?
SR TEPÁN: Pues en esto de la guerra
ZEPO: No sé... es que disparo sin mirar. De todas formas disparo muy poco,
y cada vez que lo hago, rezo un avemaría por si he matado a alguien
SRA TEPÁN: ¿Un avemaría? Yo pensaba que era un padrenuestro
ZEPO: Yo siempre rezo un avemaría, es más corto ( Se oye ruido de aviones)
ZAPO: Aviones. Seguramente van a bombardearnos
Zapo y Zepo se esconde, el Sr Tepán abre un paraguas. Tras un rato
saca el brazo y comprueba que ya no cae nada
SR TEPÁN: Puedes cerrar el paraguas (entran tres camilleros)
PRIMER CAMILLERO: ¿Hay muertos?
ZAPO: No, aquí no
SEGUNDO CAMILLERO: ¿Está seguro? ¿Han mirado bien?
ZEPO: Ya le decimos que no
TERCER CAMILLERO: ¿Ni siquiera un herido?
ZAPO Y ZEPO: Que no
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PRIMER CAMILLERO: ¡Pues estamos apañados! Ande, mire por todas
partes a ver si encuentra un fiambre...
SEGUNDO CAMILLERO: No insistas. Ya te han dicho que no hay
TERCER CAMILLERO: Pues vaya jugada. Si seguimos así, nos va a
caer una bronca...
SR. ZEPÁN: Ayudemos a estos señores. Mirad por debajo de los sacos a
ver si encontramos algo
ZAPO: Papá... que no hay ningún muerto...
SR. ZEPÁN: Pero mira que eres vago hijo, tú con tal de no ayudar...
SEGUNDO CAMILLERO: No se ponga usted así con el chico,
hombre. Ya veremos si hay más suerte en la próxima trinchera y allí se han muerto
todos.
SRA TEPÁN: ¡Uy! No sabe cómo me gustaría eso.
SR TEPÁN: ¿Pero no podemos ayudar a estos señores? ¿Es que ninguno
de vosotros está ni siquiera herido?
SRA. TEPÁN: Bueno, yo esta mañana me he cortado el dedo pelando
cebollas. ¿Qué les parece?
SR TEPÁN: ¡Perfecto! ¡Llévensela!
PRIMER CAMILLERO: No. Las señoras no cuentan...
TODOS: ¡Pues vaya!
TERCER CAMILLARO: Pero prométannos que si encuentran algún
muerto, nos lo guardarán...
SEGUNDO CAMILLERO: De todas formas, muchas gracias.
Se van los camilleros
SRA. TEPÁN: Esto es lo bueno que tienen los domingos, que te
encuentras con gente simpatiquísima.
SR. TEPÁN: (Dirigiéndose a Zepo) Y lo suyo ¿es de nacimiento o se hizo
enemigo más tarde?
ZEPO: No sé de estas cosas. Yo tengo muy poca cultura
SR. TEPÁN: Entonces... ¿cómo vino a parar a la guerra?
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ZEPO: Yo estaba un día en mi casa arreglando una bici cuando vino un señor
y me dijo: "¿Es usted Zepo? Pues me han dicho que tienes que ir a la guerra" Y
yo pregunté que a qué guerra y él me dijo "Qué bruto que eres, ¿es que no lees
los periódicos?"
ZAPO: Igualito, igualito, me pasó a mí.
SRA ZEPÁN: Pero tú estabas arreglando un patinete
ZEPO: Y le dije que tenía una novia...
ZAPO: Igualito, igualito que yo
ZEPO: Y bajó mi padre y les dijo que yo no podía ir a la guerra
ZAPO: Lo mismo dijo mi padre
ZEPO: Y desde entonces... solo en esta trinchera. Y, yo no había hecho nada,
no me había metido con nadie. Para distraerme, hago flores de trapo
SRA TEPÁN: ¿Y qué hace usted con las flores?
ZEPO: Antes se las mandaba a mi novia, pero se hartó de tanta flor y ahora
lanzo una al aire por cada compañero que muere. Así sé que por muchas que
haga, nunca daré abasto.
SR TEPÁN: Pues si usted se aburre tanto en su trinchera y mi hijo también,
solo se me ocurre una cosa que podemos hacer: Parar la guerra
ZAPO: Muy buen idea, papá. Y si los generales y capitanes se aburren, les
daremos libros para que se entretengan
SRA. TEPÁN: ¡Ay qué idea tan buena! ¡Cómo se nota que eres
universitario! ¿Qué os parece si para celebrarlo ponemos un disco?
(Suena la música que rápidamente se ve interrumpida por una ráfaga de
ametralladora. Mueren todos y entran los camilleros)
(Conforme se van los actores, entran de nuevo Dionisio y Mendo)
MENDO: Realmente a veces tenemos que recurrir a la risa para no echarnos
a llorar
DIONISIO: Una gran verdad, pero no nos quedemos tristes. Sigamos
disfrutando ¿No tiene usted por ahí algo que...?
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MENDO: ¡Pero cómo no va a haber más! La literatura es inagotable, y mire
que yo entiendo de esto, que tuve que hacerme juglar para salvar el pellejo.
Disfrute, disfrute con lo que nos traen estos actores
(Mientras se van de escena, entran los siguientes alumnos)
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1 6. C ARTA A MARY A l on so de Sa n to s
Carta de amor a Mary (la guerra. Un soldado avanza arrastrándose hasta
llegar a un refugio en una trinchera, donde dormita en un camastro otro soldado.
Es noche cerrada y se ven, a lo lejos, resplandores de explosiones de bombas.
Durante toda la escena se escucha ruido de guerra. Los dos soldados son
americanos del norte "made in usa", y se llaman Mac Key junior y Joe Smith,
lógicamente.)
Mac.- (entra fatigado.) "hello", Joe.
JOE. - (medio incorporándose.) "How do you do, Mac?" ¿Cómo ha ido esa
guardia? MAC.- ¡Fatal, Joe! Han caído Sandy, Bob y el cabo Johnson. Y
hace un frío ahí fuera…. (se sopla sus manos heladas.) ¿Por qué no harán las
guerras en verano?
JOE.- (le da una manta.) Toma, tápate.
MAC-¿No tendrás un chicle, "please"?
JOE.- Se me han acabado. Toma, te daré medio del mío. (se saca el chicle de
la boca y le da medio.)
MAC.- (mascando.) No sabe a nada.
JOE.- Está muy usado. Me lo pasó ayer el cabo Johnson.
MAC.- (se lo saca de la boca y lo mira filosófico.) Lo que es la vida, Joe. Ayer
masticaba este chicle el cabo Johnson, y hoy está muerto y lo masticamos
nosotros. Johnson era un buen muchacho, aunque fuera de Minnessota. "You
know", le llevaré este chicle a su vieja con sus cosas. Fue lo último que masticó.
JOE.- Son cosas de la guerra, Mac. Qué le vamos a hacer. "Come on" Mac,
descansa un rato. Tienes mala cara.
MAC.- Estoy muy desmoralizado, Joe. Sandy, Bob y el cabo Johnson se
me han muerto encima. JOE.- Ya me lo has dicho, Mac. ¿Dijeron algo?
MAC.- ¿Quién?
JOE.- Ellos, que si dijeron algo antes de...
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MAC.- Tacos. Sandy dijo primero algo de su madre, y luego ya tacos. Los
otros tacos directamente. Sandy algo de su madre... y tacos...
JOE.- Mac, repites las cosas, "you know". Repites siempre muchas veces las
cosas. Y eso no es bueno. (se tumba en su camastro)
MAC.- ¿Tú no echas de menos a tu madre?
JOE.- Sí, mucho. Sobre todo por las mañanas.
MAC.- ¿Y a tu novia? JOE.- También mucho. Sobre todo por las noches.
MAC.- (a gritos, un poco ya fuera de sí.) ¡Se lo voy a decir a mi capitán! ¡Que
me traiga a Mary, mi dulce Mary, mi querida Mary! ¡Sueño con ella a todas
horas! ¡La quiero, la necesito...! (descubre algo de pronto.) Oye Mac, debajo de
ti hay sangre..., un charquito. MAC.- (mirando) Pues sí, es verdad. No me había
fijado. ¿De quién es?
JOE.- No lo sé, Mac. Antes no estaba ahí. Antes de que tú vinieras, quiero
decir. (se acerca a él.)
MAC.- Pues hay mucha. (SE MIRA.) Parece que baja por aquí, por la
pierna. JOE.- ¡Dios mío, Mac! ¡Estás herido!
MAC.- (quitándose la ropa y mirando.) No noto nada...
JOE.- ¡Aquí! ¡Tienes un agujero en este lado! ¡Y otro más abajo! ¡Mac! ¡En el
estómago tienes otro boquete grandísimo! ¡"Oh, my God", Mac! ¡Qué te ha
pasado!
MAC.- (se agarra el estómago y cae de rodillas, gravísimo de pronto al ver sus
heridas.) ¡Voy a morir, Joe! ¡Estas heridas son malas, "you know"! ¡Lo noto por
dentro! ¡Estas cosas se saben! (TOSE.)
JOE.- ¡Voy a llamar a los sanitarios!, ¿ok?
MAC.- ¡No! ¡Espera!, ¿ok? ¡Antes quiero darte una carta para Mary! ¡Mi
última carta, "you know"! ¡Luego ya no podré! .Fucking letter…está llena de
sangre, no se entiende nada…te dicto:
JOE.- "Ok, Mac" (coge papel y bolígrafo.) Lo que tú digas. (Joe escribe
entre lágrimas las entrecortadas palabras de su agonizante compañero, mientras
suena una música patriótica yanqui que da una nota de color a la patética
escena.)
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MAC.- "My dear Mary", dos puntos. Espero que al recibo de la presente te
encuentres bien. Yo, lo normal en caso de guerra, muriéndome. Quiero que
sepas que te he amado siempre, "baby", diga lo que diga tu madre. Dile a mi
madre que no le escribo porque, aunque la quiero, no sé qué decirle. Si me dan
una medalla por morirme, haces una copia para ti y a ella le das el original. Al fin
y al cabo es mi madre. Da recuerdos a tus padres, a tus hermanos, a tus tíos y
demás familia. ¡Qué duro es morir lejos de ti, Mary y de la dulce patria! Se
despide de ti para siempre con un beso, este tu novio que lo fue, Mac Key
Junior.
JOE.- (repite mientras copia.) "...que lo fue, Mac Key Junior". ¿Algo más,
Mac?
MAC.- Postdata: "Mary, siempre has creído que era tartamudo, y no es
verdad. Sólo tartamudeaba contigo, del amor que me entraba cuando me
mirabas. Con los demás hablo normal. Pregúntaselo a cualquiera. Otro beso
póstumo. I love you".
JOE.- Está todo, Mac. ¿Quieres algo más?
MAC.- No. Ahora sólo quiero decir unos cuantos tacos antes de...shit,
fucking you, fuck!..., fucking war
JOE.- (zarandeándole en sus brazos.) ¡Mac! ¡La dirección, Mac! ¡Que no me
has dado las señas donde tengo que mandarla...! ¡Mac...! ¡Mac...! (El ruido de
las bombas ahoga las últimas palabras de Joe Smith, con el cadáver en sus
brazos de su amigo y compañero de armas, Mac Key junior.) Oscuro
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17. EN LA FUENTE DEL ROSEL Lírica
popular
Dentro en el vergel
moriré;
dentro en el rosal
matarme han.
Yo me iba, mi madre,
las rosas coger;
hallé mis amores
dentro en el vergel.
Dentro en el rosal
matarme han.
Entra mayo y sale abril:
¡tan garridico le vi venir!
Entra mayo con sus flores,
sale abril con sus amores,
y los dulces amadores
comiencen a bien servir
Al alba venid, buen amigo,
al alba venid.
Amigo el que yo más quería,
venid al alba del día.
Amigo el que yo más amaba,
venid a la luz del alba.
Venid a la luz del alba,
non traigáis compañía.
Venid a la luz del alba,
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no traigáis gran compaña.
No quiero ser monja, no,
que niña namoradica só.
Dejadme con mi placer,
con mi placer y alegría,
dejadme con mi porfía,
que niña malpenadica só.
En la fuente del rosel
lavan la niña y el doncel.
En la fuente de agua clara
con sus manos lavan la cara,
él a ella y ella a él,
lavan la niña y el doncel.
En la fuente del rosel
lavan la niña y el doncel.
Tres moricas m’ enamoran
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.
Díxeles: «¿quién sois, señoras,
de mi vida robadoras?
- Cristianas que’ éramos moras
de Jaén,
Axa y Fátima y Marién.»
Con su grande hermosura,
criança, seso y cordura,
cautivaron mi ventura
y mi bien.
Axa y Fátima y Marién.
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Tres moricas muy loçanas
de muy lindo continente,
van por agua a la fuente
mas lindas que toledanas,
y en sus hablas cortesanas
parecien.
Axa y Fátima y Marién.
Dixeles: «dezid señoras,
por merçed sepa sus nombres,
pues sois dinas a los ombres
de dalles penas penosas.»
Con respuestas muy graçiosas
me dizien:
«Axa y Fátima y Marién.»
Yo vos juro all alcoran,
en quien señoras creeis,
que la una y todas tres
maveis puesto en grande afan,
do mis ojos penaran,
pues tal veran
Axa y Fátima y Marién.
- Cavallero bien rrepuna
vuestra condiçion y fama,
mas quien tres amigas ama,
no es amado de ninguna,
una a uno, uy, uno a una
se quieren bien.
Axa y Fátima y Marién.
Tres morillas m’ enamoran
en Jaén
Axa y Fátima y Marién.
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Tres morillas tan garridas
yvan a coger olivas
y hallávanlas cogidas
en Jaén
Axa y Fátima y Marién.
Y hallávanlas cogidas
y tornavan desmaidas
y las colores perdidas
en Jaén
Axa y Fátima y Marién.
Tres moricas tan loçanas
yvan a coger mançanas
a Jaén
Axa y Fátima y Marién.
Levanta, amigo que duermes en las mañanas frías:
todas las aves del mundo de amor decían.
Alegre yo voy.
Levanta, amigo que duermes en las fías mañanas:
todas las aves del mundo de amor nos cantaban.
Alegre yo voy.
Todas las aves del mundo de amor decían,
de mi amor y del tuyo platicarían.
Alegre yo voy.
Todas las aves del mundo de amor cantaban,
de mi amor y del tuyo así platicaban.
Alegre yo voy.
De mi amor y del tuyo platicarían,
tú les quitaste las ramas donde se tenían.
Alegre yo voy.
De mi amor y del tuyo platicaban,
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tú les quitaste las ramas donde se posaban.
Alegre yo voy.
Tú les quitaste las ramas donde se tenían,
y les secaste las fuentes en que bebían.
Alegre yo voy
Enviárame mi madre,
por el agua a la fuente fría:
vengo del amor herida.
Fui por el agua a tal sazón
que corrió mi triste hado
traigo el cántaro quebrado
y partido el corazón:
de dolor y gran pasión
vengo despavorida
y vengo del amor herida.
Dejo el cántaro quebrado,
vengo sin agua corrida:
mi libertad es perdida
y el corazón cautivado.
¡Ay, qué caro me ha costado
del agua de la fuente fría
pues que de amores vengo herida!
-Ay flores, ay flores del verde pino,
¿si sabéis nuevas de mi amigo?
Ay Dios, ¿y do es él?
Ay flores, ay flores del verde ramo,
¿si sabéis nuevas de mi amado?
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Ay Dios, ¿y do es él?
¿Si sabéis nuevas de mi amigo,
que no cumplió con lo prometido?
Ay Dios, ¿y do es él?
¿Si sabéis nuevas de mi amado
que no cumplió con lo que había jurado?
Ay Dios, ¿y do es él?
-Vos preguntáis por el vuestro amigo,
y yo os digo que es sano y vivo.
Ay Dios, ¿y do es él?
Vos preguntáis por el vuestro amado,
y yo os digo que es vivo y sano.
Ay Dios, ¿y do es él?
Y yo os digo que es sano y vivo,
y cumplirá plazo prometido.
Ay Dios, ¿y do es él?
Y yo os digo que es vivo y sano
y lo tendréis no pasado el plazo.
Ay Dios, ¿y do es él?
Ya cantan los gallos,
Amor mío, y vete,
Cata que amanece.
Vete, alma mía,
Más tarde no esperes,
No descubra el día
Los nuestros placeres.
Cata que los gallos,
Según me parece,
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1 8. LA CABEZA DEL DRAGÓN
V a lle- Inclán
Adaptada por E . Ferré
(Un jardín. Los tres Príncipes juegan a la pelota)
El príncipe Ajonjolí. ¿Habéis notado, hermanos, cómo esta pelota bota y
rebota? Cuando la envío a una parte, se tuerce a la contraria.
Príncipe Pompón. ¡Parece haberse vuelto loca!
Príncipe Verdemar. ¡Sería preciso que esa bola llena de aire fuese capaz de
tener juicio!
Príncipe Pompón. ¿Por qué lo dudas? ¿Porque está llena de aire?
El príncipe Ajonjolí. ¿No vemos al Primer Ministro del Rey nuestro padre?
¡Unos dicen que tiene la cabeza llena de humo! ¡Otros, que de aire! ¡Y otros,
QUE VACÍA! (se ríen todos)
Príncipe Ajonjolí: Esta pelota parece llevar dentro un demonio travieso.
(La pelota cae entre bastidores) ¡Vaya! ¿Dónde ha ido a parar?
Príncipe Pompón: Entró por la ventana de aquel torreón. Pero nadie puede
entrar en él porque está cerrado con llave
Príncipe Ajonjolí: ¿Quién tendrá la llave?
Príncipe Verdemar: La reina la lleva colgada a la cintura.
Príncipe Ajonjolí: (Prestando atención) ¿No oís cantar?
Príncipe Pompón: Es el duende del bosque. Lo atrapó el jardinero y se lo
entregó al rey.
Príncipe Verdemar: ¿Será en verdad un duende?
Príncipe Ajonjolí: De duende tiene toda la apariencia.
Duende: (Sin dejarse ver) ¡Dame libertad, paloma real! ¡Palomita que vuelas tan
alto, sin miedo del gavilán!
¡Príncipe Pompón, dame la libertad y estaré a tus órdenes!
Príncipe Pompón: Échanos la pelota y te abriré.
Duende: (Sin dejarse ver) ¿Lo juras?
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Príncipe Pompón: Tienes mi palabra.
Duende: ¡Ahí va la pelota!
Príncipe Pompón: (Recupera la pelota, que lanzan de entre bastidores)
¡Gracias mil! (Continúa jugando)
Duende: (Sin dejarse ver) ¿No cumples tu palabra? ¡Ábreme!
Príncipe Pompón: ¡Ja jajá! (Continúa jugando y la pelota vuelve a caer entre
bastidores)
Príncipe Verdemar: ¡Qué torpe eres! Ha ido a parar nuevamente al torreón.
Los tres Príncipes: ¡¡¡Duende, devuélvenos la pelota!!!
Duende: (Sin dejarse ver) Antes habéis de abrirme. No confío en vuestra
palabra.
Los tres Príncipes: ¡¡¡No tenemos la llave!!!
Príncipe Verdemar. Duende, dame la pelota, y cumpliré como hombre de bien,
como caballero y como Príncipe.
Duende: No tienes la llave del torreón, Príncipe Verdemar.
Príncipe Verdemar. Mis hermanos y yo derribaremos la puerta.
Duende: ¿Con qué?
Príncipe Verdemar. Con los hombros.
Duende: (Sin dejarse ver) Ahí llega la reina. Róbale la llave. La lleva en la
faltriquera.
Reina: (Entra)
Príncipe Verdemar: Madre, dentro de este oído se me metió una abeja.
Reina: (Mira dentro del oído del Príncipe Verdemar. Él mientras tanto se
apodera de la llave. La Reina sale después)
Príncipe Verdemar: Liberaré al duende. (Sale y regresa con el Duende)
Duende: Príncipe gentil, siempre que lo precises estaré a tu lado. (Sale)
Rey: (Entra) Hijos, vengo a repartiros unos dones. Para ti, Pompón, será mi
caballo. Para ti, Ajonjolí, mi manto de armiño. (Se lo da) Y para Verdemar será
mi espada. (Se la da)
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Príncipe Pompón:.(aparte) Tú no tienes derecho a ningún regalo del Rey.
Cuando sepa que has dado libertad al duende te degollará con esa misma
espada
Príncipe Pompón: arruga la frente y mira en torno con mirada torva. EL
PRÍNCIPE AJONJOLÍ hace lo mismo. Se van.
Reina: (Entra gritando) ¡Me han robado la llave y han liberado al duende que
destroza las rosas del jardín!
Rey: ¡Vamos a perseguirlo! (Sale con la Reina)
Príncipe Verdemar queda solo y suspira contemplando el azul.
Príncipe Verdemar: Mis hermanos me delatarán y mi padre se comerá mi corazón
crudo y sin sal. Debí haber dejado que se llevasen la espada. Tendré que huir
de este palacio donde he nacido. Sólo siento no poder besar las manos de mi
madre y decirle adiós…
(Música y foco se oscurece y vuelve un nuevo escenario)
(Una venta. A una mesa están sentados el Bufón y el Príncipe Verdemar. Les
sirve el Ventero)
Ventero: ¿Qué deseáis?
Bufón: ¡Comer y beber!
Ventero: Supongo que traerás llena la bolsa. ¿No sirves tú a la hija del rey
Micomicón?
Bufón: ¡Pobre Infantina! Un dragón ruge frente a los muros de nuestra ciudad,
pidiendo se la entreguen para devorarla.
Príncipe Verdemar: ¿Ninguno la defiende?
Bufón: Ese dragón es invencible. Varios caballeros fueron a combatirlo y
ninguno consiguió regresar. Solamente se le podrá vencer con una espada de
diamante.
Príncipe Verdemar: ¿Cómo lograré ver a la Infantina?
Bufón: Ponte mi ropa y creerá que eres su bufón. (Le entrega su capa y sale)
Príncipe Verdemar: (Cubierto con la capa del Bufón llama) ¡Duende, ayúdame
a triunfar!
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Duende: (Entra) Vencerás al dragón con esta espada de diamante. (Le
entrega la espada y sale)
Príncipe Verdemar: (Al oír que llega gente, se oculta tras un matorral)
Maestro de ceremonias, Duquesa e Infantina: (Entran)
Infantina: Dejadme aquí. ¡No puedo más!
Maestro de ceremonias: Señora Infantina, no está lejos el lugar donde el
dragón devora a las princesas.
Duquesa: ¿No dará lo mismo entregarla al dragón aquí que allá? ¡Adiós, niña
adorada! (Sale con el Maestro de ceremonias)
Infantina: ¡Adiós, adiós! (Llora) Decidle al Rey mi padre que muero contenta
porque salvo a su reino.
Príncipe Verdemar: (Abandona su escondite) Señora Infantina, permitid que
recoja vuestras lágrimas. (Acerca una copa a su rostro)
Infantina: ¿Para qué las quieres, desdichado bufón?
Príncipe Verdemar: Para bebérmelas mañana.
Infantina: Mañana habré muerto en las fauces del Dragón.
Príncipe Verdemar: ¡Lograré que no ocurra! Princesa de mis sueños, soy un
enamorado de tu hermosura, y vengo de lejanas tierras para vencer al Dragón.
Infantina: El Dragón es invencible, noble caballero.
Príncipe Verdemar: Si fuese como dices, yo daría la vida en tu defensa.
Rey Micomicón: (Entra) ¡Por fin te encuentro!
Infantina: Padre, ¿qué haces aquí?
Rey Micomicón: Me quedaré contigo y huiremos a una tierra feliz.
Príncipe Verdemar: (Al quitarse la capa aparece vestido de príncipe) Infantina,
yo venceré al dragón.
Infantina: Oigo sus rugidos. ¡Debes huir!
Príncipe Verdemar: (Desenvaina la espada) ¡El Dragón! Lo venceré con la
espada de diamantes.
EL príncipe Verdemar pelea con el dragón. La boca del monstruo descubre
siete hileras de dientes. Hay un momento en que el paladín siente desmayar su
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ío. Pero le anima el sentimiento divino del amor, y levantado a dos manos la
espada, que parece un rayo de sol, da muerte al DRAGÓN.
Infantina: ¿Quién sois, que poseéis la espada de diamante?
Príncipe Verdemar: El Príncipe Verdemar.
Infantina: ¡Oh! ¡Qué gallardo!
Rey Micomicón: Como has salvado a la Infantina heredarás mi trono.
Infantina: Vuestra es mi vida, valeroso guerrero. Llevadme a la Corte de mi
padre y mi reino será vuestro.
Príncipe Verdemar y la Infantina: (Salen tomados de la mano y felices)
Rey Micomicón: (Sale tras ellos)
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19. MONÓLOGO DE UNA MUJER
MODERNA (texto colaborativo)
Son las 6.00 a.m.
El despertador no para de sonar y no tengo fuerzas ni para tirarlo contra la
pared. Estoy acabada. Quiero quedarme en casa, cocinando, escuchando
música, cantando, etc. Todo, menos salir de casa, meterme en el coche y tener
que poner el cerebro a funcionar.
Me gustaría saber quién fue la bruja imbécil, la matriz de las feministas, que tuvo
la grandiosa idea de reivindicar los derechos de la mujer, y por qué hizo eso con
nosotras, que nacimos después de ella.
Estaba todo tan bien en el tiempo de nuestras abuelas: ellas se pasaban todo el
día bordando, intercambiando recetas con sus amigas, decorando la casa,
podando árboles, plantando flores, recogiendo legumbres de las huertas y
educando a sus hijos. La vida era un gran curso de artesanos, medicina
alternativa y cocina.
Y después se puso mejor, llegó el teléfono, las telenovelas, la píldora, la tarjeta
de crédito ¡¡¡cuántas horas de paz!!!
Hasta que vino una descerebrada, a la que por lo visto no le gustaba el corpiño,
ni dedicarse al hogar. Vino a contaminar a otras tontas que se pensaban
rebeldes, inconsecuentes, con ideas raras sobre ‘vamos a conquistar nuestro
espacio’. ¿Qué espacio ni qué diablos?
¡¡¡Si ya teníamos la casa entera!!! Todo el barrio era nuestro, el mundo a
nuestros pies!!!
Teníamos el dominio completo sobre los hombres; ellos dependían de nosotras
para comer, vestirse…Y ahora… ¿dónde están?
Acabamos muertas al final de cada día,
¿Nuestro espacio?
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Ahora ellos están confundidos, no saben qué papel desempeñan en la
sociedad, huyen de nosotras, les damos miedo, tanta independencia acabo por
hacerlos huir.
Ese tonto feminismo acabó llenándonos de deberes. Y lo peor de todo, acabó
lanzándonos dentro del calabozo de la soledad crónica aguda!!!
¿Por qué, díganme por qué, LIBERACIÓN FEMENINA????…
Si la mujer sólo necesitaba ser frágil y dejarse tratar como a una reina, y le dio
por competir con los machos…
Miren el tamaño del bíceps de ellos. Estaba muy claro, cada quien en su sitio
desde Adán y Eva….liberación femenina…esto no iba a terminar bien!!!
¡No aguanto más!
ser obligada al ritual diario de intentar estar flaca como una escoba, pero con
curvas suficientes, para lo cual tendría que matarme en el gimnasio, además de
morir de hambre, ponerme hidratantes, antiarrugas, tomar agua a todas horas, y
demás armas para no caer vencida por la vejez, maquillarme impecablemente cada
mañana desde la frente al escote, tener el pelo impecable y no atrasarme con las
mechas, que las canas son peor que la lepra; elegir bien la ropa, los zapatos y los
accesorios, no sea que no esté presentable para esa reunión de trabajo,
instalarme todo el día frente al ordenador trabajando como una esclava
(moderna, claro está), con un teléfono en el oído y resolviendo problemas uno
detrás de otro, que además ni son mis problemas!!!
Todo para salir con los ojos rojos (por el monitor, claro, porque para llorar de
amor no hay tiempo).
Y mira que teníamos todo resuelto!!!
Estamos pagando el precio por estar siempre en forma, sin estrías, depiladas,
sonrientes, perfumadas, uñas perfectas, sin hablar del currículum impecable,
lleno de diplomas, doctorados y especialidades.
Nos volvimos ‘súper mujeres’, pero ellos se quedan con los puestos de jefes y
nos dan órdenes!!!
¡¡¡BASTA!!!
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Si nosotras ya sabíamos que teníamos un cerebro y que lo podíamos usar.
¿¿Para quééééé había que demostrárselo a ellossssssss??
Ay, Dios mío, son las 6:30 AM y tengo que levantarme
No, mis queridas colegas, inteligentes, realizadas, liberadas…!
Estoy hablando muy seriamente…
RENUNCIO A MI PUESTO DE MUJER MODERNA.
¿Alguien más se suma?
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2 0. EDIFICIO OKUPADO de Alon s o d e Sa n to s
(Dos punkis, "la rizos" y “Pili”, ponen chapas metálicas en unos cintos mientras le
dan a una litrona en un edificio okupado. Una colchoneta en el suelo y algunas
cajas de madera y cartón a su alrededor, dan la impresión de que llevan allí
algunos días. Hay una pancarta en la que se lee: "cultura alternativa". Llega otra
joven vestida de punki, juanita, y se acerca a ellas.)
JUANITA.- Hola. ¿Qué pasa? ¿No habéis ido a la manifestación?
LA RIZOS.- Nos hemos tenido que quedar de guardia por si venían los
maderos a echarnos. ¿Qué tal ha estado?
JUANITA.- No, si yo tampoco he ido. Me dolía una muela. He ido a la
farmacia. (Pausa. Juanita merodea alrededor de las otras.)
LA RIZOS.- Pues fíjate, nosotros aquí de guardia por si venía la bofia...
(SIGUEN DISTRAÍDAS CON SUS CINTOS.)
JUANITA.- ¿Y si vienen qué hacemos?
PILI.- Resistir y llamarles de todo. Luego ya, si la cosa se pone mal, salir por
piernas.
LA RIZOS.- Casas en ruinas hay dabuten. Yo he estado ya por lo menos en
siete este mes.
JUANITA.- Oye, tía, pues precisamente quería yo hablar contigo si no te
importa. Es que como te ha tocado antes la papeleta de Ángel, el que vino
conmigo..., quería yo saber, vamos, más que nada por saberlo, si no te importaría
cambiármela por el Rubio, que me ha tocado a mí...
LA RIZOS.- Oye, tía, me tocó en el sorteo ese, ¿no?, pues ya está.
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JUANITA.- Ya, pero es que a mí el Rubio no me gusta nada. A mí el que me
gusta es Ángel, por si quieres saberlo.
LA RIZOS.- ¿Y a mí qué me importa el que te gusta o que te deja de gustar?
Tú te quedas con el que te toca, y no andes enredando con los tíos, que eso no
es legal.
PILI.- Si no te gusta, te aguantas. ¡No te digo lo que hay!
JUANITA.- (desolada.) ¿Y cuándo se cambia?
LA RIZOS.- Mientras estemos en esta casa, nunca.
PILI.- Si vienen a echarnos... y okupamos otra, otro sorteo.
JUANITA.- Es que yo te lo decía porque como vinimos juntos Ángel y yo...
. LA RIZOS.- Eso da igual, si vinisteis juntos o si vinisteis separados.
JUANITA.- Ya, pero es que... verás, no sé cómo decírtelo. A mí Ángel,
además de ser el que más me gusta es que es... mi marido.
PILI.- ¿El marido de quién?
JUANITA.- Mío. Que estamos casados. Nos vinimos aquí de okupas
porque nos echaron del piso por no pagar la hipoteca, pero yo no sabía que le
iba a tener que sortear.
PILI.- ¡Ah!, pues te aguantas. No haber venido. No te jode la pringada esta
con la que me salta ahora. ¡Casados! ¿Y tenéis papeles y todo?
JUANITA.- Claro. ¿No te he dicho que es mi marido? Yo trabajaba en una
oficina. Y él en una fábrica. Pero nos quedamos los dos en el paro.
PILI.- ¿Nos vas a contar ahora tu vida, guapa? Para eso me compro una
televisión, como mi madre, que le encantan las horteradas. Si quieres te la
presento y se la cuentas a ella. Pero a mí no me des la vara.
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JUANITA.- Yo lo decía para que os pusierais en mi situación. Todos
podemos necesitar un favor.
LA RIZOS.- Para una vez que he pillado bien, casado o soltero, me da igual.
Está "okupao", como el edificio, a ver si te enteras. Así que ya te puedes ir
haciendo a la idea. PILI.- Tú te quedas con el Rubio, que para eso te ha
tocado.
JUANITA.- Le faltan tres dientes de delante. Y le he preguntado que
cuando se duchó la última vez, y me ha dicho que aquí no hay agua corriente, y
que no iba a ducharse con agua mineral... PILI.- ¿Y eso qué tiene que ver, tía?
LA RIZOS.- Tu no mires, ni huelas...
JUANITA.- Es que no puedo aguantar que tú estés con Ángel, te lo juro.
(LLORANDO.)
PILI.- Anda ahora ésta, con la que salta. ¡Tía, que no te enteras, los tíos son de
la que le toca! A lo mejor me toca a mí la próxima vez.
LA RIZOS.- ¿No me he aguantado yo cuando me ha tocado el Gordo o el
Manteca? Si vas a salir con mío, tuyo, o rollos de esos malos, a mí ni me hables.
LA RIZOS.- Nosotras sólo nos enrollamos con gente legal, no con gente
mierda como mis padres. “¡Mi marido, mi marido...!” Será gilipollas... (Se alejan
“la rizos” y “Pili” criticando a la nueva, juanita, por antigua e integrada) Juanita.-
(llorando, sola.) ¡Que venga pronto la policía…por favor….!pero, además, de la
fría.
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21. EL JUEZ DE LOS DIVORCIOS
Miguel de Cervantes
Adaptada por E. Ferré
(Silla y mesa para el juez) Juez: (Entra y se sienta frente a la mesa atestada de
papeles, los cuales revisa) (Al cabo de unos instantes entran Mariana y el
vejete)
Mariana: (Observando al juez y hablando fuerte) Ahí veo al juez de los
divorcios. Espero que esta vez consiga quedar libre de mis duras cadenas.
Vejete: Por amor de Dios, Habla quedo, Mariana. Mira que tienes atronada a
toda la vecindad con tus gritos.
(Mariana y el vejete se aproximan a la mesa del juez)
Juez: ¿Qué pendencia traéis, buena gente?
Mariana: Señor, ¡divorcio, divorcio, y más divorcio, y otras mil veces divorcio!
Necesito que su excelencia me divorcie de este viejo que veis aquí.
Juez: ¿Hay razones para ello?
Mariana: Ya no puedo sufrir tantas impertinencias. ¿No ve cómo me tiene?
Cuando entré en su poder la cara me brillaba lo mismo que un espejo y ahora la
tengo mustia. (Señalándose el rostro) Vuesa merced, señor juez, me descase, si
no quiere que me ahorque;
Juez: Bajad la voz y secaos las lágrimas, que se os hará justicia.
Mariana: Permítame que llore, señor juez, pues llorando descanso. ¿Por qué el
matrimonio dura toda la vida? Mejor sería poderlo deshacer cada tres años
como si fuese un contrato de alquiler.
Juez: ¿Me podéis explicar de modo más concreto las causas que os inducen a
pedir el divorcio?
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Mariana: El invierno de mi marido y la primavera de mi edad; Haberme de
levantar todas las noches a ponerle más alto el almohadón, a darle sus jarabes y
aguantar el olor nauseabundo que sale de su boca.
Escribano: Tendrá una muela podrida.
Vejete: Eso es imposible, señor juez, que en la boca no tengo ni una muela.
Véalo, véalo. (Abre mucho la boca y muestra al juez que no tiene muelas)
Mariana: ¿No hay una ley que dice que el mal olor de boca es causa de divorcio?
Pues me acojo a ella.
Vejete: ¡Qué mal conoce nadie a esta mujer! Empujones me da hacia la
sepultura. Soy yo quien muere en su poder.
Juez: ¿Al casarse con ella estaba fuerte y sano?
Vejete: Sanísimo, señor.
Juez: No encuentro razón para el divorcio. Y, pues comiste los buenos tiempos,
gustad de los malos; que no está obligado ningún marido a no envejecer.
Vejete: ¿Me va a dejar en manos del verdugo? Encierre a esta fiera en algún
monasterio.
Mariana: Que te encierren a ti, pues ya no tienes ojos con que ver ni oídos con
que oír ni pies con los que andar. Yo tengo mis sentidos bien cabales.
Juez: No repliquéis.
Escribano: Libre es la mujer. Y prudente el marido; pero no puede más.
Juez: No encuentro causa para el divorcio.
(Se sientan refunfuñando) (Entran un soldado y su mujer y se dirigen al juez)
Esposa del soldado: Señor juez, ¿podría descasarme de este leño?
Juez: Hable más comedidamente. No insulte a su marido.
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Esposa del soldado: No tiene más arranque que un madero. Si él fuera
hombre, no querría yo descasarme.
Juez: ¿No se casó con él sabiendo cómo era?
Esposa del soldado: Creí que era un hombre corriente y aun moliente, pero a
los pocos días comprobé que era sólo un leño. ¿Me creerá si digo que no mueve
una mano para traer a casa qué comer? La mañana la pasa en sentarse en la
plaza a murmurar. La tarde, en la casa de juego.
Procurador Tranquila, señora, sin insultos a vuestro marido; que el señor juez de
los divorcios, que está delante, mirará rectamente por vuestra justicia.
Juez: (Al marido) ¿No dice nada en su favor?
Soldado: Diré que esta mujer me mortifica. Así pues, terminemos el pleito.
Juez: (Señalando las sillas) Siéntense ahí.
Escribano Sosiéguense; que vienen nuevos demandantes.
(El soldado y la mujer se sientan) (Entran el cirujano y su mujer)
Cirujano: Vengo a pedir el divorcio por cuatro buenas causas.
Juez: Resoluto venís; decid las cuatro causas.
Cirujano: La primera porque no puedo soportar a mi mujer. La segunda por lo
que ella ya sabe. La tercera por algo que me callo. Y la cuarta porque me llevan
los demonios cada vez que la veo.
Esposa del cirujano: Señor juez, vuela merced me oiga, Si mi marido esgrime
cuatro causas, yo tengo cuatrocientas. Primera: en cuanto que lo veo pienso que
está delante el mismo Lucifer. Segunda: me casé engañada. Tercera: es tan
celoso que hasta maldice al sol cuando me toca. Cuarta… Juez: ¡Alto, señora!
Que si piensa decir las cuatrocientas estaremos aquí una semana.
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Esposa del cirujano: ¿Nos va a descasar? ¿Qué más pruebas quiere, sino que
yo no quiero morir con él, ni ella gusta de vivir conmigo?
Juez: (Señalando las sillas) Si eso bastase para descasarse los casados,
infinitos sacudirían de sus hombros el yugo del matrimonio. Aguarden allá un
poco.
(El cirujano y su esposa se sientan junto a los demás) (Entra Ganapán y habla
con el juez)
Ganapán: Un ganapán soy, aficionado al vino. Y el caso es que, en medio de
una borrachera, prometí a una mujer de vida errada que la iba a desposar y le
puse un puesto de verduras. Pero es reñidora; que no viene ninguno a comprar
una col con el que no riña y le dé con un peso en la cabeza.
Cirujano: (Aproximándose a la mesa del juez) Este hombre le dice la verdad.
Conozco a su mujer y es casi tan mala como la mía propia.
Juez: Mirad, señores, aunque algunos de los que aquí estáis habéis dado
algunas causas que son causa de divorcio, Pero, ¿qué es esto? ¿Música y
guitarras en mi audiencia? ¡Novedad grande es ésta!
Mensajero: (Entra) Señor juez, traigo un recado.
Juez: ¿De parte de quién es?
Mensajero: De aquellos que vinieron a pedir el divorcio y usted se lo negó y
logró apaciguarlos.
Juez: ¿Y qué quieren de mí?
Mensajero: Agradecérselo por medio de una fiesta.
Juez: De buena gana iré. (Hablando a los que aguardan) Y a usías les diré que
lo mediten, pues más vale un arreglo medianillo que el divorcio mejor.
(Todos salen mientras suena una música festiva)
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22. EPITAFIO Jorge Díaz
Se insinúa la balaustrada de un puente. Dos hombres están en el puente
mirándose de reojo.
UNO: Buenas tardes.
EL OTRO: Buenas.
UNO: Perdone, y no lo tome a mal, pero querría saber si piensa quedarse
mucho rato aquí en el puente.
EL OTRO: No, unos minutos. Tal vez ni siquiera eso.
UNO: AH, entonces voy a esperar.
EL OTRO: ¿Esperar qué?
UNO: Que usted se marche.
EL OTRO: ¿Para qué?
UNO: para hacer lo que tengo que hacer.
EL OTRO: (Molesto) Esas cosas no se hacen en la calle. Vaya a un bar.
UNO: No es lo que usted piensa. En un bar me daría pudor.
EL OTRO: (Inquieto) ¿No será usted un exhibicionista?
UNO: No, por Dios, si lo que tengo que hacer es una bobada sin importancia.
EL OTRO: ¿Qué es lo que va a hacer?
UNO: Matarme.
EL OTRO: ¡Es increíble!
UNO: No intente disuadirme. Será inútil.
EL OTRO: Pierda cuidado. El caso es que yo vine aquí por el mismo motivo.
UNO: (Asombrado) ¿Va a suicidarse?
EL OTRO: Si la suerte me acompaña.
UNO: ¿Qué sistema eligió usted?
EL OTRO: Bueno, está claro, ¿no? Ahogarme en el río.
UNO: Lo suponía, pero me refiero al problema fundamental: hundirse. Ha de
saber usted que soy un suicida reincidente.
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EL OTRO: Ya pensé en eso. No crea que soy un suicida irresponsable, de
esos que se tiran por una ventana y caen sobre una viejecita. ¿Ve mis zapatos?...
Tienen las suelas de plomo. Pero hay algo más. Toque aquí. (Señala su cuello)
¡Nota una rigidez?
UNO: ¿Artrosis cervical?
EL OTRO: No, una cadena de hierro que me da vueltas al cuello.
UNO: Todo eso le habrá costado un ojo de la cara.
EL OTRO: Bueno, yo he ahorrado toda mi vida para poder ir a mi propio
entierro con la cabeza muy alta.
UNO: Yo busqué una solución más económica: llevo los bolsillos llenos de
piedras.
(Un silencio dubitativo entre los dos)
UNO: Bueno, pues cuando usted quiera.
EL OTRO: ¡No faltaba más! ¡Usted primero! Si quiere que le ayude en algo.
UNO: ¿Ayudarme?
EL OTRO: Empujándolo, por ejemplo.
UNO: Gracias, muy amable. Pero usted llegó antes. Siempre he sido muy
respetuoso con el orden de llegada y usted me dio la vez.
EL OTRO: No faltaba más. Un caballero es un caballero hasta el final de su
vida. ¡Usted primero y no se hable más del asunto! ¿Puedo satisfacerle su último
deseo?
UNO: Ya puestos, mi último deseo sería un cigarrillo rubio con filtro.
EL OTRO: Solo tengo negro y sin boquilla.
UNO: No gracias, jamás me fumaría un cigarrillo sin filtro. Arruina los
pulmones. Quiero morir de una forma natural y ecológica.
EL OTRO: Me parece muy bien. (Silencio) Bueno, se nos ha hecho tarde.
UNO: ¿Tarde para qué?
EL OTRO: Pues para tirarnos de una vez del puente.
UNO: ¿Acaso tiene usted alguna cosa que hacer después de suicidarse?
Tanta prisa es lo que provoca el infarto.
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EL OTRO: No, pero tampoco es plan andar toda la tarde con los zapatos de
plomo. Me aprietan y me pesan. Me suicidaría solo por librarme de ellos.
UNO: ¿Ha pensado en su epitafio?
EL OTRO: A mí no se me da muy bien la literatura sepulcral.
UNO: Para mí he pensado el siguiente: “Perdone que no me levante a
saludarle”
EL OTRO: Muy apropiado.
UNO: Le propongo una cosa: vamos a tomarnos unas copas y elegimos su
epitafio. No se va a tirar al río sin dejar resuelto ese detalle.
EL OTRO: No es mala idea.
UNO: Conozco un chiringuito al otro lado del río donde preparan un pulpo a
la gallega que está para morirse.
EL OTRO: Estupendo. Lo ahogaremos con un vinito de Ribeiro.
UNO: Y, de paso, inventaremos un epitafio digno de usted.
EL OTRO: Gracias, es usted muy amable. Creo que me voy a quitar los
zapatos: pesan como el demonio. No le importará que vaya descalzo, ¿verdad?
UNO: Por mí, como si quiere ir desnudo.
(El OTRO se quita los zapatos)
EL OTRO: (Suspirando) ¡AY, qué alivio! Me estaban matando.
(Salen charlando. Oscuro)
Página85

23. CYRANO DE BERGERAC
Edmond Rostand
VALVERT. (Se dirige hacia Cyrano, que le observa, y se planta ante él
con pedantería.) Vos tenéis... tenéis... una nariz... ¡una nariz muy grande!
CYRANO. (Gravemente.) ¡Mucho!
VALVERT. (Riendo.) ¡Ja,Ja!
CYRANO. (Imperturbable.) ¿Eso es todo?
VALVERT. Yo...
CYRANO. Sois poco inteligente, jovenzuelo… Pueden decirse muchas
más cosas sobre mi nariz variando el tono. Por ejemplo… (Señalando a las
damas) agresivo:
DAMA 1. «Si tuviese una nariz semejante, caballero, me la cortaría al
momento.»
CYRANO. Amigable:
DAMA 2. « ¿Cómo bebéis; metiendo la nariz en la taza o con la ayuda de
un embudo?»
CYRANO. Descriptivo:
DAMA 1. « ¡Es una roca... un pico... un cabo...! ¿Qué digo un cabo?... ¡es
toda una península!»
CYRANO. Curioso:
DAMA 2. « ¿De qué os sirve esa nariz?, ¿de escritorio o guardáis en ella las
tijeras?»
CYRANO: Estético:
DAMA 1. «No conozco quirófano, por grande que este sea, donde pueda
operarse nariz tan fiera.»
CYRANO. Extrañado:
DAMA 2. «Cuando fumáis y el humo del tabaco sale por esa chimenea...
¿no gritan los vecinos; ¡fuego!, ¡fuego!?».
CYRANO. Prevenido:
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DAMA 1. «Tened mucho cuidado, porque ese peso os hará dar de narices
contra el suelo.»
CYRANO. Cuidadoso:
DAMA 2. «Para hacerle una funda que la libre del sol, preciso la carpa de
un circo, ¡y no es farol!»
CYRANO. Pensativo:
DAMA 1. «Una duda no deja de darme la matraca: ¿pensará su nariz lo
mismo que una vaca»
CYRANO. Galante:
DAMA 2. « ¿Qué hay, amigo? Ese garfio... ¿está de moda? Debe ser muy
cómodo para colgar el sombrero.»
CYRANO. Presuntuoso:
DAMA 1. « ¡Qué envidia tan atroz le tiene el elefante! Su nariz es mayor,
pero más elegante.»
CYRANO. Avaricioso:
DAMA 2. «Si los mocos tuviesen el valor del dinero, entre los millonarios él
sería el primero»
CYRANO. Didáctico:
DAMA 1. « ¿Del clima, qué fenómeno provoca si estornuda? La tormenta
tropical, sin duda.»
CYRANO. Previsor:
DAMA 2. «No bastará ataúd el día en que muera, sino egipcia pirámide o
ella quedará fuera.»
CYRANO. Sencillo:
DAMA 1. « ¿Cuándo se puede visitar ese monumento?»
CYRANO. Campestre:
DAMA 2. ¿Qué es eso una nariz?... ¿Cree usted que soy tan tonta?... ¡Es
un nabo gigante o un melón pequeño!»
CYRANO. Militar:
DAMA 1. «Apuntad con ese cañón a la caballería.»
CYRANO. Práctico:
Página87

DAMA 2. «Si os admitiesen en la lotería, sería el premio gordo».
CYRANO: Todo esto, poco más, es lo que hubierais dicho si tuvieseis
algo de ingenio o algunas letras. Pero de aquel no tenéis ni un átomo y de
letras únicamente las cinco que forman la palabra «necio».
(VALVERT, ofendido, desenfunda la espada)
CYRANO. ¡Siento en mi espada un hormigueo!
VALVERT. (En guardia) Si lo queréis, ¡sea!
CYRANO. Voy a daros una estocada sorprendente.
VALVERT. (Con desprecio. Le tira el guante) ¡Poeta!...
CYRANO. (Recogiendo el guante) Decís bien... ¡poeta!... y tan grande
que, mientras combatimos, improvisaré en vuestro honor una balada.
VALVERT. ¿Una balada?
CYRANO. ¿Acaso no sabéis en qué consiste? (Recitando como si se
tratase de una lección.) La balada se compone de tres coplas de ocho
versos...
VALVERT. (Burlándose.) ¡No sabía!...
CYRANO. Compondré una mientras me bato, y tened por seguro que en
el último verso os hiero.
VALVERT. ¡No podréis!
CYRANO. ¿No?... (Declamando.) «Balada del duelo que, en el teatro,
sostuvo, con un importuno, el señor de Bergerac.»
VALVERT. ¿Podéis decirme que es eso?
CYRANO. ¡El título!
(Comienza el duelo. Mientras baten sus espadas, Cyrano recita sus versos)
CYRANO. Tiro con gracia el sombrero
y, lentamente, abandonada
dejo la capa que me cubre
para después sacar la espada.
¡Mejor os fuera ser neutral!
¿Por dónde os trincharé mejor?
¿Tiro al flanco, bajo la manga,
Página88

o al laureado corazón?
Mi punta es un insecto alado;
a vuestro vientre va derecha.
Y al finalizar… os hiero.
¡Pronto, una rima! ¡Se hace tarde!
¿Me dais el consonante?
¡Cobarde!
Ahora paro esa estocada
con la que ibais a alcanzarme.
Abro la línea. La he cerrado,
Y al finalizar… os hiero.
Ahora estoy lanzado a fondo.
Finto... ¡Una... dos... tres...!
(Cyrano tira la espada de VALVERT que queda con miedo.)
¡Y al finalizar… os hiero!
(Cyrano le choca con la nariz)
Página89

24. CYRANO DE BERGERAC
Edmond Rostand.
CRISTIÁN. — ¡Ayudadme!
CYRANO. — ¡De ninguna manera!
CRISTIÁN. — Moriré si no consigo recuperar sus favores al momento.
CYRANO. — ¿Y qué puedo hacer yo? ¿Queréis que en un momento os lo
enseñe?
CRISTIÁN. — (Cogiéndole por el brazo.) ¡Mira allá!
(La ventana del balcón se ha iluminado.)
CYRANO. — (Con emoción.) ¡Su ventana!
CRISTIÁN. — (Gritando.) ¡Me moriré!
CYRANO. — ¡Baja la voz!
CRISTIÁN. — (Más bajo.) ¡Voy a morir!
CYRANO. — La noche es muy oscura.
CRISTIÁN. — ¿Y…?
CYRANO. — Podemos arreglarlo. No lo mereces, pero… ¡Ponte ahí,
miserable! ¡Ahí, delante del balcón! Yo me pondré debajo y te iré diciendo lo
que tienes que hacer.
CRISTIÁN. — Pero…
CYRANO. — ¡Cállate!
LOS PAJES. — (Reapareciendo por el fondo, a Cyrano.) ¡Eh!
CYRANO. — ¡Chiss! (Les hace señas para que hablen más bajo.)
PRIMER PAJE. — (A media voz.) Venimos de dar la serenata a
Montfleury.
CYRANO. — (En voz baja y deprisa.) ¡Id a esconderos cada uno en una
esquina de la calle! Si algún paseante se acerca por aquí, tocad algo.
SEGUNDO PAJE. — Y ¿qué queréis que toquemos, señor?
CYRANO. — Si es una mujer, algo alegre; si es un hombre, triste. (Los
pajes desaparecen, uno por cada esquina de la calle.) ¡Llámala!
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CRISTIÁN. — ¡Roxana!
CYRANO. — (Recogiendo algunas piedrecillas que arroja a las ventanas.)
¡Espera! ¡Con estas piedrecillas!…
ROXANA. — (Entreabriendo la ventana.) ¿Quién me llama?
CRISTIÁN. — ¡Yo!
ROXANA. — ¿Quién es «yo»?
CRISTIÁN. — Cristián.
ROXANA. — (Con desdén.) ¡Ah!… ¿sois vos?
CRISTIÁN. — Quisiera hablaros.
CYRANO. — (Debajo del balcón, a Cristián.) ¡Bien, bien! ¡Casi en voz
baja!
ROXANA. — ¡No! Habláis demasiado mal. ¡Idos!
CRISTIÁN. — ¡Por favor, señora!
ROXANA. — ¡No! ¡No me amáis!
CRISTIÁN. — (Al que Cyrano va dictando las palabras.) ¡Santo cielo!…
¡Acusarme de no amarla, cuando más la amo!
ROXANA. — (Que iba a cerrar su ventana, deteniéndose.) ¡Vaya! ¡Esto
está mejor!
CRISTIÁN. —El amor crece mecido… por mi alma… inquieta, a la que
este… cruel diosecillo, ha tomado… por cuna.
ROXANA. — (Avanzando en el balcón.) Esto está mejor. ¿Y por qué, si
es cruel, fuisteis tan tonto que no ahogasteis ese amor en la cuna?
CRISTIÁN. — ¡Lo intenté… pero todo fue en vano…! Ese recién nacido…
señora, es un pequeño… Hércules…
ROXANA. — ¡Ya está mejor! ¡Ah! …Pero ¿por qué habláis de una forma
tan poco segura? ¿Acaso vuestra imaginación sufre de gota?
CYRANO. — (Empujando a Cristián bajo el balcón y colocándose en su
sitio.) ¡Chiss, cállate!
ROXANA. — Esta noche vuestras palabras tiemblan… ¿por qué?
CYRANO. — (Hablando a media voz, como Cristián.) Es… que como está
muy oscuro, buscan a tientas en la sombra vuestro oído.
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ROXANA. — Las mías no tienen semejante dificultad.
CYRANO. — ¿Lo encuentran en seguida?… ¡Oh, claro! Porque es mi
corazón el que las recibe, y mi corazón es muy grande en tanto que vuestro
oído es pequeño.
ROXANA. — (Con un movimiento.) ¡Ahora mismo bajo!
CYRANO. — (Vivamente.) ¡No!
ROXANA. — (Señalándole el banco situado bajo el balcón.) ¡Subíos a
ese banco, deprisa!
CYRANO. — (Retrocediendo con espanto en la oscuridad.) ¡No!
ROXANA. — ¿Por qué no?
CYRANO. — (Más emocionado cada vez.) Dejad que aproveche… esta
ocasión que se presenta para hablar dulcemente sin vernos.
ROXANA. — ¿Sin vernos?
CYRANO. — Sí, es delicioso. Apenas si adivino vuestro rostro…Pero
esta noche… ¡esta noche me parece que será la primera en que voy a
hablaros!
ROXANA. — ¡Es verdad que tenéis otra voz!
CYRANO. — (Acercándose con fiebre.) Sí. Es otra porque, envuelto en
la noche que me protege, me atrevo al fin a ser yo mismo… me atrevo… (Se
detiene perdido.)¡No sé… todo esto… perdonad mi emoción…
ROXANA. — Nunca me habíais hablado así.
CYRANO. — ¡Ah! ¡Si lejos de los arcos y las flechas, huyésemos hacia
cosas más verdaderas!… ¡Si en lugar de beber el agua sucia, gota a gota en
un pequeño dedal de oro, intentamos ver cómo el alma se alimenta bebiendo
en las puras lentes del amor!…
ROXANA. — Pero… ¿y el ingenio?
CYRANO. — Sirvió para reteneros a mi lado. … Dejemos que el cielo, con
la mirada de sus astros, nos despoje de todo lo artificial. ¡Temo que la
sinceridad de los sentimientos desaparezca entre tanta palabra exquisita,
que el alma no se pierda en pasatiempos ridículos!
ROXANA. — Pero… ¿y el ingenio?
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CYRANO. — Tratándose de amor, lo detesto. Cuando se ama, es un
crimen prolongar ese juego.
ROXANA. —Si ese momento hubiese llegado para nosotros dos ¿qué me
diríais?
CYRANO. — Todas, todas aquellas palabras que se me ocurran, os las
ofreceré sin ponerlas ni aderezarlas en un ramillete: os amo; me ahogo,
enloquezco, no puedo más, es demasiado… ¡Tu nombre es para mi corazón
como un cascabel…! y como siempre ante ti estoy temblando, el cascabel se
agita y tu nombre suena. ¡Tanto te he amado…
ROXANA. — (Con voz trémula.) Sí, ¡esto es amor!
CYRANO. — Decís bien. Este sentimiento, terrible y celoso que me
invade, es verdadero amor… Tiene todo el furor triste del amor y sin
embargo, no es egoísta. ¡Ah! por tu felicidad yo daría la mía, aunque tú nunca
llegaras a enterarte de nada. En verdad, esta noche es demasiado bella,
demasiado dulce… Yo os digo todo esto y vos… ¡vos me escucháis! ¡Es
demasiado! Ahora sólo me resta morir.
Roxana.- ¡Tiemblo, lloro, te amo, y soy tuya!… ¡Tú me has enloquecido, me
has embriagado!…
CYRANO. — Entonces… ¡que venga la muerte! Esta borrachera… ¡yo he
sido quien ha sabido provocar esta embriaguez! Ya no pido más que una
cosa…
CRISTIÁN. — (De bajo del balcón.) ¡Un beso!
ROXANA. — (Echándose hacia atrás.) ¿Qué? ¿Qué… qué habéis
pedido?
CYRANO. — Yo… yo… (A Cristián.) ¡Vas demasiado aprisa!
CYRANO. — (A Roxana.) Comprendo que fui demasiado audaz.
ROXANA (Un poco decepcionada.) ¿O sea que ya no lo queréis?
CYRANO. — Sí… Lo quiero… ¡sin quererlo! Si vuestro pudor se
conturba, no recordéis más ese beso.
CRISTIÁN. — (A Cyrano, tirándole de la capa.) ¿Por qué?
CYRANO. — ¡Cállate Cristián!
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ROXANA. — (Inclinándose hacia adelante.) ¿Qué decíais en voz baja?
CYRANO. — Me reñía a mí mismo por haber ido demasiado lejos y me
decía: « ¡Cállate, Cristián!»
CRISTIÁN. — ¡Consígueme ese beso!
CYRANO. — ¡No!
CRISTIÁN. — ¡Más pronto o más tarde…!
CYRANO. — Tienes razón. Al fin, llegará ese momento de embriaguez en
el que vuestras bocas se lanzarán la una contra la otra
ROXANA. — (Adelantándose en el balcón.) ¿Sois vos? Me hablabais
de… de… un…
CYRANO. — ¡De un beso! La palabra es dulce y no veo por qué vuestro
labio no se atreve… ¡Si decirla quema, qué no será vivirla! No os asustéis.
Hace un momento, habéis abandonado el juego y pasado, sin lágrimas, de la
sonrisa al suspiro, del suspiro a las lágrimas. Deslizaos de igual manera un
poco más: ¡de las lágrimas al beso no hay más que un estremecimiento!
ROXANA. — ¡Callaos! ¡Subid a recoger esta flor sin igual!
CYRANO. — (Empujando a Cristián hacia el balcón.) ¡Sube!
ROXANA. — ¡Ese gusto del corazón!…
CYRANO. — ¡Sube!
ROXANA. — ¡Ese zumbido de abeja!…
CYRANO. — ¡Sube!
CRISTIÁN. — (Dudando.) Es que… ¡me parece que esto está mal!
ROXANA. — ¡Este instante infinito!…
CYRANO. — (Empujándole.) ¡Sube ya, animal!
CRISTIÁN. — ¡Roxana! (Lo abraza y se inclina sobre sus labios.)
CYRANO. — ¡Ay!… ¡Qué punzada en el corazón! Sí, siento que mi
corazón recibe algo, porque en esos labios a los que Roxana se entrega, está
besando las palabras que yo he dicho hace un instante.
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2 5. F INAL
(Salen las musas de una en una. Imagen del principio. Vuelta al Parnaso)
ERATO. ¡Amar!
CLÍO: ¡Protestar!
EUTERPE. ¡Cantar!
PERPSÍCORE. ¡Bailar!
URANIA. ¡Odiar!
CALÍOPE: ¡Inmortalizar!
POLIMNIA: ¡Soñar!
TALÍA: ¡Reír!
MELPÓMENE. ¡Llorar!
ERATO: Muere lentamente quien se transforma en esclavo de los hábitos.
CLÍO. Quien no arriesga
EUTERPE. Quien evita una pasión
PERPSÍCORE. Quien abandona antes de empezar
URANIA. Quien se queja de su mala suerte.
CALÍOPE. Quien no viaja, ni lee
POLIMNIA. Quien no sueña, ni persigue sus sueños.
TALÍA. Quien no confía, quien no lo intenta.
MELPÓMENE. Quien no ama.
CORO. ¡Mientras dure la vida, sigamos con el cuento!
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Índice
1. INTRODUCCIÓN PRIMERA PARTE .................................................................................................... 1
2. “EL GRAN TEATRO DEL MUNDO” Calderón de la Barca Adaptada por E. Ferré ....... 7
3. RIMA IV. Gustavo Adolfo Bécquer ................................................................................................... 10
4. MACBETH W. Shakespeare Adaptada por E. Ferré ......................................................................... 12
5. ESTOY HARTA de The VicVlogs MANOS de ZPU ...................................................................... 17
6. “LA CASA DE BERNARDA ALBA” fragmento F. García Lorca ................................................... 22
7. “LOS NADIES” de Eduardo Galeano................................................................................................. 28
8. LOS AMANTES DE TERUEL”J. E Hartzenbusch Adaptada por E. Ferré ........................ 30
9. LA RUEDA DE LA PAZ Juan Rejano............................................................................................. 34
10. ODA A LA TRISTEZA Pablo Neruda ........................................................................................... 35
11. AUNQUE ES DE NOCHE Juan de la Cruz .......................................................................... 37
12. LA VENGANZA DE DON MENDO Muñoz Seca ........................................................................ 39
13. INTRODUCCIÓN SEGUNDA PARTE. ............................................................................................ 46
14. HISTORIA DE AMOR JUNTO A UNA MACETA José Luis García ................................................... 49
15. PIC-NIC de Fernando ArrabaL ..................................................................................................... 53
16. CARTA A MARY Alonso de Santos............................................................................................... 59
17. EN LA FUENTE DEL ROSEL Lírica popular ..................................................................................... 62
18. LA CABEZA DEL DRAGÓN Valle-Inclán Adaptada por E. Ferré ................... 68
19. MONÓLOGO DE UNA MUJER MODERNA (texto colaborativo) .................................................. 73
20. EDIFICIO OKUPADO de Alonso de Santos ................................................................................. 76
21. EL JUEZ DE LOS DIVORCIOS Miguel de Cervantes Adaptada por E. Ferré ........................ 79
22. EPITAFIO Jorge Díaz ................................................................................................................... 83
23. CYRANO DE BERGERAC Edmond Rostand ........................................................................... 86
24. CYRANO DE BERGERAC Edmond Rostand. ......................................................................... 90
25. FINAL ........................................................................................................................................... 95
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