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absoluta cuando los chicos de la clase le gritaban<br />
cuatro ojos a la pobre de Mary. Todos<br />
sabemos cómo son los bravucones gracias a la<br />
Pequeña Lulú.<br />
Todo venía de afuera. Seguro eso nos dañó para<br />
siempre, dirán los que con pena nos miraban hipnotizados<br />
frente a la caja boba, que en realidad no era boba, era el mundo<br />
al que podíamos llegar.<br />
En determinados momentos estábamos en Dallas, y<br />
después en Acapulco junto a toda la bonita vecindad, después<br />
en Brasil junto al Quinciño o el fascinante Seca Diablo. Otro<br />
día estábamos en la carreta de los Beverly ricos, y de la nada<br />
estábamos en la calle Mockingbird Lane donde nos esperaba<br />
Herman Monster y su tierna familia. También podíamos estar<br />
recorriendo Francia con la Pantera Rosa, o cuevas extrañas<br />
junto a Mr. Maggo o Scooby Doo. Conocíamos el mundo y por<br />
supuesto los ríos y los árboles. ¿Por qué nos sacude tanto que<br />
millones de árboles se quemen, hoy, en el mundo? Porque<br />
seguimos cantando el himno de nuestra niñez: Son tantas las<br />
historias que le suceden a este lugar, vivimos en un bosque lleno de<br />
amor. Es la amistad, que nos dará un mundo mejor y en él podreeeemos<br />
vivir. Siempre en el boooooooosque nos encontrarán, en el<br />
boooooooosque todo es mejor, en el booooosque, la luz del sol brillará<br />
m ee ee ej or. Y es que cuando nosotros éramos pequeños,<br />
podíamos ser Juanito y Juanita, el osito Jacky que buscaba<br />
una casita por si llegaba el invierno, o simplemente la Abeja<br />
Maya, el gato Félix o una hormiga atómica. Nosotros<br />
podíamos ser esos suspiritus azules que amaban cantar<br />
lalálalalalálalálalalá.<br />
Cuando prendíamos la tele, nos escondíamos en un lugar<br />
secreto y nos subíamos a un cohete destartalado, “d e s cu t í a-<br />
mos”como Beto y Enrique, contábamos números como locos<br />
con el Conde Contar; teníamos “m e yo”en todas las calles y<br />
todos fantaseábamos con un Igor o una Nana para que nos<br />
cargue de un lugar a otro. También aprendíamos historia, ¡vaya<br />
que apuntábamos la toma de la Bastilla con Lady Óscar!, o la<br />
historia del Barón Rojo junto al perro más c ool del mundo<br />
mundial. Érase una vez era lo máximo, allí entendí por fin el<br />
tema de la manzana de Newton.<br />
Pero también nos estresábamos, ¿Acaso nuestras vidas de<br />
ninjas mutantes adolescentes gozaban de tranquilidad? No<br />
todo era aprender álgebra, teníamos que estar pendientes del<br />
destino de Eternia, había que ganar ese pinche partido de<br />
fútbol que nunca acababa, había que hacer seguimiento a los<br />
torneos galácticos de los caballeros de bronce, queríamos<br />
saber qué pasaba con la máquina del tiempo en los Inhumanoids,<br />
nos volvimos cómplices silenciosos del agente Cobra,<br />
había que derrotar a Munrra, teníamos que ver más allá de lo<br />
evidente, había que zafar a lo Mc Giver, todos queríamos<br />
luchar por la justicia como Michael Knigth, o convertirnos en<br />
últimas instancias en Optimus Prime.<br />
Había que salvar Arcadia, porque éramos los niños de la<br />
tierra que escucharon nuestro ayer, había. Pero sobre todas las<br />
cosas, había que demostrar que el Chavo no era un ratero tero<br />
tero, que era un niño pobre que siempre volvía con la frente en<br />
alto para contarnos el regreso de un perro arrepentido. De<br />
cuando en cuando, somos como ese perro y ese niño, con<br />
nuestra mochilita a cuestas, con nuestros infaltables de cabecera,<br />
y la cargamos para sacar de cuando en cuando nuestra<br />
espada del augurio; para ver a los que nos narraban cuentos en<br />
aquellas épocas en las que también aprendimos a rezar la<br />
oración del árbol de la esperanza. Hasta el día de hoy procuramos<br />
seguir siempre a los buenos, a esos cuyo escudo es un<br />
corazón.<br />
DOMINGO 29 DE SEPTIEMBRE 39 | 1 9<br />
www. p a g i n a s i e te. b o<br />
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