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T E ST I M O N I O<br />
sivamente al triunfo electoral del MNR. Y resulta que,<br />
habiendo sido las protagonistas de que el gobierno ceda, nos<br />
tocó limitarnos a contemplar cómo los hombres ejercían el<br />
derecho de votar.<br />
Era una larga fila de señores con sus sombreros para<br />
quienes era más que natural que nosotras no participáramos.<br />
Recuerdo que a unos compañeros les gritábamos: “puede n<br />
votar los idiotas sólo que son hombres”. Nos reíamos traviesame<br />
nte.<br />
Mamerto Urriolagoitia, Presidente de la República<br />
vinculado a la “ro s c a ”minero feudal, había<br />
entregado el gobierno a una Junta Militar (el<br />
llamado “m amertazo”). La Revolución de abril<br />
estaba cerca. Se conformaron entonces los llamados<br />
“grupos de honor”del MNR. Agrupaciones<br />
subversivas secretas de civiles armados,<br />
preparados para el combate, que seguían<br />
incluso rituales de afiliación inspirados en los<br />
Ku Klux Klan estadounidenses. Gueiler fue la<br />
creadora, única mujer miembro y comandante.<br />
Pasada la Revolución, estos grupos torcieron<br />
su fin inicial –efectivamente turbulento con<br />
fines revolucionarios– y adquirieron rasgos<br />
paramilitares delincuenciales.<br />
Cuatro días revolucionarios<br />
(Abril de 1952). La labor de las mujeres durante estos días<br />
revolucionaros fue realmente encomiable y digna de ser mencionada.<br />
Sin asustarnos por las continuas balaceras, compartimos<br />
los riesgos, auxiliamos a los heridos, transportamos<br />
municiones, agua, y alentamos permanentemente a los combatie<br />
ntes.<br />
En la mañana del viernes 11, me encomendaron junto con<br />
Pepita Ascarrunz, la macabra misión de velar porque todos los<br />
muertos, sin importar el bando, fueran primero identificados<br />
apropiadamente en la morgue y luego sepultados cristianamente.<br />
Nunca olvidaré esos cuerpos rígidos, ese olor y la sensación<br />
de que después de todo, sí había tanto que no estábamos<br />
preparadas para soportar.<br />
Lamentablemente, la mujer revolucionaria, valerosa y<br />
abnegada, no alcanzó el sitial que le correspondía en el nuevo<br />
estado de cosas. En realidad muy pocas cosas cambiaron, salvo<br />
por el voto universal cuatro años más tarde. Yo misma, que fui<br />
Comandante de las milicias armadas, los grupos de honor, con<br />
experiencia militar, acabé asumiendo una responsabilidad<br />
administrativa secundaria.<br />
Muy pocas cosas<br />
cambiaron, salvo por<br />
el voto universal. Yo<br />
misma, que fui<br />
Comandante de las<br />
milicias armadas,<br />
acabé asumiendo una<br />
re s p o n s a b i l i d a d<br />
a d m i n i st rat i va<br />
secundaria.<br />
22 www. p a g i n a s i e te. b o DOMINGO 6 DE OCTUBRE 40|19