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La 11 de la Gente

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CAROLA OPAZO

PRÓLOGO DE

MARIO SALAS Y OSVALDO ALEGRÍA

1


Edición especial y gratuita para lectura digital en tiempos de

cuarentena, celebrando los 4 años de este maravilloso campeonato

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3


©Alta La Frente

©Carola Opazo

ISBN: 978-956-398-914-4

Primera edición: Julio 2019

Edición y coordinación: Álvaro Bley y José Bezanilla

Diseño y diagramación: Mario Araneda Giovanetti

Fotografías: Gabriel Orellana Bastías

RRSS: @altalafrente

Todos los derechos reservados. Esta publicación, incluido el diseño de la

portada, puede ser reproducida, transmitida o almacenada en cualquiera de

sus partes, ya sea por un sistema de recuperación de información, por procedimientos

mecánicos, ópticos, fotoquímicos, por fotocopia o cualquier

otro, con el respectivo crédito que se señala a continuación.

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ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS 10

INTRODUCCIÓN 12

PRÓLOGO 14

CAPÍTULO I 21

La historia siempre tiene un antes.

CAPÍTULO II 33

En el estadio. Ahí estuvimos.

CAPÍTULO III 87

Y si no, lo seguimos como sea.

CAPÍTULO IV 119

¡Incluso fuera de Chile!

CAPÍTULO V 135

Se escribió con una ayuda especial.

CAPÍTULO VI 167

Y siempre juntos, con nosotros.

CAPÍTULO VII 209

Al final solo quedó llorar.

CAPÍTULO VIII 227

¡Y celebrar!

CAPÍTULO IX 239

4 años después, nos seguimos emocionando

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Para Sebastián y Vicente

“Para todos ustedes cruzados… VAMOS CON FUERZA”

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“Tengan confianza. Este equipo está para muchas cosas más. Así que ojalá que

se nos dé y podamos ser campeones. Todos aspiramos a eso. Todos queremos eso”

CRISTIÁN ÁLVAREZ / 26 DE ABRIL DEL 2016 / QUILLOTA

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“¡Jueguen con el alma hueón! ¡6 años de frustraciones hueón! ¿Cómo tanto hueón?!

¡Lo que queda es de nosotros! ¿Dónde queda el corazón hueón? He viajado a todo

Chile por verlos. He pasado hambre y frío. He gastado plata que no tengo. ¡El 18

de septiembre lo pasé fuera de mi familia por verlos en Paraguay, y perdimos en

Paraguay! ¡Yo quiero que pongan alma hueón! ¡JUEGUEN CON EL ALMA!”

HINCHA CRUZADO / 30 DE ABRIL DEL 2016

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AGRADECIMIENTOS

Este libro está lejos de ser una oda al éxito sino que es una oda a la

gente que, al vivir el éxito, acumula historias que también son bonitas para

contar. Agrademos a todas y todos los autores y las y los hinchas Cruzados

que aportaron, que compraron un número, que vendieron una rifa, que

escribieron un cuento o que alentaron en el camino.

Si la 11 fue de la gente, este libro también.

Con cariño a nuestra hinchada a la cual pertenecemos,

Agrupación de hinchas

Alta La Frente

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Alexis Loncomilla

Alfredo Rojas

Álvaro Bley

Álvaro Videla

Andrés Mejías

Aníbal Quijada

Armando Godoy

Bastián Morales

Benjamín Castellón

Camila Soto

Carlos Lizama

Carlos Pino

Cecilia Tobosque

Christian Mackers

Claudio Sepúlveda

Cristhoper Rivas

Cristián Cofré

Cristian Neira

Cristóbal Farías

Daniel Ortega

Darwin Barrenechea

David Yáñez

Diego Narbona

Diego Rubio

Edgardo Rojas

Elías Muñoz

Elvis Pena

Emilio Villar

Esteban Focolare

Estefania López

Fabián Rojas

Felipe Alvear

Felipe Cerón

Fernando Aris Valdivia

Fernando Morales

Fernando Sánchez

Fernando Yáñez

Francisco Vera

Francisco Vidaurre

Giovanni Araya Barrera

Gonzalo Espinoza

Gonzalo Tassara

Helmuth Albarran

Ignacio González

Ignacio Valenzuela

Isabel Sánchez

Ismael Soto

Iván Umanzor

Jacob Mella

Jaime Cárdenas

Jaime Molina

Jamis Román

Joaquín Díaz

Joaquín Pulgar

Joaquín Unzueta

Johnny Fernandez Sequeira

Jonathan Moller

Jorge Deik

Jorge Soto

Jorge Verdejo

José Bezanilla

José Ignacio Barahona

José Pablo Margotta

Josefina Mujica

Joshe Fuentes

Juan Rubio

Juan Valenzuela

Karim Uarac

Lucas Mujica

Marco Ávalos

María José Abarca

María José Águila

Mario Flores

Mario Manríquez

Matías Rivera

Mauricio Reyes

Miguel Espinoza

Natalia Castillo

Nicolás García

Nicolás Herrera

Nicolás Mujica

Nicolás Orellana

Nicolás Valdes

Nicole Valerio

Óscar Ramírez

Patricio Figueroa

Patricio Rodríguez

Paula Torres

Raúl Sánchez

Richard Rojas

Roberto Olivares

Rodrigo Carrasco

Rodrigo Granada

Rodrigo Quezada

Rodrigo Vásquez

Santiago Sánchez

Sebastián Campos

Sebastián Herrera Gómez

Sebastián Loyola

Sebastián Vergara

Sergio Díaz

Simón Gálvez

Vicente Ramírez

Víctor Cifuentes

Javier Moreno

Gianinna Morales

Nicolás Rivera

Víctor Ormazábal

Rodrigo Silva

Mario Cuche

Javier Concha

Jorge Barraza

Sergio Urra

Erasmo Serrano

Sebastián Águila

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INTRODUCCIÓN

Hace un tiempo rondaba en mi cabeza la idea de escribir sobre Católica,

el club que me robó el corazón y mi cabeza hace muchos años. Pero no

de su historia, ni de sus logros o jugadores emblemáticos, sino de sus hinchas,

de sus fieles seguidores y seguidoras que, a pesar de todas las etiquetas

negativas, siguen ahí, alentando y dejando la vida por los colores.

Porque ser de La Franja no es fácil. Hay que tener coraje y temple. Más

aún, si eres mujer. Peor, si eres fanática, porque la pasión a veces te desborda

y caes en el juego de las descalificaciones, las mismas que tuvimos

que soportar por mucho tiempo. Seis años de fracasos y desilusiones, de

copas que, por razones inexplicables, se nos fueron de las manos en los

últimos momentos.

En el penúltimo partido del campeonato de Clausura 2015-2016, perdimos

la punta de la tabla ante San Luis en Quillota, y los fantasmas comenzaron

nuevamente a rondar nuestras cabezas, pero el destino nos tenía preparado

una sorpresa. No hay mal que dure cien años, dicen.

Llegó el 30 de abril de 2016. La última fecha de ese campeonato. Ese día era

tocar el cielo o hundirnos en la derrota y si así era, teníamos que morir con

las botas puestas y ponerle el pecho a las balas.

Ni el mejor guionista pudo escribir mejor lo que pasó ese sábado. Es un día

que está grabado a fuego en todas las y los cruzados. Rompimos la mufa.

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Nos sacamos el estigma de “segundones”, de “pecho frío”, de “cagones”. Nos

liberamos en una catarsis colectiva. Al fin, pudimos tocar la gloria nuevamente

y celebrar. Para mí, ese día fue el punto de inflexión para un año

glorioso y, quizás, la década más victoriosa del Club.

De eso se tratan estas 100 historias. 100 relatos de cruzados y cruzadas

que vivieron y sintieron una montaña rusa de emociones, que sufrieron

durante largos 93 minutos y pudieron desahogarse.

Porque esta copa, la 11, es de la gente. Es de los que estuvieron en el estadio,

de los que vieron el partido por la televisión, escuchándolo por radio,

de los que estaban trabajando y estaban pendientes en su celular, de los

que pidieron al cielo o a lo que fuera que ganáramos, de los que vibraron

a miles de kilómetros de San Carlos de Apoquindo, de los que viven fuera

de Chile. Esta copa es de todas y todos los cruzados, que ese día se unieron

en un solo grito de aliento y que de alguna u otra forma, empujamos esa

pelota peinada por el Chapa al fondo de la red.

Por eso este libro no es mío. Es de todos los cruzados y de quienes vibran

con la magia del fútbol, porque en este bello deporte nada está escrito o

dicho hasta que el árbitro toca el pitazo final y todo se vuelve realidad.

Tenemos que recuperar esa conexión del fútbol con los hinchas, volver

a ver los estadios llenos, que cada partido sea una fiesta y volver a ver esa

pasión en la hinchada.

Porque así como Salvador Allende dijo que la historia la hacen los pueblos,

las y los hinchas hacen los Clubes.

CAROLA OPAZO DE LA FUENTE

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PRÓLOGO

EL DÍA QUE LA GENTE LE PUSO ALAS AL EQUIPO

MARIO SALAS, DT UNIVERSIDAD CATÓLICA 2015-2017

Todos los sentimientos que son fuertes, esos que no se olvidan y son

tan emotivos, que representan casi como un estado de shock, como lo que

generó el 30 de abril, cuesta llevarlos al papel y poder expresarlos, al menos

para uno que no es escritor o periodista.

Fue un día especial. Se dio el tema de la derrota con San Luis en Quillota y

eso nos significó perder la punta. Llegamos al partido preparándolo unos

pocos días y enfocándonos solo en lo nuestro: GANARLO. Debíamos olvidarnos

de lo que podía suceder en los partidos de Colo Colo y O’Higgins,

nuestros rivales de ese campeonato.

Tratamos de hacernos cargo de la responsabilidad que teníamos y de que

nuestra energía fuese destinada a lo que nosotros SÍ podíamos cambiar:

vencer a Audax Italiano. Nos preocupamos de eso y de levantar el estado

anímico y emocional del grupo.

Cuando llegó el día del partido, el grupo se veía bien, pero muy ansioso.

Salimos a la cancha y el estadio estaba lleno. Tuvimos una muy grata impresión.

Costó que el equipo entrara en rodaje y en el ritmo del partido.

Con el correr de los minutos, quisimos cambiar eso. Yo tenía una sensación

optimista, estaba muy confiado. Pero vino el gol de Audax y fue un

balde de agua fría.

Significó comenzar a remar desde atrás. Teníamos que hacer dos goles.

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Nos mentalizamos para ser lo más positivos posible y un equipo mucho

más agresivo. Tuvimos que hacer cambios de jugadores y un cambio en

el esquema. Pasamos de 4-2-3-1 a un 4-1-3-2 y tiramos toda la carne a

la parrilla.

Con el correr del partido, a través del murmullo y los comentarios de la

gente, supimos que O’Higgins iba perdiendo. Eso nos dio un aliciente y nos

estimulaba más. En el entretiempo hicimos algunos cambios. Pusimos más

gente en el ataque. Cuando llegó el empate de David Llanos, yo sentí una

energía muy especial por parte del hincha de Católica y de todos los que

estaban en el estadio. Sentí que empujaban, que le ponían alas al equipo

con todos sus cantos.

Ya no estaba ese murmullo como de lamento o de pensar que puede venir

algo malo. Era una onda muy positiva, de estimular, de lealtad. Eso le hizo

muy bien al equipo.

Con el gol del Chapa, hubo una expresión de júbilo y de alegría. Sabíamos

que O’Higgins iba perdiendo. Eso nos motivó mucho más. Una vez

que terminó, aún no terminaba en Rancagua, pero tenía la sensación de

que, a pesar de que ellos hicieran un gol, significaba ir a un partido de

desempate. Era lo mínimo que tendríamos. Antes del partido, no teníamos

absolutamente nada, pero sentía que yendo a un partido de desempate,

lo ganábamos.

Esos dos minutos fueron eternos. Cuando se terminó el partido en Rancagua

fue una catarsis. Llanto, emoción, sacarse una mochila, fue como

cuando se tiene algo atorado en el pecho y de repente te lo sacan y explota.

Entre una alegría contenida y un estado catártico.

En ese minuto me acordé de mi familia y fui a saludar a Maciel y Raimundo.

Lloramos en un abrazo alegre, contentos, de muchas emociones

contenidas. Fue algo realmente hermoso y que me generó un recuerdo que

siempre estará ahí, porque yo soy bueno para olvidar, pero de ese 30 de

abril no me olvido de nada.

Es uno de mis más grandes recuerdos. Fue algo hermoso, el fin de mu-

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chas cosas que se decían de Católica, que la estigmatizaban. Ese día se

vació una mochila tremenda. Y eso significó que Católica volviera a ser

un club ganador, y generó en el hincha cruzado algo positivo... una sensación

de que cuando estamos juntos y muy unidos, somos capaces de

lograr cosas inmensas.

De verdad, que es un sentimiento que no olvidaré. Ahora que los escribo,

se me vuelve a poner la piel de gallina y significa acordarme de todo lo que

sentí ese día, y que siempre va a estar en mi corazón y mi alma.

UNA ALEGRÍA POR PARTIDA DOBLE

OSVALDO ALEGRÍA, PF UNIVERSIDAD CATÓLICA 2015-2017

Es un tanto difícil expresar o reproducir las sensaciones que tuve esa

semana frente a los partidos con San Luis de Quillota y Audax Italiano.

Aun así, y a costa de no lograrlo, haré una pequeña reflexión para intentar

explicar lo que viví y vivimos junto a mi familia.

En la práctica, los cuerpos técnicos, intentamos ponernos en las distintas

situaciones que se pueden dar en un partido, ya sea que estés ganando, empatando

o perdiendo. Pero estos supuestos se trasladan, también, al ámbito

familiar, ya que, en el fútbol, las probabilidades de tener que marcharte a

fin de temporada son altas. Más aún, cuando llevabas una mochila tan pesada

como la era la de esa UC, con la que había que sopesar la posibilidad

de perder el trabajo y seguir adelante hacia otros objetivos.

En lo personal, rescato de esta inseguridad y presión, el hecho de que no

existan posibilidades de relajo, lo que te obliga a enfocarte y alinearte hacia

el camino que debes tomar para conseguir el éxito que, tantas veces, se había

presentado esquivo. Pero para las familias esto puede ser complicado.

Luego de perder el partido en Quillota, nuestras probabilidades de ser

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campeones se redujeron mucho, pasando a depender de otros para obtener

nuestros objetivos. Eso nos produjo una gran angustia y frustración.

Inevitablemente volvieron a hacerse presentes los replanteamientos

acerca de lo que debimos hacer o no hacer para que el resultado fuese

favorable, iniciándose con esto un proceso parecido al luto: todo se veía

oscuro, reinaba la negatividad y el exceso de autocrítica. Solo después de

un par de días, se logró volver a levantar la cabeza y mirar con mayor

criterio la realidad.

Recuerdo, como si fuese ayer, en el segundo o tercer día de entrenamiento,

me acerco a Mario y le pregunto si se dio cuenta de lo que sucedía en el

rondo (espacio de juego, que trata de un círculo y tres jugadores que intentan

quitarles el balón a sus compañeros).

Me percaté de que los jugadores que estaban ahí estaban de buen ánimo y

no se les notaba ni una pisca de frustración. Tras comentarle mi apreciación

a Mario, le dije también que creía que, independiente del resultado

que obtuviéramos el fin de semana, habíamos hecho un buen trabajo con el

grupo. Ello, porque los finales de temporada son momentos de alta presión

para todos: hay jugadores que terminan contratos, otros que han jugado

poco y además se suman los continuos inventos de la prensa en su afán

especulativo por zanjar quiénes siguen y quiénes se van. Pero esto no afectaba

a los jugadores, ellos irradiaban tranquilidad y motivación.

En tanto, en mi casa, las conversaciones con Paulina, mi señora, eran acerca

de si ella debiese ir al estadio ese sábado. Mi opinión era muy clara: le

insistía que no fuera, ya que la posibilidad de no salir campeón y de recibir

la hostilidad del público, eran grandes. Hasta un primo cercano e hincha

de la UC, decidió llamarla para recomendarle que no fuera, ya que las redes

sociales estaban muy agresivas con los jugadores y sobre todo con el cuerpo

técnico. El acuerdo de ambos fue que no asistiera.

Sin embargo, el jueves de esa semana, Paulina se me acerca y me dice que

había tomado una nueva decisión: iría al estadio. Tras haber conversado

con la pareja del ayudante técnico, ella le dijo que era lógico que debían

ir al cierre.

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–¡Cómo era posible que no vayas ahora, si habías ido durante todo el

campeonato!

Ellas creían que no podían perderse el partido más importante para la UC

y sus maridos. Paulina me lo dijo con tal convicción que no pude negarme.

La entendí. Y con ello, tuve que tragarme mi miedo y sobreprotección.

Ya en el día del partido y estando en el hotel, me planteaba qué actitud

tomar en la banca, pensando en lo que podía transmitir a los jugadores.

Decidí intentar estar calmado ante cualquier incidencia futbolística que se

presentara Y así me mantuve. Incluso hasta con el gol de Diego Vallejos.

Prolongué este estado durante todo el entre tiempo, y lo perpetuaría hasta

el momento en que David llanos hace el empate. Tras el gol, la motivación

explotó en la zona de calentamiento, transformándose todo en energía y

gritos de aliento hacia los compañeros que jugaban.

Además, el público comenzó a aportar con energía desde su lugar y comencé

a sentir algo que nunca había sentido estando en la UC: una mancomunión

en el mensaje de la gente hacia los jugadores de que sí se podía. Se

estaba dando el resultado favorable en Rancagua y ahora estábamos mejor

que antes. Dependía totalmente de nosotros.

Luego del torbellino emocional y la vuelta a la esperanza, Mario realiza

el último cambio. Nos vamos a sentar a la banca y ocurre el milagro. ¡Era

el gol del Chapa! Nos abrazamos con Javier, el preparador de arqueros,

y volvimos a meternos en el partido con la ansiedad al tope del cerebro,

como si con ello pudiésemos lograr que los noventa minutos acabaran

pronto. Hasta que pasó. El partido se terminó y mientras que los jugadores

y el cuerpo técnico entraron corriendo a la cancha, Javier y yo seguimos

sentados, hechos un atado de nervios, ya que el partido en Rancagua

todavía no terminaba.

Cuando llega el aviso desde Rancagua no solo estalla el estadio: también

explotamos nosotros, abrazándonos y llorando junto a Javier como si fuésemos

niños. No era un llanto de felicidad, pero tampoco de pena. Fue una

auténtica catarsis después de todo lo vivido aquella semana tan dura, en

la que la presión y la ansiedad te carcomen, afectando todos tus entornos

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cotidianos. Y fue también un momento muy auténtico e íntimo, ya que

logramos tener la satisfacción de lograr algo que parecía imposible, y que

había sido potenciado negativamente por los medios de comunicación, reforzando

la idea de que se sumaría una frustración más para la UC.

Sin embargo, como sabemos, la historia no fue así. Siendo los jugadores

quienes lograron acallar las malas lenguas, encargándose de decir esta vez

no. Hoy día la copa se queda en casa.

Ese fue el año en que obtuvimos nuestro primer bicampeonato profesional

y más importante aún, el año en que supe que sería padre de Emiliano y

Aurora, las más grandes alegrías que he tenido en mi vida.

Como dije en un principio, lo que pasa en el cuerpo técnico, cruza las barreras

de lo profesional, instalándose la presión también en lo privado.

Por esto es que lo que más me gustaría en esta instancia es agradecerle a

Paulina por ser el gran soporte en mi vida y porque en las buenas y en las

malas, no solo no se ha despegado de mí, sino que me ha entregado fuerza

y sabiduría. Te amo.

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CAPÍTULO I

LA HISTORIA SIEMPRE TIENE

UN ANTES

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RELATO 001

CONTRA DUDAS Y FANTASMAS

BASTIÁN MORALES

Soy de Mostazal, lugar de tierras cruzadas y donde un caballero me

llenaba de orgullo por su aguante. Terminé uniéndome a su bandita: Los

Mostazal.

Comenzó el Clausura 2015-16 y a pesar de todas las frustraciones, volví a

alentar a la UC. Es un amor de por vida. 5 empates y 1 derrota en mitad

del torneo me hacían dudar, pero asistí a todos. Ya en estas instancias no

importaba el resultado.

¿Qué más da? Empecé el torneo alentándote, lo terminaré así, saltando

en Lepe.

En un torneo tan irregular, bastó ganarle al clásico rival para que la esperanza

me volviera al cuerpo. El regreso a Mostazal después del clásico

universitario fue divino. Sonreía mirando la foto del Chapita celebrando y

al fondo, el trapo de Mostazal.

En Quillota, nuevamente se me partió el alma. Esa derrota hizo aparecer el

fantasma de perderlo todo. Era demasiado para mí.

–Amor, fuiste a casi todos los partidos. ¿Cómo vas a faltar al último?

Yo trabajo, pero puedes ir tú– me dijo Karen, mi novia.

El resto, es historia cruzada.

Gracias Karen. Gracias Mostazal. Gracias Chapa. Gracias Campeones...

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RELATO 002

LOS INSOMNES

IGNACIO GONZÁLEZ

¿Cómo puede dormir tranquilo un hombre sabiendo que el amor de

su vida está en una instancia decisiva? ¿Que carga con el peso de la derrota

histórica y las burlas hacia su amor? ¿Cómo es posible generar el mínimo y

merecido descanso del trabajador, cuando sabe que uno de los motivos que

le da fuerza para vivir y aguantar, está en peligro?

Y digo en peligro casi como un eufemismo. Porque lo que el amor de su

vida arriesgaba ese día, tenía a todo un país en contra. Y efectivamente

amigos, no se puede…

De todos modos, decir que la historia de Felipe González, el protagonista

de esta historia comienza la noche anterior, es minimizar el problema. Este

señor no solo no duerme la noche anterior, sino que lleva toda su vida

pendiente de este amor. Esa noche comienza una conversación con el techo

de su pieza, del que se hace amigo y es capaz de reconocer hasta su más

mínima mancha y se llega a alegrar cuando logra ver un zancudo.

Se le pasan por la cabeza todas y cada una de las historias vividas con sus

amigos y familiares junto a su amor. Amistades. Alegrías. Locuras. Fiestas

inolvidables. Todo. Pero tenga en consideración, usted, que aquí estamos

hablando de amor… y del amor nadie sale ileso. Es inevitable que aparezcan

dolores y demonios, que no le permiten a este hombre pegar un ojo

esa noche.

Se alegra con la llegada tímida de los primeros fulgores del amanecer. Se

sienta en su cama, pensando en lo que sería uno de los días más gloriosos

de su vida. Acaricia a su gato. Se prepara un café para acelerar la mañana.

El tiempo tiene otro ritmo ese día. Todo es lento. Lo máximo que puedes

escuchar son los latidos de tu corazón, que ese día repicaba como un bombo

más que como el vital órgano.

–Jorge, ¿despertaste?

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–No hueón, estoy durmiendo –respondió quien sería su compañero

en esta aventura.

Ninguno de los dos había dormido, por lo que decidieron salir temprano al

estadio. A medida que acordaban el horario y detalles, Felipe escogía minuciosamente

su camiseta. Cuál de todas estaría a la altura de la ocasión. Se

levanta del sofá. Ya está decidido. La camiseta del 98, Parmalat con el nombre

estampado. Su primera camiseta. Rasgada, pero testigo de mil batallas.

Mientras Jorge y Felipe se organizaban, el tercero de esta historia sufría.

Tenía todo en contra. Su trabajo a la distancia, sin siquiera tener entrada.

Solo tenía el deseo de estar presente ese día. Debe hacerle un amague a

su jefe. Enganchar al Transantiago. Una finta a los guardias y sonreírle al

diablo por la fortuna. ¿Se puede hacer eso? En circunstancias normales no,

pero ese día no era normal. Yann Andía no adivinaría jamás qué clase de

alienación cósmica se daría para tal resultado.

Yann llega al trabajo con cara de póker. No pasa nada extraño. Ni sus compañeros

ni su jefe sospechan la treta cuidadosamente enmarañada con mucha

antelación. Se dio el lujo de hablar del tiempo, de los corruptos en la

política y de la contaminación ambiental. Pero la chica que trabaja a su lado

sabe perfectamente que este señor está perdidamente enamorado y sabe lo

que ocurre ese día.

–Qué bien te ves hoy flaco, ¿todo bien?

La respuesta afirmativa y llena de positivismo, no daba luces de sus

intenciones.

–¿Cómo vas con la meta flaco?

Finalmente, la chica lo invita a una taza de café, y con mirada seca e inquisidora

le dice:

–Ya hueón, cuenta cómo lo vas a hacer.

El tipo, enrojecido como niño descubierto después de una travesura, levanta

la cabeza con una sonrisa ladina y bebe otro sorbo de café. Da un

suspiro y comienza a relatar la travesía. Todo está perfectamente calcula-

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do. Danny Ocean estaría orgulloso del flaco.

Calculó todo. Los tiempos. Los tacos. Los guardias. Las rejas. Los pacos.

Un posible despido. La cana. Posibles restricciones de ingreso. Explicaciones

a su familia si algo salía mal. Pero se alegró pensando en que, si

lo lograba, podría compartirlo con sus nietos. Era un riesgo que estaba

dispuesto a correr.

–Flaco, tú estás enfermo, ¿qué tienes en la cabeza?

Él, solo se encogió de hombros, como respondiendo que para este amor

no hay explicación.

–Solo te pido discreción. Después te cuento cómo salió todo.

Al otro lado de la ciudad, Felipe y Jorge comenzaban su procesión silenciosamente.

La tensión era tanta que solo se limitaban a caminar hacia el

Metro. La boca seca y la respiración agitada, le dan a Cancino un momento

de lucidez.

–Vamos donde el Tío Lucho un ratito.

–Pero viejo, no tenemos mucho tiempo.

–Una no más, pa refrescarse.

–Bueno, dale.

¿Qué clase de equilibrio cognitivo ocurre cuando ambos se mienten diciendo

“una nomás”? Al entrar al bar, se encuentran con los amigos de

siempre. Mientras se acercan a la barra, el Tío Lucho ya se apresta a servir

sin preguntar.

–¿Cómo están muchachos?

–Muy bien Luchito, gracias.

–Lo de siempre, ¿verdad?

–Por supuesto.

Una rubia preciosa, en su mejor traje de medio litro se posó sobre la barra

del bar. Fría. Transparente. Era el mejor cuadro de una película de

Wes Anderson. La bebieron casi de golpe, saciando una sed inexistente y

aplacando los nervios de manera más cierta. Pero no fue una, menos para

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este par. A juicio de ellos, salen con la misión cumplida y más relajados.

Tan relajados, que se encuentran más cercanos a una caminata dirigida por

George Romero que a la firmeza de una parada militar. Pero son buenos

tipos y no pierden la compostura. Ahora sí. Sin la boca seca ni la tensión en

la cabeza, pueden tomar su rumbo para abordar el Metro.

–Oye hueón, vamos contra el tiempo.

–Tranquilo hueón.

Cancino entrega calma a la situación y de paso se da una siesta. Mientras

tanto, González revisa el entorno buscando a su manada y a medida que

avanzan las estaciones, el paisaje comienza a cambiar. La ciudad se empieza

a teñir de azul y blanco y el entorno se vuelve familiar.

Un mar de gente los recibe en las afueras de San Carlos de Apoquindo. Es

difícil entrar. Una inmensa columna, retrasa su entrada.

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RELATO 003

DE RENCA A LAS CONDES

SEBASTIÁN VERGARA

Gary despierta. Y si bien las paredes de material ligero no ofrecen resistencia

suficiente para detener el trasnochado reguetón de su vecino, no

es el ritmo pirotécnico la causa de su despertar madrugador.

El entusiasmo galopa. Lo somete a un estado de ansiedad. Intenta contener

los movimientos de su cuerpo, para no despertar a Carlos, su pequeño

hermano, con quien comparte la cama.

Por un momento añora tener una pieza para él solo o, al menos, una cama

que le permita resguardar la intimidad que no conoce. Pero hoy eso no

importa. En unas horas más juega Católica. Poco importa la incomodidad

rutinaria cuando eres dueño de esa temblorosa convicción que anuncia que

hoy la Franja se viste de campeón.

En Las Condes, Raimundo, desde su cama, mira de reojo cuando Ruby, su

nana, entra a la pieza y deja el desayuno sobre su escritorio, esquivando el

desorden que dibujan las ropas arrojadas en la habitación. Ella se desplaza

con cautela, sigilosa, para no interrumpir el sueño de su niño, pero Raimundo

se levanta raudo y la besa en la mejilla derecha. Ruby pide disculpas

por haberlo despertado, pero él confiesa que ya lleva horas despierto.

No puede dormir.

Ha revisado todos los goles del campeonato, diagramando en su cabeza

los posibles dueños del último puntete que entregará el gol que saque a

Católica campeón, pero, a la vez, siente miedo. Angustia. Teme regresar a

los territorios de esa frustración que lo ha tenido cabizbajo por semanas. A

Ruby no le gusta el fútbol. Poco y nada sabe de él, pero cada vez que ve a

su niño vibrar por ese equipo, espera en el fondo de su entusiasmo que Católica

gane. Por eso hoy le llevó el desayuno a la pieza, desafiando la orden

de su patrona. Abraza a Raimundo y le dice que hoy Católica sale a aganar.

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Gary puso su bandera toda la semana en la plaza del barrio, y de esa manera

reunió dinero para comprar la entrada. Además, se ganó sus monedas malabareando

en la esquina de la avenida de su barrio y pudo llenar sus bolsillos.

Faltó a clases. Nunca falta ni tampoco da problemas, salvo un par de ocasiones,

donde se ha trenzado a golpes con uno que otro chuncho por ofender

a su amada UC. Se convierte en perro de caza ante los agravios que

desprestigien los colores que hierven en su sangre. Puede desafiarlo todo

por la Franja, que lleva tatuada en el brazo derecho. En especial hoy, donde

nada podrá interponerse en su camino. Dejará todo de lado para cruzar

Santiago y llegar al estadio.

Raimundo desconoce el valor del “ticket” que le regaló su Papá. Son socios

del club hace años, junto a su abuelo y su hermano mayor. Jamás se ha

preocupado por comprar entradas. Sabe que la tradición familiar de amar

este club por 2 generaciones es un salvoconducto que le permite asistir a

San Carlos de Apoquindo sin preocuparse de nada.

Por lo demás, es un adolescente ejemplar. Poseedor de constantes halagos

por su caballerosidad y su disciplina. Sin embargo, es víctima de una tristeza

inmaculada y ponzoñosa, que no logra resolver con nada más que con

sus visitas a San Carlos con su familia. Pero hoy no quiere sentarse en la

comodidad remolona de Livingstone. Sabe que el carnaval estará en Lepe,

con la Banda del Mumo.

Las horas avanzan. El cielo capitalino es testigo de las ansiedades de dos

hinchas que no soportan el asfixiante peregrinar del tiempo; cada uno, viviéndolo

en su realidad inmediata. La micro recorre la gran capital con un

Gary que cuelga de una ventana de vehículo beligerante, que abandonó

Renca y dejó una estela en todo el nororiente del Santiago barrial. Raimundo

disfruta de un suculento asado al ritmo de anécdotas de su abuelo,

en tiempos de Independencia, y de su hermano mayor, cuando era parte de

esa reducida artillería de barras bravas que componía “Los del Este”.

Gary rebosa de entusiasmo cuando los carabineros dan el pase para seguir

avanzando desde Los Dominicos, en la micro que contiene corazones que

se asoman por los cánticos, que ya no resisten ser gritados. Afuera, un San

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Carlos de Apoquindo que ya se ve desde las ventanas.

Raimundo sale de casa con su familia. El estadio está a 15 minutos caminando.

Ve cómo la muchedumbre agita las banderas. Al llegar, se separa de

la tradición familiar y hace la cola para entrar a Lepe.

Gary y Raimundo están en la galería. El adolescente de Renca está absorto.

Hipnotizado en la esperanza de ese gol que sabe que saldrá. Raimundo vibra.

Mira a su alrededor y no para de gritar. Ambos aún saborean el empate

que hace creer que todo será diferente.

El centro viene desde la derecha. Un jugador de la Franja pivotea y el balón

cruza hacia la banda izquierda. Llanos la recupera y acaricia la redonda con

un centro tatuado de intenciones de gol. Chapita Fuenzalida la peina y deja

el balón hundido en la red, vistiendo a la UC con traje de campeón.

Una galería. Una nación se remece con una Católica que destroza la historia.

Que ahora se rinde a los pies de un estadio que desgarra las costuras

de la mediocridad. Gary y Raimundo coinciden en tiempo y espacio. Sin

conocerse, se abrazan como hermanos, invulnerables a las definiciones que

dividen la gran capital. Aunque Raimundo jamás conocerá Renca ni tampoco

verá a ningún Gary en los patios de su colegio.

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30

FERNANDO CORDERO


El gol del Chapa se vivió de forma

tremenda, me parece que es el gol donde

parte todo, es donde empiezan los años

gloriosos para Católica. Viene una historia

distinta a partir de ese gol.

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CAPÍTULO II

EN EL ESTADIO.

AHÍ ESTUVIMOS.

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RELATO 004

EL PECHO A LAS BALAS

JOAQUÍN PULGAR

Mientras escuchaba el partido contra San Luis por mi celular, entré a

mi casa. Pasaron 15 minutos y sucedió lo peor. A los 38’ los canarios nos

daban una estocada profunda. Solo pensaba: ¿Por qué mierda siempre nos

pasa lo mismo? ¿Cómo tanta mala raja?

Me dormí triste e incrédulo de ese fatal destino.

Llegó el jueves.

―Joaquín, hay que comprar las entradas para el sábado―, insistía

mi padre.

Él estaba seguro de que se nos darían los resultados. Al día siguiente, fui a

la universidad y un canal me entrevistó por la definición del campeonato.

–Mañana iremos a ponerle el pecho a las balas –respondí, sin tratar de

mufar. Ese mismo día compré las entradas.

El sábado partimos al estadio. Si la espera fue terrible, el gol de Audax lo

fue más aún. ¿Cómo hueón, cómo? ¿Otra vez? Pasaron unos segundos y escucho

el gol de la U. de Conce en El Teniente. 0-1 ganaban los de la octava.

Y con esa pepa, algo sucedió. El aliento de los cruzados comenzó a surgir

de todos los rincones del estadio. Por primera vez sentí la adrenalina y la

ira de la hinchada. Los minutos pasaban rápido y los goles no aparecían. Si

hubiera podido, yo mismo me metía a jugar a la cancha.

Y la U. de Conce hacía otro gol. ¡Teníamos que hacer la pega!

Llegó el primero con Llanos y quedó la zorra. Levanté el puño y sentí

que éramos capaces de campeonar. Y el Chapa, como disculpándose por

haberse ido a la contra, hizo el gol definitivo. Creo que ese día muchos

abrazamos a algún desconocido con tal ímpetu que jamás se olvidará.

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Los últimos minutos fueron una caldera. Terminó el partido y cumplimos

con nuestra tarea. Pero en Rancagua aún no terminaba.

Y por unos largos 120 segundos hubo incertidumbre. No quería pensar en

ese fatal destino, solo en lo cerca que estábamos de ser campeones. Porque

nos merecíamos ese día. Nos merecíamos ganar, después de años de momentos

y finales tristes.

Y por fin. Fuimos CAMPEONES.

Esta vez, el destino estuvo de nuestro lado.

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RELATO 005

LA HISTORIA ES DE TODOS

FERNANDO YÁÑEZ

Historias con épica y sufrimiento hay muchas. El haber conseguido ese

campeonato también cabe dentro de esa categoría. Porque ese recuerdo no

es uno cualquiera.

Recordar lo sucedido es pasar por años amargos en la historia del club.

Porque esta estrella brilla por eso. Por su contraste. Por su angustia. Por la

historia pasada. Por la lucha incansable que significó.

No se puede entender la emoción que genera este campeonato sin entender

los seis años anteriores. Campeonatos que se nos fueron como agua

entre los dedos, que perdimos por errores inexplicables o en los últimos

segundos.

No se puede entender que miles de cruzados siguieron a pesar de todo. Por

amor. Por fanatismo, ese que te corre por las venas y que nos obligó a muchos

a ir al estadio ese 30 de abril. Porque, a pesar de todo, un día hicimos

el juramento de no abandonar.

Dicen que lo peor que uno puede hacer es no ponerle corazón a lo que se

hace. En mi caso, creo que lo peor que se puede hacer es seguir a un club

sin dejar el corazón por este. Soy de esos, que como a muchos, se le pierden

las palabras cuando ve una mala jornada y que se le ilumina la vida con los

destellos de grandeza del equipo de sus amores.

Mi historia no es muy diferente a la de otros. Con un cúmulo de frustraciones

partimos a la cancha resignados al milagro. Un milagro que ya

creíamos perdido. Pero como la única batalla que se pierde es la que no se

pelea, ahí estuvimos.

Y la historia de ese día, la tenemos más que clara.

Creo no ser el único al que le brillan los ojos cuando la recuerda. Veré esos

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goles una y mil veces. Volveré a escuchar los relatos.

Y volveré a sentir el aliento de los cruzados.

El grito de gol de Llanos.

Veré el cabezazo del Chapa.

La tensa espera de los minutos finales.

Esta historia no es mía. Es parte de una más grande.Esta historia es de todos.

Porque el sentimiento que tuvimos fue mutuo. Y porque la 11 es de la

gente. Esa misma gente que hace grande a Católica.

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RELATO 006

LA DIFERENCIA HACE LA EXISTENCIA

ÁLVARO BLEY

Edgar Davis no existe por su capacidad futbolística, sino porque tenía

anteojos flúor y una melena de dreadlocks amarrada con un cole de buena

calidad. Fue él el que dijo “la diferencia hace la existencia”. No quedó registrado

en Wikiquotes, pero lo dijo. O lo tiene que haber dicho.

O por lo menos haberlo pensado. Él tiene que tener esa idea para presentarse

así ante el mundo. Con esa imagen, porque así pudo existir.

Ese sábado 30 de abril tenía de todo para NO existir. Como la mayoría

de los jugadores holandeses invisibles, el campeonato copiaba y repetía el

comportamiento de los torneos anteriores, usando a la Católica para mantener

su intrascendencia.

Siempre se ha tratado de lo mismo y ese día, se volvía a repetir: la UC de

nuevo peleará, pero otro equipo celebrará.

Yo me comporté de acuerdo con esa repetición: tomé las dos micros, llegué

media hora antes, vi el partido de pie y cantando lo que más podía.

..

.

Pero después pasó eso. Lo que lo hizo recordable.

O más bien INOLVIDABLE.

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RELATO 007

CON LAS BOTAS PUESTAS

HELMUTH ALBARRAN

Luego del bochorno en Quillota, sin poder dormir y con mi celular lleno

de memes, había que recuperar el habla para defenderme. En mi entorno,

es difícil encontrar hinchas que vayan al estadio a ver a sus equipos. Yo

había ido a la fortaleza en varias ocasiones y fue camino al trabajo cuando

decidí viajar desde Curicó para el último partido.

–A mi equipo lo sigo. Y si caímos, nuevamente, será con las botas puestas

–fue mi argumento. Logré comprar una entrada en Prieto vía internet.

Llegó el sábado. Tomé el bus de las 8 y viajé sin ninguna expectativa.

En Prieto, el ambiente parecía que tuviéramos la primera opción. Me senté

justo atrás del arco defendido por Joaquín Muñoz y frente a la barra de Los

Cruzados, que desplegaban un caballero cruzado en todo su esplendor. El

optimismo me estaba invadiendo.

Pero no todo podía ser alegría. Corrían los 19 minutos del primer tiempo,

y Vallejos anota el gol de Audax. La tranquilidad se volvió incertidumbre.

No era necesario estar pendiente de lo que pasaba en los otros partidos.

La vibración de San Carlos hablaba por sí solo. Algo pasaba a 90 kilómetros

y Llanos lo confirmó. Mientras veía cómo una pareja se abrazaba y

lloraba tres filas más abajo, brillaba en mi cabeza esa caprichosa y esquiva

estrella 11.

Si una vez un jugador azul con la punta del botín marcó 5 años de desgracias,

infortunios y desdicha, ese cabezazo rompía el espejo de mala suerte

y poco a poco se iba montando el escenario que daría paso a la alegría,

desahogo, exaltación y, en mi caso, furia y bravío. Pero no todo podía ser

tan fácil. Terminaba nuestro partido y había que esperar.

Un silencio sepulcral cubrió el estadio. En Rancagua daban el pitazo final

y fue como una avalancha que bajó desde la cruz del Mumo, trayendo con-

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sigo el fin de la espera. En Prieto, Lepe, Livingstone, Foullioux todos los

desconocidos se fundían en un abrazo como si fuéramos hermanos de sangre.

Con los ojos brillantes y el aliento profundo, gritamos CAMPEONES.

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RELATO 008

LA PELOTA DEL CAMPEÓN

JOAQUÍN UNZUETA

Solo queríamos que terminara rápido esa semana de mierda.

Queríamos que fuese sábado todos los días.

Queríamos ir a San Carlos.

Queríamos que la incertidumbre fuese certeza.

Queríamos ser campeones.

Y no podía ser de otra manera: estadio repleto.

No podía ser de otra manera: dependíamos de otros.

No podía ser de otra manera: un carnaval de 90 minutos y más.

No podía ser de otra manera: sufrimos. Y mucho.

No podía ser de otra manera: fuimos campeones.

¿Cuántos pensaron que así sucedería la historia de ese 30 de abril? Pocos.

¿Cuántos teníamos la fe que Católica ganaría ese 30 de abril? Todos.

¿Cuántos tienen la pelota de ese 30 de abril? Sólo uno.

¿Cómo podríamos describir ese sentimiento de satisfacción nerviosa, de

haber logrado algo que se veía tremendamente difícil de alcanzar, que a su

vez sirve para demostrar la ignorancia de otros, pero que depende de un

tercero y que finalmente sea un sentimiento completo? En esos momentos,

ese sentimiento se llamó Católica.

Minuto 91. Falta a Bravo en el córner. Se arma revuelta y la pelota salta

al cielo. Y del cielo cayó a mis manos. No la devolví porque era un tesoro

demasiado grande.

Y así me lo hizo saber las lágrimas de familias completas que se sacaron

fotos con la pelota una vez campeones.

Y así me lo hicieron saber esos cruzados que me saludaron en partidos

posteriores, solo por el hecho de haber agarrado esa pepita de oro.

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A todos ellos. A ese codo de Mario Lepe que hicimos el aguante ese año, y

siempre, la pelota del campeón también es de ustedes.

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RELATO 009

MI PRIMERA VEZ

JORGE DEIK

Por motivos laborales vivo en Copiapó hace 5 años. Cada vez que la

Cato juega cerca, me programo para ir al estadio. Sin embargo, me faltaba

cumplir mi sueño de niño: conocer la fortaleza cruzada.

Corría el año 2016 y como todo cruzado, me tocó pasarla mal los últimos

cinco años, cuando en los partidos finales se nos escapaba el título entre

las manos, haciendo cada vez más grande y dolorosa la herida. Y ese año,

la historia nuevamente parecía escrita de la misma forma: llegar al final

del campeonato con la primera opción y, una fecha antes, ver que todo se

podía derrumbar.

Pero como buen hincha de la UC, tenía claro que sin sufrimiento no es

Católica y quedaba la última oportunidad. Las entradas para ver el partido

contra Audax se agotaron rápidamente y, por primera vez entre esas 12

mil gargantas, estaría yo y mi señora. Al fin, con 31 años cumplía mi sueño

de ver a mi querida UC en San Carlos.

No me importó manejar 800 kilómetros. Era tal mi ansiedad, que llegué

casi de los primeros al estadio. No habían más de 20 personas. Me volví

loco sacando fotos, conocí a Mario Lepe. No me di cuenta cómo pasaron

las horas y minutos antes de empezar el partido, vi el estadio lleno. En ese

minuto supe que algo mágico podía pasar ese día.

Empezó el partido y Audax nos mete un gol, que quizás en otro estadio nos

hubiera matado psicológicamente. Pero no ahí. No en la fortaleza cruzada.

No ese día.

De pronto, se comienza a escuchar que la U de Conce había hecho un gol

en Rancagua. Solo dependía de nosotros, pero en el primer tiempo terminamos

perdiendo.

Comenzó el segundo tiempo y fue distinto. Salimos a matar o morir y con

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el segundo gol de la U. de Conce, se comenzó a sentir una energía inexplicable

en San Carlos. Nunca me había tocado percibir esa energía. Sin

importar de dónde venías o cuánto habías pagado por la entrada, todo el

estadio se puso de pie a cantar y animar a los jugadores.

Hasta que llegó el gol de Llanos. Pero como decimos, si no se sufre no es

Católica: O’Higgins descontó. En el peor de los casos, tendríamos que ir

a un partido de definición y vengaríamos esa final del 2013 que me tocó

sufrir en el Nacional.

Quedaban pocos minutos y llegó uno de los momentos más felices de mi

vida. Veo un centro que se desvía en alguien y entra al arco de Audax…

GOLAZO DEL CHAPA y el estadio explota.

Comienza esa espera que no acaba con el fin del partido. Termina en

San Carlos y en Rancagua faltan 2 minutos por jugar… los más largos

de mi vida.

Los jugadores y muchas personas empiezan a invadir la cancha. De pronto

sucede lo que esas 12 mil personas esperábamos: Católica vuelve a ser campeón

del fútbol chileno. El estadio se funde en un solo abrazo, acompañado

de un desahogo de años.

Lloré al igual que casi todo el estadio. Lloré nuevamente por mi equipo, tal

como lo había hecho el 94. Pero esta vez fueron lágrimas de emoción. De

verme reflejado en toda esa gente, que al igual que yo ama esta institución

y sabe valorar y festejar un título.

Porque Católica nos alienta el alma y nos llena el corazón de felicidad.

No podía pedir más ese día. Alentar al equipo de mi vida. Conocer el estadio

san Carlos de Apoquindo y gritar entre lágrimas: ¡CAMPEÓN!

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RELATO 010

EL HOMBRE MISTERIOSO

BENJAMÍN CASTELLÓN

La predisposición: era un partido más. El golpe ante San Luis durante

la semana, trajo a la luz la historia de los últimos años de Católica. Pese a

la enorme frustración, fui al estadio como lo hago hace una década cuando

jugamos de local.

De algún modo, tenía la esperanza de que algo podía pasar y que podíamos

salir campeones esa tarde. Al llegar al estadio con mi amigo de mil batallas,

notamos que cerca nuestro había un señor conocido. Jamás sabré su

nombre, pero era el mismo que vimos por primera vez en la galería, en el

partido que empatamos a 3 con Iquique unos años atrás.

Eso, sumado a que Mario Salas arrancaba el partido con Sebastián Jaime

en desmedro de Vargas, hacía presagiar que el resultado no sería bueno.

Minutos más tarde, Audax se ponía en ventaja y comenzaba a ver la frustración

en los rostros cruzados.

Personalmente no soy de los que hinchan ni gritan un gol por otros equipos

y desde la galería, algunos hinchas comienzan a celebrar el gol de la U.

de Conce. En un comienzo me enojé. No podía creer que estuviésemos gritando

un gol de otro equipo que no fuera la UC... Pero segundos después,

todo el estadio estaba con otro ánimo, envalentonando a los jugadores e invitándolos

a atacar... A partir de ese momento, el estadio no se calló jamás.

Arrancó el segundo tiempo y la Católica, con más empuje que buen fútbol,

empieza a generar cosas importantes. Comienzan los cambios y la actitud

también va en alza, mientras que la U. De Conce anotaba otro gol y San

Carlos se venía abajo. Todos remando para el mismo lado: hinchas, jugadores

y cuerpo técnico.

Teníamos que ganar sí o sí.

En un momento, Audax pudo liquidar el partido y dejarnos casi sin opción.

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Pero fue ahí cuando apareció Llanos, tras gran pase de Bravo. ¡GOLA-

ZO! En la galería me abracé entre 10 personas. Todas desconocidas. Pocas

veces vi al estadio completo alentar todo el partido, y en instancias tan

tensas. Pasaban los minutos. Crecía la tensión y lo que parecía una jugada

intranscendente, termina con un centro que cruza el área. Aparece Llanos

en la banda para recoger el balón y saca un centro para ver si pasaba algo.

Y pasó…

Con un sutil cabezazo del Chapa, que todos vimos en cámara lenta, la red

se infla por un costado y el estadio se viene abajo nuevamente. Quizás, de

haber cabeceado mejor, el aquero tapaba ese tiro y nos quitaba el grito de

gol. Había una sola opción de que esa pelota entrara y fue esa. Y a minutos

de finalizar el partido.

Parecía que toda la mierda que tuvimos que tragar, que todo lo que queríamos

ver hace años en una definición de Católica, estaba pasando. Fue un

grito que teníamos guardado en lo más profundo de nuestra alma.

Vi a muchos llorando luego de ese gol. Vi al mismo señor, que por cierto

es un personaje muy extrovertido que no pasa desapercibido, sentado y

comenzando a entrar en llanto. Y le dije con la garganta apretada:

–Vamos viejo, arriba. Hay que seguir alentando.

Se paró y no lo vi más.

Luego de unos tensos minutos, en los cuales O’Higgins había descontado,

termina en San Carlos. La tarea estaba hecha, pero había que tener tranquilidad.

O’Higgins ya había hecho una gracia parecida unos años atrás,

forzando una definición.

Esa fue la parte más tensa del partido. Eternos minutos donde nadie sabía

qué pasaba y el otro partido aún no terminaba. Recuerdo haberle preguntado

a alguien con audífonos cuánto faltaba en Rancagua.

–Queda 1 minuto –me respondió.

Personalmente sentí que pasaron unos 5, toda una eternidad. Hasta que fi-

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nalmente el estadio explota. Lo habíamos logrado. Después de tanto sufrir,

de tantas heridas que se abrieron, ahora no importaba. Eso quedaba atrás.

Hubo muchas veces que sentí pena, frustración y rabia por los títulos que

no pudimos ganar. Pero jamás lloré por ellos. Sin embargo, esta vez sí cayeron

algunas lágrimas. Fue una definición brutal de campeonato. Probablemente

el destino quiso que fuese así… con ese nivel de emoción y sentimientos

cambiantes que pocos deportes pueden plasmar en tanta gente.

La celebración siguió en Plaza Italia, donde llegamos muchos autos en caravana.

Asomados por las ventanas cantando al son de las bocinas. La verdad

es que fue una tarde inolvidable para todo el pueblo cruzado, coronada

como debe ser. Con una buena cerveza en Plaza Italia, celebrando uno de

los títulos más simbólicos que tenemos como institución.

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RELATO 011

A PURA FE NOMÁS

ROBERTO OLIVARES

Es sábado 30 de abril de 2016. Me dirijo a San Carlos a pura fe, pero

con la actitud de acompañar a la UC hasta el final.

El panorama era complicado. No dependíamos de nosotros y O’Higgins

venía dando vuelta los últimos partidos con una pachorra impresionante,

por lo que era una utopía pensar, en ese momento, que se podían caer en

el último partido. Pero la U. De Conce también tenía su sueño sudamericano

presente.

Mis nervios fueron tales cuando el tipo de los audífonos que estaba a mi

lado gritó eufóricamente:

–¡GOOOOL DE LA U DE CONCE MIERDA!

Ahí pensé que debíamos hacer la tarea, porque estaba muy a fuego la idea

de que nosotros no podíamos imponernos en instancias finales y me daba

vuelta ese penal farreado por Mark González en La Florida que le dio el

título a Colo Colo. Más encima sin jugar y con incidentes en Valpo.

Vino el gol de Vallejos para Audax y todo se venía abajo. Los antiguos fantasmas

y los malos recuerdos de los últimos años comenzaron a aparecer

en mi cabeza y, creo, en todos los cruzados.

Traté de buscar una explicación. ¡¿Por qué otra vez?! Al parecer, la copa no

quería nada con Católica. Pero nosotros y los jugadores seguíamos ahí, con

la fe intacta y con el entusiasmo contagioso de Franco Constanzo, quien

fue el gran artífice de levantar al equipo desde la banca.

Por la otra vereda, el Campanil logró conseguir su segunda conquista, con

un golazo de Manríquez, que hasta nosotros recordamos. En ese momento,

supe que más que nunca tenían que salir los goles nuestros, como fuera.

La Cato llegaba, pero como siempre el arquero rival estaba jugando un

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partidazo y la pelota no entraba por centímetros. Los cánticos se hacían

cada vez más fuertes y las ansias de que algo pasara eran gigantes. Porque

si hay algo que no le falta a la Católica, es la fe y la ilusión.

GOLAZO DE LLANOS. El estadio explota. Nos vuelve el alma al cuerpo y

los momentos más tristes que alegres se comenzaban a disipar. Faltaba un gol

más, pero quedaba partido todavía.

Creo que jamás he cantado en mi vida como en esa final. Los nervios eran

millones y la esperanza de que no nos quedáramos en el camino, otra vez,

a falta de un solo gol, eran enormes.

MINUTO 84. Centro desde la izquierda de un fatigado Llanos. Cabezazo

de Fuenzalida y la pelota que entra lentamente a media altura al arco audino.

Gol que logró lo inimaginable por esos días: Católica estaba siendo

campeón, en su casa, con su gente.

Después de 6 años de malos ratos, penales perdidos y partidos históricos

de los rivales que nos privaron de la Copa. Atrás quedaba Iquique. Atrás

quedaba el mismo Audax. Atrás quedaba toda la mala que tiraba la contra.

Ese 30 de abril, la Cato me premió el aguante y la fe de alentarla hasta el

final. Mis lágrimas ya no eran de desazón ni de angustia de devolverme a la

casa con un sabor amargo, sino que eran de una alegría inmensa.

Miré al cielo un buen rato, agradeciéndole a la vida por ser cruzado. Por

la oportunidad de haber presenciado la gloria del equipo de mi vida, y por

supuesto, a mi jefe, que me dio el día libre para poder estar presente como

tantas veces.

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RELATO 012

CON EL CORAZÓN A MIL

CHRISTIAN MACKERS

El 30 de abril del 2016, sin duda, va a quedar para siempre en mi corazón

como uno de los momentos más lindos de mi vida. Luego de muchas

frustraciones, llegamos a ese día con el temor de que nuevamente se nos

podía escapar el campeonato.

Sin embargo, llegamos al estadio pasara lo que pasara. Con mi partner

Lautaro Echeverría y Benjita, fuimos casi de los primeros en entrar al estadio.

Había que alentar ese día.

Con el gol de Audax, nuevamente los malditos fantasmas se paseaban y

rondaban nuestras cabezas. Pero, con la radio pegada a Rancagua, la ilusión

se hacía presente minuto a minuto. Ya con el 2-0 de la U. De Conce,

sentía que ésta sí tenía que ser.

Y llegó. Con el corazón a mil, vino el empate de David. Sentí que me iba a

desmayar. Recuerdo que transpiraba, pese a que en ese minuto estaba nublado

en San Carlos. Mi corazón palpitaba cada vez más rápido y la adrenalina

y ansiedad me comían.

Minuto 84. Uuuffff. No tengo palabras. Esa mágica cabeza del Chapa y la

pelota se mete al segundo palo. El tiempo se detuvo. Y el grito de gol me

dejó afónico.

Me puse a llorar sin poder parar. Me arrodillé. Lloraba y lloraba. El descuento

de O’Higgins hizo más terrible la espera. Nunca ha sido fácil para

nosotros, siempre nos ha costado.

Fueron los 10 minutos más largos de mi vida. Hasta que terminó el partido

en San Carlos y luego terminó en Rancagua. Por fin pudimos gritar:

¡CAMPEONES!

Qué alegría Dios mío. Con el hecho de escribir y recordar me emociono.

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Gracias a la vida por ser cruzado y por poder llorar de alegría, con el privilegio

de haberlo visto desde ese asiento en Fouillioux.

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RELATO 013

¿Y SI LA HACEMOS?

GONZALO TASSARA

Me levanté tarde. Me calcé la camiseta de mil batallas y partí a buscar

a mi hijo para irnos a la cancha.

Hicimos todo lento. Sin ansiedad y sin mucha esperanza.

Nos aprestábamos a cumplir con un deber. Con un trámite de derrotados.

Íbamos, una vez más, a cantar entre lamentos nuestro aguante. Como lo

hacíamos cada final de torneo desde aquel mezquino 2011.

Y ahí, entre cientos de rostros conocidos desde hace décadas, la fantasía

empezó a colarse por un hueco que le dejó la realidad: ¡Gol de la U. De

Conce! Y seguíamos perdiendo, pero, al menos, había una luz de vida.

Vino el golazo de Llanos y los primeros y tibios ¿Y si la hacemos? El equipo

tocaba y tocaba. En una cancha en la que no eran 11 jugadores, sino

miles tratando de empujar con desesperación la pelota contra la malla

del arco sur.

Hasta que llegó ese minuto 84. Entre toques para un lado y para el otro

en el borde del área rival, empezamos a ver en cámara lenta, esa imagen

imposible, que veríamos y vemos cientos de veces en los años siguientes:

la pelota peinada por el Chapa. Inflando la red en un ángulo que nos fue

esquivo durante media década.

Llegó el momento de las lágrimas ahogadas. De los recuerdos. De los abrazos

con los más queridos y también con los desconocidos.

De esa borrachera linda que nos pegamos en honor a la vida y al amor que

le tenemos a la Católica.

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RELATO 014

UNA GOTA DE REALISMO MÁGICO

MATÍAS RIVERA*

El acto más legendario que me ha tocado presenciar ocurrió así: centro

fallido y forzadamente alcanza a llegar Llanos a esa pelota. El tiempo

se detiene... Mientras me duele la garganta de tanto gritar veo a la pelota

elevarse y diviso cómo el Chapa la toca con la cabeza.

Desde ahí en adelante todo ocurrió en cámara lenta, todo estaba en silencio.

Ese instante eterno en el que vi cómo se infló la red me acompañará hasta

el final de mis días. Cada verso de amor que se había escrito en la historia

ahora estaba dedicado al mitológico José Pedro Fuenzalida.

El precioso extracto en honor a Remedios Moscote en Cien años de Soledad

ahora era para aquel gol del Chapita: “Gol del Chapa en la callada respiración

de las rosas, Gol del Chapa en la clepsidra secreta de las polillas, Gol

del Chapa en el vapor del pan al amanecer, Gol del Chapa en todas partes

y Gol del Chapa para siempre”.

Terminó el partido y había que esperar el resultado del encuentro en

Rancagua.

Cerré los ojos y en medio de una expectación infinita escucho el rugido

más hermoso que me ha dado la vida. Todos a mi alrededor lloraban desconsoladamente,

era una verdadera canción angelical. Estábamos tocando

el cielo.

Mientras escribo esto me doy cuenta de que ese día descubrí la verdadera

poesía, el verdadero éxtasis. Pienso que todos alguna vez merecen experimentar,

aunque sea una cuota, la felicidad que viví aquella tarde, y que me

lleva a las lágrimas hasta el día de hoy.

Nunca fui el mismo después de ese grito de campeón. Volví a creer en los

milagros, y aunque me falten palabras para hacerle justicia a la emoción

que viví ese día, de todo corazón declaro para la eternidad que ese inol-

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vidable y epopéyico 30 de abril, el Estadio San Carlos de Apoquindo se

convirtió en patrimonio universal del realismo mágico.

*En memoria de Nicolás Sabag (QEPD 1997-2017), que estuvo en el

tablón conmigo ese día y ahora alienta a la UC desde el cielo.

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RELATO 015

DESDE UN LUGAR PRIVILEGIADO

JONATHAN MOLLER

Ese día me tocó trabajar desde temprano en la ciudad de La Calera y

luego me fui a juntar con la banda de Los Vecinos UC (cruzados de Quillota,

La Calera y alrededores) para irnos a San Carlos. Como soy reportero

gráfico, pude entrar a la cancha a tomar fotografías.

Vi desde el arco de Prieto cómo Vallejos nos hacía el 1-0 y la ilusión de ser

campeón se hacía cada vez más lejana.

Al empezar el segundo tiempo, todo San Carlos alentaba como nunca. No

paraban de cantar. Desde la cancha, se sentía ese ambiente de final en la

cancha. Así trascurrían los minutos. Hasta que llegó el empate de Llanos.

La alegría era absoluta. Solo faltaba un gol para dar la vuelta. Por mi lado,

escuchaba la radio para saber el resultado de O’Higgins. Ya todos sabíamos

que iban ganando los penquistas.

Audax trataba de salir, pero solo llegaban a mitad de cancha. Volvía a atacar

la UC. Yo ya no sacaba fotografías, solo alentaba y escuchaba la radio.

Hasta que llegó ese centro al área chica… el cabezazo del Chapa Fuenzalida

y la locura nos desbordó. Salté la publicidad con cámara en mano, pero en

vez de tomar fotografías solo quería abrazar a los jugadores y unirme al

festejo. Pero como el partido aún no terminaba, volví a mi lugar y me di

cuenta que mi celular se me cayó en el salto. Lo encontré tapado de serpentina

y papel picado.

Terminó el partido y todos los reporteros nos metimos a la cancha. Solo

faltaba el pitazo final en El Teniente.

De repente, se escucha un murmullo… ¡Terminóoooo! ¡Campeones! Lo

demás…ya es historia. Todos emocionados. Desahogándose. Tantos años

de espera. Fue un bálsamo que curó muchas heridas.

Me quedo con la frase del Capitán Álvarez: “Para mi mamá, para mi papá,

para mis hijos y para todos ustedes cruzados. ¡VAMOS CON FUERZA!”

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RELATO 016

SIN SABER CÓMO, PASÓ

ISABEL SÁNCHEZ

Fue un sábado cualquiera. Teníamos la última opción de campeonar.

No sé si se alinearon los planetas o qué, pero todo se dio. Aún me emociona.

O’Higgins perdiendo. Colo Colo empatando y nosotros a 5 minutos del

final… ¡Ganando!

Cuando terminó el partido y para los que estuvimos en el estadio, lleno de

cruzados alentando y sin tener casi opción a la Copa, ese minuto de espera

mientras terminaba en Rancagua fue una eternidad.

La adrenalina estaba a mil. La tensión se cortaba con un papel. Caras de

emoción. Ojos llenos de lágrimas. Gritos contenidos. Ufff… indescriptible.

En ese minuto nada importaba.

Lo mejor es que compartí todo eso con mi hermosa hija. Son momentos y

vivencias que no se olvidan.

¡Fue la copa de la hinchada y pudimos gritar Campeones!

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RELATO 017

EL DÍA MÁS ESPECIAL

SIMÓN GÁLVEZ

Era un día especial, como todos aquellos en los que juega la Franja.

O quizás más.

Las entradas para el partido ya estaban aseguradas con mi hermano, con el

que no había podido gritar campeón a pesar de los intentos.

El estadio estaba lleno, sin hacer tanto ruido. Ni tanta parafernalia. Sin tanto

“lo damos vuelta” ni frases clichés. Parecía como si cada alma que pisó el

estadio ese día tenía la misma convicción: lo ganamos y O’Higgins se cae. Y

si no, lo sufríamos una vez más. Como el 2013 en Quillota. O el 2015 ante

el propio Audax en el Bicentenario, pero lo sufríamos como corresponde.

Poniéndole el pecho al dolor.

Se veía optimismo en el ambiente. A pesar de la nublada tarde otoñal y de

la derrota a mitad de semana ante San Luis. Pero la fe no es para la mayoría.

Y así, se veía en todo el estadio. Galerías llenas donde se entonaban cánticos

y se alentaba sin parar.

Llegó el gol de Audax.

–Aún queda mucho–, pensé, más aún cuando en Rancagua seguían a cero.

El partido era malo para Católica. Creo que, a partir del gol de la U. de

Conce a los celestes todo cambió. Algo mejoró la UC, quizás sabiendo que

ahora más que nunca solo dependía de ellos.

Así se mantuvo por un buen rato en San Carlos, pero con más aliento

que fútbol.

Llegaron los cambios, que dieron más intensidad al juego de la UC, unido

al segundo gol de los penquistas y el aliento de la gente que ahora se multiplicaba.

Todos gritaban. Hasta los que suelen mirar el partido sentados

estaban de pie cantando.

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Hasta que llegó lo tan anhelado. Pase en profundidad para Llanos, que hizo

lo que todos pedíamos: fuerte y cruzado. Golazo conchetumadre, golazo.

Un desahogo enorme, y una señal más de que esa podía ser una tarde histórica.

Lo grité con el alma. Saludé a los que estaban al lado mío.

–Vamos a ganarlo. Si seguimos cantando, lo vamos a festejar. Esta

hueá depende de nosotros.

En mi mente estaba la idea de que cantando se puede exigir compromiso de

los jugadores y, cantando, vienen las alegrías. Y si no, al menos cantando se

pasan las penas y demases.

Esa idea se reafirmó esa tarde.

Estábamos a un gol. Solo un gol. Cómo no nos va a salir. Tiene que ser

como sea. Hasta que llegó la jugada.

La pelota se movió de izquierda a derecha y terminó en los pies de Llanos,

que sacó un centro que parecía no ser muy peligroso, pero eso cambió de

un instante a otro. Fuenzalida la roza. Le cambia la dirección y gol. ¡Gol,

gol! Tuve que mirar más de una vez para confirmarlo. Miré a mi alrededor,

al árbitro.

Parecía irreal. Pero era gol. Nada podía arruinarlo. Nada podía dañar ese

momento.

Fue un grito diferente. No tan eufórico como siempre: lo disfruté. Agradecí.

Recordé todos los momentos de mi vida en que la UC estuvo presente.

Felices o tristes.

Pensé en mi padre. Abracé a mi hermano. Abrazaba a otros hinchas que

sentían lo mismo que yo.

Supe que éramos campeones. Después de tanto, por primera vez en el estadio.

En nuestro estadio. Con los que tenían que estar. Cuando tenía que ser.

Después de eso, todo fue disfrutar y celebrar.

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RELATO 018

EL CAZA FANTASMAS

FERNANDO MORALES

Para ser sincero, desperté esa mañana con poca ilusión. Habían pasado

días tristes producto de la derrota contra San Luis. Le habíamos regalado

en bandeja la copa a O’Higgins. Solo quedaba el sentimiento incondicional

de apoyar al equipo en su último partido.

Antes de salir veía las noticias que mostraban a los hinchas en Rancagua

muy relajados. Similar a nosotros en la final fatídica del 2011. Me fui con

esa sensación. De que les podía pasar lo mismo.

Y empezó esa ilusión que me condena. La misma de las definiciones anteriores.

Del 2013. 2015. Duras derrotas, donde todo se daba y nosotros

fallábamos.

Ya instalados en el estadio, jugamos un primer tiempo horrible. Mario

Salas no puso de titular a Castillo. Fin del primer tiempo y nos fuimos

perdiendo, sabiendo que la U. de Conce ganaba.

–Otra vez lo mismo. Otra vez fallábamos– pensé.

Incluso llegué a pensar que O’Higgins ganara para que el Colo Colo no

fuera a un partido de definición.

Empezaba el segundo tiempo. Otro gol de la U. de Conce, escuché en la

radio. Y ahí empecé a ver cómo San Carlos se convertía en el jugador número

12 de la cancha. Eran cantos ensordecedores.

El equipo reaccionó. Castillo y Gutiérrez a la cancha. El Plancha Bravo

corría todo lo que no corrió en el campeonato. Llanos jugaba su mejor

partido. Llegó el empate de Católica.

¡Carajo! Estábamos a un gol. Uno. Y en la radio, el Trovador gritaba el

descuento de O’Higgins. Recordé los fantasmas del 2013. Y creo que todos

pensamos lo mismo, pero eso nos dio más fuerza para seguir alentando.

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Cantamos con más fuerza y aguante. Minuto 84 y el gol del campeonato.

Ese título que nos costó lágrimas en años anteriores. Estábamos a 5 minutos.

Todo se daba. Hasta un gol que se perdió Audax, que seguramente en

los campeonatos anteriores esa pelota iba adentro.

Terminó nuestro partido y quedaba un minuto en Rancagua. El minuto

eterno.

Terminó y la algarabía fue total. Llanto de alegría, pero una alegría

inmortal.

Todos los malos momentos se venían a la mente. Esas finales perdidas en

el Nacional. Todos los viajes para ver a Católica.

Abrazaba a personas que nunca vi en mi vida. Era un campeonato de todos.

De los más difíciles de nuestra historia.

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RELATO 019

LA ESPERANZA DE SER CAMPEÓN

SEBASTIÁN HERRERA GÓMEZ

Después de la derrota con San Luis en Quillota, quedé devastado. El

fantasma de la etiqueta de segundón rondaba los pastos de San Carlos nuevamente.

A pesar de eso yo estaba convencido de que saldríamos campeones.

Somos la UC. Contra todo y contra todos.

Me levanté pensando en el partido. 30 de abril de 2016.

“Tenemos opciones al título todavía. Lo último que se pierde es la esperanza”.

El año 2010 fue el último campeonato que celebramos y estuve en el estadio

ese día. Cuánto extrañaba celebrar otro.

Nos fuimos al estadio con mi hermano y en todas partes decían lo mismo.

O’Higgins ya es campeón, la UC saldrá segundo como siempre y otras tonteras.

Aún así, nosotros íbamos con la esperanza de campeonar. Nadie ni

nada nos haría perder esa convicción.

Nos tocó en lugares diferentes. Me fui a Lepe. El ambiente era espectacular.

Estadio lleno y todos estábamos con la esperanza viva. Vallejos anota

el primero y un silencio estremecedor inunda el estadio. Pero nos levantamos

como guerreros cruzados y seguimos alentando.

La U. de Conce anotó por duplicado y se celebraron esos goles como si fueran

nuestros. Eso nos dio más fuerza para alentar y motivar a los jugadores.

Salas tiró toda la carne a la parrilla y terminamos casi con 6 delanteros.

Llanos anota y el estadio explotó. El aliento era más grande que nunca,

pero la tensión y el nerviosismo aumentaban con el correr de los minutos.

Un gol más y la gloria era nuestra.

Apareció el Chapita Fuenzalida, criticado cuando volvió ese año, con un

cabezazo impecable tras un centro de un acalambrado Llanos, que qué huevos

que puso, y San Carlos nuevamente explotó. Llantos de emoción por

todos lados. Abrazos con personas que no conocía, pero la pasión nos unió

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y la alegría era inexplicable.

Terminó el encuentro y O’Higgins había descontado en la Sexta. Había que

esperar que se acabara en El Teniente…. TERMINÓ.

El estadio en la cordillera estalló… 5 largos años de burlas ―aguanté bullying,

memes y burlas―. 5 años de segundos lugares y frustraciones y,

finalmente, nos tocó festejar y se festejó con ganas. Salimos del estadio y

nos fuimos a Renca UC con mi hermano. De ahí, a Plaza Italia. Fue uno de

los mejores días de mi vida y que jamás olvidaré.

Y quién diría que otro campeonato nos esperaba a la vuelta de la esquina…

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RELATO 020

ERA EL ÚLTIMO PARTIDO EN SAN CARLOS

ANÓNIMO

Me enamoré de la UC a los 7 años, cuando vi la final que le ganamos a

la U en el Clausura 2005. Todo el entorno, cómo se ganó y la celebración,

hizo que el cariño que ya le sentía a la Católica se fortaleciera. Fui abonado

en galucha desde 2013, cuando tenía 15 años.

Estuve en las finales del 2009 contra el Colo. 2011 contra la U. Me comí la

campaña de Falcioni el 2014. Estuve en el 3-3 contra Iquique cuando Cobresal

salió campeón y en La Florida, cuando perdimos 1-0 mientras albos

y caturros se mataban en Valparaíso en diciembre de 2015.

Cuánta frustración. Por temas de estudio, decidí acabar el abono al final del

Clausura 2015-16, por lo que sería el último torneo al que iba a ir todos los

partidos de la UC en San Carlos.

Ese sábado 30 de abril había tenido dos ensayos PSU en la mañana. Llegué

a mi casa en Maipú y sólo quería dormir. Tras tantos fracasos, ni

quería ir a San Carlos, pero mi abue me alentó. En dos tiempos ya iba

camino al estadio.

Salí tan apurado que me olvidé tomar medidas de prevención. Mi camiseta,

polerón y gorro de la UC me acompañaban, totalmente reconocible del

equipo que soy hincha. Para llegar a San Carlos, tomo la Línea 5 después

combino a la 1. El problema es que se me olvidó que a esa misma hora

jugaba el Colo en Pedreros. Cuando intenté combinar en San Pablo, me

encontré con el piño de Pudahuel de la Garra Blanca: me sacaron la cresta

y me robaron el gorro. Como pude avancé hasta la línea 1 y me dirigí golpeado

hacia Escuela Militar.

Tengo la costumbre de escuchar la radio ADN en el estadio, y recuerdo que

sólo comentaban que en Rancagua era una fiesta. O’Higgins llevaba más

de un año sin perder como local y la U. De Conce no venía jugando bien.

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En la fortaleza, Vallejos anotaba el 1-0 para Audax y nos alejábamos de la

discusión para ser campeones. Solo sentía rabia en ese minuto.

Pero llega un punto de inflexión. El campanil anota su segundo gol en El

Teniente. Ganando ellos, éramos campeones, pero la Franja querida estaba

jugando horrible y mostrando los mismos errores de años anteriores en

instancias finales. El hincha cruzado iba desde la ilusión a la desesperación

en cosa de minutos.

Llegó el primer tanque de oxígeno. Llanos marcaba con un latigazo el empate

al ¡minuto 26 del segundo tiempo! ¡Quedaban 20 todavía! Al minuto

después, Leal anotaba el descuento para O’Higgins y volvían a tener vida.

¡Qué final más infartante!

Después del empate, pensaba que la UC iba mejorar, pero no fue así. Los

jugadores eran un manojo de nervios y Mario Salas seguía metiendo delanteros.

Nunca se me va a olvidar que al minuto 81 Felipe Mora perdió un

gol increíble para Audax: calculó mal y la pelota se le quedó atrás, cuando

quedaba solo en el área chica frente a Toselli. Habría sido la lápida.

Minuto 85. Viene un centro llovido de Magnasco desde la derecha, que alcanza

a peinar el pájaro Gutiérrez. La pelota se paseó por el área y le quedó

por la otra banda a David Llanos. Otro centro y un tímido, pero certero

cabezazo del Chapa, desataba la algarabía y la locura total en el fortín.

A pesar de que quedaban 8 minutos, los 5 restantes y los 3 de descuento,

recuerdo que no se jugó absolutamente nada. Con la mitad del equipo

acalambrado, guardaron la pelota en un costado y no se movieron de ahí.

Llegó el pitazo final, pero no éramos campeones todavía. Tenía que terminar

en Rancagua primero. Como era el único con radio en mi sector,

me preguntaban cuánto faltaba en la sexta región, y como podía les iba

diciendo. Cuando terminó dije casi sin voz somos campeones y me quebré

en llanto.

Lloré. Lloré mucho. Desconsolado como un niño. Un llanto con rabia, alegría,

emoción. De todo. Cuando pude pararme, abracé a cuanta persona

se me cruzara. Tras la premiación, bajé desde Escuela Militar a Plaza Italia

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saltando, gritando y cantando. No podía estar más feliz.

En Plaza Italia me junté con mi Abue, que vivió el partido en la casa y celebramos

juntos. Cantamos y nos sacamos años de frustraciones y burlas.

Llegamos retarde a nuestra casa, pero esa undécima estrella valió cada

segundo.

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RELATO 021

EL DÍA QUE SERÁ CONTADO

DANIEL ORTEGA

Una vez más teníamos que enfrentar el problema del segundo lugar.

Las burlas en el trabajo, en redes sociales, en la prensa. Todos, absolutamente

todos, nos dieron por muertos después de la derrota con San Luis

en esa cancha de mierda.

Pero los cruzados tenemos algo especial, que no tiene nadie más. Ese

aguante que solo nosotros tenemos, ése que nos ha hecho enfrentar los

portazos de la injusticia, de los robos, de los maletines azules y otros blancos,

y de tropezarnos a un paso de la gloria.

Ahí estábamos con mi papá y mi hermana, en el codo sur poniente con

la fe intacta. Subí una foto a Facebook una hora antes del partido con la

camiseta y el estadio de fondo con esa frase: La fe intacta.

Empezó el partido y la Cato no jugaba a nada. Un primer tiempo horrible,

como no entendiendo qué pasaba. Y de pronto viene el gol de Audax. Dolieron

los huesos y el aire se cortaba con tijera.

Corría el partido. Quedaba poco y, de pronto, escuchamos en la radio que

hay gol de la U. de Conce. En ese minuto el estadio pasó de un silencio y

desconcierto a una caldera. Todo, absolutamente todo el estadio saltaba y

alentaba. Había espacio para ser campeón.

Siguen corriendo los minutos y llegó el segundo gol del campanil. Ahí el

estadio lo celebró como gol propio. Todos los cruzados, fieles con la franja

en el pecho, sabíamos que íbamos a ser campeones.

La caldera se hizo un infierno. Todos trancábamos cada pelota. Todos corríamos

cada jugada y cada vez más, el estadio temblaba y saltaba. Mario

Salas se empapó de ese ambiente y terminó jugando con 5 delanteros, hasta

que cayó el primero de Llanos. Nos volvimos locos.

Quedaban los últimos 7 minutos y el estadio seguía alentando desde las

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entrañas. Hasta que llegó el bendito centro de Llanos y el angelical cabezazo

cruzado del Chapa. Microsegundos de silencio y luego una explosión:

¡GOOOOL! ¡Carnaval cruzado!

Fue el abrazo más lindo, fuerte y largo que me he dado con mi Papá

y hermana. Los tres en lágrimas, al igual que casi todo el estadio. Para

donde veía, había lágrimas de emoción. La gente que no se conocía se

abrazaba igual.

Terminó el partido y quedaba un minuto en Rancagua. Esos 60 segundos

fueron como 3 años, pero bueno, nadie nos iba a quitar el sueño.

Los jugadores en cancha esperando escuchar el grito de las graderías, que

era una pista de lo que estaba pasando a kilómetros. Hasta que llegó el desahogo

total en San Carlos.

¡Somos campeones!

Nunca escuché, en un estadio, semejante ruido de felicidad. Ese día es uno

de los que seguro les contaré a mis nietos, a mi hijo. Y cuando me muera

quedará, en mí, ese abrazo en lágrimas junto a mi viejo y mi hermanita con

la franja cruzada eternamente en el corazón.

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RELATO 022

ES UN (PRE)SENTIMIENTO

NATALIA CASTILLO

JOAQUÍN DÍAZ

Una semana antes tenía un presentimiento y le dije a mi pololo que

fuéramos al estadio.

Llegó el día. Partimos de San Clemente a Santiago. Salimos del terminal de

buses rumbo al estadio. Los primeros minutos lo vimos en el metro. Qué

angustia. Gol de Audax.

Llegamos al minuto 30 del primer tiempo. Mi pololo sin esperanzas, pero

las mías estaban intactas. Quedamos en la parte de arriba de la tribuna

Mario Lepe.

Comenzó el segundo tiempo. O’Higgins estaba perdiendo y aparece el gol de

Llanos. Todos gritando para que llegara luego el gol del triunfo. El gol para

ganar. La presión de todos y la esperanza se cumplió con el gol del Chapa.

Ambos estábamos con locura. Faltaban los últimos minutos y pensábamos

en lo que pasaba en Rancagua. Pitazo final. Aún no éramos campeones.

Siempre nos cuesta más… No es fácil ser hincha de Católica.

Un minuto para desatar la locura total. Gritos. Lágrimas. Todo lo que tenemos

que pasar para levantar esa copa tan esquiva. Éramos campeones al fin.

Ese día jugamos 12. Ese jugador más era la gente, que ya sin voz, seguía

alentando y gritando.

Bajamos sin sentido al Metro, topándonos en el camino con hinchas felices,

bocinazos, gritos de campeón en la bajada.

Y así cumplí uno de los deseos que tenía junto a mi pololo: poder ver a

nuestra Católica salir campeón.

El sexto sentido no falla. Sabía que algo pasaría.

Llegamos alegres y sin voz a la casa. Con un triunfo. Con el campeonato de

Católica. Nuestra Católica.

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RELATO 023

EL PARTIDO MÁS LARGO

FELIPE CERÓN

El 30 de abril de 2016 es una fecha inolvidable para el que lleva la

Franja en el corazón. Se terminaba una escasez de títulos desde el año

2010, con el gran equipo comandado por el Milo y con figuras como Bottinelli

y Pratto. De ahí al 2016, derrotas dolorosas y sequía de campeonatos.

Contra la U el 2011, el campeonato del 2013. El 2015, otra daga para los

corazones cruzados por partida doble. A Cobresal el primer semestre y a

Colo Colo en el segundo, le regalamos en bandeja las copas.

Después de todas esas derrotas, el 2016 se sentía que podía ser el año que

se matara esa mufa. Que por fin se levantara la copa. Al menos, yo tenía

la fe de que se podría romper el maleficio. Justamente, el campeonato empezaba

un 17 de enero (para mi cumpleaños), y me llegó de regalo una

credencial de socio.

Fui a la primera fecha en San Carlos, con mi abuelo. El artífice de que fuera

cruzado, en una familia de colocolinos y chunchos. Con él fui a varios

partidos de la Cato. Recuerdo un clásico universitario en el Monumental.

Con el transcurso de las fechas, Católica se había vuelto sólido líder con

partidos brillantes, lo que daba para ilusionarse. Personalmente fui a todos

los partidos a San Carlos con mi amigo Cato Pei, y la ultra conocida banda

del Pipo con Ñaño y Ariel, con una fe ciega al igual que muchos cruzados.

Llegó la penúltima fecha ante San Luis en Quillota. Por la rápida venta de

entradas, quedé afuera, pero tenía la factibilidad de poder adquirir alguna

en la preventa de socios. Lamentablemente, San Luis nos ganaba y nuestras

chances al título desaparecían. Quedábamos 2 puntos debajo de O’Higgins.

Ya para el que se presumía era el gran día, la Católica no tenía la primera

chance de ser campeón, pero sí tenía el aliento de sus hinchas, que agotaron

las entradas. Ese día se preveía algo. Era un sábado en la tarde, nubla-

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do, pero con algo de calor.

Esa vez fuimos con Cato Pei y nos juntamos en el supermercado de Escuela

Militar. Con el reloj en contra, como siempre, tomamos un camino equivocado

al estadio y llegamos atrasados al encuentro.

Nos estacionamos cerca de Prieto y un vendedor nos dice que vamos perdiendo

1-0. Ya dentro de la galería, el equipo no respondía mucho al aliento,

y desde Rancagua llegaban buenas noticias. La U. de Conce nos hacía el

favor y le iba ganando a los celestes.

El aliento de los hinchas era gigante, aún más con lo que sucedía en la otra

cancha. Así, llegamos al entretiempo, con una gran esperanza para lo que

quedaba. Mi amigo demostrando su nerviosismo de lado a lado y cigarros

por doquier.

En el segundo tiempo, con todo el empuje que daba la hinchada y la fe que

uno tenía, se intentaba, pero no salía el empate. El público celebraba el

segundo gol del Campanil. Todos se miraban y cantaban aún más fuertes.

¡Cómo mierda no vamos a ganar! Hasta que por fin salía el primero. Una

gran jugada entre Castillo y Bravo que la corona Llanos. Todo era felicidad,

pero faltaba el gol que nos diera el preciado título.

El reloj era poco amigo. Quedaban pocos minutos y las piernas no daban.

Audax prácticamente no atacaba. Hasta que queda una pelota que rescata

Llanos. Manda un centro que conecta el Chapa, que lo odié en su momento

por irse al Colo, y como pagando una deuda pendiente con los cruzados, se

mandaba el golazo del título. El gol que más he celebrado.

Entre risas nerviosas, festejos, llantos, por fin íbamos adelante. Pero quedaba

lo más tenso. Que terminaran los dos partidos y celebrar. Termina en

San Carlos y uno que otro celebraba, pero la mayoría con cautela.

Por fin, el partido más largo del mundo, al menos para los que estábamos

en el estadio, terminaba. Todo era festejo en San Carlos. Un abrazo entre

lágrimas con mi amigo y con varios cruzados desconocidos, pero que nos

unía el mismo sentimiento. Botábamos años de desilusiones.

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Universidad Católica volvía donde hace rato debía estar. Con la Copa. La

que tenía que ser levantada por el corazón de la Franja. El Huaso Álvarez.

El resto de la historia es puro festejo. Luego de demorarse cerca de 2 horas

en bajar del estadio hacia Plaza Italia y con cuasi choque entre cruzados,

por fin pudimos llegar a festejar como hace tantos años no se hacía.

Éramos campeones otra vez.

Campeones.

Por fin se había matado la mufa un 30 de abril de 2016.

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RELATO 024

APARECER EN EL MOMENTO JUSTO

DAVID YÁÑEZ

Viajamos ese día en un bus barra desde Rancagua (RancaguaUC y los

VI) a San Carlos, en el cual obviamente nos tomamos unas cervezas en el

camino.

–Gultro, ¿vas con fe? –me pregunta uno de mis amigos.

–Sí perro, voy con cualquier fe –le respondo.

Después de llegar como una hora antes del partido, con una entrada de

Prieto, me meto a la fila de Lepe y logro entrar. Después de ser revisado,

me detiene un carabinero y me pide el álito. Soplo y me detienen. Me sacan

del estadio.

Estuve afuera de San Carlos casi todo el primer tiempo y después me llevaron

a la comisaría de Los Dominicos. Esperé unos minutos y me entregan

un parte.

–¿Para esto me detuvieron casi 2 horas? ¿Solo para un parte? –les digo

con rabia.

Estaba enojado y agrandado.

–Para qué te preocupas si van a perder igual –me responde un sargento.

Más enojado aún, pero me las tuve que comer.

–¿Me puedo retirar? –pregunté.

–Sí. Eso es todo –me respondieron.

Salí corriendo. Le pregunté a una persona dónde podía tomar micro para

llegar al estadio. Al frente me respondió el hombre. Solo atiné a parar la

primera micro que vi.

–¿Llega a San Carlos? ¿Al estadio?

–Te dejo a una cuadra –me respondió una conductora muy simpática.

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No tenía ni tarjeta BIP! y ella me llevó igual. Subí y me puse los audífonos

para escuchar el partido.

Fue en ese momento cuando Llanos hace el primero de la Franja. Lo grité

con todo en la micro. La gente que iba se reía a carcajadas. Me bajé y corrí

al estadio con mi entrada de Prieto. Entré por Lepe, les juro que entré.

Busqué a mis amigos, que no sabían nada de mí. Pasaron unos segundos y

ese centro de Llanos llegó a la cabeza del Chapa. Cómo grité ese gol. Se los

juro que el estadio era un carnaval.

Ya después, solo fue esperar que terminara el partido de O’Higgins. Todos

nos mirábamos las caras. Cuando escucho que en Rancagua terminó y éramos

campeones, sin camiseta terminé saltando en Lepe.

Después, todo fue celebración. El bus barra en el cual viajaba se dirigió a

Plaza Italia y estuvimos viendo cómo el Nico Castillo y Bravo terminaban

arriba de la estatua del caballo.

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RELATO 025

AMOR VERDADERO

ANDRÉS MEJÍAS

Cuando la Cato derrotó a la U por 2-1, con goles del Chapa y Jaime

Carreño, una vez más nació ese gran deseo de ver nuevamente campeón a

mi equipo. Para eso, Católica tenía que derrotar a San Luis en Quillota y a

Audax Italiano en San Carlos para no depender de nadie.

El partido con San Luis iba a ser muy complicado. El local estaba obligado

a ganar, porque en caso contrario descenderían a la Primera B. O’Higgins,

por su parte, había derrotado a Cobresal en El Salvador, en un partido

increíble donde ganaban los mineros y los rancagüinos, con un hombre

menos, lo dieron vuelta, ganando 3-2.

El partido fue un martes. Un día frío. Estaba muy nervioso. Esperaba que

el equipo fuese a estar a la altura de la circunstancia, pero no. Un equipo

confundido, sin ideas, desordenado, caía de forma inapelable ante un San

Luis que dejó la vida en la cancha para no perder la categoría y nos derrotó

1-0. O’Higgins quedó como líder exclusivo a falta de una fecha para el final,

a 2 puntos de la UC.

Ese día fue terrible. Y los que siguieron también. Parecía que nunca acabaría

la pesadilla de nosotros, los hinchas cruzados, de ver a nuestro equipo

en segundo lugar. Muchos torneos donde pudimos alzarnos y por detalle

no pudimos. Por farras. Por falta de coraje. Todo aquello provocado por

la final perdida ante la U el 2011, donde nos farreamos salir bicampeones.

Eso caló hondo en el alma cruzada y parecía que iba a volver a escribirse la

misma historia.

Había planeado ir al partido con Audax, pensando que llegaríamos a ese

partido dependiendo de nosotros. Pero después de la derrota con San Luis,

ya no quería porque no deseaba ver a la Cato salir segundo otra vez, que

mis otros amigos con los que voy al estadio, también sentían. Excepto mi

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amigo Sergio. Mi compañero de mil batallas, que dijo que ganaríamos y

que O’Higgins perdía. “Éste está loco”, pensé.

Finalmente decidí ir. No abandonar al equipo, pasara lo que pasara. Pensé

que las entradas no se agotarían. Pero no fue así. Tuve que comprar entrada

en galería Prieto, pues en Lepe, donde voy siempre, estaba agotado.

Aún así, tenía muy poca fe de que ese día la historia nos fuera favorable.

Llegó el día decisivo. Yo soy de Puente Alto y debo realizar un largo trayecto

para llegar a San Carlos. Cuando iba llegando al paradero, a la distancia,

vi a un caballero con su camiseta cruzada y me causó mucha fuerza de voluntad.

Mientras iba llegando al estadio, me puse a reflexionar y dije algo

que puede parecer muy lógico, pero en ese momento lo creí real: O’Higgins

aún no gana su partido y en el fútbol nada está escrito hasta el pitazo final.

Aún hay esperanzas.

Mientras veía el partido, escuchaba el encuentro de la Sexta región. Hasta

que a los 14, Audax nos hace el gol. El knock out para la Cato, pero terminando

el primer tiempo en El Teniente, la U. de Conce convierte un

gol. San Carlos lo gritó como propio y todos los cruzados que estábamos

ahí comenzamos a alentar con mucha fuerza, y los jugadores empezaron a

creer que la hazaña era posible.

En el entretiempo me fui donde estaba mi amigo Sergio y su papá. Comenzó

el segundo tiempo y Mario Salas tiró todo a la parrilla, haciendo

ingresar a Castillo y Gutiérrez. Una mega ofensiva. Sin embargo, la UC no

llegaba con claridad. Hasta que la U. de Conce anota el 0-2 en Rancagua.

Ahí comenzó otro partido. La hinchada gritaba con el alma y los jugadores

se fueron con todo por el triunfo. Así fue como David Llanos igualó con

un golazo cruzado. Casi al instante, O’Higgins descontaba.

Nerviosismo puro, pero la esperanza estaba ahí. Y así llegó el minuto 40

del segundo tiempo. Un Llanos desgarrado pero guerrero y con mucho

corazón, centró y el Chapa Fuenzalida conectó y clavó la pelota en la red.

El estadio rugió. Se desató. Estábamos siendo campeones de mantenerse

todo igual.

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Esos últimos minutos fueron de infarto. La Cato no arriesgó el resultado,

se defendió bien y se dio por terminado el partido. Muchos empezaron a

gritar, pero yo les decía que se calmaran porque en Rancagua faltaba un

minuto… Hasta que en la radio se escucha: Final del partido en Rancagua.

Y grito como loco: ¡SOMOS CAMPEONES, SOMOS CAMPEONES!

Un desahogo de 5 años. Una felicidad infinita. Una emoción gigante. Me

abracé con mis amigos. Con Sergio. Su padre. Con Nicole y con gente alrededor.

Por fin campeones. Por fin logrando el premio máximo. Ante

un estadio que, a pesar del panorama adverso, estaba lleno. El Título de

la Gente.

Fuimos a celebrar a Plaza Italia y luego a compartir con mis amigos cruzados

con los que voy al estadio, porque ese día estábamos repartidos en

distintas tribunas. Lo único que faltó ese día fue haber estado con mi polola

ahí, pero lamentablemente no pudo ir por su trabajo. Pero fuimos a Temuco

y vimos a la UC consagrase bicampéon.

Ser cruzado no es fácil. La mayoría de las veces no se gana. No siempre se

sale campeón, pero a pesar de todo seguimos alentando al equipo. Eso es

amor verdadero. Y lo demostramos ese día, que a pesar de tener todo en

contra, levantamos al equipo, llenamos el estadio y cambiamos la historia.

¡¡¡AGUANTE LA UC!!!

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RELATO 026

FELIZ COMO SIEMPRE

JOSÉ PABLO MARGOTTA

Hay algo que algunos fines de semana sean más especiales que otros.

Cuando Católica no juega los sábados o domingos, soy una persona diferente.

Abúlico. Apático. Falta la Franja y toda la magia que tiene su escudo,

su gente y San Carlos de Apoquindo.

Ese 30 de abril era un buen día. Era Católica. Me desperté motivado, con

ganas, con ilusión. Como cada vez que va a jugar el equipo de mis amores.

Con mi viejo y mi hermano nos fuimos al estadio, escuchando programas

de fútbol en la radio, en los que saben mucho menos que uno de lo que es

Católica, de cómo está el hincha o del equipo que va a entrar a la cancha.

Mal que mal, los años de experiencia y pasión no son en vano.

Llegamos al estadio. Los jugadores calentando en la cancha… Toselli recibiendo

los centros de Constanzo, mientras los titulares entrenaban en

equipos. Todo igual que siempre.

―Muy, pero muy buenas tardes a todos los cruzados de alma, corazón

y espíritu. Por la fecha 15 del campeonato nacional Scotiabank Clausura,

se enfrentará la visita, Audax Italiano y, el local, UNIVERSIDAD CATÓ-

LICA. Estas son las formaciones de los equipos… ―sí, como tantos otros

sábados y domingos.

Nuestro abono sagrado. Nuestros asientos esperándonos, igual que siempre.

Como los que se sientan cerca nuestro, que de tantos partidos ya son

nuestros amigos de estadio. Estaban ahí. Como siempre. Hablando de lo

único que hablas con ellos. De Católica. De posibles refuerzos, de jugadores

que están dando el ancho, del lesionado, etc.

Había solo una cosa, una gran cosa que no estaba igual que siempre. Católica

podía ser campeón. Nuestra Católica. Nosotros podíamos, al fin,

ser campeones.

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De los semestres anteriores, de los fracasos, de los más tristes que alegres,

se ha hablado mucho. No hay nada que agregar. Estábamos todos nerviosos.

Más que siempre.

Son tantos los partidos de Católica en su historia que la gran mayoría son

raramente recordados, pero hay un selecto grupo de encuentros que pasan

siempre a la memoria colectiva del hincha cruzado. Solo en la historia

reciente, hay partidos que todos quienes dicen ser seguidores del club,

podrían dar detalles: el de Charlie Vázquez en el Nacional. La final de la

Libertadores. El doblete de Medel en el clásico. El tiro libre de Eluchans a

Cobreloa. O el gol del Chapa que nos esperaba ese 30 de abril.

Por cosas de la vida, Audax me ha marcado más que otros clubes. Mi abuela

era hincha del tano y, por coincidencia, el primer partido del que tengo

recuerdo en el estadio fue un 0-4 ante el mismo club en 1997, que me

mostró que ser hincha de Católica no es fácil. Sin ir más lejos, posterior a

un triunfo en La Florida, el 2013, volviendo a mi casa, le conté a mi papá y

a mi hermano que iba ser padre por primera vez.

Como en la vida de todo hincha, el fútbol, de una forma u otra, acompaña

los acontecimientos más importantes de nuestras vidas. Y ese 30 de abril

me tenía guardado uno.

Yo sabía que íbamos a ser campeones, pero no puedo negar que ese gol

del Audax, en el primer tiempo, hizo dudar hasta a los más duros. Nos

acordamos de todo. Terminó el primer tiempo y, aunque Diego Vallejos

decía que íbamos 1-0 abajo, en Rancagua el Campanil daba la sorpresa y

lo ganaba por el mismo marcador. Teníamos la llave. Estaba en nosotros

abrir la puerta.

Recuerdo que no quería que se acabara el descanso. Otra decepción más

hubiera sido demasiado para este San Carlos lleno, que en ningún minuto

dejó de alentar, y para los hinchas en todos los rincones de Chile, que juraron

por sus madres que nunca van a abandonar.

Entró Castillo. Luego el Plancha Bravo y finalmente Gutiérrez. Toda la

delantera a la parrilla, como tantas veces con Mario Salas. El equipo no ju-

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gaba bien. No jugó bien en todo el partido, pero estaba escrito. Era nuestro

día. Al fin.

El gol de Llanos hizo explotar el estadio. Fácil. Tres pases y un tiro cruzado

de manual. El empate en Santiago y el 2-0 en El Teniente, hicieron que

nuestro estadio fuera un carnaval más que de costumbre.

Llanos acalambrado. Magnasco destruido. El equipo cortado. Pero no estábamos

para finales amargos. Un centro pasado, intrascendente. La pelota

llega a David y el Chapa, intuyendo la falta de potencia que iba a tener el

esférico, pica al primer palo. Conecta y llega el segundo de magia. El momento

inolvidable. La pelota entra y nos volvemos todos locos.

Gritamos el gol y también años de tristezas e injusticias. Todo lo que la

garganta permitió.

Se acaba el partido. Esperamos a que terminara en Rancagua. Es oficial.

¡Somos Campeones! Por onceava vez.

―Para mi mamá. Para mi papá. Para mi hijo. Para todos ustedes cruzados,

vamos con fuerza ―Y todas las frases que dejó esa tarde empezaron

a aparecer. Momentos que me hacen feliz cuando no lo estoy. Recuerdos

que hacen sonreír.

Católica me hace feliz. Como siempre.

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RELATO 027

NI EN MI MEJOR SUEÑO

JACOB MELLA

Un amigo me hizo fanático de la UC. Íbamos en sexto básico en un

colegio de Temuco y empezó mi amor por este equipo. La Cato sufrió un

duro golpe, perdiendo esa final maldita contra Colo Colo. Pero el fútbol da

revanchas y al año siguiente se coronaba campeón del bicentenario en San

Carlos y mi amor por este equipo crecía y crecía.

Lo veía por TV y soñaba con estar algún día ahí, en la fortaleza cruzada y

levantando una estrella.

El 2016 había empezado bien. Entré a la U a estudiar con 17 años y como

muchos jóvenes de este país, trabajaba y estudiaba al mismo tiempo. Era

quincena de abril y me llaman de un supermercado de Labranza, cerca de

Temuco, para empezar a trabajar en mayo. Estaba feliz. Podía pagar la universidad

y con el dinero que me quedaba, podía juntar para mi gran sueño:

conocer San Carlos de Apoquindo.

La Católica iba bien en el campeonato, pero esa maldita cancha de Quillota

nos dio un fuerte revés. Todos pensamos que el campeonato se nos

escapaba una vez más. Apenado por lo sucedido y sabiendo que empezaba

a trabajar desde el 07 de mayo los fines de semana, no podría cumplir mi

sueño. Iba a tener las lucas, pero no el tiempo.

Sin pensarlo, el partido contra Audax Italiano era mi gran oportunidad.

Miré mi bolsillo y tenía 30 mil pesos para viajar desde Temuco a Santiago.

Era el miércoles de esa semana y no sabía cómo comprar una entrada para

el partido. Empecé a buscar en grupos de Facebook algún socio para poder

transferirle y que me la pudiera comprar.

Así fue como me topé con el Tío Miguel, quien sin ningún problema accedió

a comprarme la entrada. Estaba feliz porque iba a conocer San Carlos.

Corrí a un local donde venden pasajes a Santiago. Ya tenía la entrada y el

pasaje. Solo quedaba esperar el gran día.

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Mi prima, justo ese año, se había ido a estudiar a Santiago, así que ella me

iba a ayudar a guiarme en la capital. Llegué con una emoción tremenda.

Mi sueño se veía cada vez más cerca. ¡Cuántas veces no lo había soñado! ¡Y

ahora me encontraba a horas de cumplirlo!

En el terminal, algo por dentro me decía que tenía que comprar un pasaje

lo más tarde posible, así que conseguí uno a las 00.30 del domingo.

Había ido a visitar a mi prima y ya estaba en Los Dominicos. Se sentía el

estadio cada vez más cerca. Llegué a la Fortaleza y me sentí por cumplido.

Podía morir feliz. Me fui a Prieto y mientras pasaban los minutos, el estadio

se llenaba más y más. Me junté con el Tío Miguel, su amigo César y

sus amigos.

A los 14 minutos, Audax convierte el primer gol y se empezaba a derrumbar

el sueño de la estrella once. Yo le decía al Tío Miguel que no se preocupara.

Que mientras yo esté en el estadio, la Católica no iba a perder.

Pasaban los minutos y nos enterábamos de que O’Higgins iba perdiendo.

Eso encendía más nuestra oportunidad de ser campeón, pero teníamos que

dar vuelta el resultado.

Llegó el empate de David Llanos y el estadio se volvió loco. Se veía posible

la remontada. Todos lo sabían. Los jugadores. La hinchada y el DT, más

aún cuando la U. de Conce ya había hecho otro gol. Nosotros estábamos a

uno de dar vuelta el marcador.

El Tío Miguel estaba emocionado. Conversando, le comenté que tenía una

camiseta del año 98 y que quería ponerle el autógrafo del gran Mario Lepe.

–Pero Jacob, mándamela por correo. A mis hijos los tengo en su escuela

de fútbol. Es más, si gana la UC, lo llamo para ver si nos deja pasar

a los camarines.

Estaba loco. Me imaginaba la posibilidad de conocer San Carlos, a Mario

Lepe y ser campeones. Algo que no había imaginado ni en mis mejores

sueños.

El partido estaba buenísimo. Los jugadores sabían que un esfuerzo más y

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eran campeones. Llegó el cabezazo del Chapa y el estadio explotó. Luego

de seis años, ese campeonato tan esquivo se veía muy cerca. Pitazo final. La

Católica cumplía con hacer su pega, pero faltaba el partido en Rancagua.

Finalizó en la sexta. Mi amigo Sebastián me llamó. No lo podía creer. Nos

abrazamos con el Tío Miguel y sus hijos, todos llorando de la emoción. Y

el Tío cumplió su palabra. Bajamos de galería Prieto y fuimos a tribuna

Livingstone. Y ahí estaba: Don Mario Lepe.

¡No lo podía creer! Pasar de no conocer San Carlos, a estar afuera de los

camarines, viendo cómo pasaban los jugadores por el lado mío. Un par de

fotos, camiseta autografiada, era increíble.

Tomé la micro para ir a Plaza Italia a celebrar. Todo era fiesta y carnaval.

Ya en el bus de regreso a Temuco se me caían las lágrimas de emoción.

Es y será el día más importante de mi vida.

¡CEATOLEÍ!

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RELATO 028

MANTRA: ESTA COPA SE QUEDA EN EL CERRO

KARIM UARAC

Los días previos fueron muy nerviosos. El martes de esa semana estaba

muy triste, ya que veía el partido contra San Luis y ocurrió lo que jamás

imaginé: minuto 38 del primer tiempo, remate desde la izquierda cerca de

la portería y gol de los canarios.

Se nos escapaba un nuevo título.

Pero en mi cabeza algo me decía que la fe era lo último que se perdía. Los

días posteriores a la derrota fueron malísimos. Amigos de los archirrivales

me empezaron a molestar muchísimo, pero yo solo les respondía que, aunque

no se nos diera el título, era feliz siendo de la UC.

El día anterior al partido con Audax hasta mi familia me decía que no lo

viera, que O’Higgins iba a salir campeón.

Llegó ese 30 de abril. Quedaban 10 minutos para el comienzo del partido

y yo solo repetía en mi mente que esta copa se queda en el cerro. Empezó

el partido y empezó mal. A los 14 minutos, Audax convierte a través de

Vallejos. Ahí me puse a cantar más fuerte y decía constantemente que este

título era nuestro. Y de pronto alguien en la barra dice:

–Goool de la U. de Conce.

Ahí empecé a llorar de nervios. Este título no se nos podía escapar. Minutos

más tarde, escucho de nuevo. Gol de Manríquez para la U. de Conce.

¡Va ganando 2-0! Ahí me puse a llorar y grité fuerte: ¡No se nos puede

escapar este título, lo tenemos en bandeja!

En el entretiempo, un amigo me llamó por teléfono.

–Karim, acuérdate de mí. El Chapa nos hará salir campeón.

Yo le corté el teléfono. Estaba preocupado de lo que pasaba en la cancha.

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Empezaba el segundo tiempo y Católica no jugaba a nada. Pasaban y pasaban

los minutos y nada. Hasta que Castillo le da un pase magistral a David

Llanos y gol de Católica. Llegaba el empate y yo, con más fe que nunca,

repetía que ese título se quedaba en la cordillera. Pasaron unos minutos y

alguien grita: descontó O’Higgins con gol de Leal. Mierda. Empecé a insultar

en voz alta.

Estaba eufórico. No llegaba el segundo gol. Hasta que al minuto 84, un

centro de Llanos le queda al Chapa y ¡goool de Católica! 2-1 arriba y llegaba

la incertidumbre. ¡¿Qué estará pasando en Rancagua?!

En San Carlos ya había terminado, pero quedaba un minuto en la sexta

región. Yo agarro a un amigo que estaba más abajo en la barra y le quito el

celular. Nos pusimos a ver los últimos segundos y se acaba la batería. De

pronto, me llama mi Papá por teléfono y me dice:

–¡CATÓLICA CAMPEÓN!

Me puse a llorar en forma efusiva. Era la primera vez que veía a Católica

campeón en cancha.

Ese título lo recordaré toda mi vida, por los huevos que pusieron los jugadores

y el aguante de la gente.

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RELATO 029

DE RODILLAS PERO NO DERROTADOS

FERNANDO SÁNCHEZ

Fue un martes de terror. Ver cómo se nos escapaba nuevamente una

estrella tras la derrota con San Luis. Fue desolador.

Pero, en el fondo de mi corazón, siempre estaba esa luz de esperanza. No

me saqué en toda la semana mi camiseta y les contestaba a todos los que se

me burlaban de mi equipo.

–Estaremos con una rodilla en el suelo, pero es para darnos un gran

impulso y volver a pelear y ganar una nueva estrella –repetía cada vez que

me molestaban.

Llegó el día. Y, nervioso, partí al estadio. A medida que me acercaba, el

murmullo y las miles de camisetas y banderas que se veían, hicieron que mi

corazón se llenara de nueva energía. Era una marea cruzada.

Partimos mal el encuentro. Pero como antaño, la radio nos mostraba el

camino. Escuchábamos que la U. De Conce estaba ganando en El Teniente

y nosotros teníamos que ganar el partido.

Fue emocionante ver y escuchar a todo el estadio, y me imagino que, en

cada rincón cruzado de Chile, el apoyo y la energía que se generó. Creo que

muy pocas veces visto.

Y con eso, pudimos doblarle la mano a la historia. Esa historia fatídica

de 5 años.

Este título es tanto de los jugadores, cuerpo técnico y dirigentes… Pero,por

sobre todo, para cada uno de los millones de seguidores que dieron rienda

suelta a un clamor popular.

Gracias Dios. Logramos bajar la estrella número 11.

Por la Patria, Dios y la Universidad.

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CAPÍTULO III

Y SI NO, LO SEGUIMOS

COMO SEA

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RELATO 030

UN SOLO CORAZÓN

JORGE VERDEJO

Fue una tarde lluviosa y gris en los cielos de Temuco. Recuerdo despertarme

con la ilusión que todo hincha incondicional tiene por su equipo.

Las opciones reales eran escasas al no depender de nosotros para lograr el

campeonato; no solo teníamos la presión que carga Católica por la etiqueta

de “segundón” y arrugar en instancias finales.

Perder el partido contra San Luis y dejar con primera opción a O’Higgins

fue un disparo directo al corazón, una amargura que se quedó conmigo

durante el paso de los días y me llenaba de preguntas:

¿Por qué sólo a Católica le pasan estas cosas?

Muchas veces lo he pensado: ser de Católica es ser sufrido, vivir con más

tristezas que triunfos, pero ¡qué importa! Nosotros no vivimos de copas ni

morimos en derrotas.

Aunque seamos pocos, seguimos apoyando hasta el último aliento; una

hinchada que nunca abandona y quedó demostrado.

No solo en Santiago existen hinchas de Católica, me siento orgulloso de

ser parte de los hinchas de región, de los que viajan, de los que gastan lo

que no tienen, de los que llenan los estadios en el resto del país; el que

recibe a los jugadores en el aeropuerto, el que visita el hotel de concentración

y el que incluso después del partido va a despedir al equipo sin

importar el resultado.

Ya acercándose la hora del partido, existía una mezcla de ansiedad y nerviosismo.

Ya instalado en mi hogar comencé a ver el partido más trascendental

de la jornada doble: O’Higgins contra Universidad de Concepción.

Me aferraba a que los imposibles también existen, y nunca dudé de Católica.

Sabía que serían protagonistas en esta hermosa historia escrita con

garra y corazón para quedarse con los tres puntos. Por otro lado la Univer-

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sidad de Concepción había realizado un gran campeonato y luchaba por un

cupo a una Copa Internacional. Se la jugarían en la última fecha.

Los dos goles de Universidad de Concepción fueron una energía que todos

transmitimos a San Carlos de Apoquindo y que sirvió para que David Llanos

empatara el partido. El aliento de la hinchada fue eterna, fue una energía

que se empoderó de los 11 guerreros cruzados y fue la garra y el deseo

que todos entregábamos para poder llegar al objetivo. Estábamos tan cerca

y tan lejos a la vez, había que luchar contra el destino y los pronósticos,

imponerse a la historia. Ya habían pasado 6 años del último grito de campeón,

ya era la hora de demostrarle a todos que Católica lucha hasta el final.

El reloj marcaba el minuto 85 y llegó uno de los goles más importantes

que he visto en mi vida y de la cabeza del Chapa Fuenzalida, un jugador

resistido por la hinchada y condenado por su pasado.

Pero desde ese momento, volvió a ganarse el corazón de la hinchada cruzada,

sintiéndose nuevamente identificado con estos colores y convirtiéndose,

creo yo, en el amuleto del 2016.

El tiempo ya estaba cumplido. Faltaba solo el pitazo final en Rancagua…

fueron segundos que duraron una eternidad y que pasaron a ser cómplices

del desborde de emociones y sentimientos que por tanto tiempo

teníamos reprimidos.

Se desató la locura. El carnaval cruzado estaba de vuelta. Corrí a celebrar

al centro de la ciudad, como muchas veces lo imaginé. Ver tantos corazones

cruzados desbordando felicidad fue emocionante. Se podía respirar

la pasión en el aire, cantando y disfrutando todos juntos como una gran

familia cruzada.

No importó la lluvia, el viento, el frío. Solo existía Católica.

Un solo corazón bastó para alcanzar la tan anhelada estrella, la 11 de la gente.

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RELATO 031

UNA LECCIÓN APRENDIDA

LUCAS MUJICA

Era un día soleado en Calama. Una semana antes, al igual que la mayoría,

la hubiese visto como una fecha que sería recordada. Pero al levantarme

por la mañana, honestamente, ya había perdido la esperanza. Para ser

exactos, la había perdido cuatro días antes.

Aquel sábado parecía un día de frustración nuevamente. Católica peleando

el título pero por errores inexplicables, veíamos cómo el contendor de

turno nos quitaba la copa de las manos. Hace cuatro días, en un partido increíble,

San Luis nos había ganado 1-0 en Quillota y todo se iba a la mierda.

O’Higgins iba a ser campeón, de nuevo.

Como era habitual, el partido se jugaba en simultáneo a los de los rivales

directos. Me puse la camiseta que me regaló mi abuelo, que es con la que

veo todos los partidos. La 11 de Bisconti del año 97. Llegaron las 16.00 y,

más por cumplir que por tener una esperanza, me acerqué a ver el partido.

Me estaba esperando mi papá quien, a diferencia de mí, conservaba

la esperanza.

El estadio estaba lleno. Los cruzados aún tenían fe, pero yo era más realista.

Comenzó el partido. Católica jugaba con una formación algo extraña en

comparación a los duelos anteriores. Avanzaban los minutos y la UC tibiamente

se acercaba, pero sin claridad. Un remate de Llanos y otro de

Rojas, inquietaron a una defensa de Audax que, siempre bien parada, venía

a hacer su juego a San Carlos.

A los 12’, aparece un centro que parecía inocente. Magnasco se equivoca

en el cálculo y gol de Audax Italiano.

–Viste, estamos como la mierda –repetía yo. Mi padre miraba la TV

silente, como sabiendo que algo podía pasar pero sin decirlo.

–No vamos a salir campeones nunca hueón –decía una y otra vez.

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Los minutos avanzaban y no pasaba absolutamente nada. Un gol de Colo

Colo por ahí les daba una opción a ellos, pero nada que cambiara mi pensamiento.

Hasta que llegó el gol de la U. de Conce. Mi pulso se aceleró y las

uñas empezaron a sufrir las consecuencias.

–¡Aún podemos! Tenemos que hacer un gol antes de que se acabe el

primer tiempo. ¡Pero no jugamos a ni una hueá! –rabiaba y gritaba.

Final del primer tiempo y quince minutos eternos. Mientras tanto, mi

papá miraba la tabla en vivo desde su celular, y en mi mente pasaban como

pensamientos fugaces años de frustraciones, de burlas. Había una esperanza

y no lo podía negar.

Comenzó el segundo tiempo y Católica demostraba que quería ganarlo,

pero el gol no llegaba. Audax, rápido en la contra, nos daba la sensación de

que podía matarnos la ilusión en cualquier minuto, mientras que la U. De

Conce nos daba el segundo regalo del día.

–Cómo chucha no vamos a hacer un gol hueón. Es ahora o nunca –le

gritaba a la tele, creyendo, ilusamente, que los jugadores me iban a escuchar.

Pero parece que me escucharon. En un córner para Audax, Toselli sale a

cortar y en una salida rápida, llegamos al otro lado en cuatro toques.

Llanos controla y una explosión instantánea nace:

–Gol conchetumare. Vamos hueón. Vamos.

El empate no servía y O’Higgins descontaba en Rancagua.

–Estos han dado vuelta sus últimos partidos –fue lo primero que dije.

–Ellos ya perdieron hueón, hay que ganar no más –respondió instantáneamente

mi papá.

La pelotita, como burlándose, parecía que no quería entrar. Los pelos ya

estaban de punta. Las uñas habían desaparecido y el corazón latía a mil por

hora. De pronto, un centro de Magnasco atravesó toda el área y antes de

que salga al lateral, un acalambrado Llanos la interceptó. Sacó el centro...

El Chapa peina esa pelota... se pasea por el área chica y se mueve la malla:

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–¡GOOOOOL MIERDA! Por fin. Por fin.

Pero, como si no se sufre no es Católica, aún quedaba tiempo. Terminó en

San Carlos, pero O’Higgins seguía jugando.

–Cámbiala, cámbiala –Tobar da el pitazo final en El Teniente.

CAMPEONES.

Aquellos 10 minutos que transcurrieron desde el gol del Chapa hasta el

final en Rancagua, fueron los más largos de mi vida. Me di un abrazo fraterno

con mi papá y festejamos como nunca. Lo que sucedió aquel 30 de

abril, representa el sentir del hincha cruzado. El día que representa todo lo

que el hincha tuvo que sufrir para lograr tocar el cielo.

Y estamos nuevamente con la ilusión. Con la esperanza que a partir de esa

fecha, no se pierde jamás. Porque, en mi caso, la lección está aprendida.

POR LA PATRIA, DIOS Y LA UNIVERSIDAD.

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RELATO 032

UN GRITO BUSCANDO OTRO

SERGIO DÍAZ

Estaba cansado. Venía de un largo viaje desde Cusco a Antofagasta.

Casi 1500 kilómetros pensando en el partido del día siguiente.

Mi amigo me recibió en su departamento. Solo quería descansar y dormir. Al

despertar, todavía somnoliento, siento que mi amigo se estaba yendo a la U.

–Hey… ¿el CDF?– le pregunté.

Me señaló el televisor del living, lugar donde los brazos de Morfeo aún no

me soltaban. Desperté tarde y me puse a ordenar y cocinar algo. Cada hora

que pasaba me ponía nervioso o ansioso, tal vez. Llegó la hora del partido.

Encendí el televisor.

–¡Por la cresta! Tiene CDF básico este hueón. Obligado a ver el partido

de Colo Colo. ¡Me quiero morir!

Pasó por mi mente ir al centro, pero ni siquiera tenía idea en qué sector estaba.

Llamé a mi amigo y se le había quedado el celular en el departamento.

No tuve más remedio que verlo y esperar a que los relatores mencionaran

a Católica.

Tenía que aguantar esos 90 minutos, mientras veía celebrar a los albos sus

goles como si estuvieran ganando el campeonato, pero era el único medio

que podía saber de la UC. Hasta que llegó el gol de Llanos y el del Chapa,

que lo grité con el alma. No me importó que algunos vecinos me respondieran

con insultos.

Terminó el partido de Católica y salió mi grito. Ése que mantuve por seis

largos años de frustración. Ése que me tenía guardado al final de la garganta.

Por fin pude gritar SOMOS CAMPEONES.

No lo dudé y salí a la Plaza de Armas, después habría tiempo de avisarle

a mi amigo.

En ese momento solo quería cantar y gritar con algún cruzado nortino.

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RELATO 033

UNA COPA EN MARCHA

CECILIA TOBOSQUE

Marchaba por las calles de Concepción, apoyando a nuestro León de

Collao, Deportes Concepción: Desafiliado, robado y humillado. Yo con

mis audífonos bien puestos, y atenta al partido de Católica y Audax.

Una tarde gris amenazaba nuestra marcha y yo muy nerviosa esperando

el momento que dieran el pitazo final en Rancagua. Ya había pasado de

todo en San Carlos. Me saltaba el corazón en ese momento por todo lo que

estaba viviendo y escuchando: SERÍAMOS CAMPEONES.

Sentía el estadio en mis oídos. Finalizan los 90 y tanto y quedan minutos

en la Sexta Región… DIOS …los que me acompañaban en esa marcha dieron

un salto conmigo cuando grité: ¡SOMOS CAMPEONES MIERDA! ¡QUÉ

ALEGRÍA MÁS GRANDE!

Me despedí de mis acompañantes y corrí llorando de alegría por ese momento

tan especial que estaba viviendo. Tomé locomoción hacia mi casa

y el camino se me hizo eterno… quería llegar y prender la TV para ver esa

fiesta en San Carlos.

Lloré a rabiar por todo lo que significa ser hincha y amante de la UC: amor,

sufrimiento, apego.

Jamás lo olvidaré.

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RELATO 034

ENTRE VINOS Y COPAS

CAMILA SOTO

El 30 de abril de 2016 estaba frente a mi computador como de costumbre

y con mucha carga laboral. Trabajo en una viña en Isla de Maipo y

estábamos en plena cosecha.

Puse una radio de la Cato, ya que en otras radios estaban hablando de los

otros partidos y, como siempre, nosotros no éramos los protagonistas.

Compartí oficina con mis jefes, pero ese día todos andaban en las bodegas

viendo la elaboración de los vinos, por lo que me puse los audífonos mientras

trabajaba. Cantaba las canciones de la barra y cada vez que alguien

subía, me quedaba quieta y hacía como que trabajaba. La verdad, mi mente

y mi corazón estaban en San Carlos.

Mi recuerdo más latente es que el partido acabó y la señal de la radio comenzó

a hacer interferencia. Solo entendía que estaban esperando algo

pero no sabía qué, hasta que entre la interferencia aparece la voz de un

relator que gritó con toda el alma: ¡Somos campeones, Católica campeón!

Hasta podría asegurar que se le escapó un “conchetú” de la emoción.

O quizás mi mente lo quería gritar. Llamé a mi mamá y cuando me contestó,

me puse a llorar con todas mis fuerzas y solo le decia:

–Mamá somos campeones, esto es para mi abuelo en el cielo, somos

campeones.

Mi mamá me pedía que me calmara porque no entendía nada y le dije:

–No sé qué pasó, no entiendo nada, ¡Somos campeones mami, campeones!

Y mi madre me dijo que qué bueno hija, tranquila.

En eso, sube mi jefe y me pilla llorando y me dijo:

–Ándate, tienes que ir a celebrar, no puedes estar así.

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Tomé la primera micro que encontré para Santiago y llamé a mis amigos

que aun estaban en el estadio. ¿Dónde nos juntamos?

Plaza Italia.

Allá llegué y aún se me erizan los pelos al recordarlo.

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RELATO 035

LO MIRO POR TV

CRISTHOPER RIVAS

Crecí con la final perdida contra el gigante de Brasil. Con la rabia del

gol de Salas. El penal en El Salvador y la copa que nos robaban. Siempre

con la angustia del hincha de región, del grito ahogado frente al televisor.

Crecí con la alegría negra de la Interamericana, enlutada por la pena del

cruzado de nuestros estandartes que nos devastaba.

Crecí saltando en las tablas polvorientas del norte. Pocos pero locos gritando

el gol fortuito de Bisconti.

Crecí enfrentando, siempre con la franja impregnada, las burlas de hinchas

que no ganan nada.

Así, el cruzado crece y entiende que no somos campeones ni populares.

Somos GRANDES por nuestra gente.

Gigantes, como la cordillera de nuestra guarida en los Andes.

Como la grandeza de aquellos cruzados, cuyas armaduras fueron forjadas

en casa, y que hoy saltan a la cancha heridos, pero dispuestos a morir por

la franja.

El final de aquella tarde de abril fue lo de siempre: lágrimas y un CEATOLEÍ

desde el alma, gritado frente a la pantalla de TV.

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RELATO 036

EL CAMPEÓN DE TURNO

MAURICIO REYES

Sin duda llegábamos con pocas opciones a aquel partido final y con un

rival siempre complicado.

Me tocó turno, por lo que solo me acompañaba la radio en el celular y algunos

colegas, hinchas de una camiseta blanca, quienes festinaban con que

la UC no alcanzaría la gloria, nuevamente.

Se escuchaba cómo iban variando los marcadores y las posibles definiciones.

Yo mantenía intacta la fe que podíamos dar el golpe.

Y ese golpe llegó de los pies de David Llanos. El de los goles, que nos abría

el camino hacia la gloria. Lo grité contenido, a la espera del desenlace. Mis

piernas se movían repetidamente. Me paseaba. Mis manos repasaban mi

rostro; la ansiedad me comía…

Hasta que escucho el gol del Chapita. CHAPADIOS. Que hace estallar miles

de gargantas a lo largo de Chile. Me paro. Me paseo de un lado a otro.

Sigue el nerviosismo.

Los resultados se estaban dando… a escasos minutos de tocar el cielo… y el

cielo sabe cuánto nos había costado volver a estar en la cima.

Viene el pitazo final en San Carlos y la tensa espera para que terminara

en Rancagua…

Aún me emociono al escribir este texto. Pienso en mi viejo que está en el

cielo, con quien gritamos el campeonato del 2010, días antes de que él partiera…

Llamo a mi hijita para explicarle que somos CAMPEONES nuevamente.

Las lágrimas brotaron de mis ojos al escuchar su alegría. Mi Madre

no responde el celular.

Salgo de la oficina y grito con el alma: ¡CATÓLICA CAMPEÓN!

Aún se me pone la piel de gallina con este infartante desenlace. Qué difícil

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es ser cruzado, pero qué alegría se desborda cuando tocamos la gloria. Porque

nadie nos ha regalado nada.

Contra todo y contra todos ¡CEATOLEÍ!

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RELATO 037

YO, MI RADIO Y LA CATO

EMILIO VILLAR

Esa semana fue netamente de desilusión. Había pocas esperanzas de

lograr el campeonato, pero mi convicción iba más allá.

Mi asistencia sagrada a la cancha no estaba en duda, pero puse en duda la

asistencia de los demás. Fui iluso.

Resulta que un día antes, intento comprar entradas y estaban agotadas.

¡Uuufff!¡ Vaya sorpresa! Se me vino el mundo encima.

Había asistido a cada partido de local y había viajado para ver a Católica.

¿Qué pasó?

Me quedo fuera del partido más épico del año y hasta, quizás, de la historia

de Católica.

Me fui a una cancha de barrio con angustia. Solo. Escuchaba la radio para

seguir el partido y cuando vi el resultado de la U. De Conce supe que ganábamos.

No sabía cómo ni con goles de quién, pero sí lo ganábamos.

Y así fue.

Lloré y lloré de alegría.

Mi revancha, eso sí, fue en Plaza Italia.

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RELATO 038

UN TÍTULO BAUTIZADO

MARÍA JOSÉ ABARCA

Soy una atea, que, por cosas de la vida, ese 30 de abril de 2016, bautizaba

a mi segundo hijo. Andaba en el supermercado haciendo las últimas

compras pero con una oreja puesta en Frecuencia Cruzada.

Mi pareja, que no comparte mi gusto por el fútbol, me miraba cada vez con

una cara más larga que la anterior.

Hasta que llega el primer tanto y grito ¡Goool conchetumadre!, en el pasillo

del supermercado.

–¿Por qué no te vas a escuchar el partido al auto? –me dijo él.

Pero no alcanzó a terminar la frase cuando ya había encaminado mis pasos

a la salida.

Encaramada y sola en mi estadio de cuatro ruedas, y siendo la hincha más

mala madre en ese momento, me entrego al relato: grito, pateo, soy un

manojo de nervios. De pronto, veo de reojo el auto del lado y me miraba

un tipo. Estoy segura que es del Colo, pensé, pero en ese minuto nada

más importaba.

Hasta que llega el gol del Chapa. El gol que más he gritado en mi vida. Y el

estacionamiento del súper se transformó en San Carlos de Apoquindo. Mi

pareja terminó las compras y yo, todavía en el auto, lloraba de la emoción.

Ese día representa un hito en la vida religiosa de uno de mis hijos. Sin

embargo, en la mía, es el día en que se bajó esa esquiva estrella, esa que

después de tantos años de los “casis” y de bullying, es la que, sin duda, más

he disfrutado.

101


RELATO 039

TERMÍNALO ÁRBITRO

DARWIN BARRENECHEA

Para mala suerte, veía el partido de O’Higgins, en CDF Premium y

también veía el otro, el que ya no me acuerdo, en CDF básico. Como no

tenía CDF HD, no pude verlo. Solo me enteraba del resultado por los comentarios

de la tele.

Estaba más nervioso que la chucha. Con rabia. Un poco triste, ya que el

partido anterior habíamos perdido con San Luis y ahora estábamos perdiendo

contra Audax.Y, además, O’Higgins también perdía.

Empecé a tener fe y llegó el empate de Llanos. Ahí, me puse muy ansioso.

No podía ver el partido y rabiaba con la TV. Minuto 84 y el Chapa hace el

2-1 y en Rancagua, O’Higgins seguía perdiendo.

Abracé a mi señora, que siempre me apaña con la UC. Estaba con la adrenalina

y la angustia a mil.

Terminó el partido en San Carlos, pero en la Sexta región todavía quedaban

unos minutos.

Los más eternos e interminables. Me paré del sillón y maldecía al árbitro.

–¡Termínalo conchetumadre, termínalo!– le gritaba a la TV.

De pronto, y a pantalla dividida, termina en Rancagua y en la fortaleza

todos comienzan a celebrar.

Ese momento lo tengo grabado a fuego. Lloré abrazado a mi señora. Lloré

y lloré como 5 minutos.

Luego salté y comencé a gritar:

–¡Campeón conchetumadre! ¡Somos Campeones!

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RELATO 040

LLORAR COMO UNA EXPRESIÓN POSIBLE

DIEGO RUBIO

Aún tengo grabada esa tarde de sábado. Por diversos motivos, no pude

ir al estadio. Me tocó quedarme en la casa y, para peor, el partido de Católica

iba por el HD.Una lata, ya que no lo tenía. Así que no quedaba otra que

a la antigua: oído y corazón puesto en la radio; un sufrimiento total.

GOOOOOL DE AUDAX: los fantasmas y la rabia parecía que afloraban

otra vez. En Rancagua, sabíamos que la visita ganaba 1-0. Llegó el segundo

de la U. de Conce y sentía que lo dábamos vuelta.

GOOOOOL DE LLANOS: “Ahora la 11, no se nos escapaba por ningún

motivo”, repetía como loro. Y llegó el minuto 84, un momento que nunca

olvidaré en mi vida.

GOOOOOL DEL CHAPA: Lo grité con el alma y con un ¡gol conchetumadre!,

que se escuchó a la redonda.

La alegría era total. Piel de gallina y final en Rancagua.

Lo único que hice fue arrodillarme y soltar ese llanto de desahogo y alegría.

Es el título que más he gritado y vivido. Una experiencia que aún tengo

en mi retina y memoria, y me llena de felicidad cada vez que lo recuerdo.

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RELATO 041

CON MI PC HASTA EL FINAL

JOSÉ IGNACIO BARAHONA

Ese sábado 30 de abril, estaba junto a mi PC esperando con muchos

nervios y ansias el inicio del último partido del torneo nacional, que podría

marcar la obtención del título número 11 de la Franja.

Esa copa no estuvo ajena de emoción, incertidumbre y por momentos dudas,

pero, sobre todo, con muchos nervios, al saber que a la misma hora

en que la UC jugaba su opción al título, O’Higgins tenía la primera chance

para llevarse el Huemul de Plata.

Los primeros 45 minutos, fueron literalmente de infarto. Católica no podía

superar la dura defensa de Audax Italiano. Más difícil se ponía cuando

Colo Colo abría el marcador y, en ese momento, se iban a partido de desempate

contra O’Higgins.

Pero Audax tenía algo que decir. Marcaba el 1-0 a su favor y echaba por tierra

todos los sueños de los hinchas cruzados de gritar Campeón en su casa.

Pero, como es sabido, cada título de la Cato cuenta con mucha garra, lucha

y sacrificio a la hora de ir en busca de un premio mayor. Llegó el segundo

tiempo y la Franja consigue dos goles decisivos, de la mano de un inspirado

David Llanos y de un referente de la UC como lo es José Pedro Fuenzalida.

A lo anterior, se suma una ayuda divina que llegaba desde Rancagua, donde

la U. de Conce vencía a O’Higgins. Con ese resultado Católica estaba

bajando una nueva estrella y rompiendo una sequía de 5 años sin títulos.

En lo personal, ese torneo fue muy especial, ya que significó mucho en

cuanto a lo anímico y cómo se fue superando fecha a fecha para conseguir

dicha copa. Ese título y, en especial, aquel partido contra Audax, fue una

demostración de que el equipo y la institución está hecha para estar peleando

siempre en los primeros lugares y que con garra, sacrificio, perseverancia

y corazón se pueden conseguir cosas importantes.

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RELATO 042

ILUSIÓN ESCONDIDA

MARIO FLORES

Ese día creo que era sábado por la tarde. No quería mucho ver el

match. La derrota frente a San Luis no me dejó con mucho entusiasmo. De

igual forma prendí la tele. Puse el volumen y comencé a verlo.

Primer tiempo, nefasto. Perdiendo 1-0 mientras O’Higgins también perdía…

Era para no creerlo.

–Capaz que hasta el Colo sea campeón–, pensé, mientras masticaba la

rabia de la derrota momentánea.

El segundo tiempo no era muy distinto. Sin embargo, algo intuía. Sentí

que podría ser el sueño, pero luego no quise seguir pensando e ilusionándome.

Seguí con la TV despacio y sin meter ruido.

El 2 a 0 de la U. de Conce en Rancagua me alentó a pararme, a putear, a

subir el volumen de la tele y caminar de un lado para otro.

–El empate nos da una opción de partido de definición. Algo es algo–

, pensé.

Pero había que ir por más.

¡Golazo de Llanos y la conchadesumadre! No paraba de ir de allá para acá.

Era para no creerlo.

¡Golazo de Chapadios y la reputamadrequelospario! ¡Vamos carajo, vamos

por ese vino que hay copa para llenar!

Esos minutos al finalizar el partido fueron eternos. O’Higgins había descontado

y todo podría esfumarse… ¡Pero NO!

¡CAMPEONES AL FIN!

Fue bacán. Nada más que decir.

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RELATO 043

EN MEDIO DEL DESIERTO

ARMANDO GODOY

A mitad de semana nos juntamos en mi departamento con mi polola,

mi cuñada y un grupo de amigos a ver el partido contra San Luis. Con una

gran ilusión, que quedó destruida con el resultado de ese partido. Ese año,

2016, estaba trabajando en Antofagasta. Justo el día anterior, me tocó viajar,

pero ¡en bus!

Me iba a tocar escuchar el partido en medio del desierto.

Ya en camino, las cosas iban bien. Había sintonizado una emisora donde

estaban informado de los 3 partidos, pero con más énfasis de lo que estaba

pasando en Rancagua. Mi polola y amigos estaban en San Carlos y me

tenían al tanto de lo que ahí pasaba, pero perdí la señal del teléfono y las

llamadas no entraban. Me di por vencido, no tenía cómo informarme.

Hasta que un colega me grita:

–¡Godoy, hueón, la U. de Conce le va ganando a O’Higgins. 1-0!

–¿Y cómo va la Católica? No tengo señal –atiné a preguntarle.

–Van perdiendo 1-0.

Ahí empezaron las burlas azules y albas en mi contra. Creo que era el único

cruzado en un bus de 45 personas. Llegamos al terminal de Antofagasta y

me entero de que la Católica había empatado y el Campanil ya tenía liquidado

a O’Higgins.

De ahí me tuve que subir a otro bus que me llevaba a la pensión donde

vivía. Fue en ese trayecto cuando el Chapa hace el segundo, con un centro

del desgarrado Llanos. No se imaginan la alegría y las ganas de bajarme en

cualquier parte para ver los minutos finales de ese partido.

Ya con el campeonato en el bolsillo y con una gran euforia, entré como

todo un campeón a mi habitación, con el único objetivo de ponerme mi camiseta

y salir al centro para celebrar. En ese momento, llega un colega albo.

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–Vamos a comer al centro y buscamos un lugar con tele para que veas

las celebraciones. Te lo mereces, ya que pucha que les ha tocado sufrir –y

me abrazó.

Al otro día en la pega, lo primero que hice fue descargar las portas de LUN

para imprimirlas y pegarlas en mi puesto de trabajo. Ese día me dediqué a

ver videos y fotos de la nueva estrella 11, la estrella que más sufrimiento

nos dio, pero a la vez, la más emocionante.

Mi reconocimiento eterno a todo ese plantel y mi respeto eterno a Mario Salas.

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RELATO 044

LA GARGANTA A PUNTO

DIEGO NARBONA

Después de todos los años de cancha en cancha, de llegar a mi segunda

casa con solo 3 años en el 96’, de vivir momentos que a cualquier otro hincha

lo hacen dar un paso al costado, de ver la final contra O’Higgins en un

Nacional repleto de ilusión, de estar en el estadio cuando solo llegábamos

cuatro mil personas a poner el aguante bajo el marcador de la galería sur

en San Carlos con solo 17 años.

Por diversos motivos me toca vivir ese día 30 de abril sentado en una plaza,

con celular y audífonos en mano, y unas ganas de gritar campeón que

explotaban la garganta. Todo esto multiplicado por 10 debido a la emoción

de los relatos de la radio.

Partido de infarto, sin aprovechar los resultados que se estaban dando a

nuestro favor.

Hasta que llega el gol del Chapa y posteriormente el pitazo final.

Con los ojos llenos de lágrimas y mi polola mirándome emocionada, pude

después de estar muchos años al borde de la gloria, gritar con el alma:

¡Campeón conchetumadre!

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RELATO 045

REMEMBER CON COPA

EDGARDO ROJAS

Fue una tarde especial. Un año y un mes especial.

Recuerdo que me había separado de una persona con la cual llevaba años

juntos y estaba desanimado. La Cato me ayudaba a mantener y subir el

ánimo. Jugaba bien y yo estaba muy expectante semanas anteriores al 30

de abril.

Recuerdo que necesitábamos ganarle a San Luis y quedábamos muy cerca

de bajar la estrella. Perdimos con San Luis, y O’Higgins se quedaba con

primera opción para campeonar.

Pasó lo que había pasado ya más de cinco veces. Lo que pasó en Arica,

con posterior campeonato de Unión. Final con la U. Un partido increíble

con Iquique y la final con O’Higgins, que fue la que más me dolió. Esa vez

había viajado desde el norte para verlo.Y todo fue terrible. Todo. Hasta me

llegaron unos piedrazos afuera del Nacional.

No quise ver el partido en la casa. Soy del Valle del Elqui y me fui a La Serena.

La verdad, tenía muy poca fe y pena por estar lejos del título.

Me fui a un local bien rockero y pensé que no darían el partido. Empecé a

tomar unas cervezas y empezaron a dar el partido de O’Higgins. Y, mágicamente,

ese día la historia comienza a tomar otro rumbo.

Me encuentro con una ex, más hermosa que nunca, y me invita a su mesa.

También era cruzada. Estaba con unas amigas y yo, con un par de chelas en

el cuerpo, sin vergüenza fui nomás y me senté con ellas. La verdad es que

no pescábamos mucho el partido.

Llega el golazo de la U. de Conce y lo grité como de la Cato y luego, otro de

mitad de cancha. Todo se daba, pero nosotros no cumplíamos. Perdíamos

con Audax, y en un rato hasta el Colo estaba siendo campeón. Fueron los

minutos más nerviosos de mi vida.

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Pero apareció Llanos y el Chapadios, con sus goles. El equipo me dio la

alegría más grande en años de cruzado. Fue la tercera alegría más grande

que me dio mi Franja.

Bueno, con mi ex, tuvimos un reencuentro de lujo: carreteamos toda la

noche y me quedé con ella. Fue un fin de semana perfecto.

La Cato me apasiona como nada y es mi amor único en el fútbol.

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RELATO 046

CON LA FE A MORIR

PAULA TORRES

Recuerdo como si hubiese sido ayer. Llevo ocho años con mi pareja

y, desde que lo conocí a él, comenzó este gran amor por Universidad Católica.

Estábamos ese día 30 de abril entusiasmados porque le teníamos

demasiada fe a la Católica.

Llegó la hora del partido. Recuerdo que subimos a nuestra pieza y nos encerramos

los 2 solos, con nuestras armaduras, cervecita helada y nuestra fe.

Comenzó el partido y los nervios se apoderaron de nosotros.

No podíamos ni hablar. Yo ya no tenía uñas… y llegó lo que menos queríamos.

Gol de Audax. Ahora solo se escuchaban puteadas. Solo quedaba

seguir alentando, pero Católica no hacía goles.

Terminó el primer tiempo y fuimos a comprar más cervezas. Bajoneados,

pero con la fe intacta. Yo era la más optimista. Llegamos y seguimos viendo

el partido.

Abajo, mi papá veía el otro partido, y nos grita que la U. de Conce iba

ganando. Los ojos se nos pusieron brillantes, llenos de euforia, alegría, optimismo,

pero sobre todo mucha, mucha fe.

Minuto 70. ¡David Llanos abre el marcador cruzado! Nos abrazamos, gritamos

el gol más fuerte que nunca. Los ojos brillantes se convirtieron en

lágrimas. Lágrimas de emoción y de desahogo.

Llegó el minuto 84 y Chapita Fuenzalida hace el segundo gol para la Católica.

Lloramos de alegría. Tiramos cerveza por todos lados y seguíamos

llorando de alegría.

Terminó el partido de O’Higgins. Nosotros, después de seis largos años y

larga lucha sin abandonar, ¡podíamos gritar SOMOS CAMPEONES!

Salimos a la calle. Abrimos una champaña. Agarramos a nuestros hijos y

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nos fuimos a celebrar a Plaza Italia. Celebramos como tres días. ¡La espera

valió la pena!

Aguante Católica y su gente. Hoy y siempre. ¡Nunca te abandonaré!

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RELATO 047

SIN PÚBLICO

RICHARD ROJAS

Ese sábado me tocó trabajar. Era un día raro. Estaba muy triste por lo

que había pasado en Quillota. Veía cómo otra vez se nos escapaba el título

de las manos.

Cuando empezó el partido estaba atendiendo público. Y, a pesar de que

O’Higgins perdía, nosotros no mostrábamos indicios de empatar ni mucho

menos de ganar el partido. Al comenzar el segundo tiempo, escucho por la

radio: GOOOOOOOOOOOOL. El locutor lo gritaba con euforia.

–Mierda, empató O’higgins–, pensé. Pero no. Era la U. De Conce que

nos daba una mano y solo dependía de nosotros.

Pero nada. La Cato jugaba mal. No jugaba a nada.

Hasta que llegaron los minutos más felices. Primero Llanos. Lo escuchaba

por Frecuencia Cruzada, quienes le ponían corazón al relato. Sin embargo,

no todo podía ser felicidad en ese minuto. O’Higgins descontaba y todos

los temores volvían.

Pero apareció ChapaDios. Cuando cabeceó, la desesperación se apoderó de

mí. Quería que todos los clientes se fueran y poder escuchar el fin del partido.

¡TERMINÓ POR FIN! Éramos campeones. Y yo… yo aún trabajando, hasta

las 9 de la noche. Yo sólo me quería ir a la casa y poder celebrar que

habíamos bajado la 11, esa copa tan esquiva.

Y celebré. Pero me tuve que aguantar toda la tarde.

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RELATO 048

VÍCTIMA DE FAKE NEWS

CLAUDIO SEPÚLVEDA

Ese día me tocó trabajar. Soy ayudante de cocina en la Clínica Bío

Bío en Concepción. Llegué a mi pega y me puse los audífonos para escuchar

el partido.

Iba todo mal con el gol de Audax. El celu se me iba a apagar. Llegó el empate.

A los 79’ del segundo tiempo, mi celu murió. No sabía qué hacer. No

tenía cargador. Desesperación total.

Voy al baño y me encuentro con un compañero que es de los albos y me

dice que habíamos perdido 2 a 1. Se me cayeron las lágrimas. No sabía

cómo seguir trabajando. Pasó un rato y seguía mal. Luego de unos minutos,

pasé al comedor a ordenar para la once y prendí la tele y veo que

hinchas de la UC estaban celebrando que habíamos salido campeón.

No entendía nada. Y mi primera reacción fue sacar un grito por la UC:

ATENCIÓN CRUZADOS DE CORAZÓN: CEATOLEÍ LI CA CATÓLICA,

UNIVERSIDAD CATÓLICA, Y DALE Y DALE Y DALE CATO DALE.

Todos me aplaudieron… Jajajajaajaja. Se me cayeron hasta las lágrimas.

Quedé loco. Lo disfruté caleta.

Lo único malo es que no pude celebrarlo como se debe. Me tocó doble

turno, pero anduve cantando todo el día.

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RELATO 049

ON THE ROAD

JOSHE FUENTES

Ese sábado iba viajando para Nacimiento, en la Octava Región. Sintonizo

la Radio Bío Bío, justo en el momento en que Audax Italiano nos hace

el gol. Como estaban con transmisión simultánea, a la media hora gritan el

gol de la U. de Conce en Rancagua.

Sigo manejando pero pierdo la señal. Llego a Nacimiento, a la casa de mis

ex suegros y les digo que tengo fe que Católica va a ser campeón.

De ahí, rumbo a Los Ángeles. Iba en camino cuando escucho en la radio:

Gooooool de Llanos. Grité lo que más pude en el auto. Bocinazos.

–Vamos que se puede. Lo ganamos mierda –gritaba.

Se sube mi ex al auto, justo cuando Chapita, con un cabezazo maravilloso,

hace el segundo. El gol del triunfo.

–Campeón Católica amor.

Creo que no entendía nada.

Me fui tocando la bocina todo el camino. Me detengo y llamo a mi papá

que también es cruzado. Felices.

Llegué a la plaza de Los Ángeles y me abrazo con gente cruzada que no

conocía.

La felicidad era tan grande que lo hacíamos notar de cualquier forma: abrazos

o bocinazos.

Todo era válido para demostrar que éramos campeones.

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DAVID LLANOS


Llega el minuto 70, cruzo la pelota y entra

al arco. Fue una alegría tan grande que

me saqué la camiseta de la emoción, se me

cayeron las lágrimas.

Ese día ha sido el día más lindo de mi

carrera como futbolista. Desperté con la

ilusión que lo íbamos a lograr.

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CAPÍTULO IV

¡INCLUSO FUERA DE CHILE!

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RELATO 050

UNA ESTRELLA MÁGICA

FERNANDO ARIS VALDIVIA

En los alrededores del Palacio Imperial de Compiégne, en Francia,

cerca de 30 mil personas disfrutaban de un festival de música gratuito,

mientras que en la habitación 171 de la Résidence Roberval, teñida de

blanco y azul, un chileno, oriundo de Iquique, desataba su propio festival

de pesadillas y gritos de desahogo.

Siempre recordaré que el 2013 me alojaron una semana en la Huamachuco

1 de Renca, en la casa donde se forjó el goleador de esa undécima estrella:

Nicolás Castillo. El mismo que el año 2012 me regaló un balón en La Paz,

cuando viví mi primer viaje internacional con La Franja.

Nunca me olvidaré del Chapa Fuenzalida, el de los goles más importantes

del campeonato y también, el autor del primer gol que grité en San Carlos

de Apoquindo en mi primera vez el año 2006, cuando viajé al debut en la

Libertadores contra Tigres de México.

Para la 11 hubo una especie de magia. Se juntaron campeones del 2002,

2005 y 2010. Muchos ídolos que acabaron con la sequía de títulos y las

burlas de muchos.

Eso… eso es lo más lindo de la historia.

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RELATO 051

LA RESURRECCIÓN

ELVIS PENA

Vivo en Atenas, Grecia, por lo que me es muy difícil ver los partidos

de la UC. Son 6 horas más acá, por lo que a veces me quedo trasnochando

para verlos por Internet.

Ese día se celebra acá en Grecia la Pascua Griega Ortodoxa, a la cual se

asiste con toda la familia. Ese día tenía que ir a la Iglesia para esperar la

resurrección de Jesús como es la costumbre.

Mientras mi esposa se preparaba, yo estaba viendo el partido y Audax mete

el gol en el minuto 14. En ese momento, se me vinieron a la mente todos

los campeonatos perdidos, mientras que mi esposa me decía:

–¡¿No te vas a arreglar para la Iglesia?!

Yo, hecho un demonio por la presión, me fui a vestir, pero con todos los

sentidos pegados en el partido.

Comienza el segundo tiempo y yo le rezaba a cuanto santo me acordaba.

Nos perdíamos oportunidades de empatar, pero siempre con la esperanza

del gol… hasta que David Llanos me hizo saltar para gritar ese gol.

Mi esposa no entendía nada. No sabe español y me veía gritando y alentando

a la Cato… Hasta que llegó ese momento que debíamos irnos a la Iglesia.

Me fui tan nervioso, que parecía que me casaba de nuevo.

A través de la aplicación del celular, veía que seguía el empate.

Y como un milagro de medianoche: yo esperando las 12 de la noche, afuera

de la Iglesia y veo mi celular y saltó de alegría, al ver el 2-1. En ese momento,

comienzan las campanas a sonar, para anunciar que Jesús ha resucitado

y toda la gente, con sus velas en la mano, saludándose y abrazándose.

Yo estaba con una alegría jamás vista. Es más, cuando lo recuerdo, se me

eriza la piel.

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¡Espero que este año podamos levantar una vez más la copa y gritar nuevamente

CATÓLICA CAMPEÓN…!

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RELATO 052

LA COPA DE LA PURA VIDA

JOHNNY FERNANDEZ SEQUEIRA

SAN JOSÉ, COSTA RICA

Soy un hincha del Saprissa, Costa Rica, pero de corazón cruzado.

Siempre ha sido complicado seguir el fútbol de Católica, por la distancia y

cambios de hora. Pero, gracias al bendito internet, he podido seguir cada

partido de La Franja.

El 30 de abril de 2016 estaba estrenando mi camiseta de la UC que mi

novia, Julia, le había encargado a un amigo que viajaba a Chile y me la

había regalado. Sentado en el sillón de la sala y esperando que empezara el

partido, pero no con una piscola como en Chile. Acá se toma Highball, un

cóctel de guaro y bebida cola.

Era un partido complicado. A pesar de que estaba yo solo en la sala, el ambiente

estaba tenso y aparte de estar pendiente del partido de la UC, tenía

que estar pendiente de otros dos encuentros.

La misión de Católica era un sola: ganar. Pero, pasados unos minutos, el

encuentro se torna triste y se empieza a derrumbar la idea de alzar la 11.

Cae el gol de Audax. Sin embargo, algo presentía. La esperanza se mantenía

viva y comencé a cantar desde acá: vamos, vamos cruzaaados

Aunque estuviera a miles de kilómetros, me sentía como una voz más en

San Carlos, estadio que pude conocer el año 2018. Católica empezó a llegar

más al arco contrario y bueno… cayó el empate. Golazo.

De pronto, entra un centro de la izquierda y cabezazo de Fuenzalida. Ver

el gol y el estadio cantarlo a una voz… Ufff. De solo recordarlo se me eriza

la piel. Fue un estallo total. Yo gritaba y corría por mi casa, así como veía a

los cruzados. Golpeaba la puerta, mi felicidad era enorme.

Pero caí de nuevo en la realidad. Aún no había nada que celebrar. Terminó

el partido en San Carlos, pero en Rancagua aún se juagaba. Hasta que el

narrador comentó: UNIVERSIDAD CATÓLICA CAMPEÓN.

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Y otra vez volvió la alegría. Golpeaba la puerta de mi casa como si fuera el

bombo. Deseaba poder reunirme en algún lugar a celebrar con más hinchas,

pero no era posible. Lo celebré solo. Me divertí solo, pero mi corazón

estaba con cada cruzado del mundo.

Gracias muchachos por poner huevos en la cancha. Gracias Salas por

guiarnos a la tan deseada COPA 11. Pero, sobre todo, gracias a la hinchada

por no fallar nunca. Por no parar de alentar.

Esta copa es gracias a todos.

PURA VIDA A LOS CRUZADOS

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RELATO 053

EL PUNTO DE QUIEBRE

MARIO MANRÍQUEZ

Desde el 2011 que vivo en Buenos Aires. Recuerdo ese 30 de abril

como si fuera hoy.

De aquella trágica final con la U de Sampaoli, me volví un hincha más apasionado,

más obsesivo, más orgulloso y más crítico con todo lo que hacía

la UC dentro de la cancha.

Para colmo, vinieron una seguidilla de finales y copas perdidas de manera

increíble. Incluso viajé a Chile el 2013 para esa fatídica final del 10 de diciembre

frente a O’Higgins. Salí destrozado y peleando con todo el mundo.

De todas maneras, mi amor por la UC había crecido a pesar de todo, pero

ese dolor inexplicable se había instalado adentro mío y crecía con cada

campeonato que arrancaba. Parecía algo de nunca acabar. Como una maldición.

Incluso, mi vida personal también era un caos.

Pero esa tarde del 30 de abril todo cambió. Recuerdo que me encerré en mi

pieza. No quise ver el partido con nadie. Estaba a oscuras. Con mis audífonos

y una botella de agua.

Luchaba con el wifi, con el F5 y, sobre todo, luchaba con los fantasmas.

Empezamos perdiendo. Audax lo dirigía Pellicer, que siempre nos cagaba

con sus equipos. Por otro lado, estaba O’Higgins, en simultáneo, a punto

de sacarnos otra copa. La verdad… yo no sabía qué iba a pasar con mi vida

si volvíamos a perder otra copa. Entré en pánico total.

Hasta que llegaron los goles y el infinito pitazo final. Juro que, por primera

vez en mi vida, no pude gritar ningún gol de la UC, ni pude festejar

el campeonato con la garganta destrozada y desaforado como antes… Lo

único que hice, fue arrodillarme y llorar. Lloré mucho: algo en mi se

había desvanecido.

El ambiente era silencioso. En mi casa nadie se enteró de nada. Apagué la

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compu y me acosté. Dormí profundamente sin mucho que pensar.

Gracias a la UC crecí como persona. En mi vida personal todo mejoró, porque

aprendí que el éxito es una construcción de fracasos y frustraciones.

Sin duda, es un día que jamás podré olvidar.

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RELATO 054

UNA MONTAÑA RUSA DE EMOCIONES

FRANCISCO VIDAURRE

Hay muchas fechas para recordar en la gloriosa historia de Universidad

Católica, pero quizás una de las más importantes es la del sábado 30 de

abril de 2016. Luego de haber perdido el partido ante San Luis la primera

opción la tenían los celestes de Rancagua. Quizás en el papel se veía un

encuentro fácil, pero la historia dijo otra cosa.

En la soledad de mi casa, ese día, en Quito, a miles de kilómetros de distancia,

prendí la compu para conectarme al CDF Estadio para ver el partido.

Tenía un pálpito. Quizás ese único lugar en mi mente y corazón que siempre

te dice que Católica iba a ganar y ser campeón, pero, por otra parte, la

razón me decía que O’Higgins se llevaría la copa.

Mis nervios no existían, pues desde el minuto uno mi estado era de extrema

tensión, nerviosismo, tristeza. Una combinación de sensaciones que

muy pocas veces he vivido. Recuerdo el gol de Audax… un cachetazo a la

realidad y quizás la condena de seguir siendo la burla de miles. El equipo

no daba con el juego y el estadio hacía notar esa presión.

En la radio, escuchaba el partido de la sexta región. Y llegó el gol de los

de la octava. Mi pálpito empezaba a hacerse realidad. En ese minuto, San

Carlos y miles de cruzados repartidos por el mundo, reaccionaron y el jugador

N°12 entró a la cancha. Las galerías y tribunas se unían en una sola

voz. Un solo canto.

Empieza el segundo tiempo y el reloj era nuestro peor enemigo. De un tiro

de esquina, la ataja Toselli. Le da un pase a Carreño. Se la toca al Pájaro.

Llega a los pies del Nico Castillo. Se la da a Bravo y de un solo toque deja

solo a Llanos. San Carlos explota. Ese gol era el camino. El gol que necesitaba

el equipo, que juagaba con más corazón que fútbol.

El estadio y sus 11 mil hinchas provocaban un temblor. El aliento retum-

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baba en cada cruzado. La U. De Conce ganaba 2 a 1 y Católica necesitaba

otro gol. El gol para ser campeón.

Pasaron eternos 15 minutos, cuando Llanos, todo acalambrado, saca un

centro y el Chapa nos daba el gol del título. San Carlos se vino abajo. Corrí

por toda mi casa gritando el gol, abrazando a mi señora y a mis dos hijos.

Me sudaban las manos, pensaba en mi viejo, de quien heredé el amor por

estos colores y que acompañó a la Franja a todos los partidos cuando estuvimos

en segunda en 1975.

En la Cordillera era un terremoto. Todos saltaban. Todos cantaban. Todos

alentaban. Sabíamos que este partido no lo ganaban los jugadores, este

partido lo ganaba la Gran Familia Cruzada.

Hago memoria del momento en que el árbitro termina el partido y se me

viene el Huaso en la cancha, calmando a los hinchas. Había que esperar.

En ese momento, corro a mi pieza y le quito el control remoto a mi señora,

para poner el partido de O’Higgins. Dentro del nerviosismo, no sé qué

canal puse. Estaba descontrolado. No podía mantener mis manos quietas.

Regreso al living de mi casa y veo esa imagen que mi pálpito me señalaba:

los jugadores abrazados, locura en la cancha de San Carlos y me pongo a

llorar. Llega mi hijo y lo abrazo con fuerza, mientras lloraba de alegría, de

frustración, de rabia; de desahogo.

Sentimientos que chocaban entre ellos. Dejábamos atrás quizás los 5 años

más duros que nos han tocado pasar como hinchas. El partido más difícil,

Católica lo ganaba con puro corazón. Con el aguante de jugadores e hinchas,

todos juntos por un objetivo, para celebrar en una catarsis colectiva.

Pasaban los minutos. Carnaval en San Carlos y yo a miles de kilómetros

de distancia en Quito. Lejos de la fortaleza, que visité en tantas ocasiones.

Lloraba de felicidad y de emoción. Por fin éramos campeones.

A los tres días vi la repetición del partido y pensaba en la frase de los comentaristas

“Un partido de infarto”. Y fue así.

No sé cómo mi cuerpo aguantó tantas emociones juntas en 90 minutos.

Emociones que solo me las da la Gloriosa Universidad Católica.

128


RELATO 055

IBA A SER UN DÍA NORMAL

JAMIS ROMÁN

Ese día me levanté como si fuese un día normal. Luego del partido

contra San Luis, ya no tenía esperanzas. Me encontraba en Córdoba, Argentina,

donde estudio y aliento a la Cato. Me senté para buscar un link en

el notebook y ver la previa.

O’Higgins jugaba de local en Rancagua, a estadio lleno, y venía ganando

partidos heróicos al último, para llegar con la primera opción de ganar el

título. Creía que era imposible ganar esa copa.

Empiezan los partidos simultáneamente. Audax se pone en ventaja temprano

y nos quita las ganas de celebrar, pero en Rancagua la U. De Conce

da la sorpresa y le estaba ganando al capo.

En la transmisión se empiezan a escuchar los gritos, cada vez más fuerte,

de los hinchas cruzados, pero no hay reacción del equipo en los primeros

45 minutos. En el segundo tiempo, los cruzados salimos con toda la fe para

dar vuelta el resultado.

¡¡¡Estábamos a 2 goles de dar la vuelta olímpica y en casa!!! Pero lo que no

hacía la Cato lo hacía la U. de Conce que, con un golazo inolvidable de

Manríquez desde la mitad de cancha, dejaba mudo El Teniente.

Ahora es cuando.

Audax tiene un córner que desperdicia y genera ese contragolpe para Católica

que, con participación del Nico Castillo, el Plancha Bravo y el Pájaro

Gutiérrez, gestarían el gol de David Llanos.

La esperanza volvía a San Carlos y los cruzados nos rompíamos la garganta

cantando y esperando un segundo gol. SOLO DEPENDÍA DE NOSO-

TROS. Mientras tanto, en la sexta región los celestes descontaban y hacía

más infartante la definición.

129


Quedan sólo 6 minutos para el final. Católica comienza a invadir terreno

rival y a jugar en el último cuarto de cancha. No pueden entrar por ningún

lado. Hasta que por fin, la agarra Llanos, saca el centro y vemos cómo el

Chapita conectaba de cabeza y la ponía en un lugar imposible para el arquero

de Audax.

En ese momento me vuelvo loco. Empiezan a caer lágrimas de emoción. La

Cato es lo único que me ha hecho llorar. Gritaríamos campeones después

de 5 años de fracasos, en el momento que menos lo esperábamos.

O’Higgins perdía de local y confirmaba el desastre de Rancagua. Nosotros

vivíamos una fiesta para la cual ni siquiera teníamos camisetas para celebrar.

La 11 llegó de sorpresa un 30 de abril de 2016. Lloré de alegría, porque los

cruzados sí que sabemos sufrir pero también celebrar. Seguramente si a un

cruzado le preguntamos cuál título gritó más, quizás contesté que el del

2005 ante la U, con el penal del Polo.

Pero, en realidad, muchos habrán cambiado de opinión a partir de ese cabezazo

hermoso del Chapa, que desde ahí quedaría como mi ídolo.

Yo en Argentina no tenía con quién celebrar, solo con mis hermanos, pero

que no son tan fanáticos como yo.

La euforia de ese campeonato no me la quitará nadie.

AGUANTE LA UC. ¡EN LAS BUENAS, EN LAS MALAS Y EN LAS PEORES!

130


RELATO 056

IL CAMPEONI

ESTEBAN FOCOLARE

Recuerdo esa campaña y en especial ese día, como si fuera ayer. Yo

estaba a la hora del partido en Murcia, España, como recepcionista en un

hotel turístico. Estaba claro que en vez de trabajar debía abrir Webdelfutbol

y esperar a que la señal funcionara bien.

Tras seis años esperando, con campañas fallidas ―que seguí con el piño

Los Pelusas del litoral― y segundos lugares, el sentimiento de todos los

hinchas era muy parecido. Estábamos con rabia, odio, frustración acumulada

y no éramos favoritos. Dependíamos de O’Higgins que jugaba de local

contra la U. de Conce. Ya tenían la copa en su casa y, por otro lado, Colo

Colo también tenía chanche.

Colgué mis cábalas. Mis camisetas, un sixpack y con la franja en el pecho,

llegó la hora. Sintonicé el partido en el computador. Listo y dispuesto para

comenzar a sufrir.

A los 15 minutos, el Audax nos iba ganando: 1-0. Todo se vino abajo. No

se escuchaba a la gente. Dependíamos de nosotros y de otro resultado, pero

no estábamos cumpliendo la primera tarea: ganar.

Los fantasmas del segundón caían en nuestros hombros. En otra ventana,

tenía el partido de O’Higgins sin audio y veía las tapas del tigre Muñoz

para el Campanil y los cagazos de Carranza, que se comió un gol de mitad

de cancha. Ese fue el momento que esperábamos. Esa era la señal divina de

que la UC podía levantar la copa.

El segundo tiempo en San Carlos empezó con puteadas. Los jugadores

no sabían cómo mojarla más porque no nos salía nada. El sufrimiento era

extremo. Mario Salas tiró toda la carne a la parrilla. Teníamos al Chapa,

Castillo, Llanos, Bravo y al Pájaro en ataque y las cosas comenzaron a verse

más claras.

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Llanos nos da el empate y la ilusión de que todo es posible. Yo, más nervioso

que la cresta con el partido a pantalla completa. Dos italianos y una

gringa se acercaron a ver qué me pasaba. Fueron a comprar más cervezas,

me apañaron a muerte. Ahí escucho: gol de Braulio Leal para O’Higgins y

todo se volvió negro otra vez.

Con el partido de Rancagua por la radio y el de la UC en la pantalla, escucho

el segundo de O’Higgins y me fui a la mierda por segundos… Hasta que

corrigieron que lo sacaron de la línea. Tenía el corazón en la mano.

Veo la pantalla. Centro de Llanos en el minuto 85, la peina el Chapa y entra

en el momento más hermoso. Alivio instantáneo. Los italianos me preguntaban

¿Campeoni? Y yo decía que no. Dependemos del otro partido.

Porco dio, decían…

Terminó el partido de la Franja y quedaban segundos en Rancagua. Lo

estábamos logrando.

Termina y yo me vuelvo loco. Salí corriendo a gritar como un enfermo.

Era campeón tras 6 años. Estaba como loco.

Volví y cerré todo. Apagué las luces. Ya eran las 12 de la noche y me llevé

a los italianos a la casa de unos amigos. Salió botellón y carreteamos hasta

las 10 de la mañana.

No llegué a dormir ni a trabajar. Estaba en éxtasis. No podía creerlo.

Pero…estaba solo.

Ningún cruzado con quien celebrar, pero con el mismo sentimiento que

todos y la misma borrachera de todos. Celebrando la 11 nuestra.

La 11 de la gente.

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CAPÍTULO V

SE ESCRIBIÓ CON UNA

AYUDA ESPECIAL

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RELATO 057

UNA GITANA HERMOSA ME VIO LAS CARTAS

FABIÁN ROJAS

Tal como recita el cántico de Los Cruzados, el título de esta historia

guarda relación con lo que me tocó vivir ese día.

Temprano en la mañana y tras dejar a mi hija en su actividad sabatina, salí

con mi camiseta de la Católica a tomar locomoción frente al Estadio Monumental.

Y comenzaron a aparecer los colocolinos.

–¡Van a perder otra vez! –gritó uno.

–¡Que eres masoquista hueón! –otro.

Mientras esperaba en el paradero, sentía las miradas incrédulas y, con cierta

compasión, de las personas. A esas alturas las esperanzas eran mínimas,

pero todo cambiaría apenas me subí al colectivo. En la radio, se escuchaban

los comentarios deportivos y una señora que iba de copiloto me preguntó:

–¿Va al estadio?

–Sí –respondí.

Comenzó a decir que el escenario era complicado, pero que ella quería que

la UC se quedara con el título y que trabajaría para ello.

–¿Cómo así? –le pregunté con curiosidad.

–Para que la Cato salga campeón, tiene que perder Colo Colo con

Wanderers y la U. de Conce le tiene que ganar a O’Higgins en Rancagua

–Algo sabía.

–¿Por qué dice usted que va a trabajar por Católica? –insistí.

Ella guardó silencio por unos segundos y me contó que trabajaba en una

tienda esotérica, en el mítico caracol de Pedro de Valdivia con Irarrázaval.

–Necesito saber quiénes son los once jugadores –agregó.

Quedaban pocas cuadras para llegar. Saqué mi celular para buscar la infor-

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mación. ¡Qué mala suerte! El colectivo llegó primero. Antes de bajar, ella

se giró y me dijo con cierta complicidad:

–Anote mi celular y mándeme la alineación. Yo trabajaré desde mi

tienda. Se ve difícil, porque tendré que trabajar para que gane Católica y

para que se den los otros resultados –me dijo con una sonrisa.

Cinco minutos más tarde, la misteriosa mujer tuvo en su celular el nombre

de los once guerreros cruzados que hicieron historia ese día.

Así de extraño y mágico fue ese viaje. Tan mágico como lo vivido esa emocionante

jornada y que culminó con “la 11 de la gente”.

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RELATO 058

UNA MADRE HASTA EL FINAL

JUAN VALENZUELA

Para los que me conocen, sabrán que no me gusta hablar mucho de

este tema. Pero no podía pasar sin hacerte un pequeño homenaje.

Podría ponerme Nerudiano y escribirte los versos más tristes, intentado

describir cómo logré irme a dormir la primera noche sin ti. O peor aún, en

la mañana siguiente, mientras salía el sol y el mundo seguía su recorrido

normal y la gente te convidaba un abrazo y una sonrisa, el sentimiento de

que estás desperdiciando tu vida es más fuerte.

Porque nunca más la vas a ver. Porque no puedes dejar de recordar ese

último beso o ese último abrazo. Porque en algún momento te estabas sanando

y al final te quedaste sin nada.

Tal vez hasta nos preguntamos si no era posible una tristeza más grande

que perder a una madre y si me tocara responder nuevamente a mí, me

aconsejaría que no te volvieras loco con esa pregunta. No tienes el equilibrio

emocional necesario para pensar las cosas y sacar conclusiones, más o

menos coherentes, simplemente porque estás sin ganas.

Ni de chela. Ni de un abrazo. Ni de un asado. Ni de sol. No importa que aún

tengas una familia que te quiere. Unos amigos que amo o una salud que me

permite pensar que todo marcha como debería. No importaba, o al menos

no me alcanzaba.

Tal vez sea una ilusión, pero cada vez que quiero recordar la muerte de

mi mamá y el comienzo de una nueva etapa, se me ocurre recordar el día

que la Cato salió campeón, ganándole 2-1 al Audax. Que empezó ganando

Audax y la Franja lo dio vuelta en los últimos minutos.

¿Qué imbécil, no? Pero no puedo evitarlo, ya que mi mente viaja constantemente

a ese día en san Carlos, a esa tarde nublada pero calurosa (o yo

tenía mucha caña).

138


Mi madre se fue al cielo un 26 de marzo de 2016 y justo antes de partir,

me dijo que me iba a enviar una señal para que supiera que estaba bien.

Que este partido fuera un mes después de eso, me parecía… indescriptible

la verdad.

Días antes de que falleciera mi madre, tuvimos tiempo para ser sinceros y,

gracias al barba, nos dimos el tiempo de hablar de frente.

Qué cagada de mierda nos está pasando Mamita. No me dejes.

3 semanas después, la Católica caía ante San Luis de Quillota y cedía la

primera opción de campeonar a O’Higgins. Nuevamente empezaba ese

rumor sin retorno, de que éramos un equipo arrugón. Pero ya no nos

importaba nada.

En la cancha también hay gente como yo. Cansados del mote de segundón.

Nos empezamos a desmoronar y a decir cualquier cosa. Por ahí anda dando

vuelta el audio que le envié a mis amigos de toda la vida: “Estos hueones

son cagones…”, segundos antes del gol de David Llanos que ponía el empate

y revivía el milagro.

No he conocido persona que esté luchando contra un cáncer terminal y el

duelo de la pérdida de una hija. Sí. Mi mamá era fuerte. Antes de fallecer,

estaba más preocupada de dejarnos a nosotros solos que de su propia salud.

Después de un año, no puedo decir que estoy feliz. No puedo estar feliz con

la muerte de familiares, ahí, a la vuelta de la esquina. Pero estoy en paz, que

ya es bastante. Con ella, aprovechamos el rato que nos quedaba y nos dijimos

las cosas importantes que no queríamos que quedaran en el tintero.

Quizás pudimos hacernos los tontos, pero no fue así.

Es como un partido de fútbol, donde quedan 2 minutos y vas perdiendo

5-0. Hay tipos que prefieren irse expulsado y no tener que vivir esos dos

minutos. O hinchadas que prefieren romper el alambrado para suspenderlo.

Pero también hay tipos que juegan esos minutos como se debe. Metiendo

huevos o barras bravas que alientan sin importar el resultado. ¿Sin

ganas? También. ¿Sin esperanza? Seguro, pero con la tranquila serenidad

de que lo dieron todo.

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Y al final, de manera milagrosa, la Católica ese día salió campeón y supe

que esa era la señal de mi Mamá. Esté donde esté… estaba bien, a pesar de

que no la puedo ver, ni la puedo tocar, ni me pueda enojar con ella. Estaba

ahí cuidándome y más importante aún, la puedo sentir.

Al final de este texto, sonrío. Lo que me llevó a ese cuarto sin esperanzas,

ahora me trae de vuelta. Al centro de la vida.

Te extraño viejita. Dos besos pal cielo.

140


RELATO 059

LA PROFECÍA

RAÚL SÁNCHEZ

Para mí, todo ese día fue mágico. Era una campaña especial para mí.

Ese año comencé a ir más frecuentemente al estadio con mi hijo, pero para

ese partido no logramos comprar entradas.

Todos los cruzados entenderán lo que es ser de un equipo exclusivo. Preparándome

para las burlas de segundón, pecho frío y otras, pongo en mi

perfil de Facebook “hoy a celebrar. Itinerario del día: a la fortaleza a ver al

campeón, luego a Plaza Italia a celebrar y terminar en las cuecas 1000 en

San Bernardo”. Las burlas no se hicieron esperar. Habían mínimas posibilidades

de campeonar. Pero sin entrada, solo la fe.

Sin nada que hacer y siendo las 11 de la mañana, me fui al Mall (fue la

mejor decisión). Paso por la tienda a ver y probarme ropa de la Franja. Me

pruebo un polerón y se acerca una vendedora y me da el valor. Solo estoy

mirando. Y me dice una frase bendita:

–Por compra de vestuario de Católica, SE LLEVA DE REGALO 2

ENTRADAS PARA HOY.

–¡¡¡¿QUÉEEEEE?!!!

–Sí. Por la compra se lleva 2 entradas para hoy.

Bendita tarjeta de crédito. ¡Me la llevo!

Con la risa que no me la sacaba nadie, llamo a mi hijo:

–Levántate. Come algo rápido. Te paso a buscar para ir al estadio.

Después te cuento.

Llegamos al estadio después de un gran taco. Nos instalamos y la adrenalina

no nos soltó más. Todos cantando y gritando. Yo, con un audífono

escuchando lo que pasaba en Rancagua.

Minuto 14. Gol de Audax. Vuelven los fantasmas, las chuchadas y todo eso

141


que nos impedía por años celebrar. Sin parar de cantar, llega el minuto 44:

¡Gol de la U. de Conce! La gente me mira con cara de pregunta.

Seguimos gritando. Otro gol del Campanil y mi UC no despertaba. Se nos

estaba dando. Estábamos sin uñas y sin voz. No podía pasar otra vez. ¡Luchar

tanto y no lograr celebrar! ¡Conchetumadre! ¿Entro yo a la cancha?

Salas tira todo a la parrilla. San Nico Castillo le da pase a Llanos. ¡Goool!

Qué alegría, celebrar junto a mi hijo. Qué más podía pedir. Pero había que

seguir gritando. La U. de Conce nos daba una mano. Faltaba un gol, pero

el gol venía de O’Higgins, que descontaba en la sexta región.

Quedaba matar o morir. Gritos y gritos de todo el estadio y Chapita nos

hace romper la voz. Nunca se gritó tanto. Un grito guardado por 6 años.

Pero este grito era especial. Se generó la oportunidad de ir al estadio –sé

que desde el cielo vino eso–, pero más aún, celebrar los campeonatos anteriores

solo y éste, el más mágico, celebrarlo abrazado con lágrimas junto

a mi hijo.

No quedaba voz al ver la vuelta olímpica. Se cumplía la primera parte de la

profecía. La UC era campeón.

Próxima parada: Plaza Italia.

Mudo. Sin voz, pero feliz, solo quedaba volver a casa, buscar a mi esposa

y terminar de celebrar ese mágico 30 de abril en las Cuecas 1000

en San Bernardo.

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RELATO 060

DE LA MANO DE JACQUELINE

PATRICIO FIGUEROA

Aquel día, a pesar del reciente fallecimiento de mi hermana Jacqueline,

una cruzada de corazón, nos encontrábamos en casa mi esposa Claudia,

mi hija Catalina y mi hijo Sebastián. No teníamos CDF, por lo que solo a

través de la señal de internet nos disponíamos a escuchar por Frecuencia

Cruzada el trascendental partido.

Las ansias, los nervios y esa sensación de sufrimiento y pena que llenaba

nuestros corazones, nos hacía pensar, a pesar de todo, en forma positiva.

Estaba esa ilusión de que mi hermana, desde el cielo, nos daría esa alegría

que harta falta nos hacía.

Así fue cómo se inició el partido que escuchábamos online, y con una aplicación

en el teléfono veíamos los resultados de los otros encuentros. Al

poco rato, Audax nos da un mazazo muy fuerte, convirtiendo el primer gol,

que nos dejaba, en ese momento, sin ninguna opción para gritar campeón.

El partido avanza y la impaciencia y el nerviosismo se hacen presa de mí

y de mi grupo familiar. Los partidos continuaban y el reloj para Católica

avanzaba rápidamente. La U. De Conce nos ayudaba golpeando fuerte en

Rancagua y nos ilusionábamos con una remontada cruzada.

Los relatos de Frecuencia Cruzada no indicaban que Católica tuviera claras

ocasiones de gol. Se buscaba en forma desordenada, se jugaba a todo corazón.

La hinchada dejaba voz en la galería. Alentaba. Cantaba. Gritaba. Enloquecía

al igual que nosotros en casa. Al igual que Bezanilla en los relatos

con el gol de Llanos. Ese gol que gritamos con el alma. Ese gol que nos hizo

levantar la cabeza al cielo y decir: Mi hermana Jacqueline nos está dando

una manito desde arriba.

Católica sigue intentado en un equilibrado encuentro. Trata de romper,

pero Audax se defiende. Recuerdo tan bien ese momento histórico. Ese

143


relato en frecuencia Cruzada cuando dicen:

–Centro de Llanos, pivoteo y gooooool de la Católica….

Aún tengo vivo aquel momento. Los relatos se fueron a la mierda. El abrazo

con mi hijo; éramos uno. Solo importaba que terminaran pronto los

partidos y alcanzar la anhelada copa del campeón. Ya los últimos minutos

de relato prácticamente eran sin voz. La voz del relator se perdía dentro

de su emisión.

Pitazo final del partido de Católica. Eran sentimientos encontrados. Esperábamos

explotar de alegría, pero también temía. Me acordé de mi hermana,

que ya desahuciada por los médicos, siempre alentaba y tenía fuerza

para levantar su brazo y decir Vamos Católica. Ella había partido al cielo

dos semanas antes y no alcanzó a disfrutar esta Copa con nosotros, pero sé

que desde arriba puso su granito de arena y la disfrutó.

Mientras veíamos por CDF básico el partido del Colo y escuchábamos por

Frecuencia el de Católica, llegó ese importante y tan especial minuto, en

que José Bezanilla indica que había terminado el partido en Rancagua. Solo

se escuchaba el griterío y la algarabía de la gente en el estadio.

Por fin éramos el flamante CAMPEÓN DEL FÚTBOL CHILENO.

Abrazos. Mi llanto. Llanto de mis hijos. Lágrimas en el rostro de mi señora.

Todo daba cuenta de lo que se sufre por Católica para conseguir el gozo

máximo de gritar campeón.

Los festejos fueron muy pocos, ya que teníamos misa en la iglesia San Francisco

de Asís en memoria de mi hermana Jacqueline. Las camisetas cruzadas

fueron nuestra vestimenta. Atrás quedó ese protocolo de ir formal.

Allá nos encontramos con mi padre, mi hermano y mis sobrinos que también

son hinchas de la Católica. Nos abrazamos para festejar el campeonato.

Luego de la misa, nos fuimos a festejar el título, viendo por internet los

momentos del partido y todo los relacionado a la copa del club más grande:

Universidad Católica de Chile.

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RELATO 061

LA COPA DE LA VIRGEN

GIOVANNI ARAYA BARRERA

Me levanté muy nervioso ese día, pero con la viva ilusión de que podíamos

campeonar. Me duché, tomé desayuno, me puse mi armadura y fui

al balcón a instalar una de las tantas banderas que tengo de la UC.

Almorzamos en familia y nos dispusimos a preparar todo para el partido.

Pequeño gran detalle: la UC iba por la señal HD del deco y no la teníamos.

¡RAYOS!

Comenzamos a desesperarnos y a llamar a la empresa para reclamar, pero

no hubo solución.

–¿Qué hacemos por la cresta? –preguntaba y miraba a mi familia,

como buscando alguna inspiración divina.

Empezamos a contactar y preguntar entre los amigos, quién tenía la señal

para verlo, hasta que llegó la bendita frase:

–Vengan a mi casa. Yo tengo la señal HD.

Partimos volando y nos instalamos.

Con el gol de Audax, volvieron los fantasmas y con los goles de la U de

Conce volvía la ilusión. Apareció Llanos y el empate… faltaban 10 minutos

para el final y dentro de mi tristeza y desesperación, me encomendé a

la Virgen de la Piedra, fiesta religiosa que se celebraba ese mismo fin de

semana en Combarbalá, a 30 kilómetros de mi casa.

Le prometí a la Virgen que, si salíamos campeones, al año siguiente caminaría

desde mi casa hasta su gruta, y con mi armadura puesta, en señal de

agradecimiento.

Cuando terminó el partido, nos abrazamos, lloramos y a celebrar. Tanta

fue la celebración que hasta un ventanal se quebró en la casa de mi amigo.

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Esa misma noche tomé mi vehículo y fui a dar las gracias a la Virgen junto

a mi familia. El año 2017 y como buen cruzado que cumple su palabra,

caminé 30 kilómetros con mi armadura para pagar la manda.

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RELATO 062

ES LINDO SER DE CATÓLICA

RODRIGO VÁSQUEZ

Era un sábado 30 de abril y veníamos de dolorosa derrota en Quillota.

Pensar en la joda de los amigos una vez más por ser segundón no me

quitaba la ilusión ni las ganas, porque ese torneo fue distinto. Mi hija de

10 años ya sentía y comprendía lo que es ser de Católica. Con sus cortos

años, estaba empapada de la pasión y el carácter de un cruzado, y eso me

impulsaba a mostrarme optimista ese día.

Esa mañana se me vino el recuerdo de mi abuelo, que más bien fue mi

Papá. Me decía que cuando uno quisiera algo urgente, tenía que encomendarse

a San Expedito. Yo tenía una imagen que él me había regalado (no

soy de orar ni menos de Iglesia). Sin pensarlo, comencé a leer su rezo y con

mucha fe le pedí que ese día Católica fuera campeón. Si lo cumplía, iría

todos los domingos a misa por el resto del año y a fin del 2016 a Reñaca a

dejarle velas y rezar.

Recuerdo que, en una conversación sincera y con el corazón en la mano, le

pregunté:

–Hija, ¿estás segura de que quieres ir al estadio? Puede pasar que volvamos

a perder y se vendrán las burlas en el colegio y en todo nuestro círculo

que no es de Católica.

Ella, que ha crecido viendo a su padre vivir intensamente estos colores,

sufrir, llorar de alegría y frustración, discutir con todos por ser el único

cruzado de la familia, poniendo aguante y dando la cara frente a todos, me

responde:

–Papá, hemos ido a todos los partidos y por supuesto que quiero ir al

partido final del campeonato. Si no salimos campeones, no importa, porque

vamos a estar ahí como siempre. Ganemos o perdamos. Lo importante

es estar.

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¡Conchesumadre, conchesumadre, conchesumadre! Mi corazón se detuvo

por unos segundos. Sentí cómo se erizaba cada poro de mi cuerpo y me

di cuenta de que lo que comenzó cuando la llevaba a la cancha siendo una

bebé y niña, se había concretado y hecho realidad. Estaba compartiendo lo

que es Católica con la persona que más amaba en la vida.

En ese momento pude ver en su rostro su convencimiento e ingenuidad.

Respiré profundo y le dije que iremos sin importar lo que pase. No encontramos

entradas para Lepe, donde íbamos siempre, y nos fuimos a Prieto.

Llegamos justo al pitazo inicial de esos 90 minutos de incertidumbre.

Minuto 15 y llegó el gol de Audax. No lo podíamos creer. El equipo sin

ideas claras y, con más aguante que fútbol, fue metiendo al Audax en su

arco. Termina el primer tiempo 0-1 abajo y los fantasmas que tomaban

más fuerzas. Pero esta vez fue distinto. Esa sensación de por una puta vez,

después de tantos años mascando la rabia, se nos tenía que dar, como sea y

a costa de lo que fuera. Comenzaba a crecer de la mano de la U. de Conce.

Fue ese momento en el cual San Carlos se comenzó a transformar en algo

inexplicable. Una caldera, que después de tanto tiempo tenía que explotar.

En ese minuto todos entendimos que teníamos que entrar a la cancha y

hacer nuestras mejores jugadas. Por nosotros. Por la familia cruzada. Por

el Mumo. Por el Sapito.

Minuto 70 y llegó el gol del emapte de Llanos. El estadio se vino abajo y en

ese minuto se rompió el paradigma en el cual estamos inmersos durante

mucho tiempo. Era nuestro momento. Nuestro minuto.

Cada uno de los que estuvimos ese día ahí, dentro del cansancio, la ansiedad

y la convicción, pusimos un último esfuerzo, ese que sale de las entrañas

y se hace mágico en una sinergia perfeta. Carreño se la pasa al Plancha,

sigue el Chapa para Castillo, quien la abre para Magnasco, centro desde la

derecha, la peina el Pájaro, la toma Llanos por la izquierda y manda otro

centro... lo conecta Chapita con un leve movimiento de cuello… perfecto

para darle la justa dirección hacia el arco y que no pudiera ser atrapada por

el arquero de Audax.

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El tiempo se detuvo. La expectación era total, como en cámara lenta. Y…

¡Golazo conchesumadre, golazo! El corazón se salía con la fuerza que latía.

Manos sudadas y respiración agitada era lo que pasaba.

–Ahora es cuando conchetumadre. Ahora es cuando conchetumadre

–decía una y otra vez y miraba a mi hija– Gracias por estar acá conmigo.

Sigue el partido en San Carlos. Católica maneja el partido y los tiempos. En

Rancagua, O’Higgins seguía perdiendo 2-1. La tensión y expectación se apoderó

del estadio, pero teníamos la certeza de que nadie nos quitaría la 11.

Llegaron los descuentos y se nos hacían eternos. Quedaban unos segundos

en la Sexta región. A mi lado había una persona con audífonos escuchando

lo que pasaba allá.

–¡Dime que terminó hueón, dime que terminó!– le gritaba a cada rato.

–¡Sí hueón, terminó!

La adrenalina. Esa emoción contenida por años. Esa rabia. Esa frustración

acumulada. Esas ganas de gritarlo con todo y a todos llegaba al fin. Era

nuestro momento. Era nuestra locura... Eran esas lágrimas que caían de

mis ojos mientras nos abrazábamos con mi hija.

La vuelta fue perfecta y épica. Todo un estadio unido en una sola celebración.

Lo recuerdo y me sigue emocionando como ese día. Seguimos bajando

y las calles estaban repletas de cruzados. En el taco del Mall Costanera,

decenas de personas nos bajamos de los autos e improvisamos un ceatoleí.

En Plaza Italia todo era jolgorio. Ser de la Católica es lo más lindo. Y compartir

esa pasión y estilo de vida con mis hijos es inexplicable. Se siente y

se lleva siempre.

Y cumplí mi manda a San Expedito. Como se nos dio, pasé cada domingo

en la Iglesia cerca de mi casa. Yo fui uno más. La gente ya comenzaba a

mirarme como cara conocida, pero nadie sabía la verdad de toda esa repentina

devoción por lo divino. En el verano fui a Reñaca junto a mi hija,

con mi camiseta de Católica. Me encontré con hinchas de San Lorenzo y

nos gritamos algo por los partidos que se venían en Copa Libertadores.

Son cosas del fútbol, ¿no?

149


Escribo esto un domingo que nuevamente volvimos de San Carlos. Esta

batalla es larga y daremos la pelea hasta el final.

Somos hijos del rigor y eso lo sabemos.

Aguante Católica y toda su gente.

150


RELATO 063

LÁGRIMAS MÁS LÁGRIMAS

CARLOS LIZAMA

Desperté a la 1 de la tarde, luego de trabajar toda una noche en el casino

de Viña del Mar, desempeñándome como croupier o dealer de blackjack.

El día era muy importante. Cumplía un año de relación con mi pareja y

había comprado un anillo para pedirle matrimonio. Además y mi amada

franja se jugaba su última chance para poder lograr la ansiada y esquiva

estrella 11.

Mi angustia crecía cada vez más ese día. Iba atrasado a ver a mi mujer y Católica

iba perdiendo 1-0 contra Audax, mientras en Rancagua, O’Higgins

perdía con la Universidad de Concepción.

Llegué donde mi pareja y Llanos empata en San Carlos y la U. De Conce ya

ganaba 2-0. Suerte la mía que, a pesar de llegar atrasado, ella aún se estaba

arreglando. Íbamos a salir a cenar y compartir una hermosa velada.

Llega el momento en que el Chapita logra el 2-1 y las lágrimas empezaron

a correr, mientras le rezaba a mi padre, quien hace un año había partido,

pidiéndole que la Franja se consagrara campeón al fin.

Pitazo final. Sólo quedaba esperar que se terminara en Rancagua. Las lágrimas

corrieron sin parar cuando se avisa el fin del partido en El Teniente.

¡Por fin podíamos gritar campeones, luego de tortuosos años de burlas y

frustraciones!

Grité y lloré de emoción, mientras mi mujer me consolaba y abrazaba por

lo que estaba pasando.

Ver al Huaso levantar la copa me hizo llorar más aún de alegría y emoción;

la 11 por fin estaba en nuestro palmarés.

Y bueno, si se preguntan si le pedí matrimonio, lo hice y dijo que sí, pasándolo

espectacular ese día-noche. El día fue perfecto.

151


Lamentablemente la relación terminó antes de llegar a un altar.

Pero ese día no se olvidará jamás.

Católica es mi vida, mi pasión y sentimientos. Gracias a la vida por ser cruzado.

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RELATO 064

AL MUMO SE LE CUMPLE

JUAN RUBIO

Soy de Santiago y ese día me tocó trabajar en Quilpué. Recuerdo que a

ese campeonato no falté a ningún partido de local, y de visita solo a uno.

En la semana se nos escapaba de las manos el campeonato, luego de perder

en Quillota. Para ese partido contra San Luis no pude comprar entrada y

mi hermano, que es del Colo, se consiguió una entrada con el Chiki Cordero.

Recuerdo que el Chiki jugó pésimo y más encima salió lesionado. Me

sentí yeta.

Ya de vuelta, me encontré en la carretera con un bus barra de los chicos

de la Quinta Región. Me venía imaginando lo lindo que sería ganar y que

O’Higgins perdiera, pero se veía difícil.

Aún sin esperanzas de campeonato, tenía que estar en el último partido y

alentar a mi UC. Llegué al estadio y me reuní con unos amigos. Comenzamos

a ver el partido. Las cosas no se veían bien. Católica no estaba jugando

como lo venía haciendo hasta antes de Quillota.

Aparecía nuevamente el fantasma del segundo lugar. Recuerdo bien que

comenzamos perdiendo y así terminó el primer tiempo.

En el segundo, y ya con casi 6 delanteros, Llanos anota el empate a los 25

minutos. Con el estallido, San Carlos se viene abajo. La hinchada gritaba

y gritaba, pero luego de ese gol, hubo una fuerza inexplicable y alentaba al

equipo para hacer el segundo gol.

O’Higgins estaba perdiendo y las cosas se nos estaban dando.

En el minuto 25 levanté la cabeza y me topo de frente con la cruz del

Mumo. Sin ser creyente en Dios, pero sí en nuestro Mumo, le comencé

a rezar. No paré de hacerlo hasta que el Chapita convirtió el segundo gol.

Prometí que si salíamos campeones, me haría un tatuaje.

Ahí comencé a llorar porque no creía lo que estaba viviendo ni cómo lo

estaba viviendo.

153


Terminó el partido y nos comenzamos a abrazar. Pero nos dimos cuenta

que el partido de O’higgins no terminaba. Fue el minuto más terno de

mi vida.

Terminó.

Pude gritar al fin ¡¡Campeones conchetumadre!! y cumplir la promesa

del tatuaje.

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RELATO 065

EL ASADO DE LA ABUELA

ALFREDO ROJAS

Soy hincha de mi querida UC desde pequeño. A mis actuales 42 años

he visto varios títulos. Algunos con un gusto tan rico como en el ’87, cuando

le sacamos 10 puntos de ventaja a Colo Colo. O como ganarles la final

el año ’97. O la emotividad del 2010.

Llegaron muchas frustraciones seguidas. No se cumplió la lógica que decía

que la UC sale campeón cada 5 años. Muchos asados amargos… pero llegó

ese 30 de abril. Inolvidable.

Meses antes, había fallecido mi abuela paterna. Fue doloroso. Desde que

se fue, no había ido a verla al cementerio y ese día, aún no me explico por

qué, fui a verla a su última morada horas antes del partido con Audax. Le

llevé flores y le pedí que, por favor, hiciera algo para que la Cato saliera

campeón. Eran muchas las derrotas de años anteriores. Y le prometí que si

salíamos campeones iría a verla una vez a la semana.

Me fui a la casa de mis viejos, pero esta vez no hubo asado, pensando que

era la mufa de las finales perdidas.

Fue infartante. No salía el gol del empate. La U. de Conce le iba ganando

a O’Higgins, el Colo también ganaba. Teníamos todo en bandeja, pero no

estábamos haciendo la pega.

Los cigarros y las cervezas no calmaban mis nervios. Tiritaba… ¡y aparece

Llanos! ¡GOL conchetumadre! Llegó el empate. Por fin. Era lo que necesitábamos

para pavimentar la senda del triunfo.

Lágrimas. Felicidad. Abrazos.

―Ya, falta 1. Solo 1. La gloria llega con uno más ―repetía a cada rato.

La U. de Conce seguía ganando. Dependía solo de nosotros.

Estábamos con mi tío, que me inculcó el amor a la Cato. El tiempo pasaba

155


muy rápido y Audax defendía como si jugaran una final. Nunca se nos ha

dado fácil. No salía el gol y ya quedaba poco, hasta que… ¡Centro de Llanos!

¡Gol del Chapa! ¡Qué gol… GOLAZO!

Los últimos 5 minutos los veía con lágrimas, emoción. Terminó el partido.

Espera eterna. Terminó en Rancagua.

¡Campeones por fin conchetumadre!

Con mi tío llorábamos de alegría. Nos abrazamos con mi hermano. Puta

qué bacán. 6 años esperando un título y 5 años de mufa derrotados. Por fin.

Si no se sufre, no es Católica y puta que es cierto.

Partimos con mi hermano a comprar carne y cervezas. Ahora sí iba el asado.

Carne y más cervezas. Éramos los únicos con camiseta de la Cato en la

Gran Avenida. Escuchábamos el himno a todo volumen. Terminaba y lo

colocábamos de nuevo.

El asado quedó maravilloso.

¡GRACIAS ABUELA MÍA!

Y la promesa, aunque no creo en Dios, la cumplí desde la semana siguiente.

He ido una vez a la semana a verla y darle las gracias por la tremenda alegría

que nos dio. Mi tío falleció, pero se fue contento por el inédito bicampeonato.

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RELATO 066

UNA COPA PELUDA

ÓSCAR RAMÍREZ

VICENTE RAMÍREZ

No logramos obtener entradas para el partido de la UC frente a Audax.

Sin embargo, debo reconocer que el ánimo tampoco era de los mejores.

Las expectativas luego de caer en Quillota no eran muchas.

Vimos el partido por televisión en mi casa. Y ahí estaba mi fiel compañero

de cuatro patas. Mi amuleto. Compréndanme que, a estas alturas, y luego

de tantos casi del título 11, cualquier teoría, conspiración y/o creencia,

sumaba para lograr el objetivo mayor: Campeonar y bajar la 11.

Nuestra mascota, una perra bulldog, era la carta para convencer a la suerte de

colocarse un poquito más cerca de San Carlos que de El Teniente esa tarde.

Las expectativas sobre los poderes milagrosos de nuestra perrita nacen por

un arranque de nervios, ansias e incertidumbre en la final de la Copa América

2015, que Chile ganó en los penales a Argentina.

Desde ahí se volvió cábala. El peludo y baboso amuleto funcionaba de la siguiente

manera: frotarle la panza cuando queríamos obtener un resultado

favorable. Y lo hicimos. Al menos, se dio en esa final de la Copa América

y en el partido de la UC frente a Audax, que nos terminó entregando la

estrella número 11.

Desde entonces, cada vez que veo a mi perra Lea, ingenuamente no puedo

dejar de pensar que quizás ella ayudó y disfrutó tanto como nosotros este

esquivo undécimo título.

Al día siguiente, nuestra marraqueta fue más crujiente y el té, mucho más

dulces. Para ella, su hueso de osobuco, seguramente estaba más sabroso de

lo habitual.

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RELATO 067

GRACIAS TATA

JAIME MOLINA

Ese día me quedé con la entrada en la mano. Mi abuelo falleció esa

misma madrugada y por respeto a él, no fui al estadio.

Nos fuimos del velorio a la casa a cambiarnos ropa. Pero antes de irnos

hablé con mi Tata. “Abuelo: por respeto a ti no iré al estadio, pero estoy

seguro que me darás una alegría en este momento tan triste. Te amo” Los

que estaban ahí, rieron.

Llegamos a la casa y empezamos a ver lo que quedaba del partido, mientras

nos cambiábamos ropa y atendíamos a los familiares… Con los goles de

Llanos y el Chapa, terminé llorando y abrazando a mi señora e hija.

Cuando regresamos al velorio, todos me decían:

–Hueón, la cagó; Tu abuelo la hizo.

Me felicitaban.

Yo sólo atiné a decirle:

–Gracias Tata.

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RELATO 068

CON UN SABOR DISTINTO

MARCO ÁVALOS

Recuerdo muy bien aquella tarde. 30 de abril… Siempre veo los partidos

de Católica con mi padre, que también es hincha. Pero ese día, por

alguna razón, fue distinto. Quizás porque ya era una historia conocida.

O’Higgins jugando de local tenía prácticamente el campeonato en el bolsillo

y estábamos condenados, una vez más, a un segundo lugar.

Mi papá en la casa y yo en la casa de Cami, mi polola, donde todos son

hinchas de la U. Comenzaba el partido en San Carlos y yo, sinceramente,

lo miraba sin muchas esperanzas. Solo y sentado en un sillón, me acompañaba

mi camiseta, a ratos mi polola y, en lo más profundo de mi corazón,

una pequeña chispa de esperanza de que ocurriera el milagro. Esa chispa

que con el gol de Audax fue disminuyendo.

Mientras tanto, en Rancagua no se hacían daño. Hasta que llegó el gol del

Campanil e increíblemente, en ese momento, Colo Colo era campeón por

diferencia de goles. Ahí pensé que todo podía pasar.

–No podemos perder en nuestra casa y con nuestra gente. Estamos a 2

goles –pensaba.

Comenzó el segundo tiempo y todo seguía igual en las tres canchas, pero

yo sentía que algo iba a pasar. La U. de Conce ponía el 2-0 y el milagro

estaba cada vez más cerca. Fue así como a los 70 minutos, David Llanos

puso el uno a uno y Católica tenía todo para bajar la undécima estrella.

Solo esperaba que llegara el segundo gol.

Y llegó. Cuando prácticamente no quedaba nada, ese cabezazo del Chapa…

¡Desató mi nudo en el estómago y lo grité con todo! Las lágrimas de emoción

comenzaron a aflorar. Era cierto. Éramos campeones.

En microsegundos pasaron por mi mente tantas derrotas y tristezas. Todas

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las veces que nos quedamos con el grito de campeón en la garganta y tuvimos

que soportar las burlas de tantas personas. Pero no todo podía ser tan

fácil. Faltaban 5 minutos.

La ansiedad y el nerviosismo eran terribles. El sueño estaba cerca. Faltaba

tan poco. Mi polola me abrazaba y mis ojos se llenaban de lágrimas. Sonó el

pitazo final, pero quedaban segundos de espera. Ya no daba más…

Hasta que terminó en Rancagua y la sensación fue inexplicable. Las lágrimas

caían solas. Mi polola me felicitó y yo solo pensaba en mi padre y en

mi abuelo, quien me enseñó este amor por la franja y que seguramente

celebraba desde el cielo.

Pasaron los minutos y recibí el llamado de mi Padre, sorpresivo por lo demás.

Rompimos en llanto, mientras él me decía ¡Hijo, somos campeones!

Fue hermoso. Lo esperamos tanto, lo sufrimos tanto, que la alegría duró

por semanas. No importaba nada más. ¡Ni siquiera estar sin pega y no tener

una luca en el bolsillo! ¡Éramos campeones!

He visto a Católica levantar una copa más de una vez, pero ninguna tendrá

el sabor que tuvo aquella del 30 de abril de 2016. Será inolvidable porque

la celebré como nunca con mi padre, pero también con mi Tata a pesar de

su ausencia.

AGUANTE CATÓLICA. ¡AYER, HOY Y SIEMPRE!

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RELATO 069

QUE SEA LO QUE DIOS QUIERA

CRISTIÁN COFRÉ

Debo confesar que no estaba en mis planes la idea de que fuéramos

campeones. Lo anterior, y más allá de falta de pasión o de fe, lo mío era

realismo. Como cruzado, obviamente deseaba con el alma alzar y festejar

la Copa, pero también estaba consciente de que las cosas estaban un poco

difíciles para lograr ese objetivo.

Soy de Rancagua, ciudad donde O’Higgins representa casi la mitad más

uno de la población y las expectativas de que los celestes fueran campeones

eran muchas. De hecho, el día viernes 29 fuimos al centro con mi padre

(QEPD) y era tal la efervescencia, que ya tenían montado un escenario en

la Plaza de los Héroes para celebrar una inminente segunda estrella celeste.

Pero llegó el bendito e inolvidable sábado 30 de abril. Con gran nerviosismo,

esperé el desarrollo del encuentro ante Audax. “Que sea lo que Dios

quiera”, decía para mis adentros. Y parece que él también quería que la

Copa se quedara con nosotros.

Pero, como era de suponerse, no sin antes sufrir hasta el último. Cuando

Vallejos convirtió para Audax, sentí una dolorosa puñalada en mi corazón,

y volvieron a aparecerlos malditos fantasmas de años anteriores (2009,

2011, 2013, 2015…). Y, aunque yo sólo me concentraba en la suerte de mi

amada UC, era inevitable escuchar el griterío y barullo de los celestes, ya

que vivo cerca del estadio El Teniente.

En eso estaba cuando, a los 70 minutos, un mágico David Llanos convirtió

aquel tanto esperanzador, que me dio una inyección de fe y optimismo de

que se podría conseguir el anhelado campeonato.

Hasta que llegó el minuto 85. Minuto mágico que permitió que la alegría

brotara a borbotones desde todos los corazones cruzados. Que la ilusión

se convirtiera en hermosa realidad, que la magia de José Pedro Fuenzalida

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apareciera como un amor deseado.

Con el nerviosismo al límite y la adrenalina a full, esperé el desenlace del

partido y que el árbitro se dignara a finalizarlo. Cuando ocurrió, lancé al

cielo un grito de alegría, atorado en mi garganta por varios años.Y recordé

a todos los cruzados que partieron. Sí, a todos: dirigentes, jugadores, directores

técnicos, personas anónimas.

Seguramente estos caballeros cruzados también querían ver a la UC campeón.

Por eso nos mandaron este bello regalo desde la gloria que tanto

merecieron y la pusieron en nuestro camino en forma de copa.

Nuestra estrella 11.

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MARIO SALAS


Cuando llegó el empate de David Llanos,

sentí una energía muy especial por parte del

hincha de Católica y de todos los que estaban

en el estadio. Sentí que empujaban, que le

ponían alas al equipo con todos sus cantos.

Yo soy bueno para olvidar. Pero de ese 30 de

abril, no me olvido de nada.

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CAPÍTULO VI

Y SIEMPRE JUNTOS,

CON NOSOTROS

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RELATO 070

EL LIENZO DE LA VIDA

ANÍBAL QUIJADA

Antes del partido frente a Audax, la UC había jugado una final anticipada

con San Luis y nuevamente se encontraba con ese fantasma de los 5

años anteriores. Ese partido lo recuerdo como un trago amarguísimo: yo

estudiando en Valdivia y comentándolo por celular con mi papá que sufría

en Osorno.

El sentimiento al terminar ese partido fue horrible. Mi celular se llenaba

de burlas y era imposible no evitar poder ver comentarios e imágenes de lo

que, según la contra, se trataría: otro fracaso para los cruzados.

Y ese mismo día, le dije a mi viejo que no nos iba a pasar lo mismo. Le prometí

que iba a estar ese fin de semana junto a él mirando cómo dábamos la

vuelta y que ese día haríamos nuestro primer lienzo.

Y así llegamos a ese recordado día. En la casa celebrábamos el cumpleaños

de mi hermana. Estaba la familia más cercana, entre ellos, mi abuelo

Pedro, responsable de heredarnos a mi padre y a mí el sentimiento por

estos colores.

–Abuelo, ¿estás listo para gritar los goles hoy? –le pregunté.

Él, en su estilo más reservado, me respondió:

–Está difícil.

Y empezaron los partidos en simultáneo. Católica perdía y se esfumaban

las opciones. Colo Colo se metía en la pelea y la U. De Conce hacía lo suyo.

Hasta que Llanos empata y todo se vuelve aún más confuso.

Como estaba mi familia en la casa y era la hora de comer la torta, decidí

subir solo a mi pieza. Mi papá tenía todas las ganas, pero ¿cómo el dueño de

casa iba a preferir mirar un partido? Y así fue. Subió a mi pieza y bastaron

unos segundos para que el Chapa anotara el 2-1 final.

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El grito y el llanto se apoderaron de nosotros. Y mi tata desde abajo, se hacía

presente. Es el abrazo más apretado que recuerde con mi Padre. Nadie

nos podía callar.

–Te lo dije. Este fin de semana iba a estar contigo para dar la vuelta.

Sacamos banderas, bombo y todo para hacer ruido. Éramos un carnaval en

la esquina de mi barrio y no demoramos mucho en ir a la plaza como es

de costumbre. Mi Tata, con un beso me dijo que lo pasáramos bien y que

estaba muy contento. Y con esas técnicas ancestrales, que sólo los abuelos

saben, me estira la mano.

–Tome. Hay que celebrar como corresponde, porque una copa así se

da pocas veces –me dice.

Hoy mi abuelo no está con nosotros. Se fue en febrero del 2018, pero de

seguro está siguiendo todas las campañas de la Cato, porque una de las

últimas cosas que le dije fue que siempre íbamos a ver el partido juntos los

3 y que fue lo más lindo que nos pudo dejar.

Obviamente vemos todos los partidos junto al lienzo que hice y que alcanzó

a conocer. El trapo que vio en vivo el Bicampeonato y que nos une con

mi tata.

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RELATO 071

SOLO LE PIDO A DIOS

XIMENA SOTELO BÁEZ

En realidad ese día no quería ir al estadio. Pero razoné en que somos

distintos, así que me metí a la página y compré las entradas. Fui con dos

amigas que esta hermosa institución me regaló: Dominique con su hija y

Gisselle. Mis hermanas cruzadas.

Llegamos temprano al estadio. Íbamos a alentar hasta el final, porque estaba

terminando el campeonato y el equipo debía saber que, a pesar de todo,

ahí estábamos. Y eso se sentía.

Algo había en el ambiente. El estadio estaba hermosamente lleno y todos,

absolutamente todos, estábamos dejando el alma en la galería para dar el

último empujón. Se veía difícil. Debían darse otros dos resultados para

poder campeonar.

Y vino el gol de la contra. Fue una estocada, pero como decimos siempre,

si no se sufre no es Católica. Ese gol de Audax me dolió en lo profundo.

Paralelamente, todo el estadio estaba conectado con los otros partidos.

Pasó el primer tiempo y nos fuimos al descanso perdiendo por la cuenta

mínima. Pero mi cábala, la de ir con mis amigas al estadio, no podía fallar.

Y no falló. Llegó el gol del gran Llanos y comenzó la ilusión de soñar con la

número 11. ¡Increíblemente los otros marcadores estaban a nuestro favor!

Ahí el partido tomó otro color y otro rumbo.

Recuerdo perfecto cada pase y ataque de Católica. Gritábamos y alentábamos

con fervor para que llegara el gol del triunfo y, por qué no, el que nos

diera el esquivo y tan ansiado campeonato.

–Ya mierda. Ésta es de nosotros. Vamos Mumito, Sapito, primito,

dennos un empujoncito divino–, decía a cada momento, mientras el corazón

se me salía de euforia.

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En ese momento, el centro de Llanos dio precisamente en Chapita y convirtió

el 2 a 1. La emoción, la alegría, el llanto contenido; años de burla y de

habernos quedado con las ganas de gritar otra copa, llegaron en ese minuto.

Terminó el partido, pero nadie celebraba. Teníamos que esperar los otros

resultados… esos minutos fueron eternos. Solo miraba al cielo y rezaba.

Pedí tantas cosas y recuerdo que repetía como grabadora “Diosito por favor,

Diosito por favor”, conteniendo el llanto y los gritos.

De pronto, un grito general de júbilo estalló en San Carlos. Terminó el

partido en Rancagua y se habían dado, en forma milagrosa, todos los resultados

que necesitábamos… Después de años, volvíamos a levantar una

copa. La copa 11… Personalmente lloré de alegría, emoción y agradecimiento

a la vida, a Dios y a mi querido equipo, porque los vi derrotados,

pero vi también que ellos sintieron nuestro aliento, se levantaron, se sacudieron

y dieron todo en la cancha para regalarnos esta copa.

Fue y ha sido una de las sensaciones más hermosas y emocionantes que

he pasado. Para mí, la primera vez que iba a un partido y nos coronábamos

campeones. Lloré de emoción con mis amigas, abrazadas las tres y

nos acordamos de las mismas lágrimas que derramamos antes, pero cuando

quedábamos destrozadas perdiendo un campeonato, hoy brotaban por

emoción y amor incondicional a La Franja.

La copa de la gente será sin duda recordada por el resto de la historia de

nuestro club. Cada vez que revivo esos videos, me emociono, porque sin

duda es y será uno de los mejores momentos de mi vida y de los que se

atesoran como hincha y me obliga a no rendirme y a seguir alentando hasta

romper la voz.

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RELATO 072

RECUPERANDO LA FE EN HD

GONZALO ESPINOZA

Otra vez en Quillota. La cancha sintética. Las dudas. Los fantasmas.

No Figueroa, ni Pereyra.

Lasarte, una y otra vez, que dijo el fútbol nos debe una. Claro, pero después

la cobró en el archirrival.

Mario Salas y su fútbol total a lo Bielsa. Sus ¡dale, dale, dale!, al borde de

la cancha.

Irritantes. Y meter cinco delanteros para ser más ofensivos. Se tenía que

dar un milagro en Rancagua, que no subiera la UF ni la bencina o que reformaran

las pensionas o las Isapres.

Subí el cerro por mi hijo, que su ídolo es el caballero cruzado. Se lo encontró

en la galucha del CAP. Nos fotografiamos y me alegó cuando compré

tribuna el partido siguiente.

–Pa ver mejor el partido –le expliqué, sabiendo que el espectáculo está

en la popular franjeada.

Ese día, pasamos por una carnicería de Tomé y había una tele con CDF.

Bah, balbuceé, como queriendo olvidar que nos jugábamos un título, que

no ganaríamos otra vez y que veríamos la tabla final desde el puesto innombrable.

Cero fe. Sin señal HD o Premium, porque era todo o nada a

la vez.

En “El Pollo Huaso”, la U. De Conce y O’Higgins empataban, y los carniceros

comentaban que la UC ya perdía. Esta película ya la vi. Una lágrima

más. De nada sirvió el cachetazo de Carreño el domingo pasado ante la U.

De nada le sirve ahora, que quiere jugar y también perdió la paciencia. Si

también es hincha.

Entrada la tarde, las cosas empezaron a cambiar y de la voz de la mujer que

172


me enseñó a creer. A hacerme grande. Sí. Como el Milo, el de carne hueso,

no el de polvo. En su casa sí estaba el premium y se liberó el HD.

Pero ni siquiera hice el intento de arrimarme por allá. Para qué. Otra vez no.

Abandoné. Lo asumo. Pero qué más podía dar. Si era el hazmerreír en el

asado, en el grupo de Whatsapp de los zapatras del colegio, donde la dinámica

era un video porno y un meme en contra.

Me aburrí, y las frustraciones con la Católica, como que se volvían el corolario

de los fracasos y demonios propios: las pegas en que no cumpliste,

las cosas que dejaste a medias, las minas que no conquistaste, las finales en

que arrugaste.

Pero ahí estaba ella. Fiel al despacho, en el minuto a minuto, picture and

picture. No creía nada.

–Seguro O’Higgins lo empata y perdemos otra vez la final con estos

malos –pensaba.

Y llega el gol de Llanos y el de Manríquez de media cancha. Dos milagros

en uno. Al unísono. Y Chapita… Chapita, sin camiseta, revoleándola.

Un tatuaje íntimo y mesura en la celebración. Todo se podía caer. Es Católica.

Incierta. Dubitativa hasta el final. Sufrida. Perdonadora de vidas en

momentos claves.

Al teléfono seguía mi informadora de cancha. Gritando. Preguntándose

por qué estaba feliz. Ella, que no era hincha cruzada, pero sí de un enfermo

por estos colores.

Salí a la calle. No había bocinazos, porque somos pocos pero locos. Con

esa misma euforia, abracé a mi hijo sin soltar el teléfono, manteniendo su

pecho contra el mío, con la cruz azul que nos santificó.

Una nueva estrella que la tenemos atesorada, tal como el renuevo cruzado

que construimos en la fe. Esa misma que perdí y que, ella, me ayudó a

recuperar en HD.

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RELATO 073

DE LOS VALIENTES SE CUENTAN HISTORIAS

FRANCISCO VERA

Con un amigo de Coelemú nos ponemos de acuerdo dos días antes del

trascendental encuentro. Siempre viajamos desde nuestra ciudad a todos

los lugares que podamos ir para acompañar a La Franja.

Para ese sábado 30 de abril, planificamos con unos amigos de Chiguayante

en qué íbamos a ir al partido. Ya el viernes estaba todo listo.

Eran las 7 de la mañana de ese sábado y con mi amigo íbamos con toda la

fe. Llegamos al peaje Agua Amarilla y nos juntamos con los amigos de Chiguayante.

¡Éramos 7 cruzados en una camioneta Fiorino! ¡Y nos quedaban

6 horas de viaje!

Apretados, incómodos, pero ir alentar a la Católica todo lo vale.

Cerca de Curicó, pasamos a buscar a otro amigo. Ya éramos 8, pero siempre

con la misma convicción: ir cantando, conversando, tirando la talla.

Todo con mucho entusiasmo.

Llegamos a San Carlos de Apoquindo como 90 minutos antes del partido.

Uno de los amigos de Chiguayante escribió un cartel que siempre estará en

nuestros corazones. La frase decía “De los valientes se cuentan historias”.

Esa frase nos marcó con la anhelada y esquiva estrella número 11.

Terminó el partido y nos fuimos a Plaza Italia. A gritar el mejor Ceatoleí de

años. Después, nos fuimos a Talagante, a la casa de los papás de uno de los

valientes y estuvimos toda esa noche carreteando y celebrando.

Al otro día, regresamos a nuestra Octava Región con las manos llenas. Nos

fuimos con toda la fe y nos trajimos la gloria. El fin de semana siguiente,

seguimos celebrando la 11 con la familia cruzada de Coelemú-UC.

Esta historia la escribo, en memoria de uno de los valientes de esa cruzada,

mi amigo Pipechorro (QEPD), que falleció en mayo de 2018.

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RELATO 074

SIEMPRE ESTAREMOS

JAIME CÁRDENAS

Noche fría del 93 en el Nacional. Vivía en cancha mi primera final

perdida con mi padre, que desde el año 94 alienta desde el cielo.

Lloré como niño.

Al tiempo, nació mi hija. Ella me decía “me carga el fútbol”. La verdad lo

odiaba. Pero se contagió al verme delirando con la Católica. Jamás la forcé

a ser hincha y espontáneamente, y con una timidez adolescente, me confiesa

un día.

–Papá, me di cuenta de que soy hincha de la Católica.

Pero, justo en esa época, comenzó nuestro debacle y finales perdidas. La

historia se repetía, pensaba. Siempre estuvimos. Siempre.

–No importa hija. Esta racha terminará y estaremos aquí para vivirlo.

Vamos a estar cuando todo vuelva.

Cada viaje de regreso a casa, cantábamos “…que las buenas ya van a venir”,

como tratando de convencernos que así sería.

Y llegó el 30 de abril. Y otra vez con la fe intacta, llegamos al viejo tablón

del codo oriente de Lepe. Explotamos con el gol del Chapa y las lágrimas

asomaron cuando se decretó la estrella 11.

Esa final que sufrimos juntos desde el 1-4 con la U.

El 2-0 que no alcanzó contra Arica.

La final con O’Higgins.

El 3-3 con Iquique.

El campeonato que le dimos a Colo Colo, sin siquiera jugar su partido.

Perdiendo cinco finales y la final de la Libertadores.

Ahí… ahí estuvimos.

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RELATO 075

UN DÍA BIPOLAR

NICOLÁS HERRERA

Amo la UC desde los 8 años. Ese 30 de abril de 2016, tenía 31 años. 23

años de cruzado.

Después del partido con San Luis se fue todo al carajo. Tuve una pésima

semana y pensando en que nuevamente se nos iba la 11. Más encima me

quedé sin entradas para mi señora Paula, mi hermano Benja y para mí.

Sería la primera vuelta que no vería en cancha desde el 2002.

La opción fue verlo los tres juntos en la casa. Con el gol de Audax, llegó la

frustración y la rabia. Estábamos pendientes de lo que pasaba en Rancagua

y teníamos esa fe, a veces inocente, de que algo podía pasar. Pero los goles

no llegaban.

Mi señora empieza a llorar. Yo desesperado y al borde del llanto le dije:

–Vamos. No quiero que veas esto otra vez.

Salimos. Tomamos el ascensor, tratando de convencernos mutuamente

que había sido la mejor decisión de no ver el partido. Aguantamos 10 pasos

y decidimos volver y bancarnos la rabia.

Prendimos la tele y no podíamos creer que se estaba dando el resultado en

Rancagua, pero seguíamos perdiendo en nuestra casa. Vino el de Llanos a

los 70’ y los gritos en la casa y el edificio no paraban.

Minuto 40 del segundo tiempo y nuestro señor José Pedro Fuenzalida

mete el segundo. Se fue todo a la mierda: mi señora se tiró encima de mí.

Llorábamos. Nos abrazamos con mi hermano. Fue un grito que teníamos

contenido hace años.

Estaba pasando. No lo creíamos. Termina el partido, pero no terminaba

en Rancagua. La cámara se queda con el Huaso calmándolos a todos. De

pronto, apunta al Pájaro y este se pone a correr celebrando: había termi-

176


nado en El Teniente.

¡Llanto desolador de los 3! ¡Éramos campeones otra vez!

Un día que pudo haber sido una mierda, la UC lo transformó en uno de los

más recordados de mi vida

¡Aguante Católica por siempre!

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RELATO 076

NO ME IMPORTA NADA MÁS

PATRICIO RODRÍGUEZ

Nunca supe muy bien lo que pasó esa mañana al despertarme, pero algo

me dijo “hoy es el día. La UC va a salir campeón”. Si bien el equipo había

dejado escapar la primera opción unos días atrás con San Luis, y O’Higgins

era el que tenía la chance de levantar la copa, no perdí las esperanzas.

Habíamos estado tantas veces en la misma situación los últimos campeonatos,

que ya tenía los nervios templados.

Ese día, aparte de despertarme con ese presentimiento, me levanté de mala

gana porque no podría ir a San Carlos a ver a mi equipo. Tanto fue mi

disgusto, que mi polola me dijo:

–¿Y esa cara?

–No podré ir al estadio hoy –le respondí.

Me tocaba trabajar. Tengo una banda con unos amigos y nos habían pedido

tocar en un evento en el Parque de las Esculturas esa misma tarde.

Cuando nos invitaron, dije por dentro no voy ni cagando a esto. Es el último

partido del campeonato y ¿estos hueones quieren que me lo pierda?

Están locos si piensan que voy.

Después de un rato recurriendo a todo tipo de artimañas para convencerme,

finalmente cedí ante la presión.

–Si salimos campeones, ustedes invitan el copete y la comida hoy –les dije.

Tuvimos que llegar temprano al parque, para instalar todos los equipos y

hacer pruebas de sonido. Aparte de nosotros, habían dos bandas más que

se presentaban y, a nosotros, nos dejaron para el final, casi a la misma hora

que los partidos ya habrían terminado.

–La mala cueva. Si hubiésemos tocado temprano, podría haber alcanzado

a llegar al estadio –me lamentaba.

178


Ya resignado, y con todo listo para que las otras bandas comenzaran su

presentación, les dije a mis amigos:

–No me hueveen hasta que se acabe el partido.

Con el mismo presentimiento de esa mañana, me fui a un rincón del parque,

me senté a los pies de un árbol y me puse a escuchar el partido.

Comenzábamos perdiendo y la U. De Conce nos daba una manito. Terminaba

el primer tiempo y me paré a comprar algo para comer. Seguí en el

mismo lugar escuchando los últimos 45 minutos. Los partidos ya empezaban

a acabarse, pero no hacíamos la pega.

Hasta que vino el gol de Llanos y el alma me volvió al cuerpo. Vamos

mierda, que cae el segundo. Llegó el minuto 84 y el Chapa daba vuelta el

partido. Grité tanto ese gol, que la gente alrededor me miraba con cara de

preocupación. Lo único que quería, era que se terminara el partido.

Llegó el pitazo final en san Carlos y en El Teniente. Y yo, sentado debajo

de un árbol en la mitad del parque. Solo atiné a llorar. Lloré como no lloraba

desde que era un niño.

El equipo que mi abuelo siguió desde su fundación, por allá por 1937 y del

que fue hincha hasta el día de su muerte, a finales de los 60. Por el que viajó

en tren en los años 50 con mi viejo siendo un niño, y el mismo del que soy

hincha desde que tengo uso de razón, bajaba esa esquiva undécima estrella.

Atrás quedaron las burlas, las frustraciones y la rabia. Hoy nos tocaba reírnos

a nosotros.

Mis amigos me fueron a buscar.

–Pato, nos toca, tenemos que subirnos al escena… Pero ¡¿Por qué chucha

estai llorando?! –me preguntaron al unísono.

–LA UC CAMPEÓN VIEJO. NO ME IMPORTA NADA MÁS –fue lo

único que atiné a decir en ese momento.

Ellos, que no son futboleros, pero que simpatizan con mi sentir, se rieron

y me abrazaron. Qué bueno Patito. Felicitaciones.

179


Y la tocata… bueno, demás está decir que salió pésima. Nos subimos muy

tarde a tocar y ya no quedaba nada de sol. Además, que yo no estaba ni

ahí con tocar. Lo único que quería era ir a Plaza Italia a celebrar con los

cruzados.

Y mis amigos. Mis amigos fueron fieles a su palabra, e invitaron todo.

Comimos y brindamos por la amistad, por la música.

Por la Patria, Dios y la Universidad. Por la UC.

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RELATO 077

UN GRITO CATÁRTICO

SEBASTIÁN CAMPOS

El rostro de todos era una lágrima. Reflejo de decepción, frustración,

tristeza. Una vez más se nos escapaba el título. Una vez más, los ecos de ese

fatídico 12 de junio de 2011 retumbaban en nuestro averiado corazón. La

herida seguía ahí. Intacta.

Y es que estaba todo. Veníamos de derrotar al clásico rival con gran despliegue

de nuestros guerreros y en nuestra casa. El desafío nos enfrentaba

a un rival en apariencia “débil”. Pero a Católica todo le costaba y, una vez

más, le costó. Nos costó. San Luis fue más y caímos. Volvíamos a caer

como en tantas ocasiones en los últimos años.

Y también, como en los últimos años, estábamos nosotros para ponerle el

pecho a las balas. Los hinchas. Los que sostenemos la insignia a pesar de

los segundos lugares y de todos los malos momentos. Los mismos que mirábamos

con profunda pena aquella derrota en Quillota, confirmábamos

nuestra presencia en San Carlos contra Audax. No podíamos fallar. En las

malas, siempre hay que estar.

Ese 30 de abril el auto se llenó. Los cinco que estábamos ahí nos fuimos

dispuestos a alentar por la camiseta, a gritar en nuestra cancha el orgullo

de ser cruzados, a pesar de todo. Arribamos a San Carlos con pesadumbre.

Debo reconocer que sin optimismo.

Me reuní con un amigo en la previa y casi al unísono dijimos “Vinimos

por la camiseta”. Lo mismo le respondí a otro amigo por mensaje. Él, como

vaticinando que venía algo histórico, me decía “espera el desenlace. Uno

nunca sabe lo que puede pasar”. Nos dividimos. La mayoría no había alcanzado

boletos para Lepe. La gente no fallaba. Llenamos la Fortaleza a pesar

de los resultados. El Pueblo cruzado estaba ahí.

Pero para variar, la cosa no comenzó bien. El gol de Audax parecía des-

181


tinarnos al fracaso, sin siquiera rozar el milagro. Sin embargo, el primer

gol de la U. De Conce nos devolvía el alma al cuerpo. Los celestes debían

perder y nosotros ganar para tocar el cielo.

La gente sintió la ayuda del equipo penquista y el aliento creció al finalizar

la primera etapa, pero la oncena cruzada no respondió en esos 45 primeros

minutos. La hazaña solo la estaba logrando el Campanil. Llegó el segundo

lapso y un nuevo gol de la visita en Rancagua nos hacía delirar con una

remontada. Éramos miles de cruzados que íbamos a empujar para que el

triunfo fuera una realidad.

Y así fue. Cayó el gol del ‘Rey’ David y el primer estruendo. Fue catártico.

Si antes del tanto de Llanos estábamos alentando con fuerza, después del

empate fue una locura. Desde todos los sectores del estadio se gritaba. Ya

no quedaba voz, pero teníamos que seguir alentando.

El gol que tenía que llegar lo hizo la cabeza del ‘Chapa’ Fuenzalida. El vilipendiado.

El criticado y hasta insultado por su paso por el cuadro de Pedreros,

se reivindicaba de la mejor manera. Fue un gol para soltar todo. Para

botar esa frustración de años… No pude contener las lágrimas. Éramos

muchos con humedad en nuestros ojos.

“Esta vez no. No nos van a quitar la copa ni a palos”, pensaba. El Huemul

de plata se va a instalar en nuestra vitrina. No sólo eran los once en cancha.

Éramos miles de cruzados aguantando.

Terminó el partido en San Carlos, pero aún faltaban minutos en la sexta

región. La incertidumbre estaba instalada. Los nervios a flor de piel. La

tensión se respiraba. Nos mirábamos entre todos tratando de adivinar lo

que estaba pasando a kilómetros.

Y vino el estallido. Todos nos unimos en un solo grito. San Carlos se quedó

en silencio para escucharnos a los cruzados desatar ese nudo en la garganta.

Un solo grito. Ensordecedor. Único.

¡Campeones mierda!

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RELATO 078

EL TELÉFONO BENDITO

ELÍAS MUÑOZ

No teníamos por dónde. Los huasos tenían que perder en su casa y

el Católica-Audax lo arbitraba el mismo que quiso expulsar a Mario Lepe

en un partido de verano. Su arbitraje no me sorprendió. Sí me sorprendió

Audax, que, azuzados por un exiguo maletín, metió más que en toda

su historia.

Yo había quedado sin pega causa de la última crisis del salmón. A duras

penas, trataba de mantener la tranquilidad en la familia, poniéndola contra

el pasto, aceptando un puesto muy por debajo de mi experiencia, haciendo

turnos, soportando jefes inoperantes y humillaciones. Pero soy cruzado a

cagar, y tengo los cocos bien puestos para ponerle el pecho a lo que venga.

Por Católica, siempre hice todo lo que estuviera a mi alcance por verla.

Ojalá en el estadio y como parte de uno de los piños más antiguos del país:

Los KTOSORNO, uno que jamás ha perdido una batalla.

Pero, dadas las circunstancias, ese sábado me tocó trabajar en Puerto

Montt, donde vivo con mis grandes inspiraciones: mi esposa y mis hijos.

Aunque en ese tiempo éramos solo 3: mi esposa Daniela, mi hijo Lucas

Raimundo y yo.

Podría haber visto el partido en Puerto Montt, sabiendo que las probabilidades

estaban en contra, pero no. Les dije que iríamos a Osorno porque

Católica sería campeón y debía celebrarlo en casa. Cargamos el auto y nos

fuimos. Pensando siempre en celebrar. Antes de salir, ya sabíamos que Católica

perdía por la mínima y que O’Higgins perdía 2-0.

Manejé con esa incertidumbre, y a la altura de Llanquihue, miré la hora y

supe que los partidos ya habían terminado. A los 2 minutos, sin saber nada,

escucho que llaman a mi señora por teléfono: Católica Campeón fue lo que

alcancé a escuchar por el altavoz de ese bendito teléfono.

183


Solo atiné a tocar la bocina en plena Ruta 5 y a llegar a la celebración. Finalmente

llegué. Directo a celebrar a la plaza, con mi hijo y mi señora, cada

uno con sus banderas. Para dejar en claro que en Osorno manda Católica

y nadie más.

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RELATO 079

ASÍ TAL CUAL

NICOLÁS GARCÍA

Aquel 30 de abril del 2016 Católica jugó bacán.

Supimos ganarle 2-1 a Audax Italiano y así lograr nuestra copa número 11,

la cual celebramos en Talca, en un bar donde vimos el partido.

Amor eterno a la Franja.

Aguante Católica y toda su hinchada.

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RELATO 080

EMOCIONES CRUZADAS

NICOLE VALERIO

Estábamos en la casa de mis viejos, como todo fin de semana. Aparte

de ver el partido, estábamos preparando todo para el cumpleaños de mi

hermano, que era al día siguiente.

Prendemos la tele y comenzamos a ver el partido. Con mis viejos y mis

hermanos, somos todos de la UC y mi marido de Audax. A mí no me quedaban

uñas. Cambiábamos el canal para ver cómo iba O’Higgins, cuando

Audax hace el primero…

Mi mundo se derrumbó.

–Putaaa, ahora si que no nos quedan posibilidades –dije, mientras de

nuevo cambiamos de canal: O’Higgins va perdiendo y no se ve por dónde

lo pueda empatar.

Dábamos vueltas por la casa, como un león enjaulado. Tomábamos una

cerveza o fumábamos un cigarro para capear los nervios. Y llegó el primero.

Todos gritamos. Nos dio una alegría gigante ese gol, pero sabíamos que

aún quedaba por jugar y dependíamos del resultado de O’Higgins.

Así, seguimos viendo el partido hasta que el Chapa metió el segundo. Ya

los nervios estaban a flor de piel.

El corazón latía a mil. Estábamos a minutos de ser campeones y lo que

veíamos imposible, estaba a punto de ser realidad.

Terminó el partido y aún no podíamos celebrar. Yo, con mi camiseta puesta

y mi bandera en la espalda, sólo quería que terminara el otro partido.

¡Y terminó la espera! Nos pusimos a llorar con mi viejo y mis hermanos.

Abrazados. Llorábamos como cabros chicos.

Fue uno de los días más felices de mi vida.

Un día que, hasta hoy, me hace llorar de alegría.

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RELATO 081

DOBLE CELEBRACIÓN

ISMAEL SOTO

Somos 4 cruzados involucrados en esta historia. Mi hijo de 7 años que

también es cruzado, mi concuñado Jorge y su hijo de la misma edad que el

mío. Nuestros peques cumplen años por pocos días de diferencia, por lo

que siempre les celebramos juntos su cumpleaños.

Precisamente esa tarde, teníamos la celebración de nuestros hijos en un

centro deportivo que, paradójicamente, es de Juvenal Olmos. En lo personal,

no quería saber mucho del partido, principalmente por el resultado

en Quillota.

La decepción era dolorosa. O’Higgins tenía todo para campeonar y nuevamente

seríamos segundos.

–No sufriré y haré caso omiso a las burlas y memes que se vendrán

–me convencía.

Corrían los minutos y con mi concuñado estábamos disfrutando en la fiesta

de cumpleaños. Pero, debo reconocer, estábamos nerviosos por saber

qué pasaba en la cordillera.

Un invitado comenta el gol de Audax. Pufff… casi lloré. Pero, al mismo

tiempo, sabíamos del gol de la U. de Conce. Y ahí algo cambió. Llámenlo

como quieran. Instinto. Fe. Esperanza. Algo me decía que seríamos felices

ese día.

Contraté, en ese momento, CDF Estadio para poder ver el segundo tiempo.

Gol del Campanil, 2-0 y en San Carlos todo igual. Ya no nos quedaban uñas…

Hasta que viene el gol de Llanos. Nos volvimos locos con mi concuñado.

Los papás, mamás e invitados nos miraban raro. Hasta que llegó el segundo

de gloria. José Pedro Fuenzalida nos da la victoria, con un gol que quedará

en la historia de todos los cruzados. Ese gol rompió la miseria de las derrotas

de los últimos años, en los cuales fuimos el blanco de las burlas de los

187


demás hinchas.

Éramos los locos de la fiesta. Pero no importaba. Pitazo final en Rancagua

y desatamos todo.

¡Gritamos campeones! ¡Por fin!

Busqué a mi hijo. Lo abracé.

–Ves Papá que somos los mejores.

Ese día celebré por partida doble y fue, sin duda, uno de los días más felices

de mi vida.

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RELATO 082

UN CONTRATO DE POR VIDA

FELIPE ALVEAR

Parecía maldición. Los últimos 5 años habían sido malos para mi querida

Franja. Si bien me costaba perder la fe, en ese campeonato lo hice.

Soy de Rancagua y no quería estar para una celebración de O’Higgins.

Me comuniqué con un amigo para irme a Santiago. No quería bocinazos

en mi cara. Lamentablemente, no conseguimos entradas. Se había agotado

muy rápido.

Aquel sábado llegué donde Claudito, mi amigo y compañero cruzado. Estábamos

nerviosos. No queríamos ver nuevamente al equipo en un segundo

lugar y sabíamos que la misión era muy difícil.

Comenzó el partido. De infarto, como todos los de mi querida UC. Tempranamente,

un amarillo nos dio esperanzas gracias a dos golazos en El

Teniente. En San Carlos, la Cato no brillaba y juagaba nerviosa.

Con el pasar de los minutos, la taquicardia compartía cervezas con nosotros.

Los últimos minutos del partido lo vimos por una pequeña rendija que

quedaba entre nuestros dedos, seguramente igual que miles de cruzados.

El pitazo final en nuestra fortaleza soltó las lágrimas de felicidad contenidas

por años. Abrazos, risas. Muchas risas eran el paso del escepticismo a

la alegría total.

Las horas siguientes están en el baúl de los recuerdos, regados por la fiel

cerveza en una tal Plaza Italia. La familia cruzada celebraba con cantos desenfrenados.

Las lágrimas seguían en aquellos locos de camisetas franjeadas.

El regreso a Rancagua, donde no se escuchaban bocinazos, fue con la

frente en alto.

La estrella 11 estaba en el alma y nadie la podía quitar.

El amor a esta camiseta es un contrato de por vida y, desde ese momento,

también la fe.

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RELATO 083

ALTA LA FRENTE AL CIELO

VÍCTOR CIFUENTES

En mi familia todos somos cruzados desde el alma. Mi esposa Carolina,

mis dos hijos Emmanuel y Ángel y mi pequeña Julietta.

Ese 30 de abril, me tocó jugar fútbol con mi jefe y lleve a mi hijo Ángel para

que me acompañara. Calculando los tiempos, daba justo para llegar a ver el

partido contra Audax. Sin embargo, mi jefe me pidió que lo fuera a dejar a

la casa de su hijo, ¡al otro lado de Santiago! No pude negarme. Lo dejamos

y volamos por la carretera Acceso Sur.

La hora avanzaba, pero el partido se había atrasado algunos minutos. Parecía

que Dios nos estaba ayudando. Llegamos justo cuando Vallejos nos

metía el 1-0. Qué rabia. Mis hijos gritaban de todo. El corazón y la presión

estaban a mil pulsaciones.

Los fantasmas de campeonatos anteriores se aparecían a cada minuto. Los

memes ya iban llegando a mi celular. Amigos de la contra festinaban nuevamente

con el segundo lugar.

Todos los cruzados teníamos la convicción que si O’Higgins nos daba la

chance, había que aprovecharla como fuera. Y apareció un jugador que no

muchos valoran, pero que siempre desenreda la madeja. Llanos hacía lo

imposible. Llanos metía el gol de la esperanza en mi corazón y en el de mis

hijos, que latían cada vez más fuerte.

Le estábamos doblando la mano al destino. Se sentía en el aire que venía el

segundo gol. El que nos daría el campeonato.

O’Higgins seguía perdiendo contra la U. de Conce. Faltaba un gol. Y para

cerrar esa mágica tarde, centro de Llanos y Chapita hacía explotar en llanto

a toda mi familia. Aparecían los recuerdos de tantas finales. Tantas frustraciones

que quedaban atrás.

Esos minutos de espera fueron los más largos. Estábamos llorando con mis

190


hijos. Era el primer campeonato para ellos, porque en el 2010 eran muy

pequeños. Compartir con ellos este título fue algo maravilloso.

Contra todo pronóstico, Católica era campeón y nos llevaba al cielo, desde

donde muchas veces caímos sin alcanzar la estrella soñada.

Gracias Católica. Gracias Capitán Álvarez. Gracias a todos y cada uno de

quienes conformaron ese plantel, que nos regaló uno de los campeonatos

más memorables de los que tengo recuerdos como hincha cruzado.

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RELATO 084

EL ASADO PENDIENTE

CARLOS PINO

Ese día lo esperaba con ansias en mi pueblo, Requegua, un pueblito

rural cerca de Vicente de Tagua Tagua. Ahí, no todos son hinchas de equipos

grandes, sino del equipo de barrio, que justamente jugaba ese día.

Yo, siendo jugador fiel de Alianza, opté por no ir y quedarme en la casa

esperando ese partido con Audax.

–Para qué te vas a quedar. Si van a perder –me decían todos mis amigos.

Pero en mí había mucha fe en la Católica. No me importó nada más.

Tenía listas mis cervezas y mi carnecita para verlo con mi hijo de 4 años y

mi esposa que estaba embarazada, sin contar con la sorpresa que llegarían

visitas de Santiago: Mis suegros, que eran hinchas de la contra, pero de

esos hinchas solo de triunfos.

Con el gol de Audax, el bullying se tornó fuerte. Estaba molesto, porque

mis planes de un asado se habían esfumado. Ya no aguanté más. Le pedí a

mi mujer que, por favor, se los llevara.

Así empezó el segundo tiempo. Solo, con unas copas en el cuerpo y sin

uñas. Mi vecino subía el volumen del otro partido, pero yo con mi camiseta

y más fe que nunca en mi franja. Con el gol de la U. de Conce estábamos

frente a la ironía más grande del mundo: a solo dos goles de ser campeón.

Dos goles… ese número que nos persiguió por años.

Fue así como llegó el gol de Llanos. Lo grité con todo. Tanto que hasta

una tía que vivía a unos dos pasajes míos me llamó asustada por los gritos.

Ya estaba sin voz. De rodillas en el suelo y frente al televisor. Los ojos llenos

de lágrimas por los nervios. Solo esperaba el milagro. Hasta que llegó

ese centro de David y el cabezazo del Chapita.

Era el gol del triunfo. Corrí por toda la casa llorando y saltando. Después

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solo me dediqué a esperar el final. Cambiaba la tele a cada rato, esperando

que en Rancagua no pasara nada. Con ese miedo de siempre, como cada

vez que se nos escapó el grito de campeón los últimos 5 años.

Esos minutos fueron eternos. Hasta que sonó el pitazo final en Rancagua

y salió el grito y las lágrimas del fondo del alma. ¡CAMPEONES! Si con el

gol corrí por toda la casa, con el final corrí por toda la villa.

Era una felicidad inmensa y una pena a la vez, porque quería vivir eso con

los míos. Me puse a beber y a esperarlos. Cuando llegaron, abracé a mi hijo

tan fuerte; mi felicidad era completa.

Ya había bebido tanto, que el sueño me venció y dormí feliz junto a mi hijo.

Al otro día, sin nada de voz y con dolor de cabeza, por fin, salió el asadito

pendiente.

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RELATO 085

TE LO JURO POR MI MADRE

MARÍA JOSÉ ÁGUILA

–No voy a ver más a ese equipo cagón –protestó mi papá, luego de ver

nuevamente cómo se nos escapaba el título contra San Luis.

Mi Madre, enojada pero sin perder la esperanza, exclamó:

–Saldremos campeones igual. Espérate no más –y muy a su estilo,

nos compró las entradas a todos para ir al partido de la UC contra Audax

Italiano.

Era un escenario complicado, más cuando vienes de perder una seguidilla

de títulos. Cuando perdimos el título con Cobresal, en ese empate 3-3 con

Iquique, salió en el diario una nota muy dura pero tristemente cierta. Con

mi familia decidimos enmarcarla e hicimos un pacto: Cuando salgamos

campeones, haremos mierda este cuadro.

Llegó el gran día. 30 de abril. Nerviosos y a la vez un poco incrédulos de

que pasara un milagro, embarcamos viaje a San Carlos de Apoquindo.

–¿Llevamos la champagne y el cuadro? –preguntó mi madre antes de

subir al auto.

Llegamos al estadio, minutos antes de que empezara el partido. Se sentía

en el ambiente la ansiedad y la preocupación, luego de jugadas no concretadas

por Llanos y Diego Rojas. El mundo se nos vino encima cuando

Vallejos conectó de cabeza y la metió al ángulo.

–Equipo cagón –exclamó mi Papá nuevamente.

La ansiedad, el nerviosismo y hasta la pena empezaron a invadir San Carlos.

Pero llegó un momento en que todas esas sensaciones cambiaron su

curso. La U. de Conce le hacía la gracia a O’Higgins y marcaba el primero.

De ahí todo fue distinto. Era como si esas 13 mil personas fueran una sola

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voz. Todos apoyábamos y guerreábamos para que los jugadores pudieran

salir adelante y lograr el objetivo. Vino el segundo gol de la U. de Conce.

Ahí todo fue más intenso. San Carlos era una caldera.

Seguíamos con el marcador en desventaja. ¡Hasta Colo Colo se estaba metiendo

en la pelea por el título! Cómo no íbamos a estar nerviosos si de

nuevo se nos escapaba.

Hasta que de repente una combinación de pases entre Gutiérrez, Castillo,

Bravo y Llanos culmina en ¡Gooooool! Poco después empiezan a decir en

la galería que gol de O’Higgins, lo que hizo más intenso el nerviosismo.

De pronto, una pelota cabeceada por Gutiérrez que ya se iba al lateral, la

recupera Llanos. Centra al área chica y conecta Chapita. El estadio estalla,

literalmente. No se vino abajo por gracia divina, como todo ese día.

Al escuchar el pitazo final, todo fue peor. Todavía se seguía jugando en

Rancagua, y O’Higgins venía dando vuelta sus últimos partidos en los minutos

finales. Pero de repente, se escucha ¡terminó! Y Ahí fue cuando el

grito de los jugadores, cuerpo técnico e hinchas fue sólo uno. Fue un grito

de desahogo. Era increíble ver a la mayoría de las personas llorando, abrazando

a su familia o al que estaba al lado, aunque no lo conociera.

Todo era entendible porque pucha que la sufrimos para bajar esta estrella.

Luego de varios llantos con la premiación, decidimos salir del estadio. Mi

mamá tomó la delantera y abrió el maletero del auto para sacar la champagne

y el maldito cuadro. Le pasamos el auto encima.

Increíble cómo las mamás tienen razón en todo, casi como si vieran el futuro.

¡Desde ese momento juré por mi madre que nunca te voy a abandonar, mi

querida Universidad Católica!

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RELATO 086

UN DOBLE SÍ

NICOLÁS VALDES

Fue un día con muchas emociones. Sin saber horario ni fecha de la

última jornada del fútbol, había programado mi matrimonio, mi día especial,

para el 30 de abril. Me casaba con el amor de mi vida, mientras el otro

amor de mi vida se jugaba una definición crucial.

El día comenzó tranquilo, viendo los últimos detalles de la ceremonia, pero

sin dejar de pensar en el partido.

16.00 hrs. Comienzo a vestirme, mientras miraba el partido. Salgo de mi

casa con el resultado desfavorable para Católica. Camino a la iglesia y viendo

el partido en el celular. No sé si estaba más nervioso por el partido o por

el matrimonio.

Llego a la iglesia. Gol de la U. De Conce. Los nervios ya no daban más. Empiezan

a llegar los invitados y entre los saludos… ¡Gol de Católica! Empate

a 1. Los nervios me tenían mal. Ahora, todos pensaban que era por la ceremonia,

pero la verdad era porque estábamos a un gol de ser campeones.

–¡Ahí viene la novia!

–¡Gol de Católica conchetumadre! –escucho, al mismo tiempo. Me

abracé con mi primo, que también es hincha de la Católica.

Quedaban los descuentos, ya no daba más. Entramos a la iglesia y llegamos al

altar con mi futura señora. De reojo veo a mi primo que me hace una seña:

¡ÉRAMOS CAMPEONES! ¡Uuuff! Me puse a llorar, creo que de desahogo.

Quería festejar. Ir a Plaza Italia. Celebrar por duplicado.

La vuelta de los novios la dimos en Baquedano, con todos los cruzados.

Me bajé a celebrar. Ya todo era una locura en mi vida. Casado y Católica

campeón.

¿Qué más se puede pedir? No olvidaré nunca ese día.

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RELATO 087

MI NOMBRE ES RODRIGO

RODRIGO QUEZADA

Recuerdo ese día como si fuese ayer. Todo empieza cuando con mi

mujer y mi hijo Milovan salíamos rumbo al estadio. Esa mañana fue extraña

de principio a fin. Recuerdo que le dije a mi hijo de 3 años que vaya

y me traiga la bandera. Mi pequeño, en su inocencia, apunta con el dedo y

señala la bandera más grande.

–Pero Rodrigo, los vecinos… –me dice mi señora.

–Esto no es cotillón ni tampoco una señal de triunfo anticipado. Es solo

para que sepan que aquí vamos. Aquí estamos pase lo que pase –le respondí.

¡Las probabilidades eran casi nulas, pero mientras existan, yo creo!

Salimos rumbo a San Carlos flameando por las calles de mi población esa

bandera llena de orgullo e ilusión. Algo diferente había en los vecinos y

en la gente. Ya no me molestaban. Ya no me gritaban mala onda. Quizás

me miraban con pena o lástima. Tal vez decían pobre vecino, otra vez lo

mismo. Aunque salga segundo, tercero o cuarto, pero vaya que tiene fe.

Me levantaban el pulgar, mostrando señales de apoyo, independiente de

sus colores.

Bueno, ahí estábamos. Alcanzamos a comprar Prieto. San Carlos era una

caldera. Solo estaba con mi señora e hijo. Todos sabemos lo que pasó ese

día. Se cantó con más fuerza que nunca. Se alentó hasta quedar disfónicos.

Fue sensacional.

Recuerdo el gol del Chapita, que no me importó quién estaba a mi lado.

Nos abrazamos. Lloramos. Todo Prieto lloraba esperando el pitazo final.

Fue mágico… hasta que sucedió.

Sí señores. Católica campeón.

Sí señores. Ya no llegará el Vecino Segundo. Mi nombre es Rodrigo, el

campeón. ¡Más respeto!

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Llegamos a mi casa y se escuchaba el aplauso espontáneo de los mismos

que me dedicaron el pulgar hacia arriba con lástima, ahora eran sus palmas

de felicitaciones.

Fue lo más genial que he vivido en mi vida.

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RELATO 088

CELEBRACIONES Y OÍDOS SORDOS

RODRIGO CARRASCO

Ese día, me fui a ver esa final con unos amigos que también son de

Católica. Estábamos muy nerviosos, sobre todo con el gol de Audax.

Llegó el gol de Llanos y saltamos de alegría. Una tía que es de Colo Colo

me llama.

Y justo, el Chapa hace el segundo gol.

Pucha que grité ese gol. Centro de Llanos y gol del Chapita… casi dejé

sorda a mi tía.

Nos pusimos con unas lucas y nos comimos un asado con mis amigos.

Había que celebrar la 11 de la gente.

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RELATO 089

CON UNA BOTELLA DE JIM BEAM

NICOLÁS ORELLANA

Uno de los mejores recuerdos que tengo de mi papá es ir al estadio a

ver a la UC. Recuerdo San Carlos de Apoquindo, recién inaugurado, enclavado

en la cima de la colina. La polvareda de los autos estacionándose

alrededor. Y digo uno de los mejores, porque a la larga mi padre terminaría

siendo un ausente, un fantasma. Por distintas razones no lo he vuelto a ver.

Eso hace que ese sábado 30 de abril de 2016 fuera muy especial.

Viví mi adolescencia en Puerto Montt, por lo que seguí a Católica a la distancia.

Incluso, ya instalado en Santiago en 2009, volví al estadio. Creo que

la conexión con mi padre era muy fuerte y no quería estropearla.

Fui al partido con Audax solo. Usualmente lo hago, mi pareja estaba en

casa de su familia en Linares y nadie más me iba a acompañar. Recuerdo

que estaba en Lepe Alto, cerca del córner.

Partimos perdiendo y las posibilidades eran nulas. Pero luego se vinieron

esa serie de sucesos increíbles. Ver levantar esa pelota de centro de Llanos

y el cabezazo de Chapa fue una emoción indescriptible.

Me abracé con un par de hinchas que estaban a mi lado, pero aún no lo podíamos

creer. Incluso después del pitazo final, con la celebración andando,

seguí atónito.

En ese trance, se me apareció el recuerdo de mi papá y me di cuenta de que

estaba sonriendo mientras me corrían unas lágrimas.

Bajé a Plaza Italia. Había muchas familias. Gente saludándose. La sonrisa

no me la quitó nadie. Terminé en la casa de un amigo que es del Colo, con

una botella de Jim Beam.

Fue un placer ver improvisar a todo el mundo periodístico que no tenía

preparado para la celebración cruzada.

Sentí que, por fin, la maldición se había terminado.

200


RELATO 090

LA VUELTA OLÍMPICA

ÁLVARO VIDELA

Tenía 21 años cumplidos hace poco.

Lloraba de alegría y felicidad, por primera vez en mi vida, mientras el

Huaso daba la vuelta olímpica haciendo la franja en el pecho con la mano.

201


RELATO 091

CON MI PAPÁ EN LA MINA Y MI MAMÁ CALMÁNDOME

ESTEFANIA LÓPEZ

Aquel sábado lo tengo grabado a fuego en mi memoria y retina. Recuerdo

que toda esa semana no quise hablar del partido. En mi casa el tema

no se tocaba. Sabíamos que se venía, pero no lo hablábamos.

La noche anterior me costó un mundo dormirme. Los fantasmas del pasado

me obligaban a no hacerme ilusiones. Mi papá había llegado de la mina

con la noticia de que le tocaba trabajar el sábado y se perdería el partido.

Mis nervios subieron y un poco de tristeza me inundó. Era otro partido

que podía dejarnos una estrella y que veríamos separados. Pero lo entendí.

Es su trabajo y debía cumplir. Ese día fui un manojo de nervios ambulante.

Casi no recuerdo el comienzo del partido, pero sí que cumplí al pie de la

letra cada una de mis cábalas.

El primer tiempo pasó y Católica iba abajo 1-0. Los nervios crecían. Los fantasmas

del pasado me tocaban el hombro y mi estómago no daba para más.

Pero la U. de Conce estaba ganando. Había esperanzas de sobra.

Comienza el segundo tiempo. 45 minutos en los que cualquier cosa podía

pasar. Y vaya que pasaron. O’Higgins ahora caía 2-0. Todo volvía a depender

de nosotros. Teníamos que meter 2, ellos 3. La cancha se nivelaba a

nuestro favor.

Y llegó el primero. Bendito empate.

Lo cierto es que, si no fuera por Youtube, recordaría poco esa jugada, porque

al momento en que vi la pelota adentro gracias a Llanos me puse a

llorar. Es que estábamos tan cerca. Mi mamá estaba al lado calmándome,

diciendo que confiara en que esta vez sí nos tocaría celebrar.

Cuando logré calmar un poco mis lágrimas y emoción, llega el bendito minuto

84. Ese que nos hizo volver a gritar campeones luego de 6 años de es-

202


pinas clavadas. El Chapa y su cabeza bendita, convirtiendo el gol del triunfo.

Es increíble cómo la cabeza almacena tantas cosas y te las recuerda en microsegundos.

Mientras dejaba la garganta gritando y saltando en la pieza de

mis viejos, se me pasaron por la mente todos los malos tragos de los años

anteriores, pero especialmente tres momentos:

La final del 2011 contra la U. Ésa que nos dieron vuelta cuando creíamos

que teníamos la pega lista.

La final del 2013 contra Arica. Estuve en el estadio esperando que Colo

Colo hiciera el milagro de ganarle a la Unión. No sucedió y me tocó llorar

abrazada a mi viejo, mientras un ariqueño con su hija en brazos nos puteaba

como quería.

Y la de ese mismo año frente a O’Higgins, que yo creo fue la que más me

dolió. Y es que ese partido ni siquiera debió ser. Pero bueno…

Todos esos “casi” se pasaron por mi mente aquel 30 de abril. Las lágrimas

no dejaron de salir por mis ojos hasta que el Huaso levantó la copa. Creo

que nunca se me hicieron tan eternos los minutos finales de un partido

como aquel sábado. Cuando llegó el pitazo final la fiesta comenzó.

¡Y es que éramos campeones después de seis años! ¡SEIS!

Recuerdo que cuando por fin pude calmarme, grité con todas mis fuerzas

¡Católica campeón, la concha de tu hermana! Seguro me escuchó la cuadra

entera. Mientras mostraban la celebración en el estadio, sentí la puerta de

la casa. Era mi papá, que decidió bajar temprano de la minera con uno de

mis tíos, para intentar alcanzar a ver un poco de partido y celebrar conmigo.

El abrazo que nos dimos y las lágrimas que soltamos no las olvidaré nunca.

Casi me rompe la columna de lo fuerte que me abrazó, pero qué importaba,

¡ÉRAMOS CAMPEONES!

La onceava estrella bajaba con la fuerza del Mumo y el Sapito, que la enviaban

sonriendo desde arriba para instalarse en San Carlos de Apoquindo. Y

eso nadie nos lo podía quitar.

203


RELATO 092

ALGO LINDO VA A PASAR

RODRIGO GRANADA

Soy una persona bastante tranquila, incluso a veces tímida. Sin embargo,

Católica es capaz de desatar en mí emociones como nadie más lo puede

hacer. A mis 27 años, no creo que exista un fabricante de emociones como

mi amado club. A los 13 fui por primera vez a San Carlos, infiltrado en un

bus barra. Me integré a la filial de la Quinta región y he podido seguir estos

colores por Chile y un par de veces al extranjero.

El día 30 de abril, luego de la derrota con San Luis, cuando esos malditos

fantasmas volvían a aparecer y había que poner el pecho a las balas, soportar

a los burlones de la contra, a la prensa e incluso a aquellos que nos les

gusta el fútbol pero que hacen leña del árbol caído.

Sin embargo, el hincha de Católica hace del sufrimiento su bandera de

lucha. Uno está hasta el final, sin importar el resultado. Católica es más

que un equipo de fútbol. Es la esperanza de aquellos que nadan contra la

corriente. Siendo sincero, no creía que íbamos a ser campeones. Lo único

que sabía era que tenía que estar en la cancha. Porque a este amor nunca se

le falla. Prefiero morir cerca que vivir a la distancia.

Ese sábado me encontraba en Santiago por temas académicos. Luego de un

examen que di a primera hora, me fui donde un amigo con el que íbamos

ir al estadio. Era un día raro. Los ánimos no eran los mejores. Solo había

un par de cervezas.

Llegué al estadio temprano, como nunca, y me encontré con mi amigo

Miguel que es de Rancagua. Me dice:

–Hoy algo lindo va a pasar. No sé cuál será el resultado, pero algo lindo

va a pasar.

El primer tiempo lo vi con él y los de la Sexta, bajo el tablero marcador.

Empezamos jugando bien. Se nos fueron un par de goles, pero como en

204


muchas oportunidades, Audax nos hace un gol. Parecía que todo se acababa.

Y en esos momentos solo queda una cosa por hacer: dejar la vida en

el tablón, porque jamás se abandonarán estos colores. Este mundo nunca

entenderá cómo se puede amar y seguir creyendo en esta camiseta, si en el

último tiempo las perdimos casi todas.

Sin ser un gran analista del fútbol, siento que estábamos jugando mal.

Cuando de pronto alguien grita:

–¡Gol de la U. de Conce!

Y la hinchada seguía alentando, ahora con más fuerza. Sin embargo, en la

cancha todo seguía igual.

El segundo tiempo lo vi con mis amigos de Valparaíso, en Lepe, pero

más hacia Foullioux. La U. de Conce ya ganaba dos a cero y nosotros

seguíamos perdiendo.

Hasta que después de una triangulación, aparece Llanos y con un zurdazo

pone el uno a uno. Lo que veíamos tan lejos, ahora estaba tan cerca. Faltaba

un gol para abrir las alamedas y acabar con nuestros males para contestarle

al mundo: aquí está la Católica.

El estadio explotó. La presión de la gente aumentaba cada vez más. Contra

todo y contra todos. Había que ganar ese partido.

Muchos jugadores estaban resentidos. De pronto, un centro que no lo pueden

conectar, Llanos llega como puede y manda otro centro al área... el

Chapita la roza y entra al arco.

Fue uno de los momentos más felices. Parecía un sueño, pero había que esperar

el fin del partido. Esos minutos se hicieron eternos. O’Higgins había

descontado y no podíamos cantar victoria todavía. La historia nos enseñó

a ser así.

Terminó el partido y todos en silencio. Ese abrazo con los amigos de cancha

que se transforman en amigos de la vida. Había que esperar ese minuto,

cuando veo que desde la cancha comienzan a celebrar.

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Entendí que éramos campeones. Que la maldición por fin se había roto.

Podía abrazar a mis amigos, compañeros de tantos viajes de sacrificio, tantas

tristezas. Por fin éramos campeones. Por fin, después de tantos sufrimientos.

Después de tantas veces repetir: No me importan las copas, yo

tomo en garrafa.

Éramos los mejores. Quizás no seremos el equipo con más títulos, pero cada

uno de ellos se gana con sudor y sangre, y se festeja como si fuera el último.

Y me acordé de Sergio, mi amigo. Él que vaticinó que algo lindo pasaría.

Me fui a Plaza Italia a celebrar. Recién el domingo en la tarde volví a mi

casa con la satisfacción de haber estado y con el deseo de volver a ver al

equipo de mis amores.

Y como siempre digo: “Universidad Católica desde siempre y para siempre,

estaré contigo”.

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CAPÍTULO VII

AL FINAL SOLO QUEDÓ

LLORAR

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RELATO 093

LÁGRIMAS DE DESAHOGO

CRISTÓBAL FARÍAS

No había mucha convicción. De hecho, ese día no fui al estadio. Y

aunque siempre existían esas ganas de estar saltando en el tablón, esta vez

no lo hice.

Vi el partido solo, por cábala. Junto a un par de cervezas y una cajetilla, que

se agotaba mientras avanzaban los minutos.

Gol de Audax. Vallejos. Se nos fue todo a la mierda.

Perdíamos, pero en la guata sentía otra cosa. Quizás, la ilusión de todos

los años.

Se estaban dando los resultados como nunca en estos 5 años y nosotros

estábamos perdiendo.

Gol de Llanos.

Gol del Chapa.

Me volví loco.

No quedaban uñas. No quedaban cigarros. El estómago se movía. Pitazo

final. Me levanto del sillón. Me mareo. Shock.

Lágrimas. Lágrimas de desahogo. De alegría. De sentirte campeón.

Fui a la pieza y rompí la malla de protección, como sintiéndome en Lepe,

llorando y gritando. ¡Por fin campeón conchetumadre!

Llegó mi novia a casa y me ve llorando.

–Tienes que estar feliz –me dice,

–Estoy feliz –le respondí– Déjame llorar tranquilo.

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RELATO 094

CON EL CORAZÓN EN LA MANO

ALEXIS LONCOMILLA

Vivo en un sector rural de San Pablo, en la Provincia de Osorno. Ese

dramático y recordado día, estaba en mi casa a la espera de la última fecha.

Con la fe intacta.

Me acuerdo de que en la semana se dijo que Católica iba por la señal HD

y como no tenía ese canal, estaba obligado a ver el partido de O’Higgins

con la U. de Conce. Estaba muy nervioso, porque quería saber cómo iba la

Cato, hasta que en la transmisión dijeron que Audax había anotado. Balde

de agua fría a mi fe.

Vino el gol de la U. de Conce. Rabiaba con pena, porque se estaba dando el

resultado, algo que en los últimos años no se daba. Estaba enojado porque,

quizás, íbamos a quedar segundos, otra vez.

Pero ahí estaba. Con el corazón en la mano. Con tantos nervios. Luego, en

el segundo tiempo, vino el 2-0 de la U. de Conce, pero quedaba mucho todavía.

Yo no sabía cómo iba Católica, hasta que dijeron: Gol en San Carlos.

Era el gol de Llanos. El gol del empate.

Estábamos a un gol de la gloria. Pasaban los minutos. O’Higgins había descontado

y nuevamente hay aviso de gol en San Carlos. Era el gol del Chapa.

El gol del triunfo.

El corazón no daba más. Quedaban pocos minutos y el reloj no avanzaba.

Por suerte, la U. de Conce controlaba bien el partido. Se jugaban los descuentos

en Rancagua y en San Carlos, el partido ya había terminado. Solo

quedaba esperar.

Yo, en ese momento, ya estaba de pie. Caminando de un lado para otro,

hasta que el árbitro finalizó el partido.

Caí de rodillas mirando la tele y lloré de felicidad.

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A mis cortos 23 años he vivido el campeonato de 1998, 2002, 2005, 2010

y 2016 por dos…

Pero ese título fue el que más disfruté y el que más sufrí.

¡AGUANTE CATÓLICA!

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RELATO 095

EL DÍA PERFECTO

IVÁN UMANZOR

Nunca olvidaré ese 30 de abril: Los nervios de la noche anterior, el

no poder dormir y el pesar que sentía al no ser uno de los afortunados de

conseguir una entrada para ese crucial partido, que podía romper la mufa

de años.

La mañana pasaba lenta y la resignación de ser un hincha de CDF me atormentaba.

Hasta que una luz de esperanza cambió mis planes. La venta de

una entrada por parte de un cruzado me devolvió la ilusión. Salí rumbo al

estadio. En el camino el partido ya había comenzado.

Llegué 15 minutos tarde y rápidamente tomé mi lugar en Fouillioux.

Grande fue mi sorpresa al ver el tablero marcador y darme cuenta de que

la Franja iba 1-0 abajo. Se me vino el mundo encima, sumando que dependíamos

de otros resultados para campeonar.

El partido transcurría y la reacción del equipo no llegaba. Terminaba el

primer tiempo y un gol de la U. de Conce nos daba esperanzas. Solo faltaba

que nosotros hiciéramos la pega. Inicio del segundo tiempo, y al poco

transcurrir, todo el estadio coreaba el segundo gol de los penquistas.

En la Fortaleza, pasaban y pasaban los minutos y el anhelado gol no llegaba.

No fue hasta el minuto 70 en que David Llanos, después de una gran

jugada colectiva, mete un zurdazo que deja sin posibilidades al meta itálico.

Era el 1-1 que devolvía la esperanza a todo el pueblo cruzado. Pero bastaron

unos minutos para que el terror se apoderara de todos: O’Higgins

convertía el descuento.

Aún debíamos buscar un gol más. Gol que, a pesar del aliento del público y

la garra de los jugadores, se hizo esquivo. Ya no quedaban uñas. Los nervios

se apoderaban de mí y mis peores miedos comenzaban a hacerse realidad.

El tiempo nos jugaba en contra, pero en el minuto 85, luego de una serie

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de intentos, un centro de Llanos que deriva en el pivoteo de el Chapa al

segundo palo, desata la algarabía de todo un estadio. Un grito ahogado

que se escuchaba en cada rincón del país. Era el 2-1 que nos daba la copa

momentáneamente.

Al paso de unos minutos, el pitazo final decretaba la victoria de un partido

no apto para cardíacos. La tensión poseía a cada uno de los asistentes, pues

en Rancagua aún no acababa.

Nunca olvidaré a un anciano a mi lado. Con su celular bien apretado y sus

audífonos, esperando ese tan ansiado término. El tiempo se hacía eterno…

hasta que, al compás de toda una hinchada, los abrazos de los jugadores y el

cuerpo técnico, daba la confirmación. ¡Éramos campeones!

Rompí en un llanto desconsolado. A mi mente se venían tantos y tantos

años de “casi ser campeones”. Todas esas penas y malos momentos que

pasamos quedaban atrás. Católica era campeón.

Nada importaba en esos momentos de felicidad y euforia. Los abrazos se

multiplicaban. San Carlos era un vendaval. Me costó reaccionar a lo que

estaba viviendo, tomando en cuenta que era la primera vez, en mis cortos

18 años, que presenciaba cómo Católica campeonaba.

Luego de todas estas emociones, el camino a casa con la bandera cruzada en

la espalda y la cabeza en alto selló una tarde que reviviría una y mil veces.

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RELATO 096

EL CARRUSEL DE EMOCIONES DE ESE MÁGICO

FIN DE ABRIL

CRISTIAN NEIRA

Esa mañana la recuerdo muy bien. Desperté con muy poca fe, pero

con la convicción que había que estar ahí con el equipo. Nuevamente y tal

como los 5 años anteriores, donde siempre perdimos el título.

Pasé a buscar a mis amigos, con los que siempre voy al estadio, y enfilamos

camino rumbo a San Carlos por la Costanera Norte. Nos topamos

con un taco.

Dentro del túnel, desde un auto alguien saca una bandera cruzada. Desde

otro, la camiseta. Más allá, un bus con hinchas de regiones y, en pocos

instantes, ensordecedores gritos, bocinazos y ceatoleís espontáneos. Me

hicieron creer más en la ilusión de un campeonato.

La llegada al estadio, el marco lleno de gente y la emoción de todos, me

hizo recuperar nuevamente la fe. Ahora sí que se podía dar. Que las buenas

iban a llegar esa tarde…

Pero, ¡paf! Un nuevo mazazo. Gol de Audax y un frío que comienza a recorrerme

el cuerpo. Me siento. Estoy mudo. Sin reacción.

Los minutos pasaban cuando, de repente, atrás mío, alguien grita ¡Gol de

la U. de Conce! El estadio comienza a levantarse. A gritar. A alentar como

hace mucho tiempo no pasaba. El entretiempo fue tenso. El estómago

apretado. Con la ilusión a flor de piel, pero con los fantasmas del fracaso

rondando por ahí. Todo junto. Todo revuelto.

Llega el segundo tiempo y el segundo gol de la U. de Conce. San Carlos se

transformó en una caldera. Solo recordar esos momentos me hace poner

los pelos de punta. Podía darse. Por fin nos tocaría una alegría. Se olía en

el ambiente… pero el gol no llegaba.

Christian Bravo inicia una jugada. Pasó por el Nico castillo y llega el tanto de

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David Llanos, el de los goles importantes. Fue el primer grito de desahogo.

Pero quedaba aún, en esta montaña rusa de emociones de ese inolvidable

30 de abril de 2016. Llanos la tomó por la izquierda. Quedaban pocos

minutos para el final. Levantó la vista, centró y el Chapa Fuenzalida, CHA-

PADIOS, la peinó sutilmente para clavarla dentro de las redes y provocar

la catarsis cruzada.

A mí no me salió el grito de gol. No pude. Me abrazó una amiga, luego

otro amigo y el llanto afloró de manera natural. Me tomaba la cabeza. Miraba

para todos lados. Incrédulo… ¡Se nos estaba dando viejo!

Y aunque suene cliché, el hincha cruzado está obligado a sufrir. Pero la

verdad, así se disfruta más.

Terminó el partido y en Rancagua quedaba un minuto. Un minuto que

duró como un mes. Todos en silencio. Apretados hasta contracturarse, escuchando

la radio. Revisando el celular. Un gol de O’Higgins nos rompía

el sueño. Como ese maldito 2011. Como ese triste 2013. Como el decepcionante

2015.

Pero no pasó.

El fantasma del fracaso se diluyó con el pitazo final y con esa explosión en

San Carlos de Apoquindo, graficada en la emoción del Pájaro Gutiérrez, de

ese “¡Esto es Católica conchetumadre!” del Plancha Bravo, de ese “Por fin”

de Maripán y de esa dedicatoria del Huaso Álvarez al levantar la copa. Ese

huasito lindo que sufre como un hincha más.

Luego de eso, festejos, abrazos, besos, cervezas, caños, gritos y fuegos artificiales

hasta Plaza Italia, con el Nico castillo y Bravo arriba del caballo…

¡Gracias Católica por ese carrusel de emociones que jamás olvidaré en mi vida!

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RELATO 097

NOS DIERON UNA MANO

NICOLÁS MUJICA

JOSEFINA MUJICA

No podía ir al estadio ese día. Mi señora tenía un compromiso a esa

hora, y yo una mano enyesada. Tenía que quedarme con mi hija Josefina

de dos años que, a la hora del pitazo inicial, dormía plácidamente. No había

nada que hacer. Solo esperar que todo se diera a favor nuestro.

Partimos con toda la ilusión ese día, como siempre, pero rápidamente Audax

se puso en ventaja, ¡todo mal! La U. de Conce, por otra parte, hacía la

gracia antes de terminar el primer tiempo y eso nos angustiaba más aún.

Comenzó el segundo tiempo y los minutos avanzaban más rápido que

nunca. Con mis camisetas, bufanda y banderas viendo el partido solo…

solo y muy, pero muy nervioso. ¿Cómo íbamos a estar perdiendo, cuando

el resto juagaba para nosotros? ¿Otra vez el pan se iba a quemar en la puerta

del horno?

La U. de Conce ya estaba 2-0.

Cuando de repente, al minuto 70, Llanos saca una zurda cruzada de antología

y el primero llegó. Con el grito de gol, la Jose despertó. Asustada,

pero al decirle que era gol de la Cato, rápidamente sonrió. Fue a buscar su

polera y se fue a ver lo que quedaba de campeonato conmigo. Descuento

en Rancagua, pero las cosas seguían a nuestro favor si es que ganábamos.

Los minutos duraban un segundo. El partido ya se iba y también las ocasiones

de gol. Lágrimas de angustia aparecían en ese momento.

Lanaro ya no se podía las piernas y se fue a meter arriba. Junto con Bravo,

Gutiérrez, Castillo, el Chapa y Llanos, que también estaba destruido. Así y

todo, fue a buscar una pelota que ya se perdía y sacó un centro maravilloso…

para que apareciera Él… ese que fue tan criticado a su regreso porque

jugó en la contra. Pero ahí demostró a lo que volvió.

Unos días atrás, le hizo un golazo a Herrera en el clásico y a 5 minutos

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de que todo se esfumara, metió la cabeza para descolocar a todos y darle

comienzo al Carnaval.

Llanto de felicidad en su máxima expresión.

La Jose me preguntó por qué lloraba. Solo le dije que era de felicidad por

la Cato. Ahí estaba saltando y gritando arriba de la cama, porque yo estaba

feliz y porque ya sabía lo que se venía.

Ahora los minutos duraban horas. Pitazo final y esto no terminaba… no

señores, quedaba tiempo en Rancagua y todo podía pasar. El Huaso pedía

la calma.

¡Se acababa en Rancagua y sucedió! La 11 bajaba desde el cielo.

El estadio era una caldera. Mis vecinos de abajo me deben haber odiado,

pero no me importaba. Éramos Campeones.

Se sanaba la herida y la copa se quedaba en el cerro.

El Capitán levanta la copa en el aire y con la Jose partimos al Apumanque.

¡Con la bandera, armaduras y el coche! No podía llevarla sin coche por mi

mano mala.

Fuimos los primeros en llegar y los últimos en irnos.

Una tremenda alegría nos dieron ese día, pero para mí fue más grande. Fue

la estrella más linda… la que levanté con mi pequeña cruzada.

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RELATO 098

NO FUE EL MISMO LLANTO

MIGUEL ESPINOZA

El año 2016 será recordado por todos los cruzados y, en especial, por

los hinchas que hemos estado –sobre todo– en las malas con el equipo,

porque en las buenas es fácil apoyar.

Recuerdo el martes 26 de abril de ese año, cuando la UC jugaba contra

San Luis en Quillota. Estaba muy nervioso por el partido, ya que la cancha

sintética ha sido un dolor de cabeza enorme para nuestro equipo, pero

confiaba en que ganaría y seguiríamos punteros.

Perdimos, mostrando un juego horrendo y siendo superado por los canarios.

Para qué decir las burlas que recibí en la universidad. Me sentía muy

frustrado por lo que había sucedido y sentía que nuevamente el título se

nos iba de las manos, como había ocurrido el 2011 frente a la U en ese

fatídico partido o el 2013 contra O’Higgins.

Con toda esa frustración y pena, llegó el sábado. Todos me decían que no

viera el partido con Audax, porque iba a sufrir más todavía. Que O’Higgins

ya era campeón. En un momento lo pensé, pero tenía que estar ahí de alguna

forma. Me puse a escuchar ADN por la radio y vi el partido por internet.

El primer tiempo fue horrible, pero la U. De Conce hizo que me ilusionara

un poco. El nerviosismo crecía cada vez más y la hinchada en San Carlos

empezó a animar al equipo. Los jugadores sintieron que tenían una oportunidad

de derribar años de frustraciones y de sacarse el apodo de segundones.

Hasta que llegó el segundo gol del Campanil y el gol de Llanos en San Carlos.

Las pulsaciones estaban a mil y el nerviosismo recorría todo el cuerpo.

Luego del empate, me puse de pie a escuchar el partido. Los relatos cambiaban

de estadio en estadio y la incertidumbre del equipo que sería campeón

se apoderaba de los relatores y de los hinchas. Todo eso hasta que el

Chapa Fuenzalida logra impactar un cabezazo en redes audinas.

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En ese momento exploté en un grito que sacaba todo el desahogo. Fue un

grito de emociones encontradas. De campeonatos robados. De ser hincha

de un equipo que no le regalan nada y que todo le cuesta. Que no recibe

ayudas arbitrales y que por fin estaba logrando una copa que la hinchada se

merecía hace mucho tiempo.

Luego de ese grito de gol ya no podía con los nervios. Caminaba de lado

a lado. Solo quería que terminaran los partidos. Además los de Rancagua

habían descontado, lo que colocaba más pimienta a un final electrizante.

Terminó en El Teniente y éramos campeones. Mi reacción la recuerdo

como si fuera ayer.

Grité campeón y me tiré a la cama a llorar, luego de tantas frustraciones

sufridas y de un sentimiento que no tratas de entenderlo. En esos minutos

la emoción me superó. No lo creía. Alentaba y gritaba campeón. Era una

alegría tan grande que no me cabía en el cuerpo. En mi casa pusieron el

CDF para ver las reacciones y me felicitaban por el título.

Luego de llorar el 2009, 2011, 2013 y 2015, me merecía un regalo así por

parte del equipo de mis amores, que me empezó a agradar por el color de

su uniforme cuando pequeño y que, año tras año, fui siguiendo y el sentimiento

fue creciendo cada vez más. Las idas al estadio CAP y Ester Roa no

me las pierdo y me siento feliz cada vez que voy a alentar al equipo, porque

los cruzados somos una familia que se diferencia del resto.

Porque las cosas que hice por la Cato no las hice por nadie. Recuerdo cuando

estuve esperando de pie 5 horas para comprar las entradas para la Supercopa

contra la U o gastar plata que no tenía para ir al estadio.

Esa estrella 11 fue un desahogo para todos los que vivimos el fútbol a mil

y que apoyamos sin importar los resultados. El fútbol nos debía una y nos

compensó ese 30 de abril de 2016 con creces. Si no se sufre, no es Católica.

Pero más allá de eso, solo agradecer a ese grupo de jugadores por lograr

esa estrella que acumulaba muchas emociones y que se liberaron ese día.

Como dice una canción: yo te quiero con locura y pasión; te llevo en el

alma, un tatuaje en la espalda y en el corazón.

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Gracias UC por todo lo vivido. Nunca te vamos a abandonar y espero seguir

viviendo alegrías con el equipo por el resto de mi vida.

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RELATO 099

RELATARLO SIENDO UNO MÁS

JOSÉ BEZANILLA

Siempre trato de contagiar a mis amigos de estadio de que este día nos

va a ir bien. Este partido sí que lo ganamos.

Lo cierto es que lo dije. Lo cierto es que era difícil. Lo cierto es que era solo

para sembrar algo de esperanza.

Ese día me tocó relatar el partido para Frecuencia Cruzada, la radio partidaria

de la UC. Pienso que lo más lindo de ser de La Franja son las emociones

que se viven. Por eso da lo mismo perder, porque esa pena y angustia,

después de todo, te hacen sentir vivo. Y que Católica nos dé vida, es el

sentido más lindo de seguir esta camiseta.

Entonces sentí que pasara lo que pasara, ese día había que contagiar emociones.

Podrían durar para siempre. Eso era lo primero, el resultado después.

Creo firmemente que mientras luchemos estamos bien, por eso no es duro

tener un marcador adverso. La identidad se juega no en el éxito, sino en la

pasión y esta se demuestra luchando también. Y ese día sí que luchamos.

Juntas y juntos. Desde las tribunas en un aliento ensordecedor, desde la

cancha con los 11 corriendo todo lo posible y yo, desde un micrófono intentando

ilustrar en relato lo que ahí pasaba. Pero en verdad, ya en el final,

no había palabras posibles.

Por eso quedó llorar. Solo llorar.

Era la 11 de la gente.

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CRISTOPHER TOSELLI

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Fue un desahogo inmenso porque

lo necesitábamos, después de tantas

frustraciones durante mucho tiempo. Tal

vez en torneos anteriores lo merecíamos

más que en ese. Fue un merecimiento de

todos los años que peleamos el campeonato.

Eso no mucha gente lo rescata.

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CAPÍTULO VIII

¡Y CELEBRAR!

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RELATO 100

NO PARAMOS DE CELEBRAR

SEBASTIÁN LOYOLA

El partido lo vi en mi casa. Contrariamente, creo, a muchos cruzados,

estaba tranquilo, ya que el ser campeones no dependía de nosotros. Sin embargo,

a medida que se iban dando los resultados, la catarsis fue absoluta.

Pero el gol del Chapa Fuenzalida fue el clímax total: Pude gritar CAM-

PEÓN a todo pulmón, acompañado de sus buenas chuchadas y los ojos

llenos de lágrimas de alegría.

Me dediqué a llamar por teléfono a mi papá y hermanos, todos de la UC

para compartir esa inmensa alegría. Les preguntaba cómo lo habían vivido

y los invité a un asado al día siguiente para celebrar. Correspondía.

Me quedé viendo TV harto rato. Pasaba por todos los canales viendo las

celebraciones y entrevistas desde San Carlos de Apoquindo. Me subí al

auto vistiendo la gloriosa camiseta y me fui al supermercado. En la radio

escuchaba todo lo relacionado al triunfo. Las reacciones, los análisis. Iba

feliz manejando, cuando me percato que todo el comercio estaba cerrado.

Verdad, mañana es 1 de mayo.

Busqué desesperado una carnicería y encontré una que estaba pronta a cerrar.

Carne, embutidos y hasta carbón. Faltaban los bebestibles y las cervezas.

Las encontré en un minimarket de una bencinera. Me abastecí para el

día siguiente y para esa misma noche.

Fui a celebrar un rato a la Sede de hinchas de la UC en Copiapó, y continué

en mi casa, mientras seguía viendo por internet y TV, una y otra vez, todo

lo relacionado a la UC campeón.

Al día siguiente seguimos celebrando la obtención de la 11. Era una deuda

que el destino nos debía. Sentí que fuimos ayudados divinamente, pero sin

dejar de hacer nuestra pega que era ganar.

¡Salud señores, era momento de celebrar! Y de revisar mil veces el partido

Universidad Católica v/s Audax Italiano de ese 30 de abril de 2016.

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RELATO 101

UNA PLAZA ITALIA DISTINTA

IGNACIO VALENZUELA

Ese día cumplía 11 meses con mi polola y habíamos quedado en hacer

algo. Pero jugaba Católica. Unos días antes, junto a un primo y un amigo,

habíamos comprado entradas para el último partido de nuestro equipo.

Solo los cruzados sabíamos que se podía dar un milagro. Muchos conocidos

me decían que otra vez seríamos segundos, que para qué iría. Pero ahí

estuvimos, siempre con la fe intacta. El torneo se acababa en 90 minutos,

donde podíamos seguir siendo segundos o romper una mala racha que venía

desde el 2011.

Nos juntamos unas horas antes. Cada uno llevó unas cervezas para compartir

antes del partido. Subimos a la micro con una ilusión tremenda.

Algo nos decía que podía ocurrir ese milagro. Nos quedamos en una plaza

cerca del estadio, nos tomamos las cervezas y entramos a la cancha.

Ese día algo pasaba. Todo el estadio era una caldera. Era impresionante la

gente, la que siempre tuvo fe en el equipo, independiente de los resultados

y burlas de los torneos pasados. Ahí estaban los cruzados.

Pitazo inicial. Empezaban los 90 minutos más difíciles del último tiempo.

Había dos opciones: seguir con el estigma de segundones o quedar en la

historia bajando la estrella 11.

Minutos más tarde, centro por la derecha, cabezazo y gol de Audax. Una

estocada que nos podía hacer pensar que esa anhelada estrella ya era imposible

de alcanzar. Pero ahí estuvimos. Siempre presente, como reza el

cántico. Alentando, y quizás más fuerte que al comienzo.

Comenzaba el segundo tiempo. El profe Salas mandaba a la cancha al goleador

del campeonato, que inexplicablemente se había quedado fuera del

11 titular. Algo nos decía que ése era el cambio indicado.

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Córner para Audax. Despeje que le queda a Gutiérrez. Pase al Nico, toca

hacia el medio con el Plancha, quien de primera se la toca a David, y este le

pega un zurdazo furibundo, imposible de atajar. Era el gol que nos devolvía

el alma al cuerpo. Pero, apenas unos minutos más tarde, Leal ponía la

incertidumbre con el descuento ante la U. De Conce.

Pasaban los minutos y no llegaba el gol del triunfo. Algunos jugadores estaban

acalambrados por la entrega en la cancha y los hinchas ya estábamos

sin voz por la entrega en la galería. Cuando quedaban 5 minutos para el

pitazo final, centro desde la derecha que no logra conectar Gutiérrez. Desde

la izquierda aparece Llanos cojeando. Saca el centro como puede y…

Fuenzalida la peina para hacer estallar San Carlos de Apoquindo.

Era el gol del desahogo. El gol de la ilusión. El gol que callaba muchas bocas.

El gol que nos daba el campeonato. Un grito que teníamos contenido

todos los hinchas que nos comimos varios segundos lugares.

No recuerdo haber llorado por Católica hasta ese 30 de abril de 2016. En

ese momento abracé a quien se me cruzara en el camino. Se estaban dando

todos los resultados.

Pitazo final en San Carlos, pero en Rancagua seguían jugando. Fue el

minuto más largo de mi vida. Hasta que algunos hinchas gritan que allá

terminó… Ver al Huaso Álvarez levantar esa copa y dar la vuelta olímpica

es indescriptible.

Nos juntamos con otro amigo y partimos rumbo a Plaza Italia. Obviamente

con unas cervezas en la mano, porque había motivo suficiente para celebrar.

Llegamos y lo que se estaba viviendo era mágico. La sensación de

estar ahí por la Católica y cómo se había resuelto ese campeonato, se sentía

distinto. Antes había ido a celebrar la Copa América de Chile, pero no fue

lo mismo.

Un rato después llegó la Banda del Mumo a animar aún más las celebraciones.

Pero, sin duda, el momento de mayor festejo fue cuando del techo de

un auto apareció el Nico y el Plancha. Sí, esos mismos jugadores que hace

un rato estaban en la cancha, estaban en medio de los festejos y celebracio-

230


nes de los hinchas. Arriba de un jeep, con banderas y bengalas. Celebrando

como un hincha más.

Ese fue uno de los mejores e inolvidables días que he tenido en mi vida. Imposible

olvidar. La 11 por fin era nuestra. ¡Se podía tocar, besar y levantar!

Y como dijo el gran Plancha Bravo: ¡ESTO ES CATÓLICA CONCHE-

TUMADRE!

231


RELATO 102

MEMORIAS Y RECUERDOS

JORGE SOTO

–¡Ahí quedaron todos los giles que nos tiraron pa abajo! ¡Esto es Católica

conchetumare!

Después de algunos minutos en Plaza Italia, me acerqué a un niño que

estaba junto a su madre y atiné a decirle que disfrutara lo que más pudiera,

mientras la bandera a cuadros blancos y azules que sostenía en sus manos,

seguía flameando.

Cerca de las 3 de la tarde tomé la H-13 y me bajé en Franklin con San Diego,

para esperar alguna micro que me dejara en Cóndor.

Más allá de las miles de sensaciones y pensamiento que tenía, al escuchar el

pitazo inicial la fe siempre termina ganado y, como siempre, vamos pujando

para que se den los resultados.

El gol de Llanos fue gritarlo a todo dar entre los edificios, y el de Fuenzalida

fue como el de Bisconti el 97. Aquella vez, solo, lloré de alegría en la

galería del Nacional.

Con un amigo llegamos de los primeros a Plaza Italia. Mientras cantábamos

y saltábamos, nos encontramos con gente conocida de diferentes partes.

Amistades de la vida misma y otras que me dio Católica.

En medio de ver cómo Castillo y Bravo celebraban, de ver cómo pasaban

de mano en mano algunas bengalas y de ver cómo los extintores se hacían

presente, es imposible no sentir ese momento de euforia e introspección.

En ese minuto pensé en que fuimos los mejores y que fue como ganarle a la

prensa, que siempre nos omitió los triunfos o nos basureó gratuitamente

en algún momento. En lo incondicional que hemos sido y que si muchos

de los hinchas de los rivales hubieran pasado lo que nosotros vivimos, ya

se hubieran cambiado de equipo hace rato.

232


En los campeonatos que nos robaron. En los muchos títulos más que deberíamos

tener. En la localía que regalamos por decenas de años por culpa

de nuestros dirigentes. En que, en mi familia, nadie es de Católica. No tuve

esa fortuna de transmitir de padre a hijo el amor por la Franja.

En que mi papá, aunque es de otro club, un día en la casa de mi abuela me

dijo que íbamos a salir y me llevó a ver a Católica a Santa Laura y para mí,

como niño, fue lo más increíble del mundo. En que en mi barrio, la gran

mayoría es de la contra; nunca seguí esa moda. En las burlas que sufrió el

hincha cruzado en el colegio, la universidad, la pega o en la calle.

En las reuniones de los viernes en la tarde en nuestra querida Santa Rosa,

que nunca nadie supo de su venta.

En los viajes fuera de Santiago. En los miles de sacrificios que hice en los

años 90 para conseguir una entrada y de llegar al estadio. En la primera vez

que fui a San Carlos, por el año 1993, cuando había que hacer lo imposible

por llegar. Ni siquiera estaban las micros amarillas.

En los que ya no están y eran de Católica. En los que están lejos y les encantaría

estar celebrando en este mismo lugar.

En querer con toda el alma, que sea el inicio de muchos más títulos y, sobre

todo, en que los momentos de triunfos, siempre son menos que los de

derrota en el fútbol…

Pero hoy, fue de aquellos en que se refuerza más mi amor eterno por la Franja.

Yo soy Cruzado. Soy Campeón.

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RELATO 103

UN LARGO TOUR POR SAN CARLOS

SANTIAGO SÁNCHEZ

Como a muchos nos pasó, se agotaron las entradas a Lepe y tuvimos

que ir a galería Prieto. Un lugar donde se viven los partidos al 100, pero no

con la escencia ni la mítica de la barra Los Cruzados.

La situación y el contexto del partido generaban diversos comentarios y

pensamientos. El equipo cruzado hace ya años que no se coronaba campeón

y esta era una nueva ocasión. Con todo y contra todos era el lema.

Nadie quería ver a la UC campeón. Todos querían burlarse una vez más.

Los jugadores eran quienes debían dejar el alma en la cancha para callar, de

una vez, todas las bocas y sentirse campeones, como se lo merecían desde

hace años.

En la sexta región, perdía O’Higgins y la UC necesitaba gritar gol. Nadie

entendía cómo la pelota no entraba en la portería itálica. Llegaría el gol de

Audax y la UC se mostraba errática. El partido en si no era agradable para

el público. La gente comenzaba a desesperar. Era imposible no sentir esa

presión en el ambiente.

Los cambios se tardaban en llegar. Mario Salas decide refrescar el equipo

y manda a la cancha a varios delanteros. Así llega el minuto 70, cuando de

los pies de David Llanos la UC empata el partido. Remate cruzado que hace

saltar a todos los de la franja. Volvía la esperanza.

El equipo ya estaba replegado en campo contrario. Llanos alcanza a llegar a

la pelota. Levanta la vista y centra… el balón se encuentra magistralmente

con el gran Chapita, quien, sin mirar el arco, cabecea y hunde la pelota en

el arco. Golazo, que le daba a los cruzados la victoria. San Carlos estalló y

las lágrimas no tardarían en llegar.

Finalizaba en la precordillera, pero no en Rancagua. Esos segundos fueron

inciertos. Todo podía pasar. Terminó. Terminó en Rancagua, se escuchó

234


de pronto. Se armó la fiesta y el estadio se vendría abajo. Entre abrazos,

besos y llantos, el cuadro universitario se coronaba campeón, bajando su

estrella número 11.

En lo personal, era tanta la alegría y la emoción, que el llanto se apoderó

de mí. Lo que sentía en ese momento era inexplicable. Solo un hincha que

ama el fútbol vibra con un momento así. Éramos campeones y no sólo

ganándole a Audax, sino que a un país entero, que creía que el resultado

sería el de años anteriores.

Me estaba yendo, cuando noto que un grupo de jóvenes se acerca a hablar

con un guardia, asegurando que eran familiares de algún jugador. Yo, con

la chispeza del chileno, intento colarme y el guardia me lo niega. Insistí,

pero entendía que era su trabajo y me resigné. Doy media vuelta y escucho:

–Mijo, venga antes que lleguen los Carabineros.

El mismo señor me abre la puerta para ingresar a la cancha. No lo podía

creer. Doscientas mil emociones en menos de tres horas. No había palabras.

Eran pocos los jugadores que quedaban ahí. De lejos diviso al Chiqui Cordero.

Lo abracé, lo felicité y con eso me di por pagado. Pero no me quería

ir, quería quedarme para siempre en esa cancha. Cuando llegó el momento

de irse, me percaté de que en la escalera de los periodistas había movimiento,

me acerqué y me piden la credencial para estar ahí.

Con una sonrisa le dije:

–No amigo, usted está equivocado. Soy primo de Diego Rojas.

Fue lo primero que se me vino a la cabeza. Increíblemente, logré entrar a

la zona de vestuarios.

Cumpliría el sueño de todo hincha, sin querer queriendo. Unos minutos

después, sale del camarín el gran Mario Lepe, con una sonrisa de oreja a

oreja y señala a dos niños para que ingresen. Yo, de pura astucia le dije:

–Capitán, si ellos pueden, ¿por qué yo no?

Me miró, e inesperadamente, me hizo entrar al camarín con ¡TODOS Y

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CADA UNO DE LOS JUGADORES!

Fotos. Fotos. Fotos. Abrazos y felicitaciones por doquier.

Son esas cosas que sólo te pasan una vez en la vida.

Ya dentro de la zona de vestuario, divisé la sala de conferencias donde el

Comandante conversaba con los medios presentes. Tan confiado me sentí,

que tomé asiento dentro de la sala y me di el gusto de grabar palabras del

técnico cruzado.

Fui un ganador por donde se le mire.

Así terminaba mi día. Lleno de felicidad por los momentos vividos y, además,

CAMPEÓN, con una hermosa copa que se quedaba en los estantes y

en la memoria de la fortaleza cruzada.

Un 30 de abril digno de recordar cada año. Por supuesto.

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CAPÍTULO IX

4 AÑOS DESPUÉS, NOS

SEGUIMOS EMOCIONANDO

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RELATO 104

JAMÁS ME RENDIRÉ

JAVIER MORENO

Ese 2016 iba muy mal en lo económico. De hecho, meses después, tuve

que cerrar mi negocio en el que había puesto todo mi empeño. No tenía

dinero para ir al estadio ni tampoco para el cable, así que la única opción

era la radio. Ese día, pese al mal momento, olvidé mis problemas y me concentré

en la UC. Sentí que se podía ganar la copa, en el auto escuché que

los otros partidos nos eran favorables pero íbamos perdiendo. Ahí imploré

por una hazaña, la cual sabía le arreglaría el año a mí y a todos los hinchas

de la franja que –contrario a lo que se cree– en su mayoría son gente de

esfuerzo que quiere ver al equipo darlo todo por la camiseta al igual como

ellos pelan el ajo día a día. Me bajé del auto, prendo la radio del living...

Llegó ese maravilloso gol de David; en ese momento exploté de júbilo y,

pese a la ansiedad y los miles de cigarrillos, sabía que lo íbamos a lograr.

Pronto llegó el gol del Chapita y lo grité con todo.

Los interminables minutos finales fueron un calvario, más encima hubo

que esperar q terminaran los otros partidos. Cuando dijeron que éramos

campeones grité como loco, caí al suelo, abracé a mi mujer y juntos lloramos

y lloramos porque ese día se acababan no solo años de derrota de la la

UC sino que también todas nuestras penurias.

¡Ese día juramenté que jamás me rendiría! Gracias muchachos por darnos

la 11; la 11 mía, ¡y de la gente!

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RELATO 105

SIEMPRE HAY UN CRUZADO

GIANINNA MORALES

Todo comenzó en la fiesta de la cerveza en San Fernando. Andaba con

mi pareja, mi hermano y mis sobrinos. En mi familia todos son futboleros

pero nadie más ama a La Franja como yo: siempre ando con algo de la Católica,

es como una manda —así lo llaman mis cercanos—.

Yo estaba con mis auriculares escuchando el partido.

—¡Puta! —grité cuando Diego vallejos metió el primero—.

Y puta, la desesperación era grande. Todos me hacían el típico gesto de

dos con la mano, por los segundos lugares, por el simple hecho de yo andar

con mis colores.

Después, cuando David Llanos metió el gol luego del pase del Plancha,

puta, fue como que paré la fiesta del grito que saqué.

Luego continuó el partido y ese centro que cayó desde el carril izquierdo

para que el Chapa lo conectará fue una fiesta. En eso, un hombre que estaba

vendiendo cervezas grita:

—¡Atención cruzados de corazón, Ceatoleí!

A lo que yo, a todo pulmón, respondí:

—Ca; Ca-tó-li-ca; Universidad Catolica. Y dale , y dale y dale Cato

dale, y dale, y dale, y dale Cato dale.

Fuimos dos los que estábamos sacando la cara en medio de toda la gente,

pero después teníamos que esperar a que el partido terminara en Rancagua.

Ese pitazo final fue un desahogo, después de tantos intentos, por fin lo

habíamos hecho. El joven que también era cruzado me decía:

—Por fin conchesumadre, por fin.

—Costó, pero amar estos colores no es fácil, o sino seríamos muchos

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más —le dije.

Al día de hoy lo recuerdo, de vez en cuando nos topamos por la ciudad de

San Fernando y nos saludamos como si fuéramos amigos de toda la vida.

Hoy entiendo que no importa cuántos seamos, vayamos donde vayamos

siempre habrá otro cruzado.

242


RELATO 106

DE LA INERCIA AL ÉXTASIS

NICOLÁS RIVERA

Me acuerdo que después de haber llorado de frustración por el partido

con San Luis en Quillota, compré mi entrada para el último partido. Sabiendo

a qué me estaba exponiendo, después de tanto sufrimiento, pero el

amor por el club era mayor al miedo. Ese día fui a San Carlos por inercia.

La verdad es que sin expectativa, ya que en todas las instancias anteriores

había ido con una fe tremenda; Arica, Estadio Nacional contra O’Higgins,

Audax Italiano en paralelo con la final en Valpo, la fecha final cuando Cobresal

sale campeón, etc. Por así decirlo, ya tenía el cuero curtido, una desilusión

más no me iba a hacer más daño: ya sentía que había pasado varias

pruebas de fuego y mi sentimiento por la UC no cambió.

Ese día estuve en Fouillioux cerca del codo oriente de Lepe. Nunca me ilusioné,

ni siquiera con el gol de Llanos, que no lo grité; no quería ilusionarme.

Sin embargo, con el correr del partido escuchaba al resto del estadio

decir que O’Higgins perdía y Colo Colo empataba. Faltaba un maldito gol,

ese que siempre era esquivo.

Recuerdo que Llanos cogiaba acalambrado cuando le llega un centro pasado.

Acomoda y pafff, ¡cabezazo del Chapa! Lo veo del mejor ángulo posible

del estadio, de hecho aparezco junto a mi señora en la típica foto donde

cabecea el chapa. ¡Gooolazo! Pero aún mi grito era contenido, seguía temiendo

lo peor.

Última jugada y la pelota queda cerca del córner. Si bien recuerdo, el Nico

Castillo trata de aguantarla, intenta sacar un rebote y no le resulta. La pelota

la tira finalmente el Chapa a Lepe para matar segundos. Jugadores de

Audax descontrolados. A lo que saca el arquero, se termina. Fueron dos

minutos aproximados de espera y… ¡Por fin! ¡El grito ya no era contenido!

Adrenalina pura pasando por mis venas, el desaohogo más grande de mi

vida. Bajé 5 escalones y pafff, salto a la cancha. Dos guardias se me abalan-

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zan pero, con una fuerza que hasta el día de hoy no sé dónde saqué, me

paré y los dejé atras. Corrí hacia los jugadores, que entre la cantidad de

personas logré abrazarlos. Sin conocerlos recibí abrazos sinceros de Llanos

y el Chapa. Luego intenté ir donde Toselli, que le di las gracias y traté de

explicar lo que sentía, lo que había vivido. Obviamente no me pescó mucho

y siguió celebrando con la barra.

Como estaban sacando a los que habíamos saltado a la cancha, salí por mi

cuenta y entré a Lepe. Comencé a llorar como un niño entre la gente. Sentado,

varios me consolaron. Era un llanto raro, felicidad se mezclaba con

recuerdos tristes, de mascar la derrota una y otra vez, como pocos hinchas

pueden soportarlo. Pero era el fin de una era de mierda, por fin lo superábamos.

Nunca imaginé que iba a ser el principio de varios años llenos de

triunfos. Debe ser el día más feliz de mi vida, futbolísticamente hablando.

244


RELATO 107

LA MAGIA DE SER CAMPEONES

VÍCTOR ORMAZÁBAL RÍOS

La noche que perdimos con San Luis se me cayó el mundo. Tuve que

salir a dar una vuelta a la manzana para putear al aire mientras me fumaba

como un condenado 3 cigarros uno tras otro. Al siguiente día no tenía

ganas de nada, pero había que ir a la pega. Con desgano, levanté a mis hijos

y les preparé, como de costumbre, desayuno. Yo, como nunca, no quise

tomar desayuno y le dije a mi señora que me dolía el estómago. Me miró y

me dijo:

—¿No será que estás así porque perdió Católica anoche?

La verdad me daba un poco de plancha decirle que esa era la razón de mi

desazón a mis 41 años de edad. Ya en el colegio —soy profesor—, mis colegas

y alumnos notaron mi apatía y cara de pena mientras mi cabeza repasaba

y repasaba: la final de la Libertadores queriendo bajar a quitarle la pelota

a Rai y Palinha, el 3-3 con Iquique (seguido en una plaza de niños mientras

puteaba en silencio), el 1-0 contra Audax en la Florida con el gol de “Sacha”

y penal perdido por Chico Mark (puteando al fondo de la parcela de mi

cuñada que estaba de cumpleaños), la final con O’Higgins (en el Nacional

queriendo entrar a la cancha a ponerle un combo a Garcés), la final del

2011 con la vocal escondido en un baño de un bar en Bellavista plagado de

chunchos, llorando la pena. El “puta la hueá” salía de mi mente y de mi boca

cada tres pasos, al mismo ritmo que salía y entraba aire a mi boca.

La desesperanza me inundaba y decidí, para no morirme definitivamente

de pena, no saber nada de la última fecha: no escuché radio, no leí el diario,

evité todo lo que me susurrara, incluso, la palabra fútbol.

Día jueves y mis hijos, con sus juegos y travesuras, lograron que mi ánimo

mejorara un poco poniendo el foco en algo más terrenal como lo es la familia.

Ahí mi compañera me recuerda que estamos invitados el sábado al

cumpleaños del Cristóbal, hijo de un amigo colocolino, en San Bernardo,

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por el lado de Catemito.

Llevo días sin saber nada de fútbol, ni quiero hacerlo, y al ir a comprar el

pan para el desayuno mi casero me pregunta por el partido contra Audax

y yo le digo que ni la hora sé. Sin saber el daño que provocaba, me dijo que

jugaban en la tarde y me dio todos los resultados y escenario terminando

con un:

—Va a estar hueno, pero tiene la más difícil.

Con una mueca tipo la Mona Lisa despedí el impertinente paréntesis y

enfilé hacia mi casa.

Ya en el cumpleaños noté que había un mago, un cabro joven al que le hice

clases en uno de los tantos y tantos colegios que he trabajado, y me saludó

con harto cariño, cuando lo único que yo quería era que no me reconociera.

Comenzó la celebración y luego de unas conversaciones con sabor

a nada que tuve con unos invitados, sale el mago a escena. A esa altura

la incertidumbre me comía, sabía que estaba jugando Católica, pero algo

en mí renegaba mirar el celular o preguntar por el partido. Me tomé dos

chelas al seco, mi ojo y pierna tiritaban, me fumé dos cigarros al hilo y no

aguanté más, saqué el celular del bolsillo y medio de lado sin que nadie se

diera cuenta (al menos eso perseguía) veo cómo van en un diario online.

Católica pierde 1-0, un calor iracundo e inmovilizante recorre mi cuerpo

desde el pie hasta mi ceja izquierda y, sin mediar consideración alguna con

los niños, grito:

—¡Por la conchesumadre!

Por supuesto todos se dan vuelta, algunos ríen, los niños no cachan na y me

señora me quita la cuarta chela que tenía en mi mano. El mago aprovechó

el “gracioso” momento para pedirme que lo ayudara con un truco, donde

seguramente yo quedaría como hueón. Le dije que no, insistió ,le dije que

no nuevamente, insistió, lo mandé a la mierda. A esa altura mi señora ya

no me quería ni ver. Me fui a un rincón a reflexionar sin mirar a nadie y

mordiéndome la boca, tratando de superar el impasse y convenciéndome

de que a la edad que tengo, que el lugar ni la ocasión era la adecuada y que

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tenía que dejar de dar jugo. Me recompuse, pedí las disculpas correspondientes,

abracé a mi señora y le dije:

—Ya negrita, chao con el partido, moriré siendo cruzado hasta que me

de vida y filo, ser cruzado es para valientes.

Con esto di por cortado el tema del partido. Nuevamente fui aceptado en la

reunión, mi semblante era otro y el tema ahora eran la crianza, la alimentación

saludable, educación, modelo económico, etc.

Mientras estaba dando cátedra de comportamiento, sale un vecino del pasaje

donde se llevaba a cabo la fiesta, con la camiseta de Católica, gritando

y llorando…

—¡Campeones conchetumadre!

Sin pensarlo solté la compostura, lo abracé llorando. no lo podía creer. Se

fundió en nuestro abrazo lleno de lágrimas el mago, que mientras sollozaba

me decía:

—Profe, no cachaba que era de Católica.

Y terminamos viendo la celebración del Huaso en la casa del vecino, no sin

antes rajarme con una promo. Terminé bien ebrio, con la sonrisa hasta la

patas y durmiendo en el sillón, ¡qué importa! Así vivo mi pasión. Campeones

con esta camiseta que es para todas las vidas.

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RELATO 108

NUNCA PERDÍ LAS ESPERANZAS

RODRIGO SILVA

Recuerdo que íbamos con toda la ilusión para Quillota. Todos me decían

pa qué vai a pegarte el medio pique si van a perder y van a quedar

segundo.

Y me hueviaron antes y después de ese partido con San luis. Y llega el momento

fatal: el 1-0 de San Luis y sentí que todo se derrumbaba. Pensé en

mis compañeros de pega, cómo hueviarían, pero bueno, perdimos al final

y llegando a casa en la Madrugada. Triste y además estaban carreteando

unos amigos de mi cuñado, todos de O’Higgins pa más remate. Hueviaron

y yo les dije: no celebren antes que a nosotros, nos pasó y se perdió una

final. Ya po, y entonces llegó ese día 30 de abril. Fuimos al estadio con las

esperanzas que podía pasar algo.

Igual con una sensación que otra vez lo mismo. Y llega ese gol hueón en el

primer tiempo: sentí que la espenza que llevaba me había traicionado, pero

nunca dejé de alentar ese día. Termina el primer tiempo y la garganta rota

ya de de tanto alentar. Cuento corto: llegan los goles de Católica y el 2-1 del

Chapa fue como si hubiese nacido de nuevo y con otra vida. Fue el gol que

más he gritado en toda mi vida como hincha de Católica.

Y ya sabiendo el resultado en Rancagua solo era esperar el pitazo final.

Termina en Rancagua y fue maravilloso, ¡hasta lloramos con mis ganchos!

Fueron no sé cuántos abrazos con hinchas que ni conocía, era alegría tremenda.

Bueno y pasaron unos 20 minutos de que terminó el partido y me meto a

Facebook y etiqueto en una publicación donde salía campeón O’Higgins a

mis amigos huasos, con estas palabras: “LES DIJE WEONES NO CELE-

BREN ANTES. Y AHORA QUIEN ES QUE CELEBRA JAJJA”

Bueno y todo termina en Plaza Italia.

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RELATO 109

LA ESPERANZA VENÍA CON LOS COLORES DE PALESTINA

MARIO CUCHE

Pasé todo diciembre de 2015 en Palestina. Estuve en Belén, Beit Jala,

Beit Sahour, Al-Janya, Ramallah, Jerusalén, Hebrón y Dura, y conocí todo

tipo de personas, desde alcaldes hasta raperos que vivían en campos de refugiados.

Pasé momentos maravillosos con los palestinos, que tienen una

amabilidad y entereza a prueba de balas, literalmente.

También viví situaciones tensas con los soldados de la ocupación israelí,

que prefiero no detallar, pero que me hicieron sentir en carne propia lo

que se vive a diario en Palestina, donde las amenazas con metralletas dan

rápido paso a los balazos, las detenciones violentas injustificadas y hasta

al encarcelamiento de niños. Y ni hablar de las demoliciones de casas que

sufren los que se resisten a tanta injusticia.

Así que a mí no me la cuenta nadie: Israel es un mierda y los palestinos

son un pueblo increíble que resiste con una sonrisa. Y si todos los días

sufren abusos que van desde humillaciones en el trato hasta homicidios

impunes, todos los días salen igual a trabajar, a estudiar, a dar cara. Son

impresionantes.

El 20 de diciembre de ese año Católica definía la clasificación a la Sudamericana

con Palestino. Y yo, conmovido por la experiencia que estaba

viviendo, escribí una carta en mi Facebook (que se hizo viral entre los

hinchas del club árabe) dirigida a mi Cato querida, pidiéndole disculpas

porque, por primera vez en la vida, tenía deseos de que no ganara. Mi corazón

iba a estar siempre cruzado por una franja, pero ese día lo estaba por

la Franja de Gaza, le expliqué.

Finalmente la Cato ganó y tuvo su primer impulso para lo que vendría al

año siguiente.

De vuelta a Chile hicimos transbordo en España. Iba subiendo al avión,

249


cuando veo que un poco más adelante iba el Nico Castillo, que pasó a los

asientos de clase ejecutiva. Le dije al azafato si me dejaba pasar un minuto,

me acerqué al Nico y le pregunté si acaso iba a Chile para volver a Católica.

Sonrió con picardía y me dijo que solo iba “de vacaciones”. Le saqué una

foto y en cuanto me bajé del avión se la mandé a todos mis amigos con el

comentario “Aquí van los goles del próximo campeón”.

Todo hincha de Católica sabe que para “La 11 de la Gente” el Nico fue el

goleador del torneo, al igual que para el bicampenato logrado ese mismo

año. Lo que pocos saben es que Renato González es un jugador formado

en Palestino…

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RELATO 110

MI TÍA SIEMPRE LO SUPO

JAVIER CONCHA

Recuerdo que estaba en San Pedro de La Paz en casa de mi abuela. No

pude conseguir entrada para ese partido y la universidad me tenía tapado

en certámenes, entonces solo pude seguirlo por internet. Recuerdo que me

coloqué una camiseta de la UC, no tenía mucha fe para ser sincero, pero

había que estar ahí de alguna u otra manera, estaba muy expectante.

Cuando Audax se adelantó y nos fuimos al descanso, seguía ansioso y no

derrotado. El segundo tiempo iba en marcha y llegó mi tía Patricia, me

dijo:

—Cálmate Javito, van a ganar igual.

—Piede que ganemos y no campeonemos —le respondí.

—Van a salir campeones igual. Espera y verás —me dijo ella, con una

tranquilidad que solo una madre puede transmitir.

Me concentré en el partido, los goles llegaron y cuando el cabezazo impecable

del Chapa se coló en el ángulo, no lo podía creer, no podía hacer un

mejor gol en una mejor situación. A partir de ese gol grité eufórico y corrí

por toda la casa, tratando de liberarme de mi euforia. Desde ese gol, supe

que éramos campeones, que nuestra suerte iba a cambiar justamente, que

ese día debería ser declarado “Día Internacional del Hincha Cruzado”. Mi

hermano y mis amigos estaban poniendo aguante ahí en la tribuna Lepe y

después fueron a Plaza Italia con Castillo y Bravo. Fue uno de los mejores

días de mi vida, agradezco eternamente a Dios ese día.

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RELATO 111

UNA EMOCIÓN QUE NO TERMINA

JORGE BARRAZA

Asistí al partido con Audax Italiano en La Florida, cuando perdimos

1-0 y Colo-Colo sin jugar su partido en Valparaíso se coronó campeón de

una forma muy miserable. Con esto cumplimos 5 años de frustraciones

desde aquella tarde maldita de junio del 2011, donde perdimos de forma

penosa, con errores propios y celebrando antes de tiempo, lo que le dio

vida nada más ni nada menos que a nuestro clásico rival, la Universidad de

Chile.

Ese 2016 no me quise ilusionar con que saldríamos campeones, a pesar

de ello igual fui a la mayor cantidad de partidos posible. Retornó Nico

Castillo aquella temporada, que comenzó muy bien pero después el equipo

empezó a decaer, sobre todo en esa dolorosa derrota con Colo-Colo por

3-0 en Pedrero. La Cato logró reponerse y recuperar el liderato, más aún

ganando un partido clave ante el chuncho en San Carlos por 2-1 con un

Jaime Carreño dejando la vida en la cancha. Un partido que se sufrió más

de la cuenta puesto que el primer tiempo pudo terminar fácil 3-0 pero la

poca efectividad no lo permitió.

Debido al mal tiempo tuvimos que jugar la penúltima fecha ante San Luis

en Quillota un día martes en la noche. Un partido muy complicado donde

no solo sería difícil porque los canarios necesitaban ganar sí o sí para no

descender, sino también por jugar en pasto sintético, donde a La Franja

siempre le cuesta, y mucho. Lamentablemente, una vez más el fantasma del

segundo lugar nos asechó puesto que se perdió 1-0 y a falta de una fecha

para terminar el campeonato, ya no dependíamos de nosotros. Además

O’Higgins, el principal candidato, definiría como local, reducto donde ese

año no había perdido.

Los días posteriores fueron terribles, burlas por aquí y por allá, ante las

cuales decidí callar. Ya no tenía ganas de ir a La Fortaleza para no sufrir

252


una eventual decepción. Después de pensarlo mucho, finalmente decidí ir,

apoyar al equipo pasara lo que pasara. Pero objetivamente no tenía muchas

esperanzas de que saliéramos campeones.

Finalmente llegó el día decisivo. Cuando iba rumbo al estadio, pude ver

gente con la camiseta de la Cato a pesar de todo y eso me dio una gran

motivación. Más aún me puse a reflexionar y llegué a una conclusión que

puede parecer muy obvia pero cierta: O’Higgins aún no gana su partido, así

que no podemos darnos por muertos aún, hay que pelearla hasta el final.

Llegué al estadio, me instalé con una amiga. Me puse mis audífonos para

escuchar el partido de Rancagua. La UC comenzó bien pero no abrió el

marcador. De pronto se produce una contra de Audax, error defensivo

cruzado y la visita abre la cuenta por medio de Diego Vallejos. El equipo

decayó y volvían los fantasmas. Yo y el resto de la gente seguimos alentando

por amor a los colores. De pronto una esperanza nos cae del cielo:

gol de Renato González y era el 1-0 para Universidad de Concepción. Ahí

el estadio le hizo saber a los jugadores que si dejaban todo en la cancha

seríamos campeones.

Primer tiempo finalizado, la UC y O’Higgins perdían por la mínima sus

respectivos partidos.

Comienzan los últimos 45 minutos en ambas canchas. Otra nueva noticia,

la U. de Conce aumentaba la cuenta a 2-0 y la cancha de San Carlos arde de

pasión y apoya con el Alma al equipo para conseguir el triunfo y el título.

Mario Salas puso al Plancha Bravo, al Pájaro Gutiérrez y al Nico Castillo

para ir con todo. Ellos 3 dejaron la vida en la cancha, y así es como en el

minuto 70, una jugaba urdida por aquellos tres jugadores mencionados,

llega a los pies de David Llanos, un goleador de estirpe, silencioso, metódico,

que anota un golazo cruzado que hizo inútil la estirada del portero

itálico. Al mismo instante O’Higgins conseguía el descuento, poniendo la

incertidumbre.

Los minutos siguientes fueron de infarto, la Cato se fue con todo por el gol

del triunfo. Llega el minuto 85, centro que no puede cabecear bien el Pájaro

Gutiérrez, un David Llanos lesionado recupera la pelota, lanza el centro

253


y Chapita Fuenzalida cabecea y la clava en la red del arco sur. Sí, el mismo

que fue odiado por muchos (incluido yo) por su paso por Colo-Colo. Un

golazo que el estadio gritó con el alma. Si se mantenía todo así, éramos

campeones.

Se acerca el final, la UC no arriesga el resultado, aguanta la pelota hasta

que el árbitro decreta el final del partido. Algunas personas empiezan a

celebrar, yo con mis manos le señalo a la gente que está a mi alrededor

que deben calmarse, porque en Rancagua aún no terminaba. Allá seguía

ganando el campanil por 2-1, pero faltaba un minuto.

Me apreté los audífonos para escuchar bien. Los que están alrededor me

miran con cara de preocupación, de ansias y cómo no, si llevábamos 5 años

sufriendo y por fin podía romperse la mala racha. Hasta que finalmente el

locutor señala el final del partido y yo gritó con el Alma:

—¡Somos Campeones! ¡Somos Campeones!

¡Ahora sí podíamos celebrar y por fin se nos daba a nosotros!

Fue emocionante y lo sigue siendo, puesto que este título se ganó gracias

a la gente, que a pesar de todo llenó el estadio y alentó con el alma.

Porque a pesar de tener todo en contra estuvo presente. Este título es

el comienzo de un cambio, de unos jugadores que cambiaron su mente

conformista a una ganadora y se ha transmitido a las cadetes. Los títulos

posteriores lo comprueban. Un premio a los cruzados de corazón que estuvieron

y están cuando realmente los valientes están, en las malas. Deseo

de todo corazón que mi club siga en esta racha ganadora porque hemos

sufrido mucho, no por ser hincha de títulos. Porque estuvimos en las malas

y estaremos. Porque quiero lo mejor para mi equipo, el cual amo con todo

mi corazón.

¡Aguante la Cato y su Gente!

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RELATO 112

EL POLERÓN ROJO

SERGIO URRA

Ese día llamé a Ivone, mi novia en ese tiempo, para que buscara y lavara

el polerón rojo de la UC, ese que estaba tan viejo y que había guardado

como un tesoro hace ya varios años, porque el 2010 me lo había puesto

para dar la vuelta y lo recordaba con mucho amor.

Entre tanta lucha interna y evaluando durante toda la semana con mis amigos

si viajábamos, finalmente decidimos no ir. Tal vez ya resignados a que

sería un regreso triste a Chillán, sin hablar, mordiendo la rabia quizás.

JC había decidido ir a San Carlos junto a los amigos de Talca y recordé que

las veces que dimos la vuelta en cancha nunca estuvimos con él. Era un

sino de lo que nos esperaba.

El Caté prestó su acogedor departamento y una media hora antes llegué

junto a Conca, otro milagro, un amigo que no veíamos hace hartos años

y que apareció casi como fantasma. Luego llegó el Jano y el Nico, amigos

y compañeros de mil batallas con la UC. Al son de las cervezas comenzó

el partido.

Al terminar el primer tiempo, la sensación era de risa y resignación. La risa

era clara. Conca había escuchado el gol de la U. de Conce por radio y coincidimos

en que mejor la apagara, como que el destino se burlaba de nosotros.

Rato después, cuando la U. de Conce había hecho el segundo gol, me

puse a llorar. Creo que de impotencia y rabia, y no pude volver a sentarme.

En el gol de Llanos mi corazón explotó. Caminaba de un lado a otro. Y

llegó el gol del Chapa. Creo que el abrazo con mis amigos ha sido el más

verdadero y profundo que nos hemos dado en los más de 20 años alentando

juntos a la Cato.

No pude más y salí del departamento.

—Cuando vuelva, esto ya va a haber terminado y prefiero no ver nada

255


—pensé. Caminé cuatro cuadras. Calculaba que, al caminar las cuatro de

vu elta, ya habría terminado el partido. Subí al departamento y no había

nada de ruido. Me quedé esperando afuera a ver si escuchaba algo, nada…

Cuando entré, todos estaban parados rezando. Al minuto, termina el partido

y, como el Huaso Álvarez, le pedí calma a mis amigos. De pronto,

Conca anunciaba el término del duelo de la U. de Conce y lloramos como

hombres y como hinchas sufridos. De esos que se la bancan año tras año

y que no abandonan porque amamos a la UC, por sobre todas las cosas.

Mi polerón rojo siguió activo. Lo tendré como amuleto hasta el día que me

muera. Hoy lo usa Tomas, mi hijo, que ama a la UC tanto como yo.

Ese día no olvido más.

256


RELATO 113

LA CAMISETA QUE VALIÓ LA PENA

ERASMO SERRANO

Ese día me encontraba en mi trabajo, que era en el Mall Alto Las Condes.

Me puse los audífonos para escuchar la Radio ADN. Estaba expectante y

con los nervios de punta. Además, había discutido con mi polola, porque

le comenté que si Católica salía campeón, me iba a celebrar a Plaza Italia.

Con el gol de Audax, me molesté un poco. Mis nervios seguían a flor de

piel y siendo sincero, no me importó que hubiera clientes ni mis jefes.

Católica era más importante. Cuando la U. de Conce anotó en Rancagua,

supe que algo lindo pasaría esa tarde. Mi fe seguía intacta y me acerqué a

un cruzado para decirle que el Campanil había anotado.

El término del primer tiempo en San Carlos fue de incertidumbre, pero jamás

perdí la esperanza. Incluso, en el entretiempo, me compré la camiseta

y sabía que valdría la pena ese gasto. A esa altura, no me importaba nada.

Al iniciar el segundo tiempo, ya la U. de Conce había anotado el segundo

ante O’Higgins y con mayor razón había que seguir alentando y poniéndole

huevos. Hasta que Llanos empató el partido y grité. Me importó una raja

que me vieran o me escucharan en la pega. Católica era más importante.

El descuento de O’Higgins dio susto. Hasta que Chapita puso el 2 a 1. Volví

a gritar. Ahora solo quedaba aguantar y esperar. Terminó el partido en

La Fortaleza y había que esperar que se terminara en Rancagua. Cuando

terminó, volví a gritar:

—¡Por fin somos campeones mierda!

Me abracé con un compañero y gritamos juntos el ceatolei hasta llorar de

la emoción. Le conté a mi pareja que Católica salió campeón y me dijo:

—Ya, ándate a Plaza Italia.

Casi me pateó, pero después lo entendió. La camiseta comprada, valió más que nunca.

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RELATO 114

UN ILÓGICO DESAHOGO

SEBASTIÁN ÁGUILA

El 30 de abril de 2016 es un momento importante en la historia de

nuestro club. Había pasado bastante tiempo de nuestro último título y muchas

veces estuvimos muy cerca de lograrlo. Pero para nuestra mala fortuna,

no pasaba más que una simple ilusión.

Nuevamente otro torneo corto para definir al nuevo monarca. No aparecíamos

como los candidatos al título, pero, los que lideraban la tabla,

comenzaron a enredar puntos y acortamos la distancia.

Una fecha muy recordada fue la antepenúltima. Jugábamos en San Carlos,

ante nuestro clásico rival, y en ese partido los jugadores salieron a la cancha

con mucha sed de triunfo. Se sabía que, si lográbamos ganar, recuperaríamos

la punta absoluta. Con un gol de Jaime Carreño y otro del Chapa se

logró el triunfo. Restaban dos fechas y dependíamos solo de nosotros.

Penúltima fecha. Nos tocó viajar a la complicada cancha de San Luis en

Quillota. Todos ilusionados con el triunfo, para así mantener la distancia

contra O´Higgins, ya que ambos tenían posibilidades de ser campeón. Terminamos

perdiendo ese partido y O´Higgins logró ganar. Recuperaron la

punta restando una fecha.

La pena abundó en muchos hinchas. Se repetía la historia de los últimos 5

años. Ya no dependía de nosotros.

Última fecha. Se jugaban en paralelo ambos partidos de local y las estadísticas

mostraban que O´Higgins que no había perdido ningún partido en su

estadio. Pero San Carlos estaba repleto. La hinchada se hizo sentir, incluso

antes de iniciado el partido. Un sorprendente Audax abre el marcador

cuando corrían 19 minutos de juego. Un balde de agua fría. Pero no fue

motivo para callar a los hinchas. Todo lo contrario. Los cánticos comenzaron

a ser cada vez más fuertes, había que aleonar a nuestros jugadores.

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Restando poco para que termine el primer tiempo, se comienzan a escuchar

festejos en San Carlos. Muchos sin saber lo que pasaba. La U. de Conce

abría el marcador en Rancagua. Una alegría momentánea, puesto que si

nosotros perdíamos daba lo mismo.

Se inicia el segundo tiempo, con ambos candidatos al título perdiendo. Corría

el segundo tiempo y nuevamente abrazos en San Carlos ¿gol cruzado?

No. Nuevamente gol de la U. de Conce.

Corría el minuto 70. Volvían los abrazos en el estadio, ¿nuevamente gol de

la U. de Conce? No. Al fin lográbamos hacer nuestro primer gol, de los pies

de David Llanos, quien decreta el 1-1 parcial.

Salté. Lo grité con el alma. Estábamos a un gol de la hazaña.

Los minutos corrían y cada vez nos quedaba menos para marcar el gol del

triunfo. Llegó el minuto 85. Un Llanos muy cansado se abre a la banda y

lanza un centro para que el Chapa marque el 2-1 parcial de Católica. Me

volví loco. En un momento, pensé que era un sueño y no quería despertar.

Con ese gol, dejábamos atrás los “casi campeonatos”. Pero no era un

sueño. El destino nos tenía preparado el mejor libreto para terminar con

ese maldito cotillón. Estábamos ganando nuestro partido y en ese minuto,

éramos campeones.

Terminó el partido en San Carlos, pero no se podía festejar aún. O´Higgins

perdía, pero restaban minutos, o un minuto, no recuerdo. Se me hizo

eterno, hasta que llegó el desahogo.

Somos Campeones. En nuestro estadio. Con nuestra gente. Lleno. Se logró

de una forma muy distinta y logramos ser campeones pese a que era lo más

ilógico que podía ocurrir.

Jugadores. Cuerpo Técnico. Hinchas. Todos festejando esta estrella, que

nos había sido tan esquiva. 30 de abril del 2016. Fecha inolvidable para

todo cruzado.

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Ese día todos y todas nos despertamos con un sueño. Y desde el estadio,

la casa, el trabajo, fuera de Chile, solo, con amigos o desconocidos,

luchamos para que se hiciera realidad. Solo las y los hinchas de la UC

sabemos lo que vivimos ese 30 de abril. Hoy lo revivimos porque la

historia de las emociones nunca debe ser olvidada y encenderla es

volver a sentir los abrazos de esa tarde, la tarde de La 11 de la gente.

“Ese día ha sido el día más lindo de mi carrera como futbolista. Desperté

con la ilusión que lo íbamos a lograr”

DAVID LLANOS

“Fue algo realmente hermoso y que me generó un recuerdo que siempre

estará ahí, porque yo soy bueno para olvidar, pero de ese 30 de abril no

me olvido de nada”

MARIO SALAS

“El gol del Chapa se vivió de forma tremenda, me parece que es el gol

donde parte todo”

FERNANDO CORDERO

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