AA.VV. - Encuentro con la sombra. El poder del lado oculto de la naturaleza humana [2003]
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23. EL FUNDAMENTALISMO
DE LA NUEVA ERA
John Babbs
Escribe y enseña en Boulder, Colorado.
Anoche, como tantas otras veces, acudí a una de esas extravagantes reuniones de la Nueva Era. Pero esta vez
no creo que vuelva a otra. Me ponen enfermo. En noches como la de ayer debo escapar a la tortura de pensar
que estoy condenado a morir. Hay algo tan espantosamente irreal en todo ello que me resulta incluso difícil
señalarlo. Lo único que sé es que terminé gritando obscenidades, bebiendo whisky y buscando ligue en un
sórdido rincón.
En la reunión de anoche un apuesto joven relató sus viajes alrededor del mundo y su peregrinaje por unos
cuatrocientos lugares de poder de todo el mundo. A sus treinta y cuatro años de edad había dado catorce veces
la vuelta al mundo y había vivido en la mayoría de esos lugares durante meses, a veces incluso durante años
enteros.
Nuestro conferenciante había tenido una visión. Una visión de un mundo en paz, un mundo bueno y limpio en
el que todos trabajaban en lo que les gustaba colaborando estrechamente entre sí.
Nos dijo que todos esos sitios habían sido utilizados cuatro o cinco mil años antes de Cristo por los antiguos
paganos como lugar de culto a la diosa, como pista de aterrizaje interestelar para visitantes procedentes de
lejanas galaxias y como lugar de asentamiento de antiguas civilizaciones mucho más avanzadas que la nuestra.
También predijo calamidades de todo tipo y describió el terrible futuro que nos aguardaba por haber dejado
atrofiar nuestro hemisferio cerebral derecho y haber perdido el contacto con los antiguos lugares de poder.
Luego nos explicó que las religiones patriarcales se habían adueñado de esos sitios para su propio uso y
terminaron destruyendo, en el proceso, la profunda sabiduría y las antiguas verdades que encerraban esos
lugares.
Calculo que habré estado en un centenar de estos prodigiosos acontecimientos. Gente hermosa, dulce, amable,
espiritual. Fascinantes visionarios. Pero bajo todo ese esplendor acecha una sombra apenas velada por los
beatíficos tópicos de la dulzura a la que denomino Funtamentalismo de la Nueva Era, la creencia de que yo
poseo la verdad y de que todos los demás están equivocados, son estúpidos o malos, la convicción de que yo
represento a las fuerzas de la luz y la bondad mientras que los demás están engañados por las fuerzas del mal.
Esto, obviamente, no es algo que se declare en voz alta. Se trata, por el contrario, de algo encubierto pero, no
por ello, menos presente. Nunca he hablado favorablemente de Jerry Falwell pero por lo menos con él sabes
siempre dónde está y sabes cuáles son sus valoraciones. Con él se puede hablar claramente porque al menos
tiene la valentía de manifestar sus opiniones sin tapujos. Lo que más me exaspera de los fundamentalistas de
la nueva era es que sus juicios y sus estimaciones morales permanecen ocultas bajo la fachada de la doctrina
de la nueva era, tras las pantallas de humo del «amamos a todo el mundo» y el «todos somos uno».
Nuestro joven prosiguió afirmando que «sentía» que las leyendas y los mitos paganos, griegos y romanos que
describían este gran misterio eran «ciertas» y que las leyendas cristianas, islámicas y judaicas eran
elaboraciones y distorsiones de la «única» verdad. Además, él había desarrollado las funciones de su
hemisferio derecho y podía «constatar» que esos lugares habían sido utilizados como pistas de aterrizaje extraterrestre
y como asentamiento de los atlantes, los lemures y los habitantes de Mu. ¿Qué cómo podía saberlo?
¡Lo sabía por channeling. Y se acabaron las preguntas!
¡Dénme una oportunidad... Por favor! (Jamás hubiera cre ído que me escucharía diciendo esto.) ¡Dénme
hechos! ¿Exis te acaso la menor posibilidad de verificar materialmente este tipo de fantasmagóricas
afirmaciones?
¿Por qué estamos tan obsesivamente preocupados por el pasado y por el futuro? ¿Acaso importa tanto lo que
ocurrió hace 5.000 años? ¿Por qué justamente ahora nuestros Hermanos del Espacio se aprestan a redimirnos
de la locura? ¿Acaso todas estas preocupaciones son algo más que otra forma de huir de lo que se halla frente
a nuestros mismos ojos, de eludir el esfuerzo que supone ordenar nuestra vida y aliviar el sufrimiento que nos
rodea?