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Media Luna no.2

Revista mexicana de literatura y fotografía

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De nuevo entre sus manos, limpió los

años de mi cuerpo; se encargó de que

mis brazos volvieran a su lugar y de

que mis piernas pudieran sostenerme.

Ahora estaba reconstruida, entera.

Lista de nuevo para verme reflejada

sobre mi caja de cristal. Sólo que

esta vez no lo escucharía correr

sobre el piso de madera; no lo vería

escalar para alcanzarme y, dentro

de sus pequeñas manos, descubrir

lo que había más allá de mi reflejo.

No.

Esta vez me puso en el centro de su

hogar, al nivel donde su desgastado

cuerpo le permitía verme a los ojos.

Cada día hablaba conmigo, nos

observábamos; ponía música y

me leía hasta quedarse dormido.

No duró mucho, pues mientras más

vida tenía, a él menos le quedaba.

Para mí carecía de sentido. Ambos

teníamos los mismos años, las mismas

grietas sobre nuestro cuerpo y la capa de

polvo que insistía en remover de mis ojos;

pero en los suyos se espesaba día con día.

Una mañana no se levantó a la hora usual.

Cuando lo hizo no estaba limpio, ni bien

vestido como siempre. Con más trabajo

que antes, se sentó frente a mí; sus ojos

estaban perdidos, fijos en el horizonte.

Ya no me veía más.

A pesar de mi tristeza, sabía que esta

vez dolería menos.

Con mis zapatillas de porcelana

resonando sobre la mesa de madera, me

acerqué a él, tomé su ligera cabeza entre

“Yo volví

mis frías manos y lo giré hacia mí. Sonrió

con melancolía. Entendía que, como

antes, lo perdonaría; siempre lo haría.

– No estaré sola.

a ser

porcelana”

Era la segunda vez que me despedía con

esas palabras. La segunda vez que mentía.

Al menos ahora había

tiempo de despedirnos.

Me envolvió en sus brazos, era tan

suave como recordaba, a diferencia

de mí… yo era dura y resistente, así me

habían construido; así fui moldeada.

Esta vez ninguno fue el primero en

dejarse ir. Su cuerpo simplemente

perdió fuerza sobre el mío. Sus manos

cayeron a mi lado, sin dejar de rodearme.

Conmigo como único testigo de su

partida, me quedé observando su

sonrisa congelada, hasta que el polvo

en sus ojos los cubrió por completo.

Sus párpados se cerraron.

Yo volví a ser porcelana.

MEDIA LUNA

19

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