N°279: Culto al arte regional | Enfoque de Oriente
Culto al arte regional es la compilación de narrativas alrededor del arte y la cultura en clave a las identidades territoriales.
Culto al arte regional es la compilación de narrativas alrededor del arte y la cultura en clave a las identidades territoriales.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
8 enfoque de oriente
El Carmen de Viboral, entre
valientes, artistas, víctimas
y verdugos
Por: Natalia Montoya.
"Contra la muerte, coros de alegría".
- Porfirio Barba Jacob.
Fotografía de Fabián Rendón. Carnavalito, 2018.
El Carmen de Viboral se envolvió en una obra de trágica
comedia a mediados de los años 90s, las escenas varían entre el
plomo y la fiesta, donde existen varios personajes con un discurso
vehemente y apasionado por el arte; no lograron ser silenciados por el
asedio de encapuchados que los amenazaban por ser diferentes, por ser
homosexuales abiertos, por ser artistas; simplemente deseaban matar la
mirada con voluntad. Cuando el gatillo juega a la ruleta rusa se da de baja a
un campesino o a una mujer que llora y su lágrima queda sumergida en un
baile singular o en el llanto de un velorio sin titular.
Javier Naranjo, un hombre que ama la lectura, está con la cara llena de
pliegues, los ojos brillantes, diferentes… un poco resfriado, carraspeando,
pero esto no le impide mostrar sus buenos modales que no vienen de la
etiqueta, vienen del tacto con el común. El exdirector de la Casa de la cultura
El Carmen de Viboral, se sigue quejando de su gripa que lo tiene “llevado” y
saluda dando un buen día a un par de colegialas que pasan cantando en esa
casa, que pasó de ser un colegio de normas a una escuela de la vida. No sabe
de fechas, habla de la época del 95, donde hubo varios años de violencia
reiterada en esta zona marcada entre combates de los paramilitares y la
guerrilla, y la comunidad en el medio, menciona, con voz sujeta al clima
frío, que “esta situación no nos impidió nunca continuar, hacer cosas
que teníamos que hacer”.
Recuerda con pensamiento elevado sobre sus ojos como si tuviera que
buscar un álbum de fotografías y se topa con la imagen indicada, encuentra
el Carnavalito de Música Andina y Latinoamericana, evento que enaltece los
sonidos prehispánicos. Piensa y continúa. “Se hacía en el patio central de
esta casa de la cultura, colocábamos antorchas en el piso para que la gente
bailara, caminara, y no solo se hacía en este lugar. Una de las tradiciones era
que salíamos con los grupos artísticos en coches de caballo, haciendo fiestas
por todas las partes del pueblo, grupos de Perú y Bolivia que por falta de
recursos se venían por carretera”.
Pero, por lo general en ese tiempo la música y la muerte se besaban, se
acariciaban, pues veían normal que se expusieran 6 o 7 carteles de difuntos
en la Iglesia Nuestra Señora de El Carmen.
“Hubo un tiempo en que llegaron grupos para el Carnavalito, y la noche
anterior habían matado 6 personas y estábamos pensando qué hacer,
decidimos salir montados con los grupos andinos en coches de caballo
por las calles y parar una cuadra antes, una cuadra después donde habían
velorios, allí se encontraban hombres borrachos con sus camisas abiertas
y las mujeres con lágrimas negras bañadas por pestañina, los llantos
desgarradores, pero mientras recorrimos el pueblo haciendo música, había
fiesta y alegría, porque la vida es alegría, y la vida seguía en medio de los
otros, recuerda.
No se podían entregar al dolor así fueran cuestionados, pues
acompañaban a quienes estaban dolidos por la muerte de los seres
queridos y respetaban ese dolor, un dolor que estaba acompañado por
el espíritu del jolgorio y del velorio. Y entre muertos que alzaban la voz y
vivos que bailaban entre ruanas y charangos, iban tarareando…