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Thomas y el dragón
Todas estas preguntas se las hacía
Thomas.
De tanto pensar y admirar la luna se
quedó dormido en la playa y al otro día
se despertó por el rose de una ola que
lo acariciaba.
Un día salió a caminar y de regreso a la
cueva, escucho un llanto, Thomas no
sabía qué hacer si salir corriendo o ir a
mirar, ya que se le hacía extraño el
llanto, porque estaba seguro que él era
la única persona que habitaba la isla a
parte de los animales de la isla.
Fue tanta la curiosidad que fue a mirar
y se sorprendió mucho al encontrar
esta rara especie ya que había recorrido
toda la isla y nunca lo había llegado a
ver ¡que especie de animal tan rara! ¡no
es nada parecido a los animales que he
visto en esta isla! ¿de dónde habrá
salido? -se preguntaba-
Él lo miraba y miraba de arriba hacia
abajo ya que tenía cola, patas largas y
manos muy cortas, ojos muy grandes y
dientes pequeños muy puntiagudos y
alas en su espalda.
Como era tan pequeño, Thomas decide
llevárselo a la cueva puesto que el
dragón se podía morir de hambre y de
frio.
De camino a la cueva Thomas decide
abandonarlo porque se llenó de miedo
de que de pronto la mama lo pudiera
estar buscando y al ver que su bebe no
estaba donde ella lo había dejado se
pudiera enojar y pudiera hacerle daño;
cuando lo suelta al suelo, el dragón lo
mira con mucha tristeza como
queriéndole decir que no lo
abandonará.
Thomas decide volver por el dragón y
vivieron felices los dos, pero más
Thomas porque ya no se sentía solo ya
que tenía la compañía del dragón.
Juan David Montalvo
Grado: Tercero
Sede Bélgica