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ECR 268 DICIEMBRE

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“No para saber...sino para obtener...para

ser” Hay muchas cosas que Dios quiere que

nosotros sepamos, pero la hora de la Segunda

Venida de Cristo no está entre ellas.

Nuestra es tomar lo que Él nos da (poder

del Espíritu Santo), y ser lo que el desea

que seamos (sus testigos).

Ningún esfuerzo en la predicación del Evangelio

verá fruto perdurable, sino aquel que

esté avalado por el poder del Espíritu.

Cuando alguien lo recibe no puede mantenerse

en silencio. Pablo dijo lo siguiente:

“¡Ay de mí si no anunciare el Evangelio!”

(1 Cor. 9:16)

Compañerismo los unos con los otros

Después que Jesús fue llevado al Cielo, los

apóstoles regresaron a Jerusalén. Las palabras

de los dos mensajeros celestiales todavía

estaban sonándoles en los oídos:

“Este mismo Jesús, que ha sido tomado

de vosotros al cielo, así vendrá como lo

habéis visto ir al cielo” (1:11). Jamás olvidaron

esta promesa, pues se convirtió en

la bendita esperanza de la iglesia hasta

hoy. Pero había que hacer algo más que detenerse

en Jerusalén y esperar.

Todos los apóstoles estaban allí, todos a excepción

de Judas. Se les menciona por sus

nombres (1:13). María, la madre de Jesús

estaba allí, y los hermano de este, y en las

“mujeres” ciertamente estaban incluidas

las mujeres que estuvieron en la cruz y que

fueron a la tumba temprano, el primer día

de Resurrección. Lucas nos dice que estaban

allí “reunidos eran cómo ciento veinte”

(1:15) en el “aposento alto” (1:13).

Estaban “unánimes” y en “oración”. Dos

elementos que son esenciales en el verdadero

compañerismo cristiano. Fue en ese

momento cuando Pedro propuso nombrar

un sustituto en lugar de Judas.

En la Calle Recta

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