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A primera vista puede parecer que la fórmula es la unión de lo sumamente
masculino, la gran bestia rubia, con lo sumamente femenino, la
princesa que no podía dormir si había un guisante debajo de sus siete colchones
de plumas. Pero todo este simbolismo se autocompensa; lo blando
se hace duro, lo rudo, tierno. Cuanto más profundizamos en la fórmula,
mayor se hace la identificación de opuestos. La Paloma es el ave de Venus,
pero también es un símbolo del Espíritu Santo; es decir, del Falo en su forma
más sublimada. No hay pues por qué sorprenderse al observar la identificación
del padre con la madre.
Claro está que cuando ideas tan sublimes se vulgarizan dejan de mostrar
el símbolo con claridad. El gran hierofante, enfrentado a un símbolo
totalmente ambiguo, está obligado, justamente por su cargo de hierofante
—esto es, el que revela el misterio— a no revelar todo el mensaje a quien
no está preparado para él. Debe hacer esto mostrando un símbolo de la segunda
orden, un símbolo adecuado a la inteligencia de la segunda orden de
Iniciados. Este símbolo, en lugar de ser universal y transcender así la expresión
ordinaria, debe estar adaptado además a la capacidad intelectual
del grupo particular de personas a las que el hierofante quiera iniciar.
Consecuentemente, tal verdad se manifiesta a los profanos como fábula,
parábola, leyenda e incluso credo.
En el caso de este amplio símbolo del Loco existe, por lo que hoy sabemos,
varias tradiciones completamente diferentes y muy concretas, e, históricamente,
muy importantes.
Para comprender la doctrina única de la que surgieron todas ellas debemos
examinarlas por separado.
El «Hombre Verde» del Festival de Primavera. «El Loco de Abril»*. El
Espíritu Santo
Esta tradición representa la idea original adaptada a la comprensión
del campesino medio. El Hombre Verde es una personificación de la influencia
misteriosa que da lugar a los fenómenos de la primavera. Es difícil
decir por qué tiene que ser así; sin embargo, es así: hay una relación con
las ideas de irresponsabilidad, irreflexión, idealización, amoríos y ensoñaciones.
* N. del T.: April Fool's Day (El Día del Loco de Abril) es una fiesta que se celebra en los
países angloparlantes el 1 de abril. Aunque en su sentido popular tiene relación con la fiesta
de los Santos Inocentes, responde a una tradición originalmente distinta.
Sfi
El Loco se agita en todos nosotros con la vuelta de la Primavera y, debido
a que nos sentimos un poco aturdidos, un poco desconcertados, se ha
creído una costumbre saludable exteriorizar el impulso subsconciente por
medios ceremoniales. Esta era una forma de facilitar la confesión. Puede
decirse de todos estos festivales que son representaciones en la forma más
simple, sin introspección, de un fenómeno completamente natural. Ha de
observarse en particular la tradición del Huevo de Pascua y el «Poisson
d'avril». (En otro lugar de este ensayo hablaremos del Salvador Pez. La
precesión de los Equinoccios ha hecho que la Primavera comience con la
entrada del Sol en Aries, el Carnero, en lugar de en Piscis, los Peces, como
era el caso en los tiempos más antiguos de que tenemos constancia.)
El «Gran Loco» de los Celtas (Dalua)
En esta tradición hay un avance considerable con respecto a aquellos
fenómenos puramente naturalistas antes descritos; en el Gran Loco hay
una doctrina concreta. El mundo siempre está buscando un salvador, y la
doctrina en cuestión es filosóficamente más que una doctrina, es una realidad
patente. La salvación, cualquiera que sea su significado, no se consigue
en base a términos razonables. La razón es un callejón sin salida, una
maldición; sólo la locura, la locura divina, ofrece una salida. La ley del
Ministro de Justicia no sirve; el legislador será un camellero epiléptico
como Mahoma, un arrivista megalómano y provinciano como Napoleón o
incluso un exilado con tres cuartas partes de sabio y una de loco, un residente
en una buhardilla del Soho, como Carlos Marx. Entre tales personas
sólo hay una cosa en común: todos ellos están locos, esto es, inspirados.
Casi todos los pueblos primitivos poseen esta tradición, al menos en una
forma diluida. Ellos respetan al lunático errante, pues cabe la posibilidad
de que sea el mensajero del Altísimo. «¿Este extranjero excéntrico? Obsequiémosle
con generosidad. Puede que estemos agasajando sin saberlo a un
ángel.»
Intimamente ligada a esta idea está la cuestión de la paternidad. Necesitamos
un salvador. ¿Qué es lo único en claro acerca de sus requisitos?
Pues esto, que no sea un hombre normal. (En los Evangelios los judíos dudaban
de la afirmación de que Jesús era el Mesías porque procedía de Nazaret,
una población bien conocida, y porque conocían además a su madre
y a su familia; en resumen, sostenían que no cumplía los requisitos de candidato
a Salvador.) El salvador tiene que ser una persona especialmente sa-
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