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La Placeta de Lorca- nº83 - junio 2021

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Texto: Papageno

En el interior de una sala rectangular de lo que pudiera ser el Instituto de Segunda Enseñanza,

reabierto en 1928 y ubicado en el edificio del antiguo Colegio de la Purísima en la calle

Zapatería, vemos a un grupo de alumnos, la mayoría chicas, cinco de ellas sentadas ante unas

mesas sobre las que se sitúan máquinas de escribir. Sólo hay dos muchachos, ubicados delante,

uno con una pajarita –quizá Juan Jódar Tobal, que sería alcalde de Lorca en 1970– y otro con

las manos en los bolsillos que se apoya en un lateral. Todos miran directamente al fotógrafo,

menos una, en la segunda fila, con hermosas facciones y un caracolillo en el pelo, que baja la

cabeza en actitud de teclear. El suelo es de losas hidráulicas de dos tonos y en el lado izquierdo

hay un armario de madera con libros en sus estantes identificados por tejuelos. Reconocemos

a algunas de las representadas: la que se halla sentada delante y en el centro es Pilar Arcas

Arcas, y también distinguimos de pie, tercera por la derecha, a Ángeles Pascual, un poco más

joven que la anterior, hija del entonces director del instituto don José Pascual Urbán; también

identificamos a Trinidad y Juana Costa y, con menor seguridad, a Luisa García Arcas, pertenecientes,

junto con Pilar Arcas, a la promoción de 1934. La fotografía nos muestra, quizás, el

aula donde se impartirían por las tardes prácticas o estudios complementarios como refuerzo

de las clases obligatorias.

A mediados de los años 20 algunas mujeres, pocas aún, trabajaron como taquimecanógrafas

y se incorporaron de modo profesional a las filas del funcionariado, empresas y establecimientos

comerciales. En Lorca surgieron academias docentes que preparaban taquigrafía,

mecanografía y otras disciplinas demandadas por el mercado laboral. En la prensa local hallamos

anunciados este tipo de centros para el aprendizaje de esta técnica: «Un mecanógrafo tan

hábil y competente, como el señor don Luis Sánchez Díaz, acaba de instalar en su domicilio,

Plaza de Castelar 7 [antes de Alcolea,] una Academia de mecanografía; centro de enseñanza,

que, verdaderamente, hacía en Lorca muchísima falta. Sabido es que la escritura a máquina es

hoy tan general, tanto en oficinas, como en comercios, fábricas y centros industriales, que para

cuantos soliciten colocación, tanto el sexo femenino como el masculino, en cualquiera de estos

sitios, exigen como requisito indispensable el que el solicitante sepa escribir a máquina con la

rapidez y perfección debidas. Aquí hay muchos jóvenes de uno y otro sexo que consideran

como una necesidad indispensable la de enseñarse a escribir en máquina, pero se han tropezado

hasta ahora con la dificultad de adquirir máquina para este fin, toda vez que la adquisición

de la misma no está al alcance de todas las fortunas. Pues bien, ya puede todo el que quiera

ser un buen mecanógrafo o mecanógrafa, aprender a serlo, sin necesidad de hacer el desembolso

que implica la compra de una máquina: bastará para ello ingresar en la Academia del

señor Sánchez Díaz, y aprenderá a conocer la máquina y a escribir con corrección y velocidad»

[La Tarde de Lorca, 23-3-1923]. Tres años más tarde volvía a hacer publicidad de lo que ya era

su Academia de Comercio, que incluía, entre otras aplicaciones, «mecanografía con todas las

reglas dactiloscópicas sobre máquinas de diferentes sistemas». En 1929 era la revista El magisterio

de Murcia la que recogía la felicitación de la inspección al maestro de Lorca Francisco

Benedicto por implantar en su escuela la enseñanza de mecanografía.

En los años 50 la academia del citado Luis Sánchez Díaz se trasladó a la calle Lope Gisbert,

donde asimismo

trabajaría su hijo, Antonio Sánchez Rebollo, que fue, además, notable poeta. También se impartieron

estas enseñanzas en el Colegio-Academia San Luis, en la calle Alburquerque 8, que

dirigía el profesor mercantil Ginés Sánchez Hellín –casado con Adoración Cañizares, profesora

de latín en el instituto–, establecimiento que a finales de los 60 se ubicó en la calle que baja a

la estación, llamada entonces Zumalacárregi y actualmente periodista Juan López Barnés. En

estos tiempos funcionaban, además, la academia «Almi», con delegaciones en varias ciudades,

situada en , la «Academia Alfonso X», y también la «Academia Sánchez», que tuvo su sede en

la calle Rebolloso 4 y, desde 1962, en la calle Alta, dirigida por Antonio Sánchez Sevilla. Y luego,

nuevos centros como Pérez de Lema, Peregrín, etc.

Entre las máquinas de escribir que aparecen en la fotografía distinguimos la inglesa Bar-

Lock y dos portátiles de la prestigiosa marca americana Underwood. El primer proyecto de

máquina de escribir del que se tiene noticia es de 1714. La inventada por el italiano G. Ravizza

en 1837 incorporaba ya la cinta entintadora. La primera máquina de escribir producida en

serie fue la de E. Remington e Hijos. La eléctrica, patentada por Edison, surgió a finales del XIX,

aunque no se explotó comercialmente. Así conocieron numerosas mejoras e innovaciones,

hasta la llegada en los años 80 del siglo pasado del ordenador personal, que, definitivamente,

reemplazó a estos fantásticos artilugios de escritura

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