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10 La ciudad de a píe y en bicicleta

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10 La ciudad

de a píe y en

bicicleta.


La abuela tenía su casa

en Kennedy, en donde

trabajaba en su montallantas día a día. Ella recuerda la avenida

de esa cuadra, de no más de 9 m de ancho, como el eje de su vida

en aquel entonces, ya que la mayoría de su tiempo se la pasaba

trabajando en el taller. Lugar en donde conoció a conductores que

terminaron hasta llevando a sus hijos al colegio.

Por la ventana del montallantas se veía la avenida principal y por

el otro lado el comercio aledaño, el paradero del bus, la panadería

y las personas del barrio conversando o caminando. Esa era la

ciudad que rodeaba a la familia Becerra Ramírez en 1989, al sur de

la capital en un barrio con dinámicas independientes.

Sin embargo esa no era la ciudad que se

habían imaginado años atrás en las manos

de arquitectos como Karl Bruner o el plan

vial de Le Corbusier con los imaginarios

de ciudad moderna. Aquella ciudad que

nació en el centro y se fue expandiendo para

formar nuevos tipos de vida urbana.

u n a u

t o p

í a


Mis tíos y mi madre crecieron

rodeados de autos, buses

y bicicletas. El trabajo del

montallantas que sostenía la

economía familiar implicaba

ensuciarse las manos y conocer

del tema.

Cuando eran muy jóvenes nunca tuvieron una bicicleta, sin

embargo veían constantemente como sus amigos se movían

en las suyas y periódicamente visitaban el taller para uno que

otro arreglo. A medida que crecía la familia, aumentaban las

responsabilidades, es por ello que desde muy temprano mi madre

empezó a trabajar para ayudar

con algo en la casa.

Con el tiempo empezó a hacer

alianzas y amistades con aquellos

que visitaban el taller, desde

conductores de busetas hasta

conductores empedernidos,

quienes interactuaban en el

espacio público mientras se hacía

el trabajo en el montallantas.


Mi madre estudiaba en el Colegio Champagnat, sin embargo

después de perder tercero de bachillerato dejó de estudiar y

consiguió un empleo en un almacén de ropa y calzado que

quedaba cerca de la casa, en Kennedy. Todos los días se iba y

venía caminando entre las avenidas y calles construidas en

asfalto, en donde se podía apreciar el cambio en el estilo de

construcción de la ciudad.

La forma en que Kennedy se extendió como un barrio

habitacional, al mismo tiempo que se volvía más denso y se

llenaba de edificios de apartamentos y casas de uno o dos

pisos. Su forma de llegar caminando al local, ubicado al lado de

la plaza de mercado de Kennedy, le permitía estar en contacto

con los habitantes. Este fenómeno de construcción le permitió

a Bogotá, en especial en los sectores con menores recursos,

crear ciudades dentro de la ciudad.


e s p a c i o s

habitacionales

Ciudades

dentro de la

ciudad


Al tiempo de trabajar en el local mi madre compró su primera

bicicleta. Cuando tenía 17 años conoció a un amigo de mi tío

Ratón, que le vendió una Monaretta usada a cuotas. Esa bicicleta

roja se convirtió en su nueva manera de recorrer la ciudad en la

ciclovía de los domingos y de vez en cuando se daba el lujo de

salir a pasear con su novio hasta el parque Timiza.

Entre semana la ciudad la recorría a pie o en bus, ya que eran sus

tiempos de trabajo. Pero los fines de semana se montaba en su

bicicleta para hacer las vueltas personales y pasar un buen rato,

para ello la ciclovía fue su mayor aliada.


démonos un paseo


El proletariado occidental ya

va en coche; el chino, en bicicleta.

Puede ocurrir que el ciclista llegue

más lejos que el automovilista.

—SÁNDOR MÁRAI, Diarios


Todos los domingos mi mamá se levantaba a alistarse para la

ciclovía, evento que significaba independencia y movilidad. El día

anterior alistaba su sudadera, tenis y camiseta, para conformar

un atuendo completamente distinto al que usaba entre semana;

además debía dejar listo todo el oficio de la casa para tener el

permiso de la abuela.

En la mañana salía en su bicicleta cargando un bolso con agua,

dinero y papeles. Para su trayecto de los domingos siempre

recorría parte de Kennedy para salir a banderas y tomar las

Américas hasta la Boyacá. Tomaba toda la ciclovía de la Boyacá,

en un principio recorría un tramo corto, pero poco a poco fue

aumentando hasta llegar a la 127, en donde paraba y se tomaba

una gaseosa y se devolvía.

Ese recorrido lo hizo por más o menos cuatro años, tiempo en el

que la ciclovía se transformó y se extendió por más kilómetros

de la capital como la carrera Séptima, carrera 15, calle 116, la Av

Boyacá y la Av calle 26.



“La ciclovía es la playa de los

bogotanos. Allí se encuentran en

forma pacífica y desordenada los

ciudadanos que entre semana

se refugian en la oscuridad y la

humedad de sus hogares.”

—Daniel Samper Pizano


Con el tiempo, el trabajo y la educación la bicicleta fue quedando

a un lado. La ciclovía de los domingos se dejó de hacer ya que

ese era el día para hacer trabajos, oficio o descansar. Al mismo

tiempo la familia empezó a independizarse, mis tíos se casaron

y empezaron a tener hijos. De esta manera la segmentación

ocurre y cada uno busca su camino, segmentación que también

se empieza a dar fuertemente en el territorio y la manera en que

se estructuró la ciudad desde los años 90.

De esta manera la tradición familiar que hay detrás de construir

la ciudad casa a casa desaparece; más bien se empieza a dar

la construcción conjunto a conjunto. Tras este fenómeno

de construcción mi madre decidió comprarse una casa en la

Ciudadela El Recreo, en la localidad de Bosa, espacio que con el

tiempo recreó el ideal de urbanismo moderno que incluye una

serie de conjuntos cerrados, un parque lineal central y canchas

para diferentes juegos.


B o g o t á

s e g m e n t a d a


Así, con este nuevo estilo de ciudad, desde el año 2000 mi

madre volvió a utilizar su bicicleta pero esta vez para el cuidado.

Desde los cinco meses me llevaba al jardín en su Monareta, esta

vez adaptada con un sillín para bebé en la parte trasera. Esa

forma de uso de la bicicleta señala el final de este capítulo, era la

forma más sencilla de salir del barrio hasta el jardín y después

el colegio.

Cuando partimos bien temprano por la mañana en bicicleta mi

madre me acomodaba en la silla con un cargador de bebé y me

abrigaba. Tomaba toda la cicloruta de la Ciudadela el Recreo

hasta pasar por el montallantas, que ahora era del tío Carlos,

y ubicado en el barrio las Margaritas, ya que la abuela había

vendido la casa de Kennedy, y pasaba la calle para dejarme en

el jardín, para después devolverse en la bici hasta la casa y salir

a trabajar.

Esas son entonces mis primeras rodadas en bicicleta,

acompañada de mi madre y yendo al colegio. Más adelante se

convertirían en los paseos de los domingos.



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