REVISTA QUINTANAR MAGAZINE - Nº 5 ENE 2023

especie de placer culpable a la inversa, en el que lo que genera gozo
y sufrimiento es, precisamente, no llevarlo a cabo.
Fotograma de la película Call me by your name, con un Elio
tan hastiado como yo viendo cómo el resto se lo pasa pipa.
A día de hoy me sigue pasando. Por suerte, experiencias como
la que he tenido con “Llámame por tu nombre” van haciendo que cada
vez más me quite esa presión de encima. Leer a Aciman (André, el
autor) este año me ha traído muchas más cosas buenas de las que
podría haber hecho en 2017, estoy segura. Para empezar, la
compañía con la que lo hice. Un aspecto más que he corroborado en
estos meses ha sido la magia de no leer en soledad. Algo que hasta
ahora solo había hecho a través de una pantalla con amigas por
Internet, se ha corporeizado para la ocasión de esta novela. No
puedo dejar de dar las gracias a mi querida Rosa por recorrer juntas
la Roma de Oliver y Elio.
Siguiendo con las ventajas está mi situación. A la vez que iba
pasando páginas de esa edición tan característica de Alfaguara, con
su semirecuadro negro y el cartel de la película (bastante más bonita,
a mi juicio, que la cubierta original), iba viviendo una experiencia
similar a la de sus protagonistas. Salvando muchas distancias y
callejuelas sucias de la “città eterna”, claro está, pero me entendí
mejor a mí misma en aquellos días gracias al romance que André
Aciman había trazado. Sé que para la Jimena de hace años no
hubiera significado tanto.
Y, por supuesto, no puedo obviar el motivo por el que decidí
sumergirme en la historia ahora y no antes: mi viaje a Italia. Recuerdo
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