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El plato vacío
Karen Páez De La Hoz
2023
Había una vez, en un lugar muy especial,
una niña llamada Sara.
Sara era una niña dulce y muy curiosa,
pero tristemente le daba miedo hablar.
En su hogar sus papás discutían
tanto, que Sara sentía que su voz era
muy pequeña para ser escuchada.
Ella pensaba que se le comía la lengua
un ratón, porque cada vez se volvía
más tímida.
La única persona con quién Sara no
era tímida, era su hermana Lucía, de 6
años.
Luci, como su hermana le decía, era tan
pequeña y tan inocente que no veía lo
que sucedía. Mientras que Sara, al ser
la mayor, siempre se enteraba de las
discusiones.
Sara sabía que, a la hora del té, por ser la
hermana mayor debía alejar a Luci de las
discusiones. Y para ello el cocinar siempre
sería la mejor opción.
Sara: Luci, vamos a cocinar un postre que nos
saque una sonrisa.
Luci: ¿De chocolate y fresas?
Sara: ¡Claro!, ¿Acaso hay otro que sea tan rico
como el mousse de chocolate con fresas?
En el colegio, Sara siempre en Arte resaltaba,
mientras que inglés le costaba. Sobretodo,
por pensar que los demás se burlarían de
ella al escucharla hablar.
En especial Juan, el bromista del salón.
Juan siempre antes de que Sara tuviera que
hablar decía: Sara, Sara, de cara redonda y
cachetes de tomate.
El gran deseo de Sara era no ponerse roja
como un tomate, pero siempre sucedía.
Sara, Sara, apuesto que muy
pesada estás.
Sara, Sara, …
Sara, Sara, muy cachetona y
roja estás.
Sara, Sara, cuidado al pasar
que a alguien puedes tumbar.
Y más cuando escuchaba la voz burlona
de Juan, que a diario un comentario decía.
Para Sara no había mejor momento que estar
en el parque con sus amigos para comer.
Siempre esperaba con ansias el momento
de abrir su lonchera para ver la comida que
su mamá le enviaba, pues como su abuela
decía: “barriga llena corazón contento”.
Ni la clase de inglés o las burlas de Juan
lograban entristecer el momento de comer.
Porque como sus amigos le decían es mejor
a palabras necias oídos sordos.
Sara y Luci, luego del colegio iban a la casa
de su abuela Ruth, quien era tan alcahueta
como todas la abuelas.
Luci siempre al llegar le pedía a su
Abue, guayaba con sal y limón.
Una combinación que Sara nunca
entendió, ella prefería un plato lleno de
mango biche con sal, miel y limón.
Para Sara su Abue, era muy especial y era
en quién más podía confiar. Todos los días,
le contaba con detalles las vergüenzas que
pasaba en el colegio por culpa de Juan.
Sara siempre repetía: Abue, soy un bulto de
sal, todos los días algo me tiene que pasar.
Su abuela la escuchaba con atención y
entre carcajadas le decía: Ay mi niña, a
leche derramada nada que hacer. Aveces
las personas no entienden el poder de sus
palabras, pero como tus amigos te dicen,
a palabras necias oídos sordos, así que a
Juan ni caso le debes hacer.
¿Qué tal si comemos una rica cena
para subir ese ánimo? ¿Qué te parece si
hacemos mi plato especial de arroz con
huevo y un poco de queso parmesano?
Los papás de Sara y Luci siempre llegaban
tarde a recogerlas de la casa de su Abue,
pero en este día en especial tardaron más y
solo llegó su mamá.
Y desde ese día sólo llegaría su mamá,
porque tristemente sus papás decidieron que
caminos separados debían tomar.
Después de varias semanas, se dieron cuenta que
todo era diferente y dejaron de esperar que sus
papás llegaran juntos a la casa de su Abue.
Nada era realmente igual, porque aunque su
papá las visitaba, pasaron de verlo todos los días
a unas horas durante la semana.
Para Sara cada momento que compartía
con su mamá y Luci, se sentía incorrecto,
pues el vacío que dejó su papá, ella lo
sentía en cada desayuno, almuerzo o
cena en las que él no estaba.
Y aunque su mamá, seguía con ellas a
diario, no parecía nunca realmente
presente. Siempre estaba muy distraída
y cansada.
Sara poco a poco se fue alejando y
se encerró en sí misma. La niña que
alguna vez fue solo tímida, ahora era
totalmente introvertida.
Sentía que todos la juzgaban y que
nadie estaba realmente para ella.
Estaría sola, si no fuera por una nueva amiga
que logró entender el vacío de su corazón.
Una amiga con la que decidió compartir este
sentimiento tan extraño que creció con la ausencia
de su papá y que le causaba inseguridad.
En las tardes después del colegio, algo
cambió. Luci y Sara, ya no compartían
la comida que les hacía su Abue. Sara
al llegar del colegio, subía corriendo
para estar sola y poder hablar con su
única amiga.
Su Abue, al ver que su nieta se alejaba,
decidió siempre llevarle un plato de
comida que le sacara una sonrisa.
Pero, Sara estaba tan deslumbrada
con las palabras de su única amiga que
simplemente fingía que ese plato de
comida no existía.
Así pasaron las semanas, en las que Sara
prefería encerrarse a hablar durante horas
con su única amiga.
Y aunque su Abue y Luci sabían que Sara cada
vez se alejaba más, preferían no presionarla y
solo estar cerca por si ella las necesitaba.
Luci: Abue, ¿Por qué Sara ya no me habla?
Abue: Ay mi niña, demosle tiempo, que el
tiempo lo cura todo. Han pasado muchas
cosas, por ahora solo podemos estar atentas
a cuando Sara nos quiera de nuevo cerca, ya
sea para hablar o para compartir un plato de
arroz con huevo.
Luci: ¡Ay Abue! Extraño a mi hermana, espero
ese día llegue pronto.
Un día la abuela Ruth, muy preocupada
por ver a su nieta flaca como fideo, decidió
ir a comprar el mango más delicioso para
así prepararle sus onces preferidas, mango
biche con sal, miel y limón. Pero al llegar al
carro de frutas de la esquina, se encontró un
lindo cachorro, el cual no dudo en adoptar.
Pensó: Esto es lo que Luci y Sara necesitan, un
cachorro que les de amor y protección.
Luci y Sara jugaron con su nuevo
cachorro por horas, hasta que llego el
momento de la cena.
Sara al ver su plato, decidió de nuevo no
comer, pero esta vez le regalo su comida
al nuevo cachorro, llamado Lulo.
Sara: Ay Lulo, te contaré un secreto, esta
comida no la voy a comer porque perfecta
me debo ver.
Se volvió un hábito que cada plato que
su Abue o su madre le servían...
...ella se lo daba a su cachorro para
librarse de la cantaleta por no comer.
Sara dejó de disfrutar de sus onces en el colegio.
Después de verlas por un rato, regalaba todo
lo que le causaba temor, a esos niños que ella
llamaba barriles sin fondo.
Ahora Sara y su única amiga, después de
comer una simple manzana con agua, se
sentaban a criticar a todo niño que pasaba.
Sin darse cuenta, por la influencia de su
nueva amiga, Sara se estaba volviendo
como Juan, una niña que avergonzaba
a otros con sus palabras.
Sara: Mirala, nunca se ha visto en un
espejo.
Amiga de Sara: ¡Uy si!, no sabe que eres
lo que comes.
Durante las vacaciones, Sara se sentía muy
aburrida. Prefería mil veces estar con su única
amiga que cocinar con Luci y su Abuela.
Sara: Abue, yo no quiero comer.
Luci: Hermana, pero si es el postre de la
alegría, mousse de chocolate con fresas.
Abue: Si mi niña, es tu postre favorito. Hace
meses no lo hacemos y de vez en cuando no
hace daño.
Sara: ¡No!, yo sé que si hace daño, mejor solo
tomaré un vaso con agua.
Sara ya no entendía para qué hacer
postres llenos de azúcar, si como
su amiga decía: “no hay peor mal
que el azúcar.”
Luci ya no reconocía a su hermana, no entendía
porque ya no comía ni hablaba con ella.
¿Qué hacía a esa nueva amiga tan especial como
para no volver a estar con su hermanita?
Luci muy preocupada por Sara, decidió una
noche pedirle un deseo a una estrella, dijó:
estrella que brillas hoy más que nunca, dale a
Sara un nuevo amigo, un amigo que no la aleje.
Lulo que siempre dormía junto a Luci,
escuchó el lindo deseo de la niña.
A la mañana siguiente, para sopresa de Sara,
despertó no como habitualmente lo hacía,
por un fuerte dolor de estómago. Sino al
escuchar una pequeña voz que le decía:
Vamos Sara, hoy yo te preparo el desayuno.
Ella no entendía de donde provenía esa voz,
pero al ver hacía abajo de su cama, encontró
a Lulo batiendo su cola muy entusiasmado.
Sara no creía lo que acaba de pasar, su perro le
habla. Y entoces dijo: ¿Lulo, me hablas a mi?
Lulo: ¡Claro! Sé que no has comido mucho
desde que llegue, siempre me das tu comida y
ahora es momento que yo cuide de ti. Porque
quieres que te cuente un secreto, es la comida
más deliciosa que he probado.
Sara: No creo que tu logres cocinar muy bien.
Lulo: Si llevas comiendo durante meses la mejor
comida, claro que puedes cocinar muy bien.
¡Deja que te sorprenda!
Sara y Lulo bajaron a la cocina, para empezar
a hacer el desayuno.
Para sospresa de Sara, Lulo si era un perro
muy hábil en la cocina y en menos de 15
minutos ya tenía todo listo.
Sara no podía creer lo que pasaba y pensó:
¡Debe ser un sueño!, creo que si como lo que mi
perro ha preparado, no estoy haciendo nada
malo, porque la comida no es real.
Así que se acercó a la mesa y se percató
del irresistible olor ...
... de los hermosos colores de cada plato y
obviamente del delicioso sabor.
Sara: Wow, es una explosión en mi boca.
Sara aunque no lo aceptara extrañaba mucho
comer, por lo que agradecio el haber tenido
un sueño tan increíble, donde pudiera ver su
plato lleno de la comida más deliciosa.
Sara: Lulo no se de donde has aprendido a
cocinar así, pero apuesto que no todos tienen
un perro que cocine tan bien.
Lulo: Te he dicho, llevo meses aprendiendo de
la mejor, tu Abue.
Al día siguiente cuando se encontró con
su única amiga, le contó del increíble
sueño y de lo delicioso que fue comer.
Pero su amiga reaccionó furiosa y le
dijó: No puedo creer que sientas que
eso haya sido increible ¿Te gustaría
volverte como esos niños barril sin fondo?
Sara al escuchar las duras palabras de
su amiga más preciada, se desboronó
en llanto y le dijó: Tienes razón, menos
mal siempre estás para decirme lo que
hago mal. No quiero que me critiquen o
se burlen, ayudame a ser perfecta para
que la gente se quede a mi lado.
Sara y su única amiga corrieron y
corrieron hasta quedar pálidas, pues
como siempre solo habían comido
manzana y agua.
Sara al llegar a su casa decidió ignorar a
Luci y a Lulo, porque creía que si seguía
escuchándolos perdería a su única amiga.
Luci: Sara, ¿Otra vez me vas a dejar sola?
Sara: ¡Ay Luci, dejáme tranquila! Hoy me siento
muy cansada.
Lo que Sara no esperaba es que al
recostarse en su cama se desvanecería
y vería todo negro.
Estaba tan agotada que cayó en sueño
profundo en el que vió de nuevo a su
perro Lulo cocinándole...
...pero en esta ocasión el más delicioso
almuerzo.
Sara no se resistió y se comió todo el plato,
pues era su comida favorita, ajiaco.
Lulo al verla feliz comiendo, le preguntó:
Sara, ¿Por qué, si en tus sueños disfrutas
tanto comer, no comes al despertar? ¿Por
qué siempre me regalas tu comida?
Sara: La verdad tengo miedo de perder
el control y comer mucha comida que me
haga daño.
Lulo: ¿A qué te refieres con daño?
Sara: Como dice mi única amiga, el peor
daño de la comida es cambiar lo que ves
en el espejo. Si no controlas lo que comes
muy fea te puedes llegar a ver y sola
te vas a quedar, porque todos se van a
burlar.
Lulo: Pero Sara, todos necesitamos comer,
no sólo para tener energía, también para
disfrutar junto a quienes más queremos ¿O
no has disfrutado cada bocado de lo que
preparé?.
Sara: Si lo he hecho, pero aún así me da miedo
que si llego a comer pierda el control sobre mi
cuerpo. Tengo claro que las personas juzgan
y se alejan, por eso debo ser y verme perfecta
para así evitar que suceda.
Lulo: Las personas que realmente te
aman , te aceptaran como eres. Como tu
Abue que siempre te ha dado la felicidad
de un rico plato; o Luci que siempre con
un postre te muestra lo mucho que te
quiere; y tu mamá, que apesar de su
tristeza, sigue enviándote onces que te
den energía.
Sara: Nunca pensé que la comida podría
ser una muestra de tanto amor.
Yo sentía que estaba sola y que con la
única que podía contar era mi amiga.
Ella siempre me cuidó desde que mi papá
se fue y me ayudó a ser perfecta.
Lulo: Pero nadie lo es ¿O si Sara? ¿Realmente
crees que estar inconsciente es estar perfecto?.
Despierta Sara, debes despertar y ver lo que
realmente sucede.
Sara despertó y se dió cuenta que una
lágrima corría por su mejilla, ...
Así que decidió verse en el espejo y se dió
cuenta que no se veía tan sana como pensaba.
Sara: ¿Por qué hice esto?
Su amiga: Sara pero si estás hermosa, mira lo
que has logrado.
Sara: ¿Lo que he logrado? ¡Me aleje de quiénes
más me quieren!
Su amiga: Pero si me tienes a mi.
Sara: No creo que realmente me quieras.
No siento que esto este bien, siempre estoy
con hambre y me siento débil.
Sara cerró sus ojos y dejó de juzgar lo
que veía en el espejo, ...
... mientras escuchaba a lo lejos una voz
que se desvanecía, diciendo: Sara, ¿Por
qué ya no me escuchas?
Su amiga, al igual que un sueño, no era
real. Solo era una voz que Sara decidió
no escuchar más, pues entendió que a
quién llamaba su unica amiga no había
sido del todo sincera.
Sara pensaba: No entiendo cómo llegué a
este punto. Ya no quiero ver el plato vacío.
Ya no quiero estar sola. Ya no quiero ser
perfecta, solo quiero ser una niña feliz
que comparta con quiénes más quiere.
Sara desde ese día no volvió a escuchar la
voz de su vieja amiga, para poder escuchar
las voces de quienes la querían.
Comenzó a pasar más tiempo con Luci y
cocinaron nuevas recetas, como el famoso
arroz con leche.
Volvió a comer de nuevo todo lo que su Abue
le preparaba con mucho amor, como el
arroz con huevo o el mango biche.
Empezó a ayudarle a su mamá a empacar
sus onces y mientras, disfrutaba de las
conversaciones que tenían.
Sara volvió a sentir la alegría de una
barriga llena y el corazón contento.
El plato vacío, de Karen Páez De La Hoz,
se terminó de imprimir y encuadernar en mayo de
2023 en Zetta Comunicadores S.A.