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LA BESTIA (Serena Valentino) (1)

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¡lejos! ¿Quién tendría un plebeyo, sin importar cuán cercano sea un amigo de la familia real, cuando

ella podría tener al príncipe que algún día sería rey de estas tierras?

El príncipe decidió reírse de todo y concentrarse en lo que amaba: cazar, beber, gastar los

impuestos recaudados de sus propiedades y encantar a las damas.

Oh, sí, y estaba Circe, pero él la amaba de la forma en que uno amaría su castillo o su

establo provisto de los mejores caballos. Ella era la criatura más hermosa, y la apreciaba

por cómo su belleza se reflejaría en él y en su reino. Sensible, pensó, y se sintió

irreprochable.

Los planes de la boda continuaron a pesar de que Gaston siguió hablando de la familia de Circe. No pasó

un día o una noche sin que él no lo mencionara.

—¡Estás empezando a aburrirme, Gaston, honestamente! Continuar con esta cosa de la granja de cerdos como

si fuera realmente cierto. ¿Por qué no te rindes ya? "

Gaston no dejaría el tema en paz.

"¡Ven conmigo, buen amigo, te lo mostraré!"

Así que recorrieron varios kilómetros hasta llegar a la pequeña casa de campo, que estaba escondida más

allá del bosque en un camino poco común.

Allí estaba su Circe. Estaba de pie en el corral alimentando a los cerdos, la parte inferior de su sencillo

vestido blanco estaba cubierta de barro. Su cabello parecía apagado y sus mejillas enrojecidas por el trabajo

duro. Debió haber sentido que la miraban, porque alzó la vista y notó la expresión de disgusto en el rostro de

su amado, dejándola abrumada por el horror y la vergüenza.

Dejó caer su balde y se quedó inmóvil, mirando a los dos hombres. Ella no dijo nada.

“¡Ven aquí, niña! ¿Así es como saluda a sus invitados? el príncipe ladró engreído.

Sus ojos se abrieron como si saliera de una bruma. "Por supuesto",

dijo dócilmente.

Luego salió del corral y se acercó a los hombres, mirándolos, todavía a horcajadas sobre sus caballos.

Se sentía pequeña y mansa e incapaz de cumplir con sus

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