VOZ DEL PUEBLO 4

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traían, eran unos torazos como se ve hoy en la feria, pero no blancos y venían de Méndez que era de caminar dos días y se hospedaban aquí. Aquí se encontraban con negociantes que venían de otra parte, dormían una noche. Llegaban a eso de las cuatro de la tarde y seguían viniendo hasta las once de la noche. En todos los cuartos ponía dos camas y se acomodaban de dos en dos, unos cabezas arriba otros abajo. Unas 20 personas en las habitaciones y afuera en el pasillo, mucho más y me preocupaba porqué no había camas y ellos decían que no era problema que era mucho mejor que afuera en el patio. Acá en el pasillo, al menos era sobre piso de tabla y con techo. La lluvia era mucho más fuerte antes. Había meses como Julio cuando las maestras quería salir y no podían y se quedaban con las maletas. Un día se derrumbó y llegó desde la escuela (Albino del Curto), más de un metro de alto de lodo al patio. Las madres empezaron a ha - cer sus desbanques. En un mes de Mayo a eso de las dos de la madrugada, se bajó el deslave de lodo, era terrible, vino una piedra inmensa que rodó a medio patio. Esa piedra le dimos al Taitico, el papá de la Julita Cando, “venga Taitico”, le dijo mi esposo. Él era picapedrero que sacaba piedras del rio para hacer su trabajo y el las pulverizo solo con combo y cincel, así hacía el ripio. Esa noche no pudimos dormir por el horror que era. No recuerdo cuanto cobramos por habitación, creo que era a tres sucres. Un jornalero ganaba cinco sucres, eso pagábamos a un peón. Los huéspedes se metían uno arriba uno abajo en cada cama, venían con botas y dejaban mucho lodo, pero tenía una empleada fija, por eso tengo ese estanque grande en el patio. Lavábamos a mano todas las cobijas y sábanas, habían unas delgaditas que rapidito se secaban. Había más trabajo los Lunes y Martes que venía más gente por las ferias de ganado. Teníamos ocho habitaciones, recibimos a ganaderos, campesinos, recibimos a diputados como el doctor Rafael Cordero, diputado del Azuay, a Alberto Lituma, otro cuencano, venían del banco, un señor Marco Vélez. En las campañas venía Augusto Abad que también se hospedaba aquí. El corazón de la mujer es el mas leal de todo, mi corazón me dice a quien debo o no dar una habita - ción, usted ve, paso sola y así me he ahorrado de problemas. Ya cuando se abrió el paso a Gua - laceo, mi esposo también tenía transporte de carga. A los 56 años, se enferma siendo joven aún. A mí me dio gastritis aguda consecuencia de un problema de garganta, me dieron penicilina, unas enormes tabletas que me pasaba con el estómago vacío, casi me morí, mi esposo me llevó al mé - dico en Cuenca y mejoré. En ese viaje él estaba mal, el día antes, él limpia una cuneta de agua y llega demacrado, con los labios morados y me dije creo que él también ha tenido gastritis peor que yo. Le di agua de remedios con la medicina que yo tomaba, pero no mejoró. Le dije a mi hijo Fernando (Chazo) llevémosle a Cuenca a mi médico y así el nos atiende a los dos. Yo estaba segura de que lo que él tenía era gastritis, pero él doctor le atiende y dice: #no hay gastritis en su esposo". En ese tiempo, llegó otro médico especializándose en México y con mi hijo le llevamos. Le hacen los análisis y me dice: el diagnostico no le puedo dar ahora, mañana venga a las ocho, sola. Llegué al día siguiente a esa hora, le pedí los resultados y él me dice: “señora siento mucho, para su esposo no hay remedio”, en shock le pregunto que tiene, y él me dice su espo-
so tiene una afección a la válvula aorta y eso no se puede reemplazar para operar. ENTRE DIENTES UN CLÁSICO DE LA COMIDA EN EL CANTÓN Llegué donde otro doctor, el Marco Barzallo, pero me dijo igual: mi esposo no tenía remedio. Duró cinco meses 10 días. Una amiga mía me decía: “la muerte entra por los pies”, por eso le pedí a mi hermana que pasó conmigo tres meses: “vos te sientas al pie de la cama porque yo no quiero que el se muera, yo no quiero que el se muerta, vos te sientas al pie de la cama” (llora recordando). Ya cerca de la muerte vino el padre Salvatore y nos pidió que salgamos todos, ¿yo también le pregunto? y él dijo no. Mi esposo me miró porque lloré gritando y el se acabó, el 31 de diciembre de 1982. Trabajamos juntos, el fue muy trabajador, yo le acompañe en todo, el nunca se quedó solo. Así es la cosa mi joven. Estoy viviendo aquí, Diosito, mi esposo me dejó aquí y de aquí no he de salir hasta que Diosito me lleve. No le comparo a Limón con ninguna parte. Me he ido a Quito donde mi hija, pero no, Macas donde mi otro hijo, Macas me gusta, pero a Limón no le cambio con nada. Me he ido a Quito donde mi hija, pero no, Macas donde mi otro hijo, Macas me gusta, pero a Limón no le cambio con nada. Entre Dientes es un emprendimiento que nació en Limón Indanza hace 25 años, bajo la dirección del licenciado Julio Paucar. Servir con Calidad a Todos, fue lo que le motivó a crear uno de los restaurants mas conocidos y populares de Limón y la provincia ya que al estar hubicado en el Terminal Terrestre, miles de pasajeros se han servido exquisitos platos en este popular lugar. Sus primeros empleados fueron doña Rosa Guashco, doña Luisa Curillo y don Ricardo Rosado que aun siguen laborando. Todo el personal, ama la cocina. Desde labores simples como pelar o lavar, hasta dosificar los ingredientes lo hacen con pasión. La limpieza es minusiosa y el aseo personal igual. Sirven platos de comida típica ecuatoriana como papas con cuero, caldos y sopas de pollo, carne, de res, puerco, arroz con tilapia, con estofado de pollo al jugo o asado, carnes fritas u hornadas. Nunca falta un jugo de frutas natural. Jamás por respeto al comensal, sirven fresco solo. Familias enteras se alimentan aquí ya por generaciones. Pese a que el costo de la canasta básica sube constantemente, ellos mantienen precios accesibles para todos. Don Julio se caracteriza además por su corazón generoso ya que no duda en brindar un buen plato de comida a personas de escasos recursos económicos que se hacercan al local. *Si usted desea que hagamos una nota sobre su emprendimiento, escriba al Whatsapp: 0968815213.
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