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166 Pablo Martínez Corrales
principal de la alquimia era hacer oro y los que creían que era el desarrollo de nuevas medicinas
minerales que complementarían la farmacopea hierbal que se había desarrollado y
con la que pretendían obtener la inmortalidad.
Los sucesores de los griegos en el estudio de las substancias fueron los alquimistas medievales
que experimentaron con los materiales sobre los que sólo especulaban los griegos.
Durante la Edad Media, especialmente entre los siglos V y XI la alquimia fue desprestigiada
por inquietudes religiosas; sin embargo, en el siglo VII reapareció con los árabes,
quienes habían acumulado los antiguos conocimientos de los egipcios y se revitalizó la
antigua alquimia griega, lo que dio lugar a una escuela alejandrina que fundó una práctica
que resultó precedente de la química.
La alquimia europea medieval tuvo una influencia de la alquimia árabe, a través del siguiente
proceso: La influencia árabe penetró en occidente primero por España (el califato
de Córdoba alcanzó su apogeo durante los reinados de Abderramán II (912-961) y de al-
Hákam II (961-976)); se crearon escuelas y bibliotecas que atrajeron a los estudiantes de
todo el mundo mediterráneo y según la tradición, el monje Gerbert (teólogo y matemático
que más tarde fue el Papa designado con el nombre de Silvestre II (999-1003)), fue el
primer europeo que conoció en su totalidad las obras alquímicas escritas por los árabes y
por los griegos. También las Cruzadas pusieron al occidente en relación con la civilización
árabe y despertaron vivo interés por la ciencia alquímica oriental; debe tenerse también en
cuanta que Sicilia constituyó y constituye aún hoy un nexo entre Oriente e Italia y fue el
astrólogo Miguel Escoto el que en su obra “De Secretis” (1209), hizo referencia a las teorías
alquimistas desarrolladas por los árabes, dedicando la obra a su maestro, el emperador
Federico II de Hohenstaufen.
La alquimia en la Edad Media alcanzó su apogeo a mediados del Siglo XII en el que fue
traducida del árabe al latín, debiéndose recordar la obra conocida con el nombre de “Turba
philosophorum” en la cual se precisa quelos metales son cuerpos compuestos, resultan de 2
propiedades comunes: el mercurio, que era lo metálico, y el azufre, que era lo combustible
a los que posteriormente incluyeron un tercer elemento, las sales.
La historia de la alquimia durante la Edad Media fue la búsqueda de la piedra
filosofal, para lograr no sólo transmutar metales sino para lograr la inmortalidad,
lo que tuvo una consecuencia trágica para esos alquimistas que fueron calificados
de magos y brujos y sufrieron persecuciones por parte de las autoridades
religiosas.
Pese a las persecuciones siguieron los alquimistas con sus actividades en la clandestinidad
y siguieron experimentando con el mercurio, el azufre y las sales y en este proceso
descubrieron otras sustancias como los ácidos minerales (el acido nítrico, clorhídrico y
sulfúrico) y el fósforo, posibilitando una verdadera revolución en los experimentos ya que
estas sustancias eran mucho más fuertes que el ácido acético que era el único ácido conocido
hasta entonces. El primer ácido mineral en descubrirse fue el ácido nítrico, hecho por la
destilación de salitre y el vitriolo o el alumbre; el que presentó más dificultades fue el ácido
sulfúrico, que era destilado de la misma forma pero requería contenedores resistentes a la
corrosión y el calor; mucho más difícil fue el ácido clorhídrico que fue destilado a partir de
la sal de amoníaco y el vitriolo o el alumbre. De todas formas, pocos alquimistas se dejaron
tentar por éstos importantes éxitos secundarios, para desviarse de lo que ellos consideraban
su búsqueda principal: la inmortalidad y la creación artificial de la vida humana; muchos
para lograr el apoyo financiero de los mecenas simularon resultados exitosos de sus experimentaciones
y así simularon producir oro por medio de trucos de prestidigitación, lo que
contribuyó a desvalorizar las actividades alquímicas.