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16 Pablo Martínez Corrales<br />
solo el hombre carece de ese sentido de función que le haya sido previamente asignada.<br />
La condición anímico-espiritual del hombre funda su semejanza con Dios. (“Frustra laboras,<br />
philosophe, dum conaris omnia comprenderé nisi apprehenderis animan, pero cuam<br />
sis reliquia comprehensurus” Ficino, Epistolarum libri XII 1576); “Nam riracula quidem<br />
animi...coelo majora sunt” Pico Della Mirandola “In Astrolagiam”; “certe animus homo<br />
ipse est, corpus autem est hominis umbra” Pico Della Mirandola “Heptaplus”, Ficino “De<br />
Amore…” IV, 3; “...Nos autem peculiare aliquid in homine quaerimus: unde et dignitas ei<br />
propria et image divinae substantiae cum nulla sibi criatura communis comperiatur”, Pico<br />
Della Mirandola“Heptaplus”).<br />
De esta forma el hombre para Ficino y para Pico es un ser que enlaza entre si los mundos,<br />
une lo infinito con lo finito, está en la linde de dos mundos: el celeste y el terreno y esta peculiaridad<br />
valorativa del hombre encuentra su expresión mítico-cósmica en la circunstancia<br />
de haber sido creado en último lugar y por tal razón ser elegido para adquirir conciencia<br />
de los valores de este mundo (“sed opere consummatio desiderabat artifex esse aliquem<br />
aui tanti operis rationem perpenderet, pulchritudinem amaret, magnitudinem admiraretur.<br />
Idcirco jam rebus ómnibus…” (Pico, “De Dominis Dignitate” y “Heptaplus”). Asi, para<br />
Ficino y para Pico, ser hombre no significa “soy un ser natural” sino “yo soy de otro modo<br />
que los seres naturales y en virtud de mi condición peculiar puedo enfrentarme con toda la<br />
naturaleza, el hombre es así un ser cuya posibilidad de felicidad no se agota en vivir hasta el<br />
fin conforme las inclinaciones previamente otorgadas por naturaleza, sino en una aspiración<br />
infinita que le lleva más allá de sí mismo, el hombre tiene su propio destino, el destino de su<br />
alma y se halla fuera de la naturaleza ya que la aspiración de su alma se inclina hacia cosas<br />
más elevadas, la dinámica que es propia de ésta, su “eros”, es independiente del acaecer<br />
del mundo, su devenir no es idéntico al ser o acaecer terrenos, constituye una cosa nueva,<br />
un proceso espiritual-anímico autónomo que aspira como “alma amante” a contemplar la<br />
belleza divina y el amor es algo cosmico y divino que los amantes sienten por el ser amado:<br />
tal es el leit- motiv de los “Dialoghi d´amore”. El hombre está destinado a conocer y regir el<br />
mundo y con su “eros” aspira a contemplar la belleza divina y a colaborar con la creación,<br />
atento la función especial otorgada por el Dios creador.<br />
Ya de estos autores proviene como preconcepto de la cultura occidental la visión<br />
“antropomórfica”, “antropocéntrica” y “especeísta” del tiempo y su evolución<br />
como categoría perceptual humana y como consecuencias de este “antropomorfismo-antropocentrismo-especeísmo”<br />
se generaron ideas que aún persisten en nuestros<br />
pensamientos como “preconceptos institucionalizados de raigambre cultural”,<br />
acerca de la función del hombre y su ubicación respecto de la naturaleza, el mundo<br />
y el universo y consecuentemente las ideas respecto de la función valorativa del<br />
hombre y la imposición de una Etica específicamente humana a todos los seres de<br />
la naturaleza, al mundo y al universo.<br />
Pero no se agota con Ficino ni con Pico, la auto-valoración del hombre como ser ubicado<br />
entre un mundo celestial y un mundo terreno; con Pomponazzi se desarrolla una antropología<br />
diferente, pero que también resulta “antropocéntrica” y “antropomórfica”, ya que tiene<br />
en cuenta la espiritualidad del hombre en relación con los animales y el mundo y asigna<br />
al alma humana su sitio en el universo (“materialium nobilíssima in confinioque immaterialium”<br />
Pomponazzi, “De Immortalitate”), el hombre no es como en el caso de Ficino o<br />
Pico un alma entre dos mundos, sino un miembro del mundo que aspira a conocer el mundo<br />
y regir su destino (su “hado”) conociéndose previamente a sí mismo. El alma humana se<br />
caracteriza por un determinado modo de conocimiento que le es esencial e inseparable de<br />
ella, definiéndola como tal: el alma no puede conocer sin materia, sin imagen, sin tiempo,