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Benedetti-Mario-Primavera-Con-Una-Esquina-Rota

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que también en este campo tuve que poner orden, quiero

decir que he decidido incorporar otros recuerdos que

te (y me) atañen y que son tan decisivos y valiosos como

las noches de nuestros cuerpos Hemos tenido tantas

conversaciones que, para mí al menos, son inolvidables

¿Te acordás del sábado en que te convencí (después de

cinco dialécticas horas) de los nuevos caminos? ¿Y cuando

estuvimos en Mendoza? ¿Y en Asunción? No importa

el orden de las fechas Importa el orden que impongo a

mis evocaciones Por eso empecé diciéndote que hoy

vengo del río Y es un recuerdo en que vos no estás El

Río Negro, cerca de Mercedes Cuando tenía doce o trece

años, iba en el verano a pasar mis vacaciones en casa

de los tíos La propiedad no era demasiado grande (en

realidad, una chacrita), pero llegaba hasta el río Y como

entre la casa y el río había muchos y frondosos árboles,

cuando me quedaba en la orilla nadie me veía desde la

casa Y aquella soledad me gustaba, Fue de las pocas

veces que escuché, vi, olí, palpé y gusté la naturaleza

Los pájaros se acercaban y no se espantaban de mi presencia

Tal vez me confundieran con un arbolito o un

matorral Por lo general el viento era suave y quizá por

eso los grandes árboles no discutían, sino simplemente

intercambiaban comentarios, cabeceaban con buen humor,

me hacían señales de complicidad A veces me

apoyaba en alguno de los más viejos y la corteza rugosa

me transmitía una comprensión casi paternal Repasar la

corteza de un árbol experimentado es como acariciar la

crin de un caballo que uno monta a diario Se establece

una comunicación muy sobria (no empalagosa, como

suele ser la relación con un perro insoportablemente fiel)

pero lo bastante intensa como para que después uno la

eche de menos cuando vuelve al trajín de la ciudad En

otras ocasiones subía al bote y remaba hasta el centro

del río La equidistancia de las dos orillas era particularmente

estimulante Sobre todo porque eran distintas y

polemizaban No tanto los pájaros, que las compartían,

sino más bien los árboles, que se sentían locales y un

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