pariremos-con-placer
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y de la peor calidad,
¡Qué sorpresa!
¡Qué revelación!
¡Qué revolución en ciernes!
Todo esto nos permite entender, por fi n, los testimonios
antropológicos acerca de pueblos enteros que
desconocían el dolor en el parto (además de los citados
de Montaigne y Bartolomé de las Casas y de
la propia investigación de Read, también los de los
bosquimanos del siglo pasado 16 . Y tambien entender
la maldición divina del parirás con dolor, que implícitamente
reconoce que antes no se paría con dolor, y
también que sabían cómo hacerlo.
Tenía razón Read: el miedo no permite la relajación
de los haces circulares del útero; porque el miedo es
incompatible con cualquier acto sexual; toda la sexualidad
por defi nición es la extrema relajación, la activación
total del tono vagal, la confi anza en el entorno,
el switch off del simpático y de la intervención del
neocortex, etc., lo opuesto al estado neuro-endocrino-muscular
de un cuerpo que tiene miedo. Fue una
aproximación certera la de Read; sólo faltó entender el
parto como un acto sexual.
Ahora bien, entender el parto como un acto sexual
implica una aproximación a la sexualidad femenina diferente
de la establecida en la dominación patriarcal
que, para empezar, es exclusivamente falocéntrica.
Sin embargo, pese al modelo falocrático vigente, en el
siglo pasado hubo mujeres obstetras que abordaron
16 DE VRIES, The primitive man and his food, Chicago 1952.
Citado por John Zerzan en El Futuro primitivo, Numa, Valencia
2001.
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