Prosperando Enlace 60
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Don Próspero decidió que iba a buscar
la forma de hacer lo que le gustaba y
generar recursos extras con lo que verdad
le apasionaba, la cocina. Empezó a buscar
empleo en otros sectores, y se presentó a un
cargo de coordinador del departamento de
ventas de un reconocido restaurante de su
ciudad. En la entrevista salieron a relucir sus
habilidades de vendedor, liderazgo y actitud
de servicio. Impactó tanto a la persona que
lo estaba entrevistando y al director del área
comercial, que le ofrecieron que se postulara
a un nuevo cargo como Administrador del
nuevo restaurante que abrirían en Plaza
Grajales, el más reciente Centro Comercial
que estaba próximo a ser inaugurado.
El puesto incluía un mayor salario, más
responsabilidades y tener excelentes
prestaciones sociales, además de dos primas
extra legales adicionales a las de ley. Don
Próspero, decidió aceptar la propuesta,
concluyó todo el proceso de entrevistas y
pruebas, sacó los más altos puntajes, y en la
entrevista final con el dueño de la empresa,
se sintió realmente cómodo, porque pudo
demostrar y hacer valer su experiencia en
el área administrativa y ventas, siendo su
carisma y amabilidad el botón de oro para
que le dieran el puesto.
Esos años iniciales fueron de trabajo arduo,
pero Don Próspero se sentía muy feliz
trabajando y lo que más disfrutaba era el
redescubrimiento de su pasión por la cocina,
haciendo que cada día quisiera aprender
más y más del negocio. Adicionalmente,
los clientes lo querían mucho, y al cabo
de algunos años se convirtió en el punto
que más ventas le generaba a la empresa,
haciendo que fuese nombrado como
Gerente regional para Latinoamérica para
esa prestigiosa cadena de restaurantes.
Por su parte, Doña Abu también ayudó a
generar más ingresos, ella, que siempre
se había vestido muy bien, se planteó
buscar algo relacionado con la moda que
le permitiera generar ingresos, y gracias a
su condición, se dio cuenta que era muy
difícil conseguir ropa de embarazada que
fuera cómoda, bonita, y que le permitiera
verse elegante. Habló con su grupo de
amigas más cercanas y decidieron entre
todas unirse para iniciar un pequeño
taller de costura, en donde cada una
aportaba sus conocimientos y experiencia,
incluso lograron mandar reparar cuatro
máquinas de coser que estaban archivadas
empolvándose en el sótano de uno de los
hermanos de Don Próspero. En principio, sus
confecciones iban dirigidas directamente
a las mujeres embarazadas, pero su
producción posteriormente involucró a los
futuros bebés, creando hermosos vestidos
que podían ir adaptándose fácilmente según
el crecimiento de estos, haciendo de esta
línea un éxito increíble, como resultado, los
pedidos aumentaron cada vez más. Los
ingresos fueron notablemente gratificantes,
pero lo más positivo es que ese trabajo de
medio tiempo, hacía muy feliz a Doña Abu,
que se sentía con una pasión renovada por la
vida, además podía crear y diseñar, que era
algo que le encantaba hacer, pero que había
dejado de lado por su decisión de dedicarse
a cuidar a los niños. También encontró en
su grupo de amigas a la hija de Rosaura, su
mejor amiga, que cuidaba de los niños para
que ella pudiera sentarse unas horas al día a
dibujar o simplemente descansar.
Don Próspero y Abu, empezaron a generar
más dinero, cubrían poco a poco las
deudas, celebraban cada pequeño peso
que podían pagar, siguieron aprendiendo
a cómo manejar el dinero y destinaban el
dinero que ganaban de la siguiente forma:
10% para ahorrar, 55% para los gastos, 10%
para diversión o pequeños lujos, 5% para
diezmar o donar, 10% para las inversiones
a largo plazo, y el otro 10% para educación.
Revista Enlace Prosperando 25