Devaluación disfrazada del peso para mayor competitividad
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Columna México y el Mundo<br />
27 de Agosto de 2015<br />
9<br />
50 años de reflexión política<br />
Por Juan María Alponte<br />
Raymond Aron es un filósofo y escritor francés con muchos<br />
libros, pero siempre releo, una vez al año quizá, sus “Mémoires”<br />
que poseen un subtítulo memorable “50 años de<br />
Reflexión Política”. ¿Por qué vuelvo o regreso a su lectura? Fundamentalmente<br />
por una razón simple: porque la memoria se evade y<br />
elude <strong>para</strong> que olvidemos y, a la vez, <strong>para</strong> que renovemos la vida<br />
y el implacable ir y venir de la existencia.<br />
Hoy, después de años, regresé a sus “Mémoires”.<br />
Sabía en qué página, bien doblada,<br />
Aron escribió algo terriblemente memorable:<br />
“La quema en Berlín, a la vera de la Universidad,<br />
los libros que podían ser contrarios<br />
al proyecto político de Adolf Hitler.<br />
Las llamas acababan con los libros que los<br />
verdugos creían que eran ofensivos <strong>para</strong> el<br />
régimen hitleriano”.<br />
Aron dice que tenía a su lado a Golo<br />
Mann, hijo de uno de los grandes escritores<br />
alemanes. El espectáculo de la hoguera era<br />
terrible, y el nombre de Freud y sus libros<br />
se quemaban gritando y gesticulando ante<br />
cada nombre famoso y más, aún, si sus autores<br />
eran judíos. Obviamente los textos de<br />
los judíos eran implacablemente arrojados a<br />
las llamas.<br />
Era el año 1933 con el inicio de los campos<br />
de concentración que todavía son, hoy,<br />
una prueba agónica <strong>del</strong> dolor que de<strong>para</strong>ba,<br />
<strong>para</strong> algunos condenados, esa enorme hoguera<br />
de la literatura y la filosofía que no coincidían<br />
con el régimen ni con el odio a los judíos<br />
que, en muchos casos, eran alemanes desde<br />
generaciones, pero, <strong>para</strong> el universo ciego<br />
de Hitler y de sus seguidores el judío era el<br />
enemigo número uno. Cada libro de Freud,<br />
por ejemplo, que se arrojaba a las llamas, era<br />
acompañado de la jauría <strong>del</strong> odio.<br />
Algunos lectores de Freud pudieron relatarle<br />
a él y a sus hijos el inmenso dolor que<br />
transportaban consigo. Al escuchar, de sus<br />
informadores, que cuando caía al fuego un<br />
libro suyo, de Freud, se escuchaban groserías.<br />
Los verdugos invocaban a Sigmund<br />
Freud como el enemigo número uno. Sus