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The Red Tapes

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<strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong>


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Bruce Conner<br />

Paul <strong>The</strong>k<br />

Gordon Matta-Clark<br />

Arc de Triomphe for Workers<br />

Officine Baroque<br />

Anarquitectura<br />

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72 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Enrique Vila-Matas Dietario Voluble. Verano de porras eléctricas Excèntrics


6<br />

Verano de porras eléctricas<br />

Enrique Vila-Matas<br />

1<br />

Amanece en mi cuarto de las ventanas altas de la Travesía<br />

del Mal cuando, al inaugurar este cuaderno de notas o<br />

diario que escribiré desde Barcelona y otras ciudades<br />

nerviosas, me pregunto cuál es mi nombre, quién escribe,<br />

y se me ocurre que mi cuarto es como una cavidad<br />

craneal de la que surjo como un ciudadano inventado.<br />

De pronto viene en mi auxilio Erik Satie: “Me llamo Erik<br />

Satie como todo el mundo.” Recuerdo que un amigo me<br />

dijo que si esta frase me gustaba tanto era porque resumía<br />

mi noción de personalidad. Ser Satie sería entonces tener<br />

la conciencia de ser único, es decir, encontrar un modo<br />

propio de disolverse hacia el siempre memorable anonimato,<br />

donde lo único es atributo de todos.<br />

2<br />

Verano de faxes chapuceros que llegaban menguados<br />

y riéndose de la muerte. Verano de porras eléctricas. En<br />

la guapa Barcelona, peste turística con vómitos variados.<br />

Mucho artículo y reportaje refrescante en el circo mediático,<br />

como si quisieran decirnos que el verano, al igual que<br />

todo el año, es esencialmente inculto. Y, como siempre,<br />

la voz de ciertos vecinos que todos los años ponderan las<br />

maravillas de Barcelona cuando se queda vacía. ¿De verdad<br />

lo estaba? ¿Acaso no había, no hay mucha basura al sur<br />

de Barcelona?<br />

Escucho un blues mientras recuerdo que ayer paseé por<br />

las calles de Badia del Vallès, antes Ciutat Badia, el lugar<br />

sobre el que el artista sevillano Pedro G. Romero prepara<br />

para finales de año una exposición-reflexión en la Fundació<br />

Antoni Tàpies en torno a arrabales obreros, lo que él<br />

llama ciudades vacías, lugares que no son casi nunca<br />

noticia y donde parece que no suceda nada. Piensa Romero<br />

precisamente centrarse en Badia, la ciudad de la que es<br />

oriundo Busquets, aquel guardameta del Barça que se<br />

quemó en su casa las manos al detener, en gran estirada<br />

familiar, el psicodélico vuelo de su máquina de planchar.<br />

He hablado hace un rato con Romero y me ha pasado más<br />

datos. La forma de Badia, por ejemplo, coincide con la de<br />

la Península Ibérica y su callejero se ajusta al toponímico<br />

hispano-portugués, con calles como Algarve, Oporto o<br />

Vía de la Plata hasta avenida del Mediterráneo, Mallorca<br />

o Ibiza. Es muy fácil orientarse en esta ciudad. Si uno, por<br />

ejemplo, está en Menorca, ya sabe que al sur tiene Ibiza,<br />

y después ya se verá. Es, por otra parte, la ciudad más<br />

joven de Cataluña y de España. Alcanzó la independencia<br />

en 1994, y lo celebran el 14 de abril. Todas las viviendas<br />

son sociales.<br />

3<br />

A Woody Allen, por ejemplo, le divertiría El viaje de las<br />

palabras, la alegre novela conmovedora que en junio<br />

pasado publicó Clara Usón, joven escritora barcelonesa<br />

que posee un evidente talento literario y a la que no<br />

creo que le hayan hecho un favor sacándole el libro en tan<br />

suicidas fechas. Clara Usón ha escrito un libro triste para<br />

personas con humor. En él cuenta cómo Lucía Almandoz,<br />

una barcelonesa de ahora, entra en un túnel del tiempo<br />

y aparece en la finca rusa que tenía en 1892, en Melijovo,<br />

el escritor Chéjov. Allí ella, sin saberlo, se comporta como<br />

un personaje chejoviano, es decir, como una buena persona,<br />

incapaz de hacer el bien. Sería divertido que Woody Allen<br />

leyera El viaje de las palabras y desconcertara al sector<br />

más latoso de sus seguidores rodando en Barcelona,<br />

entre nuestra flamante basura, una comedia triste y rusa. 7<br />

Excèntrics Dietario Voluble. Verano de porras eléctricas Enrique Vila-Matas <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 73


8<br />

4<br />

Cuando pienso en el director general de Tráfico, Pere<br />

Navarro, que, estadísticas en mano, vaticinó 50 muertos<br />

para el puente del 15 de agosto, me acuerdo del físico<br />

norteamericano Brian Brady, que, con unos meses de<br />

antelación, predijo un terremoto de magnitud 8,5 en Lima<br />

para el 28 de julio de 1981. Muchos sismólogos peruanos<br />

criticaron a Brady, acusándole de especular con la<br />

estadística, pues Perú es un país muy sísmico. El hecho<br />

es que pasó el tiempo y la prematura predicción se olvidó<br />

hasta que, la noche anterior a la fecha misma del seísmo,<br />

un tío político del escritor Bryce Echenique (un tío que<br />

era entonces ministro del Interior de Perú y estaba cenando<br />

aquel día a solas con Belaúnde Terry en el palacio<br />

presidencial) recibió una llamada de la Casa Blanca en la<br />

que le dijeron que Brady acababa de ratificarse en su ya<br />

casi olvidada predicción y que, por tanto, aquella misma<br />

noche habría un serio terremoto en Lima.<br />

¿Qué hacer? En Nueva Orleans estos días hemos visto<br />

que hubo tiempo para la evacuación masiva. Pero aquel día<br />

en Lima no parecía prudente avisar de pronto a la población<br />

del temblor que les esperaba aquella noche y pronosticar<br />

los muertos antes de que los hubiera, pues con eso sólo<br />

lograrían una buena cantidad de muertos seguros, los que<br />

originaría el pánico general en la huida. ¿Qué hacer con<br />

tan escaso margen de tiempo? El tío de Bryce y el presidente<br />

Belaúnde decidieron que era más prudente no hacer nada<br />

y pasaron la noche entera bebiendo y hablando angustiados<br />

en el despacho limeño. Fueron las horas más lentas de<br />

sus vidas, y todo para que al amanecer se viera que nada<br />

había ocurrido y que habían hecho bien al ser tan prudentes<br />

y mantenerse tan callados. No murió nadie, gracias a su<br />

silencio.<br />

Los contornos de la infancia<br />

Sonia Hernández<br />

Por la misma razón que no me ha sorprendido saber que<br />

un ministro catalán socialista diga que todavía es demasiado<br />

pronto para que Cataluña tenga un presidente de la<br />

Generalitat charnego, me dejó perpleja saber que un artista<br />

contemporáneo, un iconoclasta, alguien que lleva a cabo<br />

un proyecto tan complicado de entender como es el Archivo<br />

F.X., y un escritor capaz de escribir la maravilla que es<br />

Doctor Pasavento fijaban su atención en Badia, en Badia<br />

del Vallès o en la antigua Ciutat Badia. Uno de mis tíos,<br />

un salmantino que había emigrado a Rubí, a un barrio<br />

que posiblemente también le interesaría a Pedro G. Romero<br />

y a Vila-Matas, siempre hablaba de “La Badía” y a mi<br />

madre y a mí nos crispaba los nervios ese artículo que,<br />

en perfecto cumplimiento de su función, determinaba,<br />

concretaba el significado de Badia cerrándolo en otros<br />

contornos mucho peores que los reales: la autopista del<br />

Vallès, la C-58, y el pestilente río seco, tan lejos del perfume<br />

de la badiana, esa flor del badián, de la familia de las<br />

magnoliáceas que evoca Laura García Lorca en su texto.<br />

No imagino a Enrique Vila-Matas escuchando la radio<br />

a esas horas imprudentes de la mañana en que todo el<br />

mundo sale a trabajar y colapsa las principales carreteras<br />

y autopistas de entrada y salida de Barcelona. Algunos dejan<br />

la ciudad dormida para irse a la ciudad nerviosa, y otros<br />

hacen el viaje inverso. El caso es que en las emisoras de<br />

radio, cada 30 minutos, puntualmente, se informa del colapso<br />

y del foco de contaminación que suponen esas arterias de<br />

muerte –del tiempo, del aire, de los sueños y de la paciencia.<br />

En esa situación, y no otra, es donde se revela Badia para<br />

la opinión pública, en esas crónicas el polígono empieza<br />

a existir. Quiero decir que Vila-Matas, que a esas horas en 9<br />

74 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Enrique Vila-Matas Dietario Voluble. Verano de porras eléctricas Excèntrics<br />

Sonia Hernández Los contornos de la infancia Excèntrics


10<br />

que la mayoría de la humanidad escucha el nombre de<br />

Badia debe de estar enfrascado buscando en qué atascos<br />

se encontraba Kafka en ese mismo momento 90 años atrás,<br />

tenía razón al afirmar que en Ciutat Badia no pasa nada. Es<br />

un conglomerado de rascacielos con vocación de enjambre,<br />

introvertido porque se esconde de los curiosos ojos de los<br />

ocupantes de los coches parados que quieren ver quién<br />

vive en esos edificios que muestran la ropa tendida en<br />

las ventanas y las ventanas tapiadas de antiguos colegios.<br />

Los badienses son escurridizos y huyen. Algunos huyen<br />

y otros emigran; sí, emigrantes que emigran. Los que se van<br />

siempre tienen miedo de ser descubiertos, por eso no les<br />

gustan los artistas sevillanos iconoclastas ni los escritores<br />

que sacan a relucir sus vergüenzas para que las vea todo<br />

el mundo. Los que se quedan están tranquilos porque<br />

han encontrado el mejor escondite, la ciudad vacía, la<br />

ciudad sin ley. El polígono de drogadictos, delincuentes<br />

y criminales es otro, está en otra dimensión, la más mítica,<br />

la de los prejuicios y los estigmas, la del miedo infundado<br />

de los mentirosos prejuiciosos. Badia es una ciudad<br />

introspectiva que sólo mira hacia sus adentros. Los edificios<br />

y los pisos, como la mayoría de las cosas de nuestra realidad,<br />

tienen dos caras: la delantera y la trasera. De noche las<br />

partes traseras no existen, desaparecen, se introducen en<br />

el vacío, en el que sólo se atreven a sumergirse los artistas<br />

de los graffiti. Las partes delanteras están alumbradas<br />

y los despistados transeúntes pueden pasear o acompañar<br />

a sus perros; pero las umbrías partes traseras dan miedo.<br />

En mi infancia, la ventana de la habitación de mis hermanas,<br />

en una planta baja de la calle Bética que daba a la parte<br />

trasera, tenía una persiana de aquellas que para recogerse<br />

se enrollan sobre sí mismas y luego una cuerda verde<br />

atada en los barrotes de la ventana las sujetaba. Una noche<br />

descubrieron que un gitano se atrincheraba tras la ligera<br />

y voluble persiana para ver, tras las cortinas, cómo se<br />

desnudaban mis hermanas. Nunca he sentido tanto miedo<br />

como cuando escuchamos el chasquido de la persiana<br />

contra el cristal y mis hermanas salieron corriendo. Éste es<br />

el significado del miedo para mí, la intuición de que en esa<br />

parte de la vida que no podemos ver ni controlar se esconde<br />

algo que de alguna manera, por vacua que sea, nos amenaza.<br />

Y en Badia nunca se ha sabido demasiado bien qué hay en<br />

la parte oscura. Dice Vila-Matas que después de llegar a la<br />

calle Ibiza ya se verá…<br />

Hay muchas cosas que todavía están por verse en Badia.<br />

Y las tendrán que ver también los que emigran de allí,<br />

porque nadie puede deshacerse de Ciutat Badia. En las<br />

ciudades donde aparentemente no pasa nada, todo pasa<br />

subrepticiamente, ocultamente, como si se viviera en<br />

esa parte oculta que los demás no pueden ver porque la<br />

verdadera función de los altos edificios es ocultar a los<br />

de afuera su extraña forma de vida. Algunos han intentado<br />

inmiscuirse en esos secretos y han utilizado avionetas<br />

para su espionaje, pero no les ha servido. Los badienses<br />

se han sumado a la reivindicación contra el aeropuerto<br />

de Sabadell, porque están cansados de los curiosos que<br />

quieren fotografíar la ciudad sin ley para hacer exposiciones<br />

y congresos, especulando sobre lo que pasa en una ciudad<br />

donde no pasa nada. Y no pasa nada porque la mayoría<br />

de los badienses no existen. Es un censo de cerca de<br />

20.000 fantasmas, de hologramas que parecen estar pero<br />

que no están. La mayoría sigue estando en Andalucía,<br />

en Extremadura o en Salamanca, como mis padres, que<br />

se quedaron muy pronto sin papeles. Hablar de integración<br />

con relación a los hologramas exiliados es una quimera.<br />

Me pregunto cuántos sabían dónde iban cuando compraban<br />

aquellos pisos por un precio total de cerca de 300.000<br />

pesetas. También hubo algunos que se colaron en los<br />

pisos vacíos, es cierto. Alguien, algún gobernante decidió<br />

hacer una colonia, un polígono para albergar a todos esos<br />

emigrantes que venían a trabajar a Cataluña. Y para que no<br />

sintieran demasiada nostalgia, decidieron poner a las calles 11<br />

Excèntrics Los contornos de la infancia Sonia Hernández <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 75


12<br />

nombres de comunidades y provincias españolas. Ésa es<br />

la verdadera razón por la que existe la calle Bética, la<br />

Mancha, la avenida Mediterráneo –la Medi de mi infancia,<br />

la calle del miedo porque se extendía más allá del bosque<br />

que empezaba en la parte trasera de mi casa, de mi edificio–<br />

o la avenida Burgos, la verdadera unidad de destino de<br />

los badienses, porque están obligados a atravesarla para<br />

ir a cualquier punto de la ciudad, cada vez más nerviosa<br />

y siempre vacía.<br />

Cuando se habla de migración ya se habla de generaciones.<br />

Badia y yo ya tenemos treinta años. Si alguien le pregunta<br />

a mi madre cuándo se construyó la ciudad más joven de<br />

España, ella dirá que cuando nació la más joven de sus<br />

hijas. Además, hacía poco también que había nacido la<br />

todavía joven, insegura y coqueta democracia posfranquista.<br />

Somos hologramas o charnegos de segunda generación.<br />

Todavía es demasiado pronto para aspirar a ser presidentes<br />

de la Generalitat, es cierto. Tal vez por eso la inmensa<br />

mayoría de mi generación y la de mis hermanos ha huido<br />

de la ciudad vacía. Vacía también de historia, aunque a los<br />

treinta años se puede empezar a tomar conciencia de que<br />

se tiene un pasado, por ínfimo que sea. Badia del Vallès<br />

no tiene una tradición milenaria. No existían celebraciones<br />

ni conmemoraciones que celebrar cuando los hologramas<br />

conquistaron los edificios, todo estaba por hacer.<br />

Tal vez cuando los emigrantes sepan, cuando sepamos,<br />

que Badia ya existe, que no sólo se habla de ella en las<br />

informaciones matutinas sobre el estado del tráfico o por<br />

los accidentes de avioneta, alguien se atreva a volver de<br />

verdad. Porque para integrarse, es decir, “hacer un todo o<br />

conjunto de partes diversas”, Maria Moliner dixit, curiosa<br />

y paradójicamente, los badienses tienen que emigrar.<br />

No es extraño que en estas condiciones, y por todo lo<br />

dicho anteriormente, en el escudo de Badia haya una<br />

golondrina como emblema de un municipio carente de<br />

mayores simbologías. Para saber cómo es el mundo, hay<br />

que abandonar la ciudad dormitorio, despertar de una vez<br />

y añadirse a la contaminante caravana que lleva a las<br />

ciudades nerviosas más cercanas: Sabadell, Terrassa,<br />

Barcelona…<br />

Yo, y no hablo como Sonia Hernández la desconocida invitada<br />

por Vila-Matas y Pedro G. Romero a hablar sobre Badia,<br />

sino como un yo colectivo informe y difuso, supe que esas<br />

ciudades, en las que pasaban cosas, existían gracias a lo<br />

que se ha dado en llamar asociacionismo: es decir, el deporte,<br />

la iglesia y las entidades culturales. El grupo de jóvenes<br />

católicos que yo frecuentaba organizaba encuentros con<br />

otros colectivos de características similares del resto de<br />

Cataluña. Tales celebraciones constituían las primeras salidas<br />

del núcleo, de ese punto blanco centrífugo del que habla<br />

José Antonio Garriga Vela, que trata de absorber al residente<br />

y al visitante con su fuerza centrífuga. Las competiciones<br />

deportivas cumplen una función similar y con fortuna. Quiero<br />

decir que el deporte funciona bien en Badia. Carlos Busquets<br />

es el ejemplo, y también Moisés Hurtado, jugador del Español,<br />

que nació en Sabadell pero ha pasado su vida en el mismo<br />

polígono, ciudad dormitorio o suburbio que yo. La lista de<br />

badienses insignes continuaría, con la famosa Fresita de<br />

Gran Hermano, por ejemplo.<br />

Más allá de la función integradora o socializadora del deporte<br />

y la religión, la verdadera ventana al mundo para muchos<br />

de los badienses ha sido la educación, la oficial quiero<br />

decir. El primer paso: los colegios. En un municipio donde<br />

las calles tienen nombre de provincias y ciudades españolas,<br />

no ha de sorprender que los colegios tengan nombre de<br />

bailes regionales. Tal vez la idea, a las mentes que la<br />

desarrollaron, les pareció brillante, pero seguramente no<br />

pensaron en la vergüenza que les podía dar a algunas<br />

personas poner en su curriculum vitae que habían cursado<br />

la Enseñanza General Básica en el Colegio La Jota, o La<br />

Sardana, La Muñeira o La Seguidilla. Entre tanto ambiente<br />

de Coros y Danzas, el nombre que parecía más exótico era 13<br />

76 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Sonia Hernández Los contornos de la infancia Excèntrics


14<br />

el de un colegio que a los del centro, que vivíamos cerca<br />

de la calle Burgos, nos parecía el más lejano: el colegio<br />

Antonio Machado.<br />

Y después de la primaria, el instituto. La verdadera puerta<br />

al norte que permitía la entrada de aire fresco, aunque en<br />

este caso la orientación era al oeste, y no sólo porque el<br />

conserje más emblemático que ha tenido el centro fuese<br />

conocido como el sheriff, sino porque tras el instituto se<br />

extendía el desierto. Si yo tuviera que inventar una infancia<br />

en el Bronx para el Doctor Pasavento o el Doctor Ingravallo<br />

lo tendría más fácil que Vila-Matas. Podría inventar un edificio<br />

sin ascensor en el que vivían dos hermanos camellos en<br />

el quinto piso. Siempre podría recurrir también a todas<br />

esas historias que siempre he escuchado sobre Badia, sin<br />

ser ciertas la mayoría. Me costaría mucho más, en cambio,<br />

tramar una infancia para ese Arturo Pasavento criado en<br />

el paseo San Juan.<br />

El caso es que gracias al instituto y al trabajo de los<br />

profesionales, que no se dejaron amedrentar por la<br />

reputación de la ciudad sin ley, muchos de los alumnos<br />

pudieron mantener el primer contacto con ciudades tan<br />

imprescindibles como Florencia. Es una experiencia única<br />

ver los tejados florentinos desde la cúpula de Brunelleschi<br />

cuando uno ha crecido casi sin ver el cielo porque está<br />

rodeado de edificios altísimos y secuestrado por la fuerza<br />

centrífuga del lugar de la infancia. Uno de los profesores<br />

más míticos del instituto, y no me refiero al profesor Badía<br />

de Garriga Vela, sino a Pepe Royo, quien al escoger destino<br />

a la hora de ejercer como profesor de filosofía se quedó<br />

encandilado con el nombre Badia. En verdad le pareció<br />

extraordinario poder acceder a una especie de varadero<br />

privilegiado en el corazón del castigado Vallès Occidental.<br />

A él y a sus colegas le deben la inmensa mayoría de<br />

universitarios badienses el haber llegado al supuesto “templo<br />

del saber”. Algo que, por otra parte, físicamente tampoco<br />

en unos 10 minutos a la Universidad Autónoma de Barcelona<br />

por un camino de montaña, asfaltado desde hace unos<br />

7 u 8 años. En época de mis hermanas existía el camino,<br />

pero sin asfaltar, y discurría entre matorrales y huertos<br />

ilegales, por lo que no era extraño que junto a la carpeta<br />

con los apuntes, algún libro y bolígrafos cargasen unas<br />

botas de agua para no aparecer con los zapatos llenos<br />

de barro luciendo abiertamente el estigma de su lugar de<br />

procedencia. De entre los huertos y los matorrales a veces<br />

emergía un espontáneo dispuesto a exhibir sus atributos<br />

o, en el peor de los casos, a agredir sexualmente a las<br />

jóvenes universitarias. Supongo que había una base de<br />

realidad, pero lo cierto es que con el tiempo se convirtió en<br />

una leyenda que no sé si calificar como urbana o campestre.<br />

Tal vez era alguno de los espontáneos que se acercaban<br />

a la ventana de la habitación de mis hermanas, que luego<br />

fue la mía, para verlas desnudas. Siempre he tenido esa<br />

duda, de la misma manera que conservo un terror irracional<br />

a lo que puede surgir de esa parte de Badia que no conozco<br />

y se ha convertido en un miedo a lo que deparan los rincones<br />

de todas esas ciudades vacías en las que cada vez me<br />

siento más atrapada y más nerviosa.<br />

tenían demasiado difícil, puesto que desde Badia se accede 15<br />

Excèntrics Los contornos de la infancia Sonia Hernández <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 77


78 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Enrique Vila-Matas Dietario Voluble. Lolita al volante Excèntrics


18<br />

Lolita al volante<br />

Enrique Vila-Matas<br />

1<br />

“Badia del Vallès es el lugar sobre el que el artista sevillano<br />

Pedro G. Romero prepara para finales de año una exposiciónreflexión<br />

en la Fundació Antoni Tàpies en torno a arrabales<br />

obreros, lo que él llama ciudades vacías, lugares que no<br />

son casi nunca noticia y donde parece que no suceda nada”,<br />

escribía yo aquí mismo hace tres semanas, el día en que<br />

inauguraba este dietario. Y acababa diciendo: “La forma de<br />

la ciudad coincide con la de la Península Ibérica y su callejero<br />

se ajusta al toponímico hispano-portugués (...) Es muy fácil<br />

orientarse en esta ciudad. Si uno, por ejemplo, está en<br />

Menorca, ya sabe que al sur tiene Ibiza.” Pues bien, no ha<br />

pasado ni un mes y Badia del Vallès (antes Ciutat Badia) ya<br />

no tiene nada de “ciudad vacía”. El pasado miércoles fue<br />

noticia trágica cuando una avioneta se dirigió de forma<br />

precipitada, tambaleándose, hacia un edificio de viviendas<br />

de la calle Menorca. Murieron el piloto y el fotógrafo que le<br />

acompañaba.<br />

2<br />

Han convertido Praga en un parque temático.<br />

La antigua ciudad misteriosa se ve hoy brutalmente arrasada<br />

por las manadas de turistas que inundan sus calles y<br />

callejuelas y que le han quitado a la ciudad su viejo aspecto<br />

de lugar ensoñado, aciago y reflexivo. Ahora se ha<br />

vulgarizado todo y en Praga ya no se puede dar ni un paso<br />

por el Puente Carlos, por ejemplo. Lejos queda ya la ciudad<br />

de las sombrías callejuelas y de los extraños conjuros, la<br />

misteriosa Praga del Golem y del Castillo (Hradschin) con<br />

sus enigmas, nebulosas y sombras nocturnas. A todas horas<br />

los turistas la maltratan del mismo modo que los camareros<br />

y los taxistas (alto porcentaje de ladrones entre ellos)<br />

maltratan a los turistas. Una pésima sorpresa haber visto<br />

tan destrozada a la Praga mágica.<br />

3<br />

Cuando los atentados de Nueva York del 11 de septiembre,<br />

me asaltó un impulso extraño y se me ocurrió pensar en<br />

Kafka y buscar en su Diario qué había escrito él noventa<br />

años antes, el 11 de septiembre de 1911. Encontré la<br />

descripción de un leve choque entre un triciclo y un automóvil.<br />

Ese día Kafka, que se encontraba en París, presenció ese<br />

choque y lo describió con todo lujo de detalles. Unos días<br />

después, esa especie de crónica novelada del incidente<br />

acabó transformándola en una narración, lo que, según Jordi<br />

Llovet, demostraría “la labilidad de una frontera clara entre<br />

realidad y ficción en la obra de Kafka en general”.<br />

Por curiosidad, acabé mirando qué le había sucedido a Kafka<br />

un año después, el 11 de septiembre de 1912. Ese día, según<br />

cuenta en su Diario, soñó. Se vio a sí mismo en una lengua<br />

de tierra que se adentraba en el mar. Al principio, él tenía la<br />

impresión de que no sabía muy bien dónde estaba. Pero al<br />

alzarse levemente para ver algo más de lo que tenía a su<br />

alrededor, pudo ver “el vasto mar claramente circunscrito,<br />

con muchos navíos de guerra alineados y firmemente<br />

anclados”. Y concluía Kafka (y yo leí eso con la emoción que<br />

acompaña al investigador solitario que en su laboratorio<br />

descubre, a través del microscopio, algo que hasta entonces<br />

el resto de la humanidad no ha visto): “A la derecha se veía<br />

Nueva York, estábamos en el puerto de Nueva York.”<br />

4<br />

Al escritor británico Martin Amis los atentados del 11 de<br />

septiembre le han llevado a pensar que el humor es una de 19<br />

Excèntrics Dietario Voluble. Lolita al volante Enrique Vila-Matas <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 79


20<br />

las diferencias fundamentales entre la civilización occidental<br />

y el Islam. Amis, que acaba de publicar entre nosotros Perro<br />

callejero (una fantasía radical que él define como “comedia<br />

pos-11-S”) sostiene en esa novela que el aburrimiento y el<br />

terror van juntos: “El odio de los varones islámicos se<br />

produce al observar el lugar que tienen las mujeres en<br />

Occidente. Esto es lo que les ofende. Ver mujeres<br />

conduciendo un coche realmente les duele. Y hay que tener<br />

mucha imaginación para comprender que alguien pueda<br />

sentirse herido al ver una mujer al volante, algo que es<br />

completamente normal en nuestra cultura.”<br />

A veces, me acerco a ciertos textos a la velocidad de un<br />

bólido. Cuando vertiginosamente ojeé estas declaraciones de<br />

Amis, leí mucho más de lo que allí se decía, pues en lugar<br />

de “una mujer al volante” leí “una jovencita sin carné de<br />

conducir, una lolita mediterránea por una carretera de la<br />

Costa Brava, al volante de un descapotable, con un pañuelo<br />

de seda al viento y un humor a prueba de bomba”, y esta<br />

imagen me llevó a imaginarme a un británico parecido a<br />

Amis que ante la visión de esa mujer se veía dominado<br />

repentinamente por una especie de envidia y rencor hacia<br />

nosotros, los mediterráneos: algo que no habría podido<br />

imaginar yo nunca de haberme limitado a leer simplemente<br />

“una mujer al volante”.<br />

5<br />

Hace tres días murió, a los noventa y seis años, Simon<br />

Wiesenthal. Gracias a sus investigaciones fue posible la<br />

captura de algunos célebres criminales nazis. La detención<br />

de Adolf Eichmann, por ejemplo. La muerte de Wiesenthal, de<br />

noventa y seis años, me recuerda ahora que el asesino<br />

Eichmann, en los días previos a su ejecución, se llevó de<br />

la biblioteca de la prisión Lolita, de Nabokov. Quería leer un<br />

rato y escogió esa novela entre otras muchas. Le sonaba,<br />

había oído hablar bastante de ella. Lolita, por cierto, está de<br />

actualidad estos días, pues, si no me equivoco, hoy se<br />

cumplen cincuenta años y diez días de su publicación. En<br />

fin. Cuenta un biógrafo de Nabokov que, después de leer<br />

unas pocas páginas de Lolita, Adolf Eichmann rechazó<br />

furiosísimo el libro. “¡Pero esto es inmoral, pero esto es una<br />

vergüenza, es repugnante!”, dijo. La delicada conciencia de<br />

los asesinos nazis.<br />

21<br />

80 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Enrique Vila-Matas Dietario Voluble. Lolita al volante Excèntrics


Fig. 1<br />

BADIA DESDE EL AIRE<br />

Y OTROS VUELOS<br />

Juan José Lahuerta<br />

“Ya no construimos máquinas que puedan realizar las mil acciones de que un<br />

solo hombre es capaz, sino que, al contrario, pretendemos que cada máquina<br />

realice una única acción, pero sustituyendo a mil hombres.”<br />

Hermann von Helmholtz<br />

1<br />

Uno de los emblemas de los Hieroglyphica de Horapolo ilustra<br />

la palabra Deum. Quo modo Deum representa un ojo que, fijo entre<br />

las nubes, flota sobre una pendiente llena de ruinas antiguas. Es<br />

un ojo izquierdo, uno solo, aunque tal vez eso se deba a la inversión<br />

del grabado, y el autor del dibujo pensara estar representando<br />

el derecho, lo que uno esperaría tratándose del oculo picto Deum.<br />

[fig. 1] En cualquier caso, los párpados, sin pestañas, están muy<br />

separados, y mientras el inferior se curva en arco de gravedad por<br />

el peso de una bolsa, el superior oculta en parte la pupila, la<br />

cual, como el ojo en el cielo, también flota –en el blanco del<br />

5<br />

Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 81


globo. Si ese ojo saltón se desdoblase en su simétrico y apareciese<br />

el rostro, nos encontraríamos con un semblante fatigado, o algo<br />

trasnochado, por trasnochador, tal vez. Pero no hay nada de eso.<br />

Lo que ocurre es que ese ojo Deum no se cierra nunca: no duerme,<br />

ni siquiera parpadea. Ésa es su presencia: su postura, mantenida<br />

infinitamente, del ojo siempre abierto pero siempre relajado y sin<br />

lágrimas. Aunque, ¿podríamos albergar dudas sobre su potencia?<br />

Claro que no. De ella nos habla elocuentemente la mata tupida<br />

de la ceja que lo corona, más bien cabellera, pelambrera espesísima,<br />

impresionante. O plumaje, porque no dejan su curva y su dibujo<br />

de recordar un ala. Ojo alado, en efecto, o, para acabar, ojo de<br />

águila: ¿cómo, si no, podría ser el ojo que todo lo ve? El poder<br />

de su visión aérea, que es lo mismo que el poder a secas, se<br />

demuestra en el contraste entre el ojo y el paisaje que se extiende<br />

bajo él, entre su visión eternamente sostenida y las ruinas vacías,<br />

sin rastro ya de los hombres que las construyeron, que se deslizan<br />

irremediablemente por el plano inclinado del tiempo. El fin del<br />

mundo, como advertía Pablo a los Corintios, llegará in icto oculi,<br />

en un abrir y cerrar de ojos, pero el instante del ojo Deum es la<br />

eternidad. La ira de Dios destruye el mundo en ese instante eterno.<br />

Imagen de Su ira es ese ojo, gran bombardero avant la lettre.<br />

Separándose de la Tierra, convierte un mundo siempre en destrucción<br />

en su espectáculo. No por nada aman los poderosos extender su<br />

índice sobre la hermosa maqueta de un gran edificio, de un barrio<br />

entero, de toda una ciudad. Como los soldaditos y los autómatas<br />

que las habitan, esas maquetas son un privilegio de los príncipes,<br />

más o menos saturninos. Ésos eran los juguetes que los reyes<br />

cristianos enviaban a los sultanes turcos, o que los misioneros<br />

jesuitas regalaban a los mandarines chinos y a los señores del<br />

6<br />

Japón, esperados y apreciados por su ingeniosidad, pero también,<br />

o sobre todo, por su valor político: en las maquetitas llenas de<br />

ejércitos de autómatas, súbditos perfectos en un encierro ideal,<br />

se representaba un mundo ordenado e inmutable, muy distinto,<br />

en verdad, del auténtico, en el que los hombres y los elementos<br />

parecen siempre empeñados en estorbar los planes de los príncipes.<br />

Se dice que, retirado en Yuste, tras haber visto fracasar los objetivos<br />

fundamentales de su política, el melancólico Carlos V desplegaba,<br />

después de comer, ejércitos de soldaditos sobre los campos de<br />

batalla de los manteles de su mesa, entre las copas, los cuchillos<br />

y los restos de comida, campos más visibles, abarcables y benignos,<br />

sin duda, que los que él había incendiado a lo ancho y a lo largo<br />

de toda Europa, mientras que por la habitación volaban los pájaros<br />

mecánicos, inefables pájaros sobrevolantes que su ingeniero Juanelo<br />

le construía. Del mismo modo, Sébastien Vauban y el relojero<br />

Gottfried Hautsch construyeron para Luis XIV, entonces aún<br />

delfín de Francia, un ejército automático de cien mosqueteros<br />

y caballeros, más campante y menos hipocondríaco, sin duda,<br />

que el del emperador jubilado. Sometido a las leyes claras e<br />

inexcusables de la mecánica, debía dar gusto señalar con el índice<br />

el destino de aquel ejército, ya que nadie se iba a revelar para<br />

cortarlo. Sébastien le Preste, mariscal de Vauban, ingeniero militar,<br />

comisario general de las fortificaciones del rey, restauró más<br />

de 300 fortalezas y elevó 33 de nueva planta en las fronteras de<br />

Francia, así que no es muy difícil imaginar el dedo de Luis XIV<br />

extendido sobre sus dibujos y maquetas, tal como lo vemos<br />

sobre el plano de los Inválidos, ordenando su construcción en<br />

ese grabado con el que Le Corbusier remata su Urbanisme.<br />

“Homenaje a un gran urbanista”, titula Le Corbusier, precisamente,<br />

7<br />

82 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia


Fig. 2<br />

esa última ilustración de su libro, antes del apéndice, y en efecto,<br />

ahí vemos cómo al dedo que señala el plano responden no tanto<br />

los súbditos perseverantes, cuanto el extensísimo paisaje que a<br />

vista de pájaro se extiende tras el rey, en el que ondulan montes,<br />

ríos y caminos, avanzan en grupos ordenados caballeros y soldados,<br />

y París se perfila a lo lejos como fondo; y responde también el<br />

ángel trompetero que necesariamente, como los pájaros de Juanelo,<br />

sobrevuela la escena, retumbo del ojo del rey, que lo ve todo,<br />

hasta lo que aún no existe, porque él lo ordena [fig. 2]. Las<br />

trompetas anuncian la inmediata urbanización de ese paisaje,<br />

ya poseído por la vista con alas. Dedo tendido y ojo, ojo y ángel,<br />

ángel y pájaro mecánico, pájaro mecánico y avión bombardero.<br />

Prolongación táctil y miembro eréctil del ojo, en fin, ese dedo<br />

que señala compone el gesto del hágase lo que veo y quédese así:<br />

maquetita, deshabitada ruina de nueva planta, vacía para siempre<br />

–una bella destrucción.<br />

2<br />

En los libros y folletos que a lo largo de sus treinta años se han<br />

dedicado a Ciutat Badia, empezando por La nueva Ciudad Badía,<br />

editado por el Ministerio de la Vivienda en 1974 para celebrar la<br />

construcción, las fotografías aéreas son mayoría [fig. 3]. Inmensa<br />

mayoría, en realidad: en pocas ocasiones se enseña la perspectiva de<br />

una calle, un edificio, cualquier detalle a ras de suelo. Todo lo contrario:<br />

desde el avión, lo único que una y otra vez se muestra es el<br />

conjunto –lo único: eso es todo, sin paradoja. Aunque no debería<br />

9<br />

Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 83


parecer extraña la preferencia institucional por la perspectiva aérea<br />

o la vista de pájaro, o por el golpe de vista, ante una ciudad pretendidamente<br />

construida en un abrir y cerrar de ojos –in icto oculi,<br />

pues, se mire como se mire. ¿No tenían todos los palacios una sala<br />

de vistas o de mapas con frescos o cuadros de la región o del<br />

planeta, en la que contemplar el mundo desde el aire y sin moverse?<br />

En un caso como éste, ese punto de vista convertido en vista única<br />

de la ciudad, vista y no vista, explica elocuentemente una historia<br />

verdadera de abandono y ausencia: la que trata de cómo, aquí<br />

y en todas partes, la tierra se ha disuelto en el aire. Esas fotografías<br />

aéreas que enseñan una ciudad recién terminada, detenida ya para<br />

siempre en un último toque a distancia, se proponen hablarnos<br />

de la novedad como algo conveniente y verdadero. La ciudad es<br />

el perfecto artefacto surgido sobre la tabla rasa: no ha habido más<br />

que ordenar que surgiera, por decreto, nueva y acabada, igual a<br />

sí misma, adulta y armada, gran idea cristalina. Y cristales son, en<br />

efecto, los sólidos dispuestos sobre el tablero allí inventado. La<br />

necesidad de novitas anula cualquier recuerdo de la tierra que aún<br />

existe, supongo, bajo ese tablero: una tierra hasta no hace mucho<br />

tiempo cultivada, de cuya explotación son prueba las masías<br />

y ermitas que aún quedan por los alrededores, aquí y allá, o los<br />

nombres mismos que Ciutat Badia ha ido recibiendo a lo largo<br />

del tiempo, siempre referidos a sus lugares o a los apellidos de sus<br />

propietarios rurales, bien concretos y reconocibles, vivos hasta<br />

hace muy poco y aún con herederos, perfectamente identificables<br />

por fotos y documentos que todavía permiten decir quién era<br />

quién y hasta “yo le conocí”. La tierra se funde en los papeles, en<br />

los planos y en los formularios, y, antes de que nada exista, ese<br />

no-lugar o lugar futuro, inversión, futurible, ya va cambiando,<br />

10<br />

Fig. 3<br />

11<br />

84 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia


como las formas del humo: santa María de Barbará, Badía-Sanfeliu,<br />

Polígono Badía, Ciudad Badía y luego, Ciutat Badia y Badia del<br />

Vallès. Pero volvamos a las fotos. Con ellas podría provocarse<br />

un extraño efecto de estereoscopia. Vemos, por ejemplo, una foto<br />

de la familia Valls Sanfeliu [fig. 4], antigua propietaria del 90% de<br />

los terrenos en los que hoy se asienta Badia, y vemos, del mismo<br />

modo, en el mismo abrir y cerrar de ojos, la imagen aérea de la<br />

ciudad nueva y vacía: poco a poco se superponen las dos figuras,<br />

la de las torres prefabricadas, tan aérea y diáfana, y la de los cuerpos<br />

y los rostros que surgen ya borrosos de las viejas fotografías, como<br />

de un espejo turbio, y el resultado es una extraña radiografía<br />

tridimensional en la que la caja torácica son los bloques y las<br />

vísceras, ya muy difuminadas, la masa indistinguible de personas:<br />

un fantasma diluido en un esqueleto, o un esqueleto irisado, en<br />

aceleración fantasmal. Aunque, ¿no tendrá que haber huesos<br />

en esa tierra hasta no hace mucho arada y ahora escondida bajo<br />

la ciudad? Un proverbio flamenco, al que se refiere una pintura<br />

de Bruegel –y creo que volveremos a ella– dice que el arado pasa<br />

siempre sobre los muertos. No es muy difícil de imaginar, en efecto,<br />

al arado pasando por esas tierras ahora abolidas, y, del mismo<br />

modo, los pies del labrador sobre los terrones, su espalda encorvada<br />

y la mirada dirigida hacia el suelo. El surco es la exasperación del<br />

contacto, pero no sólo porque acoge la semilla y su fruto, sino<br />

porque, en el momento de labrar, el hierro puede toparse con<br />

cualquier cosa: un hueso, desde luego, o bien, qué sé yo, una<br />

vasija o un mármol. De golpe, también, aunque éste es un golpe<br />

que, antes que en los ojos, retumba en los brazos. Algo se siente,<br />

y algo brilla: se rompe el terrón y quedan en la mano, por ejemplo,<br />

unas monedas. Las cosas van y vienen por la tierra, suben y bajan<br />

12<br />

Fig. 4<br />

13<br />

Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 85


por sus profundidades, y si uno escarba, y mete los pies y las manos,<br />

hasta las encuentra. Por eso, cuando pasa el arado, las grandes<br />

empresas aéreas pierden sentido y se vuelven ridículas. El cuadro<br />

de Bruegel al que me refería hace un momento es La caída de Ícaro,<br />

aunque lo más cercano que hay en él es un labrador en primer<br />

término, casi de espaldas. Esforzado en su trabajo, siguiendo al<br />

animal, no está para levantar la vista y contemplar la majestuosa<br />

ensenada que el pintor ha extendido ante nosotros; menos aún<br />

para advertir cómo a la derecha, cerca de las rocas, dos piernas<br />

diminutas chapotean en el mar: son las de Ícaro que ya ha caído,<br />

o que ya ha llegado [fig. 5]. Cuanto más profundo es el surco,<br />

desde más alto se produce la caída, y más tonta es. Ícaro quiere<br />

volar, pero se abre el surco y cae, como la semilla: todo lo atrae<br />

la tierra abierta, que es donde están los huesos, y donde estarán<br />

también los huesos de Ícaro, ni más ni menos que para que alguien<br />

los encuentre arando. Pues bien: la tierra, que acababa siempre<br />

por atraer a los cuerpos volantes, es vencida ahora por la fotografía<br />

aérea, cuyo instante desprecia la gravedad; todo lo verdadero que<br />

hay en la tierra, los restos y las ruinas que encierra, los muertos<br />

y enterrados, desaparece en la ingravidez de la gran distancia<br />

fotográfica, en la vista de pájaro y su extraordinaria capacidad de<br />

persuasión, que proviene, bien claro está, de una “majestad escénica”<br />

antes nunca vista. En el espléndido paisaje de la pintura de Bruegel,<br />

alrededor de cuya ensenada se despliegan montañas y ciudades,<br />

todo queda sujeto por ese surco que nos recuerda la gravedad de<br />

las cosas, su peso y su riesgo, en su destino último, que es bajar<br />

a la tierra, su entierro. En la fotografía aérea, en cambio, el paisaje<br />

es un puro panorama, y la tierra ya no es tierra, sino vista, o vista<br />

captada, de manera que uno no tiene más que estirar el brazo<br />

14<br />

Fig. 5<br />

15<br />

86 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia


para trazar sobre ella, sin peligro y sin esfuerzo, las líneas de su<br />

invención. La tierra se ara con sudor, como dicen los tópicos,<br />

y sobre el panorama, en cambio, vista lejana en la que nunca<br />

entraremos, empresa militar, simplemente se deslizan los ojos.<br />

Nada que hacer: todos sin tierra. Nada hay que escarbar en una<br />

fotografía aérea, que tampoco nunca nos araña, porque no tiene<br />

huellas. Es verdad: esas fotografías aéreas con las que siempre se<br />

muestra la imagen de Ciutat Badia no son más que la exasperación<br />

de un proyecto de vaciamiento y desaparición, porque todo avión<br />

es, primero, avión de reconocimiento, y, después, al fin, bombardero.<br />

De hecho, la tierra de lo que hoy es Badia empezó a disolverse<br />

en 1962, cuando se iniciaron los procesos de expropiación, que<br />

terminaron en 1967, y acabó de hacerlo en 1973, cuando concluyeron<br />

las obras, aunque las casas no se ocuparon hasta 1975. Ese<br />

año, el 14 de abril (!), los Príncipes inauguraron una Badia aún<br />

no habitada, vacía, fantasmal, sin nadie, en la que hasta los muebles<br />

y los electrodomésticos eran de atrezzo: ciudad potemkinizada,<br />

pero para persistir en Potemkin. Fue en esta última etapa, ya sin<br />

tierra y aún sin gentes, cuando se hicieron las fotos aéreas de La<br />

nueva Ciudad Badía. Forma urbis, ciertamente, pero no polis:<br />

desaparece la tierra, se aleja el suelo, cristalizan las formas, y no<br />

hay ni un alma. Este vuelo todo lo ha vencido, y el panorama que<br />

nos ofrece no podría ser más conforme: bonitas curvas de los<br />

bucles de las autopistas, geometría de los bloques, horizonte…<br />

Corografía instantánea. Belvedere automático. Las cosas vistas<br />

permanecen más en la memoria que las oídas, y esa pulcra vista<br />

quiere decir: así es, ni más ni menos, mi pequeño juguete de<br />

motor escondido. Cámara, máquina, motor de avión. ¡Clic!:<br />

despolitización.<br />

16<br />

Fig. 6<br />

17<br />

Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 87


3<br />

¿Tierra? ¿Pero qué tierra? En los esquemas de construcción de<br />

los bloques prefabricados publicados en La nueva Ciudad Badía<br />

[fig. 6] no hay tierra, sino aire, y es del aire, por medio de una<br />

grúa de la que no sabemos ni vemos nada, pero que perfectamente<br />

podría estar colgando de un helicóptero, desde donde llegan los<br />

grandes paneles de los techos y paredes con los que se montan las<br />

casas. Llegan del cielo, en efecto. En uno de los dibujos, que<br />

representa la construcción de los cimientos, aún podemos ver a<br />

la izquierda a un par de hombres hormigonando, aunque sin<br />

aparentar el muy considerable esfuerzo que esa tarea suele requerir,<br />

mientras que a la derecha otros dos reciben una gran pieza de<br />

forjado que desciende con suavidad desde la grúa, con su hembra<br />

y sus muescas como signos de la absoluta precisión de un ensamblaje<br />

inmediato. Esos dos albañiles –aunque propiamente ya no son<br />

albañiles, sino operarios de la construcción o, aún mejor, del<br />

montaje– levantan los brazos para ayudar al panel a encajar<br />

dulcemente en sus esperas, pero parece más bien que estén<br />

celebrando el don del cielo que les ofrece esa misteriosa grúa deum,<br />

como los israelitas hacían con el maná. Así, mientras que los de<br />

la izquierda aún remueven el material, una argamasa verdadera,<br />

los de la derecha se mantienen alejados de esas piezas ya completas<br />

y acabadas, producidas en la cadena y transportadas aquí, volantes,<br />

como si ese dibujo, más que las dos fases de un proceso, quisiera<br />

ilustrar un antes y un después: un antes sucio, de contacto y mezcla,<br />

ya anacrónico, y un después puro, de distancia y admiración.<br />

El trabajo, en el que los hombres hacen, queda sustituido por el<br />

18<br />

Fig. 7<br />

19<br />

88 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia


montaje automático, en el que, como cualquier otra cosa, son<br />

hechos, o mejor, producidos a imagen de la incógnita necesidad<br />

que mueve la grúa –a imagen del perpetuum mobile. El dibujo de<br />

La nueva Ciudad Badía se sitúa al final, o casi, de la larga serie de<br />

representaciones que desde mediados del siglo XIX orgullosamente<br />

ilustra el fin de la albañilería y, de paso, del Homo faber y sus<br />

recompensas, el habitar entre ellas, desde los grabados en los que<br />

vemos cómo, ante la admiración general, las vagonetas transportan<br />

y las grúas colocan con precisión en su lugar los elementos del<br />

Crystal Palace [fig. 7], hasta la famosa fotografía del montaje de<br />

una de las casas prefabricadas de Gropius [fig. 8] en la que, como<br />

quien no quiere la cosa y no hace nada, cuatro hombres trajeados<br />

–modestamente, es verdad, pero sólo uno de ellos con mandil–<br />

instalan o enchufan las paredes, secas y ligeras. En ese elogio del<br />

montaje, ¡qué importará que, al final, a la casa se la lleve el viento!<br />

Al fin y al cabo, al igual que sus piezas llegan volando, también<br />

los hombres levitan, como mecánicos histéricos adoradores del<br />

proceso, aunque en eso es, justamente, en lo que el proceso mismo<br />

los convierte, en mecánicos sin experiencia. Tal vez la grúa deum<br />

sea uno de los misterios teológicos de la producción, y no me<br />

extraña que los hombres de ese dibujo reciban sus dones encandilados,<br />

pues, ¿no fue el propio Yahvé quien ordenó que las piedras<br />

de su templo fueran devastadas en la cantera para que así llegasen<br />

ya perfectas y acabadas a la obra? El bloque prefabricado cumple<br />

por fin, con asombrosa exactitud, esa orden divina, y ante el<br />

arcano de la grúa deum y de la instantaneidad del montaje, visto<br />

y no visto, el hombre moderno, verdadero producto final de todo<br />

el proceso, parece mucho más predispuesto –por prefabricado–<br />

a maravillarse de lo que nunca lo estuvo el hombre histórico, el<br />

20<br />

Fig. 8<br />

21<br />

Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 89


cual, al fin y al cabo, era un hombre sujeto a la gravedad y hecho<br />

por la experiencia. Creo que en este punto vale la pena comparar<br />

la ilustración que comentamos con una miniatura del siglo X en la<br />

que se representa la construcción del Templo de Jerusalén [fig. 9].<br />

En ella vemos cómo dos hombres, uno mayor y otro joven, sin<br />

duda el maestro y su aprendiz –y ésta es la imagen inmediata de<br />

la transmisión de la experiencia–, están colocando el fuste de la<br />

que será la primera columna de una segunda galería, terminada<br />

ya la serie de columnas y arcos de la primera. No se trata simplemente<br />

de una piedra ya devastada, como mandó Yahvé, sino de<br />

un fuste perfectamente labrado, hasta en las molduras de lo que,<br />

inverosímilmente, parece una basa. Más que fuste, pues, casi<br />

columna, que desciende colgando de la soga gracias a una especie<br />

de castillejo en el interior del cual se encuentran esos dos hombres,<br />

a los que, en un gesto parecido al de nuestros modernos operarios,<br />

sólo les queda ajustarlo suavemente sobre el pedestal ya preparado.<br />

Dentro del marco del castillejo, todo parece ingrávido: la columna<br />

colgante, pero también los elegantes cuerpos: el del hombre mayor,<br />

que roza con sus talones uno de los pedestales, y el del joven, que<br />

literalmente flota. Otra cosa bien distinta es lo que ocurre fuera.<br />

Ahí vemos el contrapeso de tanta ligereza: tres hombres agarrados<br />

al otro extremo de la cuerda deforman dolorosamente sus rasgos,<br />

estiran las piernas hacia delante y echan atrás con enorme esfuerzo<br />

cuerpos y brazos para impedir ser arrastrados, como ya lo están<br />

siendo irremediablemente, madero arriba, por el peso terrible de<br />

lo que parecía la más sutil de las columnas. La perfección que se<br />

afirma dentro de esa máquina que es el castillejo, es decir, la<br />

coincidencia armónica del cuerpo humano y de la columna, fuera<br />

se niega en el bulto informe y atormentado en el que se confunden<br />

22<br />

Fig. 9<br />

23<br />

90 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia


esos otros cuerpos, allí donde ya no se reconoce la figura humana.<br />

El hombre con experiencia no se deja engañar fácilmente por los<br />

mandatos divinos ni por sus propias utopías: conoce bien dónde<br />

está y de qué carne amasada y doliente está hecho el contrapeso.<br />

En el proceso que nos muestran las ilustraciones de La nueva<br />

ciudad Badía, como en aquellas del Crystal Palace o de las casas<br />

de Gropius, o en tantas otras imágenes-manifiesto de la misma<br />

cadena teológica, el contrapeso, justamente, es lo que se ha abolido<br />

por principio.<br />

4<br />

En 1952, en la Revista Nacional de Arquitectura, Pedro Bidagor<br />

publicó un artículo titulado “Ordenación de Ciudades”, cuyo<br />

breve texto dice así:<br />

“La ordenación urbanística supone el acoplamiento de muy<br />

complejos elementos en una organización que debe acusar,<br />

como toda obra de arte, unidad y personalidad. Esto quiere<br />

decir que todas las necesidades fundamentales: vivienda,<br />

industria, comercio, administración, educación, esparcimiento,<br />

comunicaciones, etc., etc., deben resolverse ponderando de<br />

forma adecuada la importancia y situación relativa de los<br />

órganos que deben satisfacerlas. Pues bien: la estructura que<br />

resulta de una ordenación semejante suele comprender, casi<br />

siempre, un centro o casco urbano fundamental, en el que se<br />

alojan la vivienda y el comercio, y que constituye algo así como<br />

24<br />

el cuerpo de la ciudad. Suele ser fácil distinguir, junto a ese<br />

cuerpo, los sectores más representativos, que, naturalmente,<br />

coinciden con los usos de mayor representación o jerarquía,<br />

dando lugar con frecuencia a lo que puede considerarse como<br />

cabeza de la ciudad. Por otra parte, una serie de elementos<br />

urbanos se desarrollan con características independientes<br />

adecuadas a usos estrictamente funcionales, tales como son las<br />

zonas ferroviarias e industriales, elementos que forzosamente<br />

se sitúan en el exterior y que pueden ser asimilados a las<br />

extremidades. De esta manera resulta que casi siempre es<br />

posible establecer un cierto paralelismo entre la ordenación<br />

de una ciudad y el aspecto externo de un animal. Puede, por<br />

tanto, aceptarse como procedimiento de explicación de la<br />

organización urbana la interpretación resultante de dibujar<br />

sobre el plano una figura que ayuda a ver cuál es la disposición<br />

natural o prevista de los órganos fundamentales que constituyen<br />

la estructura urbana. Con este objeto se han dibujado sobre<br />

los planos de Madrid, Barcelona, Valencia y San Sebastián<br />

figuras simbólicas, cuyas líneas se superponen a las de comunicación<br />

y zonificación. Se ofrece con ello una explicación<br />

rápida y sintética de cada organización estudiada.”<br />

Dejaremos aquí de lado las conexiones que el urbanismo de<br />

Bidagor tiene con la tradición organicista e intentaremos otra<br />

interpretación más desmayada, casi desfallecida, de ese animal<br />

que se perfila en el plano de la ciudad, que surge de él como<br />

una epifanía paranoica. A través de la lectura de los antiguos,<br />

y especialmente de la teoría vitruviana de las proporciones, la idea<br />

del cuerpo humano como “pequeño mundo”, cuya armonía es<br />

25<br />

Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 91


Fig. 10<br />

Fig. 11<br />

27<br />

92 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia


imagen o reflejo de la armonía del cosmos, se convirtió en uno<br />

de los más repetidos tópicos filosóficos, literarios y artísticos del<br />

humanismo renacentista, de modo que resultaría fácil, en principio,<br />

leer la declaración de zoomorfismo urbano de Bidagor –no parece<br />

una broma y ni siquiera hay rastro de ironía en ella– como la<br />

curiosa pervivencia de una tradición que, en fin, interpretaba<br />

la ciudad –y, antes, la arquitectura, y, aún antes, los elementos<br />

de la arquitectura– como un cuerpo. Aunque, más que con grandes<br />

reflexiones, lo que dice Bidagor parece estar en relación directa<br />

–y candorosa, pero ya veremos–, con los dibujos en los que, como<br />

prueba de la perfección armónica y simbólica de un edificio o de<br />

una de sus partes, un hombre o una mujer aparecen físicamente<br />

representados en su interior. No tanto, pues, con los más abstractos,<br />

del tipo de los del hombre ad circulum et quadratum, cuyo más<br />

famoso ejemplo, aunque no el único ni el más bello, es de Leonardo,<br />

sino con esos otros en los que el hombre o la mujer, dependiendo<br />

del género del orden, se descubren dentro de una columna, la<br />

cabeza perfectamente encajada en los perfiles del capitel y los pies<br />

en el pedestal, que por algo tienen esos nombres; o aquellos otros<br />

cuerpos que se visten con la planta de una iglesia, el ábside en la<br />

cabeza, el altar en el corazón, las piernas y los brazos en cruz como<br />

las naves, los pies en las puertas; o esos que se ajustan a una fachada,<br />

de modo que todas sus molduras y cornisas concuerdan con las<br />

alturas del tobillo, de las rodillas, de las ingles, del ombligo, etc.,<br />

sobre cuyas distancias se han establecido series de proporción<br />

perfectas [figs. 10, 11]. Del elemento al edificio, de la parte al uno,<br />

el microcosmos que es el cuerpo humano se convierte en prueba<br />

de una armonía en la que todo está contenido en todo. Sin embargo,<br />

los mismos arquitectos que representan con minuciosa precisión<br />

28<br />

Fig. 12<br />

29<br />

Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 93


la correspondencia armónica entre el cuerpo y el edificio, cuando<br />

tienen que representar ese mismo cuerpo como una ciudad,<br />

cambian a un registro ya no matemático o geométrico, sino<br />

puramente simbólico. Por ejemplo: un hombre joven y hermoso,<br />

con sus pies y sus codos en las torres de la muralla, levanta con<br />

sus manos el castillo del príncipe que coloca como una corona<br />

sobre su cabeza, mientras que a la altura de su corazón aparece<br />

dibujada la iglesia y en su estómago, en forma de círculo cuyo<br />

centro es el ombligo, la plaza o mercado [fig. 12]. Lo que en el<br />

capitel, o en la columna completa, o en el edificio entero, era<br />

ajuste directo con las proporciones del cuerpo, se queda aquí en<br />

analogía: la cabeza piensa y gobierna, el corazón siente, el estómago<br />

se llena y en los pies y los codos está la fuerza. La excelencia de<br />

la ciudad, pues, no estará en su compositio, dispositio o finitio, sino<br />

en el equilibrio de su organismo vivo, templado entre la razón,<br />

los sentimientos y las necesidades, y su belleza, en todo caso, no<br />

será sino el resultado de su buen gobierno: la política, ella es bella.<br />

Como parece lógico, pues, y aunque excepcionalmente lo hicieran<br />

algunas veces, un humanista no tiende a comparar la ciudad con<br />

un animal y reserva el zoomorfismo a casos muy especiales, casi<br />

siempre de carácter militar: fortificaciones, murallas... Pienso<br />

ahora, por ejemplo, en un caso cuyo autor, Francesco di Giorgio,<br />

es precisamente quien nos ha dejado los más bellos dibujos de<br />

cuerpos humanos superpuestos a elementos arquitectónicos,<br />

edificios y ciudades. Se trata de la rocca de Sassocorvaro, una fortaleza<br />

construida efectivamente para Federico de Montefeltro, cuya<br />

planta, como símbolo de su inexpugnabilidad, surge de la forma<br />

de una tortuga [fig. 13]. O pienso, también, en los dibujos de<br />

Miguel Ángel para los bastiones de Florencia, que evocan cangrejos,<br />

30<br />

Fig. 13<br />

31<br />

94 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia


acorazados y armados con tenazas. ¿Es pues, como decíamos, de<br />

estas tradiciones de las que proviene la interpretación de Bidagor?<br />

Sí, claro, pero sólo del modo enfermo en que podría seguirlas un<br />

buen heredero del urbanismo moderno. En primer lugar, Bidagor<br />

no contempla la ciudad como un organismo político, sino como<br />

un sistema funcional zonificado –administración, vivienda,<br />

industria…–, y en segundo lugar –pero eso es consecuencia de lo<br />

anterior–, para él, no es el cuerpo, de animal o lo que sea, el que<br />

justifica, armónica o simbólicamente, la ciudad o sus partes, sino<br />

que, justo al revés, es contemplando la planta de la ciudad como<br />

uno puede ver surgir de sus líneas zonales los rasgos del animal.<br />

Si para los humanistas, el cuerpo era el microcosmos anterior a<br />

todo y que todo lo contenía, para Bidagor, no es sino una forma<br />

que se perfila en otra forma: nada más que una apariencia. Así,<br />

la tradición en la que Bidagor se enmarca es más bien otra, también<br />

humanista: la que se refiere al modo en que el azar es capaz de<br />

crear formas que para su poder querría el arte. Es aquella que<br />

parte de historias famosas como la de Protógenes, quien incapaz<br />

de pintar la espuma en las fauces de un perro rabioso, arrojó<br />

contra la tabla, más rabioso él que el perro, una esponja empapada,<br />

obteniendo así, sin quererlo, con las salpicaduras, casualmente lo<br />

que buscaba, y sigue en los no menos famosos consejos de Leonardo<br />

a los artistas sobre la interpretación de la humedad de las paredes,<br />

los nudos de los troncos de los árboles, las formas de las nubes<br />

y hasta el tañer de las campanas, para que vieran en ellos toda<br />

clase de figuras fantásticas o humanas, caballos o batallas, o en la<br />

actitud de un pintor extravagante como Piero di Cosimo, quien,<br />

dice Vasari, se fijaba en los vómitos o los escupitajos, descubriendo<br />

así formas justamente en el lugar en el que un moderno –y aún<br />

32<br />

maldito, como Bataille– no iba a ser capaz ya de ver sino el ejemplo<br />

por antonomasia de lo informe. Las formas que surgían de esas<br />

nubes o de esos gargajos ya estaban previstas: eran storie magníficas,<br />

cultura poderosa y sintética: baste pensar en la importante tradición<br />

que consistía en aprovechar las superficies de algunas piedras muy<br />

veteadas, como los jaspes, ágatas, ónices o alabastros, para representar<br />

paisajes o historias. Frente a esa confianza infinita en una natura<br />

pictrix, frente a un juego de arte y naturaleza tan difícilmente<br />

superable, al que se dedicaron no sólo especialistas, sino pintores de<br />

la talla de Antonio Carracci, las formas que ahora pueden surgir<br />

de repente de lo informe, ¿qué serán sino, a lo mucho, un síntoma?<br />

¿Y qué saldrá de esas formas sino diagnósticos, y bien desconfiados?<br />

En nuestros tiempos, y desde hace tiempo, interpretar las manchas<br />

de tinta ya no es un estímulo de la imaginación del artista ni un<br />

juego de niños –que a veces, en vez de tinta, chafaban moscas en<br />

un papel doblado–, sino un test psicológico, el test de Rorschach.<br />

Cuidado, pues, con lo que ves en las manchas. Freud, por ejemplo,<br />

siguiendo a Oscar Pfister, vio en el manto de la Virgen de santa<br />

Ana, la Virgen y el Niño, un buitre que mete la cola en la boca del<br />

Niño Jesús, y pudo hacer así grandes deducciones sobre la sexualidad<br />

de Leonardo. Bidagor, en las ciudades que analiza, aunque dice<br />

descubrir el cuerpo de un animal, lo que ve en verdad son ángeles,<br />

además de un pájaro y un pez; y si ángeles y pájaros comparten<br />

plumas y alas y una cierta etereidad, también los peces son animales<br />

con cola y aletas, y bien resbaladizos. De Madrid, para empezar,<br />

surgen, según Bidagor, un par de ángeles rodeados de una corona<br />

de pájaros [figs. 14, 15]; Barcelona es también un ángel, pero<br />

solitario, que avanza hacia el mar con cruz y palma [figs. 16, 17];<br />

San Sebastián un pájaro majestuoso de alas desplegadas, tal vez<br />

33<br />

Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 95


Fig. 14<br />

34<br />

Fig. 15<br />

35<br />

96 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia


Fig. 16<br />

36 37<br />

Fig. 17<br />

Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 97


un águila; Valencia un pez de cuya especie no me atrevo a opinar.<br />

En su particular test sobre la interpretación de las manchas de las<br />

ciudades, que, como solía decirse al hablar de su crecimiento, son<br />

manchas de aceite, Bidagor muestra una tendencia clara a lo que<br />

flota y, aún más, a lo que vuela. O a lo que va de un lado a otro<br />

sin pasar por la mitad, si seguimos la definición que Santo Tomás<br />

dio de los ángeles. En todo caso, lo que está claro es que el cuerpo<br />

ha desaparecido, se ha volatilizado. Cuerpo volátil, ciudad pluma.<br />

Nada tiene de extraño que Bidagor haya compuesto sus demostraciones<br />

sobre la forma de la ciudad como una sucesión de<br />

páginas dobles: en las de la izquierda, el plano y su “interpretación<br />

orgánica”; en las de la derecha, vistas aéreas. Ésa es la vista del<br />

ángel y del pájaro, que es, a su vez, la forma de la ciudad, de<br />

modo que ésta se convierte en un tranquilo espejo, y Narciso, en<br />

un inesperado urbanista. Pero, bien pensado, ¿no era Narciso uno<br />

de los mitos de la paranoia crítica? Crítica o no, paranoia. Se<br />

puede acabar viendo en la ciudad la forma de una cebolla, y llorar<br />

–por usar los ojos.<br />

5<br />

Abreviando, y por si alguien no lo sabe, diré que Pedro Bidagor<br />

no hablaba de “ordenación de ciudades” por capricho: él fue<br />

el primer director general de Urbanismo en España, impulsor,<br />

entre otras muchas cosas, de la primera Ley del Suelo y de las<br />

figuras del Plan Provincial, del Plan Comarcal, del Plan General<br />

de Ordenación Urbana y del Plan Parcial, que desde mediados<br />

38<br />

los años sesenta se convirtió en el instrumento esencial de la<br />

política de construcción de polígonos residenciales. Todavía en<br />

1983, a sus 77 años, entrevistado por Fernando Terán, quien lo<br />

llama “máximo dirigente del urbanismo español entre 1939 y 1969”,<br />

Pedro Bidagor decía que “el paralelismo entre organismo y ciudad<br />

es una gran tarea en la que sigo creyendo”, y que “descubrir la<br />

organización funcional de una ciudad es el primer paso para el<br />

planeamiento orgánico de la misma. Localizar adecuadamente sus<br />

órganos, nuclearlos jerárquicamente y facilitar el funcionamiento<br />

de los sistemas es la tarea”. O sea, que no había dejado de ver<br />

surgir el cuerpo de un animal dibujado en los perfiles de la ciudad.<br />

¿De la ciudad? Bueno, más propiamente de su plano o de su vista<br />

aérea: una mancha, ya lo hemos dicho. ¿Y quién podrá ver formas<br />

en esa mancha gigantesca sino el oculo Deum? Nadie como Le<br />

Corbusier, de cuyas ideas sobre la ciudad Bidagor se consideraba<br />

heredero en la entrevista antes mencionada, fue tan aficionado a<br />

contemplar la ciudad desde el avión: así, desde la altura, perfilaba<br />

los grandes trazos territoriales de Buenos Aires, Montevideo, São<br />

Paulo o Río de Janeiro, y así, en la distancia, Argel o Barcelona<br />

se le revelaban como mujeres tumbadas junto al mar. Como los<br />

príncipes que jugaban con paisajes de copas y manteles, ejércitos<br />

de autómatas y pájaros mecánicos, Le Corbusier amaba ver los<br />

aviones pasando entre las maquetas de sus rascacielos cartesianos,<br />

como si lo hiciesen entre las columnas del Partenón, pero aún<br />

más sostener el rascacielos con la mano y luego ponerlo sobre la<br />

ciudad, como quien dispone sobre el tablero una pieza en la gran<br />

jugada maestra, final: eso es lo que hace su mano en la película de<br />

Pierre Chenal, Bâtir [fig. 18]. Jugada de aviador: los pilotos italianos<br />

que en 1911 realizaron los primeros bombardeos aéreos de la<br />

39<br />

98 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia


historia declararon eufóricos que desde 80 metros de altura, lanzar<br />

siete u ocho bombas sobre la población de los oasis de Tanguira<br />

y Ain Zara, en las afueras de Trípoli, les había hecho sentir el<br />

verdadero sentido del poder de Dios sobre la vida y la muerte. El<br />

oculo picto Deum se alza sobre las ruinas, y el avión desde el que<br />

Le Corbusier trazaba sus planes provoca delirios. Él, Le Corbusier,<br />

trazaba sobre las ciudades grandes curvas, como recuerdo de las<br />

curvas de las mujeres de Argel; uno de sus muchos fantasmas,<br />

Bidagor ya no veía firmes cuerpos de mujer, sino ángeles y pájaros<br />

volátiles y siniestros cuando levantaba la vista sobre la ciudad. No<br />

quiero forzar más las cosas, pero si ésa es la pendiente por la que<br />

se deslizan las visiones, no me extraña que, cuando los responsables<br />

de Ciutat Badia se alejaron un poco del plano que habían dibujado,<br />

o tal vez cuando, despegando desde el cercano aeropuerto de<br />

Sabadell, divisaron sobre el terreno sus primeras trazas, viesen<br />

aparecerse ante ellos claramente, no una mujer, ni un ángel, ni<br />

un pájaro, sino, nada más y nada menos que el mapa de España.<br />

Gran iluminación, en ese polígono empezado en tiempos de<br />

Bidagor pero acabado ya en otros tiempos. Eso sí que era, en<br />

efecto, una revelación bien traída, porque aparecer, podrían haber<br />

aparecido muchas cosas, y hasta ángeles o pájaros, en efecto, pero<br />

en ese polígono, destinado como todos a acumular en vacío una<br />

mano de obra emigrante, lo que venía al rescate de los urbanistas<br />

y gestores era, ni más ni menos, el mapa de España. Y no un mapa<br />

de España cualquiera, sino uno un tanto achatado, como si se<br />

mostrara con cierto escorzo, desde un punto elevado frente a<br />

Gibraltar. Es decir, no un mapa ortogonal, proyección abstracta,<br />

como los que vemos en las cartillas escolares y los libros de<br />

geografía, por ejemplo, sino uno en perspectiva, como los que<br />

40<br />

Fig. 18<br />

41<br />

Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 99


ilustran los folletos turísticos, en los que los accidentes y las<br />

ciudades surgen en gran volumen, y la vista de pájaro, escorzada<br />

y dinámica, es lo que se impone. España a vista de pájaro, en fin,<br />

eso es lo que vieron: una España anamórfica. El gran panorama:<br />

ver para querer. Todo encaja: la miseria se aleja con la vista aérea,<br />

hasta hacerse invisible. Ésa es, en efecto, la vista de la invisibilidad,<br />

porque elude los detalles. Si los polígonos son los lugares del<br />

abandono, de la real ausencia de la casa, del común y del Estado,<br />

¿qué mejor invención que el mapa que contiene al Estado, al<br />

común y a la casa? Un puro espacio físico se convierte así en<br />

remedo de un espacio social, tan pacificado como imaginario.<br />

Aunque, bien pensado, ¿por qué remedo? Si el mapa es el de<br />

España, será un refrito. ¿O es que no vieron en la mancha de aceite<br />

de Badia, quo modo Deus, una piel de toro?<br />

6<br />

Si tuviésemos que creer en la publicidad, diríamos convencidos<br />

que nuestra sociedad ha eliminado las grandes miserias, aunque<br />

multiplica las pequeñas, a las que cada vez concede más espacios<br />

especializados en los márgenes de la ciudad, en los rincones de<br />

la casa, en las arrugas del cuerpo. El ojo deum corresponde a la<br />

primera parte de este enunciado: sobrevuela el solemne paisaje de<br />

ruinas clásicas en que su mirada convierte al mundo, y no se<br />

entretiene en los detalles. El diablo, en cambio, a la segunda. El<br />

diablo Cojuelo, rengüelo, claro está, lisiado porque cayó de muy<br />

alto al ser arrojado del cielo, pero capaz aún de volar; Cojuelo,<br />

42<br />

además, para traer el baile al mundo, y no la <strong>Red</strong>ención; y Cojuelo<br />

para decir, renqueando, en lugar de “yo soy la Verdad”, “yo soy<br />

la Mentira”, veraz y voraz. Al contrario de Dios, que nos observa<br />

desde arriba para abolirnos en una totalidad majestuosa, el diablo<br />

siempre nos propone acompañarlo en sus vuelos: él nos llevará<br />

aquí o allá, y desde allí nos lo enseñará todo, pero no como gran<br />

panorama, sino como montón de detalles, todos mezquinos.<br />

No suelen ser grandes crímenes, sino pequeños vicios y miserias<br />

corrientes, lo que el diablo nos muestra cuando levanta los tejados.<br />

“Todo esto te daré”, podría decir. ¿Y quién lo querría? Cualquiera<br />

lo querría: pajareando y picoteando, el diablo nos da a entender<br />

el mundo. Vuela bajo y usa farol: enfoca. Como en el frontispicio<br />

de Le diable à Paris, en el que el diablo es un hombre delgado,<br />

con levita, bastón y linterna, cargado con un gran cesto de cartas<br />

–los deseos y las cosas que debe hacer o decir–, que contempla<br />

ajustando su monóculo el plano de París desplegado a sus pies<br />

[fig. 19]. Ese plano, al contrario de aquel mapa, no sustituye a la<br />

ciudad, sino que está a punto de ser agujereado por una mirada<br />

que, como el rayo de sol a través de una lupa, lo encenderá. Así,<br />

punto por punto, prende el diablo la ciudad, y la deja hecha un<br />

colador, aunque colador ya lo era. Cojuelo, lisiado, danzarín, el<br />

del diablo es un vuelo que no da forma, sino que encuentra<br />

vida, la otra vida traducida a ésta, así que empecemos: “Daban<br />

en Badia, por los fines de julio –eso es verdad (N.d.T.)–, las once<br />

de la noche en punto, hora menguada para las calles y, por faltar<br />

la luna, jurisdicción y término redondo de todo requiebro lechuzo<br />

y patarata de la muerte”, etc., etc.<br />

43<br />

100 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia


Fig. 19<br />

7<br />

Más arriba he hablado de la relación entre cabeza y capitel o<br />

pie y pedestal. No resulta tan obvia esta correspondencia si nos<br />

ponemos a pensar en el resto de palabras con que se designan los<br />

elementos de la arquitectura clásica, empezando por el tímpano,<br />

que es también el nombre de un tambor, atabal o timbal de piel<br />

y huesos, y siguiendo por los óvolos o huevos, toros, flechas,<br />

tenazas, sogas, golas o gargantas, dientes, gotas, bucráneos o cráneos<br />

de buey, páteras o sacrificaderos para recoger la sangre y todo lo<br />

demás: basta pensar en todo eso para comprender la relación que<br />

esa arquitectura, que siempre se ha descrito como armónica por<br />

excelencia, tiene con el mundo del ritual y del sacrificio, con la<br />

enajenación de la danza y con la arritmia del cuchillo y de la sangre.<br />

Bien mirado, el orden, la medida y el ritmo del templo clásico no<br />

son sino el intento de recomponer los disjecti membra del animal<br />

sacrificado: o sea, devolver la forma a ese animal demasiado humano.<br />

Ciudad, arquitectura, patarata de la muerte: ahí me quedo, por<br />

ahora, esperando que los diablos, o P. G. R., den conmigo en los<br />

infiernos.<br />

45<br />

Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 101


UNA ESPECIE DE ESCALERA EXTRAÑA:<br />

NO SUBE NI BAJA.<br />

OBSERVACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO<br />

EN BADIA DEL VALLÈS<br />

ANDREA AVARIA SAAVEDRA 1<br />

Introducción<br />

Llegar a un lugar desconocido siempre me ha parecido viajar<br />

hacia un mundo nuevo. Descubrir lugares que están cerca se transforma<br />

muchas veces en una aventura que, según los resultados y las expectativas,<br />

se puede reiterar.<br />

A través del texto pretendo llegar a un lugar nuevo. A lo largo de<br />

éste intentaré compartir el proceso vivido, en el viaje a Badia, en el acercamiento,<br />

en la observación, en la participación, mediante la circulación<br />

por el espacio público, espacio regido por lo virtual y también lo concreto<br />

(cf. Delgado, 1999), lugar vivido como espaciamiento, por la distancia.<br />

De las descripciones desprenderé reflexiones y análisis. Las observaciones<br />

realizadas, descritas, serán observadas nuevamente en un ejercicio<br />

autorreflexivo. Es decir, observaré las propias observaciones generadas.<br />

Entendiendo que la antropología de los espacios públicos reconoce a los<br />

sujetos en interacción y da cuenta de la acción que se produce en, con<br />

y desde los espacios. También reconoce la implicación de quien observa.<br />

Tuve una primera aproximación a Badia del Vallès a través de<br />

información de terceros, cuestiones de apreciaciones, observaciones<br />

generales y muy personales. La información recogida en un primer momento<br />

5<br />

102 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Andrea Avaria Saavedra Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Subterranis


6 me pareció suficiente, muchas veces he emprendido un viaje con información<br />

básica. No busqué más, no quise construir ideas o juicios previos, deseé<br />

acercarme lo más ingenuamente posible al lugar. Para ello, en al menos<br />

tres ocasiones fui a Badia, recorrí sus calles, me impregné de ellas, me<br />

dejé atrapar por el lugar. Entre junio y agosto del 2005, cogí un tren casi<br />

a las mismas horas de la tarde en dirección a Badia.<br />

A efectos de la presentación, iré exponiendo extractos de las<br />

observaciones realizadas y las reflexiones que emergen de ellas, y que<br />

en conjunto orientarán al lector en el viaje realizado hacia y por Badia<br />

del Vallès. Y finalmente me detendré en reflexiones generales.<br />

Antes de partir<br />

Un día cualquiera de la semana, me dispongo a partir. Pongo en mi<br />

bolso los mapas que he fotocopiado, también una pequeña libreta de<br />

notas y un lápiz, y me visto con ropa cómoda.<br />

Ese mismo día me he juntado con una amiga y aprovecho para<br />

preguntarle si sabe cómo llegar a Badia. Es también una forma de<br />

estar segura de que llegaré a destino por el lugar más directo. No lo<br />

sabe. Me acompaña a la estación de Sants. La estación está llena de<br />

gente, ya hace calor y seguramente se viaja más. Mi amiga me<br />

acompaña a preguntar a las diversas ventanillas, a comprar el billete.<br />

Estoy preocupada. No sé qué voy a encontrar, es como si fuera a un<br />

lugar que nadie sabe muy bien dónde está, ni cómo llegar, es como<br />

si estuviera en alguna parte del recuerdo, pero al mismo tiempo, parece<br />

un lugar olvidado.<br />

Antes de salir y de llegar a un lugar y realizar las observaciones,<br />

“la cabeza se llena de imágenes”, de creaciones propias cargadas de los<br />

relatos de otros, o de imágenes que pueden encontrarse en folletos o en<br />

internet, en un libro en fotos, etc.<br />

Al llegar a un lugar, nos enfrentamos a nuestros pre-juicios, a las<br />

expectativas creadas, que luego reafirmamos o modificamos con lo<br />

observado. En estas observaciones podemos buscar y encontrarnos con<br />

lo que queremos. Por tanto, las preguntas que surgen son: cómo hacer de<br />

un lugar recién visitado un lugar muy distinto al imaginado, al relatado,<br />

cómo evitar comparaciones que invisibilicen, que dejen fuera lo relevante<br />

a la hora de destacar las particularidades.<br />

Las descripciones que hacemos responden a nuestras percepciones,<br />

a la forma que cada uno tiene de aproximarse a algo nuevo, a los usos<br />

de nuestros sentidos, a las preparaciones y a la disposición con que<br />

partimos a un lugar.<br />

En la organización del viaje está presente quien observa (observará).<br />

El que se ve enfrentado a sus temores, a sus desafíos, a su amplio campo<br />

de cogniciones se enfrenta a sí mismo. En la preparación se hacen presentes<br />

también experiencias anteriores de viaje, las formas utilizadas de dirigirse<br />

hacia un lugar nuevo.<br />

¿Cómo son los viajes a lugares cercanos? ¿Qué ocurre cuando<br />

nos aproximamos a un territorio, a un lugar próximo, casi vecino? ¿Son<br />

iguales o distintas las aproximaciones cuando nos enfrentamos a lo lejano<br />

y extraño? Somos nosotros mismos los que establecemos las diferencias,<br />

los que las dibujamos en las conversaciones, en las observaciones, en las<br />

evocaciones. Parece indispensable cuestionar los marcos de referencia<br />

con que partimos, también aquellos marcos con los que elaboramos las<br />

observaciones y sus registros.<br />

Primero: la estación<br />

Pregunto a diversas personas cómo llegar a Badia. Nadie lo sabe.<br />

Los trenes de cercanías suelen llegar a todas partes. Es una especie de<br />

red, ramificación que divide, y también acerca y vincula determinados<br />

lugares, imágenes, entornos con los que parecen más familiarizados<br />

quienes cogen un tren.<br />

Las estaciones siempre están llenas de gente que va y viene. Que no<br />

sabemos si regresa.<br />

En la estación de Sants, me dirijo a la ventanilla de información. Las<br />

preguntas entre los trabajadores de ventanilla van y vienen, nadie sabe<br />

con certeza dónde está Badia. Quien más segura está afirma que hay<br />

que bajarse en Barberà del Vallès.<br />

Compro el billete para comenzar el viaje a Badia. Quiero regresar, así<br />

que el billete es de ida y vuelta. La primera vez lo compro en ventanilla,<br />

para cerciorarme de que no me perderé en una de las tantas venas<br />

que rodean y cruzan Barcelona.<br />

Anuncian trenes con destino a Terrassa, Manresa, destinos más<br />

familiares para mí. Andén número 2, ése es el tren que con seguridad se<br />

detendrá en Barberà<br />

El tren no sólo es una forma de transporte, para mí es una forma<br />

simbólica de acomodar el cuerpo y la mente para un viaje. Subirse a<br />

7<br />

Subterranis Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Andrea Avaria Saavedra <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 103


8 un tren implica llegar, o al menos, aproximarse a mundos distantes,<br />

e incluso desconocidos. El viaje en tren implica una suerte de aventura.<br />

Me subo por la parte del medio del tren, que es como cualquier otro<br />

de cercanías. Intento descubrir qué personas se dirigen a Badia.<br />

Desconozco cómo es la gente de allá.<br />

Pienso que, para muchos, éste debe de ser un medio de transporte<br />

y un recorrido cotidiano, y que seguramente algunos, como yo, cogen<br />

esta dirección por primera vez. Comienza un viaje, todos vamos en el<br />

mismo tren.<br />

Cada viaje es distinto. Sin embargo, se repiten algunas claves. La gente<br />

en el tren no se mira, o por lo menos, eso parece. Es decir, las personas<br />

se miran, pero mantienen la mirada y el rostro frío, distante, la mirada<br />

del otro no circula, y aún menos entra en el espacio del otro.<br />

En este tipo de lugares, las miradas son importantes. Me refiero a mirar<br />

sin ser visto por el otro. Es decir, sin que las miradas lleguen a detenerse<br />

o a posarse en la mirada del otro. Sin embargo, en el segundo viaje,<br />

pareció que algunas cosas se producían de forma distinta. Una chica<br />

venía en el tren; un chico y yo subimos al mismo tiempo. Él se sentó<br />

a su lado. Los asientos contiguos daban justo frente a la ventana, eran<br />

paralelos a las líneas del tren. Sus miradas empezaron a cruzarse en<br />

el reflejo de la ventana, como en un juego de atracción y luego de<br />

seducción mutua. Las miradas se tornaron cálidas, ellos sonreían,<br />

tratando de no ser tan evidentes en ese gesto. El rubor de la chica se<br />

hizo más obvio, hasta llegaron a reírse. Luego empezaron a desviar<br />

la mirada, a mirar al vacío, a hacer muecas de seriedad, a estar cada<br />

vez más distantes. Sobre todo ella, porque él seguía intentando<br />

encontrarse con sus ojos; ella fue cogiendo poco a poco sus cosas,<br />

su bolso, sacó un ticket, se acomodó. El resto de la gente parecía no<br />

percibir nada. Cuando aún estábamos en Barcelona, ella se levantó<br />

y esperó a la siguiente parada. El tren se detuvo. Cuando ella estaba<br />

a punto de salir, él se puso de pie y salió tras ella. Los seguí desde<br />

la ventana, sin poder evitarlo pensé en un encuentro, o en la posibilidad<br />

de que esas sonrisas y miradas se prolongaran, o quizá,<br />

simplemente, de que cada uno siguiera su camino.<br />

Los trenes se llenan de gente que lee, gente que se abstrae en los libros<br />

o diarios que aprietan firmemente con las manos, personas que cierran<br />

los ojos, quizás intentando o logrando dormir o al menos descansar.<br />

Otros miramos por la ventana, y de vez en cuando, cruzamos las<br />

miradas en el aire, como controlando a los que abandonan o contando<br />

a los que han subido al tren.<br />

El tren se detiene en cada estación. Recuerdo El país de las últimas<br />

cosas de Paul Auster. Todo desaparece a mis espaldas. El hambre<br />

empieza a hacerse evidente. Ya es más de mediodía y no he comido<br />

nada. Hace calor, el calor de junio, anunciando verano.<br />

Al llegar a la estación de Barberà del Vallès, descubro que hay dos<br />

caminos. En la cafetería pregunto cómo llegar a Badia. Tras unas cuantas<br />

preguntas y constataciones entre los presentes, salgo en la dirección<br />

indicada. Una vez más, parece que nadie conoce el lugar de destino.<br />

Camino por Barberà hasta llegar a Badia.<br />

Los viajes no sólo son el punto de llegada sino también el tránsito<br />

que hacemos entre un punto y el otro. Ese tránsito, tanto físico como<br />

imaginativo, es lo que creamos antes de partir, y lo que contrastamos al<br />

llegar, al encontrarnos con cada uno de los elementos del lugar en<br />

interacción. Son sus calles, sus plazas, los lugares de encuentro, el uso de<br />

esos lugares, las personas que entran y salen de sus casas, que deambulan<br />

por las calles. El tránsito entre dejar de estar en un lugar y volver a estar<br />

en otro lugar distinto. El tránsito que obliga a la mirada a suspenderse más<br />

allá de lo que lleva y de lo que encuentra, que va más lejos del lugar<br />

donde se posan los sentidos.<br />

El trayecto es parte importante. El tren no sólo marca distancias,<br />

sino también tiempos, espacios que se distribuyen a lo largo de un territorio<br />

determinado y que se marcan por las estaciones, por cada uno de sus<br />

nombres, que se diferencian por los habitantes que se bajan en cada<br />

parada y que al contacto con el territorio (la estación) resultan distintos de<br />

los otros (los que no bajan en esa estación). Las claves comienzan a ponerse<br />

en evidencia en el viaje, las que se refieren a las propias del tren y que<br />

operan en cada vagón al abrir y cerrar sus puertas, y las que se aproximan<br />

o dejan en cada estación, en cada lugar.<br />

Las claves del territorio no sólo se leen en el territorio, sino que se<br />

van descubriendo y (re)haciendo en el trayecto. Es una forma de ir incorporando<br />

nuevas formas de habitar, de pasar de ser completamente ajeno a<br />

comprender por lo menos formas de relación básicas, de proximidad, distancia,<br />

acercamiento, atracción, claves que, si ponemos atención, nos permitirán<br />

actuar y deambular, mientras estamos de tránsito, o fijos en un lugar.<br />

Los espacios se diferencian los unos de los otros como las personas.<br />

Cada una con atuendos distintos, con distintas formas de llevarlo, con o<br />

sin maquillaje, con formas de andar, conversar, leer, etc., construyen una<br />

especie de estar que los hace únicos. Los lugares y las personas nos<br />

parecemos en ese estar diferenciado.<br />

Badia parece estar conectada a Barberà a través de los que<br />

llegamos en tren, conectada a través de quienes caminamos por las<br />

9<br />

104 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Andrea Avaria Saavedra Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Subterranis


10 calles de una y otra. Badia parece estar presente a través de Barberà,<br />

de la estación, de las calles que quedan entre la estación y Badia. Hay<br />

lugares invisibilizados en las propias ciudades, y en las proximidades de<br />

éstas. Lugares que se mantienen ocultos o de espaldas, o casi colgando<br />

de otros lugares que sirven como referencia, o como orientación. Quienes<br />

viven, habitan estos espacios, ¿resultan también invisibilizados? ¿Son<br />

descritos a partir de otros, ellos mismos se describen a partir de otros?<br />

Segundo: a primera vista<br />

En la estación de Barberà del Vallès, cruzo la línea del tren por abajo<br />

y salgo casi recto a una pequeña plaza llamada España, que por sus<br />

escaleras me conduce a una calle principal y recta, la calle que hay<br />

que seguir para llegar al destino. Unos hombres trabajan en un edificio<br />

situado casi frente a la plaza, el resto de los transeúntes parece haberse<br />

marchado deprisa y me encuentro sola en la calle. Por la calle del<br />

Abeto, cruzando la plaza del Vallès, me dirijo hacia Badia. A lo largo,<br />

la calle llena de casas de dos pisos, amplias y en su mayoría con patio,<br />

atiborradas de flores y plantas, impregnando la calle de sus olores,<br />

hasta los árboles contribuyen con su perfume. Los jazmines destacan<br />

sobresaliendo de las verjas con sus flores blancas. Barberà, o al menos<br />

esta parte, entre la estación y Badia, parece agradable.<br />

Al fondo, formando un horizonte de cemento elevado, unos edificios<br />

alargados y grises parecen delimitar el lugar, el otro territorio.<br />

Badia empieza a formarse, ante mis ojos, desde la avenida Tibidabo,<br />

a izquierda y derecha. Cojo la dirección de la izquierda. A medida que<br />

transcurre, la avenida va perdiendo su amplitud por los numerosos<br />

coches aparcados en sus costados. La pared de cemento, formada por<br />

las fincas en hileras, se abre hacia el cielo, también a lo largo. Imposible<br />

calcular cuánta gente habita cada edificio, cuántas personas viven,<br />

unos encima de otros. Imposible contabilizar cuántas puertas y ventanas<br />

se abren y cierran cotidianamente, cuántos grifos sueltan agua, cuántas<br />

llaves cierran las puertas, cuántos picaportes se accionan al día.<br />

Distingo a algunas personas que se asoman a sus ventanas o balconcitos;<br />

parecen abstraídas en la observación relajada de lo que acontece en<br />

la calle y quizá más lejos, según la altura. Por algunas ventanas<br />

también tienden ropa, las sábanas se secan al sol, o por lo menos al<br />

calor que inunda las calles. No veo a nadie en la calle. Hacia el final,<br />

un par de personas cruzan la avenida, y enfrente, en un bar, distingo<br />

a otras. Pequeños espacios comunes, placitas de juego, bancos o<br />

simplemente una vereda separa o une a algunas de las fincas. No se<br />

ve a nadie.<br />

Los coches no dejan de pasar. Muchos se hacen oír con sus músicas a<br />

tope, estridentes, desde dentro ruge el reggaetón. Los conductores,<br />

hombres jóvenes, parecen disfrutar y mostrarse sin pudor. Por lo general,<br />

los coches son negros o rojos, alargados, lo más parecidos a un coche<br />

deportivo, y se desplazan con las ventanillas abiertas, y en su interior,<br />

ellos, con el pelo largo y húmedo, gafas de sol, mirada siempre adelante,<br />

conducen atrapados en esa burbuja musical. En ocasiones transitan<br />

despacio, mostrándose por la ventanilla abierta, o escapan a toda<br />

marcha, hacen rugir los tubos de escape, que se acopla a los rugidos<br />

de la música.<br />

Un grupo de tres niños camina delante de mí, nos separan apenas<br />

unos pasos. Se les ve entusiasmados, llevan dinero en la mano, se<br />

paran ante un quiosco. Compran helados. Les imito.<br />

Al acercarme al quiosco, le pregunto a la mujer que atiende cómo<br />

llegar al mercado. Ella, de unos cincuenta y pico años, un poco gorda,<br />

de movimientos ágiles y voz sonora, me aclara que hay dos, uno cerca<br />

del ayuntamiento y otro que se instala una vez a la semana en la<br />

misma calle. La mujer parece disfrutar de su trabajo en ese pequeño<br />

lugar. Al momento llega un pequeño grupo de niños de entre 7 y 9<br />

años. Compran unos dulces, apenas hablan y se van. Ella me entrega<br />

el helado y además pronuncia unas frases como si fueran su eslogan:<br />

“aquí estamos, dice, aquí tenemos de todo un poco, y sobre todo,<br />

ganas de trabajar”, le agradezco el helado y me quedo pensando en<br />

sus palabras, me despido y me alejo, siguiendo sus instrucciones para<br />

llegar al mercado. Busco el lugar donde se reúne la gente, donde<br />

comparten las compras y los comentarios del barrio; imagino que el<br />

mercado es el mejor lugar.<br />

Por la calle Burgos, mujeres con niños y niñas de la mano apuran el<br />

paso, van a la escuela en junio, ya falta poco para terminar las clases.<br />

Las distintas tiendas, en su mayoría abiertas, cubren las partes bajas<br />

de los edificios. Destacan las inmobiliarias, la venta de pisos en el<br />

sector. Las ofertas no son menos interesantes, varios pisos en (las calles)<br />

Oporto, Oviedo, el Mediterráneo, Zaragoza, Vía de la Plata, La Mancha,<br />

Mallorca, Menorca, Cantábrico, en cada una de esas calles se ofrece<br />

un piso para comprar. Seguro que quienes compran en Badia no sólo<br />

compran un piso, sino además, una especie de sueño, un lugar en el<br />

mapa, a orillas del Mediterráneo, en la Península. Nadie entra a<br />

preguntar.<br />

Cruzo la calle. El ayuntamiento está casi en la esquina siguiente. Voy<br />

detrás de unas mujeres que llevan a sus hijos al colegio, debe de ser<br />

11<br />

Subterranis Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Andrea Avaria Saavedra <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 105


el inicio de la segunda jornada escolar. Entro en el ayuntamiento,<br />

reviso mostradores, en busca de información, a ver si encuentro un<br />

pequeño plano que me permita identificar las calles. Al entrar, saludo<br />

y nadie responde, aunque hay dos mujeres sentadas frente a un par<br />

de ordenadores casi en la entrada del ayuntamiento, en la parte que<br />

corresponde a actividades y cuestiones relativas a cultura y otras<br />

informaciones. Me vuelvo hacia ellas. Les pido un mapa del lugar, me<br />

equivoco y una de ellas me lo hace notar, me corrige: un plano, dice,<br />

deben de estar allí encima, y muestra con la cabeza, en un gesto, el<br />

mostrador donde acabo de revisar cada uno de los trípticos disponibles.<br />

Le comento que no he encontrado nada. Ella se levanta y empieza una<br />

búsqueda con aire de descontento y de crítica dirigido probablemente<br />

hacia la persona que trabaja en ese lugar y que no se encuentra allí.<br />

Por fin, la otra mujer busca en su escritorio, encuentra un plano y me<br />

lo tiende. Les doy las gracias y salgo.<br />

El ayuntamiento es amplio, es un edificio de un par de pisos, abierto,<br />

luminoso. En la entrada está el escudo de Badia, una golondrina<br />

encumbrando el vuelo, como si siempre estuviera migrando, a pesar<br />

de tener el nido en ese escudo. El ayuntamiento está en una plaza de<br />

cemento. A uno de los lados de la plaza, está el mercado con sus<br />

puertas cerradas, y enfrente, las terrazas de un par de restaurantes<br />

abarrotados de gente. A la sombra del edificio del restaurante se<br />

cobijan las mesas, donde mujeres y hombres fuman y beben un aperitivo<br />

o quizás un café para despertarse.<br />

Me dirijo al colegio; es grande. Los más pequeños entran por una<br />

puerta, se agrupan allí y luego los conducen a las salas en orden, en<br />

fila, una mujer los guía, les habla en catalán. Por el otro lado, los niños<br />

y niñas mayores se dirigen a un gran patio que los engulle tras los<br />

edificios de entrada, los mayores van sin sus madres.<br />

A la salida, cuando ya todos han entrado en sus aulas, un grupo de<br />

cuatro mujeres se queda en la entrada, conversando. Parecen conocerse,<br />

hablan de los pequeños y de sus parejas, hablan de otra mujer y su<br />

pareja, de problemas entre ellos.<br />

Las mujeres, así como todas las personas que oigo en el camino, hablan<br />

en castellano. Sólo la profesora o encargada de los niños y niñas ha<br />

hablado en catalán. La música, los juegos, todo está en castellano. En<br />

cambio, los carteles y anuncios oficiales, están en catalán.<br />

Por la calle Oporto, en Algarbe, se oye un ruido sordo y continuado<br />

como de mar; es la carretera. La carretera que va a Manresa, que<br />

marca el límite del municipio de Cerdanyola y de Sabadell. Badia<br />

queda atrás, invisible, los coches no necesitan entrar. En el aparcamiento,<br />

desde donde se ve la carretera, un hombre arregla un coche.<br />

12 Por la calle, familias con sus pequeños y pequeñas vuelven del colegio.<br />

Apenas hablan. Los dejo a mis espaldas. Me acerco a una guardería,<br />

leo los carteles y la información que hay en los paneles a la entrada,<br />

en catalán informan de la selección de los más pequeños.<br />

Se acerca una mujer, muy joven, aparenta veinte y pico, viene a revisar<br />

el panel, llama por teléfono a alguien, le comenta que están las listas,<br />

pero falta el nombre que busca, afirma que no entiende nada, que todo<br />

está en catalán, así que decide entrar y volver a llamar cuando lo haya<br />

averiguado. Pulsa el timbre. Un hombre abre la puerta. Ella le dice lo<br />

que necesita. Cruza el umbral de la puerta donde cuelgan flores,<br />

mariposas, y dibujos primaverales, la puerta se cierra a sus espaldas.<br />

Subo por la calle de la Plata, cruzo el colegio, llego al centro cultural<br />

y de la familia (Departament de Benestar Social), allí también está el<br />

Auditori Municipal. Me detengo. Junto a sus carteles y monumentos no<br />

hay nadie, sólo un par de personas en el supermercado próximo.<br />

Por la calle de la Plata, casi al llegar a un descampado, emergen los<br />

aviones y avionetas como si corrieran por la misma calle. El cielo lleno<br />

de avionetas, helicópteros como un enjambre de abejas, o el aleteo<br />

incesante de los pájaros que llena el aire del reflejo brillante de las<br />

latas, del tronar de los motores en vez de grillos. Como las golondrinas,<br />

parecen ir y venir, pero sin abandonar el lugar: siempre vuelven al<br />

mismo hangar.<br />

En la esquina, entre las calles Cantábrico y de la Plata, decidida a<br />

dirigirme hacia la estación, me sorprendo, veo una tienda Sativa World<br />

Growshop que anuncia, justo en el límite entre Badia y Barberà,<br />

asesoramiento, insecticidas, abono, semillas. Al extremo, una tienda<br />

junto al bar de la esquina de la avenida Tibidabo y tiendas de verduras<br />

más allá.<br />

La estación está llena de gente, que espera para ir o volver a Barcelona.<br />

A pesar del letrero que advierte la peligrosidad de cruzar por las vías,<br />

un joven salta y cruza corriendo, a través de las vías, a marcar el billete<br />

de sus padres y el suyo. Todos miramos a ambos lados: no viene ningún<br />

tren, exhalamos un suspiro de alivio.<br />

Vuelvo a subirme al tren después de un viaje a ninguna parte, después<br />

de deambular por calles que me llevan y traen al Mediterráneo, pero<br />

donde el mar queda muy lejos, donde las golondrinas se han<br />

transformado en vuelos de instrucción o vuelos de pequeña envergadura,<br />

donde todo parece suspendido, colgando de cemento y ventanas, de<br />

pisos que van a dar a escuelas.<br />

Quien viaja a un lugar aparentemente asociado a otro lugar, un<br />

espacio al que se llega a través de otro territorio, quizás establece una<br />

13<br />

106 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Andrea Avaria Saavedra Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Subterranis


doble distinción, alguna diferencia que dibuja los contornos entre el lugar<br />

al que llegó y que transitó hasta su destino.<br />

La arquitectura del sector de Barberà que colinda con Badia es<br />

diferente. La arquitectura los diferencia. Estas diferencias se hacen evidentes<br />

a través de la observación, de la experiencia de transitar por ambos<br />

lugares y a través de ellos. En Barberà, casas de dos pisos, con patios,<br />

pequeñas rejas, con aparcamiento en el interior de los edificios, calles<br />

con pequeñas plazas de paso, sin gente asomada a las ventanas o<br />

deambulando por las calles. Estos aspectos contrastan con las edificaciones<br />

alargadas, con las calles atestadas de coches, de pequeños lugares de<br />

esparcimiento colectivos entre las fincas, con pequeños quioscos de revistas,<br />

de helados, con bares que sacan sus toldos y parasoles a la calle, con<br />

gente andando, con coches que deambulan por Badia.<br />

Las calles, ante el observador, dan cuenta de la diferencia. La<br />

descripción de la observación subraya la divergencia, los espacios actúan<br />

como descriptores de sí mismos, o por lo menos, eso parece distinguir<br />

quien las observa.<br />

Las calles y sus nombres permiten establecer otras distinciones.<br />

Y nuevamente, en comparación o por contraste, las calles de Barberà<br />

aluden a árboles, plantas, flores, están llenas de ellos.<br />

En Badia se dibuja un trozo de la Península, las calles y sus nombres<br />

evocan lugares. Recuerdan territorios desterritorializados, sacados de su<br />

contexto natural y trazados en calles de una especie de mapa gigante,<br />

que se reproduce en el plano local. Es la evocación implícita del viaje,<br />

el traslado, el movimiento, el proceder de puntos distintos, “venir de todo<br />

alrededor”, es como si en un punto se multiplicaran los puntos de referencia.<br />

Las calles de Badia llevan implícita la historia del lugar, invocan otros<br />

territorios, al nombrarlas y al transitar por ellas permiten invocar historias,<br />

viajes y tiempos.<br />

La música de la calle construye una especie de territorio, que se<br />

asemeja y diferencia respecto a otras calles, tanto de Badia como de<br />

Barcelona, o quizá de cualquier parte o lugar del mundo. La música que<br />

suena, que se desplaza por las calles, que emerge de las ventanas de los<br />

coches es la música de las radios, de la televisión, es música globalizada,<br />

que parece sin embargo única, o que al menos intenta ser única cuando<br />

sale por las ventanillas abiertas de un coche y de otro, por lo menos, es<br />

una música que aparenta singularidad.<br />

El reggaetón como música del presente. Música que se callejea,<br />

que está en la calle. La rumba como música de la memoria, no suena, no<br />

es escuchada por quien observa y transita.<br />

14 La música sirve para hacerse visible. Uno es observado desde el<br />

rugir de los altavoces, a través de la misma música que retumba en los<br />

cristales de los otros coches y de las fincas, un sonido que también vibra<br />

en el cuerpo de quien camina, del viandante.<br />

A través de la vibración del coche, el reggaetón se vuelve parte<br />

de quien conduce, que conduce despacio, como dejando una dosis de<br />

música en cada cuerpo. El viandante se vuelve parte del coche a través<br />

de la música.<br />

El lenguaje que se escucha en las calles, el lenguaje de los escolares<br />

y las mujeres que les acompañan es el castellano (otra sonoridad). Ese<br />

hecho habla por sí mismo, dice a través del lenguaje que ellos vienen de<br />

otros lados, su lenguaje es diferente del que se da en las escuelas o se<br />

lee en las oficinas del ayuntamiento.<br />

Las calles también son parte de la memoria, no sólo porque evocan<br />

con sus nombres, sino porque en ellas se han construido y levantado<br />

símbolos que evocan ese ser de otra parte, que ponen en la memoria y en<br />

el presente el proceder de otros territorios. Las calles son movimiento.<br />

Las golondrinas como símbolos del movimiento, aves que migran,<br />

que anidan y que se trasladan buscando verano. Las golondrinas perpetuadas<br />

en ese ir y venir. Allí llegan y se reproducen las golondrinas, sus alas y las<br />

calles reproducen la memoria del viaje de sus habitantes, el ser de otro<br />

territorio, sin embargo, estar en Badia, en Cataluña. Un viaje que se<br />

rehace en la memoria y que no obliga a desprenderse, un viaje que<br />

se evoca desde el estar, desde un lugar, y que no obliga a moverse.<br />

Tercero: el retorno<br />

Los retornos siempre parecen más relajados. Al menos uno ya conoce<br />

el proceso, sabe cómo llegar. Directo a la estación. A comprar un billete<br />

para Barberà. Me voy al valle. Es un viaje más a un lugar al que ya<br />

he ido.<br />

En la tercera estación desde que he subido al tren, empieza a sonar<br />

una guitarra. Alguien canta flamenco. Canta desgarradamente. De<br />

pie, con el pelo largo, pendientes, gafas a la última moda. El grupo<br />

con el que va comparte su estética, incluso la única mujer que les<br />

acompaña. Todos siguen el ritmo con las palmas, se intercambian la<br />

guitarra y tocan por turnos. Bajan antes de llegar a Badia, junto a<br />

otros pasajeros. Desde la ventana del tren, reconozco el horizonte<br />

de edificios altos, la muralla de cemento que parece dividir Barberà de<br />

Badia. El tren se acerca y me doy cuenta de que ya he llegado.<br />

15<br />

Subterranis Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Andrea Avaria Saavedra <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 107


Al cruzar hacia Badia bajo por la plaza España, al parecer, hay nuevos<br />

graffiti, no los recuerdo muy bien. De hecho, me doy cuenta de que<br />

no conservo la imagen de la plaza en la memoria, sin embargo, las<br />

veces anteriores me había llamado la atención e incluso me permití<br />

recorrerla una vez. En esta ocasión, sigo a otras personas, una chica<br />

que lleva dos o tres cajas de pasteles, una mujer negra, que me llama<br />

la atención: anda muy despacio, como si le costara. Pierdo de vista a<br />

la chica, acabo adelantando a la mujer y luego me doy cuenta de que<br />

hemos tomado direcciones distintas. Allí, justo en la avenida Tibidabo,<br />

una vez más, decido hacer el mismo recorrido como si fuera un rito,<br />

o como si me fuera a encontrar con las mismas personas que he visto<br />

en las visitas anteriores.<br />

El calor parece casi el mismo. Sin embargo, las cosas resultan distintas.<br />

Debe de ser por las vacaciones: el lugar ha volcado a sus habitantes<br />

a la calle.<br />

La gente está en las calles. Algunos hombres parecen dar un paseo,<br />

solos o acompañados de otro hombre. Hablan, dan cada paso muy<br />

despacio, con las manos en la espalda, o en los bolsillos del pantalón,<br />

todos con camisas de manga corta y pantalones largos a pesar del<br />

calor. Las mujeres con las que me cruzo acarrean bolsas de supermercado<br />

o el carrito de la compra, andan más deprisa, a pesar del peso que<br />

arrastran. Los jóvenes adolescentes, en grupo, comparten un cigarrillo,<br />

conversan. Ellos van vestidos de colores más oscuros, en cambio, ellas<br />

utilizan tonos rosados o blancos, con algo brillante.<br />

En el hogar de jubilados, justo entre la policía y el parque, los mayores<br />

se juntan, ocupan las mesas dispuestas en el patio del recinto, comparten<br />

un juego o un café, y algunas mujeres y hombres buscan sombra bajo<br />

los escasos árboles del patio.<br />

En el parque colindante se encuentran las abuelas, las madres o las<br />

hermanas de los más pequeños. El área de juegos se divide en cuatro<br />

sectores. Las madres, aparentemente de la misma edad, se sientan<br />

y parecen agruparse alrededor. Los grupos son de tres o cuatro mujeres.<br />

Algunas llevan en brazos o mecen en sus cochecitos a los más pequeños,<br />

mientras los niños mayores intentan subir o escalar cada una de<br />

las estructuras de juegos. A ratos, los mayores van a ver a los más<br />

pequeños, les llaman primo o hermano. Las madres de los más pequeños<br />

participan de los juegos, les acompañan y les muestran cómo subir,<br />

lo que tienen que hacer. Las madres de los niños y niñas mayores los<br />

observan a distancia, a ratos le dan algunas instrucciones, que los niños<br />

no necesariamente siguen.<br />

Más allá del área de juegos, en el parque, un par de parejas jóvenes<br />

y mayores descansan, ajenos, distantes. De pronto, irrumpe un grupo<br />

16 de chicas y chicos, como salidos de una película, todas ellas igual de<br />

maquilladas y con la ropa parecida, se deslizan con rapidez.<br />

Las chicas, de entre 12 y 15 años, parecen todas iguales. El pelo largo<br />

recogido en un moño o medio moño, a menudo rizado artificialmente<br />

y también teñido, más claro que su color natural. Llevan los ojos<br />

pintados de negro, una línea que los resalta, la tez pálida, camisetas<br />

escotadas o ajustadas, pantalones a la cadera, terminados en pernera<br />

ancha, con un cigarrillo en la mano o el móvil. Los chicos llevan<br />

pantalones similares, el pelo corto, pero más largo en la parte superior,<br />

con aretes de oro o plata en ambas orejas. Andan como dispuestos<br />

a un encuentro desagradable, generalmente llevando en la mano<br />

derecha un cigarrillo encendido, que aspiran con determinación. Ambos<br />

grupos se parecen, caminan juntos, y siempre en línea recta. Es decir,<br />

si encuentran un obstáculo, pasan por encima. Atraviesan el parque<br />

a lo ancho, saltan las rejas que separan las veredas de ambos costados,<br />

no siguen los caminos internos trazados. Por las calles caminan recto,<br />

y a ratos se apoyan en algún lugar, fuman, conversan, se ríen. Mantienen<br />

cierta distancia entre unos y otros.<br />

Fuera del ayuntamiento, nadie se detiene frente a la escultura de la<br />

que emergen tres golondrinas. Éstas surgen de un arco que une<br />

verticalmente el pedestal con las golondrinas, apuntando a varias<br />

direcciones. El arco representa el espacio; la base sería la ciudad; las<br />

golondrinas, las personas venidas de todas partes; el tronco, el elemento<br />

de unión entre la ciudad y el espacio. Estos detalles se leen en una<br />

placa que hay en la base.<br />

La gente está sentada en la terraza del restaurante del mismo nombre.<br />

En la medida que el sol avanza, las personas ocupan los bancos,<br />

escaleras que rodean el ayuntamiento. Las entradas del mercado están<br />

cerradas. Las personas se agrupan por edades. Muchas de ellas<br />

parecen de la misma familia, van de la mano, se hablan, se dan<br />

instrucciones de comportamiento. La escuela, que la primera vez vi<br />

llena de niños, permanece ahora cerrada y vacía.<br />

Vuelvo a la pequeña plaza donde se encuentra el Auditori Municipal;<br />

esta vez no se anuncian actividades, frente al Departament de Benestar<br />

Social que está cerrado; no se ve a nadie. Es la plaza de las Entidades,<br />

en la que hay una instalación.<br />

La instalación: una escalera que parece subir y bajar y no llegar a<br />

ninguna parte ni venir de ninguna en particular; en el centro, un libro<br />

sobre un atril, cerrado. Una pequeña placa afirma: Historia de una<br />

escalera de Antonio Buero Vallejo. En cada peldaño hay inscripciones:<br />

“Hemos crecido sin darnos cuenta, subiendo y bajando la escalera,<br />

rodeados de padres que no nos entienden, de vecinos que murmuran<br />

17<br />

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y de quienes murmuramos, buscando mil recursos y soportando<br />

humillaciones para poder pagar la casa, la luz y las patatas, y mañana,<br />

o dentro de diez años que pueden pasar como un día, como han pasado<br />

estos últimos, será terrible seguir así, subiendo y bajando la escalera,<br />

una escalera que no conduce a ningún sitio” (Imaginari, intervencions<br />

artístiques per un món millor, el llenguatge de les flors). Es una escalera<br />

extraña, una especie de trampa de la que no se sale, porque no sube<br />

ni baja, o parece que ocurriera eso sin que en realidad pasara nada.<br />

Una pareja de unos setenta años –ambos corpulentos– permanece<br />

sentada en la escalera. Cada uno en un peldaño. Apenas hablan, me<br />

observan, observan a distancia a los que pasan. Ella se apoya en un<br />

bastón. Ambos parecen formar parte del lugar, de la escalera, nadie<br />

más pasa cerca de ellos. Sólo los que entran y salen del supermercado.<br />

Nadie se detiene.<br />

Tal vez los aviones sean los mismos de las ocasiones anteriores. Surcan<br />

el cielo uno tras otro, cada dos o tres minutos, se elevan y cruzan Badia.<br />

Nadie los mira, nadie levanta la mirada para seguir el ruido, para<br />

examinar el cielo. Quizá no los oyen, seguramente están acostumbrados<br />

a ellos.<br />

De regreso, me doy cuenta de que Badia ya no huele a rosas como la<br />

vez anterior, aunque conserva los pequeños rincones verdes entre cada<br />

edificio. De las ventanas y balconcitos cuelgan macetas y flores, o desde<br />

las azoteas convertidas en patios improvisados, a los que acceden por<br />

una ventana.<br />

En el último viaje me llama la atención un cartel del ayuntamiento, en<br />

catalán, que invita a la población a abstenerse de dar comida a las<br />

palomas, para evitar que lleguen más. El cartel tiene un dibujo muy<br />

grande de una paloma gris, genérica. Y me hace pensar que no he<br />

visto ninguna paloma, he visto golondrinas (que puedo haber imaginado,<br />

con tanto estímulo), un par de murciélagos y aves pequeñas. Tampoco<br />

la gente parece tener pájaros exóticos cantando en los balcones. Me<br />

pregunto cómo un lugar puede carecer de palomas y formar parte de<br />

la ciudad (recuerdo el libro La Paloma de Patrick Süskind, y me alegro<br />

de no haber encontrado ninguna en mi camino).<br />

18 Esta observación –una primera o segunda observación– implica<br />

El retorno implica volver allí donde se ha circulado, al lugar de las<br />

observaciones, de lo observado, al lugar ya descrito. Observar nuevamente<br />

no sólo es reproducir muchas veces la descripción, es decir, reproducir la<br />

evocación, sino generar nuevas observaciones. Muchas veces, el retorno<br />

es la búsqueda interna de las primeras percepciones, la búsqueda del<br />

propio juicio, la suma de la observación presente y la evocación.<br />

dar cuenta de los contrastes de las formas, referir no sólo los cambios, sino<br />

los hallazgos que se abren siempre ante los sentidos. Dar cuenta de la<br />

totalidad desde los espacios llenos y también vacíos, los frontales, las<br />

fachadas de los edificios con gente, con movimiento, las partes traseras<br />

guardando un vacío, sólo la huella de los coches que entran y salen aparca<br />

en sus calles. Los parques con gente, las escuelas vacías, como dice Isaac<br />

Joseph, las “dos estéticas simultáneas: las de lo lleno y lo vacío, las del<br />

espacio equipado y del espacio dramático” (Joseph, 1999: 9).<br />

Quienes caminan se parecen a sí mismos reproducidos en los otros.<br />

Es como si no sólo prepararan sus propios cuerpos, sino las escenografías<br />

de sus actuaciones. En Badia se diferencian en las edades, en las ropas,<br />

en los lugares donde se juntan, por donde caminan, los gestos y los rostros<br />

que muestran, lo que hacen sus cuerpos, aspectos de la relación entre ellos<br />

y ellas, y que les permiten una aparente cohabitación. Diversos elementos,<br />

aspectos de las fachadas, de las máscaras (Goffman, 2004), de lo que se<br />

ve y de lo que actúa cada una de ellas, permite que sean identificados por<br />

el observador, categorías que les agrupan y distinguen como otros distintos<br />

en el interior de un mismo espacio. Y esas diferencias podrían incluso<br />

generar distinciones respecto de otros (por ejemplo, a partir de ellas se<br />

abren posibilidades de elaborar precisiones al interior del tren, para de<br />

esta forma hacer más efectivo el juego de adivinar quién baja y quién<br />

pertenece a Badia).<br />

Estas mismas características y la presentación de las personas<br />

son las que facilitan afirmar a quien observa la ausencia de extranjeros,<br />

y reafirman la idea de un conjunto de personas que comparten las mismas<br />

fachadas; estas distinciones que diferencian a unos de otros suelen ser más<br />

claras para quien habita el lugar. Aspectos relacionados con las maneras<br />

o los modales (Goffman, 2004), que favorecen, por ejemplo, la diferenciación<br />

en el parque, de las mujeres que son o no madres de los pequeños,<br />

identificando a quienes, como ellas, dan las instrucciones, y al mismo<br />

tiempo, observando si éstas son recibidas por los pequeños. Aspectos que<br />

están en el cuerpo de las personas, en cómo caminan, en su comportamiento,<br />

en el despliegue de sí mismos, y que sustentan las diferencias entre<br />

observaciones, que dan cuenta de las diferencias en el momento en que<br />

se observa: si es tiempo de trabajo o colegio, o tiempo de vacaciones.<br />

Aparentemente, a Badia no hemos llegado los extranjeros. 2 No se<br />

oyen otros acentos, no se escuchan otros idiomas, no se ve gente muy<br />

diferente, todos parecen compartir un porte, un color de piel, un idioma,<br />

una forma de andar y de relacionarse. Quizá podamos preguntarnos<br />

19<br />

Subterranis Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Andrea Avaria Saavedra <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 109


¿qué y cómo se reproduciría Badia a sí misma, si éstos llegaran?, ¿serían<br />

considerados palomas u otras golondrinas que vienen a fabricar sus nidos<br />

y a buscar el buen tiempo por estos lugares?<br />

Seguramente, en Badia, quien observe con frecuencia el cielo se<br />

verá a sí mismo como un extraño, pues allí nadie parece alzar los ojos<br />

al cielo. Los aviones y los pájaros surcan el aire, dibujan caminos<br />

invisibles, recorridos que se repiten muchas veces y que quedan allí<br />

intactos. En las calles tampoco quedan huellas de otros territorios, ni de<br />

sus viandantes, o por lo menos, no son visibles. Quien no pueda traducir<br />

las lógicas o los movimientos no podrá comprender la circulación de<br />

quienes viven en Badia. Son los propios viandantes, quienes hacen en<br />

y de las calles, con los coches, en las veredas, los que re-dibujan estos<br />

trayectos, los intersticios, los quiebros, las rutas. El ejercicio de habitar<br />

las calles es lo que permite dar cuenta de las rutas que transitan, crean<br />

y re-crean de forma recta los y las jóvenes de Badia.<br />

Las golondrinas como símbolo (re)producido en el lugar, en las<br />

oficinas públicas, los monumentos que recuerdan o aluden al cambio, al<br />

esfuerzo, se constituyen en la memoria de la calle, del transeúnte, de los<br />

que habitan el lugar, y son las señales que debemos leer y en las cuales<br />

tenemos que detenernos, conscientes o inconscientemente, los extranjeros,<br />

los viandantes externos. Donde el extranjero, un desconocido, puede<br />

detenerse para comprender dónde está. Son símbolos de la memoria que<br />

no evocan (para el extraño, pero sí para quien comparte la memoria del<br />

lugar), pero que hacen presente la historia, la convierten en un nuevo espacio,<br />

en ese elemento de unión entre quien llega y quien ya habita el lugar.<br />

20 en los rincones de las fachadas de los edificios, alrededor de los bares,<br />

de las tiendas de alimentos en particular.<br />

Cuarto: el recuerdo<br />

Si alguien me preguntara lo que recuerdo de Badia, diría: es una<br />

mezcla entre lo leído, lo escuchado de otros y la propia observación.<br />

La observación, la sensación de mi propia piel es la que ha marcado<br />

las distinciones. A través de ellas, percibo Badia como una isla, una<br />

especie de lugar que se cierra y abre en sí mismo. La arquitectura<br />

parece reproducir esto a través de los edificios que se extienden en sus<br />

calles, ocultando, guardando las historias de los cuerpos que pasean<br />

por las calles centrales, cuerpos que se funden con un coche que escupe<br />

reggaetón por las ventanillas abiertas.<br />

A pesar de estos edificios que separan y se juntan sobre sí mismos,<br />

existen diversos epicentros (centros de congregación de personas, de<br />

viandantes) en las calles principales, en los parques, plazas de cemento,<br />

Es un lugar donde vive gente que habla castellano en la calle. Donde<br />

se escucha la música de la calle. Badia queda detrás de otro lugar. Entre<br />

una carretera, las montañas y un aeropuerto.<br />

El recuerdo construido en fragmentos, breves escenas marcadas por<br />

olores, sensaciones, contrastes, aspectos aparentemente sin importancia,<br />

pero que dejan en un par de párrafos los detalles que la misma memoria<br />

del observador evoca, memoria que escoge, retiene, destaca. El recuerdo<br />

es la definición simultánea de lo importante y relevante, de aquello que<br />

se establece y constituye como diferenciador, en una síntesis del tiempo<br />

y espacio. Que permite no sólo la evocación, sino también la presentación<br />

del lugar, de sus movimientos, de los aspectos que resultan parte definible<br />

de esta identidad en interacción, identidad recreada en las calles, en los<br />

juegos infantiles, en los bares y a la sombra de los árboles.<br />

Reflexiones finales<br />

La observación de un lugar genera, en una primera aproximación,<br />

una construcción imaginaria, que luego puede ser contrastada o no con la<br />

percepción, elaborada a través de la observación, por medio de la experiencia<br />

corporeizada del propio tránsito; al volverse el observador parte del lugar.<br />

El cuerpo se abre a las claves cotidianas de los lugares y de las personas<br />

en interacción, lo mueve la urgencia de pasar desapercibido como extraño,<br />

y al mismo tiempo, la urgencia de volverse parte y paradójicamente parecer<br />

invisible, o por lo menos, dejar de ser evidente en la afluencia callejera,<br />

para la observación in-directa de los demás paseantes.<br />

Las claves están en la calle. En las formas de vestir, en los modos<br />

en que las personas caminan, conversan o se encuentran. Las claves parecen<br />

distintas, pero en cierto modo resultan familiares, la percepción de éstas<br />

se activa en el momento del viaje, en el momento de entrar en una dimensión<br />

desconocida, al interactuar bajo parámetros que se desconocen. Las claves<br />

cambian de contenido, pero más o menos sabemos cómo iniciar una primera<br />

aproximación a partir de los códigos y claves que cada uno trae. Las claves<br />

están en la arquitectura, en la vivencia de ésta y del espacio, de lo que allí<br />

ocurre. Las claves están en el cuerpo de quien observa y transita por un<br />

lugar, están en las sensaciones, en la información que el cuerpo transmite<br />

por medio de las percepciones y su interpretación.<br />

21<br />

110 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Andrea Avaria Saavedra Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Subterranis


22<br />

En un segundo momento, la observación de/sobre la observación<br />

produce reflexión. Es un ejercicio que hace evidentes y conscientes (para<br />

el observador y para quien se narra) tanto los modos de percibir, como<br />

las formas de construir realidad a través de la descripción de aquello que<br />

se observa y de las formas de (des)escribirlo. La observación de la<br />

observación se constituye en una oportunidad no solo reflexiva, sino<br />

metodológica, en la medida que nos abre hacia nuevas formas de construir<br />

conocimiento y a reflexionar sobre lo que observamos y comunicamos.<br />

Para quien anda o transita, ¿en qué se diferencia Badia de otros<br />

lugares? Seguramente en aquellas cosas que se observan, que se hacen<br />

más evidentes en la primera visita, en las claves que aprendemos a<br />

descodificar y que se complejizan al habitar el lugar, y al estar más allá<br />

del tránsito. Quizá no se diferencia en nada; con respecto a otros lugares<br />

quizá no es más que el contenido de las claves y de cómo son integradas,<br />

corporeizadas, performadas o simplemente interpretadas, las diferencias<br />

no están en el lugar sino en las formas de observar, y en las distinciones<br />

que generamos los que “viajamos”.<br />

Las diferencias se evidencian en aquello que se hace presente al<br />

ser parte de un mismo cuerpo social, espacial, político, etc. Una especie<br />

de gran cuerpo en el que se reproducen a su vez cuerpos únicos y más<br />

pequeños, pero que son parte y todo al mismo tiempo. Se produce en lo<br />

específico de las calles, en las cuales se (re)produce el cuerpo que transita<br />

y éste, a su vez, es una reproducción similar, pero distinta de lo mismo,<br />

como las muñecas rusas, que se abren y salen una dentro de la otra,<br />

reproducidas, similares, pero no idénticas. La pequeña es parte de la<br />

grande y a su vez es una reproducción de las demás.<br />

BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA<br />

DELGADO, Manuel. El animal público. Hacia una antropología de los espacios urbanos (Barcelona:<br />

Anagrama, 1999).<br />

GOFFMAN, Erving. La presentación de la persona en la vida cotidiana (1. edición, 5. reimpresión)<br />

(Buenos Aires: Amorrortu, 2004).<br />

JOSEPH, Isaac. “Paisajes urbanos, cosas públicas”, Retomar la ciudad. El espacio público como lugar<br />

de acción (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 1999).<br />

NOTAS<br />

1 Master en Antropología y Desarrollo. Doctoranda en Antropología Social y Cultural. andreaavaria@gmail.com<br />

2 La población total, según el censo del 2001, es de 14.714, de los cuales apenas 74 son extranjeros,<br />

es decir, el 0,5% del total de la población. Esto confirma en cierto modo mi primera percepción. Se<br />

trata de uno de los municipios de la región metropolitana con menor índice de población extranjera.<br />

RECOMPONIENDO EL IMAGINARIO<br />

URBANO. EL MUNICIPIO DE BADIA DESDE<br />

LA PERSPECTIVA DE SUS HABITANTES<br />

MARÍA TERESA TAPADA Y LUCREZIA MIRANDA<br />

(CON LA COLABORACIÓN DE NÚRIA SÁNCHEZ<br />

Y MARÍA FERNANDA CASORZO)<br />

1. Introducción y metodología<br />

El texto que presentamos es el resultado de una prospección de<br />

campo realizada en el municipio de Badia del Vallès, en el marco del<br />

proyecto de Pedro G. Romero para la Fundació Antoni Tàpies de Barcelona 1 .<br />

El municipio de Badia es un lugar con significados diferentes para<br />

quien vive en él y para quien lo observa al pasar por las autopistas que<br />

lo ciñen a un pedazo de territorio de la comarca del Vallès. Es posible<br />

que personas ajenas a la vida cotidiana del barrio conserven ideas<br />

preconcebidas de un lugar que no han visitado ni se plantean visitar<br />

jamás. A Badia sólo se va si se tiene que hacer algo determinado, o si<br />

se vive allí; por Badia no se pasa, a Badia se va.<br />

Esas imágenes mentales de un lugar no vivido proceden de<br />

nociones estereotipadas reproducidas por quienes no residen en el barrio<br />

ni conocen a sus gentes. Nuestro esfuerzo se ha centrado en la voluntad<br />

de agrupar el conjunto de imágenes y vivencias espaciales de algunos<br />

residentes, con el objeto de reflejar la imagen de los que viven en ese<br />

“lugar de lugares” que es Badia.<br />

Los medios utilizados para captar esas imágenes, recomponerlas<br />

y explicarlas se han basado en entrevistas en profundidad, trazado de<br />

23<br />

Subterranis Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Andrea Avaria Saavedra <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 111<br />

Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda


24 mapas mentales y fotografías realizadas por los entrevistados con un tema<br />

único: su vida cotidiana en Badia. Para facilitar la transmisión individual<br />

del mundo particular de cada informante se distribuyeron cámaras de un<br />

solo uso, que les acompañaron en su vida cotidiana durante una semana.<br />

Cada informante buscó reflejar a través de la cámara sus impresiones<br />

sobre el municipio en el que viven. Desde aquí agradecer a todos ellos<br />

su colaboración desinteresada.<br />

El resultado es una reflexión sobre el poder de representación<br />

mental del espacio urbano, y de las repercusiones que estas representaciones<br />

tienen en nuestra vida. La riqueza de imágenes de Badia transmitidas en<br />

las entrevistas, fotografías y mapas cognitivos 2 hablan de la diversidad<br />

de matices en la vivencia del espacio construido, frente a la imagen<br />

monolítica transmitida por otros medios.<br />

Sólo cabe agradecer a los vecinos y vecinas de Badia su cordialidad<br />

y apertura al plantearles participar de este experimento urbano y humano,<br />

que nos ha proporcionado una visión particular de un lugar dinámico<br />

y vivo, tal y como es el territorio de su ciudad.<br />

2. Badia como barrio dormitorio. Por una actualización<br />

del concepto<br />

Los polígonos de viviendas construidos en Europa desde los años<br />

cincuenta hasta finales de los ochenta han representado una fase importante<br />

de la historia de la planificación urbana europea. Fueron construidos para<br />

resolver la fuerte demanda de vivienda, a partir de los principios<br />

arquitectónicos aportados por el Movimiento Moderno. Comparten algunas<br />

características básicas, tales como su gran escala, cierta homogeneidad<br />

en las formas y técnicas constructivas, su localización en zonas periféricas<br />

de las ciudades europeas, y la asociación casi inmediata con una mala<br />

imagen externa. Dichos aspectos característicos, comunes a muchos de<br />

estos polígonos, han ido generalmente acompañados de un deterioro<br />

progresivo de la calidad constructiva de las viviendas, la carencia de<br />

servicios básicos y el aislamiento respecto a las poblaciones cercanas.<br />

El término que ha descrito de forma más clara el tipo de uso<br />

asociado a estos polígonos ha sido el de barrio dormitorio. Los movimientos<br />

pendulares de sus residentes al lugar de trabajo marcaron durante décadas<br />

la actividad cotidiana del barrio. Las dinámicas demográficas plantean<br />

cambios en los usos de los barrios, por lo que la imagen del barrio<br />

dormitorio de antaño precisa de una actualización que incorpore usos<br />

antes no considerados. Los polígonos de vivienda, aunque conservan<br />

como en el pasado muy bajos perfiles de ocupación dentro del barrio,<br />

también contienen vida social, actividades de ocio y un tejido social activo<br />

en el interior de su territorio.<br />

Las imágenes de los polígonos de vivienda españoles de finales<br />

de los ochenta en grandes ciudades como Madrid y Barcelona, tal y como<br />

se transmiten a través de películas o de los medios de comunicación,<br />

necesitan ajustarse a la realidad actual cambiante y diversa de estos<br />

barrios.<br />

Nuestro objetivo en este trabajo ha sido mostrar la vida dinámica<br />

y compleja del interior de uno de estos barrios, tal y como se nos ha<br />

revelado a través de entrevistas, mapas y fotografías.<br />

3. Fragmentos de la memoria urbana de Badia<br />

3.1 Breve origen de Badia<br />

Ni tan siquiera un polígono de viviendas como Badia se escapa<br />

de tener un origen mítico. Según algunas fuentes orales, una condesa<br />

cedió unos terrenos familiares para la construcción de un barrio que<br />

cubriera las necesidades de personas sin vivienda. Parece que la supuesta<br />

condesa no fue sino la señora Elisa Badia, hija de un fabricante de hilados<br />

de Sabadell que vendió –y no cedió, como cuenta la historia popular– los<br />

terrenos que ocupa Badia en la actualidad (Rovira, B. y Santos, I.,<br />

1995:22). Tampoco la familia Badia era la única propietaria de este<br />

territorio. Según algunas fuentes, existía también otra finca, Can Sanfeliu,<br />

que tuvo que ceder una superficie superior a la de las fincas vendidas<br />

originalmente por Elisa Badia. La elección del nombre de Badia para el<br />

nuevo polígono se basó en la simplificación y la facilidad de pronunciación<br />

del término “Badia” frente al de “Sanfeliu”, tal vez más propio, habida<br />

cuenta que el 90% del territorio del municipio correspondía a esta última<br />

finca (op. cit.: 17 y ss).<br />

En 1961, el Gobierno aprueba el Plan Nacional de la Vivienda,<br />

que prevé la construcción de doce mil viviendas. El INV, Instituto Nacional<br />

de la Vivienda, actúa como contratista, y la Obra Sindical del Hogar como<br />

ejecutor de la obra. Los alcaldes de los municipios colindantes (Ripollet,<br />

Cerdanyola, Sabadell, Montcada y Barberà) se niegan a la construcción<br />

del polígono en los terrenos previstos para la obra, situados entre los<br />

municipios de Cerdanyola y Barberà. Proponen una alternativa a la<br />

concentración, sugiriendo la distribución de las familias que precisen de<br />

25<br />

112 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis


vivienda social entre los distintos municipios. La propuesta alternativa de<br />

los alcaldes no es ni siquiera considerada.<br />

Helma, empresa encargada de la urbanización del polígono,<br />

utilizó prefabricados 3 para su construcción; en 18 meses, trabajando en<br />

turnos continuados día y noche, Badia pasa de ser un proyecto sobre<br />

plano a una realidad. Terminada la construcción a principios de los<br />

setenta, hasta la ocupación de la primera vivienda en el año 1976, pasa<br />

un tiempo en el que Badia se convierte en una inmensa ciudad deshabitada,<br />

vacía y aislada. Diversos problemas derivados de la falta de servicios<br />

básicos y otros tantos en la adjudicación de las viviendas convierten a<br />

Badia en una clara representación de la ineficacia del aparato burocrático<br />

franquista en sus últimos años. Durante ese tiempo, Badia es una ciudad<br />

fantasma.<br />

Una de las particularidades del polígono de viviendas de Badia<br />

es que representa el mapa de la Península Ibérica. La intencionalidad de<br />

la idea no es del todo clara, de la misma manera que otras metáforas<br />

de la unidad de los pueblos de España –como la construcción del Pueblo<br />

Español de Barcelona– tampoco pueden asignarse a una única paternidad<br />

(Bengoechea, S., 2004: 37). A pesar del tiempo transcurrido entre uno<br />

y otro proyecto (el Pueblo Español de Montjuïc se construye para la<br />

Exposición Universal de 1929), ambos comparten referentes de la unidad<br />

de España en Cataluña.<br />

26 Una tarda doncs, se’ns va ocórrer posar noms als carrers i com que la<br />

forma s’assemblava al mapa d’Espanya, els vam batejar amb els noms<br />

peninsulars”, recorda l’aparellador Salvador Molins. “Va ser una cosa<br />

espontània, improvisada. Una idea que va sorgir de l’equip tècnic, a les<br />

mateixes oficines de l’obra, i que es va resoldre amb un parell de tardes”<br />

(Rovira, B. y Santos, I., 1995:10).<br />

Lo cierto es que Badia nace contra-natura, lo que le otorga desde<br />

su nacimiento un carácter de “acto erróneo”. Se la ha calificado de “ciudad<br />

fantasma”, “ciudad artificial”, “error de planeamiento”, “mole de hormigón”.<br />

Badia es un polígono resultante del planeamiento salvaje de la época,<br />

situado entre el eje de las vías C-58 y la autopista A-7, que acoge a<br />

14.313 habitantes (Diputació de Barcelona, 2004), con un total de<br />

5.793 viviendas, en una superficie de algo menos de una hectárea<br />

cuadrada.<br />

3.2 Escenas de la memoria urbana: tres momentos en la narrativa<br />

histórica<br />

Esta metáfora de una “España en miniatura”, lugar de acogida<br />

de familias venidas de diversos lugares, es ya una realidad en la época de<br />

ocupación de las primeras viviendas, en el año 1976. La llegada al barrio<br />

y la primera imagen de los vecinos de la Badia desocupada constituyen<br />

uno de los puntos de partida de la historia particular de nuestros informantes.<br />

Casi todos coinciden en los mismos calificativos al rememorar ese primer<br />

momento de encuentro. Casi todos recuerdan la amplitud de las calles, el<br />

cuidado de los jardines en los espacios entre bloques, el verde del césped<br />

y la limpieza de sus espacios públicos:<br />

Foto aérea de Badia del Vallès.<br />

Sin embargo Ricardo Piqueras Suárez, arquitecto al que se atribuye<br />

el trazado urbano de la ciudad, desmitifica la intencionalidad política de<br />

la idea. Asegura que no había ninguna idea previa al diseño. “Nosaltres<br />

ens vam cenyir al terreny, que va resultar tenir aquesta forma. A mesura<br />

que l’obra avançava, cada dia era més difícil moure-s’hi. Ens hi perdíem.<br />

“Cuando lo vi por primera vez me gustó mucho; el barrio en sí era<br />

muy bonito; era todo nuevo, evidentemente. Mucho espacio abierto,<br />

mucha zona verde, mucho arbolado… Era muy bonito, me gustó mucho.<br />

A mí lo que no me gustaba tanto era el hecho de venirme a las afueras.<br />

Yo estaba acostumbrada a vivir en Barcelona; vivía en el centro desde<br />

los 8 años… y entonces lo que me costaba un poco era trasladarme<br />

al campo: en aquel momento esto era el campo. Ahora ya no, pero<br />

hace treinta años esto era el campo”. (Àngels A., 50 años, vive en<br />

Badia desde la inauguración de los pisos)<br />

“Muy bonito, pero no había nada.” El entrevistado venía de “una<br />

ciudad muy bonita” (Santander). Al principio Badia no le pareció tan<br />

bonita, “pero luego sí”. Enseguida se hicieron amigos en el barrio…<br />

27<br />

Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 113


“Al principio, el barrio era muy diferente de lo que es ahora: había<br />

muchas zonas sin construir, más parterres…” Le impresionó sobre<br />

todo “la amplitud.” (Vicente O., cuarenta y tantos, funcionario de<br />

Renfe. Vive en Badia desde el primer ingreso de los residentes)<br />

28 Muchos de los pisos fueron adjudicados a familias que cumplían<br />

“La primera vez que llegué al barrio, lógicamente había pocas cosas…<br />

faltaban muchas cosas (ambulatorios…). La cosa de jardinería y todo<br />

eso –parques, jardines– estaba perfecto; esto era un vergel, era verde,<br />

mucho césped…” (José T., jubilado, castellano-manchego. Llegó a<br />

Badia cuando se adjudicaron las viviendas)<br />

los requisitos, pero también lo fueron a otros que no necesitaban la vivienda<br />

y compraron los pisos con el ánimo de especular. Muchos de estos pisos<br />

permanecían vacíos, hasta que nuevas familias los ocupaban de forma<br />

ilegal, reclamando su derecho a una vivienda digna. Algunos de los<br />

vecinos entrevistados asocian este momento de ocupaciones ilegales con<br />

el origen de la mala imagen del barrio. Otros atribuyen esta mala imagen<br />

no tanto a las ocupaciones como a las movilizaciones posteriores de los<br />

vecinos para solicitar la regularización de la situación habitacional en<br />

el barrio.<br />

¿Cuál fue la impresión que recuerda de Badia cuando llegó por<br />

primera vez? “La visión general de todo el que viene: la impresión<br />

fue buenísima. Al principio la imagen era modélica: las viviendas<br />

estaban muy bien, se vivía bien…” (Miguel B., alrededor de 40 años;<br />

su familia se mudó a uno de los pisos en 1979. Hoy vive en Sabadell,<br />

pero sigue trabajando en Badia y se siente muy identificado con el<br />

barrio)<br />

“Desde hace 15 o 16 años y tal, que vino ‘todo el personal’. Después<br />

vino una racha que fue un poco ‘chunga’. Por ejemplo: a compañeros<br />

míos les dieron piso… y [ocupantes ilegales] se vinieron a vivir, le<br />

dieron una patada y se metieron. Lo ocuparon y no ha habido manera<br />

de echarlos. Después nada; ¡yo vivo en una escalera que es una<br />

divinidad!” (Enrique L.)<br />

“No había coches… por aquí no había coches prácticamente…”<br />

Entonces lo veía todo muy amplio: “una ciudad hecha para el futuro,<br />

todo ancho, todo grande…” (Fernando J., divorciado, 3 hijos. Vivió<br />

en Badia desde su ocupación. Se marchó hace dos años)<br />

”Yo recuerdo mucho el asunto de los jardines, que estaban muy bien<br />

cuidados… muy bonitos, muy…, pero claro… viene lo que pasa…<br />

mucho personal y ya empiezan las cosas a perder su tronco…” (Enrique<br />

L., jubilado de Renfe, originario de Jaén. Llegó a Badia dos años<br />

después de la inauguración del barrio, en 1978)<br />

Los requisitos de adjudicación de la vivienda pasaban por la<br />

demostración de la afiliación al sindicato vertical, la acreditación de unos<br />

ingresos entre el 1 y el 2,5% del salario mínimo y la condición de que<br />

las parejas compradoras estuvieran legalmente casadas. Aquellos que no<br />

cumplían los requisitos exigidos eran rechazados. Es el caso de Àngels<br />

A., que solicitó un piso para vivir con su novio:<br />

“(El piso) no nos lo concedieron, porque… estábamos solteros. Y para<br />

obtener el piso, había que cumplir una serie de requisitos y entre ellos<br />

estaba el estar casado, tener hijos, unas rentas mínimas, etc. Nosotros<br />

estábamos solteros. Entonces nos lo denegaron automáticamente.”<br />

“… Tuvo una época en que se deterioró muchísimo. Yo no sé si has<br />

oído hablar del tema de las ocupaciones de los pisos… Empezaron<br />

a ocupar pisos, ya que había muchos pisos vacíos. No sabemos por<br />

qué, pero me imagino que, como aquello se construyó en tiempos de<br />

Franco, había muchos chanchullos… Hubieron muchas concesiones<br />

de pisos a gente que no los necesitaba y que especulaba alquilándolos,<br />

o simplemente teniéndolos vacíos para esperar y especular con ellos.<br />

En fin… que esto trascendió. En ese tiempo, Franco estaba muy mal,<br />

entra la democracia y tal… La ocupación de los pisos creo que fue<br />

antes del 75. Empezaron a haber ocupaciones de pisos, empezó a<br />

venir gente a dar patadas en las puertas y a haber ocupaciones de<br />

los pisos, porque sí. (…) Deterioró la imagen del barrio de cara<br />

afuera…” (Àngels A.)<br />

“… se metieron a pegarle patadas a las puertas, las abrían, se colaban<br />

dentro y se quedaban a vivir; luego, con los años, fueron arreglando<br />

la documentación y todo para que el piso fuera de ellos.” (Eduardo,<br />

46 años, casado y con hijos. Vive en Badia desde la inauguración<br />

de los pisos)<br />

En aquel momento, Badia formaba parte de una mancomunidad<br />

entre Cerdanyola y Barberà del Vallès. El proceso de ocupación de pisos<br />

vacíos desemboca en una situación de ilegalidad para una parte<br />

29<br />

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considerable de la población. Según datos del ayuntamiento, en 1995<br />

había 715 pisos en situación irregular. Adigsa (Empresa Pública<br />

d’Administració i Gestió S.A., dependiente del Departament de Política<br />

Territorial i Obres Públiques de la Generalitat) se hace cargo del<br />

mantenimiento y mejora del barrio en 1985, asumiendo trabajos importantes<br />

de mejora del entorno construido. En 1994, tras casi veinte años de<br />

pertenencia a la mancomunidad y varios años de lucha vecinal, se alcanza<br />

la tan ansiada independencia de Badia, que se convierte oficialmente en<br />

“Badia del Vallès”. No obstante, la independencia del municipio no va<br />

acompañada de presupuestos propios, lo cual hipoteca la posibilidad de<br />

gestionar recursos propios –una cuestión aún sin resolver. 4<br />

30 parques… y no esa sensación de agobio.” (Esther G., trabaja en Badia<br />

desde hace un año y medio)<br />

4. Definiciones de Badia según los badienses<br />

4.1 ¿Qué es Badia? Las múltiples definiciones del territorio<br />

Badia puede describirse como una gran mole de hormigón, uniforme<br />

y monolítica. A pesar de la visión externa que se tiene del barrio, es<br />

considerada por sus vecinos como un lugar agradable para vivir. La<br />

amplitud de sus calles, los numerosos espacios verdes y unos pisos valorados<br />

de forma positiva por sus vecinos son características mencionadas por los<br />

residentes como aspectos positivos del lugar en el que viven.<br />

Un entorno construido puede ser percibido de formas diversas,<br />

contradictorias y complementarias. Algunos de nuestros informantes hacen<br />

explícito el contraste entre imágenes de quienes ven a Badia desde fuera<br />

y sin conocerla y las imágenes de quienes viven allí. Afirman que “el<br />

barrio es muy diferente visto desde dentro” y que no se parece a la idea<br />

que pueda uno formarse de él cuando pasa por la autopista:<br />

“Desde la autopista ves sólo edificios muy altos, como un nido de<br />

hormigas. Parece que vivamos todos los unos sobre los otros, pero la<br />

verdad es que se vive muy bien: aceras muy anchas, muy espacioso,<br />

mucha luz”… [Estoy] “muy contento de vivir en el barrio.” (Vicente O.)<br />

“Lo que tú ves pasando por la autopista son bloques horrorosos… todo<br />

el mundo dice ‘¡Badia, qué feo!… ¿cómo te vas a ir a vivir a ese sitio?’…<br />

Pues sí, pero luego cuando entras, yo creo que ya querrían muchos<br />

pueblos tener… no sé, las zonas verdes que tiene Badia, las calles que<br />

son amplias, las aceras que son amplias, el sitio de aparcamiento…<br />

[Cuando lo conocí] me dio una sensación de amplitud, de azul, verde,<br />

La estética de los edificios recibe las críticas más contundentes:<br />

los bloques son considerados feos y grises, los balcones parecen cajas,<br />

las ventanas de corredera están muy deterioradas y son desiguales…<br />

Pero frente a esta valoración negativa del diseño de los edificios, las<br />

calles, los espacios verdes y la noción de amplitud general del barrio son<br />

aspectos muy valorados por los vecinos.<br />

“… el pueblo en sí muy bonito que digamos no es… en el sentido de<br />

que esos edificios enormes de cemento gris… Luego, si ves los pisos<br />

por dentro, los pisos son muy majos. Pero por fuera no son bonitos:<br />

son edificios grises, grandiosos, con aquellos balcones que parecen<br />

cajas. Los edificios bonitos no son, pero las calles sí: las calles son muy<br />

anchas, con espacio verde. Las calles, para mi gusto, sí que son<br />

bonitas… en el sentido de amplitud, luz, claridad…” (Àngels A.)<br />

Otro aspecto muy valorado por los vecinos es el servicio de<br />

transporte que conecta Badia con los municipios vecinos mediante<br />

autobuses y con Barcelona por tren. También aparecen como valores del<br />

barrio servicios como el ambulatorio y el mercado, que es visitado por<br />

vecinos de Sabadell por su calidad y buen precio:<br />

“Los ciudadanos de Badia tenemos de todo. De transporte tenemos<br />

Renfe allí al lado. Tenemos transporte que va a Barcelona, a Sabadell,<br />

a Cerdanyola… Tenemos un ambulatorio que es una divinidad, que<br />

tiene muy buenos médicos… Tenemos un mercado que es una divinidad,<br />

todo muy bien presentado… ¡Yo vivo en una escalera que es una<br />

divinidad!” (Enrique L.)<br />

Cuestiones que preocupan a los vecinos son el desempleo de los<br />

más jóvenes y la falta de recursos para materializar la independencia<br />

política de Badia y generar sus propios puestos de trabajo. Los nuevos<br />

proyectos llevados a cabo por el ayuntamiento son objeto de esperanza<br />

y a la vez de crítica. La atracción de empresas para alojarse en naves<br />

industriales que están en construcción parece ser una opción viable en<br />

un municipio que necesita generar recursos propios. Por el momento, la<br />

subvención de la Generalitat es prácticamente el único recurso que permite<br />

que Badia funcione como entidad independiente.<br />

31<br />

Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 115


4.2 Ciudad, barrio, pueblo: las dos Badias<br />

La falta de servicios que caracterizó los primeros años de Badia<br />

y los problemas generados por la ocupación ilegal de las viviendas obligan<br />

a sus gentes a la reivindicación de sus derechos como ciudadanos. Casi<br />

todo en Badia procede de la lucha de sus vecinos, quienes actualmente<br />

son conscientes de lo que han conseguido con su esfuerzo. Si la<br />

Administración creó una Badia surgida de la nada, un cuerpo uniforme<br />

y mastodóntico de hormigón y hierro, sus vecinos le dieron vida y le<br />

otorgaron voz. El orgullo de conseguir con esfuerzo lo que hoy es el<br />

municipio genera un fuerte sentimiento de pertenencia al lugar que es<br />

Badia. A la pregunta de cómo la definen (ciudad, barrio, pueblo), sus<br />

respuestas reflejan el tejido social que la caracteriza:<br />

32 de pueblo.” Dice que hay muchas fiestas asociativas y que se hacen<br />

muchas cosas a nivel comunitario. (Miguel B.)<br />

“Badia es mi pueblo.” (Vicente O.)<br />

“Más bien es un pequeño pueblo.” (Eduardo)<br />

“La relación que hay entre la gente es como muy de pueblo… Es muy<br />

de vecina, de pueblo.” (Àngels A.)<br />

Pero no hay espacio para la idealización. De la misma manera<br />

que los vecinos valoran claramente el sentimiento de comunidad, perciben<br />

la falta de civismo que aparece en el momento en que la gente deja de<br />

implicarse en la reivindicación pública de sus derechos ciudadanos.<br />

Manuel J., jubilado, persona políticamente involucrada en el movimiento<br />

ciudadano de Badia –en el pasado, incluso llegó a ser concejal del<br />

ayuntamiento– piensa que éste ha perdido fuerza porque no se colmaron<br />

ciertas expectativas políticas tras la llegada de la democracia. En su<br />

opinión, los políticos prometen cosas que no cumplen cuando alcanzan<br />

el poder y la ciudadanía deja de creer en ellos y, de paso, también deja<br />

de creer en la lucha política. Ahora que está jubilado cree que el fuerte<br />

tejido social que caracteriza a Badia se ha ido vaciando de contenido<br />

reivindicativo para convertirse en algo más folklórico, que tiene su interés<br />

cultural, pero que no es esencial para la vida política y reivindicativa de<br />

una comunidad.<br />

Reflexiona Manuel:<br />

“Yo lo veo como un pueblo; tiene una vida totalmente de pueblo.”<br />

(Esther G.)<br />

“Lo veo como ciudad y barrio a la vez. Ciudad, porque hay de todo;<br />

barrio –aunque extenso– por la tranquilidad. El único jaleo es el ruido<br />

de los coches de la autopista.” (José Antonio)<br />

“Yo hay veces que digo… todavía [se refiere al tiempo que ha transcurrido<br />

después de la emancipación administrativa de Badia] tengo la costumbre<br />

de barrio, pero bueno, ya es como pueblo. Además puedo asegurarte<br />

que… siempre hay de todo ¿no?, pero un porcentaje muy alto de los<br />

badienses estamos orgullosos de ser badienses, de verdad que sí…”<br />

(José Luis Gracia)<br />

“La gran ilusión que todo el mundo tuvo, en los años ochenta, setenta…<br />

después hay mucha gente que se ha desengañado de cosas. (…) Yo<br />

soy partidario de que la gente es la que se tiene que mover… pero<br />

claro, a la gente le conviene mucho una especie de ‘aborregamiento’,<br />

de aletargamiento… Aquí, en esta casa, los políticos… conciben que<br />

aquí hay que jugar a petanca, bailar la sevillana… pero aquí no se<br />

habla de una conferencia, de un cursillo de no sé qué; aquí no se quiere<br />

aprovechar al mayor (…) Hombre, la gente cuando aprende… dame<br />

un pan y si me enseñas a hacer pan y estoy harto de pan siempre. (A)<br />

la gente no le conviene que los mayores se movilicen, que… no sé…<br />

que no tengan sus… inquietudes. A ellos les conviene que el mayor<br />

crea que tiene todo hecho… A ellos no les conviene –digo los que<br />

gobiernan…” (Manuel J.)<br />

“Pienso en Badia como ‘mi pueblo’ [lo dice de modo enfático, sin dejar<br />

lugar a dudas], o Badia. En cambio, Sabadell [ciudad a la que se mudó<br />

hace unos años] ya es diferente. Sólo pienso en Sabadell como ‘el lugar<br />

donde vivo’”. Y continúa diciendo de Badia: “No es que sea bonito,<br />

pero tiene su arraigo también, señales de identidad. Hay una sensación<br />

de pueblo: ‘Somos de aquí.’ Y eso ha costado. Antes, la gente no decía<br />

que era de Badia del Vallès. Desde hace 10 o 15 años hay más sensación<br />

Manuel se refiere al Casal d’avis al que los jubilados,<br />

mayoritariamente hombres, acuden a jugar al dominó, la petanca o el<br />

ajedrez, o a tomarse un cortado. Insiste en la falta de conciencia social<br />

que puede degenerar en el surgimiento de actitudes incívicas, especialmente<br />

en gente más joven, inmersa en la sociedad de consumo actual. Esa<br />

crítica, insiste, es aplicable a cualquier contexto y no es un mal de Badia,<br />

sino de nuestra sociedad.<br />

33<br />

116 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis


34 Y continúa:<br />

de Andalucía, de La Mancha… y a veces te da la impresión que es<br />

el grupillo de amigas y amigos que se juntan para hacer su fiesta…<br />

(…) Entonces ya no es tanto una participación de lucha social, sino<br />

de otro tipo. Y luego te encuentras gente que realmente lucha por un<br />

cambio social, que es de lo que trata el Plan Comunitario, pero son<br />

muy pocos y son siempre los mismos. Entonces es todo como… sí,<br />

hay una red social muy ancha y hay muchas organizaciones, pero es<br />

todo un poco ficticio.”<br />

“Lo tengo clarísimo, gracias a quien sea, lo tengo clarísimo. Lo que les<br />

conviene es que aquí no haya quien se mueva para nada. Eso es<br />

malísimo, eso se traslada luego al adecentamiento del jardín, al<br />

comportamiento de la escalera con el civismo que se tiene que aplicar<br />

aquí cuando ves una barbaridad, al otro no le dices… A aquel que<br />

está haciendo eso allí, ¿por qué no le paramos los pies entre los dos?<br />

Ah no, que se apañe como quiera. Por culpa de lo que sea los que lo<br />

provocan… si lo encarrilan después; hay una serie de cosas que van<br />

en cadena. Porque vemos una injusticia y la gente pasa como si tal<br />

cosa con lo malo que esto es. Eso pasa porque no se fía nadie de<br />

nadie… y porque han creado ese ambiente… porque es lo que les<br />

conviene para después ir diciendo tonterías, haciendo ‘gilipolladas’,<br />

y para pelearse por ‘gilipolladas’, mantener un ambiente que echa<br />

lumbre. Yo por lo menos lo pienso así.” (Manuel J.)<br />

En sintonía con la apreciación de Manuel sobre la pérdida de<br />

fuerza reivindicativa y política del entramado social de Badia, y con la<br />

transformación de la naturaleza asociativa actual, dice Esther G., técnica<br />

contratada del Plan de Desarrollo Comunitario:<br />

“Badia tiene fama de mucho movimiento social. Aquí, la gente que<br />

llegó joven y con hijos hace más o menos treinta años era gente de<br />

clase media, funcionarios públicos o de servicios. Entonces tenían<br />

una capacidad de lucha social. Tenían ganas, tenían tiempo. Llegaron<br />

y no tenían nada… no tenían ni centro médico; tenían colegio, pero<br />

vamos… a fuerza de organizarse y movilizarse, consiguieron centro<br />

médico, colegios… Ahora tiene Casal d´infants, Casal de joves, d´avis,<br />

Biblioteca, Centro cívico… O sea que no les falta de nada. Y eso ha<br />

sido a puro luchar (sic) y de pedir a la Generalitat y a la Administración<br />

local. Entonces lo que eran y ahora lo que es… Con el tiempo se han<br />

ido suavizando, ha ido bajando mucho el nivel de lucha social. ¡Pero<br />

ahora hay una cantidad de entidades!… ¡buff!… sobre todo de tipo<br />

cultural. Y también yo, que trabajo con las entidades, veo que ahora<br />

la calidad de la participación ha ido bajando mucho. Por ejemplo, no<br />

ha habido un reemplazo generacional. Las mismas entidades que se<br />

crearon hace 15, 20 años… sigue siendo más o menos la misma<br />

gente. Entonces entidades jóvenes no hay, prácticamente. Hay una<br />

o dos que funcionan bastante mal. Se han constituido para tener un<br />

lugar donde reunirse y ya está. Luego, el resto es de carácter folklórico,<br />

Asimismo, la apreciación de la gente joven sobre su supuesta<br />

falta de implicación revela otros aspectos importantes. Los jóvenes<br />

entrevistados hablan de las dificultades que tienen para compaginar su<br />

ritmo cotidiano de trabajo, el cuidado de los hijos y la vida de barrio.<br />

Fernando J. llegó a Badia con sus padres y hermanos cuando sólo tenía<br />

dos años. Ahora con treinta y uno, está casado con una joven también<br />

de Badia y son padres de una niña de cuatro años y un bebé de pocos<br />

meses:<br />

“Todo el mundo tiene su trabajo, en casa, sus tareas, deportes y cosas.<br />

Y luego el fin de semana lo dedicas para salir al cine, al campo, o a<br />

Gerona, o al hipermercado… y nos involucramos poco. El chico de<br />

aquí me lo dice, pero yo me voy a Tarragona, que tengo un apartamento<br />

ahí… Pero yo me he ‘desinvolucrado’… El Centro cívico tiene un<br />

montón de entidades. Cuando fui al catalán como mi mujer… en la…<br />

hay 40 asociaciones diferentes, pero mucho de poco, de poca gente.<br />

El polideportivo es lo que está funcionando más. Los que tenemos<br />

niños… a aerobics, a natación… Badia es ajetreo, llevar los niños al<br />

cole, cogerlos del cole, hacer comida…”<br />

Es interesante comprobar la diferente perspectiva vital que tienen<br />

jóvenes y mayores en Badia. Estos últimos tienen presente su origen<br />

andaluz, extremeño, o castellano manchego, aunque declaren “ser de<br />

Badia” con orgullo. Los jóvenes nacidos en Badia cuentan con su vinculación<br />

al barrio en la construcción de su identidad individual. Algunos de los<br />

veteranos de las sociedades folklóricas del municipio se quejan de la falta<br />

de implicación de los jóvenes en las actividades que organizan. Sin<br />

embargo, es muy probable que, si para los padres tiene sentido pertenecer<br />

a la agrupación andaluza o de Castilla-La Mancha, para sus hijos, ese<br />

vínculo ya no tenga tanto sentido.<br />

35<br />

Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 117


“Resulta que tenemos unos cuadros de baile de niñas y de personas<br />

mayores, de gente de mi edad. Cada vez nos cuesta más encontrar<br />

niñas para los grupos de baile. Hace poco se disolvió un grupo que<br />

teníamos que ya tenía 18 y 19 años; ya están por otras historias las<br />

nenas, y este grupo decidió que ya no iba a seguir bailando. Y tenemos<br />

otro grupo de niñas de entre 8 y 12 años. Cada vez tenemos más<br />

problemas para encontrar niñas, pero ya no te digo niños por que<br />

los chicos en esto de bailar flamenco… los niños no, son más reticentes…<br />

les cuesta mucho más. A las niñas les llama la atención esto de bailar<br />

sevillanas. Cada vez nos cuesta más. De hecho las mayores nos<br />

estamos planteando el hecho de volver a bailar con un grupo porque<br />

es que no tenemos niñas…” (Àngels A.)<br />

36 realidad. Los medios de comunicación y el cine han contribuido al<br />

mantenimiento de ese estigma que ha perdurado hasta hoy.<br />

Por último, cabe reconocer que la despolitización y la disminución<br />

en la intensidad de la participación ciudadana en general, y de los<br />

jóvenes en particular, no son en ningún modo atributos exclusivos de<br />

Badia, sino una expresión creciente en el panorama social urbano<br />

de los últimos años. Esther G. reflexiona sobre la falta de participación<br />

juvenil en Badia:<br />

“Yo creo que es una cosa que está generalizada en toda España. Yo<br />

creo que no es una característica exclusiva de Badia. Quizá sí que en<br />

otros sitios se movilizan más, pero vamos, los jóvenes de hoy en día…<br />

También cuestiones de tiempo, porque a veces le pedimos a la gente<br />

que participe y yo misma en mi barrio no participo porque estoy más<br />

en Badia que en mi barrio… Pues cuando estás estudiando, peor<br />

todavía… que si tiene ganas de divertirse… no van a estar aquí todo<br />

el día implicados. Y luego, aparte, la apatía generalizada de los<br />

jóvenes que no se quieren implicar con nada… Y no sé… ¡mira<br />

que aquí hay cosas para los jóvenes!… Yo trabajo en equipo con<br />

los educadores sociales, la educadora de calle, el Casal de joves, los<br />

dinamizadores, el integrador social… O sea que intentamos que sea<br />

un trabajo en equipo y coordinado, y muchas veces te desmotiva<br />

mucho porque cuesta mucho trabajar con ellos.” (Esther G.)<br />

5. Reconstruyendo las imágenes externas de Badia.<br />

La persistencia y reproducción del estereotipo<br />

Para algunos de sus vecinos, Badia se ha visto asociada con una<br />

imagen negativa de ciudad de delincuentes que no corresponde a la<br />

“Hace muchos años había delincuencia, ya que no había policía, ni<br />

Guardia Civil, ni ayuntamiento. A Badia la llamaban ‘la ciudad sin<br />

ley’… No tenía nada propio. Lo más negativo es esa mala fama, ese<br />

mito que persiste hasta hoy. Además, cuando se construyó el barrio,<br />

sólo estaban los edificios, que quedaban entre solares. Había droga,<br />

como en cualquier barrio nuevo construido en zonas descampadas…,<br />

pero eran yonquis de fuera de Badia; había trapicheo… Siempre<br />

aparecía en las noticias: ‘En Badia pasó tal cosa’…, pero era siempre<br />

gente de fuera.” Insiste en que Badia es “la gran desconocida del<br />

Vallès”. (José Antonio, de 29 años, llegó a Badia con 3 meses)<br />

“La mala imagen viene de otra época en que había mucha droga,<br />

más delincuencia.” Dice que la delincuencia vino con la gente que<br />

ocupó los pisos, aunque aclara que “muchas familias eran muy<br />

buena gente”. También cree que ha contribuido “la mala imagen<br />

transmitida por la película Perros Callejeros” y el hecho de que una<br />

violación y un asesinato en Badia aparecieran alguna vez en la prensa.<br />

(Vicente O., unos 40 años, trabajador de Renfe)<br />

“Un señor que vivía en Torre Baró, Esteban, este señor era un asesino<br />

en potencia. Mató a un niño, los asesinó (sic), a una señora… Los<br />

asesinó en Barcelona y los enterró delante del polideportivo. Cuando<br />

cometió el asesinato en Barcelona, el titular de la prensa cuando lo<br />

detuvieron decía que lo había enterrado en Badia. Eso nos hizo un<br />

daño terrible. La película del Vaquilla no nos ayudó tampoco. Se dio<br />

una imagen del año 1990 al 2000, se creó una imagen que no se<br />

correspondía con lo que era el barrio en absoluto.” (Fernando J.,<br />

divorciado, alrededor de 40 años. Vivió en Badia desde su inauguración;<br />

hace dos años que vive en Sabadell)<br />

[Se transmite]… “cierta imagen de una historia de delincuencia. (…)<br />

En los ochenta, un hombre mató a una persona y la enterró cerca de<br />

Sabadell-Badia. ¡Ni siquiera eran de aquí!”. Pero el hecho “por supuesto<br />

salió mucho en la prensa”. En cuanto al rol de los medios de<br />

comunicación en la transmisión del estigma sobre Badia, cuenta: “Hace<br />

poco, mirando una serie cómica que pasaban, creo que en City TV,<br />

uno de los personajes, a modo de gracia, decía: ‘¡como no sea en un<br />

mercado de Ciutat Badia…!” (como mercado con estigma). También<br />

se refiere a un documental de Canal 33: “Fatal… En ese reportaje<br />

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cogieron todo lo malo y lo peor que podía haber… Sólo salió lo peor<br />

de Badia (…) Cualquier cosa o cualquier noticia así hunde todo lo<br />

trabajado, la convivencia de la gente. Fue todo horroroso, no fue una<br />

imagen representativa.” (Miguel B.)<br />

38 “Una imagen de Badia o dos… es cuando se metieron en esa calle de<br />

“Ya te he dicho que ha cogido mala fama… Pero yo no he tenido<br />

problemas, yo nunca he tenido problemas: ni del coche ni de robos…<br />

ni nada… Nunca ha habido problema de nada. Eso es lo que más me<br />

gusta de aquí de la barriada esta… que no es…” (Enrique L.)<br />

Es fuera del barrio donde el estereotipo se manifiesta:<br />

“La gente piensa que es un mal barrio, pero no es verdad. Badia es<br />

un barrio muy tranquilo, se vive muy bien y no pasa nunca nada.” Sus<br />

compañeros del trabajo le han dicho muchas veces: “¡Uy, Badia…!”,<br />

pero “ésa es la imagen de la gente que no vive en Badia. Si la conocieran<br />

pensarían igual que yo, les gustaría”. (Vicente O.)<br />

“Estaba buscando piso por Barberà y en las mismas inmobiliarias ya<br />

me decían: ‘iuy, Badia! Ten cuidado, no te vayas allí’, porque vamos,<br />

esto era poco más que el Bronx, y luego vine a trabajar y ya vi que<br />

no era tanto…” (Esther G.)<br />

“[La imagen]… sigue siendo mala… La gente que no ha estado nunca<br />

en Badia, cuando sabe que vivo en Badia, saca el comentario aquel:<br />

‘¡Oh, es que la gente que hay allá…!’” (Àngels A.)<br />

“Sí, tiene mala fama; yo voy con orgullo hablando de Badia y cuando<br />

en Cerdanyola me miran yo puedo decir: ‘yo he estado en vuestros<br />

barrios y no tenemos nada que envidiar’… a lo otro [se refiere a la<br />

gente que vive en el barrio] somos todos gente trabajadora, gente<br />

humilde, gente de trabajo indispensable.” (Fernando J.)<br />

La asociación entre la mala imagen del municipio y la película<br />

Perros Callejeros 5 surge de forma espontánea durante las entrevistas. Gran<br />

parte de los entrevistados se refiere de forma explícita a la proyección<br />

negativa del barrio hacia el exterior a consecuencia de la película, que,<br />

según expresan algunos, contribuyó a perpetuar una especie de mito sobre<br />

Badia. Al mismo tiempo, los que han visto la película afirman que ellos<br />

no han conseguido reconocer su barrio en las imágenes, pero que “les<br />

han dicho” que la película se rodó en parte en Badia.<br />

ahí, cuando se rodó… en el Bar Los Romeros, yo nunca he conseguido<br />

identificar esa calle en esa película, pero dicen que sale… Si dicen que<br />

sale, es que sale… Yo no tengo ningún problema. Y me acuerdo que se<br />

decía: ‘Sí, salimos en la película’, con cierto orgullo infantil; pero bueno,<br />

luego dices: ¡tampoco no es ningún orgullo salir en Perros Callejeros!<br />

(sic) (…) es circunstancial de un momento determinado… es una realidad<br />

virtual, pero también real; ficticio, pero que se ajusta mucho a lo que<br />

pasó en una época… aquí, en Madrid… La gente de los pueblos iba<br />

a las ciudades… la sociedad incipiente sale de la dictadura…(…)<br />

Pero es difícil aquí hoy en día mostrar algo… que se den a conocer<br />

mediante diarios o prensa las cosas que se están haciendo, los del<br />

pueblo saharaui… hay estos chicos de la izquierda alternativa, hay<br />

hermanamientos…” (Fernando J.)<br />

La mala fama del barrio queda contrastada por las informaciones<br />

recogidas en la entrevista a Miguel B., miembro de la Policía Local. En<br />

Badia no hay más actividad delictiva que en otros municipios del área<br />

metropolitana; de hecho, hay mucha menos, y en general se trata de<br />

problemas menores. Lo que ocurre en realidad es que, como no hay<br />

cuartel ni en Polinyà, ni en Santa Perpètua, ni en Barberà del Vallès,<br />

cualquier acto delictivo se registra en Badia del Vallès, aunque no se haya<br />

cometido allí. Este hecho contribuye a la reproducción de la mala imagen<br />

del municipio:<br />

“Como el cuartel está en Badia del Vallès, se trae aquí a gente que<br />

pertenece a otros municipios y que en realidad no tiene nada que ver<br />

con Badia… Ocurre que lo que la gente acaba viendo siempre en la<br />

prensa es que alguien ‘ha sido detenido en el cuartel de Badia’.”<br />

(Entrevista en el cuartel local de policía)<br />

Cuando se pregunta a los informantes si existen zonas peligrosas,<br />

o por las que prefieren no pasar, afirman de forma casi unánime que no<br />

hay zonas que les inspiren miedo o rechazo.<br />

“¿Sensación de inseguridad? No. No tengo ninguna zona a la que no<br />

quiera ir en concreto.” (Àngels A.)<br />

“Si hay lugares proscritos no los conozco. Me parece todo igual. No<br />

distingo, es todo homogéneo. Lo que importa es la gente.” (Rafael,<br />

bibliotecario)<br />

39<br />

Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 119


“Frecuento todo, ¿me entiendes? Yo me ando todo el pueblo… lo voy<br />

a andar y me voy por aquí y me salgo por la otra parte…” (Enrique<br />

L., jubilado)<br />

40 [La imagen de Badia] “sigue siendo mala… Por desgracia, las<br />

“Badia no es peligrosa, pero piensa que quizás hay alguna parte más<br />

peligrosa como la calle Mediterráneo…” (Vicente O.)<br />

“La calle Algarve es zona difícil (…) y la calle Mediterráneo; se ha<br />

creado un ambiente raro en la parte baja de la calle Mediterráneo.”<br />

(Fernando J.)<br />

¿Hay algún lugar en Badia al que tuvieras miedo de ir cuando eras<br />

pequeño, (…) algún rincón que evitaras? “Ninguno. Esto es menos de<br />

un kilómetro cuadrado. Siempre ha habido rincones. Hoy en día, en<br />

la ‘plaza de la Aspirina’… La plaza de la Aspirina es la plaza de la<br />

Sardana, porque había un monumento que parecía una aspirina, una<br />

fuente y se quedó lo de la aspirina. Pues… allí ves algo, incluso gente<br />

que no es de aquí. Y en algunos sitios de ahí abajo, en la Mediterráneo…<br />

pero ya sabías… no sentías ningún miedo.” (Fernando J.)<br />

cosas malas perduran siempre sobre las buenas… y entonces esto<br />

en un momento determinado tuvo muy mala imagen y así se ha<br />

quedado.” (Àngels A.)<br />

“Para quitarte una mala imagen tienen que pasar muchos años, a ti<br />

te ponen un cartel en la espalda y ese cartel lo tienes… hasta que se<br />

olviden de ti o hasta que te vayas a vivir a otro lugar…” (Eduardo)<br />

“Yo reivindico que aquí se vive bien, que aquí no hay ese clima de<br />

gamberrismo, de cosas que se ven desde fuera… Son reminiscencias<br />

tipo Torete, tipo Vaquilla, que aquí no se palpan; yo no palpo eso. Otra<br />

cosa es que veas alguno por ahí, como en todos los barrios… pero no<br />

se palpa eso. Cuando vas al colegio… me fastidia que… [en relación<br />

a otros municipios colindantes] tengamos aún ese pequeño complejo.<br />

¡Todavía no sé cuándo nos lo quitaremos!” (Fernando J.)<br />

“Lo que fastidia es la imagen al hablar con gente de fuera, los<br />

comentarios sobre ‘la ciudad sin ley’.” (José Antonio)<br />

“Badia creó una fama muy mala cuando empezó la ocupación.<br />

Actualmente se le ha ido esa mala fama: La prueba la tienes que aquí<br />

no hay nada, no se ven conflictos, no se ven follones, no se ve nada,<br />

aparte de cuatro que se tomen ahí dos cuba libre…” (Eduardo,<br />

alrededor de 40 años, casado, con cuatro hijos)<br />

“(…) A mí lo que me gustaría decir es que si alguien tiene alguna idea<br />

para lavar esta imagen que me lo diga, para colaborar de la manera<br />

que sea. Yo la verdad hace treinta años que vivo allí y estoy encantada<br />

de la vida.” (Àngels A.)<br />

Que la imagen externa de Badia siga siendo negativa es una<br />

cuestión que preocupa a sus habitantes. Asumen que lo negativo perdura<br />

sobre aspectos positivos del barrio y se preguntan qué hacer para cambiar<br />

la mala reputación de su municipio. Cómo modificar esa calificación de<br />

“ciudad sin ley”, frente a la Badia tranquila que ellos conocen es una<br />

de las preguntas que plantean los residentes en las entrevistas. Fernando<br />

J. considera que es cuestión de “ponerse manos a la obra”, de deconstruir<br />

la imagen negativa con la divulgación de los aspectos positivos de Badia<br />

hacia el exterior. De esa manera, y muy poco a poco, se puede cambiar.<br />

La asignación de elementos negativos al barrio se traslada a las personas<br />

que viven allí. Tal y como declara un vecino: “te ponen un cartel en la<br />

espalda” que se mantendrá “hasta que se olviden de ti”, o hasta que<br />

cambien de lugar de residencia.<br />

6. Reconstruyendo imaginarios: representación,<br />

comportamiento y narrativas del espacio vivido<br />

6.1 Badia como representación de la Península Ibérica<br />

Una de las particularidades del municipio de Badia es que representa<br />

el perfil de la Península Ibérica a vista de pájaro. Los mapas cognitivop<br />

recogidos reflejan la idea de Badia que tienen los residentes entrevistados.<br />

En ellos aparecen diversos mensajes sobre el uso individual que se hace<br />

del territorio del municipio.<br />

Algunos mencionan con desagrado la relación entre el mapa<br />

de la Península y el mapa de su ciudad. Les recuerda a la época de la<br />

dictadura y una visión de España que para ellos está obsoleta. Utilizan<br />

otros referentes espaciales para orientarse, por lo que no consideran<br />

necesario o útil utilizarlo como orientación en el espacio.<br />

41<br />

120 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis


42<br />

“Realmente, para orientarme en la Península, no lo utilizo. No sé, en<br />

teoría es el mapa de España, pero no sé la orientación que tiene.” (Rafael)<br />

“La forma sí, bueno… Yo pensaba que cuando lo diseñaron, como<br />

tenía esta forma peculiar parecida a los pueblos de España, al mapa<br />

de España, ya lo habían hecho así a propósito…” (Àngels A.)<br />

“Me imagino que son los últimos caprichos del régimen franquista,<br />

de vista aérea se ve. Vista desde arriba se ve como la Península.”<br />

(Fernando J.)<br />

“Bueno, yo creo que ya lo elaboraron así al principio…” [Entrevistadora:<br />

¿Lo ve así o no; lo asocia con la forma de la Península Ibérica?]:<br />

“Hombre, lo asocio… no me gusta”. [¿Por qué no le gusta?]: “… es<br />

que a lo mejor estaba hecho con una idea un poco política de aquellos<br />

tiempos, con la que no coincido, entonces… [¿Lo dice por la idea<br />

nacionalista de…?]: “Exactamente.” (José Luis Gracia)<br />

No piensa nunca en ello. “No sirve para orientarse”. No le gusta: le<br />

recuerda a la época franquista, al nacionalismo… Duda que mucha<br />

gente de Badia piense en ello. (Vicente O.)<br />

Ha oído hablar de esta asociación porque los nombres de las calles<br />

corresponden a poblaciones españolas. Pero, “los nombres de las<br />

calles son sólo coincidencias. Puede llegar a asociarse por los nombres,<br />

quizá, pero por las formas, no”. No ve la coincidencia, y dice que no<br />

tiene la forma de la Península Ibérica en un plano: “Yo no se la he<br />

visto.” En todo caso, dice: “tiene más forma de Cataluña… se forma<br />

prácticamente un triángulo”. (José Antonio)<br />

“Puede que venga relacionado… pero nunca me he parado tampoco<br />

a pensar. A mí no me influye en nada.” (Eduardo)<br />

Mientras que algunos informantes confiesan no haber identificado<br />

jamás esa forma en el mapa del municipio, hemos recogido algunos<br />

ejemplos donde la identificación entre el mapa de la Península y el territorio<br />

de Badia coinciden en orientación y forma. La autora del mapa 1 vive en<br />

la avenida del Mediterráneo, como queda representado en su mapa.<br />

Señala las vías de salida de Badia al exterior (hacia Barberà, Sabadell<br />

y Cerdanyola). Se trata de una trabajadora de la Universitat Autònoma<br />

de Barcelona; su percepción de Badia, reflejada en el mapa cognitivo,<br />

muestra la conexión hacia el exterior y no está cerrada en sí misma.<br />

Mapa 1. Autora: Àngels A.<br />

Al igual que en el mapa 1, en los siguientes mapas queda claramente<br />

reflejado el centro de Badia con instituciones emblemáticas como el<br />

ayuntamiento, la iglesia y el parque Joan Oliver. En los mapas 2 y 3, los<br />

centros han sido indicados por sus autores (con una mayor cantidad de<br />

referencias espaciales en el primero que en el segundo). El autor del mapa<br />

2, Fernando J., un joven de 31 años con dos hijos pequeños, destaca los<br />

lugares relacionados con las actividades de sus hijos: el Casal dels infants,<br />

el área de juego del parque Joan Oliver y la guardería La Mainada. El<br />

puente que une Badia con Cerdanyola también queda reflejado en su<br />

mapa. Fernando J. trabaja en una fábrica de dicho municipio.<br />

Mapa 2. Autor: Fernando J.<br />

43<br />

Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 121


Miquel, el autor del mapa 3, indica con números las áreas que<br />

considera representativas, en lugar de instituciones, como reflejaban los<br />

autores de los mapas precedentes. El número 1 representa el centro de<br />

Badia, el 2 señala lo que él denomina el Patronato del Deporte (el<br />

polideportivo), mientras que la zona 3 corresponde al área de Menorca,<br />

donde el autor ilustra el lago (río) y el puente.<br />

44 Vicente O., trabajador de Renfe, unifica en su mapa –el número<br />

5– la zona del ayuntamiento y el mercado como lugar central del municipio.<br />

Sin duda es uno de los núcleos más claramente identificados de la vida<br />

cotidiana de Badia y aparece reflejado en cada mapa realizado. Aparecen<br />

también como significativos los supermercados Suma y Mercadona. La<br />

biblioteca y los colegios e institutos se ilustran también. Entre las conexiones<br />

viarias con el exterior, destaca el enlace con la Autopista A-7 y la C-58<br />

en dirección a Sabadell. Asimismo, la cuenca del Riu Sec forma parte del<br />

paisaje mental de los autores de los mapas 3 y 4.<br />

Mapa 3. Autor: Miguel B.<br />

Otros dos ejemplos de mapas en los que puede identificarse<br />

claramente la silueta de la Península Ibérica son el mapa 4 y, en menor<br />

medida, el mapa 5. Àngels R. representa los ejes limítrofes del barrio de<br />

Badia por su área sur, la autopista C-58 y el río, a su paso por el municipio.<br />

Es de los pocos entrevistados que dibujan edificios en los mapas, uno por<br />

cada tipología: uno con planta “Estrella” y otro con planta “Alcalá”. Sitúa<br />

en el centro su lugar de trabajo, el ayuntamiento y los ejes de Badia: vía<br />

de la Plata, Mediterrània, Burgos, Cantábrico y Costa Brava.<br />

Mapa 5. Autor: Vicente O.<br />

6.2 Representación del espacio urbano. Límites, centro y periferia<br />

Podemos reconocer en los mapas cognitivos de los entrevistados<br />

diversas formas de representación de Badia, según se enfoquen en todo<br />

el territorio del municipio o en sectores parciales del mismo. Pueden<br />

identificarse formas diferentes de interpretar la cuestión que se les plantea<br />

al final de las entrevistas: dibujar el territorio de Badia del Vallès, su pueblo.<br />

En primer lugar, se identifican aquellos que representan todo el<br />

territorio de Badia e incluyen conexiones externas a los límites del municipio.<br />

Ejemplos de este tipo se han comentado en el punto 6.1: mapas 1, 2,<br />

3, 4, 5. Sumamos a estos ejemplos el mapa 6, donde José Luis Gracia<br />

reproduce los ejes viarios principales de Badia y las instituciones que<br />

para él son más significativas, así como las conexiones del municipio con<br />

el exterior. La Badia que así representa es una ciudad conectada con el<br />

exterior.<br />

Mapa 4. Autora: Àngels R.<br />

45<br />

122 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis


46 el sector de “uso” del informante. El movimiento representado por las<br />

rotondas como centrales en el mapa es significativo. En el siguiente mapa,<br />

puede comprobarse cómo se representan las principales vías del municipio<br />

de Badia (si bien cabe notar que, en este caso, se ha sobredimensionado<br />

la avenida Mediterráneo).<br />

Mapa 6. Autor: José Luis Gracia.<br />

Otro ejemplo de esta forma de representación de Badia se encuentra<br />

en el mapa de José Antonio, quien durante la entrevista afirma que no<br />

“siente” ni “ve” la forma de la Península Ibérica, sino más bien “la forma<br />

de Cataluña”. “Se forma prácticamente un triángulo”, recalca, imagen<br />

mental que queda plasmada en su mapa. Además, localiza el bloque tipo<br />

“Estrella” en el que vive. También destaca el ayuntamiento y el edificio de<br />

la iglesia.<br />

Mapa 8. Autor: Eduardo.<br />

Por último, en tercer lugar se identifican aquellos informantes que<br />

representan sólo una parte concreta del territorio y excluyen cualquier tipo<br />

de referencia del exterior. Es el caso de Ana María R., que reside y trabaja<br />

dentro del municipio y sale muy poco de Badia. Nuestra informante, como<br />

puede observarse en el mapa, escoge representar el sector donde vive.<br />

Es interesante destacar cómo identifica la partición territorial que divide<br />

en dos la avenida Costa Azul (avenida del Cantábrico): una mitad de la<br />

vía pertenece a Badia y la otra a Barberà.<br />

Mapa 7. Autor: José Antonio.<br />

En segundo lugar se identifican aquellos informantes que, en vez<br />

de representar a Badia en su totalidad, seleccionan un sector del territorio<br />

que coincide con la zona en la que desarrollan su vida cotidiana. En este<br />

caso incluyen también el resto del municipio, aunque sobredimensionando<br />

Mapa 9. Autora: Ana María R.<br />

47<br />

Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 123


La división de la avenida del Cantábrico en dos partes –una<br />

perteneciente a Badia y la otra a Barberà– ha merecido la atención de uno<br />

de nuestros informantes, según se observa en la selección de fotografías<br />

que, a su juicio, ilustran los rasgos más representativos del municipio.<br />

48 El centro es identificado con claridad por los vecinos entrevistados,<br />

coincidiendo con las zonas de mayor actividad de Badia: la plaza<br />

del ayuntamiento o el mercado.<br />

7. Miradas desde Badia. Referentes individuales y representación<br />

simbólica del espacio<br />

Avenida del Cantábrico. De la isleta central hacia la<br />

derecha es territorio de Barberà, mientras que la zona<br />

de la izquierda forma parte del territorio de Badia.<br />

Fotografía: Adrià.<br />

Si bien algunos dicen reconocer claramente este límite territorial,<br />

otros no lo asumen como tal: no se “siente”, como expresa nuestro informante<br />

José Antonio. Él sabe dónde acaba físicamente Badia, aunque añade “pero<br />

no lo siento”. Por ejemplo, la calle que Badia comparte con Barberà –avenida<br />

del Cantábrico– representa unos pocos metros de confusión en cuanto a<br />

quién pertenece, pero Juan Antonio la percibe como parte de Badia.<br />

En las entrevistas, los vecinos señalan los límites claros que definen<br />

el territorio de Badia. Palabra e imagen mental coinciden:<br />

“Donde terminan los bloques: el río, la autopista y la vía del tren.”<br />

(Vicente O.)<br />

“Autopista, puente de Cerdanyola, limita con Barberà y Sabadell<br />

(polideportivo, aeródromo).” (Fernando J.)<br />

Respecto a la cuestión planteada en las entrevistas sobre dónde está<br />

el centro de Badia, casi todos consideran que el centro de Badia es la zona<br />

donde se sitúa el ayuntamiento, la plaza o el Casal d’avis.<br />

“No sé si existe un centro… ‘debe ser’ la plaza del ayuntamiento.”<br />

(Rafael)<br />

“Hombre, yo te diría que es la calle donde está el ayuntamiento, el centro<br />

cívico, el mercado… ¡Por supuesto, es el centro!” (Àngels A.)<br />

El objetivo central del trabajo ha sido permitir a los vecinos de<br />

Badia expresar su visión “desde dentro” de su ciudad. Para ello hemos<br />

realizado entrevistas, recogido mapas cognitivos de la zona y animado<br />

a nuestros informantes a fotografiar los aspectos que consideren más<br />

significativos de su pueblo. Debido a la riqueza y al cuantioso número de<br />

fotografías realizadas, hemos seleccionado una muestra del material<br />

obtenido. En todas ellas queda reflejada la percepción del espacio del<br />

informante; algunas son expresión de una proyección individual, mientras<br />

que otras hablan de los elementos comunes y representativos de los<br />

residentes de Badia.<br />

7.1 Vivienda, bloque, espacio interbloque y zonas verdes<br />

Nuestros informantes han buscado reflejar sus vidas cotidianas a<br />

través de sus fotografías. La vivienda propia ha sido fotografiada en<br />

algunas ocasiones, si bien hemos seleccionado las perspectivas que los<br />

vecinos tienen desde sus galerías como forma de ir avanzando hacia la<br />

representación de los espacios de bloque y los espacios interbloque.<br />

Los pisos de Badia constituyen uno de los aspectos más valorados<br />

en las entrevistas.<br />

“El piso… aquí hay dos modelos; el modelo ‘Estrella’ y el modelo<br />

‘Alcalá’, que son diferentes, y entonces los metros cuadrados mínimos<br />

de un piso habitable son 74,5 m 2 , más o menos; no está nada mal. Al<br />

principio, cuando lo adjudicaron, pues mira, costó el piso ochenta mil<br />

pesetas de entrada, y pagábamos cinco mil ciento doce cada tres meses,<br />

pagamos el piso, trescientas ochenta mil pesetas, en quince años. Era<br />

una oportunidad para los jóvenes que nos casábamos entonces, y la<br />

verdad es que en aquellos momentos nos fue muy bien, nos fue muy<br />

bien.” (José Luis Gracia)<br />

“Sí, muy amplios”: todos a partir de 70 m 2 , muy iluminados. La gente<br />

se los ha arreglado muy bonitos. Por fuera parecen feos, pero por<br />

dentro son bonitos.” (Vicente O.)<br />

49<br />

124 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis


¿Usted modificó cosas del piso cuando llegó?<br />

“Sí, por eso yo vine dos años después de la inauguración de ‘esto’.<br />

Reformamos la cocina, el cuarto de aseo, el suelo de las habitaciones…<br />

Todo.” (Enrique L.)<br />

50 “La primera impresión del barrio fue buena porque aún ahora yo creo<br />

que tenemos un barrio bastante… mucha amplitud, había mucho jardín,<br />

que (aún) lo hay, y se estaba bastante cómodo. Después hay una de las<br />

cosas, que no nos engañemos, el precio de los pisos.” (José Luis Gracia)<br />

“(Los pisos como el mío tienen…) tres habitaciones, balcón, lavadero…<br />

Y bueno… están bien… hoy. O sea, hoy, cuando tú ves los pisos que<br />

hay, dices: ‘pues este piso está muy bien’. Hace treinta años era un<br />

piso pequeño, chiquito, y tal… 86 metros cuadrados… Piensa que yo<br />

vivía en un piso que debía de tener 200 o 255 metros cuadrados, con<br />

9 habitaciones, tres baños… un piso de aquellos antiguos, de aquellos<br />

con el ascensor de madera con el enrejado con un espejo. Son aquellos<br />

pisos tan enormes. Los pisos a los que yo estaba acostumbrada a ver<br />

eran esos pisos, como los que había por aquella zona (la avenida<br />

Príncipe de Asturias, donde vivía antes de llegar a Badia). Aquel piso<br />

nos pareció pequeño. Ahora ya no; ves los pisos que hacen ahora, de<br />

nueva construcción… y piensas: ¡Carai, Déu n'hi do! ¡Tengo un pisazo<br />

en comparación con muchas cosas que ves y los precios que piden!”<br />

(Àngels A.)<br />

“… faltaban muchas cosas, ambulatorios… La cosa de jardinería y todo<br />

eso –parques, jardines– estaba perfecto; esto era un vergel, era verde,<br />

mucho césped… ahora no existe…” (José T.)<br />

Cuando el entrevistado llegó a Badia, le causó muy buena impresión,<br />

porque “no había nada. Aquí había cuatro coches ‘aparcaos’ y en cada<br />

bloque de pisos había dos o tres personas; no había más. Era una<br />

pasada”. Le llamó la atención lo tranquila que era. “En sí”, dice, Badia<br />

era una ciudad dormitorio; “la gente trabajaba fuera y venía a dormir<br />

y descansar”. (Eduardo)<br />

Fotografía: Fernando J.<br />

Edificios Alcalá (bloques altos) y Estrella<br />

(primer término a la izquierda.<br />

Fotografía: Adrià.<br />

Las amplias vistas recogidas por numerosos vecinos en fotografías<br />

hechas desde las galerías de sus viviendas reflejan claramente la idea de<br />

amplitud y zonas verdes tan valoradas por ellos en las entrevistas.<br />

Tal y como describía un entrevistado:<br />

Zona de aparcamiento.<br />

Fotografía: José Antonio.<br />

“… ¡Y de expansión!… Yo me asomo a mi balcón y no hay un piso<br />

enfrente que me da (sic). Yo vivo en un segundo. ¡Pero que tenemos<br />

una amplitud! (…) Las calles son anchas, ¿entiendes? Que no es eso<br />

que te saca el vecino…” “Fabra y Puig ha sido siempre mi barriada,<br />

¡pero a mí esto me encanta!” (Enrique L.)<br />

Vistas hacia la Universitat Autònoma de Barcelona.<br />

Fotografía: Adrià.<br />

51<br />

Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 125


52 Los espacios entre bloques y las zonas ajardinadas, tan valoradas<br />

“Aquí se entregó… la jardinería ha cambiado mucho y se ha tecnificado<br />

por los vecinos en el momento de la ocupación de las viviendas, así como<br />

(…) La jardinería que se hacía… estaba obsoleta y era de difícil mantenimiento.<br />

los espacios verdes, son también aspectos muy valorados en la actualidad.<br />

El césped, por ejemplo, es bonito, pero gasta mucho (sic) agua…<br />

Zona de espacio verde.<br />

Fotografía: José Antonio.<br />

y no son eficientes… requieren mucho trabajo. Hay cosas que, cuando<br />

se plantan, están monas, pero cuando crecen son molestas: árboles muy<br />

cerca de fachadas… (etc.). Pero aquí hay muchísima jardinería. Para<br />

un municipio con las disponibilidades económicas que tiene… pues yo<br />

creo que el esfuerzo que se hace es muy grande. Y también hay mucho<br />

(…). En los jardines de bloque, sí… hay dos tipos de jardines… los que<br />

están lindantes a los bloques, que también son municipales, pero han<br />

de cuidarlos los vecinos… El ayuntamiento tiene una brigada que va<br />

pasando, de dos personas. Tienen un recorrido y cuando lo terminan,<br />

lo vuelven a empezar. Es un mantenimiento mínimo. Los jardines que<br />

tienen que estar más cuidados… se los han de mantener los vecinos…<br />

(…) Piensa que tenemos más de dos kilómetros de setos… Y recortar<br />

dos kilómetros de setos dos veces al año… O sea, es una jardinería<br />

que por estructura y fisonomía de municipio es un poco complicada,<br />

ya que el mantenimiento es costoso, tiene muchos espacios muy pequeños…<br />

Se pueden utilizar máquinas, pero es difícil. Tienen más rincones… se<br />

pueden utilizar máquinas, pero hay que hacer muchas cosas manuales…”<br />

Zona al cuidado de los vecinos del bloque.<br />

Fotografía: José Antonio.<br />

Zona al cuidado de los vecinos del bloque.<br />

Fotografía: Àngels A.<br />

Así pues, en Badia se aprecian zonas muy cuidadas y otras visiblemente<br />

menos atendidas, según la capacidad y calidad en el mantenimiento<br />

de los espacios verdes por parte de los vecinos de las diversas escaleras.<br />

Àngels R., en otro momento de la entrevista, menciona el enorme<br />

esfuerzo que ha supuesto para el ayuntamiento mejorar los parques infantiles<br />

de todo el municipio, unos treinta aproximadamente. Explica que los han<br />

dotado de columpios de madera, vallas y arena para evitar daños a los<br />

niños en las caídas. Los informantes han dejado plena constancia de la<br />

valoración de este esfuerzo al fotografiar dichos parques como elemento<br />

representativo de su municipio.<br />

El mantenimiento de los espacios verdes es muy importante para<br />

la imagen del municipio, si bien supone un alto coste para el ayuntamiento.<br />

Mientras que el mantenimiento de los espacios más cercanos a las porterías<br />

de las viviendas depende de los vecinos, los pequeños parques urbanos<br />

y zonas verdes, tan presentes en la imagen mental de los residentes<br />

en el momento de la ocupación de las viviendas, están a cargo del<br />

ayuntamiento. Àngels R., técnica de Medio Ambiente, nos explica la<br />

perspectiva del ayuntamiento:<br />

Fotografía: Fernando J.<br />

53<br />

126 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis


7.2 Las instituciones y entidades como referentes espaciales. Lugares<br />

representativos<br />

Badia se convirtió en municipio independiente en 1994, y esto<br />

comportó la posibilidad de establecer instituciones propias. La estructura<br />

física de polígono o barrio –como algunos siguen denominando a Badia–<br />

contrasta con esta particularidad. Se trata de un pueblo con apariencia<br />

de barrio periférico, pero con instituciones propias, tales como un<br />

ayuntamiento.<br />

No hay duda de que la gente de Badia se siente orgullosa de su<br />

pueblo y de lo que han conseguido con la independencia. No obstante,<br />

uno de los problemas más difíciles permanece aún sin resolver: conseguir<br />

recursos propios para independizarse, no sólo política, sino también<br />

económicamente.<br />

Otra de las particularidades históricas del municipio es su amplio<br />

tejido asociativo. El número de entidades activas o semiactivas es muy<br />

alto. Todo ello habla de un tejido social fuerte. Nos lo explica el concejal<br />

de Urbanismo, José Luis Gracia:<br />

54 Los vecinos son conscientes de que lo conseguido ha sido resultado<br />

de su propio esfuerzo, y de que Badia se ha construido a sí misma como<br />

pueblo:<br />

“Lo que tenemos ha sido a base de luchas: se crearon los pisos, todo<br />

verde… Aquí era una ciudad dormitorio, aquí no había ambulatorio…<br />

Por cierto, el ambulatorio eran unos barracones que estaban aquí<br />

(indica con señas). Aquí accesos, infraestructuras… todo estaba<br />

destartalado; el gas tuvieron que cambiarlo, ¡al principio se tenía que<br />

traer agua con una cuba!…” (José T.)<br />

“Lo que se ha logrado, en cuanto a servicios y otras implementaciones<br />

(sic), ha sido gracias a las manifestaciones colectivas de los vecinos.”<br />

(…) “… de la dejadez de la administración”… [se refiere a la<br />

administración autonómica] …“ quizá nos tienen un poco olvidados”,<br />

(por lo que) “hay que pelear el doble para conseguir cosas, cambios…<br />

Hasta que las cosas no están muy muy mal no se hace nada.” (José<br />

Antonio)<br />

“[Antes] nos gobernaba dos años Barberà del Vallès y dos años<br />

Cerdanyola, entonces aquello era incómodo. Era incómodo porque […]<br />

a Barberà lo que le sobraba lo destinaba a Badia, y a Cerdanyola lo<br />

que le sobraba lo destinaba a Badia; siempre ha tenido unas carencias<br />

bastante importantes. En Badia, mira, hoy por hoy, yo creo que tiene<br />

una serie de servicios importantes que muchos pueblos no tienen, pero<br />

nos ha costado a todos pelearlos, hacer manifestaciones, cortar la<br />

autopista… Lo hemos conseguido todo a base de lucha. Y hubo un<br />

momento ya en que hubo que decidir por aquello, decir ‘bueno, hay<br />

que pedir la independencia de este pueblo’… porque no podíamos<br />

ser… la ‘cola’ de otras poblaciones.” (José Luis Gracia)<br />

“Cuando hay cualquier necesidad de cualquier tipo la gente se vuelca<br />

en ayudar. (…) Aquí en Badia tenemos… me parece que son ochenta<br />

y siete entidades culturales; es muy rica en entidades, tenemos de todo<br />

tipo, deportivas y culturales. Se hace prácticamente de todo ¿eh? Y en<br />

deporte, como es una política que nosotros hemos tenido desde el<br />

principio, todo deporte que la juventud de aquí ha querido hemos<br />

tratado de procurarlo, de organizarnos para que lo tengan ahí, de<br />

cara a que aquí en Badia no hay otra cosa, entonces si querían hacer<br />

deporte “toma, aquí tienes esto”; “¿qué queréis, judo?”, judo, “¿queréis<br />

natación?”, natación, “¿queréis volei?”, volei. (José Luis Gracia)<br />

Uno de los servicios que merece especial atención es el servicio<br />

funerario vinculado a la Asociación de Vecinos de Badia. Se trata de la<br />

Vocalía de Servicios Funerarios fundada hace ya dieciocho años; todos<br />

los asociados de la AAVV de Badia pertenecen a la misma. Sus miembros<br />

tienen contratado un servicio funerario tipo (“el servicio número 8”), sencillo<br />

pero suficiente, sufragado por cada vecino asociado, cuando fallece un<br />

residente de Badia miembro de la asociación. Cuando se produce una<br />

pérdida, se comunica a todos los asociados con un recibo de coste por<br />

fallecido. La suma de los asociados, unos 6.000, comporta una cantidad<br />

suficiente para poder ofrecer un sepelio digno al vecino o vecina fallecida 6 .<br />

El motivo principal que movió a los vecinos a organizarse en 1987 fue,<br />

según sus propias palabras, “evitar que las compañías nos roben” (Rovira,<br />

B. y Santos, I: 1995). Ciertamente lo que permite que funcione el sistema<br />

es la colaboración solidaria de todos los vecinos toda vez que sea necesario:<br />

un hecho probado desde hace ya casi veinte años.<br />

El orgullo de los residentes de ser de Badia por su significado de<br />

lucha, de hacerse a sí mismos, de formar parte de una comunidad, es una<br />

realidad constatada. Algunas respuestas obtenidas durante las entrevistas<br />

apuntan en este sentido:<br />

“… un porcentaje muy alto de los badienses estamos orgullosos de ser<br />

badienses, de verdad que sí. Y eso porque bueno, […] hay de todo,<br />

55<br />

Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 127


56 gente buena, gente menos buena, pero vuelvo a decir que es muy<br />

tranquila, a pesar de que hay rivalidad, pero hay mucho apoyo de cara<br />

a ayudar a la gente. Cuando hay cualquier necesidad de cualquier tipo<br />

la gente se vuelca en ayudar aquí ¿eh?” (Jose Luis G.)<br />

[Entrevistadora]: ¿Existe una identidad propia de Badia?<br />

“Sí, yo creo que sí. Hay una comunidad que hemos venido de fuera…<br />

nos sentimos de Badia. Los badienses venimos todos… la mayoría somos<br />

castellanos de provincias. Yo soy manchego, de Valdepeñas.” (José T.)<br />

“Badia es muy pequeña y se conoce todo el mundo. Cuando llega una<br />

cara nueva enseguida sabemos que no es de Badia. (…) La convivencia<br />

entre la gente de Badia es muy buena.” (Eduardo)<br />

Foto tablón de anuncios de la AAVV.<br />

Como se ha visto en todos los mapas incluidos con anterioridad,<br />

aparecen instituciones y entidades que representan Badia; incluso, en algún<br />

caso, como el que se adjunta a continuación, el mapa entero de la ciudad<br />

está constituido por sus instituciones.<br />

Mapa 10. Autor: Enrique L.<br />

En el mapa se indica la dirección hacia la Casa Regional de<br />

Castilla-La Mancha, donde el entrevistado suele acudir con frecuencia. Él<br />

es quien se encarga de las excursiones. Acude también con cierta asiduidad<br />

al Casal d’avis que está frente a su casa, al otro lado de la avenida de<br />

Burgos. Cabe apuntar que para leer el mapa hay que ponerse de espaldas<br />

a Barberà, exactamente la misma situación que tiene el entrevistado al<br />

“pensar” el mapa desde su domicilio.<br />

A continuación, pueden observarse algunas de las fotografías<br />

realizadas por los vecinos de entidades e instituciones representativas de<br />

la vida de Badia, tal y como éstos las recogen:<br />

Ayuntamiento de Badia del Vallès.<br />

Fotografía: Fernando J.<br />

Casal d’avis.<br />

Fotografía: Enrique L.<br />

Centro cívico, iglesia y plaza del Ayuntamiento.<br />

Fotografía: Fernando J.<br />

Otros referentes espaciales que los entrevistados mencionan con<br />

asiduidad son las entidades culturales, los supermercados y el mercadillo<br />

de los jueves.<br />

57<br />

128 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis


58<br />

Fotografía: Àngels R.<br />

Centro cultural andaluz.<br />

Fotografía: Àngels A.<br />

Fotografía: Enrique L.<br />

Plaza del Ayuntamiento.<br />

Fotografía: Enrique L.<br />

7.3 Conexiones con el exterior y perímetro de Badia. Viales, puentes<br />

y caminos<br />

Badia no es un pueblo aislado, sino más bien un lugar donde la<br />

conexión con el exterior forma parte de su propia definición de lugar.<br />

Algunas fotografías muestran estos lugares por los que los vecinos pasan<br />

habitualmente para realizar una actividad.<br />

Fotografía: Àngels A.<br />

El puente sobre el Riu Sec es uno de los puntos de conexión<br />

de Badia con el exterior. La siguiente fotografía representa otro lugar de<br />

comunicación: el camino que lleva a la Universitat Autònoma de Barcelona,<br />

vía utilizada con frecuencia por trabajadores de la Universitat que viven<br />

en Badia. Más adelante se recoge una vista singular: Badia desde la<br />

Universitat Autònoma.<br />

Fotografía: Àngels A.<br />

Puede afirmarse que Badia vive de espaldas a la Universitat, o que<br />

la Universitat vive de espaldas a la población que tiene más cerca: tan<br />

próximas físicamente, pero tan alejadas en el imaginario de unos y otros.<br />

Sólo aquellos que conocen los dos lugares saben cuán cerca se encuentran.<br />

Fotografía: Àngels A.<br />

59<br />

Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 129


60 Sostenemos que este imaginario funciona como un puzzle al que siempre<br />

le faltarán piezas. No hemos aspirado a aportar todas las visiones del<br />

espacio dinámico y vivo de Badia del Vallès –ya que, en cualquier caso,<br />

no es posible– sino a generar reflexiones en torno a las percepciones que<br />

se construyen sobre los espacios físicos y mentales de Badia.<br />

Creemos que las particularidades reveladas a partir de las<br />

Autopista C-58. Abajo, la carretera a Cerdanyola<br />

y los huertos en primer término.<br />

Fotografía: Adrià.<br />

Los huertos son espacios “ocupados” por los badienses más allá<br />

de la carretera que va a Cerdanyola. Constituye un uso inesperado para<br />

el visitante de Badia. Se trata de unas 600 fincas cuidadas por vecinos<br />

en territorio de Cerdanyola. Parece como si Badia se resistiera a perder<br />

su origen agrícola, nutriéndose de fuentes de aguas limpias que, según<br />

dicen sus habitantes, quedaron de las antiguas fincas de la zona. “Ir al<br />

huerto en Badia” es una actividad cotidiana interesante y vital para muchos<br />

de sus residentes.<br />

informaciones e imágenes que aquí se presentan nos hablan de la<br />

singularidad de Badia, que no es más que el ejemplo de las singularidades<br />

de otros muchos espacios físicos a los que se les asigna el calificativo de<br />

barrio dormitorio. A la homogeneidad inerte y deslucida que ve reflejada<br />

en la monotonía de los bloques quien circula por la autopista a cien<br />

kilómetros por hora, los “de dentro” han contrapuesto una imagen rica,<br />

heterogénea, inquieta… en definitiva, viva.<br />

Sobre Badia del Vallès pesa una imagen negativa que le fue<br />

atribuida hace ya demasiado tiempo. Es momento de cuestionarla desde<br />

fuera, ya que también hace mucho tiempo que no se la creen los de dentro.<br />

Sólo nos queda agradecer a Badia del Vallès el habernos acogido<br />

como a unas vecinas más en sus lugares: sus plazas, calles, entidades e<br />

instituciones. Y dar las gracias muy especialmente a todos y todas nuestras<br />

informantes, que han compartido con nosotras opiniones y recuerdos con<br />

la sencillez de quienes tienen la confianza en el otro como norma de<br />

convivencia.<br />

BIBLIOGRAFÍA<br />

Ajuntament de Badia. Neix un poble. Badia del Vallès (Ajuntament de Badia del Vallès, 2003).<br />

8. A modo de conclusión. Sobre las gentes de Badia<br />

Este trabajo ha buscado explicar la imagen espacial que tienen<br />

los vecinos de Badia de su propio municipio, de ese entorno vital al que<br />

llaman ora ciudad, ora barrio, ora pueblo… de ese lugar en el que discurre<br />

su vida cotidiana y en el que se construye parte de su historia. Lo hemos<br />

hecho conjugando diferentes medios: sus palabras en las entrevistas, sus<br />

imágenes a partir de fotografías propias y, por último, a través de mapas<br />

cognitivos que plasman la imagen mental de los informantes sobre su<br />

ciudad.<br />

De la misma manera que un mosaico está formado por muchas<br />

piezas, aquí se ha buscado recomponer el imaginario de un espacio<br />

común a los vecinos de una población que hasta ahora nos era desconocida.<br />

Arenós, Paloma. “Badia del Vallès sobrevive con las subvenciones de la Generalitat”, La Vanguardia<br />

(edición digital), Barcelona, 19 de diciembre de 2004.<br />

Bengoechea, Soledad. Els secrets del Poble Espanyol 1929-2004 (Barcelona: Pemsa, 2004).<br />

Jané, A. y Caldes, M. Ciutat Badia: Barri, ciutat i sistema metropolità (Barcelona: Generalitat de Catalunya,<br />

1987).<br />

Oñate, J. Primera història de Ciutat Badia 1975-1985 (Terrassa: Centre Cultural de Ciutat Badia, 1985).<br />

Oñate, J. Primera història de Badia del Vallès:1985-1993 (Terrassa: Centre Cultural de Badia, 1993).<br />

Oñate, J. y Quintana, A. Primera història de Badia del Vallès (1995-2005) (Centre Cultural Nova Badia,<br />

2005).<br />

Rovira, B. y Santos, I. Badia del Vallès. Els barris d’Adigsa, 33 (Generalitat de Catalunya, 1995).<br />

NOTAS<br />

1 Se han realizado 26 entrevistas semiestructuradas a vecinos y vecinas de Badia del Vallès que han<br />

colaborado de forma voluntaria en la elaboración de un mapa cognitivo de Badia y en el fotografiado<br />

de lugares representativos del municipio desde su perspectiva particular, basada en su experiencia<br />

cotidiana.<br />

61<br />

130 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis


2 Los mapas cognitivos, también conocidos como mapas mentales, constituyen un tipo de procesamiento<br />

mental, o “cognición”, compuesto por una serie de transformaciones psicológicas mediante las cuales<br />

un individuo puede adquirir, codificar, almacenar y decodificar información sobre la ubicación y atributos<br />

relativos de su entorno espacial cotidiano o metafórico. Mediante los mapas cognitivos, el individuo<br />

estructura su conocimiento espacial, permitiendo que “el ojo de la mente” componga imágenes para<br />

reducir la carga cognitiva de la información disponible. Estos modelos mentales simplificados –cuya<br />

representación ha sido trasladada al papel directamente por los entrevistados– sirven para percibir,<br />

contextualizar y entender lo que de otro modo sería una realidad compleja.<br />

62 ZONE<br />

DEBORAH FERNÁNDEZ<br />

3 “Es van construir dues centrals de formigó dintre de la mateixa obra” recorda en Piqueras. “Una feia<br />

els plafons dels blocs Estrella i l'altra, els dels blocs Alcalá, nom amb el qual es coneixien els blocs més<br />

alts, ja que Cubiertas ja havia experimentat aquest sistema a Alcalá de Henares. La patent dels prefabricats<br />

era d'una empresa francesa, que s'encarregava de l'assistència tècnica. Cada dia sortien de les<br />

formigoneres entre catorze i quinze cases!”.<br />

4 Según el Institut Català d´Estadística, Badia es el municipio de Cataluña con menor renta familiar<br />

disponible per cápita (7.400 euros por año y habitante). El municipio depende de un programa de<br />

subvenciones de la Generalitat para compensar la falta de ingresos. “‘Badia es pobre porque su diseño<br />

no le permite crecer más y va a seguir necesitando ayuda de la Generalitat durante tiempo, pero se vive<br />

bien’, apunta una funcionaria” (La Vanguardia, 19 de diciembre de 2004).<br />

5 Perros Callejeros es una película de acción dirigida por José Antonio de la Loma en 1977. Cuenta<br />

la historia de un grupo de delincuentes juveniles con dos personajes centrales, “el Vaquilla” y “el Torete”,<br />

en la Barcelona de los años setenta. Algunas escenas se rodaron en Badia y en otras áreas de la periferia<br />

barcelonesa. La película causó un gran impacto en la Barcelona de la época.<br />

6 Información proporcionada por responsables del servicio en la sede de la AAVV Badia.<br />

63<br />

Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 131<br />

Subterranis Zone Deborah Fernández


64 65<br />

132 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Deborah Fernández Zone Subterranis


66 67<br />

Subterranis Zone Deborah Fernández <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 133


68 69<br />

134 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Deborah Fernández Zone Subterranis


70<br />

Subterranis Zone Deborah Fernández <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 135


Ateneu Barcelonès. Calle Canuda 6. Barcelona<br />

25 de marzo de 2001<br />

19.30 h<br />

El profesor Manuel Delgado observa minuciosamente<br />

el perfil de la presentadora del acto y escucha, a lo lejos, el<br />

sonido de los numerosos asistentes acomodándose en las<br />

sillas del auditorio del Ateneu Barcelonès. Se fija en las dimensiones<br />

de la oreja de la chica mientras ésta enumera,<br />

como una especie de retahíla de frases memorizadas, un<br />

currículo innecesario de honores académicos, libros escritos<br />

hace tiempo y participaciones en eventos diversos, algunos<br />

de los cuales o no se celebraron cuando la joven explica o<br />

tuvieron bastante menos solemnidad que la que ella intenta<br />

aportar con su tono de voz y su dicción precisa. Durante<br />

unos segundos Manuel Delgado intenta adivinar –sin<br />

lograrlo– la edad de la chica, luego inicia con parsimonia<br />

un ritual que consiste en quitarse el reloj de la muñeca,<br />

mirarlo una última vez y colocarlo delicadamente a escasos<br />

centímetros del grupo de folios mecanografiados que<br />

constituyen la conferencia que leerá esta tarde. Después<br />

bebe un trago de la botella de agua, sopla con fuerza el<br />

micrófono para ver si funciona y se rasca disimuladamente<br />

una pierna.<br />

—Lo diré sin adornos y para romper el hielo: NOS<br />

HEMOS DEJADO ARREBATAR LA MEMORIA.<br />

»Sí; ya sé que ustedes piensan que esto que acabo de<br />

plantear es una boutade alarmista o un truco de astuto<br />

conferenciante mediático para ganarse desde el principio<br />

a la audiencia, pero es exactamente lo que pienso –explica<br />

3<br />

136 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria


4<br />

el profesor Delgado con su habitual tono de enfado, mientras<br />

un par de jóvenes con rastas sentados en las últimas filas<br />

cuchichean entre ellos y sonríen y asienten ostentosamente<br />

con la cabeza–. No he venido hoy aquí a evangelizar a nadie,<br />

pues los que me conocen saben que soy ateo confeso, devoto<br />

de la iconoclastia, exmaoísta y admirador de Leon Trotsky<br />

–se oye la carcajada solitaria de un individuo bajito que se<br />

sienta justo delante del orador– y por ello, porque lo que<br />

quiero exponer hoy aquí son sólo algunas preguntas y no<br />

un conjunto de certezas, quisiera lanzaros así, a bocajarro,<br />

cuatro cuestiones que matizan e ilustran mi afirmación inicial<br />

de que NOS HEMOS DEJADO ARREBATAR LA MEMORIA.<br />

»La primera pregunta es: ¿de quién es la ciudad en la<br />

que vivimos? –el profesor Delgado hace una pausa teatral,<br />

mira desafiante al auditorio y hace el gesto de contar con<br />

su mano abultada–. Segunda pregunta: ¿los políticos que<br />

gobiernan esta ciudad representan todas y cada una de las<br />

sensibilidades que aquí se dan cita, por minoritarias que éstas<br />

sean? Tercera pregunta: ¿la diversidad humana debe exhibirse<br />

como si fuese un show demagógico, trivial y mediático? –el<br />

individuo de la primera fila suelta otra carcajada que quiebra<br />

el silencio de la sala y que sirve para que un jubilado sentado<br />

a su derecha decida por fin levantarse y salir hacia la calle<br />

disimulada y pudorosamente–. Y cuarta y última pregunta:<br />

¿por qué tenemos que aceptar que los poderes fácticos nos<br />

laven la conciencia histórica y nos digan cómo debemos<br />

comportarnos en nuestra propia ciudad?<br />

El auditorio rompe en ese mismo instante en un sonoro<br />

aplauso, aprovechado por el profesor Delgado para beber<br />

otro trago de agua y volverse a rascar la misma pierna que<br />

al principio de su discurso.<br />

—Si me permiten sólo algo más, querría decirles que<br />

una cosa son espacios públicos de calidad y otra cosa son<br />

espacios públicos monitorizados e hipervigilados. Una<br />

cosa es urbanización y otra muy distinta lo que mi amigo,<br />

el geógrafo Francesc Muñoz, ha llamado, titulando un<br />

excelente libro suyo, ur-ba-na-li-za-ción –dice esta palabra<br />

separando las sílabas y con una lentitud enfática–, es decir,<br />

triunfo absoluto de lo fácil en el diseño de ciudades.<br />

»No podemos dar ningún tipo de cobertura social a este<br />

espacio racional, higiénico y desconflictivizado que algunos<br />

llaman Barcelona; un espacio supuestamente habitado por<br />

ciudadanos libres y responsables que se avienen en todo<br />

momento a colaborar y que asisten entusiasmados a las<br />

puestas en escena mediante las que el poder político se<br />

exhibe en todo su esplendor –se oyen algunos noes y toses<br />

y tímidos aplausos–. Una vez conseguida la coherencia en<br />

los planos y las maquetas, ya sólo hay que esperar que la<br />

ciudad así concebida se despliegue victoriosa sobre una<br />

sociedad urbana hecha de fragmentaciones, incongruencias<br />

y luchas. Basta una buena planificación para que el orden<br />

de la representación se imponga sobre el desorden de lo<br />

real, para que la amnesia triunfe sobre la memoria. Porque<br />

la memoria es, si ustedes me permiten decirlo así, el gran<br />

tema de esta publicación que hoy presentamos aquí; porque,<br />

y ya con esto acabo, SÓLO SI RECUPERAMOS LA MEMORIA<br />

PODREMOS RECUPERAR LA ACCIÓN.<br />

»Muchas gracias y paso la palabra a mi compañero<br />

Santiago López Petit.<br />

5<br />

La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 137


6<br />

Antena Escolar. Calle de Menorca 14. Badia del Vallès<br />

25 de marzo de 2001<br />

17 h<br />

A pesar del desorden, la cabina radiofónica huele a<br />

desinfectante. Hay una mesa circular situada en el centro<br />

y tres micros con las siglas AE grabadas en los mangos. De<br />

las paredes cuelgan licencias de emisión y una fotografía<br />

de Luis del Olmo entrevistado por el nuevo director de<br />

informativos. Sentado en una silla ergonómica está Ramon<br />

Argenté, el único locutor que queda del primer equipo de<br />

Antena Escolar. Delante suyo tiene una libreta de espiral<br />

abierta por la mitad, donde garabatea tramas geométricas<br />

siguiendo las cuadrículas de las hojas. Carraspea mientras<br />

escucha el pitido de la señal horaria primero y después la<br />

sintonía musical de su programa.<br />

—Buenas tardes a todos los oyentes de Viaje al Reino<br />

del Metal desde el 107.3 de la Frecuencia Modulada. Empieza<br />

en estos momentos, justo cuando los relojes marcan<br />

las cinco de la tarde –una hora menos en Canarias–, la tercera<br />

edición de DIEZ HORAS CON EL REY.<br />

»Como sabrán todos aquellos camaradas del rock and<br />

roll que nos siguen, estamos celebrando mensualmente un<br />

programa-homenaje en doce episodios para nuestro rey: el<br />

único, el irrepetible Elvis Aaron Presley, el chico de Tupelo,<br />

un pueblucho de Mississippi que cambió para siempre la<br />

historia de la música popular.<br />

»Empezamos el ocho de enero, con su nacimiento;<br />

continuamos el diez de febrero, el día que se grabó en los<br />

estudios de la compañía RCA, en Nashville, “Heartbreak<br />

Hotel”, la mejor canción jamás escrita.<br />

»Hoy veinticinco de marzo conmemoramos el famoso<br />

corte de pelo que tuvo que hacerse en mil novecientos cincuenta<br />

y ocho, en la base militar de Fort Chaffee, Arkansas,<br />

el recluta número cinco tres tres uno cero siete seis uno,<br />

conocido en el mundo entero como Elvis Presley.<br />

»Comenzamos en estos momentos, cuando son exactamente<br />

las cinco y tres minutos de la tarde y hasta las<br />

veintidós de la noche, una nueva edición de DIEZ HORAS<br />

CON EL REY, un programa-homenaje a través de fechas<br />

emblemáticas en la intensa biografía de Elvis.<br />

»Buenas tardes a todos y a todas desde Antena Escolar,<br />

la radio de Badia del Vallès. Soy Ramon Argenté y esto es<br />

Viaje al Reino del Metal.<br />

Tras hacer un gesto con la barbilla, el técnico de sonido<br />

da paso a la carátula musical del programa e inserta progresivamente<br />

las primeras notas de Teddy Bear.<br />

Librería La Central. Calle Mallorca 237. Barcelona<br />

25 de marzo de 2001<br />

19.30 h<br />

—Buenas tardes a todos. En primer lugar querríamos<br />

agradecerles de forma especial su asistencia a este acto de<br />

presentación del nuevo libro de Luis García Montero titulado<br />

La intimidad de la serpiente. También quisiera dar las gracias<br />

a la editorial Tusquets, a través de la persona del profesor<br />

Toni Marí, por su implicación para con este evento, así como<br />

a Antonio Ramírez, director de la Librería La Central, por<br />

la inestimable ayuda prestada en las cuestiones relacionadas<br />

con la organización. Y, por supuesto, una gratitud especial<br />

7<br />

138 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria


8<br />

y doble para Luis García Montero; gracias Luis por haber<br />

escrito un libro tan excepcional –en ese momento el poeta<br />

asiente mientras hace malabarismos con un bolígrafo Pilot<br />

rojo entre sus dedos– y muchas gracias también por estar<br />

hoy aquí entre nosotros, pues sé que has hecho un gran<br />

esfuerzo para encontrar un hueco en tu apretada agenda.<br />

»Dicho esto, quisiera lo más brevemente posible y antes<br />

de ceder la palabra al autor, presentar el acto que nos<br />

reúne aquí.<br />

»La publicación de un libro de poemas es siempre un<br />

pequeño milagro –se oye un murmullo de risas y arrastres<br />

de sillas que tranquilizan, por fin, al presentador y le hacen,<br />

fruto de la confianza recién adquirida, independizarse de<br />

las notas escritas y adoptar un tono mucho más coloquial<br />

para su monólogo. Todos sabemos que la poesía no está de<br />

moda como lo está la literatura precocinada en los círculos<br />

mediáticos, los escritores-promesa menores de treinta años<br />

o el fast thinking o pensamiento de saldo. Sin embargo, la<br />

poesía resiste todo tipo de embestidas y sigue siendo esa<br />

arma cargada de futuro que decía Blas de Otero; un arma<br />

que para cargarse de futuro debe mirar hacia el pasado.<br />

»Este libro que presentamos hoy aquí es un libro que<br />

participa de ese espíritu retroactivo, por decirlo de algún<br />

modo. Es un libro en el que la madurez es un estado anímico<br />

crítico y nada complaciente, un libro que rescata la memoria<br />

de un tiempo y la proyecta sobre cada uno de nosotros.<br />

»Nos reconocemos en esos ideales juveniles y también<br />

en esas claudicaciones posteriores; nos vemos iluminados<br />

por los destellos de la infancia y también por los borrones de<br />

la cuarentena. La memoria, insisto, esa memoria biográfica,<br />

moral y sentimental recorre los versos de este poemario que,<br />

según mi opinión, consolida a Luis García Montero como<br />

uno de los grandes poetas de nuestro presente. Por mi parte<br />

nada más. Nuevamente agradecerles su asistencia y cedo<br />

la palabra a Luis –otra vez se escuchan toses y nadie aplaude,<br />

para sorpresa del presentador del acto.<br />

El poeta toca con un largo dedo el micrófono que le<br />

han puesto delante, saca unas gafas de su bolsillo y se recoloca<br />

el flequillo de universitario indomable que aún mantiene,<br />

por una cierta coquetería juvenil.<br />

—Antes de empezar mi charla quiero decirles dos cosas:<br />

una es que detesto hablar en público porque soy de los que<br />

piensan que en los libros escritos por uno se encuentra todo<br />

lo que uno mismo puede decir de sí; la otra es que quien<br />

dijo que la poesía era un arma cargada de futuro no fue Blas<br />

de Otero, sino Gabriel Celaya.<br />

»Dicho esto, y a pesar de insistir en que explicar un<br />

poema es una especie de profanación, voy a “perpetrar” el<br />

sacrilegio de analizar mis propios poemas, es decir, voy a<br />

psicoanalizarme; espero que ustedes sepan perdonarme<br />

y no me denuncien a la policía –se oyen risas del público.<br />

»Con La intimidad de la serpiente he querido comparar<br />

las distintas contradicciones que ha vivido el país en el que<br />

fui niño y adolescente –que eran las contradicciones de<br />

la pobreza y del retraso– con las contradicciones de hoy, que<br />

son las de la riqueza y la modernidad. Esa fábula de la<br />

modernidad que nosotros tuvimos de adolescentes ahora<br />

la vemos realizada y vemos sus contradicciones. Sobre todo<br />

eso va el libro. Yo crecí en una ciudad como Granada donde<br />

existía la pobreza, en la que se veían los trenes y los autobuses<br />

llenos de gente que emigraba, y ahora cuando paseo con mi<br />

hija por la ciudad lo que veo es todo lo contrario. Ahora la<br />

9<br />

La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 139


10<br />

gente viene aquí a ganarse la vida. Es ese cambio antropológico<br />

–mucho más fuerte que lo que significó el paso de la<br />

dictadura a la democracia– de ser un país pobre a uno rico,<br />

consumista, seguro de sus derechos y con la prepotencia del<br />

lujo, ese cambio es el que está en la atmósfera del libro.<br />

»A propósito de la memoria a la que se refería Claudio<br />

en la presentación del acto, me gusta citar como ejemplo el<br />

ruido de una moto, que a mí me lleva a la Granada de los<br />

primeros años sesenta a las ocho de la mañana, cuando<br />

los albañiles iban con la “derbi obrera” a tomarse una copa<br />

de coñac junto a la estación. Sin embargo, para mi hija el<br />

ruido de una moto es la noche, la movida y la marcha. El<br />

vocabulario de la realidad ha cambiado, y ese cambio a mí<br />

me interesa como poeta porque también es un cambio de<br />

lenguaje, es el lenguaje de la realidad.<br />

»Decía António Lóbo Antunes que la imaginación es la<br />

memoria fermentada. Sin embargo, y aunque suene tópico,<br />

vivimos en un país sin memoria o un país muy mal relacionado<br />

con su memoria, donde los creadores no han ejercido<br />

como portavoces de la memoria colectiva sino que se han<br />

dedicado a otros intereses.<br />

»Para acabar y siguiendo con ese homenaje a la memoria<br />

que parece ser el eje argumental de esta noche, me gustaría<br />

leerles dos fragmentos del poema “Nochevieja” (1940, 1970,<br />

2000). El primero dice así: “La cenizas vivían / como lobos<br />

cansados en el televisor. / Allí estaban los himnos, / los<br />

santos y el Caudillo, / tras su mundo imperial de la espada<br />

y la bruma, / enfermos y apoyados / en la fragilidad de una<br />

madera inútil. / Por un momento rotos, pareció / que se<br />

habían quedado sin país.” El segundo es el siguiente: “¿Qué<br />

empezaba a romperse? / Más que el espejo sucio de las<br />

comisarías / y las salas de espera, / en el que se arreglaron<br />

sus trajes de domingo / las pobres gentes de la dictadura. /<br />

Mucho más que el silencio, / el cristo de la alcoba, / las fotos<br />

de familia numerosa / y el orden de los hijos / que deben ir<br />

a la universidad.”<br />

Se produce entonces un silencio incómodo en el auditorio.<br />

Luis García Montero, experto en este tipo de situaciones,<br />

se anticipa a los aplausos y da nuevamente unos toquecitos<br />

con el dedo en el micrófono.<br />

—Perdónenme ustedes, me olvidaba de agradecerles<br />

yo también la asistencia a este acto. Permítanme para ello<br />

despedirme con la última estrofa del último poema del libro,<br />

que se titula “La primavera de la esfinge” y dice: “Apágame,<br />

viajero / la luz cuando te vayas. / Recuérdame, lector, / al<br />

doblar esta página.”<br />

Suena en ese momento una ráfaga de aplausos potentes<br />

y uniformes, como si en lugar de ser reales fueran aplausos<br />

grabados.<br />

Calle de Oporto 1, 5. A. Badia del Vallès<br />

25 de marzo de 2001<br />

16 h<br />

La habitación no tiene ventanas. Hay un mueble hecho<br />

a medida que ocupa la totalidad de una de las paredes del<br />

cuarto. El mueble es de madera prensada y tiene cuatro<br />

módulos. En el primer módulo hay cajones para guardar<br />

ropa, una mesa que se dobla sobre sí misma hasta quedar<br />

escondida entre dos estantes y un altillo. El segundo módulo<br />

es una cama a la que hay que extender las patas antes de<br />

11<br />

140 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria


12<br />

dejarla reposar en el suelo. El tercer módulo es un armario<br />

con una barra para colgar perchas que se extiende y se recoge<br />

hacia dentro. El cuarto módulo es otra cama de patas extensibles.<br />

Arrinconada contra la puerta hay una mesita con una<br />

televisión y un vídeo.<br />

—¿Han llamado tus padres diciendo a qué hora vienen?<br />

—No, no han llamado. Igual tendría que llamarles yo,<br />

pero es que entonces se va a notar mucho que estoy controlando<br />

su llegada.<br />

—Igual sí que va a cantar mucho.<br />

Se hace un silencio incómodo entre los dos.<br />

—¿Y no se te ocurre alguna excusa para llamarles y,<br />

como quien no quiere la cosa, preguntarles cuándo piensan<br />

salir para acá? Piensa algo tú que tienes tanta imaginación.<br />

—Eso no es imaginar, Lidia, eso se llama mentir.<br />

—Mentir, imaginar... al final es un poco lo mismo, ¿no?<br />

Max Rockatansky: Jefe, ten.<br />

Fifi Macaffee: ¿Qué? ¿Qué pasa?<br />

Max Rockatansky: Toma esto, me doy de baja.<br />

Fifi Macaffee: ¿Otra vez?<br />

Max Rockatansky: Otra vez no, va en serio, me marcho.<br />

Fifi Macaffee: Siéntate.<br />

Max Rockatansky: No, no vine aquí a discutirlo sino a<br />

decírtelo. Me voy.<br />

Fifi Macaffee: ¡Espera un minuto! De acuerdo, El Ganso perdió<br />

el pellejo pero hacía tiempo que se lo estaba buscando.<br />

Max Rockatansky: Te equivocas.<br />

Fifi Macaffee: Max, reconoce que sus métodos no eran<br />

adecuados. ¡He dicho que esperes! Eres un triunfador Max,<br />

lo mejor que tenemos y no voy a perderte porque se te haya<br />

metido eso en la cabeza.<br />

Dicen que el pueblo ya no cree en héroes y valientes. Tú y yo,<br />

Max, vamos a devolverles a sus héroes.<br />

Max Rockatansky: ¡Bah, jefe! ¿De verdad crees que vas a<br />

convencerme con tus discursos?<br />

Fifi Macaffee: Je, je, reconoce que estabas casi convencido,<br />

je, je.<br />

Max Rockatansky: Hasta luego jefe.<br />

Fifi Macaffee: ¡Eeeh! Venga hombre, ¿quieres que te suplique,<br />

que me ponga de rodillas y llore?<br />

Max Rockatansky: Ja, ja, ja.<br />

Fifi Macaffee: Un momento. Dame una razón.<br />

Max Rockatansky: Tengo miedo, jefe.<br />

Fifi Macaffee: Bah...<br />

Max Rockatansky: ¿Sabes por qué? Porque todo me parece<br />

un circo y empiezo a disfrutar con ello.<br />

Fifi Macaffee: ¡Qué tonterías se te ocurren!<br />

Max Rockatansky: Escucha, si sigo voy a acabar como<br />

cualquiera de ellos: loco perdido. Sólo soy de los buenos porque<br />

lo dice la placa de policía. ¿Entiendes lo que quiero decirte?<br />

—¿Tienes un montón de libros? ¿Te los has leído todos?<br />

–dice la chica mientras tienta con su mano izquierda el suelo,<br />

como buscando algo pero intentando que el chico no se dé<br />

cuenta.<br />

—Sí, casi todos. Algunos incluso me los he leído dos<br />

veces –responde él incorporándose un poco de la cama para<br />

vigilar lo que hace ella con su mano. Leer es lo que más me<br />

gusta hacer ¿sabes?, pero soy un poco raro leyendo. Siempre<br />

leo dos o tres libros a la vez. No sé por qué lo hago pero<br />

es así.<br />

—¿Y te enteras de los argumentos? ¿No se te mezclan<br />

unas historias con las otras? –contesta la chica al mismo<br />

13<br />

La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 141


14<br />

tiempo que levanta la sábana y mira de costado hacia los pies<br />

de la cama, siguiendo con su búsqueda.<br />

—No, no se me mezclan. Tengo bastante memoria y<br />

además, cuando leo llevo una libreta donde voy apuntando<br />

cosas.<br />

—Ya. Y también he visto que escribes en los libros –dice<br />

ella para que él vea que ha observado algunos detalles significativos.<br />

—Sí, bueno. A veces, cuando no tengo la libreta a mano<br />

escribo en los márgenes de los libros. Por eso nunca dejo<br />

mis libros a nadie, ¿sabes?, porque no me gusta compartir mis<br />

pensamientos con la gente –contesta él mientras tienta con<br />

su mano derecha el suelo, buscando algo pero intentando<br />

que la chica no se dé cuenta.<br />

—Yo no he leído nada de lo que tú has escrito en tus<br />

libros, ¿eh? He visto que había cosas escritas y por eso te lo<br />

he dicho, pero yo no las he leído –responde ella levantando<br />

la pelvis y pasando la mano por el trozo de cama que hay bajo<br />

sus riñones.<br />

—Me da lo mismo si tú lo lees, porque tú no eres como<br />

el resto de gente –dice esto mirando hacia el techo, mientras<br />

nota que la chica se ha puesto colorada–. ¿Buscas esto? –y le<br />

enseña unas bragas de algodón grises con rayas blancas, lo<br />

que aumenta el sonrojo de la joven.<br />

—¡Eres la hostia, Dani! –contesta ella al mismo tiempo<br />

que va metiendo sus dos piernas en los huecos de las bragas<br />

y se cuida de que la sábana le tape el gesto.<br />

—¿Por qué soy la hostia? ¿Porque te dejé leer mis escritos<br />

–cosa que no he dejado hacer nunca a nadie– o porque<br />

encontré tus bragas? –dice él con una media sonrisa y como<br />

si estuviese atrapado en el diálogo ocurrente de una secuencia<br />

—No sé. Por todo.<br />

—Oye, ¿yo te gusto por algo especial? ¿O estás dejándote<br />

llevar? –le pregunta él a bocajarro.<br />

—No sé. Eres distinto a los demás. Mira Dani, a mí me<br />

da mucha vergüenza hablar de mis sentimientos... No estoy<br />

acostumbrada. Con los otros tíos casi nunca hablaba. Íbamos<br />

a lo que íbamos y luego cada uno por su lado. Nunca he sido<br />

tía de mucho hablar, la verdad.<br />

Passeig de Sant Joan 21. Principal 2. Barcelona<br />

25 de marzo de 2001<br />

22.45 h<br />

El profesor Manuel Delgado llega a su casa después de<br />

la presentación de su último libro. Entra sin hacer ruido y se<br />

dirige al comedor para ver si hay alguien. La sala está vacía<br />

pero hay una lamparita encendida. La apaga, va a la cocina<br />

a buscar un vaso de agua y se marcha a su despacho. Se<br />

sienta delante del ordenador, enciende un purito y abre el<br />

correo electrónico. Los mensajes empiezan a caer en tromba.<br />

Con los preparativos para el libro hace una semana que no<br />

toca el ordenador y tiene ciento dieciséis mensajes nuevos.<br />

Da un vistazo rápido a los nombres de los remitentes, reconoce<br />

a unos cuantos pero le asalta una grandísima pereza sólo con<br />

pensar en contestar a alguno de ellos. Cierra el correo electrónico,<br />

bebe un trago de agua, se recoloca en la silla y abre<br />

el explorador de internet. Por defecto salta la página. Manuel<br />

Delgado escribe en el sobre de dirección barcelona /indymedia.org<br />

y espera. La página tarda mucho en cargarse debido<br />

a la gran cantidad de fotografías a gran resolución, por lo<br />

15<br />

142 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria


16<br />

que vuelve a Google. Escribe entonces la palabra manuel<br />

delgado y pulsa enter. La séptima entrada de la búsqueda<br />

dice: Manuel Delgado Villegas – Wikipedia. A Manuel Delgado<br />

se le considera el peor asesino de la historia criminal ... Manuel<br />

Delgado Villegas no tuvo abogado defensor hasta seis años<br />

y medio tras... es.wikipedia.org / wiki / Manuel_ Delgado_Villegas<br />

– 14k – . No entra en esta página. Sin embargo, sube al inicio<br />

y vuelve a comenzar la búsqueda, aunque esta vez por imágenes.<br />

Va pasando a través de fotografías suyas y de gente<br />

desconocida que también se llama Manuel Delgado. En<br />

medio de éstas aparece la imagen de una lápida perfectamente<br />

encuadrada, en la que se lee DELGADO. Abre la página,<br />

que está dedicada a retratos de cementerios. La lápida en<br />

cuestión pertenece al Mount Olivet Cemetery, en Fort Worth,<br />

Texas. En el lado derecho dice FATHER, MANUEL SR, JAN. 6,<br />

1920 – JAN. 8, 1989. En el lado izquierdo MOTHER, RICARDA,<br />

FEB. 6, 1921. En medio, con letras mayúsculas muy grandes,<br />

se lee DELGADO. No entiende por qué la señora Delgado no<br />

tiene fecha de defunción, pero aventura dos o tres teorías<br />

posibles. Ninguna le convence totalmente. Cierra la página<br />

sin querer cuando en realidad pretendía pulsar el botón de<br />

ir hacia atrás. Vuelve a abrir Google nuevamente y escribe<br />

en el sobre de búsqueda la palabra MEMORIA, con letras<br />

mayúsculas. El buscador le muestra una colección de imágenes<br />

sin ningún tipo de relación entre sí: cuadros de Dalí y Magritte,<br />

gráficos incomprensibles, componentes informáticos, reproducciones<br />

de especies florales y una fotografía en blanco<br />

y negro de Aldo Moro secuestrado, sin afeitar, esbozando<br />

una especie de sonrisa, sentado delante de una bandera en<br />

la que se lee Brigate Rosse. Manuel Delgado borra la palabra<br />

MEMORIA y escribe ORNELLA VANNONI, luego MONICA<br />

VITTI. Se queda un rato mirando las fotografías en miniatura<br />

de la actriz italiana y se imagina a él mismo mucho más<br />

delgado, vistiendo un esmoquin negro con pajarita y cantando<br />

en un club glamuroso de luces bajas, posavasos de cristal<br />

y mesillas redondas, como si fuese Frank Sinatra o, mejor,<br />

Dean Martin. Tararea una estrofa de “Per sempre”, la canción<br />

de Adriano Celentano: “Ci sarò per sempre / in ogni parte<br />

ovunque / ci sarò con te per sempre / se qualcuno non ti<br />

sente / Non importa se poi / sarà un destino amaro / non<br />

importa perchè / Tu sei per me il bene più caro.” Luego<br />

escribe en Google ACTRICES ITALIANAS y sólo le aparece un<br />

documento. Vuelve a probar con la palabra ACTRICES RUBIAS.<br />

Finalmente Manuel Delgado escribe SCARLET JOHANSSON<br />

en el sobre de dirección de Google. El buscador le responde<br />

con Quizá quiso decir SCARLETT JOHANSSON pero, a pesar<br />

del error en la redacción, le ofrece seis páginas con fotografías<br />

de la protagonista de Lost in Translation. Abre cada una de<br />

ellas y observa detenidamente los gestos de la joven, su<br />

artificial manera de posar ante la cámara. Se nota que no es<br />

una modelo profesional y que interpreta con dificultades el<br />

modo en que se muestra al objetivo. Pincha una imagen en<br />

que Scarlett Johansson está sentada junto a Bill Murray.<br />

Ambos tienen como fondo una pared empapelada con un<br />

dibujo que pretende simular una piel de cebra. Él viste traje<br />

negro y una inapropiada camiseta amarilla. Tiene el torso<br />

erguido, las manos encima de las rodillas y la cara picada<br />

por cicatrices que rememoran algún antiguo acné juvenil.<br />

Ella lleva una peluca rosa y una falda abierta en un costado.<br />

Los dos están con los ojos cerrados. Sin saber por qué guarda<br />

esta imagen en la carpeta de Mis imágenes y después apaga<br />

el ordenador.<br />

17<br />

La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 143


18<br />

—Delirio número ocho, Barcelona, veinticinco de marzo<br />

del dos mil uno –dice Manuel Delgado a una grabadora de<br />

mano diminuta–. Posible escena a incorporar en un hipotético<br />

guión para una representación teatral que (por supuesto)<br />

no tiene ninguna relación con el teatro de Bertolt Brecht.<br />

Primera visualización. Las luces se apagan y el telón sube,<br />

dejando ver el escenario vacío y en silencio. Un punto de luz<br />

muy dramático ilumina cualquier detalle anodino de una<br />

de las esquinas. El silencio se mantiene hasta que se escuchan<br />

algunas toses y los primeros murmullos. Entonces, de forma<br />

repentina, comienzan a oírse los sonidos grabados de una<br />

manifestación, donde las consignas particulares son ininteligibles.<br />

El volumen de este audio es excesivamente potente<br />

y el tono muy preciso. En un momento determinado se apagan<br />

durante unos segundos las luces generales de la sala y después<br />

vuelven a encenderse. Aparece en medio del escenario una<br />

chica rubia de espaldas, buscando ropa en un armario. La<br />

chica se gira hacia el público. Lleva la cara tapada por una<br />

especie de malla negra. Camina hacia su derecha, donde hay<br />

una cómoda antigua. Abre el tercer cajón y saca una máscara<br />

de carnaval veneciano, de aquellas que se aguantan mediante<br />

una varilla. La máscara reproduce el rostro de Virna Lisi en<br />

La hora 25, aquella película de Henri Verneuil en la que<br />

Anthony Quinn es un campesino rumano que se vuelve loco<br />

tras la invasión alemana durante la Segunda Guerra Mundial.<br />

La actriz rubia que tapa su cara con la fotografía de Virna<br />

Lisi se acerca al público y empieza a cantar una vieja canción<br />

revolucionaria italiana, concretamente “La Guardia Rossa”,<br />

que dice “Non ha pennacchi e galloni dorati, ma sul berretto<br />

scolpiti e nel cor, mostra un martello e una falce incrociati:<br />

gli emblemi del lavor! Viva il lavor!” Como un rumor de fondo<br />

se oye, unos minutos más tarde y pisando el texto de la chica,<br />

una voz casi inaudible de narrador masculino que en perfecto<br />

castellano lee el siguiente escrito: “Una extraña pasión invade<br />

a las clases obreras de los países en que reina la civilización<br />

capitalista: una pasión que en la sociedad moderna tiene<br />

por consecuencia las miserias individuales y sociales que<br />

desde hace dos siglos torturan a la triste Humanidad. Esa<br />

pasión es el amor al trabajo, el furibundo frenesí del trabajo,<br />

llevado hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo<br />

y de su progenitura. En vez de reaccionar contra esa<br />

aberración mental, los curas, los economistas y los moralistas<br />

han sacrosantificado el trabajo. Hombres ciegos y de limitada<br />

inteligencia...”<br />

Calle de Oporto 1, 5. A. Badia del Vallès<br />

25 de marzo de 2001<br />

17.15 h<br />

—Te propongo un juego, a ver qué te parece.<br />

—¿Un juego? –dice ella con cierto pudor e intentando<br />

ocultar, al mismo tiempo, ese pudor.<br />

—Sí, un juego –sigue explicando él entusiasmado. Te<br />

propongo que nos cambiemos los nombres y que sólo nosotros<br />

sepamos qué significan estos nuevos nombres. Será<br />

una especie de contraseña personal que nada más sabremos<br />

nosotros dos y que no podremos desvelar nunca a nadie,<br />

¿vale?<br />

—Bueno, ¿y yo qué tengo que hacer?<br />

—Tú tienes que pensarte un nombre para mí.<br />

—Ya.<br />

19<br />

144 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria


20<br />

—Tienes que pensar un nombre que tenga un significado<br />

especial. Piensa en algún recuerdo tuyo, en alguna particularidad<br />

mía, no sé, algo especial.<br />

—Es que yo no tengo imaginación y...<br />

—¡Joder, si te lo tomas con ese entusiasmo a tomar por<br />

el culo el juego! –interrumpe él con gran brusquedad, levantándose<br />

de la cama y quedando desnudo en medio de la<br />

habitación, con el pene hinchado y enrojecido–. ¿Tanto te<br />

cuesta pensar algo? Estoy intentando buscar experiencias<br />

diferentes que nos permitan compartir cosas distintas a las<br />

que hace todo el mundo. Ya te dije el otro día que si hay<br />

algo que no soporto es ser igual a los demás. No sé, dime<br />

capullo o engreído si quieres, pero no lo aguanto.<br />

—Vale, vale, no te cabrees. Ten un poco de paciencia<br />

conmigo –responde ella sin poder disimular una sonrisa<br />

y mirando como, mientras él agitaba los brazos por el enfado,<br />

su pene daba pequeños saltitos.<br />

—¿Qué estás mirando?<br />

—Nada, nada. Venga, sigamos con lo de los nombres.<br />

¿Tú ya has pensado en el mío?<br />

—Yo sí. Ya lo tengo. ¿Quieres saberlo?<br />

—Sí.<br />

—Jessie.<br />

—¿Por qué Jessie?<br />

—Te lo cuento después que me digas tú el tuyo.<br />

—¿El mío?<br />

—Sí.<br />

—El mío es... –mira entonces las sabanas que la cubren.<br />

Son unas sábanas inapropiadas para un adolescente de<br />

dieciséis años y ridículas para la conversación que los dos<br />

jóvenes tienen en aquel cuarto. Sólo el empecinamiento en<br />

la niñez de una madre puede explicar que esas sábanas<br />

formen parte de la escena que ocurre en la habitación. En<br />

esas sábanas aparecen reiterativamente los dos personajes<br />

de una serie de dibujos animados. Dos abejas que caminan<br />

sobre una gran hoja de color verde mojada por el rocío de<br />

la mañana–. El mío es Willy.<br />

—¿Willy? –dice él mientras se fija en la cara medio<br />

dormida de la abeja niño y en su ridícula cresta roja–. ¿Estás<br />

segura de que Willy es un buen nombre? Mira, te explico<br />

de qué va el mío y tómate un poco más de tiempo para<br />

pensar. Quizá lo dijiste un poco precipitadamente.<br />

—¿No te gustó, verdad? Ya te dije que no tengo imaginación<br />

–responde ella un poco decepcionada consigo misma.<br />

—No, no, no es eso. Mira, yo he pensado en Jessie<br />

porque es el nombre de la mujer de Max Rockatansky. ¿Has<br />

visto la película? Me refiero a si has visto Mad Max. Salvajes<br />

de la autopista.<br />

—No la he visto.<br />

—¿No? –dice él en un tono exclamativo excesivamente<br />

dramático, mientras salta otra vez de la cama y se empieza<br />

a poner los pantalones de un chándal. No me creo que no<br />

hayas visto Mad Max. Es mi película favorita. Lo sé todo<br />

sobre ella porque la he visto doce veces. ¿Sabes que se hizo<br />

con un presupuesto de 350.000 dólares y que, sin embargo,<br />

consiguió recaudar 100 millones de dólares en todo el mundo?,<br />

¿y que algunas de las cosas que dicen por la radio los<br />

Nightriders son letras de la canción “Rocker” de AC/DC?,<br />

¿y que se grabó en los desiertos de Australia?, ¿y que, ya<br />

con esto acabo y no te doy más la paliza, el coche que conduce<br />

Max (el "último de los V8 interceptors") es un Ford XB<br />

Falcon Hardtop, vendido en Australia entre diciembre<br />

21<br />

La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 145


22<br />

del 73 y agosto del 76, aunque el coche en la película tenía<br />

un motor V8 de 5.75 litros standard?<br />

—No, no lo sabía. Ya te he dicho que tengo una memoria<br />

desastrosa para los nombres. Además, no he visto la película.<br />

—Si quieres enciendo el vídeo y la pongo.<br />

—¿Y si vienen tus padres?<br />

—¡Hostia, es verdad! Se me había olvidado por<br />

completo. Creo que lo mejor es llamarles con alguna excusa<br />

para asegurarnos –dice él mientras sale de la habitación<br />

saltando sobre un pie y calzándose el otro.<br />

—Dani, ¿qué vas a inventarte para que no se note que<br />

estás controlando cuándo llegan? –dice ella sentada en la<br />

cama y poniéndose el sujetador.<br />

—Les voy a decir la verdad –responde él desde el quicio<br />

de la puerta, mirándola con el gesto de un héroe deportivo<br />

típico de las películas de amor adolescente–. Les voy a decir<br />

que no pueden venir aún porque tengo una chica en mi<br />

cama.<br />

—Oye, ya sé el nombre que me he inventado para ti –le<br />

dice ella mirándole las piernas–. Te llamaré Mad.<br />

—¿Seguro...? ¿No te parece mejor Max? Suena mejor,<br />

más contundente ¿no crees?<br />

—Si tú lo dices...<br />

—Yo creo que Max es una idea de puta madre. Voy a<br />

llamar, ahora vengo, no te muevas de la habitación, Jessie.<br />

Hotel Citadines, Ramblas 122. Barcelona<br />

25 de marzo de 2001<br />

23.28 h<br />

Primera llamada telefónica:<br />

—Hooola, ¿qué?, ¿cómo fue la presentación?<br />

—Hola, pues más o menos como siempre: aburrida.<br />

—¿Aburrida por lo que dijiste tú o por lo que dijeron<br />

los demás?<br />

—Por todo un poco.<br />

—Bueno, ¿pero no hubo nada interesante? ¿Y Claudio<br />

qué tal estuvo? ¿Se puso igual de nervioso que la vez de<br />

Madrid?<br />

—Ya conoces a Claudio en público. Estuvo correcto pero<br />

nada más. Antes de empezar la charla quedamos en que<br />

centraríamos la cosa alrededor de la memoria y por ahí<br />

andamos. ¡Ah! Sí que hubo algo interesante, Claudio citó la<br />

siempre socorrida y original frase: “La poesía es un arma<br />

cargada de futuro.”<br />

—¡No me lo puedo creer! Lo tenía yo por un tipo original,<br />

¿no? Cuando vamos de copas..., no sé, nunca se me ocurriría<br />

decir semejante estupidez en la presentación de tus poemas.<br />

—Ni de mis poemas ni de los de nadie. Pero espera, que<br />

encima dijo que la frase era de Blas de Otero, aunque cuando<br />

tomé la palabra lo primero que hice fue corregirle.<br />

—¡Pobre! Menudo trago debió de pasar. Es que no sé por<br />

qué Claudio se mete en ese tipo de historias. Él es muy bueno<br />

en lo suyo, en la universidad, escribiendo esos textos llenos<br />

de citas y referencias eruditas... Pero parece que con esto<br />

no tiene bastante y se empeña en hacer vida social. No lo<br />

entiendo, con lo bien que está uno en su casa tranquilo.<br />

23<br />

146 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria


24<br />

Bueno, sí lo entiendo. Para mí Claudio siempre ha querido<br />

ser poeta y no ha podido o no ha sabido o no le han dejado<br />

las circunstancias. ¿No crees?<br />

—Igual sí, no lo sé, tú le conoces mejor que yo.<br />

—Bueno, ya veo que no tienes muchas ganas de hablar;<br />

quizá te dejaste todas las palabras en el auditorio.<br />

—No, no es eso. Es que me duele un poco la cabeza.<br />

—¿Entonces qué? ¿Me vas a decir lo que has explicado<br />

o no? ¿De qué has hablado?<br />

—He hablado de la niña.<br />

—¿De qué niña?<br />

—¿De qué niña va a ser?, de nuestra niña.<br />

—¡Venga Luis! ¿No me dijiste antes que pactasteis con<br />

Claudio lo de la memoria?<br />

—Pues por eso hablé de la niña, de su memoria y de<br />

la nuestra, bueno, de la mía.<br />

—Ya...<br />

—Oye, tengo que cortar que es tarde y quedé en hablar<br />

con Cruz esta noche. Me ha dejado seis mensajes en el<br />

contestador por lo de los artículos de El País.<br />

—¿A qué hora vuelves mañana? ¿A mediodía, no?<br />

—No, a mediodía no. Me parece que cojo el avión por<br />

la noche después de cenar.<br />

—¿Después de cenar? Pensaba que venías antes.<br />

¿Has quedado con alguien?<br />

—Más o menos. Toni Marí me ha propuesto algo y Nacho<br />

Vidal también. Ya veré con qué plan me quedo.<br />

—¡Hombre, ni lo dudes, entre el neorromántico director<br />

de Marginales y el salvaje actor porno de moda no hay color!<br />

—Me refería a Ignacio Vidal-Folch, el escritor y hermanísimo.<br />

—Ya lo sé, era una broma. Aunque ten cuidado con lo<br />

que le dices, que ya ves lo que le pasó a Manolo Vázquez.<br />

—Es verdad. Bueno oye, hasta mañana, que voy a llamar<br />

a Cruz.<br />

—Vale, ya te dejo. Hasta mañana.<br />

Segunda llamada telefónica:<br />

—¿Juan? Hola, ¿qué tal? ¿Te llamo demasiado tarde?<br />

Perdona por no haberte contestado antes pero es que la<br />

presentación se alargó un poco. (...) Bien, correcta (...). Sí,<br />

sí, se los di de tu parte. (...) Ni me lo nombres. Estuvo nefasto<br />

(...). Sí, sí, mucho peor que en Madrid y eso que lo tenía difícil<br />

para superar tan alto listón (...). Sólo te diré un dato y lo<br />

dejamos ahí: ahora resulta que Blas de Otero fue el autor de<br />

aquello que la poesía es un arma cargada de futuro (...). Como<br />

lo oyes, lo soltó y se quedó tan ancho. (...) ¿Yo qué voy a decir?<br />

Lo primero corregirle en público y luego intentar salvar los<br />

muebles como pude. (...) No sé, decidimos hablar sobre la<br />

memoria, fíjate que originalidad. (...) Sí, sí, mejor centrarnos<br />

en lo nuestro. Oye (...), sí, he leído el mail y me parece correcto.<br />

No sé yo si podré cumplir totalmente porque son muchos<br />

textos..., ¿al final cuántos artículos me decías que eran? (...)<br />

Ya, (...), sí, (...), sí, (...), sí, en principio creo que sí puedo<br />

hacerlo. (...) Sí, bueno, no quería decírtelo yo pero ése es un<br />

“aliciente” importante (...). ¡Ja, ja, ja! (...), sí, es un “aliciente”<br />

66<br />

que ya me he gastado antes de cobrarlo. (...) Totalmente de<br />

acuerdo (...), sí, al final escribimos para pagarle a los albañiles.<br />

(...) ¡No, no, eso nunca; antes muerto! (...) ¡Eso, ja, ja! (...),<br />

aunque para sencilla ella y esos artículos sobre el chalet<br />

y Evelio y todo eso. (...) ¡Es increíble cómo la gente se ha<br />

enganchado a esas gilipolleces! ¿Y en el periódico qué dicen?<br />

25<br />

La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 147


26<br />

Porque la Revista de Agosto es ya un monográfico suyo (...).<br />

Sí, sí, nunca mejor dicho lo de “revista”. (...) ¡De verdad que<br />

yo tampoco me lo explicó lo de Antonio! Cómo ha consentido<br />

eso él, que es un tipo serio y concienzudo... (...) Ya, ya, pero<br />

por mucha teoría literaria que le metas no sé si puedes<br />

escaparte. (...) Sí, sí, mejor pasemos a otra cosa. Oye, por<br />

cierto, ¿te has enterado de la nueva de Cueto? (...) No, no,<br />

no me refiero a eso. Yo eso ni lo he leído ni creo que lo lea.<br />

Lo que te digo son unas declaraciones que se ve que ha hecho<br />

en no sé qué simposio sobre museos (...). No, no, en Madrid<br />

no, creo que fue en Gijón o en Oviedo, ya te lo diré. Me lo<br />

ha enviado Benjamín por mail. Bueno, el caso es que (...).<br />

No, sí, (...), más o menos, pero esta vez ya se ha puesto<br />

totalmente apocalíptico. Dice que la clase intelectual de<br />

este país tiene la culpa de que España haya perdido el<br />

tren de la modernidad, que los intelectuales de los sesenta<br />

y setenta frenaron la utilización de las nuevas tecnologías y<br />

provocaron el desfase que tenemos ahora en cuanto a<br />

creatividad (...). ¿Qué? ¿Qué decías?, es que se te va la voz,<br />

Juan. Muévete un poco que si no pierdes la cobertura. (...)<br />

Ahora, ahora sí. (...) ¡Hombre por supuesto que sé a quién<br />

se está refiriendo! Pero es que ése no es el tema, la cosa es<br />

que para mí Cueto ya se ha convertido totalmente en una<br />

parodia de sí mismo, una especie de cruce entre un McLuhan<br />

de provincias y José Bové (...). Sí, eso, ahora que se ha ido<br />

al campo con la parabólica, nada más le falta tirar un ladrillo<br />

a algún McDonald’s y empezar a construirse la leyenda. (...)<br />

Bueno oye, pues nada, todo eso que pasa por nuestra querida<br />

“Hispania”. En fin, (...), sí, sí, eso. Cuando llegue a Granada<br />

te llamo y quedamos para firmar el contrato. (...) Vale, sí<br />

(...), de tu parte. (...) Hasta luego, Juan.<br />

Tercera llamada telefónica:<br />

—Hola, soy yo. ¿Estás ahí...? No sé si estás en casa. Creí que<br />

me habías dicho que te llamara a las doce. Son las doce y diez.<br />

Me he retrasado un poco porque tenía que hacer un par de<br />

llamadas urgentes. ¿Estás o no? Quizás estás en la ducha o has<br />

bajado a comprar tabaco. Bueno, te llamo un poco más tarde.<br />

—Hola otra vez, vuelvo a ser yo de nuevo. No sé..., parece<br />

que te escondes de mí. Te he llamado simplemente para decirte<br />

que desde que hablamos el otro día no he dejado de pensar<br />

en tus palabras. He estado dándole vueltas a todo, de verdad,<br />

evaluando los pros y los contras con objetividad, como tú<br />

decías. No sé si te ocurre lo mismo pero, para mí, el principal<br />

problema, la dificultad más grande que yo tengo para abordar<br />

todo esto es precisamente eso: pensar objetivamente. Estoy<br />

bloqueado, Lu; paralizado en un mismo punto y sin poder<br />

avanzar. Después de cada una de nuestras broncas veo clarísimo<br />

que lo mejor es dejarlo correr todo para que cada uno<br />

pueda reconducir su vida del modo que quiera; sin embargo<br />

luego, si me pongo a imaginar el día a día sin ti no puedo<br />

soportarlo. Es como si me quedase sin alicientes para continuar.<br />

Ya sé que tengo mi trabajo pero incluso hasta eso me<br />

resulta insuficiente si tú no estás. Ya sé que no debería estar<br />

diciendo esto ahora, que el otro día me dijiste que no es el<br />

momento de hablar así ahora pero es lo que me sale decir, es<br />

lo que pienso. Tenía muchas ganas de escuchar tu voz esta<br />

noche. He tenido un día horrible, uno de esos “días rojos”.<br />

¿Te acuerdas, Lu, de nuestros “días rojos”? Por cierto, fíjate<br />

lo que son las cosas: hay un cantautor sevillano que se llama<br />

Manuel Cuesta –un chico joven, más o menos de tu edad–<br />

que ha sacado un disco que se titula así: Días Rojos. En el disco<br />

67 68<br />

27<br />

148 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria


28<br />

hay una canción que adapta un poema mío, aquel que se llama<br />

“Live vest under your seat”. ¿Te acuerdas de ese poema? Empezaba<br />

con “Señores pasajeros buenas tardes / y Nueva York<br />

al fondo todavía, / delicadas las torres de Manhattan...”.<br />

Una mañana me dijiste que era uno de tus poemas preferidos<br />

y desde entonces a mí también me gusta más. Ya sé que<br />

no debería decir todo esto, ya me lo dijiste el otro día, pero<br />

es que no puedo pararlo, en serio. Bueno, ya te dejo tranquila<br />

que te estaré agotando la cinta del contestador. Tenía muchas<br />

ganas de escuchar tu voz esta noche. En fin, hasta luego, Lu.<br />

Calle de Oporto 1, 5. A. Badia del Vallès<br />

25 de marzo de 2001<br />

18.00 h<br />

Max Rockatansky: Jefe, ten.<br />

Fifi Macaffee: ¿Qué? ¿Qué pasa?<br />

Max Rockatansky: Toma esto, me doy de baja.<br />

Fifi Macaffee: ¿Otra vez?<br />

Max Rockatansky: Otra vez no, va en serio, me marcho.<br />

Fifi Macaffee: Siéntate.<br />

—¿Has podido hablar con tus padres? –dice ella con la<br />

camisa medio abierta, mientras guarda en su bolsa el sujetador<br />

blanco.<br />

—No, pero he hablado con los vecinos de arriba<br />

–responde él mirando fijamente hacia el televisor.<br />

—¿Qué te pasa? Estás muy serio. ¿Ya te has vuelto a<br />

emparanoiar otra vez? –le reprocha ella con cierto miedo,<br />

sin fuerza para presionarle un poco más.<br />

—No, no me pasa nada –dice sin dejar de mirar la pantalla<br />

de la tele. ¿Te has fijado en esta parte de la película? Es mi<br />

preferida.<br />

—No, no estaba mirando –se excusa ella de forma<br />

nerviosa–. ¿Por qué es tu parte preferida?<br />

—Porque sí, porque me parece que toda la película es<br />

una especie de prolegómeno de esa parte o, dicho de otra<br />

manera, porque ese diálogo es lo que da sentido a la película<br />

–dice él sabiendo que sus palabras son imposibles de entender.<br />

—No te entiendo, Dani. Como no he visto la película no<br />

sé a qué te refieres. Pásala hasta el principio y ahora ya sí me<br />

fijo –contesta ella tomando la única iniciativa de toda la tarde.<br />

—Imposible, tía. Otro día será. Mis vecinos me han dicho<br />

que mis padres han salido hace más o menos quince minutos,<br />

por lo que llegarán en media hora.<br />

—Bueno, pues entonces me voy pitando –responde ella<br />

un poco azorada, abrochándose la blusa y dando un vistazo<br />

general a la habitación en busca de algún objeto propio–.<br />

Bueno, ¿así qué? ¿Quedamos ahora o nos llamamos?<br />

—Mejor nos llamamos en dos o tres días; bueno, me<br />

llamas tú a mí mejor ¿no?<br />

—Sí, mejor que no llames a casa. Ya te llamo yo.<br />

Juzgados de Paz. Plaça de la Vila 1. Barberà del Vallès<br />

27 de marzo de 2001<br />

13.10 h<br />

Aunque ahora esto ya no tenga ninguna importancia<br />

conviene resaltar que en ningún momento Ramon Argenté<br />

planificó lo de las cartas anónimas. No estuvo observando los<br />

29<br />

La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 149


30<br />

movimientos de la chica a la hora del café ni espió las miradas<br />

del jefe ni les siguió a los dos a escondidas hasta alguna<br />

habitación del hotel Campanile del Centro Comercial Baricentro,<br />

donde solían terminar todas las escaramuzas amorosas<br />

de los habitantes de Badia y alrededores. No llevó a<br />

cabo persecución alguna por los domicilios de los dos supuestos<br />

amantes ni se ocupó de tenderles posibles trampas<br />

porque, de alguna manera, todo lo que sucedió durante esos<br />

dos días que duró el “asedio”, como dirían luego los abogados<br />

de oficio, fue fruto de una especie de impulso irrefrenable<br />

por desahogarse, por incorporar cierta mezquindad ajena<br />

a la mezquina existencia cotidiana que ya parecía haberse<br />

instalado en su propia persona.<br />

Y es que a pesar de todo lo dicho por esos mismos<br />

abogados embrutecidos durante las interminables horas de<br />

espera en salas inmundas, a pesar de sus apelaciones a las<br />

“irregularidades testimoniales” y a la “ausencia de eximentes<br />

psicológicos y morales” hay que señalar, aunque sólo sea<br />

para añadir más elementos absurdos a toda esta historia,<br />

que la maldad de Ramon Argenté no se incubó durante<br />

meses y meses de silencio impuesto a sí mismo como si fuese<br />

el único proyecto vital posible, sino que nació repentinamente<br />

una noche en la escalera de su casa, mirando de<br />

forma casual los nombres de los buzones de los vecinos y,<br />

unos cuantos pisos más arriba, delante de la puerta del<br />

quinto B, donde podía leerse un letrero de letras góticas con<br />

sus propios apellidos.<br />

Fue entonces, a punto de cerrar la puerta, cuando<br />

Ramon Argenté se quedó parado, inmóvil, escuchando el<br />

ruido que había abajo. Esperó alguna tos, el sonido de las<br />

llaves o un repiqueteo de tacones. Escuchó unos pasos en<br />

los pasillos inferiores, nuevamente el silencio y después una<br />

puerta que se abría y al instante se cerraba. Sin saber por<br />

qué comprobó que la luz de la escalera se apagaba sin que<br />

nadie volviese a encenderla. A oscuras caminó hasta el<br />

ascensor y se sorprendió por verlo en su rellano. Pensó qué<br />

vecino lo habría utilizado el último y a qué hora. Era poco<br />

probable que hubiese sido la señora del A, pues se acostaba<br />

muy temprano, los del C era imposible ya que se habían<br />

marchado a ver la jura de bandera de uno de sus hijos y en<br />

el piso D no vivía nadie. Miró otra vez al fondo de la escalera,<br />

entró con rapidez en su casa y cerró la puerta con llave. Se<br />

quedó nuevamente parado en el recibidor, apretando su<br />

libreta con el sobaco y aguantando la respiración de forma<br />

involuntaria. Se dirigió hacia el comedor y desde allí, sin<br />

encender ninguna luz, observó los objetos decorativos que<br />

se alineaban encima del televisor. Apoyado junto a la única<br />

ventana de la sala, separó cuatro dedos la cortina y vio la<br />

calle desierta, con el asfalto aún mojado por la lluvia. Bajó<br />

la persiana hasta abajo, sin dejar la más mínima rendija.<br />

Después juntó quince o veinte revistas que había dispersas<br />

por las habitaciones de la casa, cogió unas tijeras de la<br />

cocina y un paquete de folios del escritorio, encendió el<br />

tocadiscos y puso en un tono casi inaudible La cançó del<br />

cansat de Ovidi Montllor. Ahí empezaron esos dos célebres<br />

días que luego han sido reconstruidos milimétricamente,<br />

casi minuto por minuto, en los que Ramon Argenté no tuvo<br />

el más mínimo cuidado en borrar pista alguna de su implicación<br />

en los hechos.<br />

Sin embargo, bastaba con verle en silencio delante del<br />

juez para comprender que ninguna de las acusaciones vertidas<br />

sobre su persona le afectaban lo más mínimo. No le<br />

31<br />

150 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria


32<br />

avergonzaba el testimonio de la esposa del jefe diciendo que<br />

hacía mucho tiempo que su marido y ella no tenían ningún<br />

tipo de relación, que no se habían separado por respeto a<br />

los niños más pequeños pero que los mayores estaban totalmente<br />

enterados de lo que sucedía. No se inmutó ni siquiera<br />

cuando la señora explicó, avergonzada y mirando hacia el<br />

suelo, que se sintió culpable al enterarse de que su marido<br />

había estado durmiendo en el coche casi una semana cuando<br />

supo lo suyo con su cuñado y que no tenía valor de asistir<br />

los domingos a la Iglesia evangelista por lo que dirían el<br />

resto de feligreses.<br />

Tampoco cambió el semblante Ramon Argenté al ver<br />

en el estrado a su jefe ni al escuchar la voz quebrada de éste<br />

mientras contaba, atónito y resentido, que desde su nombramiento<br />

como director de la emisora Antena Escolar de<br />

Badia del Vallès había intentando convencer a los miembros<br />

más antiguos del equipo para que se quedaran pero que<br />

ninguno había aceptado alegando cuestiones personales,<br />

solo Ramonet, como le decían en la radio al acusado, con<br />

quien el trato cotidiano siempre fue, según palabras textuales<br />

del director de informativos, cordial y de respeto mutuo.<br />

Nada de todo el juicio parecía incidir en la moral de<br />

Ramon Argenté, ni los testimonios incriminatorios ni los<br />

diferentes discursos de los letrados; nada que no fuese la<br />

reconstrucción mental que el propio Ramon hacía de los<br />

hechos mientras iban pasando las horas en la sala de la vista<br />

oral; el modo en que se descubrió que había sido él quien<br />

meses antes envió a la chica de la emisora un ramo de rosas<br />

amarillas con una tarjeta de color también amarillo que<br />

decía: “Avalancha, ¿pretendes llevarme en tu caída? El gusto<br />

de la nada. CHARLES BAUDELAIRE”; el sentimiento de<br />

ridiculez que ahora le suscitaba imaginar cómo ella habría<br />

extraído la carta del interior del sobre, con sus dedos alargados,<br />

como quien se saca un pelo de la boca; las bromas que<br />

seguramente en estos momentos estarían haciendo los técnicos<br />

de sonido de la mañana con las señoras de la limpieza<br />

respecto a la costumbre, ya famosa en la radio, que tenía<br />

Ramon de dejar post-its con palabras extrañas sobre los cd’s<br />

de Elvis; los chistes que circularían en el bar de Vicente a la<br />

hora del desayuno, alimentados posiblemente por alguna<br />

hoja de su libreta recuperada de la papelera como si fuese<br />

un trofeo comunitario. Fueron todas esas instantáneas que<br />

circulaban juntas a través de su imaginación, unidas a aquella<br />

en que se recordaba con las manos sucias de spray rojo,<br />

delante de la fachada del número veinte de la calle de Oporto,<br />

leyendo en la fachada la frase escrita con su propia letra<br />

ANTONIO MARÍN BLANCO, ACOSADOR, el motivo por el<br />

cual cuando el juez le hizo levantarse y le preguntó si quería<br />

decir algo en su favor, Ramon Argenté movió de un lado a<br />

otro la cabeza y el juez le dijo que dijese en voz alta y clara<br />

su posición y Ramon Argenté contestó no señoría, quiero<br />

decir que no tengo nada que decir en mi favor.<br />

Calle de Oporto 1, 5. A. Badia del Vallès<br />

25 de marzo de 2001<br />

23.45 h<br />

A la atención del sr. Juan Carlos Onetti<br />

avenida América 76, 8. 1.<br />

28017 Madrid<br />

33<br />

La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 151


34<br />

Señor Onetti,<br />

Le envío esta carta como un gesto inconsciente pero<br />

imposible de controlar. Perdone pues, de entrada, mi atrevimiento,<br />

el cual puede achacarse al funesto cóctel que<br />

produce ser joven y apasionado de la escritura. No quisiera<br />

cansarle con vagos proyectos de gloria de los cuales carezco<br />

ni reclamarle consejo o ayuda alguna. Escribo para mi propio<br />

placer y dudo de que nunca permita a los demás leer todas<br />

las mentiras a través de las cuales robo horas al sueño y al<br />

trabajo. Sin embargo, de igual modo que rechazo cualquier<br />

vinculación con ciertos seres humanos del planeta creo firmemente<br />

en el compromiso con algunas palabras leídas y que<br />

parecen escritas para uno mismo, para decirle a la propia<br />

cara cosas que los espejos aún no son capaces de expresar.<br />

Por eso, porque tengo una deuda con usted que quiero ver<br />

saldada, le envío un conjunto de fragmentos inconexos de<br />

algo que debería convertirse en una novela si las fuerzas me<br />

lo permiten. El argumento de ese hipotético relato es prácticamente<br />

inexistente: un hombre recibe el encargo casi anónimo<br />

de traducir un manual de entomología y progresivamente,<br />

mientras avanza en esta tarea, va desordenando su<br />

existencia sin poder hacer nada al respecto. Circulan entonces<br />

por delante suyo una serie de personajes cuyas vidas son<br />

muchísimo más incomprensibles que las de los propios insectos<br />

que pueblan las páginas del libro que está traduciendo.<br />

También le adjunto el texto que usted escribió en Marcha<br />

el año 1939 y que fue el detonante que me armó de valor para<br />

enviarle esta carta.<br />

Saludos cordiales,<br />

Firmado: Daniel García Pérez<br />

El fragmento<br />

"Durar frente a un tema, al fragmento de vida que hemos<br />

elegido como materia de nuestro trabajo, hasta extraer, de él<br />

o de nosotros, la esencia única y exacta. Durar frente a la vida,<br />

sosteniendo un estado de espíritu que nada tenga que ver con<br />

lo vano e inútil, lo fácil, las peñas literarias, los mutuos elogios,<br />

la hojarasca de mesa de café. Durar en una ciega, gozosa<br />

y absurda fe en el arte, como en una tarea sin sentido explicable,<br />

pero que debe ser aceptada virilmente, porque sí, como se<br />

acepta el destino. Todo lo demás es duración física, un poco<br />

fatigosa, virtud común a las tortugas, las encinas y los errores."<br />

La deuda<br />

Entre los sucesivos paisajes Fuentes se dedicó a seleccionar<br />

sólo aquellos que no pudieran ser recordados. Los más<br />

monótonos, sólo los mediocres: una ladera con puesta de sol,<br />

la casa junto al arroyo... Nada de presencia humana y menos<br />

animal. La oscuridad también estaba prohibida.<br />

—No es posible que no exista la pureza. Debe de estar<br />

esperándome en alguna parte, sino cómo podría buscarla.<br />

—Cosas más difíciles se vieron. Hoy, por ejemplo, un<br />

político francés se tiró al fondo de un río. No era el Sena pero<br />

dice Le Monde que todas las tardes de su infancia las pasó<br />

remando con su padre en ese mismo río. ¿Quién te dice que<br />

no lo encontraron flotando, también por la tarde, otros niños<br />

que esperaban el empujón del barquero de turno? Estos otros<br />

niños lo verían entonces acercarse lentamente, sonriendo con<br />

la última brisa, la más apacible. Y el tipo seguramente llevaría<br />

el mismo traje de la mañana en el despacho, la pluma seguiría<br />

prendida del chaleco y, sin embargo, él estaba con el vientre<br />

lleno de agua y flotando.<br />

35<br />

152 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria


36<br />

A estas alturas todos sabían por qué Evelio se suicidó,<br />

dejando a Martina al frente del Rosanti. Sin embargo eso<br />

no bastaba, así que decidieron reunirse para seguir dándole<br />

vueltas a lo mismo de siempre. Desafiaron así el miedo;<br />

porque había mucho miedo a decir la única palabra que podía<br />

resumir todo lo sucedido, un pánico a conjurar los últimos<br />

tres años si se pronunciaban aquellas letras. Finalmente<br />

alguien, temerario o arrebatado por el coraje que aporta<br />

a veces el vino, rompió aquel silencio y dijo EPOPEYA.<br />

Fingió sentirse sucio y molesto con el desorden emocional<br />

que le envolvía, por lo que se marchó simulando,<br />

nuevamente y sin entusiasmo, unas cuantas zancadas que le<br />

hacían parecer algo más joven.<br />

Esta mañana crucé la calle donde se encuentra la casa<br />

de Fuentes. Pensé que podía haber sido más majestuosa, que<br />

tras leer la invitación había considerado que la casa debía<br />

ser enorme, muy luminosa. Ahora que me hallaba frente a la<br />

baranda, apoyando un hombro contra el número veinticinco,<br />

podía ser mucho más indulgente con el editor. Sacarlo del<br />

té servido por doncellas, de la atenta revisión de la clase de<br />

piano, de toda una decadencia que Fuentes se había encargado<br />

de cultivar y que yo me había obligado a hacer suya.<br />

Nada de esto servía ahora, sobre el número veinticinco. Nada<br />

del Fuentes pensado y tampoco nada del Fuentes por venir.<br />

Aun así había en todo ello una especie de pureza o acaso<br />

sería más conveniente llamarlo premonición, pues si iba a<br />

conocer por fin al editor y a su hija, mejor hacerlo de este<br />

modo, es decir, desconociéndoles. Tal vez sólo había una<br />

manera de avanzar por la casa con ventanas que jamás se<br />

abrirían, un solo modo de entrar en ellos, en los que allí<br />

vivían, en sus conversaciones, en sus silencios, en todas las<br />

tristezas que le estuve imaginando al editor y que, éstas sí,<br />

eran lo único verdadero.<br />

Y sin embargo he sentido una inquietud antes de<br />

despegarme del veinticinco y llamar a la puerta. Una apática<br />

y ausente conciencia de que un horror llegaba justo ahora,<br />

filtrándose por entre la imagen de Fuentes, la simplona<br />

curiosidad por su hija, su altura, la forma de sus caderas y el<br />

color de los ojos. Miedo, creo, solamente a la degradación<br />

física; un temor a que también la mente desfalleciese,<br />

acompañase al cuerpo en su desfallecimiento. Luego entraría,<br />

no yo, un hombre que quiere salir de su agujero para meterse<br />

en otro distinto e igualmente incomprensible, sino un misterio<br />

hecho trizas, alguien que no supo mantener sus supersticiones<br />

quietas en algún lado de sí y se dedicó a enturbiarlas con la<br />

lenta e inexorable descompensación del pulso, con la blancura<br />

de la frente, el leve sudor encima del labio y las manos, siempre<br />

las manos sabiendo más de la desdicha de uno que uno mismo.<br />

Da lo mismo cerciorarse que fabricar un consejo, al final<br />

son sólo dos formas posibles de hacer el ridículo.<br />

Le habían hablado en el casino de unas peñas que estaban<br />

al norte del pueblo. Un lugar donde supuestamente se produjo<br />

algún combate local que ni siquiera podría considerarse como<br />

una guerra. Quizá sólo fue la discusión ampliada de dos<br />

hombres en torno a unos naipes lo que se convirtió en ese<br />

simulacro bélico. Pero lo cierto es que lejos de las salas de<br />

juego cerradas al público, entre los dos o tres promontorios<br />

y los raíles de las minas abandonadas se apostaron hombres<br />

que no pretendían matar a nadie y que sólo querían tener<br />

razón. Por ello esa disputa no aparece en los documentos<br />

de la época ni en ningún manual de historia, y porque en esta<br />

lucha no hubo ni un solo muerto se podría decir, al mismo<br />

37<br />

La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 153


38<br />

tiempo y sin contradecirse, que nunca existió guerra alguna,<br />

que la guerra aún no ha comenzado o que también mañana<br />

volveremos a tener guerra.<br />

Ahora estaba en todas partes, con diferentes formas<br />

pero en todos sitios el mismo silencio. En el Pasaje San<br />

Jerónimo, en la estafeta de correos, en cualquier sitio de<br />

la ciudad. En todas y cada una de las parejas que se estaban<br />

besando contra la sombra de un muro ese silencio atroz que<br />

pasaba entre el alma de las cosas y de las gentes, llevándose<br />

todo consigo, llevándose todo lo que no fuese él mismo.<br />

Te miro. Miro la cara que tantas veces he imaginado.<br />

Estoy viendo tus ojos sin coraje ya, los pliegues de tu rostro,<br />

las facciones y los movimientos que un día quise comprender.<br />

No me das miedo; esto es lo que ahora importa. Puedo mirarte<br />

sin ver en ti nada más que un hombre, ni tan sólo eso: cuando<br />

te miro sólo veo una imagen y únicamente yo sé hasta qué<br />

punto esto es importante.<br />

Esta mañana he recordado la calle donde vivieron mis<br />

tías. En realidad el inicio del recuerdo no fue éste sino la cara<br />

de Irene. No vi casi nada, sólo un trazo difuso que me hizo<br />

recordar cómo se peinaba. Me pregunto si en verdad se<br />

trataba de una calle o era simplemente ella, mi infancia, a<br />

quien recordé.<br />

Además del inaudito encargo de la traducción estaba<br />

el reto de huir, la nostalgia por recobrar un afán cualquiera,<br />

nada perdurable. Sólo algo con lo que subir al tren y sentarse<br />

en el asiento indicado. Algo en lo que pensar mientras el tren<br />

se iba deslizando, monótono, sobre los raíles. Una retahíla<br />

que haría rimar con el traqueteo del tren, con el crujir de<br />

las frenadas. Porque este afán inconcreto, esta moderada<br />

voluptuosidad que el viaje había suscitado bastaban para<br />

este hombre que se dirigía a Alcolea en busca de una dirección<br />

escrita en rojo. Un hombre que era poco más que esa ansiedad<br />

y el ruido de las vías.<br />

Calle de Lugo 9, 2. D. Badia del Vallès<br />

25 de marzo de 2001<br />

23.45 h<br />

Cuando no estaba con Dani ella casi nunca salía a la<br />

calle. Hacía los recados de la casa, iba al instituto pero poco<br />

más. El resto del tiempo lo pasaba en su habitación, escuchando<br />

música y evaluando la maldad de su madre respecto a<br />

todos los hermanos excepto hacia el pequeño. Observaba la<br />

manera desaliñada de vestir de aquella mujer, sus tobillos<br />

hinchados y, sobre todo, las miradas que dirigía a sus hijos,<br />

el desprecio y la furia incontenible con la que les ponía el<br />

plato de comida en la mesa o les peinaba para ir al colegio.<br />

También miraba cómo le sobrecogía una especie de transfiguración<br />

en el rostro nada más escuchar las carreras del niño<br />

pequeño por la casa, el modo en que sufría viéndole chocar<br />

contra las puertas o escuchándole tartamudear cuando trataba<br />

de decir alguna frase sin sentido.<br />

Ella hacía todo esto y escuchaba música durante todo<br />

el día y también pensaba en alguna frase críptica de las<br />

muchas que solía decir Dani. Habitualmente, cuando estaban<br />

juntos, le era casi imposible pensar en nada y se abandonaba<br />

al sonido de las palabras de él y a sus propias sensaciones,<br />

pero cuando faltaban pocas horas para separarse se dedicaba<br />

a esperar algún pensamiento más o menos comprensible de<br />

él y se marchaba a casa dándole vueltas a éste, intentando<br />

39<br />

154 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria


40<br />

buscarle algún sentido oculto a eso que eran sólo palabras<br />

dichas para fascinar. Luego, una vez en su habitación, abría<br />

una especie de diario que le había regalado su hermana,<br />

apuntaba ciertas palabras y miraba su propia letra en el papel,<br />

concentrándose sólo en la fisonomía de su escritura, en el<br />

modo de hacer las eles y las uves. Después encendía la radio<br />

o el cassette, transcribía fragmentos de canciones, los memorizaba<br />

y los cantaba con la luz apagada, apoyándose la almohada<br />

muy fuerte contra la boca, para no ser oída por nadie.<br />

Y casi siempre le venía a la mente un mismo trozo de canción<br />

que le daba vergüenza recordar porque el cantante era un<br />

tipo famoso por sus baladas sentimentales pero que, sin<br />

embargo, a ella le gustaba el trozo de esa canción que decía:<br />

“Lady Laura, abrázame fuerte; Lady Laura, y cuéntame un<br />

cuento; Lady Laura, un beso otra vez; Lady Laura. Lady Laura,<br />

abrázame fuerte; Lady Laura, hazme dormir; Lady Laura, un<br />

beso otra vez; Lady Laura.”<br />

La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 155

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