The Red Tapes
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<strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong>
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<strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 51
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72 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Enrique Vila-Matas Dietario Voluble. Verano de porras eléctricas Excèntrics
6<br />
Verano de porras eléctricas<br />
Enrique Vila-Matas<br />
1<br />
Amanece en mi cuarto de las ventanas altas de la Travesía<br />
del Mal cuando, al inaugurar este cuaderno de notas o<br />
diario que escribiré desde Barcelona y otras ciudades<br />
nerviosas, me pregunto cuál es mi nombre, quién escribe,<br />
y se me ocurre que mi cuarto es como una cavidad<br />
craneal de la que surjo como un ciudadano inventado.<br />
De pronto viene en mi auxilio Erik Satie: “Me llamo Erik<br />
Satie como todo el mundo.” Recuerdo que un amigo me<br />
dijo que si esta frase me gustaba tanto era porque resumía<br />
mi noción de personalidad. Ser Satie sería entonces tener<br />
la conciencia de ser único, es decir, encontrar un modo<br />
propio de disolverse hacia el siempre memorable anonimato,<br />
donde lo único es atributo de todos.<br />
2<br />
Verano de faxes chapuceros que llegaban menguados<br />
y riéndose de la muerte. Verano de porras eléctricas. En<br />
la guapa Barcelona, peste turística con vómitos variados.<br />
Mucho artículo y reportaje refrescante en el circo mediático,<br />
como si quisieran decirnos que el verano, al igual que<br />
todo el año, es esencialmente inculto. Y, como siempre,<br />
la voz de ciertos vecinos que todos los años ponderan las<br />
maravillas de Barcelona cuando se queda vacía. ¿De verdad<br />
lo estaba? ¿Acaso no había, no hay mucha basura al sur<br />
de Barcelona?<br />
Escucho un blues mientras recuerdo que ayer paseé por<br />
las calles de Badia del Vallès, antes Ciutat Badia, el lugar<br />
sobre el que el artista sevillano Pedro G. Romero prepara<br />
para finales de año una exposición-reflexión en la Fundació<br />
Antoni Tàpies en torno a arrabales obreros, lo que él<br />
llama ciudades vacías, lugares que no son casi nunca<br />
noticia y donde parece que no suceda nada. Piensa Romero<br />
precisamente centrarse en Badia, la ciudad de la que es<br />
oriundo Busquets, aquel guardameta del Barça que se<br />
quemó en su casa las manos al detener, en gran estirada<br />
familiar, el psicodélico vuelo de su máquina de planchar.<br />
He hablado hace un rato con Romero y me ha pasado más<br />
datos. La forma de Badia, por ejemplo, coincide con la de<br />
la Península Ibérica y su callejero se ajusta al toponímico<br />
hispano-portugués, con calles como Algarve, Oporto o<br />
Vía de la Plata hasta avenida del Mediterráneo, Mallorca<br />
o Ibiza. Es muy fácil orientarse en esta ciudad. Si uno, por<br />
ejemplo, está en Menorca, ya sabe que al sur tiene Ibiza,<br />
y después ya se verá. Es, por otra parte, la ciudad más<br />
joven de Cataluña y de España. Alcanzó la independencia<br />
en 1994, y lo celebran el 14 de abril. Todas las viviendas<br />
son sociales.<br />
3<br />
A Woody Allen, por ejemplo, le divertiría El viaje de las<br />
palabras, la alegre novela conmovedora que en junio<br />
pasado publicó Clara Usón, joven escritora barcelonesa<br />
que posee un evidente talento literario y a la que no<br />
creo que le hayan hecho un favor sacándole el libro en tan<br />
suicidas fechas. Clara Usón ha escrito un libro triste para<br />
personas con humor. En él cuenta cómo Lucía Almandoz,<br />
una barcelonesa de ahora, entra en un túnel del tiempo<br />
y aparece en la finca rusa que tenía en 1892, en Melijovo,<br />
el escritor Chéjov. Allí ella, sin saberlo, se comporta como<br />
un personaje chejoviano, es decir, como una buena persona,<br />
incapaz de hacer el bien. Sería divertido que Woody Allen<br />
leyera El viaje de las palabras y desconcertara al sector<br />
más latoso de sus seguidores rodando en Barcelona,<br />
entre nuestra flamante basura, una comedia triste y rusa. 7<br />
Excèntrics Dietario Voluble. Verano de porras eléctricas Enrique Vila-Matas <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 73
8<br />
4<br />
Cuando pienso en el director general de Tráfico, Pere<br />
Navarro, que, estadísticas en mano, vaticinó 50 muertos<br />
para el puente del 15 de agosto, me acuerdo del físico<br />
norteamericano Brian Brady, que, con unos meses de<br />
antelación, predijo un terremoto de magnitud 8,5 en Lima<br />
para el 28 de julio de 1981. Muchos sismólogos peruanos<br />
criticaron a Brady, acusándole de especular con la<br />
estadística, pues Perú es un país muy sísmico. El hecho<br />
es que pasó el tiempo y la prematura predicción se olvidó<br />
hasta que, la noche anterior a la fecha misma del seísmo,<br />
un tío político del escritor Bryce Echenique (un tío que<br />
era entonces ministro del Interior de Perú y estaba cenando<br />
aquel día a solas con Belaúnde Terry en el palacio<br />
presidencial) recibió una llamada de la Casa Blanca en la<br />
que le dijeron que Brady acababa de ratificarse en su ya<br />
casi olvidada predicción y que, por tanto, aquella misma<br />
noche habría un serio terremoto en Lima.<br />
¿Qué hacer? En Nueva Orleans estos días hemos visto<br />
que hubo tiempo para la evacuación masiva. Pero aquel día<br />
en Lima no parecía prudente avisar de pronto a la población<br />
del temblor que les esperaba aquella noche y pronosticar<br />
los muertos antes de que los hubiera, pues con eso sólo<br />
lograrían una buena cantidad de muertos seguros, los que<br />
originaría el pánico general en la huida. ¿Qué hacer con<br />
tan escaso margen de tiempo? El tío de Bryce y el presidente<br />
Belaúnde decidieron que era más prudente no hacer nada<br />
y pasaron la noche entera bebiendo y hablando angustiados<br />
en el despacho limeño. Fueron las horas más lentas de<br />
sus vidas, y todo para que al amanecer se viera que nada<br />
había ocurrido y que habían hecho bien al ser tan prudentes<br />
y mantenerse tan callados. No murió nadie, gracias a su<br />
silencio.<br />
Los contornos de la infancia<br />
Sonia Hernández<br />
Por la misma razón que no me ha sorprendido saber que<br />
un ministro catalán socialista diga que todavía es demasiado<br />
pronto para que Cataluña tenga un presidente de la<br />
Generalitat charnego, me dejó perpleja saber que un artista<br />
contemporáneo, un iconoclasta, alguien que lleva a cabo<br />
un proyecto tan complicado de entender como es el Archivo<br />
F.X., y un escritor capaz de escribir la maravilla que es<br />
Doctor Pasavento fijaban su atención en Badia, en Badia<br />
del Vallès o en la antigua Ciutat Badia. Uno de mis tíos,<br />
un salmantino que había emigrado a Rubí, a un barrio<br />
que posiblemente también le interesaría a Pedro G. Romero<br />
y a Vila-Matas, siempre hablaba de “La Badía” y a mi<br />
madre y a mí nos crispaba los nervios ese artículo que,<br />
en perfecto cumplimiento de su función, determinaba,<br />
concretaba el significado de Badia cerrándolo en otros<br />
contornos mucho peores que los reales: la autopista del<br />
Vallès, la C-58, y el pestilente río seco, tan lejos del perfume<br />
de la badiana, esa flor del badián, de la familia de las<br />
magnoliáceas que evoca Laura García Lorca en su texto.<br />
No imagino a Enrique Vila-Matas escuchando la radio<br />
a esas horas imprudentes de la mañana en que todo el<br />
mundo sale a trabajar y colapsa las principales carreteras<br />
y autopistas de entrada y salida de Barcelona. Algunos dejan<br />
la ciudad dormida para irse a la ciudad nerviosa, y otros<br />
hacen el viaje inverso. El caso es que en las emisoras de<br />
radio, cada 30 minutos, puntualmente, se informa del colapso<br />
y del foco de contaminación que suponen esas arterias de<br />
muerte –del tiempo, del aire, de los sueños y de la paciencia.<br />
En esa situación, y no otra, es donde se revela Badia para<br />
la opinión pública, en esas crónicas el polígono empieza<br />
a existir. Quiero decir que Vila-Matas, que a esas horas en 9<br />
74 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Enrique Vila-Matas Dietario Voluble. Verano de porras eléctricas Excèntrics<br />
Sonia Hernández Los contornos de la infancia Excèntrics
10<br />
que la mayoría de la humanidad escucha el nombre de<br />
Badia debe de estar enfrascado buscando en qué atascos<br />
se encontraba Kafka en ese mismo momento 90 años atrás,<br />
tenía razón al afirmar que en Ciutat Badia no pasa nada. Es<br />
un conglomerado de rascacielos con vocación de enjambre,<br />
introvertido porque se esconde de los curiosos ojos de los<br />
ocupantes de los coches parados que quieren ver quién<br />
vive en esos edificios que muestran la ropa tendida en<br />
las ventanas y las ventanas tapiadas de antiguos colegios.<br />
Los badienses son escurridizos y huyen. Algunos huyen<br />
y otros emigran; sí, emigrantes que emigran. Los que se van<br />
siempre tienen miedo de ser descubiertos, por eso no les<br />
gustan los artistas sevillanos iconoclastas ni los escritores<br />
que sacan a relucir sus vergüenzas para que las vea todo<br />
el mundo. Los que se quedan están tranquilos porque<br />
han encontrado el mejor escondite, la ciudad vacía, la<br />
ciudad sin ley. El polígono de drogadictos, delincuentes<br />
y criminales es otro, está en otra dimensión, la más mítica,<br />
la de los prejuicios y los estigmas, la del miedo infundado<br />
de los mentirosos prejuiciosos. Badia es una ciudad<br />
introspectiva que sólo mira hacia sus adentros. Los edificios<br />
y los pisos, como la mayoría de las cosas de nuestra realidad,<br />
tienen dos caras: la delantera y la trasera. De noche las<br />
partes traseras no existen, desaparecen, se introducen en<br />
el vacío, en el que sólo se atreven a sumergirse los artistas<br />
de los graffiti. Las partes delanteras están alumbradas<br />
y los despistados transeúntes pueden pasear o acompañar<br />
a sus perros; pero las umbrías partes traseras dan miedo.<br />
En mi infancia, la ventana de la habitación de mis hermanas,<br />
en una planta baja de la calle Bética que daba a la parte<br />
trasera, tenía una persiana de aquellas que para recogerse<br />
se enrollan sobre sí mismas y luego una cuerda verde<br />
atada en los barrotes de la ventana las sujetaba. Una noche<br />
descubrieron que un gitano se atrincheraba tras la ligera<br />
y voluble persiana para ver, tras las cortinas, cómo se<br />
desnudaban mis hermanas. Nunca he sentido tanto miedo<br />
como cuando escuchamos el chasquido de la persiana<br />
contra el cristal y mis hermanas salieron corriendo. Éste es<br />
el significado del miedo para mí, la intuición de que en esa<br />
parte de la vida que no podemos ver ni controlar se esconde<br />
algo que de alguna manera, por vacua que sea, nos amenaza.<br />
Y en Badia nunca se ha sabido demasiado bien qué hay en<br />
la parte oscura. Dice Vila-Matas que después de llegar a la<br />
calle Ibiza ya se verá…<br />
Hay muchas cosas que todavía están por verse en Badia.<br />
Y las tendrán que ver también los que emigran de allí,<br />
porque nadie puede deshacerse de Ciutat Badia. En las<br />
ciudades donde aparentemente no pasa nada, todo pasa<br />
subrepticiamente, ocultamente, como si se viviera en<br />
esa parte oculta que los demás no pueden ver porque la<br />
verdadera función de los altos edificios es ocultar a los<br />
de afuera su extraña forma de vida. Algunos han intentado<br />
inmiscuirse en esos secretos y han utilizado avionetas<br />
para su espionaje, pero no les ha servido. Los badienses<br />
se han sumado a la reivindicación contra el aeropuerto<br />
de Sabadell, porque están cansados de los curiosos que<br />
quieren fotografíar la ciudad sin ley para hacer exposiciones<br />
y congresos, especulando sobre lo que pasa en una ciudad<br />
donde no pasa nada. Y no pasa nada porque la mayoría<br />
de los badienses no existen. Es un censo de cerca de<br />
20.000 fantasmas, de hologramas que parecen estar pero<br />
que no están. La mayoría sigue estando en Andalucía,<br />
en Extremadura o en Salamanca, como mis padres, que<br />
se quedaron muy pronto sin papeles. Hablar de integración<br />
con relación a los hologramas exiliados es una quimera.<br />
Me pregunto cuántos sabían dónde iban cuando compraban<br />
aquellos pisos por un precio total de cerca de 300.000<br />
pesetas. También hubo algunos que se colaron en los<br />
pisos vacíos, es cierto. Alguien, algún gobernante decidió<br />
hacer una colonia, un polígono para albergar a todos esos<br />
emigrantes que venían a trabajar a Cataluña. Y para que no<br />
sintieran demasiada nostalgia, decidieron poner a las calles 11<br />
Excèntrics Los contornos de la infancia Sonia Hernández <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 75
12<br />
nombres de comunidades y provincias españolas. Ésa es<br />
la verdadera razón por la que existe la calle Bética, la<br />
Mancha, la avenida Mediterráneo –la Medi de mi infancia,<br />
la calle del miedo porque se extendía más allá del bosque<br />
que empezaba en la parte trasera de mi casa, de mi edificio–<br />
o la avenida Burgos, la verdadera unidad de destino de<br />
los badienses, porque están obligados a atravesarla para<br />
ir a cualquier punto de la ciudad, cada vez más nerviosa<br />
y siempre vacía.<br />
Cuando se habla de migración ya se habla de generaciones.<br />
Badia y yo ya tenemos treinta años. Si alguien le pregunta<br />
a mi madre cuándo se construyó la ciudad más joven de<br />
España, ella dirá que cuando nació la más joven de sus<br />
hijas. Además, hacía poco también que había nacido la<br />
todavía joven, insegura y coqueta democracia posfranquista.<br />
Somos hologramas o charnegos de segunda generación.<br />
Todavía es demasiado pronto para aspirar a ser presidentes<br />
de la Generalitat, es cierto. Tal vez por eso la inmensa<br />
mayoría de mi generación y la de mis hermanos ha huido<br />
de la ciudad vacía. Vacía también de historia, aunque a los<br />
treinta años se puede empezar a tomar conciencia de que<br />
se tiene un pasado, por ínfimo que sea. Badia del Vallès<br />
no tiene una tradición milenaria. No existían celebraciones<br />
ni conmemoraciones que celebrar cuando los hologramas<br />
conquistaron los edificios, todo estaba por hacer.<br />
Tal vez cuando los emigrantes sepan, cuando sepamos,<br />
que Badia ya existe, que no sólo se habla de ella en las<br />
informaciones matutinas sobre el estado del tráfico o por<br />
los accidentes de avioneta, alguien se atreva a volver de<br />
verdad. Porque para integrarse, es decir, “hacer un todo o<br />
conjunto de partes diversas”, Maria Moliner dixit, curiosa<br />
y paradójicamente, los badienses tienen que emigrar.<br />
No es extraño que en estas condiciones, y por todo lo<br />
dicho anteriormente, en el escudo de Badia haya una<br />
golondrina como emblema de un municipio carente de<br />
mayores simbologías. Para saber cómo es el mundo, hay<br />
que abandonar la ciudad dormitorio, despertar de una vez<br />
y añadirse a la contaminante caravana que lleva a las<br />
ciudades nerviosas más cercanas: Sabadell, Terrassa,<br />
Barcelona…<br />
Yo, y no hablo como Sonia Hernández la desconocida invitada<br />
por Vila-Matas y Pedro G. Romero a hablar sobre Badia,<br />
sino como un yo colectivo informe y difuso, supe que esas<br />
ciudades, en las que pasaban cosas, existían gracias a lo<br />
que se ha dado en llamar asociacionismo: es decir, el deporte,<br />
la iglesia y las entidades culturales. El grupo de jóvenes<br />
católicos que yo frecuentaba organizaba encuentros con<br />
otros colectivos de características similares del resto de<br />
Cataluña. Tales celebraciones constituían las primeras salidas<br />
del núcleo, de ese punto blanco centrífugo del que habla<br />
José Antonio Garriga Vela, que trata de absorber al residente<br />
y al visitante con su fuerza centrífuga. Las competiciones<br />
deportivas cumplen una función similar y con fortuna. Quiero<br />
decir que el deporte funciona bien en Badia. Carlos Busquets<br />
es el ejemplo, y también Moisés Hurtado, jugador del Español,<br />
que nació en Sabadell pero ha pasado su vida en el mismo<br />
polígono, ciudad dormitorio o suburbio que yo. La lista de<br />
badienses insignes continuaría, con la famosa Fresita de<br />
Gran Hermano, por ejemplo.<br />
Más allá de la función integradora o socializadora del deporte<br />
y la religión, la verdadera ventana al mundo para muchos<br />
de los badienses ha sido la educación, la oficial quiero<br />
decir. El primer paso: los colegios. En un municipio donde<br />
las calles tienen nombre de provincias y ciudades españolas,<br />
no ha de sorprender que los colegios tengan nombre de<br />
bailes regionales. Tal vez la idea, a las mentes que la<br />
desarrollaron, les pareció brillante, pero seguramente no<br />
pensaron en la vergüenza que les podía dar a algunas<br />
personas poner en su curriculum vitae que habían cursado<br />
la Enseñanza General Básica en el Colegio La Jota, o La<br />
Sardana, La Muñeira o La Seguidilla. Entre tanto ambiente<br />
de Coros y Danzas, el nombre que parecía más exótico era 13<br />
76 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Sonia Hernández Los contornos de la infancia Excèntrics
14<br />
el de un colegio que a los del centro, que vivíamos cerca<br />
de la calle Burgos, nos parecía el más lejano: el colegio<br />
Antonio Machado.<br />
Y después de la primaria, el instituto. La verdadera puerta<br />
al norte que permitía la entrada de aire fresco, aunque en<br />
este caso la orientación era al oeste, y no sólo porque el<br />
conserje más emblemático que ha tenido el centro fuese<br />
conocido como el sheriff, sino porque tras el instituto se<br />
extendía el desierto. Si yo tuviera que inventar una infancia<br />
en el Bronx para el Doctor Pasavento o el Doctor Ingravallo<br />
lo tendría más fácil que Vila-Matas. Podría inventar un edificio<br />
sin ascensor en el que vivían dos hermanos camellos en<br />
el quinto piso. Siempre podría recurrir también a todas<br />
esas historias que siempre he escuchado sobre Badia, sin<br />
ser ciertas la mayoría. Me costaría mucho más, en cambio,<br />
tramar una infancia para ese Arturo Pasavento criado en<br />
el paseo San Juan.<br />
El caso es que gracias al instituto y al trabajo de los<br />
profesionales, que no se dejaron amedrentar por la<br />
reputación de la ciudad sin ley, muchos de los alumnos<br />
pudieron mantener el primer contacto con ciudades tan<br />
imprescindibles como Florencia. Es una experiencia única<br />
ver los tejados florentinos desde la cúpula de Brunelleschi<br />
cuando uno ha crecido casi sin ver el cielo porque está<br />
rodeado de edificios altísimos y secuestrado por la fuerza<br />
centrífuga del lugar de la infancia. Uno de los profesores<br />
más míticos del instituto, y no me refiero al profesor Badía<br />
de Garriga Vela, sino a Pepe Royo, quien al escoger destino<br />
a la hora de ejercer como profesor de filosofía se quedó<br />
encandilado con el nombre Badia. En verdad le pareció<br />
extraordinario poder acceder a una especie de varadero<br />
privilegiado en el corazón del castigado Vallès Occidental.<br />
A él y a sus colegas le deben la inmensa mayoría de<br />
universitarios badienses el haber llegado al supuesto “templo<br />
del saber”. Algo que, por otra parte, físicamente tampoco<br />
en unos 10 minutos a la Universidad Autónoma de Barcelona<br />
por un camino de montaña, asfaltado desde hace unos<br />
7 u 8 años. En época de mis hermanas existía el camino,<br />
pero sin asfaltar, y discurría entre matorrales y huertos<br />
ilegales, por lo que no era extraño que junto a la carpeta<br />
con los apuntes, algún libro y bolígrafos cargasen unas<br />
botas de agua para no aparecer con los zapatos llenos<br />
de barro luciendo abiertamente el estigma de su lugar de<br />
procedencia. De entre los huertos y los matorrales a veces<br />
emergía un espontáneo dispuesto a exhibir sus atributos<br />
o, en el peor de los casos, a agredir sexualmente a las<br />
jóvenes universitarias. Supongo que había una base de<br />
realidad, pero lo cierto es que con el tiempo se convirtió en<br />
una leyenda que no sé si calificar como urbana o campestre.<br />
Tal vez era alguno de los espontáneos que se acercaban<br />
a la ventana de la habitación de mis hermanas, que luego<br />
fue la mía, para verlas desnudas. Siempre he tenido esa<br />
duda, de la misma manera que conservo un terror irracional<br />
a lo que puede surgir de esa parte de Badia que no conozco<br />
y se ha convertido en un miedo a lo que deparan los rincones<br />
de todas esas ciudades vacías en las que cada vez me<br />
siento más atrapada y más nerviosa.<br />
tenían demasiado difícil, puesto que desde Badia se accede 15<br />
Excèntrics Los contornos de la infancia Sonia Hernández <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 77
78 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Enrique Vila-Matas Dietario Voluble. Lolita al volante Excèntrics
18<br />
Lolita al volante<br />
Enrique Vila-Matas<br />
1<br />
“Badia del Vallès es el lugar sobre el que el artista sevillano<br />
Pedro G. Romero prepara para finales de año una exposiciónreflexión<br />
en la Fundació Antoni Tàpies en torno a arrabales<br />
obreros, lo que él llama ciudades vacías, lugares que no<br />
son casi nunca noticia y donde parece que no suceda nada”,<br />
escribía yo aquí mismo hace tres semanas, el día en que<br />
inauguraba este dietario. Y acababa diciendo: “La forma de<br />
la ciudad coincide con la de la Península Ibérica y su callejero<br />
se ajusta al toponímico hispano-portugués (...) Es muy fácil<br />
orientarse en esta ciudad. Si uno, por ejemplo, está en<br />
Menorca, ya sabe que al sur tiene Ibiza.” Pues bien, no ha<br />
pasado ni un mes y Badia del Vallès (antes Ciutat Badia) ya<br />
no tiene nada de “ciudad vacía”. El pasado miércoles fue<br />
noticia trágica cuando una avioneta se dirigió de forma<br />
precipitada, tambaleándose, hacia un edificio de viviendas<br />
de la calle Menorca. Murieron el piloto y el fotógrafo que le<br />
acompañaba.<br />
2<br />
Han convertido Praga en un parque temático.<br />
La antigua ciudad misteriosa se ve hoy brutalmente arrasada<br />
por las manadas de turistas que inundan sus calles y<br />
callejuelas y que le han quitado a la ciudad su viejo aspecto<br />
de lugar ensoñado, aciago y reflexivo. Ahora se ha<br />
vulgarizado todo y en Praga ya no se puede dar ni un paso<br />
por el Puente Carlos, por ejemplo. Lejos queda ya la ciudad<br />
de las sombrías callejuelas y de los extraños conjuros, la<br />
misteriosa Praga del Golem y del Castillo (Hradschin) con<br />
sus enigmas, nebulosas y sombras nocturnas. A todas horas<br />
los turistas la maltratan del mismo modo que los camareros<br />
y los taxistas (alto porcentaje de ladrones entre ellos)<br />
maltratan a los turistas. Una pésima sorpresa haber visto<br />
tan destrozada a la Praga mágica.<br />
3<br />
Cuando los atentados de Nueva York del 11 de septiembre,<br />
me asaltó un impulso extraño y se me ocurrió pensar en<br />
Kafka y buscar en su Diario qué había escrito él noventa<br />
años antes, el 11 de septiembre de 1911. Encontré la<br />
descripción de un leve choque entre un triciclo y un automóvil.<br />
Ese día Kafka, que se encontraba en París, presenció ese<br />
choque y lo describió con todo lujo de detalles. Unos días<br />
después, esa especie de crónica novelada del incidente<br />
acabó transformándola en una narración, lo que, según Jordi<br />
Llovet, demostraría “la labilidad de una frontera clara entre<br />
realidad y ficción en la obra de Kafka en general”.<br />
Por curiosidad, acabé mirando qué le había sucedido a Kafka<br />
un año después, el 11 de septiembre de 1912. Ese día, según<br />
cuenta en su Diario, soñó. Se vio a sí mismo en una lengua<br />
de tierra que se adentraba en el mar. Al principio, él tenía la<br />
impresión de que no sabía muy bien dónde estaba. Pero al<br />
alzarse levemente para ver algo más de lo que tenía a su<br />
alrededor, pudo ver “el vasto mar claramente circunscrito,<br />
con muchos navíos de guerra alineados y firmemente<br />
anclados”. Y concluía Kafka (y yo leí eso con la emoción que<br />
acompaña al investigador solitario que en su laboratorio<br />
descubre, a través del microscopio, algo que hasta entonces<br />
el resto de la humanidad no ha visto): “A la derecha se veía<br />
Nueva York, estábamos en el puerto de Nueva York.”<br />
4<br />
Al escritor británico Martin Amis los atentados del 11 de<br />
septiembre le han llevado a pensar que el humor es una de 19<br />
Excèntrics Dietario Voluble. Lolita al volante Enrique Vila-Matas <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 79
20<br />
las diferencias fundamentales entre la civilización occidental<br />
y el Islam. Amis, que acaba de publicar entre nosotros Perro<br />
callejero (una fantasía radical que él define como “comedia<br />
pos-11-S”) sostiene en esa novela que el aburrimiento y el<br />
terror van juntos: “El odio de los varones islámicos se<br />
produce al observar el lugar que tienen las mujeres en<br />
Occidente. Esto es lo que les ofende. Ver mujeres<br />
conduciendo un coche realmente les duele. Y hay que tener<br />
mucha imaginación para comprender que alguien pueda<br />
sentirse herido al ver una mujer al volante, algo que es<br />
completamente normal en nuestra cultura.”<br />
A veces, me acerco a ciertos textos a la velocidad de un<br />
bólido. Cuando vertiginosamente ojeé estas declaraciones de<br />
Amis, leí mucho más de lo que allí se decía, pues en lugar<br />
de “una mujer al volante” leí “una jovencita sin carné de<br />
conducir, una lolita mediterránea por una carretera de la<br />
Costa Brava, al volante de un descapotable, con un pañuelo<br />
de seda al viento y un humor a prueba de bomba”, y esta<br />
imagen me llevó a imaginarme a un británico parecido a<br />
Amis que ante la visión de esa mujer se veía dominado<br />
repentinamente por una especie de envidia y rencor hacia<br />
nosotros, los mediterráneos: algo que no habría podido<br />
imaginar yo nunca de haberme limitado a leer simplemente<br />
“una mujer al volante”.<br />
5<br />
Hace tres días murió, a los noventa y seis años, Simon<br />
Wiesenthal. Gracias a sus investigaciones fue posible la<br />
captura de algunos célebres criminales nazis. La detención<br />
de Adolf Eichmann, por ejemplo. La muerte de Wiesenthal, de<br />
noventa y seis años, me recuerda ahora que el asesino<br />
Eichmann, en los días previos a su ejecución, se llevó de<br />
la biblioteca de la prisión Lolita, de Nabokov. Quería leer un<br />
rato y escogió esa novela entre otras muchas. Le sonaba,<br />
había oído hablar bastante de ella. Lolita, por cierto, está de<br />
actualidad estos días, pues, si no me equivoco, hoy se<br />
cumplen cincuenta años y diez días de su publicación. En<br />
fin. Cuenta un biógrafo de Nabokov que, después de leer<br />
unas pocas páginas de Lolita, Adolf Eichmann rechazó<br />
furiosísimo el libro. “¡Pero esto es inmoral, pero esto es una<br />
vergüenza, es repugnante!”, dijo. La delicada conciencia de<br />
los asesinos nazis.<br />
21<br />
80 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Enrique Vila-Matas Dietario Voluble. Lolita al volante Excèntrics
Fig. 1<br />
BADIA DESDE EL AIRE<br />
Y OTROS VUELOS<br />
Juan José Lahuerta<br />
“Ya no construimos máquinas que puedan realizar las mil acciones de que un<br />
solo hombre es capaz, sino que, al contrario, pretendemos que cada máquina<br />
realice una única acción, pero sustituyendo a mil hombres.”<br />
Hermann von Helmholtz<br />
1<br />
Uno de los emblemas de los Hieroglyphica de Horapolo ilustra<br />
la palabra Deum. Quo modo Deum representa un ojo que, fijo entre<br />
las nubes, flota sobre una pendiente llena de ruinas antiguas. Es<br />
un ojo izquierdo, uno solo, aunque tal vez eso se deba a la inversión<br />
del grabado, y el autor del dibujo pensara estar representando<br />
el derecho, lo que uno esperaría tratándose del oculo picto Deum.<br />
[fig. 1] En cualquier caso, los párpados, sin pestañas, están muy<br />
separados, y mientras el inferior se curva en arco de gravedad por<br />
el peso de una bolsa, el superior oculta en parte la pupila, la<br />
cual, como el ojo en el cielo, también flota –en el blanco del<br />
5<br />
Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 81
globo. Si ese ojo saltón se desdoblase en su simétrico y apareciese<br />
el rostro, nos encontraríamos con un semblante fatigado, o algo<br />
trasnochado, por trasnochador, tal vez. Pero no hay nada de eso.<br />
Lo que ocurre es que ese ojo Deum no se cierra nunca: no duerme,<br />
ni siquiera parpadea. Ésa es su presencia: su postura, mantenida<br />
infinitamente, del ojo siempre abierto pero siempre relajado y sin<br />
lágrimas. Aunque, ¿podríamos albergar dudas sobre su potencia?<br />
Claro que no. De ella nos habla elocuentemente la mata tupida<br />
de la ceja que lo corona, más bien cabellera, pelambrera espesísima,<br />
impresionante. O plumaje, porque no dejan su curva y su dibujo<br />
de recordar un ala. Ojo alado, en efecto, o, para acabar, ojo de<br />
águila: ¿cómo, si no, podría ser el ojo que todo lo ve? El poder<br />
de su visión aérea, que es lo mismo que el poder a secas, se<br />
demuestra en el contraste entre el ojo y el paisaje que se extiende<br />
bajo él, entre su visión eternamente sostenida y las ruinas vacías,<br />
sin rastro ya de los hombres que las construyeron, que se deslizan<br />
irremediablemente por el plano inclinado del tiempo. El fin del<br />
mundo, como advertía Pablo a los Corintios, llegará in icto oculi,<br />
en un abrir y cerrar de ojos, pero el instante del ojo Deum es la<br />
eternidad. La ira de Dios destruye el mundo en ese instante eterno.<br />
Imagen de Su ira es ese ojo, gran bombardero avant la lettre.<br />
Separándose de la Tierra, convierte un mundo siempre en destrucción<br />
en su espectáculo. No por nada aman los poderosos extender su<br />
índice sobre la hermosa maqueta de un gran edificio, de un barrio<br />
entero, de toda una ciudad. Como los soldaditos y los autómatas<br />
que las habitan, esas maquetas son un privilegio de los príncipes,<br />
más o menos saturninos. Ésos eran los juguetes que los reyes<br />
cristianos enviaban a los sultanes turcos, o que los misioneros<br />
jesuitas regalaban a los mandarines chinos y a los señores del<br />
6<br />
Japón, esperados y apreciados por su ingeniosidad, pero también,<br />
o sobre todo, por su valor político: en las maquetitas llenas de<br />
ejércitos de autómatas, súbditos perfectos en un encierro ideal,<br />
se representaba un mundo ordenado e inmutable, muy distinto,<br />
en verdad, del auténtico, en el que los hombres y los elementos<br />
parecen siempre empeñados en estorbar los planes de los príncipes.<br />
Se dice que, retirado en Yuste, tras haber visto fracasar los objetivos<br />
fundamentales de su política, el melancólico Carlos V desplegaba,<br />
después de comer, ejércitos de soldaditos sobre los campos de<br />
batalla de los manteles de su mesa, entre las copas, los cuchillos<br />
y los restos de comida, campos más visibles, abarcables y benignos,<br />
sin duda, que los que él había incendiado a lo ancho y a lo largo<br />
de toda Europa, mientras que por la habitación volaban los pájaros<br />
mecánicos, inefables pájaros sobrevolantes que su ingeniero Juanelo<br />
le construía. Del mismo modo, Sébastien Vauban y el relojero<br />
Gottfried Hautsch construyeron para Luis XIV, entonces aún<br />
delfín de Francia, un ejército automático de cien mosqueteros<br />
y caballeros, más campante y menos hipocondríaco, sin duda,<br />
que el del emperador jubilado. Sometido a las leyes claras e<br />
inexcusables de la mecánica, debía dar gusto señalar con el índice<br />
el destino de aquel ejército, ya que nadie se iba a revelar para<br />
cortarlo. Sébastien le Preste, mariscal de Vauban, ingeniero militar,<br />
comisario general de las fortificaciones del rey, restauró más<br />
de 300 fortalezas y elevó 33 de nueva planta en las fronteras de<br />
Francia, así que no es muy difícil imaginar el dedo de Luis XIV<br />
extendido sobre sus dibujos y maquetas, tal como lo vemos<br />
sobre el plano de los Inválidos, ordenando su construcción en<br />
ese grabado con el que Le Corbusier remata su Urbanisme.<br />
“Homenaje a un gran urbanista”, titula Le Corbusier, precisamente,<br />
7<br />
82 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia
Fig. 2<br />
esa última ilustración de su libro, antes del apéndice, y en efecto,<br />
ahí vemos cómo al dedo que señala el plano responden no tanto<br />
los súbditos perseverantes, cuanto el extensísimo paisaje que a<br />
vista de pájaro se extiende tras el rey, en el que ondulan montes,<br />
ríos y caminos, avanzan en grupos ordenados caballeros y soldados,<br />
y París se perfila a lo lejos como fondo; y responde también el<br />
ángel trompetero que necesariamente, como los pájaros de Juanelo,<br />
sobrevuela la escena, retumbo del ojo del rey, que lo ve todo,<br />
hasta lo que aún no existe, porque él lo ordena [fig. 2]. Las<br />
trompetas anuncian la inmediata urbanización de ese paisaje,<br />
ya poseído por la vista con alas. Dedo tendido y ojo, ojo y ángel,<br />
ángel y pájaro mecánico, pájaro mecánico y avión bombardero.<br />
Prolongación táctil y miembro eréctil del ojo, en fin, ese dedo<br />
que señala compone el gesto del hágase lo que veo y quédese así:<br />
maquetita, deshabitada ruina de nueva planta, vacía para siempre<br />
–una bella destrucción.<br />
2<br />
En los libros y folletos que a lo largo de sus treinta años se han<br />
dedicado a Ciutat Badia, empezando por La nueva Ciudad Badía,<br />
editado por el Ministerio de la Vivienda en 1974 para celebrar la<br />
construcción, las fotografías aéreas son mayoría [fig. 3]. Inmensa<br />
mayoría, en realidad: en pocas ocasiones se enseña la perspectiva de<br />
una calle, un edificio, cualquier detalle a ras de suelo. Todo lo contrario:<br />
desde el avión, lo único que una y otra vez se muestra es el<br />
conjunto –lo único: eso es todo, sin paradoja. Aunque no debería<br />
9<br />
Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 83
parecer extraña la preferencia institucional por la perspectiva aérea<br />
o la vista de pájaro, o por el golpe de vista, ante una ciudad pretendidamente<br />
construida en un abrir y cerrar de ojos –in icto oculi,<br />
pues, se mire como se mire. ¿No tenían todos los palacios una sala<br />
de vistas o de mapas con frescos o cuadros de la región o del<br />
planeta, en la que contemplar el mundo desde el aire y sin moverse?<br />
En un caso como éste, ese punto de vista convertido en vista única<br />
de la ciudad, vista y no vista, explica elocuentemente una historia<br />
verdadera de abandono y ausencia: la que trata de cómo, aquí<br />
y en todas partes, la tierra se ha disuelto en el aire. Esas fotografías<br />
aéreas que enseñan una ciudad recién terminada, detenida ya para<br />
siempre en un último toque a distancia, se proponen hablarnos<br />
de la novedad como algo conveniente y verdadero. La ciudad es<br />
el perfecto artefacto surgido sobre la tabla rasa: no ha habido más<br />
que ordenar que surgiera, por decreto, nueva y acabada, igual a<br />
sí misma, adulta y armada, gran idea cristalina. Y cristales son, en<br />
efecto, los sólidos dispuestos sobre el tablero allí inventado. La<br />
necesidad de novitas anula cualquier recuerdo de la tierra que aún<br />
existe, supongo, bajo ese tablero: una tierra hasta no hace mucho<br />
tiempo cultivada, de cuya explotación son prueba las masías<br />
y ermitas que aún quedan por los alrededores, aquí y allá, o los<br />
nombres mismos que Ciutat Badia ha ido recibiendo a lo largo<br />
del tiempo, siempre referidos a sus lugares o a los apellidos de sus<br />
propietarios rurales, bien concretos y reconocibles, vivos hasta<br />
hace muy poco y aún con herederos, perfectamente identificables<br />
por fotos y documentos que todavía permiten decir quién era<br />
quién y hasta “yo le conocí”. La tierra se funde en los papeles, en<br />
los planos y en los formularios, y, antes de que nada exista, ese<br />
no-lugar o lugar futuro, inversión, futurible, ya va cambiando,<br />
10<br />
Fig. 3<br />
11<br />
84 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia
como las formas del humo: santa María de Barbará, Badía-Sanfeliu,<br />
Polígono Badía, Ciudad Badía y luego, Ciutat Badia y Badia del<br />
Vallès. Pero volvamos a las fotos. Con ellas podría provocarse<br />
un extraño efecto de estereoscopia. Vemos, por ejemplo, una foto<br />
de la familia Valls Sanfeliu [fig. 4], antigua propietaria del 90% de<br />
los terrenos en los que hoy se asienta Badia, y vemos, del mismo<br />
modo, en el mismo abrir y cerrar de ojos, la imagen aérea de la<br />
ciudad nueva y vacía: poco a poco se superponen las dos figuras,<br />
la de las torres prefabricadas, tan aérea y diáfana, y la de los cuerpos<br />
y los rostros que surgen ya borrosos de las viejas fotografías, como<br />
de un espejo turbio, y el resultado es una extraña radiografía<br />
tridimensional en la que la caja torácica son los bloques y las<br />
vísceras, ya muy difuminadas, la masa indistinguible de personas:<br />
un fantasma diluido en un esqueleto, o un esqueleto irisado, en<br />
aceleración fantasmal. Aunque, ¿no tendrá que haber huesos<br />
en esa tierra hasta no hace mucho arada y ahora escondida bajo<br />
la ciudad? Un proverbio flamenco, al que se refiere una pintura<br />
de Bruegel –y creo que volveremos a ella– dice que el arado pasa<br />
siempre sobre los muertos. No es muy difícil de imaginar, en efecto,<br />
al arado pasando por esas tierras ahora abolidas, y, del mismo<br />
modo, los pies del labrador sobre los terrones, su espalda encorvada<br />
y la mirada dirigida hacia el suelo. El surco es la exasperación del<br />
contacto, pero no sólo porque acoge la semilla y su fruto, sino<br />
porque, en el momento de labrar, el hierro puede toparse con<br />
cualquier cosa: un hueso, desde luego, o bien, qué sé yo, una<br />
vasija o un mármol. De golpe, también, aunque éste es un golpe<br />
que, antes que en los ojos, retumba en los brazos. Algo se siente,<br />
y algo brilla: se rompe el terrón y quedan en la mano, por ejemplo,<br />
unas monedas. Las cosas van y vienen por la tierra, suben y bajan<br />
12<br />
Fig. 4<br />
13<br />
Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 85
por sus profundidades, y si uno escarba, y mete los pies y las manos,<br />
hasta las encuentra. Por eso, cuando pasa el arado, las grandes<br />
empresas aéreas pierden sentido y se vuelven ridículas. El cuadro<br />
de Bruegel al que me refería hace un momento es La caída de Ícaro,<br />
aunque lo más cercano que hay en él es un labrador en primer<br />
término, casi de espaldas. Esforzado en su trabajo, siguiendo al<br />
animal, no está para levantar la vista y contemplar la majestuosa<br />
ensenada que el pintor ha extendido ante nosotros; menos aún<br />
para advertir cómo a la derecha, cerca de las rocas, dos piernas<br />
diminutas chapotean en el mar: son las de Ícaro que ya ha caído,<br />
o que ya ha llegado [fig. 5]. Cuanto más profundo es el surco,<br />
desde más alto se produce la caída, y más tonta es. Ícaro quiere<br />
volar, pero se abre el surco y cae, como la semilla: todo lo atrae<br />
la tierra abierta, que es donde están los huesos, y donde estarán<br />
también los huesos de Ícaro, ni más ni menos que para que alguien<br />
los encuentre arando. Pues bien: la tierra, que acababa siempre<br />
por atraer a los cuerpos volantes, es vencida ahora por la fotografía<br />
aérea, cuyo instante desprecia la gravedad; todo lo verdadero que<br />
hay en la tierra, los restos y las ruinas que encierra, los muertos<br />
y enterrados, desaparece en la ingravidez de la gran distancia<br />
fotográfica, en la vista de pájaro y su extraordinaria capacidad de<br />
persuasión, que proviene, bien claro está, de una “majestad escénica”<br />
antes nunca vista. En el espléndido paisaje de la pintura de Bruegel,<br />
alrededor de cuya ensenada se despliegan montañas y ciudades,<br />
todo queda sujeto por ese surco que nos recuerda la gravedad de<br />
las cosas, su peso y su riesgo, en su destino último, que es bajar<br />
a la tierra, su entierro. En la fotografía aérea, en cambio, el paisaje<br />
es un puro panorama, y la tierra ya no es tierra, sino vista, o vista<br />
captada, de manera que uno no tiene más que estirar el brazo<br />
14<br />
Fig. 5<br />
15<br />
86 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia
para trazar sobre ella, sin peligro y sin esfuerzo, las líneas de su<br />
invención. La tierra se ara con sudor, como dicen los tópicos,<br />
y sobre el panorama, en cambio, vista lejana en la que nunca<br />
entraremos, empresa militar, simplemente se deslizan los ojos.<br />
Nada que hacer: todos sin tierra. Nada hay que escarbar en una<br />
fotografía aérea, que tampoco nunca nos araña, porque no tiene<br />
huellas. Es verdad: esas fotografías aéreas con las que siempre se<br />
muestra la imagen de Ciutat Badia no son más que la exasperación<br />
de un proyecto de vaciamiento y desaparición, porque todo avión<br />
es, primero, avión de reconocimiento, y, después, al fin, bombardero.<br />
De hecho, la tierra de lo que hoy es Badia empezó a disolverse<br />
en 1962, cuando se iniciaron los procesos de expropiación, que<br />
terminaron en 1967, y acabó de hacerlo en 1973, cuando concluyeron<br />
las obras, aunque las casas no se ocuparon hasta 1975. Ese<br />
año, el 14 de abril (!), los Príncipes inauguraron una Badia aún<br />
no habitada, vacía, fantasmal, sin nadie, en la que hasta los muebles<br />
y los electrodomésticos eran de atrezzo: ciudad potemkinizada,<br />
pero para persistir en Potemkin. Fue en esta última etapa, ya sin<br />
tierra y aún sin gentes, cuando se hicieron las fotos aéreas de La<br />
nueva Ciudad Badía. Forma urbis, ciertamente, pero no polis:<br />
desaparece la tierra, se aleja el suelo, cristalizan las formas, y no<br />
hay ni un alma. Este vuelo todo lo ha vencido, y el panorama que<br />
nos ofrece no podría ser más conforme: bonitas curvas de los<br />
bucles de las autopistas, geometría de los bloques, horizonte…<br />
Corografía instantánea. Belvedere automático. Las cosas vistas<br />
permanecen más en la memoria que las oídas, y esa pulcra vista<br />
quiere decir: así es, ni más ni menos, mi pequeño juguete de<br />
motor escondido. Cámara, máquina, motor de avión. ¡Clic!:<br />
despolitización.<br />
16<br />
Fig. 6<br />
17<br />
Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 87
3<br />
¿Tierra? ¿Pero qué tierra? En los esquemas de construcción de<br />
los bloques prefabricados publicados en La nueva Ciudad Badía<br />
[fig. 6] no hay tierra, sino aire, y es del aire, por medio de una<br />
grúa de la que no sabemos ni vemos nada, pero que perfectamente<br />
podría estar colgando de un helicóptero, desde donde llegan los<br />
grandes paneles de los techos y paredes con los que se montan las<br />
casas. Llegan del cielo, en efecto. En uno de los dibujos, que<br />
representa la construcción de los cimientos, aún podemos ver a<br />
la izquierda a un par de hombres hormigonando, aunque sin<br />
aparentar el muy considerable esfuerzo que esa tarea suele requerir,<br />
mientras que a la derecha otros dos reciben una gran pieza de<br />
forjado que desciende con suavidad desde la grúa, con su hembra<br />
y sus muescas como signos de la absoluta precisión de un ensamblaje<br />
inmediato. Esos dos albañiles –aunque propiamente ya no son<br />
albañiles, sino operarios de la construcción o, aún mejor, del<br />
montaje– levantan los brazos para ayudar al panel a encajar<br />
dulcemente en sus esperas, pero parece más bien que estén<br />
celebrando el don del cielo que les ofrece esa misteriosa grúa deum,<br />
como los israelitas hacían con el maná. Así, mientras que los de<br />
la izquierda aún remueven el material, una argamasa verdadera,<br />
los de la derecha se mantienen alejados de esas piezas ya completas<br />
y acabadas, producidas en la cadena y transportadas aquí, volantes,<br />
como si ese dibujo, más que las dos fases de un proceso, quisiera<br />
ilustrar un antes y un después: un antes sucio, de contacto y mezcla,<br />
ya anacrónico, y un después puro, de distancia y admiración.<br />
El trabajo, en el que los hombres hacen, queda sustituido por el<br />
18<br />
Fig. 7<br />
19<br />
88 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia
montaje automático, en el que, como cualquier otra cosa, son<br />
hechos, o mejor, producidos a imagen de la incógnita necesidad<br />
que mueve la grúa –a imagen del perpetuum mobile. El dibujo de<br />
La nueva Ciudad Badía se sitúa al final, o casi, de la larga serie de<br />
representaciones que desde mediados del siglo XIX orgullosamente<br />
ilustra el fin de la albañilería y, de paso, del Homo faber y sus<br />
recompensas, el habitar entre ellas, desde los grabados en los que<br />
vemos cómo, ante la admiración general, las vagonetas transportan<br />
y las grúas colocan con precisión en su lugar los elementos del<br />
Crystal Palace [fig. 7], hasta la famosa fotografía del montaje de<br />
una de las casas prefabricadas de Gropius [fig. 8] en la que, como<br />
quien no quiere la cosa y no hace nada, cuatro hombres trajeados<br />
–modestamente, es verdad, pero sólo uno de ellos con mandil–<br />
instalan o enchufan las paredes, secas y ligeras. En ese elogio del<br />
montaje, ¡qué importará que, al final, a la casa se la lleve el viento!<br />
Al fin y al cabo, al igual que sus piezas llegan volando, también<br />
los hombres levitan, como mecánicos histéricos adoradores del<br />
proceso, aunque en eso es, justamente, en lo que el proceso mismo<br />
los convierte, en mecánicos sin experiencia. Tal vez la grúa deum<br />
sea uno de los misterios teológicos de la producción, y no me<br />
extraña que los hombres de ese dibujo reciban sus dones encandilados,<br />
pues, ¿no fue el propio Yahvé quien ordenó que las piedras<br />
de su templo fueran devastadas en la cantera para que así llegasen<br />
ya perfectas y acabadas a la obra? El bloque prefabricado cumple<br />
por fin, con asombrosa exactitud, esa orden divina, y ante el<br />
arcano de la grúa deum y de la instantaneidad del montaje, visto<br />
y no visto, el hombre moderno, verdadero producto final de todo<br />
el proceso, parece mucho más predispuesto –por prefabricado–<br />
a maravillarse de lo que nunca lo estuvo el hombre histórico, el<br />
20<br />
Fig. 8<br />
21<br />
Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 89
cual, al fin y al cabo, era un hombre sujeto a la gravedad y hecho<br />
por la experiencia. Creo que en este punto vale la pena comparar<br />
la ilustración que comentamos con una miniatura del siglo X en la<br />
que se representa la construcción del Templo de Jerusalén [fig. 9].<br />
En ella vemos cómo dos hombres, uno mayor y otro joven, sin<br />
duda el maestro y su aprendiz –y ésta es la imagen inmediata de<br />
la transmisión de la experiencia–, están colocando el fuste de la<br />
que será la primera columna de una segunda galería, terminada<br />
ya la serie de columnas y arcos de la primera. No se trata simplemente<br />
de una piedra ya devastada, como mandó Yahvé, sino de<br />
un fuste perfectamente labrado, hasta en las molduras de lo que,<br />
inverosímilmente, parece una basa. Más que fuste, pues, casi<br />
columna, que desciende colgando de la soga gracias a una especie<br />
de castillejo en el interior del cual se encuentran esos dos hombres,<br />
a los que, en un gesto parecido al de nuestros modernos operarios,<br />
sólo les queda ajustarlo suavemente sobre el pedestal ya preparado.<br />
Dentro del marco del castillejo, todo parece ingrávido: la columna<br />
colgante, pero también los elegantes cuerpos: el del hombre mayor,<br />
que roza con sus talones uno de los pedestales, y el del joven, que<br />
literalmente flota. Otra cosa bien distinta es lo que ocurre fuera.<br />
Ahí vemos el contrapeso de tanta ligereza: tres hombres agarrados<br />
al otro extremo de la cuerda deforman dolorosamente sus rasgos,<br />
estiran las piernas hacia delante y echan atrás con enorme esfuerzo<br />
cuerpos y brazos para impedir ser arrastrados, como ya lo están<br />
siendo irremediablemente, madero arriba, por el peso terrible de<br />
lo que parecía la más sutil de las columnas. La perfección que se<br />
afirma dentro de esa máquina que es el castillejo, es decir, la<br />
coincidencia armónica del cuerpo humano y de la columna, fuera<br />
se niega en el bulto informe y atormentado en el que se confunden<br />
22<br />
Fig. 9<br />
23<br />
90 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia
esos otros cuerpos, allí donde ya no se reconoce la figura humana.<br />
El hombre con experiencia no se deja engañar fácilmente por los<br />
mandatos divinos ni por sus propias utopías: conoce bien dónde<br />
está y de qué carne amasada y doliente está hecho el contrapeso.<br />
En el proceso que nos muestran las ilustraciones de La nueva<br />
ciudad Badía, como en aquellas del Crystal Palace o de las casas<br />
de Gropius, o en tantas otras imágenes-manifiesto de la misma<br />
cadena teológica, el contrapeso, justamente, es lo que se ha abolido<br />
por principio.<br />
4<br />
En 1952, en la Revista Nacional de Arquitectura, Pedro Bidagor<br />
publicó un artículo titulado “Ordenación de Ciudades”, cuyo<br />
breve texto dice así:<br />
“La ordenación urbanística supone el acoplamiento de muy<br />
complejos elementos en una organización que debe acusar,<br />
como toda obra de arte, unidad y personalidad. Esto quiere<br />
decir que todas las necesidades fundamentales: vivienda,<br />
industria, comercio, administración, educación, esparcimiento,<br />
comunicaciones, etc., etc., deben resolverse ponderando de<br />
forma adecuada la importancia y situación relativa de los<br />
órganos que deben satisfacerlas. Pues bien: la estructura que<br />
resulta de una ordenación semejante suele comprender, casi<br />
siempre, un centro o casco urbano fundamental, en el que se<br />
alojan la vivienda y el comercio, y que constituye algo así como<br />
24<br />
el cuerpo de la ciudad. Suele ser fácil distinguir, junto a ese<br />
cuerpo, los sectores más representativos, que, naturalmente,<br />
coinciden con los usos de mayor representación o jerarquía,<br />
dando lugar con frecuencia a lo que puede considerarse como<br />
cabeza de la ciudad. Por otra parte, una serie de elementos<br />
urbanos se desarrollan con características independientes<br />
adecuadas a usos estrictamente funcionales, tales como son las<br />
zonas ferroviarias e industriales, elementos que forzosamente<br />
se sitúan en el exterior y que pueden ser asimilados a las<br />
extremidades. De esta manera resulta que casi siempre es<br />
posible establecer un cierto paralelismo entre la ordenación<br />
de una ciudad y el aspecto externo de un animal. Puede, por<br />
tanto, aceptarse como procedimiento de explicación de la<br />
organización urbana la interpretación resultante de dibujar<br />
sobre el plano una figura que ayuda a ver cuál es la disposición<br />
natural o prevista de los órganos fundamentales que constituyen<br />
la estructura urbana. Con este objeto se han dibujado sobre<br />
los planos de Madrid, Barcelona, Valencia y San Sebastián<br />
figuras simbólicas, cuyas líneas se superponen a las de comunicación<br />
y zonificación. Se ofrece con ello una explicación<br />
rápida y sintética de cada organización estudiada.”<br />
Dejaremos aquí de lado las conexiones que el urbanismo de<br />
Bidagor tiene con la tradición organicista e intentaremos otra<br />
interpretación más desmayada, casi desfallecida, de ese animal<br />
que se perfila en el plano de la ciudad, que surge de él como<br />
una epifanía paranoica. A través de la lectura de los antiguos,<br />
y especialmente de la teoría vitruviana de las proporciones, la idea<br />
del cuerpo humano como “pequeño mundo”, cuya armonía es<br />
25<br />
Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 91
Fig. 10<br />
Fig. 11<br />
27<br />
92 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia
imagen o reflejo de la armonía del cosmos, se convirtió en uno<br />
de los más repetidos tópicos filosóficos, literarios y artísticos del<br />
humanismo renacentista, de modo que resultaría fácil, en principio,<br />
leer la declaración de zoomorfismo urbano de Bidagor –no parece<br />
una broma y ni siquiera hay rastro de ironía en ella– como la<br />
curiosa pervivencia de una tradición que, en fin, interpretaba<br />
la ciudad –y, antes, la arquitectura, y, aún antes, los elementos<br />
de la arquitectura– como un cuerpo. Aunque, más que con grandes<br />
reflexiones, lo que dice Bidagor parece estar en relación directa<br />
–y candorosa, pero ya veremos–, con los dibujos en los que, como<br />
prueba de la perfección armónica y simbólica de un edificio o de<br />
una de sus partes, un hombre o una mujer aparecen físicamente<br />
representados en su interior. No tanto, pues, con los más abstractos,<br />
del tipo de los del hombre ad circulum et quadratum, cuyo más<br />
famoso ejemplo, aunque no el único ni el más bello, es de Leonardo,<br />
sino con esos otros en los que el hombre o la mujer, dependiendo<br />
del género del orden, se descubren dentro de una columna, la<br />
cabeza perfectamente encajada en los perfiles del capitel y los pies<br />
en el pedestal, que por algo tienen esos nombres; o aquellos otros<br />
cuerpos que se visten con la planta de una iglesia, el ábside en la<br />
cabeza, el altar en el corazón, las piernas y los brazos en cruz como<br />
las naves, los pies en las puertas; o esos que se ajustan a una fachada,<br />
de modo que todas sus molduras y cornisas concuerdan con las<br />
alturas del tobillo, de las rodillas, de las ingles, del ombligo, etc.,<br />
sobre cuyas distancias se han establecido series de proporción<br />
perfectas [figs. 10, 11]. Del elemento al edificio, de la parte al uno,<br />
el microcosmos que es el cuerpo humano se convierte en prueba<br />
de una armonía en la que todo está contenido en todo. Sin embargo,<br />
los mismos arquitectos que representan con minuciosa precisión<br />
28<br />
Fig. 12<br />
29<br />
Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 93
la correspondencia armónica entre el cuerpo y el edificio, cuando<br />
tienen que representar ese mismo cuerpo como una ciudad,<br />
cambian a un registro ya no matemático o geométrico, sino<br />
puramente simbólico. Por ejemplo: un hombre joven y hermoso,<br />
con sus pies y sus codos en las torres de la muralla, levanta con<br />
sus manos el castillo del príncipe que coloca como una corona<br />
sobre su cabeza, mientras que a la altura de su corazón aparece<br />
dibujada la iglesia y en su estómago, en forma de círculo cuyo<br />
centro es el ombligo, la plaza o mercado [fig. 12]. Lo que en el<br />
capitel, o en la columna completa, o en el edificio entero, era<br />
ajuste directo con las proporciones del cuerpo, se queda aquí en<br />
analogía: la cabeza piensa y gobierna, el corazón siente, el estómago<br />
se llena y en los pies y los codos está la fuerza. La excelencia de<br />
la ciudad, pues, no estará en su compositio, dispositio o finitio, sino<br />
en el equilibrio de su organismo vivo, templado entre la razón,<br />
los sentimientos y las necesidades, y su belleza, en todo caso, no<br />
será sino el resultado de su buen gobierno: la política, ella es bella.<br />
Como parece lógico, pues, y aunque excepcionalmente lo hicieran<br />
algunas veces, un humanista no tiende a comparar la ciudad con<br />
un animal y reserva el zoomorfismo a casos muy especiales, casi<br />
siempre de carácter militar: fortificaciones, murallas... Pienso<br />
ahora, por ejemplo, en un caso cuyo autor, Francesco di Giorgio,<br />
es precisamente quien nos ha dejado los más bellos dibujos de<br />
cuerpos humanos superpuestos a elementos arquitectónicos,<br />
edificios y ciudades. Se trata de la rocca de Sassocorvaro, una fortaleza<br />
construida efectivamente para Federico de Montefeltro, cuya<br />
planta, como símbolo de su inexpugnabilidad, surge de la forma<br />
de una tortuga [fig. 13]. O pienso, también, en los dibujos de<br />
Miguel Ángel para los bastiones de Florencia, que evocan cangrejos,<br />
30<br />
Fig. 13<br />
31<br />
94 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia
acorazados y armados con tenazas. ¿Es pues, como decíamos, de<br />
estas tradiciones de las que proviene la interpretación de Bidagor?<br />
Sí, claro, pero sólo del modo enfermo en que podría seguirlas un<br />
buen heredero del urbanismo moderno. En primer lugar, Bidagor<br />
no contempla la ciudad como un organismo político, sino como<br />
un sistema funcional zonificado –administración, vivienda,<br />
industria…–, y en segundo lugar –pero eso es consecuencia de lo<br />
anterior–, para él, no es el cuerpo, de animal o lo que sea, el que<br />
justifica, armónica o simbólicamente, la ciudad o sus partes, sino<br />
que, justo al revés, es contemplando la planta de la ciudad como<br />
uno puede ver surgir de sus líneas zonales los rasgos del animal.<br />
Si para los humanistas, el cuerpo era el microcosmos anterior a<br />
todo y que todo lo contenía, para Bidagor, no es sino una forma<br />
que se perfila en otra forma: nada más que una apariencia. Así,<br />
la tradición en la que Bidagor se enmarca es más bien otra, también<br />
humanista: la que se refiere al modo en que el azar es capaz de<br />
crear formas que para su poder querría el arte. Es aquella que<br />
parte de historias famosas como la de Protógenes, quien incapaz<br />
de pintar la espuma en las fauces de un perro rabioso, arrojó<br />
contra la tabla, más rabioso él que el perro, una esponja empapada,<br />
obteniendo así, sin quererlo, con las salpicaduras, casualmente lo<br />
que buscaba, y sigue en los no menos famosos consejos de Leonardo<br />
a los artistas sobre la interpretación de la humedad de las paredes,<br />
los nudos de los troncos de los árboles, las formas de las nubes<br />
y hasta el tañer de las campanas, para que vieran en ellos toda<br />
clase de figuras fantásticas o humanas, caballos o batallas, o en la<br />
actitud de un pintor extravagante como Piero di Cosimo, quien,<br />
dice Vasari, se fijaba en los vómitos o los escupitajos, descubriendo<br />
así formas justamente en el lugar en el que un moderno –y aún<br />
32<br />
maldito, como Bataille– no iba a ser capaz ya de ver sino el ejemplo<br />
por antonomasia de lo informe. Las formas que surgían de esas<br />
nubes o de esos gargajos ya estaban previstas: eran storie magníficas,<br />
cultura poderosa y sintética: baste pensar en la importante tradición<br />
que consistía en aprovechar las superficies de algunas piedras muy<br />
veteadas, como los jaspes, ágatas, ónices o alabastros, para representar<br />
paisajes o historias. Frente a esa confianza infinita en una natura<br />
pictrix, frente a un juego de arte y naturaleza tan difícilmente<br />
superable, al que se dedicaron no sólo especialistas, sino pintores de<br />
la talla de Antonio Carracci, las formas que ahora pueden surgir<br />
de repente de lo informe, ¿qué serán sino, a lo mucho, un síntoma?<br />
¿Y qué saldrá de esas formas sino diagnósticos, y bien desconfiados?<br />
En nuestros tiempos, y desde hace tiempo, interpretar las manchas<br />
de tinta ya no es un estímulo de la imaginación del artista ni un<br />
juego de niños –que a veces, en vez de tinta, chafaban moscas en<br />
un papel doblado–, sino un test psicológico, el test de Rorschach.<br />
Cuidado, pues, con lo que ves en las manchas. Freud, por ejemplo,<br />
siguiendo a Oscar Pfister, vio en el manto de la Virgen de santa<br />
Ana, la Virgen y el Niño, un buitre que mete la cola en la boca del<br />
Niño Jesús, y pudo hacer así grandes deducciones sobre la sexualidad<br />
de Leonardo. Bidagor, en las ciudades que analiza, aunque dice<br />
descubrir el cuerpo de un animal, lo que ve en verdad son ángeles,<br />
además de un pájaro y un pez; y si ángeles y pájaros comparten<br />
plumas y alas y una cierta etereidad, también los peces son animales<br />
con cola y aletas, y bien resbaladizos. De Madrid, para empezar,<br />
surgen, según Bidagor, un par de ángeles rodeados de una corona<br />
de pájaros [figs. 14, 15]; Barcelona es también un ángel, pero<br />
solitario, que avanza hacia el mar con cruz y palma [figs. 16, 17];<br />
San Sebastián un pájaro majestuoso de alas desplegadas, tal vez<br />
33<br />
Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 95
Fig. 14<br />
34<br />
Fig. 15<br />
35<br />
96 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia
Fig. 16<br />
36 37<br />
Fig. 17<br />
Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 97
un águila; Valencia un pez de cuya especie no me atrevo a opinar.<br />
En su particular test sobre la interpretación de las manchas de las<br />
ciudades, que, como solía decirse al hablar de su crecimiento, son<br />
manchas de aceite, Bidagor muestra una tendencia clara a lo que<br />
flota y, aún más, a lo que vuela. O a lo que va de un lado a otro<br />
sin pasar por la mitad, si seguimos la definición que Santo Tomás<br />
dio de los ángeles. En todo caso, lo que está claro es que el cuerpo<br />
ha desaparecido, se ha volatilizado. Cuerpo volátil, ciudad pluma.<br />
Nada tiene de extraño que Bidagor haya compuesto sus demostraciones<br />
sobre la forma de la ciudad como una sucesión de<br />
páginas dobles: en las de la izquierda, el plano y su “interpretación<br />
orgánica”; en las de la derecha, vistas aéreas. Ésa es la vista del<br />
ángel y del pájaro, que es, a su vez, la forma de la ciudad, de<br />
modo que ésta se convierte en un tranquilo espejo, y Narciso, en<br />
un inesperado urbanista. Pero, bien pensado, ¿no era Narciso uno<br />
de los mitos de la paranoia crítica? Crítica o no, paranoia. Se<br />
puede acabar viendo en la ciudad la forma de una cebolla, y llorar<br />
–por usar los ojos.<br />
5<br />
Abreviando, y por si alguien no lo sabe, diré que Pedro Bidagor<br />
no hablaba de “ordenación de ciudades” por capricho: él fue<br />
el primer director general de Urbanismo en España, impulsor,<br />
entre otras muchas cosas, de la primera Ley del Suelo y de las<br />
figuras del Plan Provincial, del Plan Comarcal, del Plan General<br />
de Ordenación Urbana y del Plan Parcial, que desde mediados<br />
38<br />
los años sesenta se convirtió en el instrumento esencial de la<br />
política de construcción de polígonos residenciales. Todavía en<br />
1983, a sus 77 años, entrevistado por Fernando Terán, quien lo<br />
llama “máximo dirigente del urbanismo español entre 1939 y 1969”,<br />
Pedro Bidagor decía que “el paralelismo entre organismo y ciudad<br />
es una gran tarea en la que sigo creyendo”, y que “descubrir la<br />
organización funcional de una ciudad es el primer paso para el<br />
planeamiento orgánico de la misma. Localizar adecuadamente sus<br />
órganos, nuclearlos jerárquicamente y facilitar el funcionamiento<br />
de los sistemas es la tarea”. O sea, que no había dejado de ver<br />
surgir el cuerpo de un animal dibujado en los perfiles de la ciudad.<br />
¿De la ciudad? Bueno, más propiamente de su plano o de su vista<br />
aérea: una mancha, ya lo hemos dicho. ¿Y quién podrá ver formas<br />
en esa mancha gigantesca sino el oculo Deum? Nadie como Le<br />
Corbusier, de cuyas ideas sobre la ciudad Bidagor se consideraba<br />
heredero en la entrevista antes mencionada, fue tan aficionado a<br />
contemplar la ciudad desde el avión: así, desde la altura, perfilaba<br />
los grandes trazos territoriales de Buenos Aires, Montevideo, São<br />
Paulo o Río de Janeiro, y así, en la distancia, Argel o Barcelona<br />
se le revelaban como mujeres tumbadas junto al mar. Como los<br />
príncipes que jugaban con paisajes de copas y manteles, ejércitos<br />
de autómatas y pájaros mecánicos, Le Corbusier amaba ver los<br />
aviones pasando entre las maquetas de sus rascacielos cartesianos,<br />
como si lo hiciesen entre las columnas del Partenón, pero aún<br />
más sostener el rascacielos con la mano y luego ponerlo sobre la<br />
ciudad, como quien dispone sobre el tablero una pieza en la gran<br />
jugada maestra, final: eso es lo que hace su mano en la película de<br />
Pierre Chenal, Bâtir [fig. 18]. Jugada de aviador: los pilotos italianos<br />
que en 1911 realizaron los primeros bombardeos aéreos de la<br />
39<br />
98 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia
historia declararon eufóricos que desde 80 metros de altura, lanzar<br />
siete u ocho bombas sobre la población de los oasis de Tanguira<br />
y Ain Zara, en las afueras de Trípoli, les había hecho sentir el<br />
verdadero sentido del poder de Dios sobre la vida y la muerte. El<br />
oculo picto Deum se alza sobre las ruinas, y el avión desde el que<br />
Le Corbusier trazaba sus planes provoca delirios. Él, Le Corbusier,<br />
trazaba sobre las ciudades grandes curvas, como recuerdo de las<br />
curvas de las mujeres de Argel; uno de sus muchos fantasmas,<br />
Bidagor ya no veía firmes cuerpos de mujer, sino ángeles y pájaros<br />
volátiles y siniestros cuando levantaba la vista sobre la ciudad. No<br />
quiero forzar más las cosas, pero si ésa es la pendiente por la que<br />
se deslizan las visiones, no me extraña que, cuando los responsables<br />
de Ciutat Badia se alejaron un poco del plano que habían dibujado,<br />
o tal vez cuando, despegando desde el cercano aeropuerto de<br />
Sabadell, divisaron sobre el terreno sus primeras trazas, viesen<br />
aparecerse ante ellos claramente, no una mujer, ni un ángel, ni<br />
un pájaro, sino, nada más y nada menos que el mapa de España.<br />
Gran iluminación, en ese polígono empezado en tiempos de<br />
Bidagor pero acabado ya en otros tiempos. Eso sí que era, en<br />
efecto, una revelación bien traída, porque aparecer, podrían haber<br />
aparecido muchas cosas, y hasta ángeles o pájaros, en efecto, pero<br />
en ese polígono, destinado como todos a acumular en vacío una<br />
mano de obra emigrante, lo que venía al rescate de los urbanistas<br />
y gestores era, ni más ni menos, el mapa de España. Y no un mapa<br />
de España cualquiera, sino uno un tanto achatado, como si se<br />
mostrara con cierto escorzo, desde un punto elevado frente a<br />
Gibraltar. Es decir, no un mapa ortogonal, proyección abstracta,<br />
como los que vemos en las cartillas escolares y los libros de<br />
geografía, por ejemplo, sino uno en perspectiva, como los que<br />
40<br />
Fig. 18<br />
41<br />
Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 99
ilustran los folletos turísticos, en los que los accidentes y las<br />
ciudades surgen en gran volumen, y la vista de pájaro, escorzada<br />
y dinámica, es lo que se impone. España a vista de pájaro, en fin,<br />
eso es lo que vieron: una España anamórfica. El gran panorama:<br />
ver para querer. Todo encaja: la miseria se aleja con la vista aérea,<br />
hasta hacerse invisible. Ésa es, en efecto, la vista de la invisibilidad,<br />
porque elude los detalles. Si los polígonos son los lugares del<br />
abandono, de la real ausencia de la casa, del común y del Estado,<br />
¿qué mejor invención que el mapa que contiene al Estado, al<br />
común y a la casa? Un puro espacio físico se convierte así en<br />
remedo de un espacio social, tan pacificado como imaginario.<br />
Aunque, bien pensado, ¿por qué remedo? Si el mapa es el de<br />
España, será un refrito. ¿O es que no vieron en la mancha de aceite<br />
de Badia, quo modo Deus, una piel de toro?<br />
6<br />
Si tuviésemos que creer en la publicidad, diríamos convencidos<br />
que nuestra sociedad ha eliminado las grandes miserias, aunque<br />
multiplica las pequeñas, a las que cada vez concede más espacios<br />
especializados en los márgenes de la ciudad, en los rincones de<br />
la casa, en las arrugas del cuerpo. El ojo deum corresponde a la<br />
primera parte de este enunciado: sobrevuela el solemne paisaje de<br />
ruinas clásicas en que su mirada convierte al mundo, y no se<br />
entretiene en los detalles. El diablo, en cambio, a la segunda. El<br />
diablo Cojuelo, rengüelo, claro está, lisiado porque cayó de muy<br />
alto al ser arrojado del cielo, pero capaz aún de volar; Cojuelo,<br />
42<br />
además, para traer el baile al mundo, y no la <strong>Red</strong>ención; y Cojuelo<br />
para decir, renqueando, en lugar de “yo soy la Verdad”, “yo soy<br />
la Mentira”, veraz y voraz. Al contrario de Dios, que nos observa<br />
desde arriba para abolirnos en una totalidad majestuosa, el diablo<br />
siempre nos propone acompañarlo en sus vuelos: él nos llevará<br />
aquí o allá, y desde allí nos lo enseñará todo, pero no como gran<br />
panorama, sino como montón de detalles, todos mezquinos.<br />
No suelen ser grandes crímenes, sino pequeños vicios y miserias<br />
corrientes, lo que el diablo nos muestra cuando levanta los tejados.<br />
“Todo esto te daré”, podría decir. ¿Y quién lo querría? Cualquiera<br />
lo querría: pajareando y picoteando, el diablo nos da a entender<br />
el mundo. Vuela bajo y usa farol: enfoca. Como en el frontispicio<br />
de Le diable à Paris, en el que el diablo es un hombre delgado,<br />
con levita, bastón y linterna, cargado con un gran cesto de cartas<br />
–los deseos y las cosas que debe hacer o decir–, que contempla<br />
ajustando su monóculo el plano de París desplegado a sus pies<br />
[fig. 19]. Ese plano, al contrario de aquel mapa, no sustituye a la<br />
ciudad, sino que está a punto de ser agujereado por una mirada<br />
que, como el rayo de sol a través de una lupa, lo encenderá. Así,<br />
punto por punto, prende el diablo la ciudad, y la deja hecha un<br />
colador, aunque colador ya lo era. Cojuelo, lisiado, danzarín, el<br />
del diablo es un vuelo que no da forma, sino que encuentra<br />
vida, la otra vida traducida a ésta, así que empecemos: “Daban<br />
en Badia, por los fines de julio –eso es verdad (N.d.T.)–, las once<br />
de la noche en punto, hora menguada para las calles y, por faltar<br />
la luna, jurisdicción y término redondo de todo requiebro lechuzo<br />
y patarata de la muerte”, etc., etc.<br />
43<br />
100 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Juan José Lahuerta Badia desde el aire y otros vuelos Rodalia
Fig. 19<br />
7<br />
Más arriba he hablado de la relación entre cabeza y capitel o<br />
pie y pedestal. No resulta tan obvia esta correspondencia si nos<br />
ponemos a pensar en el resto de palabras con que se designan los<br />
elementos de la arquitectura clásica, empezando por el tímpano,<br />
que es también el nombre de un tambor, atabal o timbal de piel<br />
y huesos, y siguiendo por los óvolos o huevos, toros, flechas,<br />
tenazas, sogas, golas o gargantas, dientes, gotas, bucráneos o cráneos<br />
de buey, páteras o sacrificaderos para recoger la sangre y todo lo<br />
demás: basta pensar en todo eso para comprender la relación que<br />
esa arquitectura, que siempre se ha descrito como armónica por<br />
excelencia, tiene con el mundo del ritual y del sacrificio, con la<br />
enajenación de la danza y con la arritmia del cuchillo y de la sangre.<br />
Bien mirado, el orden, la medida y el ritmo del templo clásico no<br />
son sino el intento de recomponer los disjecti membra del animal<br />
sacrificado: o sea, devolver la forma a ese animal demasiado humano.<br />
Ciudad, arquitectura, patarata de la muerte: ahí me quedo, por<br />
ahora, esperando que los diablos, o P. G. R., den conmigo en los<br />
infiernos.<br />
45<br />
Rodalia Badia desde el aire y otros vuelos Juan José Lahuerta <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 101
UNA ESPECIE DE ESCALERA EXTRAÑA:<br />
NO SUBE NI BAJA.<br />
OBSERVACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO<br />
EN BADIA DEL VALLÈS<br />
ANDREA AVARIA SAAVEDRA 1<br />
Introducción<br />
Llegar a un lugar desconocido siempre me ha parecido viajar<br />
hacia un mundo nuevo. Descubrir lugares que están cerca se transforma<br />
muchas veces en una aventura que, según los resultados y las expectativas,<br />
se puede reiterar.<br />
A través del texto pretendo llegar a un lugar nuevo. A lo largo de<br />
éste intentaré compartir el proceso vivido, en el viaje a Badia, en el acercamiento,<br />
en la observación, en la participación, mediante la circulación<br />
por el espacio público, espacio regido por lo virtual y también lo concreto<br />
(cf. Delgado, 1999), lugar vivido como espaciamiento, por la distancia.<br />
De las descripciones desprenderé reflexiones y análisis. Las observaciones<br />
realizadas, descritas, serán observadas nuevamente en un ejercicio<br />
autorreflexivo. Es decir, observaré las propias observaciones generadas.<br />
Entendiendo que la antropología de los espacios públicos reconoce a los<br />
sujetos en interacción y da cuenta de la acción que se produce en, con<br />
y desde los espacios. También reconoce la implicación de quien observa.<br />
Tuve una primera aproximación a Badia del Vallès a través de<br />
información de terceros, cuestiones de apreciaciones, observaciones<br />
generales y muy personales. La información recogida en un primer momento<br />
5<br />
102 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Andrea Avaria Saavedra Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Subterranis
6 me pareció suficiente, muchas veces he emprendido un viaje con información<br />
básica. No busqué más, no quise construir ideas o juicios previos, deseé<br />
acercarme lo más ingenuamente posible al lugar. Para ello, en al menos<br />
tres ocasiones fui a Badia, recorrí sus calles, me impregné de ellas, me<br />
dejé atrapar por el lugar. Entre junio y agosto del 2005, cogí un tren casi<br />
a las mismas horas de la tarde en dirección a Badia.<br />
A efectos de la presentación, iré exponiendo extractos de las<br />
observaciones realizadas y las reflexiones que emergen de ellas, y que<br />
en conjunto orientarán al lector en el viaje realizado hacia y por Badia<br />
del Vallès. Y finalmente me detendré en reflexiones generales.<br />
Antes de partir<br />
Un día cualquiera de la semana, me dispongo a partir. Pongo en mi<br />
bolso los mapas que he fotocopiado, también una pequeña libreta de<br />
notas y un lápiz, y me visto con ropa cómoda.<br />
Ese mismo día me he juntado con una amiga y aprovecho para<br />
preguntarle si sabe cómo llegar a Badia. Es también una forma de<br />
estar segura de que llegaré a destino por el lugar más directo. No lo<br />
sabe. Me acompaña a la estación de Sants. La estación está llena de<br />
gente, ya hace calor y seguramente se viaja más. Mi amiga me<br />
acompaña a preguntar a las diversas ventanillas, a comprar el billete.<br />
Estoy preocupada. No sé qué voy a encontrar, es como si fuera a un<br />
lugar que nadie sabe muy bien dónde está, ni cómo llegar, es como<br />
si estuviera en alguna parte del recuerdo, pero al mismo tiempo, parece<br />
un lugar olvidado.<br />
Antes de salir y de llegar a un lugar y realizar las observaciones,<br />
“la cabeza se llena de imágenes”, de creaciones propias cargadas de los<br />
relatos de otros, o de imágenes que pueden encontrarse en folletos o en<br />
internet, en un libro en fotos, etc.<br />
Al llegar a un lugar, nos enfrentamos a nuestros pre-juicios, a las<br />
expectativas creadas, que luego reafirmamos o modificamos con lo<br />
observado. En estas observaciones podemos buscar y encontrarnos con<br />
lo que queremos. Por tanto, las preguntas que surgen son: cómo hacer de<br />
un lugar recién visitado un lugar muy distinto al imaginado, al relatado,<br />
cómo evitar comparaciones que invisibilicen, que dejen fuera lo relevante<br />
a la hora de destacar las particularidades.<br />
Las descripciones que hacemos responden a nuestras percepciones,<br />
a la forma que cada uno tiene de aproximarse a algo nuevo, a los usos<br />
de nuestros sentidos, a las preparaciones y a la disposición con que<br />
partimos a un lugar.<br />
En la organización del viaje está presente quien observa (observará).<br />
El que se ve enfrentado a sus temores, a sus desafíos, a su amplio campo<br />
de cogniciones se enfrenta a sí mismo. En la preparación se hacen presentes<br />
también experiencias anteriores de viaje, las formas utilizadas de dirigirse<br />
hacia un lugar nuevo.<br />
¿Cómo son los viajes a lugares cercanos? ¿Qué ocurre cuando<br />
nos aproximamos a un territorio, a un lugar próximo, casi vecino? ¿Son<br />
iguales o distintas las aproximaciones cuando nos enfrentamos a lo lejano<br />
y extraño? Somos nosotros mismos los que establecemos las diferencias,<br />
los que las dibujamos en las conversaciones, en las observaciones, en las<br />
evocaciones. Parece indispensable cuestionar los marcos de referencia<br />
con que partimos, también aquellos marcos con los que elaboramos las<br />
observaciones y sus registros.<br />
Primero: la estación<br />
Pregunto a diversas personas cómo llegar a Badia. Nadie lo sabe.<br />
Los trenes de cercanías suelen llegar a todas partes. Es una especie de<br />
red, ramificación que divide, y también acerca y vincula determinados<br />
lugares, imágenes, entornos con los que parecen más familiarizados<br />
quienes cogen un tren.<br />
Las estaciones siempre están llenas de gente que va y viene. Que no<br />
sabemos si regresa.<br />
En la estación de Sants, me dirijo a la ventanilla de información. Las<br />
preguntas entre los trabajadores de ventanilla van y vienen, nadie sabe<br />
con certeza dónde está Badia. Quien más segura está afirma que hay<br />
que bajarse en Barberà del Vallès.<br />
Compro el billete para comenzar el viaje a Badia. Quiero regresar, así<br />
que el billete es de ida y vuelta. La primera vez lo compro en ventanilla,<br />
para cerciorarme de que no me perderé en una de las tantas venas<br />
que rodean y cruzan Barcelona.<br />
Anuncian trenes con destino a Terrassa, Manresa, destinos más<br />
familiares para mí. Andén número 2, ése es el tren que con seguridad se<br />
detendrá en Barberà<br />
El tren no sólo es una forma de transporte, para mí es una forma<br />
simbólica de acomodar el cuerpo y la mente para un viaje. Subirse a<br />
7<br />
Subterranis Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Andrea Avaria Saavedra <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 103
8 un tren implica llegar, o al menos, aproximarse a mundos distantes,<br />
e incluso desconocidos. El viaje en tren implica una suerte de aventura.<br />
Me subo por la parte del medio del tren, que es como cualquier otro<br />
de cercanías. Intento descubrir qué personas se dirigen a Badia.<br />
Desconozco cómo es la gente de allá.<br />
Pienso que, para muchos, éste debe de ser un medio de transporte<br />
y un recorrido cotidiano, y que seguramente algunos, como yo, cogen<br />
esta dirección por primera vez. Comienza un viaje, todos vamos en el<br />
mismo tren.<br />
Cada viaje es distinto. Sin embargo, se repiten algunas claves. La gente<br />
en el tren no se mira, o por lo menos, eso parece. Es decir, las personas<br />
se miran, pero mantienen la mirada y el rostro frío, distante, la mirada<br />
del otro no circula, y aún menos entra en el espacio del otro.<br />
En este tipo de lugares, las miradas son importantes. Me refiero a mirar<br />
sin ser visto por el otro. Es decir, sin que las miradas lleguen a detenerse<br />
o a posarse en la mirada del otro. Sin embargo, en el segundo viaje,<br />
pareció que algunas cosas se producían de forma distinta. Una chica<br />
venía en el tren; un chico y yo subimos al mismo tiempo. Él se sentó<br />
a su lado. Los asientos contiguos daban justo frente a la ventana, eran<br />
paralelos a las líneas del tren. Sus miradas empezaron a cruzarse en<br />
el reflejo de la ventana, como en un juego de atracción y luego de<br />
seducción mutua. Las miradas se tornaron cálidas, ellos sonreían,<br />
tratando de no ser tan evidentes en ese gesto. El rubor de la chica se<br />
hizo más obvio, hasta llegaron a reírse. Luego empezaron a desviar<br />
la mirada, a mirar al vacío, a hacer muecas de seriedad, a estar cada<br />
vez más distantes. Sobre todo ella, porque él seguía intentando<br />
encontrarse con sus ojos; ella fue cogiendo poco a poco sus cosas,<br />
su bolso, sacó un ticket, se acomodó. El resto de la gente parecía no<br />
percibir nada. Cuando aún estábamos en Barcelona, ella se levantó<br />
y esperó a la siguiente parada. El tren se detuvo. Cuando ella estaba<br />
a punto de salir, él se puso de pie y salió tras ella. Los seguí desde<br />
la ventana, sin poder evitarlo pensé en un encuentro, o en la posibilidad<br />
de que esas sonrisas y miradas se prolongaran, o quizá,<br />
simplemente, de que cada uno siguiera su camino.<br />
Los trenes se llenan de gente que lee, gente que se abstrae en los libros<br />
o diarios que aprietan firmemente con las manos, personas que cierran<br />
los ojos, quizás intentando o logrando dormir o al menos descansar.<br />
Otros miramos por la ventana, y de vez en cuando, cruzamos las<br />
miradas en el aire, como controlando a los que abandonan o contando<br />
a los que han subido al tren.<br />
El tren se detiene en cada estación. Recuerdo El país de las últimas<br />
cosas de Paul Auster. Todo desaparece a mis espaldas. El hambre<br />
empieza a hacerse evidente. Ya es más de mediodía y no he comido<br />
nada. Hace calor, el calor de junio, anunciando verano.<br />
Al llegar a la estación de Barberà del Vallès, descubro que hay dos<br />
caminos. En la cafetería pregunto cómo llegar a Badia. Tras unas cuantas<br />
preguntas y constataciones entre los presentes, salgo en la dirección<br />
indicada. Una vez más, parece que nadie conoce el lugar de destino.<br />
Camino por Barberà hasta llegar a Badia.<br />
Los viajes no sólo son el punto de llegada sino también el tránsito<br />
que hacemos entre un punto y el otro. Ese tránsito, tanto físico como<br />
imaginativo, es lo que creamos antes de partir, y lo que contrastamos al<br />
llegar, al encontrarnos con cada uno de los elementos del lugar en<br />
interacción. Son sus calles, sus plazas, los lugares de encuentro, el uso de<br />
esos lugares, las personas que entran y salen de sus casas, que deambulan<br />
por las calles. El tránsito entre dejar de estar en un lugar y volver a estar<br />
en otro lugar distinto. El tránsito que obliga a la mirada a suspenderse más<br />
allá de lo que lleva y de lo que encuentra, que va más lejos del lugar<br />
donde se posan los sentidos.<br />
El trayecto es parte importante. El tren no sólo marca distancias,<br />
sino también tiempos, espacios que se distribuyen a lo largo de un territorio<br />
determinado y que se marcan por las estaciones, por cada uno de sus<br />
nombres, que se diferencian por los habitantes que se bajan en cada<br />
parada y que al contacto con el territorio (la estación) resultan distintos de<br />
los otros (los que no bajan en esa estación). Las claves comienzan a ponerse<br />
en evidencia en el viaje, las que se refieren a las propias del tren y que<br />
operan en cada vagón al abrir y cerrar sus puertas, y las que se aproximan<br />
o dejan en cada estación, en cada lugar.<br />
Las claves del territorio no sólo se leen en el territorio, sino que se<br />
van descubriendo y (re)haciendo en el trayecto. Es una forma de ir incorporando<br />
nuevas formas de habitar, de pasar de ser completamente ajeno a<br />
comprender por lo menos formas de relación básicas, de proximidad, distancia,<br />
acercamiento, atracción, claves que, si ponemos atención, nos permitirán<br />
actuar y deambular, mientras estamos de tránsito, o fijos en un lugar.<br />
Los espacios se diferencian los unos de los otros como las personas.<br />
Cada una con atuendos distintos, con distintas formas de llevarlo, con o<br />
sin maquillaje, con formas de andar, conversar, leer, etc., construyen una<br />
especie de estar que los hace únicos. Los lugares y las personas nos<br />
parecemos en ese estar diferenciado.<br />
Badia parece estar conectada a Barberà a través de los que<br />
llegamos en tren, conectada a través de quienes caminamos por las<br />
9<br />
104 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Andrea Avaria Saavedra Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Subterranis
10 calles de una y otra. Badia parece estar presente a través de Barberà,<br />
de la estación, de las calles que quedan entre la estación y Badia. Hay<br />
lugares invisibilizados en las propias ciudades, y en las proximidades de<br />
éstas. Lugares que se mantienen ocultos o de espaldas, o casi colgando<br />
de otros lugares que sirven como referencia, o como orientación. Quienes<br />
viven, habitan estos espacios, ¿resultan también invisibilizados? ¿Son<br />
descritos a partir de otros, ellos mismos se describen a partir de otros?<br />
Segundo: a primera vista<br />
En la estación de Barberà del Vallès, cruzo la línea del tren por abajo<br />
y salgo casi recto a una pequeña plaza llamada España, que por sus<br />
escaleras me conduce a una calle principal y recta, la calle que hay<br />
que seguir para llegar al destino. Unos hombres trabajan en un edificio<br />
situado casi frente a la plaza, el resto de los transeúntes parece haberse<br />
marchado deprisa y me encuentro sola en la calle. Por la calle del<br />
Abeto, cruzando la plaza del Vallès, me dirijo hacia Badia. A lo largo,<br />
la calle llena de casas de dos pisos, amplias y en su mayoría con patio,<br />
atiborradas de flores y plantas, impregnando la calle de sus olores,<br />
hasta los árboles contribuyen con su perfume. Los jazmines destacan<br />
sobresaliendo de las verjas con sus flores blancas. Barberà, o al menos<br />
esta parte, entre la estación y Badia, parece agradable.<br />
Al fondo, formando un horizonte de cemento elevado, unos edificios<br />
alargados y grises parecen delimitar el lugar, el otro territorio.<br />
Badia empieza a formarse, ante mis ojos, desde la avenida Tibidabo,<br />
a izquierda y derecha. Cojo la dirección de la izquierda. A medida que<br />
transcurre, la avenida va perdiendo su amplitud por los numerosos<br />
coches aparcados en sus costados. La pared de cemento, formada por<br />
las fincas en hileras, se abre hacia el cielo, también a lo largo. Imposible<br />
calcular cuánta gente habita cada edificio, cuántas personas viven,<br />
unos encima de otros. Imposible contabilizar cuántas puertas y ventanas<br />
se abren y cierran cotidianamente, cuántos grifos sueltan agua, cuántas<br />
llaves cierran las puertas, cuántos picaportes se accionan al día.<br />
Distingo a algunas personas que se asoman a sus ventanas o balconcitos;<br />
parecen abstraídas en la observación relajada de lo que acontece en<br />
la calle y quizá más lejos, según la altura. Por algunas ventanas<br />
también tienden ropa, las sábanas se secan al sol, o por lo menos al<br />
calor que inunda las calles. No veo a nadie en la calle. Hacia el final,<br />
un par de personas cruzan la avenida, y enfrente, en un bar, distingo<br />
a otras. Pequeños espacios comunes, placitas de juego, bancos o<br />
simplemente una vereda separa o une a algunas de las fincas. No se<br />
ve a nadie.<br />
Los coches no dejan de pasar. Muchos se hacen oír con sus músicas a<br />
tope, estridentes, desde dentro ruge el reggaetón. Los conductores,<br />
hombres jóvenes, parecen disfrutar y mostrarse sin pudor. Por lo general,<br />
los coches son negros o rojos, alargados, lo más parecidos a un coche<br />
deportivo, y se desplazan con las ventanillas abiertas, y en su interior,<br />
ellos, con el pelo largo y húmedo, gafas de sol, mirada siempre adelante,<br />
conducen atrapados en esa burbuja musical. En ocasiones transitan<br />
despacio, mostrándose por la ventanilla abierta, o escapan a toda<br />
marcha, hacen rugir los tubos de escape, que se acopla a los rugidos<br />
de la música.<br />
Un grupo de tres niños camina delante de mí, nos separan apenas<br />
unos pasos. Se les ve entusiasmados, llevan dinero en la mano, se<br />
paran ante un quiosco. Compran helados. Les imito.<br />
Al acercarme al quiosco, le pregunto a la mujer que atiende cómo<br />
llegar al mercado. Ella, de unos cincuenta y pico años, un poco gorda,<br />
de movimientos ágiles y voz sonora, me aclara que hay dos, uno cerca<br />
del ayuntamiento y otro que se instala una vez a la semana en la<br />
misma calle. La mujer parece disfrutar de su trabajo en ese pequeño<br />
lugar. Al momento llega un pequeño grupo de niños de entre 7 y 9<br />
años. Compran unos dulces, apenas hablan y se van. Ella me entrega<br />
el helado y además pronuncia unas frases como si fueran su eslogan:<br />
“aquí estamos, dice, aquí tenemos de todo un poco, y sobre todo,<br />
ganas de trabajar”, le agradezco el helado y me quedo pensando en<br />
sus palabras, me despido y me alejo, siguiendo sus instrucciones para<br />
llegar al mercado. Busco el lugar donde se reúne la gente, donde<br />
comparten las compras y los comentarios del barrio; imagino que el<br />
mercado es el mejor lugar.<br />
Por la calle Burgos, mujeres con niños y niñas de la mano apuran el<br />
paso, van a la escuela en junio, ya falta poco para terminar las clases.<br />
Las distintas tiendas, en su mayoría abiertas, cubren las partes bajas<br />
de los edificios. Destacan las inmobiliarias, la venta de pisos en el<br />
sector. Las ofertas no son menos interesantes, varios pisos en (las calles)<br />
Oporto, Oviedo, el Mediterráneo, Zaragoza, Vía de la Plata, La Mancha,<br />
Mallorca, Menorca, Cantábrico, en cada una de esas calles se ofrece<br />
un piso para comprar. Seguro que quienes compran en Badia no sólo<br />
compran un piso, sino además, una especie de sueño, un lugar en el<br />
mapa, a orillas del Mediterráneo, en la Península. Nadie entra a<br />
preguntar.<br />
Cruzo la calle. El ayuntamiento está casi en la esquina siguiente. Voy<br />
detrás de unas mujeres que llevan a sus hijos al colegio, debe de ser<br />
11<br />
Subterranis Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Andrea Avaria Saavedra <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 105
el inicio de la segunda jornada escolar. Entro en el ayuntamiento,<br />
reviso mostradores, en busca de información, a ver si encuentro un<br />
pequeño plano que me permita identificar las calles. Al entrar, saludo<br />
y nadie responde, aunque hay dos mujeres sentadas frente a un par<br />
de ordenadores casi en la entrada del ayuntamiento, en la parte que<br />
corresponde a actividades y cuestiones relativas a cultura y otras<br />
informaciones. Me vuelvo hacia ellas. Les pido un mapa del lugar, me<br />
equivoco y una de ellas me lo hace notar, me corrige: un plano, dice,<br />
deben de estar allí encima, y muestra con la cabeza, en un gesto, el<br />
mostrador donde acabo de revisar cada uno de los trípticos disponibles.<br />
Le comento que no he encontrado nada. Ella se levanta y empieza una<br />
búsqueda con aire de descontento y de crítica dirigido probablemente<br />
hacia la persona que trabaja en ese lugar y que no se encuentra allí.<br />
Por fin, la otra mujer busca en su escritorio, encuentra un plano y me<br />
lo tiende. Les doy las gracias y salgo.<br />
El ayuntamiento es amplio, es un edificio de un par de pisos, abierto,<br />
luminoso. En la entrada está el escudo de Badia, una golondrina<br />
encumbrando el vuelo, como si siempre estuviera migrando, a pesar<br />
de tener el nido en ese escudo. El ayuntamiento está en una plaza de<br />
cemento. A uno de los lados de la plaza, está el mercado con sus<br />
puertas cerradas, y enfrente, las terrazas de un par de restaurantes<br />
abarrotados de gente. A la sombra del edificio del restaurante se<br />
cobijan las mesas, donde mujeres y hombres fuman y beben un aperitivo<br />
o quizás un café para despertarse.<br />
Me dirijo al colegio; es grande. Los más pequeños entran por una<br />
puerta, se agrupan allí y luego los conducen a las salas en orden, en<br />
fila, una mujer los guía, les habla en catalán. Por el otro lado, los niños<br />
y niñas mayores se dirigen a un gran patio que los engulle tras los<br />
edificios de entrada, los mayores van sin sus madres.<br />
A la salida, cuando ya todos han entrado en sus aulas, un grupo de<br />
cuatro mujeres se queda en la entrada, conversando. Parecen conocerse,<br />
hablan de los pequeños y de sus parejas, hablan de otra mujer y su<br />
pareja, de problemas entre ellos.<br />
Las mujeres, así como todas las personas que oigo en el camino, hablan<br />
en castellano. Sólo la profesora o encargada de los niños y niñas ha<br />
hablado en catalán. La música, los juegos, todo está en castellano. En<br />
cambio, los carteles y anuncios oficiales, están en catalán.<br />
Por la calle Oporto, en Algarbe, se oye un ruido sordo y continuado<br />
como de mar; es la carretera. La carretera que va a Manresa, que<br />
marca el límite del municipio de Cerdanyola y de Sabadell. Badia<br />
queda atrás, invisible, los coches no necesitan entrar. En el aparcamiento,<br />
desde donde se ve la carretera, un hombre arregla un coche.<br />
12 Por la calle, familias con sus pequeños y pequeñas vuelven del colegio.<br />
Apenas hablan. Los dejo a mis espaldas. Me acerco a una guardería,<br />
leo los carteles y la información que hay en los paneles a la entrada,<br />
en catalán informan de la selección de los más pequeños.<br />
Se acerca una mujer, muy joven, aparenta veinte y pico, viene a revisar<br />
el panel, llama por teléfono a alguien, le comenta que están las listas,<br />
pero falta el nombre que busca, afirma que no entiende nada, que todo<br />
está en catalán, así que decide entrar y volver a llamar cuando lo haya<br />
averiguado. Pulsa el timbre. Un hombre abre la puerta. Ella le dice lo<br />
que necesita. Cruza el umbral de la puerta donde cuelgan flores,<br />
mariposas, y dibujos primaverales, la puerta se cierra a sus espaldas.<br />
Subo por la calle de la Plata, cruzo el colegio, llego al centro cultural<br />
y de la familia (Departament de Benestar Social), allí también está el<br />
Auditori Municipal. Me detengo. Junto a sus carteles y monumentos no<br />
hay nadie, sólo un par de personas en el supermercado próximo.<br />
Por la calle de la Plata, casi al llegar a un descampado, emergen los<br />
aviones y avionetas como si corrieran por la misma calle. El cielo lleno<br />
de avionetas, helicópteros como un enjambre de abejas, o el aleteo<br />
incesante de los pájaros que llena el aire del reflejo brillante de las<br />
latas, del tronar de los motores en vez de grillos. Como las golondrinas,<br />
parecen ir y venir, pero sin abandonar el lugar: siempre vuelven al<br />
mismo hangar.<br />
En la esquina, entre las calles Cantábrico y de la Plata, decidida a<br />
dirigirme hacia la estación, me sorprendo, veo una tienda Sativa World<br />
Growshop que anuncia, justo en el límite entre Badia y Barberà,<br />
asesoramiento, insecticidas, abono, semillas. Al extremo, una tienda<br />
junto al bar de la esquina de la avenida Tibidabo y tiendas de verduras<br />
más allá.<br />
La estación está llena de gente, que espera para ir o volver a Barcelona.<br />
A pesar del letrero que advierte la peligrosidad de cruzar por las vías,<br />
un joven salta y cruza corriendo, a través de las vías, a marcar el billete<br />
de sus padres y el suyo. Todos miramos a ambos lados: no viene ningún<br />
tren, exhalamos un suspiro de alivio.<br />
Vuelvo a subirme al tren después de un viaje a ninguna parte, después<br />
de deambular por calles que me llevan y traen al Mediterráneo, pero<br />
donde el mar queda muy lejos, donde las golondrinas se han<br />
transformado en vuelos de instrucción o vuelos de pequeña envergadura,<br />
donde todo parece suspendido, colgando de cemento y ventanas, de<br />
pisos que van a dar a escuelas.<br />
Quien viaja a un lugar aparentemente asociado a otro lugar, un<br />
espacio al que se llega a través de otro territorio, quizás establece una<br />
13<br />
106 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Andrea Avaria Saavedra Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Subterranis
doble distinción, alguna diferencia que dibuja los contornos entre el lugar<br />
al que llegó y que transitó hasta su destino.<br />
La arquitectura del sector de Barberà que colinda con Badia es<br />
diferente. La arquitectura los diferencia. Estas diferencias se hacen evidentes<br />
a través de la observación, de la experiencia de transitar por ambos<br />
lugares y a través de ellos. En Barberà, casas de dos pisos, con patios,<br />
pequeñas rejas, con aparcamiento en el interior de los edificios, calles<br />
con pequeñas plazas de paso, sin gente asomada a las ventanas o<br />
deambulando por las calles. Estos aspectos contrastan con las edificaciones<br />
alargadas, con las calles atestadas de coches, de pequeños lugares de<br />
esparcimiento colectivos entre las fincas, con pequeños quioscos de revistas,<br />
de helados, con bares que sacan sus toldos y parasoles a la calle, con<br />
gente andando, con coches que deambulan por Badia.<br />
Las calles, ante el observador, dan cuenta de la diferencia. La<br />
descripción de la observación subraya la divergencia, los espacios actúan<br />
como descriptores de sí mismos, o por lo menos, eso parece distinguir<br />
quien las observa.<br />
Las calles y sus nombres permiten establecer otras distinciones.<br />
Y nuevamente, en comparación o por contraste, las calles de Barberà<br />
aluden a árboles, plantas, flores, están llenas de ellos.<br />
En Badia se dibuja un trozo de la Península, las calles y sus nombres<br />
evocan lugares. Recuerdan territorios desterritorializados, sacados de su<br />
contexto natural y trazados en calles de una especie de mapa gigante,<br />
que se reproduce en el plano local. Es la evocación implícita del viaje,<br />
el traslado, el movimiento, el proceder de puntos distintos, “venir de todo<br />
alrededor”, es como si en un punto se multiplicaran los puntos de referencia.<br />
Las calles de Badia llevan implícita la historia del lugar, invocan otros<br />
territorios, al nombrarlas y al transitar por ellas permiten invocar historias,<br />
viajes y tiempos.<br />
La música de la calle construye una especie de territorio, que se<br />
asemeja y diferencia respecto a otras calles, tanto de Badia como de<br />
Barcelona, o quizá de cualquier parte o lugar del mundo. La música que<br />
suena, que se desplaza por las calles, que emerge de las ventanas de los<br />
coches es la música de las radios, de la televisión, es música globalizada,<br />
que parece sin embargo única, o que al menos intenta ser única cuando<br />
sale por las ventanillas abiertas de un coche y de otro, por lo menos, es<br />
una música que aparenta singularidad.<br />
El reggaetón como música del presente. Música que se callejea,<br />
que está en la calle. La rumba como música de la memoria, no suena, no<br />
es escuchada por quien observa y transita.<br />
14 La música sirve para hacerse visible. Uno es observado desde el<br />
rugir de los altavoces, a través de la misma música que retumba en los<br />
cristales de los otros coches y de las fincas, un sonido que también vibra<br />
en el cuerpo de quien camina, del viandante.<br />
A través de la vibración del coche, el reggaetón se vuelve parte<br />
de quien conduce, que conduce despacio, como dejando una dosis de<br />
música en cada cuerpo. El viandante se vuelve parte del coche a través<br />
de la música.<br />
El lenguaje que se escucha en las calles, el lenguaje de los escolares<br />
y las mujeres que les acompañan es el castellano (otra sonoridad). Ese<br />
hecho habla por sí mismo, dice a través del lenguaje que ellos vienen de<br />
otros lados, su lenguaje es diferente del que se da en las escuelas o se<br />
lee en las oficinas del ayuntamiento.<br />
Las calles también son parte de la memoria, no sólo porque evocan<br />
con sus nombres, sino porque en ellas se han construido y levantado<br />
símbolos que evocan ese ser de otra parte, que ponen en la memoria y en<br />
el presente el proceder de otros territorios. Las calles son movimiento.<br />
Las golondrinas como símbolos del movimiento, aves que migran,<br />
que anidan y que se trasladan buscando verano. Las golondrinas perpetuadas<br />
en ese ir y venir. Allí llegan y se reproducen las golondrinas, sus alas y las<br />
calles reproducen la memoria del viaje de sus habitantes, el ser de otro<br />
territorio, sin embargo, estar en Badia, en Cataluña. Un viaje que se<br />
rehace en la memoria y que no obliga a desprenderse, un viaje que<br />
se evoca desde el estar, desde un lugar, y que no obliga a moverse.<br />
Tercero: el retorno<br />
Los retornos siempre parecen más relajados. Al menos uno ya conoce<br />
el proceso, sabe cómo llegar. Directo a la estación. A comprar un billete<br />
para Barberà. Me voy al valle. Es un viaje más a un lugar al que ya<br />
he ido.<br />
En la tercera estación desde que he subido al tren, empieza a sonar<br />
una guitarra. Alguien canta flamenco. Canta desgarradamente. De<br />
pie, con el pelo largo, pendientes, gafas a la última moda. El grupo<br />
con el que va comparte su estética, incluso la única mujer que les<br />
acompaña. Todos siguen el ritmo con las palmas, se intercambian la<br />
guitarra y tocan por turnos. Bajan antes de llegar a Badia, junto a<br />
otros pasajeros. Desde la ventana del tren, reconozco el horizonte<br />
de edificios altos, la muralla de cemento que parece dividir Barberà de<br />
Badia. El tren se acerca y me doy cuenta de que ya he llegado.<br />
15<br />
Subterranis Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Andrea Avaria Saavedra <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 107
Al cruzar hacia Badia bajo por la plaza España, al parecer, hay nuevos<br />
graffiti, no los recuerdo muy bien. De hecho, me doy cuenta de que<br />
no conservo la imagen de la plaza en la memoria, sin embargo, las<br />
veces anteriores me había llamado la atención e incluso me permití<br />
recorrerla una vez. En esta ocasión, sigo a otras personas, una chica<br />
que lleva dos o tres cajas de pasteles, una mujer negra, que me llama<br />
la atención: anda muy despacio, como si le costara. Pierdo de vista a<br />
la chica, acabo adelantando a la mujer y luego me doy cuenta de que<br />
hemos tomado direcciones distintas. Allí, justo en la avenida Tibidabo,<br />
una vez más, decido hacer el mismo recorrido como si fuera un rito,<br />
o como si me fuera a encontrar con las mismas personas que he visto<br />
en las visitas anteriores.<br />
El calor parece casi el mismo. Sin embargo, las cosas resultan distintas.<br />
Debe de ser por las vacaciones: el lugar ha volcado a sus habitantes<br />
a la calle.<br />
La gente está en las calles. Algunos hombres parecen dar un paseo,<br />
solos o acompañados de otro hombre. Hablan, dan cada paso muy<br />
despacio, con las manos en la espalda, o en los bolsillos del pantalón,<br />
todos con camisas de manga corta y pantalones largos a pesar del<br />
calor. Las mujeres con las que me cruzo acarrean bolsas de supermercado<br />
o el carrito de la compra, andan más deprisa, a pesar del peso que<br />
arrastran. Los jóvenes adolescentes, en grupo, comparten un cigarrillo,<br />
conversan. Ellos van vestidos de colores más oscuros, en cambio, ellas<br />
utilizan tonos rosados o blancos, con algo brillante.<br />
En el hogar de jubilados, justo entre la policía y el parque, los mayores<br />
se juntan, ocupan las mesas dispuestas en el patio del recinto, comparten<br />
un juego o un café, y algunas mujeres y hombres buscan sombra bajo<br />
los escasos árboles del patio.<br />
En el parque colindante se encuentran las abuelas, las madres o las<br />
hermanas de los más pequeños. El área de juegos se divide en cuatro<br />
sectores. Las madres, aparentemente de la misma edad, se sientan<br />
y parecen agruparse alrededor. Los grupos son de tres o cuatro mujeres.<br />
Algunas llevan en brazos o mecen en sus cochecitos a los más pequeños,<br />
mientras los niños mayores intentan subir o escalar cada una de<br />
las estructuras de juegos. A ratos, los mayores van a ver a los más<br />
pequeños, les llaman primo o hermano. Las madres de los más pequeños<br />
participan de los juegos, les acompañan y les muestran cómo subir,<br />
lo que tienen que hacer. Las madres de los niños y niñas mayores los<br />
observan a distancia, a ratos le dan algunas instrucciones, que los niños<br />
no necesariamente siguen.<br />
Más allá del área de juegos, en el parque, un par de parejas jóvenes<br />
y mayores descansan, ajenos, distantes. De pronto, irrumpe un grupo<br />
16 de chicas y chicos, como salidos de una película, todas ellas igual de<br />
maquilladas y con la ropa parecida, se deslizan con rapidez.<br />
Las chicas, de entre 12 y 15 años, parecen todas iguales. El pelo largo<br />
recogido en un moño o medio moño, a menudo rizado artificialmente<br />
y también teñido, más claro que su color natural. Llevan los ojos<br />
pintados de negro, una línea que los resalta, la tez pálida, camisetas<br />
escotadas o ajustadas, pantalones a la cadera, terminados en pernera<br />
ancha, con un cigarrillo en la mano o el móvil. Los chicos llevan<br />
pantalones similares, el pelo corto, pero más largo en la parte superior,<br />
con aretes de oro o plata en ambas orejas. Andan como dispuestos<br />
a un encuentro desagradable, generalmente llevando en la mano<br />
derecha un cigarrillo encendido, que aspiran con determinación. Ambos<br />
grupos se parecen, caminan juntos, y siempre en línea recta. Es decir,<br />
si encuentran un obstáculo, pasan por encima. Atraviesan el parque<br />
a lo ancho, saltan las rejas que separan las veredas de ambos costados,<br />
no siguen los caminos internos trazados. Por las calles caminan recto,<br />
y a ratos se apoyan en algún lugar, fuman, conversan, se ríen. Mantienen<br />
cierta distancia entre unos y otros.<br />
Fuera del ayuntamiento, nadie se detiene frente a la escultura de la<br />
que emergen tres golondrinas. Éstas surgen de un arco que une<br />
verticalmente el pedestal con las golondrinas, apuntando a varias<br />
direcciones. El arco representa el espacio; la base sería la ciudad; las<br />
golondrinas, las personas venidas de todas partes; el tronco, el elemento<br />
de unión entre la ciudad y el espacio. Estos detalles se leen en una<br />
placa que hay en la base.<br />
La gente está sentada en la terraza del restaurante del mismo nombre.<br />
En la medida que el sol avanza, las personas ocupan los bancos,<br />
escaleras que rodean el ayuntamiento. Las entradas del mercado están<br />
cerradas. Las personas se agrupan por edades. Muchas de ellas<br />
parecen de la misma familia, van de la mano, se hablan, se dan<br />
instrucciones de comportamiento. La escuela, que la primera vez vi<br />
llena de niños, permanece ahora cerrada y vacía.<br />
Vuelvo a la pequeña plaza donde se encuentra el Auditori Municipal;<br />
esta vez no se anuncian actividades, frente al Departament de Benestar<br />
Social que está cerrado; no se ve a nadie. Es la plaza de las Entidades,<br />
en la que hay una instalación.<br />
La instalación: una escalera que parece subir y bajar y no llegar a<br />
ninguna parte ni venir de ninguna en particular; en el centro, un libro<br />
sobre un atril, cerrado. Una pequeña placa afirma: Historia de una<br />
escalera de Antonio Buero Vallejo. En cada peldaño hay inscripciones:<br />
“Hemos crecido sin darnos cuenta, subiendo y bajando la escalera,<br />
rodeados de padres que no nos entienden, de vecinos que murmuran<br />
17<br />
108 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Andrea Avaria Saavedra Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Subterranis
y de quienes murmuramos, buscando mil recursos y soportando<br />
humillaciones para poder pagar la casa, la luz y las patatas, y mañana,<br />
o dentro de diez años que pueden pasar como un día, como han pasado<br />
estos últimos, será terrible seguir así, subiendo y bajando la escalera,<br />
una escalera que no conduce a ningún sitio” (Imaginari, intervencions<br />
artístiques per un món millor, el llenguatge de les flors). Es una escalera<br />
extraña, una especie de trampa de la que no se sale, porque no sube<br />
ni baja, o parece que ocurriera eso sin que en realidad pasara nada.<br />
Una pareja de unos setenta años –ambos corpulentos– permanece<br />
sentada en la escalera. Cada uno en un peldaño. Apenas hablan, me<br />
observan, observan a distancia a los que pasan. Ella se apoya en un<br />
bastón. Ambos parecen formar parte del lugar, de la escalera, nadie<br />
más pasa cerca de ellos. Sólo los que entran y salen del supermercado.<br />
Nadie se detiene.<br />
Tal vez los aviones sean los mismos de las ocasiones anteriores. Surcan<br />
el cielo uno tras otro, cada dos o tres minutos, se elevan y cruzan Badia.<br />
Nadie los mira, nadie levanta la mirada para seguir el ruido, para<br />
examinar el cielo. Quizá no los oyen, seguramente están acostumbrados<br />
a ellos.<br />
De regreso, me doy cuenta de que Badia ya no huele a rosas como la<br />
vez anterior, aunque conserva los pequeños rincones verdes entre cada<br />
edificio. De las ventanas y balconcitos cuelgan macetas y flores, o desde<br />
las azoteas convertidas en patios improvisados, a los que acceden por<br />
una ventana.<br />
En el último viaje me llama la atención un cartel del ayuntamiento, en<br />
catalán, que invita a la población a abstenerse de dar comida a las<br />
palomas, para evitar que lleguen más. El cartel tiene un dibujo muy<br />
grande de una paloma gris, genérica. Y me hace pensar que no he<br />
visto ninguna paloma, he visto golondrinas (que puedo haber imaginado,<br />
con tanto estímulo), un par de murciélagos y aves pequeñas. Tampoco<br />
la gente parece tener pájaros exóticos cantando en los balcones. Me<br />
pregunto cómo un lugar puede carecer de palomas y formar parte de<br />
la ciudad (recuerdo el libro La Paloma de Patrick Süskind, y me alegro<br />
de no haber encontrado ninguna en mi camino).<br />
18 Esta observación –una primera o segunda observación– implica<br />
El retorno implica volver allí donde se ha circulado, al lugar de las<br />
observaciones, de lo observado, al lugar ya descrito. Observar nuevamente<br />
no sólo es reproducir muchas veces la descripción, es decir, reproducir la<br />
evocación, sino generar nuevas observaciones. Muchas veces, el retorno<br />
es la búsqueda interna de las primeras percepciones, la búsqueda del<br />
propio juicio, la suma de la observación presente y la evocación.<br />
dar cuenta de los contrastes de las formas, referir no sólo los cambios, sino<br />
los hallazgos que se abren siempre ante los sentidos. Dar cuenta de la<br />
totalidad desde los espacios llenos y también vacíos, los frontales, las<br />
fachadas de los edificios con gente, con movimiento, las partes traseras<br />
guardando un vacío, sólo la huella de los coches que entran y salen aparca<br />
en sus calles. Los parques con gente, las escuelas vacías, como dice Isaac<br />
Joseph, las “dos estéticas simultáneas: las de lo lleno y lo vacío, las del<br />
espacio equipado y del espacio dramático” (Joseph, 1999: 9).<br />
Quienes caminan se parecen a sí mismos reproducidos en los otros.<br />
Es como si no sólo prepararan sus propios cuerpos, sino las escenografías<br />
de sus actuaciones. En Badia se diferencian en las edades, en las ropas,<br />
en los lugares donde se juntan, por donde caminan, los gestos y los rostros<br />
que muestran, lo que hacen sus cuerpos, aspectos de la relación entre ellos<br />
y ellas, y que les permiten una aparente cohabitación. Diversos elementos,<br />
aspectos de las fachadas, de las máscaras (Goffman, 2004), de lo que se<br />
ve y de lo que actúa cada una de ellas, permite que sean identificados por<br />
el observador, categorías que les agrupan y distinguen como otros distintos<br />
en el interior de un mismo espacio. Y esas diferencias podrían incluso<br />
generar distinciones respecto de otros (por ejemplo, a partir de ellas se<br />
abren posibilidades de elaborar precisiones al interior del tren, para de<br />
esta forma hacer más efectivo el juego de adivinar quién baja y quién<br />
pertenece a Badia).<br />
Estas mismas características y la presentación de las personas<br />
son las que facilitan afirmar a quien observa la ausencia de extranjeros,<br />
y reafirman la idea de un conjunto de personas que comparten las mismas<br />
fachadas; estas distinciones que diferencian a unos de otros suelen ser más<br />
claras para quien habita el lugar. Aspectos relacionados con las maneras<br />
o los modales (Goffman, 2004), que favorecen, por ejemplo, la diferenciación<br />
en el parque, de las mujeres que son o no madres de los pequeños,<br />
identificando a quienes, como ellas, dan las instrucciones, y al mismo<br />
tiempo, observando si éstas son recibidas por los pequeños. Aspectos que<br />
están en el cuerpo de las personas, en cómo caminan, en su comportamiento,<br />
en el despliegue de sí mismos, y que sustentan las diferencias entre<br />
observaciones, que dan cuenta de las diferencias en el momento en que<br />
se observa: si es tiempo de trabajo o colegio, o tiempo de vacaciones.<br />
Aparentemente, a Badia no hemos llegado los extranjeros. 2 No se<br />
oyen otros acentos, no se escuchan otros idiomas, no se ve gente muy<br />
diferente, todos parecen compartir un porte, un color de piel, un idioma,<br />
una forma de andar y de relacionarse. Quizá podamos preguntarnos<br />
19<br />
Subterranis Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Andrea Avaria Saavedra <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 109
¿qué y cómo se reproduciría Badia a sí misma, si éstos llegaran?, ¿serían<br />
considerados palomas u otras golondrinas que vienen a fabricar sus nidos<br />
y a buscar el buen tiempo por estos lugares?<br />
Seguramente, en Badia, quien observe con frecuencia el cielo se<br />
verá a sí mismo como un extraño, pues allí nadie parece alzar los ojos<br />
al cielo. Los aviones y los pájaros surcan el aire, dibujan caminos<br />
invisibles, recorridos que se repiten muchas veces y que quedan allí<br />
intactos. En las calles tampoco quedan huellas de otros territorios, ni de<br />
sus viandantes, o por lo menos, no son visibles. Quien no pueda traducir<br />
las lógicas o los movimientos no podrá comprender la circulación de<br />
quienes viven en Badia. Son los propios viandantes, quienes hacen en<br />
y de las calles, con los coches, en las veredas, los que re-dibujan estos<br />
trayectos, los intersticios, los quiebros, las rutas. El ejercicio de habitar<br />
las calles es lo que permite dar cuenta de las rutas que transitan, crean<br />
y re-crean de forma recta los y las jóvenes de Badia.<br />
Las golondrinas como símbolo (re)producido en el lugar, en las<br />
oficinas públicas, los monumentos que recuerdan o aluden al cambio, al<br />
esfuerzo, se constituyen en la memoria de la calle, del transeúnte, de los<br />
que habitan el lugar, y son las señales que debemos leer y en las cuales<br />
tenemos que detenernos, conscientes o inconscientemente, los extranjeros,<br />
los viandantes externos. Donde el extranjero, un desconocido, puede<br />
detenerse para comprender dónde está. Son símbolos de la memoria que<br />
no evocan (para el extraño, pero sí para quien comparte la memoria del<br />
lugar), pero que hacen presente la historia, la convierten en un nuevo espacio,<br />
en ese elemento de unión entre quien llega y quien ya habita el lugar.<br />
20 en los rincones de las fachadas de los edificios, alrededor de los bares,<br />
de las tiendas de alimentos en particular.<br />
Cuarto: el recuerdo<br />
Si alguien me preguntara lo que recuerdo de Badia, diría: es una<br />
mezcla entre lo leído, lo escuchado de otros y la propia observación.<br />
La observación, la sensación de mi propia piel es la que ha marcado<br />
las distinciones. A través de ellas, percibo Badia como una isla, una<br />
especie de lugar que se cierra y abre en sí mismo. La arquitectura<br />
parece reproducir esto a través de los edificios que se extienden en sus<br />
calles, ocultando, guardando las historias de los cuerpos que pasean<br />
por las calles centrales, cuerpos que se funden con un coche que escupe<br />
reggaetón por las ventanillas abiertas.<br />
A pesar de estos edificios que separan y se juntan sobre sí mismos,<br />
existen diversos epicentros (centros de congregación de personas, de<br />
viandantes) en las calles principales, en los parques, plazas de cemento,<br />
Es un lugar donde vive gente que habla castellano en la calle. Donde<br />
se escucha la música de la calle. Badia queda detrás de otro lugar. Entre<br />
una carretera, las montañas y un aeropuerto.<br />
El recuerdo construido en fragmentos, breves escenas marcadas por<br />
olores, sensaciones, contrastes, aspectos aparentemente sin importancia,<br />
pero que dejan en un par de párrafos los detalles que la misma memoria<br />
del observador evoca, memoria que escoge, retiene, destaca. El recuerdo<br />
es la definición simultánea de lo importante y relevante, de aquello que<br />
se establece y constituye como diferenciador, en una síntesis del tiempo<br />
y espacio. Que permite no sólo la evocación, sino también la presentación<br />
del lugar, de sus movimientos, de los aspectos que resultan parte definible<br />
de esta identidad en interacción, identidad recreada en las calles, en los<br />
juegos infantiles, en los bares y a la sombra de los árboles.<br />
Reflexiones finales<br />
La observación de un lugar genera, en una primera aproximación,<br />
una construcción imaginaria, que luego puede ser contrastada o no con la<br />
percepción, elaborada a través de la observación, por medio de la experiencia<br />
corporeizada del propio tránsito; al volverse el observador parte del lugar.<br />
El cuerpo se abre a las claves cotidianas de los lugares y de las personas<br />
en interacción, lo mueve la urgencia de pasar desapercibido como extraño,<br />
y al mismo tiempo, la urgencia de volverse parte y paradójicamente parecer<br />
invisible, o por lo menos, dejar de ser evidente en la afluencia callejera,<br />
para la observación in-directa de los demás paseantes.<br />
Las claves están en la calle. En las formas de vestir, en los modos<br />
en que las personas caminan, conversan o se encuentran. Las claves parecen<br />
distintas, pero en cierto modo resultan familiares, la percepción de éstas<br />
se activa en el momento del viaje, en el momento de entrar en una dimensión<br />
desconocida, al interactuar bajo parámetros que se desconocen. Las claves<br />
cambian de contenido, pero más o menos sabemos cómo iniciar una primera<br />
aproximación a partir de los códigos y claves que cada uno trae. Las claves<br />
están en la arquitectura, en la vivencia de ésta y del espacio, de lo que allí<br />
ocurre. Las claves están en el cuerpo de quien observa y transita por un<br />
lugar, están en las sensaciones, en la información que el cuerpo transmite<br />
por medio de las percepciones y su interpretación.<br />
21<br />
110 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Andrea Avaria Saavedra Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Subterranis
22<br />
En un segundo momento, la observación de/sobre la observación<br />
produce reflexión. Es un ejercicio que hace evidentes y conscientes (para<br />
el observador y para quien se narra) tanto los modos de percibir, como<br />
las formas de construir realidad a través de la descripción de aquello que<br />
se observa y de las formas de (des)escribirlo. La observación de la<br />
observación se constituye en una oportunidad no solo reflexiva, sino<br />
metodológica, en la medida que nos abre hacia nuevas formas de construir<br />
conocimiento y a reflexionar sobre lo que observamos y comunicamos.<br />
Para quien anda o transita, ¿en qué se diferencia Badia de otros<br />
lugares? Seguramente en aquellas cosas que se observan, que se hacen<br />
más evidentes en la primera visita, en las claves que aprendemos a<br />
descodificar y que se complejizan al habitar el lugar, y al estar más allá<br />
del tránsito. Quizá no se diferencia en nada; con respecto a otros lugares<br />
quizá no es más que el contenido de las claves y de cómo son integradas,<br />
corporeizadas, performadas o simplemente interpretadas, las diferencias<br />
no están en el lugar sino en las formas de observar, y en las distinciones<br />
que generamos los que “viajamos”.<br />
Las diferencias se evidencian en aquello que se hace presente al<br />
ser parte de un mismo cuerpo social, espacial, político, etc. Una especie<br />
de gran cuerpo en el que se reproducen a su vez cuerpos únicos y más<br />
pequeños, pero que son parte y todo al mismo tiempo. Se produce en lo<br />
específico de las calles, en las cuales se (re)produce el cuerpo que transita<br />
y éste, a su vez, es una reproducción similar, pero distinta de lo mismo,<br />
como las muñecas rusas, que se abren y salen una dentro de la otra,<br />
reproducidas, similares, pero no idénticas. La pequeña es parte de la<br />
grande y a su vez es una reproducción de las demás.<br />
BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA<br />
DELGADO, Manuel. El animal público. Hacia una antropología de los espacios urbanos (Barcelona:<br />
Anagrama, 1999).<br />
GOFFMAN, Erving. La presentación de la persona en la vida cotidiana (1. edición, 5. reimpresión)<br />
(Buenos Aires: Amorrortu, 2004).<br />
JOSEPH, Isaac. “Paisajes urbanos, cosas públicas”, Retomar la ciudad. El espacio público como lugar<br />
de acción (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 1999).<br />
NOTAS<br />
1 Master en Antropología y Desarrollo. Doctoranda en Antropología Social y Cultural. andreaavaria@gmail.com<br />
2 La población total, según el censo del 2001, es de 14.714, de los cuales apenas 74 son extranjeros,<br />
es decir, el 0,5% del total de la población. Esto confirma en cierto modo mi primera percepción. Se<br />
trata de uno de los municipios de la región metropolitana con menor índice de población extranjera.<br />
RECOMPONIENDO EL IMAGINARIO<br />
URBANO. EL MUNICIPIO DE BADIA DESDE<br />
LA PERSPECTIVA DE SUS HABITANTES<br />
MARÍA TERESA TAPADA Y LUCREZIA MIRANDA<br />
(CON LA COLABORACIÓN DE NÚRIA SÁNCHEZ<br />
Y MARÍA FERNANDA CASORZO)<br />
1. Introducción y metodología<br />
El texto que presentamos es el resultado de una prospección de<br />
campo realizada en el municipio de Badia del Vallès, en el marco del<br />
proyecto de Pedro G. Romero para la Fundació Antoni Tàpies de Barcelona 1 .<br />
El municipio de Badia es un lugar con significados diferentes para<br />
quien vive en él y para quien lo observa al pasar por las autopistas que<br />
lo ciñen a un pedazo de territorio de la comarca del Vallès. Es posible<br />
que personas ajenas a la vida cotidiana del barrio conserven ideas<br />
preconcebidas de un lugar que no han visitado ni se plantean visitar<br />
jamás. A Badia sólo se va si se tiene que hacer algo determinado, o si<br />
se vive allí; por Badia no se pasa, a Badia se va.<br />
Esas imágenes mentales de un lugar no vivido proceden de<br />
nociones estereotipadas reproducidas por quienes no residen en el barrio<br />
ni conocen a sus gentes. Nuestro esfuerzo se ha centrado en la voluntad<br />
de agrupar el conjunto de imágenes y vivencias espaciales de algunos<br />
residentes, con el objeto de reflejar la imagen de los que viven en ese<br />
“lugar de lugares” que es Badia.<br />
Los medios utilizados para captar esas imágenes, recomponerlas<br />
y explicarlas se han basado en entrevistas en profundidad, trazado de<br />
23<br />
Subterranis Una especie de escalera extraña: no sube ni baja. Observación del espacio público en Badia del Vallès Andrea Avaria Saavedra <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 111<br />
Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda
24 mapas mentales y fotografías realizadas por los entrevistados con un tema<br />
único: su vida cotidiana en Badia. Para facilitar la transmisión individual<br />
del mundo particular de cada informante se distribuyeron cámaras de un<br />
solo uso, que les acompañaron en su vida cotidiana durante una semana.<br />
Cada informante buscó reflejar a través de la cámara sus impresiones<br />
sobre el municipio en el que viven. Desde aquí agradecer a todos ellos<br />
su colaboración desinteresada.<br />
El resultado es una reflexión sobre el poder de representación<br />
mental del espacio urbano, y de las repercusiones que estas representaciones<br />
tienen en nuestra vida. La riqueza de imágenes de Badia transmitidas en<br />
las entrevistas, fotografías y mapas cognitivos 2 hablan de la diversidad<br />
de matices en la vivencia del espacio construido, frente a la imagen<br />
monolítica transmitida por otros medios.<br />
Sólo cabe agradecer a los vecinos y vecinas de Badia su cordialidad<br />
y apertura al plantearles participar de este experimento urbano y humano,<br />
que nos ha proporcionado una visión particular de un lugar dinámico<br />
y vivo, tal y como es el territorio de su ciudad.<br />
2. Badia como barrio dormitorio. Por una actualización<br />
del concepto<br />
Los polígonos de viviendas construidos en Europa desde los años<br />
cincuenta hasta finales de los ochenta han representado una fase importante<br />
de la historia de la planificación urbana europea. Fueron construidos para<br />
resolver la fuerte demanda de vivienda, a partir de los principios<br />
arquitectónicos aportados por el Movimiento Moderno. Comparten algunas<br />
características básicas, tales como su gran escala, cierta homogeneidad<br />
en las formas y técnicas constructivas, su localización en zonas periféricas<br />
de las ciudades europeas, y la asociación casi inmediata con una mala<br />
imagen externa. Dichos aspectos característicos, comunes a muchos de<br />
estos polígonos, han ido generalmente acompañados de un deterioro<br />
progresivo de la calidad constructiva de las viviendas, la carencia de<br />
servicios básicos y el aislamiento respecto a las poblaciones cercanas.<br />
El término que ha descrito de forma más clara el tipo de uso<br />
asociado a estos polígonos ha sido el de barrio dormitorio. Los movimientos<br />
pendulares de sus residentes al lugar de trabajo marcaron durante décadas<br />
la actividad cotidiana del barrio. Las dinámicas demográficas plantean<br />
cambios en los usos de los barrios, por lo que la imagen del barrio<br />
dormitorio de antaño precisa de una actualización que incorpore usos<br />
antes no considerados. Los polígonos de vivienda, aunque conservan<br />
como en el pasado muy bajos perfiles de ocupación dentro del barrio,<br />
también contienen vida social, actividades de ocio y un tejido social activo<br />
en el interior de su territorio.<br />
Las imágenes de los polígonos de vivienda españoles de finales<br />
de los ochenta en grandes ciudades como Madrid y Barcelona, tal y como<br />
se transmiten a través de películas o de los medios de comunicación,<br />
necesitan ajustarse a la realidad actual cambiante y diversa de estos<br />
barrios.<br />
Nuestro objetivo en este trabajo ha sido mostrar la vida dinámica<br />
y compleja del interior de uno de estos barrios, tal y como se nos ha<br />
revelado a través de entrevistas, mapas y fotografías.<br />
3. Fragmentos de la memoria urbana de Badia<br />
3.1 Breve origen de Badia<br />
Ni tan siquiera un polígono de viviendas como Badia se escapa<br />
de tener un origen mítico. Según algunas fuentes orales, una condesa<br />
cedió unos terrenos familiares para la construcción de un barrio que<br />
cubriera las necesidades de personas sin vivienda. Parece que la supuesta<br />
condesa no fue sino la señora Elisa Badia, hija de un fabricante de hilados<br />
de Sabadell que vendió –y no cedió, como cuenta la historia popular– los<br />
terrenos que ocupa Badia en la actualidad (Rovira, B. y Santos, I.,<br />
1995:22). Tampoco la familia Badia era la única propietaria de este<br />
territorio. Según algunas fuentes, existía también otra finca, Can Sanfeliu,<br />
que tuvo que ceder una superficie superior a la de las fincas vendidas<br />
originalmente por Elisa Badia. La elección del nombre de Badia para el<br />
nuevo polígono se basó en la simplificación y la facilidad de pronunciación<br />
del término “Badia” frente al de “Sanfeliu”, tal vez más propio, habida<br />
cuenta que el 90% del territorio del municipio correspondía a esta última<br />
finca (op. cit.: 17 y ss).<br />
En 1961, el Gobierno aprueba el Plan Nacional de la Vivienda,<br />
que prevé la construcción de doce mil viviendas. El INV, Instituto Nacional<br />
de la Vivienda, actúa como contratista, y la Obra Sindical del Hogar como<br />
ejecutor de la obra. Los alcaldes de los municipios colindantes (Ripollet,<br />
Cerdanyola, Sabadell, Montcada y Barberà) se niegan a la construcción<br />
del polígono en los terrenos previstos para la obra, situados entre los<br />
municipios de Cerdanyola y Barberà. Proponen una alternativa a la<br />
concentración, sugiriendo la distribución de las familias que precisen de<br />
25<br />
112 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis
vivienda social entre los distintos municipios. La propuesta alternativa de<br />
los alcaldes no es ni siquiera considerada.<br />
Helma, empresa encargada de la urbanización del polígono,<br />
utilizó prefabricados 3 para su construcción; en 18 meses, trabajando en<br />
turnos continuados día y noche, Badia pasa de ser un proyecto sobre<br />
plano a una realidad. Terminada la construcción a principios de los<br />
setenta, hasta la ocupación de la primera vivienda en el año 1976, pasa<br />
un tiempo en el que Badia se convierte en una inmensa ciudad deshabitada,<br />
vacía y aislada. Diversos problemas derivados de la falta de servicios<br />
básicos y otros tantos en la adjudicación de las viviendas convierten a<br />
Badia en una clara representación de la ineficacia del aparato burocrático<br />
franquista en sus últimos años. Durante ese tiempo, Badia es una ciudad<br />
fantasma.<br />
Una de las particularidades del polígono de viviendas de Badia<br />
es que representa el mapa de la Península Ibérica. La intencionalidad de<br />
la idea no es del todo clara, de la misma manera que otras metáforas<br />
de la unidad de los pueblos de España –como la construcción del Pueblo<br />
Español de Barcelona– tampoco pueden asignarse a una única paternidad<br />
(Bengoechea, S., 2004: 37). A pesar del tiempo transcurrido entre uno<br />
y otro proyecto (el Pueblo Español de Montjuïc se construye para la<br />
Exposición Universal de 1929), ambos comparten referentes de la unidad<br />
de España en Cataluña.<br />
26 Una tarda doncs, se’ns va ocórrer posar noms als carrers i com que la<br />
forma s’assemblava al mapa d’Espanya, els vam batejar amb els noms<br />
peninsulars”, recorda l’aparellador Salvador Molins. “Va ser una cosa<br />
espontània, improvisada. Una idea que va sorgir de l’equip tècnic, a les<br />
mateixes oficines de l’obra, i que es va resoldre amb un parell de tardes”<br />
(Rovira, B. y Santos, I., 1995:10).<br />
Lo cierto es que Badia nace contra-natura, lo que le otorga desde<br />
su nacimiento un carácter de “acto erróneo”. Se la ha calificado de “ciudad<br />
fantasma”, “ciudad artificial”, “error de planeamiento”, “mole de hormigón”.<br />
Badia es un polígono resultante del planeamiento salvaje de la época,<br />
situado entre el eje de las vías C-58 y la autopista A-7, que acoge a<br />
14.313 habitantes (Diputació de Barcelona, 2004), con un total de<br />
5.793 viviendas, en una superficie de algo menos de una hectárea<br />
cuadrada.<br />
3.2 Escenas de la memoria urbana: tres momentos en la narrativa<br />
histórica<br />
Esta metáfora de una “España en miniatura”, lugar de acogida<br />
de familias venidas de diversos lugares, es ya una realidad en la época de<br />
ocupación de las primeras viviendas, en el año 1976. La llegada al barrio<br />
y la primera imagen de los vecinos de la Badia desocupada constituyen<br />
uno de los puntos de partida de la historia particular de nuestros informantes.<br />
Casi todos coinciden en los mismos calificativos al rememorar ese primer<br />
momento de encuentro. Casi todos recuerdan la amplitud de las calles, el<br />
cuidado de los jardines en los espacios entre bloques, el verde del césped<br />
y la limpieza de sus espacios públicos:<br />
Foto aérea de Badia del Vallès.<br />
Sin embargo Ricardo Piqueras Suárez, arquitecto al que se atribuye<br />
el trazado urbano de la ciudad, desmitifica la intencionalidad política de<br />
la idea. Asegura que no había ninguna idea previa al diseño. “Nosaltres<br />
ens vam cenyir al terreny, que va resultar tenir aquesta forma. A mesura<br />
que l’obra avançava, cada dia era més difícil moure-s’hi. Ens hi perdíem.<br />
“Cuando lo vi por primera vez me gustó mucho; el barrio en sí era<br />
muy bonito; era todo nuevo, evidentemente. Mucho espacio abierto,<br />
mucha zona verde, mucho arbolado… Era muy bonito, me gustó mucho.<br />
A mí lo que no me gustaba tanto era el hecho de venirme a las afueras.<br />
Yo estaba acostumbrada a vivir en Barcelona; vivía en el centro desde<br />
los 8 años… y entonces lo que me costaba un poco era trasladarme<br />
al campo: en aquel momento esto era el campo. Ahora ya no, pero<br />
hace treinta años esto era el campo”. (Àngels A., 50 años, vive en<br />
Badia desde la inauguración de los pisos)<br />
“Muy bonito, pero no había nada.” El entrevistado venía de “una<br />
ciudad muy bonita” (Santander). Al principio Badia no le pareció tan<br />
bonita, “pero luego sí”. Enseguida se hicieron amigos en el barrio…<br />
27<br />
Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 113
“Al principio, el barrio era muy diferente de lo que es ahora: había<br />
muchas zonas sin construir, más parterres…” Le impresionó sobre<br />
todo “la amplitud.” (Vicente O., cuarenta y tantos, funcionario de<br />
Renfe. Vive en Badia desde el primer ingreso de los residentes)<br />
28 Muchos de los pisos fueron adjudicados a familias que cumplían<br />
“La primera vez que llegué al barrio, lógicamente había pocas cosas…<br />
faltaban muchas cosas (ambulatorios…). La cosa de jardinería y todo<br />
eso –parques, jardines– estaba perfecto; esto era un vergel, era verde,<br />
mucho césped…” (José T., jubilado, castellano-manchego. Llegó a<br />
Badia cuando se adjudicaron las viviendas)<br />
los requisitos, pero también lo fueron a otros que no necesitaban la vivienda<br />
y compraron los pisos con el ánimo de especular. Muchos de estos pisos<br />
permanecían vacíos, hasta que nuevas familias los ocupaban de forma<br />
ilegal, reclamando su derecho a una vivienda digna. Algunos de los<br />
vecinos entrevistados asocian este momento de ocupaciones ilegales con<br />
el origen de la mala imagen del barrio. Otros atribuyen esta mala imagen<br />
no tanto a las ocupaciones como a las movilizaciones posteriores de los<br />
vecinos para solicitar la regularización de la situación habitacional en<br />
el barrio.<br />
¿Cuál fue la impresión que recuerda de Badia cuando llegó por<br />
primera vez? “La visión general de todo el que viene: la impresión<br />
fue buenísima. Al principio la imagen era modélica: las viviendas<br />
estaban muy bien, se vivía bien…” (Miguel B., alrededor de 40 años;<br />
su familia se mudó a uno de los pisos en 1979. Hoy vive en Sabadell,<br />
pero sigue trabajando en Badia y se siente muy identificado con el<br />
barrio)<br />
“Desde hace 15 o 16 años y tal, que vino ‘todo el personal’. Después<br />
vino una racha que fue un poco ‘chunga’. Por ejemplo: a compañeros<br />
míos les dieron piso… y [ocupantes ilegales] se vinieron a vivir, le<br />
dieron una patada y se metieron. Lo ocuparon y no ha habido manera<br />
de echarlos. Después nada; ¡yo vivo en una escalera que es una<br />
divinidad!” (Enrique L.)<br />
“No había coches… por aquí no había coches prácticamente…”<br />
Entonces lo veía todo muy amplio: “una ciudad hecha para el futuro,<br />
todo ancho, todo grande…” (Fernando J., divorciado, 3 hijos. Vivió<br />
en Badia desde su ocupación. Se marchó hace dos años)<br />
”Yo recuerdo mucho el asunto de los jardines, que estaban muy bien<br />
cuidados… muy bonitos, muy…, pero claro… viene lo que pasa…<br />
mucho personal y ya empiezan las cosas a perder su tronco…” (Enrique<br />
L., jubilado de Renfe, originario de Jaén. Llegó a Badia dos años<br />
después de la inauguración del barrio, en 1978)<br />
Los requisitos de adjudicación de la vivienda pasaban por la<br />
demostración de la afiliación al sindicato vertical, la acreditación de unos<br />
ingresos entre el 1 y el 2,5% del salario mínimo y la condición de que<br />
las parejas compradoras estuvieran legalmente casadas. Aquellos que no<br />
cumplían los requisitos exigidos eran rechazados. Es el caso de Àngels<br />
A., que solicitó un piso para vivir con su novio:<br />
“(El piso) no nos lo concedieron, porque… estábamos solteros. Y para<br />
obtener el piso, había que cumplir una serie de requisitos y entre ellos<br />
estaba el estar casado, tener hijos, unas rentas mínimas, etc. Nosotros<br />
estábamos solteros. Entonces nos lo denegaron automáticamente.”<br />
“… Tuvo una época en que se deterioró muchísimo. Yo no sé si has<br />
oído hablar del tema de las ocupaciones de los pisos… Empezaron<br />
a ocupar pisos, ya que había muchos pisos vacíos. No sabemos por<br />
qué, pero me imagino que, como aquello se construyó en tiempos de<br />
Franco, había muchos chanchullos… Hubieron muchas concesiones<br />
de pisos a gente que no los necesitaba y que especulaba alquilándolos,<br />
o simplemente teniéndolos vacíos para esperar y especular con ellos.<br />
En fin… que esto trascendió. En ese tiempo, Franco estaba muy mal,<br />
entra la democracia y tal… La ocupación de los pisos creo que fue<br />
antes del 75. Empezaron a haber ocupaciones de pisos, empezó a<br />
venir gente a dar patadas en las puertas y a haber ocupaciones de<br />
los pisos, porque sí. (…) Deterioró la imagen del barrio de cara<br />
afuera…” (Àngels A.)<br />
“… se metieron a pegarle patadas a las puertas, las abrían, se colaban<br />
dentro y se quedaban a vivir; luego, con los años, fueron arreglando<br />
la documentación y todo para que el piso fuera de ellos.” (Eduardo,<br />
46 años, casado y con hijos. Vive en Badia desde la inauguración<br />
de los pisos)<br />
En aquel momento, Badia formaba parte de una mancomunidad<br />
entre Cerdanyola y Barberà del Vallès. El proceso de ocupación de pisos<br />
vacíos desemboca en una situación de ilegalidad para una parte<br />
29<br />
114 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis
considerable de la población. Según datos del ayuntamiento, en 1995<br />
había 715 pisos en situación irregular. Adigsa (Empresa Pública<br />
d’Administració i Gestió S.A., dependiente del Departament de Política<br />
Territorial i Obres Públiques de la Generalitat) se hace cargo del<br />
mantenimiento y mejora del barrio en 1985, asumiendo trabajos importantes<br />
de mejora del entorno construido. En 1994, tras casi veinte años de<br />
pertenencia a la mancomunidad y varios años de lucha vecinal, se alcanza<br />
la tan ansiada independencia de Badia, que se convierte oficialmente en<br />
“Badia del Vallès”. No obstante, la independencia del municipio no va<br />
acompañada de presupuestos propios, lo cual hipoteca la posibilidad de<br />
gestionar recursos propios –una cuestión aún sin resolver. 4<br />
30 parques… y no esa sensación de agobio.” (Esther G., trabaja en Badia<br />
desde hace un año y medio)<br />
4. Definiciones de Badia según los badienses<br />
4.1 ¿Qué es Badia? Las múltiples definiciones del territorio<br />
Badia puede describirse como una gran mole de hormigón, uniforme<br />
y monolítica. A pesar de la visión externa que se tiene del barrio, es<br />
considerada por sus vecinos como un lugar agradable para vivir. La<br />
amplitud de sus calles, los numerosos espacios verdes y unos pisos valorados<br />
de forma positiva por sus vecinos son características mencionadas por los<br />
residentes como aspectos positivos del lugar en el que viven.<br />
Un entorno construido puede ser percibido de formas diversas,<br />
contradictorias y complementarias. Algunos de nuestros informantes hacen<br />
explícito el contraste entre imágenes de quienes ven a Badia desde fuera<br />
y sin conocerla y las imágenes de quienes viven allí. Afirman que “el<br />
barrio es muy diferente visto desde dentro” y que no se parece a la idea<br />
que pueda uno formarse de él cuando pasa por la autopista:<br />
“Desde la autopista ves sólo edificios muy altos, como un nido de<br />
hormigas. Parece que vivamos todos los unos sobre los otros, pero la<br />
verdad es que se vive muy bien: aceras muy anchas, muy espacioso,<br />
mucha luz”… [Estoy] “muy contento de vivir en el barrio.” (Vicente O.)<br />
“Lo que tú ves pasando por la autopista son bloques horrorosos… todo<br />
el mundo dice ‘¡Badia, qué feo!… ¿cómo te vas a ir a vivir a ese sitio?’…<br />
Pues sí, pero luego cuando entras, yo creo que ya querrían muchos<br />
pueblos tener… no sé, las zonas verdes que tiene Badia, las calles que<br />
son amplias, las aceras que son amplias, el sitio de aparcamiento…<br />
[Cuando lo conocí] me dio una sensación de amplitud, de azul, verde,<br />
La estética de los edificios recibe las críticas más contundentes:<br />
los bloques son considerados feos y grises, los balcones parecen cajas,<br />
las ventanas de corredera están muy deterioradas y son desiguales…<br />
Pero frente a esta valoración negativa del diseño de los edificios, las<br />
calles, los espacios verdes y la noción de amplitud general del barrio son<br />
aspectos muy valorados por los vecinos.<br />
“… el pueblo en sí muy bonito que digamos no es… en el sentido de<br />
que esos edificios enormes de cemento gris… Luego, si ves los pisos<br />
por dentro, los pisos son muy majos. Pero por fuera no son bonitos:<br />
son edificios grises, grandiosos, con aquellos balcones que parecen<br />
cajas. Los edificios bonitos no son, pero las calles sí: las calles son muy<br />
anchas, con espacio verde. Las calles, para mi gusto, sí que son<br />
bonitas… en el sentido de amplitud, luz, claridad…” (Àngels A.)<br />
Otro aspecto muy valorado por los vecinos es el servicio de<br />
transporte que conecta Badia con los municipios vecinos mediante<br />
autobuses y con Barcelona por tren. También aparecen como valores del<br />
barrio servicios como el ambulatorio y el mercado, que es visitado por<br />
vecinos de Sabadell por su calidad y buen precio:<br />
“Los ciudadanos de Badia tenemos de todo. De transporte tenemos<br />
Renfe allí al lado. Tenemos transporte que va a Barcelona, a Sabadell,<br />
a Cerdanyola… Tenemos un ambulatorio que es una divinidad, que<br />
tiene muy buenos médicos… Tenemos un mercado que es una divinidad,<br />
todo muy bien presentado… ¡Yo vivo en una escalera que es una<br />
divinidad!” (Enrique L.)<br />
Cuestiones que preocupan a los vecinos son el desempleo de los<br />
más jóvenes y la falta de recursos para materializar la independencia<br />
política de Badia y generar sus propios puestos de trabajo. Los nuevos<br />
proyectos llevados a cabo por el ayuntamiento son objeto de esperanza<br />
y a la vez de crítica. La atracción de empresas para alojarse en naves<br />
industriales que están en construcción parece ser una opción viable en<br />
un municipio que necesita generar recursos propios. Por el momento, la<br />
subvención de la Generalitat es prácticamente el único recurso que permite<br />
que Badia funcione como entidad independiente.<br />
31<br />
Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 115
4.2 Ciudad, barrio, pueblo: las dos Badias<br />
La falta de servicios que caracterizó los primeros años de Badia<br />
y los problemas generados por la ocupación ilegal de las viviendas obligan<br />
a sus gentes a la reivindicación de sus derechos como ciudadanos. Casi<br />
todo en Badia procede de la lucha de sus vecinos, quienes actualmente<br />
son conscientes de lo que han conseguido con su esfuerzo. Si la<br />
Administración creó una Badia surgida de la nada, un cuerpo uniforme<br />
y mastodóntico de hormigón y hierro, sus vecinos le dieron vida y le<br />
otorgaron voz. El orgullo de conseguir con esfuerzo lo que hoy es el<br />
municipio genera un fuerte sentimiento de pertenencia al lugar que es<br />
Badia. A la pregunta de cómo la definen (ciudad, barrio, pueblo), sus<br />
respuestas reflejan el tejido social que la caracteriza:<br />
32 de pueblo.” Dice que hay muchas fiestas asociativas y que se hacen<br />
muchas cosas a nivel comunitario. (Miguel B.)<br />
“Badia es mi pueblo.” (Vicente O.)<br />
“Más bien es un pequeño pueblo.” (Eduardo)<br />
“La relación que hay entre la gente es como muy de pueblo… Es muy<br />
de vecina, de pueblo.” (Àngels A.)<br />
Pero no hay espacio para la idealización. De la misma manera<br />
que los vecinos valoran claramente el sentimiento de comunidad, perciben<br />
la falta de civismo que aparece en el momento en que la gente deja de<br />
implicarse en la reivindicación pública de sus derechos ciudadanos.<br />
Manuel J., jubilado, persona políticamente involucrada en el movimiento<br />
ciudadano de Badia –en el pasado, incluso llegó a ser concejal del<br />
ayuntamiento– piensa que éste ha perdido fuerza porque no se colmaron<br />
ciertas expectativas políticas tras la llegada de la democracia. En su<br />
opinión, los políticos prometen cosas que no cumplen cuando alcanzan<br />
el poder y la ciudadanía deja de creer en ellos y, de paso, también deja<br />
de creer en la lucha política. Ahora que está jubilado cree que el fuerte<br />
tejido social que caracteriza a Badia se ha ido vaciando de contenido<br />
reivindicativo para convertirse en algo más folklórico, que tiene su interés<br />
cultural, pero que no es esencial para la vida política y reivindicativa de<br />
una comunidad.<br />
Reflexiona Manuel:<br />
“Yo lo veo como un pueblo; tiene una vida totalmente de pueblo.”<br />
(Esther G.)<br />
“Lo veo como ciudad y barrio a la vez. Ciudad, porque hay de todo;<br />
barrio –aunque extenso– por la tranquilidad. El único jaleo es el ruido<br />
de los coches de la autopista.” (José Antonio)<br />
“Yo hay veces que digo… todavía [se refiere al tiempo que ha transcurrido<br />
después de la emancipación administrativa de Badia] tengo la costumbre<br />
de barrio, pero bueno, ya es como pueblo. Además puedo asegurarte<br />
que… siempre hay de todo ¿no?, pero un porcentaje muy alto de los<br />
badienses estamos orgullosos de ser badienses, de verdad que sí…”<br />
(José Luis Gracia)<br />
“La gran ilusión que todo el mundo tuvo, en los años ochenta, setenta…<br />
después hay mucha gente que se ha desengañado de cosas. (…) Yo<br />
soy partidario de que la gente es la que se tiene que mover… pero<br />
claro, a la gente le conviene mucho una especie de ‘aborregamiento’,<br />
de aletargamiento… Aquí, en esta casa, los políticos… conciben que<br />
aquí hay que jugar a petanca, bailar la sevillana… pero aquí no se<br />
habla de una conferencia, de un cursillo de no sé qué; aquí no se quiere<br />
aprovechar al mayor (…) Hombre, la gente cuando aprende… dame<br />
un pan y si me enseñas a hacer pan y estoy harto de pan siempre. (A)<br />
la gente no le conviene que los mayores se movilicen, que… no sé…<br />
que no tengan sus… inquietudes. A ellos les conviene que el mayor<br />
crea que tiene todo hecho… A ellos no les conviene –digo los que<br />
gobiernan…” (Manuel J.)<br />
“Pienso en Badia como ‘mi pueblo’ [lo dice de modo enfático, sin dejar<br />
lugar a dudas], o Badia. En cambio, Sabadell [ciudad a la que se mudó<br />
hace unos años] ya es diferente. Sólo pienso en Sabadell como ‘el lugar<br />
donde vivo’”. Y continúa diciendo de Badia: “No es que sea bonito,<br />
pero tiene su arraigo también, señales de identidad. Hay una sensación<br />
de pueblo: ‘Somos de aquí.’ Y eso ha costado. Antes, la gente no decía<br />
que era de Badia del Vallès. Desde hace 10 o 15 años hay más sensación<br />
Manuel se refiere al Casal d’avis al que los jubilados,<br />
mayoritariamente hombres, acuden a jugar al dominó, la petanca o el<br />
ajedrez, o a tomarse un cortado. Insiste en la falta de conciencia social<br />
que puede degenerar en el surgimiento de actitudes incívicas, especialmente<br />
en gente más joven, inmersa en la sociedad de consumo actual. Esa<br />
crítica, insiste, es aplicable a cualquier contexto y no es un mal de Badia,<br />
sino de nuestra sociedad.<br />
33<br />
116 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis
34 Y continúa:<br />
de Andalucía, de La Mancha… y a veces te da la impresión que es<br />
el grupillo de amigas y amigos que se juntan para hacer su fiesta…<br />
(…) Entonces ya no es tanto una participación de lucha social, sino<br />
de otro tipo. Y luego te encuentras gente que realmente lucha por un<br />
cambio social, que es de lo que trata el Plan Comunitario, pero son<br />
muy pocos y son siempre los mismos. Entonces es todo como… sí,<br />
hay una red social muy ancha y hay muchas organizaciones, pero es<br />
todo un poco ficticio.”<br />
“Lo tengo clarísimo, gracias a quien sea, lo tengo clarísimo. Lo que les<br />
conviene es que aquí no haya quien se mueva para nada. Eso es<br />
malísimo, eso se traslada luego al adecentamiento del jardín, al<br />
comportamiento de la escalera con el civismo que se tiene que aplicar<br />
aquí cuando ves una barbaridad, al otro no le dices… A aquel que<br />
está haciendo eso allí, ¿por qué no le paramos los pies entre los dos?<br />
Ah no, que se apañe como quiera. Por culpa de lo que sea los que lo<br />
provocan… si lo encarrilan después; hay una serie de cosas que van<br />
en cadena. Porque vemos una injusticia y la gente pasa como si tal<br />
cosa con lo malo que esto es. Eso pasa porque no se fía nadie de<br />
nadie… y porque han creado ese ambiente… porque es lo que les<br />
conviene para después ir diciendo tonterías, haciendo ‘gilipolladas’,<br />
y para pelearse por ‘gilipolladas’, mantener un ambiente que echa<br />
lumbre. Yo por lo menos lo pienso así.” (Manuel J.)<br />
En sintonía con la apreciación de Manuel sobre la pérdida de<br />
fuerza reivindicativa y política del entramado social de Badia, y con la<br />
transformación de la naturaleza asociativa actual, dice Esther G., técnica<br />
contratada del Plan de Desarrollo Comunitario:<br />
“Badia tiene fama de mucho movimiento social. Aquí, la gente que<br />
llegó joven y con hijos hace más o menos treinta años era gente de<br />
clase media, funcionarios públicos o de servicios. Entonces tenían<br />
una capacidad de lucha social. Tenían ganas, tenían tiempo. Llegaron<br />
y no tenían nada… no tenían ni centro médico; tenían colegio, pero<br />
vamos… a fuerza de organizarse y movilizarse, consiguieron centro<br />
médico, colegios… Ahora tiene Casal d´infants, Casal de joves, d´avis,<br />
Biblioteca, Centro cívico… O sea que no les falta de nada. Y eso ha<br />
sido a puro luchar (sic) y de pedir a la Generalitat y a la Administración<br />
local. Entonces lo que eran y ahora lo que es… Con el tiempo se han<br />
ido suavizando, ha ido bajando mucho el nivel de lucha social. ¡Pero<br />
ahora hay una cantidad de entidades!… ¡buff!… sobre todo de tipo<br />
cultural. Y también yo, que trabajo con las entidades, veo que ahora<br />
la calidad de la participación ha ido bajando mucho. Por ejemplo, no<br />
ha habido un reemplazo generacional. Las mismas entidades que se<br />
crearon hace 15, 20 años… sigue siendo más o menos la misma<br />
gente. Entonces entidades jóvenes no hay, prácticamente. Hay una<br />
o dos que funcionan bastante mal. Se han constituido para tener un<br />
lugar donde reunirse y ya está. Luego, el resto es de carácter folklórico,<br />
Asimismo, la apreciación de la gente joven sobre su supuesta<br />
falta de implicación revela otros aspectos importantes. Los jóvenes<br />
entrevistados hablan de las dificultades que tienen para compaginar su<br />
ritmo cotidiano de trabajo, el cuidado de los hijos y la vida de barrio.<br />
Fernando J. llegó a Badia con sus padres y hermanos cuando sólo tenía<br />
dos años. Ahora con treinta y uno, está casado con una joven también<br />
de Badia y son padres de una niña de cuatro años y un bebé de pocos<br />
meses:<br />
“Todo el mundo tiene su trabajo, en casa, sus tareas, deportes y cosas.<br />
Y luego el fin de semana lo dedicas para salir al cine, al campo, o a<br />
Gerona, o al hipermercado… y nos involucramos poco. El chico de<br />
aquí me lo dice, pero yo me voy a Tarragona, que tengo un apartamento<br />
ahí… Pero yo me he ‘desinvolucrado’… El Centro cívico tiene un<br />
montón de entidades. Cuando fui al catalán como mi mujer… en la…<br />
hay 40 asociaciones diferentes, pero mucho de poco, de poca gente.<br />
El polideportivo es lo que está funcionando más. Los que tenemos<br />
niños… a aerobics, a natación… Badia es ajetreo, llevar los niños al<br />
cole, cogerlos del cole, hacer comida…”<br />
Es interesante comprobar la diferente perspectiva vital que tienen<br />
jóvenes y mayores en Badia. Estos últimos tienen presente su origen<br />
andaluz, extremeño, o castellano manchego, aunque declaren “ser de<br />
Badia” con orgullo. Los jóvenes nacidos en Badia cuentan con su vinculación<br />
al barrio en la construcción de su identidad individual. Algunos de los<br />
veteranos de las sociedades folklóricas del municipio se quejan de la falta<br />
de implicación de los jóvenes en las actividades que organizan. Sin<br />
embargo, es muy probable que, si para los padres tiene sentido pertenecer<br />
a la agrupación andaluza o de Castilla-La Mancha, para sus hijos, ese<br />
vínculo ya no tenga tanto sentido.<br />
35<br />
Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 117
“Resulta que tenemos unos cuadros de baile de niñas y de personas<br />
mayores, de gente de mi edad. Cada vez nos cuesta más encontrar<br />
niñas para los grupos de baile. Hace poco se disolvió un grupo que<br />
teníamos que ya tenía 18 y 19 años; ya están por otras historias las<br />
nenas, y este grupo decidió que ya no iba a seguir bailando. Y tenemos<br />
otro grupo de niñas de entre 8 y 12 años. Cada vez tenemos más<br />
problemas para encontrar niñas, pero ya no te digo niños por que<br />
los chicos en esto de bailar flamenco… los niños no, son más reticentes…<br />
les cuesta mucho más. A las niñas les llama la atención esto de bailar<br />
sevillanas. Cada vez nos cuesta más. De hecho las mayores nos<br />
estamos planteando el hecho de volver a bailar con un grupo porque<br />
es que no tenemos niñas…” (Àngels A.)<br />
36 realidad. Los medios de comunicación y el cine han contribuido al<br />
mantenimiento de ese estigma que ha perdurado hasta hoy.<br />
Por último, cabe reconocer que la despolitización y la disminución<br />
en la intensidad de la participación ciudadana en general, y de los<br />
jóvenes en particular, no son en ningún modo atributos exclusivos de<br />
Badia, sino una expresión creciente en el panorama social urbano<br />
de los últimos años. Esther G. reflexiona sobre la falta de participación<br />
juvenil en Badia:<br />
“Yo creo que es una cosa que está generalizada en toda España. Yo<br />
creo que no es una característica exclusiva de Badia. Quizá sí que en<br />
otros sitios se movilizan más, pero vamos, los jóvenes de hoy en día…<br />
También cuestiones de tiempo, porque a veces le pedimos a la gente<br />
que participe y yo misma en mi barrio no participo porque estoy más<br />
en Badia que en mi barrio… Pues cuando estás estudiando, peor<br />
todavía… que si tiene ganas de divertirse… no van a estar aquí todo<br />
el día implicados. Y luego, aparte, la apatía generalizada de los<br />
jóvenes que no se quieren implicar con nada… Y no sé… ¡mira<br />
que aquí hay cosas para los jóvenes!… Yo trabajo en equipo con<br />
los educadores sociales, la educadora de calle, el Casal de joves, los<br />
dinamizadores, el integrador social… O sea que intentamos que sea<br />
un trabajo en equipo y coordinado, y muchas veces te desmotiva<br />
mucho porque cuesta mucho trabajar con ellos.” (Esther G.)<br />
5. Reconstruyendo las imágenes externas de Badia.<br />
La persistencia y reproducción del estereotipo<br />
Para algunos de sus vecinos, Badia se ha visto asociada con una<br />
imagen negativa de ciudad de delincuentes que no corresponde a la<br />
“Hace muchos años había delincuencia, ya que no había policía, ni<br />
Guardia Civil, ni ayuntamiento. A Badia la llamaban ‘la ciudad sin<br />
ley’… No tenía nada propio. Lo más negativo es esa mala fama, ese<br />
mito que persiste hasta hoy. Además, cuando se construyó el barrio,<br />
sólo estaban los edificios, que quedaban entre solares. Había droga,<br />
como en cualquier barrio nuevo construido en zonas descampadas…,<br />
pero eran yonquis de fuera de Badia; había trapicheo… Siempre<br />
aparecía en las noticias: ‘En Badia pasó tal cosa’…, pero era siempre<br />
gente de fuera.” Insiste en que Badia es “la gran desconocida del<br />
Vallès”. (José Antonio, de 29 años, llegó a Badia con 3 meses)<br />
“La mala imagen viene de otra época en que había mucha droga,<br />
más delincuencia.” Dice que la delincuencia vino con la gente que<br />
ocupó los pisos, aunque aclara que “muchas familias eran muy<br />
buena gente”. También cree que ha contribuido “la mala imagen<br />
transmitida por la película Perros Callejeros” y el hecho de que una<br />
violación y un asesinato en Badia aparecieran alguna vez en la prensa.<br />
(Vicente O., unos 40 años, trabajador de Renfe)<br />
“Un señor que vivía en Torre Baró, Esteban, este señor era un asesino<br />
en potencia. Mató a un niño, los asesinó (sic), a una señora… Los<br />
asesinó en Barcelona y los enterró delante del polideportivo. Cuando<br />
cometió el asesinato en Barcelona, el titular de la prensa cuando lo<br />
detuvieron decía que lo había enterrado en Badia. Eso nos hizo un<br />
daño terrible. La película del Vaquilla no nos ayudó tampoco. Se dio<br />
una imagen del año 1990 al 2000, se creó una imagen que no se<br />
correspondía con lo que era el barrio en absoluto.” (Fernando J.,<br />
divorciado, alrededor de 40 años. Vivió en Badia desde su inauguración;<br />
hace dos años que vive en Sabadell)<br />
[Se transmite]… “cierta imagen de una historia de delincuencia. (…)<br />
En los ochenta, un hombre mató a una persona y la enterró cerca de<br />
Sabadell-Badia. ¡Ni siquiera eran de aquí!”. Pero el hecho “por supuesto<br />
salió mucho en la prensa”. En cuanto al rol de los medios de<br />
comunicación en la transmisión del estigma sobre Badia, cuenta: “Hace<br />
poco, mirando una serie cómica que pasaban, creo que en City TV,<br />
uno de los personajes, a modo de gracia, decía: ‘¡como no sea en un<br />
mercado de Ciutat Badia…!” (como mercado con estigma). También<br />
se refiere a un documental de Canal 33: “Fatal… En ese reportaje<br />
37<br />
118 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis
cogieron todo lo malo y lo peor que podía haber… Sólo salió lo peor<br />
de Badia (…) Cualquier cosa o cualquier noticia así hunde todo lo<br />
trabajado, la convivencia de la gente. Fue todo horroroso, no fue una<br />
imagen representativa.” (Miguel B.)<br />
38 “Una imagen de Badia o dos… es cuando se metieron en esa calle de<br />
“Ya te he dicho que ha cogido mala fama… Pero yo no he tenido<br />
problemas, yo nunca he tenido problemas: ni del coche ni de robos…<br />
ni nada… Nunca ha habido problema de nada. Eso es lo que más me<br />
gusta de aquí de la barriada esta… que no es…” (Enrique L.)<br />
Es fuera del barrio donde el estereotipo se manifiesta:<br />
“La gente piensa que es un mal barrio, pero no es verdad. Badia es<br />
un barrio muy tranquilo, se vive muy bien y no pasa nunca nada.” Sus<br />
compañeros del trabajo le han dicho muchas veces: “¡Uy, Badia…!”,<br />
pero “ésa es la imagen de la gente que no vive en Badia. Si la conocieran<br />
pensarían igual que yo, les gustaría”. (Vicente O.)<br />
“Estaba buscando piso por Barberà y en las mismas inmobiliarias ya<br />
me decían: ‘iuy, Badia! Ten cuidado, no te vayas allí’, porque vamos,<br />
esto era poco más que el Bronx, y luego vine a trabajar y ya vi que<br />
no era tanto…” (Esther G.)<br />
“[La imagen]… sigue siendo mala… La gente que no ha estado nunca<br />
en Badia, cuando sabe que vivo en Badia, saca el comentario aquel:<br />
‘¡Oh, es que la gente que hay allá…!’” (Àngels A.)<br />
“Sí, tiene mala fama; yo voy con orgullo hablando de Badia y cuando<br />
en Cerdanyola me miran yo puedo decir: ‘yo he estado en vuestros<br />
barrios y no tenemos nada que envidiar’… a lo otro [se refiere a la<br />
gente que vive en el barrio] somos todos gente trabajadora, gente<br />
humilde, gente de trabajo indispensable.” (Fernando J.)<br />
La asociación entre la mala imagen del municipio y la película<br />
Perros Callejeros 5 surge de forma espontánea durante las entrevistas. Gran<br />
parte de los entrevistados se refiere de forma explícita a la proyección<br />
negativa del barrio hacia el exterior a consecuencia de la película, que,<br />
según expresan algunos, contribuyó a perpetuar una especie de mito sobre<br />
Badia. Al mismo tiempo, los que han visto la película afirman que ellos<br />
no han conseguido reconocer su barrio en las imágenes, pero que “les<br />
han dicho” que la película se rodó en parte en Badia.<br />
ahí, cuando se rodó… en el Bar Los Romeros, yo nunca he conseguido<br />
identificar esa calle en esa película, pero dicen que sale… Si dicen que<br />
sale, es que sale… Yo no tengo ningún problema. Y me acuerdo que se<br />
decía: ‘Sí, salimos en la película’, con cierto orgullo infantil; pero bueno,<br />
luego dices: ¡tampoco no es ningún orgullo salir en Perros Callejeros!<br />
(sic) (…) es circunstancial de un momento determinado… es una realidad<br />
virtual, pero también real; ficticio, pero que se ajusta mucho a lo que<br />
pasó en una época… aquí, en Madrid… La gente de los pueblos iba<br />
a las ciudades… la sociedad incipiente sale de la dictadura…(…)<br />
Pero es difícil aquí hoy en día mostrar algo… que se den a conocer<br />
mediante diarios o prensa las cosas que se están haciendo, los del<br />
pueblo saharaui… hay estos chicos de la izquierda alternativa, hay<br />
hermanamientos…” (Fernando J.)<br />
La mala fama del barrio queda contrastada por las informaciones<br />
recogidas en la entrevista a Miguel B., miembro de la Policía Local. En<br />
Badia no hay más actividad delictiva que en otros municipios del área<br />
metropolitana; de hecho, hay mucha menos, y en general se trata de<br />
problemas menores. Lo que ocurre en realidad es que, como no hay<br />
cuartel ni en Polinyà, ni en Santa Perpètua, ni en Barberà del Vallès,<br />
cualquier acto delictivo se registra en Badia del Vallès, aunque no se haya<br />
cometido allí. Este hecho contribuye a la reproducción de la mala imagen<br />
del municipio:<br />
“Como el cuartel está en Badia del Vallès, se trae aquí a gente que<br />
pertenece a otros municipios y que en realidad no tiene nada que ver<br />
con Badia… Ocurre que lo que la gente acaba viendo siempre en la<br />
prensa es que alguien ‘ha sido detenido en el cuartel de Badia’.”<br />
(Entrevista en el cuartel local de policía)<br />
Cuando se pregunta a los informantes si existen zonas peligrosas,<br />
o por las que prefieren no pasar, afirman de forma casi unánime que no<br />
hay zonas que les inspiren miedo o rechazo.<br />
“¿Sensación de inseguridad? No. No tengo ninguna zona a la que no<br />
quiera ir en concreto.” (Àngels A.)<br />
“Si hay lugares proscritos no los conozco. Me parece todo igual. No<br />
distingo, es todo homogéneo. Lo que importa es la gente.” (Rafael,<br />
bibliotecario)<br />
39<br />
Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 119
“Frecuento todo, ¿me entiendes? Yo me ando todo el pueblo… lo voy<br />
a andar y me voy por aquí y me salgo por la otra parte…” (Enrique<br />
L., jubilado)<br />
40 [La imagen de Badia] “sigue siendo mala… Por desgracia, las<br />
“Badia no es peligrosa, pero piensa que quizás hay alguna parte más<br />
peligrosa como la calle Mediterráneo…” (Vicente O.)<br />
“La calle Algarve es zona difícil (…) y la calle Mediterráneo; se ha<br />
creado un ambiente raro en la parte baja de la calle Mediterráneo.”<br />
(Fernando J.)<br />
¿Hay algún lugar en Badia al que tuvieras miedo de ir cuando eras<br />
pequeño, (…) algún rincón que evitaras? “Ninguno. Esto es menos de<br />
un kilómetro cuadrado. Siempre ha habido rincones. Hoy en día, en<br />
la ‘plaza de la Aspirina’… La plaza de la Aspirina es la plaza de la<br />
Sardana, porque había un monumento que parecía una aspirina, una<br />
fuente y se quedó lo de la aspirina. Pues… allí ves algo, incluso gente<br />
que no es de aquí. Y en algunos sitios de ahí abajo, en la Mediterráneo…<br />
pero ya sabías… no sentías ningún miedo.” (Fernando J.)<br />
cosas malas perduran siempre sobre las buenas… y entonces esto<br />
en un momento determinado tuvo muy mala imagen y así se ha<br />
quedado.” (Àngels A.)<br />
“Para quitarte una mala imagen tienen que pasar muchos años, a ti<br />
te ponen un cartel en la espalda y ese cartel lo tienes… hasta que se<br />
olviden de ti o hasta que te vayas a vivir a otro lugar…” (Eduardo)<br />
“Yo reivindico que aquí se vive bien, que aquí no hay ese clima de<br />
gamberrismo, de cosas que se ven desde fuera… Son reminiscencias<br />
tipo Torete, tipo Vaquilla, que aquí no se palpan; yo no palpo eso. Otra<br />
cosa es que veas alguno por ahí, como en todos los barrios… pero no<br />
se palpa eso. Cuando vas al colegio… me fastidia que… [en relación<br />
a otros municipios colindantes] tengamos aún ese pequeño complejo.<br />
¡Todavía no sé cuándo nos lo quitaremos!” (Fernando J.)<br />
“Lo que fastidia es la imagen al hablar con gente de fuera, los<br />
comentarios sobre ‘la ciudad sin ley’.” (José Antonio)<br />
“Badia creó una fama muy mala cuando empezó la ocupación.<br />
Actualmente se le ha ido esa mala fama: La prueba la tienes que aquí<br />
no hay nada, no se ven conflictos, no se ven follones, no se ve nada,<br />
aparte de cuatro que se tomen ahí dos cuba libre…” (Eduardo,<br />
alrededor de 40 años, casado, con cuatro hijos)<br />
“(…) A mí lo que me gustaría decir es que si alguien tiene alguna idea<br />
para lavar esta imagen que me lo diga, para colaborar de la manera<br />
que sea. Yo la verdad hace treinta años que vivo allí y estoy encantada<br />
de la vida.” (Àngels A.)<br />
Que la imagen externa de Badia siga siendo negativa es una<br />
cuestión que preocupa a sus habitantes. Asumen que lo negativo perdura<br />
sobre aspectos positivos del barrio y se preguntan qué hacer para cambiar<br />
la mala reputación de su municipio. Cómo modificar esa calificación de<br />
“ciudad sin ley”, frente a la Badia tranquila que ellos conocen es una<br />
de las preguntas que plantean los residentes en las entrevistas. Fernando<br />
J. considera que es cuestión de “ponerse manos a la obra”, de deconstruir<br />
la imagen negativa con la divulgación de los aspectos positivos de Badia<br />
hacia el exterior. De esa manera, y muy poco a poco, se puede cambiar.<br />
La asignación de elementos negativos al barrio se traslada a las personas<br />
que viven allí. Tal y como declara un vecino: “te ponen un cartel en la<br />
espalda” que se mantendrá “hasta que se olviden de ti”, o hasta que<br />
cambien de lugar de residencia.<br />
6. Reconstruyendo imaginarios: representación,<br />
comportamiento y narrativas del espacio vivido<br />
6.1 Badia como representación de la Península Ibérica<br />
Una de las particularidades del municipio de Badia es que representa<br />
el perfil de la Península Ibérica a vista de pájaro. Los mapas cognitivop<br />
recogidos reflejan la idea de Badia que tienen los residentes entrevistados.<br />
En ellos aparecen diversos mensajes sobre el uso individual que se hace<br />
del territorio del municipio.<br />
Algunos mencionan con desagrado la relación entre el mapa<br />
de la Península y el mapa de su ciudad. Les recuerda a la época de la<br />
dictadura y una visión de España que para ellos está obsoleta. Utilizan<br />
otros referentes espaciales para orientarse, por lo que no consideran<br />
necesario o útil utilizarlo como orientación en el espacio.<br />
41<br />
120 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis
42<br />
“Realmente, para orientarme en la Península, no lo utilizo. No sé, en<br />
teoría es el mapa de España, pero no sé la orientación que tiene.” (Rafael)<br />
“La forma sí, bueno… Yo pensaba que cuando lo diseñaron, como<br />
tenía esta forma peculiar parecida a los pueblos de España, al mapa<br />
de España, ya lo habían hecho así a propósito…” (Àngels A.)<br />
“Me imagino que son los últimos caprichos del régimen franquista,<br />
de vista aérea se ve. Vista desde arriba se ve como la Península.”<br />
(Fernando J.)<br />
“Bueno, yo creo que ya lo elaboraron así al principio…” [Entrevistadora:<br />
¿Lo ve así o no; lo asocia con la forma de la Península Ibérica?]:<br />
“Hombre, lo asocio… no me gusta”. [¿Por qué no le gusta?]: “… es<br />
que a lo mejor estaba hecho con una idea un poco política de aquellos<br />
tiempos, con la que no coincido, entonces… [¿Lo dice por la idea<br />
nacionalista de…?]: “Exactamente.” (José Luis Gracia)<br />
No piensa nunca en ello. “No sirve para orientarse”. No le gusta: le<br />
recuerda a la época franquista, al nacionalismo… Duda que mucha<br />
gente de Badia piense en ello. (Vicente O.)<br />
Ha oído hablar de esta asociación porque los nombres de las calles<br />
corresponden a poblaciones españolas. Pero, “los nombres de las<br />
calles son sólo coincidencias. Puede llegar a asociarse por los nombres,<br />
quizá, pero por las formas, no”. No ve la coincidencia, y dice que no<br />
tiene la forma de la Península Ibérica en un plano: “Yo no se la he<br />
visto.” En todo caso, dice: “tiene más forma de Cataluña… se forma<br />
prácticamente un triángulo”. (José Antonio)<br />
“Puede que venga relacionado… pero nunca me he parado tampoco<br />
a pensar. A mí no me influye en nada.” (Eduardo)<br />
Mientras que algunos informantes confiesan no haber identificado<br />
jamás esa forma en el mapa del municipio, hemos recogido algunos<br />
ejemplos donde la identificación entre el mapa de la Península y el territorio<br />
de Badia coinciden en orientación y forma. La autora del mapa 1 vive en<br />
la avenida del Mediterráneo, como queda representado en su mapa.<br />
Señala las vías de salida de Badia al exterior (hacia Barberà, Sabadell<br />
y Cerdanyola). Se trata de una trabajadora de la Universitat Autònoma<br />
de Barcelona; su percepción de Badia, reflejada en el mapa cognitivo,<br />
muestra la conexión hacia el exterior y no está cerrada en sí misma.<br />
Mapa 1. Autora: Àngels A.<br />
Al igual que en el mapa 1, en los siguientes mapas queda claramente<br />
reflejado el centro de Badia con instituciones emblemáticas como el<br />
ayuntamiento, la iglesia y el parque Joan Oliver. En los mapas 2 y 3, los<br />
centros han sido indicados por sus autores (con una mayor cantidad de<br />
referencias espaciales en el primero que en el segundo). El autor del mapa<br />
2, Fernando J., un joven de 31 años con dos hijos pequeños, destaca los<br />
lugares relacionados con las actividades de sus hijos: el Casal dels infants,<br />
el área de juego del parque Joan Oliver y la guardería La Mainada. El<br />
puente que une Badia con Cerdanyola también queda reflejado en su<br />
mapa. Fernando J. trabaja en una fábrica de dicho municipio.<br />
Mapa 2. Autor: Fernando J.<br />
43<br />
Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 121
Miquel, el autor del mapa 3, indica con números las áreas que<br />
considera representativas, en lugar de instituciones, como reflejaban los<br />
autores de los mapas precedentes. El número 1 representa el centro de<br />
Badia, el 2 señala lo que él denomina el Patronato del Deporte (el<br />
polideportivo), mientras que la zona 3 corresponde al área de Menorca,<br />
donde el autor ilustra el lago (río) y el puente.<br />
44 Vicente O., trabajador de Renfe, unifica en su mapa –el número<br />
5– la zona del ayuntamiento y el mercado como lugar central del municipio.<br />
Sin duda es uno de los núcleos más claramente identificados de la vida<br />
cotidiana de Badia y aparece reflejado en cada mapa realizado. Aparecen<br />
también como significativos los supermercados Suma y Mercadona. La<br />
biblioteca y los colegios e institutos se ilustran también. Entre las conexiones<br />
viarias con el exterior, destaca el enlace con la Autopista A-7 y la C-58<br />
en dirección a Sabadell. Asimismo, la cuenca del Riu Sec forma parte del<br />
paisaje mental de los autores de los mapas 3 y 4.<br />
Mapa 3. Autor: Miguel B.<br />
Otros dos ejemplos de mapas en los que puede identificarse<br />
claramente la silueta de la Península Ibérica son el mapa 4 y, en menor<br />
medida, el mapa 5. Àngels R. representa los ejes limítrofes del barrio de<br />
Badia por su área sur, la autopista C-58 y el río, a su paso por el municipio.<br />
Es de los pocos entrevistados que dibujan edificios en los mapas, uno por<br />
cada tipología: uno con planta “Estrella” y otro con planta “Alcalá”. Sitúa<br />
en el centro su lugar de trabajo, el ayuntamiento y los ejes de Badia: vía<br />
de la Plata, Mediterrània, Burgos, Cantábrico y Costa Brava.<br />
Mapa 5. Autor: Vicente O.<br />
6.2 Representación del espacio urbano. Límites, centro y periferia<br />
Podemos reconocer en los mapas cognitivos de los entrevistados<br />
diversas formas de representación de Badia, según se enfoquen en todo<br />
el territorio del municipio o en sectores parciales del mismo. Pueden<br />
identificarse formas diferentes de interpretar la cuestión que se les plantea<br />
al final de las entrevistas: dibujar el territorio de Badia del Vallès, su pueblo.<br />
En primer lugar, se identifican aquellos que representan todo el<br />
territorio de Badia e incluyen conexiones externas a los límites del municipio.<br />
Ejemplos de este tipo se han comentado en el punto 6.1: mapas 1, 2,<br />
3, 4, 5. Sumamos a estos ejemplos el mapa 6, donde José Luis Gracia<br />
reproduce los ejes viarios principales de Badia y las instituciones que<br />
para él son más significativas, así como las conexiones del municipio con<br />
el exterior. La Badia que así representa es una ciudad conectada con el<br />
exterior.<br />
Mapa 4. Autora: Àngels R.<br />
45<br />
122 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis
46 el sector de “uso” del informante. El movimiento representado por las<br />
rotondas como centrales en el mapa es significativo. En el siguiente mapa,<br />
puede comprobarse cómo se representan las principales vías del municipio<br />
de Badia (si bien cabe notar que, en este caso, se ha sobredimensionado<br />
la avenida Mediterráneo).<br />
Mapa 6. Autor: José Luis Gracia.<br />
Otro ejemplo de esta forma de representación de Badia se encuentra<br />
en el mapa de José Antonio, quien durante la entrevista afirma que no<br />
“siente” ni “ve” la forma de la Península Ibérica, sino más bien “la forma<br />
de Cataluña”. “Se forma prácticamente un triángulo”, recalca, imagen<br />
mental que queda plasmada en su mapa. Además, localiza el bloque tipo<br />
“Estrella” en el que vive. También destaca el ayuntamiento y el edificio de<br />
la iglesia.<br />
Mapa 8. Autor: Eduardo.<br />
Por último, en tercer lugar se identifican aquellos informantes que<br />
representan sólo una parte concreta del territorio y excluyen cualquier tipo<br />
de referencia del exterior. Es el caso de Ana María R., que reside y trabaja<br />
dentro del municipio y sale muy poco de Badia. Nuestra informante, como<br />
puede observarse en el mapa, escoge representar el sector donde vive.<br />
Es interesante destacar cómo identifica la partición territorial que divide<br />
en dos la avenida Costa Azul (avenida del Cantábrico): una mitad de la<br />
vía pertenece a Badia y la otra a Barberà.<br />
Mapa 7. Autor: José Antonio.<br />
En segundo lugar se identifican aquellos informantes que, en vez<br />
de representar a Badia en su totalidad, seleccionan un sector del territorio<br />
que coincide con la zona en la que desarrollan su vida cotidiana. En este<br />
caso incluyen también el resto del municipio, aunque sobredimensionando<br />
Mapa 9. Autora: Ana María R.<br />
47<br />
Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 123
La división de la avenida del Cantábrico en dos partes –una<br />
perteneciente a Badia y la otra a Barberà– ha merecido la atención de uno<br />
de nuestros informantes, según se observa en la selección de fotografías<br />
que, a su juicio, ilustran los rasgos más representativos del municipio.<br />
48 El centro es identificado con claridad por los vecinos entrevistados,<br />
coincidiendo con las zonas de mayor actividad de Badia: la plaza<br />
del ayuntamiento o el mercado.<br />
7. Miradas desde Badia. Referentes individuales y representación<br />
simbólica del espacio<br />
Avenida del Cantábrico. De la isleta central hacia la<br />
derecha es territorio de Barberà, mientras que la zona<br />
de la izquierda forma parte del territorio de Badia.<br />
Fotografía: Adrià.<br />
Si bien algunos dicen reconocer claramente este límite territorial,<br />
otros no lo asumen como tal: no se “siente”, como expresa nuestro informante<br />
José Antonio. Él sabe dónde acaba físicamente Badia, aunque añade “pero<br />
no lo siento”. Por ejemplo, la calle que Badia comparte con Barberà –avenida<br />
del Cantábrico– representa unos pocos metros de confusión en cuanto a<br />
quién pertenece, pero Juan Antonio la percibe como parte de Badia.<br />
En las entrevistas, los vecinos señalan los límites claros que definen<br />
el territorio de Badia. Palabra e imagen mental coinciden:<br />
“Donde terminan los bloques: el río, la autopista y la vía del tren.”<br />
(Vicente O.)<br />
“Autopista, puente de Cerdanyola, limita con Barberà y Sabadell<br />
(polideportivo, aeródromo).” (Fernando J.)<br />
Respecto a la cuestión planteada en las entrevistas sobre dónde está<br />
el centro de Badia, casi todos consideran que el centro de Badia es la zona<br />
donde se sitúa el ayuntamiento, la plaza o el Casal d’avis.<br />
“No sé si existe un centro… ‘debe ser’ la plaza del ayuntamiento.”<br />
(Rafael)<br />
“Hombre, yo te diría que es la calle donde está el ayuntamiento, el centro<br />
cívico, el mercado… ¡Por supuesto, es el centro!” (Àngels A.)<br />
El objetivo central del trabajo ha sido permitir a los vecinos de<br />
Badia expresar su visión “desde dentro” de su ciudad. Para ello hemos<br />
realizado entrevistas, recogido mapas cognitivos de la zona y animado<br />
a nuestros informantes a fotografiar los aspectos que consideren más<br />
significativos de su pueblo. Debido a la riqueza y al cuantioso número de<br />
fotografías realizadas, hemos seleccionado una muestra del material<br />
obtenido. En todas ellas queda reflejada la percepción del espacio del<br />
informante; algunas son expresión de una proyección individual, mientras<br />
que otras hablan de los elementos comunes y representativos de los<br />
residentes de Badia.<br />
7.1 Vivienda, bloque, espacio interbloque y zonas verdes<br />
Nuestros informantes han buscado reflejar sus vidas cotidianas a<br />
través de sus fotografías. La vivienda propia ha sido fotografiada en<br />
algunas ocasiones, si bien hemos seleccionado las perspectivas que los<br />
vecinos tienen desde sus galerías como forma de ir avanzando hacia la<br />
representación de los espacios de bloque y los espacios interbloque.<br />
Los pisos de Badia constituyen uno de los aspectos más valorados<br />
en las entrevistas.<br />
“El piso… aquí hay dos modelos; el modelo ‘Estrella’ y el modelo<br />
‘Alcalá’, que son diferentes, y entonces los metros cuadrados mínimos<br />
de un piso habitable son 74,5 m 2 , más o menos; no está nada mal. Al<br />
principio, cuando lo adjudicaron, pues mira, costó el piso ochenta mil<br />
pesetas de entrada, y pagábamos cinco mil ciento doce cada tres meses,<br />
pagamos el piso, trescientas ochenta mil pesetas, en quince años. Era<br />
una oportunidad para los jóvenes que nos casábamos entonces, y la<br />
verdad es que en aquellos momentos nos fue muy bien, nos fue muy<br />
bien.” (José Luis Gracia)<br />
“Sí, muy amplios”: todos a partir de 70 m 2 , muy iluminados. La gente<br />
se los ha arreglado muy bonitos. Por fuera parecen feos, pero por<br />
dentro son bonitos.” (Vicente O.)<br />
49<br />
124 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis
¿Usted modificó cosas del piso cuando llegó?<br />
“Sí, por eso yo vine dos años después de la inauguración de ‘esto’.<br />
Reformamos la cocina, el cuarto de aseo, el suelo de las habitaciones…<br />
Todo.” (Enrique L.)<br />
50 “La primera impresión del barrio fue buena porque aún ahora yo creo<br />
que tenemos un barrio bastante… mucha amplitud, había mucho jardín,<br />
que (aún) lo hay, y se estaba bastante cómodo. Después hay una de las<br />
cosas, que no nos engañemos, el precio de los pisos.” (José Luis Gracia)<br />
“(Los pisos como el mío tienen…) tres habitaciones, balcón, lavadero…<br />
Y bueno… están bien… hoy. O sea, hoy, cuando tú ves los pisos que<br />
hay, dices: ‘pues este piso está muy bien’. Hace treinta años era un<br />
piso pequeño, chiquito, y tal… 86 metros cuadrados… Piensa que yo<br />
vivía en un piso que debía de tener 200 o 255 metros cuadrados, con<br />
9 habitaciones, tres baños… un piso de aquellos antiguos, de aquellos<br />
con el ascensor de madera con el enrejado con un espejo. Son aquellos<br />
pisos tan enormes. Los pisos a los que yo estaba acostumbrada a ver<br />
eran esos pisos, como los que había por aquella zona (la avenida<br />
Príncipe de Asturias, donde vivía antes de llegar a Badia). Aquel piso<br />
nos pareció pequeño. Ahora ya no; ves los pisos que hacen ahora, de<br />
nueva construcción… y piensas: ¡Carai, Déu n'hi do! ¡Tengo un pisazo<br />
en comparación con muchas cosas que ves y los precios que piden!”<br />
(Àngels A.)<br />
“… faltaban muchas cosas, ambulatorios… La cosa de jardinería y todo<br />
eso –parques, jardines– estaba perfecto; esto era un vergel, era verde,<br />
mucho césped… ahora no existe…” (José T.)<br />
Cuando el entrevistado llegó a Badia, le causó muy buena impresión,<br />
porque “no había nada. Aquí había cuatro coches ‘aparcaos’ y en cada<br />
bloque de pisos había dos o tres personas; no había más. Era una<br />
pasada”. Le llamó la atención lo tranquila que era. “En sí”, dice, Badia<br />
era una ciudad dormitorio; “la gente trabajaba fuera y venía a dormir<br />
y descansar”. (Eduardo)<br />
Fotografía: Fernando J.<br />
Edificios Alcalá (bloques altos) y Estrella<br />
(primer término a la izquierda.<br />
Fotografía: Adrià.<br />
Las amplias vistas recogidas por numerosos vecinos en fotografías<br />
hechas desde las galerías de sus viviendas reflejan claramente la idea de<br />
amplitud y zonas verdes tan valoradas por ellos en las entrevistas.<br />
Tal y como describía un entrevistado:<br />
Zona de aparcamiento.<br />
Fotografía: José Antonio.<br />
“… ¡Y de expansión!… Yo me asomo a mi balcón y no hay un piso<br />
enfrente que me da (sic). Yo vivo en un segundo. ¡Pero que tenemos<br />
una amplitud! (…) Las calles son anchas, ¿entiendes? Que no es eso<br />
que te saca el vecino…” “Fabra y Puig ha sido siempre mi barriada,<br />
¡pero a mí esto me encanta!” (Enrique L.)<br />
Vistas hacia la Universitat Autònoma de Barcelona.<br />
Fotografía: Adrià.<br />
51<br />
Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 125
52 Los espacios entre bloques y las zonas ajardinadas, tan valoradas<br />
“Aquí se entregó… la jardinería ha cambiado mucho y se ha tecnificado<br />
por los vecinos en el momento de la ocupación de las viviendas, así como<br />
(…) La jardinería que se hacía… estaba obsoleta y era de difícil mantenimiento.<br />
los espacios verdes, son también aspectos muy valorados en la actualidad.<br />
El césped, por ejemplo, es bonito, pero gasta mucho (sic) agua…<br />
Zona de espacio verde.<br />
Fotografía: José Antonio.<br />
y no son eficientes… requieren mucho trabajo. Hay cosas que, cuando<br />
se plantan, están monas, pero cuando crecen son molestas: árboles muy<br />
cerca de fachadas… (etc.). Pero aquí hay muchísima jardinería. Para<br />
un municipio con las disponibilidades económicas que tiene… pues yo<br />
creo que el esfuerzo que se hace es muy grande. Y también hay mucho<br />
(…). En los jardines de bloque, sí… hay dos tipos de jardines… los que<br />
están lindantes a los bloques, que también son municipales, pero han<br />
de cuidarlos los vecinos… El ayuntamiento tiene una brigada que va<br />
pasando, de dos personas. Tienen un recorrido y cuando lo terminan,<br />
lo vuelven a empezar. Es un mantenimiento mínimo. Los jardines que<br />
tienen que estar más cuidados… se los han de mantener los vecinos…<br />
(…) Piensa que tenemos más de dos kilómetros de setos… Y recortar<br />
dos kilómetros de setos dos veces al año… O sea, es una jardinería<br />
que por estructura y fisonomía de municipio es un poco complicada,<br />
ya que el mantenimiento es costoso, tiene muchos espacios muy pequeños…<br />
Se pueden utilizar máquinas, pero es difícil. Tienen más rincones… se<br />
pueden utilizar máquinas, pero hay que hacer muchas cosas manuales…”<br />
Zona al cuidado de los vecinos del bloque.<br />
Fotografía: José Antonio.<br />
Zona al cuidado de los vecinos del bloque.<br />
Fotografía: Àngels A.<br />
Así pues, en Badia se aprecian zonas muy cuidadas y otras visiblemente<br />
menos atendidas, según la capacidad y calidad en el mantenimiento<br />
de los espacios verdes por parte de los vecinos de las diversas escaleras.<br />
Àngels R., en otro momento de la entrevista, menciona el enorme<br />
esfuerzo que ha supuesto para el ayuntamiento mejorar los parques infantiles<br />
de todo el municipio, unos treinta aproximadamente. Explica que los han<br />
dotado de columpios de madera, vallas y arena para evitar daños a los<br />
niños en las caídas. Los informantes han dejado plena constancia de la<br />
valoración de este esfuerzo al fotografiar dichos parques como elemento<br />
representativo de su municipio.<br />
El mantenimiento de los espacios verdes es muy importante para<br />
la imagen del municipio, si bien supone un alto coste para el ayuntamiento.<br />
Mientras que el mantenimiento de los espacios más cercanos a las porterías<br />
de las viviendas depende de los vecinos, los pequeños parques urbanos<br />
y zonas verdes, tan presentes en la imagen mental de los residentes<br />
en el momento de la ocupación de las viviendas, están a cargo del<br />
ayuntamiento. Àngels R., técnica de Medio Ambiente, nos explica la<br />
perspectiva del ayuntamiento:<br />
Fotografía: Fernando J.<br />
53<br />
126 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis
7.2 Las instituciones y entidades como referentes espaciales. Lugares<br />
representativos<br />
Badia se convirtió en municipio independiente en 1994, y esto<br />
comportó la posibilidad de establecer instituciones propias. La estructura<br />
física de polígono o barrio –como algunos siguen denominando a Badia–<br />
contrasta con esta particularidad. Se trata de un pueblo con apariencia<br />
de barrio periférico, pero con instituciones propias, tales como un<br />
ayuntamiento.<br />
No hay duda de que la gente de Badia se siente orgullosa de su<br />
pueblo y de lo que han conseguido con la independencia. No obstante,<br />
uno de los problemas más difíciles permanece aún sin resolver: conseguir<br />
recursos propios para independizarse, no sólo política, sino también<br />
económicamente.<br />
Otra de las particularidades históricas del municipio es su amplio<br />
tejido asociativo. El número de entidades activas o semiactivas es muy<br />
alto. Todo ello habla de un tejido social fuerte. Nos lo explica el concejal<br />
de Urbanismo, José Luis Gracia:<br />
54 Los vecinos son conscientes de que lo conseguido ha sido resultado<br />
de su propio esfuerzo, y de que Badia se ha construido a sí misma como<br />
pueblo:<br />
“Lo que tenemos ha sido a base de luchas: se crearon los pisos, todo<br />
verde… Aquí era una ciudad dormitorio, aquí no había ambulatorio…<br />
Por cierto, el ambulatorio eran unos barracones que estaban aquí<br />
(indica con señas). Aquí accesos, infraestructuras… todo estaba<br />
destartalado; el gas tuvieron que cambiarlo, ¡al principio se tenía que<br />
traer agua con una cuba!…” (José T.)<br />
“Lo que se ha logrado, en cuanto a servicios y otras implementaciones<br />
(sic), ha sido gracias a las manifestaciones colectivas de los vecinos.”<br />
(…) “… de la dejadez de la administración”… [se refiere a la<br />
administración autonómica] …“ quizá nos tienen un poco olvidados”,<br />
(por lo que) “hay que pelear el doble para conseguir cosas, cambios…<br />
Hasta que las cosas no están muy muy mal no se hace nada.” (José<br />
Antonio)<br />
“[Antes] nos gobernaba dos años Barberà del Vallès y dos años<br />
Cerdanyola, entonces aquello era incómodo. Era incómodo porque […]<br />
a Barberà lo que le sobraba lo destinaba a Badia, y a Cerdanyola lo<br />
que le sobraba lo destinaba a Badia; siempre ha tenido unas carencias<br />
bastante importantes. En Badia, mira, hoy por hoy, yo creo que tiene<br />
una serie de servicios importantes que muchos pueblos no tienen, pero<br />
nos ha costado a todos pelearlos, hacer manifestaciones, cortar la<br />
autopista… Lo hemos conseguido todo a base de lucha. Y hubo un<br />
momento ya en que hubo que decidir por aquello, decir ‘bueno, hay<br />
que pedir la independencia de este pueblo’… porque no podíamos<br />
ser… la ‘cola’ de otras poblaciones.” (José Luis Gracia)<br />
“Cuando hay cualquier necesidad de cualquier tipo la gente se vuelca<br />
en ayudar. (…) Aquí en Badia tenemos… me parece que son ochenta<br />
y siete entidades culturales; es muy rica en entidades, tenemos de todo<br />
tipo, deportivas y culturales. Se hace prácticamente de todo ¿eh? Y en<br />
deporte, como es una política que nosotros hemos tenido desde el<br />
principio, todo deporte que la juventud de aquí ha querido hemos<br />
tratado de procurarlo, de organizarnos para que lo tengan ahí, de<br />
cara a que aquí en Badia no hay otra cosa, entonces si querían hacer<br />
deporte “toma, aquí tienes esto”; “¿qué queréis, judo?”, judo, “¿queréis<br />
natación?”, natación, “¿queréis volei?”, volei. (José Luis Gracia)<br />
Uno de los servicios que merece especial atención es el servicio<br />
funerario vinculado a la Asociación de Vecinos de Badia. Se trata de la<br />
Vocalía de Servicios Funerarios fundada hace ya dieciocho años; todos<br />
los asociados de la AAVV de Badia pertenecen a la misma. Sus miembros<br />
tienen contratado un servicio funerario tipo (“el servicio número 8”), sencillo<br />
pero suficiente, sufragado por cada vecino asociado, cuando fallece un<br />
residente de Badia miembro de la asociación. Cuando se produce una<br />
pérdida, se comunica a todos los asociados con un recibo de coste por<br />
fallecido. La suma de los asociados, unos 6.000, comporta una cantidad<br />
suficiente para poder ofrecer un sepelio digno al vecino o vecina fallecida 6 .<br />
El motivo principal que movió a los vecinos a organizarse en 1987 fue,<br />
según sus propias palabras, “evitar que las compañías nos roben” (Rovira,<br />
B. y Santos, I: 1995). Ciertamente lo que permite que funcione el sistema<br />
es la colaboración solidaria de todos los vecinos toda vez que sea necesario:<br />
un hecho probado desde hace ya casi veinte años.<br />
El orgullo de los residentes de ser de Badia por su significado de<br />
lucha, de hacerse a sí mismos, de formar parte de una comunidad, es una<br />
realidad constatada. Algunas respuestas obtenidas durante las entrevistas<br />
apuntan en este sentido:<br />
“… un porcentaje muy alto de los badienses estamos orgullosos de ser<br />
badienses, de verdad que sí. Y eso porque bueno, […] hay de todo,<br />
55<br />
Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 127
56 gente buena, gente menos buena, pero vuelvo a decir que es muy<br />
tranquila, a pesar de que hay rivalidad, pero hay mucho apoyo de cara<br />
a ayudar a la gente. Cuando hay cualquier necesidad de cualquier tipo<br />
la gente se vuelca en ayudar aquí ¿eh?” (Jose Luis G.)<br />
[Entrevistadora]: ¿Existe una identidad propia de Badia?<br />
“Sí, yo creo que sí. Hay una comunidad que hemos venido de fuera…<br />
nos sentimos de Badia. Los badienses venimos todos… la mayoría somos<br />
castellanos de provincias. Yo soy manchego, de Valdepeñas.” (José T.)<br />
“Badia es muy pequeña y se conoce todo el mundo. Cuando llega una<br />
cara nueva enseguida sabemos que no es de Badia. (…) La convivencia<br />
entre la gente de Badia es muy buena.” (Eduardo)<br />
Foto tablón de anuncios de la AAVV.<br />
Como se ha visto en todos los mapas incluidos con anterioridad,<br />
aparecen instituciones y entidades que representan Badia; incluso, en algún<br />
caso, como el que se adjunta a continuación, el mapa entero de la ciudad<br />
está constituido por sus instituciones.<br />
Mapa 10. Autor: Enrique L.<br />
En el mapa se indica la dirección hacia la Casa Regional de<br />
Castilla-La Mancha, donde el entrevistado suele acudir con frecuencia. Él<br />
es quien se encarga de las excursiones. Acude también con cierta asiduidad<br />
al Casal d’avis que está frente a su casa, al otro lado de la avenida de<br />
Burgos. Cabe apuntar que para leer el mapa hay que ponerse de espaldas<br />
a Barberà, exactamente la misma situación que tiene el entrevistado al<br />
“pensar” el mapa desde su domicilio.<br />
A continuación, pueden observarse algunas de las fotografías<br />
realizadas por los vecinos de entidades e instituciones representativas de<br />
la vida de Badia, tal y como éstos las recogen:<br />
Ayuntamiento de Badia del Vallès.<br />
Fotografía: Fernando J.<br />
Casal d’avis.<br />
Fotografía: Enrique L.<br />
Centro cívico, iglesia y plaza del Ayuntamiento.<br />
Fotografía: Fernando J.<br />
Otros referentes espaciales que los entrevistados mencionan con<br />
asiduidad son las entidades culturales, los supermercados y el mercadillo<br />
de los jueves.<br />
57<br />
128 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis
58<br />
Fotografía: Àngels R.<br />
Centro cultural andaluz.<br />
Fotografía: Àngels A.<br />
Fotografía: Enrique L.<br />
Plaza del Ayuntamiento.<br />
Fotografía: Enrique L.<br />
7.3 Conexiones con el exterior y perímetro de Badia. Viales, puentes<br />
y caminos<br />
Badia no es un pueblo aislado, sino más bien un lugar donde la<br />
conexión con el exterior forma parte de su propia definición de lugar.<br />
Algunas fotografías muestran estos lugares por los que los vecinos pasan<br />
habitualmente para realizar una actividad.<br />
Fotografía: Àngels A.<br />
El puente sobre el Riu Sec es uno de los puntos de conexión<br />
de Badia con el exterior. La siguiente fotografía representa otro lugar de<br />
comunicación: el camino que lleva a la Universitat Autònoma de Barcelona,<br />
vía utilizada con frecuencia por trabajadores de la Universitat que viven<br />
en Badia. Más adelante se recoge una vista singular: Badia desde la<br />
Universitat Autònoma.<br />
Fotografía: Àngels A.<br />
Puede afirmarse que Badia vive de espaldas a la Universitat, o que<br />
la Universitat vive de espaldas a la población que tiene más cerca: tan<br />
próximas físicamente, pero tan alejadas en el imaginario de unos y otros.<br />
Sólo aquellos que conocen los dos lugares saben cuán cerca se encuentran.<br />
Fotografía: Àngels A.<br />
59<br />
Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 129
60 Sostenemos que este imaginario funciona como un puzzle al que siempre<br />
le faltarán piezas. No hemos aspirado a aportar todas las visiones del<br />
espacio dinámico y vivo de Badia del Vallès –ya que, en cualquier caso,<br />
no es posible– sino a generar reflexiones en torno a las percepciones que<br />
se construyen sobre los espacios físicos y mentales de Badia.<br />
Creemos que las particularidades reveladas a partir de las<br />
Autopista C-58. Abajo, la carretera a Cerdanyola<br />
y los huertos en primer término.<br />
Fotografía: Adrià.<br />
Los huertos son espacios “ocupados” por los badienses más allá<br />
de la carretera que va a Cerdanyola. Constituye un uso inesperado para<br />
el visitante de Badia. Se trata de unas 600 fincas cuidadas por vecinos<br />
en territorio de Cerdanyola. Parece como si Badia se resistiera a perder<br />
su origen agrícola, nutriéndose de fuentes de aguas limpias que, según<br />
dicen sus habitantes, quedaron de las antiguas fincas de la zona. “Ir al<br />
huerto en Badia” es una actividad cotidiana interesante y vital para muchos<br />
de sus residentes.<br />
informaciones e imágenes que aquí se presentan nos hablan de la<br />
singularidad de Badia, que no es más que el ejemplo de las singularidades<br />
de otros muchos espacios físicos a los que se les asigna el calificativo de<br />
barrio dormitorio. A la homogeneidad inerte y deslucida que ve reflejada<br />
en la monotonía de los bloques quien circula por la autopista a cien<br />
kilómetros por hora, los “de dentro” han contrapuesto una imagen rica,<br />
heterogénea, inquieta… en definitiva, viva.<br />
Sobre Badia del Vallès pesa una imagen negativa que le fue<br />
atribuida hace ya demasiado tiempo. Es momento de cuestionarla desde<br />
fuera, ya que también hace mucho tiempo que no se la creen los de dentro.<br />
Sólo nos queda agradecer a Badia del Vallès el habernos acogido<br />
como a unas vecinas más en sus lugares: sus plazas, calles, entidades e<br />
instituciones. Y dar las gracias muy especialmente a todos y todas nuestras<br />
informantes, que han compartido con nosotras opiniones y recuerdos con<br />
la sencillez de quienes tienen la confianza en el otro como norma de<br />
convivencia.<br />
BIBLIOGRAFÍA<br />
Ajuntament de Badia. Neix un poble. Badia del Vallès (Ajuntament de Badia del Vallès, 2003).<br />
8. A modo de conclusión. Sobre las gentes de Badia<br />
Este trabajo ha buscado explicar la imagen espacial que tienen<br />
los vecinos de Badia de su propio municipio, de ese entorno vital al que<br />
llaman ora ciudad, ora barrio, ora pueblo… de ese lugar en el que discurre<br />
su vida cotidiana y en el que se construye parte de su historia. Lo hemos<br />
hecho conjugando diferentes medios: sus palabras en las entrevistas, sus<br />
imágenes a partir de fotografías propias y, por último, a través de mapas<br />
cognitivos que plasman la imagen mental de los informantes sobre su<br />
ciudad.<br />
De la misma manera que un mosaico está formado por muchas<br />
piezas, aquí se ha buscado recomponer el imaginario de un espacio<br />
común a los vecinos de una población que hasta ahora nos era desconocida.<br />
Arenós, Paloma. “Badia del Vallès sobrevive con las subvenciones de la Generalitat”, La Vanguardia<br />
(edición digital), Barcelona, 19 de diciembre de 2004.<br />
Bengoechea, Soledad. Els secrets del Poble Espanyol 1929-2004 (Barcelona: Pemsa, 2004).<br />
Jané, A. y Caldes, M. Ciutat Badia: Barri, ciutat i sistema metropolità (Barcelona: Generalitat de Catalunya,<br />
1987).<br />
Oñate, J. Primera història de Ciutat Badia 1975-1985 (Terrassa: Centre Cultural de Ciutat Badia, 1985).<br />
Oñate, J. Primera història de Badia del Vallès:1985-1993 (Terrassa: Centre Cultural de Badia, 1993).<br />
Oñate, J. y Quintana, A. Primera història de Badia del Vallès (1995-2005) (Centre Cultural Nova Badia,<br />
2005).<br />
Rovira, B. y Santos, I. Badia del Vallès. Els barris d’Adigsa, 33 (Generalitat de Catalunya, 1995).<br />
NOTAS<br />
1 Se han realizado 26 entrevistas semiestructuradas a vecinos y vecinas de Badia del Vallès que han<br />
colaborado de forma voluntaria en la elaboración de un mapa cognitivo de Badia y en el fotografiado<br />
de lugares representativos del municipio desde su perspectiva particular, basada en su experiencia<br />
cotidiana.<br />
61<br />
130 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes Subterranis
2 Los mapas cognitivos, también conocidos como mapas mentales, constituyen un tipo de procesamiento<br />
mental, o “cognición”, compuesto por una serie de transformaciones psicológicas mediante las cuales<br />
un individuo puede adquirir, codificar, almacenar y decodificar información sobre la ubicación y atributos<br />
relativos de su entorno espacial cotidiano o metafórico. Mediante los mapas cognitivos, el individuo<br />
estructura su conocimiento espacial, permitiendo que “el ojo de la mente” componga imágenes para<br />
reducir la carga cognitiva de la información disponible. Estos modelos mentales simplificados –cuya<br />
representación ha sido trasladada al papel directamente por los entrevistados– sirven para percibir,<br />
contextualizar y entender lo que de otro modo sería una realidad compleja.<br />
62 ZONE<br />
DEBORAH FERNÁNDEZ<br />
3 “Es van construir dues centrals de formigó dintre de la mateixa obra” recorda en Piqueras. “Una feia<br />
els plafons dels blocs Estrella i l'altra, els dels blocs Alcalá, nom amb el qual es coneixien els blocs més<br />
alts, ja que Cubiertas ja havia experimentat aquest sistema a Alcalá de Henares. La patent dels prefabricats<br />
era d'una empresa francesa, que s'encarregava de l'assistència tècnica. Cada dia sortien de les<br />
formigoneres entre catorze i quinze cases!”.<br />
4 Según el Institut Català d´Estadística, Badia es el municipio de Cataluña con menor renta familiar<br />
disponible per cápita (7.400 euros por año y habitante). El municipio depende de un programa de<br />
subvenciones de la Generalitat para compensar la falta de ingresos. “‘Badia es pobre porque su diseño<br />
no le permite crecer más y va a seguir necesitando ayuda de la Generalitat durante tiempo, pero se vive<br />
bien’, apunta una funcionaria” (La Vanguardia, 19 de diciembre de 2004).<br />
5 Perros Callejeros es una película de acción dirigida por José Antonio de la Loma en 1977. Cuenta<br />
la historia de un grupo de delincuentes juveniles con dos personajes centrales, “el Vaquilla” y “el Torete”,<br />
en la Barcelona de los años setenta. Algunas escenas se rodaron en Badia y en otras áreas de la periferia<br />
barcelonesa. La película causó un gran impacto en la Barcelona de la época.<br />
6 Información proporcionada por responsables del servicio en la sede de la AAVV Badia.<br />
63<br />
Subterranis Recomponiendo el imaginario urbano. El municipio de Badia desde la perspectiva de sus habitantes María Teresa Tapada y Lucrezia Miranda <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 131<br />
Subterranis Zone Deborah Fernández
64 65<br />
132 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Deborah Fernández Zone Subterranis
66 67<br />
Subterranis Zone Deborah Fernández <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 133
68 69<br />
134 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Deborah Fernández Zone Subterranis
70<br />
Subterranis Zone Deborah Fernández <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 135
Ateneu Barcelonès. Calle Canuda 6. Barcelona<br />
25 de marzo de 2001<br />
19.30 h<br />
El profesor Manuel Delgado observa minuciosamente<br />
el perfil de la presentadora del acto y escucha, a lo lejos, el<br />
sonido de los numerosos asistentes acomodándose en las<br />
sillas del auditorio del Ateneu Barcelonès. Se fija en las dimensiones<br />
de la oreja de la chica mientras ésta enumera,<br />
como una especie de retahíla de frases memorizadas, un<br />
currículo innecesario de honores académicos, libros escritos<br />
hace tiempo y participaciones en eventos diversos, algunos<br />
de los cuales o no se celebraron cuando la joven explica o<br />
tuvieron bastante menos solemnidad que la que ella intenta<br />
aportar con su tono de voz y su dicción precisa. Durante<br />
unos segundos Manuel Delgado intenta adivinar –sin<br />
lograrlo– la edad de la chica, luego inicia con parsimonia<br />
un ritual que consiste en quitarse el reloj de la muñeca,<br />
mirarlo una última vez y colocarlo delicadamente a escasos<br />
centímetros del grupo de folios mecanografiados que<br />
constituyen la conferencia que leerá esta tarde. Después<br />
bebe un trago de la botella de agua, sopla con fuerza el<br />
micrófono para ver si funciona y se rasca disimuladamente<br />
una pierna.<br />
—Lo diré sin adornos y para romper el hielo: NOS<br />
HEMOS DEJADO ARREBATAR LA MEMORIA.<br />
»Sí; ya sé que ustedes piensan que esto que acabo de<br />
plantear es una boutade alarmista o un truco de astuto<br />
conferenciante mediático para ganarse desde el principio<br />
a la audiencia, pero es exactamente lo que pienso –explica<br />
3<br />
136 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria
4<br />
el profesor Delgado con su habitual tono de enfado, mientras<br />
un par de jóvenes con rastas sentados en las últimas filas<br />
cuchichean entre ellos y sonríen y asienten ostentosamente<br />
con la cabeza–. No he venido hoy aquí a evangelizar a nadie,<br />
pues los que me conocen saben que soy ateo confeso, devoto<br />
de la iconoclastia, exmaoísta y admirador de Leon Trotsky<br />
–se oye la carcajada solitaria de un individuo bajito que se<br />
sienta justo delante del orador– y por ello, porque lo que<br />
quiero exponer hoy aquí son sólo algunas preguntas y no<br />
un conjunto de certezas, quisiera lanzaros así, a bocajarro,<br />
cuatro cuestiones que matizan e ilustran mi afirmación inicial<br />
de que NOS HEMOS DEJADO ARREBATAR LA MEMORIA.<br />
»La primera pregunta es: ¿de quién es la ciudad en la<br />
que vivimos? –el profesor Delgado hace una pausa teatral,<br />
mira desafiante al auditorio y hace el gesto de contar con<br />
su mano abultada–. Segunda pregunta: ¿los políticos que<br />
gobiernan esta ciudad representan todas y cada una de las<br />
sensibilidades que aquí se dan cita, por minoritarias que éstas<br />
sean? Tercera pregunta: ¿la diversidad humana debe exhibirse<br />
como si fuese un show demagógico, trivial y mediático? –el<br />
individuo de la primera fila suelta otra carcajada que quiebra<br />
el silencio de la sala y que sirve para que un jubilado sentado<br />
a su derecha decida por fin levantarse y salir hacia la calle<br />
disimulada y pudorosamente–. Y cuarta y última pregunta:<br />
¿por qué tenemos que aceptar que los poderes fácticos nos<br />
laven la conciencia histórica y nos digan cómo debemos<br />
comportarnos en nuestra propia ciudad?<br />
El auditorio rompe en ese mismo instante en un sonoro<br />
aplauso, aprovechado por el profesor Delgado para beber<br />
otro trago de agua y volverse a rascar la misma pierna que<br />
al principio de su discurso.<br />
—Si me permiten sólo algo más, querría decirles que<br />
una cosa son espacios públicos de calidad y otra cosa son<br />
espacios públicos monitorizados e hipervigilados. Una<br />
cosa es urbanización y otra muy distinta lo que mi amigo,<br />
el geógrafo Francesc Muñoz, ha llamado, titulando un<br />
excelente libro suyo, ur-ba-na-li-za-ción –dice esta palabra<br />
separando las sílabas y con una lentitud enfática–, es decir,<br />
triunfo absoluto de lo fácil en el diseño de ciudades.<br />
»No podemos dar ningún tipo de cobertura social a este<br />
espacio racional, higiénico y desconflictivizado que algunos<br />
llaman Barcelona; un espacio supuestamente habitado por<br />
ciudadanos libres y responsables que se avienen en todo<br />
momento a colaborar y que asisten entusiasmados a las<br />
puestas en escena mediante las que el poder político se<br />
exhibe en todo su esplendor –se oyen algunos noes y toses<br />
y tímidos aplausos–. Una vez conseguida la coherencia en<br />
los planos y las maquetas, ya sólo hay que esperar que la<br />
ciudad así concebida se despliegue victoriosa sobre una<br />
sociedad urbana hecha de fragmentaciones, incongruencias<br />
y luchas. Basta una buena planificación para que el orden<br />
de la representación se imponga sobre el desorden de lo<br />
real, para que la amnesia triunfe sobre la memoria. Porque<br />
la memoria es, si ustedes me permiten decirlo así, el gran<br />
tema de esta publicación que hoy presentamos aquí; porque,<br />
y ya con esto acabo, SÓLO SI RECUPERAMOS LA MEMORIA<br />
PODREMOS RECUPERAR LA ACCIÓN.<br />
»Muchas gracias y paso la palabra a mi compañero<br />
Santiago López Petit.<br />
5<br />
La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 137
6<br />
Antena Escolar. Calle de Menorca 14. Badia del Vallès<br />
25 de marzo de 2001<br />
17 h<br />
A pesar del desorden, la cabina radiofónica huele a<br />
desinfectante. Hay una mesa circular situada en el centro<br />
y tres micros con las siglas AE grabadas en los mangos. De<br />
las paredes cuelgan licencias de emisión y una fotografía<br />
de Luis del Olmo entrevistado por el nuevo director de<br />
informativos. Sentado en una silla ergonómica está Ramon<br />
Argenté, el único locutor que queda del primer equipo de<br />
Antena Escolar. Delante suyo tiene una libreta de espiral<br />
abierta por la mitad, donde garabatea tramas geométricas<br />
siguiendo las cuadrículas de las hojas. Carraspea mientras<br />
escucha el pitido de la señal horaria primero y después la<br />
sintonía musical de su programa.<br />
—Buenas tardes a todos los oyentes de Viaje al Reino<br />
del Metal desde el 107.3 de la Frecuencia Modulada. Empieza<br />
en estos momentos, justo cuando los relojes marcan<br />
las cinco de la tarde –una hora menos en Canarias–, la tercera<br />
edición de DIEZ HORAS CON EL REY.<br />
»Como sabrán todos aquellos camaradas del rock and<br />
roll que nos siguen, estamos celebrando mensualmente un<br />
programa-homenaje en doce episodios para nuestro rey: el<br />
único, el irrepetible Elvis Aaron Presley, el chico de Tupelo,<br />
un pueblucho de Mississippi que cambió para siempre la<br />
historia de la música popular.<br />
»Empezamos el ocho de enero, con su nacimiento;<br />
continuamos el diez de febrero, el día que se grabó en los<br />
estudios de la compañía RCA, en Nashville, “Heartbreak<br />
Hotel”, la mejor canción jamás escrita.<br />
»Hoy veinticinco de marzo conmemoramos el famoso<br />
corte de pelo que tuvo que hacerse en mil novecientos cincuenta<br />
y ocho, en la base militar de Fort Chaffee, Arkansas,<br />
el recluta número cinco tres tres uno cero siete seis uno,<br />
conocido en el mundo entero como Elvis Presley.<br />
»Comenzamos en estos momentos, cuando son exactamente<br />
las cinco y tres minutos de la tarde y hasta las<br />
veintidós de la noche, una nueva edición de DIEZ HORAS<br />
CON EL REY, un programa-homenaje a través de fechas<br />
emblemáticas en la intensa biografía de Elvis.<br />
»Buenas tardes a todos y a todas desde Antena Escolar,<br />
la radio de Badia del Vallès. Soy Ramon Argenté y esto es<br />
Viaje al Reino del Metal.<br />
Tras hacer un gesto con la barbilla, el técnico de sonido<br />
da paso a la carátula musical del programa e inserta progresivamente<br />
las primeras notas de Teddy Bear.<br />
Librería La Central. Calle Mallorca 237. Barcelona<br />
25 de marzo de 2001<br />
19.30 h<br />
—Buenas tardes a todos. En primer lugar querríamos<br />
agradecerles de forma especial su asistencia a este acto de<br />
presentación del nuevo libro de Luis García Montero titulado<br />
La intimidad de la serpiente. También quisiera dar las gracias<br />
a la editorial Tusquets, a través de la persona del profesor<br />
Toni Marí, por su implicación para con este evento, así como<br />
a Antonio Ramírez, director de la Librería La Central, por<br />
la inestimable ayuda prestada en las cuestiones relacionadas<br />
con la organización. Y, por supuesto, una gratitud especial<br />
7<br />
138 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria
8<br />
y doble para Luis García Montero; gracias Luis por haber<br />
escrito un libro tan excepcional –en ese momento el poeta<br />
asiente mientras hace malabarismos con un bolígrafo Pilot<br />
rojo entre sus dedos– y muchas gracias también por estar<br />
hoy aquí entre nosotros, pues sé que has hecho un gran<br />
esfuerzo para encontrar un hueco en tu apretada agenda.<br />
»Dicho esto, quisiera lo más brevemente posible y antes<br />
de ceder la palabra al autor, presentar el acto que nos<br />
reúne aquí.<br />
»La publicación de un libro de poemas es siempre un<br />
pequeño milagro –se oye un murmullo de risas y arrastres<br />
de sillas que tranquilizan, por fin, al presentador y le hacen,<br />
fruto de la confianza recién adquirida, independizarse de<br />
las notas escritas y adoptar un tono mucho más coloquial<br />
para su monólogo. Todos sabemos que la poesía no está de<br />
moda como lo está la literatura precocinada en los círculos<br />
mediáticos, los escritores-promesa menores de treinta años<br />
o el fast thinking o pensamiento de saldo. Sin embargo, la<br />
poesía resiste todo tipo de embestidas y sigue siendo esa<br />
arma cargada de futuro que decía Blas de Otero; un arma<br />
que para cargarse de futuro debe mirar hacia el pasado.<br />
»Este libro que presentamos hoy aquí es un libro que<br />
participa de ese espíritu retroactivo, por decirlo de algún<br />
modo. Es un libro en el que la madurez es un estado anímico<br />
crítico y nada complaciente, un libro que rescata la memoria<br />
de un tiempo y la proyecta sobre cada uno de nosotros.<br />
»Nos reconocemos en esos ideales juveniles y también<br />
en esas claudicaciones posteriores; nos vemos iluminados<br />
por los destellos de la infancia y también por los borrones de<br />
la cuarentena. La memoria, insisto, esa memoria biográfica,<br />
moral y sentimental recorre los versos de este poemario que,<br />
según mi opinión, consolida a Luis García Montero como<br />
uno de los grandes poetas de nuestro presente. Por mi parte<br />
nada más. Nuevamente agradecerles su asistencia y cedo<br />
la palabra a Luis –otra vez se escuchan toses y nadie aplaude,<br />
para sorpresa del presentador del acto.<br />
El poeta toca con un largo dedo el micrófono que le<br />
han puesto delante, saca unas gafas de su bolsillo y se recoloca<br />
el flequillo de universitario indomable que aún mantiene,<br />
por una cierta coquetería juvenil.<br />
—Antes de empezar mi charla quiero decirles dos cosas:<br />
una es que detesto hablar en público porque soy de los que<br />
piensan que en los libros escritos por uno se encuentra todo<br />
lo que uno mismo puede decir de sí; la otra es que quien<br />
dijo que la poesía era un arma cargada de futuro no fue Blas<br />
de Otero, sino Gabriel Celaya.<br />
»Dicho esto, y a pesar de insistir en que explicar un<br />
poema es una especie de profanación, voy a “perpetrar” el<br />
sacrilegio de analizar mis propios poemas, es decir, voy a<br />
psicoanalizarme; espero que ustedes sepan perdonarme<br />
y no me denuncien a la policía –se oyen risas del público.<br />
»Con La intimidad de la serpiente he querido comparar<br />
las distintas contradicciones que ha vivido el país en el que<br />
fui niño y adolescente –que eran las contradicciones de<br />
la pobreza y del retraso– con las contradicciones de hoy, que<br />
son las de la riqueza y la modernidad. Esa fábula de la<br />
modernidad que nosotros tuvimos de adolescentes ahora<br />
la vemos realizada y vemos sus contradicciones. Sobre todo<br />
eso va el libro. Yo crecí en una ciudad como Granada donde<br />
existía la pobreza, en la que se veían los trenes y los autobuses<br />
llenos de gente que emigraba, y ahora cuando paseo con mi<br />
hija por la ciudad lo que veo es todo lo contrario. Ahora la<br />
9<br />
La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 139
10<br />
gente viene aquí a ganarse la vida. Es ese cambio antropológico<br />
–mucho más fuerte que lo que significó el paso de la<br />
dictadura a la democracia– de ser un país pobre a uno rico,<br />
consumista, seguro de sus derechos y con la prepotencia del<br />
lujo, ese cambio es el que está en la atmósfera del libro.<br />
»A propósito de la memoria a la que se refería Claudio<br />
en la presentación del acto, me gusta citar como ejemplo el<br />
ruido de una moto, que a mí me lleva a la Granada de los<br />
primeros años sesenta a las ocho de la mañana, cuando<br />
los albañiles iban con la “derbi obrera” a tomarse una copa<br />
de coñac junto a la estación. Sin embargo, para mi hija el<br />
ruido de una moto es la noche, la movida y la marcha. El<br />
vocabulario de la realidad ha cambiado, y ese cambio a mí<br />
me interesa como poeta porque también es un cambio de<br />
lenguaje, es el lenguaje de la realidad.<br />
»Decía António Lóbo Antunes que la imaginación es la<br />
memoria fermentada. Sin embargo, y aunque suene tópico,<br />
vivimos en un país sin memoria o un país muy mal relacionado<br />
con su memoria, donde los creadores no han ejercido<br />
como portavoces de la memoria colectiva sino que se han<br />
dedicado a otros intereses.<br />
»Para acabar y siguiendo con ese homenaje a la memoria<br />
que parece ser el eje argumental de esta noche, me gustaría<br />
leerles dos fragmentos del poema “Nochevieja” (1940, 1970,<br />
2000). El primero dice así: “La cenizas vivían / como lobos<br />
cansados en el televisor. / Allí estaban los himnos, / los<br />
santos y el Caudillo, / tras su mundo imperial de la espada<br />
y la bruma, / enfermos y apoyados / en la fragilidad de una<br />
madera inútil. / Por un momento rotos, pareció / que se<br />
habían quedado sin país.” El segundo es el siguiente: “¿Qué<br />
empezaba a romperse? / Más que el espejo sucio de las<br />
comisarías / y las salas de espera, / en el que se arreglaron<br />
sus trajes de domingo / las pobres gentes de la dictadura. /<br />
Mucho más que el silencio, / el cristo de la alcoba, / las fotos<br />
de familia numerosa / y el orden de los hijos / que deben ir<br />
a la universidad.”<br />
Se produce entonces un silencio incómodo en el auditorio.<br />
Luis García Montero, experto en este tipo de situaciones,<br />
se anticipa a los aplausos y da nuevamente unos toquecitos<br />
con el dedo en el micrófono.<br />
—Perdónenme ustedes, me olvidaba de agradecerles<br />
yo también la asistencia a este acto. Permítanme para ello<br />
despedirme con la última estrofa del último poema del libro,<br />
que se titula “La primavera de la esfinge” y dice: “Apágame,<br />
viajero / la luz cuando te vayas. / Recuérdame, lector, / al<br />
doblar esta página.”<br />
Suena en ese momento una ráfaga de aplausos potentes<br />
y uniformes, como si en lugar de ser reales fueran aplausos<br />
grabados.<br />
Calle de Oporto 1, 5. A. Badia del Vallès<br />
25 de marzo de 2001<br />
16 h<br />
La habitación no tiene ventanas. Hay un mueble hecho<br />
a medida que ocupa la totalidad de una de las paredes del<br />
cuarto. El mueble es de madera prensada y tiene cuatro<br />
módulos. En el primer módulo hay cajones para guardar<br />
ropa, una mesa que se dobla sobre sí misma hasta quedar<br />
escondida entre dos estantes y un altillo. El segundo módulo<br />
es una cama a la que hay que extender las patas antes de<br />
11<br />
140 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria
12<br />
dejarla reposar en el suelo. El tercer módulo es un armario<br />
con una barra para colgar perchas que se extiende y se recoge<br />
hacia dentro. El cuarto módulo es otra cama de patas extensibles.<br />
Arrinconada contra la puerta hay una mesita con una<br />
televisión y un vídeo.<br />
—¿Han llamado tus padres diciendo a qué hora vienen?<br />
—No, no han llamado. Igual tendría que llamarles yo,<br />
pero es que entonces se va a notar mucho que estoy controlando<br />
su llegada.<br />
—Igual sí que va a cantar mucho.<br />
Se hace un silencio incómodo entre los dos.<br />
—¿Y no se te ocurre alguna excusa para llamarles y,<br />
como quien no quiere la cosa, preguntarles cuándo piensan<br />
salir para acá? Piensa algo tú que tienes tanta imaginación.<br />
—Eso no es imaginar, Lidia, eso se llama mentir.<br />
—Mentir, imaginar... al final es un poco lo mismo, ¿no?<br />
Max Rockatansky: Jefe, ten.<br />
Fifi Macaffee: ¿Qué? ¿Qué pasa?<br />
Max Rockatansky: Toma esto, me doy de baja.<br />
Fifi Macaffee: ¿Otra vez?<br />
Max Rockatansky: Otra vez no, va en serio, me marcho.<br />
Fifi Macaffee: Siéntate.<br />
Max Rockatansky: No, no vine aquí a discutirlo sino a<br />
decírtelo. Me voy.<br />
Fifi Macaffee: ¡Espera un minuto! De acuerdo, El Ganso perdió<br />
el pellejo pero hacía tiempo que se lo estaba buscando.<br />
Max Rockatansky: Te equivocas.<br />
Fifi Macaffee: Max, reconoce que sus métodos no eran<br />
adecuados. ¡He dicho que esperes! Eres un triunfador Max,<br />
lo mejor que tenemos y no voy a perderte porque se te haya<br />
metido eso en la cabeza.<br />
Dicen que el pueblo ya no cree en héroes y valientes. Tú y yo,<br />
Max, vamos a devolverles a sus héroes.<br />
Max Rockatansky: ¡Bah, jefe! ¿De verdad crees que vas a<br />
convencerme con tus discursos?<br />
Fifi Macaffee: Je, je, reconoce que estabas casi convencido,<br />
je, je.<br />
Max Rockatansky: Hasta luego jefe.<br />
Fifi Macaffee: ¡Eeeh! Venga hombre, ¿quieres que te suplique,<br />
que me ponga de rodillas y llore?<br />
Max Rockatansky: Ja, ja, ja.<br />
Fifi Macaffee: Un momento. Dame una razón.<br />
Max Rockatansky: Tengo miedo, jefe.<br />
Fifi Macaffee: Bah...<br />
Max Rockatansky: ¿Sabes por qué? Porque todo me parece<br />
un circo y empiezo a disfrutar con ello.<br />
Fifi Macaffee: ¡Qué tonterías se te ocurren!<br />
Max Rockatansky: Escucha, si sigo voy a acabar como<br />
cualquiera de ellos: loco perdido. Sólo soy de los buenos porque<br />
lo dice la placa de policía. ¿Entiendes lo que quiero decirte?<br />
—¿Tienes un montón de libros? ¿Te los has leído todos?<br />
–dice la chica mientras tienta con su mano izquierda el suelo,<br />
como buscando algo pero intentando que el chico no se dé<br />
cuenta.<br />
—Sí, casi todos. Algunos incluso me los he leído dos<br />
veces –responde él incorporándose un poco de la cama para<br />
vigilar lo que hace ella con su mano. Leer es lo que más me<br />
gusta hacer ¿sabes?, pero soy un poco raro leyendo. Siempre<br />
leo dos o tres libros a la vez. No sé por qué lo hago pero<br />
es así.<br />
—¿Y te enteras de los argumentos? ¿No se te mezclan<br />
unas historias con las otras? –contesta la chica al mismo<br />
13<br />
La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 141
14<br />
tiempo que levanta la sábana y mira de costado hacia los pies<br />
de la cama, siguiendo con su búsqueda.<br />
—No, no se me mezclan. Tengo bastante memoria y<br />
además, cuando leo llevo una libreta donde voy apuntando<br />
cosas.<br />
—Ya. Y también he visto que escribes en los libros –dice<br />
ella para que él vea que ha observado algunos detalles significativos.<br />
—Sí, bueno. A veces, cuando no tengo la libreta a mano<br />
escribo en los márgenes de los libros. Por eso nunca dejo<br />
mis libros a nadie, ¿sabes?, porque no me gusta compartir mis<br />
pensamientos con la gente –contesta él mientras tienta con<br />
su mano derecha el suelo, buscando algo pero intentando<br />
que la chica no se dé cuenta.<br />
—Yo no he leído nada de lo que tú has escrito en tus<br />
libros, ¿eh? He visto que había cosas escritas y por eso te lo<br />
he dicho, pero yo no las he leído –responde ella levantando<br />
la pelvis y pasando la mano por el trozo de cama que hay bajo<br />
sus riñones.<br />
—Me da lo mismo si tú lo lees, porque tú no eres como<br />
el resto de gente –dice esto mirando hacia el techo, mientras<br />
nota que la chica se ha puesto colorada–. ¿Buscas esto? –y le<br />
enseña unas bragas de algodón grises con rayas blancas, lo<br />
que aumenta el sonrojo de la joven.<br />
—¡Eres la hostia, Dani! –contesta ella al mismo tiempo<br />
que va metiendo sus dos piernas en los huecos de las bragas<br />
y se cuida de que la sábana le tape el gesto.<br />
—¿Por qué soy la hostia? ¿Porque te dejé leer mis escritos<br />
–cosa que no he dejado hacer nunca a nadie– o porque<br />
encontré tus bragas? –dice él con una media sonrisa y como<br />
si estuviese atrapado en el diálogo ocurrente de una secuencia<br />
—No sé. Por todo.<br />
—Oye, ¿yo te gusto por algo especial? ¿O estás dejándote<br />
llevar? –le pregunta él a bocajarro.<br />
—No sé. Eres distinto a los demás. Mira Dani, a mí me<br />
da mucha vergüenza hablar de mis sentimientos... No estoy<br />
acostumbrada. Con los otros tíos casi nunca hablaba. Íbamos<br />
a lo que íbamos y luego cada uno por su lado. Nunca he sido<br />
tía de mucho hablar, la verdad.<br />
Passeig de Sant Joan 21. Principal 2. Barcelona<br />
25 de marzo de 2001<br />
22.45 h<br />
El profesor Manuel Delgado llega a su casa después de<br />
la presentación de su último libro. Entra sin hacer ruido y se<br />
dirige al comedor para ver si hay alguien. La sala está vacía<br />
pero hay una lamparita encendida. La apaga, va a la cocina<br />
a buscar un vaso de agua y se marcha a su despacho. Se<br />
sienta delante del ordenador, enciende un purito y abre el<br />
correo electrónico. Los mensajes empiezan a caer en tromba.<br />
Con los preparativos para el libro hace una semana que no<br />
toca el ordenador y tiene ciento dieciséis mensajes nuevos.<br />
Da un vistazo rápido a los nombres de los remitentes, reconoce<br />
a unos cuantos pero le asalta una grandísima pereza sólo con<br />
pensar en contestar a alguno de ellos. Cierra el correo electrónico,<br />
bebe un trago de agua, se recoloca en la silla y abre<br />
el explorador de internet. Por defecto salta la página. Manuel<br />
Delgado escribe en el sobre de dirección barcelona /indymedia.org<br />
y espera. La página tarda mucho en cargarse debido<br />
a la gran cantidad de fotografías a gran resolución, por lo<br />
15<br />
142 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria
16<br />
que vuelve a Google. Escribe entonces la palabra manuel<br />
delgado y pulsa enter. La séptima entrada de la búsqueda<br />
dice: Manuel Delgado Villegas – Wikipedia. A Manuel Delgado<br />
se le considera el peor asesino de la historia criminal ... Manuel<br />
Delgado Villegas no tuvo abogado defensor hasta seis años<br />
y medio tras... es.wikipedia.org / wiki / Manuel_ Delgado_Villegas<br />
– 14k – . No entra en esta página. Sin embargo, sube al inicio<br />
y vuelve a comenzar la búsqueda, aunque esta vez por imágenes.<br />
Va pasando a través de fotografías suyas y de gente<br />
desconocida que también se llama Manuel Delgado. En<br />
medio de éstas aparece la imagen de una lápida perfectamente<br />
encuadrada, en la que se lee DELGADO. Abre la página,<br />
que está dedicada a retratos de cementerios. La lápida en<br />
cuestión pertenece al Mount Olivet Cemetery, en Fort Worth,<br />
Texas. En el lado derecho dice FATHER, MANUEL SR, JAN. 6,<br />
1920 – JAN. 8, 1989. En el lado izquierdo MOTHER, RICARDA,<br />
FEB. 6, 1921. En medio, con letras mayúsculas muy grandes,<br />
se lee DELGADO. No entiende por qué la señora Delgado no<br />
tiene fecha de defunción, pero aventura dos o tres teorías<br />
posibles. Ninguna le convence totalmente. Cierra la página<br />
sin querer cuando en realidad pretendía pulsar el botón de<br />
ir hacia atrás. Vuelve a abrir Google nuevamente y escribe<br />
en el sobre de búsqueda la palabra MEMORIA, con letras<br />
mayúsculas. El buscador le muestra una colección de imágenes<br />
sin ningún tipo de relación entre sí: cuadros de Dalí y Magritte,<br />
gráficos incomprensibles, componentes informáticos, reproducciones<br />
de especies florales y una fotografía en blanco<br />
y negro de Aldo Moro secuestrado, sin afeitar, esbozando<br />
una especie de sonrisa, sentado delante de una bandera en<br />
la que se lee Brigate Rosse. Manuel Delgado borra la palabra<br />
MEMORIA y escribe ORNELLA VANNONI, luego MONICA<br />
VITTI. Se queda un rato mirando las fotografías en miniatura<br />
de la actriz italiana y se imagina a él mismo mucho más<br />
delgado, vistiendo un esmoquin negro con pajarita y cantando<br />
en un club glamuroso de luces bajas, posavasos de cristal<br />
y mesillas redondas, como si fuese Frank Sinatra o, mejor,<br />
Dean Martin. Tararea una estrofa de “Per sempre”, la canción<br />
de Adriano Celentano: “Ci sarò per sempre / in ogni parte<br />
ovunque / ci sarò con te per sempre / se qualcuno non ti<br />
sente / Non importa se poi / sarà un destino amaro / non<br />
importa perchè / Tu sei per me il bene più caro.” Luego<br />
escribe en Google ACTRICES ITALIANAS y sólo le aparece un<br />
documento. Vuelve a probar con la palabra ACTRICES RUBIAS.<br />
Finalmente Manuel Delgado escribe SCARLET JOHANSSON<br />
en el sobre de dirección de Google. El buscador le responde<br />
con Quizá quiso decir SCARLETT JOHANSSON pero, a pesar<br />
del error en la redacción, le ofrece seis páginas con fotografías<br />
de la protagonista de Lost in Translation. Abre cada una de<br />
ellas y observa detenidamente los gestos de la joven, su<br />
artificial manera de posar ante la cámara. Se nota que no es<br />
una modelo profesional y que interpreta con dificultades el<br />
modo en que se muestra al objetivo. Pincha una imagen en<br />
que Scarlett Johansson está sentada junto a Bill Murray.<br />
Ambos tienen como fondo una pared empapelada con un<br />
dibujo que pretende simular una piel de cebra. Él viste traje<br />
negro y una inapropiada camiseta amarilla. Tiene el torso<br />
erguido, las manos encima de las rodillas y la cara picada<br />
por cicatrices que rememoran algún antiguo acné juvenil.<br />
Ella lleva una peluca rosa y una falda abierta en un costado.<br />
Los dos están con los ojos cerrados. Sin saber por qué guarda<br />
esta imagen en la carpeta de Mis imágenes y después apaga<br />
el ordenador.<br />
17<br />
La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 143
18<br />
—Delirio número ocho, Barcelona, veinticinco de marzo<br />
del dos mil uno –dice Manuel Delgado a una grabadora de<br />
mano diminuta–. Posible escena a incorporar en un hipotético<br />
guión para una representación teatral que (por supuesto)<br />
no tiene ninguna relación con el teatro de Bertolt Brecht.<br />
Primera visualización. Las luces se apagan y el telón sube,<br />
dejando ver el escenario vacío y en silencio. Un punto de luz<br />
muy dramático ilumina cualquier detalle anodino de una<br />
de las esquinas. El silencio se mantiene hasta que se escuchan<br />
algunas toses y los primeros murmullos. Entonces, de forma<br />
repentina, comienzan a oírse los sonidos grabados de una<br />
manifestación, donde las consignas particulares son ininteligibles.<br />
El volumen de este audio es excesivamente potente<br />
y el tono muy preciso. En un momento determinado se apagan<br />
durante unos segundos las luces generales de la sala y después<br />
vuelven a encenderse. Aparece en medio del escenario una<br />
chica rubia de espaldas, buscando ropa en un armario. La<br />
chica se gira hacia el público. Lleva la cara tapada por una<br />
especie de malla negra. Camina hacia su derecha, donde hay<br />
una cómoda antigua. Abre el tercer cajón y saca una máscara<br />
de carnaval veneciano, de aquellas que se aguantan mediante<br />
una varilla. La máscara reproduce el rostro de Virna Lisi en<br />
La hora 25, aquella película de Henri Verneuil en la que<br />
Anthony Quinn es un campesino rumano que se vuelve loco<br />
tras la invasión alemana durante la Segunda Guerra Mundial.<br />
La actriz rubia que tapa su cara con la fotografía de Virna<br />
Lisi se acerca al público y empieza a cantar una vieja canción<br />
revolucionaria italiana, concretamente “La Guardia Rossa”,<br />
que dice “Non ha pennacchi e galloni dorati, ma sul berretto<br />
scolpiti e nel cor, mostra un martello e una falce incrociati:<br />
gli emblemi del lavor! Viva il lavor!” Como un rumor de fondo<br />
se oye, unos minutos más tarde y pisando el texto de la chica,<br />
una voz casi inaudible de narrador masculino que en perfecto<br />
castellano lee el siguiente escrito: “Una extraña pasión invade<br />
a las clases obreras de los países en que reina la civilización<br />
capitalista: una pasión que en la sociedad moderna tiene<br />
por consecuencia las miserias individuales y sociales que<br />
desde hace dos siglos torturan a la triste Humanidad. Esa<br />
pasión es el amor al trabajo, el furibundo frenesí del trabajo,<br />
llevado hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo<br />
y de su progenitura. En vez de reaccionar contra esa<br />
aberración mental, los curas, los economistas y los moralistas<br />
han sacrosantificado el trabajo. Hombres ciegos y de limitada<br />
inteligencia...”<br />
Calle de Oporto 1, 5. A. Badia del Vallès<br />
25 de marzo de 2001<br />
17.15 h<br />
—Te propongo un juego, a ver qué te parece.<br />
—¿Un juego? –dice ella con cierto pudor e intentando<br />
ocultar, al mismo tiempo, ese pudor.<br />
—Sí, un juego –sigue explicando él entusiasmado. Te<br />
propongo que nos cambiemos los nombres y que sólo nosotros<br />
sepamos qué significan estos nuevos nombres. Será<br />
una especie de contraseña personal que nada más sabremos<br />
nosotros dos y que no podremos desvelar nunca a nadie,<br />
¿vale?<br />
—Bueno, ¿y yo qué tengo que hacer?<br />
—Tú tienes que pensarte un nombre para mí.<br />
—Ya.<br />
19<br />
144 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria
20<br />
—Tienes que pensar un nombre que tenga un significado<br />
especial. Piensa en algún recuerdo tuyo, en alguna particularidad<br />
mía, no sé, algo especial.<br />
—Es que yo no tengo imaginación y...<br />
—¡Joder, si te lo tomas con ese entusiasmo a tomar por<br />
el culo el juego! –interrumpe él con gran brusquedad, levantándose<br />
de la cama y quedando desnudo en medio de la<br />
habitación, con el pene hinchado y enrojecido–. ¿Tanto te<br />
cuesta pensar algo? Estoy intentando buscar experiencias<br />
diferentes que nos permitan compartir cosas distintas a las<br />
que hace todo el mundo. Ya te dije el otro día que si hay<br />
algo que no soporto es ser igual a los demás. No sé, dime<br />
capullo o engreído si quieres, pero no lo aguanto.<br />
—Vale, vale, no te cabrees. Ten un poco de paciencia<br />
conmigo –responde ella sin poder disimular una sonrisa<br />
y mirando como, mientras él agitaba los brazos por el enfado,<br />
su pene daba pequeños saltitos.<br />
—¿Qué estás mirando?<br />
—Nada, nada. Venga, sigamos con lo de los nombres.<br />
¿Tú ya has pensado en el mío?<br />
—Yo sí. Ya lo tengo. ¿Quieres saberlo?<br />
—Sí.<br />
—Jessie.<br />
—¿Por qué Jessie?<br />
—Te lo cuento después que me digas tú el tuyo.<br />
—¿El mío?<br />
—Sí.<br />
—El mío es... –mira entonces las sabanas que la cubren.<br />
Son unas sábanas inapropiadas para un adolescente de<br />
dieciséis años y ridículas para la conversación que los dos<br />
jóvenes tienen en aquel cuarto. Sólo el empecinamiento en<br />
la niñez de una madre puede explicar que esas sábanas<br />
formen parte de la escena que ocurre en la habitación. En<br />
esas sábanas aparecen reiterativamente los dos personajes<br />
de una serie de dibujos animados. Dos abejas que caminan<br />
sobre una gran hoja de color verde mojada por el rocío de<br />
la mañana–. El mío es Willy.<br />
—¿Willy? –dice él mientras se fija en la cara medio<br />
dormida de la abeja niño y en su ridícula cresta roja–. ¿Estás<br />
segura de que Willy es un buen nombre? Mira, te explico<br />
de qué va el mío y tómate un poco más de tiempo para<br />
pensar. Quizá lo dijiste un poco precipitadamente.<br />
—¿No te gustó, verdad? Ya te dije que no tengo imaginación<br />
–responde ella un poco decepcionada consigo misma.<br />
—No, no, no es eso. Mira, yo he pensado en Jessie<br />
porque es el nombre de la mujer de Max Rockatansky. ¿Has<br />
visto la película? Me refiero a si has visto Mad Max. Salvajes<br />
de la autopista.<br />
—No la he visto.<br />
—¿No? –dice él en un tono exclamativo excesivamente<br />
dramático, mientras salta otra vez de la cama y se empieza<br />
a poner los pantalones de un chándal. No me creo que no<br />
hayas visto Mad Max. Es mi película favorita. Lo sé todo<br />
sobre ella porque la he visto doce veces. ¿Sabes que se hizo<br />
con un presupuesto de 350.000 dólares y que, sin embargo,<br />
consiguió recaudar 100 millones de dólares en todo el mundo?,<br />
¿y que algunas de las cosas que dicen por la radio los<br />
Nightriders son letras de la canción “Rocker” de AC/DC?,<br />
¿y que se grabó en los desiertos de Australia?, ¿y que, ya<br />
con esto acabo y no te doy más la paliza, el coche que conduce<br />
Max (el "último de los V8 interceptors") es un Ford XB<br />
Falcon Hardtop, vendido en Australia entre diciembre<br />
21<br />
La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 145
22<br />
del 73 y agosto del 76, aunque el coche en la película tenía<br />
un motor V8 de 5.75 litros standard?<br />
—No, no lo sabía. Ya te he dicho que tengo una memoria<br />
desastrosa para los nombres. Además, no he visto la película.<br />
—Si quieres enciendo el vídeo y la pongo.<br />
—¿Y si vienen tus padres?<br />
—¡Hostia, es verdad! Se me había olvidado por<br />
completo. Creo que lo mejor es llamarles con alguna excusa<br />
para asegurarnos –dice él mientras sale de la habitación<br />
saltando sobre un pie y calzándose el otro.<br />
—Dani, ¿qué vas a inventarte para que no se note que<br />
estás controlando cuándo llegan? –dice ella sentada en la<br />
cama y poniéndose el sujetador.<br />
—Les voy a decir la verdad –responde él desde el quicio<br />
de la puerta, mirándola con el gesto de un héroe deportivo<br />
típico de las películas de amor adolescente–. Les voy a decir<br />
que no pueden venir aún porque tengo una chica en mi<br />
cama.<br />
—Oye, ya sé el nombre que me he inventado para ti –le<br />
dice ella mirándole las piernas–. Te llamaré Mad.<br />
—¿Seguro...? ¿No te parece mejor Max? Suena mejor,<br />
más contundente ¿no crees?<br />
—Si tú lo dices...<br />
—Yo creo que Max es una idea de puta madre. Voy a<br />
llamar, ahora vengo, no te muevas de la habitación, Jessie.<br />
Hotel Citadines, Ramblas 122. Barcelona<br />
25 de marzo de 2001<br />
23.28 h<br />
Primera llamada telefónica:<br />
—Hooola, ¿qué?, ¿cómo fue la presentación?<br />
—Hola, pues más o menos como siempre: aburrida.<br />
—¿Aburrida por lo que dijiste tú o por lo que dijeron<br />
los demás?<br />
—Por todo un poco.<br />
—Bueno, ¿pero no hubo nada interesante? ¿Y Claudio<br />
qué tal estuvo? ¿Se puso igual de nervioso que la vez de<br />
Madrid?<br />
—Ya conoces a Claudio en público. Estuvo correcto pero<br />
nada más. Antes de empezar la charla quedamos en que<br />
centraríamos la cosa alrededor de la memoria y por ahí<br />
andamos. ¡Ah! Sí que hubo algo interesante, Claudio citó la<br />
siempre socorrida y original frase: “La poesía es un arma<br />
cargada de futuro.”<br />
—¡No me lo puedo creer! Lo tenía yo por un tipo original,<br />
¿no? Cuando vamos de copas..., no sé, nunca se me ocurriría<br />
decir semejante estupidez en la presentación de tus poemas.<br />
—Ni de mis poemas ni de los de nadie. Pero espera, que<br />
encima dijo que la frase era de Blas de Otero, aunque cuando<br />
tomé la palabra lo primero que hice fue corregirle.<br />
—¡Pobre! Menudo trago debió de pasar. Es que no sé por<br />
qué Claudio se mete en ese tipo de historias. Él es muy bueno<br />
en lo suyo, en la universidad, escribiendo esos textos llenos<br />
de citas y referencias eruditas... Pero parece que con esto<br />
no tiene bastante y se empeña en hacer vida social. No lo<br />
entiendo, con lo bien que está uno en su casa tranquilo.<br />
23<br />
146 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria
24<br />
Bueno, sí lo entiendo. Para mí Claudio siempre ha querido<br />
ser poeta y no ha podido o no ha sabido o no le han dejado<br />
las circunstancias. ¿No crees?<br />
—Igual sí, no lo sé, tú le conoces mejor que yo.<br />
—Bueno, ya veo que no tienes muchas ganas de hablar;<br />
quizá te dejaste todas las palabras en el auditorio.<br />
—No, no es eso. Es que me duele un poco la cabeza.<br />
—¿Entonces qué? ¿Me vas a decir lo que has explicado<br />
o no? ¿De qué has hablado?<br />
—He hablado de la niña.<br />
—¿De qué niña?<br />
—¿De qué niña va a ser?, de nuestra niña.<br />
—¡Venga Luis! ¿No me dijiste antes que pactasteis con<br />
Claudio lo de la memoria?<br />
—Pues por eso hablé de la niña, de su memoria y de<br />
la nuestra, bueno, de la mía.<br />
—Ya...<br />
—Oye, tengo que cortar que es tarde y quedé en hablar<br />
con Cruz esta noche. Me ha dejado seis mensajes en el<br />
contestador por lo de los artículos de El País.<br />
—¿A qué hora vuelves mañana? ¿A mediodía, no?<br />
—No, a mediodía no. Me parece que cojo el avión por<br />
la noche después de cenar.<br />
—¿Después de cenar? Pensaba que venías antes.<br />
¿Has quedado con alguien?<br />
—Más o menos. Toni Marí me ha propuesto algo y Nacho<br />
Vidal también. Ya veré con qué plan me quedo.<br />
—¡Hombre, ni lo dudes, entre el neorromántico director<br />
de Marginales y el salvaje actor porno de moda no hay color!<br />
—Me refería a Ignacio Vidal-Folch, el escritor y hermanísimo.<br />
—Ya lo sé, era una broma. Aunque ten cuidado con lo<br />
que le dices, que ya ves lo que le pasó a Manolo Vázquez.<br />
—Es verdad. Bueno oye, hasta mañana, que voy a llamar<br />
a Cruz.<br />
—Vale, ya te dejo. Hasta mañana.<br />
Segunda llamada telefónica:<br />
—¿Juan? Hola, ¿qué tal? ¿Te llamo demasiado tarde?<br />
Perdona por no haberte contestado antes pero es que la<br />
presentación se alargó un poco. (...) Bien, correcta (...). Sí,<br />
sí, se los di de tu parte. (...) Ni me lo nombres. Estuvo nefasto<br />
(...). Sí, sí, mucho peor que en Madrid y eso que lo tenía difícil<br />
para superar tan alto listón (...). Sólo te diré un dato y lo<br />
dejamos ahí: ahora resulta que Blas de Otero fue el autor de<br />
aquello que la poesía es un arma cargada de futuro (...). Como<br />
lo oyes, lo soltó y se quedó tan ancho. (...) ¿Yo qué voy a decir?<br />
Lo primero corregirle en público y luego intentar salvar los<br />
muebles como pude. (...) No sé, decidimos hablar sobre la<br />
memoria, fíjate que originalidad. (...) Sí, sí, mejor centrarnos<br />
en lo nuestro. Oye (...), sí, he leído el mail y me parece correcto.<br />
No sé yo si podré cumplir totalmente porque son muchos<br />
textos..., ¿al final cuántos artículos me decías que eran? (...)<br />
Ya, (...), sí, (...), sí, (...), sí, en principio creo que sí puedo<br />
hacerlo. (...) Sí, bueno, no quería decírtelo yo pero ése es un<br />
“aliciente” importante (...). ¡Ja, ja, ja! (...), sí, es un “aliciente”<br />
66<br />
que ya me he gastado antes de cobrarlo. (...) Totalmente de<br />
acuerdo (...), sí, al final escribimos para pagarle a los albañiles.<br />
(...) ¡No, no, eso nunca; antes muerto! (...) ¡Eso, ja, ja! (...),<br />
aunque para sencilla ella y esos artículos sobre el chalet<br />
y Evelio y todo eso. (...) ¡Es increíble cómo la gente se ha<br />
enganchado a esas gilipolleces! ¿Y en el periódico qué dicen?<br />
25<br />
La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 147
26<br />
Porque la Revista de Agosto es ya un monográfico suyo (...).<br />
Sí, sí, nunca mejor dicho lo de “revista”. (...) ¡De verdad que<br />
yo tampoco me lo explicó lo de Antonio! Cómo ha consentido<br />
eso él, que es un tipo serio y concienzudo... (...) Ya, ya, pero<br />
por mucha teoría literaria que le metas no sé si puedes<br />
escaparte. (...) Sí, sí, mejor pasemos a otra cosa. Oye, por<br />
cierto, ¿te has enterado de la nueva de Cueto? (...) No, no,<br />
no me refiero a eso. Yo eso ni lo he leído ni creo que lo lea.<br />
Lo que te digo son unas declaraciones que se ve que ha hecho<br />
en no sé qué simposio sobre museos (...). No, no, en Madrid<br />
no, creo que fue en Gijón o en Oviedo, ya te lo diré. Me lo<br />
ha enviado Benjamín por mail. Bueno, el caso es que (...).<br />
No, sí, (...), más o menos, pero esta vez ya se ha puesto<br />
totalmente apocalíptico. Dice que la clase intelectual de<br />
este país tiene la culpa de que España haya perdido el<br />
tren de la modernidad, que los intelectuales de los sesenta<br />
y setenta frenaron la utilización de las nuevas tecnologías y<br />
provocaron el desfase que tenemos ahora en cuanto a<br />
creatividad (...). ¿Qué? ¿Qué decías?, es que se te va la voz,<br />
Juan. Muévete un poco que si no pierdes la cobertura. (...)<br />
Ahora, ahora sí. (...) ¡Hombre por supuesto que sé a quién<br />
se está refiriendo! Pero es que ése no es el tema, la cosa es<br />
que para mí Cueto ya se ha convertido totalmente en una<br />
parodia de sí mismo, una especie de cruce entre un McLuhan<br />
de provincias y José Bové (...). Sí, eso, ahora que se ha ido<br />
al campo con la parabólica, nada más le falta tirar un ladrillo<br />
a algún McDonald’s y empezar a construirse la leyenda. (...)<br />
Bueno oye, pues nada, todo eso que pasa por nuestra querida<br />
“Hispania”. En fin, (...), sí, sí, eso. Cuando llegue a Granada<br />
te llamo y quedamos para firmar el contrato. (...) Vale, sí<br />
(...), de tu parte. (...) Hasta luego, Juan.<br />
Tercera llamada telefónica:<br />
—Hola, soy yo. ¿Estás ahí...? No sé si estás en casa. Creí que<br />
me habías dicho que te llamara a las doce. Son las doce y diez.<br />
Me he retrasado un poco porque tenía que hacer un par de<br />
llamadas urgentes. ¿Estás o no? Quizás estás en la ducha o has<br />
bajado a comprar tabaco. Bueno, te llamo un poco más tarde.<br />
—Hola otra vez, vuelvo a ser yo de nuevo. No sé..., parece<br />
que te escondes de mí. Te he llamado simplemente para decirte<br />
que desde que hablamos el otro día no he dejado de pensar<br />
en tus palabras. He estado dándole vueltas a todo, de verdad,<br />
evaluando los pros y los contras con objetividad, como tú<br />
decías. No sé si te ocurre lo mismo pero, para mí, el principal<br />
problema, la dificultad más grande que yo tengo para abordar<br />
todo esto es precisamente eso: pensar objetivamente. Estoy<br />
bloqueado, Lu; paralizado en un mismo punto y sin poder<br />
avanzar. Después de cada una de nuestras broncas veo clarísimo<br />
que lo mejor es dejarlo correr todo para que cada uno<br />
pueda reconducir su vida del modo que quiera; sin embargo<br />
luego, si me pongo a imaginar el día a día sin ti no puedo<br />
soportarlo. Es como si me quedase sin alicientes para continuar.<br />
Ya sé que tengo mi trabajo pero incluso hasta eso me<br />
resulta insuficiente si tú no estás. Ya sé que no debería estar<br />
diciendo esto ahora, que el otro día me dijiste que no es el<br />
momento de hablar así ahora pero es lo que me sale decir, es<br />
lo que pienso. Tenía muchas ganas de escuchar tu voz esta<br />
noche. He tenido un día horrible, uno de esos “días rojos”.<br />
¿Te acuerdas, Lu, de nuestros “días rojos”? Por cierto, fíjate<br />
lo que son las cosas: hay un cantautor sevillano que se llama<br />
Manuel Cuesta –un chico joven, más o menos de tu edad–<br />
que ha sacado un disco que se titula así: Días Rojos. En el disco<br />
67 68<br />
27<br />
148 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria
28<br />
hay una canción que adapta un poema mío, aquel que se llama<br />
“Live vest under your seat”. ¿Te acuerdas de ese poema? Empezaba<br />
con “Señores pasajeros buenas tardes / y Nueva York<br />
al fondo todavía, / delicadas las torres de Manhattan...”.<br />
Una mañana me dijiste que era uno de tus poemas preferidos<br />
y desde entonces a mí también me gusta más. Ya sé que<br />
no debería decir todo esto, ya me lo dijiste el otro día, pero<br />
es que no puedo pararlo, en serio. Bueno, ya te dejo tranquila<br />
que te estaré agotando la cinta del contestador. Tenía muchas<br />
ganas de escuchar tu voz esta noche. En fin, hasta luego, Lu.<br />
Calle de Oporto 1, 5. A. Badia del Vallès<br />
25 de marzo de 2001<br />
18.00 h<br />
Max Rockatansky: Jefe, ten.<br />
Fifi Macaffee: ¿Qué? ¿Qué pasa?<br />
Max Rockatansky: Toma esto, me doy de baja.<br />
Fifi Macaffee: ¿Otra vez?<br />
Max Rockatansky: Otra vez no, va en serio, me marcho.<br />
Fifi Macaffee: Siéntate.<br />
—¿Has podido hablar con tus padres? –dice ella con la<br />
camisa medio abierta, mientras guarda en su bolsa el sujetador<br />
blanco.<br />
—No, pero he hablado con los vecinos de arriba<br />
–responde él mirando fijamente hacia el televisor.<br />
—¿Qué te pasa? Estás muy serio. ¿Ya te has vuelto a<br />
emparanoiar otra vez? –le reprocha ella con cierto miedo,<br />
sin fuerza para presionarle un poco más.<br />
—No, no me pasa nada –dice sin dejar de mirar la pantalla<br />
de la tele. ¿Te has fijado en esta parte de la película? Es mi<br />
preferida.<br />
—No, no estaba mirando –se excusa ella de forma<br />
nerviosa–. ¿Por qué es tu parte preferida?<br />
—Porque sí, porque me parece que toda la película es<br />
una especie de prolegómeno de esa parte o, dicho de otra<br />
manera, porque ese diálogo es lo que da sentido a la película<br />
–dice él sabiendo que sus palabras son imposibles de entender.<br />
—No te entiendo, Dani. Como no he visto la película no<br />
sé a qué te refieres. Pásala hasta el principio y ahora ya sí me<br />
fijo –contesta ella tomando la única iniciativa de toda la tarde.<br />
—Imposible, tía. Otro día será. Mis vecinos me han dicho<br />
que mis padres han salido hace más o menos quince minutos,<br />
por lo que llegarán en media hora.<br />
—Bueno, pues entonces me voy pitando –responde ella<br />
un poco azorada, abrochándose la blusa y dando un vistazo<br />
general a la habitación en busca de algún objeto propio–.<br />
Bueno, ¿así qué? ¿Quedamos ahora o nos llamamos?<br />
—Mejor nos llamamos en dos o tres días; bueno, me<br />
llamas tú a mí mejor ¿no?<br />
—Sí, mejor que no llames a casa. Ya te llamo yo.<br />
Juzgados de Paz. Plaça de la Vila 1. Barberà del Vallès<br />
27 de marzo de 2001<br />
13.10 h<br />
Aunque ahora esto ya no tenga ninguna importancia<br />
conviene resaltar que en ningún momento Ramon Argenté<br />
planificó lo de las cartas anónimas. No estuvo observando los<br />
29<br />
La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 149
30<br />
movimientos de la chica a la hora del café ni espió las miradas<br />
del jefe ni les siguió a los dos a escondidas hasta alguna<br />
habitación del hotel Campanile del Centro Comercial Baricentro,<br />
donde solían terminar todas las escaramuzas amorosas<br />
de los habitantes de Badia y alrededores. No llevó a<br />
cabo persecución alguna por los domicilios de los dos supuestos<br />
amantes ni se ocupó de tenderles posibles trampas<br />
porque, de alguna manera, todo lo que sucedió durante esos<br />
dos días que duró el “asedio”, como dirían luego los abogados<br />
de oficio, fue fruto de una especie de impulso irrefrenable<br />
por desahogarse, por incorporar cierta mezquindad ajena<br />
a la mezquina existencia cotidiana que ya parecía haberse<br />
instalado en su propia persona.<br />
Y es que a pesar de todo lo dicho por esos mismos<br />
abogados embrutecidos durante las interminables horas de<br />
espera en salas inmundas, a pesar de sus apelaciones a las<br />
“irregularidades testimoniales” y a la “ausencia de eximentes<br />
psicológicos y morales” hay que señalar, aunque sólo sea<br />
para añadir más elementos absurdos a toda esta historia,<br />
que la maldad de Ramon Argenté no se incubó durante<br />
meses y meses de silencio impuesto a sí mismo como si fuese<br />
el único proyecto vital posible, sino que nació repentinamente<br />
una noche en la escalera de su casa, mirando de<br />
forma casual los nombres de los buzones de los vecinos y,<br />
unos cuantos pisos más arriba, delante de la puerta del<br />
quinto B, donde podía leerse un letrero de letras góticas con<br />
sus propios apellidos.<br />
Fue entonces, a punto de cerrar la puerta, cuando<br />
Ramon Argenté se quedó parado, inmóvil, escuchando el<br />
ruido que había abajo. Esperó alguna tos, el sonido de las<br />
llaves o un repiqueteo de tacones. Escuchó unos pasos en<br />
los pasillos inferiores, nuevamente el silencio y después una<br />
puerta que se abría y al instante se cerraba. Sin saber por<br />
qué comprobó que la luz de la escalera se apagaba sin que<br />
nadie volviese a encenderla. A oscuras caminó hasta el<br />
ascensor y se sorprendió por verlo en su rellano. Pensó qué<br />
vecino lo habría utilizado el último y a qué hora. Era poco<br />
probable que hubiese sido la señora del A, pues se acostaba<br />
muy temprano, los del C era imposible ya que se habían<br />
marchado a ver la jura de bandera de uno de sus hijos y en<br />
el piso D no vivía nadie. Miró otra vez al fondo de la escalera,<br />
entró con rapidez en su casa y cerró la puerta con llave. Se<br />
quedó nuevamente parado en el recibidor, apretando su<br />
libreta con el sobaco y aguantando la respiración de forma<br />
involuntaria. Se dirigió hacia el comedor y desde allí, sin<br />
encender ninguna luz, observó los objetos decorativos que<br />
se alineaban encima del televisor. Apoyado junto a la única<br />
ventana de la sala, separó cuatro dedos la cortina y vio la<br />
calle desierta, con el asfalto aún mojado por la lluvia. Bajó<br />
la persiana hasta abajo, sin dejar la más mínima rendija.<br />
Después juntó quince o veinte revistas que había dispersas<br />
por las habitaciones de la casa, cogió unas tijeras de la<br />
cocina y un paquete de folios del escritorio, encendió el<br />
tocadiscos y puso en un tono casi inaudible La cançó del<br />
cansat de Ovidi Montllor. Ahí empezaron esos dos célebres<br />
días que luego han sido reconstruidos milimétricamente,<br />
casi minuto por minuto, en los que Ramon Argenté no tuvo<br />
el más mínimo cuidado en borrar pista alguna de su implicación<br />
en los hechos.<br />
Sin embargo, bastaba con verle en silencio delante del<br />
juez para comprender que ninguna de las acusaciones vertidas<br />
sobre su persona le afectaban lo más mínimo. No le<br />
31<br />
150 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria
32<br />
avergonzaba el testimonio de la esposa del jefe diciendo que<br />
hacía mucho tiempo que su marido y ella no tenían ningún<br />
tipo de relación, que no se habían separado por respeto a<br />
los niños más pequeños pero que los mayores estaban totalmente<br />
enterados de lo que sucedía. No se inmutó ni siquiera<br />
cuando la señora explicó, avergonzada y mirando hacia el<br />
suelo, que se sintió culpable al enterarse de que su marido<br />
había estado durmiendo en el coche casi una semana cuando<br />
supo lo suyo con su cuñado y que no tenía valor de asistir<br />
los domingos a la Iglesia evangelista por lo que dirían el<br />
resto de feligreses.<br />
Tampoco cambió el semblante Ramon Argenté al ver<br />
en el estrado a su jefe ni al escuchar la voz quebrada de éste<br />
mientras contaba, atónito y resentido, que desde su nombramiento<br />
como director de la emisora Antena Escolar de<br />
Badia del Vallès había intentando convencer a los miembros<br />
más antiguos del equipo para que se quedaran pero que<br />
ninguno había aceptado alegando cuestiones personales,<br />
solo Ramonet, como le decían en la radio al acusado, con<br />
quien el trato cotidiano siempre fue, según palabras textuales<br />
del director de informativos, cordial y de respeto mutuo.<br />
Nada de todo el juicio parecía incidir en la moral de<br />
Ramon Argenté, ni los testimonios incriminatorios ni los<br />
diferentes discursos de los letrados; nada que no fuese la<br />
reconstrucción mental que el propio Ramon hacía de los<br />
hechos mientras iban pasando las horas en la sala de la vista<br />
oral; el modo en que se descubrió que había sido él quien<br />
meses antes envió a la chica de la emisora un ramo de rosas<br />
amarillas con una tarjeta de color también amarillo que<br />
decía: “Avalancha, ¿pretendes llevarme en tu caída? El gusto<br />
de la nada. CHARLES BAUDELAIRE”; el sentimiento de<br />
ridiculez que ahora le suscitaba imaginar cómo ella habría<br />
extraído la carta del interior del sobre, con sus dedos alargados,<br />
como quien se saca un pelo de la boca; las bromas que<br />
seguramente en estos momentos estarían haciendo los técnicos<br />
de sonido de la mañana con las señoras de la limpieza<br />
respecto a la costumbre, ya famosa en la radio, que tenía<br />
Ramon de dejar post-its con palabras extrañas sobre los cd’s<br />
de Elvis; los chistes que circularían en el bar de Vicente a la<br />
hora del desayuno, alimentados posiblemente por alguna<br />
hoja de su libreta recuperada de la papelera como si fuese<br />
un trofeo comunitario. Fueron todas esas instantáneas que<br />
circulaban juntas a través de su imaginación, unidas a aquella<br />
en que se recordaba con las manos sucias de spray rojo,<br />
delante de la fachada del número veinte de la calle de Oporto,<br />
leyendo en la fachada la frase escrita con su propia letra<br />
ANTONIO MARÍN BLANCO, ACOSADOR, el motivo por el<br />
cual cuando el juez le hizo levantarse y le preguntó si quería<br />
decir algo en su favor, Ramon Argenté movió de un lado a<br />
otro la cabeza y el juez le dijo que dijese en voz alta y clara<br />
su posición y Ramon Argenté contestó no señoría, quiero<br />
decir que no tengo nada que decir en mi favor.<br />
Calle de Oporto 1, 5. A. Badia del Vallès<br />
25 de marzo de 2001<br />
23.45 h<br />
A la atención del sr. Juan Carlos Onetti<br />
avenida América 76, 8. 1.<br />
28017 Madrid<br />
33<br />
La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 151
34<br />
Señor Onetti,<br />
Le envío esta carta como un gesto inconsciente pero<br />
imposible de controlar. Perdone pues, de entrada, mi atrevimiento,<br />
el cual puede achacarse al funesto cóctel que<br />
produce ser joven y apasionado de la escritura. No quisiera<br />
cansarle con vagos proyectos de gloria de los cuales carezco<br />
ni reclamarle consejo o ayuda alguna. Escribo para mi propio<br />
placer y dudo de que nunca permita a los demás leer todas<br />
las mentiras a través de las cuales robo horas al sueño y al<br />
trabajo. Sin embargo, de igual modo que rechazo cualquier<br />
vinculación con ciertos seres humanos del planeta creo firmemente<br />
en el compromiso con algunas palabras leídas y que<br />
parecen escritas para uno mismo, para decirle a la propia<br />
cara cosas que los espejos aún no son capaces de expresar.<br />
Por eso, porque tengo una deuda con usted que quiero ver<br />
saldada, le envío un conjunto de fragmentos inconexos de<br />
algo que debería convertirse en una novela si las fuerzas me<br />
lo permiten. El argumento de ese hipotético relato es prácticamente<br />
inexistente: un hombre recibe el encargo casi anónimo<br />
de traducir un manual de entomología y progresivamente,<br />
mientras avanza en esta tarea, va desordenando su<br />
existencia sin poder hacer nada al respecto. Circulan entonces<br />
por delante suyo una serie de personajes cuyas vidas son<br />
muchísimo más incomprensibles que las de los propios insectos<br />
que pueblan las páginas del libro que está traduciendo.<br />
También le adjunto el texto que usted escribió en Marcha<br />
el año 1939 y que fue el detonante que me armó de valor para<br />
enviarle esta carta.<br />
Saludos cordiales,<br />
Firmado: Daniel García Pérez<br />
El fragmento<br />
"Durar frente a un tema, al fragmento de vida que hemos<br />
elegido como materia de nuestro trabajo, hasta extraer, de él<br />
o de nosotros, la esencia única y exacta. Durar frente a la vida,<br />
sosteniendo un estado de espíritu que nada tenga que ver con<br />
lo vano e inútil, lo fácil, las peñas literarias, los mutuos elogios,<br />
la hojarasca de mesa de café. Durar en una ciega, gozosa<br />
y absurda fe en el arte, como en una tarea sin sentido explicable,<br />
pero que debe ser aceptada virilmente, porque sí, como se<br />
acepta el destino. Todo lo demás es duración física, un poco<br />
fatigosa, virtud común a las tortugas, las encinas y los errores."<br />
La deuda<br />
Entre los sucesivos paisajes Fuentes se dedicó a seleccionar<br />
sólo aquellos que no pudieran ser recordados. Los más<br />
monótonos, sólo los mediocres: una ladera con puesta de sol,<br />
la casa junto al arroyo... Nada de presencia humana y menos<br />
animal. La oscuridad también estaba prohibida.<br />
—No es posible que no exista la pureza. Debe de estar<br />
esperándome en alguna parte, sino cómo podría buscarla.<br />
—Cosas más difíciles se vieron. Hoy, por ejemplo, un<br />
político francés se tiró al fondo de un río. No era el Sena pero<br />
dice Le Monde que todas las tardes de su infancia las pasó<br />
remando con su padre en ese mismo río. ¿Quién te dice que<br />
no lo encontraron flotando, también por la tarde, otros niños<br />
que esperaban el empujón del barquero de turno? Estos otros<br />
niños lo verían entonces acercarse lentamente, sonriendo con<br />
la última brisa, la más apacible. Y el tipo seguramente llevaría<br />
el mismo traje de la mañana en el despacho, la pluma seguiría<br />
prendida del chaleco y, sin embargo, él estaba con el vientre<br />
lleno de agua y flotando.<br />
35<br />
152 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria
36<br />
A estas alturas todos sabían por qué Evelio se suicidó,<br />
dejando a Martina al frente del Rosanti. Sin embargo eso<br />
no bastaba, así que decidieron reunirse para seguir dándole<br />
vueltas a lo mismo de siempre. Desafiaron así el miedo;<br />
porque había mucho miedo a decir la única palabra que podía<br />
resumir todo lo sucedido, un pánico a conjurar los últimos<br />
tres años si se pronunciaban aquellas letras. Finalmente<br />
alguien, temerario o arrebatado por el coraje que aporta<br />
a veces el vino, rompió aquel silencio y dijo EPOPEYA.<br />
Fingió sentirse sucio y molesto con el desorden emocional<br />
que le envolvía, por lo que se marchó simulando,<br />
nuevamente y sin entusiasmo, unas cuantas zancadas que le<br />
hacían parecer algo más joven.<br />
Esta mañana crucé la calle donde se encuentra la casa<br />
de Fuentes. Pensé que podía haber sido más majestuosa, que<br />
tras leer la invitación había considerado que la casa debía<br />
ser enorme, muy luminosa. Ahora que me hallaba frente a la<br />
baranda, apoyando un hombro contra el número veinticinco,<br />
podía ser mucho más indulgente con el editor. Sacarlo del<br />
té servido por doncellas, de la atenta revisión de la clase de<br />
piano, de toda una decadencia que Fuentes se había encargado<br />
de cultivar y que yo me había obligado a hacer suya.<br />
Nada de esto servía ahora, sobre el número veinticinco. Nada<br />
del Fuentes pensado y tampoco nada del Fuentes por venir.<br />
Aun así había en todo ello una especie de pureza o acaso<br />
sería más conveniente llamarlo premonición, pues si iba a<br />
conocer por fin al editor y a su hija, mejor hacerlo de este<br />
modo, es decir, desconociéndoles. Tal vez sólo había una<br />
manera de avanzar por la casa con ventanas que jamás se<br />
abrirían, un solo modo de entrar en ellos, en los que allí<br />
vivían, en sus conversaciones, en sus silencios, en todas las<br />
tristezas que le estuve imaginando al editor y que, éstas sí,<br />
eran lo único verdadero.<br />
Y sin embargo he sentido una inquietud antes de<br />
despegarme del veinticinco y llamar a la puerta. Una apática<br />
y ausente conciencia de que un horror llegaba justo ahora,<br />
filtrándose por entre la imagen de Fuentes, la simplona<br />
curiosidad por su hija, su altura, la forma de sus caderas y el<br />
color de los ojos. Miedo, creo, solamente a la degradación<br />
física; un temor a que también la mente desfalleciese,<br />
acompañase al cuerpo en su desfallecimiento. Luego entraría,<br />
no yo, un hombre que quiere salir de su agujero para meterse<br />
en otro distinto e igualmente incomprensible, sino un misterio<br />
hecho trizas, alguien que no supo mantener sus supersticiones<br />
quietas en algún lado de sí y se dedicó a enturbiarlas con la<br />
lenta e inexorable descompensación del pulso, con la blancura<br />
de la frente, el leve sudor encima del labio y las manos, siempre<br />
las manos sabiendo más de la desdicha de uno que uno mismo.<br />
Da lo mismo cerciorarse que fabricar un consejo, al final<br />
son sólo dos formas posibles de hacer el ridículo.<br />
Le habían hablado en el casino de unas peñas que estaban<br />
al norte del pueblo. Un lugar donde supuestamente se produjo<br />
algún combate local que ni siquiera podría considerarse como<br />
una guerra. Quizá sólo fue la discusión ampliada de dos<br />
hombres en torno a unos naipes lo que se convirtió en ese<br />
simulacro bélico. Pero lo cierto es que lejos de las salas de<br />
juego cerradas al público, entre los dos o tres promontorios<br />
y los raíles de las minas abandonadas se apostaron hombres<br />
que no pretendían matar a nadie y que sólo querían tener<br />
razón. Por ello esa disputa no aparece en los documentos<br />
de la época ni en ningún manual de historia, y porque en esta<br />
lucha no hubo ni un solo muerto se podría decir, al mismo<br />
37<br />
La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 153
38<br />
tiempo y sin contradecirse, que nunca existió guerra alguna,<br />
que la guerra aún no ha comenzado o que también mañana<br />
volveremos a tener guerra.<br />
Ahora estaba en todas partes, con diferentes formas<br />
pero en todos sitios el mismo silencio. En el Pasaje San<br />
Jerónimo, en la estafeta de correos, en cualquier sitio de<br />
la ciudad. En todas y cada una de las parejas que se estaban<br />
besando contra la sombra de un muro ese silencio atroz que<br />
pasaba entre el alma de las cosas y de las gentes, llevándose<br />
todo consigo, llevándose todo lo que no fuese él mismo.<br />
Te miro. Miro la cara que tantas veces he imaginado.<br />
Estoy viendo tus ojos sin coraje ya, los pliegues de tu rostro,<br />
las facciones y los movimientos que un día quise comprender.<br />
No me das miedo; esto es lo que ahora importa. Puedo mirarte<br />
sin ver en ti nada más que un hombre, ni tan sólo eso: cuando<br />
te miro sólo veo una imagen y únicamente yo sé hasta qué<br />
punto esto es importante.<br />
Esta mañana he recordado la calle donde vivieron mis<br />
tías. En realidad el inicio del recuerdo no fue éste sino la cara<br />
de Irene. No vi casi nada, sólo un trazo difuso que me hizo<br />
recordar cómo se peinaba. Me pregunto si en verdad se<br />
trataba de una calle o era simplemente ella, mi infancia, a<br />
quien recordé.<br />
Además del inaudito encargo de la traducción estaba<br />
el reto de huir, la nostalgia por recobrar un afán cualquiera,<br />
nada perdurable. Sólo algo con lo que subir al tren y sentarse<br />
en el asiento indicado. Algo en lo que pensar mientras el tren<br />
se iba deslizando, monótono, sobre los raíles. Una retahíla<br />
que haría rimar con el traqueteo del tren, con el crujir de<br />
las frenadas. Porque este afán inconcreto, esta moderada<br />
voluptuosidad que el viaje había suscitado bastaban para<br />
este hombre que se dirigía a Alcolea en busca de una dirección<br />
escrita en rojo. Un hombre que era poco más que esa ansiedad<br />
y el ruido de las vías.<br />
Calle de Lugo 9, 2. D. Badia del Vallès<br />
25 de marzo de 2001<br />
23.45 h<br />
Cuando no estaba con Dani ella casi nunca salía a la<br />
calle. Hacía los recados de la casa, iba al instituto pero poco<br />
más. El resto del tiempo lo pasaba en su habitación, escuchando<br />
música y evaluando la maldad de su madre respecto a<br />
todos los hermanos excepto hacia el pequeño. Observaba la<br />
manera desaliñada de vestir de aquella mujer, sus tobillos<br />
hinchados y, sobre todo, las miradas que dirigía a sus hijos,<br />
el desprecio y la furia incontenible con la que les ponía el<br />
plato de comida en la mesa o les peinaba para ir al colegio.<br />
También miraba cómo le sobrecogía una especie de transfiguración<br />
en el rostro nada más escuchar las carreras del niño<br />
pequeño por la casa, el modo en que sufría viéndole chocar<br />
contra las puertas o escuchándole tartamudear cuando trataba<br />
de decir alguna frase sin sentido.<br />
Ella hacía todo esto y escuchaba música durante todo<br />
el día y también pensaba en alguna frase críptica de las<br />
muchas que solía decir Dani. Habitualmente, cuando estaban<br />
juntos, le era casi imposible pensar en nada y se abandonaba<br />
al sonido de las palabras de él y a sus propias sensaciones,<br />
pero cuando faltaban pocas horas para separarse se dedicaba<br />
a esperar algún pensamiento más o menos comprensible de<br />
él y se marchaba a casa dándole vueltas a éste, intentando<br />
39<br />
154 <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> Valentín Roma La memoria
40<br />
buscarle algún sentido oculto a eso que eran sólo palabras<br />
dichas para fascinar. Luego, una vez en su habitación, abría<br />
una especie de diario que le había regalado su hermana,<br />
apuntaba ciertas palabras y miraba su propia letra en el papel,<br />
concentrándose sólo en la fisonomía de su escritura, en el<br />
modo de hacer las eles y las uves. Después encendía la radio<br />
o el cassette, transcribía fragmentos de canciones, los memorizaba<br />
y los cantaba con la luz apagada, apoyándose la almohada<br />
muy fuerte contra la boca, para no ser oída por nadie.<br />
Y casi siempre le venía a la mente un mismo trozo de canción<br />
que le daba vergüenza recordar porque el cantante era un<br />
tipo famoso por sus baladas sentimentales pero que, sin<br />
embargo, a ella le gustaba el trozo de esa canción que decía:<br />
“Lady Laura, abrázame fuerte; Lady Laura, y cuéntame un<br />
cuento; Lady Laura, un beso otra vez; Lady Laura. Lady Laura,<br />
abrázame fuerte; Lady Laura, hazme dormir; Lady Laura, un<br />
beso otra vez; Lady Laura.”<br />
La memoria Valentín Roma <strong>The</strong> <strong>Red</strong> <strong>Tapes</strong> 155