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oca de jarro: –¿Díaz? Se le iluminó el rostro.<br />
–¡Díaz! ¿Cómo hizo? –¿Rogelio Díaz? –Exacto.<br />
La cuenta estaba completa. Rogelio Díaz era el séptimo sobreviviente.<br />
El mismo 19 de febrero aparecía en “Revolución Nacional” la tercera y más importante de<br />
mis notas –”La Verdad sobre los Fusilados”–, con todos los datos reunidos antes de ver a<br />
Torres. En ella ya se mencionaba a Mario Brión, se afirmaba la existencia de tres<br />
sobrevivientes y se conjeturaba la de otros dos, con lo que ciertamente me adelantaba a la<br />
información que tenía en mi poder al escribirla. El 21 pude localizar a los familiares de Mario<br />
Brión. Entretanto, ya había averiguado la dirección de la viuda de Carranza y de la de<br />
Garibotti.<br />
Es entonces, solamente entonces, con el caso plenamente aclarado y resuelto, cuando<br />
aparece “Marcelo”.<br />
EN TORNO A “MARCELO”<br />
Al principio, “Marcelo” fue simplemente una voz telefónica. Una voz tensa, nerviosa, que<br />
llamaba a la sede del periódico “Revolución Nacional” y pedía hablar con el autor de los<br />
artículos que relataban los fusilamientos de José León Suárez. Concertamos una entrevista.<br />
Era el 22 de febrero de 1957. “Marcelo” se quedó desolado cuando supo que se estaba<br />
arriesgando inútilmente, pues toda la información que él me traía ya estaba en mis manos<br />
por conducto de Torres. Lo curioso es que, aun cuando yo no hubiera conocido jamás a<br />
estos dos hombres, igual habría averiguado la existencia de los nuevos sobrevivientes.<br />
Porque el 23 o el 24 de febrero recibí la tercera carta del informante que firmaba “Atilas”, con<br />
la nómina de todos los sobrevivientes. “Atilas” llegó con 48 horas de retraso, pero de todas<br />
maneras aprovecho aquí –por si me está leyendo– para agradecer la valiosa ayuda que me<br />
prestó.<br />
No hay un solo dato importante en el texto de Operación <strong>Masacre</strong> que no esté fundado en<br />
el testimonio coincidente y superpuesto de tres o cuatro personas, y a veces más. En los<br />
hechos básicos, he descartado implacablemente toda la información unilateral, por muy<br />
sensacional que fuese. Es posible que se hayan deslizado intrascendentes errores de<br />
detalle, pero el relato es básicamente exacto y puedo probarlo ante cualquier tribunal civil o<br />
militar.<br />
Volviendo a “Marcelo”, su testimonio coincidente con el de Torres perjudicaba a Livraga y<br />
favorecía a Fernández Suárez, lo que demuestra en forma terminante que era verdadero.<br />
Partiendo de la demanda de Livraga, yo había supuesto en mis primeros artículos en<br />
“Revolución Nacional”, que Fernández Suárez detuvo sólo a cinco personas en la casa de<br />
Florida, y a los demás en los alrededores, en una razzia indiscriminada. Torres y “Marcelo”<br />
me demostraron que no era así, que todos los fusilados habían sido detenidos dentro de la<br />
casa. De este modo el allanamiento cobraba por lo menos cierta lógica y la conducta de<br />
Fernández Suárez, antes del asesinato en masa, se volvía más explicable. Con toda honradez<br />
lo hice constar en la primera oportunidad que tuve. Torres iba más lejos: admitía que<br />
él y Gavino estaban complicados en el motín, aunque no llegaron a actuar. Esta gente ha<br />
hablado conmigo con total sinceridad y me ha dicho quiénes eran los que estaban<br />
comprometidos: Torres y Gavino. Quiénes eran los que estaban simplemente enterados:<br />
Carranza y Lizaso. Quiénes eran los que no sabían absolutamente nada: Brión, Giunta, Di<br />
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