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The Bleeding Times- Spring 2017

New York City Hemophilia Chapter's print magazine, The Bleeding Times, is now available online!

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LA MUJER<br />

PERFECTA<br />

VIAJE A LA<br />

INFUSIÓN<br />

POR JULIA MARTIN ALVAREZ<br />

POR ALEJANDRO ROBAU-SÁNCHEZ<br />

Era perfecta.<br />

No comía dulces, se mataba en el gym y hasta tenía una<br />

relación maravillosa con todos sus vecinos. Tenía un<br />

marido perfecto, que la quería y respetaba y vivían en una<br />

ciudad perfecta y segura. Hace unos años fueron padres<br />

de un bebé perfecto, bello, sano y alegre. A los pocos<br />

meses de vida, a su bebé le salió un tremendo hematoma<br />

en el pecho y descubrieron que tenía un desorden de<br />

coagulación. Ops! Tras superar el duelo, como su marido<br />

y ella eran, además de perfectos, muy inteligentes, se<br />

informaron, se asesoraron, asociaron a la organización de<br />

pacientes y siguieron adelante con sus perfectas vidas.<br />

Ella que era muy contenida, y a quien no le gustaba<br />

ni llorar ni reírse demasiado para que no le salieran<br />

arrugas, se dió cuenta de que, a veces, no demasiadas,<br />

se encontraba triste y algo nerviosa…Las visitas al ER se<br />

habían vuelto casi una rutina. Y, como además de perfecta,<br />

inteligente y contenida, era muy abnegada, algunas veces,<br />

ni siquiera le decía a su marido que estaban en el ER hasta<br />

que él no llegaba a casa del trabajo. Por qué molestarle<br />

si ya podía hacerse ella cargo? Ella era la madre y era<br />

su responsabilidad que todo siguiera su curso en sus<br />

perfectas vidas.<br />

Pero, sí, en ciertas ocasiones, estaba algo irascible. Sólo<br />

un poco. Y en esos casos, la más mínima contrariedad,<br />

hacía que se pusiera de un humor TERRIBLE y chillara<br />

a su marido como una loca... Con una voz perfecta, eso<br />

sí, pero que tronaba como una bomba en la sala de<br />

estar. Y su marido no entendía nada...Y sus maravillosos<br />

vecinos la preguntaban al día siguiente si algo iba mal.<br />

Algunos incluso la lanzaban miradas acusadoras al ver los<br />

hematomas del niño.<br />

Pero, salvo esas pequeñas cosas, todo estaba bien!<br />

Tras tener que quitarle el port-a-cath, los médicos<br />

les aconsejaron empezar el tratamiento en casa. Les<br />

preguntaron si se sentían preparados y ella respondió por<br />

los dos: “por supuesto!”. Ella podía. Porque era perfecta,<br />

inteligente, contenida, abnegada y, además: decidida.<br />

Lo que sucedió es que ponerle una inyección a un niño<br />

de 2 años resultó ser ligeramente más complicado de lo<br />

esperado y ella comenzó a perder el control. Y ya nada era<br />

perfecto. A veces se irritaba, otras se desesperaba, otras<br />

lloraba…Y un día lloró tanto que sus lágrimas manaban a<br />

chorro de sus ojos y sintió que la tensión la paralizaba y no<br />

podía moverse, ni siquiera podía hablar. Sólo llorar. Lloró y<br />

lloró y pensó que nada en el mundo merecía la pena tantas<br />

lágrimas. Y decidió aceptar las cosas como eran.<br />

A día de hoy su matrimonio no es perfecto, pero unidos<br />

se enfrentan a las dificultades apoyándose el uno en el<br />

otro. Juntos, al mismo nivel. Su hijo, crece y aprende de sus<br />

errores, y eso le hace no perfecto, pero sí maravilloso. Ella<br />

come dulces, bebe cerveza y ronca por las noches. Y no,<br />

no es perfecta: está llena de dudas, de arrugas, y de canas.<br />

Se equivoca, a veces le chilla a su hijo, otras se enfada con<br />

su marido y otras se entristece sin razón aparente. Pero<br />

en otras ocasiones, esa familia imperfecta molesta a sus<br />

vecinos, porque pone la música a todo volumen y bailan y<br />

se ríen y se abrazan también sin razón aparente. Porque<br />

no son perfectos. Porque la vida no es perfecta. Porque<br />

merece la pena vivirla.<br />

Vivimos en un mundo lleno de estereotipos de mujeres<br />

bellas, triunfadoras, madres maravillosas que NUNCA<br />

pierden el control; esposas sumisas e increiblemente<br />

atractivas, que siempre tienen respuesta y soluciones para<br />

todo y para todos. Estos roles someten a las mujeres a una<br />

presión desmesurada. Si a esa presión social le añadimos<br />

la presión que supone criar a un niño con un desorden<br />

de coagulación, estamos sembrando a esas madres de<br />

bombas emocionales.<br />

“Ahora soy yo la que te salvo”<br />

Mi hijo Alec apenas cumplía diez meses de edad cuando<br />

le diagnosticaron hemofilia severa tipo B. La noticia,<br />

inesperada, nos aplastó con la fuerza de lo desconocido.<br />

Los hematomas que tenía el niño en el abdómen no<br />

eran entonces por los blandos golpes que se pegaba<br />

en el andador, en sus primeros esfuerzos por aprender<br />

a caminar.<br />

Tenían que ver con la hemofilia, esa rara condición médica,<br />

hereditaria en muchas de las ocasiones, una caprichosa<br />

mutación en el caso de mi hijo. Y pronto nos llegó la<br />

confirmación de la manera más rotunda: una inflamación<br />

en una de sus manitas, por lo cual tuvo que ser internado<br />

en un hospital, Long Island Jewish.<br />

A raíz de ese evento le fue indicada la infusión como<br />

profilaxis para evitar futuros sangramientos. Dos veces<br />

por semana.<br />

El tratamiento profiláctico representó ciertamente una<br />

mejora enorme de la calidad de vida de Alec. También<br />

resultó en la necesidad de estar siempre cerca de una<br />

clínica u hospital donde pudiéramos llevar al niño a<br />

recibir la infusión, ya fuera por la profilaxis o en caso de<br />

una emergencia.<br />

Para nosotros también todo se hizo más problemático.<br />

Había que manejar 45 minutos hasta la clínica donde le<br />

administraban las inyecciones y, por ese tiempo, teníamos<br />

un solo auto, lo que implicaba tener que hacer arreglos<br />

engorrosos para poder, yo ir a trabajar, y mi esposa llevar a<br />

nuestro hijo a la clínica.<br />

Además, salir de viaje parecía casi impensable, y nuestra<br />

vida familiar se tornó cada vez más dependiente de la<br />

rutina de la infusión.<br />

Hasta que mi esposa Yanet decidió que la solución era que<br />

ella aprendiera a inyectar a nuestro hijo.<br />

El personal de la Clínica de Hemofilia del hospital Long<br />

Island Jewish entrenó a mi esposa, que no tenía ningun<br />

antecedente profesional médico o de enfermería. Y así fue<br />

que en unos meses, ganada experiencia y confianza en sí<br />

misma, un sábado en la mañana, en la sala de nuestra casa,<br />

Yanet intentó administrar la infusión a nuestro hijo Alec.<br />

Ganamos con ello independencia, pero sobre todo mayor<br />

Pero no, todo era perfecto! Nada iba mal. Es cierto que<br />

seguridad. Como le dijera mi esposa Yanet a mi hijo Alec<br />

a su hijo le fue negada plaza en 15 escuelas debido a<br />

aquella primera vez, en la sala de nuestra casa, cuando<br />

su hemofilia. Que algunos familiares la culpaban por la<br />

felices y temblorosos logramos la primera infusión:<br />

enfermedad del niño. Es cierto que su casa estaba tapizada<br />

en espuma. También es cierto que el niño desarrolló<br />

inhibidor, hubo que ponerle un port-a-cath que se infectó y Mi consejo:<br />

“Ya no tengo que llamar al 911: ahora<br />

los llevó a la sala de operaciones en varias ocasiones… Únase al club de las mujeres defectuosas y sea feliz!<br />

soy yo la que te salvo”<br />

18 19<br />

Y lo logró.<br />

Desde entonces, hace ya casi siete años, mi hijo recibe<br />

el medicamento en nuestra casa en Long Island, o en el<br />

lugar donde estemos, ya sea en los Adirondacks, en Miami,<br />

o en casa de sus abuelos en Cuba. Mi esposa garantiza que<br />

así sea.

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