28.02.2013 Views

N

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

19<br />

N<br />

María Angélica Fierro<br />

Hablar de amor: oros u discurso en el Pedro de Platón"<br />

María Angélica fierro<br />

El residuo de lo irracional:<br />

Reflexiones a propósito de algunos diálogos<br />

platónicos


Platón y la irracionalid<br />

Andrea Lozano-Vásquez (compiladora)<br />

Sergio Ariza § Alfonso Correa § Jairo Iván<br />

Escobar § María Angélica Fierro § Catalina<br />

González § André Laks § Fabián Mié<br />

Facultad de Artcb y Humarüdadci<br />

Deparcamenco de Humanidades y Literatura


Platón y la irracionalidad / Andrea Lozano, compiladora. -- Bogotá -. Universidad de Los Andes,<br />

Facultad de Arces y Humanidades, Departamento de Humanidades y Literatura ; Ediciones<br />

Uniandes, 2012.<br />

p.; 14X21cm.<br />

ISBN 978-958-695-830-1<br />

1. Platón, 428-347 a. C. 2. Irracionalismo (Filosofía) 3. Racionalismo I. Lozano Vásquez,<br />

Andrea II. Universidad de los Andes (Colombia). Facultad de Artes y Humanidades.<br />

Departamento de Humanidades y Literatura<br />

CDD1S4. SBUA<br />

primera ed;ciór„ septiembre de 201 2<br />

© Andrea Lozano-Vásqucz, autora compiladora<br />

©Universidad de los Andes, Facultad de Artes y Humanidades.<br />

Departamento de Humanidades y Literatura<br />

Ediciones Uniandes<br />

Carrera la No 19 - 27, Ed. Aulas 6, piso 2<br />

Tel.: (571)339 4949 Ext. 2133 - 2181. Fax: 2158<br />

Bogotá, D.C. (Colombia)<br />

htr.p://edicion es.uniandes.edu.co/<br />

E-mail: infeduni@uniandes.edu.co<br />

ISBN impreso: 978-958-695-830-1<br />

ISBNE-Book: 978-958-695-831-8<br />

Corrección de esrilo: Manuel Romero y Gabriela de la Parra<br />

Diseño: Neftalí Vanegas<br />

Impresión: Nomos Impresores<br />

Diagonal 18 Bisnúm. 41-17<br />

Teléfono: 2086500<br />

Bogotá, D.C, Colombia<br />

Impreso en Colombia - Printed in Colombia<br />

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus<br />

partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna<br />

forma ni pot ningún medio sea mecánico, fotoquimico, electrónico, magnético, electro-óptico, por<br />

fococopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de ¡a editorial.<br />

i ,<br />

Agradecimientos<br />

Autores<br />

Introducción<br />

Lista de abreviaturas<br />

Nota sobre la transliteración<br />

Contenido<br />

Hacer del caso más débil el más fuerte:<br />

el Gorgias y la retórica socrática<br />

Catalina González<br />

Inspiración divina en el Menón de Platón<br />

Sergio Ariza<br />

El residuo de lo irracional: reflexiones a propósito de<br />

algunos diálogos platónicos<br />

María Angélica Fierro<br />

El adiestramiento del thymoeidés: el surgimiento de la conexión<br />

entre música y emoción en Platón<br />

Andrea Lozano-Vásquez


EL RESIDUO DE LO IRRACIONAL:<br />

REFLEXIONES A PROPÓSITO DE ALGUNOS<br />

DIÁLOGOS PLATÓNICOS'<br />

María Angélica Fierro<br />

Conicet<br />

El propósito del presente trabajo es señalar, tomando como refe­<br />

rencia algunos textos de Platón, que su exaltación en ellos de las<br />

potencialidades de la racionalidad humana va acompañada por el<br />

reconocimiento de aspectos irracionales de nuestra condición como<br />

seres humanos que dificultan o deterioran la operatividad de la razón.<br />

Asimismo que, si bien estos factores son susceptibles de ser encauzados<br />

apropiadamente y en este sentido "racionalizados", como ocurre en la<br />

estructura psicofisica del filósofo, incluso en este caso hay siempre un<br />

resto que se resisre a una regulación de este tipo.<br />

Procuraremos así mostrar que, por una parte, en la filosofía plató­<br />

nica se expresa confianza en que el hombre, gracias a su capacidad<br />

racional, puede acceder a un "conocimiento experto" o epistéme de la<br />

En mis traducciones y referencias al texto griego de las obras de Platón y Alistó-<br />

teles sigo las ediciones de Burnet y Bekker.


ealidad en general, que organice su existencia individual y, finalmente,<br />

incluso comunitaria. En diálogos tempranos esto se expresa por medio<br />

de la tesis del intelectualismo socrático, según la cual obramos inde­<br />

fectiblemente de acuerdo con nuestra comprensión de lo bueno; en<br />

diálogos de madurez, como Fedón y República, o de transición a la vejez,<br />

como Fedro, en la afirmación de que efectivamente podemos acceder<br />

por medio de nuestra razón al conocimiento de las ideas y modelar de<br />

acuerdo con éste nuestra vida, tanto en el ámbito personal como polí­<br />

tico. Pero, por otra parte, señalaremos que, en estos mismos textos, se<br />

admite de diversos modos que el desarrollo déla razón enfrenta límites<br />

u obstáculos para lograr un funcionamiento pleno que le permita<br />

alcanzar un conocimiento experto de este tipo. En los diálogos socrá­<br />

ticos la indicación de algún tipo de restricción en la operatividad de la<br />

racionalidad se evidencia en el hecho de que la epistémé acerca de cómo<br />

debemos vivir —incluya o no aspectos disposicionales de orden deside-<br />

rativo y emocional— no sería en principio asequible ni a Sócrates ni a<br />

sus interlocutores, dado que el élenchos socrático no parecería generar<br />

resultados positivos en cuestiones morales que sean susceptibles de<br />

constituir un sistema de creencias morales que conformen un "conoci­<br />

miento experto" infalible. En cuanto a las otras ttes obras que se van a<br />

considerar, se daría en ellas cuenta explícitamente de que havJacTnre


PLATÓN Y LA IRRACIONALIDAD<br />

humano como psyché-sóma de Fedón en la que el cuerpo se constituye<br />

como polo de la irracionalidad, mientras que el alma, identificada con<br />

la razón, es una entidad esencialmente simple, a diferencia de la estruc­<br />

tura psíquica constituida en tres partes que aparece en República?'En<br />

cuanto a Fedro, como diálogo de transición, aunque en puntos como<br />

la noción de dialéctica presentaría nociones platónicas más propias de la<br />

vejez, se mantendrían, no obstante, en el mito del carro arrastrado por<br />

los corceles alados del segundo discurso de Sócrates, las concepciones<br />

antropológicas propias del período de madurez, como la oposición<br />

psyché-sóma del Fedón y la teoría tripartita del alma de República.'1<br />

Tal como'intentaremos sugerir aquí, los puntos aparentemente<br />

antinómicos que presentan estas posiciones en los textos por consi­<br />

derar podrían reconciliarse si pensamos que el intelectualismo moral<br />

de los diálogos socráticos y la simplicidad del alma de Fedón serían para<br />

Platón un ideal para alcanzar. Esto implica que la vida filosófica consis­<br />

tiría en una racionalización y simplificación en el mayor grado posible<br />

de los aspectos irracionales que surgen en el alma por su unión con el<br />

soma, tal como se plantea en República y Fedro.<br />

El intelectualismo socrático de los diálogos tempranos<br />

y los límites de la racionalidad humana<br />

No es nuestro propósito aquí realizar una discusión exhaustiva del<br />

debatido tema del intelectualismo socrático en los llamados diálogos<br />

tempranos, así como de otras cuestiones controversiales a él vincu­<br />

ladas.5 Querríamos tan sólo señalar en qué sentido podría estable­<br />

cerse una continuidad entre esta tesis y los planteamientos acerca de<br />

elementos irracionales en nuestra constitución psicofísíca que encon­<br />

tramos en diálogos posteriores como Fedón, República y Fedro. A este<br />

' Ver, por ejemplo, Lorenz (2006: 36-37), Robinson (1995: 43) y también Dodds<br />

(1983:200).<br />

4 La combinación de la concepción antropológica de Fedón con la de República<br />

especialmente en lo referente al cuerpo se ha tratado en Fierro (en prensa).<br />

5 Nos referimos fundamentalmente al problema de la unidad de la virtud, del élen-<br />

cbos socrático y de la falacia socrática en la búsqueda de las definiciones que breve­<br />

mente mencionaremos más adelante.<br />

EL RESIDUO DE LO IRRACIONAL<br />

respecto, procuremos mostrar que, sea como sea que se entienda la<br />

comprensión del hien que determina nuestro obrar de acuerdo con<br />

la tesis intelectualista de Sócrates, no parece factible que un "conoci­<br />

miento experto" o epistémé en el ámbito moral pueda ser alcanzado de<br />

modo acabado. Con ello habría en estas obras una admisión implícita<br />

de que no es posible para la razón humana ejercer una determinación<br />

completa sobre nuestra existencia. /) t¿SL*-tC


[para la mayoría (tais poilois)], existiendo muchas veces en<br />

el hombre el conocimiento {epistémés), no es él quien lo<br />

rige, sino algo distinto (en ciertas oportunidades la impul­<br />

sividad, otras el placer, otras la pena, alguna vez la pasión<br />

erótica y muchas veces el miedo). [Pues la mayoría] concibe<br />

el conocimiento {epistémés) como un rehén de guerra arras­<br />

trado para todos lados por cualquier otra cosa".<br />

Sócrates, en cambio, parecería dejar de lado la influencia de factores<br />

irracionales en nuestro obrar que reconocen la mayoría de los hombres,<br />

al condicionar nuestro actuar indefectiblemente al conocimiento de<br />

lo bueno8 y, en este sentido, suponer que la razón puede realizar un<br />

control absoluto sobre nuestras acciones. La propuesta socrática plan­<br />

teada en estos términos resulta chocante a la luz del sentido común<br />

que nos enfrenta continuamente con la evidencia de que muchas veces<br />

obramos en contra de lo que creemos que es bueno, tal como ya había<br />

ilustrado tan bien para ese entonces la tragedia griega.9<br />

Estas contradicciones y paradojas del intelectualismo socrático<br />

están relacionadas con cómo se entiende el conocimiento al que allí<br />

se hace referencia y con quiénes serían los legítimos poseedores de este<br />

conocimiento.<br />

En efecto, en los llamados primeros diálogos el personaje de Sócrates<br />

se refiere reiteradamente a un conocimiento experto de lo bueno o<br />

epistémé —también denominado a veces téchné, a veces sopbia—10<br />

' Sobre el intelectualismo socrático, ver notas 12-16 infra.<br />

9 Ver Vernant y Vidal-Naquet (1982), Nussbaum (1986), Bieda (2008). Un ejem­<br />

plo clásico son los versos 1078-1080 de la Meato, de Eurípides que sintetizan el<br />

conflicto ético de la obra: "Comprendo (manthánó), sin duda, de qué tipo son los<br />

males que voy a realizar (tohncsó kaká). Pero mi impulsividad {thymós] —respon­<br />

sable de los mayores males [megistón aitíos kakón) para los mortales— es más<br />

fuerte que mis deliberaciones (boulemáton)".<br />

10 Rist (1964: part. 2, cap. 1) señala que el término epistéméimplica tanto 'conocer que'<br />

como 'conocer cómo' y esto explica por qué muchas veces las reflexiones de Platón<br />

sobre la epistémé están usualmente ligadas a análisis sobre la téchné. Asimismo,<br />

sophía ya desde Homero designa un saber hacer en el ámbito de la política y las<br />

artes, y en el siglo VI empieza a usarse también para referirse a la incipiente cultura<br />

científica, ver Hadot (1998: cap. 4).<br />

que, como el de las téchnai particulares, tales como la medicina, la L<br />

escultura, la atquitectura, la geometría, nos proporcionaría un funda­<br />

mento seguro, pero no ya sobre un campo restringido como el de<br />

estas ciencias y artes, sino sobre un ámbito absolutamente general,<br />

tal como: cómo debemos obrar, cómo ser felices, cómo tener una vida<br />

buena." Si este conocimiento al que hace referencia Sócrates, y que se<br />

relaciona con la identificación de la arete con la sabiduría,12 consiste<br />

en algo más ambicioso que las meras creencias de cada uno respecto<br />

de qué es bueno, esto proporcionaría la razón de que no derive en<br />

tales casos en un buen obrar, a saber, porque no se ha llegado a un<br />

conocimiento en sentido estricto de lo bueno —el cual tendría como<br />

características relevantes el ser necesariamente verdadero e infa­<br />

lible—. Y así, al obrar de acuerdo con creencias a veces verdaderas a<br />

" La téchné es caracterizada como un conocimiento de lo que es mejor para su<br />

objeto en Gor. 464a-465a; en el terreno moral, ello sería lo bueno para la vida en<br />

general. En Carm. 174d4 se habla de una epistéméagathoú tekai kakoú. En Eutd.<br />

277e-282e el conocimiento —sophía; epistémé— es componente necesario de la<br />

felicidad o incluso idéntico a ella; seríaademás un "arte regio" {he basiliké téchné),<br />

probablemente en referencia a la ciencia política, que se ocuparía de "dirigir y<br />

gobernar todo" con el fin de "proporcionar bienestar a la sociedad" {he aitía toü<br />

orthósprátteín en téípólei) y de ofrecernos algo beneficioso {ophélimon) y bueno<br />

{agathón). Sin embargo, no se puede llegar a una respuesta sobre en qué consis­<br />

tiría exactamente este saber. Ver Eutd. 288d-290d. El Menón refiere también a la<br />

necesidad de conocer qué es la virtud para actuar virtuosamente al tiempo que se<br />

la identifica con el conocimiento, pero sin poder definir en qué consistiría este<br />

conocimiento. WoodrufF (1996) denomina conocimiento experto a esta téchné,<br />

pero destaca en éste su componente teórico, que serían las definiciones respecto<br />

de la virtud que plantea Sócrates a sus interlocutores y no el aspecto práctico.<br />

12 Sobre la unidad de la virtud, ver Vlastos (1996) para quien las virtudes no son<br />

idénticas, sino similares y coextensivas. Por su parte, WoodrufF (1996) sostiene<br />

que las virtudes son una en su esencia. Según Penner (1996), la unidad de la virtud<br />

indica una identidad que hace referencia a un idéntico estado del alma. Irwin<br />

(1995: 148-149, 394) sostiene que en los diálogos socráticos hallamos predo­<br />

minantemente la tesis de la unidad de la virtud, cuyo argumento básico es que<br />

el resto de las virtudes son reduciblcs a la sabiduría en cuanto arte de medición<br />

métrica hedónica, mientras que en República Platón se inclinaría más por la tesis<br />

de la reciprocidad de las virtudes, según la cual el que posee una virtud debe poseer<br />

todas las otras.


PLATÓN Y LA IRRACIONALIDAD<br />

veces falsas, obramos a veces bien y a veces mal.13 Se explicaría también<br />

otra afirmación paradójica de Sócrates —la de que no hagamos muchas<br />

veces lo que queremos— puesto que lo que queremos es lo verdade­<br />

ramente bueno y para discernirlo siempre adecuadamente es necesario<br />

un conocimiento propiamente dicho o epistémé y no meras opiniones<br />

respecto de éste. Una formulación de este tipo del intelectualismo socrá­<br />

tico supondría que la razón en caso de adquirir un conocimiento experto<br />

podría de modo apodíctico determinar nuestro obrar. Esta no deja, no<br />

obstante, abierta la objeción de que se trataría de una explicación exce­<br />

sivamente intelectualizada de nuestro obrar, puesto que los aspectos<br />

itracionales como voliciones y emociones que intervienen quedarían<br />

aquí reducidos a creencias verdaderas y falsas en la mayoría de los casos,<br />

por lo que obraríamos a veces bien, a veces mal; todas necesariamente<br />

verdaderas si alcanzáramos un conocimiento experto, en cuyo caso<br />

obraríamos siempre bien.<br />

Esta interpretación estándar del conocimiento moral al que hace<br />

referencia Sócrates está relacionada con una manera de entenderlo que<br />

podemos remontar a Aristóteles, quien describe la ética socrática como<br />

una suerte de epistémé o ciencia deductiva y apodíctica que el estagirita<br />

13 Así resume la posición del intelectualismo socrático Boeri (1999). Algunos han<br />

criticado, no obstante, que recurrir aquí a la diferencia que Platón establece entre<br />

dóxa y epistémé implica importar la epistemología de los diálogos medios a los<br />

diálogos tempranos (Berverslius, 1996). Autores como Vlastos (1996) optan<br />

por distinguir entre creencias no justificadas, creencias justificadas a través del<br />

élenchoi, que es el tipo de conocimiento que el Sócrates de los primeros diálogos<br />

podría alcanzar, y el conocimiento infalible o epistémé. WoodrufF(1996), por su<br />

parte, diferencia entre un conocimiento experto o téchné y un conocimiento común<br />

no experto. El problema del intelectualismo socrático está enlazado además a los<br />

debates respecto del élenchos —cf. n. 17 infra— y a la cuestión de la "falacia socrá­<br />

tica" que refiere al problema de que la búsqueda de Sócrates de definiciones en el<br />

plano moral supondría que hay que conocer previamente la definición de lo justo,<br />

lo santo, lo valiente para poder reconocer casos individuales de justicia, santidad<br />

y valentía, al tiempo que estos casos serían los puntos de partida para alcanzar la<br />

definición (Geach, 1966). Una manera de disolver la falacia es tomar la posición<br />

de WoodruíF (1996) de que en el élenchos se hace uso del conocimiento común<br />

cuyas creencias pasan a ser examinadas en el interrogatorio socrático, mientras<br />

que la definición que se busca apuntaría al "conocimiento experto" o téchné que<br />

en estas obras nunca se alcanza.<br />

EL RESIDUO DE LO IRRACIONAL<br />

cuestiona (E. N. 6, 1144bl7-21) a la luz de su propia propuesta ética.<br />

En efecto, en su ética Aristóteles subraya, apuestamente a su propio<br />

modelo de ciencia deductiva, la importancia de una base disposicional<br />

de las motivaciones en la adquisición de la phrónésis o sabiduría prác­<br />

tica, la intervención de aspectos contingentes que no existen en una<br />

epistémé apodíctica, así como la posibilidad de la akrasta, esto es, de<br />

conocer qué es lo bueno y, no obstante, obrar contrariamente a este<br />

conocimiento (E. N. 7, especialmente, 1145b21-28).14 Intérpretes<br />

como Segvic (2006), en cambio, y, de distinto modo, Strycker y<br />

Penner15 aproximan el saber de lo bueno al que refiere Sócrates en los<br />

diálogos tempranos a la phrónésis aristotélica y lo conciben como un<br />

conocimiento que incluye siempre un ingrediente volitivo además de<br />

cognitivo y que supondría el haber logrado una configuración racional<br />

de toda nuestra estructura motivacional.<br />

Ahora bien, aunque en ambos casos se podría hablar de un raciona­<br />

lismo moral —esto es, ya interpretemos que en los diálogos tempranos<br />

el conocimiento experto de lo bueno incorporaría los factores irracio­<br />

nales bajo la forma de creencias verdaderas, ya porque la epistémé moral<br />

incluiría además de la estructura cognitiva apropiada una configuración<br />

motivacional que responda a las pautas de la razón—, lo cierto es que<br />

esta conducción infalible de nuestras acciones por un conocimiento<br />

experto sólo podría plantearse como una suerte de idea regulativa en<br />

la medida en que en el escenario de los diálogos no aparecen, al menos<br />

de modo evidente, sujetos poseedores de una sabiduría moral de estas<br />

14 Sobre la akrasia en Sócrates y Aristóteles, ver Boeri (1999). Ver también Ackrill<br />

(1980) y Furley (1977). Gómez Lobo (1989, 1995) lleva hasta sus últimas conse­<br />

cuencias la interpretación aristotélica de la ética socrática al procurar demos­<br />

trar que en diálogos como Apología, Critón y Gorgias Sócrates estaría planteando<br />

un sistema coherente de principios éticos deducibles de un grupo reducido de<br />

premisas. Es de un sistema de tales características del que se seguiría more geomé­<br />

trico nada menos que su aceptación de la sentencia a muerte dictada por la corte<br />

de Atenas.<br />

15 Strycker (1994), para quien la sabiduría moral de Sócrates no es algo meramente<br />

abstracto, sino que incluye el deseo por lo bueno de parte del agente. Ver también<br />

Penner (1996), quien sostiene que la sabiduría como conocimiento del bien y del<br />

mal es la fuerza motivacional que es idéntica en todas las virtudes.


es ¿c< 'a ¿> hj> {<br />

características. En efecto Sócrates, al mismo tiempo que proclama la<br />

necesidad de una sabiduría tal, se reconoce, por un lado, a sí mismo<br />

como carente de un conocimiento de este tipo y, por el orro, demuestra<br />

a los distintos candidatos que examina mediante el élencbos que ellos<br />

también están faltos de un saber de esas características.16 En principio<br />

el ¿lenchos parece ser "destructivo" y arrojar sólo resultados negativos<br />

en la medida en que únicamente conduce al interlocutor a contradecir<br />

su tesis inicial. Peto, incluso en el caso de que acordemos con algunos<br />

intérpretes en que el ¿lenchos tiene una función también positiva o<br />

"constructiva", en cuanto se establecerían como verdaderas proposi­<br />

ciones tales como que "es mejor cometer injusticia que padecerla" en<br />

Gorg. 5O8b-509c, no es posible caracterizar de por sí la colección de<br />

creencias de este tipo como un conocimiento en el sentido estricto en<br />

que se lo caracterizaría desde el intelectualismo socrático.17 Por lo tanto,<br />

a lo sumo se puede hablar de un progreso al mismo tiempo moral y<br />

cognoscitivo en el sentido de que Sócrates a lo largo del ¿lenchos obliga<br />

al interlocutor a revisar algunos presupuestos centrales que conducen<br />

su vida y a considerar la validez de otros diametralmente opuestos,<br />

aunque en muchos casos nos quedan en realidad dudas respecto del<br />

entusiasmo de los interrogados en relación con la nueva propuesta exis-<br />

tencial que emerge de su diálogo con Sócrates. Así pues, este conoci­<br />

miento aunque deseable no parece que sea fácil de ser alcanzado ni que<br />

todos estén dispuestos a alcanzarlo. Esta citcunstanciaproblemariza la<br />

posibilidad de una efectiva realización, al menos de modo absoluto,<br />

del racionalismo moral y en consecuencia, podemos conjeturar, de una<br />

erradicación total de factores irracionales que pueden interferir en el<br />

logro de una condición racional en forma absoluta. Esto es tematizado<br />

de distinto modo en diálogos como Fedón, República y Fedro.<br />

16 Sócrates poseería algún cipode conocimiento, pero no un "conocimiento experto".<br />

'' La función del élencbos como eminentemente destructiva fue señalada por Robin-<br />

son (1953). En su famoso artículo "The Socratic elencbus", Vlastos (1996) destacó<br />

la aspiración constructiva del élencbos a pesar de que por medio de él no se podría<br />

probar otra cosa que la inconsistencia de las proposiciones asentidas por el inter­<br />

locutor. Los argumentos de Vlastos fueron a su vez cuestionados de distinto modo<br />

por autores como Benson (1987) y Briclchouse-Smich (1984).<br />

El soma mortal como fuente de irracionalidad en Fedón<br />

En Fedón, si bien se afirma sin ambages, a diferencia de los diálogos<br />

tempranos, que el alma puede conocer en vida las ideas y en esre sentido<br />

adquirir conocimiento en sentido estricto, éste se ve restringido en<br />

mavor o menor medida en cuanto toda alma humana —incluida la del ,.<br />

filósofo— se encuentra involucrada con el cuerpo; el mismo que, en<br />

cuanto fuente de irracionalidad, le impide que manifieste con absoluta<br />

pureza su natutaleza esencialmente racional y, con ello, su simplicidad.<br />

En Fedón encontramos una de las tesis platónicas más memorables<br />

en la historia de la filosofía: la de la dupla polarizada pyché-sóma<br />

como concepción antropológica. En este texto el alma es presen-<br />

tada como principio vivificante,18 pero también como una naturaleza<br />

racional, amante de la verdad y la sabiduría y -—fundamentalmente por<br />

medio del argumento de la afinidad con las ideas {Fed. 78b-84c)—•,<br />

como ellas, esencialmente simple e invisible. Dada su simplicidad,<br />

entendida como imposibilidad de dividirse en partes, es entonces<br />

también inmortal puesto que la corrupción supone la capacidad de<br />

descomposición. Pero el alma, además de estas características, alberga<br />

dos posibilidades, aTménoIep^ actual: o bien<br />

volverse sobre sí misma, considerar las cosas en sí y alcanzar entonces lo<br />

quél^hñent^ejásjr, ribirn l a dr «aminar las cosas ajravés del cuerpo<br />

y alejarse de la verdad, tal como leemos en Fed. 65dll-65e4:19<br />

¿O lo has captado con algún otro de los sentidos que se<br />

dan a través del cuerpo? Me refiero a todas las cosas: por<br />

ejemplo, a la Grandeza, la Salud, la Fuerza; en una palabra<br />

a la esencia (ousía) de todas las cosas, lo que viene a ser cada<br />

una. ¿Es por medio del cuerpo que es contemplado lo más<br />

verdadero de ellas, o más bien es así: que aquel de noso­<br />

tros que se prepara más esmeradamente para concebir en sí<br />

misma cada una de las cosas que investiga, ése es el que se<br />

acerca más a la comprensión de cada cosa?<br />

11 Éste es el punto central del último argumento en Fed, 102a-107b.<br />

" Ver también Fed. 82e y ss.


PLATÓN Y LA IRRACIONALIDAD<br />

El alma es enconces el principio activo fundamental que puede<br />

dirigirse en una u otra dirección. A este respecto el cuerpo mortal o<br />

soma, principal obstáculo (empódion)10 al conocimiento eidético, no es<br />

simplemente el soporte biológico de lapsyché, sino que abarca diversos<br />

fenómenos que describiríamos en términos actuales como estados<br />

mentales. En efecto, el soma constituye más bien una dimensión exis-<br />

tencial vinculada a los aspectos de nuestra contingencia que son fuente<br />

de irracionalidad puesto que, al acaparar gran parte de nuestra energía<br />

psíquica, nos impiden dedicarnos de modo absoluto a la* actividad<br />

noética de captar las ideas o cosas en sí, la cual es, por su índole, la más<br />

propia del alma.21 En otras palabras, no sólo el testimonio engañoso de<br />

los sentidos, sino estados tales como las necesidades nutricionales más<br />

básicas, las enfermedades, los temores, representaciones ilusorias que<br />

provienen del soma, nos distraen de nuestra búsqueda de la verdad, tal<br />

como leemos en Fed. 66b5-d3;<br />

20 Ver iW. 65 a.<br />

[...] en la medida en que tengamos un cuerpo y nuestra<br />

alma esté mezclada de forma desordenada con un mal<br />

de este tipo, nunca obtendremos suficientemente lo que<br />

deseamos. Y esto decimos que es lo verdadero. El cuerpo<br />

nos ocasiona miles de preocupaciones debido a que nece­<br />

sita ser alimentado. Y, más aún, en caso de acaecer ciertas<br />

enfermedades, ellas nos impiden capturar lo que es. Nos<br />

atesta de amores, deseos, miedos y toda clase de representa­<br />

ciones ilusorias y muchas futilidades, de modo que, como<br />

se dice, de verdad y en realidad, a causa de él no es posible<br />

en absoluto para nosotros pensar algo alguna vez. Pues<br />

ninguna otra cosa que el cuerpo y sus deseos nos propor­<br />

cionan guerras, discordias y peleas en razón de que, debido<br />

a la adquisición de riquezas tienen lugar todas las guerras<br />

y somos obligados a poseer riquezas a causa del cuerpo,<br />

21 Sobre el concepto de soma en Platón, ver Ostenfeld (1987), Eggers Lan (1995),<br />

Carene (2005) y Fierro (en prensa).<br />

EL RESIDUO DE LO IRRACIONAL<br />

por esclavizarnos el cuidado de éste. Y a partir de esto no<br />

tenemos tiempo libre para dedicarnos a la filosofía por<br />

todas estas cuestiones.<br />

Abo ra bien, nótese que sería erróneo interpretar la propuesta<br />

de Platón en la oposición que establece entre el alma pura, simple y<br />

racional y el soma mortal como causa de origen de la irracionalidad a<br />

la guisa del modelo cartesiano del cual usualmente se lo considera un<br />

antecedente.22 Para Platón, cuerpo y alma no son dos substancias esen­<br />

cialmente desvinculadas cuya posible conexión es preciso resolver. Por<br />

el contrario, el alma se encuentra de hecho implicada con el cuerpo,<br />

confundida con él y con la distracción de la aspiración del alma de<br />

conocer las ideas que provocan las diversas manifestaciones del cuerpo.<br />

La separación de cuerpo y alma es, por lo tanto, no un estado dado,<br />

sino una condición que se debe alcanzar y algo a lo que, en nuestra<br />

forma de existencia actual, sólo el filósofo se logra aproximar en cuanto<br />

busca purificarse lo más posible de las influencias del soma, al apartarse<br />

del testimonio de los sentidos y apuntar al conocimiento de las ideas.<br />

Sin embargo, únicamente con la muerte como separación absoluta<br />

del cuerpo y el alma —que es justamente la perspectiva que permite<br />

el contexto dramático de Fedón centrado en la inminente muerte de<br />

Sócrates—23 se lograría —y sólo en el caso del filósofo— la eliminación<br />

Tal como ocurre en Descartes cuando recurre para ello a la glándula pineal. Ver<br />

Descartes, Las pasiones del alma, I, 34-35. Sobre las diferencias entre el dualismo<br />

platónico "cuerpo-alma" y el cartesiano, ver Ostenfeld (1982, 1987) y Broadie<br />

(2002). Para ambos el principal rasgo distintivo es que Platón incluye en el alma,<br />

a diferencia del concepto cartesiano de mente, la función de principio vivificante.<br />

El desprecio del cuerpo en Fedón está intimamente conectado con el hecho de que<br />

la muerte —una muerte inminente en el caso de Sócrates en Fedón— implica su<br />

corrupción absoluta; por ello en este contexto se subraya que es en realidad algo<br />

bueno morir y desembarazarnos de él. Sin embargo, en nuestra existencia encar­<br />

nada no se trata de eliminar el soma, lo cual es además imposible, sino de servirnos<br />

de él apropiadamente y es en este sentido, creemos, que se habla de un proceso de<br />

purificación de lo somático (cf n. 24 infrd). Nótese, por ejemplo, que incluso en Fedón<br />

se reconoce que el conocimiento comienza a partir de la estimulación sensorial<br />

que ocurre por medio del cuerpo, aunque sea necesario luego aparcarse posterior­<br />

mente de ésta para llegar al fundamento eidético.


de la irracionalidad21 —t\sóma mortal— y el acceso a una racionalidad<br />

pura. Mientras tanto en nuestra forma encarnada de vida actual, incluso<br />

el filósofo puede lograr esta separación sólo de modo parcial. La repre­<br />

sentación usual que se tiene de la propuesta platónica a este respecto en<br />

Fedón es la de la posibilidad de eliminar estados psíquicos que el soma<br />

mortal ocasiona; sin embargo, esto, así como la racionalidad pura del<br />

alma y su simplicidad, sólo puede concebirse como realizable de modo<br />

absoluto desde el punto de vista de la muerte. En nuestro aquí y ahora,<br />

cuerpo y alma —irracionalidad y racionalidad— se encuentran entrela­<br />

zados y es en todo caso un ideal por alcanzar la desvinculación entre<br />

ambos, ideal que el filósofo realiza sólo en parte en la medida en que<br />

procura alcanzar el conocimiento de las ideas.<br />

Podemos concluir entonces que si bien en Fedón se admite la posibi­<br />

lidad de alcanzar el conocimiento eidético y junto con ello una máxima<br />

depuración de los disturbios somáticos y una "simplificación" del alma,<br />

al mismo tiempo se reconoce que la supresión de los factores irracio­<br />

nales no puede lograrse de modo pleno en nuestra existencia presente,<br />

encarnada.<br />

Los aspectos irracionales del alma en República; la filosofía<br />

como proceso de racionalización y simplificación de lipsyché<br />

La concepción antropológica de República es muy distinta en prin­<br />

cipio a la de Fedón, puesto que en lugar de la dupla psyché (racional<br />

y simple) l soma, se presenta el alma como una entidad compuesta de<br />

partes: lo racional o tb logistikón y dos partes irracionales: lo apetitivo<br />

o epithymetikón y lo irascible o thymoeidés.li En realidad, ocurre que<br />

el tema eje de República —la justicia a nivel individual y político—26<br />

24 La eliminación de los disturbios de lo somático es representada en Fedón, especialmente<br />

en la sección introductoria donde se reflexiona sobre la actitud del filósofo<br />

ante la muerte (Fed. 61b-69e), como un proceso de "purificación".<br />

25 Ver a este respecto Robinson (1995: 43), quien considera que la psicología de<br />

República constituye un avance respecto de la presentada en Fedón.<br />

u El aspecto político, a pesar de su importancia, lo dejaremos de lado, excepto<br />

cuando nos refiramos a la educación de los guardianes, dados los límites del<br />

presente trabajo. Sobre mi interpretación de la teoría del alma de la República, ver<br />

Fierro (2008).<br />

determina que el análisis esté aquí primariamente centrado en cómo es<br />

posible reconducir o reducir los aspectos irracionales de nuestra exis­<br />

tencia, tanto en nuestra alma como en la sociedad, con el fin de que la<br />

justicia pueda realizarse en ambos ámbitos; esto lleva a que en varios<br />

libros, como el segundo, el tercero, el cuarto y en gran parte en el octavo<br />

y el noveno, el acento esté puesto en el conflicto interno del alma y la<br />

sociedad, su complejidad y el tipo de procesos internos y externos que<br />

contribuyen a exacerbar el conflicto o a paliarlo. Precisamente consi­<br />

derar a aquellos que ya han logrado una estructura psicológica justa<br />

y filosófica conlleva una "simplificación" de los conflictos del alma y<br />

un desarrollo de la racionalidad —como ocurre en los libros quinto,<br />

sexto y séptimo, y, en especial, al conjeturar sobre una posible existencia<br />

post mórtem sin el soma, como ocurre en el libro décimo— que reen­<br />

contramos planteamientos similares a los de Fedón. En el libro sexto de<br />

República se afirma, como en los diálogos socráticos, que todos deseamos lo<br />

verdaderamente bueno:<br />

"pero, en relación con las cosas buenas, para nadie poseer<br />

cosas aparentes es ya satisfactorio, sino que buscan las cosas<br />

reales, y todos desprecian aquí al punto la apariencia" (agatha<br />

dé oudeni éti arkei ta dokoúnta ktásthai, allá ta ónta zéioúsin,<br />

ten dédóxan entaútha édépás atimázei) {Rep. 6, 505d7-9).<br />

Asimismo, en consonancia con las obras de juventud, aunque todos<br />

deseamos e! auténtico bien, la razón por la que no podemos siempre<br />

obtenerlo es que no siempre tenemos una clara y correcta comprensión<br />

de qué es lo bueno.27 La novedad de República consiste en cxplicicar_^<br />

que el que nuestra existencia no esté dirigida a lo bueno y no se logre un<br />

adecuado discernimiento del auténtico bien no se debe únicamente a<br />

un error epistemológico. La teoría del alma de República muestra que<br />

17 En Rep. 505dl l-506a2 se refiere a lo bueno del siguiente modo: "[...] lo que<br />

persigue toda alma y por cuya causa hace todas las cosas, adivinando intuitivamente<br />

que es algo, pero estando en dificultades y no siendo capaz de aprehender<br />

suficientemente qué es ni de hacer uso de una creencia estable, tal como sí ocurre<br />

respecto de otras cosas. Debido a esto si hay algo beneficioso en relación con otras<br />

cosas tampoco acierta [...]".


PLATÓN Y LA IRRACIONALIDAD<br />

para lograr el correcto entendimiento de la verdadera naturaleza de lo<br />

bueno y el estado cognoscitivo que le corresponde —inicialmente la<br />

orthé dóxa u opinión correcta con la educación temprana; posteriormente,<br />

si fuera posible el acceso a la educación superior, la ciencia<br />

matemático-dialéctica que culmina en la captación de lo bueno—, es<br />

necesaria una organización determinada de las tres partes del alma<br />

—lo racional, lo irascible y lo apetitivo— que representan las fuentes<br />

de motivación básicas del ser humano.<br />

Lo racional se caracteriza por ser aquello con lo cual aprendemos<br />

(Rep. 572a), razonamos (Rep. 439d) y juzgamos (Rep. 582d7), y por<br />

estar constituido por el deseo por la verdad (Rep. 435e, 436e), para la<br />

satisfacción del cual las actividades que le son propias deberían realizarse.<br />

Asimismo, tó iogistikón es el aspecto del alma al cual corresponde<br />

en principio gobernar el alma en función del conocimiento de lo que<br />

es bueno para cada parte y el todo, tanto en el ámbito individual como<br />

político. Es, por otra parte, la parte a través de la cual, mediante el desarrollo<br />

de los estudios dialécticos, se puede llegar al conocimiento de<br />

la idea del bien, esto es, de lo que es bueno desde el punto de vista de la<br />

realidad en general."<br />

En cambio las otras dos partes —lo apetitivo_yJo irascible— son<br />

irracionales o a-logistón, en cuanto son incapaces de logízestbai, es decir<br />

de calcular, reflexionar y razonar así como de gobernar apropiadamente<br />

el alma y funcionar con la propulsión del deseo por la verdad. Difieren,<br />

sin embargo, en el grado de irracionalidad.<br />

La parte apetitiva o epithymétikón está primariamente relacionada<br />

con los objetos de nuestras necesidades fisiológicas, tal como la sed,<br />

el hambre y el sexo. Estos apetitos por los "placeres de la nutrición y<br />

la generación" (Rep. 436a-b), que son los más evidentes (enargestatas,<br />

Rep. 437d3) de tó epithymétikón, están obviamente vinculados al soma<br />

mortal. De modo derivado, se incluye también el deseo por la riqueza<br />

como medio para procurarse la satisfacción de estas necesidades,29<br />

2> El conocimiento es siempre para Platón conocimiento del bien y el grado de su<br />

perfección reside en la amplitud del contexto que alcanza, siendo el contexto<br />

último el del universo como un todo interrelacionado, ver Gosling (1993: cap. 4).<br />

29 Esto no significa, sin embargo, que lo epithymétikón posea una cierta razón instru­<br />

mental; ver Lorenz (2004: 110-111).<br />

EL RESIDUO DE LO IRRACIONAL 67<br />

siendo por esto llamada la parte apetitiva amante de la riqueza y amante<br />

de la ganancia (Rep. 581a3-7). Su carácter alogistón o "irracional"30<br />

puede entenderse en dos sentidos: en primer lugar, porque se dirige a<br />

sus objetos en forma "bestial",31 siendo en general incapaz de cálculo<br />

y reflexión, pero, crucialmente, respecto a lo bueno y lo malo;32 en<br />

segundo lugar, porque es además en su esencia insaciable (Rep. 442a7)<br />

y sin límites, siendo incapaz de establecer el coto apropiado, es decir, de<br />

establecer lo que es bueno para sí mismo (Rep. AAlíA-h?)),33 En el caso,<br />

de tó epithymétikón puede disminuirse su irracionalidad mediante un<br />

apropiado proceso de habituación que evite que los apetitos se multipliquen<br />

ilimitadamente e interfieran entonces al mínimo con la actuación<br />

de tó Iogistikón; sin embargo, este aspecto psíquico nunca podrá<br />

sumarse activamente a perseguir el objeto de deseo de lo racional: el<br />

verdadero bien. Es imposible además la supresión total de este aspecto<br />

nuestro por dos razones: por un lado, porque los apetitos contenidos<br />

dentro de apropiados límites, como el hambre, la sed, el deseo sexual,<br />

son necesarios para la supervivencia; por el otro, porque incluso en<br />

estos casos, el aspecto más bestial de lo apetitivo, que son los deseos<br />

criminales y desmesurados, no puede ser extirpado, sino que permanece,<br />

aunque sea en estado latente, en el interior de todo ser humano.<br />

Leemos así en Rep. 'illb'h-l: "Lo que deseamos saber es esto: que, en<br />

realidad, hay dentro de cada uno de nosotros un aspecto de nuestros<br />

Alogistón, Rep. 439d7. Nótese que atoghtón implica que es irracional principal­<br />

mente en cuanto incapaz de realizar cálculos, de ser "logistón". Nussbaum (1986:<br />

205) hace una interpretación parecida: "Los apetitos son meramente fuerzas<br />

brutas que alcanzan, insaciablemente y sin ninguna selectividad, sus objetos carac­<br />

terísticos" (traducción de la compiladora) aunque según lo que dice en la página<br />

139, nota 5, parece inclinarse por posiciones como las de Irwin (1995: 218-222).<br />

Leemos en Rep. 439b4 que lo apetitivo persigue su objeto de deseo "como una<br />

bestia" (hósper thérion).<br />

Por un lado, según Rep. 439a, los apetitos —tales como la sed, el hambre, los<br />

apetitos sexuales, etc.— tienen objetos no cualificados de deseo (por ejemplo, la<br />

sed no es sed necesariamente de una buena bebida, sino de una bebida en cuanto<br />

tal), En consecuencia, los objetos de deseo de los apetitos pueden ser buenos o<br />

malos. Ver al respecto, Fierro (2008),<br />

El carácter ilimitado e insaciable de los apetitos es también desarrollado por<br />

medio de la distinción en Rep. 558d entre apetitos necesarios e innecesarios.


apetitos terrible (deinón), salvaje {agrión) y sin ley (drwmon), incluso<br />

en aquellos de nosotros que parecen más moderados. Y esto se hace de<br />

hecho evidente en los sueños".<br />

En cuanto a la parte irascible o thymoeidés, es el aspecto del alma...•<br />

con el que se siente enojo y puede ser descrita como la agresividad (Rep.<br />

439e3)M en el sentido de la fuerza para confrontar lo real (Rep. 375a-b),<br />

ya entendamos esto como algo externo o interno. Tiene como objeto ,<br />

propio de deseo el predominio y la victoria (Rep. 581b), y, de modo<br />

derivado, el honor y la fama. Puesto que la cantidad de tó thymoeidés<br />

se incrementa mediante el ejercicio físico (Rep. 410b), es lógico pensar<br />

que esta parte del alma está también, como tó epithymétikón, vincu­<br />

lada al soma mortal. Pero, a diferencia de lo apetitivo, si bien puede a<br />

veces oponerse a los dictámenes de la razón y ser dominado finalmente<br />

por los apetitos (Rep. 44le), es un aliado de ella por naturaleza, ya<br />

que, habiendo sido apropiadamente entrenado y desarrollado,35 dirige<br />

su agresividad contra los apetitos cada vez que la razón indica que lo<br />

correcto es oponerse a la pulsión de éstos36 y en general es capaz de cola­<br />

borar como fuerza de lucha en la persecución de los objetivos estable­<br />

cidos por la razón. En este sentido podría decirse que puede transformarse<br />

en un aspecto menos irracional que lo apetitivo. Sin embargo, cabe<br />

destacar que, si se dejara que este aspecto psíquico de la impulsividad<br />

se desarrollara libremente, al ser corrompido por los apetitos, tomaría<br />

formas de expresión pusilánimes, es decir, como expresa Platón en el<br />

libro noveno, "el león se convertiría en mono" (Rep. 590b).<br />

La posible reducción en distinta medida de la irracionalidad propia<br />

de estas partes del alma podría ser redescrita diciendo que ambas<br />

Ver también Rep. 580d.<br />

Siendo guardián de lo racional por naturaleza, si no ha sido corrompido por<br />

una raaia educación (epikouron ón tai logishkóíphysei, can mé hypó kaki; trophés<br />

diaphtharéi) {Rep. 44la2-3).<br />

Ver Rep. 440a-b. La virtud de la valencia o andreia es por eso para Platón en prin­<br />

cipio "coraje mora!" consistente en esta lucha de lo irascible contra los apetitos de<br />

acuerdo con los dictados de la razón (Rep. 442b 11 -c3): la valentía en el sentido<br />

de enfrentar a los enemigos externos del modo apropiado —es decir cuando son<br />

enemigos de la ciudad (Rep. 375a-b; 6. 503a)— e.s un aspecto derivado de esta<br />

valentía moral.<br />

admiten un cierto grado de racionalización. Esro permite pensar que<br />

la manifestación del alma como dividida en partes y en conflicto, tal<br />

como se plantea en el libro cuarto, estaría vinculada a que este grado de<br />

racionalización —esto es de acoplamiento alos fines de lo racional en el<br />

caso de lo irascible o, en el caso de los apetitos, de mínima interferencia<br />

con los fines propios de lo racional— es bajo o nulo. Lo mismo ocurriría<br />

en los casos de akrasía —como el famoso caso de Leoncio en República<br />

que es vencido por su deseo morboso de ver los cadáveres (Rep. 43 9e-<br />

440a)— que tendrían lugar porque no se ha alcanzado un suficiente<br />

grado de racionalización en el alma. Pero en la medida en que se logra la<br />

virtud de la justicia en toda el alma y, con ella, la virtud de cada una de<br />

las partes, el conflicto mental es prácticamente inexistente, puesto que<br />

lo que se conseguiría es precisamente que el todo y las partes operen<br />

de acuerdo con los criterios de lo racional. Para lograr esta "simplifica­<br />

ción" del alma en la medida de lo posible —esto es, reducir al mínimo<br />

su conflicto interno y complejidad— por medio de su unificación en<br />

el liderazgo de la parte racional, es necesario un proceso adecuado de<br />

educación que tiene dos etapas de acuerdo con República.<br />

Durante el aprendizaje de los primeros años de la vida, descrito en<br />

los libros segundo y tercero de República, mientras que la parte "que<br />

ama aprender" —esto es, la parte racional o tó logistikón— es incen­<br />

tivada mediante la educación musical a adquirir creencias y ritmos<br />

correctos y, en general, una intuitiva apreciación de la belleza (Rep.<br />

411c-3, 397b-c; 399e-400a), las partes irracionales son también, por<br />

su parte, adiestradas adecuadamente. Así la agresividad de lo irascible<br />

es desarrollada cuantitativamente mediante el ejercicio físico o activi­<br />

dades como la caza (Rep. 410b, 549a) y cualitativamente por su capa­<br />

cidad de acostumbrarse a centrarse en "adversarios" internos —los<br />

apetitos que pujan en dirección opuesta a la razón (Rep. 440a)— o<br />

externos —los enemigos de la ciudad (Rep. 375b-c)— apropiados.37<br />

De este modo se transforma en lo que le corresponde por naturaleza:<br />

ser auxiliar de la razón en cuanto proporciona su energía a objetivos<br />

avalados por ésta (Rep. 440b y ss., 375b-c, 442b-c, 429b-c). En cuanto<br />

57 La educación musical también tiene un efecto sobre la parte irascible del alma tal<br />

como señala en este mismo volumen Lozano-Vásquez.


PLATÓN Y LA IRRACIONALIDAD<br />

a los apetitos, se los habitúa a mantenerse dentro de los límites conve­<br />

nientes con el fin de que no se multipliquen innecesariamente y, por su<br />

tendencia a la insaciabilidad, terminen acaparando una gran parte de<br />

la energía psíquica y profundizando así la fractura que naturalmente<br />

introducen en el alma (Rep. 403e y ss., 559al y ss., 415c y Ss.), puesto<br />

que pujan por sus objetos de deseo independientemente de su bondad<br />

o maldad. Hay, asimismo, una educación más directamente dirigida<br />

al cuerpo que apunta a lograr un funcionamiento armonioso de éste<br />

(Rep. 403d y ss.) con el fin de que impacte de modo más positivo en las<br />

partes irracionales del aparato psíquico.38 Esta primera etapa de forma­<br />

ción puede Bien ser descrita como un proceso de creciente racionali­<br />

zación y unificación, en la medida en que, por medio de un proceso<br />

"de afuera hacia adentro" —esto es, de educadores adultos que, por ser<br />

poseedores de apropiadas pautas, pueden a su vez impartirlas a la joven<br />

generación—,39 por una parte, se estimula el desarrollo de lo racional<br />

mismo y, por la otra, se habitúa a las partes irracionales de acuerdo con<br />

principios también racionales. Algo similar puede decirse si exami­<br />

namos este proceso desde el punto de vista del desarrollo de la virtud.<br />

En efecto, si la educación inicial fuera la correcta, cada parte lograría<br />

su perfección o arete del siguiente modo. La andreía o valentía supone<br />

que lo irascible puede mantener los mandatos de la razón; hsópbrosyné<br />

o moderación, según la cual las distintas partes aceptan ser gobernadas<br />

por la razón, implica particularmente el sometimiento de los apetitos<br />

a los límites establecidos por la parte racional; la dikaiosyné o justicia<br />

remite a la armonía del alma resultante del desempeño de cada aspecto<br />

psíquico de su función propia; finalmente, la perfección de cada parte<br />

del alma puede entenderse como unificada en una sola: la sabiduría<br />

—arete de la parte racional— que es por la que se determina qué es lo<br />

bueno para cada aspecto psíquico —las virtudes individuales de cada<br />

una— y para el todo como leemos en Rep. 442c5:40 "Pero [llamaremos<br />

a cada cual] sabio por esa pequeña parte [esto es, la parte racional] que<br />

38 En Ti. 87c-90d se plantea una terapia somática y psíquica para lograr ¡ajusticia en<br />

el alma.<br />

39 Esto lo desarrolla Lear (1992) y también Gilí (1996).<br />

4 0 Ver .&•/>. 44 lc-442d<br />

EL RESIDUO DE LO IRRACIONAL<br />

gobierna en él y prescribe estas cosas, teniendo aquella a su vez también<br />

conocimiento {epistémé) de lo que es conveniente para cada una [de las<br />

partes] y para el todo común de las partes, las cuales son tres".<br />

Una vez asentada esta adecuada organización de las motivaciones<br />

en la primera formación,41 a aquellos que además puedan acceder a la<br />

educación matemático-dialéctica les sería ahora posible dedicarse casi<br />

exclusivamente al desarrollo del deseo por la verdad de tó logistikón y, en<br />

caso de lograr alcanzar el conocimiento de la idea del bien, se consoli­<br />

daría así la unificación de todos los aspectos psíquicos bajo la raciona­<br />

lidad. Se llegaría así a una epistémé que incluye de modo relevante un<br />

conocimiento moral del tipo al que se apuntaba en el intelectualismo<br />

moral de los diálogos socráticos en el sentido que lo describía Segvic,42<br />

puesto que no se trataría de un desarrollo puramente intelectual,<br />

sino que incluiría una apropiada estructura motivacional que permite<br />

conocer y obrar lo realmente bueno en el ámbito personal, comunitario<br />

e incluso en relación con el orden cósmico.<br />

Dado que gracias a este tipo de educación la interferencia de los<br />

apetitos y su irracionalidad queda reducida al mínimo y lo irascible<br />

opera sólo como colaborador de la razón, el conflicto psíquico es en<br />

el caso del filósofo prácticamente inexistente. Por ello, una vez alcan­<br />

zado este nivel de análisis, en el libro quinto se abandona el esquema<br />

tripartito y se recurre a la oposiciónpsyché-sóma átFedón, puesto que<br />

ésta resulta suficiente para distinguir entre los filósofos enamorados de<br />

las ideas y los cautivados por los falsos brillos de las apariencias sensi­<br />

bles —en lo que consiste el final del libro quinto— para luego exten­<br />

derse en el sexto y el séptimo acerca de la educación filosófica. Esto<br />

ocurre mediante la apelación a la imagen "hidráulica" del alma en Rep.<br />

485d-e, según la cual existen en el alma dos corrientes principales de<br />

deseo, las cuales son divergentes de modo tal que la mayor afluencia<br />

de una supone una merma de la otra y que, en el caso del verdadero<br />

filósofo, queda claro que estos dos cauces son, por un lado, la corriente<br />

*' Gilí (1996) hace un planteamiento similar, sólo que para él, a diferencia de lo que<br />

aquí propongo, no hay desarrollos en la República respecto a la educación de lo<br />

epitbymetikón. Ver Gilí (1985, 1996: 269, especialmente nota 96).<br />

ü Cf.pp. 59 y n. 15 mpra.


de la razón que fluye hacia la sabiduría, y, por el otro, la corriente de los<br />

apetitos que se desliza hacia los placeres corporales. Leemos en Rep.<br />

485d6-cL<br />

Pero, por cierto, para el que en verdad los deseos43 se inclinan<br />

•fuertemente hacia una cierta dirección, sabemos, de algún<br />

modo, que son para ese más débiles hacia otras cosas, como<br />

una corriente desviada de su curso hacia allá [...]. Entonces<br />

para quien [los deseos] han fluido hacia los saberes y todo<br />

lo de esc tipo, se darían, creo, [deseos] respecto al alma y al<br />

placer de alma en sí misma, pero [estos deseos] omitirían<br />

los placeres que se dan a través del cuerpo, si fuera alguien<br />

filósofo en verdad, y no mera apariencia.<br />

Reeditando aquí el planteamiento de Fedón, el alma es presentada<br />

como dirigiéndose fundamentalmente, o bien a los placeres del soma, o<br />

bien, en el caso del filósofo, a los placeres intelectuales, lo cual implica<br />

un repliegue del alma sobre sí misma. Sin embargo, en forma similar a<br />

Fedón, la irracionalidad de los apetitos emergentes del soma no puede<br />

ser eliminada de modo absoluto. En efecto, podemos suponer que la<br />

divergencia entre las dos corrientes consiste fundamentalmente en<br />

la indiferencia de los apetitos respecto a la bondad o maldad de sus<br />

objetos de deseo (que los hace a menudo dirigirse a lo opuesco de lo<br />

verdaderamente bueno),44 y la tendencia de lo racional hacia el autén­<br />

tico bien45, por lo que la fractura que los apetitos provocan en el alma<br />

no puede ser subsanada completamente. Como apuntaba anterior­<br />

mente, esta diferenciación entre los filósofos con su deseo focalizado<br />

en la búsqueda de la sabiduría y los no filósofos dedicados a los placeres<br />

somáticos es consecuente con la descripción de las naturalezas filosó­<br />

ficas que se realiza al final del libro quinto. A su vez, esto prepara lo<br />

que se tratará centralmente en los libros siguientes: en qué consistiría<br />

45 Aquí tpithymiai refiere a deseos en general y no sólo a los apetitos como queda<br />

claro en el pasaje subsiguiente donde una de las corrientes es identificada con el<br />

curso correspondiente a la tazón.<br />

M Cf. n. 32 sufra.<br />

Hi En Rep. 505d como apuntábamos en n. 27 supra.<br />

el bien en sí y el conocimiento de éste que puede alcanzar el filósofo-<br />

dialéctico —mediante la alegoría del sol y el paradigma de la línea<br />

del libro sexto— y qué tipo de cambio existencia! acarrea esto en los<br />

ámbitos ético y político —mediante la alegoría de la caverna en el libro<br />

séptimo— así como los pormenores del programa de estudios que el<br />

filósofo debería desarrollar. En cambio en los libros octavo y noveno<br />

se vuelve a recurrir a la teoría tripartita para analizar los tipos humanos<br />

no filosóficos46 mientras que al final del libro noveno se retoma nueva­<br />

mente la oposición psyché-sóma para diferenciar entre placeres autén­<br />

ticos —los del alma— que sólo son experimentados por el filósofo y los<br />

falsos placeres del cuerpo.47<br />

El análisis que aquí hemos propuesto —que el alma es, de hecho,<br />

compleja y con aspectos irracionales en cuanto asociada a un soma<br />

mortal pero susceptible de unificarse y simplificarse mediante una<br />

educación integral de sus partes según pautas racionales— permite<br />

también una reconsideración de la cuestión de las funciones cogni-<br />

tivas de las partes irracionales. En cuanto analizada en su unión con el<br />

cuerpo y dividida en partes, las funciones cognitivas también aparecen<br />

asimismo repartidas entre sus partes. Como numerosos intérpretes han<br />

mostrado, las partes irracionales parecerían tener también funciones<br />

cognitivas, aunque más limitadas en comparación con las de la razón.48<br />

46 Esto es el dmócrata, el oligarca, el democrático y el tirano, así como los regímenes<br />

políticos correspondientes {Rep. 544c-580d),<br />

El análisis inicial de los placeres en Rep. 581a hace referencia a la teoría tripartita<br />

en cuanto se diferencia entre los placeres del timócrata dominado por su agresi­<br />

vidad y que busca la victoria y el honor, ios del avaro dominado por sus apetitos,<br />

el propio del filósofo que consiste en acceder a la verdad. Pero sobre todo a partir<br />

de Rep. 9.583b y ss. esto queda reducido a la distinción entte los placeres falsos<br />

—relativos al cuerpo— y los auténticos —relativos al alma y al conocimiento de<br />

la verdadera realidad—.<br />

48 Autores como Annas (1981: 129-130), Pnce (1989: 60-1); Bobonich (2002:<br />

244) llegan incluso a atribuir un pensamiento instrumental —medio/fin— a la<br />

parte apetitiva. Esro es apropiadamente refutado pot Lorenz (2004: 110-111).<br />

Por otra parre, siguiendo a Lorenz (2006: 55-58), la capacidad cognitiva de las<br />

partes irracionales en la República residiría en un acceso de éstas a las representa­<br />

ciones sensoriales, pero de modo acrítico; a partir de dichas representaciones, las<br />

partes irracionales formarían creencias que podrían ser falsas o verdaderas: sólo


74<br />

PLATÓN Y LA IRRACIONALIDAD<br />

Esto, sin embargo, podría entenderse en los siguientes términos: en la<br />

medida en que la racionalidad se aplique a objetos no propios, como los<br />

perseguidos por los apetitos o por la irascibilidad, se acota y manifiesta<br />

como otro aspecto psíquico. En cambio, cuando la razón gobierna el<br />

alma sin obstáculos ni conflicto, esta diferenciación se desdibujaría y<br />

no sería necesaria tal complejización. En este sentido podemos remi­<br />

tirnos también a Rep. 602c-603a, pasaje sobre el que se ha discutido si<br />

se refiere a dos partes con facultades cognitivas distintas: lo racional,<br />

que se guía por la medición, la reflexión y el cálculo, y establece así que<br />

el leño es recto, aun cuando se lo vea doblado dentro del agua; y lo apeti­<br />

tivo que se guía por las apariencias sensibles. De acuerdo con la lectura<br />

que aquí propongo, podría interpretarse que tó logistikón, cuando<br />

actúa a priori y considera cómo son "las cosas en sí", incluso para emitir<br />

juicios respecto de la realidad sensible, es claramente idcntificablc con<br />

la racionalidad. Mientras que cuando es influenciado por "alguna<br />

de las cosas viles del alma" —donde podemos incluir los apetitos, la<br />

ira, las apariencias sensibles engañadoras—, es corrompido y no puede<br />

establecer lo verdadero.'19<br />

La simplicidad del alma en el libro décimo de República<br />

He intentado mostrar en la sección anterior que en República, la<br />

teoría tripartirá del alma está vinculada al reconocimiento de facto de<br />

aspectos irracionales en lapsyché que, además de lo racional, motivan<br />

nuestro accionar y ocasionan así un conflicto mental; que también se<br />

lo racional podría decretar —juzgar— si las representaciones de los sentidos son<br />

o no apropiadas y constituir creencias verdaderas. Mi interpretación supone que,<br />

si una persona pudiera ser apropiadamente formada de modo tal que incorpore<br />

creencias respecto de sus partes irracionales verdaderas, no se diferenciarían en<br />

este caso de lo sancionado por la razón y quedarían así "unificadas" respecto de tó<br />

logistikón.<br />

Esta interpretación coincide con el cipo de leceura de este pasaje propuesta por<br />

Murphy (1951: 239-243), Nehamas (1982: 65-66) y más recientemente Sedley<br />

(2004: 113). Otros como Lorenz (2006: 59-73), en cambio, consideran más<br />

coherente atribuir las creencias acríticas fundadas en la percepción sensorial,<br />

como que el leño en el agua está curvo, a la parte apetitiva del alma y las creencias<br />

fundadas en la reflexión, como que el leño en el agua sigue siendo recto, a la parte<br />

racional.<br />

£L RESIDUO D£ LO IRRACIONAL<br />

plantea una educación que permita una progresiva racionalización de<br />

las partes irracionales, esto es, una adecuación de estos aspectos a los<br />

objetivos de la razón, para crear una base disposicional que permita el<br />

gobierno y desarrollo de lo racional que llevaría a una simplificación del<br />

conflicto psíquico y que podríamos relacionar con la epistémé moral a<br />

la que se aludía en los diálogos socráticos; que en el caso del filósofo, al<br />

haber alcanzado una organización psíquica de este tipo en la medida de<br />

lo posible, se recurre a la oposición psyché-sdma a la manera de Fedón<br />

como concepción antropológica.<br />

Estas conclusiones nos permiten asimismo repensar la supuesta<br />

tensión o incluso inconsistencia que según algunos intérpretes se plan­<br />

tearía en República en cuanto que, mientras que uno de los desarrollos<br />

centrales de la obra es el del alma como una entidad compleja en la que<br />

interaccionan tres partes fundamentales —lo racional, lo apetitivo y lo<br />

irascible—, no obstante, en el libro décimo parece sugerirse la concep­<br />

ción de un alma simple y fundamentalmente racional.50<br />

Vemos a este respecto que en el libro décimo de República se retoma,<br />

en efecto, la oposición psyché-sdma en términos muy similares a los de<br />

Fedón. Leemos allí que la verdadera naturaleza del alma se revela como<br />

esencialmente constituida por su amor a la sabiduría y por ser afín a lo<br />

divino, inmortal y que existe siempre —las ideas— cuando podemos<br />

considerarla en forma separada de su asociación con el soma o cuerpo<br />

mortal, que es lo que ocasiona los diversos males en los que está impli­<br />

cada en su existencia actual. Por otra parte, en forma similar a Fedón, es<br />

en el contexto de considerar la inmortalidad del alma y su existencia no<br />

sólo post mórtem,51 sino a la luz de la eternidad o totalidad del tiempo<br />

Un ejemplo cípico de esta posición es Aunas (1981: 346). Robinson (1995: 124)<br />

interpreta que en el libro décimo de República Platón vacila entre adoptar la visión<br />

del alma simple y racional de Fedón o la tripartición que habría estado presente<br />

en todo el resto de República, aunque la tripartición se resuelve para el en último<br />

término en una bipartición.<br />

La prueba de la inmortalidad del alma se desarrolla en Rep. 608c-61 la y el mito de<br />

Er en Rep. 6l4b-621d. Con esta historia Platón ofrece una imaginativa pintura<br />

de la vida después de la muerte y de la inscripción de la vida humana en el orden<br />

cósmico del universo.


donde se plantea una consideración del alma como esencialmente<br />

racional. Leemos así en Rep. 61 Ib9-612a6:<br />

Pues bien que el alma es inmortal; el argumento anterior<br />

y los otros obligarían a admitirlo, mas para saber cómo<br />

es en verdad, se debe contemplarla no deteriorada por su<br />

asociación con el cuerpo y sus demás males, como ahora<br />

la contemplamos, sino que hay que considerar adecuada­<br />

mente cómo es cuando se ha vuelto pura mediante el razo­<br />

namiento. Se descubrirá que es muchísimo más bella, y se<br />

verán más claramente los rasgos de justicia e injusticia y<br />

todo lo que antes referíamos. Acabamos de decir la verdad<br />

de ella tal como se muestra actualmente [...] afectada por<br />

incontables males. Pero es preciso, Glaucón, mirar allí. [..'.]<br />

hacia su amor a la sabiduría, y reflexionar sobre las cosas<br />

que aprehende y las asociaciones que desea, al tener paren­<br />

tesco con lo divino, inmortal y eterno, y entonces pensar<br />

qué podría llegar a ser si siguiera esto por completo [...].<br />

Así uno podría ver su verdadera naturaleza, si es compuesta<br />

o simple, o qué y cómo es. Pero por el momento hemos<br />

descrito suficientemente, creo, las afecciones y las formas<br />

que adopta en nuestra existencia humana.<br />

Se agrega algo aquí en el examen del alma a lo expresado en Fedón<br />

respecto de su constitución esencial cuando se halla desprendida del<br />

soma mortal: que de su unión con éste resultan los aspectos viles de ella<br />

y que al considerarla separadamente queda a la vista su estado de justicia<br />

o injusticia. Éstos son elementos claves para pensar retrospectivamente<br />

los desarrollos previos de República en relación con el alma. Las partes<br />

irracionales del alma surgirían de la unión de ésta con el cuerpo; por<br />

otra parte, separada de éste queda a la vista su justicia puesto que ésta<br />

es concebida en el individuo como la organización armoniosa de las<br />

partes del alma —lo racional y dos aspectos irracionales (lo apetitivo<br />

y lo irascible) — ,52 La organización justa es, a su vez, condición de<br />

Ver Guthrie (1971) y Szlezák (1976).<br />

posibilidad para que la racionalidad pueda conducir la vida de cada<br />

hombre y, en algunos casos, alcance además su máximo desarrollo<br />

como deseo de la verdad mediante los estudios matemático-dialécticos<br />

que culminarían en la idea del bien. El grado de racionalidad depende<br />

entonces del grado de justicia alcanzado y por ello ambas son incluidas<br />

en una consideración de lapsychéen su naturaleza esencial.<br />

A modo de conclusión: el resto de lo irracional en una hipotética<br />

existencia post mórtem<br />

La consideración de la justicia e injusticia del alma en el examen de<br />

su naturaleza esencial y separada del soma mortal en el libro décimo se<br />

vincula con otro punto que aparece tematizado mediante el mito esca-<br />

tológico con que se cierra República y donde Platón conjetura echando<br />

mano a recursos literarios acerca de la vida después de la muerte.<br />

Aunque las almas en tal circunstancia son, por supuesto, presentadas<br />

como no asociadas a un cuerpo, no obstante, la influencia del grado<br />

de justicia alcanzado por el alma —y, por lo tanto, de todas las partes de<br />

la estructura psíquica incluidas las irracionales y no únicamente de lo<br />

racional— se hace sentir no sólo en relación con qué destino corres­<br />

ponde al alma en el período en el que pierde su condición encarnada,<br />

sino también cuando las almas humanas deben elegir una nueva exis­<br />

tencia somática mortal {Rep. 619b-620d; especialmente, 620a).53 La<br />

necesidad de asumir distintos tipos de vida encarnada implica justa­<br />

mente que los efectos de las partes irracionales —particularmente de<br />

la apetitiva— no han podido borrarse incluso en los mil años en que<br />

no ha estado vinculada a un cuerpo mortal y es por ello que se retorna<br />

a una morada de este tipo, esto es, a un soma mortal. Ello significa<br />

entonces que hay un residuo irracional en la condición humana que<br />

no puede suprimirse del alma, ni siquiera en una hipotética existencia<br />

post mórtem.<br />

Consideraciones tales son retomadas en el famoso mito de Fedro<br />

en el que el alma en su existencia desencarnada es representada como<br />

53 Otro modo de describir esco es que la tripartición es la descripción del alma en<br />

su estado fenoménico, aunque su verdadera naturaleza sea en realidad simple y<br />

racional (ver Rowe 2007: 164-175).


w C$yr&¿¿ £*>*M $ 1 -¿o c*¿* ¿ >¿^*¿*t<br />

/ PLATÓN Y LA IRRACIONALIDAD N •<br />

un carro54 arrastrado por corceles alados —símbolos de las partes irra­<br />

cionales del alma— y guiado por un auriga —la razón—. En el caso de<br />

las almas de los dioses, todas las partes están unificadas por la direc­<br />

ción de lo racional puesto que sus vehículos, empujados únicamente<br />

por nobles caballos blancos,55 son guiados fácilmente por el érós alado a<br />

la llanura de la verdad o lugar "fuera del cielo" {Fdr. 247b). En cambio,<br />

en el caso de las almas humanas los caballos impiden, especialmente el<br />

caballo negro que representa la concupiscencia, que lleguen a contem­<br />

plar las ideas o, si lo hacen, que puedan verlas plenamente y sin difi­<br />

cultad. Leemos así en Fdr. 248al-b5:<br />

Pero el otro tipo de alma [esto es, las no divinas] a veces<br />

se eleva, a veces se hunde, y, al ejercer su fuerza los caba­<br />

llos, ve algunas cosas, pero otras no. Y las restantes almas las<br />

siguen, anhelando ir hacia arriba, pero siendo incapaces de<br />

hacerlo, y son llevadas por la revolución sumergidas, pateán­<br />

dose y arrojándose las unas sobre las otras, cada una inten­<br />

tando sobrepasar a la otra. Y hay confusión, lucha y sudor<br />

extremo; y una multitud de ellas quedan rengas debido a<br />

la maldad de los cocheros, mientras que muchas otras<br />

se quiebran una gran cantidad de alas. Y todas ellas, con<br />

mucho esfuerzo, parten sin haberse iniciado en la visión de<br />

lo que realmente es, y, al regresar, se sirven de un alimento<br />

aparente.<br />

^ Ei carro —hárma— representaría un cuerpo que, a diferencia del soma mortal,<br />

es puro vehículo —¿chema—, ya que permite no sólo la transportación del alma,<br />

sino que además no interfiere con la actividad noética. Ver Fierro (en prensa).<br />

" El caballo blanco —"bueno y de buena estirpe" {Fdr. 246b)— representaría los<br />

movimientos anímicos de origen corpóreo que, aunque son irracionales porque<br />

proceden del cuerpo, pueden ser dirigidos por la razón sin dificultad. En el caso<br />

de los dioses de Fedro, si aceptamos identificarlos con los cuerpos celestes (ver<br />

Hackforth 1952: 71-77; Fierro, en prensa), el caballo blanco sería similar a la<br />

"causa errante" del Timto que está sujeta a los fines correctos bajo la adminis­<br />

tración noética del Alma del Mundo. Coherentemente, en los seres humanos el<br />

caballo blanco sería la parte irascible puesto que es el aspecto psíquico irracional<br />

vinculado al cuerpo, pero que, por naturaleza, es capaz de obedecer a la razón<br />

{Rep. 441a; Ti. 70a).<br />

EL RESIDUO DE LO IRRACIONAL<br />

El fracaso en acceder al mundo eidético no pareciera, no obstante,<br />

ser el caso del filósofo, quien logró domar la concupiscencia del caballo<br />

negro {Fdr. 254e) y cuya razón, con ayuda de la impetuosidad del<br />

caballo blanco, es capaz de alcanzar, tanto en vida (Fdr. 249c-e) como<br />

después de la muerte, aunque sea parcialmente {Fdr. 248d), el cono­<br />

cimiento de las ideas. Por ello, al momento de reencarnar lo hace por<br />

tres veces consecutivas en una vida filosófica, después de lo cual, se<br />

desprendería por fin completamente del soma mortal.56 Empero no es<br />

claro que el filósofo no deba de todos modos retornar finalmente a un<br />

cuerpo perecedero cuando, tras la culminación del gran ciclo de diez<br />

mil años, las almas deban intentar nuevamente ascender a la llanura<br />

de la verdad e iniciar así, de acuerdo con cuan exitosas han sido en su<br />

designio, sus existencias encarnadas {Fdr. 249a).57 Así las cosas, esto<br />

significaría que ni siquiera en la rara y feliz circunstancia, por otra<br />

parte absolutamente hipotética, en que pudiéramos escapar alguna<br />

vez de la rueda de reencarnaciones, existiría la garantía de una elimi­<br />

nación completa de los restos de irracionalidad propios de nuestra<br />

condición humana y mortal.58<br />

El recorrido por los textos aquí vistos nos muestra entonces que,<br />

pese a que Platón reconoce la posibilidad de que la razón humana logre<br />

su máximo desarrollo y junto con esto la conducción de nuestra exis­<br />

tencia, esto podemos conseguirlo únicamente en forma parcial, puesto<br />

5 6 Leemos al respecto en Fdr. 248c3-5: "Cualquier alma que, por haberse vuelto<br />

acompañante del dios, avista algo de las cosas verdaderas, que permanezca<br />

indemne hasta la siguiente revolución y, si siempre es capaz de hacer esto, que esté<br />

siempre ilesa".<br />

57 Si las almas humanas pudieran realmente transformar su caballo negro en un<br />

caballo blanco y así murar en dioses, permanecerían para siempre en esta condi­<br />

ción psicosomática. Sin embargo, el caballo negro, que anhela lo terrenal y carnal,<br />

si bien puede ser apropiadamente entrenado, no es susceptible de ser convertido<br />

en algo de naturaleza diferente. Ai respecto, ver Rowe (2007: 140, nota 55).<br />

58 El énfasis que se pone en el mito del carro con corceles alados de Fedro sobre las<br />

limitaciones del alma humana, a diferencia de los dioses, para conducir la vida<br />

de acuerdo con la racionalidad explicaría que Platón conserve aquí la estructura<br />

tripartita incluso en una existencia post mórtem y no por algún tipo de vacilación<br />

entre un tipo u otro de explicación, como sugiere Robinson (1995: 119-131).


que la eliminación compleca de las perturbaciones procedentes de<br />

aquello que se resiste al control de lo racional no es posible en términos<br />

absolutos, no sólo en nuestra forma de vida presente, sino también<br />

incluso si, después de la muerte, nos fuera dado existir despojados del<br />

soma mortal y sus manifestaciones psíquicas.<br />

i<br />

,1 i

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!