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vidas%20imaginarias

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Pero el Pájaro proseguía su obra paciente, y reunía los círculos, y dividía los ángulos, y<br />

examinaba todas las creaturas bajo todos sus aspectos, y se hacía explicar los problemas<br />

de Euclides por su amigo el matemático Giovanni Manetti. Luego se encerraba y cubría sus<br />

pergaminos de puntos y curvas. Se dedicó al estudio perpetuo de la arquitectura, en el<br />

cual pidió ayuda a Filippo Brunelleschi. Pero no era con la intención de construir. Se<br />

limitaba a observar las direcciones de las líneas, desde los cimientos hasta las cornisas, y la<br />

convergencia de las rectas en sus intersecciones, y la manera de cerrar las bóvedas, y el<br />

escorzo en forma de abanico de las vigas del techo que parecían unirse en las<br />

extremidades de las largas salas. Representaba también a todos los animales y sus<br />

movimientos, y los ademanes de los hombres, a fin de reducirlos a líneas simples.<br />

En seguida, a semejanza del alquimista que se inclinaba sobre las mezclas de metales y de<br />

órganos esperando su fusión en el horno para encontrar oro, Uccello volcaba todas las<br />

formas en el crisol de las formas. Las reunía, las combinaba y las fundía a fin de obtener su<br />

transmutación en la forma simple de la cual dependen todas las otras. Por eso Paolo<br />

Uccello vivió en el fondo de su casita como un alquimista. Creyó que podría transformar<br />

todas las líneas en un solo aspecto ideal. Quiso concebir el universo creado tal como se<br />

reflejaba en el ojo de Dios, que ve surgir todas las figuras desde un centro complejo.<br />

En torno suyo vivían Ghiberti, della Robbia, Brunelleschi, Donatello, orgulloso y dominan‐<br />

do su arte cada uno de ellos, burlándose del pobre Uccello y de su locura de la<br />

perspectiva, lamentando su casa llena de arañas, vacía de provisiones. Pero Uccello era<br />

aun más orgullo‐so. Con cada nueva combinación de líneas esperaba haber descubierto la<br />

manera de crear. Su meta no era la imitación sino el poder de desarrollar soberanamente<br />

todas las cosas, y la extraña serie de caperuzas con pliegues le parecía más reveladora que<br />

las magníficas figuras de mármol del gran Donatello.<br />

Así vivía el Pájaro, y su cabeza pensativa estaba envuelta en su capa. No prestaba atención<br />

a lo que comía ni a lo que bebía. Era muy parecido a un ermitaño. Hasta que un día en un<br />

prado, cerca de un círculo de viejas piedras metidas entre la hierba, advirtió la presencia<br />

de una joven que reía, con la cabeza ceñida por una guirnalda. Llevaba un vestido largo<br />

delicadamente sostenido en el talle por una cinta pálida, y sus movimientos eran flexibles<br />

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