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CÓMO <strong>LEER</strong> <strong>EL</strong> <strong>CUERPO</strong><br />
carácter; nuestros verdaderos principios quedan grabados en nuestra<br />
cara. Estos principios no son necesariamente los que reconocemos tener.<br />
Poco a poco, las situaciones sociales, políticas y económicas de<br />
nuestra vida se van esculpiendo en nuestro rostro. En las caras de las<br />
personas podemos percibir todo tipo de características: inteligencia y<br />
torpeza, carisma y odio a sí mismo, honradez y deshonestidad. Percibimos<br />
estas cosas aun cuando no sabemos nada de la persona a la que estamos<br />
mirando.<br />
A los cuarenta años el carácter ya se nota en la cara. Pero esto no<br />
quiere decir que la cara ya esté terminada; aún queda mucha vida por<br />
delante, para uno y su cara. Pero ya es plenamente responsable de lo<br />
que es y de lo que será.<br />
Las características únicas de cada cara son asombrosas. No hay manera<br />
de expresar esa realidad de manera adecuada. La creatividad del<br />
Universo es pasmosa. Cuando voy por la calle en Tokio, me sorprende<br />
la unicidad y complejidad de las caras japonesas. Y, sin embargo, esas<br />
características faciales tienen muchas similitudes. Al fin y al cabo prácticamente<br />
todos los japoneses tenemos pelo negro (con la excepción de<br />
los que ya lo tienen canoso), piel amarilla y ojos oscuros. Los hombres<br />
somos de altura, peso y constitución similar. Entre las mujeres también<br />
existen muchas similitudes. Y, sin embargo, no hay dos caras iguales.<br />
Cada una tiene su carácter único.<br />
Cuando uno va por una calle en Nueva York, se ve frente a un arco<br />
iris de colores de piel, nacionalidades, estaturas, pesos y formas. La<br />
mente alucina. ¡Qué infinita maravilla! Esa pasmosa variedad ha sido<br />
creada con los mismos elementos básicos: dos ojos, una nariz, una boca,<br />
y una bola irregular como cabeza.<br />
Usted tal vez se pregunte: Dada esta enorme diversidad, ¿cómo es posible<br />
decir algo sobre el rostro humano excepto que cada uno es único?<br />
He aquí otra notable paradoja: en la diversidad encontramos notable<br />
coherencia. El cuerpo humano está formado por una ley universal. Sabemos<br />
que el ADN asegura la integridad de la forma humana básica.<br />
Pero, ¿qué es lo que asegura la integridad de la forma básica del ADN?<br />
La respuesta es: la ley invisible que da forma al Universo. Esa ley en sí<br />
misma es un producto del Gran Espíritu, que es infinitamente creativo<br />
y al mismo tiempo extraordinariamente coherente. Constituye el fundamento<br />
real de la vida. La vida biológica no es otra cosa que un síntoma<br />
de la ley que subyace en el Universo. Si estudiamos los síntomas, o las<br />
manifestaciones externas de la vida, lo que nos revela es la naturaleza no<br />
vista de las cosas bajo la superficie.<br />
En Oriente, a esta ley subyacente o espíritu suele llamarse Tao. En<br />
Occidente, por supuesto, se le da el nombre de Dios. Ni Tao ni Dios se<br />
pueden describir; superan la comprensión humana. Lo que podemos<br />
describir es la ley por la cual se rige. En Oriente llamamos a esta ley yin<br />
Y yang.