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Dietrich Bonhoeffer VIDA EN COMUNIDAD - Centro de Estudio ...

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18 Vida en comunidad La comunidad 19<br />

dad se hará patente para nosotros la única y sola realidad:<br />

Jesucristo y lo que él ha hecho por nosotros. Únicamente<br />

por él nos pertenecemos unos a otros real y totalmente,<br />

ahora y por toda la eternidad.<br />

La fraternidad cristiana<br />

En a<strong>de</strong>lante, <strong>de</strong>bemos renunciar al turbio anhelo<br />

que, en este ámbito, nos empuja siempre a <strong>de</strong>sear algo<br />

más. Desear algo más que lo que Cristo ha fundado entre<br />

nosotros no es <strong>de</strong>sear la fraternidad cristiana, sino ir<br />

en busca <strong>de</strong> quién sabe qué experiencias extraordinarias<br />

que uno piensa que va a encontrar en la comunidad cristiana<br />

y que no ha encontrado en otra parte, introduciendo<br />

así en la comunidad el turbador fermento <strong>de</strong> los propios<br />

<strong>de</strong>seos. Es precisamente en este aspecto don<strong>de</strong> la<br />

fraternidad cristiana se ve amenazada -casi siempre y<br />

ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus comienzos- por el más grave <strong>de</strong> los peligros:<br />

la intoxicación interna provocada por la confusión<br />

entre fraternidad cristiana y un sueño <strong>de</strong> comunidad piadosa;<br />

por la mezcla <strong>de</strong> una nostalgia comunitaria, propia<br />

<strong>de</strong> todo hombre religioso, y la realidad espiritual <strong>de</strong><br />

la hermandad cristiana. Por eso es importante adquirir<br />

conciencia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong> que, en primer lugar, la<br />

fraternidad cristiana no es un i<strong>de</strong>al humano, sino una realidad<br />

dada por Dios; y en segundo lugar, que esta realidad<br />

es <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n espiritual y no <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n psíquico.<br />

Muchas han sido las comunida<strong>de</strong>s cristianas que han<br />

fracasado por haber vivido con una imagen quimérica<br />

<strong>de</strong> comunidad. Es lógico que el cristiano, cuando entra<br />

en la comunidad, lleve consigo un i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> lo que esta<br />

<strong>de</strong>be ser, y que trate <strong>de</strong> realizarlo. Sin embargo, la gra-<br />

cia <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong>struye constantemente esta clase <strong>de</strong> sueños.<br />

Decepcionados por los <strong>de</strong>más y por nosotros mismos,<br />

Dios nos va llevando al conocimiento <strong>de</strong> la auténtica<br />

comunidad cristiana. En su gracia, no permite que<br />

vivamos ni siquiera unas semanas en la comunidad <strong>de</strong><br />

nuestros sueños, en esa atmósfera <strong>de</strong> experiencias embriagadoras<br />

y <strong>de</strong> exaltación piadosa que nos arrebata.<br />

Porque Dios no es un dios <strong>de</strong> emociones sentimentales,<br />

sino el Dios <strong>de</strong> la realidad. Por eso, sólo la comunidad<br />

que, consciente <strong>de</strong> sus tareas, no sucumbe a la gran <strong>de</strong>cepción,<br />

comienza a ser lo que Dios quiere, y alcanza<br />

por la fe la promesa que le fue hecha. Cuanto antes llegue<br />

esta hora <strong>de</strong> <strong>de</strong>silusión para la comunidad y para el<br />

mismo creyente, tanto mejor para ambos. Querer evitarlo<br />

a cualquier precio y preten<strong>de</strong>r aferrarse a una imagen<br />

quimérica <strong>de</strong> comunidad, <strong>de</strong>stinada <strong>de</strong> todos modos a<br />

<strong>de</strong>sinflarse, es construir sobre arena y con<strong>de</strong>narse más<br />

tar<strong>de</strong> o más temprano a la ruina.<br />

Debemos persuadirnos <strong>de</strong> que nuestros sueños <strong>de</strong><br />

comunidad humana, introducidos en la comunidad, son<br />

un auténtico peligro y <strong>de</strong>ben ser <strong>de</strong>struidos so pena <strong>de</strong><br />

muerte para la comunidad. Quien prefiere el propio sueño<br />

a la realidad se convierte en un <strong>de</strong>structor <strong>de</strong> la comunidad,<br />

por más honestas, serias y sinceras que sean<br />

sus intenciones personales.<br />

Dios aborrece los ensueños piadosos porque nos hacen<br />

duros y pretenciosos. Nos hacen exigir lo imposible<br />

a Dios, a los <strong>de</strong>más y a nosotros mismos. Nos erigen en<br />

jueces <strong>de</strong> los hermanos y <strong>de</strong> Dios mismo. Nuestra presencia<br />

es para los <strong>de</strong>más un reproche vivo y constante.<br />

Nos conducimos como si nos correspondiera a nosotros<br />

crear una sociedad cristiana que antes no existía, adaptada<br />

a la imagen i<strong>de</strong>al que cada uno tiene. Y cuando las

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