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Dietrich Bonhoeffer VIDA EN COMUNIDAD - Centro de Estudio ...

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62 Vida en comunidad El día en común 63<br />

El trabajo<br />

A continuación, la jornada <strong>de</strong>l cristiano está <strong>de</strong>dicada<br />

al trabajo. «Sale el hombre a sus labores, a su trabajo<br />

hasta la tar<strong>de</strong>» (Sal 104, 33). En la mayoría <strong>de</strong> los casos,<br />

los miembros <strong>de</strong> la familia se separan durante el<br />

tiempo <strong>de</strong> su trabajo. Orar y trabajar son dos realida<strong>de</strong>s<br />

diferentes. Y si la oración no <strong>de</strong>be ser obstaculizada por<br />

el trabajo, tampoco <strong>de</strong>be serio el trabajo por la oración.<br />

La voluntad <strong>de</strong> Dios, que exige que el hombre trabaje<br />

seis días y <strong>de</strong>scanse el séptimo para alegrarse en su presencia,<br />

exige también que cada día <strong>de</strong>l cristiano esté<br />

marcado por el doble signo <strong>de</strong> la oración y el trabajo. La<br />

oración exige su tiempo, pero las horas <strong>de</strong>l día correspon<strong>de</strong>n<br />

fundamentalmente al trabajo. Sólo dando a estas<br />

dos realida<strong>de</strong>s su valor correspondiente, es posible<br />

<strong>de</strong>scubrir su carácter indivisible. Sin el esfuerzo y el trabajo<br />

<strong>de</strong> lajornada, la oración no es oración, y sin la oración,<br />

el trabajo no es trabajo. Esto únicamente lo sabe el<br />

cristiano. Sólo teniendo un claro conocimiento <strong>de</strong> su diferencia<br />

es como se <strong>de</strong>scubre la unidad entre ambos.<br />

El trabajo coloca al hombre en el mundo <strong>de</strong> las cosas<br />

que esperan su actuación. Del mundo <strong>de</strong> la fraternidad<br />

el cristiano sale al mundo <strong>de</strong> las cosas impersonales,<br />

neutras, que le exigen objetividad; porque el mundo exterior<br />

no es más que un medio por el que Dios libera a<br />

los creyentes <strong>de</strong> ellos mismos, <strong>de</strong> su yo. Para cumplir su<br />

obra en el mundo <strong>de</strong> las cosas Dios hace que el hombre<br />

se olvi<strong>de</strong> <strong>de</strong> sí mismo para enfrentarse con la realidad<br />

objetiva, exigente, impersonal. En el trabajo el hombre<br />

apren<strong>de</strong> a <strong>de</strong>jarse limitar por el objeto <strong>de</strong> su trabajo; <strong>de</strong><br />

este modo el trabajo se convierte en el mejor remedio<br />

contra la pereza e indolencia <strong>de</strong> la naturaleza humana.<br />

El contacto con las cosas mata las exigencias <strong>de</strong> nuestra<br />

carne. Sin embargo, esto sólo es posible si se sabe <strong>de</strong>scubrir,<br />

a través <strong>de</strong> ellas, la presencia <strong>de</strong> Dios, que somete<br />

a sus criaturas a la ley <strong>de</strong>l trabajo para liberarlas <strong>de</strong> sí<br />

mismas. No por ello el trabajo <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser trabajo; es<br />

más, pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que sólo el hombre que conoce el<br />

verda<strong>de</strong>ro sentido <strong>de</strong>l trabajo no teme afrontar su dureza,<br />

en la lucha incesante con el mundo impersonal <strong>de</strong><br />

las cosas. Sin embargo, al encontrar <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las cosas<br />

la presencia personal <strong>de</strong> Dios, el cristiano logra <strong>de</strong>scubrir<br />

la unidad entre oración y trabajo, la unidad <strong>de</strong>l día.<br />

Compren<strong>de</strong> así lo que significa el «orad sin cesar» <strong>de</strong>l<br />

apóstol Pablo (1 Tes 5, 17). Su oración se prolonga durante<br />

toda la jornada, penetra en el trabajo y, lejos <strong>de</strong> interrumpirlo,<br />

lo potencia y lo afirma, dándole seriedad y<br />

alegría. De esta manera, toda palabra, toda acción y todo<br />

trabajo <strong>de</strong>l cristiano se convierte en oración, no en el<br />

sentido ilusorio <strong>de</strong> rehuir la tarea encomendada, sino en<br />

el hecho <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir sin cesar la realidad <strong>de</strong> Dios a través<br />

<strong>de</strong> la severa impersonalidad <strong>de</strong> las cosas. «Todo<br />

cuanto hagáis <strong>de</strong> palabra o <strong>de</strong> obra, hacedlo en el nombre<br />

<strong>de</strong>l Señor» (Col 3, 17).<br />

Conseguida su unidad, la jornada <strong>de</strong>l cristiano toma<br />

un carácter <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n y disciplina. Esta unidad <strong>de</strong>be ser<br />

buscada y hallada en la oración <strong>de</strong> la mañana, y confirmada<br />

en el trabajo. En la oración <strong>de</strong> la mañana, se <strong>de</strong>ci<strong>de</strong><br />

la suerte <strong>de</strong>l día. Con mucha frecuencia, el tiempo<br />

<strong>de</strong>spilfarrado que nos llena <strong>de</strong> vergüenza, las tentaciones<br />

a las que sucumbimos, la <strong>de</strong>bilidad y el <strong>de</strong>saliento en el<br />

trabajo, el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n y la indisciplina en nuestros pensamientos<br />

y en nuestros encuentros con otras personas,<br />

etc., tienen su origen en nuestra negligencia en la oración<br />

<strong>de</strong> la mañana. La oración nos enseña a or<strong>de</strong>nar y distri-

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