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Con el agua al cuello

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cómplices y carga con todas las culpas.<br />

—¿Fue Rashid quien buscó a los inmigrantes que<br />

pegaron los cart<strong>el</strong>es?<br />

—Sí, con apenas tres llamadas a unos conocidos<br />

suyos. Y encargué lo de las pegatinas a Varulkos,<br />

porque podría ser p<strong>el</strong>igroso para Rashid dar la cara<br />

dos veces.<br />

—No dejaste nada <strong>al</strong> azar, ¿eh?<br />

—No, pensé en todo. Cuando vives clavado a<br />

una silla y con un ordenador por toda compañía, lo<br />

único que te queda es pensar y hacer planes.<br />

—¿Querrás decirme qué más has planeado?<br />

—¿Qué t<strong>al</strong> las vacaciones de Fanis y Katerina?<br />

—pregunta en lugar de contestarme.<br />

—¿A qué viene eso? —replico airado.<br />

Tsolakis se echa a reír.<br />

—Tranquilo. No voy a pedirte ningún favor ni un<br />

trato privilegiado por haberles reg<strong>al</strong>ado unas<br />

vacaciones a tu hija y a tu yerno. Para empezar, a Fanis<br />

le debo mucho. Sigo vivo gracias a él, y unas<br />

vacaciones pagadas no s<strong>al</strong>dan esa deuda. En segundo<br />

lugar, procuré <strong>al</strong>ejar a Fanis porque quería dejar de

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