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I N F O R M A C I Ó N - Laboratorios Thea

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Olvidamos que niños movidos, pequeños diablillos que no paran quietos, que ciertamente agotan<br />

con sólo mirarlos, los ha habido siempre. Ahora quizá proliferan más por las actuales circunstancias<br />

de nuestra atolondrada forma de vivir, acabando los adultos por contagiarles nuestro gratuito e<br />

inquietante nerviosismo. Asimismo, los hay –y también los ha habido siempre– niños sumamente<br />

distraídos, perdidos en sus pensamientos y sumergidos en sus fantasías, refugiados en una rica y<br />

gratificante imaginación que les hace autosuficientes. Y todos ellos son niños totalmente normales,<br />

inteligentes, vitalistas y creativos. Futuros artistas muchos de ellos. Entonces, ¿por qué esta ansia que<br />

ahora nos ha entrado de pronto de que todo el colectivo infantil y juvenil debe estar bien quietecito<br />

y bien concentrado?<br />

Sin ánimo de ser nostálgico, pero cuando echo la vista atrás recuerdo lo que hacían los maestros de<br />

antaño cuando tenían que bregar con alumnos difíciles que no paraban quietos en el aula, que se<br />

revolvían y retorcían como serpientes en sus pupitres, como si les quemara el asiento, alterando el<br />

ritmo de la clase o distrayendo con payasadas a los compañeros. Aquellos docentes no sabían nada<br />

de alteraciones bioquímicas en las conexiones neuronales cerebrales del TDAH como hoy día conocemos,<br />

y sin embargo sabían intuitivamente cuando tenían que mandar al alumno hiperactivo a<br />

hacer algún recado fuera de clase, porque calculaban con precisión el escaso tiempo de atención y<br />

de permanecer sentado sin levantarse de que disponía el crío en cuestión. Y así salvaban las apacibles<br />

horas lectivas. También participaban en el buen hacer parental numerosos progenitores que les había<br />

tocado en suerte un retoño inquieto. ¿Dónde ha quedado aquella sabiduría popular curtida a base<br />

de paciencia y comprensión?<br />

Volviendo a la actual afición por “empastillar” a los niños movidos y distraídos, voy a exponerle<br />

en estas páginas otras posibilidades terapéuticas que no pasan necesariamente por la de específicos<br />

fármacos (aunque, vaya por delante: todos ellos son de gran eficacia en el tratamiento del TDAH),<br />

sino que, además, me referiré a tratamientos que se fundamentan en remedios más naturales,<br />

administrados en el campo dietético, a base de suplementos vitamínicos, minerales, ácidos grasos,<br />

aminoácidos, etc.; o bien con dietas excluyentes de aditivos alimentarios o de determinados<br />

nutrientes alergizantes, etc. Tratamientos, en suma, coadyuvantes o alternativos a la farmacopea<br />

clásica utilizada en el TDAH y a los cuales dedicaré un mayor énfasis en esta monografía por tratarse<br />

de algo “novedoso” en nuestras latitudes 1,2,3 .<br />

Para terminar esta introducción, permítame que le exponga dos anécdotas muy próximas. Una, la del<br />

amigo y eficaz colega sevillano afincado en Nueva York, Luis Rojas Marcos, cuando me relataba que<br />

en sus años mozos lo tenían sentado en la escuela en un solitario pupitre pintado de negro (los demás<br />

eran de color madera), relegado al fondo de la clase. Otra, mía, cuando en mis primeros años escolares<br />

me habían llegado a atar a la silla para que no me levantara en clase. Ambos, Luis y yo, ahora, probablemente<br />

seríamos diagnosticados de TDAH y tratados como tales. Entonces nadie nos puso etiqueta<br />

de TDAH (obviamente, no se conocía esta entidad como ahora), tampoco nadie nos dio pastillas, y no<br />

creo que nos haya ido tan mal…<br />

DIAGN<strong>Ó</strong>STICO Y TRATAMIENTO DEL TDAH

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