193 - Institut Metropolità del Taxi
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El perfil<br />
Tocar la trompeta es para José una forma de relajarse.<br />
Un violonchelo (“falla mucho”):<br />
“Aisshhhhh”.<br />
Una batería, que aplasta como una<br />
piedra a sus predecesores, como las<br />
interjecciones de los bocadillos de los<br />
cómics de Flash Gordon: “Zas,<br />
Paamm, TXWIX, Bahh”.<br />
Dos bombos, que, hermanados,<br />
resultan clamorosamente atronadores:<br />
“Buuun, Baaaam”.<br />
Un teclado, que se cuela en este<br />
entierro, como la sirena de una<br />
ambulancia que espera que los<br />
coches que tiene por <strong>del</strong>ante se<br />
aparten de su carril: “Niro Ni, Niro<br />
Ni, Fiu Fiu”.<br />
Cuando se disponen a ejecutar el<br />
pasodoble Certamen Levantino, de<br />
Pascual Marquina, el engranaje<br />
tarda unos segundos en ponerse en<br />
marcha. Alguno de los siete saxos se<br />
hace un lío con las almohadillas de<br />
latón y las llaves de nácar, y los problemas<br />
acústicos crecen. Otro de los<br />
saxos se olvidó las partituras en casa.<br />
Los otros cuatro saxos…, duros de<br />
oído:<br />
“En la Agrupación Musical <strong>del</strong> <strong>Taxi</strong>, se sienta con otros tres<br />
trompetas”<br />
—¿Cuál ha dicho?<br />
—La Cervantina.<br />
—¿Cuál?<br />
—La Cervantina, La Cervantina.<br />
—¡Ah, vale, vale!<br />
Cuando entran los clarinetes, lo<br />
hacen con una claridad asombrosa.<br />
Los labios en la boquilla de ebonita y<br />
los dedos encajados en los agujeros<br />
<strong>del</strong> cuerpo inferior dan con el timbre<br />
armónico adecuado.<br />
Con la batería, la banda <strong>del</strong> taxi se<br />
emociona, se tambalea por los golpes<br />
secos. Ricardo Taratuta usa las<br />
baquetas como el cómitre de las<br />
galeras turcas tocaba el bombo para<br />
que los cruzados infieles remaran. Lo<br />
hace al ritmo que marcan sus brazos<br />
de hincha de la Barra Brava <strong>del</strong> Boca<br />
Juniors. Ricardo prefiere el tango<br />
argentino, pero las salsas y las rumbas<br />
también requieren de unos buenos<br />
goliats.<br />
42<br />
Cuando entra el Fa Mi de la tuba, el<br />
aire corre más rápido, con las octavas<br />
descarriadas por las escotaduras<br />
<strong>del</strong> éter.<br />
Si el violonchelo no falla (“es que este<br />
hombre…”, ríe), y los bemoles afinados<br />
suben como un cucurucho de<br />
vainilla de cinco bolas, y si la trompa<br />
se vuelve una deslenguada, y expectora<br />
por la campana las caracolas de<br />
todos los registros, la cosa suena<br />
bien. Nada mal: “Tirorí tirorá tiroríniiiiiii,<br />
niiiiiiiii, niiiiiii, duuu, duuuuuu,<br />
duu, niiiii-fiuuuuuuuu-boommmmmssssssssssssss-bbbbbboommmmmaisshhhhh-zas,<br />
Paamm, TXWIX,<br />
Bahh-buuun, baaaam- Niro Ni, Niro<br />
Ni, Fiu Fiu”.<br />
Llueve. La lluvia suena como un<br />
pasodoble. El taxista José Álvarez<br />
cierra los ojos y sopla su trompeta:<br />
“Hacemos lo que podemos.”