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SI HAY INFIERNO, SI HAY DIABLO, SI HAY KARMA<br />
Interprétese la palabra “inocentes”, no en su forma prístina original, sino<br />
como ignorancia radical.<br />
Ciertamente, aquel que desconoce los misterios del sexo, es ignorante<br />
aunque presuma de sabio y posea una vasta erudición.<br />
Recuerde que hay muchos ignorantes ilustrados que no solamente ignoran,<br />
sino que además ignoran que ignoran, ¿entendido?<br />
P. — Maestro, ¿quiere usted decir que la persona que no ha fabricado<br />
sus cuerpos solares no ha sido bautizado?<br />
R. — Distinguido joven, me alegra su pregunta, la que nos da base para<br />
una bella explicación. Las Sagradas Escrituras hablan claramente del traje<br />
de bodas del alma, el To Soma Heliacon, el cuerpo de oro del Hombre<br />
Solar, viva representación de los cuerpos suprasensibles que toda criatura<br />
humana debe formar.<br />
En nuestros pasados libros ya hablamos claramente sobre el trabajo relacionado<br />
con la creación de los cuerpos existenciales del Ser y por ello creo<br />
que nuestros estudiantes gnósticos podrán ahora entendemos.<br />
Es indubitable que el animal intelectual equivocadamente llamado hombre<br />
no posee tales vehículos y, por lo tanto, debe crearlos, trabajando en la<br />
Fragua Encendida de Vulcano (el sexo). Me viene a la memoria en estos<br />
instantes el caso de un amigo que desencarnó hace ya algunos años. Aquél<br />
era un gnóstico convencido. <strong>Si</strong>n embargo, no alcanzó a fabricar sus cuerpos<br />
existenciales del Ser. Esto pude evidenciarlo en la región de los muertos,<br />
en el limbo.<br />
Fuera del cuerpo físico le encontré, tenía aspecto gigantesco y su rostro<br />
espectral era ciertamente de panteón o cementerio.<br />
Anduve con él por distintos lugares, por diversas calles de una ciudad.<br />
Incuestionablemente, bajo la región tridimensional de Euclides, en el Limbo.<br />
“Está usted muerto”, le dije. “¿Cómo? ¡Imposible!, yo estoy vivo”, tal fue<br />
su respuesta.<br />
Al pasar cerca de una regia mansión, le hice entrar con el propósito de que<br />
se mirase en un espejo. Él obedeció mi inclinación y, entonces, lo vi muy<br />
sorprendido.<br />
“Trate de flotar”, continué diciéndole, “dé un saltito, para que se convenza<br />
usted de que ya está muerto”. Aquel fantasma, obedeciendo, quiso volar,<br />
mas lo vi precipitarse de cabeza en vez de ascender como las aves. En esos<br />
instantes asumió diversas figuras animalescas. “Tiene usted ahora forma<br />
de caballo, de perro, de gato, de tigre”, así le fui diciendo conforme sus<br />
distintas facetas animalescas resaltaban.<br />
Ciertamente, aquel fantasma estaba formado por un conjunto de yoes pendencieros<br />
y gritones que se penetraban y compenetraban mutuamente sin<br />
confundirse. Inútiles fueron mis esfuerzos, aquel desencarnado no pudo<br />
entenderme, era un habitante de la región de los muertos. Una suma de<br />
yoes personificando defectos psicológicos.<br />
A pesar de que aquel amigo había conocido la Gnosis, no había logrado<br />
fabricar su cuerpo astral. Ahora sólo tenía ante mí vista un conjunto de<br />
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