soldados de españa - Ejército de tierra - Ministerio de Defensa
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EL TENIENTE GENERAL BENAVIDES<br />
Con casi total seguridad, el lector, si vive en Santa Cruz <strong>de</strong> Tenerife, habrá paseado en más <strong>de</strong> una ocasión por una<br />
céntrica calle que discurre entre las Ramblas y el barranco <strong>de</strong> Santos, y en algunas <strong>de</strong> cuyas esquinas se encuentran<br />
sendas placas en las que se pue<strong>de</strong> leer, con sencillez espartana, una sola palabra: Benavi<strong>de</strong>s.<br />
Si no fuera triste, merecería la pena hacer una encuesta<br />
entre los viandantes que caminen bajo una <strong>de</strong> esas<br />
placas y preguntarles si saben quien era el personaje<br />
al que la ciudad <strong>de</strong>dicó ese recuerdo. Es apostar sobre<br />
seguro que la gran mayoría <strong>de</strong>sconocerá que se trató <strong>de</strong><br />
uno <strong>de</strong> los tinerfeños más <strong>de</strong>stacados en las páginas <strong>de</strong><br />
nuestra Historia y, especialmente, en la relación secular<br />
entre las Islas y la América Hispana. Y más difícil será<br />
aún que sepan que fue un Teniente General <strong>de</strong> los Reales<br />
<strong>Ejército</strong>s y que su lugar <strong>de</strong> enterramiento pue<strong>de</strong> ser visitado<br />
en la santacrucera Iglesia <strong>de</strong> la Concepción.<br />
Sí; allí está el único recuerdo que nos ha quedado<br />
<strong>de</strong> él: una rajada y <strong>de</strong>sgastada lápida, recientemente<br />
restaurada, pero en la que, y pese a ello, es muy difícil leer<br />
el epitafio inscrito; una losa sepulcral a la entrada <strong>de</strong>l templo<br />
cuya rehabilitación llevaba años proponiendo la Tertulia<br />
Amigos <strong>de</strong>l 25 <strong>de</strong> Julio e hizo realidad el Cabildo <strong>de</strong> Tenerife;<br />
una antigua piedra que, en ocasiones, queda oculta por la<br />
alfombra roja que se coloca en el pasillo central <strong>de</strong>l templo<br />
con motivo <strong>de</strong> <strong>de</strong>terminadas solemnida<strong>de</strong>s.<br />
En resumen, ni una aclaración en la placa <strong>de</strong> la calle;<br />
ni un recuerdo en la que fue su última vivienda, y lugar <strong>de</strong><br />
su fallecimiento, el antiguo Hospital (se<strong>de</strong> hoy <strong>de</strong>l Museo <strong>de</strong><br />
la Naturaleza y el Hombre); ni un monumento, o al menos<br />
un busto, en alguna plazuela <strong>de</strong>l casco antiguo, para, como<br />
dice Ana Lola Borges, saldar la <strong>de</strong>uda que Santa Cruz tiene<br />
con don Antonio Benavi<strong>de</strong>s. Rompamos, pues, a través <strong>de</strong><br />
las páginas <strong>de</strong> nuestra Hespéri<strong>de</strong>s, una humil<strong>de</strong> lanza por<br />
su recuerdo cuando se acaban <strong>de</strong> cumplir 250 años <strong>de</strong> su<br />
fallecimiento.<br />
Nació don Antonio <strong>de</strong> Benavi<strong>de</strong>s Bazán y Molina<br />
el 8 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1678 en la norteña localidad <strong>de</strong> La<br />
Matanza <strong>de</strong> Acentejo. Don Andrés, su padre, llegó a ser<br />
Capitán <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las Compañías <strong>de</strong> Milicias <strong>de</strong>l Regimiento<br />
<strong>de</strong> La Orotava, y dicen los biógrafos <strong>de</strong>l hijo que sus<br />
progenitores “eran muy conocidos y recomendados por su<br />
probidad y honra<strong>de</strong>z”, virtu<strong>de</strong>s que supieron inculcar, por<br />
lo que sabemos, al menos en uno <strong>de</strong> los 7 vástagos <strong>de</strong>l<br />
matrimonio, nuestro don Antonio.<br />
Pese a que éste pronto dio muestras <strong>de</strong> ser un chico<br />
<strong>de</strong>spierto e inteligente, no parece aventurado afirmar que<br />
el futuro que se le ofrecía estaría limitado en lo geográfico<br />
por la “dorsal” y el mar, y en lo social por las escasas<br />
posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la época, pero ocurrió un hecho que<br />
cambió el rumbo <strong>de</strong> su previsto <strong>de</strong>stino.<br />
Como es bien conocido, en aquellos tiempos<br />
existían en Santa Cruz unos “ban<strong>de</strong>rines <strong>de</strong> enganche”<br />
o “centros <strong>de</strong> reclutamiento” bajo la <strong>de</strong>nominación <strong>de</strong><br />
Ban<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> Cuba y La Habana, que tenían la misión <strong>de</strong><br />
reclutar e instruir a jóvenes para servir en los Regimientos<br />
que llevaban esos mismos nombres, <strong>de</strong> guarnición en la<br />
“Perla <strong>de</strong> las Antillas”. Un buen día, un Oficial <strong>de</strong> la Ban<strong>de</strong>ra<br />
<strong>de</strong> La Habana en esa labor <strong>de</strong> proselitismo, pasó por La<br />
Matanza y se alojó en casa <strong>de</strong> los Benavi<strong>de</strong>s, don<strong>de</strong> pronto<br />
notó, según uno <strong>de</strong> los biógrafos <strong>de</strong> don Antonio, que “la<br />
franqueza y generosidad <strong>de</strong>l padre se correspondían con el<br />
<strong>de</strong>spejo y la viveza <strong>de</strong>l hijo”, por lo que intuyó que en aquel<br />
joven sano, robusto y afable, que a<strong>de</strong>más mostraba una<br />
clara inteligencia, había ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> soldado.<br />
No tardó Antonio, persuadido por las palabras <strong>de</strong>l<br />
reclutador y con la autorización paterna, en <strong>de</strong>cidirse a<br />
sobrepasar los citados límites geográficos y sociales y<br />
marchar, quizás para no volver, a la mítica Cuba. Y allí, en<br />
una <strong>de</strong> las Compañías <strong>de</strong>l Regimiento <strong>de</strong> La Habana, vistió,<br />
con 21 años, el uniforme <strong>de</strong> Ca<strong>de</strong>te.