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03. Materiales. Primaria - Actividades para Colgante.pdf

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AMBIENTACI”N<br />

Propuesta de actividades <strong>para</strong> el<br />

COLGANTE en PRIMARIA:<br />

Objetivos:<br />

- Comprender que en la escuela hemos de<br />

aprender a soÒar, <strong>para</strong> que nadie sea esclavo.<br />

- Valorar que creer y soÒar nos hace m·s<br />

inteligentes, m·s libres, m·s creativosÖ Y creer y<br />

soÒar juntos, m·s todavÌa.<br />

Los cuentos no son <strong>para</strong> que todos seamos artistas<br />

sino <strong>para</strong> que nadie sea esclavo.<br />

(Gianni Rodari)<br />

Presentamos varios cuentos. El maestro deber· decidir cu·ndo y cu·les son m·s<br />

apropiados.<br />

Cada educador puede modificar, adaptar, inventar lo que crea conveniente <strong>para</strong><br />

trabajar el lema del curso a travÈs del cuento. Lo que presentamos sÛlo es una<br />

ayuda.<br />

Si utilizas varios cuentos tendr·s que decidir en cu·l vas a hacer entrega del<br />

colgante.<br />

Material necesario:<br />

- un bote de purpurina <strong>para</strong> espolvorear.<br />

- una vela (encender en el momento de oscurecer la clase o la sala donde<br />

contemos el cuento)<br />

- una cajita, y dentro tantos colgantes como alumnos tengamos.<br />

- cualquier otro objeto que ayude a ambientar el cuento, los cuentos.<br />

- unos evangelios, <strong>para</strong> sacar alguna par·bola apropiada, y conectar con los<br />

cuentos y el lenguaje simbÛlico.<br />

ReflexiÛn <strong>para</strong> el educador:<br />

- Adapta las siguientes frases al nivel de tus alumnos:<br />

+ Los cuentos pretenden liberar nuestra intuiciÛn, abrirnos a la esperanza,<br />

dotar de significado.<br />

+ Los cuentos no son una lecciÛn estructurada, sino una invitaciÛn a<br />

soÒar.<br />

+ Los cuentos, como las par·bolas del Evangelio, tocan la interioridad de<br />

las personas, aquella sabidurÌa misteriosa que nos habita.<br />

+ Los cuentos sirven <strong>para</strong> iluminar la existencia, las relaciones, nuestro<br />

crecimientoÖ


Din·mica del cuento: (Por ejemplo)<br />

- El cuento que vamos a escuchar va de estrellas.<br />

- (Oscurecer la clase ñ Encender una vela)<br />

(Susurrando) Las estrellas sÛlo se ven en la oscuridad<br />

- Por eso iniciamos el cuento poniendo ìpolvo de estrellasî en la clase, o sobre<br />

cada uno de los alumnos (En el cuento: ìla estrella amarillaî hay un momento de<br />

la narraciÛn <strong>para</strong> espolvorear la purpurina)<br />

Empleo did·ctico del cuento:<br />

- En principio un cuento no hay que explicarlo. Menos todavÌa antes de contarlo.<br />

- Lo mejor es dejar pasar un tiempo, unos dÌas, y retomar el mensaje del cuento.<br />

Adem·s los niÒos llevar·n el colgante. Podemos investigar quÈ les ha quedado<br />

del mensaje del cuento: øDe quÈ iba el cuento? øQuÈ aprendimos con el cuento?


La estrella amarilla<br />

ExistÌan millones de estrellas en el cielo, estrellas de todos los colores: blancas,<br />

plateadas, verdes, rojas, azules, doradas. Un dÌa, inquietas, ellas se acercaron a<br />

Dios y le propusieron:<br />

-SeÒor, nos gustarÌa vivir en la Tierra, convivir con las personas.<br />

-AsÌ ser· hecho, respondiÛ el SeÒor. Las convertirÈ todas en estrellas pequeÒitas,<br />

tal como se ven de lejos, <strong>para</strong> que puedan bajar a la Tierra.<br />

Se cuenta que en aquella noche hubo una fant·stica lluvia de estrellas<br />

(espolvorear la purpurina)<br />

Algunas se acurrucaron en las torres de las iglesias, otras fueron a jugar y correr<br />

junto con las luciÈrnagas por los campos, otras se mezclaron con los juguetes de<br />

los niÒos.<br />

La Tierra quedÛ, entonces, maravillosamente iluminada.<br />

Pero con el correr del tiempo, las estrellas decidieron abandonar a los hombres y<br />

volver al cielo, dejando a la tierra oscura y triste.<br />

-øPor quÈ volvieron? - preguntÛ Dios, a medida que ellas iban llegando al cielo.<br />

-SeÒor, nos fue imposible permanecer en la Tierra, existe allÌ mucha miseria,<br />

mucha violencia, hay demasiadas injusticias.<br />

El SeÒor les contestÛ:<br />

-°Claro! Ustedes pertenecen aquÌ, al Cielo. La Tierra es el lugar de lo transitorio,<br />

de aquello que cae, de aquÈl que yerra, de aquÈl que muere. Nada es perfecto.<br />

El Cielo es el lugar de lo inmutable, de lo eterno, de la perfecciÛn.<br />

DespuÈs de que habÌa llegado gran cantidad de estrellas, Dios verificÛ la<br />

cantidad y hablÛ de nuevo:<br />

-Nos est· faltando una estrella ødÛnde estar·?<br />

Un ·ngel que estaba cerca replicÛ:<br />

-Hay una estrella que resolviÛ quedarse entre los hombres. Ella descubriÛ que su<br />

lugar es exactamente donde existe la imperfecciÛn, donde hay lÌmites, donde las<br />

cosas no van bien, donde hay dolor.<br />

øQuÈ estrella es esa? - volviÛ a preguntar.<br />

-Es la Estrella de la Escuela, SeÒor, la estrella amarilla. La ˙nica estrella de ese<br />

color.<br />

Y cuando miraron <strong>para</strong> la tierra, la estrella no estaba sola.<br />

(Sacar de una cajita ñpor ejemplo la cajita del lema del aÒo pasado- los<br />

colgantes <strong>para</strong> cada niÒo)<br />

Entonces, la Tierra estaba nuevamente iluminada porque habÌa una estrella<br />

amarilla en el corazÛn de cada persona.


Porque Dios quiere que cada persona sea capaz de crecer y soÒar, por eso<br />

permitiÛ que la estrella se quedara en la escuela.<br />

Dios ha creado todo, el mundo y las estrellas, pero quiere que tambiÈn nosotros<br />

creemos el futuro, nos llenemos de ideas y hagamos cosasÖ<br />

- <strong>para</strong> que todo lo que es imperfecto mejore,<br />

- <strong>para</strong> que todo el que se sienta inseguro, reciba ayuda,<br />

- <strong>para</strong> que juntos creemos un mundo mejor.<br />

Has recibe en este momento esta Estrellita Amarilla, cuÈlgala en tu cuello, <strong>para</strong><br />

que nunca olvides que Dios te la ha regalado.<br />

No dejes que ella huya y no permitas que se aparte.<br />

Sigue aprendiendo, sigue queriendo a los dem·s, aunque no seas perfecto,<br />

aunque no sean perfectosÖ<br />

°llevas la estrella!


El ladrÛn de sueÒos<br />

Dos advertencias en este cuento:<br />

1.- El cuento va sobre un sueÒo materialistaÖ øse puede adaptar o continuar con<br />

otro tipo de sueÒos que dependan menos del dinero?<br />

2.- El que sale mal <strong>para</strong>do es un maestroÖ øsomos demasiado realistas con<br />

nuestros alumnos? øcu·l es el equilibrio entre soÒar y fantasear? Bueno, ahora ya<br />

es un meta-cuentoÖ pero nos puede servir <strong>para</strong> la clase y °<strong>para</strong> el claustro!<br />

Ante un grupo de niÒos un hombre narrÛ la siguiente historia:<br />

ëHabÌa una vez un muchacho quien era hijo de un cuidador de caballos. El<br />

padre del muchacho era pobre y contaba con apenas unos pocos<br />

recursos <strong>para</strong> mantener a su familia y mandar al muchacho a la escuela.<br />

Una maÒana en la escuela, estando el muchacho en la clase, el profesor le<br />

pidiÛ a los alumnos que escribieran la meta que quisieran alcanzar <strong>para</strong><br />

cuando fueran adultos.<br />

El joven escribiÛ una composiciÛn de siete p·ginas esa noche en la que<br />

describÌa su meta.<br />

EscribiÛ su sueÒo con mucho detalle y hasta dibujÛ un plano de todo el<br />

proyecto:<br />

la finca, las cuadras, la ganaderÌa, el terreno y la casa en la que querÌa<br />

vivir; en fin, puso todo su corazÛn en el proyecto y al dÌa siguiente lo<br />

entregÛ al profesor.<br />

Dos dÌas m·s tarde, recibiÛ de vuelta su trabajo suspendido, y con una<br />

nota que decÌa: ìvenga a verme despuÈs de clasesî.<br />

El chico del sueÒo fue a ver a su profesor y le preguntÛ øpor quÈ me<br />

suspendiÛ? El profesor le dijo: ìes un sueÒo poco realista <strong>para</strong> un chico<br />

como t˙. No tienes recursos; vienes de una familia pobre. Para tener lo<br />

que quieres hacen falta muchas cosas y adem·s mucho dineroî.<br />

Tienes que comprar el terreno, pagar por la crÌa original y despuÈs tendr·s<br />

muchos gastos de mantenimiento. No podrÌas hacerlo de ninguna manera.<br />

A continuaciÛn el profesor agregÛ: ìsi vuelves a hacer el trabajo con<br />

objetivos m·s realistas, reconsiderarÈ tu notaî.<br />

El chico volviÛ a su casa y pensÛ mucho. TambiÈn le preguntÛ a su padre<br />

quÈ debÌa hacer. …ste le respondiÛ: ìmira hijo, tienes que decidir por ti<br />

mismo; de todos modos, creo que es una decisiÛn importante <strong>para</strong> ti,<br />

øcierto?î<br />

Finalmente despuÈs de reflexionar durante una semana, el chico entregÛ el<br />

mismo trabajo, sin hacer cambio alguno.<br />

Le dijo al profesor: ìusted puede quedarse con mi mala nota, yo me<br />

quedarÈ con mi sueÒoî.í


Al concluir el hombre mirÛ a los niÒos y les dijo: ìles cuento esta historia porque<br />

es mi historia. AquÌ estamos en medio de la casa de mis sueÒos, dentro de la<br />

finca que me propuse conseguir, porque Èsa era la meta de mi vida. A˙n<br />

conservo aquella tarea del colegio enmarcada sobre la chimenea".<br />

Luego agregÛ: "lo mejor de la historia es que hace dos aÒos, ese mismo profesor<br />

trajo a treinta chicos a visitar mi finca". Y al irse el profesor me dijo: "mira, ahora<br />

puedo decÌrtelo. Cuando era tu profesor, era una especie de ladrÛn de sueÒos.<br />

Durante esos aÒos, le robÈ un montÛn de sueÒos a los niÒos. Por suerte tuviste la<br />

suficiente fortaleza <strong>para</strong> no abandonar el tuyoí."<br />

No dejemos que nadie nos robe nuestros sueÒos, ni tampoco les robemos a<br />

otros los suyos.


HABÕA UNA VEZ... UN HADA...<br />

...muy bella que protegÌa un bosque encantado.<br />

Su belleza era tanto externa como interna. Sus largos cabellos rosados<br />

acariciaban sus pequeÒos hombros; sus profundos ojos violetas reflejaban los<br />

destellos del sol; su sonrisa era dulce y tibia como un beso matinal y su voz<br />

contenÌa todos los sonidos de la Naturaleza.<br />

Su cuerpo estaba cubierto por una larga t˙nica azul; abrazaba su cintura un hilo<br />

de luna y sus pies estaban protegidos por hojas de abedul.<br />

Sus manos eran perfectas: suaves al tacto, prolongaciones de Amor y de caricias<br />

divinas.<br />

Sobre su frente brillaba un punto de luz, como un diamante puro, pero la principal<br />

caracterÌstica era que tenÌa una preciosa estrella dorada colgada en el cuello, que<br />

titilaba al comp·s de su respiraciÛn.<br />

Asombrada por lo que veÌa me acerquÈ a ella y sin hablar nos comunicamos,<br />

sÛlo a travÈs de la intuiciÛn y de la imaginaciÛn.<br />

Fue maravilloso lo que descubrÌ: me revelÛ su secreto, que, en realidad no era un<br />

secreto sino algo que todos poseemos.<br />

SentÌ y percibÌ dentro de mÌ el supremo mensaje. Estaba envuelto con luces<br />

m·gicas y decÌa algo asÌ:<br />

"Siempre que tengas un ratito... juega".<br />

" Encuentra siempre motivos <strong>para</strong> reÌrte".<br />

"Siempre que tengas oportunidad... abraza a tus seres queridos y demuÈstrales<br />

cu·nto los tienes en cuenta.<br />

"SÈ feliz siempreî<br />

"SueÒa siempre que se cumplen todos tus buenos deseos".<br />

"Trata siempre de demostrar Amor a TODOS los seres de la Naturaleza, de todas<br />

las clases: a las plantas, a los animales, a las personas, a las piedras, a lo que<br />

vemos y a lo que no vemos pero percibimos.<br />

"Trabaja siempre <strong>para</strong> construir un Mundo Mejor, un Mundo sin l·grimas, un<br />

Mundo sin guerras, un Mundo sin violencia, un Mundo lleno de Amor y AlegrÌas,<br />

un Mundo en el que TODOS compartamos las ganas de vivir AMANDO"...<br />

Me sentÌ inmersa en una nube de Felicidad, y fue conmovedor cuando descubrÌ<br />

que en mi cuello tambiÈn brillaba una preciosa estrella dorada que titilaba al<br />

comp·s de mi respiraciÛn.<br />

(Repartir en este momento los colgantes con la estrella, pero sin que se la<br />

cuelguen)<br />

Tuve la certeza de que TODO ES POSIBLE,


de que TODO DESEO SE CUMPLE<br />

SI NACE DESDE LO M¡S PROFUNDO DEL ALMA.<br />

No encontraba una palabra <strong>para</strong> ponerle nombre a lo que estaba sucediendo,<br />

pero de repente recordÈ que "en el lenguaje de la Luz las palabras no importan<br />

mucho".<br />

El Hada que protegÌa el bosque encantado me contÛ, ahora sÌ con palabras, que<br />

un Ser muy importante y muy especial le habÌa concedido la misiÛn de regalar<br />

estrellas y colocarlas en los corazones de todos los seres que desearan vivir un<br />

mundo nuevo y feliz.<br />

Me revelÛ que TODOS poseemos, dentro de nosotros, un bosque encantado.<br />

Un bosque lleno de enormes ·rboles y perfumadas flores.<br />

Un bosque pintado con gotas de rocÌo y coloreado con luz de luna.<br />

Un bosque habitado por millones de seres que colaboran y trabajan <strong>para</strong> que<br />

luzca m·s bello.<br />

Un bosque m·gico que envuelve en su centro la esencia de todo lo que es y de<br />

todo lo que existe: el cariÒo, el AMOR...<br />

El hadita que protegÌa el bosque encantado (que no era otra que yo misma) me<br />

invitÛ a recorrerlo y a regalar estrellas y a colocarlas en los cuellos, cerca del<br />

corazÛn de mis compaÒeros y compaÒeras<br />

(cada uno puede ponerle el colgante a otro),<br />

y no sÛlo de mis compaÒeros, sino de todos los seres deseosos de compartir un<br />

Mundo de Amor.<br />

AsÌ lo hice: descubrÌ que todos anhelamos el bien, la felicidad, la salud, la paz, la<br />

alegrÌa de saber que somos amados por el Amor.<br />

ColoquÈ en infinitos corazones la Estrella Dorada. Cada una brillaba a su manera,<br />

pero todas lo hacÌan. Cada una era una especie distinta, pero todas conformaban<br />

el inmenso bosque encantado que es el Universo.<br />

Dentro de todos hay una presencia que nos protege, que vela por nuestro interno<br />

bosque m·gico, que posee una tierna mirada y una dulce sonrisa, que acaricia<br />

con sus cabellos rosados nuestros hombros cansados, que nos mima con sus<br />

manos divinas y que hace brillar en su plenitud a la gran Estrella Dorada que es<br />

regalo de la Vida.<br />

Es mi m·s sincero deseo que logres descubrir a tu Estrella Dorada. SÛlo hay que<br />

anhelarlo firmemente y con certeza. Cerrando los ojos, relajanto la mente,<br />

entreg·ndose al Amor e intern·ndose en el Bosque Encantado, asÌ lo lograr·s y<br />

conseguir·s encontrarla.<br />

AnÌmala <strong>para</strong> que brille como ella sabe hacerlo y ser·s y te convertir·s en un hijo<br />

e hija de Dios. En su centro sus destellos cantan:<br />

"TODOS Y TODO FORMAMOS PARTE DEL AMOR"


El robo de la estrella<br />

- Cuento sencillo <strong>para</strong> Navidad (adaptaciÛn de un cuento de MarÌa Mateo Manso)<br />

- Prep·rate tambiÈn las cuestiones que vamos a preguntar <strong>para</strong> continuar el cuentoÖ ahÌ<br />

est· la gracia.<br />

- Previamente el educador debe esconder una estrella (o la caja con los colgantes <strong>para</strong><br />

cada alumno) en un lugar especial: en el BelÈn (sin que se encuentre a la primera, eh)Ö<br />

- Si ya has repartido los colgantes puedes volverlos a recoger un dÌa o dos antes de<br />

contar el cuento (a cada uno se le coloca una etiqueta con el nombre del propietario) y<br />

escenificas que te los han robado de la mesa del profe.<br />

…rase una vez un pueblo llamado Noel donde la gente estaba prepar·ndose <strong>para</strong> la<br />

Navidad. Estaba Noel lleno de luces de todos los colores que existÌan.<br />

El abeto tenÌa una estrella brillante, <strong>para</strong> los noelienses significaba mucho.<br />

Cuando Noel dormÌa, unos ladrones les robaron la estrella.<br />

Al dÌa siguiente las personas de Noel se dieron cuenta de que la estrella habÌa<br />

desaparecido.<br />

Las personas se pusieron muy tristes.<br />

Y se organizaron <strong>para</strong> encontrar la estrella.<br />

(Din·mica:<br />

- Preguntar a los alumnos:<br />

øQuiÈn habr· robado la estrella?<br />

øQuiÈn roba las ilusiones?<br />

øQuÈ circunstancias hacen que la gente pierdas sus sueÒos?<br />

øPor quÈ hay gente desanimada, triste?<br />

øQuiÈn tiene el poder de robar estrellas?<br />

øLa gente que no tiene buen corazÛn?<br />

øLos que se aprovechan de los dem·s?<br />

øLos que tienen poder y no buscan el bien de las personas?<br />

øHerodes o los Reyes Magos? øPor quÈ?<br />

øQuÈ se necesita <strong>para</strong> buscar estrellas?<br />

øImaginaciÛn? øCreatividad?<br />

øEstudios? øDecisiÛn?<br />

øDinero? øExisten detectores de estrellas?<br />

øTrabajo en equipo o cada uno a la suya?<br />

øDÛnde puede estar la estrella?<br />

Dar pistasÖ<br />

Entre lo m·s humilde, en lo m·s pobre, en lo m·s sencillo.<br />

Y cuando los habitantes de Noel recuperaron la estrella (o las estrellas)Ö<br />

Recuperaron la felicidadÖ øpor quÈ crees que recuperaron la felicidad?<br />

øQuÈ hicieron a partir de ahora?<br />

øQuÈ harÌan <strong>para</strong> que no les volviesen a robar la estrella/las estrellas?<br />

ReflexiÛn <strong>para</strong> el educador: Lo importante no es ìposeerî materialmente un colgante. Si<br />

fuera asÌ estamos rozando la magia. Lo decisivo es que el sÌmbolo nos seÒala una<br />

realidad m·s importante, invisibleÖ los sueÒos, las creencias.<br />

Precisamente por ser invisiblesÖ. °ya nadie te los puede robar!<br />

Cultiva tus sueÒos, son los que dan sentido a tu vida. Son el tesoro.


La ciudad de las estrellas<br />

- Este cuento es un poco m·s largo y complejo, quiz·s <strong>para</strong> el tercer ciclo.<br />

- Al final se puede insistir en eso de ìsabÈis las respuestas, pero tenÈis que buscar las<br />

preguntas <strong>para</strong> llegar a las respuestasî porqueÖ<br />

- Ö delante de los sueÒos (estrellas) podemos esperar a que se cumplan, o podemos<br />

participar en buscar lo necesario <strong>para</strong> que se cumplan. Muchas personas se contentan<br />

sÛlo con soÒar, pero no mueven un dedo <strong>para</strong> luchar por sus sueÒos, piensan que los<br />

dem·s (o la administaciÛn, o la vida, o Dios) tienen que ponerles en bandeja sus sueÒos.<br />

- Continuar la reflexiÛn con: ìøquÈ queremos hacer con nuestros sueÒos?î<br />

…l estaba nervioso e impaciente, hacÌa tanto que no la veÌa que o podÌa ser de otra<br />

forma.<br />

Iban a quedar, como cada aÒo <strong>para</strong> celebrar sus cumpleaÒos y el inicio del nuevo aÒo.<br />

Con el tiempo, esta pequeÒa tradiciÛn se habÌa convertido en un momento especial, que<br />

Èl esperaba todo el aÒo.<br />

El aroma del cafÈ y las infusiones le retraÌa a otros tiempos, y casi estuvo a punto de<br />

dejar volar sus pensamientos mientras se dejaba arrastrar por los recuerdos. Pero un<br />

aroma familiar, que le producÌa una sensaciÛn agridulce, le despertÛ.<br />

Ella habÌa llegado, lo supo antes de verla, antes de oler su perfume, o de escuchar su<br />

voz.<br />

- Feliz sesenta cumpleaÒos, - le dijo, y ese aÒo de se<strong>para</strong>ciÛn desapareciÛ con el sonido<br />

vibrante de su voz que conocÌa tan bien.<br />

- Igualmente, - respondiÛ atropelladamente mientras la besaba - felicidades.<br />

Los ojos de ella brillaban tan fuertes y vitales como siempre, y Èl sabÌa que a pesar del<br />

paso del tiempo nada habÌa cambiado en ella.<br />

Como siempre que se veÌan, comenzaron a contarse las ˙ltimas noticias de sus hijos y<br />

nietos, de sus vidas, de sus planes, de sus sueÒos, pero ambos sabÌan que al final<br />

terminarÌan recordando el punto que cambio las vidas de ambos. Sus vidas, y su forma<br />

de ver la vida:<br />

Fue hace ya veinticinco aÒos, y cumpliendo una promesa, Èl habÌa pre<strong>para</strong>do un viaje a<br />

la India. Al olor del tÈ de frambuesa y el cafÈ ambos sonreÌan y recordaban.<br />

Era primavera, antes de la llegada de los monzones, y el ambiente estaba especialmente<br />

cargado de una fuerza chispeante.<br />

Las calles de Hindipur se llenaban con la marabunta de gente y la mirÌada de sonidos de<br />

rezos y prÈdicas, y de los colores de los dhotis y de otras ropas tradicionales hind˙es.<br />

El aroma de los sicÛmoros, los neems, las belladonas, las adhatodas y el resto de<br />

plantas y ·rboles que rodeaban la ciudad, y lanzaban sus aromas exÛticos al viento, se<br />

mezclaban con las especias y picantes de las calles y casas de la ciudad, contribuyendo<br />

a darle ese sabor exÛtico que atraÌa tantos turistas.<br />

Los dos amigos habÌan llegado a la India la tarde anterior, el hotel estaba bastante bien,<br />

con una decoraciÛn colonial, y cada uno tenÌa su propia habitaciÛn con vistas a la<br />

increÌble selva del suresete de Asia, y las cascadas de agua que recorrÌan las montaÒas<br />

a pocos kilÛmetros de la ciudad.


MaÒana, cuando se familiarizasen con la ciudad, harÌan una excursiÛn en elefante por la<br />

selva. Con un poco de suerte verÌan alg˙n tigre, langur, marab˙ o una de las mil aves<br />

exÛticas que Èl querÌa fotografiar.<br />

Pero hoy eran libres de recorrer y empaparse de la ciudad y sus tradiciones.<br />

Una de las cosas que m·s les habÌa llamado la atenciÛn eran los rezos. Los c·nticos y<br />

oraciones a los dioses hind˙es llenaban el aire de la misma forma que los olores<br />

especiados, e impregnaban el ambiente de una serenidad apacible.<br />

Era extraÒo com<strong>para</strong>r esta serenidad con la agitaciÛn de las calles, con los fuertes<br />

gustos culinarios de los indios, y cÛmo se combinaban en el ambiente: aromas, sonidos,<br />

colores y sensaciones <strong>para</strong> dar la impresiÛn de un mar variado y multicolor que les<br />

inundaba los sentidos.<br />

HabÌan tomado el te y visitado los templos y monumentos m·s importantes de la ciudad,<br />

asÌ como el mercado, y ahora paseaban por una zona de calles estrechas repleta de<br />

pequeÒas tiendas y restaurantes familiares, donde cada uno iba a lo suyo, y si querÌas<br />

comprar tenÌas que ser t˙ quien diese el primer paso.<br />

Contrastaba mucho esta actitud con el acoso que un poco m·s al oeste se practicaba a<br />

los turistas en los zocos musulmanes del oeste de Asia. Quiz·s fuese, pensaban, por la<br />

tradiciÛn y la religiÛn hind˙es, y su forma pacÌfica y tranquila de ver la realidad y el paso<br />

del tiempo y las circunstancias.<br />

Quiz·s tuviese que ver con la riqueza apabullante que los jÛvenes indios estaban<br />

creando en la ciudad de Bangalore, convertida en capital de la programaciÛn del mundo,<br />

o en el llamado Bolliwood, y sus miles de pelÌculas producidas cada aÒo.<br />

La noche era c·lida como un verano en EspaÒa, las flores les ofrecÌan sus aromas, el<br />

cielo, sus mil estrellas, cada rincÛn, tienda o persona era un universo nuevo por<br />

descubrir y cada nueva sensaciÛn, una vivencia ˙nica y un futuro recuerdo.<br />

Mientras caminaban, observando las casas y el baile de tejados, ninguno de los dos se<br />

dio cuenta que se habÌan alejado de la zona m·s transitada y por la calle sÛlo se veÌa<br />

alg˙n hombre envuelto en su dothi, dirigiÈndose a casa.<br />

La gente ya estaba pre<strong>para</strong>ndo la cena, y el aroma del khichri se mezclaba ya con el<br />

curry y el dhuli mung, asÌ que ambos decidieron volver al hotel.<br />

De repente, un sonido llamÛ su atenciÛn hacia uno de los muchos callejones laterales y<br />

pudieron ver cÛmo cuatro hombres rodeaban a una niÒa pequeÒa.<br />

Sin pens·rselo, ella corriÛ hacia las cinco personas gritando y llamando a la policÌa,<br />

mientras Èl trataba de seguir su ritmo. Siempre se habÌa admirado de la buena forma<br />

fÌsica y el valor de su amiga, y su decisiÛn y coraje demostraban que no estaba<br />

equivocado al admirarla.<br />

Asustados por su presencia los cuatro hombres les echaron un breve vistazo y salieron<br />

corriendo perdiÈndose en la oscuridad, dejando en un rincÛn a la niÒa, que les miraba<br />

silenciosa.<br />

- øEst·s bien? øCÛmo te llamas? - preguntaron casi al unÌsono.<br />

Los ojos de la niÒa brillaban, quiz·s, pensaron, fuese el miedo, la traum·tica experiencia,<br />

pero una leve sonrisa asomÛ en las comisuras de sus labios.


- Mi nombre lo sabrÈis cuando al final del viaje que ahora vais a realizar.<br />

- øA quÈ viaje te refieres? - preguntÛ Èl.<br />

Pero nunca terminÛ la frase, al menos, no en nuestro mundo.<br />

Lo primero que vieron al despertar fue el rostro de la niÒa india observ·ndoles. Su dulzor<br />

y candidez se habÌan convertido en otra cosa. Su rostro parecÌa mucho m·s antiguo,<br />

aunque era el mismo, y sus ojos expresaban una honda sabidurÌa de milenios.<br />

Iba vestida con una t˙nica larga y roja ribeteada con lentejuelas doradas y adornada con<br />

hilos del mismo metal precioso.<br />

A su lado, un hombre de barba blanca con pinta de santÛn. Iba semidesnudo, su cabello<br />

blanco tocado con un extraÒo sombrero cÛnico con aros de metal. Unos extraÒos<br />

tatuajes recorrÌan su piel en la parte visible de su torso, y se cubrÌa el resto del cuerpo, de<br />

cintura <strong>para</strong> abajo, con unos pantalones blancos anchos que ocultaban su extrema<br />

delgadez.<br />

Su rostro era serio, severo, y contrastaba con el dulce gesto de la pequeÒa y en su mano<br />

llevaba un b·culo de madera rematado en una piedra de cristal que parecÌa brillar con<br />

luz propia.<br />

- øQuiÈnes sois? øQuÈ es este lugar? -preguntÛ Èl mientras su amiga observaba la<br />

habitaciÛn-.<br />

La habitaciÛn era pequeÒa, pero acogedora. Las paredes poseÌan un color arena muy<br />

relajante, adornado con im·genes semejantes a una hiedra que trepaba por ellas.<br />

Una cÛmoda antigua de madera oscura era el ˙nico mueble de la habitaciÛn, a parte de<br />

la cama estilo colonial cubierta de velos en la que habÌan despertado.<br />

-No es momento de preguntas, todavÌa no- dijo el hombre. Ya las harÈis cuando puedan<br />

ser importantes y tengan el poder de cambiar vidas. - DebÈis seguirnos.<br />

Ambos se incorporaron. Durante su sueÒo les habÌan vestido con unos hermosos<br />

ropajes hind˙es de color azulado y plateado.<br />

Salieron por una ornamentada puerta de madera, y ninguno de los dos estaba<br />

pre<strong>para</strong>do <strong>para</strong> lo que les esperaba tras ella.<br />

Frente a ellos, el m·s colosal palacio que jam·s habÌan visto se alargaba hacia el frente y<br />

hacia arriba. Se encontraban en una larga galerÌa de columnas de m·rmol que se<br />

extendÌan docenas de metros hacia arriba, y cuyo minal se perdÌa en la distancia a<br />

ambos lados.<br />

Frente a ellos, una balconada corrÌa <strong>para</strong>lela a la galerÌa, dejando pasar la luz de la tarde.<br />

Numerosas personas caminaban de ac· <strong>para</strong> all·, saliendo de otras habitaciones o<br />

perdiÈndose en la lejanÌa del pasillo.<br />

- Est·is en Aryavarta, la ciudad de los dioses, - dijo una voz femenina tras ellos. Era una<br />

criatura m·gica, de increÌble belleza. PoseÌa un estilizado cuerpo de mujer, pero su piel<br />

estaba cubierta de plumas blancas como las de un cisne. Su rostro, mitad de ave mitad<br />

mujer, reflejaba una belleza sobrenatural. - Soy una de las guÌas de Aryavarta, y os<br />

acompaÒarÈ hasta la hora del Consejo.


- El Consejo - explicÛ el anciano adelant·ndose a su estupefacta pregunta - es un evento<br />

que ocurre cada 31 aÒos. En Èl, los dioses y criaturas m·gicas de la India debaten los<br />

asuntos de las tradiciones, y discuten sobre el porvenir de esta tierra, y sus gentes. Sin<br />

que nadie lo sepa, de esta maravillosa ciudad surgen la inspiraciÛn, los sueÒos, los<br />

deseos y las motivaciones que encaminan a los hombres y mujeres de la India hacia su<br />

futuro, mientras nos aseguramos que sigan unidos a su pasado.<br />

- AcompaÒadnos, por favor - les sugiriÛ la guÌa.<br />

- Mientras recorrÌan el pasillo, ambos pudieron observar alguna de las habitaciones<br />

contiguas a la suya. Cada una era diferente, ˙nica. Una estaba totalmente decorada con<br />

oro, o muebles recubiertos de pan de oro, otras parecÌan campos de lotos donde<br />

santones y musas practicaban la meditaciÛn, otra era oscura y negra, y el frÌo emanaba<br />

de ella. Una incluso parecÌa estar repleta de agua, y en su interior se veÌa seres con<br />

forma de tritÛn nadar y retozar.<br />

La mujer ave les iba explicando cada una de las maravillas que contemplaban, mientras<br />

la niÒa y el santÛn charlaban entre ellos sobre el consejo al que asistirÌan en breve.<br />

Durante horas, los dos amigos recorrieron incontables maravillas, y contemplaron cosas<br />

que no creÌan posibles ni en sueÒos.<br />

Docenas de palacios con forma ovoide flotando en el cielo en los que habitaba dioses y<br />

diosas, y criaturas m·gicas. Algunos, construidos en roca, con vergeles de vegetaciÛn<br />

escapando de los jardines que guardaban. Otros, labrados en fino cristal que giraban<br />

sobre si mismos, dejando ver en su interior las lujosas habitaciones pobladas por<br />

hombres tigre y seres extraÒos. Las m·s, esculpidas en oro y gemas, refulgiendo<br />

doradas ante los rayos del atardecer.<br />

Enormes torres se alzaban hacia los cielos, sus cimas ocultas a la vista, clav·ndose<br />

como un puÒal de plata en las entraÒas del azul.<br />

Extensos caminos dorados, suspendidos del aire, recorrÌan los cielos, mientras seres<br />

alados se dejaban llevar por las corrientes en las alturas.<br />

Abajo, muy abajo, una incom<strong>para</strong>ble selva esmeralda se perdÌa hacia el horizonte en<br />

todas direcciones, y aquÌ y allÌ se alzaban majestuosos sicÛmoros de mil ramas que<br />

sostenÌan ciudades en sus copas milenarias.<br />

Todo era belleza, sabidurÌa y esplendor. Pero durante todas esas horas ninguno de los<br />

dos llegÛ a comprender quÈ hacÌan allÌ, y sÛlo cuando la mujer ave se excusÛ <strong>para</strong><br />

atender sus obligaciones antes del Consejo, la niÒa y el santÛn se dirigieron a ellos.<br />

- Debemos irnos, el deber nos reclama. Y vosotros debÈis partir - dijo el hombre de larga<br />

barba canosa.<br />

- Ahora es el momento de las preguntas - hablÛ la niÒa.<br />

Durante unos segundos se hizo el silencio, mientras el sol del atardecer se iba poniendo<br />

en el reino de Aryavarta, y las luces plateadas de las ciudades ·rbol ascendÌan una a una<br />

reflej·ndose en las formas doradas que flotaban en el aire, y mezcl·ndose con los rayos<br />

del sol.<br />

- øPor quÈ nos enseÒ·is todo esto? - Les preguntÛ el hombre.


- Bueno, vosotros querÌais vivir una aventura, - respondiÛ la niÒa - vinisteis a la India<br />

buscando respuestas <strong>para</strong> vuestras vidas. Ambos tenÈis pareja, y vuestros trabajos os<br />

esperan cuando volv·is. Los dos qued·is y habl·is de cambiar vuestra forma de vida, de<br />

buscar la felicidad, de hacer algo que os haga sentir vivos. Por eso hicisteis este viaje,<br />

por eso est·is en la Ciudad de las Estrellas.<br />

Ambos asintieron.<br />

- VivÌs en un mundo que creÈis gris y triste. Pero vislumbr·is momentos m·gicos que os<br />

gustarÌa vivir, momentos que se desvanecen en el tiempo, que brillan brevemente antes<br />

de perderse como barcos en la niebla.<br />

- Busc·is respuestas, - la interrumpiÛ el hombre - pero quiz·s lo que deberÌais buscar<br />

son las preguntas a las respuestas que ya sabÈis.<br />

- Si sabÈis lo que querÈis, - continuÛ la niÒa - si sabÈis lo que os gusta, lo que os ilusiona<br />

y lo que os hace sentir plenos y vivos. Quiz·s deberÌais buscar las preguntas que debÈis<br />

haceros <strong>para</strong> llegar a esas respuestas. øCÛmo?, øCu·ndo?, øPor quÈ? øCon quiÈn?<br />

øPara quÈ?<br />

El hombre santo se dio la vuelta y se alejÛ por el camino dorado en direcciÛn hacia una<br />

de las torres que ascendÌan desde el bosque y se elevaban entre los palacios giratorios<br />

mientras les decÌa: ìQuiz·s el camino hacia vuestra felicidad estÈ en alguna de estas<br />

preguntasî.<br />

La niÒa hizo adem·n de darse la vuelta, pero la detuvieron.<br />

- SÛlo una pregunta m·s øcÛmo te llamas?<br />

Ella sonriÛ y respondiÛ.<br />

- Me llamo India.<br />

Y diciendo esto dio media vuelta y se marchÛ siguiendo los pasos del hombre santo.<br />

Desde ese momento no recordaban nada m·s. Siempre que quedaban <strong>para</strong> algo<br />

intentaban ver si alguno de los dos habÌa recordado algo, de su vuelta al hotel de<br />

Hindipur, de cÛmo llegaron de nuevo a sus habitaciones. Nada.<br />

Tal vez todo hubiese sido un sueÒo compartido, tal vez el efecto de una fiebre asi·tica, o<br />

de alg˙n condimento de la comida. O tal vez fuese simplemente una respuesta a una<br />

pregunta nunca formulada.<br />

Los dos amigos sonrieron cunado se encontraron en el hotel, ambos recordaban cÛmo<br />

les brillaban los ojos.<br />

HabÌan ido a la India intentando comprender lo que necesitaban del car·cter hind˙ <strong>para</strong><br />

rehacer sus vidas. Esperaban encontrar meditaciÛn, trascendencia, estoicismo, sentido<br />

de pertenencia a una energÌa espiritual mayor. Y, aunque lo que habÌan visto habÌa sido<br />

algo mucho m·s espectacular, en esencia, habÌan encontrado lo que buscaban.<br />

Una respuesta <strong>para</strong> el sentido de maravilla del mundo, un punto de partida <strong>para</strong> un viaje<br />

que comenzaba con un paso muy pequeÒo, con una simple pregunta.<br />

øQuÈ queremos hacer con nuestras estrellas?<br />

LUNA NEGRA, 24/03/2007


Un sueÒo de Navidad<br />

- Se puede utilizar en Navidad o adaptarlo <strong>para</strong> otro momento, es f·cil.<br />

- Al final del cuento: ìLos sueÒos tienen que hacerse realidad. Las estrellas deben lucir<br />

en la tierra, no sÛlo en el cielo. De eso, me voy a encargar yo.î Nos puede servir de base<br />

<strong>para</strong> trabajar el cÛmo convertir los sueÒos en realidad.<br />

Autor : Guillermo TribÌn Piedrahita<br />

La noche tenÌa un Cielo brillante. Las estrellas habÌan salido en alegres grupos <strong>para</strong><br />

iluminarlo y advertir y precisar ante los habitantes de la tierra que era la vÌspera de la<br />

Navidad, por lo que nadie podÌa tener amarguras, ni peleas, ni guerras.<br />

Se acercaba el Nacimiento de Jes˙s, la mejor noticia que el Mundo iba a recibir por los<br />

siglos de los siglos.<br />

Era, en cierta forma, el mensaje de paz que la Madre Naturaleza lanzaba, en una<br />

estaciÛn invernal, a un mundo convulsionado por las guerras, por los espÌritus belicosos,<br />

por los hombres que habÌan olvidado que muy jÛvenes, desde su nacimiento, habÌan<br />

creado un n˙cleo denominado Familia, que con el paso de los aÒos se estaba<br />

desintegrando, con lo cual los grandes valores morales y Èticos, dolorosamente, se<br />

escabullÌan.<br />

TambiÈn ese Cielo tan preciosamente iluminado querÌa despertar la conciencia de t·ntos<br />

y t·ntos jÛvenes -hombres y mujeres- sumidos en la m·s tremenda oscuridad porque<br />

una vez, pese a las numerosas advertencias, ingresaron en el mundo de las drogas. Y a<br />

muchÌsimos les costaba salir luego de ellas. Y, generalmente, pasaban a convertirse en<br />

delincuentes porque su adicciÛn les obligaba a matar o a robar.<br />

El Cielo querÌa con esa luminosidad indicar el camino <strong>para</strong> quienes son causantes o<br />

permiten las grandes epidemias que, como el Sida, van extendiÈndose por el mundo, y<br />

seÒalarles que, con mÌnimas precauciones, podÌan evitar su propagaciÛn y no seguir<br />

siendo la causa de miles y miles de muertes.<br />

QuerÌa tambiÈn el Cielo, rodeado de estrellas que se mantenÌan firmes y no eran<br />

fugaces, dar una luz de esperanza <strong>para</strong> millones de personas vÌctimas del racismo y la<br />

xenofobia, por el color de su piel, por su procedencia, por su condiciÛn econÛmica dÈbil,<br />

<strong>para</strong> que tuvieran un h·lito de paz y pensaran que un dÌa no muy lejano serÌan bien<br />

recibidos y desaparecerÌan todas las persecuciones, los malos y despectivos tratos, las<br />

mofas y podrÌan trabajar y establecerse en paÌses que no eran los suyos <strong>para</strong> ayudar a<br />

crear riquezas y poder subsistir decorosamente.<br />

La vÌspera del Nacimiento del NiÒo Dios, un Cielo tan resplandeciente, pretendÌa indicar<br />

que todas las religiones eran igualmente respetables y que en nombre de ninguna de<br />

ellas se podÌa incitar al crimen, al terrorismo, a la violencia porque, precisamente Dios,<br />

creÛ al mundo <strong>para</strong> que la gente se entendiese mediante la palabra.<br />

Desde miles de kilÛmetros de distancia, el Cielo ofrecÌa a la vista un hermoso panorama,<br />

como queriendo decir que iban a desaparecer las desigualdades sociales; que los<br />

hombres y mujeres de buena voluntad contarÌan con los recursos indispensables <strong>para</strong> su<br />

supervivencia y que la pobreza y la miseria pasarÌan a ser elementos de un lejano<br />

pasado.


AsÌ se conseguirÌa que la felicidad fuera la norma general , que ya nadie pasarÌa hambre,<br />

que todos contarÌan con una vivienda digna, con eficientes sistemas de salud y de<br />

educaciÛn, sin prejuicios sociales ni discriminaciones.<br />

En fin, ese conglomerado de estrellas no se habÌa asomado al Cielo <strong>para</strong> darle un simple<br />

colorido. No. En cada uno de sus reflejos luminosos traÌa un mensaje especÌfico <strong>para</strong><br />

que se acabaran las guerras; <strong>para</strong> que la familia volviera a ser ese gran n˙cleo compacto<br />

donde predominase el di·logo, como sÌmbolo de unidad; <strong>para</strong> que desapareciesen las<br />

pandemias, causantes de t·ntas muertes; <strong>para</strong> que no hubiese nunca m·s las drogas<br />

malignas y se eliminaran <strong>para</strong> siempre las redes de narcotraficantes; <strong>para</strong> que el blanco,<br />

el negro, el amarillo y todas las razas convivieran pacÌficamente ayud·ndose unas a<br />

otras; <strong>para</strong> que todas las religiones se uniesen en un sÛlo objetivo de ser autÈnticas<br />

guÌas espirituales y, en su nombre, no volviesen a aparecer vientos bÈlicos; <strong>para</strong> que en<br />

todo el mundo las divergencias, las diferencias entre los seres humanos encontraran la<br />

soluciÛn mediante el di·logo.<br />

Todo esto lo soÒÈ con una extrema felicidad, con el orgullo de pertenecer a una raza<br />

humana que habÌa encontrado, sin vacilaciones, por fin, el camino amplio de la<br />

confraternizaciÛn; el Cielo parecÌa decirme:<br />

-"Goza bien de esta noche, que a lo mejor nunca se repetir·. Pero cuando despiertes<br />

trata de convertirte en un lÌder de las buenas y nobles causas. Debes formar causa<br />

com˙n con tu familia, con tus amigos, <strong>para</strong> que todos, como una sola persona, procuren<br />

hacer el bien".<br />

Pero, desafortunadamente todo era un sueÒo. Tuve que despertar y encontrarme con la<br />

realidad, con esa cruda realidad, que muchas veces, con gesto dolorido, remueve las<br />

entraÒas ante tantos hechos dolorosos, tristes, injustos y amargos que se viven a diario<br />

Durante la noche la lluvia y la nieve se habÌan entremezclado y el Cielo habÌa estado<br />

permanentemente a oscuras. Mi mente habÌa ideado un mundo digno. Un mundo<br />

construido <strong>para</strong> el ser humano. Un mundo, sin embargo, destruido por el propio ser<br />

humano, debido a su egoÌsmo, a no saber de su corazÛn las malas obras y la cizaÒa y<br />

por tener abierta su mente y su pensamiento <strong>para</strong> el mal cerr·ndole todas sus puertas al<br />

bien.<br />

Decididamente, esto no podÌa quedar asÌ.<br />

Los sueÒos tienen que hacerse realidad.<br />

Las estrellas deben lucir en la tierra, no sÛlo en el cielo.<br />

De eso, me voy a encargar yo.


PEPITO Y SU ESTRELLA<br />

- Este cuento no tiene un mensaje especial. Pero nos puede introducir en la din·mica de<br />

creatividad que podemos iniciar.<br />

- A partir de esta historia, del colgante y de los dos dibujos que aparecen despuÈs (est·n<br />

tambiÈn en archivo electrÛnico): INVENTAR UN CUENTO, con o sin moraleja, pero<br />

original.<br />

- Pepito y el profe pueden quedar de acuerdo <strong>para</strong> publicar los mejores, en la resvista<br />

del cole, en el anuario, en la p·gina webÖ °menudo viaje!<br />

Autor: Luis Toral Moreno<br />

Este era un niÒo de diez aÒos de edad que se llamaba Pepito. Pero necesito hacer<br />

algunas aclaraciones antes de seguir con este cuento.<br />

En primer lugar, ni a Pepito ni a mÌ nos gustÛ el tÌtulo. …l querÌa a fuerza que se llamara<br />

"La historia de un niÒo que querÌa ir a visitar una estrella"; pero yo lo convencÌ <strong>para</strong> que lo<br />

dej·ramos en "Pepito y su estrella", porque cuando leyera este cuento el primer<br />

productor de cine que se tropezara con Èl, inmediatamente iba a querer hacer una<br />

pelÌcula con tan interesante argumento, pero un tÌtulo tan largo no cabrÌa en la<br />

marquesina de ning˙n teatro o cine.<br />

En segundo lugar, le propuse a Pepito que us·ramos otro nombre <strong>para</strong> Èl, porque por<br />

dondequiera andan cuentos en que un Pepito demasiado inocente o un Pepito muy<br />

lanzado que anda con cosas de un tono m·s o menos subido (mas bien m·s que<br />

menos); pero Pepito dijo que Èl no tenÌa la culpa de que haya Pepitos tan inocentes ni<br />

Pepitos tan majaderos, y que Èl se llama en realidad Pepito y en cambio la mayorÌa de<br />

esos cuentos mandados se los atribuyen a Pepitos inexistentes. Lo cual es muy cierto.<br />

AsÌ que este es un cuento de un Pepito muy real.<br />

PodrÌa haber seguido con otra tercera o cuarta aclaraciÛn, etcÈtera; pero creo que ya no<br />

es necesario, pues posiblemente ni las dos primeras hacÌan falta. Las puse<br />

principalmente <strong>para</strong> hacer m·s largo el cuento, porque ni a los niÒos ni a la gente grande<br />

les gustan los cuentos demasiado cortos. Adem·s, como en realidad no ha comenzado<br />

el cuento, todo el que lo empiece lo seguir· leyendo, unos <strong>para</strong> comprobar que es un<br />

cuento decente de Pepito y otros <strong>para</strong> sentirse defraudados cuando resulte que es un<br />

cuento blanco y no como se lo esperaban por el tÌtulo. Y ahora sÌ comenzaremos ya en<br />

serio con el cuento.<br />

Conque este era un niÒo de diez aÒos que se llamaba Pepito. Era un niÒo muy bueno,<br />

muy estudioso y muy obediente. Eso de lo obediente depende m·s de las mam·s y no<br />

de los niÒos, porque cuando las mam·s machacan a sus hijos no dej·ndolos que se<br />

muevan, que jueguen, que den un poco de guerra, que hagan travesuras inocentes, o<br />

sea, no dej·ndolos que sean niÒos, esos niÒos se hacen rebeldes (pero con causa).<br />

Sigamos adelante porque tampoco a nadie le gusta que se metan sermones en los<br />

cuentos.<br />

Pepito era muy obediente: cuando a su debido tiempo su mam· le decÌa que ya era hora<br />

de que se fuera a la cama, lo hacÌa sin repelar. Todas las noches, despuÈs de haber<br />

hecho su tarea, se baÒaba, cenaba, se lavaba los dientes, se ponÌa su pijama y se<br />

disponÌa a dormir luego de haber rezado sus oraciones.<br />

En su cuarto tenÌa una ventana por la que se podÌa ver el cielo estrellado, y Pepito, casi<br />

todas las noches, con permiso de su mam·, se quedaba por unos minutos pegado a la<br />

ventana contemplando las estrellas. HabÌa sobre todo una que le llamaba especialmente


la atenciÛn por su brillo y porque titilaba un poco m·s que todas las dem·s. ParecÌa que<br />

llamaba a Pepito con su "pinkus", "pinkus", "pinkus" que hacÌa al aumentar y disminuir de<br />

brillo. Pepito se quedaba mir·ndola y pensaba "que ganas de poder ir a visitar esa<br />

estrella <strong>para</strong> saber cÛmo es de cerca y porquÈ brilla tan bonito". Luego ya se se<strong>para</strong>ba<br />

de la ventana y se acostaba y se dormÌa.<br />

Una noche estaba Pepito muy pl·cidamente dormido en su cama. A las doce de la<br />

noche, en punto, que es siempre la hora en que sucede algo en todo cuento que se<br />

respete, se subiÛ un enanito a la cama de Pepito y despuÈs de recorrerle todo el cuerpo<br />

pasito a pasito a todo lo largo se le acercÛ a una oreja y empezÛ a llamarlo. Era un<br />

personajito chistosÌsimo, graciosÌsimo. MedÌa m·s o menos quince centÌmetros de<br />

estatura. En casi todos los cuentos les llaman a estos personajes "gnomos",<br />

"duendecillos", etc.; pero a Pepito y a mÌ nos gusta m·s decirles "enanitos". Nos suena<br />

mejor, m·s cariÒoso, m·s familiar.<br />

El enanito empezÛ a llamar a Pepito por su nombre:<br />

- "Pepito", "Peepiito", "Peeepiiito", "Peepito", "Peeepiiito", cada vez m·s fuerte, hasta que<br />

por fin despertÛ.<br />

- "øEres t˙ el niÒo que quiere ir a visitar una estrella?", le preguntÛ el enanito muy<br />

amablemente.<br />

- "SÌ, claro que soy yo", contestÛ Pepito, "pero øCÛmo voy a poder ir a visitarla?".<br />

- "Precisamente estoy yo aquÌ <strong>para</strong> eso, <strong>para</strong> llevarte", le dijo el enanito; y entonces sacÛ<br />

su varita m·gica y con ella le tocÛ la espalda a Pepito e inmediatamente Èste se redujo<br />

de tamaÒo hasta tener quince centÌmetros de estatura, como el enanito, y le salieron<br />

unas alitas como las de las abejas. Dir·n ustedes que por quÈ quiero economizar con<br />

alas tan chiquitas e insignificantes siendo que ning˙n trabajo me costaba ponerle mejor<br />

unas frondosas alotas de ·guila; pero las alitas eran de veras de abeja y, despuÈs de<br />

todo, en los cuentos no se necesitan alas <strong>para</strong> volar: se vuela lo mismo de bien con alas<br />

que sin ellas.<br />

Ya con su nueva estatura y sus alas, saliÛ Pepito por la ventana en compaÒÌa del enanito<br />

y en un santiamÈn llegaron los dos a la dichosa estrella. Todo ahÌ era brillante como<br />

tachonado de piedras preciosas: las hojas de las plantas y de los ·rboles, las flores, la<br />

arena del piso, todo; por eso la estrella de Pepito se ve desde la tierra brillando m·s que<br />

todas las otras y haciendo "pinkus", "pinkus", "pinkus".<br />

Por aÒadidura, todas las casas y las cercas eran de dulce: de caramelo, de jamoncillo,<br />

de chocolate, etc.. Otra vez me dir·n ustedes que eso lo imitamos de la casita de la bruja<br />

en el cuento de Juanito y Margarita; pero yo lo pongo aquÌ porque asÌ era en efecto, y no<br />

tenemos la culpa, ni Pepito ni yo, de que en otros cuentos haya tambiÈn casas de dulce.<br />

Otra cosa muy importante: en nuestra estrella habÌa por todos lados juegos <strong>para</strong> niÒos,<br />

de todas clases: toboganes, columpios, sube y baja, rueda de la fortuna, en fin, todititos<br />

los juegos posibles e imaginables; habÌa tambiÈn piscinas de nataciÛn de agua<br />

templada, con todo el equipo necesario: trampolines, pelotas, etc., todo, todo. Para<br />

decirlo de una vez: disneylandia se quedaba pequeÒa en cuestiÛn de atracciones.<br />

Pepito estaba sencillamente feliz: recorrÌa todos los juegos y atracciones, mordisqueaba<br />

las casas, se quedaba admirado contemplando el brillo de las hojas y flores; en fin,<br />

llevaba varias horas de diversiÛn constante sin cansarse ni aburrirse <strong>para</strong> nada. SerÌan ya<br />

como las cinco de la maÒana (en la casa de Pepito, por supuesto, porque en las<br />

estrellas son in˙tiles los relojes) cuando el enanito le dijo que ya era hora de regresar.<br />

Pepito le contestÛ que estaba tan contento que se proponÌa quedarse por lo menos una<br />

semana. Pero el enanito le hizo notar que a las siete se iba a asomar a su cuarto su<br />

mam· a despertarlo <strong>para</strong> que se levantara e hiciera todo lo necesario (lavarse, vestirse,<br />

desayunar, etc.) <strong>para</strong> irse oportunamente a la escuela.


- "øTe imaginas, le dijo, quÈ susto y quÈ aflicciÛn va a tener tu mam· si encuentra tu<br />

cama vacÌa?".<br />

- "Tienes mucha razÛn, contestÛ Pepito, por nada del mundo me expondrÌa yo a darle tan<br />

terrible disgusto a mi mami". (AquÌ se echa de ver lo buenÌsimo que es de de veras este<br />

Pepito: a pesar de lo contento que estaba, inmediatamente accediÛ a regresar).<br />

Salieron volando de regreso a la tierra y en otro santiamÈn estuvieron en la ventana del<br />

cuarto. AllÌ le tocÛ en la espalda el enanito con su varita m·gica y desapareciÛ. Pepito<br />

volviÛ a quedar de su tamaÒo natural y sin alitas; quiso bajarse de la ventana y °zaz! que<br />

se da el zapotazo en el suelo. DespertÛ en ese momento, porque todo lo sucedido habÌa<br />

sido puro sueÒo y lo ˙nico cierto es que se habÌa caÌdo de la cama. Y aquÌ deberÌa<br />

haberse dado por terminado este cuento.<br />

Pero Pepito est· convencido de que fue real su viaje a la estrella; que si se cayÛ en el<br />

suelo es porque no se habÌa dado cuenta de que ya no tenÌa alas. Yo le dije que la<br />

principal dificultad <strong>para</strong> creerle es que no hubo tiempo <strong>para</strong> hacer en una sola noche el<br />

viaje de ida y vuelta a su estrella; que ya debe de haber estudiado algo de astronomÌa y<br />

saber que lo m·s aprisa que se puede viajar es a la velocidad de la luz que recorre<br />

varios cientos de miles de kilÛmetros por segundo; que la estrella m·s cercana est· a tal<br />

distancia que a la velocidad de la luz se necesitan aÒos y aÒos <strong>para</strong> llegar a ella, cuanto<br />

m·s a su estrella que no es de las m·s cercanas. Me derrotÛ alegando que la velocidad<br />

de la imaginaciÛn es mucho mayor porque con ella no se necesita ni una milÈsima de<br />

segundo <strong>para</strong> llegar a donde uno quiere. De manera que Pepito est· completamente<br />

seguro de que realmente hizo su viaje a su estrella. Adem·s no quiere que ninguno de<br />

sus amigos suponga que ahora que ya tiene diez aÒos de edad sea capaz de caerse<br />

todavÌa de la cama. Si queremos seguir siendo amigos de Pepito hay que creerle que su<br />

viaje no fue sueÒo sino realidad. Punto.


Im·genes <strong>para</strong> ìconvocar sueÒosî. TambiÈn <strong>para</strong> adultos, øpor quÈ no?


PAR¡BOLAS COMO CUENTOS:<br />

øY si utilizamos el polvo de estrellas,<br />

y la vela encendida,<br />

y la estrella que brilla en nuestro cuelloÖ<br />

<strong>para</strong> contarnos una par·bola del Evangelio?


Y unas par·bolas <strong>para</strong> nosotros,<br />

<strong>para</strong> los que somos maestros/as:<br />

PreguntÛ el animador de pastoral al claustro:<br />

- øA quiÈn le daremos la medalla lasaliana?<br />

- øQuÈ significa <strong>para</strong> un educador colgarse la estrella?<br />

Pues tener las mismas actitudes que quiso Juan Bautista de La Salle <strong>para</strong> sus primeros maestros:<br />

MF 80,3,2<br />

ìVosotros tenÈis obligaciÛn de instruir a los hijos de los pobres. En consecuencia,<br />

debÈis sentir particularÌsima ternura por ellos, y procurar su bien espiritual cuanto os<br />

fuere posible, consider·ndolos como los miembros de Jesucristo y sus predilectos.<br />

La fe que debe animaros, ha de moveros a honrar a Jesucristo en sus personas, y a<br />

preferirlos a los m·s ricos de la tierra, porque son im·genes vivas de Jesucristo, nuestro<br />

divino maestro.î (MeditaciÛn Fiestas 80,3,2)<br />

Y les contÛ las siguientes par·bolas:<br />

Autor: JOS… MARÕA ESCUDERO<br />

- øQuÈ os parece? Si un maestro tiene 25 alumnos en el aula y uno de ellos se le extravÌa (empieza a<br />

´hacer novillosª, a no estudiar, a dar guerra, a contestar de malos modos...), øno alargar· el maestro su<br />

horario <strong>para</strong>, sin desatender a los otros 24, sacar tiempo <strong>para</strong> ir en busca del extraviado? Y si le<br />

encuentra -y es capaz de motivarle, de ayudarle, de volver a ilusionarleÖ, os aseguro que se alegrar· por<br />

Èl, mucho m·s que por los otros 24 que seguÌan el ritmo normal de la clase. (De Mt 18,12-14)<br />

- øQuÈ os parece? Un maestro marcado por la experiencia y por las canas, desesperado por la nula<br />

actitud que muestran sus alumnos hacia su materia, va a habIar con el director.<br />

-øQuÈ debo hacer? Llevo dos meses estancada en la misma lecciÛn y el temario es muy largo... øNo cree<br />

que debo avanzar y, al menos, si alguno quiere seguirme pueda hacerlo?<br />

-No, pienso que no -le responde el director. -Entonces -le replica el profesor-, øcu·ntas oportunidades<br />

m·s tengo que dar a estos muchachos? øUn mes m·s?<br />

-No te digo un mes m·s, sino todo el curso y el que viene si fuera necesario. (De Mt 18,21-22)<br />

Cuando el director entrÛ en la sala de profesores les preguntÛ:<br />

-øQuÈ son estos gritos? øQuÈ estabais discutiendo?..<br />

Mas los maestros callaban porque habÌan estado discutiendo, lista de notas en mano, sobre quiÈn de<br />

ellos tenÌa en sus clases los muchachos m·s listos, con mejores actitudes, con m·s sobresalientes... El<br />

director les invitÛ a que se acercaran a la ventalla que daba al patio y, allÌ, les fue seÒalando los alumnos<br />

que m·s problemas les ocasionaban (absentismo escolar, ex·menes en blanco, expulsiones de clase,<br />

pasotismo de los padres...) A continuaciÛn les dijo:<br />

-El que quiera pavonearse de sus alumnos, tendr· que empezar por los ˙ltimos, por los que no cuentan ni<br />

<strong>para</strong> vosotros, ni <strong>para</strong> la sociedad... y, si sois capaces de ´tocarlesª en su corazÛn y sacar todo lo mejor<br />

que llevan dentro, entonces sÌ, entonces podrÈis enorgulleceros y ìfardarî ante los dem·s. (De Mc 9,33-<br />

35)<br />

Yo os digo a vosotros que me escuch·is: Amad a todos vuestros alumnos, mas amad de un modo<br />

especial a aquellos de vuestros chicos o chicas que son m·s difÌciles: a los que no dan un palo al agua, a<br />

los que veis m·s por el parque del barrio que por la clase, a los que os contestan de malas maneras y,<br />

alguna vez, os han levantado la mano... Pues si am·is ˙nicamente a los alumnos que sacan buenas no-


tas, que no os dan problemas y que os agradecen todo lo que est·is haciendo por ellos... øquÈ mÈrito<br />

tendrÈis? TambiÈn lo hacen sus padres, sus amigos, y la sociedad en general. AsÌ que vosotros<br />

´desgastaosª con ´los peores,ª con los que no cuentan <strong>para</strong> nadie; sembrad en ellos la semilla del amor,<br />

de la esperanza, de la ilusiÛn... sin esperar recoger sus frutos... Os digo que ser· grande vuestra recompensa.<br />

(De Lc 6,27-35)<br />

øQuiÈn se lanza a una adaptaciÛn creativa de otras par·bolasÖ?<br />

La Palabra de Dios es espada de doble filo, penetra en nuestras actitudesÖ øverdad?

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