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La colección de En Coma - deviantART

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<strong>La</strong> <strong>colección</strong> <strong>de</strong> <strong>En</strong> <strong>Coma</strong><br />

Percy Meza<br />

3


© 2011 Bubok Publishing S.L.<br />

© 2009 – 2011 Percy Meza<br />

3ª edición<br />

ISBN:<br />

DL:<br />

Escrito en Lima, Perú durante el 2009<br />

Publicado por Bubok<br />

4


Cuando voltees la hoja, se inicia la aventura más oscura y fantástica<br />

5


Índice<br />

7


<strong>En</strong> <strong>Coma</strong><br />

Pasó una hora y tenía todo respondido. Sólo estaba<br />

escribiendo un ensayo sobre la política actual. Cuando<br />

terminé <strong>de</strong> escribir la última línea, que<strong>de</strong> satisfecho. Boté un<br />

pre-suspiro y terminé mi ensayo.<br />

Guardé mis útiles en el bolsillo. Me levanté y<br />

entregué mi tablón <strong>de</strong> respuestas a la pedagoga. Ella asintió<br />

con una sonrisa que me sobrecogió. Era el tercero <strong>de</strong> los<br />

aproximados 65 que terminó el examen.<br />

Sin mirar a los que continuaban el examen, salí <strong>de</strong>l<br />

aula. Libre <strong>de</strong>l examen. Libre. Cuando llegué al salón <strong>de</strong><br />

bienvenida, me tumbé en un banco y bote un prolongado<br />

suspiro.<br />

Sólo tengo que regresar a casa y contar a mis padres<br />

y a Alicia, que el examen estaba muy fácil. Estaba muy<br />

seguro <strong>de</strong> que iba a ingresar.<br />

Salí <strong>de</strong> la UCP. <strong>La</strong> luz <strong>de</strong>l sol cayó en mí y sentí el<br />

cuerpo se relajaba, tras una larga tarea en el examen.<br />

Comencé a caminar hasta la salida, porque para llegar<br />

a la universidad tenía que conducir un sen<strong>de</strong>ro exclusivo<br />

para los carros o motocarros. Pero no era lejos.<br />

9


Llegué a la salida y a la congestionada avenida<br />

Quiñones. Tenía que cruzar la pista y conseguir un<br />

motocarro en el otro carril.<br />

Tenía que ser muy precavido y no distraerme. Miré<br />

por los dos lados, mientras esperaba que la pista quedara<br />

vacía. Cuando lo hizo, corrí y corrí y llegué a la otra orilla <strong>de</strong><br />

la pista.<br />

Quise ahorrar plata para disfrutar la tar<strong>de</strong> con Alicia<br />

y mis padres. Así en vez <strong>de</strong> llamar a un motocarro, esperé un<br />

microbús. Ellos cobraban más cómodo. Esperé la ruta<br />

a<strong>de</strong>cuada, y tuve que esperar quince minutos bajo el sol,<br />

hasta divisar uno.<br />

Era un Etuisa.<br />

Lo llamé y se <strong>de</strong>tuvo. El cobrador dijo lo <strong>de</strong> siempre:<br />

— ¡Todo Próspero! ¡Todo Próspero! Bellavista…<br />

Sube, sube…<br />

Subí al microbús.<br />

—Dale… —chilló el cobrador, golpeando el capo<br />

<strong>de</strong>l microbús.<br />

El microbús se puso en marcha, pero <strong>de</strong> manera<br />

brusca. Tuve que agarrarme <strong>de</strong> los pasamanos para no<br />

puntearme contra el suelo. Busqué un asiento vació y<br />

encontré uno, en el medio, y me senté.<br />

Al sentarme al costado <strong>de</strong> la ventanilla, vi todas las<br />

calles <strong>de</strong> Iquitos. Era lo particular. <strong>La</strong> mayoría <strong>de</strong> casa con<br />

solo un piso, pero pocas con dos pisos. Eso se encontraría<br />

por el centro.<br />

10


Quedé mirando vagamente, las calles, viendo cada<br />

uno <strong>de</strong> las personas, los motocarros y el bullicio.<br />

Todas las personas estaban tranquilas haciendo lo<br />

que sea. Algunos vendiendo algo <strong>de</strong> comida, trabajando o<br />

haciendo las cosas <strong>de</strong> la casa.<br />

Pero noté algo raro.<br />

<strong>En</strong>tre las personas había una que me causaba sopor.<br />

Levanté la cabeza <strong>de</strong>l respaldar <strong>de</strong>l asiento. El micro<br />

pasó sobre un bache, me golpeé la cara con el quicio <strong>de</strong> la<br />

ventana y mire otra vez a esa persona.<br />

Era completamente negra. Nada a que se refiera a un<br />

hombre <strong>de</strong> tez negra. Era completamente negro.<br />

Me quedé mirándolo, hasta que en una curva hizo<br />

que <strong>de</strong>sapareciera <strong>de</strong> la visión.<br />

Fruncí el ceño, mientras regresaba a echarme en el<br />

respaldar <strong>de</strong>l asiento. Estaba dando mis hipótesis sobre lo<br />

que vi. Pero estaba muy cansado que me daba flojera pensar.<br />

Quedé mirando el techo <strong>de</strong>l micro <strong>de</strong> manera vaga.<br />

<strong>En</strong>trecerré los ojos. Me estaba entrando el sueño.<br />

<strong>La</strong>s calles pasaban muy tranquilas hasta que me<br />

dormí…<br />

Tuve un sueño don<strong>de</strong> todo estaba muy divertido.<br />

Mis padres estaban bailando la música <strong>de</strong> los carnavales,<br />

mientras Alicia estaba pintada toda <strong>de</strong> azul, con puntitos<br />

blancos. Parecía una ninfa. Ella me miraba con los ojos<br />

llenos <strong>de</strong> una belleza selvática. Estaba muy feliz.<br />

Pero <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ella había alguien más. Era una<br />

persona negra.<br />

11


Alicia se aparto, pero <strong>de</strong> repente se esfumó.<br />

Mi casa se tensó y sentí terror.<br />

<strong>La</strong> persona traía una larga capucha. Era toda negra.<br />

Tenía casi mi altura. Estaba cabizbaja y vi subir y bajar sus<br />

hombros <strong>de</strong> la respiración. Bajé a ver sus pies…<br />

Todo mi cuerpo sintió ese vientecillo frío<br />

experimentado en mi trayecto hacia la universidad.<br />

Esa cosa estaba flotando en el aire.<br />

Sentí algo más <strong>de</strong> terror. Y cuando supe que ese<br />

terror era supremo, la persona alzó la cabeza lentamente y<br />

reveló su rostro…<br />

Grité en un segundo. De su rostro salió algo<br />

horripilante y mi sueño se mezclo <strong>de</strong> imágenes. Escuche un<br />

ruido ensor<strong>de</strong>cedor y luego sentí un golpe tremendo en la<br />

cabeza que me partió la cabeza <strong>de</strong> dolor…<br />

¡Ah…!<br />

Me levanté <strong>de</strong> un sobresalto, luego <strong>de</strong> sentir un<br />

vértigo. Me calmé y supe que era solo una pesadilla. Pero fue<br />

tan vívido que me asustó.<br />

Miré por todos los lados y aún las personas seguían<br />

sentadas. Conservando la mirada al frente. El cobrador<br />

estaba sentado en un banco, con el rostro inexpresivo. Y el<br />

chofer… y el chofer… ¿dón<strong>de</strong> estaba el chofer? Lo encontré<br />

echado en un asiento, acariciando el rostro <strong>de</strong> una niña.<br />

Pero alguien conducía. ¿Por qué el microbús seguía<br />

moviéndose?<br />

Miré el enorme espaldar <strong>de</strong>l asiento <strong>de</strong>l chofer. Era<br />

claro que tapaba la visión, pero no había nadie conduciendo.<br />

12


— ¿Qué está sucediendo…? —susurré.<br />

Me levanté y me sentí grácil. Como si estuviere<br />

hecho <strong>de</strong> algodón. También que la combi lo estaba, porque<br />

no sentía ni el menor bache.<br />

Algo raro estaba pasando.<br />

Miré por la ventana. Era fácil ver por qué el carro iba<br />

muy suave, como si fuera un vapor. Y eso me frunció el<br />

ceño.<br />

Muchas personas miraban hacia el sur, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> el<br />

microbús venía. <strong>La</strong>s mujeres se tapaban la boca <strong>de</strong>l puro<br />

susto y las <strong>de</strong>más comenzaron a correr al sur.<br />

Miré al sur.<br />

Algo se movía algo muy allá en el tráfico.<br />

Me acerqué a la ventana y apegué la cara en el vidrio.<br />

Todo el cuerpo se me pasmó.<br />

—No pue<strong>de</strong> ser —susurré.<br />

Era el microbús Etuisa, el mismo don<strong>de</strong> me subí,<br />

que estuve uno minutos y que lo estuve.<br />

Estaba <strong>de</strong>struido y había caído sobre un pedazo <strong>de</strong><br />

pared, en la parte <strong>de</strong> a<strong>de</strong>lante. El pedazo <strong>de</strong> escombros era<br />

<strong>de</strong> una tienda <strong>de</strong> zapatos que había estallado…<br />

No entendí. ¿qué estoy haciendo ahora aquí?. No<br />

pue<strong>de</strong> ser.<br />

Era un fantasma.<br />

Estaba muerto…<br />

Muerto.<br />

<strong>La</strong> niña <strong>de</strong>l asiento más cercano rió, en una risa<br />

sepulcral.<br />

13


Me quedé parado mirándola. No creo que se había<br />

dado cuenta.<br />

Pero esto era muy injusto para ella y para mí. Éramos<br />

tan jóvenes para morir <strong>de</strong> repente.<br />

¿Cómo iba a morir en este momento?<br />

Esta no podía ser mi hora final.<br />

— ¿Qué está pasando?<br />

<strong>La</strong> calle <strong>de</strong> fuera me resultaba muy extraña. Llena <strong>de</strong><br />

huecos <strong>de</strong> una realidad absurda. Des<strong>de</strong> este punto me di<br />

cuenta que esa realidad resultaba absurda.<br />

¡Me agarró la locura!<br />

Comencé a correr por todo el micro, dando vueltas.<br />

Grité a algunas personas pero no se movían por nada.<br />

Golpeé las pare<strong>de</strong>s fantasmales, produciendo como si<br />

golpeara un metal bajo el agua.<br />

— ¡NO PUEDO MORIR EN ESTE MOMENTO,<br />

MALDICIÓN!<br />

Gritaba y gritaba. Aunque me daba escalofríos<br />

punzantes estar como un fantasma, los pulmones y mi<br />

garganta me <strong>de</strong>jarían gritar hasta romper el tímpano. Hasta<br />

romper todas las ventanas…<br />

¡Au!<br />

Sentí otro dolor punzante.<br />

¡Au! ¡Oh! ¡AHHH!<br />

Sentí uno y otro. <strong>En</strong> el estómago, en el brazo, en los<br />

ojos, en todo el cuerpo. Era como si varillas <strong>de</strong> hierro<br />

can<strong>de</strong>nte me atravesaran el cuerpo. <strong>En</strong>traba por mi carne<br />

14


fantasmal, rotaba, me <strong>de</strong>strozaban y salían. Luego lo hacían<br />

<strong>de</strong> nuevo.<br />

¡AHHHHHHH!<br />

— ¡BASTA! ¡¡BASTAAA!!<br />

Mis brazos se retorcieron en respuesta <strong>de</strong>l dolor. Mis<br />

ojos salían <strong>de</strong> órbita, y miraban a los otros fantasmas que<br />

seguían en sus asientos sin hacer nada. ¡Auxilio!<br />

De pronto…<br />

Mi pecho explotó. Aunque era un alma, se hizo un<br />

enorme agujero. Los trozos <strong>de</strong> carne salieron disparados por<br />

todo el micro. Cayeron sobre los otros pasajeros,<br />

empapándolos <strong>de</strong> sangre. ¡AHHHHHHH! Sentí algo que<br />

quería emerger por el agujero que había en mi pecho. Se<br />

arrastraba por mis órganos y salió una cabeza, que tenía las<br />

misma facciones que las mías. Era yo.<br />

—No me interesa lo que digas… ¡Cállate, maldito!<br />

Estúpida. Jajajaja. ¡Mierda! ¡No vales para nada, eres una<br />

cualquiera! ¡JAJAJAJA!<br />

Explotó mi estómago. Mis intestinos salieron<br />

volando y cayeron al suelo. Salió otra cabeza. Esta lloraba<br />

<strong>de</strong>scontroladamente. Salió otra cabeza por mi brazo… No<br />

me dolía, ¡pero estaba muy aterrador! ¡Por dón<strong>de</strong> más saldrá!<br />

¡AHHH! Fueron saliendo más cabezas <strong>de</strong> mi cuerpo y<br />

lentamente mi ojo izquierdo se oscureció en rojo. Explotó y<br />

salió una pequeña versión <strong>de</strong> mi cabeza por ella.<br />

Mi grito aterrador fue creciendo, hasta que mi otro<br />

ojo se oscureció en rojo, atisbando por un momento un<br />

hombre negro frente a mí. Grité <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación, pero…<br />

15


Todo se esfumó. Mi alma estaba como había estado<br />

anteriormente. Me toqué el pecho, en respuesta <strong>de</strong> mi<br />

<strong>de</strong>sesperación. Estaba intacto. Miré en <strong>de</strong>rredor para ver mis<br />

órganos tirados por el suelo, pero estaba limpio. <strong>La</strong>s<br />

personas seguían inmóviles como siempre.<br />

Esto me asustaba.<br />

El micro fue alejándose <strong>de</strong> mi vista.<br />

Maldita sea. Debo regresar a mi cuerpo como sea.<br />

Mire hacia el parabrisas <strong>de</strong>lantero y luego atrás. Corrí a la<br />

puerta <strong>de</strong> emergencia. Apoyé mis manos sobre el cristal. Bajé<br />

la mano hacia el pestillo, pero no había o no sabía dón<strong>de</strong><br />

estaba.<br />

Dón<strong>de</strong> está. Dón<strong>de</strong> está. ¡Quiero regresar! ¡Quiero<br />

regresar a mi cuerpo…!<br />

De repente, mi cuerpo salió volando hacia atrás.<br />

Traté <strong>de</strong> agarrarme por las espal<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> los asientos que<br />

pasaban por mi lado en un raudo. Y con sonido estrepitoso,<br />

me caí sobre el suelo. Mi cabeza quedó mirando al techo y al<br />

rostro oscuro <strong>de</strong>l hombre negro. <strong>En</strong>tre ese siniestro rostro,<br />

una sonrisa se ensanchó, inmensamente macabra.<br />

—Ahhh —gemí.<br />

Me incorporé <strong>de</strong> un salto… Mis rodillas me<br />

impulsaron, al tiempo que una mano fría agarró mi tobillo.<br />

Caí <strong>de</strong> bruces. Mi mandíbula se estremeció en el suelo y se<br />

abrió en un grito. <strong>La</strong>s manos friolentas <strong>de</strong> aquel hombre<br />

negro, comenzó a jalarme hacia él.<br />

—Ahhh… No… AHHH<br />

16


Sus manos ahora me agarraban por el pantalón. No<br />

quise voltear para verlo. Pero él me giro y me quedé<br />

mirándolo. Estaba con la capucha en la cabeza. <strong>En</strong> su capa<br />

parecía estar escrito diferentes nombres. Muerte… Maligno…<br />

Mors… Hamach HaMavet… Odín… Ankou… Yama… Tu<br />

Muerte… TU MUERTE.<br />

—NOOO…<br />

<strong>La</strong> Muerte se agitó. Saco una guadaña y <strong>de</strong> un golpe,<br />

todo el ancho <strong>de</strong>l micro se llenó <strong>de</strong> sus alas negras. <strong>La</strong><br />

capucha se bajó y revelo la cosa más espantosa. Tenía los<br />

ojos clavados en mí como unos pren<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> luz roja. <strong>La</strong><br />

cabeza era una mezcla <strong>de</strong> cráneo y carne magullada.<br />

—No, por favor. ¿Qué hice? ¿Qué hice?<br />

Levantó la guadaña y la blandió. ¡NOOO! Fue un<br />

filo feroz y punzante. Dio un silbido cuando cayó sobre la<br />

cabeza <strong>de</strong> un pasajero. Un borbotón <strong>de</strong> sangre salpicó sobre<br />

mi cara. El rostro todavía expresaba dolor, mientras la<br />

guadaña seguía clavada sobre su sien.<br />

Pero ese acto hizo <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nar un pan<strong>de</strong>mónium.<br />

Los pasajeros recién se movieron y comenzaron a correr<br />

hacia atrás. Alguien me tomó por la mano y yo le seguí.<br />

Caminé con la cabeza gacha hacia las personas, que estaban<br />

agazapadas. Levanté la cabeza y vi que era la niña que me<br />

había ayudado.<br />

Estaba con un terror que llenaba su rostro.<br />

<strong>La</strong> Muerte vino hacía nosotros con un paso<br />

<strong>de</strong>sgarbado, con las alas taponando todo el ancho <strong>de</strong>l micro.<br />

<strong>La</strong> guadaña estaba en ristre y llena <strong>de</strong> sangre.<br />

17


Me escondí bajo las personas, con la <strong>de</strong>sesperación<br />

llenándome. Agarré a la niña por la mano y la bajé. Una<br />

pierna me golpeó la cara, pero los nervios (si lo tenía)<br />

ocupaban mi pequeño dolor.<br />

Y viendo por entre las piernas, presencie a la Muerte<br />

ante nosotros. Dio una sonrisa macabra, gritos <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sesperación y la guadaña cortó a todos los pasajeros uno<br />

por uno. ¡AHH!<br />

<strong>La</strong> guadaña me cortó un pedazo <strong>de</strong> mi brazo.<br />

De pronto, la puerta <strong>de</strong> atrás se rompió por el peso<br />

<strong>de</strong> los agazapados. Fui para atrás y cayendo en un metro. Un<br />

zapato me golpeó la frente. <strong>La</strong> niña cayó brutalmente sobre<br />

el suelo y yo me lastimé la espalda contra la puerta zafada y<br />

algunas personas. Escuche muchas caídas en el asfalto.<br />

—Levántate. ¡Levántate!<br />

Mi brazo estaba impregnado <strong>de</strong>l vidrio <strong>de</strong> la puerta.<br />

<strong>La</strong> agité y ella se levantó.<br />

—Corre… —fue sólo lo que dije.<br />

Ella se levantó y comenzó a correr. Hice lo mismo.<br />

Pero mientras lo hacía, miré en <strong>de</strong>rredor. <strong>La</strong> vida estaba por<br />

todo el alre<strong>de</strong>dor. <strong>La</strong>s personas que tenían vida estaban por<br />

todos los lados pero <strong>de</strong> una manera <strong>de</strong>scolorada y<br />

distorsionada, como si el tiempo estuviera lento y rápido a la<br />

vez.<br />

—Ay<br />

Mire hacia la niña. Se había caído, trataba <strong>de</strong><br />

levantarse pero no podía. Me puse a su lado y traté <strong>de</strong><br />

incorporarla.<br />

18


—Nos va a matar…—dijo ella—. Y se va a repetir<br />

todos los días.<br />

—Vamos a escapar <strong>de</strong> eso…<br />

Se escucho un golpe <strong>de</strong> viento. Volví a verlo y la<br />

Muerte estaba volando encima <strong>de</strong>l micro. Sus alas estaban<br />

estiradas a lo máximo. <strong>En</strong>ormes y colosales. Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese<br />

punto, lo <strong>de</strong>scolorido se tornó negro como el carbón.<br />

—Vamos, corre…. ¿Qué pasó?<br />

Sentí como un repentino golpe me jalaba atrás y,<br />

tactos agudos en mi pecho <strong>de</strong>recho y al izquierdo <strong>de</strong> mi<br />

abdomen. Escuché una voz en mi oído izquierdo…<br />

—1, 2, 3… ¡Ya!<br />

Escuché un pitido y luego la misma sensación<br />

estremecedora… Espera. No. No. No puedo <strong>de</strong>jarla aquí.<br />

Otra vez ese conteo. Y otra vez ese estremecimiento,<br />

que ahora vino con mucho más vigor. <strong>La</strong> niña no se percató,<br />

estaba tan hipnotizada por la Muerte que no veía mi pesar…<br />

—… ¡Ya!<br />

<strong>La</strong> Muerte vino hacia nosotros. El pitido… El<br />

estremecimiento fue tan fuerte. Me aferré por el brazo <strong>de</strong> la<br />

niña… pero fui jalado hacia atrás. Traté <strong>de</strong> quedarme, pero<br />

solo vi como último cuadro a la Muerte abrazar a la niña.<br />

—Está respirando.<br />

Fue una voz muy lejana… Muy clara… Sentí que mi<br />

pecho estaba <strong>de</strong>snudo. Estaba mareado y no podía abrir mis<br />

ojos… Ni pu<strong>de</strong> abrirlos cuando escuche una línea<br />

aterradora.<br />

— ¿Qué pasó con la niña?<br />

19


Mi pulso rápido se pudo escuchar por el<br />

electrocardiógrafo.<br />

—<strong>La</strong> perdimos…<br />

Mi pulso fue yendo en volátil. El electrocardiógrafo<br />

enloqueció.<br />

— ¿Qué le pasa al muchacho?<br />

—Está teniendo una taquicardia.<br />

— Tenemos que salvarlo.<br />

No tenía consciencia sobre lo que había escuchado. Mi<br />

corazón me estaba doliendo. Me estaba ahogando en la<br />

confusión, mientras los doctores trataban <strong>de</strong> salvarme. Y me<br />

<strong>de</strong>svanecía en una clase <strong>de</strong> sueño que ni mis propios<br />

sentidos podrían tocarlo.<br />

20


Tijereta<br />

Esterlina estaba preparando las cosas para ir. Los planes para<br />

visitarlo tenían que ser muy rápidos porque últimamente el<br />

sembrío estaba marchitándose y si seguía así el problema iba<br />

a incrementarse.<br />

—Tenemos que ir a la chacra, ahora —Pablo llamó<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el otro lado <strong>de</strong> la casa. Hoy no se había mostrado <strong>de</strong><br />

una manera muy rara, pero no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> hacer sus piropos<br />

<strong>de</strong> siempre.<br />

—Espera, mi amor —respondió Esterlina—. Estoy<br />

poniendo algunas cositas en la bolsa.<br />

—Te espero en la puerta…<br />

Esterlina siguió guardando algunas cosas, todo lo<br />

necesario para que el problema <strong>de</strong> la chacra <strong>de</strong>sapareciera en<br />

cuanto el clima lo permitiera. Mientras ponía unas bolsas <strong>de</strong><br />

guano, pensó en algo maravilloso. <strong>La</strong> noche anterior la había<br />

pasado extraordinariamente con Juan. Caminando por el<br />

sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l pueblo y haciendo algunas conversaciones que<br />

acabaron en besos y otros afanes.<br />

21


—Fue maravilloso —pensó ella—. Qué bueno que<br />

mi marido no se enteró <strong>de</strong> nadita… Pero cómo se va a dar<br />

cuenta este idiota si sólo me manda regalitos…<br />

De pronto paró en seco…<br />

—<strong>La</strong>s vecinas… Esas chismosas <strong>de</strong> boca floja…<br />

pue<strong>de</strong>n haber visto… —A Esterlina le tembló las piernas—.<br />

No… Juan procuró que no nos vieran esas…<br />

— ¿Con quién hablas? —llamó Pablo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />

entrada <strong>de</strong> la casa.<br />

—Con nadie, querido… —farfulló—… E-estaba<br />

recordando las cosas… que ponía…<br />

—<strong>En</strong>tonces, vámonos —dijo el marido.<br />

Esterlina arregló la talega y la apegó a la cintura para<br />

asegurarla. Salió <strong>de</strong>l cuartito, y se fue al encuentro <strong>de</strong> Pablo,<br />

que estaba bajo el quicio <strong>de</strong> la puerta.<br />

— ¿Ya está todo? —preguntó con un tono raro, pero<br />

dulzón.<br />

—Si… —sonrió Esterlina, para dar un pequeño<br />

beso. Luego bajó la mirada hacia las manos <strong>de</strong> su marido—.<br />

¿Para qué llevas unas tenazas?<br />

—Es para cultivar… —explicó el, agitando la tenaza<br />

oxidada—. Estoy seguro <strong>de</strong> que la maleza creció en estas<br />

cuatro semanas…<br />

—Oh, seguro…<br />

—Espera —interrumpió Pablo. Agarró firmemente<br />

la tenaza con una mano y sacó <strong>de</strong>l bolsillo <strong>de</strong> su camisa a<br />

cuadros un papel…—. Toma…<br />

— ¿Qué es?<br />

22


—Sólo léelo…<br />

Esterlina blandió la hoja <strong>de</strong> papel y leyó la caligrafía<br />

estilizada <strong>de</strong> Pablo. A Esterlina le pareció raro que la<br />

caligrafía estaba medio arisca, como lo hubiese hecho con<br />

una furia cansada. ―Bah, el nunca se cansa <strong>de</strong> mandarme regalos‖<br />

pensó Esterlina.<br />

Mi amor, tu sabes que en todos los días te doy un regalo<br />

especial. Y para mostrar mi afecto especial, quisiera darte un regalo<br />

muy especial este día, mejores que los otros. Y ese regalo es…<br />

— ¿Cuál es mi regalo, amor?<br />

—Tendrás que <strong>de</strong>scubrirlo… Ayer fui a la chacra…<br />

—se apuró a <strong>de</strong>cir porque Esterlina quería contra<strong>de</strong>cir—. ¡Si<br />

fui!… y puse la respuesta en un papel rosado, escondido por<br />

la maleza… Cuando corte una cierta parte, hallarás el papel y<br />

sabrás la respuesta… —Dio una mueca muy dura, que<br />

Esterlina le pareció aún más rara.<br />

Pero lo que le importaba era el regalo.<br />

—<strong>En</strong>tonces, vamos.<br />

Esterlina y Pablo salieron <strong>de</strong> la casa. Cuando<br />

Esterlina se fue por toda la calle, al mirar a las vecinas<br />

chismosas, estas la <strong>de</strong>volvieron una expresión muy<br />

inescrutable. <strong>La</strong> conclusión a que llegó con todas las<br />

expresiones <strong>de</strong> esas señoras, le daba una sensación <strong>de</strong><br />

inseguridad. ¿Acaso sabían sobre el amor platónico <strong>de</strong><br />

Esterlina y su amante? ¿Le habían contado a Pablo?<br />

<strong>En</strong> todo el trayecto, Esterlina pensó eso como una<br />

estúpida i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que fuera real. Estaba totalmente en<br />

23


<strong>de</strong>sacuerdo <strong>de</strong> que esas vecinas la hubiesen visto con el<br />

amante por el Valle <strong>de</strong>l Tunche.<br />

El Valle estaba muy lejos <strong>de</strong>l pueblo…<br />

Pero, Juan la recogió <strong>de</strong> su casa…<br />

Y ahí podría ser que le había visto a Pablo…<br />

Pero no era posible para Esterlina. Ella siguió tan<br />

hipócrita en el trayecto, que hacía piropos fingidos con<br />

Pablo.<br />

Cuando llegaron a la chacra que estaba a dos<br />

kilómetros <strong>de</strong>l pueblo, la tar<strong>de</strong> se estaba poniendo. Esterlina<br />

examinó por el lugar con <strong>de</strong>tenimiento. <strong>La</strong> chacra estaba<br />

totalmente cubierta <strong>de</strong> maleza y algunos sembríos se<br />

ahogaban en ese mar <strong>de</strong> mala hierba. Pablo se acercó,<br />

haciendo repiquetear las tenazas estri<strong>de</strong>ntemente.<br />

—Qué bueno que hemos llegado a tiempo, ¿no,<br />

Pablo? —preguntó Esterlina con dulzura.<br />

—Sí… —dijo a secas—. Sí, mi amor… Ya que<br />

estamos aquí, comenzare a cortarrrr la maleza para que<br />

encuentres tu regalo.<br />

Esterlina se emocionó. Por fin este tontonazo me regalará<br />

algo <strong>de</strong>l bueno, pensó ella.<br />

—Acércate…<br />

Mientras Pablo comenzaba a cortar, arrancar y<br />

<strong>de</strong>spedazar la maleza, Esterlina se puso a su costado. <strong>En</strong> una<br />

mala maniobra, la tenaza casi corta el brazo <strong>de</strong> Esterlina…<br />

Sin embargo, Pablo siguió cortando la maleza, mientras la<br />

hierba caía a los pies <strong>de</strong> Esterlina…<br />

—Lo puse por aquí…<br />

24


—Uy, qué ese olor… —asqueó Esterlina, sin<br />

embargo, Pablo siguió cortando…<br />

El olor <strong>de</strong> la savia bruta, mezclado con el olor<br />

pestilente y los mosquitos comenzaban ya a fastidiar.<br />

Pedazos <strong>de</strong> hierba caía sobre los brazos <strong>de</strong> Esterlina y le<br />

causaba escozor. Mientras seguía cortando la maleza,<br />

avanzaban <strong>de</strong>jando un sen<strong>de</strong>ro.<br />

— ¿Dón<strong>de</strong> está, mi amor?<br />

Pablo llegó a <strong>de</strong>cir algo bajo que no se escuchó.<br />

Esterlina no quiso preguntar <strong>de</strong> nuevo, porque se fijo en la<br />

cortada <strong>de</strong> la hierba. Estaba algo mal hecha, <strong>de</strong>jando a la<br />

hierba cortada como un adorno feo en el sembrío.<br />

El crepúsculo se acercaba.<br />

—Ya estamos cerca… —dijo Pablo <strong>de</strong> manera muy<br />

lineal.<br />

—Tenemos suerte <strong>de</strong> que sea <strong>de</strong> cuatro hectáreas…<br />

<strong>La</strong> tenaza comenzó a cortar hierbas malas más largas<br />

que alcanzaban un metro. El crepúsculo se fue acentuando<br />

más, mientras le daba a la chacra otros aspectos… Un<br />

aspecto inquietante… Algo que le presionaba con un frío<br />

muy peculiar…<br />

—Ya, querido… Ay<br />

Esterlina dio un pequeño resbalón. Miró hacia abajo<br />

y vio que sus zapatillas blancas estaban ensuciadas con un<br />

barro que tenía una coloración rojiza. Ella frunció el ceño y<br />

se agachó para remojar su <strong>de</strong>do con el barro que había en las<br />

zapatillas… <strong>La</strong> raspó con el <strong>de</strong>do pulgar y luego la acercó a<br />

la nariz…<br />

—Aquí está el regalo, querida…<br />

25


Ella se sobresaltó y levanto la mirada. Mientras<br />

afinaba la vista, frunció el ceño.<br />

Un papel… ―Tu regalo será <strong>de</strong>spedazarte…‖, la cabeza<br />

sangrienta y seccionada, inerte <strong>de</strong> Juan, una foto <strong>de</strong> ella<br />

pegada a uno <strong>de</strong> los ojos con la cara <strong>de</strong>scompuesta y<br />

lacerada. Al lado, una muñeca estaba clavada con un clavo<br />

grueso en el pecho… Y ante ella estaba la expresión macabra<br />

<strong>de</strong> Pablo, agitando con ira las tenazas…<br />

Esterlina se dio la vuelta con terror y comenzó a<br />

correr. Dio un resbalón en el barro ensangrentado, cuando<br />

sintió un dolor punzante en la mano… Tremendamente<br />

doloroso que la hizo gritar…<br />

— ¡Eres maldita malagra<strong>de</strong>cida! —gritó Pablo.<br />

Agitando las tenazas…<br />

Esterlina levantó el brazo. Comenzó a gritar <strong>de</strong><br />

terror, mientras veía su mano muerte colgar <strong>de</strong> su muñeca<br />

por un hilo <strong>de</strong> carne… para luego caer al suelo. Borbotones<br />

<strong>de</strong> sangre mojaban la maleza mal cortada…<br />

— ¡TE DI TODO LO QUE UN MARIDO PUDO<br />

DAR! PUTA HIPOCRITA! ¡REGRESA AQUÍ! ¡NO TE<br />

VAS A IR!<br />

Pablo no corría, pero daba unas zancadas letales.<br />

Unas pisadas que aterraron.<br />

— ¡AUXILIO! ¡¡AUXILIOOOOO!!<br />

— ¡NO! No, mi amor. No grites. No grites porque<br />

no te podrán escuchar.<br />

Esterlina dio un quejido aterrado ante eso y siguió<br />

corriendo. Dio pequeño traspiés que la aterraban…<br />

Procuraba no caer… Ni lastimarse un tobillo…<br />

26


— ¡Mi amor, ven aquíiiii! ¡No rechaces tu regaloo! —<br />

Dijo con un tono escalofriantemente cantarín—. ¡Es malo<br />

<strong>de</strong> tu parte!<br />

—No, no… —quejó Esterlina por el cansancio.<br />

Des<strong>de</strong> ahí se le veía a Pablo como el tamaño <strong>de</strong> una<br />

monstruosa hormiga…<br />

Bajo la cuesta hacia la carretera. Pasó bajo el quicio<br />

<strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong> la chacra.<br />

—Auxilio —dijo con el terror apagando su voz.<br />

Cuando llego a la orilla <strong>de</strong> la carretera, se tropezó<br />

con una piedra. Cayó <strong>de</strong> bruces sobre el áspero asfalto,<br />

mientras el muñón ensangrentado se dio un raspón contra<br />

ella. Sonó un viscoso ―crac‖ y Esterlina gritó…<br />

—No, no…<br />

Giró y quedo tendida al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la carretera,<br />

mirando el cielo anocheciendo. Percibió un brillo extraño. Se<br />

distrajo hacia ella y vio a Pablo bajo el quicio <strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong><br />

la chacra, con la silueta totalmente negra. <strong>La</strong>s tenazas<br />

repiquetearon…<br />

— ¡Amor! Tu <strong>de</strong>licada mano cayó. No te<br />

preocupes… <strong>La</strong> tengo aquí conmigo…<br />

Alzó la mano muerta para verla. Luego con gesto<br />

macabro, comenzó a <strong>de</strong>scuartizar la mano con las tenazas.<br />

Arrancando los <strong>de</strong>dos y haciendo lo peor con ella. Aunque la<br />

mano ya no estaba acoplada a su cuerpo, verla siendo<br />

<strong>de</strong>scuartizada le dio un reflejo aterrador. Se agarró el muñón<br />

y la presionó.<br />

—No, Pablo. No.<br />

Pablo <strong>de</strong>jo <strong>de</strong> <strong>de</strong>scuartizar la mano. Levantó la<br />

cabeza hacia Esterlina rápidamente.<br />

27


— ¿Por qué? ¿POR QUÉ? —gritó el con una voz<br />

macabra. Tiró la mano irreconocible hacia el suelo,<br />

perdiéndose <strong>de</strong> vista. — ¡Te di todo lo que un marido puedo<br />

darte: regalos! ¡Cosas que te pudieron agradar y pensé que lo<br />

hicieron! ¡PERO QUE HICISTE! ¡TE VAS CON OTRO,<br />

UN CABRÓN MALDITO Y ME DEJAS A MI…! ¡EN LA<br />

NADA! ¡LAS VECINAS ME LO CONTARON TODO!<br />

Él se acercó lentamente, bajando la cuesta. Ahora<br />

Esterlina pudo verlo nítidamente. Estaba con una expresión<br />

mezclada con la furia, la <strong>de</strong>silusión, la obsesión y la locura.<br />

—Por favor, dame una… oportunidad…<br />

Perdóname…<br />

—Lo hubieses pensado antes… Lo hubiese pensado<br />

antes… ¡LO HUBIESES PENSADO ANTES!<br />

Se acercó a Esterlina, abriendo las tenazas a lo<br />

máximo. Esterlina comenzó a arrastrarse, pero las tenazas le<br />

dieron una sensación fina, estri<strong>de</strong>nte y punzante…<br />

Esterlina abrió los ojos como platos. Se empali<strong>de</strong>ció<br />

la piel, mientras las tenazas se cerraban alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su<br />

cuello.<br />

—No, Pablo…<br />

—Perdóname, querida… No supe qué regalo<br />

darte… —dijo con una voz <strong>de</strong>mente—. Pero esto va con<br />

todo el amor que no supiste valorar…<br />

Y la voz <strong>de</strong>sapareció en un fluido viscoso. Pablo hizo<br />

presión, mientras las tenazas cortaron el cuello <strong>de</strong> Esterlina<br />

con la furia.<br />

<strong>La</strong> noche había finalmente caído sobre el lugar.<br />

28


Caso caníbal<br />

Miraba el río Amazonas por la ventanilla. Era hermosa esa<br />

vista con su trayectoria serpentina y una coloración <strong>de</strong><br />

amarillo tostado. Mientras la seguía, se fue perdiendo en el<br />

horizonte lejano. Una pequeña nube rozó el ala <strong>de</strong> la<br />

avioneta y se dispersó para luego <strong>de</strong>saparecer.<br />

—Como todos saben… —Explicó la guía <strong>de</strong><br />

turismo—, el río Amazonas es uno <strong>de</strong> los ríos más largos <strong>de</strong>l<br />

mundo. Su longitud supera la <strong>de</strong>l rio Nilo en más <strong>de</strong><br />

cuarenta kilómetros.<br />

—Sensacional —dije con admiración.<br />

—Sí, es muy bonito —dijo mi compañero <strong>de</strong> asiento,<br />

con su español mezclado con el acento inglés—. Mirarla en<br />

vivo es más impresionante que ver en National Geographic<br />

Magazine.<br />

—Una vez la leí cuando mi prima la trajo a Lima,<br />

cuando estaba en mi temporada <strong>de</strong> natación. Había<br />

comprado la revista en Colombia. ¿Y tú en dón<strong>de</strong> consigues<br />

las ediciones <strong>de</strong> las revistas?<br />

—Cerca <strong>de</strong> Times Square.<br />

29


— ¡Qué bien! Hablando <strong>de</strong>l Times Square —me<br />

acomodé en el asiento—. Cuéntame ¿cómo te <strong>de</strong>cidiste venir<br />

a Iquitos?<br />

—Siempre quise conocer Iquitos… <strong>En</strong> las<br />

publicida<strong>de</strong>s apareció como el lugar especial para disfrutar <strong>de</strong> la<br />

máxima cultura <strong>de</strong>l Perú.<br />

—Interesante. Quisiera ver esa publicidad…<br />

—<strong>La</strong> tengo en mi cámara… —dijo, mientras se<br />

acercaba a su mochila y sacaba una cámara Lumix, que se<br />

tenía un aspecto <strong>de</strong> recién comprado. <strong>La</strong> encendió y busco<br />

una galería a la foto. <strong>En</strong> atisbos pu<strong>de</strong> ver fotos <strong>de</strong> familiares,<br />

gente riendo.<br />

—Aquí está<br />

Era una foto muy nítida <strong>de</strong> una publicidad brillante y<br />

elegante en un panel electrónico:<br />

Want a trip to the warm city of Peru?<br />

Come visit our facilities<br />

and we can give you all the information for you to<br />

discover the won<strong>de</strong>rful city called Iquitos.<br />

— ¿Qué dice? —pregunté. Sabía inglés, pero no tan<br />

fuerte para saberlo.<br />

—Dice: ―¿Quieres un viaje a la calidad ciudad <strong>de</strong>l<br />

Perú?/Ven a nuestras instalaciones/Y te ofreceremos toda la<br />

información para que <strong>de</strong>scubras esta extraordinaria ciudad<br />

llamada Iquitos‖<br />

30


—Alucinante —exclamé—. Es muy bueno que una<br />

ciudad como Iquitos, sea muy famosa a nivel mundial.<br />

—Sí —asintió él con ojos asombrados—. Si me<br />

disculpas, me pondré los audífonos<br />

—Oh, no hay problema —dije sin recelo, mientras él<br />

sacaba un iPod y se colocaba los audífonos en los oídos.<br />

Escuchando el ritmo electrónico, levantó la mirada y miró el<br />

río Amazonas por la ventanilla que había a mi costado. <strong>La</strong><br />

canción era, recuerdo, Sensitized <strong>de</strong> Kylie Minogue.<br />

Por un tiempo, la guía <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir toda la<br />

sorpren<strong>de</strong>nte gama que contenía la Amazonia. Se sentó en<br />

un asiento reservado. Yo me recosté en el asiento y apoyé en<br />

la ventanilla, contemplando todo la alfombra ver<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

árboles por un largo tiempo. Mi compañero <strong>de</strong> asiento ahora<br />

se entretenía tarareando la música. Estaba muy ansioso <strong>de</strong><br />

conocer a gente que estaba muy conectada con la naturaleza,<br />

don<strong>de</strong> su única receta <strong>de</strong> vida es tener una vida<br />

completamente familiar, don<strong>de</strong> la tecnología avanzada no<br />

todavía llegaba, pero eran completamente alegres.<br />

De pronto, se formó un barullo que crecía. Una<br />

señora estaba cerca a la ventanilla, indicando algo. <strong>La</strong> guía se<br />

levantó <strong>de</strong> su asiento y se acercó a su lado.<br />

—Hay una persona en esa orilla… Tiene una<br />

apariencia muy rara… ¿No se habrá extraviado?<br />

—Pue<strong>de</strong> que sea un poblador <strong>de</strong> la zona, señora —<br />

sugirió la guía—. Pue<strong>de</strong>n aparecer personas caminando solas<br />

por algún lugar visible en cualquier momento imprevisto.<br />

31


<strong>La</strong> señora quedó mirándola, mientras volvía a<br />

observar. Des<strong>de</strong> mi ventanilla pu<strong>de</strong> ver el aspecto humano<br />

<strong>de</strong> alguien tumbado en el suelo…<br />

—Oh, no… —chilló alguien que estuvo tras mi<br />

asiento. Giré a verlo y me di cuenta que llevaba unos<br />

binoculares—. No creo que sea un poblador herido… Lo<br />

veo muy raro… Tiene algo a su alre<strong>de</strong>dor… como un<br />

charco oscuro… Espere…<br />

Todas las personas se levantaron <strong>de</strong> su asiento para<br />

acercarse hacia las ventanillas que <strong>de</strong>jaran ver lo que siendo<br />

indicado. <strong>La</strong> avioneta se movió levemente por un lado.<br />

—Espere… —dijo el chico <strong>de</strong> los binoculares—…<br />

Oh, por Nuestra Señora <strong>de</strong> Guadalupe… ¡Esta herido…!<br />

¡Tiene un charco <strong>de</strong> sangre a su alre<strong>de</strong>dor!<br />

Un francés pregunto a su hermano:<br />

— Qu’est-ce qui se passe?<br />

—Il ya un homme blessé dans un fleuve Amazone! —<br />

respondió el otro.<br />

El primer <strong>de</strong> los franceses gritó a voz en cuello:<br />

—Nouns <strong>de</strong>vons <strong>de</strong> sauvetage!<br />

—Le pediremos permiso al piloto <strong>de</strong> aterrizar en las<br />

aguas. Tenemos primeros auxilios y una camilla.<br />

<strong>La</strong> guía salió disparada <strong>de</strong> la sala, <strong>de</strong>sapareciendo por<br />

la puerta hacia sala <strong>de</strong> máquinas.<br />

Des<strong>de</strong> ese ángulo, pu<strong>de</strong> ver a todas esas personas<br />

<strong>de</strong>sesperadas. Me sentí muy rara. Todas las personas<br />

parecían compartir un mismo parecer.<br />

32


Sorpresivamente, la guía salió <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> máquinas<br />

y vino a nuestro encuentro.<br />

—Descen<strong>de</strong>remos. Con los flotadores, aterrizaremos<br />

sobre el agua y bajaremos <strong>de</strong> la avioneta. Me ayudaran a<br />

llevar los primeros auxilios y la camilla hasta el herido y<br />

subiremos nuevamente a la avioneta. ¿<strong>En</strong>tendieron todos?<br />

Yo y los <strong>de</strong>más asintieron.<br />

—Bien. Abróchense los cinturones que<br />

aterrizaremos. ¡Po<strong>de</strong>mos bajar! —dirigiendo la voz al piloto.<br />

Todos nos abrochamos los cinturones. Mi<br />

compañero <strong>de</strong> asiento había <strong>de</strong>jado el iPod por un lado y<br />

con la música sonando débilmente.<br />

Los franceses hablaban tan rápido que su<br />

conversación parecía hecha <strong>de</strong> una voz <strong>de</strong> dos. <strong>La</strong> guía,<br />

sentada en el asiento reservado, llevaba los primeros auxilios<br />

en la mano.<br />

Dejé <strong>de</strong> mirar ese panorama, para mirar el otro que<br />

estaba afuera. <strong>La</strong> avioneta comenzó a dar una vuelta y la<br />

vista se amplió alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la zona, mientras el herido<br />

seguía tumbado a la orilla <strong>de</strong>l rio Amazonas. El charco se<br />

había expandido hacia el agua <strong>de</strong>l río, don<strong>de</strong> la corriente la<br />

llevaba, formando una larga hilera roja.<br />

— ¿Qué es lo que había pasado?<br />

<strong>La</strong> avioneta <strong>de</strong>scendió y, con estrépito, las patas<br />

flotantes rompieron la superficie <strong>de</strong>l agua. Una salpicadura<br />

gruesa <strong>de</strong> agua chocó contra mi ventanilla, mientras la luz <strong>de</strong>l<br />

mediodía las hacia brillar. Des<strong>de</strong> mi ventanilla, pu<strong>de</strong> ver al<br />

33


hombre tumbado a la orilla <strong>de</strong>l río. Habíamos aterrizado<br />

muy cerca <strong>de</strong>l herido.<br />

—Vamos, vamos —indicó la guía, abriendo la<br />

portilla, por don<strong>de</strong> entró un haz <strong>de</strong> luz caliente—. Algunos<br />

qué<strong>de</strong>nse aquí. Uste<strong>de</strong>s dos —indicando a mi compañero <strong>de</strong><br />

asiento y un oriental— lleven la camilla, por favor. Tú,<br />

ayúdame con los primeros auxilios —me indicó.<br />

—Será todo un placer —dije en mi mente, algo<br />

asustada.<br />

El norteamericano y el oriental saltaron con la<br />

camilla hacia el agua. Para no mojarla por completo, la<br />

levantaron. Me quedé mirándolos, con los primeros auxilios<br />

en mi mano.<br />

—Vamos —me dijo la guía.<br />

Ella saltó al agua. Yo la seguí. Me zambullí, mientras<br />

el agua me llegaba hasta la ca<strong>de</strong>ra. Estaba algo fría.<br />

—Vamos…<br />

Caminé difícilmente por el agua. Procuré que los<br />

primeros auxilios no se mojarán. Cuando llegamos a la orilla,<br />

la hilera <strong>de</strong> sangre me topó la blusa y sentí náuseas.<br />

—Oh, my God —gimió el norteamericano, soltando la<br />

camilla—. Oh, my God.<br />

—Le sacaron la carne… —chilló el oriental,<br />

aterrado.<br />

Eso me erizó los pelos <strong>de</strong> la nuca. Cuando la guía<br />

llegó, dio un gemido que se apagó cuando llevó la mano a la<br />

boca. Mientras me acercaba miraba el cuerpo, fui por<br />

34


alre<strong>de</strong>dor y vi lo que dijo el oriental. Toda la comida <strong>de</strong> mi<br />

estómago subió por mi garganta y comencé a vomitar.<br />

Al hombre le habían vaciado todo el pecho, <strong>de</strong>jando<br />

un tórax totalmente limpio <strong>de</strong> órganos. Era como una clase<br />

<strong>de</strong> muñeco <strong>de</strong> paja que había sido objeto <strong>de</strong> diversión.<br />

Seguro que aquel hombre lo <strong>de</strong>spedazaron vivo, porque los<br />

ojos se mantenían abiertos.<br />

— ¿Quiénes pudieron haberle hecho esto? —dije.<br />

—No sé. Pudieron ser animales que rondaron —<br />

supuso la guía—. Seguro el hombre se quedó dormido, y los<br />

animales lo atacaron por sorpresa.<br />

—No creo que haya sido animales —rechinó el<br />

oriental <strong>de</strong>l miedo—. El… agujero fue hecho limpio. Los<br />

huesos no lastimados. Solo arrancados los órganos.<br />

— ¿Qué ocurre? —llamó el piloto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />

ventanilla.<br />

—Está muerto —respondió el norteamericano. El<br />

retrocedió un poco para alejarse <strong>de</strong>l cuerpo inerte. Cuando<br />

dio unos pasos, chasqueó algo. Él cojeó ante el sonido y se<br />

alejó, para luego quedar mirando una cosa en el suelo.<br />

—Eso es una lanza… —tartamu<strong>de</strong>ó el oriental.<br />

—Y está ensangrentada…<br />

—No, no, no. Es imposible. No hay caníbales en la<br />

Amazonia peruana.<br />

—Creo que sí ¿Cómo explica esta lanza y el limpio<br />

agujero que le hicieron a este hombre?<br />

35


— ¿Me pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cir qué suce<strong>de</strong>? —llamó el piloto<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la avioneta. Giré a verlo y vi que todos los pasajeros<br />

estaban en la portilla, observando.<br />

—Dejen <strong>de</strong> hablar, ya —chillé <strong>de</strong>sesperada—. Si este<br />

hombre fue muerto aquí, <strong>de</strong>bemos salir <strong>de</strong> aquí.<br />

—Vamos… Vamos…<br />

Al movilizarnos <strong>de</strong> vuelta al agua, los que estaban en<br />

la avioneta gritaron en unísono. Escuche movimiento tras<br />

mío, y zumbido fuerte y punzante, seguido <strong>de</strong> un golpe<br />

sordo.<br />

<strong>La</strong> guía dio un gemido. Volví para verla, cuando la<br />

punta <strong>de</strong> una flecha sobresalía <strong>de</strong> su cabeza como un adorno<br />

macabro. Me quedé mirándola con los ojos perdidos,<br />

mientras caía al agua inerte.<br />

El norteamericano me agarró <strong>de</strong>l brazo y me llevo a<br />

rastras por el agua. El oriental no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> quejarse y quería<br />

llegar a la avioneta <strong>de</strong> cualquier forma.<br />

El piloto activó el motor <strong>de</strong> la avioneta y ella<br />

comenzó a avanzar por el agua. Mi compañero alargó el<br />

brazo y tomó la pata <strong>de</strong> la avioneta. <strong>La</strong> gente extendía las<br />

manos para po<strong>de</strong>rnos levantar.<br />

Cuando volteé hacia atrás, vi un gran grupo <strong>de</strong><br />

hombres con lanzas y aspecto muy <strong>de</strong>cidido a querer<br />

cazarnos. Ahora nosotros éramos su presa.<br />

—Sube, sube, sube —dijo mi compañero, mientras<br />

flechas letales zumbaron hacia y chocaba contra la superficie<br />

metálica <strong>de</strong> la avioneta. Una flecha zumbo e impactó contra<br />

36


el brazo <strong>de</strong> mi compañero. Él gimió <strong>de</strong> dolor, pero continuó<br />

para salvarnos la vida.<br />

Siguieron zumbando las flechas. <strong>La</strong>s personas<br />

<strong>de</strong>saparecieron <strong>de</strong> la portilla. Y la avioneta fue alejándose <strong>de</strong><br />

la orilla, con tumbos. Otras flechas zumbaron. Uno me rozó<br />

el hombro y una rompió la ventana <strong>de</strong>l piloto, entrando sin<br />

más remedio para <strong>de</strong>tenerla.<br />

Estaba segura que el piloto fue flechado, porque la<br />

avioneta comenzó salirse <strong>de</strong> control. Pero aún así <strong>de</strong>spegó<br />

<strong>de</strong>l agua, sintiendo los pies fuera <strong>de</strong> ella. Pero un vértigo le<br />

avisó que solo fue un salto <strong>de</strong> la muerte.<br />

<strong>La</strong> avioneta se agitó.<br />

—Tranquila —me dijo.<br />

Se latigueó por un lado. Y mis manos no soportaron<br />

la fuerza <strong>de</strong>l impulso que <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> sostenerse y comencé a<br />

caer. Igualmente lo hacía mi compañero, y entre mi terror<br />

sabía por qué lo hacía.<br />

De pronto, un fuerte golpe <strong>de</strong> impacto lleno el aire.<br />

Cuando me zambullí en el agua, sentí que las pocas fuerzas<br />

me <strong>de</strong>jaban abatirme, pero no quería rendirme. El avión se<br />

precipitó hacia el agua, y se incrustó en el río. Una gran masa<br />

<strong>de</strong> agua se levantó.<br />

Después <strong>de</strong> un segundo, el norteamericano cayó al<br />

agua. Tragando agua dulce, ayu<strong>de</strong> a mi amigo a emerger.<br />

Tenía todavía la flecha en el brazo y expresaba una expresión<br />

muy seria.<br />

—Creo que no nos alcanzaran… Pero don<strong>de</strong> están.<br />

37


Estaba muy lejos <strong>de</strong> la orilla, casi por el centro <strong>de</strong>l<br />

río, pero era muy fácil ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahí. Los atacantes no<br />

estaban en don<strong>de</strong> habían empezado a atacar. Presentí algo<br />

muy aterrador.<br />

Escuché una salpicadura.<br />

—Oh, no. Viste eso. Comienza a nadar. Na<strong>de</strong>mos<br />

hacia la otra orilla —chillé al norteamericano.<br />

Estuve muy segura que esa salpicadura era <strong>de</strong> un<br />

movimiento natatorio. Teníamos que cruzar el río como sea,<br />

aunque tan gran<strong>de</strong> sea.<br />

—No. No puedo más —dijo mi amigo. Tenía un<br />

aspecto <strong>de</strong>salentador.<br />

—Vamos…<br />

—No, no. Vete. Go. Go. Tienes que salvar tu vida.<br />

Yo seré un peso para ti. ¡VETE!<br />

Estuve a punto <strong>de</strong> llorar. No quería <strong>de</strong>jarlo ahí. Así<br />

que continué nadando, <strong>de</strong>jándolo en medio <strong>de</strong>l río.<br />

No quise mirar atrás. Estaba segura que seguí<br />

nadando torpemente, hasta escuchar su grito <strong>de</strong> dolor<br />

martillándome los tímpanos. Lo escuché gritar hasta que se<br />

ahogó.<br />

Ahora todo <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong> mí. Tenía que salvar mi<br />

vida. Y se complicaba más aún cuando la corriente se hacía<br />

más fuerte a medida que me iba acercando al centro. Parecía<br />

que estaba naufragando.<br />

Sólo tuve en mente que para llegar a la otra orilla era<br />

como mi competencia <strong>de</strong> natación don<strong>de</strong> mi nombre,<br />

Abigail, tenía que existir y no tenía que morir. Así que me<br />

38


puse a nadar con más vigor, mientras ellos, me fueron<br />

siguiendo como la presa más escurridiza <strong>de</strong> sus vidas.<br />

Era vivir o vivir.<br />

39


Y el ingrediente es… sangre<br />

Fue un día <strong>de</strong>masiado agitado. Los trámites se habían<br />

realizado maravillosamente, pero me habían estresado <strong>de</strong><br />

una manera tal que casi había llegado al bochorno. Salí <strong>de</strong> la<br />

oficina lo más rápido posible, porque estaba seguro que el<br />

jodido <strong>de</strong>l ingeniero llegaría <strong>de</strong> repente y me aprisionaría otra<br />

vez en el trabajo hasta <strong>de</strong>jarme hasta tar<strong>de</strong>. No había<br />

dormido tres días seguidos por <strong>de</strong>dicarme a una facturación<br />

larga y tediosa.<br />

<strong>La</strong> otra vez estuve a punto <strong>de</strong> irme a <strong>de</strong>scansar a<br />

casa, cuando <strong>de</strong> repente apareció el ingeniero. Con su cara<br />

<strong>de</strong> felicidad hipócrita, pidiéndome: ―Gustavo, <strong>de</strong>bes arreglar algo<br />

en la facturación. Existen algunas fallas en los cálculos.‖ Cómo<br />

quisiera <strong>de</strong>smayarme en ese momento y que el ingeniero me<br />

llevase al hospital. Y que los doctores le dijeran que era un<br />

ingeniero totalmente estúpido, arrogante y explotador <strong>de</strong><br />

trabajadores.<br />

Salí <strong>de</strong> la oficina, riéndome <strong>de</strong> esa propuesta utópica.<br />

Como era el último en quedarme y siempre pasaba eso,<br />

apagué todas las luces. Abrí la puerta con <strong>de</strong>sgana y salí al<br />

frío Jirón Próspero. Los motocarros pasaban tan<br />

40


tranquilamente, mientras las luces naranjas <strong>de</strong> los postes <strong>de</strong><br />

luz teñían el ambiente nocturno. Aquel frío nocturno me<br />

rozó la mejilla y me inducía al sueño. Estaba seguro que si<br />

me miraba al espejo, encontraría unas ojeras como si hubiese<br />

recibido puñetazos. Agazapé mis cosas hacia mi pecho y<br />

mirando todas las tiendas, comencé a caminar hacia el norte.<br />

Pero cuando di unos cuantos pasos, escuché la<br />

maldita corneta musical <strong>de</strong> carro <strong>de</strong>l ingeniero. Cerré los ojos<br />

<strong>de</strong>l puro cansancio. Sabía que no iba ce<strong>de</strong>r, así que aumenté<br />

la caminata. Mire con ojos envidiosos a esas personas que<br />

reían sin <strong>de</strong>sgana.<br />

Sonó otra vez la corneta <strong>de</strong>l carro. Seguí caminando<br />

e inicié una charla conmigo mismo, enar<strong>de</strong>cido.<br />

—Carajo, no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> molestar. Tanto no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong><br />

fastidiar. Por eso algunos <strong>de</strong> sus trabajadores renunciaron…<br />

Tuve que escon<strong>de</strong>rme en alguna parte para per<strong>de</strong>rlo<br />

<strong>de</strong> vista. Con ojos cansinos observé una hela<strong>de</strong>ría. Apresuré<br />

y entré. Pasé entre las pequeñas mesas ocupadas, y me<br />

acerqué al mostrador.<br />

—Disculpe —dije cansado.<br />

—Buenas noches, señor —me dijo la señorita,<br />

examinándome con <strong>de</strong>talle.<br />

—Me pue<strong>de</strong> hacer un favor —dije casi sin ganas. <strong>La</strong><br />

señorita entornó los ojos—. El ingeniero… <strong>de</strong> mi trabajo…<br />

está siguiéndome. Me amanecí tres días y no quiero<br />

quedarme otra noche trabajando. ¿Tiene un lugar para<br />

escon<strong>de</strong>rme?<br />

41


—Oh —exclamó ella, seguro fijándose en mis<br />

ojos—. Tiene horribles ojeras.<br />

Asentí cansado.<br />

—Sí venga…<br />

Como un niño perdido, la seguí. Pasé por una<br />

puertita <strong>de</strong>l mostrador. Habló con un amigo <strong>de</strong>l trabajo que<br />

me miraba con <strong>de</strong>sconfianza. Luego me guió hacia un cuarto<br />

trasero, lleno <strong>de</strong> cajas <strong>de</strong> D‘ Onofrio y <strong>La</strong>mborghini, y<br />

refrigeradoras.<br />

—Sólo qué<strong>de</strong>se aquí…<br />

De repente, sonó mi celular. Miré por la pantallita y<br />

vi inscrito ―Ingeniero <strong>de</strong> mierda‖. Sabía que era él, porque<br />

así ponía para i<strong>de</strong>ntificarlo cuando llamaba.<br />

—Me está llamando… No se cansa —dije<br />

<strong>de</strong>sanimado.<br />

—Apáguelo —me aconsejó la señorita.<br />

Antes <strong>de</strong> que suene otra vez, apagué el celular.<br />

<strong>La</strong> señorita me miró con algo <strong>de</strong> lástima. Salió <strong>de</strong> la<br />

habitación y se fue a lo suyo. Me quedé mirando las cajas,<br />

parpa<strong>de</strong>ando levemente para que mis ojos no cedieran ante<br />

el sueño. Está horrorosamente cansado.<br />

—Buenas noches —escuché el tono fluido <strong>de</strong>l<br />

ingeniero.<br />

Eso me levantó <strong>de</strong> mi ensimismamiento soñador. Me<br />

moví por las cajas, apretando algunas, tratando <strong>de</strong> oír<br />

claramente aquella conversación.<br />

—Estoy buscando a un señor… Me pareció ver que<br />

entró a esta hela<strong>de</strong>ría…<br />

42


—Disculpe, pero aquí entran muchas personas… —<br />

respondió la señorita.<br />

Escuchando toda la conversación, divisé un hoyito<br />

en la pared <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra triplay. Me acerqué más y más,<br />

encajoné mi vista en esa herramienta <strong>de</strong> espía. Vi a la<br />

señorita hablando con el ingeniero.<br />

—Tengo que el conocimiento <strong>de</strong> que entran muchas<br />

personas a un lugar público como este… Disculpe, pero el<br />

señor estaba con una camisa a cuadros y pantalón jean.<br />

Llevaba unos papeles en el brazo…<br />

—Hipócrita —dije a lo bajo. Me <strong>de</strong>scribía como si<br />

fuera un prófugo.<br />

—Perdóneme, señor. No vi a ningún señor con esos<br />

<strong>de</strong>talles. A<strong>de</strong>más, muchas personas que terminan su día <strong>de</strong><br />

trabajo vienen aquí relajarse, si pue<strong>de</strong> fijarse.<br />

Proferí una risita cansina. El ingeniero dio una<br />

pequeña mirada a la gente comiendo entretenidamente sus<br />

helados.<br />

—<strong>En</strong>tonces, gracias… —finalizó el ingeniero.<br />

—Disculpe por no serle <strong>de</strong> mucha ayuda.<br />

Se giró y salió <strong>de</strong> la hela<strong>de</strong>ría, mirando a la gente.<br />

<strong>La</strong> señorita disimuló aten<strong>de</strong>r algunas personas por la<br />

entrada <strong>de</strong> la hela<strong>de</strong>ría y revisó para ver si se alejó. Después<br />

<strong>de</strong> unos minutos, por la entrada vi pasar en un atisbo el<br />

carro <strong>de</strong>l ingeniero.<br />

<strong>La</strong> señorita sonrió y vino a mi escondite.<br />

—Se fue. Subió a un carro.<br />

43


Boté un prolongado suspiro, que <strong>de</strong> repente me hizo<br />

sentir más sueño. Agra<strong>de</strong>cí a la señorita. Compré un helado<br />

en un cono y regresé a mi casa.<br />

Con mi cuerpo muriéndose <strong>de</strong>l sueño, abrí la puerta<br />

<strong>de</strong> mi casa y entré. No me percaté dón<strong>de</strong> boté mis cosas,<br />

solamente caminé por todo mi casa. Subí las escaleras, dando<br />

pisadas torpes. Cuando llegué frente a la puerta <strong>de</strong> mi cuarto,<br />

abrí por el pomo y entré como si la gravedad <strong>de</strong> mi hermosa<br />

cama me jalara. Me quité los zapatos, me eché en mi cama<br />

con mi ropa <strong>de</strong> trabajo. Para aprovechar eso, acuné mi<br />

cabeza. Rocé la sábana y me quedé echado…<br />

Bzzzzzzzzzzzz<br />

Abrí los ojos cansados, <strong>de</strong> repente.<br />

BzzzzzzzzzzzzzZZZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzzzzz<br />

zz<br />

El zumbido <strong>de</strong> un insecto llegó cerca <strong>de</strong> mi oído. Me<br />

incorporé <strong>de</strong> mi cama, fastidiado, mirando la penumbra <strong>de</strong><br />

mi cuarto. Nunca me gustaron los sonidos <strong>de</strong> los insectos<br />

volando cerca <strong>de</strong> mí. Me provocaba una reacción<br />

inquietante.<br />

Voltee la cabeza <strong>de</strong> un lado a otro. Escuchaba el<br />

zumbido, pero como si estuviera en un punto lejano <strong>de</strong> mi<br />

cuarto. Como un <strong>de</strong>sesperado, tratando <strong>de</strong> enfocar<br />

inútilmente en la oscuridad.<br />

—Carajo, para qué tengo una lámpara <strong>de</strong> luz —dije<br />

enfurecido. Me bajé <strong>de</strong> la cama y fui al interruptor.<br />

<strong>La</strong> lámpara <strong>de</strong> luz blanca iluminó todo el cuarto. Mis<br />

ojos enrojecidos recorrieron todo el cuarto.<br />

44


Escuché un zumbido en mi oído. Giré la cabeza <strong>de</strong><br />

un golpe. Y con ese zumbido que martillaba la audición, vi<br />

pasar frente a mis ojos a un zancudo. Con el cuerpo y patas<br />

cubiertas <strong>de</strong> bandas negras y blancas, trataba <strong>de</strong> buscar su<br />

punto <strong>de</strong> festín sangriento en mi piel.<br />

—Maldito zancudo…<br />

Alcé mis dos manos entre el zancudo y lentamente<br />

comencé a encerrarlo hasta que… PLAP. Mis manos lo<br />

aplastaron… Cuando observé para comprobar, encontré con<br />

el cuerpo totalmente aplastado, con las patas <strong>de</strong>spilfarradas<br />

mezcladas en su lastimado tórax, por don<strong>de</strong> salía un<br />

charquito repugnante <strong>de</strong> sangre.<br />

—Por fin…<br />

Me limpié la mano con la servilleta que traje junto al<br />

helado. Apagué la luz y fui directo a mi cama. Cerré mis<br />

ojos… Tratando <strong>de</strong> dormir.<br />

—Creo que tengo que renunciar a ese trabajo —dije<br />

con la voz perdiéndose en mi cansancio—… Tengo que<br />

renunciar… Renunciar… Re….<br />

BzzzzzzZzzzzzzzzzzzzz<br />

Abrí los ojos <strong>de</strong> repente. <strong>En</strong> eso fruncí el ceño.<br />

<strong>En</strong> eso sentí una picazón en el brazo.<br />

Y otro en el pie <strong>de</strong>snudo, en la planta.<br />

—No<br />

Me levanté <strong>de</strong> sobresalto. Moví todo mi cuerpo para<br />

alejar a los zancudos y me caí <strong>de</strong> la cama. Me arrastré por el<br />

suelo, boté mis zapatos por un lado y llegué a encen<strong>de</strong>r la<br />

luz.<br />

45


Me incorporé rápidamente, haciendo caso omiso a<br />

mi terrible cansancio. Barrí con la mirada mi cuarto. Y<br />

don<strong>de</strong> distinguí a un zancudo revoloteando por la cabecera<br />

<strong>de</strong> mi cama y otro dos por la cómoda.<br />

—Ay, por el santo día que tuve, quiero dormir.<br />

Los puntos don<strong>de</strong> me picaron los zancudos<br />

comenzaron a escocerme. Lo peor era que la picazón en la<br />

planta <strong>de</strong>l pie fue una molestia.<br />

Con la furia y el sueño partiéndome el cerebro, tomé<br />

mi sábana y mi almohada. Cerré la puerta <strong>de</strong> un portazo.<br />

Bajé hacia la sala y arreglé el sofá para po<strong>de</strong>r dormir ahí. Me<br />

acurruqué en el sillón. Cerré mis ojos. Los mantuve así por<br />

tres minutos, pero ¿por qué no me dormía?<br />

Me incorporé en el sofá. Tenía sueño, pero no me<br />

dormía. Miré mi penumbrosa sala… Estaba siempre<br />

or<strong>de</strong>nada.<br />

Me sobresalté. Algo sonó al otro extremo <strong>de</strong> mi sala.<br />

<strong>En</strong>trecerré los ojos y traté <strong>de</strong> ver en esa oscuridad. Me<br />

enfurecí, alargué mi brazo hacia el interruptor y oprimí el<br />

botón. <strong>La</strong> lámpara no se encendió.<br />

Eso me hizo sospechar.<br />

Escuché una pisada y me fijé en el extremo <strong>de</strong> la sala.<br />

Tratando <strong>de</strong> enfocar más la visión, pu<strong>de</strong> distinguir un<br />

movimiento borroso, bajo la escalera.<br />

TIC TOC<br />

Aquel sonido sonó viscoso. TIC TOC, BZZZZ<br />

El zumbido me causó un pánico. Sonaba tan fuerte<br />

que era imposible que un zancudo lo haya proferido.<br />

46


—No <strong>de</strong>biste haber escapado assssí, Gustavo —dijo<br />

una voz.<br />

Aquella voz me resultó horrorosamente familiar. Era<br />

la voz <strong>de</strong>l ingeniero.<br />

— ¿Qué hace aquí? ¿Cómo entró? —Estaba<br />

asustado. Me arrastré lentamente hacia atrás, sobre el sofá.<br />

—No <strong>de</strong>biste haber escapado así <strong>de</strong>l trabajo…<br />

Tenías que haber continuado trabajado, Gussssstavo.<br />

— ¿Por qué está hablando así?<br />

—No <strong>de</strong>biste escon<strong>de</strong>rte en la hela<strong>de</strong>ría… porque<br />

ssssé que estabas ahí…<br />

— ¿Qué? —proferí, llegando a estar encima <strong>de</strong>l<br />

apoya-manos <strong>de</strong>l sofá.<br />

—Tuve que hacerle eso a la señorita… Me obligaste<br />

a hacerlo…<br />

— ¿Qué le hizo? —susurré.<br />

—Mmmmm… Le chupé la sangre… —dijo con tono<br />

<strong>de</strong>leitoso.<br />

— ¿<strong>La</strong> mató? ¿<strong>La</strong> mató…? Pero qué… Muéstrese…<br />

Salga <strong>de</strong> ahí… —sigilosamente me bajé <strong>de</strong>l sofá. Trataba <strong>de</strong><br />

no mostrarme tan aterrado pero el terror me invadía—.<br />

¡SALGA DE AHÍ!<br />

Pero él seguía hablando.<br />

—Debes quedarte <strong>de</strong> amanecidas para hacer la<br />

facturación…<br />

— ¡SALGA DE AHÍ!<br />

Su movimiento se hizo raro. Sus pisadas tenían un<br />

sonido amortiguado. Salió hacia la luz débil que provenía <strong>de</strong>l<br />

47


foquito <strong>de</strong> la cocina. Y cuando la luz cayó sobre su<br />

paranormal cuerpo, me que<strong>de</strong> tieso como un palo.<br />

Era <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> un elefante bebé. Tenía seis patas<br />

que pisaban el suelo. Un cuerpo alargado y repugnante como<br />

si hubiese nacido <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las maneras más <strong>de</strong>sagradables.<br />

Pero lo que me hizo dar unas náuseas terroríficas era la<br />

cabeza. Era la cabeza <strong>de</strong>l ingeniero, asimétrico, acoplada a<br />

ese cuerpo <strong>de</strong> insecto. De su cabeza sobresalían un par <strong>de</strong><br />

antenas, llenas <strong>de</strong> pelos que me inquietaban. <strong>La</strong> boca estaba<br />

alargada como una enorme aguja carnosa, con la punta<br />

parecida a una ventosa. Era un zancudo monstruoso.<br />

Sacudió su cabeza con un giro inquietante, mientras<br />

se acercaba a mí.<br />

—Debes continuar trabajando… Debes hacerlo…<br />

—No… No se me acerqué…<br />

— ¡DEBES HACER LA FACTURACIÓN!<br />

¡AHORA!<br />

—NO, NO, NO…<br />

—Debes continuar trabajando para mí…<br />

AMANECETE…<br />

Me resbalé con mis zapatos. Pero traté estabilizarme.<br />

Cuando lo hice, sentí una picazón muy dolorosa en mi<br />

pecho. Con el pánico, me fijé que la aguja <strong>de</strong>l zancudo<br />

monstruoso estaba clavada en mi pecho.<br />

—Tienes que trabajar… para que mes <strong>de</strong>s dinero…<br />

Y comenzó a succionar. Mi pecho se contrajo hacia<br />

ese agujero. Comencé a gritar <strong>de</strong>l terror, mientras por el<br />

48


traslúcido tubo <strong>de</strong> succión se veía mi sangre alimentándolo.<br />

Parecía una clase <strong>de</strong> fuente <strong>de</strong> energía para él.<br />

—Ahhh… Ahhhhh… Basta… Basta… BASTA<br />

Con ese último grito, vi como mi corazón pasaba por<br />

ese tubo… <strong>La</strong>s arterias, los pedazos <strong>de</strong> mis órganos. Di un<br />

sobresaltó y me levanté <strong>de</strong> esa pesadilla, con un grito. Me caí<br />

<strong>de</strong>l sofá y fui dar <strong>de</strong> bruces contra el suelo frío. Abrí los ojos<br />

lentamente, <strong>de</strong>jando que la realidad <strong>de</strong> la mañana invadiera<br />

mi visión. Y cuando sucedió, me senté raudamente sobre el<br />

suelo y toqué mi pecho. Levanté la camisa a cuadros…<br />

Observé un pecho totalmente sano, ejercitado e intacto.<br />

Eso fue la pesadilla más horrible que experimentado.<br />

Nunca me lo hubiese imaginado así, porque fue tan real que<br />

estaba pasando un pánico <strong>de</strong>scomunal. Observé hacia la<br />

puerta <strong>de</strong> la huerta, y me percaté <strong>de</strong>l algo: había zancudos<br />

revoloteando alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> un macetero no usado.<br />

Me puse los zapatos. Corrí hacia allí y encontré una<br />

multitud <strong>de</strong> zancudos, mientras el agua estancada <strong>de</strong>l<br />

macetero estaba lleno <strong>de</strong> larvas.<br />

Asqueando, agarré el macetero y la incline para botar<br />

el agua estancada. Mojó la tierra, mientras las larvas se<br />

zigzagueaban en la tierra, hasta <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> moverse. Con los<br />

zancudos adultos usé un insecticida. Rocíe el lugar, la sala y<br />

mi cuarto, hasta que el olor penetrante <strong>de</strong>l insecticida<br />

quedará en mi casa.<br />

Pero la manera para matar al ingeniero no era con un<br />

insecticida, sino con una buena dosis <strong>de</strong> <strong>de</strong>manda. Me<br />

preparé para salir a la oficina, mientras el insecticida hacia su<br />

49


trabajo. Caminé hacia la puerta, la abrí y me sobresalté, al ver<br />

al ingeniero a punto <strong>de</strong> tocar la puerta.<br />

—Aquí esta… —dijo alegre.<br />

—Aquí esta… quién —mofé yo con sarcasmo.<br />

—Usted… ¿Por qué se escapó <strong>de</strong>l trabajo? Le falto<br />

acabar toda la facturación… Seguro que hoy día acaba,<br />

porque <strong>de</strong>be continuar otro…<br />

—Disculpe, ¿dijo que voy a continuar otro? Acaso se<br />

está burlando <strong>de</strong> mí o qué.<br />

El ingeniero se quedó con los ojos enfocados en mí.<br />

—No me responda así, porque ya sabe que pue<strong>de</strong><br />

pasar… —espetó.<br />

— ¿Qué pue<strong>de</strong> pasar? ¿Despedirme? ¿Sabe qué? No<br />

me importa si me <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>, a<strong>de</strong>más estoy cansado <strong>de</strong> ese<br />

maldito trabajo…<br />

Me miró con ojos furiosos. Levantó la mano y<br />

comenzó a puntear con su regor<strong>de</strong>te <strong>de</strong>do, en mi pecho. Yo<br />

traté <strong>de</strong> alejarme <strong>de</strong> él. Aquella acción que hizo me acordó a<br />

la pesadilla.<br />

—Usted tiene la valentía <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir eso…<br />

—Sí. ¡Y no tiene el permiso <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir esto como<br />

una valentía, porque no soy un <strong>de</strong>jado! ¡Me mantuve tres<br />

días sin dormir! ¡Sin contar las otras veces! ¡Ves estas<br />

horribles ojeras que obtuve por trabajar así! ¡Cree que eso es<br />

trabajar! ¡Yo soy capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>mandarlo por abuso <strong>de</strong> trabajo!<br />

El me miró con ojos anonadados y llenos <strong>de</strong> ira. <strong>En</strong><br />

su cara regor<strong>de</strong>ta se reflejó como el miedo y la culpabilidad.<br />

50


— ¡Demán<strong>de</strong>me! ¡Hágalo! ¡No creerá las huevadas<br />

que dice un trabajador! —dijo con un brillito malicioso <strong>de</strong><br />

triunfo.<br />

—No soy sólo yo, señor. Pediré ayuda a las personas<br />

que renunciaron, anteriormente. Y usted <strong>de</strong>jará <strong>de</strong> tomar mi<br />

s… <strong>de</strong> abusar, a parte que que<strong>de</strong> con otro castigo.<br />

Cerré la puerta <strong>de</strong> mi casa y fui a la bordilla <strong>de</strong> la<br />

vereda, y llamé a un motocarro. El ingeniero me miraba<br />

como actuaba.<br />

— ¿A dón<strong>de</strong> va?<br />

—Que le interesa…<br />

Un motocarro se acercó.<br />

—Me pue<strong>de</strong> llevar al Palacio <strong>de</strong> Justicia, por favor…<br />

—indiqué al motocarrista.<br />

—Po<strong>de</strong>mos hacer un trato… —farfulló.<br />

—Para que <strong>de</strong>spués lo rompa. JAJAJA —ríe. Me<br />

embarqué al motocarro—. Vamos, señor… Le recuerdo que<br />

vaya al Palacio porque <strong>de</strong>be estar ahí…<br />

El motocarro avanzó. Miré por uno <strong>de</strong> los espejos<br />

retrovisores y me di cuenta <strong>de</strong> su rostro completamente<br />

consternado, culpable y <strong>de</strong> miedo. El zancudo estaba a<br />

punto <strong>de</strong> ser aplastado.<br />

51


<strong>La</strong> Curva <strong>de</strong>l Diablo<br />

<strong>La</strong> turba <strong>de</strong> gente se llenó en la calle, mientras el ambiente<br />

árido y con poca vegetación era consumido por el sol<br />

matutino. Unos hombres gritaban a todo pulmón, mientras<br />

otro grupo <strong>de</strong>cían que se apartasen.<br />

—Fuera, muévanse, huevones. Este hombre está<br />

herido —gritaba un hombre que sostenía al herido, mientras<br />

otros le ayudaban. El hombre que apartaba a gritos, empujó<br />

a unos cuantos más.<br />

<strong>La</strong> gente que estaba por otro lado, comenzó a unirse<br />

a la turba. El herido era llevado con los gritos aterrados y<br />

enojados resonando el lugar. Cuando revelaron el cuerpo<br />

magullado y lastimado <strong>de</strong>l hombre a <strong>de</strong>más personas,<br />

algunas mujeres gritaron en el llanto. Aquel lastimero<br />

sentimiento se fue apagándose hasta mudarse en un gemido<br />

enar<strong>de</strong>cido.<br />

—Malditos <strong>de</strong> mierda —gritaba una mujer con el<br />

rostro lleno <strong>de</strong> furia.<br />

El hombre fue llevado a una casa cercana, don<strong>de</strong><br />

aún, muchos jóvenes y niños se quedaron mirando,<br />

colgándose <strong>de</strong> algún poste <strong>de</strong> luz. <strong>La</strong> casa <strong>de</strong> una señora se<br />

52


convirtió en una clase <strong>de</strong> clínica, irreconocible, mientras unas<br />

mujeres histéricas mandaban a algunos muchachos a un<br />

hospital cercano.<br />

—Niños, niños —llamó una señora. Los niños<br />

mirándose en sí, entraron a la abarrotada casa, empujando a<br />

unos cuantos hombres—. Vengan, vengan… —cuando los<br />

niños llegaron ante ella, uno <strong>de</strong> ellos se quedó traumado al<br />

ver al hombre muy lastimado, con un horrible herida que<br />

surcaba todo el ancho <strong>de</strong> su pecho—. Vayan al hospital más<br />

cerquita… por aquí, no más… Vayan, vaya… No se que<strong>de</strong>n<br />

parados…<br />

Los niños se digirieron apresurados a la puerta.<br />

Algunas cosas se estremecieron cuando más gente entraba a<br />

ver al herido.<br />

Salieron a la irreconocible calle, llena <strong>de</strong> gente con<br />

diferentes armas y objetos en sus manos, pero lo que más<br />

abundaba eran los fusiles AKM.<br />

—Esto me asusta… —dijo un chico moreno <strong>de</strong> 7<br />

años, con las manos temblando y con el andar apresurado,<br />

tratando <strong>de</strong> alejarse <strong>de</strong>l lugar.<br />

— ¿Cómo que te asusta? —respondió el mayor,<br />

bruscamente—. Sólo estamos <strong>de</strong>fendiendo nuestras<br />

tierras… ¿Crees que está bien que tomen nuestras tierras así<br />

no más?<br />

— ¿Por eso están peleando todos?<br />

— No sé… pero estamos luchando para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r<br />

nuestras tierras<br />

53


Se escucharon unos disparos. Aquello les dio un<br />

tremendo susto a los niños. Voltearon a ver, mientras el<br />

menor <strong>de</strong> ellos se aferraba a su hermano.<br />

— ¡No <strong>de</strong>jen que avance! ¡No <strong>de</strong>jen que avancen!<br />

<strong>En</strong> el centro <strong>de</strong> la pista un camión <strong>de</strong> bomberos<br />

trataba <strong>de</strong> pasar, mientras un grupo <strong>de</strong> personas lo impedía,<br />

golpeando con unas lanzas la ventana parabrisas. El camión<br />

trató <strong>de</strong> moverse entre toda esa multitud, pero solo recibió<br />

empujones enfurecidos.<br />

—Conch… ¡Dejen <strong>de</strong> hacer eso!<br />

Salió un bombero por la ventanilla y dio gran<strong>de</strong>s<br />

gritos enfurecidos a la turba. Pero como el resultado era<br />

como el típico fuego contra fuego, el lío aumentó en grados<br />

<strong>de</strong>sesperantes. <strong>La</strong> gente embistió el carro <strong>de</strong> bomberos,<br />

picaron con sus lanzas el capó y espetaban obscenida<strong>de</strong>s.<br />

—Bájense… Bájense —gritaba algunos con voces<br />

furiosas.<br />

— ¡Que no pasen!<br />

Un hombre golpeó con violencia el parabrisas hasta<br />

causar que se forme una araña <strong>de</strong> grietas sobre ella. Los<br />

bomberos <strong>de</strong>ntro trataron <strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l camión, pero eran<br />

recibidos con algunos gritos más furiosos.<br />

— ¡Salgan…! ¡Con esto van a salir! – Dijo un joven<br />

mayor, que venía corriendo, mientras alzó sobre su cabeza<br />

una botella <strong>de</strong> molotov encendida. <strong>La</strong> línea <strong>de</strong> humo que<br />

<strong>de</strong>jó en el aire, impregnó la respiración colectiva.<br />

<strong>La</strong> calle se <strong>de</strong>spejó, cuando la letal botella <strong>de</strong><br />

molotov venia lista como una bomba muy peligrosa. <strong>La</strong><br />

54


muchedumbre miró con expresión furiosa y ansiosa, los<br />

bomberos trataron <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> ella y la botella <strong>de</strong> molotov<br />

iniciaba su vuelo parabólico hacia su blanco, dando giros<br />

rápidos, profiriendo el ruido sordo <strong>de</strong>l líquido <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ella,<br />

mientras la línea <strong>de</strong> humo dibujaba una espiral <strong>de</strong>nsa y ácida.<br />

Silencio general en milésima <strong>de</strong> segundos… Último<br />

giro <strong>de</strong> la botella… Ojos ansiosos…<br />

… <strong>La</strong> botella reventó sobre el capo <strong>de</strong>l camión <strong>de</strong><br />

bomberos. Una repentina flama <strong>de</strong> fuego se propagó por<br />

todo la ventana <strong>de</strong> parabrisas. Los bomberos salieron <strong>de</strong>l<br />

camión, dando un gran salto don<strong>de</strong> cayeron <strong>de</strong> bruces en el<br />

asfalto caliente.<br />

Como una gran tea, el camión <strong>de</strong> bomberos<br />

comenzó a consumirse.<br />

Los niños trataron <strong>de</strong> no seguir a todo el tumulto<br />

enfurecido. El menor <strong>de</strong> los hermanos ahora se mostraba<br />

muy curioso ante eso, porque repentinamente el miedo fue<br />

reemplazado por una clase <strong>de</strong> aventura totalmente peligrosa.<br />

Con una mente muy contagiada por el peligro que<br />

estaba encima, el menor <strong>de</strong> los hermanos puso en marcha un<br />

plancito.<br />

—Vámonos… —dijo el mayor <strong>de</strong>l grupo, algo<br />

aterrado y sorprendido.<br />

Y el menor <strong>de</strong> ellos dijo:<br />

—José, me voy a quedar en la casa…<br />

— Vamos. Por esta parte <strong>de</strong> la ciudad es peligrosa…<br />

Ya viste que le pasó al transporte <strong>de</strong> los mangueros.<br />

55


—No es eso… Tengo que ir al baño —fingió<br />

Manuelito. Puso carita <strong>de</strong> contrariado, con los labios<br />

presionados entre sí.<br />

—Deja a tu hermano, vamos, nosotros…<br />

—Iremos a <strong>La</strong> Peca…<br />

A Manuelito no le importaba <strong>La</strong> Peca. Quería ver<br />

qué pasaba por <strong>La</strong> Curva <strong>de</strong>l Diablo… Por qué la gente se<br />

peleaba tanto…<br />

—Solo quiero quedarme en la casa…<br />

—Eres chivo, así… —dijo el amigo <strong>de</strong> José.<br />

Manuelito se quedó cabizbajo.<br />

—Deja <strong>de</strong> hablar coju<strong>de</strong>ces… Vamos, al hospital…<br />

Ese hombre <strong>de</strong>be estar quedándose frío… Vamos… Tú,<br />

Manuel, vete a la casa y no salgas…<br />

Manuelito hizo el a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> regresar a la casa. Se<br />

escondió tras un pequeño arbolito, mientras su hermano y su<br />

estúpido amigo <strong>de</strong> mierda <strong>de</strong>saparecían tras una curva hacia la<br />

<strong>de</strong>recha.<br />

Miró hacia el otro lado <strong>de</strong> la pista. Estaba <strong>de</strong>spejada.<br />

<strong>La</strong> mayoría <strong>de</strong> las personas se había dirigido para enfrentarse<br />

a la Policía por <strong>La</strong> Curva <strong>de</strong>l Diablo. <strong>La</strong> calle estaba casi<br />

totalmente <strong>de</strong>sierta.<br />

Tomó la iniciativa. Cruzó la silenciosa pista, mientras<br />

al llegar al otro lado, se metió por unas plantas y se integró a<br />

un calvo bosque <strong>de</strong> árboles bajitos. Subió por una cuesta, y<br />

caminó muy agachado por todo el camino.<br />

Se escuchaba gritos, sonidos raros, disparos y algo<br />

como el ruido <strong>de</strong> una enorme mezcladora. Escabulló entre<br />

56


los arbustos secos y se escondió. Esperando que esos<br />

infernales ruidos cesaran por un ratito. Con siete años, la<br />

adrenalina fluyó por sus venas, impulsándolo a cometer<br />

cualquier acción arriesgada.<br />

Siguió caminando cabizbajo, procurando no llamar la<br />

atención repentinamente como animal perdido y<br />

repentinamente extrañado. Tropezándose con un roca que le<br />

<strong>de</strong>jo una raspadura en la rodilla, caminó muchos más allá,<br />

hasta estar frente a un claro <strong>de</strong>sértico. De repente, comenzó<br />

a escocerle los ojos <strong>de</strong> manera muy abrupta.<br />

Algo contun<strong>de</strong>nte impactó sobre la arena agreste,<br />

levantando una pequeña nube <strong>de</strong> arena. Después apareció<br />

más <strong>de</strong> esas nubes <strong>de</strong> arena, producido por un ruido silbante<br />

y muy rápido.<br />

— ¿Qué es eso?<br />

El sonido era tan fuerte, que pensó que algo iba a<br />

caer sobre él. Se agachó y acurrucó bajo los matorrales.<br />

Luego comenzó a sentir un fuerte viento que movía todas las<br />

plantas, alzaba gran<strong>de</strong>s nubes <strong>de</strong> arena que amenazaban en<br />

entrar en los ojos <strong>de</strong> Manuel. Levantó la cabeza y se<br />

encontró con un impresionante helicóptero, repleto <strong>de</strong><br />

policías, listo para combatir. El intenso aire que causaba las<br />

hélices <strong>de</strong>l helicóptero, provocaba que los calvos arbustos<br />

don<strong>de</strong> se escondía Manuel comenzaran a <strong>de</strong>splomarse.<br />

El helicóptero <strong>de</strong>scendió, perdiéndose <strong>de</strong> vista cuesta<br />

abajo, hacia <strong>La</strong> Curva <strong>de</strong>l Diablo. Procurando no llamar la<br />

atención, Manuel se acercó a otro arbusto. Con ansias<br />

arriesgadas, se abalanzó lentamente. Caminó muy agachado,<br />

57


pisando ramitas caídas, hasta que sintió que sus pies se<br />

resbalaron contra algo y cayó tras un bejuco. Aquí era don<strong>de</strong><br />

los ojos le escocieron terriblemente.<br />

Se levantó adolorido, porque en la misma reciente<br />

herida sintió un roce horroroso. Dio unos grititos, pero<br />

estaba seguro que a esos dos gran<strong>de</strong>s grupos no le interesaba<br />

si era un animal llorando.<br />

— ¡Disparen…!<br />

Y era cuando <strong>de</strong>scubrí que era lo que levantaba en<br />

pequeñas nubes <strong>de</strong> arena. Eran miles <strong>de</strong> balas que estaban<br />

dispuestas a impactar en cualquiera. Sucumbieron el lugar<br />

con miles <strong>de</strong> balazos ametrallados, contun<strong>de</strong>ntes, letales,<br />

llenos <strong>de</strong> maldad exquisita.<br />

Por un lado recóndito, se escondían periodistas;<br />

algunos con sus compañeros camarógrafos. Manuel pudo<br />

observar a mucha gente en el lugar, con lanzas y fusiles<br />

AKM, disparando.<br />

Cuando se encontró con una pelea, muy cerca, <strong>de</strong><br />

repente un papel se atajó en el bejuco que estaba escondido.<br />

Por el espacio que veía, saco su brazo y tomó el papel<br />

<strong>En</strong> ella <strong>de</strong>cía que <strong>La</strong> Ley <strong>de</strong> Flora y Fauna Silvestre sería<br />

aprovechada <strong>de</strong> una manera estable.<br />

¿Acaso por eso peleaban?<br />

De repente, comenzó otra lluvia <strong>de</strong> muerte cargado<br />

<strong>de</strong> balas. Algunos impactaron muy cerca <strong>de</strong> aquí, pero jamás<br />

llegaban tan cerca.<br />

Dejó mirar esa escena espantosa y volvió a ese<br />

misterioso papel. No entendía que es lo que <strong>de</strong>cía, pero<br />

58


estaba lleno <strong>de</strong> dígitos muy raros, palabras como ‗artículo‘,<br />

‗capítulo‘. Se quedó mirándolo, averiguando qué era lo<br />

extraño que era lo que tenía ese papel.<br />

Había algo que le perturbaba. Era un enorme diálogo<br />

entre personas que si comprendían esto, pero le perturbaba<br />

las palabras tan difíciles.<br />

—Así actúa el extremismo en el Perú…<br />

— ¿Qué significa extremismo? —se preguntó Manuel<br />

en su cabeza, mientras los gritos <strong>de</strong> la masacre venía <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

<strong>La</strong> Curva <strong>de</strong>l Diablo con bastante notoriedad.<br />

—No <strong>de</strong>beríamos permitir esto… El Perú <strong>de</strong>be progresar…<br />

Usaremos las tierras <strong>de</strong> nuestra Amazonía para un uso agrario…<br />

De repente vino a su cabeza la voz <strong>de</strong> su hermano<br />

José.<br />

— Sólo estamos <strong>de</strong>fendiendo nuestras tierras… ¿Crees que<br />

está bien que tomen nuestras tierras así no más?<br />

<strong>En</strong> el papel <strong>de</strong>cía:<br />

—Solamente tratamos <strong>de</strong> buscar un progreso más estable,<br />

exportando, vendiendo…<br />

—Instalaremos industrias petrolíferas para extraer el petróleo<br />

<strong>de</strong> la Amazonía… —escuchó la voz <strong>de</strong> una mujer.<br />

— ¡Esto va más allá <strong>de</strong> la política! ¡Estamos hablando <strong>de</strong><br />

ven<strong>de</strong>r hectáreas <strong>de</strong> nuestra Amazonía! ¡Estamos hablando <strong>de</strong> árboles!<br />

¡Nuestras propias riquezas! —Le vino a la cabeza la voz <strong>de</strong> uno<br />

<strong>de</strong> sus vecinos, dirigente, mientras opinaba sobre los nuevos<br />

<strong>de</strong>cretos legislativos—. ¿Y con que quedamos nosotros mientras<br />

ven<strong>de</strong>mos? ¿Dinero? ¿Nuestras riquezas vendidas que ahora tendremos<br />

que comprar <strong>de</strong> ellas para beneficiar nuestras necesida<strong>de</strong>s? El Perú está<br />

59


muy mal en esto… ¡¡Tanto nos cuesta explotar nuestras propias<br />

riquezas!!<br />

—Nuestras riquezas —pensó Manuel. Tenía la<br />

mente tan concentrada y conectada, que apenas se dio<br />

cuenta que una bala cayó a pocos metros <strong>de</strong> él.<br />

—Estamos tan cerca <strong>de</strong> ella… Po<strong>de</strong>mos buscar nuestra<br />

propia manera para tener un ecosistema estable, mientras que el<br />

Gobierno no piensa más que en una política estúpidamente<br />

consumista… A veces pienso que el propio Gobierno nos contagió con<br />

lo <strong>de</strong> traer marcas extranjeras y ven<strong>de</strong>rlas aquí…<br />

Aquel pedazo <strong>de</strong> papel hizo recordarle todas las<br />

conversaciones escuchadas <strong>de</strong> muchas personas, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

que se anunció los nuevos <strong>de</strong>cretos.<br />

— ¿Pero qué significa extremista?<br />

¡BUM!<br />

Se escuchó una enorme explosión. Se sobresaltó<br />

mientras la luchas en diferentes puntos <strong>de</strong> <strong>La</strong> Curva <strong>de</strong>l<br />

Diablo se daba violentamente. Con la mano aún con el<br />

papel, gateó por el suelo árido y miró entre los arbustos.<br />

Des<strong>de</strong> ese punto era horrible presenciar ese<br />

acontecimiento. Con ojos <strong>de</strong>sorbitados y escocidos por ese<br />

panorama totalmente cruel, don<strong>de</strong> solo el mal se apo<strong>de</strong>raba,<br />

se escondió otra vez en el bejuco.<br />

De improviso, cuando Manuel quiso alejarse <strong>de</strong> ahí,<br />

unas balas comenzaron a caer perdidas, muy cerca <strong>de</strong> él. <strong>La</strong>s<br />

nubes silbantes <strong>de</strong> humo se levantaron, mientras los ojos<br />

escocían más. Manuel empezó a aterrarse. Los silbidos <strong>de</strong> las<br />

balas llegaban a muy poco metros. Se agachó y trató <strong>de</strong><br />

60


apegarse al suelo árido. Los silbidos se amortiguaban con el<br />

suelo y con algún metal que estaba cerca <strong>de</strong> él. Manuel<br />

comenzó a sollozar, mientras las balas no se <strong>de</strong>tenían en caer<br />

cerca <strong>de</strong> él. Sonó un chillido metálico, y una<br />

señalética ZONA DE BACHES se <strong>de</strong>splomó. Tenía todo el<br />

gráfico cincelado por el impacto <strong>de</strong> las múltiples balas y<br />

apenas recibía más. Manuel estaba en una clase <strong>de</strong> lluvia <strong>de</strong><br />

muerte.<br />

El disparo <strong>de</strong> las balas se calmó un poco, pero se<br />

escuchaban que algunas caían. Se levantó <strong>de</strong> ese escondite y<br />

comenzó a correr hacia el pueblo. Dio gran<strong>de</strong>s traspiés,<br />

mientras escuchaba los disparos y una batalla sangrienta a lo<br />

lejos. Con el cuerpo paralizado por el terror, se resbaló<br />

nuevamente y cayó hacia la pista <strong>de</strong> la ciudad.<br />

A pesar <strong>de</strong> ser niño, la comprensión se <strong>de</strong>sbordó a<br />

un punto don<strong>de</strong> la misma realidad se convertía en objeto <strong>de</strong><br />

la maldad.<br />

Se levantó y se tocó el cuerpo. Se miró todo el<br />

cuerpo en busca <strong>de</strong> alguna raspadura, pero se consternó al<br />

no encontrar en su dominio el pedazo <strong>de</strong> papel que había<br />

encontrado. Extrañamente había <strong>de</strong>saparecido.<br />

— ¡Manuel! ¡Manuel! —le llamaba su hermano.<br />

—…<br />

Manuel se quedó irresoluto. Su hermano apareció en<br />

el momento menos a<strong>de</strong>cuado. Cuando estuvo muy cerca,<br />

José le agarró <strong>de</strong> la patilla al niño.<br />

— ¡Mamá me puteo y me dijo a dón<strong>de</strong> te habías<br />

perdido!<br />

61


—No me digas nada —dijo Manuel con su voz<br />

tenue.<br />

— ¡No me ca…! —Se <strong>de</strong>tuvo y entrecerró los ojos<br />

en sospecha—. Oe, ¿A dón<strong>de</strong> te metiste? ¿Por qué tienes ese<br />

aspecto como si el chancho te hubiese acompañado en un<br />

baño?<br />

—Me caí… Estaba por allá,…<br />

—No seas un mentiroso… ¡Oh, conch…! ¡Te fuiste<br />

a <strong>La</strong> Curva <strong>de</strong>l Diablo…!<br />

—No —sacudió la cabeza.<br />

Su hermano entrecerró tanto los ojos que apenas se<br />

vio la esclerótica.<br />

— ¿saes q es extemimio? —susurró tan bajito que José<br />

no logro escuchar.<br />

—No hables como chivo…<br />

— ¡¿Sabes que es extremismo?!<br />

AHHHH<br />

Se escuchó un grito. Venía <strong>de</strong> una casa próxima.<br />

— ¿Qué pasa?<br />

José se mostró muy triste.<br />

— A una niña <strong>de</strong> cuatro añitos le cayó una bala en el<br />

estómago y ahora está mal… <strong>La</strong> madre esta llorando<br />

mucho… Vamos… Tenemos que cuidarnos… Dicen que<br />

pondrán en toque <strong>de</strong> queda…, te mandé a la casa y te<br />

encuentro aquí.<br />

José le tomó <strong>de</strong>l brazo y le jaló <strong>de</strong> regreso a casa. Lo<br />

raro es que no se enteró sobre lo que significaba extremismo,<br />

hasta que lo hizo por un spot en la televisión, que apenas<br />

62


sucumbió su pensamiento muy infantil. No se trataba <strong>de</strong><br />

cualquier cosa, ni <strong>de</strong> quién apoyar, pero aquellas palabras<br />

eran iguales a lo que encontró en el papel: Así actúa el<br />

extremismo en el Perú…<br />

63


I<br />

Infectado<br />

Abrí los ojos mansamente. Recibí muy suavecito la luz <strong>de</strong> la<br />

mañana, que cubría todo mi <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado cuarto. Me<br />

incorpore en mi cama y me senté al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> ella. El sueño<br />

todavía me atrapaba, pero tenía que estar <strong>de</strong>spierto para ir a<br />

mi consultorio. Apoyé la cabeza sobre mis manos y luego las<br />

jalé hasta restregar mi rostro para quitar ese cautivador y<br />

<strong>de</strong>licioso sueño que me faltaba saciar. Tomé perezosamente<br />

el cepillo y le coloqué la pasta <strong>de</strong>ntal. Mirándome con cara<br />

<strong>de</strong> marrano, me cepille los dientes. Salí <strong>de</strong>l baño y me<br />

<strong>de</strong>svestí. Me tumbé en la cama, tomando el control remoto y<br />

enciendo el televisor, que estaba adornado en su marco <strong>de</strong><br />

visión con un pequeño panfleto para prevenir la gripe A<br />

(H1N1). El noticiero matutino me saludó con una primicia<br />

inquietante.<br />

AUMENTARON 105 CASOS DE LA TEMIBLE GRIPE<br />

A (H1N1)<br />

—Según informes publicados por el Ministerio <strong>de</strong><br />

Salud, aumentan seis casos en nuestro país —constató la<br />

presentadora—, reportaron 105 nuevos casos <strong>de</strong> la temible<br />

64


gripe A (H1N1) en nuestro país… Esto se suma en nuestro<br />

país a 916 casos.<br />

Me que<strong>de</strong> atónito, mientras me ponía,<br />

mecánicamente, el zapato en el pie con el calcetín. Tome mi<br />

valija, la examiné para no olvidarme ninguno <strong>de</strong> mis útiles <strong>de</strong><br />

trabajo, la cerré y la sujeté firmemente.<br />

Apagué el televisor, en el momento que daban<br />

indicaciones para prevenir el contagio <strong>de</strong> este virus. Puse mi<br />

ropa en su lugar, que lo consi<strong>de</strong>ró como el ―gran arreglo‖<br />

que le doy a mi habitación diariamente.<br />

<strong>La</strong> gente que pasaba por mi lado vive tensa por el<br />

trabajo y muchas cosas más. Yo vivo tenso por mi trabajo y<br />

conseguir una chica.<br />

Cuando llegué a la inmensa caja <strong>de</strong> cristal <strong>de</strong> Saga<br />

Falabella, las nubes blancas <strong>de</strong>l cielo brillaron para dar el<br />

aspecto frío que siempre teñía las mañanas. Crucé la ancha<br />

pista, tome la ruta a<strong>de</strong>cuada e inicia mi largo trayecto para ir<br />

hasta mi trabajo.<br />

II<br />

Son las 9:05 a.m. He partido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Miraflores a las 7:30 a.m.<br />

No sé quién me dio la estúpida tentativa <strong>de</strong> poner mi<br />

consultorio tan lejos <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>partamento.<br />

<strong>En</strong>ciendo las luces <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> espera, <strong>de</strong>l<br />

consultorio, <strong>de</strong> todo el lugar. Pongo mis cosas en mi<br />

escritorio, mientras espero a Almendra. <strong>La</strong> recepcionista que<br />

es mi sobrina <strong>de</strong> 20 años, que apareció a las 9:15 a.m. con su<br />

sonrisa tan dulce, risueña, que alegraba mi día.<br />

65


—Buenos días, tiíto —dijo, dándome un besito en la<br />

mejilla. Arregló su escritorio, con su <strong>de</strong>licado cuidado hasta<br />

obtener un diseño exuberante. Un or<strong>de</strong>n paulatino <strong>de</strong><br />

lapiceros en sus portadores, folios y papeles en el centro,<br />

panfletos <strong>de</strong> campañas contra el sarro al bor<strong>de</strong> y a la vista, y<br />

una foto <strong>de</strong> su madre difunta, mi hermana Esmeralda, que<br />

murió por peritonitis.<br />

— ¿Viste la noticia, Almendra? —pregunté <strong>de</strong><br />

repente.<br />

—Sí, tiíto. Me asuste con esa estadística. Cada día<br />

hay más infectados. El domingo pasado me dio una gripe<br />

que pensé que era gripe porcina. Creo que ese día hubo 32<br />

casos más aquí en Lima…<br />

—Estás al tanto en los noticieros…<br />

—Nunca me pierdo <strong>de</strong> una, aunque no creo que soy<br />

la única que no me lo pierdo.<br />

Ella me miró con ojos impertérritos. Siempre segura<br />

<strong>de</strong> sí misma. Es por eso que ningún chico tenía el nivel para<br />

consi<strong>de</strong>rarlo como su enamorado.<br />

—Listo, tiíto. Abrimos el consultorio ahora…<br />

Vamos, vamos, vamos, tiíto. Tú <strong>de</strong>bes estar en tu<br />

escritorio…<br />

Reaccioné ante su imperativa or<strong>de</strong>n. Cruce media<br />

sala <strong>de</strong> espera, para entrar a mi consultorio, mientras<br />

Almendra encendía el televisor <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> espera.<br />

Tras esperar media hora, apareció un paciente que<br />

tenía un horrible problema <strong>de</strong> sarro supragingival. <strong>En</strong> la<br />

arcada superior tenía dos dientes con el trastorno. Tuve que<br />

66


ecurrir a ciertos procesos <strong>de</strong> limpieza para sacar aquel<br />

molesto sarro, porque el pobre paciente tenía el aspecto <strong>de</strong><br />

tener dos dientes más largos que otros. Acabé con la<br />

limpieza, le sugerí cosas buenas o malas y se fue. <strong>En</strong> toda la<br />

mañana recibí a un niño que necesitaba una endodoncia, por<br />

un diente profundamente picado. ¡Para el colmo el diente era<br />

<strong>de</strong> hueso! Luego recibí a un señor <strong>de</strong> edad que había venido<br />

frecuentemente, porque se quejaba por lo incómodo que era<br />

la prótesis que cubría su paladar.<br />

Almendra, <strong>de</strong> repente, le dio un ataque <strong>de</strong> orina, por<br />

su etapa <strong>de</strong> menstruación. Tiíto, tengo que ir al trono. Por eso<br />

tuve que salir <strong>de</strong> mi escritorio y esperar en el escritorio <strong>de</strong><br />

Almendra, mientras por la puerta <strong>de</strong> cristal veía pasar los<br />

autos. <strong>En</strong> un unos segundos, apareció una señora con<br />

aspecto adolorido.<br />

Venía tocándose la mejilla hinchada. Un problema<br />

notorio <strong>de</strong> caries peliagudo.<br />

—Buenos días, señora. ¿Cuál es su problema?<br />

—OH, doctor. Amanecí con un fuerte dolor en la<br />

muela… <strong>En</strong> estos momentos me aflige mucho, doctor.<br />

—Muy bien. Acompáñeme…<br />

<strong>La</strong> llevé al consultorio. Se colocó en la silla <strong>de</strong>ntal.<br />

Moví el estante móvil, me puse la mascarilla y acerqué los<br />

instrumentos. Tomé el espejito <strong>de</strong>ntal y examiné con ella los<br />

dientes. Uy. Tenía el tercer moral totalmente picado. Esto<br />

requería a una endodoncia. Preparé las limas para sacar todo<br />

el tejido pulpar: la K y la <strong>de</strong> Hedstrom.<br />

67


<strong>En</strong> toda la operación <strong>de</strong> endodoncia, que duró hasta<br />

el mediodía, el diente murió y la señora quedó libre <strong>de</strong>l dolor.<br />

Ahora solo tenía que retener la hemorragia con algodón.<br />

—Gafias, fofor —me dijo ella.<br />

<strong>En</strong> el momento, que quiso saludarme, ella me<br />

permitió un segundo y estornudó. Luego, le estreche la<br />

mano. Ella salió <strong>de</strong>l consultorio, contenta y parecida a<br />

Quico.<br />

—Por fin, terminó el día <strong>de</strong> trabajo… —aspiré<br />

profundamente—. A ver… Debo marca la fecha en el<br />

calendario… 4 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 2009… Así que Od. Carlos Parleo<br />

Costumo, terminó tu hora <strong>de</strong> trabajar…<br />

Limpié todos los instrumentos <strong>de</strong>ntales, arreglé por<br />

aquí y por allá. <strong>En</strong> ese tiempo <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n, Almendra asomó la<br />

cabeza por la puerta y me dijo:<br />

—Tiíto, me voy. Tengo que ayudar a la abuelita en la<br />

casa… Chao, cuidado con el tráfico —me mandó un beso<br />

volado.<br />

<strong>La</strong>vándome las manos, hice el a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> recibir un<br />

beso.<br />

—Chao, hija.<br />

Tras eso, arreglé con lo faltado. Salí <strong>de</strong> ella y me<br />

regresé a mi <strong>de</strong>partamento.<br />

Pasé una tar<strong>de</strong> tranquila como cualquier sábado por<br />

la tar<strong>de</strong>. Comí pollo a la brasa pedido por <strong>de</strong>livery y vi unas<br />

cuantas películas. Cuando fui a la cama era como regresar <strong>de</strong><br />

mi consultorio… Estaba muy adolorido y no sabía porque.<br />

68


Seguro era el día… Bah… Así que me eché en mi cama a la<br />

medianoche.<br />

III<br />

Me levanté. Pero esta vez me costó mucho… Parecía como<br />

si niños invisibles estuvieran pisando todo mi cuerpo…<br />

Saltando sobre mí… Traté <strong>de</strong> ver el reloj, pero con un<br />

movimiento giratorio <strong>de</strong> mi cabeza parecía como si ella<br />

estuviera hecha <strong>de</strong> aire y mareo. Abrí más los ojos. Esta vez<br />

<strong>de</strong>finí bien mi <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado cuarto, pero el mareo persistía<br />

en verlo como un cuadro aún más horrendo. Me moví<br />

lentamente y parecía como si cama quería tragarme. Todo el<br />

cuerpo me dolía profundamente y me quemaba.<br />

Aspiré un poco <strong>de</strong> aire y sentí la nariz totalmente<br />

congestionada… Tragué mi saliva y era como si estuviese<br />

pasando una enorme piedra. Estaba tan <strong>de</strong>sesperado <strong>de</strong> salir<br />

<strong>de</strong> la cama, que di un movimiento brusco y sentí una náusea<br />

tremenda… Quedé turbado y vomité en mis sábanas…<br />

—No puedo tenerlo ahora…<br />

Tomé un poco <strong>de</strong> aire que me costó y me levanté <strong>de</strong><br />

la cama. Era como caminar sobre un piso resbaladizo con la<br />

cabeza perdida… Fui por un lado y me golpee con la<br />

pared… Estaba completamente nauseabundo…<br />

— ¿Dón<strong>de</strong> está…? —dije al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> quedarme<br />

inconsciente.<br />

Con la mirada mareada, encontré el panfleto, que<br />

siempre estaba pegado en el marco <strong>de</strong>l televisor. <strong>La</strong> arranqué<br />

69


porque era imposible caminar con ese estado… Acerqué los<br />

textos a los ojos…<br />

—Síntomas… Síntomas… —dije rebuscando. Para<br />

una persona sana la habrá encontrado en un santiamén.<br />

SINTOMAS<br />

Tos seca recurrente<br />

Fiebre alta (38-40º)<br />

Secreción frecuente <strong>de</strong> mucosa<br />

Dolor general<br />

Escalofríos<br />

Fatiga<br />

Dolor en los ojos<br />

Pérdida <strong>de</strong>l apetito<br />

Falta <strong>de</strong> aliento<br />

Vómito<br />

Diarrea<br />

—OH… p —con voz quebrada—. Estoy…<br />

infectado… ¿Cómo… me pu<strong>de</strong>… haber contagiado…?<br />

OH… <strong>La</strong> última paciente… <strong>de</strong> ayer… estornudó… OH…<br />

Como mi cuerpo no soportaba estar parado en un<br />

lugar, fui para un costado, pateando mis cosas y sentí esa<br />

tremenda náusea, que acabó en vómito…<br />

Con el cuerpo torpe y enfermo, busqué mi celular.<br />

Di giros lentos con la cabeza, escudriñando el aparato en<br />

medio <strong>de</strong> todo ese <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n… Después <strong>de</strong> unos segundos,<br />

lo encontré tirado bajo mi cama.<br />

70


—Buenos días, ¿en qué po<strong>de</strong>mos ayudarlo? —dijo la<br />

voz suave <strong>de</strong> una mujer.<br />

—Señorita… —dije—. Amanecí tremendamente<br />

mal… Siento un malestar general… Revisé los síntomas <strong>de</strong><br />

la gripe A (H1N1) y todo ellos coinci<strong>de</strong>n…<br />

—Correcto… ¿Cómo se llama, usted?<br />

—Carlos Parleo Costumo…<br />

—El número <strong>de</strong> su domicilio…<br />

—Calle Francia 452…, <strong>de</strong>partamento D2…<br />

Miraflores… Queda por los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong>l colegio Mater<br />

Purissima.<br />

—Señor Parleo, <strong>de</strong>be quedarse en un lugar don<strong>de</strong><br />

podamos verlo. El equipo <strong>de</strong> emergencias llegará a su<br />

domicilio en unos minutos… Por favor, no salga <strong>de</strong> la casa<br />

por ningún motivo, la gripe A (H1N1) es altamente<br />

contagiosa…<br />

—De acuerdo…, señorita —mi voz se interrumpió<br />

por un estri<strong>de</strong>nte tos.<br />

<strong>La</strong> señorita colgó.<br />

Me quedé parado. Hice una aventura para llegar al<br />

sillón <strong>de</strong> mi estancia, pero antes <strong>de</strong> sentarme, <strong>de</strong>jé la puerta<br />

<strong>de</strong> entrada entornada. Me tumbé sobre el sillón.<br />

IV<br />

El equipo <strong>de</strong> emergencia llegó a las 9:35. Me había<br />

levantado enfermo a las 9:15. Todo el equipo vino hacía mí,<br />

71


con mascarillas, examinándome, viendo mi pulso, haciendo<br />

todo lo necesario para ver mi estado <strong>de</strong> salud.<br />

—Su fiebre alcanza los 39º grados Celsius… —<br />

afirmó un hombre, con su voz amortiguada por la mascarilla.<br />

— ¡Traigan la silla <strong>de</strong> ruedas! —grito otro.<br />

Con el cuerpo como una gelatina, me hicieron sentar<br />

en la silla <strong>de</strong> ruedas. Lo que tenía encima era una mascarilla<br />

para respirar y un termómetro bajo la axila. Al salir al<br />

pasadizo, mis párpados estaban en un estado <strong>de</strong> ―ya no<br />

aguanto estar así‖. Cuando llegamos al final <strong>de</strong>l pasadizo, los<br />

<strong>de</strong> emergencia discutieron algo, hasta que vino lo peor. Me<br />

iban a bajar por el ascensor. OH, por Dios. Dos <strong>de</strong><br />

emergencia bajaron por las escaleras, y dos me acompañaron<br />

para entrar al ascensor. No podía haber mucho tumulto a mí<br />

alre<strong>de</strong>dor con el riesgo <strong>de</strong> contagio. <strong>En</strong>trando al ascensor,<br />

estaba seguro que iba a sufrir otra infección, que podría<br />

sumarse temporalmente a esto: la claustrofobia. Pero eran<br />

solo tres pisos abajo, pero la ansiedad se sumó a mí cuando<br />

las puertas <strong>de</strong>l ascensor se cerraron. Comencé a contar, 1, 2,<br />

3, 4…, cuando tenía la horrible sensación <strong>de</strong> que las cuatro<br />

pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l ascensor se ceñían ante mí…<br />

Humberto, saca a Carlitos <strong>de</strong> esa maleta… No puedo, se<br />

cerró por sí sola y el candado está oxidado… Ay, por Dios, ¿<strong>de</strong>s<strong>de</strong> qué<br />

hora estuvo encerrado ahí?…<br />

<strong>La</strong> ansiedad, al llegar a un punto pavoroso, las<br />

puertas <strong>de</strong>l ascensor se abrieron. Sentí el aire en mi piel y se<br />

calmó uno <strong>de</strong> esos, pero la gripe persistía, me martillaba,<br />

hacía lo suyo. Salimos <strong>de</strong>l lugar, con algunas personas <strong>de</strong><br />

72


casas vecinas mirándonos. Uno <strong>de</strong> emergencia, gritó a<br />

algunos curiosos que se acercaban.<br />

— ¡Por ningún motivo se acerquen o serán<br />

contagiados! ¡Sólo qué<strong>de</strong>nse en sus casas!<br />

Me subieron al carro <strong>de</strong> ambulancia y se inició el<br />

trayecto al hospital. Pero en ese momento le dije a los <strong>de</strong><br />

emergencia que sufría claustrofobia y me pusieron,<br />

<strong>de</strong>sesperados, algún analgésico que me calmó.<br />

V<br />

Abrí los ojos lentamente. Pensé que fue algún tipo <strong>de</strong><br />

pesadilla, pero me di cuenta que era real cuando tenía una<br />

mascarilla <strong>de</strong> aire en mi rostro. Estaba sobre una camilla, con<br />

el cuarto limpio y blanco, siendo iluminado por una tenue<br />

luz <strong>de</strong> sol. A mis lados, un montón <strong>de</strong> aparatos registraban<br />

mi estado, con unos pi, pi, pi, que molestaban mis oídos.<br />

Esta vez, no sentía los síntomas horriblemente.<br />

Estaba con un estado normal…<br />

Me di la vuelta y encontré mi celular en una mesita.<br />

<strong>La</strong> tomé y marqué el número <strong>de</strong>l celular <strong>de</strong> Almendra. Me<br />

saqué por un momento la mascarilla <strong>de</strong> aire.<br />

— ¡Tiíto, por Dios! —Escuché ruidos raros, a<strong>de</strong>más<br />

<strong>de</strong> su voz dulce—. ¡Cómo te encuentras! ¡Estuve muy<br />

preocupada! ¡Estuve esperando en la sala <strong>de</strong> espera, pero<br />

vine a McDonald‘s para comer algo! —Seguro había<br />

<strong>de</strong>rribado la hamburguesa, <strong>de</strong> puro nervios.<br />

—Estoy bien, hija. Creo que me pusieron muchos<br />

analgésicos para aliviar los síntomas…<br />

73


Tras eso, le comencé a contar la larga historia.<br />

<strong>En</strong> la pared <strong>de</strong> mi cuarto había un afiche no<br />

publicitario, <strong>de</strong> que medicamentos se usaba en el tratamiento<br />

contra la gripe. <strong>En</strong>tre ella estaba el Tamiflu (unas cápsulas<br />

bicolores: blanco y amarillo) y la Relenza, que era un pomo<br />

con una peculiar forma en cuña, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su nombre<br />

rezaba Zanamivir, sólo para inhalar.<br />

— ¡Por Dios, tiíto! ¡Ay, tiíto! —Sollozo—. Tuve<br />

mucho miedo. Pensé que muchas cosas feas…<br />

—Hija, no te preocupes. Ya estoy en tratamiento…<br />

—Pero tiíto, es que la enfermedad… —el tono <strong>de</strong> su<br />

voz se volvió muy severo—. No es fácil… Es muy<br />

complicado…<br />

Sé que no quería <strong>de</strong>cirme directamente. <strong>La</strong> gripe era<br />

tan mortal en ciertos casos, ocurrido en Estados Unidos,<br />

México y Argentina, países que estaban en los primeros<br />

puestos <strong>de</strong> la lista Víctimas <strong>de</strong> esta enfermedad pandémica.<br />

—Tiíto, informaron… que hay un caso mortal en el<br />

Perú. Es <strong>de</strong> una niña <strong>de</strong> 4 años que tenía síndrome <strong>de</strong><br />

Down… Ay, tiíto. Voy a rezar por ti… —dio un pequeño<br />

sollozo—. Ahora los familiares no pue<strong>de</strong>n acercarse a los<br />

infectados… Pero buscaré la manera para verte, tiíto… No<br />

quiero que te pase nada…<br />

Esas palabras casi me hicieron llorar… Era cierto,<br />

era como un padre para ella. Pero la gripe era tan seria que<br />

no había manera <strong>de</strong> justificar el daño que hacía. Mi hija colgó<br />

el teléfono, tras un prolongado sollozo. Me eché en la cama,<br />

74


acomodé la mascarilla <strong>de</strong> aire y me quedé mirando el techo,<br />

taciturno, inerte, sin compren<strong>de</strong>r lo que me pasaba ahora.<br />

Pasando los días, el televisor no paraba <strong>de</strong> proferir<br />

las noticias <strong>de</strong> la enfermedad y sus víctimas… Next channel…<br />

Next cannel…<br />

El 5 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 2009 se <strong>de</strong>tectaron 111 casos.<br />

Todos peruanos: 98 resi<strong>de</strong>ntes en Lima, 4 en el Callao, 5 en<br />

Cusco, 2 en Trujillo, 1 en Huánuco y otro en Madre <strong>de</strong><br />

Dios. Número <strong>de</strong> casos: 1027. Muertes: 2, ocurridas en<br />

Lima<br />

El 6 <strong>de</strong> Julio se <strong>de</strong>tectaron 43 casos, 35 en Lima,<br />

tres en Arequipa, 2 en el Callao y Chimbote y uno en<br />

Cajamarca elevándose a 1070 casos en el país.<br />

El 7 <strong>de</strong> Julio se <strong>de</strong>tectaron 65 nuevos casos <strong>de</strong> la<br />

nueva Influenza A (H1N1). Todos peruanos; 35 resi<strong>de</strong>ntes<br />

en Lima, 5 en Arequipa, 5 en <strong>La</strong> Libertad, 9 en el Callao, 4<br />

en Piura, 6 en Junín y 1 en Iquitos, elevándose a 1135<br />

casos en el país.<br />

El 8 <strong>de</strong> Julio se confirmaron 196 nuevos casos <strong>de</strong> la<br />

nueva Influenza A (H1N1). Todos peruanos; 183 resi<strong>de</strong>ntes<br />

en Lima, 1 en Arequipa, 1 en <strong>La</strong> Libertad, 6 en el Callao, 1<br />

en Ayacucho, 1 en Junín, 2 en Huánuco y 1 en Cusco,<br />

elevándose a 1331 casos en el país. A la vez, el MINSA<br />

informa que se registró la tercera muerte en el país, dada en<br />

el hospital <strong>de</strong> Yanahuara, en Arequipa.<br />

Power off… (…)<br />

75


Extraño usuario<br />

Cuando apreté la última letra y guar<strong>de</strong> el documento, salté <strong>de</strong><br />

mi asiento. Dando unas vueltas, me lancé sobre el sofá…<br />

—Por fin… —dije con los ojos cansados—. Por fin,<br />

termine el trabajo… Sólo faltará poner la hoja <strong>de</strong><br />

presentación y listo, libre.<br />

Me que<strong>de</strong> tirada en el sofá, contemplado el techo,<br />

inmersa en mis pensamientos, pensando un pronto futuro <strong>de</strong><br />

Socióloga. Sacudí mi cabeza y me levanté <strong>de</strong>l sofá. Fui a la<br />

computadora para entretenerme un poco… Inicié mi sesión<br />

en Live Messenger y también en el Hi5…<br />

<strong>La</strong> ventana <strong>de</strong> Messenger emergió en mi pantalla<br />

como una personita saludándome. Una advertencia, pequeña<br />

y azul me dijo con el tonito <strong>de</strong> siempre.<br />

Tiene 7 mensajes en su ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> entrada.<br />

—Dios, en todo un día recibí siete mensajes…<br />

Arreglé mi nick, cambie la foto que se mostraba por<br />

mi display y revisé mi ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> entrada don<strong>de</strong> encontré<br />

cartas locas <strong>de</strong> mis amigas, una invitación para una fiesta y<br />

una salida para el cine… Que vagos son estos, pensé.<br />

76


Estado: Conectada… (Tucutín). Para q sepan<br />

todos, ya termine mi trabajo, ok??? *-) <br />

De repente, el MSN se interrumpió con<br />

varios tucutín. Pablo me estaba diciendo un montón <strong>de</strong><br />

chistes. A pesar <strong>de</strong> que mi amiga, Andrea, terminó también<br />

su trabajo, inició una tesis psicológica por la<br />

conversación. Mi estado con ella: Aburridaza… Quería<br />

<strong>de</strong>scansar y tomarme un tiempo divertido. No comenzar<br />

otra investigación.<br />

Era cuando, apareció una <strong>de</strong> las personas más<br />

churras <strong>de</strong> la universidad, Omar. Aunque por el Messenger<br />

no se lo veía, no importaba, <strong>de</strong> igual manera su belleza se<br />

digitalizaba.<br />

El amor no se pue<strong>de</strong> buscar fácilmente JJJ dice:<br />

—Cristina, ¿qué haciendo por allí?<br />

Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />

Dice:<br />

—Por acá, tomando un <strong>de</strong>scanso, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber terminado<br />

un arduo trabajo q la profesora <strong>de</strong> History nos pidió…<br />

»Gracias a Dios…<br />

El amor no se pue<strong>de</strong> buscar fácilmente JJJ dice:<br />

—Qué bien…<br />

Tucutín. Alguien me habla. El nick no me parece<br />

conocido, pero me sigue hablando. Qué raro, me dije. Me fijo<br />

en la notificación y me sorprendo. No acepte a ningún Soy<br />

77


Alfa y Omega, cuando inicié mi sesión. Abrí la ventana <strong>de</strong><br />

conversación.<br />

Su display se había convertido en una ventanita negra,<br />

como si el usuario había activado su cámara web. Pero estaba<br />

completamente negra.<br />

Soy Alfa y Omega dice:<br />

Hola…<br />

¿Cómo te llamas?<br />

Le hablo sí o no. Seguro había sido un idiota que puso<br />

cualquier correo electrónico en el agregar un contacto y<br />

por suerte cayó con el mío. Sin embargo, esa ventanita negra<br />

me traía algo raro.<br />

dice:<br />

Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />

—Hola… Me llamo Cristina… ¿y tú?<br />

No respondió en un instante. Aunque podía conversar con<br />

Omar (que no paraba <strong>de</strong> escribirme), me que<strong>de</strong> esperando la<br />

respuesta <strong>de</strong>l extraño usuario… Su respuesta vino <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> quince segundos.<br />

Soy Alfa y Omega dice:<br />

—Alfa y Omega…<br />

78


Alfa y Omega… ¡Qué bonito! Sí me respondía con<br />

eso, seguro era un fanático a los vi<strong>de</strong>ojuegos, sacándome la<br />

abrupta conclusión que era un adolescente… No obstante,<br />

no tenía que apresurarme. Traté <strong>de</strong> sonar un tanto amigable<br />

y sacar mis conclusiones <strong>de</strong> manera más astuta.<br />

dice:<br />

dice:<br />

Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />

—Qué chévere. Seguro eres un programador <strong>de</strong> juegos…<br />

Soy Alfa y Omega dice:<br />

—No soy un programador <strong>de</strong> vi<strong>de</strong>ojuegos.<br />

Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />

—Ooh…<br />

Soy Alfa y Omega dice:<br />

—Pero soy fanático <strong>de</strong> ellos…<br />

»Hablando <strong>de</strong> ti, ¿cuántos años tienes?<br />

Mi suposición se comprobó por sí solo. Era un<br />

fanático <strong>de</strong> los vi<strong>de</strong>ojuegos. Ahora me preguntaba cuántos<br />

años tenía. Eso no me gustó. <strong>La</strong> ley <strong>de</strong> las chicas era jamás<br />

<strong>de</strong>svelar la edad, peor si era a un <strong>de</strong>sconocido. <strong>En</strong>tonces<br />

tenía que persuadir esa pregunta.<br />

dice:<br />

Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />

—Una edad muy aceptable para ser una señorita.<br />

Soy Alfa y Omega dice:<br />

79


— Una señorita<br />

Ese ―mmmm‖ me hizo pensar muchas cosas. ¿Estaba<br />

pensando? ¿¿Estaba <strong>de</strong>leitándose?? Lo bueno era que no<br />

revelé mi edad. Pero mi nombre si lo estaba, porque<br />

comenzó a llamarme así, <strong>de</strong> una manera muy intimidante.<br />

Como si tuviera otra cosa en mente.<br />

Soy Alfa y Omega dice:<br />

—Cristina, quisiera verte… Pue<strong>de</strong>s activar tu cámara web.<br />

Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />

dice:<br />

—¿¿Mi cámara web??? Está <strong>de</strong>scompuesto, amigo… Pero,<br />

porque no te muestras tú… Sólo veo una ventanita negra.<br />

Soy Alfa y Omega dice:<br />

—Es porque no me gusta la luz…<br />

Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />

dice:<br />

—Pero como quieres q te conozca si no te puedo ver, pues…<br />

Y pasó lo mismo. No me respondió en un instante.<br />

Me quedé mirando esa misteriosa ventanita negra, teniéndola<br />

como un insólito medio para ver a ese extraño usuario.<br />

Hablé con Omar por intervalos para esperar algo novedoso.<br />

Es don<strong>de</strong> sonó el tucutín <strong>de</strong> Alfa y Omega. Rápidamente<br />

abrí la ventana <strong>de</strong> conversación y me topé con un texto que<br />

<strong>de</strong>cía: ―Esto es lo que soy‖. Por la ventanita se veía<br />

justamente la pantalla <strong>de</strong> un televisor. Fuera <strong>de</strong>l marco, esa<br />

80


oscuridad impenetrable seguía ahí… Escuché gritos, que<br />

tensaron mis nervios. Por aquella ventanita, con la pésima<br />

calidad, el televisor proyectaba una especie <strong>de</strong> película. No<br />

reconocí la película, pero oí la frase escalofriante <strong>de</strong> la<br />

película Juego <strong>de</strong>l Miedo: ―Que empiece el juego‖. A pesar <strong>de</strong> que<br />

no se veía bien, los gritos distorsionados <strong>de</strong> los personajes <strong>de</strong><br />

la película me provocaba una mala intuición. Era un amante<br />

<strong>de</strong> las películas <strong>de</strong> terror…<br />

El televisor <strong>de</strong>sapareció en un borrón luminoso, y<br />

luego la ventanita se sumió en esa oscuridad, don<strong>de</strong> un fino<br />

contorno iluminado estaba sobre él. No podía ser posible<br />

que fuera un muchacho, porque el fino contorno lo <strong>de</strong>scribía<br />

mucho más <strong>de</strong>sarrollado.<br />

Soy Alfa y Omega dice:<br />

— ¿Qué opinas?<br />

Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />

dice:<br />

—Se nota que eres un amante <strong>de</strong> esas películas …<br />

Soy Alfa y Omega dice:<br />

—No soy un amante d esas películas.<br />

»Me encanta como <strong>de</strong>scuartizan a esas personas… y quisiera<br />

hacerlo <strong>de</strong> la misma manera contigo…<br />

Me que<strong>de</strong> pálida. Ese último texto erizó los pelos <strong>de</strong><br />

mi nuca y me hizo entrar un pánico inquietante. Cerré la<br />

ventana <strong>de</strong> conversación con él. Trate <strong>de</strong> buscar su correo en<br />

81


todas las listas <strong>de</strong> contacto, pero no lo hallaba. ¿Cómo es que<br />

se metió en mis contactos?<br />

De pronto, sonaron varios tucutín. Por el lado<br />

<strong>de</strong>recho <strong>de</strong> mi pantalla se llenó muchas notificaciones <strong>de</strong> él,<br />

uno sobre otro, con el nick cambiado: «El león encontró<br />

carne fresca». <strong>La</strong>s notificaciones <strong>de</strong>saparecieron, pero algo<br />

aterrada, le comenté a Omar.<br />

Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />

dice:<br />

—Omar, he estado recibiendo cosas feas <strong>de</strong> un extraño<br />

hombre por el MSN. Estoy asustada.<br />

El amor no se pue<strong>de</strong> buscar fácilmente JJJ dice:<br />

— ¿Qué dices? ¿Cómo? ¿Cómo es?<br />

Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />

dice:<br />

—Te estoy diciendo q es extraño… No sé cómo es… Pero<br />

estoy recibiendo muchas notificaciones <strong>de</strong> él… Tengo miedo…<br />

El amor no se pue<strong>de</strong> buscar fácilmente JJJ dice:<br />

—<strong>En</strong>tonces salté <strong>de</strong> tu Messenger… Cierra tu sesión… Voy<br />

a ver si puedo ir a tu jato…<br />

Afirmé por esa tan fácil i<strong>de</strong>a. Me <strong>de</strong>spedí,<br />

insistiéndole que venga. Cerré todas mis conversaciones, y<br />

lleve el puntero al botón Cerrar sesión. Al oprimirlo, en mi<br />

pantalla salió una advertencia.<br />

82


Usted no pue<strong>de</strong> cerrar su sesión porque está<br />

manteniendo una conversación. Cierre todas sus<br />

conversaciones y vuelve a intentarlo.<br />

¡Qué! Tengo todas mis conversaciones cerradas, a<strong>de</strong>más<br />

nunca sale esa clase <strong>de</strong> advertencia al cerrar. Como no tenía<br />

nada que cerrar, oprimí el botón nuevamente, pero la<br />

advertencia salió.<br />

Tucutín. Salió una pequeña notificación, diciendo que<br />

él me estaba escribiendo. No quería revisar, pero mi<br />

computadora actúo como si tuviera un tremendo virus<br />

informático. <strong>La</strong> ventana <strong>de</strong> conversación se abrió y reveló un<br />

texto.<br />

El león encontró carne fresca, dice:<br />

—No pue<strong>de</strong>s cerrar tu sesión… es mejor que no lo hagas…,<br />

porque <strong>de</strong>jaré <strong>de</strong> verte y no quiero eso.<br />

—Ah. ¿Quieres verte? Mírate<br />

<strong>La</strong> ventanita <strong>de</strong> cámara web surgió <strong>de</strong> repente,<br />

revelando un monitor <strong>de</strong> computadora… Tenía el mismo<br />

aspecto <strong>de</strong> mi ventana <strong>de</strong> conversación, con la ventana <strong>de</strong> él<br />

proyectando más monitores <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> otro… Pero mi boca<br />

se abrió <strong>de</strong>l puro pánico, al ver que mi expresión<br />

aterrorizada, verse por una ventanita… Me estaba<br />

observando. ¡Me estaba observando!<br />

Abruptamente, fijé mi mirada en mi cámara web.<br />

Tenía la lucecita <strong>de</strong> power on encendida… Con la cara tiesa, y<br />

83


mis ojos <strong>de</strong>sorbitados clavados en la ventanita y mi<br />

expresión filmada, llevé mi <strong>de</strong>do directamente al CPU…<br />

Di un apagón general a mi computadora. Pero mi<br />

cámara web seguía encendida. Me agaché, <strong>de</strong>sconecte el<br />

alimentador principal, y mi cámara web por fin se apagó.<br />

Me quedé sentada, muerta <strong>de</strong>l susto. Este no era<br />

cualquier persona. Este era un hacker, porque interfirió en mi<br />

Messenger, activó mi cámara web sin mi conocimiento y…<br />

y… podía pasarse como yo…<br />

¡Make me feel like I can make it real…!<br />

El timbre musical <strong>de</strong> mi celular me pegó un<br />

tremendo susto que proferí un grito. Mirando por momento<br />

a la cámara web, fui a contestar.<br />

—Aló… —dije con voz quebrada.<br />

—Cristina —se escuchó la voz <strong>de</strong> mi amiga<br />

Emma—. ¿Estás bien? Omar vino a la universidad y me<br />

contó que estuviste recibiendo mensaje <strong>de</strong> un hombre raro.<br />

—Sí, amiga —y luego le conté toda la historia.<br />

—OH, mierda —chilló ella, preocupada y<br />

aterrorizada—. ¿Te vio? Esto es peligroso, Cristina, peor aún<br />

si es un hacker… <strong>En</strong> mi carrera me contaron que existe una<br />

categoría <strong>de</strong> hackers que lo llaman black hat, son unas clases<br />

<strong>de</strong> hackers muy astutos y pue<strong>de</strong>n meterse por Internet, las<br />

computadoras filtrando, alterando toda informática<br />

posible…<br />

—Ya me estás asustando más, Emma<br />

84


—Discúlpame, amiga. Pero es sólo para que enteres<br />

y tengas conocimiento. Ahora el mundo está inundando por<br />

la informática…<br />

Ahora sonó mi teléfono. Con Emma aún en línea,<br />

activé el altavoz para no sentirme sola, me acerqué al<br />

teléfono y contesté.<br />

—Aló…<br />

— ¿Te gusto cómo luciste frente a la cámara web?<br />

Aquella rancia voz hizo que gritara y colgará el<br />

teléfono <strong>de</strong> golpe.<br />

— ¿Qué paso? —Gritaba Emma—. ¡Cristina, qué<br />

paso!<br />

—Fue él… El extraño <strong>de</strong>l Messenger… —dije a<br />

punto <strong>de</strong> llorar. Crucé media estancia y me agazapé contra la<br />

pared.<br />

—Ay, Cristina… —dijo ella, horrorizada—. Este<br />

maldito es también un phreaker.<br />

— ¡Deja tus huevadas, Emma! ¡Estoy espantada! ¡No<br />

te conté que quiere hacer una cosa horrenda conmigo —<br />

mientras hablaba mi cabeza se movió por todo mi estancia,<br />

miré por mi ventana que estaba a mi lado y me fijé en un<br />

hombre que grababa con una cámara <strong>de</strong> mano <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su<br />

tragaluz— lo que sea…! ¡aaaaaaAAAAAHHHH!<br />

—¡¡Corre, Cristina!! —chilló Emma, sin saber si<br />

estaba en peligro.<br />

El terror me inundó por completo. No sé cómo<br />

tomé el pestillo <strong>de</strong> mi puerta, pero salí a la fría calle, con el<br />

85


cielo oscuro haciéndome acordar la ventanita negra. Los<br />

vecinos salieron <strong>de</strong> sus casas por los tales gritos que daba…<br />

—¡¡No <strong>de</strong>jes <strong>de</strong> correr!! —me <strong>de</strong>cía Emma.<br />

— ¡Qué te suce<strong>de</strong>, chica! —dijo una señora<br />

consternada, acompañada <strong>de</strong> unos adolescentes, que estaban<br />

con un rictus en sus labios.<br />

—Hay un chico… que está espiándome —dije con<br />

las palabras estropeadas por el terror—. Ahí… Ahí… —<br />

Apuntando el segundo piso <strong>de</strong> la casa, que estaba a dos <strong>de</strong> la<br />

mía.<br />

—<strong>La</strong> estuvo amenazando, señora —<strong>de</strong>cía Emma <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

mi celular.<br />

<strong>La</strong> señora me miraba con ojos escrutadores,<br />

pensando si era una buena broma hecha por jóvenes vagos.<br />

Los adolescentes que la acompañaban estaban al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la<br />

risa. Yo solamente lloraba y suplicaba que me ayudara. Sabía<br />

que podía ir corriendo, pero el horror me mantenía<br />

impotente, en un solo lugar.<br />

El vecindario se puso a mí alre<strong>de</strong>dor… Algunos<br />

viéndome con malos ojos y otros con lástima… <strong>La</strong> señora<br />

insistía a los <strong>de</strong>más que yo era una malcriada que jugaba con<br />

bromas. <strong>En</strong> eso, apareció Omar, junto a Emma. Ellos dos<br />

vinieron a mí a consolarme, tratando <strong>de</strong> calmarme, porque<br />

estaba muerta <strong>de</strong>l miedo.<br />

<strong>La</strong> policía llegó <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> tres minutos, junto a mi<br />

padre. Conté toda la historia, don<strong>de</strong> Emma y Omar trataban<br />

<strong>de</strong> apoyar, porque no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> balbucear. Cuando llegué a<br />

86


la parte don<strong>de</strong> vi al hombre, me preguntaron en dón<strong>de</strong>.<br />

Indiqué el tragaluz en el segundo piso <strong>de</strong> la casa.<br />

—Irrumpiremos en la casa —constató el policía.<br />

Con el vecindario alre<strong>de</strong>dor, los policías se pusieron<br />

frente a la puerta <strong>de</strong> la casa. Llamaron a la puerta, pero nadie<br />

abrió. Es don<strong>de</strong> entró la actitud brusca, como en las<br />

películas, se lanzaron contra la puerta y se abrió.<br />

Mis amigos, los dos policías, mi papá y yo entramos.<br />

Un tercer policía impidió que el vecindario se acerque<br />

mucho.<br />

<strong>La</strong> casa tenía una apariencia muy <strong>de</strong>sértica, como si<br />

nadie y nunca lo hubiese habitado alguien. Tenía muebles<br />

rotos, un olor fuerte a cigarro y algunos rastros <strong>de</strong> moho por<br />

todo el lugar. Des<strong>de</strong> ahí el bullicio <strong>de</strong>l vecindario venía<br />

amortiguado, aparte <strong>de</strong> un sonido raro que parecía provenir<br />

<strong>de</strong> la casa.<br />

Los policías iban <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros con unas<br />

linternas, mientras los haces <strong>de</strong> luz <strong>de</strong>velaban muchas cosas<br />

más como cables, tres monitores <strong>de</strong> computadora, una bolsa<br />

plástica llena <strong>de</strong> mouses <strong>de</strong>scompuestos, teclados y algunas<br />

cámaras web.<br />

Aunque estaba con mi padre, mis amigos y los<br />

policías, tenía escalofríos.<br />

Llegamos a un lugar profundo <strong>de</strong> la casa don<strong>de</strong><br />

encontramos una escalera <strong>de</strong> caracol, oxidada y solitaria.<br />

Lentamente, comenzamos a subir. Ahora se podía escuchar<br />

el raro ruido proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la casa. Venía <strong>de</strong>l segundo piso.<br />

87


—Me amenazó… Me dijo que me iba a matar… Dijo que<br />

el león tiene carne fresca… Tengo miedo…<br />

<strong>En</strong>cima <strong>de</strong> nosotros, al final <strong>de</strong> la escalera, había una<br />

salida por don<strong>de</strong> se veía entrar una luz parpa<strong>de</strong>ante.<br />

Cuando surgimos por la salida, nos encontramos en<br />

un cuarto repleto <strong>de</strong> cuatro monitores <strong>de</strong> computadora,<br />

muchos accesorios para informática, una consola, cámaras<br />

web. <strong>En</strong> cada monitor proyectaba un escritorio repleto <strong>de</strong><br />

iconos <strong>de</strong> programas sofisticados y extraños. <strong>En</strong> una pared<br />

estaba el enorme tragaluz don<strong>de</strong> él había estado espiándome.<br />

El problema es que el extraño no estaba, <strong>de</strong>sapareció,<br />

esfumándose, como si se hubiese metido a la Internet y<br />

tendría como <strong>de</strong>stino un lugar <strong>de</strong>sconocido. <strong>La</strong>s cosas físicas<br />

que <strong>de</strong>jó eran unos lentes solares, unas revistas pornográficas<br />

y un vaso medio lleno <strong>de</strong> Coca Cola.<br />

Los policías examinaron todo el cuarto, <strong>de</strong> polvo en<br />

polvo. No obtuvieron nada, sólo muchos objetos <strong>de</strong><br />

informática…<br />

De repente sonó un tucutín <strong>de</strong>l Messenger,<br />

inmensamente fuerte, que nos pegó un susto a todos. Los<br />

monitores mostraron una pantalla completamente roja,<br />

tiñendo a su vez la habitación, con un símbolo <strong>de</strong> un rostro<br />

amarillo macabramente feliz, con los ojos rojos y<br />

<strong>de</strong>sorbitados, una amplia sonrisa y con una frase<br />

espeluznante que hasta se oyó.<br />

—El hacker nunca se <strong>de</strong>ja ver, pero sus productos sí —<strong>de</strong><br />

los parlantes salió una voz distorsionada, difícil <strong>de</strong><br />

reconocer.<br />

88


<strong>La</strong>s pantallas rojas <strong>de</strong>saparecieron para mostrar<br />

rostros distorsionados <strong>de</strong> chicas, don<strong>de</strong> el horror llenaba su<br />

expresión. <strong>La</strong> última fue mía, filmada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> él,<br />

directamente <strong>de</strong>l tragaluz. Me vi corriendo hacia la puerta,<br />

muerta <strong>de</strong>l pánico, mientras una risa maquiavélica traía <strong>de</strong><br />

fondo. Me apegué a mi padre <strong>de</strong>l puro susto.<br />

Después, los monitores volvieron a la pantalla roja.<br />

Inmediatamente se escucharon diferentes sonidos, propios<br />

<strong>de</strong> Windows, pero se entremezclaban y algunos parecían<br />

hechos por pequeños diablillos. Me quedé mirando las<br />

pantallas, hipnotizada, llena <strong>de</strong> algo…<br />

Rápidamente, todo sucedió en segundos. Una bola<br />

<strong>de</strong> cristal <strong>de</strong> discoteca surgió <strong>de</strong> no sé dón<strong>de</strong>. Producía una<br />

trayectoria peligrosa, directa a nosotros. Empujé a mi padre<br />

contra un costado. Emma se lanzó contra Omar, mientras<br />

<strong>de</strong>saparecían escaleras abajo. Los policías trataron <strong>de</strong> evitar<br />

la bola, pero inmensamente inútil, porque los golpeó,<br />

enviándolos contra las computadoras.<br />

<strong>La</strong> bola emitió un silbido cristalino en su rápido<br />

trayectoria, hasta que impactó contra la pared. Los añicos <strong>de</strong><br />

cristal volaron por todas partes, como dardos <strong>de</strong>liberados.<br />

Unos cayeron sobre los policías que trataron <strong>de</strong><br />

incorporarse. Otros lastimaron a mi papá y a mí…<br />

Con los brazos lastimados por los vidrios, me fijé en<br />

la pantalla <strong>de</strong> una computadora, la única intacta, con el<br />

símbolo <strong>de</strong> aquel sujeto, aquel extraño usuario.<br />

89


Pásame las pops<br />

— ¿No po<strong>de</strong>mos conseguir solo el paco? —dijo Monse.<br />

Estaba apegado contra la pared con el rostro inundado por<br />

las ojeras, la piel amarilla, ataviado con un polo <strong>de</strong> Bob<br />

Marley y unos jeans rasgados.<br />

— ¡Estás huevón, Monse! —le regaño Breamaqui,<br />

completamente intranquilo—. El paco tiene mala facha, es<br />

horrible… <strong>La</strong> pop es más bacán…<br />

Breamaqui vino corriendo y le dio una patada a<br />

Monse.<br />

—Vamos, cabrón —Monse salió <strong>de</strong>spedido al<br />

pasadizo.<br />

Bajaron la escalera y llegaron a la sala pituca. No<br />

había rincón en esa casa que no estuviese ocupado por una<br />

pequeña huella <strong>de</strong> un artículo <strong>de</strong> tecnología <strong>de</strong> punta, como<br />

el enorme televisor <strong>de</strong> plasma. El viejo <strong>de</strong> Monse estaba<br />

sentado en unos <strong>de</strong> los sofás, leyendo un periódico<br />

sensacionalista con una primicia: ―Marido <strong>de</strong>capita a su mujer<br />

con una tenazas‖ y la vieja estaba lavando los platos.<br />

El viejo <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> leer en ese momento, cuando<br />

aparecieron los tres. Miró por encima <strong>de</strong> sus cuadrados<br />

90


lentes, pero no dijo ni mierda, sólo examinó con esos ojos<br />

escrutadores pelo y caracha <strong>de</strong> los chicos.<br />

—Pobre si llegas tar<strong>de</strong> —dijo al fin su viejo, con<br />

aspecto inexpresivo.<br />

Monse sólo asintió. Los chicos dijeron vagamente<br />

―Hasta luego, señora…‖. Y tras una tensión, salieron a la<br />

calle y cerraron la puerta tras ellos.<br />

—Te cuidan como un llullo cagón —espetó<br />

Breamaqui.<br />

—Me importa un carajo lo que dicen.<br />

—Monse, chochera, pata <strong>de</strong>l alma —dijo Troncho,<br />

colocando su brazo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su cuello, <strong>de</strong>jando a un lado<br />

a Breamaqui—, no te ases. Sólo es una broma… Broma <strong>de</strong><br />

patas…<br />

— ¡Oe, huevón, <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> tus mariconadas que me das<br />

bicicleta! —Bramó Breamaqui <strong>de</strong>s<strong>de</strong> atrás, dando una patada<br />

a Troncho, que le hizo sobresaltar—. ¿Cómo hacemos para<br />

conseguir la mercancía?<br />

— ¡Oe, sí, chochera: la mercancía…! ¡Trolón me dijo<br />

que esta por el centro, cerca al malecón!<br />

— ¿Por el bulevar? —Breamaqui se mostró<br />

incrédulo—. ¡Oe, tú estás bien cojudo! El serenazgo pue<strong>de</strong><br />

pillarnos…<br />

—Queda por ahí… —trató <strong>de</strong> calmarlo. Breamaqui<br />

era un irascible—. Está por abajo… por las zonas don<strong>de</strong><br />

esas malezas… por ahí… ¿Te ubicas?<br />

Breamaqui sólo se quedó mirándolo. Luego puso<br />

todo esa mirada en Monse.<br />

91


—Monse es un maricón que hasta es caña monse…<br />

Si por su culpa nos pillan…<br />

—Deja <strong>de</strong> hablar huevadas, Brea —se <strong>de</strong>fendió<br />

Monse—. Tú también eres un cabrón. El otro día casito nos<br />

pillan por tu culpa en el bulevar.<br />

Breamaqui reaccionó y fue contra él. Troncho<br />

intervino.<br />

—No te metas con Brea. — dijo Troncho, que era<br />

más alto que los dos.<br />

Llegaron a la Plaza <strong>de</strong> Armas <strong>de</strong> Iquitos. El escenario<br />

<strong>de</strong> ese día estaba un ambiente <strong>de</strong> chibolitos, chillando por<br />

allá, corriendo para pedir un helado o una bolsita <strong>de</strong><br />

palomitas. <strong>La</strong>s señoras nos miraban con ojos impasibles,<br />

examinándolos. Pero la mayoría <strong>de</strong> ellas se fijaban en el<br />

aspecto enfermo <strong>de</strong> Breamaqui, con su aire <strong>de</strong> hombre<br />

fornido y que espantó a algunos chibolitos. Caminaron todo<br />

bacanes hasta el otro extremo <strong>de</strong> la Plaza <strong>de</strong> Armas, frente a<br />

la Casa <strong>de</strong> Fierro. Cruzaron la pista con esos mismos pasos,<br />

llegaron al bulevar.<br />

— ¿Dón<strong>de</strong> es? —preguntó Breamaqui, disimulando,<br />

porque había polis cuidando cerca.<br />

—Por allí —llegaron a un balcón, se apoyaron todos<br />

bacanes. Miraron al oscuro río Amazonas…—. ¿Ves esas<br />

lucecitas?<br />

A lo lejos unos puntos luminosos por la orillas <strong>de</strong>l<br />

río Amazonas se impregnaron en la visión.<br />

— ¿Qué coju<strong>de</strong>zas hay ahí?<br />

Troncho chasqueó la lengua.<br />

92


—Ahí está la mercancía… —dijo impaciente,<br />

sonando obvio para que estaban viniendo aquí.<br />

Troncho se a<strong>de</strong>lantó. Breamaqui se quedó a la misma<br />

distancia <strong>de</strong> Monse. Llegaron al lugar principal <strong>de</strong>l bulevar,<br />

don<strong>de</strong> los cómicos ambulantes, chibolitos, lustradota y<br />

muchas personas pasaban una noche diferente y diferente al<br />

<strong>de</strong> ellos. Doblaron a la <strong>de</strong>recha y bajaron por una escalinata<br />

larga que llevaban a otro nivel <strong>de</strong>l bulevar. <strong>La</strong>s suelas <strong>de</strong> las<br />

zapatillas comenzaron a sonar al ritmo <strong>de</strong> las pisadas.<br />

Pasando por más personas, pero <strong>de</strong> poca presencia,<br />

llegaron a un pasaje don<strong>de</strong> la luz venía muy débil. Había un<br />

olor penetrante a orine y maleza, chirridos <strong>de</strong> grillos y chicos<br />

escondidos besándose a pleno.<br />

—Aquí —dijo Troncho. Estábamos a medio camino<br />

<strong>de</strong>l pasaje. Él se apoyo sobre el balcón y miro hacia abajo.<br />

Breamaqui y Monse hicieron lo mismo.<br />

<strong>En</strong> frente <strong>de</strong> ellos se ampliaba la visión con un<br />

panorama oscuro e iluminado por la luna. Bajo el balcón<br />

había un sen<strong>de</strong>ro levemente marcado que se iba a perdiendo<br />

en la distancia en la amplia orilla, que siempre se formaba<br />

cuando bajaba su nivel <strong>de</strong> caudal.<br />

—Hay un guachimán por allá —indicó Breamaqui<br />

hacia un enorme bungalow, más allá <strong>de</strong>l pasaje, sostenido<br />

por vigas. Bajo ella, el guachimán estaba paseándose con su<br />

cachiporra.<br />

El trío se trepó encima <strong>de</strong>l balcón y cayó sobre la<br />

tierra. Se agacharon, aprovechando que había arbustos.<br />

Bajaron una empinada cuesta a través <strong>de</strong>l sen<strong>de</strong>ro.<br />

93


Aquí, la única fuente <strong>de</strong> luz era la luna. Ahora el sen<strong>de</strong>ro se<br />

quedó envuelto por altas malezas que sobrepasaba a<br />

Troncho, dando la impresión que estaban corriendo en un<br />

campo <strong>de</strong> trigo. Atrás <strong>de</strong> ellos, el bulevar se distanciaba.<br />

— ¿Cómo tuvieron la cojuda i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> hacer el club<br />

por esta zona? —se preguntó Brea.<br />

—No sé —respondió Troncho—. Después <strong>de</strong> una<br />

semana <strong>de</strong> búsqueda, damos con este lugar.<br />

— ¿Qué va a ver por allá? ¿Algo más que la<br />

mercancía?—dijo Monse.<br />

—Un pequeño tono con pops, hembritas preparadas<br />

para una noche y más pops —dijo Troncho con un tono<br />

ansioso.<br />

—Que rico, hembritas —<strong>de</strong>leitó Brea, mordiéndose<br />

el labio.<br />

Monse sonrió ante ese panorama.<br />

Con los pies adormecidos, oliendo la maleza y siendo<br />

picados por algunos mosquitos, se escuchó una distante<br />

música, cargado <strong>de</strong> rock, metal, quejidos femeninos y una<br />

lujuria <strong>de</strong>sbordante.<br />

Troncho sonrió y salió <strong>de</strong> ese sen<strong>de</strong>ro, luego Brea y<br />

Monse. El escenario era <strong>de</strong> extrema orgía y pops. Trolón, el<br />

amigo <strong>de</strong> Troncho, estaba sentado en el suelo, con el pecho<br />

<strong>de</strong>snudo y un vidrio don<strong>de</strong> había líneas blancas. Estaba con<br />

el rostro lleno <strong>de</strong> ojeras, un aspecto sucio y el pelo<br />

alborotado. Mientras tres velas iluminaban pobremente el<br />

lugar.<br />

94


—Hola, pata —dijo Troncho saludándolo. Este<br />

levantó una mano temblorosa y la estrechó.<br />

Monse se quedó con la mirada hipnotizada don<strong>de</strong><br />

unos dos chicos y una chica, metidos en un fardo <strong>de</strong> ropas,<br />

tenían una orgía. <strong>La</strong> chica le lanzaba guiños libidinosos a<br />

Monse.<br />

— ¿Cuánto me das por cuatro líneas? —preguntó<br />

Troncho.<br />

Trolón aspiró una línea <strong>de</strong> pops, con una aspiración<br />

sonora. Levantó la mirada y se rascó la nariz. Con la cabeza<br />

echada por un lado y la boca medio abierta dijo:<br />

—Nunca me pediste cuatro líneas —hizo sonar su<br />

nariz nuevamente—. Pero si lo quiere te costará sesenta<br />

cocos…<br />

— ¿Sesenta cocos?<br />

—Sesenta cocos.<br />

—No podías rebajar algo…<br />

Trolón cerró los ojos como si esas palabras lo<br />

hubiesen ofendido. Sacudió la cabeza lentamente y se quedó<br />

mirando a Troncho.<br />

—Pagas o no pagas…<br />

—Dale —dijo Breamaqui.<br />

—Pero…<br />

—Dale los sesenta cocos…<br />

—Cuncha su mare… Pásame las pops —maldijo<br />

Troncho. Llevó su mano al bolsillo <strong>de</strong> sus jeans y sacó<br />

sesenta soles. <strong>En</strong>tregó a Trolón que lo recibió<br />

embriagadamente admirado.<br />

95


—Te rebajaría si el negocio no fuera así, Troncho —<br />

explicó Trolón. Agarró su mochila y sacó una bolsita llena <strong>de</strong><br />

un polvo blanco—. Te prestaré mi espejo, porque no trajiste<br />

el tuyo. —Con cuidado colocó cuatro líneas <strong>de</strong> pops, al<br />

costado <strong>de</strong> las seis líneas <strong>de</strong> Trolón.<br />

Breamaqui se junto con Troncho y compartieron las<br />

líneas. Monse no se acercó a ellos, sólo se quedó mirando a<br />

la chica.<br />

— ¡Monse, ven aquí! —Llamó Troncho—. ¡Prueba<br />

una línea!<br />

Monse se acercó a Troncho, mientras Breamaqui se<br />

alejó <strong>de</strong> nosotros y <strong>de</strong>sapareció entre las malezas con una<br />

chica.<br />

— ¡Vamos, prueba!<br />

Monse se agachó, sostuvo el tubo <strong>de</strong> lapicero y<br />

aspiró la línea <strong>de</strong> una sola. Su cuerpo se lleno <strong>de</strong> una<br />

repentina sensación. Sintió como si el aire atravesará su<br />

cuerpo y lo <strong>de</strong>jará flotar en una euforia maldita. Con las pops<br />

haciendo efecto, posó otra vez la mirada sobre la chica.<br />

Troncho también <strong>de</strong>sapareció por entre la maleza<br />

don<strong>de</strong> salió Breamaqui. Monse se quedó mirando el espacio,<br />

con las drogas haciéndole efecto, <strong>de</strong> pies a cabeza.<br />

— ¿Cuánto años tiene, chochera? —preguntó<br />

Trolón, perdido en su mundo drogado.<br />

—16 —contestó.<br />

Trolón hizo un mohín.<br />

—Recién estás entrando a la juerga… ¿Sabes qué te<br />

recomiendo, pata? No <strong>de</strong>jes que esos idiotas te dominen…<br />

96


Son unos hijos <strong>de</strong> puta… <strong>La</strong> última vez, Troncho y<br />

Breamaqui, esos cabrones, trajo a un marica… No sé qué<br />

hicieron con él… Pero…, por poquito, esos concha sumares<br />

no me <strong>de</strong>latan… El brócoli fue a su casa con un problema<br />

en el culo…<br />

Él se rió. Monse sólo se quedó mirándolo.<br />

—Los viejos <strong>de</strong>l brócoli acusaron a Troncho y<br />

Breamaqui… Al fin <strong>de</strong> cuentas, el brócoli dijo pura finta…<br />

Sabía que si <strong>de</strong>lataba él quedaba frío…<br />

— ¿Qué hizo?<br />

—Mintió que tenía una huevada <strong>de</strong> hemorroi<strong>de</strong>s…<br />

Eso le salvó… Hasta ahora… No sé qué hay <strong>de</strong> su vida <strong>de</strong><br />

ese marica…<br />

Monse rió. Con los ojos parpa<strong>de</strong>ando por turnos,<br />

sacó veinte soles <strong>de</strong> su bolsillo.<br />

—Pásame más… Una línea…<br />

—Ya estas siguiendo el ritmo, chochera<br />

Sacó la bolsita con el polvito blanco y colocó una<br />

línea. Monse con el tubo <strong>de</strong>l lapicero aspiró por completo<br />

toda la línea. Luego volvió a ver a la chica, que seguía en su<br />

rito sexual.<br />

—No la mires mucho, chochera<br />

Monse volteó a Trolón. Hizo un rictus embriagado.<br />

Los párpados le pesaban, pero el efecto era tan exquisito que<br />

quería más. Se levantó <strong>de</strong> ese lugar, <strong>de</strong>jando a Trolón<br />

inmerso en un trance enfermizo, escuchando la música<br />

metal. Se acercó a la maleza por don<strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecieron<br />

Troncho y Breamaqui. Escuchó muchas cosas que provenían<br />

97


<strong>de</strong> ahí. Dando un traspié, se abrió entre ella y se encontró<br />

frente a un pequeño charco. A la orilla estaba Troncho y<br />

Breamaqui, con el cuerpo <strong>de</strong>snudo brillando bajo la luz <strong>de</strong> la<br />

luna, mientras la chica se embriagaba con sexo a lo bestia.<br />

Se quitó el polo, mientras se reunía a ese rito.<br />

— ¿Dón<strong>de</strong> vistes a esos chicos?<br />

—Se bajaron por el balcón —dijo el chico. Agarraba<br />

por la mano a su enamorada totalmente perdida en esa<br />

conversación—. Sólo bajaron y <strong>de</strong>saparecieron.<br />

— ¿Desaparecieron? —frunció el ceño el sereno.<br />

Volteo hacia el panorama oscuro <strong>de</strong>l río Amazonas.<br />

Examino el balcón y un notorio sen<strong>de</strong>ro marcado.<br />

—Esos malandrines… —espetó el otro sereno.<br />

—Llama a los otros —dijo el primero—. Creo que<br />

tenemos otros caso como <strong>de</strong>l otro día…<br />

El segundo llevó la radio a su boca. Tenía un tic en<br />

los ojos.<br />

—Pérez, llamando a todos, tenemos un problema<br />

por aquí. Vengan a la planta baja <strong>de</strong>l bulevar, cerca <strong>de</strong><br />

Anaconda… cambio<br />

Alejó la radio y la voz <strong>de</strong> otro guachimán salió <strong>de</strong><br />

ella.<br />

—<strong>En</strong>tendido. Vamos por allá, cambio.<br />

—Estos chibolos me tienen cojudo… —le dijo a su<br />

amigo, procurando que la pareja no le oyera—. Todos los<br />

días hay un caso como esto.<br />

98


Dentro <strong>de</strong> un rato, aparecieron tres serenos más.<br />

Todos ellos con cara <strong>de</strong> curiosos, intentando averiguar cuál<br />

era el nuevo problema. Uno <strong>de</strong> ellos se fijo en la presencia<br />

<strong>de</strong> la pareja apartada <strong>de</strong>l grupo.<br />

—Ahora qué suce<strong>de</strong>, Solsol —dijo el guachimán<br />

corpulento.<br />

—Saavedra, parece que tenemos otro caso <strong>de</strong><br />

malandrines… —explicó Salinas. Se acercó al balcón, con<br />

ojos completamente inspectores. Apuntó al sen<strong>de</strong>ro—. Ves<br />

ese caminito… Creo que bajaron por ahí…<br />

—Salinas, ese camino siempre estuvo ahí. Los<br />

muchachos bajan para jugar en una cancha que esta por<br />

ahí… —contradijo un guachimán que apuntó el caminito<br />

con su cachiporra.<br />

— ¿A esta hora? —dijo tajante.<br />

Salinas estaba seguro que había algo más en esa<br />

maldita oscuridad. Solsol volteó hacia la pareja.<br />

— ¿Cuántos eran?<br />

— ¿Cómo?<br />

— ¿Cuántos eran?<br />

—Eran tres… —<strong>de</strong>scribió el joven—. Uno era alto y<br />

flaco y llevaba un polo negro; el otro era muy musculoso y<br />

tenía mala cara; y el último era un chibolo algo tímido…<br />

como <strong>de</strong> 16 o 17 años…<br />

Solsol se quedó mirándolo, luego puso los ojos sobre<br />

sus acompañantes y regresó a Salinas.<br />

—Vamos…<br />

99


Los cinco serenos se treparon por el balcón.<br />

<strong>En</strong>cendieron sus linternas, mientras el bullicio nocturno<br />

compuesto por grillos, la luz plateada <strong>de</strong> la luna y el<br />

horizonte oscuro <strong>de</strong>l Amazonas parecían no compren<strong>de</strong>r<br />

aquella situación.<br />

Bajaron por una empinada cuesta con la ayuda. <strong>La</strong><br />

caminata duró mucho tiempo, pero no era <strong>de</strong> esperar que las<br />

circunstancias se presentaran súbitamente. Llegaron hasta<br />

cierto punto don<strong>de</strong> todo el bulevar se le <strong>de</strong>scribía como un<br />

barco brillante, perdido en la <strong>de</strong>riva.<br />

—Esperen… Escuchan eso… —intuyó Salinas,<br />

<strong>de</strong>teniendo la fila.<br />

Solsol movió la cabeza <strong>de</strong> un lado para otro, tratando<br />

<strong>de</strong> oír. <strong>En</strong>trecerró los ojos por un momento. Miró a Salinas y<br />

luego a los <strong>de</strong>más que también hacia lo mismo. Con al<br />

aspecto <strong>de</strong> total intriga, asintieron. <strong>En</strong>cima <strong>de</strong> esa alta<br />

maleza, una luz surgía entre ella, iluminando algunos árboles<br />

cercanos. A juzgar por su parpa<strong>de</strong>ante iluminación, <strong>de</strong>bía<br />

estar alumbrado con velas. Sin embargo, ahora si se<br />

escuchaba la música metal muy claramente.<br />

—Vamos… No hagan bulla…<br />

Dieron pasos largos, procurando no hacer pisadas<br />

sonoras. <strong>La</strong> maleza se abrió entre ellos… <strong>La</strong> música estaba<br />

más cerca; la luz <strong>de</strong> esas velas se intensificaba… Ahora<br />

acompañado <strong>de</strong> quejidos… Un olor fuerte a plástico<br />

quemado… <strong>La</strong> maleza se abría ante ellos…<br />

100


—Cuncha su mare… —Un muchacho se levantó <strong>de</strong><br />

pronto, <strong>de</strong>rribando lo que tenía encima. Tenía el pecho<br />

<strong>de</strong>snudo.<br />

—Ven, pedazo <strong>de</strong> mierda, no te me vas…<br />

Salinas corrió tras él. El muchacho gateó por el suelo,<br />

aferrándose a cualquier cosa para impulsarlo y <strong>de</strong>saparecerlo.<br />

Solsol y los <strong>de</strong>más fueron contra la chica y dos chicos… <strong>La</strong><br />

chica forcejeó, mientras los chicos estaban amordazados…<br />

— ¡Puta su mare! —Maldijo Salinas—. Se escapó…<br />

<strong>La</strong> cortina <strong>de</strong> malezas comenzó a sonar. Todo el<br />

ambiente posó su mirada, mientras <strong>de</strong> allí surgieron tres<br />

muchachos en calzoncillos y una jovencita con el pecho<br />

<strong>de</strong>snudo. Cuando cayeron en la cuenta, se pusieron pálidos,<br />

putearon lo que sea y echaron a correr.<br />

Uno <strong>de</strong> ellos tumbó a la chica. Un seno se raspó en<br />

el suelo y comenzó a sangrar.<br />

Saavedra, agarrando a la chica, y Salinas fueron tras<br />

ellos… Se internaron otra vez en la maleza y oyeron en eco,<br />

a los chicos pateándose entre ellos.<br />

Salieron a un terreno medio pantanoso, dominado<br />

por un pequeño charco. <strong>La</strong> silueta <strong>de</strong> los chicos se<br />

contorneó a la luz <strong>de</strong> la luna. Estaban echando a correr,<br />

ro<strong>de</strong>ando el charquito, llevando sus ropas en la mano.<br />

—Síguelos…<br />

Salinas ro<strong>de</strong>ó el charquito, taciturno, reflejando la<br />

luna. Dio un traspié en el barro y entró nuevamente a otra<br />

zona <strong>de</strong> malezas. Sintió que los insectos golpearon contra su<br />

cara.<br />

101


— ¡Cuncha su mare, por tu culpa nos vieron!<br />

—No me eches la culpa, cabrón<br />

—Estas jodido.<br />

— ¡Mierda, déjalo! ¡Vamos!<br />

Una zambullida se oyó, seguida <strong>de</strong> puñetazos.<br />

—Toma… Toma… Toma… Que te que<strong>de</strong> grabado,<br />

maricón<br />

Se escuchó golpe tras golpe, mientras Salinas echo a<br />

corre más. ¿Eran simplemente muchachos? Cuando surgió<br />

entre la maleza, su pregunta quedó respondida.<br />

Un chico fornido estaba dando golpizas a un<br />

flacuchento, en la orilla <strong>de</strong> un charco mucho mayor. Este no<br />

se <strong>de</strong>fendía. Escuetamente se tapaba con los brazos y recibía<br />

cada uno <strong>de</strong> los puñetes.<br />

Salinas, encendió rápidamente su linterna y proyectó<br />

don<strong>de</strong> ellos. El fornido, miró pálido y con las cejas ceñudas<br />

se echó al agua. El flacuchento se movió <strong>de</strong> su posición…<br />

— ¡Déjame, mierda!<br />

Salinas le agarró <strong>de</strong> los cabellos. Apagó la linterna,<br />

<strong>de</strong>spués que esta <strong>de</strong>jaba distinguir a los dos muchachos<br />

escapándose hacia el otro lado, perdiéndose entre más<br />

escabrosidad.<br />

Estaba sentado en la comisaría. Cabizbajo, con la<br />

cara lleno <strong>de</strong> moretones, el labio roto y una ceja estropeada.<br />

Miró por intervalos a la calle, esperando que en cualquier<br />

maldito tiempo sus padres aparecieran. El policía llamado<br />

Salinas le había preguntado. Él no respondió, solamente se<br />

quedo cabizbajo. Y siguió así… Y siguió así…<br />

102


—Buenas noches<br />

Su padre entró a la comisaría, seguida <strong>de</strong> su madre.<br />

Miró a su hijo con unos ojos llenos <strong>de</strong> furia, enrojecidos,<br />

impotentes. Su madre no quiso acercarse, porque el padre no<br />

se lo permitió. Salinas se acercó don<strong>de</strong> ellos y preguntó si era<br />

su hijo.<br />

—Desgraciadamente —respondió el padre, haciendo<br />

temblar el rostro.<br />

Andrés se agachó y comenzó a sollozar. Estaba seguro que<br />

su padre le iba a sacar la mierda. Salinas sólo miró<br />

impertérrito y contó lo sucedido. Cuando llegó al momento<br />

<strong>de</strong> las drogas y el sexo, el padre parpa<strong>de</strong>ó duramente y la<br />

madre se llenó <strong>de</strong> vergüenza.<br />

—Le pediría, por favor, que lleve a su hijo al hospital<br />

—aconsejó Salinas.<br />

—Usted no es nadie para <strong>de</strong>cir que hacer con… este<br />

malagra<strong>de</strong>cido —espetó. El personal <strong>de</strong> la comisaría levantó<br />

la mirada. Salinas trató <strong>de</strong> intervenir—… Usted ya cumplió<br />

con su trabajo, comisario. Vamos… Muévete…<br />

Andrés se levantó <strong>de</strong> la butaca, muerto <strong>de</strong>l miedo y<br />

mantuvo una distancia. Salinas no intervino, pero se quedó<br />

mirando con un rostro impasible. Salió a la fría noche, con<br />

los ojos <strong>de</strong> los curiosos mirando en Andrés. Era una<br />

vergüenza maldita.<br />

Su padre se acercó al Volkswagen y se metió, dando<br />

un portazo <strong>de</strong>smedido. Su madre solamente entró con los<br />

ojos enrojecidos en el asiento copiloto.<br />

103


Andrés entró y cerró rápidamente la portilla. Los curiosos ya<br />

estaban hablando huevadas.<br />

El escarabajo arrancó. El trayecto fue tenso, absorto.<br />

El padre estaba tan tieso <strong>de</strong> la furia que no pudo conducir<br />

bien. Mientras la madre, solo se inmutó a llorar, y seguir<br />

llorando.<br />

—Ya vas a ver en la casa, mierda… Ya vas a ver<br />

Eso hizo temblar a Andrés <strong>de</strong> pies a cabeza. Seguro<br />

esos hijos <strong>de</strong> puta <strong>de</strong> Troncho y Breamaqui la estarán pasando tan<br />

bien, mientras yo pagaba pato.<br />

Cuando llegaron a la casa, ya no le resulto su hogar,<br />

sino una prisión.<br />

Salió lentamente <strong>de</strong>l Volkswagen, mientras sus<br />

padres hacían lo mismo. El padre sacó las llaves <strong>de</strong> su<br />

bolsillo… Abrió la puerta… Y Andrés echo a correr.<br />

— ¡Oe, vas a ver, mierda!<br />

Subió rápidamente las escaleras, mientras su padre<br />

hacía lo mismo.<br />

— ¡No, Fernando! —gritó su madre, llorando—.<br />

¡Por fa… vor!<br />

Andrés se fue a su cuarto y cerró la puerta, tras él.<br />

— ¡ABRE LA PUERTA! ¡PEDAZO DE MIERDA!<br />

¡OE VAS A VER! ¡ESTE ES TU DÍA!<br />

<strong>La</strong> puerta retumbó. Andrés se puso tras ella,<br />

soportando cada tremendo golpe.<br />

— ¡ABRE LA PUERTA! ¡¡ABRE LA PUERTA!!<br />

— ¡Déjalo, Fernando!<br />

— ¡ABRE LA PUERTA!<br />

104


Crack…<br />

El padre entró. Andrés fue <strong>de</strong>spedido al suelo,<br />

mientras la puerta se abría. Gateó por el suelo, pero su padre<br />

le agarró por los pies.<br />

Inició la con<strong>de</strong>na.<br />

— ¡POR-QUÉ-ME-HICISTE-ESTO! —Bramó,<br />

con cada zurra que daba—. ¡POR-QUÉ-ME-HICISTE-<br />

ESTO!<br />

— ¡PERDONÁME, PAPÁ! —sollozó.<br />

— ¡NADA, MIERDA! ¡Y NO ME DIGAS<br />

―PAPÁ‖!<br />

Un puñete cayó sobre su cuerpo, uno tras otro, como el<br />

golpe estri<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> mil <strong>de</strong>monios.<br />

105


Adicional<br />

Extraño Usuario 2.0: Realizando Búsqueda<br />

Estaba sentada en el asiento copiloto <strong>de</strong>l carro <strong>de</strong> mi padre.<br />

Era un Chevrolet Silverado, con el interior plagado <strong>de</strong> aroma<br />

<strong>de</strong> pino. A través <strong>de</strong>l empañado parabrisas observamos el<br />

cielo plomizo, mientras por mi cabeza pasaba el enfermizo<br />

nombre <strong>de</strong> Alfa y Omega.<br />

—Tu madre está <strong>de</strong>sesperada —dijo mi papá,<br />

intranquilo—. Mi celular no ha <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> chillar toda la<br />

noche y, gasté toda mi saliva diciéndole que estábamos para<br />

irnos a Miraflores.<br />

No hable. Sólo quedé mirando el cielo plomizo,<br />

mientras los enormes paneles <strong>de</strong> publicidad me distraían.<br />

— ¡Cristina, te estoy hablando!<br />

—Cállate, papá —dije susurrando, con los ojos<br />

posados en niños llevando globos <strong>de</strong> helio—. ¿No pue<strong>de</strong>s<br />

calmarte…?<br />

— ¿Calmarme, hija? ¡Ese imbécil te pudo haber<br />

violado!<br />

—Ya lo sé, papá. Es que Emma y Omar resultaron<br />

heridos al caer <strong>de</strong> la escalera…<br />

—Se curaran, hija —dijo a secas, tajante.<br />

—―Se curaran, hija‖ Papá, Emma se fracturó la<br />

cabeza y Omar casi muere. ¡Lo que odio <strong>de</strong> ti es tu presencia<br />

106


<strong>de</strong>saparecida! ¡Ni siquiera estás en la casa! ¡Y parece que te<br />

doy por muerto!<br />

—No me hables así, Cristina —me calló con una voz<br />

furiosa, haciendo gestos enfáticos por cada tajante palabra—<br />

. No hubiese pasado esto, si no te hubieras <strong>de</strong>dicado estar en<br />

ese maldito Messenger!<br />

Hablé la boca para hablar.<br />

— ¡Y cállate que la gente está mirándonos!<br />

Quedé sedada con su furia. Miré por el parabrisas y<br />

había personas que nos miraba con aprensión. <strong>La</strong>s personas<br />

se <strong>de</strong>tuvieron a vernos mejor, con caras <strong>de</strong> entrometidos,<br />

distraídos por los gestos tajantes <strong>de</strong> mi padre, mientras el<br />

semáforo indicaba rojo.<br />

—Cuando lleguemos a casa, no le cuentes cualquier<br />

tontería a tu madre. Ni <strong>de</strong> esta conversación…<br />

No le hice caso. Tenía mi vista fija en un punto.<br />

Cualquier se pudio haberse percatado. Pero esto me pareció<br />

muy raro. Mi padre seguía hablándome, pero aquello me<br />

mantuvo en un trance.<br />

El hacker nunca se <strong>de</strong>ja ver, pero sus productos sí…<br />

El emoticon macabro <strong>de</strong> él estaba ahí. Dibujado en<br />

un globo amarillo <strong>de</strong> helio. Flotando sobre la cabeza <strong>de</strong> un<br />

niño que reía <strong>de</strong>scontroladamente.<br />

Cristina…<br />

El globo dio una vuelta sobre ella, mientras los ojos<br />

me miraban. Mi padre me estaba hablando, pero no le hice<br />

caso. Aquel globo me estaba engullendo en un tremendo<br />

temor. Mi vista se disipó, y tuve en frente un flashback. No<br />

estaba agonizando. El globo fue reemplazado por la pantalla<br />

roja, con el emoticon.<br />

107


Sentí un silbido en mi oído, que se agudizo. <strong>La</strong>s<br />

personas comenzaron a moverse lentas, sin importancia,<br />

solo hipnotizada por ese globo <strong>de</strong>splazándose por el aire.<br />

Escuché un estallido vidrioso en mi pensamiento<br />

atolondrado.<br />

—Cristina —me llamó mi padre.<br />

Me sobresalté, mirándome los brazos llenos <strong>de</strong><br />

heridas. El semáforo seguía en rojo, pero el niño con el<br />

globo amarillo estaba en la distancia.<br />

— ¿Qué te pasa?<br />

—Nada —respondí callada. Aquello <strong>de</strong>svaneció mi<br />

repentina furia hacia mi papá.<br />

Todavía mi vista estaba impregnada por la coloración<br />

roja <strong>de</strong> las pantallas. Como si hubiese visto un punto rojo<br />

durante mucho tiempo y <strong>de</strong>spués se quedará presente en la<br />

vista, <strong>de</strong>spués que aquel punto <strong>de</strong>sapareciera.<br />

El semáforo rojo se puso en ámbar. Quisiera verte… Y<br />

luego en ver<strong>de</strong>. Los carros revivieron y fueron reyes <strong>de</strong> la<br />

pista. Mi papá no hablo. Solamente se quedó mirándome <strong>de</strong><br />

reojo, asustado, circunspecto, enojado.<br />

Mi celular sonó <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un rato. El i<strong>de</strong>ntificador<br />

<strong>de</strong>cía que era mi madre. Mi padre botó un bufido <strong>de</strong><br />

impaciencia.<br />

—Hola, hija<br />

—Mamá, no pue<strong>de</strong>s calmarte. Acabas <strong>de</strong> llamarme<br />

hace quince minutos. Y no paraste <strong>de</strong> llamarnos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

me <strong>de</strong>sperté.<br />

—Discúlpame, hija. Estoy asustada <strong>de</strong> que te pase<br />

algo. Pasaron tu caso por el noticiero…<br />

— ¿Qué?<br />

108


— ¿Qué dice, tu madre?<br />

Tapé el auricular.<br />

—Mi caso salió en los noticieros.<br />

— ¡Qué! ¿Tan rápido se enteró la prensa?<br />

—Y ¿cómo están tus amigos, Cristina? —preguntó<br />

mi madre con un tono lastimero.<br />

—Están graves, mamá. Realmente graves —<br />

levantando la voz para que mi padre escuchara. Botó otro<br />

bufido <strong>de</strong> tremenda <strong>de</strong>saprobación—. Emma esta con una<br />

fractura en la cabeza y Omar tiene una nariz totalmente rota.<br />

— ¡Ay, me muero! —dijo mi madre, con su frase<br />

característica <strong>de</strong> ella.<br />

— ¿Y ya lo encontraron?<br />

—Hemos hablado con la policía. No han llegado a<br />

i<strong>de</strong>ntificar al sospechoso por nada. ¿Salió algo en las<br />

noticias?<br />

—Anunciaron tu caso, pero lo bueno es que no te<br />

contactó la prensa. Hablaron con la policía. Dijeron que<br />

están haciendo una rigorosa búsqueda <strong>de</strong>l sospechoso,<br />

porque ya tuvo seis víctimas anteriormente —<strong>La</strong>s chicas <strong>de</strong>l<br />

ví<strong>de</strong>o, pensé—. Contactaron con las víctimas anteriores,<br />

pero se negaron dar el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> las víctimas a la prensa.<br />

Lo raro es tu caso, Cristina…<br />

— ¿Qué es lo raro, mamá?<br />

—Tú te salvaste —mi madre hablaba susurrando,<br />

preocupada, alterada, casi en el taciturno completo.<br />

— ¿Cómo que me salve?<br />

—<strong>La</strong>s otras chicas resultaron…<br />

—Resultaron cómo, mamá.<br />

—Esto es terrible, hija.<br />

109


—Mamá, pue<strong>de</strong>s hablar, por favor —bajé la voz.<br />

Aproveche que un camión ruidoso estaba a lado nosotros—.<br />

Si no me dices que pasó, me voy a aterrar más.<br />

—Ay, hijita…<br />

—Habla ya, mamá.<br />

—…<br />

—Mamá...<br />

—Fueron violadas. Una <strong>de</strong> ellas tuvo un hijo —Mi<br />

ojos se quedaron tiesos—. Una resultó muerta… Nadie les<br />

vio la cara. Santos Dios, hija. ¿No te enteraste <strong>de</strong> eso? —<br />

Profirió un tono molesto.<br />

El cambio <strong>de</strong> humor fue repentino.<br />

—Mamá, paró el mayor tiempo en la universidad.<br />

—Y en ese programa <strong>de</strong> la computadora… ¿cómo se<br />

llama? Missenger, Mosunger<br />

—Messenger<br />

—Esa cosa… Cuándo vienes a la casa, voy a hablar<br />

seriamente contigo.<br />

—Ya soy adulta y no vengas con tus reñidas…<br />

—Una adulta inmadura.<br />

—Por favor, mamá. No vengas con tus cositas.<br />

—No me interesa si tienes veinte años, hijita —<br />

enfatizando ―hijita‖ <strong>de</strong> manera muy punzante—. Pero me di<br />

cuenta que aún te falta mucho por madurar. No entiendo.<br />

¿Qué hice mal contigo?<br />

—No hiciste nada mal conmigo.<br />

—Cuando vienes hablamos ya. Chao —y colgó.<br />

Seguro a mi padre no le falto preguntar qué paso,<br />

porque se dio cuenta a través <strong>de</strong> mi consternado rostro<br />

enfurecido. Se rió. Me irrité. Miré por la ventanilla, con mis<br />

110


padres oponiéndose contra mí y el extraño usuario. Como si<br />

fuera cómplice <strong>de</strong> él.<br />

Llegamos al pituco Miraflores. Con el alre<strong>de</strong>dor<br />

cargado <strong>de</strong> publicidad, personas caminando <strong>de</strong> un lado a<br />

otro, el chorro <strong>de</strong> agua <strong>de</strong> la fuente <strong>de</strong> El Ovalo llegando<br />

casi al cielo, los cines, las tiendas, los restaurantes, todo<br />

formando un adorno lleno <strong>de</strong> algo contemporáneo.<br />

Giramos a la <strong>de</strong>recha y entramos a otra calle, paralelo<br />

al parque Kennedy y la Iglesia <strong>de</strong> la Medalla Milagrosa.<br />

Observé personas sentadas, tomando aire parcialmente<br />

fresco, chicos lindos estudiando bajo la sombra <strong>de</strong> árboles,<br />

abuelitas conversando <strong>de</strong> sus pasatiempos. Me dormí en<br />

todo el trayecto hasta aquí. Mi madre no me llamó <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> la ruda conversación. Y lo consi<strong>de</strong>raba ―rudo‖ por<br />

algunas razones tan obvias.<br />

Ahora doblamos por la izquierda, entrando a la<br />

avenida Benavi<strong>de</strong>s. Los altos edificios, consi<strong>de</strong>rándolo así,<br />

porque jamás he viajado a la ciudad <strong>de</strong> los rascacielos, nos<br />

taparon con sus sombras. Hasta ahora esto eran lo más altos<br />

que he visto. El Chevrolet Silverado dobló por la <strong>de</strong>recha y<br />

entramos a la avenida Porta. A diferencia a la Benavi<strong>de</strong>s<br />

preferencial con su establecimientos comerciales, está era<br />

como una calle común y corriente, con casas contiguas,<br />

como <strong>de</strong>partamentos, adornados <strong>de</strong> jardines, verjas <strong>de</strong><br />

entradas y puertas barnizadas. Lo que quedaba era el lujo.<br />

El auto se estacionó, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> una casa <strong>de</strong> aspecto<br />

como la casa <strong>de</strong> los siete enanitos. Blanca, dos pisos, el techo<br />

al puro estilo irlandés, ventanas con alfeizares y un puerta<br />

barnizada con un complicado tallado. El jardín era pequeño,<br />

cargado <strong>de</strong> flores y arbustos, separado por un corto sen<strong>de</strong>ro.<br />

111


<strong>La</strong> verja <strong>de</strong> entrada era un diseño siempre raro, que nunca le<br />

pregunté a mi… madre <strong>de</strong> que se trataba.<br />

Bajamos <strong>de</strong>l auto. Mi padre puso la alarma con ese<br />

controlcito. <strong>La</strong> puerta barnizada se abrió <strong>de</strong> repente y mi<br />

madre apareció. Tenía el aspecto cansado, con el rostro<br />

ligeramente arrugado. Estaba ataviada con una ropa normal,<br />

una blusa con un estampado y unos jeans azules, y unos<br />

tacones.<br />

Cuando me vio, vino corriendo hacia mí. No<br />

enfurecida, sino contenta <strong>de</strong> verme. Abrió la verja y me<br />

abrazó. Mi padre boto su bufido <strong>de</strong> impaciencia. Miró <strong>de</strong><br />

reojo y entro a la casa.<br />

— ¿Estás bien, hija?<br />

—Estoy bien, mamá. Gracias.<br />

—Vamos, hija. <strong>En</strong>tra<br />

Caminamos por el sen<strong>de</strong>ro y entramos a la casa. Mi<br />

papá estaba sentado en el sofá, leyendo el periódico. Mi<br />

madre me hizo sentar en un puf <strong>de</strong> gran tamaño, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

mi padre, mientras se iba a la cocina. Mi casa no había<br />

cambiado. Seguía reluciente como siempre. Con ese olor<br />

almizcleño, la luz que entra por las claraboyas y muchas<br />

otras cosas. <strong>La</strong> presencia <strong>de</strong> un computadora era fundamenta<br />

y estaba ahí, junto a la portentosa chimenea.<br />

—<strong>La</strong> noticia no está en los periódicos. Qué bueno<br />

—comentó mi papá.<br />

Mi madre regresó con un vaso lleno <strong>de</strong> refresco <strong>de</strong><br />

maracuyá. Me la ofreció y yo tomé un sorbo. Ella me<br />

preguntó toda la historia ahora que estaba mi presencia. Le<br />

conté todo, <strong>de</strong> mi llegada <strong>de</strong> la universidad, haciendo la tarea<br />

en la computadora, <strong>de</strong>scansado revisando mi correo y<br />

112


chateando, y encontrar <strong>de</strong> repente a ese extraño usuario.<br />

Puso un gesto ceñudo, llevando una mano al pecho. Lo que<br />

siempre hacen las señoras. Cuando entré a la parte <strong>de</strong> que<br />

me vio por la ventana y corre asustada. Mi madre se puso <strong>de</strong><br />

pie y gritó:<br />

— ¡Ay, Humberto! ¡Esto es horrible!<br />

— ¿Y por qué me lo dices a mí, Asunción? Deberías<br />

<strong>de</strong>cirlo a ella —apuntándome—. Eso le pasa por estar todo<br />

el tiempo en ese maldito Chat… Y eso no hubiera pasado,<br />

sino hubiese estado todo el tiempo ahí.<br />

— ¡Papá! ¡Estuvo a dos casas <strong>de</strong> la <strong>de</strong> nosotros!<br />

¿Crees que tiene que ver algo el Messenger en esto? Ya te<br />

dije, no hubiera pasado nada <strong>de</strong> esto si hubieses estado en la<br />

casa.<br />

—No me eches la culpa, señorita… —contraatacó<br />

mi papá. Botó el periódico al suelo—. Tu tienes la culpa por<br />

andarte juntando con tarados <strong>de</strong> la universidad.<br />

— ¿Ellos la culpa, papá? ¿Qué tienen que ver ellos en<br />

esto? Él me estuvo vigilando. ¿No crees que estuvo mucho<br />

tiempo antes en el vecindario?<br />

— ¿Y cómo sabes eso? —pestañeo, esperando mi<br />

respuesta. Mi madre se había quedado ausente, como si<br />

hubiese esfumado cuando había gritado.<br />

— ¡Porque busco la lógica, papá!<br />

— ¿Pero cómo supo tu dirección?<br />

—Cara… —me pausé. Mi madre quiso abrir la boca<br />

para hablar y mi padre abrió los ojos enormemente—. Viste<br />

la habitación llena <strong>de</strong> computadoras. Acaso no te contaron<br />

que era un hacker.<br />

Me puse muy impaciente.<br />

113


—Saben que ―queridos padres‖, no voy a soportar<br />

que me echen la culpa <strong>de</strong> todo —no quería quedarme<br />

callada. Escuchando las acusaciones <strong>de</strong> mi padre. Tenía<br />

autocontrol, pero esta vez ya me había sacado <strong>de</strong> mis<br />

casillas—. Si están aquí para que me apoyen, no voy a<br />

aceptar que me pongan como cómplice. Gracias, mamá por<br />

tu bienvenida. Voy a dormir.<br />

Sobré el refresco <strong>de</strong> maracuyá. Lo entregué a mi<br />

madre. Y me dirigí a la escalera. No voltee a verlos, pero<br />

estaba segura que me miraban con ojos penetrantes, lleno <strong>de</strong><br />

una contrariedad inusitada. Subí la escalera sonoramente,<br />

pisando fuerte, retumbando la ma<strong>de</strong>ra. Llegue a mi antiguo<br />

cuarto, entre y me tumbé en la cama, mirando el techo. Lo<br />

que me gustaba <strong>de</strong> mi cama era sus sábanas, que te engullían<br />

con su suavidad.<br />

Por mi cabeza pasó el rostro asustado <strong>de</strong> mi mamá y<br />

la expresión ceñuda <strong>de</strong> mi padre. <strong>En</strong> el techo comenzó a<br />

dibujarse todo lo que pasó —estaba recordando, por<br />

supuesto—, apareciendo la silueta <strong>de</strong> él con la cámara <strong>de</strong><br />

mano grabándome. Se dibujó también el emoticon <strong>de</strong> las<br />

pantallas y <strong>de</strong>l globo. <strong>La</strong> cara inconsciente <strong>de</strong> Emma y la<br />

nariz irreconocible <strong>de</strong> Omar. <strong>La</strong> bola <strong>de</strong> cristal surcando<br />

toda la habitación. Era fácil recordar lo que me pasó. No me<br />

sucedió nada feo como eso en mucho tiempo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

presenciar la muerte <strong>de</strong> hermano.<br />

<strong>La</strong> luz <strong>de</strong> la ventana entró con más intensidad. Tenía<br />

que ser la diez. No levante mi celular para ver la hora. Sólo<br />

me que<strong>de</strong> así hasta que mi celular sonó. Era un mensaje <strong>de</strong><br />

Andrea.<br />

114


Hola, Cristina. Me contaron todo lo que te paso y a Emma y Omar.<br />

Todos aquí están preocupados también. Lo siento por no llamarte. Es<br />

que estoy muy ocupada, en clase. Chao. T_T<br />

Me que<strong>de</strong> mirando el mensaje durante un rato. Me<br />

que<strong>de</strong> echada en la cama, sin dormirme. Solamente<br />

contemplaba el cuarto. Y durante ese lapso recibí muchos<br />

mensajes, <strong>de</strong>masiados.<br />

— ¿Cristina? ¿Hija? —llamó mi mamá <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />

puerta.<br />

—Vienes a <strong>de</strong>cirme otras cosas, mamá.<br />

—No, hija<br />

— ¿<strong>En</strong>tonces?<br />

—Hay dos policías que quieren hablar contigo. Están<br />

abajo.<br />

Lo que me faltaba. Me levanté <strong>de</strong> la cama,<br />

<strong>de</strong>slizándome por las sábanas. Mi madre puso su aspecto <strong>de</strong><br />

niña lastimada, pero no quise abrazarle. Bajé y encontré a los<br />

dos policías sentados en el sofá don<strong>de</strong> estuve mi padre, que<br />

ahora estaba sentado en el enorme puf.<br />

—Buenos días, señorita Cristina. Tenemos noticias<br />

sobre el sospechoso —estreché las manos <strong>de</strong> los dos. Me<br />

senté en un sofá pequeño y mi madre se quedó parada junto<br />

a la ventana, vigilando a los vecinos.<br />

—Hemos <strong>de</strong>scubierto que perteneció a un grupo <strong>de</strong><br />

hackers, dueños <strong>de</strong> un sitio web ilegal don<strong>de</strong> ponían a<br />

disponibilidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>scargas muchos artículos sin ningún<br />

estreno previsto —dijo el primer policía. El otro no se le<br />

escuchó a continuación.<br />

— ¿Con qué nombre? —preguntó mi padre.<br />

115


—No hay nombre por ahora. Se halló con el mismo<br />

―seudónimo‖ que nos <strong>de</strong>scribió la señorita: Alfa y Omega.<br />

— ¿Y cómo están seguros <strong>de</strong> que es él?<br />

—Aquel nombre tiene un enlace que lleva a un perfil.<br />

—Po<strong>de</strong>mos verlo en la computadora —dijo mi<br />

padre, indicando al or<strong>de</strong>nador y haciendo el a<strong>de</strong>mán para<br />

levantarse <strong>de</strong>l puf.<br />

—No será necesario, señor. Aquella página tiene una<br />

cantidad <strong>de</strong> virus. Y es posible que su computadora se<br />

<strong>de</strong>scomponga al entrar a la página. Pero le trajimos capturas<br />

<strong>de</strong> la página y el perfil.<br />

El segundo policía sacó unos papeles <strong>de</strong> una carpeta.<br />

—Según Telefónica, el servidor <strong>de</strong> la página es<br />

totalmente ilegal.<br />

Recibí la captura. <strong>La</strong> portada <strong>de</strong> la página era<br />

completamente negra. <strong>La</strong>s letras ver<strong>de</strong>s y tenía una<br />

estructura bastante simplona. Estaba encabezada con un<br />

título, también ver<strong>de</strong>, llamando a la página como Warez<br />

Peruano. Miré la lista <strong>de</strong> los colaboradores, todos con<br />

―seudónimos‖, y entre ellas estaba el nombre <strong>de</strong> él. Alfa y<br />

Omega.<br />

—Este es el perfil <strong>de</strong>l sospechoso.<br />

Cuando me entregó la captura, mi mirada se posó en<br />

una cosa: el emoticon. Estaba junto a su seudónimo. Aquí<br />

<strong>de</strong>cía que había iniciado su sesión el sábado 4 <strong>de</strong> julio, ayer, y<br />

era una hora antes que me había asustado. Eso era una pista.<br />

Al <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> los policías, me calmé un poco. Me<br />

<strong>de</strong>jaron las capturas, porque ellos tenían otras. Cuando<br />

abrieron la puerta, eche un vistazo a la calle y distinguí a los<br />

vecinos, viendo el carro <strong>de</strong> policía.<br />

116


Cuando cerramos la puerta, mi hombro sintió la<br />

mano <strong>de</strong> mamá. Mi padre sólo se fue a sentar nuevamente<br />

en el sofá.<br />

Mi madre se quedó mirándolo.<br />

—Humberto, ¿pue<strong>de</strong>s hacerme un favor?<br />

— ¿Qué?<br />

—Ee… ¿pue<strong>de</strong>s acompañar a Cristina a los<br />

parapentes?<br />

Salí <strong>de</strong> mi ensimismamiento. Mi papá profirió un<br />

―¿uh?‖, expresando un rostro perdido.<br />

— ¿Pue<strong>de</strong>s acompañar a tu hija a los parapentes?<br />

— ¿Y para qué?<br />

—Creo que sería bueno para que se le pase la<br />

tensión. Con todo lo que le está pasando…<br />

—Está bien —asintió mi padre.<br />

—… eso podría…<br />

— ¡Está bien! Iré con ella en la tar<strong>de</strong>. Después <strong>de</strong>l<br />

almuerzo.<br />

Y así fue. No sé si sonreí ante aquella propuesta,<br />

pero quedé un poco aliviada. El almuerzo fue muy tenso,<br />

que apenas pu<strong>de</strong> sentir el sabor <strong>de</strong>l escabeche. Mi padre no<br />

levantó <strong>de</strong> la mirada <strong>de</strong>l almuerzo, y sólo lo hizo cuando<br />

quería algo más.<br />

Para arruinar la situación sólo faltó que sonará mi<br />

celular. Ellos me miraron con malos ojos, pero contesté. Era<br />

Andrea con su voz atiplada, estropeada.<br />

—Hola, Cristina.<br />

—Ah, hola, Andrea. Recibí tu mensaje.<br />

—Estaba preocupada. Te cuento que fui a visitar a<br />

Emma y Omar…<br />

117


— ¡Dios! ¿Cómo están los dos?<br />

—Están bien. Hubo <strong>de</strong>rrame <strong>de</strong> sangre <strong>de</strong> la nariz <strong>de</strong><br />

Omar, pero están bien, los dos.<br />

—Eso me tranquiliza. Cuando fui al hospital en la<br />

mañana, Omar estaba teniendo una horrible hemorragia por<br />

la nariz.<br />

—Pobrecito —dijo melancólica—. ¿Y qué estás<br />

haciendo ahora?<br />

—Estoy almorzando, <strong>de</strong>spués que vino la policía.<br />

Voy a los parapentes para <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> tensarme.<br />

— ¿A los parapentes? ¡Qué bueno…! Los<br />

parapentes…<br />

— ¿Dijiste algo, Andrea? —pregunté intimidada.<br />

—Dije qué… —pausó su emoción.<br />

—Nada…<br />

— ¿Qué pasa?<br />

—Nada, nada… Sólo te digo que voy a ir a los<br />

parapentes y <strong>de</strong> ahí me voy <strong>de</strong> nuevo al hospital a visitar a<br />

Emma y Omar… —Boté un suspiro.<br />

— ¿Qué te pasa?<br />

—Me siento muy mal por ellos. Parece que no fui la<br />

víctima, sino ellos. Salí ilesa <strong>de</strong> todo lo ocurrido.<br />

—…<br />

—Por eso quiero que <strong>de</strong>n con él.<br />

—Seguro lo harán… Cristina… No… Ellos…<br />

— ¿Qué dices, Andrea? —pregunté impaciente.<br />

—Seguro lo harán como tu dicen, Cristina —me<br />

contestó como si yo fuera una sorda—. No pasará nada.<br />

Ellos lo van a encontrar.<br />

118


—Cristina… —llamó mi mamá. Voltee a verla. Ella<br />

me dijo susurrando—: ¿Ya?<br />

—Gracias, amiga. Tengo que irme porque <strong>de</strong>bo<br />

terminar el almuerzo, para luego ir a los parapentes.<br />

—Bien, bien. Chao, amiga. Te esperó en el hospital.<br />

—De acuerdo, chao, chao.<br />

—Chao.<br />

Continúe con el almuerzo. Mi madre me miraba con<br />

mala cara, mientras el jefecito <strong>de</strong> mi padre parecía su hija era<br />

el escabeche. No importó eso. Al menos alguien <strong>de</strong> mis<br />

amigos me llamó y no me sentí tan encerrada en este<br />

cuidado.<br />

Al terminar el almuerzo, fui a ducharme. Me coloqué<br />

la ropa más a<strong>de</strong>cuada y bajé al encuentro <strong>de</strong> mi padre, que<br />

estaba en la puerta barnizada.<br />

—Ahorita regresamos, Asunción.<br />

—Tengan cuidado, por favor.<br />

Salimos <strong>de</strong> la casa, subimos al Silverado y fuimos en<br />

dirección a los parapentes. Recorrimos a lo largo <strong>de</strong> Porta y<br />

salimos hacia la costa. No hablamos en todo el trayecto.<br />

Pasamos por un puente y la Plaza <strong>de</strong>l Amor, y llegamos a la<br />

zona <strong>de</strong> los parapentes. Estacionamos el carro en una playa y<br />

<strong>de</strong>scendimos <strong>de</strong> ella.<br />

<strong>En</strong> ese momento, un parapente se alzaba <strong>de</strong>l<br />

precipicio con su piloto y su pasajero, contrastándose con el<br />

cielo plomizo. Y había otro a la distancia. <strong>En</strong> ese momento,<br />

el viento se le sentía frío y fuerte, agitando mi pelo largo y<br />

castaño. No tenía frío, solo estaba ansiosa <strong>de</strong> subirme a ella.<br />

Parecía que mamá tenía razón: me calmó un poco la tensión.<br />

119


Papá pagó y pidió un boleto. Había muchos<br />

profesionales con sus parapentes, agitándolos al ritmo <strong>de</strong>l<br />

viento, probándolos. <strong>En</strong> eso, mi mente femenina, se centró<br />

en uno <strong>de</strong> ellos. Era alto, fornido, pelo color miel y un<br />

increíble rostro. Y para hacerlo más increíble, me estaba<br />

mirando. Mordí mi labio inferior <strong>de</strong> pura picardía.<br />

Él estaba sin clientela y era el único que quedaba.<br />

Todos los <strong>de</strong>más estaban flotando en el aire. Un señor nos<br />

guió, caminé junto a mi padre por una entrada y llegamos al<br />

<strong>de</strong>spejado precipicio, con césped.<br />

—Espérame un ratito, señorita… —Por suerte mía,<br />

llamó al chico—. Tú, ven… Lleva a la muchacha a un paseo.<br />

—De acuerdo. Bien… Hola —me saludó. Tenía una<br />

voz hermosa, que me sonó muy familiar.<br />

—Cuidado, hija…<br />

—Ven, te voy a colocar el chaleco y el casco —me<br />

indicó él. Sus ojos era asombrosamente color caramelo,<br />

claros y seductores—. Ponte aquí.<br />

Con sus manos, me colocó el chaleco y conectó con<br />

los mosquetones al plegador, que era una mezcla <strong>de</strong> rojo y<br />

amarillo. Puso una mochila con paracaídas <strong>de</strong> emergencia<br />

sobre mi espalda. Él se arregló los implementos que tenía y<br />

nos colocamos sobre el arnés <strong>de</strong>l parapente.<br />

Él primero se sentó. Luego lo hice. Una segunda<br />

persona, hizo el arreglo, mientras el plegador ya se había<br />

elevado, rígido y enorme. Un ligero vientecillo la <strong>de</strong>stempló,<br />

pero no cedió.<br />

— ¿Lista? —preguntó.<br />

Asentí, con el viento agitando mi pelo sobrante que<br />

salía bajo el casco.<br />

120


—Bien, vamos<br />

Se puso mirando el litoral limeño. Yo también lo<br />

hice. El mar se le veía pequeño y, a su vez, maravilloso. Y<br />

cuando él corrió (empujado por alguien más), y avanzamos<br />

hacia el precipicio.<br />

<strong>La</strong>ncé un gemido, cuando mis pies tocaron vacío.<br />

Miré abajo y observé la carretera, con los carritos como<br />

hormiguitas atléticas. Sentí que mi visión parecía como una<br />

cámara en un solo ángulo.<br />

El parapente dio un giro, y al costado <strong>de</strong> nosotros<br />

estaba el precipicio, con mi padre y las <strong>de</strong>más teniendo la<br />

apariencia <strong>de</strong> unos muñequitos. Nos distanciamos un poco,<br />

hacia el norte, con los otros parapentes paseándose por los<br />

aires.<br />

— ¿Te gusta? —me preguntó él.<br />

—Es maravilloso… Jamás he visto la costa<br />

sobrevolando sobre ella…<br />

—Qué bien —<strong>de</strong>jo oírse. El silbante sonido y los<br />

ruidos <strong>de</strong> nuestras ropas al chocar con el aire no <strong>de</strong>jaban oír<br />

bien.<br />

Y seguíamos así, sobrevolando. Giramos y<br />

regresamos hacia el precipicio, momento por el cual salu<strong>de</strong> a<br />

mi papá, que por fortuna me saludo. Giramos nuevamente y<br />

fuimos otra vez hacia el sur, con una vista espectacular.<br />

Quería quedarme todo el tiempo, ahí, volando con el<br />

parapente, con la compañía <strong>de</strong>l chico. Este <strong>de</strong>spejó mi<br />

mente y miré con una esperanza, teniendo la fe que Emma y<br />

Omar se recuperarían muy pronto. Miré a los <strong>de</strong>más<br />

parapentes y solo había uno que podía ver, muy atrás <strong>de</strong><br />

nosotros.<br />

121


Ja, no importa. Solamente quería sentir el aire en mis<br />

mejillas por un tiempo más. Hubo una turbulencia pero no<br />

me preocupo. Estaba con él y me sentía confortable.<br />

—Te estuve esperando…<br />

— ¿Cómo dices? —proferí yo, con mi tono<br />

ensimismado.<br />

—Te estuve esperando, Cristina.<br />

— ¿Me estuviste esperando? ¿Cómo sabes…? No<br />

entiendo.<br />

Los parapentes… Una electricidad surco mi cuerpo.<br />

Me que<strong>de</strong> anonadada.<br />

— ¿Quién eres? —levanté el rostro para verlo.<br />

—Baja la cabeza —espetó, mientras sentía algo<br />

punzante en mi espalda. Gemí—. Si gritas, te juro que te<br />

atravieso con este cuchillo.<br />

— ¿Tu…? ¿Eres…? ¿Alfa y Omega?<br />

—<strong>En</strong> carne y hueso, cariño —Sentí su mano<br />

<strong>de</strong>slizarse por mi cintura, bajo ella.<br />

Mi cuerpo tembló.<br />

—Por favor, no hagas nada —dije suplicante.<br />

—No te preocupes —dijo él, haciendo un sonido<br />

<strong>de</strong>leitoso—. No te haré daño. Sólo quiero ocuparme algo<br />

contigo.<br />

—No, por favor.<br />

Su mano voló hacia mi cara, con un trapo. Se pegó a<br />

mi rostro y aspiré, <strong>de</strong>sesperada. Mi cuerpo se sintió débil en<br />

ese momento, viendo el mar aullando, <strong>de</strong>svaneciéndose. Mis<br />

párpados cayeron pesados y sentí caer en un túnel.<br />

122


<strong>La</strong> tenía en mis manos. Suavecita y calientita para la noche.<br />

Estaba tumbado en su asiento, con su cuerpo <strong>de</strong>sparramado,<br />

sin dar movimientos. Agarré el GPS y el equipo <strong>de</strong> radio, y<br />

los lancé a la carretera. Desaparecieron <strong>de</strong> vista al instante.<br />

Manipulé el parapente, mientras pasé mi mano por su<br />

espalda hasta llegar abajo. Este día hice mal. Me <strong>de</strong>jé ver,<br />

igual que mis productos. Pero esta fue escurridiza. Sí. Me la<br />

gané <strong>de</strong> todos modos.<br />

Manipulé el parapente, en dirección al lugar que<br />

pasaría la mejor noche con ella.<br />

ALFA Y OMEGA<br />

Estado: Ocupado<br />

Domingo 05/07/09 3:25 p.m.<br />

123

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