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<strong>La</strong> <strong>colección</strong> <strong>de</strong> <strong>En</strong> <strong>Coma</strong><br />
Percy Meza<br />
3
© 2011 Bubok Publishing S.L.<br />
© 2009 – 2011 Percy Meza<br />
3ª edición<br />
ISBN:<br />
DL:<br />
Escrito en Lima, Perú durante el 2009<br />
Publicado por Bubok<br />
4
Cuando voltees la hoja, se inicia la aventura más oscura y fantástica<br />
5
Índice<br />
7
<strong>En</strong> <strong>Coma</strong><br />
Pasó una hora y tenía todo respondido. Sólo estaba<br />
escribiendo un ensayo sobre la política actual. Cuando<br />
terminé <strong>de</strong> escribir la última línea, que<strong>de</strong> satisfecho. Boté un<br />
pre-suspiro y terminé mi ensayo.<br />
Guardé mis útiles en el bolsillo. Me levanté y<br />
entregué mi tablón <strong>de</strong> respuestas a la pedagoga. Ella asintió<br />
con una sonrisa que me sobrecogió. Era el tercero <strong>de</strong> los<br />
aproximados 65 que terminó el examen.<br />
Sin mirar a los que continuaban el examen, salí <strong>de</strong>l<br />
aula. Libre <strong>de</strong>l examen. Libre. Cuando llegué al salón <strong>de</strong><br />
bienvenida, me tumbé en un banco y bote un prolongado<br />
suspiro.<br />
Sólo tengo que regresar a casa y contar a mis padres<br />
y a Alicia, que el examen estaba muy fácil. Estaba muy<br />
seguro <strong>de</strong> que iba a ingresar.<br />
Salí <strong>de</strong> la UCP. <strong>La</strong> luz <strong>de</strong>l sol cayó en mí y sentí el<br />
cuerpo se relajaba, tras una larga tarea en el examen.<br />
Comencé a caminar hasta la salida, porque para llegar<br />
a la universidad tenía que conducir un sen<strong>de</strong>ro exclusivo<br />
para los carros o motocarros. Pero no era lejos.<br />
9
Llegué a la salida y a la congestionada avenida<br />
Quiñones. Tenía que cruzar la pista y conseguir un<br />
motocarro en el otro carril.<br />
Tenía que ser muy precavido y no distraerme. Miré<br />
por los dos lados, mientras esperaba que la pista quedara<br />
vacía. Cuando lo hizo, corrí y corrí y llegué a la otra orilla <strong>de</strong><br />
la pista.<br />
Quise ahorrar plata para disfrutar la tar<strong>de</strong> con Alicia<br />
y mis padres. Así en vez <strong>de</strong> llamar a un motocarro, esperé un<br />
microbús. Ellos cobraban más cómodo. Esperé la ruta<br />
a<strong>de</strong>cuada, y tuve que esperar quince minutos bajo el sol,<br />
hasta divisar uno.<br />
Era un Etuisa.<br />
Lo llamé y se <strong>de</strong>tuvo. El cobrador dijo lo <strong>de</strong> siempre:<br />
— ¡Todo Próspero! ¡Todo Próspero! Bellavista…<br />
Sube, sube…<br />
Subí al microbús.<br />
—Dale… —chilló el cobrador, golpeando el capo<br />
<strong>de</strong>l microbús.<br />
El microbús se puso en marcha, pero <strong>de</strong> manera<br />
brusca. Tuve que agarrarme <strong>de</strong> los pasamanos para no<br />
puntearme contra el suelo. Busqué un asiento vació y<br />
encontré uno, en el medio, y me senté.<br />
Al sentarme al costado <strong>de</strong> la ventanilla, vi todas las<br />
calles <strong>de</strong> Iquitos. Era lo particular. <strong>La</strong> mayoría <strong>de</strong> casa con<br />
solo un piso, pero pocas con dos pisos. Eso se encontraría<br />
por el centro.<br />
10
Quedé mirando vagamente, las calles, viendo cada<br />
uno <strong>de</strong> las personas, los motocarros y el bullicio.<br />
Todas las personas estaban tranquilas haciendo lo<br />
que sea. Algunos vendiendo algo <strong>de</strong> comida, trabajando o<br />
haciendo las cosas <strong>de</strong> la casa.<br />
Pero noté algo raro.<br />
<strong>En</strong>tre las personas había una que me causaba sopor.<br />
Levanté la cabeza <strong>de</strong>l respaldar <strong>de</strong>l asiento. El micro<br />
pasó sobre un bache, me golpeé la cara con el quicio <strong>de</strong> la<br />
ventana y mire otra vez a esa persona.<br />
Era completamente negra. Nada a que se refiera a un<br />
hombre <strong>de</strong> tez negra. Era completamente negro.<br />
Me quedé mirándolo, hasta que en una curva hizo<br />
que <strong>de</strong>sapareciera <strong>de</strong> la visión.<br />
Fruncí el ceño, mientras regresaba a echarme en el<br />
respaldar <strong>de</strong>l asiento. Estaba dando mis hipótesis sobre lo<br />
que vi. Pero estaba muy cansado que me daba flojera pensar.<br />
Quedé mirando el techo <strong>de</strong>l micro <strong>de</strong> manera vaga.<br />
<strong>En</strong>trecerré los ojos. Me estaba entrando el sueño.<br />
<strong>La</strong>s calles pasaban muy tranquilas hasta que me<br />
dormí…<br />
Tuve un sueño don<strong>de</strong> todo estaba muy divertido.<br />
Mis padres estaban bailando la música <strong>de</strong> los carnavales,<br />
mientras Alicia estaba pintada toda <strong>de</strong> azul, con puntitos<br />
blancos. Parecía una ninfa. Ella me miraba con los ojos<br />
llenos <strong>de</strong> una belleza selvática. Estaba muy feliz.<br />
Pero <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ella había alguien más. Era una<br />
persona negra.<br />
11
Alicia se aparto, pero <strong>de</strong> repente se esfumó.<br />
Mi casa se tensó y sentí terror.<br />
<strong>La</strong> persona traía una larga capucha. Era toda negra.<br />
Tenía casi mi altura. Estaba cabizbaja y vi subir y bajar sus<br />
hombros <strong>de</strong> la respiración. Bajé a ver sus pies…<br />
Todo mi cuerpo sintió ese vientecillo frío<br />
experimentado en mi trayecto hacia la universidad.<br />
Esa cosa estaba flotando en el aire.<br />
Sentí algo más <strong>de</strong> terror. Y cuando supe que ese<br />
terror era supremo, la persona alzó la cabeza lentamente y<br />
reveló su rostro…<br />
Grité en un segundo. De su rostro salió algo<br />
horripilante y mi sueño se mezclo <strong>de</strong> imágenes. Escuche un<br />
ruido ensor<strong>de</strong>cedor y luego sentí un golpe tremendo en la<br />
cabeza que me partió la cabeza <strong>de</strong> dolor…<br />
¡Ah…!<br />
Me levanté <strong>de</strong> un sobresalto, luego <strong>de</strong> sentir un<br />
vértigo. Me calmé y supe que era solo una pesadilla. Pero fue<br />
tan vívido que me asustó.<br />
Miré por todos los lados y aún las personas seguían<br />
sentadas. Conservando la mirada al frente. El cobrador<br />
estaba sentado en un banco, con el rostro inexpresivo. Y el<br />
chofer… y el chofer… ¿dón<strong>de</strong> estaba el chofer? Lo encontré<br />
echado en un asiento, acariciando el rostro <strong>de</strong> una niña.<br />
Pero alguien conducía. ¿Por qué el microbús seguía<br />
moviéndose?<br />
Miré el enorme espaldar <strong>de</strong>l asiento <strong>de</strong>l chofer. Era<br />
claro que tapaba la visión, pero no había nadie conduciendo.<br />
12
— ¿Qué está sucediendo…? —susurré.<br />
Me levanté y me sentí grácil. Como si estuviere<br />
hecho <strong>de</strong> algodón. También que la combi lo estaba, porque<br />
no sentía ni el menor bache.<br />
Algo raro estaba pasando.<br />
Miré por la ventana. Era fácil ver por qué el carro iba<br />
muy suave, como si fuera un vapor. Y eso me frunció el<br />
ceño.<br />
Muchas personas miraban hacia el sur, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> el<br />
microbús venía. <strong>La</strong>s mujeres se tapaban la boca <strong>de</strong>l puro<br />
susto y las <strong>de</strong>más comenzaron a correr al sur.<br />
Miré al sur.<br />
Algo se movía algo muy allá en el tráfico.<br />
Me acerqué a la ventana y apegué la cara en el vidrio.<br />
Todo el cuerpo se me pasmó.<br />
—No pue<strong>de</strong> ser —susurré.<br />
Era el microbús Etuisa, el mismo don<strong>de</strong> me subí,<br />
que estuve uno minutos y que lo estuve.<br />
Estaba <strong>de</strong>struido y había caído sobre un pedazo <strong>de</strong><br />
pared, en la parte <strong>de</strong> a<strong>de</strong>lante. El pedazo <strong>de</strong> escombros era<br />
<strong>de</strong> una tienda <strong>de</strong> zapatos que había estallado…<br />
No entendí. ¿qué estoy haciendo ahora aquí?. No<br />
pue<strong>de</strong> ser.<br />
Era un fantasma.<br />
Estaba muerto…<br />
Muerto.<br />
<strong>La</strong> niña <strong>de</strong>l asiento más cercano rió, en una risa<br />
sepulcral.<br />
13
Me quedé parado mirándola. No creo que se había<br />
dado cuenta.<br />
Pero esto era muy injusto para ella y para mí. Éramos<br />
tan jóvenes para morir <strong>de</strong> repente.<br />
¿Cómo iba a morir en este momento?<br />
Esta no podía ser mi hora final.<br />
— ¿Qué está pasando?<br />
<strong>La</strong> calle <strong>de</strong> fuera me resultaba muy extraña. Llena <strong>de</strong><br />
huecos <strong>de</strong> una realidad absurda. Des<strong>de</strong> este punto me di<br />
cuenta que esa realidad resultaba absurda.<br />
¡Me agarró la locura!<br />
Comencé a correr por todo el micro, dando vueltas.<br />
Grité a algunas personas pero no se movían por nada.<br />
Golpeé las pare<strong>de</strong>s fantasmales, produciendo como si<br />
golpeara un metal bajo el agua.<br />
— ¡NO PUEDO MORIR EN ESTE MOMENTO,<br />
MALDICIÓN!<br />
Gritaba y gritaba. Aunque me daba escalofríos<br />
punzantes estar como un fantasma, los pulmones y mi<br />
garganta me <strong>de</strong>jarían gritar hasta romper el tímpano. Hasta<br />
romper todas las ventanas…<br />
¡Au!<br />
Sentí otro dolor punzante.<br />
¡Au! ¡Oh! ¡AHHH!<br />
Sentí uno y otro. <strong>En</strong> el estómago, en el brazo, en los<br />
ojos, en todo el cuerpo. Era como si varillas <strong>de</strong> hierro<br />
can<strong>de</strong>nte me atravesaran el cuerpo. <strong>En</strong>traba por mi carne<br />
14
fantasmal, rotaba, me <strong>de</strong>strozaban y salían. Luego lo hacían<br />
<strong>de</strong> nuevo.<br />
¡AHHHHHHH!<br />
— ¡BASTA! ¡¡BASTAAA!!<br />
Mis brazos se retorcieron en respuesta <strong>de</strong>l dolor. Mis<br />
ojos salían <strong>de</strong> órbita, y miraban a los otros fantasmas que<br />
seguían en sus asientos sin hacer nada. ¡Auxilio!<br />
De pronto…<br />
Mi pecho explotó. Aunque era un alma, se hizo un<br />
enorme agujero. Los trozos <strong>de</strong> carne salieron disparados por<br />
todo el micro. Cayeron sobre los otros pasajeros,<br />
empapándolos <strong>de</strong> sangre. ¡AHHHHHHH! Sentí algo que<br />
quería emerger por el agujero que había en mi pecho. Se<br />
arrastraba por mis órganos y salió una cabeza, que tenía las<br />
misma facciones que las mías. Era yo.<br />
—No me interesa lo que digas… ¡Cállate, maldito!<br />
Estúpida. Jajajaja. ¡Mierda! ¡No vales para nada, eres una<br />
cualquiera! ¡JAJAJAJA!<br />
Explotó mi estómago. Mis intestinos salieron<br />
volando y cayeron al suelo. Salió otra cabeza. Esta lloraba<br />
<strong>de</strong>scontroladamente. Salió otra cabeza por mi brazo… No<br />
me dolía, ¡pero estaba muy aterrador! ¡Por dón<strong>de</strong> más saldrá!<br />
¡AHHH! Fueron saliendo más cabezas <strong>de</strong> mi cuerpo y<br />
lentamente mi ojo izquierdo se oscureció en rojo. Explotó y<br />
salió una pequeña versión <strong>de</strong> mi cabeza por ella.<br />
Mi grito aterrador fue creciendo, hasta que mi otro<br />
ojo se oscureció en rojo, atisbando por un momento un<br />
hombre negro frente a mí. Grité <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación, pero…<br />
15
Todo se esfumó. Mi alma estaba como había estado<br />
anteriormente. Me toqué el pecho, en respuesta <strong>de</strong> mi<br />
<strong>de</strong>sesperación. Estaba intacto. Miré en <strong>de</strong>rredor para ver mis<br />
órganos tirados por el suelo, pero estaba limpio. <strong>La</strong>s<br />
personas seguían inmóviles como siempre.<br />
Esto me asustaba.<br />
El micro fue alejándose <strong>de</strong> mi vista.<br />
Maldita sea. Debo regresar a mi cuerpo como sea.<br />
Mire hacia el parabrisas <strong>de</strong>lantero y luego atrás. Corrí a la<br />
puerta <strong>de</strong> emergencia. Apoyé mis manos sobre el cristal. Bajé<br />
la mano hacia el pestillo, pero no había o no sabía dón<strong>de</strong><br />
estaba.<br />
Dón<strong>de</strong> está. Dón<strong>de</strong> está. ¡Quiero regresar! ¡Quiero<br />
regresar a mi cuerpo…!<br />
De repente, mi cuerpo salió volando hacia atrás.<br />
Traté <strong>de</strong> agarrarme por las espal<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> los asientos que<br />
pasaban por mi lado en un raudo. Y con sonido estrepitoso,<br />
me caí sobre el suelo. Mi cabeza quedó mirando al techo y al<br />
rostro oscuro <strong>de</strong>l hombre negro. <strong>En</strong>tre ese siniestro rostro,<br />
una sonrisa se ensanchó, inmensamente macabra.<br />
—Ahhh —gemí.<br />
Me incorporé <strong>de</strong> un salto… Mis rodillas me<br />
impulsaron, al tiempo que una mano fría agarró mi tobillo.<br />
Caí <strong>de</strong> bruces. Mi mandíbula se estremeció en el suelo y se<br />
abrió en un grito. <strong>La</strong>s manos friolentas <strong>de</strong> aquel hombre<br />
negro, comenzó a jalarme hacia él.<br />
—Ahhh… No… AHHH<br />
16
Sus manos ahora me agarraban por el pantalón. No<br />
quise voltear para verlo. Pero él me giro y me quedé<br />
mirándolo. Estaba con la capucha en la cabeza. <strong>En</strong> su capa<br />
parecía estar escrito diferentes nombres. Muerte… Maligno…<br />
Mors… Hamach HaMavet… Odín… Ankou… Yama… Tu<br />
Muerte… TU MUERTE.<br />
—NOOO…<br />
<strong>La</strong> Muerte se agitó. Saco una guadaña y <strong>de</strong> un golpe,<br />
todo el ancho <strong>de</strong>l micro se llenó <strong>de</strong> sus alas negras. <strong>La</strong><br />
capucha se bajó y revelo la cosa más espantosa. Tenía los<br />
ojos clavados en mí como unos pren<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> luz roja. <strong>La</strong><br />
cabeza era una mezcla <strong>de</strong> cráneo y carne magullada.<br />
—No, por favor. ¿Qué hice? ¿Qué hice?<br />
Levantó la guadaña y la blandió. ¡NOOO! Fue un<br />
filo feroz y punzante. Dio un silbido cuando cayó sobre la<br />
cabeza <strong>de</strong> un pasajero. Un borbotón <strong>de</strong> sangre salpicó sobre<br />
mi cara. El rostro todavía expresaba dolor, mientras la<br />
guadaña seguía clavada sobre su sien.<br />
Pero ese acto hizo <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nar un pan<strong>de</strong>mónium.<br />
Los pasajeros recién se movieron y comenzaron a correr<br />
hacia atrás. Alguien me tomó por la mano y yo le seguí.<br />
Caminé con la cabeza gacha hacia las personas, que estaban<br />
agazapadas. Levanté la cabeza y vi que era la niña que me<br />
había ayudado.<br />
Estaba con un terror que llenaba su rostro.<br />
<strong>La</strong> Muerte vino hacía nosotros con un paso<br />
<strong>de</strong>sgarbado, con las alas taponando todo el ancho <strong>de</strong>l micro.<br />
<strong>La</strong> guadaña estaba en ristre y llena <strong>de</strong> sangre.<br />
17
Me escondí bajo las personas, con la <strong>de</strong>sesperación<br />
llenándome. Agarré a la niña por la mano y la bajé. Una<br />
pierna me golpeó la cara, pero los nervios (si lo tenía)<br />
ocupaban mi pequeño dolor.<br />
Y viendo por entre las piernas, presencie a la Muerte<br />
ante nosotros. Dio una sonrisa macabra, gritos <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>sesperación y la guadaña cortó a todos los pasajeros uno<br />
por uno. ¡AHH!<br />
<strong>La</strong> guadaña me cortó un pedazo <strong>de</strong> mi brazo.<br />
De pronto, la puerta <strong>de</strong> atrás se rompió por el peso<br />
<strong>de</strong> los agazapados. Fui para atrás y cayendo en un metro. Un<br />
zapato me golpeó la frente. <strong>La</strong> niña cayó brutalmente sobre<br />
el suelo y yo me lastimé la espalda contra la puerta zafada y<br />
algunas personas. Escuche muchas caídas en el asfalto.<br />
—Levántate. ¡Levántate!<br />
Mi brazo estaba impregnado <strong>de</strong>l vidrio <strong>de</strong> la puerta.<br />
<strong>La</strong> agité y ella se levantó.<br />
—Corre… —fue sólo lo que dije.<br />
Ella se levantó y comenzó a correr. Hice lo mismo.<br />
Pero mientras lo hacía, miré en <strong>de</strong>rredor. <strong>La</strong> vida estaba por<br />
todo el alre<strong>de</strong>dor. <strong>La</strong>s personas que tenían vida estaban por<br />
todos los lados pero <strong>de</strong> una manera <strong>de</strong>scolorada y<br />
distorsionada, como si el tiempo estuviera lento y rápido a la<br />
vez.<br />
—Ay<br />
Mire hacia la niña. Se había caído, trataba <strong>de</strong><br />
levantarse pero no podía. Me puse a su lado y traté <strong>de</strong><br />
incorporarla.<br />
18
—Nos va a matar…—dijo ella—. Y se va a repetir<br />
todos los días.<br />
—Vamos a escapar <strong>de</strong> eso…<br />
Se escucho un golpe <strong>de</strong> viento. Volví a verlo y la<br />
Muerte estaba volando encima <strong>de</strong>l micro. Sus alas estaban<br />
estiradas a lo máximo. <strong>En</strong>ormes y colosales. Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese<br />
punto, lo <strong>de</strong>scolorido se tornó negro como el carbón.<br />
—Vamos, corre…. ¿Qué pasó?<br />
Sentí como un repentino golpe me jalaba atrás y,<br />
tactos agudos en mi pecho <strong>de</strong>recho y al izquierdo <strong>de</strong> mi<br />
abdomen. Escuché una voz en mi oído izquierdo…<br />
—1, 2, 3… ¡Ya!<br />
Escuché un pitido y luego la misma sensación<br />
estremecedora… Espera. No. No. No puedo <strong>de</strong>jarla aquí.<br />
Otra vez ese conteo. Y otra vez ese estremecimiento,<br />
que ahora vino con mucho más vigor. <strong>La</strong> niña no se percató,<br />
estaba tan hipnotizada por la Muerte que no veía mi pesar…<br />
—… ¡Ya!<br />
<strong>La</strong> Muerte vino hacia nosotros. El pitido… El<br />
estremecimiento fue tan fuerte. Me aferré por el brazo <strong>de</strong> la<br />
niña… pero fui jalado hacia atrás. Traté <strong>de</strong> quedarme, pero<br />
solo vi como último cuadro a la Muerte abrazar a la niña.<br />
—Está respirando.<br />
Fue una voz muy lejana… Muy clara… Sentí que mi<br />
pecho estaba <strong>de</strong>snudo. Estaba mareado y no podía abrir mis<br />
ojos… Ni pu<strong>de</strong> abrirlos cuando escuche una línea<br />
aterradora.<br />
— ¿Qué pasó con la niña?<br />
19
Mi pulso rápido se pudo escuchar por el<br />
electrocardiógrafo.<br />
—<strong>La</strong> perdimos…<br />
Mi pulso fue yendo en volátil. El electrocardiógrafo<br />
enloqueció.<br />
— ¿Qué le pasa al muchacho?<br />
—Está teniendo una taquicardia.<br />
— Tenemos que salvarlo.<br />
No tenía consciencia sobre lo que había escuchado. Mi<br />
corazón me estaba doliendo. Me estaba ahogando en la<br />
confusión, mientras los doctores trataban <strong>de</strong> salvarme. Y me<br />
<strong>de</strong>svanecía en una clase <strong>de</strong> sueño que ni mis propios<br />
sentidos podrían tocarlo.<br />
20
Tijereta<br />
Esterlina estaba preparando las cosas para ir. Los planes para<br />
visitarlo tenían que ser muy rápidos porque últimamente el<br />
sembrío estaba marchitándose y si seguía así el problema iba<br />
a incrementarse.<br />
—Tenemos que ir a la chacra, ahora —Pablo llamó<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el otro lado <strong>de</strong> la casa. Hoy no se había mostrado <strong>de</strong><br />
una manera muy rara, pero no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> hacer sus piropos<br />
<strong>de</strong> siempre.<br />
—Espera, mi amor —respondió Esterlina—. Estoy<br />
poniendo algunas cositas en la bolsa.<br />
—Te espero en la puerta…<br />
Esterlina siguió guardando algunas cosas, todo lo<br />
necesario para que el problema <strong>de</strong> la chacra <strong>de</strong>sapareciera en<br />
cuanto el clima lo permitiera. Mientras ponía unas bolsas <strong>de</strong><br />
guano, pensó en algo maravilloso. <strong>La</strong> noche anterior la había<br />
pasado extraordinariamente con Juan. Caminando por el<br />
sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l pueblo y haciendo algunas conversaciones que<br />
acabaron en besos y otros afanes.<br />
21
—Fue maravilloso —pensó ella—. Qué bueno que<br />
mi marido no se enteró <strong>de</strong> nadita… Pero cómo se va a dar<br />
cuenta este idiota si sólo me manda regalitos…<br />
De pronto paró en seco…<br />
—<strong>La</strong>s vecinas… Esas chismosas <strong>de</strong> boca floja…<br />
pue<strong>de</strong>n haber visto… —A Esterlina le tembló las piernas—.<br />
No… Juan procuró que no nos vieran esas…<br />
— ¿Con quién hablas? —llamó Pablo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />
entrada <strong>de</strong> la casa.<br />
—Con nadie, querido… —farfulló—… E-estaba<br />
recordando las cosas… que ponía…<br />
—<strong>En</strong>tonces, vámonos —dijo el marido.<br />
Esterlina arregló la talega y la apegó a la cintura para<br />
asegurarla. Salió <strong>de</strong>l cuartito, y se fue al encuentro <strong>de</strong> Pablo,<br />
que estaba bajo el quicio <strong>de</strong> la puerta.<br />
— ¿Ya está todo? —preguntó con un tono raro, pero<br />
dulzón.<br />
—Si… —sonrió Esterlina, para dar un pequeño<br />
beso. Luego bajó la mirada hacia las manos <strong>de</strong> su marido—.<br />
¿Para qué llevas unas tenazas?<br />
—Es para cultivar… —explicó el, agitando la tenaza<br />
oxidada—. Estoy seguro <strong>de</strong> que la maleza creció en estas<br />
cuatro semanas…<br />
—Oh, seguro…<br />
—Espera —interrumpió Pablo. Agarró firmemente<br />
la tenaza con una mano y sacó <strong>de</strong>l bolsillo <strong>de</strong> su camisa a<br />
cuadros un papel…—. Toma…<br />
— ¿Qué es?<br />
22
—Sólo léelo…<br />
Esterlina blandió la hoja <strong>de</strong> papel y leyó la caligrafía<br />
estilizada <strong>de</strong> Pablo. A Esterlina le pareció raro que la<br />
caligrafía estaba medio arisca, como lo hubiese hecho con<br />
una furia cansada. ―Bah, el nunca se cansa <strong>de</strong> mandarme regalos‖<br />
pensó Esterlina.<br />
Mi amor, tu sabes que en todos los días te doy un regalo<br />
especial. Y para mostrar mi afecto especial, quisiera darte un regalo<br />
muy especial este día, mejores que los otros. Y ese regalo es…<br />
— ¿Cuál es mi regalo, amor?<br />
—Tendrás que <strong>de</strong>scubrirlo… Ayer fui a la chacra…<br />
—se apuró a <strong>de</strong>cir porque Esterlina quería contra<strong>de</strong>cir—. ¡Si<br />
fui!… y puse la respuesta en un papel rosado, escondido por<br />
la maleza… Cuando corte una cierta parte, hallarás el papel y<br />
sabrás la respuesta… —Dio una mueca muy dura, que<br />
Esterlina le pareció aún más rara.<br />
Pero lo que le importaba era el regalo.<br />
—<strong>En</strong>tonces, vamos.<br />
Esterlina y Pablo salieron <strong>de</strong> la casa. Cuando<br />
Esterlina se fue por toda la calle, al mirar a las vecinas<br />
chismosas, estas la <strong>de</strong>volvieron una expresión muy<br />
inescrutable. <strong>La</strong> conclusión a que llegó con todas las<br />
expresiones <strong>de</strong> esas señoras, le daba una sensación <strong>de</strong><br />
inseguridad. ¿Acaso sabían sobre el amor platónico <strong>de</strong><br />
Esterlina y su amante? ¿Le habían contado a Pablo?<br />
<strong>En</strong> todo el trayecto, Esterlina pensó eso como una<br />
estúpida i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que fuera real. Estaba totalmente en<br />
23
<strong>de</strong>sacuerdo <strong>de</strong> que esas vecinas la hubiesen visto con el<br />
amante por el Valle <strong>de</strong>l Tunche.<br />
El Valle estaba muy lejos <strong>de</strong>l pueblo…<br />
Pero, Juan la recogió <strong>de</strong> su casa…<br />
Y ahí podría ser que le había visto a Pablo…<br />
Pero no era posible para Esterlina. Ella siguió tan<br />
hipócrita en el trayecto, que hacía piropos fingidos con<br />
Pablo.<br />
Cuando llegaron a la chacra que estaba a dos<br />
kilómetros <strong>de</strong>l pueblo, la tar<strong>de</strong> se estaba poniendo. Esterlina<br />
examinó por el lugar con <strong>de</strong>tenimiento. <strong>La</strong> chacra estaba<br />
totalmente cubierta <strong>de</strong> maleza y algunos sembríos se<br />
ahogaban en ese mar <strong>de</strong> mala hierba. Pablo se acercó,<br />
haciendo repiquetear las tenazas estri<strong>de</strong>ntemente.<br />
—Qué bueno que hemos llegado a tiempo, ¿no,<br />
Pablo? —preguntó Esterlina con dulzura.<br />
—Sí… —dijo a secas—. Sí, mi amor… Ya que<br />
estamos aquí, comenzare a cortarrrr la maleza para que<br />
encuentres tu regalo.<br />
Esterlina se emocionó. Por fin este tontonazo me regalará<br />
algo <strong>de</strong>l bueno, pensó ella.<br />
—Acércate…<br />
Mientras Pablo comenzaba a cortar, arrancar y<br />
<strong>de</strong>spedazar la maleza, Esterlina se puso a su costado. <strong>En</strong> una<br />
mala maniobra, la tenaza casi corta el brazo <strong>de</strong> Esterlina…<br />
Sin embargo, Pablo siguió cortando la maleza, mientras la<br />
hierba caía a los pies <strong>de</strong> Esterlina…<br />
—Lo puse por aquí…<br />
24
—Uy, qué ese olor… —asqueó Esterlina, sin<br />
embargo, Pablo siguió cortando…<br />
El olor <strong>de</strong> la savia bruta, mezclado con el olor<br />
pestilente y los mosquitos comenzaban ya a fastidiar.<br />
Pedazos <strong>de</strong> hierba caía sobre los brazos <strong>de</strong> Esterlina y le<br />
causaba escozor. Mientras seguía cortando la maleza,<br />
avanzaban <strong>de</strong>jando un sen<strong>de</strong>ro.<br />
— ¿Dón<strong>de</strong> está, mi amor?<br />
Pablo llegó a <strong>de</strong>cir algo bajo que no se escuchó.<br />
Esterlina no quiso preguntar <strong>de</strong> nuevo, porque se fijo en la<br />
cortada <strong>de</strong> la hierba. Estaba algo mal hecha, <strong>de</strong>jando a la<br />
hierba cortada como un adorno feo en el sembrío.<br />
El crepúsculo se acercaba.<br />
—Ya estamos cerca… —dijo Pablo <strong>de</strong> manera muy<br />
lineal.<br />
—Tenemos suerte <strong>de</strong> que sea <strong>de</strong> cuatro hectáreas…<br />
<strong>La</strong> tenaza comenzó a cortar hierbas malas más largas<br />
que alcanzaban un metro. El crepúsculo se fue acentuando<br />
más, mientras le daba a la chacra otros aspectos… Un<br />
aspecto inquietante… Algo que le presionaba con un frío<br />
muy peculiar…<br />
—Ya, querido… Ay<br />
Esterlina dio un pequeño resbalón. Miró hacia abajo<br />
y vio que sus zapatillas blancas estaban ensuciadas con un<br />
barro que tenía una coloración rojiza. Ella frunció el ceño y<br />
se agachó para remojar su <strong>de</strong>do con el barro que había en las<br />
zapatillas… <strong>La</strong> raspó con el <strong>de</strong>do pulgar y luego la acercó a<br />
la nariz…<br />
—Aquí está el regalo, querida…<br />
25
Ella se sobresaltó y levanto la mirada. Mientras<br />
afinaba la vista, frunció el ceño.<br />
Un papel… ―Tu regalo será <strong>de</strong>spedazarte…‖, la cabeza<br />
sangrienta y seccionada, inerte <strong>de</strong> Juan, una foto <strong>de</strong> ella<br />
pegada a uno <strong>de</strong> los ojos con la cara <strong>de</strong>scompuesta y<br />
lacerada. Al lado, una muñeca estaba clavada con un clavo<br />
grueso en el pecho… Y ante ella estaba la expresión macabra<br />
<strong>de</strong> Pablo, agitando con ira las tenazas…<br />
Esterlina se dio la vuelta con terror y comenzó a<br />
correr. Dio un resbalón en el barro ensangrentado, cuando<br />
sintió un dolor punzante en la mano… Tremendamente<br />
doloroso que la hizo gritar…<br />
— ¡Eres maldita malagra<strong>de</strong>cida! —gritó Pablo.<br />
Agitando las tenazas…<br />
Esterlina levantó el brazo. Comenzó a gritar <strong>de</strong><br />
terror, mientras veía su mano muerte colgar <strong>de</strong> su muñeca<br />
por un hilo <strong>de</strong> carne… para luego caer al suelo. Borbotones<br />
<strong>de</strong> sangre mojaban la maleza mal cortada…<br />
— ¡TE DI TODO LO QUE UN MARIDO PUDO<br />
DAR! PUTA HIPOCRITA! ¡REGRESA AQUÍ! ¡NO TE<br />
VAS A IR!<br />
Pablo no corría, pero daba unas zancadas letales.<br />
Unas pisadas que aterraron.<br />
— ¡AUXILIO! ¡¡AUXILIOOOOO!!<br />
— ¡NO! No, mi amor. No grites. No grites porque<br />
no te podrán escuchar.<br />
Esterlina dio un quejido aterrado ante eso y siguió<br />
corriendo. Dio pequeño traspiés que la aterraban…<br />
Procuraba no caer… Ni lastimarse un tobillo…<br />
26
— ¡Mi amor, ven aquíiiii! ¡No rechaces tu regaloo! —<br />
Dijo con un tono escalofriantemente cantarín—. ¡Es malo<br />
<strong>de</strong> tu parte!<br />
—No, no… —quejó Esterlina por el cansancio.<br />
Des<strong>de</strong> ahí se le veía a Pablo como el tamaño <strong>de</strong> una<br />
monstruosa hormiga…<br />
Bajo la cuesta hacia la carretera. Pasó bajo el quicio<br />
<strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong> la chacra.<br />
—Auxilio —dijo con el terror apagando su voz.<br />
Cuando llego a la orilla <strong>de</strong> la carretera, se tropezó<br />
con una piedra. Cayó <strong>de</strong> bruces sobre el áspero asfalto,<br />
mientras el muñón ensangrentado se dio un raspón contra<br />
ella. Sonó un viscoso ―crac‖ y Esterlina gritó…<br />
—No, no…<br />
Giró y quedo tendida al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la carretera,<br />
mirando el cielo anocheciendo. Percibió un brillo extraño. Se<br />
distrajo hacia ella y vio a Pablo bajo el quicio <strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong><br />
la chacra, con la silueta totalmente negra. <strong>La</strong>s tenazas<br />
repiquetearon…<br />
— ¡Amor! Tu <strong>de</strong>licada mano cayó. No te<br />
preocupes… <strong>La</strong> tengo aquí conmigo…<br />
Alzó la mano muerta para verla. Luego con gesto<br />
macabro, comenzó a <strong>de</strong>scuartizar la mano con las tenazas.<br />
Arrancando los <strong>de</strong>dos y haciendo lo peor con ella. Aunque la<br />
mano ya no estaba acoplada a su cuerpo, verla siendo<br />
<strong>de</strong>scuartizada le dio un reflejo aterrador. Se agarró el muñón<br />
y la presionó.<br />
—No, Pablo. No.<br />
Pablo <strong>de</strong>jo <strong>de</strong> <strong>de</strong>scuartizar la mano. Levantó la<br />
cabeza hacia Esterlina rápidamente.<br />
27
— ¿Por qué? ¿POR QUÉ? —gritó el con una voz<br />
macabra. Tiró la mano irreconocible hacia el suelo,<br />
perdiéndose <strong>de</strong> vista. — ¡Te di todo lo que un marido puedo<br />
darte: regalos! ¡Cosas que te pudieron agradar y pensé que lo<br />
hicieron! ¡PERO QUE HICISTE! ¡TE VAS CON OTRO,<br />
UN CABRÓN MALDITO Y ME DEJAS A MI…! ¡EN LA<br />
NADA! ¡LAS VECINAS ME LO CONTARON TODO!<br />
Él se acercó lentamente, bajando la cuesta. Ahora<br />
Esterlina pudo verlo nítidamente. Estaba con una expresión<br />
mezclada con la furia, la <strong>de</strong>silusión, la obsesión y la locura.<br />
—Por favor, dame una… oportunidad…<br />
Perdóname…<br />
—Lo hubieses pensado antes… Lo hubiese pensado<br />
antes… ¡LO HUBIESES PENSADO ANTES!<br />
Se acercó a Esterlina, abriendo las tenazas a lo<br />
máximo. Esterlina comenzó a arrastrarse, pero las tenazas le<br />
dieron una sensación fina, estri<strong>de</strong>nte y punzante…<br />
Esterlina abrió los ojos como platos. Se empali<strong>de</strong>ció<br />
la piel, mientras las tenazas se cerraban alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su<br />
cuello.<br />
—No, Pablo…<br />
—Perdóname, querida… No supe qué regalo<br />
darte… —dijo con una voz <strong>de</strong>mente—. Pero esto va con<br />
todo el amor que no supiste valorar…<br />
Y la voz <strong>de</strong>sapareció en un fluido viscoso. Pablo hizo<br />
presión, mientras las tenazas cortaron el cuello <strong>de</strong> Esterlina<br />
con la furia.<br />
<strong>La</strong> noche había finalmente caído sobre el lugar.<br />
28
Caso caníbal<br />
Miraba el río Amazonas por la ventanilla. Era hermosa esa<br />
vista con su trayectoria serpentina y una coloración <strong>de</strong><br />
amarillo tostado. Mientras la seguía, se fue perdiendo en el<br />
horizonte lejano. Una pequeña nube rozó el ala <strong>de</strong> la<br />
avioneta y se dispersó para luego <strong>de</strong>saparecer.<br />
—Como todos saben… —Explicó la guía <strong>de</strong><br />
turismo—, el río Amazonas es uno <strong>de</strong> los ríos más largos <strong>de</strong>l<br />
mundo. Su longitud supera la <strong>de</strong>l rio Nilo en más <strong>de</strong><br />
cuarenta kilómetros.<br />
—Sensacional —dije con admiración.<br />
—Sí, es muy bonito —dijo mi compañero <strong>de</strong> asiento,<br />
con su español mezclado con el acento inglés—. Mirarla en<br />
vivo es más impresionante que ver en National Geographic<br />
Magazine.<br />
—Una vez la leí cuando mi prima la trajo a Lima,<br />
cuando estaba en mi temporada <strong>de</strong> natación. Había<br />
comprado la revista en Colombia. ¿Y tú en dón<strong>de</strong> consigues<br />
las ediciones <strong>de</strong> las revistas?<br />
—Cerca <strong>de</strong> Times Square.<br />
29
— ¡Qué bien! Hablando <strong>de</strong>l Times Square —me<br />
acomodé en el asiento—. Cuéntame ¿cómo te <strong>de</strong>cidiste venir<br />
a Iquitos?<br />
—Siempre quise conocer Iquitos… <strong>En</strong> las<br />
publicida<strong>de</strong>s apareció como el lugar especial para disfrutar <strong>de</strong> la<br />
máxima cultura <strong>de</strong>l Perú.<br />
—Interesante. Quisiera ver esa publicidad…<br />
—<strong>La</strong> tengo en mi cámara… —dijo, mientras se<br />
acercaba a su mochila y sacaba una cámara Lumix, que se<br />
tenía un aspecto <strong>de</strong> recién comprado. <strong>La</strong> encendió y busco<br />
una galería a la foto. <strong>En</strong> atisbos pu<strong>de</strong> ver fotos <strong>de</strong> familiares,<br />
gente riendo.<br />
—Aquí está<br />
Era una foto muy nítida <strong>de</strong> una publicidad brillante y<br />
elegante en un panel electrónico:<br />
Want a trip to the warm city of Peru?<br />
Come visit our facilities<br />
and we can give you all the information for you to<br />
discover the won<strong>de</strong>rful city called Iquitos.<br />
— ¿Qué dice? —pregunté. Sabía inglés, pero no tan<br />
fuerte para saberlo.<br />
—Dice: ―¿Quieres un viaje a la calidad ciudad <strong>de</strong>l<br />
Perú?/Ven a nuestras instalaciones/Y te ofreceremos toda la<br />
información para que <strong>de</strong>scubras esta extraordinaria ciudad<br />
llamada Iquitos‖<br />
30
—Alucinante —exclamé—. Es muy bueno que una<br />
ciudad como Iquitos, sea muy famosa a nivel mundial.<br />
—Sí —asintió él con ojos asombrados—. Si me<br />
disculpas, me pondré los audífonos<br />
—Oh, no hay problema —dije sin recelo, mientras él<br />
sacaba un iPod y se colocaba los audífonos en los oídos.<br />
Escuchando el ritmo electrónico, levantó la mirada y miró el<br />
río Amazonas por la ventanilla que había a mi costado. <strong>La</strong><br />
canción era, recuerdo, Sensitized <strong>de</strong> Kylie Minogue.<br />
Por un tiempo, la guía <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir toda la<br />
sorpren<strong>de</strong>nte gama que contenía la Amazonia. Se sentó en<br />
un asiento reservado. Yo me recosté en el asiento y apoyé en<br />
la ventanilla, contemplando todo la alfombra ver<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />
árboles por un largo tiempo. Mi compañero <strong>de</strong> asiento ahora<br />
se entretenía tarareando la música. Estaba muy ansioso <strong>de</strong><br />
conocer a gente que estaba muy conectada con la naturaleza,<br />
don<strong>de</strong> su única receta <strong>de</strong> vida es tener una vida<br />
completamente familiar, don<strong>de</strong> la tecnología avanzada no<br />
todavía llegaba, pero eran completamente alegres.<br />
De pronto, se formó un barullo que crecía. Una<br />
señora estaba cerca a la ventanilla, indicando algo. <strong>La</strong> guía se<br />
levantó <strong>de</strong> su asiento y se acercó a su lado.<br />
—Hay una persona en esa orilla… Tiene una<br />
apariencia muy rara… ¿No se habrá extraviado?<br />
—Pue<strong>de</strong> que sea un poblador <strong>de</strong> la zona, señora —<br />
sugirió la guía—. Pue<strong>de</strong>n aparecer personas caminando solas<br />
por algún lugar visible en cualquier momento imprevisto.<br />
31
<strong>La</strong> señora quedó mirándola, mientras volvía a<br />
observar. Des<strong>de</strong> mi ventanilla pu<strong>de</strong> ver el aspecto humano<br />
<strong>de</strong> alguien tumbado en el suelo…<br />
—Oh, no… —chilló alguien que estuvo tras mi<br />
asiento. Giré a verlo y me di cuenta que llevaba unos<br />
binoculares—. No creo que sea un poblador herido… Lo<br />
veo muy raro… Tiene algo a su alre<strong>de</strong>dor… como un<br />
charco oscuro… Espere…<br />
Todas las personas se levantaron <strong>de</strong> su asiento para<br />
acercarse hacia las ventanillas que <strong>de</strong>jaran ver lo que siendo<br />
indicado. <strong>La</strong> avioneta se movió levemente por un lado.<br />
—Espere… —dijo el chico <strong>de</strong> los binoculares—…<br />
Oh, por Nuestra Señora <strong>de</strong> Guadalupe… ¡Esta herido…!<br />
¡Tiene un charco <strong>de</strong> sangre a su alre<strong>de</strong>dor!<br />
Un francés pregunto a su hermano:<br />
— Qu’est-ce qui se passe?<br />
—Il ya un homme blessé dans un fleuve Amazone! —<br />
respondió el otro.<br />
El primer <strong>de</strong> los franceses gritó a voz en cuello:<br />
—Nouns <strong>de</strong>vons <strong>de</strong> sauvetage!<br />
—Le pediremos permiso al piloto <strong>de</strong> aterrizar en las<br />
aguas. Tenemos primeros auxilios y una camilla.<br />
<strong>La</strong> guía salió disparada <strong>de</strong> la sala, <strong>de</strong>sapareciendo por<br />
la puerta hacia sala <strong>de</strong> máquinas.<br />
Des<strong>de</strong> ese ángulo, pu<strong>de</strong> ver a todas esas personas<br />
<strong>de</strong>sesperadas. Me sentí muy rara. Todas las personas<br />
parecían compartir un mismo parecer.<br />
32
Sorpresivamente, la guía salió <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> máquinas<br />
y vino a nuestro encuentro.<br />
—Descen<strong>de</strong>remos. Con los flotadores, aterrizaremos<br />
sobre el agua y bajaremos <strong>de</strong> la avioneta. Me ayudaran a<br />
llevar los primeros auxilios y la camilla hasta el herido y<br />
subiremos nuevamente a la avioneta. ¿<strong>En</strong>tendieron todos?<br />
Yo y los <strong>de</strong>más asintieron.<br />
—Bien. Abróchense los cinturones que<br />
aterrizaremos. ¡Po<strong>de</strong>mos bajar! —dirigiendo la voz al piloto.<br />
Todos nos abrochamos los cinturones. Mi<br />
compañero <strong>de</strong> asiento había <strong>de</strong>jado el iPod por un lado y<br />
con la música sonando débilmente.<br />
Los franceses hablaban tan rápido que su<br />
conversación parecía hecha <strong>de</strong> una voz <strong>de</strong> dos. <strong>La</strong> guía,<br />
sentada en el asiento reservado, llevaba los primeros auxilios<br />
en la mano.<br />
Dejé <strong>de</strong> mirar ese panorama, para mirar el otro que<br />
estaba afuera. <strong>La</strong> avioneta comenzó a dar una vuelta y la<br />
vista se amplió alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la zona, mientras el herido<br />
seguía tumbado a la orilla <strong>de</strong>l rio Amazonas. El charco se<br />
había expandido hacia el agua <strong>de</strong>l río, don<strong>de</strong> la corriente la<br />
llevaba, formando una larga hilera roja.<br />
— ¿Qué es lo que había pasado?<br />
<strong>La</strong> avioneta <strong>de</strong>scendió y, con estrépito, las patas<br />
flotantes rompieron la superficie <strong>de</strong>l agua. Una salpicadura<br />
gruesa <strong>de</strong> agua chocó contra mi ventanilla, mientras la luz <strong>de</strong>l<br />
mediodía las hacia brillar. Des<strong>de</strong> mi ventanilla, pu<strong>de</strong> ver al<br />
33
hombre tumbado a la orilla <strong>de</strong>l río. Habíamos aterrizado<br />
muy cerca <strong>de</strong>l herido.<br />
—Vamos, vamos —indicó la guía, abriendo la<br />
portilla, por don<strong>de</strong> entró un haz <strong>de</strong> luz caliente—. Algunos<br />
qué<strong>de</strong>nse aquí. Uste<strong>de</strong>s dos —indicando a mi compañero <strong>de</strong><br />
asiento y un oriental— lleven la camilla, por favor. Tú,<br />
ayúdame con los primeros auxilios —me indicó.<br />
—Será todo un placer —dije en mi mente, algo<br />
asustada.<br />
El norteamericano y el oriental saltaron con la<br />
camilla hacia el agua. Para no mojarla por completo, la<br />
levantaron. Me quedé mirándolos, con los primeros auxilios<br />
en mi mano.<br />
—Vamos —me dijo la guía.<br />
Ella saltó al agua. Yo la seguí. Me zambullí, mientras<br />
el agua me llegaba hasta la ca<strong>de</strong>ra. Estaba algo fría.<br />
—Vamos…<br />
Caminé difícilmente por el agua. Procuré que los<br />
primeros auxilios no se mojarán. Cuando llegamos a la orilla,<br />
la hilera <strong>de</strong> sangre me topó la blusa y sentí náuseas.<br />
—Oh, my God —gimió el norteamericano, soltando la<br />
camilla—. Oh, my God.<br />
—Le sacaron la carne… —chilló el oriental,<br />
aterrado.<br />
Eso me erizó los pelos <strong>de</strong> la nuca. Cuando la guía<br />
llegó, dio un gemido que se apagó cuando llevó la mano a la<br />
boca. Mientras me acercaba miraba el cuerpo, fui por<br />
34
alre<strong>de</strong>dor y vi lo que dijo el oriental. Toda la comida <strong>de</strong> mi<br />
estómago subió por mi garganta y comencé a vomitar.<br />
Al hombre le habían vaciado todo el pecho, <strong>de</strong>jando<br />
un tórax totalmente limpio <strong>de</strong> órganos. Era como una clase<br />
<strong>de</strong> muñeco <strong>de</strong> paja que había sido objeto <strong>de</strong> diversión.<br />
Seguro que aquel hombre lo <strong>de</strong>spedazaron vivo, porque los<br />
ojos se mantenían abiertos.<br />
— ¿Quiénes pudieron haberle hecho esto? —dije.<br />
—No sé. Pudieron ser animales que rondaron —<br />
supuso la guía—. Seguro el hombre se quedó dormido, y los<br />
animales lo atacaron por sorpresa.<br />
—No creo que haya sido animales —rechinó el<br />
oriental <strong>de</strong>l miedo—. El… agujero fue hecho limpio. Los<br />
huesos no lastimados. Solo arrancados los órganos.<br />
— ¿Qué ocurre? —llamó el piloto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />
ventanilla.<br />
—Está muerto —respondió el norteamericano. El<br />
retrocedió un poco para alejarse <strong>de</strong>l cuerpo inerte. Cuando<br />
dio unos pasos, chasqueó algo. Él cojeó ante el sonido y se<br />
alejó, para luego quedar mirando una cosa en el suelo.<br />
—Eso es una lanza… —tartamu<strong>de</strong>ó el oriental.<br />
—Y está ensangrentada…<br />
—No, no, no. Es imposible. No hay caníbales en la<br />
Amazonia peruana.<br />
—Creo que sí ¿Cómo explica esta lanza y el limpio<br />
agujero que le hicieron a este hombre?<br />
35
— ¿Me pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cir qué suce<strong>de</strong>? —llamó el piloto<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la avioneta. Giré a verlo y vi que todos los pasajeros<br />
estaban en la portilla, observando.<br />
—Dejen <strong>de</strong> hablar, ya —chillé <strong>de</strong>sesperada—. Si este<br />
hombre fue muerto aquí, <strong>de</strong>bemos salir <strong>de</strong> aquí.<br />
—Vamos… Vamos…<br />
Al movilizarnos <strong>de</strong> vuelta al agua, los que estaban en<br />
la avioneta gritaron en unísono. Escuche movimiento tras<br />
mío, y zumbido fuerte y punzante, seguido <strong>de</strong> un golpe<br />
sordo.<br />
<strong>La</strong> guía dio un gemido. Volví para verla, cuando la<br />
punta <strong>de</strong> una flecha sobresalía <strong>de</strong> su cabeza como un adorno<br />
macabro. Me quedé mirándola con los ojos perdidos,<br />
mientras caía al agua inerte.<br />
El norteamericano me agarró <strong>de</strong>l brazo y me llevo a<br />
rastras por el agua. El oriental no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> quejarse y quería<br />
llegar a la avioneta <strong>de</strong> cualquier forma.<br />
El piloto activó el motor <strong>de</strong> la avioneta y ella<br />
comenzó a avanzar por el agua. Mi compañero alargó el<br />
brazo y tomó la pata <strong>de</strong> la avioneta. <strong>La</strong> gente extendía las<br />
manos para po<strong>de</strong>rnos levantar.<br />
Cuando volteé hacia atrás, vi un gran grupo <strong>de</strong><br />
hombres con lanzas y aspecto muy <strong>de</strong>cidido a querer<br />
cazarnos. Ahora nosotros éramos su presa.<br />
—Sube, sube, sube —dijo mi compañero, mientras<br />
flechas letales zumbaron hacia y chocaba contra la superficie<br />
metálica <strong>de</strong> la avioneta. Una flecha zumbo e impactó contra<br />
36
el brazo <strong>de</strong> mi compañero. Él gimió <strong>de</strong> dolor, pero continuó<br />
para salvarnos la vida.<br />
Siguieron zumbando las flechas. <strong>La</strong>s personas<br />
<strong>de</strong>saparecieron <strong>de</strong> la portilla. Y la avioneta fue alejándose <strong>de</strong><br />
la orilla, con tumbos. Otras flechas zumbaron. Uno me rozó<br />
el hombro y una rompió la ventana <strong>de</strong>l piloto, entrando sin<br />
más remedio para <strong>de</strong>tenerla.<br />
Estaba segura que el piloto fue flechado, porque la<br />
avioneta comenzó salirse <strong>de</strong> control. Pero aún así <strong>de</strong>spegó<br />
<strong>de</strong>l agua, sintiendo los pies fuera <strong>de</strong> ella. Pero un vértigo le<br />
avisó que solo fue un salto <strong>de</strong> la muerte.<br />
<strong>La</strong> avioneta se agitó.<br />
—Tranquila —me dijo.<br />
Se latigueó por un lado. Y mis manos no soportaron<br />
la fuerza <strong>de</strong>l impulso que <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> sostenerse y comencé a<br />
caer. Igualmente lo hacía mi compañero, y entre mi terror<br />
sabía por qué lo hacía.<br />
De pronto, un fuerte golpe <strong>de</strong> impacto lleno el aire.<br />
Cuando me zambullí en el agua, sentí que las pocas fuerzas<br />
me <strong>de</strong>jaban abatirme, pero no quería rendirme. El avión se<br />
precipitó hacia el agua, y se incrustó en el río. Una gran masa<br />
<strong>de</strong> agua se levantó.<br />
Después <strong>de</strong> un segundo, el norteamericano cayó al<br />
agua. Tragando agua dulce, ayu<strong>de</strong> a mi amigo a emerger.<br />
Tenía todavía la flecha en el brazo y expresaba una expresión<br />
muy seria.<br />
—Creo que no nos alcanzaran… Pero don<strong>de</strong> están.<br />
37
Estaba muy lejos <strong>de</strong> la orilla, casi por el centro <strong>de</strong>l<br />
río, pero era muy fácil ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahí. Los atacantes no<br />
estaban en don<strong>de</strong> habían empezado a atacar. Presentí algo<br />
muy aterrador.<br />
Escuché una salpicadura.<br />
—Oh, no. Viste eso. Comienza a nadar. Na<strong>de</strong>mos<br />
hacia la otra orilla —chillé al norteamericano.<br />
Estuve muy segura que esa salpicadura era <strong>de</strong> un<br />
movimiento natatorio. Teníamos que cruzar el río como sea,<br />
aunque tan gran<strong>de</strong> sea.<br />
—No. No puedo más —dijo mi amigo. Tenía un<br />
aspecto <strong>de</strong>salentador.<br />
—Vamos…<br />
—No, no. Vete. Go. Go. Tienes que salvar tu vida.<br />
Yo seré un peso para ti. ¡VETE!<br />
Estuve a punto <strong>de</strong> llorar. No quería <strong>de</strong>jarlo ahí. Así<br />
que continué nadando, <strong>de</strong>jándolo en medio <strong>de</strong>l río.<br />
No quise mirar atrás. Estaba segura que seguí<br />
nadando torpemente, hasta escuchar su grito <strong>de</strong> dolor<br />
martillándome los tímpanos. Lo escuché gritar hasta que se<br />
ahogó.<br />
Ahora todo <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong> mí. Tenía que salvar mi<br />
vida. Y se complicaba más aún cuando la corriente se hacía<br />
más fuerte a medida que me iba acercando al centro. Parecía<br />
que estaba naufragando.<br />
Sólo tuve en mente que para llegar a la otra orilla era<br />
como mi competencia <strong>de</strong> natación don<strong>de</strong> mi nombre,<br />
Abigail, tenía que existir y no tenía que morir. Así que me<br />
38
puse a nadar con más vigor, mientras ellos, me fueron<br />
siguiendo como la presa más escurridiza <strong>de</strong> sus vidas.<br />
Era vivir o vivir.<br />
39
Y el ingrediente es… sangre<br />
Fue un día <strong>de</strong>masiado agitado. Los trámites se habían<br />
realizado maravillosamente, pero me habían estresado <strong>de</strong><br />
una manera tal que casi había llegado al bochorno. Salí <strong>de</strong> la<br />
oficina lo más rápido posible, porque estaba seguro que el<br />
jodido <strong>de</strong>l ingeniero llegaría <strong>de</strong> repente y me aprisionaría otra<br />
vez en el trabajo hasta <strong>de</strong>jarme hasta tar<strong>de</strong>. No había<br />
dormido tres días seguidos por <strong>de</strong>dicarme a una facturación<br />
larga y tediosa.<br />
<strong>La</strong> otra vez estuve a punto <strong>de</strong> irme a <strong>de</strong>scansar a<br />
casa, cuando <strong>de</strong> repente apareció el ingeniero. Con su cara<br />
<strong>de</strong> felicidad hipócrita, pidiéndome: ―Gustavo, <strong>de</strong>bes arreglar algo<br />
en la facturación. Existen algunas fallas en los cálculos.‖ Cómo<br />
quisiera <strong>de</strong>smayarme en ese momento y que el ingeniero me<br />
llevase al hospital. Y que los doctores le dijeran que era un<br />
ingeniero totalmente estúpido, arrogante y explotador <strong>de</strong><br />
trabajadores.<br />
Salí <strong>de</strong> la oficina, riéndome <strong>de</strong> esa propuesta utópica.<br />
Como era el último en quedarme y siempre pasaba eso,<br />
apagué todas las luces. Abrí la puerta con <strong>de</strong>sgana y salí al<br />
frío Jirón Próspero. Los motocarros pasaban tan<br />
40
tranquilamente, mientras las luces naranjas <strong>de</strong> los postes <strong>de</strong><br />
luz teñían el ambiente nocturno. Aquel frío nocturno me<br />
rozó la mejilla y me inducía al sueño. Estaba seguro que si<br />
me miraba al espejo, encontraría unas ojeras como si hubiese<br />
recibido puñetazos. Agazapé mis cosas hacia mi pecho y<br />
mirando todas las tiendas, comencé a caminar hacia el norte.<br />
Pero cuando di unos cuantos pasos, escuché la<br />
maldita corneta musical <strong>de</strong> carro <strong>de</strong>l ingeniero. Cerré los ojos<br />
<strong>de</strong>l puro cansancio. Sabía que no iba ce<strong>de</strong>r, así que aumenté<br />
la caminata. Mire con ojos envidiosos a esas personas que<br />
reían sin <strong>de</strong>sgana.<br />
Sonó otra vez la corneta <strong>de</strong>l carro. Seguí caminando<br />
e inicié una charla conmigo mismo, enar<strong>de</strong>cido.<br />
—Carajo, no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> molestar. Tanto no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong><br />
fastidiar. Por eso algunos <strong>de</strong> sus trabajadores renunciaron…<br />
Tuve que escon<strong>de</strong>rme en alguna parte para per<strong>de</strong>rlo<br />
<strong>de</strong> vista. Con ojos cansinos observé una hela<strong>de</strong>ría. Apresuré<br />
y entré. Pasé entre las pequeñas mesas ocupadas, y me<br />
acerqué al mostrador.<br />
—Disculpe —dije cansado.<br />
—Buenas noches, señor —me dijo la señorita,<br />
examinándome con <strong>de</strong>talle.<br />
—Me pue<strong>de</strong> hacer un favor —dije casi sin ganas. <strong>La</strong><br />
señorita entornó los ojos—. El ingeniero… <strong>de</strong> mi trabajo…<br />
está siguiéndome. Me amanecí tres días y no quiero<br />
quedarme otra noche trabajando. ¿Tiene un lugar para<br />
escon<strong>de</strong>rme?<br />
41
—Oh —exclamó ella, seguro fijándose en mis<br />
ojos—. Tiene horribles ojeras.<br />
Asentí cansado.<br />
—Sí venga…<br />
Como un niño perdido, la seguí. Pasé por una<br />
puertita <strong>de</strong>l mostrador. Habló con un amigo <strong>de</strong>l trabajo que<br />
me miraba con <strong>de</strong>sconfianza. Luego me guió hacia un cuarto<br />
trasero, lleno <strong>de</strong> cajas <strong>de</strong> D‘ Onofrio y <strong>La</strong>mborghini, y<br />
refrigeradoras.<br />
—Sólo qué<strong>de</strong>se aquí…<br />
De repente, sonó mi celular. Miré por la pantallita y<br />
vi inscrito ―Ingeniero <strong>de</strong> mierda‖. Sabía que era él, porque<br />
así ponía para i<strong>de</strong>ntificarlo cuando llamaba.<br />
—Me está llamando… No se cansa —dije<br />
<strong>de</strong>sanimado.<br />
—Apáguelo —me aconsejó la señorita.<br />
Antes <strong>de</strong> que suene otra vez, apagué el celular.<br />
<strong>La</strong> señorita me miró con algo <strong>de</strong> lástima. Salió <strong>de</strong> la<br />
habitación y se fue a lo suyo. Me quedé mirando las cajas,<br />
parpa<strong>de</strong>ando levemente para que mis ojos no cedieran ante<br />
el sueño. Está horrorosamente cansado.<br />
—Buenas noches —escuché el tono fluido <strong>de</strong>l<br />
ingeniero.<br />
Eso me levantó <strong>de</strong> mi ensimismamiento soñador. Me<br />
moví por las cajas, apretando algunas, tratando <strong>de</strong> oír<br />
claramente aquella conversación.<br />
—Estoy buscando a un señor… Me pareció ver que<br />
entró a esta hela<strong>de</strong>ría…<br />
42
—Disculpe, pero aquí entran muchas personas… —<br />
respondió la señorita.<br />
Escuchando toda la conversación, divisé un hoyito<br />
en la pared <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra triplay. Me acerqué más y más,<br />
encajoné mi vista en esa herramienta <strong>de</strong> espía. Vi a la<br />
señorita hablando con el ingeniero.<br />
—Tengo que el conocimiento <strong>de</strong> que entran muchas<br />
personas a un lugar público como este… Disculpe, pero el<br />
señor estaba con una camisa a cuadros y pantalón jean.<br />
Llevaba unos papeles en el brazo…<br />
—Hipócrita —dije a lo bajo. Me <strong>de</strong>scribía como si<br />
fuera un prófugo.<br />
—Perdóneme, señor. No vi a ningún señor con esos<br />
<strong>de</strong>talles. A<strong>de</strong>más, muchas personas que terminan su día <strong>de</strong><br />
trabajo vienen aquí relajarse, si pue<strong>de</strong> fijarse.<br />
Proferí una risita cansina. El ingeniero dio una<br />
pequeña mirada a la gente comiendo entretenidamente sus<br />
helados.<br />
—<strong>En</strong>tonces, gracias… —finalizó el ingeniero.<br />
—Disculpe por no serle <strong>de</strong> mucha ayuda.<br />
Se giró y salió <strong>de</strong> la hela<strong>de</strong>ría, mirando a la gente.<br />
<strong>La</strong> señorita disimuló aten<strong>de</strong>r algunas personas por la<br />
entrada <strong>de</strong> la hela<strong>de</strong>ría y revisó para ver si se alejó. Después<br />
<strong>de</strong> unos minutos, por la entrada vi pasar en un atisbo el<br />
carro <strong>de</strong>l ingeniero.<br />
<strong>La</strong> señorita sonrió y vino a mi escondite.<br />
—Se fue. Subió a un carro.<br />
43
Boté un prolongado suspiro, que <strong>de</strong> repente me hizo<br />
sentir más sueño. Agra<strong>de</strong>cí a la señorita. Compré un helado<br />
en un cono y regresé a mi casa.<br />
Con mi cuerpo muriéndose <strong>de</strong>l sueño, abrí la puerta<br />
<strong>de</strong> mi casa y entré. No me percaté dón<strong>de</strong> boté mis cosas,<br />
solamente caminé por todo mi casa. Subí las escaleras, dando<br />
pisadas torpes. Cuando llegué frente a la puerta <strong>de</strong> mi cuarto,<br />
abrí por el pomo y entré como si la gravedad <strong>de</strong> mi hermosa<br />
cama me jalara. Me quité los zapatos, me eché en mi cama<br />
con mi ropa <strong>de</strong> trabajo. Para aprovechar eso, acuné mi<br />
cabeza. Rocé la sábana y me quedé echado…<br />
Bzzzzzzzzzzzz<br />
Abrí los ojos cansados, <strong>de</strong> repente.<br />
BzzzzzzzzzzzzzZZZZZZZZZZZZzzzzzzzzzzzzzzz<br />
zz<br />
El zumbido <strong>de</strong> un insecto llegó cerca <strong>de</strong> mi oído. Me<br />
incorporé <strong>de</strong> mi cama, fastidiado, mirando la penumbra <strong>de</strong><br />
mi cuarto. Nunca me gustaron los sonidos <strong>de</strong> los insectos<br />
volando cerca <strong>de</strong> mí. Me provocaba una reacción<br />
inquietante.<br />
Voltee la cabeza <strong>de</strong> un lado a otro. Escuchaba el<br />
zumbido, pero como si estuviera en un punto lejano <strong>de</strong> mi<br />
cuarto. Como un <strong>de</strong>sesperado, tratando <strong>de</strong> enfocar<br />
inútilmente en la oscuridad.<br />
—Carajo, para qué tengo una lámpara <strong>de</strong> luz —dije<br />
enfurecido. Me bajé <strong>de</strong> la cama y fui al interruptor.<br />
<strong>La</strong> lámpara <strong>de</strong> luz blanca iluminó todo el cuarto. Mis<br />
ojos enrojecidos recorrieron todo el cuarto.<br />
44
Escuché un zumbido en mi oído. Giré la cabeza <strong>de</strong><br />
un golpe. Y con ese zumbido que martillaba la audición, vi<br />
pasar frente a mis ojos a un zancudo. Con el cuerpo y patas<br />
cubiertas <strong>de</strong> bandas negras y blancas, trataba <strong>de</strong> buscar su<br />
punto <strong>de</strong> festín sangriento en mi piel.<br />
—Maldito zancudo…<br />
Alcé mis dos manos entre el zancudo y lentamente<br />
comencé a encerrarlo hasta que… PLAP. Mis manos lo<br />
aplastaron… Cuando observé para comprobar, encontré con<br />
el cuerpo totalmente aplastado, con las patas <strong>de</strong>spilfarradas<br />
mezcladas en su lastimado tórax, por don<strong>de</strong> salía un<br />
charquito repugnante <strong>de</strong> sangre.<br />
—Por fin…<br />
Me limpié la mano con la servilleta que traje junto al<br />
helado. Apagué la luz y fui directo a mi cama. Cerré mis<br />
ojos… Tratando <strong>de</strong> dormir.<br />
—Creo que tengo que renunciar a ese trabajo —dije<br />
con la voz perdiéndose en mi cansancio—… Tengo que<br />
renunciar… Renunciar… Re….<br />
BzzzzzzZzzzzzzzzzzzzz<br />
Abrí los ojos <strong>de</strong> repente. <strong>En</strong> eso fruncí el ceño.<br />
<strong>En</strong> eso sentí una picazón en el brazo.<br />
Y otro en el pie <strong>de</strong>snudo, en la planta.<br />
—No<br />
Me levanté <strong>de</strong> sobresalto. Moví todo mi cuerpo para<br />
alejar a los zancudos y me caí <strong>de</strong> la cama. Me arrastré por el<br />
suelo, boté mis zapatos por un lado y llegué a encen<strong>de</strong>r la<br />
luz.<br />
45
Me incorporé rápidamente, haciendo caso omiso a<br />
mi terrible cansancio. Barrí con la mirada mi cuarto. Y<br />
don<strong>de</strong> distinguí a un zancudo revoloteando por la cabecera<br />
<strong>de</strong> mi cama y otro dos por la cómoda.<br />
—Ay, por el santo día que tuve, quiero dormir.<br />
Los puntos don<strong>de</strong> me picaron los zancudos<br />
comenzaron a escocerme. Lo peor era que la picazón en la<br />
planta <strong>de</strong>l pie fue una molestia.<br />
Con la furia y el sueño partiéndome el cerebro, tomé<br />
mi sábana y mi almohada. Cerré la puerta <strong>de</strong> un portazo.<br />
Bajé hacia la sala y arreglé el sofá para po<strong>de</strong>r dormir ahí. Me<br />
acurruqué en el sillón. Cerré mis ojos. Los mantuve así por<br />
tres minutos, pero ¿por qué no me dormía?<br />
Me incorporé en el sofá. Tenía sueño, pero no me<br />
dormía. Miré mi penumbrosa sala… Estaba siempre<br />
or<strong>de</strong>nada.<br />
Me sobresalté. Algo sonó al otro extremo <strong>de</strong> mi sala.<br />
<strong>En</strong>trecerré los ojos y traté <strong>de</strong> ver en esa oscuridad. Me<br />
enfurecí, alargué mi brazo hacia el interruptor y oprimí el<br />
botón. <strong>La</strong> lámpara no se encendió.<br />
Eso me hizo sospechar.<br />
Escuché una pisada y me fijé en el extremo <strong>de</strong> la sala.<br />
Tratando <strong>de</strong> enfocar más la visión, pu<strong>de</strong> distinguir un<br />
movimiento borroso, bajo la escalera.<br />
TIC TOC<br />
Aquel sonido sonó viscoso. TIC TOC, BZZZZ<br />
El zumbido me causó un pánico. Sonaba tan fuerte<br />
que era imposible que un zancudo lo haya proferido.<br />
46
—No <strong>de</strong>biste haber escapado assssí, Gustavo —dijo<br />
una voz.<br />
Aquella voz me resultó horrorosamente familiar. Era<br />
la voz <strong>de</strong>l ingeniero.<br />
— ¿Qué hace aquí? ¿Cómo entró? —Estaba<br />
asustado. Me arrastré lentamente hacia atrás, sobre el sofá.<br />
—No <strong>de</strong>biste haber escapado así <strong>de</strong>l trabajo…<br />
Tenías que haber continuado trabajado, Gussssstavo.<br />
— ¿Por qué está hablando así?<br />
—No <strong>de</strong>biste escon<strong>de</strong>rte en la hela<strong>de</strong>ría… porque<br />
ssssé que estabas ahí…<br />
— ¿Qué? —proferí, llegando a estar encima <strong>de</strong>l<br />
apoya-manos <strong>de</strong>l sofá.<br />
—Tuve que hacerle eso a la señorita… Me obligaste<br />
a hacerlo…<br />
— ¿Qué le hizo? —susurré.<br />
—Mmmmm… Le chupé la sangre… —dijo con tono<br />
<strong>de</strong>leitoso.<br />
— ¿<strong>La</strong> mató? ¿<strong>La</strong> mató…? Pero qué… Muéstrese…<br />
Salga <strong>de</strong> ahí… —sigilosamente me bajé <strong>de</strong>l sofá. Trataba <strong>de</strong><br />
no mostrarme tan aterrado pero el terror me invadía—.<br />
¡SALGA DE AHÍ!<br />
Pero él seguía hablando.<br />
—Debes quedarte <strong>de</strong> amanecidas para hacer la<br />
facturación…<br />
— ¡SALGA DE AHÍ!<br />
Su movimiento se hizo raro. Sus pisadas tenían un<br />
sonido amortiguado. Salió hacia la luz débil que provenía <strong>de</strong>l<br />
47
foquito <strong>de</strong> la cocina. Y cuando la luz cayó sobre su<br />
paranormal cuerpo, me que<strong>de</strong> tieso como un palo.<br />
Era <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> un elefante bebé. Tenía seis patas<br />
que pisaban el suelo. Un cuerpo alargado y repugnante como<br />
si hubiese nacido <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las maneras más <strong>de</strong>sagradables.<br />
Pero lo que me hizo dar unas náuseas terroríficas era la<br />
cabeza. Era la cabeza <strong>de</strong>l ingeniero, asimétrico, acoplada a<br />
ese cuerpo <strong>de</strong> insecto. De su cabeza sobresalían un par <strong>de</strong><br />
antenas, llenas <strong>de</strong> pelos que me inquietaban. <strong>La</strong> boca estaba<br />
alargada como una enorme aguja carnosa, con la punta<br />
parecida a una ventosa. Era un zancudo monstruoso.<br />
Sacudió su cabeza con un giro inquietante, mientras<br />
se acercaba a mí.<br />
—Debes continuar trabajando… Debes hacerlo…<br />
—No… No se me acerqué…<br />
— ¡DEBES HACER LA FACTURACIÓN!<br />
¡AHORA!<br />
—NO, NO, NO…<br />
—Debes continuar trabajando para mí…<br />
AMANECETE…<br />
Me resbalé con mis zapatos. Pero traté estabilizarme.<br />
Cuando lo hice, sentí una picazón muy dolorosa en mi<br />
pecho. Con el pánico, me fijé que la aguja <strong>de</strong>l zancudo<br />
monstruoso estaba clavada en mi pecho.<br />
—Tienes que trabajar… para que mes <strong>de</strong>s dinero…<br />
Y comenzó a succionar. Mi pecho se contrajo hacia<br />
ese agujero. Comencé a gritar <strong>de</strong>l terror, mientras por el<br />
48
traslúcido tubo <strong>de</strong> succión se veía mi sangre alimentándolo.<br />
Parecía una clase <strong>de</strong> fuente <strong>de</strong> energía para él.<br />
—Ahhh… Ahhhhh… Basta… Basta… BASTA<br />
Con ese último grito, vi como mi corazón pasaba por<br />
ese tubo… <strong>La</strong>s arterias, los pedazos <strong>de</strong> mis órganos. Di un<br />
sobresaltó y me levanté <strong>de</strong> esa pesadilla, con un grito. Me caí<br />
<strong>de</strong>l sofá y fui dar <strong>de</strong> bruces contra el suelo frío. Abrí los ojos<br />
lentamente, <strong>de</strong>jando que la realidad <strong>de</strong> la mañana invadiera<br />
mi visión. Y cuando sucedió, me senté raudamente sobre el<br />
suelo y toqué mi pecho. Levanté la camisa a cuadros…<br />
Observé un pecho totalmente sano, ejercitado e intacto.<br />
Eso fue la pesadilla más horrible que experimentado.<br />
Nunca me lo hubiese imaginado así, porque fue tan real que<br />
estaba pasando un pánico <strong>de</strong>scomunal. Observé hacia la<br />
puerta <strong>de</strong> la huerta, y me percaté <strong>de</strong>l algo: había zancudos<br />
revoloteando alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> un macetero no usado.<br />
Me puse los zapatos. Corrí hacia allí y encontré una<br />
multitud <strong>de</strong> zancudos, mientras el agua estancada <strong>de</strong>l<br />
macetero estaba lleno <strong>de</strong> larvas.<br />
Asqueando, agarré el macetero y la incline para botar<br />
el agua estancada. Mojó la tierra, mientras las larvas se<br />
zigzagueaban en la tierra, hasta <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> moverse. Con los<br />
zancudos adultos usé un insecticida. Rocíe el lugar, la sala y<br />
mi cuarto, hasta que el olor penetrante <strong>de</strong>l insecticida<br />
quedará en mi casa.<br />
Pero la manera para matar al ingeniero no era con un<br />
insecticida, sino con una buena dosis <strong>de</strong> <strong>de</strong>manda. Me<br />
preparé para salir a la oficina, mientras el insecticida hacia su<br />
49
trabajo. Caminé hacia la puerta, la abrí y me sobresalté, al ver<br />
al ingeniero a punto <strong>de</strong> tocar la puerta.<br />
—Aquí esta… —dijo alegre.<br />
—Aquí esta… quién —mofé yo con sarcasmo.<br />
—Usted… ¿Por qué se escapó <strong>de</strong>l trabajo? Le falto<br />
acabar toda la facturación… Seguro que hoy día acaba,<br />
porque <strong>de</strong>be continuar otro…<br />
—Disculpe, ¿dijo que voy a continuar otro? Acaso se<br />
está burlando <strong>de</strong> mí o qué.<br />
El ingeniero se quedó con los ojos enfocados en mí.<br />
—No me responda así, porque ya sabe que pue<strong>de</strong><br />
pasar… —espetó.<br />
— ¿Qué pue<strong>de</strong> pasar? ¿Despedirme? ¿Sabe qué? No<br />
me importa si me <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>, a<strong>de</strong>más estoy cansado <strong>de</strong> ese<br />
maldito trabajo…<br />
Me miró con ojos furiosos. Levantó la mano y<br />
comenzó a puntear con su regor<strong>de</strong>te <strong>de</strong>do, en mi pecho. Yo<br />
traté <strong>de</strong> alejarme <strong>de</strong> él. Aquella acción que hizo me acordó a<br />
la pesadilla.<br />
—Usted tiene la valentía <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir eso…<br />
—Sí. ¡Y no tiene el permiso <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir esto como<br />
una valentía, porque no soy un <strong>de</strong>jado! ¡Me mantuve tres<br />
días sin dormir! ¡Sin contar las otras veces! ¡Ves estas<br />
horribles ojeras que obtuve por trabajar así! ¡Cree que eso es<br />
trabajar! ¡Yo soy capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>mandarlo por abuso <strong>de</strong> trabajo!<br />
El me miró con ojos anonadados y llenos <strong>de</strong> ira. <strong>En</strong><br />
su cara regor<strong>de</strong>ta se reflejó como el miedo y la culpabilidad.<br />
50
— ¡Demán<strong>de</strong>me! ¡Hágalo! ¡No creerá las huevadas<br />
que dice un trabajador! —dijo con un brillito malicioso <strong>de</strong><br />
triunfo.<br />
—No soy sólo yo, señor. Pediré ayuda a las personas<br />
que renunciaron, anteriormente. Y usted <strong>de</strong>jará <strong>de</strong> tomar mi<br />
s… <strong>de</strong> abusar, a parte que que<strong>de</strong> con otro castigo.<br />
Cerré la puerta <strong>de</strong> mi casa y fui a la bordilla <strong>de</strong> la<br />
vereda, y llamé a un motocarro. El ingeniero me miraba<br />
como actuaba.<br />
— ¿A dón<strong>de</strong> va?<br />
—Que le interesa…<br />
Un motocarro se acercó.<br />
—Me pue<strong>de</strong> llevar al Palacio <strong>de</strong> Justicia, por favor…<br />
—indiqué al motocarrista.<br />
—Po<strong>de</strong>mos hacer un trato… —farfulló.<br />
—Para que <strong>de</strong>spués lo rompa. JAJAJA —ríe. Me<br />
embarqué al motocarro—. Vamos, señor… Le recuerdo que<br />
vaya al Palacio porque <strong>de</strong>be estar ahí…<br />
El motocarro avanzó. Miré por uno <strong>de</strong> los espejos<br />
retrovisores y me di cuenta <strong>de</strong> su rostro completamente<br />
consternado, culpable y <strong>de</strong> miedo. El zancudo estaba a<br />
punto <strong>de</strong> ser aplastado.<br />
51
<strong>La</strong> Curva <strong>de</strong>l Diablo<br />
<strong>La</strong> turba <strong>de</strong> gente se llenó en la calle, mientras el ambiente<br />
árido y con poca vegetación era consumido por el sol<br />
matutino. Unos hombres gritaban a todo pulmón, mientras<br />
otro grupo <strong>de</strong>cían que se apartasen.<br />
—Fuera, muévanse, huevones. Este hombre está<br />
herido —gritaba un hombre que sostenía al herido, mientras<br />
otros le ayudaban. El hombre que apartaba a gritos, empujó<br />
a unos cuantos más.<br />
<strong>La</strong> gente que estaba por otro lado, comenzó a unirse<br />
a la turba. El herido era llevado con los gritos aterrados y<br />
enojados resonando el lugar. Cuando revelaron el cuerpo<br />
magullado y lastimado <strong>de</strong>l hombre a <strong>de</strong>más personas,<br />
algunas mujeres gritaron en el llanto. Aquel lastimero<br />
sentimiento se fue apagándose hasta mudarse en un gemido<br />
enar<strong>de</strong>cido.<br />
—Malditos <strong>de</strong> mierda —gritaba una mujer con el<br />
rostro lleno <strong>de</strong> furia.<br />
El hombre fue llevado a una casa cercana, don<strong>de</strong><br />
aún, muchos jóvenes y niños se quedaron mirando,<br />
colgándose <strong>de</strong> algún poste <strong>de</strong> luz. <strong>La</strong> casa <strong>de</strong> una señora se<br />
52
convirtió en una clase <strong>de</strong> clínica, irreconocible, mientras unas<br />
mujeres histéricas mandaban a algunos muchachos a un<br />
hospital cercano.<br />
—Niños, niños —llamó una señora. Los niños<br />
mirándose en sí, entraron a la abarrotada casa, empujando a<br />
unos cuantos hombres—. Vengan, vengan… —cuando los<br />
niños llegaron ante ella, uno <strong>de</strong> ellos se quedó traumado al<br />
ver al hombre muy lastimado, con un horrible herida que<br />
surcaba todo el ancho <strong>de</strong> su pecho—. Vayan al hospital más<br />
cerquita… por aquí, no más… Vayan, vaya… No se que<strong>de</strong>n<br />
parados…<br />
Los niños se digirieron apresurados a la puerta.<br />
Algunas cosas se estremecieron cuando más gente entraba a<br />
ver al herido.<br />
Salieron a la irreconocible calle, llena <strong>de</strong> gente con<br />
diferentes armas y objetos en sus manos, pero lo que más<br />
abundaba eran los fusiles AKM.<br />
—Esto me asusta… —dijo un chico moreno <strong>de</strong> 7<br />
años, con las manos temblando y con el andar apresurado,<br />
tratando <strong>de</strong> alejarse <strong>de</strong>l lugar.<br />
— ¿Cómo que te asusta? —respondió el mayor,<br />
bruscamente—. Sólo estamos <strong>de</strong>fendiendo nuestras<br />
tierras… ¿Crees que está bien que tomen nuestras tierras así<br />
no más?<br />
— ¿Por eso están peleando todos?<br />
— No sé… pero estamos luchando para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r<br />
nuestras tierras<br />
53
Se escucharon unos disparos. Aquello les dio un<br />
tremendo susto a los niños. Voltearon a ver, mientras el<br />
menor <strong>de</strong> ellos se aferraba a su hermano.<br />
— ¡No <strong>de</strong>jen que avance! ¡No <strong>de</strong>jen que avancen!<br />
<strong>En</strong> el centro <strong>de</strong> la pista un camión <strong>de</strong> bomberos<br />
trataba <strong>de</strong> pasar, mientras un grupo <strong>de</strong> personas lo impedía,<br />
golpeando con unas lanzas la ventana parabrisas. El camión<br />
trató <strong>de</strong> moverse entre toda esa multitud, pero solo recibió<br />
empujones enfurecidos.<br />
—Conch… ¡Dejen <strong>de</strong> hacer eso!<br />
Salió un bombero por la ventanilla y dio gran<strong>de</strong>s<br />
gritos enfurecidos a la turba. Pero como el resultado era<br />
como el típico fuego contra fuego, el lío aumentó en grados<br />
<strong>de</strong>sesperantes. <strong>La</strong> gente embistió el carro <strong>de</strong> bomberos,<br />
picaron con sus lanzas el capó y espetaban obscenida<strong>de</strong>s.<br />
—Bájense… Bájense —gritaba algunos con voces<br />
furiosas.<br />
— ¡Que no pasen!<br />
Un hombre golpeó con violencia el parabrisas hasta<br />
causar que se forme una araña <strong>de</strong> grietas sobre ella. Los<br />
bomberos <strong>de</strong>ntro trataron <strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l camión, pero eran<br />
recibidos con algunos gritos más furiosos.<br />
— ¡Salgan…! ¡Con esto van a salir! – Dijo un joven<br />
mayor, que venía corriendo, mientras alzó sobre su cabeza<br />
una botella <strong>de</strong> molotov encendida. <strong>La</strong> línea <strong>de</strong> humo que<br />
<strong>de</strong>jó en el aire, impregnó la respiración colectiva.<br />
<strong>La</strong> calle se <strong>de</strong>spejó, cuando la letal botella <strong>de</strong><br />
molotov venia lista como una bomba muy peligrosa. <strong>La</strong><br />
54
muchedumbre miró con expresión furiosa y ansiosa, los<br />
bomberos trataron <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> ella y la botella <strong>de</strong> molotov<br />
iniciaba su vuelo parabólico hacia su blanco, dando giros<br />
rápidos, profiriendo el ruido sordo <strong>de</strong>l líquido <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ella,<br />
mientras la línea <strong>de</strong> humo dibujaba una espiral <strong>de</strong>nsa y ácida.<br />
Silencio general en milésima <strong>de</strong> segundos… Último<br />
giro <strong>de</strong> la botella… Ojos ansiosos…<br />
… <strong>La</strong> botella reventó sobre el capo <strong>de</strong>l camión <strong>de</strong><br />
bomberos. Una repentina flama <strong>de</strong> fuego se propagó por<br />
todo la ventana <strong>de</strong> parabrisas. Los bomberos salieron <strong>de</strong>l<br />
camión, dando un gran salto don<strong>de</strong> cayeron <strong>de</strong> bruces en el<br />
asfalto caliente.<br />
Como una gran tea, el camión <strong>de</strong> bomberos<br />
comenzó a consumirse.<br />
Los niños trataron <strong>de</strong> no seguir a todo el tumulto<br />
enfurecido. El menor <strong>de</strong> los hermanos ahora se mostraba<br />
muy curioso ante eso, porque repentinamente el miedo fue<br />
reemplazado por una clase <strong>de</strong> aventura totalmente peligrosa.<br />
Con una mente muy contagiada por el peligro que<br />
estaba encima, el menor <strong>de</strong> los hermanos puso en marcha un<br />
plancito.<br />
—Vámonos… —dijo el mayor <strong>de</strong>l grupo, algo<br />
aterrado y sorprendido.<br />
Y el menor <strong>de</strong> ellos dijo:<br />
—José, me voy a quedar en la casa…<br />
— Vamos. Por esta parte <strong>de</strong> la ciudad es peligrosa…<br />
Ya viste que le pasó al transporte <strong>de</strong> los mangueros.<br />
55
—No es eso… Tengo que ir al baño —fingió<br />
Manuelito. Puso carita <strong>de</strong> contrariado, con los labios<br />
presionados entre sí.<br />
—Deja a tu hermano, vamos, nosotros…<br />
—Iremos a <strong>La</strong> Peca…<br />
A Manuelito no le importaba <strong>La</strong> Peca. Quería ver<br />
qué pasaba por <strong>La</strong> Curva <strong>de</strong>l Diablo… Por qué la gente se<br />
peleaba tanto…<br />
—Solo quiero quedarme en la casa…<br />
—Eres chivo, así… —dijo el amigo <strong>de</strong> José.<br />
Manuelito se quedó cabizbajo.<br />
—Deja <strong>de</strong> hablar coju<strong>de</strong>ces… Vamos, al hospital…<br />
Ese hombre <strong>de</strong>be estar quedándose frío… Vamos… Tú,<br />
Manuel, vete a la casa y no salgas…<br />
Manuelito hizo el a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> regresar a la casa. Se<br />
escondió tras un pequeño arbolito, mientras su hermano y su<br />
estúpido amigo <strong>de</strong> mierda <strong>de</strong>saparecían tras una curva hacia la<br />
<strong>de</strong>recha.<br />
Miró hacia el otro lado <strong>de</strong> la pista. Estaba <strong>de</strong>spejada.<br />
<strong>La</strong> mayoría <strong>de</strong> las personas se había dirigido para enfrentarse<br />
a la Policía por <strong>La</strong> Curva <strong>de</strong>l Diablo. <strong>La</strong> calle estaba casi<br />
totalmente <strong>de</strong>sierta.<br />
Tomó la iniciativa. Cruzó la silenciosa pista, mientras<br />
al llegar al otro lado, se metió por unas plantas y se integró a<br />
un calvo bosque <strong>de</strong> árboles bajitos. Subió por una cuesta, y<br />
caminó muy agachado por todo el camino.<br />
Se escuchaba gritos, sonidos raros, disparos y algo<br />
como el ruido <strong>de</strong> una enorme mezcladora. Escabulló entre<br />
56
los arbustos secos y se escondió. Esperando que esos<br />
infernales ruidos cesaran por un ratito. Con siete años, la<br />
adrenalina fluyó por sus venas, impulsándolo a cometer<br />
cualquier acción arriesgada.<br />
Siguió caminando cabizbajo, procurando no llamar la<br />
atención repentinamente como animal perdido y<br />
repentinamente extrañado. Tropezándose con un roca que le<br />
<strong>de</strong>jo una raspadura en la rodilla, caminó muchos más allá,<br />
hasta estar frente a un claro <strong>de</strong>sértico. De repente, comenzó<br />
a escocerle los ojos <strong>de</strong> manera muy abrupta.<br />
Algo contun<strong>de</strong>nte impactó sobre la arena agreste,<br />
levantando una pequeña nube <strong>de</strong> arena. Después apareció<br />
más <strong>de</strong> esas nubes <strong>de</strong> arena, producido por un ruido silbante<br />
y muy rápido.<br />
— ¿Qué es eso?<br />
El sonido era tan fuerte, que pensó que algo iba a<br />
caer sobre él. Se agachó y acurrucó bajo los matorrales.<br />
Luego comenzó a sentir un fuerte viento que movía todas las<br />
plantas, alzaba gran<strong>de</strong>s nubes <strong>de</strong> arena que amenazaban en<br />
entrar en los ojos <strong>de</strong> Manuel. Levantó la cabeza y se<br />
encontró con un impresionante helicóptero, repleto <strong>de</strong><br />
policías, listo para combatir. El intenso aire que causaba las<br />
hélices <strong>de</strong>l helicóptero, provocaba que los calvos arbustos<br />
don<strong>de</strong> se escondía Manuel comenzaran a <strong>de</strong>splomarse.<br />
El helicóptero <strong>de</strong>scendió, perdiéndose <strong>de</strong> vista cuesta<br />
abajo, hacia <strong>La</strong> Curva <strong>de</strong>l Diablo. Procurando no llamar la<br />
atención, Manuel se acercó a otro arbusto. Con ansias<br />
arriesgadas, se abalanzó lentamente. Caminó muy agachado,<br />
57
pisando ramitas caídas, hasta que sintió que sus pies se<br />
resbalaron contra algo y cayó tras un bejuco. Aquí era don<strong>de</strong><br />
los ojos le escocieron terriblemente.<br />
Se levantó adolorido, porque en la misma reciente<br />
herida sintió un roce horroroso. Dio unos grititos, pero<br />
estaba seguro que a esos dos gran<strong>de</strong>s grupos no le interesaba<br />
si era un animal llorando.<br />
— ¡Disparen…!<br />
Y era cuando <strong>de</strong>scubrí que era lo que levantaba en<br />
pequeñas nubes <strong>de</strong> arena. Eran miles <strong>de</strong> balas que estaban<br />
dispuestas a impactar en cualquiera. Sucumbieron el lugar<br />
con miles <strong>de</strong> balazos ametrallados, contun<strong>de</strong>ntes, letales,<br />
llenos <strong>de</strong> maldad exquisita.<br />
Por un lado recóndito, se escondían periodistas;<br />
algunos con sus compañeros camarógrafos. Manuel pudo<br />
observar a mucha gente en el lugar, con lanzas y fusiles<br />
AKM, disparando.<br />
Cuando se encontró con una pelea, muy cerca, <strong>de</strong><br />
repente un papel se atajó en el bejuco que estaba escondido.<br />
Por el espacio que veía, saco su brazo y tomó el papel<br />
<strong>En</strong> ella <strong>de</strong>cía que <strong>La</strong> Ley <strong>de</strong> Flora y Fauna Silvestre sería<br />
aprovechada <strong>de</strong> una manera estable.<br />
¿Acaso por eso peleaban?<br />
De repente, comenzó otra lluvia <strong>de</strong> muerte cargado<br />
<strong>de</strong> balas. Algunos impactaron muy cerca <strong>de</strong> aquí, pero jamás<br />
llegaban tan cerca.<br />
Dejó mirar esa escena espantosa y volvió a ese<br />
misterioso papel. No entendía que es lo que <strong>de</strong>cía, pero<br />
58
estaba lleno <strong>de</strong> dígitos muy raros, palabras como ‗artículo‘,<br />
‗capítulo‘. Se quedó mirándolo, averiguando qué era lo<br />
extraño que era lo que tenía ese papel.<br />
Había algo que le perturbaba. Era un enorme diálogo<br />
entre personas que si comprendían esto, pero le perturbaba<br />
las palabras tan difíciles.<br />
—Así actúa el extremismo en el Perú…<br />
— ¿Qué significa extremismo? —se preguntó Manuel<br />
en su cabeza, mientras los gritos <strong>de</strong> la masacre venía <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
<strong>La</strong> Curva <strong>de</strong>l Diablo con bastante notoriedad.<br />
—No <strong>de</strong>beríamos permitir esto… El Perú <strong>de</strong>be progresar…<br />
Usaremos las tierras <strong>de</strong> nuestra Amazonía para un uso agrario…<br />
De repente vino a su cabeza la voz <strong>de</strong> su hermano<br />
José.<br />
— Sólo estamos <strong>de</strong>fendiendo nuestras tierras… ¿Crees que<br />
está bien que tomen nuestras tierras así no más?<br />
<strong>En</strong> el papel <strong>de</strong>cía:<br />
—Solamente tratamos <strong>de</strong> buscar un progreso más estable,<br />
exportando, vendiendo…<br />
—Instalaremos industrias petrolíferas para extraer el petróleo<br />
<strong>de</strong> la Amazonía… —escuchó la voz <strong>de</strong> una mujer.<br />
— ¡Esto va más allá <strong>de</strong> la política! ¡Estamos hablando <strong>de</strong><br />
ven<strong>de</strong>r hectáreas <strong>de</strong> nuestra Amazonía! ¡Estamos hablando <strong>de</strong> árboles!<br />
¡Nuestras propias riquezas! —Le vino a la cabeza la voz <strong>de</strong> uno<br />
<strong>de</strong> sus vecinos, dirigente, mientras opinaba sobre los nuevos<br />
<strong>de</strong>cretos legislativos—. ¿Y con que quedamos nosotros mientras<br />
ven<strong>de</strong>mos? ¿Dinero? ¿Nuestras riquezas vendidas que ahora tendremos<br />
que comprar <strong>de</strong> ellas para beneficiar nuestras necesida<strong>de</strong>s? El Perú está<br />
59
muy mal en esto… ¡¡Tanto nos cuesta explotar nuestras propias<br />
riquezas!!<br />
—Nuestras riquezas —pensó Manuel. Tenía la<br />
mente tan concentrada y conectada, que apenas se dio<br />
cuenta que una bala cayó a pocos metros <strong>de</strong> él.<br />
—Estamos tan cerca <strong>de</strong> ella… Po<strong>de</strong>mos buscar nuestra<br />
propia manera para tener un ecosistema estable, mientras que el<br />
Gobierno no piensa más que en una política estúpidamente<br />
consumista… A veces pienso que el propio Gobierno nos contagió con<br />
lo <strong>de</strong> traer marcas extranjeras y ven<strong>de</strong>rlas aquí…<br />
Aquel pedazo <strong>de</strong> papel hizo recordarle todas las<br />
conversaciones escuchadas <strong>de</strong> muchas personas, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
que se anunció los nuevos <strong>de</strong>cretos.<br />
— ¿Pero qué significa extremista?<br />
¡BUM!<br />
Se escuchó una enorme explosión. Se sobresaltó<br />
mientras la luchas en diferentes puntos <strong>de</strong> <strong>La</strong> Curva <strong>de</strong>l<br />
Diablo se daba violentamente. Con la mano aún con el<br />
papel, gateó por el suelo árido y miró entre los arbustos.<br />
Des<strong>de</strong> ese punto era horrible presenciar ese<br />
acontecimiento. Con ojos <strong>de</strong>sorbitados y escocidos por ese<br />
panorama totalmente cruel, don<strong>de</strong> solo el mal se apo<strong>de</strong>raba,<br />
se escondió otra vez en el bejuco.<br />
De improviso, cuando Manuel quiso alejarse <strong>de</strong> ahí,<br />
unas balas comenzaron a caer perdidas, muy cerca <strong>de</strong> él. <strong>La</strong>s<br />
nubes silbantes <strong>de</strong> humo se levantaron, mientras los ojos<br />
escocían más. Manuel empezó a aterrarse. Los silbidos <strong>de</strong> las<br />
balas llegaban a muy poco metros. Se agachó y trató <strong>de</strong><br />
60
apegarse al suelo árido. Los silbidos se amortiguaban con el<br />
suelo y con algún metal que estaba cerca <strong>de</strong> él. Manuel<br />
comenzó a sollozar, mientras las balas no se <strong>de</strong>tenían en caer<br />
cerca <strong>de</strong> él. Sonó un chillido metálico, y una<br />
señalética ZONA DE BACHES se <strong>de</strong>splomó. Tenía todo el<br />
gráfico cincelado por el impacto <strong>de</strong> las múltiples balas y<br />
apenas recibía más. Manuel estaba en una clase <strong>de</strong> lluvia <strong>de</strong><br />
muerte.<br />
El disparo <strong>de</strong> las balas se calmó un poco, pero se<br />
escuchaban que algunas caían. Se levantó <strong>de</strong> ese escondite y<br />
comenzó a correr hacia el pueblo. Dio gran<strong>de</strong>s traspiés,<br />
mientras escuchaba los disparos y una batalla sangrienta a lo<br />
lejos. Con el cuerpo paralizado por el terror, se resbaló<br />
nuevamente y cayó hacia la pista <strong>de</strong> la ciudad.<br />
A pesar <strong>de</strong> ser niño, la comprensión se <strong>de</strong>sbordó a<br />
un punto don<strong>de</strong> la misma realidad se convertía en objeto <strong>de</strong><br />
la maldad.<br />
Se levantó y se tocó el cuerpo. Se miró todo el<br />
cuerpo en busca <strong>de</strong> alguna raspadura, pero se consternó al<br />
no encontrar en su dominio el pedazo <strong>de</strong> papel que había<br />
encontrado. Extrañamente había <strong>de</strong>saparecido.<br />
— ¡Manuel! ¡Manuel! —le llamaba su hermano.<br />
—…<br />
Manuel se quedó irresoluto. Su hermano apareció en<br />
el momento menos a<strong>de</strong>cuado. Cuando estuvo muy cerca,<br />
José le agarró <strong>de</strong> la patilla al niño.<br />
— ¡Mamá me puteo y me dijo a dón<strong>de</strong> te habías<br />
perdido!<br />
61
—No me digas nada —dijo Manuel con su voz<br />
tenue.<br />
— ¡No me ca…! —Se <strong>de</strong>tuvo y entrecerró los ojos<br />
en sospecha—. Oe, ¿A dón<strong>de</strong> te metiste? ¿Por qué tienes ese<br />
aspecto como si el chancho te hubiese acompañado en un<br />
baño?<br />
—Me caí… Estaba por allá,…<br />
—No seas un mentiroso… ¡Oh, conch…! ¡Te fuiste<br />
a <strong>La</strong> Curva <strong>de</strong>l Diablo…!<br />
—No —sacudió la cabeza.<br />
Su hermano entrecerró tanto los ojos que apenas se<br />
vio la esclerótica.<br />
— ¿saes q es extemimio? —susurró tan bajito que José<br />
no logro escuchar.<br />
—No hables como chivo…<br />
— ¡¿Sabes que es extremismo?!<br />
AHHHH<br />
Se escuchó un grito. Venía <strong>de</strong> una casa próxima.<br />
— ¿Qué pasa?<br />
José se mostró muy triste.<br />
— A una niña <strong>de</strong> cuatro añitos le cayó una bala en el<br />
estómago y ahora está mal… <strong>La</strong> madre esta llorando<br />
mucho… Vamos… Tenemos que cuidarnos… Dicen que<br />
pondrán en toque <strong>de</strong> queda…, te mandé a la casa y te<br />
encuentro aquí.<br />
José le tomó <strong>de</strong>l brazo y le jaló <strong>de</strong> regreso a casa. Lo<br />
raro es que no se enteró sobre lo que significaba extremismo,<br />
hasta que lo hizo por un spot en la televisión, que apenas<br />
62
sucumbió su pensamiento muy infantil. No se trataba <strong>de</strong><br />
cualquier cosa, ni <strong>de</strong> quién apoyar, pero aquellas palabras<br />
eran iguales a lo que encontró en el papel: Así actúa el<br />
extremismo en el Perú…<br />
63
I<br />
Infectado<br />
Abrí los ojos mansamente. Recibí muy suavecito la luz <strong>de</strong> la<br />
mañana, que cubría todo mi <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado cuarto. Me<br />
incorpore en mi cama y me senté al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> ella. El sueño<br />
todavía me atrapaba, pero tenía que estar <strong>de</strong>spierto para ir a<br />
mi consultorio. Apoyé la cabeza sobre mis manos y luego las<br />
jalé hasta restregar mi rostro para quitar ese cautivador y<br />
<strong>de</strong>licioso sueño que me faltaba saciar. Tomé perezosamente<br />
el cepillo y le coloqué la pasta <strong>de</strong>ntal. Mirándome con cara<br />
<strong>de</strong> marrano, me cepille los dientes. Salí <strong>de</strong>l baño y me<br />
<strong>de</strong>svestí. Me tumbé en la cama, tomando el control remoto y<br />
enciendo el televisor, que estaba adornado en su marco <strong>de</strong><br />
visión con un pequeño panfleto para prevenir la gripe A<br />
(H1N1). El noticiero matutino me saludó con una primicia<br />
inquietante.<br />
AUMENTARON 105 CASOS DE LA TEMIBLE GRIPE<br />
A (H1N1)<br />
—Según informes publicados por el Ministerio <strong>de</strong><br />
Salud, aumentan seis casos en nuestro país —constató la<br />
presentadora—, reportaron 105 nuevos casos <strong>de</strong> la temible<br />
64
gripe A (H1N1) en nuestro país… Esto se suma en nuestro<br />
país a 916 casos.<br />
Me que<strong>de</strong> atónito, mientras me ponía,<br />
mecánicamente, el zapato en el pie con el calcetín. Tome mi<br />
valija, la examiné para no olvidarme ninguno <strong>de</strong> mis útiles <strong>de</strong><br />
trabajo, la cerré y la sujeté firmemente.<br />
Apagué el televisor, en el momento que daban<br />
indicaciones para prevenir el contagio <strong>de</strong> este virus. Puse mi<br />
ropa en su lugar, que lo consi<strong>de</strong>ró como el ―gran arreglo‖<br />
que le doy a mi habitación diariamente.<br />
<strong>La</strong> gente que pasaba por mi lado vive tensa por el<br />
trabajo y muchas cosas más. Yo vivo tenso por mi trabajo y<br />
conseguir una chica.<br />
Cuando llegué a la inmensa caja <strong>de</strong> cristal <strong>de</strong> Saga<br />
Falabella, las nubes blancas <strong>de</strong>l cielo brillaron para dar el<br />
aspecto frío que siempre teñía las mañanas. Crucé la ancha<br />
pista, tome la ruta a<strong>de</strong>cuada e inicia mi largo trayecto para ir<br />
hasta mi trabajo.<br />
II<br />
Son las 9:05 a.m. He partido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Miraflores a las 7:30 a.m.<br />
No sé quién me dio la estúpida tentativa <strong>de</strong> poner mi<br />
consultorio tan lejos <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>partamento.<br />
<strong>En</strong>ciendo las luces <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> espera, <strong>de</strong>l<br />
consultorio, <strong>de</strong> todo el lugar. Pongo mis cosas en mi<br />
escritorio, mientras espero a Almendra. <strong>La</strong> recepcionista que<br />
es mi sobrina <strong>de</strong> 20 años, que apareció a las 9:15 a.m. con su<br />
sonrisa tan dulce, risueña, que alegraba mi día.<br />
65
—Buenos días, tiíto —dijo, dándome un besito en la<br />
mejilla. Arregló su escritorio, con su <strong>de</strong>licado cuidado hasta<br />
obtener un diseño exuberante. Un or<strong>de</strong>n paulatino <strong>de</strong><br />
lapiceros en sus portadores, folios y papeles en el centro,<br />
panfletos <strong>de</strong> campañas contra el sarro al bor<strong>de</strong> y a la vista, y<br />
una foto <strong>de</strong> su madre difunta, mi hermana Esmeralda, que<br />
murió por peritonitis.<br />
— ¿Viste la noticia, Almendra? —pregunté <strong>de</strong><br />
repente.<br />
—Sí, tiíto. Me asuste con esa estadística. Cada día<br />
hay más infectados. El domingo pasado me dio una gripe<br />
que pensé que era gripe porcina. Creo que ese día hubo 32<br />
casos más aquí en Lima…<br />
—Estás al tanto en los noticieros…<br />
—Nunca me pierdo <strong>de</strong> una, aunque no creo que soy<br />
la única que no me lo pierdo.<br />
Ella me miró con ojos impertérritos. Siempre segura<br />
<strong>de</strong> sí misma. Es por eso que ningún chico tenía el nivel para<br />
consi<strong>de</strong>rarlo como su enamorado.<br />
—Listo, tiíto. Abrimos el consultorio ahora…<br />
Vamos, vamos, vamos, tiíto. Tú <strong>de</strong>bes estar en tu<br />
escritorio…<br />
Reaccioné ante su imperativa or<strong>de</strong>n. Cruce media<br />
sala <strong>de</strong> espera, para entrar a mi consultorio, mientras<br />
Almendra encendía el televisor <strong>de</strong> la sala <strong>de</strong> espera.<br />
Tras esperar media hora, apareció un paciente que<br />
tenía un horrible problema <strong>de</strong> sarro supragingival. <strong>En</strong> la<br />
arcada superior tenía dos dientes con el trastorno. Tuve que<br />
66
ecurrir a ciertos procesos <strong>de</strong> limpieza para sacar aquel<br />
molesto sarro, porque el pobre paciente tenía el aspecto <strong>de</strong><br />
tener dos dientes más largos que otros. Acabé con la<br />
limpieza, le sugerí cosas buenas o malas y se fue. <strong>En</strong> toda la<br />
mañana recibí a un niño que necesitaba una endodoncia, por<br />
un diente profundamente picado. ¡Para el colmo el diente era<br />
<strong>de</strong> hueso! Luego recibí a un señor <strong>de</strong> edad que había venido<br />
frecuentemente, porque se quejaba por lo incómodo que era<br />
la prótesis que cubría su paladar.<br />
Almendra, <strong>de</strong> repente, le dio un ataque <strong>de</strong> orina, por<br />
su etapa <strong>de</strong> menstruación. Tiíto, tengo que ir al trono. Por eso<br />
tuve que salir <strong>de</strong> mi escritorio y esperar en el escritorio <strong>de</strong><br />
Almendra, mientras por la puerta <strong>de</strong> cristal veía pasar los<br />
autos. <strong>En</strong> un unos segundos, apareció una señora con<br />
aspecto adolorido.<br />
Venía tocándose la mejilla hinchada. Un problema<br />
notorio <strong>de</strong> caries peliagudo.<br />
—Buenos días, señora. ¿Cuál es su problema?<br />
—OH, doctor. Amanecí con un fuerte dolor en la<br />
muela… <strong>En</strong> estos momentos me aflige mucho, doctor.<br />
—Muy bien. Acompáñeme…<br />
<strong>La</strong> llevé al consultorio. Se colocó en la silla <strong>de</strong>ntal.<br />
Moví el estante móvil, me puse la mascarilla y acerqué los<br />
instrumentos. Tomé el espejito <strong>de</strong>ntal y examiné con ella los<br />
dientes. Uy. Tenía el tercer moral totalmente picado. Esto<br />
requería a una endodoncia. Preparé las limas para sacar todo<br />
el tejido pulpar: la K y la <strong>de</strong> Hedstrom.<br />
67
<strong>En</strong> toda la operación <strong>de</strong> endodoncia, que duró hasta<br />
el mediodía, el diente murió y la señora quedó libre <strong>de</strong>l dolor.<br />
Ahora solo tenía que retener la hemorragia con algodón.<br />
—Gafias, fofor —me dijo ella.<br />
<strong>En</strong> el momento, que quiso saludarme, ella me<br />
permitió un segundo y estornudó. Luego, le estreche la<br />
mano. Ella salió <strong>de</strong>l consultorio, contenta y parecida a<br />
Quico.<br />
—Por fin, terminó el día <strong>de</strong> trabajo… —aspiré<br />
profundamente—. A ver… Debo marca la fecha en el<br />
calendario… 4 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 2009… Así que Od. Carlos Parleo<br />
Costumo, terminó tu hora <strong>de</strong> trabajar…<br />
Limpié todos los instrumentos <strong>de</strong>ntales, arreglé por<br />
aquí y por allá. <strong>En</strong> ese tiempo <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n, Almendra asomó la<br />
cabeza por la puerta y me dijo:<br />
—Tiíto, me voy. Tengo que ayudar a la abuelita en la<br />
casa… Chao, cuidado con el tráfico —me mandó un beso<br />
volado.<br />
<strong>La</strong>vándome las manos, hice el a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> recibir un<br />
beso.<br />
—Chao, hija.<br />
Tras eso, arreglé con lo faltado. Salí <strong>de</strong> ella y me<br />
regresé a mi <strong>de</strong>partamento.<br />
Pasé una tar<strong>de</strong> tranquila como cualquier sábado por<br />
la tar<strong>de</strong>. Comí pollo a la brasa pedido por <strong>de</strong>livery y vi unas<br />
cuantas películas. Cuando fui a la cama era como regresar <strong>de</strong><br />
mi consultorio… Estaba muy adolorido y no sabía porque.<br />
68
Seguro era el día… Bah… Así que me eché en mi cama a la<br />
medianoche.<br />
III<br />
Me levanté. Pero esta vez me costó mucho… Parecía como<br />
si niños invisibles estuvieran pisando todo mi cuerpo…<br />
Saltando sobre mí… Traté <strong>de</strong> ver el reloj, pero con un<br />
movimiento giratorio <strong>de</strong> mi cabeza parecía como si ella<br />
estuviera hecha <strong>de</strong> aire y mareo. Abrí más los ojos. Esta vez<br />
<strong>de</strong>finí bien mi <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado cuarto, pero el mareo persistía<br />
en verlo como un cuadro aún más horrendo. Me moví<br />
lentamente y parecía como si cama quería tragarme. Todo el<br />
cuerpo me dolía profundamente y me quemaba.<br />
Aspiré un poco <strong>de</strong> aire y sentí la nariz totalmente<br />
congestionada… Tragué mi saliva y era como si estuviese<br />
pasando una enorme piedra. Estaba tan <strong>de</strong>sesperado <strong>de</strong> salir<br />
<strong>de</strong> la cama, que di un movimiento brusco y sentí una náusea<br />
tremenda… Quedé turbado y vomité en mis sábanas…<br />
—No puedo tenerlo ahora…<br />
Tomé un poco <strong>de</strong> aire que me costó y me levanté <strong>de</strong><br />
la cama. Era como caminar sobre un piso resbaladizo con la<br />
cabeza perdida… Fui por un lado y me golpee con la<br />
pared… Estaba completamente nauseabundo…<br />
— ¿Dón<strong>de</strong> está…? —dije al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> quedarme<br />
inconsciente.<br />
Con la mirada mareada, encontré el panfleto, que<br />
siempre estaba pegado en el marco <strong>de</strong>l televisor. <strong>La</strong> arranqué<br />
69
porque era imposible caminar con ese estado… Acerqué los<br />
textos a los ojos…<br />
—Síntomas… Síntomas… —dije rebuscando. Para<br />
una persona sana la habrá encontrado en un santiamén.<br />
SINTOMAS<br />
Tos seca recurrente<br />
Fiebre alta (38-40º)<br />
Secreción frecuente <strong>de</strong> mucosa<br />
Dolor general<br />
Escalofríos<br />
Fatiga<br />
Dolor en los ojos<br />
Pérdida <strong>de</strong>l apetito<br />
Falta <strong>de</strong> aliento<br />
Vómito<br />
Diarrea<br />
—OH… p —con voz quebrada—. Estoy…<br />
infectado… ¿Cómo… me pu<strong>de</strong>… haber contagiado…?<br />
OH… <strong>La</strong> última paciente… <strong>de</strong> ayer… estornudó… OH…<br />
Como mi cuerpo no soportaba estar parado en un<br />
lugar, fui para un costado, pateando mis cosas y sentí esa<br />
tremenda náusea, que acabó en vómito…<br />
Con el cuerpo torpe y enfermo, busqué mi celular.<br />
Di giros lentos con la cabeza, escudriñando el aparato en<br />
medio <strong>de</strong> todo ese <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n… Después <strong>de</strong> unos segundos,<br />
lo encontré tirado bajo mi cama.<br />
70
—Buenos días, ¿en qué po<strong>de</strong>mos ayudarlo? —dijo la<br />
voz suave <strong>de</strong> una mujer.<br />
—Señorita… —dije—. Amanecí tremendamente<br />
mal… Siento un malestar general… Revisé los síntomas <strong>de</strong><br />
la gripe A (H1N1) y todo ellos coinci<strong>de</strong>n…<br />
—Correcto… ¿Cómo se llama, usted?<br />
—Carlos Parleo Costumo…<br />
—El número <strong>de</strong> su domicilio…<br />
—Calle Francia 452…, <strong>de</strong>partamento D2…<br />
Miraflores… Queda por los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong>l colegio Mater<br />
Purissima.<br />
—Señor Parleo, <strong>de</strong>be quedarse en un lugar don<strong>de</strong><br />
podamos verlo. El equipo <strong>de</strong> emergencias llegará a su<br />
domicilio en unos minutos… Por favor, no salga <strong>de</strong> la casa<br />
por ningún motivo, la gripe A (H1N1) es altamente<br />
contagiosa…<br />
—De acuerdo…, señorita —mi voz se interrumpió<br />
por un estri<strong>de</strong>nte tos.<br />
<strong>La</strong> señorita colgó.<br />
Me quedé parado. Hice una aventura para llegar al<br />
sillón <strong>de</strong> mi estancia, pero antes <strong>de</strong> sentarme, <strong>de</strong>jé la puerta<br />
<strong>de</strong> entrada entornada. Me tumbé sobre el sillón.<br />
IV<br />
El equipo <strong>de</strong> emergencia llegó a las 9:35. Me había<br />
levantado enfermo a las 9:15. Todo el equipo vino hacía mí,<br />
71
con mascarillas, examinándome, viendo mi pulso, haciendo<br />
todo lo necesario para ver mi estado <strong>de</strong> salud.<br />
—Su fiebre alcanza los 39º grados Celsius… —<br />
afirmó un hombre, con su voz amortiguada por la mascarilla.<br />
— ¡Traigan la silla <strong>de</strong> ruedas! —grito otro.<br />
Con el cuerpo como una gelatina, me hicieron sentar<br />
en la silla <strong>de</strong> ruedas. Lo que tenía encima era una mascarilla<br />
para respirar y un termómetro bajo la axila. Al salir al<br />
pasadizo, mis párpados estaban en un estado <strong>de</strong> ―ya no<br />
aguanto estar así‖. Cuando llegamos al final <strong>de</strong>l pasadizo, los<br />
<strong>de</strong> emergencia discutieron algo, hasta que vino lo peor. Me<br />
iban a bajar por el ascensor. OH, por Dios. Dos <strong>de</strong><br />
emergencia bajaron por las escaleras, y dos me acompañaron<br />
para entrar al ascensor. No podía haber mucho tumulto a mí<br />
alre<strong>de</strong>dor con el riesgo <strong>de</strong> contagio. <strong>En</strong>trando al ascensor,<br />
estaba seguro que iba a sufrir otra infección, que podría<br />
sumarse temporalmente a esto: la claustrofobia. Pero eran<br />
solo tres pisos abajo, pero la ansiedad se sumó a mí cuando<br />
las puertas <strong>de</strong>l ascensor se cerraron. Comencé a contar, 1, 2,<br />
3, 4…, cuando tenía la horrible sensación <strong>de</strong> que las cuatro<br />
pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l ascensor se ceñían ante mí…<br />
Humberto, saca a Carlitos <strong>de</strong> esa maleta… No puedo, se<br />
cerró por sí sola y el candado está oxidado… Ay, por Dios, ¿<strong>de</strong>s<strong>de</strong> qué<br />
hora estuvo encerrado ahí?…<br />
<strong>La</strong> ansiedad, al llegar a un punto pavoroso, las<br />
puertas <strong>de</strong>l ascensor se abrieron. Sentí el aire en mi piel y se<br />
calmó uno <strong>de</strong> esos, pero la gripe persistía, me martillaba,<br />
hacía lo suyo. Salimos <strong>de</strong>l lugar, con algunas personas <strong>de</strong><br />
72
casas vecinas mirándonos. Uno <strong>de</strong> emergencia, gritó a<br />
algunos curiosos que se acercaban.<br />
— ¡Por ningún motivo se acerquen o serán<br />
contagiados! ¡Sólo qué<strong>de</strong>nse en sus casas!<br />
Me subieron al carro <strong>de</strong> ambulancia y se inició el<br />
trayecto al hospital. Pero en ese momento le dije a los <strong>de</strong><br />
emergencia que sufría claustrofobia y me pusieron,<br />
<strong>de</strong>sesperados, algún analgésico que me calmó.<br />
V<br />
Abrí los ojos lentamente. Pensé que fue algún tipo <strong>de</strong><br />
pesadilla, pero me di cuenta que era real cuando tenía una<br />
mascarilla <strong>de</strong> aire en mi rostro. Estaba sobre una camilla, con<br />
el cuarto limpio y blanco, siendo iluminado por una tenue<br />
luz <strong>de</strong> sol. A mis lados, un montón <strong>de</strong> aparatos registraban<br />
mi estado, con unos pi, pi, pi, que molestaban mis oídos.<br />
Esta vez, no sentía los síntomas horriblemente.<br />
Estaba con un estado normal…<br />
Me di la vuelta y encontré mi celular en una mesita.<br />
<strong>La</strong> tomé y marqué el número <strong>de</strong>l celular <strong>de</strong> Almendra. Me<br />
saqué por un momento la mascarilla <strong>de</strong> aire.<br />
— ¡Tiíto, por Dios! —Escuché ruidos raros, a<strong>de</strong>más<br />
<strong>de</strong> su voz dulce—. ¡Cómo te encuentras! ¡Estuve muy<br />
preocupada! ¡Estuve esperando en la sala <strong>de</strong> espera, pero<br />
vine a McDonald‘s para comer algo! —Seguro había<br />
<strong>de</strong>rribado la hamburguesa, <strong>de</strong> puro nervios.<br />
—Estoy bien, hija. Creo que me pusieron muchos<br />
analgésicos para aliviar los síntomas…<br />
73
Tras eso, le comencé a contar la larga historia.<br />
<strong>En</strong> la pared <strong>de</strong> mi cuarto había un afiche no<br />
publicitario, <strong>de</strong> que medicamentos se usaba en el tratamiento<br />
contra la gripe. <strong>En</strong>tre ella estaba el Tamiflu (unas cápsulas<br />
bicolores: blanco y amarillo) y la Relenza, que era un pomo<br />
con una peculiar forma en cuña, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su nombre<br />
rezaba Zanamivir, sólo para inhalar.<br />
— ¡Por Dios, tiíto! ¡Ay, tiíto! —Sollozo—. Tuve<br />
mucho miedo. Pensé que muchas cosas feas…<br />
—Hija, no te preocupes. Ya estoy en tratamiento…<br />
—Pero tiíto, es que la enfermedad… —el tono <strong>de</strong> su<br />
voz se volvió muy severo—. No es fácil… Es muy<br />
complicado…<br />
Sé que no quería <strong>de</strong>cirme directamente. <strong>La</strong> gripe era<br />
tan mortal en ciertos casos, ocurrido en Estados Unidos,<br />
México y Argentina, países que estaban en los primeros<br />
puestos <strong>de</strong> la lista Víctimas <strong>de</strong> esta enfermedad pandémica.<br />
—Tiíto, informaron… que hay un caso mortal en el<br />
Perú. Es <strong>de</strong> una niña <strong>de</strong> 4 años que tenía síndrome <strong>de</strong><br />
Down… Ay, tiíto. Voy a rezar por ti… —dio un pequeño<br />
sollozo—. Ahora los familiares no pue<strong>de</strong>n acercarse a los<br />
infectados… Pero buscaré la manera para verte, tiíto… No<br />
quiero que te pase nada…<br />
Esas palabras casi me hicieron llorar… Era cierto,<br />
era como un padre para ella. Pero la gripe era tan seria que<br />
no había manera <strong>de</strong> justificar el daño que hacía. Mi hija colgó<br />
el teléfono, tras un prolongado sollozo. Me eché en la cama,<br />
74
acomodé la mascarilla <strong>de</strong> aire y me quedé mirando el techo,<br />
taciturno, inerte, sin compren<strong>de</strong>r lo que me pasaba ahora.<br />
Pasando los días, el televisor no paraba <strong>de</strong> proferir<br />
las noticias <strong>de</strong> la enfermedad y sus víctimas… Next channel…<br />
Next cannel…<br />
El 5 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 2009 se <strong>de</strong>tectaron 111 casos.<br />
Todos peruanos: 98 resi<strong>de</strong>ntes en Lima, 4 en el Callao, 5 en<br />
Cusco, 2 en Trujillo, 1 en Huánuco y otro en Madre <strong>de</strong><br />
Dios. Número <strong>de</strong> casos: 1027. Muertes: 2, ocurridas en<br />
Lima<br />
El 6 <strong>de</strong> Julio se <strong>de</strong>tectaron 43 casos, 35 en Lima,<br />
tres en Arequipa, 2 en el Callao y Chimbote y uno en<br />
Cajamarca elevándose a 1070 casos en el país.<br />
El 7 <strong>de</strong> Julio se <strong>de</strong>tectaron 65 nuevos casos <strong>de</strong> la<br />
nueva Influenza A (H1N1). Todos peruanos; 35 resi<strong>de</strong>ntes<br />
en Lima, 5 en Arequipa, 5 en <strong>La</strong> Libertad, 9 en el Callao, 4<br />
en Piura, 6 en Junín y 1 en Iquitos, elevándose a 1135<br />
casos en el país.<br />
El 8 <strong>de</strong> Julio se confirmaron 196 nuevos casos <strong>de</strong> la<br />
nueva Influenza A (H1N1). Todos peruanos; 183 resi<strong>de</strong>ntes<br />
en Lima, 1 en Arequipa, 1 en <strong>La</strong> Libertad, 6 en el Callao, 1<br />
en Ayacucho, 1 en Junín, 2 en Huánuco y 1 en Cusco,<br />
elevándose a 1331 casos en el país. A la vez, el MINSA<br />
informa que se registró la tercera muerte en el país, dada en<br />
el hospital <strong>de</strong> Yanahuara, en Arequipa.<br />
Power off… (…)<br />
75
Extraño usuario<br />
Cuando apreté la última letra y guar<strong>de</strong> el documento, salté <strong>de</strong><br />
mi asiento. Dando unas vueltas, me lancé sobre el sofá…<br />
—Por fin… —dije con los ojos cansados—. Por fin,<br />
termine el trabajo… Sólo faltará poner la hoja <strong>de</strong><br />
presentación y listo, libre.<br />
Me que<strong>de</strong> tirada en el sofá, contemplado el techo,<br />
inmersa en mis pensamientos, pensando un pronto futuro <strong>de</strong><br />
Socióloga. Sacudí mi cabeza y me levanté <strong>de</strong>l sofá. Fui a la<br />
computadora para entretenerme un poco… Inicié mi sesión<br />
en Live Messenger y también en el Hi5…<br />
<strong>La</strong> ventana <strong>de</strong> Messenger emergió en mi pantalla<br />
como una personita saludándome. Una advertencia, pequeña<br />
y azul me dijo con el tonito <strong>de</strong> siempre.<br />
Tiene 7 mensajes en su ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> entrada.<br />
—Dios, en todo un día recibí siete mensajes…<br />
Arreglé mi nick, cambie la foto que se mostraba por<br />
mi display y revisé mi ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> entrada don<strong>de</strong> encontré<br />
cartas locas <strong>de</strong> mis amigas, una invitación para una fiesta y<br />
una salida para el cine… Que vagos son estos, pensé.<br />
76
Estado: Conectada… (Tucutín). Para q sepan<br />
todos, ya termine mi trabajo, ok??? *-) <br />
De repente, el MSN se interrumpió con<br />
varios tucutín. Pablo me estaba diciendo un montón <strong>de</strong><br />
chistes. A pesar <strong>de</strong> que mi amiga, Andrea, terminó también<br />
su trabajo, inició una tesis psicológica por la<br />
conversación. Mi estado con ella: Aburridaza… Quería<br />
<strong>de</strong>scansar y tomarme un tiempo divertido. No comenzar<br />
otra investigación.<br />
Era cuando, apareció una <strong>de</strong> las personas más<br />
churras <strong>de</strong> la universidad, Omar. Aunque por el Messenger<br />
no se lo veía, no importaba, <strong>de</strong> igual manera su belleza se<br />
digitalizaba.<br />
El amor no se pue<strong>de</strong> buscar fácilmente JJJ dice:<br />
—Cristina, ¿qué haciendo por allí?<br />
Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />
Dice:<br />
—Por acá, tomando un <strong>de</strong>scanso, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber terminado<br />
un arduo trabajo q la profesora <strong>de</strong> History nos pidió…<br />
»Gracias a Dios…<br />
El amor no se pue<strong>de</strong> buscar fácilmente JJJ dice:<br />
—Qué bien…<br />
Tucutín. Alguien me habla. El nick no me parece<br />
conocido, pero me sigue hablando. Qué raro, me dije. Me fijo<br />
en la notificación y me sorprendo. No acepte a ningún Soy<br />
77
Alfa y Omega, cuando inicié mi sesión. Abrí la ventana <strong>de</strong><br />
conversación.<br />
Su display se había convertido en una ventanita negra,<br />
como si el usuario había activado su cámara web. Pero estaba<br />
completamente negra.<br />
Soy Alfa y Omega dice:<br />
Hola…<br />
¿Cómo te llamas?<br />
Le hablo sí o no. Seguro había sido un idiota que puso<br />
cualquier correo electrónico en el agregar un contacto y<br />
por suerte cayó con el mío. Sin embargo, esa ventanita negra<br />
me traía algo raro.<br />
dice:<br />
Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />
—Hola… Me llamo Cristina… ¿y tú?<br />
No respondió en un instante. Aunque podía conversar con<br />
Omar (que no paraba <strong>de</strong> escribirme), me que<strong>de</strong> esperando la<br />
respuesta <strong>de</strong>l extraño usuario… Su respuesta vino <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> quince segundos.<br />
Soy Alfa y Omega dice:<br />
—Alfa y Omega…<br />
78
Alfa y Omega… ¡Qué bonito! Sí me respondía con<br />
eso, seguro era un fanático a los vi<strong>de</strong>ojuegos, sacándome la<br />
abrupta conclusión que era un adolescente… No obstante,<br />
no tenía que apresurarme. Traté <strong>de</strong> sonar un tanto amigable<br />
y sacar mis conclusiones <strong>de</strong> manera más astuta.<br />
dice:<br />
dice:<br />
Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />
—Qué chévere. Seguro eres un programador <strong>de</strong> juegos…<br />
Soy Alfa y Omega dice:<br />
—No soy un programador <strong>de</strong> vi<strong>de</strong>ojuegos.<br />
Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />
—Ooh…<br />
Soy Alfa y Omega dice:<br />
—Pero soy fanático <strong>de</strong> ellos…<br />
»Hablando <strong>de</strong> ti, ¿cuántos años tienes?<br />
Mi suposición se comprobó por sí solo. Era un<br />
fanático <strong>de</strong> los vi<strong>de</strong>ojuegos. Ahora me preguntaba cuántos<br />
años tenía. Eso no me gustó. <strong>La</strong> ley <strong>de</strong> las chicas era jamás<br />
<strong>de</strong>svelar la edad, peor si era a un <strong>de</strong>sconocido. <strong>En</strong>tonces<br />
tenía que persuadir esa pregunta.<br />
dice:<br />
Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />
—Una edad muy aceptable para ser una señorita.<br />
Soy Alfa y Omega dice:<br />
79
— Una señorita<br />
Ese ―mmmm‖ me hizo pensar muchas cosas. ¿Estaba<br />
pensando? ¿¿Estaba <strong>de</strong>leitándose?? Lo bueno era que no<br />
revelé mi edad. Pero mi nombre si lo estaba, porque<br />
comenzó a llamarme así, <strong>de</strong> una manera muy intimidante.<br />
Como si tuviera otra cosa en mente.<br />
Soy Alfa y Omega dice:<br />
—Cristina, quisiera verte… Pue<strong>de</strong>s activar tu cámara web.<br />
Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />
dice:<br />
—¿¿Mi cámara web??? Está <strong>de</strong>scompuesto, amigo… Pero,<br />
porque no te muestras tú… Sólo veo una ventanita negra.<br />
Soy Alfa y Omega dice:<br />
—Es porque no me gusta la luz…<br />
Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />
dice:<br />
—Pero como quieres q te conozca si no te puedo ver, pues…<br />
Y pasó lo mismo. No me respondió en un instante.<br />
Me quedé mirando esa misteriosa ventanita negra, teniéndola<br />
como un insólito medio para ver a ese extraño usuario.<br />
Hablé con Omar por intervalos para esperar algo novedoso.<br />
Es don<strong>de</strong> sonó el tucutín <strong>de</strong> Alfa y Omega. Rápidamente<br />
abrí la ventana <strong>de</strong> conversación y me topé con un texto que<br />
<strong>de</strong>cía: ―Esto es lo que soy‖. Por la ventanita se veía<br />
justamente la pantalla <strong>de</strong> un televisor. Fuera <strong>de</strong>l marco, esa<br />
80
oscuridad impenetrable seguía ahí… Escuché gritos, que<br />
tensaron mis nervios. Por aquella ventanita, con la pésima<br />
calidad, el televisor proyectaba una especie <strong>de</strong> película. No<br />
reconocí la película, pero oí la frase escalofriante <strong>de</strong> la<br />
película Juego <strong>de</strong>l Miedo: ―Que empiece el juego‖. A pesar <strong>de</strong> que<br />
no se veía bien, los gritos distorsionados <strong>de</strong> los personajes <strong>de</strong><br />
la película me provocaba una mala intuición. Era un amante<br />
<strong>de</strong> las películas <strong>de</strong> terror…<br />
El televisor <strong>de</strong>sapareció en un borrón luminoso, y<br />
luego la ventanita se sumió en esa oscuridad, don<strong>de</strong> un fino<br />
contorno iluminado estaba sobre él. No podía ser posible<br />
que fuera un muchacho, porque el fino contorno lo <strong>de</strong>scribía<br />
mucho más <strong>de</strong>sarrollado.<br />
Soy Alfa y Omega dice:<br />
— ¿Qué opinas?<br />
Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />
dice:<br />
—Se nota que eres un amante <strong>de</strong> esas películas …<br />
Soy Alfa y Omega dice:<br />
—No soy un amante d esas películas.<br />
»Me encanta como <strong>de</strong>scuartizan a esas personas… y quisiera<br />
hacerlo <strong>de</strong> la misma manera contigo…<br />
Me que<strong>de</strong> pálida. Ese último texto erizó los pelos <strong>de</strong><br />
mi nuca y me hizo entrar un pánico inquietante. Cerré la<br />
ventana <strong>de</strong> conversación con él. Trate <strong>de</strong> buscar su correo en<br />
81
todas las listas <strong>de</strong> contacto, pero no lo hallaba. ¿Cómo es que<br />
se metió en mis contactos?<br />
De pronto, sonaron varios tucutín. Por el lado<br />
<strong>de</strong>recho <strong>de</strong> mi pantalla se llenó muchas notificaciones <strong>de</strong> él,<br />
uno sobre otro, con el nick cambiado: «El león encontró<br />
carne fresca». <strong>La</strong>s notificaciones <strong>de</strong>saparecieron, pero algo<br />
aterrada, le comenté a Omar.<br />
Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />
dice:<br />
—Omar, he estado recibiendo cosas feas <strong>de</strong> un extraño<br />
hombre por el MSN. Estoy asustada.<br />
El amor no se pue<strong>de</strong> buscar fácilmente JJJ dice:<br />
— ¿Qué dices? ¿Cómo? ¿Cómo es?<br />
Para q sepan todo, ya termine mi trabajo, ok???<br />
dice:<br />
—Te estoy diciendo q es extraño… No sé cómo es… Pero<br />
estoy recibiendo muchas notificaciones <strong>de</strong> él… Tengo miedo…<br />
El amor no se pue<strong>de</strong> buscar fácilmente JJJ dice:<br />
—<strong>En</strong>tonces salté <strong>de</strong> tu Messenger… Cierra tu sesión… Voy<br />
a ver si puedo ir a tu jato…<br />
Afirmé por esa tan fácil i<strong>de</strong>a. Me <strong>de</strong>spedí,<br />
insistiéndole que venga. Cerré todas mis conversaciones, y<br />
lleve el puntero al botón Cerrar sesión. Al oprimirlo, en mi<br />
pantalla salió una advertencia.<br />
82
Usted no pue<strong>de</strong> cerrar su sesión porque está<br />
manteniendo una conversación. Cierre todas sus<br />
conversaciones y vuelve a intentarlo.<br />
¡Qué! Tengo todas mis conversaciones cerradas, a<strong>de</strong>más<br />
nunca sale esa clase <strong>de</strong> advertencia al cerrar. Como no tenía<br />
nada que cerrar, oprimí el botón nuevamente, pero la<br />
advertencia salió.<br />
Tucutín. Salió una pequeña notificación, diciendo que<br />
él me estaba escribiendo. No quería revisar, pero mi<br />
computadora actúo como si tuviera un tremendo virus<br />
informático. <strong>La</strong> ventana <strong>de</strong> conversación se abrió y reveló un<br />
texto.<br />
El león encontró carne fresca, dice:<br />
—No pue<strong>de</strong>s cerrar tu sesión… es mejor que no lo hagas…,<br />
porque <strong>de</strong>jaré <strong>de</strong> verte y no quiero eso.<br />
—Ah. ¿Quieres verte? Mírate<br />
<strong>La</strong> ventanita <strong>de</strong> cámara web surgió <strong>de</strong> repente,<br />
revelando un monitor <strong>de</strong> computadora… Tenía el mismo<br />
aspecto <strong>de</strong> mi ventana <strong>de</strong> conversación, con la ventana <strong>de</strong> él<br />
proyectando más monitores <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> otro… Pero mi boca<br />
se abrió <strong>de</strong>l puro pánico, al ver que mi expresión<br />
aterrorizada, verse por una ventanita… Me estaba<br />
observando. ¡Me estaba observando!<br />
Abruptamente, fijé mi mirada en mi cámara web.<br />
Tenía la lucecita <strong>de</strong> power on encendida… Con la cara tiesa, y<br />
83
mis ojos <strong>de</strong>sorbitados clavados en la ventanita y mi<br />
expresión filmada, llevé mi <strong>de</strong>do directamente al CPU…<br />
Di un apagón general a mi computadora. Pero mi<br />
cámara web seguía encendida. Me agaché, <strong>de</strong>sconecte el<br />
alimentador principal, y mi cámara web por fin se apagó.<br />
Me quedé sentada, muerta <strong>de</strong>l susto. Este no era<br />
cualquier persona. Este era un hacker, porque interfirió en mi<br />
Messenger, activó mi cámara web sin mi conocimiento y…<br />
y… podía pasarse como yo…<br />
¡Make me feel like I can make it real…!<br />
El timbre musical <strong>de</strong> mi celular me pegó un<br />
tremendo susto que proferí un grito. Mirando por momento<br />
a la cámara web, fui a contestar.<br />
—Aló… —dije con voz quebrada.<br />
—Cristina —se escuchó la voz <strong>de</strong> mi amiga<br />
Emma—. ¿Estás bien? Omar vino a la universidad y me<br />
contó que estuviste recibiendo mensaje <strong>de</strong> un hombre raro.<br />
—Sí, amiga —y luego le conté toda la historia.<br />
—OH, mierda —chilló ella, preocupada y<br />
aterrorizada—. ¿Te vio? Esto es peligroso, Cristina, peor aún<br />
si es un hacker… <strong>En</strong> mi carrera me contaron que existe una<br />
categoría <strong>de</strong> hackers que lo llaman black hat, son unas clases<br />
<strong>de</strong> hackers muy astutos y pue<strong>de</strong>n meterse por Internet, las<br />
computadoras filtrando, alterando toda informática<br />
posible…<br />
—Ya me estás asustando más, Emma<br />
84
—Discúlpame, amiga. Pero es sólo para que enteres<br />
y tengas conocimiento. Ahora el mundo está inundando por<br />
la informática…<br />
Ahora sonó mi teléfono. Con Emma aún en línea,<br />
activé el altavoz para no sentirme sola, me acerqué al<br />
teléfono y contesté.<br />
—Aló…<br />
— ¿Te gusto cómo luciste frente a la cámara web?<br />
Aquella rancia voz hizo que gritara y colgará el<br />
teléfono <strong>de</strong> golpe.<br />
— ¿Qué paso? —Gritaba Emma—. ¡Cristina, qué<br />
paso!<br />
—Fue él… El extraño <strong>de</strong>l Messenger… —dije a<br />
punto <strong>de</strong> llorar. Crucé media estancia y me agazapé contra la<br />
pared.<br />
—Ay, Cristina… —dijo ella, horrorizada—. Este<br />
maldito es también un phreaker.<br />
— ¡Deja tus huevadas, Emma! ¡Estoy espantada! ¡No<br />
te conté que quiere hacer una cosa horrenda conmigo —<br />
mientras hablaba mi cabeza se movió por todo mi estancia,<br />
miré por mi ventana que estaba a mi lado y me fijé en un<br />
hombre que grababa con una cámara <strong>de</strong> mano <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su<br />
tragaluz— lo que sea…! ¡aaaaaaAAAAAHHHH!<br />
—¡¡Corre, Cristina!! —chilló Emma, sin saber si<br />
estaba en peligro.<br />
El terror me inundó por completo. No sé cómo<br />
tomé el pestillo <strong>de</strong> mi puerta, pero salí a la fría calle, con el<br />
85
cielo oscuro haciéndome acordar la ventanita negra. Los<br />
vecinos salieron <strong>de</strong> sus casas por los tales gritos que daba…<br />
—¡¡No <strong>de</strong>jes <strong>de</strong> correr!! —me <strong>de</strong>cía Emma.<br />
— ¡Qué te suce<strong>de</strong>, chica! —dijo una señora<br />
consternada, acompañada <strong>de</strong> unos adolescentes, que estaban<br />
con un rictus en sus labios.<br />
—Hay un chico… que está espiándome —dije con<br />
las palabras estropeadas por el terror—. Ahí… Ahí… —<br />
Apuntando el segundo piso <strong>de</strong> la casa, que estaba a dos <strong>de</strong> la<br />
mía.<br />
—<strong>La</strong> estuvo amenazando, señora —<strong>de</strong>cía Emma <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
mi celular.<br />
<strong>La</strong> señora me miraba con ojos escrutadores,<br />
pensando si era una buena broma hecha por jóvenes vagos.<br />
Los adolescentes que la acompañaban estaban al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la<br />
risa. Yo solamente lloraba y suplicaba que me ayudara. Sabía<br />
que podía ir corriendo, pero el horror me mantenía<br />
impotente, en un solo lugar.<br />
El vecindario se puso a mí alre<strong>de</strong>dor… Algunos<br />
viéndome con malos ojos y otros con lástima… <strong>La</strong> señora<br />
insistía a los <strong>de</strong>más que yo era una malcriada que jugaba con<br />
bromas. <strong>En</strong> eso, apareció Omar, junto a Emma. Ellos dos<br />
vinieron a mí a consolarme, tratando <strong>de</strong> calmarme, porque<br />
estaba muerta <strong>de</strong>l miedo.<br />
<strong>La</strong> policía llegó <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> tres minutos, junto a mi<br />
padre. Conté toda la historia, don<strong>de</strong> Emma y Omar trataban<br />
<strong>de</strong> apoyar, porque no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> balbucear. Cuando llegué a<br />
86
la parte don<strong>de</strong> vi al hombre, me preguntaron en dón<strong>de</strong>.<br />
Indiqué el tragaluz en el segundo piso <strong>de</strong> la casa.<br />
—Irrumpiremos en la casa —constató el policía.<br />
Con el vecindario alre<strong>de</strong>dor, los policías se pusieron<br />
frente a la puerta <strong>de</strong> la casa. Llamaron a la puerta, pero nadie<br />
abrió. Es don<strong>de</strong> entró la actitud brusca, como en las<br />
películas, se lanzaron contra la puerta y se abrió.<br />
Mis amigos, los dos policías, mi papá y yo entramos.<br />
Un tercer policía impidió que el vecindario se acerque<br />
mucho.<br />
<strong>La</strong> casa tenía una apariencia muy <strong>de</strong>sértica, como si<br />
nadie y nunca lo hubiese habitado alguien. Tenía muebles<br />
rotos, un olor fuerte a cigarro y algunos rastros <strong>de</strong> moho por<br />
todo el lugar. Des<strong>de</strong> ahí el bullicio <strong>de</strong>l vecindario venía<br />
amortiguado, aparte <strong>de</strong> un sonido raro que parecía provenir<br />
<strong>de</strong> la casa.<br />
Los policías iban <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros con unas<br />
linternas, mientras los haces <strong>de</strong> luz <strong>de</strong>velaban muchas cosas<br />
más como cables, tres monitores <strong>de</strong> computadora, una bolsa<br />
plástica llena <strong>de</strong> mouses <strong>de</strong>scompuestos, teclados y algunas<br />
cámaras web.<br />
Aunque estaba con mi padre, mis amigos y los<br />
policías, tenía escalofríos.<br />
Llegamos a un lugar profundo <strong>de</strong> la casa don<strong>de</strong><br />
encontramos una escalera <strong>de</strong> caracol, oxidada y solitaria.<br />
Lentamente, comenzamos a subir. Ahora se podía escuchar<br />
el raro ruido proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la casa. Venía <strong>de</strong>l segundo piso.<br />
87
—Me amenazó… Me dijo que me iba a matar… Dijo que<br />
el león tiene carne fresca… Tengo miedo…<br />
<strong>En</strong>cima <strong>de</strong> nosotros, al final <strong>de</strong> la escalera, había una<br />
salida por don<strong>de</strong> se veía entrar una luz parpa<strong>de</strong>ante.<br />
Cuando surgimos por la salida, nos encontramos en<br />
un cuarto repleto <strong>de</strong> cuatro monitores <strong>de</strong> computadora,<br />
muchos accesorios para informática, una consola, cámaras<br />
web. <strong>En</strong> cada monitor proyectaba un escritorio repleto <strong>de</strong><br />
iconos <strong>de</strong> programas sofisticados y extraños. <strong>En</strong> una pared<br />
estaba el enorme tragaluz don<strong>de</strong> él había estado espiándome.<br />
El problema es que el extraño no estaba, <strong>de</strong>sapareció,<br />
esfumándose, como si se hubiese metido a la Internet y<br />
tendría como <strong>de</strong>stino un lugar <strong>de</strong>sconocido. <strong>La</strong>s cosas físicas<br />
que <strong>de</strong>jó eran unos lentes solares, unas revistas pornográficas<br />
y un vaso medio lleno <strong>de</strong> Coca Cola.<br />
Los policías examinaron todo el cuarto, <strong>de</strong> polvo en<br />
polvo. No obtuvieron nada, sólo muchos objetos <strong>de</strong><br />
informática…<br />
De repente sonó un tucutín <strong>de</strong>l Messenger,<br />
inmensamente fuerte, que nos pegó un susto a todos. Los<br />
monitores mostraron una pantalla completamente roja,<br />
tiñendo a su vez la habitación, con un símbolo <strong>de</strong> un rostro<br />
amarillo macabramente feliz, con los ojos rojos y<br />
<strong>de</strong>sorbitados, una amplia sonrisa y con una frase<br />
espeluznante que hasta se oyó.<br />
—El hacker nunca se <strong>de</strong>ja ver, pero sus productos sí —<strong>de</strong><br />
los parlantes salió una voz distorsionada, difícil <strong>de</strong><br />
reconocer.<br />
88
<strong>La</strong>s pantallas rojas <strong>de</strong>saparecieron para mostrar<br />
rostros distorsionados <strong>de</strong> chicas, don<strong>de</strong> el horror llenaba su<br />
expresión. <strong>La</strong> última fue mía, filmada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> él,<br />
directamente <strong>de</strong>l tragaluz. Me vi corriendo hacia la puerta,<br />
muerta <strong>de</strong>l pánico, mientras una risa maquiavélica traía <strong>de</strong><br />
fondo. Me apegué a mi padre <strong>de</strong>l puro susto.<br />
Después, los monitores volvieron a la pantalla roja.<br />
Inmediatamente se escucharon diferentes sonidos, propios<br />
<strong>de</strong> Windows, pero se entremezclaban y algunos parecían<br />
hechos por pequeños diablillos. Me quedé mirando las<br />
pantallas, hipnotizada, llena <strong>de</strong> algo…<br />
Rápidamente, todo sucedió en segundos. Una bola<br />
<strong>de</strong> cristal <strong>de</strong> discoteca surgió <strong>de</strong> no sé dón<strong>de</strong>. Producía una<br />
trayectoria peligrosa, directa a nosotros. Empujé a mi padre<br />
contra un costado. Emma se lanzó contra Omar, mientras<br />
<strong>de</strong>saparecían escaleras abajo. Los policías trataron <strong>de</strong> evitar<br />
la bola, pero inmensamente inútil, porque los golpeó,<br />
enviándolos contra las computadoras.<br />
<strong>La</strong> bola emitió un silbido cristalino en su rápido<br />
trayectoria, hasta que impactó contra la pared. Los añicos <strong>de</strong><br />
cristal volaron por todas partes, como dardos <strong>de</strong>liberados.<br />
Unos cayeron sobre los policías que trataron <strong>de</strong><br />
incorporarse. Otros lastimaron a mi papá y a mí…<br />
Con los brazos lastimados por los vidrios, me fijé en<br />
la pantalla <strong>de</strong> una computadora, la única intacta, con el<br />
símbolo <strong>de</strong> aquel sujeto, aquel extraño usuario.<br />
89
Pásame las pops<br />
— ¿No po<strong>de</strong>mos conseguir solo el paco? —dijo Monse.<br />
Estaba apegado contra la pared con el rostro inundado por<br />
las ojeras, la piel amarilla, ataviado con un polo <strong>de</strong> Bob<br />
Marley y unos jeans rasgados.<br />
— ¡Estás huevón, Monse! —le regaño Breamaqui,<br />
completamente intranquilo—. El paco tiene mala facha, es<br />
horrible… <strong>La</strong> pop es más bacán…<br />
Breamaqui vino corriendo y le dio una patada a<br />
Monse.<br />
—Vamos, cabrón —Monse salió <strong>de</strong>spedido al<br />
pasadizo.<br />
Bajaron la escalera y llegaron a la sala pituca. No<br />
había rincón en esa casa que no estuviese ocupado por una<br />
pequeña huella <strong>de</strong> un artículo <strong>de</strong> tecnología <strong>de</strong> punta, como<br />
el enorme televisor <strong>de</strong> plasma. El viejo <strong>de</strong> Monse estaba<br />
sentado en unos <strong>de</strong> los sofás, leyendo un periódico<br />
sensacionalista con una primicia: ―Marido <strong>de</strong>capita a su mujer<br />
con una tenazas‖ y la vieja estaba lavando los platos.<br />
El viejo <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> leer en ese momento, cuando<br />
aparecieron los tres. Miró por encima <strong>de</strong> sus cuadrados<br />
90
lentes, pero no dijo ni mierda, sólo examinó con esos ojos<br />
escrutadores pelo y caracha <strong>de</strong> los chicos.<br />
—Pobre si llegas tar<strong>de</strong> —dijo al fin su viejo, con<br />
aspecto inexpresivo.<br />
Monse sólo asintió. Los chicos dijeron vagamente<br />
―Hasta luego, señora…‖. Y tras una tensión, salieron a la<br />
calle y cerraron la puerta tras ellos.<br />
—Te cuidan como un llullo cagón —espetó<br />
Breamaqui.<br />
—Me importa un carajo lo que dicen.<br />
—Monse, chochera, pata <strong>de</strong>l alma —dijo Troncho,<br />
colocando su brazo alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su cuello, <strong>de</strong>jando a un lado<br />
a Breamaqui—, no te ases. Sólo es una broma… Broma <strong>de</strong><br />
patas…<br />
— ¡Oe, huevón, <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> tus mariconadas que me das<br />
bicicleta! —Bramó Breamaqui <strong>de</strong>s<strong>de</strong> atrás, dando una patada<br />
a Troncho, que le hizo sobresaltar—. ¿Cómo hacemos para<br />
conseguir la mercancía?<br />
— ¡Oe, sí, chochera: la mercancía…! ¡Trolón me dijo<br />
que esta por el centro, cerca al malecón!<br />
— ¿Por el bulevar? —Breamaqui se mostró<br />
incrédulo—. ¡Oe, tú estás bien cojudo! El serenazgo pue<strong>de</strong><br />
pillarnos…<br />
—Queda por ahí… —trató <strong>de</strong> calmarlo. Breamaqui<br />
era un irascible—. Está por abajo… por las zonas don<strong>de</strong><br />
esas malezas… por ahí… ¿Te ubicas?<br />
Breamaqui sólo se quedó mirándolo. Luego puso<br />
todo esa mirada en Monse.<br />
91
—Monse es un maricón que hasta es caña monse…<br />
Si por su culpa nos pillan…<br />
—Deja <strong>de</strong> hablar huevadas, Brea —se <strong>de</strong>fendió<br />
Monse—. Tú también eres un cabrón. El otro día casito nos<br />
pillan por tu culpa en el bulevar.<br />
Breamaqui reaccionó y fue contra él. Troncho<br />
intervino.<br />
—No te metas con Brea. — dijo Troncho, que era<br />
más alto que los dos.<br />
Llegaron a la Plaza <strong>de</strong> Armas <strong>de</strong> Iquitos. El escenario<br />
<strong>de</strong> ese día estaba un ambiente <strong>de</strong> chibolitos, chillando por<br />
allá, corriendo para pedir un helado o una bolsita <strong>de</strong><br />
palomitas. <strong>La</strong>s señoras nos miraban con ojos impasibles,<br />
examinándolos. Pero la mayoría <strong>de</strong> ellas se fijaban en el<br />
aspecto enfermo <strong>de</strong> Breamaqui, con su aire <strong>de</strong> hombre<br />
fornido y que espantó a algunos chibolitos. Caminaron todo<br />
bacanes hasta el otro extremo <strong>de</strong> la Plaza <strong>de</strong> Armas, frente a<br />
la Casa <strong>de</strong> Fierro. Cruzaron la pista con esos mismos pasos,<br />
llegaron al bulevar.<br />
— ¿Dón<strong>de</strong> es? —preguntó Breamaqui, disimulando,<br />
porque había polis cuidando cerca.<br />
—Por allí —llegaron a un balcón, se apoyaron todos<br />
bacanes. Miraron al oscuro río Amazonas…—. ¿Ves esas<br />
lucecitas?<br />
A lo lejos unos puntos luminosos por la orillas <strong>de</strong>l<br />
río Amazonas se impregnaron en la visión.<br />
— ¿Qué coju<strong>de</strong>zas hay ahí?<br />
Troncho chasqueó la lengua.<br />
92
—Ahí está la mercancía… —dijo impaciente,<br />
sonando obvio para que estaban viniendo aquí.<br />
Troncho se a<strong>de</strong>lantó. Breamaqui se quedó a la misma<br />
distancia <strong>de</strong> Monse. Llegaron al lugar principal <strong>de</strong>l bulevar,<br />
don<strong>de</strong> los cómicos ambulantes, chibolitos, lustradota y<br />
muchas personas pasaban una noche diferente y diferente al<br />
<strong>de</strong> ellos. Doblaron a la <strong>de</strong>recha y bajaron por una escalinata<br />
larga que llevaban a otro nivel <strong>de</strong>l bulevar. <strong>La</strong>s suelas <strong>de</strong> las<br />
zapatillas comenzaron a sonar al ritmo <strong>de</strong> las pisadas.<br />
Pasando por más personas, pero <strong>de</strong> poca presencia,<br />
llegaron a un pasaje don<strong>de</strong> la luz venía muy débil. Había un<br />
olor penetrante a orine y maleza, chirridos <strong>de</strong> grillos y chicos<br />
escondidos besándose a pleno.<br />
—Aquí —dijo Troncho. Estábamos a medio camino<br />
<strong>de</strong>l pasaje. Él se apoyo sobre el balcón y miro hacia abajo.<br />
Breamaqui y Monse hicieron lo mismo.<br />
<strong>En</strong> frente <strong>de</strong> ellos se ampliaba la visión con un<br />
panorama oscuro e iluminado por la luna. Bajo el balcón<br />
había un sen<strong>de</strong>ro levemente marcado que se iba a perdiendo<br />
en la distancia en la amplia orilla, que siempre se formaba<br />
cuando bajaba su nivel <strong>de</strong> caudal.<br />
—Hay un guachimán por allá —indicó Breamaqui<br />
hacia un enorme bungalow, más allá <strong>de</strong>l pasaje, sostenido<br />
por vigas. Bajo ella, el guachimán estaba paseándose con su<br />
cachiporra.<br />
El trío se trepó encima <strong>de</strong>l balcón y cayó sobre la<br />
tierra. Se agacharon, aprovechando que había arbustos.<br />
Bajaron una empinada cuesta a través <strong>de</strong>l sen<strong>de</strong>ro.<br />
93
Aquí, la única fuente <strong>de</strong> luz era la luna. Ahora el sen<strong>de</strong>ro se<br />
quedó envuelto por altas malezas que sobrepasaba a<br />
Troncho, dando la impresión que estaban corriendo en un<br />
campo <strong>de</strong> trigo. Atrás <strong>de</strong> ellos, el bulevar se distanciaba.<br />
— ¿Cómo tuvieron la cojuda i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> hacer el club<br />
por esta zona? —se preguntó Brea.<br />
—No sé —respondió Troncho—. Después <strong>de</strong> una<br />
semana <strong>de</strong> búsqueda, damos con este lugar.<br />
— ¿Qué va a ver por allá? ¿Algo más que la<br />
mercancía?—dijo Monse.<br />
—Un pequeño tono con pops, hembritas preparadas<br />
para una noche y más pops —dijo Troncho con un tono<br />
ansioso.<br />
—Que rico, hembritas —<strong>de</strong>leitó Brea, mordiéndose<br />
el labio.<br />
Monse sonrió ante ese panorama.<br />
Con los pies adormecidos, oliendo la maleza y siendo<br />
picados por algunos mosquitos, se escuchó una distante<br />
música, cargado <strong>de</strong> rock, metal, quejidos femeninos y una<br />
lujuria <strong>de</strong>sbordante.<br />
Troncho sonrió y salió <strong>de</strong> ese sen<strong>de</strong>ro, luego Brea y<br />
Monse. El escenario era <strong>de</strong> extrema orgía y pops. Trolón, el<br />
amigo <strong>de</strong> Troncho, estaba sentado en el suelo, con el pecho<br />
<strong>de</strong>snudo y un vidrio don<strong>de</strong> había líneas blancas. Estaba con<br />
el rostro lleno <strong>de</strong> ojeras, un aspecto sucio y el pelo<br />
alborotado. Mientras tres velas iluminaban pobremente el<br />
lugar.<br />
94
—Hola, pata —dijo Troncho saludándolo. Este<br />
levantó una mano temblorosa y la estrechó.<br />
Monse se quedó con la mirada hipnotizada don<strong>de</strong><br />
unos dos chicos y una chica, metidos en un fardo <strong>de</strong> ropas,<br />
tenían una orgía. <strong>La</strong> chica le lanzaba guiños libidinosos a<br />
Monse.<br />
— ¿Cuánto me das por cuatro líneas? —preguntó<br />
Troncho.<br />
Trolón aspiró una línea <strong>de</strong> pops, con una aspiración<br />
sonora. Levantó la mirada y se rascó la nariz. Con la cabeza<br />
echada por un lado y la boca medio abierta dijo:<br />
—Nunca me pediste cuatro líneas —hizo sonar su<br />
nariz nuevamente—. Pero si lo quiere te costará sesenta<br />
cocos…<br />
— ¿Sesenta cocos?<br />
—Sesenta cocos.<br />
—No podías rebajar algo…<br />
Trolón cerró los ojos como si esas palabras lo<br />
hubiesen ofendido. Sacudió la cabeza lentamente y se quedó<br />
mirando a Troncho.<br />
—Pagas o no pagas…<br />
—Dale —dijo Breamaqui.<br />
—Pero…<br />
—Dale los sesenta cocos…<br />
—Cuncha su mare… Pásame las pops —maldijo<br />
Troncho. Llevó su mano al bolsillo <strong>de</strong> sus jeans y sacó<br />
sesenta soles. <strong>En</strong>tregó a Trolón que lo recibió<br />
embriagadamente admirado.<br />
95
—Te rebajaría si el negocio no fuera así, Troncho —<br />
explicó Trolón. Agarró su mochila y sacó una bolsita llena <strong>de</strong><br />
un polvo blanco—. Te prestaré mi espejo, porque no trajiste<br />
el tuyo. —Con cuidado colocó cuatro líneas <strong>de</strong> pops, al<br />
costado <strong>de</strong> las seis líneas <strong>de</strong> Trolón.<br />
Breamaqui se junto con Troncho y compartieron las<br />
líneas. Monse no se acercó a ellos, sólo se quedó mirando a<br />
la chica.<br />
— ¡Monse, ven aquí! —Llamó Troncho—. ¡Prueba<br />
una línea!<br />
Monse se acercó a Troncho, mientras Breamaqui se<br />
alejó <strong>de</strong> nosotros y <strong>de</strong>sapareció entre las malezas con una<br />
chica.<br />
— ¡Vamos, prueba!<br />
Monse se agachó, sostuvo el tubo <strong>de</strong> lapicero y<br />
aspiró la línea <strong>de</strong> una sola. Su cuerpo se lleno <strong>de</strong> una<br />
repentina sensación. Sintió como si el aire atravesará su<br />
cuerpo y lo <strong>de</strong>jará flotar en una euforia maldita. Con las pops<br />
haciendo efecto, posó otra vez la mirada sobre la chica.<br />
Troncho también <strong>de</strong>sapareció por entre la maleza<br />
don<strong>de</strong> salió Breamaqui. Monse se quedó mirando el espacio,<br />
con las drogas haciéndole efecto, <strong>de</strong> pies a cabeza.<br />
— ¿Cuánto años tiene, chochera? —preguntó<br />
Trolón, perdido en su mundo drogado.<br />
—16 —contestó.<br />
Trolón hizo un mohín.<br />
—Recién estás entrando a la juerga… ¿Sabes qué te<br />
recomiendo, pata? No <strong>de</strong>jes que esos idiotas te dominen…<br />
96
Son unos hijos <strong>de</strong> puta… <strong>La</strong> última vez, Troncho y<br />
Breamaqui, esos cabrones, trajo a un marica… No sé qué<br />
hicieron con él… Pero…, por poquito, esos concha sumares<br />
no me <strong>de</strong>latan… El brócoli fue a su casa con un problema<br />
en el culo…<br />
Él se rió. Monse sólo se quedó mirándolo.<br />
—Los viejos <strong>de</strong>l brócoli acusaron a Troncho y<br />
Breamaqui… Al fin <strong>de</strong> cuentas, el brócoli dijo pura finta…<br />
Sabía que si <strong>de</strong>lataba él quedaba frío…<br />
— ¿Qué hizo?<br />
—Mintió que tenía una huevada <strong>de</strong> hemorroi<strong>de</strong>s…<br />
Eso le salvó… Hasta ahora… No sé qué hay <strong>de</strong> su vida <strong>de</strong><br />
ese marica…<br />
Monse rió. Con los ojos parpa<strong>de</strong>ando por turnos,<br />
sacó veinte soles <strong>de</strong> su bolsillo.<br />
—Pásame más… Una línea…<br />
—Ya estas siguiendo el ritmo, chochera<br />
Sacó la bolsita con el polvito blanco y colocó una<br />
línea. Monse con el tubo <strong>de</strong>l lapicero aspiró por completo<br />
toda la línea. Luego volvió a ver a la chica, que seguía en su<br />
rito sexual.<br />
—No la mires mucho, chochera<br />
Monse volteó a Trolón. Hizo un rictus embriagado.<br />
Los párpados le pesaban, pero el efecto era tan exquisito que<br />
quería más. Se levantó <strong>de</strong> ese lugar, <strong>de</strong>jando a Trolón<br />
inmerso en un trance enfermizo, escuchando la música<br />
metal. Se acercó a la maleza por don<strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecieron<br />
Troncho y Breamaqui. Escuchó muchas cosas que provenían<br />
97
<strong>de</strong> ahí. Dando un traspié, se abrió entre ella y se encontró<br />
frente a un pequeño charco. A la orilla estaba Troncho y<br />
Breamaqui, con el cuerpo <strong>de</strong>snudo brillando bajo la luz <strong>de</strong> la<br />
luna, mientras la chica se embriagaba con sexo a lo bestia.<br />
Se quitó el polo, mientras se reunía a ese rito.<br />
— ¿Dón<strong>de</strong> vistes a esos chicos?<br />
—Se bajaron por el balcón —dijo el chico. Agarraba<br />
por la mano a su enamorada totalmente perdida en esa<br />
conversación—. Sólo bajaron y <strong>de</strong>saparecieron.<br />
— ¿Desaparecieron? —frunció el ceño el sereno.<br />
Volteo hacia el panorama oscuro <strong>de</strong>l río Amazonas.<br />
Examino el balcón y un notorio sen<strong>de</strong>ro marcado.<br />
—Esos malandrines… —espetó el otro sereno.<br />
—Llama a los otros —dijo el primero—. Creo que<br />
tenemos otros caso como <strong>de</strong>l otro día…<br />
El segundo llevó la radio a su boca. Tenía un tic en<br />
los ojos.<br />
—Pérez, llamando a todos, tenemos un problema<br />
por aquí. Vengan a la planta baja <strong>de</strong>l bulevar, cerca <strong>de</strong><br />
Anaconda… cambio<br />
Alejó la radio y la voz <strong>de</strong> otro guachimán salió <strong>de</strong><br />
ella.<br />
—<strong>En</strong>tendido. Vamos por allá, cambio.<br />
—Estos chibolos me tienen cojudo… —le dijo a su<br />
amigo, procurando que la pareja no le oyera—. Todos los<br />
días hay un caso como esto.<br />
98
Dentro <strong>de</strong> un rato, aparecieron tres serenos más.<br />
Todos ellos con cara <strong>de</strong> curiosos, intentando averiguar cuál<br />
era el nuevo problema. Uno <strong>de</strong> ellos se fijo en la presencia<br />
<strong>de</strong> la pareja apartada <strong>de</strong>l grupo.<br />
—Ahora qué suce<strong>de</strong>, Solsol —dijo el guachimán<br />
corpulento.<br />
—Saavedra, parece que tenemos otro caso <strong>de</strong><br />
malandrines… —explicó Salinas. Se acercó al balcón, con<br />
ojos completamente inspectores. Apuntó al sen<strong>de</strong>ro—. Ves<br />
ese caminito… Creo que bajaron por ahí…<br />
—Salinas, ese camino siempre estuvo ahí. Los<br />
muchachos bajan para jugar en una cancha que esta por<br />
ahí… —contradijo un guachimán que apuntó el caminito<br />
con su cachiporra.<br />
— ¿A esta hora? —dijo tajante.<br />
Salinas estaba seguro que había algo más en esa<br />
maldita oscuridad. Solsol volteó hacia la pareja.<br />
— ¿Cuántos eran?<br />
— ¿Cómo?<br />
— ¿Cuántos eran?<br />
—Eran tres… —<strong>de</strong>scribió el joven—. Uno era alto y<br />
flaco y llevaba un polo negro; el otro era muy musculoso y<br />
tenía mala cara; y el último era un chibolo algo tímido…<br />
como <strong>de</strong> 16 o 17 años…<br />
Solsol se quedó mirándolo, luego puso los ojos sobre<br />
sus acompañantes y regresó a Salinas.<br />
—Vamos…<br />
99
Los cinco serenos se treparon por el balcón.<br />
<strong>En</strong>cendieron sus linternas, mientras el bullicio nocturno<br />
compuesto por grillos, la luz plateada <strong>de</strong> la luna y el<br />
horizonte oscuro <strong>de</strong>l Amazonas parecían no compren<strong>de</strong>r<br />
aquella situación.<br />
Bajaron por una empinada cuesta con la ayuda. <strong>La</strong><br />
caminata duró mucho tiempo, pero no era <strong>de</strong> esperar que las<br />
circunstancias se presentaran súbitamente. Llegaron hasta<br />
cierto punto don<strong>de</strong> todo el bulevar se le <strong>de</strong>scribía como un<br />
barco brillante, perdido en la <strong>de</strong>riva.<br />
—Esperen… Escuchan eso… —intuyó Salinas,<br />
<strong>de</strong>teniendo la fila.<br />
Solsol movió la cabeza <strong>de</strong> un lado para otro, tratando<br />
<strong>de</strong> oír. <strong>En</strong>trecerró los ojos por un momento. Miró a Salinas y<br />
luego a los <strong>de</strong>más que también hacia lo mismo. Con al<br />
aspecto <strong>de</strong> total intriga, asintieron. <strong>En</strong>cima <strong>de</strong> esa alta<br />
maleza, una luz surgía entre ella, iluminando algunos árboles<br />
cercanos. A juzgar por su parpa<strong>de</strong>ante iluminación, <strong>de</strong>bía<br />
estar alumbrado con velas. Sin embargo, ahora si se<br />
escuchaba la música metal muy claramente.<br />
—Vamos… No hagan bulla…<br />
Dieron pasos largos, procurando no hacer pisadas<br />
sonoras. <strong>La</strong> maleza se abrió entre ellos… <strong>La</strong> música estaba<br />
más cerca; la luz <strong>de</strong> esas velas se intensificaba… Ahora<br />
acompañado <strong>de</strong> quejidos… Un olor fuerte a plástico<br />
quemado… <strong>La</strong> maleza se abría ante ellos…<br />
100
—Cuncha su mare… —Un muchacho se levantó <strong>de</strong><br />
pronto, <strong>de</strong>rribando lo que tenía encima. Tenía el pecho<br />
<strong>de</strong>snudo.<br />
—Ven, pedazo <strong>de</strong> mierda, no te me vas…<br />
Salinas corrió tras él. El muchacho gateó por el suelo,<br />
aferrándose a cualquier cosa para impulsarlo y <strong>de</strong>saparecerlo.<br />
Solsol y los <strong>de</strong>más fueron contra la chica y dos chicos… <strong>La</strong><br />
chica forcejeó, mientras los chicos estaban amordazados…<br />
— ¡Puta su mare! —Maldijo Salinas—. Se escapó…<br />
<strong>La</strong> cortina <strong>de</strong> malezas comenzó a sonar. Todo el<br />
ambiente posó su mirada, mientras <strong>de</strong> allí surgieron tres<br />
muchachos en calzoncillos y una jovencita con el pecho<br />
<strong>de</strong>snudo. Cuando cayeron en la cuenta, se pusieron pálidos,<br />
putearon lo que sea y echaron a correr.<br />
Uno <strong>de</strong> ellos tumbó a la chica. Un seno se raspó en<br />
el suelo y comenzó a sangrar.<br />
Saavedra, agarrando a la chica, y Salinas fueron tras<br />
ellos… Se internaron otra vez en la maleza y oyeron en eco,<br />
a los chicos pateándose entre ellos.<br />
Salieron a un terreno medio pantanoso, dominado<br />
por un pequeño charco. <strong>La</strong> silueta <strong>de</strong> los chicos se<br />
contorneó a la luz <strong>de</strong> la luna. Estaban echando a correr,<br />
ro<strong>de</strong>ando el charquito, llevando sus ropas en la mano.<br />
—Síguelos…<br />
Salinas ro<strong>de</strong>ó el charquito, taciturno, reflejando la<br />
luna. Dio un traspié en el barro y entró nuevamente a otra<br />
zona <strong>de</strong> malezas. Sintió que los insectos golpearon contra su<br />
cara.<br />
101
— ¡Cuncha su mare, por tu culpa nos vieron!<br />
—No me eches la culpa, cabrón<br />
—Estas jodido.<br />
— ¡Mierda, déjalo! ¡Vamos!<br />
Una zambullida se oyó, seguida <strong>de</strong> puñetazos.<br />
—Toma… Toma… Toma… Que te que<strong>de</strong> grabado,<br />
maricón<br />
Se escuchó golpe tras golpe, mientras Salinas echo a<br />
corre más. ¿Eran simplemente muchachos? Cuando surgió<br />
entre la maleza, su pregunta quedó respondida.<br />
Un chico fornido estaba dando golpizas a un<br />
flacuchento, en la orilla <strong>de</strong> un charco mucho mayor. Este no<br />
se <strong>de</strong>fendía. Escuetamente se tapaba con los brazos y recibía<br />
cada uno <strong>de</strong> los puñetes.<br />
Salinas, encendió rápidamente su linterna y proyectó<br />
don<strong>de</strong> ellos. El fornido, miró pálido y con las cejas ceñudas<br />
se echó al agua. El flacuchento se movió <strong>de</strong> su posición…<br />
— ¡Déjame, mierda!<br />
Salinas le agarró <strong>de</strong> los cabellos. Apagó la linterna,<br />
<strong>de</strong>spués que esta <strong>de</strong>jaba distinguir a los dos muchachos<br />
escapándose hacia el otro lado, perdiéndose entre más<br />
escabrosidad.<br />
Estaba sentado en la comisaría. Cabizbajo, con la<br />
cara lleno <strong>de</strong> moretones, el labio roto y una ceja estropeada.<br />
Miró por intervalos a la calle, esperando que en cualquier<br />
maldito tiempo sus padres aparecieran. El policía llamado<br />
Salinas le había preguntado. Él no respondió, solamente se<br />
quedo cabizbajo. Y siguió así… Y siguió así…<br />
102
—Buenas noches<br />
Su padre entró a la comisaría, seguida <strong>de</strong> su madre.<br />
Miró a su hijo con unos ojos llenos <strong>de</strong> furia, enrojecidos,<br />
impotentes. Su madre no quiso acercarse, porque el padre no<br />
se lo permitió. Salinas se acercó don<strong>de</strong> ellos y preguntó si era<br />
su hijo.<br />
—Desgraciadamente —respondió el padre, haciendo<br />
temblar el rostro.<br />
Andrés se agachó y comenzó a sollozar. Estaba seguro que<br />
su padre le iba a sacar la mierda. Salinas sólo miró<br />
impertérrito y contó lo sucedido. Cuando llegó al momento<br />
<strong>de</strong> las drogas y el sexo, el padre parpa<strong>de</strong>ó duramente y la<br />
madre se llenó <strong>de</strong> vergüenza.<br />
—Le pediría, por favor, que lleve a su hijo al hospital<br />
—aconsejó Salinas.<br />
—Usted no es nadie para <strong>de</strong>cir que hacer con… este<br />
malagra<strong>de</strong>cido —espetó. El personal <strong>de</strong> la comisaría levantó<br />
la mirada. Salinas trató <strong>de</strong> intervenir—… Usted ya cumplió<br />
con su trabajo, comisario. Vamos… Muévete…<br />
Andrés se levantó <strong>de</strong> la butaca, muerto <strong>de</strong>l miedo y<br />
mantuvo una distancia. Salinas no intervino, pero se quedó<br />
mirando con un rostro impasible. Salió a la fría noche, con<br />
los ojos <strong>de</strong> los curiosos mirando en Andrés. Era una<br />
vergüenza maldita.<br />
Su padre se acercó al Volkswagen y se metió, dando<br />
un portazo <strong>de</strong>smedido. Su madre solamente entró con los<br />
ojos enrojecidos en el asiento copiloto.<br />
103
Andrés entró y cerró rápidamente la portilla. Los curiosos ya<br />
estaban hablando huevadas.<br />
El escarabajo arrancó. El trayecto fue tenso, absorto.<br />
El padre estaba tan tieso <strong>de</strong> la furia que no pudo conducir<br />
bien. Mientras la madre, solo se inmutó a llorar, y seguir<br />
llorando.<br />
—Ya vas a ver en la casa, mierda… Ya vas a ver<br />
Eso hizo temblar a Andrés <strong>de</strong> pies a cabeza. Seguro<br />
esos hijos <strong>de</strong> puta <strong>de</strong> Troncho y Breamaqui la estarán pasando tan<br />
bien, mientras yo pagaba pato.<br />
Cuando llegaron a la casa, ya no le resulto su hogar,<br />
sino una prisión.<br />
Salió lentamente <strong>de</strong>l Volkswagen, mientras sus<br />
padres hacían lo mismo. El padre sacó las llaves <strong>de</strong> su<br />
bolsillo… Abrió la puerta… Y Andrés echo a correr.<br />
— ¡Oe, vas a ver, mierda!<br />
Subió rápidamente las escaleras, mientras su padre<br />
hacía lo mismo.<br />
— ¡No, Fernando! —gritó su madre, llorando—.<br />
¡Por fa… vor!<br />
Andrés se fue a su cuarto y cerró la puerta, tras él.<br />
— ¡ABRE LA PUERTA! ¡PEDAZO DE MIERDA!<br />
¡OE VAS A VER! ¡ESTE ES TU DÍA!<br />
<strong>La</strong> puerta retumbó. Andrés se puso tras ella,<br />
soportando cada tremendo golpe.<br />
— ¡ABRE LA PUERTA! ¡¡ABRE LA PUERTA!!<br />
— ¡Déjalo, Fernando!<br />
— ¡ABRE LA PUERTA!<br />
104
Crack…<br />
El padre entró. Andrés fue <strong>de</strong>spedido al suelo,<br />
mientras la puerta se abría. Gateó por el suelo, pero su padre<br />
le agarró por los pies.<br />
Inició la con<strong>de</strong>na.<br />
— ¡POR-QUÉ-ME-HICISTE-ESTO! —Bramó,<br />
con cada zurra que daba—. ¡POR-QUÉ-ME-HICISTE-<br />
ESTO!<br />
— ¡PERDONÁME, PAPÁ! —sollozó.<br />
— ¡NADA, MIERDA! ¡Y NO ME DIGAS<br />
―PAPÁ‖!<br />
Un puñete cayó sobre su cuerpo, uno tras otro, como el<br />
golpe estri<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> mil <strong>de</strong>monios.<br />
105
Adicional<br />
Extraño Usuario 2.0: Realizando Búsqueda<br />
Estaba sentada en el asiento copiloto <strong>de</strong>l carro <strong>de</strong> mi padre.<br />
Era un Chevrolet Silverado, con el interior plagado <strong>de</strong> aroma<br />
<strong>de</strong> pino. A través <strong>de</strong>l empañado parabrisas observamos el<br />
cielo plomizo, mientras por mi cabeza pasaba el enfermizo<br />
nombre <strong>de</strong> Alfa y Omega.<br />
—Tu madre está <strong>de</strong>sesperada —dijo mi papá,<br />
intranquilo—. Mi celular no ha <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> chillar toda la<br />
noche y, gasté toda mi saliva diciéndole que estábamos para<br />
irnos a Miraflores.<br />
No hable. Sólo quedé mirando el cielo plomizo,<br />
mientras los enormes paneles <strong>de</strong> publicidad me distraían.<br />
— ¡Cristina, te estoy hablando!<br />
—Cállate, papá —dije susurrando, con los ojos<br />
posados en niños llevando globos <strong>de</strong> helio—. ¿No pue<strong>de</strong>s<br />
calmarte…?<br />
— ¿Calmarme, hija? ¡Ese imbécil te pudo haber<br />
violado!<br />
—Ya lo sé, papá. Es que Emma y Omar resultaron<br />
heridos al caer <strong>de</strong> la escalera…<br />
—Se curaran, hija —dijo a secas, tajante.<br />
—―Se curaran, hija‖ Papá, Emma se fracturó la<br />
cabeza y Omar casi muere. ¡Lo que odio <strong>de</strong> ti es tu presencia<br />
106
<strong>de</strong>saparecida! ¡Ni siquiera estás en la casa! ¡Y parece que te<br />
doy por muerto!<br />
—No me hables así, Cristina —me calló con una voz<br />
furiosa, haciendo gestos enfáticos por cada tajante palabra—<br />
. No hubiese pasado esto, si no te hubieras <strong>de</strong>dicado estar en<br />
ese maldito Messenger!<br />
Hablé la boca para hablar.<br />
— ¡Y cállate que la gente está mirándonos!<br />
Quedé sedada con su furia. Miré por el parabrisas y<br />
había personas que nos miraba con aprensión. <strong>La</strong>s personas<br />
se <strong>de</strong>tuvieron a vernos mejor, con caras <strong>de</strong> entrometidos,<br />
distraídos por los gestos tajantes <strong>de</strong> mi padre, mientras el<br />
semáforo indicaba rojo.<br />
—Cuando lleguemos a casa, no le cuentes cualquier<br />
tontería a tu madre. Ni <strong>de</strong> esta conversación…<br />
No le hice caso. Tenía mi vista fija en un punto.<br />
Cualquier se pudio haberse percatado. Pero esto me pareció<br />
muy raro. Mi padre seguía hablándome, pero aquello me<br />
mantuvo en un trance.<br />
El hacker nunca se <strong>de</strong>ja ver, pero sus productos sí…<br />
El emoticon macabro <strong>de</strong> él estaba ahí. Dibujado en<br />
un globo amarillo <strong>de</strong> helio. Flotando sobre la cabeza <strong>de</strong> un<br />
niño que reía <strong>de</strong>scontroladamente.<br />
Cristina…<br />
El globo dio una vuelta sobre ella, mientras los ojos<br />
me miraban. Mi padre me estaba hablando, pero no le hice<br />
caso. Aquel globo me estaba engullendo en un tremendo<br />
temor. Mi vista se disipó, y tuve en frente un flashback. No<br />
estaba agonizando. El globo fue reemplazado por la pantalla<br />
roja, con el emoticon.<br />
107
Sentí un silbido en mi oído, que se agudizo. <strong>La</strong>s<br />
personas comenzaron a moverse lentas, sin importancia,<br />
solo hipnotizada por ese globo <strong>de</strong>splazándose por el aire.<br />
Escuché un estallido vidrioso en mi pensamiento<br />
atolondrado.<br />
—Cristina —me llamó mi padre.<br />
Me sobresalté, mirándome los brazos llenos <strong>de</strong><br />
heridas. El semáforo seguía en rojo, pero el niño con el<br />
globo amarillo estaba en la distancia.<br />
— ¿Qué te pasa?<br />
—Nada —respondí callada. Aquello <strong>de</strong>svaneció mi<br />
repentina furia hacia mi papá.<br />
Todavía mi vista estaba impregnada por la coloración<br />
roja <strong>de</strong> las pantallas. Como si hubiese visto un punto rojo<br />
durante mucho tiempo y <strong>de</strong>spués se quedará presente en la<br />
vista, <strong>de</strong>spués que aquel punto <strong>de</strong>sapareciera.<br />
El semáforo rojo se puso en ámbar. Quisiera verte… Y<br />
luego en ver<strong>de</strong>. Los carros revivieron y fueron reyes <strong>de</strong> la<br />
pista. Mi papá no hablo. Solamente se quedó mirándome <strong>de</strong><br />
reojo, asustado, circunspecto, enojado.<br />
Mi celular sonó <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un rato. El i<strong>de</strong>ntificador<br />
<strong>de</strong>cía que era mi madre. Mi padre botó un bufido <strong>de</strong><br />
impaciencia.<br />
—Hola, hija<br />
—Mamá, no pue<strong>de</strong>s calmarte. Acabas <strong>de</strong> llamarme<br />
hace quince minutos. Y no paraste <strong>de</strong> llamarnos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />
me <strong>de</strong>sperté.<br />
—Discúlpame, hija. Estoy asustada <strong>de</strong> que te pase<br />
algo. Pasaron tu caso por el noticiero…<br />
— ¿Qué?<br />
108
— ¿Qué dice, tu madre?<br />
Tapé el auricular.<br />
—Mi caso salió en los noticieros.<br />
— ¡Qué! ¿Tan rápido se enteró la prensa?<br />
—Y ¿cómo están tus amigos, Cristina? —preguntó<br />
mi madre con un tono lastimero.<br />
—Están graves, mamá. Realmente graves —<br />
levantando la voz para que mi padre escuchara. Botó otro<br />
bufido <strong>de</strong> tremenda <strong>de</strong>saprobación—. Emma esta con una<br />
fractura en la cabeza y Omar tiene una nariz totalmente rota.<br />
— ¡Ay, me muero! —dijo mi madre, con su frase<br />
característica <strong>de</strong> ella.<br />
— ¿Y ya lo encontraron?<br />
—Hemos hablado con la policía. No han llegado a<br />
i<strong>de</strong>ntificar al sospechoso por nada. ¿Salió algo en las<br />
noticias?<br />
—Anunciaron tu caso, pero lo bueno es que no te<br />
contactó la prensa. Hablaron con la policía. Dijeron que<br />
están haciendo una rigorosa búsqueda <strong>de</strong>l sospechoso,<br />
porque ya tuvo seis víctimas anteriormente —<strong>La</strong>s chicas <strong>de</strong>l<br />
ví<strong>de</strong>o, pensé—. Contactaron con las víctimas anteriores,<br />
pero se negaron dar el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> las víctimas a la prensa.<br />
Lo raro es tu caso, Cristina…<br />
— ¿Qué es lo raro, mamá?<br />
—Tú te salvaste —mi madre hablaba susurrando,<br />
preocupada, alterada, casi en el taciturno completo.<br />
— ¿Cómo que me salve?<br />
—<strong>La</strong>s otras chicas resultaron…<br />
—Resultaron cómo, mamá.<br />
—Esto es terrible, hija.<br />
109
—Mamá, pue<strong>de</strong>s hablar, por favor —bajé la voz.<br />
Aproveche que un camión ruidoso estaba a lado nosotros—.<br />
Si no me dices que pasó, me voy a aterrar más.<br />
—Ay, hijita…<br />
—Habla ya, mamá.<br />
—…<br />
—Mamá...<br />
—Fueron violadas. Una <strong>de</strong> ellas tuvo un hijo —Mi<br />
ojos se quedaron tiesos—. Una resultó muerta… Nadie les<br />
vio la cara. Santos Dios, hija. ¿No te enteraste <strong>de</strong> eso? —<br />
Profirió un tono molesto.<br />
El cambio <strong>de</strong> humor fue repentino.<br />
—Mamá, paró el mayor tiempo en la universidad.<br />
—Y en ese programa <strong>de</strong> la computadora… ¿cómo se<br />
llama? Missenger, Mosunger<br />
—Messenger<br />
—Esa cosa… Cuándo vienes a la casa, voy a hablar<br />
seriamente contigo.<br />
—Ya soy adulta y no vengas con tus reñidas…<br />
—Una adulta inmadura.<br />
—Por favor, mamá. No vengas con tus cositas.<br />
—No me interesa si tienes veinte años, hijita —<br />
enfatizando ―hijita‖ <strong>de</strong> manera muy punzante—. Pero me di<br />
cuenta que aún te falta mucho por madurar. No entiendo.<br />
¿Qué hice mal contigo?<br />
—No hiciste nada mal conmigo.<br />
—Cuando vienes hablamos ya. Chao —y colgó.<br />
Seguro a mi padre no le falto preguntar qué paso,<br />
porque se dio cuenta a través <strong>de</strong> mi consternado rostro<br />
enfurecido. Se rió. Me irrité. Miré por la ventanilla, con mis<br />
110
padres oponiéndose contra mí y el extraño usuario. Como si<br />
fuera cómplice <strong>de</strong> él.<br />
Llegamos al pituco Miraflores. Con el alre<strong>de</strong>dor<br />
cargado <strong>de</strong> publicidad, personas caminando <strong>de</strong> un lado a<br />
otro, el chorro <strong>de</strong> agua <strong>de</strong> la fuente <strong>de</strong> El Ovalo llegando<br />
casi al cielo, los cines, las tiendas, los restaurantes, todo<br />
formando un adorno lleno <strong>de</strong> algo contemporáneo.<br />
Giramos a la <strong>de</strong>recha y entramos a otra calle, paralelo<br />
al parque Kennedy y la Iglesia <strong>de</strong> la Medalla Milagrosa.<br />
Observé personas sentadas, tomando aire parcialmente<br />
fresco, chicos lindos estudiando bajo la sombra <strong>de</strong> árboles,<br />
abuelitas conversando <strong>de</strong> sus pasatiempos. Me dormí en<br />
todo el trayecto hasta aquí. Mi madre no me llamó <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> la ruda conversación. Y lo consi<strong>de</strong>raba ―rudo‖ por<br />
algunas razones tan obvias.<br />
Ahora doblamos por la izquierda, entrando a la<br />
avenida Benavi<strong>de</strong>s. Los altos edificios, consi<strong>de</strong>rándolo así,<br />
porque jamás he viajado a la ciudad <strong>de</strong> los rascacielos, nos<br />
taparon con sus sombras. Hasta ahora esto eran lo más altos<br />
que he visto. El Chevrolet Silverado dobló por la <strong>de</strong>recha y<br />
entramos a la avenida Porta. A diferencia a la Benavi<strong>de</strong>s<br />
preferencial con su establecimientos comerciales, está era<br />
como una calle común y corriente, con casas contiguas,<br />
como <strong>de</strong>partamentos, adornados <strong>de</strong> jardines, verjas <strong>de</strong><br />
entradas y puertas barnizadas. Lo que quedaba era el lujo.<br />
El auto se estacionó, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> una casa <strong>de</strong> aspecto<br />
como la casa <strong>de</strong> los siete enanitos. Blanca, dos pisos, el techo<br />
al puro estilo irlandés, ventanas con alfeizares y un puerta<br />
barnizada con un complicado tallado. El jardín era pequeño,<br />
cargado <strong>de</strong> flores y arbustos, separado por un corto sen<strong>de</strong>ro.<br />
111
<strong>La</strong> verja <strong>de</strong> entrada era un diseño siempre raro, que nunca le<br />
pregunté a mi… madre <strong>de</strong> que se trataba.<br />
Bajamos <strong>de</strong>l auto. Mi padre puso la alarma con ese<br />
controlcito. <strong>La</strong> puerta barnizada se abrió <strong>de</strong> repente y mi<br />
madre apareció. Tenía el aspecto cansado, con el rostro<br />
ligeramente arrugado. Estaba ataviada con una ropa normal,<br />
una blusa con un estampado y unos jeans azules, y unos<br />
tacones.<br />
Cuando me vio, vino corriendo hacia mí. No<br />
enfurecida, sino contenta <strong>de</strong> verme. Abrió la verja y me<br />
abrazó. Mi padre boto su bufido <strong>de</strong> impaciencia. Miró <strong>de</strong><br />
reojo y entro a la casa.<br />
— ¿Estás bien, hija?<br />
—Estoy bien, mamá. Gracias.<br />
—Vamos, hija. <strong>En</strong>tra<br />
Caminamos por el sen<strong>de</strong>ro y entramos a la casa. Mi<br />
papá estaba sentado en el sofá, leyendo el periódico. Mi<br />
madre me hizo sentar en un puf <strong>de</strong> gran tamaño, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
mi padre, mientras se iba a la cocina. Mi casa no había<br />
cambiado. Seguía reluciente como siempre. Con ese olor<br />
almizcleño, la luz que entra por las claraboyas y muchas<br />
otras cosas. <strong>La</strong> presencia <strong>de</strong> un computadora era fundamenta<br />
y estaba ahí, junto a la portentosa chimenea.<br />
—<strong>La</strong> noticia no está en los periódicos. Qué bueno<br />
—comentó mi papá.<br />
Mi madre regresó con un vaso lleno <strong>de</strong> refresco <strong>de</strong><br />
maracuyá. Me la ofreció y yo tomé un sorbo. Ella me<br />
preguntó toda la historia ahora que estaba mi presencia. Le<br />
conté todo, <strong>de</strong> mi llegada <strong>de</strong> la universidad, haciendo la tarea<br />
en la computadora, <strong>de</strong>scansado revisando mi correo y<br />
112
chateando, y encontrar <strong>de</strong> repente a ese extraño usuario.<br />
Puso un gesto ceñudo, llevando una mano al pecho. Lo que<br />
siempre hacen las señoras. Cuando entré a la parte <strong>de</strong> que<br />
me vio por la ventana y corre asustada. Mi madre se puso <strong>de</strong><br />
pie y gritó:<br />
— ¡Ay, Humberto! ¡Esto es horrible!<br />
— ¿Y por qué me lo dices a mí, Asunción? Deberías<br />
<strong>de</strong>cirlo a ella —apuntándome—. Eso le pasa por estar todo<br />
el tiempo en ese maldito Chat… Y eso no hubiera pasado,<br />
sino hubiese estado todo el tiempo ahí.<br />
— ¡Papá! ¡Estuvo a dos casas <strong>de</strong> la <strong>de</strong> nosotros!<br />
¿Crees que tiene que ver algo el Messenger en esto? Ya te<br />
dije, no hubiera pasado nada <strong>de</strong> esto si hubieses estado en la<br />
casa.<br />
—No me eches la culpa, señorita… —contraatacó<br />
mi papá. Botó el periódico al suelo—. Tu tienes la culpa por<br />
andarte juntando con tarados <strong>de</strong> la universidad.<br />
— ¿Ellos la culpa, papá? ¿Qué tienen que ver ellos en<br />
esto? Él me estuvo vigilando. ¿No crees que estuvo mucho<br />
tiempo antes en el vecindario?<br />
— ¿Y cómo sabes eso? —pestañeo, esperando mi<br />
respuesta. Mi madre se había quedado ausente, como si<br />
hubiese esfumado cuando había gritado.<br />
— ¡Porque busco la lógica, papá!<br />
— ¿Pero cómo supo tu dirección?<br />
—Cara… —me pausé. Mi madre quiso abrir la boca<br />
para hablar y mi padre abrió los ojos enormemente—. Viste<br />
la habitación llena <strong>de</strong> computadoras. Acaso no te contaron<br />
que era un hacker.<br />
Me puse muy impaciente.<br />
113
—Saben que ―queridos padres‖, no voy a soportar<br />
que me echen la culpa <strong>de</strong> todo —no quería quedarme<br />
callada. Escuchando las acusaciones <strong>de</strong> mi padre. Tenía<br />
autocontrol, pero esta vez ya me había sacado <strong>de</strong> mis<br />
casillas—. Si están aquí para que me apoyen, no voy a<br />
aceptar que me pongan como cómplice. Gracias, mamá por<br />
tu bienvenida. Voy a dormir.<br />
Sobré el refresco <strong>de</strong> maracuyá. Lo entregué a mi<br />
madre. Y me dirigí a la escalera. No voltee a verlos, pero<br />
estaba segura que me miraban con ojos penetrantes, lleno <strong>de</strong><br />
una contrariedad inusitada. Subí la escalera sonoramente,<br />
pisando fuerte, retumbando la ma<strong>de</strong>ra. Llegue a mi antiguo<br />
cuarto, entre y me tumbé en la cama, mirando el techo. Lo<br />
que me gustaba <strong>de</strong> mi cama era sus sábanas, que te engullían<br />
con su suavidad.<br />
Por mi cabeza pasó el rostro asustado <strong>de</strong> mi mamá y<br />
la expresión ceñuda <strong>de</strong> mi padre. <strong>En</strong> el techo comenzó a<br />
dibujarse todo lo que pasó —estaba recordando, por<br />
supuesto—, apareciendo la silueta <strong>de</strong> él con la cámara <strong>de</strong><br />
mano grabándome. Se dibujó también el emoticon <strong>de</strong> las<br />
pantallas y <strong>de</strong>l globo. <strong>La</strong> cara inconsciente <strong>de</strong> Emma y la<br />
nariz irreconocible <strong>de</strong> Omar. <strong>La</strong> bola <strong>de</strong> cristal surcando<br />
toda la habitación. Era fácil recordar lo que me pasó. No me<br />
sucedió nada feo como eso en mucho tiempo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
presenciar la muerte <strong>de</strong> hermano.<br />
<strong>La</strong> luz <strong>de</strong> la ventana entró con más intensidad. Tenía<br />
que ser la diez. No levante mi celular para ver la hora. Sólo<br />
me que<strong>de</strong> así hasta que mi celular sonó. Era un mensaje <strong>de</strong><br />
Andrea.<br />
114
Hola, Cristina. Me contaron todo lo que te paso y a Emma y Omar.<br />
Todos aquí están preocupados también. Lo siento por no llamarte. Es<br />
que estoy muy ocupada, en clase. Chao. T_T<br />
Me que<strong>de</strong> mirando el mensaje durante un rato. Me<br />
que<strong>de</strong> echada en la cama, sin dormirme. Solamente<br />
contemplaba el cuarto. Y durante ese lapso recibí muchos<br />
mensajes, <strong>de</strong>masiados.<br />
— ¿Cristina? ¿Hija? —llamó mi mamá <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />
puerta.<br />
—Vienes a <strong>de</strong>cirme otras cosas, mamá.<br />
—No, hija<br />
— ¿<strong>En</strong>tonces?<br />
—Hay dos policías que quieren hablar contigo. Están<br />
abajo.<br />
Lo que me faltaba. Me levanté <strong>de</strong> la cama,<br />
<strong>de</strong>slizándome por las sábanas. Mi madre puso su aspecto <strong>de</strong><br />
niña lastimada, pero no quise abrazarle. Bajé y encontré a los<br />
dos policías sentados en el sofá don<strong>de</strong> estuve mi padre, que<br />
ahora estaba sentado en el enorme puf.<br />
—Buenos días, señorita Cristina. Tenemos noticias<br />
sobre el sospechoso —estreché las manos <strong>de</strong> los dos. Me<br />
senté en un sofá pequeño y mi madre se quedó parada junto<br />
a la ventana, vigilando a los vecinos.<br />
—Hemos <strong>de</strong>scubierto que perteneció a un grupo <strong>de</strong><br />
hackers, dueños <strong>de</strong> un sitio web ilegal don<strong>de</strong> ponían a<br />
disponibilidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>scargas muchos artículos sin ningún<br />
estreno previsto —dijo el primer policía. El otro no se le<br />
escuchó a continuación.<br />
— ¿Con qué nombre? —preguntó mi padre.<br />
115
—No hay nombre por ahora. Se halló con el mismo<br />
―seudónimo‖ que nos <strong>de</strong>scribió la señorita: Alfa y Omega.<br />
— ¿Y cómo están seguros <strong>de</strong> que es él?<br />
—Aquel nombre tiene un enlace que lleva a un perfil.<br />
—Po<strong>de</strong>mos verlo en la computadora —dijo mi<br />
padre, indicando al or<strong>de</strong>nador y haciendo el a<strong>de</strong>mán para<br />
levantarse <strong>de</strong>l puf.<br />
—No será necesario, señor. Aquella página tiene una<br />
cantidad <strong>de</strong> virus. Y es posible que su computadora se<br />
<strong>de</strong>scomponga al entrar a la página. Pero le trajimos capturas<br />
<strong>de</strong> la página y el perfil.<br />
El segundo policía sacó unos papeles <strong>de</strong> una carpeta.<br />
—Según Telefónica, el servidor <strong>de</strong> la página es<br />
totalmente ilegal.<br />
Recibí la captura. <strong>La</strong> portada <strong>de</strong> la página era<br />
completamente negra. <strong>La</strong>s letras ver<strong>de</strong>s y tenía una<br />
estructura bastante simplona. Estaba encabezada con un<br />
título, también ver<strong>de</strong>, llamando a la página como Warez<br />
Peruano. Miré la lista <strong>de</strong> los colaboradores, todos con<br />
―seudónimos‖, y entre ellas estaba el nombre <strong>de</strong> él. Alfa y<br />
Omega.<br />
—Este es el perfil <strong>de</strong>l sospechoso.<br />
Cuando me entregó la captura, mi mirada se posó en<br />
una cosa: el emoticon. Estaba junto a su seudónimo. Aquí<br />
<strong>de</strong>cía que había iniciado su sesión el sábado 4 <strong>de</strong> julio, ayer, y<br />
era una hora antes que me había asustado. Eso era una pista.<br />
Al <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> los policías, me calmé un poco. Me<br />
<strong>de</strong>jaron las capturas, porque ellos tenían otras. Cuando<br />
abrieron la puerta, eche un vistazo a la calle y distinguí a los<br />
vecinos, viendo el carro <strong>de</strong> policía.<br />
116
Cuando cerramos la puerta, mi hombro sintió la<br />
mano <strong>de</strong> mamá. Mi padre sólo se fue a sentar nuevamente<br />
en el sofá.<br />
Mi madre se quedó mirándolo.<br />
—Humberto, ¿pue<strong>de</strong>s hacerme un favor?<br />
— ¿Qué?<br />
—Ee… ¿pue<strong>de</strong>s acompañar a Cristina a los<br />
parapentes?<br />
Salí <strong>de</strong> mi ensimismamiento. Mi papá profirió un<br />
―¿uh?‖, expresando un rostro perdido.<br />
— ¿Pue<strong>de</strong>s acompañar a tu hija a los parapentes?<br />
— ¿Y para qué?<br />
—Creo que sería bueno para que se le pase la<br />
tensión. Con todo lo que le está pasando…<br />
—Está bien —asintió mi padre.<br />
—… eso podría…<br />
— ¡Está bien! Iré con ella en la tar<strong>de</strong>. Después <strong>de</strong>l<br />
almuerzo.<br />
Y así fue. No sé si sonreí ante aquella propuesta,<br />
pero quedé un poco aliviada. El almuerzo fue muy tenso,<br />
que apenas pu<strong>de</strong> sentir el sabor <strong>de</strong>l escabeche. Mi padre no<br />
levantó <strong>de</strong> la mirada <strong>de</strong>l almuerzo, y sólo lo hizo cuando<br />
quería algo más.<br />
Para arruinar la situación sólo faltó que sonará mi<br />
celular. Ellos me miraron con malos ojos, pero contesté. Era<br />
Andrea con su voz atiplada, estropeada.<br />
—Hola, Cristina.<br />
—Ah, hola, Andrea. Recibí tu mensaje.<br />
—Estaba preocupada. Te cuento que fui a visitar a<br />
Emma y Omar…<br />
117
— ¡Dios! ¿Cómo están los dos?<br />
—Están bien. Hubo <strong>de</strong>rrame <strong>de</strong> sangre <strong>de</strong> la nariz <strong>de</strong><br />
Omar, pero están bien, los dos.<br />
—Eso me tranquiliza. Cuando fui al hospital en la<br />
mañana, Omar estaba teniendo una horrible hemorragia por<br />
la nariz.<br />
—Pobrecito —dijo melancólica—. ¿Y qué estás<br />
haciendo ahora?<br />
—Estoy almorzando, <strong>de</strong>spués que vino la policía.<br />
Voy a los parapentes para <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> tensarme.<br />
— ¿A los parapentes? ¡Qué bueno…! Los<br />
parapentes…<br />
— ¿Dijiste algo, Andrea? —pregunté intimidada.<br />
—Dije qué… —pausó su emoción.<br />
—Nada…<br />
— ¿Qué pasa?<br />
—Nada, nada… Sólo te digo que voy a ir a los<br />
parapentes y <strong>de</strong> ahí me voy <strong>de</strong> nuevo al hospital a visitar a<br />
Emma y Omar… —Boté un suspiro.<br />
— ¿Qué te pasa?<br />
—Me siento muy mal por ellos. Parece que no fui la<br />
víctima, sino ellos. Salí ilesa <strong>de</strong> todo lo ocurrido.<br />
—…<br />
—Por eso quiero que <strong>de</strong>n con él.<br />
—Seguro lo harán… Cristina… No… Ellos…<br />
— ¿Qué dices, Andrea? —pregunté impaciente.<br />
—Seguro lo harán como tu dicen, Cristina —me<br />
contestó como si yo fuera una sorda—. No pasará nada.<br />
Ellos lo van a encontrar.<br />
118
—Cristina… —llamó mi mamá. Voltee a verla. Ella<br />
me dijo susurrando—: ¿Ya?<br />
—Gracias, amiga. Tengo que irme porque <strong>de</strong>bo<br />
terminar el almuerzo, para luego ir a los parapentes.<br />
—Bien, bien. Chao, amiga. Te esperó en el hospital.<br />
—De acuerdo, chao, chao.<br />
—Chao.<br />
Continúe con el almuerzo. Mi madre me miraba con<br />
mala cara, mientras el jefecito <strong>de</strong> mi padre parecía su hija era<br />
el escabeche. No importó eso. Al menos alguien <strong>de</strong> mis<br />
amigos me llamó y no me sentí tan encerrada en este<br />
cuidado.<br />
Al terminar el almuerzo, fui a ducharme. Me coloqué<br />
la ropa más a<strong>de</strong>cuada y bajé al encuentro <strong>de</strong> mi padre, que<br />
estaba en la puerta barnizada.<br />
—Ahorita regresamos, Asunción.<br />
—Tengan cuidado, por favor.<br />
Salimos <strong>de</strong> la casa, subimos al Silverado y fuimos en<br />
dirección a los parapentes. Recorrimos a lo largo <strong>de</strong> Porta y<br />
salimos hacia la costa. No hablamos en todo el trayecto.<br />
Pasamos por un puente y la Plaza <strong>de</strong>l Amor, y llegamos a la<br />
zona <strong>de</strong> los parapentes. Estacionamos el carro en una playa y<br />
<strong>de</strong>scendimos <strong>de</strong> ella.<br />
<strong>En</strong> ese momento, un parapente se alzaba <strong>de</strong>l<br />
precipicio con su piloto y su pasajero, contrastándose con el<br />
cielo plomizo. Y había otro a la distancia. <strong>En</strong> ese momento,<br />
el viento se le sentía frío y fuerte, agitando mi pelo largo y<br />
castaño. No tenía frío, solo estaba ansiosa <strong>de</strong> subirme a ella.<br />
Parecía que mamá tenía razón: me calmó un poco la tensión.<br />
119
Papá pagó y pidió un boleto. Había muchos<br />
profesionales con sus parapentes, agitándolos al ritmo <strong>de</strong>l<br />
viento, probándolos. <strong>En</strong> eso, mi mente femenina, se centró<br />
en uno <strong>de</strong> ellos. Era alto, fornido, pelo color miel y un<br />
increíble rostro. Y para hacerlo más increíble, me estaba<br />
mirando. Mordí mi labio inferior <strong>de</strong> pura picardía.<br />
Él estaba sin clientela y era el único que quedaba.<br />
Todos los <strong>de</strong>más estaban flotando en el aire. Un señor nos<br />
guió, caminé junto a mi padre por una entrada y llegamos al<br />
<strong>de</strong>spejado precipicio, con césped.<br />
—Espérame un ratito, señorita… —Por suerte mía,<br />
llamó al chico—. Tú, ven… Lleva a la muchacha a un paseo.<br />
—De acuerdo. Bien… Hola —me saludó. Tenía una<br />
voz hermosa, que me sonó muy familiar.<br />
—Cuidado, hija…<br />
—Ven, te voy a colocar el chaleco y el casco —me<br />
indicó él. Sus ojos era asombrosamente color caramelo,<br />
claros y seductores—. Ponte aquí.<br />
Con sus manos, me colocó el chaleco y conectó con<br />
los mosquetones al plegador, que era una mezcla <strong>de</strong> rojo y<br />
amarillo. Puso una mochila con paracaídas <strong>de</strong> emergencia<br />
sobre mi espalda. Él se arregló los implementos que tenía y<br />
nos colocamos sobre el arnés <strong>de</strong>l parapente.<br />
Él primero se sentó. Luego lo hice. Una segunda<br />
persona, hizo el arreglo, mientras el plegador ya se había<br />
elevado, rígido y enorme. Un ligero vientecillo la <strong>de</strong>stempló,<br />
pero no cedió.<br />
— ¿Lista? —preguntó.<br />
Asentí, con el viento agitando mi pelo sobrante que<br />
salía bajo el casco.<br />
120
—Bien, vamos<br />
Se puso mirando el litoral limeño. Yo también lo<br />
hice. El mar se le veía pequeño y, a su vez, maravilloso. Y<br />
cuando él corrió (empujado por alguien más), y avanzamos<br />
hacia el precipicio.<br />
<strong>La</strong>ncé un gemido, cuando mis pies tocaron vacío.<br />
Miré abajo y observé la carretera, con los carritos como<br />
hormiguitas atléticas. Sentí que mi visión parecía como una<br />
cámara en un solo ángulo.<br />
El parapente dio un giro, y al costado <strong>de</strong> nosotros<br />
estaba el precipicio, con mi padre y las <strong>de</strong>más teniendo la<br />
apariencia <strong>de</strong> unos muñequitos. Nos distanciamos un poco,<br />
hacia el norte, con los otros parapentes paseándose por los<br />
aires.<br />
— ¿Te gusta? —me preguntó él.<br />
—Es maravilloso… Jamás he visto la costa<br />
sobrevolando sobre ella…<br />
—Qué bien —<strong>de</strong>jo oírse. El silbante sonido y los<br />
ruidos <strong>de</strong> nuestras ropas al chocar con el aire no <strong>de</strong>jaban oír<br />
bien.<br />
Y seguíamos así, sobrevolando. Giramos y<br />
regresamos hacia el precipicio, momento por el cual salu<strong>de</strong> a<br />
mi papá, que por fortuna me saludo. Giramos nuevamente y<br />
fuimos otra vez hacia el sur, con una vista espectacular.<br />
Quería quedarme todo el tiempo, ahí, volando con el<br />
parapente, con la compañía <strong>de</strong>l chico. Este <strong>de</strong>spejó mi<br />
mente y miré con una esperanza, teniendo la fe que Emma y<br />
Omar se recuperarían muy pronto. Miré a los <strong>de</strong>más<br />
parapentes y solo había uno que podía ver, muy atrás <strong>de</strong><br />
nosotros.<br />
121
Ja, no importa. Solamente quería sentir el aire en mis<br />
mejillas por un tiempo más. Hubo una turbulencia pero no<br />
me preocupo. Estaba con él y me sentía confortable.<br />
—Te estuve esperando…<br />
— ¿Cómo dices? —proferí yo, con mi tono<br />
ensimismado.<br />
—Te estuve esperando, Cristina.<br />
— ¿Me estuviste esperando? ¿Cómo sabes…? No<br />
entiendo.<br />
Los parapentes… Una electricidad surco mi cuerpo.<br />
Me que<strong>de</strong> anonadada.<br />
— ¿Quién eres? —levanté el rostro para verlo.<br />
—Baja la cabeza —espetó, mientras sentía algo<br />
punzante en mi espalda. Gemí—. Si gritas, te juro que te<br />
atravieso con este cuchillo.<br />
— ¿Tu…? ¿Eres…? ¿Alfa y Omega?<br />
—<strong>En</strong> carne y hueso, cariño —Sentí su mano<br />
<strong>de</strong>slizarse por mi cintura, bajo ella.<br />
Mi cuerpo tembló.<br />
—Por favor, no hagas nada —dije suplicante.<br />
—No te preocupes —dijo él, haciendo un sonido<br />
<strong>de</strong>leitoso—. No te haré daño. Sólo quiero ocuparme algo<br />
contigo.<br />
—No, por favor.<br />
Su mano voló hacia mi cara, con un trapo. Se pegó a<br />
mi rostro y aspiré, <strong>de</strong>sesperada. Mi cuerpo se sintió débil en<br />
ese momento, viendo el mar aullando, <strong>de</strong>svaneciéndose. Mis<br />
párpados cayeron pesados y sentí caer en un túnel.<br />
122
<strong>La</strong> tenía en mis manos. Suavecita y calientita para la noche.<br />
Estaba tumbado en su asiento, con su cuerpo <strong>de</strong>sparramado,<br />
sin dar movimientos. Agarré el GPS y el equipo <strong>de</strong> radio, y<br />
los lancé a la carretera. Desaparecieron <strong>de</strong> vista al instante.<br />
Manipulé el parapente, mientras pasé mi mano por su<br />
espalda hasta llegar abajo. Este día hice mal. Me <strong>de</strong>jé ver,<br />
igual que mis productos. Pero esta fue escurridiza. Sí. Me la<br />
gané <strong>de</strong> todos modos.<br />
Manipulé el parapente, en dirección al lugar que<br />
pasaría la mejor noche con ella.<br />
ALFA Y OMEGA<br />
Estado: Ocupado<br />
Domingo 05/07/09 3:25 p.m.<br />
123