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Berry. Reconciliación con la Tierra. La nueva teología ecológica

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RECONCILIACIÓN CON LA TIERRA<br />

cristianos no aceptan una pluralidad de deidades ni de espíritus in­<br />

dependientes, sino más bien una deidad única trascendente al uni­<br />

verso, creadora de él. Con esta idea nació, en <strong>la</strong>s primeras fases de <strong>la</strong><br />

vida religiosa en Israel, el mensaje subyacente del Primer Manda­<br />

miento: hay un solo Dios c<strong>la</strong>ramente distinto al universo y todo lo<br />

demás depende de esta deidad trascendente. En este <strong>con</strong>texto, <strong>la</strong><br />

aparición de Cristo es una <strong>con</strong>tradicción. ¿Cómo puede esta deidad<br />

trascendente lograr una presencia real en forma humana? Es senci­<br />

llo tener apariciones divinas cuando hay una presencia divina gene­<br />

ralizada, cuando no hay una divinidad c<strong>la</strong>ramente articu<strong>la</strong>da que<br />

trascienda el mundo natural. Pero cuando esta deidad trascendente<br />

es el énfasis básico, <strong>la</strong> noción de una divinidad encarnada se <strong>con</strong>­<br />

vierte en un escándalo, por así decirlo. Esta fue <strong>la</strong> dificultad de los<br />

primeros cristianos para determinar <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción de Jesús <strong>con</strong> Dios.<br />

Al reflexionar sobre esto más ade<strong>la</strong>nte en nuestra historia, tro­<br />

pezamos <strong>con</strong> <strong>la</strong> pregunta fundamental de por qué lo divino aparece<br />

bajo forma humana. Esto lo discutió extensamente en <strong>la</strong> Edad Me­<br />

dia Tomás de Aquino y más tarde Duns Scotus (1265-1308). Una<br />

de <strong>la</strong>s posiciones básicas, anticipadas por Santo Tomás, es que lo<br />

divino aparecía en forma humana para remediar un mal primordial<br />

l<strong>la</strong>mado pecado original. Desde esta perspectiva, el pecado original<br />

era <strong>la</strong> causa esencial del sufrimiento, del mal y de <strong>la</strong>s distorsiones del<br />

orden humano. Debido a que esta ofensa primaria iba dirigida <strong>con</strong>­<br />

tra Dios, El tenía que en<strong>con</strong>trar un remedio para <strong>la</strong> situación. Al<br />

remediar<strong>la</strong>, <strong>con</strong>tinúa <strong>la</strong> explicación teológica, lo divino aparecía en<br />

forma humana para que los humanos pudieran participar de manera<br />

profunda en su propia redención.<br />

Sin embargo, Duns Scotus dio otra explicación para <strong>la</strong> apari­<br />

ción de Cristo. Seña<strong>la</strong> que el propósito primordial de todo es <strong>la</strong> bon­<br />

dad divina, y el principio básico de <strong>la</strong> bondad es que tiende a<br />

propagarse. <strong>La</strong> bondad por definición es compartir, es <strong>la</strong> entrega<br />

expansiva del ser de una persona a otros. Originalmente, sin embar­<br />

go, no había otros, de modo que Dios creó a partir de una bondad<br />

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CR1STOLOGIA<br />

superabundante, a partir de <strong>la</strong> urgencia del ser divino de dar de sí<br />

mismo. Esta explicación de <strong>la</strong> encarnación insiste en que esta<br />

autoentrega de lo divino no sería completa sin una presencia perso­<br />

nal, divina dentro de <strong>la</strong> creación.<br />

Ya sea que <strong>la</strong>s personas expliquen el mundo afirmando que se<br />

generó por casualidad o por algún fenómenp inexplicable, éste es<br />

por cierto un lugar fantástico, fascinante. El misterio tras el vacío<br />

debe tener una imaginación aterradora; debe tener una capacidad<br />

onírica increíble para alcanzar una automanifestación tan extraor­<br />

dinaria. Podemos l<strong>la</strong>marlo evolución o de cualquier otra manera,<br />

pero sea lo que sea, es un mundo excitante, sorprendente. Al pre­<br />

guntarnos por qué el mundo es tan hermoso, una explicación muy<br />

simple es que algún poder absoluto decidió crearlo a partir del im­<br />

pulso de su propia realidad. Este autocompartir sugiere que lo divino<br />

no sólo puede crear un mundo tan hermoso y traer a los humanos a<br />

él, sino que también puede hacerse presente en este mundo de una<br />

manera muy especial: <strong>la</strong> encarnación.<br />

En el orden humano, lo divino tendría una modalidad muy<br />

especial y se formaría una comunidad que en cierto sentido sería<br />

una extensión de esta personalidad. <strong>La</strong> re<strong>la</strong>ción orgánica de <strong>la</strong> co­<br />

munidad cristiana <strong>con</strong> Cristo se expresa <strong>con</strong>siderando <strong>la</strong> comuni­<br />

dad como el Cuerpo de Cristo en re<strong>la</strong>ción a Cristo, que es su cabeza.<br />

Otra metáfora es aquel<strong>la</strong> de un reino divino emergente, ya que en<br />

una época los reinos fueron los ejemplos más bril<strong>la</strong>ntes del orden<br />

social. Pero cuando pensamos en <strong>la</strong> redención y <strong>la</strong> encarnación,<br />

debemos preguntar: "¿En qué parte del cuadro calza el mundo natu­<br />

ral?". Es fácil ver cómo los humanos y <strong>la</strong> comunidad humana com­<br />

parten esta experiencia y entran a <strong>la</strong> historia, pero no queda c<strong>la</strong>ro<br />

cómo encaja en el cuadro el mundo natural.<br />

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