Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui
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Desde su creación, el <strong>Fondo</strong> <strong>Editorial</strong> <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong> se<br />
caracteriza por ir al encuentro de lo que nos sensibi-<br />
liza, de lo que nos expresa y nos lleva luminosamente<br />
hasta nuestras barrocas e históricas raíces. Esta labor editorial<br />
tiene sus razones en el “existirnos”, en el “sabernos”<br />
y “sernos”: mediante la palabra buscamos el desde cuándo<br />
somos, quiénes somos y por qué somos, para entender que<br />
no llegamos hoy, que venimos <strong>del</strong> realmaravilloso mundo<br />
de nuestros primeros indígenas. Nombrarnos es irnos hasta<br />
la memoria, para volvernos tiempo puro y diluir olvidos,<br />
envueltos en la eterna cotidianidad de las palabras. Ya lo<br />
dijo Unamuno: “El hombre deja en la tierra unos huesos, y al irse un<br />
nombre, un nombre en la memoria de la palabra creadora, en la historia<br />
tejida de nombres; un nombre, si logra buena ventura, más duradero que<br />
los huesos, más que el bronce...¡La palabra y el nombre!”.<br />
Este proyecto editorial busca publicar, difundir, aquellos<br />
libros que sirvan para crear conciencia, para que el pueblo<br />
reaccione a partir de la razón y el sentimiento. La historia,<br />
la literatura, el folklore, el turismo, la crónica, son temas<br />
privilegiados por nosotros, al igual que las manifestaciones<br />
indígenas e infantiles. Sin obviar la intención de editar obras<br />
relacionadas con el petróleo y la artesanía.<br />
Nuestras distintas Colecciones se orientan hacia la consolidación<br />
integral de la cultura oriental y son nuestra mejor<br />
ventana al mundo. Por eso tenemos la Biblioteca de Autores y<br />
Temas Anzoatiguenses; de igual modo tenemos la Biblioteca<br />
Básica y Los Cuatro Horizontes <strong>del</strong> Cielo; nos interesamos<br />
en la incorporación de noveles escritores; queremos rescatar<br />
toda la sabiduría indígena. En síntesis: nos interesa, fundamentalmente,<br />
reafirmar nuestro gentilicio, nuestra idiosincrasia,<br />
nuestra identidad para reencontrarnos en el creativo<br />
mapa de las primeras huellas y comprobar que somos un ser<br />
de seres, un alma de almas, una voz de voces, un camino de<br />
caminos, un tiempo de tiempos. Es decir, somos palabras de<br />
un mismo libro, de una misma cultura.
Cien + 20 poetas orientales<br />
<strong>Fondo</strong> <strong>Editorial</strong> <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong><br />
Gobierno <strong>del</strong> Estado <strong>Anzoátegui</strong><br />
<strong>Anzoátegui</strong> - Venezuela
Gobierno <strong>del</strong> Estado <strong>Anzoátegui</strong><br />
Gobernador<br />
Tarek William Saab<br />
Fundación <strong>Fondo</strong> <strong>Editorial</strong> <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong><br />
Director General<br />
Fi<strong>del</strong> Flores<br />
Consejo Consultivo<br />
Gustavo Pereira<br />
Freddy Hernández Álvarez<br />
Ramón Ordaz<br />
Chevige Guayke<br />
Administración<br />
Carlos Catamo Lisboa<br />
Biblioteca Pública Julián Temístocles Maza<br />
Calle Eulalia Buroz con Boulevard 5 de Julio<br />
Barcelona, <strong>Anzoátegui</strong> - Venezuela.<br />
Telefax: 0281 2762501<br />
fondoeditorial<strong>del</strong>caribe@gmail.com<br />
1 a edición, 2010<br />
© <strong>Fondo</strong> <strong>Editorial</strong> <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong>, 2010<br />
Depósito legal:<br />
lf 80920108004288<br />
ISBN<br />
978-980-7362-11-5<br />
Composición de textos<br />
Alquimia Gráfica<br />
Diseño de portada<br />
José Gregorio Vásquez<br />
Ilustración<br />
Pedro Báez<br />
Corrección de pruebas<br />
Chevige Guayke<br />
Editor<br />
Fi<strong>del</strong> Flores<br />
fi<strong>del</strong>flores2910@yahoo.es<br />
Impreso en Venezuela por<br />
<strong>Editorial</strong> Arte
Cien + 20 poetas orientales<br />
Antología<br />
Selección:<br />
Celso Medina<br />
Chevige Guayke<br />
Ramón Ordaz<br />
Fi<strong>del</strong> Flores
El lector tiene en sus manos Cien + 20 poetas orientales, una obra que intenta<br />
en este primer recorrido dar noticias de la poesía escrita por autores de<br />
esta región <strong>del</strong> país, ubicados cronológicamente entre 1781 —fecha de nacimien-<br />
to <strong>del</strong> margariteño Gaspar Marcano—, hasta 1949, e ilustra un largo proceso de<br />
creación, que se inicia con “Poema en que se refieren las acciones campales habi-<br />
das en la Isla Margarita cuando fue invadida por el General Morillo”, de Marcano<br />
y abre cauces para el debate en torno a la poesía fundacional venezolana, en<br />
virtud de que su autor, contemporáneo de Andrés Bello y fallecido en Maracaibo<br />
en 1821, de acuerdo a esta fecha, parece a<strong>del</strong>antarse a “Alocución de la poesía”,<br />
de Bello, la cual fue publicada en el Repertorio Americano en 1823. Así mismo, sería<br />
necesario desde esta consideración, tener a Gaspar Marcano como el referente<br />
fundacional de la poesía <strong>del</strong> oriente <strong>del</strong> país. A su nombre se sumarán Vicente<br />
Coronado (Sucre, 1830), Miguel Sánchez Pesquera (Sucre, 1851) y Tomás Ignacio<br />
Potentini (<strong>Anzoátegui</strong>, 1859), para constituir figuras solitarias y emblemáticas<br />
<strong>del</strong> cosmo poético oriental de ese momento, porque no será sino a partir de la<br />
década <strong>del</strong> ‘70 <strong>del</strong> siglo XIX, cuando puede hablarse de un movimiento genera-<br />
cional en la región con figuras como: Andrés Mata (1870), Juan Arcia (1872) y José<br />
María Milá de la Roca Díaz (1879), <strong>del</strong> estado Sucre; H. Albornoz Lárez (1874),<br />
Miguel Ángel Mata (1881) y Pedro Navarro González (1882), margariteños; y los<br />
anzoatiguenses Mercedes de Pérez Freites (1885) y José Tadeo Arreaza Calatrava<br />
(1885), quienes junto a los poetas que nacen en la década <strong>del</strong> ‘90 <strong>del</strong> mismo<br />
siglo: José Antonio Ramos Sucre, Ramón David León, Agustín Díaz Silva, Cruz<br />
Salmerón Acosta, Andrés Eloy Blanco, Félix Antonio Calderón, Ramón Pierluissi<br />
Ramírez, Félix Armando Núñez, Jesús Marcano Villanueva, Pedro Rivero, Vicente<br />
Fuentes, Rafael Caballero Sarmiento, coparán en los años posteriores el esce-<br />
nario poético no sólo regional, sino nacional e internacional y donde sobresale<br />
hasta nuestro días la obra auténtica, transparente y majestuosa <strong>del</strong> cumanés<br />
José Antonio Ramos Sucre.<br />
El siglo XX —iluminado por la obra de los poetas nacidos en las décadas finales<br />
<strong>del</strong> siglo XIX— se presenta plural; hasta estos rincones <strong>del</strong> mundo llegarán los<br />
aires de la poesía que se fragua en otros lugares <strong>del</strong> planeta, bajo esas influen-<br />
cias, nuevas voces consolidarán el universo poético regional, unos, asumiendo<br />
plenamente elementos vanguardistas, otros, ceñidos a la tradición poética que<br />
7
los ha precedido y otros, destacando en su obra elementos populares, propios<br />
de cada una de las regiones en las cuales transcurre su vida. Muchos de ellos<br />
aguardando la valoración que los ubique en el justo lugar que merecen dentro<br />
de la tradición literaria nacional.<br />
En el marco de las preferencias y gustos, esta antología reúne, además de aquellos<br />
autores cuya poesía ya es considerada clásica dentro de la literatura venezolana,<br />
a otros que cierta experticia académica ha dejado al margen, nombrándolos<br />
peyorativamente como versificadores, cultores o poetas populares; mujeres y<br />
hombres de <strong>Anzoátegui</strong>, Monagas, Nueva Esparta y Sucre, que hicieron y hacen<br />
de la poesía su manera de comulgar con el universo mundo. Esta antología no<br />
se agota en estos ciento veinte poetas, se prolonga en una próxima, que desde la<br />
segunda mitad <strong>del</strong> siglo XX a los días actuales <strong>del</strong> XXI, reúna la poesía escrita en<br />
ese periodo, dando así una visión totalizadora de la poesía escrita en el oriente<br />
venezolano y sus autores.<br />
Es propicio el momento, para celebrar con esta antología los 20 años de la crea-<br />
ción <strong>del</strong> <strong>Fondo</strong> <strong>Editorial</strong> <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong>, una experiencia que en todo este tiempo, con<br />
una visión plural se ha caracterizado por ir al encuentro de lo que nos sensibili-<br />
za, de lo que nos expresa y nos lleva luminosamente hasta nuestras barrocas e<br />
históricas raíces. Una labor editorial que tiene sus razones en el “existirnos”, en<br />
el “sabernos” y “sernos”: y mediante la palabra busca <strong>del</strong> desde cuándo somos,<br />
quiénes somos y por qué somos, para entender que no llegamos hoy, que venimos<br />
<strong>del</strong> realmaravilloso mundo de nuestros primeros indígenas. Para nombrarnos e<br />
irnos hasta la memoria, volvernos tiempo puro y diluir olvidos, envueltos en la<br />
eterna cotidianidad de las palabras.<br />
8
<strong>Anzoátegui</strong><br />
Selección:<br />
Fi<strong>del</strong> Flores
Tomás Ignacio Potentini<br />
Ecos de los llanos<br />
(Glosa)<br />
Cuando estoy a solas lloro<br />
y en conversación me río;<br />
con mi maraca en la mano<br />
divierto los males míos.<br />
(Copla popular)<br />
I<br />
Ya la noche al sol embiste,<br />
y mis tristezas cantando,<br />
voy al paso recordando<br />
los abrazos que me diste,<br />
que coge sabana un toro,<br />
le echo encima el rucio moro,<br />
y al tumbarlo diligente,<br />
repite el eco doliente:<br />
Cuando estoy a solas lloro.<br />
II<br />
¡Vuela, mi caballo, al hato,<br />
que se anubla el horizonte!<br />
Para esa ceja de monte<br />
y descansarás un rato.<br />
Yo me beberé el carato<br />
que me guarda el dueño mío,<br />
espanto penas y frío<br />
<strong>del</strong> hogar a los calores,<br />
me como mi zamba a amores<br />
y en conversación me río.<br />
III<br />
Y veré al salir la luna,<br />
si es que el aguacero escampa,<br />
si <strong>del</strong> corral en la trampa<br />
cayó la yegua cebruna;<br />
silla y freno hay por fortuna;<br />
monto a mi zamba y ufano<br />
la llevo al baile cercano;<br />
ella rompe un zapateo<br />
y yo orgulloso la veo<br />
con mi maraca en la mano.<br />
11
IV<br />
¡Vaya un joropo de rango!<br />
Bailando a raja campana,<br />
los claros de la mañana<br />
nos sorprenden bajo un mango,<br />
de mi zamba en el fandango,<br />
los guapos sufren desvíos,<br />
pues no hay quien tenga mis bríos,<br />
yo espanto al ánima sola,<br />
y al golpe de la bandola<br />
divierto los males míos.<br />
Lejanías<br />
¿Quién te dirá que no llores<br />
madre, viéndome alejar?<br />
Adiós, tierra de mi hogar<br />
urna de dulces amores<br />
¡Adiós, pájaros cantores<br />
de mi boscaje natío!<br />
¡Adiós, aguas de mi río,<br />
lunas de un cielo irisado!<br />
¡Cuánto tesoro adorado<br />
cómo me roban, Dios mío!<br />
I<br />
Suspira el viento en la loma,<br />
y la quilla alzando espuma,<br />
se me pierden entre brumas<br />
las playas de Barcelona.<br />
Ya <strong>del</strong> recuerdo en la zona<br />
surgirán entre colores,<br />
y allí mi hogar y sus flores<br />
me copiarán mil espejos,<br />
pero, madre, yo tan lejos,<br />
¿quién te dirá que no llores?<br />
II<br />
Todo en la memoria escrito<br />
guardo de la ausencia mía,<br />
cuando tantos a porfía<br />
abrazaban al proscrito.<br />
Oigo el angustioso grito<br />
de mis deudos en azar,<br />
y en tan triste recordar<br />
12<br />
Barcelona, junio de 1879.
sufro, mas ¡ay!, entendiendo,<br />
que te quedaste muriendo,<br />
madre, viéndome alejar.<br />
III<br />
Cuando de los tiernos brazos<br />
y amoroso pecho a pecho,<br />
soltéme en llanto deshecho<br />
y el corazón en pedazos.<br />
Cuando vi roto los lazos<br />
de aquel cariño sin par,<br />
cuando, camino <strong>del</strong> mar,<br />
medí bien mi desventura,<br />
clamé con honda amargura:<br />
adiós, tierra de mi hogar.<br />
IV<br />
¡Mi hogar! La sombra querida<br />
que me cubrió sin reproches,<br />
el cielo azul de las noches<br />
más lóbregas de mi vida;<br />
quien me arrancó la sentida<br />
primer plegaria entre albores,<br />
quien ecos murmuradores<br />
guarda <strong>del</strong> blando laúd:<br />
pobre templo de virtud,<br />
urna de dulces amores.<br />
V<br />
Camino <strong>del</strong> mar rogaba<br />
se dilatara siquiera<br />
el instante en que partiera<br />
la nave que me esperaba.<br />
Y allá el turpial que gorjeaba,<br />
cual diciéndome: no implores<br />
y aumentando mis rigores,<br />
el viento que repetía<br />
lo que <strong>del</strong> pecho salía:<br />
adiós, pájaros cantores.<br />
VI<br />
Anda, proscrito, ¿a qué ruegas?<br />
dicen los lirios campestres,<br />
urge que valor demuestres,<br />
los músicos de las vegas.<br />
Pues ya caminando a ciegas<br />
pensaba en mi desvarío,<br />
13
que en su ternísimo pío<br />
y en sus aromas suaves,<br />
me hablaban flores y aves<br />
de mi boscaje natío.<br />
VII<br />
Camino <strong>del</strong> mar en tanto<br />
me saludó el Neverí,<br />
y en sus corrientes me vi<br />
vuelta la faz en quebranto.<br />
Las amargué con el llanto<br />
de mi prematuro hastío,<br />
y sentí cerca el vacío<br />
de mis pueriles retozos,<br />
murmurando entre sollozos:<br />
adiós aguas de mi río.<br />
VIII<br />
¡Mi río! Corre sereno<br />
al capricho de tus linfas,<br />
arrullado por las ninfas<br />
que van cantando en tu seno.<br />
Tú no sabes <strong>del</strong> veneno<br />
ni <strong>del</strong> martillo acerado<br />
que tortura al desterrado,<br />
que al sol de patrias auroras<br />
no ve tus ondas sonoras,<br />
lunas de un cielo irisado.<br />
IX<br />
Ya escucho la mar rugir;<br />
ya voy a quedarme a solas<br />
mirando furiosas olas<br />
bajo toldo de zafir.<br />
Cielos, río, debo ir<br />
donde me arrebata el hado;<br />
brisas, turpial, flores, prado,<br />
casi se extingue mi voz,<br />
hogar, amigos, adiós<br />
¡cuánto tesoro adorado!<br />
X<br />
Por fin arrastro a la playa<br />
y apuro el crudo momento;<br />
cual sin saber mi tormento<br />
las naves velas ensaya.<br />
¿Quién pondrá a mis penas raya?<br />
14
¿Quién me verá sin desvío?<br />
¿Quién solazará mi hastío?<br />
¿Quién consolará mis lloros?<br />
¡Ah!, de mis caros tesoros,<br />
¡cómo me roban, Dios mío!<br />
Carabobo<br />
¡Cobarde Páez! Y Homero<br />
apenas si dibujara<br />
cómo el León de Payara<br />
vengó a su Negro Primero.<br />
Nunca arremetió al ibero<br />
con arranque más fecundo,<br />
y <strong>del</strong> muerto sin segundo<br />
celebró los funerales<br />
con los cánticos triunfales<br />
de la libertad de un mundo.<br />
Canto a Bolívar<br />
Cuentan que tuvo en su faz<br />
lo que salva y lo que aterra,<br />
rayo de muerte en la guerra<br />
y arco-iris en la paz.<br />
Cuando creyeron quizás<br />
que se cansaba su brazo,<br />
hizo en la América un trazo,<br />
y volando casi loco,<br />
con aguas <strong>del</strong> Orinoco<br />
fue a regar El Chimborazo.<br />
Y si prueban su pujanza<br />
los infortunios mayores,<br />
Páez le presta los fulgores<br />
de su poderosa lanza.<br />
Todo se enciende y avanza<br />
al conjuro de su acento,<br />
estremece el pavimento<br />
con su bridón el Mellao,<br />
y aquel sol de Niquitao<br />
no cabe en el firmamento.<br />
15
Miranda en La Carraca<br />
Hay en este lienzo un drama<br />
de rasgos tan sorprendentes,<br />
que se ven dos continentes<br />
enlazados a su fama.<br />
Honra universal proclama,<br />
y si su numen comparte<br />
entre las musas y Marte,<br />
en el genio que revela<br />
hace reina a Venezuela<br />
en las regiones <strong>del</strong> arte.<br />
¡Si parece que está vivo!<br />
que el pincel vertió con gloria,<br />
toda la hiel de su historia<br />
en el rostro pensativo.<br />
Vive allí el noble cautivo<br />
en trágica eternidad,<br />
tanto, que mueve en verdad<br />
a pedirle a Michelena<br />
que rompa la vil cadena<br />
y lo ponga en libertad.<br />
Preferencias<br />
Prefiero los rigores de una suerte<br />
veinte veces más negra que la mía;<br />
sentir el dardo de traición impía,<br />
o sin amor ni fe vivir inerte.<br />
Prefiero que el peligro no me alerte;<br />
vegetar entre penas y agonía,<br />
que me dé sarampión, disentería,<br />
o que acabe conmigo pronta muerte.<br />
Prefiero que me lleven a un presidio,<br />
o que ante un juez bien malo y bien astuto<br />
me acusen, sin razón, de infanticidio.<br />
Prefiero a mi familia hundir en luto;<br />
sí, señores, prefiero hasta el suicidio,<br />
a tratar un instante con un bruto.<br />
Barcelona, 2 de noviembre de 1887.<br />
16
Mercedes de Pérez Freites<br />
En la noche<br />
Yo he soñado muchas veces con un lago transparente,<br />
donde asoman los nelumbios sus corolas de cristal,<br />
con un lago que refleja las estrellas titilantes,<br />
y las sombras sollozantes,<br />
de los sauces que doblegan su cimera sepulcral…<br />
Y ese lago está en un bosque silencioso y adormido,<br />
Perfumado por los lirios más fragantes <strong>del</strong> abril,<br />
Donde sienten los arbustos las oleadas de vida,<br />
En la savia poderosa,<br />
Y en la oruga que en sus ramas, convertidas en mariposas,<br />
Con el alba tiende ufana sus alitas de marfil…<br />
Y he soñado que una noche turbadora y estrellada,<br />
bajo un cielo donde flota melancólico fulgor,<br />
una lancha corta el agua, como un cisne enamorado,<br />
y un doncel con voz sonora<br />
va cantando a la que adora,<br />
desgranando con las rimas los ensueños de su amor…<br />
¿Fue en los lindes <strong>del</strong> ensueño,<br />
o en mirajes de otra vida?...<br />
¿Es tan sólo de mi mente la fantástica visión?<br />
De ese canto dulce y puro hay cadencias en mi oído,<br />
y ese lago transparente y ese bosque adormecido<br />
son refugio ¡cuántas veces! De mi triste corazón.<br />
El ordeño<br />
El alba nace en un calor de luna…<br />
Es el paisaje campesino un cromo,<br />
con el rejo en el brazo el mayordomo,<br />
y en el tranquero <strong>del</strong> corral “Fortuna”.<br />
Van cayendo las trancas una a una.<br />
Entra la vaca, y por su recio lomo<br />
va pasando la mano el mayordomo<br />
cantando a media voz: “Ponte, Fortuna,<br />
17
ponte… ponte”… La vaca, mansa y buena,<br />
la ubre rosada le presenta llena,<br />
enrejado el becerro, triste brama;<br />
y acercando un muchacho la totuma<br />
de leche tibia, borbotando espuma,<br />
¡se llena, se rebosa y se derrama!<br />
Banderas de América<br />
(Nocturno)<br />
¿Qué savia circula y revive los troncos resecos?<br />
¿Qué voces, sagradas, lleva el ara y repiten los ecos?<br />
¡Los líricos bosques de mi patria se agitan en sueños,<br />
y sus lauredales se estremecen a un lírico viento!<br />
El mar resonante sus pañales de blondas extiende,<br />
y como un pentagrama de espumas<br />
trae cifras ignotas de músicas nuevas.<br />
Un soplo sagrado,<br />
¿aliento de Grecia?<br />
en mi pecho se expande y exulta,<br />
y el alma está en vela,<br />
porque siente en la atmósfera cálida<br />
el vuelo potente <strong>del</strong> alma de América.<br />
¡América! ¡América!<br />
Palestina feliz de la época,<br />
Tierra prometida, ¡bendecida seas!<br />
América al Norte y al Sur otra América,<br />
Como dos amazonas radiantes<br />
De salud, de belleza, de fuerza.<br />
Ambas llevan el Casco de Palas<br />
y a la augusta balanza de Temis;<br />
un pasado que es todo glorioso,<br />
un presente armonioso y sereno,<br />
y un futuro tan grande, tan grande,<br />
¡como nunca lo ha visto la tierra!<br />
Ambas tienen la núbil frescura,<br />
de dos blancas corolas abiertas,<br />
que guardaran el polen fecundo<br />
de las razas futuras que advienen.<br />
Gestación que aguardaban los siglos,<br />
esperada sazón de los tiempos,<br />
cual si tantos anhelos unidos<br />
en un solo titánico sueño<br />
condensara la Atlántida regia<br />
entrevista en platónicos sueños.<br />
18
Y en los mares surgió como tienda,<br />
¡abierta a las razas de todos los pueblos!<br />
… Un temblor sagrado<br />
de los Andes conmueve las vértebras,<br />
todo el continente<br />
se estremece con ansia suprema,<br />
y sombras gloriosas: Bolívar y Washington<br />
aureoladas con luz de epopeya,<br />
al presente levantan la diestra<br />
forjadora de pueblos y leyes.<br />
Y a ese gesto, se ven, en las cumbres,<br />
desplegadas cual mil alas trémulas,<br />
y amparando derechos sagrados,<br />
¡las nobles, las libres banderas de América!<br />
19
José Tadeo Arreaza Calatrava<br />
Canto al Ingeniero de Minas<br />
Frente al Guayamurí, de cuya testa<br />
melenuda, guedejas de vapores<br />
desgréñanse a los vientos; frente al grande<br />
—arquitectura cíclica de gesta,<br />
cuyos peñascos son libertadores—,<br />
¡Matasiete, triunfal nuncio <strong>del</strong> Ande!;<br />
frente a las otras cumbres,<br />
las que revisten lujo de verdores,<br />
las que parecen por internas lumbres<br />
calcinadas, tal vez porque <strong>del</strong> hierro<br />
la prócer veta salta de la entraña<br />
<strong>del</strong> uno al otro cerro;<br />
en medio el valle soñador que baña<br />
soplo de mar y aliento de montaña,<br />
sonoro en la Conquista y la Colonia,<br />
sonoro en la mudez de mi destierro;<br />
¡Paraguachí, con su dulzor de caña;<br />
aquí donde mi vida testimonia<br />
resabios <strong>del</strong> asceta y <strong>del</strong> guerrero,<br />
yo, que pongo mi sangre en lo que digo<br />
y con bravo candor de misionero<br />
vírgenes tierras a sembrar me obligo,<br />
para un hombre <strong>del</strong> Norte, buen amigo,<br />
cantar mi libre Canto al Ingeniero.<br />
Dios, pastor invisible de las greyes,<br />
agricultor que por la tierra guía<br />
las Estaciones como mansos bueyes;<br />
Dios, que tal vez hace gemir la tierra<br />
cuando la surca su gigante arado:<br />
¡el gemido y la sangre de la guerra!;<br />
Dios, que fecunda el corazón y el prado,<br />
que, de todos los mares navegante,<br />
de todos los caminos caminante,<br />
como un caldeo las estrellas cuenta,<br />
conoce toda ola y toda brisa,<br />
y toda nube lee en el semblante,<br />
y es un lobo de mar, y la tormenta<br />
ata al timón de su bajel, sumisa;<br />
Dios, que sabe secretos de la yerba<br />
y <strong>del</strong> cedro <strong>del</strong> Líbano, ventalle<br />
20
<strong>del</strong> palacio real, y cuya sierva,<br />
la humildad <strong>del</strong> Señor, va por el valle<br />
cogiendo la perfecta florecilla<br />
en la ingenua mañana,<br />
como reina gloriosa que se humilla<br />
ante la Primavera Franciscana;<br />
¡Dios está en toda fábrica, en la interna<br />
palpitación de todo mecanismo!<br />
Ingeniero de mundos, Él gobierna<br />
la energía ecuménica, la eterna<br />
sustancia de sí mismo.<br />
Él medita sus fórmulas y entraña<br />
en las minas solares <strong>del</strong> abismo<br />
su ojo agudo de gnomo y de Ingeniero.<br />
Él horada el azul de su Montaña<br />
y brota el astronómico venero<br />
la nebulosa, óleo, y el lucero,<br />
áurea pepita. ¡De la veta huraña<br />
salta Canope al pico <strong>del</strong> Minero!<br />
El férreo corazón de las Metrópolis<br />
trepida. Las eléctricas corrientes<br />
transmiten a remotos continentes<br />
la vibración de nervios de Cosmópolis.<br />
Agítase Mercurio, ata las gentes<br />
al ritmo de su alado caduceo<br />
y al moderno hicocampo aguija el anca.<br />
El Oro, siendo el rayo, es Prometeo.<br />
La Economía, brújula y palanca.<br />
La Bolsa, un Montecarlo, azar de vidas...<br />
El interés, Pegaso, va sin bridas.<br />
Tiende susniji tentáculos la Banca.<br />
Y como en el erótico deseo<br />
salta el felino, así la fiera blanca<br />
engendra en selva de oro los millones;<br />
mientras, como entre un trueno de trompeta,<br />
se va operando en vastas combustiones<br />
la transfiguración de los metales;<br />
y la Química estudia en su probeta<br />
esos febriles tósigos vitales,<br />
como hierro en la sangre <strong>del</strong> planeta;<br />
<strong>del</strong>irios de color, que ella interpreta,<br />
de los maravillosos minerales.<br />
¡Los minerales! No heredado imperio<br />
<strong>del</strong> que va por la tierra y por mi canto<br />
sacándolos de oscuro cautiverio.<br />
¡En carne triste y pensamiento santo<br />
ellos están en cuanto al hombre agita!;<br />
21
porque son hiel de vida, sal de llanto,<br />
fósforo de su cráneo de misterio,<br />
ácido que sus goces precipita,<br />
roca y fragancia de su propia tierra,<br />
hueso duro y arteria que palpita,<br />
forman la tonelada sudorosa<br />
de Sísifo y el ánima que encierra<br />
en joya de mujer piedra preciosa.<br />
Son la forja de Potsdam (son tu guerra<br />
misma, ¡Dios de Israel!) y las radiantes<br />
cadenas, radio de ese intenso lirio<br />
yanqui —vigor de razas y martirio<br />
y orgullo de los duros mercadantes—,<br />
que envuelta en pieles, alta, blonda y fina,<br />
atraviesa el olor de gasolina,<br />
con su carne de rosa y sus diamantes.<br />
Un hombre que camina<br />
como un dominador. Al aire el cuello,<br />
recias las botas y el mirar agudo,<br />
la faz mordida y trémulo el cabello<br />
por la brisa fatal y el cierzo rudo<br />
de las distantes y contrarias zonas,<br />
(los fantasmas de Alaska y de Siberia,<br />
los sueños de Himalayas y Amazonas)<br />
penetra en la Metrópolis, en la arteria,<br />
en Wall Street dinámico y sonoro;<br />
penetra como un sabio con su idea,<br />
como una bruja por la chimenea,<br />
penetra con su fórmula de oro<br />
y se aleja después, mágico Orfeo<br />
a sus fieras, avaro a su tesoro.<br />
A su reino se marcha, por la vía<br />
férrea, en transatlántico en trineo,<br />
en dromedario, en avión. Se marcha<br />
a la región más clara o más sombría,<br />
a la antípoda virgen, al pantano<br />
palúdico, a la nieve y a la escarcha,<br />
a la floresta, al tropical verano,<br />
a todos los desiertos<br />
en que el sol niega o dilapida, lumbre,<br />
estepas rusas, horizontes yertos<br />
de la China ancestral, horno africano,<br />
a la meseta, al valle mexicano,<br />
como aquél donde lanza su quejumbre<br />
la hiena, el de morir, el de “Los Muertos”.<br />
22
Se va, mas que individuo, muchedumbre,<br />
con la ambición de los más grandes puertos,<br />
tierra más honda en ojos más abiertos.<br />
¡A nuevos socavones, a otra cumbre!<br />
A Haut Katanga, al Rand, donde bravea<br />
el sol negro; a la frígida Klondike,<br />
donde el espectro blanco se pasea;<br />
a las de Chiksan, venas de Corea;<br />
adonde el Gran Mogol por él abdique;<br />
(Transvaal, Brasil); a Tonopah de plata;<br />
a los Goldfields de oro; al seño glauco,<br />
<strong>del</strong> lago que en petróleo se desata<br />
(mi Zulia), y más allá Chuquicamata<br />
¡bajo los vuelos <strong>del</strong> cóndor de Arauco!<br />
Adonde la ambición y la fatiga<br />
lo esperan, y otros hombres y otras razas,<br />
y nuevo ardor. . . Ascético, se obliga<br />
a combatir en soledad. Guerrero,<br />
apronta a nuevos monstruos nuevas mazas.<br />
León, serpiente, hormiga,<br />
él va, prudente, previsivo, fiero,<br />
con su rauda falange, pico al hombro.<br />
Va por selva de instintos. Hiende, tala<br />
tenaz. La llama de un impuro asombro<br />
no manchó sus enérgicas pupilas.<br />
Rompe el colmillo a la codicia mala.<br />
Su orden guerrera purga de gorilas.<br />
¡Y qué respiro vigoroso exhala,<br />
cuando el cálculo va cual punta diestra<br />
disparando al filón y da en el blanco,<br />
porque en declive franco<br />
el anticlinio al cálculo se muestra!<br />
Su compañera en túnel y en barranco,<br />
la Dinamita, ¡qué estudianta rusa!...,<br />
con maña, la educa y amaestra.<br />
Y cuando la explosiva siempre estalla,<br />
o el pico muerde, o salta, o se desliza,<br />
y el ermitaño mineral se acusa,<br />
qué brillador espíritu batalla<br />
con la mente y los ojos electriza<br />
<strong>del</strong> minero, ante hallazgo deslumbrante:<br />
¡suelto bloque de luz, oro gigante,<br />
que un Genio cristaliza<br />
en lecho de volcánica ceniza!<br />
El Ingeniero lastra en un instante<br />
23
sus bajeles... ¡por él es más seguro<br />
el ritmo de Cosmópolis, complexo!<br />
¡Mercado-Humanidad, Templo futuro!<br />
En la Naturaleza, enorme fragua<br />
él forja un cinto al mundo, vital nexo,<br />
y se da como el fuego, como el agua...<br />
¡En cerebro, en estómago y en sexo!<br />
Y duro, con dureza de virtudes,<br />
él, que Júpiter lanza en un potente<br />
anudar de infinitas latitudes,<br />
que es de la aldea y es <strong>del</strong> continente;<br />
él, que vive entre el oso y la serpiente,<br />
y por nocturno al topo maravilla;<br />
él goza en su montaña, donde chilla<br />
el águila y bramando va el torrente<br />
y enfiebra sus dos brasas el leopardo,<br />
esa estrellada infinitud <strong>del</strong> bardo,<br />
el fluir de balsámicas frescuras<br />
de esa mística flor de las alturas:<br />
¡la Soledad de Corazón de nardo!<br />
Los Nueva Yorks, los Londres, los Berlinés,<br />
quedando atrás, en su pulmón alientan.<br />
El sol de medianoche por confines<br />
blancos, el Can que los desiertos muerde,<br />
en su organismo —urbe febril—, fermenta,<br />
Cosmópolis sensual con él se pierde...<br />
Arrancando ese bloque monstruoso<br />
que el Espíritu labra<br />
—Babel encinta de única Palabra,<br />
en comunión genésica de oso,<br />
se abraza él con la Naturaleza.<br />
¡Un poema coloso,<br />
de mosaica y de búdica grandeza!<br />
Al enorme contacto melodioso,<br />
el Himalaya inclina la cabeza,<br />
rompe a vibrar el arpa de la encina.<br />
Y el gigante se afina<br />
y al ser de las moléculas alcanza.<br />
Hay en sus ojos de animal humano<br />
Iris de espectroscopio. Y en su mano,<br />
pesas de sutilísima balanza.<br />
Los ojuelos <strong>del</strong> gnomo, la materia<br />
van perforando, agudos y malignos,<br />
mientras Memnón le hace pequeños signos;<br />
pero lo turba la celeste histeria,<br />
24
aurora boreal de otros confines,<br />
y el duro Hernán Cortés de los metales<br />
hace arder sus bajeles;<br />
¡sus Nueva Yorks, sus Londres, sus Berlinés!<br />
¡La soledad te amarra con cor<strong>del</strong>es<br />
de Sutras a sus castos ideales<br />
vestidos de sayales,<br />
hombre de hierro a quien maestra ruda<br />
ata con ligazón de minerales<br />
a la armoniosa Voluntad de Buda!...<br />
Pero tú eres <strong>del</strong> mundo,<br />
¡ Oh Ingeniero! Mecánico organismo<br />
junta los hombres y hace más profundo<br />
el salmo <strong>del</strong> varón sobre la Tierra.<br />
¡La Humanidad es máquina en ti mismo<br />
y te pide metal para su guerra!<br />
Trabaja, buen dinamo, fiel obrero;<br />
que en el pan con sabor a levadura<br />
de corazón amargo de minero,<br />
(¡épica hogaza de carbón de piedra!)<br />
en tu pan de peligro y de aventura,<br />
el Leviatán de las Naciones medra.<br />
¿Te desconoce el millonario? ¡Sabe<br />
que el oro está en la mina, si te ignora!<br />
Pero en la hora grave,<br />
en la hora de Dios y, de la Espada,<br />
cuando toda la tierra sangre llora,<br />
y una raza devora<br />
a otra raza, eres tú. Voz angustiada<br />
pide pan de carbón ¡el combustible!;<br />
porque en la guerra es un fantasma horrible<br />
el hambre, no la muerte.. .<br />
Vas, destrozas llanuras y montañas,<br />
purgas de sangre negra sus entrañas,<br />
y es tu carbón rayo <strong>del</strong> pueblo fuerte.<br />
¡Perforadora, horada!. . . ¡Ya el petróleo<br />
se lanza en chorro altísimo de fuego!<br />
¿Unción de las labores? ¿Áureo Riego?<br />
¿Crisma de Diablo? ¡Es tuyo el virgen óleo<br />
de tus dulces entrañas, Venezuela!.. .<br />
Dios a encender tu lámpara te obliga…<br />
Sobre sus campos vela;<br />
porque la Previsión, abeja, hormiga,<br />
es como el Tiempo (nunca se fatiga)<br />
25
y como el potro que en su escudo vuela...<br />
¡Cava, pico tenaz! El más oscuro<br />
socavón de minero<br />
mientras más hondo entraña más futuro.<br />
Rojea en el activo subterráneo<br />
la canción de las minas, ¡oh Ingeniero!,<br />
topo de uñas de acero,<br />
con los ojos <strong>del</strong> Sol dentro <strong>del</strong> cráneo.<br />
Y el pico es tan tenaz, tan impasible,<br />
que el diámetro terráqueo cava entero.<br />
De pronto, al filo préndese un lucero:<br />
la antípoda de luz, el combustible<br />
solar, Dínamo puro indeficiente,<br />
que alumbrará la Casa de los Hombres!<br />
Y yo, clarín <strong>del</strong> gallo, hacia el Oriente;<br />
yo que bautizo con los nuevos nombres;<br />
que llevo a Galipán, la muchedumbre,<br />
sobre mis fuertes alas no vencidas,<br />
mi espíritu en la cumbre<br />
de ese monte más alto, Leónidas<br />
de la patria legión, a las floridas<br />
copas, a los ganados, a las siembras,<br />
a la humilde labor de pobres vidas,<br />
al buen terrón sin gota de consuelo,<br />
a las minas, que están en el subsuelo<br />
como el fruto en el vientre de las hembras,<br />
a la sublime aspiración <strong>del</strong> cielo,<br />
a Dios, yo digo, ¡Excelsior!, y levanto,<br />
desde la herida de mi santo suelo<br />
el evangelio de este libre Canto.<br />
26
Rafael Caballero Sarmiento<br />
El bardo<br />
Se precia de saber filosofía<br />
y de seguir las modas parisinas,<br />
y gusta de encender en las esquinas<br />
su discusión sobre filología.<br />
Es pedante y locuaz. Y la Armonía<br />
desbarra como un trágico mundano;<br />
y su perfil de andrógino pagano<br />
lástima sin piedad la Poesía.<br />
Le gusta la pasión: el precipicio<br />
de ver que el buen Apolo, no es propicio<br />
a su numen sutil de bicicleta.<br />
Mas le amilana el aristarco “A. Z.”,<br />
a pesar que proclama ser poeta<br />
<strong>del</strong> quilate de Nervo y de Darío.<br />
Nocturno en solo de solo<br />
Yo me regué en mi propio Abismo,<br />
como por sobre el muro húmedo de los puentes<br />
el dolor de una rama florecida de asombros.<br />
La noche <strong>del</strong> espíritu estrellada de movimientos<br />
digitales <strong>del</strong> ahogado<br />
en las cuatro paredes de las aguas pensativas.<br />
Yo me quedé viéndome y viéndote.<br />
Eras la misma de los primeros años inocentes;<br />
eras la misma de los ojos claros, pero conminatorios.<br />
Llama a llama, carbón a carbón,<br />
nos enredamos en la lengua de una hoguera<br />
que en nuestra propia sangre prendió velas marinas.<br />
Así se viaja a veces<br />
con supuestos dineros de ilusión,<br />
como viaja la avispa sobre alguna azotea;<br />
como viaja la mente cuando niño<br />
sobre el columpio verde <strong>del</strong> árbol de la casa.<br />
27
Yo estaba otro y con filosofías.<br />
Para resolver el nudo de problemas<br />
de búhos pensadores,<br />
nos bastaba querernos;<br />
y escucharnos el pulso<br />
con el tic-tac remoto<br />
<strong>del</strong> corazón,<br />
cronómetro<br />
de carne.<br />
Aún no era colmo el odre <strong>del</strong> destino<br />
de aquel vino de mi viña de sueños;<br />
aún no hervía en la posteridad de tu recuerdo<br />
este mosto de odio de fermento infernal.<br />
Y sin embargo, nos ceñía la frente<br />
los relámpagos trágicos de una pronta ruptura.<br />
Con amargor de tinta —como el pulpo los mares,—<br />
yo ennegrecí este pozo —vorágine infinita—<br />
que los que me conocen no sospechan en mí.<br />
Yo he visto de este pozo agitadas las ondas<br />
concéntricas de una tiniebla enrojecida;<br />
para entonces: ¿Mañana? ¿ Aquí mismo?<br />
Mañana o aquí mismo acogerás el vuelo<br />
con la malla posible y tensa de tus nervios,<br />
anti-antenas de la vida<br />
y antena segura para sintonizar mi marcha,<br />
al darte de signos la partida<br />
leves como en los pasos de una cita.<br />
Así me tendrás puro y sin un silogismo;<br />
y sin ninguna audacia de sistemas complejos;<br />
y sin velos de sofisma;<br />
y sin pugnas de pro y ni contra;<br />
y sin iluminar el candil de una idea<br />
con la fosforescencia <strong>del</strong> cerebro en presidio.<br />
Así me palparás en la retina<br />
para charlas en los salones de la gente “chic”<br />
sobre si hay o no realidades de espectros.<br />
Mientras te llame con la voz inoíble,<br />
conque —¡se dice!— llaman los fantasmas.<br />
28
Luego algún viejo materialismo petulante,<br />
capitaneando fugas con pruebas improbables,<br />
te recomendará a un psiquiatra vienés<br />
que recetó a una adúltera loca por un amante.<br />
Y hasta habrá un disparo<br />
con una bala mordida en cruz<br />
que tu segundo novio escuchó a sus abuelos.<br />
Receta para disolver espantos.<br />
En tanto yo —desnudo y ya sin filosofías,—<br />
Me morderé en la masa-falsa, de los espiritistas.<br />
Prisión <strong>del</strong> barco revolucionario<br />
La hija <strong>del</strong> pescador<br />
—pescador de luceros, de sirenas y peces,—<br />
vio por dos veces.<br />
Lo vio izar bandera en el crepúsculo,<br />
capitán de mareas.<br />
Después la noche conspiró<br />
ahuecando su garganta de cañones de alba,<br />
tras de los archipiélagos de añil<br />
con zócalos de rojos microcosmos de espuma.<br />
Las olas concibieron en su ofrenda<br />
una lucha de atletas hasta el amanecer.<br />
El barco tenía un puente,<br />
el barco se asombraba de la tierra,<br />
el barco tenía la fe de los mangles fraternales,<br />
el barco ordenaba apagar su fogón a la choza,<br />
el barco lloraba un dolor infinito de playas,<br />
el barco se trajeaba un antifaz caótico,<br />
el barco era doctor en sombra de piratería,<br />
el barco se retorcía a bordo,<br />
el barco venía a hurtarse la quimera<br />
que guardaba en su pecho la niña pescadora.<br />
El sol le vendió luego sus banderas de oro;<br />
un cocotero el tallo de su palo mayor;<br />
y los moriches indios de la llanura triste<br />
los trapecios occiduos de sus áureos cor<strong>del</strong>es.<br />
29<br />
a Luis Barrios Cruz
El barco estaba tras las nubes:<br />
El mar bostezó el gas de sus pulmones;<br />
el barco se alejaba y la gente porteña<br />
se llenaba los ojos de una ilusión vacía.<br />
Tragedia de su popa:<br />
una promesa dulce y un viejo fusil.<br />
Un siglo de esperanza.<br />
Al fin, una mañana indiferente,<br />
con muletas de reo,—<br />
lo trajo un hombre solo.<br />
La multitud agitaba<br />
los remos de su aplauso,<br />
—proclama de emoción ;—<br />
fue un viril espectáculo:<br />
¡cómo un hombre tan mínimo,<br />
capturó nave tan enorme!<br />
30
Pedro Parés Espino<br />
Suicida<br />
Era una tarde cualquiera<br />
de primavera sentida,<br />
en que íbamos, cavilosos,<br />
a sepultar un suicida.<br />
—Fue un cobarde. Estaba loco,<br />
sentenciaba alguno, al paso,<br />
mientras daba su dulzura<br />
sobre la urna el ocaso.<br />
Filosofar de burgueses<br />
de sanchesco vivir serio,<br />
que jamás han comprendido<br />
los números <strong>del</strong> misterio.<br />
Al pasar bordeando el duro<br />
contorno gris de los cerros,<br />
agujereando la calma,<br />
ladridos foscos de perros.<br />
En el blanco cementerio,<br />
bajo la tarde dorada,<br />
había un olor misterioso<br />
a fosa recién cavada.<br />
Dos hombres, sombríamente,<br />
la caja negra tomaron,<br />
y, en el fondo de la fosa,<br />
impasibles, la dejaron.<br />
Y yo pensaba entre tanto<br />
en el pálido suicida,<br />
que pasó, callado y triste,<br />
como un muerto por la vida.<br />
(Enterrador pueblerino<br />
que de los sepulcros cuidas,<br />
guarda con noble desvelo<br />
las tumbas de los suicidas;<br />
31<br />
a R. Caballero Sarmiento.
que ellos, bajo el ala roja<br />
de torva fatalidad,<br />
sintieron en esta vida<br />
nostalgia de Eternidad).<br />
La hornacina<br />
Incrustada en el muro de la vetusta esquina,<br />
donde sufre inclemencias de los siglos y el cielo,<br />
expresión acabada de un católico anhelo,<br />
con su santo greñudo, queda en pie la hornacina.<br />
De un Obispo exaltado perpetúa el desvelo,<br />
y al mirarla en la sombra la ilusión me domina:<br />
de las frentes humildes agobiadas de celo,<br />
y las manos tendidas a la gracia divina.<br />
El buen pueblo vasallo, que tributos pagaba,<br />
ante ella sus hambres y sus pestes lloraba.<br />
Hornacina empolvada, lucecita de arcanos,<br />
que al mirarte entre el nuevo de las casas actuales,<br />
evocar me haces siempre caras bulas papales,<br />
y aquellos contrabandos de libros volterianos.<br />
La farola<br />
Farola que en mis sueños la emoción dejas<br />
de tiempos que, por idos, ya son mejores,<br />
cuando en las coloniales casonas viejas<br />
tu tristeza doraba los corredores.<br />
Bajo tus misteriosas luces bermejas,<br />
despertando en las almas vagos terrores,<br />
las esclavas solían urdir consejas<br />
de milagros, hechizos y salteadores.<br />
Y mientras se tornaba todo agorero,<br />
y la voz cristalina <strong>del</strong> tinajero<br />
goteaba el silencio de la casona.<br />
cerca a tus resplandores alucinantes,<br />
se dormían los fuertes niños de antes<br />
soñando con la sombra de la sayona.<br />
32<br />
1922
Siesta<br />
Un sol de plomo abruma los viejos caserones,<br />
en que vinosas manchas dibujó el Carnaval.<br />
Se enguirnaldan de tedio los cerrados portones.<br />
Las dos, sonó el gangoso reloj de Catedral.<br />
No turba la infinita calma <strong>del</strong> mediodía<br />
ni un pregón de frutero, ni un grito de aguador;<br />
sólo un perro errabundo va, con melancolía,<br />
cojeando hacia el silencio de la Plaza Mayor.<br />
En tanto, las casonas dormitan, patriarcales,<br />
seguras a la sombra <strong>del</strong> antañón alero.<br />
(Caliente brisa sopla <strong>del</strong> patio con rosales,<br />
y, gota a gota, dice la paz el tinajero).<br />
Y mientras todo adquiere prestigio alucinante<br />
bajo la cegadora somnolencia <strong>del</strong> sol,<br />
un canónigo pasa, ventrudo y rozagante,<br />
cubierto con la pompa <strong>del</strong> rojo quitasol.<br />
33<br />
a Enrique Bernardo Núñez.<br />
1934
Ángel Celestino Bello<br />
Justo Brito y Juan Tabare<br />
Justo Brito y Juan Tabare,<br />
hombres de vera y peinilla<br />
como no pare otra madre,<br />
por una vieja rencilla,<br />
en el lugar que se vieran<br />
la muerte juraron darse.<br />
Dicen que el primer encuentro<br />
lo tuvieron en un baile,<br />
cuando iba Justo Brito<br />
con Paulina Colmenares,<br />
bailando un zumba que zumba<br />
de esos que entibian la carne.<br />
¡Dame una paloma, Justo!<br />
dame una paloma, vale,<br />
gritóle desde un escaño<br />
el temible Juan Tabare.<br />
Pero Brito en los espasmos<br />
que da la fiebre <strong>del</strong> baile,<br />
contestóle con la espalda,<br />
sorda expresión <strong>del</strong> desaire.<br />
—Ten en cuenta, Justo Brito,<br />
te lo juro por mi madre,<br />
que el desprecio que me has hecho<br />
nunca me lo hizo naide;<br />
yo te enseñaré, ¡ca...rrizo!<br />
cómo se ofende a un Tabare.<br />
Pasaron muchos veranos<br />
desde la noche <strong>del</strong> baile,<br />
mas el rencor en los hombres<br />
es difícil que se acabe.<br />
En un claro de sabana<br />
que dora el sol de la tarde,<br />
se encontraron de repente<br />
Justo Brito y Juan Tabare.<br />
Al mirarse frente a frente<br />
les templó el rencor la sangre;<br />
34
no se dijeron palabras<br />
y en el furor de la lucha,<br />
las peinillas azarientas<br />
casi cortaban el aire.<br />
Dura y larga fue la brega<br />
y al morir de aquella tarde,<br />
ambos estaban de bruces<br />
en un gran charco de sangre.<br />
Mañana dirá el que llegue<br />
al propio sitio <strong>del</strong> lance:<br />
fue por una “palomita”<br />
de Paulina Colmenares<br />
que aquí se dieron la muerte<br />
Justo Brito y Juan Tabare,<br />
¡dos hombres de pelo en pecho<br />
como no pare otra madre!<br />
Están cantando los gallos...<br />
Están cantando los gallos<br />
por el dolor de un poeta;<br />
hondo dolor de locura<br />
que idiotiza la conciencia;<br />
dolor —verso— en la palabra,<br />
dolor —verso— por la pena.<br />
Están cantando los gallos<br />
por el dolor de un poeta.<br />
Dolor en la noche triste;<br />
dolor en el alba fresca;<br />
dolor en el lirio blanco,<br />
dolor en la vida nueva;<br />
dolor —verso— en el paisaje;<br />
dolor —verso— en primavera...<br />
Están cantando los gallos<br />
por el dolor de un poeta.<br />
Dolor en la madrugada,<br />
en el desierto y la selva;<br />
dolor —música— que siembra<br />
el erial de la existencia;<br />
dolor en las horas blancas<br />
y dolor en la verbena.<br />
35<br />
Al poeta R. Caballero Sarmiento.
Están cantando los gallos<br />
por el dolor de un poeta.<br />
Fue maestro y en la vida<br />
lo dio todo a su manera;<br />
sacrificó el pensamiento<br />
en el altar de la escuela;<br />
su locura no es locura<br />
pues el cielo lo revela...<br />
Están cantando los gallos<br />
por el dolor de un poeta.<br />
Mironianas<br />
1<br />
Todo es sutil y cordial<br />
a mis sueños de poeta;<br />
si alguna pena me inquieta,<br />
me torno sentimental.<br />
2<br />
Yo les abro el corazón<br />
a los que con mal intento,<br />
quieren detener el viento<br />
de mi lírica canción.<br />
3<br />
La negra sombra <strong>del</strong> vicio<br />
no turba mi voluntad,<br />
mi orgullosa libertad<br />
está sujeta a mi juicio.<br />
4<br />
No me hiere ni me arredra<br />
el gesto brutal y fiero;<br />
en herir soy el primero,<br />
(oculta tengo la piedra).<br />
5<br />
Proseguiré mi camino<br />
con glacial indiferencia,<br />
sometiendo a mi conciencia<br />
los caprichos <strong>del</strong> destino.<br />
36
6<br />
Ajusto todos mis actos<br />
a la luz de la verdad,<br />
sometiéndome a los pactos<br />
de la gran eternidad.<br />
7<br />
Mi verso noble y sencillo<br />
tiene de espina y de flor,<br />
pero al cambiar de color<br />
se vuelve clavo y martillo.<br />
Saetas<br />
Está escondido en tus ojos<br />
lo que sueña la esperanza;<br />
y por eso los antojos<br />
de mi negra malandanza,<br />
quieren buscar en tus ojos<br />
lo que sueña la esperanza.<br />
Está escondido en tu boca<br />
lo que ambiciona el amor;<br />
y por eso el ansia loca<br />
que palpita en mi interior,<br />
quiere buscar en tu boca<br />
lo que ambiciona el amor.<br />
Está oculto en tu regazo<br />
lo que más ama la vida;<br />
y por eso en el abrazo<br />
de tu mirada querida,<br />
buscar quiero en tu regazo<br />
lo que más ama la vida.<br />
Está escondido en tu pecho<br />
el consuelo <strong>del</strong> dolor;<br />
y por eso voy derecho<br />
con la flecha de mi amor,<br />
por encontrar en tu pecho<br />
el consuelo <strong>del</strong> dolor.<br />
37
Luisa <strong>del</strong> Valle Silva<br />
En la vida<br />
¿Cómo he de sentir odio? ¿Cómo daño he de hacer?<br />
Yo voy de paso... Apenas tengo tiempo de amar.<br />
Este amor hacia todo que aletea en mi ser<br />
es tan sólo el saludo de un viajero al pasar.<br />
Yo sé que están abiertas siempre las alas. Hoy<br />
saludan amorosas para luego partir.<br />
Si sé que a la llegada ya de partida estoy...<br />
¿cómo no amar y sonreír?<br />
Regreso<br />
Vengo de muy lejos...<br />
de no sé qué país...<br />
Vengo de regreso de un sueño...<br />
¿Podré acaso volver a vivir?<br />
Regreso de un sueño...<br />
dejadme en silencio llegar...<br />
¡Qué dura es la piedra negra de la orilla!<br />
¡Qué blando, qué azul es el mar!<br />
Regreso de un sueño... ¿Qué traigo?<br />
Traigo... ¡qué sé yo!<br />
Unas veces pienso que traigo un tesoro<br />
y otras que el tesoro jamás existió.<br />
Regreso... No conozco a nadie...<br />
Nadie me conoce... ¿Cuánto ha que partí?<br />
Hay que caminar por la tierra de nuevo...<br />
¡volver a vivir!<br />
Espera<br />
Ahora sí sé bien lo que es la espera,<br />
¡cómo la estoy viviendo!<br />
Cansancio de la hora interminable,<br />
angustia de la hora que no llega.<br />
Dolor de voz ahogada<br />
38
con bocado de sombra,<br />
en garganta de pájaro que espera<br />
la salida <strong>del</strong> sol.<br />
Boca con sed, abierta<br />
bajo la gota de agua<br />
que no cae.<br />
Hambre de emoción nueva<br />
recién caída sobre el corazón.<br />
Hambre... y para engañarla<br />
morder la fruta seca <strong>del</strong> recuerdo.<br />
Hojarasca<br />
Hojarasca de palabras amarillas, inútiles;<br />
hojarasca de ideas secas. Hojarasca<br />
que en todos los caminos<br />
quiebras tu gritería de escándalo<br />
bajo nuestras pisadas.<br />
¿Cuándo soplará el vendaval recio<br />
que te cargue y te deshaga lejos;<br />
y nos deje desnuda, viva<br />
la tierra de los caminos;<br />
anchos y nuevos todos los caminos<br />
para el amor, para la Vida?<br />
Yo recogí mi voz<br />
Yo recogí mi voz de sobre el polvo.<br />
Era un clarín caído y olvidado.<br />
La alcé <strong>del</strong> polvo y la guardé en mi pecho<br />
mientras se iban sus ecos apagando.<br />
Ecos de aquellas voces que creyeran<br />
grietas de luz abrir en las montañas,<br />
apenas hoy evocador murmullo<br />
de caracoles a la mar lejana.<br />
Guardé mi voz sacudida de gritos<br />
y desnuda de inútiles clamores.<br />
En torno nadie la buscaba. El aire<br />
estaba ahogado en multitud de voces.<br />
Ahora ya en su cuna de silencio,<br />
yace mi voz dormida y olvidada,<br />
soñando a veces que sus ecos puedan<br />
abrir grietas de luz en las montañas.<br />
39
Ada Pérez Guevara<br />
Tú nunca lo supiste<br />
Tú no supiste nunca, madre mía,<br />
de este oscuro dolor.<br />
Tú nunca lo supiste;<br />
este penar continuo, día a día,<br />
me da un minuto triste,<br />
un rato sin amor,<br />
¡oh madre mía!<br />
¿Sabrás acaso ahora,<br />
que mi alma, hora tras hora<br />
siente el penar continuo de tu ausencia?<br />
Y mi triste existencia,<br />
que brilla con fugaces alegrías,<br />
se llena de impaciencia<br />
y se sumerge en estas penas mías.<br />
Tú nunca lo supiste,<br />
y gracias doy que nunca lo supieras.<br />
Es doloroso, madre, lo he sentido,<br />
perder a nuestra madre…<br />
Casi como si el alma se nos fuera.<br />
Y tú te fuiste lejos,<br />
más allá de la vida,<br />
y tan lejos, tan lejos,<br />
que ni siquiera un pálido reflejo<br />
me orienta hacia los rumbos de tu ida.<br />
¿Y te veré otra vez? Así lo quiero.<br />
Mas, no basta querer en estas cosas.<br />
Yo que viviendo muero<br />
y que por vida cierta desespero,<br />
al mirar las estrellas misteriosas<br />
busco ahondar el arcano.<br />
Mas, sólo mi dolor siento profundo<br />
y pienso que en el mundo<br />
todo dolor es atributo humano.<br />
40
Interrogación<br />
Después de la muerte, ¿qué es lo que has sentido?<br />
¿Te absorbió la intensa, la absoluta paz?<br />
¿Estás en lo eterno, en lo definido?<br />
¿Del Dios de las almas miraste la faz?<br />
¿Conoces ahora todos los arcanos?<br />
¿La razón ya sabes de todas las cosas?<br />
Dime si al contacto de las buenas manos<br />
las acciones buenas se tornaron rosas…<br />
Madre, yo te pido, dime esto siquiera:<br />
dime si me miras, dime si me escuchas.<br />
Diariamente marco la interrogación,<br />
¡y siempre el silencio que me desespera!<br />
¡Mira que en la vida las penas son muchas,<br />
y vienen, calladas, a mi corazón!<br />
El rosal <strong>del</strong> patio<br />
En el pequeño patio enmosaicado<br />
hay un cuadro de tierra<br />
donde crece un rosal.<br />
Siempre está florecido,<br />
tiene la <strong>del</strong>gadez <strong>del</strong> tallo hiriente,<br />
cuajado de espinitas,<br />
y leves hojas tersas,<br />
color de vino añejo,<br />
bajo la luz solar.<br />
Encerrando el jardín, la tapia verde,<br />
elevada y hostil,<br />
parece dominar las otras casas.<br />
Desde hace mucho tiempo<br />
lucha el roal por extender sus ramas,<br />
pero la rigidez <strong>del</strong> muro erguido<br />
no sabe de belleza ni ternura,<br />
y se forma el capullo de la rosa<br />
y las hojitas nuevas<br />
atrofiadas y pobres, contra el muro.<br />
¡Estéril lucha <strong>del</strong> rosal florido<br />
en el patio pequeño!<br />
Hay agua y sol y cuido,<br />
41
pero existe la tapia,<br />
como una negación de espacio y cielo.<br />
Me da pena el rosal cuando lo miro.<br />
Siempre la tapia erguida<br />
tiende a impedir la floración perfecta;<br />
¡pero quizás un día<br />
la avalancha de ramas florecidas<br />
se extenderá en la tapia,<br />
hasta escalar sus piedras!<br />
42
Miguel Otero Silva<br />
El aire ya no es el aire<br />
El aire ya no es aire, sino aliento;<br />
el agua ya no es agua, sino espejo,<br />
porque el agua es apenas tu reflejo<br />
y ruta de tu voz es sólo el viento.<br />
Ya mi verso no es verso, sino acento;<br />
ya mi andar no es andar, sino cortejo,<br />
porque vuelvo hacia ti cuando te dejo<br />
y es sombra de tu luz mi pensamiento.<br />
Ya la herida es floral deshojadura<br />
y la muerte es fluencia de ternura<br />
que a ti me liga con perpetuos lazos:<br />
tornóse en rosa espléndida la herida<br />
y ya no es muerte, sino dulce vida,<br />
la muerte que me das entre tus brazos.<br />
Tú, poesía,<br />
Tú, poesía,<br />
sombra más misteriosa<br />
que la raíz oscura de los añosos árboles<br />
más <strong>del</strong> aire escondida<br />
que las venas secretas de los profundos minerales,<br />
lucero más recóndito<br />
que la brasa enclaustrada en los arcones de la tierra.<br />
Tú, música tejida<br />
por el arpa inaudible de las constelaciones,<br />
tú, música espigada<br />
al borde de los últimos precipicios azules,<br />
tú, música engendrada<br />
al tam-tam de los pulsos y al cantar de la sangre.<br />
Tú, poesía,<br />
nacida para el hombre y su lenguaje,<br />
no gaviota blanquísima sobre un mar sin navíos,<br />
ni hermosa flor erguida sobre la llaga de un desierto.<br />
43
Tres variaciones alrededor de la muerte<br />
44<br />
Nuestras vidas son los ríos<br />
que van a dar a la mar,<br />
que es el morir.<br />
1<br />
¡No! No es posible vivir cual los ríos<br />
cantando entre laderas y lirios<br />
o entre agudos peñascos y ramajes tronchados,<br />
sin presentir el mar que los espera,<br />
el infinito verde y encrespado<br />
en cuyo corazón de sal los ríos se transforman en peces.<br />
No es posible flamear como el fuego,<br />
iluminando rostros de danzantes risueños<br />
o tiñendo vetas de angustias en las caras dolorosas,<br />
sin presentir la brisa que matará su luz<br />
o el agua que tomará sus rosas en ceniza.<br />
En mitad de la vida cantamos a la muerte<br />
que es el mar de los ríos y el agua de las llamas.<br />
Jorge Manrique<br />
2<br />
Símbolos de la muerte no sueñan ser el hueso,<br />
ni las cuencas vacías, ni la mortaja fláccida.<br />
Los huesos son apenas el portal de la muerte.<br />
Cuando los huesos dejan de ser huesos<br />
y entre su blancor rígido hay un temblor de gérmenes,<br />
es que nace la poesía de la muerte,<br />
es que despunta el símbolo creador de la muerte.<br />
La muerte que yo canto no es cruz de cementerio,<br />
ni ilusión metafísica de las mentes cobardes,<br />
ni lóbrego infinito de profundos filósofos.<br />
La muerte que yo canto es una sombra constructora<br />
de blancas mariposas que crucen los caminos <strong>del</strong> viento,<br />
de tallos que entremezclen la pulpa maternal de la tierra,<br />
de claros manantiales que sacudan las entrañas <strong>del</strong> mundo.<br />
3<br />
Un niño es la crisálida de un amor y de un llanto,<br />
es la estrofa primera de un poema,<br />
es la cuesta inicial de una montaña.<br />
Y la muerte de un niño es tan absurda<br />
cual la de una mañana que se volviera sombras.<br />
Si ayer se desgarraron las carnes de la madre,<br />
si un rumor de blancura le despertó los senos,<br />
esa sangre, esa leche, ese dolor, han sido
la raíz de los pasos de un hombre.<br />
Sólo el leñador loco corta un árbol<br />
cuando el tronco es apenas tierno cogollo inútil.<br />
Sólo loca la muerte ha de matar un niño,<br />
apagar un amor que no ha nacido<br />
y secar unas lágrimas que no han corrido nunca.<br />
Mientras los niños mueran<br />
yo no logro entender la misión de la muerte.<br />
45
Luis José García<br />
El nombre <strong>del</strong> hombre<br />
La palabra soltó su escupitajo<br />
y escuchó el hombre escarnecido<br />
trocar su nombre en la voz de su sicario;<br />
y se miró las manos —sometidas—<br />
entre hierros degradantes.<br />
Porque estaban de más las palabras<br />
y porque duela la carne herida y tatuada<br />
cuando el miedo circula —todavía<br />
sigiloso en la memoria <strong>del</strong> animal acoquinado.<br />
Porque duelen también las plantas<br />
horadadas y vencidas<br />
ya reblandecido el ademán de ser quien se era:<br />
porque el hombre había perdido<br />
la certeza de sus piernas<br />
después de haberlas visto<br />
en las patas de los elefantes,<br />
tristes y domesticadas:<br />
y revisado la memoria <strong>del</strong> resto de su cuerpo<br />
y de cuanto en él quedaba<br />
posible para el escarnio.<br />
Pero esto sólo ocurre<br />
cuando el corazón ya no cuenta<br />
y apenas si suscita<br />
como un hedor de desdorosas náuseas.<br />
Porque el cuerpo da para resistir el látigo<br />
y puede aún —de la sangre resistida—<br />
surgir un ala anonadante:<br />
y hasta la muerte dar tiempo<br />
para escoger la altura <strong>del</strong> alma.<br />
Si el crimen es sólo una pesadilla superable<br />
y el nombre <strong>del</strong> hombre<br />
cobra fuerza en la voz de la esperanza.<br />
46<br />
A Leoncio Dorta.
Crepusculares<br />
De un hecho de velamen<br />
bien sé que estoy muriendo.<br />
Como un ardor de sangre<br />
<strong>del</strong> mar me viene el verso<br />
al crepúsculo almagre<br />
de entre grises inciertos<br />
con luz de eternidades<br />
y un coro de silencios.<br />
Décimas <strong>del</strong> infortunado amor<br />
Iba, suspenso, en la brisa,<br />
escala de tu perfume,<br />
con corazón que presume<br />
solazarse en tu sonrisa;<br />
sin pensar cuán indecisa<br />
es, en el sueño sin tasa,<br />
la esperanza cuando abrasa<br />
empeñada en un cariño.<br />
Así, con sueños de niño<br />
ayer pasé por tu casa.<br />
Bajo el alero, en la sombra,<br />
las rosas de tu cercado.<br />
Y en la ventana, azorado,<br />
mi verso pasa y te nombra;<br />
mas, de repente, me asombra<br />
rudo golpe de emoción;<br />
y sentí que el corazón<br />
se me redujo en el pecho,<br />
cuando, llena de despecho,<br />
me tiraste un limón.<br />
Así, un golpe inoportuno<br />
me echó a vagar sin destino,<br />
47<br />
A Tomás Antonio Reyes<br />
Ayer pasé por tu casa<br />
me tiraste un limón;<br />
el zumo me dio en la cara<br />
y el golpe en el corazón.<br />
Anónimo
pues, de no ser tu camino,<br />
no me interesa ninguno.<br />
¡Si he repasado uno a uno<br />
pensando que, así, lograra<br />
otro amor me descifrara<br />
lo <strong>del</strong> limón que tiraste!<br />
Que aunque el tiro no acertaste,<br />
el zumo me dio en la cara.<br />
Y es por eso, sin embargo,<br />
que, pensándolo, repienso,<br />
que el cariño es más intenso<br />
cuando el comienzo es amargo;<br />
hasta llegar a lo largo<br />
conociendo tu intención,<br />
comprender por qué razón<br />
el zumo segó mi anhelo,<br />
el limón cayó en el suelo<br />
y el golpe en el corazón.<br />
48
Matilde Mármol<br />
Después será el viento<br />
Vengo a decir que a ratos me dejo<br />
envejecer de pena o de algo<br />
tan inapelable<br />
como el tiempo trepando hacia la muerte.<br />
Y es que no tengo otra manera<br />
de morir<br />
sino ésta con que a diario<br />
amanezco, con que a diario<br />
me pongo la muerte y dispongo<br />
ordenadamente el día<br />
para seguir muriendo.<br />
Alguna vez soñé que fuera cierto<br />
eso de estar parado en medio<br />
de la vida<br />
y oír la muerte cavando<br />
en el trasfondo…<br />
Después será el viento —dije—<br />
el fuego y la sangre mineral.<br />
Mas el hombre se precave<br />
y, por si acaso, toma la vida<br />
y en ella se arrebuja, circula,<br />
regatea frente al calendario,<br />
habla, procrea.<br />
Pero a la hora <strong>del</strong> hueso,<br />
a la hora de la víscera esperando,<br />
se desnuda y se acuesta<br />
con la muerte.<br />
Después será el viento —digo—<br />
…Y me quedo frente al terror<br />
mirando cómo la muerte<br />
iza sus señales.<br />
Los solidarios<br />
De pronto todas las palabras<br />
me sobran.<br />
De pronto la angustia de un pueblo<br />
49
Me llena de sal la boca,<br />
Y un jardín que florece<br />
¡qué me importa!<br />
Hoy me importa estar viva<br />
no el viento que sacude mis trapos.<br />
Me importa el niño<br />
y su saliva,<br />
los huesos de mi madre<br />
y la gente<br />
que nunca respiró junto a mí.<br />
Hoy digo aire, lirio, corazón,<br />
y las palabras me pesan<br />
y no las digiere mi alma.<br />
Mas cae un hombre<br />
en medio de la vida<br />
y no puedo quitarme este pensamiento<br />
de las manos,<br />
y no hay manera de evadirse,<br />
y no sabe uno qué hacer consigo mismo.<br />
Deliberadamente<br />
Deliberadamente asumo mi cuerpo,<br />
me bautizo mortal,<br />
verifico mis vértebras, mi sangre,<br />
mi condición humana indeclinable.<br />
Calzo esta frente y la frente<br />
<strong>del</strong> que siendo hermano es más<br />
mi prójimo inclusive.<br />
Instálome en total, en colectivo,<br />
hombro con hombro<br />
solidariamente.<br />
Ratifico mi modo ahora,<br />
las costillas que opongo al viento,<br />
las manos con que lloro,<br />
la cal en que me integro,<br />
mi destino también y mi fatiga.<br />
50
Introspección<br />
Cuando desciendo hasta mí<br />
las manos se llenan de espanto…<br />
Porque en mi cuarto, junto a mi mesa<br />
que a veces es un barco<br />
y navega,<br />
cae la lluvia, cae el tiempo,<br />
el hombre cae,<br />
cae la pesadumbre y gimo.<br />
El mar amanece a mis pies mordiendo<br />
mi castidad.<br />
Sólo el mar me deslumbra,<br />
sólo el mar permanece<br />
azotándome…<br />
El cuarto y mi mesa<br />
—tributarios <strong>del</strong> mar—<br />
crujen cuando la noche<br />
me devora las sienes.<br />
Y siempre amanezco desierta;<br />
me acuerdo de mi vestido<br />
aquél, el de lunares,<br />
de mi padre que hacía versos clavado<br />
a su esqueleto,<br />
de mi madre, hermosa ella y descalza<br />
frente al tiempo;<br />
e igualmente<br />
que vengo de un país salobre<br />
donde el clamor es un guijarro<br />
de cólera.<br />
A veces también recuerdo que he nacido<br />
y me pongo a llorar.<br />
Al cabo<br />
Por último<br />
me he quedado sin Cruz,<br />
sin Brahma, sin Buda<br />
y sin oráculo.<br />
Voyme a pie, ligerísima,<br />
huera de dogmas,<br />
ventilada la deuda aristotélica,<br />
gusano en abstracto,<br />
51
dios de mi propio templo,<br />
hermana de mis hijos,<br />
infinita por fin, al fin principio.<br />
Recién<br />
pesa toda mi eternidad…<br />
Monólogo<br />
Esta es la hora en que muero diariamente.<br />
Aquí estoy de rodillas,<br />
con la voz rota<br />
al pie de mi silencio.<br />
Puede venir todo el dolor <strong>del</strong> mundo<br />
a morderme en las sienes.<br />
Está es la hora en que mi alma<br />
enfila su ejército de penas,<br />
la hora inmensa que me crucifica,<br />
que me deja amapolas en los huesos.<br />
Yo no tengo otra forma de morirme<br />
ni otra hora desangrada y tensa.<br />
Aquí muriendo de destino,<br />
¡qué sé! De transparencia,<br />
de cosa insólita que rasga<br />
con sus nardos el pecho<br />
y se hace luz y luto y polvareda<br />
negro turbión y renovado aliento,<br />
inundando mis calle interiores<br />
con el alto gemir de su presencia.<br />
…Entonces me invade un ángel,<br />
desciende por mi sangre<br />
a la más pura teoría de mi esencia:<br />
pasan rosas… cenizas… siete heridas<br />
me dan su asombro denso,<br />
pasan abismos y lunas…<br />
¡el ángel gime en mis huesos!<br />
Ay que me estoy muriendo y nadie sabe.<br />
Ay que vienen las zarpas en el viento.<br />
Ay que llega mi hora taciturna.<br />
52
Domingo Felipe Maza Zavala<br />
Quinta estación<br />
Es el tiempo abstracto de la poesía:<br />
no tiene calendario en la ruta de los días,<br />
ni color preciso, ni estela en el espacio infinito.<br />
Desfilan las luces y las sombras,<br />
corren las aguas en círculos sin término,<br />
navegan las angustias al despuntar la aurora.<br />
Las simientes se ocultan en los bosques secretos:<br />
brotarán en los versos de un poeta olvidado<br />
cuando la vida pase con su canto inconcluso.<br />
No es la lluvia venida de vertientes lejanas,<br />
ni cálido sol que da luz al planeta:<br />
sólo la quinta estación de un mundo ignorado.<br />
No es la primavera de colores fugaces<br />
ni el otoño que dispersa las hojas desprendidas<br />
de su abrigo vegetal desnudo de fatiga.<br />
Pasan las estaciones en que demoran los ritos<br />
de la ronda que gira en el perfil <strong>del</strong> tiempo,<br />
renovando la vida para vencer a la muerte.<br />
No son las estaciones que encuentro en mi camino:<br />
es la quinta que agrega imagen y sentido<br />
al abrir los portales <strong>del</strong> reino prometido.<br />
Caracas, 01/06/03<br />
También soy América*<br />
Grito <strong>del</strong> negro como una consigna;<br />
mi sudor y mi sangre florecieron<br />
en la corteza roja <strong>del</strong> cacao,<br />
en la nevada fibra <strong>del</strong> algodón,<br />
en el hijo mestizo y el cantar jactancioso.<br />
Traje el sol africano y la risa encendida,<br />
el llanto de sal y la herida profunda,<br />
el tambor que es la voz oscura de la selva.<br />
53
Vinieron en mi ancestro las raíces <strong>del</strong> hombre,<br />
los mitos de la tierra, los secretos <strong>del</strong> cielo,<br />
la noche que repite la verdad de la piel.<br />
Vertientes de mi angustia fecundaron los surcos,<br />
huellas de mis pasos marcaron los caminos<br />
hacia la encrucijada <strong>del</strong> mundo americano.<br />
Senos de mi raza nutrieron los sueños<br />
<strong>del</strong> amor y la lucha, la libertad y el héroe,<br />
banderas levantadas, lanzas enrojecidas.<br />
Ayudé a forjar las patrias y los pueblos<br />
soy América en la sangre y en la historia,<br />
mi risa alumbra los múltiples senderos.<br />
Origen<br />
Muéstrame el remoto mundo <strong>del</strong> que soy.<br />
Sé que vengo de alguna lejana sombra,<br />
de alguna oscura estela suspendida en el tiempo,<br />
de algún naufragio en la larga noche <strong>del</strong> espacio.<br />
¿Por qué este extraño silencio que me agobia?<br />
¿Este vacío entre el principio y la forma?<br />
¿Este estar exiliado de mis propias raíces?<br />
Más allá <strong>del</strong> azul, <strong>del</strong> gris, el mundo sin color,<br />
la estela que regresa a su propia gestación,<br />
la impalpable simiente dentro de mí sembrada.<br />
Extraña soledad de este universo mío,<br />
de este verbo hecho luz pero cautivo,<br />
esta esencia ignorada que palpita en mi ser.<br />
Viajero sorprendido en los cruces <strong>del</strong> tiempo,<br />
la memoria perdida me condena y me salva,<br />
el paso peregrino se ajustó a su sandalia.<br />
Estoy aquí en el olvido de mi antigua raíz,<br />
el mito <strong>del</strong> origen no conmueve mis sueños:<br />
sé que soy de alguna parte, pero soy.<br />
54<br />
* Langston Hughes.
Noticias de la guerra<br />
Hoy el gigante desplegó sus misiles,<br />
se iluminó el limpio amanecer antes <strong>del</strong> sol,<br />
despertaron las aves y los niños, leyendas infantiles.<br />
Es la danza <strong>del</strong> fuego, la tierra enardecida,<br />
el fondo <strong>del</strong> abismo, el mundo estremecido,<br />
la fiesta de la estrella, la palabra perdida.<br />
Rugen las sirenas, tiemblan los desiertos,<br />
cruzan raudos los pájaros de acero:<br />
llevan el mensaje de la muerte enloquecida.<br />
Guerra de galaxias, marcianos en la mira:<br />
es la vieja tierra como siempre en su guerra;<br />
no es tiempo de labranza, es de sangre vertida.<br />
Bagdad de las noches en que la risa domina,<br />
más de mil contadas de vigilia en vigilia;<br />
ahora son muchas, sin auroras ni cirios.<br />
La ciencia de los hombres para destruir la vida,<br />
la vida de los hombres para probar la ciencia:<br />
¡Cuánto progreso logrado para negar lo creado!<br />
La ley <strong>del</strong> poderoso es la garra <strong>del</strong> felino,<br />
corre el cervatillo hacia el refugio <strong>del</strong> miedo,<br />
la presa está al alcance, no hay paz en la selva.<br />
La guerra es el lenguaje de la eterna historia<br />
escrita con polvo de siglos y los huesos<br />
de millones que cayeron de espaldas a la gloria.<br />
¿Cómo explicar a los niños esta magia roja,<br />
esta leyenda surgida de la ruina y la sombra,<br />
este brusco amanecer de fuego con colores de muerte?<br />
20/03/03.<br />
55
Carlos César Rodríguez<br />
La casa<br />
Olvidaba decirte que el silencio<br />
está <strong>del</strong> otro lado de la casa<br />
esperando que el viento abra las puertas<br />
y se apague la luz de las ventanas.<br />
Después vendrá el recuerdo con sus hiedras<br />
por todos los rincones de la casa<br />
y tendremos que irnos por el bosque<br />
añorando la luz de las ventanas.<br />
Invocación<br />
Oh sol de los cujíes y los cardos,<br />
espíname los huesos, florécelos de blanco;<br />
ven y bebe en las charcas de mis ojos<br />
el agua de mi alma.<br />
Ponme aquí entre las sienes<br />
el aire iluminado de los araguaneyes.<br />
Sol de cauces sedientos, de rojos pedregales,<br />
ya en mis manos crepita<br />
la sal oscura de las hojas secas.<br />
Yo quiero regresar a tu reino encendido,<br />
a tu tierra sonora de turpiales<br />
aunque sea llevando la cabeza<br />
ya casi en ataúd sobre mi hombro.<br />
Barcelona<br />
Un crepitar de cardos y cujíes.<br />
Duele el paisaje<br />
en el costado insomne <strong>del</strong> recuerdo:<br />
calles caídas<br />
en cruz sobre mi pueblo<br />
y polvorientos árboles<br />
erizados de espinas bajo el cielo.<br />
56
A un lado el Neverí mueve entre guamos<br />
su terrosa tristeza, y ya ni sueña<br />
con las aguas azules de su infancia.<br />
Viejas colinas bajo el sol cansadas<br />
se tienden a lo lejos,<br />
y en la salina tensa<br />
la diminuta llama <strong>del</strong> salitre<br />
hiere los pies <strong>del</strong> aire<br />
como un abrojo blanco.<br />
Ahora, al recordarte,<br />
me brilla el corazón<br />
y en claras ondas de luz se van mis ojos<br />
camino de la infancia.<br />
Lumumba<br />
1<br />
El aire en los bambúes.<br />
La garganta <strong>del</strong> toro.<br />
Y el baobab, redondo bajo el cielo.<br />
Cuando todo dormía se levantó el rey blanco<br />
y orinó larga, interminablemente;<br />
después clavó el puñal en mitad de la sangre<br />
y era como caer a puñaladas en el pecho de un río.<br />
Todo el silencio se empozó en la noche<br />
hasta llegar al borde de la copa<br />
<strong>del</strong> baobab, de flores siempre blancas;<br />
y el Congo, cabizbajo, de grandes aguas tristes,<br />
bajaba sollozando<br />
las largas, desatadas escaleras<br />
de las vertiginosas cataratas.<br />
¡Ay de las flores blancas <strong>del</strong> baobab <strong>del</strong> cielo!<br />
¡La Tierra, avergonzada, llevaba en el costado<br />
la sangre de Lumumba!<br />
2<br />
Al despertar, las lanzas<br />
se pusieron de pie<br />
y el sol les fue encendiendo las metálicas hojas<br />
con las llamas azules <strong>del</strong> cobalto.<br />
57
El baobab dejaba caer sus flores blancas.<br />
Alguien maldijo el cielo.<br />
Alguien escupió el aire y lo maldijo.<br />
A todos los hermanos les faltaba un hermano.<br />
Había una garza muerta en todos los esteros.<br />
Entonces fue la búsqueda asfixiante.<br />
La ronda desvelada de los astros.<br />
De sol a sol la brisa batallando.<br />
El trueno con el rayo en el costado.<br />
Las nubes apartándose.<br />
Los ríos desbocados.<br />
Disparadas las flechas de las garzas.<br />
En el rugido un ruido de metales.<br />
Hasta que las raíces, deslumbradas,<br />
brillaron como ramas de relámpagos.<br />
3<br />
Y de nuevo Lumumba con su pueblo<br />
a la sombra, ya blanca, <strong>del</strong> baobab, cantaba.<br />
Guanta<br />
El almendrón <strong>del</strong> patio<br />
y el mar<br />
se siguen deshojando<br />
en el silencio<br />
de la playa desnuda<br />
a la luz vespertina<br />
<strong>del</strong> recuerdo.<br />
58
Tomás Alfaro Calatrava<br />
1<br />
La muerte es una sombra que acogota mis párpados<br />
y mueve mis entrañas con sus dedos de frío.<br />
La muerte es una sombra que rasga mis ventanas<br />
y agiganta sus pasos hacia los pasos míos.<br />
La muerte es una sombra que rompe sus violines<br />
para poner sus notas en mis manos inciertas,<br />
y apresar mis sentidos, y apretar mi garganta,<br />
y cubrirme de sombras fantasmales, inquietas.<br />
La muerte es una pena de alfileres agudos<br />
que traspasa mis huesos y desgarra mis carnes.<br />
La muerte es una torre que olfatea mi destino.<br />
La muerte es una sombra dormida en mis umbrales.<br />
13<br />
Me duelen las macabras visiones de la muerte<br />
cuando te sueño muerta como un sencillo insecto.<br />
No quisiera pensarte en rígidas mortajas,<br />
entre banderas blancas como todos los muertos.<br />
Yo no quiero que tus ojos profundos<br />
y tu sonrisa plácida se incauten de la sombra.<br />
No quiero pensar en el hermetismo de tu voz<br />
ni en la morada angustia de tus párpados.<br />
Yo no quiero que te vistan de blanco<br />
y te pongan coronas de fragancias exhaustas.<br />
Quisiera que te dejen levemente intocada<br />
perfumando la vida con tus doradas flautas.<br />
19<br />
Las rosas de tu sepulcro.<br />
Los pájaros de tus flores.<br />
Los gusanos, gozosos de tu sangre,<br />
han sentido esta tarde el dolor de mil siglos distantes.<br />
59
Se habrán removido tus huesos.<br />
Habrán abierto tus párpados.<br />
Y tu cabellera —inconclusa— habrá salido<br />
<strong>del</strong> vientre capilar de los gusanos.<br />
Cómo me espinan tus pestañas<br />
cuando lloro tus lágrimas de dimensiones ácidas...<br />
Nunca mis lágrimas de mieles asoleadas<br />
habían llorado en los cauces atormentados,<br />
en las colmenas sin abejas, en las hojas sin verdes.<br />
¡Ay, las piedras anhelantes que, sin embargo, ruedan al abismo!<br />
No sé por qué las heridas palomas de mis manos<br />
me invitan a seguir trayectorias de nardo,<br />
cuando mis brazos me llevan hacia pizarras dolientes,<br />
hacia ríos profundos transitados de fantasmas piratas...<br />
No sé por qué mis cabellos me evocan paisajes europeos,<br />
cuando mis goces y mis manos huyen hacia otros paisajes<br />
trémulos, de plumas, y curare, y cleptómanos vicios...<br />
Hoy —esta tarde— de luceros anónimos<br />
y arruinadas cayenas en los parques,<br />
de fermentada azúcar, y de sexos obstruidos, y naranja podrida,<br />
oigo tu voz adusta repitiendo a mi oído:<br />
¡Encendido lucero!<br />
Cuando la soledad ancla sus perros<br />
Cuando la soledad ancla sus perros<br />
de azogadas pezuñas<br />
y precipitadas piedras sobre el mundo,<br />
interrogo con las manos cansadas<br />
a los pinos y las palomas;<br />
interrogo la primera corola <strong>del</strong> amanecer,<br />
a la brisa que deja en mi camino<br />
su palabra liviana de celestes colores:<br />
60<br />
¡Suave fruta madura...!<br />
¿Por qué vale la sombra <strong>del</strong> chacal fugitivo<br />
más que la bella rosa y el mar con sus estrellas?<br />
A Pablo Rojas Guardia.
¿Por qué nace tortuosa la azucena<br />
y se desploma en la cal la golondrina?<br />
¿Por qué llega la muerte con su carga de arañas<br />
cabalgando corceles de veneno y de sangre?<br />
Interrogo a los hombres:<br />
¿Por qué mueren las madres?<br />
¿Por qué los honorables,<br />
los honorables de manos dolosas<br />
que escupen nicotina<br />
y huelen a calzones de hampones despiadados<br />
arden la manzana en la paz?<br />
Odio los desesperados de rabia;<br />
odio sus voces,<br />
ellos los gestadores de los duendes,<br />
ellos con sus huertos de naranjas masticadas:<br />
ascensión ruda de brisa herida de cóndores siniestros;<br />
ellos los barcos de altas luces extinguidas<br />
que se mueven al viento, sin ocasos,<br />
con grises can<strong>del</strong>abros como patas de plomo<br />
pesadas y sin brillo, velámenes oscuros.<br />
Ellos son la maldición <strong>del</strong> ciprés,<br />
la canción mutilada de los niños velados;<br />
los que labran la espada con sangre de palomas<br />
y aprietan los cocuyos hasta cegar la luz.<br />
Interrogo y exclamo:<br />
déjenme en mi crepúsculo, sin ecos,<br />
y llévense, si quieren, mi cuerpo en los zapatos.<br />
Glosa a José Martí<br />
Yo que amo tu vida breve<br />
y tu empeño americano<br />
levanto el as de la mano<br />
como un espadín aleve,<br />
para si alguno se atreve<br />
a negarte de “oro fino”<br />
herirlo desde el camino<br />
61<br />
Perdido el plomo <strong>del</strong> tino<br />
sin arma y sin compañero,<br />
caminas el año entero<br />
tejiéndote tu destino.<br />
Pedro Raf. Gilly
con adolescente plata:<br />
José martí, de escarlata,<br />
Perdido el plomo <strong>del</strong> tino.<br />
De mis pueblos muchas lunas<br />
te lloraron en la cara.<br />
Y si el recuerdo te hallara<br />
por fragantes aceitunas,<br />
te contaría cuántas lunas<br />
alumbraron tu sombrero.<br />
Hoy sólo, Martí, yo quiero<br />
llevarte hasta el camposanto<br />
este grito: dueles tanto<br />
¡Sin arma y sin compañero!<br />
Cuando niño te leía<br />
a través de tu amargura:<br />
corcel de noble montura,<br />
limón cayendo <strong>del</strong> día;<br />
tu patria que es como mía,<br />
por poeta y por sincero<br />
—corazón de jazminero—<br />
Te nombró soldado noble.<br />
Aunque tu ausencia se doble<br />
Caminas el año entero.<br />
Estás aquí en mis desvelos,<br />
en mi pecho que te nombra,<br />
en la sombra de mi sombra,<br />
sin adiós en mis pañuelos:<br />
aquí estás en mis anhelos,<br />
girando como un molino<br />
hacia un Quijote de vino<br />
que es el signo de la idea,<br />
para que el mundo te vea<br />
Tejiéndote tu destino.<br />
62
J. J. Marcano Maza<br />
A Sonia<br />
Dolor de lejanía tiene el jardín<br />
gime por tu ausencia en el alto pino<br />
se desnuda en la acacia<br />
y te llora en las lágrimas<br />
que a las hojas<br />
dejan las sombras<br />
Cómo punzan las pajizas<br />
agujas <strong>del</strong> pino<br />
en el gris silencio<br />
de los pájaros<br />
En la Mesa el día muere<br />
en su aljaba<br />
las flechas opacas y tristes<br />
mientras<br />
las estrellas oblicuas de los gatos<br />
contemplan las rosas mustias<br />
Te busco en el jardín<br />
y el jardín<br />
me contagia su dolor<br />
A Napoleón<br />
Solíamos navegar<br />
a toda vela<br />
a todo riesgo<br />
esquivando escollos<br />
chocando con islotes<br />
Nuestros barcos se escondían<br />
en la distancia<br />
se los tragaba un remolino<br />
encallaban<br />
o hacían agua<br />
pero nunca faltó<br />
papel<br />
para nuevos barcos<br />
cuando las espinas de la lluvia creaban<br />
63
efímeros ríos<br />
en las calles de la infancia<br />
Batalla de Solferino<br />
Moja la madrugada<br />
con café, aguardiente,<br />
y orina.<br />
Rítmicas explosiones<br />
de tambores de guerra,<br />
relincho de clarines,<br />
silban y pican insectos<br />
de plomo.<br />
Vuelo sin alas<br />
de los obuses;<br />
desdentadas bocas<br />
desbocados caballos arrastran,<br />
ausentes jinetes.<br />
Alaridos, maldiciones, ayes…<br />
Luego el sol<br />
abre las fuentes <strong>del</strong> sudor,<br />
vano intento de disipar<br />
polvo, humo, fiebre.<br />
Mientras<br />
el campo se va tiñendo<br />
de un rojo<br />
húmedo y tibio.<br />
Escanciada la última gota<br />
de silencio,<br />
Escanciada la última gota<br />
de piedad.<br />
La lluvia no mitiga<br />
tanta sed, tanto hambre, tanta desolación…<br />
Despilfarradas<br />
infinitas vidas,<br />
también agoniza<br />
el sol;<br />
callan fusiles y cañones,<br />
entonces,<br />
el silencio recalca<br />
alaridos, maldiciones, ayes.<br />
64
Nadie advierte<br />
Cuando llegas<br />
nadie se entera<br />
nadie advierte<br />
el paso de tu vida sin rastro<br />
¿Quién ha medido el barranco<br />
de tu herida<br />
o el peso de tu dolor?<br />
¡A bordo!<br />
Alguien dijo<br />
¡A bordo!<br />
alguien…<br />
repletó el túnel<br />
el enjambre,<br />
embarcamos adocenados,<br />
autómatas, fantasmas.<br />
Nadie preguntó<br />
por rumbos, escalas…<br />
simplemente nos activaron<br />
a la voz de<br />
¡A bordo!<br />
Nadie inquirió sobre trasbordos,<br />
nubes, tormentas,<br />
caídas ni Destino…<br />
sólo que alguien dijo<br />
¡A bordo!<br />
Sin garantizar recuerdos,<br />
huesos<br />
ni esperanzas<br />
¡A bordo!<br />
dijo un parlante.<br />
65
Francisco Salazar Martínez<br />
XXII<br />
De soledad, soledades<br />
se puebla el cielo de octubre.<br />
Mientras cumplo mis edades<br />
nadie mi dolor descubre.<br />
De soledad, soledades<br />
¡mi amor terrenal se cubre!<br />
Al amor<br />
Tu corazón en el vuelo<br />
dejó un ala desprendida<br />
y en la mitad de la vida<br />
dejó la mitad <strong>del</strong> duelo.<br />
Y hoy, enlutecido el cielo<br />
por la huella de tu sombra<br />
el recuerdo no se asombra<br />
por esta triste agonía<br />
donde vivió su alegría<br />
el labio azul que te nombra.<br />
A la muerte<br />
Morir, sí, pero despierto,<br />
el alma en abierta brisa<br />
y en los labios la sonrisa<br />
<strong>del</strong> que viviendo está muerto.<br />
Y luego partir sin puerto<br />
seguro donde atracar;<br />
que el cielo sea como un mar,<br />
un destino sin llegada<br />
donde mi barca cansada<br />
se muera de navegar.<br />
66
Caballo<br />
PaisaJe<br />
Canto a Ezequiel Zamora<br />
Desde el nivel <strong>del</strong> pecho<br />
donde la sangre enciende frescas lámparas<br />
e ilumina los cielos y la tierra <strong>del</strong> hombre,<br />
yo te canto.<br />
Yo te doy el paisaje de mis manos,<br />
las leguas que te faltan,<br />
el corazón caliente <strong>del</strong> poema,<br />
para que llegues tú, caballo de alas,<br />
y sientes en la mesa de los labios<br />
el sonoro rosario de tus cascos.<br />
Caballo por el aire.<br />
Caballo por el sueño.<br />
La ventana <strong>del</strong> verso abre sus alas<br />
para que envuelto llegues en las llamas<br />
con que el héroe sagrado de la tierra<br />
te pobló las pestañas.<br />
Oigo el relincho azul,<br />
la hierba maltratada,<br />
las hormigas dormidas en tus cascos,<br />
el ruido de tu freno,<br />
cuando de noche pasas en las voces<br />
que habitan la sabana.<br />
El agua de los pozos<br />
guarda en su corazón<br />
ancha tu imagen.<br />
Caballo por la tierra.<br />
Caballo en la garganta.<br />
Caballo que de tanto correr<br />
te volviste en el sueño<br />
doméstico fantasma.<br />
Esta es la tierra y este su retrato:<br />
una angustia de pies sobre el paisaje,<br />
agua, cielo, montañas, muchos pájaros<br />
y un hombre entristecido en su palabra.<br />
67<br />
“Cuando estoy a solas lloro<br />
Y en conversación me río”.
Jinete<br />
Hay chozas, palmas, vacas, guerreros, pobres,<br />
y un gran sol de verano.<br />
Alguien nombra a Bolívar,<br />
otro calla, y silenciosamente<br />
la tierra va enfriando tibias lágrimas.<br />
Una mujer saluda.<br />
Su pañuelo en el aire es como una gaviota<br />
que invitara a viajar. Es Venezuela.<br />
El guerrero medita.<br />
Ahí, frente a la choza, está el caballo.<br />
Comienzo a decir canto.<br />
Canto con los cabellos y los huesos<br />
para que el héroe nazca desde la fiel memoria<br />
y funde sus poblados galopes en el verso.<br />
Ya suenan sus espuelas.<br />
Yo las oigo recorrer todo el aire<br />
y llegar hasta el patio de las casas<br />
y regresar llevando su rebelde cosecha de caballos.<br />
Por estas vivas aguas <strong>del</strong> recuerdo,<br />
vivo como una lágrima,<br />
llega Ezequiel Zamora,<br />
Capitán saludable.<br />
Porque su nombre huele a bosta fresca,<br />
a corazón sembrado,<br />
a solitario llanto,<br />
yo saludo su nombre y me le inclino<br />
totalmente cantando.<br />
Desde el pueblo venía. Hasta el pueblo llegaba.<br />
Traía toda la luz de la sabana<br />
alumbrándole el alma.<br />
Lo conocían los niños y los árboles,<br />
mariposas y yerbas lo adoraban;<br />
en todos los cenáculos <strong>del</strong> pueblo<br />
vertical en su voz se presentaba:<br />
—Soy Ezequiel Zamora.<br />
Le admiraban<br />
Y como los abuelos decía cuentos,<br />
hablaba de los astros,<br />
de las reses de cría,<br />
cual un viejo pastor de los corrales<br />
y llevaba en las manos los saludos<br />
frescos de las muchachas.<br />
68
Consigna<br />
Y tocaba guitarra.<br />
(Esto era cuando el cielo<br />
caía copiosamente ente sus brazos)<br />
Más tarde llegó el diablo, lo sacó de la casa,<br />
lo montó en un caballo<br />
y le puso la patria por <strong>del</strong>ante.<br />
Sus cabellos volaban.<br />
Todos eran hermanos en su sueño.<br />
Tanto el negro y el blanco y el indígena<br />
estaban en su sangre bien sentados.<br />
Frente a sus ojos claros<br />
Como un pecho de amor<br />
se le abría la sabana.<br />
Venezuela en las venas le quemaba.<br />
Sobre su frente<br />
la espina <strong>del</strong> dolor grabó sus mapas.<br />
El mar le vio partir y regresar<br />
metido en la tristeza como un llanto.<br />
Los caminos muy bien lo conocían<br />
y le lamían las huellas como un perro<br />
por doquiera pasara.<br />
Detrás de las ventanas comentaban:<br />
—Allá viene Ezequiel— y se ocultaban.<br />
“En la mesa <strong>del</strong> pobre<br />
debe estar la comida bien completa.<br />
Todos somos iguales”.<br />
Y su voz se estiraba como un cuero de res<br />
por todo el llano.<br />
Libró muchas batallas.<br />
A veces en la lucha<br />
se quedaba mirando los sembrados.<br />
Contemplando las nubes,<br />
o cantaba.<br />
De ahí que muchas veces<br />
creía en las mariposas de las balas<br />
y por andar cazándolas<br />
se fue hundiendo en la muerte,<br />
como un pájaro.<br />
69
Camilo Balza Donatti<br />
Transformé la corteza en navío de tinieblas,<br />
lancé su ancla a las aguas más profundas<br />
donde reside mi soledad<br />
en espera <strong>del</strong> temor de algún astro.<br />
De magia candorosa es el sosiego<br />
de los puertos que llegaron después,<br />
cuando la vida inició su linaje,<br />
venció la puerta de arco maravilloso<br />
y se fue por el sueño.<br />
Cazadores ligeros corrieron entonces<br />
por la orilla y lanzaron sus dardos<br />
hacia la vaguedad de la clemencia.<br />
¡Detengan los pasos!<br />
Dijo quizás el viento<br />
escondido en las hojas<br />
de un cielo imaginario.<br />
No busquen la poesía en el alba<br />
ni en el atardecer<br />
ni sobre la piedra que desnuda su imagen.<br />
¡Búsquenla en el día<br />
que hoy habita en ustedes!<br />
Creo que hemos desnudado muchas palabras<br />
como cuerpos, pero ha sido imposible<br />
descubrir los suplicios de su piel.<br />
Polvo, lentitud, memoria de paisajes,<br />
muerte de cazadores lúcidos,<br />
símbolos, metáforas de alguna soledad inencontrable<br />
que llora por la tierra.<br />
Uno de mis antepasados<br />
fue diestro en clasificar piedras<br />
y rosas de marfil y de ámbar;<br />
convocaba los atardeceres más tristes,<br />
esos vestidos con nubes de violeta<br />
cuando tomaba la soledad de sus parques.<br />
Mi pariente vestido de gris<br />
70
en una línea divisoria no encontrada,<br />
despejaba la torpeza <strong>del</strong> alba.<br />
Cuando salgo<br />
el perro <strong>del</strong> vecino<br />
cuida mi soledad.<br />
Vigilias<br />
Hoy fui a Mapire a ver la primavera,<br />
tenía cintas de luto en la memoria;<br />
mañana volveré a ver las golondrinas<br />
comer en los graneros de mi voz;<br />
hoy no estaban, habían ido hacia la tarde anterior<br />
en busca de una nube extraviada en mis ojos.<br />
La casa estaba igual,<br />
un poco de la desidia <strong>del</strong> viento<br />
en las ventanas;<br />
ningún otro camino para volver<br />
sino el de las vigilias<br />
por donde es el regreso.<br />
La casa<br />
Por la casa ronda una medianería sin término.<br />
Muchos dueños ensayan sus visiones desde los marcos<br />
que bordan la pared, con rostros iracundos<br />
y sonrisas de antiguas primaveras.<br />
La puerta mayor tiene aldaba de bronce<br />
y abre de vez en cuando para ver seres<br />
que van despacio entre cortinas multicolores.<br />
Las puertas y ventanas tienen un aire de antigüedad<br />
contagiosa, y nuestros pasos van y vienen como caminantes<br />
de cotidianidad repetida, y nuestros ojos cerca de los cristales<br />
se alejan hacia las colonas <strong>del</strong> fondo, que son de niebla,<br />
humo, alcándaras que han perdido la razón <strong>del</strong> espacio.<br />
A cada quien le corresponde su silencio.<br />
Afuera la calle es una línea por donde se marcharon las<br />
piedras de la voz, el azul que repartía en el viento<br />
los presagios de algún acontecer; el traje<br />
<strong>del</strong> invierno pasado sin una estrella en el ojal,<br />
abandonado ahora en el estuche de alguna mariposa.<br />
71
Por la casa circula un extravío de miradas correctas<br />
que repiten la insensatez <strong>del</strong> tiempo.<br />
Piedras detienen su conformidad en la penumbra<br />
donde los perros puedan soñar también con las visiones.<br />
Amemos estos círculos, la Dulcamara y el Ebonio florecen todavía<br />
cerca <strong>del</strong> muro que no permite una evasión no compartida.<br />
Memoria sin rostro<br />
La corteza <strong>del</strong> viento<br />
—memoria desvelada—<br />
es un texto creado en otras estaciones,<br />
en el infinito que crece y se diluye<br />
en el asombro,<br />
en el buscar la melodía de un puerto<br />
sin ventanas,<br />
en el acontecer de alguien<br />
llegado de un origen sin nombre.<br />
Hay un castillo al oeste de mis ojos<br />
donde un cortejo de dioses invisibles<br />
celebra algo,<br />
quizás la muerte de un emperador<br />
o la vendimia o el regreso de otros dioses,<br />
tal vez mi presencia no advertida<br />
entre los siervos.<br />
El viento trajeado de memoria sin rostro<br />
penetra en las alcobas;<br />
declama epinicios de Píndaro<br />
y anacreónticas,<br />
y después, ebrio,<br />
busca refugio en la montaña.<br />
Mis islas<br />
Los mitos resplandecen desde el génesis.<br />
Apacenté rebaños en las praderas altas<br />
y descendí a los desiertos<br />
por ver si me encontraba.<br />
Bautizado fui en un río memorioso,<br />
la mano <strong>del</strong> profeta ungió mi servidumbre<br />
y desde entonces voy,<br />
72
siervo de la obediencia,<br />
entre simios que no aprenden a saludar el alba.<br />
Ellos, los simios, son testigos de nuestro advenimiento,<br />
decoraron las aldeas primitivas,<br />
inventaron las primeras canciones <strong>del</strong> bosque<br />
y lanzaron columpios al viento.<br />
Después dejaron de saludar el alba;<br />
yo estaba allí, navegaba en los ríos de la serenidad<br />
y cada piedra era un texto de historia elemental.<br />
No pude precisar la edad <strong>del</strong> tiempo,<br />
pasó veloz hacia la sombra<br />
mientras yo me distraía en el arca<br />
con los días brumarios.<br />
Ahora estoy aquí,<br />
ustedes son los huéspedes de mi abandono,<br />
de mi alegría por verlos<br />
y sentir otra vez que me acompañan.<br />
Alguien me dice que debo pastorear<br />
las islas de la infancia,<br />
son mi rebaño antiguo<br />
y están lejanas,<br />
en un país que no encuentra memorias,<br />
pero son mis islas, islotes tal vez,<br />
donde los sueños hacen musgo.<br />
73
Rafael José Muñoz<br />
Exter omiter<br />
Exter omiter cusa sacratísima<br />
ens emeritem anubis masculensis.<br />
Exaltur lumine, cimus stela,<br />
mastum, sofi, omnia deis.<br />
Ye veus vu in ostria regionis<br />
velonsis cimera ánima sácrata.<br />
Y mi coracáo sofia con vostra presencia<br />
y somno poderaco comme il solo.<br />
Io non queuro su númina vesta<br />
nío suo somerio ventis luxo;<br />
nío tampoco sou vento ou queuro<br />
si non veine a mi ánima unko.<br />
Ma vía ve la stela sua<br />
plena de eugracia an cura de matina.<br />
Por eso io queuro perfumarla<br />
con azares frondoisos e soiles ovuros.<br />
Caracas, 16 de noviembre de 1967.<br />
Transmigración de las almas<br />
Quiero volverme a las colinas de allá,<br />
a las colinas que sueñan<br />
con relámpagos de papel;<br />
tengo que volverme a ver si puedes<br />
con esta marcha de anfibios,<br />
marcha batracia y negra.<br />
Antes de que sea ayer,<br />
dame el secreto de las tres puntadas<br />
por donde se llega al abismo;<br />
tengo que irme, va a llover,<br />
y no tendré tiempo de mirar aquello<br />
que se describe en esa columna de humo.<br />
Tengo que mirarme las rodillas<br />
a ver si allí crece mi codo,<br />
mi corno de trasal mandíbulas;<br />
74
tengo que examinar esos molares<br />
y aquellas paredes ruinosas<br />
a ver si está allí la flauta de lo mío.<br />
Déjame que el sol brille, que la nube<br />
apague su tabaco, déjame;<br />
déjame ver qué hay detrás de esas cortinas,<br />
<strong>del</strong> cielo que enmudece su modo<br />
con una cinta de todo y de mucho.<br />
Yo quiero volver a regresar<br />
entre pastores que voltean las efes<br />
de sus rostros extremidedos;<br />
déjame ir allá, a la otra puerta,<br />
a ver si encuentro el tornillo<br />
con que tú bendecías las almohadas.<br />
Estoy triste de este ojo matemático<br />
y quiero darle de comer a mi yogui.<br />
Silbido nº 23<br />
75<br />
Caracas, 27 de junio de 1964.<br />
Los huesos de la muerte me persiguen ahora<br />
en que enciendo la vela sin ningún provecho, son las 2:<br />
huele a incienso quemado, a barro de vaca;<br />
el paisaje se incendia como en leguas lúbricas,<br />
dále que dále al silbido veintitrés.<br />
¿Quién será que anda detrás de la cocina a esta hora,<br />
2 de la tarde,<br />
cuando el viento bate sus plumas sobre las tejas?<br />
Tán, tán, tán, suenan las estepas,<br />
y también las estopas, se mueven los almanaques,<br />
vuelan los silencios <strong>del</strong> péndulo.<br />
Perdón, es que soñaba<br />
que una culebra me había parido ayer.<br />
Los paisajes de Leafar<br />
Leafar se fue por el sendero, vio el pollino<br />
volteando una laja, vio los juncos<br />
parecidos a mueryos, vio en trigal.<br />
Caracas, 27 de junio de 1964.
Vio que los leones conversaban con las rocas<br />
en un lenguaje jurcio, y se vio a sí mismo<br />
desde aquellas lomas, arriando el ganado,<br />
oliendo las guayabas detrás de las piedras.<br />
Virgen era, —dijo—, y si paso el río<br />
virgen soy.<br />
Detrás de los ceibos están los fantasmas<br />
arrugando estos dédalos, con Stefanía,<br />
están las cóitoras y los manzanos y las queseras.<br />
Volteó hacia Loma Colorada, vio que capaban toros.<br />
Invocó el recuerdo de Agustín y se fue hacia la carpa:<br />
Allí, entre las sombras, un hombre blanco<br />
se escurrió tras el espejo, dejó un 3<br />
gamado con luces fantásticas, dejó un 7<br />
y una ladrillo sobre una topia y una morocota azul.<br />
Bajó hasta las mayas, allí estaba Agustín<br />
con Baltazar, curando las gusaneras a los toros.<br />
Miró hacia las extrañas hondonadas<br />
y sintió que una soga larga se arrastraba entre los peñascales.<br />
Invocó al Ánima de Taguapire<br />
y le puso 13 velinas y se fue a reposar entre los burros.<br />
Era que estaba en la sabana sola<br />
donde se despluman los gallos sexuales<br />
en medio de la laguna donde no hay nadie.<br />
Era la muerte de Agustín, su Padre,<br />
que venía desde la soledad<br />
a traerle una camaza de jobos y un olor a praderas.<br />
No obstante, algo había en el perfil de su nariz,<br />
una cosa ajena, una piedra de extraño.<br />
Caracas, 14 de abril de 1965.<br />
Pastoral<br />
Hemos vuelto acá mismo, como si tuviéramos que volar,<br />
como si tuviéramos que ir al pueblo aquel de un tacto,<br />
ciegos casi, haciendo, onnilupes en el caminar,<br />
mostrándonos las rodillas, como dos pedazos de ceros,<br />
repitiendo en cabizbajo: ¡cuánto durará la caminada, Señor!<br />
Porque es largo este trayecto entre mi ojo<br />
y la esquina de aquel horizonte que allá veo;<br />
76
es largo, un camino de garzas, unos polvos de alcatraz,<br />
una sonora nube de espacios enfermos y agriados por mulas.<br />
Para llegar quemaremos el plomo de la entoncera,<br />
el barro a barro, el sendero de hojarasca, los recuerdos,<br />
todo eso que hace llorar en la infancia,<br />
que nos hace descubrir trenzas doradas en la suma <strong>del</strong> alfabeto,<br />
eso que nos deslumbra cuando entramos al corredor y vemos<br />
sus otoños centrales, sus cuatro esquinas con 8 faroles.<br />
No, no me digas que volvemos a la infancia:<br />
me espera un toro en las 12 lunas <strong>del</strong> caserío,<br />
y me esperan las gallinas en sempiterna misa de amor<br />
y también los maíces y el olor <strong>del</strong> jardín cuando llueve.<br />
No me digas que volvemos a la infancia:<br />
tú sabes lo que es caminar 24 soles hacia allá.<br />
Caracas, 12 de abril de 1964.<br />
Ensalmo de las siete hojas<br />
Más vale vestirse de aguacero antes que estar triste<br />
pensando que no existe Dios, Oh, Paracelso,<br />
oh, viejo de lunas de tallos medicinales.<br />
Dáme tus raíces, el folíalo de las Siete Hojas,<br />
el de la visión dorada, el que introduce en la Sala<br />
donde los Siete jeroglíficos se introducen así:<br />
1 2 3<br />
4 5 6<br />
7<br />
Más el 99 de ofichi en el fondo de la muralla.<br />
Es decir: espejo triangular de Cigni a 100 cien.<br />
Caracas, 3 de marzo de 1965.<br />
Poemas escritos cuando yo viví entre los abarikotos<br />
Él oyó el canto de la cigarra y dijo:<br />
a doscientas leguas tigre comiendo perro mío,<br />
Rito cogiendo cuca mía mañana, mañana.<br />
Su Padre oyó la conversación y bajó al Pozo.<br />
abajo miró: urnas con letras verdes<br />
77
y una hoya donde decía:<br />
Zwichung Eestrum.<br />
Él, volviendo mirar cementerio lejos,<br />
exclamó, ya vestido de luto:<br />
Oh, Sor Astro Grebokren<br />
Korte Zitdhe het geheel.<br />
Ella, retohetique rinke,<br />
pelándose los labios de la kuka para que él viera.<br />
Él, respondiendo: Kuka kokora,<br />
Sta. Anaprotchhki.<br />
Contemplando un perro<br />
Estoy contemplando un perro que tiene pronombre,<br />
que llora sin cesar,<br />
que lame una piedra como si hubiera soñado catorce;<br />
estoy contemplando un perro y su pared,<br />
y su sonido de nekra,<br />
y su otra orilla también, y su piedra de ciruelo.<br />
78<br />
Caracas, 25 de abril de 1965.<br />
¿Quién dice que contemplar un perro así es vana ilusión?<br />
¿Quién dice que ese perro no toca los muretes<br />
de la sombra, cuando se abren los carriles?<br />
¿Quién afirma que ese perro no está de luto,<br />
que no conoce las puertas de las Tres Marías?<br />
¡Si él mismo se echa de menos cuando son doce pujos<br />
de desaliño, y se desayuna detrás de la puerta de Faiyef!<br />
Yo quisiera, de puro tántalo, de puro zurete,<br />
ir trancando las ventanas cuando el perro aúlla,<br />
cuando abre la nucha y dice con asombro: cuurr unnn.<br />
Yo quisiera verlo ahora, duscenando un tranquilo hoy,<br />
y yéndose por su hijo y vucándolo con trotearentumcurún.<br />
¿Será Mack ese perro du<strong>del</strong>ado?<br />
Bien hecho, siéntalo, a hacer contacto de doble 00.<br />
Caracas, 7 de julio de 1964.
José Antonio Castro<br />
Los espejos rotos<br />
Los espejos rotos multiplican la imagen de la vida.<br />
Puedes muy bien sentarte en tu escritorio y escribir como tarea la palabra “prostíbulo”<br />
con el general colgado en la pared.<br />
Puedes girar sobre tu vieja silla y pensar el más deshonesto pensamiento, pues<br />
no estás solo.<br />
Rompe todos los espejos a tu paso, multiplica la imagen de la vida, para entonces<br />
buscar la imagen buena, la que no tiene<br />
generales ni consagrados presidentes, la verdadera imagen<br />
de la vida.<br />
Degenerar sobre una silla giratoria<br />
La degeneración puede tener su célebre morada<br />
para degenerar entonces como un viejo paraguas, como enaguas<br />
de mujer solterona. Dadme cigarrillo o marihuana para que la vida se haga rosa y<br />
ya no sienta más el cansancio que reposa sobre mi silla giratoria. Dadme por fin<br />
plegarias para que pueda visitar los templos en mis horas de asueto, cuando el<br />
tartamudo jefe calle su voz, cuando deje de pensar que no pensaba y la máquina<br />
de escribir, la engrapadora, se vayan de mis ojos y de mi corazón.<br />
Dadme cigarrillo para soñar que pienso, pues la degeneración ha comenzado a<br />
romper mis pantalones y gusanos se abrazan como ligas a mis piernas.<br />
En estos momentos debo gritar un brindis por la vida.<br />
La vida no abandona, sigue aferrada a mí, mientras mi cerebro duerme y la degeneración<br />
ha quebrado mis fondillos. La vida me consuela, pues sueño que vivo<br />
normalmente, que alguien me ama, que las panteras están muertas en medio<br />
<strong>del</strong> camino, que el infarto ha segado las palpitaciones de tartamudos jefes, que<br />
el agua limpia nuevamente,<br />
que pienso.<br />
La imponente negrura<br />
Como la noche despojada de bombillos, así debe ser la imponente negrura que<br />
buscamos para perpetrar nuestros extraños aquelarres.<br />
79
Sólo veremos los ojos de los vendedores que queremos matar como unos puntos<br />
brillantes que aparecen en las ventanas <strong>del</strong> palacio (muy cerca <strong>del</strong> silencio) y<br />
daremos nuevos aires a nuestros pechos y apretaremos nuestros juguetes como<br />
si fuera lo que amamos en verdad.<br />
Buscamos como perros nuestras noches sin luz para poder gritar (¡al fin!) que si<br />
queremos y poder ver de nuevo las bellas llamaradas.<br />
Mapire<br />
Para este largo camino<br />
tengo mi bolso de viajero.<br />
Color de oro viejo,<br />
hecho de bella fibra.<br />
Allí guardo mi comida<br />
algunas prendas de vestir<br />
algunos libros.<br />
Y unos poemas donde preservo mi memoria<br />
y sin los cuales no podría andar por el camino<br />
pues estaría sin rumbo<br />
no sabría <strong>del</strong> sitio de partida<br />
ni cuál sería mi destino<br />
ni quién de verdad me dio la vida<br />
y las palabras<br />
y esta larga marcha en que persisto.<br />
El fondo <strong>del</strong> recuerdo<br />
¿Qué nos quiere decir la casa triste que viene <strong>del</strong> recuerdo,<br />
frente a un mar de altas olas?<br />
¿O el niño que está perdido, cansado de tanto andar,<br />
y la mujer blanca, hermosa, que sale a la puerta de la casa<br />
y le da de comer?<br />
¿O la música <strong>del</strong> clarinete, que juega y se interrumpe,<br />
y nunca llega al fin,<br />
y el niño que escucha emocionado,<br />
esperando tal vez ese final que no se encuentra?<br />
80
¿O el río de aguas amarillas que corre turbulento<br />
y el niño que lucha en su interior,<br />
desesperadamente?<br />
¿O ese olor lejano y penetrante<br />
de la mujer a la salida <strong>del</strong> baño,<br />
y el niño silencioso que la mira?<br />
¿O un alto naranjo que deja caer sus frutos amarillos<br />
en los pozos de agua?<br />
¿O la mirada de una niña que me observa,<br />
me enamora, y no me deja vivir?<br />
¿A dónde va todo ello? ¿Qué sentido es el suyo?<br />
¿Por qué persiste todavía en el fondo <strong>del</strong> recuerdo?<br />
A Bolívar<br />
Padre que vienes de las profundidades<br />
con tus ojos insomnes<br />
encendido por tu propia luz<br />
y eres el hacedor<br />
el dueño de memorias<br />
el hombre a caballo<br />
y también el fantasma de los lagos, los ríos, las montañas<br />
Padre que llegas cubierto por tu capa de espumas<br />
y triste a veces por tus muchos dolores<br />
y en el secreto de tu fértil odio<br />
Padre que llegas con ojos grandes negros fijos<br />
como ave sin nombre<br />
y arrasas los montes<br />
y desatas tormentas<br />
y levantas las olas en medio de los mares<br />
y marchitas la vida de tus enemigos<br />
Padre que vienes sin saber de tumbas<br />
pues eres cuerpo sin paz<br />
mano en acción<br />
el ángel de los cóndores<br />
el seductor de tiempos<br />
Padre que llegas también desde tus cordilleras<br />
caminando entre mares<br />
con tus botas olorosas a pólvora<br />
81
con tus dientes de metales<br />
para espantar a los malvados<br />
y para que abandonen sus guaridas<br />
y corran confundidos hacia el mar<br />
y no encuentren el mar<br />
ni la tierra<br />
nada<br />
sino un eterno viaje sin retorno<br />
para sellar sus muertes<br />
para que así paguen por las pesadillas<br />
por las bocas abiertas<br />
por los hijos muertos<br />
Padre te ruego que retornes<br />
no tardes más<br />
que es urgente el vivir,<br />
ven<br />
pues tus enemigos saben que no tendrás piedad<br />
que matas con el acento de tu voz<br />
que tu grito ha viajado al fondo de la tierra<br />
para ahuyentar a los demonios escondidos<br />
Padre<br />
que el castigo salga velozmente de tu mano<br />
que decretes la muerte de todos los malditos<br />
de los desalmados<br />
de los hijos <strong>del</strong> mal<br />
de los que fundaron la traición <strong>del</strong> verbo<br />
en el verbo<br />
y te cubren con palabras<br />
con cemento<br />
con coronas de flores<br />
pero que te asaltaron diecisiete veces<br />
y no pudieron acabar tu cuerpo<br />
pues nada pueden contra ti<br />
Oh Padre<br />
que vendrás a destruir<br />
la morada de los que escupen en la tierra<br />
para que no crezca más la hierba<br />
Ven pues con tus perros de la muerte<br />
azuza tu jauría contra ellos<br />
y atraviesa los montes<br />
para perseguir a los malditos<br />
que ahora nos ahogan<br />
porque saben que fuimos una vez contigo<br />
tras de ti<br />
82
escribiendo la palabra libertad por todas partes<br />
en las piedras<br />
en las paredes<br />
en los caminos<br />
clasificando plantas, llanuras, pájaros, raudales,<br />
nombrando todo<br />
cada cosa<br />
para que así vivieras para siempre<br />
Oh Padre que llegas por las noches<br />
y estás en los altares <strong>del</strong> pueblo<br />
y vas en sus pensamientos<br />
en sus almas<br />
pues eres mago<br />
inventor de América<br />
vigilante de sus volcanes<br />
curador de las heridas<br />
santo de tu propia iglesia<br />
elegía de los iluminados<br />
ángel exterminador<br />
cúpula <strong>del</strong> universo<br />
casa de juego para el amor<br />
fuego <strong>del</strong> fuego<br />
comienzo de los viajes<br />
sangre que se derrama<br />
para blanquear la tierra<br />
Ven pues Oh Padre<br />
enjaeza tus furias<br />
calza nuevamente tus botas<br />
llega a nosotros<br />
con nosotros<br />
para escribir tus palabras en las paredes de la patria<br />
y condenar otra vez por tu decreto<br />
la oscura vida <strong>del</strong> maldito.<br />
83
Jesús Enrique Barrios<br />
Otoño<br />
Vendrá el otoño<br />
a sacudir sus penas<br />
en la corriente de mi sangre.<br />
Y más adentro<br />
en la caída de las lágrimas<br />
estallarán mis sueños<br />
antes de iniciar el vuelo.<br />
Y entre las últimas páginas<br />
el sol escribirá los recuerdos<br />
de mis amores muertos.<br />
Conjugación<br />
Alguna vez fui piedra,<br />
hoja en la arboleda,<br />
viento en el bosque y<br />
furia en la llanura.<br />
Fui ángel y desorden<br />
con las rosas <strong>del</strong> camino<br />
y ya no lo recuerdo.<br />
Soy lo que seré<br />
y también lo olvidé.<br />
Y a solas voy sin<br />
darme cuenta que<br />
el peor castigo<br />
es todo lo que soy.<br />
Fatalidad<br />
Mi niñez<br />
me indicó<br />
la inmortalidad<br />
de la vida<br />
y en la vejez<br />
me acogí<br />
a la inmensidad<br />
de la nada<br />
84
1<br />
Me provocan los finales. Me sobran los orígenes. Cualquier abismo en mi interior<br />
es falso. Hiervo en todas las condiciones. Abro las compuertas de la represa<br />
donde mi vida hincha sus dudas.<br />
8<br />
No es falta de sol. Laberinto somos. Los sueños abandonan la carne y en azarienta<br />
desbandada frotan su lujuria en los manantiales. Algo va a ocurrir. Resulta que la<br />
ausencia ha derivado en felicidad insoportable. Es difícil orientarse en este paisaje<br />
ebrio de luna. Aún así invento fábulas y sigo creyendo en el principio, cuando<br />
pude izar mis emblemas y hacerme en el resplandor que amanecía.<br />
7<br />
Limo un sueño. Sus residuos imantan el camino. Leves caricias acondicionan<br />
mi soledad. Ningún suceso se disuelve adentro. Los hechos van de paso y el ser<br />
por una sola vez sigue siendo idéntico. No sé qué venganza cósmica decapita a<br />
la realidad. Todo queda a oscuras. Vacío mi copa y cierro los ojos.<br />
3<br />
¡Aldea natal!, más bien luz primera. Respiración de un espacio de oro interminable.<br />
Juegos alojados para siempre entre los huesos. Cabalgadura de los sueños y de las<br />
expectativas más lejanas, escritas con la dulzura de un amanecer cuyo sol inventa<br />
hierba, pájaro y fiestas. Calles polvorientas, disueltas en mis ojos, donde mis pasos<br />
recogieron el galope de los caballos y la revelación de la esperanza. Ligero latido de<br />
la noche donde abre sus rosas la ilusión <strong>del</strong> hombre. Pensamiento erguido hacia<br />
las cumbres donde el mal no se atreve y la justicia custodia la amistad. Y la herida<br />
se lanza al río en busca de su alivio. Y el pueblo reparte el hambre que se hace risa<br />
en la protesta callejera.<br />
7<br />
Me acojo a la sombra <strong>del</strong> árbol sobre la tierra roja. Mientras tanto tanto no sé<br />
qué pasará. Nunca lo he sabido. He creído que las cosas no fueron hechas para<br />
nadie. Por eso permanezco tanteando, explorando, sin entregarme. Sólo quienes<br />
han domeñado sus propios temores entienden los acontecimientos. Y no soy<br />
uno de ellos.<br />
85
2<br />
Vuelvo a mis desgracias. Vuelvo a las señas <strong>del</strong> destino. Soporto la desolación que<br />
la falta de fe deposita en los altares de la tierra. Tiro al fogón las equivocaciones<br />
que agitan en mis entrañas. Ciego ante las evidencias, mi pensamiento agrega<br />
más descomposición a los asuntos. Exploro mis padecimientos y el reloj indica<br />
el señorío que me aguarda. Ando perdido y nada más.<br />
12<br />
Y <strong>del</strong> verbo salió la tropelía a buscar la revelación. No en vano me concilio con<br />
el sol y hasta llego a confundir la igualdad <strong>del</strong> universo con la pretensión de mis<br />
sueños.<br />
Mi vagancia se hace signo <strong>del</strong> absurdo. Los sentidos me llevan al punto donde<br />
el silencio predica su creación.<br />
13<br />
Por el resplandor deduzco el tamaño <strong>del</strong> rigor. Por la escasez intuyo la esencia.<br />
En consecuencia, propongo la revisión de los cimientos y quemo mis oraciones<br />
en el alba recién llegada. Con semejantes pedrerías alumbro el contenido de mi<br />
búsqueda.<br />
Pequeño gesto<br />
Asaltante de mi última miseria, hace tiempo te espero en el desfiladero por donde<br />
debes pasar en busca de tus caballos.<br />
Hubo una mujer a la que nunca una mosca llegó a posársele, pero el viento<br />
soplaba siempre a tu favor. Tus barcos estaban cargados de tentaciones y nada<br />
pude hacer para apropiármelas.<br />
Y esperé las tormentas de la luna para venir a visitarte.<br />
¿Tus caballos son de mercurio o de pan son tus caballos?<br />
Algunos colores<br />
Saco a Dios de su gruta. Pinto el destino a mi gusto: con ese certero celeste de<br />
los agónicos ocasos y el desvaído esmeralda de las aguas lejanas.<br />
86
No sé si soy indiferente en el recuerdo o indispensable en el futuro, pero hago<br />
de la gracia un gesto cotidiano.<br />
Trazo la ruta <strong>del</strong> tiempo y a fuerza de entregada vocación invento los colores que<br />
mi vida necesita.<br />
Así es<br />
Volvieron<br />
a ensuciar<br />
el silencio.<br />
Contaron hasta cien.<br />
Dijeron un río,<br />
un trago de ron,<br />
una fiesta en color rosado.<br />
Y las limpias matemáticas<br />
se hicieron carne,<br />
refriega manifiesta.<br />
Amor mío, desde hoy iremos a vivir en el olvido.<br />
9<br />
24<br />
En una antigua tribu de Urica, el pájaro carpintero se lanzaba hacia el fogón, rozaba<br />
con su pico una topia, y producía la chispa necesaria para encender el fuego <strong>del</strong><br />
amanecer, con el que se quemaban las penas y se cocinaban los alimentos.<br />
33<br />
De Dios sé que sí y que no. De la muerte sólo sé que sí. Sin embargo, el campesino<br />
de Urica , me dijo “no dejes de andar, porque en algún punto <strong>del</strong> camino puede ser<br />
que Dios se te aparezca y consigas lo que quieres, antes de llegar al otro punto,<br />
donde la muerte con seguridad te esperará para decirte siempre que sí”.<br />
87
Rafael Petit Jiménez<br />
La gota<br />
Viva<br />
sin miedo<br />
dibuja una serpiente.<br />
Pequeña<br />
en su fuego<br />
de indefensa frontera.<br />
Anima su interior<br />
suspira<br />
resbala<br />
al costado <strong>del</strong> vaso<br />
o <strong>del</strong> árbol<br />
en su destino de ancla.<br />
La gota<br />
se deshace en la rama<br />
descuaja<br />
su cuerpo contra el agua<br />
en desahogo.<br />
Una fiebre<br />
Hacia el sol hay una salida<br />
un refugio<br />
un encuentro.<br />
Espera una barca<br />
un deseo<br />
una fiebre<br />
.<br />
Empieza un sacrificio<br />
una señal contra el hielo<br />
tal vez una borrasca.<br />
Hacia allá está mi mente ahora<br />
esperando mi sangre<br />
metida en ese ensueño<br />
caluroso.<br />
88
Tu centro<br />
Anoche<br />
fuiste transparencia<br />
oí tu grito<br />
metido entre las sábanas<br />
tu centro.<br />
Aura…<br />
espuma… río…<br />
Bebí el dolor<br />
de tu salto<br />
cascado<br />
en el lamento<br />
al morder el bosque de tu sombra.<br />
Corriente<br />
El tiempo no ha podido con mi angustia<br />
¡Ha sido tan tenaz!<br />
corriente<br />
siempre<br />
viva.<br />
La distancia<br />
horno donde tiemplo<br />
la espera<br />
también vive.<br />
Las impresiones de ayer<br />
sus fantasías<br />
la herida<br />
vuelven por las ansias<br />
de tenerte<br />
otra vez<br />
viva.<br />
89
La noche.<br />
Víctor Salazar<br />
Instante<br />
Amo tu voz,<br />
tus manos,<br />
la muñeca que duerme<br />
sepultada en el llanto,<br />
tu soledad inconclusa,<br />
las paredes sin nombre,<br />
la puerta abierta al íntimo<br />
refugio de la noche.<br />
El barrio.<br />
Aquí los días se hicieron imborrables.<br />
Aquí un mendigo preguntó por su sombra asesinada.<br />
Detrás hubo ciudades desde donde los viejos vendedores partieron.<br />
Viajaban a lo largo de caricias hundidas.<br />
Se hablaba de posibles encuentros<br />
como de muelles por cuya soledad transitaban los náufragos.<br />
Sonrisas desgarradas que ya no pertenecen a los rostros.<br />
Los caminos mirándose en el grito.<br />
La sed cruzando nuestras voces.<br />
Alguien creyó desenterrar su nombre entre los ademanes solitarios.<br />
No había sino lamentos llegados desde lejos,<br />
cicatrices por las que un río de pájaros regresaba al comienzo.<br />
Retorno sucumbiendo en los suburbios.<br />
Distancias extraviadas.<br />
La pobreza que duerme en las pensiones<br />
donde una ciega soledad repite nuestra muerte.<br />
Conservo siempre, entre mis cosas, una vieja camisa.<br />
No hago más que mirarla. Cada mañana, antes de irme a la oficina,<br />
me detengo ante esa forma suya de acomodarse a cualquier sitio.<br />
5<br />
2<br />
90
Estoy hecho a la imagen de esa camisa que se niega a dejarme, y que está allí,<br />
sin desprenderse de lo que he ido acumulando durante tantos años.<br />
Nadie me mira en esta hora. Soy uno más en esta clase de emoción que produce<br />
estar solo.<br />
7<br />
Aún eres tú sobre todos y cada uno de los objetos vaciados en esta habitación.<br />
Tiemblo, y sé que antes de tú llegar todo estaba invadido y transformado.<br />
Deberías empezar donde la soledad se acerca a los desposeídos.<br />
Mis palabras son demasiado solitarias,<br />
y haces falta.<br />
8<br />
9<br />
Has de ocultarlo todo, precisar un instante en que la diferencia sea ciertamente<br />
lo que buscas. Lo que fue se abandona y pasa inadvertido. Nada ni nadie puede<br />
recuperarlo. Lo que no es hace que vuelva contra todo deseo de contenerlo. He<br />
aquí, no obstante, que ni siquiera puedes lamentarte. Todo lo que te ata a la<br />
necesidad de oscurecerte es un desorden que se hace incomprensible, ciego.<br />
La ciudad está poblada de tinieblas, y el desorden te arrastra.<br />
Todo es igual entonces.<br />
Las cartas.<br />
El recuerdo de viajes imprecisos, y el silencio.<br />
El puerto y el anochecer interminable sobre el agua.<br />
Algunas de mis cosas y el olor de tus manos en la noche.<br />
La presencia de todo lo anterior.<br />
El mar, Rosalba.<br />
19<br />
91<br />
Caracas, 1966
8<br />
era de noche, sabías que era de noche porque empezaron a encender las luces<br />
y la gente comenzó a contar cuentos y tú te detenías frente a las lámparas de<br />
kerosén y tú sabías que vendrían a buscarte y que te llevarían hacia otro pueblo<br />
pocos días después era esa lancha y ese poco de mar que te asustaba y tú quisiste<br />
regresar y conversar con Leandro y bajar a la playa y aprenderte los nombres que<br />
le ponían a las embarcaciones y era todos los días que tú bajabas a la playa y te<br />
parabas <strong>del</strong>ante de las redes y mirabas a Leandro,<br />
y otra vez esa lancha, otra vez ese poco de mar, y te santiguas, te metes en la<br />
casa, y ya no sales.<br />
Tengo algo que decir desde este río, Bolívar<br />
Supe de ti temprano.<br />
Cuando mi madre anciana de plegaria<br />
<strong>del</strong>etreaba tu nombre en mi cuaderno.<br />
Y me volqué en tu sangre,<br />
en tu palabra trajinada de fuego,<br />
tratando de enterrar las playas condenadas a un muelle<br />
de vocales enfermas.<br />
Estoy en medio de algo donde nunca ha llovido,<br />
Bolívar y tu sombra<br />
abre rutas y puntos cardinales al tiempo<br />
detenido en antiguas llamaradas de angustia.<br />
Siento que un signo viste tu voz en el silencio<br />
y avanza sobre mayo para tejer la aurora.<br />
De pie, como un gran mástil<br />
sobre el perenne espacio<br />
de la esperanza, un niño<br />
duerme un temblor de viaje<br />
innumerable y canta.<br />
¿Qué somos sino pasos recogiendo la inerme<br />
soledad de las anclas?<br />
El hombre rozó el mar en su dolor profundo,<br />
creció en la orilla de tu canto,<br />
supo<br />
de un rastro, un dios, un horizonte.<br />
Estuvo junto al viento que detenía tu rumbo,<br />
ahondó en la sal, en la infinita espera,<br />
y derrumbó la incierta<br />
92
enunciación <strong>del</strong> sueño.<br />
Tu volvías en un vuelo<br />
de humanizada lumbre<br />
para habitar las horas.<br />
Desde el fondo <strong>del</strong> llanto<br />
crecía un manglar de espasmos.<br />
Allí fue un incesante rumor de claridades.<br />
Allí guardó la noche sus manos fatigadas<br />
y un navío de ternura<br />
te inundó en la propicia mañana <strong>del</strong> regreso.<br />
La lluvia vino<br />
para agregar su corazón de estrella.<br />
Tengo algo que decir desde este río, Bolívar.<br />
Vi ciudades perdidas en un tropel de laberintos muertos,<br />
en ráfagas de heridas<br />
muchedumbres que hallaron<br />
lo que la débil noche de los dioses no entiende.<br />
Así, bajo los cielos de gris y de silencio,<br />
anduve por los viejos anhelos incumplidos<br />
por la tierra <strong>del</strong> hombre recostado en su olvido.<br />
Es más. Para alumbrar la mesa acostumbrada al miedo,<br />
empezabas en mí como la voz de un cuento<br />
trabajado en la infancia que nunca se fatiga.<br />
Marino, al fin, en la distante esfera,<br />
busqué tu luz para inundar mi muerte.<br />
Volví al dolor de ahogadas cicatrices,<br />
llegué a la prematura vejez de los crepúsculos,<br />
a un golfo de gastados bergantines, a un cielo<br />
de encanecida ausencia.<br />
Y así junto al bauprés de un tiempo<br />
encadenado al extraviado nombre,<br />
solo en el pulso <strong>del</strong> <strong>del</strong>irio, atmósfera<br />
de oleajes sepultado,<br />
llegó tu jubilosa prolongación de savia.<br />
El cielo volvió al mar para cubrir el corazón cansado,<br />
señaló espejos de soledad. Detuvo<br />
las islas habituadas a su dolor de tiempo.<br />
Desde entonces caminas entre el polvo de un día<br />
que se niega a morir porque confía en tu signo.<br />
Todos tenemos barcos perdidos en el fondo.<br />
Podría callar de olvido entre las manos,<br />
93
pero una piel me enseña sus musgos en la tarde.<br />
Vamos hacia un espacio conocido<br />
para mirar la indiferencia de la luz<br />
nevando.<br />
Porque cuando en los senos de la lluvia<br />
ondean melancólicas señales<br />
sólo una fiebre sube a los párpados ahogados de la tarde.<br />
Déjame preguntar la sed de los latidos<br />
para decir: allá, bajo las redes<br />
espiadas por el crimen,<br />
ha de llegar tu mano para ordenar la aurora.<br />
Sé que penetrarás en la deshabitada ternura <strong>del</strong> sollozo,<br />
que amarás la sencilla semana <strong>del</strong> retorno,<br />
que dirás: para concluir cenizas<br />
encenderé una lámpara de amor en las miradas.<br />
Enséñanos tu eternidad esparcida<br />
para borrar las áridas memorias de la piedra,<br />
despierta y palpa la oscuridad lanzando sus desgarrados árboles<br />
contra el aliento de las voces<br />
que ahondan en la sacrificada anunciación <strong>del</strong> día.<br />
Bebe estos labios estremecidos por la sed,<br />
este destruido fondo de la vida,<br />
esta ciudad de abandonada orilla,<br />
devuelve el resplandor, el centro<br />
perdido <strong>del</strong> amor.<br />
Oh, selva de la luz, cuánta penumbra fecundada,<br />
cuánta<br />
colmada herida sobre el mar y sus naves, cuántos<br />
caminos extraviados...<br />
Aquí, donde la entraña de la tierra soporta<br />
los rigores <strong>del</strong> látigo, Bolívar,<br />
los hombres han negado tu manantial de sueño.<br />
Los ídolos de arcilla dan a beber tu nombre<br />
sólo en páginas, fechas<br />
irremediablemente calcinadas.<br />
Pero tú sigues, hablas<br />
desde el interrogante verano de los pobres.<br />
94
Teresa Coraspe<br />
Ante la puerta<br />
¡Oh puerta!<br />
¡Cuántas sombras habrán pasado a través de ti!<br />
Y cuando tú no eras puerta, sino árbol, ¡Cuántas sombras<br />
descansarían en tu regazo! Mas, cuando tú, aún ni siquiera<br />
Eras árbol, ¿qué mano temblorosa sembraría la tímida semilla<br />
A la tierra, que diera origen a que algún día fueras árbol<br />
Y luego puerta?.¿Dónde están?<br />
Moradas<br />
De las casas que habité<br />
Sólo tengo fragmentos de recuerdos<br />
¡Fueron muchas!<br />
así mi infancia fue fraccionada por las tantas mudanzas<br />
Pero hay una casa<br />
que se repite en los sueños<br />
quizá porque en ella viví por siete años<br />
y en las noches viene a visitarme poblada de fantasmas<br />
Yo la voy reconstruyendo habitación por habitación<br />
sin omitir ni una puerta o ventana (siquiera)<br />
Pero de todas esas casas<br />
la verdadera es ésta donde habito leo y pienso<br />
y donde los hijos y la infancia dejaron huellas profundas<br />
con árboles y flores y el verde y los pájaros y la risa y el<br />
llanto se sientan a la mesa como quien va a misa cotidianamente<br />
Esta casa y las demás casas fragmentadas<br />
son pedazos de vida dejados por ahí<br />
a la par de los días<br />
Y en muchas noches cuando duermo<br />
vuelvo con la llave<br />
a la cerradura que abro con suma facilidad<br />
para habitar en silencio esa casa que se repite<br />
y se niega a ser olvidada<br />
Y la encuentro ocupada<br />
con los mismos muebles que una vez existieron<br />
sólo que voces misteriosas me asustan<br />
quizás son las nuestras<br />
que se quedaron grabadas<br />
en el interior de sus muros<br />
y que la ausencia vuelve entrañas<br />
95
Por eso mi penúltima casa<br />
la cuido y acaricio porque es la morada de este cuerpo<br />
que un día dejará de ser<br />
Yo la miro largamente para darle vida<br />
y que palpite como una lámpara encendida a media noche<br />
una casa donde el sol se las ingenia para entrar<br />
y acurrucarse en silencio en todos sus rincones<br />
y llenarla de luz como un cáliz venido desde lejos.<br />
Cántico<br />
Vuelvo a mi antigua soledad, A solas voy porque ella es parte<br />
de mí desde todos los comienzos. Voy a tomar limoneros de los<br />
patios de antaño, ciruelos maduros al caer el alba y a transitar<br />
los senderos de una niñez perdidos detrás de los guayabos y<br />
el viejo dividive. Sentiré nostalgia de seres que no olvido. Sé que<br />
no debo asumir actitudes vacilantes porque la luz volverá <strong>del</strong> frío<br />
a esta hoguera.<br />
He visto desde aquí que nada nuevo ha sucedido en los tiempos.<br />
Sólo este espíritu divaga sobre catedrales, anda loco detrás de<br />
los vientos y se queda extático ante el río. Yo lo dejo,<br />
aún debo seguir este viaje interminable.<br />
Al vuelo de un colibrí...<br />
Con pausa quizás con tregua<br />
quizás buscando en el latir su esencia<br />
sintiendo sus pasos percibiendo<br />
ese olor inconfundible que has dejado<br />
color que surge al vuelo<br />
palabra rota y sostenida<br />
al calor de una llama deslizándose<br />
la que sostengo y beso quemándome<br />
persistiendo detrás <strong>del</strong> aire oscuro y vacío<br />
sigilosa mirándote<br />
atreviéndome a no decir que digo nada<br />
que no estoy ni estamos y doy vueltas<br />
entre los torbellinos de olas secas<br />
plagadas de misterios<br />
que me son revelados<br />
desde el tiempo empeñado en azotar<br />
una a una la cáscara de piel<br />
que me recubre<br />
y así voy<br />
96
latiendo torturándome envuelta<br />
en la distancia esperando<br />
esperando un esperar sabiendo<br />
sabiéndote sabiéndonos<br />
ocultos detrás de la centella.<br />
Yo sostengo el río entre mis ojos<br />
El río está al fondo de las casas<br />
la ciudad es un estallido de colores<br />
a veces unas ruinas sin cansancio<br />
piedras que son el sostén de los cimientos<br />
catedrales y campanas, fotografías diluidas<br />
Yo camino<br />
allá está la gran piedra<br />
debajo la serpiente con fauces que descansan<br />
en el Altar Mayor de las iglesias<br />
Escucho<br />
sigo las empinadas calles lentamente<br />
Agosto llega con sus aguas<br />
yo sostengo el río entre mis ojos.<br />
Caballito de mar<br />
Caballito de mar que se sube a la espuma<br />
al ritmo de la ola y cabalga<br />
encabritándole a uno la piel<br />
(como tú hiciste con la mía anoche)<br />
y, luego<br />
el sabor de los sentidos<br />
imaginando las diferentes maneras<br />
que uno tiene para amarse<br />
y yo, contigo<br />
subiendo, subiendo<br />
por esos laberintos de aguas<br />
mientras el mar, como un inmenso ojo negro<br />
cubría su cara de amante furtivo.<br />
97<br />
Ciudad Bolívar, 25 de Octubre, 2008.
Eduardo Lezama<br />
Cubiertos por la sal<br />
Sólo este vacío nos desvela.<br />
Esta zozobra interrogándonos dentro<br />
cuando ya todo está<br />
subyugado por el fuego.<br />
¡Oh lágrimas!<br />
¡Oh sangre sublevada, sangre asesinada!<br />
¡Oh noche donde los cuerpos se desangran<br />
cubiertos por la sal!<br />
Mil veces exhumado<br />
Yo, lobo y aullido<br />
aullido y vino empapando labios<br />
fusil y sangre edificando el tiempo.<br />
Bestias, soldados, pueblo hambriento.<br />
Escombros. Odio abriéndose en los brazos.<br />
Múltiple exilio en la lengua.<br />
Muerte en los ojos desmembrados<br />
por el beso húmedo.<br />
Yo, mil veces coagulado,<br />
mil veces exhumado,<br />
mil veces alucinado al trueque<br />
de la aventura.<br />
Yo, en el siglo amortajado.<br />
Y otra vez<br />
Y otra vez he roto mi equilibrio<br />
hostigando los fuegos infinitos.<br />
Me he fugado de las cenizas<br />
que hambrientas oscilaban<br />
alrededor de mi cuerpo…<br />
¡Ah! El laberinto de mi voz alcohólica<br />
sobre los tímpanos de la desnudez<br />
98
indómita.<br />
¡Ah! Mi coraje, la osamenta,<br />
la daga con que han grabado en mi cerebro<br />
el nombre de las víctimas.<br />
Y darme luego por llorar<br />
llorar y maldecir,<br />
gritar en cada esquina.<br />
Hoy, la muerte se ahoga en mi garganta.<br />
Desde la hierba<br />
Los convoys transitan la avenida.<br />
Los soldados cantan,<br />
lanzan besos a las muchachas<br />
que pasan.<br />
Venían de matar.<br />
Año 1965<br />
un día cualquiera<br />
10 de la mañana:<br />
Pienso en el festín de los zamuros.<br />
En mis camaradas mirando al sol<br />
desde la hierba.<br />
Ahora es un hueso<br />
Ahora es un hueso<br />
una mirada<br />
un golpe en plena soledad<br />
espasmos por donde la sangre<br />
forma caracolas<br />
y profundo es el goce<br />
de pájaros salvajes<br />
contra las oscuridades de la muerte<br />
Alto el reposo<br />
La hoja flotando en los solsticios<br />
Yo sobre la inmensidad <strong>del</strong> vuelo<br />
dejo caer gotas de amor<br />
zumos de selva virgen<br />
y granitos de cristales<br />
que descienden al río.<br />
99
Desde el fondo <strong>del</strong> espejo<br />
Desde el fondo <strong>del</strong> espejo<br />
vuelve el hervor de los sueños<br />
la desesperanza<br />
manos como frutos en la sequedad de mis labios<br />
Hablo de tu carne húmeda<br />
de tu sexo roto en los abismos<br />
como inacabable razón de la existencia<br />
Sobre la desnudez que no escondes<br />
exploro las dudas<br />
que se desvanecen en mis huesos<br />
las puertas con sus días vacíos<br />
el musgo rodeado por las noches de invierno<br />
la estación bañada de duraznos<br />
el acoso de la memoria<br />
constelación de todo cuanto me atormenta.<br />
Como un ritual<br />
Y el chillido hiere a plenitud<br />
Pequeños habitantes<br />
atados al ocaso<br />
desde siempre<br />
Los tejados añejan otra historia<br />
De pronto<br />
la selva en mí<br />
como ritual espléndido<br />
y un río inmenso afilado en el tiempo<br />
Noche deslumbrante e inaccesible<br />
La muerte quebranta los espejos<br />
y despliega sus serpientes<br />
después <strong>del</strong> sueño.<br />
100
Enrique Hidalgo<br />
La niña de Chiriquí<br />
La Niña de Chiriquí<br />
tiene un nombre: Esther María;<br />
pero igual puede llamarse<br />
agua, gaviota o semilla.<br />
En el Valle de La Luna,<br />
donde se dice que habita,<br />
juega y juega a ser maestra<br />
y enseña sobre la vida.<br />
Allí en su casita azul<br />
donde muchos la visitan,<br />
ella planifica un mundo<br />
sin tristezas ni mentiras.<br />
La Niña de Chiriquí<br />
ahora que crece y camina,<br />
piensa recorrer el mundo<br />
cantando su poesía.<br />
Ella se ve en el espejo<br />
y de verdad que es muy linda:<br />
sombrerito panameño<br />
y ojitos de aguamarina.<br />
En su piel habita un ángel,<br />
y en sus manos golondrinas,<br />
hay la pasión por trazar<br />
el mapa de la alegría.<br />
La Niña de Chiriquí,<br />
en su fecunda campiña,<br />
cosecha caña y bananos<br />
y la guayaba exquisita.<br />
Luego se adentra en el mar<br />
donde allí también cultiva:<br />
perlas, corales y esponjas<br />
en su granja submarina.<br />
Luego se va por los pueblos<br />
a vender su mercancía,<br />
pidiendo a cambio monedas<br />
de amistad y rebeldía.<br />
La Niña de Chiriquí<br />
desborda la fantasía,<br />
y habla con el ojo de agua<br />
101<br />
A Nelly Contreras
y con la pájara pinta;<br />
ayuda a barrer la casa<br />
de las nobles hormiguitas,<br />
y pregunta por su rojo<br />
a la negra semillita.<br />
Después que al ratón goloso<br />
por avaro lo castiga,<br />
ella inventa una oración<br />
y crece más la plantita.<br />
La Niña de Chiriquí<br />
viaja por mil lejanías:<br />
Estambul, Viena y Bruselas,<br />
por Roma y hasta por China.<br />
Pero más le gusta andar<br />
por la América Latina,<br />
porque América es la patria<br />
como ayer dijo Bolívar.<br />
Y así va por Guatemala,<br />
por Cuba o por Costa Rica,<br />
con su mensaje de amor,<br />
de libertad y justicia.<br />
La Niña de Chiriquí,<br />
sin alfombras ni varitas,<br />
se trasladó a Venezuela<br />
donde al fin se quedaría.<br />
Y en ese peregrinar<br />
al Zulia se vino un día,<br />
para hacer las cosas bellas<br />
que los niños le pedían.<br />
Con Elizabeth y Amanda,<br />
con Gerardo y Carolina,<br />
navega en barco velero<br />
por el Lago y con la brisa.<br />
La Niña de Chiriquí<br />
es una excelente amiga,<br />
y por realizar un sueño<br />
sobre las piedras camina.<br />
Los niños que andan con ella<br />
muchas veces la critican,<br />
pues, terminada una cosa<br />
otras inventa en seguida.<br />
Con amor y con trabajo,<br />
que son dos cosas sencillas,<br />
como miel logra la abeja,<br />
ella logra maravillas.<br />
La Niña de Chiriquí<br />
se pasea entre margaritas<br />
102
y el jazmín y el cundeamor<br />
casi se mueren de envidia.<br />
Los encantados ciruelos,<br />
los pájaros amatistas,<br />
le ofrecen canto y perfumes<br />
a cambio de su sonrisa.<br />
Se acerca el caballo bayo<br />
entre la dulce neblina,<br />
y claro se oye que dice:<br />
—¿Cómo estás, Esther María?—<br />
La Niña de Chiriquí<br />
nos muestra su banderita,<br />
tiene blanco, azul y rojo<br />
y también dos estrellitas.<br />
A los amigos que luchan<br />
los apoya y los reanima,<br />
y les dice que la patria<br />
es el punto de partida.<br />
Cuando sueña con su tierra<br />
llora como entredormida<br />
y hace mención de un canal<br />
de aguas azules y frías.<br />
La Niña de Chiriquí<br />
sin anunciar despedida,<br />
tan hermosa y tan valiente<br />
y tan dueña de sí misma,<br />
en su barquito velero,<br />
con el turpial y la hormiga,<br />
se marchó saltando sombras<br />
y cantándole a la vida.<br />
Chiriquí le canta y llora,<br />
llora la América unida,<br />
y Maracaibo le dice:<br />
—¡Hasta siempre, Esther María!—.<br />
103
Eduardo Sifontes<br />
Escolta<br />
Bajo la luz de la luna alguien cuenta mis pisadas,<br />
camina sobre ellas.<br />
Su sombra está pegada a mi sombra.<br />
Camino en zig-zag, corro, freno, ando, en puntillas, a grandes zancadas<br />
y siempre me persiguen.<br />
No sé quién me vigila los pasos. No sé…<br />
Sólo escucho el tronar de los relámpagos lejanos.<br />
Y la soledad múltiple comienza a hipar.<br />
En posición premeditada<br />
Camarada mía, sumisa, levántate y oye<br />
la más dulce música que mea un cadáver que camina.<br />
Levántate<br />
que vengo a adornar tus entrañas con las más hermosas flores<br />
brotadas de mis poros,<br />
con la más grande ternura que me sale de los huesos<br />
para enmudecerte mejor.<br />
Levántate y óyeme<br />
que canto mi fiebre desde tu plexo con los ojos cerrados<br />
muy bajito<br />
muy bajito<br />
un cro-cro de los sapos, mi cuadro sinóptico<br />
mis sueños póstumos,<br />
mis cuestiones de principios ocultos en un lado <strong>del</strong> cerebro.<br />
Levántate y óyeme, en trance de muerte<br />
ebrio, condenado, con el cuerpo malo<br />
y aullando<br />
y cantando<br />
en posición premeditada, los gemidos bestiales de mis pulmones.<br />
El cielo se nos viene encima<br />
estrepitoso<br />
en forma de corazón<br />
y tocamos flautas de huesos<br />
Flauta de huesos<br />
104
con unos ojos <strong>del</strong> carajo<br />
hasta que explota la bomba<br />
en el fondo de nuestros espíritus<br />
y la belleza que buscamos<br />
brota de las basuras<br />
en continuos rayos de luz.<br />
Ebriedad de mago<br />
Yo<br />
raza dispersa por tu presencia<br />
muevo un dedo<br />
y desaparece tu imagen<br />
tu forma<br />
la piel blanca que amé<br />
y que amo<br />
y mi sangre <strong>del</strong> alma pura de arrechera<br />
Yo<br />
viejo monstruo<br />
de continuos sueños que yo soy tú<br />
con ojos llenos de palomas negras y luna menguante<br />
veo el misterio de los tuyos que son brasas<br />
y veo también en mi bola de cristal<br />
una monja que contempla demonios copulando<br />
desplomándose en ruinas<br />
mientras yo no puedo besar tus manos<br />
ni tu amargura<br />
amando otras cosas más que a ti<br />
y secándome la cara con un pañuelo descolorido.<br />
Condenado<br />
Tus sueños nunca se van de los párpados<br />
mientras yo grito abrazado<br />
a tus entrañas que fueron mías<br />
a tus raíces a tus zapatitos rotos<br />
a tu falsa música de caracoles<br />
y evangelios y perros heridos<br />
el suelo me derriba<br />
desde que entendí la palabra amor<br />
el cielo me quema<br />
ebrio<br />
deslizándome por las puertas<br />
cohibido como ladrón<br />
105
sacudo rayos de sol<br />
la negación de la historia de los principios<br />
mi mala cabeza ¿qué sé yo?<br />
condenado desde la edad de la razón<br />
¡Condenado!<br />
Gajes <strong>del</strong> oficio<br />
A veces<br />
cuando no sé cómo comenzar el poema<br />
barajo monedas falsas<br />
y un sol morado abierto de par en par<br />
clavado en el horizonte<br />
va deteniendo el tiempo<br />
hasta que todo queda inmóvil<br />
entonces yo me quedo<br />
con esta risa no sé de qué<br />
que rueda constantemente<br />
por mis sueños interminables.<br />
Canción de otro tiempo<br />
Desde los barrotes veo caer<br />
la lluvia blanca muy fina<br />
el siglo que transcurre en toque de queda<br />
como un espectro <strong>del</strong> pasado<br />
hay un silencio perdido en la memoria<br />
y hasta aquí llega el olor quemado<br />
de un sapo flotando entre las flores.<br />
Campo de maniobra<br />
Por sobre todas las cosas y debajo <strong>del</strong> aire mudo<br />
hay un compás de espera en nuestros propios funerales<br />
trato de identificarme, buscar mi sitio<br />
encontrar el aire que me falta<br />
mi pequeña momia reclamando su presa<br />
mi pequeña memoria capturada en el sexo<br />
enmudezco pero soy testigo<br />
sobre el campo de maniobra explotan las estrellas<br />
un pedazo de mí ha muerto<br />
y de pie<br />
glorificados<br />
nos espaturran los testículos<br />
106
los muertos lanzan sus plegarias-mentadas-de-madres<br />
con sus primeros aromas y los párpados cerrados<br />
logran vencer gestos inesperados.<br />
Cocollar<br />
Me identifico<br />
soy mi propio testigo<br />
con brazos en jarra tratamos de asir imágenes al azar<br />
venimos a socorrernos huimos de las canciones<br />
nos convertimos por un instante en nuestros propios verdugos<br />
buscamos desesperados la luna que nos hiere los ojos<br />
ni las pulsaciones<br />
ni la música que brota de nuestras heridas<br />
conmueve este instante<br />
trato de asir tu rostro perdido<br />
en los días duros de mi infancia<br />
tiemblan mis manos blancas<br />
el sentido <strong>del</strong> tiempo<br />
camino suspendido<br />
en círculo<br />
pesadamente suspendido<br />
te devuelvo el amor<br />
y se nos escupió la lengua<br />
y se nos hizo brotar espuma y sangre <strong>del</strong> sexo<br />
bajo tableteo de metralletas<br />
en este instante nuestra historia es la resistencia<br />
y yo con los labios morados y las nostalgias<br />
fundido a los barrotes<br />
cantando viejas canciones.<br />
Declaración de un civilizado<br />
No hay lugar donde detenerme a tocar<br />
el clarinete<br />
o no soy digno de mi silbido entre dientes<br />
de los días <strong>del</strong> fin <strong>del</strong> mundo<br />
o mi condición de civilizado<br />
el horizonte desciende<br />
y yo cabeceo<br />
con los olores <strong>del</strong> mar metidos en el cuerpo<br />
mientras salgo al rescate de mi propio cadáver.<br />
107
Ramón Ordaz<br />
He querido llegarte<br />
he querido llegarte<br />
cuidar tus hojas<br />
de los que secan con la mirada<br />
el brote<br />
testigos sin horas<br />
no supieron verme<br />
hecha la ascensión por tu savia llameante<br />
cuando el orgasmo es flor<br />
sin nombres de la ciencia<br />
te oigo respirar<br />
entonces comprendo<br />
creces en silencio<br />
ignorada de todos<br />
tapas el sol<br />
y corre el trashumante<br />
a meterse en tu sombra<br />
entregas todo<br />
agua que va al mar<br />
para volver mAs nube<br />
mAs lluvia<br />
cargada de amor en el reparto<br />
El libro que tU habitas<br />
el tiempo nos camina a las espaldas<br />
coordenadas <strong>del</strong> sueño<br />
nos abren al ocaso de ventanas ocultas<br />
ha quedado la ofrenda<br />
<strong>del</strong> minuto milenio de tu voz<br />
no ha mudado en nada<br />
el libro que tU habitas<br />
las lecturas que hago<br />
son maneras de verte<br />
toco el concreto de los espejismos<br />
atado fatalmente<br />
a una dulce procesión de palabras<br />
destinadas al luto<br />
no hay sinónimo en los diccionarios<br />
que pueda cotejar a esta alegría<br />
108
nocturno<br />
en viaje permanente<br />
hacia la mAquina de sueños<br />
desarmo el canto en el mundo de afuera<br />
Para tocar contigo la eternidad<br />
¿Dónde te venden?<br />
¿Cuál es tu nombre en el mercado?<br />
¿En cuál capilla de pueblo<br />
quemas tus inciensos?<br />
¿En cuál ola de sangre<br />
arrojas la poesía?<br />
¿En qué parte <strong>del</strong> viento<br />
tienes el cuerpo interrumpido?<br />
¿Cuánto tienes de lluvia<br />
Tierra sola<br />
amando girasoles?<br />
Qué hago yo aquí<br />
Qué hago yo aquí<br />
Qué me hago yo contigo<br />
y este asco sonoro que dejan las ausencias<br />
Cansado de ser centro de un paralelo bueno<br />
cultivando una flor sin resultados<br />
Qué hago yo aquí<br />
qué me hago yo conmigo<br />
y no poder decir te quiero cien por ciento<br />
Magnolia Pleamar Alba o Quimera.<br />
Te quiero así, juglar<br />
Quiéreme tú, no importa<br />
con tu juicio final entre las manos<br />
y esa ebriedad de signos que paseas por las calles<br />
Qué me hago yo conmigo<br />
yo y mi palabra, mi destino, mi cosmos,<br />
si entre cielo e infierno<br />
me siento fallecer, sin mí y mi deseo<br />
109
Marzo<br />
Esta brisa es <strong>del</strong> mar<br />
¿o <strong>del</strong> norte?<br />
Su paso restituye la fugaz geografía,<br />
construye con el hombre este paisaje<br />
de inhóspita calendas.<br />
Golpea ahí,<br />
se clava aquí<br />
en el ijar que desvaría.<br />
Corre,<br />
se extiende hacia la estirpe<br />
adolescente <strong>del</strong> perfume<br />
y muere fecundada entre los ríos<br />
y las sementeras.<br />
Esta brisa<br />
¿De qué fábrica es?<br />
La ciudad no amanece.<br />
Acaece de recio perfil.<br />
Minuta de un recién llegado que se va<br />
Obra de naufragios,<br />
navegué siempre contra la corriente.<br />
Un exceso de luz cegó mi luz.<br />
Con mis restos alcancé la orilla,<br />
otros reveses.<br />
Sin pasaporte,<br />
entré en la ciudad que volvía de sus ruinas.<br />
Mis cartas de referencias fueron<br />
poemas en la memoria<br />
de bardos olvidados.<br />
Fragmentos donde el cronista<br />
celebraba la épica de anónimos.<br />
Y un fraile con nombre de pájaro<br />
exorcizaba la incertidumbre de los nuevos credos.<br />
Mitos por nacer<br />
Genealogías<br />
Reinos de perdición<br />
110
Prevaricaron quienes habían dado su palabra<br />
durante el exterminio.<br />
Poética<br />
Ambiguo,<br />
oscuro,<br />
críptico,<br />
que no se entienda,<br />
escribe tu poema, Hermes.<br />
Déjalo rodar entre la inculta plebe.<br />
Yo fundaré las claves para conocerlo;<br />
seré el puente de tanta necedad;<br />
tantos gatos buscándole cinco patas a un hombre;<br />
tanta ambigua, oscura, críptica teoría<br />
para decirnos algo de la indecible nada.<br />
Transparente,<br />
solar,<br />
nido de pájaro,<br />
escribe tu poema, Homero.<br />
El tiempo se encargará de oscurecerlo.<br />
Albacea<br />
A la izquierda, a la izquierda, Albacea ¿qué ves?<br />
Los mismos nuevos hombres que suben,<br />
bajan todos los días torcidas, estrechas<br />
escaleras de viento.<br />
Los mismos simples hombres que veneran a Sirio<br />
y tienen por misión y demanda un crucifijo.<br />
A la derecha, a la derecha, Albacea ¿qué ves?<br />
Los mismos viejos hombres de la izquierda,<br />
afanosos, subiendo, bajando el mismo ascensor<br />
de nuestra Torre de Babel.<br />
Los mismos epilépticos señores de duras teorías<br />
y un calvario de luces que van por el retrete.<br />
111
Al centro, al centro, Albacea ¿qué ves?<br />
—Viejos y nuevos horizontes—<br />
de lesa humanidad por lo callado.<br />
Una vocinglería sotto voce<br />
¡oh, paradoja!<br />
que va de los parterres al Café con la misma congoja,<br />
las mismas asmas; las mismas miasmas;<br />
algunas úlceras clavando su aguijón en los olvidos.<br />
Tantas hambres, tantas hambres sin un dios que las financie.<br />
¡Frágiles,<br />
ahora sabemos,<br />
somos frágiles!<br />
Mala conciencia<br />
Nos creímos fuertes,<br />
altavoces sobre la espesura,<br />
indoblegables hombres <strong>del</strong> petróleo<br />
contra todo pronóstico.<br />
Siempre en el pedestal de las finanzas,<br />
el big business, el cálculo inconfeso<br />
repartido en la tierra de fugaces ganancias.<br />
112<br />
No murieron por esa cosa abstracta, la patria<br />
sino por un patrón casual, una ira o<br />
por la invitación de un peligro.<br />
Jorge Luis Borges.<br />
Frágiles,<br />
Ahora más que nunca,<br />
frágiles,<br />
en la cola <strong>del</strong> diablo, entre monedas sucias,<br />
mangueras inhalando el último residuo<br />
de nuestro propio combustible;<br />
en terapia intensiva, stercus demonis,<br />
con una herida abierta por viejos huracanes.<br />
¡Frágiles,<br />
ay dolor,<br />
frágiles!<br />
a la cola de tantas utopías.
Julio César Sánchez<br />
Dora<br />
Eres<br />
horizontal<br />
emanación de fuego<br />
figura de espada.<br />
Aún me hechiza<br />
tu boca<br />
el aire apresurado de tu pecho<br />
el momento laberíntico <strong>del</strong> deseo<br />
que alucinó tu desesperación.<br />
Me hechiza tu recuerdo<br />
la noche de mi sueño<br />
habitado de serpientes.<br />
Sombra de tu sombra<br />
Invisible<br />
sombra de tu sombra<br />
sorda<br />
muda<br />
rondaba tu ventana<br />
instante tras instante<br />
cantaba el tiempo<br />
de tu vida<br />
temías<br />
y llorabas<br />
era el hambre <strong>del</strong> hambre<br />
y llorabas hambre<br />
y sólo veías<br />
el hambre que llorabas<br />
porque era visible<br />
hasta la muerte.<br />
Vivo y existo<br />
Vivo y existo<br />
persiguiendo el minuto<br />
de la desesperación,<br />
113
la hora de la nada,<br />
el llanto,<br />
el frío tormentoso<br />
de silbos impredecibles.<br />
Vivo,<br />
cabalgando llamas que reviven<br />
odio en los sepulcros.<br />
Existo,<br />
donde yace la historia,<br />
raíz meditativa <strong>del</strong> silencio,<br />
luz parábola<br />
<strong>del</strong> tiempo.<br />
Supervivencia<br />
Amo<br />
a silencio,<br />
a soledad,<br />
concibo con ellas<br />
cada noche<br />
y<br />
perpetúo la especie<br />
que me libera de la muerte.<br />
114
Earle Herrera<br />
Guarda el as<br />
Haz <strong>del</strong> as<br />
de la espada y <strong>del</strong> oro<br />
tu naipe favorito<br />
A tu hora<br />
cuando te toque el turno<br />
o toquen a tu puerta<br />
verás<br />
que hasta la misma muerte es<br />
sobornable.<br />
El cansancio <strong>del</strong> Fénix<br />
Muchos dicen que lo han visto pasar<br />
persiguiendo relámpagos<br />
estas tardes de invierno<br />
Dicen los que dicen que lo han visto pasar<br />
frente al alto museo de las ruinas antiguas<br />
que el pájaro inodoro lleva<br />
peso de siglos y dolores y lágrimas<br />
en sus ojos y alas<br />
Dicen que es el Ave Fénix que desea<br />
cansado de su viajar eterno<br />
de su vuelo infinito<br />
retornar para siempre a sus cenizas.<br />
El deseo de los pájaros<br />
De nuevo<br />
de las más hondas brumas<br />
volvió el orgulloso pájaro a mi sueño<br />
y me dijo<br />
Soy el fusilado de Granada<br />
y le dije<br />
Eso desearías<br />
y me dijo<br />
Soy aquel de un patio de Sevilla<br />
y le dije<br />
Eso desearías<br />
y me dijo<br />
115
Soy el que cultivó la rosa blanca<br />
y le dije<br />
Eso desearías<br />
y me dijo<br />
Y tú quien eres y le dije<br />
Ninguno de ellos. Un pájaro<br />
nomás con el deseo<br />
de todos los pájaros<br />
La rosa sobre la roca<br />
Sobre la roca<br />
ha podido florecer la rosa<br />
La ígnea hostilidad<br />
venció e impuso<br />
sus límpidos colores al verano<br />
¿Qué debilidad conmovió a la roca<br />
para albergar la rosa?<br />
¿Puso acaso el abono y la semilla alguna mano?<br />
¿Fue acaso<br />
la mano clandestina de los vientos?<br />
¿O la mano de mil dedos de la lluvia?<br />
¿De dónde extrae la savia<br />
de sus venas polícromas?<br />
¿Una rosa en el campo<br />
bajo el sol<br />
sobre una roca<br />
que la ampara quién?<br />
En el pétalo más pálido<br />
se borra una respuestas.<br />
Oculto<br />
El hombre<br />
oculto de sí mismo<br />
cubre con tela negra<br />
los espejos.<br />
Teme descubrirse<br />
e ignorarse<br />
al descubrirse.<br />
116
Piedra derramada<br />
Golpes de piedras<br />
aprehendidas<br />
de cristales opacos en la noche.<br />
Ni brazos cansados<br />
ni frente caída.<br />
La sangre ofrendada<br />
partícula de sal fue<br />
piedra derramada de vida<br />
pequeña cosa.<br />
El muro<br />
Aquella indecisa adolescente<br />
hundida en mi memoria<br />
pugna por salir.<br />
Araña<br />
noche y día<br />
el muro que la encierra.<br />
Sólo en sueños noche a noche<br />
veo una paloma<br />
volar eternamente<br />
hacia un difuso horizonte<br />
que huye.<br />
117
Arnulfo Quintero López<br />
Sólo tempestades<br />
118<br />
A Alberto José Pérez.<br />
Cuántas veces reemprendemos un camino, cuántas noches viendo luceros sentimos<br />
el paso de la brisa indiferentes, y sentados en alguna plaza reconstruimos<br />
sueños, así, a veces, la lluvia es un ente lejano que llena las calles de pequeños<br />
mares y sólo pensamos en el cuerpo nuestro cómodamente acostado en el sepulcro,<br />
y no es extraño robarse una flor o sentarse también en una iglesia.<br />
Cuántas veces regresamos al punto de partida, y miramos lo andado con tristeza.<br />
Cuántas veces alguien a nuestro lado dice que dos y dos suman un siglo, pero<br />
un ruido extraño nos despierta, y entonces son sólo tempestades que asustan<br />
los fantasmas, reiniciando el camino hacia los sueños...<br />
Soledad<br />
Es fácil desprenderse al infinito, navegar selvas oscuras descendiendo hasta<br />
los redobles de campanas que presagian la tormenta. Todo es sencillo, basta<br />
con romper un grano de arena y remontarnos a los orígenes <strong>del</strong> sueño, el teatro<br />
cotidiano cuando entrecruzas la puerta de la noche y me enseñas tu rostro de<br />
canción difusa.<br />
Pórtico<br />
A esta edad<br />
pasado los cuarenta<br />
alto, gordo y hermoso<br />
me celebro<br />
Desnudo<br />
me muestro<br />
al mundo<br />
como grano<br />
de trigo<br />
e invito<br />
a mis amigos<br />
“Bébete la vida…<br />
No hay que dejar<br />
que el camello de la tristeza<br />
pase por el ojo de nuestros corazones”<br />
Víctor Valera Mora.
que embriaguen<br />
sus sentidos<br />
y dignifiquen<br />
por favor<br />
la irreverencia<br />
A esta edad<br />
en que me juego<br />
las señales<br />
llamo a subvertir<br />
el orden<br />
de los cuerdos<br />
y en nombre <strong>del</strong> amor<br />
declaro formalmente<br />
que éste sea el año<br />
de pasiones abiertas<br />
para que los muchachos<br />
puedan amarse<br />
en los jardines<br />
Ahora<br />
cuando ya nadie<br />
combate mi destino<br />
y conviven el pez<br />
y la tortuga<br />
espero<br />
que cada poema<br />
se recicle en ternura<br />
Por eso<br />
y porque me da la gana<br />
reclamo mi derecho<br />
a reírme de los necios<br />
y a embriagarme<br />
con el licor<br />
que me brindan<br />
los labios<br />
de la mujer<br />
que amo<br />
Mientras puedas<br />
Mientras puedas cantar una canción<br />
ve al corazón de la serpiente<br />
Cuando no haya lugar para tu risa<br />
119
que cada quien cargue<br />
su sueño<br />
En el ataúd<br />
el grito es más simple<br />
si ocultas el temor<br />
en el animal que sangra<br />
Abre pues la puerta<br />
y dispara a la sombra<br />
pero antes que nada<br />
ve al corazón de la serpiente<br />
pues la bestia<br />
desde su sueño<br />
no entiende de canciones<br />
pero acecha<br />
Postfacio<br />
Pudo haber sido<br />
presidente<br />
rico<br />
o cualquier cosa importante<br />
según los patrones<br />
de éxito<br />
que venden en mi pueblo<br />
Pero optó por las noches de frío<br />
el desamparo<br />
y las malas costumbres<br />
Pudo haber sido muchas cosas<br />
según dicen<br />
pero prefirió ser pájaro<br />
lobo de los montes<br />
morir en libertad<br />
y amar en ti<br />
las cosas más sencillas de la vida<br />
120<br />
“Ya no soy la claridad <strong>del</strong> regreso<br />
sino mueca de despedida<br />
hierba marchita con el cansancio<br />
que me dejó la espera”<br />
S.M.
Epílogo<br />
Entonces<br />
resulta que muerto<br />
valdré más<br />
que vivo<br />
y dirán<br />
qué hombre<br />
tan bueno<br />
y los honores<br />
con banderas<br />
y todas esas cosas<br />
que dicen<br />
cuando muere<br />
un poeta.<br />
Pero en verdad<br />
tu mirada<br />
y tu rostro<br />
lloroso<br />
sobre mi catafalco<br />
me harán<br />
feliz<br />
si hacen<br />
sonar<br />
una ranchera<br />
y traen una mujer<br />
que dance<br />
será mejor<br />
la fiesta.<br />
Después<br />
de todo<br />
seré<br />
un gran muerto<br />
aunque<br />
algunos<br />
piensen<br />
que fui<br />
un gran<br />
hijo de puta.<br />
121
Monagas<br />
Selección:<br />
Celso Medina
Félix Antonio Calderón<br />
La voz <strong>del</strong> antro<br />
¡Salud, quien quiera que tú seas, viajero!<br />
¿Eres acaso de región extraña?<br />
Yo soy la maravilla <strong>del</strong> sendero<br />
que resiste en su dorso la montaña.<br />
¿Te amedrenta el negror, frío y severo?<br />
Yo no guardo en mi seno la alimaña,<br />
ni el hirsuto león, ni el lobo fiero,<br />
ni el ángel infernal que el alma empaña.<br />
Penetra sin temblar hasta mi fondo<br />
en donde el alma <strong>del</strong> silencio escondo,<br />
y aunque el misterio el corazón te asombre.<br />
Haz como Humboldt, el varón valiente,<br />
que en mis entrañas esculpió su nombre<br />
y con mis linfas se signó en la frente.<br />
Sonata <strong>del</strong> crepúsculo<br />
Zoraida Mercedes; Zoraida Mercedes,<br />
también con tus penas de penas me obsedes<br />
y acrece terrible mi mal.<br />
Mi vida se muere de angustia secreta...<br />
Qué pena tan grande sentirse poeta<br />
y en el alma una espina llevar.<br />
Zoraida Mercedes ayer cuando niño,<br />
envuelto en cendales más blancos que armiño,<br />
triunfalmente llevaba mi ser,<br />
pero hoy que he bajado <strong>del</strong> duelo al infierno<br />
se han tornado grises cual nubes de invierno<br />
los cendales triunfales de ayer.<br />
Mi alma es un templo de melancolía<br />
donde se refugia la esperanza mía<br />
al sentir el cansancio mortal;<br />
125<br />
A mi novia.
mi alma es un templo donde sólo reza,<br />
callada y sombría, mi negra tristeza<br />
en un negro y roído misal.<br />
Zoraida Mercedes, también yo te he visto<br />
entrar silenciosa, llegar hasta el Cristo<br />
de mi largo y amargo dolor<br />
y en las tenebrosas naves solitarias<br />
he visto volando tus blancas plegarias<br />
al llorar por tu amor y mi amor.<br />
Y así nos amamos: tú, lejos; yo, lejos;<br />
y al vernos de cerca quedamos perplejos<br />
cual culpables de mal criminal.<br />
¡Qué pena tan grande la que Dios me envía<br />
de verte arrastrando tu pena y la mía<br />
como un denso e inmenso cendal!<br />
Zoraida Mercedes, sigamos la senda<br />
hasta que la dicha su velo nos tienda<br />
como un manto sutil de zafir;<br />
sigamos sufriendo los rudos dolores,<br />
tú, triste; yo, triste; muriendo de amores,<br />
sin dejar nuestro amor extinguir.<br />
Canto a la noche<br />
Pensativa, ante la luna,<br />
hay una garza hilvanando,<br />
románticamente, una<br />
historia que está soñando,<br />
pensativa, ante la luna...<br />
Por las gramíneas salvajes<br />
pasa el viento, dulcemente,<br />
llevándole a los celajes<br />
perfumes, besos de oriente,<br />
por las gramíneas salvajes...<br />
El cielo es de un azul pálido;<br />
parece que está sintiendo<br />
la emoción de un beso cálido<br />
y que se está destiñendo.<br />
El cielo es de un azul pálido...<br />
126<br />
Para el álbum de Lucía.
Mientras que sueña la luna<br />
por el éter que opiatiza,<br />
también yo sueño con<br />
una mirada que me hipnotiza,<br />
mientras que sueña la luna...<br />
En un éxtasis profundo<br />
quédase todo... parece<br />
que hasta en tu alma hay un mundo<br />
de ilusión que se adormece<br />
en un éxtasis profundo...<br />
Negro y Blanco<br />
Tiré el libro infamante...<br />
¡Aquella prosa tan diserta pudo<br />
con su bíblico estilo seducirme!...<br />
y tomando la pluma<br />
quise también, hacer <strong>del</strong> ser mas bello<br />
un ser de corrupción, un ser de espuma.<br />
Y la pluma temblaba, suspendida<br />
sobre el níveo papel.<br />
¿Aguardaba la frase infamatoria?<br />
No sé; mas, de repente<br />
surgió una imagen, conturbó mi mente y,<br />
arrepentido, se asomó a mis ojos<br />
una lágrima ardiente;<br />
la lágrima rodó, cayó en la pluma,<br />
se mezcló con la tinta que era roja<br />
y rósea la tornó.<br />
Entonces en mi ser hubo un reclamo,<br />
y donde iba a estampar la frase hiriente,<br />
Avergonzado, recliné la frente<br />
y murmuré: ¡la amo!<br />
Dísticos<br />
Imitación de Alejandro Fuenmayor<br />
127<br />
a la Srta. Carmen Yolanda Giliberti.<br />
Al evocar tu nombre, tu dulce nombre, ansío<br />
que se desborde en versos el pensamiento mío;
que surjan, como el humo que arroja el incensario,<br />
estrofas perfumadas formándote un santuario;<br />
estrofas que te digan ternezas infinitas<br />
sin modular querellas de dolorosas cuitas.<br />
Al pronunciar tu nombre, que es música divina,<br />
se escapa de mis labios la estrofa peregrina,<br />
tú eres mujer y ángel y luz y poesía,<br />
casta flor de poema para la mente mía.<br />
Por eso, cuando evoco tu dulce nombre, ansío<br />
que se desborde en versos el pensamiento mío;<br />
que brote en mis cantares, al ritmo de mi acento,<br />
lo más sagrado, todo, ... lo que en el alma siento...<br />
Perlas dolorosas<br />
Dicen los sabios que la hermosa perla,<br />
se forma <strong>del</strong> dolor en el molusco<br />
que al ser herido se contrae de pena<br />
y aprisiona al intruso transformándolo en gema.<br />
Así también cuando la mano aleve<br />
de alguna, decepción, terrible, y negra,<br />
se alza, en la sombra, y sin piedad nos hiere,<br />
el espíritu, al golpe, se conmueve,<br />
aprisiona al dolor y lo hace perla.<br />
Oye, adorada mía:<br />
sin que nadie en el mundo logre verlas<br />
como en el fondo de una mar bravía,<br />
llevo dentro <strong>del</strong> alma muchas perlas.<br />
128
Ramón Pierluissi Ramírez<br />
Ten calma<br />
¡Ten calma! ¡No te exaltes, que no es hora!<br />
¡La urdimbre no ha calado todavía!<br />
Y la sutil neblina de la aurora<br />
oculta el brillo <strong>del</strong> anciano día.<br />
¡Ten clama! ¡No le exaltes! ¡Ten paciencia!<br />
Mientras llega el momento apetecido<br />
nada te importe el can, en su impotencia,<br />
de cara al sol inútilmente enfurecido.<br />
¿De qué vale la turba encarnizada<br />
si hace el comento de su negro encono?<br />
A mí ella misma no me importa nada<br />
y aunque se ensañe más yo la perdono.<br />
Precaverse es vivir... La lucha fiera<br />
sin táctica, sin orden y sin tino,<br />
no es para el hombre que confiado espera<br />
seguro de vencer en su camino.<br />
¡Deja que sacien su apetito insano<br />
de loca incomprensión, de orgullo necio...!<br />
Que el agresivo encontrará mi mano<br />
y el vocinglero mi brutal desprecio.<br />
A un amigo<br />
Dices que la verdad es cruel e impía<br />
cuando se dice sin ningún ropaje;<br />
porque mata su luz al gris celaje<br />
de la apariencia chic existiera un día.<br />
Que muerta la apariencia quedaría<br />
al descubierto el infamante ultraje,<br />
que se ocultaba tras el tenue<br />
encaje tejido con sutil hipocresía.<br />
Y yo prefiero más bien esa inclemencia<br />
a sufrir el reproche en la conciencia<br />
de quien dice a sabiendas, lo contrario.<br />
129
Más denigrante es la frase envilecida,<br />
que halagando emponzoña nuestra vida,<br />
que la amarga verdad, sin comentario.<br />
Aguasay, Febrero 1940.<br />
Epístola<br />
maestro:<br />
En mí también reamaneció un anhelo...<br />
su titánica lucha me embeleza;<br />
y, aunque discrepo en paridad de vuelo,<br />
no se comete ningún agravio al cielo<br />
con admirar su celestial belleza.<br />
Su fecunda labor de patriotismo<br />
propulsa los anhelos más latentes,<br />
y es cátedra que obliga, el dinamismo<br />
que requirió la lucha de usted mismo,<br />
por cinco lustros mo<strong>del</strong>ando mentes.<br />
130<br />
Al deslavado Profesor Félix Ángel losada,<br />
en sus bodas de plata magisteriales.<br />
Me siento todo suyo. —Fuerza es que le hable<br />
de tanta gratitud que me eterniza<br />
en un hermoso débito impagable...<br />
Muy pálida es la ofrenda; pero, encomiable<br />
si la oportunidad la valoriza.<br />
Cuénteme con usted en este día<br />
de justo regocijo, que por vuestro<br />
ha de ser mío también: si, su alegría<br />
comprende a sus discípulos, y es mía,<br />
pues yo soy su discípulo, maestro.<br />
No olvides la simiente<br />
No olvides, caro niño, la simiente;<br />
horada el sucio y deposita el grano;<br />
que no está en desacuerdo con la mente<br />
la destreza que adquieras con la mano<br />
Toma el arado, trabaja diligente,<br />
con la presteza de muchacho sano.<br />
haz que se moje de sudor tu frente<br />
para sembrar un árbol, que es tu hermano.
Aleja de su tronco la maleza<br />
y no te afrente cultivar la tierra,<br />
ni practiques la siembra con tristeza;<br />
pues, quien se apena, rabia y se alborota,<br />
desteta al árbol y le declara guerra,<br />
todo serlo podrá, menos patriota.<br />
El Tigre, Mayo 1955.<br />
Otro lauro<br />
131<br />
A la maestra Teodolinda de Salazar, retribuyo<br />
Conmueve al ave un maternal arrullo<br />
la sutil neblina a la simiente;<br />
al conventual silencio hasta un murmullo;<br />
el más le recuerdo a quien lo siente.<br />
Cómo no conmoverme el canto tuyo,<br />
tan espontáneo, en ocasión reciente:<br />
si tiene de la alondra, el arrullo,<br />
y <strong>del</strong> agua sutil, todo su aliento.<br />
Hablas en él de cardos y tic abrojos,<br />
de punzante dolor, de dulcedumbre,<br />
como hablar de un gigante minotauro,<br />
que no amilana a quienes con arrojo<br />
se lanzan presurosos a la cumbre...<br />
Te agradezco un canto: ¡Es otro lauro!<br />
El Tigre, 1955.
Félix Armando Núñez<br />
Altaflor<br />
Sin ruido te deslizas a hacerme compañía,<br />
cautiva de la tarde, <strong>del</strong> silencio amadora<br />
y sabia en soledades te complace ser mía<br />
entregándome tu alma en cada sitio y hora.<br />
Ni riquezas, ni nombre, ni juventud, ni gloria<br />
es la fuerza secreta que hacia mí te encamina:<br />
es el sino que pone su intención en la historia<br />
su <strong>del</strong>icia en el verso y el día que declina.<br />
Hecha <strong>del</strong> suave pétalo de una flor escogida<br />
o la más alta rama de un follaje lustroso<br />
aspirando tu esencia se le acaba la vida<br />
en un milagro eterno de dulzura y reposo.<br />
Te viste tu blancura en túnicas de cielo<br />
y no puedo tocarte, sin romper el encanto<br />
de estar contigo, encanto de no tener anhelo<br />
porque me envuelves toda como un sagrado canto.<br />
Dentro de un año acaso no volverás tan bella.<br />
Mientras tanto hablo poco y tú no dices nada.<br />
Entre los tilos eteros aparece una estrella<br />
y mi charla retorna augusta y serena.<br />
El Viento de la Tarde<br />
Brisa crepuscular en el estío...<br />
¡Qué dulcemente danzan tus ramajes<br />
a la luz de los globos opalinos!...<br />
Se ha poblado de espíritus la tarde.<br />
El ambiente se vuelve puro, íntimo,<br />
al vaivén cadencioso de los árboles...<br />
Hace pensar nuestra actitud, que oímos<br />
narraciones de un vago y dulce viaje.<br />
Parece que un viajero conocido<br />
que fuimos a esperar hace un instante,<br />
habla en voz baja como en un suspiro<br />
de un silencioso e inmaterial paraje.<br />
132
Se hace más rumoroso el viento; y tibio,<br />
puro, trascendental, flota en el aire<br />
un perfume de incienso diluido...<br />
Siento un beso en la frente... Mas, no hay nadie.<br />
Nada más que los globos opalinos...<br />
la danza cadenciosa de los árboles...<br />
las primeras estrellas... los caminos<br />
color de ámbar... Y la sombra cae.<br />
133
Tiburcio Aparicio Lozada<br />
Pesimismo<br />
La tarde triste simboliza<br />
en mi alma, los sufrimientos<br />
de un mañana doliente...<br />
porque dolor será el futuro!<br />
Oh, pretérito fugado<br />
tras <strong>del</strong> invierno gris<br />
en la mañana fría...!<br />
Tu recuerdo en mi alma<br />
se eterniza,...<br />
Y hoy espero<br />
con la paciencia de Job, en el Destino!<br />
Él habrá de traerme<br />
algo extraño a este vivir tirano,<br />
o tal vez nada,<br />
porque recíproco el dolor,<br />
siempre será mi hermano !<br />
La fusta <strong>del</strong> desengaño<br />
golpióme en el corazón<br />
y dejó mi ensueño trunco...<br />
Que de amarga es la vida<br />
y que doliente el amor...!<br />
En el gran lomo <strong>del</strong> Tiempo,<br />
soy Filósofo cansado,<br />
que en la soledad dialoga<br />
un poema taciturno...<br />
La Mariscala<br />
Fue con el día, ya cayendo la luna con la noche:<br />
y por el camino que era un río de plata;<br />
134<br />
A Rubén García, cordialmente.<br />
A Mercedes Mejías.
ella sencillamente me brindaba el derroche,<br />
de su estirpe gloriosa, de gentil Mariscala...!<br />
No es cumanesa, pero sí de Sucre, y en el broche<br />
matutino de una rosa de mayo, gentilmente arrebata<br />
con su piedad inmensa, escondida al reproche,<br />
el encanto a la vida, con su ensueño escarlata!<br />
No fue con Sucre en su corcel de lucha a la batalla,<br />
pero sí está con él en el recuerdo de la historia,<br />
porque lleva en sus venas la sangre que avasalla!<br />
Y ante la real gentileza de su gracia ducal,<br />
el tiempo va diciendo la grandeza y la gloria,<br />
que su nombre eslabona al <strong>del</strong> Gran Mariscal...!<br />
Blasón<br />
En ti todo se adhiere a la grandeza:<br />
porque tu suave rostro de hermosa sulamita,<br />
lleva en alto relieve blasones de pureza:<br />
esa modestia tuya, de amable princesita!<br />
Seguid siempre esa ruta de grácil gentileza,<br />
que es tu mejor prestancia oh, divina Sarita!<br />
A la mujer sencilla, Dios le da la riqueza<br />
de ser bella y virtuosa, con bondad infinita!<br />
No te obsesiones nunca con locas vanidades,<br />
porque vas por la senda hacia el triunfo a la vida,<br />
llevando un argentino canto de suavidades...!<br />
Y así serás por siempre la diosa de la gracia,<br />
que da dulzor de amores, sin dejarnos la herida<br />
de un aguijón traidor, prendido en la falacia!<br />
135<br />
A Sara Mejías.
José Antonio Ramírez Rausseo<br />
Luna de marzo en el bosque<br />
En esta noche, la luna<br />
es más luna y es más blanca;<br />
sin valladares de nubes<br />
que le trastornen la marcha,<br />
por los caminos <strong>del</strong> cielo<br />
va caminando tranquila<br />
como si fuera una santa,<br />
y en los distintos confines<br />
donde se integran las patrias,<br />
prende su leve corpiño<br />
con alfileres de plata!<br />
... El bosque tiene un silencio<br />
tan infinito, que espanta!<br />
De los ojos de los búhos<br />
salen fulgores siniestros;<br />
las sabandijas dormitan<br />
reducidas por el miedo,<br />
y una ternura de brisa<br />
en las copas de los ceibos<br />
me hace olvidar un minuto<br />
la cara de los luceros...<br />
Por <strong>del</strong>ante y a los lados<br />
se atropellan los caminos:<br />
cruzan unos; siguen otros<br />
desarreglados y viejos;<br />
otros se mueren cansados<br />
habiendo apenas nacido,<br />
y otros cual buenos hermanos<br />
se apartan así de pronto<br />
para encontrarse más luego...<br />
Los cocuyos se congregan<br />
junto a las rosas, que pintan<br />
el infinito silencio<br />
de esta fría noche de marzo.<br />
(Los cocuyos y las rosas viven idilios eternos)<br />
Por entre el bosque circula<br />
la voz de una agua perdida,<br />
136
Qué dulces son esas aguas<br />
encontradas en los bosques,<br />
aguas que nadie comprende<br />
cómo tomaron la vida!<br />
...El bosque se ha puesto lindo:<br />
tiene un matiz de nostalgia!<br />
En esta noche, la luna<br />
es más luna y es más blanca;<br />
sin valladares de nubes<br />
que le trastornen la marcha,<br />
por los caminos <strong>del</strong> cielo<br />
va caminando tranquila<br />
como si fuera una santa,<br />
y en los distintos confines<br />
donde se integran<br />
las patrias,<br />
prende su leve corpiño<br />
con alfileres de plata!<br />
137
Julián Padrón<br />
Noche<br />
Voy con las ideas amontonadas en la frente.<br />
Mi frente está lisa<br />
y en la noche quiere sembrar en su terreno.<br />
Para eso<br />
ha empezado por hacer cangilones<br />
por donde pueda correr el agua de riego.<br />
De repente no pienso<br />
y vuelve mi frente a ser plana<br />
como en los días en que la tierra es un agujero<br />
por donde entra el sol.<br />
estoy calado de noche,<br />
traigo toda la noche en los hombros:<br />
cobija impermeable<br />
contra el aguacero de luz<br />
disparan todos los cañones<br />
desde el castillo <strong>del</strong> cielo.<br />
Ahora siento una frescura sobre la frente<br />
porque la noche no cabe dentro de la casa:<br />
se ha venido conmigo,<br />
pero al querer entrar<br />
he tropezado con la puerta<br />
y se ha quedado afuera.<br />
Yo me siento luminoso,<br />
liviano de sombra,<br />
con la luz que mi madre encendió la noche que yo venía.<br />
Caracas, mayo de 1929.<br />
Hoy me iré de mi pueblo para volver<br />
Me levanté esta mañana a las tres,<br />
caminé íntegra la calle larga.<br />
La luna estaba redonda<br />
y ponía en el medio de la calle<br />
la sombra de una hilera de casas<br />
y en las paredes blancas <strong>del</strong> frente<br />
pasaba su película amarilla de diez noches.<br />
El sereno caía granulado,<br />
el frío era agudo como un canto de grillo.<br />
Por la falda <strong>del</strong> cerro<br />
138
pasaba ese canto de las bestias<br />
cuando les llega a las narices el olor de la hembra.<br />
El agua <strong>del</strong> río estaba dormida<br />
para no despertar a las piedras.<br />
El corazón me dice las veces que se ha paralizado<br />
ante esta visión dormida de mi pueblo;<br />
pero esas veces me he ido solo,<br />
me he ido sabiendo que en su casa<br />
la novia está durmiendo,<br />
me he ido pensando que esa misma noche estábamos cerca<br />
y la otra noche estaríamos lejos.<br />
Entonces sentía mi dolor<br />
como una palabra tierna atravesada en la garganta<br />
y las palabras me salían en mitades,<br />
porque todas me parecían un sentimiento.<br />
Era yo sólo que sentía esto.<br />
(Quizá, también mi madre sentiría las palabras partidas.)<br />
Así me iba siempre,<br />
mi caballo iba siempre de primero<br />
y por todo el camino llevaba prendida a las espaldas<br />
la mancha blanca <strong>del</strong> pueblo<br />
como lleva la cobija un soldado.<br />
Pero nunca se me salía una lágrima<br />
y el beso de mi madre<br />
era el único dolor que llevaba en el cuerpo.<br />
Hoy es distinto: me iré con la novia que se va a su tierra<br />
y al mediodía volveré saboreando sus besos<br />
porque llevo en la boca<br />
una despedida infinita<br />
y podré darle todos los que ella quiera.<br />
En cada recodo <strong>del</strong> camino<br />
detendré mi caballo y el de ella<br />
y mi deseo será el colorete de sus labios helados de sereno<br />
que dejará una huella rosada<br />
y será el ascenso de su pecho.<br />
Será después cuando sienta nostalgia.<br />
Hoy no diré palabras partidas<br />
ni mi madre tampoco.<br />
Saldré sin despedirme<br />
de este pueblo que me tiene las manos en el corazón<br />
y es mi sangre roja.<br />
Volveré en mi caballo al mediodía<br />
139
después de despedir a la novia en el camino<br />
trayendo en los labios<br />
el milagro de otros labios que me dijeron adiós y se fueron.<br />
Caracas, 1930.<br />
Los hombres <strong>del</strong> campo<br />
Los hombres <strong>del</strong> campo<br />
tienen el honor y el orgullo<br />
intactos.<br />
No dejan de oír el desafío<br />
que en cualquier parte<br />
les lance la boca altanera de otro hombre.<br />
Y les importa muy poco la vida<br />
porque no se la deben sino a la tierra,<br />
y como sus mujeres<br />
saben trabajar para los hijos pequeños,<br />
ellos ponen la vida<br />
frente al puñal de quien se crea más hombre.<br />
Y dicen a los hijos<br />
que no huyan <strong>del</strong> puñal<br />
que traiga en sus labios una ofensa.<br />
Y echan el hijo de la casa<br />
cuando da los pulmones<br />
y no el corazón<br />
en la lucha.<br />
Caracas, mayo de 1929.<br />
Anoche bebía una estrella<br />
Anoche puse bajo el cielo<br />
los dos lagos cercanos de tus ojos,<br />
trampa para la cacería,<br />
atarrayas<br />
para la pesca <strong>del</strong> pez celeste de escamas con luz.<br />
Desde la playa de tus pestañas<br />
marinero de tu amor en tormenta<br />
hago la maniobra para tu naufragio en mí.<br />
Marinero de tu amor en calma<br />
soy la vela amplia de brisa<br />
recostada <strong>del</strong> horizonte.<br />
140
Esta madrugada abrí la atarraya<br />
y me acosté en tu playa<br />
a escamar con besos<br />
¡la estrella que tenías prisionera en los ojos...!<br />
Caracas, enero de 1930.<br />
Poemas de tierra y mar<br />
Anhelos en los belfos y en las manos,<br />
y en la pulsación <strong>del</strong> sol sobre los élitros<br />
de la chicharra.<br />
Anhelos en el corazón.<br />
Hachazos de tristeza en la noche<br />
talando latigazos.<br />
Hombres tostados de intemperies<br />
echan a volar canciones.<br />
Las bocas llenas de agujas<br />
y de papilas raciales<br />
con vibraciones deslenguadas<br />
apuntalan la noche de gritos.<br />
Esta luna es paloma de anhelos<br />
quebrantados<br />
entre la selva.<br />
***<br />
Ya hemos amanecido frente al mar,<br />
frente a cara o cruz<br />
Vez que podríamos llamarnos Aventura.<br />
Una vela viene blanca sobre la palabra,<br />
otra, vela que se va blanca.<br />
Una vela se desmaya de júbilo en brazos <strong>del</strong> palo mayor,<br />
otra vela que se infla con la palabra adiós.<br />
Hoy sobre la superficie azul<br />
amaneció el color vegetal de toda la selva<br />
cuajada por el invierno.<br />
Los peces tienen la vivacidad de las algas<br />
y los pescadores los han devuelto al mar.<br />
141
Sobre el espectáculo atardecer<br />
ha caído hoy todo el bronce <strong>del</strong> sol.<br />
Los cuerpos de los hombres desnudos y húmedos<br />
empapan de astro sobre la playa<br />
hasta quedar secos y sonoros como un tambor.<br />
Contra la pupila esa línea recta<br />
enhebrando de istmos de agua las costas.<br />
Tórax de sol indio en cayuco de vientos<br />
mar afuera pescando la palabra horizonte.<br />
Nació alba y ocaso.<br />
***<br />
Alba y ocaso niños,<br />
con los barcos y las estrellas<br />
y las olas y las nubes<br />
en el subeibaja <strong>del</strong> horizonte.<br />
Tú también niña,<br />
niña de agua —sirena—<br />
amanecida sobre la playa<br />
junto a peces arcoíris de la tarde víspera.<br />
Y tus ojos,<br />
la bóveda azulosa de los cocos de agua.<br />
Eras de transparencia vibrátil<br />
sobre la arena.<br />
Tú, carne de brisa<br />
y yo, nervio de mar.<br />
Ausencia de Luis Castro<br />
La luz de este valle donde estamos enterrados veinte muchachos,<br />
después de estarla envasando todo el día en nuestras pupilas<br />
porque sabemos que a la noche lloraremos de una sed luminosa,<br />
se derrama hacia el mundo por las abras de los cerros.<br />
Debajo sentimos el río contra las piedras de las riberas,<br />
que al irse succiona lo que nosotros defendemos llorando,<br />
hasta que un gran pájaro <strong>del</strong> alba aleteó sin ruido entre los montes<br />
y se ha quedado sobre los veinte muchachos con las alas abiertas.<br />
142<br />
Caracas, 1934.
Mis compañeros —porque fuimos cien jóvenes la redada de hoy—<br />
están lo mismo que yo, silenciados en una hiperestesia afilada<br />
y creen como todos que la luz deseada la tienen ellos,<br />
pues juntos nuestras palabras se encendían contra los oídos<br />
y el deseo de gritar en todas las almas alumbra una antorcha de sexos<br />
la lumbre primitiva sobre los millones de árboles <strong>del</strong> camino.<br />
Los cerros —los cuatro cerros cardinales— son permeables a los ruidos<br />
de las cadenas que Dios trae contra el pecho como un brazado de leña<br />
y a los gritos de los compañeros arrojados contra nuestros pechos<br />
y que chocan en el trayecto con blasfemias viriles,<br />
mensajes de que el Diablo nos ha calzado unos barrotes de hierro,<br />
De pronto,<br />
Luis Castro, el más joven, se ha puesto a gritar despiadadamente,<br />
en medio de todos pensativos <strong>del</strong> <strong>del</strong>irio infinito<br />
y el fin —porque invoca a Chora, la madre—, aguantáis mes al muchacho<br />
que dice:<br />
¡Siento que las entrañas se me incendian de una sombra irrespirable,<br />
porque es como un trapo negro que se hubiera quemado bajo el sol;<br />
me estoy volviendo un grito caliginoso y moriré calcinado adolescente<br />
sin que ustedes puedan aliviarme esta herida <strong>del</strong>icuescente!<br />
Toda la noche hemos velado al pobre muchacho acostados en tierra<br />
alumbrándole el alma con los mínimos cirios de nuestras voces<br />
que vacilaban entre la ronda de sus gritos infernales<br />
como si el cielo se le hubiera borrado cuando niño<br />
y creía en los ángeles.<br />
La luz ha vuelto por la misma obra que ayer se llevó al camarada<br />
y nos ha encontrado a todos con las miradas echadas soltaré el campo<br />
sacando estas calcomanías de savia en la montaña.<br />
¡Joven morir, maldita sea! ¡Joven morir, maldita sea!<br />
143<br />
Caracas, 1934.
Alarico Gómez<br />
Objeciones al soneto<br />
Es un ir y venir, como de mar<br />
y breve tallo entre la brisa undosa:<br />
ir de la espuma por besar la rosa<br />
y venir de la rosa por besar.<br />
Es un sacar de adentro lo que afuera<br />
no es más que nube, y convertirlo en nube<br />
de dulce poesía verdadera:<br />
pie liviano que al blando cielo sube.<br />
Es un buscar la forma en el abismo,<br />
a través <strong>del</strong> Dolor y la Alegría,<br />
para saber, con hondo pesimismo,<br />
que fue (es y será) la Poesía<br />
olvido, muerte, amor, ¡siempre lo mismo!<br />
No hay nada nuevo bajo el sol <strong>del</strong> día.<br />
Notas para un breviario <strong>del</strong> amor<br />
144<br />
para Fernando Cabrices.<br />
Mayo de 1946.<br />
Salgo al encuentro de su perfume y de su risa.<br />
Si palabra canta como el hilo musical de la quebrada que discurre en penumbra<br />
y cielo<br />
bajo los árboles, todos verdes y tiernos,<br />
cargados de frutas amarillas y de alegres pájaros matutinos.<br />
Su palabra sale, como sus manos, al encuentro de mi voz y de mis manos.<br />
Es el día inicial <strong>del</strong> viento que arrastra las barajas con sus figuras de reyes caídos<br />
que se lleva en remolino las pobres hojitas secas, a no sé dónde;<br />
y que arranca pesarosos mundos de pañuelos blancos en despedida<br />
a todas las muchachas <strong>del</strong> bosque y <strong>del</strong> mar.<br />
Escucho caer el hacha en los montes, sin cesar.<br />
Oigo el río internarse con sus sorprendidas barcazas en el mar poderoso;<br />
y la ola seguir a la ola sin fin, ininterrumpidamente,<br />
en sucesivos viajes de espumas alrededor de las islas cimbreantes.<br />
Ahora sudoroso y cantando,<br />
vengo <strong>del</strong> África tropical y enigmática.<br />
Tan alto y tan fuerte es mi cuerpo que el propio baobab se ha vuelto una brizna<br />
de hierba entre mis dedos.
Y porque ante los asombrados ojos de mi compañera tiendo fascinantes paisajes<br />
ignotos,<br />
y lanzo a volar aves extrañas,<br />
y descubro formas, figuras, imágenes insinuantes, mágicas;<br />
y el mar lejano a mi conjuro revienta las uñas<br />
y esponja y abre las frutas en plenitud,<br />
ella —mi compañera—<br />
busca entre mis brazos que la ciñen amorosamente el alba inusitada, la colina<br />
en tensión,<br />
la derramada cabellera de fuego,<br />
el pez de plata.<br />
Bajo mis brazos el Misterio hace y deshace de ella<br />
Regresos, brumas, espumas, mares.<br />
Es el día inicial de la tormenta desencadenada en sus sienes y en las mías.<br />
Todavía en mis manos el calor de sus manos.<br />
El temblor de sus labios en mis labios.<br />
Y un amable perfume como de limpieza de agua fresca,<br />
de rosada carne primaveral.<br />
Ella, a mi lado, duerme.<br />
Como una rosa que se asoma al Cielo.<br />
1<br />
Como si destrenzara<br />
mi zapato derecho<br />
para entrar en la cama,<br />
hago el poema y entro,<br />
con emanante gracia,<br />
por la raíz <strong>del</strong> verso;<br />
la luz <strong>del</strong> hombre canta<br />
como la luz <strong>del</strong> cielo.<br />
2<br />
Es medianoche.<br />
El hijo y la madre duermen.<br />
Más allá se arrebuja un olvido.<br />
Todo empezó a las doce:<br />
me dolían los íntimos peces<br />
y el nudo que he dicho.<br />
Entonces cogí el cuaderno<br />
y entré en la caza. Oh misterio.<br />
145<br />
Caracas, mayo de 1946.
3<br />
A veces los relojes<br />
son óleos nazarenos;<br />
pero llegan las iguanas<br />
y los dejan secos.<br />
Por eso en las guitarras<br />
—cielo para los dedos—<br />
las mujeres de axilas perfumadas<br />
lloran sus cristos imperfectos.<br />
Ideas para un mural<br />
Yo establecí fronteras, tracé límites, hice leyes.<br />
Porque hay que decir que la luna es un triángulo<br />
y regresar a una calle sombría, a la media noche,<br />
y ver que es rigurosamente cierto. Una pluma de llanto<br />
naufraga en nuestros mares. Es necesario, pues,<br />
botar el mensaje de amor o de odio<br />
en una piedra suave o en un bosque aparentemente cordial.<br />
Por eso establecí fronteras. La manzana será siempre<br />
la manzana. La serpiente será siempre la serpiente.<br />
No es nada nuevo. Porque somos embusteros de<br />
nacimiento. Y tracé los límites, con ríos y con<br />
mapas, pues nos duele muy a fondo, muy<br />
hacia la izquierda, en el músculo preciso,<br />
cuando nos engañan esos amables seres complejos<br />
en quienes depositamos nuestra confianza,<br />
la fe, o el abanico éxtasis <strong>del</strong> amor.<br />
Hice entonces los códigos. Podéis ver el códice.<br />
Y dije: “La ley es igual para todos”<br />
e impuse la pena <strong>del</strong> talión. Porque la ley<br />
entra por casa<br />
y hay que decir que en cada nube danza un reloj,<br />
y es necesario buscar por las raíces<br />
—antes que la cura de una lepra de oro—<br />
el origen de todo veneno amoroso<br />
y de toda caída con resistencia.<br />
Una talega de luceros puede ser<br />
el programa <strong>del</strong> domingo<br />
para la burbuja <strong>del</strong> asco. Y un cigarrillo incesante<br />
puede ser en realidad el origen <strong>del</strong> cáncer y <strong>del</strong> médico<br />
Esto es poesía en bóveda, a la redonda,<br />
con agujeros para la lluvia y para el sol,<br />
donde la oración entra con sangre de jardines.<br />
Y si aún tengo los labios rabiosamente llenos<br />
146
de una pintura cálida y corrediza como nudo al cuello,<br />
y si aún recuerdo las dulces frases <strong>del</strong> embuste<br />
y los ojos lascivos que van<br />
de un lado al otro<br />
sin llegar a ser fuente ni manzana real,<br />
no menos cierto es que todavía puedo<br />
recrearme en el recital y en la comida íntima,<br />
y renacer para la verdad <strong>del</strong> Poema<br />
hasta la altura menos limitada <strong>del</strong> hombre.<br />
Hay que mentir, oh Vida, es necesario,<br />
y te aborrezco y te amo,<br />
soy tu esclavo embrutecido a media voz,<br />
con tristísimas canciones hacia el Oeste<br />
—lamentos que todos escuchan<br />
por la melodía de hueso, y no por comprenderlos,<br />
ni mucho menos por identificarse con el alma de donde salen.<br />
Sí. Esta calle se ha vuelto loca de salud<br />
Y corre como Ofelia —río abajo— dejándose arrastrar por la corriente<br />
Anotación al margen<br />
Mi cigarrillo dice que no.<br />
Mi fósforo dice que no.<br />
Mi máquina dice que no.<br />
Y si le preguntara al viento en la colina<br />
y al agua en las pupilas<br />
y a la boca en las fáciles orillas<br />
también dirían: —No.<br />
Pero yo que me guío<br />
por el instinto<br />
y jamás por el cigarrillo, ni por el fósforo,<br />
ni por las luces horizontales,<br />
ni por el bostezo deseoso,<br />
ni por el color blanco<br />
que muestra la espalda dulce<br />
y el fresco nacimiento de los senos;<br />
yo, auxiliar y velludo, malicioso y volcán<br />
loco de atar,<br />
pero muy bien dotado,<br />
recurro al corazón, y le pregunto.,<br />
—de todos es conocida la nobleza de este músculoy<br />
él me dice que “sí”, a boca llena.<br />
Y siento ganas de llorar,<br />
de veras,<br />
147
como cuando la muerte nos lleva un ser querido<br />
y nos sentimos solos en la tierra<br />
En el aljibe <strong>del</strong> sueño tardío<br />
En el aljibe <strong>del</strong> sueño tardío<br />
hay una rosa, un caballo, un lucero.<br />
Mientras la rosa suspira un te quiero<br />
busca el caballo la boca <strong>del</strong> río.<br />
La medianoche corona de frío<br />
de lejos viene con arcos de enero<br />
por donde danzan —violeta y acero—<br />
una violeta, un lucero, el gentío.<br />
Es el amor que ha llegado de lejos<br />
con sus mazorcas, sus nubes y espejos<br />
a la ventana jugosa y obscura.<br />
Y es el amor —dulce y cálida brega—<br />
quien va cantando la gaita gallega:<br />
“tanto bailé que me dio calentura”.<br />
148
Benito Raúl Lozada<br />
Bozo a la hondonada<br />
El único buceo,<br />
profundidad ilímite,<br />
concéntrico, sin plazo.<br />
De cristales pacientes y afanes minuciosos,<br />
fortalecido en golpes<br />
de incógnitos asaltos, en atracos<br />
de buque turbio, en panes<br />
de amarga levadura,<br />
depurado de afanes lumínicos<br />
y juegos por inútiles trofeos.<br />
Penetra más adonde las presiones<br />
superan resistencias de tímpano.<br />
Ausculta más hasta la heroicidad<br />
<strong>del</strong> grito sin sonido.<br />
Rasga más y más las túnicas estáticas<br />
que hacen mayor la soledad.<br />
Desdobla el vano de la noche.<br />
Sigue por la ranura <strong>del</strong> espejo<br />
y busca reposar en la Presencia<br />
que llena los caminos.<br />
Pequeñas alegrías<br />
Recrean las pequeñas alegrías<br />
burbujas en el cerco. Límite<br />
suficiente al esplendor.<br />
No falles con un soplo desmedido,<br />
una pista extraviada.<br />
149<br />
“Humildes felicidades acorraladas”<br />
A, Saint Exupery. Correo <strong>del</strong> Sur.<br />
Dentro de la frontera relámpagos ahogan<br />
el angustioso desamor<br />
y penden crisálidas y bulbos<br />
de la rama <strong>del</strong> alba.
Nómada de los surcos:<br />
ellos fecundan al conjuro<br />
humilde de tu silbo<br />
contenido.<br />
Vulnerado latido<br />
Vulnerado latido<br />
prosterna la apariencia<br />
en dignidad de ruego hondo<br />
de humilde linaje retornado a su origen,<br />
de rayo débil que pugna por resquicio.<br />
Lentos peldaños en la escala larga<br />
alivian <strong>del</strong> cansancio la súplica<br />
despejado el peligro <strong>del</strong> anterior abismo.<br />
Apuntalas el garfio para un sostén rocoso,<br />
quieres el pie en el corte necesario,<br />
soslayas cicatrices inestables<br />
dejando uñas en picos, piel en desfiladeros,<br />
riegas lo puro de la sangre<br />
para que cada paso tenga el fervor supremo<br />
lleno de máximas ofrendas.<br />
Y el vocablo final, meta <strong>del</strong> sacrificio,<br />
inaugure un aliento recobrado.<br />
Advertencia<br />
Tu retención de soplo congelado,<br />
de aroma contenido,<br />
repasa la suerte de su celda.<br />
Mira<br />
si repites martillos<br />
en cercados idénticos<br />
podrías encontrar un gigante sin rostro<br />
que no abrirá la puerta.<br />
Entonces<br />
no podrás inventar<br />
la duración <strong>del</strong> alba<br />
ni el destino <strong>del</strong> color de la orquídea.<br />
150
Luisa Teresa Sosa<br />
El gato<br />
Tengo en la casa un amigo<br />
muy limpiecito y decente<br />
que se va cuando le place<br />
pues es muy independiente<br />
No es como el perro, que viene<br />
sumiso, cuando le llamo,<br />
es un gato presumido<br />
que dice: no tengo amo<br />
Llega cuando se le antoja<br />
ronroneando, zalamero,<br />
llora para que lo mimen<br />
es un gato callejero<br />
Come lo que se le antoja<br />
alborota las gallinas<br />
y luego va a visitar<br />
las casas de las vecinas<br />
Recorre toda la casa,<br />
¡mí madre no lo soporta!<br />
él me mira sonreído<br />
como quien dice ¡qué importa!<br />
Es caprichoso este gato,<br />
quizás no es de buena raza,<br />
pero le gusta dormir<br />
en el sofá de mi casa<br />
En las noches va de fiesta<br />
y viene de rato en rato,<br />
es muy malagradecido<br />
pero... yo quiero este gato<br />
Ven a la escuela<br />
Ven a la escuela, amigo<br />
ven a estudiar,<br />
151
a aprender cosas lindas<br />
y a jugar<br />
Ven con tus hermanitos,<br />
ven a cantar<br />
porque la escuela tiene<br />
sabor de hogar<br />
Ven a la escuela, amigo,<br />
hay pajaritos<br />
que fabrican, alegres<br />
lindos niditos<br />
Y los pájaros dicen<br />
en su canción<br />
que la escuela es un nido,<br />
para el amor .<br />
Van cantando los pájaros<br />
lindos... ufanos,<br />
y dicen que los niños<br />
somos hermanos<br />
Si vienes a la escuela<br />
vas a sentir<br />
que un niño alegre y sano<br />
sabe vivir<br />
Los alimentos<br />
Ayer dijo la maestra<br />
que hay tres grupos de alimentos<br />
que permiten a los niños<br />
crecer sanos y contentos<br />
Carnes, huevos y la leche<br />
siempre debemos comer,<br />
son fuentes de proteínas,<br />
nos ayudan a crecer<br />
Las hortalizas y frutas<br />
son sabrosas, nutritivas,<br />
nos hacen fuertes,<br />
alegres<br />
y alargan nuestras vidas<br />
152
Las verduras y el pan,<br />
los granos, los cereales,<br />
sirven para el desarrollo<br />
y también los vegetales.<br />
El árbol<br />
El árbol es mi hermano,<br />
el árbol es mi amigo;<br />
él me da medicinas;<br />
me da sombra y abrigo.<br />
Cuando entre su ramaje<br />
la brisa hace rumores,<br />
en el aire se esparce<br />
un suave olor a flores.<br />
Y para ir al cielo,<br />
como faro de luz,<br />
tiene brazos tendidos<br />
convertidos en cruz.<br />
153
Simón Sáez Mérida<br />
II<br />
Ayer,<br />
las mariposas se fueron hacia el mar<br />
bajaron a la espuma,<br />
al color,<br />
al blanco,<br />
al azul,<br />
a la oscuridad.<br />
Nada que hacer,<br />
el horizonte desasta grandes ojos<br />
sobre el vendaval<br />
y las viejas aves negras<br />
pululan en los molinos de viento.<br />
La historia es la misma,<br />
las mariposas ya no son más,<br />
la ceniza regresó con la arena.<br />
VII<br />
El horizonte<br />
carga techos de piedra,<br />
nubarrones de pan,<br />
junta los peces rojos<br />
y una espiga blanca,<br />
otra,<br />
otra,<br />
miles.<br />
La luz se muere lenta.<br />
XVII<br />
Me duelen<br />
estas flores sobre la piel<br />
este humo rojo en plena calle.<br />
A la intemperie,<br />
reclamo la luz <strong>del</strong> mediodía<br />
y oigo a los caracoles<br />
repetir su canción.<br />
Nada más que decir,<br />
154
sobre la vida<br />
brillan los alquitranes.<br />
XVIII<br />
Íngrimo,<br />
veo que dios cabalga<br />
en los gusanos<br />
y la vida regresa<br />
en grandes mariposas,<br />
que hay un alambre<br />
bajo la luna<br />
y la noche se muere<br />
con los pájaros<br />
XXI<br />
Ya es hora,<br />
una palabra sobre la soledad.<br />
Qué paradoja,<br />
uno desborda la alegría,<br />
inventa que las piedras<br />
tengan su primavera,<br />
Que los pájaros llenen el amanecer,<br />
y luego la soledad continúa,<br />
anónima, perpleja,<br />
quieta sobre el vacío.<br />
La piedra está allí.<br />
155
José Lira Sosa<br />
Fiat-Lux de mediodía<br />
ebrio de miel roja<br />
Fiat-Lux entre los dientes<br />
de la boa constrictor.<br />
Fiat-Lux para flagelar mariposas<br />
en las uñas de las brujas. Fiat-Lux<br />
hembra y macho como la voz <strong>del</strong> cocodrilo<br />
de cristal amarillo. Fiat-Lux uno puede<br />
llevarte <strong>del</strong> dedo como a una galera encantada<br />
uno puede abrazarte como a un hada<br />
que danza<br />
porque tú eres de harina blanca.<br />
Fiat-Lux bella proclamando destrucción<br />
a grandes pasos<br />
de ratón blanco. Fiat-Lux terrible<br />
a medianoche sin alas<br />
Fiat-Lux uno puede andar contigo<br />
sin puñal de luciérnaga<br />
en la espalda<br />
uno puede convertirse en un lagarto<br />
a tu solo contacto.<br />
Fiat-Lux repetido mil veces<br />
Fiat-Lux entre elefantes<br />
de rodillas de goma<br />
Fiat-Lux que no ha abandonado nunca<br />
los ojos de arena de Jannine<br />
Jannine de ojos de Fiat-Lux<br />
de ojos de noche<br />
de lluvia como manos de Fiat-Lux<br />
Fiat-lux de nalgas de látigo<br />
de nalgas de hostia bendita<br />
de nalgas de Jannine<br />
Jannine de días<br />
como piernas de lagartos<br />
Jannine de noches<br />
como ojos de luciérnagas<br />
y Fiat-lux.<br />
156
Fábula para revelar el misterio<br />
Había el recuerdo de la edad de piedra<br />
y cada paso que tú dabas era<br />
sacrificado<br />
a la caricia fascinante<br />
de estos dedos reptiles.<br />
Había este vaso que contiene<br />
la máscara que tú alimentas con tu miedo<br />
y el hongo de tus aletas subpétreas<br />
entregado a su vicio secreto. Había entre este<br />
jinete de cenizas blancas y este bosque<br />
sometido al influjo hechizante de tu risa<br />
la mano de este criminal de sueño hecha<br />
especialmente para retenerte a mi lado<br />
como una estatua.<br />
Inútil decir qué fiera descansa a tu derecha<br />
ahora que tu cuerpo es cada vez menos sólido<br />
y expone sus senos de arcilla<br />
de arcilla intrasmisible<br />
y el terremoto en medio de su centro<br />
levanta el paso de tus piernas<br />
como un acantilado<br />
sin ríos ni manos ni tú nadando en ese río<br />
con tus manos de frutos prohibidos.<br />
Había una jirafa apuñaleada por mis dedos<br />
de víboras<br />
para revelar el misterio<br />
y yo en medio de este campo<br />
como un nuevo diluvio para tu odio primitivo<br />
Había el recuerdo de la edad de piedra.<br />
Ahora<br />
ahora una jaula<br />
para la bella desconocida<br />
una jaula desplegando sus garras<br />
como tijeras en el desastre<br />
ahora una jaula inútil para<br />
la ceguera de los verdugos<br />
157
ecuerda en el vértice de mis dedos<br />
una jaula<br />
recuerda en la llave corroída<br />
por los guantes<br />
una jaula sin salida<br />
recuerda ahora entre mis pies<br />
una jaula rodeada de llamas<br />
¿dónde entonces<br />
acorralado el antifaz avanza?<br />
¿dónde entonces<br />
bajo el herrumbre la daga alucinante<br />
avanza?<br />
¿dónde entonces<br />
el amor definitivo?<br />
ni el antifaz acorralado<br />
bajo el orín<br />
ni la daga alucinante<br />
sobre tu espalda<br />
nada<br />
sólo odio<br />
odio para los pararrayos<br />
odio para las jaulas inútiles<br />
odio arrastrándose como un lobo hambriento<br />
odio como una catedral para animales<br />
tentados por la guerra<br />
odio para la antorcha que nos persigue<br />
nada<br />
Voz cortada<br />
158<br />
a Juan Sánchez Peláez.<br />
nada brilla, nada reluce en este grito<br />
el despojo amoroso de tu rostro cayendo en este pecho<br />
bestia adorable, tu máscara es una nueva conquista<br />
ágil para la lucha tu sombra es una antorcha<br />
ágil para el amor tu mano es una antorcha<br />
refrena el navío <strong>del</strong> nuevo descubrimiento<br />
en un llamarada<br />
la frágil corteza que apacienta mis caricias
es una llamarada<br />
una sola bajo la noche<br />
tu raíz violenta es una máscara<br />
recuerda bestia adorable,<br />
tu máscara es una nueva conquista<br />
agita tus garras consanguíneas<br />
y que no escuchen tu voz cortada<br />
que no escuchen tu acento desconocido<br />
ni el brillo reluciente de este grito<br />
este grito<br />
retorna a grandes pasos a tu origen<br />
Este hermoso país<br />
Este país restituido a su propia dimensión, abandonado a su suerte, impedido;<br />
ahogándose en el desprecio de la muchedumbre; este país contorsionándose<br />
convulsivamente en el marasmo desencadenado en sus prostíbulos, achicharrado<br />
de ademanes grotescos, reventado de cadáveres diseminados; víctima <strong>del</strong><br />
desfile sangriento de sus perversiones; este país inútil, asombrado, buscando un<br />
refugio, un escondrijo profundo, un agujero donde agazaparse como una bestia<br />
acobardada; este país encadenado a la pestilencia trepidante de convenios vituperables;<br />
este país inutilizado por la infatigable avilantez de sus soñolientos<br />
supernumerarios.<br />
Así es este país inquieto, arrastrado por el agua hirviente; vomitando sus miedos<br />
antiguos, perforados; este país dinamitado por el odio, estremecido por el<br />
hambre, arrasado por los fogonazos indóciles de la vieja miseria; este país ahora<br />
encabritándose.<br />
este país mío<br />
enrojecido por oleadas de cólera<br />
encontrándose a sí mismo<br />
este país ascendido resueltamente a la cresta de las colinas<br />
este país descendiendo a los sótanos de las penitenciarías<br />
este país rebelde con sus manos desplegadas<br />
este país gritando en la calle<br />
este país hermoso como el estallido de una granada<br />
este país brotado de orquídeas desafiantes<br />
y feroces animales indómitos<br />
este país antiguo<br />
inquieto<br />
dinamitado<br />
este país mío...<br />
159
Incertidumbre<br />
Tal vez no sea cierto que el ave de rapiña rasga el<br />
corazón <strong>del</strong> alba <strong>del</strong> aluminio incendiado con el Mar<br />
<strong>Caribe</strong> lamiéndole la punta de flecha envenenada<br />
Tal vez no sea cierto<br />
Encontrarnos en la Isla hecha de jirones antiguos<br />
de algas transparentes hundidos en la playa como un<br />
pedazo de quilla fuera de la ruta de los ciclones<br />
Tal vez no sea cierto<br />
No es un problema de lengua ni de saliva<br />
ni de labios<br />
verdaderamente ese no es el problema<br />
Ello ocurre<br />
Ello no ocurre<br />
El cielo de tu frente entre mis piernas<br />
construyendo el mundo<br />
levantando las pirámides más verosímiles<br />
tampoco es el problema<br />
Siete es divisible por sí mismo<br />
Pregono el hallazgo<br />
siete veces<br />
la pasión montaraz caída<br />
siete veces<br />
el encuentro en medio <strong>del</strong> follaje rudimentario<br />
la cicatriz efímera<br />
perseguida en la humareda sigilosa<br />
disparada siete veces en el arco<br />
fluyendo en las ramas inusuales<br />
sonámbula<br />
sustraída al ojo y al olfato<br />
crispada de caricias transparentes<br />
Proclamo la jabalina nupcial<br />
sobreviviente en el Diluvio<br />
de tu sexo<br />
alimentado de leños incandescentes<br />
llameando siete veces<br />
su enseña tutelar entre cenizas embelesadas<br />
Promulgo la ofrenda ineludible<br />
de tus muslos de azogue<br />
como una Estrella <strong>del</strong> Sur<br />
en el cielo de mi boca<br />
160
una efigie pagana vivaqueando<br />
para saquear en el fango consagrado<br />
siete veces<br />
Proclamo el hallazgo precursor<br />
de la carne<br />
el relieve alucinado de la piel<br />
de tus senos de mercurio<br />
en los espejos<br />
encontrados en número de siete<br />
a ras <strong>del</strong> suelo<br />
cubierto por el follaje rudimentario.<br />
Marina<br />
El mar culebra incesante serpiente tropical reptando<br />
entre espumas blancas<br />
atrapado por la isla sometido a una invasión de yodo<br />
y de salitre<br />
perfumado de viejas algas despedazadas por el ir y venir<br />
<strong>del</strong> mar que se mueve sobre sí mismo en una<br />
autocomplacencia sigilosa<br />
el mar serpenteante rodeando con sus anillos<br />
esta tierra salobre<br />
empequeñecido de sus dimensiones oceánicas<br />
recostado a los terrones mugrosos de una costa<br />
deshilachada<br />
desplegando sus caricias ancianas venerables<br />
en un esplendor desparramado escurrido en las redes<br />
sangrando por los arponazos de esos mediodías<br />
que vulneran su lomo reluciente<br />
el mar siempre el mar<br />
aplastado por un cielo de plomo.<br />
Palabra<br />
Palabra leve efímera<br />
breve y desnuda<br />
qué bella surges<br />
a veces<br />
inesperada en el poema<br />
161
César Suppini<br />
Esta casa<br />
Esta casa se erigió en solaz y penumbra<br />
El Tiempo puso su estrella en los rincones<br />
Anduvo en sus resquicios<br />
Amilanó mis pasos esta techumbre casi siniestra<br />
La hondura de la calle de polvo<br />
La luna desquiciada de la esquina<br />
Los bordes inflamados <strong>del</strong> estío desgajaron sus flancos<br />
Por eso es como el vino que olvidamos<br />
O como el hilo de arena mudado en viento<br />
Era más gris y cancina<br />
Más humosa y recostada <strong>del</strong> azar<br />
Tenía algunos adobes de jaula de vidriosa greda<br />
Unas columnas casi triangulares como de espuma<br />
En sus pisos trazaban surcos las lámparas<br />
Que mis tías guardaban en inalcanzables lugares<br />
Esta casa era el aire que ahora tañe de otra parte<br />
Con la misma ventana de furgón<br />
Parecida a los gajos plúmbeos <strong>del</strong> invierno antiguo<br />
Sus raíces y sus visajes<br />
Dicen de un Tiempo solemne<br />
Amalgaman un ayer de óxidos y visos elegidos<br />
Destinan los días a sus memorias de olvido<br />
A sus perennes e insondables vestigios<br />
Búho<br />
Grito oscuro que horada los sueños<br />
Quiebra sus láminas<br />
Burila el vidrio impávido de las estrellas<br />
Se hunde en lo más denso<br />
Ladrido corto que azora la noche<br />
162<br />
1964.
Búho-Mito-Fantasma-Búho que ríe en agua y relámpago<br />
Búho-Imán mágico-Búho piedra negra arisca—<br />
Búho de antenas magistrales<br />
En el gran espacio muerdes la desolación<br />
En el vacío remontas las uñas prestas<br />
Búho fuego apagado-Búho sombra violácea<br />
en el costado<br />
163<br />
1980.<br />
Nací al borde de la montaña. El grito nostálgico <strong>del</strong> Pájaro Ligero ofrendó el cáliz<br />
de la soledad y coronó el naciente hechizo. Los fuegos celestes desbastaron mi<br />
frágil memoria. Dilapidé mi infancia entre los muros invernales y al trasluz de<br />
remotas reminiscencias. Recuerdo haber visto caer la furia de la tempestad sobre<br />
los techos ateridos y la fronda de las golondrinas en los vacíos crepusculares.<br />
Tejiendo sus signos bajo la tarde y elevando la espiga hacían infranqueables las<br />
últimas luces.<br />
1966.<br />
Un día<br />
Un día<br />
voy a irme<br />
de vuelta<br />
sobre mi paso<br />
Debajo de mi sombra<br />
Entre las mismas palabras de antes<br />
borradas de olvido<br />
Por la orilla de la vida<br />
huraño<br />
insomne<br />
cabizbajo<br />
Sólo cruces de golondrinas<br />
Esa ceniza celeste que cae<br />
Esas voces que trae el viento ciego<br />
Un día<br />
1970.
Sonámbula<br />
Así como los pájaros coronan cada día la ciudad<br />
Comienza a nacer desde sus muros<br />
Desde sus flancos<br />
El bello gesto de los manes silenciosos<br />
En los desiertos de la altura<br />
Sus alas que enhebran la armonía, y se renuevan<br />
Como si algo los dirigiera<br />
Como si algo cavara en sus filas torvas<br />
Colmadas de profundidad<br />
La ciudad<br />
mientras tanto se sumerge lentamente<br />
en los filos feroces<br />
Deambula y sueña sin sentido<br />
Enciende sus bosques y apaga sus estrellas<br />
La ciudad<br />
mientras tanto<br />
Fulmina esa pesadumbre<br />
Ese postrer resuello<br />
Bordea el linde levísimo de su destino<br />
De mis cartas nocturnas<br />
Coged nuestro fruto de distancias<br />
Nuestra herencia de fuego que sorprende como una mujer sin voz<br />
La fotografía descompuesta entre las pestañas <strong>del</strong> vino perplejo<br />
Entre los inmóviles altavoces <strong>del</strong> silencio consumido<br />
Coged vuestros ojos y arrojadlos a las más agudas sombras como<br />
aquellas palomas envenenadas de suspiros<br />
Permitid que por mí la puerta permanezca cerrada a la manera <strong>del</strong><br />
último meridiano<br />
Y reventad en la calle con el sentido de este anillo que nos<br />
comunica corporeidad y hastío y color de infinitivo<br />
Yo poseo la moneda de agua originaria .<br />
La cifra indeclinable mojada en el vagido <strong>del</strong> vacío<br />
La columna consagrada por el primero que leyó las grandes luces <strong>del</strong> sueño<br />
Espero cobijar esta cabeza entre todos y esto implica el deseo<br />
164
de eliminar los vertiginosos camellos de dulzura<br />
Las palabras blancas alistadas a la orden <strong>del</strong> hombre que se revela por los dedos<br />
Las detenciones al regreso de las estatuas cerradas por la noche<br />
Confundidas en las breves añoranzas<br />
¿Cómo desaparece el mundo bajo mis sombras y cómo espanto peces<br />
antiguos en los ojos todavía sorprendidos por el alba?<br />
¿Cómo consigo levantándome mi estatura y mi sonora jaula de lejanía<br />
destrozada de terrones que guardan el hervor<br />
<strong>del</strong> último distanciamiento con el día?<br />
¿Cómo camino sin sospechas ni algodones entre mis enemigos imposibles?<br />
Mi última voluntad es estar entre los ciegos que escuchan<br />
las operaciones secas en las tinieblas<br />
La diligencia hacia los grandes osarios cercanos al corazón<br />
Y por lo tanto definitivamente hermosos de miseria invisible<br />
Ahora<br />
en mi pueblo<br />
Con las remecidas <strong>del</strong> viento primaveral<br />
de los árboles caen estrellas<br />
Extiende una ancha y fresca alfombra<br />
sobre la hierba<br />
En ellas los pájaros alcanzan otro fuego<br />
y se deslizan por los hilos de un sol perenne<br />
Que les nubla los ojos<br />
Semblanza <strong>del</strong> abuelo<br />
165<br />
1951<br />
1995.<br />
para Laura, mi hermana.<br />
Mi abuelo era alto y <strong>del</strong>gado como una palma<br />
Tenía la frente amplísima de pensador<br />
o de poeta<br />
Amaba la casa<br />
los árboles<br />
las aves canoras<br />
y las cosas viejas<br />
Era laborioso y silencioso
Apenas me llamaba dos veces al día<br />
Para que le comprara el vino<br />
mientras leía echado en un <strong>del</strong>gado chinchorro<br />
con piernas cruzadas<br />
libros y revistas de otros países<br />
en idiomas desconocidos para mí<br />
Algunas veces me los prestaba<br />
Para que viera en ellos figuras y paisajes<br />
Tejía a ratos alpargatas multicolores<br />
En una máquina-telar de su propia invención<br />
Y usaba una alacena grande como biblioteca<br />
Y lugar de otros asuntos personales<br />
—una brújla, un reloj de arena, un pararrayos—<br />
Hechos por él mismo<br />
Muy contadas veces me refirió instancias de su vida<br />
y de la de otros parientes desaparecidos<br />
o lejanos<br />
Y yo que sólo tenía ocho años<br />
lo escuchaba con interés y <strong>del</strong>ectación<br />
porque me gustaba su forma de narrar las cosas<br />
Muchas veces le oí hablar largamente a solas<br />
con él mismo<br />
Como en un sueño en el que era un personaje más<br />
entre otros<br />
Ahora sé que muchas frases extrañas dichas<br />
en esos trances<br />
eran en francés e italiano<br />
lenguas que leía y escribía con cierto dominio<br />
Un día percibí que me alejaban de su compañía<br />
Y fue que el abuelo<br />
—probablemente hablando largo a solas con él mismo<br />
como en los trances de mediodía—<br />
se marchó en el viaje sin regreso<br />
166<br />
1995.
Carlos Ríobueno<br />
En caso de que El<br />
Supremo Juez<br />
me incluya en el listado<br />
de los resurrectos<br />
quiero ver el muro<br />
de Fernando Paz Castillo<br />
caminando lentamente al infinito<br />
bendecido de tejas<br />
que oren al milagro<br />
de la resurrección<br />
Octubre 1997<br />
En caso de que El único y Gran Actor<br />
me traiga de nuevo al cine<br />
le exigiré que lleve también<br />
a Sofía Loren<br />
para decirle cuánto la amé<br />
en el espacio infinito que cursaba<br />
entre mi alma<br />
y la pantalla arrugada<br />
<strong>del</strong> cine parroquial<br />
Llanto y voz<br />
En tus ojos<br />
renace mi hijo<br />
con llanto y voz<br />
Son tuyos palpitar y canto<br />
Dos amores<br />
para alumbrar un retoño<br />
apaciguado de musgos<br />
y profundidad de raíz<br />
Duele el mar<br />
Entre infértiles raíces<br />
duele el mar<br />
trinitarias hieren al viento<br />
Besos zarpan a mi destino<br />
167
Cultivo surcos<br />
de mi sangre<br />
Persiste la sal<br />
mas allá de la savia<br />
Con nostalgias de rebalse<br />
Vine en el sur<br />
con musica de canalete<br />
y caballo<br />
botalón y bandolín moriche y merecure<br />
Sabanas abiertas<br />
al sacrificio oceánico de canos lastimados<br />
con nostalgias de rebalse<br />
He retornado<br />
al canto de las curariaras<br />
168<br />
Al caño Simara.
Ligia Elena Rojas Millán<br />
Cósmico<br />
La vida me suspendió<br />
En un punto<br />
Donde antes había visto<br />
Brillar soles.<br />
Pudo haber sido un siglo<br />
Tal vez un largo rato.<br />
Allí me bifurqué infinitamente.<br />
… Ayes y adioses<br />
Tristezas y alegrías.<br />
Luego supe<br />
que de mis pies habían brotado<br />
raíces... de mis manos ,<br />
goteaba la miel.<br />
Mis labios estaban secos, muy secos<br />
Mi pelo blanco, muy blanco.<br />
Mi piel<br />
solitariamente petrificada,<br />
mi corazón seguía siendo el mismo,<br />
sí...dolorosamente el mismo.<br />
Divisé un mar<br />
que alguna vez estuvo huracanado.<br />
Aún flotaban trozos<br />
que me eran familiares.<br />
Comencé a rearmar las piezas<br />
de lo que una vez fue mío.<br />
Imposible hallar la que faltaba.<br />
Entonces volví de nuevo<br />
a mis dilatados confines<br />
para seguir cohabitando<br />
entre mis sueños.<br />
Interminables…<br />
A Mario Torrealba Lossi, Intelectual de claros lineamientos.<br />
Sombras cruzan...<br />
sombras pasan...<br />
entre ellas<br />
169
un extraño centelleo<br />
que no logro atrapar.<br />
Las horas<br />
no se deslizan<br />
como algunas otras veces.<br />
Se suceden como repugnante fila<br />
formando un largo y sombrío túnel.<br />
Son crueles en su lentitud<br />
me mascullan morbideces al oído,<br />
yo intento alejarlas,<br />
pero ellas... están allí..., vengándose.<br />
¡Oh! ¡venganza de la vida<br />
filtrada en esas horas!<br />
no te escondas en esa oscuridad<br />
acércate a mis sentidos.<br />
Haz sonar tus clarines o doblar tus campanas.<br />
Hay algo que sigilosamente<br />
se escurre entre mis noches.<br />
Se detiene en el tiempo aplastantemente<br />
para caer como círculos<br />
en la somnolencia de mis ojos<br />
pesados y nocturnos.<br />
Allí me castigan lastimosamente.<br />
Si supiera cómo es tu figura<br />
sí supiera cuál es tu esencia<br />
entonces<br />
sentidos y razón tranquilizarían<br />
su extraña inquietud,<br />
porque haría bajar <strong>del</strong> firmamento un lucero<br />
y alumbrarte el camino con su luz.<br />
O reinventaría palabras,<br />
las más demoledoras para<br />
hacerte partir en mil pedazos.<br />
170
J. M. Villarroel París<br />
La estampida<br />
Veníamos de un viaje Otras tierras<br />
en una misma geografía montes y sabanas<br />
El sol más cálido prendía en los bucares<br />
al fondo de las picas<br />
Veníamos de un viaje Uno en sí es un profundo viaje<br />
para recordarse muerto en los velorios cachos y aguardiente<br />
Nada más grato que conquistar el monte donde reinan la cuaima<br />
la tigra los pantanos y las plagas<br />
Mudarse por las trochas de un pueblo a otro<br />
Una gran aventura<br />
Tomar los burros montaña abajo montaña arriba<br />
Mañanita despertando los gallos los corrales<br />
y seguir con el ruido palanganas<br />
Noches tras noches gitanos de en campo a otro<br />
De Caripito a San Juan allí en el Delta<br />
vadeando el Tonoro el Guarapiche el Tigre<br />
Así salieron mis primeros viajes en medio de la noche<br />
Otro viaje cadena en el tiempo<br />
Buenaventura había muerto en la calle Maturín de Quiriquire<br />
La vi tendida sobre la mesa con una sábana blanca<br />
mientras las chivas comían berenjenas en el patio<br />
El viaje continuaba nutriéndose en cada campamento<br />
Una cuadrilla de perforadores margariteños chistosos<br />
jugadores de truco y de dados<br />
Todos costeños venidos de las haciendas de cacao<br />
Grandes plantaciones de Cariaco de Soro<br />
Conuqueros <strong>del</strong> Turimiquire peones de los bajos llanos Orientales<br />
Una cuadrilla para el viaje una más para morirse de paludismo<br />
en Maturín Caripito El Sinco Campo Rojo<br />
La estampida <strong>del</strong> sueño en un juego cerrado<br />
El viaje era por rutas trazadas en un mapa sin huellas<br />
traído en las valijas de un mister un jurungo cualquiera<br />
Una visión esclavista como en la colonia con gente de color<br />
traída de todas partes<br />
Era para no regresar jamás al sitio de partida<br />
Era como si nunca nos hubiéramos mudado<br />
Caer enfermo Suicidarse Envenenarse en las juergas domingueras<br />
con los bolsillos repletos de dinero entre barro y petróleo<br />
171
Caminar madrugadas veinte kilómetros de monte lleno de miedo y frío<br />
Viajar Viajar hasta el encuentro de la tierra prometida<br />
Esta meseta esta llena de taladros<br />
Desde El Tejero Santa Bárbara Jusepín<br />
Los apamates están llenos de petróleo<br />
Muertos con una tristeza de país en ruina<br />
Esta meseta está llena de taladros<br />
Sembrada de hombres muertos<br />
Un largo cementerio viene desde Caripito<br />
y no tiene fronteras<br />
Es la gesta la nueva conquista entre pueblos<br />
que viven y mueren<br />
La estampida <strong>del</strong> sueño en un juego cerrado<br />
Con una legión de mutilados rodando de campo en campo<br />
Con mujeres raptadas y violadas<br />
Es la historia de la nueva conquista<br />
hecha por jurungos y torpucios<br />
La nueva historia —una versión curiosa <strong>del</strong> desarrollo—<br />
<strong>del</strong> atraso como para engañarnos repitiéndonos<br />
un a<strong>del</strong>anto lleno de carros neveras artefactos casaquintas<br />
Edificios Hombres que mueren como perros<br />
Esta meseta está llena de taladros balancines y mechurrios<br />
Esta meseta está llena de todo y de nada<br />
Caripito<br />
En los manglares el agua está tranquila<br />
El tiempo queda estático y el viento muere<br />
Caripito es un manglar y cada casa guarda para sí<br />
esa visión pretérita <strong>del</strong> hombre<br />
Por allí pasamos en cuadrillas rumbo a Guanoco<br />
donde los mangles tienen su cementerio<br />
En esas calles se grabó un lenguaje soez<br />
La vida entonces giraba en los bur<strong>del</strong>es<br />
Caripito pueblo flotante frente al río<br />
Marcó sobre su escudo un hierro para que toda piel<br />
fuera al desastre<br />
Nosotros no escapamos viento errante<br />
Porción atlántica para vivir los requerimientos de la época<br />
Caripito es un manglar Un pueblo<br />
Un aletazo Un golpe Un derrumbe<br />
172
Manresa<br />
Conocimos el reino de Manresa<br />
La misma fiebre de Sodoma y Gomorra marcaba el inicio<br />
toda explotación<br />
El Campo Norte y el Campo Sur signaban una sola estrategia<br />
En todo lugar fundado se hacían límites Señales para diferenciar<br />
una clase de otra<br />
Los señores <strong>del</strong> petróleo hacia el Norte<br />
Los esclavos <strong>del</strong> petróleo en el Sur<br />
El reino Manresa con su corte rubios texanos<br />
Los torpucios con sus bragas kaki leyendo cartas sismográficas<br />
Un idioma para ser superiores machacado entre largos tabacos<br />
Un jurungo Un indio sin ninguna correspondencia<br />
Bajamos por las charcas carreteras<br />
en un continuo ir y venir campos y horas<br />
Largas barracas <strong>del</strong> Campo Sur entre hierros y muertes<br />
Manresa era el reino vigilando su olvido<br />
Un zarpar y no volver sobre las hileras de sus casas<br />
Caño San Juan<br />
Caño San Juan Plaga San Juan tu odio<br />
pegado en las agallas <strong>del</strong> Delta<br />
Yo asistí al bautizo de tu primer taladro<br />
Una profundidad millonaria de pies<br />
Mecha sobre la piel que perfora los huesos<br />
Boca <strong>del</strong> Orinoco<br />
Caño San Juan cayena putrefacta<br />
Tierra <strong>del</strong> aluvión de la malaria<br />
Allí estuvo mi padre encuellador<br />
En lo alto de la torre temblando como un pájaro<br />
173
Domingo Rogelio León<br />
La búsqueda<br />
Salí a buscarte amor una mañana<br />
pincelada de flores y vestida de pájaros,<br />
bajo un cielo que estrenaba el azul que<br />
hice para tus sueños.<br />
Hallé tu nombre entre los arrendajos<br />
que arrullaban gallitos de bucares,<br />
y me encontré tu imagen en las orquídeas<br />
en los enhiestos páramos.<br />
Eras rocío en la flor de los naranjos,<br />
terso dulzor en la pulpa de las guamas;<br />
cristalino rumor entre las piedras<br />
<strong>del</strong> manantial que baja por las montañas.<br />
Te busqué un mediodía caminando impasible<br />
por la monótona senda de las chicharras,<br />
hago un flamear de banderas en los camburales<br />
y en el sabor intacto de los mangos.<br />
Te busqué por las tardes caminando el ocaso<br />
jineteando los cerros embriagados de sol,<br />
y tras cada celaje que se alzaba a mi paso<br />
giraba tu silueta prendiendo un arrebol.<br />
Y en la noche limpísima lavada por la luna<br />
sobre los cafetales de alba floración,<br />
tu silueta esbeltísima se prolongaba en una<br />
sonata de cristales de aromada emoción.<br />
Salí a buscarte amor, una mañana larga<br />
y te hallé recostada en el crepúsculo.<br />
El hallazgo<br />
Recostada a la orilla <strong>del</strong> crepúsculo<br />
Espero,amor, que pases,<br />
para iniciar, cogidos de las manos,<br />
un viaje alrededor de las palabras,<br />
y en una sonatina de colores<br />
conversarnos, amor, que nos amamos.<br />
Contarte que al clamor de la mañana<br />
trinan tu nombre los cucaracheros,<br />
le perfuman en lila las orquídeas<br />
y lo adorna de perlas el rocío.<br />
Decirte que lo zumban las abejas<br />
174
en las campanas de los tabaqueros,<br />
y que lo endulzan en las pomalacas<br />
en goloso trinar los azulejos.<br />
Decirte que las fresas maduraron<br />
con un sabor que ha de tener tu boca;<br />
que ya abrieron bellísimas las dalias<br />
y hay una loca floración de rosas.<br />
Decirte que ese sol que hay en mi pueblo<br />
(el sol más bello en el más bello cielo)<br />
graba en oro tu imagen en mis ojos<br />
con sus límpidos rayos mañaneros.<br />
Contarte que te amo en cada cosa,<br />
Que en todo, amor, revive tu recuerdo;<br />
que a cada instante todo lo que existe<br />
me susurra al oído que te quiero.<br />
Oírte que me amas en la tibia<br />
soledad de tu almohada,<br />
y que dices mi nombre suavemente<br />
con cálidas palabras.<br />
Platicar que tus manos traen la tibia<br />
suavidad que yo ansío,<br />
y oferentes tus ojos luz y brillo<br />
traen para los míos.<br />
Que la gran noche nuestra se inicia con tu pelo<br />
y se prolonga más allá <strong>del</strong> sueño,<br />
y se distiende sobre todo un mundo<br />
de silencio y de anhelos.<br />
Que hemos hallado al fin el ansiado camino<br />
por donde andar sin fatigar los pasos,<br />
paseando auroras de color de grana<br />
<strong>del</strong> brazo de bellísimos ocasos.<br />
La madre elemental<br />
Madre, mujer elemental,<br />
río vertical<br />
fuego y luz que circunda<br />
Tierra fértil que de amor se fecunda:<br />
aire sin horizontes.<br />
Madre, mujer elemental,<br />
árbol universal, tronco multiplicado,<br />
eco de cualquier grito<br />
mirada, voz, gesto infinito<br />
de afecto y de ternuras,<br />
corazón donde llegan un millón de caminos<br />
175<br />
Maturín, 1980
y sobre cada cual<br />
la ajena angustia viene,<br />
porque tu corazón para ella tiene<br />
de tu consuelo el pan y de tu amor el vino.<br />
agua miel<br />
que ambarizó la aurora<br />
irisado llovizno<br />
estrella de Belén<br />
libélula celeste<br />
manó de Sinaí<br />
lira de Orfeo<br />
aroma <strong>del</strong> Edén<br />
niña de albo cisne<br />
en duermevela<br />
acurrucada<br />
en el umbral de la ternura<br />
llegaste a mí.<br />
yo también amé la hondura<br />
de las horas<br />
igual que tú<br />
naufragué en el silencio<br />
hoy<br />
desando pasos herrumbrosos<br />
me pierdo<br />
hecho parábola inconclusa<br />
véndame por caminos que regresan<br />
176
Elba Rosa Albertini<br />
Evocación<br />
Atardece.<br />
Puerto de recuerdos<br />
donde han ido a morir viejas embarcaciones,<br />
derrumbadas, deshechas,<br />
abandonadas.<br />
Sólo el ir y venir de las olas,<br />
incesantes viajeras de espumas<br />
esperan el amanecer.<br />
Allí,<br />
el inconstante, amor como las olas,<br />
una vez pobló de promesas<br />
y crecieron ilusiones.<br />
Allí,<br />
Algún enamorado adolescente<br />
con su mano febril<br />
trazó con firmes rasgos en la arena<br />
corazones y flechas...<br />
después,<br />
otras olas viajeras,<br />
en su afán de llevar a su mar<br />
como trofeo,<br />
borraron inclementes corazones y flechas<br />
y las huellas de aquel amor.<br />
Noches insomnes<br />
Noches insomnes,<br />
luciérnagas ebrias de luces<br />
invaden mi privacidad.<br />
¿Qué buscan?<br />
Es como una burla su inquietud<br />
de ir y venir sin rumbo y sin destino,<br />
y ríe el verde azul e intermitente<br />
de su callada luz,<br />
siempre presente en mí,<br />
como alucinación de mi tristeza,<br />
agazapada entre las rendijas<br />
de las horas,<br />
también insomnes<br />
porque tú no estás.<br />
177
Madrigal I<br />
Hoy he visto florecer<br />
la primavera de tu vida,<br />
y tú la vas poblando<br />
con la canción de plata<br />
de tus ciegas palabras<br />
que dicen no sé qué<br />
y con tu sonrisa de cristal,<br />
Y ríes de felicidad,<br />
porque la vida para ti<br />
es el instante en que vives,<br />
porque en ti no hay ayer, ni mañana,<br />
porque vives suspendida<br />
por los hilos invisibles<br />
de tu inocencia de niña feliz<br />
que canta y ríe.<br />
Toda tú eres amor.<br />
tú hablas con la brisa,<br />
tú juegas con las flores<br />
y con las mariposas de tus sueños<br />
Y en ese laberinto de palabras<br />
dialogas con ellas<br />
y les regalas besos y sonrisas.<br />
¡Oh! dulce niña mía,<br />
hecha de miel y besos,<br />
te has prendido en mi alma<br />
como hiedra de anhelos<br />
Espigas <strong>del</strong> silencio<br />
Deja que yo te cante<br />
una canción de besos,<br />
deja que yo te meza<br />
con un vaivén muy tierno<br />
en mis brazos de abuela,<br />
en mis brazos de cielo<br />
en mis brazos cansados<br />
bordados de recuerdos.<br />
178<br />
A mi nieta Cristina en sus cuatro años.
Conchita Abreu Rescaniere<br />
Y, qué importa que el azul de mi cielo<br />
convirtiérase en gris.<br />
Y, que se queden mis labios destrozados<br />
sangrando sobre el rostro.<br />
Y, qué importa que el calor de mis ojos<br />
se apague entre los párpados.<br />
Y, que me corten las manos<br />
que en busca de justicia levanté.<br />
¡No me importa, lo juro, no me importa!<br />
Después de mi fatiga y mi tristeza<br />
sufriré mil derrotas,<br />
me alcanzará el fracaso.<br />
Y, ¡qué importa!<br />
Al levantar los ojos<br />
en el último esfuerzo,<br />
encontraré la imagen<br />
de mi propia conciencia<br />
retratada en el cielo infinito.<br />
Y, a pesar <strong>del</strong> fracaso,<br />
de la vida y <strong>del</strong> tiempo,<br />
gritaré convencida:<br />
—Y, ¿qué importa...? ¿Qué importa...?<br />
¡Soy la dueña de mi propio destino...¡<br />
Desesperanza<br />
¡Estoy sola frente al mundo que no sabe mi dolor,<br />
Frente al mundo que no puede comprender mi corazón!<br />
Que me mira indiferente,<br />
que razona<br />
sin razón.<br />
Que no supo de mis sueños.<br />
Que no supo de mi amor.<br />
¡Este mundo que no sabe sentir como siento yo!<br />
179
Ya la noche con su manto de azabaches y de sombras<br />
me cubrió.<br />
Vida negra...<br />
Noche oscura,<br />
sin estrellas que iluminen mi sendero de crisol.<br />
do se funda la esperanza que la muerte me quitó.<br />
Ya mi vida<br />
solitaria peregrina,<br />
se perdió.<br />
Se perdió como se pierden los brillantes <strong>del</strong> rocío<br />
al primer beso <strong>del</strong> sol.<br />
La madeja de ilusiones, que los rayos luminosos<br />
de la luna con paciencia me tejieron,<br />
se enredó...<br />
Y los hilos que se cruzan<br />
van cambiando lentamente<br />
de color...<br />
Y enredados se parecen:<br />
al silencio que se rasga<br />
cuando en noche solitarias,<br />
en las rejas de su amada<br />
cuenta un hombre<br />
las pasiones<br />
y las quejas<br />
y ternuras<br />
de su amor.<br />
Y la brisa juguetona,<br />
por el campo florecido, la serenata esparció.<br />
Serenata que mi amado, también junto a mi ventana<br />
me cantó.<br />
Nocturno de navidad<br />
Esta noche,<br />
esta, noche, arrodillada ante el niño que ha nacido en Navidad,<br />
he llorado...<br />
He llorado largamente<br />
deplorando mis pecados,<br />
y pecados<br />
de toda la humanidad.<br />
Esta noche,<br />
he llorado, como nunca había llorado, ni podré llorar jamás,<br />
ante el niño<br />
que ha nacido<br />
entre paja y sin abrigo,<br />
180
y en su cara reflejado,<br />
lleva el signo de la cruz y <strong>del</strong> amor.<br />
Esta noche<br />
he llorado,<br />
he llorado largamente...<br />
desahogando mi dolor.<br />
Esta noche,<br />
esta noche bulliciosa,<br />
las estrellas y luceros brillan más,<br />
ante el gesto <strong>del</strong> Dios-Niño<br />
que naciendo en un pesebre nos enseña la humildad.<br />
Esta noche,<br />
esta noche quejumbrosa<br />
mis pecados pesan más.<br />
¡Cómo duelen!<br />
¡Cómo duelen mi soberbia y mi necia vanidad!<br />
Esta noche<br />
ante el gran recién nacido,<br />
he pedido suplicante el madero de mi Cruz.<br />
Y sus ojos cariñosos<br />
me han mirado dulcemente. . .<br />
Y las sombras que me ahogaban se disipan<br />
lentamente...<br />
Y mi alma<br />
respondiendo a su mirada se ha llenado de su fuego y de su luz<br />
Esta noche,<br />
esta noche silenciosa,<br />
para Ti, mi Salvador,<br />
he forjado con mi llanto,<br />
muelle cuna dentro de mi corazón.<br />
He bordado tus pañales<br />
con los hilos de esperanza<br />
y tejido tus zapatos<br />
con estambres<br />
de contrita confesión.<br />
Esta noche...<br />
¡Nochebuena!<br />
¡Noche Santa!<br />
Ha nacido entre pastores<br />
el Divino Nazareno Redentor.<br />
Esta noche...<br />
¡Nochebuena!<br />
¡Noche Santa!<br />
Ha nacido ante un pesebre<br />
a la vida de la gracia, un pecador.<br />
Maturín, Navidad de 1965.<br />
181
Miguel Tineo<br />
Frente a la iglesia<br />
Cada vez que pasaba<br />
frente a la iglesia de mi pueblo<br />
no sé por qué<br />
unas veces alegres<br />
y otras quejumbrosas<br />
doblaban sus campanas<br />
juro que no sé porqué<br />
a no ser que el sacristán me amara<br />
pero pudo ser que su odio fuese tal<br />
que en el repicar de las campanas<br />
me mandara para la gloria o el infierno<br />
no sé<br />
porque dependería de si era amor u odio<br />
lo que por mí sentía<br />
pero<br />
de nada valieron los dobles de campana<br />
aquí estoy en cuerpo y alma<br />
con ángeles de carne y hueso<br />
y demonios que espantan.<br />
Apuro el paso<br />
La arena habla de tus pasos<br />
Inconfundibles<br />
mañana no estarán<br />
porque una ventisca fuerte<br />
iracunda<br />
sostenida<br />
borrará todo vestigio<br />
apuro el paso para darle<br />
alcance porque luego será tarde.<br />
182
Como una daga<br />
Frontal<br />
sin duplicaciones morales<br />
erguido como una daga<br />
mostraba mis manos<br />
salía un grito de mi pecho de hierro<br />
un yunque de piedra<br />
resistía cualquier furia<br />
de repente un silencio<br />
como nunca un silencio<br />
contemplaba<br />
apretaba mis labios<br />
las hojas secas se iban<br />
el tiempo lanzaba un alarido<br />
lloraba sin secarse las lágrimas<br />
que rodaban inquietas<br />
y desaparecían en la tierra<br />
que dormía a mis pies.<br />
En mi comarca<br />
En mi comarca<br />
tranquila como mi conciencia<br />
un valle impresionante<br />
por su belleza<br />
reposa sobre la tierra fértil y generosa<br />
fértil como mis sentimientos<br />
generosa como la mano derecha de mi alma<br />
allá<br />
entre la frescura de una montaña verde tierno<br />
y un entramado de riachuelos transparentes<br />
busco en mi soledad tranquila<br />
artilugios de una realidad que llega<br />
para escaparse por los predios<br />
de mi comarca consentida<br />
cuando despierto en mi comarca<br />
enclavada donde reposa el valle<br />
donde la Naturaleza fue obsequiosa<br />
miro al cielo sin lavar mi cara<br />
y a la comarca doy gracias<br />
183
por apurruñarme en su regazo<br />
y tararear sus mimos en mi alma<br />
Atravieso un desierto<br />
Quiero agua<br />
atravieso un desierto<br />
una inmensidad de arena calcinante<br />
lugar de ausentes<br />
por donde la brisa pasa<br />
se oculta y no regresa<br />
por donde arden las espaldas<br />
la noche pasa un largo rato<br />
pero al amanecer<br />
recoge sus sombras y se ausenta.<br />
184
Perucho Aguirre<br />
Desde el silencio habitado de esta casa de hojas<br />
pretendo comunicarme contigo<br />
hacerte creer que existo.<br />
Desde esta desnudez sin pena<br />
lluvia<br />
o acequia<br />
desde donde las palabras pueden decirse<br />
Deberíamos escribir para entendernos<br />
acercarnos.<br />
Y tantos años de lenguaje.<br />
El temor nos corta las imágenes<br />
El temor jamás ha sentido temor<br />
Montañas<br />
mar<br />
ríos.<br />
¿No recuerdas los cuadernos de apuntes?<br />
¿Tu mesa recién servida?<br />
Siento calor y frío en mis espermas<br />
¿Por qué pronunciar tanto silencio si encintas criaturas<br />
Ovacionan tu afinado y remero recuerdo?<br />
Oh, el viento.<br />
Canturrero y burlón.<br />
Azules no dejan de anunciar mis contradicciones<br />
pasos de lunas angustiados<br />
y arde.<br />
Cuánto arde.<br />
Esta letanía de gris que no admite remiendos<br />
En mis pensamientos de reclusión<br />
Esta música letal que no evoluciona mis raíces sollozadas.<br />
185
Angustia.<br />
Oh, angustia.<br />
En la orilla de todo verso sin pausas de paz y sin caramelos<br />
En mis oscuros y silentes planetas.<br />
Sé de tu nostalgia de rocíos<br />
descanso que no te permite<br />
lunes<br />
amaneceres<br />
Eres de sol y sal<br />
amigo<br />
soldado de claridad meridiana<br />
Estrella sin oscuridades<br />
Mancha de arcoiris<br />
ahí<br />
Cientizando<br />
increíbles<br />
ademanes<br />
fugitiva rebeldía<br />
Y tan humano<br />
186
Carlos Báez<br />
La Palabra<br />
Primero fue el grito<br />
verbo horizontal sin horizonte<br />
palabra vertical sin vértigo<br />
trueno sagrado y trino canoro<br />
sonidos paralelos<br />
que aflorando en quejumbrosos presagios<br />
<strong>del</strong>imitaban la fónica geometría <strong>del</strong> alma<br />
luego de aquella alegre anunciación<br />
el ave los animales marinos la piedra y el árbol<br />
recogieron la esencia que esparcida en la brisa<br />
evocaba la lluvia y la caída <strong>del</strong> agua entre los riscos<br />
entre los animales la confusión fue mayor<br />
desde entonces nuestro miedo<br />
no encontró un espejo mejor para reflejarse<br />
que la palabra.<br />
Elegía<br />
“somos un bosque de manos hacia el futuro”<br />
somos un manojo de voces que claman tu presencia<br />
somos una historia despojada <strong>del</strong> hombre<br />
el mismo hombre despojado de su historia<br />
Dime<br />
¿quién irá a buscar lo que yace en el vientre <strong>del</strong> verano<br />
si hasta ti llegó la muerte armada<br />
de colmillos garras y fusiles<br />
devorando tu primavera a hora tan temprana?<br />
la impía-eterna-pálida-desgarbada-insobornable<br />
apagó tu mirada cercenó tu voz se llevó tus manos<br />
jAh! tus manos tus manos hermano mío<br />
tus manos eran dos ánforas para beber la vida<br />
nos despojaron de tu cuerpo<br />
pero tu nombre es presencia viva en el recuerdo<br />
tu estampa se grabó en los corazones y<br />
como un ángel rebelde como un fantasma iluminado<br />
187<br />
a: Oswaldo Arenas.<br />
“botas, botas, botas.<br />
arriba, abajo, otra vez<br />
y no hay descanso en la guerra”<br />
R. Keepling
ecorre barrios pobres de tu infancia<br />
pregonando voces que convocan a luchar<br />
por el mundo que soñaste<br />
miles de soles te alumbrarán la ruta<br />
y nos despejarán el camino<br />
para seguir el ejemplo que dejaste.<br />
Vibración<br />
Vacío que se disgrega entre peces y osarios<br />
santuario de una insólita estancia almibarada<br />
moltedumbre entre resplandores florecer de sueños<br />
letanía de campánulas y camándulas que estallan<br />
viento sobre viento recipiente de colores insalados<br />
que se congregan y esculpen en armonía de un solo<br />
trazo<br />
un vacío que no se expande y se llena de vacío.<br />
Reo de reos<br />
Yo crecía imbuido en la flor y nata <strong>del</strong> desperdicio<br />
infuso<br />
mientras los amaneceres plenos de amor derramaban<br />
sobre mí un suave rocío decapitado.<br />
Los días pedían a gritos paz para mis huesos<br />
pero mi sombra<br />
y mi máscara<br />
sacudían sus donaires entre voraces tumultos de<br />
escaleras y túneles que en vértigo emergían entre<br />
tatuajes y can<strong>del</strong>abros que limitaban el horizonte vital<br />
de las querencias.<br />
Yo estaba plantado inocentemente en un torbellino<br />
de furias cierta noche, los vicios ancestrales emocionaban<br />
mi mente y corroían las entretelas de la carne.<br />
¿Y el alma?<br />
entonces yo tenía alma, si bien es cierto que vagaba<br />
y divagaba entre destinos minerales que me enseñaron el<br />
camino y la fórmula mágica de clasificar<br />
los crepúsculos. Y de esta suerte encontré por fin un espejo<br />
roto que me reveló que el amanecer había pasado, y sólo<br />
el viento me consolaba.<br />
Con voces agoreras que refulgían presagiando el camino<br />
de la nueva aurora, donde acuario, viejo arquero<br />
bebedor volcaba su cántaro de agua sobre las almas<br />
de buena voluntad.<br />
188
Experiencia<br />
En el espejo me sumergí<br />
no con mi cuerpo<br />
sino con las espadas de mis ojos<br />
me entretuve ensayando<br />
todas las miradas posibles<br />
la de los árboles los peces y los pájaros<br />
hasta que al fin descubrí<br />
la mirada de la muerte y<br />
la despojé de todas las edades<br />
desde entonces cada vez<br />
que quiero resucitar<br />
recurro a mirarme en el espejo.<br />
189
Jacinto Ramírez Noriega<br />
La ciudad de frente y de perfil<br />
La ciudad<br />
de frente y de perfil<br />
proyecta los mismos efectos<br />
Sigue oscura<br />
como la dejé<br />
al iniciar mi viaje<br />
de proscrito<br />
Destila los mismos zumos<br />
Aún exhala humores<br />
de siglos<br />
Se estira igual<br />
en la borrasca de sus barrios<br />
que todavía guardan<br />
afrentas y olvidos<br />
La veo gris<br />
en las oquedades<br />
donde moran ostensibles<br />
los lamentos<br />
La calle muerta<br />
La calle muerta<br />
Resucitada en la palabra<br />
Desnuda el alma<br />
la lloro<br />
invadida en su vesperal<br />
de toboganes<br />
Agobiados<br />
los viejos ventanales<br />
desafiaron la tormenta en<br />
el rostro musical<br />
<strong>del</strong> aguacero<br />
190
Agonizante en el destello<br />
de filosos oropeles<br />
La calle de mis sueños<br />
Bárbara expresión de abismos<br />
La calle muerta<br />
Resucitada en la palabra<br />
VII<br />
De España vino un día<br />
taciturno y bondadoso<br />
un padre alto<br />
Yo lo veía subiendo<br />
los peldaños <strong>del</strong> hotel<br />
abstraído y corpulento<br />
Su mirada siempre anduvo<br />
tras los recuerdos de Guayo<br />
y los temiches solitarios<br />
de la misión de Araguimujo.<br />
Sus manos eran manos de hacer, de oblación<br />
Mis ojos infantiles<br />
seguían sus pasos silenciosos,<br />
pausados, hasta la mesa de comer.<br />
Su sotana me parecía el sudario de los huérfanos<br />
¡tela de Dios para enjugar el llanto!<br />
Lo recuerdo:<br />
¡era Rodrigo el misionero<br />
más allá de bulas y cansancios,<br />
era el reverendo Padre Blanco!<br />
XXIX<br />
Yo conversaba con la virgen<br />
de la gruta<br />
de la vieja iglesia.<br />
Le anunciaba las visitas<br />
y las velas encendidas que tenía<br />
con pedidos de milagros<br />
A veces le confesaba mis pecados<br />
de andar queriendo besos<br />
y de retar bajo el corpiño<br />
a los ebúrneos polluelos despiertos<br />
191
de la chica orgullosa que vivía<br />
más allá de los linderos de mi cuadra.<br />
Desde la gruta,<br />
igual mirba el paso de Casimirita,<br />
en calma.<br />
Parecía ella, hecha de cera de los cirios,<br />
<strong>del</strong>gada, transparente y santa<br />
con el mismo misticismo <strong>del</strong> sagrado recinto<br />
Y también Ana Teresa<br />
que hablaba con la voz <strong>del</strong> misal<br />
anudada y devota en la garganta:<br />
¡siempre fueron los ciriales vivos<br />
<strong>del</strong> solemne oficio!<br />
XXXV<br />
Todos fuimos pegones<br />
frente al mostrador<br />
de aquella guarapera <strong>del</strong> viejo Betancourt<br />
que olía a cítricas esencias<br />
y a barriles de maderas viejas<br />
Guarapo de papelón con limón<br />
y cuca negra, ¡de la buena!<br />
¡Fue la merienda de siempre<br />
en la esquina de mi escuela!<br />
192
Luis Segundo Renaud<br />
Pedimento<br />
a Coromoto Renaud.<br />
Tráeme París a tu regreso<br />
Tráeme una sonrisa libre clandestina<br />
Tráeme un pesar una historia un cuento sin amante<br />
Una calle horizontal así de grande<br />
para caminar por ella en la mañana<br />
y terminar con el poniente a mi costado<br />
Que tenga un café como tú dices<br />
para sentarme en él toda la tarde<br />
y tranquilamente como el gusano de seda<br />
saber por qué es negro el café que me he bebido<br />
Tráeme un paisaje de los que mis ojos sueñan<br />
Tráeme un puño de esa tierra a la que pertenezco<br />
para sembrar en ella mis semillas<br />
Tráeme esa fuerza que trabaja<br />
ese vino que se bebe diariamente<br />
esa pasión que rumia por la calle<br />
ese andar ligero parisino<br />
Tráeme un poeta que me hable y enseñe de la vida<br />
Tráeme un amor alucinante<br />
para que mi corazón no perezca<br />
Flama de amistad<br />
¡Haz que resida en ti Como pequeña luz!<br />
¡Avívala!<br />
¡Cuídala!<br />
Como el pastor apacenta sus rebaños<br />
No tengas prisa. ¡Espera<br />
A que llegue al árbol la madurez <strong>del</strong> fruto!<br />
Encuentra la nota<br />
para que aflore en ti<br />
la música<br />
Sé como el pequeño manantial<br />
que siempre vive<br />
en la agitada vida<br />
193<br />
a Rubén e Ishelia.<br />
¡Bebe vino y tendrás la vida entera!<br />
Divina estación de las rosas <strong>del</strong><br />
vino y de los amigos sinceros.<br />
Omar Khayyam
Cantos <strong>del</strong> viaje<br />
194<br />
¡Qué buscan en su viaje nuestras almas?<br />
Yorgos Seferis<br />
¡Sobre qué piedra hemos de escribir la historia?<br />
Como sonámbulos nos alejamos<br />
<strong>del</strong> uno <strong>del</strong> otro de los hijos<br />
como la vida parda sin refugio<br />
¡Y de nuevo el maíz sobre la tierra!<br />
Despiértame cuando veas la flor <strong>del</strong> cafeto<br />
arbusto de porte glorioso<br />
abundante ramificado<br />
flores blancas como duelas <strong>del</strong> alma<br />
¿Y qué haremos cuando quedemos solos?<br />
Cuidar el verdor <strong>del</strong> jardín<br />
regar las plantas los hijos<br />
Han de venir nuevas cosechas<br />
¿Adónde la esperanza?<br />
Haremos de caminos el mundo<br />
Como ilusiones ciertas<br />
y lo que tú cantas<br />
será canción de otro<br />
A veces<br />
se van saliendo las cosas de las manos<br />
hasta quedar vacías<br />
y el alma vive la miseria<br />
La vida ha de ser<br />
como el batir de brisa<br />
renovándose<br />
brotando<br />
como retoños de árboles<br />
en ciclos de lluvia<br />
Paraulata<br />
¿Por qué tan hondo cantas<br />
paraulata<br />
en el tranquero?<br />
¿Es tu soledad
o esperas un cambio de brisa<br />
para anidar<br />
la broza <strong>del</strong> camino?<br />
Dame una tregua<br />
paraulata<br />
tu adiós encima de mi tarde<br />
es el arrebol de un rezo<br />
En ese corral ya viejo<br />
sin mugir de vacas<br />
sin potros<br />
sin tropel<br />
sin caporal<br />
Dime paraulata<br />
¿quién oirá tu canto?<br />
¿Qué viento llevará tus penas?<br />
Vente a mi cerezo<br />
tendrá flores todo el año<br />
estaremos tan cerca<br />
sentiremos languidecer el día<br />
Habité un cerro de señuelos<br />
El yagrumo<br />
me hizo un hombre triste<br />
los ojos <strong>del</strong> café<br />
me hicieron ver el árbol luminoso<br />
los plátanos<br />
mecían el cerro<br />
con su sombra de pereza<br />
en los juegos<br />
los niños<br />
fueron dioses en la niebla<br />
las noches<br />
silenciosas y frías<br />
traían luces<br />
de pueblos cercanos<br />
quizás nada quede<br />
o haya sido siempre un sueño<br />
195
El pasto comienza a verdecer<br />
cae el crepúsculo<br />
como un sueño de Dios<br />
ellas caminan entrelazadas<br />
hacia el viejo río<br />
pliegan sus manos en el agua<br />
en sus ojos la continuidad de la vida<br />
¿quién las hace verse una en las otras<br />
como espejo de los sueños?<br />
¿quién las hace amantes generosas?<br />
¿quién les cuenta cuentos permeables<br />
de largas noches y días en pena?<br />
¿quién las abraza calmándoles el alma<br />
en las noches de frío de amor de tormento?<br />
ellas llevan alas de un pájaro<br />
un duende que las vigila<br />
desde la torre de un corral<br />
que cae<br />
sobre una tarde<br />
gris en el cuerpo y en el alma<br />
ellas no saben<br />
que el amor entre sus manos<br />
es puerta azul<br />
abierta<br />
para siempre<br />
tiempos de sueños al borde de un río<br />
donde los rostros se disipan<br />
Mi vida transcurre en el tedio<br />
de una frasquería<br />
vendo cosas para curar almas enfermas<br />
algodón yodo algunas veces gasa<br />
otras incienso mirra<br />
flores de saúco<br />
a diario existo<br />
en el olor de los frascos olvidados<br />
en la sensación que dejan los elíxires<br />
en el vaho <strong>del</strong> formol la trementina<br />
el amoniaco<br />
y en ese color rojo oxidado<br />
como de sangre seca<br />
<strong>del</strong> yodo derramado<br />
frío violento<br />
pastilla en mano<br />
dejo lentas manchas<br />
196
de mi cuerpo de mi angustia<br />
en los rostros amarillos<br />
de los clientes<br />
ellos son como carteles de películas<br />
o noticias de periódicos<br />
porque irrumpen de pronto<br />
en la frasquería<br />
el olor de las almas enfermas<br />
es el mismo olor de los remedios<br />
y el mismo olor que llevan<br />
esos récipes intraducibles<br />
de los médicos<br />
todo en la frasquería<br />
tiene un amarillo pálido<br />
197
Ramonetta Gregori<br />
Mi pueblo era de viento<br />
áspero viento<br />
soplando el viento<br />
en los brotes vivos<br />
de la permanencia<br />
Al atardecer<br />
me llevaban las alas<br />
de los muertos<br />
por los campos de<br />
cerezos y olivares<br />
Y por raíz<br />
cauce<br />
alimentaba tu cuerpo nuevo<br />
sorbido por el sueño.<br />
Unas<br />
Lloran para ser felices<br />
cosen para olvidar el adultero<br />
recuerdan al amante imaginario<br />
Con la precisión de un péndulo<br />
reiteran sus ardores<br />
Tocan sus piernas<br />
apretadas en la asfixia<br />
Fijan su atención<br />
en cualquier reproche<br />
capaz de volverlas<br />
poderosamente secas<br />
Otras<br />
Se juntan para intercambiar alientos<br />
distinguen la rebeldía<br />
son previsoras<br />
sobre sus rostros untan cremas<br />
cocinan con vehemencia<br />
Con obstinación de un planeta<br />
reproducen sus días<br />
198
en la cama y en la plancha<br />
<strong>del</strong> quirófano se entregan<br />
con la misma disciplina<br />
Alguna<br />
Busca idiomas ocultos<br />
y absoluciones<br />
Quiere canción de amor<br />
Sucumbir ante la fuerza <strong>del</strong> deseo<br />
y al final<br />
Orgías plasmadas en sus versos<br />
Eva<br />
La primera<br />
tuvo que cubrirse<br />
Luego de copular hasta el cansancio<br />
durmió en el suelo<br />
Quiso conquistar el cáliz de Dios<br />
Eva premonitoria<br />
sencilla y solitaria<br />
amazona campal en coitos y praderas<br />
No le importó el castigo<br />
tan sólo la mirada<br />
Cuando llega el amor<br />
Qué hacer con toda su hermosura<br />
Cómo colocarlo sin prisa<br />
en el lugar que le corresponde<br />
Cómo vigilarlo sin que sienta mi presencia<br />
sin oprimirlo sin asustarlo<br />
qué hacer con él<br />
el resto de mi vida<br />
y qué hacer con el resto de mis amores<br />
199
Coromoto Renaud<br />
Quiero tocar tu puerta<br />
y verte quizás un lunes<br />
Iniciar un capítulo<br />
sin saber el guión<br />
Llovía<br />
cuando te fuiste<br />
en marzo<br />
Todavía no escampa<br />
Tender la cama<br />
como hacer el amor<br />
con la misma ternura<br />
Servir la mesa<br />
con <strong>del</strong>icadeza de porcelana<br />
Cuidar la rosa<br />
Repetir el discurso<br />
Es parecido al amor<br />
mas no lo mismo<br />
Enero es una promesa<br />
un nuevo inicio<br />
sin fuegos artificiales<br />
es más fácil ver la transparencia <strong>del</strong> cielo<br />
sin estridencias<br />
podemos oírnos a nosotros mismos<br />
la vida fluye silenciosa<br />
detrás de las hojas<br />
es el momento de comenzar<br />
Si no fuera por los árboles<br />
200
el concreto cubriría esta ciudad<br />
en el muro de una casa crece un samán<br />
una acacia en una esquina<br />
un bucare se mira sorprendido<br />
en los cristales de una torre<br />
y se pregunta<br />
¿dónde va este río humano<br />
tan de prisa?<br />
si no fuera por los árboles<br />
no conoceríamos los colores<br />
araguaney<br />
flamboyán<br />
pomalaca<br />
araucaria<br />
eucalipto<br />
yagruno<br />
los pájaros estarían lejos<br />
estaría sola<br />
La ciudad de lluvia<br />
le dicen los poetas<br />
los recién llegados no advierten<br />
su rostro húmedo<br />
el cielo horizontal<br />
los nidos en los árboles<br />
hacen falta años<br />
sudor<br />
noches frescas<br />
llevarla dentro<br />
dondequiera que vayas<br />
201<br />
“siempre llegarás a la misma ciudad”<br />
Cavafy
Carlos López<br />
Húmeda<br />
antes<br />
<strong>del</strong> amanecer<br />
pronunciaré<br />
tu<br />
esfigie<br />
si me queda<br />
un suspiro<br />
capaz<br />
de enredarte<br />
Me amortaja tu piel<br />
sudor<br />
que gime<br />
Cómo será de lento<br />
el infinito<br />
que de un trago<br />
a la muerte<br />
ni la nada<br />
se asoma<br />
cuando te teso<br />
a ti<br />
Ahuesado<br />
atado al tormento<br />
consagrado<br />
a ser fuego<br />
que te alimenta<br />
el agua<br />
a ser gota de luz<br />
que te alienta la entraña<br />
espíritu en batalla<br />
que te entibia la sombra<br />
ahuesado<br />
hecho imagen<br />
de afilado lamento<br />
religiosa cadencia<br />
de tus labios de loba<br />
202
haciendo arder mi hueso<br />
como una puñalada<br />
que te cierra la boca<br />
con la terca palabra<br />
que humedece y salva<br />
y me deja<br />
goteando<br />
hambres<br />
soledades<br />
y sangre de nostalgia<br />
Unidad lo diverso<br />
de pensarnos<br />
tocándonos<br />
como si yo fuera<br />
tus adentros<br />
y tú<br />
el corazón que busco<br />
cuando me interno<br />
ardiéndote<br />
y anclamos<br />
en lo inconmensurable<br />
moviéndonos<br />
barquichuelos<br />
un solo<br />
sentimiento<br />
un solo golpe<br />
remo que detiene<br />
abriendo el oleaje<br />
de la vida<br />
con la quilla <strong>del</strong> ángel<br />
que navega<br />
incesante<br />
Decirte las palabras<br />
Del amor<br />
Hacértelas<br />
A lengua en pasodoble<br />
203
Por la espalda<br />
A ritmo<br />
De saliva<br />
Y flor de espina<br />
Dejarte en pura piel<br />
Sobre la cama<br />
El agua <strong>del</strong> amor<br />
Lame tus sendas<br />
Te entregas a la huella<br />
Y a la sombra<br />
La lengua te estremece<br />
De inclemencias<br />
Gozas como si hubieras<br />
Entrado al paraíso<br />
Con la mano de un dios<br />
Entre las piernas<br />
Y el calor de un temblor<br />
Inseminándote<br />
204
Omar Velásquez<br />
Perseguiré otros sueños<br />
quizas la poesía dibuje otros gestos<br />
digo adiós a mis sueños no más imitación de las cosas<br />
no más apego a este vacío <strong>del</strong> proyecto total<br />
envolveré mis pensamientos<br />
en el pasado entre presencia y olvido<br />
sin importarme el lenguaje de los hombres<br />
si algo ha terminado no es la vida<br />
perseguiré otros sueños quizás la poesía.<br />
Juntar cosas sobre cosas<br />
es formar una línea en otra línea<br />
caminar en la raya es encontrar la curva<br />
la vida no es recta<br />
tiene cosas<br />
tiene Iíneas<br />
tiene rayas<br />
tiene curvas<br />
total la vida es un círculo intermitente<br />
se apaga dondequiera.<br />
Agotado<br />
recojo angustias<br />
detrás <strong>del</strong> callejón deshabitado<br />
entre memorias<br />
regresan nombres ocultos en efigies<br />
cuerpos incógnitos<br />
pronuncian letras estúpidas<br />
en carreteras sin orillas<br />
sombras estrafalarias<br />
tienen citas en muros altaneros.<br />
Transido tiempo alcahuete de sueños<br />
Ianguideces sosegado en viejos refugios<br />
pasos taciturnos esconden vestigios irónicos<br />
en rostros soberbios<br />
tierras mojadas rompen primavera<br />
en cielos histéricos relámpagos nefastos<br />
tocan tu cuerpo vetusto.<br />
205
Zoilo Abel Rodríguez<br />
Si no tengo ángel que me guarde<br />
Si no Fumo<br />
Si no bebo<br />
Si sólo tomo café de vez en cuando<br />
Si me podo la barba cada cierto tiempo<br />
Si mis zapatos siempre están lustrosos<br />
Si me baño al menos dos veces al día<br />
Si mis lentes no son perfectamente redondos<br />
Si no luzco suficientemente pálido y desalentado<br />
Si me visto de negro sólo en raras ocasiones<br />
Si no tengo nada contra las corbatas<br />
Si no estoy obsesionado con Maríaconchita<br />
Si no hablo en murmullos inaudibles<br />
Si no soy una lechuza<br />
Si me levanto temprano<br />
Si desconfío de los noctámbulos<br />
Si no quiero saber cómo paró en puta la hija de un comisario<br />
Si me gusta más el pop que la Nueva Trova<br />
Si primero iría a Liverpool que a París<br />
Si no salgo a la calle desprovisto<br />
Si cuando camino lo hago raudo y con destino<br />
Si no soy especialista en eludir acreedores<br />
Si no voy blandiendo el sable por doquier<br />
Si no suelo ser el primer chicharrón de todo ágape<br />
Si no cortejo al traserito que reparte pasapalos<br />
Si no me enamoro de toda hembra de aceptables tetas<br />
Si no me orino en los tiestos <strong>del</strong> traspatio<br />
Si acostumbro despedirme cuando parto<br />
Si ya no me acuerdo de Florencia ni menciono a Ponte Vecchio<br />
Si reniego de toda metafísica<br />
Si no tengo ángel que me guarde<br />
Si nada milagroso espero <strong>del</strong> azar<br />
Si no he saltado a la derecha y ni siquiera al centro<br />
Si soy aficionado al beisbol por TV<br />
Si no soy vegetariano<br />
Si en la ciencia y el arte de los vinos soy un ignorante<br />
Si me importa un coño cómo tienen las mujeres los pies<br />
Si nunca hice el amor a una sirena<br />
Si no soy un entendido en Rimbaud, Mallarmé y Bau<strong>del</strong>aire<br />
Si me parece que la erudición de Octavio Paz atormentó su poesía<br />
Si la palabra desalmada de Cadenas me aburre<br />
Si no respeto a quienes amansan el lenguaje para ser sus majos<br />
206
Si pienso que la poesía no es una vaina sagrada o cosa de genios<br />
Si me río de los iluminados<br />
Si adoro al panfletario Jacques Prévert<br />
Si entre Andrés Eloy y Ramos Sucre prefiero al cumanés<br />
Si me cuesta meditar o parecer meditativo<br />
Si no me rasco las criadillas cada treinta segundos<br />
Si como es obvio me divierte asombrar al papel con<br />
palabrejas y oraciones plebeyas<br />
Si para no escribir en servilletas siempre llevo folio a rayas<br />
Si no tengo memoria para recordar ni aun mis propios versos<br />
Si soy un tardío militantemente inédito<br />
Si no creo en los laboratorios literarios<br />
Si nunca dejaré que un colectivo me conduzca la mano<br />
Si mis textos parecen poco convincentes a quienes<br />
organizan recitales<br />
Si no pertenezco a cenáculo alguno<br />
Si soy un intrigante bastante predecible<br />
Entonces ¿cómo<br />
carajos pretendo ser poeta?<br />
Qué más nos queda<br />
en estos dìas<br />
por estos pagos<br />
entre cierta gente<br />
por supuesto desocupada<br />
escribir poesía<br />
se ha puesto de moda<br />
Cualquier cantidad<br />
de escribidores<br />
de toda laya y variopinta pelambre<br />
plebe sin oficio como he dicho<br />
ha descubierto el truco<br />
para hacer de palabras<br />
malabares<br />
Se ha desatado pues<br />
el gran alboroto:<br />
decenas de urdidores de versos<br />
giran por doquier<br />
blandiendo estrofas libres<br />
disparando metáforas<br />
a diestra y siniestra<br />
impunemente<br />
Entre tales alucinados insurgentes<br />
Yo<br />
Qué mas me queda<br />
207
No comprendo<br />
como pueden algunos<br />
obscenamente acaudalados<br />
sin apremios horarios<br />
y encima saludables<br />
prescindir sin más<br />
así como si nada<br />
de<br />
un velero en el Mediterráneo<br />
un óleo de Van Gogh<br />
veinte trajes cortados por Cassini<br />
una novia en la Corte<br />
un cilindro idéntico al de Michael Jackson<br />
un castillo en Fiesole<br />
la primera guitarra de John Lennon<br />
la llave <strong>del</strong> haren de un amigo Sultán<br />
cinco Ferrari rojos uno en cada continente<br />
licencia incaducable para il dolce far niente<br />
mientras yo<br />
que atesoro <strong>del</strong>irios<br />
marras y obligaciones<br />
no comprendo<br />
porque no es al revés<br />
208
William Torcátiz<br />
Sin domicilio<br />
Me acentuaste la crisis habitacional<br />
aunque he fabricado<br />
casas apartamentos<br />
chozas ranchos y afines<br />
sobre los terrenos de otros vientres<br />
vivo a la intemperie<br />
llevando sol y agua<br />
sin el techo de tus caricias<br />
Mercado de valores<br />
Yo no sé cómo estás<br />
pero de lo que sí estoy convencido<br />
es que me tiene arrinconado un dolor sabroso<br />
No he encontrado manera de emparentarme con la risa<br />
ni cómo embarrarme de fe<br />
Ando con la economía colapsada<br />
con las instalaciones de entusiasmo destartaladas<br />
dispuesto<br />
incluso<br />
a apoyarme en cualquier privatización<br />
que revitalice mi bolsa de valores<br />
Pruebas piloto<br />
Amparados por la alquimia<br />
y otras ciencias<br />
uno sobre el otro<br />
cuerpos entremezclados<br />
ensayando<br />
sudores emulsionados<br />
manando a borbotones<br />
en busca de divinas<br />
reacciones secundarias<br />
209
Toma de poder<br />
Cuando se muere dentro de ti<br />
cabalgando sobre tu vientre<br />
para resucitar en tus labios<br />
más que alcanzar la gloria<br />
se toma el cielo<br />
se le da un golpe de estado<br />
al Sumo Creador<br />
Sobre la alfombra mágica de tu vientre<br />
En esta noche cuando te desvistes en mi pensamiento<br />
quiero meterme en los pliegues de tu cuerpo<br />
incentivar el más escondido rincón de tu piel<br />
acariciarte con mis manos encallecidas<br />
mientras te recorro con los labios entreabiertos<br />
En esta noche de calor seco<br />
ruidos de motores y cargada de insomnio<br />
quiero excursionar tu cuerpo<br />
calmar la sed con el jugo de tus entrepiernas<br />
apagar el fuego de tu vientre<br />
En esta noche con ganas de llover<br />
me gustaría por lo menos clausurar el día<br />
con un apoteósico sueño húmedo contigo<br />
Con las posibilidades rotas deambulo hacia lo inalcanzable<br />
Tengo el llanto agolpado<br />
congelado a la altura <strong>del</strong> dolor<br />
cómo lo descongelo con rabia<br />
para que brote con fiereza de cascada<br />
Engatillo los lagrimales<br />
me aprieto la vida<br />
y la desgraciada maltrecha y todo<br />
se me desgrana por entre los dedos<br />
bataqueándome contra los pliegues de la noche<br />
me embadurna con semen de penumbra<br />
me otorga licencia para la miseria<br />
me obstruye la posibilidad de alcanzar<br />
la más apagada de las estrellas<br />
210
Rosa Anka<br />
Aleichem<br />
¿Cómo somos?<br />
figuras tendidas al espejo<br />
fotografías quietas<br />
depredadores al acecho<br />
bellas moscas chupadoras<br />
rubor mutante sin espera<br />
y cada vez más mil formas distintas<br />
Siendo el que fue<br />
sin retorno<br />
continuo fluir en los otros<br />
Aventuras astilladas de penas<br />
Devela<br />
Tocaste mi claustro escogido<br />
vida con templo fugaz<br />
Esta locura doliente<br />
lúcida<br />
abre cae<br />
sube peldaños<br />
Sin parar<br />
sella callejones cansados<br />
Mi extravío<br />
aparente cordura<br />
calma juegos deseados<br />
Ahora eternas velas<br />
alumbran mi único rincón<br />
Dana centinela<br />
Ya no hay campo para mí<br />
las sequías aumentan<br />
Aprietan tan hondo claras esquinas<br />
tejen perdidos corazones<br />
enloquecen pobres cuerpos escarlatas<br />
211
¿Para qué robar retazos a la noche<br />
y sentirse cada vez más desnudos?<br />
Vestido<br />
Ya no más arranques<br />
tormentos<br />
ni calor entre rayos<br />
ya mis ansias abrazan<br />
alta mar<br />
Las salidas<br />
torrentes anónimos<br />
plasmaron más goces<br />
naciendo<br />
sepultura total<br />
Heráclito<br />
Territorio amado<br />
volcán tormentoso<br />
todas las edades<br />
en un instante<br />
cruel desatino<br />
calla<br />
habla<br />
muere<br />
bebe animal herido<br />
de este cuello<br />
permanente<br />
salimos con la aurora<br />
escuchando<br />
All<br />
Tus huellas descienden <strong>del</strong> Ávila<br />
y las llevo cuando amanece<br />
Septiembre lunar<br />
212
Ya no quiero nada<br />
vuelta a la serenidad<br />
un profundo sentimiento<br />
me acompaña<br />
estás aquí<br />
sin agotar mi vida<br />
nos enmudece<br />
213<br />
equinoccio amante<br />
existencia mía<br />
levanta mis párpados<br />
Sonaikan<br />
Luna de aguas<br />
vine a cerrar<br />
las sombras<br />
la casa<br />
se mantiene<br />
cálida<br />
olvida la estupidez<br />
eterno es el frailejón<br />
y la amada serranía<br />
nos ofrece su regalo<br />
todas las mañanas<br />
tomar un café<br />
saboreando<br />
los pezones<br />
con tu caída azabache<br />
Omkar
Nueva Esparta<br />
Selección:<br />
Chevige Guayke
Gaspar Marcano<br />
Poema en que se refieren las acciones campales habidas en la<br />
Isla Margarita cuando fue invadida por el General Morillo.<br />
Carta 1ª<br />
(Fragmento)<br />
Hoy que mi entendimiento despejado<br />
De funestas imágenes guerreras,<br />
De continua fatiga descansado<br />
Y alegre con noticias placenteras;<br />
Hoy que el cañón no suena á mi costado<br />
Ni oigo zumbar las balas pasajeras:<br />
Hoy en fin en quietud como te digo,<br />
Te escribo este papel querido Amigo.<br />
No es bastante mi pluma mal cortada<br />
Si, una imaginación fogosa y viva<br />
Para que bien descrita, bien pintada,<br />
Vaya la idéa clara y expresiva;<br />
La verdad, en los hechos respetada,<br />
Y envuelta en los renglones que te escriba,<br />
Pues que esto y mucho más se necesita<br />
Para elogiar la Isla Margarita.<br />
Esta Isla en el Mapa es una gleba<br />
Escasa y que jamás hizo figura,<br />
Y hoy por sus proezas yá se eleva<br />
Ufana, á grados de suprema altura,<br />
Y á los historiadores les releva<br />
De escribirnos de Esparta la pintura,<br />
Puesto que de los héroes en el Templo,<br />
De valor, Margarita es el ejemplo.<br />
Por tres veces sacude valerosa<br />
El yugo férreo, que feroz !a oprime,<br />
Quedando siempre libre y victoriosa<br />
Con nuevos triunfos con que se redime<br />
De sufrir servidumbre vergonzosa,<br />
Para que el mundo entero más la estime<br />
Distinguiéndola así por su estandarte<br />
Mansión segura <strong>del</strong> airado Marte.<br />
217
Carta 2ª<br />
(Fragmento)<br />
¡Oh Júpiter Divino y Poderoso!<br />
Préstame tu influencia sacrosanta,<br />
Para que con mi plectro sonoroso,<br />
Acierte á describir la acción que espanta;<br />
No dije bien, el hecho portentoso,<br />
Que Venezuela en sus victorias canta,<br />
La acción en que la Isla Margarita,<br />
Casi difunta, vence y resucita.<br />
Treinta y uno de Julio: día terrible<br />
Para nosotros siempre memorable,<br />
Día en que aquel Ejército temible,<br />
Por sus infandos hechos detestable,<br />
Penetró la maleza inaccesible,<br />
Con energía y orden admirable,<br />
Y se acampó en las lomas y copete,<br />
Del escarpado cerro Matasiete.<br />
Día terrible vuelvo a repetir,<br />
Día de sangre, muertes y de horror;<br />
Desde las nueve que empezó a gemir,<br />
La madre, el hijo, el padre en su dolor,<br />
Desde que en torno se escuchó rugir,<br />
El bronce a discreción <strong>del</strong> invasor:<br />
Por el mar y por tierra artillería,<br />
Pareció que la Isla ya se hundía.<br />
¿No viste reventar la parda nube,<br />
Después de largo tiempo que amenaza,<br />
Que como que de abajo á lo alto sube,<br />
Aquel estruendo en que se despedaza?<br />
Así me figuró, cuando yo estuve,<br />
Oyendo tal tronar desde mi plaza:<br />
Salgo de pronto á ver que ser podía<br />
Y observo que ya auxilio se pedía.<br />
Mientras se disponía pues la marcha,<br />
Hacia mí se acercaba una persona:<br />
“Ya, me dijo, á tu honra no la mancha<br />
“Que subas á esta cumbre, soy Belona;<br />
“El servicio, el auxilio no se empacha,<br />
“Hoy no eres necesario, me perdona:<br />
“Mira como se baten tus paisanos,<br />
“Mira como rechazan los tiranos.<br />
218
“Aquel que ves allá de tapasol<br />
“Relucir de la cúspide en la cima,<br />
“En mucho aprecio tiene y grande estima;<br />
“En mucho aprecio tiene y grande estima;<br />
“Aquel que toca un blanco caracol<br />
“Y que á su tropa exhorta y reanima,<br />
“Francisco Esteban es, el valeroso<br />
“Que se ha salido yá fuera <strong>del</strong> coso”.<br />
¿Será acaso un espectro o ilusión vana?<br />
¿Podrá ese Jefe con tan poca gente,<br />
Contener en el cerro, en tierra llana,<br />
De cuatro mil soldados el torrente?<br />
¿Podrá contrarrestar la furia insana<br />
Con doscientos ochenta que hace frente?<br />
Yo preguntaba. y respondía la Diosa,<br />
Sí puede, que su tropa es valerosa.<br />
Carta 3ª<br />
(Fragmento)<br />
Debí yo comenzar mi primer carta,<br />
Pintándote la Isla Margarita,<br />
Esta que llaman hoy la Nueva Esparta,<br />
Siempre estéril, escasa y pobrecita;<br />
Por que soplando Eolo, de ella aparta<br />
Las pocas lluvias de que necesita,<br />
Para abundar en hatos de ganados,<br />
En granos y otros frutos sazonados.<br />
Sus habitantes: unos Labradores<br />
De pequeñas porciones de terreno,<br />
Y otros de animales son criadores<br />
Incluso el alazán que tasca el freno;<br />
Y la tercera parte pescadores,<br />
Que excusan el buscar auxilio ajeno;<br />
Las mujeres que allí son laboriosas,<br />
Tejen hamacas, medias y otras cosas.<br />
Siete pueblos abrazan su circuito,<br />
Y todos en muy buena proporción<br />
Por comunicarse, al oir el grito<br />
Del bronce retumbante en su explosión;<br />
Doce o trece mil Almas el distrito<br />
Se supone tener de población:<br />
219
El cual pasearse puede en pocas treguas,<br />
Pues de largo le dan diez y ocho leguas.<br />
Carta 4ª<br />
(Fragmento)<br />
Margarita afligida se lamenta<br />
Al ver sus hijos con rigor tratados,<br />
Sus templos sus altares profanados<br />
Del brutal enemigo propia afrenta.<br />
La orfandad contristada se presenta<br />
Los pueblos al furor sacrificados,<br />
Inocentes también martirizados<br />
Con los que, al mundo lastimar intenta.<br />
Mas después que repara en sus victorias,<br />
Después que se ven libres <strong>del</strong> tirano,<br />
Y después que se escribe en las historias<br />
El nombre augusto <strong>del</strong> Venezolano,<br />
En vez de lamentar, canta sus glorias,<br />
Y bendice al Eterno y Soberano.<br />
Fin.<br />
220
H. Albornoz Lárez<br />
Lumen<br />
Cristo, el predicador sublime, aparece en Judea. y su doctrina, como lluvia de<br />
soles, cae sobre la conciencia de las turbas corrompidas.<br />
El paganismo se estremece luego en sus zócalos de piedra. Atila, el sembrador<br />
de razas y de ideas nuevas, se empina sobre el dorso de su caballo de conquista,<br />
y el águila romana tiembla de miedo en el vértice de la pirámide imperial.<br />
Napoleón, el gran Capitán, traza con la punta de su espada el arco de triunfo que<br />
desde el Sena al Nilo y desde el Nilo al Volga, debe conducirlo por entre un haz<br />
de naciones esclavas, y la cripta de los faraones se conmueve. En la Historia todo<br />
proceso es doloroso.<br />
Así la creación como la muerte se esfuman en un amplio escenario de tragedia.<br />
Empero, por ley suprema de estética, el sentimiento no se compadece con la<br />
razón.<br />
Cuanto culmina tiene un límite preciso.<br />
Y el ocaso es el punto negro de las órbitas.<br />
Desde la manifestación rudimentaria de la vida individual en sus relaciones con el<br />
derecho escrito; desde Nemrod hasta los fanáticos revolucionarios de la Gironda,<br />
la consigna es la misma.<br />
Nínive desaparece y surge Babilonia.<br />
Bajo el hacha de Roma, perece Cartago.<br />
En todos los climas las ideas emigran al modo que aves prisioneras: sedientas<br />
de luz.<br />
La libertad tiene culto en todas las conciencias y por eso cuando el despotismo<br />
la estrangula, ruge con el alma de las divinidades salvajes.<br />
En la serie de los acontecimientos humanos nada hay comparable al triunfo de<br />
ese ideal que se llama civilización: síntesis que compendia en sí cuantas luchas<br />
ha librado el hombre en la senda de la perfección moral.<br />
Luchas de religión;<br />
luchas de raza;<br />
luchas de partidos;<br />
luchas de principios;—<br />
Pero la civilización es un pulpo que se alimenta de cadáveres.<br />
Y su vientre como el <strong>del</strong> océano, no se sacia jamás. Entre la tiara pontificia y la<br />
espada, existe un abismo.<br />
¡Abismo de sangre!<br />
Entre el derecho divino y el pueblo, un lago.<br />
¡Lago de sangre!<br />
Entre la Cruz y la Media-Luna, un torrente.<br />
¡Torrente de sangre!<br />
Entre Europa y las Colonias de América,<br />
un mar.<br />
¡Mar de sangre!<br />
221
Entre la Inquisición y el libre pensamiento,<br />
un río.<br />
jRío de sangre!<br />
Entre la fuerza bruta y el derecho universal, un diluvio.<br />
¡Diluvio de sangre!<br />
Pero así como en el fondo de ese cuadro sombrío se alzan la silueta de los crímenes<br />
rojos de la historia, así también se ve aparecer en él, el ala de un ave mensajera:<br />
—ave sobre cuyos remos persigue la humanidad la cumbre radiosa en donde ha<br />
de cantar la última victoria.<br />
El instante se aproxima.<br />
Nada importa que el sacrificio sea de odios.<br />
Toda ofrenda es sagrada cuando la sinceridad la engendra. La raza <strong>del</strong> Cáucaso,<br />
avergonzada de sí misma, ya no arrojará sus metrallas contra la frente de la que<br />
creyó ayer débil raza amarilla.<br />
Ni las aguas <strong>del</strong> Yabú se teñirán con la púrpura de las hecatombes moscovitas.<br />
En nombre de la justicia, es ya tiempo de restañar esa corriente de matanzas<br />
estériles.<br />
El dolor físico, el dolor de la carnicería, es propio de las fieras, que se destrozan<br />
sin otro fin que el <strong>del</strong> hartazgo.<br />
No arrebatemos a las fieras su derecho.<br />
El dolor moral, que es el que purifica, es propio <strong>del</strong> hombre: su culto es el culto<br />
<strong>del</strong> progreso.<br />
Hagamos uso de ese derecho.<br />
En la portada <strong>del</strong> siglo están de pie los heraldos <strong>del</strong> pensamiento.<br />
La prensa es el ariete poderoso de la civilización.<br />
Cuando ella cruje, deben enmudecer los cañones.<br />
1907.<br />
Canción<br />
Ya sé que inhumana la suerte bien mío,<br />
desde hoy nos separa por fin a los dos:<br />
Ya sé que el destino, terrible e impío<br />
te ordena me digas tu último adiós!<br />
Ya sé que te ausentas!... mas ¡ay! a tu oído<br />
las brisas que giran en torno de mí,<br />
irán a contarte que yo no te olvido,<br />
que sueño contigo distante de ti.<br />
Tu labio callado, tu frente serena<br />
tus ojos que miran con tanta bondad,<br />
rendido me tienen con dulce cadena<br />
cual dócil esclavo de regia deidad.<br />
222
Graciosa trigueña que llevas mi alma<br />
prendida en las redes de inmensa pasión;<br />
con sólo un recuerdo devuelve la calma<br />
que al tuyo le exige mi fiel corazón.<br />
Mañana, a la hora que inunde el vacío<br />
la noche estrellada, con plácida voz,<br />
te ruego pronuncies mi nombre, bien mío,<br />
en una plegaria que eleves a Dios…<br />
Graciosa trigueña, si el aura festiva<br />
te cuenta algún día mi acerbo dolor,<br />
no olvides que dejas mi alma cautiva<br />
en medio a las ondas de un lago de amor.<br />
A la amazona <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong><br />
En la rememoración <strong>del</strong> 4 de mayo.<br />
Un rosal es tu escudo, que se enflora<br />
bajo el fulgor de tu virtud guerrera.<br />
Del iris un jirón, es tu Bandera<br />
I tu bandera, un rayo de tu aurora.<br />
En la fronda no hay sol, ni ave canora;<br />
Pero bulle en tu sien la Primavera,<br />
Que al oído te dice: lucha; espera!...<br />
I batallaste y fuiste vencedora.<br />
Del Inca al Dios airado, altiva ofrenda<br />
Juraste, Patria mía! En la contienda,<br />
O libre ser, o perecer con gloria!<br />
I premiado tu vuelo de gigante,<br />
Por Imperio aquel Dios te dió el atlante,<br />
I por cetro, el laurel de la Victoria.<br />
223
M. A. Mata<br />
Los robles florecidos<br />
Todos los años, cuando grato sientas<br />
el olor de los robles florecidos<br />
y los mires con áureas vestimentas,<br />
piénsame mucho y en los tiempos idos.<br />
Yo, cual los robles, soporté tormentas,<br />
atraje el rayo y acallé gemidos,<br />
oponiendo a las cóleras violentas<br />
corazón de oro y musicales nidos.<br />
Viví tiempos felices, todo amores;<br />
di fresca sombra, y si doblé mis ramas<br />
fue con el peso de fragantes flores.<br />
Y mi alma, en primaveras rumorosas,<br />
nutrió, en nube de alas y de llamas,<br />
abejas, colibríes, mariposas....<br />
A un árbol poblado de nidos<br />
Poblado de mil nidos musicales,<br />
el árbol es alegre pajarera<br />
de donde se derrama, hecha raudales<br />
de música y color, la primavera.<br />
¡Alas multicolores y triunfales!<br />
¡Canciones de parvada vocinglera!<br />
¡Es como un iris roto en madrigales,<br />
o un madrigal que en iris se rompiera!<br />
¡Animación, bullicio y alegrías!<br />
¡La vida en su poema de colores!<br />
¡El amor en su idilio de armonías!<br />
¡Tal el poeta y su vivir fecundo!<br />
¡Una constante exultación de amores,<br />
y un musical y pintoresco mundo!<br />
224
El suspiro y el beso<br />
El suspiro es un beso que aletea,<br />
y el beso es un suspiro que se posa:<br />
éste, como la abeja, pica y crea,<br />
y aquél vuela como ave temerosa.<br />
Uno de lejos mira y titubea;<br />
otro persigue dulce flor hermosa:<br />
por eso aquél padece y forcejea,<br />
y éste triunfa y apura miel sabrosa.<br />
Gemelos <strong>del</strong> amor, Suspiro y Beso,<br />
beso alado y suspiro que no exhalas,<br />
¿cuál preferir? ¡Lo ignora mi embeleso!<br />
¡Sueña el suspiro ser beso en su giro,<br />
y el beso añora cuando tuvo alas,<br />
y nuevamente quiere ser suspiro!<br />
Sin testigos<br />
Calla ... No es la verdad deja que acabe<br />
mi triste vida, sola como empieza.<br />
Tú no puedes querer, el alma sabe<br />
que ya en tu inmenso corazón no cabe<br />
ni otra muerta pasión ni otra tristeza.<br />
Conozco las escenas de tu drama.<br />
He comprendido el doloroso enredo.<br />
Sé que hubo un soplo que apagó la llama<br />
y hoy que mi corazón te grita: —¡Ama!<br />
Tu corazón responde: —¡Ya no puedo!<br />
Calla... No es la verdad. Está cerrado<br />
el templo <strong>del</strong> amor; sólo despojos<br />
en el desierto altar abandonado,<br />
en el doliente fantasma <strong>del</strong> pasado,<br />
en la visión perpetua de tus ojos.<br />
No hay expresión que conmoverte pueda.<br />
No me digas que crea, sí, calla.<br />
Quedó la flor en el espíritu cual queda<br />
la espada rota que en la lucha rueda<br />
sobre el sangriento campo de batalla.<br />
225<br />
Abril de 1924.
Mas, déjame a tu lado; me fascinas.<br />
Me haces soñar, me aterras y me asombras.<br />
Seré un rayo de luz en tus neblinas.<br />
Seré un festón de hiedras en tus ruinas.<br />
Seré un lucero pálido en tus sombras.<br />
La perla venezolana<br />
Colón soñó una perla soberana<br />
para adornar la frente de Castilla,<br />
y por tercera vez la audacia hispana<br />
puso al Ocaso la cortante quilla.<br />
Tesonero indagaba en sombra arcana,<br />
y su proa, cual rápida cuchilla,<br />
rompía el mar de la costa americana<br />
buscando la soñada maravilla.<br />
En ese nuevo mundo de portentos<br />
dudaba ya encontrar, hora tras hora,<br />
la gema de sus ricos pensamientos.<br />
Pero la quilla al fin abrió bendita,<br />
la gran concha de rosa de la Aurora,<br />
y apareció la perla: ¡margarita!<br />
Mar o cielo<br />
Del líquido zafiro se me antoja<br />
el de aguas perlíferas formado,<br />
celeste mar que suspirando moja<br />
de Margarita el litoral dorado.<br />
No el mar azul al cielo azul enoja:<br />
antes lo muestra en modo tal copiado<br />
que hará dudar al que en belleza escoja,<br />
si el cielo es mar, o el mar cielo licuado.<br />
Y, pues marino es el color celeste,<br />
y, pues celeste es el color marino<br />
—que ambos se adornan con la misma veste—,<br />
ignora quien navega en mansos vuelos,<br />
si flota entre dos mares su destino<br />
o si está suspendido entre dos cielos!<br />
226
El alma de Miranda<br />
-V-<br />
Psiquis vuelta colores, mariposa divina,<br />
prodigio de tres siglos, incubada en dolor:<br />
¡a las almas desciende, tricolor peregrina,<br />
a beber sus fragancias y su néctar de amor!<br />
¡Ilumina sus senos, oh visión mirandina,<br />
con la lumbre que irradias, en sagrado temblor,<br />
y haz que prenda en las almas, de tu luz, una y trina,<br />
el incendio glorioso, para dicha y honor!<br />
¡Baja, baja un momento, mariposa <strong>del</strong> cielo,<br />
que nacer te dignaste cual lumíneo tesoro:<br />
no a los astros te vayas, por temor a la cruz;<br />
y al bajar —las rodillas, con fervor, en el suelo,<br />
y los labios tendidos para el beso canoro—,<br />
multiplica en las almas tu milagro de luz!<br />
Montañas margariteñas<br />
Sobre el cielo de la tarde, las montañas y colinas<br />
asemejan una larga caravana de camellos<br />
que al Oriente se dirigen, y , a las luces vespertinas<br />
se detienen, estirando la gran curva de sus cuellos.<br />
Hacen alto bajo un cielo de turquesas argentinas<br />
en su gran marcha de gloria los fantásticos camellos,<br />
que la Noche —la de negras carnes dulces, como endrinas—<br />
en su carro se a<strong>del</strong>anta, alfilerada con destellos.<br />
Y parece que reposan en su gran carga de gloria,<br />
que son monte de laureles y de palmas en la Historia,<br />
granos de oro, mirras, lágrimas y rubíes, a miríadas…<br />
¡Matasiete, empurpurado con el último arrebol,<br />
se destaca a la cabeza con sus dos gibas sagradas,<br />
cual si fuera a seguir viaje al rayar el nuevo sol!<br />
227<br />
1917.
Pedro Navarro González<br />
¡Oh, imbéciles!<br />
¿Estoy loco?... Tal vez las multitudes<br />
podrán llamarme así; me importa poco...<br />
El genio tiene siempre excelsitudes<br />
que semejan los ímpetus de un loco.<br />
Fue loco Napoleón, cóndor gigante<br />
que hasta los astros levantó su vuelo;<br />
y loco fue Colón, cruzó el Atlante<br />
y unió dos mundos bajo un mismo cielo.<br />
Loco Bolívar, que en la selva obscura<br />
disparataba en incesante arrobo,<br />
y el producto final de su locura<br />
fueron Junín, Pichincha y Carabobo.<br />
Montalvo un loco, porque nunca pudo<br />
humillarse al Tirano, aunque pudiendo.<br />
En Guernesey fue loco Víctor Hugo<br />
hablando solo y como el mar rugiendo.<br />
Cavour, Gladstone y Castelar; Gambetta,<br />
Pí y Margall, Salmerón, Conto, Sainte-Beuve,<br />
Uribe, Vargas Vila, Mitre, Arrieta,<br />
son los locos <strong>del</strong> siglo diez y nueve.<br />
¡Nada me importa su ladrido estulto!<br />
Nada me importa que me llamen loco:<br />
el honor no les hago de mi insulto,<br />
ni domino mis ímpetus tampoco.<br />
¿Quiénes son? Cuántos son? ¡Procaz trahilla<br />
que hidrópica de sangre se revela...<br />
Se enfada contra todo lo que brilla<br />
y ladra contra todo lo que vuela!<br />
Es verdad que es así, ya es un precepto:<br />
siempre lo vil en la virtud se posa.<br />
Es por eso que el vuelo <strong>del</strong> insecto<br />
tiende hacia el cáliz de la blanca rosa.<br />
Es un derecho que lo vil se abroga<br />
de mirar en todo hombre un homicida;<br />
228
mientras ellos, allá bajo su toga,<br />
aún empuñan la daga enrojecida.<br />
De lo procaz y vil en el éxodo<br />
siempre aparece en el postrero rango<br />
esa espantosa floración de lodo,<br />
esa podrida exaltación de fango.<br />
¡Oh, dejadlos ladrar! Por ese ejemplo<br />
una inmensa distancia nos separa.<br />
¡Echados fueron sin piedad <strong>del</strong> templo!<br />
¡Yo estoy de pie, sereno, junto al ara!<br />
¡Presuntos hierofantes de otro culto<br />
donde es la dignidad una rareza,<br />
entonaban el himno <strong>del</strong> insulto<br />
de pie, sobre el altar de la bajeza!<br />
Estulticia es querer de ese rugido<br />
dilucidar la causa de otro modo.<br />
En el físico mundo siempre han sido:<br />
la luz <strong>del</strong> cielo, y el reptil <strong>del</strong> lodo.<br />
Y dejadlos rugir... Por futileza<br />
no me espanto: el desprecio va consigo.<br />
¡Cuando encuentro en mi senda una maleza<br />
la arrojo lejos, o la aplasto y sigo!<br />
Yo soy el astro de este obscuro éxodo;<br />
ellos el cieno pútrido <strong>del</strong> suelo:<br />
¡nadie se inclina para ver el lodo<br />
y todos se alzan para ver el cielo!<br />
La balada <strong>del</strong> bosque<br />
I<br />
¡El bosque han recorrido los labriegos<br />
y no han dado contigo! ¡Fatigados,<br />
han vuelto con los pies ensangrentados,<br />
y al rogarles volver, no oyen mis ruegos!<br />
¡Mis ojos engañados por los juegos<br />
de rayos de oro en el confín regados,<br />
de tanto ver la selva están cansados,<br />
y de tanto llorar casi están ciegos!<br />
229<br />
Porlamar, 1898.
¡Se va el sol y no vuelves a tu nido!...<br />
¿Qué harás en esta noche tan silente<br />
en que escucho tu voz en cada ruido?<br />
Hasta el pobre Milord se alza impaciente<br />
y al ver que no eres tú lanza un gemido<br />
y se vuelve a dormir, calladamente...<br />
II<br />
¡Si vieras cómo está la enredadera!<br />
Se argentan los cromáticos matices<br />
en el paisaje, en flor, de los tapices<br />
y en el esmalte azul de la vidriera.<br />
El piano, como un huérfano te espera:<br />
sueña cuando mis sueños electrices<br />
con los sollozos <strong>del</strong> Adiós de Ulises<br />
o el cálido vaivén de la Habanera.<br />
Entro a tu alcoba: mira la almohada<br />
donde tu cabecita destrenzada<br />
tuvo castas memorias de ternura;<br />
y al besar los revueltos cobertores<br />
brota un aroma de marchitas flores,<br />
como de una reciente sepultura<br />
III<br />
¡Aún me queda valor para aguardarte!<br />
¡Algo le dice al corazón: espera!<br />
Y obediente a esa voz, hasta que muera,<br />
vendré todas las tardes a esperarte...<br />
No cesará mi corazón de amarte<br />
ni ha de soñar tu ausencia una quimera,<br />
y entregara mil vidas que tuviera<br />
por tener la ventura de encontrarte.<br />
¡Quizás regreses cuando estén desiertos<br />
mis ojos ya de vida; cuando el día<br />
ya no caliente mis <strong>del</strong>irios muertos!<br />
Y, en prueba de mi trágica agonía,<br />
aún hallarás, entre la sombra, abiertos,<br />
mis ojos, que te esperan todavía...<br />
230
IV<br />
Milord, pobre Milord, ¿temes, acaso,<br />
que ya no torne más mi nazarena<br />
y que sus manos blancas de azucena<br />
ya nunca ciñan a tu cuello un lazo?<br />
Acurrucado sobre el chal de raso<br />
que aún el efluvio de su carne llena,<br />
esperas verla aparecer, serena,<br />
con las prístinas sombras <strong>del</strong> ocaso.<br />
No hay rincón <strong>del</strong> jardín que no has mirado;<br />
cavas, dando ladridos, impaciente,<br />
la arena <strong>del</strong> sendero abandonado;<br />
oteas el gramal, ahullas doliente<br />
y vuelve, cada vez más angustiado,<br />
a dormirte a mis pies, calladamente...<br />
V<br />
¡Y yo también te busco, bienamada!<br />
Ayer le pregunté a unos labradores<br />
si habían visto en el bosque algunas flores<br />
o alguna cinta azul, abandonada.<br />
Bajaron, pensativos, la mirada.<br />
Al verlos mudos, fuime a los alcores,<br />
busqué en los sotos llenos de rumores,<br />
en los remansos, en la riba, ¡y nada!<br />
Pájaros graves a la noche alertos,<br />
anunciaron los límites <strong>del</strong> día<br />
y abandoné los páramos desiertos.<br />
Me volví a tu jardín, gacela mía,<br />
pero aún perduran en la sombra, abiertos,<br />
mis ojos, que te esperan todavía...<br />
VI<br />
¡Qué solo y triste el corazón se queda!<br />
¡Cómo la noche su dolor imprime!<br />
Se oye en la sombra su latir de seda,<br />
lo mismo que una tórtola que gime,<br />
Dócil a la tristeza que lo oprime,<br />
sin que al impulso de la angustia ceda,<br />
231
fácil se acoge a la caricia leda<br />
de cualquiera ilusión que lo reanime.<br />
Guarda para el Destino sus rencores;<br />
transforma en esperanza su tortura<br />
y hace un dolor con todos sus dolores ...<br />
¡Oh, mi Dios, cómo es honda mi amargura!<br />
Ya tengo el corazón mudo y sin flores,<br />
como una abandonada sepultura.<br />
Post vitam<br />
Cuando todo sea nada,<br />
cuando el alma más muerta que tranquila,<br />
se halle por los dolores desgarrada<br />
y finja melancólica y cansada<br />
el último fulgor de una pupila;<br />
cuando ya no haya ojos que nos vean,<br />
ni bocas adorables que nos besen,<br />
ni almas inocentes que nos crean,<br />
ni labios purpurinos que nos recen;<br />
cuando no haya otra mano<br />
que nos quite las zarzas <strong>del</strong> camino<br />
y sea más triste que el dolor humano<br />
todo el ensueño <strong>del</strong> amor divino;<br />
¡ah!, cuando todo muera, hasta el empeño<br />
de ser así, como una lira rota<br />
a la que sólo queda el pobre ensueño<br />
de que aún hay noches que su ingrato dueño<br />
roba a sus cuerdas una pobre nota...<br />
No queda sino darle —en la batida<br />
que nos hace, satánica, la suerte—<br />
un formidable puntapié a la vida<br />
¡y entregarnos en brazos de la muerte!<br />
Porlamar, 1944.<br />
232
Jesús Marcano Villanueva<br />
El milagro de la perla<br />
Margarita se perfuma<br />
con los jazmines <strong>del</strong> alba<br />
se ilumina con sus perlas,<br />
y se viste de esmeralda<br />
cuando el capricho celeste<br />
la bendice con el agua;<br />
pero nada le sonríe<br />
y le dora la esperanza<br />
como la Virgen cautiva<br />
en El Valle de la gracia.<br />
La aurora suelta su trenza<br />
sobre la mar desgreñada<br />
y va rompiendo zafiros<br />
la marinera piragua;<br />
capitán de mar y viento<br />
es el marino de Juana,<br />
la mujer más hilandera<br />
que se conoce en la playa.<br />
Dicen las gentes que ella<br />
cuando el hombre se quejaba<br />
<strong>del</strong> dolor de aquella pierna<br />
herida por una raya,<br />
a la Virgen <strong>del</strong> Oriente<br />
y ardida de fe cristiana,<br />
la fe <strong>del</strong> margariteño<br />
que al hijo <strong>del</strong> diablo espanta,<br />
ofreció la perla fina<br />
que su marido pescara,<br />
si le otorgaba el milagro<br />
de que la dolencia mala,<br />
dejara al pobre Domingo<br />
ganarse la vida honrada.<br />
Y es lo cierto que un día<br />
de setiembre y con el alba,<br />
cuando a Domingo el café<br />
le llevó su noble zamba,<br />
ambos vieron que la pierna<br />
estaba buenita y sana.<br />
233
Voló el grito de Domingo<br />
sobre la Isla bizarra<br />
y hacia El Valle desde Punda<br />
como loca se fue Juana.<br />
Era el ocho de setiembre,<br />
cuando Carúpano lanza<br />
su cariño a Margarita<br />
por la Virgen de la gracia,<br />
cuando El Valle está enfiestado<br />
con las muchachas de Irapa,<br />
de El Pilar y Río <strong>Caribe</strong>:<br />
toda gente noble y sana.<br />
La Virgen está en su trono,<br />
junto a su trono está Juana,<br />
los ojos clávanse en ella<br />
y ella reza arrodillada,<br />
con una vela encendida<br />
y en la Virgen puesta el alma:<br />
se le va la vida toda<br />
hacia la flor de la gracia.<br />
Afuera y cerca <strong>del</strong> río<br />
el galerón se desgrana<br />
entre bandolas y cuatros,<br />
acordeones y maracas;<br />
toda la gente se alegra<br />
cuando abre sus labios Juana,<br />
para decir el milagro<br />
de la Virgen de la gracia.<br />
Al otro día temprano<br />
de viento y de mar picada,<br />
iba rompiendo zafiros<br />
la marinera piragua;<br />
capitán de mar y viento<br />
es el marido de Juana,<br />
la mujer más tejedora<br />
que se conoce en la playa.<br />
Ella se queda contenta<br />
en el patio de su casa,<br />
sentada en el viejo ture,<br />
que es herencia de su mama,<br />
dándole vueltas al huso<br />
para el hilo de la hamaca,<br />
234
que son las margariteñas<br />
mujeres de alma tan blanca<br />
como el algodón en copos,<br />
como la espuma <strong>del</strong> agua.<br />
Domingo también es buzo<br />
de cabeza como llaman<br />
a esos hombres que no temen<br />
a cuarenta brazas de agua;<br />
y cumpliendo lo ofrecido<br />
a la Virgen por su Juana<br />
desde la borda <strong>del</strong> barco<br />
se tira desnudo al agua.<br />
A poco surge el cristiano<br />
con su carga de esperanza,<br />
y es un héroe bajo el cielo<br />
sobre su rauda piragua.<br />
Abre una concha y desea<br />
encontrar la perla cara,<br />
la perla de la promesa<br />
que a la Virgen hizo Juana,<br />
y sus ojos se deslumbran<br />
cuando el milagro resalta:<br />
el barroque era una pierna<br />
y era la pierna tallada,<br />
como en la suya, la forma<br />
de aquella dolencia mala.<br />
Cuando a su casa llegó<br />
el hombre de la piragua,<br />
la mujer tenía tres onzas<br />
de hilo para la hamaca;<br />
y fue un día de aleluyas<br />
sobre el oro de la playa,<br />
el Milagro de la Virgen<br />
como un lucero alumbraba,<br />
y en Porlamar y Juangriego,<br />
La Asunción y Santa Ana,<br />
el milagro florecía<br />
volando de casa en casa.<br />
La gente así lo comenta<br />
en aquella tierra brava<br />
que con Fajardo se vino<br />
al Valle de Los Caracas<br />
y fulgura en la bandera<br />
235
en una estrella muy alta;<br />
así lo cuenta el marino<br />
de aquella Isla bizarra,<br />
que tiene a Vicente Fuentes<br />
para vivirla en el alba,<br />
y a la Virgen milagrosa<br />
para encenderla de gracia.<br />
Elegía marina<br />
Taciturna la mar. Sobre la arena<br />
dorada de las playas las gaviotas<br />
y cabe el alma de la mar serena<br />
mi verso: un ave con las alas rotas.<br />
Abre la tarde su triunfal violeta<br />
entre el paisaje que de amor solloza<br />
y en la ternura <strong>del</strong> jovial poeta<br />
el arte surge convertido en rosa.<br />
Corónase el occiduo de fulgores;<br />
el ritmo de la bruma en mis dolores<br />
se ha desmayado milagrosamente;<br />
Y al adiós de la tarde: la piragua<br />
de mi estrofa se aleja sobre el agua<br />
Buscando al Sol que se tragó el Poniente…<br />
La procesión<br />
Dios bailaba su música<br />
a la sombra pensativa de los árboles.<br />
En el pico de un pájaro<br />
una espiga marchita<br />
volaba a completar la melodía <strong>del</strong> nido;<br />
la eucaristía de una rosa<br />
se desmayaba sobre el ara de la tarde,<br />
y en la boca de los corderos<br />
florecían aleluyas de nieve;<br />
en el cáliz de la gracia infinita<br />
se desangraban las uvas <strong>del</strong> crepúsculo,<br />
y mis ojos se apagaban<br />
sobre el dolor de la mirada ausente.<br />
236
Qué amable estaba Dios aquella tarde,<br />
cuando entre músicas y soledades<br />
yo seguía la procesión de tu recuerdo.<br />
Psalmo<br />
Estás en mi dolor como un lucero.<br />
Ritma la vida su canción y canta<br />
mi corazón la fe de su ternura,<br />
mientras el cielo se adormece en albas.<br />
El amor de tus ojos en mi pena<br />
deja un beso de luz y, como un ala<br />
caída de la gloria, tu sonrisa<br />
dora mi corazón cada mañana.<br />
Estás en mi dolor como una lira.<br />
El agua intacta de tu nombre canta<br />
despertando el ensueño de los nidos<br />
y endulzando el silencio de mi alma.<br />
Quiebro en la noche mi cristal de duelos,<br />
baño mi vida de celeste gracia<br />
y alumbra mi camino tu recuerdo<br />
como una espiga en el trigal <strong>del</strong> alma.<br />
Estás en mi dolor como una rosa.<br />
Nevando un beso la paloma blanca<br />
de mi cariño a tu ilusión fragante<br />
entre el encanto de la tarde viaja.<br />
Florece un nardo de ilusión mi senda,<br />
rebosa fresca de pasión mi ánfora<br />
y cae ante la cruz de mi camino<br />
tu evocación en azucenas blancas.<br />
Estás en mi dolor eterna y única.<br />
Aunque la vida aliente mi esperanza,<br />
aunque el destino amargo se pronuncie<br />
negándome la miel de tu mirada:<br />
¡sea tu nombre mi oración profunda,<br />
perseguiré tu forma y en tu gracia<br />
enjoyaré mi estrella pensativa,<br />
y tu recuerdo espigará en mis lágrimas!<br />
237
Pedro Rivero<br />
Isla<br />
En tu sed infinita <strong>del</strong> verano<br />
te cubres en verdor de terciopelo,<br />
cuando el agua pristina es don <strong>del</strong> cielo<br />
y lágrima piadosa <strong>del</strong> arcano.<br />
Así flotas, jardín <strong>del</strong> océano.<br />
De tus playas asciende grácil vuelo,<br />
como el albor de nítido pañuelo,<br />
suspiro de la espuma y lo lejano.<br />
Oro solar y argento de la luna<br />
se irisan en la prez de tu fortuna.<br />
Pero el cardo es corona de tu vida.<br />
La espina pertinaz te punza hondo.<br />
Y en el claro misterio de tu fondo<br />
sangra perlas el nácar de tu herida.<br />
Margarita<br />
Hiende los aires. Hiende el mar la proa.<br />
Gira y se da multicolor el mundo.<br />
Aro tu vivo azul, Paraguachoa.<br />
Y el corazón abismo en lo profundo.<br />
Te exhumo <strong>del</strong> recuerdo. Alza la roa<br />
encallada en el fondo sitibundo.<br />
Y prolonga tu cuerpo como boa<br />
de impasible reptar, reptar fecundo.<br />
Esmaltan cielo y mar tu maravilla.<br />
Por tu vela triunfal corta la quilla.<br />
Tu rumbo innumerable cifra el viento.<br />
Perlas cual tú también ciñe Cubagua.<br />
Tu heroísmo solar fraguó el portento.<br />
El agua te circunda. Y pides agua.<br />
238
Rumbo<br />
Leva el ancla profunda, oh marinero.<br />
Y al ascender su cruz, sigue la prora.<br />
A zarpar. Sopla el viento. Ya es la hora.<br />
Mira tu innumerable derrotero.<br />
Tuyos son cielo y mar. Tuyo el velero.<br />
Tuya la noche. Sí. Tuya la aurora.<br />
Tuyo el faro de luz orientadora.<br />
Y tuya la mirada <strong>del</strong> lucero.<br />
Al timón, capitán de tu destino.<br />
El agua, sortilegio <strong>del</strong> marino,<br />
oculta una sirena fascinante,<br />
entre los albos rizos de la espuma.<br />
Disipa su cantar, como a la bruma,<br />
con tu voz de poeta, oh navegante.<br />
Ancla<br />
Roída por el óxido inclemente,<br />
yaces ahí en el muelle abandonada.<br />
Te ven como un estorbo, como nada.<br />
Aunque de ti se apiade alguna gente.<br />
El cepo horizontal cruza tu frente.<br />
La uña desprendiste de la rada<br />
en el cansado fin de tu jornada,<br />
después de medir hondo el mar ingente.<br />
Esperanza <strong>del</strong> buque y <strong>del</strong> marino,<br />
dura desesperanza es hoy tu sino<br />
bajo el sol claro y noche de misterio.<br />
Si heriste a la sirena en lo profundo,<br />
signe tu cruz a orillas de este mundo<br />
la fosa de su oculto cementerio.<br />
Gaviota<br />
Con la medioenlutada golondrina<br />
en vuelo circundante ornas el puerto,<br />
239
minúscula semblanza <strong>del</strong> mar muerto,<br />
en gloria matutina y vespertina.<br />
Alba de oro y tarde encarnadina<br />
te ven pillar en el marino huerto<br />
un pétalo de plata, vivo, cierto;<br />
el azogue fugaz de una sardina.<br />
En ímpetu ascendente un grito exhalas,<br />
sesgas veloz en un batir de alas<br />
y lenta salvas el vecino monte.<br />
Oh mensajera de los dioses mudos,<br />
si no te abisman huracanes rudos,<br />
devuélvele a mi alma el horizonte.<br />
Ola<br />
Surge <strong>del</strong> horizonte inalcanzable,<br />
gaviota a la distancia azul y sola.<br />
Y culmina, se encrespa y aureola<br />
en la gracia <strong>del</strong> iris <strong>del</strong>eznable.<br />
Cima y sima <strong>del</strong> ponto innumerable,<br />
huye <strong>del</strong> huracán en batahola.<br />
Y proteico zafir se tornasola<br />
bogando a derrotero ineluctable.<br />
Trampolín <strong>del</strong> bajel si no sirena.<br />
Al arribar declina la melena<br />
y súbito desplómase en la orilla.<br />
Se devora al caer. Expira en bruma.<br />
La hirió tal vez el surco de la quilla.<br />
Y yace al fin en sábana de espuma.<br />
240
Vicente Fuentes<br />
Cuando haya caído la noche inmensa<br />
Vamos, compañeros, sobre la mar resonante.<br />
En la nueva alborada veremos extrañas costas,<br />
y porque nos anima un espíritu fuerte<br />
cantaremos cuando haya caído la noche,<br />
cantaremos cuando haya caído la noche inmensa!<br />
Ella suele llegar furtivamente,<br />
y su invasión silenciosa es rauda —¡muy rauda!—<br />
y majestuosa como no lo es la <strong>del</strong> día.<br />
Corre hacia todos los vientos <strong>del</strong> mundo<br />
y nos embarga con una grave inquietud:<br />
entonces, a proa o a popa,<br />
pensamos en los distantes hogares,<br />
en las mujeres y en los niños ausentes...<br />
Cantaremos, oh compañeros,<br />
nuestras canciones ignoradas<br />
cuando haya caído la noche inmensa.<br />
Desde la hora en que partimos<br />
en las casas nuestras se hizo el silencio,<br />
y nuestras mujeres viven temerosas<br />
de tener malos pensamientos<br />
que descubra mañana, al regreso,<br />
el hombre rudo de pupila franca.<br />
Y en esta noche, y en otras noches,<br />
en los hogares arderán pequeñas luces,<br />
y se conversará dulcemente,<br />
con palabras puras,<br />
porque el recuerdo <strong>del</strong> marino distante<br />
está presente, en la penumbra,<br />
como una severa conciencia...<br />
Cantaremos, oh compañeros,<br />
nuestras canciones ignoradas<br />
cuando haya caído la noche inmensa.<br />
El agua, el salitre,<br />
el olor de las húmedas costas<br />
que traen los vientos terrales<br />
nos dan sus caricias profundas,<br />
241
y la noche, la noche inmensa...<br />
Vamos hacia los puertos poblados<br />
de mástiles y de extrañas voces,<br />
hacia aquellas mujeres frágiles<br />
que a menudo y sonriendo<br />
dejamos llenas de angustia en los puertos…<br />
Cantaremos, oh compañeros,<br />
nuestras canciones ignoradas<br />
cuando haya caído la noche inmensa.<br />
Las estrellas<br />
En el horizonte<br />
hace horas que pausadamente<br />
hundióse Venus,<br />
esplendorosa y apacible.<br />
Tendido en la playa<br />
miro cintilar las estrellas.<br />
Viven los espacios,<br />
vibra el firmamento en un solo temblor.<br />
La Estrella Polar, las Cabrillas,<br />
Orión, el ancho Camino de Santiago…<br />
La que orienta a los marineros<br />
en el desierto de altar mar;<br />
la que dice a los pescadores:<br />
¡Arriba! ¡Arriba!<br />
que ya se inclinó hacia el poniente;<br />
la que dice a los viajadores:<br />
Es la hora. Sopla la fresca brisa<br />
que aligera los caminos<br />
Y suenan las velas desplegadas<br />
y las seguras voces<br />
que se van mar afuera<br />
y las que van por los senderos olorosos.<br />
Trazando el claro signo,<br />
convención entre almas y estrellas,<br />
inicia cada hombre su faena.<br />
Alguna vez se oye una voz temblando:<br />
Cuando murió<br />
andaban las Cabrillas por medio cielo…<br />
Viven, palpitan…<br />
242
¡Qué infinita amargura,<br />
hermanos de la isla,<br />
a la disciplina de las estrellas<br />
no puedo someter mi oscura vida!<br />
Nocturno<br />
En exploración nocturna<br />
no dormido, ni despierto,<br />
me doy a pescar visiones<br />
en las riberas <strong>del</strong> sueño.<br />
Vestigios espirituales<br />
van a la deriva inmersos,<br />
perdidos en el abismo,<br />
libres de espacio y de tiempo:<br />
Tímidas revelaciones.<br />
Señales frustradas. Ecos.<br />
Consignas para escalar<br />
el balcón de los secretos.<br />
Torres, solitarias torres,<br />
anegados de silencio.<br />
Y ríos que no son ríos.<br />
Y puertos que no son puertos.<br />
Corro las playas <strong>del</strong> alba<br />
con mi botín de misterio<br />
para fijar su sentido<br />
bajo el más puro destello.<br />
Oh luz violenta, luz mala,<br />
sol, encantador perverso,<br />
mi tesoro has disipado:<br />
no me quedan ni recuerdos.<br />
Mis turbios o claros días<br />
no me duele, no, perderlos<br />
ni la opulencia de junio<br />
ni los diamantes de enero.<br />
Ya no amo sino la noche,<br />
la noche de terciopelo.<br />
Y aún más la noche infinita<br />
descargada de luceros.<br />
Cuya recóndita luz<br />
iluminará mis sueños.<br />
243
Escucha, Flor...<br />
Escucha, Flor, la dulce resonancia<br />
de los pasos de abril sobre la tierra.<br />
Anoche los oí, casi temblando,<br />
solo ante las estrellas;<br />
ansiada en la sombría ribera de mi alma,<br />
como un claro navío, tu presencia.<br />
Son las ondas sutiles<br />
que hacen viajar la savia en primavera<br />
cargada con los gérmenes florales<br />
que en los campos sin fin darán su esencia.<br />
Es la invasión vibrante<br />
que atravesando cielos de azucenas<br />
derramará sobre la tierra oscura<br />
la sonora alegría con la tierna<br />
fulguración de un transitorio imperio<br />
de fragancia, de amor y de belleza ...<br />
Anoche los oí, temblando,<br />
presente tu recuerdo y las estrellas.<br />
Tú en mí, presente siempre,<br />
criatura de abril fragante y fresca.<br />
Sed generosa, como abril conmigo.<br />
Oh, Flor, si tú me besas,<br />
victoriosa invasora de mi vida,<br />
me besará toda la primavera.<br />
Oración<br />
Señor de grave acento:<br />
guía mis pasos por esta cumbre plena,<br />
por los desfiladeros que miro más abajo<br />
y por el negro valle.<br />
No sé aún lo que he sido:<br />
si germen vivo cumpliendo su destino,<br />
si hoja caída que el viento arrastra<br />
por los campos divinos.<br />
244
Francisco Lárez Granado<br />
Si soplara norte franco<br />
—Si soplara Norte franco<br />
anclaríamos en el puerto<br />
por la mañana temprano…<br />
Al capitán enfermo<br />
lo querían los marinos<br />
porque era un hombre bueno.<br />
—Si soplara Norte franco…<br />
La Luna linda en el cielo<br />
<strong>del</strong> agua inquieta volcaba<br />
la plata de sus destellos.<br />
Ante la Virgen <strong>del</strong> Valle<br />
la mano de un marinero<br />
prendió un lucero de esperma<br />
por el capitán enfermo.<br />
En su vigilia los hombres<br />
mordían peces de silencio.<br />
Y sólo el mar en la proa<br />
gritaba de espuma ebrio.<br />
—Si soplara Norte franco…<br />
Al capitán enfermo<br />
lo querían los marinos<br />
porque era un hombre bueno.<br />
En la alta madrugada<br />
cambió su camino el viento.<br />
La luna en el horizonte<br />
arrió su vela de sueño.<br />
A los pies de la Patrona<br />
temblaba aún el lucero.<br />
Y en la mañana temprano,<br />
con Norte franco el velero<br />
llegaba al puerto de escala<br />
con el capitán enfermo.<br />
245
Umbral de ausencia<br />
Entre su ágil anillo<br />
azul de salobres besos<br />
va quedando atrás la tierra.<br />
Ante la proa <strong>del</strong> velero<br />
crece el mar. Y sus caminos<br />
sonoros, anchos, ligeros<br />
se extienden ebrios de abismos<br />
y fulgurantes de cielo.<br />
En el umbral de la ausencia<br />
los hombres se ponen serios<br />
mirando hacia atrás la tierra<br />
que se va empequeñeciendo.<br />
Y uno dice:<br />
—Es triste dejar la tierra.<br />
La tierra donde nacimos,<br />
cuando se nos queda en ella<br />
sembrado todo el cariño.<br />
Y dice otro:<br />
—Por ser tan pobre la tierra<br />
es preciso abandonarla,<br />
aunque se nos quede en ella<br />
sembrada por siempre el alma…<br />
Y les replica un tercero:<br />
—La tierra no queda atrás.<br />
La tierra no se ha perdido,<br />
porque adonde yo me vaya<br />
irá la tierra conmigo.<br />
La tierra querida y buena.<br />
La tierra que soy yo mismo,<br />
porque su pena es mi pena<br />
y la pena de mis hijos .. .<br />
Oeste, cuarta al Noroeste<br />
fija el rumbo el timonero.<br />
La brisa ancha y alegre<br />
vibra en el cordaje tenso.<br />
Contra el filo de la proa<br />
se rompe el cristal <strong>del</strong> cielo.<br />
246
Y flechando el horizonte<br />
navega raudo el velero.<br />
En tanto que hacia la tierra<br />
desvanecida a lo lejos,<br />
por el blancor de la estela<br />
van remando los recuerdos.<br />
Azul<br />
Mar: cuando me vaya<br />
no borres el camino<br />
que la nave al partir<br />
grabe en tus aguas.<br />
Déjalo intacto<br />
hasta que yo regrese,<br />
y así verás por él<br />
todos los días<br />
una mirada triste<br />
y un recuerdo<br />
que viajan juntos<br />
tras la ausencia mía.<br />
En la costa de tu cariño<br />
Niña:<br />
en la costa de tu cariño<br />
quiero olvidarme de que soy marino.<br />
Rasgar mis velas<br />
cancelar mis rutas<br />
¡y no volver a navegar más nunca!<br />
II<br />
Niña:<br />
en la costa de tus encantos<br />
quiero olvidarme de que existen barcos.<br />
Sembrar mi árbol,<br />
musicar tus lunas<br />
¡y no volver a navegar<br />
más nunca!<br />
III<br />
Niña:<br />
en la costa de tu ideal<br />
247
quiero olvidarme de que atrae el mar.<br />
Beber tu vino,<br />
saborear tus frutas<br />
¡y no volver a navegar más nunca!<br />
IV<br />
Niña:<br />
en la costa de tu cariño<br />
¡ya me he olvidado de que soy marino!<br />
Pañuelos en el mar<br />
1<br />
Por la ternura <strong>del</strong> aire,<br />
rosada, con pies ligeros,<br />
cazadora luz <strong>del</strong> alba<br />
viene flechando luceros…<br />
2<br />
Niña, me voy. En la rada<br />
me espera listo un velero.<br />
Me voy porque el mar me llama<br />
y yo soy un marinero.<br />
No sé si habré de volver<br />
a amarte bajo tu alero;<br />
yo navego por el mar<br />
y el mar es traicionero.<br />
3<br />
Por la ternura <strong>del</strong> aire<br />
rosado y de azul-acero,<br />
entre flecha y flecha vuelan<br />
los ayes de los luceros…<br />
4<br />
Niña, me voy. En la rada<br />
me espera listo un velero.<br />
Te juro que desde todos<br />
los puertos <strong>del</strong> mundo entero,<br />
por la ternura <strong>del</strong> aire<br />
te acercaré en un “te quiero”.<br />
No sé si habré de volver<br />
a amarte bajo tu alero.<br />
Me voy porque el mar me llama<br />
y yo soy un marinero.<br />
248
5<br />
Por la ternura <strong>del</strong> aire<br />
sin flechas y sin luceros,<br />
vuelan ángeles de adioses<br />
con gorras de marineros.<br />
249
Luis B. Prieto F.<br />
El caracol marino<br />
El caracol marino<br />
se tuerce en espiral<br />
dentro <strong>del</strong> cuenco de nácar barnizado<br />
donde pasa la vida<br />
para que el mar no lo penetre<br />
ni le claven sus clavos las estrellas,<br />
la luna cuando sale<br />
ni el sol cuando se va.<br />
Las dádivas <strong>del</strong> mar<br />
Te dejó el mar en los ojos<br />
viento salino en lágrimas cuajadas<br />
y un miraje de azul y esmeraldas,<br />
puso en tu oído, sonoro y musical<br />
canto de ola con rumor de espumas,<br />
deshechas al contacto de la arena.<br />
Y te sembró ambición de inmensidad,<br />
horizontes abiertos, lejanías, distancias,<br />
profundidad de sueños, altitud de luceros,<br />
y ese rielar de luna, plata sobre la ola,<br />
resquebrajado espejo en el agua deshecho.<br />
Mi mar, tu mar, sereno para el viaje;<br />
de la nave en el puente pensativo<br />
soñar, soñar y en la distancia quieta,<br />
encontrar, encontrándose,<br />
el objeto final <strong>del</strong> viaje y <strong>del</strong> regreso.<br />
Isla de Coche<br />
Desde el barco en la proa<br />
mirábamos distante<br />
hilos blancos de arena.<br />
Sobre la mar avanza la nave marinera.<br />
En aguas de esmeralda sumergida,<br />
cual cetáceo tendido entre las olas<br />
se anuncian los repechos de la isla.<br />
250
En la cercana playa columbramos<br />
el brillo deslumbrante de un desierto de sal<br />
con miseria de pueblo sembrado en los costados.<br />
Desolada visión <strong>del</strong> mundo de la espina,<br />
de veredas tortuosas dentro de la maleza,<br />
que llevan con el viento en la arena reseca<br />
un pálpito de angustias a morir en la playa.<br />
El grito desgarrado se deslizó en la brisa,<br />
la palabra era un eco <strong>del</strong> corazón dolido,<br />
canción para los sueños sin espera<br />
y tú poniendo aromas sobre el viento salino,<br />
regadas de mi mano sembradora,<br />
canto de rosa en desgajado pétalo.<br />
El alcatraz<br />
Largo el pico,<br />
como punta aguzada<br />
<strong>del</strong> elástico cuello,<br />
corta la cola,<br />
cuerpo deforme,<br />
que en pesado vuelo<br />
la amplia envergadura de las alas<br />
hace sombra en la ola.<br />
La pupila avizora<br />
atisba desde arriba<br />
sobre el mar que se mueve sin reposo<br />
y cuando inquieta salta una sardina<br />
zambulle entre la espuma,<br />
llevando el pez de plata<br />
como un brazo de cruz<br />
<strong>del</strong> pico pescador,<br />
el alcatraz.<br />
Cordilleras andantes<br />
Las gibas <strong>del</strong> camello<br />
son erectas y firmes<br />
cordilleras que andan.<br />
Nacimiento <strong>del</strong> ala<br />
251
En un revuelto mundo de hojas<br />
nace el ala,<br />
camina sobre el viento<br />
con volubles giros,<br />
tornadizo fulgor<br />
junto a la luz<br />
de una hoja que vuela.<br />
El camino<br />
El camino no es más corto<br />
porque tú corras con él.<br />
Caminar tiene su ciencia,<br />
caminar tiene su magia:<br />
un paso detrás da un paso,<br />
uno más y otro paso.<br />
Caminando va el camino,<br />
pero no pasas, pasamos:<br />
paso a paso, paso a paso<br />
sobre él pasan los pasos.<br />
Cuando se acaba el camino<br />
se termina el caminar.<br />
Matasiete<br />
En medio <strong>del</strong> camino por donde cruza el sol<br />
cuando viene <strong>del</strong> mar hacia el oeste<br />
y remojado en el celeste azul,<br />
se empina entre los flancos de rocío,<br />
estalla la mañana, aurora y canto,<br />
se desparrama desde la copa blanca<br />
para caer en la ciudad dormida<br />
que amanece despierta entre su flama.<br />
Sus laderas nacieron de la ola<br />
que salpica de espumas sus peñascos<br />
en la marina sal rebautizados<br />
de Guacuco hasta el linde de Guarame,<br />
raíces que se hunden en el agua<br />
y florecen zafiros en las nubes<br />
que empenachan las cumbres.<br />
Desde la explanada <strong>del</strong> Castillo lo diviso<br />
fincado a la distancia junto al cielo,<br />
252
unido con la mar en una mole<br />
incendiada en el pleno mediodía,<br />
mecido en el cocal de sus laderas<br />
metidas en el río.<br />
Montaña, mar y cielo en la distancia quieta<br />
dan la visión ignota de la unidad fraterna<br />
mediante el istmo de la empinada cresta.<br />
De tarde con el sol de los venados<br />
la claridad se tiñe en Matasiete<br />
de violetas y claros tornasoles<br />
que van disfuminándose en la sombra<br />
hasta que todo queda de ceniza<br />
en la mortal agonía <strong>del</strong> crepúsculo<br />
y vienen con la noche las estrellas<br />
y la luna empavona en lumbre nueva<br />
sus morriones de nubes volanderas,<br />
palomas con las alas desplegadas<br />
para formar un nido<br />
de arrullos con rocío estremecido<br />
en la fragancia pura<br />
de la flor entreabierta con la noche.<br />
Matasiete, de muerte tiene el nombre,<br />
su adjetivo es de gloria resonante,<br />
los muertos que murieron en sus flancos<br />
lapidados de piedra arrojadiza<br />
fueron soldados bruscos<br />
que empeñaron batalla entre Los Cocos<br />
para hacer sobrevivir la tiranía.<br />
Tu nombre de montaña, ¡Matasiete!<br />
es viva libertad, gallarda brega<br />
de los nombres sencillos <strong>del</strong> terruño<br />
para hacer restallar resplandeciente<br />
en amoroso abrazo compañero<br />
la independencia de la Isla.<br />
253
José Oliveira<br />
Conseja de Francisco Adrián<br />
Sin que nadie me lo cuente<br />
para que yo, con el habla<br />
«que Dios me dió», lo repita<br />
recostado de esta jarcia;<br />
por que lo vi con los ojos,<br />
que vale más que palabras,<br />
es por lo que lo revelo<br />
sin quitarle ni una traza.<br />
I<br />
Tumbada ya media noche<br />
tras el cerro de La Guardia,<br />
desde El Remate, que nunca<br />
cede ante el mar, el fantasma<br />
de Francisco Adrián se tira<br />
una vez por año al agua.<br />
II<br />
Calma chicha de luceros.<br />
Achote azul se desgrana.<br />
Cautiva sierpe de espuma<br />
continuamente se alarga.<br />
Patrullas de tigüitigüis.<br />
Insomnio de “mujas” garzas.<br />
III<br />
A nado pasa el espectro,<br />
casi fuera de la rada,<br />
por entre grávidas «burras»<br />
que p’alante i p’atrás andan.<br />
A brazo i pico <strong>del</strong> Morro<br />
al resuello pone tapa<br />
i vira hacia La Galera<br />
sin compás, sin pies, sin branquias.<br />
Toca arena tan seguro<br />
que ya no parece un alma.<br />
I cuando de sus pupilas<br />
se “desvarillan” dos ascuas,<br />
<strong>del</strong> costado se despega<br />
un geme y medio de guaica.<br />
254
¨<br />
I V<br />
Avanzando con sigilo,<br />
que es gemelo de su audacia,<br />
hijo’er diablo escala el muro<br />
i se le pone a horcajadas.<br />
¿Qué le dice el moriquite<br />
que le roza con el ala?<br />
V<br />
Les va clavando uno a uno<br />
gris relámpago de rabia.<br />
I todos, todos se quedan<br />
como vi que se quedaran<br />
en noches calamitosas<br />
los peces que el “turbio” vara.<br />
Sangre en almenas, garitas,<br />
celdas, escaleras. Hasta<br />
los propios cimientos llega<br />
el pleamar de roja savia.<br />
Nadie allí queda, ninguno<br />
—¡ningunito!— con garganta.<br />
El totem macanagüero,<br />
con un lauro en cada zarpa,<br />
está suelto, íngrimo i… Sólo<br />
dos testigos lo acompañan:<br />
el arcángel de la muerte<br />
i la miel de la venganza.<br />
I V<br />
Francisco hacia el otro mundo<br />
desde la explanada salta:<br />
cohetón que se hace trizas<br />
al primer claror <strong>del</strong> alba.<br />
El aire se despereza,<br />
i por sobre milenaria<br />
ruta de sal, esmerila<br />
San Telmo su pompa vacua.<br />
VII<br />
Matasiete mató Ocho<br />
en la juangrieguera playa.<br />
255<br />
Caracas, 1952.
Conseja de Ana Rojas<br />
I<br />
Los indios en el tormento<br />
espantosamente gritan:<br />
—Enterramos... Uno i uno...<br />
Saco i saco... Pisa i pisa...<br />
Mas, ¿dónde los enterraron?<br />
No saben de eso ni pizca.<br />
El ama los llevó lejos<br />
i sólo estaban con vista<br />
ella, la mula cargada<br />
l Dios que todo lo mira.<br />
Coléricos marañones<br />
ascuas de acero les hincan,<br />
pero por más que los cuerpos<br />
se retuercen i se crispan,<br />
lo que solamente logran<br />
es que los labios repitan:<br />
—Enterramos ... Uno i uno....<br />
Saco i saco... Pisa i pisa...<br />
se sale por las heridas<br />
l cuando agónico paro<br />
en los corazones brinca,<br />
todo el antillado cielo<br />
se cubre de mostacillas.<br />
I I<br />
—Atiéndeme, Ana de Rojas;<br />
te perdonaré la vida.<br />
Así, bien mirado, mucho<br />
sales ganando, i mezquina<br />
será tu pérdida, porque<br />
tú seguirás siendo rica.<br />
256<br />
Lope de Aguirre, El Tirano,<br />
no quiere dejar las islas.<br />
(¿Es cierto que Ana de Rojas<br />
ayunándole vigilias,<br />
ha puesto todas las perlas<br />
a salvo de su codicia?)<br />
Para encontrarlas, don Lope<br />
suelta a su rigor las bridas.<br />
(Del nacarino tesoro<br />
diz que consiguió noticia<br />
por propia boca de alguna<br />
endemoniada chinigua).
¿Acaso puedo llevarme<br />
tus barcas, siervos i fincas?<br />
Te perdonaré; no dudes,<br />
que mi palabra es consigna.<br />
¿Dónde enterraste las gemas?<br />
¿Dónde están las margaritas?<br />
¡Por Satanás! ¿Hablas? ¡Habla!<br />
El furor se me desquicia.<br />
Ana de Rojas, no puedo<br />
esperar más, llevo prisa.<br />
¿En dónde las sepultaste?<br />
¿En cuál infernal centina?<br />
¿Me guiarás allí? Responde.<br />
¡Maldición con esta harpía!<br />
III<br />
Pincel de menguada luna<br />
el inmóvil rostro limpia<br />
de sombras de muerte i noche,<br />
i pavorosa sonrisa,<br />
que se sujeta a los labios<br />
con airada esterotipia,<br />
muestra su lívido triunfo<br />
ante las miradas indias.<br />
Ana cuelga de la rama<br />
en mudez definitiva.<br />
Un cocuyo pasajero<br />
la frente de azul le nimba.<br />
La mortaja caudalosa<br />
de su cabellera tinta<br />
forma con su saya blanca<br />
un contraste que da grima.<br />
De pronto, así, tal parece<br />
una inmensa golondrina.<br />
IV<br />
Toda la noche estuvieron<br />
llorándola las guarichas,<br />
los chinchorreros, los piones,<br />
los que custodian la linfa<br />
i los buzos de cabeza<br />
que ignoran lo que es asfixia,<br />
i que si resuello toman<br />
es sólo de aire una ñinga.<br />
257
V<br />
Ana de Rojas, el rumbo,<br />
que mi pensamiento siga,<br />
cuando de tu fortaleza<br />
indague la esencia viva,<br />
ha de ser hacia el distante,<br />
imperecedero clima<br />
en el que la huella heroica<br />
de tu espíritu culmina.<br />
I si cuando toque el aura<br />
con que la gloria te nimba<br />
quieres, Ana, darme perlas ...<br />
¡Dame las de tu sonrisa!<br />
Ñero arbolario<br />
Es antes de que el sueste se remonte.<br />
Ya se ha quedado muda la chulinga.<br />
Ven, sirenita, ven... En La Restinga<br />
puntual estoi, con Mano Saltamonte.<br />
Guiña su ojo lunar el horizonte.<br />
El tabú no me arredra ni una ñinga.<br />
Un sismo se desguaza en el mandinga,<br />
porque un pez celestial cae <strong>del</strong> monte.<br />
Comboyada conmigo está en su mata<br />
una luz-de-santelmo de hojalata.<br />
Los moriquites rozan mi aventura.<br />
(Acaba de llegar Mano Conejo)<br />
I cuando el agua, al fin, vara su espejo,<br />
añingotado aguaito su figura.<br />
258<br />
Caracas, 1953.<br />
Caracas, 1958.
P. C. Vásquez Vásquez<br />
El ansia grande de mi pueblo<br />
En su rancho frente al mar,<br />
porque la tierra está seca,<br />
está triste Antonio Vásquez.<br />
Con toda el alma quisiera<br />
transformar el agua azul<br />
para la sed y las siembras.<br />
De pronto nace su canto:<br />
es la suave malagueña<br />
que el marino de la Isla,<br />
cuando el horizonte otea,<br />
desgrana como un rosario<br />
desde su pobre vivienda,<br />
el barco o desde la playa<br />
hundida en la blanca arena,<br />
Y va diciendo su copla:<br />
Porque esta tierra está seca<br />
tengo en el mar mi “conuco”<br />
que me da en ruda faena<br />
para mi ropa y mi vida,<br />
para mi familia entera.<br />
Este terrón tan hermoso<br />
sólo se convierte en gema<br />
de verdor y da sus frutos<br />
cuando la lluvia lo riega<br />
¡por un capricho de Dios,<br />
por un capricho cualquiera!<br />
Empujada por la brisa<br />
es una porción de seda<br />
ese canto <strong>del</strong> marino,<br />
que es su dolor y su queja<br />
por no poder su “conuco”<br />
trasbordarlo para tierra.<br />
Así subiendo hasta el cielo<br />
va esa angustia sincera.<br />
259
*<br />
Ante el anhelo <strong>del</strong> hombre<br />
la compañera que es buena<br />
y que llaman Ana Flor,<br />
guaiquerí de pura cepa,<br />
lo arropa con su mirada<br />
¡y así se rompe la queja<br />
y el corazón <strong>del</strong> marino<br />
es cual la noche serena!<br />
*<br />
Las horas fáciles pasan<br />
y la aurora que se acerca<br />
les hace ver el capricho<br />
<strong>del</strong> que todo lo gobierna.<br />
—Mira, dice a la mujer,<br />
de donde el agua orillea<br />
hasta morir muy adentro,<br />
se ve una mancha morena<br />
en el azul de la mar.<br />
—¡Es que ha llovido y la tierra<br />
con apremio de muchacha<br />
se ha lavado sus tristezas!<br />
*<br />
El marino ve la barca,<br />
mas quiere dejar la pesca:<br />
piensa que ya su “conuco”<br />
¡debe plantarlo en la tierra!<br />
Presentimiento<br />
En pie de sentimiento<br />
deslicemos la barca ...<br />
Tan azul está el mar<br />
como el ensueño que nos nutre.<br />
En conjunción de afectos<br />
adentrémonos firmes<br />
y cuando regresemos<br />
lucirá en nuestro puerto<br />
la luz de un mundo nuevo<br />
¡tan grande y armoniosa como el mar!<br />
260<br />
1942.<br />
1945.
Renacer<br />
Hojas secas<br />
en desechos.<br />
Peces muertos<br />
fosforescentes en !a playa<br />
que el mar<br />
—ayer viejo cantor—<br />
inconsciente<br />
va arrojando<br />
—como un gigante indigesto—<br />
en cada Plenilunio.<br />
Bellezas enlutadas,<br />
hedor envolvente.<br />
Paisajes desvaídos,<br />
obscuros, perdidos ...<br />
Gentes que huyen<br />
en tropel<br />
de tanta podredumbre.<br />
La Esperanza<br />
es el asidero de la angustia,<br />
Se agita el corazón<br />
como una ola,<br />
y cuando todo parece naufragar<br />
nace un nuevo Cosmos<br />
como Dios mismo<br />
sin guarismos ni cálculos.<br />
Frustración<br />
Se fueron por caminos distintos<br />
con ansias sembradoras.<br />
En las alforjas simientes<br />
de ideales fecundos.<br />
Viajaron por variados senderos<br />
y al final se encontraron<br />
decepcionados y fríos.<br />
Las pasiones tremendas,<br />
al contacto disímil,<br />
ensuciaron sus almas<br />
y ahora son tan diferentes.<br />
261<br />
1956
Luis Castro<br />
Normal<br />
Estoy hecho un hombre normal.<br />
262<br />
El lugar donde pienses, allí<br />
es tu ciudad.<br />
Conciencia.<br />
Mi ideal por un instante me deja solo<br />
y se encarama en el techo de mi pobre vivienda.<br />
—He comido. He bebido.<br />
Cuando está conmigo me agobia<br />
y llevo los hombros hundidos.<br />
Costa<br />
El mar.<br />
Cínico,<br />
no hace más que reír<br />
reír.<br />
Sátiro,<br />
posee la playa histérica.<br />
Las olas voluptuosas<br />
copulizan las rocas.<br />
Hay espasmos de espumas.<br />
Parque<br />
En los puertos de verano<br />
las cigarras día tras día<br />
barcos sin carga<br />
movilizaron sus grúas<br />
(interminablemente)
Sombra<br />
Cae la noche cristalina.<br />
La culebra de hombres se alarga,<br />
se acorta<br />
se despereza<br />
jadea…<br />
Mi alma va sombría.<br />
Mi rostro va sombrío.<br />
Soy todo yo una figura tétrica<br />
bajo la manta flácida.<br />
Al lado mío marcha también mi sombra<br />
Sobre ella<br />
voy hilvanando una leyenda heroica.<br />
Un… Dos…<br />
La culebra de hombres ha enfilado hacia oriente.<br />
Un… Dos… Un… Dos…<br />
Marchando encasillado<br />
entre paredes de fusiles<br />
me siento como la piedra:<br />
Hombre-idea que se fuese incrustando en la tierra.<br />
Martillan mis oídos<br />
los taconazos de las botas férreas.<br />
Un… Dos… Un… Dos…<br />
Balneario<br />
Sobre la superficie como sobre una cuerda,<br />
Ella<br />
—acróbata horizontal-<br />
hace gimnasia<br />
Me he sumergido.<br />
Pez lívido, en sus ojos<br />
he bebido sus ojos.<br />
¡Floto!<br />
Al verla se empañan mis pupilas luminosas.<br />
Su melena lacia de olas,<br />
marinera de brisa<br />
me destrenza los músculos.<br />
263
Y naufragando en ella, flaqueo sobre las ondas.<br />
¡Comprendo ahora la fascinación de las sirenas!<br />
La compañera<br />
¡Podemos ir juntos los dos, por esta senda, compañera!<br />
Nos encontramos sin habernos visto.<br />
Tienes tú, como yo, la pupila tranquila<br />
ante el peligro que es la vida siempre.<br />
Por esta senda, sin la inquietud primera,<br />
podemos ir juntos los dos,<br />
al paso firme de una vida nueva.<br />
Lo presiento en tus ojos: escudos hechos a una misma desdicha.<br />
No se alterará el ritmo de esta etapa bella.<br />
Me lo dicen tus manos sin esquiveces, secas, sedosas<br />
como la piel de . las frutas maduras.<br />
Me lo dices tú misma, caminando a mi lado, despreocupada,<br />
porque esto es como un sueño que se sabe que es sueño.<br />
Tu voz extraña y tímida<br />
me acerca a ti y me hace vivir algún paisaje ausente.<br />
Aferrados el uno contra el otro: ¡qué color el <strong>del</strong> cielo!<br />
a ambos lados ¡cuán magníficos verdes!<br />
Sobran palabras.<br />
Llevándote a mi lado toda íntegra,<br />
puedo ver a mis anchas, pensar si quiero...<br />
¡Y, tú, niño mimado, paladeando tu propio corazón!<br />
Ayer se murió Luis Castro<br />
Gloria tocan las campanas<br />
porque los dobles le duelen.<br />
Lo mató una pena dulce<br />
que se le pegó <strong>del</strong> alma.<br />
En andas de su penita<br />
se va camino <strong>del</strong> valle.<br />
264
Ignoran su itinerario<br />
porque cantó a las estrellas<br />
y amó la mar profunda.<br />
No tuvo tumba en la tierra:<br />
los vientos para llorarlo<br />
hacen lutos de vacíos.<br />
¡Se va despacito y solo!<br />
En su casa no encontraron<br />
sino unas pocas palabras.<br />
Dejó una fila de amigos<br />
y una esfera de hermanos.<br />
Los campos en sus responsos<br />
pasan rosarios de espigas.<br />
Lo amortajaron las brumas<br />
con serafines de estrellas.<br />
—Lucerito, lucerito<br />
dijeron las fuentes claras,<br />
Ayer se murió Luis Castro<br />
cantemos porque su alma<br />
trae una lágrima viva.<br />
Caminito, caminito<br />
—las rosas ,y hierbas verdes—<br />
caminito, caminito<br />
hoy tendremos nuevo ocaso.<br />
La luna fría, indiferente<br />
paseaba en otros lugares,<br />
no desveló los senderos<br />
al paso <strong>del</strong> que se iba…<br />
¡Y el alma de Luis Castro<br />
vivió solamente un día!<br />
265
Heraclio Narváez Alfonzo<br />
Prevención para el viaje<br />
Con maderas de árboles recién nacidos<br />
en el corazón <strong>del</strong> bosque inexplorado,<br />
construiré un navío<br />
para ir en tu búsqueda.<br />
Lo adornaré con jazmines de mar,<br />
cortinas martilladas de brisa,<br />
calcomanías de sol sobre paredes viajeras<br />
y variados jarrones de plata de peces.<br />
En las bodegas hondas<br />
donde un cocuyo sería un astro<br />
y una abeja una orquesta <strong>del</strong> bosque<br />
llevaré sal y miel para las libaciones.<br />
En la angustia <strong>del</strong> viaje<br />
pienso cómo será tu cuerpo:<br />
¿pulido como piedra de playa?<br />
¿Tendrá la suavidad de la espuma,<br />
la armonía de la ola<br />
y el remoto fulgor de la estrella?<br />
¿Cómo será el instante<br />
cuando te descubran mis ojos náuticos?<br />
¡Cuando te acaricien mis manos marineras!<br />
¡Cuando escuche tu voz de sirena!<br />
Pero si no te encuentro,<br />
en alta mar mi brújula se quedará loca<br />
y yo estaré siempre<br />
con los ojos agudos de clavar horizontes.<br />
El viejo marinero<br />
El viejo marinero —desgastado<br />
el fulgor de los ojos navegantes,<br />
no firme el pulso, el corazón cansado—<br />
sueña con tiempos idos, ya distantes.<br />
266<br />
1938.
El mar inmenso, el mar de los gigantes<br />
sintió su paso recio en el costado,<br />
cuando las tempestades inquietantes<br />
bullían movidas por un Dios airado.<br />
El viejo marinero, vida aciaga,<br />
pálida luz que el huracán apaga<br />
en el anochecer de la esperanza.<br />
Es hoy como el navío abandonado,<br />
como el cauce por siempre desechado,<br />
como una sombra que la noche alcanza.<br />
Se va la Virgen <strong>del</strong> Valle<br />
Nubes teñidas de luto<br />
visten el cielo en la tarde<br />
mientras se borra la grana<br />
<strong>del</strong> crepúsculo distante.<br />
El mar se lanza a la costa<br />
como furia de abordaje,<br />
el viento es viento que silba<br />
en las drizas de la nave.<br />
Dicen los viejos marinos:<br />
no es buen tiempo para el viaje<br />
sin embargo, pobre Ñero,<br />
¡se va la Virgen <strong>del</strong> Valle!<br />
Rompieron la tradición<br />
cuenta el hombre de la calle<br />
y sus palabras resuenan<br />
con un acento que es grave.<br />
No respetaron los siglos<br />
ni la leyenda <strong>del</strong> Piache,<br />
ni el sentimiento <strong>del</strong> pueblo<br />
que estas cosas bien las sabe.<br />
Contra el querer popular,<br />
con el viento de la tarde<br />
en su viaje a Tierra Firme<br />
¡se va la Virgen <strong>del</strong> Valle!<br />
Rostros tristes, ceños duros<br />
que la noticia contrae,<br />
palabras de desconsuelo,<br />
267<br />
1952.
miradas como en desaire.<br />
Expresiones de la angustia<br />
que a todos el alma invade:<br />
dolor traducido en lágrimas<br />
que sobre la playa cae.<br />
Marineros de Juangriego,<br />
pescadores <strong>del</strong> Guamache,<br />
guaiqueríes <strong>del</strong> Poblado,<br />
¡se va la Virgen <strong>del</strong> Valle!<br />
La Isla quedó vacía,<br />
sin luz, sin vida, sin aire,<br />
hueca de toda esperanza<br />
como si no hubiera nadie.<br />
Toda el alma de esta tierra<br />
al mar se ha ido de viaje;<br />
quedamos a la deriva<br />
sin tener ya quien nos salve.<br />
Contra la voz popular,<br />
con el viento de la tarde<br />
sin quererlo, pobre Ñero,<br />
¡se fue la Virgen <strong>del</strong> Valle!<br />
268
Margarita Esparta<br />
Cayuco<br />
(coplas marineras)<br />
Mi cayuco es el caballo<br />
en el que salgo a galopar:<br />
cuando parto como . un rayo<br />
por los caminos <strong>del</strong> mar.<br />
Cayuco, indio guayquerí,<br />
pintado de verde limo,<br />
¡cómo te quiero yo a ti!<br />
¡cómo te quiero y te estimo!<br />
Cayuco, indio caribe<br />
con capa de sol y sal,<br />
tu nombre de rey lo escribe<br />
la reina espuma <strong>del</strong> mar.<br />
En mi cayuco de plata<br />
yo pesco mi corocoro<br />
cuando la red se desata<br />
¡ya mi cayuco es de oro!<br />
Estatua de sal<br />
La emoción<br />
—alta marea—<br />
Asciende por mis nervios…<br />
Lo cubre todo en su oleaje manso…<br />
Yo era estatua de sal, que hoy se deshace<br />
entre el agua salobre de tus manos.<br />
Cae lentamente la tristeza mía;<br />
se ha deshecho en tu mar la fría estatua.<br />
No hay que mirar atrás:<br />
¡Desde hoy, la vida<br />
tendrá para los dos un mismo cauce!<br />
269
Ansias de amar<br />
¡Cómo siento mi cuerpo estremecerse<br />
con el ansia de amar!<br />
cómo me envuelve en sus sutiles velos<br />
y acaricia y arrulla<br />
toda la inmensidad!<br />
El sol, que enciende chispas en mi pelo;<br />
el viento, que me lanza las hojas de los árboles<br />
y abulta, revolando,<br />
los pliegues de mi traje...<br />
El mar, que arroja bocanadas tibias<br />
con olores de limos y de algas;<br />
el golpe de sus olas en mi oído<br />
tiene músicas raras...<br />
¡Cómo siento mi cuerpo estremecerse<br />
con el ansia de amar!...<br />
¡Cómo me envuelve en sus sutiles velos<br />
y acaricia y arrulla<br />
toda la inmensidad...!<br />
Reencuentro<br />
Renegué de mi sangre,<br />
me olvidé de mi origen,<br />
desorientada caminé por el mundo<br />
y regresé a mí misma.<br />
Sólo ahora cuando me encuentro<br />
—planta marina en auroral renuevo—<br />
puedo sentirme fuerte.<br />
Es mi sangre india,<br />
que volvió por sus fueros<br />
y me grita: «cobarde»...<br />
cuando evadirme anhelo.<br />
Soy presa de ella.<br />
Mis venas son juncos que me atan<br />
y dominarme quieren.<br />
270
Sólo ahora puedo llegar a las playas de mi isla<br />
y llamar míos los guijarros<br />
y las conchas marinas.<br />
Con sus nácares puros<br />
fabricaron collares mis abuelos<br />
y se engalanaron en las noches de luna<br />
para bailar en sus fiestas,<br />
en los tiempos remotos<br />
cuando aún no habían llegado las carabelas.<br />
Después...<br />
los hombres blancos se llevaron las perlas.<br />
No más collares, no más fiestas.<br />
Se llevaron también la sangre<br />
y la mezclaron para formar la raza nueva.<br />
La raza india se sintió dominada<br />
e inclinó la cabeza.<br />
Pero la sangre estaba alerta.<br />
¡Algún día sería más fuerte!<br />
Y le quitó el valor al que se fuera,<br />
al que quisiera renegar de ella.<br />
Por eso he vuelto<br />
a buscar en mis playas nuevos bríos,<br />
a bucear en mi mar la fortaleza.<br />
En ese mar zalamero que me cuelga<br />
collares de verdes musgos<br />
cual esmeraldas inmensas...<br />
Yo los luzco como atributos indios,<br />
en las fiestas de sol, cuando me baño<br />
o en la arena descansa mi cabeza,<br />
coronada de menudas algas<br />
que se enredan en mi revuelto pelo.<br />
¡Ahora puedo correr por las playas de mi isla<br />
y llamar míos los guijarros<br />
y las conchas de nácar!<br />
271
Francisco N. Castillo<br />
Alba en la playa<br />
El alba puso sobre la playa<br />
tajadas de melón<br />
y en las crestas de los pájaros<br />
un sin fin de amarillas latitudes.<br />
Los crustáceos fumaron<br />
en boquillas de nácar<br />
y dejaron ceniza dorada<br />
en las axilas de las caracolas.<br />
Sin el auxilio de una estrella<br />
A la espuma<br />
le duele el arco-iris<br />
de su cielo.<br />
A la espuma<br />
que navega al lado <strong>del</strong> velero.<br />
A la espuma<br />
que morirá andando<br />
sin el auxilio de una estrella.<br />
Agonía <strong>del</strong> lucero en el pozo<br />
No era amor ni sed. Angustia era<br />
de mirarse en las aguas desde el cielo<br />
Era en la superficie una quimera,<br />
herido en la distancia y en el vuelo.<br />
Tejió de luz su araña marinera,<br />
hizo red de hojas secas. Tuvo celo<br />
de la brisa que espiaba pasajera<br />
su inquietud, su dolor y su desvelo.<br />
Bajel a la deriva. Otro lucero<br />
lo creyó astro ahogado, prisionero,<br />
semejante a un pálido guijarro.<br />
272
El pozo hundió sus ojos para verlo,<br />
en la orilla sin luz quiso cogerlo<br />
y se ensució las manos con el barro.<br />
Elegía a un barco encallado<br />
Otrora<br />
inquieto caminante<br />
sobre el azul ilímite.<br />
Hoy<br />
de espaldas al mar.<br />
El bauprés en un punto muerto.<br />
Muerto el horizonte.<br />
En la playa quedó<br />
una herida profunda.<br />
Atrás todos los rumbos,<br />
todos los puertos,<br />
todas las latitudes.<br />
Fríamente el espacio<br />
—partida en dos la brújula<br />
Muerto el grito <strong>del</strong> hombre.<br />
En el estradivario<br />
se han puesto a secar los horizontes.<br />
El viento dejó sobre la playa<br />
un túmulo de espumas<br />
y una espiga de sal en la serviola.<br />
Alegorías<br />
1<br />
Ni para angustiarse<br />
sirve uno.<br />
Ni para pedirle al viento<br />
la frustración de la palabra<br />
ni ser necio<br />
para que lo entiendan las paredes.<br />
Restaurar el deseo<br />
como para hacer inútil el viaje<br />
273
2<br />
Ante el grito <strong>del</strong> náufrago<br />
claudicaron los vientos.<br />
Y claudicó tu voz<br />
ante lo inesperado de tu ausencia.<br />
Uno a uno, mis pasos,<br />
uno uno resentidos,<br />
dolientes...<br />
Y me juego el último camino<br />
y tú vences<br />
porque sueñas con barcos imposibles.<br />
3<br />
Si te toco<br />
es porque quiero poner<br />
en la punta de mis dedos<br />
la hostia de tu carne<br />
y bendecir con ella<br />
todos mis sentidos.<br />
Poema para el amor y el viaje<br />
Mujer,<br />
sobre tu humana geografía, toda isla:<br />
Puerto de mis ansias.<br />
Un gallardete rojo en el cordaje.<br />
Tu cabellera presta como el viento<br />
para atar mis navíos.<br />
Busco en la piel de tu pecho<br />
islas arrodilladas,<br />
frutas con sabor a guarura,<br />
a caracol de playa.<br />
Mujer<br />
en tu cuerpo marejadas de angustias<br />
flotando como veleros sin capitanes.<br />
Esta tarde hubo leva en el puerto,<br />
hice de marinero y en la noche<br />
un lucero me guiñó la pupila.<br />
Tú estabas junto a mí<br />
toda montaña, toda latitud,<br />
274<br />
a Gladys
tú y el deseo<br />
ardiendo en lámparas de vendaval.<br />
Mujer<br />
por esta ruta desolada<br />
—cauce de mi suerte—<br />
azul y cielo a la deriva.<br />
Atrás la isla con inmigrantes y extraños,<br />
aquí un puerto<br />
con un faro de aceite<br />
girando como un hombre.<br />
¡Qué le importa a la vida<br />
si en mi pipa no hay humo<br />
y mi bolsillo tenga un agujero<br />
por donde se puedan escapar tus ojos!<br />
En esta noche de tormenta<br />
juntos haremos de capitanes<br />
y anclaremos en el puerto <strong>del</strong> alba.<br />
Vengo de la remota herida...<br />
Amo desesperadamente<br />
tu quietud mancillada.<br />
Paz soy.<br />
Vengo de la remota herida<br />
que abrió el acero a los altivos camaradas,<br />
para descender<br />
a la raíz íntima de los árboles,<br />
y fundir nuevo aliento,<br />
nueva savia,<br />
para que haga perdurable el sonido<br />
y la paz en los hombres.<br />
275
Francisco Gutiérrez<br />
El mar de oscuro fondo<br />
Redondo abismo trazó un arco de luz<br />
en los días de infancia, el Mar de Oscuro <strong>Fondo</strong>.<br />
Suave la brisa traía olores de arrecifes amanecidos<br />
que embriagaban la batalla <strong>del</strong> cangrejo<br />
y envolvían el clamor de los buzos<br />
que huían de la codicia de los mercaderes de perlas.<br />
El hombre lavaba su pellejo curtido por la sal<br />
y se comían sus ansias desvelos tras desvelos<br />
evidenciando el porvenir.<br />
Era cuando mi padre se perdía en las altas mareas<br />
nocturnas para bajar al fondo de los acantilados.<br />
Yo le seguía mordiéndole los pies en la alborada<br />
hasta tocar el justo límite de las madréporas.<br />
Azulosa la noche alumbraba un toro desbocado<br />
y tempestuoso que cuajaba en desolación<br />
la inmensidad marina.<br />
Hombres y veleros rizaban el viento de la muerte<br />
y encadenaban el dolor y la amargura para arribar<br />
airosos a las playas <strong>del</strong> llanto y de mis días.<br />
Del fondo iba emergiendo como un parto,<br />
como una floración el lanchón de la pesca<br />
que entumecidas manos rescataban<br />
de la profundidad secreta.<br />
Con su rescate púrpura esperanza alumbraron<br />
mis deudos <strong>del</strong> olvido sus noches preñadas<br />
de desamparo y hambre.<br />
Él y yo éramos una aventura heredada<br />
de la primera huella que roturó las rutas<br />
de mi Isla encantada; encantada por su embriagante luz.<br />
276
Este nombre<br />
Arcángeles de barro<br />
en el costado<br />
lamen ácidos huesos diluidos<br />
mientras en el muro áspero<br />
de la noche aúllan<br />
perros encarcelados.<br />
Caballos enlunados trotan<br />
sobre la desvergüenza<br />
de estos días.<br />
Se percibe el murmullo<br />
chorreante <strong>del</strong> festín,<br />
expulsando... quebrantando.<br />
A la mesa se alinean<br />
los que no fueron convidados.<br />
Y en jardines <strong>del</strong> aire queda<br />
colgando el vaho de la afrenta.<br />
Este nombre transcurre, palpita,<br />
está en la sopa cotidiana,<br />
y estalla al paso de las lunas menguadas.<br />
Mis calcetines rotos<br />
se han quedado vacíos.<br />
Mis zapatos <strong>del</strong> olvido continúan<br />
la rutina <strong>del</strong> escarabajo.<br />
Quema el sol en estas latitudes.<br />
Desde mi ventana miro caer la lluvia.<br />
El fulgor de las aguas limpias<br />
la infamia de las horas.<br />
Alguien pregunta por este nombre.<br />
Recordando a Langston Hughes<br />
“Sobre el inmenso mar” boga<br />
la agonía de Langston Hughes.<br />
Apretados entre sus manos lleva<br />
un libro de relatos y un canto<br />
triste como mi corazón de infierno.<br />
277
Cada mañana recorre las calles<br />
de su ciudad retorcida en hierros fríos.<br />
Por sus ojos y su piel cruza la orfandad<br />
que le quema y sube en espiral<br />
y baja lentamente para ser pan de muerte.<br />
Alguna vez le vi en la Quinta Avenida<br />
en una tertulia de la tarde neoyorquina.<br />
Tenía el rostro afable de los niños<br />
y dialogaba sobre una inmensa crueldad.<br />
Había en sus palabras y pensamientos<br />
el designio de un decir elegido y claro<br />
como su inmenso mar.<br />
Era —si se quiere—, el auriga de la esperanza<br />
de una humanidad dolida hasta los tuétanos.<br />
Un acento global caía sonoro y revestía<br />
la tarde de infinitos presagios.<br />
Yo iba de América <strong>del</strong> Sur. En mis pupilas llevaba<br />
retenida toda la furia <strong>del</strong> mar y sus criaturas.<br />
Era un marinero en puerto que recorría<br />
la turbia y triste noche de Harlem.<br />
El abandono nocturno traía lejanas ansias<br />
en medio <strong>del</strong> turbión humano.<br />
Los de su raza se embriagaban de tanto soportar un espeso dolor.<br />
El clamor torturaba al poeta.<br />
Por su voz se escapaban tristísimos lamentos<br />
de los negros como esgrimiendo desde un oscuro fondo.<br />
Bajo la noche tensa se esparcía<br />
una angustia ronca que viene de los siglos.<br />
Un grito hondo retumbaba contra los murallones<br />
de su ciudad y estremecía el verde<br />
de los campos de Louisiana.<br />
Un viento de cenizas recorría la noche de Harlem<br />
Y secaba el llanto y apagaba<br />
las voces acorraladas.<br />
Bajo una atmósfera gris, de habitación deshabitada<br />
y diluido por un laberinto deshumanizado<br />
que fluye a la orilla <strong>del</strong> Hudson,<br />
transcurre la vida de Langston Hughes.<br />
278
Mariposa nocturna<br />
Gira<br />
Revoletea sobre el azul <strong>del</strong> humo<br />
las alas sin cesar abanican el vaho<br />
de licores ardientes<br />
La luz traspasa el cortinaje opaco<br />
Transcurren las horas<br />
la medianoche Y continúa girando<br />
como danza inconclusa.<br />
Sus alas no se pliegan<br />
al cono de la noche<br />
Finos hilos de encaje avivan las miradas<br />
que la asedian ....<br />
Con música de carne su cadera describe<br />
círculos en el aire<br />
Va y viene acompasando el filo de las horas<br />
Vende el licor Brinda sonrisas y escapa girando girando...<br />
Se derrama el licor Ya es tiempo de partir<br />
Sus alas casi no aletean<br />
Ha sellado la noche la ebriedad<br />
Y camina<br />
hacia la calle<br />
Bajo el rumor una estrella lejana<br />
pinta el amanecer.<br />
279
José Elías Villarroel<br />
Tragedia marina<br />
Punto Margariteño<br />
Levan anclas y la nave<br />
Luce su blanco velamen<br />
Hacen <strong>del</strong> rumbo un examen<br />
Juega la ola en su estrave.<br />
Como una mística clave<br />
La estela en su timón brilla<br />
Un triste fulgor la humilla<br />
Por un mar vasto y desierto<br />
Y dejando triste el puerto<br />
Se fue la linda barquilla.<br />
Cual cendal en leve bruma<br />
La barquilla se estremece<br />
Anida el cuerpo, se mece<br />
Y besa la rizada espuma<br />
Un fuerte fulgor la abruma<br />
Por un oleaje muy feo<br />
En un cruento besuqueo<br />
Se abre paso en la negrura<br />
Conquistando su aventura<br />
Al impulso <strong>del</strong> deseo.<br />
El viento la desvanece<br />
Con su violento furor<br />
Y va engendrando el terror<br />
Do la barquilla perece.<br />
Su frágil mástil se mece<br />
Lidiando en el balanceo<br />
Los lampos <strong>del</strong> burbujeo<br />
No cesan su conmoción<br />
Vi en el mar esta pasión<br />
En su incansable traqueo.<br />
Mas de pronto, por levante,<br />
Un punto negro acrecienta<br />
Se desata una tormenta<br />
Y ruge el mar como un gigante<br />
280<br />
Se fue la linda barquilla<br />
Al impulso <strong>del</strong> deseo<br />
Y en su incansable traqueo<br />
Dejó muy lejos la orilla.
Perdida y agonizante<br />
voló <strong>del</strong> mástil la astilla<br />
Rompe el huracán su quilla<br />
Y en la espantosa faena<br />
La nave en la cruel escena<br />
Dejó muy lejos la orilla.<br />
Amanecer venezolano<br />
Llega el alba mensajera<br />
Con sus poéticas tintas<br />
Y las mañanas son distintas<br />
Allá en la fresca ribera.<br />
El rocío cae e impera<br />
su frescor como un prefacio.<br />
Encrespan su pelo lacio<br />
Los herbáceos parajes<br />
Más tarde va entre celajes<br />
El sol dorando el espacio.<br />
Besa el páramo la nieve<br />
Que nidifica en la flora<br />
Y son lágrimas de aurora<br />
Lo que en las mañanas llueve.<br />
En el horizonte se mueve<br />
La melancolía que adoro<br />
Mas al contemplar demoro<br />
Cuando en la celeste gruta<br />
Marca el sol su tenue ruta<br />
Con sus reflejos de oro.<br />
Bordean las nubes raudales<br />
Dulces y frescos lentiscos<br />
Cuando amortiguan sus discos<br />
Las estrellas aurorales.<br />
Los pintorescos cristales<br />
Nidifican su tesoro<br />
Ante el tintineo sonoro<br />
Que la campana ejecuta<br />
Y allá en la celeste ruta<br />
Se ostenta cual meteoro.<br />
281<br />
1942.<br />
El sol dorando el espacio<br />
con sus reflejos de oro<br />
se ostenta cual meteoro<br />
en nubes color topacio.
Juguetean lindos destellos<br />
En los fondos azulinos<br />
Espejismos ambarinos<br />
Saturando fiordos bellos.<br />
Efluvian lampos y sellos<br />
A bullir en el espacio<br />
Mágico, dórico palacio<br />
Do el sol radiante y pirático<br />
Siembra su disco enigmático<br />
En nubes color topacio.<br />
Mi bahía<br />
Punto Margariteño<br />
Entre conchas nacaradas<br />
Remos y anclas de barco<br />
Yo vivo sobre un arco<br />
De armonías resaladas<br />
Contemplo velas doradas<br />
Mástiles en movimiento<br />
Y aves que <strong>del</strong> firmamento<br />
Bajan al cristal marino<br />
En ese mismo camino<br />
Se oye cantar el viento<br />
En las horas vespertinas<br />
De mi preciosa bahía<br />
Efluvia la poesía<br />
Sobre las ondas marinas.<br />
Ellas se hacen cantarinas<br />
Con su vaivén que no falla<br />
Y al salpicar la muralla<br />
Del rocalloso remate<br />
Ya han librado otro combate<br />
Entre las redes de malla.<br />
Viviendo entre caracoles<br />
Algas y ostras abiertas<br />
Sueño que estoy a las puertas<br />
De un paraíso de soles.<br />
282<br />
1948.<br />
Se oye cantar el viento<br />
Entre las redes de malla<br />
Y flamean en la playa<br />
Las velas de un pensamiento.
Me inspiran los arreboles<br />
Cuando una gaviota ensaya<br />
Su raudo vuelo y desmaya<br />
Devorando sardinitas<br />
Sus alas son dos velitas<br />
Y flamean en la playa.<br />
En esa náutica perla<br />
De velas, besos y alas,<br />
Se encuentran también las galas<br />
Del dolor y la miseria.<br />
Seres en contienda seria<br />
Buscan el diario sustento<br />
El erizo suculento<br />
La almeja y el mejillón<br />
Y estos versos que son<br />
Las velas de un pensamiento.<br />
283
Rosauro Rosa Acosta<br />
Tono, el vigía<br />
Es de madrugada grande,<br />
—fiesta de luz en el cielo—,<br />
<strong>del</strong> camino de Santiago<br />
cuelgan maduros luceros.<br />
I la brisa clava espinas<br />
¡sobre la carne <strong>del</strong> puerto…!<br />
Tono sacude el bostezo<br />
para desterrar el sueño<br />
y se encamina a la playa<br />
por la hebra <strong>del</strong> sendero.<br />
La Salina le sonríe<br />
con la humedad <strong>del</strong> sereno,<br />
y un perro estira un ladrido<br />
para el saludo fraterno.<br />
Vigía de aguaje y cardumen<br />
—alcatraz <strong>del</strong> ver certero—<br />
viene puliendo su “A bordo”<br />
con el trapo <strong>del</strong> silencio.<br />
La ardentía pone en sus ojos<br />
gotas de avaros destellos<br />
y su voz de caracol<br />
nimba de angustias el cerro.<br />
Mundos de botes y redes<br />
—volcán de músculos tensos—<br />
persiguen en la penumbra<br />
el rumbo <strong>del</strong> grito recio.<br />
La voz de “¡Caló el mandinga!”<br />
afinca garras de anhelos<br />
y canciones jubilosas<br />
alegran la faz <strong>del</strong> puerto.<br />
A Tono lo encontró el sol<br />
feliz y firme en el cerro<br />
izando trapos de triunfo<br />
sobre las manos <strong>del</strong> viento!<br />
284
Cuando el chubasco<br />
En la alta madrugada, bajo la furia <strong>del</strong> viento,<br />
en la negrura espesa de las nubes,<br />
los ojos te buscaron<br />
¡Estrella <strong>del</strong> Norte ... !<br />
Iba loca la brújula ...<br />
El foque se retorcía de cólera...<br />
El chubasco zapateaba —borracho— sobre la arboladura...<br />
Un golpe de mar<br />
le apagó la pipa al viejo contramaestre, un golpe de mar<br />
que contestó la ofensa con un escupitajo ...<br />
Al pinche, el bautizo de tormenta<br />
lo acunó en la bodega<br />
¡abriéndole los ojos desmesuradamente ... !<br />
Raudas flechas de luz cruzaron el espacio<br />
y loca marejada se quebró en las espaldas de los marinos atribulados...<br />
Entonces,<br />
más fuerte aún que el viento<br />
se oyó la voz de mando:<br />
—¡Arria las velas...!<br />
I en pleno corazón de la noche<br />
quedó el palo mayor<br />
¡como una virgen tísica ...!<br />
Playeras<br />
Ay, novia <strong>del</strong> Mar, Marina.<br />
Novia <strong>del</strong> Mar, marinera.<br />
Tus ojos en la alta noche<br />
trazan rumbos de recuerdos...<br />
Un pañuelo de alta nube<br />
te buscaré en algún puerto:<br />
pañuelo de hondo suspiro<br />
donde anudar este anhelo:<br />
De ver tus ojos, Marina<br />
como reliquia en mi cuerpo.<br />
285
De ver tus labios, Marina,<br />
tatuados sobre mis besos...<br />
Ancla firme en tu cariño.<br />
Puerto tranquilo en tu sueño.<br />
Un gallardete de dicha<br />
enarbolado en mi pecho.<br />
I un ansia de no irse nunca<br />
de la bondad de tu alero.<br />
Borrando en tus ojos negros<br />
los puertos <strong>del</strong> derrotero.<br />
Ay, novia <strong>del</strong> Mar, Marina.<br />
Novia <strong>del</strong> Mar, marinera.<br />
De estrellas, perlas, corales<br />
que jugaron con luceros:<br />
te haré, Marina, un collar<br />
para anudar el recuerdo:<br />
de aquel adiós que fue un beso<br />
en la penumbra <strong>del</strong> puerto...<br />
Aquel llanto, aquel gemido...<br />
Aquel volar <strong>del</strong> pañuelo:<br />
gaviota de eterno adiós,<br />
tijereta de tu duelo…<br />
Desde la borda <strong>del</strong> barco<br />
voló mi adiós lastimero.<br />
Mi adiós en cinta de llanto<br />
y en nudos de sentimientos.<br />
Un adiós de “no te vayas”.<br />
Una promesa: “Yo vuelvo”.<br />
I un suspiro navegando<br />
entre mi pecho y tu pecho.<br />
Mas los años han pasado,<br />
Marina, y tu marinero,<br />
¡no regresó por la ruta<br />
que le trazaron tus besos...!<br />
286
Pleamar<br />
Esta noche, el mar tiene el corazón desbocado.<br />
Conversa y ríe con las viejas goletas,<br />
mientras corre descalzo como un niño en la playa.<br />
Los marineros beben luces en el remanso<br />
y entonan coplas de lejanas querencias.<br />
En faros de ardentía viene la madrugada.<br />
(Cuchillo azul de sueño, semilla de faena).<br />
Alto crisol de luna va fundiendo velámenes;<br />
y al gritar sus adioses las drizas y estayes,<br />
el viento corta sombra, estelas y espumas<br />
y siembra carcajadas en los surcos <strong>del</strong> puerto.<br />
Invitación en la alta madrugada<br />
De madrugada grande nos iremos<br />
cantando silenciosamente...<br />
¡A nuestro paso estirarán los perros<br />
en lánguidos ladridos sus ensueños<br />
y afinarán los gallos sus gargantas<br />
como heraldos <strong>del</strong> matinal concierto…!<br />
Ven a mirar conmigo los remansos<br />
donde buscan corales los luceros…!<br />
¡De madrugada grande iremos<br />
como dos sombras por la orilla <strong>del</strong> puerto!<br />
¡En esa hora el mar cuenta sus penas<br />
y sueñan los balandros lejanos derroteros!<br />
¡Y el viento se hace niño<br />
poniéndose a jugar sobre las velas...!<br />
¡De madrugada grande iremos<br />
a arrancarle a la noche sus presagios<br />
y a escuchar la canción de los cantiles<br />
y a sentir el bostezo de las piedras...!<br />
¡Vamos a ver de cerca a Venus<br />
que se prendió un brillante de hermosura<br />
para coquetearle a los luceros…<br />
y para que admires la Cruz <strong>del</strong> Sur<br />
que es una flor de fe que adorna al cielo!<br />
287
Oye el eco de pasos en la arena:<br />
¡Son los marinos que viajan a la ausencia!<br />
¡Y ese eco, esa voz, ese latido,<br />
son los fuertes latidos de mi anhelo...!<br />
Escucha:<br />
Dentro <strong>del</strong> pecho me crece este cariño<br />
¡Dámele tu cariño para el riego...!<br />
¡Que esta noche me nace este deseo<br />
de que nazcas conmigo en el ensueño...!<br />
Por la sangre me está corriendo ahora<br />
esta mezcla de limo y de silencio;<br />
¡y me golpea la sangre apresurada<br />
el aroma <strong>del</strong> alga anochecida<br />
que se ha puesto a dormir en tu cabello...!<br />
¡Vamos junto a las piedras...¡<br />
¡Vamos a hollar la arena...!<br />
¡Vamos que los suspiros<br />
quieren quebrarme el pecho...!<br />
¡Ya tengo siete mares en la sangre<br />
y tengo mil estrellas en los ojos<br />
y tengo un huracán en las arterias<br />
y en los oídos furiosos me golpean<br />
los apretados puños de los vientos…!<br />
¡Qué dulce fruta de tus labios!<br />
¡Qué aroma el de tu cuerpo…!<br />
¡Qué divinas las gotas de rocío<br />
que brillan como perlas en tu noche!<br />
¡Vamos!<br />
¡Cuando venga la aurora<br />
con su sonrisa fresca<br />
yo tendré de tu cuerpo apagado el anhelo,<br />
e irá en tu pecho navegando<br />
el amor maternal que te ha nacido<br />
entre aromas de mar y de luceros…!<br />
¡Deja que el aire se perfume<br />
con la apretada flor de tu silencio…!<br />
288
Emira Rodríguez<br />
La casa de alto<br />
Cuando en la isla se acabaron las perlas<br />
Marval arrió las velas<br />
y partió hacia la tierra verde<br />
que detenía las nubes en el norte<br />
espejismos de sal<br />
fueron poblando Nueva Cádiz<br />
que poco a poco se desmoronó en sus fantasmas<br />
escudos toscamente tallados en la piedra porosa<br />
con sus muros de adobes deslizándose al mar<br />
de donde no emergieron más los de recios pulmones<br />
estallados frente a la codicia<br />
como anémonas<br />
buceaban hasta las siete brazas<br />
con el resuello fácil<br />
por la cosecha de no bastarles nunca a los colonos<br />
las mujeres agachadas abren ostras<br />
en torno a las pequeñas pirámides<br />
de podredumbre y nácar<br />
Fueron partiendo todos<br />
Algunos llevaban sus escasos aperos y unas bolsas de esparto<br />
llenas de margaritas como si fueran<br />
suspiros de los indios muertos<br />
otros se alejaron con una canción<br />
o con un hijo<br />
Cada vez rinde menos<br />
ya se fueron Juan López y Ramón Melgar<br />
para occidente y el agua en tierras de caribes<br />
nos cuesta dos días de navegación y sangre<br />
y estas casas vacías<br />
está rondando la muerte en Cubagua<br />
viene <strong>del</strong> mar también como la vida<br />
subir y respirar un rato<br />
más perlas quiere el blanco más perlas<br />
en el fondo se enrojece el mar<br />
Por la mañana pasa<br />
un aire de afilada transparencia<br />
289
un olor como de algas podridas ,<br />
brotadas en la playa después de la tormenta<br />
y un zumbido de insectos<br />
le despiertan<br />
y aparecidos son<br />
los sueños<br />
los escorpiones que solían habitar<br />
entre las cañas bravas y las tejas<br />
la extensa soledad <strong>del</strong> mar<br />
argentado que hablaba<br />
desde el fondo <strong>del</strong> silencio<br />
y las medusas y las fosforescencias<br />
que encendían la noche de allá abajo<br />
porque a veces la noche<br />
se quedaba prendida de las ostras<br />
y aquella luz no la de Nueva Cádiz<br />
le fue creciendo dentro mientras crecían<br />
a media legua de la costa<br />
en pasando unas colinas redondas que parecen tetas<br />
despacio los tallos<br />
de la fanega de maíz que le habían dado<br />
naturales de la Punta de Piedras<br />
que también compañía le dieron<br />
En los charcos dejados por las lluvias<br />
que comenzaron a llamar los nortes<br />
se miran pájaros rojos de altas patas<br />
blancos y cenizos<br />
que vuelan agrupados por colores<br />
con una cierta lentitud que al mentado Marval<br />
le pone la nostalgia lejos<br />
le va naciendo un alma<br />
gallego canario o extremeño<br />
marino de ocasión porquero soldado de fortuna<br />
ya no maneja el arcabuz ni rema<br />
que apacentar carneros<br />
le procura carne cecina y pieles<br />
y un queso curtido como<br />
la guayquerí que le parió<br />
seis hijas hembras todas<br />
que han de ser paridoras<br />
como conviene para sembrarse definitivamente<br />
más allá <strong>del</strong> cardón y de los arenales<br />
290
en la casa que no es ya caney ni rompevientos<br />
sino que levantada con sus propias manos<br />
tapiando entreverados de caña de los pantanos<br />
con unos muros de barro amasados con hojarasca y paja<br />
que los <strong>del</strong> lugar terminan recubriendo<br />
con un techo de palmas<br />
y llaman bahareque<br />
No sabe que está fundando<br />
Hato<br />
Solar<br />
Combates<br />
tropa sangre<br />
que trigo no<br />
porque hay frutos nuevos en la isla<br />
de pulpa como carne de indios<br />
y la de los cardones rojas<br />
coronadas de espinas<br />
y los mameyes y los cotoperíes<br />
y el mango de cachetes jugosos<br />
que chorrean dulzor y trementina<br />
y hasta se quema el cuero con el sol<br />
A veces un canto remonta el olvido<br />
las cosas permanecen<br />
y pasa un aire cargado de arenisca.<br />
*<br />
Llegando desde el mar se va subiendo<br />
una cuesta empinada<br />
anubarrada a veces que refresca<br />
el trote de las caravanas de muleros<br />
en las trochas y picas holladas antes<br />
por pisadas silenciosas<br />
en la sierra que los naturales llaman Guararia Repano<br />
y se divisa desde lo alto <strong>del</strong> mar<br />
con un techo de cirros suspendido<br />
sobre el desierto azul<br />
y en bajando la visión la costa sur <strong>del</strong> monte<br />
aquesta villa recién nacida en la idea<br />
que impulsara la conquista <strong>del</strong> valle<br />
a regir “el real o los reales de minas que estuvieren<br />
pobladas en todos los términos de esta ciudad”<br />
que había nacido fundación minera<br />
en pos <strong>del</strong> oro sobre los restos <strong>del</strong> hato que poblara<br />
Francisco Fajardo pero su destino había de ser<br />
de rurales fatigas<br />
291
al amparo <strong>del</strong> cerro que la defendía de las embestidas<br />
de corsarios y ciclones<br />
que barrían poblaciones enteras de la costa<br />
Ines just coming a 150 kilómetros por hora y están evacuando las gentes de los litorales a tierra<br />
adentro en las plantaciones de café de las laderas de la sierra y en los cacahuales de Barlovento<br />
que los barcos soltaron amarras todos en los puertos<br />
no sabemos aún cuáles daños en las refinerías de oriente y <strong>del</strong> carguero que debía atracar en el<br />
puerto no hay noticias<br />
Preston el pirata encontró solitaria la ciudad y al caballero de mula Alonso Andrea<br />
de Ledesma<br />
quien le hizo frente solo armado de su lanza<br />
y la humedad bajando desde las vertientes<br />
en forma de neblina<br />
y la bondad <strong>del</strong> suelo<br />
mitigando las fiebres de conquista<br />
al tiempo que se enciende el trigo en las cosechas<br />
por las hondonadas y el molino en las orillas <strong>del</strong> Anauco<br />
un poco más arriba de Las Vueltas<br />
crecerán las barracas<br />
que la Compañía de Guipúzcoa<br />
construirá en lugar de frescura<br />
para la harina de los monopolios<br />
y se techen las casas con cogollo porque tejas no hay en el lugar<br />
y las acequias que corriesen por “la calle se abra e se enlosse e pase por debajo<br />
de las dichas lossas” el agua de las vertientes<br />
A Gabriel de Ávila le entregaron<br />
la vara de Alcalde y las tierras<br />
que costean la serranía<br />
las aguas que de ella iban bajando<br />
en murmullos a nuevas consecuencias<br />
y la realidad de la inmensa muralla<br />
que significa el cerro que separa<br />
a la ciudad <strong>del</strong> mar<br />
y le llamaron Ávila<br />
que para llegar a la costa<br />
camino obligado de vituallas para los colonos<br />
y papeles con el sello <strong>del</strong> Rey<br />
habían convertido en picas las pisadas de indios<br />
—que conocían todos los recodos <strong>del</strong> monte en trajín silencioso—<br />
292
angosta bordeando precipicios<br />
pegados como liendres a las rocas<br />
y hendeduras de cuarzo<br />
entretejido de granates rojos y verdes<br />
costeando las hondonadas y las culebras<br />
cargados para el trato <strong>del</strong> contrabando con la isla<br />
de donde vienen pesquerías de perlas hamacas pencas de sisal<br />
para las cuerdas y lienzos de algodón y sal de Araya<br />
y el Procurador General dio aviso al Ayuntamiento<br />
“que los caminos que van a la costa de la mar y lugares<br />
de esta Gobernación están muy arruinados y perversos<br />
y que se andan con mucha dificultad” y eran las picas<br />
de los indios escondidas de piratas<br />
y algunas cómodas para el camino de Santiago de León<br />
el rumor de la espesa muchedumbre de avispas<br />
que puebla el día de la playa se ha de ver confundido<br />
con el de seres que despiertan de hibernación después<br />
de siglos el capitán Juan de Rivero y aquel Galeas<br />
“marañón” que volvía <strong>del</strong> tirano Aguirre<br />
mientras pasan bólidos rojos niquelados revestidos<br />
de cuero y exotismo desde donde los ruidos parten<br />
sin lograr apagar el que fabrican los centauros miedosos<br />
de las motocicletas<br />
el Coppertone bronceador en crema o en spray<br />
lo compraremos al salir de la autopista<br />
que partiendo <strong>del</strong> abra de Catia<br />
—ya lo habían ideado los constructores <strong>del</strong> camino<br />
empedrado que pasaba por los Castillos y por la vuelta de Pedro García<br />
con un radio de visión de veintidós leguas—<br />
atraviesa los viaductos hechos por franceses<br />
y los dos túneles de Boquerón iluminados<br />
tal que parecerá la luz <strong>del</strong> día<br />
nos hallaremos en minutos en el club <strong>del</strong> litoral<br />
para el week-end de lagartos al sol<br />
y almorzaremos en “El Rey <strong>del</strong> Pescado”.<br />
Cuando comienzan a morir los días <strong>del</strong> año<br />
la sierra se viste de una yerba color de amaranto<br />
que llaman capinmelao<br />
y produce al ordeño una leche muy dulce<br />
cuando los ganados usan pacer en ella<br />
al declinar el día<br />
con los rayos oblicuos <strong>del</strong> sol en los salientes<br />
se inaugura un incendio calmoso que ilumina el tiempo<br />
de los cañaverales las altas chimeneas de las moliendas<br />
293
los edificios en propiedad horizontal<br />
y hasta los anuncios al neón de la publicidad<br />
que será dueña de todos los sentidos<br />
el funicular ascenderá diagonalmente hasta la cumbre<br />
y esos lirios azules que crecen espontáneos<br />
y que veré también en Orotava<br />
parecerán estalagmitas en los bordes <strong>del</strong> inmenso boquete<br />
que en la selva penetra ascendiendo<br />
la serranía de Guararia Repano<br />
a la que dieron por nombre Ávila.<br />
Regresé al puerto<br />
cuando los alcatraces<br />
volvían al farallón aquella noche<br />
olí despacio los aromas que<br />
cortaban el aire<br />
el hombre de los ojos rasgados<br />
me dijo:<br />
tú eres la hija de gaudio<br />
yo no sabía por qué<br />
después de tantos años<br />
cuando los faroles encendían<br />
las esquinas<br />
frente a las cancelas me eché a reír conmigo.<br />
Nota: Los textos históricos entrecomillados han sido tomados <strong>del</strong> libro Camino<br />
de la Mar, de Manuel R. Rivero. Lees just coming es el título de una novela excelente<br />
<strong>del</strong> escritor español Alfonso Grosso. N. <strong>del</strong> A.<br />
294
Juan Salazar Meneses<br />
Caballo muerto en la playa<br />
Cuando una araña teje bajo el relámpago<br />
es más bello que galope de faisán<br />
bajo la lluvia.<br />
Y la rosa tras los telégrafos<br />
emprende sus caballos al oeste,<br />
siempre al oeste.<br />
¡Viento estéril de la roca!<br />
Sal blanca y rosa de los acantilados,<br />
duerme, tu más puro sueño.<br />
Duermes, cuando el viento asciende<br />
un naipe a un antiguo velero<br />
donde reposa una guitarra muerta.<br />
Duermes, cuando el mar semeja un dios<br />
y muere un caballo hechizado por un astro.<br />
Caen los párpados. En la playa un anciano<br />
silba una extraña balada, en tanto, veo<br />
tu rostro impasible de cielo.<br />
Un día cuando el viento fue joven<br />
Un día cuando el viento fue joven,<br />
subió al cactus y a su fruto<br />
de encendida furia.<br />
Un día claro de abril<br />
llegó al estuario<br />
y dio rienda hacia el agua,<br />
moviendo las flores y el vientre<br />
de dócil nieve de los gansos.<br />
Las canoas volaban y los peces<br />
sobre la esmaltada laguna<br />
volaron también.<br />
El viento como un alto bajel<br />
entre las lianas sin historia,<br />
enredándose en el mangle<br />
donde el verde mejillón<br />
espera una boca para morir<br />
en sorbos lentos y <strong>del</strong>icados.<br />
295
Y fue el viento<br />
buscando en sueño<br />
lo que no existe.<br />
Hurgando las colinas,<br />
rondando los nopales<br />
crecidos por la Luna.<br />
Recitando a los árboles muertos,<br />
al verde ausente<br />
y al apagado manantial<br />
su fábula ya antigua:<br />
Constrúyeme una casa alta y blanca.<br />
Constrúyeme un jardín<br />
de amapolas sangrientas.<br />
Fue el viento en acecho<br />
de todo aquello que le concierne:<br />
Los muros y las rosas.<br />
Levantando en la espuma<br />
un paso hacia la luz.<br />
Fue el viento<br />
sobre mi isla<br />
extendiendo su red,<br />
su sueño de piedra pómez.<br />
Fue el viento<br />
levantando la tierra escarlata,<br />
rodeando la salina<br />
como una gran luna.<br />
Tuvo el viento<br />
un sueño todo blanco<br />
con los jirones de la ropa<br />
y el humo de la cocina<br />
donde se quema el erizo,<br />
El viento<br />
no cesa de darle<br />
vueltas al nopal<br />
y a la exaltada rosa.<br />
Hombre de la península,<br />
hombre de mano dura<br />
296
y dedos ágiles<br />
de contar estrellas.<br />
Yo te he visto caminar<br />
por todos los caminos de la luz<br />
inundado de tristeza.<br />
Yo te he visto soñar<br />
en el tedio <strong>del</strong> mediodía,<br />
(bajo el oboe de las colinas)<br />
con campos de algodón<br />
y viñas más verdes que las olas.<br />
Inclínate, recoge la amable profusión<br />
de tus cabellos, riega los geranios<br />
y vuelve tus miradas al azul deslumbrado.<br />
Bellas hijas <strong>del</strong> estío.<br />
¡Cuántas hambres!<br />
¡Cuántas lunas de hambre<br />
llevas en tu vientre!<br />
Grácil y divina paciencia<br />
de transmutar a la red un sueño.<br />
Todavía el mar<br />
no ha cambiado de azul al verde<br />
cuando tus gritos salen <strong>del</strong> mangle.<br />
Me quito la sal<br />
de los párpados y miro:<br />
El perro en el aire blanco<br />
olfatea la ortiga,<br />
una perdida música.<br />
¡Tierra blanca!<br />
Sosegada dulzura.<br />
“Belleza castigada y risueña”.<br />
No conoces sino la luz.<br />
No conoces sino la piedra.<br />
No conoces sino el viento<br />
que llega dos veces<br />
y no dice su nombre.<br />
El cactus: can<strong>del</strong>abro azul.<br />
No conoces sino el polvo<br />
que rodea la iglesia<br />
como una corona de murmullo.<br />
297
No viene la ausente, la tácita,<br />
La voz de los manantiales segados.<br />
Tu única fuente es la luz.<br />
Te envuelve como nieve alada.<br />
Te crea jardines,<br />
flores para tu sueño.<br />
Tierra ¡Yo te beso el alma!<br />
Tus árboles muertos<br />
donde alguna vez<br />
se abre la flor en un ruido de alas.<br />
Y el viento puro entre las ramas<br />
despojando los pájaros<br />
y la sal de las rosas.<br />
Hombre de mar, el aire de mar<br />
sube a tu frente y tus sueños vuelan.<br />
Y el viento que vuelve, único,<br />
desafiando los rojos desfiladeros<br />
y las hierbas sin memoria.<br />
¡Cómo evitar la mudez<br />
de esta tierra que no hace sino soñar!<br />
¡Cómo calmar su sed<br />
si la madrépora y el caracol marino<br />
sólo son los gozosos amantes de la luz.<br />
Es la mañana la que yo aspiro.<br />
Bien quisiera volver a este lugar<br />
después que la lluvia despeje<br />
el sueño de la tierra,<br />
y la cubra de renovado verdor,<br />
y pueda montar a la palma,<br />
abrevar mi sed con los dorados frutos.<br />
El ciego<br />
El ciego duerme. Un viento blanco<br />
lame sus ojos grises.<br />
El pudo ver los astros<br />
que se esconden en los árboles huecos,<br />
las piedras negras que lanza<br />
298
la tempestad a la llanura.<br />
¡Piedad, Señor! “El mar oxida las espadas”,<br />
¡en la noche mi cráneo se evade en un fuego azul!<br />
No veo nada... Legiones, banderas, la luz<br />
huye a un bosque abandonado.<br />
Mi cráneo está seco. Vienen naciones victoriosas,<br />
balandros en un fuego de oro<br />
rechazan las sombras,<br />
mas yo nada tomaré que no sean mis espectros.<br />
¡Piedad, Señor! Eleva esta corneta roja,<br />
devuelve al diluvio el arco-iris.<br />
Adiós, la ciudad te abandona,<br />
incéndiase como un navío, adiós.<br />
Alba<br />
Entonces memoria, yo podría<br />
ver el alba<br />
en un pueblo de pescadores.<br />
El gusano <strong>del</strong> sol vomita su blanca seda.<br />
Largos cuerpos de oliva<br />
extraen <strong>del</strong> mar: sábalos, salmones.<br />
Peces con boca de mujer<br />
cantan en su jaula de plata.<br />
Siemprevivas, nomeolvides que flotan,<br />
y la sal pegada a nuestros labios.<br />
Esta es mi tierra. Esto es lo que amo.<br />
Gente cándida que blasfema<br />
al filo de luna y los naranjos.<br />
El tejido <strong>del</strong> viento<br />
me conduce a la infancia.<br />
Niños juegan con tierra color de manzana.<br />
Sobre sus cabezas un diluvio de azul.<br />
299
José Rosa Acosta<br />
El viaje<br />
Me voy.<br />
Llana, sencillamente me marcho con el viento.<br />
Me voy porque la protesta <strong>del</strong> cangrejo no pudo descifrarse.<br />
Porque en vano las palmas se rasgaron el pecho con la brisa.<br />
Porque hasta la piel <strong>del</strong> paisaje ha sido mercantilizada.<br />
Porque cuesta moneda hasta el último matiz de las escamas.<br />
Me voy porque el caracol es un niño imbécil<br />
que se tragó un bombillo de linterna,<br />
dejó la quietud de los acantilados,<br />
se dio baños de ácido muriático y se vino<br />
a vivir en las vitrinas entre deformes niñas de cachipo.<br />
Me voy porque el brazo que lanzaba el arpón<br />
se curva servil sobre las maletas.<br />
Me voy porque las rockolas se tragaron el polo<br />
con sus fauces de ballena horripilante.<br />
Volveré con la tempestad.<br />
Volveré a decir a los cangrejos<br />
que no han alzado en vano su macana iracunda<br />
Convoco desde hoy al tiburón,<br />
al pez-espada,<br />
a todas las aguamalas <strong>del</strong> océano<br />
y a toda la genealogía de los tembladores.<br />
Los convoco para el día <strong>del</strong> juicio final en los acantilados.<br />
Para el día de sacar la canoa de los museos.<br />
Para el día de quitar esa ridícula cinta de nylon a los sombreros de cogollo.<br />
Para el día de romper las hojas de almanaque,<br />
las guías de viaje<br />
300
donde se vende la imagen <strong>del</strong> hombre<br />
que remienda la red,<br />
a quien no le pagaron por retratarse.<br />
Me voy porque la mano que ganaba una parte<br />
se extiende para pedir una propina.<br />
Me voy porque la imagen abandonó<br />
sus vestiduras sencillas,<br />
sus modestos haberes y maneja grandes,<br />
exhorbitantes cifras controladas<br />
en máquinas I.B.M.<br />
Me voy porque la gaviota ya no me pertenece.<br />
Ni siquiera levaré el ancla en este viaje.<br />
Cortaré a ras de borda las amarras.<br />
De un manotazo soberbio romperé la choza<br />
que construyó mi amor sobre la arena<br />
para que nuestra hospitalidad no continúe<br />
sirviendo de cartel a los vendedores de paisaje.<br />
Para que nuestro múltiple, profundo amor al prójimo<br />
no sirva de cuña radial a los traficantes.<br />
Me voy porque la atarraya se ha prostituido<br />
y está ahora pescando telarañas a la entrada<br />
de los hoteles y de los aeropuertos.<br />
Me voy con el grito prepotente de los vigías.<br />
Con el resuello monstruoso de los buzos,<br />
me marcho en esta leve brisa que desteje la bruma.<br />
Los convoco para el día de sacar<br />
la comparsa <strong>del</strong> pent house<br />
y traerla a las esquinas.<br />
Para el día de abaratar el milagro.<br />
Para el día de sacar al hombre <strong>del</strong> sótano<br />
y de los lavaplatos<br />
para sentarlo en el banco de mura.<br />
Tempestad de tempestades<br />
será nuestro regreso.<br />
301
Será el día de rescatar la luz.<br />
El día en que los ociosos<br />
que se han apoderado <strong>del</strong> mar<br />
sabrán lo que es una marejada.<br />
Será su hora y punto de saber<br />
lo que duele el silencio de los moluscos.<br />
La noche de la noche<br />
es una grieta<br />
Fosforescente gota persistente.<br />
La noche de la noche<br />
2<br />
Engendro de la arcilla<br />
y <strong>del</strong> relámpago<br />
Eterna noche.<br />
Aurora fugitiva<br />
Todo se ha vuelto desleída luna<br />
Ya todos los rincones de la tierra<br />
congregaron su sombra amenazante<br />
3<br />
La soledad da brincos prepotentes.<br />
Concurro a mis altares devastados.<br />
Testigo soy de mí. Frente a la sombra<br />
rindo mi testimonio sin palabras.<br />
4<br />
Desdibuja en mis manos las caricias.<br />
Cercena aquí los labios que besaron.<br />
La noche de la noche salta y ruge.<br />
Ni siquiera migajas de cocuyos<br />
ha colocado el viento en los tejados.<br />
5<br />
Habito un duro pueblo solitario.<br />
Pueblo sin agua, ni óleos de bautismo<br />
Sobre excesiva sal pueblo sembrado.<br />
Limitado por ángeles y cuevas.<br />
Limitado por alas y abismos.<br />
Prisionero de lobos sedentarios<br />
y una falsa esperanza en el ombligo.<br />
1<br />
302
6<br />
Ya el camino no es ida ni regreso<br />
Tan sólo nos sentamos a su orilla.<br />
Lo demás es la sangre con su urgencia.<br />
El viento pasa susurrando angustias<br />
hacia su eterna soledad vacía.<br />
7<br />
Mueren también las hojas.<br />
Inoído boquear de las estomas.<br />
De color a color mueren las hojas.<br />
Canto final para la isla verdadera<br />
Sumergida ciudad. Ciudad perdida<br />
perdida y rescatada para el sueño.<br />
Ahora dejo mi voz, mi luz, mi odio<br />
para ir a vivir a tus escombros.<br />
Sólo me llevo un canto, canto mudo.<br />
—cadáver de mi canto sólo llevo—<br />
Yo seré el habitante de tus ruinas,<br />
ahogado para siempre de silencios.<br />
Desnudo de mi vida y de mis gritos,<br />
me voy todo quietud, puro, sereno.<br />
Congrega tus fantasmas submarinos<br />
para la bienvenida que ya llego.<br />
Encuerda una guitarra milenaria<br />
con la sal más amarga de tu pecho<br />
y pulsa en la mudez de tus balcones<br />
sus bordones de siglos y misterios.<br />
Qué bien será la vida de mi muerte<br />
en tus parques de algas predilectos.<br />
Recostaré la frente de una ola<br />
para pensar olvidos en tu seno<br />
Desandaré tus calles y tus patios.<br />
Sepultaré mi paso en tus veredas.<br />
Me beberé tu mar como una copa,<br />
Isla-Verdad. ¡Oh, gracia verdadera!<br />
Balandra prisionera entre dos aguas<br />
el todo de mi ser a ti se aferra.<br />
Acógeme en tu amor Cubagua mía.<br />
Hártame de tu paz, madre serena.<br />
303
Arrúyame este sueño sin mañana,<br />
que ya el llamado oí de mi sirena.<br />
La sirena<br />
La muerte frente al mar, no es esa sombra inútil<br />
que emerge de la espuma, se adormece en la arena;<br />
La muerte frente al mar es una gracia antigua<br />
que emerge de la espuma, se adormece en la arena;<br />
se cuelga de los ojos amaneceres claros,<br />
se perfuma los senos con marinas esencias.<br />
Corales milenarios le custodian la risa<br />
y un ecuador de nácar le ciñe las caderas.<br />
La muerte frente al mar es una niña loca<br />
que liberta las anclas, rompe cascos y velas.<br />
Se acuesta por las noches con marinos borrachos<br />
y le arruya con cantos la final borrachera.<br />
Hoy estuvo pulsando su canción en mi barca<br />
y enloqueció la aguja de mi rosa viajera.<br />
Preciso es pues que parta para este inmenso viaje<br />
hacia un puerto de olvido con la antigua sirena.<br />
Discurso incoherente para retornar a la bohemia<br />
Perdón, perdón, se ha terminado el humo<br />
¡Oh! Dios, ¡Oh! cantinero,<br />
trae hasta mí ese cáliz de espumas<br />
y por favor, ¡Oh! Dios, no me lo apartes nunca.<br />
Dejadme con mis huesos llorar hasta la muerte <strong>del</strong> vino.<br />
Mi cielo está en la uva.<br />
Hoy vuelvo con mis pasos hasta la doncellez<br />
de las palabras tontas…<br />
…¡¡Fraternidad infinita!!<br />
Para inventar hermanos.<br />
Para tener mil novias por el mundo,<br />
hacedme un Rocinante de espumas.<br />
Quiero manos morenas que me enciendan la pipa.<br />
Quiero senos morenos que me enciendan la sangre.<br />
Quiero mi novia gorda de saliva viscosa<br />
la más borracha y triste de las hembras <strong>del</strong> Bar.<br />
Hermano, acerca a mí este cáliz.<br />
Mujer, acerca a mí tu infinita, tu verdadera tristeza.<br />
¡Oh! Dios. ¡Oh! Cantinero,<br />
acerca a mí este cáliz<br />
y por favor, ¡Oh! Dios no me lo apartes nunca.<br />
304
Jesús Rosas Marcano<br />
El caracol de las horas<br />
Una cobija de arena<br />
y una sirena de sal,<br />
dijiste que te trajera<br />
de su viaje, el capitán.<br />
Ojitos de café tinto<br />
que se bebieron el mar.<br />
El muelle mojó el retrato<br />
de toda su antigüedad.<br />
la tarde —flor de agonía—<br />
se desprendió <strong>del</strong> ojal.<br />
Se durmieron las gaviotas<br />
y no llegó el capitán.<br />
Llegó la sombra a la playa<br />
y no llegó el capitán.<br />
El faro abrió cien caminos<br />
y no llegó el capitán.<br />
Ojitos de café tinto<br />
¡qué humedecidos están!<br />
Sin la cobija de arena<br />
sin la sirena de sal.<br />
El caracol de las horas<br />
en su furtivo cristal<br />
dejó cautiva la noche<br />
y toda el agua <strong>del</strong> mar.<br />
Llevo chipichipe en concha<br />
El sol dijo adiós al mar,<br />
son las seis de la mañana,<br />
las dulces chipichiperas<br />
fortalecieron sus maras<br />
y van regando el camino<br />
con el amor de sus playas.<br />
305
El aire amplio y absoluto<br />
lleva música y plegarias<br />
y en festiva romería<br />
va voceando la muchacha:<br />
—¡Llevo chipichipe en concha!...<br />
—¡Llevo guacuco ejuyao!...<br />
La sonora entonación,<br />
el rumbo indica Agua’e Vaca,<br />
muy atrás se quedó Atamo<br />
para buscar La Portada.<br />
Pasa a El Mamey, a El Copey<br />
y se interna en La Otrabanda.<br />
El Otro Lado <strong>del</strong> Río<br />
pone límites a su marcha.<br />
Casi está lista al regreso<br />
la muchacha de la playa<br />
y muestra a una compradora<br />
que lo sobrado remata:<br />
—¡Fíjate, mujer de Dios,<br />
cómo se me hinchan las patas!<br />
Con un nuevo peso encima<br />
emprende el regreso a casa:<br />
cuatro cocos, treinta mangos,<br />
un torno rojo de caña,<br />
un casabe fresco y blanco<br />
con una cruz apagada<br />
y un ancho sufrir ignoto<br />
en el interior <strong>del</strong> alma.<br />
Empieza a sacar la cuenta,<br />
pero la cuenta se escapa.<br />
Recurre a la tradición<br />
de sus cortas manos anchas,<br />
mientras su mente feliz<br />
lleva gentes de confianza<br />
que fiado tomaron hoy<br />
pero que pagan mañana.<br />
Hizo magias la playera<br />
con las míseras ganancias.<br />
Reservará en la alcancía,<br />
el “porsi-acaso” que llama,<br />
306
que será de dos centavos,<br />
cuatro o seis, según le vaya.<br />
De allí saldrá la promesa<br />
<strong>del</strong> Valle, virgen de gracia,<br />
de allí saldrá la peineta<br />
y la falda colorada<br />
y los zapatos de goma<br />
y la franela mareada<br />
que el barco contrabandista<br />
descargó a mitad de playa.<br />
Así transcurre su vida<br />
mientras los años se arrastran,<br />
con su eternidad a cuestas<br />
que es el voceado y la mara:<br />
—¡Llevo chipichipe en concha!...<br />
—¡Llevo guacuco esguyaoo!<br />
Margarita: Agosto de 1952.<br />
Canción<br />
I<br />
Rumor de madreperlas y chinchorros<br />
bajo el ansia nocturna de la pesca.<br />
Plata y azul confuso y amarillo<br />
sobre la plenitud de la marea.<br />
Buzo-pastor, te duele la escafandra<br />
de tanto repetir palabras viejas.<br />
El mar juntaba su canción de hondura<br />
con los comunes ayes de la tierra.<br />
II<br />
Era un bordón de arena de Cubagua.<br />
Era una tropa de tardones recios.<br />
Iba Antón de Jaén por mi memoria,<br />
definitivamente triste y bueno,<br />
sin su saco de perlas sobre el hombro.<br />
307<br />
Margarita, 1956.
Explicación<br />
Porlamar en el rumbo y la ardentía<br />
en la mañana inaugural de agosto.<br />
El costillar de la balandra inútil<br />
ampara los remiendos <strong>del</strong> chinchorro<br />
y el sol zahiere y canta y se regresa<br />
en la apretada fibra <strong>del</strong> cogollo.<br />
Cansado azul, el pantalón viajero<br />
monta el paisaje elemental, redondo.<br />
Hombre fundamental en la atarraya,<br />
el árbol navegante viene, el lobo,<br />
parcelador de cielos y de aljibes,<br />
de cobre recio y familiar el rostro.<br />
Cada nostalgia germinó una arruga,<br />
fragua lunar de sueños y despojos,<br />
Las ofrendas <strong>del</strong> mar y las distancias<br />
se vuelcan en los brazos <strong>del</strong> chinchorro:<br />
el huso de coral, las madreperlas,<br />
la esencia de profundos corocoros,<br />
diez reales <strong>del</strong> pez sierra estrangulado<br />
sobre el cristal <strong>del</strong> hontanar remoto<br />
y guarda en la talega clandestina<br />
que encallece de siglos junto al hombro<br />
todo el ron de las fondas antillanas<br />
contrabandeado en el dolor <strong>del</strong> golfo.<br />
Romance <strong>del</strong> juego de truco<br />
Desanda la tarde en fin<br />
y ancla en el bar “Pan<strong>del</strong>año”.<br />
una baraja española<br />
de arabescos apretados<br />
y dos palitos de fósforo<br />
y un puñado de “máis” blanco.<br />
Cuatro látigos de acero,<br />
cuatro pellejos de barro.<br />
Son Alejandro Rodríguez,<br />
más bien, el Tuerto Alejandro;<br />
Narváez, José Isabel,<br />
es decir, Chabé el de Atamo;<br />
Alejandro Figueroa:<br />
308
Calle larga por lo magro,<br />
y, en fin, Francisco Tabasca,<br />
Chico-Chingo desde cuando.<br />
Calle larga va con Chico<br />
y Chabé con Alejandro.<br />
La mesa: latón antiguo.<br />
Las sillas: hierro plegado.<br />
Alejandro rumia un chicle,<br />
Chico, un cabo de cigarro,<br />
Calle deja por ahora<br />
sus dos planchas sin trabajo<br />
y Chabé la lengua turbia<br />
por el bolo de tabaco.<br />
Coimes prevaricadores<br />
en silletas a caballo.<br />
Junto a noticias de ayer<br />
que se agitan en el patio<br />
el viento mueve a la vez<br />
cenizas y escupitajos.<br />
Cerveza en vasos de esperma<br />
y ron en casquillos blancos.<br />
Pereza en las gaseosas<br />
de los mirones baratos.<br />
Birrias denuncian apuestas<br />
entre bendito y profano,<br />
sobre el yunque de latón<br />
fingen mandobles los bastos,<br />
mientras los oros mezquinos<br />
pujan las copas al raso<br />
y en las voces las espadas<br />
sesgan soberbios sablazos,<br />
un vendedor de tequiche<br />
—en el mirar inexacto—<br />
con los ojos amarillos<br />
donde debieron ser blancos,<br />
tiene una alpargata sucia<br />
y asiste la mesa impávido.<br />
En cruces sobre el bostezo<br />
se anarquiza el comentario.<br />
Todos los tantos son buenos<br />
incita el <strong>del</strong> mirar pálido.<br />
309
Público el reto concluye<br />
con ocho puntos por cráneo.<br />
Y así se juega el bonito<br />
y Chico en la voz de mando<br />
lanza un bello tres de copas<br />
con las copas hacia abajo.<br />
El siete de las espadas<br />
hacer rugir a Alejandro<br />
y envidar sin abstraer<br />
de los puntos que está falto.<br />
Calle Larga con un rey<br />
deja el envite en el rastro<br />
al gritar ¡quiero y envido!<br />
El coime que apura el canto<br />
califica al anterior<br />
de torpe y extemporáneo.<br />
Mientras que Chabé en silencio<br />
con la primera en la mano,<br />
deja el cinco que le sobra<br />
para burla <strong>del</strong> contrario.<br />
Con el radiante dos de oros<br />
reanima el juego Alejandro.<br />
¡Truco! grita Calle oculto<br />
que le aceptan en el acto<br />
y sobre los naipes muertos<br />
triunfa el perico de bastos.<br />
Chabé con un as de copas<br />
puya malicias a labio.<br />
Sacrifica Chico otro as<br />
por la segunda... En su escaño<br />
Calle suelta el otro rey<br />
—ligó el perico pelado—<br />
mientras que sobre él, Chabé<br />
con terribles tres de bastos,<br />
entre agónicas premuras<br />
quiebra en retruco zamarro.<br />
Y Chico que la perica<br />
para el final ahorró zafio<br />
la descubre tan seguro.<br />
al par que escupe el cigarro.<br />
¡Ganamos truco y envite!<br />
Y Chico que la perica<br />
310
amasa un buen treinta y dos<br />
hecho en la copa milagro<br />
que el truco es gloria ofrecida<br />
por el perico de bastos.<br />
Y fue entonces cuando el Tuerto<br />
guiado por su solo faro<br />
zarandeó la mesa atrás<br />
y entre los rumbos cruzados:<br />
¡Le ganamos el envite!<br />
—¡Treinta y tres pa’ mucho rato!<br />
¡Siete— espadas que jugué<br />
y este seis que arde en mi mano!<br />
Fue tan solemne su enojo,<br />
tan decisivo su amago,<br />
que el enfermo de ictericia<br />
quedó con los ojos claros.<br />
311
Efraín Subero<br />
Puerto<br />
I<br />
La noche sobre el puerto.<br />
El pescador siente el mar<br />
en su carne desnuda;<br />
no obstante abre sobre los peces<br />
fugaces paraguas inútiles<br />
y la paneta de la embarcación<br />
se moja de reflejos,<br />
agua, contrariedad y desconcierto.<br />
José la Cruz ya tiene tres horas esperando<br />
sujeto con pequeñas anclas de acero su anhelo.<br />
Y baja un hilo azul de su mano izquierda,<br />
y un hilo blanco de su mano derecha,<br />
y un hilo oscuro de su pie izquierdo<br />
y un hilo claro de su pie derecho.<br />
Las olas tocan los costados de la orejeta<br />
y el bote se pone a gemir.<br />
He aquí que las estrellas construyeron en el cielo<br />
innumerables caminos amarillos<br />
que confundieron a los hombres.<br />
Y se fue a pescar a El Piache<br />
cuando ha debido hacerse en El Farallón.<br />
Y Cuín fondeó la lancha en Guanare<br />
cuando ha debido hacerlo en Piedras Negras.<br />
Y Currututa ancló en la Rama de la Ballena<br />
cuando ha debido hacerlo en Los Testigos.<br />
Es el regreso…<br />
Abordo está el silencio de los hombres<br />
acurrucados junto al banco de mura,<br />
sobre el ensay<br />
o tirados en las panetas, simplemente.<br />
Abordo está el silencio:<br />
la cuenta de la bodega que no se puede cancelar,<br />
la aguja sin hilo para remendar la atarraya,<br />
la enfermedad <strong>del</strong> hijo,<br />
los rumbos <strong>del</strong> peñero que no se podrán coger,<br />
es la presencia de la vida…<br />
312
II<br />
—Mañana viene el Gobernador,<br />
mañana vienen los turistas…<br />
( Juan Ramón oye y escupe ).<br />
III<br />
La noche había huido como un conejo asustado<br />
y el día lanzaba de nuevo sus anzuelos.<br />
Los pescadores achicaban totumas de rocío<br />
e izaban sus húmedas banderas sin himnos ni ceremonias.<br />
Petra María lavaba medio pescado salado.<br />
Yeo caminaba por la playa viendo qué había varado.<br />
Loño contemplaba el mar con la misma indiferencia de siempre.<br />
Y el viejo José Na le ponía a las ventanitas de la atarraya<br />
las puertas que habían roto las sardinas.<br />
IV<br />
Llegó el Gobernador acompañado de los turistas.<br />
Entonces le preguntaron a los pescadores<br />
cosas absurdas.<br />
Las mujeres pugnaban por ocultar los rotos <strong>del</strong> vestido.<br />
Los muchachos no podían ponerse el pantaloncito de dril<br />
porque no era domingo;<br />
ni mucho menos el único parcito de zapatos<br />
porque no era Fiesta <strong>del</strong> Cristo.<br />
Pero los turistas los querían retratar así<br />
como si estuvieran en la presencia<br />
de exóticos animales.<br />
Y uno le quitó el sombrero a Tono —su sombrero<br />
que era monedero y bolsa de tabaco y cigarrera<br />
y caja para los anzuelos<br />
y se hizo tomar una foto con él.<br />
Los turistas decían que la Isla de Margarita<br />
era preciosa<br />
y que no sabían qué admirar más:<br />
lo maravilloso <strong>del</strong> paisaje<br />
o la hospitalidad de los margariteños.<br />
Ya cansados de tomar fotografías en la playa<br />
—silenciosa como si estuviera sucediendo una desgracia—<br />
le pagaron a Melitón cinco bolívares<br />
para que se zambullera.<br />
Querían tomar fotografías submarinas.<br />
El pescador tenía días que no hacía un centavo<br />
y por otros cinco bolívares fue más a fondo<br />
hasta que salió a flote chorreando sangre por los oídos.<br />
313
Los turistas tomaron rápidamente más fotografías:<br />
con el rostro bañado en sangre<br />
les parecía…“¡very interesting…!”<br />
(¡El viejo José Na recogió su ture y su atarraya<br />
y escupió hacia el lado <strong>del</strong> Gobernador y los turistas!)<br />
V<br />
El día en el puerto fue más triste.<br />
Los pescadores buscaban ansiosamente<br />
ya en el mar, ya en el cielo,<br />
los signos liberadores...<br />
VI<br />
En la noche,<br />
otra vez,<br />
los hombres eran<br />
silenciosos fantasmas…<br />
Texto<br />
Habla,<br />
pero no olvides<br />
el silencio.<br />
Calla,<br />
pero no olvides la palabra.<br />
47<br />
Ese verde propone<br />
su palabra amarilla.<br />
Ese azul me saluda<br />
con su palabra blanca.<br />
Ese rojo señala<br />
el color de la tierra.<br />
Es la pobre palabra<br />
prisionera en las cosas.<br />
314<br />
1954-1974
53<br />
El poeta es un hombre<br />
que vive en la nostalgia<br />
mucho más que en la sabiduría.<br />
Lo que el poeta sabe,<br />
no lo sabe.<br />
Lo sabe la palabra.<br />
Del adiós en el puerto<br />
El barco preso en su sombra,<br />
la nieve en la marejada,<br />
la virgen-Dios sublimada<br />
por el hombre que la nombra.<br />
El alcatraz que se asombra<br />
que el mar su figura encuadre,<br />
el abanico que abre<br />
en la gaviota sus dedos;<br />
de la estela el blanco enredo<br />
a mí me gusta, compadre.<br />
Mil levísimos encajes<br />
la brisa prende en el pecho<br />
<strong>del</strong> mar, que regala helechos<br />
a la arena en cada viaje.<br />
El sol cuelga su celaje<br />
oloroso a despedida,<br />
una gaviota perdida<br />
naufraga en una balandra,<br />
y sobre el puerto desanda<br />
mi vida alegre y sufrida.<br />
El caracol en la arena<br />
descolora sus encías<br />
y a esperar mejores días<br />
la piragua se condena.<br />
Los pescadores con pena<br />
las redes han resguardado,<br />
el botuto, amordazado,<br />
315<br />
A mí me gusta, compadre,<br />
mi vida alegre y sufrida.<br />
Lo que nunca me ha gustado<br />
es dar una despedida.<br />
Popular.
su canción no suelta al viento,<br />
es ese dolor, que siento,<br />
lo que nunca me ha gustado.<br />
La cadena trepa abordo<br />
por el ojo <strong>del</strong> navío,<br />
la maniobra quita el frío<br />
que había debajo <strong>del</strong> toldo,<br />
la bandera su rescoldo<br />
de sombra da a la partida,<br />
y la canción más querida<br />
salta en la garganta ruda:<br />
—Cosa que precisa ayuda<br />
es dar una despedida.<br />
Todo lo abandoné<br />
Necesito un madero,<br />
una tacarigua,<br />
una tabla,<br />
necesito.<br />
Quiero irme.<br />
Tengo necesidad de irme.<br />
Por el mar.<br />
Como un náufrago que no le pierde detalle,<br />
que va tocando su piel en todas las latitudes.<br />
Y más abajo,<br />
hurgándole su remota raíz.<br />
Conociendo el secreto de la espuma.<br />
Los lejanos afluentes de la onda.<br />
Nadando entre algas florecidas.<br />
Entre guaritotos.<br />
Sobre ciriales anclados eternamente.<br />
Tengo necesidad<br />
de asomarme a la orilla<br />
llevado por el agua,<br />
alzado en vilo por la ola,<br />
y gritar:<br />
¡todo lo abandoné! ¡Todo!<br />
Si no me conocen me hago el conocido.<br />
Allá quedó el escritorio patas arriba.<br />
El teléfono arrancado de cuajo.<br />
El tintero derramado.<br />
Los papeles por el suelo.<br />
Allá quedaron las calles<br />
316<br />
1957.
pegadas a la tierra con sucios adhesivos<br />
Los castillos de acero.<br />
Las campanas ventrílocuas.<br />
Todo lo abandoné. Todo.<br />
Hasta la corbata y el paltó y las palabras.<br />
He regresado,<br />
apenas con la mínima diferencia<br />
de que soy más joven.<br />
Por favor, enséñeme a hablar,<br />
a caminar,<br />
a ver,<br />
a mudar la cara.<br />
Préstenme un pantalón de dril<br />
y una franela.<br />
Es todo lo que necesito.<br />
Porque todo lo demás lo salvé.<br />
Inventario <strong>del</strong> hombre<br />
Un caballo galopa la tierra de la angustia<br />
a la hora que parte su pan el marinero.<br />
Llega. Se va. Regresa a las espumas<br />
que impulsan en la noche la decisión <strong>del</strong> hombre.<br />
¿Cuándo traerá la risa que le encargó la amada<br />
por dársela al amado muerto de amor y niebla?<br />
¿Cuándo traerá las piedras que le encargamos, cuándo<br />
se quedará juntando las voces destrozadas?<br />
Ya nos queda el caballo nada más.<br />
Y el instante cuando parte su pan el marinero.<br />
Cuando los pulpos duermen y la música engaña<br />
la esperanzada tierra <strong>del</strong> corazón.<br />
¡Hermano!: ¡qué no duerma la voz de tus campanas!<br />
¡Anciano mar!: ¡prepara tus bajeles sonoros!<br />
Mañana cuando rompan las palabras sus cápsulas<br />
desplegaremos juntos las manos sumergidas.<br />
¡Será por fin la noche una iluminada soledad!<br />
317<br />
1963.<br />
1953.
Jesús Ramón Villarroel<br />
Un despertar de crisálidas<br />
Pasa y sombrea la nube<br />
Sobre el estanque inmóvil<br />
Reflejando en su faz móvil<br />
Órbitas color querube<br />
Su ósculo piélago sube<br />
Entre visiones ninfálidas<br />
Sombras que aparecen ávidas<br />
En las márgenes estériles<br />
Con coloraciones débiles<br />
De un despertar de crisálidas.<br />
En tus límpidos destellos<br />
Límpidas fuentes dibujas<br />
Tus blanquecinas burbujas<br />
Que retratan soles bellos<br />
También se irradian en ellos<br />
Esqueletos de hojas pálidas<br />
En donde fulguran grávidas<br />
Las oscilaciones mágicas<br />
Que saturan horas trágicas<br />
De un despertar de crisálidas.<br />
Cuando el sol con sus fulgores<br />
Tú húmeda alfombra adorna<br />
En tus cristales se torna<br />
Su amalgama de colores<br />
Las frondas y sus candores<br />
Al soplo <strong>del</strong> viento inválidas<br />
Dejan limpideces cálidas<br />
En tonalidades frágiles<br />
Vertiendo espejismos ágiles<br />
De un despertar de crisálidas.<br />
También el pintor admira<br />
En tus cristalinos bordes<br />
Y una sinfonía de acordes<br />
Mezcla el músico en su lira<br />
Canta el poeta y te inspira<br />
Poéticas notas válidas<br />
Y en tu cauce de aguas pávidas<br />
Se perfila tu floresta<br />
318
Con los matices de tiesta<br />
De un despertar de crisálidas.<br />
319
Ángel Fernando Guilarte<br />
Sangre<br />
Todo lo expresamos con sangre:<br />
Sangre que hierve,<br />
sangre derramada en las calles,<br />
sangre fermentada.<br />
Sangre <strong>del</strong> blanco,<br />
sangre <strong>del</strong> negro,<br />
sangre <strong>del</strong> indio:<br />
la misma sangre.<br />
Humo de sangre; humo de la voz quemada.<br />
Hilo de sangre que labra su cauce sobre las piedras<br />
Sangre de niños descalzos<br />
tiñe el plumaje <strong>del</strong> viento.<br />
Sangre <strong>del</strong> hombre,<br />
sangre de la mujer,<br />
sangre que une las voluntades de los que aman.<br />
Gotas de sangre van al fondo <strong>del</strong> mar<br />
en la mirada <strong>del</strong> pescador.<br />
Sangre fría de los que odian,<br />
sangre tibia de los que aman.<br />
Sangre judía,<br />
sangre árabe:<br />
la misma sangre.<br />
Sangre <strong>del</strong> rico,<br />
sangre <strong>del</strong> pobre:<br />
la misma sangre.<br />
Sangre de la madre, derramada al parir.<br />
Sangre coagulada en los labios de la noche.<br />
Sangre joven,<br />
diluente de ideas viejas.<br />
Espuma de sangre.<br />
Sangre proletaria corre por mis venas.<br />
Sangre evaporada dentro de las piedras.<br />
La sangre <strong>del</strong> campesino<br />
llora en el surco de la miseria.<br />
Eco de sangre que sube a las montañas goteando.<br />
Sangre vertida en vano.<br />
Sangre de Cristo,<br />
veneno de los esclavizadores.<br />
Sangre donde nacen mis gritos.<br />
Sangre que arrastra mis ojos hacia adentro.<br />
Olas de sangre,<br />
320
en sus hombros cargan ferrocarriles.<br />
La sangre cristaliza sus gemidos<br />
en la espalda <strong>del</strong> obrero.<br />
El viento tiene sus raíces en la sangre de los pájaros.<br />
Ideas incubadas en la sangre <strong>del</strong> huérfano.<br />
El río de la sangre<br />
mueve la turbina de las ideas<br />
y su rumor electrizado alumbra las calles<br />
donde transitan niños y árboles descalzos.<br />
Ceniza de sangre rellena los cauces de las viejas ideas.<br />
La sangre nueva saluda al mendigo.<br />
Sangre de árboles jóvenes, dormidos<br />
sobre los bancos en las plazas deseando la muerte.<br />
Sangre de árboles trashumantes con sus trapos a cuestas.<br />
Sangre de árboles ciegos mendigando en las esquinas.<br />
Sangre de árboles recién nacidos,<br />
lamiendo pezones de tetas vacías.<br />
Sangre de árboles adolescentes<br />
lustrando zapatos<br />
o fumando marihuana en los sótanos <strong>del</strong> cielo.<br />
Sangre de senos jóvenes,<br />
que hierve al frote de manos ásperas.<br />
Sangre de árboles ciegos, de pie<br />
en las puertas de las iglesias<br />
embalsamándose con humo inciensado.<br />
Manchas de sangre se desplazan en el aire<br />
graznando como gavilanes.<br />
Las raíces <strong>del</strong> viento me perforan las sienes<br />
y me chupan el rencor. Camino de espalda<br />
al país <strong>del</strong> odio. En mi espíritu,<br />
las vías dialogadas están en luz verde.<br />
Me horroriza llevar sangre bajo la piel,<br />
en cambio, otros,<br />
alegres saborean la sangre ajena:<br />
la sangre <strong>del</strong> niño<br />
que sin malicia ríe,<br />
o duerme su inocencia<br />
en el chinchorro <strong>del</strong> llanto;<br />
y la sangre <strong>del</strong> indio<br />
que se resiste a perder la choza,<br />
la tierra<br />
y la flecha.<br />
Con sangre expresan “los más”<br />
su sed de justicia social.<br />
Sobre piedras de sangre<br />
sostienen “los menos”, el esqueleto de sus privilegio:<br />
Cuando el río de la sangre<br />
321
duerme en el fondo de la tierra,<br />
sus peces vuelan y silban en la madrugada.<br />
Es mía la sangre que ladra en la noche<br />
y frente a la mesa espera un hueso.<br />
El corazón que odia<br />
con sangre amasa sus pasiones bajas.<br />
El río de la sangre se desborda en la noche<br />
y arrastra hojas que abonan labios estériles.<br />
Submarinos cargados de odio<br />
y veleros cargados de amor<br />
surcan el mar de la sangre.<br />
La sangre alimenta faroles<br />
que alumbran los caminos de las ideas nuevas.<br />
Sangre joven, mira al cielo.<br />
Sangre vieja, abriga el llanto de tus retoños.<br />
Sangre joven, sueña, lucha y vive sin derramarte.<br />
Sangre culpable, en tus garras se enrollan lamentos<br />
Sangre víctima: fragua de rebelión.<br />
Sangre envejecida, reverdécete.<br />
En el río de la sangre<br />
los peces son las ideas.<br />
Vengo de la sangre que creó el viento<br />
y viste harapos bajo los puentes.<br />
La sangre de todas las heridas<br />
es mi sangre.<br />
Valle <strong>del</strong> Espíritu Santo<br />
Valle de mi padre, labriego de mar y tierra,<br />
Charaima te llamó el indio que hizo de nácar tu cielo.<br />
Pueblo mío,<br />
tu sombra me persigue con su riachuelo a cuestas.<br />
Nací como uno de tus musgos,<br />
moriré en la Cueva <strong>del</strong> Piache<br />
y no habrá quien recoja los tiestos de mi sangre.<br />
Las torres de tu iglesia se ausentan en verano.<br />
Bajo tus puentes se congregan los árboles de noche.<br />
En la plaza, bajo la sombra que tejen los samanes,<br />
descansan el viento y el héroe.<br />
En el cementerio<br />
los muros detienen los osarios que zigzaguean como canoas.<br />
322
Tu montaña verde, como de agua marina,<br />
y cerros grises como de nubes lluviosas.<br />
Tu riachuelo, donde en invierno fluye la vida,<br />
donde en verano corre la ceniza de los árboles,<br />
lágrimas de mis amistades<br />
y sudor de las piedras.<br />
Valle de la gracia,<br />
hondonada que mi madre rellena con el rumor <strong>del</strong> rezo.<br />
Naufraga<br />
Sobre rocas te pusieron los músculos <strong>del</strong> mar<br />
con las piernas mordidas por los dientes de las olas<br />
y los ojos entreabiertos<br />
para ver los muros de la eternidad derrumbarse.<br />
Te venía buscando<br />
desde las tinieblas en que viví<br />
desde mi existencia en el corazón de la pequeña piedra.<br />
Un día asomaste tu belleza en el crepúsculo,<br />
más allá de la lluvia;<br />
palomas recogieron mis lágrimas en tus manos,<br />
el viento te llevó mis gemidos y las uvas de la angustia.<br />
Desde entonces,<br />
en mi tristeza han nacido musgos<br />
y en sueños<br />
te he visto tatuada en las mejillas <strong>del</strong> dolor.<br />
Ahora salto sobre las tapias de la madrugada<br />
y te encuentro en la playa murmurando mi nombre,<br />
desnuda, sobre una túnica que un día perteneció a la noche.<br />
El silencio te cubre con su voz arrugada y temblorosa.<br />
Mi dolor tiene la forma de tus pechos,<br />
la luna es una de tus cejas.<br />
Aún eres el arca de mis ilusiones<br />
323
José Ramón Villarroel<br />
Trovo<br />
Recorriendo la arboleda<br />
vi que a la margen de un río<br />
se alisaba el amor mío<br />
su pelo como una seda.<br />
Yo seguí por la vereda<br />
para llegar más temprano,<br />
al verme me dio la mano<br />
y en la frente un tierno beso<br />
siendo fiel testigo de eso<br />
Un relámpago lejano.<br />
II<br />
Muy suave se oía el murmullo<br />
<strong>del</strong> agua sobre su lecho<br />
cuando aferrada a mi pecho<br />
ella libaba de orgullo;<br />
también el místico arrullo<br />
de un pájaro ruiseñor<br />
cuando de golpe un temblor<br />
nos truncó la odisea aquélla,<br />
junto con una centella<br />
Y un trueno aterrador.<br />
III<br />
Calmó todo y enseguida<br />
a un árbol se recostó<br />
y al instante se quedó<br />
profundamente dormida.<br />
Ella era toda mi vida<br />
mi ensueño enloquecedor,<br />
me le acerqué con primor,<br />
con ternura y con <strong>del</strong>icia,<br />
pero una suave caricia<br />
Hizo despertar mi amor.<br />
324<br />
Un relámpago lejano<br />
Y un trueno aterrador<br />
Hizo despertar mi amor<br />
Una noche de verano.
IV<br />
Emprendimos el regreso<br />
ya la noche era avanzada<br />
y a orillas de una quebrada<br />
me dio un abrazo y un beso;<br />
y me dijo: “Te confieso<br />
no creas, mi amor, que es en vano,<br />
que aun cuando seas anciano,<br />
siempre recordaré yo<br />
esto que nos sucedió<br />
Una noche de verano”.<br />
325
Ángel Félix Gómez<br />
14<br />
Uno ha vivido todas esas muertes <strong>del</strong> puerto<br />
La saledumbre le arde los poros la cara crece sus secretos en la intimidad <strong>del</strong><br />
limo Los huesos calados de fríos resurreccionan cada amanecer cuando el hombre<br />
taciturno pasa camino <strong>del</strong> agua silenciosa arrastrando la vida<br />
Uno sabe en esos precisos momentos que es uno mismo que se lleno de soledades<br />
Busca los viejos refugios y en las noches enciende las palabras de cocuyos<br />
para mortificar las noches de los que cuentan las ganancias diarias<br />
16<br />
En los callejones <strong>del</strong> puerto<br />
la salumbre<br />
es presencia<br />
olor de mar en los viejos maderos arrinconados<br />
en las jarcias abandonadas donde anidan los pájaros<br />
y las arañas tejen nuevas velas sobre las distancias olvidadas<br />
24<br />
Regresamos al puerto<br />
en la noche cerrada que oscurece sus presagios<br />
y ahondamos sus tristezas<br />
nuestras tristezas de siempre<br />
nos devuelven al amanecer sobre los troncos de los uveros<br />
donde despiertan los pájaros de tierra<br />
y se asoma el mar por entre los dulce cuajados<br />
Entonces sabemos<br />
que el día ha llegado<br />
con el niño que pesca cangrejos sobre las rocas<br />
con la vieja mujer que escarba la arena<br />
buscando sortijas y dijes<br />
de la buena suerte<br />
de la noche cálida derramada en oro<br />
La vieja mujer ríe<br />
cuando encuentra mis palabras<br />
guijarros lamidos por las aguas<br />
mis palabras que en tu oído<br />
resbalaron peces adormecidos<br />
Y así siempre<br />
326
25<br />
Mi palabra sigue en tu oído<br />
viento orbitando la noche<br />
que cae sobre nosotros con su llamar de las voces <strong>del</strong> puerto<br />
Se abren las puertas y desfilan<br />
los mejores ajuares por las calles oscuras<br />
que encierran los pequeños amores<br />
En la arena mi palabra se acurruca en tu oído<br />
y remontamos viejas rutas de mar<br />
onda salvaje<br />
a las cuatro rosas abiertas<br />
en tu entraña inagotable<br />
rocío verdemar<br />
agigantado en el susurro<br />
<strong>del</strong> viento cuaresmal<br />
que arde<br />
que escruta tus poros<br />
41<br />
Uno sabe que padre<br />
volverá a tomar los vericuetos <strong>del</strong> puerto<br />
y ondeará sus banderas<br />
y clavará sus palabras<br />
fuego de redención<br />
sobre todos los malditos<br />
sobre todos<br />
los<br />
grandecarajos habitantes fortuitos<br />
de todos estos vientos<br />
Profeta náufrago<br />
Profeta que has destruido ciudades<br />
Que por todos los ojos has pasado tus vientos metálicos<br />
Que por todos los vientres has pasado tus armas de asalto…<br />
Encontraste que esta ciudad era oscura a tu siglo<br />
La ciudad era sólo eso<br />
Una ciudad fósil<br />
(Los moradores ancianos elementales ya ni cantaban<br />
A los dados se jugaban las mujeres<br />
De aquí el por qué la ciudad repleta de cansancio)<br />
327
Un sol escapó y como un náufrago trepó las montañas<br />
Pájaro que vuela cada año<br />
Y vuelve a la ciudad<br />
Para verla como una diosa vengativa engullendo cadáveres<br />
Y la llamó la ciudad carnívora<br />
Profeta náufrago que ha reinado por lustros rey de su soledad<br />
Y ha adiestrado las fieras (Nadie como él para adiestrar fieras)<br />
Y les ha sacado el corazón y construido redes gigantescas<br />
Un día el menos pensado de los días<br />
Bajará como un alud de las montañas<br />
Y vengará los cadáveres de la ciudad<br />
De la Carnívora Ciudad<br />
Día de buen viaje<br />
Día de buen viaje<br />
para alejarse<br />
de esta ciudad <strong>del</strong> diablo<br />
de estos ciertos conjuros<br />
de esta cierta mansedumbre<br />
de estos buenos días<br />
tenga usted le regalo mi corazón<br />
pero mía es la palabra<br />
que no entrego<br />
ni a los buenos vecinos<br />
Las brujas<br />
En los viejos manuscritos de las brujas<br />
estaba anunciada esta renuncia<br />
a la palabra cotidiana<br />
Las brujas en las noches <strong>del</strong> puerto<br />
espiaban los escondrijos de mi memoria<br />
sorbían mi memoria<br />
arriaban mis banderas desteñidas<br />
y jugaban con mis huesos<br />
y reían reían<br />
328
Gustavo Pereira<br />
Hermosa noche en el puerto<br />
La hermosa noche <strong>del</strong> puerto con olas como<br />
calles blancas sobre las que andan descalzas monjas<br />
La hermosa noche poseída por el fraile<br />
La hermosa noche se vio turbada por el sereno.<br />
La hermosa noche <strong>del</strong> puerto me duele<br />
tan hondo que con labios morados no alcanzo a nombrarla.<br />
El cielo verde descerraja sus cruces de vidrio<br />
y yo mi plexo que finge callar y llorar.<br />
La noche <strong>del</strong> puerto<br />
es el ojo de un hombre que huye<br />
perseguido de oscuridad.<br />
La hermosa noche <strong>del</strong> puerto<br />
cerró párpados, piernas, boca, laringe, sexo.<br />
Otra vez los pómulos <strong>del</strong> abuelo salían a buscarme<br />
cuando sólo me reconfortaban sus cuentos de mar<br />
y sus manos inacabales sobre el tejido <strong>del</strong> chinchorro y aquel sombrero<br />
que no largaba<br />
Y otra vez la travesía a la minúscula estrella caída<br />
a mis pies de tarde en tarde cuando como un hachazo todo volvía<br />
a ser real.<br />
IV<br />
VIII<br />
Las huellas dejadas los pies descalzos<br />
El pelo espeso rubio alterando sobre una cabeza melancólica<br />
Las calles <strong>del</strong> pueblo que se metían como diablos en mí cada mañana<br />
La orilla <strong>del</strong> mar con botes blancos y azules<br />
incitándome a vagar<br />
Memoria duplicada en mi cabeza reproducida en mis ojos cuánta<br />
travesía hubimos de hacer<br />
después que las noches de julio trajeron el invierno<br />
Detrás de mí la tía cargaba los juguetes<br />
Con agua tibia por las tardes bañábame la hermana mientras peinaba mis largos<br />
cabellos<br />
Mi madre me entalcaba al cabo que la luz se iba yendo y todo<br />
quedaba a oscuras en la casa humana.<br />
329
¡A casa!<br />
De vuelta a casa otra vez el cielo y las aguas<br />
Nuevamente el movimiento de la marea frente a mi ventana empañada<br />
No hay reloj<br />
que pueda acortarme las horas.<br />
Saqué los ojos al aire y descubrí el día<br />
Ocupa el lugar de mi corazón.<br />
Saqué los ojos al aire<br />
El pájaro posado en la boya<br />
El pájaro posado en la boya otea el agua<br />
con una inclinación de cabeza<br />
Sé que me ve cuando me acerco a nado<br />
Silencioso bate las alas y se aleja.<br />
Única misión<br />
dejar rastros…<br />
Escrito en la arena<br />
En la otra orilla de mi casa a oscuras<br />
Como en la arena más querida en la difusa<br />
luz <strong>del</strong> anochecer en la otra orilla de mi casa a oscuras<br />
A solas con el peso de mis tinieblas<br />
Apuro el último incendio<br />
antes que sea demasiado tarde para mí.<br />
A la cabaña de la playa llegan los pájaros<br />
A la cabaña de la playa<br />
llegan los pájaros al amanecer<br />
Todo el día<br />
se lanzan al agua<br />
En el crepúsculo levantan vuelo<br />
y ni una gota chorrea de sus alas.<br />
330
Navego<br />
Ninguna palabra La tela blanca sacude<br />
sus caminos<br />
La ciudad se desborda sobre el agua<br />
Aquí se empuja el corazón a puertos misteriosos<br />
Se echan anclas adentro cavilaciones mundos nuevos penetran<br />
haciendo arder sus grandes ojos<br />
tras la corriente.<br />
Entrada la noche cuando no hay nubes<br />
Entrada la noche cuando no hay nubes<br />
el agua oscura lame la madera<br />
El motor se detiene y a los costados<br />
se pega el silencio marino<br />
Oteo en el aire un <strong>del</strong>icado olor a hoja<br />
Un chasquido de cuerpo en el agua la exclamación humana<br />
y de nuevo el silencio torpe.<br />
No son estos barcos de altos mástiles<br />
No son estos barcos de altos mástiles estos enormes vientres<br />
No son estos maderos enterrados estas ramas flotando<br />
Eres tú la que regresa en la noche descendiendo de un suelto<br />
brazo de luz blanca eres tú quien sobre un costado<br />
de mi cuerpo deja este nostálgico perro.<br />
Las lluvias llenan todo de soledad<br />
Mi cabaña de la playa es asediada por los vientos <strong>del</strong> norte<br />
De noviembre a mayo es la temporada de los grandes vientos<br />
Pero después vienen las lluvias<br />
y llenan todo de soledad<br />
En los rincones húmedos buscan refugio las alimañas y las arañas<br />
Se esconden de los truenos y de las furias <strong>del</strong> cielo<br />
El piso de madera se llena de manchas como países<br />
y yo me lleno de temores y presentimientos.<br />
331
El viento que eriza la piel <strong>del</strong> agua<br />
El viento que eriza la piel <strong>del</strong> agua<br />
El pedazo de madera húmeda que flota<br />
El cangrejo en la rendija<br />
de los peñascos a pleno sol<br />
¿Son el lenguaje que siempre he esperado<br />
La respuesta que nunca quise oír?<br />
Centellas sobre el techo de la casa de las palomas<br />
Anoche cayeron centellas sobre el techo de la casa de las palomas<br />
De madrugada<br />
en medio <strong>del</strong> fragor de la lluvia<br />
sentí caer <strong>del</strong> cielo<br />
las grandes piedras<br />
Cuando me levanté al amanecer no encontré ninguna<br />
y el palomar no había sufrido daños.<br />
Relación <strong>del</strong> día<br />
Una golondrina tras una mariposa<br />
Una nube tras otra<br />
Una hoja desprendida<br />
La vida contemplativa<br />
Una muchacha desnuda a mediodía en punto<br />
Un zapato en la arena abandonado por su dueño.<br />
Otra vez la nube sola escogió su rumbo<br />
Apareció la señal Otra vez la nube sola escogió su rumbo<br />
Ambos coincidimos en separarnos por algunos días de los pájaros de la costa.<br />
Somari <strong>del</strong> color <strong>del</strong> agua<br />
No sé cuál es el color <strong>del</strong> agua lejos de aquí<br />
pero cerca de aquí tampoco sé.<br />
332
Somari<br />
La poesía debe ser vista como un cuerpo<br />
al que todos desean besar<br />
(aunque quema)<br />
y poseer<br />
(aunque se deshace en las manos).<br />
Somari<br />
No entiendo por qué escribo estos versos<br />
si sé muy bien que otros los escribieron por mí<br />
pero ellos<br />
¿en qué pensaban cuando los escribían?<br />
Manifestaciones de cariño<br />
“Gracias por las manifestaciones de cariño<br />
Gracias por hacerme ver formalidad, orden<br />
y buenas costumbres donde creí ver porquería<br />
Yo que soy malcriado y grosero<br />
he recibido mi lección<br />
Gracias por haberme enseñado la compostura correcta<br />
No debe hablarse con la boca llena<br />
Hay que presentar<br />
a la dueña de casa<br />
una reverencia muy inclinada<br />
Hay que alisarse el pelo, hablar<br />
Hay que hacerse el tímido y servirse el último<br />
sin dar muestras de apetito<br />
Hay que bailar con decencia, sin apretar el paso, sonriendo<br />
Hay que fregarse, amigos míos, forrado<br />
en manifestaciones de cariño”<br />
333
Magaly Salazar<br />
III<br />
Eres<br />
vigencia al presentirte<br />
soporto<br />
la ansiedad de tu llegada<br />
amado posible<br />
te mido<br />
por el éxtasis irrepetible.<br />
VI<br />
Entre el infinito y la tierra<br />
mis cimientos se amotinan<br />
pretendo alisar la pena más cercana<br />
y la distancia me desgarra.<br />
XIV<br />
Ese pronto de tu ojo<br />
devuélvemelo<br />
XV<br />
¿El fulgor sobre el mar<br />
meterá en la noche<br />
XXI<br />
Después de la lluvia<br />
la brasa sobre el mar<br />
aún se llama ardentía.<br />
334<br />
a mi alto vuelo.<br />
al ojo <strong>del</strong> pescador?
XXXIV<br />
El polen va flotando<br />
y se me hace más vuelo<br />
el ala en la gaviota<br />
más espuma la mar<br />
No recuerdo el ángulo <strong>del</strong> ojo<br />
sino tus migraciones<br />
explorándome.<br />
Cuando llegó el temblor<br />
ya estaba sobre mi piel<br />
tu mirada<br />
I<br />
II<br />
Después de la mirada,<br />
al secreto <strong>del</strong> cuerpo,<br />
dile que ya vuelvo.<br />
VI<br />
El turpial que picaba los mereyes<br />
no concebía el canto,<br />
le presté mis oídos y<br />
trinó hasta el amanecer<br />
XVIII<br />
Desnuda piedra<br />
tus tonalidades de silencio<br />
no sólo de palabras<br />
vive la poesía<br />
335<br />
A Gladys Meneses
XIX<br />
La arena dijo a la piedra:<br />
¡Búscate un Dios que te redima!<br />
XXIV<br />
Jura fi<strong>del</strong>idad<br />
el azul <strong>del</strong> cielo que se abraza<br />
para siempre a la mar<br />
XXVI<br />
Cuando alguien requería<br />
sobre mi ars poética<br />
se arriesgaba en mi escritura<br />
el saber solitario de la vida<br />
336
Cruz Ávila<br />
En cada hombre<br />
En cada hombre un ruedo de alcaravanes.<br />
En cada hombre un canto de resignadas víboras,<br />
una tormenta inagotable; y una ciudad hermética<br />
de palabras.<br />
Así es la historia<br />
¿Para qué asombrarnos<br />
si en cada época, la historia<br />
vomita su iscariote<br />
si una palabra es un acto? Decídete.<br />
El que piensa mucho las cosas<br />
termina por suicidarse con sogas de contemplaciones.<br />
Oraciones absurdas<br />
En cada sueño y acto: marranadas y podredumbre.<br />
Nuestras travesías son largas jornadas de cansancio y aire.<br />
La falsa bondad enciende las rutas perdidas<br />
Estas voces son remolinos de miedo y tempestades de euforia.<br />
El viento llegará de nuevo y entregará sus ropajes<br />
inflados de recuerdos.<br />
Libertad dudosa<br />
Ahí donde está el silencio oscuro,<br />
donde la figura humana camina con<br />
su saliva seca, sabor a muerte,<br />
hay una angustia disfrazada<br />
que deja aún sus huellas frescas.<br />
Ahí donde el esfuerzo<br />
es sostén de lucha para salvarnos,<br />
existe un lugar para la inconformidad,<br />
razón que nos conduce a una libertad dudosa.<br />
337
A Fabricio Ojeda<br />
Ha llegado el día con capas agónicas para<br />
los revolucionarios de este pueblo.<br />
La masturbada opresión se apoderó de Fabricio,<br />
¡el hombre-pueblo, el revolucionario constante!<br />
¡Allá lo llevan a un lugar distante de la tierra misma!<br />
Ahí reposará siempre hasta el exterminio<br />
de su cuerpo, huesos, cenizas.<br />
El mensajero popular enmudeció<br />
y se unirá a una sepultura, caja vacía que conformará<br />
lo que fue.<br />
Y en su pueblo una huella o vestigio de vida<br />
y obra, sacrificio imborrable.<br />
Noches sombrías<br />
Noches de pájaros encendidos de furias y miedo.<br />
Ahora la atmósfera es una inválida soledad<br />
atada a los cuerpos escoriados de estos puertos vacíos.<br />
A veces los ruidos que rozan nuestras fronteras<br />
son tambores ahogados de perplejidades y<br />
tropeles<br />
abatidos<br />
de cansancio y arrepentimiento.<br />
A veces la espera fulgurante es un desafío<br />
de insomnios y sueños entrecortados<br />
Noches frías de papagayos humanos prendidas<br />
a las crestas de cada espacio maldito.<br />
Noches encadenadas de vinos y aburridos<br />
monólogos.<br />
Noches de sangre, de meditación y con puerto<br />
a la deriva desdentada.<br />
La bondad abandonó la invención de los sueños<br />
y la injuria embandera guaridas de adulados y<br />
aduladores.<br />
¿Quién podrá encontrar abrigo y oro en toda esta escoria?<br />
338
Sucre<br />
Selección:<br />
Ramón Ordaz
Vicente Coronado<br />
El cóndor<br />
En la empinada roca<br />
que los valles domina,<br />
de enhiesta frente que a las nubes toca,<br />
he allí el águila andina,<br />
el soberbio cóndor, rey <strong>del</strong> espacio.<br />
pisar con altivez la excelsa cumbre,<br />
medir la inmensidad, bañarse en lumbre<br />
<strong>del</strong> etéreo palacio.<br />
Alza el desnudo cuello<br />
y cresta y corvo pico luce ufano,<br />
y con ojos de vívido destello<br />
penetra la extensión, el bosque, el llano,<br />
bate las alas de potencia suma,<br />
arrójase a escalar el firmamento,<br />
devora espacio y a través <strong>del</strong> viento<br />
lleva rizada la morena pluma.<br />
Atrás deja la nube<br />
donde el rayo se forja y brama el trueno,<br />
y en ondulante giro sube y sube<br />
a las regiones <strong>del</strong> azul sereno.<br />
La horrenda tempestad no teme altivo,<br />
ni éter sin ambiente, ni la llama<br />
<strong>del</strong> astro abrasador —vívida hoguera<br />
que los mundos inflama—<br />
arrebatado en su triunfal carrera.<br />
Nada este ardor ataja y osadía:<br />
Inmensidad y luz busca en su anhelo,<br />
y luz e inmensidad le brinda el cielo<br />
y hacia el cráter <strong>del</strong> sol el rumbo guía.<br />
Allá se cierne en estupenda altura,<br />
por los desiertos <strong>del</strong> espacio avanza,<br />
y leve punto en la extensión figura<br />
que humano ser a distinguir no alcanza.<br />
No más pronto <strong>del</strong> mar en lontananza<br />
alígero bajel corta la espuma<br />
y se disipa en lejana bruma.<br />
Ya es dueño altivo de la ardiente Zona<br />
y su ambición la intrepidez corona:<br />
Ve orgulloso los vivos resplandores<br />
en que se ciñe el luminar <strong>del</strong> día<br />
y debajo los mares luchadores<br />
341
y por doquiera la región vacía:<br />
En esta soledad goza su pecho,<br />
rey de los seres que el espacio encierra:<br />
Todo el azul para volar estrecho,<br />
el sol <strong>del</strong>ante y a sus pies la tierra,<br />
tal se encumbra el ingenio peregrino<br />
y a la gloria inmortal se abre camino.<br />
El laurel de la discordia<br />
Sonó la hora: formidable avanza<br />
legión contra legión: el bronce truena,<br />
un mar de fuego los espacios llena:<br />
¡A vencer o morir! ¡A la venganza!<br />
De bando a bando intrepidez, pujanza;<br />
luchan, se embisten con furor de hiena;<br />
muerden mil bravos la tremante arena;<br />
lo que el plomo perdona, el filo alcanza.<br />
No hay ceder, no hay respiro: estrago, muerte,<br />
sangre doquier... horrísono fulmina<br />
el campo todo; incierta la victoria.<br />
Injusto lauro al fin ciñe el más fuerte<br />
y aplaude el odio y la ambición domina.<br />
¡Y esta barbarie cruel se llama gloria!<br />
La vida humana<br />
(de Metastasio)<br />
¿A qué la vida apetecer? ¿qué encanto<br />
o placeres nos brinda? No hay fortuna<br />
que no arrastre su pena; edad ninguna<br />
de afanes libre, o de miseria y llanto.<br />
Al niño, miedo una amenaza imprime;<br />
va el joven <strong>del</strong> amor juguete vano<br />
y de la instable suerte, y el anciano<br />
al grave peso de los años gime.<br />
El ansia de adquirir nos atormenta,<br />
da el temor de perder hondo disgusto,<br />
con el fraude y la envidia brega el justo,<br />
vive el rey con el rey en lucha cruenta.<br />
342
Esta <strong>del</strong> hombre la mezquina suerte;<br />
sólo es pura ilusión el bien que ansiamos,<br />
sueño, <strong>del</strong>irio, y cuando ya empezamos<br />
el error a palpar, ¡llega la muerte!<br />
Ramillete<br />
I<br />
Si las penas y las culpas<br />
que lleva el pecho guardadas<br />
libres de quejarse fueran...<br />
¡Qué gritos y qué plegarias!<br />
II<br />
Infiero que somos todos<br />
como la flor matizada<br />
que lleva pétalos puros<br />
y en el corazón las manchas.<br />
III<br />
¡Qué espectáculo, si el hombre<br />
viviera un día sin máscara!<br />
¡Cuántos reptiles y lobos!<br />
¡Qué de panteras de Java!<br />
IV<br />
Pasaron templos, creencias<br />
y ritos y sectas varias,<br />
pero este culto al dios oro...<br />
este sí que nunca pasa.<br />
Con el hombre es la justicia<br />
una tan esquiva dama,<br />
que ha de arruinarse por verla<br />
y morir sin alcanzarla.<br />
V<br />
VI<br />
Son las dichas de este mundo<br />
como celajes <strong>del</strong> alba:<br />
Un rayo de luz las pinta<br />
y las deshace una ráfaga.<br />
343
VII<br />
Linda, inquieta mariposa,<br />
imagen de la esperanza:<br />
Lo infinito en el anhelo<br />
y la impotencia en las alas.<br />
Vanidades<br />
Allá va de Dios bendito,<br />
de una edad en otra edad,<br />
un bajel a lo infinito:<br />
En la popa lleva escrito<br />
su nombre: Inmortalidad.<br />
Allí admiración extática<br />
infunde el verbo divino:<br />
Los sabios todos en plática,<br />
toda la belleza ática,<br />
todo el esplendor latino.<br />
En sonidos y en acentos,<br />
los dioses de la armonía<br />
dan los sublimes portentos<br />
que suspenden los tormentos<br />
y pasman la fantasía.<br />
Bajo inmortales cinceles<br />
mármol y bronce respiran;<br />
y ceñidos de laureles<br />
los cuadros y los pinceles<br />
que las edades admiran.<br />
Los poetas creadores<br />
vencen <strong>del</strong> tiempo las brumas<br />
y lucen vivos fulgores,<br />
como el verde campo flores,<br />
como el ave ricas plumas.<br />
De cuanto el hombre en su audacia<br />
conquistó lauro que viva,<br />
por genio, saber o gracia,<br />
la mente allí no se sacia<br />
en los mo<strong>del</strong>os cautiva.<br />
344
Y tanta sublime gloria<br />
va con los siglos luchando,<br />
que vuelven la más escoria,<br />
y las de eterna memoria<br />
siguen más puras brillando.<br />
Y obras y obras hacinan<br />
los mortales en su afán,<br />
que a la bella nao destinan.<br />
¡Ay! ¡cuán pocas peregrinan<br />
y cuántas muriendo van!<br />
¡Qué de nombre esclarecido,<br />
soles de gloria y luceros,<br />
pasan como vano ruido!<br />
Para vencer el olvido<br />
¡Cuán pocas Biblias y Homeros!<br />
Que aun las obras inmortales<br />
de lo caduco nacieron,<br />
y en los remotos anales<br />
acaso ni las señales<br />
dejarán de lo que fueron.<br />
Sepulcros <strong>del</strong> pensamiento,<br />
de las naciones y edades;<br />
polvo que se lleva el viento,<br />
por epitafio y comento:<br />
¡Vanidad de vanidades!<br />
345
Miguel Sánchez Pesquera<br />
A Cumaná<br />
Puerto el mejor <strong>del</strong> mundo te brindara<br />
mar que te ciñe en pavoroso anhelo:<br />
Humboldt, enamorado de tu cielo,<br />
no halló más terso y limpio el de Bacará.<br />
Cuando a la ibera gente fuiste cara<br />
dirán los que pregonan hoy tu duelo.<br />
Ruinas que cubren tu plutonio suelo<br />
y el heredado ingenio en muestra rara.<br />
En ti nació el varón de alta memoria<br />
que <strong>del</strong> mundo invenido entre dos mares,<br />
es la más pura inmaculada gloria.<br />
Igual es tu infortunio a tu fortuna.<br />
Sacras linfas <strong>del</strong> nuevo Manzanares<br />
corred diciendo al mar cuál fue mi cuna.<br />
Sunt lacrimae rerum<br />
Alegre ruiseñor que en la espesura<br />
ajeno de pesar vuelas ligero,<br />
¿por qué encierra tu canto más ternura<br />
cuando te ves <strong>del</strong> hombre prisionero?<br />
Y tú, lirio gentil, cerrado el broche,<br />
bello egoísmo de la selva umbría,<br />
¿por qué exhalas tu aroma con la noche<br />
y lo recoges al rayar el día?<br />
¡Ay! <strong>del</strong> poeta el canto más fecundo<br />
es aquel que entre lágrimas espacia:<br />
la dicha mata el genio en este mundo<br />
sólo se canta bien en la desgracia.<br />
Panteísmo<br />
¿No ves <strong>del</strong> rudo pedernal herido<br />
brotar la chispa súbita y arcana?<br />
346
Tal es la que en la mente soberana<br />
reside como el pájaro en su nido.<br />
¿Ves en la mina el cobre renegrido?<br />
Lira vibrante, címbalo o campana,<br />
al beso de los céfiros, mañana,<br />
hermoso alado engendrará el sonido.<br />
Venus latente yace en la cantera<br />
de mármol páreo, y brotará al conjuro<br />
de animador cincel, viva hechicera...<br />
Porque una voz en la materia habita,<br />
y tiene una mirada al ciego muro,<br />
y en la forma un espíritu palpita.<br />
El perro <strong>del</strong> herrero<br />
Arde la fragua: el suelo se estremece,<br />
el yunque vibra al golpe <strong>del</strong> herrero,<br />
y al monótono són de su martillo<br />
duerme a sus pies indiferente un perro.<br />
Pero llegó la hora <strong>del</strong> descanso<br />
al rebelde trabajo <strong>del</strong> obrero;<br />
cesa el ruido, el perro se despierta:<br />
almas errantes, desolados genios<br />
que sin sombra ni norte ni camino<br />
marcháis con vuestra carga de recuerdos;<br />
sacerdotes <strong>del</strong> bien, si la algazara<br />
<strong>del</strong> necio mundo invade vuestro templo,<br />
cuando tienda la noche su penumbra<br />
de casta soledad, sed como el perro:<br />
dormid entre el estruendo de la vida<br />
y despertad al ruido <strong>del</strong> silencio.<br />
Melodía hebraica<br />
Pastores que abreváis vuestro ganado<br />
junto a la fuente en la verde loma,<br />
decid en qué desierto en qué collado<br />
ha posado su vuelo la paloma.<br />
Volverá la cercana primavera<br />
y tú no volverás sol de mi día;<br />
347
te aguardo <strong>del</strong> Cedrón en la ribera:<br />
¡Ven sin temor, levántate alma mía!<br />
Porque, sin verte, a mi pesar yo muero,<br />
porque yo siento sin calor la vida,<br />
y el arpa <strong>del</strong> amor, porque te quiero,<br />
la tengo de los sauces suspendida.<br />
Aquí te aguardo en tardes y mañanas<br />
y cuento mi dolor a las estrellas,<br />
viendo las tiendas de Cedar lejanas,<br />
al blanco cabalgar de mis camellas.<br />
Si yo la esencia de tu ser no aspiro,<br />
junto a las aguas <strong>del</strong> Jordán risueño,<br />
no hay olas que suspiren si suspiro,<br />
y no hay almas que sueñen cuando sueño.<br />
Lirios de Edón y de Gessén palmeras,...<br />
campos de Jericó, llenos de rosas,<br />
viñedos de Engandí, verdes praderas,<br />
ricas en flor y mieles olorosas.<br />
Altos cedros que el Líbano levanta,<br />
palomas que allí vierten su querella,<br />
suspenden su arrullar cuando ella canta,<br />
inclinan su dosel si pasa ella.<br />
Porque caminas como hermosa nube,<br />
y con tu acento el alma me recreas,<br />
y es más dulce que el arpa <strong>del</strong> querube,<br />
el canto de las vírgenes hebreas.<br />
Porque a tus ojos, luz de la alborada,<br />
para mirar tu corazón me asomo,<br />
y tu boca cual flor de la granada,<br />
para mí guarda cipro y cinamono.<br />
No soy la pecadora Magdalena,<br />
que vierte el vaso <strong>del</strong> aceite santo,<br />
a los pies de Jesús: una azucena<br />
ofrezco sólo a tu celeste encanto.<br />
Mas si pudiera verte yo, a despecho<br />
<strong>del</strong> mundo entero, humilde volaría<br />
hasta tus pies, y el óleo de mi pecho,<br />
rico vaso de amor, dimanaría.<br />
348
Como flor agostada <strong>del</strong> desierto<br />
mi bellos días pasarán sin verte,<br />
y como el hombre-Dios allá en el huerto,<br />
triste llevo mi alma hasta la muerte.<br />
Nadie en el valle por mi mal me nombra,<br />
mi cielo está cubierto de tinieblas,<br />
y tú misma tal vez sólo eres sombra<br />
de aire y de luz, de aromas y de nieblas.<br />
¡Un beso! no...que en sus volubles giros<br />
tus blancas alas empañar pudieras:<br />
Yo besaré en el viento tus suspiros,<br />
besaré tu recuerdo cuando mueras.<br />
¡Si eres una ilusión que se evapora<br />
y oculta sólo en mis entrañas arde,<br />
huye con la sonrisa de la aurora,<br />
vuelve con los suspiros de la tarde!<br />
349
Andrés Mata<br />
Rojo<br />
Sus primeras canciones, cuando niño,<br />
tenían la pureza <strong>del</strong> armiño<br />
y la albura <strong>del</strong> mármol de Carrara.<br />
Campánulas de efímera existencia,<br />
evaporóse su fragante esencia<br />
como la mirra en derredor <strong>del</strong> ara.<br />
Adolescente aún, sintió que ruda<br />
en su alma virgen se ensañó la duda,<br />
madrastra indigna <strong>del</strong> dolor. Entonces<br />
vistió la estrofa con crespón de luto<br />
y rindió a sus creencias el tributo<br />
que a un muerto rinden los dolientes bronces.<br />
No es poeta <strong>del</strong> siglo quien no lucha<br />
ni su pesar olvida cuando escucha<br />
que la justicia a combatir le llama.<br />
Acompañadle a que su triunfo selle,<br />
y al himno triste, femenil y muelle,<br />
suceda el canto que la edad reclama.<br />
Surja el verso ignescente, el verso rojo,<br />
el que traduce el comprimido enojo<br />
de los que sufren y sus penas callan.<br />
¿No miráis que a los pueblos vilipendian?<br />
¡Pues broten esos cánticos que incendian<br />
y como un trueno tempestuoso estallan!<br />
El himno rojo, la candente estrofa,<br />
<strong>del</strong> poder de los déspotas se mofa<br />
y a sus legiones áulicas golpea<br />
¡Que el pueblo en yambos encendidos vibre,<br />
y noble y grande y generoso y libre,<br />
árbitro excelso de los mundos sea!<br />
350<br />
A Vargas Vila.
Consonancias<br />
Tú eres la fuentecilla que retrata<br />
la blanca nube y el azul sereno;<br />
y yo la mugidora catarata<br />
que remeda el escándalo <strong>del</strong> trueno.<br />
Cuando el verano cruel con sus rigores<br />
esterilice el cauce de la fuente,<br />
para poblar sus márgenes de flores<br />
le prestará sus aguas el torrente.<br />
Psalmos<br />
Cantemos el dolor que magnifica<br />
y en nuestro pecho la pasión enciende.<br />
¡Esperar es vencer! Sólo suplica<br />
quien de su fuerza en el combate abdica<br />
¡y por escala de vergüenza asciende!<br />
La ausencia no es remota lontananza,<br />
ni tampoco la noche <strong>del</strong> afecto.<br />
En el profundo caos, ¡la esperanza<br />
abre sendas de luz por donde avanza<br />
hasta llegar al linde <strong>del</strong> trayecto!<br />
¿Separados? ¡Oh, no! Que siempre a solas<br />
resistimos las rudas tempestades;<br />
y en medio a las borrascas te aureolas<br />
porque pasa el recuerdo por las olas,<br />
¡como pasaba Cristo el Tiberiades!<br />
Cuanto en tiempo y por el tiempo nace<br />
y en el seno <strong>del</strong> tiempo vive y crece,<br />
en el seno <strong>del</strong> tiempo se deshace.<br />
Deja que el mundo nuestro amor emplace:<br />
¡Lo eterno dura, lo demás perece!<br />
La canción de los sótanos<br />
Di audacia schiere...<br />
Numerosa falange, audaz y fuerte,<br />
que el furor desafiáis <strong>del</strong> poderoso;<br />
351<br />
A Luis Lugo.
sombríos legionarios de la muerte<br />
que seguís combatiendo sin reposo,<br />
¡no haya miedo jamás! Harto sabemos<br />
que con valor podemos<br />
ofrendar la cabeza al miserable<br />
verdugo que la alcanza,<br />
y ofrecer nuestro espíritu indomable<br />
al porvenir que tempestuoso avanza.<br />
Suprímanse fronteras;<br />
agrúpense los pueblos como hermanos<br />
y fundamente la igualdad sus leyes.<br />
Sosteniendo con fe nuestras banderas,<br />
ya besarán nuestras callosas manos,<br />
burgueses, nobles y soberbios reyes.<br />
Luchemos contra toda tiranía;<br />
luchemos porque venza la anarquía<br />
sin que se manche el pabellón que ondea;<br />
mas si la obligan a que sufra y calle,<br />
que se arme el brazo y que la bomba estalle,<br />
¡que así más pronto triunfará la idea!<br />
Del seno de los sótanos, obscuro<br />
como el rincón más hondo <strong>del</strong> abismo,<br />
surgía la canción <strong>del</strong> anarquismo.<br />
¡El canto fue un conjuro!<br />
Y a través de la sombra <strong>del</strong> misterio<br />
que ennegrecía la siniestra comba,<br />
¡Vaillant cargaba la segunda bomba,<br />
y desnudaba su puñal Caserio!<br />
352
Juan E. Arcia<br />
Hojas<br />
Cuando tristes los árboles se hielan<br />
alza el laurel sus galas vividoras;<br />
siempre feliz lo miran las auroras<br />
y sobre su verdor los astros velan:<br />
pero las hojas que marchitas vuelan<br />
ya <strong>del</strong> otoño pálido en las horas,<br />
llevadas por las brisas gemidoras<br />
mustias y frías reposar anhelan.<br />
Orgulloso laurel, tu rama erguida<br />
tributo rinde a triunfadora gente<br />
y no a la sien por el dolor vencida...<br />
hojas que el cierzo arrebató inclemente,<br />
hojas humildes que vagáis sin vida<br />
¡tened el vuelo y coronad mi frente!<br />
Excidio<br />
Yo también fui bohemio,<br />
también me arrastró el vino<br />
al jardín purpurino,<br />
templo alegre <strong>del</strong> gremio.<br />
Dijimos un proemio<br />
como canto esquilino,<br />
y fue el cabro divino<br />
nuestro báquico premio.<br />
El coro era argentino,<br />
los compases, apremio,<br />
la danza, torbellino.<br />
Se fueron los <strong>del</strong> gremio,<br />
enlutaron el vino;<br />
me dejaron abstemio.<br />
353
Desagravio<br />
Un lirio rojo, el cielo;<br />
el bosque, una esmeralda,<br />
y la avilesca falda,<br />
un blanco terciopelo.<br />
Ondula el arroyuelo<br />
sobre la arena gualda;<br />
su margen es guirnalda,<br />
su rumor, violonchelo.<br />
En la gris lejanía<br />
palidece un diamante<br />
de la niebla al trasluz.<br />
Perdona, Poesía,<br />
si en doloroso instante<br />
me llevaste a la cruz.<br />
Las aguas<br />
(Job. Cap. XXVI)<br />
Por el agua umbría<br />
se alejan las naves.<br />
Siempre son más suaves<br />
las sombras que el día<br />
Del piélago arcano<br />
no torna el viajero.<br />
El hombre e más fiero<br />
quizá que el gusano<br />
La nave enmarada<br />
no da en orco adusto.<br />
Quizá menos justo<br />
es Dios que la nada.<br />
La canción de la bruma<br />
Soy la novia <strong>del</strong> mar, soy la indecisa,<br />
misteriosa beldad de tardo vuelo;<br />
yo despliego mi túnica de plata<br />
354<br />
Para Gabriel E. Muñoz.
cuando el cansado pescador divisa<br />
en el jardín fantástico <strong>del</strong> cielo<br />
gardenias de oro y lirios de escarlata.<br />
Si mi amado, sultán adormecido,<br />
me ve como un ensueño en las serenas<br />
y lejanas regiones <strong>del</strong> espacio,<br />
siente celos <strong>del</strong> sol, lanza un rugido,<br />
baña la costa, y fingen las arenas<br />
una inmensa guirnalda de topacio.<br />
Todo tiembla a la furia <strong>del</strong> monarca:<br />
el alga verde que brisa azota,<br />
el argentado lino de la barca,<br />
el moreno plumón de la gaviota,<br />
y el pelícano amante que en su anhelo<br />
busca el peñón donde impalpable lluvia<br />
entumece las carnes <strong>del</strong> polluelo;<br />
tan sólo yo coqueta caprichosa,<br />
ante el sultán airado me sonrío,<br />
y de la luz en la saeta rubia<br />
una mirada de placer le envío.<br />
Después la media noche: en fácil vuelo<br />
el cadencioso viento se desata<br />
sobre la comba gris; brotan los sones<br />
de vago y suspirante violonchelo;<br />
son sus tristes canciones,<br />
es su tierna y doliente serenata!...<br />
Y cedo al fin: cuando la luna arroja<br />
el tenue rayo de su blanca lumbre<br />
y traspasa mi túnica flotante,<br />
me siento herida de mortal congoja,<br />
abandono la cumbre,<br />
y al descender sumisa y vacilante,<br />
soy un lirio de luz que se deshoja<br />
¡sobre el trémulo seno de mi amante!<br />
Muy casta es la caricia: frágil beso<br />
como de labios de sonriente niño,<br />
beso fugaz de vaporoso armiño<br />
sobre una frente de cristal impreso.<br />
Nada turba el encanto de la cita;<br />
el alma de la vida, en la serena<br />
355
tranquilidad de la silente noche<br />
es un ave cansada que dormita.<br />
Si la blanca silueta de un velero<br />
la cinta gris <strong>del</strong> horizonte corta,<br />
y es alado corcel que se abalanza<br />
por la infinita lámina de acero;<br />
yo me engarzo en la vela y el cordaje,<br />
acecho al marinero que tendido<br />
yace en la tabla húmeda <strong>del</strong> puente<br />
y finjo ante sus ojos el paisaje<br />
de la bahía y <strong>del</strong> hogar sonriente.<br />
Huyo después... con mi indeciso velo<br />
la visión fascinante se retira,<br />
y el nauta soñador tan sólo mira<br />
un diamante en el ópalo <strong>del</strong> cielo.<br />
Soy la reina <strong>del</strong> aire: mi palacio<br />
es la bóveda azul; tranquilo vaga<br />
mi trono sideral en el espacio;<br />
yo soy un viejo mito, soy la maga<br />
de las vivas leyendas populares;<br />
soy etérea, radiante epifanía<br />
que suelta el rayo que la luna envía<br />
su manto de lucientes alamares.<br />
Al fin llega la hora, triste hora,<br />
en que de mi adorado la pupila<br />
es un cristal que trémulo refleja<br />
los lirios y gardenias de la aurora:<br />
¡la nube es cortinaje que vacila,<br />
la luna es un esquife que se aleja!...<br />
¡Es hora de partir! El beso brota,<br />
y por la nieve de la onda esfuma<br />
el deslice de un ala de gaviota<br />
sobre errantes anémonas de espuma.<br />
Y tiemblo de dolor: granate en lumbre<br />
desgarra el tul <strong>del</strong> pabellón sombrío;<br />
y me alejo... y sollozo... y por la cumbre<br />
desgránanse las perlas de rocío...<br />
356<br />
1906
José María Milá de la Roca Díaz<br />
Miseria<br />
Tembló Saint-Pierre; crujieron sus montañas,<br />
lanzaron sus entrañas<br />
cataratas de fuego y lava y lodo...<br />
Cuarenta mil mortales perecieron,<br />
y con Saint-Pierre ardieron<br />
un breve instante... y acabóse todo...<br />
¿Todo? ¡No! vióse al fanatismo luego<br />
gritando que ese fuego<br />
fue la venganza de un poder divino...!<br />
Señor Dios, el humano fanatismo<br />
haciendo en su egoísmo<br />
de ti, “todo bondad”, un asesino..!<br />
¿Qué dios es ese que en matar se goza,<br />
ese que así destroza<br />
cuando al haber querido enmendar pudo..?<br />
Será el Dios de la sangre y la matanza,<br />
el Dios de la venganza..<br />
¿pero un Dios de bondad..? ¡mucho lo dudo!<br />
El brindis <strong>del</strong> recluta<br />
Era el festín después de la victoria,<br />
casi todos habían ya brindado,<br />
quién por la patria, quién por la bandera,<br />
quién por un ser amado...<br />
—“Brinde el recluta que aún no ha hablado” —todos<br />
de repente exclamaron,<br />
y apuraron las copas, y de nuevo<br />
las copas rebosaron.<br />
Levantóse el recluta <strong>del</strong> asiento<br />
que callado hasta entonces ocupaba,<br />
y luego así exclamó, alzando la copa<br />
que el alcohol llenaba:<br />
—“Yo brindo por nosotros los reclutas<br />
cazados en los campos como fieras;<br />
357
indo por nuestras chozas incendiadas,<br />
por nuestras amorosas compañeras<br />
muertas villanamente o ultrajadas.<br />
“Yo brindo por nosotros ‘los de abajo’,<br />
por los humildes hijos <strong>del</strong> trabajo:<br />
la carne de cañón y de metralla,<br />
brindo por nuestra sangre derramada,<br />
yo brindo por nosotros, ‘la canalla’<br />
víctima a ser <strong>del</strong> fuerte destinada.<br />
“Yo brindo por nosotros, los malditos<br />
tristes hijos <strong>del</strong> pueblo, los jirones<br />
de una casta infeliz, que, pide a gritos<br />
justicia de sus bárbaros sayones...<br />
“¿Quién nos ha de vengar? ¡Desesperanza!<br />
¿Quién hartará jamás nuestros deseos,<br />
si, en nuestras propias cunas, condenados<br />
fuimos, para servir de Prometeos...?<br />
“Brindo por el dolor de nuestras madres,<br />
por la triste orfandad de nuestras viudas,<br />
por el sino cruel de nuestros hijos,<br />
que crecen hoy, para servir mañana<br />
de sangriento escabel al poderoso;<br />
por el «noble» y el «burgués», por la inhumana<br />
sociedad, que contempla el doloroso<br />
martirio de una «casta» y ríe ufana...”<br />
Calló el recluta, y apuró la copa,<br />
los demás comensales,<br />
al apurar las suyas, exclamaron:<br />
—“¡Por la justicia y la verdad sociales...!”<br />
La nave<br />
Pasó a mis ojos la nave...<br />
Sobre las olas saltar<br />
yo la vi: rauda marchaba,<br />
rauda cual la tempestad.<br />
Y, al pasar ante mi vista,<br />
surcando el lomo <strong>del</strong> mar,<br />
segura, velera, rápida,<br />
yo me dije: “El Capitán,<br />
si el viento no lo abandona,<br />
358
pronto al puerto ha de llegar<br />
donde anhelosa lo aguarda<br />
alguna esposa quizás,<br />
o unos hijos amorosos”.<br />
Y la nave vi pasar.<br />
Y, a los pocos días, supe<br />
que ante un violento huracán<br />
naufragó la nave aquella<br />
que a mis ojos vi pasar<br />
sobre las olas, saltando<br />
rauda cual la tempestad.<br />
Y entonces fue cuando supe<br />
que, el ya muerto Capitán,<br />
era un prometido esposo<br />
que iba un sueño a realizar,<br />
sueño de dicha y de amores<br />
cuya hermosa realidad<br />
él acaso entreveía,<br />
allá en su amoroso afán,<br />
como un fin que en sí encuadraba<br />
segura felicidad...<br />
Y, al saber aquel naufragio,<br />
yo me dije: “El Capitán,<br />
de seguro, no contaba<br />
que no ha importado jamás<br />
nada a la Naturaleza<br />
la dicha de algún mortal,<br />
ni su ilusión, ni sus sueños,<br />
ni su vida, ni su paz...<br />
“¿Qué vale, qué pesa el hombre<br />
en el infinito plan<br />
de esa gran Naturaleza<br />
madre y verdugo a la par?<br />
—¡Oh! Capitán en tu lecho<br />
de arenas, ¡descansa en paz!<br />
Originalidad<br />
Como aromas a las flores,<br />
como a la lumbre colores,<br />
como al mar diafanidad,<br />
359
como olor al aura inquieta,<br />
al poeta<br />
pido originalidad.<br />
¿A qué el juicio esclavizar?<br />
¿Por qué el poeta expresar<br />
no puede, con libre acento,<br />
sin trabas, su pensamiento<br />
tal cual lo siente vibrar?<br />
No entiendo en mi convicción<br />
la servil anulación<br />
<strong>del</strong> «yo» en aras de una secta:<br />
¡Libre ha de ser la razón<br />
que haga su labor perfecta!<br />
Poema corto<br />
Principio<br />
La mariposa luchó<br />
un punto y abrió el capullo,<br />
y esbelta y llena de orgullo<br />
de su envoltura salió...<br />
¡Qué hermosa: de alas de grana<br />
de oro y negro moteadas,<br />
con amor tornasoladas<br />
por el sol de la mañana..!<br />
Como un niño temblorosa,<br />
como un niño vacilante...<br />
y era un niño aquel instante<br />
la galana mariposa.<br />
¿Quién daría la experiencia<br />
de la vida a aquel insecto<br />
que, en su niñez, imperfecto<br />
llegábase a la existencia..?<br />
El aura llena de olores,<br />
alegre en torno bullía,<br />
y el insecto al par lucía<br />
su belleza y sus colores...<br />
360
Fin<br />
¿Por qué el insecto se mueve,<br />
por qué sus alas menea..?<br />
Quizá el aura que le orea<br />
incitante aroma lleve...<br />
Súbito lánzase al aire<br />
la mariposa galana...<br />
¡A aquel sol de la mañana<br />
era de ver su donaire..!<br />
Parecido al paso incierto<br />
<strong>del</strong> niño que a andar empieza,<br />
de aquella gentil belleza<br />
era así el vuelo inexperto.<br />
Y ya incauto choca aquí,<br />
ya va a dar un tumbo allá,<br />
y sube y baja, quizá<br />
sin darse cuenta de sí...<br />
Niño: tiene que ignorar<br />
lo que debiera saber...<br />
Quien tiene alas ¿cómo hacer<br />
otra cosa que volar..?<br />
Y alegre el recién nacido<br />
y ufano y dichoso vuela,<br />
y de una araña en la tela<br />
presto se le ve cogido...<br />
Epílogo<br />
-¡Oh! madre Naturaleza<br />
exclamé tal fin al ver-<br />
¿para eso hiciste nacer<br />
tal lozanía y belleza?<br />
¡Muéstrate madre amorosa<br />
con el ser a quien das vida!<br />
-dije- y mi mano extendida<br />
dio suelta a la mariposa.<br />
Y al verla lejos huir<br />
dando tumbos por doquier,<br />
361
pregunté: ¿por qué nacer<br />
para tan pronto morir..?<br />
¡Oh! joven mariposuela,<br />
ve a gozar tu galanura,<br />
juventud y hermosura,<br />
¡vuela, mariposa, vuela!<br />
Pero sin mí tu belleza,<br />
tu vida, ¿qué hubieran sido,<br />
si a luchar sólo has venido<br />
en plena Naturaleza?<br />
¿No demuestra tu prisión<br />
que en la vida, la hermosura,<br />
la belleza y galanura<br />
datos pasajeros son..?<br />
Sólo existen vida y muerte,<br />
muerte y vida nada más,<br />
y es mentira lo demás<br />
que en la existencia se advierte.<br />
Son mentira el bien y el mal,<br />
y es mentira la belleza...<br />
¡Salud, oh, Naturaleza,<br />
—vida y muerte— la Inmortal..!<br />
362
Juan Miguel Alarcón<br />
Canción de noviembre<br />
363<br />
(En la muerte <strong>del</strong> poeta J.M. Milá de la Roca Díaz)<br />
Era lluviosa la mañana,<br />
estaba triste la sabana<br />
y a lo lejos gemía el mar,<br />
cuando el poeta cuyo anhelo<br />
no era de aquí sino <strong>del</strong> cielo,<br />
se lo llevaron a enterrar.<br />
Y lo llevaron cuatro amigos<br />
de toscas blusas, los testigos,<br />
<strong>del</strong> infortunio de su amor,<br />
y allí dejaron en la fosa<br />
al fiel amigo de la rosa,<br />
<strong>del</strong> verso de oro y <strong>del</strong> dolor.<br />
Martí en Caracas<br />
Ante la efigie Augusta se descubrió el viajero<br />
Y le pidió, en su lengua de héroe y trovador,<br />
“un consejo de bronce”. Era un vibrante acero<br />
la voz <strong>del</strong> Peregrino frente al Libertador.<br />
La inmensidad nocturna reflejó en el reguero<br />
de sus soles al Padre con el Hijo menor;<br />
y en los ojos <strong>del</strong> Padre leyó el bardo-guerrero<br />
el “consejo” nimbado de su astral resplandor.<br />
Vuélvese Martí a Cuba: la Libertad lo guía;<br />
y lucha y truena y canta, ¡y es cual tu Epifanía,<br />
oh, “Estrella Solitaria”, porque Él fulgura en ti!<br />
Cuando el Poeta-Apóstol diadema su Victoria,<br />
el Mundo vio que era —milagros de la Gloria—<br />
el “bronce” de Bolívar, oro en José Martí.
El gaucho y el llanero<br />
El llanero y el gaucho: olas <strong>del</strong> mismo<br />
torrente huracanado de bravura;<br />
luz sobrenatural frente al abismo,<br />
vuelo de redención en la llanura.<br />
Hierro que se empenacha de idealismo,<br />
terno que espanta, copla de ternura;<br />
y la furia <strong>del</strong> potro (un cataclismo<br />
que ve pasar, atónita, la Altura).<br />
Bolívar, San Martín: en Venezuela<br />
y la Argentina el bronce se consuela<br />
por los Héroes de omnímodas pujanzas,<br />
cuyo brazo se irguió de tal manera,<br />
que la América libre surge entera<br />
en el deslumbramiento de sus lanzas.<br />
Cruz<br />
En su lánguida calle se dan cita<br />
un sol, una canción, un florilegio,<br />
cuando por la mañana, vestidita<br />
de negro se dirige hacia el colegio.<br />
Ego sum via, veritas et vita,<br />
podría decirnos con su voz de arpegio,<br />
como Jesús, pues todo resucita<br />
ante su poderoso sortilegio.<br />
Verla es soñar con todo lo que exhala<br />
perfume y resplandor: cántico, ala,<br />
jardín, ternura, adoración, consuelo...<br />
y nadie olvida ante su faz de santa<br />
que el lunar de su angélica garganta<br />
¡es un celaje que atraviesa un cielo..!<br />
364
Andrés Eloy de la Rosa<br />
Canciones naturales<br />
Que cese la amarga ausencia<br />
y torne el ensueño ido,<br />
ya no sé qué estoy sintiendo<br />
viéndome solo en el nido.<br />
Necesito como el ave<br />
que busca la primavera<br />
tener por todo una rama<br />
y una dulce compañera.<br />
Tener la esperanza viva<br />
que es vida de la cabaña,<br />
y bajo el cielo un idilio<br />
y el idilio en la montaña.<br />
Y sentirme menos triste<br />
en la fuente de la vida,<br />
donde el agua no se presta<br />
para lavar ni una herida.<br />
Vuelve de tu viaje amada,<br />
con las manos todas flores<br />
y el corazón como siempre<br />
florido por mis amores.<br />
Porque las flores fatales<br />
que transcurren sin yo verte,<br />
me separan de la vida<br />
y me acercan a la muerte.<br />
¡Tan apartado de ti!<br />
La promesa que me hiciste<br />
me tiene el alma más buena<br />
y el corazón menos triste.<br />
Si quebrantan tus acciones<br />
de mañana, la promesa,<br />
moriré como un mendigo<br />
abrazado a mi tristeza.<br />
Ya no tengo porvenir<br />
porque la suerte no quiere,<br />
el dolor me llama hermano,<br />
la vida me dice: muere.<br />
Mas, como fuerte he nacido<br />
a la usanza de un guerrero,<br />
venceré, porque la vida<br />
se rompe contra mi acero.<br />
365
La conciencia de los otros<br />
no dañará mis acciones.<br />
La voluntad es más recia<br />
que los mismos corazones.<br />
El destino de dos almas<br />
no los tuerce otro destino,<br />
son dos vías a la gloria<br />
tu camino y mi camino.<br />
Y si muriese mañana<br />
sin la dicha de mi anhelo<br />
te esperaré reclinado<br />
contra una nube <strong>del</strong> cielo.<br />
Allí bajará mi estrella<br />
por un mandato de Dios,<br />
de esa estrella todo el oro<br />
caerá sobre los dos.<br />
Nocturno<br />
Esta noche no quiero a nadie. Pasa<br />
en mí lo que en el tigre cuando acecha<br />
y el lunático perro cuando ladra:<br />
pura rabia en los ojos y los dientes,<br />
hondas ferocidades en la garra.<br />
Algo en he visto en las sombras: el espanto<br />
de otra sombra en las sombras de un fantasma.<br />
Algo he sentido: angustia en el cansancio<br />
de pisadas nostálgicas que pasan;<br />
sucias conversaciones de los hombres<br />
de pueblo comentando cosas malas;<br />
funestos traqueteos de los carros<br />
de mano que atraviesan con su carga<br />
de barriles de a cuarto la calleja<br />
mojada a hilos por un filtro de agua.<br />
(Es el pobre aguador que viene al río<br />
en la apacible y fresca madrugada.)<br />
¡Ah! veo y siento: anuncio de presagios<br />
en el patio cuadrado de la casa;<br />
una llama rojiza que se extiende<br />
sobre la superficie de una laja;<br />
un cuerpo que se mueve por el aire<br />
rozando los rosales con las alas;<br />
un ruido y otro ruido, son cadenas;<br />
son huesos de esqueletos que se arrastran.<br />
366
Con todo esto que pasa tengo el miedo<br />
muy fuera de los músculos y el alma.<br />
En el alma y los músculos hay siempre<br />
¡orgullo y ambición, fuerza y audacia!<br />
Esta noche se alumbra la tristeza<br />
de mi vida, con una antigua lámpara<br />
de luna llena, desde el manso cielo,<br />
y de aceite otra lámpara en mi estancia.<br />
Qué borrón tan oscuro es esta noche<br />
donde mi vida es una mancha, blanca<br />
como el cuerpo y el alma de la hostia<br />
en la mano papal que la levanta;<br />
como el cuerpo y el alma de los lirios<br />
flotantes en las aguas estancadas;<br />
como sueños de gloria que se abaten<br />
a la triste invasión de las nostalgias;<br />
como disco de nube que estuviese<br />
a manera de un ala en la montaña;<br />
como un ruego, un suspiro y una perla,<br />
y como todas las blancuras, blanca.<br />
La hora en mi hora<br />
Hora de lo perenne,<br />
condúceme al camino<br />
que me lleve hacia todos .<br />
Hora de lo impalpable,<br />
de ti todo me viene<br />
hasta la eternidad de no estar solo.<br />
¡Oh ráfaga <strong>del</strong> siglo!,<br />
me estoy llenando de luz tenue<br />
tamizada a través de mil cristales,<br />
cual si dentro de mí se hubiese roto<br />
el vaso que encerró tus claridades.<br />
Enlazo, fijo, tejo<br />
en tu honor mis pensamientos.<br />
Ellos se mueven en la trama,<br />
ora en la adversa o la buena fortuna.<br />
Entrecruzada de ceñidas mallas<br />
borda la seda en su telar el lienzo.<br />
Con la puntada igual marca la aguja<br />
su compás de silencio.<br />
367
Sin pronunciar una palabra<br />
me voy llenando de luz tenue<br />
desde los pies hasta las sienes.<br />
Sin una mancha<br />
dibujarse presiento<br />
allá en el fondo de mis sueños<br />
algún secreto en la virtud de un ansia.<br />
En la crucifixión de mi cansancio<br />
no quisiera valerme de lo externo<br />
para darle espacio<br />
a lo que se lleva adentro.<br />
No quisiera en tu instante,<br />
en el instante más supremo<br />
de tu hora en mi hora,<br />
vivir horas <strong>del</strong> tiempo.<br />
Así mi mundo en tu órbita no cabe<br />
ni podría en mi mar verse tu cielo,<br />
porque así la esperanza se va lejos<br />
y hasta la gloria... llega tarde. (Poema copiado a Ramón Imery)<br />
Cumaná, 1988-Montevideo, 1947<br />
Publicado en: Renacimiento Nº 4707, 7 de noviembre de 1947.<br />
368
Rosa Alarcón Blanco<br />
No rompas los palacios<br />
¡Qué triste la mañana; el cielo está sombrío!<br />
ni un eco en la enramada, ni un amoroso pío<br />
que anuncie de la aurora el dulce despertar;<br />
deshechos en la arena plumones y pajitas,<br />
jazmines y claveles y blancas margaritas<br />
dispersos por el suelo se ven, lentos, rodar.<br />
¿Qué pasa? ¿Qué puñado de negra desventura<br />
lanzó sobre las cosas la triste noche oscura<br />
celosa de las galas que pueblan el jardín?<br />
¿Por qué rompió las liras amantes y sonoras,<br />
que cantan la triunfante beldad de las auroras<br />
y aduermen en su cáliz el alma <strong>del</strong> jazmín?<br />
¿El ábrego iracundo de envidia y rabia lleno<br />
batió sus negras alas sobre el boscaje ameno<br />
y se llevó en su loca, terrible agitación<br />
envuelta en su melena potente y tenebrosa<br />
la luz, y las sonrisas y el alma de las rosas<br />
que pálidas cayeron en triste confusión?<br />
No fue la noche oscura ni el ábrego iracundo,<br />
fue el brazo de un malvado, de un chico vagabundo,<br />
quien despobló de pompas el mágico jardín.<br />
Entró callado y quieto, y oculto entre las sombras<br />
Rompió los bellos nidos, y locas las alondras<br />
Huyeron espantadas, mirando destrozado su regio camarín.<br />
¡Oh luces, rimas, perlas!¡Oh alados trovadores!<br />
¡Oh liras primorosas, hermanas de las flores!<br />
¡Volad, volved piadosas! ¡Colgad en el ramaje<br />
orladas de claveles, las cunas caprichosas,<br />
para que resuciten las almas de las rosas<br />
en el profundo y místico silencio <strong>del</strong> boscaje!<br />
¡Oh lindo rapazuelo! no rompas los palacios<br />
cuajados de plumitas, diamantes y topacios<br />
que el pájaro inocente formó como un altar;<br />
si lo haces, en el cielo se apagará tu estrella,<br />
e irás como las aves sin nido en pos de ella,<br />
cual barca que resbala sin rumbo sobre el mar.<br />
369
El trigo<br />
En la riente campiña<br />
bajo el palio <strong>del</strong> cielo,<br />
se doblegan graciosas<br />
cual penachos de plumas,<br />
las espigas doradas<br />
por el oro <strong>del</strong> sol.<br />
Y a la dulce caricia<br />
de las brisas ligeras,<br />
se columpian hermosas<br />
como vírgenes tímidas,<br />
ofreciéndole al hombre<br />
su tributo de amor.<br />
Ya comienza la siega:<br />
cada grano de oro<br />
es promesa de gloria<br />
para el alma sencilla<br />
<strong>del</strong> feliz labrador,<br />
que al poner en el surco<br />
la semilla bendita,<br />
puso en ella el anhelo<br />
de su gran corazón.<br />
Y la siega termina:<br />
y después de la trilla<br />
se lo llevan en sacos<br />
para el viejo molino,<br />
que al sentir la tersura<br />
de la rica cosecha,<br />
se estremece gozoso,<br />
rechinando en sus goznes<br />
y apretando en sus ruedas<br />
el divino tesoro.<br />
Y lo torna en cascada<br />
de nevada blancura,<br />
que en el mudo lenguaje<br />
de su polvo sutil,<br />
va diciendo: “Doy vida<br />
material y eterna,<br />
soy el pan de los ricos.<br />
A los pobres sustento;<br />
¡y soy pan de las almas<br />
en la mesa de Dios”!<br />
370
Il poverello<br />
Se fue por el camino pedregoso y sombrío.<br />
Dejó atrás la llanura abierta a pleno sol:<br />
que transiten por ella los de vida mundana,<br />
el va por la otra senda, señalada por Dios...<br />
¿Quién es él? Lo <strong>del</strong>ata su sonrisa divina<br />
que se inicia en el raso de sus labios en flor,<br />
abrazó el sacrificio su alma dolorida<br />
y se fundió en su carne, temblorosa de amor.<br />
¿Quién es él? Las alondras le salieron al paso<br />
y en sus manos piadosas apagaron la sed,<br />
y las rubias abejas, creyéndolas dos lirios,<br />
en su cáliz de nieve libaron vino y miel.<br />
Es hermano <strong>del</strong> agua, <strong>del</strong> viento y la montaña,<br />
<strong>del</strong> lobo y de la oruga, de la brisa y la flor,<br />
hermano es de todo cuanto Dios ha creado<br />
en su alma sensible cabe sólo el amor.<br />
Su cabello es dorado cuando la luz lo irisa<br />
y se enreda en sus hebras un destello <strong>del</strong> sol,<br />
sonríe si a sus plantas las punzan las espinas<br />
porque son criaturas <strong>del</strong> milagro de Dios.<br />
Y la gente lo sigue tras el surco de estrellas<br />
que su noble silueta va dejando al pasar,<br />
y le siguen las fieras, las aves y las nubes<br />
que le brindan su sombra y protegen su andar.<br />
Nacido bajo el tibio, claro cielo de Italia<br />
transitó desde niño la vía de la Cruz,<br />
para glorificarlo grabó Dios en sus manos<br />
y sus pies los estigmas sagrados de Jesús.<br />
371
José Antonio Ramos Sucre<br />
Elogio de la soledad<br />
Prebenda <strong>del</strong> cobarde y <strong>del</strong> indiferente reputan algunos la soledad, oponiéndose<br />
al criterio de los santos que renegaron <strong>del</strong> mundo y que en ella tuvieron escala<br />
de perfección y puerto de ventura. En la disputa acreditan superior sabiduría<br />
los autores de la opinión ascética. Siempre será necesario que los cultores de<br />
la belleza y <strong>del</strong> bien, los consagrados por la desdicha se acojan al mudo asilo<br />
de la soledad, único refugio acaso de los que parecen de otra época, desconcertados<br />
con el progreso. Demasiado altos para el egoísmo, no le obedecen<br />
muchos que se apartan de sus semejantes. Opuesta causa favorece a menudo<br />
tal resolución, porque así la invocaba un hombre en su descargo:<br />
La indiferencia no mancilla mi vida solitaria; los dolores pasados y presentes<br />
me conmueven; me he sentido prisionero en las ergástulas; he vacilado con los<br />
ilotas ebrios para inspirar amor a la templanza; me sonrojo de afrentosas esclavitudes;<br />
me lastima la melancolía invencible de las razas vencidas. Los hombres<br />
cautivos de la barbarie musulmana, los judíos perseguidos en Rusia, los miserables<br />
hacinados en la noche como muertos en la ciudad <strong>del</strong> Támesis, son mis<br />
hermanos y los amo. Tomo el periódico, no como el rentista para tener noticias<br />
de su fortuna, sino para tener noticias de mi familia, que es toda la humanidad.<br />
No rehuyo mi deber de centinela de cuanto es débil y es bello, retirándome a<br />
la celda <strong>del</strong> estudio; yo soy el amigo de los paladines que buscaron vanamente<br />
la muerte en el riesgo de la última batalla larga y desgraciada, y es mi recuerdo<br />
desamparado ciprés sobre la fosa de los héroes anónimos. No me avergüenzo de<br />
homenajes caballerescos ni de galanterías anticuadas, ni me abstengo de recoger<br />
en el lodo <strong>del</strong> vicio la desprendida perla de rocío. Evito los abismos paralelos de<br />
la carne y de la muerte, recreándome con el afecto puro de la gloria; de noche<br />
en sueños oigo sus promesas y estoy, por milagro de ese amor, tan libre de lazos<br />
terrenales como aquel místico al saberse amado por la madre de Jesús. La historia<br />
me ha dicho que en la Edad Media las almas nobles se extinguieron todas<br />
en los claustros, y que a los malvados quedó el dominio y población <strong>del</strong> inundo;<br />
y la experiencia, que confirma esta enseñanza, al darme prueba de la veracidad<br />
de Cervantes que hizo estéril a su héroe, me fuerza a la imitación <strong>del</strong> Sol, único,<br />
generoso y soberbio.<br />
Así defendía la soledad uno, cuyo afligido espíritu era tan sensible, que podía<br />
servirle de imagen un lago acorde hasta con la más tenue aura, y en cuyo seno<br />
se prolongaran todos los ruidos, hasta sonar recónditos.<br />
Discurso <strong>del</strong> contemplativo<br />
Amo la paz y la soledad; aspiro a vivir en una casa espaciosa y antigua donde no<br />
haya otro ruido que el de una fuente, cuando yo quiera oír su chorro abundante.<br />
Ocupará el centro <strong>del</strong> patio, en medio de árboles que, para salvar <strong>del</strong> sol y <strong>del</strong><br />
372
viento el sueño de sus aguas, enlazarán las copas gemebundas. Recibiré la única<br />
visita de los pájaros que encontrarán descanso en mi refugio silencioso. Ellos<br />
divertirán mi sosiego con el vuelo arbitrario y el canto natural; su simpleza de<br />
inocentes criaturas disipará en mi espíritu la desazón exasperante <strong>del</strong> rencor,<br />
aliviando mi frente el refrigerio <strong>del</strong> olvido.<br />
La devoción y el estudio me ayudarán a cultivar la austeridad como un asceta,<br />
de modo que ni interés humano ni anhelo terrenal estorbará las alas de mi meditación,<br />
que en la cima solemne <strong>del</strong> éxtasis descansarán <strong>del</strong> sostenido vuelo;<br />
y desde allí divisará mi espíritu el ambiguo deslumbramiento de la verdad inalcanzable.<br />
Las novedades y variaciones <strong>del</strong> mundo llegarán mitigadas al sitio de mi recogimiento,<br />
como si las hubiera amortecido una atmósfera pesada. No aceptaré<br />
sentimiento enfadoso ni impresión violenta: la luz llegará hasta mí después de<br />
perder su fuego en la espesa trama de los árboles; en la distancia acabará el ruido<br />
antes que invada mi apaciguado recinto; la oscuridad servirá de resguardo a mi<br />
quietud; las cortinas de la sombra circundarán el lago diáfano e imperturbable<br />
<strong>del</strong> silencio.<br />
Yo opondré al vario curso <strong>del</strong> tiempo la serenidad de la esfinge ante el mar de<br />
las arenas africanas. No sacudirán mi equilibrio los días espléndidos de sol, que<br />
comunican su ventura de donceles rubios y festivos, ni los opacos días de lluvia<br />
que ostentan la ceniza de la penitencia. En esa disposición ecuánime esperaré<br />
el momento y afrontaré el misterio de la muerte.<br />
Ella vendrá, en lo más callado de una noche, a sorprenderme junto a la muda<br />
fuente. Para aumentar la santidad de mi hora última, vibrará por el aire un beato<br />
rumor, como de alados serafines, y un trasparente efluvio de consolación bajará<br />
<strong>del</strong> altar <strong>del</strong> encendido cielo. A mi cadáver sobrará por tardía la atención de<br />
los hombres; antes que ellos, habrán cumplido el mejor rito de mis sencillos<br />
funerales, el beso virginal <strong>del</strong> aura despertada por la aurora y el revuelo de los<br />
pájaros amigos.<br />
La vida <strong>del</strong> maldito<br />
Yo adolezco de una degeneración ilustre; amo el dolor, la belleza y la crueldad,<br />
sobre todo esta última, que sirve para destruir un mundo abandonado al mal.<br />
Imagino constantemente la sensación <strong>del</strong> padecimiento físico, de la lesión orgánica.<br />
Conservo recuerdos pronunciados de mi infancia, rememoro la faz marchita<br />
de mis abuelos, que murieron en esta misma vivienda espaciosa, heridos por<br />
dolencias prolongadas. Reconstituyo la escena de sus exequias, que presencié<br />
asombrado e inocente.<br />
Mi alma es desde entonces crítica y blasfema; vive en pie de guerra contra los<br />
poderes humanos y divinos, alentada por la manía de la investigación; y esta<br />
curiosidad infatigable declara el motivo de mis triunfos escolares y de mi vida<br />
atolondrada y maleante al dejar las aulas.<br />
Detesto íntimamente a mis semejantes, quienes sólo me inspiran epigramas<br />
inhumanos; y confieso que, en los días vacantes de mi juventud, mi índole des-<br />
373
templada y huraña me envolvía sin tregua en reyertas vehementes y despertaba<br />
las observaciones irónicas de las mujeres licenciosas que acuden a los sitios de<br />
diversión y peligro.<br />
No me seducen los placeres mundanos y volví espontáneamente a la soledad,<br />
mucho antes <strong>del</strong> término de mi juventud, retirándome a esta mi ciudad nativa,<br />
lejana <strong>del</strong> progreso, asentada en una comarca apática y neutral.<br />
Desde entonces no he dejado esta mansión de colgaduras y de sombras. A sus<br />
espaldas fluye un <strong>del</strong>gado río de tinta, sustraído de la luz por la espesura de árboles<br />
crecidos, en pie sobre las márgenes, azotados sin descanso por un viento<br />
furioso, nacido de los montes áridos. La calle <strong>del</strong>antera, siempre desierta, suena<br />
a veces con el paso de un carro de bueyes, que reproduce la escena de una campiña<br />
etrusca.<br />
La curiosidad me indujo a nupcias desventuradas, y casé improvisamente con<br />
una joven caracterizada por los rasgos de mi persona física, pero mejorados por<br />
una distinción original. La trataba con un desdén superior, dedicándole el mismo<br />
aprecio que a una muñeca desmontable por piezas. Pronto me aburrí de aquel<br />
ser infantil, ocasionalmente molesto, y decidí suprimirlo para enriquecimiento<br />
de mi experiencia.<br />
La conduje con cierto pretexto <strong>del</strong>ante de una excavación abierta adrede en el<br />
patio de esta misma casa. Yo portaba una pieza de hierro y con ella le coloqué<br />
encima de la oreja un firme porrazo. La infeliz cayó de rodillas dentro de la fosa,<br />
emitiendo débiles alaridos como de boba. La cubrí de tierra, y esa tarde me senté<br />
solo a la mesa, celebrando su ausencia.<br />
La misma noche y otras siguientes, a hora avanzada, un brusco resplandor iluminaba<br />
mi dormitorio y me ahuyentaba el sueño sin remedio. Enmagrecí y me<br />
torné pálido, perdiendo sensiblemente las fuerzas. Para distraerme, contraje la<br />
costumbre de cabalgar desde mi vivienda hasta fuera de la ciudad, por las campiñas<br />
libres y llanas, y paraba el trote de la cabalgadura debajo de un mismo árbol<br />
envejecido, adecuado para una cita diabólica. Escuchaba en tal paraje murmullos<br />
dispersos y confusos, que no llegaban a voces. Viví así innumerables días hasta<br />
que, después de una crisis nerviosa que me ofuscó la razón, desperté clavado por<br />
la parálisis en esta silla rodante, bajo el cuidado de un fiel servidor que defendió<br />
los días de mi infancia.<br />
Paso el tiempo en una meditación inquieta, cubierto, la mitad <strong>del</strong> cuerpo hasta<br />
los pies, por una felpa anchurosa. Quiero morir y busco las sugestiones lúgubres,<br />
y a mi lado arde constantemente este tenebrario, antes escondido en un desván<br />
de la casa.<br />
En esta situación me visita, increpándome ferozmente, el espectro de mi víctima.<br />
Avanza hasta mí con las manos vengadoras en alto mientras mi continuo servidor<br />
se arrincona de miedo; pero no dejaré esta mansión sino cuando sucumba por el<br />
encono <strong>del</strong> fantasma inclemente. Yo quiero escapar de los hombres hasta después<br />
de muerto, y tengo ordenado que este edificio desaparezca, al día siguiente de<br />
finar mi vida y junto con mi cadáver, en medio de un torbellino de llamas.<br />
374
El lego <strong>del</strong> convento<br />
Al recorrer los caminos de Italia, yo tuve la fortuna de recibir los consejos <strong>del</strong><br />
mismo Amor, disfrazado de peregrino. Ningún mortal, sino Dante, pudo contar<br />
ese privilegio.<br />
Me anunció una vida solitaria y me felicitó por haber escuchado a la mujer de voz<br />
infantil, sin llegar hasta su presencia. La plegaria, un himno eucarístico, nacía en<br />
la oscuridad <strong>del</strong> campo y volaba a perderse en el éter inmaculado.<br />
Yo me separé <strong>del</strong> mundo y dirigí mi contemplación al mismo objeto <strong>del</strong> cántico<br />
sagrado. Renuncié al aplauso terrenal y olvidé el devaneo <strong>del</strong> arte cuando mis<br />
maestros, los poetas contemporáneos, expresaban el cansancio de una generación<br />
diezmada por las guerras napoleónicas y Leopardi recogía en su obra el acento<br />
de la patria ofendida.<br />
Conservé la admiración noble por la mujer <strong>del</strong> linaje de Beatriz y vine a servir<br />
en una sociedad franciscana, profesando en su beneficio la santa mendicidad.<br />
Yo imito al hermano insipiente, administrador <strong>del</strong> asno de la cuestación en la<br />
novela perfecta de Manzoni.<br />
El ramo de la sibila<br />
El canto de la salud vuela sobre el mar jocundo, sube al cielo de ópalo. Sirve<br />
para distinguir los momentos de la maniobra. No se requiere el portavoz ni el<br />
mandamiento lacónico.<br />
He despedido los vestigios de una visión infeliz al incorporarme <strong>del</strong> regazo de la<br />
noche. Una voz inmortal había insinuado en mis oídos el verso canoro de Virgilio,<br />
para describirme el naufragio de un timonel vencido por el sueño.<br />
Yo reconstituí los pormenores <strong>del</strong> episodio al despertar y volver en mi acuerdo.<br />
Reconocí inmediatamente el litoral donde fue sacrificado el náufrago después<br />
de salir a salvo.<br />
Tenía a mi alcance un ramo de olivo, el árbol místico y virtuoso. Lo sumergí en<br />
las aguas lívidas y lo agité sobre mis compañeros indiferentes.<br />
El resfrío<br />
He leído en mi niñez las memorias de una artista <strong>del</strong> violoncelo, fallecida lejos<br />
de su patria, en el sitio más frío <strong>del</strong> orbe. He visto la imagen <strong>del</strong> sepulcro en un<br />
libro de estampas. Una verja de hierro defiende el hacinamiento de piedras y la<br />
cruz bizantina. Una ráfaga atolondrada vierte la lluvia en la soledad.<br />
La heroína reposa de un galope consecutivo, espanto <strong>del</strong> zorro vil. El caballo estuvo<br />
a punto de perecer en los lazos flexibles de un bosque, en el lodo inerte.<br />
La artista arrojó desde su caballo al sórdido río de China un vaso de marfil, sujeto<br />
por medio de un fiador, e ingirió el principio <strong>del</strong> cólera en la linfa torpe. Allí mismo<br />
cautivó y consumió unos peces de sabor terrizo. La heroína usaba de modo<br />
preferente al marfil eximio, la materia <strong>del</strong> olifante de Roldán.<br />
Un sol de azufre viajaba a ras <strong>del</strong> suelo en la atmósfera de un arenal lejano y un<br />
soplo agudo, mensajero de la oscuridad invisible, esparció una sombra de terror<br />
en el cauce inmenso.<br />
375
El monólogo<br />
El caballero de los pensamientos desvariados registra el mar. Se apoya de espaldas<br />
en una roca perenne. Deja de la mano y en el suelo el sombrero y la espada.<br />
Un ave feudal, de librea cenicienta, domina el aire desierto. ¡Cuántas batallas se<br />
libraron a la vista de las torres!<br />
El caballero descubre la imagen de su vida en la soledad <strong>del</strong> pájaro altivo. ¿No<br />
sucumbe en la amargura y rehusa la sociedad desde el rapto de su amada, el día<br />
de una incursión de los infieles?<br />
La alianza<br />
Yo escuchaba sollozos a través <strong>del</strong> sueño ligero y variable. No podían venir de mi<br />
casa desierta ni de mi vecindario diseminado en un área espaciosa.<br />
Yo vivía <strong>del</strong>ante de una plaza vieja, sumida en la penumbra de unos árboles<br />
secos, de un dibujo elemental. Mostraban una corteza de escamas y sus hojas<br />
afiladas y de un tejido córneo, semejantes a cintas fláccidas, habían cesado de<br />
criar savia.<br />
Un mensajero llegó de lejos, al rayar el día, a decirme la nueva infausta. Había<br />
devorado la distancia, montado sobre un caballo impetuoso, de arnés galano.<br />
Admiré el estribo de usanza arábiga.<br />
Las hijas de mi ayo y consejero me recordaron al verse desvalidas. La muerte lo<br />
hirió sigilosamente en medio de la espesura de la noche y los sones de su flauta<br />
burlesca de ministril revelaron la desgracia y propagaron la consternación.<br />
Yo había olvidado en una cámara de muebles pulverulentos el carruaje de mis<br />
excursiones juveniles. Alcancé el hogar visitado por el infortunio, después de<br />
restablecer el armazón y las ruedas en más de un sitio de la campiña reseca.<br />
Las mujeres vinieron a mi encuentro. solemnes y demacradas a la manera de<br />
las sibilas. Me habían reservado la ceremonia de esparcir el puño de cal sobre<br />
el rostro <strong>del</strong> difunto, semejanza de algún rito de los gentiles en obsequio <strong>del</strong><br />
piloto infernal.<br />
Yo sellaba de tal modo el convenio de un pesar inmutable, sin esforzar mi lenguaje<br />
exento de efusión y de gracia. Asisto fielmente al responso cotidiano en el<br />
oratorio familiar y añado mi voz a una salmodia triste.<br />
La jornada <strong>del</strong> eremita<br />
Yo asistí en su agonía al ciervo de edad prolongada y recogí el collar de bronce,<br />
de monedas romanas, soltándolo de su cerviz.<br />
Los gentiles habían atribuido al ciervo una longevidad prodigiosa, según se refiere<br />
en muy doctos escritos, y Nuestro Señor despertó por medio de uno de ellos la<br />
vocación de San Huberto.<br />
Nadie había logrado seguir la pista <strong>del</strong> ciervo de edad prolongada. Las zarzas<br />
humildes y sin nombre dejaron de trabarse <strong>del</strong>ante de mí, el día de hallarlo en su<br />
376
última hora. Unas flores se prendieron en mi raya monástica, tejiéndole una franja,<br />
y me turbaron con su belleza. Yo sé defenderme <strong>del</strong> hechizo de las criaturas.<br />
Tuve entre mis manos la cabeza <strong>del</strong> ciervo caduco y su ruina se manifestó cuando<br />
solté de su cerviz el collar antiguo, de labor secreta y efecto pasmoso, por donde<br />
se volvía invisible.<br />
Una vez despojado de aquella prenda de su fuerza, espiró la vida gimiendo.<br />
377
Ramón David León<br />
Campos de Cumaná<br />
Silenciosa dormita la campiña,<br />
vamos muy juntos por la carretera<br />
que suave luz de plenilunio baña.<br />
La brisa juega con tu cabellera<br />
y el perro familiar nos acompaña.<br />
Ante los dos se alarga taciturna<br />
la extensión de los campos, donde el viento<br />
rompe lejano en augural lamento<br />
bajo la inmensa solidad nocturna…<br />
De repente el animal el cuello enarca,<br />
el horizonte su pupila abarca<br />
y con aullido prolongado y fuerte<br />
ladra a la luna, misteriosa barca<br />
de una viajera pálida, la muerte.<br />
Viejo navío anclado<br />
La oscura mole <strong>del</strong> navío recorta<br />
sobre la perspectiva su silueta;<br />
anclado está, reposa<br />
en los muelles <strong>del</strong> puerto...<br />
Su vieja chimenea abre la boca<br />
en perenne bostezo...<br />
¿De dónde viene?, ¿Adónde irá? Intriga<br />
su maltrecho aspecto...<br />
Tantas tierras ha visto<br />
como mares cortara con su hélice.<br />
Bajo cielos distantes<br />
lo mecieron borrascas tropicales,<br />
y en el helado norte<br />
la escarcha lo envolvió con su mortaja…<br />
Acodado a la borda un marinero<br />
contempla la infinita lontananza;<br />
378<br />
Cumaná, 1922<br />
a Vicente Dávila.
otro medita ante el vaivén <strong>del</strong> agua...<br />
El viejo navío sueña,<br />
quizá que rinde un crucero alucinante…<br />
Su casco ha desafiado<br />
trombas y vendavales;<br />
contra su fuerte herraje<br />
la tempestad golpea con loca furia,<br />
más él siguió su ruta, imperturbable...<br />
¡Hombre al agua! gritaron una noche<br />
cuando a alguien se lo llevó la marejada;<br />
la bruma en otra le ocultó un escollo,<br />
y hubo un paro en la marcha…<br />
Cierta ocasión una viajera escuálida<br />
embarcó cautelosa, y finó el viaje<br />
anclado en estación cuarentenaria.<br />
La torva polizón era la peste,<br />
y la muerte su puerto de arribada…<br />
¡Viejo navío que á bordo<br />
lució tan heterogéneo pasaje!<br />
Rompiendo mar y cielo<br />
sobre el tumulto de la marejada<br />
cuántas veces cargó su humano lastre…<br />
Tras el amor algunos;<br />
los más, tras el dorada vellocino.<br />
¡Todos tras la esperanza!<br />
Viejo navío anclado<br />
de azul inmenso y horizonte abierto,<br />
donde cielo y océano se confunden<br />
en inconmensurable acoplamiento...<br />
Acaso un día cualquiera<br />
eche por siempre el ancla<br />
en las inmensidades submarinas,<br />
entre corales y madréporas...<br />
Y será entonces verdaderamente<br />
cuando comience el viaje<br />
<strong>del</strong> cual ningún navío ha regresado...<br />
379<br />
1924
Síntesis<br />
¿Mi vida?, pues todo, nada<br />
cotidiana pesadilla<br />
que en virtud de complicada<br />
se torna historia sencilla…<br />
De la diaria mascarada,<br />
huyendo a la vil traílla<br />
siempre la tuve apartada<br />
extraña a dolo y mancilla.<br />
Si variable con los años<br />
por triunfos y desengaños<br />
mi vida, en síntesis, es,<br />
que por ironías constantes<br />
o llegué momentos antes<br />
o llegó instantes después…<br />
El poema de los espejos<br />
Colgados <strong>del</strong> muro duermen los espejos…<br />
Aquel de gran luna y ornada cañuela<br />
copió muchas veces los trajes complejos<br />
que en noches de fiesta llevara una abuela.<br />
Movidas pavanas, pesados minuetos,<br />
gavotas tocadas a violín y clave,<br />
todo vio ese espejo que guarda secretos<br />
de remotas cosas que ya nadie sabe…<br />
Ese otro al que enmarca dorada moldura,<br />
cristal veneciano de nobles reflejos,<br />
reprodujo un día la grácil figura<br />
que hacia él avanzara con mimos y dejos.<br />
Una blanca novia se miró en su clara<br />
lámina argentada llena de rubores;<br />
y él copió el inquieto mohín de su cara<br />
y vio tras el velo sus dulces temores...<br />
380<br />
a Guillermo Austria.<br />
1926
Este, que ventana parece a lo lejos,<br />
supo de una, hoy muerta, que a él se asomó,<br />
palpó de sus senos los suaves bosquejos<br />
se alejó sonriente, pero no volvió…<br />
(Es ojo que espía de un rincón oscuro<br />
y el recuerdo acrece de influjos funestos:<br />
único, en la alcoba, colgado <strong>del</strong> muro,<br />
no atisbó más nunca femeniles gestos)<br />
Pendiente <strong>del</strong> clavo yacen los espejos…<br />
Otros sobre el mármol de los tocadores.<br />
¡Fueron los testigos de tantas angustias!...<br />
¡Fueron confidentes de tan hondo ensueño!...<br />
(Los espejos miran con sus lunas mustias<br />
como si mirasen a través de un sueño).<br />
Síntesis de Año Nuevo<br />
381<br />
1929<br />
a Antonio Briceño Rossi<br />
¿Un año más de vida o un año menos de ella?<br />
Que lo responda el tiempo, que sabe más que yo…<br />
Abrigo el mismo tedio, me alumbra igual estrella<br />
y por un sí dudoso suelo escuchar tres no...<br />
Atrás, de la jornada, queda la errátil huella<br />
de un rumbo apresurado carente de intención<br />
histeria dislocada que la inconciencia sella<br />
pero con sangre escrita <strong>del</strong> propio corazón…<br />
Marchamos hacia el futuro demoro en el recuerdo,<br />
es el pasado selva dentro la cual me pierdo<br />
sin lograr, evocando, de ella salir jamás...<br />
Y así me encuentra el año que <strong>del</strong> misterio llega,<br />
con una íntima angustia que todo olvido niega<br />
una esperanza menos y un desengaño más…<br />
1929
Agustín Silva Díaz<br />
Responso<br />
Árbol sin armazones,<br />
árbol seco<br />
que pones tu silueta de aquelarre<br />
en el camino escueto;<br />
eres trasunto fiel de uno de tantos<br />
impulsos fracasados<br />
por el miedo.<br />
Maniquí que vistió la primavera<br />
en su ira ficticia<br />
y que luego el tahúr <strong>del</strong> otoño<br />
te robó de la planta hasta el moño<br />
mintiendo caricias.<br />
Fuiste pasto <strong>del</strong> pulpo<br />
de las nubes<br />
que en la abstracta absorción de sus tentáculos<br />
se bebieron el vino<br />
que en tus cordajes arteriales hubo<br />
y se fueron borrachas dando tumbos.<br />
Tu influencia en la vida<br />
va pasando<br />
Yankilandia lo afirma<br />
de una manera tal,<br />
que te venció el petróleo en la cocina,<br />
y en la mueblería<br />
por snobismo o por economía<br />
te sucede el metal.<br />
Árbol seco,<br />
de savia no te queda ni una mínima dosis,<br />
condenado a morir pareces reo<br />
el viejo mal de la arterioesclerosis<br />
te puso enteco y feo.<br />
Eres casi inútil<br />
en la marcha moderna de las cosas.<br />
Eres un fracasado<br />
en estos tiempos;<br />
ya no sirves de ejemplo<br />
382
ni sirves, como antaño, de picota,<br />
que en este siglo yanquilandizado<br />
Judas se ha civilizado<br />
y no piensa en la horca.<br />
Eres trasunto fiel de uno de tantos<br />
esfuerzos fracasados.<br />
Tránsito<br />
Hoy se me murió mi alma,<br />
están doblando en mi vida,<br />
sin compasión me taladra<br />
la campanada sombría.<br />
Ni latines de plegaria<br />
ni una mano compasiva,<br />
qué sola murió mi alma<br />
en esta mañana fría.<br />
Se me asomó por los ojos<br />
en medio de la agonía,<br />
aleteó sobre mis sienes<br />
y se quedó suspendida<br />
como esas manos crispadas<br />
al fin de la despedida.<br />
Hoy se me murió mi alma,<br />
están doblando en mi vida.<br />
Yace de cuerpo presente<br />
de mi pecho en la capilla<br />
donde la alumbran mis ojos<br />
como invertidas bujías<br />
y le he puesto algunas flores<br />
-mis ilusiones caídas-.<br />
Cuando el sol se haya borrado<br />
y la sombra sea propicia,<br />
yo la enterraré muy hondo<br />
dentro de mi selva oculta.<br />
¡Qué florecerá mañana<br />
de esta difunta alma mía!<br />
383
In memorian<br />
Humano ruiseñor que ya caíste<br />
en la siniestra jaula,<br />
con las alas cerradas para siempre<br />
y un nudo en la garganta.<br />
Quizá en ese nudo contraído<br />
la palabra secreta<br />
que no tuviste tiempo de decirnos<br />
y se torció en protesta.<br />
Pero quedan eternas las canciones<br />
de tu sistro de plata,<br />
que supo difundir sus vibraciones<br />
más allá de la patria.<br />
Caíste cuando el árbol de tu vida<br />
daba su florescencia,<br />
se mustiaron las rosas de tu carne<br />
pero quedó la esencia.<br />
¿Qué nueva floración dará la tierra<br />
con el abono de tu corazón?<br />
Alguna flor con resplandor de estrella,<br />
alguna estrella-flor.<br />
En el parcial eclipse de tu fosa<br />
habrá invierno de lágrimas,<br />
y ante el enigma sordo que te envuelve<br />
con sus fúnebres sábanas<br />
el recuerdo de todos tus amigos<br />
será como una lámpara.<br />
Luz victrix<br />
Nazareno: tu Calle de Amargura<br />
hoy se viste de fiesta;<br />
se trocaron en salmos las injurias<br />
y en flores las piedras.<br />
Ya no es una Verónica que acude<br />
a enjugar con sus tocas tu cabeza;<br />
son millones de almas suspendidas<br />
para besar tus pies, cual Magdalena.<br />
384
Tus pies, las navecillas irreales<br />
que trazaron caminos con estrellas<br />
¡sobre la luna azul <strong>del</strong> Tiberiades!<br />
Ya no es de Nazaret de donde vienes<br />
sino de todas partes,<br />
de la tierra y <strong>del</strong> mar, y de los cielos<br />
de la luz impalpable<br />
de todo el universo.<br />
La corona que llevas en las sienes,<br />
de espinas que era, se ha trocado en rosas,<br />
y todas tus heridas sangran mieles.<br />
¿Qué importa que una racha dolorosa<br />
marchitara los campos de laureles<br />
de tu vida inocente para los fieles<br />
por siempre y para siempre?<br />
Sobre tu hombro de marmórea albura<br />
el símbolo funesto <strong>del</strong> suplicio<br />
como tú en el Tabor, se transfigura<br />
y lo que ayer fue signo de pavura,<br />
hoy lo miran los hombres como indicio<br />
de la eterna ventura.<br />
A la luz que irradiaron tus palabras<br />
se encendieron las cuatro extremidades<br />
de tu cruz de dolores:<br />
faro de las perpetuas claridades<br />
que hoy derrama tu amor en resplandores<br />
hacia los cuatro puntos cardinales.<br />
385
Cruz Salmerón Acosta<br />
Infortunio*<br />
Nunca mi mente acarició el ensueño<br />
de vivir solo, frente a un mar bravío,<br />
sino en un campo en flor siempre risueño,<br />
viendo correr junto a mis pies un río.<br />
Por más que en alegrarme yo me empeño,<br />
en presencia <strong>del</strong> mar vivo sombrío<br />
tan lejos de la dicha con que sueño<br />
como tú estás de mi dolor, Dios mío.<br />
Yo sufro ante el verdor de primavera<br />
de la eterna visión de la ribera<br />
de donde ayer por siempre hube partido,<br />
la nostalgia <strong>del</strong> pájaro enjaulado<br />
que desde su prisión ve el ramo amado<br />
donde un día, cantando, formó el nido.<br />
*El soneto Infortunio aparece, en el manuscrito<br />
dictado por el autor, con el título de Descontento.<br />
Desolación espiritual<br />
Todo en mi derredor dice alegría,<br />
la aurora tras el monte se levanta,<br />
el pájaro en la fronda anuncia el día<br />
con la flauta que oculta su garganta.<br />
Quiero cantar a tanta poesía<br />
que habla a los ojos, y a la muerte encanta,<br />
pero la alondra de la musa mía<br />
aun sin querer, solloza cuando canta.<br />
Nací <strong>del</strong> mar en infeliz ribera,<br />
y esta aflicción que mi alma desespera<br />
cuando empiezo a rimar lo que he vivido,<br />
me hace pensar, por el sufrir inquieto,<br />
que acaso llevo en mi interior secreto<br />
el paisaje <strong>del</strong> suelo en que he nacido.<br />
386
Cielo y mar<br />
En este panorama que diseño<br />
para tormento de mis horas malas,<br />
el cielo dice de ilusión y galas,<br />
el mar discurre de esperanza y sueño.<br />
La libélula errante de mi ensueño<br />
abre la transparencia de sus alas,<br />
con el beso de miel que me regalas<br />
a la caricia de tu amor risueño.<br />
Al extinguirse el último celaje,<br />
copio en mi alma el alma <strong>del</strong> paisaje<br />
azul de ensueño y verde de añoranza;<br />
y pienso con obscuro pesimismo,<br />
que mi ilusión está sobre un abismo<br />
y cerca de otro abismo mi esperanza.<br />
Perspectiva<br />
Un pedazo de mar y otro de cielo<br />
y una montaña de un azul profundo,<br />
forman la vista que, en mi eterno duelo,<br />
contemplo yo desde un rincón <strong>del</strong> mundo.<br />
Por el límpido azul de terciopelo<br />
pasa a veces un pájaro errabundo,<br />
como por mi perenne ensueño, el vuelo<br />
de un tierno pensamiento vagabundo.<br />
Esta mañana gris, espesa bruma<br />
que el cielo, el mar y la montaña ahuma,<br />
me vela mis poéticas visiones;<br />
mas, se disipa sobre el mar en calma,<br />
igual que el humo de mis ilusiones<br />
en la honda amargura de mi alma.<br />
387<br />
A José Antonio Ramos Sucre
II<br />
Se va volviendo todo claro el día<br />
con el sol que en la cumbre centellea,<br />
y en la paz de la inmensa serranía<br />
el incensario de una rosa humea.<br />
Ya está ebria de azul y poesía<br />
mi alma dolida, que volar desea<br />
cuando la enseña de la patria mía<br />
en el bastión de Cumaná flamea.<br />
Como en la lejanía la bandera<br />
se me presenta alba toda entera<br />
igual que leve garza blanquecina<br />
que va volando con cansado vuelo,<br />
o el ala amorosa de un pañuelo<br />
que de decirme adiós nunca termina.<br />
El perro<br />
Cuando me vine para mi destino<br />
un can vino conmigo,<br />
y siempre para mí fue un buen amigo<br />
y un compañero fiel, el pobre perro.<br />
Él, que calles alegres recorría<br />
a mi lado, en mis días de ventura,<br />
vino también a hacerme compañía<br />
en la tan prolongada y tan sombría<br />
calle de mi amargura.<br />
Largas horas pasó junto a mi puerta<br />
echado sobre el suelo<br />
en perenne desvelo<br />
y hasta al más leve ruido, siempre alerta.<br />
Otras veces, después de vana espera<br />
el perro se dormía<br />
como si por instinto comprendiera<br />
que ninguno vendría<br />
a consolar mi vida prisionera.<br />
Y en las noches tan claras como el día,<br />
388<br />
A Dionisio López Orihuela
a la luna lanzaba sus aullidos,<br />
mientras yo prorrumpía<br />
en versos a sollozos parecidos.<br />
Hoy lo he visto morir, y no he llorado<br />
por su viaje sin vuelta, ni siquiera<br />
una lágrima, y he sufrido<br />
pensando cuánto no habría aullado,<br />
por un viaje cualquiera<br />
que yo hubiese emprendido.<br />
Me parece mirarlo todavía<br />
fijando en mí con gran melancolía<br />
su mirada de enfermo moribundo,<br />
cual queriendo decirme que sentía<br />
más dejarme en el mundo,<br />
que la vida azarosa que él perdía.<br />
¡Ah! Yo habría querido<br />
pobre y noble animal,<br />
en mis brazos tomarte<br />
y cerrarte los ojos tan humanos<br />
y cavarte una fosa con mis manos<br />
y yo mismo enterrarte.<br />
Y enterrándote echar sobre tu frío<br />
cuerpo, puñados de tierra, perro mío,<br />
con besos y lágrimas mojados,<br />
cual solemos hacer con los despojos<br />
de esos humanos seres adorados<br />
que enterramos con llanto en nuestros ojos.<br />
Mas, como nada de eso yo he logrado<br />
hacerte, sobre el lecho donde herido<br />
estoy, muy triste un rato me he quedado<br />
viendo la playa donde te has hundido.<br />
Duerme por siempre junto al mar sombrío,<br />
que para mí tanta poesía encierra,<br />
en tu lecho de tierra<br />
por el cual con placer cambiaría el mío.<br />
389
Humberto Guevara<br />
Salutación al Viejo<br />
¡Oh Don Simón Rodríguez! ¡Oh viejo vagabundo<br />
<strong>del</strong> grito y de la antorcha por todos los caminos!<br />
¡Galileo sin apóstoles de su verbo profundo!<br />
¡Almirante sin brújula ni barcos ni marinos!<br />
¡Quijote a pie en la andanza de componer el mundo!<br />
¡Oh viejo paradójico: colérico y sonriente,<br />
feliz e infortunado, ilógico y prudente!<br />
¿Lo recuerdas? A prisa por la senda tortuosa,<br />
en noche obscura huías disfrazado de arriero...<br />
I con la aurora el mar, celeste epifanía,<br />
y el milagro en las alas henchidas <strong>del</strong> velero!<br />
Por donde tú pasaste, dolor de las derrotas,<br />
España saturnina despedazaba a España,<br />
y exhibía su carne mártir en las picotas,<br />
los zamuros y perros devoraron la entraña,<br />
y los huesos blanquearon en las grutas ignotas.<br />
Truncaba tu discurso un destino siniestro;<br />
pero absorto entre lágrimas y horrores de cadalsos,<br />
el discípulo amado siguió tus pies descalzos...<br />
¡Alelulya! ¡Aleluya! ¡Por fin halló al Maestro!<br />
¡El águila entrenada por tu facundia homérica<br />
volaba omnipotente por los cielos de América!<br />
¡Oh mentor peligroso, magnético y jocundo!<br />
¡Generador de todas las energías! ¡Piloto<br />
que sentado en incógnita playa <strong>del</strong> Viejo Mundo,<br />
invisible y callado, noblemente remoto,<br />
registe de la Atlántida el supremo alboroto!<br />
Ya lo ves: aquel voto que tu sabiduría<br />
en la cima plebeya de Monte Sacro arranca,<br />
se ha cumplido, así como la hermosa profecía<br />
<strong>del</strong> inca sacerdote, ¡pastor de Choquehuanca!<br />
Luego volviste a América, no por nacer en ella,<br />
sino por serle útil con tu enseñanza bella,<br />
y en el Sur te quedaste <strong>del</strong> timbo al tambo hasta<br />
que saliéndote al paso, la Muerte dijo: ¡basta!<br />
Como en sitios inhóspitos levantabas la tienda,<br />
390
florecieron tus huellas en amarga leyenda:<br />
según las santas lenguas de frailes y beatos,<br />
a quien la tuya a diario causa tan malos ratos,<br />
porque la letanía de sus vicios pregona,<br />
¡eres tú nada menos que Belcebú en persona!<br />
Tu habías fundado logias, trotamundos eterno,<br />
¡y cada logia es una sucursal <strong>del</strong> Infierno!<br />
I por eso se dice que en urgencias sexuales,<br />
a media noche asaltas los claustros conventuales<br />
y te raptas las monjas por semanas enteras...<br />
Ladrón, aunque das cuenta hasta de cuatro reales;<br />
tahúr, y tantas cosas absurdas y groseras.<br />
I como <strong>del</strong> Discípulo defiendes la memoria,<br />
íngrima contra todos tu paternal figura,<br />
sobre tu ancianidad caiga toda la escoria<br />
que no puede caer sobre la sepultura.<br />
¡I por doquier la fábula que adultera tu historia,<br />
y por doquier el índice acusador de un Cura!<br />
Bajo el signo de Momo regresas a Caracas,<br />
lapso de bambalinas y pitos y matracas.<br />
Acaso en Amotape, ¡oh viejo extraordinario!<br />
volteriano y travieso, previste el centenario,<br />
cuando ya fastidiado de emociones ingratas,<br />
Diablo comiendo hostias, te quedaste tendido<br />
entre mimos y rezos de dos viejas beatas.<br />
¡He aquí que te sales con las tuyas, bandido!<br />
Después fueron buscándote a tu rincón serrano,<br />
y en hombros te metieron en el Panteón peruano.<br />
(No yerro si supongo que dijo tu ironía:<br />
Dios le pague el servicio al amigo Leguía.)<br />
Pero es el caso que hoy el duelo es soberano,<br />
y anticipan tu entrada para que no coincida<br />
el severo homenaje con la farsa de Antruejo,<br />
por más que prefirieras, ¡oh sarcástico viejo!<br />
-confites, papelillos,- la tarde divertida<br />
<strong>del</strong> sábado, y que fuera de locura el cortejo.<br />
I en barba y espejuelos bromas de serpentinas,<br />
y en mano el cetro bobo que rige la algazara,<br />
reirte a carcajadas de todas las espinas<br />
con que la incomprensión ayer te acribillara.<br />
I puesto que de loco te tildara la gente,<br />
es muy justo que ahora, en la hora sonora<br />
cuando la apoteosis te declara consciente,<br />
esa tu sonrisita sutil, torturadora,<br />
391
se dibuje a la ráfaga agria de los recuerdos,<br />
¡oh Don Samuel inmenso, claro e incomprendido!<br />
Pobre Judío Errante, mofado y perseguido<br />
por todos los imbéciles y por todos los cuerdos.<br />
¡Oh viejo! estarás riendo de aquellos malandrines<br />
que a las torpes infamias aldeanas adeptos,<br />
te inventaron ridículos banquetes con bacines,<br />
y atribuyeron frases y torcieron conceptos,<br />
y así también de esos cuya miopía insólita<br />
equipara tu mérito al de la Negra Hipólita.<br />
Un maestro es cualquiera que con un libro abierto<br />
repite a los muchachos lo que ni él mismo entiende:<br />
tú eres la palabra que no clama en desierto,<br />
el faro que no en vano en la tiniebla esplende.<br />
¡Hoy vuelves! El desquite es portentoso y cierto;<br />
¡naves empavesadas aclaman en el puerto<br />
de La Guayra el arribo cordial de la fragata<br />
con que El Perú magnífico fraternidad protesta!<br />
¡I con el mismo espíritu que tal gesto <strong>del</strong>ata,<br />
glorioso estandarte, nieve y fuego, contesta<br />
gualda, azul y rojo, con estrella de plata!<br />
¡Oh fugitivo anónimo que retornas dormido<br />
y te incorporas! ¡Oye el laudatorio ruido<br />
de las aclamaciones! ¡Tiende al cerro la vista,<br />
y ve cómo el baluarte, hostilidad antaño,<br />
se manifiesta en salvas en el primor de hogaño,<br />
y realza tu marcha triunfal por la Autopista!<br />
No es Pedro Carbonell, ni el otro, Vasconcelos,<br />
quien te captura, reo de sublimes anhelos,<br />
¡Marcos Pérez Jiménez, que es la Patria, te llama;<br />
y con el puro afecto, y la espléndida pompa,<br />
y la noble justicia que tu gloria reclama,<br />
hace que el gran silencio <strong>del</strong> olvido se rompa!<br />
¡A él le bastaría con decirte; contempla!<br />
para que el gozo te haga llorar en este día<br />
como lo hiciera en Lima tu paterna alegría.<br />
La lira, por cantarte, sus graves cuerdas templa;<br />
de pie se halla el Congreso; de pie el Ayuntamiento;<br />
de pie los niños blancos y negros de tu escuela;<br />
¡y en marcha todo aquello que el patriotismo anhela!<br />
¡I un pueblo fuerte y grande, en alto el pensamiento,<br />
el corazón en alto y el reconocimiento,<br />
a quien labor anima y democracia escuda,<br />
estrepitosamente, a una vez, te saluda!<br />
392
¡Oh Don Simón Rodríguez, fallido polvorista!<br />
Comisario de Guerra que hoy le pasas revista<br />
a nuestro ilustre ejército, ¡mírale bien la cara<br />
a cada hombre, y sabe cómo efectivamente<br />
es aquél que Bolívar por Los Andes llevara!<br />
¡No se ha arado en el mar, oh viejo providente!<br />
I pues que alto y olímpico llegas hoy a tu tierra<br />
con el santo derecho de todo cuanto hiciste,<br />
compara este gran día con la noche en que huiste:<br />
contigo las banderas y los tanques de guerra;<br />
las limpias bayonetas y lanzas; los bridones<br />
audaces <strong>del</strong> asombro; las flotillas de aviones,<br />
cóndores de tu escolta, heroísmo que vuela;<br />
las solemnes espadas; los tremendos cañones.<br />
I toda esa soberbia que ante ti se revela,<br />
por la paz y las leyes y honor de Venezuela!<br />
¡Oh desacreditado velero y jabonero<br />
de Luces y Virtudes! ¡Humilde conuquero!<br />
¡Director majadero que hubo de salir malo!<br />
¡Mayordomo en conflictos con el inglés y el galo!<br />
ya ves: tu cola fuerte pega los cartelones<br />
donde los ciudadanos aprenden tus lecciones.<br />
¡Viejo polifacético! Debes de estar contento,<br />
porque todo se hace según tu mandamiento,<br />
y porque tu Discípulo filial, y triple amigo,<br />
aguarda el gran momento de encontrarse contigo<br />
para exclamar de nuevo que tenías razón.<br />
¡A ti, que vivo siempre, (¿caprichoso?) y jocundo,<br />
disfrazado de muerto entras en El Panteón!<br />
¡Oh Don Simón! Oh Robinson! ¡Oh viejo vagabundo!<br />
Cumaná, febrero de 1954.<br />
Doña Fita, la Maestra<br />
La comadre Encarnación,<br />
quien se da mucho postín,<br />
es tan fina en la dicción,<br />
que suele decir: Jazmón,<br />
como si fuera: jazmín<br />
También dice: mancarrón,<br />
iluminio, cuerpo-espín,<br />
ermuerzo, regolución,<br />
393
y tantas otras, en fin,<br />
de las que no haré mención.<br />
Pero la señora Fita,<br />
refitolera viejita<br />
que en lo de gramatical<br />
cree que no la supedita<br />
Doña Gabriela Mistral,<br />
—porque tuvo una escuelita<br />
por allá por Palotal—<br />
adviértele doctoral<br />
y amablemente: Mijita,<br />
noto que pronuncias mal:<br />
para hablar se necesita<br />
aprender en el Manual.<br />
Y pues en lo intelectual<br />
La vieja Maestra Fita,<br />
como tánta maestrita<br />
en funcionamiento actual,<br />
es una especie de atún,<br />
su sapiencia no común<br />
(en cuanto a lo garrafal)<br />
<strong>del</strong> modo más natural<br />
le afloja a la comadrita<br />
una que otra palabrita:<br />
bacalado, simoún,<br />
Gabriel, esperencia, orita,<br />
sinvergüenzo, precepita,<br />
afigúrese, asigún.<br />
La lección <strong>del</strong> lorito<br />
Un erudito yanqui<br />
que aún investiga con sapiencia vana<br />
quién fue en la antigüedad prediluviana<br />
el primer saltimbanqui,<br />
ha conseguido, en cambio, convencerse<br />
de qué individuo cometió el dislate,<br />
o tuvo el heroísmo, de comerse<br />
el primer aguacate.<br />
A pesar de ser fruta americana<br />
la persea gratísima,<br />
o como dice un médico, ingratísima,<br />
394<br />
(escena paradisíaca)
debido a que no es <strong>del</strong> todo sana,<br />
sobre todo de noche,<br />
resulta que fue Adán el caballero,<br />
sin miedo y sin reproche,<br />
que la probó primero.<br />
¿Que el Paraíso estaba en Asia? ¡Bueno!<br />
Qué Adán no vino a América? No importa!<br />
Pero fue él, y Misia Eva, absorta,<br />
lo acompañó al estreno.<br />
(Ella no se quedó comiendo torta).<br />
La deducción <strong>del</strong> yanqui es elocuente:<br />
a Adán le agradó mucho la manzana,<br />
por lo que muy ufana<br />
de haber interpretado a la Serpiente,<br />
lo invitó a repetir su bella esposa.<br />
¡Oh, manzana...! ¡Manzana es muy sabrosa!<br />
Como fuera pecado<br />
original, bastante original,<br />
haberse la tal fruta merendado,<br />
semejante a la mona <strong>del</strong> nogal<br />
que cogió la nuez verde,<br />
la pasaron muy mal:<br />
pues cuando el pobre Adán la fruta muerde,<br />
la halló un tantico desabrida y vana,<br />
con cierta densidad de mantequilla,<br />
y murmuró como de mala gana:<br />
Eva: ¿eso no será más bien patilla?<br />
Y su dulce costilla<br />
dijo convencidísima y sencilla:<br />
¡Cométela, mijito, sí es manzana!<br />
Fíjate en la semilla.<br />
No obstante, dirigieron la mirada<br />
al árbol de la poma mencionada...<br />
Y, ¡oh, sorpresa! inquietante maravilla,<br />
vieron las ramas llenas<br />
de unas frutas verdosas,<br />
extrañas, periformes y hermosas,<br />
muy parecidas a las berengenas.<br />
Nuestros primeros padres, pensativos,<br />
comprendieron los mágicos motivos<br />
de aquella metempsicosis frutal:<br />
era la eterna pena prometida<br />
395
¡a quien tocara el Árbol de la Vida<br />
y <strong>del</strong> Bien y <strong>del</strong> Mal!<br />
Sin embargo, pasando el primer susto,<br />
a la poma, por fin, le hallaron gusto,<br />
y su nombre quisieron conocer.<br />
Más curiosa que el hombre, la mujer<br />
preguntó a la Serpiente...<br />
y ésta dijo: comadre, francamente<br />
no lo sé, porque en Francia es abogado,<br />
y según el Primario lo asegura,<br />
es palta en El Perú tan renombrado,<br />
y allá en Colombia, cura.<br />
Y Adán, mortificado,<br />
exclamó: ¡qué diablura<br />
esa nomenclatura que has mentado!<br />
En tanto Eva, que lo consolaba,<br />
vio un lorito llanero,<br />
que muy conocedor y picotero<br />
una fruta de aquella picoteaba.<br />
Y preguntóle así: lorito lindo,<br />
¿será eso lo que llaman tamarindo?<br />
Y el ave, toda llena de malicias,<br />
contestó, pero ¡qué escasa de noticias!<br />
Esto como se llama es aguacate.<br />
Renacimiento, 24-2-1954<br />
Palomitas de Amor<br />
Modisto de París, según Lancero,<br />
augura que en el siglo venidero<br />
las mujeres allá serán rasitas.<br />
Ya lo véis: a los niños <strong>del</strong> futuro<br />
no habrán de alucinar las señoritas<br />
«con la turgencia <strong>del</strong> anón maduro».<br />
Por lo que a mí respecta,<br />
<strong>del</strong> couturier los vaticinios creo,<br />
aunque así no me conste por tanteo<br />
u otra experiencia personal, directa:<br />
deduzco nada más, por cuanto he visto<br />
en las cintas artísticas francesas,<br />
cómo las compatriotas <strong>del</strong> modisto<br />
ya no exhiben manzanas sino fresas.<br />
396
Pretender abolir en absoluto<br />
las magnolias de pico sonrosado,<br />
es triste aberración, torpe atentado,<br />
porque además de ser bello atributo<br />
de femínea elegancia,<br />
suelen prestar servicios ideales,<br />
de suprema importancia.<br />
No sé, pues, cómo en Francia,<br />
romántico país de intelectuales,<br />
miran con repugnancia,<br />
los <strong>del</strong>iciosos timbres pectorales.<br />
Referente al machismo en las mujeres,<br />
y sus despampanantes procederes,<br />
por ser materia tan antigua y boba,<br />
no es motivo de alarma:<br />
¿Habráse visto arma<br />
más seria y humillante que la escoba?<br />
Preferiblemente es morir por un balazo<br />
a subsistir después <strong>del</strong> escobazo.<br />
Volvamos a los pechos inquietantes,<br />
blancos, tibios, redondos y erectos<br />
como dos palomitas desafiantes.<br />
¡Oh! ¡los senos fragantes y perfectos,<br />
complementos directos<br />
de la ilusión en todos los amantes!<br />
¡Oh! ¡los senos eurítmicos, trigueños<br />
cual nísperos de azúcar, tentadores!<br />
¡Flor de canela fina en los ensueños!<br />
¡Balitas de cañón de los amores!<br />
¡Nada tan lindo y adorable, como<br />
esos soutiens de ahora, paraditos<br />
y amenazantes, tersos pitoncitos!<br />
Confieso: ¡con los ojos me los como...<br />
Son tan perturbadores y bonitos!<br />
Cuánto primor denota<br />
el aparato de los toporitos,<br />
que uno cree, ¡santo Dios!, por templaditos,<br />
¡van a rasgar la tela de la cota!<br />
Paréceme ridículo, zoquete,<br />
procurar adquirir por el destete<br />
y los destetamientos criminales,<br />
397
formas esculturales:<br />
Venus no fue por ningún lado angosta:<br />
lo escultural, lo artístico, es la posta<br />
que ofrecen las “Pilules Orientales”.<br />
El Tío Sam, por fortuna,<br />
no siente por la mística francesa<br />
simpatía alguna,<br />
y dictamina, como norma expresa<br />
de hermosura, los pechos abultados,<br />
pero de natural abultamiento:<br />
ni así como escarpines remojados,<br />
ni como un par de sacos de cemento.<br />
Y pues que en la cuestión soy otro tío,<br />
comparto el juicio <strong>del</strong> colega mío<br />
en femenina estética:<br />
la mujer, ni atestada ni amazónica;<br />
pues si resulta horrenda la teutónica,<br />
es otra horripilancia la sintética.<br />
Renacimiento. Nº 5.882, 18-julio 1954.<br />
398
Diego Córdova<br />
Vida de provincia<br />
Triste vivir este vivir que evoco,<br />
oscuro ayer en la provincia mía<br />
cuando mi limpio corazón rompía<br />
como alegre turpial en trino loco.<br />
Comer mal, dormir mal y ser un poco<br />
dado al amor y a la chismografía;<br />
respetar lo que se hace cada día<br />
y no soñar porque te llaman loco.<br />
Tener cuidado con la Dictadura.<br />
El domingo asistir más de una hora,<br />
devoto, a misa con el flux de dril...<br />
Estar atento a lo que diga el cura,<br />
y ser lo más cortés con la señora<br />
de la Primera Autoridad Civil.<br />
Yo y mi corazón<br />
Guardo un santo silencio junto al río,<br />
el agua pensativa está conmigo,<br />
y triste, lleno de emoción, le digo<br />
¿Qué te impulsa a soñar, corazón mío?<br />
Ausente el viento, pensativo el río<br />
sufre una honda turbación conmigo,<br />
y triste, lleno de inquietud, le digo<br />
¿Qué te impulsa a temblar, corazón mío?<br />
Lucho porque el dolor que está conmigo<br />
conmigo esté sin el dolor <strong>del</strong> río;<br />
mas llora el agua como un fiel amigo<br />
por mi dolor romántico y sombrío,<br />
y oyendo al agua sollozar le digo:<br />
¿Qué te impulsa a llorar, corazón mío?<br />
399
Epinicio<br />
Pasaron los poetas en legiones<br />
por cima de la turba de la envidia,<br />
y al arrojar su dardo la perfidia<br />
los aires enfloraron de canciones.<br />
Flameando los simbólicos pendones<br />
despreciaron los gritos de la insidia,<br />
mientras los irredentos de la envidia<br />
bramaban en su fiebre, cual leones.<br />
Ascendió la legión por las escalas<br />
con los áureos penachos de sus alas<br />
al impulso sublime <strong>del</strong> anhelo;<br />
y al ósculo de luz de la quimera<br />
como una sugestiva primavera,<br />
abrió sus rosas el azul <strong>del</strong> cielo.<br />
400
José Agustín Fernández<br />
El cóndor<br />
Frente al soberbio y alto<br />
azul de una montaña,<br />
abrió sus grandes ojos<br />
el Cóndor de la Guerra,<br />
después batió las alas<br />
por diferentes cielos<br />
y combatió mil veces<br />
la racha <strong>del</strong> destino,<br />
la furia de los hombres,<br />
<strong>del</strong> rayo de los vientos...<br />
Y fue de triunfo en triunfo<br />
proyectando su sombra sobrehumana<br />
por la gran cordillera<br />
que a la América enlaza,<br />
y con extraño asombro<br />
le vieron las llanuras,<br />
los montes, las cascadas..<br />
Alzaron los volcanes a su paso<br />
las palmas de sus llamas<br />
y ante la majestad de dos océanos<br />
le aclamaron ¡cien pueblos libertados!<br />
Luego, enfermo y herido<br />
por la perfidia humana,<br />
lanzó en silencio el vuelo<br />
a un pródigo solar,<br />
y perdonando a todos<br />
a voz de unión y patria,<br />
en la mitad <strong>del</strong> día<br />
cerró sus grandes ojos<br />
frente al azul <strong>del</strong> mar.<br />
Evocación<br />
Bajo el amor de la tarde<br />
abril canta una romanza,<br />
cuya cadencia se pierde<br />
por el azul de la Patria.<br />
401
El canto bajo el ensueño<br />
de la tarde enamorada,<br />
fraterniza con el ritmo<br />
de las líricas cigarras<br />
que rompen la paz de oro<br />
de las quintas virgilianas.<br />
La tarde —novia de abril—,<br />
es una niña encantada<br />
que va enjoyando a lo lejos<br />
su traje de rosa y gualda,<br />
y mientras vibra en el aire<br />
la canción de las cigarras,<br />
evoco a un dulce poeta<br />
que fue espiga de la Patria<br />
¡y derramó sus dulzuras<br />
desde los valles de Aragua!<br />
Responso lírico<br />
Erguido<br />
sobre el recio collado de la vida,<br />
a la hora que empieza<br />
la agonía de los astros<br />
yo vi caer un árbol,<br />
en cuya vieja copa<br />
habían abierto<br />
una estela de surcos insondables<br />
los inviernos <strong>del</strong> tiempo.<br />
Al momento<br />
se hizo grande la nube<br />
de mi hermano dolor,<br />
y frente a la armonía de la luz,<br />
que Dios puntual nos brinda<br />
después de su gran sueño,<br />
se enmarañó de sombras<br />
la visión inefable<br />
de ese extraño país<br />
que sólo ven los ojos<br />
de algunas almas en su azul locura.<br />
402<br />
Árbol:<br />
¡cómo te voy a olvidar,<br />
si soy tu fruto<br />
y te vi caer!
Ante el árbol inmóvil,<br />
el suspiro <strong>del</strong> mundo<br />
se confundió al instante<br />
con el ritmo sensible de mi angustia,<br />
y en mi propio universo<br />
se hizo todo indeciso,<br />
porque el descenso de aquel viejo árbol<br />
para mí fue una sombra<br />
que se extendió por mi pequeño mundo<br />
bajo la blanca bendición <strong>del</strong> sol.<br />
Luego...<br />
tras de una grave vibración de bronces,<br />
al amor <strong>del</strong> silencio<br />
y ante la misericordia de la tarde,<br />
ocultaron el árbol<br />
a los ojos volubles<br />
de la Humana Comedia,<br />
y, desde entonces,<br />
he comprendido mucho más al hombre<br />
y descifrado la luz de su destino.<br />
Hoy,<br />
por el duro collado de la vida,<br />
vaga el recuerdo intacto de aquel árbol<br />
en conjunción fraterna con mi pena...<br />
A un jagüey<br />
Jagüey distante <strong>del</strong> rumor <strong>del</strong> pueblo<br />
y <strong>del</strong> lírico embrujo de las rosas,<br />
jagüey de la hondonada y <strong>del</strong> camino<br />
que conduce a los campos de mi tierra:<br />
cuántos hay<br />
que al mirar, de repente,<br />
la quietud de tus aguas,<br />
te arrojan frases<br />
a modo de reproche,<br />
sin comprender tal vez<br />
en su ignorancia,<br />
que eres útil al fin;<br />
que en tu habitual mudez y soledad,<br />
tú tienes tus momentos<br />
de bien y de belleza:<br />
cuando aplacas la sed de los ganados<br />
y la sed de los pájaros <strong>del</strong> monte,<br />
403
y reflejan tus aguas, siempre en paz,<br />
¡el oro <strong>del</strong> silencio de los astros!...<br />
Lienzo de la tarde<br />
Ondea la visión <strong>del</strong> espejismo<br />
sobre la urente faz de la sabana,<br />
y por sobre la calma de los mangles<br />
vuela un bando de garzas.<br />
Hacia el Norte, la costa a la distancia<br />
figura una fantástica barrera<br />
que aprisionara la elación <strong>del</strong> mar;<br />
y decorando la quietud <strong>del</strong> puerto<br />
se aleja la blancura de un velamen.<br />
La ternura <strong>del</strong> sol va declinando<br />
sobre el golfo y la playa;<br />
se borra la visión en la llanura<br />
y las garzas descienden al manglar;<br />
al envolverse todo, en lumbre vaga,<br />
fingen las garzas copos de algodón<br />
cayendo sobre un campo de esmeralda.<br />
Campanas<br />
¡Campana!, triste campana<br />
que desde la torre vieja,<br />
dices la profunda queja<br />
<strong>del</strong> ayer y <strong>del</strong> mañana.<br />
Pausada, sensible, arcana,<br />
tu voz hasta mi ser llega,<br />
y sólo a evocar se entrega<br />
extinta historia lejana.<br />
Bajo la melancolía<br />
de este luctuoso día<br />
vagan tus notas amargas;<br />
plañes al caer la vida,<br />
y hoy, en duelo, nos embargas<br />
¡oh, campana dolorida!<br />
404
Andrés Eloy Blanco<br />
Versos para el hijo de un poeta<br />
Y tú, que ahora empiezas, ¿qué destino<br />
tendrás que transitar? ¡Cuánto sendero<br />
para tu pie! ¿Tribuno o bandolero?<br />
¿carne de pena o sueño de Aladino?<br />
¡Abordo, timonel! tu derrotero<br />
no te preocupe. Haz noble tu camino;<br />
siembra la quilla en el azul marino<br />
y en el azul celeste el mastelero.<br />
Pero si alguna vez, ante tu prora<br />
surge una playa donde el viento llora<br />
y el oleaje azul calma su guerra<br />
y una mujer sin paz tañe una lira,<br />
vuelve la prora hacia lo ignoto, vira,<br />
¡vira de bordo hacia la mar sin tierra!<br />
A Florinda en invierno<br />
Al hombre mozo que te habló de amores<br />
dijiste ayer, Florinda, que volviera,<br />
porque en las manos te sobraban flores<br />
para reírte de la Primavera.<br />
Llegó el Otoño; cama y cobertores<br />
te dio en su deshojar la enredadera<br />
y vino el hombre que te habló de amores<br />
y nuevamente le dijiste: —Espera.<br />
Y ahora esperas tú, visión remota,<br />
campiña gris, empalizada rota,<br />
ya sin calor el póstumo retoño<br />
que te dejó la enredadera trunca,<br />
porque cuando el amor viene en Otoño,<br />
si le dejamos ir no vuelve nunca.<br />
405
La renuncia<br />
He renunciado a ti. No era posible.<br />
Fueron vapores de la fantasía;<br />
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible<br />
una proximidad de lejanía.<br />
Yo me quedé mirando cómo el río se iba<br />
poniendo encinta de la estrella...<br />
hundí mis manos locas hacia ella<br />
y supe que la estrella estaba arriba...<br />
He renunciado a ti, serenamente,<br />
como renuncia a Dios el <strong>del</strong>incuente;<br />
he renunciado a ti como el mendigo<br />
que no se deja ver <strong>del</strong> viejo amigo;<br />
como el que ve partir grandes navíos<br />
con rumbo hacia imposibles y ansiados continentes;<br />
como el perro que apaga sus amorosos bríos<br />
cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;<br />
como el marino que renuncia al puerto<br />
y el buque errante que renuncia al faro<br />
y como el ciego junto al libro abierto<br />
y el niño pobre ante el juguete caro.<br />
He renunciado a ti, como renuncia<br />
el loco a la palabra que su boca pronuncia;<br />
como esos granujillas otoñales,<br />
con los ojos estáticos y las manos vacías,<br />
que empañan su renuncia, soplando los cristales<br />
en los escaparates de las confiterías...<br />
He renunciado a ti, y a cada instante<br />
renunciamos un poco de lo que antes quisimos<br />
y al final, ¡cuántas veces el anhelo menguante<br />
pide un pedazo de lo que antes fuimos!<br />
Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.<br />
Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;<br />
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.<br />
La renuncia es el viaje de regreso <strong>del</strong> sueño...<br />
406
El pescador de anclas<br />
Yo te quiero desde un día<br />
en que vi junto a la playa<br />
un barco de un pescador<br />
que andaba pescando anclas.<br />
Yo era un niño; tú no habías<br />
nacido tal vez, de modo<br />
que te quiero antes de ti<br />
y te quiero antes de todo.<br />
No caviles; te diré<br />
toda la historia <strong>del</strong> barco<br />
y naceré pescador<br />
y te pescaré, pescando.<br />
Era un pescador que había<br />
navegado tantos mares<br />
que ya tenía redonda<br />
el alma, de tantos viajes.<br />
Pero andaba su navío<br />
remolcando despedidas<br />
y apenas llegaba a tiempo<br />
para saber que se iba.<br />
Aquel pescador de adioses<br />
llegaba por la mañana<br />
y a medio mirar <strong>del</strong> puerto,<br />
su nave rompía el ancla.<br />
Se compraba un ancla nueva<br />
entre bolina y bolina<br />
y en el primer fondeadero<br />
la dejaba al otro día.<br />
Y así fue sembrando anclas<br />
en todo fondo de mar,<br />
a estribor de un «hasta luego»<br />
y a babor de un «¿volverás?»<br />
Y ahora, vieja la nave,<br />
viejo, viejo el pescador,<br />
iba pescando sus anclas<br />
y cosechando su adiós.<br />
407
Yo le vi aquella mañana<br />
tender sus redes al puerto<br />
y vi los ojos <strong>del</strong> hombre<br />
tirar lances de recuerdo.<br />
Y amé, mientras navegaba,<br />
y amé, norte y sur de amor,<br />
y sembré anclajes y anclajes,<br />
azul de navegación.<br />
Y en la expedición de vuelta<br />
te vi, como regresada,<br />
y en la red sumida a proa<br />
me pesaste, como un ancla.<br />
Yo te sembré en aquel puerto,<br />
junto al barco pescador<br />
y desde aquella mañana<br />
te quiero, como un adiós<br />
y te recobro en el aire<br />
que cupo en los dos pañuelos<br />
y en la izada de las velas<br />
y en la arriada de los puertos<br />
y en el gozo de escucharte<br />
antes de nacer tu voz,<br />
de verte antes de tus ojos,<br />
de amarte antes <strong>del</strong> amor.<br />
Y mañana dormiremos,<br />
yéndonos, como un adiós,<br />
viejo el mar, vieja la nave,<br />
viejo, viejo el pescador...<br />
Giraluna canta en la ausencia<br />
Con cuatro días sin carta,<br />
de la ventana a la alcoba,<br />
de la alcoba a la ventana<br />
y entre si duerme o no duerme,<br />
Giraluna canta y canta:<br />
Allá va... me dejó sola,<br />
allá va... sola quedé.<br />
408
Déjame cerrar los ojos,<br />
que ya no hay nada que ver.<br />
Tengo los ojos cerrados,<br />
me pongo a mirar caminos,<br />
me los prendo al corazón,<br />
empiezo a hacer un ovillo;<br />
voy tirando de los hilos,<br />
los voy enrollando en mí;<br />
los caminos en las manos<br />
se me vienen a morir,<br />
y tanto tiro de ellos,<br />
que se robaron mi afán,<br />
que se vienen devolviendo<br />
y me lo hacen regresar.<br />
Yo tengo en el corazón<br />
una madeja de atajos,<br />
para salirle a<strong>del</strong>ante<br />
al que me tiene esperando.<br />
Vuelve, novio, vuelve, amante,<br />
que se me olvidó en la prisa<br />
darte el sueño de mis ojos<br />
para las malas dormidas.<br />
Vuelve, que se me olvidó<br />
que te iba a colgar <strong>del</strong> cuello<br />
este escapulario rojo<br />
que me rompe el lado izquierdo;<br />
vuelve. que tengo los ojos<br />
cerraditos, de buscar<br />
adonde se fue aquel beso<br />
que me acabas de dejar;<br />
me lo pusiste en la boca,<br />
por verte, se me olvidó,<br />
y anda perdido de angustia<br />
entre boca y corazón.<br />
Vuelve a que me lo sujetes,<br />
regresa a que me lo des;<br />
seré menos en el beso<br />
que en irte dejando en él.<br />
409
Quédateme un poco más,<br />
márchateme un poco menos,<br />
véteme yendo de modo<br />
que me parezcas viniendo<br />
y no que grites: ¡adiós!<br />
ni digas «hasta la vuelta»;<br />
vete marchando de espaldas<br />
para creer que regresas.<br />
Regreso al mar<br />
Siempre es el mar donde mejor se quiere,<br />
fue siempre el mar donde mejor te quise;<br />
al amor, como al mar, no hay quien lo alise<br />
ni al mar, como al amor, quien lo modere.<br />
No hay quien como la mar familiarice<br />
ni quien como la ola persevere,<br />
ni el que más diga en lo que vive y muere<br />
nos dice más de lo que el mar nos dice.<br />
Vamos de nuevo al mar; quiero encontrarte<br />
la hora más azul para besarte<br />
y el lugar más allá para quererte,<br />
donde el agua es a la par agua y abismo,<br />
en la alta mar, en donde el aire mismo<br />
se da un aire al amor y otro a la muerte.<br />
Los hijos infinitos<br />
Cuando se tiene un hijo,<br />
se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,<br />
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga<br />
y al <strong>del</strong> coche que empuja la institutriz inglesa<br />
y al niño gringo que carga la criolla<br />
y al niño blanco que carga la negra<br />
y al niño indio que carga la india<br />
y al niño negro que carga la tierra.<br />
Cuando se tiene un hijo; se tienen tantos niños<br />
que la calle se llena<br />
y la plaza y el puente<br />
y el mercado y la iglesia<br />
y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle<br />
410
y el coche lo atropella<br />
y cuando se asoma al balcón<br />
y cuando se arrima a la alberca;<br />
y cuando un niño grita, no sabemos<br />
si lo nuestro es el grito o es el niño,<br />
y si le sangran y se queja,<br />
por el momento no sabríamos<br />
si el ay es suyo o si la sangre es nuestra.<br />
Cuando se tiene un hijo, es nuestro el niño<br />
que acompaña a la ciega<br />
y las Meninas y la misma enana<br />
y el Príncipe de Francia y su Princesa<br />
y el que tiene San Antonio en los brazos<br />
y el que tiene la Coromoto en las piernas.<br />
Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala,<br />
todo llanto nos crispa, venga de donde venga.<br />
Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro<br />
y el corazón afuera.<br />
Y cuando se tienen dos hijos<br />
se tienen todos los hijos de la tierra,<br />
los millones de hijos con que las tierras lloran,<br />
con que las madres ríen, con que los mundos sueñan,<br />
los que Paul Fort quería con las manos unidas<br />
para que el mundo fuera la canción de una rueda,<br />
los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,<br />
quiere con Dios adentro y las tripas afuera,<br />
los qué escaparon de Herodes para caer en Hiroshima<br />
entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra,<br />
porque basta para que salga toda la luz de un niño<br />
una rendija china o una mirada japonesa.<br />
Cuando se tienen dos hijos<br />
se tiene todo el miedo <strong>del</strong> planeta<br />
todo el miedo a los hombres luminosos<br />
que quieren asesinar la luz y arriar las velas<br />
y ensangrentar las pelotas de goma<br />
y zambullir en llanto los ferrocarriles de cuerda.<br />
Cuando se tienen dos hijos<br />
se tiene la alegría y el ay <strong>del</strong> mundo en dos cabezas,<br />
toda la angustia y toda la esperanza,<br />
la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,<br />
si el modo de llorar <strong>del</strong> universo<br />
o el modo de alumbrar de las estrellas.<br />
411
Los grillos me han hecho callos<br />
Por la mañana me encuentro<br />
la sábana a media pierna.<br />
—¡Qué frío hace!<br />
—dicen todos, y se meten<br />
entre burbujas de trapo.<br />
Pero, yo no siento frío,<br />
ni calor, ni piel siquiera;<br />
los grillos me han hecho callos<br />
en las piernas.<br />
La reja se vuelve arado<br />
sobre el cielo de la puerta<br />
y ya el tablón de la noche<br />
retoña copo y can<strong>del</strong>a.<br />
Vienen olores de casas<br />
y de gentes que trafican,<br />
vahos de luz de ciudad<br />
suben<br />
y se podrían mirar.<br />
Pero yo no veo nada<br />
sobre el surco de la reja<br />
en flor de luces y copos;<br />
los grillos me han hecho callos<br />
en los ojos.<br />
Andan cantos de soldados<br />
rondando por las terrazas;<br />
oyéndolos, bien podría<br />
gustarse un poco de calle,<br />
un poco de serenata,<br />
de novia,<br />
de excursiones por la noche,<br />
bajo árboles,<br />
junto a ríos injertados<br />
con guitarras.<br />
Oyéndolos, bien podría<br />
cantarse un poco la noche.<br />
Pero, yo no canto nada<br />
ni recuerdo mi canción,<br />
los grillos me han hecho callos<br />
en la voz.<br />
412
Alguien se queja: algún preso,<br />
un moribundo, una ola;<br />
tal vez un poco más lejos<br />
se queja la muchedumbre.<br />
Duele un dolor de pobladas,<br />
duele un dolor de dolores;<br />
alguien se queja; en la queja<br />
se quejan millones de hombres.<br />
Esta noche se podría<br />
llorar;<br />
en esta noche tan clara,<br />
tal vez se podría hacer<br />
mejor que nunca una lágrima.<br />
Pero yo no lloro nunca;<br />
los grillos me han hecho callos<br />
en la Angustia.<br />
Callar… Se ha puesto la noche<br />
como para estarse en ella<br />
entre callado y dormido,<br />
callado, quieto, callado ...<br />
destilado gota a gota,<br />
desleído sueño a sueño,<br />
marchado por una arena<br />
de recuerdos.<br />
¡Se podría estar callado,<br />
callado ... pero no puedo!<br />
Los grillos le han hecho callos<br />
al Silencio.<br />
Castillo de Puerto Cabello, 1931.<br />
413
J. M. Rondón Sotillo<br />
Canto a la América Latina<br />
¡Arriba, el Cóndor, y a los pies la Boa,<br />
y Colón a la diestra y a la zurda Balboa!<br />
Tal la América nuestra, la América española,<br />
la <strong>del</strong> rosal y el cántico,<br />
la que se moja el pecho en el Atlántico<br />
y hunde en el Pacífico la cola.<br />
Región de Eldorado<br />
en la campiña plena<br />
y en el bosque inexplorado;<br />
en El Plata, que es la vena<br />
que vitaliza el costado;<br />
y en México minero<br />
y el Ecuador vertebrado<br />
y Argentina <strong>del</strong> pampero,<br />
y en Bolivia: el mismo barro<br />
peruano,<br />
por donde van de la mano<br />
Benalcázar y Pizarro;<br />
y en Colombia, siempre en vela<br />
frente a la llaga <strong>del</strong> istmo;<br />
y en Chile, que es una espuela;<br />
y en Venezuela,<br />
que es un grito de optimismo!<br />
Vasta región agraria<br />
de las cosechas en flor,<br />
buen refugio <strong>del</strong> Paria,<br />
Canaán <strong>del</strong> luchador;<br />
espaciosa tierra eximia<br />
de la multiplicación<br />
<strong>del</strong> ganado; zona de la vendimia<br />
y de la eterna floración,<br />
hoy, con el rumbo seguro<br />
y con tu propia producción,<br />
marchas, nave latina, hacia el futuro<br />
sobre los oleajes <strong>del</strong> gran mar de Platón!<br />
Y hay que ver a la nave bajo el latino cielo<br />
empavesada de luz;<br />
lleva como piloto la sombra <strong>del</strong> abuelo,<br />
414
y en el más alto mástil, como una garza en vuelo,<br />
abre sus alas blancas el ave de la Cruz.<br />
Y progresivamente resopla el viento suave<br />
sobre la arboladura que corre hacia el confín,<br />
destácase entre auroras el Ande, altivo y grave,<br />
y desde lo más alto sonríenle a la nave<br />
la sombra de Bolívar y la de San Martín.<br />
¡Oh! ¡la nave fragante que la luz tornasola<br />
y a quien ríe en dos sombras una sombra de augur!<br />
¡Oh! ¡la nave que marcha por las mar española<br />
y a quien hinchen las velas frescos vientos <strong>del</strong> Sur!<br />
¡Seguirá majestuosa por el mar colombino,<br />
con la prora tan alta como ahora se ve,<br />
porque fueron sus jarcias de bramante latino<br />
y porque sobre el puente va Cervantes de pie!<br />
¡Los inquietos gavieros que en los topes se erigen,<br />
avistaron un témpano en el frente polar;<br />
mas, la nave que lleva timonel aborigen<br />
que conoce las costas y peligros <strong>del</strong> mar,<br />
la nave de los indios, que tan sólo se erigen<br />
por la rosa solar,<br />
orzará hacia la zona similar <strong>del</strong> origen,<br />
si no quiere encallar!<br />
¡Orzará mientras pasa la marea que sube<br />
con halagos de espuma cortejando el bauprés,<br />
y será como el agua que retorna a la nube,<br />
para, limpia de cieno, fecundar otra vez!<br />
¡Y hallará el viejo puerto, con la misma terneza<br />
conque hace cinco siglos lo dejara al zarpar;<br />
que la madre es la madre, y por naturaleza<br />
espera al hijo siempre; si el hijo tarda, reza<br />
pero si el hijo torna sólo sabe cantar!<br />
¡Oh! ¡esa fiesta gloriosa de la madre y la hija,<br />
que no habrá una palabra fija<br />
que concrete en español,<br />
cuando la antigua madre adusta,<br />
sienta que le besa la altiva frente augusta<br />
la boca fragante de la hija <strong>del</strong> sol!<br />
415
¡Y entonces, hablarán, de testa a testa,<br />
la que lanzó la protesta<br />
y la que tuvo que ceder,<br />
la que rasgó en tres barcas las densas brumas,<br />
y la que recibió en testas de plumas<br />
las joyas de la mujer!<br />
Y se hablará de la disgregación<br />
de las hermanas <strong>del</strong> Sur,<br />
y <strong>del</strong> peligro <strong>del</strong> halcón<br />
y las jugadas <strong>del</strong> tahúr...<br />
¡Y verá la Madre en el puerto,<br />
que sobre la mar en flor,<br />
ya se inicia un solo pendón abierto<br />
por sobre el palo mayor!<br />
¡Porque allí, redivivos los sueños bolivianos<br />
bajo un soplo de amor,<br />
todos los marineros seremos hermanos<br />
sobre la nave <strong>del</strong> Libertador!<br />
¡Y mirará la Europa, con cansancios de abuela,<br />
a Chile, Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador, Venezuela,<br />
Brasil y Argentina: Una Patria conjunta<br />
llenando el Continente de una a la otra punta!<br />
¡Que no es la Patria límite y estrecha<br />
la gran Patria futura que yo abarco,<br />
sino la Patria nuevamente hecha,<br />
desde México, curvo como un arco,<br />
hasta la Patagonia, que es la flecha!<br />
¡Oh! ¡América, unificante que el huracán arrecia!<br />
¡Sé como Italia y como Helvecia<br />
una blanca unidad!<br />
¡Haz el milagro bíblico a la inversa<br />
unificando los panes de tu fuerza dispersa<br />
en estas Bodas de la Libertad!<br />
¡Y entonces veremos que el progreso se activa<br />
bajo el vuelo <strong>del</strong> Ave de la Rama de Oliva!<br />
y podremos gritarle al vecino asombrado:<br />
—¡Cosechamos los frutos en el propio cercado!<br />
—¡Somos fuertes! Tenemos una triple coraza<br />
porque somos tres razas engranando una raza...<br />
416
¡Nuestra América integra, en el centro y el flanco,<br />
la pujanza <strong>del</strong> indio y <strong>del</strong> negro y <strong>del</strong> blanco!<br />
Tres potencias que, unidas, no hay un brazo que tuerza,<br />
pues tres músculos juntos multiplican la fuerza.<br />
Se dirá que tenemos la nobleza lejana;<br />
mas nosotros sabemos de la Loba Romana,<br />
y por eso la testa de los Andes se empina<br />
para darle las gracias a la abuela latina.<br />
¡Ah! ¿y nuestra génesis? Nuestro comienzo bello?<br />
Nuestra aurora de sangre tiene su propio sello<br />
característico, y su Biblia está en pie:<br />
La Atlántida fue el mundo que Platón buscó a tientas,<br />
un mundo que desapareció entre tormentas,<br />
pero sobre las aguas quedó a flote Noé.<br />
El filósofo egino no supo de estas cosas:<br />
La Atlántida era la América de las rosas<br />
que no podía desaparecer;<br />
sólo sufrió un diluvio de sangre humana,<br />
mas, como tras el riego la espiga grana,<br />
la Atlántida tenía que florecer.<br />
Y fue tras el diluvio de la Conquista<br />
cuando surgió de tres razas la raza mixta,<br />
generosa y heroica y tricolor;<br />
porque aquí en nuestra América posó el Arca,<br />
las proles genitoras <strong>del</strong> Gran Patriarca<br />
como tres mariposas sobre una flor!<br />
¡Oh! ¡hagamos de esa triple raza que viene<br />
desarrollando toda su acción motriz,<br />
el uso taumaturgo que nos conviene,<br />
¡oh! ¡árbol que tiene<br />
hundida en el océano la raíz!<br />
Y se verá el milagro que aún no ha dado<br />
nuestra amplitud activa,<br />
donde ahora es cuando afílase el arado<br />
para la plantación definitiva.<br />
Porque ahora es cuando América ha encontrado,<br />
en el tesoro de su propia entraña,<br />
la senda que conduce al Eldorado,<br />
que inútilmente persiguió el soldado<br />
victorioso de España.<br />
417
Y Eldorado es la tierra americana,<br />
plena de sol y trémula de lluvia,<br />
la tierra victoriosa <strong>del</strong> mañana,<br />
la que cuaja el theobroma y la manzana<br />
y el café pardo y la mazorca rubia.<br />
La tierra en que simulan bocas vivas<br />
los claveles sangrientos <strong>del</strong> sendero,<br />
y donde, entre las frondas emotivas,<br />
nos sugieren cabezas pensativas<br />
los copos blancos <strong>del</strong> algodonero.<br />
La que forma los robles milenarios<br />
propicios al encanto de las citas,<br />
y hace de las neblinas incensarios,<br />
y enflora los jardines solitarios<br />
con el ensueño de las margaritas!<br />
La tierra brava, en que el pampero rudo<br />
simplifica los ímpetus <strong>del</strong> toro,<br />
la tierra india <strong>del</strong> coraje mudo,<br />
donde Atahualpa, prisionero, pudo<br />
alzar la diestra prodigando el oro.<br />
La tierra de la pampas y los llanos<br />
que forjaron pretéritos destinos,<br />
la patria de los potros colombianos,<br />
la patria de los potros argentinos.<br />
La que da un golpe olímpico de maza<br />
al León castellano,<br />
y la que prueba el temple de la raza<br />
sobre el cadalso de Maximiliano.<br />
La de Ojeda y Cortés y Solís y Pizarro,<br />
caballeros de los arcabuces,<br />
la que multiplicó en indiano barro<br />
los potros andaluces.<br />
La que se puebla de intrigas<br />
ante las perspectivas codiciosas,<br />
y atrae al héroe plantador de ortigas<br />
y al Misionero sembrador de rosas!<br />
La que es con Nervo un piélago en bonanza<br />
y con Montalvo un fiero desafío,<br />
418
y con Rodó un camino de esperanza<br />
y un amuleto con Rubén Darío!<br />
La que aún conserva el ritmo y la elocuencia<br />
de las bellas canciones,<br />
en Guillermo Valencia,<br />
y en Leopoldo Lugones!<br />
La de Venecia moza<br />
y la de los incaicos donaires,<br />
y la que puso Pedro de Mendoza<br />
Nuestra Señora de los Buenos Aires!<br />
Y la que floreció también latina<br />
bajo el arado hermano,<br />
que erigió entre la selva colombina<br />
el airoso penacho lusitano.<br />
Gloria a América toda!<br />
a la española y a la portuguesa.<br />
América gentil que muerde y besa!<br />
América <strong>del</strong> Sur para ella sola!<br />
Sembradores de América: al arado!<br />
Abrase el surco en flor;<br />
y vendrá la cosecha para cada sembrado,<br />
y bajo la cosecha se hablará <strong>del</strong> amor.<br />
Y cuando redivivos los sueños bolivianos,<br />
cuaje el fruto mejor,<br />
todos los sembradores seremos hermanos<br />
en la vendimia <strong>del</strong> Libertador!<br />
Ardentía sin luna<br />
¡No es de luna el paisaje: es de tinieblas!<br />
pero la barca que zarpó en las sombras<br />
se va alumbrando con sus propios remos.<br />
¡Qué hermoso drama el de las aguas negras:<br />
rompe el carbón en chorros de blancuras<br />
contra la horizontal fosforescencia!<br />
419<br />
Al fino y diáfano Agustín Silva Díaz,<br />
poeta de todas las horas
Rielante es el camino; pero absurda<br />
es la noche <strong>del</strong> agua, y gigantesca...<br />
y el remo huella en lumbre la negrura.<br />
No hay en el arco de la noche estrellas;<br />
pero el dantesco azufre de las ondas<br />
tiene atomizaciones de luciérnagas.<br />
Y es sinfónica el agua. Y va la copla,<br />
con música de estrobo y chumacera<br />
y tintineante cáncamo, a la borda.<br />
Vibra cadente la canción <strong>del</strong> remo;<br />
y el remero -¡murciélago!- a ras de ola<br />
moja el ala en la punta con luceros.<br />
En la noche redonda. A barlovento,<br />
pestaña el espinazo de la costa<br />
su kerosén lejano en la tiniebla.<br />
Y el guiñapo de luz que se disloca<br />
de la curva esfumada de las crestas<br />
habla de cosas tiernas y recónditas.<br />
¡Cuenta cosas recónditas y tiernas!<br />
-¡Relato azul, que en el negror de la onda<br />
encanece vibrando entre las piedras!-<br />
¿Ardentía sin luna. ¡Qué de auroras<br />
en el jardín de asfalto de tus perlas,<br />
en el cobalto ardiente de tus olas!<br />
Tu luz es luz sin fuego. Es la pavesa<br />
que en el diamante endrino paradoja<br />
la luna en el negror de la faceta.<br />
¡Lingote sideral que se deshoja,<br />
turbión de enloquecidas cocuyeras,<br />
sartal de lentejuelas que te adornan!<br />
Conflagración glacial! Funambulescas<br />
suertes de refulgencias taciturnas<br />
en tu noche dramática se quiebran.<br />
Todos los aerolitos se conjuntan<br />
en la cauda orquestal de tus estelas.<br />
Eres negra y ardiente. Eres como una<br />
420
lámpara de basalto en cuya espira<br />
fosforecen corpúsculos fantasmas;<br />
pero cuando las lunas cristalinas<br />
argentan el espejo de tus aguas,<br />
todas las siete vértebras <strong>del</strong> Iris<br />
articulan la lumbre de tu lámpara!<br />
Y esta noche, eres negra y eres fría!<br />
pero sobre tus muslos va una barca<br />
orfebre de la prora y de la quilla!<br />
Ardentía sin luna. ¡Cómo es blanca<br />
la carcajada etíope de tu espuma!<br />
(Cada ola negra tiene su garganta,<br />
tiene su nacarada dentadura,<br />
tiene mórbidas curvas de guitarra,<br />
y olor sexual en la epidermis turbia).<br />
La ola es una hembra que naufraga!<br />
Soñadora de abiertos derroteros,<br />
duerme en el lecho verde de las algas!<br />
¡Ardentía, tan negra! Se te esfuman<br />
todos los horizontes! Se te cierran<br />
todos los panoramas de la luna!<br />
Todas las alegrías te abandonan<br />
Pero una estrella insomne te navega!<br />
Y en la pista de azogue de tus sombras<br />
patina un pez de plata su centella!<br />
421
Ramón Imery<br />
El pachaco de la plaza <strong>del</strong> cementerio<br />
Enloquecido de celos<br />
quemó el rancho de su amada,<br />
la que murió debatiéndose<br />
presa de dolor y llamas.<br />
Mujer de injertos raciales<br />
robusta y tierna calaña,<br />
vientre para formar hombres<br />
afirmadores de castas.<br />
Mestiza de ojos lejanos,<br />
descendiente de una esclava<br />
liberta de un godo rico<br />
enemigo de Monagas.<br />
Hembra de pecho opulento<br />
y duras caderas amplias;<br />
sus labios sensuales eran<br />
el pecado de dos razas.<br />
Enloquecido de celos<br />
quemó el rancho de su amada;<br />
venda de ira en los ojos,<br />
ira y pasión desvendadas.<br />
Sucedió en tiempos de guerra,<br />
cuando es la clemencia escasa<br />
y ejerce sólo justicia<br />
la carabina o la lanza.<br />
El era un indio de bronce<br />
alimentado de playas,<br />
con ímpetus de <strong>Caribe</strong><br />
y libertad de piraguas.<br />
Hábil en la cacería<br />
y diestro en las pesca diaria,<br />
ardilla subiendo un árbol<br />
y pardo pez en el agua.<br />
Culpable, se dio a la fuga<br />
camino de la montaña.<br />
Como el ojo de Caín<br />
era el lucero <strong>del</strong> alba.<br />
Pero presto fue aprehendido,<br />
y aquella misma mañana<br />
pena de muerte impusieron<br />
sobre su cobarde hazaña.<br />
En frente <strong>del</strong> cementerio,<br />
422
al extremo de la plaza,<br />
lo amarraron a un pachaco<br />
cerca de una pila de agua.<br />
Seis hombres se colocaron<br />
a diez metros de distancia<br />
y seis carabinas negras<br />
hicieron una descarga.<br />
Un fiero grito salvaje<br />
se le rompió en la garganta,<br />
tras los disparos unánimes,<br />
certera muerte instantánea.<br />
Y así murió el bravo indio<br />
entre lo que más amaba:<br />
bajo los brazos de un árbol,<br />
junto a la oración <strong>del</strong> agua.<br />
El pachaco siempre verde,<br />
lleno de historia y de ramas,<br />
es sobresalto nocturno<br />
progenitor de fantasmas.<br />
Yo miré en su tronco duro<br />
la cicatriz de una bala<br />
y abrí de nuevo la herida<br />
al filo de mi navaja.<br />
Palpé un pedazo de plomo<br />
tras la corteza rasgada,<br />
uno de aquellos que el pecho<br />
<strong>del</strong> infeliz taladrara.<br />
El viejo pachaco fuerte<br />
ni se doblega ni cambia,<br />
árbol que nutrió con sangre<br />
la robustez de sus ramas.<br />
Dicen que el plomo homicida<br />
que se ha quedado en su entraña,<br />
con la roja transfusión<br />
dio más vigor a su savia.<br />
Y en frente <strong>del</strong> cementerio<br />
está el pachaco que guarda<br />
el recuerdo de una época<br />
en el plomo de una bala.<br />
Autobiografía<br />
Venezolano soy<br />
nací en el Este de mi patria altiva,<br />
por donde el sol madruga y se lava la cara<br />
en el <strong>Caribe</strong> —aljofaina marina—.<br />
423
En la circunferencia que determina un siglo<br />
un centenar de grados no cuento todavía.<br />
Yo soy de los que sueñan sin que se trabe el brazo,<br />
hábil en la faena de todos los días.<br />
Oración <strong>del</strong> retorno<br />
Padre mío que estás en la tumba<br />
y no obstante has quedado viviendo,<br />
en estímulo de alto decoro,<br />
como un índice fijo, en la paz <strong>del</strong> recuerdo.<br />
Después de largos años<br />
de peregrinar lejos<br />
vengo a poner sobre tu tumba, padre,<br />
la flor intacta de mi afecto,<br />
que he llevado prendido a tu memoria<br />
sin que pudiera deshojarla el tiempo.<br />
Retorno de mi ausencia<br />
y, como enantes, hoy vuelvo al cementerio<br />
a decirte que he cuidado tu nombre<br />
con religioso amor de jardinero.<br />
Nunca sentí desfallecer mi espíritu,<br />
nunca sentí desfallecer mis nervios<br />
cuando la infame mueca de la envidia<br />
traidoramente me salió al encuentro;<br />
y en la aridez de todos los caminos<br />
siempre tuve el honor por compañero.<br />
Cada uno de mis actos se ha plasmado<br />
en la clara honestidad de tu ejemplo.<br />
Mi vida, limpia de sombras,<br />
es la mejor oración a tu recuerdo.<br />
Luz<br />
Cómo reflejan tus ojos<br />
—luz de un mundo que nos llega—<br />
la soledad de los campos<br />
bajo las mañanas tiernas.<br />
424
Cómo se siente en tu voz<br />
—voz que en la tarde navega—<br />
la insinuación de un lucero<br />
mirando a la mar inmensa.<br />
Cómo se siente en tu vida<br />
—río de luz que se aleja—<br />
por entre estrellas de palmas<br />
y bajo palma de estrellas.<br />
Cómo recuerdas al oro:<br />
el que se esconde en la tierra,<br />
el de los soles distantes,<br />
hermanos de la hoja seca<br />
que va errando con la brisa<br />
por donde la brisa quiera<br />
y con luces imprevistas<br />
para las almas alertas.<br />
Eres paisaje en la vida:<br />
paisaje de amor que espera;<br />
y eres río de silencio<br />
que entre palmares se enreda,<br />
y eres vena de oro puro<br />
y luz verde en las palmeras<br />
y luz blanca en las espumas<br />
y de plata en las estrellas;<br />
y eres, cuando estás mirando,<br />
toda la luz de la tierra.<br />
425
Luis Mariano Rivera<br />
Mi luz y mi sombra<br />
426<br />
A Iván Gómez, todo corazón para conmigo<br />
Qué triste tener que dejar, sin querer,<br />
el arado de la siembra abandonado en el camino.<br />
¡Ay! lo que me duele.<br />
Mi vista se acorta<br />
mis pasos son lentos<br />
fallas que me obligan<br />
a ponerle freno<br />
a mis emociones<br />
a guardar silencio<br />
y buscar retiro<br />
con mis sinsabores<br />
en mi pobre rancho<br />
junto a mi negrita<br />
la fiel compañera<br />
en mis alegrías<br />
y desilusiones.<br />
¿Y de qué te quejas?<br />
dicen mis amigos.<br />
No vemos motivos<br />
a esos clamores.<br />
Tú que de la nada<br />
saliste un día<br />
con un cargamento<br />
de lindas canciones<br />
y sencillos versos<br />
con sabor a tierra<br />
a la tierra nuestra<br />
con olor a flores<br />
a flores silvestres<br />
a decirle al pueblo<br />
que sólo lo propio<br />
debe ocupar sitio<br />
sitio preferido<br />
en los corazones.<br />
¡Esa fue tu siembra!<br />
y el pueblo sano<br />
te extendió la mano
dándote cariño<br />
rindiéndote honores.<br />
Además, Mariano,<br />
ya tú no eres tuyo,<br />
no te perteneces<br />
eres patrimonio<br />
de la patria noble<br />
<strong>del</strong> pueblo que siente<br />
que defiende y ama<br />
sus propios valores.<br />
Y esas palabras,<br />
sin envanecerme,<br />
me dieron aliento<br />
a seguir sembrando<br />
la misma semilla<br />
que un día feliz<br />
me entregó el amor<br />
para que plantara<br />
en los corazones...<br />
¡Ay! qué bueno fuera<br />
¡Ay! qué bueno fuera<br />
si yo por esfuerzo<br />
éxito obtuviera<br />
y tú por mi triunfo<br />
cariño sintieras.<br />
¡Ay! qué bueno fuera<br />
si cuando yo busque<br />
subir la escalera<br />
y fuerza me falte<br />
tu mano me dieras.<br />
Pero no es así<br />
si voy a<strong>del</strong>ante<br />
hundirme quisieras<br />
si atrás me quedo<br />
entonces te burlas<br />
porque <strong>del</strong> camino<br />
me quedé a la vera.<br />
Es el egoísmo<br />
que tu alma enreda<br />
en ruin mezquindad<br />
427
y piensas las cosas<br />
como a tu manera.<br />
Mas aquel que luz<br />
irradie hacia fuera<br />
y esa claridad<br />
al bien le sirviera<br />
que no le preocupe<br />
de que el egoísta<br />
piense como quiera<br />
trayendo a recuerdo<br />
esa mensajera<br />
frase sabia y noble:<br />
“sólo al árbol bueno<br />
que produce fruto<br />
se le tira piedra”.<br />
Yo para ti<br />
Mi rancho<br />
donde sus árboles<br />
es sombra para el que llegue<br />
donde la fruta que cuelga<br />
es <strong>del</strong> niño que la quiere<br />
donde no hay puertas ni vallas<br />
que al paso digan espere.<br />
Ruego<br />
Saca la cruz mi María<br />
ponla en el patio ligero<br />
pa’ pedile un aguacero<br />
que morimos de sequía.<br />
Esto Valerio decía<br />
y como cosa mandada<br />
en la tarde de ese día<br />
se transformó en alegría<br />
tanta angustia acumulada.<br />
Las nubes se convidaron<br />
para abrir sus regaderas<br />
y sus hilos de bonanza<br />
tejieron luz de esperanza<br />
en el valle y las laderas.<br />
428
Y tanto tanto llovió<br />
que salieron las quebradas<br />
y los pozos se llenaron<br />
a extremo que rebasaron<br />
sus orillas resecadas.<br />
La noche fue algarabía<br />
sonaban flautas tambor<br />
y otros mil instrumentos<br />
¡eran los sapos contentos<br />
que se unían en amor!<br />
Y al despuntar el alba<br />
cuando abría su abanico<br />
la guacharaca bullera<br />
fue entre todas la primera<br />
en abrir sonoro el pico.<br />
Y se contagió de arpegios<br />
tanto el claro y la espesura<br />
era el amor era el beso<br />
de las aves que un rezo<br />
elevaban a natura.<br />
Después surgieron primores<br />
vistió apamate su lila<br />
abrió su seda el peinillo<br />
la maya lució su encaje<br />
y araguaney su ramaje<br />
¡se lo pintó de amarillo!<br />
429
Julio Zerpa<br />
VIII<br />
Cuando la mano de pintar te pinta,<br />
fija en la tela el paso de tu paso.<br />
Cómo dudar que el arte es una cinta<br />
que ata a perennidad con leve trazo.<br />
Cuando la mano de pintar, la pinta,<br />
la alborada se niega a ser ocaso,<br />
y queda allí grabada, luz y tinta,<br />
tatuaje de color, piel <strong>del</strong> brochazo.<br />
Esta mano, Dios mío, ¿cómo puede<br />
eternizar lo que tú leve hiciste,<br />
si es ley tuya que todo se sucede?<br />
Mano que así te reta, no rechaces,<br />
porque si busca amor en lo que existe<br />
es porque quiere todo lo que haces.<br />
La pajarita de papel<br />
La pajarita de papel<br />
pica la flor<br />
en la miel.<br />
La pajarita de papel<br />
no tiene alas para volar,<br />
pero tiene un piquito para comer.<br />
La pajarita de papel<br />
la hizo un niño de ojos azules<br />
y los ojos le puso como los de él.<br />
La pajarita de papel<br />
que tiene pico para comer<br />
unos ojos para mirar<br />
se siente triste sin comprender<br />
su falta de alas para volar.<br />
430
Dónde te vi con esa misma angustia<br />
¿Qué le pasa a la luz de la mañana<br />
que ha bajado tan tímida hasta el pino,<br />
sumergida en la piel de la campana<br />
que da su acento al viento y al camino,<br />
con derramada paz samaritana,<br />
como alondra fugándose en el trino,<br />
o desolado mar o esencia vana<br />
o vaso donde ya no queda vino..?<br />
Despedazada luz, pálida huella,<br />
vas de la sombra al rumbo de la estrella<br />
con el costado en sangre, el alma triste.<br />
¿Dónde te vi con esa misma angustia,<br />
en qué lívido sol, en cuál flor mustia,<br />
que tu ternura en mi dolor prendiste..?<br />
A la vida<br />
No te riño. Me siento equilibrado<br />
si lo que me descose me sutura.<br />
Yo te conozco bien. Y un golpe dado<br />
no lo convierto en torpe desventura.<br />
Mi itinerario ha sido despejado<br />
por tus estancias y tu arquitectura;<br />
y no reniego por lo no alcanzado<br />
porque aún ciño con sueños tu cintura.<br />
Muerdo tus uvas y no pido más<br />
de lo que necesito y tú me das<br />
complaciente de verte apetecida.<br />
Mas si la muerte acecha es porque ignora<br />
que a mí nada de ti me desamora<br />
porque tú eres la gracia prometida.<br />
431
Aquiles Certad<br />
Manifiesto<br />
Para partir,<br />
tengo tu voz llamándome en el mar.<br />
Para dejar este mundo sordo,<br />
me basta solamente besar las olas,<br />
que es como besar tus manos mismas.<br />
Allí está el mar.<br />
Diciéndome con palabra rizada<br />
que él me puede llevar hasta ti:<br />
mostrarme tu rostro<br />
pleno de dulce sonreír.<br />
El mar me dice<br />
que tú estás toda en él:<br />
Que más allá de él mismo<br />
-en otro mar azul y tranquiloestá<br />
tu angustia llamándome;<br />
y las ciudades hirviendo<br />
bajo el alero con luces y árboles<br />
de los muchos boulevares.<br />
El mar me dice que en él están<br />
los humos de muchos cigarrillos<br />
que grises agonizan<br />
en gestos de calma femenina<br />
en la tibieza de los Cafés;<br />
que en él están tus zapatos<br />
de grandes lazos negros;<br />
y el claxon llamándote a mirarme<br />
en la noche de invierno,<br />
y las vidrieras que nunca fueron tuyas<br />
en el oasis de los grandes magazines.<br />
En el mar están las últimas flores nocturnas<br />
que manos pasionales deshojan<br />
en los cines de una gran ciudad de puerto,<br />
y están las sábanas limpias<br />
que nos unen en los cuartos de hotel.<br />
432
En el mar tengo tu voz,<br />
alma total de la ola,<br />
llamándome a partir,<br />
y están flotando todos nuestros viajes,<br />
perfectos de no realizarse.<br />
Tú eres por siempre el mar.<br />
La brisa misma trae hasta mí<br />
tu voz de angustia,<br />
y aquel perfume frutal de tus cabellos<br />
que hacía transparentes las ciudades.<br />
Para partir,<br />
tengo tu voz llamándome en el mar.<br />
Y yo mismo quedo sin saberlo<br />
433<br />
No sé con qué decirlo, porque aún<br />
no está hecha mi palabra.<br />
Juan Ramón Jiménez<br />
Con voces o silencios<br />
muchos me han preguntado por Ella en mi ser mantenida.<br />
Muchos me han preguntado por Ella<br />
y sus signos de apagados calvarios.<br />
Por Ella y sus noches sin sombras, con sombras,<br />
con fríos de puñales y muertes resurrectas.<br />
Y mi palabra para todos ha sido<br />
una inmensa cadena de soñar y soñar hasta el misterio.<br />
Y decirles, entre mis voces expectantes:<br />
No sé por qué se halla en mi ser, viva y muerta,<br />
tierna y amarga, como la sal y el lirio,<br />
como heridas de lluvia por la luz traspasada.<br />
Y clara la hallo algunas horas,<br />
y en mi ser se revela su imagen de milagro,<br />
y por mis heridas brota entonces el agua de su angustia<br />
toda en mí destilándose.<br />
Yo, que así la he sentido, y en mis rotos espejos<br />
su voz se multiplica en número infinito,<br />
yo, que ahora mismo soy habitante de sus blancas parcelas,<br />
y siento sus frías coordenadas atravesar mis poros<br />
gritando su fuga de la tierra ante el dolor
de los que aún no han soñado con la muerte;<br />
y corre por mis sienes el frío de las aguas que mantienen<br />
el color de sus lirios, de sus luces dispersas,<br />
yo, que soy suyo como ella mía ha sido en un minuto,<br />
y que he mirado el mundo por sus vitrales de opaca o clara niebla,<br />
yo, que la he visto estremecida en mis cabellos<br />
al roce sedoso de viajes campesinos,<br />
yo, que la he oído decirme entre vigilias<br />
que la muerte nos multiplicará en savia de cielo<br />
o en canto insospechado de abejas entre mieles,<br />
yo que la siento y gozo, y en mí se agranda y me limita,<br />
os puedo ya decir. ¡No sé que es Ella!<br />
Voz desolada<br />
Aquí estoy otra vez, deshabitado,<br />
bañando con mi llanto las ciudades,<br />
tocando puertas como can sin amo,<br />
pronunciando tu nombre entre las rosas,<br />
con una cruz inmensa decorándome el pecho.<br />
Herido estoy y no sangran mis manos.<br />
Cal y ceniza, mina de cloruro,<br />
son para mis pies las sendas.<br />
No hay agua para esta sed terrosa.<br />
Vienen los días a debilitar los almanaques,<br />
fortaleciendo su presencia cruel.<br />
Aquí estoy otra vez, deshabitado,<br />
caminante de calles de Sahara<br />
en pleno corazón de Buenos Aires.<br />
Ninguna puerta se abre a mis preguntas,<br />
todos los labios crecen de silencio,<br />
moliendo espinas para tu recuerdo.<br />
Tus pasos hieren el cuerpo de las rosas<br />
y mi sangre tropieza en las espinas.<br />
¿En cuál rumor de estatuas he aprendido a llorarte?<br />
434
Imposible renunciación<br />
435<br />
Dame, Señor, la fuerza de un pétalo de rosa<br />
capaz de sostener el perfume de un bosque.<br />
Jaime Torres Bodet<br />
Como si renunciara a escuchar la palabra <strong>del</strong> mar,<br />
como si de pronto dejase de sentir<br />
el frío de las estrellas en primavera,<br />
me pides entre recién nacidos sueños<br />
que sea el caminante con sed eterna<br />
y plantas destruidas.<br />
Como si dejase de sentir el afilado grito<br />
de los hombres que detienen sus vidas entre aceros<br />
y noches sin ternuras;<br />
como si dejase de saber que existen tiernos ángeles<br />
sobre los astros<br />
y manos que otras manos oprimen<br />
avivando los lirios de la sangre,<br />
me ruegas que destruya tu imagen<br />
y quede solitario entre eternos naufragios.<br />
Tal como si tu voz me dijera:<br />
¡Lo bello <strong>del</strong> mundo ha terminado!<br />
No más cantos de pájaros<br />
ni campos con sol sobre sus hierbas,<br />
me dices que sea entre tus sueños<br />
un despertar sin besos, sin horas con tus ojos<br />
ni adioses con ternuras.<br />
Entonces<br />
¿no podré junto a ti mirar jamás<br />
la luz azul <strong>del</strong> mundo?<br />
¿Ni en olas de tranquilos mares<br />
ver flotar entre mis manos tus cabellos?<br />
Pero tu voz no sabe que más allá <strong>del</strong> ruego,<br />
<strong>del</strong> grito cruel <strong>del</strong> mundo,<br />
te ha de esperar la mía junto a mustios volcanes<br />
y lobos macilentos bajo mis pies vencidos.
Luisa Esther Larrazábal<br />
Desolación<br />
A mi horizonte rubio<br />
bajó el cuarto menguante<br />
segando las espigas.<br />
Un colchón alado<br />
pendía <strong>del</strong> espacio.<br />
Se enredaba a mis pies la hilacha clara,<br />
se anudaban al viento los crujidos.<br />
La esperanza transitaba <strong>del</strong> mar al pozo llano,<br />
el azul se aprisionaba en los cristales.<br />
Llovía, llovía exactamente, sobre el límite de oro.<br />
Potro sin bridas, la brisa galopaba<br />
campo abierto, su sed de lejanías.<br />
Yo me quedé como una piedra rara<br />
prendida al haz dorado.<br />
Mil aves han surcado los espacios,<br />
fardos de trigo ha dado cada espiga,<br />
el potro está ensogado a cada tallo,<br />
el cielo está en la tierra reflejado;<br />
¡Hay verde, tánto verde!<br />
Mas yo sigo prendida al haz dorado,<br />
como una piedra rara.<br />
Campesino te espero<br />
Estoy frente al camino por donde has de llegar.<br />
Campesino, te espero.<br />
Marcharé con mi mano enlazada a la tuya,<br />
un solo paso fuerte nuestros pies marcarán,<br />
dejaremos las huellas como signos de rutas,<br />
a las masas ansiosas que después seguirán.<br />
Tú y yo iremos al frente,<br />
¡Campesino, te espero!<br />
436
Abriremos caminos,<br />
romperemos murallas,<br />
labraremos la tierra.<br />
Le diremos al niño en lenguaje sencillo<br />
la verdad tan sencilla de vencer o morir.<br />
Hablaremos en rueda como viejos amigos,<br />
de la lucha incansable por un mundo mejor,<br />
donde no existan negros, blancos, ricos ni pobres,<br />
donde todos los ritmos sean un corazón.<br />
Echaremos raíces a la sombra de un árbol,<br />
cada hoja en la brisa una historia dirá<br />
de mujeres y niños, y de ancianos caídos,<br />
de miserias muy grandes...<br />
Y de pronto nosotros sentiremos su savia<br />
como sangre en las venas.<br />
Qué dolor, campesino,<br />
qué dolor centenario de sentirnos pequeños<br />
bajo el árbol crecido.<br />
Estoy frente al camino por donde has de llegar.<br />
Campesino, te espero.<br />
Ya soy árbol con sombra escuchando a las hojas,<br />
a las hojas que quieren en la brisa volar,<br />
como yo estoy queriendo con mi voz, campesino,<br />
¡hacer hoja en la brisa mi sencilla verdad!<br />
Mientras llega el olvido<br />
Mientras llega el olvido,<br />
¿qué haré yo de este fardo de pesadas ausencias?<br />
Esta noche eres noche de silencios y sombras,<br />
esta noche palpitas en mi largo desvelo.<br />
Yo te siento lucero asomado a mi cauce;<br />
un lucero que crece donde el agua se agita.<br />
Esta noche el silencio tiene todas las voces<br />
y las sombras la forma de tu cuerpo en acecho.<br />
437
Te han llamado mis ojos, te han buscado mis manos,<br />
los esteros <strong>del</strong> llanto han segado el insomnio;<br />
mas tu cuerpo en acecho,<br />
sigue sombra, en las sombras.<br />
¿Por qué pesa la vida cuando es frágil y vana?<br />
¿Por qué duele la muerte siendo calma y olvido?<br />
Diluida en tus ojos me he quedado contigo,<br />
suspendida en tus brazos he cruzado horizontes<br />
sobre lomas en brote, donde el verde verdea,<br />
donde en flor la esperanza nos perfuma y deshoja.<br />
¡Qué silencio más hondo se destroza en mi oído!<br />
¡Qué aleteo surgido de algún ave sin nido<br />
abanica la noche! ¡Qué de escombros!<br />
Acunada en mis brazos, ¡pesa tánto la vida!...<br />
Extraños<br />
De nuevo extraños y en la misma senda.<br />
Después de tanto, ¡nada!<br />
Tu indiferencia en espiral de olvido<br />
mis añoranzas, caracol de anhelos.<br />
Tú te vas yendo mientras yo me quedo<br />
anclada en el misterio de tus verdes.<br />
Mirando en el espacio tus luceros;<br />
¡mis peces asombrados!<br />
Hiciste de mi todo poca cosa,<br />
yo de tu poca cosa hice mi todo;<br />
y así vivimos nuestro propio engaño<br />
y así plasmamos nuestra propia glosa.<br />
Tu indiferencia en espiral de olvido.<br />
Mis añoranzas caracol de anhelos.<br />
Tú te vas yendo mientras yo me quedo,<br />
¡anclada en el misterio de tus verdes!<br />
438
Rafael José Gómez<br />
Viejo rey caracol<br />
¡Cómo te penetró el tiempo por tu nácar<br />
de poros imposibles!<br />
En tu marinería,<br />
en el afán de reservarte algo<br />
en ese aire de afuera,<br />
sorbiste de la espumas las burbujas.<br />
Siglos más tarde,<br />
tu corazón de cal y carbonatos<br />
explotó haciendo efervescencia.<br />
Y fueron tantos aires los de dentro,<br />
que dejaron tu manto perforado<br />
como celdillas de colmena.<br />
¡Caracol de mil años!<br />
¡Viejo rey caracol!<br />
¡En el ayer, un mar!<br />
¡Un fósil hoy!<br />
Viejo rey caracol. Barreno de las aguas.<br />
Mil y mil caras<br />
para inquilinos de una sola pata,<br />
y baba en las entrañas.<br />
Yo te hallé disfrutando<br />
de la terciaria majestad de tu silencio,<br />
donde la tierra te brindó su pecho<br />
para tu sueño largo y seco.<br />
Y en mi mesa de estudios<br />
te puse la corona de mi verso.<br />
Y en mi imaginación te volví nuevo,<br />
recién dado de alta por las aguas,<br />
recién dado de baja por el cerro.<br />
Por eso tú, rey fósil, rey eterno,<br />
con tu canto de viento,<br />
serás mi auricular para el murmullo<br />
<strong>del</strong> mar que llevas en tu concha envuelto.<br />
439
¡Viejo rey caracol! Tú volverás al mar.<br />
Y el mar volverá a ti con tu inquilino.<br />
Y te lavarás toda tu tierra.<br />
Y te penetrará la espuma con su aire y su sal.<br />
Tú volverás al mar, como volverá al mar<br />
el cerro, tu sarcófago de tierra.<br />
Porque al mar, nadie le dice adiós,<br />
sino ¡hasta luego!<br />
Descansa aquí en mi mesa de rey viejo,<br />
que yo te daré el alga de mi lecho<br />
y el yodo de mis versos.<br />
¡Jorobado de nácar!<br />
tal vez en tu retorno<br />
serás el compañero de mis huesos.<br />
Tengo que amar así<br />
Tengo<br />
que amar a los escasos<br />
y pequeños gigantes<br />
de posturas<br />
incólumes, libres, impertérritas.<br />
A los que echan a un lado la Academia.<br />
A los que escriben porque no los leen.<br />
A los que hacen muñecos de papel<br />
y máscaras grotescas.<br />
Al que es prudente al definir el arte.<br />
Al que lava sin pena su camisa.<br />
Al que hace teatro sin taquilla.<br />
Al que libera el dedo <strong>del</strong> brillante.<br />
Al que no dice adiós, y no regresa.<br />
Al que sabe dormir en su desorden.<br />
Al que trata de hermanos a los muertos.<br />
Al vate que olvidó la cinta métrica.<br />
Al que vive su hambre sin miseria,<br />
A los que no hablan, ni chillan, pero piensan.<br />
Al sabio que no es bruto...<br />
Al bruto que no es sabio...<br />
Al que entierran de balde.<br />
Al mal poeta.<br />
440
Sí. Amo a cuantos no sean como yo,<br />
en todo lo que fallo<br />
y en cuanto soy.<br />
Amo al loco que entiende su locura,<br />
y al pobre cadáver, que no sabe<br />
que luce acicalado en su velorio,<br />
o que yace olvidado<br />
hediendo a campo abierto.<br />
Tanto no sé<br />
No sé por qué —sino adverso—<br />
efectos y apetencias<br />
se me va algo en cada bocanada.<br />
Tengo rabia de mí.<br />
Y grito, y me sumerjo en mi impostura.<br />
¿Estaré loco yo de tanto pan y letras<br />
sin sosiego?<br />
¿Por qué creerme bueno o malo?<br />
¿Por qué tanta pregunta sin respuesta?<br />
¿Por qué tanta arrogancia circundante<br />
y tanto yo no sé?<br />
Alguien dirá de mí: «Buen muchacho»<br />
y me toma por ingenuo,<br />
—vale decir, por “bolsa”—<br />
Alguno, a la ligera,<br />
juzgará mis estados perceptibles;<br />
pero nunca podrá juzgarme a fondo,<br />
porque yo no doy fondo<br />
ni hallo mi propio fondo.<br />
Lo cierto es que me angustian,<br />
mi neofobia,<br />
tanto no sé disimulando estragos<br />
y este soberano compromiso<br />
de enfrentarme con Dios y con el hombre<br />
sin encontrarme aún conmigo mismo.<br />
441
Porque voy a escribir<br />
Me hacen reír los huesos florecidos<br />
de Adanes y Caínes,<br />
en tanto paraíso excrementado.<br />
Y los poemas:<br />
Los de todo poeta usufructuario<br />
<strong>del</strong> acervo mental de los provectos.<br />
Me hacen reír las crisis hidrofóbicas<br />
de canes literarios,<br />
sin máxima razón, y a dentelladas;<br />
el ansia de concursos, y el flagelo<br />
de pálidos jurados,<br />
torpeando la emoción de un nuevo acento.<br />
En cambio, me atosiga,<br />
el pérfido frustrado, teorizante,<br />
que se da a todo dar, y lo acotejan;<br />
y en cada hueco corazón espeta<br />
su lágrima oclusiva.<br />
Mejor discrecionarse<br />
de tanta improcedencia sublimada,<br />
y acatar al protervo, aunque uno quede<br />
algo muerto de todo, y no de muerte.<br />
Porque voy a escribir...Aunque me envaine.<br />
442
Luis Beltrán Mago<br />
VI<br />
Será mejor el viaje<br />
que podrirse en la sombra.<br />
Mejor andar, andar.<br />
Yo creo en el comienzo<br />
mas nunca en el final,<br />
los caminos son los ríos<br />
para el buen navegar<br />
y las sombras pendientes<br />
de más nunca acabar.<br />
Será mejor el viaje.<br />
¿Es acaso <strong>del</strong>ito<br />
protestar contra el morbo<br />
de la gris permanencia?<br />
Los caminos son ríos<br />
para el buen navegar.<br />
¿Conviene estar de pie,<br />
apegado a la tierra,<br />
como la sombra <strong>del</strong> árbol<br />
o la muerte a la vida?<br />
Las sombras son pendientes<br />
de más nunca acabar.<br />
Será mejor el viaje.<br />
Yo recojo las últimas<br />
expresiones <strong>del</strong> día.<br />
La noche ya comienza<br />
a enseñarnos los dientes.<br />
XVII<br />
Soy un hombre de América.<br />
Aquí nací todas las veces<br />
que morí;<br />
nazco todos los días,<br />
muero todas las noches;<br />
a cada instante<br />
pienso que renazco<br />
cuando en verdad<br />
remuero;<br />
siento que ya no tengo<br />
la rosa entre los<br />
443
labios;<br />
que se me fue el clavel<br />
de la sonrisa<br />
y todo porque muero<br />
todos los días, a cada<br />
instante,<br />
siempre,<br />
como las amapolas,<br />
como los eucaliptos<br />
que en función<br />
de los vientos<br />
en la angustia<br />
<strong>del</strong> hombre<br />
vuelven su rostro<br />
al mundo,<br />
miran hacia<br />
el futuro,<br />
a pleno rostro, a pleno sol,<br />
a pesar de la<br />
muerte,<br />
como los eucaliptos<br />
que en esta hora<br />
<strong>del</strong> mundo<br />
ya miran hacia<br />
el Sur.<br />
La noche<br />
En fin que son las sombras<br />
huéspedes permanentes,<br />
habitantes de un mundo<br />
tan ancho y silencioso<br />
que no lo alcanza el tiempo.<br />
Las puras sombras llegan<br />
a mirarnos de frente,<br />
o alcanzarnos el paso<br />
que llega por la espalda.<br />
Son las sepulturas de las horas<br />
más altas,<br />
tan profundas<br />
y tiernas<br />
que a veces se regresan.<br />
Las horas sí comprenden<br />
la existencia <strong>del</strong> hombre.<br />
444
Desde todos los siglos<br />
hablan su propia<br />
lengua,<br />
traducen los recuerdos,<br />
escriben su mensaje<br />
en la pared lejana<br />
y en la cal de la aldea<br />
lo entregan sin premura...<br />
Las horas se me entregan<br />
<strong>del</strong>gadas y azules.<br />
Saltan de los relojes<br />
multiplicando espacios,<br />
en tanto que al final<br />
fijan su voz llamando<br />
a todos los rincones<br />
donde las quiebra el eco.<br />
Así pasan los días.<br />
De pronto se diluyen<br />
en signos y parábolas,<br />
en páginas abiertas,<br />
en gritos desolados,<br />
en metales sombríos,<br />
en huellas espaciales,<br />
en rito trashumante<br />
hasta que al fin<br />
las horas<br />
de regreso al segundo<br />
pasan hasta cansarse.<br />
Llega el momento<br />
exacto<br />
en que la luz se opaca.<br />
Entonces se produce<br />
el milagro total.<br />
Saltan de las tinieblas<br />
las ramas que nos llaman,<br />
<strong>del</strong> corazón <strong>del</strong> cieno<br />
las voces nos alertan<br />
como si fueran fantasmas<br />
florecidas las angustias.<br />
Por el bosque se asoman<br />
los grillos saltarines,<br />
un olor de agua fresca<br />
rebasa la pradera,<br />
mientras el campo pierde<br />
445
su silueta de siempre<br />
y el perfil que resume<br />
los siglos de su vida.<br />
Por el camino antiguo<br />
se repliegan los pasos<br />
como si fueran duendes<br />
tomados de la mano.<br />
Hay un coro lejano<br />
donde se pierde el viento,<br />
una estancia sin nombre<br />
que llama a la plegaria.<br />
Se juntan los mastines<br />
para llamar llorando,<br />
en tanto en la sabana<br />
se perfila el lamento.<br />
Somos hijos <strong>del</strong> aire,<br />
<strong>del</strong> canto y la nostalgia.<br />
Así nos refugiamos en el denso<br />
Follaje,<br />
en la gota que brilla<br />
más allá de la hoja,<br />
en el primer relámpago<br />
donde miré tus ojos,<br />
en el último abrigo<br />
que el tiempo me brindara.<br />
Somos nietos <strong>del</strong> humo<br />
que crepita en el monte,<br />
hermanos <strong>del</strong> aullido<br />
que estrujó el socavón;<br />
primos de la tertulia<br />
doblada en silabario,<br />
bisnieto de la estrella<br />
que el agua bautizó.<br />
Ya las sombras comienzan<br />
a desvestirse todas.<br />
Desde lo más remoto<br />
llegan<br />
hasta mi encuentro.<br />
Se deslizan furtivas<br />
por todos los rincones,<br />
alzan sus pasos finos<br />
hasta tocar el aire,<br />
446
emontan los paisajes<br />
donde mi huella anduvo,<br />
se pierden en silencio<br />
junto a las oquedades,<br />
en fin que se remontan<br />
desde la tierra al cielo.<br />
Sin embargo comienza a esparcirse<br />
la luz.<br />
Desde lo más remoto<br />
nos llaman las estrellas.<br />
Llegan a la ventana <strong>del</strong> aire<br />
que murmura<br />
los tiernos resplandores<br />
<strong>del</strong> tiempo que se va.<br />
Entonces me ilumino<br />
junto con los cocuyos.<br />
Te ilumina mi canto<br />
frente al fogón despierto.<br />
Un cirio de agua clara<br />
resbala por tus manos<br />
mientras yo te descubro<br />
a través de la luz.<br />
A la orilla <strong>del</strong> viento<br />
deseando tus parrales.<br />
La noche se hizo niña<br />
para jugar contigo.<br />
La lluvia entre su piel renace<br />
Que diga la palabra<br />
si la espiga<br />
es tan sólo la luz<br />
mirando el cielo.<br />
O si es por siempre Enero<br />
jugando<br />
con el río<br />
mientras la lluvia<br />
entre su piel<br />
renace.<br />
447<br />
A Dionisio Aymará
Ramón Badaracco<br />
La vi crecer<br />
Desde su tallo ínfimo,<br />
Cubrir de flores<br />
Toda la pradera.<br />
Las garzas de regreso<br />
Me miraron<br />
Al perderse en el poniente<br />
Mi estatura.<br />
Más flores vi<br />
En el virginal camino<br />
Desde lo alto<br />
El relieve de la playa<br />
El sol quemaba<br />
Las espumas nítidas<br />
Hay algo tuyo<br />
En mi pensamiento;<br />
Elevación <strong>del</strong> hombre<br />
Sobre la materia<br />
¿Qué pequeña<br />
Esta cárcel podrida!<br />
Soy tan alto como las estrellas<br />
Y desde allí miro las hormigas.<br />
¡Qué testigo más fiel<br />
Este yo presente<br />
En todas mis intenciones!<br />
¡Qué hermoso este capullo,<br />
Este aroma!<br />
¡Qué absoluto<br />
El vuelo de la gaviota!<br />
Poema V<br />
Puedo rescatar<br />
De las palabras<br />
Tu ausencia<br />
Y tu nombre<br />
Y recorrer con ellos<br />
Las cosas donde yo existo<br />
Puedo recordar<br />
en la noche<br />
tus ojos inmensos<br />
448
mirándome desorbitados<br />
puedo recordar<br />
mi propia angustia<br />
al sentirte lejana,<br />
dolorosamente lejana.<br />
Partir sin pensar en el regreso<br />
Caminar bajo la bruma<br />
Bajo los copos blancos<br />
Al lado de los esqueletos<br />
Partir de lo mío<br />
Y de lo tuyo<br />
Del eterno presente<br />
Al pasado que vive<br />
Adiós, recostada al espacio<br />
Pegada a mis ojos<br />
Anudada en mi garganta<br />
Y en cada onda<br />
Adiós besada<br />
En mis sollozos<br />
Buscada en mis lágrimas<br />
Y en el eterno<br />
Regresar de las olas.<br />
Te tengo prisionera<br />
En el milagro <strong>del</strong> río<br />
El molino y el cerezo<br />
Te sentí mi prisionera<br />
En mis pupilas<br />
En el cántaro rubí<br />
Quebrado en la cintura<br />
De la negra<br />
En el golpe de agua tibia<br />
Más allá de la acequia<br />
Del parral y el nido<br />
En el canto tempranero<br />
De la paraulata<br />
El vocerío y el aljibe<br />
Y el olor a estiércol<br />
Llegando a los corales<br />
Te sentí mi prisionera.<br />
Desde mi nacimiento<br />
449
Te tengo prisionera<br />
En mis pupilas<br />
Tú sabes que fui goloso<br />
Y en tu seno bebí<br />
Todo lo que ahora te prolonga.<br />
Te tengo prisionera<br />
Bajo las uvas y almendrones,<br />
En todo tejado<br />
En el musgo de los rincones<br />
En cada grito<br />
Que pronuncia tu nombre<br />
En cada gesto<br />
Que te devuelve intacta.<br />
Mahatma Gandhi<br />
Ni una gota de sangre<br />
Pero tampoco lágrimas…<br />
Caminaré hasta el Himalaya<br />
Allí colocaré mi bandera.<br />
En el corazón de cada hombre<br />
Prenderé claveles<br />
En una orgía sin nombre<br />
Agitaré pañuelos blancos<br />
Desde un monte de olivos<br />
Repetiré sermones y parábolas<br />
Pero eso sí…<br />
Ni una gota de sangre<br />
Pero tampoco lágrimas.<br />
Robaré un puñado de sal<br />
Y todos podrán hacerlo<br />
Cuando esté lista la conciencia<br />
Y los hombres desarmados<br />
Cuando haya multitudes quietas<br />
En caminos sin fronteras.<br />
Cuando una bala inocente<br />
Haga raíces en mí<br />
Y entregue mi cuerpo a la buena tierra<br />
De las cenizas surgirá un ejército<br />
Que enarbolará claveles<br />
450
Pañuelos y palomas<br />
Pero eso sí…<br />
Ni una gota de sangre<br />
Pero tampoco lágrimas.<br />
IV<br />
Indagué en el pasado<br />
de toda piedra<br />
sus lados verticales<br />
semejan agujas<br />
incrustadas<br />
en el pasado<br />
que me grita y<br />
dialoga conmigo.<br />
Puedo leer las edades<br />
todos los arcanos<br />
grabados como una cinta<br />
y repasarlos así<br />
desde la previda cámbrica<br />
dormida y somnolienta<br />
Escuché las trompetas<br />
De Marte<br />
Advertí la pesadilla<br />
Dolorosa y alucinante<br />
Los fantasmas se sumergen<br />
En éxtasis incomparable<br />
Y lujuriante.<br />
No puedo dejar de sentir<br />
La tristeza einsteniana<br />
Por el hongo de fuego<br />
Los mil millones<br />
de años <strong>del</strong> cactus<br />
y mi propio camino olvidado,<br />
porque no me gusta estar<br />
entre perros rabiosos<br />
si no en los espacios luminosos<br />
en la tarde y el tiempo<br />
cuando danzan las estrellas<br />
451
Helí Colombani<br />
La gente pertenece a mi cuerpo<br />
se incorpora al tejido<br />
se hace carne en mi carne<br />
y a veces llega al hueso<br />
¿Desde cuándo?<br />
1<br />
Has sido culpable <strong>del</strong> sentimiento noble<br />
Tal vez me has hecho daño sin haberlo querido<br />
Volviste espuma de pronto la coraza<br />
que me servía de escudo<br />
de freno<br />
de distancia<br />
me has hecho más humano<br />
Es peligroso a veces ser tan humano entonces<br />
Vibrar violentamente a la voz <strong>del</strong> afecto<br />
Volcarse desde adentro desde su mismo inicio<br />
desprevenido el paso<br />
Sin embargo no temo la historia de los días<br />
no temo la nostalgia<br />
la noche compañera<br />
la soledad <strong>del</strong> viento<br />
o la lejana estancia donde vive el insomnio.<br />
Hay un olor a ti limpiando los cristales<br />
prendido a las manillas de mi cuarto<br />
hilando sin sentido el cubrecama<br />
Las paredes vacías de tu risa<br />
atardecen los íntimos momentos<br />
Tu voz se vuelve huidiza a los espejos<br />
como un reflejo ausente y trastocado<br />
8<br />
452
Tu fogaje<br />
ese fogaje tuyo<br />
con vehemencia presagia los deseos<br />
Hay ausencia total<br />
cuando te pienso<br />
y una locura más cuando apareces<br />
De todo ti se llenan los espacios<br />
De todo ti mi cuerpo se recubre<br />
¡Cómo saltan los músculos inquietos!<br />
¡Cómo busco el respiro en tus pulmones!<br />
VI<br />
Al paso de la tarde tempranera<br />
unos ranchos cerrados se aproximan<br />
al fogón de cenizas encendido.<br />
Sobre los hilos de alambre vuelan<br />
en colores variados y diversos<br />
remiendos de textura caprichosa.<br />
Los perros azarientos<br />
esconden su temor en el ladrido<br />
y manchan de pelambre los rincones.<br />
Imaginar que el hacha o el machete<br />
se encuentran deshierbando en el conuco<br />
las hileras de mártires verdores.<br />
Apenas en el patio aquel silencio<br />
de escoba que ha limpiado sobre el polvo<br />
la dureza de brosas inquietantes.<br />
-Y sentirse de pronto.<br />
Con una lejanía que se adentra<br />
se agolpan los vacíos.<br />
Sentir que el mundo es grande<br />
y que un átomo es mucho.<br />
Volver a la medida requerida,<br />
saberlo y constatarlo<br />
donde el quejido sordo de la espera<br />
retumba en el lamento.<br />
Vivir lejanos. Presentir la vida<br />
y ser ajenos a nosotros mismos.<br />
El perro ladra en su rincón cobarde.<br />
Y pasar. Y pasar. Hacia lo inútil<br />
453
de ir derramando vida por cortadas.<br />
El vacío desborda el tinajero<br />
y hace charco de ausencias al camino.<br />
XIV<br />
Contemplativo, callado, casi ausente.<br />
El hombro va aguantando los pilares<br />
uno a uno, sin prisa, sin angustia.<br />
Las luces apagadas nos distancian<br />
de otros seres que habitan los perfiles.<br />
Descalzos van los pies y el torso pleno<br />
mientras llegan los brazos de algún astro<br />
a volverme liviano y casi etéreo.<br />
Diluida la espera que no existe<br />
el suelo se hace un trozo efervescente.<br />
Y dejar que se eleven las ideas<br />
más alto que la brisa trasnochada<br />
y quizás más allá de los luceros.<br />
La mente se hace cóncava por ratos<br />
que se escapa a volar por los recuerdos.<br />
El mundo que nos puebla le acompaña<br />
y nos quedan tan solo los espectros.<br />
Pensar en el amor y estar atados<br />
inventando los sueños y los sueños<br />
más allá <strong>del</strong> espacio y de la noche.<br />
Tan solo aquellas luces parpadeantes<br />
son cercanas y me hacen compañía.<br />
Tan solo la extensión que me circunda<br />
conversa con idioma intraducible<br />
y arropa por momentos la nostalgia.<br />
¡Qué de cosas inútiles se antojan<br />
de venir a la mente y rebasarla!<br />
Y disfrutar entonces de que el aire<br />
se agolpe en los pulmones, los inflame,<br />
y los párpados se inclinen y se vuelvan<br />
un cerrojo que niegue la existencia.<br />
XVIII<br />
Ya quisiera que fuese en el paisaje<br />
que estuviese tan solo la nostalgia.<br />
Ya quisiera que afuera solamente<br />
la soledad andara y desandara.<br />
Sucede sin embargo que las vísceras<br />
454
padecen desde adentro los vacíos<br />
y lo vuelcan completo por los poros.<br />
No hay huella donde el pie pueda caberme.<br />
Son angostos o son anchos los caminos<br />
y el mismo sentimiento queda estrecho.<br />
El humo que lastima las cenizas<br />
se le escapa a la brasa <strong>del</strong> cigarro.<br />
Un ladrido que llega desde lejos<br />
se estira en el mantel recién tendido.<br />
Y tortura los tímpanos el ritmo<br />
de una esfera marcando sus compases<br />
en agujas livianas y precisas.<br />
Un diapasón de soledad resuena<br />
como un recuerdo vago y traicionero.<br />
Se vienen, aleteando, los paisajes<br />
como a traer de lejos en las plumas<br />
el aroma y el aire de otros sitios.<br />
Marejada de bruma son las cosas<br />
que llegan susurrantes al oído.<br />
Y se establece el diálogo tranquilo<br />
de adentro a afuera y otra vez adentro<br />
haciendo un equilibrio de tristezas.<br />
Un océano inmenso se detiene<br />
en la quietud <strong>del</strong> lacrimal dormido.<br />
455
Jacinto Gutiérrez Coll<br />
Flor <strong>del</strong> mal<br />
Recuerdo que la quería<br />
pobre mas bueno doncel;<br />
que la llamaba su gloria,<br />
y su esperanza también.<br />
Pero ella puso el oído<br />
a los cantos <strong>del</strong> placer;<br />
miró relucir el oro...<br />
y adiós la jurada fe.<br />
Loca mujer.<br />
I<br />
II<br />
¡Qué salón! no vi más regia<br />
voluptuosa esplendidez:<br />
un sultán lo envidiaría<br />
para aposentar su harén.<br />
Allí está la cortesana<br />
turba rendida a sus pies;<br />
y ella ahí fascinadora:<br />
Oro, más oro es su ley.<br />
Rica mujer.<br />
III<br />
¡Cuánta rosa en las mejillas!<br />
En el talle ¡qué esbeltez!<br />
Túrgido el seno redondo,<br />
la boca como un clavel.<br />
En la nívea dentadura<br />
nacarina brillantez,<br />
y en la voz la arrulladora<br />
queja de tórtola fiel.<br />
Bella mujer.<br />
IV<br />
De tálamo suntuoso<br />
bajo artístico dosel,<br />
en el lino perfumado<br />
456
eclina la blanca sien.<br />
Y el coro de los amores,<br />
que pasa en raudo tropel,<br />
derrama sobre sus labios<br />
de hondo goce la embriaguez.<br />
Feliz mujer.<br />
V<br />
En festines <strong>del</strong>eitosos<br />
en que dicha todo es,<br />
suspiros enamorados<br />
que hacen soñar y creer;<br />
aplausos aduladores;<br />
súplicas de la altivez:<br />
¿por qué entonces esa furtiva<br />
lágrima ardiente? ¿Por qué?<br />
Triste mujer.<br />
VI<br />
Nadie en la sima profunda<br />
de los corazones ve:<br />
Acaso vertió ese llanto<br />
por su inocencia de ayer;<br />
quizá de su amor vendido<br />
el remordimiento fue...<br />
o de su beldad ya mustia,<br />
el De profundis tal vez.<br />
Pobre mujer.<br />
Voz sin eco<br />
¿Por qué canto? Lo ignoro.<br />
Mas si la tarde silenciosa expira<br />
el arpa triste en que mis penas lloro,<br />
lentamente suspira<br />
como la flébil rama<br />
de sauce melancólico. La fama<br />
nególe su laurel; mas el gemido<br />
que en el seno insonoro<br />
exhala <strong>del</strong> olvido,<br />
tiene el acorde trémulo y sentido<br />
<strong>del</strong> corazón que ama<br />
y el rayo puro de su fe derrama.<br />
457
Y cual en tierno lirio, suspirante,<br />
la noche mustia sus recuerdos posa<br />
<strong>del</strong> rocío en la chispa <strong>del</strong> diamante<br />
que fulgura temblorosa,<br />
así de mi arpa amante<br />
sobre las cuerdas, que el dolor agita,<br />
mi corazón callado deposita,<br />
como en urna piadosa,<br />
la lágrima infeliz que en ti rebosa.<br />
Y, arpegio triste o nota de esperanza,<br />
siempre alivio me dio su blanco acento,<br />
como el soplo que lanza<br />
en pos <strong>del</strong> aura el fatigado aliento.<br />
Cuando en la comba sideral sus huellas<br />
deja caer la oscuridad, en tanto<br />
que se anubla el fulgor de las estrellas,<br />
¿Por qué suena mi canto?<br />
Nunca lo supo el pensamiento mío;<br />
sólo sé que ese vago murmurío<br />
muere ignorado al soplo que lo toca,<br />
cual la espuma que el piélago sombrío<br />
rompe sin eco en solitaria roca.<br />
Pregunta al ruiseñor de la arboleda<br />
por qué llora escondido su fortuna,<br />
y al disco amarillento de la luna<br />
por qué en el éter silencioso rueda;<br />
y al humo leve que en la espira sube<br />
por qué en la llama vívida no yace,<br />
y a la <strong>del</strong> cielo vaporosa nube<br />
por qué en hilos de lluvia se deshace;<br />
y a la temprana y púdica azucena<br />
por qué entrega a los céfiros su aroma;<br />
y al arroyo que baja de la loma,<br />
por qué se agota en la abrasada arena;<br />
y pregunta por qué <strong>del</strong> alto asiento<br />
se destrenza la hirviente catarata;<br />
y pregunta a la rauda voz <strong>del</strong> viento<br />
por qué de su lamento<br />
los invisibles átomos dilata.<br />
¡Ay! <strong>del</strong> profundo arcano<br />
nada en su anhelo adivinó la mente;<br />
y el hombre sueña descifrar, en vano,<br />
el acorde que en ritmo soberano<br />
renace en el espacio eternamente.<br />
458
Plegarias <strong>del</strong> dolor, ledos rumores,<br />
nubes, astros y flores,<br />
el raudal que en sus ondas precipita,<br />
el melodioso cántico <strong>del</strong> ave,<br />
cuanto en redor palpita,<br />
cuanto el suspiro de la vida llena,<br />
en ese acorde misterioso cabe,<br />
en ese canto universal resuena:<br />
notas fugaces <strong>del</strong> eterno clave,<br />
en el coro solemne <strong>del</strong> conjunto,<br />
sólo vibran un punto;<br />
y luego, ¿a dónde van? nadie lo sabe.<br />
Del tiempo en la corriente<br />
nacen y mueren sin dejar memoria...<br />
Así también se pagará mi frente,<br />
desnuda de los lauros de la gloria.<br />
Mas ¡quién sabe! Tal vez en ese canto<br />
soy la humilde cadencia fugitiva<br />
a quien tocó, vasalla <strong>del</strong> quebranto,<br />
en el acorde <strong>del</strong> dolor cautiva,<br />
vibrar la nota lúgubre <strong>del</strong> llanto:<br />
nota que se desprende gemidora<br />
como ruina que al viento se derrumba;<br />
yerta flor inodora<br />
colocada en la piedra de una tumba;<br />
última luz que arde<br />
en el rayo postrero de la tarde;<br />
infausta prometida a quien la suerte<br />
le dio en el ara el beso de la muerte.<br />
Después, cuando mi espíritu sacuda<br />
su túnica mortal, y a la áurea puerta<br />
de la eterna verdad sereno acuda,<br />
do en gloriosa armonía<br />
el sol divino <strong>del</strong> amor despierta,<br />
¿qué de mí quedará...sombra de un día?<br />
Un arpa rota en el espacio muda,<br />
¡una voz más en el olvido muerta!<br />
XVI<br />
Un guerrero famoso y muy valiente<br />
echó a correr <strong>del</strong> enemigo en frente,<br />
tanto brío poniendo en la corrida,<br />
que salvó nada menos que la vida.<br />
459
Desde luego barrunto<br />
que tal carrera fue muy acertada,<br />
pues de antiguo sabemos que un difunto<br />
es cosa que no sirve para nada.<br />
XXX<br />
Leyendo cierto día<br />
Demócrito y Heráclito la brava<br />
contienda en que la heroica patria mía<br />
(allá en los tiempos de hispana tiranía)<br />
hizo pedazos su dogal de esclava,<br />
sin tenerse Demócrito reía<br />
y sin consuelo Heráclito lloraba.<br />
Esta fábula advierte,<br />
por advertir al cabo alguna cosa,<br />
que en lo que uno ve suerte dichosa,<br />
el otro alcanza miserable suerte.<br />
Nuevo sol<br />
¡Un año más que rinde su jornada!<br />
¡Un año más que para siempre ha muerto!<br />
A recibirle, su ámbito desierto<br />
abre el eterno abismo de la nada.<br />
Pero las horas viven. La alborada<br />
en trono de zafir ve el Sol despierto.<br />
¿Qué dulce bien como apacible puerto<br />
promete el nuevo día en su morada?<br />
Brilla la claridad serena y pura:<br />
La tierra, que gloriosa resplandece,<br />
sigue su rumbo por la luz escrito...<br />
Y el hombre en el placer o en la amargura<br />
no sabe, contemplando que amanece,<br />
para qué vuela el Tiempo en lo infinito.<br />
460<br />
1898
Josefina Urbáez de Flores<br />
Los cuatro horizontes de la tierra<br />
Sacude la tierra el peso de la noche<br />
los pájaros reviven el uso de sus alas<br />
la alegría inunda los caminos<br />
las jaulas aprisionan soledades.<br />
Las campanas escaparon gritando<br />
el duro barco cabecea de grillos<br />
los navegantes dispersan sus cuerpos<br />
por los cuatro horizontes de la tierra.<br />
El ajuar<br />
Las madres ponen abalorios<br />
en los tiernos oídos:<br />
—el día llegará de ser como las aves,<br />
nadie les dice anida en esa rama.<br />
—No, como las aves no.<br />
Como los hombres laboriosos<br />
con la fuerza en las manos<br />
y la llama encendida<br />
<strong>del</strong> amor en el pecho.<br />
No te duermas ahora<br />
tú rezarás conmigo.<br />
Si mi tiempo se agota<br />
sal a buscar el día.<br />
Perfora la tiniebla<br />
hasta encontrar la luz.<br />
Estoy llorando<br />
Tendida, mis brazos a los lados,<br />
una profunda ira posesiona<br />
mi cuerpo y mis sentidos<br />
un laberinto bulle en mi cerebro<br />
461<br />
A Gustavo Pereira<br />
A Salvador Allende
y a mis ojos febriles<br />
los encuentro llorando.<br />
No estoy llorando a un hombre<br />
la muerte es la más firme<br />
de todas las promesas<br />
lloramos el momento,<br />
por siempre inoportuno.<br />
No estoy llorando a un hombre<br />
estoy llorando a un mundo<br />
llorando por la muerte<br />
de la fe en su destino<br />
de un pueblo muy lejano<br />
que pudo ser el mío.<br />
Holocausto al vacío<br />
462<br />
A la poetisa Lucila Velásquez<br />
Se queman en un altar sin Dios<br />
el río se los bebe como el mar<br />
¿para quién es la ofrenda de sus vidas?<br />
¿qué invidente tomó luz de esos ojos?<br />
¿en qué pecho, unos días, latió su corazón?<br />
¿dónde duermen las manos y pies de los perdidos?<br />
¿dónde las sepulturas de los «nunca jamás»?<br />
La pureza violada<br />
en el bolsillo roto<br />
de un diablo sin memoria.<br />
El vuelo de la paz se atemoriza<br />
<strong>del</strong> horror de la vida.<br />
La casa de los ángeles<br />
abarrota de penas.<br />
Los poetas apresuran el viaje.
Luis José Bonilla<br />
VIII<br />
Ah estación escuálida. Donde se pliegan las manos de la muerte.<br />
Los escalones de la muerte.<br />
Los émulos incógnitos.<br />
Por eso, vosotros, nosotros, haraposos <strong>del</strong> siglo: alejad,<br />
alejad las cuencas, los vacíos; que los sueños buenos<br />
y malos son vuestros, son nuestros.<br />
Ah litigante memoria. Pálida, desencajada, arañada.<br />
Inmensamente. Inmensamente. Inmensamente.<br />
Cantaba: Ilusión, estamos aquí. Oyendo las entonaciones de los<br />
grillos, la maledicencia humana, la insolencia de los depravados<br />
y de los anestesiados por la gonorrea, el escorbuto, la miseria.<br />
Salvado.<br />
Ah animales sedientos, que habitan en las aguas muertas.<br />
Y en los callejones. Lastimosos.<br />
Donde se levanta la crueldad de los trenes sanguinolentos.<br />
Decorados por la placidez de las pústulas. Asesinas.<br />
“Huid, huid, huid que sobre la tierra se levanta la daga asesina.<br />
El vil diagnóstico <strong>del</strong> siglo. El Juicio bíblico”.<br />
Ah las lluvias, los alimentos. Salvación.<br />
Ah el siglo, mi cráneo despedazado.<br />
Dictado para la sedición ante los tiempos.<br />
Mi cráneo.<br />
MI cráneo inutilizado.<br />
Fosilizado.<br />
Made in Barcelona<br />
He echado a la basura mis trajes.<br />
He violentado mis ataduras.<br />
He gritado para que no crean que soy<br />
de la legión de los místicos y los<br />
sepultureros.<br />
He abierto mi vientre para que los gusanos<br />
hagan su festín y cuezan su mejor comida.<br />
He maniatado los cuadrángulos de los<br />
días y las noches.<br />
He tomado la longitud de la caja para<br />
463
ocultar, cuando la estrella de la mañana<br />
trace su declinación, mi cadáver.<br />
He oído la historia de la gente más<br />
triste, más desarrapada, más destrajada,<br />
más descamisada, más despiojada, de las<br />
gentes que habitan acá abajo, en el alcantarillado,<br />
en el hueco donde tú no habitas.<br />
He visto:<br />
que la balanza no es de los mismos usos<br />
ni de las mismas medidas. Y que los verdugos<br />
mastican chicles MADE IN USA;<br />
iguales a los que tú masticas.<br />
Iniciación a la palabra<br />
Yo no pronunciaré más una sola palabra.<br />
Ni una incompleta oración.<br />
La piel se destiñe<br />
porque el sol fornica cada día más con la tierra.<br />
Y los gusanos transitan sobre ella, porque la<br />
muerte usa diariamente su sombrero de fieltro y su paraguas.<br />
le pregunta la hora a los pregoneros, Le pregunta<br />
si venden buenos dulces en las confiterías;<br />
si hay mermelada de durazno.<br />
Y la palabra, ¿para qué la palabra?<br />
si no hay sueño que no tenga aunque sea un solo<br />
latigazo de araña.<br />
No hay ni un solo acto de paz. Ni un solo mitin de paz.<br />
Y no hay uno que se levante y espere en la cola de<br />
los autobuses para pobres. Y diga:<br />
Las moscas han iniciado su consecutiva bandada.<br />
Su ataque a los aposentos donde ejecutan autopsias.<br />
A Dios lo enviaron al exilio<br />
los falsificadores de monedas de veinte centavos.<br />
Un día de primavera abrirá anchamente su ojo, su pupila.<br />
No le saldrá ni una lágrima. Le hará guiños al que inventó<br />
La bomba H.<br />
Lo importante<br />
Lo importante después de todo es que te hayas<br />
levantado<br />
464
y señalado a los anunciadores de utilería barata,<br />
para entusiasmar la fantasía de los pobres.<br />
Lo importante después de todo esto<br />
es que te hayas elegido el juez, el ministro, y<br />
hayas maldecido mutilado a los propagandistas<br />
de la infelicidad. A los que consideran que la miseria<br />
es la mejor consigna de tu civilización. Hayas pisoteado<br />
a los que<br />
prefieren en las celebraciones, la últimas<br />
bandejas, los platos rellenos de aceitunas,<br />
el humo de las colillas.<br />
Y toda esta menudencia<br />
enlazada a tu bocina, a la sirena de tu automóvil;<br />
para que los traficantes y no traficantes de almas, callen.<br />
Y elijan en la amplitud territorial,<br />
el área para su sepultura.<br />
Lo importante después de todo<br />
es que con este aviso no habrá nadie que ya no te conozca.<br />
Por tu acertada decisión en las pronunciaciones,<br />
en la agudeza<br />
lineal, horizontal de tu lenguaje.<br />
Tus enemigos se han alineado uno a uno, han tomado su<br />
posición y se han hermanado con los enterradores,<br />
han apartado de sus libretas, de sus libros, los<br />
cuentos de pájaros y mariposas.<br />
Lo importante es que en la región han balanceado los<br />
hallazgos de tu sabiduría.<br />
465
Silene Sanabria<br />
Soy simplemente sueño<br />
un halo de distancia en el decir<br />
rosa húmeda olvidada en los armarios<br />
Fragmento <strong>del</strong> polvo de su tiempo<br />
amorfa sin aliento<br />
disuelta en su fragancia<br />
Soy palabra descubierta<br />
desplazada figura en su intermitencia<br />
imagen desvaneciéndose en el vacío<br />
lo inaprensible<br />
**<br />
Tengo la boca húmeda de tiempo<br />
la entraña desgarrada de palabras<br />
los huesos calcinados de existencia<br />
el rostro encendido<br />
deseos que abrazan la vida<br />
y el amor<br />
**<br />
Camino con el peso de mi sombra<br />
con mi propia semejanza<br />
en la crepitante caída de las hojas<br />
con un vago deseo<br />
y entretejidos motivos<br />
evocando emociones contradichas<br />
y un gemido de siglos<br />
embriagada<br />
de licenciosos cantos<br />
restituidos<br />
en la vehemente intimidad<br />
de frases y pasos<br />
indecisos<br />
**<br />
El poema está en la ausencia<br />
en la múltiples facetas<br />
viste de palabras<br />
466
se sumerge en avatares<br />
graba soledades repercutidas<br />
voces apartadas<br />
agoniza en el filo de la noche<br />
vuelve a su nivel para decir lo mismo<br />
canta historias<br />
revuelo de aves discontinuo<br />
días invernales<br />
soles oscuros<br />
estrellas apagadas<br />
pronuncia espacios<br />
aprehende minutos perdurables<br />
amanece dentro de ti<br />
bosteza destellos invisibles<br />
miradas hacia otra parte<br />
punto donde se revierten los opuestos<br />
donde es más fría la estación <strong>del</strong> hombre<br />
y el reloj se detiene<br />
**<br />
Habrá un día para conciliar silencios<br />
rescatar efímeros vocablos<br />
ir de espaldas sin volver el perfil<br />
ver el eterno brillo de la aurora<br />
pálidos rostros inexpresables<br />
y el indecible sonido de los vientos<br />
acariciar la belleza escapada<br />
otro día volverá<br />
de encendidos lenguajes<br />
de sol en otras puertas<br />
incesantes momentos<br />
páginas que sostienen memorias<br />
imágenes que surgen aparentes<br />
habrá luz en la palabra nueva<br />
467
anzoÁtegui:<br />
Tomás IgnacIo PoTenTInI<br />
Píritu, 1859 - Barcelona, 1906. Obra poética:<br />
Ensayos poéticos (1889).<br />
merCedes de Pérez Freites<br />
Cantaura, 1885 - 1921. Obra poética: Versos (1916);<br />
Naturaleza y alma (1941).<br />
José tadeo arreaza Calatrava<br />
Aragua de Barcelona, 1885 - Caracas, 1970.<br />
Premio Nacional de Literatura 1963-1964. Obra<br />
poética: Canto a Venezuela (1911); Cantos de la carne<br />
y <strong>del</strong> reino interior. Cantos civiles (1911); Odas. La<br />
triste y otros poemas (1913); Poesías (1964); Canto a la<br />
Batalla de Carabobo (1971); Selección Poética. 1911-<br />
1947 (1976).<br />
raFael Caballero sarmiento<br />
Barcelona, 1898 - Caracas, 1967. Obra poética:<br />
Lámpara opaca (1929); Motivos de ayer (1935); Postes<br />
y líneas (1941).<br />
Pedro Parés esPino<br />
Aragua de Barcelona, 1900 - Caracas, ¿?. Obra<br />
poética: Ayer (1937); Poemas coloniales (1963).<br />
Ángel Celestino bello<br />
El Chaparro, 1902 - Barcelona, 1963. Obra poética:<br />
Cantas de mi cántaro (1950); Copa de barro<br />
(1950); Chamizos (1953); Ventura <strong>del</strong> tiempo (1955);<br />
Furruco (1956).<br />
luisa <strong>del</strong> valle silva<br />
Barcelona, 1902 - Caracas, 1962. Obra poética:<br />
Ventanas de ensueño (1930); Humo (1941); Luz<br />
(1941); En silencio (1961); Poesía (1962); Sin tiempo<br />
y sin espacio (1963); Amanecer (1968).<br />
ada Pérez guevara<br />
Cantaura, 1905 - Caracas, 1997. Obra poética: En<br />
ausencia tuya (1926); Horizontes (1931).<br />
miguel otero silva<br />
Barcelona, 1908 - Caracas, 1985. Obra poética:<br />
Agua y cauce (1937); La mar que es el morir (1965);<br />
Poesía hasta 1966 (1966).<br />
luis José garCía<br />
Aragua de Barcelona, 1912 - Caracas, 1978. Obra<br />
poética: Niebla de la nube y de la estrella (1940); Vivac<br />
de sueños (1942); El sueño sorprendido (1949); Cuaderno<br />
de revelaciones (1963).<br />
469<br />
matilde mÁrmol<br />
Barcelona, 1921. Obra poética: Confín de sueños<br />
(1948); Humana dimensión. (1956); Humo <strong>del</strong> tiempo<br />
(1969); Sólo la noche (1969).<br />
domingo FeliPe maza zavala<br />
Barcelona, 1922 - Caracas, 2010. Obra poética:<br />
Quinta estación (2006).<br />
Carlos César rodríguez<br />
Guanta, 1922. Obra poética: Los espejos de mi sangre<br />
( 1944); Follaje redimido (1959); Aire iluminado (1963);<br />
Hora íntima (1987); Anubizajes (2004).<br />
tomÁs alFaro Calatrava<br />
El Chaparro, 1922 - Barcelona, 1953. Obra poética:<br />
Afortunado náufrago (1942); Octavillas de la vigilia<br />
y la melancolía (1945); Décimas de amor y de muerte<br />
(1954); Poemas (1963).<br />
J. J. marCano maza<br />
Barcelona, 1924. Obra poética: El turno de la<br />
sangre (1989). Poemas vitales (2007), Canto a Henry<br />
Dunant (2007).<br />
FranCisCo salazar martínez<br />
Aragua de Barcelona, 1925. Obra poética: Como<br />
quien va llorando (1958); La guitarra ministra (1954);<br />
El mendigo <strong>del</strong> sol (1956); Plenitud <strong>del</strong> llanto (1963);<br />
Los <strong>del</strong>irios (1967); Poesías (1969).<br />
Camilo balza donatti<br />
Mapire, 1927. Obra poética: Canto al Lago (1950);<br />
Tierra <strong>del</strong> corazón (1950); Reino de soledad (1955); Los<br />
días abandonados (1965); Las vertientes (1973); Zumba<br />
que zumba (1973); Sonetos <strong>del</strong> campo y <strong>del</strong> amor (1975);<br />
Trópicos (1998); Arquero de la noche (2003).<br />
raFael José muñoz<br />
Guanape, 1928 - Caracas, 1981. Obra poética:<br />
Los pasos de la muerte (1953); El círculo de los 3 soles<br />
(1968 / 2005).<br />
José antonio Castro<br />
Barcelona, 1930. Obra poética: Álbum para <strong>del</strong>incuentes<br />
(1966); Mapire (1994).<br />
Jesús enrique barrios<br />
Urica, 1937. Obra poética: Apremios de soñar (1977);<br />
Preparativos para el cansancio (1978); En calidad de humano<br />
(1980); Cualquier itinerario (1992); Rigor <strong>del</strong> ocio<br />
(1992); Mutilaciones (s/f.); Usada poesía (1994); Por<br />
rastros y raudales (1994); Con mis errores (2005).<br />
raFael Petit Jiménez<br />
Lecherías, 1937 - Villa de Cura, 1990. Obra poética:<br />
La luz posible (1990).
víCtor salazar<br />
Barcelona, 1940 - Cabimas, 1983. Obra poética:<br />
Piragua (1960); Sequía de las palabras (1961); Semejante<br />
al principio (1965); Cartas de la calle Victoria (1967);<br />
El desterrado (1967); Una elegía para Rosalba (1967);<br />
Rebelde y cotidiano (1969) Y ese tropel de luces (1973).<br />
teresa CorasPe<br />
Soledad, 1941. Obra poética: Las fieras se dan golpes<br />
de pecho (l975); Vuelvo con mis huesos (1978); Vértice <strong>del</strong><br />
círculo (1987); Este silencio siempre (l991); Tanta nada<br />
para tanto infierno (l994).<br />
eduardo lezama<br />
Barcelona, 1941 - 1985. Obra poética: Bajo la<br />
refriega (1964); Desde la hierba (1968); Poesía inédita<br />
(1990).<br />
enrique hidalgo<br />
El Tigre, 1942. Obra poética: Acri lacre (1973); El<br />
libro de Sacha (1978); Canción <strong>del</strong> agua buena (1983);<br />
Vos si que sois arbolario (1998).<br />
eduardo siFontes<br />
Barcelona, 1949 - 1974. Obra poética: Las conjuraciones<br />
(1975); Señas y contraseñas (1985); La poesía<br />
está en juego (1991).<br />
ramón ordaz<br />
El Tigre, 1948. Obra poética: Esta ciudad, mi sangre<br />
(1977); Potestades de Zinnia (1979); Antología <strong>del</strong> otro<br />
(1990); Entreveros (1985); Grafopoemas (1992); Kuma<br />
(1997); Albacea (2003).<br />
Julio César sÁnChez<br />
El Tigre, 1948. Obra poética: La palabra aparente<br />
(1977).<br />
earle herrera<br />
El Tigrito, 1949. Obra poética: Penúltima tarde<br />
(1978); Piedra derramada (1990).<br />
arnulFo quintero lóPez<br />
Barcelona, 1949. Obra poética: Del lado allá <strong>del</strong> vuelo,<br />
<strong>del</strong> lado allá <strong>del</strong> canto, <strong>del</strong> lado allá <strong>del</strong> tiempo (1990);<br />
Versos de la Taberna <strong>del</strong> Camino <strong>del</strong> Olvido (1995); Como<br />
un rayito de luna (2000); La esencia <strong>del</strong> hueso perdido<br />
(2004); Adverbios y azares (2004); De la noche y otros<br />
lugares (2004); Los días contados (2005).<br />
470<br />
monagas:<br />
Félix antonio Calderón<br />
Caripe, 1890 - Aragua de Maturín, 1932. Obra<br />
poética: Lirio salvaje (1963).<br />
ramón Pierluissi ramírez<br />
Aguasay, 1892-1979. Obra poética: Semblanzas,<br />
versos y prosas (2000).<br />
Félix armando núñez<br />
Maturín, 1897 - Chile, 1972. Obra poética: La Luna<br />
de otoño ( (1919); La voz íntima (1919); El Corazón<br />
abierto (1922); Canciones de todos los tiempos (1943);<br />
Moradas imprevistas (1945); El Poema de la tarde<br />
(1952); Poema filial (1953).<br />
tiburCio aPariCio lozada<br />
Maturín, 1906. Obra poética: Graníticos (1960).<br />
José antonio ramírez rausseo<br />
Maturín, 1909 - Caracas, 1976. Obra poética: Sangre<br />
de quimeras (1932); Riña de gallos (1955); Oda a<br />
Venezuela (1963); El espejo de los bosques (1969).<br />
JuliÁn Padrón<br />
San Antonio de Maturín, 1910 - Caracas, 1954.<br />
Obra poética: Poemas Inéditos, en Obras completas<br />
(1957).<br />
alariCo gómez<br />
Barrancas, 1922 - Caracas, 1955. Obra poética:<br />
Júbilo <strong>del</strong> regreso (1947); Poema para inmigrantes y<br />
turistas (1950); Unidad hacia la rosa (1963); Las armas<br />
de Odiseo (1953); La técnica <strong>del</strong> cielo (1953); Antología<br />
inédita (1955); Los dominios visuales (1956).<br />
benito raúl losada<br />
Maturín, 1923. Obra poética: Casimba (1943); Soledad<br />
y angustia (1945); Canciones y luz menor (1952);<br />
Campanada hacia el alba (1954); Nacerán los caminos<br />
(1955); Más allá <strong>del</strong> relámpago (1960); Poemas 1960);<br />
Poesías (1964); Los espejos baldíos (1980); Dentro y fuera<br />
<strong>del</strong> hombre (1982); Lebab o los despojos (1983); Por la<br />
redoma azul (1987); A fondo perdido (1988); Tiempo<br />
transitado (1989); La magia desnuda (1991); El rostro<br />
sumergido (1993).<br />
luisa teresa sosa<br />
Teresén, 1923. Obra poética: Descalzo y andariego<br />
(1988).<br />
simón sÁez mérida<br />
Aragua de Maturín, 1928 - Caracas, 2005. Obra<br />
poética: El adiós (1982); Las piedras, nada más<br />
(1987).
José lira sosa<br />
Maturín, 1930 - Isla de Margarita, 1995. Obra<br />
poética: Fiat lux y otros poemas (1954); A la gran<br />
aventura (1960); Vicios ceremoniales (1965); Por mi<br />
cuenta y riesgo (1967); Oscuro ceremonial (1975);<br />
Contraseña (1982); Enseres y atavíos (1989); Con la<br />
palabra en la boca (1994); Poesía (1998); Alrededor de<br />
la fogata (2006).<br />
César suPPini<br />
Maturín, 1930. Obra poética: Comenzar a morir<br />
(1987); Pozo de cuervos (1988); Hasta el cielo se cansa<br />
(1996); El olvido de Dios (2006).<br />
Carlos ríobueno<br />
Caño Simara, 1930. Obra poética: Veinte plegarias<br />
para mi resurrección (2003); Huellas (2007).<br />
ligia elena roJas millÁn<br />
Maturín, 1931. Obra poética: Espacios <strong>del</strong> silencio<br />
(1983).<br />
J. m. villarroel París<br />
San Antonio de Maturín, 1932 - Valencia, 1995.<br />
Obra poética: Arquero de la nada (1969); Cantos<br />
(1955); Campos de fuego (1974); Dos elegías (1975);<br />
Kerygma (1974); La estrella jubilosa (1958); Pájaros,<br />
pájaros (1972); Poemas (1972); De un pueblos y sus<br />
visiones (1979).<br />
domingo rogelio león<br />
El Perú de Caripe, 1935. Obra poética: Kara<br />
Marú y otros poemas (1961); Poemas y relatos (1982);<br />
Alicascos (1997).<br />
elba rosa albertini<br />
Caripe, 1936. Obra poética: Presencia de la soledad<br />
(1957); Pétalos al viento (1998); Espejos <strong>del</strong> silencio<br />
(2006).<br />
ConChita abreu resCaniere<br />
Maturín, 1938. Obra poética: Astillas de mi horizonte<br />
(1975).<br />
miguel tineo<br />
Mata Negra, 1938. Obra poética: Sed de nubes<br />
(2001); Como una daga (2008).<br />
PeruCho aguirre<br />
La Asunción, Nueva Esparta, 1940. Obra poética:<br />
El mar visto desde mis años (1979); Lastres de<br />
soledad (1991); El canto a las aguas (1991); Papagayo<br />
(2000).<br />
Carlos bÁez<br />
Quiriquire, 1943-1997. Obra poética: Palabras<br />
(1997).<br />
471<br />
JaCinto ramírez noriega<br />
Maturín, 1943. Obra poética: Desde el fondo de la memoria<br />
(publicado con el pseudónimo J. A. Marzier,<br />
1988); La ciudad y otros bemoles (2006).<br />
luis segundo renaud<br />
1944. Obra poética: Las flores <strong>del</strong> saúco (1990); Casa<br />
(1992); Mastranto (2007).<br />
ramonetta gregori<br />
1944. Obra poética: Las sucesoras (1995); Cantos<br />
(1998).<br />
Coromoto renaud<br />
1944. Obra poética: Azares (1994); Enero (2004).<br />
Carlos lóPez<br />
1946. Obra poética: Tragos y mortajas (1987); Palabra<br />
en celo (1997); Poemas para vírgenes desnudas (2008).<br />
omar velÁsquez<br />
1947. Obra poética: El lenguaje de las sombras<br />
(2006).<br />
zoilo abel rodríguez<br />
El Furrial, 1949. Obra poética: Efectismos y otras<br />
vainas (1999).<br />
William torCÁtiz<br />
Maracaibo, 1949. Obra poética: Armado de amor<br />
hasta los dientes esculcaré los rincones de tu cuerpo (1996);<br />
Sobre la alfombra mágica de tu vientre (1996).<br />
rosa anka<br />
Lima, Perú, 1949. Obra poética: Mimetismo pendular<br />
(1987); Huidos de Saturno (1999)
nueva esParTa:<br />
gasPar marCano<br />
San Juan Bautista, 1781 - Maracaibo, 1821. Obra<br />
poética: Poema <strong>del</strong> Teniente Coronel y Licenciado<br />
Gaspar Marcano y otras producciones patrióticas de<br />
1816 y 1817 relativas a la Guerra de Independencia de<br />
Margarita (1917).<br />
h. albornoz lÁrez<br />
La Asunción, 1874 - 1946. Obra poética: “La<br />
esfinge yankee” y “Águilas triunfales” en Poesía<br />
margariteña (1967).<br />
miguel Ángel mata<br />
La Asunción,1881 - Caracas, 1954. Obra poética:<br />
Rojos épicos (1917); Isla <strong>del</strong> mar y de la sangre (1957).<br />
Pedro navarro gonzÁlez<br />
Porlamar, 1882 - 1944. Obra poética: “La voz <strong>del</strong><br />
muro”. en Poesía margariteña (1967)<br />
Jesús marCano villanueva<br />
La Asunción, 1892 - Caracas, 1943. Obra poética:<br />
El corazón que sabe amar (1924).<br />
Pedro rivero<br />
Porlamar, 1893 - Madrid, 1959. Obra poética: El<br />
mar de las perlas (1943); El mar de Ulises y Porlamar<br />
(1952); El pescador de ánforas (1954); Poemas <strong>del</strong> mar<br />
(1956).<br />
viCente Fuentes<br />
Isla de Coche, 1898 - Caracas, 1954. Obra poética:<br />
Poemas (1974).<br />
FranCisCo lÁrez granado<br />
Juangriego, 1903 - 1938. Obra poética: Playas<br />
(1936); Cuaderno de mar (1943); Velero-Mundo (1948);<br />
Umbral de ausencia (1955); Grímpolas (1956).<br />
luis b. Prieto Figueroa<br />
La Asunción, 1904 - Caracas, 1993. Obra poética:<br />
Mural de mi ciudad (1975); Del hombre al hombre<br />
(1977); Porlamar en el viento (1978); Verba mínima<br />
(1978).<br />
José oliveira<br />
Juangriego, 1905 - ¿? En Poesía margariteña<br />
(1967).<br />
P. C. vÁsquez y vÁsquez<br />
Porlamar, 1907 - Caracas, 1993. Obra poética:<br />
Renuevos (1987).<br />
472<br />
luis Castro<br />
Porlamar, 1909 - Caracas, 1933. Obra poética:<br />
Garúa (1969).<br />
heraClio narvÁez alFonzo<br />
Santa Ana <strong>del</strong> Norte, 1909 - ¿?. Obra poética: En<br />
Poesía margariteña (1967).<br />
margarita esParta<br />
Porlamar, 1918 - ¿?. Obra poética: Cayuco (1961);<br />
Voces <strong>del</strong> mar (1965); Tiempo y espacio (1970).<br />
FranCisCo n. Castillo<br />
Porlamar, 1920 - 2008. Obra poética: Terruño-Isla y<br />
otros poemas (1957); Espuma migratoria (1957).<br />
FranCisCo gutiérrez<br />
Porlamar, 1922 - Caracas, 1991. Obra poética: El<br />
mar de oscuro fondo (1965).<br />
José elías villarroel<br />
Los Millanes, 1924.<br />
rosauro rosa aCosta<br />
Pampatar, 1925 - Porlamar, 2001. Obra poética:<br />
En Poesía margariteña (1967).<br />
emira rodríguez<br />
Porlamar, 1929. Obra poética: Relaciones (1971);<br />
La casa de alto (1972); Malencuentro pero tenía otro<br />
nombre (1975).<br />
Juan salazar meneses<br />
Porlamar, 1929 - Caracas, 1982. Obra poética: Los<br />
huéspedes <strong>del</strong> verano (1954); El conquistador (1960); Un<br />
día cuando el viento fue joven (1974).<br />
José rosa aCosta<br />
Pampatar, 1930 - ¿?. Obra poética: Playa feliz<br />
(1971); Aldea sobre el júbilo (1973).<br />
Jesús rosas marCano<br />
La Asunción, 1931 - Caracas, 2001. Obra poética:<br />
Proclama de la espiga (1958); Pompas y alegrías<br />
(1961); A medio mar (1965); Clavel de muerto y otros<br />
claveles (1968).<br />
eFraín subero<br />
Pampatar, 1931 - Caracas, 2007. Obra poética:<br />
Estancias <strong>del</strong> amor iluminado (1956); Todavía la noche<br />
(1964); Casi letanía (1965); Razones (1970).<br />
Jesús ramón villarroel<br />
Los Millanes, 1932 - 1963.<br />
Ángel Fernando guilarte<br />
El Valle <strong>del</strong> Espíritu Santo, 1934 - Caracas, 1990.<br />
Obra poética: Espigas de amor (1960); Tiestos de mi<br />
sangre (1965); Cantamar (1978).
José ramón villarroel<br />
El Valle de Pedro González, 1937 - 1995.<br />
Ángel Félix gómez<br />
Porlamar, 1938. Obra poética: Siete cantos a toda voz<br />
(1963); Juegos proféticos (1971); Los olvidos (1977).<br />
gustavo Pereira<br />
Punta de Piedras, 1940. Obra poética: Preparativos<br />
de viaje (1964); En plena estación (1966); Hasta reventar<br />
(1966); El interior de las sombras (1968); Poesía de qué<br />
(1970); Los cuatro horizontes <strong>del</strong> cielo (1973); Libro de<br />
los somaris (1973); Segundo libro de los somaris (1979);<br />
Vivir contra morir (1988); La fiesta sigue (1992); Escrito<br />
de salvaje (1993); Oficio de partir (1998); Dama de<br />
niebla (1999).<br />
Magaly Salazar<br />
La Asunción, 1940. Obra poética: No aptos para los<br />
ritos de sacralización (1978); Ardentía (1992); La casa<br />
<strong>del</strong> vigía; Bajío de sal; Levar fuego; Siete.<br />
Cruz Ávila<br />
Los Robles, 1944-1987. Obra poética: Libertad<br />
dudosa (1970); Rendijas <strong>del</strong> tiempo (1974); Los rieles<br />
<strong>del</strong> silencio (1978).<br />
473<br />
sucre:<br />
viCente Coronado<br />
Cumaná, 1830 - Caracas, 1896. Obra poética: La<br />
victoria de Carabobo (1859); Ensayos poéticos (1887);<br />
Composiciones literarias (1892).<br />
miguel sÁnChez Pesquera<br />
Cumaná, 1851 - Barcelona, España, 1920. Obra<br />
poética: Primeras poesías (1880); Sonetos (1900).<br />
andrés mata<br />
Carúpano, 1870 - París, 1931. Obra poética:<br />
El decálogo (1884); Pentélicas (1896); Idilio trágico<br />
(1898); Poesías escogidas (1930); Poesías (1932);<br />
Selección de poesías (1932); Arias sentimentales y otros<br />
poemas (1942).<br />
Juan arCia<br />
Cumaná, 1872 - Caracas, 1931. Obra poética:<br />
Vestigios (1901); Sangre <strong>del</strong> trópico (1904); Almas y<br />
ruinas (1907); Versículos profanos (1921); Versos y<br />
prosas (1974).<br />
José maría milÁ de la roCa díaz<br />
Cumaná, 1879 - 1911. Obra poética: Aljaba (1907);<br />
Aristas y facetas (1907).<br />
Juan miguel alarCón<br />
Cumaná, 1887 - 1932. Obra poética: La fuente de<br />
Castalia (1954).<br />
andrés eloy de la rosa<br />
Cumaná, 1888 - Montevideo, 1947. Obra poética:<br />
Carnes y porcelanas (1929).<br />
rosa alarCón blanCo<br />
Cumaná, 1890 - Caracas, 1967. Obra poética:<br />
Pajaritos de aserrín (1972).<br />
José antonio ramos suCre<br />
Cumaná, 1890 - Ginebra, 1930. Obra poética: Trizas<br />
de papel (1921); La torre de Timón (1925); Las formas<br />
<strong>del</strong> fuego (1929); El cielo de esmalte (1929).<br />
ramón david león<br />
Cumaná, 1890 - Caracas, 1980. Obra poética: Sol<br />
de invierno (1978).<br />
agustín silva díaz<br />
Cumaná, 1891 - Caracas, 1988. Su obra quedó<br />
dispersa en periódicos y revistas de la época.<br />
Incluido en De poetas olvidados (1994).<br />
Cruz salmerón aCosta<br />
Manicuare, estado Sucre, 1892 - 1929. Obra poética:<br />
Fuente de amargura (1952).
humberto guevara<br />
Cumaná, 1892 - 1954. Canto a Sucre (1945); Voces<br />
de primavera . Antología poética (1995).<br />
diego Córdova<br />
Cumaná, 1892 - 1972. Obra poética: Agua errante<br />
(1913); Poemas de ayer y de hoy (1942); Carta de amor<br />
a Venezuela y doce poemas a la libertad (1962).<br />
José agustín FernÁndez<br />
Cumaná, 1895 - ¿? Obra poética: Motivos (1941);<br />
Pentagrama (1952); Musa traviesa (1957); Música de mi<br />
mundo (1965); Romances de la ciudad luminosa (1970);<br />
Arpa y caney (1973).<br />
andrés eloy blanCo<br />
Cumaná, 1896 - México, 1955. Obra poética: Tierras<br />
que me oyeron (1921); Las cuatro puertas (1924);<br />
Poda (1934); Barco de piedra (1937); Baedeker 2000<br />
(1938); A un año de tu luz (1951); Giraluna (1955);<br />
La Juanbimbada (1959).<br />
Juan manuel rondón sotillo<br />
Macarapana, 1900 - Caracas, 1966. Obra poética:<br />
Sinfonía <strong>del</strong> sur (1928); Poemas anacrónicos (1940);<br />
Ardentía (1952); Saludo y elogio de los Andes (1954);<br />
Selección de poemas (1955); Antología poética (1990).<br />
ramón imery<br />
Carúpano, 1902 - Caracas, 1977. Obra poética:<br />
Poesías completas (1978).<br />
luis mariano rivera<br />
Carúpano, 1906 - 2002. Obra poética: Volveremos<br />
por esos caminos (1981); Cantos de fragancia amor y<br />
tierra (1991); El universo de mi amor (1994); Siembra<br />
de sueños (1996); Canto a las flores, a los pájaros, a la<br />
tierra y a mi pueblo (2006).<br />
Julio zerPa<br />
Cumaná, 1910 - Caracas, 1983. Obra poética:<br />
Canto a Sucre (1974); Veinticinco sonetos a las manos y<br />
un soneto prólogo ((1975); Cumaná, sus poetas y otras<br />
figuras (1980); Décimas (1986).<br />
aquiles Certad<br />
Cumaná, 1914 - Caracas, 1986. Obra poética: Voces<br />
desnudas (1932); Alma en el viento (1939); Ternura de<br />
hallarte (1940); Territorio <strong>del</strong> sueño (1954).<br />
luisa esther larrazÁbal<br />
Río <strong>Caribe</strong>, estado Sucre, 1916 - Caracas, 1945.<br />
Obra poética: 20 poemas (1947).<br />
raFael José gómez<br />
Cumaná, 1920 - ¿? Obra poética: Cruz y arco<br />
(1974).<br />
474<br />
luis beltrÁn mago<br />
Cumaná, 1924. Obra poética: Bajel hacia la estrella<br />
(1956); Sonetos a la isla (1956); Los pasos de la noche<br />
(1965); Sonetos a Caracas (1966); No es tiempo de callar<br />
(1969); Y había una muchacha (1973); Los eucaliptos<br />
miran hacia el sur (1976); El mar donde nací (1985);<br />
Presencia <strong>del</strong> aire (1993); Morada en el mar (1993);<br />
Poemas devocionales (1998); Poemas de enero (1997);<br />
Del agua y de la lluvia (1998); Canciones <strong>del</strong> amor y el<br />
viento (1999); Itinerario de la sombra (2002).<br />
ramón badaraCCo<br />
Cumaná, 1932. Obra poética: Formas.<br />
helí Colombani<br />
Irapa, 1932 - Caracas, 1992. Obra poética: Poemas<br />
para rezar de noche (1953); Irapa, dios de las iras (1957);<br />
Voz que rasga el silencio (1960); Hoy me levanto y digo<br />
(1963); En ejercicio de mí (1968); Desandando soledades<br />
(1982); Poemas de alcoba (1988).<br />
JaCinto gutérrez Coll<br />
Cumaná, 1935 - Caracas, 1901. Obra poética:<br />
Poesías selectas (1870); Poesías (1926, 1965).<br />
JoseFina urbÁez de Flores<br />
Tunapuy, 1936. Obra poética: La vida es hoy (1991);<br />
Tres majaderos y sus cantos (2005).<br />
luis José bonilla<br />
Río <strong>Caribe</strong>, 1937 - ¿? Obra poética: Bajo la refriega<br />
(1964, coautor); Cráneo fosilizado (1965); Libro de<br />
lamentaciones (1967).<br />
silene sanabria<br />
Cumaná, 1941. Obra poética: Incomunicable (1981);<br />
Velada perdurable (1996); Con el polvo de las hojas<br />
(1999); Yo soy la tarde de café (1999).
Índice
<strong>Anzoátegui</strong><br />
Tomás Ignacio Potentini ..........................................................................................11<br />
Mercedes de Pérez Freites .......................................................................................17<br />
José Tadeo Arreaza Calatrava...................................................................................20<br />
Rafael Caballero Sarmiento .....................................................................................27<br />
Pedro Parés Espino ..................................................................................................31<br />
Ángel Celestino Bello ...............................................................................................34<br />
Luisa <strong>del</strong> Valle Silva .................................................................................................38<br />
Ada Pérez Guevara ....................................................................................................40<br />
Miguel Otero Silva ....................................................................................................43<br />
Luis José García ........................................................................................................46<br />
Matilde Mármol ........................................................................................................49<br />
Domingo Felipe Maza Zavala ..................................................................................53<br />
Carlos César Rodríguez ............................................................................................56<br />
Tomás Alfaro Calatrava ............................................................................................59<br />
J. J. Marcano Maza.....................................................................................................63<br />
Francisco Salazar Martínez ......................................................................................66<br />
Camilo Balza Donatti ...............................................................................................70<br />
Rafael José Muñoz ....................................................................................................74<br />
José Antonio Castro..................................................................................................79<br />
Jesús Enrique Barrios ...............................................................................................84<br />
Rafael Petit Jiménez..................................................................................................88<br />
Víctor Salazar ............................................................................................................90<br />
Teresa Coraspe ..........................................................................................................95<br />
Eduardo Lezama .......................................................................................................98<br />
Enrique Hidalgo .....................................................................................................101<br />
Eduardo Sifontes ....................................................................................................104<br />
Ramón Ordaz ..........................................................................................................108<br />
Julio César Sánchez ................................................................................................113<br />
Earle Herrera ...........................................................................................................115<br />
Arnulfo Quintero López .........................................................................................118<br />
Monagas<br />
Félix Antonio Calderón ..........................................................................................125<br />
Ramón Pierluissi Ramírez ......................................................................................129<br />
Félix Armando Núñez .............................................................................................132<br />
Tiburcio Aparicio Lozada .......................................................................................134<br />
José Antonio Ramírez Rausseo .............................................................................136<br />
Julián Padrón...........................................................................................................138<br />
Alarico Gómez .........................................................................................................144<br />
Benito Raúl Lozada ................................................................................................149<br />
477
Luisa Teresa Sosa ...................................................................................................151<br />
Simón Sáez Mérida .................................................................................................154<br />
José Lira Sosa..........................................................................................................156<br />
César Suppini ..........................................................................................................162<br />
Carlos Ríobueno .....................................................................................................167<br />
Ligia Elena Rojas Millán ........................................................................................169<br />
J. M. Villarroel París ................................................................................................171<br />
Domingo Rogelio León ..........................................................................................174<br />
Elba Rosa Albertini ................................................................................................177<br />
Conchita Abreu Rescaniere ...................................................................................179<br />
Miguel Tineo ...........................................................................................................182<br />
Perucho Aguirre ......................................................................................................185<br />
Carlos Báez ..............................................................................................................187<br />
Jacinto Ramírez Noriega ........................................................................................190<br />
Luis Segundo Renaud ............................................................................................193<br />
Ramonetta Gregori .................................................................................................198<br />
Coromoto Renaud ..................................................................................................200<br />
Carlos López ...........................................................................................................202<br />
Omar Velásquez ......................................................................................................205<br />
Zoilo Abel Rodríguez ..............................................................................................206<br />
William Torcátiz ......................................................................................................209<br />
Rosa Anka ................................................................................................................211<br />
Nueva Esparta<br />
Gaspar Marcano ......................................................................................................217<br />
H. Albornoz Larez ...................................................................................................221<br />
M. A. Mata ...............................................................................................................224<br />
Pedro Navarro González .........................................................................................228<br />
Jesús Marcano Villanueva ......................................................................................233<br />
Pedro Rivero ............................................................................................................238<br />
Vicente Fuentes ......................................................................................................241<br />
Francisco Lárez Granado........................................................................................245<br />
Luis B. Prieto F. .......................................................................................................250<br />
José Oliveira ............................................................................................................254<br />
P. C. Vásquez Vásquez ............................................................................................259<br />
Luis Castro ..............................................................................................................262<br />
Heraclio Narváez Alfonzo .......................................................................................266<br />
Margarita Esparta ...................................................................................................269<br />
Francisco N. Castillo ..............................................................................................272<br />
Francisco Gutiérrez .................................................................................................276<br />
José Elías Villarroel ................................................................................................280<br />
Rosauro Rosa Acosta .............................................................................................284<br />
Emira Rodríguez .....................................................................................................289<br />
Juan Salazar Meneses .............................................................................................295<br />
José Rosa Acosta ....................................................................................................300<br />
Jesús Rosas Marcano..............................................................................................305<br />
478
Efraín Subero ..........................................................................................................312<br />
Jesús Ramón Villarroel ...........................................................................................318<br />
Ángel Fernando Guilarte ........................................................................................320<br />
José Ramón Villarroel .............................................................................................324<br />
Ángel Félix Gómez ..................................................................................................326<br />
Gustavo Pereira.......................................................................................................329<br />
Magaly Salazar ........................................................................................................334<br />
Cruz Ávila.................................................................................................................337<br />
Sucre<br />
Vicente Coronado ...................................................................................................341<br />
Miguel Sánchez Pesquera ......................................................................................346<br />
Andrés Mata ............................................................................................................350<br />
Juan E. Arcia ............................................................................................................353<br />
José María Milá de la Roca Díaz ............................................................................357<br />
Juan Miguel Alarcón ...............................................................................................363<br />
Andrés Eloy de la Rosa ..........................................................................................365<br />
Rosa Alarcón Blanco ..............................................................................................369<br />
José Antonio Ramos Sucre ...................................................................................372<br />
Ramón David León .................................................................................................377<br />
Agustín Silva Díaz ...................................................................................................381<br />
Cruz Salmerón Acosta ............................................................................................385<br />
Humberto Guevara .................................................................................................389<br />
Diego Córdova ........................................................................................................398<br />
José Agustín Fernández ..........................................................................................400<br />
Andrés Eloy Blanco ................................................................................................404<br />
J. M. Rondón Sotillo ...............................................................................................413<br />
Ramón Imery ...........................................................................................................421<br />
Luis Mariano Rivera ...............................................................................................425<br />
Julio Zerpa ...............................................................................................................429<br />
Aquiles Certad ........................................................................................................431<br />
Luisa Esther Larrazábal .........................................................................................435<br />
Rafael José Gómez ..................................................................................................438<br />
Luis Beltrán Mago ..................................................................................................442<br />
Ramón Badaracco...................................................................................................447<br />
Helí Colombani.......................................................................................................451<br />
Jacinto Gutiérrez Coll .............................................................................................455<br />
Josefina Urbáez de Flores.......................................................................................460<br />
Luis José Bonilla .....................................................................................................462<br />
Silene Sanabria .......................................................................................................465<br />
479
Cien + 20 poetas orientales, se terminó de imprimir en el mes<br />
de diciembre de 2010. En su composición se utilizaron los<br />
tipos digitales Novarese Book de 8, 10, 12 y 15 puntos. El<br />
texto fue impreso en pliegos Tamcremy de 55 grs. y para<br />
las tapas se utilizó sulfato sólido 0,14. La edición consta<br />
de 1.000 ejemplares.<br />
20 años<br />
1990 - 2010<br />
En el principio era el verbo