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Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

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Desde su creación, el <strong>Fondo</strong> <strong>Editorial</strong> <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong> se<br />

caracteriza por ir al encuentro de lo que nos sensibi-<br />

liza, de lo que nos expresa y nos lleva luminosamente<br />

hasta nuestras barrocas e históricas raíces. Esta labor editorial<br />

tiene sus razones en el “existirnos”, en el “sabernos”<br />

y “sernos”: mediante la palabra buscamos el desde cuándo<br />

somos, quiénes somos y por qué somos, para entender que<br />

no llegamos hoy, que venimos <strong>del</strong> realmaravilloso mundo<br />

de nuestros primeros indígenas. Nombrarnos es irnos hasta<br />

la memoria, para volvernos tiempo puro y diluir olvidos,<br />

envueltos en la eterna cotidianidad de las palabras. Ya lo<br />

dijo Unamuno: “El hombre deja en la tierra unos huesos, y al irse un<br />

nombre, un nombre en la memoria de la palabra creadora, en la historia<br />

tejida de nombres; un nombre, si logra buena ventura, más duradero que<br />

los huesos, más que el bronce...¡La palabra y el nombre!”.<br />

Este proyecto editorial busca publicar, difundir, aquellos<br />

libros que sirvan para crear conciencia, para que el pueblo<br />

reaccione a partir de la razón y el sentimiento. La historia,<br />

la literatura, el folklore, el turismo, la crónica, son temas<br />

privilegiados por nosotros, al igual que las manifestaciones<br />

indígenas e infantiles. Sin obviar la intención de editar obras<br />

relacionadas con el petróleo y la artesanía.<br />

Nuestras distintas Colecciones se orientan hacia la consolidación<br />

integral de la cultura oriental y son nuestra mejor<br />

ventana al mundo. Por eso tenemos la Biblioteca de Autores y<br />

Temas Anzoatiguenses; de igual modo tenemos la Biblioteca<br />

Básica y Los Cuatro Horizontes <strong>del</strong> Cielo; nos interesamos<br />

en la incorporación de noveles escritores; queremos rescatar<br />

toda la sabiduría indígena. En síntesis: nos interesa, fundamentalmente,<br />

reafirmar nuestro gentilicio, nuestra idiosincrasia,<br />

nuestra identidad para reencontrarnos en el creativo<br />

mapa de las primeras huellas y comprobar que somos un ser<br />

de seres, un alma de almas, una voz de voces, un camino de<br />

caminos, un tiempo de tiempos. Es decir, somos palabras de<br />

un mismo libro, de una misma cultura.


Cien + 20 poetas orientales<br />

<strong>Fondo</strong> <strong>Editorial</strong> <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong><br />

Gobierno <strong>del</strong> Estado <strong>Anzoátegui</strong><br />

<strong>Anzoátegui</strong> - Venezuela


Gobierno <strong>del</strong> Estado <strong>Anzoátegui</strong><br />

Gobernador<br />

Tarek William Saab<br />

Fundación <strong>Fondo</strong> <strong>Editorial</strong> <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong><br />

Director General<br />

Fi<strong>del</strong> Flores<br />

Consejo Consultivo<br />

Gustavo Pereira<br />

Freddy Hernández Álvarez<br />

Ramón Ordaz<br />

Chevige Guayke<br />

Administración<br />

Carlos Catamo Lisboa<br />

Biblioteca Pública Julián Temístocles Maza<br />

Calle Eulalia Buroz con Boulevard 5 de Julio<br />

Barcelona, <strong>Anzoátegui</strong> - Venezuela.<br />

Telefax: 0281 2762501<br />

fondoeditorial<strong>del</strong>caribe@gmail.com<br />

1 a edición, 2010<br />

© <strong>Fondo</strong> <strong>Editorial</strong> <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong>, 2010<br />

Depósito legal:<br />

lf 80920108004288<br />

ISBN<br />

978-980-7362-11-5<br />

Composición de textos<br />

Alquimia Gráfica<br />

Diseño de portada<br />

José Gregorio Vásquez<br />

Ilustración<br />

Pedro Báez<br />

Corrección de pruebas<br />

Chevige Guayke<br />

Editor<br />

Fi<strong>del</strong> Flores<br />

fi<strong>del</strong>flores2910@yahoo.es<br />

Impreso en Venezuela por<br />

<strong>Editorial</strong> Arte


Cien + 20 poetas orientales<br />

Antología<br />

Selección:<br />

Celso Medina<br />

Chevige Guayke<br />

Ramón Ordaz<br />

Fi<strong>del</strong> Flores


El lector tiene en sus manos Cien + 20 poetas orientales, una obra que intenta<br />

en este primer recorrido dar noticias de la poesía escrita por autores de<br />

esta región <strong>del</strong> país, ubicados cronológicamente entre 1781 —fecha de nacimien-<br />

to <strong>del</strong> margariteño Gaspar Marcano—, hasta 1949, e ilustra un largo proceso de<br />

creación, que se inicia con “Poema en que se refieren las acciones campales habi-<br />

das en la Isla Margarita cuando fue invadida por el General Morillo”, de Marcano<br />

y abre cauces para el debate en torno a la poesía fundacional venezolana, en<br />

virtud de que su autor, contemporáneo de Andrés Bello y fallecido en Maracaibo<br />

en 1821, de acuerdo a esta fecha, parece a<strong>del</strong>antarse a “Alocución de la poesía”,<br />

de Bello, la cual fue publicada en el Repertorio Americano en 1823. Así mismo, sería<br />

necesario desde esta consideración, tener a Gaspar Marcano como el referente<br />

fundacional de la poesía <strong>del</strong> oriente <strong>del</strong> país. A su nombre se sumarán Vicente<br />

Coronado (Sucre, 1830), Miguel Sánchez Pesquera (Sucre, 1851) y Tomás Ignacio<br />

Potentini (<strong>Anzoátegui</strong>, 1859), para constituir figuras solitarias y emblemáticas<br />

<strong>del</strong> cosmo poético oriental de ese momento, porque no será sino a partir de la<br />

década <strong>del</strong> ‘70 <strong>del</strong> siglo XIX, cuando puede hablarse de un movimiento genera-<br />

cional en la región con figuras como: Andrés Mata (1870), Juan Arcia (1872) y José<br />

María Milá de la Roca Díaz (1879), <strong>del</strong> estado Sucre; H. Albornoz Lárez (1874),<br />

Miguel Ángel Mata (1881) y Pedro Navarro González (1882), margariteños; y los<br />

anzoatiguenses Mercedes de Pérez Freites (1885) y José Tadeo Arreaza Calatrava<br />

(1885), quienes junto a los poetas que nacen en la década <strong>del</strong> ‘90 <strong>del</strong> mismo<br />

siglo: José Antonio Ramos Sucre, Ramón David León, Agustín Díaz Silva, Cruz<br />

Salmerón Acosta, Andrés Eloy Blanco, Félix Antonio Calderón, Ramón Pierluissi<br />

Ramírez, Félix Armando Núñez, Jesús Marcano Villanueva, Pedro Rivero, Vicente<br />

Fuentes, Rafael Caballero Sarmiento, coparán en los años posteriores el esce-<br />

nario poético no sólo regional, sino nacional e internacional y donde sobresale<br />

hasta nuestro días la obra auténtica, transparente y majestuosa <strong>del</strong> cumanés<br />

José Antonio Ramos Sucre.<br />

El siglo XX —iluminado por la obra de los poetas nacidos en las décadas finales<br />

<strong>del</strong> siglo XIX— se presenta plural; hasta estos rincones <strong>del</strong> mundo llegarán los<br />

aires de la poesía que se fragua en otros lugares <strong>del</strong> planeta, bajo esas influen-<br />

cias, nuevas voces consolidarán el universo poético regional, unos, asumiendo<br />

plenamente elementos vanguardistas, otros, ceñidos a la tradición poética que<br />

7


los ha precedido y otros, destacando en su obra elementos populares, propios<br />

de cada una de las regiones en las cuales transcurre su vida. Muchos de ellos<br />

aguardando la valoración que los ubique en el justo lugar que merecen dentro<br />

de la tradición literaria nacional.<br />

En el marco de las preferencias y gustos, esta antología reúne, además de aquellos<br />

autores cuya poesía ya es considerada clásica dentro de la literatura venezolana,<br />

a otros que cierta experticia académica ha dejado al margen, nombrándolos<br />

peyorativamente como versificadores, cultores o poetas populares; mujeres y<br />

hombres de <strong>Anzoátegui</strong>, Monagas, Nueva Esparta y Sucre, que hicieron y hacen<br />

de la poesía su manera de comulgar con el universo mundo. Esta antología no<br />

se agota en estos ciento veinte poetas, se prolonga en una próxima, que desde la<br />

segunda mitad <strong>del</strong> siglo XX a los días actuales <strong>del</strong> XXI, reúna la poesía escrita en<br />

ese periodo, dando así una visión totalizadora de la poesía escrita en el oriente<br />

venezolano y sus autores.<br />

Es propicio el momento, para celebrar con esta antología los 20 años de la crea-<br />

ción <strong>del</strong> <strong>Fondo</strong> <strong>Editorial</strong> <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong>, una experiencia que en todo este tiempo, con<br />

una visión plural se ha caracterizado por ir al encuentro de lo que nos sensibili-<br />

za, de lo que nos expresa y nos lleva luminosamente hasta nuestras barrocas e<br />

históricas raíces. Una labor editorial que tiene sus razones en el “existirnos”, en<br />

el “sabernos” y “sernos”: y mediante la palabra busca <strong>del</strong> desde cuándo somos,<br />

quiénes somos y por qué somos, para entender que no llegamos hoy, que venimos<br />

<strong>del</strong> realmaravilloso mundo de nuestros primeros indígenas. Para nombrarnos e<br />

irnos hasta la memoria, volvernos tiempo puro y diluir olvidos, envueltos en la<br />

eterna cotidianidad de las palabras.<br />

8


<strong>Anzoátegui</strong><br />

Selección:<br />

Fi<strong>del</strong> Flores


Tomás Ignacio Potentini<br />

Ecos de los llanos<br />

(Glosa)<br />

Cuando estoy a solas lloro<br />

y en conversación me río;<br />

con mi maraca en la mano<br />

divierto los males míos.<br />

(Copla popular)<br />

I<br />

Ya la noche al sol embiste,<br />

y mis tristezas cantando,<br />

voy al paso recordando<br />

los abrazos que me diste,<br />

que coge sabana un toro,<br />

le echo encima el rucio moro,<br />

y al tumbarlo diligente,<br />

repite el eco doliente:<br />

Cuando estoy a solas lloro.<br />

II<br />

¡Vuela, mi caballo, al hato,<br />

que se anubla el horizonte!<br />

Para esa ceja de monte<br />

y descansarás un rato.<br />

Yo me beberé el carato<br />

que me guarda el dueño mío,<br />

espanto penas y frío<br />

<strong>del</strong> hogar a los calores,<br />

me como mi zamba a amores<br />

y en conversación me río.<br />

III<br />

Y veré al salir la luna,<br />

si es que el aguacero escampa,<br />

si <strong>del</strong> corral en la trampa<br />

cayó la yegua cebruna;<br />

silla y freno hay por fortuna;<br />

monto a mi zamba y ufano<br />

la llevo al baile cercano;<br />

ella rompe un zapateo<br />

y yo orgulloso la veo<br />

con mi maraca en la mano.<br />

11


IV<br />

¡Vaya un joropo de rango!<br />

Bailando a raja campana,<br />

los claros de la mañana<br />

nos sorprenden bajo un mango,<br />

de mi zamba en el fandango,<br />

los guapos sufren desvíos,<br />

pues no hay quien tenga mis bríos,<br />

yo espanto al ánima sola,<br />

y al golpe de la bandola<br />

divierto los males míos.<br />

Lejanías<br />

¿Quién te dirá que no llores<br />

madre, viéndome alejar?<br />

Adiós, tierra de mi hogar<br />

urna de dulces amores<br />

¡Adiós, pájaros cantores<br />

de mi boscaje natío!<br />

¡Adiós, aguas de mi río,<br />

lunas de un cielo irisado!<br />

¡Cuánto tesoro adorado<br />

cómo me roban, Dios mío!<br />

I<br />

Suspira el viento en la loma,<br />

y la quilla alzando espuma,<br />

se me pierden entre brumas<br />

las playas de Barcelona.<br />

Ya <strong>del</strong> recuerdo en la zona<br />

surgirán entre colores,<br />

y allí mi hogar y sus flores<br />

me copiarán mil espejos,<br />

pero, madre, yo tan lejos,<br />

¿quién te dirá que no llores?<br />

II<br />

Todo en la memoria escrito<br />

guardo de la ausencia mía,<br />

cuando tantos a porfía<br />

abrazaban al proscrito.<br />

Oigo el angustioso grito<br />

de mis deudos en azar,<br />

y en tan triste recordar<br />

12<br />

Barcelona, junio de 1879.


sufro, mas ¡ay!, entendiendo,<br />

que te quedaste muriendo,<br />

madre, viéndome alejar.<br />

III<br />

Cuando de los tiernos brazos<br />

y amoroso pecho a pecho,<br />

soltéme en llanto deshecho<br />

y el corazón en pedazos.<br />

Cuando vi roto los lazos<br />

de aquel cariño sin par,<br />

cuando, camino <strong>del</strong> mar,<br />

medí bien mi desventura,<br />

clamé con honda amargura:<br />

adiós, tierra de mi hogar.<br />

IV<br />

¡Mi hogar! La sombra querida<br />

que me cubrió sin reproches,<br />

el cielo azul de las noches<br />

más lóbregas de mi vida;<br />

quien me arrancó la sentida<br />

primer plegaria entre albores,<br />

quien ecos murmuradores<br />

guarda <strong>del</strong> blando laúd:<br />

pobre templo de virtud,<br />

urna de dulces amores.<br />

V<br />

Camino <strong>del</strong> mar rogaba<br />

se dilatara siquiera<br />

el instante en que partiera<br />

la nave que me esperaba.<br />

Y allá el turpial que gorjeaba,<br />

cual diciéndome: no implores<br />

y aumentando mis rigores,<br />

el viento que repetía<br />

lo que <strong>del</strong> pecho salía:<br />

adiós, pájaros cantores.<br />

VI<br />

Anda, proscrito, ¿a qué ruegas?<br />

dicen los lirios campestres,<br />

urge que valor demuestres,<br />

los músicos de las vegas.<br />

Pues ya caminando a ciegas<br />

pensaba en mi desvarío,<br />

13


que en su ternísimo pío<br />

y en sus aromas suaves,<br />

me hablaban flores y aves<br />

de mi boscaje natío.<br />

VII<br />

Camino <strong>del</strong> mar en tanto<br />

me saludó el Neverí,<br />

y en sus corrientes me vi<br />

vuelta la faz en quebranto.<br />

Las amargué con el llanto<br />

de mi prematuro hastío,<br />

y sentí cerca el vacío<br />

de mis pueriles retozos,<br />

murmurando entre sollozos:<br />

adiós aguas de mi río.<br />

VIII<br />

¡Mi río! Corre sereno<br />

al capricho de tus linfas,<br />

arrullado por las ninfas<br />

que van cantando en tu seno.<br />

Tú no sabes <strong>del</strong> veneno<br />

ni <strong>del</strong> martillo acerado<br />

que tortura al desterrado,<br />

que al sol de patrias auroras<br />

no ve tus ondas sonoras,<br />

lunas de un cielo irisado.<br />

IX<br />

Ya escucho la mar rugir;<br />

ya voy a quedarme a solas<br />

mirando furiosas olas<br />

bajo toldo de zafir.<br />

Cielos, río, debo ir<br />

donde me arrebata el hado;<br />

brisas, turpial, flores, prado,<br />

casi se extingue mi voz,<br />

hogar, amigos, adiós<br />

¡cuánto tesoro adorado!<br />

X<br />

Por fin arrastro a la playa<br />

y apuro el crudo momento;<br />

cual sin saber mi tormento<br />

las naves velas ensaya.<br />

¿Quién pondrá a mis penas raya?<br />

14


¿Quién me verá sin desvío?<br />

¿Quién solazará mi hastío?<br />

¿Quién consolará mis lloros?<br />

¡Ah!, de mis caros tesoros,<br />

¡cómo me roban, Dios mío!<br />

Carabobo<br />

¡Cobarde Páez! Y Homero<br />

apenas si dibujara<br />

cómo el León de Payara<br />

vengó a su Negro Primero.<br />

Nunca arremetió al ibero<br />

con arranque más fecundo,<br />

y <strong>del</strong> muerto sin segundo<br />

celebró los funerales<br />

con los cánticos triunfales<br />

de la libertad de un mundo.<br />

Canto a Bolívar<br />

Cuentan que tuvo en su faz<br />

lo que salva y lo que aterra,<br />

rayo de muerte en la guerra<br />

y arco-iris en la paz.<br />

Cuando creyeron quizás<br />

que se cansaba su brazo,<br />

hizo en la América un trazo,<br />

y volando casi loco,<br />

con aguas <strong>del</strong> Orinoco<br />

fue a regar El Chimborazo.<br />

Y si prueban su pujanza<br />

los infortunios mayores,<br />

Páez le presta los fulgores<br />

de su poderosa lanza.<br />

Todo se enciende y avanza<br />

al conjuro de su acento,<br />

estremece el pavimento<br />

con su bridón el Mellao,<br />

y aquel sol de Niquitao<br />

no cabe en el firmamento.<br />

15


Miranda en La Carraca<br />

Hay en este lienzo un drama<br />

de rasgos tan sorprendentes,<br />

que se ven dos continentes<br />

enlazados a su fama.<br />

Honra universal proclama,<br />

y si su numen comparte<br />

entre las musas y Marte,<br />

en el genio que revela<br />

hace reina a Venezuela<br />

en las regiones <strong>del</strong> arte.<br />

¡Si parece que está vivo!<br />

que el pincel vertió con gloria,<br />

toda la hiel de su historia<br />

en el rostro pensativo.<br />

Vive allí el noble cautivo<br />

en trágica eternidad,<br />

tanto, que mueve en verdad<br />

a pedirle a Michelena<br />

que rompa la vil cadena<br />

y lo ponga en libertad.<br />

Preferencias<br />

Prefiero los rigores de una suerte<br />

veinte veces más negra que la mía;<br />

sentir el dardo de traición impía,<br />

o sin amor ni fe vivir inerte.<br />

Prefiero que el peligro no me alerte;<br />

vegetar entre penas y agonía,<br />

que me dé sarampión, disentería,<br />

o que acabe conmigo pronta muerte.<br />

Prefiero que me lleven a un presidio,<br />

o que ante un juez bien malo y bien astuto<br />

me acusen, sin razón, de infanticidio.<br />

Prefiero a mi familia hundir en luto;<br />

sí, señores, prefiero hasta el suicidio,<br />

a tratar un instante con un bruto.<br />

Barcelona, 2 de noviembre de 1887.<br />

16


Mercedes de Pérez Freites<br />

En la noche<br />

Yo he soñado muchas veces con un lago transparente,<br />

donde asoman los nelumbios sus corolas de cristal,<br />

con un lago que refleja las estrellas titilantes,<br />

y las sombras sollozantes,<br />

de los sauces que doblegan su cimera sepulcral…<br />

Y ese lago está en un bosque silencioso y adormido,<br />

Perfumado por los lirios más fragantes <strong>del</strong> abril,<br />

Donde sienten los arbustos las oleadas de vida,<br />

En la savia poderosa,<br />

Y en la oruga que en sus ramas, convertidas en mariposas,<br />

Con el alba tiende ufana sus alitas de marfil…<br />

Y he soñado que una noche turbadora y estrellada,<br />

bajo un cielo donde flota melancólico fulgor,<br />

una lancha corta el agua, como un cisne enamorado,<br />

y un doncel con voz sonora<br />

va cantando a la que adora,<br />

desgranando con las rimas los ensueños de su amor…<br />

¿Fue en los lindes <strong>del</strong> ensueño,<br />

o en mirajes de otra vida?...<br />

¿Es tan sólo de mi mente la fantástica visión?<br />

De ese canto dulce y puro hay cadencias en mi oído,<br />

y ese lago transparente y ese bosque adormecido<br />

son refugio ¡cuántas veces! De mi triste corazón.<br />

El ordeño<br />

El alba nace en un calor de luna…<br />

Es el paisaje campesino un cromo,<br />

con el rejo en el brazo el mayordomo,<br />

y en el tranquero <strong>del</strong> corral “Fortuna”.<br />

Van cayendo las trancas una a una.<br />

Entra la vaca, y por su recio lomo<br />

va pasando la mano el mayordomo<br />

cantando a media voz: “Ponte, Fortuna,<br />

17


ponte… ponte”… La vaca, mansa y buena,<br />

la ubre rosada le presenta llena,<br />

enrejado el becerro, triste brama;<br />

y acercando un muchacho la totuma<br />

de leche tibia, borbotando espuma,<br />

¡se llena, se rebosa y se derrama!<br />

Banderas de América<br />

(Nocturno)<br />

¿Qué savia circula y revive los troncos resecos?<br />

¿Qué voces, sagradas, lleva el ara y repiten los ecos?<br />

¡Los líricos bosques de mi patria se agitan en sueños,<br />

y sus lauredales se estremecen a un lírico viento!<br />

El mar resonante sus pañales de blondas extiende,<br />

y como un pentagrama de espumas<br />

trae cifras ignotas de músicas nuevas.<br />

Un soplo sagrado,<br />

¿aliento de Grecia?<br />

en mi pecho se expande y exulta,<br />

y el alma está en vela,<br />

porque siente en la atmósfera cálida<br />

el vuelo potente <strong>del</strong> alma de América.<br />

¡América! ¡América!<br />

Palestina feliz de la época,<br />

Tierra prometida, ¡bendecida seas!<br />

América al Norte y al Sur otra América,<br />

Como dos amazonas radiantes<br />

De salud, de belleza, de fuerza.<br />

Ambas llevan el Casco de Palas<br />

y a la augusta balanza de Temis;<br />

un pasado que es todo glorioso,<br />

un presente armonioso y sereno,<br />

y un futuro tan grande, tan grande,<br />

¡como nunca lo ha visto la tierra!<br />

Ambas tienen la núbil frescura,<br />

de dos blancas corolas abiertas,<br />

que guardaran el polen fecundo<br />

de las razas futuras que advienen.<br />

Gestación que aguardaban los siglos,<br />

esperada sazón de los tiempos,<br />

cual si tantos anhelos unidos<br />

en un solo titánico sueño<br />

condensara la Atlántida regia<br />

entrevista en platónicos sueños.<br />

18


Y en los mares surgió como tienda,<br />

¡abierta a las razas de todos los pueblos!<br />

… Un temblor sagrado<br />

de los Andes conmueve las vértebras,<br />

todo el continente<br />

se estremece con ansia suprema,<br />

y sombras gloriosas: Bolívar y Washington<br />

aureoladas con luz de epopeya,<br />

al presente levantan la diestra<br />

forjadora de pueblos y leyes.<br />

Y a ese gesto, se ven, en las cumbres,<br />

desplegadas cual mil alas trémulas,<br />

y amparando derechos sagrados,<br />

¡las nobles, las libres banderas de América!<br />

19


José Tadeo Arreaza Calatrava<br />

Canto al Ingeniero de Minas<br />

Frente al Guayamurí, de cuya testa<br />

melenuda, guedejas de vapores<br />

desgréñanse a los vientos; frente al grande<br />

—arquitectura cíclica de gesta,<br />

cuyos peñascos son libertadores—,<br />

¡Matasiete, triunfal nuncio <strong>del</strong> Ande!;<br />

frente a las otras cumbres,<br />

las que revisten lujo de verdores,<br />

las que parecen por internas lumbres<br />

calcinadas, tal vez porque <strong>del</strong> hierro<br />

la prócer veta salta de la entraña<br />

<strong>del</strong> uno al otro cerro;<br />

en medio el valle soñador que baña<br />

soplo de mar y aliento de montaña,<br />

sonoro en la Conquista y la Colonia,<br />

sonoro en la mudez de mi destierro;<br />

¡Paraguachí, con su dulzor de caña;<br />

aquí donde mi vida testimonia<br />

resabios <strong>del</strong> asceta y <strong>del</strong> guerrero,<br />

yo, que pongo mi sangre en lo que digo<br />

y con bravo candor de misionero<br />

vírgenes tierras a sembrar me obligo,<br />

para un hombre <strong>del</strong> Norte, buen amigo,<br />

cantar mi libre Canto al Ingeniero.<br />

Dios, pastor invisible de las greyes,<br />

agricultor que por la tierra guía<br />

las Estaciones como mansos bueyes;<br />

Dios, que tal vez hace gemir la tierra<br />

cuando la surca su gigante arado:<br />

¡el gemido y la sangre de la guerra!;<br />

Dios, que fecunda el corazón y el prado,<br />

que, de todos los mares navegante,<br />

de todos los caminos caminante,<br />

como un caldeo las estrellas cuenta,<br />

conoce toda ola y toda brisa,<br />

y toda nube lee en el semblante,<br />

y es un lobo de mar, y la tormenta<br />

ata al timón de su bajel, sumisa;<br />

Dios, que sabe secretos de la yerba<br />

y <strong>del</strong> cedro <strong>del</strong> Líbano, ventalle<br />

20


<strong>del</strong> palacio real, y cuya sierva,<br />

la humildad <strong>del</strong> Señor, va por el valle<br />

cogiendo la perfecta florecilla<br />

en la ingenua mañana,<br />

como reina gloriosa que se humilla<br />

ante la Primavera Franciscana;<br />

¡Dios está en toda fábrica, en la interna<br />

palpitación de todo mecanismo!<br />

Ingeniero de mundos, Él gobierna<br />

la energía ecuménica, la eterna<br />

sustancia de sí mismo.<br />

Él medita sus fórmulas y entraña<br />

en las minas solares <strong>del</strong> abismo<br />

su ojo agudo de gnomo y de Ingeniero.<br />

Él horada el azul de su Montaña<br />

y brota el astronómico venero<br />

la nebulosa, óleo, y el lucero,<br />

áurea pepita. ¡De la veta huraña<br />

salta Canope al pico <strong>del</strong> Minero!<br />

El férreo corazón de las Metrópolis<br />

trepida. Las eléctricas corrientes<br />

transmiten a remotos continentes<br />

la vibración de nervios de Cosmópolis.<br />

Agítase Mercurio, ata las gentes<br />

al ritmo de su alado caduceo<br />

y al moderno hicocampo aguija el anca.<br />

El Oro, siendo el rayo, es Prometeo.<br />

La Economía, brújula y palanca.<br />

La Bolsa, un Montecarlo, azar de vidas...<br />

El interés, Pegaso, va sin bridas.<br />

Tiende susniji tentáculos la Banca.<br />

Y como en el erótico deseo<br />

salta el felino, así la fiera blanca<br />

engendra en selva de oro los millones;<br />

mientras, como entre un trueno de trompeta,<br />

se va operando en vastas combustiones<br />

la transfiguración de los metales;<br />

y la Química estudia en su probeta<br />

esos febriles tósigos vitales,<br />

como hierro en la sangre <strong>del</strong> planeta;<br />

<strong>del</strong>irios de color, que ella interpreta,<br />

de los maravillosos minerales.<br />

¡Los minerales! No heredado imperio<br />

<strong>del</strong> que va por la tierra y por mi canto<br />

sacándolos de oscuro cautiverio.<br />

¡En carne triste y pensamiento santo<br />

ellos están en cuanto al hombre agita!;<br />

21


porque son hiel de vida, sal de llanto,<br />

fósforo de su cráneo de misterio,<br />

ácido que sus goces precipita,<br />

roca y fragancia de su propia tierra,<br />

hueso duro y arteria que palpita,<br />

forman la tonelada sudorosa<br />

de Sísifo y el ánima que encierra<br />

en joya de mujer piedra preciosa.<br />

Son la forja de Potsdam (son tu guerra<br />

misma, ¡Dios de Israel!) y las radiantes<br />

cadenas, radio de ese intenso lirio<br />

yanqui —vigor de razas y martirio<br />

y orgullo de los duros mercadantes—,<br />

que envuelta en pieles, alta, blonda y fina,<br />

atraviesa el olor de gasolina,<br />

con su carne de rosa y sus diamantes.<br />

Un hombre que camina<br />

como un dominador. Al aire el cuello,<br />

recias las botas y el mirar agudo,<br />

la faz mordida y trémulo el cabello<br />

por la brisa fatal y el cierzo rudo<br />

de las distantes y contrarias zonas,<br />

(los fantasmas de Alaska y de Siberia,<br />

los sueños de Himalayas y Amazonas)<br />

penetra en la Metrópolis, en la arteria,<br />

en Wall Street dinámico y sonoro;<br />

penetra como un sabio con su idea,<br />

como una bruja por la chimenea,<br />

penetra con su fórmula de oro<br />

y se aleja después, mágico Orfeo<br />

a sus fieras, avaro a su tesoro.<br />

A su reino se marcha, por la vía<br />

férrea, en transatlántico en trineo,<br />

en dromedario, en avión. Se marcha<br />

a la región más clara o más sombría,<br />

a la antípoda virgen, al pantano<br />

palúdico, a la nieve y a la escarcha,<br />

a la floresta, al tropical verano,<br />

a todos los desiertos<br />

en que el sol niega o dilapida, lumbre,<br />

estepas rusas, horizontes yertos<br />

de la China ancestral, horno africano,<br />

a la meseta, al valle mexicano,<br />

como aquél donde lanza su quejumbre<br />

la hiena, el de morir, el de “Los Muertos”.<br />

22


Se va, mas que individuo, muchedumbre,<br />

con la ambición de los más grandes puertos,<br />

tierra más honda en ojos más abiertos.<br />

¡A nuevos socavones, a otra cumbre!<br />

A Haut Katanga, al Rand, donde bravea<br />

el sol negro; a la frígida Klondike,<br />

donde el espectro blanco se pasea;<br />

a las de Chiksan, venas de Corea;<br />

adonde el Gran Mogol por él abdique;<br />

(Transvaal, Brasil); a Tonopah de plata;<br />

a los Goldfields de oro; al seño glauco,<br />

<strong>del</strong> lago que en petróleo se desata<br />

(mi Zulia), y más allá Chuquicamata<br />

¡bajo los vuelos <strong>del</strong> cóndor de Arauco!<br />

Adonde la ambición y la fatiga<br />

lo esperan, y otros hombres y otras razas,<br />

y nuevo ardor. . . Ascético, se obliga<br />

a combatir en soledad. Guerrero,<br />

apronta a nuevos monstruos nuevas mazas.<br />

León, serpiente, hormiga,<br />

él va, prudente, previsivo, fiero,<br />

con su rauda falange, pico al hombro.<br />

Va por selva de instintos. Hiende, tala<br />

tenaz. La llama de un impuro asombro<br />

no manchó sus enérgicas pupilas.<br />

Rompe el colmillo a la codicia mala.<br />

Su orden guerrera purga de gorilas.<br />

¡Y qué respiro vigoroso exhala,<br />

cuando el cálculo va cual punta diestra<br />

disparando al filón y da en el blanco,<br />

porque en declive franco<br />

el anticlinio al cálculo se muestra!<br />

Su compañera en túnel y en barranco,<br />

la Dinamita, ¡qué estudianta rusa!...,<br />

con maña, la educa y amaestra.<br />

Y cuando la explosiva siempre estalla,<br />

o el pico muerde, o salta, o se desliza,<br />

y el ermitaño mineral se acusa,<br />

qué brillador espíritu batalla<br />

con la mente y los ojos electriza<br />

<strong>del</strong> minero, ante hallazgo deslumbrante:<br />

¡suelto bloque de luz, oro gigante,<br />

que un Genio cristaliza<br />

en lecho de volcánica ceniza!<br />

El Ingeniero lastra en un instante<br />

23


sus bajeles... ¡por él es más seguro<br />

el ritmo de Cosmópolis, complexo!<br />

¡Mercado-Humanidad, Templo futuro!<br />

En la Naturaleza, enorme fragua<br />

él forja un cinto al mundo, vital nexo,<br />

y se da como el fuego, como el agua...<br />

¡En cerebro, en estómago y en sexo!<br />

Y duro, con dureza de virtudes,<br />

él, que Júpiter lanza en un potente<br />

anudar de infinitas latitudes,<br />

que es de la aldea y es <strong>del</strong> continente;<br />

él, que vive entre el oso y la serpiente,<br />

y por nocturno al topo maravilla;<br />

él goza en su montaña, donde chilla<br />

el águila y bramando va el torrente<br />

y enfiebra sus dos brasas el leopardo,<br />

esa estrellada infinitud <strong>del</strong> bardo,<br />

el fluir de balsámicas frescuras<br />

de esa mística flor de las alturas:<br />

¡la Soledad de Corazón de nardo!<br />

Los Nueva Yorks, los Londres, los Berlinés,<br />

quedando atrás, en su pulmón alientan.<br />

El sol de medianoche por confines<br />

blancos, el Can que los desiertos muerde,<br />

en su organismo —urbe febril—, fermenta,<br />

Cosmópolis sensual con él se pierde...<br />

Arrancando ese bloque monstruoso<br />

que el Espíritu labra<br />

—Babel encinta de única Palabra,<br />

en comunión genésica de oso,<br />

se abraza él con la Naturaleza.<br />

¡Un poema coloso,<br />

de mosaica y de búdica grandeza!<br />

Al enorme contacto melodioso,<br />

el Himalaya inclina la cabeza,<br />

rompe a vibrar el arpa de la encina.<br />

Y el gigante se afina<br />

y al ser de las moléculas alcanza.<br />

Hay en sus ojos de animal humano<br />

Iris de espectroscopio. Y en su mano,<br />

pesas de sutilísima balanza.<br />

Los ojuelos <strong>del</strong> gnomo, la materia<br />

van perforando, agudos y malignos,<br />

mientras Memnón le hace pequeños signos;<br />

pero lo turba la celeste histeria,<br />

24


aurora boreal de otros confines,<br />

y el duro Hernán Cortés de los metales<br />

hace arder sus bajeles;<br />

¡sus Nueva Yorks, sus Londres, sus Berlinés!<br />

¡La soledad te amarra con cor<strong>del</strong>es<br />

de Sutras a sus castos ideales<br />

vestidos de sayales,<br />

hombre de hierro a quien maestra ruda<br />

ata con ligazón de minerales<br />

a la armoniosa Voluntad de Buda!...<br />

Pero tú eres <strong>del</strong> mundo,<br />

¡ Oh Ingeniero! Mecánico organismo<br />

junta los hombres y hace más profundo<br />

el salmo <strong>del</strong> varón sobre la Tierra.<br />

¡La Humanidad es máquina en ti mismo<br />

y te pide metal para su guerra!<br />

Trabaja, buen dinamo, fiel obrero;<br />

que en el pan con sabor a levadura<br />

de corazón amargo de minero,<br />

(¡épica hogaza de carbón de piedra!)<br />

en tu pan de peligro y de aventura,<br />

el Leviatán de las Naciones medra.<br />

¿Te desconoce el millonario? ¡Sabe<br />

que el oro está en la mina, si te ignora!<br />

Pero en la hora grave,<br />

en la hora de Dios y, de la Espada,<br />

cuando toda la tierra sangre llora,<br />

y una raza devora<br />

a otra raza, eres tú. Voz angustiada<br />

pide pan de carbón ¡el combustible!;<br />

porque en la guerra es un fantasma horrible<br />

el hambre, no la muerte.. .<br />

Vas, destrozas llanuras y montañas,<br />

purgas de sangre negra sus entrañas,<br />

y es tu carbón rayo <strong>del</strong> pueblo fuerte.<br />

¡Perforadora, horada!. . . ¡Ya el petróleo<br />

se lanza en chorro altísimo de fuego!<br />

¿Unción de las labores? ¿Áureo Riego?<br />

¿Crisma de Diablo? ¡Es tuyo el virgen óleo<br />

de tus dulces entrañas, Venezuela!.. .<br />

Dios a encender tu lámpara te obliga…<br />

Sobre sus campos vela;<br />

porque la Previsión, abeja, hormiga,<br />

es como el Tiempo (nunca se fatiga)<br />

25


y como el potro que en su escudo vuela...<br />

¡Cava, pico tenaz! El más oscuro<br />

socavón de minero<br />

mientras más hondo entraña más futuro.<br />

Rojea en el activo subterráneo<br />

la canción de las minas, ¡oh Ingeniero!,<br />

topo de uñas de acero,<br />

con los ojos <strong>del</strong> Sol dentro <strong>del</strong> cráneo.<br />

Y el pico es tan tenaz, tan impasible,<br />

que el diámetro terráqueo cava entero.<br />

De pronto, al filo préndese un lucero:<br />

la antípoda de luz, el combustible<br />

solar, Dínamo puro indeficiente,<br />

que alumbrará la Casa de los Hombres!<br />

Y yo, clarín <strong>del</strong> gallo, hacia el Oriente;<br />

yo que bautizo con los nuevos nombres;<br />

que llevo a Galipán, la muchedumbre,<br />

sobre mis fuertes alas no vencidas,<br />

mi espíritu en la cumbre<br />

de ese monte más alto, Leónidas<br />

de la patria legión, a las floridas<br />

copas, a los ganados, a las siembras,<br />

a la humilde labor de pobres vidas,<br />

al buen terrón sin gota de consuelo,<br />

a las minas, que están en el subsuelo<br />

como el fruto en el vientre de las hembras,<br />

a la sublime aspiración <strong>del</strong> cielo,<br />

a Dios, yo digo, ¡Excelsior!, y levanto,<br />

desde la herida de mi santo suelo<br />

el evangelio de este libre Canto.<br />

26


Rafael Caballero Sarmiento<br />

El bardo<br />

Se precia de saber filosofía<br />

y de seguir las modas parisinas,<br />

y gusta de encender en las esquinas<br />

su discusión sobre filología.<br />

Es pedante y locuaz. Y la Armonía<br />

desbarra como un trágico mundano;<br />

y su perfil de andrógino pagano<br />

lástima sin piedad la Poesía.<br />

Le gusta la pasión: el precipicio<br />

de ver que el buen Apolo, no es propicio<br />

a su numen sutil de bicicleta.<br />

Mas le amilana el aristarco “A. Z.”,<br />

a pesar que proclama ser poeta<br />

<strong>del</strong> quilate de Nervo y de Darío.<br />

Nocturno en solo de solo<br />

Yo me regué en mi propio Abismo,<br />

como por sobre el muro húmedo de los puentes<br />

el dolor de una rama florecida de asombros.<br />

La noche <strong>del</strong> espíritu estrellada de movimientos<br />

digitales <strong>del</strong> ahogado<br />

en las cuatro paredes de las aguas pensativas.<br />

Yo me quedé viéndome y viéndote.<br />

Eras la misma de los primeros años inocentes;<br />

eras la misma de los ojos claros, pero conminatorios.<br />

Llama a llama, carbón a carbón,<br />

nos enredamos en la lengua de una hoguera<br />

que en nuestra propia sangre prendió velas marinas.<br />

Así se viaja a veces<br />

con supuestos dineros de ilusión,<br />

como viaja la avispa sobre alguna azotea;<br />

como viaja la mente cuando niño<br />

sobre el columpio verde <strong>del</strong> árbol de la casa.<br />

27


Yo estaba otro y con filosofías.<br />

Para resolver el nudo de problemas<br />

de búhos pensadores,<br />

nos bastaba querernos;<br />

y escucharnos el pulso<br />

con el tic-tac remoto<br />

<strong>del</strong> corazón,<br />

cronómetro<br />

de carne.<br />

Aún no era colmo el odre <strong>del</strong> destino<br />

de aquel vino de mi viña de sueños;<br />

aún no hervía en la posteridad de tu recuerdo<br />

este mosto de odio de fermento infernal.<br />

Y sin embargo, nos ceñía la frente<br />

los relámpagos trágicos de una pronta ruptura.<br />

Con amargor de tinta —como el pulpo los mares,—<br />

yo ennegrecí este pozo —vorágine infinita—<br />

que los que me conocen no sospechan en mí.<br />

Yo he visto de este pozo agitadas las ondas<br />

concéntricas de una tiniebla enrojecida;<br />

para entonces: ¿Mañana? ¿ Aquí mismo?<br />

Mañana o aquí mismo acogerás el vuelo<br />

con la malla posible y tensa de tus nervios,<br />

anti-antenas de la vida<br />

y antena segura para sintonizar mi marcha,<br />

al darte de signos la partida<br />

leves como en los pasos de una cita.<br />

Así me tendrás puro y sin un silogismo;<br />

y sin ninguna audacia de sistemas complejos;<br />

y sin velos de sofisma;<br />

y sin pugnas de pro y ni contra;<br />

y sin iluminar el candil de una idea<br />

con la fosforescencia <strong>del</strong> cerebro en presidio.<br />

Así me palparás en la retina<br />

para charlas en los salones de la gente “chic”<br />

sobre si hay o no realidades de espectros.<br />

Mientras te llame con la voz inoíble,<br />

conque —¡se dice!— llaman los fantasmas.<br />

28


Luego algún viejo materialismo petulante,<br />

capitaneando fugas con pruebas improbables,<br />

te recomendará a un psiquiatra vienés<br />

que recetó a una adúltera loca por un amante.<br />

Y hasta habrá un disparo<br />

con una bala mordida en cruz<br />

que tu segundo novio escuchó a sus abuelos.<br />

Receta para disolver espantos.<br />

En tanto yo —desnudo y ya sin filosofías,—<br />

Me morderé en la masa-falsa, de los espiritistas.<br />

Prisión <strong>del</strong> barco revolucionario<br />

La hija <strong>del</strong> pescador<br />

—pescador de luceros, de sirenas y peces,—<br />

vio por dos veces.<br />

Lo vio izar bandera en el crepúsculo,<br />

capitán de mareas.<br />

Después la noche conspiró<br />

ahuecando su garganta de cañones de alba,<br />

tras de los archipiélagos de añil<br />

con zócalos de rojos microcosmos de espuma.<br />

Las olas concibieron en su ofrenda<br />

una lucha de atletas hasta el amanecer.<br />

El barco tenía un puente,<br />

el barco se asombraba de la tierra,<br />

el barco tenía la fe de los mangles fraternales,<br />

el barco ordenaba apagar su fogón a la choza,<br />

el barco lloraba un dolor infinito de playas,<br />

el barco se trajeaba un antifaz caótico,<br />

el barco era doctor en sombra de piratería,<br />

el barco se retorcía a bordo,<br />

el barco venía a hurtarse la quimera<br />

que guardaba en su pecho la niña pescadora.<br />

El sol le vendió luego sus banderas de oro;<br />

un cocotero el tallo de su palo mayor;<br />

y los moriches indios de la llanura triste<br />

los trapecios occiduos de sus áureos cor<strong>del</strong>es.<br />

29<br />

a Luis Barrios Cruz


El barco estaba tras las nubes:<br />

El mar bostezó el gas de sus pulmones;<br />

el barco se alejaba y la gente porteña<br />

se llenaba los ojos de una ilusión vacía.<br />

Tragedia de su popa:<br />

una promesa dulce y un viejo fusil.<br />

Un siglo de esperanza.<br />

Al fin, una mañana indiferente,<br />

con muletas de reo,—<br />

lo trajo un hombre solo.<br />

La multitud agitaba<br />

los remos de su aplauso,<br />

—proclama de emoción ;—<br />

fue un viril espectáculo:<br />

¡cómo un hombre tan mínimo,<br />

capturó nave tan enorme!<br />

30


Pedro Parés Espino<br />

Suicida<br />

Era una tarde cualquiera<br />

de primavera sentida,<br />

en que íbamos, cavilosos,<br />

a sepultar un suicida.<br />

—Fue un cobarde. Estaba loco,<br />

sentenciaba alguno, al paso,<br />

mientras daba su dulzura<br />

sobre la urna el ocaso.<br />

Filosofar de burgueses<br />

de sanchesco vivir serio,<br />

que jamás han comprendido<br />

los números <strong>del</strong> misterio.<br />

Al pasar bordeando el duro<br />

contorno gris de los cerros,<br />

agujereando la calma,<br />

ladridos foscos de perros.<br />

En el blanco cementerio,<br />

bajo la tarde dorada,<br />

había un olor misterioso<br />

a fosa recién cavada.<br />

Dos hombres, sombríamente,<br />

la caja negra tomaron,<br />

y, en el fondo de la fosa,<br />

impasibles, la dejaron.<br />

Y yo pensaba entre tanto<br />

en el pálido suicida,<br />

que pasó, callado y triste,<br />

como un muerto por la vida.<br />

(Enterrador pueblerino<br />

que de los sepulcros cuidas,<br />

guarda con noble desvelo<br />

las tumbas de los suicidas;<br />

31<br />

a R. Caballero Sarmiento.


que ellos, bajo el ala roja<br />

de torva fatalidad,<br />

sintieron en esta vida<br />

nostalgia de Eternidad).<br />

La hornacina<br />

Incrustada en el muro de la vetusta esquina,<br />

donde sufre inclemencias de los siglos y el cielo,<br />

expresión acabada de un católico anhelo,<br />

con su santo greñudo, queda en pie la hornacina.<br />

De un Obispo exaltado perpetúa el desvelo,<br />

y al mirarla en la sombra la ilusión me domina:<br />

de las frentes humildes agobiadas de celo,<br />

y las manos tendidas a la gracia divina.<br />

El buen pueblo vasallo, que tributos pagaba,<br />

ante ella sus hambres y sus pestes lloraba.<br />

Hornacina empolvada, lucecita de arcanos,<br />

que al mirarte entre el nuevo de las casas actuales,<br />

evocar me haces siempre caras bulas papales,<br />

y aquellos contrabandos de libros volterianos.<br />

La farola<br />

Farola que en mis sueños la emoción dejas<br />

de tiempos que, por idos, ya son mejores,<br />

cuando en las coloniales casonas viejas<br />

tu tristeza doraba los corredores.<br />

Bajo tus misteriosas luces bermejas,<br />

despertando en las almas vagos terrores,<br />

las esclavas solían urdir consejas<br />

de milagros, hechizos y salteadores.<br />

Y mientras se tornaba todo agorero,<br />

y la voz cristalina <strong>del</strong> tinajero<br />

goteaba el silencio de la casona.<br />

cerca a tus resplandores alucinantes,<br />

se dormían los fuertes niños de antes<br />

soñando con la sombra de la sayona.<br />

32<br />

1922


Siesta<br />

Un sol de plomo abruma los viejos caserones,<br />

en que vinosas manchas dibujó el Carnaval.<br />

Se enguirnaldan de tedio los cerrados portones.<br />

Las dos, sonó el gangoso reloj de Catedral.<br />

No turba la infinita calma <strong>del</strong> mediodía<br />

ni un pregón de frutero, ni un grito de aguador;<br />

sólo un perro errabundo va, con melancolía,<br />

cojeando hacia el silencio de la Plaza Mayor.<br />

En tanto, las casonas dormitan, patriarcales,<br />

seguras a la sombra <strong>del</strong> antañón alero.<br />

(Caliente brisa sopla <strong>del</strong> patio con rosales,<br />

y, gota a gota, dice la paz el tinajero).<br />

Y mientras todo adquiere prestigio alucinante<br />

bajo la cegadora somnolencia <strong>del</strong> sol,<br />

un canónigo pasa, ventrudo y rozagante,<br />

cubierto con la pompa <strong>del</strong> rojo quitasol.<br />

33<br />

a Enrique Bernardo Núñez.<br />

1934


Ángel Celestino Bello<br />

Justo Brito y Juan Tabare<br />

Justo Brito y Juan Tabare,<br />

hombres de vera y peinilla<br />

como no pare otra madre,<br />

por una vieja rencilla,<br />

en el lugar que se vieran<br />

la muerte juraron darse.<br />

Dicen que el primer encuentro<br />

lo tuvieron en un baile,<br />

cuando iba Justo Brito<br />

con Paulina Colmenares,<br />

bailando un zumba que zumba<br />

de esos que entibian la carne.<br />

¡Dame una paloma, Justo!<br />

dame una paloma, vale,<br />

gritóle desde un escaño<br />

el temible Juan Tabare.<br />

Pero Brito en los espasmos<br />

que da la fiebre <strong>del</strong> baile,<br />

contestóle con la espalda,<br />

sorda expresión <strong>del</strong> desaire.<br />

—Ten en cuenta, Justo Brito,<br />

te lo juro por mi madre,<br />

que el desprecio que me has hecho<br />

nunca me lo hizo naide;<br />

yo te enseñaré, ¡ca...rrizo!<br />

cómo se ofende a un Tabare.<br />

Pasaron muchos veranos<br />

desde la noche <strong>del</strong> baile,<br />

mas el rencor en los hombres<br />

es difícil que se acabe.<br />

En un claro de sabana<br />

que dora el sol de la tarde,<br />

se encontraron de repente<br />

Justo Brito y Juan Tabare.<br />

Al mirarse frente a frente<br />

les templó el rencor la sangre;<br />

34


no se dijeron palabras<br />

y en el furor de la lucha,<br />

las peinillas azarientas<br />

casi cortaban el aire.<br />

Dura y larga fue la brega<br />

y al morir de aquella tarde,<br />

ambos estaban de bruces<br />

en un gran charco de sangre.<br />

Mañana dirá el que llegue<br />

al propio sitio <strong>del</strong> lance:<br />

fue por una “palomita”<br />

de Paulina Colmenares<br />

que aquí se dieron la muerte<br />

Justo Brito y Juan Tabare,<br />

¡dos hombres de pelo en pecho<br />

como no pare otra madre!<br />

Están cantando los gallos...<br />

Están cantando los gallos<br />

por el dolor de un poeta;<br />

hondo dolor de locura<br />

que idiotiza la conciencia;<br />

dolor —verso— en la palabra,<br />

dolor —verso— por la pena.<br />

Están cantando los gallos<br />

por el dolor de un poeta.<br />

Dolor en la noche triste;<br />

dolor en el alba fresca;<br />

dolor en el lirio blanco,<br />

dolor en la vida nueva;<br />

dolor —verso— en el paisaje;<br />

dolor —verso— en primavera...<br />

Están cantando los gallos<br />

por el dolor de un poeta.<br />

Dolor en la madrugada,<br />

en el desierto y la selva;<br />

dolor —música— que siembra<br />

el erial de la existencia;<br />

dolor en las horas blancas<br />

y dolor en la verbena.<br />

35<br />

Al poeta R. Caballero Sarmiento.


Están cantando los gallos<br />

por el dolor de un poeta.<br />

Fue maestro y en la vida<br />

lo dio todo a su manera;<br />

sacrificó el pensamiento<br />

en el altar de la escuela;<br />

su locura no es locura<br />

pues el cielo lo revela...<br />

Están cantando los gallos<br />

por el dolor de un poeta.<br />

Mironianas<br />

1<br />

Todo es sutil y cordial<br />

a mis sueños de poeta;<br />

si alguna pena me inquieta,<br />

me torno sentimental.<br />

2<br />

Yo les abro el corazón<br />

a los que con mal intento,<br />

quieren detener el viento<br />

de mi lírica canción.<br />

3<br />

La negra sombra <strong>del</strong> vicio<br />

no turba mi voluntad,<br />

mi orgullosa libertad<br />

está sujeta a mi juicio.<br />

4<br />

No me hiere ni me arredra<br />

el gesto brutal y fiero;<br />

en herir soy el primero,<br />

(oculta tengo la piedra).<br />

5<br />

Proseguiré mi camino<br />

con glacial indiferencia,<br />

sometiendo a mi conciencia<br />

los caprichos <strong>del</strong> destino.<br />

36


6<br />

Ajusto todos mis actos<br />

a la luz de la verdad,<br />

sometiéndome a los pactos<br />

de la gran eternidad.<br />

7<br />

Mi verso noble y sencillo<br />

tiene de espina y de flor,<br />

pero al cambiar de color<br />

se vuelve clavo y martillo.<br />

Saetas<br />

Está escondido en tus ojos<br />

lo que sueña la esperanza;<br />

y por eso los antojos<br />

de mi negra malandanza,<br />

quieren buscar en tus ojos<br />

lo que sueña la esperanza.<br />

Está escondido en tu boca<br />

lo que ambiciona el amor;<br />

y por eso el ansia loca<br />

que palpita en mi interior,<br />

quiere buscar en tu boca<br />

lo que ambiciona el amor.<br />

Está oculto en tu regazo<br />

lo que más ama la vida;<br />

y por eso en el abrazo<br />

de tu mirada querida,<br />

buscar quiero en tu regazo<br />

lo que más ama la vida.<br />

Está escondido en tu pecho<br />

el consuelo <strong>del</strong> dolor;<br />

y por eso voy derecho<br />

con la flecha de mi amor,<br />

por encontrar en tu pecho<br />

el consuelo <strong>del</strong> dolor.<br />

37


Luisa <strong>del</strong> Valle Silva<br />

En la vida<br />

¿Cómo he de sentir odio? ¿Cómo daño he de hacer?<br />

Yo voy de paso... Apenas tengo tiempo de amar.<br />

Este amor hacia todo que aletea en mi ser<br />

es tan sólo el saludo de un viajero al pasar.<br />

Yo sé que están abiertas siempre las alas. Hoy<br />

saludan amorosas para luego partir.<br />

Si sé que a la llegada ya de partida estoy...<br />

¿cómo no amar y sonreír?<br />

Regreso<br />

Vengo de muy lejos...<br />

de no sé qué país...<br />

Vengo de regreso de un sueño...<br />

¿Podré acaso volver a vivir?<br />

Regreso de un sueño...<br />

dejadme en silencio llegar...<br />

¡Qué dura es la piedra negra de la orilla!<br />

¡Qué blando, qué azul es el mar!<br />

Regreso de un sueño... ¿Qué traigo?<br />

Traigo... ¡qué sé yo!<br />

Unas veces pienso que traigo un tesoro<br />

y otras que el tesoro jamás existió.<br />

Regreso... No conozco a nadie...<br />

Nadie me conoce... ¿Cuánto ha que partí?<br />

Hay que caminar por la tierra de nuevo...<br />

¡volver a vivir!<br />

Espera<br />

Ahora sí sé bien lo que es la espera,<br />

¡cómo la estoy viviendo!<br />

Cansancio de la hora interminable,<br />

angustia de la hora que no llega.<br />

Dolor de voz ahogada<br />

38


con bocado de sombra,<br />

en garganta de pájaro que espera<br />

la salida <strong>del</strong> sol.<br />

Boca con sed, abierta<br />

bajo la gota de agua<br />

que no cae.<br />

Hambre de emoción nueva<br />

recién caída sobre el corazón.<br />

Hambre... y para engañarla<br />

morder la fruta seca <strong>del</strong> recuerdo.<br />

Hojarasca<br />

Hojarasca de palabras amarillas, inútiles;<br />

hojarasca de ideas secas. Hojarasca<br />

que en todos los caminos<br />

quiebras tu gritería de escándalo<br />

bajo nuestras pisadas.<br />

¿Cuándo soplará el vendaval recio<br />

que te cargue y te deshaga lejos;<br />

y nos deje desnuda, viva<br />

la tierra de los caminos;<br />

anchos y nuevos todos los caminos<br />

para el amor, para la Vida?<br />

Yo recogí mi voz<br />

Yo recogí mi voz de sobre el polvo.<br />

Era un clarín caído y olvidado.<br />

La alcé <strong>del</strong> polvo y la guardé en mi pecho<br />

mientras se iban sus ecos apagando.<br />

Ecos de aquellas voces que creyeran<br />

grietas de luz abrir en las montañas,<br />

apenas hoy evocador murmullo<br />

de caracoles a la mar lejana.<br />

Guardé mi voz sacudida de gritos<br />

y desnuda de inútiles clamores.<br />

En torno nadie la buscaba. El aire<br />

estaba ahogado en multitud de voces.<br />

Ahora ya en su cuna de silencio,<br />

yace mi voz dormida y olvidada,<br />

soñando a veces que sus ecos puedan<br />

abrir grietas de luz en las montañas.<br />

39


Ada Pérez Guevara<br />

Tú nunca lo supiste<br />

Tú no supiste nunca, madre mía,<br />

de este oscuro dolor.<br />

Tú nunca lo supiste;<br />

este penar continuo, día a día,<br />

me da un minuto triste,<br />

un rato sin amor,<br />

¡oh madre mía!<br />

¿Sabrás acaso ahora,<br />

que mi alma, hora tras hora<br />

siente el penar continuo de tu ausencia?<br />

Y mi triste existencia,<br />

que brilla con fugaces alegrías,<br />

se llena de impaciencia<br />

y se sumerge en estas penas mías.<br />

Tú nunca lo supiste,<br />

y gracias doy que nunca lo supieras.<br />

Es doloroso, madre, lo he sentido,<br />

perder a nuestra madre…<br />

Casi como si el alma se nos fuera.<br />

Y tú te fuiste lejos,<br />

más allá de la vida,<br />

y tan lejos, tan lejos,<br />

que ni siquiera un pálido reflejo<br />

me orienta hacia los rumbos de tu ida.<br />

¿Y te veré otra vez? Así lo quiero.<br />

Mas, no basta querer en estas cosas.<br />

Yo que viviendo muero<br />

y que por vida cierta desespero,<br />

al mirar las estrellas misteriosas<br />

busco ahondar el arcano.<br />

Mas, sólo mi dolor siento profundo<br />

y pienso que en el mundo<br />

todo dolor es atributo humano.<br />

40


Interrogación<br />

Después de la muerte, ¿qué es lo que has sentido?<br />

¿Te absorbió la intensa, la absoluta paz?<br />

¿Estás en lo eterno, en lo definido?<br />

¿Del Dios de las almas miraste la faz?<br />

¿Conoces ahora todos los arcanos?<br />

¿La razón ya sabes de todas las cosas?<br />

Dime si al contacto de las buenas manos<br />

las acciones buenas se tornaron rosas…<br />

Madre, yo te pido, dime esto siquiera:<br />

dime si me miras, dime si me escuchas.<br />

Diariamente marco la interrogación,<br />

¡y siempre el silencio que me desespera!<br />

¡Mira que en la vida las penas son muchas,<br />

y vienen, calladas, a mi corazón!<br />

El rosal <strong>del</strong> patio<br />

En el pequeño patio enmosaicado<br />

hay un cuadro de tierra<br />

donde crece un rosal.<br />

Siempre está florecido,<br />

tiene la <strong>del</strong>gadez <strong>del</strong> tallo hiriente,<br />

cuajado de espinitas,<br />

y leves hojas tersas,<br />

color de vino añejo,<br />

bajo la luz solar.<br />

Encerrando el jardín, la tapia verde,<br />

elevada y hostil,<br />

parece dominar las otras casas.<br />

Desde hace mucho tiempo<br />

lucha el roal por extender sus ramas,<br />

pero la rigidez <strong>del</strong> muro erguido<br />

no sabe de belleza ni ternura,<br />

y se forma el capullo de la rosa<br />

y las hojitas nuevas<br />

atrofiadas y pobres, contra el muro.<br />

¡Estéril lucha <strong>del</strong> rosal florido<br />

en el patio pequeño!<br />

Hay agua y sol y cuido,<br />

41


pero existe la tapia,<br />

como una negación de espacio y cielo.<br />

Me da pena el rosal cuando lo miro.<br />

Siempre la tapia erguida<br />

tiende a impedir la floración perfecta;<br />

¡pero quizás un día<br />

la avalancha de ramas florecidas<br />

se extenderá en la tapia,<br />

hasta escalar sus piedras!<br />

42


Miguel Otero Silva<br />

El aire ya no es el aire<br />

El aire ya no es aire, sino aliento;<br />

el agua ya no es agua, sino espejo,<br />

porque el agua es apenas tu reflejo<br />

y ruta de tu voz es sólo el viento.<br />

Ya mi verso no es verso, sino acento;<br />

ya mi andar no es andar, sino cortejo,<br />

porque vuelvo hacia ti cuando te dejo<br />

y es sombra de tu luz mi pensamiento.<br />

Ya la herida es floral deshojadura<br />

y la muerte es fluencia de ternura<br />

que a ti me liga con perpetuos lazos:<br />

tornóse en rosa espléndida la herida<br />

y ya no es muerte, sino dulce vida,<br />

la muerte que me das entre tus brazos.<br />

Tú, poesía,<br />

Tú, poesía,<br />

sombra más misteriosa<br />

que la raíz oscura de los añosos árboles<br />

más <strong>del</strong> aire escondida<br />

que las venas secretas de los profundos minerales,<br />

lucero más recóndito<br />

que la brasa enclaustrada en los arcones de la tierra.<br />

Tú, música tejida<br />

por el arpa inaudible de las constelaciones,<br />

tú, música espigada<br />

al borde de los últimos precipicios azules,<br />

tú, música engendrada<br />

al tam-tam de los pulsos y al cantar de la sangre.<br />

Tú, poesía,<br />

nacida para el hombre y su lenguaje,<br />

no gaviota blanquísima sobre un mar sin navíos,<br />

ni hermosa flor erguida sobre la llaga de un desierto.<br />

43


Tres variaciones alrededor de la muerte<br />

44<br />

Nuestras vidas son los ríos<br />

que van a dar a la mar,<br />

que es el morir.<br />

1<br />

¡No! No es posible vivir cual los ríos<br />

cantando entre laderas y lirios<br />

o entre agudos peñascos y ramajes tronchados,<br />

sin presentir el mar que los espera,<br />

el infinito verde y encrespado<br />

en cuyo corazón de sal los ríos se transforman en peces.<br />

No es posible flamear como el fuego,<br />

iluminando rostros de danzantes risueños<br />

o tiñendo vetas de angustias en las caras dolorosas,<br />

sin presentir la brisa que matará su luz<br />

o el agua que tomará sus rosas en ceniza.<br />

En mitad de la vida cantamos a la muerte<br />

que es el mar de los ríos y el agua de las llamas.<br />

Jorge Manrique<br />

2<br />

Símbolos de la muerte no sueñan ser el hueso,<br />

ni las cuencas vacías, ni la mortaja fláccida.<br />

Los huesos son apenas el portal de la muerte.<br />

Cuando los huesos dejan de ser huesos<br />

y entre su blancor rígido hay un temblor de gérmenes,<br />

es que nace la poesía de la muerte,<br />

es que despunta el símbolo creador de la muerte.<br />

La muerte que yo canto no es cruz de cementerio,<br />

ni ilusión metafísica de las mentes cobardes,<br />

ni lóbrego infinito de profundos filósofos.<br />

La muerte que yo canto es una sombra constructora<br />

de blancas mariposas que crucen los caminos <strong>del</strong> viento,<br />

de tallos que entremezclen la pulpa maternal de la tierra,<br />

de claros manantiales que sacudan las entrañas <strong>del</strong> mundo.<br />

3<br />

Un niño es la crisálida de un amor y de un llanto,<br />

es la estrofa primera de un poema,<br />

es la cuesta inicial de una montaña.<br />

Y la muerte de un niño es tan absurda<br />

cual la de una mañana que se volviera sombras.<br />

Si ayer se desgarraron las carnes de la madre,<br />

si un rumor de blancura le despertó los senos,<br />

esa sangre, esa leche, ese dolor, han sido


la raíz de los pasos de un hombre.<br />

Sólo el leñador loco corta un árbol<br />

cuando el tronco es apenas tierno cogollo inútil.<br />

Sólo loca la muerte ha de matar un niño,<br />

apagar un amor que no ha nacido<br />

y secar unas lágrimas que no han corrido nunca.<br />

Mientras los niños mueran<br />

yo no logro entender la misión de la muerte.<br />

45


Luis José García<br />

El nombre <strong>del</strong> hombre<br />

La palabra soltó su escupitajo<br />

y escuchó el hombre escarnecido<br />

trocar su nombre en la voz de su sicario;<br />

y se miró las manos —sometidas—<br />

entre hierros degradantes.<br />

Porque estaban de más las palabras<br />

y porque duela la carne herida y tatuada<br />

cuando el miedo circula —todavía<br />

sigiloso en la memoria <strong>del</strong> animal acoquinado.<br />

Porque duelen también las plantas<br />

horadadas y vencidas<br />

ya reblandecido el ademán de ser quien se era:<br />

porque el hombre había perdido<br />

la certeza de sus piernas<br />

después de haberlas visto<br />

en las patas de los elefantes,<br />

tristes y domesticadas:<br />

y revisado la memoria <strong>del</strong> resto de su cuerpo<br />

y de cuanto en él quedaba<br />

posible para el escarnio.<br />

Pero esto sólo ocurre<br />

cuando el corazón ya no cuenta<br />

y apenas si suscita<br />

como un hedor de desdorosas náuseas.<br />

Porque el cuerpo da para resistir el látigo<br />

y puede aún —de la sangre resistida—<br />

surgir un ala anonadante:<br />

y hasta la muerte dar tiempo<br />

para escoger la altura <strong>del</strong> alma.<br />

Si el crimen es sólo una pesadilla superable<br />

y el nombre <strong>del</strong> hombre<br />

cobra fuerza en la voz de la esperanza.<br />

46<br />

A Leoncio Dorta.


Crepusculares<br />

De un hecho de velamen<br />

bien sé que estoy muriendo.<br />

Como un ardor de sangre<br />

<strong>del</strong> mar me viene el verso<br />

al crepúsculo almagre<br />

de entre grises inciertos<br />

con luz de eternidades<br />

y un coro de silencios.<br />

Décimas <strong>del</strong> infortunado amor<br />

Iba, suspenso, en la brisa,<br />

escala de tu perfume,<br />

con corazón que presume<br />

solazarse en tu sonrisa;<br />

sin pensar cuán indecisa<br />

es, en el sueño sin tasa,<br />

la esperanza cuando abrasa<br />

empeñada en un cariño.<br />

Así, con sueños de niño<br />

ayer pasé por tu casa.<br />

Bajo el alero, en la sombra,<br />

las rosas de tu cercado.<br />

Y en la ventana, azorado,<br />

mi verso pasa y te nombra;<br />

mas, de repente, me asombra<br />

rudo golpe de emoción;<br />

y sentí que el corazón<br />

se me redujo en el pecho,<br />

cuando, llena de despecho,<br />

me tiraste un limón.<br />

Así, un golpe inoportuno<br />

me echó a vagar sin destino,<br />

47<br />

A Tomás Antonio Reyes<br />

Ayer pasé por tu casa<br />

me tiraste un limón;<br />

el zumo me dio en la cara<br />

y el golpe en el corazón.<br />

Anónimo


pues, de no ser tu camino,<br />

no me interesa ninguno.<br />

¡Si he repasado uno a uno<br />

pensando que, así, lograra<br />

otro amor me descifrara<br />

lo <strong>del</strong> limón que tiraste!<br />

Que aunque el tiro no acertaste,<br />

el zumo me dio en la cara.<br />

Y es por eso, sin embargo,<br />

que, pensándolo, repienso,<br />

que el cariño es más intenso<br />

cuando el comienzo es amargo;<br />

hasta llegar a lo largo<br />

conociendo tu intención,<br />

comprender por qué razón<br />

el zumo segó mi anhelo,<br />

el limón cayó en el suelo<br />

y el golpe en el corazón.<br />

48


Matilde Mármol<br />

Después será el viento<br />

Vengo a decir que a ratos me dejo<br />

envejecer de pena o de algo<br />

tan inapelable<br />

como el tiempo trepando hacia la muerte.<br />

Y es que no tengo otra manera<br />

de morir<br />

sino ésta con que a diario<br />

amanezco, con que a diario<br />

me pongo la muerte y dispongo<br />

ordenadamente el día<br />

para seguir muriendo.<br />

Alguna vez soñé que fuera cierto<br />

eso de estar parado en medio<br />

de la vida<br />

y oír la muerte cavando<br />

en el trasfondo…<br />

Después será el viento —dije—<br />

el fuego y la sangre mineral.<br />

Mas el hombre se precave<br />

y, por si acaso, toma la vida<br />

y en ella se arrebuja, circula,<br />

regatea frente al calendario,<br />

habla, procrea.<br />

Pero a la hora <strong>del</strong> hueso,<br />

a la hora de la víscera esperando,<br />

se desnuda y se acuesta<br />

con la muerte.<br />

Después será el viento —digo—<br />

…Y me quedo frente al terror<br />

mirando cómo la muerte<br />

iza sus señales.<br />

Los solidarios<br />

De pronto todas las palabras<br />

me sobran.<br />

De pronto la angustia de un pueblo<br />

49


Me llena de sal la boca,<br />

Y un jardín que florece<br />

¡qué me importa!<br />

Hoy me importa estar viva<br />

no el viento que sacude mis trapos.<br />

Me importa el niño<br />

y su saliva,<br />

los huesos de mi madre<br />

y la gente<br />

que nunca respiró junto a mí.<br />

Hoy digo aire, lirio, corazón,<br />

y las palabras me pesan<br />

y no las digiere mi alma.<br />

Mas cae un hombre<br />

en medio de la vida<br />

y no puedo quitarme este pensamiento<br />

de las manos,<br />

y no hay manera de evadirse,<br />

y no sabe uno qué hacer consigo mismo.<br />

Deliberadamente<br />

Deliberadamente asumo mi cuerpo,<br />

me bautizo mortal,<br />

verifico mis vértebras, mi sangre,<br />

mi condición humana indeclinable.<br />

Calzo esta frente y la frente<br />

<strong>del</strong> que siendo hermano es más<br />

mi prójimo inclusive.<br />

Instálome en total, en colectivo,<br />

hombro con hombro<br />

solidariamente.<br />

Ratifico mi modo ahora,<br />

las costillas que opongo al viento,<br />

las manos con que lloro,<br />

la cal en que me integro,<br />

mi destino también y mi fatiga.<br />

50


Introspección<br />

Cuando desciendo hasta mí<br />

las manos se llenan de espanto…<br />

Porque en mi cuarto, junto a mi mesa<br />

que a veces es un barco<br />

y navega,<br />

cae la lluvia, cae el tiempo,<br />

el hombre cae,<br />

cae la pesadumbre y gimo.<br />

El mar amanece a mis pies mordiendo<br />

mi castidad.<br />

Sólo el mar me deslumbra,<br />

sólo el mar permanece<br />

azotándome…<br />

El cuarto y mi mesa<br />

—tributarios <strong>del</strong> mar—<br />

crujen cuando la noche<br />

me devora las sienes.<br />

Y siempre amanezco desierta;<br />

me acuerdo de mi vestido<br />

aquél, el de lunares,<br />

de mi padre que hacía versos clavado<br />

a su esqueleto,<br />

de mi madre, hermosa ella y descalza<br />

frente al tiempo;<br />

e igualmente<br />

que vengo de un país salobre<br />

donde el clamor es un guijarro<br />

de cólera.<br />

A veces también recuerdo que he nacido<br />

y me pongo a llorar.<br />

Al cabo<br />

Por último<br />

me he quedado sin Cruz,<br />

sin Brahma, sin Buda<br />

y sin oráculo.<br />

Voyme a pie, ligerísima,<br />

huera de dogmas,<br />

ventilada la deuda aristotélica,<br />

gusano en abstracto,<br />

51


dios de mi propio templo,<br />

hermana de mis hijos,<br />

infinita por fin, al fin principio.<br />

Recién<br />

pesa toda mi eternidad…<br />

Monólogo<br />

Esta es la hora en que muero diariamente.<br />

Aquí estoy de rodillas,<br />

con la voz rota<br />

al pie de mi silencio.<br />

Puede venir todo el dolor <strong>del</strong> mundo<br />

a morderme en las sienes.<br />

Está es la hora en que mi alma<br />

enfila su ejército de penas,<br />

la hora inmensa que me crucifica,<br />

que me deja amapolas en los huesos.<br />

Yo no tengo otra forma de morirme<br />

ni otra hora desangrada y tensa.<br />

Aquí muriendo de destino,<br />

¡qué sé! De transparencia,<br />

de cosa insólita que rasga<br />

con sus nardos el pecho<br />

y se hace luz y luto y polvareda<br />

negro turbión y renovado aliento,<br />

inundando mis calle interiores<br />

con el alto gemir de su presencia.<br />

…Entonces me invade un ángel,<br />

desciende por mi sangre<br />

a la más pura teoría de mi esencia:<br />

pasan rosas… cenizas… siete heridas<br />

me dan su asombro denso,<br />

pasan abismos y lunas…<br />

¡el ángel gime en mis huesos!<br />

Ay que me estoy muriendo y nadie sabe.<br />

Ay que vienen las zarpas en el viento.<br />

Ay que llega mi hora taciturna.<br />

52


Domingo Felipe Maza Zavala<br />

Quinta estación<br />

Es el tiempo abstracto de la poesía:<br />

no tiene calendario en la ruta de los días,<br />

ni color preciso, ni estela en el espacio infinito.<br />

Desfilan las luces y las sombras,<br />

corren las aguas en círculos sin término,<br />

navegan las angustias al despuntar la aurora.<br />

Las simientes se ocultan en los bosques secretos:<br />

brotarán en los versos de un poeta olvidado<br />

cuando la vida pase con su canto inconcluso.<br />

No es la lluvia venida de vertientes lejanas,<br />

ni cálido sol que da luz al planeta:<br />

sólo la quinta estación de un mundo ignorado.<br />

No es la primavera de colores fugaces<br />

ni el otoño que dispersa las hojas desprendidas<br />

de su abrigo vegetal desnudo de fatiga.<br />

Pasan las estaciones en que demoran los ritos<br />

de la ronda que gira en el perfil <strong>del</strong> tiempo,<br />

renovando la vida para vencer a la muerte.<br />

No son las estaciones que encuentro en mi camino:<br />

es la quinta que agrega imagen y sentido<br />

al abrir los portales <strong>del</strong> reino prometido.<br />

Caracas, 01/06/03<br />

También soy América*<br />

Grito <strong>del</strong> negro como una consigna;<br />

mi sudor y mi sangre florecieron<br />

en la corteza roja <strong>del</strong> cacao,<br />

en la nevada fibra <strong>del</strong> algodón,<br />

en el hijo mestizo y el cantar jactancioso.<br />

Traje el sol africano y la risa encendida,<br />

el llanto de sal y la herida profunda,<br />

el tambor que es la voz oscura de la selva.<br />

53


Vinieron en mi ancestro las raíces <strong>del</strong> hombre,<br />

los mitos de la tierra, los secretos <strong>del</strong> cielo,<br />

la noche que repite la verdad de la piel.<br />

Vertientes de mi angustia fecundaron los surcos,<br />

huellas de mis pasos marcaron los caminos<br />

hacia la encrucijada <strong>del</strong> mundo americano.<br />

Senos de mi raza nutrieron los sueños<br />

<strong>del</strong> amor y la lucha, la libertad y el héroe,<br />

banderas levantadas, lanzas enrojecidas.<br />

Ayudé a forjar las patrias y los pueblos<br />

soy América en la sangre y en la historia,<br />

mi risa alumbra los múltiples senderos.<br />

Origen<br />

Muéstrame el remoto mundo <strong>del</strong> que soy.<br />

Sé que vengo de alguna lejana sombra,<br />

de alguna oscura estela suspendida en el tiempo,<br />

de algún naufragio en la larga noche <strong>del</strong> espacio.<br />

¿Por qué este extraño silencio que me agobia?<br />

¿Este vacío entre el principio y la forma?<br />

¿Este estar exiliado de mis propias raíces?<br />

Más allá <strong>del</strong> azul, <strong>del</strong> gris, el mundo sin color,<br />

la estela que regresa a su propia gestación,<br />

la impalpable simiente dentro de mí sembrada.<br />

Extraña soledad de este universo mío,<br />

de este verbo hecho luz pero cautivo,<br />

esta esencia ignorada que palpita en mi ser.<br />

Viajero sorprendido en los cruces <strong>del</strong> tiempo,<br />

la memoria perdida me condena y me salva,<br />

el paso peregrino se ajustó a su sandalia.<br />

Estoy aquí en el olvido de mi antigua raíz,<br />

el mito <strong>del</strong> origen no conmueve mis sueños:<br />

sé que soy de alguna parte, pero soy.<br />

54<br />

* Langston Hughes.


Noticias de la guerra<br />

Hoy el gigante desplegó sus misiles,<br />

se iluminó el limpio amanecer antes <strong>del</strong> sol,<br />

despertaron las aves y los niños, leyendas infantiles.<br />

Es la danza <strong>del</strong> fuego, la tierra enardecida,<br />

el fondo <strong>del</strong> abismo, el mundo estremecido,<br />

la fiesta de la estrella, la palabra perdida.<br />

Rugen las sirenas, tiemblan los desiertos,<br />

cruzan raudos los pájaros de acero:<br />

llevan el mensaje de la muerte enloquecida.<br />

Guerra de galaxias, marcianos en la mira:<br />

es la vieja tierra como siempre en su guerra;<br />

no es tiempo de labranza, es de sangre vertida.<br />

Bagdad de las noches en que la risa domina,<br />

más de mil contadas de vigilia en vigilia;<br />

ahora son muchas, sin auroras ni cirios.<br />

La ciencia de los hombres para destruir la vida,<br />

la vida de los hombres para probar la ciencia:<br />

¡Cuánto progreso logrado para negar lo creado!<br />

La ley <strong>del</strong> poderoso es la garra <strong>del</strong> felino,<br />

corre el cervatillo hacia el refugio <strong>del</strong> miedo,<br />

la presa está al alcance, no hay paz en la selva.<br />

La guerra es el lenguaje de la eterna historia<br />

escrita con polvo de siglos y los huesos<br />

de millones que cayeron de espaldas a la gloria.<br />

¿Cómo explicar a los niños esta magia roja,<br />

esta leyenda surgida de la ruina y la sombra,<br />

este brusco amanecer de fuego con colores de muerte?<br />

20/03/03.<br />

55


Carlos César Rodríguez<br />

La casa<br />

Olvidaba decirte que el silencio<br />

está <strong>del</strong> otro lado de la casa<br />

esperando que el viento abra las puertas<br />

y se apague la luz de las ventanas.<br />

Después vendrá el recuerdo con sus hiedras<br />

por todos los rincones de la casa<br />

y tendremos que irnos por el bosque<br />

añorando la luz de las ventanas.<br />

Invocación<br />

Oh sol de los cujíes y los cardos,<br />

espíname los huesos, florécelos de blanco;<br />

ven y bebe en las charcas de mis ojos<br />

el agua de mi alma.<br />

Ponme aquí entre las sienes<br />

el aire iluminado de los araguaneyes.<br />

Sol de cauces sedientos, de rojos pedregales,<br />

ya en mis manos crepita<br />

la sal oscura de las hojas secas.<br />

Yo quiero regresar a tu reino encendido,<br />

a tu tierra sonora de turpiales<br />

aunque sea llevando la cabeza<br />

ya casi en ataúd sobre mi hombro.<br />

Barcelona<br />

Un crepitar de cardos y cujíes.<br />

Duele el paisaje<br />

en el costado insomne <strong>del</strong> recuerdo:<br />

calles caídas<br />

en cruz sobre mi pueblo<br />

y polvorientos árboles<br />

erizados de espinas bajo el cielo.<br />

56


A un lado el Neverí mueve entre guamos<br />

su terrosa tristeza, y ya ni sueña<br />

con las aguas azules de su infancia.<br />

Viejas colinas bajo el sol cansadas<br />

se tienden a lo lejos,<br />

y en la salina tensa<br />

la diminuta llama <strong>del</strong> salitre<br />

hiere los pies <strong>del</strong> aire<br />

como un abrojo blanco.<br />

Ahora, al recordarte,<br />

me brilla el corazón<br />

y en claras ondas de luz se van mis ojos<br />

camino de la infancia.<br />

Lumumba<br />

1<br />

El aire en los bambúes.<br />

La garganta <strong>del</strong> toro.<br />

Y el baobab, redondo bajo el cielo.<br />

Cuando todo dormía se levantó el rey blanco<br />

y orinó larga, interminablemente;<br />

después clavó el puñal en mitad de la sangre<br />

y era como caer a puñaladas en el pecho de un río.<br />

Todo el silencio se empozó en la noche<br />

hasta llegar al borde de la copa<br />

<strong>del</strong> baobab, de flores siempre blancas;<br />

y el Congo, cabizbajo, de grandes aguas tristes,<br />

bajaba sollozando<br />

las largas, desatadas escaleras<br />

de las vertiginosas cataratas.<br />

¡Ay de las flores blancas <strong>del</strong> baobab <strong>del</strong> cielo!<br />

¡La Tierra, avergonzada, llevaba en el costado<br />

la sangre de Lumumba!<br />

2<br />

Al despertar, las lanzas<br />

se pusieron de pie<br />

y el sol les fue encendiendo las metálicas hojas<br />

con las llamas azules <strong>del</strong> cobalto.<br />

57


El baobab dejaba caer sus flores blancas.<br />

Alguien maldijo el cielo.<br />

Alguien escupió el aire y lo maldijo.<br />

A todos los hermanos les faltaba un hermano.<br />

Había una garza muerta en todos los esteros.<br />

Entonces fue la búsqueda asfixiante.<br />

La ronda desvelada de los astros.<br />

De sol a sol la brisa batallando.<br />

El trueno con el rayo en el costado.<br />

Las nubes apartándose.<br />

Los ríos desbocados.<br />

Disparadas las flechas de las garzas.<br />

En el rugido un ruido de metales.<br />

Hasta que las raíces, deslumbradas,<br />

brillaron como ramas de relámpagos.<br />

3<br />

Y de nuevo Lumumba con su pueblo<br />

a la sombra, ya blanca, <strong>del</strong> baobab, cantaba.<br />

Guanta<br />

El almendrón <strong>del</strong> patio<br />

y el mar<br />

se siguen deshojando<br />

en el silencio<br />

de la playa desnuda<br />

a la luz vespertina<br />

<strong>del</strong> recuerdo.<br />

58


Tomás Alfaro Calatrava<br />

1<br />

La muerte es una sombra que acogota mis párpados<br />

y mueve mis entrañas con sus dedos de frío.<br />

La muerte es una sombra que rasga mis ventanas<br />

y agiganta sus pasos hacia los pasos míos.<br />

La muerte es una sombra que rompe sus violines<br />

para poner sus notas en mis manos inciertas,<br />

y apresar mis sentidos, y apretar mi garganta,<br />

y cubrirme de sombras fantasmales, inquietas.<br />

La muerte es una pena de alfileres agudos<br />

que traspasa mis huesos y desgarra mis carnes.<br />

La muerte es una torre que olfatea mi destino.<br />

La muerte es una sombra dormida en mis umbrales.<br />

13<br />

Me duelen las macabras visiones de la muerte<br />

cuando te sueño muerta como un sencillo insecto.<br />

No quisiera pensarte en rígidas mortajas,<br />

entre banderas blancas como todos los muertos.<br />

Yo no quiero que tus ojos profundos<br />

y tu sonrisa plácida se incauten de la sombra.<br />

No quiero pensar en el hermetismo de tu voz<br />

ni en la morada angustia de tus párpados.<br />

Yo no quiero que te vistan de blanco<br />

y te pongan coronas de fragancias exhaustas.<br />

Quisiera que te dejen levemente intocada<br />

perfumando la vida con tus doradas flautas.<br />

19<br />

Las rosas de tu sepulcro.<br />

Los pájaros de tus flores.<br />

Los gusanos, gozosos de tu sangre,<br />

han sentido esta tarde el dolor de mil siglos distantes.<br />

59


Se habrán removido tus huesos.<br />

Habrán abierto tus párpados.<br />

Y tu cabellera —inconclusa— habrá salido<br />

<strong>del</strong> vientre capilar de los gusanos.<br />

Cómo me espinan tus pestañas<br />

cuando lloro tus lágrimas de dimensiones ácidas...<br />

Nunca mis lágrimas de mieles asoleadas<br />

habían llorado en los cauces atormentados,<br />

en las colmenas sin abejas, en las hojas sin verdes.<br />

¡Ay, las piedras anhelantes que, sin embargo, ruedan al abismo!<br />

No sé por qué las heridas palomas de mis manos<br />

me invitan a seguir trayectorias de nardo,<br />

cuando mis brazos me llevan hacia pizarras dolientes,<br />

hacia ríos profundos transitados de fantasmas piratas...<br />

No sé por qué mis cabellos me evocan paisajes europeos,<br />

cuando mis goces y mis manos huyen hacia otros paisajes<br />

trémulos, de plumas, y curare, y cleptómanos vicios...<br />

Hoy —esta tarde— de luceros anónimos<br />

y arruinadas cayenas en los parques,<br />

de fermentada azúcar, y de sexos obstruidos, y naranja podrida,<br />

oigo tu voz adusta repitiendo a mi oído:<br />

¡Encendido lucero!<br />

Cuando la soledad ancla sus perros<br />

Cuando la soledad ancla sus perros<br />

de azogadas pezuñas<br />

y precipitadas piedras sobre el mundo,<br />

interrogo con las manos cansadas<br />

a los pinos y las palomas;<br />

interrogo la primera corola <strong>del</strong> amanecer,<br />

a la brisa que deja en mi camino<br />

su palabra liviana de celestes colores:<br />

60<br />

¡Suave fruta madura...!<br />

¿Por qué vale la sombra <strong>del</strong> chacal fugitivo<br />

más que la bella rosa y el mar con sus estrellas?<br />

A Pablo Rojas Guardia.


¿Por qué nace tortuosa la azucena<br />

y se desploma en la cal la golondrina?<br />

¿Por qué llega la muerte con su carga de arañas<br />

cabalgando corceles de veneno y de sangre?<br />

Interrogo a los hombres:<br />

¿Por qué mueren las madres?<br />

¿Por qué los honorables,<br />

los honorables de manos dolosas<br />

que escupen nicotina<br />

y huelen a calzones de hampones despiadados<br />

arden la manzana en la paz?<br />

Odio los desesperados de rabia;<br />

odio sus voces,<br />

ellos los gestadores de los duendes,<br />

ellos con sus huertos de naranjas masticadas:<br />

ascensión ruda de brisa herida de cóndores siniestros;<br />

ellos los barcos de altas luces extinguidas<br />

que se mueven al viento, sin ocasos,<br />

con grises can<strong>del</strong>abros como patas de plomo<br />

pesadas y sin brillo, velámenes oscuros.<br />

Ellos son la maldición <strong>del</strong> ciprés,<br />

la canción mutilada de los niños velados;<br />

los que labran la espada con sangre de palomas<br />

y aprietan los cocuyos hasta cegar la luz.<br />

Interrogo y exclamo:<br />

déjenme en mi crepúsculo, sin ecos,<br />

y llévense, si quieren, mi cuerpo en los zapatos.<br />

Glosa a José Martí<br />

Yo que amo tu vida breve<br />

y tu empeño americano<br />

levanto el as de la mano<br />

como un espadín aleve,<br />

para si alguno se atreve<br />

a negarte de “oro fino”<br />

herirlo desde el camino<br />

61<br />

Perdido el plomo <strong>del</strong> tino<br />

sin arma y sin compañero,<br />

caminas el año entero<br />

tejiéndote tu destino.<br />

Pedro Raf. Gilly


con adolescente plata:<br />

José martí, de escarlata,<br />

Perdido el plomo <strong>del</strong> tino.<br />

De mis pueblos muchas lunas<br />

te lloraron en la cara.<br />

Y si el recuerdo te hallara<br />

por fragantes aceitunas,<br />

te contaría cuántas lunas<br />

alumbraron tu sombrero.<br />

Hoy sólo, Martí, yo quiero<br />

llevarte hasta el camposanto<br />

este grito: dueles tanto<br />

¡Sin arma y sin compañero!<br />

Cuando niño te leía<br />

a través de tu amargura:<br />

corcel de noble montura,<br />

limón cayendo <strong>del</strong> día;<br />

tu patria que es como mía,<br />

por poeta y por sincero<br />

—corazón de jazminero—<br />

Te nombró soldado noble.<br />

Aunque tu ausencia se doble<br />

Caminas el año entero.<br />

Estás aquí en mis desvelos,<br />

en mi pecho que te nombra,<br />

en la sombra de mi sombra,<br />

sin adiós en mis pañuelos:<br />

aquí estás en mis anhelos,<br />

girando como un molino<br />

hacia un Quijote de vino<br />

que es el signo de la idea,<br />

para que el mundo te vea<br />

Tejiéndote tu destino.<br />

62


J. J. Marcano Maza<br />

A Sonia<br />

Dolor de lejanía tiene el jardín<br />

gime por tu ausencia en el alto pino<br />

se desnuda en la acacia<br />

y te llora en las lágrimas<br />

que a las hojas<br />

dejan las sombras<br />

Cómo punzan las pajizas<br />

agujas <strong>del</strong> pino<br />

en el gris silencio<br />

de los pájaros<br />

En la Mesa el día muere<br />

en su aljaba<br />

las flechas opacas y tristes<br />

mientras<br />

las estrellas oblicuas de los gatos<br />

contemplan las rosas mustias<br />

Te busco en el jardín<br />

y el jardín<br />

me contagia su dolor<br />

A Napoleón<br />

Solíamos navegar<br />

a toda vela<br />

a todo riesgo<br />

esquivando escollos<br />

chocando con islotes<br />

Nuestros barcos se escondían<br />

en la distancia<br />

se los tragaba un remolino<br />

encallaban<br />

o hacían agua<br />

pero nunca faltó<br />

papel<br />

para nuevos barcos<br />

cuando las espinas de la lluvia creaban<br />

63


efímeros ríos<br />

en las calles de la infancia<br />

Batalla de Solferino<br />

Moja la madrugada<br />

con café, aguardiente,<br />

y orina.<br />

Rítmicas explosiones<br />

de tambores de guerra,<br />

relincho de clarines,<br />

silban y pican insectos<br />

de plomo.<br />

Vuelo sin alas<br />

de los obuses;<br />

desdentadas bocas<br />

desbocados caballos arrastran,<br />

ausentes jinetes.<br />

Alaridos, maldiciones, ayes…<br />

Luego el sol<br />

abre las fuentes <strong>del</strong> sudor,<br />

vano intento de disipar<br />

polvo, humo, fiebre.<br />

Mientras<br />

el campo se va tiñendo<br />

de un rojo<br />

húmedo y tibio.<br />

Escanciada la última gota<br />

de silencio,<br />

Escanciada la última gota<br />

de piedad.<br />

La lluvia no mitiga<br />

tanta sed, tanto hambre, tanta desolación…<br />

Despilfarradas<br />

infinitas vidas,<br />

también agoniza<br />

el sol;<br />

callan fusiles y cañones,<br />

entonces,<br />

el silencio recalca<br />

alaridos, maldiciones, ayes.<br />

64


Nadie advierte<br />

Cuando llegas<br />

nadie se entera<br />

nadie advierte<br />

el paso de tu vida sin rastro<br />

¿Quién ha medido el barranco<br />

de tu herida<br />

o el peso de tu dolor?<br />

¡A bordo!<br />

Alguien dijo<br />

¡A bordo!<br />

alguien…<br />

repletó el túnel<br />

el enjambre,<br />

embarcamos adocenados,<br />

autómatas, fantasmas.<br />

Nadie preguntó<br />

por rumbos, escalas…<br />

simplemente nos activaron<br />

a la voz de<br />

¡A bordo!<br />

Nadie inquirió sobre trasbordos,<br />

nubes, tormentas,<br />

caídas ni Destino…<br />

sólo que alguien dijo<br />

¡A bordo!<br />

Sin garantizar recuerdos,<br />

huesos<br />

ni esperanzas<br />

¡A bordo!<br />

dijo un parlante.<br />

65


Francisco Salazar Martínez<br />

XXII<br />

De soledad, soledades<br />

se puebla el cielo de octubre.<br />

Mientras cumplo mis edades<br />

nadie mi dolor descubre.<br />

De soledad, soledades<br />

¡mi amor terrenal se cubre!<br />

Al amor<br />

Tu corazón en el vuelo<br />

dejó un ala desprendida<br />

y en la mitad de la vida<br />

dejó la mitad <strong>del</strong> duelo.<br />

Y hoy, enlutecido el cielo<br />

por la huella de tu sombra<br />

el recuerdo no se asombra<br />

por esta triste agonía<br />

donde vivió su alegría<br />

el labio azul que te nombra.<br />

A la muerte<br />

Morir, sí, pero despierto,<br />

el alma en abierta brisa<br />

y en los labios la sonrisa<br />

<strong>del</strong> que viviendo está muerto.<br />

Y luego partir sin puerto<br />

seguro donde atracar;<br />

que el cielo sea como un mar,<br />

un destino sin llegada<br />

donde mi barca cansada<br />

se muera de navegar.<br />

66


Caballo<br />

PaisaJe<br />

Canto a Ezequiel Zamora<br />

Desde el nivel <strong>del</strong> pecho<br />

donde la sangre enciende frescas lámparas<br />

e ilumina los cielos y la tierra <strong>del</strong> hombre,<br />

yo te canto.<br />

Yo te doy el paisaje de mis manos,<br />

las leguas que te faltan,<br />

el corazón caliente <strong>del</strong> poema,<br />

para que llegues tú, caballo de alas,<br />

y sientes en la mesa de los labios<br />

el sonoro rosario de tus cascos.<br />

Caballo por el aire.<br />

Caballo por el sueño.<br />

La ventana <strong>del</strong> verso abre sus alas<br />

para que envuelto llegues en las llamas<br />

con que el héroe sagrado de la tierra<br />

te pobló las pestañas.<br />

Oigo el relincho azul,<br />

la hierba maltratada,<br />

las hormigas dormidas en tus cascos,<br />

el ruido de tu freno,<br />

cuando de noche pasas en las voces<br />

que habitan la sabana.<br />

El agua de los pozos<br />

guarda en su corazón<br />

ancha tu imagen.<br />

Caballo por la tierra.<br />

Caballo en la garganta.<br />

Caballo que de tanto correr<br />

te volviste en el sueño<br />

doméstico fantasma.<br />

Esta es la tierra y este su retrato:<br />

una angustia de pies sobre el paisaje,<br />

agua, cielo, montañas, muchos pájaros<br />

y un hombre entristecido en su palabra.<br />

67<br />

“Cuando estoy a solas lloro<br />

Y en conversación me río”.


Jinete<br />

Hay chozas, palmas, vacas, guerreros, pobres,<br />

y un gran sol de verano.<br />

Alguien nombra a Bolívar,<br />

otro calla, y silenciosamente<br />

la tierra va enfriando tibias lágrimas.<br />

Una mujer saluda.<br />

Su pañuelo en el aire es como una gaviota<br />

que invitara a viajar. Es Venezuela.<br />

El guerrero medita.<br />

Ahí, frente a la choza, está el caballo.<br />

Comienzo a decir canto.<br />

Canto con los cabellos y los huesos<br />

para que el héroe nazca desde la fiel memoria<br />

y funde sus poblados galopes en el verso.<br />

Ya suenan sus espuelas.<br />

Yo las oigo recorrer todo el aire<br />

y llegar hasta el patio de las casas<br />

y regresar llevando su rebelde cosecha de caballos.<br />

Por estas vivas aguas <strong>del</strong> recuerdo,<br />

vivo como una lágrima,<br />

llega Ezequiel Zamora,<br />

Capitán saludable.<br />

Porque su nombre huele a bosta fresca,<br />

a corazón sembrado,<br />

a solitario llanto,<br />

yo saludo su nombre y me le inclino<br />

totalmente cantando.<br />

Desde el pueblo venía. Hasta el pueblo llegaba.<br />

Traía toda la luz de la sabana<br />

alumbrándole el alma.<br />

Lo conocían los niños y los árboles,<br />

mariposas y yerbas lo adoraban;<br />

en todos los cenáculos <strong>del</strong> pueblo<br />

vertical en su voz se presentaba:<br />

—Soy Ezequiel Zamora.<br />

Le admiraban<br />

Y como los abuelos decía cuentos,<br />

hablaba de los astros,<br />

de las reses de cría,<br />

cual un viejo pastor de los corrales<br />

y llevaba en las manos los saludos<br />

frescos de las muchachas.<br />

68


Consigna<br />

Y tocaba guitarra.<br />

(Esto era cuando el cielo<br />

caía copiosamente ente sus brazos)<br />

Más tarde llegó el diablo, lo sacó de la casa,<br />

lo montó en un caballo<br />

y le puso la patria por <strong>del</strong>ante.<br />

Sus cabellos volaban.<br />

Todos eran hermanos en su sueño.<br />

Tanto el negro y el blanco y el indígena<br />

estaban en su sangre bien sentados.<br />

Frente a sus ojos claros<br />

Como un pecho de amor<br />

se le abría la sabana.<br />

Venezuela en las venas le quemaba.<br />

Sobre su frente<br />

la espina <strong>del</strong> dolor grabó sus mapas.<br />

El mar le vio partir y regresar<br />

metido en la tristeza como un llanto.<br />

Los caminos muy bien lo conocían<br />

y le lamían las huellas como un perro<br />

por doquiera pasara.<br />

Detrás de las ventanas comentaban:<br />

—Allá viene Ezequiel— y se ocultaban.<br />

“En la mesa <strong>del</strong> pobre<br />

debe estar la comida bien completa.<br />

Todos somos iguales”.<br />

Y su voz se estiraba como un cuero de res<br />

por todo el llano.<br />

Libró muchas batallas.<br />

A veces en la lucha<br />

se quedaba mirando los sembrados.<br />

Contemplando las nubes,<br />

o cantaba.<br />

De ahí que muchas veces<br />

creía en las mariposas de las balas<br />

y por andar cazándolas<br />

se fue hundiendo en la muerte,<br />

como un pájaro.<br />

69


Camilo Balza Donatti<br />

Transformé la corteza en navío de tinieblas,<br />

lancé su ancla a las aguas más profundas<br />

donde reside mi soledad<br />

en espera <strong>del</strong> temor de algún astro.<br />

De magia candorosa es el sosiego<br />

de los puertos que llegaron después,<br />

cuando la vida inició su linaje,<br />

venció la puerta de arco maravilloso<br />

y se fue por el sueño.<br />

Cazadores ligeros corrieron entonces<br />

por la orilla y lanzaron sus dardos<br />

hacia la vaguedad de la clemencia.<br />

¡Detengan los pasos!<br />

Dijo quizás el viento<br />

escondido en las hojas<br />

de un cielo imaginario.<br />

No busquen la poesía en el alba<br />

ni en el atardecer<br />

ni sobre la piedra que desnuda su imagen.<br />

¡Búsquenla en el día<br />

que hoy habita en ustedes!<br />

Creo que hemos desnudado muchas palabras<br />

como cuerpos, pero ha sido imposible<br />

descubrir los suplicios de su piel.<br />

Polvo, lentitud, memoria de paisajes,<br />

muerte de cazadores lúcidos,<br />

símbolos, metáforas de alguna soledad inencontrable<br />

que llora por la tierra.<br />

Uno de mis antepasados<br />

fue diestro en clasificar piedras<br />

y rosas de marfil y de ámbar;<br />

convocaba los atardeceres más tristes,<br />

esos vestidos con nubes de violeta<br />

cuando tomaba la soledad de sus parques.<br />

Mi pariente vestido de gris<br />

70


en una línea divisoria no encontrada,<br />

despejaba la torpeza <strong>del</strong> alba.<br />

Cuando salgo<br />

el perro <strong>del</strong> vecino<br />

cuida mi soledad.<br />

Vigilias<br />

Hoy fui a Mapire a ver la primavera,<br />

tenía cintas de luto en la memoria;<br />

mañana volveré a ver las golondrinas<br />

comer en los graneros de mi voz;<br />

hoy no estaban, habían ido hacia la tarde anterior<br />

en busca de una nube extraviada en mis ojos.<br />

La casa estaba igual,<br />

un poco de la desidia <strong>del</strong> viento<br />

en las ventanas;<br />

ningún otro camino para volver<br />

sino el de las vigilias<br />

por donde es el regreso.<br />

La casa<br />

Por la casa ronda una medianería sin término.<br />

Muchos dueños ensayan sus visiones desde los marcos<br />

que bordan la pared, con rostros iracundos<br />

y sonrisas de antiguas primaveras.<br />

La puerta mayor tiene aldaba de bronce<br />

y abre de vez en cuando para ver seres<br />

que van despacio entre cortinas multicolores.<br />

Las puertas y ventanas tienen un aire de antigüedad<br />

contagiosa, y nuestros pasos van y vienen como caminantes<br />

de cotidianidad repetida, y nuestros ojos cerca de los cristales<br />

se alejan hacia las colonas <strong>del</strong> fondo, que son de niebla,<br />

humo, alcándaras que han perdido la razón <strong>del</strong> espacio.<br />

A cada quien le corresponde su silencio.<br />

Afuera la calle es una línea por donde se marcharon las<br />

piedras de la voz, el azul que repartía en el viento<br />

los presagios de algún acontecer; el traje<br />

<strong>del</strong> invierno pasado sin una estrella en el ojal,<br />

abandonado ahora en el estuche de alguna mariposa.<br />

71


Por la casa circula un extravío de miradas correctas<br />

que repiten la insensatez <strong>del</strong> tiempo.<br />

Piedras detienen su conformidad en la penumbra<br />

donde los perros puedan soñar también con las visiones.<br />

Amemos estos círculos, la Dulcamara y el Ebonio florecen todavía<br />

cerca <strong>del</strong> muro que no permite una evasión no compartida.<br />

Memoria sin rostro<br />

La corteza <strong>del</strong> viento<br />

—memoria desvelada—<br />

es un texto creado en otras estaciones,<br />

en el infinito que crece y se diluye<br />

en el asombro,<br />

en el buscar la melodía de un puerto<br />

sin ventanas,<br />

en el acontecer de alguien<br />

llegado de un origen sin nombre.<br />

Hay un castillo al oeste de mis ojos<br />

donde un cortejo de dioses invisibles<br />

celebra algo,<br />

quizás la muerte de un emperador<br />

o la vendimia o el regreso de otros dioses,<br />

tal vez mi presencia no advertida<br />

entre los siervos.<br />

El viento trajeado de memoria sin rostro<br />

penetra en las alcobas;<br />

declama epinicios de Píndaro<br />

y anacreónticas,<br />

y después, ebrio,<br />

busca refugio en la montaña.<br />

Mis islas<br />

Los mitos resplandecen desde el génesis.<br />

Apacenté rebaños en las praderas altas<br />

y descendí a los desiertos<br />

por ver si me encontraba.<br />

Bautizado fui en un río memorioso,<br />

la mano <strong>del</strong> profeta ungió mi servidumbre<br />

y desde entonces voy,<br />

72


siervo de la obediencia,<br />

entre simios que no aprenden a saludar el alba.<br />

Ellos, los simios, son testigos de nuestro advenimiento,<br />

decoraron las aldeas primitivas,<br />

inventaron las primeras canciones <strong>del</strong> bosque<br />

y lanzaron columpios al viento.<br />

Después dejaron de saludar el alba;<br />

yo estaba allí, navegaba en los ríos de la serenidad<br />

y cada piedra era un texto de historia elemental.<br />

No pude precisar la edad <strong>del</strong> tiempo,<br />

pasó veloz hacia la sombra<br />

mientras yo me distraía en el arca<br />

con los días brumarios.<br />

Ahora estoy aquí,<br />

ustedes son los huéspedes de mi abandono,<br />

de mi alegría por verlos<br />

y sentir otra vez que me acompañan.<br />

Alguien me dice que debo pastorear<br />

las islas de la infancia,<br />

son mi rebaño antiguo<br />

y están lejanas,<br />

en un país que no encuentra memorias,<br />

pero son mis islas, islotes tal vez,<br />

donde los sueños hacen musgo.<br />

73


Rafael José Muñoz<br />

Exter omiter<br />

Exter omiter cusa sacratísima<br />

ens emeritem anubis masculensis.<br />

Exaltur lumine, cimus stela,<br />

mastum, sofi, omnia deis.<br />

Ye veus vu in ostria regionis<br />

velonsis cimera ánima sácrata.<br />

Y mi coracáo sofia con vostra presencia<br />

y somno poderaco comme il solo.<br />

Io non queuro su númina vesta<br />

nío suo somerio ventis luxo;<br />

nío tampoco sou vento ou queuro<br />

si non veine a mi ánima unko.<br />

Ma vía ve la stela sua<br />

plena de eugracia an cura de matina.<br />

Por eso io queuro perfumarla<br />

con azares frondoisos e soiles ovuros.<br />

Caracas, 16 de noviembre de 1967.<br />

Transmigración de las almas<br />

Quiero volverme a las colinas de allá,<br />

a las colinas que sueñan<br />

con relámpagos de papel;<br />

tengo que volverme a ver si puedes<br />

con esta marcha de anfibios,<br />

marcha batracia y negra.<br />

Antes de que sea ayer,<br />

dame el secreto de las tres puntadas<br />

por donde se llega al abismo;<br />

tengo que irme, va a llover,<br />

y no tendré tiempo de mirar aquello<br />

que se describe en esa columna de humo.<br />

Tengo que mirarme las rodillas<br />

a ver si allí crece mi codo,<br />

mi corno de trasal mandíbulas;<br />

74


tengo que examinar esos molares<br />

y aquellas paredes ruinosas<br />

a ver si está allí la flauta de lo mío.<br />

Déjame que el sol brille, que la nube<br />

apague su tabaco, déjame;<br />

déjame ver qué hay detrás de esas cortinas,<br />

<strong>del</strong> cielo que enmudece su modo<br />

con una cinta de todo y de mucho.<br />

Yo quiero volver a regresar<br />

entre pastores que voltean las efes<br />

de sus rostros extremidedos;<br />

déjame ir allá, a la otra puerta,<br />

a ver si encuentro el tornillo<br />

con que tú bendecías las almohadas.<br />

Estoy triste de este ojo matemático<br />

y quiero darle de comer a mi yogui.<br />

Silbido nº 23<br />

75<br />

Caracas, 27 de junio de 1964.<br />

Los huesos de la muerte me persiguen ahora<br />

en que enciendo la vela sin ningún provecho, son las 2:<br />

huele a incienso quemado, a barro de vaca;<br />

el paisaje se incendia como en leguas lúbricas,<br />

dále que dále al silbido veintitrés.<br />

¿Quién será que anda detrás de la cocina a esta hora,<br />

2 de la tarde,<br />

cuando el viento bate sus plumas sobre las tejas?<br />

Tán, tán, tán, suenan las estepas,<br />

y también las estopas, se mueven los almanaques,<br />

vuelan los silencios <strong>del</strong> péndulo.<br />

Perdón, es que soñaba<br />

que una culebra me había parido ayer.<br />

Los paisajes de Leafar<br />

Leafar se fue por el sendero, vio el pollino<br />

volteando una laja, vio los juncos<br />

parecidos a mueryos, vio en trigal.<br />

Caracas, 27 de junio de 1964.


Vio que los leones conversaban con las rocas<br />

en un lenguaje jurcio, y se vio a sí mismo<br />

desde aquellas lomas, arriando el ganado,<br />

oliendo las guayabas detrás de las piedras.<br />

Virgen era, —dijo—, y si paso el río<br />

virgen soy.<br />

Detrás de los ceibos están los fantasmas<br />

arrugando estos dédalos, con Stefanía,<br />

están las cóitoras y los manzanos y las queseras.<br />

Volteó hacia Loma Colorada, vio que capaban toros.<br />

Invocó el recuerdo de Agustín y se fue hacia la carpa:<br />

Allí, entre las sombras, un hombre blanco<br />

se escurrió tras el espejo, dejó un 3<br />

gamado con luces fantásticas, dejó un 7<br />

y una ladrillo sobre una topia y una morocota azul.<br />

Bajó hasta las mayas, allí estaba Agustín<br />

con Baltazar, curando las gusaneras a los toros.<br />

Miró hacia las extrañas hondonadas<br />

y sintió que una soga larga se arrastraba entre los peñascales.<br />

Invocó al Ánima de Taguapire<br />

y le puso 13 velinas y se fue a reposar entre los burros.<br />

Era que estaba en la sabana sola<br />

donde se despluman los gallos sexuales<br />

en medio de la laguna donde no hay nadie.<br />

Era la muerte de Agustín, su Padre,<br />

que venía desde la soledad<br />

a traerle una camaza de jobos y un olor a praderas.<br />

No obstante, algo había en el perfil de su nariz,<br />

una cosa ajena, una piedra de extraño.<br />

Caracas, 14 de abril de 1965.<br />

Pastoral<br />

Hemos vuelto acá mismo, como si tuviéramos que volar,<br />

como si tuviéramos que ir al pueblo aquel de un tacto,<br />

ciegos casi, haciendo, onnilupes en el caminar,<br />

mostrándonos las rodillas, como dos pedazos de ceros,<br />

repitiendo en cabizbajo: ¡cuánto durará la caminada, Señor!<br />

Porque es largo este trayecto entre mi ojo<br />

y la esquina de aquel horizonte que allá veo;<br />

76


es largo, un camino de garzas, unos polvos de alcatraz,<br />

una sonora nube de espacios enfermos y agriados por mulas.<br />

Para llegar quemaremos el plomo de la entoncera,<br />

el barro a barro, el sendero de hojarasca, los recuerdos,<br />

todo eso que hace llorar en la infancia,<br />

que nos hace descubrir trenzas doradas en la suma <strong>del</strong> alfabeto,<br />

eso que nos deslumbra cuando entramos al corredor y vemos<br />

sus otoños centrales, sus cuatro esquinas con 8 faroles.<br />

No, no me digas que volvemos a la infancia:<br />

me espera un toro en las 12 lunas <strong>del</strong> caserío,<br />

y me esperan las gallinas en sempiterna misa de amor<br />

y también los maíces y el olor <strong>del</strong> jardín cuando llueve.<br />

No me digas que volvemos a la infancia:<br />

tú sabes lo que es caminar 24 soles hacia allá.<br />

Caracas, 12 de abril de 1964.<br />

Ensalmo de las siete hojas<br />

Más vale vestirse de aguacero antes que estar triste<br />

pensando que no existe Dios, Oh, Paracelso,<br />

oh, viejo de lunas de tallos medicinales.<br />

Dáme tus raíces, el folíalo de las Siete Hojas,<br />

el de la visión dorada, el que introduce en la Sala<br />

donde los Siete jeroglíficos se introducen así:<br />

1 2 3<br />

4 5 6<br />

7<br />

Más el 99 de ofichi en el fondo de la muralla.<br />

Es decir: espejo triangular de Cigni a 100 cien.<br />

Caracas, 3 de marzo de 1965.<br />

Poemas escritos cuando yo viví entre los abarikotos<br />

Él oyó el canto de la cigarra y dijo:<br />

a doscientas leguas tigre comiendo perro mío,<br />

Rito cogiendo cuca mía mañana, mañana.<br />

Su Padre oyó la conversación y bajó al Pozo.<br />

abajo miró: urnas con letras verdes<br />

77


y una hoya donde decía:<br />

Zwichung Eestrum.<br />

Él, volviendo mirar cementerio lejos,<br />

exclamó, ya vestido de luto:<br />

Oh, Sor Astro Grebokren<br />

Korte Zitdhe het geheel.<br />

Ella, retohetique rinke,<br />

pelándose los labios de la kuka para que él viera.<br />

Él, respondiendo: Kuka kokora,<br />

Sta. Anaprotchhki.<br />

Contemplando un perro<br />

Estoy contemplando un perro que tiene pronombre,<br />

que llora sin cesar,<br />

que lame una piedra como si hubiera soñado catorce;<br />

estoy contemplando un perro y su pared,<br />

y su sonido de nekra,<br />

y su otra orilla también, y su piedra de ciruelo.<br />

78<br />

Caracas, 25 de abril de 1965.<br />

¿Quién dice que contemplar un perro así es vana ilusión?<br />

¿Quién dice que ese perro no toca los muretes<br />

de la sombra, cuando se abren los carriles?<br />

¿Quién afirma que ese perro no está de luto,<br />

que no conoce las puertas de las Tres Marías?<br />

¡Si él mismo se echa de menos cuando son doce pujos<br />

de desaliño, y se desayuna detrás de la puerta de Faiyef!<br />

Yo quisiera, de puro tántalo, de puro zurete,<br />

ir trancando las ventanas cuando el perro aúlla,<br />

cuando abre la nucha y dice con asombro: cuurr unnn.<br />

Yo quisiera verlo ahora, duscenando un tranquilo hoy,<br />

y yéndose por su hijo y vucándolo con trotearentumcurún.<br />

¿Será Mack ese perro du<strong>del</strong>ado?<br />

Bien hecho, siéntalo, a hacer contacto de doble 00.<br />

Caracas, 7 de julio de 1964.


José Antonio Castro<br />

Los espejos rotos<br />

Los espejos rotos multiplican la imagen de la vida.<br />

Puedes muy bien sentarte en tu escritorio y escribir como tarea la palabra “prostíbulo”<br />

con el general colgado en la pared.<br />

Puedes girar sobre tu vieja silla y pensar el más deshonesto pensamiento, pues<br />

no estás solo.<br />

Rompe todos los espejos a tu paso, multiplica la imagen de la vida, para entonces<br />

buscar la imagen buena, la que no tiene<br />

generales ni consagrados presidentes, la verdadera imagen<br />

de la vida.<br />

Degenerar sobre una silla giratoria<br />

La degeneración puede tener su célebre morada<br />

para degenerar entonces como un viejo paraguas, como enaguas<br />

de mujer solterona. Dadme cigarrillo o marihuana para que la vida se haga rosa y<br />

ya no sienta más el cansancio que reposa sobre mi silla giratoria. Dadme por fin<br />

plegarias para que pueda visitar los templos en mis horas de asueto, cuando el<br />

tartamudo jefe calle su voz, cuando deje de pensar que no pensaba y la máquina<br />

de escribir, la engrapadora, se vayan de mis ojos y de mi corazón.<br />

Dadme cigarrillo para soñar que pienso, pues la degeneración ha comenzado a<br />

romper mis pantalones y gusanos se abrazan como ligas a mis piernas.<br />

En estos momentos debo gritar un brindis por la vida.<br />

La vida no abandona, sigue aferrada a mí, mientras mi cerebro duerme y la degeneración<br />

ha quebrado mis fondillos. La vida me consuela, pues sueño que vivo<br />

normalmente, que alguien me ama, que las panteras están muertas en medio<br />

<strong>del</strong> camino, que el infarto ha segado las palpitaciones de tartamudos jefes, que<br />

el agua limpia nuevamente,<br />

que pienso.<br />

La imponente negrura<br />

Como la noche despojada de bombillos, así debe ser la imponente negrura que<br />

buscamos para perpetrar nuestros extraños aquelarres.<br />

79


Sólo veremos los ojos de los vendedores que queremos matar como unos puntos<br />

brillantes que aparecen en las ventanas <strong>del</strong> palacio (muy cerca <strong>del</strong> silencio) y<br />

daremos nuevos aires a nuestros pechos y apretaremos nuestros juguetes como<br />

si fuera lo que amamos en verdad.<br />

Buscamos como perros nuestras noches sin luz para poder gritar (¡al fin!) que si<br />

queremos y poder ver de nuevo las bellas llamaradas.<br />

Mapire<br />

Para este largo camino<br />

tengo mi bolso de viajero.<br />

Color de oro viejo,<br />

hecho de bella fibra.<br />

Allí guardo mi comida<br />

algunas prendas de vestir<br />

algunos libros.<br />

Y unos poemas donde preservo mi memoria<br />

y sin los cuales no podría andar por el camino<br />

pues estaría sin rumbo<br />

no sabría <strong>del</strong> sitio de partida<br />

ni cuál sería mi destino<br />

ni quién de verdad me dio la vida<br />

y las palabras<br />

y esta larga marcha en que persisto.<br />

El fondo <strong>del</strong> recuerdo<br />

¿Qué nos quiere decir la casa triste que viene <strong>del</strong> recuerdo,<br />

frente a un mar de altas olas?<br />

¿O el niño que está perdido, cansado de tanto andar,<br />

y la mujer blanca, hermosa, que sale a la puerta de la casa<br />

y le da de comer?<br />

¿O la música <strong>del</strong> clarinete, que juega y se interrumpe,<br />

y nunca llega al fin,<br />

y el niño que escucha emocionado,<br />

esperando tal vez ese final que no se encuentra?<br />

80


¿O el río de aguas amarillas que corre turbulento<br />

y el niño que lucha en su interior,<br />

desesperadamente?<br />

¿O ese olor lejano y penetrante<br />

de la mujer a la salida <strong>del</strong> baño,<br />

y el niño silencioso que la mira?<br />

¿O un alto naranjo que deja caer sus frutos amarillos<br />

en los pozos de agua?<br />

¿O la mirada de una niña que me observa,<br />

me enamora, y no me deja vivir?<br />

¿A dónde va todo ello? ¿Qué sentido es el suyo?<br />

¿Por qué persiste todavía en el fondo <strong>del</strong> recuerdo?<br />

A Bolívar<br />

Padre que vienes de las profundidades<br />

con tus ojos insomnes<br />

encendido por tu propia luz<br />

y eres el hacedor<br />

el dueño de memorias<br />

el hombre a caballo<br />

y también el fantasma de los lagos, los ríos, las montañas<br />

Padre que llegas cubierto por tu capa de espumas<br />

y triste a veces por tus muchos dolores<br />

y en el secreto de tu fértil odio<br />

Padre que llegas con ojos grandes negros fijos<br />

como ave sin nombre<br />

y arrasas los montes<br />

y desatas tormentas<br />

y levantas las olas en medio de los mares<br />

y marchitas la vida de tus enemigos<br />

Padre que vienes sin saber de tumbas<br />

pues eres cuerpo sin paz<br />

mano en acción<br />

el ángel de los cóndores<br />

el seductor de tiempos<br />

Padre que llegas también desde tus cordilleras<br />

caminando entre mares<br />

con tus botas olorosas a pólvora<br />

81


con tus dientes de metales<br />

para espantar a los malvados<br />

y para que abandonen sus guaridas<br />

y corran confundidos hacia el mar<br />

y no encuentren el mar<br />

ni la tierra<br />

nada<br />

sino un eterno viaje sin retorno<br />

para sellar sus muertes<br />

para que así paguen por las pesadillas<br />

por las bocas abiertas<br />

por los hijos muertos<br />

Padre te ruego que retornes<br />

no tardes más<br />

que es urgente el vivir,<br />

ven<br />

pues tus enemigos saben que no tendrás piedad<br />

que matas con el acento de tu voz<br />

que tu grito ha viajado al fondo de la tierra<br />

para ahuyentar a los demonios escondidos<br />

Padre<br />

que el castigo salga velozmente de tu mano<br />

que decretes la muerte de todos los malditos<br />

de los desalmados<br />

de los hijos <strong>del</strong> mal<br />

de los que fundaron la traición <strong>del</strong> verbo<br />

en el verbo<br />

y te cubren con palabras<br />

con cemento<br />

con coronas de flores<br />

pero que te asaltaron diecisiete veces<br />

y no pudieron acabar tu cuerpo<br />

pues nada pueden contra ti<br />

Oh Padre<br />

que vendrás a destruir<br />

la morada de los que escupen en la tierra<br />

para que no crezca más la hierba<br />

Ven pues con tus perros de la muerte<br />

azuza tu jauría contra ellos<br />

y atraviesa los montes<br />

para perseguir a los malditos<br />

que ahora nos ahogan<br />

porque saben que fuimos una vez contigo<br />

tras de ti<br />

82


escribiendo la palabra libertad por todas partes<br />

en las piedras<br />

en las paredes<br />

en los caminos<br />

clasificando plantas, llanuras, pájaros, raudales,<br />

nombrando todo<br />

cada cosa<br />

para que así vivieras para siempre<br />

Oh Padre que llegas por las noches<br />

y estás en los altares <strong>del</strong> pueblo<br />

y vas en sus pensamientos<br />

en sus almas<br />

pues eres mago<br />

inventor de América<br />

vigilante de sus volcanes<br />

curador de las heridas<br />

santo de tu propia iglesia<br />

elegía de los iluminados<br />

ángel exterminador<br />

cúpula <strong>del</strong> universo<br />

casa de juego para el amor<br />

fuego <strong>del</strong> fuego<br />

comienzo de los viajes<br />

sangre que se derrama<br />

para blanquear la tierra<br />

Ven pues Oh Padre<br />

enjaeza tus furias<br />

calza nuevamente tus botas<br />

llega a nosotros<br />

con nosotros<br />

para escribir tus palabras en las paredes de la patria<br />

y condenar otra vez por tu decreto<br />

la oscura vida <strong>del</strong> maldito.<br />

83


Jesús Enrique Barrios<br />

Otoño<br />

Vendrá el otoño<br />

a sacudir sus penas<br />

en la corriente de mi sangre.<br />

Y más adentro<br />

en la caída de las lágrimas<br />

estallarán mis sueños<br />

antes de iniciar el vuelo.<br />

Y entre las últimas páginas<br />

el sol escribirá los recuerdos<br />

de mis amores muertos.<br />

Conjugación<br />

Alguna vez fui piedra,<br />

hoja en la arboleda,<br />

viento en el bosque y<br />

furia en la llanura.<br />

Fui ángel y desorden<br />

con las rosas <strong>del</strong> camino<br />

y ya no lo recuerdo.<br />

Soy lo que seré<br />

y también lo olvidé.<br />

Y a solas voy sin<br />

darme cuenta que<br />

el peor castigo<br />

es todo lo que soy.<br />

Fatalidad<br />

Mi niñez<br />

me indicó<br />

la inmortalidad<br />

de la vida<br />

y en la vejez<br />

me acogí<br />

a la inmensidad<br />

de la nada<br />

84


1<br />

Me provocan los finales. Me sobran los orígenes. Cualquier abismo en mi interior<br />

es falso. Hiervo en todas las condiciones. Abro las compuertas de la represa<br />

donde mi vida hincha sus dudas.<br />

8<br />

No es falta de sol. Laberinto somos. Los sueños abandonan la carne y en azarienta<br />

desbandada frotan su lujuria en los manantiales. Algo va a ocurrir. Resulta que la<br />

ausencia ha derivado en felicidad insoportable. Es difícil orientarse en este paisaje<br />

ebrio de luna. Aún así invento fábulas y sigo creyendo en el principio, cuando<br />

pude izar mis emblemas y hacerme en el resplandor que amanecía.<br />

7<br />

Limo un sueño. Sus residuos imantan el camino. Leves caricias acondicionan<br />

mi soledad. Ningún suceso se disuelve adentro. Los hechos van de paso y el ser<br />

por una sola vez sigue siendo idéntico. No sé qué venganza cósmica decapita a<br />

la realidad. Todo queda a oscuras. Vacío mi copa y cierro los ojos.<br />

3<br />

¡Aldea natal!, más bien luz primera. Respiración de un espacio de oro interminable.<br />

Juegos alojados para siempre entre los huesos. Cabalgadura de los sueños y de las<br />

expectativas más lejanas, escritas con la dulzura de un amanecer cuyo sol inventa<br />

hierba, pájaro y fiestas. Calles polvorientas, disueltas en mis ojos, donde mis pasos<br />

recogieron el galope de los caballos y la revelación de la esperanza. Ligero latido de<br />

la noche donde abre sus rosas la ilusión <strong>del</strong> hombre. Pensamiento erguido hacia<br />

las cumbres donde el mal no se atreve y la justicia custodia la amistad. Y la herida<br />

se lanza al río en busca de su alivio. Y el pueblo reparte el hambre que se hace risa<br />

en la protesta callejera.<br />

7<br />

Me acojo a la sombra <strong>del</strong> árbol sobre la tierra roja. Mientras tanto tanto no sé<br />

qué pasará. Nunca lo he sabido. He creído que las cosas no fueron hechas para<br />

nadie. Por eso permanezco tanteando, explorando, sin entregarme. Sólo quienes<br />

han domeñado sus propios temores entienden los acontecimientos. Y no soy<br />

uno de ellos.<br />

85


2<br />

Vuelvo a mis desgracias. Vuelvo a las señas <strong>del</strong> destino. Soporto la desolación que<br />

la falta de fe deposita en los altares de la tierra. Tiro al fogón las equivocaciones<br />

que agitan en mis entrañas. Ciego ante las evidencias, mi pensamiento agrega<br />

más descomposición a los asuntos. Exploro mis padecimientos y el reloj indica<br />

el señorío que me aguarda. Ando perdido y nada más.<br />

12<br />

Y <strong>del</strong> verbo salió la tropelía a buscar la revelación. No en vano me concilio con<br />

el sol y hasta llego a confundir la igualdad <strong>del</strong> universo con la pretensión de mis<br />

sueños.<br />

Mi vagancia se hace signo <strong>del</strong> absurdo. Los sentidos me llevan al punto donde<br />

el silencio predica su creación.<br />

13<br />

Por el resplandor deduzco el tamaño <strong>del</strong> rigor. Por la escasez intuyo la esencia.<br />

En consecuencia, propongo la revisión de los cimientos y quemo mis oraciones<br />

en el alba recién llegada. Con semejantes pedrerías alumbro el contenido de mi<br />

búsqueda.<br />

Pequeño gesto<br />

Asaltante de mi última miseria, hace tiempo te espero en el desfiladero por donde<br />

debes pasar en busca de tus caballos.<br />

Hubo una mujer a la que nunca una mosca llegó a posársele, pero el viento<br />

soplaba siempre a tu favor. Tus barcos estaban cargados de tentaciones y nada<br />

pude hacer para apropiármelas.<br />

Y esperé las tormentas de la luna para venir a visitarte.<br />

¿Tus caballos son de mercurio o de pan son tus caballos?<br />

Algunos colores<br />

Saco a Dios de su gruta. Pinto el destino a mi gusto: con ese certero celeste de<br />

los agónicos ocasos y el desvaído esmeralda de las aguas lejanas.<br />

86


No sé si soy indiferente en el recuerdo o indispensable en el futuro, pero hago<br />

de la gracia un gesto cotidiano.<br />

Trazo la ruta <strong>del</strong> tiempo y a fuerza de entregada vocación invento los colores que<br />

mi vida necesita.<br />

Así es<br />

Volvieron<br />

a ensuciar<br />

el silencio.<br />

Contaron hasta cien.<br />

Dijeron un río,<br />

un trago de ron,<br />

una fiesta en color rosado.<br />

Y las limpias matemáticas<br />

se hicieron carne,<br />

refriega manifiesta.<br />

Amor mío, desde hoy iremos a vivir en el olvido.<br />

9<br />

24<br />

En una antigua tribu de Urica, el pájaro carpintero se lanzaba hacia el fogón, rozaba<br />

con su pico una topia, y producía la chispa necesaria para encender el fuego <strong>del</strong><br />

amanecer, con el que se quemaban las penas y se cocinaban los alimentos.<br />

33<br />

De Dios sé que sí y que no. De la muerte sólo sé que sí. Sin embargo, el campesino<br />

de Urica , me dijo “no dejes de andar, porque en algún punto <strong>del</strong> camino puede ser<br />

que Dios se te aparezca y consigas lo que quieres, antes de llegar al otro punto,<br />

donde la muerte con seguridad te esperará para decirte siempre que sí”.<br />

87


Rafael Petit Jiménez<br />

La gota<br />

Viva<br />

sin miedo<br />

dibuja una serpiente.<br />

Pequeña<br />

en su fuego<br />

de indefensa frontera.<br />

Anima su interior<br />

suspira<br />

resbala<br />

al costado <strong>del</strong> vaso<br />

o <strong>del</strong> árbol<br />

en su destino de ancla.<br />

La gota<br />

se deshace en la rama<br />

descuaja<br />

su cuerpo contra el agua<br />

en desahogo.<br />

Una fiebre<br />

Hacia el sol hay una salida<br />

un refugio<br />

un encuentro.<br />

Espera una barca<br />

un deseo<br />

una fiebre<br />

.<br />

Empieza un sacrificio<br />

una señal contra el hielo<br />

tal vez una borrasca.<br />

Hacia allá está mi mente ahora<br />

esperando mi sangre<br />

metida en ese ensueño<br />

caluroso.<br />

88


Tu centro<br />

Anoche<br />

fuiste transparencia<br />

oí tu grito<br />

metido entre las sábanas<br />

tu centro.<br />

Aura…<br />

espuma… río…<br />

Bebí el dolor<br />

de tu salto<br />

cascado<br />

en el lamento<br />

al morder el bosque de tu sombra.<br />

Corriente<br />

El tiempo no ha podido con mi angustia<br />

¡Ha sido tan tenaz!<br />

corriente<br />

siempre<br />

viva.<br />

La distancia<br />

horno donde tiemplo<br />

la espera<br />

también vive.<br />

Las impresiones de ayer<br />

sus fantasías<br />

la herida<br />

vuelven por las ansias<br />

de tenerte<br />

otra vez<br />

viva.<br />

89


La noche.<br />

Víctor Salazar<br />

Instante<br />

Amo tu voz,<br />

tus manos,<br />

la muñeca que duerme<br />

sepultada en el llanto,<br />

tu soledad inconclusa,<br />

las paredes sin nombre,<br />

la puerta abierta al íntimo<br />

refugio de la noche.<br />

El barrio.<br />

Aquí los días se hicieron imborrables.<br />

Aquí un mendigo preguntó por su sombra asesinada.<br />

Detrás hubo ciudades desde donde los viejos vendedores partieron.<br />

Viajaban a lo largo de caricias hundidas.<br />

Se hablaba de posibles encuentros<br />

como de muelles por cuya soledad transitaban los náufragos.<br />

Sonrisas desgarradas que ya no pertenecen a los rostros.<br />

Los caminos mirándose en el grito.<br />

La sed cruzando nuestras voces.<br />

Alguien creyó desenterrar su nombre entre los ademanes solitarios.<br />

No había sino lamentos llegados desde lejos,<br />

cicatrices por las que un río de pájaros regresaba al comienzo.<br />

Retorno sucumbiendo en los suburbios.<br />

Distancias extraviadas.<br />

La pobreza que duerme en las pensiones<br />

donde una ciega soledad repite nuestra muerte.<br />

Conservo siempre, entre mis cosas, una vieja camisa.<br />

No hago más que mirarla. Cada mañana, antes de irme a la oficina,<br />

me detengo ante esa forma suya de acomodarse a cualquier sitio.<br />

5<br />

2<br />

90


Estoy hecho a la imagen de esa camisa que se niega a dejarme, y que está allí,<br />

sin desprenderse de lo que he ido acumulando durante tantos años.<br />

Nadie me mira en esta hora. Soy uno más en esta clase de emoción que produce<br />

estar solo.<br />

7<br />

Aún eres tú sobre todos y cada uno de los objetos vaciados en esta habitación.<br />

Tiemblo, y sé que antes de tú llegar todo estaba invadido y transformado.<br />

Deberías empezar donde la soledad se acerca a los desposeídos.<br />

Mis palabras son demasiado solitarias,<br />

y haces falta.<br />

8<br />

9<br />

Has de ocultarlo todo, precisar un instante en que la diferencia sea ciertamente<br />

lo que buscas. Lo que fue se abandona y pasa inadvertido. Nada ni nadie puede<br />

recuperarlo. Lo que no es hace que vuelva contra todo deseo de contenerlo. He<br />

aquí, no obstante, que ni siquiera puedes lamentarte. Todo lo que te ata a la<br />

necesidad de oscurecerte es un desorden que se hace incomprensible, ciego.<br />

La ciudad está poblada de tinieblas, y el desorden te arrastra.<br />

Todo es igual entonces.<br />

Las cartas.<br />

El recuerdo de viajes imprecisos, y el silencio.<br />

El puerto y el anochecer interminable sobre el agua.<br />

Algunas de mis cosas y el olor de tus manos en la noche.<br />

La presencia de todo lo anterior.<br />

El mar, Rosalba.<br />

19<br />

91<br />

Caracas, 1966


8<br />

era de noche, sabías que era de noche porque empezaron a encender las luces<br />

y la gente comenzó a contar cuentos y tú te detenías frente a las lámparas de<br />

kerosén y tú sabías que vendrían a buscarte y que te llevarían hacia otro pueblo<br />

pocos días después era esa lancha y ese poco de mar que te asustaba y tú quisiste<br />

regresar y conversar con Leandro y bajar a la playa y aprenderte los nombres que<br />

le ponían a las embarcaciones y era todos los días que tú bajabas a la playa y te<br />

parabas <strong>del</strong>ante de las redes y mirabas a Leandro,<br />

y otra vez esa lancha, otra vez ese poco de mar, y te santiguas, te metes en la<br />

casa, y ya no sales.<br />

Tengo algo que decir desde este río, Bolívar<br />

Supe de ti temprano.<br />

Cuando mi madre anciana de plegaria<br />

<strong>del</strong>etreaba tu nombre en mi cuaderno.<br />

Y me volqué en tu sangre,<br />

en tu palabra trajinada de fuego,<br />

tratando de enterrar las playas condenadas a un muelle<br />

de vocales enfermas.<br />

Estoy en medio de algo donde nunca ha llovido,<br />

Bolívar y tu sombra<br />

abre rutas y puntos cardinales al tiempo<br />

detenido en antiguas llamaradas de angustia.<br />

Siento que un signo viste tu voz en el silencio<br />

y avanza sobre mayo para tejer la aurora.<br />

De pie, como un gran mástil<br />

sobre el perenne espacio<br />

de la esperanza, un niño<br />

duerme un temblor de viaje<br />

innumerable y canta.<br />

¿Qué somos sino pasos recogiendo la inerme<br />

soledad de las anclas?<br />

El hombre rozó el mar en su dolor profundo,<br />

creció en la orilla de tu canto,<br />

supo<br />

de un rastro, un dios, un horizonte.<br />

Estuvo junto al viento que detenía tu rumbo,<br />

ahondó en la sal, en la infinita espera,<br />

y derrumbó la incierta<br />

92


enunciación <strong>del</strong> sueño.<br />

Tu volvías en un vuelo<br />

de humanizada lumbre<br />

para habitar las horas.<br />

Desde el fondo <strong>del</strong> llanto<br />

crecía un manglar de espasmos.<br />

Allí fue un incesante rumor de claridades.<br />

Allí guardó la noche sus manos fatigadas<br />

y un navío de ternura<br />

te inundó en la propicia mañana <strong>del</strong> regreso.<br />

La lluvia vino<br />

para agregar su corazón de estrella.<br />

Tengo algo que decir desde este río, Bolívar.<br />

Vi ciudades perdidas en un tropel de laberintos muertos,<br />

en ráfagas de heridas<br />

muchedumbres que hallaron<br />

lo que la débil noche de los dioses no entiende.<br />

Así, bajo los cielos de gris y de silencio,<br />

anduve por los viejos anhelos incumplidos<br />

por la tierra <strong>del</strong> hombre recostado en su olvido.<br />

Es más. Para alumbrar la mesa acostumbrada al miedo,<br />

empezabas en mí como la voz de un cuento<br />

trabajado en la infancia que nunca se fatiga.<br />

Marino, al fin, en la distante esfera,<br />

busqué tu luz para inundar mi muerte.<br />

Volví al dolor de ahogadas cicatrices,<br />

llegué a la prematura vejez de los crepúsculos,<br />

a un golfo de gastados bergantines, a un cielo<br />

de encanecida ausencia.<br />

Y así junto al bauprés de un tiempo<br />

encadenado al extraviado nombre,<br />

solo en el pulso <strong>del</strong> <strong>del</strong>irio, atmósfera<br />

de oleajes sepultado,<br />

llegó tu jubilosa prolongación de savia.<br />

El cielo volvió al mar para cubrir el corazón cansado,<br />

señaló espejos de soledad. Detuvo<br />

las islas habituadas a su dolor de tiempo.<br />

Desde entonces caminas entre el polvo de un día<br />

que se niega a morir porque confía en tu signo.<br />

Todos tenemos barcos perdidos en el fondo.<br />

Podría callar de olvido entre las manos,<br />

93


pero una piel me enseña sus musgos en la tarde.<br />

Vamos hacia un espacio conocido<br />

para mirar la indiferencia de la luz<br />

nevando.<br />

Porque cuando en los senos de la lluvia<br />

ondean melancólicas señales<br />

sólo una fiebre sube a los párpados ahogados de la tarde.<br />

Déjame preguntar la sed de los latidos<br />

para decir: allá, bajo las redes<br />

espiadas por el crimen,<br />

ha de llegar tu mano para ordenar la aurora.<br />

Sé que penetrarás en la deshabitada ternura <strong>del</strong> sollozo,<br />

que amarás la sencilla semana <strong>del</strong> retorno,<br />

que dirás: para concluir cenizas<br />

encenderé una lámpara de amor en las miradas.<br />

Enséñanos tu eternidad esparcida<br />

para borrar las áridas memorias de la piedra,<br />

despierta y palpa la oscuridad lanzando sus desgarrados árboles<br />

contra el aliento de las voces<br />

que ahondan en la sacrificada anunciación <strong>del</strong> día.<br />

Bebe estos labios estremecidos por la sed,<br />

este destruido fondo de la vida,<br />

esta ciudad de abandonada orilla,<br />

devuelve el resplandor, el centro<br />

perdido <strong>del</strong> amor.<br />

Oh, selva de la luz, cuánta penumbra fecundada,<br />

cuánta<br />

colmada herida sobre el mar y sus naves, cuántos<br />

caminos extraviados...<br />

Aquí, donde la entraña de la tierra soporta<br />

los rigores <strong>del</strong> látigo, Bolívar,<br />

los hombres han negado tu manantial de sueño.<br />

Los ídolos de arcilla dan a beber tu nombre<br />

sólo en páginas, fechas<br />

irremediablemente calcinadas.<br />

Pero tú sigues, hablas<br />

desde el interrogante verano de los pobres.<br />

94


Teresa Coraspe<br />

Ante la puerta<br />

¡Oh puerta!<br />

¡Cuántas sombras habrán pasado a través de ti!<br />

Y cuando tú no eras puerta, sino árbol, ¡Cuántas sombras<br />

descansarían en tu regazo! Mas, cuando tú, aún ni siquiera<br />

Eras árbol, ¿qué mano temblorosa sembraría la tímida semilla<br />

A la tierra, que diera origen a que algún día fueras árbol<br />

Y luego puerta?.¿Dónde están?<br />

Moradas<br />

De las casas que habité<br />

Sólo tengo fragmentos de recuerdos<br />

¡Fueron muchas!<br />

así mi infancia fue fraccionada por las tantas mudanzas<br />

Pero hay una casa<br />

que se repite en los sueños<br />

quizá porque en ella viví por siete años<br />

y en las noches viene a visitarme poblada de fantasmas<br />

Yo la voy reconstruyendo habitación por habitación<br />

sin omitir ni una puerta o ventana (siquiera)<br />

Pero de todas esas casas<br />

la verdadera es ésta donde habito leo y pienso<br />

y donde los hijos y la infancia dejaron huellas profundas<br />

con árboles y flores y el verde y los pájaros y la risa y el<br />

llanto se sientan a la mesa como quien va a misa cotidianamente<br />

Esta casa y las demás casas fragmentadas<br />

son pedazos de vida dejados por ahí<br />

a la par de los días<br />

Y en muchas noches cuando duermo<br />

vuelvo con la llave<br />

a la cerradura que abro con suma facilidad<br />

para habitar en silencio esa casa que se repite<br />

y se niega a ser olvidada<br />

Y la encuentro ocupada<br />

con los mismos muebles que una vez existieron<br />

sólo que voces misteriosas me asustan<br />

quizás son las nuestras<br />

que se quedaron grabadas<br />

en el interior de sus muros<br />

y que la ausencia vuelve entrañas<br />

95


Por eso mi penúltima casa<br />

la cuido y acaricio porque es la morada de este cuerpo<br />

que un día dejará de ser<br />

Yo la miro largamente para darle vida<br />

y que palpite como una lámpara encendida a media noche<br />

una casa donde el sol se las ingenia para entrar<br />

y acurrucarse en silencio en todos sus rincones<br />

y llenarla de luz como un cáliz venido desde lejos.<br />

Cántico<br />

Vuelvo a mi antigua soledad, A solas voy porque ella es parte<br />

de mí desde todos los comienzos. Voy a tomar limoneros de los<br />

patios de antaño, ciruelos maduros al caer el alba y a transitar<br />

los senderos de una niñez perdidos detrás de los guayabos y<br />

el viejo dividive. Sentiré nostalgia de seres que no olvido. Sé que<br />

no debo asumir actitudes vacilantes porque la luz volverá <strong>del</strong> frío<br />

a esta hoguera.<br />

He visto desde aquí que nada nuevo ha sucedido en los tiempos.<br />

Sólo este espíritu divaga sobre catedrales, anda loco detrás de<br />

los vientos y se queda extático ante el río. Yo lo dejo,<br />

aún debo seguir este viaje interminable.<br />

Al vuelo de un colibrí...<br />

Con pausa quizás con tregua<br />

quizás buscando en el latir su esencia<br />

sintiendo sus pasos percibiendo<br />

ese olor inconfundible que has dejado<br />

color que surge al vuelo<br />

palabra rota y sostenida<br />

al calor de una llama deslizándose<br />

la que sostengo y beso quemándome<br />

persistiendo detrás <strong>del</strong> aire oscuro y vacío<br />

sigilosa mirándote<br />

atreviéndome a no decir que digo nada<br />

que no estoy ni estamos y doy vueltas<br />

entre los torbellinos de olas secas<br />

plagadas de misterios<br />

que me son revelados<br />

desde el tiempo empeñado en azotar<br />

una a una la cáscara de piel<br />

que me recubre<br />

y así voy<br />

96


latiendo torturándome envuelta<br />

en la distancia esperando<br />

esperando un esperar sabiendo<br />

sabiéndote sabiéndonos<br />

ocultos detrás de la centella.<br />

Yo sostengo el río entre mis ojos<br />

El río está al fondo de las casas<br />

la ciudad es un estallido de colores<br />

a veces unas ruinas sin cansancio<br />

piedras que son el sostén de los cimientos<br />

catedrales y campanas, fotografías diluidas<br />

Yo camino<br />

allá está la gran piedra<br />

debajo la serpiente con fauces que descansan<br />

en el Altar Mayor de las iglesias<br />

Escucho<br />

sigo las empinadas calles lentamente<br />

Agosto llega con sus aguas<br />

yo sostengo el río entre mis ojos.<br />

Caballito de mar<br />

Caballito de mar que se sube a la espuma<br />

al ritmo de la ola y cabalga<br />

encabritándole a uno la piel<br />

(como tú hiciste con la mía anoche)<br />

y, luego<br />

el sabor de los sentidos<br />

imaginando las diferentes maneras<br />

que uno tiene para amarse<br />

y yo, contigo<br />

subiendo, subiendo<br />

por esos laberintos de aguas<br />

mientras el mar, como un inmenso ojo negro<br />

cubría su cara de amante furtivo.<br />

97<br />

Ciudad Bolívar, 25 de Octubre, 2008.


Eduardo Lezama<br />

Cubiertos por la sal<br />

Sólo este vacío nos desvela.<br />

Esta zozobra interrogándonos dentro<br />

cuando ya todo está<br />

subyugado por el fuego.<br />

¡Oh lágrimas!<br />

¡Oh sangre sublevada, sangre asesinada!<br />

¡Oh noche donde los cuerpos se desangran<br />

cubiertos por la sal!<br />

Mil veces exhumado<br />

Yo, lobo y aullido<br />

aullido y vino empapando labios<br />

fusil y sangre edificando el tiempo.<br />

Bestias, soldados, pueblo hambriento.<br />

Escombros. Odio abriéndose en los brazos.<br />

Múltiple exilio en la lengua.<br />

Muerte en los ojos desmembrados<br />

por el beso húmedo.<br />

Yo, mil veces coagulado,<br />

mil veces exhumado,<br />

mil veces alucinado al trueque<br />

de la aventura.<br />

Yo, en el siglo amortajado.<br />

Y otra vez<br />

Y otra vez he roto mi equilibrio<br />

hostigando los fuegos infinitos.<br />

Me he fugado de las cenizas<br />

que hambrientas oscilaban<br />

alrededor de mi cuerpo…<br />

¡Ah! El laberinto de mi voz alcohólica<br />

sobre los tímpanos de la desnudez<br />

98


indómita.<br />

¡Ah! Mi coraje, la osamenta,<br />

la daga con que han grabado en mi cerebro<br />

el nombre de las víctimas.<br />

Y darme luego por llorar<br />

llorar y maldecir,<br />

gritar en cada esquina.<br />

Hoy, la muerte se ahoga en mi garganta.<br />

Desde la hierba<br />

Los convoys transitan la avenida.<br />

Los soldados cantan,<br />

lanzan besos a las muchachas<br />

que pasan.<br />

Venían de matar.<br />

Año 1965<br />

un día cualquiera<br />

10 de la mañana:<br />

Pienso en el festín de los zamuros.<br />

En mis camaradas mirando al sol<br />

desde la hierba.<br />

Ahora es un hueso<br />

Ahora es un hueso<br />

una mirada<br />

un golpe en plena soledad<br />

espasmos por donde la sangre<br />

forma caracolas<br />

y profundo es el goce<br />

de pájaros salvajes<br />

contra las oscuridades de la muerte<br />

Alto el reposo<br />

La hoja flotando en los solsticios<br />

Yo sobre la inmensidad <strong>del</strong> vuelo<br />

dejo caer gotas de amor<br />

zumos de selva virgen<br />

y granitos de cristales<br />

que descienden al río.<br />

99


Desde el fondo <strong>del</strong> espejo<br />

Desde el fondo <strong>del</strong> espejo<br />

vuelve el hervor de los sueños<br />

la desesperanza<br />

manos como frutos en la sequedad de mis labios<br />

Hablo de tu carne húmeda<br />

de tu sexo roto en los abismos<br />

como inacabable razón de la existencia<br />

Sobre la desnudez que no escondes<br />

exploro las dudas<br />

que se desvanecen en mis huesos<br />

las puertas con sus días vacíos<br />

el musgo rodeado por las noches de invierno<br />

la estación bañada de duraznos<br />

el acoso de la memoria<br />

constelación de todo cuanto me atormenta.<br />

Como un ritual<br />

Y el chillido hiere a plenitud<br />

Pequeños habitantes<br />

atados al ocaso<br />

desde siempre<br />

Los tejados añejan otra historia<br />

De pronto<br />

la selva en mí<br />

como ritual espléndido<br />

y un río inmenso afilado en el tiempo<br />

Noche deslumbrante e inaccesible<br />

La muerte quebranta los espejos<br />

y despliega sus serpientes<br />

después <strong>del</strong> sueño.<br />

100


Enrique Hidalgo<br />

La niña de Chiriquí<br />

La Niña de Chiriquí<br />

tiene un nombre: Esther María;<br />

pero igual puede llamarse<br />

agua, gaviota o semilla.<br />

En el Valle de La Luna,<br />

donde se dice que habita,<br />

juega y juega a ser maestra<br />

y enseña sobre la vida.<br />

Allí en su casita azul<br />

donde muchos la visitan,<br />

ella planifica un mundo<br />

sin tristezas ni mentiras.<br />

La Niña de Chiriquí<br />

ahora que crece y camina,<br />

piensa recorrer el mundo<br />

cantando su poesía.<br />

Ella se ve en el espejo<br />

y de verdad que es muy linda:<br />

sombrerito panameño<br />

y ojitos de aguamarina.<br />

En su piel habita un ángel,<br />

y en sus manos golondrinas,<br />

hay la pasión por trazar<br />

el mapa de la alegría.<br />

La Niña de Chiriquí,<br />

en su fecunda campiña,<br />

cosecha caña y bananos<br />

y la guayaba exquisita.<br />

Luego se adentra en el mar<br />

donde allí también cultiva:<br />

perlas, corales y esponjas<br />

en su granja submarina.<br />

Luego se va por los pueblos<br />

a vender su mercancía,<br />

pidiendo a cambio monedas<br />

de amistad y rebeldía.<br />

La Niña de Chiriquí<br />

desborda la fantasía,<br />

y habla con el ojo de agua<br />

101<br />

A Nelly Contreras


y con la pájara pinta;<br />

ayuda a barrer la casa<br />

de las nobles hormiguitas,<br />

y pregunta por su rojo<br />

a la negra semillita.<br />

Después que al ratón goloso<br />

por avaro lo castiga,<br />

ella inventa una oración<br />

y crece más la plantita.<br />

La Niña de Chiriquí<br />

viaja por mil lejanías:<br />

Estambul, Viena y Bruselas,<br />

por Roma y hasta por China.<br />

Pero más le gusta andar<br />

por la América Latina,<br />

porque América es la patria<br />

como ayer dijo Bolívar.<br />

Y así va por Guatemala,<br />

por Cuba o por Costa Rica,<br />

con su mensaje de amor,<br />

de libertad y justicia.<br />

La Niña de Chiriquí,<br />

sin alfombras ni varitas,<br />

se trasladó a Venezuela<br />

donde al fin se quedaría.<br />

Y en ese peregrinar<br />

al Zulia se vino un día,<br />

para hacer las cosas bellas<br />

que los niños le pedían.<br />

Con Elizabeth y Amanda,<br />

con Gerardo y Carolina,<br />

navega en barco velero<br />

por el Lago y con la brisa.<br />

La Niña de Chiriquí<br />

es una excelente amiga,<br />

y por realizar un sueño<br />

sobre las piedras camina.<br />

Los niños que andan con ella<br />

muchas veces la critican,<br />

pues, terminada una cosa<br />

otras inventa en seguida.<br />

Con amor y con trabajo,<br />

que son dos cosas sencillas,<br />

como miel logra la abeja,<br />

ella logra maravillas.<br />

La Niña de Chiriquí<br />

se pasea entre margaritas<br />

102


y el jazmín y el cundeamor<br />

casi se mueren de envidia.<br />

Los encantados ciruelos,<br />

los pájaros amatistas,<br />

le ofrecen canto y perfumes<br />

a cambio de su sonrisa.<br />

Se acerca el caballo bayo<br />

entre la dulce neblina,<br />

y claro se oye que dice:<br />

—¿Cómo estás, Esther María?—<br />

La Niña de Chiriquí<br />

nos muestra su banderita,<br />

tiene blanco, azul y rojo<br />

y también dos estrellitas.<br />

A los amigos que luchan<br />

los apoya y los reanima,<br />

y les dice que la patria<br />

es el punto de partida.<br />

Cuando sueña con su tierra<br />

llora como entredormida<br />

y hace mención de un canal<br />

de aguas azules y frías.<br />

La Niña de Chiriquí<br />

sin anunciar despedida,<br />

tan hermosa y tan valiente<br />

y tan dueña de sí misma,<br />

en su barquito velero,<br />

con el turpial y la hormiga,<br />

se marchó saltando sombras<br />

y cantándole a la vida.<br />

Chiriquí le canta y llora,<br />

llora la América unida,<br />

y Maracaibo le dice:<br />

—¡Hasta siempre, Esther María!—.<br />

103


Eduardo Sifontes<br />

Escolta<br />

Bajo la luz de la luna alguien cuenta mis pisadas,<br />

camina sobre ellas.<br />

Su sombra está pegada a mi sombra.<br />

Camino en zig-zag, corro, freno, ando, en puntillas, a grandes zancadas<br />

y siempre me persiguen.<br />

No sé quién me vigila los pasos. No sé…<br />

Sólo escucho el tronar de los relámpagos lejanos.<br />

Y la soledad múltiple comienza a hipar.<br />

En posición premeditada<br />

Camarada mía, sumisa, levántate y oye<br />

la más dulce música que mea un cadáver que camina.<br />

Levántate<br />

que vengo a adornar tus entrañas con las más hermosas flores<br />

brotadas de mis poros,<br />

con la más grande ternura que me sale de los huesos<br />

para enmudecerte mejor.<br />

Levántate y óyeme<br />

que canto mi fiebre desde tu plexo con los ojos cerrados<br />

muy bajito<br />

muy bajito<br />

un cro-cro de los sapos, mi cuadro sinóptico<br />

mis sueños póstumos,<br />

mis cuestiones de principios ocultos en un lado <strong>del</strong> cerebro.<br />

Levántate y óyeme, en trance de muerte<br />

ebrio, condenado, con el cuerpo malo<br />

y aullando<br />

y cantando<br />

en posición premeditada, los gemidos bestiales de mis pulmones.<br />

El cielo se nos viene encima<br />

estrepitoso<br />

en forma de corazón<br />

y tocamos flautas de huesos<br />

Flauta de huesos<br />

104


con unos ojos <strong>del</strong> carajo<br />

hasta que explota la bomba<br />

en el fondo de nuestros espíritus<br />

y la belleza que buscamos<br />

brota de las basuras<br />

en continuos rayos de luz.<br />

Ebriedad de mago<br />

Yo<br />

raza dispersa por tu presencia<br />

muevo un dedo<br />

y desaparece tu imagen<br />

tu forma<br />

la piel blanca que amé<br />

y que amo<br />

y mi sangre <strong>del</strong> alma pura de arrechera<br />

Yo<br />

viejo monstruo<br />

de continuos sueños que yo soy tú<br />

con ojos llenos de palomas negras y luna menguante<br />

veo el misterio de los tuyos que son brasas<br />

y veo también en mi bola de cristal<br />

una monja que contempla demonios copulando<br />

desplomándose en ruinas<br />

mientras yo no puedo besar tus manos<br />

ni tu amargura<br />

amando otras cosas más que a ti<br />

y secándome la cara con un pañuelo descolorido.<br />

Condenado<br />

Tus sueños nunca se van de los párpados<br />

mientras yo grito abrazado<br />

a tus entrañas que fueron mías<br />

a tus raíces a tus zapatitos rotos<br />

a tu falsa música de caracoles<br />

y evangelios y perros heridos<br />

el suelo me derriba<br />

desde que entendí la palabra amor<br />

el cielo me quema<br />

ebrio<br />

deslizándome por las puertas<br />

cohibido como ladrón<br />

105


sacudo rayos de sol<br />

la negación de la historia de los principios<br />

mi mala cabeza ¿qué sé yo?<br />

condenado desde la edad de la razón<br />

¡Condenado!<br />

Gajes <strong>del</strong> oficio<br />

A veces<br />

cuando no sé cómo comenzar el poema<br />

barajo monedas falsas<br />

y un sol morado abierto de par en par<br />

clavado en el horizonte<br />

va deteniendo el tiempo<br />

hasta que todo queda inmóvil<br />

entonces yo me quedo<br />

con esta risa no sé de qué<br />

que rueda constantemente<br />

por mis sueños interminables.<br />

Canción de otro tiempo<br />

Desde los barrotes veo caer<br />

la lluvia blanca muy fina<br />

el siglo que transcurre en toque de queda<br />

como un espectro <strong>del</strong> pasado<br />

hay un silencio perdido en la memoria<br />

y hasta aquí llega el olor quemado<br />

de un sapo flotando entre las flores.<br />

Campo de maniobra<br />

Por sobre todas las cosas y debajo <strong>del</strong> aire mudo<br />

hay un compás de espera en nuestros propios funerales<br />

trato de identificarme, buscar mi sitio<br />

encontrar el aire que me falta<br />

mi pequeña momia reclamando su presa<br />

mi pequeña memoria capturada en el sexo<br />

enmudezco pero soy testigo<br />

sobre el campo de maniobra explotan las estrellas<br />

un pedazo de mí ha muerto<br />

y de pie<br />

glorificados<br />

nos espaturran los testículos<br />

106


los muertos lanzan sus plegarias-mentadas-de-madres<br />

con sus primeros aromas y los párpados cerrados<br />

logran vencer gestos inesperados.<br />

Cocollar<br />

Me identifico<br />

soy mi propio testigo<br />

con brazos en jarra tratamos de asir imágenes al azar<br />

venimos a socorrernos huimos de las canciones<br />

nos convertimos por un instante en nuestros propios verdugos<br />

buscamos desesperados la luna que nos hiere los ojos<br />

ni las pulsaciones<br />

ni la música que brota de nuestras heridas<br />

conmueve este instante<br />

trato de asir tu rostro perdido<br />

en los días duros de mi infancia<br />

tiemblan mis manos blancas<br />

el sentido <strong>del</strong> tiempo<br />

camino suspendido<br />

en círculo<br />

pesadamente suspendido<br />

te devuelvo el amor<br />

y se nos escupió la lengua<br />

y se nos hizo brotar espuma y sangre <strong>del</strong> sexo<br />

bajo tableteo de metralletas<br />

en este instante nuestra historia es la resistencia<br />

y yo con los labios morados y las nostalgias<br />

fundido a los barrotes<br />

cantando viejas canciones.<br />

Declaración de un civilizado<br />

No hay lugar donde detenerme a tocar<br />

el clarinete<br />

o no soy digno de mi silbido entre dientes<br />

de los días <strong>del</strong> fin <strong>del</strong> mundo<br />

o mi condición de civilizado<br />

el horizonte desciende<br />

y yo cabeceo<br />

con los olores <strong>del</strong> mar metidos en el cuerpo<br />

mientras salgo al rescate de mi propio cadáver.<br />

107


Ramón Ordaz<br />

He querido llegarte<br />

he querido llegarte<br />

cuidar tus hojas<br />

de los que secan con la mirada<br />

el brote<br />

testigos sin horas<br />

no supieron verme<br />

hecha la ascensión por tu savia llameante<br />

cuando el orgasmo es flor<br />

sin nombres de la ciencia<br />

te oigo respirar<br />

entonces comprendo<br />

creces en silencio<br />

ignorada de todos<br />

tapas el sol<br />

y corre el trashumante<br />

a meterse en tu sombra<br />

entregas todo<br />

agua que va al mar<br />

para volver mAs nube<br />

mAs lluvia<br />

cargada de amor en el reparto<br />

El libro que tU habitas<br />

el tiempo nos camina a las espaldas<br />

coordenadas <strong>del</strong> sueño<br />

nos abren al ocaso de ventanas ocultas<br />

ha quedado la ofrenda<br />

<strong>del</strong> minuto milenio de tu voz<br />

no ha mudado en nada<br />

el libro que tU habitas<br />

las lecturas que hago<br />

son maneras de verte<br />

toco el concreto de los espejismos<br />

atado fatalmente<br />

a una dulce procesión de palabras<br />

destinadas al luto<br />

no hay sinónimo en los diccionarios<br />

que pueda cotejar a esta alegría<br />

108


nocturno<br />

en viaje permanente<br />

hacia la mAquina de sueños<br />

desarmo el canto en el mundo de afuera<br />

Para tocar contigo la eternidad<br />

¿Dónde te venden?<br />

¿Cuál es tu nombre en el mercado?<br />

¿En cuál capilla de pueblo<br />

quemas tus inciensos?<br />

¿En cuál ola de sangre<br />

arrojas la poesía?<br />

¿En qué parte <strong>del</strong> viento<br />

tienes el cuerpo interrumpido?<br />

¿Cuánto tienes de lluvia<br />

Tierra sola<br />

amando girasoles?<br />

Qué hago yo aquí<br />

Qué hago yo aquí<br />

Qué me hago yo contigo<br />

y este asco sonoro que dejan las ausencias<br />

Cansado de ser centro de un paralelo bueno<br />

cultivando una flor sin resultados<br />

Qué hago yo aquí<br />

qué me hago yo conmigo<br />

y no poder decir te quiero cien por ciento<br />

Magnolia Pleamar Alba o Quimera.<br />

Te quiero así, juglar<br />

Quiéreme tú, no importa<br />

con tu juicio final entre las manos<br />

y esa ebriedad de signos que paseas por las calles<br />

Qué me hago yo conmigo<br />

yo y mi palabra, mi destino, mi cosmos,<br />

si entre cielo e infierno<br />

me siento fallecer, sin mí y mi deseo<br />

109


Marzo<br />

Esta brisa es <strong>del</strong> mar<br />

¿o <strong>del</strong> norte?<br />

Su paso restituye la fugaz geografía,<br />

construye con el hombre este paisaje<br />

de inhóspita calendas.<br />

Golpea ahí,<br />

se clava aquí<br />

en el ijar que desvaría.<br />

Corre,<br />

se extiende hacia la estirpe<br />

adolescente <strong>del</strong> perfume<br />

y muere fecundada entre los ríos<br />

y las sementeras.<br />

Esta brisa<br />

¿De qué fábrica es?<br />

La ciudad no amanece.<br />

Acaece de recio perfil.<br />

Minuta de un recién llegado que se va<br />

Obra de naufragios,<br />

navegué siempre contra la corriente.<br />

Un exceso de luz cegó mi luz.<br />

Con mis restos alcancé la orilla,<br />

otros reveses.<br />

Sin pasaporte,<br />

entré en la ciudad que volvía de sus ruinas.<br />

Mis cartas de referencias fueron<br />

poemas en la memoria<br />

de bardos olvidados.<br />

Fragmentos donde el cronista<br />

celebraba la épica de anónimos.<br />

Y un fraile con nombre de pájaro<br />

exorcizaba la incertidumbre de los nuevos credos.<br />

Mitos por nacer<br />

Genealogías<br />

Reinos de perdición<br />

110


Prevaricaron quienes habían dado su palabra<br />

durante el exterminio.<br />

Poética<br />

Ambiguo,<br />

oscuro,<br />

críptico,<br />

que no se entienda,<br />

escribe tu poema, Hermes.<br />

Déjalo rodar entre la inculta plebe.<br />

Yo fundaré las claves para conocerlo;<br />

seré el puente de tanta necedad;<br />

tantos gatos buscándole cinco patas a un hombre;<br />

tanta ambigua, oscura, críptica teoría<br />

para decirnos algo de la indecible nada.<br />

Transparente,<br />

solar,<br />

nido de pájaro,<br />

escribe tu poema, Homero.<br />

El tiempo se encargará de oscurecerlo.<br />

Albacea<br />

A la izquierda, a la izquierda, Albacea ¿qué ves?<br />

Los mismos nuevos hombres que suben,<br />

bajan todos los días torcidas, estrechas<br />

escaleras de viento.<br />

Los mismos simples hombres que veneran a Sirio<br />

y tienen por misión y demanda un crucifijo.<br />

A la derecha, a la derecha, Albacea ¿qué ves?<br />

Los mismos viejos hombres de la izquierda,<br />

afanosos, subiendo, bajando el mismo ascensor<br />

de nuestra Torre de Babel.<br />

Los mismos epilépticos señores de duras teorías<br />

y un calvario de luces que van por el retrete.<br />

111


Al centro, al centro, Albacea ¿qué ves?<br />

—Viejos y nuevos horizontes—<br />

de lesa humanidad por lo callado.<br />

Una vocinglería sotto voce<br />

¡oh, paradoja!<br />

que va de los parterres al Café con la misma congoja,<br />

las mismas asmas; las mismas miasmas;<br />

algunas úlceras clavando su aguijón en los olvidos.<br />

Tantas hambres, tantas hambres sin un dios que las financie.<br />

¡Frágiles,<br />

ahora sabemos,<br />

somos frágiles!<br />

Mala conciencia<br />

Nos creímos fuertes,<br />

altavoces sobre la espesura,<br />

indoblegables hombres <strong>del</strong> petróleo<br />

contra todo pronóstico.<br />

Siempre en el pedestal de las finanzas,<br />

el big business, el cálculo inconfeso<br />

repartido en la tierra de fugaces ganancias.<br />

112<br />

No murieron por esa cosa abstracta, la patria<br />

sino por un patrón casual, una ira o<br />

por la invitación de un peligro.<br />

Jorge Luis Borges.<br />

Frágiles,<br />

Ahora más que nunca,<br />

frágiles,<br />

en la cola <strong>del</strong> diablo, entre monedas sucias,<br />

mangueras inhalando el último residuo<br />

de nuestro propio combustible;<br />

en terapia intensiva, stercus demonis,<br />

con una herida abierta por viejos huracanes.<br />

¡Frágiles,<br />

ay dolor,<br />

frágiles!<br />

a la cola de tantas utopías.


Julio César Sánchez<br />

Dora<br />

Eres<br />

horizontal<br />

emanación de fuego<br />

figura de espada.<br />

Aún me hechiza<br />

tu boca<br />

el aire apresurado de tu pecho<br />

el momento laberíntico <strong>del</strong> deseo<br />

que alucinó tu desesperación.<br />

Me hechiza tu recuerdo<br />

la noche de mi sueño<br />

habitado de serpientes.<br />

Sombra de tu sombra<br />

Invisible<br />

sombra de tu sombra<br />

sorda<br />

muda<br />

rondaba tu ventana<br />

instante tras instante<br />

cantaba el tiempo<br />

de tu vida<br />

temías<br />

y llorabas<br />

era el hambre <strong>del</strong> hambre<br />

y llorabas hambre<br />

y sólo veías<br />

el hambre que llorabas<br />

porque era visible<br />

hasta la muerte.<br />

Vivo y existo<br />

Vivo y existo<br />

persiguiendo el minuto<br />

de la desesperación,<br />

113


la hora de la nada,<br />

el llanto,<br />

el frío tormentoso<br />

de silbos impredecibles.<br />

Vivo,<br />

cabalgando llamas que reviven<br />

odio en los sepulcros.<br />

Existo,<br />

donde yace la historia,<br />

raíz meditativa <strong>del</strong> silencio,<br />

luz parábola<br />

<strong>del</strong> tiempo.<br />

Supervivencia<br />

Amo<br />

a silencio,<br />

a soledad,<br />

concibo con ellas<br />

cada noche<br />

y<br />

perpetúo la especie<br />

que me libera de la muerte.<br />

114


Earle Herrera<br />

Guarda el as<br />

Haz <strong>del</strong> as<br />

de la espada y <strong>del</strong> oro<br />

tu naipe favorito<br />

A tu hora<br />

cuando te toque el turno<br />

o toquen a tu puerta<br />

verás<br />

que hasta la misma muerte es<br />

sobornable.<br />

El cansancio <strong>del</strong> Fénix<br />

Muchos dicen que lo han visto pasar<br />

persiguiendo relámpagos<br />

estas tardes de invierno<br />

Dicen los que dicen que lo han visto pasar<br />

frente al alto museo de las ruinas antiguas<br />

que el pájaro inodoro lleva<br />

peso de siglos y dolores y lágrimas<br />

en sus ojos y alas<br />

Dicen que es el Ave Fénix que desea<br />

cansado de su viajar eterno<br />

de su vuelo infinito<br />

retornar para siempre a sus cenizas.<br />

El deseo de los pájaros<br />

De nuevo<br />

de las más hondas brumas<br />

volvió el orgulloso pájaro a mi sueño<br />

y me dijo<br />

Soy el fusilado de Granada<br />

y le dije<br />

Eso desearías<br />

y me dijo<br />

Soy aquel de un patio de Sevilla<br />

y le dije<br />

Eso desearías<br />

y me dijo<br />

115


Soy el que cultivó la rosa blanca<br />

y le dije<br />

Eso desearías<br />

y me dijo<br />

Y tú quien eres y le dije<br />

Ninguno de ellos. Un pájaro<br />

nomás con el deseo<br />

de todos los pájaros<br />

La rosa sobre la roca<br />

Sobre la roca<br />

ha podido florecer la rosa<br />

La ígnea hostilidad<br />

venció e impuso<br />

sus límpidos colores al verano<br />

¿Qué debilidad conmovió a la roca<br />

para albergar la rosa?<br />

¿Puso acaso el abono y la semilla alguna mano?<br />

¿Fue acaso<br />

la mano clandestina de los vientos?<br />

¿O la mano de mil dedos de la lluvia?<br />

¿De dónde extrae la savia<br />

de sus venas polícromas?<br />

¿Una rosa en el campo<br />

bajo el sol<br />

sobre una roca<br />

que la ampara quién?<br />

En el pétalo más pálido<br />

se borra una respuestas.<br />

Oculto<br />

El hombre<br />

oculto de sí mismo<br />

cubre con tela negra<br />

los espejos.<br />

Teme descubrirse<br />

e ignorarse<br />

al descubrirse.<br />

116


Piedra derramada<br />

Golpes de piedras<br />

aprehendidas<br />

de cristales opacos en la noche.<br />

Ni brazos cansados<br />

ni frente caída.<br />

La sangre ofrendada<br />

partícula de sal fue<br />

piedra derramada de vida<br />

pequeña cosa.<br />

El muro<br />

Aquella indecisa adolescente<br />

hundida en mi memoria<br />

pugna por salir.<br />

Araña<br />

noche y día<br />

el muro que la encierra.<br />

Sólo en sueños noche a noche<br />

veo una paloma<br />

volar eternamente<br />

hacia un difuso horizonte<br />

que huye.<br />

117


Arnulfo Quintero López<br />

Sólo tempestades<br />

118<br />

A Alberto José Pérez.<br />

Cuántas veces reemprendemos un camino, cuántas noches viendo luceros sentimos<br />

el paso de la brisa indiferentes, y sentados en alguna plaza reconstruimos<br />

sueños, así, a veces, la lluvia es un ente lejano que llena las calles de pequeños<br />

mares y sólo pensamos en el cuerpo nuestro cómodamente acostado en el sepulcro,<br />

y no es extraño robarse una flor o sentarse también en una iglesia.<br />

Cuántas veces regresamos al punto de partida, y miramos lo andado con tristeza.<br />

Cuántas veces alguien a nuestro lado dice que dos y dos suman un siglo, pero<br />

un ruido extraño nos despierta, y entonces son sólo tempestades que asustan<br />

los fantasmas, reiniciando el camino hacia los sueños...<br />

Soledad<br />

Es fácil desprenderse al infinito, navegar selvas oscuras descendiendo hasta<br />

los redobles de campanas que presagian la tormenta. Todo es sencillo, basta<br />

con romper un grano de arena y remontarnos a los orígenes <strong>del</strong> sueño, el teatro<br />

cotidiano cuando entrecruzas la puerta de la noche y me enseñas tu rostro de<br />

canción difusa.<br />

Pórtico<br />

A esta edad<br />

pasado los cuarenta<br />

alto, gordo y hermoso<br />

me celebro<br />

Desnudo<br />

me muestro<br />

al mundo<br />

como grano<br />

de trigo<br />

e invito<br />

a mis amigos<br />

“Bébete la vida…<br />

No hay que dejar<br />

que el camello de la tristeza<br />

pase por el ojo de nuestros corazones”<br />

Víctor Valera Mora.


que embriaguen<br />

sus sentidos<br />

y dignifiquen<br />

por favor<br />

la irreverencia<br />

A esta edad<br />

en que me juego<br />

las señales<br />

llamo a subvertir<br />

el orden<br />

de los cuerdos<br />

y en nombre <strong>del</strong> amor<br />

declaro formalmente<br />

que éste sea el año<br />

de pasiones abiertas<br />

para que los muchachos<br />

puedan amarse<br />

en los jardines<br />

Ahora<br />

cuando ya nadie<br />

combate mi destino<br />

y conviven el pez<br />

y la tortuga<br />

espero<br />

que cada poema<br />

se recicle en ternura<br />

Por eso<br />

y porque me da la gana<br />

reclamo mi derecho<br />

a reírme de los necios<br />

y a embriagarme<br />

con el licor<br />

que me brindan<br />

los labios<br />

de la mujer<br />

que amo<br />

Mientras puedas<br />

Mientras puedas cantar una canción<br />

ve al corazón de la serpiente<br />

Cuando no haya lugar para tu risa<br />

119


que cada quien cargue<br />

su sueño<br />

En el ataúd<br />

el grito es más simple<br />

si ocultas el temor<br />

en el animal que sangra<br />

Abre pues la puerta<br />

y dispara a la sombra<br />

pero antes que nada<br />

ve al corazón de la serpiente<br />

pues la bestia<br />

desde su sueño<br />

no entiende de canciones<br />

pero acecha<br />

Postfacio<br />

Pudo haber sido<br />

presidente<br />

rico<br />

o cualquier cosa importante<br />

según los patrones<br />

de éxito<br />

que venden en mi pueblo<br />

Pero optó por las noches de frío<br />

el desamparo<br />

y las malas costumbres<br />

Pudo haber sido muchas cosas<br />

según dicen<br />

pero prefirió ser pájaro<br />

lobo de los montes<br />

morir en libertad<br />

y amar en ti<br />

las cosas más sencillas de la vida<br />

120<br />

“Ya no soy la claridad <strong>del</strong> regreso<br />

sino mueca de despedida<br />

hierba marchita con el cansancio<br />

que me dejó la espera”<br />

S.M.


Epílogo<br />

Entonces<br />

resulta que muerto<br />

valdré más<br />

que vivo<br />

y dirán<br />

qué hombre<br />

tan bueno<br />

y los honores<br />

con banderas<br />

y todas esas cosas<br />

que dicen<br />

cuando muere<br />

un poeta.<br />

Pero en verdad<br />

tu mirada<br />

y tu rostro<br />

lloroso<br />

sobre mi catafalco<br />

me harán<br />

feliz<br />

si hacen<br />

sonar<br />

una ranchera<br />

y traen una mujer<br />

que dance<br />

será mejor<br />

la fiesta.<br />

Después<br />

de todo<br />

seré<br />

un gran muerto<br />

aunque<br />

algunos<br />

piensen<br />

que fui<br />

un gran<br />

hijo de puta.<br />

121


Monagas<br />

Selección:<br />

Celso Medina


Félix Antonio Calderón<br />

La voz <strong>del</strong> antro<br />

¡Salud, quien quiera que tú seas, viajero!<br />

¿Eres acaso de región extraña?<br />

Yo soy la maravilla <strong>del</strong> sendero<br />

que resiste en su dorso la montaña.<br />

¿Te amedrenta el negror, frío y severo?<br />

Yo no guardo en mi seno la alimaña,<br />

ni el hirsuto león, ni el lobo fiero,<br />

ni el ángel infernal que el alma empaña.<br />

Penetra sin temblar hasta mi fondo<br />

en donde el alma <strong>del</strong> silencio escondo,<br />

y aunque el misterio el corazón te asombre.<br />

Haz como Humboldt, el varón valiente,<br />

que en mis entrañas esculpió su nombre<br />

y con mis linfas se signó en la frente.<br />

Sonata <strong>del</strong> crepúsculo<br />

Zoraida Mercedes; Zoraida Mercedes,<br />

también con tus penas de penas me obsedes<br />

y acrece terrible mi mal.<br />

Mi vida se muere de angustia secreta...<br />

Qué pena tan grande sentirse poeta<br />

y en el alma una espina llevar.<br />

Zoraida Mercedes ayer cuando niño,<br />

envuelto en cendales más blancos que armiño,<br />

triunfalmente llevaba mi ser,<br />

pero hoy que he bajado <strong>del</strong> duelo al infierno<br />

se han tornado grises cual nubes de invierno<br />

los cendales triunfales de ayer.<br />

Mi alma es un templo de melancolía<br />

donde se refugia la esperanza mía<br />

al sentir el cansancio mortal;<br />

125<br />

A mi novia.


mi alma es un templo donde sólo reza,<br />

callada y sombría, mi negra tristeza<br />

en un negro y roído misal.<br />

Zoraida Mercedes, también yo te he visto<br />

entrar silenciosa, llegar hasta el Cristo<br />

de mi largo y amargo dolor<br />

y en las tenebrosas naves solitarias<br />

he visto volando tus blancas plegarias<br />

al llorar por tu amor y mi amor.<br />

Y así nos amamos: tú, lejos; yo, lejos;<br />

y al vernos de cerca quedamos perplejos<br />

cual culpables de mal criminal.<br />

¡Qué pena tan grande la que Dios me envía<br />

de verte arrastrando tu pena y la mía<br />

como un denso e inmenso cendal!<br />

Zoraida Mercedes, sigamos la senda<br />

hasta que la dicha su velo nos tienda<br />

como un manto sutil de zafir;<br />

sigamos sufriendo los rudos dolores,<br />

tú, triste; yo, triste; muriendo de amores,<br />

sin dejar nuestro amor extinguir.<br />

Canto a la noche<br />

Pensativa, ante la luna,<br />

hay una garza hilvanando,<br />

románticamente, una<br />

historia que está soñando,<br />

pensativa, ante la luna...<br />

Por las gramíneas salvajes<br />

pasa el viento, dulcemente,<br />

llevándole a los celajes<br />

perfumes, besos de oriente,<br />

por las gramíneas salvajes...<br />

El cielo es de un azul pálido;<br />

parece que está sintiendo<br />

la emoción de un beso cálido<br />

y que se está destiñendo.<br />

El cielo es de un azul pálido...<br />

126<br />

Para el álbum de Lucía.


Mientras que sueña la luna<br />

por el éter que opiatiza,<br />

también yo sueño con<br />

una mirada que me hipnotiza,<br />

mientras que sueña la luna...<br />

En un éxtasis profundo<br />

quédase todo... parece<br />

que hasta en tu alma hay un mundo<br />

de ilusión que se adormece<br />

en un éxtasis profundo...<br />

Negro y Blanco<br />

Tiré el libro infamante...<br />

¡Aquella prosa tan diserta pudo<br />

con su bíblico estilo seducirme!...<br />

y tomando la pluma<br />

quise también, hacer <strong>del</strong> ser mas bello<br />

un ser de corrupción, un ser de espuma.<br />

Y la pluma temblaba, suspendida<br />

sobre el níveo papel.<br />

¿Aguardaba la frase infamatoria?<br />

No sé; mas, de repente<br />

surgió una imagen, conturbó mi mente y,<br />

arrepentido, se asomó a mis ojos<br />

una lágrima ardiente;<br />

la lágrima rodó, cayó en la pluma,<br />

se mezcló con la tinta que era roja<br />

y rósea la tornó.<br />

Entonces en mi ser hubo un reclamo,<br />

y donde iba a estampar la frase hiriente,<br />

Avergonzado, recliné la frente<br />

y murmuré: ¡la amo!<br />

Dísticos<br />

Imitación de Alejandro Fuenmayor<br />

127<br />

a la Srta. Carmen Yolanda Giliberti.<br />

Al evocar tu nombre, tu dulce nombre, ansío<br />

que se desborde en versos el pensamiento mío;


que surjan, como el humo que arroja el incensario,<br />

estrofas perfumadas formándote un santuario;<br />

estrofas que te digan ternezas infinitas<br />

sin modular querellas de dolorosas cuitas.<br />

Al pronunciar tu nombre, que es música divina,<br />

se escapa de mis labios la estrofa peregrina,<br />

tú eres mujer y ángel y luz y poesía,<br />

casta flor de poema para la mente mía.<br />

Por eso, cuando evoco tu dulce nombre, ansío<br />

que se desborde en versos el pensamiento mío;<br />

que brote en mis cantares, al ritmo de mi acento,<br />

lo más sagrado, todo, ... lo que en el alma siento...<br />

Perlas dolorosas<br />

Dicen los sabios que la hermosa perla,<br />

se forma <strong>del</strong> dolor en el molusco<br />

que al ser herido se contrae de pena<br />

y aprisiona al intruso transformándolo en gema.<br />

Así también cuando la mano aleve<br />

de alguna, decepción, terrible, y negra,<br />

se alza, en la sombra, y sin piedad nos hiere,<br />

el espíritu, al golpe, se conmueve,<br />

aprisiona al dolor y lo hace perla.<br />

Oye, adorada mía:<br />

sin que nadie en el mundo logre verlas<br />

como en el fondo de una mar bravía,<br />

llevo dentro <strong>del</strong> alma muchas perlas.<br />

128


Ramón Pierluissi Ramírez<br />

Ten calma<br />

¡Ten calma! ¡No te exaltes, que no es hora!<br />

¡La urdimbre no ha calado todavía!<br />

Y la sutil neblina de la aurora<br />

oculta el brillo <strong>del</strong> anciano día.<br />

¡Ten clama! ¡No le exaltes! ¡Ten paciencia!<br />

Mientras llega el momento apetecido<br />

nada te importe el can, en su impotencia,<br />

de cara al sol inútilmente enfurecido.<br />

¿De qué vale la turba encarnizada<br />

si hace el comento de su negro encono?<br />

A mí ella misma no me importa nada<br />

y aunque se ensañe más yo la perdono.<br />

Precaverse es vivir... La lucha fiera<br />

sin táctica, sin orden y sin tino,<br />

no es para el hombre que confiado espera<br />

seguro de vencer en su camino.<br />

¡Deja que sacien su apetito insano<br />

de loca incomprensión, de orgullo necio...!<br />

Que el agresivo encontrará mi mano<br />

y el vocinglero mi brutal desprecio.<br />

A un amigo<br />

Dices que la verdad es cruel e impía<br />

cuando se dice sin ningún ropaje;<br />

porque mata su luz al gris celaje<br />

de la apariencia chic existiera un día.<br />

Que muerta la apariencia quedaría<br />

al descubierto el infamante ultraje,<br />

que se ocultaba tras el tenue<br />

encaje tejido con sutil hipocresía.<br />

Y yo prefiero más bien esa inclemencia<br />

a sufrir el reproche en la conciencia<br />

de quien dice a sabiendas, lo contrario.<br />

129


Más denigrante es la frase envilecida,<br />

que halagando emponzoña nuestra vida,<br />

que la amarga verdad, sin comentario.<br />

Aguasay, Febrero 1940.<br />

Epístola<br />

maestro:<br />

En mí también reamaneció un anhelo...<br />

su titánica lucha me embeleza;<br />

y, aunque discrepo en paridad de vuelo,<br />

no se comete ningún agravio al cielo<br />

con admirar su celestial belleza.<br />

Su fecunda labor de patriotismo<br />

propulsa los anhelos más latentes,<br />

y es cátedra que obliga, el dinamismo<br />

que requirió la lucha de usted mismo,<br />

por cinco lustros mo<strong>del</strong>ando mentes.<br />

130<br />

Al deslavado Profesor Félix Ángel losada,<br />

en sus bodas de plata magisteriales.<br />

Me siento todo suyo. —Fuerza es que le hable<br />

de tanta gratitud que me eterniza<br />

en un hermoso débito impagable...<br />

Muy pálida es la ofrenda; pero, encomiable<br />

si la oportunidad la valoriza.<br />

Cuénteme con usted en este día<br />

de justo regocijo, que por vuestro<br />

ha de ser mío también: si, su alegría<br />

comprende a sus discípulos, y es mía,<br />

pues yo soy su discípulo, maestro.<br />

No olvides la simiente<br />

No olvides, caro niño, la simiente;<br />

horada el sucio y deposita el grano;<br />

que no está en desacuerdo con la mente<br />

la destreza que adquieras con la mano<br />

Toma el arado, trabaja diligente,<br />

con la presteza de muchacho sano.<br />

haz que se moje de sudor tu frente<br />

para sembrar un árbol, que es tu hermano.


Aleja de su tronco la maleza<br />

y no te afrente cultivar la tierra,<br />

ni practiques la siembra con tristeza;<br />

pues, quien se apena, rabia y se alborota,<br />

desteta al árbol y le declara guerra,<br />

todo serlo podrá, menos patriota.<br />

El Tigre, Mayo 1955.<br />

Otro lauro<br />

131<br />

A la maestra Teodolinda de Salazar, retribuyo<br />

Conmueve al ave un maternal arrullo<br />

la sutil neblina a la simiente;<br />

al conventual silencio hasta un murmullo;<br />

el más le recuerdo a quien lo siente.<br />

Cómo no conmoverme el canto tuyo,<br />

tan espontáneo, en ocasión reciente:<br />

si tiene de la alondra, el arrullo,<br />

y <strong>del</strong> agua sutil, todo su aliento.<br />

Hablas en él de cardos y tic abrojos,<br />

de punzante dolor, de dulcedumbre,<br />

como hablar de un gigante minotauro,<br />

que no amilana a quienes con arrojo<br />

se lanzan presurosos a la cumbre...<br />

Te agradezco un canto: ¡Es otro lauro!<br />

El Tigre, 1955.


Félix Armando Núñez<br />

Altaflor<br />

Sin ruido te deslizas a hacerme compañía,<br />

cautiva de la tarde, <strong>del</strong> silencio amadora<br />

y sabia en soledades te complace ser mía<br />

entregándome tu alma en cada sitio y hora.<br />

Ni riquezas, ni nombre, ni juventud, ni gloria<br />

es la fuerza secreta que hacia mí te encamina:<br />

es el sino que pone su intención en la historia<br />

su <strong>del</strong>icia en el verso y el día que declina.<br />

Hecha <strong>del</strong> suave pétalo de una flor escogida<br />

o la más alta rama de un follaje lustroso<br />

aspirando tu esencia se le acaba la vida<br />

en un milagro eterno de dulzura y reposo.<br />

Te viste tu blancura en túnicas de cielo<br />

y no puedo tocarte, sin romper el encanto<br />

de estar contigo, encanto de no tener anhelo<br />

porque me envuelves toda como un sagrado canto.<br />

Dentro de un año acaso no volverás tan bella.<br />

Mientras tanto hablo poco y tú no dices nada.<br />

Entre los tilos eteros aparece una estrella<br />

y mi charla retorna augusta y serena.<br />

El Viento de la Tarde<br />

Brisa crepuscular en el estío...<br />

¡Qué dulcemente danzan tus ramajes<br />

a la luz de los globos opalinos!...<br />

Se ha poblado de espíritus la tarde.<br />

El ambiente se vuelve puro, íntimo,<br />

al vaivén cadencioso de los árboles...<br />

Hace pensar nuestra actitud, que oímos<br />

narraciones de un vago y dulce viaje.<br />

Parece que un viajero conocido<br />

que fuimos a esperar hace un instante,<br />

habla en voz baja como en un suspiro<br />

de un silencioso e inmaterial paraje.<br />

132


Se hace más rumoroso el viento; y tibio,<br />

puro, trascendental, flota en el aire<br />

un perfume de incienso diluido...<br />

Siento un beso en la frente... Mas, no hay nadie.<br />

Nada más que los globos opalinos...<br />

la danza cadenciosa de los árboles...<br />

las primeras estrellas... los caminos<br />

color de ámbar... Y la sombra cae.<br />

133


Tiburcio Aparicio Lozada<br />

Pesimismo<br />

La tarde triste simboliza<br />

en mi alma, los sufrimientos<br />

de un mañana doliente...<br />

porque dolor será el futuro!<br />

Oh, pretérito fugado<br />

tras <strong>del</strong> invierno gris<br />

en la mañana fría...!<br />

Tu recuerdo en mi alma<br />

se eterniza,...<br />

Y hoy espero<br />

con la paciencia de Job, en el Destino!<br />

Él habrá de traerme<br />

algo extraño a este vivir tirano,<br />

o tal vez nada,<br />

porque recíproco el dolor,<br />

siempre será mi hermano !<br />

La fusta <strong>del</strong> desengaño<br />

golpióme en el corazón<br />

y dejó mi ensueño trunco...<br />

Que de amarga es la vida<br />

y que doliente el amor...!<br />

En el gran lomo <strong>del</strong> Tiempo,<br />

soy Filósofo cansado,<br />

que en la soledad dialoga<br />

un poema taciturno...<br />

La Mariscala<br />

Fue con el día, ya cayendo la luna con la noche:<br />

y por el camino que era un río de plata;<br />

134<br />

A Rubén García, cordialmente.<br />

A Mercedes Mejías.


ella sencillamente me brindaba el derroche,<br />

de su estirpe gloriosa, de gentil Mariscala...!<br />

No es cumanesa, pero sí de Sucre, y en el broche<br />

matutino de una rosa de mayo, gentilmente arrebata<br />

con su piedad inmensa, escondida al reproche,<br />

el encanto a la vida, con su ensueño escarlata!<br />

No fue con Sucre en su corcel de lucha a la batalla,<br />

pero sí está con él en el recuerdo de la historia,<br />

porque lleva en sus venas la sangre que avasalla!<br />

Y ante la real gentileza de su gracia ducal,<br />

el tiempo va diciendo la grandeza y la gloria,<br />

que su nombre eslabona al <strong>del</strong> Gran Mariscal...!<br />

Blasón<br />

En ti todo se adhiere a la grandeza:<br />

porque tu suave rostro de hermosa sulamita,<br />

lleva en alto relieve blasones de pureza:<br />

esa modestia tuya, de amable princesita!<br />

Seguid siempre esa ruta de grácil gentileza,<br />

que es tu mejor prestancia oh, divina Sarita!<br />

A la mujer sencilla, Dios le da la riqueza<br />

de ser bella y virtuosa, con bondad infinita!<br />

No te obsesiones nunca con locas vanidades,<br />

porque vas por la senda hacia el triunfo a la vida,<br />

llevando un argentino canto de suavidades...!<br />

Y así serás por siempre la diosa de la gracia,<br />

que da dulzor de amores, sin dejarnos la herida<br />

de un aguijón traidor, prendido en la falacia!<br />

135<br />

A Sara Mejías.


José Antonio Ramírez Rausseo<br />

Luna de marzo en el bosque<br />

En esta noche, la luna<br />

es más luna y es más blanca;<br />

sin valladares de nubes<br />

que le trastornen la marcha,<br />

por los caminos <strong>del</strong> cielo<br />

va caminando tranquila<br />

como si fuera una santa,<br />

y en los distintos confines<br />

donde se integran las patrias,<br />

prende su leve corpiño<br />

con alfileres de plata!<br />

... El bosque tiene un silencio<br />

tan infinito, que espanta!<br />

De los ojos de los búhos<br />

salen fulgores siniestros;<br />

las sabandijas dormitan<br />

reducidas por el miedo,<br />

y una ternura de brisa<br />

en las copas de los ceibos<br />

me hace olvidar un minuto<br />

la cara de los luceros...<br />

Por <strong>del</strong>ante y a los lados<br />

se atropellan los caminos:<br />

cruzan unos; siguen otros<br />

desarreglados y viejos;<br />

otros se mueren cansados<br />

habiendo apenas nacido,<br />

y otros cual buenos hermanos<br />

se apartan así de pronto<br />

para encontrarse más luego...<br />

Los cocuyos se congregan<br />

junto a las rosas, que pintan<br />

el infinito silencio<br />

de esta fría noche de marzo.<br />

(Los cocuyos y las rosas viven idilios eternos)<br />

Por entre el bosque circula<br />

la voz de una agua perdida,<br />

136


Qué dulces son esas aguas<br />

encontradas en los bosques,<br />

aguas que nadie comprende<br />

cómo tomaron la vida!<br />

...El bosque se ha puesto lindo:<br />

tiene un matiz de nostalgia!<br />

En esta noche, la luna<br />

es más luna y es más blanca;<br />

sin valladares de nubes<br />

que le trastornen la marcha,<br />

por los caminos <strong>del</strong> cielo<br />

va caminando tranquila<br />

como si fuera una santa,<br />

y en los distintos confines<br />

donde se integran<br />

las patrias,<br />

prende su leve corpiño<br />

con alfileres de plata!<br />

137


Julián Padrón<br />

Noche<br />

Voy con las ideas amontonadas en la frente.<br />

Mi frente está lisa<br />

y en la noche quiere sembrar en su terreno.<br />

Para eso<br />

ha empezado por hacer cangilones<br />

por donde pueda correr el agua de riego.<br />

De repente no pienso<br />

y vuelve mi frente a ser plana<br />

como en los días en que la tierra es un agujero<br />

por donde entra el sol.<br />

estoy calado de noche,<br />

traigo toda la noche en los hombros:<br />

cobija impermeable<br />

contra el aguacero de luz<br />

disparan todos los cañones<br />

desde el castillo <strong>del</strong> cielo.<br />

Ahora siento una frescura sobre la frente<br />

porque la noche no cabe dentro de la casa:<br />

se ha venido conmigo,<br />

pero al querer entrar<br />

he tropezado con la puerta<br />

y se ha quedado afuera.<br />

Yo me siento luminoso,<br />

liviano de sombra,<br />

con la luz que mi madre encendió la noche que yo venía.<br />

Caracas, mayo de 1929.<br />

Hoy me iré de mi pueblo para volver<br />

Me levanté esta mañana a las tres,<br />

caminé íntegra la calle larga.<br />

La luna estaba redonda<br />

y ponía en el medio de la calle<br />

la sombra de una hilera de casas<br />

y en las paredes blancas <strong>del</strong> frente<br />

pasaba su película amarilla de diez noches.<br />

El sereno caía granulado,<br />

el frío era agudo como un canto de grillo.<br />

Por la falda <strong>del</strong> cerro<br />

138


pasaba ese canto de las bestias<br />

cuando les llega a las narices el olor de la hembra.<br />

El agua <strong>del</strong> río estaba dormida<br />

para no despertar a las piedras.<br />

El corazón me dice las veces que se ha paralizado<br />

ante esta visión dormida de mi pueblo;<br />

pero esas veces me he ido solo,<br />

me he ido sabiendo que en su casa<br />

la novia está durmiendo,<br />

me he ido pensando que esa misma noche estábamos cerca<br />

y la otra noche estaríamos lejos.<br />

Entonces sentía mi dolor<br />

como una palabra tierna atravesada en la garganta<br />

y las palabras me salían en mitades,<br />

porque todas me parecían un sentimiento.<br />

Era yo sólo que sentía esto.<br />

(Quizá, también mi madre sentiría las palabras partidas.)<br />

Así me iba siempre,<br />

mi caballo iba siempre de primero<br />

y por todo el camino llevaba prendida a las espaldas<br />

la mancha blanca <strong>del</strong> pueblo<br />

como lleva la cobija un soldado.<br />

Pero nunca se me salía una lágrima<br />

y el beso de mi madre<br />

era el único dolor que llevaba en el cuerpo.<br />

Hoy es distinto: me iré con la novia que se va a su tierra<br />

y al mediodía volveré saboreando sus besos<br />

porque llevo en la boca<br />

una despedida infinita<br />

y podré darle todos los que ella quiera.<br />

En cada recodo <strong>del</strong> camino<br />

detendré mi caballo y el de ella<br />

y mi deseo será el colorete de sus labios helados de sereno<br />

que dejará una huella rosada<br />

y será el ascenso de su pecho.<br />

Será después cuando sienta nostalgia.<br />

Hoy no diré palabras partidas<br />

ni mi madre tampoco.<br />

Saldré sin despedirme<br />

de este pueblo que me tiene las manos en el corazón<br />

y es mi sangre roja.<br />

Volveré en mi caballo al mediodía<br />

139


después de despedir a la novia en el camino<br />

trayendo en los labios<br />

el milagro de otros labios que me dijeron adiós y se fueron.<br />

Caracas, 1930.<br />

Los hombres <strong>del</strong> campo<br />

Los hombres <strong>del</strong> campo<br />

tienen el honor y el orgullo<br />

intactos.<br />

No dejan de oír el desafío<br />

que en cualquier parte<br />

les lance la boca altanera de otro hombre.<br />

Y les importa muy poco la vida<br />

porque no se la deben sino a la tierra,<br />

y como sus mujeres<br />

saben trabajar para los hijos pequeños,<br />

ellos ponen la vida<br />

frente al puñal de quien se crea más hombre.<br />

Y dicen a los hijos<br />

que no huyan <strong>del</strong> puñal<br />

que traiga en sus labios una ofensa.<br />

Y echan el hijo de la casa<br />

cuando da los pulmones<br />

y no el corazón<br />

en la lucha.<br />

Caracas, mayo de 1929.<br />

Anoche bebía una estrella<br />

Anoche puse bajo el cielo<br />

los dos lagos cercanos de tus ojos,<br />

trampa para la cacería,<br />

atarrayas<br />

para la pesca <strong>del</strong> pez celeste de escamas con luz.<br />

Desde la playa de tus pestañas<br />

marinero de tu amor en tormenta<br />

hago la maniobra para tu naufragio en mí.<br />

Marinero de tu amor en calma<br />

soy la vela amplia de brisa<br />

recostada <strong>del</strong> horizonte.<br />

140


Esta madrugada abrí la atarraya<br />

y me acosté en tu playa<br />

a escamar con besos<br />

¡la estrella que tenías prisionera en los ojos...!<br />

Caracas, enero de 1930.<br />

Poemas de tierra y mar<br />

Anhelos en los belfos y en las manos,<br />

y en la pulsación <strong>del</strong> sol sobre los élitros<br />

de la chicharra.<br />

Anhelos en el corazón.<br />

Hachazos de tristeza en la noche<br />

talando latigazos.<br />

Hombres tostados de intemperies<br />

echan a volar canciones.<br />

Las bocas llenas de agujas<br />

y de papilas raciales<br />

con vibraciones deslenguadas<br />

apuntalan la noche de gritos.<br />

Esta luna es paloma de anhelos<br />

quebrantados<br />

entre la selva.<br />

***<br />

Ya hemos amanecido frente al mar,<br />

frente a cara o cruz<br />

Vez que podríamos llamarnos Aventura.<br />

Una vela viene blanca sobre la palabra,<br />

otra, vela que se va blanca.<br />

Una vela se desmaya de júbilo en brazos <strong>del</strong> palo mayor,<br />

otra vela que se infla con la palabra adiós.<br />

Hoy sobre la superficie azul<br />

amaneció el color vegetal de toda la selva<br />

cuajada por el invierno.<br />

Los peces tienen la vivacidad de las algas<br />

y los pescadores los han devuelto al mar.<br />

141


Sobre el espectáculo atardecer<br />

ha caído hoy todo el bronce <strong>del</strong> sol.<br />

Los cuerpos de los hombres desnudos y húmedos<br />

empapan de astro sobre la playa<br />

hasta quedar secos y sonoros como un tambor.<br />

Contra la pupila esa línea recta<br />

enhebrando de istmos de agua las costas.<br />

Tórax de sol indio en cayuco de vientos<br />

mar afuera pescando la palabra horizonte.<br />

Nació alba y ocaso.<br />

***<br />

Alba y ocaso niños,<br />

con los barcos y las estrellas<br />

y las olas y las nubes<br />

en el subeibaja <strong>del</strong> horizonte.<br />

Tú también niña,<br />

niña de agua —sirena—<br />

amanecida sobre la playa<br />

junto a peces arcoíris de la tarde víspera.<br />

Y tus ojos,<br />

la bóveda azulosa de los cocos de agua.<br />

Eras de transparencia vibrátil<br />

sobre la arena.<br />

Tú, carne de brisa<br />

y yo, nervio de mar.<br />

Ausencia de Luis Castro<br />

La luz de este valle donde estamos enterrados veinte muchachos,<br />

después de estarla envasando todo el día en nuestras pupilas<br />

porque sabemos que a la noche lloraremos de una sed luminosa,<br />

se derrama hacia el mundo por las abras de los cerros.<br />

Debajo sentimos el río contra las piedras de las riberas,<br />

que al irse succiona lo que nosotros defendemos llorando,<br />

hasta que un gran pájaro <strong>del</strong> alba aleteó sin ruido entre los montes<br />

y se ha quedado sobre los veinte muchachos con las alas abiertas.<br />

142<br />

Caracas, 1934.


Mis compañeros —porque fuimos cien jóvenes la redada de hoy—<br />

están lo mismo que yo, silenciados en una hiperestesia afilada<br />

y creen como todos que la luz deseada la tienen ellos,<br />

pues juntos nuestras palabras se encendían contra los oídos<br />

y el deseo de gritar en todas las almas alumbra una antorcha de sexos<br />

la lumbre primitiva sobre los millones de árboles <strong>del</strong> camino.<br />

Los cerros —los cuatro cerros cardinales— son permeables a los ruidos<br />

de las cadenas que Dios trae contra el pecho como un brazado de leña<br />

y a los gritos de los compañeros arrojados contra nuestros pechos<br />

y que chocan en el trayecto con blasfemias viriles,<br />

mensajes de que el Diablo nos ha calzado unos barrotes de hierro,<br />

De pronto,<br />

Luis Castro, el más joven, se ha puesto a gritar despiadadamente,<br />

en medio de todos pensativos <strong>del</strong> <strong>del</strong>irio infinito<br />

y el fin —porque invoca a Chora, la madre—, aguantáis mes al muchacho<br />

que dice:<br />

¡Siento que las entrañas se me incendian de una sombra irrespirable,<br />

porque es como un trapo negro que se hubiera quemado bajo el sol;<br />

me estoy volviendo un grito caliginoso y moriré calcinado adolescente<br />

sin que ustedes puedan aliviarme esta herida <strong>del</strong>icuescente!<br />

Toda la noche hemos velado al pobre muchacho acostados en tierra<br />

alumbrándole el alma con los mínimos cirios de nuestras voces<br />

que vacilaban entre la ronda de sus gritos infernales<br />

como si el cielo se le hubiera borrado cuando niño<br />

y creía en los ángeles.<br />

La luz ha vuelto por la misma obra que ayer se llevó al camarada<br />

y nos ha encontrado a todos con las miradas echadas soltaré el campo<br />

sacando estas calcomanías de savia en la montaña.<br />

¡Joven morir, maldita sea! ¡Joven morir, maldita sea!<br />

143<br />

Caracas, 1934.


Alarico Gómez<br />

Objeciones al soneto<br />

Es un ir y venir, como de mar<br />

y breve tallo entre la brisa undosa:<br />

ir de la espuma por besar la rosa<br />

y venir de la rosa por besar.<br />

Es un sacar de adentro lo que afuera<br />

no es más que nube, y convertirlo en nube<br />

de dulce poesía verdadera:<br />

pie liviano que al blando cielo sube.<br />

Es un buscar la forma en el abismo,<br />

a través <strong>del</strong> Dolor y la Alegría,<br />

para saber, con hondo pesimismo,<br />

que fue (es y será) la Poesía<br />

olvido, muerte, amor, ¡siempre lo mismo!<br />

No hay nada nuevo bajo el sol <strong>del</strong> día.<br />

Notas para un breviario <strong>del</strong> amor<br />

144<br />

para Fernando Cabrices.<br />

Mayo de 1946.<br />

Salgo al encuentro de su perfume y de su risa.<br />

Si palabra canta como el hilo musical de la quebrada que discurre en penumbra<br />

y cielo<br />

bajo los árboles, todos verdes y tiernos,<br />

cargados de frutas amarillas y de alegres pájaros matutinos.<br />

Su palabra sale, como sus manos, al encuentro de mi voz y de mis manos.<br />

Es el día inicial <strong>del</strong> viento que arrastra las barajas con sus figuras de reyes caídos<br />

que se lleva en remolino las pobres hojitas secas, a no sé dónde;<br />

y que arranca pesarosos mundos de pañuelos blancos en despedida<br />

a todas las muchachas <strong>del</strong> bosque y <strong>del</strong> mar.<br />

Escucho caer el hacha en los montes, sin cesar.<br />

Oigo el río internarse con sus sorprendidas barcazas en el mar poderoso;<br />

y la ola seguir a la ola sin fin, ininterrumpidamente,<br />

en sucesivos viajes de espumas alrededor de las islas cimbreantes.<br />

Ahora sudoroso y cantando,<br />

vengo <strong>del</strong> África tropical y enigmática.<br />

Tan alto y tan fuerte es mi cuerpo que el propio baobab se ha vuelto una brizna<br />

de hierba entre mis dedos.


Y porque ante los asombrados ojos de mi compañera tiendo fascinantes paisajes<br />

ignotos,<br />

y lanzo a volar aves extrañas,<br />

y descubro formas, figuras, imágenes insinuantes, mágicas;<br />

y el mar lejano a mi conjuro revienta las uñas<br />

y esponja y abre las frutas en plenitud,<br />

ella —mi compañera—<br />

busca entre mis brazos que la ciñen amorosamente el alba inusitada, la colina<br />

en tensión,<br />

la derramada cabellera de fuego,<br />

el pez de plata.<br />

Bajo mis brazos el Misterio hace y deshace de ella<br />

Regresos, brumas, espumas, mares.<br />

Es el día inicial de la tormenta desencadenada en sus sienes y en las mías.<br />

Todavía en mis manos el calor de sus manos.<br />

El temblor de sus labios en mis labios.<br />

Y un amable perfume como de limpieza de agua fresca,<br />

de rosada carne primaveral.<br />

Ella, a mi lado, duerme.<br />

Como una rosa que se asoma al Cielo.<br />

1<br />

Como si destrenzara<br />

mi zapato derecho<br />

para entrar en la cama,<br />

hago el poema y entro,<br />

con emanante gracia,<br />

por la raíz <strong>del</strong> verso;<br />

la luz <strong>del</strong> hombre canta<br />

como la luz <strong>del</strong> cielo.<br />

2<br />

Es medianoche.<br />

El hijo y la madre duermen.<br />

Más allá se arrebuja un olvido.<br />

Todo empezó a las doce:<br />

me dolían los íntimos peces<br />

y el nudo que he dicho.<br />

Entonces cogí el cuaderno<br />

y entré en la caza. Oh misterio.<br />

145<br />

Caracas, mayo de 1946.


3<br />

A veces los relojes<br />

son óleos nazarenos;<br />

pero llegan las iguanas<br />

y los dejan secos.<br />

Por eso en las guitarras<br />

—cielo para los dedos—<br />

las mujeres de axilas perfumadas<br />

lloran sus cristos imperfectos.<br />

Ideas para un mural<br />

Yo establecí fronteras, tracé límites, hice leyes.<br />

Porque hay que decir que la luna es un triángulo<br />

y regresar a una calle sombría, a la media noche,<br />

y ver que es rigurosamente cierto. Una pluma de llanto<br />

naufraga en nuestros mares. Es necesario, pues,<br />

botar el mensaje de amor o de odio<br />

en una piedra suave o en un bosque aparentemente cordial.<br />

Por eso establecí fronteras. La manzana será siempre<br />

la manzana. La serpiente será siempre la serpiente.<br />

No es nada nuevo. Porque somos embusteros de<br />

nacimiento. Y tracé los límites, con ríos y con<br />

mapas, pues nos duele muy a fondo, muy<br />

hacia la izquierda, en el músculo preciso,<br />

cuando nos engañan esos amables seres complejos<br />

en quienes depositamos nuestra confianza,<br />

la fe, o el abanico éxtasis <strong>del</strong> amor.<br />

Hice entonces los códigos. Podéis ver el códice.<br />

Y dije: “La ley es igual para todos”<br />

e impuse la pena <strong>del</strong> talión. Porque la ley<br />

entra por casa<br />

y hay que decir que en cada nube danza un reloj,<br />

y es necesario buscar por las raíces<br />

—antes que la cura de una lepra de oro—<br />

el origen de todo veneno amoroso<br />

y de toda caída con resistencia.<br />

Una talega de luceros puede ser<br />

el programa <strong>del</strong> domingo<br />

para la burbuja <strong>del</strong> asco. Y un cigarrillo incesante<br />

puede ser en realidad el origen <strong>del</strong> cáncer y <strong>del</strong> médico<br />

Esto es poesía en bóveda, a la redonda,<br />

con agujeros para la lluvia y para el sol,<br />

donde la oración entra con sangre de jardines.<br />

Y si aún tengo los labios rabiosamente llenos<br />

146


de una pintura cálida y corrediza como nudo al cuello,<br />

y si aún recuerdo las dulces frases <strong>del</strong> embuste<br />

y los ojos lascivos que van<br />

de un lado al otro<br />

sin llegar a ser fuente ni manzana real,<br />

no menos cierto es que todavía puedo<br />

recrearme en el recital y en la comida íntima,<br />

y renacer para la verdad <strong>del</strong> Poema<br />

hasta la altura menos limitada <strong>del</strong> hombre.<br />

Hay que mentir, oh Vida, es necesario,<br />

y te aborrezco y te amo,<br />

soy tu esclavo embrutecido a media voz,<br />

con tristísimas canciones hacia el Oeste<br />

—lamentos que todos escuchan<br />

por la melodía de hueso, y no por comprenderlos,<br />

ni mucho menos por identificarse con el alma de donde salen.<br />

Sí. Esta calle se ha vuelto loca de salud<br />

Y corre como Ofelia —río abajo— dejándose arrastrar por la corriente<br />

Anotación al margen<br />

Mi cigarrillo dice que no.<br />

Mi fósforo dice que no.<br />

Mi máquina dice que no.<br />

Y si le preguntara al viento en la colina<br />

y al agua en las pupilas<br />

y a la boca en las fáciles orillas<br />

también dirían: —No.<br />

Pero yo que me guío<br />

por el instinto<br />

y jamás por el cigarrillo, ni por el fósforo,<br />

ni por las luces horizontales,<br />

ni por el bostezo deseoso,<br />

ni por el color blanco<br />

que muestra la espalda dulce<br />

y el fresco nacimiento de los senos;<br />

yo, auxiliar y velludo, malicioso y volcán<br />

loco de atar,<br />

pero muy bien dotado,<br />

recurro al corazón, y le pregunto.,<br />

—de todos es conocida la nobleza de este músculoy<br />

él me dice que “sí”, a boca llena.<br />

Y siento ganas de llorar,<br />

de veras,<br />

147


como cuando la muerte nos lleva un ser querido<br />

y nos sentimos solos en la tierra<br />

En el aljibe <strong>del</strong> sueño tardío<br />

En el aljibe <strong>del</strong> sueño tardío<br />

hay una rosa, un caballo, un lucero.<br />

Mientras la rosa suspira un te quiero<br />

busca el caballo la boca <strong>del</strong> río.<br />

La medianoche corona de frío<br />

de lejos viene con arcos de enero<br />

por donde danzan —violeta y acero—<br />

una violeta, un lucero, el gentío.<br />

Es el amor que ha llegado de lejos<br />

con sus mazorcas, sus nubes y espejos<br />

a la ventana jugosa y obscura.<br />

Y es el amor —dulce y cálida brega—<br />

quien va cantando la gaita gallega:<br />

“tanto bailé que me dio calentura”.<br />

148


Benito Raúl Lozada<br />

Bozo a la hondonada<br />

El único buceo,<br />

profundidad ilímite,<br />

concéntrico, sin plazo.<br />

De cristales pacientes y afanes minuciosos,<br />

fortalecido en golpes<br />

de incógnitos asaltos, en atracos<br />

de buque turbio, en panes<br />

de amarga levadura,<br />

depurado de afanes lumínicos<br />

y juegos por inútiles trofeos.<br />

Penetra más adonde las presiones<br />

superan resistencias de tímpano.<br />

Ausculta más hasta la heroicidad<br />

<strong>del</strong> grito sin sonido.<br />

Rasga más y más las túnicas estáticas<br />

que hacen mayor la soledad.<br />

Desdobla el vano de la noche.<br />

Sigue por la ranura <strong>del</strong> espejo<br />

y busca reposar en la Presencia<br />

que llena los caminos.<br />

Pequeñas alegrías<br />

Recrean las pequeñas alegrías<br />

burbujas en el cerco. Límite<br />

suficiente al esplendor.<br />

No falles con un soplo desmedido,<br />

una pista extraviada.<br />

149<br />

“Humildes felicidades acorraladas”<br />

A, Saint Exupery. Correo <strong>del</strong> Sur.<br />

Dentro de la frontera relámpagos ahogan<br />

el angustioso desamor<br />

y penden crisálidas y bulbos<br />

de la rama <strong>del</strong> alba.


Nómada de los surcos:<br />

ellos fecundan al conjuro<br />

humilde de tu silbo<br />

contenido.<br />

Vulnerado latido<br />

Vulnerado latido<br />

prosterna la apariencia<br />

en dignidad de ruego hondo<br />

de humilde linaje retornado a su origen,<br />

de rayo débil que pugna por resquicio.<br />

Lentos peldaños en la escala larga<br />

alivian <strong>del</strong> cansancio la súplica<br />

despejado el peligro <strong>del</strong> anterior abismo.<br />

Apuntalas el garfio para un sostén rocoso,<br />

quieres el pie en el corte necesario,<br />

soslayas cicatrices inestables<br />

dejando uñas en picos, piel en desfiladeros,<br />

riegas lo puro de la sangre<br />

para que cada paso tenga el fervor supremo<br />

lleno de máximas ofrendas.<br />

Y el vocablo final, meta <strong>del</strong> sacrificio,<br />

inaugure un aliento recobrado.<br />

Advertencia<br />

Tu retención de soplo congelado,<br />

de aroma contenido,<br />

repasa la suerte de su celda.<br />

Mira<br />

si repites martillos<br />

en cercados idénticos<br />

podrías encontrar un gigante sin rostro<br />

que no abrirá la puerta.<br />

Entonces<br />

no podrás inventar<br />

la duración <strong>del</strong> alba<br />

ni el destino <strong>del</strong> color de la orquídea.<br />

150


Luisa Teresa Sosa<br />

El gato<br />

Tengo en la casa un amigo<br />

muy limpiecito y decente<br />

que se va cuando le place<br />

pues es muy independiente<br />

No es como el perro, que viene<br />

sumiso, cuando le llamo,<br />

es un gato presumido<br />

que dice: no tengo amo<br />

Llega cuando se le antoja<br />

ronroneando, zalamero,<br />

llora para que lo mimen<br />

es un gato callejero<br />

Come lo que se le antoja<br />

alborota las gallinas<br />

y luego va a visitar<br />

las casas de las vecinas<br />

Recorre toda la casa,<br />

¡mí madre no lo soporta!<br />

él me mira sonreído<br />

como quien dice ¡qué importa!<br />

Es caprichoso este gato,<br />

quizás no es de buena raza,<br />

pero le gusta dormir<br />

en el sofá de mi casa<br />

En las noches va de fiesta<br />

y viene de rato en rato,<br />

es muy malagradecido<br />

pero... yo quiero este gato<br />

Ven a la escuela<br />

Ven a la escuela, amigo<br />

ven a estudiar,<br />

151


a aprender cosas lindas<br />

y a jugar<br />

Ven con tus hermanitos,<br />

ven a cantar<br />

porque la escuela tiene<br />

sabor de hogar<br />

Ven a la escuela, amigo,<br />

hay pajaritos<br />

que fabrican, alegres<br />

lindos niditos<br />

Y los pájaros dicen<br />

en su canción<br />

que la escuela es un nido,<br />

para el amor .<br />

Van cantando los pájaros<br />

lindos... ufanos,<br />

y dicen que los niños<br />

somos hermanos<br />

Si vienes a la escuela<br />

vas a sentir<br />

que un niño alegre y sano<br />

sabe vivir<br />

Los alimentos<br />

Ayer dijo la maestra<br />

que hay tres grupos de alimentos<br />

que permiten a los niños<br />

crecer sanos y contentos<br />

Carnes, huevos y la leche<br />

siempre debemos comer,<br />

son fuentes de proteínas,<br />

nos ayudan a crecer<br />

Las hortalizas y frutas<br />

son sabrosas, nutritivas,<br />

nos hacen fuertes,<br />

alegres<br />

y alargan nuestras vidas<br />

152


Las verduras y el pan,<br />

los granos, los cereales,<br />

sirven para el desarrollo<br />

y también los vegetales.<br />

El árbol<br />

El árbol es mi hermano,<br />

el árbol es mi amigo;<br />

él me da medicinas;<br />

me da sombra y abrigo.<br />

Cuando entre su ramaje<br />

la brisa hace rumores,<br />

en el aire se esparce<br />

un suave olor a flores.<br />

Y para ir al cielo,<br />

como faro de luz,<br />

tiene brazos tendidos<br />

convertidos en cruz.<br />

153


Simón Sáez Mérida<br />

II<br />

Ayer,<br />

las mariposas se fueron hacia el mar<br />

bajaron a la espuma,<br />

al color,<br />

al blanco,<br />

al azul,<br />

a la oscuridad.<br />

Nada que hacer,<br />

el horizonte desasta grandes ojos<br />

sobre el vendaval<br />

y las viejas aves negras<br />

pululan en los molinos de viento.<br />

La historia es la misma,<br />

las mariposas ya no son más,<br />

la ceniza regresó con la arena.<br />

VII<br />

El horizonte<br />

carga techos de piedra,<br />

nubarrones de pan,<br />

junta los peces rojos<br />

y una espiga blanca,<br />

otra,<br />

otra,<br />

miles.<br />

La luz se muere lenta.<br />

XVII<br />

Me duelen<br />

estas flores sobre la piel<br />

este humo rojo en plena calle.<br />

A la intemperie,<br />

reclamo la luz <strong>del</strong> mediodía<br />

y oigo a los caracoles<br />

repetir su canción.<br />

Nada más que decir,<br />

154


sobre la vida<br />

brillan los alquitranes.<br />

XVIII<br />

Íngrimo,<br />

veo que dios cabalga<br />

en los gusanos<br />

y la vida regresa<br />

en grandes mariposas,<br />

que hay un alambre<br />

bajo la luna<br />

y la noche se muere<br />

con los pájaros<br />

XXI<br />

Ya es hora,<br />

una palabra sobre la soledad.<br />

Qué paradoja,<br />

uno desborda la alegría,<br />

inventa que las piedras<br />

tengan su primavera,<br />

Que los pájaros llenen el amanecer,<br />

y luego la soledad continúa,<br />

anónima, perpleja,<br />

quieta sobre el vacío.<br />

La piedra está allí.<br />

155


José Lira Sosa<br />

Fiat-Lux de mediodía<br />

ebrio de miel roja<br />

Fiat-Lux entre los dientes<br />

de la boa constrictor.<br />

Fiat-Lux para flagelar mariposas<br />

en las uñas de las brujas. Fiat-Lux<br />

hembra y macho como la voz <strong>del</strong> cocodrilo<br />

de cristal amarillo. Fiat-Lux uno puede<br />

llevarte <strong>del</strong> dedo como a una galera encantada<br />

uno puede abrazarte como a un hada<br />

que danza<br />

porque tú eres de harina blanca.<br />

Fiat-Lux bella proclamando destrucción<br />

a grandes pasos<br />

de ratón blanco. Fiat-Lux terrible<br />

a medianoche sin alas<br />

Fiat-Lux uno puede andar contigo<br />

sin puñal de luciérnaga<br />

en la espalda<br />

uno puede convertirse en un lagarto<br />

a tu solo contacto.<br />

Fiat-Lux repetido mil veces<br />

Fiat-Lux entre elefantes<br />

de rodillas de goma<br />

Fiat-Lux que no ha abandonado nunca<br />

los ojos de arena de Jannine<br />

Jannine de ojos de Fiat-Lux<br />

de ojos de noche<br />

de lluvia como manos de Fiat-Lux<br />

Fiat-lux de nalgas de látigo<br />

de nalgas de hostia bendita<br />

de nalgas de Jannine<br />

Jannine de días<br />

como piernas de lagartos<br />

Jannine de noches<br />

como ojos de luciérnagas<br />

y Fiat-lux.<br />

156


Fábula para revelar el misterio<br />

Había el recuerdo de la edad de piedra<br />

y cada paso que tú dabas era<br />

sacrificado<br />

a la caricia fascinante<br />

de estos dedos reptiles.<br />

Había este vaso que contiene<br />

la máscara que tú alimentas con tu miedo<br />

y el hongo de tus aletas subpétreas<br />

entregado a su vicio secreto. Había entre este<br />

jinete de cenizas blancas y este bosque<br />

sometido al influjo hechizante de tu risa<br />

la mano de este criminal de sueño hecha<br />

especialmente para retenerte a mi lado<br />

como una estatua.<br />

Inútil decir qué fiera descansa a tu derecha<br />

ahora que tu cuerpo es cada vez menos sólido<br />

y expone sus senos de arcilla<br />

de arcilla intrasmisible<br />

y el terremoto en medio de su centro<br />

levanta el paso de tus piernas<br />

como un acantilado<br />

sin ríos ni manos ni tú nadando en ese río<br />

con tus manos de frutos prohibidos.<br />

Había una jirafa apuñaleada por mis dedos<br />

de víboras<br />

para revelar el misterio<br />

y yo en medio de este campo<br />

como un nuevo diluvio para tu odio primitivo<br />

Había el recuerdo de la edad de piedra.<br />

Ahora<br />

ahora una jaula<br />

para la bella desconocida<br />

una jaula desplegando sus garras<br />

como tijeras en el desastre<br />

ahora una jaula inútil para<br />

la ceguera de los verdugos<br />

157


ecuerda en el vértice de mis dedos<br />

una jaula<br />

recuerda en la llave corroída<br />

por los guantes<br />

una jaula sin salida<br />

recuerda ahora entre mis pies<br />

una jaula rodeada de llamas<br />

¿dónde entonces<br />

acorralado el antifaz avanza?<br />

¿dónde entonces<br />

bajo el herrumbre la daga alucinante<br />

avanza?<br />

¿dónde entonces<br />

el amor definitivo?<br />

ni el antifaz acorralado<br />

bajo el orín<br />

ni la daga alucinante<br />

sobre tu espalda<br />

nada<br />

sólo odio<br />

odio para los pararrayos<br />

odio para las jaulas inútiles<br />

odio arrastrándose como un lobo hambriento<br />

odio como una catedral para animales<br />

tentados por la guerra<br />

odio para la antorcha que nos persigue<br />

nada<br />

Voz cortada<br />

158<br />

a Juan Sánchez Peláez.<br />

nada brilla, nada reluce en este grito<br />

el despojo amoroso de tu rostro cayendo en este pecho<br />

bestia adorable, tu máscara es una nueva conquista<br />

ágil para la lucha tu sombra es una antorcha<br />

ágil para el amor tu mano es una antorcha<br />

refrena el navío <strong>del</strong> nuevo descubrimiento<br />

en un llamarada<br />

la frágil corteza que apacienta mis caricias


es una llamarada<br />

una sola bajo la noche<br />

tu raíz violenta es una máscara<br />

recuerda bestia adorable,<br />

tu máscara es una nueva conquista<br />

agita tus garras consanguíneas<br />

y que no escuchen tu voz cortada<br />

que no escuchen tu acento desconocido<br />

ni el brillo reluciente de este grito<br />

este grito<br />

retorna a grandes pasos a tu origen<br />

Este hermoso país<br />

Este país restituido a su propia dimensión, abandonado a su suerte, impedido;<br />

ahogándose en el desprecio de la muchedumbre; este país contorsionándose<br />

convulsivamente en el marasmo desencadenado en sus prostíbulos, achicharrado<br />

de ademanes grotescos, reventado de cadáveres diseminados; víctima <strong>del</strong><br />

desfile sangriento de sus perversiones; este país inútil, asombrado, buscando un<br />

refugio, un escondrijo profundo, un agujero donde agazaparse como una bestia<br />

acobardada; este país encadenado a la pestilencia trepidante de convenios vituperables;<br />

este país inutilizado por la infatigable avilantez de sus soñolientos<br />

supernumerarios.<br />

Así es este país inquieto, arrastrado por el agua hirviente; vomitando sus miedos<br />

antiguos, perforados; este país dinamitado por el odio, estremecido por el<br />

hambre, arrasado por los fogonazos indóciles de la vieja miseria; este país ahora<br />

encabritándose.<br />

este país mío<br />

enrojecido por oleadas de cólera<br />

encontrándose a sí mismo<br />

este país ascendido resueltamente a la cresta de las colinas<br />

este país descendiendo a los sótanos de las penitenciarías<br />

este país rebelde con sus manos desplegadas<br />

este país gritando en la calle<br />

este país hermoso como el estallido de una granada<br />

este país brotado de orquídeas desafiantes<br />

y feroces animales indómitos<br />

este país antiguo<br />

inquieto<br />

dinamitado<br />

este país mío...<br />

159


Incertidumbre<br />

Tal vez no sea cierto que el ave de rapiña rasga el<br />

corazón <strong>del</strong> alba <strong>del</strong> aluminio incendiado con el Mar<br />

<strong>Caribe</strong> lamiéndole la punta de flecha envenenada<br />

Tal vez no sea cierto<br />

Encontrarnos en la Isla hecha de jirones antiguos<br />

de algas transparentes hundidos en la playa como un<br />

pedazo de quilla fuera de la ruta de los ciclones<br />

Tal vez no sea cierto<br />

No es un problema de lengua ni de saliva<br />

ni de labios<br />

verdaderamente ese no es el problema<br />

Ello ocurre<br />

Ello no ocurre<br />

El cielo de tu frente entre mis piernas<br />

construyendo el mundo<br />

levantando las pirámides más verosímiles<br />

tampoco es el problema<br />

Siete es divisible por sí mismo<br />

Pregono el hallazgo<br />

siete veces<br />

la pasión montaraz caída<br />

siete veces<br />

el encuentro en medio <strong>del</strong> follaje rudimentario<br />

la cicatriz efímera<br />

perseguida en la humareda sigilosa<br />

disparada siete veces en el arco<br />

fluyendo en las ramas inusuales<br />

sonámbula<br />

sustraída al ojo y al olfato<br />

crispada de caricias transparentes<br />

Proclamo la jabalina nupcial<br />

sobreviviente en el Diluvio<br />

de tu sexo<br />

alimentado de leños incandescentes<br />

llameando siete veces<br />

su enseña tutelar entre cenizas embelesadas<br />

Promulgo la ofrenda ineludible<br />

de tus muslos de azogue<br />

como una Estrella <strong>del</strong> Sur<br />

en el cielo de mi boca<br />

160


una efigie pagana vivaqueando<br />

para saquear en el fango consagrado<br />

siete veces<br />

Proclamo el hallazgo precursor<br />

de la carne<br />

el relieve alucinado de la piel<br />

de tus senos de mercurio<br />

en los espejos<br />

encontrados en número de siete<br />

a ras <strong>del</strong> suelo<br />

cubierto por el follaje rudimentario.<br />

Marina<br />

El mar culebra incesante serpiente tropical reptando<br />

entre espumas blancas<br />

atrapado por la isla sometido a una invasión de yodo<br />

y de salitre<br />

perfumado de viejas algas despedazadas por el ir y venir<br />

<strong>del</strong> mar que se mueve sobre sí mismo en una<br />

autocomplacencia sigilosa<br />

el mar serpenteante rodeando con sus anillos<br />

esta tierra salobre<br />

empequeñecido de sus dimensiones oceánicas<br />

recostado a los terrones mugrosos de una costa<br />

deshilachada<br />

desplegando sus caricias ancianas venerables<br />

en un esplendor desparramado escurrido en las redes<br />

sangrando por los arponazos de esos mediodías<br />

que vulneran su lomo reluciente<br />

el mar siempre el mar<br />

aplastado por un cielo de plomo.<br />

Palabra<br />

Palabra leve efímera<br />

breve y desnuda<br />

qué bella surges<br />

a veces<br />

inesperada en el poema<br />

161


César Suppini<br />

Esta casa<br />

Esta casa se erigió en solaz y penumbra<br />

El Tiempo puso su estrella en los rincones<br />

Anduvo en sus resquicios<br />

Amilanó mis pasos esta techumbre casi siniestra<br />

La hondura de la calle de polvo<br />

La luna desquiciada de la esquina<br />

Los bordes inflamados <strong>del</strong> estío desgajaron sus flancos<br />

Por eso es como el vino que olvidamos<br />

O como el hilo de arena mudado en viento<br />

Era más gris y cancina<br />

Más humosa y recostada <strong>del</strong> azar<br />

Tenía algunos adobes de jaula de vidriosa greda<br />

Unas columnas casi triangulares como de espuma<br />

En sus pisos trazaban surcos las lámparas<br />

Que mis tías guardaban en inalcanzables lugares<br />

Esta casa era el aire que ahora tañe de otra parte<br />

Con la misma ventana de furgón<br />

Parecida a los gajos plúmbeos <strong>del</strong> invierno antiguo<br />

Sus raíces y sus visajes<br />

Dicen de un Tiempo solemne<br />

Amalgaman un ayer de óxidos y visos elegidos<br />

Destinan los días a sus memorias de olvido<br />

A sus perennes e insondables vestigios<br />

Búho<br />

Grito oscuro que horada los sueños<br />

Quiebra sus láminas<br />

Burila el vidrio impávido de las estrellas<br />

Se hunde en lo más denso<br />

Ladrido corto que azora la noche<br />

162<br />

1964.


Búho-Mito-Fantasma-Búho que ríe en agua y relámpago<br />

Búho-Imán mágico-Búho piedra negra arisca—<br />

Búho de antenas magistrales<br />

En el gran espacio muerdes la desolación<br />

En el vacío remontas las uñas prestas<br />

Búho fuego apagado-Búho sombra violácea<br />

en el costado<br />

163<br />

1980.<br />

Nací al borde de la montaña. El grito nostálgico <strong>del</strong> Pájaro Ligero ofrendó el cáliz<br />

de la soledad y coronó el naciente hechizo. Los fuegos celestes desbastaron mi<br />

frágil memoria. Dilapidé mi infancia entre los muros invernales y al trasluz de<br />

remotas reminiscencias. Recuerdo haber visto caer la furia de la tempestad sobre<br />

los techos ateridos y la fronda de las golondrinas en los vacíos crepusculares.<br />

Tejiendo sus signos bajo la tarde y elevando la espiga hacían infranqueables las<br />

últimas luces.<br />

1966.<br />

Un día<br />

Un día<br />

voy a irme<br />

de vuelta<br />

sobre mi paso<br />

Debajo de mi sombra<br />

Entre las mismas palabras de antes<br />

borradas de olvido<br />

Por la orilla de la vida<br />

huraño<br />

insomne<br />

cabizbajo<br />

Sólo cruces de golondrinas<br />

Esa ceniza celeste que cae<br />

Esas voces que trae el viento ciego<br />

Un día<br />

1970.


Sonámbula<br />

Así como los pájaros coronan cada día la ciudad<br />

Comienza a nacer desde sus muros<br />

Desde sus flancos<br />

El bello gesto de los manes silenciosos<br />

En los desiertos de la altura<br />

Sus alas que enhebran la armonía, y se renuevan<br />

Como si algo los dirigiera<br />

Como si algo cavara en sus filas torvas<br />

Colmadas de profundidad<br />

La ciudad<br />

mientras tanto se sumerge lentamente<br />

en los filos feroces<br />

Deambula y sueña sin sentido<br />

Enciende sus bosques y apaga sus estrellas<br />

La ciudad<br />

mientras tanto<br />

Fulmina esa pesadumbre<br />

Ese postrer resuello<br />

Bordea el linde levísimo de su destino<br />

De mis cartas nocturnas<br />

Coged nuestro fruto de distancias<br />

Nuestra herencia de fuego que sorprende como una mujer sin voz<br />

La fotografía descompuesta entre las pestañas <strong>del</strong> vino perplejo<br />

Entre los inmóviles altavoces <strong>del</strong> silencio consumido<br />

Coged vuestros ojos y arrojadlos a las más agudas sombras como<br />

aquellas palomas envenenadas de suspiros<br />

Permitid que por mí la puerta permanezca cerrada a la manera <strong>del</strong><br />

último meridiano<br />

Y reventad en la calle con el sentido de este anillo que nos<br />

comunica corporeidad y hastío y color de infinitivo<br />

Yo poseo la moneda de agua originaria .<br />

La cifra indeclinable mojada en el vagido <strong>del</strong> vacío<br />

La columna consagrada por el primero que leyó las grandes luces <strong>del</strong> sueño<br />

Espero cobijar esta cabeza entre todos y esto implica el deseo<br />

164


de eliminar los vertiginosos camellos de dulzura<br />

Las palabras blancas alistadas a la orden <strong>del</strong> hombre que se revela por los dedos<br />

Las detenciones al regreso de las estatuas cerradas por la noche<br />

Confundidas en las breves añoranzas<br />

¿Cómo desaparece el mundo bajo mis sombras y cómo espanto peces<br />

antiguos en los ojos todavía sorprendidos por el alba?<br />

¿Cómo consigo levantándome mi estatura y mi sonora jaula de lejanía<br />

destrozada de terrones que guardan el hervor<br />

<strong>del</strong> último distanciamiento con el día?<br />

¿Cómo camino sin sospechas ni algodones entre mis enemigos imposibles?<br />

Mi última voluntad es estar entre los ciegos que escuchan<br />

las operaciones secas en las tinieblas<br />

La diligencia hacia los grandes osarios cercanos al corazón<br />

Y por lo tanto definitivamente hermosos de miseria invisible<br />

Ahora<br />

en mi pueblo<br />

Con las remecidas <strong>del</strong> viento primaveral<br />

de los árboles caen estrellas<br />

Extiende una ancha y fresca alfombra<br />

sobre la hierba<br />

En ellas los pájaros alcanzan otro fuego<br />

y se deslizan por los hilos de un sol perenne<br />

Que les nubla los ojos<br />

Semblanza <strong>del</strong> abuelo<br />

165<br />

1951<br />

1995.<br />

para Laura, mi hermana.<br />

Mi abuelo era alto y <strong>del</strong>gado como una palma<br />

Tenía la frente amplísima de pensador<br />

o de poeta<br />

Amaba la casa<br />

los árboles<br />

las aves canoras<br />

y las cosas viejas<br />

Era laborioso y silencioso


Apenas me llamaba dos veces al día<br />

Para que le comprara el vino<br />

mientras leía echado en un <strong>del</strong>gado chinchorro<br />

con piernas cruzadas<br />

libros y revistas de otros países<br />

en idiomas desconocidos para mí<br />

Algunas veces me los prestaba<br />

Para que viera en ellos figuras y paisajes<br />

Tejía a ratos alpargatas multicolores<br />

En una máquina-telar de su propia invención<br />

Y usaba una alacena grande como biblioteca<br />

Y lugar de otros asuntos personales<br />

—una brújla, un reloj de arena, un pararrayos—<br />

Hechos por él mismo<br />

Muy contadas veces me refirió instancias de su vida<br />

y de la de otros parientes desaparecidos<br />

o lejanos<br />

Y yo que sólo tenía ocho años<br />

lo escuchaba con interés y <strong>del</strong>ectación<br />

porque me gustaba su forma de narrar las cosas<br />

Muchas veces le oí hablar largamente a solas<br />

con él mismo<br />

Como en un sueño en el que era un personaje más<br />

entre otros<br />

Ahora sé que muchas frases extrañas dichas<br />

en esos trances<br />

eran en francés e italiano<br />

lenguas que leía y escribía con cierto dominio<br />

Un día percibí que me alejaban de su compañía<br />

Y fue que el abuelo<br />

—probablemente hablando largo a solas con él mismo<br />

como en los trances de mediodía—<br />

se marchó en el viaje sin regreso<br />

166<br />

1995.


Carlos Ríobueno<br />

En caso de que El<br />

Supremo Juez<br />

me incluya en el listado<br />

de los resurrectos<br />

quiero ver el muro<br />

de Fernando Paz Castillo<br />

caminando lentamente al infinito<br />

bendecido de tejas<br />

que oren al milagro<br />

de la resurrección<br />

Octubre 1997<br />

En caso de que El único y Gran Actor<br />

me traiga de nuevo al cine<br />

le exigiré que lleve también<br />

a Sofía Loren<br />

para decirle cuánto la amé<br />

en el espacio infinito que cursaba<br />

entre mi alma<br />

y la pantalla arrugada<br />

<strong>del</strong> cine parroquial<br />

Llanto y voz<br />

En tus ojos<br />

renace mi hijo<br />

con llanto y voz<br />

Son tuyos palpitar y canto<br />

Dos amores<br />

para alumbrar un retoño<br />

apaciguado de musgos<br />

y profundidad de raíz<br />

Duele el mar<br />

Entre infértiles raíces<br />

duele el mar<br />

trinitarias hieren al viento<br />

Besos zarpan a mi destino<br />

167


Cultivo surcos<br />

de mi sangre<br />

Persiste la sal<br />

mas allá de la savia<br />

Con nostalgias de rebalse<br />

Vine en el sur<br />

con musica de canalete<br />

y caballo<br />

botalón y bandolín moriche y merecure<br />

Sabanas abiertas<br />

al sacrificio oceánico de canos lastimados<br />

con nostalgias de rebalse<br />

He retornado<br />

al canto de las curariaras<br />

168<br />

Al caño Simara.


Ligia Elena Rojas Millán<br />

Cósmico<br />

La vida me suspendió<br />

En un punto<br />

Donde antes había visto<br />

Brillar soles.<br />

Pudo haber sido un siglo<br />

Tal vez un largo rato.<br />

Allí me bifurqué infinitamente.<br />

… Ayes y adioses<br />

Tristezas y alegrías.<br />

Luego supe<br />

que de mis pies habían brotado<br />

raíces... de mis manos ,<br />

goteaba la miel.<br />

Mis labios estaban secos, muy secos<br />

Mi pelo blanco, muy blanco.<br />

Mi piel<br />

solitariamente petrificada,<br />

mi corazón seguía siendo el mismo,<br />

sí...dolorosamente el mismo.<br />

Divisé un mar<br />

que alguna vez estuvo huracanado.<br />

Aún flotaban trozos<br />

que me eran familiares.<br />

Comencé a rearmar las piezas<br />

de lo que una vez fue mío.<br />

Imposible hallar la que faltaba.<br />

Entonces volví de nuevo<br />

a mis dilatados confines<br />

para seguir cohabitando<br />

entre mis sueños.<br />

Interminables…<br />

A Mario Torrealba Lossi, Intelectual de claros lineamientos.<br />

Sombras cruzan...<br />

sombras pasan...<br />

entre ellas<br />

169


un extraño centelleo<br />

que no logro atrapar.<br />

Las horas<br />

no se deslizan<br />

como algunas otras veces.<br />

Se suceden como repugnante fila<br />

formando un largo y sombrío túnel.<br />

Son crueles en su lentitud<br />

me mascullan morbideces al oído,<br />

yo intento alejarlas,<br />

pero ellas... están allí..., vengándose.<br />

¡Oh! ¡venganza de la vida<br />

filtrada en esas horas!<br />

no te escondas en esa oscuridad<br />

acércate a mis sentidos.<br />

Haz sonar tus clarines o doblar tus campanas.<br />

Hay algo que sigilosamente<br />

se escurre entre mis noches.<br />

Se detiene en el tiempo aplastantemente<br />

para caer como círculos<br />

en la somnolencia de mis ojos<br />

pesados y nocturnos.<br />

Allí me castigan lastimosamente.<br />

Si supiera cómo es tu figura<br />

sí supiera cuál es tu esencia<br />

entonces<br />

sentidos y razón tranquilizarían<br />

su extraña inquietud,<br />

porque haría bajar <strong>del</strong> firmamento un lucero<br />

y alumbrarte el camino con su luz.<br />

O reinventaría palabras,<br />

las más demoledoras para<br />

hacerte partir en mil pedazos.<br />

170


J. M. Villarroel París<br />

La estampida<br />

Veníamos de un viaje Otras tierras<br />

en una misma geografía montes y sabanas<br />

El sol más cálido prendía en los bucares<br />

al fondo de las picas<br />

Veníamos de un viaje Uno en sí es un profundo viaje<br />

para recordarse muerto en los velorios cachos y aguardiente<br />

Nada más grato que conquistar el monte donde reinan la cuaima<br />

la tigra los pantanos y las plagas<br />

Mudarse por las trochas de un pueblo a otro<br />

Una gran aventura<br />

Tomar los burros montaña abajo montaña arriba<br />

Mañanita despertando los gallos los corrales<br />

y seguir con el ruido palanganas<br />

Noches tras noches gitanos de en campo a otro<br />

De Caripito a San Juan allí en el Delta<br />

vadeando el Tonoro el Guarapiche el Tigre<br />

Así salieron mis primeros viajes en medio de la noche<br />

Otro viaje cadena en el tiempo<br />

Buenaventura había muerto en la calle Maturín de Quiriquire<br />

La vi tendida sobre la mesa con una sábana blanca<br />

mientras las chivas comían berenjenas en el patio<br />

El viaje continuaba nutriéndose en cada campamento<br />

Una cuadrilla de perforadores margariteños chistosos<br />

jugadores de truco y de dados<br />

Todos costeños venidos de las haciendas de cacao<br />

Grandes plantaciones de Cariaco de Soro<br />

Conuqueros <strong>del</strong> Turimiquire peones de los bajos llanos Orientales<br />

Una cuadrilla para el viaje una más para morirse de paludismo<br />

en Maturín Caripito El Sinco Campo Rojo<br />

La estampida <strong>del</strong> sueño en un juego cerrado<br />

El viaje era por rutas trazadas en un mapa sin huellas<br />

traído en las valijas de un mister un jurungo cualquiera<br />

Una visión esclavista como en la colonia con gente de color<br />

traída de todas partes<br />

Era para no regresar jamás al sitio de partida<br />

Era como si nunca nos hubiéramos mudado<br />

Caer enfermo Suicidarse Envenenarse en las juergas domingueras<br />

con los bolsillos repletos de dinero entre barro y petróleo<br />

171


Caminar madrugadas veinte kilómetros de monte lleno de miedo y frío<br />

Viajar Viajar hasta el encuentro de la tierra prometida<br />

Esta meseta esta llena de taladros<br />

Desde El Tejero Santa Bárbara Jusepín<br />

Los apamates están llenos de petróleo<br />

Muertos con una tristeza de país en ruina<br />

Esta meseta está llena de taladros<br />

Sembrada de hombres muertos<br />

Un largo cementerio viene desde Caripito<br />

y no tiene fronteras<br />

Es la gesta la nueva conquista entre pueblos<br />

que viven y mueren<br />

La estampida <strong>del</strong> sueño en un juego cerrado<br />

Con una legión de mutilados rodando de campo en campo<br />

Con mujeres raptadas y violadas<br />

Es la historia de la nueva conquista<br />

hecha por jurungos y torpucios<br />

La nueva historia —una versión curiosa <strong>del</strong> desarrollo—<br />

<strong>del</strong> atraso como para engañarnos repitiéndonos<br />

un a<strong>del</strong>anto lleno de carros neveras artefactos casaquintas<br />

Edificios Hombres que mueren como perros<br />

Esta meseta está llena de taladros balancines y mechurrios<br />

Esta meseta está llena de todo y de nada<br />

Caripito<br />

En los manglares el agua está tranquila<br />

El tiempo queda estático y el viento muere<br />

Caripito es un manglar y cada casa guarda para sí<br />

esa visión pretérita <strong>del</strong> hombre<br />

Por allí pasamos en cuadrillas rumbo a Guanoco<br />

donde los mangles tienen su cementerio<br />

En esas calles se grabó un lenguaje soez<br />

La vida entonces giraba en los bur<strong>del</strong>es<br />

Caripito pueblo flotante frente al río<br />

Marcó sobre su escudo un hierro para que toda piel<br />

fuera al desastre<br />

Nosotros no escapamos viento errante<br />

Porción atlántica para vivir los requerimientos de la época<br />

Caripito es un manglar Un pueblo<br />

Un aletazo Un golpe Un derrumbe<br />

172


Manresa<br />

Conocimos el reino de Manresa<br />

La misma fiebre de Sodoma y Gomorra marcaba el inicio<br />

toda explotación<br />

El Campo Norte y el Campo Sur signaban una sola estrategia<br />

En todo lugar fundado se hacían límites Señales para diferenciar<br />

una clase de otra<br />

Los señores <strong>del</strong> petróleo hacia el Norte<br />

Los esclavos <strong>del</strong> petróleo en el Sur<br />

El reino Manresa con su corte rubios texanos<br />

Los torpucios con sus bragas kaki leyendo cartas sismográficas<br />

Un idioma para ser superiores machacado entre largos tabacos<br />

Un jurungo Un indio sin ninguna correspondencia<br />

Bajamos por las charcas carreteras<br />

en un continuo ir y venir campos y horas<br />

Largas barracas <strong>del</strong> Campo Sur entre hierros y muertes<br />

Manresa era el reino vigilando su olvido<br />

Un zarpar y no volver sobre las hileras de sus casas<br />

Caño San Juan<br />

Caño San Juan Plaga San Juan tu odio<br />

pegado en las agallas <strong>del</strong> Delta<br />

Yo asistí al bautizo de tu primer taladro<br />

Una profundidad millonaria de pies<br />

Mecha sobre la piel que perfora los huesos<br />

Boca <strong>del</strong> Orinoco<br />

Caño San Juan cayena putrefacta<br />

Tierra <strong>del</strong> aluvión de la malaria<br />

Allí estuvo mi padre encuellador<br />

En lo alto de la torre temblando como un pájaro<br />

173


Domingo Rogelio León<br />

La búsqueda<br />

Salí a buscarte amor una mañana<br />

pincelada de flores y vestida de pájaros,<br />

bajo un cielo que estrenaba el azul que<br />

hice para tus sueños.<br />

Hallé tu nombre entre los arrendajos<br />

que arrullaban gallitos de bucares,<br />

y me encontré tu imagen en las orquídeas<br />

en los enhiestos páramos.<br />

Eras rocío en la flor de los naranjos,<br />

terso dulzor en la pulpa de las guamas;<br />

cristalino rumor entre las piedras<br />

<strong>del</strong> manantial que baja por las montañas.<br />

Te busqué un mediodía caminando impasible<br />

por la monótona senda de las chicharras,<br />

hago un flamear de banderas en los camburales<br />

y en el sabor intacto de los mangos.<br />

Te busqué por las tardes caminando el ocaso<br />

jineteando los cerros embriagados de sol,<br />

y tras cada celaje que se alzaba a mi paso<br />

giraba tu silueta prendiendo un arrebol.<br />

Y en la noche limpísima lavada por la luna<br />

sobre los cafetales de alba floración,<br />

tu silueta esbeltísima se prolongaba en una<br />

sonata de cristales de aromada emoción.<br />

Salí a buscarte amor, una mañana larga<br />

y te hallé recostada en el crepúsculo.<br />

El hallazgo<br />

Recostada a la orilla <strong>del</strong> crepúsculo<br />

Espero,amor, que pases,<br />

para iniciar, cogidos de las manos,<br />

un viaje alrededor de las palabras,<br />

y en una sonatina de colores<br />

conversarnos, amor, que nos amamos.<br />

Contarte que al clamor de la mañana<br />

trinan tu nombre los cucaracheros,<br />

le perfuman en lila las orquídeas<br />

y lo adorna de perlas el rocío.<br />

Decirte que lo zumban las abejas<br />

174


en las campanas de los tabaqueros,<br />

y que lo endulzan en las pomalacas<br />

en goloso trinar los azulejos.<br />

Decirte que las fresas maduraron<br />

con un sabor que ha de tener tu boca;<br />

que ya abrieron bellísimas las dalias<br />

y hay una loca floración de rosas.<br />

Decirte que ese sol que hay en mi pueblo<br />

(el sol más bello en el más bello cielo)<br />

graba en oro tu imagen en mis ojos<br />

con sus límpidos rayos mañaneros.<br />

Contarte que te amo en cada cosa,<br />

Que en todo, amor, revive tu recuerdo;<br />

que a cada instante todo lo que existe<br />

me susurra al oído que te quiero.<br />

Oírte que me amas en la tibia<br />

soledad de tu almohada,<br />

y que dices mi nombre suavemente<br />

con cálidas palabras.<br />

Platicar que tus manos traen la tibia<br />

suavidad que yo ansío,<br />

y oferentes tus ojos luz y brillo<br />

traen para los míos.<br />

Que la gran noche nuestra se inicia con tu pelo<br />

y se prolonga más allá <strong>del</strong> sueño,<br />

y se distiende sobre todo un mundo<br />

de silencio y de anhelos.<br />

Que hemos hallado al fin el ansiado camino<br />

por donde andar sin fatigar los pasos,<br />

paseando auroras de color de grana<br />

<strong>del</strong> brazo de bellísimos ocasos.<br />

La madre elemental<br />

Madre, mujer elemental,<br />

río vertical<br />

fuego y luz que circunda<br />

Tierra fértil que de amor se fecunda:<br />

aire sin horizontes.<br />

Madre, mujer elemental,<br />

árbol universal, tronco multiplicado,<br />

eco de cualquier grito<br />

mirada, voz, gesto infinito<br />

de afecto y de ternuras,<br />

corazón donde llegan un millón de caminos<br />

175<br />

Maturín, 1980


y sobre cada cual<br />

la ajena angustia viene,<br />

porque tu corazón para ella tiene<br />

de tu consuelo el pan y de tu amor el vino.<br />

agua miel<br />

que ambarizó la aurora<br />

irisado llovizno<br />

estrella de Belén<br />

libélula celeste<br />

manó de Sinaí<br />

lira de Orfeo<br />

aroma <strong>del</strong> Edén<br />

niña de albo cisne<br />

en duermevela<br />

acurrucada<br />

en el umbral de la ternura<br />

llegaste a mí.<br />

yo también amé la hondura<br />

de las horas<br />

igual que tú<br />

naufragué en el silencio<br />

hoy<br />

desando pasos herrumbrosos<br />

me pierdo<br />

hecho parábola inconclusa<br />

véndame por caminos que regresan<br />

176


Elba Rosa Albertini<br />

Evocación<br />

Atardece.<br />

Puerto de recuerdos<br />

donde han ido a morir viejas embarcaciones,<br />

derrumbadas, deshechas,<br />

abandonadas.<br />

Sólo el ir y venir de las olas,<br />

incesantes viajeras de espumas<br />

esperan el amanecer.<br />

Allí,<br />

el inconstante, amor como las olas,<br />

una vez pobló de promesas<br />

y crecieron ilusiones.<br />

Allí,<br />

Algún enamorado adolescente<br />

con su mano febril<br />

trazó con firmes rasgos en la arena<br />

corazones y flechas...<br />

después,<br />

otras olas viajeras,<br />

en su afán de llevar a su mar<br />

como trofeo,<br />

borraron inclementes corazones y flechas<br />

y las huellas de aquel amor.<br />

Noches insomnes<br />

Noches insomnes,<br />

luciérnagas ebrias de luces<br />

invaden mi privacidad.<br />

¿Qué buscan?<br />

Es como una burla su inquietud<br />

de ir y venir sin rumbo y sin destino,<br />

y ríe el verde azul e intermitente<br />

de su callada luz,<br />

siempre presente en mí,<br />

como alucinación de mi tristeza,<br />

agazapada entre las rendijas<br />

de las horas,<br />

también insomnes<br />

porque tú no estás.<br />

177


Madrigal I<br />

Hoy he visto florecer<br />

la primavera de tu vida,<br />

y tú la vas poblando<br />

con la canción de plata<br />

de tus ciegas palabras<br />

que dicen no sé qué<br />

y con tu sonrisa de cristal,<br />

Y ríes de felicidad,<br />

porque la vida para ti<br />

es el instante en que vives,<br />

porque en ti no hay ayer, ni mañana,<br />

porque vives suspendida<br />

por los hilos invisibles<br />

de tu inocencia de niña feliz<br />

que canta y ríe.<br />

Toda tú eres amor.<br />

tú hablas con la brisa,<br />

tú juegas con las flores<br />

y con las mariposas de tus sueños<br />

Y en ese laberinto de palabras<br />

dialogas con ellas<br />

y les regalas besos y sonrisas.<br />

¡Oh! dulce niña mía,<br />

hecha de miel y besos,<br />

te has prendido en mi alma<br />

como hiedra de anhelos<br />

Espigas <strong>del</strong> silencio<br />

Deja que yo te cante<br />

una canción de besos,<br />

deja que yo te meza<br />

con un vaivén muy tierno<br />

en mis brazos de abuela,<br />

en mis brazos de cielo<br />

en mis brazos cansados<br />

bordados de recuerdos.<br />

178<br />

A mi nieta Cristina en sus cuatro años.


Conchita Abreu Rescaniere<br />

Y, qué importa que el azul de mi cielo<br />

convirtiérase en gris.<br />

Y, que se queden mis labios destrozados<br />

sangrando sobre el rostro.<br />

Y, qué importa que el calor de mis ojos<br />

se apague entre los párpados.<br />

Y, que me corten las manos<br />

que en busca de justicia levanté.<br />

¡No me importa, lo juro, no me importa!<br />

Después de mi fatiga y mi tristeza<br />

sufriré mil derrotas,<br />

me alcanzará el fracaso.<br />

Y, ¡qué importa!<br />

Al levantar los ojos<br />

en el último esfuerzo,<br />

encontraré la imagen<br />

de mi propia conciencia<br />

retratada en el cielo infinito.<br />

Y, a pesar <strong>del</strong> fracaso,<br />

de la vida y <strong>del</strong> tiempo,<br />

gritaré convencida:<br />

—Y, ¿qué importa...? ¿Qué importa...?<br />

¡Soy la dueña de mi propio destino...¡<br />

Desesperanza<br />

¡Estoy sola frente al mundo que no sabe mi dolor,<br />

Frente al mundo que no puede comprender mi corazón!<br />

Que me mira indiferente,<br />

que razona<br />

sin razón.<br />

Que no supo de mis sueños.<br />

Que no supo de mi amor.<br />

¡Este mundo que no sabe sentir como siento yo!<br />

179


Ya la noche con su manto de azabaches y de sombras<br />

me cubrió.<br />

Vida negra...<br />

Noche oscura,<br />

sin estrellas que iluminen mi sendero de crisol.<br />

do se funda la esperanza que la muerte me quitó.<br />

Ya mi vida<br />

solitaria peregrina,<br />

se perdió.<br />

Se perdió como se pierden los brillantes <strong>del</strong> rocío<br />

al primer beso <strong>del</strong> sol.<br />

La madeja de ilusiones, que los rayos luminosos<br />

de la luna con paciencia me tejieron,<br />

se enredó...<br />

Y los hilos que se cruzan<br />

van cambiando lentamente<br />

de color...<br />

Y enredados se parecen:<br />

al silencio que se rasga<br />

cuando en noche solitarias,<br />

en las rejas de su amada<br />

cuenta un hombre<br />

las pasiones<br />

y las quejas<br />

y ternuras<br />

de su amor.<br />

Y la brisa juguetona,<br />

por el campo florecido, la serenata esparció.<br />

Serenata que mi amado, también junto a mi ventana<br />

me cantó.<br />

Nocturno de navidad<br />

Esta noche,<br />

esta, noche, arrodillada ante el niño que ha nacido en Navidad,<br />

he llorado...<br />

He llorado largamente<br />

deplorando mis pecados,<br />

y pecados<br />

de toda la humanidad.<br />

Esta noche,<br />

he llorado, como nunca había llorado, ni podré llorar jamás,<br />

ante el niño<br />

que ha nacido<br />

entre paja y sin abrigo,<br />

180


y en su cara reflejado,<br />

lleva el signo de la cruz y <strong>del</strong> amor.<br />

Esta noche<br />

he llorado,<br />

he llorado largamente...<br />

desahogando mi dolor.<br />

Esta noche,<br />

esta noche bulliciosa,<br />

las estrellas y luceros brillan más,<br />

ante el gesto <strong>del</strong> Dios-Niño<br />

que naciendo en un pesebre nos enseña la humildad.<br />

Esta noche,<br />

esta noche quejumbrosa<br />

mis pecados pesan más.<br />

¡Cómo duelen!<br />

¡Cómo duelen mi soberbia y mi necia vanidad!<br />

Esta noche<br />

ante el gran recién nacido,<br />

he pedido suplicante el madero de mi Cruz.<br />

Y sus ojos cariñosos<br />

me han mirado dulcemente. . .<br />

Y las sombras que me ahogaban se disipan<br />

lentamente...<br />

Y mi alma<br />

respondiendo a su mirada se ha llenado de su fuego y de su luz<br />

Esta noche,<br />

esta noche silenciosa,<br />

para Ti, mi Salvador,<br />

he forjado con mi llanto,<br />

muelle cuna dentro de mi corazón.<br />

He bordado tus pañales<br />

con los hilos de esperanza<br />

y tejido tus zapatos<br />

con estambres<br />

de contrita confesión.<br />

Esta noche...<br />

¡Nochebuena!<br />

¡Noche Santa!<br />

Ha nacido entre pastores<br />

el Divino Nazareno Redentor.<br />

Esta noche...<br />

¡Nochebuena!<br />

¡Noche Santa!<br />

Ha nacido ante un pesebre<br />

a la vida de la gracia, un pecador.<br />

Maturín, Navidad de 1965.<br />

181


Miguel Tineo<br />

Frente a la iglesia<br />

Cada vez que pasaba<br />

frente a la iglesia de mi pueblo<br />

no sé por qué<br />

unas veces alegres<br />

y otras quejumbrosas<br />

doblaban sus campanas<br />

juro que no sé porqué<br />

a no ser que el sacristán me amara<br />

pero pudo ser que su odio fuese tal<br />

que en el repicar de las campanas<br />

me mandara para la gloria o el infierno<br />

no sé<br />

porque dependería de si era amor u odio<br />

lo que por mí sentía<br />

pero<br />

de nada valieron los dobles de campana<br />

aquí estoy en cuerpo y alma<br />

con ángeles de carne y hueso<br />

y demonios que espantan.<br />

Apuro el paso<br />

La arena habla de tus pasos<br />

Inconfundibles<br />

mañana no estarán<br />

porque una ventisca fuerte<br />

iracunda<br />

sostenida<br />

borrará todo vestigio<br />

apuro el paso para darle<br />

alcance porque luego será tarde.<br />

182


Como una daga<br />

Frontal<br />

sin duplicaciones morales<br />

erguido como una daga<br />

mostraba mis manos<br />

salía un grito de mi pecho de hierro<br />

un yunque de piedra<br />

resistía cualquier furia<br />

de repente un silencio<br />

como nunca un silencio<br />

contemplaba<br />

apretaba mis labios<br />

las hojas secas se iban<br />

el tiempo lanzaba un alarido<br />

lloraba sin secarse las lágrimas<br />

que rodaban inquietas<br />

y desaparecían en la tierra<br />

que dormía a mis pies.<br />

En mi comarca<br />

En mi comarca<br />

tranquila como mi conciencia<br />

un valle impresionante<br />

por su belleza<br />

reposa sobre la tierra fértil y generosa<br />

fértil como mis sentimientos<br />

generosa como la mano derecha de mi alma<br />

allá<br />

entre la frescura de una montaña verde tierno<br />

y un entramado de riachuelos transparentes<br />

busco en mi soledad tranquila<br />

artilugios de una realidad que llega<br />

para escaparse por los predios<br />

de mi comarca consentida<br />

cuando despierto en mi comarca<br />

enclavada donde reposa el valle<br />

donde la Naturaleza fue obsequiosa<br />

miro al cielo sin lavar mi cara<br />

y a la comarca doy gracias<br />

183


por apurruñarme en su regazo<br />

y tararear sus mimos en mi alma<br />

Atravieso un desierto<br />

Quiero agua<br />

atravieso un desierto<br />

una inmensidad de arena calcinante<br />

lugar de ausentes<br />

por donde la brisa pasa<br />

se oculta y no regresa<br />

por donde arden las espaldas<br />

la noche pasa un largo rato<br />

pero al amanecer<br />

recoge sus sombras y se ausenta.<br />

184


Perucho Aguirre<br />

Desde el silencio habitado de esta casa de hojas<br />

pretendo comunicarme contigo<br />

hacerte creer que existo.<br />

Desde esta desnudez sin pena<br />

lluvia<br />

o acequia<br />

desde donde las palabras pueden decirse<br />

Deberíamos escribir para entendernos<br />

acercarnos.<br />

Y tantos años de lenguaje.<br />

El temor nos corta las imágenes<br />

El temor jamás ha sentido temor<br />

Montañas<br />

mar<br />

ríos.<br />

¿No recuerdas los cuadernos de apuntes?<br />

¿Tu mesa recién servida?<br />

Siento calor y frío en mis espermas<br />

¿Por qué pronunciar tanto silencio si encintas criaturas<br />

Ovacionan tu afinado y remero recuerdo?<br />

Oh, el viento.<br />

Canturrero y burlón.<br />

Azules no dejan de anunciar mis contradicciones<br />

pasos de lunas angustiados<br />

y arde.<br />

Cuánto arde.<br />

Esta letanía de gris que no admite remiendos<br />

En mis pensamientos de reclusión<br />

Esta música letal que no evoluciona mis raíces sollozadas.<br />

185


Angustia.<br />

Oh, angustia.<br />

En la orilla de todo verso sin pausas de paz y sin caramelos<br />

En mis oscuros y silentes planetas.<br />

Sé de tu nostalgia de rocíos<br />

descanso que no te permite<br />

lunes<br />

amaneceres<br />

Eres de sol y sal<br />

amigo<br />

soldado de claridad meridiana<br />

Estrella sin oscuridades<br />

Mancha de arcoiris<br />

ahí<br />

Cientizando<br />

increíbles<br />

ademanes<br />

fugitiva rebeldía<br />

Y tan humano<br />

186


Carlos Báez<br />

La Palabra<br />

Primero fue el grito<br />

verbo horizontal sin horizonte<br />

palabra vertical sin vértigo<br />

trueno sagrado y trino canoro<br />

sonidos paralelos<br />

que aflorando en quejumbrosos presagios<br />

<strong>del</strong>imitaban la fónica geometría <strong>del</strong> alma<br />

luego de aquella alegre anunciación<br />

el ave los animales marinos la piedra y el árbol<br />

recogieron la esencia que esparcida en la brisa<br />

evocaba la lluvia y la caída <strong>del</strong> agua entre los riscos<br />

entre los animales la confusión fue mayor<br />

desde entonces nuestro miedo<br />

no encontró un espejo mejor para reflejarse<br />

que la palabra.<br />

Elegía<br />

“somos un bosque de manos hacia el futuro”<br />

somos un manojo de voces que claman tu presencia<br />

somos una historia despojada <strong>del</strong> hombre<br />

el mismo hombre despojado de su historia<br />

Dime<br />

¿quién irá a buscar lo que yace en el vientre <strong>del</strong> verano<br />

si hasta ti llegó la muerte armada<br />

de colmillos garras y fusiles<br />

devorando tu primavera a hora tan temprana?<br />

la impía-eterna-pálida-desgarbada-insobornable<br />

apagó tu mirada cercenó tu voz se llevó tus manos<br />

jAh! tus manos tus manos hermano mío<br />

tus manos eran dos ánforas para beber la vida<br />

nos despojaron de tu cuerpo<br />

pero tu nombre es presencia viva en el recuerdo<br />

tu estampa se grabó en los corazones y<br />

como un ángel rebelde como un fantasma iluminado<br />

187<br />

a: Oswaldo Arenas.<br />

“botas, botas, botas.<br />

arriba, abajo, otra vez<br />

y no hay descanso en la guerra”<br />

R. Keepling


ecorre barrios pobres de tu infancia<br />

pregonando voces que convocan a luchar<br />

por el mundo que soñaste<br />

miles de soles te alumbrarán la ruta<br />

y nos despejarán el camino<br />

para seguir el ejemplo que dejaste.<br />

Vibración<br />

Vacío que se disgrega entre peces y osarios<br />

santuario de una insólita estancia almibarada<br />

moltedumbre entre resplandores florecer de sueños<br />

letanía de campánulas y camándulas que estallan<br />

viento sobre viento recipiente de colores insalados<br />

que se congregan y esculpen en armonía de un solo<br />

trazo<br />

un vacío que no se expande y se llena de vacío.<br />

Reo de reos<br />

Yo crecía imbuido en la flor y nata <strong>del</strong> desperdicio<br />

infuso<br />

mientras los amaneceres plenos de amor derramaban<br />

sobre mí un suave rocío decapitado.<br />

Los días pedían a gritos paz para mis huesos<br />

pero mi sombra<br />

y mi máscara<br />

sacudían sus donaires entre voraces tumultos de<br />

escaleras y túneles que en vértigo emergían entre<br />

tatuajes y can<strong>del</strong>abros que limitaban el horizonte vital<br />

de las querencias.<br />

Yo estaba plantado inocentemente en un torbellino<br />

de furias cierta noche, los vicios ancestrales emocionaban<br />

mi mente y corroían las entretelas de la carne.<br />

¿Y el alma?<br />

entonces yo tenía alma, si bien es cierto que vagaba<br />

y divagaba entre destinos minerales que me enseñaron el<br />

camino y la fórmula mágica de clasificar<br />

los crepúsculos. Y de esta suerte encontré por fin un espejo<br />

roto que me reveló que el amanecer había pasado, y sólo<br />

el viento me consolaba.<br />

Con voces agoreras que refulgían presagiando el camino<br />

de la nueva aurora, donde acuario, viejo arquero<br />

bebedor volcaba su cántaro de agua sobre las almas<br />

de buena voluntad.<br />

188


Experiencia<br />

En el espejo me sumergí<br />

no con mi cuerpo<br />

sino con las espadas de mis ojos<br />

me entretuve ensayando<br />

todas las miradas posibles<br />

la de los árboles los peces y los pájaros<br />

hasta que al fin descubrí<br />

la mirada de la muerte y<br />

la despojé de todas las edades<br />

desde entonces cada vez<br />

que quiero resucitar<br />

recurro a mirarme en el espejo.<br />

189


Jacinto Ramírez Noriega<br />

La ciudad de frente y de perfil<br />

La ciudad<br />

de frente y de perfil<br />

proyecta los mismos efectos<br />

Sigue oscura<br />

como la dejé<br />

al iniciar mi viaje<br />

de proscrito<br />

Destila los mismos zumos<br />

Aún exhala humores<br />

de siglos<br />

Se estira igual<br />

en la borrasca de sus barrios<br />

que todavía guardan<br />

afrentas y olvidos<br />

La veo gris<br />

en las oquedades<br />

donde moran ostensibles<br />

los lamentos<br />

La calle muerta<br />

La calle muerta<br />

Resucitada en la palabra<br />

Desnuda el alma<br />

la lloro<br />

invadida en su vesperal<br />

de toboganes<br />

Agobiados<br />

los viejos ventanales<br />

desafiaron la tormenta en<br />

el rostro musical<br />

<strong>del</strong> aguacero<br />

190


Agonizante en el destello<br />

de filosos oropeles<br />

La calle de mis sueños<br />

Bárbara expresión de abismos<br />

La calle muerta<br />

Resucitada en la palabra<br />

VII<br />

De España vino un día<br />

taciturno y bondadoso<br />

un padre alto<br />

Yo lo veía subiendo<br />

los peldaños <strong>del</strong> hotel<br />

abstraído y corpulento<br />

Su mirada siempre anduvo<br />

tras los recuerdos de Guayo<br />

y los temiches solitarios<br />

de la misión de Araguimujo.<br />

Sus manos eran manos de hacer, de oblación<br />

Mis ojos infantiles<br />

seguían sus pasos silenciosos,<br />

pausados, hasta la mesa de comer.<br />

Su sotana me parecía el sudario de los huérfanos<br />

¡tela de Dios para enjugar el llanto!<br />

Lo recuerdo:<br />

¡era Rodrigo el misionero<br />

más allá de bulas y cansancios,<br />

era el reverendo Padre Blanco!<br />

XXIX<br />

Yo conversaba con la virgen<br />

de la gruta<br />

de la vieja iglesia.<br />

Le anunciaba las visitas<br />

y las velas encendidas que tenía<br />

con pedidos de milagros<br />

A veces le confesaba mis pecados<br />

de andar queriendo besos<br />

y de retar bajo el corpiño<br />

a los ebúrneos polluelos despiertos<br />

191


de la chica orgullosa que vivía<br />

más allá de los linderos de mi cuadra.<br />

Desde la gruta,<br />

igual mirba el paso de Casimirita,<br />

en calma.<br />

Parecía ella, hecha de cera de los cirios,<br />

<strong>del</strong>gada, transparente y santa<br />

con el mismo misticismo <strong>del</strong> sagrado recinto<br />

Y también Ana Teresa<br />

que hablaba con la voz <strong>del</strong> misal<br />

anudada y devota en la garganta:<br />

¡siempre fueron los ciriales vivos<br />

<strong>del</strong> solemne oficio!<br />

XXXV<br />

Todos fuimos pegones<br />

frente al mostrador<br />

de aquella guarapera <strong>del</strong> viejo Betancourt<br />

que olía a cítricas esencias<br />

y a barriles de maderas viejas<br />

Guarapo de papelón con limón<br />

y cuca negra, ¡de la buena!<br />

¡Fue la merienda de siempre<br />

en la esquina de mi escuela!<br />

192


Luis Segundo Renaud<br />

Pedimento<br />

a Coromoto Renaud.<br />

Tráeme París a tu regreso<br />

Tráeme una sonrisa libre clandestina<br />

Tráeme un pesar una historia un cuento sin amante<br />

Una calle horizontal así de grande<br />

para caminar por ella en la mañana<br />

y terminar con el poniente a mi costado<br />

Que tenga un café como tú dices<br />

para sentarme en él toda la tarde<br />

y tranquilamente como el gusano de seda<br />

saber por qué es negro el café que me he bebido<br />

Tráeme un paisaje de los que mis ojos sueñan<br />

Tráeme un puño de esa tierra a la que pertenezco<br />

para sembrar en ella mis semillas<br />

Tráeme esa fuerza que trabaja<br />

ese vino que se bebe diariamente<br />

esa pasión que rumia por la calle<br />

ese andar ligero parisino<br />

Tráeme un poeta que me hable y enseñe de la vida<br />

Tráeme un amor alucinante<br />

para que mi corazón no perezca<br />

Flama de amistad<br />

¡Haz que resida en ti Como pequeña luz!<br />

¡Avívala!<br />

¡Cuídala!<br />

Como el pastor apacenta sus rebaños<br />

No tengas prisa. ¡Espera<br />

A que llegue al árbol la madurez <strong>del</strong> fruto!<br />

Encuentra la nota<br />

para que aflore en ti<br />

la música<br />

Sé como el pequeño manantial<br />

que siempre vive<br />

en la agitada vida<br />

193<br />

a Rubén e Ishelia.<br />

¡Bebe vino y tendrás la vida entera!<br />

Divina estación de las rosas <strong>del</strong><br />

vino y de los amigos sinceros.<br />

Omar Khayyam


Cantos <strong>del</strong> viaje<br />

194<br />

¡Qué buscan en su viaje nuestras almas?<br />

Yorgos Seferis<br />

¡Sobre qué piedra hemos de escribir la historia?<br />

Como sonámbulos nos alejamos<br />

<strong>del</strong> uno <strong>del</strong> otro de los hijos<br />

como la vida parda sin refugio<br />

¡Y de nuevo el maíz sobre la tierra!<br />

Despiértame cuando veas la flor <strong>del</strong> cafeto<br />

arbusto de porte glorioso<br />

abundante ramificado<br />

flores blancas como duelas <strong>del</strong> alma<br />

¿Y qué haremos cuando quedemos solos?<br />

Cuidar el verdor <strong>del</strong> jardín<br />

regar las plantas los hijos<br />

Han de venir nuevas cosechas<br />

¿Adónde la esperanza?<br />

Haremos de caminos el mundo<br />

Como ilusiones ciertas<br />

y lo que tú cantas<br />

será canción de otro<br />

A veces<br />

se van saliendo las cosas de las manos<br />

hasta quedar vacías<br />

y el alma vive la miseria<br />

La vida ha de ser<br />

como el batir de brisa<br />

renovándose<br />

brotando<br />

como retoños de árboles<br />

en ciclos de lluvia<br />

Paraulata<br />

¿Por qué tan hondo cantas<br />

paraulata<br />

en el tranquero?<br />

¿Es tu soledad


o esperas un cambio de brisa<br />

para anidar<br />

la broza <strong>del</strong> camino?<br />

Dame una tregua<br />

paraulata<br />

tu adiós encima de mi tarde<br />

es el arrebol de un rezo<br />

En ese corral ya viejo<br />

sin mugir de vacas<br />

sin potros<br />

sin tropel<br />

sin caporal<br />

Dime paraulata<br />

¿quién oirá tu canto?<br />

¿Qué viento llevará tus penas?<br />

Vente a mi cerezo<br />

tendrá flores todo el año<br />

estaremos tan cerca<br />

sentiremos languidecer el día<br />

Habité un cerro de señuelos<br />

El yagrumo<br />

me hizo un hombre triste<br />

los ojos <strong>del</strong> café<br />

me hicieron ver el árbol luminoso<br />

los plátanos<br />

mecían el cerro<br />

con su sombra de pereza<br />

en los juegos<br />

los niños<br />

fueron dioses en la niebla<br />

las noches<br />

silenciosas y frías<br />

traían luces<br />

de pueblos cercanos<br />

quizás nada quede<br />

o haya sido siempre un sueño<br />

195


El pasto comienza a verdecer<br />

cae el crepúsculo<br />

como un sueño de Dios<br />

ellas caminan entrelazadas<br />

hacia el viejo río<br />

pliegan sus manos en el agua<br />

en sus ojos la continuidad de la vida<br />

¿quién las hace verse una en las otras<br />

como espejo de los sueños?<br />

¿quién las hace amantes generosas?<br />

¿quién les cuenta cuentos permeables<br />

de largas noches y días en pena?<br />

¿quién las abraza calmándoles el alma<br />

en las noches de frío de amor de tormento?<br />

ellas llevan alas de un pájaro<br />

un duende que las vigila<br />

desde la torre de un corral<br />

que cae<br />

sobre una tarde<br />

gris en el cuerpo y en el alma<br />

ellas no saben<br />

que el amor entre sus manos<br />

es puerta azul<br />

abierta<br />

para siempre<br />

tiempos de sueños al borde de un río<br />

donde los rostros se disipan<br />

Mi vida transcurre en el tedio<br />

de una frasquería<br />

vendo cosas para curar almas enfermas<br />

algodón yodo algunas veces gasa<br />

otras incienso mirra<br />

flores de saúco<br />

a diario existo<br />

en el olor de los frascos olvidados<br />

en la sensación que dejan los elíxires<br />

en el vaho <strong>del</strong> formol la trementina<br />

el amoniaco<br />

y en ese color rojo oxidado<br />

como de sangre seca<br />

<strong>del</strong> yodo derramado<br />

frío violento<br />

pastilla en mano<br />

dejo lentas manchas<br />

196


de mi cuerpo de mi angustia<br />

en los rostros amarillos<br />

de los clientes<br />

ellos son como carteles de películas<br />

o noticias de periódicos<br />

porque irrumpen de pronto<br />

en la frasquería<br />

el olor de las almas enfermas<br />

es el mismo olor de los remedios<br />

y el mismo olor que llevan<br />

esos récipes intraducibles<br />

de los médicos<br />

todo en la frasquería<br />

tiene un amarillo pálido<br />

197


Ramonetta Gregori<br />

Mi pueblo era de viento<br />

áspero viento<br />

soplando el viento<br />

en los brotes vivos<br />

de la permanencia<br />

Al atardecer<br />

me llevaban las alas<br />

de los muertos<br />

por los campos de<br />

cerezos y olivares<br />

Y por raíz<br />

cauce<br />

alimentaba tu cuerpo nuevo<br />

sorbido por el sueño.<br />

Unas<br />

Lloran para ser felices<br />

cosen para olvidar el adultero<br />

recuerdan al amante imaginario<br />

Con la precisión de un péndulo<br />

reiteran sus ardores<br />

Tocan sus piernas<br />

apretadas en la asfixia<br />

Fijan su atención<br />

en cualquier reproche<br />

capaz de volverlas<br />

poderosamente secas<br />

Otras<br />

Se juntan para intercambiar alientos<br />

distinguen la rebeldía<br />

son previsoras<br />

sobre sus rostros untan cremas<br />

cocinan con vehemencia<br />

Con obstinación de un planeta<br />

reproducen sus días<br />

198


en la cama y en la plancha<br />

<strong>del</strong> quirófano se entregan<br />

con la misma disciplina<br />

Alguna<br />

Busca idiomas ocultos<br />

y absoluciones<br />

Quiere canción de amor<br />

Sucumbir ante la fuerza <strong>del</strong> deseo<br />

y al final<br />

Orgías plasmadas en sus versos<br />

Eva<br />

La primera<br />

tuvo que cubrirse<br />

Luego de copular hasta el cansancio<br />

durmió en el suelo<br />

Quiso conquistar el cáliz de Dios<br />

Eva premonitoria<br />

sencilla y solitaria<br />

amazona campal en coitos y praderas<br />

No le importó el castigo<br />

tan sólo la mirada<br />

Cuando llega el amor<br />

Qué hacer con toda su hermosura<br />

Cómo colocarlo sin prisa<br />

en el lugar que le corresponde<br />

Cómo vigilarlo sin que sienta mi presencia<br />

sin oprimirlo sin asustarlo<br />

qué hacer con él<br />

el resto de mi vida<br />

y qué hacer con el resto de mis amores<br />

199


Coromoto Renaud<br />

Quiero tocar tu puerta<br />

y verte quizás un lunes<br />

Iniciar un capítulo<br />

sin saber el guión<br />

Llovía<br />

cuando te fuiste<br />

en marzo<br />

Todavía no escampa<br />

Tender la cama<br />

como hacer el amor<br />

con la misma ternura<br />

Servir la mesa<br />

con <strong>del</strong>icadeza de porcelana<br />

Cuidar la rosa<br />

Repetir el discurso<br />

Es parecido al amor<br />

mas no lo mismo<br />

Enero es una promesa<br />

un nuevo inicio<br />

sin fuegos artificiales<br />

es más fácil ver la transparencia <strong>del</strong> cielo<br />

sin estridencias<br />

podemos oírnos a nosotros mismos<br />

la vida fluye silenciosa<br />

detrás de las hojas<br />

es el momento de comenzar<br />

Si no fuera por los árboles<br />

200


el concreto cubriría esta ciudad<br />

en el muro de una casa crece un samán<br />

una acacia en una esquina<br />

un bucare se mira sorprendido<br />

en los cristales de una torre<br />

y se pregunta<br />

¿dónde va este río humano<br />

tan de prisa?<br />

si no fuera por los árboles<br />

no conoceríamos los colores<br />

araguaney<br />

flamboyán<br />

pomalaca<br />

araucaria<br />

eucalipto<br />

yagruno<br />

los pájaros estarían lejos<br />

estaría sola<br />

La ciudad de lluvia<br />

le dicen los poetas<br />

los recién llegados no advierten<br />

su rostro húmedo<br />

el cielo horizontal<br />

los nidos en los árboles<br />

hacen falta años<br />

sudor<br />

noches frescas<br />

llevarla dentro<br />

dondequiera que vayas<br />

201<br />

“siempre llegarás a la misma ciudad”<br />

Cavafy


Carlos López<br />

Húmeda<br />

antes<br />

<strong>del</strong> amanecer<br />

pronunciaré<br />

tu<br />

esfigie<br />

si me queda<br />

un suspiro<br />

capaz<br />

de enredarte<br />

Me amortaja tu piel<br />

sudor<br />

que gime<br />

Cómo será de lento<br />

el infinito<br />

que de un trago<br />

a la muerte<br />

ni la nada<br />

se asoma<br />

cuando te teso<br />

a ti<br />

Ahuesado<br />

atado al tormento<br />

consagrado<br />

a ser fuego<br />

que te alimenta<br />

el agua<br />

a ser gota de luz<br />

que te alienta la entraña<br />

espíritu en batalla<br />

que te entibia la sombra<br />

ahuesado<br />

hecho imagen<br />

de afilado lamento<br />

religiosa cadencia<br />

de tus labios de loba<br />

202


haciendo arder mi hueso<br />

como una puñalada<br />

que te cierra la boca<br />

con la terca palabra<br />

que humedece y salva<br />

y me deja<br />

goteando<br />

hambres<br />

soledades<br />

y sangre de nostalgia<br />

Unidad lo diverso<br />

de pensarnos<br />

tocándonos<br />

como si yo fuera<br />

tus adentros<br />

y tú<br />

el corazón que busco<br />

cuando me interno<br />

ardiéndote<br />

y anclamos<br />

en lo inconmensurable<br />

moviéndonos<br />

barquichuelos<br />

un solo<br />

sentimiento<br />

un solo golpe<br />

remo que detiene<br />

abriendo el oleaje<br />

de la vida<br />

con la quilla <strong>del</strong> ángel<br />

que navega<br />

incesante<br />

Decirte las palabras<br />

Del amor<br />

Hacértelas<br />

A lengua en pasodoble<br />

203


Por la espalda<br />

A ritmo<br />

De saliva<br />

Y flor de espina<br />

Dejarte en pura piel<br />

Sobre la cama<br />

El agua <strong>del</strong> amor<br />

Lame tus sendas<br />

Te entregas a la huella<br />

Y a la sombra<br />

La lengua te estremece<br />

De inclemencias<br />

Gozas como si hubieras<br />

Entrado al paraíso<br />

Con la mano de un dios<br />

Entre las piernas<br />

Y el calor de un temblor<br />

Inseminándote<br />

204


Omar Velásquez<br />

Perseguiré otros sueños<br />

quizas la poesía dibuje otros gestos<br />

digo adiós a mis sueños no más imitación de las cosas<br />

no más apego a este vacío <strong>del</strong> proyecto total<br />

envolveré mis pensamientos<br />

en el pasado entre presencia y olvido<br />

sin importarme el lenguaje de los hombres<br />

si algo ha terminado no es la vida<br />

perseguiré otros sueños quizás la poesía.<br />

Juntar cosas sobre cosas<br />

es formar una línea en otra línea<br />

caminar en la raya es encontrar la curva<br />

la vida no es recta<br />

tiene cosas<br />

tiene Iíneas<br />

tiene rayas<br />

tiene curvas<br />

total la vida es un círculo intermitente<br />

se apaga dondequiera.<br />

Agotado<br />

recojo angustias<br />

detrás <strong>del</strong> callejón deshabitado<br />

entre memorias<br />

regresan nombres ocultos en efigies<br />

cuerpos incógnitos<br />

pronuncian letras estúpidas<br />

en carreteras sin orillas<br />

sombras estrafalarias<br />

tienen citas en muros altaneros.<br />

Transido tiempo alcahuete de sueños<br />

Ianguideces sosegado en viejos refugios<br />

pasos taciturnos esconden vestigios irónicos<br />

en rostros soberbios<br />

tierras mojadas rompen primavera<br />

en cielos histéricos relámpagos nefastos<br />

tocan tu cuerpo vetusto.<br />

205


Zoilo Abel Rodríguez<br />

Si no tengo ángel que me guarde<br />

Si no Fumo<br />

Si no bebo<br />

Si sólo tomo café de vez en cuando<br />

Si me podo la barba cada cierto tiempo<br />

Si mis zapatos siempre están lustrosos<br />

Si me baño al menos dos veces al día<br />

Si mis lentes no son perfectamente redondos<br />

Si no luzco suficientemente pálido y desalentado<br />

Si me visto de negro sólo en raras ocasiones<br />

Si no tengo nada contra las corbatas<br />

Si no estoy obsesionado con Maríaconchita<br />

Si no hablo en murmullos inaudibles<br />

Si no soy una lechuza<br />

Si me levanto temprano<br />

Si desconfío de los noctámbulos<br />

Si no quiero saber cómo paró en puta la hija de un comisario<br />

Si me gusta más el pop que la Nueva Trova<br />

Si primero iría a Liverpool que a París<br />

Si no salgo a la calle desprovisto<br />

Si cuando camino lo hago raudo y con destino<br />

Si no soy especialista en eludir acreedores<br />

Si no voy blandiendo el sable por doquier<br />

Si no suelo ser el primer chicharrón de todo ágape<br />

Si no cortejo al traserito que reparte pasapalos<br />

Si no me enamoro de toda hembra de aceptables tetas<br />

Si no me orino en los tiestos <strong>del</strong> traspatio<br />

Si acostumbro despedirme cuando parto<br />

Si ya no me acuerdo de Florencia ni menciono a Ponte Vecchio<br />

Si reniego de toda metafísica<br />

Si no tengo ángel que me guarde<br />

Si nada milagroso espero <strong>del</strong> azar<br />

Si no he saltado a la derecha y ni siquiera al centro<br />

Si soy aficionado al beisbol por TV<br />

Si no soy vegetariano<br />

Si en la ciencia y el arte de los vinos soy un ignorante<br />

Si me importa un coño cómo tienen las mujeres los pies<br />

Si nunca hice el amor a una sirena<br />

Si no soy un entendido en Rimbaud, Mallarmé y Bau<strong>del</strong>aire<br />

Si me parece que la erudición de Octavio Paz atormentó su poesía<br />

Si la palabra desalmada de Cadenas me aburre<br />

Si no respeto a quienes amansan el lenguaje para ser sus majos<br />

206


Si pienso que la poesía no es una vaina sagrada o cosa de genios<br />

Si me río de los iluminados<br />

Si adoro al panfletario Jacques Prévert<br />

Si entre Andrés Eloy y Ramos Sucre prefiero al cumanés<br />

Si me cuesta meditar o parecer meditativo<br />

Si no me rasco las criadillas cada treinta segundos<br />

Si como es obvio me divierte asombrar al papel con<br />

palabrejas y oraciones plebeyas<br />

Si para no escribir en servilletas siempre llevo folio a rayas<br />

Si no tengo memoria para recordar ni aun mis propios versos<br />

Si soy un tardío militantemente inédito<br />

Si no creo en los laboratorios literarios<br />

Si nunca dejaré que un colectivo me conduzca la mano<br />

Si mis textos parecen poco convincentes a quienes<br />

organizan recitales<br />

Si no pertenezco a cenáculo alguno<br />

Si soy un intrigante bastante predecible<br />

Entonces ¿cómo<br />

carajos pretendo ser poeta?<br />

Qué más nos queda<br />

en estos dìas<br />

por estos pagos<br />

entre cierta gente<br />

por supuesto desocupada<br />

escribir poesía<br />

se ha puesto de moda<br />

Cualquier cantidad<br />

de escribidores<br />

de toda laya y variopinta pelambre<br />

plebe sin oficio como he dicho<br />

ha descubierto el truco<br />

para hacer de palabras<br />

malabares<br />

Se ha desatado pues<br />

el gran alboroto:<br />

decenas de urdidores de versos<br />

giran por doquier<br />

blandiendo estrofas libres<br />

disparando metáforas<br />

a diestra y siniestra<br />

impunemente<br />

Entre tales alucinados insurgentes<br />

Yo<br />

Qué mas me queda<br />

207


No comprendo<br />

como pueden algunos<br />

obscenamente acaudalados<br />

sin apremios horarios<br />

y encima saludables<br />

prescindir sin más<br />

así como si nada<br />

de<br />

un velero en el Mediterráneo<br />

un óleo de Van Gogh<br />

veinte trajes cortados por Cassini<br />

una novia en la Corte<br />

un cilindro idéntico al de Michael Jackson<br />

un castillo en Fiesole<br />

la primera guitarra de John Lennon<br />

la llave <strong>del</strong> haren de un amigo Sultán<br />

cinco Ferrari rojos uno en cada continente<br />

licencia incaducable para il dolce far niente<br />

mientras yo<br />

que atesoro <strong>del</strong>irios<br />

marras y obligaciones<br />

no comprendo<br />

porque no es al revés<br />

208


William Torcátiz<br />

Sin domicilio<br />

Me acentuaste la crisis habitacional<br />

aunque he fabricado<br />

casas apartamentos<br />

chozas ranchos y afines<br />

sobre los terrenos de otros vientres<br />

vivo a la intemperie<br />

llevando sol y agua<br />

sin el techo de tus caricias<br />

Mercado de valores<br />

Yo no sé cómo estás<br />

pero de lo que sí estoy convencido<br />

es que me tiene arrinconado un dolor sabroso<br />

No he encontrado manera de emparentarme con la risa<br />

ni cómo embarrarme de fe<br />

Ando con la economía colapsada<br />

con las instalaciones de entusiasmo destartaladas<br />

dispuesto<br />

incluso<br />

a apoyarme en cualquier privatización<br />

que revitalice mi bolsa de valores<br />

Pruebas piloto<br />

Amparados por la alquimia<br />

y otras ciencias<br />

uno sobre el otro<br />

cuerpos entremezclados<br />

ensayando<br />

sudores emulsionados<br />

manando a borbotones<br />

en busca de divinas<br />

reacciones secundarias<br />

209


Toma de poder<br />

Cuando se muere dentro de ti<br />

cabalgando sobre tu vientre<br />

para resucitar en tus labios<br />

más que alcanzar la gloria<br />

se toma el cielo<br />

se le da un golpe de estado<br />

al Sumo Creador<br />

Sobre la alfombra mágica de tu vientre<br />

En esta noche cuando te desvistes en mi pensamiento<br />

quiero meterme en los pliegues de tu cuerpo<br />

incentivar el más escondido rincón de tu piel<br />

acariciarte con mis manos encallecidas<br />

mientras te recorro con los labios entreabiertos<br />

En esta noche de calor seco<br />

ruidos de motores y cargada de insomnio<br />

quiero excursionar tu cuerpo<br />

calmar la sed con el jugo de tus entrepiernas<br />

apagar el fuego de tu vientre<br />

En esta noche con ganas de llover<br />

me gustaría por lo menos clausurar el día<br />

con un apoteósico sueño húmedo contigo<br />

Con las posibilidades rotas deambulo hacia lo inalcanzable<br />

Tengo el llanto agolpado<br />

congelado a la altura <strong>del</strong> dolor<br />

cómo lo descongelo con rabia<br />

para que brote con fiereza de cascada<br />

Engatillo los lagrimales<br />

me aprieto la vida<br />

y la desgraciada maltrecha y todo<br />

se me desgrana por entre los dedos<br />

bataqueándome contra los pliegues de la noche<br />

me embadurna con semen de penumbra<br />

me otorga licencia para la miseria<br />

me obstruye la posibilidad de alcanzar<br />

la más apagada de las estrellas<br />

210


Rosa Anka<br />

Aleichem<br />

¿Cómo somos?<br />

figuras tendidas al espejo<br />

fotografías quietas<br />

depredadores al acecho<br />

bellas moscas chupadoras<br />

rubor mutante sin espera<br />

y cada vez más mil formas distintas<br />

Siendo el que fue<br />

sin retorno<br />

continuo fluir en los otros<br />

Aventuras astilladas de penas<br />

Devela<br />

Tocaste mi claustro escogido<br />

vida con templo fugaz<br />

Esta locura doliente<br />

lúcida<br />

abre cae<br />

sube peldaños<br />

Sin parar<br />

sella callejones cansados<br />

Mi extravío<br />

aparente cordura<br />

calma juegos deseados<br />

Ahora eternas velas<br />

alumbran mi único rincón<br />

Dana centinela<br />

Ya no hay campo para mí<br />

las sequías aumentan<br />

Aprietan tan hondo claras esquinas<br />

tejen perdidos corazones<br />

enloquecen pobres cuerpos escarlatas<br />

211


¿Para qué robar retazos a la noche<br />

y sentirse cada vez más desnudos?<br />

Vestido<br />

Ya no más arranques<br />

tormentos<br />

ni calor entre rayos<br />

ya mis ansias abrazan<br />

alta mar<br />

Las salidas<br />

torrentes anónimos<br />

plasmaron más goces<br />

naciendo<br />

sepultura total<br />

Heráclito<br />

Territorio amado<br />

volcán tormentoso<br />

todas las edades<br />

en un instante<br />

cruel desatino<br />

calla<br />

habla<br />

muere<br />

bebe animal herido<br />

de este cuello<br />

permanente<br />

salimos con la aurora<br />

escuchando<br />

All<br />

Tus huellas descienden <strong>del</strong> Ávila<br />

y las llevo cuando amanece<br />

Septiembre lunar<br />

212


Ya no quiero nada<br />

vuelta a la serenidad<br />

un profundo sentimiento<br />

me acompaña<br />

estás aquí<br />

sin agotar mi vida<br />

nos enmudece<br />

213<br />

equinoccio amante<br />

existencia mía<br />

levanta mis párpados<br />

Sonaikan<br />

Luna de aguas<br />

vine a cerrar<br />

las sombras<br />

la casa<br />

se mantiene<br />

cálida<br />

olvida la estupidez<br />

eterno es el frailejón<br />

y la amada serranía<br />

nos ofrece su regalo<br />

todas las mañanas<br />

tomar un café<br />

saboreando<br />

los pezones<br />

con tu caída azabache<br />

Omkar


Nueva Esparta<br />

Selección:<br />

Chevige Guayke


Gaspar Marcano<br />

Poema en que se refieren las acciones campales habidas en la<br />

Isla Margarita cuando fue invadida por el General Morillo.<br />

Carta 1ª<br />

(Fragmento)<br />

Hoy que mi entendimiento despejado<br />

De funestas imágenes guerreras,<br />

De continua fatiga descansado<br />

Y alegre con noticias placenteras;<br />

Hoy que el cañón no suena á mi costado<br />

Ni oigo zumbar las balas pasajeras:<br />

Hoy en fin en quietud como te digo,<br />

Te escribo este papel querido Amigo.<br />

No es bastante mi pluma mal cortada<br />

Si, una imaginación fogosa y viva<br />

Para que bien descrita, bien pintada,<br />

Vaya la idéa clara y expresiva;<br />

La verdad, en los hechos respetada,<br />

Y envuelta en los renglones que te escriba,<br />

Pues que esto y mucho más se necesita<br />

Para elogiar la Isla Margarita.<br />

Esta Isla en el Mapa es una gleba<br />

Escasa y que jamás hizo figura,<br />

Y hoy por sus proezas yá se eleva<br />

Ufana, á grados de suprema altura,<br />

Y á los historiadores les releva<br />

De escribirnos de Esparta la pintura,<br />

Puesto que de los héroes en el Templo,<br />

De valor, Margarita es el ejemplo.<br />

Por tres veces sacude valerosa<br />

El yugo férreo, que feroz !a oprime,<br />

Quedando siempre libre y victoriosa<br />

Con nuevos triunfos con que se redime<br />

De sufrir servidumbre vergonzosa,<br />

Para que el mundo entero más la estime<br />

Distinguiéndola así por su estandarte<br />

Mansión segura <strong>del</strong> airado Marte.<br />

217


Carta 2ª<br />

(Fragmento)<br />

¡Oh Júpiter Divino y Poderoso!<br />

Préstame tu influencia sacrosanta,<br />

Para que con mi plectro sonoroso,<br />

Acierte á describir la acción que espanta;<br />

No dije bien, el hecho portentoso,<br />

Que Venezuela en sus victorias canta,<br />

La acción en que la Isla Margarita,<br />

Casi difunta, vence y resucita.<br />

Treinta y uno de Julio: día terrible<br />

Para nosotros siempre memorable,<br />

Día en que aquel Ejército temible,<br />

Por sus infandos hechos detestable,<br />

Penetró la maleza inaccesible,<br />

Con energía y orden admirable,<br />

Y se acampó en las lomas y copete,<br />

Del escarpado cerro Matasiete.<br />

Día terrible vuelvo a repetir,<br />

Día de sangre, muertes y de horror;<br />

Desde las nueve que empezó a gemir,<br />

La madre, el hijo, el padre en su dolor,<br />

Desde que en torno se escuchó rugir,<br />

El bronce a discreción <strong>del</strong> invasor:<br />

Por el mar y por tierra artillería,<br />

Pareció que la Isla ya se hundía.<br />

¿No viste reventar la parda nube,<br />

Después de largo tiempo que amenaza,<br />

Que como que de abajo á lo alto sube,<br />

Aquel estruendo en que se despedaza?<br />

Así me figuró, cuando yo estuve,<br />

Oyendo tal tronar desde mi plaza:<br />

Salgo de pronto á ver que ser podía<br />

Y observo que ya auxilio se pedía.<br />

Mientras se disponía pues la marcha,<br />

Hacia mí se acercaba una persona:<br />

“Ya, me dijo, á tu honra no la mancha<br />

“Que subas á esta cumbre, soy Belona;<br />

“El servicio, el auxilio no se empacha,<br />

“Hoy no eres necesario, me perdona:<br />

“Mira como se baten tus paisanos,<br />

“Mira como rechazan los tiranos.<br />

218


“Aquel que ves allá de tapasol<br />

“Relucir de la cúspide en la cima,<br />

“En mucho aprecio tiene y grande estima;<br />

“En mucho aprecio tiene y grande estima;<br />

“Aquel que toca un blanco caracol<br />

“Y que á su tropa exhorta y reanima,<br />

“Francisco Esteban es, el valeroso<br />

“Que se ha salido yá fuera <strong>del</strong> coso”.<br />

¿Será acaso un espectro o ilusión vana?<br />

¿Podrá ese Jefe con tan poca gente,<br />

Contener en el cerro, en tierra llana,<br />

De cuatro mil soldados el torrente?<br />

¿Podrá contrarrestar la furia insana<br />

Con doscientos ochenta que hace frente?<br />

Yo preguntaba. y respondía la Diosa,<br />

Sí puede, que su tropa es valerosa.<br />

Carta 3ª<br />

(Fragmento)<br />

Debí yo comenzar mi primer carta,<br />

Pintándote la Isla Margarita,<br />

Esta que llaman hoy la Nueva Esparta,<br />

Siempre estéril, escasa y pobrecita;<br />

Por que soplando Eolo, de ella aparta<br />

Las pocas lluvias de que necesita,<br />

Para abundar en hatos de ganados,<br />

En granos y otros frutos sazonados.<br />

Sus habitantes: unos Labradores<br />

De pequeñas porciones de terreno,<br />

Y otros de animales son criadores<br />

Incluso el alazán que tasca el freno;<br />

Y la tercera parte pescadores,<br />

Que excusan el buscar auxilio ajeno;<br />

Las mujeres que allí son laboriosas,<br />

Tejen hamacas, medias y otras cosas.<br />

Siete pueblos abrazan su circuito,<br />

Y todos en muy buena proporción<br />

Por comunicarse, al oir el grito<br />

Del bronce retumbante en su explosión;<br />

Doce o trece mil Almas el distrito<br />

Se supone tener de población:<br />

219


El cual pasearse puede en pocas treguas,<br />

Pues de largo le dan diez y ocho leguas.<br />

Carta 4ª<br />

(Fragmento)<br />

Margarita afligida se lamenta<br />

Al ver sus hijos con rigor tratados,<br />

Sus templos sus altares profanados<br />

Del brutal enemigo propia afrenta.<br />

La orfandad contristada se presenta<br />

Los pueblos al furor sacrificados,<br />

Inocentes también martirizados<br />

Con los que, al mundo lastimar intenta.<br />

Mas después que repara en sus victorias,<br />

Después que se ven libres <strong>del</strong> tirano,<br />

Y después que se escribe en las historias<br />

El nombre augusto <strong>del</strong> Venezolano,<br />

En vez de lamentar, canta sus glorias,<br />

Y bendice al Eterno y Soberano.<br />

Fin.<br />

220


H. Albornoz Lárez<br />

Lumen<br />

Cristo, el predicador sublime, aparece en Judea. y su doctrina, como lluvia de<br />

soles, cae sobre la conciencia de las turbas corrompidas.<br />

El paganismo se estremece luego en sus zócalos de piedra. Atila, el sembrador<br />

de razas y de ideas nuevas, se empina sobre el dorso de su caballo de conquista,<br />

y el águila romana tiembla de miedo en el vértice de la pirámide imperial.<br />

Napoleón, el gran Capitán, traza con la punta de su espada el arco de triunfo que<br />

desde el Sena al Nilo y desde el Nilo al Volga, debe conducirlo por entre un haz<br />

de naciones esclavas, y la cripta de los faraones se conmueve. En la Historia todo<br />

proceso es doloroso.<br />

Así la creación como la muerte se esfuman en un amplio escenario de tragedia.<br />

Empero, por ley suprema de estética, el sentimiento no se compadece con la<br />

razón.<br />

Cuanto culmina tiene un límite preciso.<br />

Y el ocaso es el punto negro de las órbitas.<br />

Desde la manifestación rudimentaria de la vida individual en sus relaciones con el<br />

derecho escrito; desde Nemrod hasta los fanáticos revolucionarios de la Gironda,<br />

la consigna es la misma.<br />

Nínive desaparece y surge Babilonia.<br />

Bajo el hacha de Roma, perece Cartago.<br />

En todos los climas las ideas emigran al modo que aves prisioneras: sedientas<br />

de luz.<br />

La libertad tiene culto en todas las conciencias y por eso cuando el despotismo<br />

la estrangula, ruge con el alma de las divinidades salvajes.<br />

En la serie de los acontecimientos humanos nada hay comparable al triunfo de<br />

ese ideal que se llama civilización: síntesis que compendia en sí cuantas luchas<br />

ha librado el hombre en la senda de la perfección moral.<br />

Luchas de religión;<br />

luchas de raza;<br />

luchas de partidos;<br />

luchas de principios;—<br />

Pero la civilización es un pulpo que se alimenta de cadáveres.<br />

Y su vientre como el <strong>del</strong> océano, no se sacia jamás. Entre la tiara pontificia y la<br />

espada, existe un abismo.<br />

¡Abismo de sangre!<br />

Entre el derecho divino y el pueblo, un lago.<br />

¡Lago de sangre!<br />

Entre la Cruz y la Media-Luna, un torrente.<br />

¡Torrente de sangre!<br />

Entre Europa y las Colonias de América,<br />

un mar.<br />

¡Mar de sangre!<br />

221


Entre la Inquisición y el libre pensamiento,<br />

un río.<br />

jRío de sangre!<br />

Entre la fuerza bruta y el derecho universal, un diluvio.<br />

¡Diluvio de sangre!<br />

Pero así como en el fondo de ese cuadro sombrío se alzan la silueta de los crímenes<br />

rojos de la historia, así también se ve aparecer en él, el ala de un ave mensajera:<br />

—ave sobre cuyos remos persigue la humanidad la cumbre radiosa en donde ha<br />

de cantar la última victoria.<br />

El instante se aproxima.<br />

Nada importa que el sacrificio sea de odios.<br />

Toda ofrenda es sagrada cuando la sinceridad la engendra. La raza <strong>del</strong> Cáucaso,<br />

avergonzada de sí misma, ya no arrojará sus metrallas contra la frente de la que<br />

creyó ayer débil raza amarilla.<br />

Ni las aguas <strong>del</strong> Yabú se teñirán con la púrpura de las hecatombes moscovitas.<br />

En nombre de la justicia, es ya tiempo de restañar esa corriente de matanzas<br />

estériles.<br />

El dolor físico, el dolor de la carnicería, es propio de las fieras, que se destrozan<br />

sin otro fin que el <strong>del</strong> hartazgo.<br />

No arrebatemos a las fieras su derecho.<br />

El dolor moral, que es el que purifica, es propio <strong>del</strong> hombre: su culto es el culto<br />

<strong>del</strong> progreso.<br />

Hagamos uso de ese derecho.<br />

En la portada <strong>del</strong> siglo están de pie los heraldos <strong>del</strong> pensamiento.<br />

La prensa es el ariete poderoso de la civilización.<br />

Cuando ella cruje, deben enmudecer los cañones.<br />

1907.<br />

Canción<br />

Ya sé que inhumana la suerte bien mío,<br />

desde hoy nos separa por fin a los dos:<br />

Ya sé que el destino, terrible e impío<br />

te ordena me digas tu último adiós!<br />

Ya sé que te ausentas!... mas ¡ay! a tu oído<br />

las brisas que giran en torno de mí,<br />

irán a contarte que yo no te olvido,<br />

que sueño contigo distante de ti.<br />

Tu labio callado, tu frente serena<br />

tus ojos que miran con tanta bondad,<br />

rendido me tienen con dulce cadena<br />

cual dócil esclavo de regia deidad.<br />

222


Graciosa trigueña que llevas mi alma<br />

prendida en las redes de inmensa pasión;<br />

con sólo un recuerdo devuelve la calma<br />

que al tuyo le exige mi fiel corazón.<br />

Mañana, a la hora que inunde el vacío<br />

la noche estrellada, con plácida voz,<br />

te ruego pronuncies mi nombre, bien mío,<br />

en una plegaria que eleves a Dios…<br />

Graciosa trigueña, si el aura festiva<br />

te cuenta algún día mi acerbo dolor,<br />

no olvides que dejas mi alma cautiva<br />

en medio a las ondas de un lago de amor.<br />

A la amazona <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong><br />

En la rememoración <strong>del</strong> 4 de mayo.<br />

Un rosal es tu escudo, que se enflora<br />

bajo el fulgor de tu virtud guerrera.<br />

Del iris un jirón, es tu Bandera<br />

I tu bandera, un rayo de tu aurora.<br />

En la fronda no hay sol, ni ave canora;<br />

Pero bulle en tu sien la Primavera,<br />

Que al oído te dice: lucha; espera!...<br />

I batallaste y fuiste vencedora.<br />

Del Inca al Dios airado, altiva ofrenda<br />

Juraste, Patria mía! En la contienda,<br />

O libre ser, o perecer con gloria!<br />

I premiado tu vuelo de gigante,<br />

Por Imperio aquel Dios te dió el atlante,<br />

I por cetro, el laurel de la Victoria.<br />

223


M. A. Mata<br />

Los robles florecidos<br />

Todos los años, cuando grato sientas<br />

el olor de los robles florecidos<br />

y los mires con áureas vestimentas,<br />

piénsame mucho y en los tiempos idos.<br />

Yo, cual los robles, soporté tormentas,<br />

atraje el rayo y acallé gemidos,<br />

oponiendo a las cóleras violentas<br />

corazón de oro y musicales nidos.<br />

Viví tiempos felices, todo amores;<br />

di fresca sombra, y si doblé mis ramas<br />

fue con el peso de fragantes flores.<br />

Y mi alma, en primaveras rumorosas,<br />

nutrió, en nube de alas y de llamas,<br />

abejas, colibríes, mariposas....<br />

A un árbol poblado de nidos<br />

Poblado de mil nidos musicales,<br />

el árbol es alegre pajarera<br />

de donde se derrama, hecha raudales<br />

de música y color, la primavera.<br />

¡Alas multicolores y triunfales!<br />

¡Canciones de parvada vocinglera!<br />

¡Es como un iris roto en madrigales,<br />

o un madrigal que en iris se rompiera!<br />

¡Animación, bullicio y alegrías!<br />

¡La vida en su poema de colores!<br />

¡El amor en su idilio de armonías!<br />

¡Tal el poeta y su vivir fecundo!<br />

¡Una constante exultación de amores,<br />

y un musical y pintoresco mundo!<br />

224


El suspiro y el beso<br />

El suspiro es un beso que aletea,<br />

y el beso es un suspiro que se posa:<br />

éste, como la abeja, pica y crea,<br />

y aquél vuela como ave temerosa.<br />

Uno de lejos mira y titubea;<br />

otro persigue dulce flor hermosa:<br />

por eso aquél padece y forcejea,<br />

y éste triunfa y apura miel sabrosa.<br />

Gemelos <strong>del</strong> amor, Suspiro y Beso,<br />

beso alado y suspiro que no exhalas,<br />

¿cuál preferir? ¡Lo ignora mi embeleso!<br />

¡Sueña el suspiro ser beso en su giro,<br />

y el beso añora cuando tuvo alas,<br />

y nuevamente quiere ser suspiro!<br />

Sin testigos<br />

Calla ... No es la verdad deja que acabe<br />

mi triste vida, sola como empieza.<br />

Tú no puedes querer, el alma sabe<br />

que ya en tu inmenso corazón no cabe<br />

ni otra muerta pasión ni otra tristeza.<br />

Conozco las escenas de tu drama.<br />

He comprendido el doloroso enredo.<br />

Sé que hubo un soplo que apagó la llama<br />

y hoy que mi corazón te grita: —¡Ama!<br />

Tu corazón responde: —¡Ya no puedo!<br />

Calla... No es la verdad. Está cerrado<br />

el templo <strong>del</strong> amor; sólo despojos<br />

en el desierto altar abandonado,<br />

en el doliente fantasma <strong>del</strong> pasado,<br />

en la visión perpetua de tus ojos.<br />

No hay expresión que conmoverte pueda.<br />

No me digas que crea, sí, calla.<br />

Quedó la flor en el espíritu cual queda<br />

la espada rota que en la lucha rueda<br />

sobre el sangriento campo de batalla.<br />

225<br />

Abril de 1924.


Mas, déjame a tu lado; me fascinas.<br />

Me haces soñar, me aterras y me asombras.<br />

Seré un rayo de luz en tus neblinas.<br />

Seré un festón de hiedras en tus ruinas.<br />

Seré un lucero pálido en tus sombras.<br />

La perla venezolana<br />

Colón soñó una perla soberana<br />

para adornar la frente de Castilla,<br />

y por tercera vez la audacia hispana<br />

puso al Ocaso la cortante quilla.<br />

Tesonero indagaba en sombra arcana,<br />

y su proa, cual rápida cuchilla,<br />

rompía el mar de la costa americana<br />

buscando la soñada maravilla.<br />

En ese nuevo mundo de portentos<br />

dudaba ya encontrar, hora tras hora,<br />

la gema de sus ricos pensamientos.<br />

Pero la quilla al fin abrió bendita,<br />

la gran concha de rosa de la Aurora,<br />

y apareció la perla: ¡margarita!<br />

Mar o cielo<br />

Del líquido zafiro se me antoja<br />

el de aguas perlíferas formado,<br />

celeste mar que suspirando moja<br />

de Margarita el litoral dorado.<br />

No el mar azul al cielo azul enoja:<br />

antes lo muestra en modo tal copiado<br />

que hará dudar al que en belleza escoja,<br />

si el cielo es mar, o el mar cielo licuado.<br />

Y, pues marino es el color celeste,<br />

y, pues celeste es el color marino<br />

—que ambos se adornan con la misma veste—,<br />

ignora quien navega en mansos vuelos,<br />

si flota entre dos mares su destino<br />

o si está suspendido entre dos cielos!<br />

226


El alma de Miranda<br />

-V-<br />

Psiquis vuelta colores, mariposa divina,<br />

prodigio de tres siglos, incubada en dolor:<br />

¡a las almas desciende, tricolor peregrina,<br />

a beber sus fragancias y su néctar de amor!<br />

¡Ilumina sus senos, oh visión mirandina,<br />

con la lumbre que irradias, en sagrado temblor,<br />

y haz que prenda en las almas, de tu luz, una y trina,<br />

el incendio glorioso, para dicha y honor!<br />

¡Baja, baja un momento, mariposa <strong>del</strong> cielo,<br />

que nacer te dignaste cual lumíneo tesoro:<br />

no a los astros te vayas, por temor a la cruz;<br />

y al bajar —las rodillas, con fervor, en el suelo,<br />

y los labios tendidos para el beso canoro—,<br />

multiplica en las almas tu milagro de luz!<br />

Montañas margariteñas<br />

Sobre el cielo de la tarde, las montañas y colinas<br />

asemejan una larga caravana de camellos<br />

que al Oriente se dirigen, y , a las luces vespertinas<br />

se detienen, estirando la gran curva de sus cuellos.<br />

Hacen alto bajo un cielo de turquesas argentinas<br />

en su gran marcha de gloria los fantásticos camellos,<br />

que la Noche —la de negras carnes dulces, como endrinas—<br />

en su carro se a<strong>del</strong>anta, alfilerada con destellos.<br />

Y parece que reposan en su gran carga de gloria,<br />

que son monte de laureles y de palmas en la Historia,<br />

granos de oro, mirras, lágrimas y rubíes, a miríadas…<br />

¡Matasiete, empurpurado con el último arrebol,<br />

se destaca a la cabeza con sus dos gibas sagradas,<br />

cual si fuera a seguir viaje al rayar el nuevo sol!<br />

227<br />

1917.


Pedro Navarro González<br />

¡Oh, imbéciles!<br />

¿Estoy loco?... Tal vez las multitudes<br />

podrán llamarme así; me importa poco...<br />

El genio tiene siempre excelsitudes<br />

que semejan los ímpetus de un loco.<br />

Fue loco Napoleón, cóndor gigante<br />

que hasta los astros levantó su vuelo;<br />

y loco fue Colón, cruzó el Atlante<br />

y unió dos mundos bajo un mismo cielo.<br />

Loco Bolívar, que en la selva obscura<br />

disparataba en incesante arrobo,<br />

y el producto final de su locura<br />

fueron Junín, Pichincha y Carabobo.<br />

Montalvo un loco, porque nunca pudo<br />

humillarse al Tirano, aunque pudiendo.<br />

En Guernesey fue loco Víctor Hugo<br />

hablando solo y como el mar rugiendo.<br />

Cavour, Gladstone y Castelar; Gambetta,<br />

Pí y Margall, Salmerón, Conto, Sainte-Beuve,<br />

Uribe, Vargas Vila, Mitre, Arrieta,<br />

son los locos <strong>del</strong> siglo diez y nueve.<br />

¡Nada me importa su ladrido estulto!<br />

Nada me importa que me llamen loco:<br />

el honor no les hago de mi insulto,<br />

ni domino mis ímpetus tampoco.<br />

¿Quiénes son? Cuántos son? ¡Procaz trahilla<br />

que hidrópica de sangre se revela...<br />

Se enfada contra todo lo que brilla<br />

y ladra contra todo lo que vuela!<br />

Es verdad que es así, ya es un precepto:<br />

siempre lo vil en la virtud se posa.<br />

Es por eso que el vuelo <strong>del</strong> insecto<br />

tiende hacia el cáliz de la blanca rosa.<br />

Es un derecho que lo vil se abroga<br />

de mirar en todo hombre un homicida;<br />

228


mientras ellos, allá bajo su toga,<br />

aún empuñan la daga enrojecida.<br />

De lo procaz y vil en el éxodo<br />

siempre aparece en el postrero rango<br />

esa espantosa floración de lodo,<br />

esa podrida exaltación de fango.<br />

¡Oh, dejadlos ladrar! Por ese ejemplo<br />

una inmensa distancia nos separa.<br />

¡Echados fueron sin piedad <strong>del</strong> templo!<br />

¡Yo estoy de pie, sereno, junto al ara!<br />

¡Presuntos hierofantes de otro culto<br />

donde es la dignidad una rareza,<br />

entonaban el himno <strong>del</strong> insulto<br />

de pie, sobre el altar de la bajeza!<br />

Estulticia es querer de ese rugido<br />

dilucidar la causa de otro modo.<br />

En el físico mundo siempre han sido:<br />

la luz <strong>del</strong> cielo, y el reptil <strong>del</strong> lodo.<br />

Y dejadlos rugir... Por futileza<br />

no me espanto: el desprecio va consigo.<br />

¡Cuando encuentro en mi senda una maleza<br />

la arrojo lejos, o la aplasto y sigo!<br />

Yo soy el astro de este obscuro éxodo;<br />

ellos el cieno pútrido <strong>del</strong> suelo:<br />

¡nadie se inclina para ver el lodo<br />

y todos se alzan para ver el cielo!<br />

La balada <strong>del</strong> bosque<br />

I<br />

¡El bosque han recorrido los labriegos<br />

y no han dado contigo! ¡Fatigados,<br />

han vuelto con los pies ensangrentados,<br />

y al rogarles volver, no oyen mis ruegos!<br />

¡Mis ojos engañados por los juegos<br />

de rayos de oro en el confín regados,<br />

de tanto ver la selva están cansados,<br />

y de tanto llorar casi están ciegos!<br />

229<br />

Porlamar, 1898.


¡Se va el sol y no vuelves a tu nido!...<br />

¿Qué harás en esta noche tan silente<br />

en que escucho tu voz en cada ruido?<br />

Hasta el pobre Milord se alza impaciente<br />

y al ver que no eres tú lanza un gemido<br />

y se vuelve a dormir, calladamente...<br />

II<br />

¡Si vieras cómo está la enredadera!<br />

Se argentan los cromáticos matices<br />

en el paisaje, en flor, de los tapices<br />

y en el esmalte azul de la vidriera.<br />

El piano, como un huérfano te espera:<br />

sueña cuando mis sueños electrices<br />

con los sollozos <strong>del</strong> Adiós de Ulises<br />

o el cálido vaivén de la Habanera.<br />

Entro a tu alcoba: mira la almohada<br />

donde tu cabecita destrenzada<br />

tuvo castas memorias de ternura;<br />

y al besar los revueltos cobertores<br />

brota un aroma de marchitas flores,<br />

como de una reciente sepultura<br />

III<br />

¡Aún me queda valor para aguardarte!<br />

¡Algo le dice al corazón: espera!<br />

Y obediente a esa voz, hasta que muera,<br />

vendré todas las tardes a esperarte...<br />

No cesará mi corazón de amarte<br />

ni ha de soñar tu ausencia una quimera,<br />

y entregara mil vidas que tuviera<br />

por tener la ventura de encontrarte.<br />

¡Quizás regreses cuando estén desiertos<br />

mis ojos ya de vida; cuando el día<br />

ya no caliente mis <strong>del</strong>irios muertos!<br />

Y, en prueba de mi trágica agonía,<br />

aún hallarás, entre la sombra, abiertos,<br />

mis ojos, que te esperan todavía...<br />

230


IV<br />

Milord, pobre Milord, ¿temes, acaso,<br />

que ya no torne más mi nazarena<br />

y que sus manos blancas de azucena<br />

ya nunca ciñan a tu cuello un lazo?<br />

Acurrucado sobre el chal de raso<br />

que aún el efluvio de su carne llena,<br />

esperas verla aparecer, serena,<br />

con las prístinas sombras <strong>del</strong> ocaso.<br />

No hay rincón <strong>del</strong> jardín que no has mirado;<br />

cavas, dando ladridos, impaciente,<br />

la arena <strong>del</strong> sendero abandonado;<br />

oteas el gramal, ahullas doliente<br />

y vuelve, cada vez más angustiado,<br />

a dormirte a mis pies, calladamente...<br />

V<br />

¡Y yo también te busco, bienamada!<br />

Ayer le pregunté a unos labradores<br />

si habían visto en el bosque algunas flores<br />

o alguna cinta azul, abandonada.<br />

Bajaron, pensativos, la mirada.<br />

Al verlos mudos, fuime a los alcores,<br />

busqué en los sotos llenos de rumores,<br />

en los remansos, en la riba, ¡y nada!<br />

Pájaros graves a la noche alertos,<br />

anunciaron los límites <strong>del</strong> día<br />

y abandoné los páramos desiertos.<br />

Me volví a tu jardín, gacela mía,<br />

pero aún perduran en la sombra, abiertos,<br />

mis ojos, que te esperan todavía...<br />

VI<br />

¡Qué solo y triste el corazón se queda!<br />

¡Cómo la noche su dolor imprime!<br />

Se oye en la sombra su latir de seda,<br />

lo mismo que una tórtola que gime,<br />

Dócil a la tristeza que lo oprime,<br />

sin que al impulso de la angustia ceda,<br />

231


fácil se acoge a la caricia leda<br />

de cualquiera ilusión que lo reanime.<br />

Guarda para el Destino sus rencores;<br />

transforma en esperanza su tortura<br />

y hace un dolor con todos sus dolores ...<br />

¡Oh, mi Dios, cómo es honda mi amargura!<br />

Ya tengo el corazón mudo y sin flores,<br />

como una abandonada sepultura.<br />

Post vitam<br />

Cuando todo sea nada,<br />

cuando el alma más muerta que tranquila,<br />

se halle por los dolores desgarrada<br />

y finja melancólica y cansada<br />

el último fulgor de una pupila;<br />

cuando ya no haya ojos que nos vean,<br />

ni bocas adorables que nos besen,<br />

ni almas inocentes que nos crean,<br />

ni labios purpurinos que nos recen;<br />

cuando no haya otra mano<br />

que nos quite las zarzas <strong>del</strong> camino<br />

y sea más triste que el dolor humano<br />

todo el ensueño <strong>del</strong> amor divino;<br />

¡ah!, cuando todo muera, hasta el empeño<br />

de ser así, como una lira rota<br />

a la que sólo queda el pobre ensueño<br />

de que aún hay noches que su ingrato dueño<br />

roba a sus cuerdas una pobre nota...<br />

No queda sino darle —en la batida<br />

que nos hace, satánica, la suerte—<br />

un formidable puntapié a la vida<br />

¡y entregarnos en brazos de la muerte!<br />

Porlamar, 1944.<br />

232


Jesús Marcano Villanueva<br />

El milagro de la perla<br />

Margarita se perfuma<br />

con los jazmines <strong>del</strong> alba<br />

se ilumina con sus perlas,<br />

y se viste de esmeralda<br />

cuando el capricho celeste<br />

la bendice con el agua;<br />

pero nada le sonríe<br />

y le dora la esperanza<br />

como la Virgen cautiva<br />

en El Valle de la gracia.<br />

La aurora suelta su trenza<br />

sobre la mar desgreñada<br />

y va rompiendo zafiros<br />

la marinera piragua;<br />

capitán de mar y viento<br />

es el marino de Juana,<br />

la mujer más hilandera<br />

que se conoce en la playa.<br />

Dicen las gentes que ella<br />

cuando el hombre se quejaba<br />

<strong>del</strong> dolor de aquella pierna<br />

herida por una raya,<br />

a la Virgen <strong>del</strong> Oriente<br />

y ardida de fe cristiana,<br />

la fe <strong>del</strong> margariteño<br />

que al hijo <strong>del</strong> diablo espanta,<br />

ofreció la perla fina<br />

que su marido pescara,<br />

si le otorgaba el milagro<br />

de que la dolencia mala,<br />

dejara al pobre Domingo<br />

ganarse la vida honrada.<br />

Y es lo cierto que un día<br />

de setiembre y con el alba,<br />

cuando a Domingo el café<br />

le llevó su noble zamba,<br />

ambos vieron que la pierna<br />

estaba buenita y sana.<br />

233


Voló el grito de Domingo<br />

sobre la Isla bizarra<br />

y hacia El Valle desde Punda<br />

como loca se fue Juana.<br />

Era el ocho de setiembre,<br />

cuando Carúpano lanza<br />

su cariño a Margarita<br />

por la Virgen de la gracia,<br />

cuando El Valle está enfiestado<br />

con las muchachas de Irapa,<br />

de El Pilar y Río <strong>Caribe</strong>:<br />

toda gente noble y sana.<br />

La Virgen está en su trono,<br />

junto a su trono está Juana,<br />

los ojos clávanse en ella<br />

y ella reza arrodillada,<br />

con una vela encendida<br />

y en la Virgen puesta el alma:<br />

se le va la vida toda<br />

hacia la flor de la gracia.<br />

Afuera y cerca <strong>del</strong> río<br />

el galerón se desgrana<br />

entre bandolas y cuatros,<br />

acordeones y maracas;<br />

toda la gente se alegra<br />

cuando abre sus labios Juana,<br />

para decir el milagro<br />

de la Virgen de la gracia.<br />

Al otro día temprano<br />

de viento y de mar picada,<br />

iba rompiendo zafiros<br />

la marinera piragua;<br />

capitán de mar y viento<br />

es el marido de Juana,<br />

la mujer más tejedora<br />

que se conoce en la playa.<br />

Ella se queda contenta<br />

en el patio de su casa,<br />

sentada en el viejo ture,<br />

que es herencia de su mama,<br />

dándole vueltas al huso<br />

para el hilo de la hamaca,<br />

234


que son las margariteñas<br />

mujeres de alma tan blanca<br />

como el algodón en copos,<br />

como la espuma <strong>del</strong> agua.<br />

Domingo también es buzo<br />

de cabeza como llaman<br />

a esos hombres que no temen<br />

a cuarenta brazas de agua;<br />

y cumpliendo lo ofrecido<br />

a la Virgen por su Juana<br />

desde la borda <strong>del</strong> barco<br />

se tira desnudo al agua.<br />

A poco surge el cristiano<br />

con su carga de esperanza,<br />

y es un héroe bajo el cielo<br />

sobre su rauda piragua.<br />

Abre una concha y desea<br />

encontrar la perla cara,<br />

la perla de la promesa<br />

que a la Virgen hizo Juana,<br />

y sus ojos se deslumbran<br />

cuando el milagro resalta:<br />

el barroque era una pierna<br />

y era la pierna tallada,<br />

como en la suya, la forma<br />

de aquella dolencia mala.<br />

Cuando a su casa llegó<br />

el hombre de la piragua,<br />

la mujer tenía tres onzas<br />

de hilo para la hamaca;<br />

y fue un día de aleluyas<br />

sobre el oro de la playa,<br />

el Milagro de la Virgen<br />

como un lucero alumbraba,<br />

y en Porlamar y Juangriego,<br />

La Asunción y Santa Ana,<br />

el milagro florecía<br />

volando de casa en casa.<br />

La gente así lo comenta<br />

en aquella tierra brava<br />

que con Fajardo se vino<br />

al Valle de Los Caracas<br />

y fulgura en la bandera<br />

235


en una estrella muy alta;<br />

así lo cuenta el marino<br />

de aquella Isla bizarra,<br />

que tiene a Vicente Fuentes<br />

para vivirla en el alba,<br />

y a la Virgen milagrosa<br />

para encenderla de gracia.<br />

Elegía marina<br />

Taciturna la mar. Sobre la arena<br />

dorada de las playas las gaviotas<br />

y cabe el alma de la mar serena<br />

mi verso: un ave con las alas rotas.<br />

Abre la tarde su triunfal violeta<br />

entre el paisaje que de amor solloza<br />

y en la ternura <strong>del</strong> jovial poeta<br />

el arte surge convertido en rosa.<br />

Corónase el occiduo de fulgores;<br />

el ritmo de la bruma en mis dolores<br />

se ha desmayado milagrosamente;<br />

Y al adiós de la tarde: la piragua<br />

de mi estrofa se aleja sobre el agua<br />

Buscando al Sol que se tragó el Poniente…<br />

La procesión<br />

Dios bailaba su música<br />

a la sombra pensativa de los árboles.<br />

En el pico de un pájaro<br />

una espiga marchita<br />

volaba a completar la melodía <strong>del</strong> nido;<br />

la eucaristía de una rosa<br />

se desmayaba sobre el ara de la tarde,<br />

y en la boca de los corderos<br />

florecían aleluyas de nieve;<br />

en el cáliz de la gracia infinita<br />

se desangraban las uvas <strong>del</strong> crepúsculo,<br />

y mis ojos se apagaban<br />

sobre el dolor de la mirada ausente.<br />

236


Qué amable estaba Dios aquella tarde,<br />

cuando entre músicas y soledades<br />

yo seguía la procesión de tu recuerdo.<br />

Psalmo<br />

Estás en mi dolor como un lucero.<br />

Ritma la vida su canción y canta<br />

mi corazón la fe de su ternura,<br />

mientras el cielo se adormece en albas.<br />

El amor de tus ojos en mi pena<br />

deja un beso de luz y, como un ala<br />

caída de la gloria, tu sonrisa<br />

dora mi corazón cada mañana.<br />

Estás en mi dolor como una lira.<br />

El agua intacta de tu nombre canta<br />

despertando el ensueño de los nidos<br />

y endulzando el silencio de mi alma.<br />

Quiebro en la noche mi cristal de duelos,<br />

baño mi vida de celeste gracia<br />

y alumbra mi camino tu recuerdo<br />

como una espiga en el trigal <strong>del</strong> alma.<br />

Estás en mi dolor como una rosa.<br />

Nevando un beso la paloma blanca<br />

de mi cariño a tu ilusión fragante<br />

entre el encanto de la tarde viaja.<br />

Florece un nardo de ilusión mi senda,<br />

rebosa fresca de pasión mi ánfora<br />

y cae ante la cruz de mi camino<br />

tu evocación en azucenas blancas.<br />

Estás en mi dolor eterna y única.<br />

Aunque la vida aliente mi esperanza,<br />

aunque el destino amargo se pronuncie<br />

negándome la miel de tu mirada:<br />

¡sea tu nombre mi oración profunda,<br />

perseguiré tu forma y en tu gracia<br />

enjoyaré mi estrella pensativa,<br />

y tu recuerdo espigará en mis lágrimas!<br />

237


Pedro Rivero<br />

Isla<br />

En tu sed infinita <strong>del</strong> verano<br />

te cubres en verdor de terciopelo,<br />

cuando el agua pristina es don <strong>del</strong> cielo<br />

y lágrima piadosa <strong>del</strong> arcano.<br />

Así flotas, jardín <strong>del</strong> océano.<br />

De tus playas asciende grácil vuelo,<br />

como el albor de nítido pañuelo,<br />

suspiro de la espuma y lo lejano.<br />

Oro solar y argento de la luna<br />

se irisan en la prez de tu fortuna.<br />

Pero el cardo es corona de tu vida.<br />

La espina pertinaz te punza hondo.<br />

Y en el claro misterio de tu fondo<br />

sangra perlas el nácar de tu herida.<br />

Margarita<br />

Hiende los aires. Hiende el mar la proa.<br />

Gira y se da multicolor el mundo.<br />

Aro tu vivo azul, Paraguachoa.<br />

Y el corazón abismo en lo profundo.<br />

Te exhumo <strong>del</strong> recuerdo. Alza la roa<br />

encallada en el fondo sitibundo.<br />

Y prolonga tu cuerpo como boa<br />

de impasible reptar, reptar fecundo.<br />

Esmaltan cielo y mar tu maravilla.<br />

Por tu vela triunfal corta la quilla.<br />

Tu rumbo innumerable cifra el viento.<br />

Perlas cual tú también ciñe Cubagua.<br />

Tu heroísmo solar fraguó el portento.<br />

El agua te circunda. Y pides agua.<br />

238


Rumbo<br />

Leva el ancla profunda, oh marinero.<br />

Y al ascender su cruz, sigue la prora.<br />

A zarpar. Sopla el viento. Ya es la hora.<br />

Mira tu innumerable derrotero.<br />

Tuyos son cielo y mar. Tuyo el velero.<br />

Tuya la noche. Sí. Tuya la aurora.<br />

Tuyo el faro de luz orientadora.<br />

Y tuya la mirada <strong>del</strong> lucero.<br />

Al timón, capitán de tu destino.<br />

El agua, sortilegio <strong>del</strong> marino,<br />

oculta una sirena fascinante,<br />

entre los albos rizos de la espuma.<br />

Disipa su cantar, como a la bruma,<br />

con tu voz de poeta, oh navegante.<br />

Ancla<br />

Roída por el óxido inclemente,<br />

yaces ahí en el muelle abandonada.<br />

Te ven como un estorbo, como nada.<br />

Aunque de ti se apiade alguna gente.<br />

El cepo horizontal cruza tu frente.<br />

La uña desprendiste de la rada<br />

en el cansado fin de tu jornada,<br />

después de medir hondo el mar ingente.<br />

Esperanza <strong>del</strong> buque y <strong>del</strong> marino,<br />

dura desesperanza es hoy tu sino<br />

bajo el sol claro y noche de misterio.<br />

Si heriste a la sirena en lo profundo,<br />

signe tu cruz a orillas de este mundo<br />

la fosa de su oculto cementerio.<br />

Gaviota<br />

Con la medioenlutada golondrina<br />

en vuelo circundante ornas el puerto,<br />

239


minúscula semblanza <strong>del</strong> mar muerto,<br />

en gloria matutina y vespertina.<br />

Alba de oro y tarde encarnadina<br />

te ven pillar en el marino huerto<br />

un pétalo de plata, vivo, cierto;<br />

el azogue fugaz de una sardina.<br />

En ímpetu ascendente un grito exhalas,<br />

sesgas veloz en un batir de alas<br />

y lenta salvas el vecino monte.<br />

Oh mensajera de los dioses mudos,<br />

si no te abisman huracanes rudos,<br />

devuélvele a mi alma el horizonte.<br />

Ola<br />

Surge <strong>del</strong> horizonte inalcanzable,<br />

gaviota a la distancia azul y sola.<br />

Y culmina, se encrespa y aureola<br />

en la gracia <strong>del</strong> iris <strong>del</strong>eznable.<br />

Cima y sima <strong>del</strong> ponto innumerable,<br />

huye <strong>del</strong> huracán en batahola.<br />

Y proteico zafir se tornasola<br />

bogando a derrotero ineluctable.<br />

Trampolín <strong>del</strong> bajel si no sirena.<br />

Al arribar declina la melena<br />

y súbito desplómase en la orilla.<br />

Se devora al caer. Expira en bruma.<br />

La hirió tal vez el surco de la quilla.<br />

Y yace al fin en sábana de espuma.<br />

240


Vicente Fuentes<br />

Cuando haya caído la noche inmensa<br />

Vamos, compañeros, sobre la mar resonante.<br />

En la nueva alborada veremos extrañas costas,<br />

y porque nos anima un espíritu fuerte<br />

cantaremos cuando haya caído la noche,<br />

cantaremos cuando haya caído la noche inmensa!<br />

Ella suele llegar furtivamente,<br />

y su invasión silenciosa es rauda —¡muy rauda!—<br />

y majestuosa como no lo es la <strong>del</strong> día.<br />

Corre hacia todos los vientos <strong>del</strong> mundo<br />

y nos embarga con una grave inquietud:<br />

entonces, a proa o a popa,<br />

pensamos en los distantes hogares,<br />

en las mujeres y en los niños ausentes...<br />

Cantaremos, oh compañeros,<br />

nuestras canciones ignoradas<br />

cuando haya caído la noche inmensa.<br />

Desde la hora en que partimos<br />

en las casas nuestras se hizo el silencio,<br />

y nuestras mujeres viven temerosas<br />

de tener malos pensamientos<br />

que descubra mañana, al regreso,<br />

el hombre rudo de pupila franca.<br />

Y en esta noche, y en otras noches,<br />

en los hogares arderán pequeñas luces,<br />

y se conversará dulcemente,<br />

con palabras puras,<br />

porque el recuerdo <strong>del</strong> marino distante<br />

está presente, en la penumbra,<br />

como una severa conciencia...<br />

Cantaremos, oh compañeros,<br />

nuestras canciones ignoradas<br />

cuando haya caído la noche inmensa.<br />

El agua, el salitre,<br />

el olor de las húmedas costas<br />

que traen los vientos terrales<br />

nos dan sus caricias profundas,<br />

241


y la noche, la noche inmensa...<br />

Vamos hacia los puertos poblados<br />

de mástiles y de extrañas voces,<br />

hacia aquellas mujeres frágiles<br />

que a menudo y sonriendo<br />

dejamos llenas de angustia en los puertos…<br />

Cantaremos, oh compañeros,<br />

nuestras canciones ignoradas<br />

cuando haya caído la noche inmensa.<br />

Las estrellas<br />

En el horizonte<br />

hace horas que pausadamente<br />

hundióse Venus,<br />

esplendorosa y apacible.<br />

Tendido en la playa<br />

miro cintilar las estrellas.<br />

Viven los espacios,<br />

vibra el firmamento en un solo temblor.<br />

La Estrella Polar, las Cabrillas,<br />

Orión, el ancho Camino de Santiago…<br />

La que orienta a los marineros<br />

en el desierto de altar mar;<br />

la que dice a los pescadores:<br />

¡Arriba! ¡Arriba!<br />

que ya se inclinó hacia el poniente;<br />

la que dice a los viajadores:<br />

Es la hora. Sopla la fresca brisa<br />

que aligera los caminos<br />

Y suenan las velas desplegadas<br />

y las seguras voces<br />

que se van mar afuera<br />

y las que van por los senderos olorosos.<br />

Trazando el claro signo,<br />

convención entre almas y estrellas,<br />

inicia cada hombre su faena.<br />

Alguna vez se oye una voz temblando:<br />

Cuando murió<br />

andaban las Cabrillas por medio cielo…<br />

Viven, palpitan…<br />

242


¡Qué infinita amargura,<br />

hermanos de la isla,<br />

a la disciplina de las estrellas<br />

no puedo someter mi oscura vida!<br />

Nocturno<br />

En exploración nocturna<br />

no dormido, ni despierto,<br />

me doy a pescar visiones<br />

en las riberas <strong>del</strong> sueño.<br />

Vestigios espirituales<br />

van a la deriva inmersos,<br />

perdidos en el abismo,<br />

libres de espacio y de tiempo:<br />

Tímidas revelaciones.<br />

Señales frustradas. Ecos.<br />

Consignas para escalar<br />

el balcón de los secretos.<br />

Torres, solitarias torres,<br />

anegados de silencio.<br />

Y ríos que no son ríos.<br />

Y puertos que no son puertos.<br />

Corro las playas <strong>del</strong> alba<br />

con mi botín de misterio<br />

para fijar su sentido<br />

bajo el más puro destello.<br />

Oh luz violenta, luz mala,<br />

sol, encantador perverso,<br />

mi tesoro has disipado:<br />

no me quedan ni recuerdos.<br />

Mis turbios o claros días<br />

no me duele, no, perderlos<br />

ni la opulencia de junio<br />

ni los diamantes de enero.<br />

Ya no amo sino la noche,<br />

la noche de terciopelo.<br />

Y aún más la noche infinita<br />

descargada de luceros.<br />

Cuya recóndita luz<br />

iluminará mis sueños.<br />

243


Escucha, Flor...<br />

Escucha, Flor, la dulce resonancia<br />

de los pasos de abril sobre la tierra.<br />

Anoche los oí, casi temblando,<br />

solo ante las estrellas;<br />

ansiada en la sombría ribera de mi alma,<br />

como un claro navío, tu presencia.<br />

Son las ondas sutiles<br />

que hacen viajar la savia en primavera<br />

cargada con los gérmenes florales<br />

que en los campos sin fin darán su esencia.<br />

Es la invasión vibrante<br />

que atravesando cielos de azucenas<br />

derramará sobre la tierra oscura<br />

la sonora alegría con la tierna<br />

fulguración de un transitorio imperio<br />

de fragancia, de amor y de belleza ...<br />

Anoche los oí, temblando,<br />

presente tu recuerdo y las estrellas.<br />

Tú en mí, presente siempre,<br />

criatura de abril fragante y fresca.<br />

Sed generosa, como abril conmigo.<br />

Oh, Flor, si tú me besas,<br />

victoriosa invasora de mi vida,<br />

me besará toda la primavera.<br />

Oración<br />

Señor de grave acento:<br />

guía mis pasos por esta cumbre plena,<br />

por los desfiladeros que miro más abajo<br />

y por el negro valle.<br />

No sé aún lo que he sido:<br />

si germen vivo cumpliendo su destino,<br />

si hoja caída que el viento arrastra<br />

por los campos divinos.<br />

244


Francisco Lárez Granado<br />

Si soplara norte franco<br />

—Si soplara Norte franco<br />

anclaríamos en el puerto<br />

por la mañana temprano…<br />

Al capitán enfermo<br />

lo querían los marinos<br />

porque era un hombre bueno.<br />

—Si soplara Norte franco…<br />

La Luna linda en el cielo<br />

<strong>del</strong> agua inquieta volcaba<br />

la plata de sus destellos.<br />

Ante la Virgen <strong>del</strong> Valle<br />

la mano de un marinero<br />

prendió un lucero de esperma<br />

por el capitán enfermo.<br />

En su vigilia los hombres<br />

mordían peces de silencio.<br />

Y sólo el mar en la proa<br />

gritaba de espuma ebrio.<br />

—Si soplara Norte franco…<br />

Al capitán enfermo<br />

lo querían los marinos<br />

porque era un hombre bueno.<br />

En la alta madrugada<br />

cambió su camino el viento.<br />

La luna en el horizonte<br />

arrió su vela de sueño.<br />

A los pies de la Patrona<br />

temblaba aún el lucero.<br />

Y en la mañana temprano,<br />

con Norte franco el velero<br />

llegaba al puerto de escala<br />

con el capitán enfermo.<br />

245


Umbral de ausencia<br />

Entre su ágil anillo<br />

azul de salobres besos<br />

va quedando atrás la tierra.<br />

Ante la proa <strong>del</strong> velero<br />

crece el mar. Y sus caminos<br />

sonoros, anchos, ligeros<br />

se extienden ebrios de abismos<br />

y fulgurantes de cielo.<br />

En el umbral de la ausencia<br />

los hombres se ponen serios<br />

mirando hacia atrás la tierra<br />

que se va empequeñeciendo.<br />

Y uno dice:<br />

—Es triste dejar la tierra.<br />

La tierra donde nacimos,<br />

cuando se nos queda en ella<br />

sembrado todo el cariño.<br />

Y dice otro:<br />

—Por ser tan pobre la tierra<br />

es preciso abandonarla,<br />

aunque se nos quede en ella<br />

sembrada por siempre el alma…<br />

Y les replica un tercero:<br />

—La tierra no queda atrás.<br />

La tierra no se ha perdido,<br />

porque adonde yo me vaya<br />

irá la tierra conmigo.<br />

La tierra querida y buena.<br />

La tierra que soy yo mismo,<br />

porque su pena es mi pena<br />

y la pena de mis hijos .. .<br />

Oeste, cuarta al Noroeste<br />

fija el rumbo el timonero.<br />

La brisa ancha y alegre<br />

vibra en el cordaje tenso.<br />

Contra el filo de la proa<br />

se rompe el cristal <strong>del</strong> cielo.<br />

246


Y flechando el horizonte<br />

navega raudo el velero.<br />

En tanto que hacia la tierra<br />

desvanecida a lo lejos,<br />

por el blancor de la estela<br />

van remando los recuerdos.<br />

Azul<br />

Mar: cuando me vaya<br />

no borres el camino<br />

que la nave al partir<br />

grabe en tus aguas.<br />

Déjalo intacto<br />

hasta que yo regrese,<br />

y así verás por él<br />

todos los días<br />

una mirada triste<br />

y un recuerdo<br />

que viajan juntos<br />

tras la ausencia mía.<br />

En la costa de tu cariño<br />

Niña:<br />

en la costa de tu cariño<br />

quiero olvidarme de que soy marino.<br />

Rasgar mis velas<br />

cancelar mis rutas<br />

¡y no volver a navegar más nunca!<br />

II<br />

Niña:<br />

en la costa de tus encantos<br />

quiero olvidarme de que existen barcos.<br />

Sembrar mi árbol,<br />

musicar tus lunas<br />

¡y no volver a navegar<br />

más nunca!<br />

III<br />

Niña:<br />

en la costa de tu ideal<br />

247


quiero olvidarme de que atrae el mar.<br />

Beber tu vino,<br />

saborear tus frutas<br />

¡y no volver a navegar más nunca!<br />

IV<br />

Niña:<br />

en la costa de tu cariño<br />

¡ya me he olvidado de que soy marino!<br />

Pañuelos en el mar<br />

1<br />

Por la ternura <strong>del</strong> aire,<br />

rosada, con pies ligeros,<br />

cazadora luz <strong>del</strong> alba<br />

viene flechando luceros…<br />

2<br />

Niña, me voy. En la rada<br />

me espera listo un velero.<br />

Me voy porque el mar me llama<br />

y yo soy un marinero.<br />

No sé si habré de volver<br />

a amarte bajo tu alero;<br />

yo navego por el mar<br />

y el mar es traicionero.<br />

3<br />

Por la ternura <strong>del</strong> aire<br />

rosado y de azul-acero,<br />

entre flecha y flecha vuelan<br />

los ayes de los luceros…<br />

4<br />

Niña, me voy. En la rada<br />

me espera listo un velero.<br />

Te juro que desde todos<br />

los puertos <strong>del</strong> mundo entero,<br />

por la ternura <strong>del</strong> aire<br />

te acercaré en un “te quiero”.<br />

No sé si habré de volver<br />

a amarte bajo tu alero.<br />

Me voy porque el mar me llama<br />

y yo soy un marinero.<br />

248


5<br />

Por la ternura <strong>del</strong> aire<br />

sin flechas y sin luceros,<br />

vuelan ángeles de adioses<br />

con gorras de marineros.<br />

249


Luis B. Prieto F.<br />

El caracol marino<br />

El caracol marino<br />

se tuerce en espiral<br />

dentro <strong>del</strong> cuenco de nácar barnizado<br />

donde pasa la vida<br />

para que el mar no lo penetre<br />

ni le claven sus clavos las estrellas,<br />

la luna cuando sale<br />

ni el sol cuando se va.<br />

Las dádivas <strong>del</strong> mar<br />

Te dejó el mar en los ojos<br />

viento salino en lágrimas cuajadas<br />

y un miraje de azul y esmeraldas,<br />

puso en tu oído, sonoro y musical<br />

canto de ola con rumor de espumas,<br />

deshechas al contacto de la arena.<br />

Y te sembró ambición de inmensidad,<br />

horizontes abiertos, lejanías, distancias,<br />

profundidad de sueños, altitud de luceros,<br />

y ese rielar de luna, plata sobre la ola,<br />

resquebrajado espejo en el agua deshecho.<br />

Mi mar, tu mar, sereno para el viaje;<br />

de la nave en el puente pensativo<br />

soñar, soñar y en la distancia quieta,<br />

encontrar, encontrándose,<br />

el objeto final <strong>del</strong> viaje y <strong>del</strong> regreso.<br />

Isla de Coche<br />

Desde el barco en la proa<br />

mirábamos distante<br />

hilos blancos de arena.<br />

Sobre la mar avanza la nave marinera.<br />

En aguas de esmeralda sumergida,<br />

cual cetáceo tendido entre las olas<br />

se anuncian los repechos de la isla.<br />

250


En la cercana playa columbramos<br />

el brillo deslumbrante de un desierto de sal<br />

con miseria de pueblo sembrado en los costados.<br />

Desolada visión <strong>del</strong> mundo de la espina,<br />

de veredas tortuosas dentro de la maleza,<br />

que llevan con el viento en la arena reseca<br />

un pálpito de angustias a morir en la playa.<br />

El grito desgarrado se deslizó en la brisa,<br />

la palabra era un eco <strong>del</strong> corazón dolido,<br />

canción para los sueños sin espera<br />

y tú poniendo aromas sobre el viento salino,<br />

regadas de mi mano sembradora,<br />

canto de rosa en desgajado pétalo.<br />

El alcatraz<br />

Largo el pico,<br />

como punta aguzada<br />

<strong>del</strong> elástico cuello,<br />

corta la cola,<br />

cuerpo deforme,<br />

que en pesado vuelo<br />

la amplia envergadura de las alas<br />

hace sombra en la ola.<br />

La pupila avizora<br />

atisba desde arriba<br />

sobre el mar que se mueve sin reposo<br />

y cuando inquieta salta una sardina<br />

zambulle entre la espuma,<br />

llevando el pez de plata<br />

como un brazo de cruz<br />

<strong>del</strong> pico pescador,<br />

el alcatraz.<br />

Cordilleras andantes<br />

Las gibas <strong>del</strong> camello<br />

son erectas y firmes<br />

cordilleras que andan.<br />

Nacimiento <strong>del</strong> ala<br />

251


En un revuelto mundo de hojas<br />

nace el ala,<br />

camina sobre el viento<br />

con volubles giros,<br />

tornadizo fulgor<br />

junto a la luz<br />

de una hoja que vuela.<br />

El camino<br />

El camino no es más corto<br />

porque tú corras con él.<br />

Caminar tiene su ciencia,<br />

caminar tiene su magia:<br />

un paso detrás da un paso,<br />

uno más y otro paso.<br />

Caminando va el camino,<br />

pero no pasas, pasamos:<br />

paso a paso, paso a paso<br />

sobre él pasan los pasos.<br />

Cuando se acaba el camino<br />

se termina el caminar.<br />

Matasiete<br />

En medio <strong>del</strong> camino por donde cruza el sol<br />

cuando viene <strong>del</strong> mar hacia el oeste<br />

y remojado en el celeste azul,<br />

se empina entre los flancos de rocío,<br />

estalla la mañana, aurora y canto,<br />

se desparrama desde la copa blanca<br />

para caer en la ciudad dormida<br />

que amanece despierta entre su flama.<br />

Sus laderas nacieron de la ola<br />

que salpica de espumas sus peñascos<br />

en la marina sal rebautizados<br />

de Guacuco hasta el linde de Guarame,<br />

raíces que se hunden en el agua<br />

y florecen zafiros en las nubes<br />

que empenachan las cumbres.<br />

Desde la explanada <strong>del</strong> Castillo lo diviso<br />

fincado a la distancia junto al cielo,<br />

252


unido con la mar en una mole<br />

incendiada en el pleno mediodía,<br />

mecido en el cocal de sus laderas<br />

metidas en el río.<br />

Montaña, mar y cielo en la distancia quieta<br />

dan la visión ignota de la unidad fraterna<br />

mediante el istmo de la empinada cresta.<br />

De tarde con el sol de los venados<br />

la claridad se tiñe en Matasiete<br />

de violetas y claros tornasoles<br />

que van disfuminándose en la sombra<br />

hasta que todo queda de ceniza<br />

en la mortal agonía <strong>del</strong> crepúsculo<br />

y vienen con la noche las estrellas<br />

y la luna empavona en lumbre nueva<br />

sus morriones de nubes volanderas,<br />

palomas con las alas desplegadas<br />

para formar un nido<br />

de arrullos con rocío estremecido<br />

en la fragancia pura<br />

de la flor entreabierta con la noche.<br />

Matasiete, de muerte tiene el nombre,<br />

su adjetivo es de gloria resonante,<br />

los muertos que murieron en sus flancos<br />

lapidados de piedra arrojadiza<br />

fueron soldados bruscos<br />

que empeñaron batalla entre Los Cocos<br />

para hacer sobrevivir la tiranía.<br />

Tu nombre de montaña, ¡Matasiete!<br />

es viva libertad, gallarda brega<br />

de los nombres sencillos <strong>del</strong> terruño<br />

para hacer restallar resplandeciente<br />

en amoroso abrazo compañero<br />

la independencia de la Isla.<br />

253


José Oliveira<br />

Conseja de Francisco Adrián<br />

Sin que nadie me lo cuente<br />

para que yo, con el habla<br />

«que Dios me dió», lo repita<br />

recostado de esta jarcia;<br />

por que lo vi con los ojos,<br />

que vale más que palabras,<br />

es por lo que lo revelo<br />

sin quitarle ni una traza.<br />

I<br />

Tumbada ya media noche<br />

tras el cerro de La Guardia,<br />

desde El Remate, que nunca<br />

cede ante el mar, el fantasma<br />

de Francisco Adrián se tira<br />

una vez por año al agua.<br />

II<br />

Calma chicha de luceros.<br />

Achote azul se desgrana.<br />

Cautiva sierpe de espuma<br />

continuamente se alarga.<br />

Patrullas de tigüitigüis.<br />

Insomnio de “mujas” garzas.<br />

III<br />

A nado pasa el espectro,<br />

casi fuera de la rada,<br />

por entre grávidas «burras»<br />

que p’alante i p’atrás andan.<br />

A brazo i pico <strong>del</strong> Morro<br />

al resuello pone tapa<br />

i vira hacia La Galera<br />

sin compás, sin pies, sin branquias.<br />

Toca arena tan seguro<br />

que ya no parece un alma.<br />

I cuando de sus pupilas<br />

se “desvarillan” dos ascuas,<br />

<strong>del</strong> costado se despega<br />

un geme y medio de guaica.<br />

254


¨<br />

I V<br />

Avanzando con sigilo,<br />

que es gemelo de su audacia,<br />

hijo’er diablo escala el muro<br />

i se le pone a horcajadas.<br />

¿Qué le dice el moriquite<br />

que le roza con el ala?<br />

V<br />

Les va clavando uno a uno<br />

gris relámpago de rabia.<br />

I todos, todos se quedan<br />

como vi que se quedaran<br />

en noches calamitosas<br />

los peces que el “turbio” vara.<br />

Sangre en almenas, garitas,<br />

celdas, escaleras. Hasta<br />

los propios cimientos llega<br />

el pleamar de roja savia.<br />

Nadie allí queda, ninguno<br />

—¡ningunito!— con garganta.<br />

El totem macanagüero,<br />

con un lauro en cada zarpa,<br />

está suelto, íngrimo i… Sólo<br />

dos testigos lo acompañan:<br />

el arcángel de la muerte<br />

i la miel de la venganza.<br />

I V<br />

Francisco hacia el otro mundo<br />

desde la explanada salta:<br />

cohetón que se hace trizas<br />

al primer claror <strong>del</strong> alba.<br />

El aire se despereza,<br />

i por sobre milenaria<br />

ruta de sal, esmerila<br />

San Telmo su pompa vacua.<br />

VII<br />

Matasiete mató Ocho<br />

en la juangrieguera playa.<br />

255<br />

Caracas, 1952.


Conseja de Ana Rojas<br />

I<br />

Los indios en el tormento<br />

espantosamente gritan:<br />

—Enterramos... Uno i uno...<br />

Saco i saco... Pisa i pisa...<br />

Mas, ¿dónde los enterraron?<br />

No saben de eso ni pizca.<br />

El ama los llevó lejos<br />

i sólo estaban con vista<br />

ella, la mula cargada<br />

l Dios que todo lo mira.<br />

Coléricos marañones<br />

ascuas de acero les hincan,<br />

pero por más que los cuerpos<br />

se retuercen i se crispan,<br />

lo que solamente logran<br />

es que los labios repitan:<br />

—Enterramos ... Uno i uno....<br />

Saco i saco... Pisa i pisa...<br />

se sale por las heridas<br />

l cuando agónico paro<br />

en los corazones brinca,<br />

todo el antillado cielo<br />

se cubre de mostacillas.<br />

I I<br />

—Atiéndeme, Ana de Rojas;<br />

te perdonaré la vida.<br />

Así, bien mirado, mucho<br />

sales ganando, i mezquina<br />

será tu pérdida, porque<br />

tú seguirás siendo rica.<br />

256<br />

Lope de Aguirre, El Tirano,<br />

no quiere dejar las islas.<br />

(¿Es cierto que Ana de Rojas<br />

ayunándole vigilias,<br />

ha puesto todas las perlas<br />

a salvo de su codicia?)<br />

Para encontrarlas, don Lope<br />

suelta a su rigor las bridas.<br />

(Del nacarino tesoro<br />

diz que consiguió noticia<br />

por propia boca de alguna<br />

endemoniada chinigua).


¿Acaso puedo llevarme<br />

tus barcas, siervos i fincas?<br />

Te perdonaré; no dudes,<br />

que mi palabra es consigna.<br />

¿Dónde enterraste las gemas?<br />

¿Dónde están las margaritas?<br />

¡Por Satanás! ¿Hablas? ¡Habla!<br />

El furor se me desquicia.<br />

Ana de Rojas, no puedo<br />

esperar más, llevo prisa.<br />

¿En dónde las sepultaste?<br />

¿En cuál infernal centina?<br />

¿Me guiarás allí? Responde.<br />

¡Maldición con esta harpía!<br />

III<br />

Pincel de menguada luna<br />

el inmóvil rostro limpia<br />

de sombras de muerte i noche,<br />

i pavorosa sonrisa,<br />

que se sujeta a los labios<br />

con airada esterotipia,<br />

muestra su lívido triunfo<br />

ante las miradas indias.<br />

Ana cuelga de la rama<br />

en mudez definitiva.<br />

Un cocuyo pasajero<br />

la frente de azul le nimba.<br />

La mortaja caudalosa<br />

de su cabellera tinta<br />

forma con su saya blanca<br />

un contraste que da grima.<br />

De pronto, así, tal parece<br />

una inmensa golondrina.<br />

IV<br />

Toda la noche estuvieron<br />

llorándola las guarichas,<br />

los chinchorreros, los piones,<br />

los que custodian la linfa<br />

i los buzos de cabeza<br />

que ignoran lo que es asfixia,<br />

i que si resuello toman<br />

es sólo de aire una ñinga.<br />

257


V<br />

Ana de Rojas, el rumbo,<br />

que mi pensamiento siga,<br />

cuando de tu fortaleza<br />

indague la esencia viva,<br />

ha de ser hacia el distante,<br />

imperecedero clima<br />

en el que la huella heroica<br />

de tu espíritu culmina.<br />

I si cuando toque el aura<br />

con que la gloria te nimba<br />

quieres, Ana, darme perlas ...<br />

¡Dame las de tu sonrisa!<br />

Ñero arbolario<br />

Es antes de que el sueste se remonte.<br />

Ya se ha quedado muda la chulinga.<br />

Ven, sirenita, ven... En La Restinga<br />

puntual estoi, con Mano Saltamonte.<br />

Guiña su ojo lunar el horizonte.<br />

El tabú no me arredra ni una ñinga.<br />

Un sismo se desguaza en el mandinga,<br />

porque un pez celestial cae <strong>del</strong> monte.<br />

Comboyada conmigo está en su mata<br />

una luz-de-santelmo de hojalata.<br />

Los moriquites rozan mi aventura.<br />

(Acaba de llegar Mano Conejo)<br />

I cuando el agua, al fin, vara su espejo,<br />

añingotado aguaito su figura.<br />

258<br />

Caracas, 1953.<br />

Caracas, 1958.


P. C. Vásquez Vásquez<br />

El ansia grande de mi pueblo<br />

En su rancho frente al mar,<br />

porque la tierra está seca,<br />

está triste Antonio Vásquez.<br />

Con toda el alma quisiera<br />

transformar el agua azul<br />

para la sed y las siembras.<br />

De pronto nace su canto:<br />

es la suave malagueña<br />

que el marino de la Isla,<br />

cuando el horizonte otea,<br />

desgrana como un rosario<br />

desde su pobre vivienda,<br />

el barco o desde la playa<br />

hundida en la blanca arena,<br />

Y va diciendo su copla:<br />

Porque esta tierra está seca<br />

tengo en el mar mi “conuco”<br />

que me da en ruda faena<br />

para mi ropa y mi vida,<br />

para mi familia entera.<br />

Este terrón tan hermoso<br />

sólo se convierte en gema<br />

de verdor y da sus frutos<br />

cuando la lluvia lo riega<br />

¡por un capricho de Dios,<br />

por un capricho cualquiera!<br />

Empujada por la brisa<br />

es una porción de seda<br />

ese canto <strong>del</strong> marino,<br />

que es su dolor y su queja<br />

por no poder su “conuco”<br />

trasbordarlo para tierra.<br />

Así subiendo hasta el cielo<br />

va esa angustia sincera.<br />

259


*<br />

Ante el anhelo <strong>del</strong> hombre<br />

la compañera que es buena<br />

y que llaman Ana Flor,<br />

guaiquerí de pura cepa,<br />

lo arropa con su mirada<br />

¡y así se rompe la queja<br />

y el corazón <strong>del</strong> marino<br />

es cual la noche serena!<br />

*<br />

Las horas fáciles pasan<br />

y la aurora que se acerca<br />

les hace ver el capricho<br />

<strong>del</strong> que todo lo gobierna.<br />

—Mira, dice a la mujer,<br />

de donde el agua orillea<br />

hasta morir muy adentro,<br />

se ve una mancha morena<br />

en el azul de la mar.<br />

—¡Es que ha llovido y la tierra<br />

con apremio de muchacha<br />

se ha lavado sus tristezas!<br />

*<br />

El marino ve la barca,<br />

mas quiere dejar la pesca:<br />

piensa que ya su “conuco”<br />

¡debe plantarlo en la tierra!<br />

Presentimiento<br />

En pie de sentimiento<br />

deslicemos la barca ...<br />

Tan azul está el mar<br />

como el ensueño que nos nutre.<br />

En conjunción de afectos<br />

adentrémonos firmes<br />

y cuando regresemos<br />

lucirá en nuestro puerto<br />

la luz de un mundo nuevo<br />

¡tan grande y armoniosa como el mar!<br />

260<br />

1942.<br />

1945.


Renacer<br />

Hojas secas<br />

en desechos.<br />

Peces muertos<br />

fosforescentes en !a playa<br />

que el mar<br />

—ayer viejo cantor—<br />

inconsciente<br />

va arrojando<br />

—como un gigante indigesto—<br />

en cada Plenilunio.<br />

Bellezas enlutadas,<br />

hedor envolvente.<br />

Paisajes desvaídos,<br />

obscuros, perdidos ...<br />

Gentes que huyen<br />

en tropel<br />

de tanta podredumbre.<br />

La Esperanza<br />

es el asidero de la angustia,<br />

Se agita el corazón<br />

como una ola,<br />

y cuando todo parece naufragar<br />

nace un nuevo Cosmos<br />

como Dios mismo<br />

sin guarismos ni cálculos.<br />

Frustración<br />

Se fueron por caminos distintos<br />

con ansias sembradoras.<br />

En las alforjas simientes<br />

de ideales fecundos.<br />

Viajaron por variados senderos<br />

y al final se encontraron<br />

decepcionados y fríos.<br />

Las pasiones tremendas,<br />

al contacto disímil,<br />

ensuciaron sus almas<br />

y ahora son tan diferentes.<br />

261<br />

1956


Luis Castro<br />

Normal<br />

Estoy hecho un hombre normal.<br />

262<br />

El lugar donde pienses, allí<br />

es tu ciudad.<br />

Conciencia.<br />

Mi ideal por un instante me deja solo<br />

y se encarama en el techo de mi pobre vivienda.<br />

—He comido. He bebido.<br />

Cuando está conmigo me agobia<br />

y llevo los hombros hundidos.<br />

Costa<br />

El mar.<br />

Cínico,<br />

no hace más que reír<br />

reír.<br />

Sátiro,<br />

posee la playa histérica.<br />

Las olas voluptuosas<br />

copulizan las rocas.<br />

Hay espasmos de espumas.<br />

Parque<br />

En los puertos de verano<br />

las cigarras día tras día<br />

barcos sin carga<br />

movilizaron sus grúas<br />

(interminablemente)


Sombra<br />

Cae la noche cristalina.<br />

La culebra de hombres se alarga,<br />

se acorta<br />

se despereza<br />

jadea…<br />

Mi alma va sombría.<br />

Mi rostro va sombrío.<br />

Soy todo yo una figura tétrica<br />

bajo la manta flácida.<br />

Al lado mío marcha también mi sombra<br />

Sobre ella<br />

voy hilvanando una leyenda heroica.<br />

Un… Dos…<br />

La culebra de hombres ha enfilado hacia oriente.<br />

Un… Dos… Un… Dos…<br />

Marchando encasillado<br />

entre paredes de fusiles<br />

me siento como la piedra:<br />

Hombre-idea que se fuese incrustando en la tierra.<br />

Martillan mis oídos<br />

los taconazos de las botas férreas.<br />

Un… Dos… Un… Dos…<br />

Balneario<br />

Sobre la superficie como sobre una cuerda,<br />

Ella<br />

—acróbata horizontal-<br />

hace gimnasia<br />

Me he sumergido.<br />

Pez lívido, en sus ojos<br />

he bebido sus ojos.<br />

¡Floto!<br />

Al verla se empañan mis pupilas luminosas.<br />

Su melena lacia de olas,<br />

marinera de brisa<br />

me destrenza los músculos.<br />

263


Y naufragando en ella, flaqueo sobre las ondas.<br />

¡Comprendo ahora la fascinación de las sirenas!<br />

La compañera<br />

¡Podemos ir juntos los dos, por esta senda, compañera!<br />

Nos encontramos sin habernos visto.<br />

Tienes tú, como yo, la pupila tranquila<br />

ante el peligro que es la vida siempre.<br />

Por esta senda, sin la inquietud primera,<br />

podemos ir juntos los dos,<br />

al paso firme de una vida nueva.<br />

Lo presiento en tus ojos: escudos hechos a una misma desdicha.<br />

No se alterará el ritmo de esta etapa bella.<br />

Me lo dicen tus manos sin esquiveces, secas, sedosas<br />

como la piel de . las frutas maduras.<br />

Me lo dices tú misma, caminando a mi lado, despreocupada,<br />

porque esto es como un sueño que se sabe que es sueño.<br />

Tu voz extraña y tímida<br />

me acerca a ti y me hace vivir algún paisaje ausente.<br />

Aferrados el uno contra el otro: ¡qué color el <strong>del</strong> cielo!<br />

a ambos lados ¡cuán magníficos verdes!<br />

Sobran palabras.<br />

Llevándote a mi lado toda íntegra,<br />

puedo ver a mis anchas, pensar si quiero...<br />

¡Y, tú, niño mimado, paladeando tu propio corazón!<br />

Ayer se murió Luis Castro<br />

Gloria tocan las campanas<br />

porque los dobles le duelen.<br />

Lo mató una pena dulce<br />

que se le pegó <strong>del</strong> alma.<br />

En andas de su penita<br />

se va camino <strong>del</strong> valle.<br />

264


Ignoran su itinerario<br />

porque cantó a las estrellas<br />

y amó la mar profunda.<br />

No tuvo tumba en la tierra:<br />

los vientos para llorarlo<br />

hacen lutos de vacíos.<br />

¡Se va despacito y solo!<br />

En su casa no encontraron<br />

sino unas pocas palabras.<br />

Dejó una fila de amigos<br />

y una esfera de hermanos.<br />

Los campos en sus responsos<br />

pasan rosarios de espigas.<br />

Lo amortajaron las brumas<br />

con serafines de estrellas.<br />

—Lucerito, lucerito<br />

dijeron las fuentes claras,<br />

Ayer se murió Luis Castro<br />

cantemos porque su alma<br />

trae una lágrima viva.<br />

Caminito, caminito<br />

—las rosas ,y hierbas verdes—<br />

caminito, caminito<br />

hoy tendremos nuevo ocaso.<br />

La luna fría, indiferente<br />

paseaba en otros lugares,<br />

no desveló los senderos<br />

al paso <strong>del</strong> que se iba…<br />

¡Y el alma de Luis Castro<br />

vivió solamente un día!<br />

265


Heraclio Narváez Alfonzo<br />

Prevención para el viaje<br />

Con maderas de árboles recién nacidos<br />

en el corazón <strong>del</strong> bosque inexplorado,<br />

construiré un navío<br />

para ir en tu búsqueda.<br />

Lo adornaré con jazmines de mar,<br />

cortinas martilladas de brisa,<br />

calcomanías de sol sobre paredes viajeras<br />

y variados jarrones de plata de peces.<br />

En las bodegas hondas<br />

donde un cocuyo sería un astro<br />

y una abeja una orquesta <strong>del</strong> bosque<br />

llevaré sal y miel para las libaciones.<br />

En la angustia <strong>del</strong> viaje<br />

pienso cómo será tu cuerpo:<br />

¿pulido como piedra de playa?<br />

¿Tendrá la suavidad de la espuma,<br />

la armonía de la ola<br />

y el remoto fulgor de la estrella?<br />

¿Cómo será el instante<br />

cuando te descubran mis ojos náuticos?<br />

¡Cuando te acaricien mis manos marineras!<br />

¡Cuando escuche tu voz de sirena!<br />

Pero si no te encuentro,<br />

en alta mar mi brújula se quedará loca<br />

y yo estaré siempre<br />

con los ojos agudos de clavar horizontes.<br />

El viejo marinero<br />

El viejo marinero —desgastado<br />

el fulgor de los ojos navegantes,<br />

no firme el pulso, el corazón cansado—<br />

sueña con tiempos idos, ya distantes.<br />

266<br />

1938.


El mar inmenso, el mar de los gigantes<br />

sintió su paso recio en el costado,<br />

cuando las tempestades inquietantes<br />

bullían movidas por un Dios airado.<br />

El viejo marinero, vida aciaga,<br />

pálida luz que el huracán apaga<br />

en el anochecer de la esperanza.<br />

Es hoy como el navío abandonado,<br />

como el cauce por siempre desechado,<br />

como una sombra que la noche alcanza.<br />

Se va la Virgen <strong>del</strong> Valle<br />

Nubes teñidas de luto<br />

visten el cielo en la tarde<br />

mientras se borra la grana<br />

<strong>del</strong> crepúsculo distante.<br />

El mar se lanza a la costa<br />

como furia de abordaje,<br />

el viento es viento que silba<br />

en las drizas de la nave.<br />

Dicen los viejos marinos:<br />

no es buen tiempo para el viaje<br />

sin embargo, pobre Ñero,<br />

¡se va la Virgen <strong>del</strong> Valle!<br />

Rompieron la tradición<br />

cuenta el hombre de la calle<br />

y sus palabras resuenan<br />

con un acento que es grave.<br />

No respetaron los siglos<br />

ni la leyenda <strong>del</strong> Piache,<br />

ni el sentimiento <strong>del</strong> pueblo<br />

que estas cosas bien las sabe.<br />

Contra el querer popular,<br />

con el viento de la tarde<br />

en su viaje a Tierra Firme<br />

¡se va la Virgen <strong>del</strong> Valle!<br />

Rostros tristes, ceños duros<br />

que la noticia contrae,<br />

palabras de desconsuelo,<br />

267<br />

1952.


miradas como en desaire.<br />

Expresiones de la angustia<br />

que a todos el alma invade:<br />

dolor traducido en lágrimas<br />

que sobre la playa cae.<br />

Marineros de Juangriego,<br />

pescadores <strong>del</strong> Guamache,<br />

guaiqueríes <strong>del</strong> Poblado,<br />

¡se va la Virgen <strong>del</strong> Valle!<br />

La Isla quedó vacía,<br />

sin luz, sin vida, sin aire,<br />

hueca de toda esperanza<br />

como si no hubiera nadie.<br />

Toda el alma de esta tierra<br />

al mar se ha ido de viaje;<br />

quedamos a la deriva<br />

sin tener ya quien nos salve.<br />

Contra la voz popular,<br />

con el viento de la tarde<br />

sin quererlo, pobre Ñero,<br />

¡se fue la Virgen <strong>del</strong> Valle!<br />

268


Margarita Esparta<br />

Cayuco<br />

(coplas marineras)<br />

Mi cayuco es el caballo<br />

en el que salgo a galopar:<br />

cuando parto como . un rayo<br />

por los caminos <strong>del</strong> mar.<br />

Cayuco, indio guayquerí,<br />

pintado de verde limo,<br />

¡cómo te quiero yo a ti!<br />

¡cómo te quiero y te estimo!<br />

Cayuco, indio caribe<br />

con capa de sol y sal,<br />

tu nombre de rey lo escribe<br />

la reina espuma <strong>del</strong> mar.<br />

En mi cayuco de plata<br />

yo pesco mi corocoro<br />

cuando la red se desata<br />

¡ya mi cayuco es de oro!<br />

Estatua de sal<br />

La emoción<br />

—alta marea—<br />

Asciende por mis nervios…<br />

Lo cubre todo en su oleaje manso…<br />

Yo era estatua de sal, que hoy se deshace<br />

entre el agua salobre de tus manos.<br />

Cae lentamente la tristeza mía;<br />

se ha deshecho en tu mar la fría estatua.<br />

No hay que mirar atrás:<br />

¡Desde hoy, la vida<br />

tendrá para los dos un mismo cauce!<br />

269


Ansias de amar<br />

¡Cómo siento mi cuerpo estremecerse<br />

con el ansia de amar!<br />

cómo me envuelve en sus sutiles velos<br />

y acaricia y arrulla<br />

toda la inmensidad!<br />

El sol, que enciende chispas en mi pelo;<br />

el viento, que me lanza las hojas de los árboles<br />

y abulta, revolando,<br />

los pliegues de mi traje...<br />

El mar, que arroja bocanadas tibias<br />

con olores de limos y de algas;<br />

el golpe de sus olas en mi oído<br />

tiene músicas raras...<br />

¡Cómo siento mi cuerpo estremecerse<br />

con el ansia de amar!...<br />

¡Cómo me envuelve en sus sutiles velos<br />

y acaricia y arrulla<br />

toda la inmensidad...!<br />

Reencuentro<br />

Renegué de mi sangre,<br />

me olvidé de mi origen,<br />

desorientada caminé por el mundo<br />

y regresé a mí misma.<br />

Sólo ahora cuando me encuentro<br />

—planta marina en auroral renuevo—<br />

puedo sentirme fuerte.<br />

Es mi sangre india,<br />

que volvió por sus fueros<br />

y me grita: «cobarde»...<br />

cuando evadirme anhelo.<br />

Soy presa de ella.<br />

Mis venas son juncos que me atan<br />

y dominarme quieren.<br />

270


Sólo ahora puedo llegar a las playas de mi isla<br />

y llamar míos los guijarros<br />

y las conchas marinas.<br />

Con sus nácares puros<br />

fabricaron collares mis abuelos<br />

y se engalanaron en las noches de luna<br />

para bailar en sus fiestas,<br />

en los tiempos remotos<br />

cuando aún no habían llegado las carabelas.<br />

Después...<br />

los hombres blancos se llevaron las perlas.<br />

No más collares, no más fiestas.<br />

Se llevaron también la sangre<br />

y la mezclaron para formar la raza nueva.<br />

La raza india se sintió dominada<br />

e inclinó la cabeza.<br />

Pero la sangre estaba alerta.<br />

¡Algún día sería más fuerte!<br />

Y le quitó el valor al que se fuera,<br />

al que quisiera renegar de ella.<br />

Por eso he vuelto<br />

a buscar en mis playas nuevos bríos,<br />

a bucear en mi mar la fortaleza.<br />

En ese mar zalamero que me cuelga<br />

collares de verdes musgos<br />

cual esmeraldas inmensas...<br />

Yo los luzco como atributos indios,<br />

en las fiestas de sol, cuando me baño<br />

o en la arena descansa mi cabeza,<br />

coronada de menudas algas<br />

que se enredan en mi revuelto pelo.<br />

¡Ahora puedo correr por las playas de mi isla<br />

y llamar míos los guijarros<br />

y las conchas de nácar!<br />

271


Francisco N. Castillo<br />

Alba en la playa<br />

El alba puso sobre la playa<br />

tajadas de melón<br />

y en las crestas de los pájaros<br />

un sin fin de amarillas latitudes.<br />

Los crustáceos fumaron<br />

en boquillas de nácar<br />

y dejaron ceniza dorada<br />

en las axilas de las caracolas.<br />

Sin el auxilio de una estrella<br />

A la espuma<br />

le duele el arco-iris<br />

de su cielo.<br />

A la espuma<br />

que navega al lado <strong>del</strong> velero.<br />

A la espuma<br />

que morirá andando<br />

sin el auxilio de una estrella.<br />

Agonía <strong>del</strong> lucero en el pozo<br />

No era amor ni sed. Angustia era<br />

de mirarse en las aguas desde el cielo<br />

Era en la superficie una quimera,<br />

herido en la distancia y en el vuelo.<br />

Tejió de luz su araña marinera,<br />

hizo red de hojas secas. Tuvo celo<br />

de la brisa que espiaba pasajera<br />

su inquietud, su dolor y su desvelo.<br />

Bajel a la deriva. Otro lucero<br />

lo creyó astro ahogado, prisionero,<br />

semejante a un pálido guijarro.<br />

272


El pozo hundió sus ojos para verlo,<br />

en la orilla sin luz quiso cogerlo<br />

y se ensució las manos con el barro.<br />

Elegía a un barco encallado<br />

Otrora<br />

inquieto caminante<br />

sobre el azul ilímite.<br />

Hoy<br />

de espaldas al mar.<br />

El bauprés en un punto muerto.<br />

Muerto el horizonte.<br />

En la playa quedó<br />

una herida profunda.<br />

Atrás todos los rumbos,<br />

todos los puertos,<br />

todas las latitudes.<br />

Fríamente el espacio<br />

—partida en dos la brújula<br />

Muerto el grito <strong>del</strong> hombre.<br />

En el estradivario<br />

se han puesto a secar los horizontes.<br />

El viento dejó sobre la playa<br />

un túmulo de espumas<br />

y una espiga de sal en la serviola.<br />

Alegorías<br />

1<br />

Ni para angustiarse<br />

sirve uno.<br />

Ni para pedirle al viento<br />

la frustración de la palabra<br />

ni ser necio<br />

para que lo entiendan las paredes.<br />

Restaurar el deseo<br />

como para hacer inútil el viaje<br />

273


2<br />

Ante el grito <strong>del</strong> náufrago<br />

claudicaron los vientos.<br />

Y claudicó tu voz<br />

ante lo inesperado de tu ausencia.<br />

Uno a uno, mis pasos,<br />

uno uno resentidos,<br />

dolientes...<br />

Y me juego el último camino<br />

y tú vences<br />

porque sueñas con barcos imposibles.<br />

3<br />

Si te toco<br />

es porque quiero poner<br />

en la punta de mis dedos<br />

la hostia de tu carne<br />

y bendecir con ella<br />

todos mis sentidos.<br />

Poema para el amor y el viaje<br />

Mujer,<br />

sobre tu humana geografía, toda isla:<br />

Puerto de mis ansias.<br />

Un gallardete rojo en el cordaje.<br />

Tu cabellera presta como el viento<br />

para atar mis navíos.<br />

Busco en la piel de tu pecho<br />

islas arrodilladas,<br />

frutas con sabor a guarura,<br />

a caracol de playa.<br />

Mujer<br />

en tu cuerpo marejadas de angustias<br />

flotando como veleros sin capitanes.<br />

Esta tarde hubo leva en el puerto,<br />

hice de marinero y en la noche<br />

un lucero me guiñó la pupila.<br />

Tú estabas junto a mí<br />

toda montaña, toda latitud,<br />

274<br />

a Gladys


tú y el deseo<br />

ardiendo en lámparas de vendaval.<br />

Mujer<br />

por esta ruta desolada<br />

—cauce de mi suerte—<br />

azul y cielo a la deriva.<br />

Atrás la isla con inmigrantes y extraños,<br />

aquí un puerto<br />

con un faro de aceite<br />

girando como un hombre.<br />

¡Qué le importa a la vida<br />

si en mi pipa no hay humo<br />

y mi bolsillo tenga un agujero<br />

por donde se puedan escapar tus ojos!<br />

En esta noche de tormenta<br />

juntos haremos de capitanes<br />

y anclaremos en el puerto <strong>del</strong> alba.<br />

Vengo de la remota herida...<br />

Amo desesperadamente<br />

tu quietud mancillada.<br />

Paz soy.<br />

Vengo de la remota herida<br />

que abrió el acero a los altivos camaradas,<br />

para descender<br />

a la raíz íntima de los árboles,<br />

y fundir nuevo aliento,<br />

nueva savia,<br />

para que haga perdurable el sonido<br />

y la paz en los hombres.<br />

275


Francisco Gutiérrez<br />

El mar de oscuro fondo<br />

Redondo abismo trazó un arco de luz<br />

en los días de infancia, el Mar de Oscuro <strong>Fondo</strong>.<br />

Suave la brisa traía olores de arrecifes amanecidos<br />

que embriagaban la batalla <strong>del</strong> cangrejo<br />

y envolvían el clamor de los buzos<br />

que huían de la codicia de los mercaderes de perlas.<br />

El hombre lavaba su pellejo curtido por la sal<br />

y se comían sus ansias desvelos tras desvelos<br />

evidenciando el porvenir.<br />

Era cuando mi padre se perdía en las altas mareas<br />

nocturnas para bajar al fondo de los acantilados.<br />

Yo le seguía mordiéndole los pies en la alborada<br />

hasta tocar el justo límite de las madréporas.<br />

Azulosa la noche alumbraba un toro desbocado<br />

y tempestuoso que cuajaba en desolación<br />

la inmensidad marina.<br />

Hombres y veleros rizaban el viento de la muerte<br />

y encadenaban el dolor y la amargura para arribar<br />

airosos a las playas <strong>del</strong> llanto y de mis días.<br />

Del fondo iba emergiendo como un parto,<br />

como una floración el lanchón de la pesca<br />

que entumecidas manos rescataban<br />

de la profundidad secreta.<br />

Con su rescate púrpura esperanza alumbraron<br />

mis deudos <strong>del</strong> olvido sus noches preñadas<br />

de desamparo y hambre.<br />

Él y yo éramos una aventura heredada<br />

de la primera huella que roturó las rutas<br />

de mi Isla encantada; encantada por su embriagante luz.<br />

276


Este nombre<br />

Arcángeles de barro<br />

en el costado<br />

lamen ácidos huesos diluidos<br />

mientras en el muro áspero<br />

de la noche aúllan<br />

perros encarcelados.<br />

Caballos enlunados trotan<br />

sobre la desvergüenza<br />

de estos días.<br />

Se percibe el murmullo<br />

chorreante <strong>del</strong> festín,<br />

expulsando... quebrantando.<br />

A la mesa se alinean<br />

los que no fueron convidados.<br />

Y en jardines <strong>del</strong> aire queda<br />

colgando el vaho de la afrenta.<br />

Este nombre transcurre, palpita,<br />

está en la sopa cotidiana,<br />

y estalla al paso de las lunas menguadas.<br />

Mis calcetines rotos<br />

se han quedado vacíos.<br />

Mis zapatos <strong>del</strong> olvido continúan<br />

la rutina <strong>del</strong> escarabajo.<br />

Quema el sol en estas latitudes.<br />

Desde mi ventana miro caer la lluvia.<br />

El fulgor de las aguas limpias<br />

la infamia de las horas.<br />

Alguien pregunta por este nombre.<br />

Recordando a Langston Hughes<br />

“Sobre el inmenso mar” boga<br />

la agonía de Langston Hughes.<br />

Apretados entre sus manos lleva<br />

un libro de relatos y un canto<br />

triste como mi corazón de infierno.<br />

277


Cada mañana recorre las calles<br />

de su ciudad retorcida en hierros fríos.<br />

Por sus ojos y su piel cruza la orfandad<br />

que le quema y sube en espiral<br />

y baja lentamente para ser pan de muerte.<br />

Alguna vez le vi en la Quinta Avenida<br />

en una tertulia de la tarde neoyorquina.<br />

Tenía el rostro afable de los niños<br />

y dialogaba sobre una inmensa crueldad.<br />

Había en sus palabras y pensamientos<br />

el designio de un decir elegido y claro<br />

como su inmenso mar.<br />

Era —si se quiere—, el auriga de la esperanza<br />

de una humanidad dolida hasta los tuétanos.<br />

Un acento global caía sonoro y revestía<br />

la tarde de infinitos presagios.<br />

Yo iba de América <strong>del</strong> Sur. En mis pupilas llevaba<br />

retenida toda la furia <strong>del</strong> mar y sus criaturas.<br />

Era un marinero en puerto que recorría<br />

la turbia y triste noche de Harlem.<br />

El abandono nocturno traía lejanas ansias<br />

en medio <strong>del</strong> turbión humano.<br />

Los de su raza se embriagaban de tanto soportar un espeso dolor.<br />

El clamor torturaba al poeta.<br />

Por su voz se escapaban tristísimos lamentos<br />

de los negros como esgrimiendo desde un oscuro fondo.<br />

Bajo la noche tensa se esparcía<br />

una angustia ronca que viene de los siglos.<br />

Un grito hondo retumbaba contra los murallones<br />

de su ciudad y estremecía el verde<br />

de los campos de Louisiana.<br />

Un viento de cenizas recorría la noche de Harlem<br />

Y secaba el llanto y apagaba<br />

las voces acorraladas.<br />

Bajo una atmósfera gris, de habitación deshabitada<br />

y diluido por un laberinto deshumanizado<br />

que fluye a la orilla <strong>del</strong> Hudson,<br />

transcurre la vida de Langston Hughes.<br />

278


Mariposa nocturna<br />

Gira<br />

Revoletea sobre el azul <strong>del</strong> humo<br />

las alas sin cesar abanican el vaho<br />

de licores ardientes<br />

La luz traspasa el cortinaje opaco<br />

Transcurren las horas<br />

la medianoche Y continúa girando<br />

como danza inconclusa.<br />

Sus alas no se pliegan<br />

al cono de la noche<br />

Finos hilos de encaje avivan las miradas<br />

que la asedian ....<br />

Con música de carne su cadera describe<br />

círculos en el aire<br />

Va y viene acompasando el filo de las horas<br />

Vende el licor Brinda sonrisas y escapa girando girando...<br />

Se derrama el licor Ya es tiempo de partir<br />

Sus alas casi no aletean<br />

Ha sellado la noche la ebriedad<br />

Y camina<br />

hacia la calle<br />

Bajo el rumor una estrella lejana<br />

pinta el amanecer.<br />

279


José Elías Villarroel<br />

Tragedia marina<br />

Punto Margariteño<br />

Levan anclas y la nave<br />

Luce su blanco velamen<br />

Hacen <strong>del</strong> rumbo un examen<br />

Juega la ola en su estrave.<br />

Como una mística clave<br />

La estela en su timón brilla<br />

Un triste fulgor la humilla<br />

Por un mar vasto y desierto<br />

Y dejando triste el puerto<br />

Se fue la linda barquilla.<br />

Cual cendal en leve bruma<br />

La barquilla se estremece<br />

Anida el cuerpo, se mece<br />

Y besa la rizada espuma<br />

Un fuerte fulgor la abruma<br />

Por un oleaje muy feo<br />

En un cruento besuqueo<br />

Se abre paso en la negrura<br />

Conquistando su aventura<br />

Al impulso <strong>del</strong> deseo.<br />

El viento la desvanece<br />

Con su violento furor<br />

Y va engendrando el terror<br />

Do la barquilla perece.<br />

Su frágil mástil se mece<br />

Lidiando en el balanceo<br />

Los lampos <strong>del</strong> burbujeo<br />

No cesan su conmoción<br />

Vi en el mar esta pasión<br />

En su incansable traqueo.<br />

Mas de pronto, por levante,<br />

Un punto negro acrecienta<br />

Se desata una tormenta<br />

Y ruge el mar como un gigante<br />

280<br />

Se fue la linda barquilla<br />

Al impulso <strong>del</strong> deseo<br />

Y en su incansable traqueo<br />

Dejó muy lejos la orilla.


Perdida y agonizante<br />

voló <strong>del</strong> mástil la astilla<br />

Rompe el huracán su quilla<br />

Y en la espantosa faena<br />

La nave en la cruel escena<br />

Dejó muy lejos la orilla.<br />

Amanecer venezolano<br />

Llega el alba mensajera<br />

Con sus poéticas tintas<br />

Y las mañanas son distintas<br />

Allá en la fresca ribera.<br />

El rocío cae e impera<br />

su frescor como un prefacio.<br />

Encrespan su pelo lacio<br />

Los herbáceos parajes<br />

Más tarde va entre celajes<br />

El sol dorando el espacio.<br />

Besa el páramo la nieve<br />

Que nidifica en la flora<br />

Y son lágrimas de aurora<br />

Lo que en las mañanas llueve.<br />

En el horizonte se mueve<br />

La melancolía que adoro<br />

Mas al contemplar demoro<br />

Cuando en la celeste gruta<br />

Marca el sol su tenue ruta<br />

Con sus reflejos de oro.<br />

Bordean las nubes raudales<br />

Dulces y frescos lentiscos<br />

Cuando amortiguan sus discos<br />

Las estrellas aurorales.<br />

Los pintorescos cristales<br />

Nidifican su tesoro<br />

Ante el tintineo sonoro<br />

Que la campana ejecuta<br />

Y allá en la celeste ruta<br />

Se ostenta cual meteoro.<br />

281<br />

1942.<br />

El sol dorando el espacio<br />

con sus reflejos de oro<br />

se ostenta cual meteoro<br />

en nubes color topacio.


Juguetean lindos destellos<br />

En los fondos azulinos<br />

Espejismos ambarinos<br />

Saturando fiordos bellos.<br />

Efluvian lampos y sellos<br />

A bullir en el espacio<br />

Mágico, dórico palacio<br />

Do el sol radiante y pirático<br />

Siembra su disco enigmático<br />

En nubes color topacio.<br />

Mi bahía<br />

Punto Margariteño<br />

Entre conchas nacaradas<br />

Remos y anclas de barco<br />

Yo vivo sobre un arco<br />

De armonías resaladas<br />

Contemplo velas doradas<br />

Mástiles en movimiento<br />

Y aves que <strong>del</strong> firmamento<br />

Bajan al cristal marino<br />

En ese mismo camino<br />

Se oye cantar el viento<br />

En las horas vespertinas<br />

De mi preciosa bahía<br />

Efluvia la poesía<br />

Sobre las ondas marinas.<br />

Ellas se hacen cantarinas<br />

Con su vaivén que no falla<br />

Y al salpicar la muralla<br />

Del rocalloso remate<br />

Ya han librado otro combate<br />

Entre las redes de malla.<br />

Viviendo entre caracoles<br />

Algas y ostras abiertas<br />

Sueño que estoy a las puertas<br />

De un paraíso de soles.<br />

282<br />

1948.<br />

Se oye cantar el viento<br />

Entre las redes de malla<br />

Y flamean en la playa<br />

Las velas de un pensamiento.


Me inspiran los arreboles<br />

Cuando una gaviota ensaya<br />

Su raudo vuelo y desmaya<br />

Devorando sardinitas<br />

Sus alas son dos velitas<br />

Y flamean en la playa.<br />

En esa náutica perla<br />

De velas, besos y alas,<br />

Se encuentran también las galas<br />

Del dolor y la miseria.<br />

Seres en contienda seria<br />

Buscan el diario sustento<br />

El erizo suculento<br />

La almeja y el mejillón<br />

Y estos versos que son<br />

Las velas de un pensamiento.<br />

283


Rosauro Rosa Acosta<br />

Tono, el vigía<br />

Es de madrugada grande,<br />

—fiesta de luz en el cielo—,<br />

<strong>del</strong> camino de Santiago<br />

cuelgan maduros luceros.<br />

I la brisa clava espinas<br />

¡sobre la carne <strong>del</strong> puerto…!<br />

Tono sacude el bostezo<br />

para desterrar el sueño<br />

y se encamina a la playa<br />

por la hebra <strong>del</strong> sendero.<br />

La Salina le sonríe<br />

con la humedad <strong>del</strong> sereno,<br />

y un perro estira un ladrido<br />

para el saludo fraterno.<br />

Vigía de aguaje y cardumen<br />

—alcatraz <strong>del</strong> ver certero—<br />

viene puliendo su “A bordo”<br />

con el trapo <strong>del</strong> silencio.<br />

La ardentía pone en sus ojos<br />

gotas de avaros destellos<br />

y su voz de caracol<br />

nimba de angustias el cerro.<br />

Mundos de botes y redes<br />

—volcán de músculos tensos—<br />

persiguen en la penumbra<br />

el rumbo <strong>del</strong> grito recio.<br />

La voz de “¡Caló el mandinga!”<br />

afinca garras de anhelos<br />

y canciones jubilosas<br />

alegran la faz <strong>del</strong> puerto.<br />

A Tono lo encontró el sol<br />

feliz y firme en el cerro<br />

izando trapos de triunfo<br />

sobre las manos <strong>del</strong> viento!<br />

284


Cuando el chubasco<br />

En la alta madrugada, bajo la furia <strong>del</strong> viento,<br />

en la negrura espesa de las nubes,<br />

los ojos te buscaron<br />

¡Estrella <strong>del</strong> Norte ... !<br />

Iba loca la brújula ...<br />

El foque se retorcía de cólera...<br />

El chubasco zapateaba —borracho— sobre la arboladura...<br />

Un golpe de mar<br />

le apagó la pipa al viejo contramaestre, un golpe de mar<br />

que contestó la ofensa con un escupitajo ...<br />

Al pinche, el bautizo de tormenta<br />

lo acunó en la bodega<br />

¡abriéndole los ojos desmesuradamente ... !<br />

Raudas flechas de luz cruzaron el espacio<br />

y loca marejada se quebró en las espaldas de los marinos atribulados...<br />

Entonces,<br />

más fuerte aún que el viento<br />

se oyó la voz de mando:<br />

—¡Arria las velas...!<br />

I en pleno corazón de la noche<br />

quedó el palo mayor<br />

¡como una virgen tísica ...!<br />

Playeras<br />

Ay, novia <strong>del</strong> Mar, Marina.<br />

Novia <strong>del</strong> Mar, marinera.<br />

Tus ojos en la alta noche<br />

trazan rumbos de recuerdos...<br />

Un pañuelo de alta nube<br />

te buscaré en algún puerto:<br />

pañuelo de hondo suspiro<br />

donde anudar este anhelo:<br />

De ver tus ojos, Marina<br />

como reliquia en mi cuerpo.<br />

285


De ver tus labios, Marina,<br />

tatuados sobre mis besos...<br />

Ancla firme en tu cariño.<br />

Puerto tranquilo en tu sueño.<br />

Un gallardete de dicha<br />

enarbolado en mi pecho.<br />

I un ansia de no irse nunca<br />

de la bondad de tu alero.<br />

Borrando en tus ojos negros<br />

los puertos <strong>del</strong> derrotero.<br />

Ay, novia <strong>del</strong> Mar, Marina.<br />

Novia <strong>del</strong> Mar, marinera.<br />

De estrellas, perlas, corales<br />

que jugaron con luceros:<br />

te haré, Marina, un collar<br />

para anudar el recuerdo:<br />

de aquel adiós que fue un beso<br />

en la penumbra <strong>del</strong> puerto...<br />

Aquel llanto, aquel gemido...<br />

Aquel volar <strong>del</strong> pañuelo:<br />

gaviota de eterno adiós,<br />

tijereta de tu duelo…<br />

Desde la borda <strong>del</strong> barco<br />

voló mi adiós lastimero.<br />

Mi adiós en cinta de llanto<br />

y en nudos de sentimientos.<br />

Un adiós de “no te vayas”.<br />

Una promesa: “Yo vuelvo”.<br />

I un suspiro navegando<br />

entre mi pecho y tu pecho.<br />

Mas los años han pasado,<br />

Marina, y tu marinero,<br />

¡no regresó por la ruta<br />

que le trazaron tus besos...!<br />

286


Pleamar<br />

Esta noche, el mar tiene el corazón desbocado.<br />

Conversa y ríe con las viejas goletas,<br />

mientras corre descalzo como un niño en la playa.<br />

Los marineros beben luces en el remanso<br />

y entonan coplas de lejanas querencias.<br />

En faros de ardentía viene la madrugada.<br />

(Cuchillo azul de sueño, semilla de faena).<br />

Alto crisol de luna va fundiendo velámenes;<br />

y al gritar sus adioses las drizas y estayes,<br />

el viento corta sombra, estelas y espumas<br />

y siembra carcajadas en los surcos <strong>del</strong> puerto.<br />

Invitación en la alta madrugada<br />

De madrugada grande nos iremos<br />

cantando silenciosamente...<br />

¡A nuestro paso estirarán los perros<br />

en lánguidos ladridos sus ensueños<br />

y afinarán los gallos sus gargantas<br />

como heraldos <strong>del</strong> matinal concierto…!<br />

Ven a mirar conmigo los remansos<br />

donde buscan corales los luceros…!<br />

¡De madrugada grande iremos<br />

como dos sombras por la orilla <strong>del</strong> puerto!<br />

¡En esa hora el mar cuenta sus penas<br />

y sueñan los balandros lejanos derroteros!<br />

¡Y el viento se hace niño<br />

poniéndose a jugar sobre las velas...!<br />

¡De madrugada grande iremos<br />

a arrancarle a la noche sus presagios<br />

y a escuchar la canción de los cantiles<br />

y a sentir el bostezo de las piedras...!<br />

¡Vamos a ver de cerca a Venus<br />

que se prendió un brillante de hermosura<br />

para coquetearle a los luceros…<br />

y para que admires la Cruz <strong>del</strong> Sur<br />

que es una flor de fe que adorna al cielo!<br />

287


Oye el eco de pasos en la arena:<br />

¡Son los marinos que viajan a la ausencia!<br />

¡Y ese eco, esa voz, ese latido,<br />

son los fuertes latidos de mi anhelo...!<br />

Escucha:<br />

Dentro <strong>del</strong> pecho me crece este cariño<br />

¡Dámele tu cariño para el riego...!<br />

¡Que esta noche me nace este deseo<br />

de que nazcas conmigo en el ensueño...!<br />

Por la sangre me está corriendo ahora<br />

esta mezcla de limo y de silencio;<br />

¡y me golpea la sangre apresurada<br />

el aroma <strong>del</strong> alga anochecida<br />

que se ha puesto a dormir en tu cabello...!<br />

¡Vamos junto a las piedras...¡<br />

¡Vamos a hollar la arena...!<br />

¡Vamos que los suspiros<br />

quieren quebrarme el pecho...!<br />

¡Ya tengo siete mares en la sangre<br />

y tengo mil estrellas en los ojos<br />

y tengo un huracán en las arterias<br />

y en los oídos furiosos me golpean<br />

los apretados puños de los vientos…!<br />

¡Qué dulce fruta de tus labios!<br />

¡Qué aroma el de tu cuerpo…!<br />

¡Qué divinas las gotas de rocío<br />

que brillan como perlas en tu noche!<br />

¡Vamos!<br />

¡Cuando venga la aurora<br />

con su sonrisa fresca<br />

yo tendré de tu cuerpo apagado el anhelo,<br />

e irá en tu pecho navegando<br />

el amor maternal que te ha nacido<br />

entre aromas de mar y de luceros…!<br />

¡Deja que el aire se perfume<br />

con la apretada flor de tu silencio…!<br />

288


Emira Rodríguez<br />

La casa de alto<br />

Cuando en la isla se acabaron las perlas<br />

Marval arrió las velas<br />

y partió hacia la tierra verde<br />

que detenía las nubes en el norte<br />

espejismos de sal<br />

fueron poblando Nueva Cádiz<br />

que poco a poco se desmoronó en sus fantasmas<br />

escudos toscamente tallados en la piedra porosa<br />

con sus muros de adobes deslizándose al mar<br />

de donde no emergieron más los de recios pulmones<br />

estallados frente a la codicia<br />

como anémonas<br />

buceaban hasta las siete brazas<br />

con el resuello fácil<br />

por la cosecha de no bastarles nunca a los colonos<br />

las mujeres agachadas abren ostras<br />

en torno a las pequeñas pirámides<br />

de podredumbre y nácar<br />

Fueron partiendo todos<br />

Algunos llevaban sus escasos aperos y unas bolsas de esparto<br />

llenas de margaritas como si fueran<br />

suspiros de los indios muertos<br />

otros se alejaron con una canción<br />

o con un hijo<br />

Cada vez rinde menos<br />

ya se fueron Juan López y Ramón Melgar<br />

para occidente y el agua en tierras de caribes<br />

nos cuesta dos días de navegación y sangre<br />

y estas casas vacías<br />

está rondando la muerte en Cubagua<br />

viene <strong>del</strong> mar también como la vida<br />

subir y respirar un rato<br />

más perlas quiere el blanco más perlas<br />

en el fondo se enrojece el mar<br />

Por la mañana pasa<br />

un aire de afilada transparencia<br />

289


un olor como de algas podridas ,<br />

brotadas en la playa después de la tormenta<br />

y un zumbido de insectos<br />

le despiertan<br />

y aparecidos son<br />

los sueños<br />

los escorpiones que solían habitar<br />

entre las cañas bravas y las tejas<br />

la extensa soledad <strong>del</strong> mar<br />

argentado que hablaba<br />

desde el fondo <strong>del</strong> silencio<br />

y las medusas y las fosforescencias<br />

que encendían la noche de allá abajo<br />

porque a veces la noche<br />

se quedaba prendida de las ostras<br />

y aquella luz no la de Nueva Cádiz<br />

le fue creciendo dentro mientras crecían<br />

a media legua de la costa<br />

en pasando unas colinas redondas que parecen tetas<br />

despacio los tallos<br />

de la fanega de maíz que le habían dado<br />

naturales de la Punta de Piedras<br />

que también compañía le dieron<br />

En los charcos dejados por las lluvias<br />

que comenzaron a llamar los nortes<br />

se miran pájaros rojos de altas patas<br />

blancos y cenizos<br />

que vuelan agrupados por colores<br />

con una cierta lentitud que al mentado Marval<br />

le pone la nostalgia lejos<br />

le va naciendo un alma<br />

gallego canario o extremeño<br />

marino de ocasión porquero soldado de fortuna<br />

ya no maneja el arcabuz ni rema<br />

que apacentar carneros<br />

le procura carne cecina y pieles<br />

y un queso curtido como<br />

la guayquerí que le parió<br />

seis hijas hembras todas<br />

que han de ser paridoras<br />

como conviene para sembrarse definitivamente<br />

más allá <strong>del</strong> cardón y de los arenales<br />

290


en la casa que no es ya caney ni rompevientos<br />

sino que levantada con sus propias manos<br />

tapiando entreverados de caña de los pantanos<br />

con unos muros de barro amasados con hojarasca y paja<br />

que los <strong>del</strong> lugar terminan recubriendo<br />

con un techo de palmas<br />

y llaman bahareque<br />

No sabe que está fundando<br />

Hato<br />

Solar<br />

Combates<br />

tropa sangre<br />

que trigo no<br />

porque hay frutos nuevos en la isla<br />

de pulpa como carne de indios<br />

y la de los cardones rojas<br />

coronadas de espinas<br />

y los mameyes y los cotoperíes<br />

y el mango de cachetes jugosos<br />

que chorrean dulzor y trementina<br />

y hasta se quema el cuero con el sol<br />

A veces un canto remonta el olvido<br />

las cosas permanecen<br />

y pasa un aire cargado de arenisca.<br />

*<br />

Llegando desde el mar se va subiendo<br />

una cuesta empinada<br />

anubarrada a veces que refresca<br />

el trote de las caravanas de muleros<br />

en las trochas y picas holladas antes<br />

por pisadas silenciosas<br />

en la sierra que los naturales llaman Guararia Repano<br />

y se divisa desde lo alto <strong>del</strong> mar<br />

con un techo de cirros suspendido<br />

sobre el desierto azul<br />

y en bajando la visión la costa sur <strong>del</strong> monte<br />

aquesta villa recién nacida en la idea<br />

que impulsara la conquista <strong>del</strong> valle<br />

a regir “el real o los reales de minas que estuvieren<br />

pobladas en todos los términos de esta ciudad”<br />

que había nacido fundación minera<br />

en pos <strong>del</strong> oro sobre los restos <strong>del</strong> hato que poblara<br />

Francisco Fajardo pero su destino había de ser<br />

de rurales fatigas<br />

291


al amparo <strong>del</strong> cerro que la defendía de las embestidas<br />

de corsarios y ciclones<br />

que barrían poblaciones enteras de la costa<br />

Ines just coming a 150 kilómetros por hora y están evacuando las gentes de los litorales a tierra<br />

adentro en las plantaciones de café de las laderas de la sierra y en los cacahuales de Barlovento<br />

que los barcos soltaron amarras todos en los puertos<br />

no sabemos aún cuáles daños en las refinerías de oriente y <strong>del</strong> carguero que debía atracar en el<br />

puerto no hay noticias<br />

Preston el pirata encontró solitaria la ciudad y al caballero de mula Alonso Andrea<br />

de Ledesma<br />

quien le hizo frente solo armado de su lanza<br />

y la humedad bajando desde las vertientes<br />

en forma de neblina<br />

y la bondad <strong>del</strong> suelo<br />

mitigando las fiebres de conquista<br />

al tiempo que se enciende el trigo en las cosechas<br />

por las hondonadas y el molino en las orillas <strong>del</strong> Anauco<br />

un poco más arriba de Las Vueltas<br />

crecerán las barracas<br />

que la Compañía de Guipúzcoa<br />

construirá en lugar de frescura<br />

para la harina de los monopolios<br />

y se techen las casas con cogollo porque tejas no hay en el lugar<br />

y las acequias que corriesen por “la calle se abra e se enlosse e pase por debajo<br />

de las dichas lossas” el agua de las vertientes<br />

A Gabriel de Ávila le entregaron<br />

la vara de Alcalde y las tierras<br />

que costean la serranía<br />

las aguas que de ella iban bajando<br />

en murmullos a nuevas consecuencias<br />

y la realidad de la inmensa muralla<br />

que significa el cerro que separa<br />

a la ciudad <strong>del</strong> mar<br />

y le llamaron Ávila<br />

que para llegar a la costa<br />

camino obligado de vituallas para los colonos<br />

y papeles con el sello <strong>del</strong> Rey<br />

habían convertido en picas las pisadas de indios<br />

—que conocían todos los recodos <strong>del</strong> monte en trajín silencioso—<br />

292


angosta bordeando precipicios<br />

pegados como liendres a las rocas<br />

y hendeduras de cuarzo<br />

entretejido de granates rojos y verdes<br />

costeando las hondonadas y las culebras<br />

cargados para el trato <strong>del</strong> contrabando con la isla<br />

de donde vienen pesquerías de perlas hamacas pencas de sisal<br />

para las cuerdas y lienzos de algodón y sal de Araya<br />

y el Procurador General dio aviso al Ayuntamiento<br />

“que los caminos que van a la costa de la mar y lugares<br />

de esta Gobernación están muy arruinados y perversos<br />

y que se andan con mucha dificultad” y eran las picas<br />

de los indios escondidas de piratas<br />

y algunas cómodas para el camino de Santiago de León<br />

el rumor de la espesa muchedumbre de avispas<br />

que puebla el día de la playa se ha de ver confundido<br />

con el de seres que despiertan de hibernación después<br />

de siglos el capitán Juan de Rivero y aquel Galeas<br />

“marañón” que volvía <strong>del</strong> tirano Aguirre<br />

mientras pasan bólidos rojos niquelados revestidos<br />

de cuero y exotismo desde donde los ruidos parten<br />

sin lograr apagar el que fabrican los centauros miedosos<br />

de las motocicletas<br />

el Coppertone bronceador en crema o en spray<br />

lo compraremos al salir de la autopista<br />

que partiendo <strong>del</strong> abra de Catia<br />

—ya lo habían ideado los constructores <strong>del</strong> camino<br />

empedrado que pasaba por los Castillos y por la vuelta de Pedro García<br />

con un radio de visión de veintidós leguas—<br />

atraviesa los viaductos hechos por franceses<br />

y los dos túneles de Boquerón iluminados<br />

tal que parecerá la luz <strong>del</strong> día<br />

nos hallaremos en minutos en el club <strong>del</strong> litoral<br />

para el week-end de lagartos al sol<br />

y almorzaremos en “El Rey <strong>del</strong> Pescado”.<br />

Cuando comienzan a morir los días <strong>del</strong> año<br />

la sierra se viste de una yerba color de amaranto<br />

que llaman capinmelao<br />

y produce al ordeño una leche muy dulce<br />

cuando los ganados usan pacer en ella<br />

al declinar el día<br />

con los rayos oblicuos <strong>del</strong> sol en los salientes<br />

se inaugura un incendio calmoso que ilumina el tiempo<br />

de los cañaverales las altas chimeneas de las moliendas<br />

293


los edificios en propiedad horizontal<br />

y hasta los anuncios al neón de la publicidad<br />

que será dueña de todos los sentidos<br />

el funicular ascenderá diagonalmente hasta la cumbre<br />

y esos lirios azules que crecen espontáneos<br />

y que veré también en Orotava<br />

parecerán estalagmitas en los bordes <strong>del</strong> inmenso boquete<br />

que en la selva penetra ascendiendo<br />

la serranía de Guararia Repano<br />

a la que dieron por nombre Ávila.<br />

Regresé al puerto<br />

cuando los alcatraces<br />

volvían al farallón aquella noche<br />

olí despacio los aromas que<br />

cortaban el aire<br />

el hombre de los ojos rasgados<br />

me dijo:<br />

tú eres la hija de gaudio<br />

yo no sabía por qué<br />

después de tantos años<br />

cuando los faroles encendían<br />

las esquinas<br />

frente a las cancelas me eché a reír conmigo.<br />

Nota: Los textos históricos entrecomillados han sido tomados <strong>del</strong> libro Camino<br />

de la Mar, de Manuel R. Rivero. Lees just coming es el título de una novela excelente<br />

<strong>del</strong> escritor español Alfonso Grosso. N. <strong>del</strong> A.<br />

294


Juan Salazar Meneses<br />

Caballo muerto en la playa<br />

Cuando una araña teje bajo el relámpago<br />

es más bello que galope de faisán<br />

bajo la lluvia.<br />

Y la rosa tras los telégrafos<br />

emprende sus caballos al oeste,<br />

siempre al oeste.<br />

¡Viento estéril de la roca!<br />

Sal blanca y rosa de los acantilados,<br />

duerme, tu más puro sueño.<br />

Duermes, cuando el viento asciende<br />

un naipe a un antiguo velero<br />

donde reposa una guitarra muerta.<br />

Duermes, cuando el mar semeja un dios<br />

y muere un caballo hechizado por un astro.<br />

Caen los párpados. En la playa un anciano<br />

silba una extraña balada, en tanto, veo<br />

tu rostro impasible de cielo.<br />

Un día cuando el viento fue joven<br />

Un día cuando el viento fue joven,<br />

subió al cactus y a su fruto<br />

de encendida furia.<br />

Un día claro de abril<br />

llegó al estuario<br />

y dio rienda hacia el agua,<br />

moviendo las flores y el vientre<br />

de dócil nieve de los gansos.<br />

Las canoas volaban y los peces<br />

sobre la esmaltada laguna<br />

volaron también.<br />

El viento como un alto bajel<br />

entre las lianas sin historia,<br />

enredándose en el mangle<br />

donde el verde mejillón<br />

espera una boca para morir<br />

en sorbos lentos y <strong>del</strong>icados.<br />

295


Y fue el viento<br />

buscando en sueño<br />

lo que no existe.<br />

Hurgando las colinas,<br />

rondando los nopales<br />

crecidos por la Luna.<br />

Recitando a los árboles muertos,<br />

al verde ausente<br />

y al apagado manantial<br />

su fábula ya antigua:<br />

Constrúyeme una casa alta y blanca.<br />

Constrúyeme un jardín<br />

de amapolas sangrientas.<br />

Fue el viento en acecho<br />

de todo aquello que le concierne:<br />

Los muros y las rosas.<br />

Levantando en la espuma<br />

un paso hacia la luz.<br />

Fue el viento<br />

sobre mi isla<br />

extendiendo su red,<br />

su sueño de piedra pómez.<br />

Fue el viento<br />

levantando la tierra escarlata,<br />

rodeando la salina<br />

como una gran luna.<br />

Tuvo el viento<br />

un sueño todo blanco<br />

con los jirones de la ropa<br />

y el humo de la cocina<br />

donde se quema el erizo,<br />

El viento<br />

no cesa de darle<br />

vueltas al nopal<br />

y a la exaltada rosa.<br />

Hombre de la península,<br />

hombre de mano dura<br />

296


y dedos ágiles<br />

de contar estrellas.<br />

Yo te he visto caminar<br />

por todos los caminos de la luz<br />

inundado de tristeza.<br />

Yo te he visto soñar<br />

en el tedio <strong>del</strong> mediodía,<br />

(bajo el oboe de las colinas)<br />

con campos de algodón<br />

y viñas más verdes que las olas.<br />

Inclínate, recoge la amable profusión<br />

de tus cabellos, riega los geranios<br />

y vuelve tus miradas al azul deslumbrado.<br />

Bellas hijas <strong>del</strong> estío.<br />

¡Cuántas hambres!<br />

¡Cuántas lunas de hambre<br />

llevas en tu vientre!<br />

Grácil y divina paciencia<br />

de transmutar a la red un sueño.<br />

Todavía el mar<br />

no ha cambiado de azul al verde<br />

cuando tus gritos salen <strong>del</strong> mangle.<br />

Me quito la sal<br />

de los párpados y miro:<br />

El perro en el aire blanco<br />

olfatea la ortiga,<br />

una perdida música.<br />

¡Tierra blanca!<br />

Sosegada dulzura.<br />

“Belleza castigada y risueña”.<br />

No conoces sino la luz.<br />

No conoces sino la piedra.<br />

No conoces sino el viento<br />

que llega dos veces<br />

y no dice su nombre.<br />

El cactus: can<strong>del</strong>abro azul.<br />

No conoces sino el polvo<br />

que rodea la iglesia<br />

como una corona de murmullo.<br />

297


No viene la ausente, la tácita,<br />

La voz de los manantiales segados.<br />

Tu única fuente es la luz.<br />

Te envuelve como nieve alada.<br />

Te crea jardines,<br />

flores para tu sueño.<br />

Tierra ¡Yo te beso el alma!<br />

Tus árboles muertos<br />

donde alguna vez<br />

se abre la flor en un ruido de alas.<br />

Y el viento puro entre las ramas<br />

despojando los pájaros<br />

y la sal de las rosas.<br />

Hombre de mar, el aire de mar<br />

sube a tu frente y tus sueños vuelan.<br />

Y el viento que vuelve, único,<br />

desafiando los rojos desfiladeros<br />

y las hierbas sin memoria.<br />

¡Cómo evitar la mudez<br />

de esta tierra que no hace sino soñar!<br />

¡Cómo calmar su sed<br />

si la madrépora y el caracol marino<br />

sólo son los gozosos amantes de la luz.<br />

Es la mañana la que yo aspiro.<br />

Bien quisiera volver a este lugar<br />

después que la lluvia despeje<br />

el sueño de la tierra,<br />

y la cubra de renovado verdor,<br />

y pueda montar a la palma,<br />

abrevar mi sed con los dorados frutos.<br />

El ciego<br />

El ciego duerme. Un viento blanco<br />

lame sus ojos grises.<br />

El pudo ver los astros<br />

que se esconden en los árboles huecos,<br />

las piedras negras que lanza<br />

298


la tempestad a la llanura.<br />

¡Piedad, Señor! “El mar oxida las espadas”,<br />

¡en la noche mi cráneo se evade en un fuego azul!<br />

No veo nada... Legiones, banderas, la luz<br />

huye a un bosque abandonado.<br />

Mi cráneo está seco. Vienen naciones victoriosas,<br />

balandros en un fuego de oro<br />

rechazan las sombras,<br />

mas yo nada tomaré que no sean mis espectros.<br />

¡Piedad, Señor! Eleva esta corneta roja,<br />

devuelve al diluvio el arco-iris.<br />

Adiós, la ciudad te abandona,<br />

incéndiase como un navío, adiós.<br />

Alba<br />

Entonces memoria, yo podría<br />

ver el alba<br />

en un pueblo de pescadores.<br />

El gusano <strong>del</strong> sol vomita su blanca seda.<br />

Largos cuerpos de oliva<br />

extraen <strong>del</strong> mar: sábalos, salmones.<br />

Peces con boca de mujer<br />

cantan en su jaula de plata.<br />

Siemprevivas, nomeolvides que flotan,<br />

y la sal pegada a nuestros labios.<br />

Esta es mi tierra. Esto es lo que amo.<br />

Gente cándida que blasfema<br />

al filo de luna y los naranjos.<br />

El tejido <strong>del</strong> viento<br />

me conduce a la infancia.<br />

Niños juegan con tierra color de manzana.<br />

Sobre sus cabezas un diluvio de azul.<br />

299


José Rosa Acosta<br />

El viaje<br />

Me voy.<br />

Llana, sencillamente me marcho con el viento.<br />

Me voy porque la protesta <strong>del</strong> cangrejo no pudo descifrarse.<br />

Porque en vano las palmas se rasgaron el pecho con la brisa.<br />

Porque hasta la piel <strong>del</strong> paisaje ha sido mercantilizada.<br />

Porque cuesta moneda hasta el último matiz de las escamas.<br />

Me voy porque el caracol es un niño imbécil<br />

que se tragó un bombillo de linterna,<br />

dejó la quietud de los acantilados,<br />

se dio baños de ácido muriático y se vino<br />

a vivir en las vitrinas entre deformes niñas de cachipo.<br />

Me voy porque el brazo que lanzaba el arpón<br />

se curva servil sobre las maletas.<br />

Me voy porque las rockolas se tragaron el polo<br />

con sus fauces de ballena horripilante.<br />

Volveré con la tempestad.<br />

Volveré a decir a los cangrejos<br />

que no han alzado en vano su macana iracunda<br />

Convoco desde hoy al tiburón,<br />

al pez-espada,<br />

a todas las aguamalas <strong>del</strong> océano<br />

y a toda la genealogía de los tembladores.<br />

Los convoco para el día <strong>del</strong> juicio final en los acantilados.<br />

Para el día de sacar la canoa de los museos.<br />

Para el día de quitar esa ridícula cinta de nylon a los sombreros de cogollo.<br />

Para el día de romper las hojas de almanaque,<br />

las guías de viaje<br />

300


donde se vende la imagen <strong>del</strong> hombre<br />

que remienda la red,<br />

a quien no le pagaron por retratarse.<br />

Me voy porque la mano que ganaba una parte<br />

se extiende para pedir una propina.<br />

Me voy porque la imagen abandonó<br />

sus vestiduras sencillas,<br />

sus modestos haberes y maneja grandes,<br />

exhorbitantes cifras controladas<br />

en máquinas I.B.M.<br />

Me voy porque la gaviota ya no me pertenece.<br />

Ni siquiera levaré el ancla en este viaje.<br />

Cortaré a ras de borda las amarras.<br />

De un manotazo soberbio romperé la choza<br />

que construyó mi amor sobre la arena<br />

para que nuestra hospitalidad no continúe<br />

sirviendo de cartel a los vendedores de paisaje.<br />

Para que nuestro múltiple, profundo amor al prójimo<br />

no sirva de cuña radial a los traficantes.<br />

Me voy porque la atarraya se ha prostituido<br />

y está ahora pescando telarañas a la entrada<br />

de los hoteles y de los aeropuertos.<br />

Me voy con el grito prepotente de los vigías.<br />

Con el resuello monstruoso de los buzos,<br />

me marcho en esta leve brisa que desteje la bruma.<br />

Los convoco para el día de sacar<br />

la comparsa <strong>del</strong> pent house<br />

y traerla a las esquinas.<br />

Para el día de abaratar el milagro.<br />

Para el día de sacar al hombre <strong>del</strong> sótano<br />

y de los lavaplatos<br />

para sentarlo en el banco de mura.<br />

Tempestad de tempestades<br />

será nuestro regreso.<br />

301


Será el día de rescatar la luz.<br />

El día en que los ociosos<br />

que se han apoderado <strong>del</strong> mar<br />

sabrán lo que es una marejada.<br />

Será su hora y punto de saber<br />

lo que duele el silencio de los moluscos.<br />

La noche de la noche<br />

es una grieta<br />

Fosforescente gota persistente.<br />

La noche de la noche<br />

2<br />

Engendro de la arcilla<br />

y <strong>del</strong> relámpago<br />

Eterna noche.<br />

Aurora fugitiva<br />

Todo se ha vuelto desleída luna<br />

Ya todos los rincones de la tierra<br />

congregaron su sombra amenazante<br />

3<br />

La soledad da brincos prepotentes.<br />

Concurro a mis altares devastados.<br />

Testigo soy de mí. Frente a la sombra<br />

rindo mi testimonio sin palabras.<br />

4<br />

Desdibuja en mis manos las caricias.<br />

Cercena aquí los labios que besaron.<br />

La noche de la noche salta y ruge.<br />

Ni siquiera migajas de cocuyos<br />

ha colocado el viento en los tejados.<br />

5<br />

Habito un duro pueblo solitario.<br />

Pueblo sin agua, ni óleos de bautismo<br />

Sobre excesiva sal pueblo sembrado.<br />

Limitado por ángeles y cuevas.<br />

Limitado por alas y abismos.<br />

Prisionero de lobos sedentarios<br />

y una falsa esperanza en el ombligo.<br />

1<br />

302


6<br />

Ya el camino no es ida ni regreso<br />

Tan sólo nos sentamos a su orilla.<br />

Lo demás es la sangre con su urgencia.<br />

El viento pasa susurrando angustias<br />

hacia su eterna soledad vacía.<br />

7<br />

Mueren también las hojas.<br />

Inoído boquear de las estomas.<br />

De color a color mueren las hojas.<br />

Canto final para la isla verdadera<br />

Sumergida ciudad. Ciudad perdida<br />

perdida y rescatada para el sueño.<br />

Ahora dejo mi voz, mi luz, mi odio<br />

para ir a vivir a tus escombros.<br />

Sólo me llevo un canto, canto mudo.<br />

—cadáver de mi canto sólo llevo—<br />

Yo seré el habitante de tus ruinas,<br />

ahogado para siempre de silencios.<br />

Desnudo de mi vida y de mis gritos,<br />

me voy todo quietud, puro, sereno.<br />

Congrega tus fantasmas submarinos<br />

para la bienvenida que ya llego.<br />

Encuerda una guitarra milenaria<br />

con la sal más amarga de tu pecho<br />

y pulsa en la mudez de tus balcones<br />

sus bordones de siglos y misterios.<br />

Qué bien será la vida de mi muerte<br />

en tus parques de algas predilectos.<br />

Recostaré la frente de una ola<br />

para pensar olvidos en tu seno<br />

Desandaré tus calles y tus patios.<br />

Sepultaré mi paso en tus veredas.<br />

Me beberé tu mar como una copa,<br />

Isla-Verdad. ¡Oh, gracia verdadera!<br />

Balandra prisionera entre dos aguas<br />

el todo de mi ser a ti se aferra.<br />

Acógeme en tu amor Cubagua mía.<br />

Hártame de tu paz, madre serena.<br />

303


Arrúyame este sueño sin mañana,<br />

que ya el llamado oí de mi sirena.<br />

La sirena<br />

La muerte frente al mar, no es esa sombra inútil<br />

que emerge de la espuma, se adormece en la arena;<br />

La muerte frente al mar es una gracia antigua<br />

que emerge de la espuma, se adormece en la arena;<br />

se cuelga de los ojos amaneceres claros,<br />

se perfuma los senos con marinas esencias.<br />

Corales milenarios le custodian la risa<br />

y un ecuador de nácar le ciñe las caderas.<br />

La muerte frente al mar es una niña loca<br />

que liberta las anclas, rompe cascos y velas.<br />

Se acuesta por las noches con marinos borrachos<br />

y le arruya con cantos la final borrachera.<br />

Hoy estuvo pulsando su canción en mi barca<br />

y enloqueció la aguja de mi rosa viajera.<br />

Preciso es pues que parta para este inmenso viaje<br />

hacia un puerto de olvido con la antigua sirena.<br />

Discurso incoherente para retornar a la bohemia<br />

Perdón, perdón, se ha terminado el humo<br />

¡Oh! Dios, ¡Oh! cantinero,<br />

trae hasta mí ese cáliz de espumas<br />

y por favor, ¡Oh! Dios, no me lo apartes nunca.<br />

Dejadme con mis huesos llorar hasta la muerte <strong>del</strong> vino.<br />

Mi cielo está en la uva.<br />

Hoy vuelvo con mis pasos hasta la doncellez<br />

de las palabras tontas…<br />

…¡¡Fraternidad infinita!!<br />

Para inventar hermanos.<br />

Para tener mil novias por el mundo,<br />

hacedme un Rocinante de espumas.<br />

Quiero manos morenas que me enciendan la pipa.<br />

Quiero senos morenos que me enciendan la sangre.<br />

Quiero mi novia gorda de saliva viscosa<br />

la más borracha y triste de las hembras <strong>del</strong> Bar.<br />

Hermano, acerca a mí este cáliz.<br />

Mujer, acerca a mí tu infinita, tu verdadera tristeza.<br />

¡Oh! Dios. ¡Oh! Cantinero,<br />

acerca a mí este cáliz<br />

y por favor, ¡Oh! Dios no me lo apartes nunca.<br />

304


Jesús Rosas Marcano<br />

El caracol de las horas<br />

Una cobija de arena<br />

y una sirena de sal,<br />

dijiste que te trajera<br />

de su viaje, el capitán.<br />

Ojitos de café tinto<br />

que se bebieron el mar.<br />

El muelle mojó el retrato<br />

de toda su antigüedad.<br />

la tarde —flor de agonía—<br />

se desprendió <strong>del</strong> ojal.<br />

Se durmieron las gaviotas<br />

y no llegó el capitán.<br />

Llegó la sombra a la playa<br />

y no llegó el capitán.<br />

El faro abrió cien caminos<br />

y no llegó el capitán.<br />

Ojitos de café tinto<br />

¡qué humedecidos están!<br />

Sin la cobija de arena<br />

sin la sirena de sal.<br />

El caracol de las horas<br />

en su furtivo cristal<br />

dejó cautiva la noche<br />

y toda el agua <strong>del</strong> mar.<br />

Llevo chipichipe en concha<br />

El sol dijo adiós al mar,<br />

son las seis de la mañana,<br />

las dulces chipichiperas<br />

fortalecieron sus maras<br />

y van regando el camino<br />

con el amor de sus playas.<br />

305


El aire amplio y absoluto<br />

lleva música y plegarias<br />

y en festiva romería<br />

va voceando la muchacha:<br />

—¡Llevo chipichipe en concha!...<br />

—¡Llevo guacuco ejuyao!...<br />

La sonora entonación,<br />

el rumbo indica Agua’e Vaca,<br />

muy atrás se quedó Atamo<br />

para buscar La Portada.<br />

Pasa a El Mamey, a El Copey<br />

y se interna en La Otrabanda.<br />

El Otro Lado <strong>del</strong> Río<br />

pone límites a su marcha.<br />

Casi está lista al regreso<br />

la muchacha de la playa<br />

y muestra a una compradora<br />

que lo sobrado remata:<br />

—¡Fíjate, mujer de Dios,<br />

cómo se me hinchan las patas!<br />

Con un nuevo peso encima<br />

emprende el regreso a casa:<br />

cuatro cocos, treinta mangos,<br />

un torno rojo de caña,<br />

un casabe fresco y blanco<br />

con una cruz apagada<br />

y un ancho sufrir ignoto<br />

en el interior <strong>del</strong> alma.<br />

Empieza a sacar la cuenta,<br />

pero la cuenta se escapa.<br />

Recurre a la tradición<br />

de sus cortas manos anchas,<br />

mientras su mente feliz<br />

lleva gentes de confianza<br />

que fiado tomaron hoy<br />

pero que pagan mañana.<br />

Hizo magias la playera<br />

con las míseras ganancias.<br />

Reservará en la alcancía,<br />

el “porsi-acaso” que llama,<br />

306


que será de dos centavos,<br />

cuatro o seis, según le vaya.<br />

De allí saldrá la promesa<br />

<strong>del</strong> Valle, virgen de gracia,<br />

de allí saldrá la peineta<br />

y la falda colorada<br />

y los zapatos de goma<br />

y la franela mareada<br />

que el barco contrabandista<br />

descargó a mitad de playa.<br />

Así transcurre su vida<br />

mientras los años se arrastran,<br />

con su eternidad a cuestas<br />

que es el voceado y la mara:<br />

—¡Llevo chipichipe en concha!...<br />

—¡Llevo guacuco esguyaoo!<br />

Margarita: Agosto de 1952.<br />

Canción<br />

I<br />

Rumor de madreperlas y chinchorros<br />

bajo el ansia nocturna de la pesca.<br />

Plata y azul confuso y amarillo<br />

sobre la plenitud de la marea.<br />

Buzo-pastor, te duele la escafandra<br />

de tanto repetir palabras viejas.<br />

El mar juntaba su canción de hondura<br />

con los comunes ayes de la tierra.<br />

II<br />

Era un bordón de arena de Cubagua.<br />

Era una tropa de tardones recios.<br />

Iba Antón de Jaén por mi memoria,<br />

definitivamente triste y bueno,<br />

sin su saco de perlas sobre el hombro.<br />

307<br />

Margarita, 1956.


Explicación<br />

Porlamar en el rumbo y la ardentía<br />

en la mañana inaugural de agosto.<br />

El costillar de la balandra inútil<br />

ampara los remiendos <strong>del</strong> chinchorro<br />

y el sol zahiere y canta y se regresa<br />

en la apretada fibra <strong>del</strong> cogollo.<br />

Cansado azul, el pantalón viajero<br />

monta el paisaje elemental, redondo.<br />

Hombre fundamental en la atarraya,<br />

el árbol navegante viene, el lobo,<br />

parcelador de cielos y de aljibes,<br />

de cobre recio y familiar el rostro.<br />

Cada nostalgia germinó una arruga,<br />

fragua lunar de sueños y despojos,<br />

Las ofrendas <strong>del</strong> mar y las distancias<br />

se vuelcan en los brazos <strong>del</strong> chinchorro:<br />

el huso de coral, las madreperlas,<br />

la esencia de profundos corocoros,<br />

diez reales <strong>del</strong> pez sierra estrangulado<br />

sobre el cristal <strong>del</strong> hontanar remoto<br />

y guarda en la talega clandestina<br />

que encallece de siglos junto al hombro<br />

todo el ron de las fondas antillanas<br />

contrabandeado en el dolor <strong>del</strong> golfo.<br />

Romance <strong>del</strong> juego de truco<br />

Desanda la tarde en fin<br />

y ancla en el bar “Pan<strong>del</strong>año”.<br />

una baraja española<br />

de arabescos apretados<br />

y dos palitos de fósforo<br />

y un puñado de “máis” blanco.<br />

Cuatro látigos de acero,<br />

cuatro pellejos de barro.<br />

Son Alejandro Rodríguez,<br />

más bien, el Tuerto Alejandro;<br />

Narváez, José Isabel,<br />

es decir, Chabé el de Atamo;<br />

Alejandro Figueroa:<br />

308


Calle larga por lo magro,<br />

y, en fin, Francisco Tabasca,<br />

Chico-Chingo desde cuando.<br />

Calle larga va con Chico<br />

y Chabé con Alejandro.<br />

La mesa: latón antiguo.<br />

Las sillas: hierro plegado.<br />

Alejandro rumia un chicle,<br />

Chico, un cabo de cigarro,<br />

Calle deja por ahora<br />

sus dos planchas sin trabajo<br />

y Chabé la lengua turbia<br />

por el bolo de tabaco.<br />

Coimes prevaricadores<br />

en silletas a caballo.<br />

Junto a noticias de ayer<br />

que se agitan en el patio<br />

el viento mueve a la vez<br />

cenizas y escupitajos.<br />

Cerveza en vasos de esperma<br />

y ron en casquillos blancos.<br />

Pereza en las gaseosas<br />

de los mirones baratos.<br />

Birrias denuncian apuestas<br />

entre bendito y profano,<br />

sobre el yunque de latón<br />

fingen mandobles los bastos,<br />

mientras los oros mezquinos<br />

pujan las copas al raso<br />

y en las voces las espadas<br />

sesgan soberbios sablazos,<br />

un vendedor de tequiche<br />

—en el mirar inexacto—<br />

con los ojos amarillos<br />

donde debieron ser blancos,<br />

tiene una alpargata sucia<br />

y asiste la mesa impávido.<br />

En cruces sobre el bostezo<br />

se anarquiza el comentario.<br />

Todos los tantos son buenos<br />

incita el <strong>del</strong> mirar pálido.<br />

309


Público el reto concluye<br />

con ocho puntos por cráneo.<br />

Y así se juega el bonito<br />

y Chico en la voz de mando<br />

lanza un bello tres de copas<br />

con las copas hacia abajo.<br />

El siete de las espadas<br />

hacer rugir a Alejandro<br />

y envidar sin abstraer<br />

de los puntos que está falto.<br />

Calle Larga con un rey<br />

deja el envite en el rastro<br />

al gritar ¡quiero y envido!<br />

El coime que apura el canto<br />

califica al anterior<br />

de torpe y extemporáneo.<br />

Mientras que Chabé en silencio<br />

con la primera en la mano,<br />

deja el cinco que le sobra<br />

para burla <strong>del</strong> contrario.<br />

Con el radiante dos de oros<br />

reanima el juego Alejandro.<br />

¡Truco! grita Calle oculto<br />

que le aceptan en el acto<br />

y sobre los naipes muertos<br />

triunfa el perico de bastos.<br />

Chabé con un as de copas<br />

puya malicias a labio.<br />

Sacrifica Chico otro as<br />

por la segunda... En su escaño<br />

Calle suelta el otro rey<br />

—ligó el perico pelado—<br />

mientras que sobre él, Chabé<br />

con terribles tres de bastos,<br />

entre agónicas premuras<br />

quiebra en retruco zamarro.<br />

Y Chico que la perica<br />

para el final ahorró zafio<br />

la descubre tan seguro.<br />

al par que escupe el cigarro.<br />

¡Ganamos truco y envite!<br />

Y Chico que la perica<br />

310


amasa un buen treinta y dos<br />

hecho en la copa milagro<br />

que el truco es gloria ofrecida<br />

por el perico de bastos.<br />

Y fue entonces cuando el Tuerto<br />

guiado por su solo faro<br />

zarandeó la mesa atrás<br />

y entre los rumbos cruzados:<br />

¡Le ganamos el envite!<br />

—¡Treinta y tres pa’ mucho rato!<br />

¡Siete— espadas que jugué<br />

y este seis que arde en mi mano!<br />

Fue tan solemne su enojo,<br />

tan decisivo su amago,<br />

que el enfermo de ictericia<br />

quedó con los ojos claros.<br />

311


Efraín Subero<br />

Puerto<br />

I<br />

La noche sobre el puerto.<br />

El pescador siente el mar<br />

en su carne desnuda;<br />

no obstante abre sobre los peces<br />

fugaces paraguas inútiles<br />

y la paneta de la embarcación<br />

se moja de reflejos,<br />

agua, contrariedad y desconcierto.<br />

José la Cruz ya tiene tres horas esperando<br />

sujeto con pequeñas anclas de acero su anhelo.<br />

Y baja un hilo azul de su mano izquierda,<br />

y un hilo blanco de su mano derecha,<br />

y un hilo oscuro de su pie izquierdo<br />

y un hilo claro de su pie derecho.<br />

Las olas tocan los costados de la orejeta<br />

y el bote se pone a gemir.<br />

He aquí que las estrellas construyeron en el cielo<br />

innumerables caminos amarillos<br />

que confundieron a los hombres.<br />

Y se fue a pescar a El Piache<br />

cuando ha debido hacerse en El Farallón.<br />

Y Cuín fondeó la lancha en Guanare<br />

cuando ha debido hacerlo en Piedras Negras.<br />

Y Currututa ancló en la Rama de la Ballena<br />

cuando ha debido hacerlo en Los Testigos.<br />

Es el regreso…<br />

Abordo está el silencio de los hombres<br />

acurrucados junto al banco de mura,<br />

sobre el ensay<br />

o tirados en las panetas, simplemente.<br />

Abordo está el silencio:<br />

la cuenta de la bodega que no se puede cancelar,<br />

la aguja sin hilo para remendar la atarraya,<br />

la enfermedad <strong>del</strong> hijo,<br />

los rumbos <strong>del</strong> peñero que no se podrán coger,<br />

es la presencia de la vida…<br />

312


II<br />

—Mañana viene el Gobernador,<br />

mañana vienen los turistas…<br />

( Juan Ramón oye y escupe ).<br />

III<br />

La noche había huido como un conejo asustado<br />

y el día lanzaba de nuevo sus anzuelos.<br />

Los pescadores achicaban totumas de rocío<br />

e izaban sus húmedas banderas sin himnos ni ceremonias.<br />

Petra María lavaba medio pescado salado.<br />

Yeo caminaba por la playa viendo qué había varado.<br />

Loño contemplaba el mar con la misma indiferencia de siempre.<br />

Y el viejo José Na le ponía a las ventanitas de la atarraya<br />

las puertas que habían roto las sardinas.<br />

IV<br />

Llegó el Gobernador acompañado de los turistas.<br />

Entonces le preguntaron a los pescadores<br />

cosas absurdas.<br />

Las mujeres pugnaban por ocultar los rotos <strong>del</strong> vestido.<br />

Los muchachos no podían ponerse el pantaloncito de dril<br />

porque no era domingo;<br />

ni mucho menos el único parcito de zapatos<br />

porque no era Fiesta <strong>del</strong> Cristo.<br />

Pero los turistas los querían retratar así<br />

como si estuvieran en la presencia<br />

de exóticos animales.<br />

Y uno le quitó el sombrero a Tono —su sombrero<br />

que era monedero y bolsa de tabaco y cigarrera<br />

y caja para los anzuelos<br />

y se hizo tomar una foto con él.<br />

Los turistas decían que la Isla de Margarita<br />

era preciosa<br />

y que no sabían qué admirar más:<br />

lo maravilloso <strong>del</strong> paisaje<br />

o la hospitalidad de los margariteños.<br />

Ya cansados de tomar fotografías en la playa<br />

—silenciosa como si estuviera sucediendo una desgracia—<br />

le pagaron a Melitón cinco bolívares<br />

para que se zambullera.<br />

Querían tomar fotografías submarinas.<br />

El pescador tenía días que no hacía un centavo<br />

y por otros cinco bolívares fue más a fondo<br />

hasta que salió a flote chorreando sangre por los oídos.<br />

313


Los turistas tomaron rápidamente más fotografías:<br />

con el rostro bañado en sangre<br />

les parecía…“¡very interesting…!”<br />

(¡El viejo José Na recogió su ture y su atarraya<br />

y escupió hacia el lado <strong>del</strong> Gobernador y los turistas!)<br />

V<br />

El día en el puerto fue más triste.<br />

Los pescadores buscaban ansiosamente<br />

ya en el mar, ya en el cielo,<br />

los signos liberadores...<br />

VI<br />

En la noche,<br />

otra vez,<br />

los hombres eran<br />

silenciosos fantasmas…<br />

Texto<br />

Habla,<br />

pero no olvides<br />

el silencio.<br />

Calla,<br />

pero no olvides la palabra.<br />

47<br />

Ese verde propone<br />

su palabra amarilla.<br />

Ese azul me saluda<br />

con su palabra blanca.<br />

Ese rojo señala<br />

el color de la tierra.<br />

Es la pobre palabra<br />

prisionera en las cosas.<br />

314<br />

1954-1974


53<br />

El poeta es un hombre<br />

que vive en la nostalgia<br />

mucho más que en la sabiduría.<br />

Lo que el poeta sabe,<br />

no lo sabe.<br />

Lo sabe la palabra.<br />

Del adiós en el puerto<br />

El barco preso en su sombra,<br />

la nieve en la marejada,<br />

la virgen-Dios sublimada<br />

por el hombre que la nombra.<br />

El alcatraz que se asombra<br />

que el mar su figura encuadre,<br />

el abanico que abre<br />

en la gaviota sus dedos;<br />

de la estela el blanco enredo<br />

a mí me gusta, compadre.<br />

Mil levísimos encajes<br />

la brisa prende en el pecho<br />

<strong>del</strong> mar, que regala helechos<br />

a la arena en cada viaje.<br />

El sol cuelga su celaje<br />

oloroso a despedida,<br />

una gaviota perdida<br />

naufraga en una balandra,<br />

y sobre el puerto desanda<br />

mi vida alegre y sufrida.<br />

El caracol en la arena<br />

descolora sus encías<br />

y a esperar mejores días<br />

la piragua se condena.<br />

Los pescadores con pena<br />

las redes han resguardado,<br />

el botuto, amordazado,<br />

315<br />

A mí me gusta, compadre,<br />

mi vida alegre y sufrida.<br />

Lo que nunca me ha gustado<br />

es dar una despedida.<br />

Popular.


su canción no suelta al viento,<br />

es ese dolor, que siento,<br />

lo que nunca me ha gustado.<br />

La cadena trepa abordo<br />

por el ojo <strong>del</strong> navío,<br />

la maniobra quita el frío<br />

que había debajo <strong>del</strong> toldo,<br />

la bandera su rescoldo<br />

de sombra da a la partida,<br />

y la canción más querida<br />

salta en la garganta ruda:<br />

—Cosa que precisa ayuda<br />

es dar una despedida.<br />

Todo lo abandoné<br />

Necesito un madero,<br />

una tacarigua,<br />

una tabla,<br />

necesito.<br />

Quiero irme.<br />

Tengo necesidad de irme.<br />

Por el mar.<br />

Como un náufrago que no le pierde detalle,<br />

que va tocando su piel en todas las latitudes.<br />

Y más abajo,<br />

hurgándole su remota raíz.<br />

Conociendo el secreto de la espuma.<br />

Los lejanos afluentes de la onda.<br />

Nadando entre algas florecidas.<br />

Entre guaritotos.<br />

Sobre ciriales anclados eternamente.<br />

Tengo necesidad<br />

de asomarme a la orilla<br />

llevado por el agua,<br />

alzado en vilo por la ola,<br />

y gritar:<br />

¡todo lo abandoné! ¡Todo!<br />

Si no me conocen me hago el conocido.<br />

Allá quedó el escritorio patas arriba.<br />

El teléfono arrancado de cuajo.<br />

El tintero derramado.<br />

Los papeles por el suelo.<br />

Allá quedaron las calles<br />

316<br />

1957.


pegadas a la tierra con sucios adhesivos<br />

Los castillos de acero.<br />

Las campanas ventrílocuas.<br />

Todo lo abandoné. Todo.<br />

Hasta la corbata y el paltó y las palabras.<br />

He regresado,<br />

apenas con la mínima diferencia<br />

de que soy más joven.<br />

Por favor, enséñeme a hablar,<br />

a caminar,<br />

a ver,<br />

a mudar la cara.<br />

Préstenme un pantalón de dril<br />

y una franela.<br />

Es todo lo que necesito.<br />

Porque todo lo demás lo salvé.<br />

Inventario <strong>del</strong> hombre<br />

Un caballo galopa la tierra de la angustia<br />

a la hora que parte su pan el marinero.<br />

Llega. Se va. Regresa a las espumas<br />

que impulsan en la noche la decisión <strong>del</strong> hombre.<br />

¿Cuándo traerá la risa que le encargó la amada<br />

por dársela al amado muerto de amor y niebla?<br />

¿Cuándo traerá las piedras que le encargamos, cuándo<br />

se quedará juntando las voces destrozadas?<br />

Ya nos queda el caballo nada más.<br />

Y el instante cuando parte su pan el marinero.<br />

Cuando los pulpos duermen y la música engaña<br />

la esperanzada tierra <strong>del</strong> corazón.<br />

¡Hermano!: ¡qué no duerma la voz de tus campanas!<br />

¡Anciano mar!: ¡prepara tus bajeles sonoros!<br />

Mañana cuando rompan las palabras sus cápsulas<br />

desplegaremos juntos las manos sumergidas.<br />

¡Será por fin la noche una iluminada soledad!<br />

317<br />

1963.<br />

1953.


Jesús Ramón Villarroel<br />

Un despertar de crisálidas<br />

Pasa y sombrea la nube<br />

Sobre el estanque inmóvil<br />

Reflejando en su faz móvil<br />

Órbitas color querube<br />

Su ósculo piélago sube<br />

Entre visiones ninfálidas<br />

Sombras que aparecen ávidas<br />

En las márgenes estériles<br />

Con coloraciones débiles<br />

De un despertar de crisálidas.<br />

En tus límpidos destellos<br />

Límpidas fuentes dibujas<br />

Tus blanquecinas burbujas<br />

Que retratan soles bellos<br />

También se irradian en ellos<br />

Esqueletos de hojas pálidas<br />

En donde fulguran grávidas<br />

Las oscilaciones mágicas<br />

Que saturan horas trágicas<br />

De un despertar de crisálidas.<br />

Cuando el sol con sus fulgores<br />

Tú húmeda alfombra adorna<br />

En tus cristales se torna<br />

Su amalgama de colores<br />

Las frondas y sus candores<br />

Al soplo <strong>del</strong> viento inválidas<br />

Dejan limpideces cálidas<br />

En tonalidades frágiles<br />

Vertiendo espejismos ágiles<br />

De un despertar de crisálidas.<br />

También el pintor admira<br />

En tus cristalinos bordes<br />

Y una sinfonía de acordes<br />

Mezcla el músico en su lira<br />

Canta el poeta y te inspira<br />

Poéticas notas válidas<br />

Y en tu cauce de aguas pávidas<br />

Se perfila tu floresta<br />

318


Con los matices de tiesta<br />

De un despertar de crisálidas.<br />

319


Ángel Fernando Guilarte<br />

Sangre<br />

Todo lo expresamos con sangre:<br />

Sangre que hierve,<br />

sangre derramada en las calles,<br />

sangre fermentada.<br />

Sangre <strong>del</strong> blanco,<br />

sangre <strong>del</strong> negro,<br />

sangre <strong>del</strong> indio:<br />

la misma sangre.<br />

Humo de sangre; humo de la voz quemada.<br />

Hilo de sangre que labra su cauce sobre las piedras<br />

Sangre de niños descalzos<br />

tiñe el plumaje <strong>del</strong> viento.<br />

Sangre <strong>del</strong> hombre,<br />

sangre de la mujer,<br />

sangre que une las voluntades de los que aman.<br />

Gotas de sangre van al fondo <strong>del</strong> mar<br />

en la mirada <strong>del</strong> pescador.<br />

Sangre fría de los que odian,<br />

sangre tibia de los que aman.<br />

Sangre judía,<br />

sangre árabe:<br />

la misma sangre.<br />

Sangre <strong>del</strong> rico,<br />

sangre <strong>del</strong> pobre:<br />

la misma sangre.<br />

Sangre de la madre, derramada al parir.<br />

Sangre coagulada en los labios de la noche.<br />

Sangre joven,<br />

diluente de ideas viejas.<br />

Espuma de sangre.<br />

Sangre proletaria corre por mis venas.<br />

Sangre evaporada dentro de las piedras.<br />

La sangre <strong>del</strong> campesino<br />

llora en el surco de la miseria.<br />

Eco de sangre que sube a las montañas goteando.<br />

Sangre vertida en vano.<br />

Sangre de Cristo,<br />

veneno de los esclavizadores.<br />

Sangre donde nacen mis gritos.<br />

Sangre que arrastra mis ojos hacia adentro.<br />

Olas de sangre,<br />

320


en sus hombros cargan ferrocarriles.<br />

La sangre cristaliza sus gemidos<br />

en la espalda <strong>del</strong> obrero.<br />

El viento tiene sus raíces en la sangre de los pájaros.<br />

Ideas incubadas en la sangre <strong>del</strong> huérfano.<br />

El río de la sangre<br />

mueve la turbina de las ideas<br />

y su rumor electrizado alumbra las calles<br />

donde transitan niños y árboles descalzos.<br />

Ceniza de sangre rellena los cauces de las viejas ideas.<br />

La sangre nueva saluda al mendigo.<br />

Sangre de árboles jóvenes, dormidos<br />

sobre los bancos en las plazas deseando la muerte.<br />

Sangre de árboles trashumantes con sus trapos a cuestas.<br />

Sangre de árboles ciegos mendigando en las esquinas.<br />

Sangre de árboles recién nacidos,<br />

lamiendo pezones de tetas vacías.<br />

Sangre de árboles adolescentes<br />

lustrando zapatos<br />

o fumando marihuana en los sótanos <strong>del</strong> cielo.<br />

Sangre de senos jóvenes,<br />

que hierve al frote de manos ásperas.<br />

Sangre de árboles ciegos, de pie<br />

en las puertas de las iglesias<br />

embalsamándose con humo inciensado.<br />

Manchas de sangre se desplazan en el aire<br />

graznando como gavilanes.<br />

Las raíces <strong>del</strong> viento me perforan las sienes<br />

y me chupan el rencor. Camino de espalda<br />

al país <strong>del</strong> odio. En mi espíritu,<br />

las vías dialogadas están en luz verde.<br />

Me horroriza llevar sangre bajo la piel,<br />

en cambio, otros,<br />

alegres saborean la sangre ajena:<br />

la sangre <strong>del</strong> niño<br />

que sin malicia ríe,<br />

o duerme su inocencia<br />

en el chinchorro <strong>del</strong> llanto;<br />

y la sangre <strong>del</strong> indio<br />

que se resiste a perder la choza,<br />

la tierra<br />

y la flecha.<br />

Con sangre expresan “los más”<br />

su sed de justicia social.<br />

Sobre piedras de sangre<br />

sostienen “los menos”, el esqueleto de sus privilegio:<br />

Cuando el río de la sangre<br />

321


duerme en el fondo de la tierra,<br />

sus peces vuelan y silban en la madrugada.<br />

Es mía la sangre que ladra en la noche<br />

y frente a la mesa espera un hueso.<br />

El corazón que odia<br />

con sangre amasa sus pasiones bajas.<br />

El río de la sangre se desborda en la noche<br />

y arrastra hojas que abonan labios estériles.<br />

Submarinos cargados de odio<br />

y veleros cargados de amor<br />

surcan el mar de la sangre.<br />

La sangre alimenta faroles<br />

que alumbran los caminos de las ideas nuevas.<br />

Sangre joven, mira al cielo.<br />

Sangre vieja, abriga el llanto de tus retoños.<br />

Sangre joven, sueña, lucha y vive sin derramarte.<br />

Sangre culpable, en tus garras se enrollan lamentos<br />

Sangre víctima: fragua de rebelión.<br />

Sangre envejecida, reverdécete.<br />

En el río de la sangre<br />

los peces son las ideas.<br />

Vengo de la sangre que creó el viento<br />

y viste harapos bajo los puentes.<br />

La sangre de todas las heridas<br />

es mi sangre.<br />

Valle <strong>del</strong> Espíritu Santo<br />

Valle de mi padre, labriego de mar y tierra,<br />

Charaima te llamó el indio que hizo de nácar tu cielo.<br />

Pueblo mío,<br />

tu sombra me persigue con su riachuelo a cuestas.<br />

Nací como uno de tus musgos,<br />

moriré en la Cueva <strong>del</strong> Piache<br />

y no habrá quien recoja los tiestos de mi sangre.<br />

Las torres de tu iglesia se ausentan en verano.<br />

Bajo tus puentes se congregan los árboles de noche.<br />

En la plaza, bajo la sombra que tejen los samanes,<br />

descansan el viento y el héroe.<br />

En el cementerio<br />

los muros detienen los osarios que zigzaguean como canoas.<br />

322


Tu montaña verde, como de agua marina,<br />

y cerros grises como de nubes lluviosas.<br />

Tu riachuelo, donde en invierno fluye la vida,<br />

donde en verano corre la ceniza de los árboles,<br />

lágrimas de mis amistades<br />

y sudor de las piedras.<br />

Valle de la gracia,<br />

hondonada que mi madre rellena con el rumor <strong>del</strong> rezo.<br />

Naufraga<br />

Sobre rocas te pusieron los músculos <strong>del</strong> mar<br />

con las piernas mordidas por los dientes de las olas<br />

y los ojos entreabiertos<br />

para ver los muros de la eternidad derrumbarse.<br />

Te venía buscando<br />

desde las tinieblas en que viví<br />

desde mi existencia en el corazón de la pequeña piedra.<br />

Un día asomaste tu belleza en el crepúsculo,<br />

más allá de la lluvia;<br />

palomas recogieron mis lágrimas en tus manos,<br />

el viento te llevó mis gemidos y las uvas de la angustia.<br />

Desde entonces,<br />

en mi tristeza han nacido musgos<br />

y en sueños<br />

te he visto tatuada en las mejillas <strong>del</strong> dolor.<br />

Ahora salto sobre las tapias de la madrugada<br />

y te encuentro en la playa murmurando mi nombre,<br />

desnuda, sobre una túnica que un día perteneció a la noche.<br />

El silencio te cubre con su voz arrugada y temblorosa.<br />

Mi dolor tiene la forma de tus pechos,<br />

la luna es una de tus cejas.<br />

Aún eres el arca de mis ilusiones<br />

323


José Ramón Villarroel<br />

Trovo<br />

Recorriendo la arboleda<br />

vi que a la margen de un río<br />

se alisaba el amor mío<br />

su pelo como una seda.<br />

Yo seguí por la vereda<br />

para llegar más temprano,<br />

al verme me dio la mano<br />

y en la frente un tierno beso<br />

siendo fiel testigo de eso<br />

Un relámpago lejano.<br />

II<br />

Muy suave se oía el murmullo<br />

<strong>del</strong> agua sobre su lecho<br />

cuando aferrada a mi pecho<br />

ella libaba de orgullo;<br />

también el místico arrullo<br />

de un pájaro ruiseñor<br />

cuando de golpe un temblor<br />

nos truncó la odisea aquélla,<br />

junto con una centella<br />

Y un trueno aterrador.<br />

III<br />

Calmó todo y enseguida<br />

a un árbol se recostó<br />

y al instante se quedó<br />

profundamente dormida.<br />

Ella era toda mi vida<br />

mi ensueño enloquecedor,<br />

me le acerqué con primor,<br />

con ternura y con <strong>del</strong>icia,<br />

pero una suave caricia<br />

Hizo despertar mi amor.<br />

324<br />

Un relámpago lejano<br />

Y un trueno aterrador<br />

Hizo despertar mi amor<br />

Una noche de verano.


IV<br />

Emprendimos el regreso<br />

ya la noche era avanzada<br />

y a orillas de una quebrada<br />

me dio un abrazo y un beso;<br />

y me dijo: “Te confieso<br />

no creas, mi amor, que es en vano,<br />

que aun cuando seas anciano,<br />

siempre recordaré yo<br />

esto que nos sucedió<br />

Una noche de verano”.<br />

325


Ángel Félix Gómez<br />

14<br />

Uno ha vivido todas esas muertes <strong>del</strong> puerto<br />

La saledumbre le arde los poros la cara crece sus secretos en la intimidad <strong>del</strong><br />

limo Los huesos calados de fríos resurreccionan cada amanecer cuando el hombre<br />

taciturno pasa camino <strong>del</strong> agua silenciosa arrastrando la vida<br />

Uno sabe en esos precisos momentos que es uno mismo que se lleno de soledades<br />

Busca los viejos refugios y en las noches enciende las palabras de cocuyos<br />

para mortificar las noches de los que cuentan las ganancias diarias<br />

16<br />

En los callejones <strong>del</strong> puerto<br />

la salumbre<br />

es presencia<br />

olor de mar en los viejos maderos arrinconados<br />

en las jarcias abandonadas donde anidan los pájaros<br />

y las arañas tejen nuevas velas sobre las distancias olvidadas<br />

24<br />

Regresamos al puerto<br />

en la noche cerrada que oscurece sus presagios<br />

y ahondamos sus tristezas<br />

nuestras tristezas de siempre<br />

nos devuelven al amanecer sobre los troncos de los uveros<br />

donde despiertan los pájaros de tierra<br />

y se asoma el mar por entre los dulce cuajados<br />

Entonces sabemos<br />

que el día ha llegado<br />

con el niño que pesca cangrejos sobre las rocas<br />

con la vieja mujer que escarba la arena<br />

buscando sortijas y dijes<br />

de la buena suerte<br />

de la noche cálida derramada en oro<br />

La vieja mujer ríe<br />

cuando encuentra mis palabras<br />

guijarros lamidos por las aguas<br />

mis palabras que en tu oído<br />

resbalaron peces adormecidos<br />

Y así siempre<br />

326


25<br />

Mi palabra sigue en tu oído<br />

viento orbitando la noche<br />

que cae sobre nosotros con su llamar de las voces <strong>del</strong> puerto<br />

Se abren las puertas y desfilan<br />

los mejores ajuares por las calles oscuras<br />

que encierran los pequeños amores<br />

En la arena mi palabra se acurruca en tu oído<br />

y remontamos viejas rutas de mar<br />

onda salvaje<br />

a las cuatro rosas abiertas<br />

en tu entraña inagotable<br />

rocío verdemar<br />

agigantado en el susurro<br />

<strong>del</strong> viento cuaresmal<br />

que arde<br />

que escruta tus poros<br />

41<br />

Uno sabe que padre<br />

volverá a tomar los vericuetos <strong>del</strong> puerto<br />

y ondeará sus banderas<br />

y clavará sus palabras<br />

fuego de redención<br />

sobre todos los malditos<br />

sobre todos<br />

los<br />

grandecarajos habitantes fortuitos<br />

de todos estos vientos<br />

Profeta náufrago<br />

Profeta que has destruido ciudades<br />

Que por todos los ojos has pasado tus vientos metálicos<br />

Que por todos los vientres has pasado tus armas de asalto…<br />

Encontraste que esta ciudad era oscura a tu siglo<br />

La ciudad era sólo eso<br />

Una ciudad fósil<br />

(Los moradores ancianos elementales ya ni cantaban<br />

A los dados se jugaban las mujeres<br />

De aquí el por qué la ciudad repleta de cansancio)<br />

327


Un sol escapó y como un náufrago trepó las montañas<br />

Pájaro que vuela cada año<br />

Y vuelve a la ciudad<br />

Para verla como una diosa vengativa engullendo cadáveres<br />

Y la llamó la ciudad carnívora<br />

Profeta náufrago que ha reinado por lustros rey de su soledad<br />

Y ha adiestrado las fieras (Nadie como él para adiestrar fieras)<br />

Y les ha sacado el corazón y construido redes gigantescas<br />

Un día el menos pensado de los días<br />

Bajará como un alud de las montañas<br />

Y vengará los cadáveres de la ciudad<br />

De la Carnívora Ciudad<br />

Día de buen viaje<br />

Día de buen viaje<br />

para alejarse<br />

de esta ciudad <strong>del</strong> diablo<br />

de estos ciertos conjuros<br />

de esta cierta mansedumbre<br />

de estos buenos días<br />

tenga usted le regalo mi corazón<br />

pero mía es la palabra<br />

que no entrego<br />

ni a los buenos vecinos<br />

Las brujas<br />

En los viejos manuscritos de las brujas<br />

estaba anunciada esta renuncia<br />

a la palabra cotidiana<br />

Las brujas en las noches <strong>del</strong> puerto<br />

espiaban los escondrijos de mi memoria<br />

sorbían mi memoria<br />

arriaban mis banderas desteñidas<br />

y jugaban con mis huesos<br />

y reían reían<br />

328


Gustavo Pereira<br />

Hermosa noche en el puerto<br />

La hermosa noche <strong>del</strong> puerto con olas como<br />

calles blancas sobre las que andan descalzas monjas<br />

La hermosa noche poseída por el fraile<br />

La hermosa noche se vio turbada por el sereno.<br />

La hermosa noche <strong>del</strong> puerto me duele<br />

tan hondo que con labios morados no alcanzo a nombrarla.<br />

El cielo verde descerraja sus cruces de vidrio<br />

y yo mi plexo que finge callar y llorar.<br />

La noche <strong>del</strong> puerto<br />

es el ojo de un hombre que huye<br />

perseguido de oscuridad.<br />

La hermosa noche <strong>del</strong> puerto<br />

cerró párpados, piernas, boca, laringe, sexo.<br />

Otra vez los pómulos <strong>del</strong> abuelo salían a buscarme<br />

cuando sólo me reconfortaban sus cuentos de mar<br />

y sus manos inacabales sobre el tejido <strong>del</strong> chinchorro y aquel sombrero<br />

que no largaba<br />

Y otra vez la travesía a la minúscula estrella caída<br />

a mis pies de tarde en tarde cuando como un hachazo todo volvía<br />

a ser real.<br />

IV<br />

VIII<br />

Las huellas dejadas los pies descalzos<br />

El pelo espeso rubio alterando sobre una cabeza melancólica<br />

Las calles <strong>del</strong> pueblo que se metían como diablos en mí cada mañana<br />

La orilla <strong>del</strong> mar con botes blancos y azules<br />

incitándome a vagar<br />

Memoria duplicada en mi cabeza reproducida en mis ojos cuánta<br />

travesía hubimos de hacer<br />

después que las noches de julio trajeron el invierno<br />

Detrás de mí la tía cargaba los juguetes<br />

Con agua tibia por las tardes bañábame la hermana mientras peinaba mis largos<br />

cabellos<br />

Mi madre me entalcaba al cabo que la luz se iba yendo y todo<br />

quedaba a oscuras en la casa humana.<br />

329


¡A casa!<br />

De vuelta a casa otra vez el cielo y las aguas<br />

Nuevamente el movimiento de la marea frente a mi ventana empañada<br />

No hay reloj<br />

que pueda acortarme las horas.<br />

Saqué los ojos al aire y descubrí el día<br />

Ocupa el lugar de mi corazón.<br />

Saqué los ojos al aire<br />

El pájaro posado en la boya<br />

El pájaro posado en la boya otea el agua<br />

con una inclinación de cabeza<br />

Sé que me ve cuando me acerco a nado<br />

Silencioso bate las alas y se aleja.<br />

Única misión<br />

dejar rastros…<br />

Escrito en la arena<br />

En la otra orilla de mi casa a oscuras<br />

Como en la arena más querida en la difusa<br />

luz <strong>del</strong> anochecer en la otra orilla de mi casa a oscuras<br />

A solas con el peso de mis tinieblas<br />

Apuro el último incendio<br />

antes que sea demasiado tarde para mí.<br />

A la cabaña de la playa llegan los pájaros<br />

A la cabaña de la playa<br />

llegan los pájaros al amanecer<br />

Todo el día<br />

se lanzan al agua<br />

En el crepúsculo levantan vuelo<br />

y ni una gota chorrea de sus alas.<br />

330


Navego<br />

Ninguna palabra La tela blanca sacude<br />

sus caminos<br />

La ciudad se desborda sobre el agua<br />

Aquí se empuja el corazón a puertos misteriosos<br />

Se echan anclas adentro cavilaciones mundos nuevos penetran<br />

haciendo arder sus grandes ojos<br />

tras la corriente.<br />

Entrada la noche cuando no hay nubes<br />

Entrada la noche cuando no hay nubes<br />

el agua oscura lame la madera<br />

El motor se detiene y a los costados<br />

se pega el silencio marino<br />

Oteo en el aire un <strong>del</strong>icado olor a hoja<br />

Un chasquido de cuerpo en el agua la exclamación humana<br />

y de nuevo el silencio torpe.<br />

No son estos barcos de altos mástiles<br />

No son estos barcos de altos mástiles estos enormes vientres<br />

No son estos maderos enterrados estas ramas flotando<br />

Eres tú la que regresa en la noche descendiendo de un suelto<br />

brazo de luz blanca eres tú quien sobre un costado<br />

de mi cuerpo deja este nostálgico perro.<br />

Las lluvias llenan todo de soledad<br />

Mi cabaña de la playa es asediada por los vientos <strong>del</strong> norte<br />

De noviembre a mayo es la temporada de los grandes vientos<br />

Pero después vienen las lluvias<br />

y llenan todo de soledad<br />

En los rincones húmedos buscan refugio las alimañas y las arañas<br />

Se esconden de los truenos y de las furias <strong>del</strong> cielo<br />

El piso de madera se llena de manchas como países<br />

y yo me lleno de temores y presentimientos.<br />

331


El viento que eriza la piel <strong>del</strong> agua<br />

El viento que eriza la piel <strong>del</strong> agua<br />

El pedazo de madera húmeda que flota<br />

El cangrejo en la rendija<br />

de los peñascos a pleno sol<br />

¿Son el lenguaje que siempre he esperado<br />

La respuesta que nunca quise oír?<br />

Centellas sobre el techo de la casa de las palomas<br />

Anoche cayeron centellas sobre el techo de la casa de las palomas<br />

De madrugada<br />

en medio <strong>del</strong> fragor de la lluvia<br />

sentí caer <strong>del</strong> cielo<br />

las grandes piedras<br />

Cuando me levanté al amanecer no encontré ninguna<br />

y el palomar no había sufrido daños.<br />

Relación <strong>del</strong> día<br />

Una golondrina tras una mariposa<br />

Una nube tras otra<br />

Una hoja desprendida<br />

La vida contemplativa<br />

Una muchacha desnuda a mediodía en punto<br />

Un zapato en la arena abandonado por su dueño.<br />

Otra vez la nube sola escogió su rumbo<br />

Apareció la señal Otra vez la nube sola escogió su rumbo<br />

Ambos coincidimos en separarnos por algunos días de los pájaros de la costa.<br />

Somari <strong>del</strong> color <strong>del</strong> agua<br />

No sé cuál es el color <strong>del</strong> agua lejos de aquí<br />

pero cerca de aquí tampoco sé.<br />

332


Somari<br />

La poesía debe ser vista como un cuerpo<br />

al que todos desean besar<br />

(aunque quema)<br />

y poseer<br />

(aunque se deshace en las manos).<br />

Somari<br />

No entiendo por qué escribo estos versos<br />

si sé muy bien que otros los escribieron por mí<br />

pero ellos<br />

¿en qué pensaban cuando los escribían?<br />

Manifestaciones de cariño<br />

“Gracias por las manifestaciones de cariño<br />

Gracias por hacerme ver formalidad, orden<br />

y buenas costumbres donde creí ver porquería<br />

Yo que soy malcriado y grosero<br />

he recibido mi lección<br />

Gracias por haberme enseñado la compostura correcta<br />

No debe hablarse con la boca llena<br />

Hay que presentar<br />

a la dueña de casa<br />

una reverencia muy inclinada<br />

Hay que alisarse el pelo, hablar<br />

Hay que hacerse el tímido y servirse el último<br />

sin dar muestras de apetito<br />

Hay que bailar con decencia, sin apretar el paso, sonriendo<br />

Hay que fregarse, amigos míos, forrado<br />

en manifestaciones de cariño”<br />

333


Magaly Salazar<br />

III<br />

Eres<br />

vigencia al presentirte<br />

soporto<br />

la ansiedad de tu llegada<br />

amado posible<br />

te mido<br />

por el éxtasis irrepetible.<br />

VI<br />

Entre el infinito y la tierra<br />

mis cimientos se amotinan<br />

pretendo alisar la pena más cercana<br />

y la distancia me desgarra.<br />

XIV<br />

Ese pronto de tu ojo<br />

devuélvemelo<br />

XV<br />

¿El fulgor sobre el mar<br />

meterá en la noche<br />

XXI<br />

Después de la lluvia<br />

la brasa sobre el mar<br />

aún se llama ardentía.<br />

334<br />

a mi alto vuelo.<br />

al ojo <strong>del</strong> pescador?


XXXIV<br />

El polen va flotando<br />

y se me hace más vuelo<br />

el ala en la gaviota<br />

más espuma la mar<br />

No recuerdo el ángulo <strong>del</strong> ojo<br />

sino tus migraciones<br />

explorándome.<br />

Cuando llegó el temblor<br />

ya estaba sobre mi piel<br />

tu mirada<br />

I<br />

II<br />

Después de la mirada,<br />

al secreto <strong>del</strong> cuerpo,<br />

dile que ya vuelvo.<br />

VI<br />

El turpial que picaba los mereyes<br />

no concebía el canto,<br />

le presté mis oídos y<br />

trinó hasta el amanecer<br />

XVIII<br />

Desnuda piedra<br />

tus tonalidades de silencio<br />

no sólo de palabras<br />

vive la poesía<br />

335<br />

A Gladys Meneses


XIX<br />

La arena dijo a la piedra:<br />

¡Búscate un Dios que te redima!<br />

XXIV<br />

Jura fi<strong>del</strong>idad<br />

el azul <strong>del</strong> cielo que se abraza<br />

para siempre a la mar<br />

XXVI<br />

Cuando alguien requería<br />

sobre mi ars poética<br />

se arriesgaba en mi escritura<br />

el saber solitario de la vida<br />

336


Cruz Ávila<br />

En cada hombre<br />

En cada hombre un ruedo de alcaravanes.<br />

En cada hombre un canto de resignadas víboras,<br />

una tormenta inagotable; y una ciudad hermética<br />

de palabras.<br />

Así es la historia<br />

¿Para qué asombrarnos<br />

si en cada época, la historia<br />

vomita su iscariote<br />

si una palabra es un acto? Decídete.<br />

El que piensa mucho las cosas<br />

termina por suicidarse con sogas de contemplaciones.<br />

Oraciones absurdas<br />

En cada sueño y acto: marranadas y podredumbre.<br />

Nuestras travesías son largas jornadas de cansancio y aire.<br />

La falsa bondad enciende las rutas perdidas<br />

Estas voces son remolinos de miedo y tempestades de euforia.<br />

El viento llegará de nuevo y entregará sus ropajes<br />

inflados de recuerdos.<br />

Libertad dudosa<br />

Ahí donde está el silencio oscuro,<br />

donde la figura humana camina con<br />

su saliva seca, sabor a muerte,<br />

hay una angustia disfrazada<br />

que deja aún sus huellas frescas.<br />

Ahí donde el esfuerzo<br />

es sostén de lucha para salvarnos,<br />

existe un lugar para la inconformidad,<br />

razón que nos conduce a una libertad dudosa.<br />

337


A Fabricio Ojeda<br />

Ha llegado el día con capas agónicas para<br />

los revolucionarios de este pueblo.<br />

La masturbada opresión se apoderó de Fabricio,<br />

¡el hombre-pueblo, el revolucionario constante!<br />

¡Allá lo llevan a un lugar distante de la tierra misma!<br />

Ahí reposará siempre hasta el exterminio<br />

de su cuerpo, huesos, cenizas.<br />

El mensajero popular enmudeció<br />

y se unirá a una sepultura, caja vacía que conformará<br />

lo que fue.<br />

Y en su pueblo una huella o vestigio de vida<br />

y obra, sacrificio imborrable.<br />

Noches sombrías<br />

Noches de pájaros encendidos de furias y miedo.<br />

Ahora la atmósfera es una inválida soledad<br />

atada a los cuerpos escoriados de estos puertos vacíos.<br />

A veces los ruidos que rozan nuestras fronteras<br />

son tambores ahogados de perplejidades y<br />

tropeles<br />

abatidos<br />

de cansancio y arrepentimiento.<br />

A veces la espera fulgurante es un desafío<br />

de insomnios y sueños entrecortados<br />

Noches frías de papagayos humanos prendidas<br />

a las crestas de cada espacio maldito.<br />

Noches encadenadas de vinos y aburridos<br />

monólogos.<br />

Noches de sangre, de meditación y con puerto<br />

a la deriva desdentada.<br />

La bondad abandonó la invención de los sueños<br />

y la injuria embandera guaridas de adulados y<br />

aduladores.<br />

¿Quién podrá encontrar abrigo y oro en toda esta escoria?<br />

338


Sucre<br />

Selección:<br />

Ramón Ordaz


Vicente Coronado<br />

El cóndor<br />

En la empinada roca<br />

que los valles domina,<br />

de enhiesta frente que a las nubes toca,<br />

he allí el águila andina,<br />

el soberbio cóndor, rey <strong>del</strong> espacio.<br />

pisar con altivez la excelsa cumbre,<br />

medir la inmensidad, bañarse en lumbre<br />

<strong>del</strong> etéreo palacio.<br />

Alza el desnudo cuello<br />

y cresta y corvo pico luce ufano,<br />

y con ojos de vívido destello<br />

penetra la extensión, el bosque, el llano,<br />

bate las alas de potencia suma,<br />

arrójase a escalar el firmamento,<br />

devora espacio y a través <strong>del</strong> viento<br />

lleva rizada la morena pluma.<br />

Atrás deja la nube<br />

donde el rayo se forja y brama el trueno,<br />

y en ondulante giro sube y sube<br />

a las regiones <strong>del</strong> azul sereno.<br />

La horrenda tempestad no teme altivo,<br />

ni éter sin ambiente, ni la llama<br />

<strong>del</strong> astro abrasador —vívida hoguera<br />

que los mundos inflama—<br />

arrebatado en su triunfal carrera.<br />

Nada este ardor ataja y osadía:<br />

Inmensidad y luz busca en su anhelo,<br />

y luz e inmensidad le brinda el cielo<br />

y hacia el cráter <strong>del</strong> sol el rumbo guía.<br />

Allá se cierne en estupenda altura,<br />

por los desiertos <strong>del</strong> espacio avanza,<br />

y leve punto en la extensión figura<br />

que humano ser a distinguir no alcanza.<br />

No más pronto <strong>del</strong> mar en lontananza<br />

alígero bajel corta la espuma<br />

y se disipa en lejana bruma.<br />

Ya es dueño altivo de la ardiente Zona<br />

y su ambición la intrepidez corona:<br />

Ve orgulloso los vivos resplandores<br />

en que se ciñe el luminar <strong>del</strong> día<br />

y debajo los mares luchadores<br />

341


y por doquiera la región vacía:<br />

En esta soledad goza su pecho,<br />

rey de los seres que el espacio encierra:<br />

Todo el azul para volar estrecho,<br />

el sol <strong>del</strong>ante y a sus pies la tierra,<br />

tal se encumbra el ingenio peregrino<br />

y a la gloria inmortal se abre camino.<br />

El laurel de la discordia<br />

Sonó la hora: formidable avanza<br />

legión contra legión: el bronce truena,<br />

un mar de fuego los espacios llena:<br />

¡A vencer o morir! ¡A la venganza!<br />

De bando a bando intrepidez, pujanza;<br />

luchan, se embisten con furor de hiena;<br />

muerden mil bravos la tremante arena;<br />

lo que el plomo perdona, el filo alcanza.<br />

No hay ceder, no hay respiro: estrago, muerte,<br />

sangre doquier... horrísono fulmina<br />

el campo todo; incierta la victoria.<br />

Injusto lauro al fin ciñe el más fuerte<br />

y aplaude el odio y la ambición domina.<br />

¡Y esta barbarie cruel se llama gloria!<br />

La vida humana<br />

(de Metastasio)<br />

¿A qué la vida apetecer? ¿qué encanto<br />

o placeres nos brinda? No hay fortuna<br />

que no arrastre su pena; edad ninguna<br />

de afanes libre, o de miseria y llanto.<br />

Al niño, miedo una amenaza imprime;<br />

va el joven <strong>del</strong> amor juguete vano<br />

y de la instable suerte, y el anciano<br />

al grave peso de los años gime.<br />

El ansia de adquirir nos atormenta,<br />

da el temor de perder hondo disgusto,<br />

con el fraude y la envidia brega el justo,<br />

vive el rey con el rey en lucha cruenta.<br />

342


Esta <strong>del</strong> hombre la mezquina suerte;<br />

sólo es pura ilusión el bien que ansiamos,<br />

sueño, <strong>del</strong>irio, y cuando ya empezamos<br />

el error a palpar, ¡llega la muerte!<br />

Ramillete<br />

I<br />

Si las penas y las culpas<br />

que lleva el pecho guardadas<br />

libres de quejarse fueran...<br />

¡Qué gritos y qué plegarias!<br />

II<br />

Infiero que somos todos<br />

como la flor matizada<br />

que lleva pétalos puros<br />

y en el corazón las manchas.<br />

III<br />

¡Qué espectáculo, si el hombre<br />

viviera un día sin máscara!<br />

¡Cuántos reptiles y lobos!<br />

¡Qué de panteras de Java!<br />

IV<br />

Pasaron templos, creencias<br />

y ritos y sectas varias,<br />

pero este culto al dios oro...<br />

este sí que nunca pasa.<br />

Con el hombre es la justicia<br />

una tan esquiva dama,<br />

que ha de arruinarse por verla<br />

y morir sin alcanzarla.<br />

V<br />

VI<br />

Son las dichas de este mundo<br />

como celajes <strong>del</strong> alba:<br />

Un rayo de luz las pinta<br />

y las deshace una ráfaga.<br />

343


VII<br />

Linda, inquieta mariposa,<br />

imagen de la esperanza:<br />

Lo infinito en el anhelo<br />

y la impotencia en las alas.<br />

Vanidades<br />

Allá va de Dios bendito,<br />

de una edad en otra edad,<br />

un bajel a lo infinito:<br />

En la popa lleva escrito<br />

su nombre: Inmortalidad.<br />

Allí admiración extática<br />

infunde el verbo divino:<br />

Los sabios todos en plática,<br />

toda la belleza ática,<br />

todo el esplendor latino.<br />

En sonidos y en acentos,<br />

los dioses de la armonía<br />

dan los sublimes portentos<br />

que suspenden los tormentos<br />

y pasman la fantasía.<br />

Bajo inmortales cinceles<br />

mármol y bronce respiran;<br />

y ceñidos de laureles<br />

los cuadros y los pinceles<br />

que las edades admiran.<br />

Los poetas creadores<br />

vencen <strong>del</strong> tiempo las brumas<br />

y lucen vivos fulgores,<br />

como el verde campo flores,<br />

como el ave ricas plumas.<br />

De cuanto el hombre en su audacia<br />

conquistó lauro que viva,<br />

por genio, saber o gracia,<br />

la mente allí no se sacia<br />

en los mo<strong>del</strong>os cautiva.<br />

344


Y tanta sublime gloria<br />

va con los siglos luchando,<br />

que vuelven la más escoria,<br />

y las de eterna memoria<br />

siguen más puras brillando.<br />

Y obras y obras hacinan<br />

los mortales en su afán,<br />

que a la bella nao destinan.<br />

¡Ay! ¡cuán pocas peregrinan<br />

y cuántas muriendo van!<br />

¡Qué de nombre esclarecido,<br />

soles de gloria y luceros,<br />

pasan como vano ruido!<br />

Para vencer el olvido<br />

¡Cuán pocas Biblias y Homeros!<br />

Que aun las obras inmortales<br />

de lo caduco nacieron,<br />

y en los remotos anales<br />

acaso ni las señales<br />

dejarán de lo que fueron.<br />

Sepulcros <strong>del</strong> pensamiento,<br />

de las naciones y edades;<br />

polvo que se lleva el viento,<br />

por epitafio y comento:<br />

¡Vanidad de vanidades!<br />

345


Miguel Sánchez Pesquera<br />

A Cumaná<br />

Puerto el mejor <strong>del</strong> mundo te brindara<br />

mar que te ciñe en pavoroso anhelo:<br />

Humboldt, enamorado de tu cielo,<br />

no halló más terso y limpio el de Bacará.<br />

Cuando a la ibera gente fuiste cara<br />

dirán los que pregonan hoy tu duelo.<br />

Ruinas que cubren tu plutonio suelo<br />

y el heredado ingenio en muestra rara.<br />

En ti nació el varón de alta memoria<br />

que <strong>del</strong> mundo invenido entre dos mares,<br />

es la más pura inmaculada gloria.<br />

Igual es tu infortunio a tu fortuna.<br />

Sacras linfas <strong>del</strong> nuevo Manzanares<br />

corred diciendo al mar cuál fue mi cuna.<br />

Sunt lacrimae rerum<br />

Alegre ruiseñor que en la espesura<br />

ajeno de pesar vuelas ligero,<br />

¿por qué encierra tu canto más ternura<br />

cuando te ves <strong>del</strong> hombre prisionero?<br />

Y tú, lirio gentil, cerrado el broche,<br />

bello egoísmo de la selva umbría,<br />

¿por qué exhalas tu aroma con la noche<br />

y lo recoges al rayar el día?<br />

¡Ay! <strong>del</strong> poeta el canto más fecundo<br />

es aquel que entre lágrimas espacia:<br />

la dicha mata el genio en este mundo<br />

sólo se canta bien en la desgracia.<br />

Panteísmo<br />

¿No ves <strong>del</strong> rudo pedernal herido<br />

brotar la chispa súbita y arcana?<br />

346


Tal es la que en la mente soberana<br />

reside como el pájaro en su nido.<br />

¿Ves en la mina el cobre renegrido?<br />

Lira vibrante, címbalo o campana,<br />

al beso de los céfiros, mañana,<br />

hermoso alado engendrará el sonido.<br />

Venus latente yace en la cantera<br />

de mármol páreo, y brotará al conjuro<br />

de animador cincel, viva hechicera...<br />

Porque una voz en la materia habita,<br />

y tiene una mirada al ciego muro,<br />

y en la forma un espíritu palpita.<br />

El perro <strong>del</strong> herrero<br />

Arde la fragua: el suelo se estremece,<br />

el yunque vibra al golpe <strong>del</strong> herrero,<br />

y al monótono són de su martillo<br />

duerme a sus pies indiferente un perro.<br />

Pero llegó la hora <strong>del</strong> descanso<br />

al rebelde trabajo <strong>del</strong> obrero;<br />

cesa el ruido, el perro se despierta:<br />

almas errantes, desolados genios<br />

que sin sombra ni norte ni camino<br />

marcháis con vuestra carga de recuerdos;<br />

sacerdotes <strong>del</strong> bien, si la algazara<br />

<strong>del</strong> necio mundo invade vuestro templo,<br />

cuando tienda la noche su penumbra<br />

de casta soledad, sed como el perro:<br />

dormid entre el estruendo de la vida<br />

y despertad al ruido <strong>del</strong> silencio.<br />

Melodía hebraica<br />

Pastores que abreváis vuestro ganado<br />

junto a la fuente en la verde loma,<br />

decid en qué desierto en qué collado<br />

ha posado su vuelo la paloma.<br />

Volverá la cercana primavera<br />

y tú no volverás sol de mi día;<br />

347


te aguardo <strong>del</strong> Cedrón en la ribera:<br />

¡Ven sin temor, levántate alma mía!<br />

Porque, sin verte, a mi pesar yo muero,<br />

porque yo siento sin calor la vida,<br />

y el arpa <strong>del</strong> amor, porque te quiero,<br />

la tengo de los sauces suspendida.<br />

Aquí te aguardo en tardes y mañanas<br />

y cuento mi dolor a las estrellas,<br />

viendo las tiendas de Cedar lejanas,<br />

al blanco cabalgar de mis camellas.<br />

Si yo la esencia de tu ser no aspiro,<br />

junto a las aguas <strong>del</strong> Jordán risueño,<br />

no hay olas que suspiren si suspiro,<br />

y no hay almas que sueñen cuando sueño.<br />

Lirios de Edón y de Gessén palmeras,...<br />

campos de Jericó, llenos de rosas,<br />

viñedos de Engandí, verdes praderas,<br />

ricas en flor y mieles olorosas.<br />

Altos cedros que el Líbano levanta,<br />

palomas que allí vierten su querella,<br />

suspenden su arrullar cuando ella canta,<br />

inclinan su dosel si pasa ella.<br />

Porque caminas como hermosa nube,<br />

y con tu acento el alma me recreas,<br />

y es más dulce que el arpa <strong>del</strong> querube,<br />

el canto de las vírgenes hebreas.<br />

Porque a tus ojos, luz de la alborada,<br />

para mirar tu corazón me asomo,<br />

y tu boca cual flor de la granada,<br />

para mí guarda cipro y cinamono.<br />

No soy la pecadora Magdalena,<br />

que vierte el vaso <strong>del</strong> aceite santo,<br />

a los pies de Jesús: una azucena<br />

ofrezco sólo a tu celeste encanto.<br />

Mas si pudiera verte yo, a despecho<br />

<strong>del</strong> mundo entero, humilde volaría<br />

hasta tus pies, y el óleo de mi pecho,<br />

rico vaso de amor, dimanaría.<br />

348


Como flor agostada <strong>del</strong> desierto<br />

mi bellos días pasarán sin verte,<br />

y como el hombre-Dios allá en el huerto,<br />

triste llevo mi alma hasta la muerte.<br />

Nadie en el valle por mi mal me nombra,<br />

mi cielo está cubierto de tinieblas,<br />

y tú misma tal vez sólo eres sombra<br />

de aire y de luz, de aromas y de nieblas.<br />

¡Un beso! no...que en sus volubles giros<br />

tus blancas alas empañar pudieras:<br />

Yo besaré en el viento tus suspiros,<br />

besaré tu recuerdo cuando mueras.<br />

¡Si eres una ilusión que se evapora<br />

y oculta sólo en mis entrañas arde,<br />

huye con la sonrisa de la aurora,<br />

vuelve con los suspiros de la tarde!<br />

349


Andrés Mata<br />

Rojo<br />

Sus primeras canciones, cuando niño,<br />

tenían la pureza <strong>del</strong> armiño<br />

y la albura <strong>del</strong> mármol de Carrara.<br />

Campánulas de efímera existencia,<br />

evaporóse su fragante esencia<br />

como la mirra en derredor <strong>del</strong> ara.<br />

Adolescente aún, sintió que ruda<br />

en su alma virgen se ensañó la duda,<br />

madrastra indigna <strong>del</strong> dolor. Entonces<br />

vistió la estrofa con crespón de luto<br />

y rindió a sus creencias el tributo<br />

que a un muerto rinden los dolientes bronces.<br />

No es poeta <strong>del</strong> siglo quien no lucha<br />

ni su pesar olvida cuando escucha<br />

que la justicia a combatir le llama.<br />

Acompañadle a que su triunfo selle,<br />

y al himno triste, femenil y muelle,<br />

suceda el canto que la edad reclama.<br />

Surja el verso ignescente, el verso rojo,<br />

el que traduce el comprimido enojo<br />

de los que sufren y sus penas callan.<br />

¿No miráis que a los pueblos vilipendian?<br />

¡Pues broten esos cánticos que incendian<br />

y como un trueno tempestuoso estallan!<br />

El himno rojo, la candente estrofa,<br />

<strong>del</strong> poder de los déspotas se mofa<br />

y a sus legiones áulicas golpea<br />

¡Que el pueblo en yambos encendidos vibre,<br />

y noble y grande y generoso y libre,<br />

árbitro excelso de los mundos sea!<br />

350<br />

A Vargas Vila.


Consonancias<br />

Tú eres la fuentecilla que retrata<br />

la blanca nube y el azul sereno;<br />

y yo la mugidora catarata<br />

que remeda el escándalo <strong>del</strong> trueno.<br />

Cuando el verano cruel con sus rigores<br />

esterilice el cauce de la fuente,<br />

para poblar sus márgenes de flores<br />

le prestará sus aguas el torrente.<br />

Psalmos<br />

Cantemos el dolor que magnifica<br />

y en nuestro pecho la pasión enciende.<br />

¡Esperar es vencer! Sólo suplica<br />

quien de su fuerza en el combate abdica<br />

¡y por escala de vergüenza asciende!<br />

La ausencia no es remota lontananza,<br />

ni tampoco la noche <strong>del</strong> afecto.<br />

En el profundo caos, ¡la esperanza<br />

abre sendas de luz por donde avanza<br />

hasta llegar al linde <strong>del</strong> trayecto!<br />

¿Separados? ¡Oh, no! Que siempre a solas<br />

resistimos las rudas tempestades;<br />

y en medio a las borrascas te aureolas<br />

porque pasa el recuerdo por las olas,<br />

¡como pasaba Cristo el Tiberiades!<br />

Cuanto en tiempo y por el tiempo nace<br />

y en el seno <strong>del</strong> tiempo vive y crece,<br />

en el seno <strong>del</strong> tiempo se deshace.<br />

Deja que el mundo nuestro amor emplace:<br />

¡Lo eterno dura, lo demás perece!<br />

La canción de los sótanos<br />

Di audacia schiere...<br />

Numerosa falange, audaz y fuerte,<br />

que el furor desafiáis <strong>del</strong> poderoso;<br />

351<br />

A Luis Lugo.


sombríos legionarios de la muerte<br />

que seguís combatiendo sin reposo,<br />

¡no haya miedo jamás! Harto sabemos<br />

que con valor podemos<br />

ofrendar la cabeza al miserable<br />

verdugo que la alcanza,<br />

y ofrecer nuestro espíritu indomable<br />

al porvenir que tempestuoso avanza.<br />

Suprímanse fronteras;<br />

agrúpense los pueblos como hermanos<br />

y fundamente la igualdad sus leyes.<br />

Sosteniendo con fe nuestras banderas,<br />

ya besarán nuestras callosas manos,<br />

burgueses, nobles y soberbios reyes.<br />

Luchemos contra toda tiranía;<br />

luchemos porque venza la anarquía<br />

sin que se manche el pabellón que ondea;<br />

mas si la obligan a que sufra y calle,<br />

que se arme el brazo y que la bomba estalle,<br />

¡que así más pronto triunfará la idea!<br />

Del seno de los sótanos, obscuro<br />

como el rincón más hondo <strong>del</strong> abismo,<br />

surgía la canción <strong>del</strong> anarquismo.<br />

¡El canto fue un conjuro!<br />

Y a través de la sombra <strong>del</strong> misterio<br />

que ennegrecía la siniestra comba,<br />

¡Vaillant cargaba la segunda bomba,<br />

y desnudaba su puñal Caserio!<br />

352


Juan E. Arcia<br />

Hojas<br />

Cuando tristes los árboles se hielan<br />

alza el laurel sus galas vividoras;<br />

siempre feliz lo miran las auroras<br />

y sobre su verdor los astros velan:<br />

pero las hojas que marchitas vuelan<br />

ya <strong>del</strong> otoño pálido en las horas,<br />

llevadas por las brisas gemidoras<br />

mustias y frías reposar anhelan.<br />

Orgulloso laurel, tu rama erguida<br />

tributo rinde a triunfadora gente<br />

y no a la sien por el dolor vencida...<br />

hojas que el cierzo arrebató inclemente,<br />

hojas humildes que vagáis sin vida<br />

¡tened el vuelo y coronad mi frente!<br />

Excidio<br />

Yo también fui bohemio,<br />

también me arrastró el vino<br />

al jardín purpurino,<br />

templo alegre <strong>del</strong> gremio.<br />

Dijimos un proemio<br />

como canto esquilino,<br />

y fue el cabro divino<br />

nuestro báquico premio.<br />

El coro era argentino,<br />

los compases, apremio,<br />

la danza, torbellino.<br />

Se fueron los <strong>del</strong> gremio,<br />

enlutaron el vino;<br />

me dejaron abstemio.<br />

353


Desagravio<br />

Un lirio rojo, el cielo;<br />

el bosque, una esmeralda,<br />

y la avilesca falda,<br />

un blanco terciopelo.<br />

Ondula el arroyuelo<br />

sobre la arena gualda;<br />

su margen es guirnalda,<br />

su rumor, violonchelo.<br />

En la gris lejanía<br />

palidece un diamante<br />

de la niebla al trasluz.<br />

Perdona, Poesía,<br />

si en doloroso instante<br />

me llevaste a la cruz.<br />

Las aguas<br />

(Job. Cap. XXVI)<br />

Por el agua umbría<br />

se alejan las naves.<br />

Siempre son más suaves<br />

las sombras que el día<br />

Del piélago arcano<br />

no torna el viajero.<br />

El hombre e más fiero<br />

quizá que el gusano<br />

La nave enmarada<br />

no da en orco adusto.<br />

Quizá menos justo<br />

es Dios que la nada.<br />

La canción de la bruma<br />

Soy la novia <strong>del</strong> mar, soy la indecisa,<br />

misteriosa beldad de tardo vuelo;<br />

yo despliego mi túnica de plata<br />

354<br />

Para Gabriel E. Muñoz.


cuando el cansado pescador divisa<br />

en el jardín fantástico <strong>del</strong> cielo<br />

gardenias de oro y lirios de escarlata.<br />

Si mi amado, sultán adormecido,<br />

me ve como un ensueño en las serenas<br />

y lejanas regiones <strong>del</strong> espacio,<br />

siente celos <strong>del</strong> sol, lanza un rugido,<br />

baña la costa, y fingen las arenas<br />

una inmensa guirnalda de topacio.<br />

Todo tiembla a la furia <strong>del</strong> monarca:<br />

el alga verde que brisa azota,<br />

el argentado lino de la barca,<br />

el moreno plumón de la gaviota,<br />

y el pelícano amante que en su anhelo<br />

busca el peñón donde impalpable lluvia<br />

entumece las carnes <strong>del</strong> polluelo;<br />

tan sólo yo coqueta caprichosa,<br />

ante el sultán airado me sonrío,<br />

y de la luz en la saeta rubia<br />

una mirada de placer le envío.<br />

Después la media noche: en fácil vuelo<br />

el cadencioso viento se desata<br />

sobre la comba gris; brotan los sones<br />

de vago y suspirante violonchelo;<br />

son sus tristes canciones,<br />

es su tierna y doliente serenata!...<br />

Y cedo al fin: cuando la luna arroja<br />

el tenue rayo de su blanca lumbre<br />

y traspasa mi túnica flotante,<br />

me siento herida de mortal congoja,<br />

abandono la cumbre,<br />

y al descender sumisa y vacilante,<br />

soy un lirio de luz que se deshoja<br />

¡sobre el trémulo seno de mi amante!<br />

Muy casta es la caricia: frágil beso<br />

como de labios de sonriente niño,<br />

beso fugaz de vaporoso armiño<br />

sobre una frente de cristal impreso.<br />

Nada turba el encanto de la cita;<br />

el alma de la vida, en la serena<br />

355


tranquilidad de la silente noche<br />

es un ave cansada que dormita.<br />

Si la blanca silueta de un velero<br />

la cinta gris <strong>del</strong> horizonte corta,<br />

y es alado corcel que se abalanza<br />

por la infinita lámina de acero;<br />

yo me engarzo en la vela y el cordaje,<br />

acecho al marinero que tendido<br />

yace en la tabla húmeda <strong>del</strong> puente<br />

y finjo ante sus ojos el paisaje<br />

de la bahía y <strong>del</strong> hogar sonriente.<br />

Huyo después... con mi indeciso velo<br />

la visión fascinante se retira,<br />

y el nauta soñador tan sólo mira<br />

un diamante en el ópalo <strong>del</strong> cielo.<br />

Soy la reina <strong>del</strong> aire: mi palacio<br />

es la bóveda azul; tranquilo vaga<br />

mi trono sideral en el espacio;<br />

yo soy un viejo mito, soy la maga<br />

de las vivas leyendas populares;<br />

soy etérea, radiante epifanía<br />

que suelta el rayo que la luna envía<br />

su manto de lucientes alamares.<br />

Al fin llega la hora, triste hora,<br />

en que de mi adorado la pupila<br />

es un cristal que trémulo refleja<br />

los lirios y gardenias de la aurora:<br />

¡la nube es cortinaje que vacila,<br />

la luna es un esquife que se aleja!...<br />

¡Es hora de partir! El beso brota,<br />

y por la nieve de la onda esfuma<br />

el deslice de un ala de gaviota<br />

sobre errantes anémonas de espuma.<br />

Y tiemblo de dolor: granate en lumbre<br />

desgarra el tul <strong>del</strong> pabellón sombrío;<br />

y me alejo... y sollozo... y por la cumbre<br />

desgránanse las perlas de rocío...<br />

356<br />

1906


José María Milá de la Roca Díaz<br />

Miseria<br />

Tembló Saint-Pierre; crujieron sus montañas,<br />

lanzaron sus entrañas<br />

cataratas de fuego y lava y lodo...<br />

Cuarenta mil mortales perecieron,<br />

y con Saint-Pierre ardieron<br />

un breve instante... y acabóse todo...<br />

¿Todo? ¡No! vióse al fanatismo luego<br />

gritando que ese fuego<br />

fue la venganza de un poder divino...!<br />

Señor Dios, el humano fanatismo<br />

haciendo en su egoísmo<br />

de ti, “todo bondad”, un asesino..!<br />

¿Qué dios es ese que en matar se goza,<br />

ese que así destroza<br />

cuando al haber querido enmendar pudo..?<br />

Será el Dios de la sangre y la matanza,<br />

el Dios de la venganza..<br />

¿pero un Dios de bondad..? ¡mucho lo dudo!<br />

El brindis <strong>del</strong> recluta<br />

Era el festín después de la victoria,<br />

casi todos habían ya brindado,<br />

quién por la patria, quién por la bandera,<br />

quién por un ser amado...<br />

—“Brinde el recluta que aún no ha hablado” —todos<br />

de repente exclamaron,<br />

y apuraron las copas, y de nuevo<br />

las copas rebosaron.<br />

Levantóse el recluta <strong>del</strong> asiento<br />

que callado hasta entonces ocupaba,<br />

y luego así exclamó, alzando la copa<br />

que el alcohol llenaba:<br />

—“Yo brindo por nosotros los reclutas<br />

cazados en los campos como fieras;<br />

357


indo por nuestras chozas incendiadas,<br />

por nuestras amorosas compañeras<br />

muertas villanamente o ultrajadas.<br />

“Yo brindo por nosotros ‘los de abajo’,<br />

por los humildes hijos <strong>del</strong> trabajo:<br />

la carne de cañón y de metralla,<br />

brindo por nuestra sangre derramada,<br />

yo brindo por nosotros, ‘la canalla’<br />

víctima a ser <strong>del</strong> fuerte destinada.<br />

“Yo brindo por nosotros, los malditos<br />

tristes hijos <strong>del</strong> pueblo, los jirones<br />

de una casta infeliz, que, pide a gritos<br />

justicia de sus bárbaros sayones...<br />

“¿Quién nos ha de vengar? ¡Desesperanza!<br />

¿Quién hartará jamás nuestros deseos,<br />

si, en nuestras propias cunas, condenados<br />

fuimos, para servir de Prometeos...?<br />

“Brindo por el dolor de nuestras madres,<br />

por la triste orfandad de nuestras viudas,<br />

por el sino cruel de nuestros hijos,<br />

que crecen hoy, para servir mañana<br />

de sangriento escabel al poderoso;<br />

por el «noble» y el «burgués», por la inhumana<br />

sociedad, que contempla el doloroso<br />

martirio de una «casta» y ríe ufana...”<br />

Calló el recluta, y apuró la copa,<br />

los demás comensales,<br />

al apurar las suyas, exclamaron:<br />

—“¡Por la justicia y la verdad sociales...!”<br />

La nave<br />

Pasó a mis ojos la nave...<br />

Sobre las olas saltar<br />

yo la vi: rauda marchaba,<br />

rauda cual la tempestad.<br />

Y, al pasar ante mi vista,<br />

surcando el lomo <strong>del</strong> mar,<br />

segura, velera, rápida,<br />

yo me dije: “El Capitán,<br />

si el viento no lo abandona,<br />

358


pronto al puerto ha de llegar<br />

donde anhelosa lo aguarda<br />

alguna esposa quizás,<br />

o unos hijos amorosos”.<br />

Y la nave vi pasar.<br />

Y, a los pocos días, supe<br />

que ante un violento huracán<br />

naufragó la nave aquella<br />

que a mis ojos vi pasar<br />

sobre las olas, saltando<br />

rauda cual la tempestad.<br />

Y entonces fue cuando supe<br />

que, el ya muerto Capitán,<br />

era un prometido esposo<br />

que iba un sueño a realizar,<br />

sueño de dicha y de amores<br />

cuya hermosa realidad<br />

él acaso entreveía,<br />

allá en su amoroso afán,<br />

como un fin que en sí encuadraba<br />

segura felicidad...<br />

Y, al saber aquel naufragio,<br />

yo me dije: “El Capitán,<br />

de seguro, no contaba<br />

que no ha importado jamás<br />

nada a la Naturaleza<br />

la dicha de algún mortal,<br />

ni su ilusión, ni sus sueños,<br />

ni su vida, ni su paz...<br />

“¿Qué vale, qué pesa el hombre<br />

en el infinito plan<br />

de esa gran Naturaleza<br />

madre y verdugo a la par?<br />

—¡Oh! Capitán en tu lecho<br />

de arenas, ¡descansa en paz!<br />

Originalidad<br />

Como aromas a las flores,<br />

como a la lumbre colores,<br />

como al mar diafanidad,<br />

359


como olor al aura inquieta,<br />

al poeta<br />

pido originalidad.<br />

¿A qué el juicio esclavizar?<br />

¿Por qué el poeta expresar<br />

no puede, con libre acento,<br />

sin trabas, su pensamiento<br />

tal cual lo siente vibrar?<br />

No entiendo en mi convicción<br />

la servil anulación<br />

<strong>del</strong> «yo» en aras de una secta:<br />

¡Libre ha de ser la razón<br />

que haga su labor perfecta!<br />

Poema corto<br />

Principio<br />

La mariposa luchó<br />

un punto y abrió el capullo,<br />

y esbelta y llena de orgullo<br />

de su envoltura salió...<br />

¡Qué hermosa: de alas de grana<br />

de oro y negro moteadas,<br />

con amor tornasoladas<br />

por el sol de la mañana..!<br />

Como un niño temblorosa,<br />

como un niño vacilante...<br />

y era un niño aquel instante<br />

la galana mariposa.<br />

¿Quién daría la experiencia<br />

de la vida a aquel insecto<br />

que, en su niñez, imperfecto<br />

llegábase a la existencia..?<br />

El aura llena de olores,<br />

alegre en torno bullía,<br />

y el insecto al par lucía<br />

su belleza y sus colores...<br />

360


Fin<br />

¿Por qué el insecto se mueve,<br />

por qué sus alas menea..?<br />

Quizá el aura que le orea<br />

incitante aroma lleve...<br />

Súbito lánzase al aire<br />

la mariposa galana...<br />

¡A aquel sol de la mañana<br />

era de ver su donaire..!<br />

Parecido al paso incierto<br />

<strong>del</strong> niño que a andar empieza,<br />

de aquella gentil belleza<br />

era así el vuelo inexperto.<br />

Y ya incauto choca aquí,<br />

ya va a dar un tumbo allá,<br />

y sube y baja, quizá<br />

sin darse cuenta de sí...<br />

Niño: tiene que ignorar<br />

lo que debiera saber...<br />

Quien tiene alas ¿cómo hacer<br />

otra cosa que volar..?<br />

Y alegre el recién nacido<br />

y ufano y dichoso vuela,<br />

y de una araña en la tela<br />

presto se le ve cogido...<br />

Epílogo<br />

-¡Oh! madre Naturaleza<br />

exclamé tal fin al ver-<br />

¿para eso hiciste nacer<br />

tal lozanía y belleza?<br />

¡Muéstrate madre amorosa<br />

con el ser a quien das vida!<br />

-dije- y mi mano extendida<br />

dio suelta a la mariposa.<br />

Y al verla lejos huir<br />

dando tumbos por doquier,<br />

361


pregunté: ¿por qué nacer<br />

para tan pronto morir..?<br />

¡Oh! joven mariposuela,<br />

ve a gozar tu galanura,<br />

juventud y hermosura,<br />

¡vuela, mariposa, vuela!<br />

Pero sin mí tu belleza,<br />

tu vida, ¿qué hubieran sido,<br />

si a luchar sólo has venido<br />

en plena Naturaleza?<br />

¿No demuestra tu prisión<br />

que en la vida, la hermosura,<br />

la belleza y galanura<br />

datos pasajeros son..?<br />

Sólo existen vida y muerte,<br />

muerte y vida nada más,<br />

y es mentira lo demás<br />

que en la existencia se advierte.<br />

Son mentira el bien y el mal,<br />

y es mentira la belleza...<br />

¡Salud, oh, Naturaleza,<br />

—vida y muerte— la Inmortal..!<br />

362


Juan Miguel Alarcón<br />

Canción de noviembre<br />

363<br />

(En la muerte <strong>del</strong> poeta J.M. Milá de la Roca Díaz)<br />

Era lluviosa la mañana,<br />

estaba triste la sabana<br />

y a lo lejos gemía el mar,<br />

cuando el poeta cuyo anhelo<br />

no era de aquí sino <strong>del</strong> cielo,<br />

se lo llevaron a enterrar.<br />

Y lo llevaron cuatro amigos<br />

de toscas blusas, los testigos,<br />

<strong>del</strong> infortunio de su amor,<br />

y allí dejaron en la fosa<br />

al fiel amigo de la rosa,<br />

<strong>del</strong> verso de oro y <strong>del</strong> dolor.<br />

Martí en Caracas<br />

Ante la efigie Augusta se descubrió el viajero<br />

Y le pidió, en su lengua de héroe y trovador,<br />

“un consejo de bronce”. Era un vibrante acero<br />

la voz <strong>del</strong> Peregrino frente al Libertador.<br />

La inmensidad nocturna reflejó en el reguero<br />

de sus soles al Padre con el Hijo menor;<br />

y en los ojos <strong>del</strong> Padre leyó el bardo-guerrero<br />

el “consejo” nimbado de su astral resplandor.<br />

Vuélvese Martí a Cuba: la Libertad lo guía;<br />

y lucha y truena y canta, ¡y es cual tu Epifanía,<br />

oh, “Estrella Solitaria”, porque Él fulgura en ti!<br />

Cuando el Poeta-Apóstol diadema su Victoria,<br />

el Mundo vio que era —milagros de la Gloria—<br />

el “bronce” de Bolívar, oro en José Martí.


El gaucho y el llanero<br />

El llanero y el gaucho: olas <strong>del</strong> mismo<br />

torrente huracanado de bravura;<br />

luz sobrenatural frente al abismo,<br />

vuelo de redención en la llanura.<br />

Hierro que se empenacha de idealismo,<br />

terno que espanta, copla de ternura;<br />

y la furia <strong>del</strong> potro (un cataclismo<br />

que ve pasar, atónita, la Altura).<br />

Bolívar, San Martín: en Venezuela<br />

y la Argentina el bronce se consuela<br />

por los Héroes de omnímodas pujanzas,<br />

cuyo brazo se irguió de tal manera,<br />

que la América libre surge entera<br />

en el deslumbramiento de sus lanzas.<br />

Cruz<br />

En su lánguida calle se dan cita<br />

un sol, una canción, un florilegio,<br />

cuando por la mañana, vestidita<br />

de negro se dirige hacia el colegio.<br />

Ego sum via, veritas et vita,<br />

podría decirnos con su voz de arpegio,<br />

como Jesús, pues todo resucita<br />

ante su poderoso sortilegio.<br />

Verla es soñar con todo lo que exhala<br />

perfume y resplandor: cántico, ala,<br />

jardín, ternura, adoración, consuelo...<br />

y nadie olvida ante su faz de santa<br />

que el lunar de su angélica garganta<br />

¡es un celaje que atraviesa un cielo..!<br />

364


Andrés Eloy de la Rosa<br />

Canciones naturales<br />

Que cese la amarga ausencia<br />

y torne el ensueño ido,<br />

ya no sé qué estoy sintiendo<br />

viéndome solo en el nido.<br />

Necesito como el ave<br />

que busca la primavera<br />

tener por todo una rama<br />

y una dulce compañera.<br />

Tener la esperanza viva<br />

que es vida de la cabaña,<br />

y bajo el cielo un idilio<br />

y el idilio en la montaña.<br />

Y sentirme menos triste<br />

en la fuente de la vida,<br />

donde el agua no se presta<br />

para lavar ni una herida.<br />

Vuelve de tu viaje amada,<br />

con las manos todas flores<br />

y el corazón como siempre<br />

florido por mis amores.<br />

Porque las flores fatales<br />

que transcurren sin yo verte,<br />

me separan de la vida<br />

y me acercan a la muerte.<br />

¡Tan apartado de ti!<br />

La promesa que me hiciste<br />

me tiene el alma más buena<br />

y el corazón menos triste.<br />

Si quebrantan tus acciones<br />

de mañana, la promesa,<br />

moriré como un mendigo<br />

abrazado a mi tristeza.<br />

Ya no tengo porvenir<br />

porque la suerte no quiere,<br />

el dolor me llama hermano,<br />

la vida me dice: muere.<br />

Mas, como fuerte he nacido<br />

a la usanza de un guerrero,<br />

venceré, porque la vida<br />

se rompe contra mi acero.<br />

365


La conciencia de los otros<br />

no dañará mis acciones.<br />

La voluntad es más recia<br />

que los mismos corazones.<br />

El destino de dos almas<br />

no los tuerce otro destino,<br />

son dos vías a la gloria<br />

tu camino y mi camino.<br />

Y si muriese mañana<br />

sin la dicha de mi anhelo<br />

te esperaré reclinado<br />

contra una nube <strong>del</strong> cielo.<br />

Allí bajará mi estrella<br />

por un mandato de Dios,<br />

de esa estrella todo el oro<br />

caerá sobre los dos.<br />

Nocturno<br />

Esta noche no quiero a nadie. Pasa<br />

en mí lo que en el tigre cuando acecha<br />

y el lunático perro cuando ladra:<br />

pura rabia en los ojos y los dientes,<br />

hondas ferocidades en la garra.<br />

Algo en he visto en las sombras: el espanto<br />

de otra sombra en las sombras de un fantasma.<br />

Algo he sentido: angustia en el cansancio<br />

de pisadas nostálgicas que pasan;<br />

sucias conversaciones de los hombres<br />

de pueblo comentando cosas malas;<br />

funestos traqueteos de los carros<br />

de mano que atraviesan con su carga<br />

de barriles de a cuarto la calleja<br />

mojada a hilos por un filtro de agua.<br />

(Es el pobre aguador que viene al río<br />

en la apacible y fresca madrugada.)<br />

¡Ah! veo y siento: anuncio de presagios<br />

en el patio cuadrado de la casa;<br />

una llama rojiza que se extiende<br />

sobre la superficie de una laja;<br />

un cuerpo que se mueve por el aire<br />

rozando los rosales con las alas;<br />

un ruido y otro ruido, son cadenas;<br />

son huesos de esqueletos que se arrastran.<br />

366


Con todo esto que pasa tengo el miedo<br />

muy fuera de los músculos y el alma.<br />

En el alma y los músculos hay siempre<br />

¡orgullo y ambición, fuerza y audacia!<br />

Esta noche se alumbra la tristeza<br />

de mi vida, con una antigua lámpara<br />

de luna llena, desde el manso cielo,<br />

y de aceite otra lámpara en mi estancia.<br />

Qué borrón tan oscuro es esta noche<br />

donde mi vida es una mancha, blanca<br />

como el cuerpo y el alma de la hostia<br />

en la mano papal que la levanta;<br />

como el cuerpo y el alma de los lirios<br />

flotantes en las aguas estancadas;<br />

como sueños de gloria que se abaten<br />

a la triste invasión de las nostalgias;<br />

como disco de nube que estuviese<br />

a manera de un ala en la montaña;<br />

como un ruego, un suspiro y una perla,<br />

y como todas las blancuras, blanca.<br />

La hora en mi hora<br />

Hora de lo perenne,<br />

condúceme al camino<br />

que me lleve hacia todos .<br />

Hora de lo impalpable,<br />

de ti todo me viene<br />

hasta la eternidad de no estar solo.<br />

¡Oh ráfaga <strong>del</strong> siglo!,<br />

me estoy llenando de luz tenue<br />

tamizada a través de mil cristales,<br />

cual si dentro de mí se hubiese roto<br />

el vaso que encerró tus claridades.<br />

Enlazo, fijo, tejo<br />

en tu honor mis pensamientos.<br />

Ellos se mueven en la trama,<br />

ora en la adversa o la buena fortuna.<br />

Entrecruzada de ceñidas mallas<br />

borda la seda en su telar el lienzo.<br />

Con la puntada igual marca la aguja<br />

su compás de silencio.<br />

367


Sin pronunciar una palabra<br />

me voy llenando de luz tenue<br />

desde los pies hasta las sienes.<br />

Sin una mancha<br />

dibujarse presiento<br />

allá en el fondo de mis sueños<br />

algún secreto en la virtud de un ansia.<br />

En la crucifixión de mi cansancio<br />

no quisiera valerme de lo externo<br />

para darle espacio<br />

a lo que se lleva adentro.<br />

No quisiera en tu instante,<br />

en el instante más supremo<br />

de tu hora en mi hora,<br />

vivir horas <strong>del</strong> tiempo.<br />

Así mi mundo en tu órbita no cabe<br />

ni podría en mi mar verse tu cielo,<br />

porque así la esperanza se va lejos<br />

y hasta la gloria... llega tarde. (Poema copiado a Ramón Imery)<br />

Cumaná, 1988-Montevideo, 1947<br />

Publicado en: Renacimiento Nº 4707, 7 de noviembre de 1947.<br />

368


Rosa Alarcón Blanco<br />

No rompas los palacios<br />

¡Qué triste la mañana; el cielo está sombrío!<br />

ni un eco en la enramada, ni un amoroso pío<br />

que anuncie de la aurora el dulce despertar;<br />

deshechos en la arena plumones y pajitas,<br />

jazmines y claveles y blancas margaritas<br />

dispersos por el suelo se ven, lentos, rodar.<br />

¿Qué pasa? ¿Qué puñado de negra desventura<br />

lanzó sobre las cosas la triste noche oscura<br />

celosa de las galas que pueblan el jardín?<br />

¿Por qué rompió las liras amantes y sonoras,<br />

que cantan la triunfante beldad de las auroras<br />

y aduermen en su cáliz el alma <strong>del</strong> jazmín?<br />

¿El ábrego iracundo de envidia y rabia lleno<br />

batió sus negras alas sobre el boscaje ameno<br />

y se llevó en su loca, terrible agitación<br />

envuelta en su melena potente y tenebrosa<br />

la luz, y las sonrisas y el alma de las rosas<br />

que pálidas cayeron en triste confusión?<br />

No fue la noche oscura ni el ábrego iracundo,<br />

fue el brazo de un malvado, de un chico vagabundo,<br />

quien despobló de pompas el mágico jardín.<br />

Entró callado y quieto, y oculto entre las sombras<br />

Rompió los bellos nidos, y locas las alondras<br />

Huyeron espantadas, mirando destrozado su regio camarín.<br />

¡Oh luces, rimas, perlas!¡Oh alados trovadores!<br />

¡Oh liras primorosas, hermanas de las flores!<br />

¡Volad, volved piadosas! ¡Colgad en el ramaje<br />

orladas de claveles, las cunas caprichosas,<br />

para que resuciten las almas de las rosas<br />

en el profundo y místico silencio <strong>del</strong> boscaje!<br />

¡Oh lindo rapazuelo! no rompas los palacios<br />

cuajados de plumitas, diamantes y topacios<br />

que el pájaro inocente formó como un altar;<br />

si lo haces, en el cielo se apagará tu estrella,<br />

e irás como las aves sin nido en pos de ella,<br />

cual barca que resbala sin rumbo sobre el mar.<br />

369


El trigo<br />

En la riente campiña<br />

bajo el palio <strong>del</strong> cielo,<br />

se doblegan graciosas<br />

cual penachos de plumas,<br />

las espigas doradas<br />

por el oro <strong>del</strong> sol.<br />

Y a la dulce caricia<br />

de las brisas ligeras,<br />

se columpian hermosas<br />

como vírgenes tímidas,<br />

ofreciéndole al hombre<br />

su tributo de amor.<br />

Ya comienza la siega:<br />

cada grano de oro<br />

es promesa de gloria<br />

para el alma sencilla<br />

<strong>del</strong> feliz labrador,<br />

que al poner en el surco<br />

la semilla bendita,<br />

puso en ella el anhelo<br />

de su gran corazón.<br />

Y la siega termina:<br />

y después de la trilla<br />

se lo llevan en sacos<br />

para el viejo molino,<br />

que al sentir la tersura<br />

de la rica cosecha,<br />

se estremece gozoso,<br />

rechinando en sus goznes<br />

y apretando en sus ruedas<br />

el divino tesoro.<br />

Y lo torna en cascada<br />

de nevada blancura,<br />

que en el mudo lenguaje<br />

de su polvo sutil,<br />

va diciendo: “Doy vida<br />

material y eterna,<br />

soy el pan de los ricos.<br />

A los pobres sustento;<br />

¡y soy pan de las almas<br />

en la mesa de Dios”!<br />

370


Il poverello<br />

Se fue por el camino pedregoso y sombrío.<br />

Dejó atrás la llanura abierta a pleno sol:<br />

que transiten por ella los de vida mundana,<br />

el va por la otra senda, señalada por Dios...<br />

¿Quién es él? Lo <strong>del</strong>ata su sonrisa divina<br />

que se inicia en el raso de sus labios en flor,<br />

abrazó el sacrificio su alma dolorida<br />

y se fundió en su carne, temblorosa de amor.<br />

¿Quién es él? Las alondras le salieron al paso<br />

y en sus manos piadosas apagaron la sed,<br />

y las rubias abejas, creyéndolas dos lirios,<br />

en su cáliz de nieve libaron vino y miel.<br />

Es hermano <strong>del</strong> agua, <strong>del</strong> viento y la montaña,<br />

<strong>del</strong> lobo y de la oruga, de la brisa y la flor,<br />

hermano es de todo cuanto Dios ha creado<br />

en su alma sensible cabe sólo el amor.<br />

Su cabello es dorado cuando la luz lo irisa<br />

y se enreda en sus hebras un destello <strong>del</strong> sol,<br />

sonríe si a sus plantas las punzan las espinas<br />

porque son criaturas <strong>del</strong> milagro de Dios.<br />

Y la gente lo sigue tras el surco de estrellas<br />

que su noble silueta va dejando al pasar,<br />

y le siguen las fieras, las aves y las nubes<br />

que le brindan su sombra y protegen su andar.<br />

Nacido bajo el tibio, claro cielo de Italia<br />

transitó desde niño la vía de la Cruz,<br />

para glorificarlo grabó Dios en sus manos<br />

y sus pies los estigmas sagrados de Jesús.<br />

371


José Antonio Ramos Sucre<br />

Elogio de la soledad<br />

Prebenda <strong>del</strong> cobarde y <strong>del</strong> indiferente reputan algunos la soledad, oponiéndose<br />

al criterio de los santos que renegaron <strong>del</strong> mundo y que en ella tuvieron escala<br />

de perfección y puerto de ventura. En la disputa acreditan superior sabiduría<br />

los autores de la opinión ascética. Siempre será necesario que los cultores de<br />

la belleza y <strong>del</strong> bien, los consagrados por la desdicha se acojan al mudo asilo<br />

de la soledad, único refugio acaso de los que parecen de otra época, desconcertados<br />

con el progreso. Demasiado altos para el egoísmo, no le obedecen<br />

muchos que se apartan de sus semejantes. Opuesta causa favorece a menudo<br />

tal resolución, porque así la invocaba un hombre en su descargo:<br />

La indiferencia no mancilla mi vida solitaria; los dolores pasados y presentes<br />

me conmueven; me he sentido prisionero en las ergástulas; he vacilado con los<br />

ilotas ebrios para inspirar amor a la templanza; me sonrojo de afrentosas esclavitudes;<br />

me lastima la melancolía invencible de las razas vencidas. Los hombres<br />

cautivos de la barbarie musulmana, los judíos perseguidos en Rusia, los miserables<br />

hacinados en la noche como muertos en la ciudad <strong>del</strong> Támesis, son mis<br />

hermanos y los amo. Tomo el periódico, no como el rentista para tener noticias<br />

de su fortuna, sino para tener noticias de mi familia, que es toda la humanidad.<br />

No rehuyo mi deber de centinela de cuanto es débil y es bello, retirándome a<br />

la celda <strong>del</strong> estudio; yo soy el amigo de los paladines que buscaron vanamente<br />

la muerte en el riesgo de la última batalla larga y desgraciada, y es mi recuerdo<br />

desamparado ciprés sobre la fosa de los héroes anónimos. No me avergüenzo de<br />

homenajes caballerescos ni de galanterías anticuadas, ni me abstengo de recoger<br />

en el lodo <strong>del</strong> vicio la desprendida perla de rocío. Evito los abismos paralelos de<br />

la carne y de la muerte, recreándome con el afecto puro de la gloria; de noche<br />

en sueños oigo sus promesas y estoy, por milagro de ese amor, tan libre de lazos<br />

terrenales como aquel místico al saberse amado por la madre de Jesús. La historia<br />

me ha dicho que en la Edad Media las almas nobles se extinguieron todas<br />

en los claustros, y que a los malvados quedó el dominio y población <strong>del</strong> inundo;<br />

y la experiencia, que confirma esta enseñanza, al darme prueba de la veracidad<br />

de Cervantes que hizo estéril a su héroe, me fuerza a la imitación <strong>del</strong> Sol, único,<br />

generoso y soberbio.<br />

Así defendía la soledad uno, cuyo afligido espíritu era tan sensible, que podía<br />

servirle de imagen un lago acorde hasta con la más tenue aura, y en cuyo seno<br />

se prolongaran todos los ruidos, hasta sonar recónditos.<br />

Discurso <strong>del</strong> contemplativo<br />

Amo la paz y la soledad; aspiro a vivir en una casa espaciosa y antigua donde no<br />

haya otro ruido que el de una fuente, cuando yo quiera oír su chorro abundante.<br />

Ocupará el centro <strong>del</strong> patio, en medio de árboles que, para salvar <strong>del</strong> sol y <strong>del</strong><br />

372


viento el sueño de sus aguas, enlazarán las copas gemebundas. Recibiré la única<br />

visita de los pájaros que encontrarán descanso en mi refugio silencioso. Ellos<br />

divertirán mi sosiego con el vuelo arbitrario y el canto natural; su simpleza de<br />

inocentes criaturas disipará en mi espíritu la desazón exasperante <strong>del</strong> rencor,<br />

aliviando mi frente el refrigerio <strong>del</strong> olvido.<br />

La devoción y el estudio me ayudarán a cultivar la austeridad como un asceta,<br />

de modo que ni interés humano ni anhelo terrenal estorbará las alas de mi meditación,<br />

que en la cima solemne <strong>del</strong> éxtasis descansarán <strong>del</strong> sostenido vuelo;<br />

y desde allí divisará mi espíritu el ambiguo deslumbramiento de la verdad inalcanzable.<br />

Las novedades y variaciones <strong>del</strong> mundo llegarán mitigadas al sitio de mi recogimiento,<br />

como si las hubiera amortecido una atmósfera pesada. No aceptaré<br />

sentimiento enfadoso ni impresión violenta: la luz llegará hasta mí después de<br />

perder su fuego en la espesa trama de los árboles; en la distancia acabará el ruido<br />

antes que invada mi apaciguado recinto; la oscuridad servirá de resguardo a mi<br />

quietud; las cortinas de la sombra circundarán el lago diáfano e imperturbable<br />

<strong>del</strong> silencio.<br />

Yo opondré al vario curso <strong>del</strong> tiempo la serenidad de la esfinge ante el mar de<br />

las arenas africanas. No sacudirán mi equilibrio los días espléndidos de sol, que<br />

comunican su ventura de donceles rubios y festivos, ni los opacos días de lluvia<br />

que ostentan la ceniza de la penitencia. En esa disposición ecuánime esperaré<br />

el momento y afrontaré el misterio de la muerte.<br />

Ella vendrá, en lo más callado de una noche, a sorprenderme junto a la muda<br />

fuente. Para aumentar la santidad de mi hora última, vibrará por el aire un beato<br />

rumor, como de alados serafines, y un trasparente efluvio de consolación bajará<br />

<strong>del</strong> altar <strong>del</strong> encendido cielo. A mi cadáver sobrará por tardía la atención de<br />

los hombres; antes que ellos, habrán cumplido el mejor rito de mis sencillos<br />

funerales, el beso virginal <strong>del</strong> aura despertada por la aurora y el revuelo de los<br />

pájaros amigos.<br />

La vida <strong>del</strong> maldito<br />

Yo adolezco de una degeneración ilustre; amo el dolor, la belleza y la crueldad,<br />

sobre todo esta última, que sirve para destruir un mundo abandonado al mal.<br />

Imagino constantemente la sensación <strong>del</strong> padecimiento físico, de la lesión orgánica.<br />

Conservo recuerdos pronunciados de mi infancia, rememoro la faz marchita<br />

de mis abuelos, que murieron en esta misma vivienda espaciosa, heridos por<br />

dolencias prolongadas. Reconstituyo la escena de sus exequias, que presencié<br />

asombrado e inocente.<br />

Mi alma es desde entonces crítica y blasfema; vive en pie de guerra contra los<br />

poderes humanos y divinos, alentada por la manía de la investigación; y esta<br />

curiosidad infatigable declara el motivo de mis triunfos escolares y de mi vida<br />

atolondrada y maleante al dejar las aulas.<br />

Detesto íntimamente a mis semejantes, quienes sólo me inspiran epigramas<br />

inhumanos; y confieso que, en los días vacantes de mi juventud, mi índole des-<br />

373


templada y huraña me envolvía sin tregua en reyertas vehementes y despertaba<br />

las observaciones irónicas de las mujeres licenciosas que acuden a los sitios de<br />

diversión y peligro.<br />

No me seducen los placeres mundanos y volví espontáneamente a la soledad,<br />

mucho antes <strong>del</strong> término de mi juventud, retirándome a esta mi ciudad nativa,<br />

lejana <strong>del</strong> progreso, asentada en una comarca apática y neutral.<br />

Desde entonces no he dejado esta mansión de colgaduras y de sombras. A sus<br />

espaldas fluye un <strong>del</strong>gado río de tinta, sustraído de la luz por la espesura de árboles<br />

crecidos, en pie sobre las márgenes, azotados sin descanso por un viento<br />

furioso, nacido de los montes áridos. La calle <strong>del</strong>antera, siempre desierta, suena<br />

a veces con el paso de un carro de bueyes, que reproduce la escena de una campiña<br />

etrusca.<br />

La curiosidad me indujo a nupcias desventuradas, y casé improvisamente con<br />

una joven caracterizada por los rasgos de mi persona física, pero mejorados por<br />

una distinción original. La trataba con un desdén superior, dedicándole el mismo<br />

aprecio que a una muñeca desmontable por piezas. Pronto me aburrí de aquel<br />

ser infantil, ocasionalmente molesto, y decidí suprimirlo para enriquecimiento<br />

de mi experiencia.<br />

La conduje con cierto pretexto <strong>del</strong>ante de una excavación abierta adrede en el<br />

patio de esta misma casa. Yo portaba una pieza de hierro y con ella le coloqué<br />

encima de la oreja un firme porrazo. La infeliz cayó de rodillas dentro de la fosa,<br />

emitiendo débiles alaridos como de boba. La cubrí de tierra, y esa tarde me senté<br />

solo a la mesa, celebrando su ausencia.<br />

La misma noche y otras siguientes, a hora avanzada, un brusco resplandor iluminaba<br />

mi dormitorio y me ahuyentaba el sueño sin remedio. Enmagrecí y me<br />

torné pálido, perdiendo sensiblemente las fuerzas. Para distraerme, contraje la<br />

costumbre de cabalgar desde mi vivienda hasta fuera de la ciudad, por las campiñas<br />

libres y llanas, y paraba el trote de la cabalgadura debajo de un mismo árbol<br />

envejecido, adecuado para una cita diabólica. Escuchaba en tal paraje murmullos<br />

dispersos y confusos, que no llegaban a voces. Viví así innumerables días hasta<br />

que, después de una crisis nerviosa que me ofuscó la razón, desperté clavado por<br />

la parálisis en esta silla rodante, bajo el cuidado de un fiel servidor que defendió<br />

los días de mi infancia.<br />

Paso el tiempo en una meditación inquieta, cubierto, la mitad <strong>del</strong> cuerpo hasta<br />

los pies, por una felpa anchurosa. Quiero morir y busco las sugestiones lúgubres,<br />

y a mi lado arde constantemente este tenebrario, antes escondido en un desván<br />

de la casa.<br />

En esta situación me visita, increpándome ferozmente, el espectro de mi víctima.<br />

Avanza hasta mí con las manos vengadoras en alto mientras mi continuo servidor<br />

se arrincona de miedo; pero no dejaré esta mansión sino cuando sucumba por el<br />

encono <strong>del</strong> fantasma inclemente. Yo quiero escapar de los hombres hasta después<br />

de muerto, y tengo ordenado que este edificio desaparezca, al día siguiente de<br />

finar mi vida y junto con mi cadáver, en medio de un torbellino de llamas.<br />

374


El lego <strong>del</strong> convento<br />

Al recorrer los caminos de Italia, yo tuve la fortuna de recibir los consejos <strong>del</strong><br />

mismo Amor, disfrazado de peregrino. Ningún mortal, sino Dante, pudo contar<br />

ese privilegio.<br />

Me anunció una vida solitaria y me felicitó por haber escuchado a la mujer de voz<br />

infantil, sin llegar hasta su presencia. La plegaria, un himno eucarístico, nacía en<br />

la oscuridad <strong>del</strong> campo y volaba a perderse en el éter inmaculado.<br />

Yo me separé <strong>del</strong> mundo y dirigí mi contemplación al mismo objeto <strong>del</strong> cántico<br />

sagrado. Renuncié al aplauso terrenal y olvidé el devaneo <strong>del</strong> arte cuando mis<br />

maestros, los poetas contemporáneos, expresaban el cansancio de una generación<br />

diezmada por las guerras napoleónicas y Leopardi recogía en su obra el acento<br />

de la patria ofendida.<br />

Conservé la admiración noble por la mujer <strong>del</strong> linaje de Beatriz y vine a servir<br />

en una sociedad franciscana, profesando en su beneficio la santa mendicidad.<br />

Yo imito al hermano insipiente, administrador <strong>del</strong> asno de la cuestación en la<br />

novela perfecta de Manzoni.<br />

El ramo de la sibila<br />

El canto de la salud vuela sobre el mar jocundo, sube al cielo de ópalo. Sirve<br />

para distinguir los momentos de la maniobra. No se requiere el portavoz ni el<br />

mandamiento lacónico.<br />

He despedido los vestigios de una visión infeliz al incorporarme <strong>del</strong> regazo de la<br />

noche. Una voz inmortal había insinuado en mis oídos el verso canoro de Virgilio,<br />

para describirme el naufragio de un timonel vencido por el sueño.<br />

Yo reconstituí los pormenores <strong>del</strong> episodio al despertar y volver en mi acuerdo.<br />

Reconocí inmediatamente el litoral donde fue sacrificado el náufrago después<br />

de salir a salvo.<br />

Tenía a mi alcance un ramo de olivo, el árbol místico y virtuoso. Lo sumergí en<br />

las aguas lívidas y lo agité sobre mis compañeros indiferentes.<br />

El resfrío<br />

He leído en mi niñez las memorias de una artista <strong>del</strong> violoncelo, fallecida lejos<br />

de su patria, en el sitio más frío <strong>del</strong> orbe. He visto la imagen <strong>del</strong> sepulcro en un<br />

libro de estampas. Una verja de hierro defiende el hacinamiento de piedras y la<br />

cruz bizantina. Una ráfaga atolondrada vierte la lluvia en la soledad.<br />

La heroína reposa de un galope consecutivo, espanto <strong>del</strong> zorro vil. El caballo estuvo<br />

a punto de perecer en los lazos flexibles de un bosque, en el lodo inerte.<br />

La artista arrojó desde su caballo al sórdido río de China un vaso de marfil, sujeto<br />

por medio de un fiador, e ingirió el principio <strong>del</strong> cólera en la linfa torpe. Allí mismo<br />

cautivó y consumió unos peces de sabor terrizo. La heroína usaba de modo<br />

preferente al marfil eximio, la materia <strong>del</strong> olifante de Roldán.<br />

Un sol de azufre viajaba a ras <strong>del</strong> suelo en la atmósfera de un arenal lejano y un<br />

soplo agudo, mensajero de la oscuridad invisible, esparció una sombra de terror<br />

en el cauce inmenso.<br />

375


El monólogo<br />

El caballero de los pensamientos desvariados registra el mar. Se apoya de espaldas<br />

en una roca perenne. Deja de la mano y en el suelo el sombrero y la espada.<br />

Un ave feudal, de librea cenicienta, domina el aire desierto. ¡Cuántas batallas se<br />

libraron a la vista de las torres!<br />

El caballero descubre la imagen de su vida en la soledad <strong>del</strong> pájaro altivo. ¿No<br />

sucumbe en la amargura y rehusa la sociedad desde el rapto de su amada, el día<br />

de una incursión de los infieles?<br />

La alianza<br />

Yo escuchaba sollozos a través <strong>del</strong> sueño ligero y variable. No podían venir de mi<br />

casa desierta ni de mi vecindario diseminado en un área espaciosa.<br />

Yo vivía <strong>del</strong>ante de una plaza vieja, sumida en la penumbra de unos árboles<br />

secos, de un dibujo elemental. Mostraban una corteza de escamas y sus hojas<br />

afiladas y de un tejido córneo, semejantes a cintas fláccidas, habían cesado de<br />

criar savia.<br />

Un mensajero llegó de lejos, al rayar el día, a decirme la nueva infausta. Había<br />

devorado la distancia, montado sobre un caballo impetuoso, de arnés galano.<br />

Admiré el estribo de usanza arábiga.<br />

Las hijas de mi ayo y consejero me recordaron al verse desvalidas. La muerte lo<br />

hirió sigilosamente en medio de la espesura de la noche y los sones de su flauta<br />

burlesca de ministril revelaron la desgracia y propagaron la consternación.<br />

Yo había olvidado en una cámara de muebles pulverulentos el carruaje de mis<br />

excursiones juveniles. Alcancé el hogar visitado por el infortunio, después de<br />

restablecer el armazón y las ruedas en más de un sitio de la campiña reseca.<br />

Las mujeres vinieron a mi encuentro. solemnes y demacradas a la manera de<br />

las sibilas. Me habían reservado la ceremonia de esparcir el puño de cal sobre<br />

el rostro <strong>del</strong> difunto, semejanza de algún rito de los gentiles en obsequio <strong>del</strong><br />

piloto infernal.<br />

Yo sellaba de tal modo el convenio de un pesar inmutable, sin esforzar mi lenguaje<br />

exento de efusión y de gracia. Asisto fielmente al responso cotidiano en el<br />

oratorio familiar y añado mi voz a una salmodia triste.<br />

La jornada <strong>del</strong> eremita<br />

Yo asistí en su agonía al ciervo de edad prolongada y recogí el collar de bronce,<br />

de monedas romanas, soltándolo de su cerviz.<br />

Los gentiles habían atribuido al ciervo una longevidad prodigiosa, según se refiere<br />

en muy doctos escritos, y Nuestro Señor despertó por medio de uno de ellos la<br />

vocación de San Huberto.<br />

Nadie había logrado seguir la pista <strong>del</strong> ciervo de edad prolongada. Las zarzas<br />

humildes y sin nombre dejaron de trabarse <strong>del</strong>ante de mí, el día de hallarlo en su<br />

376


última hora. Unas flores se prendieron en mi raya monástica, tejiéndole una franja,<br />

y me turbaron con su belleza. Yo sé defenderme <strong>del</strong> hechizo de las criaturas.<br />

Tuve entre mis manos la cabeza <strong>del</strong> ciervo caduco y su ruina se manifestó cuando<br />

solté de su cerviz el collar antiguo, de labor secreta y efecto pasmoso, por donde<br />

se volvía invisible.<br />

Una vez despojado de aquella prenda de su fuerza, espiró la vida gimiendo.<br />

377


Ramón David León<br />

Campos de Cumaná<br />

Silenciosa dormita la campiña,<br />

vamos muy juntos por la carretera<br />

que suave luz de plenilunio baña.<br />

La brisa juega con tu cabellera<br />

y el perro familiar nos acompaña.<br />

Ante los dos se alarga taciturna<br />

la extensión de los campos, donde el viento<br />

rompe lejano en augural lamento<br />

bajo la inmensa solidad nocturna…<br />

De repente el animal el cuello enarca,<br />

el horizonte su pupila abarca<br />

y con aullido prolongado y fuerte<br />

ladra a la luna, misteriosa barca<br />

de una viajera pálida, la muerte.<br />

Viejo navío anclado<br />

La oscura mole <strong>del</strong> navío recorta<br />

sobre la perspectiva su silueta;<br />

anclado está, reposa<br />

en los muelles <strong>del</strong> puerto...<br />

Su vieja chimenea abre la boca<br />

en perenne bostezo...<br />

¿De dónde viene?, ¿Adónde irá? Intriga<br />

su maltrecho aspecto...<br />

Tantas tierras ha visto<br />

como mares cortara con su hélice.<br />

Bajo cielos distantes<br />

lo mecieron borrascas tropicales,<br />

y en el helado norte<br />

la escarcha lo envolvió con su mortaja…<br />

Acodado a la borda un marinero<br />

contempla la infinita lontananza;<br />

378<br />

Cumaná, 1922<br />

a Vicente Dávila.


otro medita ante el vaivén <strong>del</strong> agua...<br />

El viejo navío sueña,<br />

quizá que rinde un crucero alucinante…<br />

Su casco ha desafiado<br />

trombas y vendavales;<br />

contra su fuerte herraje<br />

la tempestad golpea con loca furia,<br />

más él siguió su ruta, imperturbable...<br />

¡Hombre al agua! gritaron una noche<br />

cuando a alguien se lo llevó la marejada;<br />

la bruma en otra le ocultó un escollo,<br />

y hubo un paro en la marcha…<br />

Cierta ocasión una viajera escuálida<br />

embarcó cautelosa, y finó el viaje<br />

anclado en estación cuarentenaria.<br />

La torva polizón era la peste,<br />

y la muerte su puerto de arribada…<br />

¡Viejo navío que á bordo<br />

lució tan heterogéneo pasaje!<br />

Rompiendo mar y cielo<br />

sobre el tumulto de la marejada<br />

cuántas veces cargó su humano lastre…<br />

Tras el amor algunos;<br />

los más, tras el dorada vellocino.<br />

¡Todos tras la esperanza!<br />

Viejo navío anclado<br />

de azul inmenso y horizonte abierto,<br />

donde cielo y océano se confunden<br />

en inconmensurable acoplamiento...<br />

Acaso un día cualquiera<br />

eche por siempre el ancla<br />

en las inmensidades submarinas,<br />

entre corales y madréporas...<br />

Y será entonces verdaderamente<br />

cuando comience el viaje<br />

<strong>del</strong> cual ningún navío ha regresado...<br />

379<br />

1924


Síntesis<br />

¿Mi vida?, pues todo, nada<br />

cotidiana pesadilla<br />

que en virtud de complicada<br />

se torna historia sencilla…<br />

De la diaria mascarada,<br />

huyendo a la vil traílla<br />

siempre la tuve apartada<br />

extraña a dolo y mancilla.<br />

Si variable con los años<br />

por triunfos y desengaños<br />

mi vida, en síntesis, es,<br />

que por ironías constantes<br />

o llegué momentos antes<br />

o llegó instantes después…<br />

El poema de los espejos<br />

Colgados <strong>del</strong> muro duermen los espejos…<br />

Aquel de gran luna y ornada cañuela<br />

copió muchas veces los trajes complejos<br />

que en noches de fiesta llevara una abuela.<br />

Movidas pavanas, pesados minuetos,<br />

gavotas tocadas a violín y clave,<br />

todo vio ese espejo que guarda secretos<br />

de remotas cosas que ya nadie sabe…<br />

Ese otro al que enmarca dorada moldura,<br />

cristal veneciano de nobles reflejos,<br />

reprodujo un día la grácil figura<br />

que hacia él avanzara con mimos y dejos.<br />

Una blanca novia se miró en su clara<br />

lámina argentada llena de rubores;<br />

y él copió el inquieto mohín de su cara<br />

y vio tras el velo sus dulces temores...<br />

380<br />

a Guillermo Austria.<br />

1926


Este, que ventana parece a lo lejos,<br />

supo de una, hoy muerta, que a él se asomó,<br />

palpó de sus senos los suaves bosquejos<br />

se alejó sonriente, pero no volvió…<br />

(Es ojo que espía de un rincón oscuro<br />

y el recuerdo acrece de influjos funestos:<br />

único, en la alcoba, colgado <strong>del</strong> muro,<br />

no atisbó más nunca femeniles gestos)<br />

Pendiente <strong>del</strong> clavo yacen los espejos…<br />

Otros sobre el mármol de los tocadores.<br />

¡Fueron los testigos de tantas angustias!...<br />

¡Fueron confidentes de tan hondo ensueño!...<br />

(Los espejos miran con sus lunas mustias<br />

como si mirasen a través de un sueño).<br />

Síntesis de Año Nuevo<br />

381<br />

1929<br />

a Antonio Briceño Rossi<br />

¿Un año más de vida o un año menos de ella?<br />

Que lo responda el tiempo, que sabe más que yo…<br />

Abrigo el mismo tedio, me alumbra igual estrella<br />

y por un sí dudoso suelo escuchar tres no...<br />

Atrás, de la jornada, queda la errátil huella<br />

de un rumbo apresurado carente de intención<br />

histeria dislocada que la inconciencia sella<br />

pero con sangre escrita <strong>del</strong> propio corazón…<br />

Marchamos hacia el futuro demoro en el recuerdo,<br />

es el pasado selva dentro la cual me pierdo<br />

sin lograr, evocando, de ella salir jamás...<br />

Y así me encuentra el año que <strong>del</strong> misterio llega,<br />

con una íntima angustia que todo olvido niega<br />

una esperanza menos y un desengaño más…<br />

1929


Agustín Silva Díaz<br />

Responso<br />

Árbol sin armazones,<br />

árbol seco<br />

que pones tu silueta de aquelarre<br />

en el camino escueto;<br />

eres trasunto fiel de uno de tantos<br />

impulsos fracasados<br />

por el miedo.<br />

Maniquí que vistió la primavera<br />

en su ira ficticia<br />

y que luego el tahúr <strong>del</strong> otoño<br />

te robó de la planta hasta el moño<br />

mintiendo caricias.<br />

Fuiste pasto <strong>del</strong> pulpo<br />

de las nubes<br />

que en la abstracta absorción de sus tentáculos<br />

se bebieron el vino<br />

que en tus cordajes arteriales hubo<br />

y se fueron borrachas dando tumbos.<br />

Tu influencia en la vida<br />

va pasando<br />

Yankilandia lo afirma<br />

de una manera tal,<br />

que te venció el petróleo en la cocina,<br />

y en la mueblería<br />

por snobismo o por economía<br />

te sucede el metal.<br />

Árbol seco,<br />

de savia no te queda ni una mínima dosis,<br />

condenado a morir pareces reo<br />

el viejo mal de la arterioesclerosis<br />

te puso enteco y feo.<br />

Eres casi inútil<br />

en la marcha moderna de las cosas.<br />

Eres un fracasado<br />

en estos tiempos;<br />

ya no sirves de ejemplo<br />

382


ni sirves, como antaño, de picota,<br />

que en este siglo yanquilandizado<br />

Judas se ha civilizado<br />

y no piensa en la horca.<br />

Eres trasunto fiel de uno de tantos<br />

esfuerzos fracasados.<br />

Tránsito<br />

Hoy se me murió mi alma,<br />

están doblando en mi vida,<br />

sin compasión me taladra<br />

la campanada sombría.<br />

Ni latines de plegaria<br />

ni una mano compasiva,<br />

qué sola murió mi alma<br />

en esta mañana fría.<br />

Se me asomó por los ojos<br />

en medio de la agonía,<br />

aleteó sobre mis sienes<br />

y se quedó suspendida<br />

como esas manos crispadas<br />

al fin de la despedida.<br />

Hoy se me murió mi alma,<br />

están doblando en mi vida.<br />

Yace de cuerpo presente<br />

de mi pecho en la capilla<br />

donde la alumbran mis ojos<br />

como invertidas bujías<br />

y le he puesto algunas flores<br />

-mis ilusiones caídas-.<br />

Cuando el sol se haya borrado<br />

y la sombra sea propicia,<br />

yo la enterraré muy hondo<br />

dentro de mi selva oculta.<br />

¡Qué florecerá mañana<br />

de esta difunta alma mía!<br />

383


In memorian<br />

Humano ruiseñor que ya caíste<br />

en la siniestra jaula,<br />

con las alas cerradas para siempre<br />

y un nudo en la garganta.<br />

Quizá en ese nudo contraído<br />

la palabra secreta<br />

que no tuviste tiempo de decirnos<br />

y se torció en protesta.<br />

Pero quedan eternas las canciones<br />

de tu sistro de plata,<br />

que supo difundir sus vibraciones<br />

más allá de la patria.<br />

Caíste cuando el árbol de tu vida<br />

daba su florescencia,<br />

se mustiaron las rosas de tu carne<br />

pero quedó la esencia.<br />

¿Qué nueva floración dará la tierra<br />

con el abono de tu corazón?<br />

Alguna flor con resplandor de estrella,<br />

alguna estrella-flor.<br />

En el parcial eclipse de tu fosa<br />

habrá invierno de lágrimas,<br />

y ante el enigma sordo que te envuelve<br />

con sus fúnebres sábanas<br />

el recuerdo de todos tus amigos<br />

será como una lámpara.<br />

Luz victrix<br />

Nazareno: tu Calle de Amargura<br />

hoy se viste de fiesta;<br />

se trocaron en salmos las injurias<br />

y en flores las piedras.<br />

Ya no es una Verónica que acude<br />

a enjugar con sus tocas tu cabeza;<br />

son millones de almas suspendidas<br />

para besar tus pies, cual Magdalena.<br />

384


Tus pies, las navecillas irreales<br />

que trazaron caminos con estrellas<br />

¡sobre la luna azul <strong>del</strong> Tiberiades!<br />

Ya no es de Nazaret de donde vienes<br />

sino de todas partes,<br />

de la tierra y <strong>del</strong> mar, y de los cielos<br />

de la luz impalpable<br />

de todo el universo.<br />

La corona que llevas en las sienes,<br />

de espinas que era, se ha trocado en rosas,<br />

y todas tus heridas sangran mieles.<br />

¿Qué importa que una racha dolorosa<br />

marchitara los campos de laureles<br />

de tu vida inocente para los fieles<br />

por siempre y para siempre?<br />

Sobre tu hombro de marmórea albura<br />

el símbolo funesto <strong>del</strong> suplicio<br />

como tú en el Tabor, se transfigura<br />

y lo que ayer fue signo de pavura,<br />

hoy lo miran los hombres como indicio<br />

de la eterna ventura.<br />

A la luz que irradiaron tus palabras<br />

se encendieron las cuatro extremidades<br />

de tu cruz de dolores:<br />

faro de las perpetuas claridades<br />

que hoy derrama tu amor en resplandores<br />

hacia los cuatro puntos cardinales.<br />

385


Cruz Salmerón Acosta<br />

Infortunio*<br />

Nunca mi mente acarició el ensueño<br />

de vivir solo, frente a un mar bravío,<br />

sino en un campo en flor siempre risueño,<br />

viendo correr junto a mis pies un río.<br />

Por más que en alegrarme yo me empeño,<br />

en presencia <strong>del</strong> mar vivo sombrío<br />

tan lejos de la dicha con que sueño<br />

como tú estás de mi dolor, Dios mío.<br />

Yo sufro ante el verdor de primavera<br />

de la eterna visión de la ribera<br />

de donde ayer por siempre hube partido,<br />

la nostalgia <strong>del</strong> pájaro enjaulado<br />

que desde su prisión ve el ramo amado<br />

donde un día, cantando, formó el nido.<br />

*El soneto Infortunio aparece, en el manuscrito<br />

dictado por el autor, con el título de Descontento.<br />

Desolación espiritual<br />

Todo en mi derredor dice alegría,<br />

la aurora tras el monte se levanta,<br />

el pájaro en la fronda anuncia el día<br />

con la flauta que oculta su garganta.<br />

Quiero cantar a tanta poesía<br />

que habla a los ojos, y a la muerte encanta,<br />

pero la alondra de la musa mía<br />

aun sin querer, solloza cuando canta.<br />

Nací <strong>del</strong> mar en infeliz ribera,<br />

y esta aflicción que mi alma desespera<br />

cuando empiezo a rimar lo que he vivido,<br />

me hace pensar, por el sufrir inquieto,<br />

que acaso llevo en mi interior secreto<br />

el paisaje <strong>del</strong> suelo en que he nacido.<br />

386


Cielo y mar<br />

En este panorama que diseño<br />

para tormento de mis horas malas,<br />

el cielo dice de ilusión y galas,<br />

el mar discurre de esperanza y sueño.<br />

La libélula errante de mi ensueño<br />

abre la transparencia de sus alas,<br />

con el beso de miel que me regalas<br />

a la caricia de tu amor risueño.<br />

Al extinguirse el último celaje,<br />

copio en mi alma el alma <strong>del</strong> paisaje<br />

azul de ensueño y verde de añoranza;<br />

y pienso con obscuro pesimismo,<br />

que mi ilusión está sobre un abismo<br />

y cerca de otro abismo mi esperanza.<br />

Perspectiva<br />

Un pedazo de mar y otro de cielo<br />

y una montaña de un azul profundo,<br />

forman la vista que, en mi eterno duelo,<br />

contemplo yo desde un rincón <strong>del</strong> mundo.<br />

Por el límpido azul de terciopelo<br />

pasa a veces un pájaro errabundo,<br />

como por mi perenne ensueño, el vuelo<br />

de un tierno pensamiento vagabundo.<br />

Esta mañana gris, espesa bruma<br />

que el cielo, el mar y la montaña ahuma,<br />

me vela mis poéticas visiones;<br />

mas, se disipa sobre el mar en calma,<br />

igual que el humo de mis ilusiones<br />

en la honda amargura de mi alma.<br />

387<br />

A José Antonio Ramos Sucre


II<br />

Se va volviendo todo claro el día<br />

con el sol que en la cumbre centellea,<br />

y en la paz de la inmensa serranía<br />

el incensario de una rosa humea.<br />

Ya está ebria de azul y poesía<br />

mi alma dolida, que volar desea<br />

cuando la enseña de la patria mía<br />

en el bastión de Cumaná flamea.<br />

Como en la lejanía la bandera<br />

se me presenta alba toda entera<br />

igual que leve garza blanquecina<br />

que va volando con cansado vuelo,<br />

o el ala amorosa de un pañuelo<br />

que de decirme adiós nunca termina.<br />

El perro<br />

Cuando me vine para mi destino<br />

un can vino conmigo,<br />

y siempre para mí fue un buen amigo<br />

y un compañero fiel, el pobre perro.<br />

Él, que calles alegres recorría<br />

a mi lado, en mis días de ventura,<br />

vino también a hacerme compañía<br />

en la tan prolongada y tan sombría<br />

calle de mi amargura.<br />

Largas horas pasó junto a mi puerta<br />

echado sobre el suelo<br />

en perenne desvelo<br />

y hasta al más leve ruido, siempre alerta.<br />

Otras veces, después de vana espera<br />

el perro se dormía<br />

como si por instinto comprendiera<br />

que ninguno vendría<br />

a consolar mi vida prisionera.<br />

Y en las noches tan claras como el día,<br />

388<br />

A Dionisio López Orihuela


a la luna lanzaba sus aullidos,<br />

mientras yo prorrumpía<br />

en versos a sollozos parecidos.<br />

Hoy lo he visto morir, y no he llorado<br />

por su viaje sin vuelta, ni siquiera<br />

una lágrima, y he sufrido<br />

pensando cuánto no habría aullado,<br />

por un viaje cualquiera<br />

que yo hubiese emprendido.<br />

Me parece mirarlo todavía<br />

fijando en mí con gran melancolía<br />

su mirada de enfermo moribundo,<br />

cual queriendo decirme que sentía<br />

más dejarme en el mundo,<br />

que la vida azarosa que él perdía.<br />

¡Ah! Yo habría querido<br />

pobre y noble animal,<br />

en mis brazos tomarte<br />

y cerrarte los ojos tan humanos<br />

y cavarte una fosa con mis manos<br />

y yo mismo enterrarte.<br />

Y enterrándote echar sobre tu frío<br />

cuerpo, puñados de tierra, perro mío,<br />

con besos y lágrimas mojados,<br />

cual solemos hacer con los despojos<br />

de esos humanos seres adorados<br />

que enterramos con llanto en nuestros ojos.<br />

Mas, como nada de eso yo he logrado<br />

hacerte, sobre el lecho donde herido<br />

estoy, muy triste un rato me he quedado<br />

viendo la playa donde te has hundido.<br />

Duerme por siempre junto al mar sombrío,<br />

que para mí tanta poesía encierra,<br />

en tu lecho de tierra<br />

por el cual con placer cambiaría el mío.<br />

389


Humberto Guevara<br />

Salutación al Viejo<br />

¡Oh Don Simón Rodríguez! ¡Oh viejo vagabundo<br />

<strong>del</strong> grito y de la antorcha por todos los caminos!<br />

¡Galileo sin apóstoles de su verbo profundo!<br />

¡Almirante sin brújula ni barcos ni marinos!<br />

¡Quijote a pie en la andanza de componer el mundo!<br />

¡Oh viejo paradójico: colérico y sonriente,<br />

feliz e infortunado, ilógico y prudente!<br />

¿Lo recuerdas? A prisa por la senda tortuosa,<br />

en noche obscura huías disfrazado de arriero...<br />

I con la aurora el mar, celeste epifanía,<br />

y el milagro en las alas henchidas <strong>del</strong> velero!<br />

Por donde tú pasaste, dolor de las derrotas,<br />

España saturnina despedazaba a España,<br />

y exhibía su carne mártir en las picotas,<br />

los zamuros y perros devoraron la entraña,<br />

y los huesos blanquearon en las grutas ignotas.<br />

Truncaba tu discurso un destino siniestro;<br />

pero absorto entre lágrimas y horrores de cadalsos,<br />

el discípulo amado siguió tus pies descalzos...<br />

¡Alelulya! ¡Aleluya! ¡Por fin halló al Maestro!<br />

¡El águila entrenada por tu facundia homérica<br />

volaba omnipotente por los cielos de América!<br />

¡Oh mentor peligroso, magnético y jocundo!<br />

¡Generador de todas las energías! ¡Piloto<br />

que sentado en incógnita playa <strong>del</strong> Viejo Mundo,<br />

invisible y callado, noblemente remoto,<br />

registe de la Atlántida el supremo alboroto!<br />

Ya lo ves: aquel voto que tu sabiduría<br />

en la cima plebeya de Monte Sacro arranca,<br />

se ha cumplido, así como la hermosa profecía<br />

<strong>del</strong> inca sacerdote, ¡pastor de Choquehuanca!<br />

Luego volviste a América, no por nacer en ella,<br />

sino por serle útil con tu enseñanza bella,<br />

y en el Sur te quedaste <strong>del</strong> timbo al tambo hasta<br />

que saliéndote al paso, la Muerte dijo: ¡basta!<br />

Como en sitios inhóspitos levantabas la tienda,<br />

390


florecieron tus huellas en amarga leyenda:<br />

según las santas lenguas de frailes y beatos,<br />

a quien la tuya a diario causa tan malos ratos,<br />

porque la letanía de sus vicios pregona,<br />

¡eres tú nada menos que Belcebú en persona!<br />

Tu habías fundado logias, trotamundos eterno,<br />

¡y cada logia es una sucursal <strong>del</strong> Infierno!<br />

I por eso se dice que en urgencias sexuales,<br />

a media noche asaltas los claustros conventuales<br />

y te raptas las monjas por semanas enteras...<br />

Ladrón, aunque das cuenta hasta de cuatro reales;<br />

tahúr, y tantas cosas absurdas y groseras.<br />

I como <strong>del</strong> Discípulo defiendes la memoria,<br />

íngrima contra todos tu paternal figura,<br />

sobre tu ancianidad caiga toda la escoria<br />

que no puede caer sobre la sepultura.<br />

¡I por doquier la fábula que adultera tu historia,<br />

y por doquier el índice acusador de un Cura!<br />

Bajo el signo de Momo regresas a Caracas,<br />

lapso de bambalinas y pitos y matracas.<br />

Acaso en Amotape, ¡oh viejo extraordinario!<br />

volteriano y travieso, previste el centenario,<br />

cuando ya fastidiado de emociones ingratas,<br />

Diablo comiendo hostias, te quedaste tendido<br />

entre mimos y rezos de dos viejas beatas.<br />

¡He aquí que te sales con las tuyas, bandido!<br />

Después fueron buscándote a tu rincón serrano,<br />

y en hombros te metieron en el Panteón peruano.<br />

(No yerro si supongo que dijo tu ironía:<br />

Dios le pague el servicio al amigo Leguía.)<br />

Pero es el caso que hoy el duelo es soberano,<br />

y anticipan tu entrada para que no coincida<br />

el severo homenaje con la farsa de Antruejo,<br />

por más que prefirieras, ¡oh sarcástico viejo!<br />

-confites, papelillos,- la tarde divertida<br />

<strong>del</strong> sábado, y que fuera de locura el cortejo.<br />

I en barba y espejuelos bromas de serpentinas,<br />

y en mano el cetro bobo que rige la algazara,<br />

reirte a carcajadas de todas las espinas<br />

con que la incomprensión ayer te acribillara.<br />

I puesto que de loco te tildara la gente,<br />

es muy justo que ahora, en la hora sonora<br />

cuando la apoteosis te declara consciente,<br />

esa tu sonrisita sutil, torturadora,<br />

391


se dibuje a la ráfaga agria de los recuerdos,<br />

¡oh Don Samuel inmenso, claro e incomprendido!<br />

Pobre Judío Errante, mofado y perseguido<br />

por todos los imbéciles y por todos los cuerdos.<br />

¡Oh viejo! estarás riendo de aquellos malandrines<br />

que a las torpes infamias aldeanas adeptos,<br />

te inventaron ridículos banquetes con bacines,<br />

y atribuyeron frases y torcieron conceptos,<br />

y así también de esos cuya miopía insólita<br />

equipara tu mérito al de la Negra Hipólita.<br />

Un maestro es cualquiera que con un libro abierto<br />

repite a los muchachos lo que ni él mismo entiende:<br />

tú eres la palabra que no clama en desierto,<br />

el faro que no en vano en la tiniebla esplende.<br />

¡Hoy vuelves! El desquite es portentoso y cierto;<br />

¡naves empavesadas aclaman en el puerto<br />

de La Guayra el arribo cordial de la fragata<br />

con que El Perú magnífico fraternidad protesta!<br />

¡I con el mismo espíritu que tal gesto <strong>del</strong>ata,<br />

glorioso estandarte, nieve y fuego, contesta<br />

gualda, azul y rojo, con estrella de plata!<br />

¡Oh fugitivo anónimo que retornas dormido<br />

y te incorporas! ¡Oye el laudatorio ruido<br />

de las aclamaciones! ¡Tiende al cerro la vista,<br />

y ve cómo el baluarte, hostilidad antaño,<br />

se manifiesta en salvas en el primor de hogaño,<br />

y realza tu marcha triunfal por la Autopista!<br />

No es Pedro Carbonell, ni el otro, Vasconcelos,<br />

quien te captura, reo de sublimes anhelos,<br />

¡Marcos Pérez Jiménez, que es la Patria, te llama;<br />

y con el puro afecto, y la espléndida pompa,<br />

y la noble justicia que tu gloria reclama,<br />

hace que el gran silencio <strong>del</strong> olvido se rompa!<br />

¡A él le bastaría con decirte; contempla!<br />

para que el gozo te haga llorar en este día<br />

como lo hiciera en Lima tu paterna alegría.<br />

La lira, por cantarte, sus graves cuerdas templa;<br />

de pie se halla el Congreso; de pie el Ayuntamiento;<br />

de pie los niños blancos y negros de tu escuela;<br />

¡y en marcha todo aquello que el patriotismo anhela!<br />

¡I un pueblo fuerte y grande, en alto el pensamiento,<br />

el corazón en alto y el reconocimiento,<br />

a quien labor anima y democracia escuda,<br />

estrepitosamente, a una vez, te saluda!<br />

392


¡Oh Don Simón Rodríguez, fallido polvorista!<br />

Comisario de Guerra que hoy le pasas revista<br />

a nuestro ilustre ejército, ¡mírale bien la cara<br />

a cada hombre, y sabe cómo efectivamente<br />

es aquél que Bolívar por Los Andes llevara!<br />

¡No se ha arado en el mar, oh viejo providente!<br />

I pues que alto y olímpico llegas hoy a tu tierra<br />

con el santo derecho de todo cuanto hiciste,<br />

compara este gran día con la noche en que huiste:<br />

contigo las banderas y los tanques de guerra;<br />

las limpias bayonetas y lanzas; los bridones<br />

audaces <strong>del</strong> asombro; las flotillas de aviones,<br />

cóndores de tu escolta, heroísmo que vuela;<br />

las solemnes espadas; los tremendos cañones.<br />

I toda esa soberbia que ante ti se revela,<br />

por la paz y las leyes y honor de Venezuela!<br />

¡Oh desacreditado velero y jabonero<br />

de Luces y Virtudes! ¡Humilde conuquero!<br />

¡Director majadero que hubo de salir malo!<br />

¡Mayordomo en conflictos con el inglés y el galo!<br />

ya ves: tu cola fuerte pega los cartelones<br />

donde los ciudadanos aprenden tus lecciones.<br />

¡Viejo polifacético! Debes de estar contento,<br />

porque todo se hace según tu mandamiento,<br />

y porque tu Discípulo filial, y triple amigo,<br />

aguarda el gran momento de encontrarse contigo<br />

para exclamar de nuevo que tenías razón.<br />

¡A ti, que vivo siempre, (¿caprichoso?) y jocundo,<br />

disfrazado de muerto entras en El Panteón!<br />

¡Oh Don Simón! Oh Robinson! ¡Oh viejo vagabundo!<br />

Cumaná, febrero de 1954.<br />

Doña Fita, la Maestra<br />

La comadre Encarnación,<br />

quien se da mucho postín,<br />

es tan fina en la dicción,<br />

que suele decir: Jazmón,<br />

como si fuera: jazmín<br />

También dice: mancarrón,<br />

iluminio, cuerpo-espín,<br />

ermuerzo, regolución,<br />

393


y tantas otras, en fin,<br />

de las que no haré mención.<br />

Pero la señora Fita,<br />

refitolera viejita<br />

que en lo de gramatical<br />

cree que no la supedita<br />

Doña Gabriela Mistral,<br />

—porque tuvo una escuelita<br />

por allá por Palotal—<br />

adviértele doctoral<br />

y amablemente: Mijita,<br />

noto que pronuncias mal:<br />

para hablar se necesita<br />

aprender en el Manual.<br />

Y pues en lo intelectual<br />

La vieja Maestra Fita,<br />

como tánta maestrita<br />

en funcionamiento actual,<br />

es una especie de atún,<br />

su sapiencia no común<br />

(en cuanto a lo garrafal)<br />

<strong>del</strong> modo más natural<br />

le afloja a la comadrita<br />

una que otra palabrita:<br />

bacalado, simoún,<br />

Gabriel, esperencia, orita,<br />

sinvergüenzo, precepita,<br />

afigúrese, asigún.<br />

La lección <strong>del</strong> lorito<br />

Un erudito yanqui<br />

que aún investiga con sapiencia vana<br />

quién fue en la antigüedad prediluviana<br />

el primer saltimbanqui,<br />

ha conseguido, en cambio, convencerse<br />

de qué individuo cometió el dislate,<br />

o tuvo el heroísmo, de comerse<br />

el primer aguacate.<br />

A pesar de ser fruta americana<br />

la persea gratísima,<br />

o como dice un médico, ingratísima,<br />

394<br />

(escena paradisíaca)


debido a que no es <strong>del</strong> todo sana,<br />

sobre todo de noche,<br />

resulta que fue Adán el caballero,<br />

sin miedo y sin reproche,<br />

que la probó primero.<br />

¿Que el Paraíso estaba en Asia? ¡Bueno!<br />

Qué Adán no vino a América? No importa!<br />

Pero fue él, y Misia Eva, absorta,<br />

lo acompañó al estreno.<br />

(Ella no se quedó comiendo torta).<br />

La deducción <strong>del</strong> yanqui es elocuente:<br />

a Adán le agradó mucho la manzana,<br />

por lo que muy ufana<br />

de haber interpretado a la Serpiente,<br />

lo invitó a repetir su bella esposa.<br />

¡Oh, manzana...! ¡Manzana es muy sabrosa!<br />

Como fuera pecado<br />

original, bastante original,<br />

haberse la tal fruta merendado,<br />

semejante a la mona <strong>del</strong> nogal<br />

que cogió la nuez verde,<br />

la pasaron muy mal:<br />

pues cuando el pobre Adán la fruta muerde,<br />

la halló un tantico desabrida y vana,<br />

con cierta densidad de mantequilla,<br />

y murmuró como de mala gana:<br />

Eva: ¿eso no será más bien patilla?<br />

Y su dulce costilla<br />

dijo convencidísima y sencilla:<br />

¡Cométela, mijito, sí es manzana!<br />

Fíjate en la semilla.<br />

No obstante, dirigieron la mirada<br />

al árbol de la poma mencionada...<br />

Y, ¡oh, sorpresa! inquietante maravilla,<br />

vieron las ramas llenas<br />

de unas frutas verdosas,<br />

extrañas, periformes y hermosas,<br />

muy parecidas a las berengenas.<br />

Nuestros primeros padres, pensativos,<br />

comprendieron los mágicos motivos<br />

de aquella metempsicosis frutal:<br />

era la eterna pena prometida<br />

395


¡a quien tocara el Árbol de la Vida<br />

y <strong>del</strong> Bien y <strong>del</strong> Mal!<br />

Sin embargo, pasando el primer susto,<br />

a la poma, por fin, le hallaron gusto,<br />

y su nombre quisieron conocer.<br />

Más curiosa que el hombre, la mujer<br />

preguntó a la Serpiente...<br />

y ésta dijo: comadre, francamente<br />

no lo sé, porque en Francia es abogado,<br />

y según el Primario lo asegura,<br />

es palta en El Perú tan renombrado,<br />

y allá en Colombia, cura.<br />

Y Adán, mortificado,<br />

exclamó: ¡qué diablura<br />

esa nomenclatura que has mentado!<br />

En tanto Eva, que lo consolaba,<br />

vio un lorito llanero,<br />

que muy conocedor y picotero<br />

una fruta de aquella picoteaba.<br />

Y preguntóle así: lorito lindo,<br />

¿será eso lo que llaman tamarindo?<br />

Y el ave, toda llena de malicias,<br />

contestó, pero ¡qué escasa de noticias!<br />

Esto como se llama es aguacate.<br />

Renacimiento, 24-2-1954<br />

Palomitas de Amor<br />

Modisto de París, según Lancero,<br />

augura que en el siglo venidero<br />

las mujeres allá serán rasitas.<br />

Ya lo véis: a los niños <strong>del</strong> futuro<br />

no habrán de alucinar las señoritas<br />

«con la turgencia <strong>del</strong> anón maduro».<br />

Por lo que a mí respecta,<br />

<strong>del</strong> couturier los vaticinios creo,<br />

aunque así no me conste por tanteo<br />

u otra experiencia personal, directa:<br />

deduzco nada más, por cuanto he visto<br />

en las cintas artísticas francesas,<br />

cómo las compatriotas <strong>del</strong> modisto<br />

ya no exhiben manzanas sino fresas.<br />

396


Pretender abolir en absoluto<br />

las magnolias de pico sonrosado,<br />

es triste aberración, torpe atentado,<br />

porque además de ser bello atributo<br />

de femínea elegancia,<br />

suelen prestar servicios ideales,<br />

de suprema importancia.<br />

No sé, pues, cómo en Francia,<br />

romántico país de intelectuales,<br />

miran con repugnancia,<br />

los <strong>del</strong>iciosos timbres pectorales.<br />

Referente al machismo en las mujeres,<br />

y sus despampanantes procederes,<br />

por ser materia tan antigua y boba,<br />

no es motivo de alarma:<br />

¿Habráse visto arma<br />

más seria y humillante que la escoba?<br />

Preferiblemente es morir por un balazo<br />

a subsistir después <strong>del</strong> escobazo.<br />

Volvamos a los pechos inquietantes,<br />

blancos, tibios, redondos y erectos<br />

como dos palomitas desafiantes.<br />

¡Oh! ¡los senos fragantes y perfectos,<br />

complementos directos<br />

de la ilusión en todos los amantes!<br />

¡Oh! ¡los senos eurítmicos, trigueños<br />

cual nísperos de azúcar, tentadores!<br />

¡Flor de canela fina en los ensueños!<br />

¡Balitas de cañón de los amores!<br />

¡Nada tan lindo y adorable, como<br />

esos soutiens de ahora, paraditos<br />

y amenazantes, tersos pitoncitos!<br />

Confieso: ¡con los ojos me los como...<br />

Son tan perturbadores y bonitos!<br />

Cuánto primor denota<br />

el aparato de los toporitos,<br />

que uno cree, ¡santo Dios!, por templaditos,<br />

¡van a rasgar la tela de la cota!<br />

Paréceme ridículo, zoquete,<br />

procurar adquirir por el destete<br />

y los destetamientos criminales,<br />

397


formas esculturales:<br />

Venus no fue por ningún lado angosta:<br />

lo escultural, lo artístico, es la posta<br />

que ofrecen las “Pilules Orientales”.<br />

El Tío Sam, por fortuna,<br />

no siente por la mística francesa<br />

simpatía alguna,<br />

y dictamina, como norma expresa<br />

de hermosura, los pechos abultados,<br />

pero de natural abultamiento:<br />

ni así como escarpines remojados,<br />

ni como un par de sacos de cemento.<br />

Y pues que en la cuestión soy otro tío,<br />

comparto el juicio <strong>del</strong> colega mío<br />

en femenina estética:<br />

la mujer, ni atestada ni amazónica;<br />

pues si resulta horrenda la teutónica,<br />

es otra horripilancia la sintética.<br />

Renacimiento. Nº 5.882, 18-julio 1954.<br />

398


Diego Córdova<br />

Vida de provincia<br />

Triste vivir este vivir que evoco,<br />

oscuro ayer en la provincia mía<br />

cuando mi limpio corazón rompía<br />

como alegre turpial en trino loco.<br />

Comer mal, dormir mal y ser un poco<br />

dado al amor y a la chismografía;<br />

respetar lo que se hace cada día<br />

y no soñar porque te llaman loco.<br />

Tener cuidado con la Dictadura.<br />

El domingo asistir más de una hora,<br />

devoto, a misa con el flux de dril...<br />

Estar atento a lo que diga el cura,<br />

y ser lo más cortés con la señora<br />

de la Primera Autoridad Civil.<br />

Yo y mi corazón<br />

Guardo un santo silencio junto al río,<br />

el agua pensativa está conmigo,<br />

y triste, lleno de emoción, le digo<br />

¿Qué te impulsa a soñar, corazón mío?<br />

Ausente el viento, pensativo el río<br />

sufre una honda turbación conmigo,<br />

y triste, lleno de inquietud, le digo<br />

¿Qué te impulsa a temblar, corazón mío?<br />

Lucho porque el dolor que está conmigo<br />

conmigo esté sin el dolor <strong>del</strong> río;<br />

mas llora el agua como un fiel amigo<br />

por mi dolor romántico y sombrío,<br />

y oyendo al agua sollozar le digo:<br />

¿Qué te impulsa a llorar, corazón mío?<br />

399


Epinicio<br />

Pasaron los poetas en legiones<br />

por cima de la turba de la envidia,<br />

y al arrojar su dardo la perfidia<br />

los aires enfloraron de canciones.<br />

Flameando los simbólicos pendones<br />

despreciaron los gritos de la insidia,<br />

mientras los irredentos de la envidia<br />

bramaban en su fiebre, cual leones.<br />

Ascendió la legión por las escalas<br />

con los áureos penachos de sus alas<br />

al impulso sublime <strong>del</strong> anhelo;<br />

y al ósculo de luz de la quimera<br />

como una sugestiva primavera,<br />

abrió sus rosas el azul <strong>del</strong> cielo.<br />

400


José Agustín Fernández<br />

El cóndor<br />

Frente al soberbio y alto<br />

azul de una montaña,<br />

abrió sus grandes ojos<br />

el Cóndor de la Guerra,<br />

después batió las alas<br />

por diferentes cielos<br />

y combatió mil veces<br />

la racha <strong>del</strong> destino,<br />

la furia de los hombres,<br />

<strong>del</strong> rayo de los vientos...<br />

Y fue de triunfo en triunfo<br />

proyectando su sombra sobrehumana<br />

por la gran cordillera<br />

que a la América enlaza,<br />

y con extraño asombro<br />

le vieron las llanuras,<br />

los montes, las cascadas..<br />

Alzaron los volcanes a su paso<br />

las palmas de sus llamas<br />

y ante la majestad de dos océanos<br />

le aclamaron ¡cien pueblos libertados!<br />

Luego, enfermo y herido<br />

por la perfidia humana,<br />

lanzó en silencio el vuelo<br />

a un pródigo solar,<br />

y perdonando a todos<br />

a voz de unión y patria,<br />

en la mitad <strong>del</strong> día<br />

cerró sus grandes ojos<br />

frente al azul <strong>del</strong> mar.<br />

Evocación<br />

Bajo el amor de la tarde<br />

abril canta una romanza,<br />

cuya cadencia se pierde<br />

por el azul de la Patria.<br />

401


El canto bajo el ensueño<br />

de la tarde enamorada,<br />

fraterniza con el ritmo<br />

de las líricas cigarras<br />

que rompen la paz de oro<br />

de las quintas virgilianas.<br />

La tarde —novia de abril—,<br />

es una niña encantada<br />

que va enjoyando a lo lejos<br />

su traje de rosa y gualda,<br />

y mientras vibra en el aire<br />

la canción de las cigarras,<br />

evoco a un dulce poeta<br />

que fue espiga de la Patria<br />

¡y derramó sus dulzuras<br />

desde los valles de Aragua!<br />

Responso lírico<br />

Erguido<br />

sobre el recio collado de la vida,<br />

a la hora que empieza<br />

la agonía de los astros<br />

yo vi caer un árbol,<br />

en cuya vieja copa<br />

habían abierto<br />

una estela de surcos insondables<br />

los inviernos <strong>del</strong> tiempo.<br />

Al momento<br />

se hizo grande la nube<br />

de mi hermano dolor,<br />

y frente a la armonía de la luz,<br />

que Dios puntual nos brinda<br />

después de su gran sueño,<br />

se enmarañó de sombras<br />

la visión inefable<br />

de ese extraño país<br />

que sólo ven los ojos<br />

de algunas almas en su azul locura.<br />

402<br />

Árbol:<br />

¡cómo te voy a olvidar,<br />

si soy tu fruto<br />

y te vi caer!


Ante el árbol inmóvil,<br />

el suspiro <strong>del</strong> mundo<br />

se confundió al instante<br />

con el ritmo sensible de mi angustia,<br />

y en mi propio universo<br />

se hizo todo indeciso,<br />

porque el descenso de aquel viejo árbol<br />

para mí fue una sombra<br />

que se extendió por mi pequeño mundo<br />

bajo la blanca bendición <strong>del</strong> sol.<br />

Luego...<br />

tras de una grave vibración de bronces,<br />

al amor <strong>del</strong> silencio<br />

y ante la misericordia de la tarde,<br />

ocultaron el árbol<br />

a los ojos volubles<br />

de la Humana Comedia,<br />

y, desde entonces,<br />

he comprendido mucho más al hombre<br />

y descifrado la luz de su destino.<br />

Hoy,<br />

por el duro collado de la vida,<br />

vaga el recuerdo intacto de aquel árbol<br />

en conjunción fraterna con mi pena...<br />

A un jagüey<br />

Jagüey distante <strong>del</strong> rumor <strong>del</strong> pueblo<br />

y <strong>del</strong> lírico embrujo de las rosas,<br />

jagüey de la hondonada y <strong>del</strong> camino<br />

que conduce a los campos de mi tierra:<br />

cuántos hay<br />

que al mirar, de repente,<br />

la quietud de tus aguas,<br />

te arrojan frases<br />

a modo de reproche,<br />

sin comprender tal vez<br />

en su ignorancia,<br />

que eres útil al fin;<br />

que en tu habitual mudez y soledad,<br />

tú tienes tus momentos<br />

de bien y de belleza:<br />

cuando aplacas la sed de los ganados<br />

y la sed de los pájaros <strong>del</strong> monte,<br />

403


y reflejan tus aguas, siempre en paz,<br />

¡el oro <strong>del</strong> silencio de los astros!...<br />

Lienzo de la tarde<br />

Ondea la visión <strong>del</strong> espejismo<br />

sobre la urente faz de la sabana,<br />

y por sobre la calma de los mangles<br />

vuela un bando de garzas.<br />

Hacia el Norte, la costa a la distancia<br />

figura una fantástica barrera<br />

que aprisionara la elación <strong>del</strong> mar;<br />

y decorando la quietud <strong>del</strong> puerto<br />

se aleja la blancura de un velamen.<br />

La ternura <strong>del</strong> sol va declinando<br />

sobre el golfo y la playa;<br />

se borra la visión en la llanura<br />

y las garzas descienden al manglar;<br />

al envolverse todo, en lumbre vaga,<br />

fingen las garzas copos de algodón<br />

cayendo sobre un campo de esmeralda.<br />

Campanas<br />

¡Campana!, triste campana<br />

que desde la torre vieja,<br />

dices la profunda queja<br />

<strong>del</strong> ayer y <strong>del</strong> mañana.<br />

Pausada, sensible, arcana,<br />

tu voz hasta mi ser llega,<br />

y sólo a evocar se entrega<br />

extinta historia lejana.<br />

Bajo la melancolía<br />

de este luctuoso día<br />

vagan tus notas amargas;<br />

plañes al caer la vida,<br />

y hoy, en duelo, nos embargas<br />

¡oh, campana dolorida!<br />

404


Andrés Eloy Blanco<br />

Versos para el hijo de un poeta<br />

Y tú, que ahora empiezas, ¿qué destino<br />

tendrás que transitar? ¡Cuánto sendero<br />

para tu pie! ¿Tribuno o bandolero?<br />

¿carne de pena o sueño de Aladino?<br />

¡Abordo, timonel! tu derrotero<br />

no te preocupe. Haz noble tu camino;<br />

siembra la quilla en el azul marino<br />

y en el azul celeste el mastelero.<br />

Pero si alguna vez, ante tu prora<br />

surge una playa donde el viento llora<br />

y el oleaje azul calma su guerra<br />

y una mujer sin paz tañe una lira,<br />

vuelve la prora hacia lo ignoto, vira,<br />

¡vira de bordo hacia la mar sin tierra!<br />

A Florinda en invierno<br />

Al hombre mozo que te habló de amores<br />

dijiste ayer, Florinda, que volviera,<br />

porque en las manos te sobraban flores<br />

para reírte de la Primavera.<br />

Llegó el Otoño; cama y cobertores<br />

te dio en su deshojar la enredadera<br />

y vino el hombre que te habló de amores<br />

y nuevamente le dijiste: —Espera.<br />

Y ahora esperas tú, visión remota,<br />

campiña gris, empalizada rota,<br />

ya sin calor el póstumo retoño<br />

que te dejó la enredadera trunca,<br />

porque cuando el amor viene en Otoño,<br />

si le dejamos ir no vuelve nunca.<br />

405


La renuncia<br />

He renunciado a ti. No era posible.<br />

Fueron vapores de la fantasía;<br />

son ficciones que a veces dan a lo inaccesible<br />

una proximidad de lejanía.<br />

Yo me quedé mirando cómo el río se iba<br />

poniendo encinta de la estrella...<br />

hundí mis manos locas hacia ella<br />

y supe que la estrella estaba arriba...<br />

He renunciado a ti, serenamente,<br />

como renuncia a Dios el <strong>del</strong>incuente;<br />

he renunciado a ti como el mendigo<br />

que no se deja ver <strong>del</strong> viejo amigo;<br />

como el que ve partir grandes navíos<br />

con rumbo hacia imposibles y ansiados continentes;<br />

como el perro que apaga sus amorosos bríos<br />

cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;<br />

como el marino que renuncia al puerto<br />

y el buque errante que renuncia al faro<br />

y como el ciego junto al libro abierto<br />

y el niño pobre ante el juguete caro.<br />

He renunciado a ti, como renuncia<br />

el loco a la palabra que su boca pronuncia;<br />

como esos granujillas otoñales,<br />

con los ojos estáticos y las manos vacías,<br />

que empañan su renuncia, soplando los cristales<br />

en los escaparates de las confiterías...<br />

He renunciado a ti, y a cada instante<br />

renunciamos un poco de lo que antes quisimos<br />

y al final, ¡cuántas veces el anhelo menguante<br />

pide un pedazo de lo que antes fuimos!<br />

Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.<br />

Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;<br />

desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.<br />

La renuncia es el viaje de regreso <strong>del</strong> sueño...<br />

406


El pescador de anclas<br />

Yo te quiero desde un día<br />

en que vi junto a la playa<br />

un barco de un pescador<br />

que andaba pescando anclas.<br />

Yo era un niño; tú no habías<br />

nacido tal vez, de modo<br />

que te quiero antes de ti<br />

y te quiero antes de todo.<br />

No caviles; te diré<br />

toda la historia <strong>del</strong> barco<br />

y naceré pescador<br />

y te pescaré, pescando.<br />

Era un pescador que había<br />

navegado tantos mares<br />

que ya tenía redonda<br />

el alma, de tantos viajes.<br />

Pero andaba su navío<br />

remolcando despedidas<br />

y apenas llegaba a tiempo<br />

para saber que se iba.<br />

Aquel pescador de adioses<br />

llegaba por la mañana<br />

y a medio mirar <strong>del</strong> puerto,<br />

su nave rompía el ancla.<br />

Se compraba un ancla nueva<br />

entre bolina y bolina<br />

y en el primer fondeadero<br />

la dejaba al otro día.<br />

Y así fue sembrando anclas<br />

en todo fondo de mar,<br />

a estribor de un «hasta luego»<br />

y a babor de un «¿volverás?»<br />

Y ahora, vieja la nave,<br />

viejo, viejo el pescador,<br />

iba pescando sus anclas<br />

y cosechando su adiós.<br />

407


Yo le vi aquella mañana<br />

tender sus redes al puerto<br />

y vi los ojos <strong>del</strong> hombre<br />

tirar lances de recuerdo.<br />

Y amé, mientras navegaba,<br />

y amé, norte y sur de amor,<br />

y sembré anclajes y anclajes,<br />

azul de navegación.<br />

Y en la expedición de vuelta<br />

te vi, como regresada,<br />

y en la red sumida a proa<br />

me pesaste, como un ancla.<br />

Yo te sembré en aquel puerto,<br />

junto al barco pescador<br />

y desde aquella mañana<br />

te quiero, como un adiós<br />

y te recobro en el aire<br />

que cupo en los dos pañuelos<br />

y en la izada de las velas<br />

y en la arriada de los puertos<br />

y en el gozo de escucharte<br />

antes de nacer tu voz,<br />

de verte antes de tus ojos,<br />

de amarte antes <strong>del</strong> amor.<br />

Y mañana dormiremos,<br />

yéndonos, como un adiós,<br />

viejo el mar, vieja la nave,<br />

viejo, viejo el pescador...<br />

Giraluna canta en la ausencia<br />

Con cuatro días sin carta,<br />

de la ventana a la alcoba,<br />

de la alcoba a la ventana<br />

y entre si duerme o no duerme,<br />

Giraluna canta y canta:<br />

Allá va... me dejó sola,<br />

allá va... sola quedé.<br />

408


Déjame cerrar los ojos,<br />

que ya no hay nada que ver.<br />

Tengo los ojos cerrados,<br />

me pongo a mirar caminos,<br />

me los prendo al corazón,<br />

empiezo a hacer un ovillo;<br />

voy tirando de los hilos,<br />

los voy enrollando en mí;<br />

los caminos en las manos<br />

se me vienen a morir,<br />

y tanto tiro de ellos,<br />

que se robaron mi afán,<br />

que se vienen devolviendo<br />

y me lo hacen regresar.<br />

Yo tengo en el corazón<br />

una madeja de atajos,<br />

para salirle a<strong>del</strong>ante<br />

al que me tiene esperando.<br />

Vuelve, novio, vuelve, amante,<br />

que se me olvidó en la prisa<br />

darte el sueño de mis ojos<br />

para las malas dormidas.<br />

Vuelve, que se me olvidó<br />

que te iba a colgar <strong>del</strong> cuello<br />

este escapulario rojo<br />

que me rompe el lado izquierdo;<br />

vuelve. que tengo los ojos<br />

cerraditos, de buscar<br />

adonde se fue aquel beso<br />

que me acabas de dejar;<br />

me lo pusiste en la boca,<br />

por verte, se me olvidó,<br />

y anda perdido de angustia<br />

entre boca y corazón.<br />

Vuelve a que me lo sujetes,<br />

regresa a que me lo des;<br />

seré menos en el beso<br />

que en irte dejando en él.<br />

409


Quédateme un poco más,<br />

márchateme un poco menos,<br />

véteme yendo de modo<br />

que me parezcas viniendo<br />

y no que grites: ¡adiós!<br />

ni digas «hasta la vuelta»;<br />

vete marchando de espaldas<br />

para creer que regresas.<br />

Regreso al mar<br />

Siempre es el mar donde mejor se quiere,<br />

fue siempre el mar donde mejor te quise;<br />

al amor, como al mar, no hay quien lo alise<br />

ni al mar, como al amor, quien lo modere.<br />

No hay quien como la mar familiarice<br />

ni quien como la ola persevere,<br />

ni el que más diga en lo que vive y muere<br />

nos dice más de lo que el mar nos dice.<br />

Vamos de nuevo al mar; quiero encontrarte<br />

la hora más azul para besarte<br />

y el lugar más allá para quererte,<br />

donde el agua es a la par agua y abismo,<br />

en la alta mar, en donde el aire mismo<br />

se da un aire al amor y otro a la muerte.<br />

Los hijos infinitos<br />

Cuando se tiene un hijo,<br />

se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,<br />

se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga<br />

y al <strong>del</strong> coche que empuja la institutriz inglesa<br />

y al niño gringo que carga la criolla<br />

y al niño blanco que carga la negra<br />

y al niño indio que carga la india<br />

y al niño negro que carga la tierra.<br />

Cuando se tiene un hijo; se tienen tantos niños<br />

que la calle se llena<br />

y la plaza y el puente<br />

y el mercado y la iglesia<br />

y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle<br />

410


y el coche lo atropella<br />

y cuando se asoma al balcón<br />

y cuando se arrima a la alberca;<br />

y cuando un niño grita, no sabemos<br />

si lo nuestro es el grito o es el niño,<br />

y si le sangran y se queja,<br />

por el momento no sabríamos<br />

si el ay es suyo o si la sangre es nuestra.<br />

Cuando se tiene un hijo, es nuestro el niño<br />

que acompaña a la ciega<br />

y las Meninas y la misma enana<br />

y el Príncipe de Francia y su Princesa<br />

y el que tiene San Antonio en los brazos<br />

y el que tiene la Coromoto en las piernas.<br />

Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala,<br />

todo llanto nos crispa, venga de donde venga.<br />

Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro<br />

y el corazón afuera.<br />

Y cuando se tienen dos hijos<br />

se tienen todos los hijos de la tierra,<br />

los millones de hijos con que las tierras lloran,<br />

con que las madres ríen, con que los mundos sueñan,<br />

los que Paul Fort quería con las manos unidas<br />

para que el mundo fuera la canción de una rueda,<br />

los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,<br />

quiere con Dios adentro y las tripas afuera,<br />

los qué escaparon de Herodes para caer en Hiroshima<br />

entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra,<br />

porque basta para que salga toda la luz de un niño<br />

una rendija china o una mirada japonesa.<br />

Cuando se tienen dos hijos<br />

se tiene todo el miedo <strong>del</strong> planeta<br />

todo el miedo a los hombres luminosos<br />

que quieren asesinar la luz y arriar las velas<br />

y ensangrentar las pelotas de goma<br />

y zambullir en llanto los ferrocarriles de cuerda.<br />

Cuando se tienen dos hijos<br />

se tiene la alegría y el ay <strong>del</strong> mundo en dos cabezas,<br />

toda la angustia y toda la esperanza,<br />

la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,<br />

si el modo de llorar <strong>del</strong> universo<br />

o el modo de alumbrar de las estrellas.<br />

411


Los grillos me han hecho callos<br />

Por la mañana me encuentro<br />

la sábana a media pierna.<br />

—¡Qué frío hace!<br />

—dicen todos, y se meten<br />

entre burbujas de trapo.<br />

Pero, yo no siento frío,<br />

ni calor, ni piel siquiera;<br />

los grillos me han hecho callos<br />

en las piernas.<br />

La reja se vuelve arado<br />

sobre el cielo de la puerta<br />

y ya el tablón de la noche<br />

retoña copo y can<strong>del</strong>a.<br />

Vienen olores de casas<br />

y de gentes que trafican,<br />

vahos de luz de ciudad<br />

suben<br />

y se podrían mirar.<br />

Pero yo no veo nada<br />

sobre el surco de la reja<br />

en flor de luces y copos;<br />

los grillos me han hecho callos<br />

en los ojos.<br />

Andan cantos de soldados<br />

rondando por las terrazas;<br />

oyéndolos, bien podría<br />

gustarse un poco de calle,<br />

un poco de serenata,<br />

de novia,<br />

de excursiones por la noche,<br />

bajo árboles,<br />

junto a ríos injertados<br />

con guitarras.<br />

Oyéndolos, bien podría<br />

cantarse un poco la noche.<br />

Pero, yo no canto nada<br />

ni recuerdo mi canción,<br />

los grillos me han hecho callos<br />

en la voz.<br />

412


Alguien se queja: algún preso,<br />

un moribundo, una ola;<br />

tal vez un poco más lejos<br />

se queja la muchedumbre.<br />

Duele un dolor de pobladas,<br />

duele un dolor de dolores;<br />

alguien se queja; en la queja<br />

se quejan millones de hombres.<br />

Esta noche se podría<br />

llorar;<br />

en esta noche tan clara,<br />

tal vez se podría hacer<br />

mejor que nunca una lágrima.<br />

Pero yo no lloro nunca;<br />

los grillos me han hecho callos<br />

en la Angustia.<br />

Callar… Se ha puesto la noche<br />

como para estarse en ella<br />

entre callado y dormido,<br />

callado, quieto, callado ...<br />

destilado gota a gota,<br />

desleído sueño a sueño,<br />

marchado por una arena<br />

de recuerdos.<br />

¡Se podría estar callado,<br />

callado ... pero no puedo!<br />

Los grillos le han hecho callos<br />

al Silencio.<br />

Castillo de Puerto Cabello, 1931.<br />

413


J. M. Rondón Sotillo<br />

Canto a la América Latina<br />

¡Arriba, el Cóndor, y a los pies la Boa,<br />

y Colón a la diestra y a la zurda Balboa!<br />

Tal la América nuestra, la América española,<br />

la <strong>del</strong> rosal y el cántico,<br />

la que se moja el pecho en el Atlántico<br />

y hunde en el Pacífico la cola.<br />

Región de Eldorado<br />

en la campiña plena<br />

y en el bosque inexplorado;<br />

en El Plata, que es la vena<br />

que vitaliza el costado;<br />

y en México minero<br />

y el Ecuador vertebrado<br />

y Argentina <strong>del</strong> pampero,<br />

y en Bolivia: el mismo barro<br />

peruano,<br />

por donde van de la mano<br />

Benalcázar y Pizarro;<br />

y en Colombia, siempre en vela<br />

frente a la llaga <strong>del</strong> istmo;<br />

y en Chile, que es una espuela;<br />

y en Venezuela,<br />

que es un grito de optimismo!<br />

Vasta región agraria<br />

de las cosechas en flor,<br />

buen refugio <strong>del</strong> Paria,<br />

Canaán <strong>del</strong> luchador;<br />

espaciosa tierra eximia<br />

de la multiplicación<br />

<strong>del</strong> ganado; zona de la vendimia<br />

y de la eterna floración,<br />

hoy, con el rumbo seguro<br />

y con tu propia producción,<br />

marchas, nave latina, hacia el futuro<br />

sobre los oleajes <strong>del</strong> gran mar de Platón!<br />

Y hay que ver a la nave bajo el latino cielo<br />

empavesada de luz;<br />

lleva como piloto la sombra <strong>del</strong> abuelo,<br />

414


y en el más alto mástil, como una garza en vuelo,<br />

abre sus alas blancas el ave de la Cruz.<br />

Y progresivamente resopla el viento suave<br />

sobre la arboladura que corre hacia el confín,<br />

destácase entre auroras el Ande, altivo y grave,<br />

y desde lo más alto sonríenle a la nave<br />

la sombra de Bolívar y la de San Martín.<br />

¡Oh! ¡la nave fragante que la luz tornasola<br />

y a quien ríe en dos sombras una sombra de augur!<br />

¡Oh! ¡la nave que marcha por las mar española<br />

y a quien hinchen las velas frescos vientos <strong>del</strong> Sur!<br />

¡Seguirá majestuosa por el mar colombino,<br />

con la prora tan alta como ahora se ve,<br />

porque fueron sus jarcias de bramante latino<br />

y porque sobre el puente va Cervantes de pie!<br />

¡Los inquietos gavieros que en los topes se erigen,<br />

avistaron un témpano en el frente polar;<br />

mas, la nave que lleva timonel aborigen<br />

que conoce las costas y peligros <strong>del</strong> mar,<br />

la nave de los indios, que tan sólo se erigen<br />

por la rosa solar,<br />

orzará hacia la zona similar <strong>del</strong> origen,<br />

si no quiere encallar!<br />

¡Orzará mientras pasa la marea que sube<br />

con halagos de espuma cortejando el bauprés,<br />

y será como el agua que retorna a la nube,<br />

para, limpia de cieno, fecundar otra vez!<br />

¡Y hallará el viejo puerto, con la misma terneza<br />

conque hace cinco siglos lo dejara al zarpar;<br />

que la madre es la madre, y por naturaleza<br />

espera al hijo siempre; si el hijo tarda, reza<br />

pero si el hijo torna sólo sabe cantar!<br />

¡Oh! ¡esa fiesta gloriosa de la madre y la hija,<br />

que no habrá una palabra fija<br />

que concrete en español,<br />

cuando la antigua madre adusta,<br />

sienta que le besa la altiva frente augusta<br />

la boca fragante de la hija <strong>del</strong> sol!<br />

415


¡Y entonces, hablarán, de testa a testa,<br />

la que lanzó la protesta<br />

y la que tuvo que ceder,<br />

la que rasgó en tres barcas las densas brumas,<br />

y la que recibió en testas de plumas<br />

las joyas de la mujer!<br />

Y se hablará de la disgregación<br />

de las hermanas <strong>del</strong> Sur,<br />

y <strong>del</strong> peligro <strong>del</strong> halcón<br />

y las jugadas <strong>del</strong> tahúr...<br />

¡Y verá la Madre en el puerto,<br />

que sobre la mar en flor,<br />

ya se inicia un solo pendón abierto<br />

por sobre el palo mayor!<br />

¡Porque allí, redivivos los sueños bolivianos<br />

bajo un soplo de amor,<br />

todos los marineros seremos hermanos<br />

sobre la nave <strong>del</strong> Libertador!<br />

¡Y mirará la Europa, con cansancios de abuela,<br />

a Chile, Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador, Venezuela,<br />

Brasil y Argentina: Una Patria conjunta<br />

llenando el Continente de una a la otra punta!<br />

¡Que no es la Patria límite y estrecha<br />

la gran Patria futura que yo abarco,<br />

sino la Patria nuevamente hecha,<br />

desde México, curvo como un arco,<br />

hasta la Patagonia, que es la flecha!<br />

¡Oh! ¡América, unificante que el huracán arrecia!<br />

¡Sé como Italia y como Helvecia<br />

una blanca unidad!<br />

¡Haz el milagro bíblico a la inversa<br />

unificando los panes de tu fuerza dispersa<br />

en estas Bodas de la Libertad!<br />

¡Y entonces veremos que el progreso se activa<br />

bajo el vuelo <strong>del</strong> Ave de la Rama de Oliva!<br />

y podremos gritarle al vecino asombrado:<br />

—¡Cosechamos los frutos en el propio cercado!<br />

—¡Somos fuertes! Tenemos una triple coraza<br />

porque somos tres razas engranando una raza...<br />

416


¡Nuestra América integra, en el centro y el flanco,<br />

la pujanza <strong>del</strong> indio y <strong>del</strong> negro y <strong>del</strong> blanco!<br />

Tres potencias que, unidas, no hay un brazo que tuerza,<br />

pues tres músculos juntos multiplican la fuerza.<br />

Se dirá que tenemos la nobleza lejana;<br />

mas nosotros sabemos de la Loba Romana,<br />

y por eso la testa de los Andes se empina<br />

para darle las gracias a la abuela latina.<br />

¡Ah! ¿y nuestra génesis? Nuestro comienzo bello?<br />

Nuestra aurora de sangre tiene su propio sello<br />

característico, y su Biblia está en pie:<br />

La Atlántida fue el mundo que Platón buscó a tientas,<br />

un mundo que desapareció entre tormentas,<br />

pero sobre las aguas quedó a flote Noé.<br />

El filósofo egino no supo de estas cosas:<br />

La Atlántida era la América de las rosas<br />

que no podía desaparecer;<br />

sólo sufrió un diluvio de sangre humana,<br />

mas, como tras el riego la espiga grana,<br />

la Atlántida tenía que florecer.<br />

Y fue tras el diluvio de la Conquista<br />

cuando surgió de tres razas la raza mixta,<br />

generosa y heroica y tricolor;<br />

porque aquí en nuestra América posó el Arca,<br />

las proles genitoras <strong>del</strong> Gran Patriarca<br />

como tres mariposas sobre una flor!<br />

¡Oh! ¡hagamos de esa triple raza que viene<br />

desarrollando toda su acción motriz,<br />

el uso taumaturgo que nos conviene,<br />

¡oh! ¡árbol que tiene<br />

hundida en el océano la raíz!<br />

Y se verá el milagro que aún no ha dado<br />

nuestra amplitud activa,<br />

donde ahora es cuando afílase el arado<br />

para la plantación definitiva.<br />

Porque ahora es cuando América ha encontrado,<br />

en el tesoro de su propia entraña,<br />

la senda que conduce al Eldorado,<br />

que inútilmente persiguió el soldado<br />

victorioso de España.<br />

417


Y Eldorado es la tierra americana,<br />

plena de sol y trémula de lluvia,<br />

la tierra victoriosa <strong>del</strong> mañana,<br />

la que cuaja el theobroma y la manzana<br />

y el café pardo y la mazorca rubia.<br />

La tierra en que simulan bocas vivas<br />

los claveles sangrientos <strong>del</strong> sendero,<br />

y donde, entre las frondas emotivas,<br />

nos sugieren cabezas pensativas<br />

los copos blancos <strong>del</strong> algodonero.<br />

La que forma los robles milenarios<br />

propicios al encanto de las citas,<br />

y hace de las neblinas incensarios,<br />

y enflora los jardines solitarios<br />

con el ensueño de las margaritas!<br />

La tierra brava, en que el pampero rudo<br />

simplifica los ímpetus <strong>del</strong> toro,<br />

la tierra india <strong>del</strong> coraje mudo,<br />

donde Atahualpa, prisionero, pudo<br />

alzar la diestra prodigando el oro.<br />

La tierra de la pampas y los llanos<br />

que forjaron pretéritos destinos,<br />

la patria de los potros colombianos,<br />

la patria de los potros argentinos.<br />

La que da un golpe olímpico de maza<br />

al León castellano,<br />

y la que prueba el temple de la raza<br />

sobre el cadalso de Maximiliano.<br />

La de Ojeda y Cortés y Solís y Pizarro,<br />

caballeros de los arcabuces,<br />

la que multiplicó en indiano barro<br />

los potros andaluces.<br />

La que se puebla de intrigas<br />

ante las perspectivas codiciosas,<br />

y atrae al héroe plantador de ortigas<br />

y al Misionero sembrador de rosas!<br />

La que es con Nervo un piélago en bonanza<br />

y con Montalvo un fiero desafío,<br />

418


y con Rodó un camino de esperanza<br />

y un amuleto con Rubén Darío!<br />

La que aún conserva el ritmo y la elocuencia<br />

de las bellas canciones,<br />

en Guillermo Valencia,<br />

y en Leopoldo Lugones!<br />

La de Venecia moza<br />

y la de los incaicos donaires,<br />

y la que puso Pedro de Mendoza<br />

Nuestra Señora de los Buenos Aires!<br />

Y la que floreció también latina<br />

bajo el arado hermano,<br />

que erigió entre la selva colombina<br />

el airoso penacho lusitano.<br />

Gloria a América toda!<br />

a la española y a la portuguesa.<br />

América gentil que muerde y besa!<br />

América <strong>del</strong> Sur para ella sola!<br />

Sembradores de América: al arado!<br />

Abrase el surco en flor;<br />

y vendrá la cosecha para cada sembrado,<br />

y bajo la cosecha se hablará <strong>del</strong> amor.<br />

Y cuando redivivos los sueños bolivianos,<br />

cuaje el fruto mejor,<br />

todos los sembradores seremos hermanos<br />

en la vendimia <strong>del</strong> Libertador!<br />

Ardentía sin luna<br />

¡No es de luna el paisaje: es de tinieblas!<br />

pero la barca que zarpó en las sombras<br />

se va alumbrando con sus propios remos.<br />

¡Qué hermoso drama el de las aguas negras:<br />

rompe el carbón en chorros de blancuras<br />

contra la horizontal fosforescencia!<br />

419<br />

Al fino y diáfano Agustín Silva Díaz,<br />

poeta de todas las horas


Rielante es el camino; pero absurda<br />

es la noche <strong>del</strong> agua, y gigantesca...<br />

y el remo huella en lumbre la negrura.<br />

No hay en el arco de la noche estrellas;<br />

pero el dantesco azufre de las ondas<br />

tiene atomizaciones de luciérnagas.<br />

Y es sinfónica el agua. Y va la copla,<br />

con música de estrobo y chumacera<br />

y tintineante cáncamo, a la borda.<br />

Vibra cadente la canción <strong>del</strong> remo;<br />

y el remero -¡murciélago!- a ras de ola<br />

moja el ala en la punta con luceros.<br />

En la noche redonda. A barlovento,<br />

pestaña el espinazo de la costa<br />

su kerosén lejano en la tiniebla.<br />

Y el guiñapo de luz que se disloca<br />

de la curva esfumada de las crestas<br />

habla de cosas tiernas y recónditas.<br />

¡Cuenta cosas recónditas y tiernas!<br />

-¡Relato azul, que en el negror de la onda<br />

encanece vibrando entre las piedras!-<br />

¿Ardentía sin luna. ¡Qué de auroras<br />

en el jardín de asfalto de tus perlas,<br />

en el cobalto ardiente de tus olas!<br />

Tu luz es luz sin fuego. Es la pavesa<br />

que en el diamante endrino paradoja<br />

la luna en el negror de la faceta.<br />

¡Lingote sideral que se deshoja,<br />

turbión de enloquecidas cocuyeras,<br />

sartal de lentejuelas que te adornan!<br />

Conflagración glacial! Funambulescas<br />

suertes de refulgencias taciturnas<br />

en tu noche dramática se quiebran.<br />

Todos los aerolitos se conjuntan<br />

en la cauda orquestal de tus estelas.<br />

Eres negra y ardiente. Eres como una<br />

420


lámpara de basalto en cuya espira<br />

fosforecen corpúsculos fantasmas;<br />

pero cuando las lunas cristalinas<br />

argentan el espejo de tus aguas,<br />

todas las siete vértebras <strong>del</strong> Iris<br />

articulan la lumbre de tu lámpara!<br />

Y esta noche, eres negra y eres fría!<br />

pero sobre tus muslos va una barca<br />

orfebre de la prora y de la quilla!<br />

Ardentía sin luna. ¡Cómo es blanca<br />

la carcajada etíope de tu espuma!<br />

(Cada ola negra tiene su garganta,<br />

tiene su nacarada dentadura,<br />

tiene mórbidas curvas de guitarra,<br />

y olor sexual en la epidermis turbia).<br />

La ola es una hembra que naufraga!<br />

Soñadora de abiertos derroteros,<br />

duerme en el lecho verde de las algas!<br />

¡Ardentía, tan negra! Se te esfuman<br />

todos los horizontes! Se te cierran<br />

todos los panoramas de la luna!<br />

Todas las alegrías te abandonan<br />

Pero una estrella insomne te navega!<br />

Y en la pista de azogue de tus sombras<br />

patina un pez de plata su centella!<br />

421


Ramón Imery<br />

El pachaco de la plaza <strong>del</strong> cementerio<br />

Enloquecido de celos<br />

quemó el rancho de su amada,<br />

la que murió debatiéndose<br />

presa de dolor y llamas.<br />

Mujer de injertos raciales<br />

robusta y tierna calaña,<br />

vientre para formar hombres<br />

afirmadores de castas.<br />

Mestiza de ojos lejanos,<br />

descendiente de una esclava<br />

liberta de un godo rico<br />

enemigo de Monagas.<br />

Hembra de pecho opulento<br />

y duras caderas amplias;<br />

sus labios sensuales eran<br />

el pecado de dos razas.<br />

Enloquecido de celos<br />

quemó el rancho de su amada;<br />

venda de ira en los ojos,<br />

ira y pasión desvendadas.<br />

Sucedió en tiempos de guerra,<br />

cuando es la clemencia escasa<br />

y ejerce sólo justicia<br />

la carabina o la lanza.<br />

El era un indio de bronce<br />

alimentado de playas,<br />

con ímpetus de <strong>Caribe</strong><br />

y libertad de piraguas.<br />

Hábil en la cacería<br />

y diestro en las pesca diaria,<br />

ardilla subiendo un árbol<br />

y pardo pez en el agua.<br />

Culpable, se dio a la fuga<br />

camino de la montaña.<br />

Como el ojo de Caín<br />

era el lucero <strong>del</strong> alba.<br />

Pero presto fue aprehendido,<br />

y aquella misma mañana<br />

pena de muerte impusieron<br />

sobre su cobarde hazaña.<br />

En frente <strong>del</strong> cementerio,<br />

422


al extremo de la plaza,<br />

lo amarraron a un pachaco<br />

cerca de una pila de agua.<br />

Seis hombres se colocaron<br />

a diez metros de distancia<br />

y seis carabinas negras<br />

hicieron una descarga.<br />

Un fiero grito salvaje<br />

se le rompió en la garganta,<br />

tras los disparos unánimes,<br />

certera muerte instantánea.<br />

Y así murió el bravo indio<br />

entre lo que más amaba:<br />

bajo los brazos de un árbol,<br />

junto a la oración <strong>del</strong> agua.<br />

El pachaco siempre verde,<br />

lleno de historia y de ramas,<br />

es sobresalto nocturno<br />

progenitor de fantasmas.<br />

Yo miré en su tronco duro<br />

la cicatriz de una bala<br />

y abrí de nuevo la herida<br />

al filo de mi navaja.<br />

Palpé un pedazo de plomo<br />

tras la corteza rasgada,<br />

uno de aquellos que el pecho<br />

<strong>del</strong> infeliz taladrara.<br />

El viejo pachaco fuerte<br />

ni se doblega ni cambia,<br />

árbol que nutrió con sangre<br />

la robustez de sus ramas.<br />

Dicen que el plomo homicida<br />

que se ha quedado en su entraña,<br />

con la roja transfusión<br />

dio más vigor a su savia.<br />

Y en frente <strong>del</strong> cementerio<br />

está el pachaco que guarda<br />

el recuerdo de una época<br />

en el plomo de una bala.<br />

Autobiografía<br />

Venezolano soy<br />

nací en el Este de mi patria altiva,<br />

por donde el sol madruga y se lava la cara<br />

en el <strong>Caribe</strong> —aljofaina marina—.<br />

423


En la circunferencia que determina un siglo<br />

un centenar de grados no cuento todavía.<br />

Yo soy de los que sueñan sin que se trabe el brazo,<br />

hábil en la faena de todos los días.<br />

Oración <strong>del</strong> retorno<br />

Padre mío que estás en la tumba<br />

y no obstante has quedado viviendo,<br />

en estímulo de alto decoro,<br />

como un índice fijo, en la paz <strong>del</strong> recuerdo.<br />

Después de largos años<br />

de peregrinar lejos<br />

vengo a poner sobre tu tumba, padre,<br />

la flor intacta de mi afecto,<br />

que he llevado prendido a tu memoria<br />

sin que pudiera deshojarla el tiempo.<br />

Retorno de mi ausencia<br />

y, como enantes, hoy vuelvo al cementerio<br />

a decirte que he cuidado tu nombre<br />

con religioso amor de jardinero.<br />

Nunca sentí desfallecer mi espíritu,<br />

nunca sentí desfallecer mis nervios<br />

cuando la infame mueca de la envidia<br />

traidoramente me salió al encuentro;<br />

y en la aridez de todos los caminos<br />

siempre tuve el honor por compañero.<br />

Cada uno de mis actos se ha plasmado<br />

en la clara honestidad de tu ejemplo.<br />

Mi vida, limpia de sombras,<br />

es la mejor oración a tu recuerdo.<br />

Luz<br />

Cómo reflejan tus ojos<br />

—luz de un mundo que nos llega—<br />

la soledad de los campos<br />

bajo las mañanas tiernas.<br />

424


Cómo se siente en tu voz<br />

—voz que en la tarde navega—<br />

la insinuación de un lucero<br />

mirando a la mar inmensa.<br />

Cómo se siente en tu vida<br />

—río de luz que se aleja—<br />

por entre estrellas de palmas<br />

y bajo palma de estrellas.<br />

Cómo recuerdas al oro:<br />

el que se esconde en la tierra,<br />

el de los soles distantes,<br />

hermanos de la hoja seca<br />

que va errando con la brisa<br />

por donde la brisa quiera<br />

y con luces imprevistas<br />

para las almas alertas.<br />

Eres paisaje en la vida:<br />

paisaje de amor que espera;<br />

y eres río de silencio<br />

que entre palmares se enreda,<br />

y eres vena de oro puro<br />

y luz verde en las palmeras<br />

y luz blanca en las espumas<br />

y de plata en las estrellas;<br />

y eres, cuando estás mirando,<br />

toda la luz de la tierra.<br />

425


Luis Mariano Rivera<br />

Mi luz y mi sombra<br />

426<br />

A Iván Gómez, todo corazón para conmigo<br />

Qué triste tener que dejar, sin querer,<br />

el arado de la siembra abandonado en el camino.<br />

¡Ay! lo que me duele.<br />

Mi vista se acorta<br />

mis pasos son lentos<br />

fallas que me obligan<br />

a ponerle freno<br />

a mis emociones<br />

a guardar silencio<br />

y buscar retiro<br />

con mis sinsabores<br />

en mi pobre rancho<br />

junto a mi negrita<br />

la fiel compañera<br />

en mis alegrías<br />

y desilusiones.<br />

¿Y de qué te quejas?<br />

dicen mis amigos.<br />

No vemos motivos<br />

a esos clamores.<br />

Tú que de la nada<br />

saliste un día<br />

con un cargamento<br />

de lindas canciones<br />

y sencillos versos<br />

con sabor a tierra<br />

a la tierra nuestra<br />

con olor a flores<br />

a flores silvestres<br />

a decirle al pueblo<br />

que sólo lo propio<br />

debe ocupar sitio<br />

sitio preferido<br />

en los corazones.<br />

¡Esa fue tu siembra!<br />

y el pueblo sano<br />

te extendió la mano


dándote cariño<br />

rindiéndote honores.<br />

Además, Mariano,<br />

ya tú no eres tuyo,<br />

no te perteneces<br />

eres patrimonio<br />

de la patria noble<br />

<strong>del</strong> pueblo que siente<br />

que defiende y ama<br />

sus propios valores.<br />

Y esas palabras,<br />

sin envanecerme,<br />

me dieron aliento<br />

a seguir sembrando<br />

la misma semilla<br />

que un día feliz<br />

me entregó el amor<br />

para que plantara<br />

en los corazones...<br />

¡Ay! qué bueno fuera<br />

¡Ay! qué bueno fuera<br />

si yo por esfuerzo<br />

éxito obtuviera<br />

y tú por mi triunfo<br />

cariño sintieras.<br />

¡Ay! qué bueno fuera<br />

si cuando yo busque<br />

subir la escalera<br />

y fuerza me falte<br />

tu mano me dieras.<br />

Pero no es así<br />

si voy a<strong>del</strong>ante<br />

hundirme quisieras<br />

si atrás me quedo<br />

entonces te burlas<br />

porque <strong>del</strong> camino<br />

me quedé a la vera.<br />

Es el egoísmo<br />

que tu alma enreda<br />

en ruin mezquindad<br />

427


y piensas las cosas<br />

como a tu manera.<br />

Mas aquel que luz<br />

irradie hacia fuera<br />

y esa claridad<br />

al bien le sirviera<br />

que no le preocupe<br />

de que el egoísta<br />

piense como quiera<br />

trayendo a recuerdo<br />

esa mensajera<br />

frase sabia y noble:<br />

“sólo al árbol bueno<br />

que produce fruto<br />

se le tira piedra”.<br />

Yo para ti<br />

Mi rancho<br />

donde sus árboles<br />

es sombra para el que llegue<br />

donde la fruta que cuelga<br />

es <strong>del</strong> niño que la quiere<br />

donde no hay puertas ni vallas<br />

que al paso digan espere.<br />

Ruego<br />

Saca la cruz mi María<br />

ponla en el patio ligero<br />

pa’ pedile un aguacero<br />

que morimos de sequía.<br />

Esto Valerio decía<br />

y como cosa mandada<br />

en la tarde de ese día<br />

se transformó en alegría<br />

tanta angustia acumulada.<br />

Las nubes se convidaron<br />

para abrir sus regaderas<br />

y sus hilos de bonanza<br />

tejieron luz de esperanza<br />

en el valle y las laderas.<br />

428


Y tanto tanto llovió<br />

que salieron las quebradas<br />

y los pozos se llenaron<br />

a extremo que rebasaron<br />

sus orillas resecadas.<br />

La noche fue algarabía<br />

sonaban flautas tambor<br />

y otros mil instrumentos<br />

¡eran los sapos contentos<br />

que se unían en amor!<br />

Y al despuntar el alba<br />

cuando abría su abanico<br />

la guacharaca bullera<br />

fue entre todas la primera<br />

en abrir sonoro el pico.<br />

Y se contagió de arpegios<br />

tanto el claro y la espesura<br />

era el amor era el beso<br />

de las aves que un rezo<br />

elevaban a natura.<br />

Después surgieron primores<br />

vistió apamate su lila<br />

abrió su seda el peinillo<br />

la maya lució su encaje<br />

y araguaney su ramaje<br />

¡se lo pintó de amarillo!<br />

429


Julio Zerpa<br />

VIII<br />

Cuando la mano de pintar te pinta,<br />

fija en la tela el paso de tu paso.<br />

Cómo dudar que el arte es una cinta<br />

que ata a perennidad con leve trazo.<br />

Cuando la mano de pintar, la pinta,<br />

la alborada se niega a ser ocaso,<br />

y queda allí grabada, luz y tinta,<br />

tatuaje de color, piel <strong>del</strong> brochazo.<br />

Esta mano, Dios mío, ¿cómo puede<br />

eternizar lo que tú leve hiciste,<br />

si es ley tuya que todo se sucede?<br />

Mano que así te reta, no rechaces,<br />

porque si busca amor en lo que existe<br />

es porque quiere todo lo que haces.<br />

La pajarita de papel<br />

La pajarita de papel<br />

pica la flor<br />

en la miel.<br />

La pajarita de papel<br />

no tiene alas para volar,<br />

pero tiene un piquito para comer.<br />

La pajarita de papel<br />

la hizo un niño de ojos azules<br />

y los ojos le puso como los de él.<br />

La pajarita de papel<br />

que tiene pico para comer<br />

unos ojos para mirar<br />

se siente triste sin comprender<br />

su falta de alas para volar.<br />

430


Dónde te vi con esa misma angustia<br />

¿Qué le pasa a la luz de la mañana<br />

que ha bajado tan tímida hasta el pino,<br />

sumergida en la piel de la campana<br />

que da su acento al viento y al camino,<br />

con derramada paz samaritana,<br />

como alondra fugándose en el trino,<br />

o desolado mar o esencia vana<br />

o vaso donde ya no queda vino..?<br />

Despedazada luz, pálida huella,<br />

vas de la sombra al rumbo de la estrella<br />

con el costado en sangre, el alma triste.<br />

¿Dónde te vi con esa misma angustia,<br />

en qué lívido sol, en cuál flor mustia,<br />

que tu ternura en mi dolor prendiste..?<br />

A la vida<br />

No te riño. Me siento equilibrado<br />

si lo que me descose me sutura.<br />

Yo te conozco bien. Y un golpe dado<br />

no lo convierto en torpe desventura.<br />

Mi itinerario ha sido despejado<br />

por tus estancias y tu arquitectura;<br />

y no reniego por lo no alcanzado<br />

porque aún ciño con sueños tu cintura.<br />

Muerdo tus uvas y no pido más<br />

de lo que necesito y tú me das<br />

complaciente de verte apetecida.<br />

Mas si la muerte acecha es porque ignora<br />

que a mí nada de ti me desamora<br />

porque tú eres la gracia prometida.<br />

431


Aquiles Certad<br />

Manifiesto<br />

Para partir,<br />

tengo tu voz llamándome en el mar.<br />

Para dejar este mundo sordo,<br />

me basta solamente besar las olas,<br />

que es como besar tus manos mismas.<br />

Allí está el mar.<br />

Diciéndome con palabra rizada<br />

que él me puede llevar hasta ti:<br />

mostrarme tu rostro<br />

pleno de dulce sonreír.<br />

El mar me dice<br />

que tú estás toda en él:<br />

Que más allá de él mismo<br />

-en otro mar azul y tranquiloestá<br />

tu angustia llamándome;<br />

y las ciudades hirviendo<br />

bajo el alero con luces y árboles<br />

de los muchos boulevares.<br />

El mar me dice que en él están<br />

los humos de muchos cigarrillos<br />

que grises agonizan<br />

en gestos de calma femenina<br />

en la tibieza de los Cafés;<br />

que en él están tus zapatos<br />

de grandes lazos negros;<br />

y el claxon llamándote a mirarme<br />

en la noche de invierno,<br />

y las vidrieras que nunca fueron tuyas<br />

en el oasis de los grandes magazines.<br />

En el mar están las últimas flores nocturnas<br />

que manos pasionales deshojan<br />

en los cines de una gran ciudad de puerto,<br />

y están las sábanas limpias<br />

que nos unen en los cuartos de hotel.<br />

432


En el mar tengo tu voz,<br />

alma total de la ola,<br />

llamándome a partir,<br />

y están flotando todos nuestros viajes,<br />

perfectos de no realizarse.<br />

Tú eres por siempre el mar.<br />

La brisa misma trae hasta mí<br />

tu voz de angustia,<br />

y aquel perfume frutal de tus cabellos<br />

que hacía transparentes las ciudades.<br />

Para partir,<br />

tengo tu voz llamándome en el mar.<br />

Y yo mismo quedo sin saberlo<br />

433<br />

No sé con qué decirlo, porque aún<br />

no está hecha mi palabra.<br />

Juan Ramón Jiménez<br />

Con voces o silencios<br />

muchos me han preguntado por Ella en mi ser mantenida.<br />

Muchos me han preguntado por Ella<br />

y sus signos de apagados calvarios.<br />

Por Ella y sus noches sin sombras, con sombras,<br />

con fríos de puñales y muertes resurrectas.<br />

Y mi palabra para todos ha sido<br />

una inmensa cadena de soñar y soñar hasta el misterio.<br />

Y decirles, entre mis voces expectantes:<br />

No sé por qué se halla en mi ser, viva y muerta,<br />

tierna y amarga, como la sal y el lirio,<br />

como heridas de lluvia por la luz traspasada.<br />

Y clara la hallo algunas horas,<br />

y en mi ser se revela su imagen de milagro,<br />

y por mis heridas brota entonces el agua de su angustia<br />

toda en mí destilándose.<br />

Yo, que así la he sentido, y en mis rotos espejos<br />

su voz se multiplica en número infinito,<br />

yo, que ahora mismo soy habitante de sus blancas parcelas,<br />

y siento sus frías coordenadas atravesar mis poros<br />

gritando su fuga de la tierra ante el dolor


de los que aún no han soñado con la muerte;<br />

y corre por mis sienes el frío de las aguas que mantienen<br />

el color de sus lirios, de sus luces dispersas,<br />

yo, que soy suyo como ella mía ha sido en un minuto,<br />

y que he mirado el mundo por sus vitrales de opaca o clara niebla,<br />

yo, que la he visto estremecida en mis cabellos<br />

al roce sedoso de viajes campesinos,<br />

yo, que la he oído decirme entre vigilias<br />

que la muerte nos multiplicará en savia de cielo<br />

o en canto insospechado de abejas entre mieles,<br />

yo que la siento y gozo, y en mí se agranda y me limita,<br />

os puedo ya decir. ¡No sé que es Ella!<br />

Voz desolada<br />

Aquí estoy otra vez, deshabitado,<br />

bañando con mi llanto las ciudades,<br />

tocando puertas como can sin amo,<br />

pronunciando tu nombre entre las rosas,<br />

con una cruz inmensa decorándome el pecho.<br />

Herido estoy y no sangran mis manos.<br />

Cal y ceniza, mina de cloruro,<br />

son para mis pies las sendas.<br />

No hay agua para esta sed terrosa.<br />

Vienen los días a debilitar los almanaques,<br />

fortaleciendo su presencia cruel.<br />

Aquí estoy otra vez, deshabitado,<br />

caminante de calles de Sahara<br />

en pleno corazón de Buenos Aires.<br />

Ninguna puerta se abre a mis preguntas,<br />

todos los labios crecen de silencio,<br />

moliendo espinas para tu recuerdo.<br />

Tus pasos hieren el cuerpo de las rosas<br />

y mi sangre tropieza en las espinas.<br />

¿En cuál rumor de estatuas he aprendido a llorarte?<br />

434


Imposible renunciación<br />

435<br />

Dame, Señor, la fuerza de un pétalo de rosa<br />

capaz de sostener el perfume de un bosque.<br />

Jaime Torres Bodet<br />

Como si renunciara a escuchar la palabra <strong>del</strong> mar,<br />

como si de pronto dejase de sentir<br />

el frío de las estrellas en primavera,<br />

me pides entre recién nacidos sueños<br />

que sea el caminante con sed eterna<br />

y plantas destruidas.<br />

Como si dejase de sentir el afilado grito<br />

de los hombres que detienen sus vidas entre aceros<br />

y noches sin ternuras;<br />

como si dejase de saber que existen tiernos ángeles<br />

sobre los astros<br />

y manos que otras manos oprimen<br />

avivando los lirios de la sangre,<br />

me ruegas que destruya tu imagen<br />

y quede solitario entre eternos naufragios.<br />

Tal como si tu voz me dijera:<br />

¡Lo bello <strong>del</strong> mundo ha terminado!<br />

No más cantos de pájaros<br />

ni campos con sol sobre sus hierbas,<br />

me dices que sea entre tus sueños<br />

un despertar sin besos, sin horas con tus ojos<br />

ni adioses con ternuras.<br />

Entonces<br />

¿no podré junto a ti mirar jamás<br />

la luz azul <strong>del</strong> mundo?<br />

¿Ni en olas de tranquilos mares<br />

ver flotar entre mis manos tus cabellos?<br />

Pero tu voz no sabe que más allá <strong>del</strong> ruego,<br />

<strong>del</strong> grito cruel <strong>del</strong> mundo,<br />

te ha de esperar la mía junto a mustios volcanes<br />

y lobos macilentos bajo mis pies vencidos.


Luisa Esther Larrazábal<br />

Desolación<br />

A mi horizonte rubio<br />

bajó el cuarto menguante<br />

segando las espigas.<br />

Un colchón alado<br />

pendía <strong>del</strong> espacio.<br />

Se enredaba a mis pies la hilacha clara,<br />

se anudaban al viento los crujidos.<br />

La esperanza transitaba <strong>del</strong> mar al pozo llano,<br />

el azul se aprisionaba en los cristales.<br />

Llovía, llovía exactamente, sobre el límite de oro.<br />

Potro sin bridas, la brisa galopaba<br />

campo abierto, su sed de lejanías.<br />

Yo me quedé como una piedra rara<br />

prendida al haz dorado.<br />

Mil aves han surcado los espacios,<br />

fardos de trigo ha dado cada espiga,<br />

el potro está ensogado a cada tallo,<br />

el cielo está en la tierra reflejado;<br />

¡Hay verde, tánto verde!<br />

Mas yo sigo prendida al haz dorado,<br />

como una piedra rara.<br />

Campesino te espero<br />

Estoy frente al camino por donde has de llegar.<br />

Campesino, te espero.<br />

Marcharé con mi mano enlazada a la tuya,<br />

un solo paso fuerte nuestros pies marcarán,<br />

dejaremos las huellas como signos de rutas,<br />

a las masas ansiosas que después seguirán.<br />

Tú y yo iremos al frente,<br />

¡Campesino, te espero!<br />

436


Abriremos caminos,<br />

romperemos murallas,<br />

labraremos la tierra.<br />

Le diremos al niño en lenguaje sencillo<br />

la verdad tan sencilla de vencer o morir.<br />

Hablaremos en rueda como viejos amigos,<br />

de la lucha incansable por un mundo mejor,<br />

donde no existan negros, blancos, ricos ni pobres,<br />

donde todos los ritmos sean un corazón.<br />

Echaremos raíces a la sombra de un árbol,<br />

cada hoja en la brisa una historia dirá<br />

de mujeres y niños, y de ancianos caídos,<br />

de miserias muy grandes...<br />

Y de pronto nosotros sentiremos su savia<br />

como sangre en las venas.<br />

Qué dolor, campesino,<br />

qué dolor centenario de sentirnos pequeños<br />

bajo el árbol crecido.<br />

Estoy frente al camino por donde has de llegar.<br />

Campesino, te espero.<br />

Ya soy árbol con sombra escuchando a las hojas,<br />

a las hojas que quieren en la brisa volar,<br />

como yo estoy queriendo con mi voz, campesino,<br />

¡hacer hoja en la brisa mi sencilla verdad!<br />

Mientras llega el olvido<br />

Mientras llega el olvido,<br />

¿qué haré yo de este fardo de pesadas ausencias?<br />

Esta noche eres noche de silencios y sombras,<br />

esta noche palpitas en mi largo desvelo.<br />

Yo te siento lucero asomado a mi cauce;<br />

un lucero que crece donde el agua se agita.<br />

Esta noche el silencio tiene todas las voces<br />

y las sombras la forma de tu cuerpo en acecho.<br />

437


Te han llamado mis ojos, te han buscado mis manos,<br />

los esteros <strong>del</strong> llanto han segado el insomnio;<br />

mas tu cuerpo en acecho,<br />

sigue sombra, en las sombras.<br />

¿Por qué pesa la vida cuando es frágil y vana?<br />

¿Por qué duele la muerte siendo calma y olvido?<br />

Diluida en tus ojos me he quedado contigo,<br />

suspendida en tus brazos he cruzado horizontes<br />

sobre lomas en brote, donde el verde verdea,<br />

donde en flor la esperanza nos perfuma y deshoja.<br />

¡Qué silencio más hondo se destroza en mi oído!<br />

¡Qué aleteo surgido de algún ave sin nido<br />

abanica la noche! ¡Qué de escombros!<br />

Acunada en mis brazos, ¡pesa tánto la vida!...<br />

Extraños<br />

De nuevo extraños y en la misma senda.<br />

Después de tanto, ¡nada!<br />

Tu indiferencia en espiral de olvido<br />

mis añoranzas, caracol de anhelos.<br />

Tú te vas yendo mientras yo me quedo<br />

anclada en el misterio de tus verdes.<br />

Mirando en el espacio tus luceros;<br />

¡mis peces asombrados!<br />

Hiciste de mi todo poca cosa,<br />

yo de tu poca cosa hice mi todo;<br />

y así vivimos nuestro propio engaño<br />

y así plasmamos nuestra propia glosa.<br />

Tu indiferencia en espiral de olvido.<br />

Mis añoranzas caracol de anhelos.<br />

Tú te vas yendo mientras yo me quedo,<br />

¡anclada en el misterio de tus verdes!<br />

438


Rafael José Gómez<br />

Viejo rey caracol<br />

¡Cómo te penetró el tiempo por tu nácar<br />

de poros imposibles!<br />

En tu marinería,<br />

en el afán de reservarte algo<br />

en ese aire de afuera,<br />

sorbiste de la espumas las burbujas.<br />

Siglos más tarde,<br />

tu corazón de cal y carbonatos<br />

explotó haciendo efervescencia.<br />

Y fueron tantos aires los de dentro,<br />

que dejaron tu manto perforado<br />

como celdillas de colmena.<br />

¡Caracol de mil años!<br />

¡Viejo rey caracol!<br />

¡En el ayer, un mar!<br />

¡Un fósil hoy!<br />

Viejo rey caracol. Barreno de las aguas.<br />

Mil y mil caras<br />

para inquilinos de una sola pata,<br />

y baba en las entrañas.<br />

Yo te hallé disfrutando<br />

de la terciaria majestad de tu silencio,<br />

donde la tierra te brindó su pecho<br />

para tu sueño largo y seco.<br />

Y en mi mesa de estudios<br />

te puse la corona de mi verso.<br />

Y en mi imaginación te volví nuevo,<br />

recién dado de alta por las aguas,<br />

recién dado de baja por el cerro.<br />

Por eso tú, rey fósil, rey eterno,<br />

con tu canto de viento,<br />

serás mi auricular para el murmullo<br />

<strong>del</strong> mar que llevas en tu concha envuelto.<br />

439


¡Viejo rey caracol! Tú volverás al mar.<br />

Y el mar volverá a ti con tu inquilino.<br />

Y te lavarás toda tu tierra.<br />

Y te penetrará la espuma con su aire y su sal.<br />

Tú volverás al mar, como volverá al mar<br />

el cerro, tu sarcófago de tierra.<br />

Porque al mar, nadie le dice adiós,<br />

sino ¡hasta luego!<br />

Descansa aquí en mi mesa de rey viejo,<br />

que yo te daré el alga de mi lecho<br />

y el yodo de mis versos.<br />

¡Jorobado de nácar!<br />

tal vez en tu retorno<br />

serás el compañero de mis huesos.<br />

Tengo que amar así<br />

Tengo<br />

que amar a los escasos<br />

y pequeños gigantes<br />

de posturas<br />

incólumes, libres, impertérritas.<br />

A los que echan a un lado la Academia.<br />

A los que escriben porque no los leen.<br />

A los que hacen muñecos de papel<br />

y máscaras grotescas.<br />

Al que es prudente al definir el arte.<br />

Al que lava sin pena su camisa.<br />

Al que hace teatro sin taquilla.<br />

Al que libera el dedo <strong>del</strong> brillante.<br />

Al que no dice adiós, y no regresa.<br />

Al que sabe dormir en su desorden.<br />

Al que trata de hermanos a los muertos.<br />

Al vate que olvidó la cinta métrica.<br />

Al que vive su hambre sin miseria,<br />

A los que no hablan, ni chillan, pero piensan.<br />

Al sabio que no es bruto...<br />

Al bruto que no es sabio...<br />

Al que entierran de balde.<br />

Al mal poeta.<br />

440


Sí. Amo a cuantos no sean como yo,<br />

en todo lo que fallo<br />

y en cuanto soy.<br />

Amo al loco que entiende su locura,<br />

y al pobre cadáver, que no sabe<br />

que luce acicalado en su velorio,<br />

o que yace olvidado<br />

hediendo a campo abierto.<br />

Tanto no sé<br />

No sé por qué —sino adverso—<br />

efectos y apetencias<br />

se me va algo en cada bocanada.<br />

Tengo rabia de mí.<br />

Y grito, y me sumerjo en mi impostura.<br />

¿Estaré loco yo de tanto pan y letras<br />

sin sosiego?<br />

¿Por qué creerme bueno o malo?<br />

¿Por qué tanta pregunta sin respuesta?<br />

¿Por qué tanta arrogancia circundante<br />

y tanto yo no sé?<br />

Alguien dirá de mí: «Buen muchacho»<br />

y me toma por ingenuo,<br />

—vale decir, por “bolsa”—<br />

Alguno, a la ligera,<br />

juzgará mis estados perceptibles;<br />

pero nunca podrá juzgarme a fondo,<br />

porque yo no doy fondo<br />

ni hallo mi propio fondo.<br />

Lo cierto es que me angustian,<br />

mi neofobia,<br />

tanto no sé disimulando estragos<br />

y este soberano compromiso<br />

de enfrentarme con Dios y con el hombre<br />

sin encontrarme aún conmigo mismo.<br />

441


Porque voy a escribir<br />

Me hacen reír los huesos florecidos<br />

de Adanes y Caínes,<br />

en tanto paraíso excrementado.<br />

Y los poemas:<br />

Los de todo poeta usufructuario<br />

<strong>del</strong> acervo mental de los provectos.<br />

Me hacen reír las crisis hidrofóbicas<br />

de canes literarios,<br />

sin máxima razón, y a dentelladas;<br />

el ansia de concursos, y el flagelo<br />

de pálidos jurados,<br />

torpeando la emoción de un nuevo acento.<br />

En cambio, me atosiga,<br />

el pérfido frustrado, teorizante,<br />

que se da a todo dar, y lo acotejan;<br />

y en cada hueco corazón espeta<br />

su lágrima oclusiva.<br />

Mejor discrecionarse<br />

de tanta improcedencia sublimada,<br />

y acatar al protervo, aunque uno quede<br />

algo muerto de todo, y no de muerte.<br />

Porque voy a escribir...Aunque me envaine.<br />

442


Luis Beltrán Mago<br />

VI<br />

Será mejor el viaje<br />

que podrirse en la sombra.<br />

Mejor andar, andar.<br />

Yo creo en el comienzo<br />

mas nunca en el final,<br />

los caminos son los ríos<br />

para el buen navegar<br />

y las sombras pendientes<br />

de más nunca acabar.<br />

Será mejor el viaje.<br />

¿Es acaso <strong>del</strong>ito<br />

protestar contra el morbo<br />

de la gris permanencia?<br />

Los caminos son ríos<br />

para el buen navegar.<br />

¿Conviene estar de pie,<br />

apegado a la tierra,<br />

como la sombra <strong>del</strong> árbol<br />

o la muerte a la vida?<br />

Las sombras son pendientes<br />

de más nunca acabar.<br />

Será mejor el viaje.<br />

Yo recojo las últimas<br />

expresiones <strong>del</strong> día.<br />

La noche ya comienza<br />

a enseñarnos los dientes.<br />

XVII<br />

Soy un hombre de América.<br />

Aquí nací todas las veces<br />

que morí;<br />

nazco todos los días,<br />

muero todas las noches;<br />

a cada instante<br />

pienso que renazco<br />

cuando en verdad<br />

remuero;<br />

siento que ya no tengo<br />

la rosa entre los<br />

443


labios;<br />

que se me fue el clavel<br />

de la sonrisa<br />

y todo porque muero<br />

todos los días, a cada<br />

instante,<br />

siempre,<br />

como las amapolas,<br />

como los eucaliptos<br />

que en función<br />

de los vientos<br />

en la angustia<br />

<strong>del</strong> hombre<br />

vuelven su rostro<br />

al mundo,<br />

miran hacia<br />

el futuro,<br />

a pleno rostro, a pleno sol,<br />

a pesar de la<br />

muerte,<br />

como los eucaliptos<br />

que en esta hora<br />

<strong>del</strong> mundo<br />

ya miran hacia<br />

el Sur.<br />

La noche<br />

En fin que son las sombras<br />

huéspedes permanentes,<br />

habitantes de un mundo<br />

tan ancho y silencioso<br />

que no lo alcanza el tiempo.<br />

Las puras sombras llegan<br />

a mirarnos de frente,<br />

o alcanzarnos el paso<br />

que llega por la espalda.<br />

Son las sepulturas de las horas<br />

más altas,<br />

tan profundas<br />

y tiernas<br />

que a veces se regresan.<br />

Las horas sí comprenden<br />

la existencia <strong>del</strong> hombre.<br />

444


Desde todos los siglos<br />

hablan su propia<br />

lengua,<br />

traducen los recuerdos,<br />

escriben su mensaje<br />

en la pared lejana<br />

y en la cal de la aldea<br />

lo entregan sin premura...<br />

Las horas se me entregan<br />

<strong>del</strong>gadas y azules.<br />

Saltan de los relojes<br />

multiplicando espacios,<br />

en tanto que al final<br />

fijan su voz llamando<br />

a todos los rincones<br />

donde las quiebra el eco.<br />

Así pasan los días.<br />

De pronto se diluyen<br />

en signos y parábolas,<br />

en páginas abiertas,<br />

en gritos desolados,<br />

en metales sombríos,<br />

en huellas espaciales,<br />

en rito trashumante<br />

hasta que al fin<br />

las horas<br />

de regreso al segundo<br />

pasan hasta cansarse.<br />

Llega el momento<br />

exacto<br />

en que la luz se opaca.<br />

Entonces se produce<br />

el milagro total.<br />

Saltan de las tinieblas<br />

las ramas que nos llaman,<br />

<strong>del</strong> corazón <strong>del</strong> cieno<br />

las voces nos alertan<br />

como si fueran fantasmas<br />

florecidas las angustias.<br />

Por el bosque se asoman<br />

los grillos saltarines,<br />

un olor de agua fresca<br />

rebasa la pradera,<br />

mientras el campo pierde<br />

445


su silueta de siempre<br />

y el perfil que resume<br />

los siglos de su vida.<br />

Por el camino antiguo<br />

se repliegan los pasos<br />

como si fueran duendes<br />

tomados de la mano.<br />

Hay un coro lejano<br />

donde se pierde el viento,<br />

una estancia sin nombre<br />

que llama a la plegaria.<br />

Se juntan los mastines<br />

para llamar llorando,<br />

en tanto en la sabana<br />

se perfila el lamento.<br />

Somos hijos <strong>del</strong> aire,<br />

<strong>del</strong> canto y la nostalgia.<br />

Así nos refugiamos en el denso<br />

Follaje,<br />

en la gota que brilla<br />

más allá de la hoja,<br />

en el primer relámpago<br />

donde miré tus ojos,<br />

en el último abrigo<br />

que el tiempo me brindara.<br />

Somos nietos <strong>del</strong> humo<br />

que crepita en el monte,<br />

hermanos <strong>del</strong> aullido<br />

que estrujó el socavón;<br />

primos de la tertulia<br />

doblada en silabario,<br />

bisnieto de la estrella<br />

que el agua bautizó.<br />

Ya las sombras comienzan<br />

a desvestirse todas.<br />

Desde lo más remoto<br />

llegan<br />

hasta mi encuentro.<br />

Se deslizan furtivas<br />

por todos los rincones,<br />

alzan sus pasos finos<br />

hasta tocar el aire,<br />

446


emontan los paisajes<br />

donde mi huella anduvo,<br />

se pierden en silencio<br />

junto a las oquedades,<br />

en fin que se remontan<br />

desde la tierra al cielo.<br />

Sin embargo comienza a esparcirse<br />

la luz.<br />

Desde lo más remoto<br />

nos llaman las estrellas.<br />

Llegan a la ventana <strong>del</strong> aire<br />

que murmura<br />

los tiernos resplandores<br />

<strong>del</strong> tiempo que se va.<br />

Entonces me ilumino<br />

junto con los cocuyos.<br />

Te ilumina mi canto<br />

frente al fogón despierto.<br />

Un cirio de agua clara<br />

resbala por tus manos<br />

mientras yo te descubro<br />

a través de la luz.<br />

A la orilla <strong>del</strong> viento<br />

deseando tus parrales.<br />

La noche se hizo niña<br />

para jugar contigo.<br />

La lluvia entre su piel renace<br />

Que diga la palabra<br />

si la espiga<br />

es tan sólo la luz<br />

mirando el cielo.<br />

O si es por siempre Enero<br />

jugando<br />

con el río<br />

mientras la lluvia<br />

entre su piel<br />

renace.<br />

447<br />

A Dionisio Aymará


Ramón Badaracco<br />

La vi crecer<br />

Desde su tallo ínfimo,<br />

Cubrir de flores<br />

Toda la pradera.<br />

Las garzas de regreso<br />

Me miraron<br />

Al perderse en el poniente<br />

Mi estatura.<br />

Más flores vi<br />

En el virginal camino<br />

Desde lo alto<br />

El relieve de la playa<br />

El sol quemaba<br />

Las espumas nítidas<br />

Hay algo tuyo<br />

En mi pensamiento;<br />

Elevación <strong>del</strong> hombre<br />

Sobre la materia<br />

¿Qué pequeña<br />

Esta cárcel podrida!<br />

Soy tan alto como las estrellas<br />

Y desde allí miro las hormigas.<br />

¡Qué testigo más fiel<br />

Este yo presente<br />

En todas mis intenciones!<br />

¡Qué hermoso este capullo,<br />

Este aroma!<br />

¡Qué absoluto<br />

El vuelo de la gaviota!<br />

Poema V<br />

Puedo rescatar<br />

De las palabras<br />

Tu ausencia<br />

Y tu nombre<br />

Y recorrer con ellos<br />

Las cosas donde yo existo<br />

Puedo recordar<br />

en la noche<br />

tus ojos inmensos<br />

448


mirándome desorbitados<br />

puedo recordar<br />

mi propia angustia<br />

al sentirte lejana,<br />

dolorosamente lejana.<br />

Partir sin pensar en el regreso<br />

Caminar bajo la bruma<br />

Bajo los copos blancos<br />

Al lado de los esqueletos<br />

Partir de lo mío<br />

Y de lo tuyo<br />

Del eterno presente<br />

Al pasado que vive<br />

Adiós, recostada al espacio<br />

Pegada a mis ojos<br />

Anudada en mi garganta<br />

Y en cada onda<br />

Adiós besada<br />

En mis sollozos<br />

Buscada en mis lágrimas<br />

Y en el eterno<br />

Regresar de las olas.<br />

Te tengo prisionera<br />

En el milagro <strong>del</strong> río<br />

El molino y el cerezo<br />

Te sentí mi prisionera<br />

En mis pupilas<br />

En el cántaro rubí<br />

Quebrado en la cintura<br />

De la negra<br />

En el golpe de agua tibia<br />

Más allá de la acequia<br />

Del parral y el nido<br />

En el canto tempranero<br />

De la paraulata<br />

El vocerío y el aljibe<br />

Y el olor a estiércol<br />

Llegando a los corales<br />

Te sentí mi prisionera.<br />

Desde mi nacimiento<br />

449


Te tengo prisionera<br />

En mis pupilas<br />

Tú sabes que fui goloso<br />

Y en tu seno bebí<br />

Todo lo que ahora te prolonga.<br />

Te tengo prisionera<br />

Bajo las uvas y almendrones,<br />

En todo tejado<br />

En el musgo de los rincones<br />

En cada grito<br />

Que pronuncia tu nombre<br />

En cada gesto<br />

Que te devuelve intacta.<br />

Mahatma Gandhi<br />

Ni una gota de sangre<br />

Pero tampoco lágrimas…<br />

Caminaré hasta el Himalaya<br />

Allí colocaré mi bandera.<br />

En el corazón de cada hombre<br />

Prenderé claveles<br />

En una orgía sin nombre<br />

Agitaré pañuelos blancos<br />

Desde un monte de olivos<br />

Repetiré sermones y parábolas<br />

Pero eso sí…<br />

Ni una gota de sangre<br />

Pero tampoco lágrimas.<br />

Robaré un puñado de sal<br />

Y todos podrán hacerlo<br />

Cuando esté lista la conciencia<br />

Y los hombres desarmados<br />

Cuando haya multitudes quietas<br />

En caminos sin fronteras.<br />

Cuando una bala inocente<br />

Haga raíces en mí<br />

Y entregue mi cuerpo a la buena tierra<br />

De las cenizas surgirá un ejército<br />

Que enarbolará claveles<br />

450


Pañuelos y palomas<br />

Pero eso sí…<br />

Ni una gota de sangre<br />

Pero tampoco lágrimas.<br />

IV<br />

Indagué en el pasado<br />

de toda piedra<br />

sus lados verticales<br />

semejan agujas<br />

incrustadas<br />

en el pasado<br />

que me grita y<br />

dialoga conmigo.<br />

Puedo leer las edades<br />

todos los arcanos<br />

grabados como una cinta<br />

y repasarlos así<br />

desde la previda cámbrica<br />

dormida y somnolienta<br />

Escuché las trompetas<br />

De Marte<br />

Advertí la pesadilla<br />

Dolorosa y alucinante<br />

Los fantasmas se sumergen<br />

En éxtasis incomparable<br />

Y lujuriante.<br />

No puedo dejar de sentir<br />

La tristeza einsteniana<br />

Por el hongo de fuego<br />

Los mil millones<br />

de años <strong>del</strong> cactus<br />

y mi propio camino olvidado,<br />

porque no me gusta estar<br />

entre perros rabiosos<br />

si no en los espacios luminosos<br />

en la tarde y el tiempo<br />

cuando danzan las estrellas<br />

451


Helí Colombani<br />

La gente pertenece a mi cuerpo<br />

se incorpora al tejido<br />

se hace carne en mi carne<br />

y a veces llega al hueso<br />

¿Desde cuándo?<br />

1<br />

Has sido culpable <strong>del</strong> sentimiento noble<br />

Tal vez me has hecho daño sin haberlo querido<br />

Volviste espuma de pronto la coraza<br />

que me servía de escudo<br />

de freno<br />

de distancia<br />

me has hecho más humano<br />

Es peligroso a veces ser tan humano entonces<br />

Vibrar violentamente a la voz <strong>del</strong> afecto<br />

Volcarse desde adentro desde su mismo inicio<br />

desprevenido el paso<br />

Sin embargo no temo la historia de los días<br />

no temo la nostalgia<br />

la noche compañera<br />

la soledad <strong>del</strong> viento<br />

o la lejana estancia donde vive el insomnio.<br />

Hay un olor a ti limpiando los cristales<br />

prendido a las manillas de mi cuarto<br />

hilando sin sentido el cubrecama<br />

Las paredes vacías de tu risa<br />

atardecen los íntimos momentos<br />

Tu voz se vuelve huidiza a los espejos<br />

como un reflejo ausente y trastocado<br />

8<br />

452


Tu fogaje<br />

ese fogaje tuyo<br />

con vehemencia presagia los deseos<br />

Hay ausencia total<br />

cuando te pienso<br />

y una locura más cuando apareces<br />

De todo ti se llenan los espacios<br />

De todo ti mi cuerpo se recubre<br />

¡Cómo saltan los músculos inquietos!<br />

¡Cómo busco el respiro en tus pulmones!<br />

VI<br />

Al paso de la tarde tempranera<br />

unos ranchos cerrados se aproximan<br />

al fogón de cenizas encendido.<br />

Sobre los hilos de alambre vuelan<br />

en colores variados y diversos<br />

remiendos de textura caprichosa.<br />

Los perros azarientos<br />

esconden su temor en el ladrido<br />

y manchan de pelambre los rincones.<br />

Imaginar que el hacha o el machete<br />

se encuentran deshierbando en el conuco<br />

las hileras de mártires verdores.<br />

Apenas en el patio aquel silencio<br />

de escoba que ha limpiado sobre el polvo<br />

la dureza de brosas inquietantes.<br />

-Y sentirse de pronto.<br />

Con una lejanía que se adentra<br />

se agolpan los vacíos.<br />

Sentir que el mundo es grande<br />

y que un átomo es mucho.<br />

Volver a la medida requerida,<br />

saberlo y constatarlo<br />

donde el quejido sordo de la espera<br />

retumba en el lamento.<br />

Vivir lejanos. Presentir la vida<br />

y ser ajenos a nosotros mismos.<br />

El perro ladra en su rincón cobarde.<br />

Y pasar. Y pasar. Hacia lo inútil<br />

453


de ir derramando vida por cortadas.<br />

El vacío desborda el tinajero<br />

y hace charco de ausencias al camino.<br />

XIV<br />

Contemplativo, callado, casi ausente.<br />

El hombro va aguantando los pilares<br />

uno a uno, sin prisa, sin angustia.<br />

Las luces apagadas nos distancian<br />

de otros seres que habitan los perfiles.<br />

Descalzos van los pies y el torso pleno<br />

mientras llegan los brazos de algún astro<br />

a volverme liviano y casi etéreo.<br />

Diluida la espera que no existe<br />

el suelo se hace un trozo efervescente.<br />

Y dejar que se eleven las ideas<br />

más alto que la brisa trasnochada<br />

y quizás más allá de los luceros.<br />

La mente se hace cóncava por ratos<br />

que se escapa a volar por los recuerdos.<br />

El mundo que nos puebla le acompaña<br />

y nos quedan tan solo los espectros.<br />

Pensar en el amor y estar atados<br />

inventando los sueños y los sueños<br />

más allá <strong>del</strong> espacio y de la noche.<br />

Tan solo aquellas luces parpadeantes<br />

son cercanas y me hacen compañía.<br />

Tan solo la extensión que me circunda<br />

conversa con idioma intraducible<br />

y arropa por momentos la nostalgia.<br />

¡Qué de cosas inútiles se antojan<br />

de venir a la mente y rebasarla!<br />

Y disfrutar entonces de que el aire<br />

se agolpe en los pulmones, los inflame,<br />

y los párpados se inclinen y se vuelvan<br />

un cerrojo que niegue la existencia.<br />

XVIII<br />

Ya quisiera que fuese en el paisaje<br />

que estuviese tan solo la nostalgia.<br />

Ya quisiera que afuera solamente<br />

la soledad andara y desandara.<br />

Sucede sin embargo que las vísceras<br />

454


padecen desde adentro los vacíos<br />

y lo vuelcan completo por los poros.<br />

No hay huella donde el pie pueda caberme.<br />

Son angostos o son anchos los caminos<br />

y el mismo sentimiento queda estrecho.<br />

El humo que lastima las cenizas<br />

se le escapa a la brasa <strong>del</strong> cigarro.<br />

Un ladrido que llega desde lejos<br />

se estira en el mantel recién tendido.<br />

Y tortura los tímpanos el ritmo<br />

de una esfera marcando sus compases<br />

en agujas livianas y precisas.<br />

Un diapasón de soledad resuena<br />

como un recuerdo vago y traicionero.<br />

Se vienen, aleteando, los paisajes<br />

como a traer de lejos en las plumas<br />

el aroma y el aire de otros sitios.<br />

Marejada de bruma son las cosas<br />

que llegan susurrantes al oído.<br />

Y se establece el diálogo tranquilo<br />

de adentro a afuera y otra vez adentro<br />

haciendo un equilibrio de tristezas.<br />

Un océano inmenso se detiene<br />

en la quietud <strong>del</strong> lacrimal dormido.<br />

455


Jacinto Gutiérrez Coll<br />

Flor <strong>del</strong> mal<br />

Recuerdo que la quería<br />

pobre mas bueno doncel;<br />

que la llamaba su gloria,<br />

y su esperanza también.<br />

Pero ella puso el oído<br />

a los cantos <strong>del</strong> placer;<br />

miró relucir el oro...<br />

y adiós la jurada fe.<br />

Loca mujer.<br />

I<br />

II<br />

¡Qué salón! no vi más regia<br />

voluptuosa esplendidez:<br />

un sultán lo envidiaría<br />

para aposentar su harén.<br />

Allí está la cortesana<br />

turba rendida a sus pies;<br />

y ella ahí fascinadora:<br />

Oro, más oro es su ley.<br />

Rica mujer.<br />

III<br />

¡Cuánta rosa en las mejillas!<br />

En el talle ¡qué esbeltez!<br />

Túrgido el seno redondo,<br />

la boca como un clavel.<br />

En la nívea dentadura<br />

nacarina brillantez,<br />

y en la voz la arrulladora<br />

queja de tórtola fiel.<br />

Bella mujer.<br />

IV<br />

De tálamo suntuoso<br />

bajo artístico dosel,<br />

en el lino perfumado<br />

456


eclina la blanca sien.<br />

Y el coro de los amores,<br />

que pasa en raudo tropel,<br />

derrama sobre sus labios<br />

de hondo goce la embriaguez.<br />

Feliz mujer.<br />

V<br />

En festines <strong>del</strong>eitosos<br />

en que dicha todo es,<br />

suspiros enamorados<br />

que hacen soñar y creer;<br />

aplausos aduladores;<br />

súplicas de la altivez:<br />

¿por qué entonces esa furtiva<br />

lágrima ardiente? ¿Por qué?<br />

Triste mujer.<br />

VI<br />

Nadie en la sima profunda<br />

de los corazones ve:<br />

Acaso vertió ese llanto<br />

por su inocencia de ayer;<br />

quizá de su amor vendido<br />

el remordimiento fue...<br />

o de su beldad ya mustia,<br />

el De profundis tal vez.<br />

Pobre mujer.<br />

Voz sin eco<br />

¿Por qué canto? Lo ignoro.<br />

Mas si la tarde silenciosa expira<br />

el arpa triste en que mis penas lloro,<br />

lentamente suspira<br />

como la flébil rama<br />

de sauce melancólico. La fama<br />

nególe su laurel; mas el gemido<br />

que en el seno insonoro<br />

exhala <strong>del</strong> olvido,<br />

tiene el acorde trémulo y sentido<br />

<strong>del</strong> corazón que ama<br />

y el rayo puro de su fe derrama.<br />

457


Y cual en tierno lirio, suspirante,<br />

la noche mustia sus recuerdos posa<br />

<strong>del</strong> rocío en la chispa <strong>del</strong> diamante<br />

que fulgura temblorosa,<br />

así de mi arpa amante<br />

sobre las cuerdas, que el dolor agita,<br />

mi corazón callado deposita,<br />

como en urna piadosa,<br />

la lágrima infeliz que en ti rebosa.<br />

Y, arpegio triste o nota de esperanza,<br />

siempre alivio me dio su blanco acento,<br />

como el soplo que lanza<br />

en pos <strong>del</strong> aura el fatigado aliento.<br />

Cuando en la comba sideral sus huellas<br />

deja caer la oscuridad, en tanto<br />

que se anubla el fulgor de las estrellas,<br />

¿Por qué suena mi canto?<br />

Nunca lo supo el pensamiento mío;<br />

sólo sé que ese vago murmurío<br />

muere ignorado al soplo que lo toca,<br />

cual la espuma que el piélago sombrío<br />

rompe sin eco en solitaria roca.<br />

Pregunta al ruiseñor de la arboleda<br />

por qué llora escondido su fortuna,<br />

y al disco amarillento de la luna<br />

por qué en el éter silencioso rueda;<br />

y al humo leve que en la espira sube<br />

por qué en la llama vívida no yace,<br />

y a la <strong>del</strong> cielo vaporosa nube<br />

por qué en hilos de lluvia se deshace;<br />

y a la temprana y púdica azucena<br />

por qué entrega a los céfiros su aroma;<br />

y al arroyo que baja de la loma,<br />

por qué se agota en la abrasada arena;<br />

y pregunta por qué <strong>del</strong> alto asiento<br />

se destrenza la hirviente catarata;<br />

y pregunta a la rauda voz <strong>del</strong> viento<br />

por qué de su lamento<br />

los invisibles átomos dilata.<br />

¡Ay! <strong>del</strong> profundo arcano<br />

nada en su anhelo adivinó la mente;<br />

y el hombre sueña descifrar, en vano,<br />

el acorde que en ritmo soberano<br />

renace en el espacio eternamente.<br />

458


Plegarias <strong>del</strong> dolor, ledos rumores,<br />

nubes, astros y flores,<br />

el raudal que en sus ondas precipita,<br />

el melodioso cántico <strong>del</strong> ave,<br />

cuanto en redor palpita,<br />

cuanto el suspiro de la vida llena,<br />

en ese acorde misterioso cabe,<br />

en ese canto universal resuena:<br />

notas fugaces <strong>del</strong> eterno clave,<br />

en el coro solemne <strong>del</strong> conjunto,<br />

sólo vibran un punto;<br />

y luego, ¿a dónde van? nadie lo sabe.<br />

Del tiempo en la corriente<br />

nacen y mueren sin dejar memoria...<br />

Así también se pagará mi frente,<br />

desnuda de los lauros de la gloria.<br />

Mas ¡quién sabe! Tal vez en ese canto<br />

soy la humilde cadencia fugitiva<br />

a quien tocó, vasalla <strong>del</strong> quebranto,<br />

en el acorde <strong>del</strong> dolor cautiva,<br />

vibrar la nota lúgubre <strong>del</strong> llanto:<br />

nota que se desprende gemidora<br />

como ruina que al viento se derrumba;<br />

yerta flor inodora<br />

colocada en la piedra de una tumba;<br />

última luz que arde<br />

en el rayo postrero de la tarde;<br />

infausta prometida a quien la suerte<br />

le dio en el ara el beso de la muerte.<br />

Después, cuando mi espíritu sacuda<br />

su túnica mortal, y a la áurea puerta<br />

de la eterna verdad sereno acuda,<br />

do en gloriosa armonía<br />

el sol divino <strong>del</strong> amor despierta,<br />

¿qué de mí quedará...sombra de un día?<br />

Un arpa rota en el espacio muda,<br />

¡una voz más en el olvido muerta!<br />

XVI<br />

Un guerrero famoso y muy valiente<br />

echó a correr <strong>del</strong> enemigo en frente,<br />

tanto brío poniendo en la corrida,<br />

que salvó nada menos que la vida.<br />

459


Desde luego barrunto<br />

que tal carrera fue muy acertada,<br />

pues de antiguo sabemos que un difunto<br />

es cosa que no sirve para nada.<br />

XXX<br />

Leyendo cierto día<br />

Demócrito y Heráclito la brava<br />

contienda en que la heroica patria mía<br />

(allá en los tiempos de hispana tiranía)<br />

hizo pedazos su dogal de esclava,<br />

sin tenerse Demócrito reía<br />

y sin consuelo Heráclito lloraba.<br />

Esta fábula advierte,<br />

por advertir al cabo alguna cosa,<br />

que en lo que uno ve suerte dichosa,<br />

el otro alcanza miserable suerte.<br />

Nuevo sol<br />

¡Un año más que rinde su jornada!<br />

¡Un año más que para siempre ha muerto!<br />

A recibirle, su ámbito desierto<br />

abre el eterno abismo de la nada.<br />

Pero las horas viven. La alborada<br />

en trono de zafir ve el Sol despierto.<br />

¿Qué dulce bien como apacible puerto<br />

promete el nuevo día en su morada?<br />

Brilla la claridad serena y pura:<br />

La tierra, que gloriosa resplandece,<br />

sigue su rumbo por la luz escrito...<br />

Y el hombre en el placer o en la amargura<br />

no sabe, contemplando que amanece,<br />

para qué vuela el Tiempo en lo infinito.<br />

460<br />

1898


Josefina Urbáez de Flores<br />

Los cuatro horizontes de la tierra<br />

Sacude la tierra el peso de la noche<br />

los pájaros reviven el uso de sus alas<br />

la alegría inunda los caminos<br />

las jaulas aprisionan soledades.<br />

Las campanas escaparon gritando<br />

el duro barco cabecea de grillos<br />

los navegantes dispersan sus cuerpos<br />

por los cuatro horizontes de la tierra.<br />

El ajuar<br />

Las madres ponen abalorios<br />

en los tiernos oídos:<br />

—el día llegará de ser como las aves,<br />

nadie les dice anida en esa rama.<br />

—No, como las aves no.<br />

Como los hombres laboriosos<br />

con la fuerza en las manos<br />

y la llama encendida<br />

<strong>del</strong> amor en el pecho.<br />

No te duermas ahora<br />

tú rezarás conmigo.<br />

Si mi tiempo se agota<br />

sal a buscar el día.<br />

Perfora la tiniebla<br />

hasta encontrar la luz.<br />

Estoy llorando<br />

Tendida, mis brazos a los lados,<br />

una profunda ira posesiona<br />

mi cuerpo y mis sentidos<br />

un laberinto bulle en mi cerebro<br />

461<br />

A Gustavo Pereira<br />

A Salvador Allende


y a mis ojos febriles<br />

los encuentro llorando.<br />

No estoy llorando a un hombre<br />

la muerte es la más firme<br />

de todas las promesas<br />

lloramos el momento,<br />

por siempre inoportuno.<br />

No estoy llorando a un hombre<br />

estoy llorando a un mundo<br />

llorando por la muerte<br />

de la fe en su destino<br />

de un pueblo muy lejano<br />

que pudo ser el mío.<br />

Holocausto al vacío<br />

462<br />

A la poetisa Lucila Velásquez<br />

Se queman en un altar sin Dios<br />

el río se los bebe como el mar<br />

¿para quién es la ofrenda de sus vidas?<br />

¿qué invidente tomó luz de esos ojos?<br />

¿en qué pecho, unos días, latió su corazón?<br />

¿dónde duermen las manos y pies de los perdidos?<br />

¿dónde las sepulturas de los «nunca jamás»?<br />

La pureza violada<br />

en el bolsillo roto<br />

de un diablo sin memoria.<br />

El vuelo de la paz se atemoriza<br />

<strong>del</strong> horror de la vida.<br />

La casa de los ángeles<br />

abarrota de penas.<br />

Los poetas apresuran el viaje.


Luis José Bonilla<br />

VIII<br />

Ah estación escuálida. Donde se pliegan las manos de la muerte.<br />

Los escalones de la muerte.<br />

Los émulos incógnitos.<br />

Por eso, vosotros, nosotros, haraposos <strong>del</strong> siglo: alejad,<br />

alejad las cuencas, los vacíos; que los sueños buenos<br />

y malos son vuestros, son nuestros.<br />

Ah litigante memoria. Pálida, desencajada, arañada.<br />

Inmensamente. Inmensamente. Inmensamente.<br />

Cantaba: Ilusión, estamos aquí. Oyendo las entonaciones de los<br />

grillos, la maledicencia humana, la insolencia de los depravados<br />

y de los anestesiados por la gonorrea, el escorbuto, la miseria.<br />

Salvado.<br />

Ah animales sedientos, que habitan en las aguas muertas.<br />

Y en los callejones. Lastimosos.<br />

Donde se levanta la crueldad de los trenes sanguinolentos.<br />

Decorados por la placidez de las pústulas. Asesinas.<br />

“Huid, huid, huid que sobre la tierra se levanta la daga asesina.<br />

El vil diagnóstico <strong>del</strong> siglo. El Juicio bíblico”.<br />

Ah las lluvias, los alimentos. Salvación.<br />

Ah el siglo, mi cráneo despedazado.<br />

Dictado para la sedición ante los tiempos.<br />

Mi cráneo.<br />

MI cráneo inutilizado.<br />

Fosilizado.<br />

Made in Barcelona<br />

He echado a la basura mis trajes.<br />

He violentado mis ataduras.<br />

He gritado para que no crean que soy<br />

de la legión de los místicos y los<br />

sepultureros.<br />

He abierto mi vientre para que los gusanos<br />

hagan su festín y cuezan su mejor comida.<br />

He maniatado los cuadrángulos de los<br />

días y las noches.<br />

He tomado la longitud de la caja para<br />

463


ocultar, cuando la estrella de la mañana<br />

trace su declinación, mi cadáver.<br />

He oído la historia de la gente más<br />

triste, más desarrapada, más destrajada,<br />

más descamisada, más despiojada, de las<br />

gentes que habitan acá abajo, en el alcantarillado,<br />

en el hueco donde tú no habitas.<br />

He visto:<br />

que la balanza no es de los mismos usos<br />

ni de las mismas medidas. Y que los verdugos<br />

mastican chicles MADE IN USA;<br />

iguales a los que tú masticas.<br />

Iniciación a la palabra<br />

Yo no pronunciaré más una sola palabra.<br />

Ni una incompleta oración.<br />

La piel se destiñe<br />

porque el sol fornica cada día más con la tierra.<br />

Y los gusanos transitan sobre ella, porque la<br />

muerte usa diariamente su sombrero de fieltro y su paraguas.<br />

le pregunta la hora a los pregoneros, Le pregunta<br />

si venden buenos dulces en las confiterías;<br />

si hay mermelada de durazno.<br />

Y la palabra, ¿para qué la palabra?<br />

si no hay sueño que no tenga aunque sea un solo<br />

latigazo de araña.<br />

No hay ni un solo acto de paz. Ni un solo mitin de paz.<br />

Y no hay uno que se levante y espere en la cola de<br />

los autobuses para pobres. Y diga:<br />

Las moscas han iniciado su consecutiva bandada.<br />

Su ataque a los aposentos donde ejecutan autopsias.<br />

A Dios lo enviaron al exilio<br />

los falsificadores de monedas de veinte centavos.<br />

Un día de primavera abrirá anchamente su ojo, su pupila.<br />

No le saldrá ni una lágrima. Le hará guiños al que inventó<br />

La bomba H.<br />

Lo importante<br />

Lo importante después de todo es que te hayas<br />

levantado<br />

464


y señalado a los anunciadores de utilería barata,<br />

para entusiasmar la fantasía de los pobres.<br />

Lo importante después de todo esto<br />

es que te hayas elegido el juez, el ministro, y<br />

hayas maldecido mutilado a los propagandistas<br />

de la infelicidad. A los que consideran que la miseria<br />

es la mejor consigna de tu civilización. Hayas pisoteado<br />

a los que<br />

prefieren en las celebraciones, la últimas<br />

bandejas, los platos rellenos de aceitunas,<br />

el humo de las colillas.<br />

Y toda esta menudencia<br />

enlazada a tu bocina, a la sirena de tu automóvil;<br />

para que los traficantes y no traficantes de almas, callen.<br />

Y elijan en la amplitud territorial,<br />

el área para su sepultura.<br />

Lo importante después de todo<br />

es que con este aviso no habrá nadie que ya no te conozca.<br />

Por tu acertada decisión en las pronunciaciones,<br />

en la agudeza<br />

lineal, horizontal de tu lenguaje.<br />

Tus enemigos se han alineado uno a uno, han tomado su<br />

posición y se han hermanado con los enterradores,<br />

han apartado de sus libretas, de sus libros, los<br />

cuentos de pájaros y mariposas.<br />

Lo importante es que en la región han balanceado los<br />

hallazgos de tu sabiduría.<br />

465


Silene Sanabria<br />

Soy simplemente sueño<br />

un halo de distancia en el decir<br />

rosa húmeda olvidada en los armarios<br />

Fragmento <strong>del</strong> polvo de su tiempo<br />

amorfa sin aliento<br />

disuelta en su fragancia<br />

Soy palabra descubierta<br />

desplazada figura en su intermitencia<br />

imagen desvaneciéndose en el vacío<br />

lo inaprensible<br />

**<br />

Tengo la boca húmeda de tiempo<br />

la entraña desgarrada de palabras<br />

los huesos calcinados de existencia<br />

el rostro encendido<br />

deseos que abrazan la vida<br />

y el amor<br />

**<br />

Camino con el peso de mi sombra<br />

con mi propia semejanza<br />

en la crepitante caída de las hojas<br />

con un vago deseo<br />

y entretejidos motivos<br />

evocando emociones contradichas<br />

y un gemido de siglos<br />

embriagada<br />

de licenciosos cantos<br />

restituidos<br />

en la vehemente intimidad<br />

de frases y pasos<br />

indecisos<br />

**<br />

El poema está en la ausencia<br />

en la múltiples facetas<br />

viste de palabras<br />

466


se sumerge en avatares<br />

graba soledades repercutidas<br />

voces apartadas<br />

agoniza en el filo de la noche<br />

vuelve a su nivel para decir lo mismo<br />

canta historias<br />

revuelo de aves discontinuo<br />

días invernales<br />

soles oscuros<br />

estrellas apagadas<br />

pronuncia espacios<br />

aprehende minutos perdurables<br />

amanece dentro de ti<br />

bosteza destellos invisibles<br />

miradas hacia otra parte<br />

punto donde se revierten los opuestos<br />

donde es más fría la estación <strong>del</strong> hombre<br />

y el reloj se detiene<br />

**<br />

Habrá un día para conciliar silencios<br />

rescatar efímeros vocablos<br />

ir de espaldas sin volver el perfil<br />

ver el eterno brillo de la aurora<br />

pálidos rostros inexpresables<br />

y el indecible sonido de los vientos<br />

acariciar la belleza escapada<br />

otro día volverá<br />

de encendidos lenguajes<br />

de sol en otras puertas<br />

incesantes momentos<br />

páginas que sostienen memorias<br />

imágenes que surgen aparentes<br />

habrá luz en la palabra nueva<br />

467


anzoÁtegui:<br />

Tomás IgnacIo PoTenTInI<br />

Píritu, 1859 - Barcelona, 1906. Obra poética:<br />

Ensayos poéticos (1889).<br />

merCedes de Pérez Freites<br />

Cantaura, 1885 - 1921. Obra poética: Versos (1916);<br />

Naturaleza y alma (1941).<br />

José tadeo arreaza Calatrava<br />

Aragua de Barcelona, 1885 - Caracas, 1970.<br />

Premio Nacional de Literatura 1963-1964. Obra<br />

poética: Canto a Venezuela (1911); Cantos de la carne<br />

y <strong>del</strong> reino interior. Cantos civiles (1911); Odas. La<br />

triste y otros poemas (1913); Poesías (1964); Canto a la<br />

Batalla de Carabobo (1971); Selección Poética. 1911-<br />

1947 (1976).<br />

raFael Caballero sarmiento<br />

Barcelona, 1898 - Caracas, 1967. Obra poética:<br />

Lámpara opaca (1929); Motivos de ayer (1935); Postes<br />

y líneas (1941).<br />

Pedro Parés esPino<br />

Aragua de Barcelona, 1900 - Caracas, ¿?. Obra<br />

poética: Ayer (1937); Poemas coloniales (1963).<br />

Ángel Celestino bello<br />

El Chaparro, 1902 - Barcelona, 1963. Obra poética:<br />

Cantas de mi cántaro (1950); Copa de barro<br />

(1950); Chamizos (1953); Ventura <strong>del</strong> tiempo (1955);<br />

Furruco (1956).<br />

luisa <strong>del</strong> valle silva<br />

Barcelona, 1902 - Caracas, 1962. Obra poética:<br />

Ventanas de ensueño (1930); Humo (1941); Luz<br />

(1941); En silencio (1961); Poesía (1962); Sin tiempo<br />

y sin espacio (1963); Amanecer (1968).<br />

ada Pérez guevara<br />

Cantaura, 1905 - Caracas, 1997. Obra poética: En<br />

ausencia tuya (1926); Horizontes (1931).<br />

miguel otero silva<br />

Barcelona, 1908 - Caracas, 1985. Obra poética:<br />

Agua y cauce (1937); La mar que es el morir (1965);<br />

Poesía hasta 1966 (1966).<br />

luis José garCía<br />

Aragua de Barcelona, 1912 - Caracas, 1978. Obra<br />

poética: Niebla de la nube y de la estrella (1940); Vivac<br />

de sueños (1942); El sueño sorprendido (1949); Cuaderno<br />

de revelaciones (1963).<br />

469<br />

matilde mÁrmol<br />

Barcelona, 1921. Obra poética: Confín de sueños<br />

(1948); Humana dimensión. (1956); Humo <strong>del</strong> tiempo<br />

(1969); Sólo la noche (1969).<br />

domingo FeliPe maza zavala<br />

Barcelona, 1922 - Caracas, 2010. Obra poética:<br />

Quinta estación (2006).<br />

Carlos César rodríguez<br />

Guanta, 1922. Obra poética: Los espejos de mi sangre<br />

( 1944); Follaje redimido (1959); Aire iluminado (1963);<br />

Hora íntima (1987); Anubizajes (2004).<br />

tomÁs alFaro Calatrava<br />

El Chaparro, 1922 - Barcelona, 1953. Obra poética:<br />

Afortunado náufrago (1942); Octavillas de la vigilia<br />

y la melancolía (1945); Décimas de amor y de muerte<br />

(1954); Poemas (1963).<br />

J. J. marCano maza<br />

Barcelona, 1924. Obra poética: El turno de la<br />

sangre (1989). Poemas vitales (2007), Canto a Henry<br />

Dunant (2007).<br />

FranCisCo salazar martínez<br />

Aragua de Barcelona, 1925. Obra poética: Como<br />

quien va llorando (1958); La guitarra ministra (1954);<br />

El mendigo <strong>del</strong> sol (1956); Plenitud <strong>del</strong> llanto (1963);<br />

Los <strong>del</strong>irios (1967); Poesías (1969).<br />

Camilo balza donatti<br />

Mapire, 1927. Obra poética: Canto al Lago (1950);<br />

Tierra <strong>del</strong> corazón (1950); Reino de soledad (1955); Los<br />

días abandonados (1965); Las vertientes (1973); Zumba<br />

que zumba (1973); Sonetos <strong>del</strong> campo y <strong>del</strong> amor (1975);<br />

Trópicos (1998); Arquero de la noche (2003).<br />

raFael José muñoz<br />

Guanape, 1928 - Caracas, 1981. Obra poética:<br />

Los pasos de la muerte (1953); El círculo de los 3 soles<br />

(1968 / 2005).<br />

José antonio Castro<br />

Barcelona, 1930. Obra poética: Álbum para <strong>del</strong>incuentes<br />

(1966); Mapire (1994).<br />

Jesús enrique barrios<br />

Urica, 1937. Obra poética: Apremios de soñar (1977);<br />

Preparativos para el cansancio (1978); En calidad de humano<br />

(1980); Cualquier itinerario (1992); Rigor <strong>del</strong> ocio<br />

(1992); Mutilaciones (s/f.); Usada poesía (1994); Por<br />

rastros y raudales (1994); Con mis errores (2005).<br />

raFael Petit Jiménez<br />

Lecherías, 1937 - Villa de Cura, 1990. Obra poética:<br />

La luz posible (1990).


víCtor salazar<br />

Barcelona, 1940 - Cabimas, 1983. Obra poética:<br />

Piragua (1960); Sequía de las palabras (1961); Semejante<br />

al principio (1965); Cartas de la calle Victoria (1967);<br />

El desterrado (1967); Una elegía para Rosalba (1967);<br />

Rebelde y cotidiano (1969) Y ese tropel de luces (1973).<br />

teresa CorasPe<br />

Soledad, 1941. Obra poética: Las fieras se dan golpes<br />

de pecho (l975); Vuelvo con mis huesos (1978); Vértice <strong>del</strong><br />

círculo (1987); Este silencio siempre (l991); Tanta nada<br />

para tanto infierno (l994).<br />

eduardo lezama<br />

Barcelona, 1941 - 1985. Obra poética: Bajo la<br />

refriega (1964); Desde la hierba (1968); Poesía inédita<br />

(1990).<br />

enrique hidalgo<br />

El Tigre, 1942. Obra poética: Acri lacre (1973); El<br />

libro de Sacha (1978); Canción <strong>del</strong> agua buena (1983);<br />

Vos si que sois arbolario (1998).<br />

eduardo siFontes<br />

Barcelona, 1949 - 1974. Obra poética: Las conjuraciones<br />

(1975); Señas y contraseñas (1985); La poesía<br />

está en juego (1991).<br />

ramón ordaz<br />

El Tigre, 1948. Obra poética: Esta ciudad, mi sangre<br />

(1977); Potestades de Zinnia (1979); Antología <strong>del</strong> otro<br />

(1990); Entreveros (1985); Grafopoemas (1992); Kuma<br />

(1997); Albacea (2003).<br />

Julio César sÁnChez<br />

El Tigre, 1948. Obra poética: La palabra aparente<br />

(1977).<br />

earle herrera<br />

El Tigrito, 1949. Obra poética: Penúltima tarde<br />

(1978); Piedra derramada (1990).<br />

arnulFo quintero lóPez<br />

Barcelona, 1949. Obra poética: Del lado allá <strong>del</strong> vuelo,<br />

<strong>del</strong> lado allá <strong>del</strong> canto, <strong>del</strong> lado allá <strong>del</strong> tiempo (1990);<br />

Versos de la Taberna <strong>del</strong> Camino <strong>del</strong> Olvido (1995); Como<br />

un rayito de luna (2000); La esencia <strong>del</strong> hueso perdido<br />

(2004); Adverbios y azares (2004); De la noche y otros<br />

lugares (2004); Los días contados (2005).<br />

470<br />

monagas:<br />

Félix antonio Calderón<br />

Caripe, 1890 - Aragua de Maturín, 1932. Obra<br />

poética: Lirio salvaje (1963).<br />

ramón Pierluissi ramírez<br />

Aguasay, 1892-1979. Obra poética: Semblanzas,<br />

versos y prosas (2000).<br />

Félix armando núñez<br />

Maturín, 1897 - Chile, 1972. Obra poética: La Luna<br />

de otoño ( (1919); La voz íntima (1919); El Corazón<br />

abierto (1922); Canciones de todos los tiempos (1943);<br />

Moradas imprevistas (1945); El Poema de la tarde<br />

(1952); Poema filial (1953).<br />

tiburCio aPariCio lozada<br />

Maturín, 1906. Obra poética: Graníticos (1960).<br />

José antonio ramírez rausseo<br />

Maturín, 1909 - Caracas, 1976. Obra poética: Sangre<br />

de quimeras (1932); Riña de gallos (1955); Oda a<br />

Venezuela (1963); El espejo de los bosques (1969).<br />

JuliÁn Padrón<br />

San Antonio de Maturín, 1910 - Caracas, 1954.<br />

Obra poética: Poemas Inéditos, en Obras completas<br />

(1957).<br />

alariCo gómez<br />

Barrancas, 1922 - Caracas, 1955. Obra poética:<br />

Júbilo <strong>del</strong> regreso (1947); Poema para inmigrantes y<br />

turistas (1950); Unidad hacia la rosa (1963); Las armas<br />

de Odiseo (1953); La técnica <strong>del</strong> cielo (1953); Antología<br />

inédita (1955); Los dominios visuales (1956).<br />

benito raúl losada<br />

Maturín, 1923. Obra poética: Casimba (1943); Soledad<br />

y angustia (1945); Canciones y luz menor (1952);<br />

Campanada hacia el alba (1954); Nacerán los caminos<br />

(1955); Más allá <strong>del</strong> relámpago (1960); Poemas 1960);<br />

Poesías (1964); Los espejos baldíos (1980); Dentro y fuera<br />

<strong>del</strong> hombre (1982); Lebab o los despojos (1983); Por la<br />

redoma azul (1987); A fondo perdido (1988); Tiempo<br />

transitado (1989); La magia desnuda (1991); El rostro<br />

sumergido (1993).<br />

luisa teresa sosa<br />

Teresén, 1923. Obra poética: Descalzo y andariego<br />

(1988).<br />

simón sÁez mérida<br />

Aragua de Maturín, 1928 - Caracas, 2005. Obra<br />

poética: El adiós (1982); Las piedras, nada más<br />

(1987).


José lira sosa<br />

Maturín, 1930 - Isla de Margarita, 1995. Obra<br />

poética: Fiat lux y otros poemas (1954); A la gran<br />

aventura (1960); Vicios ceremoniales (1965); Por mi<br />

cuenta y riesgo (1967); Oscuro ceremonial (1975);<br />

Contraseña (1982); Enseres y atavíos (1989); Con la<br />

palabra en la boca (1994); Poesía (1998); Alrededor de<br />

la fogata (2006).<br />

César suPPini<br />

Maturín, 1930. Obra poética: Comenzar a morir<br />

(1987); Pozo de cuervos (1988); Hasta el cielo se cansa<br />

(1996); El olvido de Dios (2006).<br />

Carlos ríobueno<br />

Caño Simara, 1930. Obra poética: Veinte plegarias<br />

para mi resurrección (2003); Huellas (2007).<br />

ligia elena roJas millÁn<br />

Maturín, 1931. Obra poética: Espacios <strong>del</strong> silencio<br />

(1983).<br />

J. m. villarroel París<br />

San Antonio de Maturín, 1932 - Valencia, 1995.<br />

Obra poética: Arquero de la nada (1969); Cantos<br />

(1955); Campos de fuego (1974); Dos elegías (1975);<br />

Kerygma (1974); La estrella jubilosa (1958); Pájaros,<br />

pájaros (1972); Poemas (1972); De un pueblos y sus<br />

visiones (1979).<br />

domingo rogelio león<br />

El Perú de Caripe, 1935. Obra poética: Kara<br />

Marú y otros poemas (1961); Poemas y relatos (1982);<br />

Alicascos (1997).<br />

elba rosa albertini<br />

Caripe, 1936. Obra poética: Presencia de la soledad<br />

(1957); Pétalos al viento (1998); Espejos <strong>del</strong> silencio<br />

(2006).<br />

ConChita abreu resCaniere<br />

Maturín, 1938. Obra poética: Astillas de mi horizonte<br />

(1975).<br />

miguel tineo<br />

Mata Negra, 1938. Obra poética: Sed de nubes<br />

(2001); Como una daga (2008).<br />

PeruCho aguirre<br />

La Asunción, Nueva Esparta, 1940. Obra poética:<br />

El mar visto desde mis años (1979); Lastres de<br />

soledad (1991); El canto a las aguas (1991); Papagayo<br />

(2000).<br />

Carlos bÁez<br />

Quiriquire, 1943-1997. Obra poética: Palabras<br />

(1997).<br />

471<br />

JaCinto ramírez noriega<br />

Maturín, 1943. Obra poética: Desde el fondo de la memoria<br />

(publicado con el pseudónimo J. A. Marzier,<br />

1988); La ciudad y otros bemoles (2006).<br />

luis segundo renaud<br />

1944. Obra poética: Las flores <strong>del</strong> saúco (1990); Casa<br />

(1992); Mastranto (2007).<br />

ramonetta gregori<br />

1944. Obra poética: Las sucesoras (1995); Cantos<br />

(1998).<br />

Coromoto renaud<br />

1944. Obra poética: Azares (1994); Enero (2004).<br />

Carlos lóPez<br />

1946. Obra poética: Tragos y mortajas (1987); Palabra<br />

en celo (1997); Poemas para vírgenes desnudas (2008).<br />

omar velÁsquez<br />

1947. Obra poética: El lenguaje de las sombras<br />

(2006).<br />

zoilo abel rodríguez<br />

El Furrial, 1949. Obra poética: Efectismos y otras<br />

vainas (1999).<br />

William torCÁtiz<br />

Maracaibo, 1949. Obra poética: Armado de amor<br />

hasta los dientes esculcaré los rincones de tu cuerpo (1996);<br />

Sobre la alfombra mágica de tu vientre (1996).<br />

rosa anka<br />

Lima, Perú, 1949. Obra poética: Mimetismo pendular<br />

(1987); Huidos de Saturno (1999)


nueva esParTa:<br />

gasPar marCano<br />

San Juan Bautista, 1781 - Maracaibo, 1821. Obra<br />

poética: Poema <strong>del</strong> Teniente Coronel y Licenciado<br />

Gaspar Marcano y otras producciones patrióticas de<br />

1816 y 1817 relativas a la Guerra de Independencia de<br />

Margarita (1917).<br />

h. albornoz lÁrez<br />

La Asunción, 1874 - 1946. Obra poética: “La<br />

esfinge yankee” y “Águilas triunfales” en Poesía<br />

margariteña (1967).<br />

miguel Ángel mata<br />

La Asunción,1881 - Caracas, 1954. Obra poética:<br />

Rojos épicos (1917); Isla <strong>del</strong> mar y de la sangre (1957).<br />

Pedro navarro gonzÁlez<br />

Porlamar, 1882 - 1944. Obra poética: “La voz <strong>del</strong><br />

muro”. en Poesía margariteña (1967)<br />

Jesús marCano villanueva<br />

La Asunción, 1892 - Caracas, 1943. Obra poética:<br />

El corazón que sabe amar (1924).<br />

Pedro rivero<br />

Porlamar, 1893 - Madrid, 1959. Obra poética: El<br />

mar de las perlas (1943); El mar de Ulises y Porlamar<br />

(1952); El pescador de ánforas (1954); Poemas <strong>del</strong> mar<br />

(1956).<br />

viCente Fuentes<br />

Isla de Coche, 1898 - Caracas, 1954. Obra poética:<br />

Poemas (1974).<br />

FranCisCo lÁrez granado<br />

Juangriego, 1903 - 1938. Obra poética: Playas<br />

(1936); Cuaderno de mar (1943); Velero-Mundo (1948);<br />

Umbral de ausencia (1955); Grímpolas (1956).<br />

luis b. Prieto Figueroa<br />

La Asunción, 1904 - Caracas, 1993. Obra poética:<br />

Mural de mi ciudad (1975); Del hombre al hombre<br />

(1977); Porlamar en el viento (1978); Verba mínima<br />

(1978).<br />

José oliveira<br />

Juangriego, 1905 - ¿? En Poesía margariteña<br />

(1967).<br />

P. C. vÁsquez y vÁsquez<br />

Porlamar, 1907 - Caracas, 1993. Obra poética:<br />

Renuevos (1987).<br />

472<br />

luis Castro<br />

Porlamar, 1909 - Caracas, 1933. Obra poética:<br />

Garúa (1969).<br />

heraClio narvÁez alFonzo<br />

Santa Ana <strong>del</strong> Norte, 1909 - ¿?. Obra poética: En<br />

Poesía margariteña (1967).<br />

margarita esParta<br />

Porlamar, 1918 - ¿?. Obra poética: Cayuco (1961);<br />

Voces <strong>del</strong> mar (1965); Tiempo y espacio (1970).<br />

FranCisCo n. Castillo<br />

Porlamar, 1920 - 2008. Obra poética: Terruño-Isla y<br />

otros poemas (1957); Espuma migratoria (1957).<br />

FranCisCo gutiérrez<br />

Porlamar, 1922 - Caracas, 1991. Obra poética: El<br />

mar de oscuro fondo (1965).<br />

José elías villarroel<br />

Los Millanes, 1924.<br />

rosauro rosa aCosta<br />

Pampatar, 1925 - Porlamar, 2001. Obra poética:<br />

En Poesía margariteña (1967).<br />

emira rodríguez<br />

Porlamar, 1929. Obra poética: Relaciones (1971);<br />

La casa de alto (1972); Malencuentro pero tenía otro<br />

nombre (1975).<br />

Juan salazar meneses<br />

Porlamar, 1929 - Caracas, 1982. Obra poética: Los<br />

huéspedes <strong>del</strong> verano (1954); El conquistador (1960); Un<br />

día cuando el viento fue joven (1974).<br />

José rosa aCosta<br />

Pampatar, 1930 - ¿?. Obra poética: Playa feliz<br />

(1971); Aldea sobre el júbilo (1973).<br />

Jesús rosas marCano<br />

La Asunción, 1931 - Caracas, 2001. Obra poética:<br />

Proclama de la espiga (1958); Pompas y alegrías<br />

(1961); A medio mar (1965); Clavel de muerto y otros<br />

claveles (1968).<br />

eFraín subero<br />

Pampatar, 1931 - Caracas, 2007. Obra poética:<br />

Estancias <strong>del</strong> amor iluminado (1956); Todavía la noche<br />

(1964); Casi letanía (1965); Razones (1970).<br />

Jesús ramón villarroel<br />

Los Millanes, 1932 - 1963.<br />

Ángel Fernando guilarte<br />

El Valle <strong>del</strong> Espíritu Santo, 1934 - Caracas, 1990.<br />

Obra poética: Espigas de amor (1960); Tiestos de mi<br />

sangre (1965); Cantamar (1978).


José ramón villarroel<br />

El Valle de Pedro González, 1937 - 1995.<br />

Ángel Félix gómez<br />

Porlamar, 1938. Obra poética: Siete cantos a toda voz<br />

(1963); Juegos proféticos (1971); Los olvidos (1977).<br />

gustavo Pereira<br />

Punta de Piedras, 1940. Obra poética: Preparativos<br />

de viaje (1964); En plena estación (1966); Hasta reventar<br />

(1966); El interior de las sombras (1968); Poesía de qué<br />

(1970); Los cuatro horizontes <strong>del</strong> cielo (1973); Libro de<br />

los somaris (1973); Segundo libro de los somaris (1979);<br />

Vivir contra morir (1988); La fiesta sigue (1992); Escrito<br />

de salvaje (1993); Oficio de partir (1998); Dama de<br />

niebla (1999).<br />

Magaly Salazar<br />

La Asunción, 1940. Obra poética: No aptos para los<br />

ritos de sacralización (1978); Ardentía (1992); La casa<br />

<strong>del</strong> vigía; Bajío de sal; Levar fuego; Siete.<br />

Cruz Ávila<br />

Los Robles, 1944-1987. Obra poética: Libertad<br />

dudosa (1970); Rendijas <strong>del</strong> tiempo (1974); Los rieles<br />

<strong>del</strong> silencio (1978).<br />

473<br />

sucre:<br />

viCente Coronado<br />

Cumaná, 1830 - Caracas, 1896. Obra poética: La<br />

victoria de Carabobo (1859); Ensayos poéticos (1887);<br />

Composiciones literarias (1892).<br />

miguel sÁnChez Pesquera<br />

Cumaná, 1851 - Barcelona, España, 1920. Obra<br />

poética: Primeras poesías (1880); Sonetos (1900).<br />

andrés mata<br />

Carúpano, 1870 - París, 1931. Obra poética:<br />

El decálogo (1884); Pentélicas (1896); Idilio trágico<br />

(1898); Poesías escogidas (1930); Poesías (1932);<br />

Selección de poesías (1932); Arias sentimentales y otros<br />

poemas (1942).<br />

Juan arCia<br />

Cumaná, 1872 - Caracas, 1931. Obra poética:<br />

Vestigios (1901); Sangre <strong>del</strong> trópico (1904); Almas y<br />

ruinas (1907); Versículos profanos (1921); Versos y<br />

prosas (1974).<br />

José maría milÁ de la roCa díaz<br />

Cumaná, 1879 - 1911. Obra poética: Aljaba (1907);<br />

Aristas y facetas (1907).<br />

Juan miguel alarCón<br />

Cumaná, 1887 - 1932. Obra poética: La fuente de<br />

Castalia (1954).<br />

andrés eloy de la rosa<br />

Cumaná, 1888 - Montevideo, 1947. Obra poética:<br />

Carnes y porcelanas (1929).<br />

rosa alarCón blanCo<br />

Cumaná, 1890 - Caracas, 1967. Obra poética:<br />

Pajaritos de aserrín (1972).<br />

José antonio ramos suCre<br />

Cumaná, 1890 - Ginebra, 1930. Obra poética: Trizas<br />

de papel (1921); La torre de Timón (1925); Las formas<br />

<strong>del</strong> fuego (1929); El cielo de esmalte (1929).<br />

ramón david león<br />

Cumaná, 1890 - Caracas, 1980. Obra poética: Sol<br />

de invierno (1978).<br />

agustín silva díaz<br />

Cumaná, 1891 - Caracas, 1988. Su obra quedó<br />

dispersa en periódicos y revistas de la época.<br />

Incluido en De poetas olvidados (1994).<br />

Cruz salmerón aCosta<br />

Manicuare, estado Sucre, 1892 - 1929. Obra poética:<br />

Fuente de amargura (1952).


humberto guevara<br />

Cumaná, 1892 - 1954. Canto a Sucre (1945); Voces<br />

de primavera . Antología poética (1995).<br />

diego Córdova<br />

Cumaná, 1892 - 1972. Obra poética: Agua errante<br />

(1913); Poemas de ayer y de hoy (1942); Carta de amor<br />

a Venezuela y doce poemas a la libertad (1962).<br />

José agustín FernÁndez<br />

Cumaná, 1895 - ¿? Obra poética: Motivos (1941);<br />

Pentagrama (1952); Musa traviesa (1957); Música de mi<br />

mundo (1965); Romances de la ciudad luminosa (1970);<br />

Arpa y caney (1973).<br />

andrés eloy blanCo<br />

Cumaná, 1896 - México, 1955. Obra poética: Tierras<br />

que me oyeron (1921); Las cuatro puertas (1924);<br />

Poda (1934); Barco de piedra (1937); Baedeker 2000<br />

(1938); A un año de tu luz (1951); Giraluna (1955);<br />

La Juanbimbada (1959).<br />

Juan manuel rondón sotillo<br />

Macarapana, 1900 - Caracas, 1966. Obra poética:<br />

Sinfonía <strong>del</strong> sur (1928); Poemas anacrónicos (1940);<br />

Ardentía (1952); Saludo y elogio de los Andes (1954);<br />

Selección de poemas (1955); Antología poética (1990).<br />

ramón imery<br />

Carúpano, 1902 - Caracas, 1977. Obra poética:<br />

Poesías completas (1978).<br />

luis mariano rivera<br />

Carúpano, 1906 - 2002. Obra poética: Volveremos<br />

por esos caminos (1981); Cantos de fragancia amor y<br />

tierra (1991); El universo de mi amor (1994); Siembra<br />

de sueños (1996); Canto a las flores, a los pájaros, a la<br />

tierra y a mi pueblo (2006).<br />

Julio zerPa<br />

Cumaná, 1910 - Caracas, 1983. Obra poética:<br />

Canto a Sucre (1974); Veinticinco sonetos a las manos y<br />

un soneto prólogo ((1975); Cumaná, sus poetas y otras<br />

figuras (1980); Décimas (1986).<br />

aquiles Certad<br />

Cumaná, 1914 - Caracas, 1986. Obra poética: Voces<br />

desnudas (1932); Alma en el viento (1939); Ternura de<br />

hallarte (1940); Territorio <strong>del</strong> sueño (1954).<br />

luisa esther larrazÁbal<br />

Río <strong>Caribe</strong>, estado Sucre, 1916 - Caracas, 1945.<br />

Obra poética: 20 poemas (1947).<br />

raFael José gómez<br />

Cumaná, 1920 - ¿? Obra poética: Cruz y arco<br />

(1974).<br />

474<br />

luis beltrÁn mago<br />

Cumaná, 1924. Obra poética: Bajel hacia la estrella<br />

(1956); Sonetos a la isla (1956); Los pasos de la noche<br />

(1965); Sonetos a Caracas (1966); No es tiempo de callar<br />

(1969); Y había una muchacha (1973); Los eucaliptos<br />

miran hacia el sur (1976); El mar donde nací (1985);<br />

Presencia <strong>del</strong> aire (1993); Morada en el mar (1993);<br />

Poemas devocionales (1998); Poemas de enero (1997);<br />

Del agua y de la lluvia (1998); Canciones <strong>del</strong> amor y el<br />

viento (1999); Itinerario de la sombra (2002).<br />

ramón badaraCCo<br />

Cumaná, 1932. Obra poética: Formas.<br />

helí Colombani<br />

Irapa, 1932 - Caracas, 1992. Obra poética: Poemas<br />

para rezar de noche (1953); Irapa, dios de las iras (1957);<br />

Voz que rasga el silencio (1960); Hoy me levanto y digo<br />

(1963); En ejercicio de mí (1968); Desandando soledades<br />

(1982); Poemas de alcoba (1988).<br />

JaCinto gutérrez Coll<br />

Cumaná, 1935 - Caracas, 1901. Obra poética:<br />

Poesías selectas (1870); Poesías (1926, 1965).<br />

JoseFina urbÁez de Flores<br />

Tunapuy, 1936. Obra poética: La vida es hoy (1991);<br />

Tres majaderos y sus cantos (2005).<br />

luis José bonilla<br />

Río <strong>Caribe</strong>, 1937 - ¿? Obra poética: Bajo la refriega<br />

(1964, coautor); Cráneo fosilizado (1965); Libro de<br />

lamentaciones (1967).<br />

silene sanabria<br />

Cumaná, 1941. Obra poética: Incomunicable (1981);<br />

Velada perdurable (1996); Con el polvo de las hojas<br />

(1999); Yo soy la tarde de café (1999).


Índice


<strong>Anzoátegui</strong><br />

Tomás Ignacio Potentini ..........................................................................................11<br />

Mercedes de Pérez Freites .......................................................................................17<br />

José Tadeo Arreaza Calatrava...................................................................................20<br />

Rafael Caballero Sarmiento .....................................................................................27<br />

Pedro Parés Espino ..................................................................................................31<br />

Ángel Celestino Bello ...............................................................................................34<br />

Luisa <strong>del</strong> Valle Silva .................................................................................................38<br />

Ada Pérez Guevara ....................................................................................................40<br />

Miguel Otero Silva ....................................................................................................43<br />

Luis José García ........................................................................................................46<br />

Matilde Mármol ........................................................................................................49<br />

Domingo Felipe Maza Zavala ..................................................................................53<br />

Carlos César Rodríguez ............................................................................................56<br />

Tomás Alfaro Calatrava ............................................................................................59<br />

J. J. Marcano Maza.....................................................................................................63<br />

Francisco Salazar Martínez ......................................................................................66<br />

Camilo Balza Donatti ...............................................................................................70<br />

Rafael José Muñoz ....................................................................................................74<br />

José Antonio Castro..................................................................................................79<br />

Jesús Enrique Barrios ...............................................................................................84<br />

Rafael Petit Jiménez..................................................................................................88<br />

Víctor Salazar ............................................................................................................90<br />

Teresa Coraspe ..........................................................................................................95<br />

Eduardo Lezama .......................................................................................................98<br />

Enrique Hidalgo .....................................................................................................101<br />

Eduardo Sifontes ....................................................................................................104<br />

Ramón Ordaz ..........................................................................................................108<br />

Julio César Sánchez ................................................................................................113<br />

Earle Herrera ...........................................................................................................115<br />

Arnulfo Quintero López .........................................................................................118<br />

Monagas<br />

Félix Antonio Calderón ..........................................................................................125<br />

Ramón Pierluissi Ramírez ......................................................................................129<br />

Félix Armando Núñez .............................................................................................132<br />

Tiburcio Aparicio Lozada .......................................................................................134<br />

José Antonio Ramírez Rausseo .............................................................................136<br />

Julián Padrón...........................................................................................................138<br />

Alarico Gómez .........................................................................................................144<br />

Benito Raúl Lozada ................................................................................................149<br />

477


Luisa Teresa Sosa ...................................................................................................151<br />

Simón Sáez Mérida .................................................................................................154<br />

José Lira Sosa..........................................................................................................156<br />

César Suppini ..........................................................................................................162<br />

Carlos Ríobueno .....................................................................................................167<br />

Ligia Elena Rojas Millán ........................................................................................169<br />

J. M. Villarroel París ................................................................................................171<br />

Domingo Rogelio León ..........................................................................................174<br />

Elba Rosa Albertini ................................................................................................177<br />

Conchita Abreu Rescaniere ...................................................................................179<br />

Miguel Tineo ...........................................................................................................182<br />

Perucho Aguirre ......................................................................................................185<br />

Carlos Báez ..............................................................................................................187<br />

Jacinto Ramírez Noriega ........................................................................................190<br />

Luis Segundo Renaud ............................................................................................193<br />

Ramonetta Gregori .................................................................................................198<br />

Coromoto Renaud ..................................................................................................200<br />

Carlos López ...........................................................................................................202<br />

Omar Velásquez ......................................................................................................205<br />

Zoilo Abel Rodríguez ..............................................................................................206<br />

William Torcátiz ......................................................................................................209<br />

Rosa Anka ................................................................................................................211<br />

Nueva Esparta<br />

Gaspar Marcano ......................................................................................................217<br />

H. Albornoz Larez ...................................................................................................221<br />

M. A. Mata ...............................................................................................................224<br />

Pedro Navarro González .........................................................................................228<br />

Jesús Marcano Villanueva ......................................................................................233<br />

Pedro Rivero ............................................................................................................238<br />

Vicente Fuentes ......................................................................................................241<br />

Francisco Lárez Granado........................................................................................245<br />

Luis B. Prieto F. .......................................................................................................250<br />

José Oliveira ............................................................................................................254<br />

P. C. Vásquez Vásquez ............................................................................................259<br />

Luis Castro ..............................................................................................................262<br />

Heraclio Narváez Alfonzo .......................................................................................266<br />

Margarita Esparta ...................................................................................................269<br />

Francisco N. Castillo ..............................................................................................272<br />

Francisco Gutiérrez .................................................................................................276<br />

José Elías Villarroel ................................................................................................280<br />

Rosauro Rosa Acosta .............................................................................................284<br />

Emira Rodríguez .....................................................................................................289<br />

Juan Salazar Meneses .............................................................................................295<br />

José Rosa Acosta ....................................................................................................300<br />

Jesús Rosas Marcano..............................................................................................305<br />

478


Efraín Subero ..........................................................................................................312<br />

Jesús Ramón Villarroel ...........................................................................................318<br />

Ángel Fernando Guilarte ........................................................................................320<br />

José Ramón Villarroel .............................................................................................324<br />

Ángel Félix Gómez ..................................................................................................326<br />

Gustavo Pereira.......................................................................................................329<br />

Magaly Salazar ........................................................................................................334<br />

Cruz Ávila.................................................................................................................337<br />

Sucre<br />

Vicente Coronado ...................................................................................................341<br />

Miguel Sánchez Pesquera ......................................................................................346<br />

Andrés Mata ............................................................................................................350<br />

Juan E. Arcia ............................................................................................................353<br />

José María Milá de la Roca Díaz ............................................................................357<br />

Juan Miguel Alarcón ...............................................................................................363<br />

Andrés Eloy de la Rosa ..........................................................................................365<br />

Rosa Alarcón Blanco ..............................................................................................369<br />

José Antonio Ramos Sucre ...................................................................................372<br />

Ramón David León .................................................................................................377<br />

Agustín Silva Díaz ...................................................................................................381<br />

Cruz Salmerón Acosta ............................................................................................385<br />

Humberto Guevara .................................................................................................389<br />

Diego Córdova ........................................................................................................398<br />

José Agustín Fernández ..........................................................................................400<br />

Andrés Eloy Blanco ................................................................................................404<br />

J. M. Rondón Sotillo ...............................................................................................413<br />

Ramón Imery ...........................................................................................................421<br />

Luis Mariano Rivera ...............................................................................................425<br />

Julio Zerpa ...............................................................................................................429<br />

Aquiles Certad ........................................................................................................431<br />

Luisa Esther Larrazábal .........................................................................................435<br />

Rafael José Gómez ..................................................................................................438<br />

Luis Beltrán Mago ..................................................................................................442<br />

Ramón Badaracco...................................................................................................447<br />

Helí Colombani.......................................................................................................451<br />

Jacinto Gutiérrez Coll .............................................................................................455<br />

Josefina Urbáez de Flores.......................................................................................460<br />

Luis José Bonilla .....................................................................................................462<br />

Silene Sanabria .......................................................................................................465<br />

479


Cien + 20 poetas orientales, se terminó de imprimir en el mes<br />

de diciembre de 2010. En su composición se utilizaron los<br />

tipos digitales Novarese Book de 8, 10, 12 y 15 puntos. El<br />

texto fue impreso en pliegos Tamcremy de 55 grs. y para<br />

las tapas se utilizó sulfato sólido 0,14. La edición consta<br />

de 1.000 ejemplares.<br />

20 años<br />

1990 - 2010<br />

En el principio era el verbo

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