teologia - Biblioteca Digital - Universidad Católica Argentina
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TEOLOGIA<br />
Antonio Marino: Creo en Jesucristo, Hijo único de Dios<br />
• Domingo Basso: Los consejos evangélicos • Jorge<br />
Mario Bergoglio: La vida consagrada y su misión en la<br />
Iglesia yen el mundo • María Ana Ennis: Psicología y<br />
espiritualidad. Naturaleza y gracia en la vida<br />
consagrada • Ricardo Walter Corleto: La formación<br />
teológica del historiador de la Iglesia • Crónica de la<br />
Facultad • Notas bibliográficas • Libros recibidos •<br />
Indice del tomo XXXII<br />
TOMO XXXII, N!! 66 AÑo 1995-2 BUENOS AIRES
TEOLOGIA<br />
REVISTA DE LA FACULTAD DE TEOLOGIA DE LA<br />
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA ARGENTINA<br />
JOSE CUBAS 3543 - BUENOS AIRES - REPUBLlCA ARGENTINA<br />
TOMO XXXII - N! 66 AÑo 1995: 2!! semestre<br />
SUMARIO<br />
Antonio Marino: Creo en Jesucristo, Hijo único de Dios ...... 149<br />
Domingo Basso: Los consejos evangélicos .............................. 187<br />
Jorge Mario Bergoglio: La vida consagrada y su misión<br />
en la Iglesia y en el mundo......................................... 203<br />
María Ana Ennis: Psicología y espiritualidad. Naturaleza<br />
y gracia en la vida consagrada ................................... 213<br />
Ricardo Walter Corleto: La formación teológica<br />
del historiador de la Iglesia ............... ...... ....... ...... ...... 227<br />
Crónica de la Facultad ... ............ ......... ........ ....... ...... ...... ......... 235<br />
Notas bibliográficas ................................................................ 247<br />
Libros recibidos ....................................................................... 261<br />
Indice del tomo XXXII ........................................... .................. 263
CREO EN JESUCRISTO,<br />
HIJO UNICO DE DIOS<br />
En la Segunda sección de la Primera Parte del CEC 1 se desarrollan<br />
los contenidos del Credo. Nos corresponde explicar ahora el capítulo<br />
segundo, que expone la fe en Jesucristo, Hijo único de Dios y salvador<br />
de los hombres.<br />
Si miramos el texto del Credo Apostólico, que sirve de base para la<br />
exposición orgánica del contenido global de la fe de la Iglesia, vemos<br />
que la materia de este capítulo abarca desde el arto 2 hasta el 7,<br />
conforme a la división de este Símbolo en doce artículos. Exactamente<br />
la mitad de los mismos, por tanto, se refieren al Hijo. Simple constatación<br />
cuyo sentido habrá que desentrañar.<br />
Sabemos que el origen de esta división -más o menos acertada, más<br />
o menos artificial- es una leyenda medieval, según la cual los apóstoles,<br />
antes de dispersarse definitivamente para el cumplimiento de la<br />
misión evangelizadora, se habrían reunido por última vez a fin de<br />
componer el Credo o Símbolo, fundamento de la unidad eclesiaL Cada<br />
apóstol, habría aportado un artículo; de allí el número de doce2•<br />
Detrás de esta leyenda, sin embargo, se esconde una verdad<br />
profunda, que los medievales no inventaron: el origen apostólico de la<br />
fe del Símbolo, el cual es la norma o regla de fe que los apóstoles<br />
transmitieron3 •<br />
1. La Primera Parte del CEC: La profesión de la fe (26-1065), abarca dos secciones;<br />
la primera: "Creo" . "Creemos" (26-184): la segunda: La profesión de la fe cristiana. Los<br />
Simbolos de la fe (185·1065).<br />
2. Cf. H. DE LUBAC, La Foi chrétienne. Essais sur la structure du Symbole des<br />
Apótres. Paris. Aubier. 1970. pp.23-59.<br />
3. Un teólogo medieval se expresaba, al respecto, de este modo: la causa que dio<br />
origen al Símbolo es la gran diversidad que existe entre los hombres, por nación,<br />
costumbres, lengua, parentesco, etc.; de allí que quisieran, bajo la iluminación del<br />
Espíritu Santo, asegurar la instrucción de los fieles en la misma inteligencia, la misma<br />
confesión y la misma religión respecto de la única verdad en la cual alcanza su felicidad<br />
la naturaleza humana. Para lo cual recogieron cada una de las verdades que acerca de<br />
Dios es preciso creer y confesar en un conjunto orgánico de la confesión de fe. La unidad<br />
es, pues, el principio originante del Símbolo, a lo cual se refiere la misma etimología<br />
griega, convergencia, concordancia, reunión. En el Símbolo podemos encontrar tres<br />
niveles de esta convergencia: la de los fieles, en la misma verdad y religión; la de los<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
150 ANTONIO MARINO<br />
Pero esta división en artículos no nos debe llevar a perder de vista<br />
la estructura esencial del Credo que es tripartita, trinitaria. En torno<br />
a cada una de las tres divinas personas, encontramos vinculadas,<br />
respectivamente, la obra de la creación, de la salvación y de la<br />
santificación. El capítulo cristo lógico aparece enmarcado, por consiguiente,<br />
entre la confesión de fe en el Padre todopoderoso.Y creador,<br />
y la confesión de fe en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia. Ocupa el<br />
centro, no sólo por su ubicación material sino en un sentido que pronto<br />
deberemos precisar.<br />
Respecto al orden de los contenidos, estos siguen las afirmaciones<br />
del Símbolo. Luego de los números introductorios (422-429), en el arto<br />
2 se estudian los principales títulos de Jesús: Cristo, Hijo de Dios y<br />
Señor. Y a continuación, conforme al orden del Credo, sigue el estudio<br />
de los principales misterios de la vida de Cristo, relativos a la<br />
encarnación (art. 3), a su pasión, muerte y sepultura (art. 4), al<br />
descenso a los infiernos y la resurrección (art. 5), la ascensión y sesión<br />
a la diestra del Padre (art. 6) y su vuelta como juez universal (art. 7).<br />
Más profundamente, en cuanto a la forma interna de comprensión<br />
de los contenidos cristológicos, se los presenta según un esquema<br />
que, globalmente considerado, es simultáneamente descendente y<br />
ascendente, como trataremos de mostrarlo. A este esquema de comprensión<br />
del misterio de Cristo invitaba, por un lado, la letra misma<br />
del Credo (descendió, ascendió, vendrá); y por otro, la sensibilidad<br />
cristo lógica contem poránea, que recu pera la mejor tradición medieval<br />
al incorporar la narración y el sentido salvífico de los misterios de la<br />
vida de Cristo en la reflexión sistemática y en la catequesis.<br />
La Cristología del CEC en el contexto<br />
de la cristología contemporánea<br />
En la reflexión teológica reciente se han contrapuesto dos modelos<br />
de cristología4 : uno, el tradicional, que parte del Dios trinitario, del<br />
apóstoles, al tener cada uno su parte en la composición del Símbolo; la de las Escrituras,<br />
pues el contenido del Símbolo está diseminado en ellas y fue recogido y presentado en<br />
un todo, en bien de la memoria de los rudos (Cr. ALEJANDRO de HALES. Summa IIJ,<br />
lnq. Il, Tract 11, q. 1, cap. Il).<br />
4. La descripción de ambos caminos puede verse enJ. GALOT, Chí sei tu, o Cristo.<br />
Firenze, Librería Editrice Fiorentina, 1979; pp.23-40; COMMISSION BIBLIQUE<br />
PONTIFICALE, Bible et Christologie. París, Cerf, 1984, pp. 43-45. 65-67; L. ARMEN-<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 151<br />
Verbo o Hijo preexistente, para hablar de su encarnación, del modo<br />
como ésta se produce, y de la salvación del hombre con ella vinculada<br />
(cristología descendente); otro, el moderno, que parte de la actuación<br />
histórica de Jesús, de sus actitudes, de sus enseñanzas y de sus<br />
pretensiones, de su muerte como consecuencia de su concreto actuar<br />
histórico, para terminar descubriendo en todo esto, con la luz que<br />
aporta la experiencia pascual, el cumplimiento del plan salvífico del<br />
Dios de Israel, la revelación del Dios trinitario en el misterio personal<br />
de Jesús, reconocido c.omo Mesías, Hijo y Señor (cristología ascendente).<br />
La perspectiva descendente, asumida en el Credo, pertenece de<br />
manera indiscutible a la confesión de la fe. ¿N o afirma el cuarto<br />
evangelio que el Verbo preexistente, que era Dios junto al Padre, se<br />
hizo carne (Jn 1, 1-18)? ¿Y cómo calificar las afirmaciones acerca del<br />
envío del Hijo (Ga 4, 4), de su entrada en el mundo (Hb 10, 4) del<br />
anonadamiento del que existía en su condición divina (Flp 2, 6-11)?<br />
Por otra parte, la redacción de los evangelios y la predicación de la<br />
Iglesia primitiva hacen lugar a una presentación ascendente, inversa<br />
a la anterior. El seguimiento de Jesús, el acercamiento a todo lo que<br />
hizo y enseñó, transmitido por aquellos que estuvieron en su compañía<br />
durante todo el tiempo que el Señor Jesús permaneció con nosotros,<br />
desde el bautismo de Juan hasta el día de la ascensión (Cf.. Hch 1, 1-<br />
2. 21), constituyen el camino por el cual la comunidad primitiva, yen<br />
primer lugar los mismos apóstoles, comprendieron por etapas el<br />
misterio de Jesús. Este camino va desde la cristología implícita en el<br />
actuar de Jesús (vinculación del Reino de Dios con su persona, la<br />
autoridad que reivindica como propia, su modo de enseñar, su invitación<br />
a seguirlo y a darle adhesión incondicional, su relación singular<br />
con Dios como su Padre), hasta la exaltación como Señor, en virtud de<br />
su resurrección, de ese mismo Jesús que fue crucificado (Hch 2, 22-36),<br />
Y el reconocimiento explícito de su divinidad y de su preexistencia.<br />
La perspectiva ascendente se abrió paso con fuerza creciente, bajo<br />
el impulso de la renovación bíblica, como modelo de una cristología<br />
renovada, ante el empobrecimiento manifiesto del misterio de Cristo<br />
en los manuales al uso. Esta se presenta diversificada, en cuanto a su<br />
itinerario concreto, según los autores. Sus logros son evidentes; pero<br />
DÁRIZ, Quién es Cristo y cómo acceder hoya El, en Razón y Fe 227 (1993) 143-160;<br />
Respuesta cristológica a la indiferencia ya la nueva religiosidad, ibíd. 383-398. Para<br />
los condicionamientos contemporáneos a los que pretende responder una cristología<br />
desde abajo Cf. W. KASPER, Jesús, el Cristo, 7. ed. Salamanca, Sígueme, 1989.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
152 ANTONIO MARINO<br />
también sus graves limitaciones, cuando no se 13 enriquece con el<br />
imprescindible enfoque descendente exigido por la profesión de fe.<br />
El programa de este modelo cristológico consiste en describir,<br />
narrar, "seguir" a Jesús en su actuación histórica concreta, para<br />
descubrir en su obrar (enseñanzas, actitudes, milagros, pasión y<br />
muerte) la revelación de su autoconciencia, los signos de su identidad<br />
mesiánica y filial. La resurrección -límite de la cristología ascendente,<br />
histórica- habría de aportar, de la mano de la experiencia apostólica,<br />
la luz definitiva y la explicitación sobre el misterio personal de Jesús<br />
yel sentido salvífico de su actuación. Se intenta, pues, reconstruir el<br />
itinerario espiritual de los apóstoles en el seguimiento de Jesús,<br />
negándose por método a introducir las afirmaciones de la teología<br />
descendente y de las definiciones dogmáticas de los grandes concilios<br />
cristológicos al margen de la historia de Jesús, gracias a la cual dichas<br />
afirmaciones se justifican y encuentran su sentido.<br />
Ambos modelos encuentran en el Nuevo Testamento sólidos puntos<br />
de apoyo para justificarse. El estudio exegético atento del mismo<br />
ya ha demostrado como ambos caminos son complementarios y no<br />
excluyentes. Ni Juan, el teólogo de la encarnación, ni Pablo, presentan<br />
a Cristo según un único esquema puramente descendente, sino<br />
descendente y ascendente a la vez (Cf.. Jn 16, 28; Rm 1, 3; Flp 2,5-11;<br />
Hb 1, 3-4). Por otro lado, los mismos relatos evangélicos están ya<br />
marcados por la interpretación de la fe de aquellos que, a la luz de la<br />
resurrección, lo reconocieron en su identidad más profunda de Cristo,<br />
Señor e Hijo preexistente; con lo cual se abre paso la perspectiva<br />
descendente.<br />
El empleo exclusivo de uno de estos esquemas como base de<br />
reflexión cristo lógica, ha llevado en los hechos a serios defectos de<br />
perspectiva, cuando no a resultados que comprometen la misma<br />
confesión de la fe. Así, una presentación sólo descendente de la<br />
cristología, al estilo de la época de los manuales, centraba su atención<br />
en la ontología de la encarnación, donde ya no se percibía su intrínseca<br />
conexión con la salvación de los hombres; encarnación y redención,<br />
cristología y soteriología, quedaban separadas en dos tratados y en<br />
débil comunicación mutua. La reflexión sobre los misterios de la vida<br />
de Cristo, que en la más genuina tradición daba concreción al misterio<br />
de la encarnación redentora, quedaba en el olvido, relegada a las<br />
consideraciones de la piedad o a la pI·edicación. Del misterio pascual,<br />
se privilegiaba la reflexión sobre la pasión y la muerte, prevaleciendo<br />
la categoría de satisfacción por el pecado como su mejor interpretación,<br />
abstracción hecha de las circunstancias históricas concretas que<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 153<br />
desencadenaron su condena y de su vinculación con todo su ministerio<br />
público. La resurrección ocupaba poco espacio en la reflexión y era<br />
más estudiada con interés apologético que en su intrínseco valor de<br />
salvación: su lugar privilegiado era el tratado de la teología fundamental,<br />
como prueba de la divinidad de Cristo y confirmación de la<br />
verdad de sus enseñanzas.<br />
En sentido opuesto, una presentación exclusivamente ascendente<br />
del misterio Jesús, puede desembocar, y de hecho ha desembocado en<br />
algunos autores, en un callejón sin salida. Los problemas para este<br />
programa, que hemos descrito hasta ahora según su mejor perfil,<br />
comienzan cuando algunos pretenden elaborar una cristología estrictamente<br />
histórica. Desean llegar al Jesús de la historia considerándolo<br />
como punto de partida de la cristología (jesuología), haciendo<br />
abstracción de la interpretación confesional de la comunidad primiti-<br />
I va. Sobre esta última cae la sospecha de una visión religiosa y mítica<br />
de los hechos, culturalmente condicionada. Si el Jesús de la historia<br />
y su seguimiento, son el punto de partida, el ideal es construir un<br />
discurso creyente sobre Jesús en diálogo y confrontación con las<br />
actuales circunstancias históricas, actualizando en ellas el sentido<br />
original de la obra de Cristo y las exigencias de su seguimiento. Para<br />
esto, acometen la tarea de separar de los relatos evangélicos, mediante<br />
el empleo de los métodos histórico-críticos, la interpretación confesional<br />
de las comunidades primitivas.<br />
Pero intentar este camino, lleva pronto al desengaño, al descubrir<br />
inmediatamente que historia de Jesús (camino ascendente, cristología<br />
implícita) e interpretación confesional de la Iglesia primitiva<br />
(perspectiva descendente, luz de la pascua) están indisolublemente<br />
unidas. A menos que nos dejemos arrastrar por prejuicios de tipo<br />
filosófico, más que histórico-crítico, debemos aceptar que la actuación<br />
histórica de Jesús, por un lado (con la autoconciencia que allí se<br />
manifiesta, muchas veces de manera implícita), y la interpretación<br />
eclesial que envuelve los relatos históricos, por otro, están en objetiva<br />
armonía. Intentar separar los relatos evangélicos de su interpretación<br />
confesional, con la pretensión de una reconstrucción de su sentido<br />
primero, es ceder al prejuicio. Sería, además, imposible que el mero<br />
recorrido ascendente de la reflexión sobre la actuación histórica de<br />
Jesús, concluyese por sí mismo en la confesión de fe sobre su misterio<br />
más profundo.<br />
Esta afirmación no implica un menosprecio por las investigaciones<br />
científicas sobre el Jesús de la historia, que ya han rendido sus frutos.<br />
Implica, en cambio, la profunda convicción, exegéticamente fundada,<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
154 ANTONIO MARINO<br />
de que la identidad "sustancial y radical" entre el Jesús de la historia<br />
y el Cristo de la fe pascual de la Iglesia primitiva, pertenece a la<br />
esencia del mensaje del Nuevo Testamento5•<br />
Tendremos oportunidad de comprobar que el Catecismo a lo largo<br />
de todo el capítulo cristológico del comentario al Credo, en consonancia<br />
con la economía de la salvación y con la historia de la revelación,<br />
ya desde los números iniciales (422-429), nos presenta el misterio de<br />
Cristo relacionando profundamente la encarnación del Hijo con la<br />
salvación de los hombres; las afirmaciones descendentes de preexistencia<br />
y enVÍo con la referencia a su historia; y lo histórico envuelto en<br />
la luz pascual. Dicho de otra manera, cristología y soteriología,<br />
perspectiva descendente y ascendente, relato histórico e interpretación<br />
pascual se encuentran en íntima e inseparable conexión. La<br />
verificación de estas afirmaciones quedará de manifiesto al término<br />
de nuestro recorrido por este capítulo segundo, objeto de nuestro<br />
comentario.<br />
Los números introductorios. El Cristocentrismo (422-429)<br />
En los números introductorios encontramos tres acá pites, que<br />
destacan respectivamente: la equivalencia entre evangelio y envío del<br />
Hijo (422-424); la comunión de vida con él por la fe, como finalidad del<br />
anuncio cristiano (425); y el cristocentrismo de la catequesis (426-<br />
429).<br />
Desde el n. 422, las citas bíblicas que entretejen el texto, vinculan<br />
el enVÍo del Hijo con el cumplimiento de nuestra salvación.<br />
En el n. 423 encontramos dos verbos: creemos y confesamos, de los<br />
cuales depende una oración que junta, a su vez, dos contenidos bien<br />
diferentes. Ante todo, el sujeto histórico de la oración completiva, a<br />
saber: Jesús de Nazaret, del que se brindan los parámetros geográficos<br />
y temporales indiscutibles (judío, nacido de una hija de Israel, en<br />
Belén, en tiempos de Herodes el Grande y de César Augusto, carpintero,<br />
muerto crucificado en Jerusalén bajo Poncio Pilato en el reinado<br />
de Tiberio). A continuación, la identificación creyente: de este judío, la<br />
fe cristiana tiene la audacia de afirmar que es el Hijo eterno de Dios<br />
5. cr. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL (1979), Cuestiones selectas<br />
de cristología, I.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 155<br />
encarnado, de cuya plenitud hemos recibido todos, y gracia tras<br />
gracia. Cuatro citas joánicas la sostienen.<br />
La misma pareja de verbos, creemos y confesamos, vuelve a<br />
aparecer en el número siguiente (424), esta vez referida a la identidad<br />
mesiánica y filial confesada por Pedro (Mt 16,16). Esta confesión de fe<br />
constituye el fundamento sobre el que Cristo construyó su Iglesia.<br />
La transmisión de la fe cristiana (425), lejos de ser la mera<br />
enseñanza de verdades teóricas, consiste en el anuncio de Jesucristo<br />
para llevar a la fe en él, y así entrar en la alegría de la comunión con<br />
él.<br />
Los números 426-427 se refieren al cristocentrismo de la catequesis.<br />
Según la oportuna cita de Juan Pablo II, toda catequesis tiene<br />
como centro una Persona: Jesús de Nazaret. El texto de Catechesi<br />
tradendae 5, leído atentamente, viene a ilustrar, además, la íntima<br />
conexión y compenetración mutua entre encarnación y redención,<br />
entre cristología ascendente y descendente y entre el Jesús de la<br />
historia y el Cristo de la fe. En efecto, de Jesús de N azaret se dice que<br />
ha sufrido y ha muerto (nivel histórico), que su muerte fue por<br />
nosotros y que ahora, resucitado, vive para siempre con nosotros<br />
(valor salvífico, nivel de la fe); que es el Unigénito del Padre (nivel<br />
teológico, cristología descendente)6, "Catequizar es .. , descubrir en la<br />
Persona de Cristo el designio eterno de Dios .. , Se trata de procurar<br />
comprender el significado de los gestos y de las palabras de Cristo, los<br />
signos realizados por El mismo" (cristología ascendente).<br />
El final de la cita nos muestra nuevamente la finalidad de la<br />
catequesis: la comunión con Jesucristo, quien, a su vez, nos conduce<br />
al amor del Padre en el Espíritu Santo, haciéndonos partícipes de la<br />
vida trinitaria. Así Cristo, no sólo aparece en el centro objetivo de la<br />
fe anunciada, sino que es el fin del mismo anuncio, o bien, el centro<br />
subjetivo de la fe vivida, cuyo encuentro coincide con la comunión de<br />
la vida trinitaria. De este modo, con los elementos de estas afirmaciones,<br />
aparece ya esbozada la respuesta, como enseguida veremos, a<br />
una pregunta legítima no formulada, acerca del sentido genuino de<br />
esta centralidad de Cristo.<br />
El cristocentrismo se explicita más aun en el n. 427, donde se habla<br />
de lo que se enseña y del que enseña; del contenido de la enseñanza<br />
y del maestro. El contenido de lo que se enseña es fundamentalmente<br />
6. Cf. el texto completo de Cafechesi tradendae 5 y la cita de Jn 1,14.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
156 ANTONIO MARINO<br />
Cristo, y todo lo demás en relación a él; el maestro que enseña no es<br />
sino Cristo, y cualquier otro no es sino su portavoz, como Cristo lo es<br />
del Padre.<br />
Se vuelve aquí oportuna la referencia al capítulo primero de esta<br />
Sección segunda de la Primera Parte del Catecismo. En el n. 234, al<br />
hablar del misterio trinitario se decía: "El misterio de la Santísima<br />
Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el<br />
misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros<br />
misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más<br />
fundamental y esencial en la 'jerarquía de las verdades de la fe' ". El<br />
texto remi te aquí al Directorio Catequístico General 43. Según esto, la<br />
fe objetiva -por tanto, el anuncio, la catequesis, la teología- y la vida<br />
cristiana, como fe subjetiva, o correspondencia del sujeto creyente,<br />
están centradas en el misterio trinitario. ¿Cómo armonizar el cristocentrismo<br />
con el teocentrismo trinitario? ¿El centro unificador de<br />
todos los contenidos de la fe y de nuestra vida espiritual, es Dios o<br />
Jesucristo? El Catecismo no se plantea la pregunta, que sin embargo<br />
puede surgir espontánea en el simple fiel que invoca a la Trinidad al<br />
hacer la señal de la cruz, o en el teólogo especulativo, como lo muestra<br />
la historia de la teología en este sigl07• Pero nos brinda, no obstante,<br />
todos los elementos para una respuesta coherente.<br />
Esta consiste en percibir que el misterio del Dios trinitario y el<br />
misterio de Cristo no constituyen dos centros alternativos, sino un<br />
mismo y único centro; o dicho de otra manera, que el teocentrismo<br />
trinitario y el cristocentrismo coinciden. Si cotejamos los nn. 426-427<br />
de nuestro capítulo, con los nn. 240-245 del capítulo primero, y los nn.<br />
683-690 del capítulo tercero, entre otros, podemos obtener la evidencia<br />
de lo que afirmamos. En efecto, la Trinidad o el misterio de Dios en sí<br />
mismo, sólo se vuelve accesible a nosotros por la revelación de<br />
Jesucristo, el cual revela al Padre revelándose a sí mismo como el Hijo.<br />
Cristo no revela al Padre al margen de su propio misterio personal o<br />
identidad filial. A su vez, conocer al Hijo y creer en El, sólo es posible<br />
como don del Padre por el Espíritu Santo, enviado en el nombre del<br />
Hijo. De este modo, el conocimiento de Cristo mediante la fe, coincide<br />
7. Desde la célebre obra (póstuma) de E. MERSCH, S.I. (1890-1940), La théologie<br />
du Corps mystiq ue, editada después de su muerte, los teólogos entablaron un debate en<br />
torno a su propuesta cristocéntrica: el Cristo total, Dios y hombre, Cabeza y Cuerpo,<br />
sería para el renombrado jesuita el primer inteligible de la teología; Cf. COMISION<br />
TEOLÓGICA INTERNACIONAL (1981), Teología·Cristología-Antropología, 1. By C.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 157<br />
cun la revelación del misterio trinitario. Lo que equivale a decir que el<br />
revelador y lo revelado se identifican.<br />
La verdadera pregunta no consistirá, pues, en plantearse si Dios<br />
o Cristo son el centro de la fe, sino en averiguar en que relación se<br />
encuentran el misterio de Dios en sí mismo (Theologia) y la historia<br />
de nuestra salvación centrada en Cristo, donde el Dios trinitario se<br />
nos revela salvándonos (Oikonomia). El n. 236 nos hace posible la<br />
respuesta: "Por la 'Oikonomia' nos es revelada la 'Theologia'; pero<br />
inversamente, es la 'Theologia', quien esclarece toda la 'Oikonomia'.<br />
Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo; e inversamente, el<br />
misterio de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras''B.<br />
Las afirmaciones relativas al cristocentrismo invitan, de suyo, a<br />
superar el texto de este capítulo segundo y de toda la Primera Parte,<br />
para verificar la concreción del princi pio a lo largo de las cuatro Partes<br />
del CEC. Respecto de la Primera Parte, baste recordar las afirmaciones<br />
precedentes: Cristo ocupa el centro del Credo, y los artículos a El<br />
referidos constituyen la parte más extensa, hecho cuyo sentido debemos<br />
buscarlo en la historia de la salvación. El Dios trinitario (Theologia)<br />
se nos revela en sus obras de salvación (Oikonomia), comunes<br />
a las tres divinas Personas (258-259; 686); y la Economía de la<br />
salvación tiene su centro en el Misterio de Cristo, quien nos revela el<br />
Misterio de Dios. En cuanto a las otras Partes del CEC, nos limitamos<br />
a destacar los principales aspectos bajo los cuales aparece verificado<br />
el cristocentrismo, sin pretensión alguna de ser exhaustivos, sino tan<br />
sólo esbozando esta dimensión.<br />
La Segunda Parte, en estrecha vinculación con la Primera , trata de<br />
"La celebración del misterio cristiano", vale decir, de la liturgia y de<br />
los sacramentos. El misterio de la Santísima Trinidad, revelado en el<br />
Misterio de Cristo (Ef3, 4) según la "Economía del Misterio" (Ef3, 9),<br />
profesado en el Credo o Símbolo de la fe, es celebrado en la liturgia<br />
(1066-1067). "Es el Misterio de Cristo lo que la Iglesia anuncia y<br />
celebra en su liturgia a fin de que los fieles vivan de él y den testimonio<br />
del mismo en el mundo ... " (1068). "Por la liturgia, Cristo, nuestro<br />
Redentor y Sumo Sacerdote, continúa en su Iglesia, con ella y por ella,<br />
la obra de nuestra redención" (1069).<br />
La Tercera Parte del CEC, dedicada a la moral, lleva el significativo<br />
título de "La vida en Cristo". "Lo que confiesa la fe, los sacramen-<br />
8. Cf. S. CONGREGACIÓN del CLERO, Directorio Catequístico General, nn. 40<br />
y41.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
158 ANTONIO MARINO<br />
tos lo comunican ... Los cristianos, reconociendo en la fe su nueva<br />
dignidad, son llamados a llevar en adelante una 'vida digna del<br />
Evangelio de Cristo' (Flp 1, 27). Por los sacramentos y la oración<br />
reciben la gracia de Cristo y los dones de su Espíritu que les capacitan<br />
para ello" (1692). "Siguiendo a Cristo yen unión con El (Cf. Jn 15, 5),<br />
los cristianos pueden ser 'imitadores de Dios, como hijos queridos y<br />
vivir en el amor' (Ef 5, 1), conformando sus pensamientos, sus palabras<br />
y sus acciones con los 'sentimientos que tuvo Cristo' (Flp 2, 5) Y<br />
siguiendo sus ejemplos (Jn 13, 12-16)" (1694). "La referencia primera<br />
y última de esta catequesis será siempre Jesucristo que es 'el camino,<br />
la verdad y la vida' (Jn 14, 6). Contemplándole en la fe, los fieles de<br />
Cristo pueden esperar que El realice en ellos sus promesas, y que<br />
amándolo con el amor con que El nos ha amado realicen las obras que<br />
corresponden a su dignidad ... " (1698).<br />
La Cuarta Parte del CEC está dedicada a "La oración cristiana".<br />
En el número inicial leemos: « 'Este es el Misterio de la fe'. La Iglesia<br />
lo profesa en el Símbolo de los Apóstoles (Primera parte del Catecismo)<br />
y lo celebra en la Liturgia sacramental (Segunda parte), para que la<br />
vida de los fieles se conforme con Cristo en el Espíritu Santo para<br />
gloria de Dios Padre (Tercera parte). Por tanto, este Misterio exige que<br />
los fieles crean en él, lo celebren y vivan de él en una relación vital y<br />
personal con Dios vivo y verdadero. Esta relación es la oración" (2558).<br />
Luego de hablar de la oración en la vida cristiana en la Primera<br />
Sección, se explica, en la Segunda, el Padre Nuestro, "la oración del<br />
Señor". El n. 2765 nos dice: "Esta oración que nos viene de Jesús es<br />
verdaderamente única: ella es 'del Señor'. Por una parte, en efecto, por<br />
las palabras de esta oración el Hijo único nos da las palabras que el<br />
Padre le ha dado (Cf. Jn 17, 7): El es el Maestro de nuestra oración.<br />
Por otra parte, como Verbo encarnado, conoce en su corazón de hombre<br />
las necesidades de sus hermanos y hermanas los hombres, y nos las<br />
revela: es el Modelo de nuestra oración".<br />
Hemos querido, de este modo, ilustrar de manera apresurada la<br />
vigencia del principio cristocéntrico a lo largo de las cuatro Partes del<br />
CEC. El Misterio de Cristo no es sólo un tema, un aspecto, un capítulo<br />
dentro del conjunto del Credo, sino una dimensión coextensiva de todo<br />
el Credo y de todo el Catecismo, el centro unificador de perspectivas.<br />
En los números restantes, 428-429, la centralidad de Cristo aparece<br />
no ya bajo la forma de centro objetivo del anuncio o de la<br />
catequesis, sino como centro de la vida espiritual del catequista o del<br />
que enseña a Cristo. Del "conocimiento amoroso" de Cristo surgirá el<br />
deseo de evangelizar y de conducir a otros a la fe en El; y también un<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 159<br />
conocimiento más profundo de esa misma fe. Conocimiento amoroso<br />
y conocimiento conceptual, por tanto, están en íntima vinculación.<br />
Tenemos así la oportunidad de verificar una de las constantes de todo<br />
el CEC: su carácter marcadamente religioso, interpelante para el<br />
lector. Doctrina, espiritualidad y entusiasmo evangelizador son dimensiones<br />
que van siempre juntas9•<br />
Los Títulos Cristológicos (art. 2: 430·455)<br />
Luego de los números introductorios, tan densos en virtualidades,<br />
viene la exposición de los seis artículos cristo lógicos en sentido<br />
estricto. En el coment.ario al artículo 2 se explican, en sendos acápites,<br />
los cuatro nombres o títulos principales mencionados en el Credo:<br />
Jesús, Cristo, Hijo, Señor.<br />
Jesús expresa algo más que un mero nombre personal. Conforme<br />
a la mentalidad antigua, los nombres son significativos, manifiestan<br />
la vocación de la persona, sus características, la persona misma. "Dios<br />
salva" es su significado etimológico. /lEn el momento de la anuncÍlición,<br />
el Angel Gabriel le dio como nombre propio el nombre de Jesús<br />
que expresa a la vez su identidad y su misión" (430). Jesús es el<br />
mediador definitivo de la salvación que sólo Dios puede otorgar y es<br />
al mismo tiempo el salvador en persona y la salvación. La cita de Me<br />
2, 7, en el contexto de la curación del paralítico, combinada con Mt 1,<br />
21, deja entrever que en el ejercicio de su misión salvífica se desvela<br />
su identidad personal, y que su misión se identifica con su ser.<br />
Cristo ("ungido" o Mesías), título que expresa su misión divina,<br />
9. Cf. JUAN PABLO 11, Constitución Apóstólica Fidei Depositum n.3: "Un<br />
catecismo debe presentar fiel y orgánicamente la enseñanza de la Sagrada Escritura,<br />
de la Tradición viva en la Iglesia y del Magisterio auténtico, as'; como la<br />
herencia espiritual de los Padres, de los santos y santas de la Iglesia, para<br />
permitir conocer mejor el misterio cristiano y reavivar la fe del Pueblo de Dios. Debe tener<br />
en cuenta las explicitaciones de la doctrina que el Espíritu Santo ha sugerido a la Iglesia<br />
a lo largo de los siglos. Es preciso también que ayude a iluminar con la luz de la fe<br />
las situaciones n uevasy los problemas que en el pasado aún no se habían planteado".<br />
También leemos en el Prólogo del CEC: "El acento de este catecismo se pone en la<br />
exposición doctrinal. Quiere, en efecto. ayudar a profundizar el conocimiento de la<br />
fe. Por lo mismo, está orientado a la maduración de esta fe, su enraizamiento en la<br />
vida y su irradiación en el testimonio" (23 J. El subrayado en ambos textos, que es<br />
nuestro, destaca la intrínseca conexión de doctrina, espiritualidad y motivación<br />
evangelizadora de la que hablábamos.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
160 ANTONIO MARINO<br />
pasa a ser su nombre propio por su plena identificación con la misma<br />
(436). Desde su preparación veterotestamentaria, el título permite<br />
entender la convergencia y cumplimiento en Jesús de tres líneas<br />
diferentes de mediación salvífica: la real, la sacerdotal y la profética.<br />
Vincula, además, su misión con la del Espíritu, quien habría de ungir<br />
al Mesías como rey y sacerdote y también como profeta (ibid.). Este<br />
Espíritu lo engendra con su acción trascendente en el seno virginal de<br />
María, la esposa de José, para que pudiese nacer en la descendencia<br />
mesiánica de David (437). Es también por el Espíritu que su mesianismo<br />
aparece vinculado con otro título cristológico afin: "el santo de<br />
Dios" que indica su elección o santidad objetiva (437-438).<br />
Hijo de Dios, nombre aplicado a los ángeles, al pueblo de Israel, a<br />
los israelitas y de un modo especial al rey, expresaba la peculiar<br />
intimidad con Dios, la filiación adoptiva. Esto era así incluso en el caso<br />
del rey Mesías, que llevaría este nombre como título especial. En los<br />
evangelios, cuando algunos lo identifican como hijo de Dios, no<br />
sobrepasan necesariamente el significado mesiánico (441). Pero Jesús<br />
se reconoció como el Hijo en un sentido absolutamente nuevo,<br />
trascendente y con pretensiones de exclusividad, que conlleva implícita<br />
la preexistencia eterna (444). Este sentido a parece en la confesión<br />
de fe de Pedro (442), en el "himno de júbilo", en algunas parábolas, en<br />
su respuesta ante el Sanedrín (443); en el testimonio que el Padre da<br />
sobre El en el bautismo y en la transfiguración (444); y en la confesión<br />
de fe de la Iglesia primitiva (442 y 445).<br />
Señor (en griego "Kyrios", traducción habitual del nombre divino<br />
de Yahweh) es designación propia del Padre, que el Nuevo Testamento<br />
aplica también a Jesús en forma novedosa (446). El título se<br />
anticipa de manera muy velada en la discusión con los fariseos sobre<br />
el sentido del Salmo 109 (Cf. Mt 22, 41-46) Y su señorío se muestra en<br />
sus múltiples formas de dominio sobre la naturaleza, sobre las<br />
enfermedades, sobre la misma muerte, y en el perdón de los pecados<br />
(447). Al reconocerlo como Señor, las primeras confesiones de fe<br />
declararán su condición divina y su igualdad con el Padre (448-450).<br />
Ya se trate de su nombre histórico, por el que era conocido y<br />
llamado: Jesús; o bien de los principales títulos por los que la fe lo ha<br />
invocado, todos ellos tienen un profundo arraigo en la historia de la<br />
salvación. La explicación de cada uno de ellos, en consecuencia, se<br />
desarrolla sobre un amplio y sólido trasfondo bíblico. Los cuatro<br />
nombres expresan indivisiblemente unidas la Persona del Salvador y<br />
su obra salvadora, el ser y el obrar de Cristo, su identidad y su misión;<br />
la salvación en acto, donde se manifiesta el misterio personal, o el<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 161<br />
misterio personal que sustenta y da valor a la obra salvífica. En la<br />
explicación de los cuatro nombres, se sigue un camino semejante.<br />
Para poner en evidencia la cristología implícita que contienen, luego<br />
de exponer su prehistoria veterotestamentaria, se parte de los relatos<br />
evangélicos para verificar en esas narraciones su cumplimiento,<br />
desconcertante para muchos, en la persona de Cristo!o. Es por su<br />
arraigo en la economía de salvación, que esos nombres nos muestran<br />
a Jesucristo como l?, plenitud y cumplimiento de esa historia, en la<br />
cual adquieren significado. Pero será en definitiva la luz de la pascua<br />
la que permitirá descubrir en ellos niveles de significación antes<br />
insospechados!!. Merece destacarse que aun los títulos cuya comprensión<br />
neotestamentaria, a la luz de la pascua, implica una más clara<br />
densidad ontológica (Hijo, Señor), son siempre comprendidos en el<br />
10. En todos los casos el punto de partida son los acontecimientos o la actuación<br />
concreta de Jesús lo que lleva a su identificación o a la pregunta por su identidad. ASl,<br />
en cuanto a su reconocimiento como Cristo, Mesías, o "hijo de David" se dice en el n. 439:<br />
"Numerosos judíos e incluso ciertos paganos que compartían su esperanza reconocieron<br />
en Jesús los rasgos fundamentales del mesiánico 'hijo de David' prometido por Dios a<br />
Israel (Cf Mt 2,2; 9,27; 12,23; 15,22; 20,30; 21,9. 15). Jesús aceptó el título de Mesías<br />
al cual tenía derecho (Cf Jn 4. 25-26; 11, 27), pero no sin reservas porque una parte de<br />
sus contemporáneos lo comprendían según una concepción demasiado humana (Cf Mt<br />
22,41-46), esencialmente política (Cf Jn 6.15; Lc 24,21)". Análogamente respecto de<br />
su identidad como Hijo, Cf. n. 443: "Si Pedro pudo reconocer el carácter trascendente de<br />
la filiación dil'ina de Jesús Mesías es porque éste lo dejó entender claramente. Ante el<br />
Sanedrín, a la pregunta de sus acusadores: 'Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?', Jesús<br />
ha respondido: 'Vosotros lo decís: yo soy' (Le 22. 70; Cf Mt 26,64; Mc 14,61). Ya mucho<br />
antes, El se designó como el 'Hijo' que conoce al Padre (Cf Mt 11,27; 21, 37-38), que es<br />
distinto de los 'siervos' que Dios envió antes a su pueblo (Cf Mt 21,34-36), superior a los<br />
propios ángeles rCf Mt 24,36). Distinguió su filiación de la de sus discípulos, no diciendo<br />
jamás 'nuestro Padre' (Cf Mt 5,48;6,8; 7, 21; Lc 11, 13) salvo para ordenarles 'vosotros',<br />
pues, orad así: 'Padre nuestro' (Mt 6,9); y subrayó esta distinción: 'Mi Padre y vuestro<br />
Padre' (Jn 20,17)". En cuanto al título de Señor, Cf. n. 447: "El mismo Jesús se atribuye<br />
de forma velada este título cuando discute con los fariseos sobre el sentido del Salmo 109<br />
(Cf Mt 22,41-46; Cf. también Hch 2,34-36; Hb 1, 13), pero también de manera explícita<br />
al dirigirse a sus apóstoles (Cf. Jn 13, 13). A lo largo de su vida pública sus actos de<br />
dominio sobre la naturaleza, sobre las enfermedades, sobre los demonios, sobre la<br />
muerte y el pecado, demostraban su soberanía divina",<br />
11. Para el nombre de Jesús, Cf. n. 434: "La Resurrección de Jesús glorifica el<br />
nombre de Dios Salvador (Cf Jn 12,28) porque de ahora en adelante el nombre de Jesús<br />
es el que manifiesta en plenitud el poder soberano del 'Nombre que está sobre todo<br />
hombre' (Flp 2,9)". Para el significado de Cristo, Cf. n, 440: " ... el verdadero sentido de<br />
su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz (Cf. Jn 19, 19-20; Lc<br />
23, 39-43). Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser<br />
proclamada por Pedro ante el pueblo de Dios: 'Sepa, pues, con certeza toda la casa de<br />
Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
162 ANTONIO MARINO<br />
marco de la historia de Jesús y por referencia constante a la misma 12.<br />
Leídos en su conjunto los nn. 430-451, nos brindan, pues, un buen<br />
ejemplo de método ascendente-descendente en cristología, sin las<br />
pretensiones de un explícito discurso crítico y dentro de los límites y<br />
finalidades de un Catecismo.<br />
La Encarnación (arl. 3: 456-570)<br />
El artículo 3 del Credo Apostólico, confiesa la encarnación del Hijo,<br />
concebido por el Espíritu Santo y nacido de la Virgen María. El CEC<br />
organiza el comentario distribuyendo la materia en tres párrafos,<br />
dedicados respectivamente al estudio de la Encarnación (456-483), a<br />
la Madre de Cristo (484-511) y a los Misterios de la vida de Cristo (512-<br />
560).<br />
El párrafo 1: "El Hijo de Dios se hizo hombre", se subdivide en<br />
cuatro acápites con números romanos: 1. Por qué el Verbo se hizo carne<br />
(456-460); n. La Encarnación (461-463); III. Verdadero Dios y verdadero<br />
hombre (464-469); IV. Cómo es hombre el Hijo de Dios (470-478).<br />
Del 456 al 460 se desarrolla la respuesta a la pregunta clásica<br />
desde la era de los Padres, acerca del sentido de la Encarnación, y<br />
crucificado' (Hch 2, 336)". Para la designación como Hijo, Cf. n. 445: "Después de su<br />
Resurrección, su filiación divina aparece en el poder de su humanidad glorificada:<br />
'Constituido Hijo de pios con poder, según el Espíritu de santidad, por su Resurrección<br />
de entre los muertos' (Rm 1,4; Cf Hch 13,33). Los apóstoles podrán confesar 'hemos visto<br />
su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad' (Jn<br />
1, 14)". En cuanto al título de Señor, Cf. nn. 448-450: "En el encuentro con Jesús<br />
resucitado, se convierte en adoración: 'Señor mío y Dios mío' (Jn 20, 28) ... n (448).<br />
"Atribuyendo a Jesús el título divino de Señor, las primeras confesiones de fe de la Iglesia<br />
afirman desde el principio (Cf Hch 2, 34-36) que el poder, el honor y la gloria debidos<br />
a Dios Padre convienen también a Jesús (Ci Rm 9,5; Tt2, 13;Ap5, 13) porque El es de<br />
'condición divina' (Flp 2,6) y el Padre manifestó esta soberanía de Jesús resucitándolo<br />
de entre los muertos y exaltándolo a su gloria (Rm 10, 9; 1 Ca 12, 3; Flp 2, 11)" (449).<br />
"Desde el comienzo de la historia cristiana, la afirmación del señorío de Jesús sobre el<br />
mundo y sobre la historia (Cf Ap 11, 15) significa también reconocer que el hombre no<br />
debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino sólo<br />
a Dios Padre y al Señor Jesucristo: César no es el 'Señor' (Ci Mc 12, 17; Hch 5, 29) ... "<br />
(450). .<br />
12. Aun desde el punto de vista de la exégesis histórico-crítica, se debe reconocer<br />
el acierto global, fundamental, de los textos invocados, más allá de alguna que otra cita<br />
que no convencerá quizá a todos los exégetas.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 163<br />
sobre la cual los medievales y la posteridad teológica habrían de<br />
reflexionar muy sutilmente. Aquí no encontramos traza alguna de<br />
tecnicismo ni de lenguaje de escuela teológica, sino una exposición<br />
fundamentalmente bíblica y patrística. La afirmación del Credo<br />
Niceno-Constantinopolitano: ''por nosotros los hombres y por nuestra<br />
salvación ... ", constituye el núcleo fundamental de la respuesta (456).<br />
Con esto, ya de entrada se establece el vínculo más estrecho posible<br />
entre encarnación y salvación o entre cristología y soteriología. Los<br />
cuatro números siguientes brindan las razones de la encarnación, y<br />
comienzan de manera invariablemente idéntica: "El Verbo se encarnó<br />
para ... ". Las cuatro afirmaciones constituyen, en realidad, cuatro<br />
aspectos de una misma realidad compleja: la salvación del hombre.<br />
Esta aparece realizada por la encarnación, en primer lugar, bajo el<br />
aspecto de reconciliación con Dios, quitando el obstáculo del pecado<br />
con su secuela de males (457). También como conocimiento del amor<br />
de Dios, del cual el envío del Hijo es su mayor epifanía (458). Se dice,<br />
en tercer lugar, que el Verbo se encarna para ser nuestro modelo de<br />
santidad, modelo insuperable de las bienaventuranzas que enseña,<br />
de la norma de la ley nueva, y de la ofrenda efectiva de sí mismo (459).<br />
Por último, la encarnación nos vuelve ''partícipes de la naturaleza<br />
divina", estableciendo un intercambio entre Dios y el hombre (460).<br />
La lectura atenta de estas respuestas al sentido de la encarnación,<br />
nos permite descubrir en el Verbo encarnado dos aspectos diferentes<br />
en su mediación salvadora. La salvación es siempre iniciativa y don<br />
gratuito de Dios al hombre. Pero algunos textos destacan más, en el<br />
Salvador, su papel de medio humano por el cual Dios llega al hombre<br />
y lo salva, le revela su amor, lo instruye y lo hace partícipe de su<br />
divinidad (mediación descendente); y otros textos, destacan más el<br />
movimiento del hombre Jesús hacia Dios Padre en representación<br />
nuestra o en nuestro favor: el hombre por Cristo llega a Dios y se salva,<br />
beneficiándose de su propiciación por nuestros pecados y siguiendo<br />
sus ejemplos (mediación ascendente).<br />
Los nn. 461-463 nos hablan de la Encarnación como de un hecho<br />
intrínsecamente unido a nuestra salvación y como el distintivo de la<br />
fe cristiana. Según el n. 461 la noción eclesial de Encarnación consiste<br />
en el "hecho de que el Hijo de Dios haya asumido la naturaleza<br />
humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación". Las citas<br />
bíblicas reproducidas en el texto, fundamentalmente Flp 2, 5-8 y Hb<br />
10,5-7 (pero también Jn 1, 14; 1 Jn 4,2; 1 Tm 3, 16), nos muestran que<br />
el CEC hace suya una noción histórico-salvífica de la Encarnación.<br />
Esto equivale a decir, por una parte, que no es considerada de manera<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
164 ANTONIO MARINO<br />
abstracta, al margen de su finalidad redentora; y, por otra, podemos<br />
inferir que no es presentada tan sólo como el instante inicial, al<br />
margen de la historia del hombre Jesús, sino como un hecho que<br />
abarca desde su ingreso en el mundo en la condición humillada de<br />
siervo hasta su exaltación al estado definitivo de gloria. De este<br />
enfoque, nos brinda una confirmación el n. 653, donde se dice de la<br />
Resurrección de Cristo que es la plenitud de la Encarnación del Hijo<br />
de Dios.<br />
Los nn. 464-469 trazan un resumen conciso y acertado del desarrollo<br />
del dogma cristológico hasta el II concilio de Constantinopla. En<br />
esta compleja historia se distinguen con claridad sus grandes etapas.<br />
En la primera, la Iglesia debe afirmar, ante el docetismo gnóstico, la<br />
plena humanidad del Hijo de Dios; y ante las tendencias adopcionistas<br />
y el arrianismo, su plena divinidad. Al oponerse a todo recorte de<br />
lo divino y de lo humano en Jesús, la Iglesia lo confiesa como verdadero<br />
hombre y como verdadero Dios. Pero, una vez esclarecidos estos<br />
fundamentos de su fe, debe enfrentarse ante el oscurecimiento de la<br />
unidad de persona en Cristo (nestorianismo) o de su diversidad de<br />
naturalezas (monofisismo), o bien ante la errónea interpretación que<br />
hacía de la perfecta humanidad de Cristo un sujeto distinto de la única<br />
persona divina. Para la fe de la Iglesia, uno y el mismo es el que nace<br />
eternamente del Padre, según su divinidad, y el que, en el tiempo,<br />
nace de María, según su humanidad. Perfecto Dios y perfecto hombre,<br />
uno de la Trinidad. Y todo lo que encontramos en su humanidad, tanto<br />
los milagros como los sufrimientos y la misma muerte, debe atribuirse<br />
a la única persona divina. Los concilios de Nicea, Efeso, Calcedonia y<br />
Constantinopla JI, van jalonando las afirmaciones.<br />
Los nn. 470-478 ahondan más en el realismo de lo humano, en<br />
cuanto a la integridad de su alma, con sus operaciones de conocimiento<br />
y volición, y la verdad de su cuerpo. "El Hijo de Dios comunica, pues,<br />
a su humanidad su propio modo personal de existir en la Trinidad.<br />
Así, en su alma como en su cuerpo, Cristo expresa humanamente las<br />
costumbres divinas de la Trinidad (ef Jn 14, 9-10) ... " (470). Esta<br />
importante afirmación nos permite entender la humanidad de Cristo<br />
en su función mediadora de revelación: su entera existencia humana<br />
es manifestación del misterio del Padre. Tenemos aquí otro testimonio<br />
para verificar la imposible antinomia entre cristocentrismo y<br />
teocentrismo. La Encarnación es la traducción temporal del eterno<br />
existir del Verbo, vuelto hacia al Padre; por ella, el Verbo encarnado<br />
dice humanamente quién es el Padre, a través de toda su realidad<br />
humana asumida. Todos sus actos humanos de inteligencia y de<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 165<br />
voluntad, su trabajo y su amor de hombre verdadero, son los actos<br />
humanos del Hijo de Dios en persona. De esta verdadera y plena<br />
humanidad se afirman, pues, dos cosas: su carácter manifestativo del<br />
misterio trinitario y su total semejanza con nosotros, a excepción del<br />
pecado.<br />
Dentro de este mismo acápite IV, bajo los subtítulos El alma y el<br />
conocimiento humano de Cristo (471-474) y La voluntad humana de<br />
Cristo (475), la exposición analiza más profundamente los aspectos<br />
psicológicos de la humanidad del Verbo; así como los subtítulos<br />
siguientes: El verdadero cuerpo de Cristo (476-477) Y El Corazón del<br />
Verbo encarnado (478), se detienen en las consecuencias cultuales del<br />
realismo de la Encarnación.<br />
Contra Apolinar de Laodicea, la Iglesia afirmó en Cristo la existencia<br />
de un alma racional, ante la opinión de que el Verbo ejercía en el<br />
cuerpo nacido de María las mismas funciones que el alma en nuestro<br />
cuerpo (471). De esta alma racional resulta un conocimiento humano<br />
respecto del cual se hacen dos series de aserciones. Ante todo, su<br />
carácter limitado, progresivo, experimental, y por tanto adquirido, en<br />
correspondencia con el límite inherente al alma humana y al estado<br />
de voluntario anonadamiento del Verbo en virtud de su Encarnación.<br />
Oportunas citas bíblicas fundan las afirmaciones (472). Pero de este<br />
conocimiento humano del Hijo de Dios, también se dice que Clexpresabala<br />
vida divina de su persona"; o en frase de San Máximo el Confesor:<br />
"La naturaleza humana del Hijo de Dios, no por ella misma sino por<br />
su unión con el Verbo, conocía y manifestaba en ella todo lo que<br />
conviene a Dios". Tres niveles de conocimiento sobrenatural verifican<br />
esta afirmación. En primer lugar, en lo relativo a su conocimiento<br />
íntimo y único del Padre; pero también se manifiesta en su penetración<br />
en lo íntimo de los corazones de sus interlocutores (473). Se<br />
menciona, además, su participación en laplenitud de la ciencia de los<br />
designios eternos que había venido a revelar (474).<br />
En este punto del CEC, podríamos decir que de un modo especial,<br />
las frases parecen cuidadosamente pensadas en orden a expresar la<br />
fe de la Iglesia por encima de las diversas explicaciones teológicas<br />
sobre este apasionante tema. Se trata de afirmaciones fundamentales,<br />
previas y normativas respecto de toda teología particular. Tanto<br />
los teólogos que afirman la existencia de la ciencia de visión beatífica<br />
y la ciencia infusa en el alma de Cristo, como quienes niegan tales<br />
"ciencias", podrán sentirse a gusto con estas expresiones (473-474)<br />
con amplio sustento en la Escritura (catorce citas) y en los Padres (dos<br />
citas). Unos y otros reconocerán el carácter singular y exclusivo del<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
166 ANTONIO MARINO<br />
conocimiento de Dios que tiene Cristo, según su condición humana. La<br />
inmediatez de tal conocimiento propio del Hijo encarnado, impedirá<br />
asimilarlo al conocimiento de la fe y al que los profetas tenían sobre<br />
Dios y sus designios13. Particularmente acertadas resultan las citas<br />
de Mc 14, 36 (Abba!), Mt 11, 27 (comunión de conocimiento entre el<br />
Padre y el Hijo y exclusividad de dicho conocimiento: nadie), Jn 1, 18<br />
Y 8,55 (El Padre absolutamente invisible, a quien nadie ha visto,es<br />
revelado por el Verbo encarnado, porque lo ha visto).<br />
En el n. 475 encontramos el resumen de la fe eclesial sobre las dos<br />
voluntades de Cristo, con sus dos operaciones, divinas y humanas, en<br />
conformidad con sus dos naturalezas, verdad definida en el Concilio<br />
Constantinopolitano III. Las dos voluntades no se oponen entre sí,<br />
sino que cooperan armoniosamente, por subordinación libre de la<br />
voluntad humana a la divina. Las referencias marginales remiten<br />
oportunamente a los nn. 2008 y 2824, donde el CEC habla respectivamente<br />
del mérito, como resultado de la libre correspondencia del<br />
hombre a la voluntad divina; bajo la moción del Espíritu; y del perfecto<br />
cumplimiento de la voluntad de Dios por parte de la voluntad humana<br />
13. La teología medieval distinguía en Cristo, según sus dos naturalezas, la ciencia<br />
divina que poseía en cuanto verdadero Dios, y la ciencia humana, en cuanto verdadero<br />
hombre; esta última, a su vez, asumía tres formas distintas. Desde el primer instante<br />
de su existencia poseía la ciencia de la visión, que consiste en la inmediatez de la<br />
intuición de la esencia divina y de todas las cosas en el Verbo; es la "ciencia" de los<br />
bienaventurados. Gozaba, además de la ciencia infusa, propia de la naturaleza<br />
angélica, en cuanto a un conocimiento de todo lo creado, de todas las verdades naturales<br />
y de todos los misterios de la gracia, no adquirido, sino sobrenaturalmente otorgado.<br />
Tenía, finalmente, ciencia adquirida, que es la propia de los hombres. (Cf. SANTO<br />
TOMAS DE AQUINO, Summa Theologiae III, qq. 9-12. No es el momento de describir<br />
la discusión actual en torno a esta explicación teológica. Un eco de la misma se percibe<br />
en la Nota y en la Introducción del documento de la COMISION TEOLOGICA<br />
INTERNACIONAL (1985), La ciencia que Jesús tenía de sí mismo y de su misión. Este<br />
documento distinguirá entre la conciencia y la ciencia de Cristo, o sea entre qué conocía<br />
y cómo lo conocía, limitándose a tratar el primer aspecto, o sea los contenidos de su<br />
conciencia. Se formulan cuatro tesis que en sustancia dicen lo siguiente: 1. Jesús tenía<br />
conciencia de que él era el Hijo único de Dios y, en este sen tido, de que él mismo era Dios;<br />
2. Jesús conocía el fin de su misión: anunciar y hacer presente el Reino de Dios, y dar<br />
su vida por la salvación de todos los hombres; 3. Jesús ha querido fundar la Iglesia; 4.<br />
La conciencia de Cristo implica, de manera misteriosa, el amor de todos y cada uno de<br />
los hombres. Respecto a los problemas relativos a la "ciencia" o las "ciencias-conocimientos"<br />
de Cristo, ¿cuál es el estatuto psicológico y ontológíco de éstos?, tanto en la<br />
Nota previa del Secretario General, como en la Introducción, se repite varias veces la<br />
calificación de "difíciles cuestiones", "dificilísima cuestión".<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 167<br />
de Cristo. La rica fundamentación bíblica menciona, entre otros<br />
textos, el referente a la agonía en Getsemaní (2824), lugar privilegiado<br />
por los Padres en su reflexión sobre la doble voluntad y acogido en<br />
la definición dogmática. De este modo, las referencias marginales<br />
enriquecen y destacan todo el valor decisivo que tiene para la cristología<br />
y la soteriología esta definición, hondamente enraizada en las<br />
narraciones evangélicas. No se trata simplemente de una deducción<br />
o consecuencia lógica de la Encarnación, a partir de la afirmación de<br />
las dos naturalezas y al margen de todo significado salvífico; por el<br />
contrario, nos muestra la lógica profunda de la misma Encarnación:<br />
Dios ha querido salvar al hombre por el hombre, a través de la<br />
humanidad del Verbo, el cual con su voluntad humana nos ha<br />
merecido la salvación, y' "en SZt obediencia al Padre ha querido<br />
humanamente lo que ha decidido divinamente con el Padre y el<br />
Espíritu Santo para nuestra salvación" (475).<br />
Los nn. 476-477, al referirse al cuerpo del Verbo encarnado, dan<br />
ocasión para mencionar el último de los concilios cristológicos de la<br />
Iglesia antigua, el de Nicea n. El misterio de la Encarnación funda la<br />
veneración de las imágenes o iconos de Jesús, pues el Dios invisible<br />
por su naturaleza divina se hizo visible en nuestra naturaleza, y la<br />
veneración a las imágenes se dirige a la realidad por ellas representada.<br />
El culto al corazón de Cristo (478), símbolo del amor humano del<br />
Hijo de Dios hacia el Padre y hacia los hombres, cierra las reflexiones<br />
de este acápite. Se trata de un amor redentor que es a la vez de<br />
extensión universal y de concreción singular.<br />
El párrafo 2: " ... Concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,<br />
nació de Santa María Virgen" (484-511), destaca primero brevemente<br />
la obra del Espíritu Santo sobre María en la Encarnación del Verbo O:<br />
484-486) y luego más directamente el papel de la Virgen en dicho<br />
misterio (11: 487-507). Sobre la misión del Espíritu simultánea con la<br />
del Hijo y en íntima relación con ella, el CEC trata en diversas<br />
oportunidades (v.gr.: 257-260; 689-690; 727-730 Y en múltiples referencias).<br />
En su conjunto, el párrafo constituye un primer desarrollo de la<br />
mariología, que el CEC expone fundamentalmente en tres lugares, en<br />
torno a tres ejes: Cristo (484-511 [Cf.. 618]), el Espíritu (721-726) y la<br />
Iglesia (963-975), vale decir, sobre el trasfondo de la economía salvífica<br />
inherente al Credo, donde la Trinidad se revela y nos sal va. A esto<br />
debe añadirse la referencia a María en la Cuarta Parte: al hablar de<br />
la oración, se trata de la oración de la Virgen María (2617-2619), y<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 169<br />
Vemos en este párrafo una de las novedades más llamativas del<br />
CEC, que constituye sin duda uno de sus mayores aciertos, cuya<br />
medida se obtiene comparándolo con la exposición cristológica de<br />
otros catecismos, comenzando por el Catecismo Romano que siguió al<br />
Concilio de Trento, hasta los más prestigiosos catecismos posconciliares,<br />
incluido el excelente Catecismo católico para adultos de la<br />
Conferencia Episcopal Alemana; o bien con cualquiera de las cristologías<br />
descendentes al uso hasta época no muy lejana. El interés<br />
teológico por toda la vida de Jesús dentro de la reflexión cristológica,<br />
queda así recuperado en un documento del Magisterio de manera<br />
concreta y no tan sólo como principio formulado16; y de este modo la<br />
teología, la contemplación espiritual y la catequesis o la predicación,<br />
vuelven a encontrarse en este punto.<br />
Los relatos evangélicos sobre Jesús fueron escritos para suscitar la<br />
fe en él, más que para brindar información meramente biográfica.<br />
Callan sobre aspectos que interesarían a nuestra curiosidad humana.<br />
En su origen están los primeros creyentes que son también los testigos<br />
oculares17, quienes habiendo conocido a Jesús en la fe han podido<br />
penetrar en el sentido profundo de sus obras y enseñanzas, "pudieron<br />
ver y hacer ver los rasgos de su Misterio durante toda su vida terrena"<br />
(515).<br />
Podemos decir, en líneas generales, que lo afirmado en el párrafo<br />
1 (456-483), acerca de la Encarnación, de manera más sistemática y<br />
orgánica (aunque sin abandonar nunca la perspectiva históricosalvífica),<br />
es ahora ilustrado y corroborado de manera más concreta<br />
y narrativa. En otros términos, el Misterio de Cristo emerge de los<br />
relatos evangélicos.<br />
En frases felices, que merecen ser reproducidas el CEC afirma:<br />
"Desde los pañales de su natividad (Le 2, 7) hasta el vinagre de su<br />
Pasión (Cf. Mt 27,48) Y el sudario de su Resurrección (Cf . Jn 20, 7),<br />
todo en la vida de Jesús es signo de su Misterio. A través de sus gestos,<br />
sus milagros y sus palabras, se ha revelado que 'en él reside toda la<br />
plenitud de la Divinidad corporalmente' (Col 2, 9). Su humanidad<br />
aparece así como el 'sacramento', es decir, el signo y el instrumento q,e<br />
16. Este interés aparece esbozado en novedosa y apretada síntesis en la Solemn.e<br />
Profesión de Fe o Credo del Pueblo de Dios de Pablo VI (Cr. n.12). También en Catechesi<br />
tradendae 5, citado en CEC 426, aparece claramente formulado este interés como<br />
principio.<br />
17. A nuestro entender, en CEC 515, la referencia aMc 1, 1 debe ser sustituida por<br />
Le 1,1.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
170 ANTONIO MARINO<br />
su divinidad y de la salvación que trae consigo: lo que había de visible<br />
en su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina<br />
y de su misión redentora" (515).<br />
La humanidad de Jesús no es aquí considerada de manera abstracta,<br />
sino en su concreta existencia temporal, en las circunstancias<br />
históricas de su vida y de su ministerio. Como en los nn.470-478, se<br />
vuelve a poner de relieve el valor manifestativo que tiene su humanidad<br />
respecto de su propio Misterio, que es el de su filiación divina, y<br />
por tanto, el Misterio trinitario. Al mi.smo tiempo, su valor sacramental:<br />
manifiesta y hace presente el Misterio de Dios y la voluntad divina<br />
de salvar al hombre. Tenemos, por otro camino, una nueva confirmación<br />
de la imposible separación entre cristología y soteriología: la<br />
revelación de su misterio personal va unida a su actuación salvífica<br />
(gestos, milagros y palabras), o bien, su misión redentora hace<br />
presente lo invisible de su misterio personal. Simultáneamente,<br />
obtenemos una nueva ilustración de la intrínseca conexión e imposible<br />
alternativa entre theologia y oikonomia, o entre teocentrismo<br />
trinitario y cristocentrismo.<br />
Las referencias marginales enriquecen la doctrina expuesta desde<br />
puntos de vista complementarios. En el n. 609 se habla de la libre<br />
aceptación, desde su voluntad humana, de la voluntad divina del<br />
Padre que quiere salvar al hombre mediante su pasión y su muerte:<br />
"Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se hizo<br />
instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación<br />
de los hombres ... ".<br />
La voluntad divina del Padre y este amor divino, del que la<br />
humanidad de Jesús se vuelve instrumento, es también la propia<br />
voluntad divina de Jesús, según lo ya enseñado anteriormente en<br />
conformidad con el Concilio de Constantinopla JII: "Cristo posee dos<br />
voluntades y dos operaciones naturales, divinas y humanas, no opuestas,<br />
sino cooperantes, de forma que el Verbo hecho carne, en su<br />
obediencia al Padre, ha querido humanamente todo lo que ha decidido<br />
divinamente con el Padre y el Espíritu Santo para nuestra salvación ...<br />
La voluntad humana de Cristo 'sigue a su voluntad divina sin hacerle<br />
resistencia ni oposición, sino todo lo contrario estando subordinada a<br />
esta voluntad omnipotente'" (475).<br />
Así, pues, el obrar humano de Cristo resulta instrumental respecto<br />
de la voluntad divina, común a las tres Personas divinas, aunque<br />
apropiada al Padre; pero el obrar humano en sí mismo pertenece sólo<br />
al Hijo (Cf.. 470).<br />
Sin entrar en las complicaciones de un lenguaje técnico, el CEC<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 171<br />
brinda todos los elementos para explicitar y distinguir en las obras de<br />
Cristo dos formas de instrumentalidad salvífica. Están las obras que<br />
siendo propiamente divinas porque exceden el poder operativo de las<br />
potencias de la naturaleza humana, aun elevada por la gracia, (como<br />
obrar los milagros, perdonar los pecados, otorgar la gracia del Espíritu<br />
Santo), son sin embargo hechas humanamente por Cristo mediante<br />
sus gestos o palabras18• Y están las obras que siendo humanas por su<br />
inmediato principio operativo, (como la oración de Cristo, su libre<br />
aceptación de la voluntad divina en incondicional y amorosa obediencia<br />
al Padre, la caridad que anima todos sus sufrimientos, su pasión<br />
y su entrega a la muerte por amor a los hombres), participan<br />
simultáneamente de la operación de la voluntad divina, como el<br />
instrumento participa de la operación del agente principal: son la<br />
libre (y meritoria) expresión humana de todo lo que ha decidido<br />
divinamente con el Padre y el Espíritu Santo19•<br />
También aparece como referencia marginal en el n. 515, en cuyo<br />
comentario nos hemos detenido, el envío al n. 774. El contexto es la<br />
presentación de la Iglesia como sacramento universal de salvación, en<br />
un sentido analógico. El término bíblico mysterion ha sido traducido<br />
al latín con dos palabras: mysterium y sacramentum, que en la<br />
interpretación posterior expresarán respectivamente dos significados<br />
complementarios. La primera se vincula preferentemente con la<br />
realidad de salvación que permanece oculta; la segunda con el signo<br />
visible de dicha realidad. Así, "Cristo es El mismo el Misterio de la<br />
salvación" y "la obra salvífica de su humanidad santa y santifican te<br />
es el sacramento de la salvación que se manifiesta y actúa en los<br />
sacramentos de la Iglesia ( ... ). Los siete sacramentos son los signos y<br />
los instrumentos mediante los cuales el Espíritu Santo distribuye la<br />
gracia de Cristo, que es la Cabeza, en la Iglesia que es su Cuerpo".<br />
18. El CEC cita textos como Mc 2, 7. 10 sobre el poder de Jesús para perdonar los<br />
pecados, quien suscita extrañeza o atribución de blasfemia ante tal pretensión: sólo<br />
Dios puede perdonar los pecados (Cf. nn. 430, 574, 589,1441); también Jn 20, 22 donde<br />
Jesús resucitado comunica el Espíritu Santo soplando sobre los apóstoles (Cf. nn. 730,<br />
788,1287, 1461J. Muchos otros textos bíblicos citados por el CEC, dado el contexto en<br />
que son aducidos, podrían ilustrar esta idea.<br />
19. Entre los muchos textos del CEC que podrían ser citados relativos a su<br />
obediencia al Padre y su amor por nosotros en los misterios de su vida mencionemos nn.<br />
532,534,536,539,544 s., etcétera. De un modo especial cabe la referencia a los nn. 606-<br />
618 relativos a la ofrenda redentora de Cristo.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
172 ANTONIO MARINO<br />
Como podemos ver, de la lectura conjunta de los diversos textos,<br />
surge que la designación de la humanidad de Cristo como instrumento<br />
nos brinda una valiosa y fructífera clave de inteligencia de su Misterio,<br />
pues nos permite entender distintos aspectos, verdaderamente<br />
centrales, en su articulación orgánica. Ya se hable de "instrumento de<br />
su divinidad" o de "instrumento de la salvación que trae consigo"<br />
(515), o bien de "instrumento libre y perfecto de su amor divino que<br />
quiere la salvación de los hombres" (609), la noción es equivalente a<br />
"sacramento" que visibiliza y hace presente aquello que significa: el<br />
Misterio de su filiación divina, junto con la revelación trinitaria, el<br />
ofrecimiento de la salvación, que se prolonga en la Iglesia donde se<br />
manifiesta y actúa a través de los sacramentos o "misterios"(774-776).<br />
Misterio trinitario, Encarnación, salvación del hombre, Iglesia y<br />
sacramentos quedan así presentados en su intrínseca organicidad a<br />
través de una palabra.<br />
Los nn. 516-518, bajo el subtítulo "Los rasgos comunes en los<br />
Misterios de Jesús", comienzan de idéntica manera: "Toda la vida de<br />
Cristo es ... ". Siguen a continuación sendos predicados que vienen a<br />
desarrollar más analíticamente las afirmaciones del número anterior<br />
acerca de la instrumentalidad de la humanidad de Cristo, considerada<br />
en su concreto desarrollo histórico. La vida de Cristo es resumida<br />
en tres categorías: revelación, redención, recapitulación. De la lectura<br />
atenta podemos observar que Jesús revela al Padre, redime a los<br />
hombres y recapitula su historia tanto desde los actos que provienen<br />
de lo que en El hay de divino como de aquellos que proceden de lo<br />
humano.<br />
Los números siguientes (519-521) tratan de "nuestra comunión en<br />
los Misterios de Jesús". Todo lo vivido por El es para nosotros: es el<br />
modelo que debemos imitar; es el que vivió nuestra vida para que<br />
vivamos la suya. La teología contemporánea ha designado este aspecto<br />
de Cristo con la palabra "pro-existencia".<br />
Los acápites II (522-534) y III (535-560) desarrollan respectivamente<br />
los Misterios de la infancia y vida oculta de Jesús y los de su<br />
vida pública. La narración de los hechos va indisolublemente unida a<br />
la manifestación de su sentido de revelación y salvación. Este sentido<br />
está tomado de la misma narración bíblica, cuando los textos lo<br />
explicitan, o bien inferido a partir del contenido global y de la unidad<br />
de la Escritura, teniendo también en cuenta la Tradición de la Iglesia.<br />
Los relatos de la infancia, de Mateo y Lucas, así como los principales<br />
Misterios de la vida pública narrados en los cuatro evangelios son<br />
leídos e interpretados a la luz del resto del Nuevo Testamento y como<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 173<br />
plenitud y cumplimiento del Antigu020. Adquiere aquí toda su vigencia<br />
lo dicho en las reflexiones iniciales acerca de la permanente unidad<br />
entre cristología y soteriología, afirmaciones descendentes (preexistencia-envío)<br />
y ascendentes (narración), relato histórico e interpretación<br />
pospascual.<br />
Pasión, Muerte y Sepultura (art. 4: 571-630)<br />
En el artículo 4 del Credo se anuncia la pasión de Cristo bajo el<br />
poder de Poncio Pilato, su crucifixión, muerte y sepultura. Tras los<br />
números introductorios (571-573), el comentario estudia respectivamente<br />
en tres párrafos los antecedentes del proceso de Cristo (574-<br />
594), su muerte (595-623) y su sepultura (624-630).<br />
Desde los números iniciales,junto con el significado salvífico de la<br />
pasión y muerte de Jesucristo, incluido en el designio eterno de Dios,<br />
el CEC destaca con especial relieve la "forma histórica concreta" (572)<br />
que asumieron sus padecimientos. "Por lo tanto, la fe puede escrutar<br />
las circunstancias de la muerte de Jesús, que han sido transmitidas<br />
fielmente por los Evangelios (ef DV 19), e iluminadas por las otras<br />
fuentes históricas, a fin de comprender mejor el sentido de la Redención"<br />
(573). Afirmación y programa que sin duda son bien recibidos en<br />
la reflexión cristológica contemporánea, sensible al relato y al enriquecimiento<br />
que trae, para la comprensión de la salvación cristiana,<br />
una mayor atención a la narración y a la historia. De esta manera se<br />
evi ta caer en una concepción algo abstracta de la salvación por la cruz,<br />
en la cual la relación con la liberación del pecado podía aparecer casi<br />
exclusivamente dentro de la lógica de la necesidad de brindar satisfacción<br />
o compensación por la culpa del hombre. La providencia de Dios,<br />
su designio salvador, y el libre juego de las causalidades históricas<br />
intramundanas no se excluyen; por el contrario, "las circunstancias de<br />
20. No podía ser un objetivo del CEC hacer tarea histórico-crítica de las fuentes y<br />
asignarse la fatiga de distinguir en cada uno de los relatos entre suceso histórico y<br />
género literario. Además de las graves discrepancias que con frecuencia dividen a<br />
calificados exégetas que emplean los mismos métodos de lectura, está el hecho de que<br />
lo que cuenta es captar el significado teológico profundo en la narración de los Misterios<br />
y su valor perenne para la edificación de la fe. La lectura atenta de los nn. 512-521<br />
brinda la perspectiva exacta en que deben leerse las reflexiones sobre la vida de Cristo.<br />
Creemos por tanto que, en líneas generales, se actúa de modo satisfactorio el programa<br />
delineado en Dei Verbum 12 (Cr. 9 y 10)<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
174 ANTONIO MARINO<br />
la muerte de Jesús" ayudan a "comprender mejor el sentido de la<br />
Redención". Lo que sigue es el desarrollo ordenado de estas afirmaciones.<br />
Elpárrafo 1: "Jesús e Israel", está subdividido en tres acápites: I.<br />
Jesús y la Ley (577-582); 11. Jesús y el Templo (583-586); 111. Jesús y<br />
la fe en el Dios único y Salvador (587-591). Se presentan aquí los<br />
antecedentes que vuelven humanamente comprensible el trágico<br />
desenlace de su vida. La concreta actuación de Jesús, sus enseñanzas<br />
y actitudes ante las realidades fundamentales de la vida de Israel,<br />
trasuntan una conciencia de sí mismo y de su misión, una "pretensión",<br />
que lo exponen a la falsa acusación de quebrantar la Ley, de ser<br />
hostil al Templo y de blasfemia.<br />
El párrafo 2: "Jesús murió crucificado", desarrolla el tema clásico<br />
desde la era patrística de los autores o agentes de la pasión: I. El<br />
proceso de Jesús (595-598); 11. La muerte redentora de Cristo en el<br />
designio divino de salvación (599-605); 111. Cristo se ofreció a su Padre<br />
por nuestros pecados (606-618). Por tanto, los hombres, el Padre y<br />
Cristo son los actores que intervienen diversamente en un mismo<br />
acontecimiento de salvación.<br />
El proceso de condenación a muerte es doble: por blasfemia, ante el<br />
Sanedrín de los judíos, y por revuelta política, ante Pilato. La simple<br />
lectura de los nn. 595-598 nos revela el especial interés puesto por el<br />
CEC en contribuir a disipar todo sentimiento o prejuicio antijudío que<br />
pretenda fundarse en la Escritura. Lo hace apelando a las mismas<br />
narraciones bíblicas y a la más genuina tradición eclesial: "Losjudíos<br />
no son responsables colectivamente de la muerte de Jesús" (597). La<br />
verdad histórica transmitida por los relatos y la doctrina conciliar de<br />
la Declaración N ostra aetate fundan la doctrina: "Lo que se perpetró en<br />
su pasión no puede ser imputado indistintamente a todos los judíos<br />
que vivían entonces ni a los judíos de hoy". Pero también la verdad<br />
teológica, pues "Todos los pecadores fueron los autores de la Pasión de<br />
Cristo" (598). Dos bellos textos tomados respectivamente del Catecismo<br />
Romano y de los escritos de San Francisco de Asís, abonan la<br />
afirmación.<br />
El siguiente acápite (599-605) integra el acontecimiento histórico<br />
en "el determinado designio y previo conocimiento de Dios",<br />
según la oportuna cita de Hch 2,23. "Este lenguaje bíblico no significa<br />
que los que 'entregaron a Jesús' (Hch 3, 13) fuesen solamente ejecutores<br />
pasivos de un drama escrito de antemano por Dios" (599). Se evita así<br />
confundir la obra divina, su designio eterno de amor providente, con<br />
la obra humana que es la "horrible falta" (598) de la injusticia y de la<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 175<br />
ignorancia de los hombres. De este modo la libertad de los hombres y<br />
las circunstancias históricas son presentadas en toda su consistencia<br />
y seriedad. "Dios ha permitido los actos nacidos de su ceguera (ef Mt<br />
26, 54;Jn 18, 36; 19,11)pararealizarsudesigniodesalvación (ef Hch<br />
3, 17-18)" (600).<br />
¿Qué debe atribuirse a Dios en la muerte de Cristo según la misma<br />
revelación? Sin duda la voluntad de salvar al hombre liberándolo de<br />
la esclavitud del pecado y reconciliándolo con El por la muerte de su<br />
Hijo. ¿Por qué mediante la muerte del Hijo? El CEC no se plantea<br />
abiertamente la pregunta, pero brinda los elementos para la respuesta.<br />
Esta salvación tomará la forma de una solidaridad (602-603)<br />
inversa a la que los hombres tienen con Adán. El envío del Hijo en una<br />
condición de esclavitud y humillación como la nuestra, en la que<br />
asume las consecuencias del pecado original, hace entender la afirmación<br />
paulina citada en n. 602: "a quien no conoció pecado, Dios le hizo<br />
pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en El"<br />
(2 Co 5,21). En esta condición de esclavo, el Hijo "en el amor redentor<br />
que le unía siempre al Padre (ef Jn 8, 29) nos asumió desde el<br />
alejamiento con relación a Dios por nuestro pecado" (603).<br />
En el designio de Dios, por tanto, la salvación del hombre es obra<br />
de amor redentor, en virtud del cual el Hijo establece con los hombres<br />
una completa solidaridad, en doble dirección: descendente (condición<br />
de esclavo, humillación y cruz) y ascendente (ser justicia de Dios en él).<br />
La perspectiva del amor divino hacia el hombre pecador, ilumina en<br />
su verdadera luz los padecimientos y la muerte del Hijo: "Jesús no<br />
conoció la reprobación como si él mismo hubiese pecado (ef Jn 8, 46)"<br />
(ibid.). Limitándose a proponer en su equilibrio las afirmaciones de la<br />
revelación, y sin entrar en una teoría teológica explicativa, el CEC nos<br />
permite entender la salvación del hombre como obra del amor de Dios,<br />
gratuito y misericordioso, antes que como obra de "justicia" conmutativa<br />
o vindicativa, o manifestación de la "cólera" divina, o pago de la<br />
"deuda" por el pecado. Todas estas categorías bíblicas que acabamos<br />
de mencionar son otras tantas metáforas del amor de Dios, que al no<br />
haber sido entendidas rectamente, con la debida purificación analógica<br />
de su significado, pudieron dar lugar en algún momento de la<br />
historia de la teología y de la espiritualidad, a una comprensión<br />
aberrante del verdadero sentido de la muerte de JesÚs21 • Esta fue la<br />
21. cr. L.SABO URIN, Redención sacrificial. Encuesta exegética, Bilbao. Desclée de<br />
Brouwer, 1969; B. SESBOÜÉ, Jesucristo el único Mediador. Ensayo sobre la redención<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
176 ANTONIO MARINO<br />
obra de los hombres, prevista y ''permitida'' en el designio divino para<br />
que resplandeciera la grandeza de su amor redentor.<br />
Los nn. 604-605 destacan respectivamente la iniciativa del amor<br />
de Dios y el alcance universal de la salvación ofrecida: Cristo murió<br />
por todos, según la enseñanza apostólica (Cf. 2 Co 5,15; 1 Jn 2,2), y "no<br />
hay, ni hubo ni habrá hombre alguno por quien no haya padecido<br />
Cristo", como afirma el Concilio de Quiercy, del año 853 (605).<br />
Luego de hablar del papel de los hombres y del designio divino, el<br />
tercer acápite (606-618) presenta el papel de Cristo en la pasión<br />
redentora. Sin dejar nunca de ser el lenguaje básico de la confesión de<br />
la fe cristiana, descubrimos aquí un especial esmero en las frases,<br />
redactadas y entrelazadas de modo que en su sencillez están como<br />
preñadas de grandes virtualidades y densidad significativa. El desarrollo<br />
analítico (y también admirado y contemplativo) de las mismas,<br />
podría ocuparnos varias páginas.<br />
Desde el mismo título podemos comprobar el neto predominio de<br />
la terminología sacrificial que se prolonga a lo largo de todos los<br />
números: se ofreció, oblación, ofrenda, sacrificio (por los pecados del<br />
mundo entero, pascual, de la Nueva Alianza, único y definitivo, por<br />
todos, redentor), hacer la voluntad del Padre, beber el cáliz, dar la<br />
vida, la designación de Cordero de Dios, la interpretación como Siervo<br />
doliente (sustitución, se dio a sí mismo en expiación), la Eucaristía<br />
como memorial de su sacrificio, la mención de la sangre de la Alianza.<br />
A lo cual debemos agregar las numerosas citas de la Carta a los<br />
Hebreos.<br />
Ya en el subtítulo inicial, y a lo largo de todos los números de este<br />
acápite, la vida entera de Cristo, y no sólo su muerte, aparece<br />
interpretada como sacrificio. "Desde el primer instante de su Encarnación<br />
el Hijo acepta el designio divino de salvación en su misión<br />
redentora: 'Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y<br />
llevar a cabo su obra' (Jn 4,34)" (606). El hacer la voluntad del Padre<br />
unifica profundamente su vida: "Este deseo de aceptar el designio de<br />
amor redentor de su Padre anima toda la vida de Jesús ( .. .) porque su<br />
Pasión redentora es la razón de ser de su Enca.rnación" (607). La Cena<br />
será el "memorial de su sacrificio" en el que incluye a los apóstoles y<br />
a quienes manda perpetuarlo (610-611). Este sacrificio que se inició<br />
en el primer instante de la Encarnación (Cf.la cita de Hb 10, 5-10 en<br />
y la salvación. T. 1: Problemática y relectura doctrinal. Salamanca, Secretariado<br />
trinitario, 1990.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 177<br />
n.606), abarca toda su vida pero es "en la cruz donde Jesús consuma<br />
su sacrificio" (Cf. subtítulo a nn. 616-617). La muerte de Cristo es el<br />
sacrificio único y definitivo pero no puede ser considerada al margen<br />
de su vida, puesto que la esencia de este sacrificio es la entrega libre<br />
en amor obediente a la voluntad salvífica del Padre, que alcanza en la<br />
cruz su manifestación definitiva22 •<br />
Junto con la perspectiva sacrificial de la redención, por lo tanto, va<br />
indisolublemente unido el lenguaje del amor, como la esencia de ese<br />
sacrificio: en él, su amor humano "hasta el extremo" llega a la<br />
expresión máxima de su correspondencia al amor redentor de Dios,<br />
convirtiéndose en "el instrumento libre y perfecto de su amor divino<br />
que quiere la salvación de los hombres" (609). "Este sacrificio de Cristo<br />
( .. .) ante todo es un don de Dios Padre: es el Padre quien entrega al Hijo<br />
para reconciliarnos con El (. . .). Al mismo tiempo es ofrenda del Hijo de<br />
Dios hecho hombre que, libremente y por amor (. .. ) ofrece su vida (. .. )<br />
a su Padre por medio del Espíritu Santo ( ... ) para reparar nuestra<br />
desobediencia" (614). Manteniendo, pues, la interpretación sacrificial,<br />
característica de la Carta a los Hebreos23 , estamos muy lejos de<br />
toda concepción que la identifique con la compensación vindicativa o<br />
justo pago de una deuda, mediante lo cual se restablecería el equilibrio<br />
roto por el pecado del hombre24•<br />
Aparece así la redención como misterio de alianza restablecida<br />
(613) entre Dios y los hombres, a través del amor de un hombre que<br />
satisface por el pecado de todos. La "satisfacción" por el pecado, o la<br />
"expiación" o "reparación" por el mismo, no son sino efectos o aspectos<br />
de que se reviste este "amor extremo", que siendo humano pertenece<br />
22. Desde la cita de Hb 10,5-10 en el número inicial de este acápite (606), el CEC<br />
nos brinda los indicios necesarios para interpretar la novedad de significado que reviste<br />
el sacrificio (y el sacerdocio) de Cristo: los sacrificios rituales del A.T. quedan sustituidos<br />
por su sacrificio existencial, que consiste en su libre y obediente sumisión de amor<br />
a la voluntad del Padre; éste abarca su vida entera y es consumado y sellado por la<br />
sangre de su cruz.<br />
23. La interpretación sacrificial de la redención no es exclusiva de la Carta a los<br />
Hebreos, como lo atestiguan pasajes de las cartas paulina s (1 Co 5,7; Ef 5, 2) y de otros<br />
escritos del N.T. (1 P 19; Ap 5. 12 etc.).<br />
24. En el último cuarto de siglo se han multiplicado las voces críticas acerca de la<br />
salvación cristiana entendida en clave sacrificial. Sobre el sacrificio como noción<br />
interpretativa de la muerte de Cristo, recae la sospecha de retroceder a la mentalidad<br />
anterior al judaísmo y sobre todo anterior a Cristo: mediante un "pacto sacrificial" -<br />
por tanto con la violencia y la muerte-se restablece en la sociedad el orden y la justicia<br />
perturbados por el delito. Cf. B. SESBOÜÉ, o.c.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
178 ANTONIO MARINO<br />
a "la persona divina del Hijo, que al mismo tiempo sobrepasa a todas<br />
las personas humanas, y que le constituye Cabeza de toda la humanidad,<br />
(y) hace posible su sacrificio redentor por todos" (616). Jesús nos<br />
salva, por consiguiente, por ser el Verbo encarnado; lo que equivale a<br />
decir que el Misterio de la Salvación presupone la Encarnación25 .<br />
"El pecado es la causa de la muerte" (612) y su esencia es la<br />
"desobediencia" a Dios: ésta es la perdición del hombre. Su salvación<br />
consistirá en restituir en el hombre la "comunión con Dios" (613)<br />
mediante el amor obediente del Hijo (615). Muerte y com unión de vida<br />
con Dios, desobediencia a Dios y obediencia, son términos antitéticos<br />
correlativos de una doble solidaridad: en Adán y en Cristo.<br />
Es lícito preguntarnos ¿en qué consiste, pues, la obra de Cristo<br />
como "causa de salvación eterna"? Podemos encontrar en el CEC dos<br />
respuestas. Con el Concilio de Trento nos dice: "Por su sacratísima<br />
pasión en el madero de la cruz nos mereció lajustificación" (617). Y<br />
más adelante: "El llama a sus discípulos a 'tomar la cruz y a seguirle'<br />
(. .. ) porque El 'sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que<br />
sigamos sus huellas'" (618). Esta es pues la lógica de la salvación por<br />
la cruz: restituir en el hombre la capacidad de un amor obediente a<br />
Dios, a ejemplo de Cristo, para encontrar vida; pero el hombre no<br />
podría "seguir sus huellas", si no fuese interiormente capacitado para<br />
ello por el don gratuito de la gracia que nos hace justos y que llega a<br />
nosotros por el mérito de Cristo.<br />
Tanto en el sacrificio redentor en sí mismo (la obra de<br />
Cristo=redención objetiva) como en la asociación a este sacrificio a la<br />
que todo hombre está llamad026 (el efecto en el hombre y la correspondencia<br />
de éste=redención subjetiva) es el amor de alianza la<br />
esencia misma de la salvación cristiana.<br />
En el párrafo 3: "Jesucristo fue sepultado", se destaca el realismo<br />
del "estado de muerte" o de "separación entre su alma y su<br />
cuerpo" (624). Su cuerpo en el sepulcro "no conoció la corrupción"<br />
y "su Persona divina continuó asumiendo tanto su alma como su<br />
cuerpo, separados sin embargo entre sí por causa de la muerte"<br />
(630). De este modo, el " 'Príncipe de la vida que fue llevado a la<br />
muerte' (Hch 3, 15) es al mismo tiempo 'el Viviente que ha resuci-<br />
25. Nueva verificación de la indisoluble unión entre cristología y soteriología.<br />
26. De esta asociación del hombre al misterio pascual de Cristo, es María el<br />
paradigma acabado, según la oportuna referencia a Lc 2, 35 en n. 618.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 179<br />
tado' (Lc 24,5-6)''' (626). Conforme al lenguaje bíblico (Rm 6, 4; Col<br />
2, 12; Ef 5, 26) el Bautismo es presentado como participación del<br />
cristiano en el misterio de la sepultura (629).<br />
El Descenso 'Y la Resurrección (art. 5: 631-658)<br />
Tras el número introductorio (631), que señala el nexo entre los dos<br />
aspectos confesados en un mismo artículo, la materia se distribuye en<br />
sendos párrafos dedicados al descenso a los infiernos (632-637) y a la<br />
resurrección (638-658).<br />
Podemos considerar la reflexión del párrafo 1: "Cristo descendió a<br />
los infiernos" como prolongación de la reflexión del párrafo 3 del<br />
artículo anterior acerca de la sepultura, con el que forma unidad de<br />
sentido. Ambos se refieren al estado de muerte y al misterio del<br />
Sábado Santo (Cf. 624 y 635). Si en el misterio de la sepultura se<br />
presta más atención a la permanencia de la Encarnación aun en el<br />
estado de muerte, estando separados el alma y el cuerpo, y a la<br />
incorrupción e identidad del cuerpo, aquí la atención está centrada en<br />
lo que sucede en cuanto al alma: "Cristo muerto en su alma unida a su<br />
persona divina, descendió a la morada de los muertos. Abrió las<br />
puertas del cielo a los justos que le habían precedido" (637).<br />
El párrafo 2: "Al tercer día resucitó de entre los muertos", comienza<br />
presentando la Resurrección como verdad culminante y central de<br />
nuestra fe, y junto con la Cruz parte esencial del Misterio Pascual, tal<br />
como lo atestigua el Nuevo Testamento, y como lo vive, lo cree y lo<br />
proclama la Iglesia (638). Tres acápites la estudian a continuación<br />
respectivamente como acontecimiento histórico y trascendente (639-<br />
647), como obra de la Trinidad (648-650), y en su sentido y alcance<br />
salvífica (651-655).<br />
Disipando todo peligro de ambigüedad en cuanto al sentido de este<br />
aconteciriliento, el CEC no vacila en calificarlo en primer lugar de<br />
"histórico", precisando a continuación su genuino significado: "El<br />
misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo<br />
manifestaciones históricamente comprobadas como lo atestigua el<br />
Nuevo Testamento" (639). El sepulcro vacío (640) y las apariciones del<br />
Resucitado (641-644), constituyen estas manifestaciones que legitiman<br />
tal calificación.<br />
En cuanto al sepulcro vacío, se afirma que "no es en sí una prueba<br />
directa", pues la ausencia del cuerpo podría explicarse diversamente;<br />
pese a lo cual "ha constituido para todos un signo esencial. Su<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 181<br />
rico en este preciso sentido, pues dichos elementos pertenecen a la<br />
historia. Pero también se lo califica de acontecimiento "trascendente",<br />
pues si bien la Resurrección tiene lugar en un momento determinado<br />
de la historia, no puede ser entendida como un hecho histórico en el<br />
mismo sentido que los demás, ni se describe el modo como se produjo<br />
ni hubo testigos oculares; su íntima esencia escapa a los sentidos:<br />
"Acontecimiento histórico demostrable por la señal del sepulcro vacío<br />
y por la realidad deJos encuentros de los apóstoles con Cristo resucitado,<br />
no por ello la Resurrección pertenece menos al centro del Misterio<br />
de la fe en aquello que trasciende y sobrepasa a la historia"(647). El<br />
CEC establece de este modo 'un claro equilibrio entre fe e historia,<br />
entre lo objetivamente accesible a todos y lo que sólo se alcanza en la<br />
actitud creyente.<br />
En el segundo acá pite La Resurrección obra de la Santísima<br />
Trinidad (648-650), se particulariza lo afirmado en los nn. 258-259:<br />
toda la economía salvífica es obra común y personal de la Trinidad,<br />
donde se manifiestan a la vez las propiedades de las personas y la<br />
unidad de la naturaleza. En el acontecimiento de la Pascua la<br />
afirmación alcanza su verificación paradigmática. En determinados<br />
pasajes la Escritura presenta la Resurrección como obra del Padre<br />
quien resucita a Jesús por el poder del Espíritu Santo. En otros, es el<br />
mismo Jesús quien se resucita a sí mismo por su poder divino.<br />
Los cinco números finales (651-655), bajo el acápite Sentido y<br />
alcance salvífico de la Resurrección, nos presentan en compendio la<br />
significación teológica: de la misma. Podemos resumirla en las siguientes<br />
palabras: la Resurrección "ha dado la prueba definitiva de su<br />
autoridad divina" (651); es el pleno "cumplimiento de las promesas"<br />
contenidas en las Escrituras (652); confirmación de "la verdad de la<br />
divinidad de Jesús" y plenitud de la Encarnación (653); causa de<br />
nuestra justificación y de nuestra adopción filial (654); "es principio<br />
y fuente de nuestra resurrección futura", motivo de nuestra esperanza<br />
(655).<br />
El significado, pues, no es sólo percibido en el plano apologético o<br />
de la cristología fundamental (651-653), sino en el plano de la<br />
redención objetiva: no es acontecimiento de salvación sólo porque<br />
funda mi fe en la veracidad de sus enseñanzas y en su divinidad, fe<br />
necesaria para la salvación (redención subjetiva), sino ante todo<br />
porque es en sí misma acontecimiento redentor junto con su entrega<br />
sacrificial. Si en la Pasión los actos humanos de Cristo nos obtuvieron<br />
la salvación por vía de mérito y de ejemplo, la Resurrección, obra de<br />
su poder divino, nos salva por vía de eficiencia y de modelo<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
182 ANTONIO MARINO<br />
escatológico: la humanidad del Hijo es principio y fuente de nuestra<br />
justificación, de nuestra adopción filial y de nuestra resurrección<br />
corporal, de la cual la suya es la realización primera y más perfecta.<br />
La Ascensión (art. 6: 659·667)<br />
Respecto de la Ascensión, vemos repetirse nuevamente los calificativos<br />
aplicados a la Resurrección: "acontecimiento histórico y trascendente"<br />
(660). La humanidad de Cristo entra desde la Pascua en el<br />
estado de gloria, como lo prueban las apariciones y sus nuevas<br />
propiedades. No obstante, durante los cuarenta días que median<br />
entre la Resurrección y la Ascensión, esa gloria no se manifiesta en<br />
toda la plenitud, sino que permanece velada "bajo los rasgos de una<br />
humanidad ordinaria" (659). "Esto indica una diferencia de manifestación<br />
entre la gloria de Cristo resucitado y la de Cristo exaltado a la<br />
derecha del Padre", cuya transición es la Ascensión (660).<br />
Su irreversible ingreso en la gloria, señala al mismo tiempo al<br />
hombre el acceso a la "Casa del Padre" donde nos ha precedido el que<br />
es Cabeza de la humanidad renovada, Cabeza de su Cuerpo eclesial<br />
(661). Desde allí ejerce su perenne interce!\Íón sacerdotal por nosotros,<br />
la cual asegura la permanente efusión del Espíritu Santo (662;<br />
Cf. 667).<br />
Que "está sentado a la derecha del Padre" significa que Cristo,<br />
según su humanidad, dispone de la plenitud de la gloria y del poder<br />
divinos, inaugurando el reinado mesiánico universal (663-664; Cf.<br />
668).<br />
El Retorno como Juez Universal (art. 7: 668·682)<br />
Dos acá pites dividen la materia del comentario: l. Volverá en gloria<br />
(668-677); 11. Para juzgar a vivos y muertos (678-679).<br />
El primero de ellos prolonga claramente el sentido de las afirmaciones<br />
del artículo anterior, relativas al significado de la sesión "a la<br />
derecha del Padre". La Ascensión significa la constitución de Cristo<br />
como Señor del cosmos y de la historia, según su humanidad, en quien<br />
la historia humana y el universo encuentran su recapitulación (668).<br />
Siendo Cabeza de la Iglesia, que es "germen y comienzo de su Reino",<br />
a través de ella Cristo sigue reinando en la tierra (669), anticipando<br />
en ella "el final de la historia" (670).<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 183<br />
Pero el Reino de Cristo, ya presente en la Iglesia, todavía no se ha<br />
establecido definitivamente, pues aún no están sometidas a El plenamente<br />
todas las cosas. Es el tiempo de la peregrinación de la Iglesia,<br />
tiempo del Espíritu y del testimonio, de la prueba y de la tristeza, de<br />
la esperanza y de la vigilia (671-672). Su advenimiento está vinculado<br />
con el ingreso de "la plenitud de los judíos" en la salvación mesiánica<br />
(674); también con el sacudimiento final, ante la apostasía de la<br />
verdad bajo las instigaciones del Anticristo, esbozadas en el mundo<br />
cada vez que se pretende reemplazar la esperanza mesiánica escatológica<br />
por un mesianismo secularizado intraterreno (675-676), "El<br />
Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la<br />
Iglesia ( ... ) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de<br />
Dios sobre el último desencadenamiento del mal (. .. ) que hará descender<br />
desde el cielo a su Esposa" (677). El Reino de Cristo, pues, es obra<br />
del poder divino, victoria de su amor, y su realización plena está más<br />
allá de la historia.<br />
El último acápite (678-679) está dedicado al Juicio final anunciado<br />
por los profetas y por Cristo. Es la forma que asumirá el triunfo de Dios<br />
(Cf. 677). La luz o revelación última que servirá como criterio del<br />
mismo, será la actitud que se haya adoptado con el prójimo: la<br />
afirmación o negación de su amor coincidirán con la aceptación o<br />
rechazo de la gracia y del amor divino. El Juez será el mismo Cristo,<br />
quien por su Cruz "adquirió" humanamente esta prerrogativa divina.<br />
Con ocasión de estos dos últimos artículos del Credo, el CEC ha<br />
destacado una dimensión de la salvación de Cristo no suficientemente<br />
atendida, cuando no olvidada, y que sin embargo pertenece al patrimonio<br />
de la revelación bíblica y de la tradición eclesial, a saber: el<br />
puesto central de Cristo en el universo y en la historia, o la dimensión<br />
cósmica de su salvación27 •<br />
A modo de conclusión<br />
Al término de este extenso recorrido por el capítulo cristológico,<br />
bastarán algunas pocas reflexiones conclusivas para recoger en síntesis<br />
su riqueza.<br />
La permanente y manifiesta inspiración bíblica del CEC nos ha<br />
brindado una cristología cuya intención ha sido presentar las afirma-<br />
27. Cf. COMISION TEOLOGICA INTERNACIONAL (1979), Cuestiones selectas<br />
de cristología, V.B.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
184 ANTONIO MARINO<br />
ciones de la fe de la Iglesia en íntima consonancia y continuidad con<br />
las de la Escritura, como su legítima prolongación y comentario, como<br />
la apertura de su sentido, a la luz de la Tradición y del Magisterio,<br />
donde el mismo Espíritu que presidió la redacción de la Palabra<br />
revelada, asegura su asistencia. La mayor parte de los números de<br />
este fecundo capítulo no son sino un entramado de citas escriturísticas,<br />
donde también los aportes más sólidamente establecidos por la<br />
ciencia histórico-crítica, aparecen con frecuencia tácitamente asimilados.<br />
De este modo la Escritura -leída en el único ámbito donde nos<br />
puede entregar su sentido, que es la Iglesia- es verdaderamente el<br />
alma de la reflexión, pues aparece como punto de partida y referencia<br />
permanente de la confesión eclesial de la fe en Jesucristo.<br />
Con esta inspiración bíblica (y patrística) se conecta además la<br />
exacta articulación entre teocentrismo trinitario y cristocentrismo,<br />
su identidad y distinción; afirmación que hemos podido verificar<br />
en rápido recorrido por todo el CEC. A lo largo de todo el capítulo, de<br />
manera explícita o implícita, theologia y oikonomia van siempre<br />
juntas, de modo que el Misterio trinitario es la luz decisiva o clave de<br />
comprensión del Misterio de Cristo, y su humanidad aparece como el<br />
sacramento o instrumento del Misterio trinitario, y por tanto como<br />
revelación o signo eficaz de gracia y salvación, como hemos podido<br />
comprobarlo en tantas oportunidades.<br />
Al comenzar nuestro itinerario, anunciábamos la indisoluble unidad<br />
entre el camino ascendente y descendente de esta cristología del<br />
CEC; también su interés narrativo de los misterios de la vida de<br />
Cristo, sin nunca oponer el Jesús de la historia y el Cristo de la fe; así<br />
como también la indisoluble unión entre el sentido salvífico de toda la<br />
vida y de los actos de Cristo (salvación), y su fundamento ontológico<br />
(encarnación). Esperamos, al término del mismo, haberlo mostrado<br />
suficientemente.<br />
Junto con el sabor bíblico de toda la exposición, debemos mencionar<br />
la novedosa y concreta recuperación, en un texto del Magisterio,<br />
de los misterios de la vida de Cristo como objeto de interés no sólo para<br />
la piedad y la contemplación sino también para la catequesis y la<br />
reflexión teológica.<br />
Destacamos, por último, la restitución de dos dimensiones otrora<br />
descuidadas en la presentación del misterio de Cristo: la vinculación<br />
con la obra del Espíritu Santo (Encarnación, Bautismo, tentaciones,<br />
vida pública, predicación, Misterio Pascual, sacerdocio celeste) y el<br />
señorío universal de Cristo junto con la dimensión cósmica de la<br />
redención.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS 185<br />
Por todo lo dicho, el capítulo constituye, a nuestro juicio, una de las<br />
síntesis cristológicas mejor logradas y más actualizadas, en los<br />
umbrales del tercer milenio, donde habrá que seguir proclamando que<br />
"Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre" (Hb 13,8).<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
Antonio Marino
LOS CONSEJOS EVANGELICOS<br />
1. Existencia y naturaleza de los consejos evangélicos<br />
Creo que, tenida en cuenta la índole del tema, debemos recurrir,<br />
para establecer el significado de la antiquísima expresión "consejos<br />
evangélicos", a la misma enseñanza de Jesús. Si se acepta que del<br />
Evangelio surge una normatividad específicamente cristiana (verdad<br />
inexplicablemente puesta en duda por algunos teólogos protestantes<br />
y católicos actuales), al mismo tiempo se ha de reconocer en esa<br />
normatividad un doble nivel.<br />
Jesús impone a veces verdaderos preceptos, comenzando por el<br />
primero y principal, o sea, el de la caridad, y continuando con los del<br />
decálogo, reformulados y ampliados por El que, para proceder de ese<br />
modo, apela a su propia autoridad ciertamente superior a la de<br />
Moisésl . La común y secular interpretación de la Tradición denomina<br />
"preceptos" esas normas, no sólo para conservar una nomenclatura<br />
veterotestamentaria sino porque su observancia condiciona el ingreso<br />
a la vida eterna.<br />
Pero con mayor frecuencia el Señor "aconseja" la práctica de las<br />
virtudes cristianas, enumerando muchas de ellas: la obediencia, la<br />
pobreza, la castidad y virginidad, la misericordia, la humildad, la<br />
simplicidad, la prudencia, etcétera. En este sentido, los "consejos<br />
evangélicos" son bastante más de tres. ¿Por qué se los ha reducido al<br />
número ternario? Analizaré de inmediato este punto.<br />
Antes quiero subrayar que en las sugerencias y el modo de vivir de<br />
Jesús y de los Apóstoles leyeron ya los primeros cristianos una<br />
invitación al "radicalismo evangélico": Los Padres apologistas de los<br />
siglos II y III, Justino, Atenágoras, Minucio Félix, testimonian la<br />
existencia de numerosos cristianos que vivían en continua continencia<br />
por amor de Cristo. Estos ascetas primeramente moraban en el<br />
seno de sus familias, después comenzaron a retirarse a las soledades<br />
para dedicarse completamente al servicio de Dios. Así tuvo origen el<br />
1. Cfr. Mt, V; Le, VI.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
188 DOMINGO BASSO<br />
monaquismo cristiano, que ha ido desenvolviéndose cada vez más,<br />
hasta desplegarse frondosamente en institutos masculinos y femeninos.<br />
A la virginidad consagrada han dedicado obras y elogios muchos<br />
Padres, por ejemplo, Cipriano, Agustín, Basilio, Jerónimo y, sobre<br />
todo, Ambrosio. Tan gran honor atribuido a la virginidad degeneró<br />
incluso en la tendencia de considerar obligatorio el estado de virginidad<br />
para quien quisiese ser un verdadero cristiano.<br />
Esta tendencia, conocida con el nombre de encratismo, fue refutada<br />
por los Padres, en particular por Juan Crisóstom02 y Ambrosi03•<br />
En primer lugar el Concilio Vaticano II (en la constitución Lumen<br />
gentium y en el decreto Perfectae caritatis) y luego el Catecismo de la<br />
Iglesia <strong>Católica</strong> (nn.914ss., 1973ss. y 2052s8.) han realizado una<br />
excelente exposición actualizada del origen y la naturaleza de los<br />
consejos evangélicos. Partiendo principalmente de esos Documentos,<br />
osaré añadir algunos comentarios -siempre sujetos a mejor juicio-,<br />
subrayando aspectos que parecen tener hoy particular importancia.<br />
2. El número ternario de los consejos evangélicos<br />
Si, como dije antes, son muchos los consejos evangélicos, ¿por qué<br />
se los redujo a tres (pobreza, castidad y obediencia)? Esta reducción,<br />
a mi juicio sólo figurativa, es explicada por la teología clásica cuando<br />
se expone la doctrina sobre los estados históricos de la naturaleza<br />
humana.<br />
La obra de la Redención tuvo como finalidad la restauración del<br />
plan primitivo de Dios. Aquella condición armoniosa peculiar del<br />
hombre en su primer estado, efecto de la gracia santificante, sigue<br />
siendo también ahora la meta hacia la cual Dios quiere conducirlo. El<br />
Catecismo sintetiza en pocos párrafos tan antigua enseñanza al<br />
presentar el estado anterior al pecado o estado de "justicia original"<br />
(llamado por el Concilio de Trento "estado de santidad y justicia")<br />
como una triple armonía.<br />
"El primer hombre fue no solamente creado bueno, sino también<br />
constituido en la amistad con su Creador y en armonía consigo mismo<br />
y con la creación en torno a él; amistad y armonía tales que no serán<br />
superadas más que por la gloria de la nueva creación en Cristo.<br />
2. In Mt. homil, 7,7, PG 57, 81s.<br />
3. De viduis, 4,23, PL 16, 241s.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
LOS CONSEJOS EV ANGELICOS 189<br />
La Iglesia, interpretando de manera auténtica el simbolismo del<br />
lenguaje bíblico a la luz del Nuevo Testamento y de la Tradición,<br />
enseña que nuestros primeros padres Adán y Eva fueron constituidos<br />
en un estado 'de santidad y de justicia original' (Trento, DS 1511). Esta<br />
gracia de la santidad original era una 'participación de la vida divina'<br />
(Vat. 11, LG 2).<br />
Por la irradiación de esta gracia, todas las dimensiones de la vida del<br />
hombre estaban fortalecidas. Mientras permaneciese en la intimidad<br />
divina, el hombre no debía ni morir(Gn 2,17; 3,19) ni sufrir(Gn3, 16).<br />
La armon(a interior de la persona humana, la armonía entre el hombre<br />
y la mujer (Gn 2,25), y, por último, la armonía entre la primera pareja<br />
y toda la creación constituía el estado llamado de 'justicia original'.<br />
El 'dominio' del mundo que Dios había concedido al hombre desde el<br />
comienzo, se realizaba ante todo dentro del hombre mismo por un<br />
dominio de sí. El hombre estaba íntegro y ordenado en todo su ser por<br />
estar libre de la triple concupiscencia (1 Jn 2,16), que lo somete a los<br />
placeres de los sentidos, a la apetencia de los bienes terrenos y a la<br />
afirmación de sí contra los imperativos de la razón.<br />
Signo de la familiaridad con Dios es el hecho de que Dios lo coloca en<br />
el jardín (Gn 2,8). Vive allí 'para cultivar la tierra y guardarla' (Gn<br />
2,15): el trabajo no le es penoso (Gn 3,17 -19), sino que es la colaboración<br />
del hombre y de la mujer con Dios en el perfeccionamiento de la<br />
creaéión visible.<br />
Toda esta armonía de la justicia original, prevista para el hombre por<br />
designio de Dios, se perderá por el pecado de nuestros primeros<br />
padres"4.<br />
Esta triple armonía no figura en términos expresos en el Génesis,<br />
pero puede deducirse muy bien de los textos citados por el Catecismo.<br />
y es coherente que el don de la gracia, no precedida por el pecado en<br />
el caso de Adán, produjese un ordenamiento de todo el hombre, de sus<br />
facultades y actividades, ya sea en la relación con Dios (dominIo<br />
interno de sí mismo por la perfecta sumisión de su voluntad a la de<br />
Dios), ya sea en la relación del hombre y de la mujer entre sí (dominio<br />
racional de la sexualidad), ya sea en la relación del hombre con el<br />
mundo (predominio del hombre sobre las cosas). Según la interpretación<br />
de Santo Tomás, la primera de esas armonías, considerada por él<br />
lo formal de aquel estado, era consecuencia inmediata de la gracia<br />
(pues tan perfecta sumisión supera las energías de la naturaleza<br />
humana) y causaba a su vez las otras armonías. El pecado expulsó del<br />
4. Catecismo de la Iglesia <strong>Católica</strong>, nn. 374-379.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
190 DOMINGO BASSO<br />
alma de Adán la gracia y destruyó sus efectos, es decir, las armonías,<br />
puesto que las penas concomitantes al pecado (sufrimiento y muerte)<br />
son de hecho la pérdida de los privilegios propios del estado primigenio.<br />
Como plasmado del polvo, el hombre es mortal; pero Dios le<br />
impone el sufrimiento y la muerte sólo como castigo de la transgresión<br />
del precepto de prueba. Ahora bien, siendo dicha transgresión un<br />
desorden esencial (el pecado), engendró la insubordinación de la<br />
razón contra Dios, de las potencias inferiores contra la razón y del<br />
mundo contra el hombre. La teología clásica, ateniéndose al texto de<br />
la primera epístola de Juan, ha denominado esta insubordinación,<br />
que no ha de confundirse con el pecado mismo, "fómite" o concupiscencia.<br />
En efecto, la concepción del primer estado como triple armonía se<br />
enlaza, en virtud del principio de la analogía de oposición, con la<br />
concepción joánica del estado como triple concupiscencia.<br />
Cristo vino a redimirnos del pecado y a remediar sus secuelas con<br />
gracia sobreabundante5• Por pura lógica, si la victoria de Cristo contra<br />
el pecado incluye el triunfo sobre sus penas (sufrimiento y muerte),<br />
implicará asimismo la curación de sus heridas, o sea, las concupiscencias.<br />
Sin embargo, el bautismo borra el pecado original pero no la<br />
concupiscencia. Por eso el Concilio de Trento reprueba la identificación<br />
luterana del pecado original con la concupiscencia, "la cual como<br />
haya sido dejada para el combate, no puede dañar a los que no la<br />
consienten y virilmente resisten por la gracia de J esucristo"6. ¿Cuál es<br />
la razón profunda de esta diferencia? La gracia recibida por Adán era<br />
5. "Pero la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre aquellos que no<br />
habían pecado como pecó Adán, que es tipo del que había de venir. Mas no es el don como<br />
fue la transgresión. Pues si por la transgresión de uno solo mueren muchos, mucho más<br />
la gracia de Dios y el don gratuito de uno solo, Jesucristo, se difundirá copiosamente<br />
sobre muchos. Y no fue del don lo que fue de la obra de un solo pecador, pues porel pecado<br />
de uno solo vino el juicio para condenación, mas el don, después de muchas transgresiones,<br />
acabó en la justificación. Si, pues, por la transgresión de uno solo, esto es, por<br />
obra de uno solo, reinó la muerte, mucho más los que reciben la abundancia de la gracia<br />
y del don de la justicia reinarán en la vida por obra de uno solo, Jesucristo. Por<br />
consiguiente, como por la transgresión de uno solo llegó la condenación a todos, así<br />
también por la justicia de uno solo llega a todos la justificación de la vida Pues, como<br />
por la desobediencia de uno muchos fueron hechos pecadores, así también por la<br />
obediencia de uno muchos serán hechos justos. Se introdujo la ley para que abundase<br />
el pecado; pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, para que, como reinó<br />
el pecado por la muerte, así también reine la gracia por la justicia para la vida eterna,<br />
por Jesucristo nuestro Señor" (Hm, 5,14-21).<br />
6. Concilio de Trento, Decreto sobre el pecado original, nº 5, Dz 792.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
LOS CONSEJOS EV ANGELICOS 191<br />
sólo elevante y un don concedido a toda la naturaleza humana en la<br />
persona de Adán; de la misma manera, la triple armonía venía a ser,<br />
para toda la naturaleza humana, el resultado espontáneo de la gracia,<br />
y, como la naturaleza misma, habría sido transmitida a los descendientes<br />
de no mediar el pecado. La gracia de Cristo, en cambio, es<br />
primero sanante y luego elevante7; es decir, al estar precedida por el<br />
pecado, no tiene en los renacidos los mismos efectos que la gracia de<br />
Dios en Adán y no se trasmite de padres a hijos junto con la<br />
naturaleza, pues la incorporación a Cristo es de índole personal y<br />
posterior a la generación biológica inmediatamente vinculada con la<br />
trasmisión del pecado original. No obstante, la gracia de Cristo,<br />
operando en el bautizado con un vigor extraordinario, le permite<br />
restaurar en sí mismo el primitivo plan divino: causa la santidad en<br />
cuanto intimidad con el mismo Dios. El bautismo infunde en el alma<br />
la esencia de esa santidad (la gracia santificante o filiación divina),<br />
pero su desarrollo completo ya no se obtiene sin esfuerzo y cooperación.<br />
"El cristiano debe cumplir en su carne --de acuerdo con la<br />
célebre fórmula paulina-lo que falta a la pasión de Cristo", o sea, la<br />
plena aplicación de su virtud. La práctica de los tres consejos evangélicos<br />
(triplicidad figurativa que representa la totalidad de las dimensiones<br />
humanas) viene a ser, en el estado de naturaleza redimida, el<br />
equivalente de la triple armonía del estado de justicia original, y, como<br />
éste, también tiene que constituir una forma de vida estable opuesta<br />
al pecado y a sus consecuencias. La denomino "triplicidad figurativa"<br />
por cuanto, como explicaré luego, en el solo sometimiento de la<br />
voluntad humana a la de Dios (obediencia) está incluido todo lo<br />
demás.<br />
3. Las formas de vivir los consejos evangélicos<br />
A. La forma universal<br />
Surgido tal vez de una inexacta interpretación del texto del<br />
evangelio donde Jesús invita al joven rico a seguirlo ("Si quieres<br />
entrar en la vida eterna observa los mandamientos ... si quieres ser<br />
perfecto, vé, vende todo lo que posees, dalo a los pobres, y luego ven y<br />
7. No con prioridad de tiempo sino de naturaleza.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
192 DOMINGO BASSO<br />
sígueme")8, se difundió a partir de la Edad Media el error según el cual<br />
la observancia de los mandamientos sería necesaria y suficiente para<br />
una vida cristiana vulgar, pero, para una vida de perfección sería<br />
indispensable, además, la práctica de los consejos evangélicos. Así se<br />
establecían dos niveles de vida cristiana: uno ordinario y común a los<br />
simples fieles, y otro extraordinario, propio de los religiosos, quienes<br />
vendrían a ser de esta manera los únicos que ejercitan dentro de la<br />
Iglesia la vida de perfección.<br />
Ese error, mantenido todavía por algunos tratadistas de temas de<br />
la vida religiosa, ya fue refutado por Santo Tomás. Después de<br />
demostrar que la perfección cristiana consiste esencialmente en la<br />
caridad, o sea, en el amor de Dios y del prójim09 , y que "éste no es<br />
preceptuado únicamente en cierto grado, de modo que lo que exceda<br />
dicho grado sea sólo de consejo"lO infiere de allí la existencia de una<br />
sola e idéntica perfección, constituida esencialmente por el cumplimiento<br />
de los dos preceptos de la caridad. Sólo secundaria e instrumentalmente<br />
consiste en guardar los otros preceptos y los consejos<br />
evangélicos. La observancia de los primeros es necesaria para eliminar<br />
lo directamente opuesto a la caridad (ad esse), la de los segundos<br />
para eliminar 10 que puede resultar, por las malas inclinaciones del<br />
hombre, obstáculo para la caridad (ad bene esse). Hicieron suya esta<br />
enseñanza la Lumen gentium y el Catecismo de la Iglesia <strong>Católica</strong>ll.<br />
La vivencia del espíritu de los consejos evangélicos aparece en este<br />
contexto como una exigencia común a todos los cristianos deseosos de<br />
alcanzar la perfección de la caridad, cualquiera sea su estado.<br />
Dice el primero de estos Documentos:<br />
"Quedan, pues, invitados y aun obligados todos los fieles cristianos a<br />
buscar la santidad y la perfección en el propio estado. Vigilen, pues,<br />
todos por ordenar rectamente sus sentimientos, no sea que en el uso de<br />
las cosas de este mundo y en el apego a las riquezas, encuentren un<br />
obstáculo que les aparte, contra el espíritu de pobreza evangélica, de<br />
la búsqueda de la perfecta caridad, según el aviso del Apóstol: 'Los que<br />
usan de este mundo, no se detengan en eso; porque los atractivos de<br />
este mundo pasan' (l Cor 7,31)"12.<br />
8. MI 19, 17-2l.<br />
9. Sth 2-2, 184, 1<br />
10. lb. ad 3.<br />
11. LG, n Q 41-42; Catecismo n Q 1973.<br />
12. LG, n Q 42 al final.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
LOS CONSEJOS EV ANGELICOS 193<br />
El ClC y el Catecismo formulan aun más nítidamente idéntica<br />
doctrina:<br />
"Los consejos evangélicos, fundados en la doctrina y ejemplo de Cristo<br />
Maestro, son un don divino que la Iglesia ha recibido del Señor y<br />
conserva siempre con su gracia"13.<br />
"Los consejos evangélicos están propuestos en su multiplicidad a todos<br />
los discípulos de CristO"H.<br />
"En los tres evangelios sinópticos la llamada de Jesús, dirigida aljoven<br />
rico, de seguirle en la obediencia del discípulo, y en la observancia de<br />
los preceptos, es relacionada con el llamamiento a la pobreza y a la<br />
castidad. Los consejos evangélicos son inseparables de los mandamientos"15.<br />
"Los consejos evangélicos manifiestan la plenitud viva de una caridad<br />
que nunca se sacia. Atestiguan su fuerza y estimulan nuestra prontitud<br />
espiritual. La perfección de la Ley nueva consiste esencialmente<br />
en los preceptos del amor de Dios y del prójimo. Los consejos indican<br />
vías más directas, medios más apropiados, y han de practicarse según<br />
la vocación de cada uno"16.<br />
En esta línea, todos los cristianos deben esforzarse por vivir el<br />
espíritu de los consejos, aunque ello no implique, en la inmensa<br />
mayoría de los casos, un formal compromiso canónico. No deben<br />
confundirse por consiguiente, como se ha hecho con tanta frecuencia,<br />
los consejos evangélicos y las formas especiales de practicarlos. Estas<br />
no son ciertamente obligatorias para todos. Si, en el pasado, el uso<br />
identificó "consejos" y "votos", en parte se debió a que estos últimos no<br />
son valores para todos los hombres indistintamente sino sólo para<br />
algunos, por lo cual no podrían ser impuestos sino propuestos. Faltar<br />
en forma grave a un precepto significa para cualquiera salirse del<br />
camino de la perfección. En cambio, el compromiso total y perpetuo de<br />
continencia en materia de castidad, para algunos medio eficaz de<br />
santificación, para otros -más aun, para la mayoría-podría conver-<br />
13. CIC, canon 575.<br />
14. Catecismo de la Iglesia <strong>Católica</strong>, n2 915.<br />
15. Catecismo de la Iglesia <strong>Católica</strong>, n2 2053, in fine.<br />
16. Catecismo de la Iglesia <strong>Católica</strong>, nº 1974, la cita de S. Francisco de Sales aclara<br />
el sentido del texto.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
194 DOMINGO BASSO<br />
tirse en causa de incontinencia. En este sentido Cristo lo propone<br />
"sólo a aquellos a quienes ha sido concedido17". Nadie ha enfatizado<br />
con tanta energía la superioridad de la virginidad sobre el matrimonio<br />
como San Pablo y, sin embargo, escribe: "mejor es casarse que<br />
abrasarse". Pero ¿podría darse un grado perfecto de caridad en un<br />
cristiano si no viviera el espíritu de las bienaventuranzas? Ahora<br />
bien, ¿cabe establecer una diferencia esencial entre el espíritu de las<br />
bienaventuranzas y el de los consejos evangélicos? Me parece evidente<br />
que, con un matiz de mayor o menor intensidad adecuado a los<br />
deberes y características del propio estado, todo cristiano es invitado<br />
por nuestro Señor Jesucristo a vivir los consejos evangélicos.<br />
B. Las formas particulares<br />
a. La vida consagrada<br />
La práctica de los consejos evangélicos puede revestir formas<br />
determinadas canónicamente. La profesión de los consejos en una<br />
forma estable de vida, precisamente por eso denominada "vida consagrada",<br />
es algo más que vivir su espíritu. Y ésta es la razón por la cual<br />
cae bajo la interpretación y regulación de la Jerarquía:<br />
"La perfección de la caridad a la cual son llamados todos los fieles<br />
implica, para quienes asumen libremente el llamamiento a la vida<br />
consagrada, la obligación de practicar la castidad en el celibato por el<br />
Reino, la pobreza y la obediencia. La profesión de estos consejos en un<br />
estado de vida estable reconocido por la Iglesia es lo que caracteriza la<br />
'vida consagrada' a DiOS"18.<br />
''Corresponde a la autoridad competente de la Iglesia interpretar los<br />
consejos evangélicos, regular con leyes su práctica y determinar<br />
mediante la aprobación canónica las formas estables de vivirlos, así<br />
también como cuidar por su parte que los institutos crezcan y florezcan<br />
según el espíritu de sus fundadores y las sanas tradiciones"19.<br />
"Adoptan con libertad esta forma de vida en institutos de vida consagrada<br />
canónicamente erigidos por la Iglesia aquellos fieles que, mediante<br />
votos u otros vínculos sagrados, según las leyes propias de los<br />
institutos, profesan los consejos evangélicos de castidad, pobreza y<br />
17. Mt 19, 1l.<br />
18. Catecismo de la Iglesia <strong>Católica</strong>, n2 915.<br />
19. CIC, canon 576.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
LOS CONS&JOS EV ANGELICOS 195<br />
obediencia, y por la caridad a la que estos conducen, se unen de un<br />
modo especial a la Iglesia y a su misterio"20.<br />
¿Cuál es la especificidad de esa forma de vida? En la teología<br />
medieval, pero también en documentos bastante más recientes del<br />
Magisterio, la vida consagrada era definida como "estado de perfección"<br />
y se identificaba de hecho con la vida religiosa, porque no<br />
existían entonces otros tipos o formas de consagración. Pero esa<br />
definición fue siempre parcialmente ambigua, porque -según la<br />
buena teología21- también el episcopado .es un estado de perfección,<br />
aunque distinto del de los religiosos. Estos se hallan en un estado de<br />
perfección "a adquirir" (status perfectionis acquirendae), ya que con<br />
los votos asumen el compromiso de tender a ella y disponen de los<br />
medios más idóneos para lograrla; pero el obispo -al convertirse por<br />
su consagración en maestro, pastor y santificador de toda su greydebería<br />
ya poseer y ejercer la perfección (status perfectionis acquisitae).<br />
Debemos agregar algo aún más importante. En la actualidad, al<br />
haberse desarrollado una teología de la perfección sacerdotal, matrimonial,<br />
laical, basada sobre los deberes derivados para esos estados<br />
de la eficacia de los respectivos sacramentos recibidos, los sacerdotes,<br />
los casados y los simples laicos no toleran una fórmula que parece<br />
otorgar a los religiosos el monopolio de la perfección.<br />
y una cosa más se ha de añadir. La Iglesia acepta ahora otras<br />
formas o modos de vida consagrada, claramente diversos de la vida<br />
religiosa en sentido estricto. El CIC -evitando quizás polemizar<br />
sobre el significado de la expresión "estado de perfección" - comienza<br />
definiendo el concepto general de "vida consagrada" en los siguientes<br />
términos:<br />
"La vida consagrada, mediante la profesión de los consejos evangélicos,<br />
es una forma estable de vida con la cual los fieles, siguiendo a<br />
Cristo más de cerca por la acción del Espíritu Santo, se entregan<br />
totalmente a Dios amado por sobre toda cosa. De tal modo, dedicándose<br />
con nuevo y especial título a Su honor, a la edificación de la Iglesia y<br />
a la salvación del mundo, están en grado de tender a la perfección de<br />
20. Canon 573, § 2.<br />
21. Sth 2·2, 184,5.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
196 DOMINGO BASSO<br />
la caridad en el servicio del reino de Dios y, hechos signo luminoso en<br />
la Iglesia, preanuncian la gloria celestial"22.<br />
Esta formulación es repetida por el Catecismo. 23 Algunos comentaristas<br />
la interpretan como una definición de la "vida religiosa"; a mi<br />
juicio, esa interpretación no es exacta. Aunque la vida religiosa sea<br />
siempre vida consagrada, no toda vida consagrada es vida religiosa en<br />
sentido estricto. En la presente configuración teológica de los estados,<br />
el de "vida consagrada" constituye un género que abarca diversas<br />
especies. En efecto, ahora la Iglesia reconoce otras formas de consagración<br />
(la vida eremítica, las vírgenes consagradas, los institutos<br />
seculares, las sociedades de vida apostólica, etc.)24 que no son propiamente<br />
"vida religiosa"25.<br />
La definición citada resume todos los elementos más bellos y<br />
esenciales de la vida consagrada en general, de los cuales cada uno<br />
merecería ser objeto de un largo análisis.<br />
Ante todo ---enseña-es una forma estable, y, por tanto, un estado<br />
de vida consagrada al amor total y exclusivo de Dios, amado por sobre<br />
toda cosa; así determina el género y la diferencia específica, necesarios<br />
en toda definición respetable. Mientras los otros cristianos,<br />
sacerdotes y laicos, se entregan a Dios sólo parcialmente, reservando<br />
para sí algo de sí mismos o de sus cosas (de su voluntad, de sus bienes,<br />
del propio trabajo o del propio tiempo), el consagrado es quien da a<br />
Dios todo lo suyo y todo su propio ser. Entre quien se da a Dios sólo<br />
parcialmente y quien se da a Dios totalmente en tiempo e intensidad<br />
hay una diferencia grande y esencial.<br />
La causa eficiente secundaria de tal consagración es el acto,<br />
expresado mediante los votos u otros compromisos, con el cual esos<br />
fieles se entregan completamente a Dios; pero es debida, como a causa<br />
principal, a la inspiración del Espíritu Santo, y tiene como causa<br />
ejemplar la imitación más cercana de la vida y de los ejemplos de<br />
Jesús.<br />
22. Canon 573, § 1.<br />
23. Nn. 915-916.<br />
24. Ei Instrumentum Laboris para la Asamblea General del Sínodo de los Obispos,<br />
"La vida consagrada y su misión en la Iglesia yen el mundo", dedica todo el punto IV<br />
a enumerar y describir todas esas formas, antiguas y nuevas; véanse también los<br />
puntos 11-13.<br />
25. Cfr. Catecismo de la Iglesia <strong>Católica</strong>, nn.914-933.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
LOS LOS CONS&JOS CONSEJOS EVANGELICOS 197<br />
Sus fines fines son luego luego magníficamente magníficamente enumerados enumerados en la segunda<br />
parte de de la definición: definición: los los consagrados consagrados están en grado grado de de tender a la<br />
perfección perfección -se trata, como como señalé, señalé, de de un estado de de perfección a<br />
adquirir-en adquirir- en cuanto cuanto se dedican, con con un título nuevo nuevo y y especial-esto<br />
especial- esto<br />
es, es, no sólo sólo en virtud del bautismo, sino también en virtud de de los los votos votos<br />
u u otros otros vínculos vínculos sagrados sagrados y y de de la consiguiente consiguiente consagración- a la<br />
gloria gloria de Dios, a la la edificación de la la Iglesia y ya a la la salvación del del mundo.<br />
y Y todo todo esto esto lo lo obtienen, supuestas supuestas sus eventuales eventuales obras destinadas destinadas a<br />
la dilatación dilatación del reino reino de de Dios, con su luminoso luminoso testimonio de de vida que<br />
preanuncia, y de de algún modo anticipa, anticipa, la vida del cielo. cielo. La vida<br />
consagrada es, es, por tanto, un anuncio profético del Reino. Las tres<br />
personas de de la Ssma. Ssma. Trinidad Triidad aparecen así así implicadas implicadas en la génesis<br />
de de la vida consagrada cuya causa son aunque aunque en género género diverso diverso según<br />
el principio principio de de las las apropiaciones: apropiaciones: causa eficiente el Espíritu Santo, Santo,<br />
causa final final Dios Dios creador, creador, causa ejemplar el Verbo Verbo encarnado. encarnado. No creo<br />
que que se hubiese podido podido describir mejor mejor la vida consagrada; consagrada; este<br />
concepto, concepto, ya profiisamente profusamente expuesto por la Lumen Lumen gentium, queda<br />
ahora sintetizado más más precisamente.<br />
precisamente.<br />
Con Con las las diversas diversas formas formas de consagración surge surge una especie de<br />
estado intermedio entre el clero clero y y el laicado, laicado, denominado "vida<br />
consagrada". consagradan. Pero ni la "vida consagrada" en general, ni la "vida<br />
religiosan religiosa" en particular, según según la Lumen Lumengentium26, gentium26, forman forman parte de de<br />
la la estructura jerárquica de la Iglesia, es decir decir no no constituyen un un<br />
estado estado intermedio, intermedio, aunque "pertenecen indiscutiblemente a su vida y<br />
a su santidad"27. santidadn27. Pero el mismo mismo documento documento conciliar se vio vio en dificuldificultades tades cuando quiso definir definir a los laicos, no encontrando fórmula mejor mejor<br />
que que ésta: "son aquellos que que no pertenecen ni al clero clero ni al al estado<br />
religioso"26. religioson~. Una religiosa o un hermano hermano no no clérigo, clérigo, por ejemplo, ejemplo, no no<br />
forman parte evidentemente del del clero, pero pero todos todos advertimos advertimos que que<br />
tampoco tampoco son meros laicos. laicos. El nuevo Código de Derecho Canónico, al al<br />
definir la vida consagrada como como "una forma forma estable de de vida" vidan -su<br />
nueva .situación situación es inducida por la la estabilidad- estabilidad- en la la práctica<br />
reconoce un tercer estado: estado: el el de la la vida consagrada.<br />
Existen varias formas formas de de vida consagrada, pero no no voy a dedicar mi<br />
atención a cada una de de ellas elias en particular. Me Me parece necesario, sin<br />
embargo, hacer una excepción excepción con la vida religiosa, porque se trata de de<br />
26. NV43. N" 43.<br />
27. LG, n9 11-36; 36; Catecismo, n9 n314. 914.<br />
28. NV31.<br />
N" 31.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
LOS CONSEJOS EV ANGELlCOS 199<br />
especificidad de la vida religiosa es, pues, establecida por la sujeción<br />
jurídica a los consejos evangélicos mediante votos públicos, condición<br />
indispensable, aunque con modalidades diversas, para toda forma de<br />
vida religiosa31 • Pero queda claro, y esto es innegable, que la vida<br />
religiosa no monopoliza la praxis de los consejos ni la profesión de los<br />
mismos mediante votos públicos convierte necesariamente al religioso<br />
en más perfecto que los demás cristianos consagrados o no. Le<br />
proporciona, por contrapartida, medios más útiles y eficaces para<br />
remontarse hasta ella.<br />
En la Iglesia existe, en consecuencia, una especial categoría de<br />
personas consagradas llamadas "religiosas" por antonomasia. Hay<br />
entre ellas gran variedad: pueden ser hombres o mujeres, sacerdotes<br />
o no, ligados por votos perpetuos o temporales, vestir ono un hábito<br />
especial, estar dedicados a múltiples formas de apostolado o dedicarse<br />
sólo a la contemplación. Cada una de las órdenes y congregaciones<br />
religiosas tiene sus propias reglas, a veces muy diferentes unas de<br />
otras.<br />
De allí que la definición de la vida religiosa proporcionada por el<br />
Catecismo subraye sólo ciertos aspectos característicos y esenciales<br />
de esta forma de vida consagrada, por cierto la más eminente.<br />
Hasta hace poco se utilizaba la definición clásica formulada por<br />
Santo Tomás, que contiene todos los elementos de la definición del<br />
Catecismo: "son llamados religiosos por antonomasia aquellos cristianos<br />
que se consagran totalmente al servicio de Dios, como ofreciéndose<br />
a sí mismos en holocausto''32. Aunque parezca extraño, aquí el término<br />
clave es la palabra "holocausto". Y explico por qué. Toda vida consagrada<br />
es una "donación total" a Dios, pero no todo consagrado hace de<br />
sí mismo una víctima inmolada al servicio de Dios. Pablo VI, en su<br />
discurso a los Capítulos Generales de varias órdenes religiosas,<br />
asumió casi literalmente la definición de Santo Tomás, pero la<br />
interpreta en un sentido genérico: "La profesión de los consejos<br />
evangélicos se agrega a la consagración propia del bautismo y la<br />
completa como forma de consagración especial, puesto que, mediante<br />
ella, el cristiano se ofrece y consagra totalmente a Dios, haciendo de<br />
su vida entera una vida de servicio exclusivo de El"33. En igual sentido<br />
31. Cfr. Cle 573, 2.<br />
32. Sth 2·2, 186, 1.<br />
33. L'Oss. Rom. 18.06.1964.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
LOS CONS&JOS EVANGELICOS 201<br />
y muerte de cruz"36. El religioso se convierte en ese instante en otro<br />
Cristo, no en sus funciones sacerdotales como el presbítero, tampoco<br />
en la donación total común a todos los consagrados, ni en la imitación<br />
de su vida participada por todos los cristianos, sino específicamente<br />
en su sacrificio. También este sacrificio, celebrado por el religioso en<br />
ese momento y en todos los momentos de su vida si permanece fiel al<br />
voto de obediencia, tiene un valor universal como el de Cristo: redunda<br />
siempre en beneficio de toda la humanidad, aun cuando el estilo de<br />
vida religiosa escogido por él no estuviese directamente al servicio de<br />
los demás sino dedicado a su propia santificación37• Por el voto público<br />
de obediencia el religioso se convierte en "persona especialmente<br />
sagrada", porque es especialmente sagrada la cosa sustraída a todo<br />
uso profano para ser ofrecida a Dios y servir únicamente a su culto.<br />
Las acciones del religioso -dada la universalidad de la obediencia<br />
bajo la cual, en forma de precepto o de permiso, caerá en adelante todo<br />
acto de su vida-, si son buenas, revisten un triple valor: el de ser una<br />
obra buena, el de la obediencia y, por ser su obediencia un voto, el de<br />
la religión por cuyo imperio emitió el voto. Así se manifiesta que todo<br />
acto en la jornada de un religioso es un acto de religión, un canto de<br />
alabanza de la gloria divina:<br />
Asumida con generosidad la vida del religioso se convierte para<br />
toda la Iglesia en un signo y un testimoni038. Lo es porque recuerda de<br />
cerca la vida y las enseñanzas de Cristo; porque hace pensar en la vida<br />
futtira donde los ángeles y santos, olvidados de toda preocupación de<br />
orden material, alaban a Dios constantemente; porque demuestra<br />
que en la vida de la Iglesia, si bien peregrina, los valores del espíritu<br />
prevalecen sobre los del cuerpo; porque dice claramente a los hombres<br />
de esta civilización de consumo y bienestar que todavía es posible<br />
sacrificarlo todo para seguir a Cristo pobre, casto y obediente, anunciando<br />
proféticamente el advenimiento definitivo de su Reino.<br />
36. Fil. 2, 8.<br />
37. W, n" 44; PC, n"5.<br />
38. LG, n" 44; pe, n" 5.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
Domingo Basso
LA VIDA CONSAGRADA Y SU MISION 205<br />
sin anularlas. A este respecto quiero recordaros una de las conclusiones<br />
del Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985, que corresponde<br />
a la sutil pero decisiva distinción entre pluriformidady pluralismo:<br />
'Como la pluriformidad es una verdadera riqueza y aporta con ella una<br />
plenitud, es ella misma catolicidad; en cambio, el pluralismo fundado<br />
sobre laywdaposición de posiciones opuestas, conduce a la disolución,<br />
a la destrucción, a la pérdida de la propia identidad' "3. Quizá lo que<br />
diferencie sustancialmente el pluralismo de la plurlformidad es que<br />
ésta tiene una realidad centrípeta que armoniza polaridades distintas<br />
y en tensión, lo cual posibilita la realidad de una "unitas ordinis".<br />
El pluralismo, en cambio, es una simple "unitas accumulationis".<br />
5. Debemos concebir la vida religiosa en este plurifacetismo que<br />
constituye la Iglesia y a través del cual se manifiesta la Iglesia. Este<br />
plurifacetismo es el que "ordena" y da sentido a los diversos carismas.<br />
El carisma de una familia religiosa no es unpatrimonio cerrado al que<br />
hay que cuidar. Es más bien una "faceta integrada" en el cuerpo de la<br />
Iglesia, atraída hacia ese Centro, que es Cristo. Y, en este sentido, una<br />
familia religiosa es familia en cuanto está integrada en la gran<br />
familia, en el santo pueblo fiel de Dios. De no ser así, es "plural" y -<br />
por tanto-secta. Porque el pluralismo que se opone al plurifacetismo<br />
no es más que una simple pluralidad de convivencia, sin integrarse ...<br />
y -bajo la excusa del "ser plural"- se defienden particularidades<br />
cerradas en sí como mónadas egoístas. Quiero hacer una precisión<br />
más respecto de un carisma: Corremos el riesgo de considerarlo como<br />
un "contenido" solamente. Y no es así. Todo carisma fundacional<br />
incluye, ciertamente, un "contenido, pero -a la vez-una "manera de<br />
proceder" peculiar. Esto es importante a la hora de "aggiornar" un<br />
carisma fundacional.<br />
6. El s.ujeto y el objeto de la evangelización es, por tanto, el santo<br />
pueblo fiel de Dios. Allí, en ese pueblo, caminan, peregrinan en la fe,<br />
las familias religiosas. De esta realidad quiero rescatar -por ahoraun<br />
solo aspecto: el sentir del pueblo fiel de Dios. Nuestro pueblo fiel<br />
"siente bien" en su totalidad. Se trata del "sensus Ecclesiae", el<br />
"sensus Christi" en la Iglesia. Una familia religiosa, a través de las<br />
tensiones propias del plurifacetismo, participa de éste "sentir" del<br />
santo pueblo fiel de Dios. La Iglesia ha querido definir un aspecto de<br />
este sentir: su infalibilidad: el pueblo fiel de Dios, en su conjunto, es<br />
3. Relación final, 11, C, 2.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
206 JORGE MARIO BERGOGLIO<br />
infallibile in credendo'. Esto es importante para una familia religiosa.<br />
Su vida depende de que se adecue a este sentir del pueblo fiel de Dios,<br />
que no puede equivocarse en el creer. La Jerarquía será "infallibile in<br />
docendo" (a la Vida Religiosa no le es permitida esta infalibilidad, de<br />
lo contrario haría 'magisterio paralelo') ... pero sí le es obligada la otra<br />
infalibilidad: in credendo, en la medida en que participa y no se aparta<br />
del "sentir en la fe" del santo pueblo fiel de Dios.<br />
7. Valga esto, p.ej., para las malas "renovaciones" de la Vida<br />
Religiosa. Esa suerte de pristinaciones que no son otra cosa que<br />
fundamentalismos restauracionistas al margen del real y concreto<br />
peregrinar del santo pueblo fiel de Dios. Se crean cobertizos de<br />
espiritualidad, enquistados al margen de la marcha del pueblo fiel.<br />
Una renovación de la Vida Religiosa debe darse siempre dentro del<br />
peregrinar en la fe del pueblo fiel de Dios, debe darse a la luz de su<br />
"sentir", de su "modo de creer" infalible. Las élites religiosas siempre<br />
fueron y son peligrosas: conllevan dentro de sí la herejía esenia que<br />
reflorece a cada rato en esos mesianismos a coté de la vida teologal de<br />
la Iglesia como pueblo fiel de Dios.<br />
8. Dije que la Vida Religiosa habría que considerarla en el marco<br />
eclesial de las tensiones. Ya me referí, recién, a la primera tensión, que<br />
es la de la familia religiosa con el pueblo fiel de Dios. Esta tensión a<br />
veces se resuelve mal y se conforma de manera pecaminosa. El<br />
Documento de Puebla nos llama la atención sobre esto: " ... se dan<br />
tensiones ... puede perderse de vista la misión pastoral del obispo o el<br />
carisma propio del Instituto" (736s.). El Documento de Santo Domingo<br />
lo retoma: "existen causas de preocupación en nuestras Iglesias<br />
particulares: divisiones y conflictos que no siempre reflejan la unidad<br />
que ha querido el Señor" (68). El Papa lo indica también: "Las<br />
relaciones entre obispos y religiosos son, en general, satisfactorias ...<br />
No han faltado, sin embargo, en determinadas situaciones, algunas<br />
incomprensiones y fuertes contrastes que no responden a la verdaderaeclesiología<br />
de comunión y perturban la pazy la concordia influyendo<br />
negativamente en la evangelización de la Iglesia"5. Esta tensión (y<br />
sus malformaciones) se resuelve en una concepción eclesial de comunión<br />
y participación: "La renovación de la vida consagrada se realiza<br />
con una intensificación de la comunión y del servicio eclesiaL .. "6. "La<br />
4. Cfr. Lumen gentium, 12.<br />
5. Los caminos del Evangelio, n.22.<br />
6. Lineamenta, 31 d.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
LA VIDA CONSAGRADA Y SU MISION 207<br />
eclesiología de comunión es la idea central y fundamental de los<br />
documentos del Concilio ... La celebración del próximo Sínodo debe<br />
poner de relieve la presencia y la misión de la vida consagrada en la<br />
comunión orgánica de la Iglesia" 7.<br />
9. En esta misma línea quiero mencionar una segunda tensión,<br />
que muchas veces -por no ser bien resuelta- obnubila el aporte<br />
edificante a la Iglesia por parte de la vida religiosa: la tensión entre<br />
Iglesia particular y la Iglesia universal que, en una familia religiosa,<br />
se refleja de manera especial por la universalidad del Instituto. Una<br />
mala resolución de esto llevó (ya veces lleva) a un abusivo manejo del<br />
hecho de la "exención" (o sus analogías) de los Institutos Religiosos.<br />
Entonces aparecen religiosos o comunidades "sueltas", sin inserción<br />
concreta ... , De tan universales que, en tal caso pretenden ser, se<br />
transforman en no-particulares. La verdadera universalidad se expresa,<br />
toma cuerpo, en lo particular. Y un "buen particular" nunca es<br />
abstracción de lo universaL .. sino vida concreta en la que, ya allí, está<br />
el universal. De ahí que la mayor perfección, en este sentido, de un<br />
religioso o de una comunidad religiosa es poder explicitar el universal<br />
concreto de su ser. Lo contrario puede ser tanto lo particular dislocado<br />
como el internacionalismo "a la rotariana" (como sustituto de lo<br />
universal). "Donde quiera que os encontréis en el mundo, sois, por<br />
vuestra vocación, para la Iglesia universal, a través de vuestra misión<br />
en una determinada Iglesia local. Vuestra vocación para la Iglesia<br />
universal se realiza dentro de las estructuras de la Iglesia local. Es<br />
necesario hacer todo para que la vida consagrada se desarrolle en<br />
cada una de las Iglesias locales, para que contribuya a su edificación<br />
espiritual y constituya su fuerza especial. La unidad con la Iglesia<br />
universal por medio de la Iglesia local: he ahí vuestro camino"B. "La<br />
Iglesia particular constituye el espacio histórico en el cual una<br />
vocación se expresa realmente y realiza su tarea apostólica" (MR, 23).<br />
La expresÍón espacio histórico hace referencia a tiempo y espacio.<br />
Situacionalidad abierta. Aquí se da el universal concreto. Los Lineamenta<br />
explicitan esto: "La relación particular entre la vida consagrada<br />
y la Iglesia particular la ha puesto de relieve el decreto conciliar<br />
Christus Dominus. En él se afirma que los religiosos sacerdotes<br />
pertenecen a título verdadero al presbiterio de la diócesis ... los otros<br />
7. Líneamenta, 34.<br />
8. Juan Pablo n, a la Unión de Superiores Generales, 24.11.1978.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
208 JORGE MARIO BERGOGLIO<br />
miembros de los institutos de vida consagrada, tanto hombres como<br />
mujeres, pertenecen a la familia diocesana y dan una aportación<br />
notable a la Jerarquía"9.<br />
10.Dentro del marco eclesial hay una tercera tensión que quisiera<br />
mencionar: la existente entre el propio carisma y las necesidades del<br />
mundo. Los Lineamenta ]a explicitan: "la renovación de la vida<br />
consagrada con una intensificación de la comunión y del servicio<br />
eclesial, de acuerdo con el propio carisma y las nuevas necesidades de<br />
la Iglesia y el mundo" 10. El Vaticano 11, al hablar de la adecuada<br />
renovación de la Vida Religiosa, conjuga cinco aspectos: retomo a las<br />
fuentes, al Cristo del Evangelio; vuelta al espíritu de los fundadores;<br />
comunión en la vida de la Iglesia; conocimiento del mundo moderno;<br />
renovación interior. Los cinco están en te.nsión entre sí y, de esta<br />
manera, complementan una visión real de la adecuada renovación<br />
que quiere la Iglesia. Ahora me estoy refiriendo a la tensión existente<br />
entre el propio carisma y las necesidades de la Iglesia y del mundo.<br />
11.Ni las necesidades deben nivelar malamente la diversidad de<br />
los carismas ni estos abroquelarse en un estilo particularista que les<br />
impida ver o hacerse cargo de las necesidades. En este último caso<br />
está en juego el hecho del servicio, en el caso anterior (nivelación) se<br />
juega la originalidad del servicio. Se nos pide una constante actitud<br />
deuteronómica: recordar para hacerse cargo aquí y ahora ... ver aquí<br />
y ahora para integrar en el camino andado y por andar de una familia<br />
religiosa. Esto significa consolidar la Iglesia, cada día, "desde mi sitio<br />
eclesial" (mi carisma) pero -a la vez- consolidar la Iglesia permitiendo<br />
que las necesidades encaren al carisma familiar y -permítanme<br />
la palabra- lo recreen en cada momento. Aquí vale recordar la<br />
precisión que hice más arriba: un carisma está conformado no sólo por<br />
un contenido doctrinal o un enfoque concreto espiritual o la asignación<br />
de funciones apostólicas específicas (p.ej. hospitalarias, educacionales,<br />
etc.), sino también por un estilo, una manera de ser y de proceder<br />
en la cual se expresa y canaliza la doctrina y la función. Esta tensión<br />
entre el propio carisma y las necesidades del tiempo actual se<br />
resuelve, entonces, en una mayor conciencia del sentido histórico, al<br />
mejor estilo de San Vicente de Lerins: " ... ut annis consolidetur,<br />
9. Lineamenta, 39.<br />
10. lb. 31d.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
LA VIDA CONSAGRADA Y SU MISION 209<br />
dilatetur tempore, sublimetur aetate". Una mala resolución de esta<br />
tensión conduce siempre a un reduccionismo de lo universal, reduccionismo<br />
ya sea por más o por menos.<br />
12.Esto me da pie a tocar un tema inserto en todo este asunto. En<br />
las últimas décadas han surgido -como resoluciones de las tensiones-<br />
soluciones de tipo funcionalista en las que la tensión universalparticular<br />
y la tensión carisma-necesidades se resuelven en un nivel<br />
insuficiente que anula las virtualidades propias de cada uno de los<br />
polos en tensión: me refiero a las diversas formas de internacionalismo<br />
(sobre las que algo dije arriba). La funcionalidad del internacionalismo<br />
viene a llenar el espacio que, por la mala resolución de las<br />
tensiones, deja vacío el sentido de lo universal. Y probablemente<br />
radique aquí, según mi entender el más grave problema de la vida<br />
religiosa hoy día. Lo menciono utilizando una categoría de H. de<br />
Lubac: la mundanidad espiritual. El "espíritu del mundo" entra en el<br />
meollo mismo de la pertenencia de la Vida Religiosa a la Iglesia bajo<br />
la forma de lo funcional. Los medios tienden a ocupar el lugar de los<br />
fines, las causas instrumentales el sitio de las causas finales. Y bien<br />
puede darse una mundanidad espiritual en un excesivo cuidado,<br />
exquisito casi, del propio carisma (una especie de vivir sacándole<br />
lustre) prescindiendo de su real inserción en el santo pueblo fiel de<br />
Dios encarando las necesidades concretas de la historia ... y -en<br />
definitiva- en vez de ser "un don del Espíritu a la Iglesia" la Vida<br />
Religiosa, así configurada, termina siendo una pieza de museo o una<br />
"posesión" -por más moderna que sea- cerrada en sí misma y no<br />
puesta al servicio de la Iglesia. "La Iglesia no ha sido instituida para<br />
ser una organización de actividades, sino más bien como Cuerpo de<br />
Cristo para dar testimonio" ... , y entonces sí "es necesario que ella<br />
realice el trabajo concreto de proyectar y c'oordinar los múltiples<br />
ministerios y servicios que han de converger en la única acción<br />
pastoraL." (MR, 20). Como vemos, las funciones, las actividades,<br />
están al servicio del testimonio del Cuerpo de Cristo.<br />
13.En cambio, cuando se da el funcionalismo, es entonces la<br />
empresa mundana la que campea .. , hay mundanidad espiritual la<br />
cual, según De Lubac, es el "mayor peligro, la tentación más pérfida,<br />
la que siempre renace -insidiosamente- cuando todas las demás<br />
han sido vencidas y cobra nuevo vigor con estas mismas victorias", Y<br />
la define así: "aquello que prácticamente se presenta como un desprendimiento<br />
de la otra mundanidad, pero cuyo ideal moral y aun<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
210 JORGE MARIO BERGOGLIO<br />
espiritual (añadiría yo aquí también ideal del carisma propio) sería,<br />
en lugar de la gloria del Señor, el hombre y su perfeccionamiento. La<br />
mundanidad espiritual no es otra cosa que una actitud radicalmente<br />
antropocéntrica. Esta actitud sería imperdonable en el caso -que<br />
vamos a suponer posible- de un hombre que estuviera dotado de<br />
todas las perfecciones espirituales, pero que no le condujeran a Dios.<br />
Si esta mundanidad espiritual invadiera la Iglesia y trabajara por<br />
corromperla atacándola en su mismo principio, sería infinitamente<br />
más desastrosa que cualquiera otra mundanidad simplemente moral.<br />
Peor aún que aquella lepra infame que, en ciertos momentos de la<br />
historia, desfiguró tan cruelmente a la Esposa bienamada, cuando la<br />
religión parecía instalar el escándalo en el mismo santuario y,<br />
representada por un papa libertino, ocultaba la faz de Jesucristo bajo<br />
piedras preciosas, afeites y espías ... "ll.<br />
14.Así podemos seguir reflexionando sobre la Vida Religiosa en la<br />
Iglesia con el método de las "tensiones bipolares" y su resolución en un<br />
plano superior que no sea síntesis y que no anule la virtualidad de<br />
cada uno de los polos en tensión. Pero, para concluir, quisiera<br />
referirme a una cuarta tensión, a mi juicio fundamental, de la Vida<br />
Religiosa y que -por su fuerte incidencia pastoral- adquiere cierta<br />
relevancia: me refiero a la tensión subyacente a la experiencia de la<br />
inserción.<br />
15.Para entender mejor esto conviene recordar el lugar que ocupa<br />
el tratamiento de la Vida Religiosa en Lwnen gentiwn: entre el<br />
capítulo que trata de la universal vocación a la santidad y el que se<br />
refiere a la índole escatológica de la Iglesia. El último párrafo del cap.<br />
52 concluye con una advertencia escatológica que da pie al tratamiento<br />
de la Vida Religiosa (LG, 42). Dice, teniendo presente a San Pablo: "los<br />
que usan de este mundo, no se detengan en eso: porque los atractivos<br />
de este mundo pasan" (1 Ca 7,31). Es el famoso enfoque del "como-si"<br />
paulino. No es una fuga mundi sino que se trata de asumir las cosas<br />
de la tierra, pero colocándolas dentro de una relatividad fundamental<br />
expresada en este "como-si". Aquí se abre una brecha que apunta a<br />
una trascendencia (permítanme la palabreja) carozal (kern transzendenz):<br />
no es un trascender hacia afuera sino hacia adentro, hacia la<br />
11. H. DE LUBAC,Meditación sobre la Iglesia, Desclée, Pamplona, 19612" edición,<br />
pp.367s.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
LA VIDA CONSAGRADA Y SU MISIO N 211<br />
dinámica de la vida misma. Se trata de ubicar lo trascendente en el<br />
núcleo mismo de la vida y actividad cotidiana de nuestra entrega.<br />
Esta dimensión, al decir del Concilio, configura una "entrega que crea<br />
una especial relación con el servicio y la gloria de Dios" (LG, 44). El<br />
mismo n.44 al explicar esta especial relación dice que la vida religiosa<br />
es signo:<br />
- signo que puede y debe atraer eficazmente a cumplir sin<br />
desfallecer su vocación cristiana.<br />
- signo de que el pueblo de Dios no tiene ciudadanía permanente<br />
en este mundo.<br />
- signo que manifiesta mejor a todos los creyentes los bienes<br />
celestiales.<br />
- signo que da un testimonio de la vida nueva y eterna conseguida<br />
por la resurrección de Cristo.<br />
- signo que preanuncia la resurrección futura y la gloria del<br />
reino celestial.<br />
En una palabra: este signo inserta lo escatológico en la vida.<br />
l6.Siguiendo este mensaje, la Vida Religiosa no puede prescindir<br />
de la dimensión de inserción. Concebirla sin ella es desnaturalizarla,<br />
es tender a encapsulamientos de diversa índole, a reduccionismos de<br />
la tensión fundante. La tensión aquí se da entre vida actual y<br />
dimensión escatológica, entre servicio apostólico concreto y mensaje<br />
escatológico. Toda Vida Religiosa debe estar inserta en el medio en el<br />
que trabaja apostólicamente, no es "guardarse" para la vida eterna ...<br />
sino que es introducirse, como el Verbo de Dios, en la cotidianeidad del<br />
trabajo, mostrando el rostro del Padre que espera, del Hijo que rehace<br />
todas las cosas y del Espíritu que anima. Insertarse es llevar el<br />
ejemplo de lo limitado (en tiempo y espacio) de la Encarnación del<br />
Verbo hasta el ámbito del dramatismo más intenso, tan intenso que<br />
cualitativamente lo constituye en absoluto y supera el tiempo y el<br />
espacio. Cabe aquí la pregunta sobre el hecho, la amplitud y la calidad<br />
de inserción de la Vida Religiosa en la misión que la Iglesia le<br />
encomienda a través de la Jerarquía siguiendo los carismas fundacionales.<br />
N o hay que forzar mucho la imaginación para ver las "decadencias"<br />
surgidas en los Institutos religiosos por una mala resolución de<br />
esta tensión bipolar que entraña la inserción: el trabajo cotidiano y la<br />
trascendencia escatológica que debe ser "puesta" en el núcleo mismo<br />
de la vida.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
212 JORGE MARIO BERGOGLIO<br />
17.Para concluir, una referencia a cómo estas realidades han sido<br />
tenidas en cuenta en la legislación de la Iglesia. El nuevo Código ha<br />
asumido estos aspectos en el tratamiento de la Vida Consagrada. Ha<br />
buscado una expresión adecuada de este Don del Espíritu a la Iglesia.<br />
Explicitó el reconocimiento y la protección del espíritu propio de cada<br />
Instituto, dejando el derecho común un lugar amplio al derecho<br />
particular. Garantiza la flexibilidad de la nueva legislación, especialmente<br />
en las normas disciplinarias debido al principio de subsidiariedad.<br />
Recoge los principios promulgados por el Concilio Vaticano 11.<br />
Estos cuatro aspectos o principios de legislación convergen en un<br />
único fundamento de la nueva codificación, por el cual se reconocen la<br />
naturaleza propia, la índole, el fin y la misión de cada Instituto, según<br />
la intención del Fundador y los dones concedidos a él para el bien de<br />
toda la Iglesia. Ahora estamos en vísperas de un Sínodo sobre la Vida<br />
Consagrada: la Iglesia Madre sigue su camino desplegando su plurifacética<br />
riqueza en torno a Jesucristo, el único convocador legítimo, el<br />
Autor y Consumador de la fe. Nosotros, en nuestra vida y nuestra<br />
reflexión, seguimos estos pasos para lograr que cada vez se manifieste<br />
más y mejor este "Don del Espíritu a la Iglesia".<br />
Mons. Jorge Mario Bergoglio<br />
Obispo Auxiliar de Buenos Aires<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
PSICOLOGIA y ESPIRITUALIDAD<br />
NATURALEZA Y GRACIA<br />
EN LA VIDA CONSAGRADA<br />
Cuando me refiero a la noción del yo considero tanto el aspecto<br />
consciente como la historia personal que ha quedado en el inconsciente.<br />
Hablo delyo en su totalidad, consciente e inconsciente; lo que otros<br />
autores llaman el sí mismo o el self o das Selbst.<br />
Lo que llamo yo es lo que me está dado. Yo no decidí ser; no pedí<br />
nacer: no elegí a mis padres ni el ambiente ni las circunstancias en las<br />
que inicialmente había de transcurrir mi vida. El que el hombre sea<br />
responsable de lo que hace consigo mismo proviene del hecho de que<br />
fue creado con el fin de adquirir su máxima perfección, que es el de<br />
volver a su Creador, su principio y fin.<br />
Este ser que me es dado es el amado por Dios, y es el que yo debo<br />
amar y aceptar como un don, porque El me lo dio; es el que debo<br />
respetar como ser único e irrepetible, y el que le sirve para su plan<br />
redentor, y el que completa el Cristo Místico, y el que lo glorificará en<br />
la eternidad.<br />
Conocer mi realidad<br />
La aceptación de mí mismo o de mi yo implica el conocimiento de<br />
mi realidad<br />
- en sus potencialidades fisicas, psicológicas y espirituales, mediante<br />
las cuales actúo y adquiero determinados hábitos que configuran<br />
mis potencias;<br />
- en mis condicionamientos y determinaciones dados por la<br />
herencia y por la influencia del medio en mi yo y sus potencias, y a<br />
través de ellas en mis hábitos y actividades;<br />
herencia potencias<br />
':l /'1 t<br />
YO actividades<br />
/'1 t<br />
medio hábitos<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
214 MARIA ANA El'\NIS<br />
Conocer mi herencia: soy alto o bajo, rubio o negro, más o menos<br />
inteligente, etc., por condicionamiento genético principalmente. Pero<br />
además, por ejemplo, puedo ser bajo, aunque mi herencia me destinaba<br />
a ser alto, porque en la infancia un raquitismo me deformó el cuerpo<br />
e impidió que llegara a la altura propia de mi código genético; o nací<br />
muy inteligente, pero un traumatismo de cráneo me dejó con deficiencia<br />
mental.<br />
O influyeron alteraciones congénitas, por enfermedades de la<br />
madre que incidieron sobre el feto, o alteraciones mecánicas en el<br />
. momento del parto (por ej.: circulares de cordón que produjeron<br />
asfixia más o menos grave y ocasionaron una lesión de las células<br />
cerebrales que son irreparables, o el uso del forceps, que en algunos<br />
casos puede dañar el cerebro dejando como secuela hemiparesias y<br />
disfunciones cerebrales).<br />
Este es el yo dado inmediatamente por mis padres, y, en última<br />
instancia, por Dios, creador de todo lo existente, que me dio la vida al<br />
crearme un alma inmortal.<br />
Conocer la influencia del medio: toda mi historia particular, la<br />
familia en que me he criado, la aceptación y amor que he recibido de<br />
mi familia, el lugar y las circunstancias que me han tocado vivir.<br />
No es igual la capacidad de aceptarse y amarse a sí mismo del que<br />
tuvo la experiencia de haber sido aceptado en el seno de una familia<br />
y de haber sentido el amor de ella, que la de aquel que ha sido<br />
abandonado y rechazado desde muy pequeño por su madre.<br />
Conocer qué hago con mi yo<br />
Qué hago con los dones que Dios me da, los naturales: vida, salud,<br />
inteligencia, voluntad, afectividad, sensualidad, sexualidad, etc.; y<br />
con los sobrenaturales: tener en cuenta y colaborar con la gracia que<br />
actúa sobre mi naturaleza, la ordena, la interrelaciona, me ayuda a<br />
configurar este ser mío único en el plan de Dios.<br />
No soy Dios, no soy perfecto; no soy como tal persona ni como tal<br />
santo. Mi camino de santidad es único. En el gran cuadro representativo<br />
de la Creación soy llamado a poner un color, un matiz distinto y<br />
único que enriquece todo el cuadro.<br />
En este conocimiento de mí mismo descubro que no he usado<br />
adecuadamente mis dones. Debo aceptar lo que soy, pero también<br />
querer llegar a ser de otro modo. El arrepentimiento no puede<br />
convertirse nunca en la renuncia a la mismidad, a ser el que soy. El<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
PSICOLOGIA y ESPIRITUALIDAD 215<br />
que se arrepiente no rechaza su ser propio, sino el modo de haberlo<br />
usado. El rechazarse a sí mismo, el rechazar a su propio yo, ya no es<br />
arrepentimiento sino desesperación.<br />
Dificultades para la aceptación de sí mismo<br />
Conocer, aceptar y querer este yo que me es dado implica que no<br />
puedo eludirlo, ni en la fantasía, soñando que soy otro, o imaginando<br />
una vida que no es la mía, ni queriendo imitar servilmente a alguien.<br />
La realidad me dice que soy lo que soy, aunque yo quisiera ser mucho<br />
más; que sólo tengo estas dotes, aunque yo quisiera otras más<br />
resplandecientes. Me encuentro con que siempre tengo que ser lo que<br />
soy. Siempre tropiezo con las mismas fronteras. Siempre cometo los<br />
mismos errores.<br />
La aceptación de sí mismo se convierte, en su raíz, en un ascetismo:<br />
debo renunciar a ser otro distinto de aquel que soy. La voluntad de<br />
Dios a mi respecto está en que sea aquel que soy. Este es el principio<br />
y fin de toda sabiduría. La renuncia a la soberbia. La fidelidad a lo<br />
real.<br />
Va a ser a través de este camino de humildad que le voy a poder<br />
ofrecer a Jesucristo mis potencias y mi ser para que El vaya reemplazando<br />
con su propia vida mi vida natural.<br />
Cómo fomentar el recto amor a sí mismo<br />
Esta aceptación de mí me ayuda también para un deber elemental:<br />
agradecer a Dios todo lo bueno que me ha dado: vida, salud, dones<br />
intelectuales, de voluntad, de corazón, mi capacidad de ver, de oír, de<br />
caminar, etc., y por sobre todo esto, las riquezas de su vida divina. En<br />
nuestro examen de conciencia siempre tendríamos que comenzar por<br />
este agradecimiento, y hacerlo bien concreto viéndolo en lo realizado<br />
a través del día. Sólo después considerar qué hicimos mal. Lo que<br />
recibimos de Dios es muy superior al mal que hemos hecho. Es un<br />
modo de ir conociendo, aceptando y amando elyo recibido. Me permite<br />
una verdadera humildad: todo lo que tengo de bien me lo ha dado Dios;<br />
el mal que hay en mí es por el mal uso de lo que Dios me dio, y es esto<br />
de lo que debo pedir perdón.<br />
En este camino mío de santidad mi psicología puede ayudarme si<br />
la pueblo con rectos valores, o puedejugarme malas pasadas: hacerme<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
PSICOLOGIA y ESPIRITUALIDAD 217<br />
afectivo: poner nuestro corazón en Cristo, nuestro Esposo o nuestro<br />
Amigo, Camino, Verdad y Vida, y por El, con El y en El amar a todos<br />
los hermanos con amor paternal o maternal, y/o fraternal.<br />
Obstáculos psicológicos posibles<br />
Falso amor hacia sí mismo: narcisismo<br />
herencia<br />
medio<br />
YO actividades<br />
¿Qué pasa cuando un joven busca como ideal, por ej., ser un<br />
economista para lograr status, bienestar económico, pero olvidándoe<br />
del bien común, de su familia, de sus hijos? Se convierte cada vez más<br />
en un egocéntrico, un inmaduro en casos más leves, o en un narcisista<br />
en casos más serios.<br />
¿O cuando un padre de familia se propone como ideal sólo formar<br />
una buena familia, tener un buen pasar económico y una buena<br />
jubilación al retirarse? Llegado el momento de su retiro frecuentemente<br />
se observa un decaer fisico y psíquico, porque al no tener ya<br />
meta a la cual tender, se repliega sobre sí mismo.<br />
¿O qué sucede en el caso de un seminarista -como he visto- que<br />
pone su máximo esmero en adquirir virtudes y se ejercita en esto con<br />
propósitos semanales, pero sin embargo cae en franca crisis vocacional?<br />
¿Qué pasó? Es que adquiría virtudes sólo para el logro de su<br />
perfección, la perfección de su yo, en una actitud egocéntrica que<br />
refleja el orgullo del que busca admirarse en su virtud olvidando que<br />
la perfección está en Dios y que sólo de El nos puede venir.<br />
Cuando los tratados de ascética hablan del olvido de sí, de negarse<br />
a sí mismo, se refieren a este egocentrismo que existe en nosotros, el<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
Tú
218 MARIA ANA ENNIS<br />
delyo que en vez de trascenderse centrando su ideal en Dios, se vuelve<br />
sobre sí mismo refiriendo todo a sí. En este caso quiero a los demás o<br />
me relaciono con ellos porque me conviene, estudio o trabajo de tal<br />
modo porque asíyo tendré éxito, status, poder. Hay una autorreferencia<br />
constante. Podemos hasta intentar poner a Dios a nuestro servicio.<br />
Dispersión de sí mismo<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
Ideal<br />
¿Qué pasa cuando se tienen muchos centros de interés, muchas<br />
metas que se corresponden con múltiples potencialidades, pero se<br />
carece de un ideal fuerte y vital capaz de unificarlas? ¿O si este ideal<br />
está presente sólo en un plano racional? Por ser un ideal declamado<br />
pero no conocido, amado y vivido plenamente, la persona se dispersa,<br />
se agota, se deprime, máxime si ya conoce fracasos en algún intento.<br />
Sólo el ideal que se concreta en un valor que centra toda nuestra<br />
persona, que se concreta en Jesucristo, en el que confluyen mente,<br />
corazón, fuerzas, que posee la riqueza de su infinitud, y la cercanía de<br />
su humanidad resucitada, puede satisfacernos.<br />
San Carlos Borromeo, dirigiéndose a los sacerdotes, preguntaba:<br />
¿"Ejerces la cura de almas? No olvides por eso el cuidado de ti mismo,<br />
y no te entregues a los demás hasta el punto de que no quede nada tuyo<br />
para ti mismo". Porque puede especialmente sucederle a las personas<br />
consagradas que emprenden con entusiasmo múltiples actividades<br />
para la gloria de Dios, pero<br />
- dejan poco tiempo para la oración, para la unión con Jesucristo,<br />
que es la que dará plena vigencia intelectual, volitiva y afectiva<br />
a su ideal;<br />
- no respetan el tiempo de descanso, con lo que no respetan ni<br />
aman el don recibido de la: vida, y de la salud física y psíquica;<br />
- no se dan tiempo para el encuentro y el apoyo con sus hermanos<br />
consagrados, por lo que sin darse cuenta se van encerrando en<br />
sus problemas y quedando en soledad.<br />
Así se termina disperso, cansado, agotado, insatisfecho, pesimista;<br />
se bajan las defensas ante las enfermedades y se rinde cada vez menos
220 MARIA ANA ENNIS<br />
• Enfrentar:<br />
se puede enfrentar la crisis buscando el conocimiento de sí mismo,<br />
por más doloroso que sea, porque puede descubrir lo que en el interior<br />
hay de escondido, de oscuridad, maldad, cobardía y falsedad.<br />
Sin embargo, No se alcanza el fondo del alma por el esfuerzo propio<br />
sino solamente cuando se deja obrar a Dios. Y Dios obra en nosotros<br />
a través de la vida, de las experiencias que la vida trae consigo.<br />
Dios nos vacía mediante los desengaños, las desilusiones. Nos<br />
revela nuestra pequeñez a través de nuestras fallas, trabaja en<br />
nosotros por el sufrimiento que El nos sabe capaces de sobrellevar.<br />
Si entregamos nuestra voluntad a la voluntad de Dios, con disponibilidad<br />
para el sufrimiento, se obtiene una gran serenidad. Si<br />
dejamos actuar a Dios, esta crisis pierde su aspecto amenazador y su<br />
peligrosidad. Es una ocasión para avanzar y tener a Dios más cerca.<br />
Dificultades para el conocimiento de sí mismo<br />
por el uso indebido de los mecanismos de defensa<br />
Así como en el nivel biológico existen defensas que inmunizan<br />
contra la enfermedad y mecanismos que reparan los daños (como<br />
puede ser la formación de un callo óseo en una fractura), así a nivel<br />
psicológico existen pautas aprendidas de autodefensa y superación:<br />
son los mecanismos de defensa.<br />
y así frente a un problema podemos:<br />
• enfrentarlo para apartar o vencer los obstáculos;<br />
• evitarlo, retirándonos de la situación problemática, si consideramos<br />
que no podemos superarla o vencer el problema;<br />
• aceptar metas sustitutivas, o aceptar sólo una parte de todo<br />
lo que en un principio se había deseado.<br />
Pero este mecanismo de defensa, que de suyo es normal cuando<br />
sirve para eludir situaciones u obstáculos invencibles, se transforma<br />
en patológico cuando, sin intentar enfrentar lo arduo, o lo temible, o<br />
lo que implica sufrimiento, se utiliza habitualmente; en estos casos<br />
sería cobardía.<br />
Cuando se transforman en patológicos, son muchas veces serios<br />
obstáculos para nuestro autoconocimiento y nuestra colaboración con<br />
la gracia.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
PSICOLOGIA y ESPIRITUALIDAD 221<br />
Puede suceder que con este mecanismo de evitación no se logre<br />
bajar el nivel de angustia y ansiedad ante diversos problemas, y se<br />
implementen otras modalidades de defensa, que no son las más<br />
adecuadas porque implican algún grado de deformación de la realidad<br />
y de autoengaño, y que deben considerarse patológicas si son habituales.<br />
Me refiero a la:<br />
Negación de la realidad<br />
Es el más simple y primitivo de los mecanismos de defensa; con él<br />
se intenta ignorar o desconocer realidades desagradables. Un ejemplo<br />
muy simple y frecuente es la rápida contestación "No puede ser"<br />
cuando se anuncia un hecho doloroso o comprometedor.<br />
Fantasía<br />
Mediante ella "se alcanzan metas" y "satisfacen necesidades", pero<br />
sólo en la imaginación. Se usa como válvula de escape para no<br />
enfrentar y para obtener algún tipo de gratificación compensatoria.<br />
Esta huida por la fantasía es muy común en adolescentes y personas<br />
inmaduras.<br />
Recuerdo a una niña que vivió hasta los doce años en zona de<br />
guerra. En esa época ella debía ir a recoger verduras atravesando un<br />
bosque que temía mucho porque había oído de violaciones y asesinatos<br />
causados en ese trayecto por los soldados. Como no podía evitar esa<br />
obligación, fantaseaba que los árboles eran sus amigos que la cuidaban;<br />
a uno de ellos lo imaginaba su madre, que nunca había conocido<br />
porque había muerto cuando ella era beba. Vivía esta fantasía con tal<br />
realismo que hablaba y cantaba en alta voz durante el trayecto. Este<br />
mecanismo de defensa le fue muy útil para vencer el miedo, pero como<br />
lo usó cinco años, se le hizo un hábito. Ya adulta, un miembro de su<br />
familia sufrió un hecho traumático similar a los que ella había oído<br />
que sucedían en zona de guerra. Le produjo un gran shock, que<br />
terminó somatizando en una crisis hipertensiva grave por la que tuvo<br />
que ser internada de urgencia. Evidentemente, como adulta ya no le<br />
servía la fantasía, y no tenía el hábito de enfrentar ese tipo de<br />
problemas.<br />
La fabulación es un tipo de fantasía; se suele encontrar en los<br />
niños; en los adultos se da en personalidades histéricas; aparece con<br />
mayor frecuencia en las mujeres.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
222 MARIA ANA ENNIS<br />
Represión<br />
Por ella se excluyen de la conciencia los pensamientos, recuerdos<br />
y deseos amenazadores y dolorosos: son los "olvidos selectivos". Puede<br />
ayudar a controlar deseos peligrosos e inaceptables y proteger a la<br />
persona de experiencias traumáticas hasta el momento en que de<br />
algún modo ya se ha desensibilizado del shock. No obstante, se<br />
resolvería mejor el problema enfrentando con ahinco la situación real.<br />
Lo he visto en una paciente, mujer consagrada, que en una sesión<br />
de Psicoterapia Simbólica imaginó un volcán cuya boca estaba prolijamente<br />
tapada por un parquet, sobre el que ella estaba parada,<br />
vestida como en el día de sus votos.<br />
Las pasiones, simbolizadas por el volcán, estaban reprimidas,<br />
tapadas por su voto. Sólo las reprimía, en vez de reconocerlas y<br />
gobernarlas en armonía con su consagración, y evitar así que el día en<br />
que se activara el volcán -es decir, sus pasiones- se destruyera su<br />
ideal de mujer consagrada.<br />
Recuerdo también a otra religiosa que imaginó una capilla construida<br />
sobre la boca del volcán: una exaltación de sus pasiones podía<br />
destruir sus valores religiosos.<br />
Racionalización<br />
Implica tener razones lógicas, socialmente aprobadas, respecto de<br />
comportamientos pasados, presentes o futuros. Este mecanismo de<br />
defensa le sirve al individuo para justificar su conducta, y para<br />
disminuir la desilusión ocasionada por objetivos inalcanzables. Lo<br />
utilizan ciertas personas para justificar el abandono de sus obligaciones<br />
de trabajo o de familia aduciendo razones culturales, artísticas,<br />
religiosas, etcétera.<br />
La racionalización se opone al razonamiento porque este último es<br />
un proceso lógico que parte de una premisa verdadera, mientras que<br />
la racionalización usa argumentos construidos según las reglas de la<br />
lógica, pero que fallan por no partir de premisas concretas, reales.<br />
Es un mecanismo de defensa que implementamos con mucha<br />
frecuencia cuando nos justificamos.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
Proyección<br />
PSICOLOGIA y ESPIRITUALIDAD 223<br />
Es una reacción de defensa por medio de la cual una persona:<br />
- culpa a los demás de sus propias deficiencias, errores y<br />
fallas;<br />
- atribuye a los demás sus propios impulsos, pensamientos y<br />
deseos inaceptables. Es un tipo especial de racionalización.<br />
Desplazamiento<br />
Por él se traslada sobre otras personas u objetos la reacción que se<br />
hubiera deseado expresar ante ciertos hechos adversos; esto permite<br />
que determinados contenidos permanezcan reprimidos, enmascarando<br />
para la propia conciencia del sujeto las implicaciones que verdaderamente<br />
tendrían.<br />
Puede darse con mayor o menor conciencia, o de modo totalmente<br />
inconsciente.<br />
El ejemplo más común es el del hombre que en su trabajo sufre las<br />
injusticias y desplantes de un jefe dominante: no expresa su reacción<br />
hostil ante él, sino en su hogar, donde descarga su irritabilidad y<br />
agresividad contra su esposa por cualquier trivialidad.<br />
Otro ejemplo, ya más excepcional, es el de una paciente de unos<br />
16 años que me consultó por su fobia a las estatuas. Con un<br />
esfuerzo de su voluntad lograba pasar por delante de ellas, pero<br />
sin poder suprimir su miedo, tan grande que, al caer su mirada<br />
sobre una de ellas mientras escuchaba una conferencia, gritó y<br />
salió corriendo de la sala. En la sesión de Psicoterapia Simbólica,<br />
cuando imaginó una estatua y yo le pedí que la tocara y abrazara,<br />
la sintió fría y dura y que se le caía encima. En el mismo sueño<br />
luego vio' a su madre. Al pedirle que la saludara, me dijo que le<br />
daba asco. Cuando le sugerí que le diera la mano me contestó que<br />
era de plomo, y cuando le indiqué que la abrazara me contestó:<br />
"está fría y dura,parece que se me viene encima". Cuando, al<br />
terminar el ensueño, llegó con gran sorpresa a la conclusión de que<br />
las estatuas le representaban a su madre, me dio datos que<br />
confirmé con sus familiares: su madre era de personalidad psicopática,<br />
y castigaba mucho a la niña al menor llanto, al punto que<br />
se lo llegó a inhibir. Vivió con su madre hasta los tres años, y luego<br />
con su abuela paterna por disposición legal. Las vivencias que<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
224 MARIA ANA ENNIS<br />
sentía hacia su madre las había desplazado a las estatuas, hecho<br />
que pudo desentrañar y rectificar mediante la psicoterapia.<br />
Formación reactiva<br />
A veces el modo de protegerse de sentimientos negativos o de<br />
deseos peligrosos consiste no sólo en reprimirlos, sino también en<br />
formar actitudes conscientes y pautas conductuales contrarias. Ordinariamente<br />
en la formación reactiva se observa la exageración y el<br />
carácter compulsivo. Como en la madre que sobre protege a su hijo<br />
para evitar admitir el rechazo que siente hacia él.<br />
Aislamiento emocional<br />
En este caso el individuo reduce el grado de compromiso emocional<br />
en las situaciones que puedan ser, o sean de hecho, desilusionantes o<br />
hirientes. Proporciona un armazón protector que impide la repetición<br />
de sufrimientos anteriores, pero que disminuye la participación<br />
saludable y vigorosa en la vida.<br />
Regresión<br />
Es un mecanismo de defensa en el cual se vuelven a utilizar pautas<br />
de reacción ya superadas en etapas muy anteriores del desarrollo.<br />
Cuando nace un nuevo miembro en la familia, que parece relegar la<br />
posición de alguno de los hijos, éste puede volver a orinarse en la cama,<br />
hablar como un bebé, chuparse los dedos y adoptar conductas infantiles<br />
que en otro tiempo atrajeron la atención de sus padres. El adulto<br />
frustrado tal vez acuda a las pataletas de la infancia; la recién casada<br />
puede volver a la casa de su madre a la primera señal de dificultad.<br />
Compensación<br />
Las reacciones compensatorias son defensas contra el sentimiento<br />
de inferioridad y de falta de idoneidad que surge de defectos o de<br />
debilidades personales reales o imaginarias o de fracasos. Es frecuente<br />
observarlas en las actitudes de superioridad que toman ciertas<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
PSICOLOGIA y ESPIRITUALIDAD 225<br />
personas en los lugares de trabajo o en reuniones sociales: es un<br />
complejo de inferioridad enmascarado.<br />
Disociación<br />
Cuando los diversos componentes de la personalidad no están bien<br />
integrados, por medio de la disociación se elimina una parte de la<br />
personalidad que es fuente de inquietud emocional, y así se logra que<br />
algunos aspectos o actividades escapen al control de la persona, se<br />
separen de la conciencia normal, y ya segregados, funcionen como un<br />
todo unitario.<br />
Esto explica cómo hay personas que pueden actuar bien en una<br />
situación A, con valores cristianos que defienden con vehemencia, y en<br />
la situación B se conducen de modo opuesto a lo que proclamaron sin<br />
que les afecte la conciencia. Funcionan como si fueran dos personas<br />
distintas y sólo en raras ocasiones esto los conflictúa.<br />
Si una persona ha llegado a este extremo patológico, es porque ha<br />
usado anteriormente con frecuencia otros mecanismos de defensa<br />
menos graves.<br />
Palabras finales<br />
Sobre la base de una psicología sustancialmente sana, la gracia<br />
puede actuar más "naturalmente", por así decir. Por citar algunos de<br />
sus efectos posibles, digamos:<br />
- me muestra claramente la meta sobrenatural, que, por<br />
concretarse en las personas y situaciones que me rodean,<br />
unifica mi psicología tanto en su capacidad de conocer como<br />
en la de querer y amar.<br />
- me da esperanza, y con ella fuerza y alegría para actuar<br />
coherentemente con mis valores y mi meta.<br />
- me permite ver la participación de Dios en los demás, y así<br />
amarlos también con corazón humano; mi vida afectiva no se<br />
desarrolla tironeada por las pasiones sino centrada en<br />
Jesucristo.<br />
- me ayuda a dominar las pasiones de sensualidad y orgullo<br />
que pueden despertarse en mí.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
226 MARIA ANA ENNIS<br />
En definitiva, me hace libre, con la verdadera libertad de los hijos<br />
de Dios:<br />
La psicología no es sólo ni primordialmente un campo de problemas<br />
sino, principalmente, una parte de nosotros que, si está ordenada<br />
y enriquecida con valores sobrenaturales concretados -también a<br />
través de nuestra psicología- en el actuar cotidiano, nos permite<br />
predicar con nuestra misma persona el Evangelio de la Vida.<br />
La unidad interior se va a dar cuando todo nuestro ser con todas<br />
sus potencias se dirija cada vez más a su Creador y cuando nos<br />
esforcemos en ser lo más sinceros posible con nosotros mismos, no<br />
admitiendo ningún autoengaño, adecuándonos a la realidad y confiando<br />
plenamente en la gracia.<br />
La consagración a Dios nos centra radicalmente en El, y también<br />
nos da la clave de nuestra unidad interior: por la consagración<br />
podemos tender directamente a Dios, a Dios en Sí y en sus criaturas.<br />
El centrarnos en Dios nos puede dar también al mismo tiempo la base<br />
segura para el desarrollo de nuestra personalidad. Es el secreto de<br />
todos los santos, de su grandeza y envergadura. Todos fueron grandes<br />
personalidades.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
María Ana Ennis
LA FORMACION TEOLOGICA TEOLQGICA DEL HISTORIADOR DE LA IGLESIA 229<br />
que el concepto concepto que el dominico tenía tenía de la la historia historia era era sumamente<br />
pobre4. pobre4•<br />
Hoy Hoy en en día día y sobre todo a partir partir de mediados de nuestro nuestro siglo, es<br />
posesión posesión pacífica pacífica de la la teología el considerar a la la historia historia (ya (y a (ortiori fortiori<br />
a la la historia historia de la la Iglesia) como un un verdadero locus theologicus.<br />
Creo que esta esta evolución ha sido posible gracias gracias a la orientación que<br />
ha tomado tomado la la teología teología de nuestro nuestro tiempo. La teología teología del s. XX ha ha sido<br />
impostada impostada en el marco de la la Historia Historia de la la Salvación. Creo que es<br />
ocioso destacar destacar aquí aquí los frutos ubérrimos que de semejante semejante impostaimpostación se han han seguido para para la la teología; uno de esos frutos, y y ciertamente ciertamente<br />
no no el más pequeño, es la publicación publicación de la la obra Mysterium Mysterium Salrrtis. Salzttis.<br />
Para Para que esta esta reorientación de la teología teología fuera posible han han<br />
intervenido con con fuerza los estudios estudios de teología teología bíblica bíblica de las últimas últimas<br />
décadas. El peso que conceptos como el de "tiempo" e "historia" "historian tienen tienen<br />
para para la Revelación, es hoy hoy indiscutible.<br />
A diferencia de los dioses de las antiguas antiguas religiones paganas, paganas, el<br />
Dios de los judíos judíos y los cristianos, el Dios de la Biblia, es un un Dios que<br />
se revela en la historia. Para Para la tradición judeo-cristiana judeo-cristiana la historia,<br />
y no el mito, es el "lugar" en el que Dios revela su acción y manifiesta manifiesta<br />
su voluntad voluntad salvífica respecto de los hombres. "La Biblia, revelación<br />
del Dios trascendente, se abre y se cierra cierra con notaciones temporales:<br />
'en 'en el principio creó Dios el Cielo y y la tierra' tierra' (Gn 1, 1), 11, 'Sí, yo vengo<br />
pronto' pronto' (Ap. 22,20). Por Por tanto en ella no se capta capta a Dios en abstracto,<br />
en su esencia eterna, como sucede en Platón Platón o en Aristóteles, sino en<br />
sus intervenciones acá en la tierra, tierra, que hacen hacen de la historia historia del mundo<br />
una una historia historia sagrada"5. sagradanj.<br />
La voluntad voluntad salvífica de Dios adquiere su máxima densidad en<br />
Jesucristo. Es precisamente con él, con su encarnación verificada en<br />
la "plenitud de los tiempos", cuando la historia historia queda impregnada impregnada del<br />
misterio de Dios. A partir partir de la irrupción irrupción de Dios en la historia historia por por la<br />
. encarnación del Señor, y para para decirlo decirlo con expresión de von von Ba1thasar, Balthasar,<br />
Cristo "se hace norma" de la historia6 y la historia, particularmente<br />
la historia historia de la Iglesia se hace manifestación de Cristo.<br />
No deseo abundar abundar más en estos conceptos, pero considero que de lo<br />
4. cr. Cf. EVANGELISTA VILANOVA, VILANOVA, Historia Historia de la teología <strong>teologia</strong> cri.stiana, cristiana, n, 11, Barcelona<br />
1989,612. Ver Ver en especial la la nota N° 33.<br />
5. Voz Tiempo Tien~po en XAVIER LÉON LEON DUFOUR, Vocabulario de <strong>teologia</strong> btblica, bíblica,<br />
Barcelona 1973, 889. 889.<br />
6. HANS URS von BALTHASAR, Teología de la historia, Madrid 1992, 77 ss.<br />
SS.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
230 RICARDO RICARDO WALTER WALTER CORLETO CORLETO<br />
expuesto expuesto hasta aquí aquí surge surge claramente claramente la necesidad de que la teología se<br />
construya teniendo teniendo en cuenta los datos datos de la historia y más específicaespecíficamente de la historia de la Iglesia. Iglesia. A fortiori fortiori y como como consecuencia consecuencia de lo<br />
anterior debe debe quedarnos patente la necesidad de una sólida sólida formación formación<br />
histórica histórica para aquellos aquellos que deseen cultivar la teología. teología.<br />
La La historia historia de de la Iglesia necesita de la teología teología<br />
Ahora me me referiré a la segunda parte de mi afirmación inicial: inicial: la<br />
historia de la Iglesia necesita de la teología, afirmación afirmacióii que nos nos llevará<br />
a concluir concluir que el lzistoriador historiador de la Iglesia necesita poseer o adquirir<br />
una sólida formación formación teológica.<br />
Probablemente Probablemente muchos muchos historiadores se sentirán tentados de de<br />
formular formular la misma frase frase pero entre signos signos de interrogación: ¿necesita<br />
realmente realmente la historia de la Iglesia de la teología? teología? Tal vez esta pregunta<br />
surja como como consecuencia consecuencia de un defecto defecto profesional. profesional. El historiador que<br />
se precia de tal, tal, en su búsqueda de de la verdad histórica suele suele ser reacio reacio<br />
a los preconceptos preconceptos y y esto, esto, en línea de principios, principios, es es muy positivo. positivo.<br />
Incluso Incluso llegamos llegamos a preguntarnos: ¿le es es lícito lícito al historiador, incluso incluso al<br />
historiador de de la Iglesia tener en cuenta los datos de la fe, las<br />
afirmaciones de la teología? teología? ¿no ¿no puede esto hacer que su visión visión pierda<br />
objetividad y su exposición exposición rigor científico? científico? ¿no sería mejor prescindir,<br />
al menos menos metodológicamente, metodológicamente, del dato dato revelado? revelado? Supuestamente,<br />
Supuestamente,<br />
obtendríamos así una historia objetiva objetiva e indiscutible. Digamos con<br />
toda claridad que el camino camino que nos plantean estos estos interrogantes es<br />
un camino camino inviable e inclusive irreal. irreal.<br />
La presunción de de hacer una "historia objetiva", objetiva", tan objetiva objetiva como como<br />
las disciplinas exactas exactas fue creación creación de de la escuela historiográfica<br />
positivista. Los positivistas soñaban soñaban con una historia aséptica, aséptica, carencarente de cualquier juicio personal del historiador, con un nivel nivel de<br />
subjetividad lo más cercano cercano posible al valor cero.<br />
En su su afán afán de crear una "historia objetiva" la la escuela positivista<br />
creó creó un método método historiográfico historiográfico riguroso y y meticuloso, meticuloso, que pretendía<br />
exprimir el documento, documento, "torturarlo", "torturarlo", si se me consiente esta expresión, expresión,<br />
para obligarlo obligarlo a decir la verdad. verdad. El historiador por su parte, debía<br />
desaparecer: desaparecer: sus ideas, ideas, sus creencias, sus simpatías simpatías y y antipatías antipatías<br />
personales no debían contar para nada, nada, su función función quedaba reducida<br />
a la de un técnico técnico que aplicaba con con rigor inapelable el método método<br />
histórico, histórico, a fin de obtener el dato histórico en "estado "estado químicamente<br />
puro".<br />
puro".<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
LA FORMACION TEOLOGICA DEL DEL HISTORIADOR DE DE LA LA IGLESIA 23 231 1<br />
El El resultado del del positivismo historiográfico fue que que cada vez más más<br />
los historiadores temían hacer trabajos de síntesis, síntesis, dedicándose dedicándose casi casi<br />
exclusivamente a la edición de de colecciones colecciones de fuentes fuentes técnicamente<br />
impecables, impecables, pero que no constituían propiamente una obra histórica,<br />
parafraseando a Hubert Jedin diríamos que un montón de de ladrillos<br />
nunca es una casa y una colección colección de fuentes nunca será una obra obra<br />
historiográfica. En otros casos, casos, los los historiadores positivistas positivistas se autoautocondenaban a a presentar una avalancha de datos y fechas fechas sin buscar<br />
entre ellos ellos la más mínima relación de de causalidad. causalidad. Sólo Sólo entonces entonces se<br />
sentían seguros de de no haber introducido en la historia ninguna<br />
apreciación personal. personal.<br />
Demás está decir que cuando cuando esta concepción concepción de de la historia y del del<br />
método histórico histórico penetraron en en el ámbito ámbito de la la historia historia de la Iglesia Iglesia<br />
su efecto efecto fue fue deletéreo. deletéreo. Hablar, Hablar, dentro de de este esquema, esquema, de tener en<br />
cuenta los los datos de de la teología teología era arriesgarse a caer en el el mayor de<br />
los descréditos descréditos a los ojos de los historiadores.<br />
Grandes historiadores de de la la Iglesia, Iglesia, entre los cuales hoy podemos<br />
mencionar a Henri-Irenée Marrou7, nos han enseñado que que las las pretenpretensiones del positivismo histórico histórico fueron peligrosas peligrosas e incluso ilusorias.<br />
Peligrosas Peligrosas porque porque nos dieron una visión visión reducida de las posibilidades<br />
de la la ciencia histórica; las las obras obras que produjeron si bien eran técnicatécnicamente impecables no no podían calificarse de plenamente historiográficas.<br />
A lo sumo constituyen el material para la historia, un material valioso<br />
( por cierto, pero pero que que no no agota agota todas todas las las posibilidades historiográficas.<br />
historiográficas.<br />
En segundo lugar, la ja pretensión positivista se mostró mostró irreal; una<br />
"historia objetiva" objetiva" en el sentido sentido estricto de la palabra no existe, existe, si por<br />
"objetiva" se quiere significar una historia en en la la que que el sujeto pudiera<br />
desaparecer completamente. En En todo caso la historia historia podrá ser ser imparimparcial, es decir, aquella aquella en en la la que el historiador no hace hace gala gala de<br />
subjetividad y no busca voluntariamente "llevar agua agua para su su molimolino". Pero Pero el historiador es un sujeto, y y nunca puede dejar de serlo; y<br />
la historia siempre será la obra de un sujeto, sujeto, y por lo tanto nunca podrá<br />
prescindir de una cuota de subjetividad.<br />
Como es fácil suponer, los positivistas ya habían percibido esto,<br />
pero pero para ellos era algo doloroso, despreciable, un baldón baldón para la<br />
historia, algo que se debía tratar de desterrar. Hoy en cambio sabemos<br />
que nadie hace nada en ninguna disciplina, y mucho menos en la<br />
historia, careciendo totalmente de presupuestos presupuestos y puntos de partida.<br />
7. HENRI-IRENÉE MARROU, La conoscenza storica, Bologna 1988,23-63.<br />
1988, 23-63<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
LA FORMACION TEOLOGICA TEOLOGICA DEL DEL HISTORIADOR HISTORIADOR DE DE LA IGLESIA 233<br />
¿Qué es lo que que nos nos hace hace percibir la unidad entre entre la Iglesia Iglesia del siglo<br />
1 I y y la del siglo XI, XI, o entre entre la Iglesia de Europa, la de de América América y y la de de<br />
Africa? Es Es precisamente la fe lo que nos nos permite permite percibir esa unidad:<br />
"Creo en en la Iglesia, una santa, católica y y apostólica" decimos en en el<br />
credo. La La Iglesia es es creída. La La Iglesia Iglesia es objeto de fe.<br />
y Y es es esa esa misma misma Iglesia; la que es creída creída por un acto de fe, la la que es<br />
objeto de estudio para la historia de la Iglesia. Es la Iglesia que ha sido<br />
instituida por Cristo, que es guiada guiada por el el Espíritu Santo y y que pervive pervi ve<br />
y peregrina peregrina a través través de los siglos como prolongación prolongación del mismo Cristo.<br />
La La historia de la Iglesia, es cierto, se ocupa en en primera línea de los<br />
aspectos visibles de la Iglesia, pero pero a través través de estos aspectos externos<br />
nos nos permite permite remontarnos remontarnos más más arriba y descubrir descubrir más más allá allá de las las<br />
acciones transitorias y externas el el principio interno y divino que<br />
anima a la Iglesia.<br />
Podemos afirmar afirmar sin sin temor temor a equivocarnos que no no existen existen dos<br />
Iglesias: una exterior, percibida por la historia, y y otra otra interior, interior,<br />
perceptible sólo a la fe. La Iglesia es única, es la Iglesia de la fe y de<br />
la la historia al mismo tiempo ¿Cómo separar separar pues la la teología y la<br />
historia?<br />
Esta Esta interdependencia interdependencia entre entre la la teología y la la historia historia en en absoluto<br />
empobrece o estrecha la la visión del historiador, historiador, antes bien bien la la amplía y y<br />
perfecciona.<br />
Lo que hasta hasta ahora hemos afirmado "en teoría", adquiere una<br />
confirmación meridiana cuando lo aplicamos a la práctica, cuando<br />
analizamos de modo concreto el trabajo del historiador de la Iglesia.<br />
El El proceso que sigue el historiador de la la Iglesia -como -como también el<br />
historiador en general-en general- en el deseo de reconstruir la verdad histórica<br />
en en términos sumamente simplificados es el siguiente:<br />
Lo primero que un historiador debe hacer es buscar y descubrir las<br />
fuentes históricas, sean estas escritas, monumentales o epigráficas.<br />
Una Una vez vez descubiertas deben presentarlas de forma científica, este es<br />
el trabajo trabajo del que se ocupan las ediciones críticas de fuentes.<br />
En segundo lugar el historiador debe poner poner en en acto los recursos que<br />
le ofrece la la crítica de las fuentes -crítica que se maneja con criterios<br />
internos y y externos- de tal tal manera de poder poder garantizar la atendibiatendibilidad, la la veracidad y la la integridad de las fuentes presentadas.<br />
En En t.ercer tercer lugar el historiador historiador pretende pretende construir los hechos que le<br />
presentan las fuentes y para ello debe hacer uso uso de toda toda su capacitacapacitación técnica; y digo técnica porque porque el métier métier del historiador no sólo es<br />
ciencia sino también un verdadero arte.<br />
Hasta aquí el trabajo trabajo del historiador de la la Iglesia no requiere<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
234 RICARDO RICARDO WALTER WALTER CORLETO CORLETO<br />
necesariamente una adhesión adhesión explícita a a la fe; fe; coincide coincide básicamente<br />
básicamente<br />
con el el trabajo de de cualquier cualquier otro otro historiador. historiador. Estos Estos pasos pasos son son los los<br />
característicos característicos del del método método histórico histórico y y su estricta aplicación aplicación a a la<br />
historiografía eclesiástica es lo que hace hace que ésta ésta sea sea una ciencia ciencia y no<br />
apología o fruto de una mera mera opinión. Prueba Prueba de lo que venimos<br />
diciendo diciendo son son los los ejemplos ejemplos de de tantos tantos eruditos eruditos que, que, sin ser explícitamenexplícitamente<br />
creyentes, creyentes, han hecho hecho brillantes aportes aportes a a la historia de de la Iglesia Iglesia a a<br />
través de la edición edición crítica crítica de de fuentes fuentes (Ej. (Ej. Eduard Schwartz Schwartz y y su<br />
edición edición crítica crítica de de las las actas actas de de los los antiguos antiguos concilios). concilios).<br />
La La gran gran diferencia entre un un historiador creyente y un un historiador historiador<br />
escéptico empieza a la la hora hora de conectar causalmente causalmente los hechos<br />
históricos históricos y dejuzgarlosll, de juzgarlosll, puesto puesto que que entonces entonces se se hacen presente los los<br />
puntos de de vista filosóficos y y religiosos religiosos del del historiador. historiador. Es aquí, aquí, en el<br />
momento momento de de la síntesis, síntesis, que que por otra parte es es el el fruto fruto más importante importante<br />
de su su trabajo, cuando la la presencia presencia o la la ausencia de la la fe se hacen hacen<br />
determinantes.<br />
Si Si se se ha podido podido seguir con claridad el el razonamiento razonamiento que que he<br />
expuesto hasta hasta aquí, no no será será difícil percibir hasta qué punto punto es<br />
importante, importante, más aún, aún, vital, vital, que que quien quien quiera dedicarse dedicarse a a la historia<br />
de la la Iglesia tenga una sólida y actualizada formación teológica.<br />
Si la historia de de la Iglesia Iglesia es es no no sólo sólo historia sino sino también teología; teología;<br />
si la la historia de la la Iglesia es teología teología histórica y su producción no es<br />
una historiografía historiografía cualquiera, cualquiera, sino sino una historiografía historiografía también teolóteológica; sólo teniendo como base e instrumento de interpretación una<br />
sana sana eclesiología, será será posible que el historiador historiador de la la Iglesia Iglesia cumpla<br />
acertadamente acertadamente su su función. función.<br />
Ricardo Ricardo W. Corleto<br />
11. Para estas estas ideas ideas me me nutro nutro del ensayo ensayo de de H. H. JEDIN, La storia della della Chiesa Clziesa e 6<br />
<strong>teologia</strong> <strong>teologia</strong> e e storia. En Chiesa della della fede. Chiesa Cl~iesa della della storia, 51 ss.<br />
SS.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
1. Cuestiones académicas<br />
CRONICA DE LA FACULTAD<br />
1. Encuentro de Facultades Latinoamericanas<br />
En marzo de 1995 se realizó un Encuentro de Facultades Latinoamericanas<br />
que editan revistas de teología, organizado por la <strong>Universidad</strong><br />
<strong>Católica</strong> de Chile, al que asistió Mons. Juan Guillermo Durán,<br />
director de la revista TEOLOGIA, de nuestra Facultad.<br />
2. Instituto para el Matrimonio y la Familia<br />
Este Instituto puesto en marcha por la Facultad de Teología a fines<br />
del año pasado -como primera actividad del mismo, con una jornada<br />
intensiva de reflexión y diálogo sobre la "Buena Noticia de la Familia<br />
Hoy"- comenzó a funcionar regularmente el 14 de marzo de 1995,<br />
fecha de su inauguración, con un Curso de Agentes de Pastoral<br />
Familiar.<br />
Se designó Director de dicho Instituto al R.P. Dr. Juan Carlos<br />
Meinvielle sdb, Coordinador del mismo al Pbro. Dr. Carlos Alberto<br />
Scarponi y Secretario al Lic. Angel Manuel Molero.<br />
La inauguración del Instituto para el Matrimonio y la Familia tuvo<br />
lugar con una Santa Misa concelebrada presidida por el Gran Canciller<br />
de la UCA, Emmo. Sr. Cardenal Dr. Antonio Quarracino y S. E.<br />
Mons. Dr; Jorge Meinvielle; concelebraron también el R.P. Dr. Domingo<br />
Basso, Rector de la UCA, Mons. Dr. Alfredo Horacio Zecca y<br />
Mons. Dr. Antonio Marino, Decano y Vicedecano de la Facultad de<br />
Teología respectivamente y los Pbros. Dres. Carlos María Galli y<br />
Fernando Ortega.<br />
Acto seguido tuvo lugar un acto en el que habló el R.P. D. Basso,<br />
quien destacó la importancia del Instituto para el Matrimonio y la<br />
Familia, ya que de acuerdo con una carta recibida de la Secretaría de<br />
Estado de la Santa Sede, se desprende que toda <strong>Universidad</strong> <strong>Católica</strong><br />
debe tener un Instituto para la Familia. Hicieron también uso de la<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
236 CRONICA DE LA FACULTAD<br />
palabra Mons. A. Zecca y el R.P. J.C. Meinvielle.<br />
El Curso comenzó a dictarse el 21 de marzo, con un buen número<br />
de alumnos: 66 entre varones y mujeres, siendo de destacar el clima<br />
familiar que se ha creado en el Instituto y el interés demostrado por<br />
el Curso, habiéndose recibido llamadas del interior del país, por lo<br />
cual se contempla la posibilidad de un curso a distancia.<br />
3. Curso sobre "El servicio de la Teología<br />
y la Nueva Evangelización"<br />
La Facultad de Teología organizó una Semana de introducción a<br />
los estudios teológicos, especialmente destinada a los alumnos que<br />
ingresaron al 1 er Ciclo, pero abierta también a todas aquellas personas<br />
interesadas en iniciar y profundizar sus conocimientos teológicos.<br />
Esta Semana introductoria titulada "El servicio de la Teología y la<br />
Nueva Evangelización" tuvo lugar del 6 al 10 de marzo de 1995, y<br />
fueron sus expositores: el R.P. Dr. Domingo Basso op., rector de la<br />
VCA, Mons. Dr. Héctor Mandrioni, Mons. Dr. Lucio Gera, Mons. Dr.<br />
Alfredo Zecca, Mons. Lic. Luis Rivas, Mons. Dr. Antonio Marino,<br />
Mons. Dr. Ricardo Ferrara, Pbro. Dr. Rafael Braun, Pbro. Dr. Carlos<br />
María Galli y Pbro. Lic. Mario Poli.<br />
Este curso tuvo como objetivos: descubrir el sentido de la enseñanza<br />
y del aprendizaje de la ciencia teológica; presentar el conjunto y las<br />
partes de los estudios filosófico-teológicos; fortalecer las motivaciones<br />
espirituales, intelectuales y pastorales para estudiar; ayudar a la<br />
unidad de vida entre espiritualidad, teología y pastoral; testimoniar<br />
la dedicación al ministerio pastoral de la teología; fomentar la inquietud<br />
por profundizar teológicamente la fe católica; pensar el "servicio"<br />
de la teología a la nueva evangelización.<br />
4. Curso teológico sobre el Catecismo de la Iglesia <strong>Católica</strong><br />
Organizado por la Arquidiócesis de Mendoza, se dictó en la ciudad<br />
de esa provincia, los días 28 al 31 de marzo, un Curso Teológico sobre<br />
el Catecismo de la Iglesia <strong>Católica</strong>, a cargo de un equipo de profesores<br />
de la Facultad de Teología constituido por el Excmo. Mons. Lic. Juan<br />
Carlos Maccarone, Mons. Dr. Alfredo Zecca, Mons. Dr. Ricardo Ferrara,<br />
Mons. Dr. Antonio Marino y Pbro. Dr. Carlos María Galli.<br />
Este curso tuvo una gran repercusión no tan sólo por la numerosa<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
238 CRONICA DE LA FACULTAD<br />
sobre "El Concilio Vaticano II en la Iglesia contemporánea. Testimonio<br />
de un protagonista". Finalizó el homenaje con un ágape fraterno,<br />
al que concurrieron autoridades y profesores de la Facultad de<br />
Teología.<br />
7. Nombramientos<br />
Mons. Dr. Lucio Gera, Profesor Ordinario Titular de la Facultad de<br />
Teología ha sido promovido a Profesor Emérito de la misma, dado sus<br />
valiosos antecedentes académicos, su larga y destacada trayectoria<br />
docente en la Facultad y su vida de generosa entrega a ella.<br />
Los profesores Pbro. Dr. Carlos María Galli, Pbro. Dr. Fernando<br />
Gil, Pbro. Dr. Fernando Ortega, Pbro. Dr. Eduardo Taussig y R.P. Dr.<br />
Juan Carlos Meinvielle fueron promovidos a Profesores Extraordinarios<br />
Adjuntos.<br />
8. Prelados de honor<br />
Han sido designados Prelados de Honor de Su Santidad los<br />
siguientes profesores de la Facultad de Teología: Mons. Dr. Ernesto<br />
Mai, Mons. Dr. Gustavo Podestá y Mons. Lic. Víctor Pinto.<br />
9. Comisión <strong>Universidad</strong> UCA Siglo XXI<br />
La Facultad de Teología designó como delegados de la misma a<br />
Mons. Dr. Ricardo Ferrara y al Pbro. Dr. Fernando Ortega, para<br />
participar en la Comisión <strong>Universidad</strong> UCA siglo XXI, en la que<br />
integran la subcomisión 1 ª.<br />
lO.IncorporaGÍón de Mons. Dr. Juan Guillermo Durán<br />
como miembro de la Academia Nacional de la Historia<br />
El 12 de setiembre ppdo., en sesión pública de la Academia<br />
N acional de la Historia fue incorporado como Miembro Correspondiente<br />
por la Provincia de Buenos Aires, Mons. Dr. Juan Guillermo<br />
Durán, profesor de la Facultad de Teología. Fue presentado por el Dr.<br />
Ernesto J. Maeder, Miembro de Número de la misma. El nuevo<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CRONICA DE LA FACULTAD 239<br />
académico dedicó su discurso de incorporación al tema: "Los Catecismos<br />
Pampas 1870-1875".<br />
ll.lnstitutos afiliados<br />
El Consejo Académico de la Facultad de Teología acordó afiliar al<br />
Seminario de Rosario a la misma. Se iniciaron los trámites ante la<br />
Santa Sede para su aprobación.<br />
12. Viajes al exterior<br />
El Pbro. Dr. Carlos María Galli, profesor de la Facultad de Teología<br />
participó del II Congreso de la Sociedad Europea de Teología <strong>Católica</strong><br />
realizado en München (Alemania), del 27 al 31 de agosto de 1995.<br />
El Pbro. Galli asistió al mismo representando a la Sociedad<br />
<strong>Argentina</strong> de Teología (SAT), en su carácter de Vicepresidente de<br />
dicha Sociedad.<br />
El tema tratado en el Congreso fue: "Dios, ¿un extraño en nuestra<br />
casa?"<br />
El Pbro. Lic. Carlos Alberto Castro, profesor de la Facultad de<br />
Teología participó, como invitado, del Congreso de Teología Fundamental<br />
que se llevó a cabo en Roma-Italia, del 25 al30 de setiembre<br />
de 1995.<br />
11. Colación de grados<br />
El 5 de julio de 1995 tuvo lugar la trigésima Colación de Grados<br />
Académicos de la Pontificia <strong>Universidad</strong> <strong>Católica</strong> <strong>Argentina</strong>, en la<br />
que fueron distinguidos los siguientes alumnos de nuestra Facultad<br />
de Teología:<br />
Medalla de Oro: Ciancaglini, Guillermo.<br />
Diplomas de Honor: Agin, Eduardo Gustavo - Vaudagna Córdoba,<br />
Ada Patricia - Viola, Adrián Eduardo - Carvajal, José Luis.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
240 CRONICA DE LA FACULTAD<br />
Licenciados y doctores en teología<br />
En el año 1995 obtuvieron el grado de Licenciados los siguientes<br />
alumnos:<br />
Casella, Esteban - Herrera, Santiago - Burbridge, Diego -<br />
D'Annibale, Miguel Angel- Cabrera, José Maria - Moon, Han Lim.<br />
Doctor en Teología: El 14 de julio de 1995 defendió su tesis<br />
doctoral nuestro profesor Carlos Alberto S carponi , obteniendo la<br />
calificación "Summa cum laude probatus" (lO - diez).<br />
IIl. Ciclo de Licenciatura - Seminarios y Cursos<br />
• Seminario Anual de Teología Dogmática: Mons. Dr. Lucio Gera,<br />
Mons. Dr. Antonio Marino, Pbro. Dr. Carlos María Galli.<br />
• Seminario Anual de Sagrada Escritura: Teología y finalidad de la<br />
Historia Deuteronomística; Pbro. Lic. Ricardo Roman.<br />
• Seminario Anual de Historia de la Iglesia: Metodología Histórica;<br />
Mons. Dr. Juan Guillermo Durán; Pbro. Dr. Fernando Gil, R.P. Lic.<br />
Ricardo Corleto.<br />
• Seminario Trimestral: Etica y Estética. Un diálogo teológico: Pbro.<br />
Dr. Fernando Ortega.<br />
• Curso 1 º de Teología Dogmática: Pbro. Lic. Marcelo Labeque.<br />
• Actualización Teológica: Mons. Dr. Ricardo Ferrara, Mons. Dr.<br />
Antonio Marino.<br />
• Curso 1 Q de Sagrada Escritura: Exégesis del Antiguo Testamento:<br />
Pbro. Lic. Felipe Doldan.<br />
• Metodología Exegética: Pbro. Lic. Francisco Bergant.<br />
• Curso 1 º de Teología Pastoral: Introducción Pastoral de la Historia<br />
Latinoamericana y <strong>Argentina</strong> hasta el 1er Concilio Plenario: Dr.<br />
Néstor Auza.<br />
• Testimonio y Martirio: Mons. Lic. Juan Carlos Maccarone.<br />
• Discernimiento de la voluntad de Dios y Dirección Espiritual: R.P.<br />
Dr. Juan Carlos Meinvielle.<br />
• Pastoral Familiar: Pbro. Lic. Antonio Valiño.<br />
• Ministerio de la celebración del Culto Cristiano: Mons. Lic. José L.<br />
Duhourq.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CRONICADE LA FACULTAD 241<br />
• Doctrina Social 1: Fundamentos: Pbro. Lic. Carlos Accaputo.<br />
• Doctrina Social II: Pbro. Lic. Carlos Accaputo.<br />
• Ecumenismo: Mons. Dr. Osvaldo Santagada.<br />
• Curso 1!! de Historia de la Iglesia: Historia de la Iglesia en América<br />
Latina: Pbro. Lic. Mario Poli.<br />
• Cuestiones médicas y psicológicas relacionadas con la persona y la<br />
familia: Dr. Julio Maffei.<br />
• Pastoral a enfermos, difuntos y deudos: Pbro. Roberto LeIla.<br />
• Catequética: Pbro. Lic. Alejandro Puiggari.<br />
• Pastoral Parroquial y Diocesana: Pbro. Lic. Rafael Morán Díaz.<br />
• Teología Espiritual: R.P. Dr. Juan Carlos Meinvielle.<br />
• Método Teológico 1: Hermenéutica Bíblica: R.P. Dr. Enzo Giusto<br />
ZZl.<br />
• Método Teológico 11: Introducción a la Suma teológica; Mons. Lic.<br />
Juan Carlos Maccarone.<br />
• Metodología Científica: Mons. Dr. Antonio Marino; Lic. Silvia<br />
Rodríguez Quiroga.<br />
• Curso de Exégesis del Nuevo Testamento: El lenguaje de las<br />
parábolas: R.P. Dr. Enzo Giustozzi.<br />
• Curso "B" de Teología Dogmática: Mons. Dr. Lucio Gera.<br />
• Teología Patrística: R.P. Dr. Luis Glinka.<br />
o o o<br />
Cursos sobre la Vida Consagrada<br />
Recogiendo el deseo de algunas religiosas que participaron en el<br />
Curso sobre el Catecismo de la Iglesia <strong>Católica</strong>, nuestra Facultad ha<br />
inaugurado los Cursos sobre la Vida Consagrada, abiertos no sólo a los<br />
consagrados y consagradas en la Iglesia en diferentes formas de vida,<br />
sino también a los presbíteros y laicos, deseosos de aprender a valorar,<br />
alentar y colaborar en el surgimiento y en la realización de estas<br />
vocaciones.<br />
Llevamos realizados hasta el momento tres cursos, de duración y<br />
carácter diferente, cuyo detalle brindamos a continuación.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CRONICA DE LA FACULTAD 243<br />
sulpiciano canadiense, de reconocida actuación en el campo de la<br />
formación sacerdotal y religiosa en la mayoría de los países latinoamericanos;<br />
este curso abarcó la jornada de 9:30 a 17:00.<br />
El número de participantes inscriptos en estos cursos fue 260, 150<br />
Y 210 respectivamente. Los encuentros comenzaron siempre con el<br />
canto de la hora tercia, queriendo de este modo enmarcar las reflexiones<br />
en un ámbito de espiritualidad. Las evaluaciones tomadas al<br />
término de los mismos, revelan el alto grado de aceptación que<br />
tuvieron en los concurrentes, y constituyen un fuerte estímulo para<br />
continuar con la iniciativa.<br />
o o o<br />
I Jornadas de Historia de la Iglesia<br />
En la sede de la Facultad de Teología de la Pontificia <strong>Universidad</strong><br />
<strong>Católica</strong> <strong>Argentina</strong>, entre los días 16 y 18 de octubre de 1995, han<br />
tenido lugar las primeras jornadas de historia de laIglesia, organizadas<br />
por la cátedra de historia eclesiástica de dicha facultad.<br />
Preparadas durante largo tiempo, las jornadas han pretendido<br />
"promover el encuentro y el diálogo entre las personas que se dedican<br />
a la enseñanza y estudio de esta disciplina"l; y han sido la forma<br />
concreta con la que la cátedra de historia de la Iglesia ha querido<br />
adherirse a la celebración del trigésimo aniversario de la clausura del<br />
Concilio Vaticano 11; y en el marco de la Carta Apostólica de Juan 11<br />
Tertio Millenio Adveniente, han aspirado a actualizar el compromiso<br />
por la verdad histórica y el servicio a la memoria eclesial.<br />
El tema general de las jornadas ha versado sobre: "La historia de<br />
la Iglesia y la teología: relaciones y proyecciones pastorales".<br />
El curso de las jornadas se desarrolló según un programa previamente<br />
establecido, cuyos momentos principales fueron los siguientes:<br />
El día lunes 16 de octubre, a partir de las 16:00, fueron recibidos<br />
e inscritos los participantes a las jornadas. Alas 17:00 y con palabras<br />
del Sr. decano de la Facultad de Teología Mons. Dr. Alfredo H. Zecca<br />
dieron comienzo las Primeras jornadas de Historia de la Iglesia; a<br />
1. JUAN GUILLERMO DURAN, Carta a los decanos y rectores de institutos<br />
teológicos, 7 de junio de 1995.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
244 CRONICA DE LA FACULTAD<br />
continuación el Prof. Pbro. Dr. Fernando Gil explicó los objetivos de<br />
las jornadas y la dinámica de trabajo. Por su parte, la Dra. Mónica<br />
Martini dirigió la presentación de los participantes.<br />
Finalizados los aspectos introductorios, el profesor titular de la<br />
cátedra de historia eclesiástica Mons. Dr. Juan Guillermo Durán y el<br />
Prof. Lic. Fr. Ricardo W. Corleto OAR disertaron sobre el tema "el<br />
historiador de la Iglesia y su formación teológica"; abordándolo el<br />
primero desde el Magisterio de la Iglesia y desde el ámbito de la<br />
reflexión histórico-teológica el segundo.<br />
Como conclusión del primer día de las jornadas se celebró una<br />
Eucaristía presidida por el Pbro. Dr. Fernando Gil y a la cual asistió<br />
una gran parte de los participantes; en tal ocasión pronunció la<br />
homilía el R.P. Dr. Juan Villegas S.l. del Instituto Teológico del<br />
Uruguay (Montevideo). Terminada la Eucaristía los participapntes<br />
de las jornadas disfrutaron de la cena servida en el Seminario<br />
Arquidiocesano de Buenos Aires.<br />
Los trabajos del día martes 17 se abrieron a las 9:00 con una<br />
iluminadora conferencia del Prof. Mons. Dr. Lucio Gera, quien desarrolló<br />
el tema: "Iglesia e Historia: Teología y Evangelización". Después<br />
de la conferencia los asistentes tuvieron la oportunidad de<br />
plantear al expositor sus inquietudes y preguntas.<br />
A las 11:20 y en el solarium de la <strong>Biblioteca</strong> de la facultad, el<br />
director de la biblioteca Mons. Dr. Antonio Marino y el bibliotecario<br />
Lic. Pablo Etchebehere, presentaron a los asistentes el patrimonio<br />
histórico y bibliográfico de la Facultad de Teología. Asimismo el Prof.<br />
Pbro. Dr. Fernando Gil presentó algunos subsidios informáticos de<br />
gran utilidad para la investigación de la historia eclesiástica. A las<br />
13:30 tuvo lugar el almuerzo.<br />
A las 16:00 y continuando con las exposiciones relativas al tema de<br />
las jornadas, el Pbro. Dr. Carlos M. Galli disertó sobre el tema: "La<br />
historia de la Iglesia a la luz de la Carta Apostólica Tertio Millenio<br />
Adveniente de Juan Pablo II". Terminada la exposición el disertante<br />
respondió las preguntas que le hicieron los asistentes.<br />
A las 18:20 tuvo lugar un panel sobre: "El historiador y los recursos<br />
actuales para la investigación". Abordando el tema propuesto los<br />
panelistas presentaron el estado de varias bibliotecas de gran interés<br />
para el estudio y la investigación de la historia de la Iglesia. La Sra.<br />
Violeta Antinarelli, bibliotecaria de la Academia Nacional de la<br />
Historia, presentó el fondo bibliográfico y los recursos informáticos<br />
con que cuenta ese alto instituto. El bibliotecario de la provincia<br />
franciscana de la Asunción, con sede en el convento de San Antonio de<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
CRONICA DE LA FACULTAD 245<br />
Padua, Sr. Eduardo Viercichudek, ilustró a los asistentes sobre el<br />
acervo conservado en esa biblioteca. Por su parte Mons. Eugenio<br />
Guasta presentó, los fondos de la biblioteca de la parroquia-basílica de<br />
Ntra. Sra. de la Merced (Buenos Aires).<br />
La Santa Misa celebrada a las 20:00 y la cena compartida posteriormente<br />
dieron término al segundo día de las jornadas.<br />
La mañana del día miércoles 18 se dedicó al trabajo por comisiones;<br />
para ello se propuso como tema de discusión el de: "Historia de la<br />
Iglesia. Docencia e investigación". Las distintas comisiones presentaron<br />
informes y proyectos que fueron recogidos en un plenario tenido<br />
a las 11:30. Asimismo, se presentó la evaluación que los participantes<br />
hicieron de las Jornadas, valoradas como altamente positivas, y se<br />
propuso repetir la experiencia el año próximo.<br />
Después de unas breves palabras conclusivas del Prof. Mons. Dr.<br />
Juan Guillermo Durán, tuvo lugar el almuerzo con el que se clausuraron<br />
las jornadas.<br />
Cabe destacar la representatividad de los asistentes a las jornadas,<br />
ya que en número de cuarenta y uno, provenían tanto del área de<br />
la investigación como de la docencia y desde el punto de vista<br />
geográfico, se encontraban representados la Capital Federal y las<br />
provincias de Buenos Aires, Córdoba, Tucumán, Chaco, Mendoza,<br />
Entre Ríos y Santa Fe; además de la República Oriental del Uruguay.<br />
Para terminar esta crónica queremos agradecer la amable acogida<br />
dispensada a los participantes por parte de las autoridades de la<br />
Facultad de Teología y del Seminario Metropolitano de Buenos Aires.<br />
Del mismo modo queremos dejar constancia de la solicitud y eficiencia<br />
manifestadas por el Prof. Lic. Ernesto Salvia, a cargo de la secretaría<br />
general, y de la colaboración de los seminaristas: Sandro Rojas,<br />
Adalberto Odstrcil, Pablo Lizarraga, Oscar Fabré y Francisco Baigorria,<br />
quienes prestaron una eficaz ayuda en lo tocante a la organización<br />
interna e infraestructura de las jornadas.<br />
TEOLOGIA 66 (1995)
NOTAS BIBLIOGRAFICAS<br />
MARIA ANGELA CABRERA: Dottrina<br />
della guerra giusta e la<br />
pace in confronto ai conflitti<br />
internazionali dell'<strong>Argentina</strong>:<br />
(1965-1985): Valutazione a<br />
partire dalla Teologia Morale<br />
Cattolica. Pontificia Universitas<br />
Lateranensis, Academia<br />
Alfonsiana, Instituto Superius<br />
Theologiae Moralis. 168<br />
pp.<br />
Se trata en líneas generales<br />
de un trabajo muy sólido argumentalmente<br />
considerado, metodológicamente<br />
preciso, con mucha<br />
riqueza y actualidad bibliográfica,<br />
cuya lectura es sumamente<br />
recomendable no sólo al<br />
especialista, sino también al estudioso<br />
de estos temas (Política<br />
Exterior, Estrategia, Diplomacia<br />
Internacional, Conflictos Bélicos,<br />
Organizaciones Mundiales, etc.)<br />
que se atreva a un enfoque multidisciplinario.<br />
La tesis está dividida en cuatro<br />
partes:<br />
La primera recorre la noción<br />
de guerra justa en el Magisterio<br />
de la Iglesia, partiendo de León<br />
XIII, llegando a Juan Pablo II<br />
haciendo hincapié en el Concilio.<br />
La segunda trata el tema en<br />
los manuales de Teología Moral y<br />
de Doctrina Social de la Iglesia.<br />
Aparecen aquí importantes tratadistas<br />
como G.B. Guzzetti, A<br />
Brucculeri, B. Haring, M. Vidal,<br />
K. Peschke y otros, entre ellos el<br />
argentino Mario E. Sacchi citado<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
por un artículo en Sapientia<br />
(N.46).<br />
La tercera relata y justifica el<br />
desarrollo y procedimientos mediadores<br />
de la Iglesia en el conflicto<br />
con Chile sobre el Beagle,<br />
utiliza para ello documentos de<br />
la C.E.A, distintos discursos de<br />
S. S. Juan Pablo II, el tratado de<br />
Paz y Amistad y reflexiones de<br />
autoridades en la materia como<br />
Giovanni Rulli, Claudio Guido,<br />
René Coste, Sergio Ferlito, y el<br />
obispo de Morón Mons. J.O. Laguna.<br />
Esta parte puede resultar<br />
develadora a quien desconociese<br />
el arduo devenir de cuestiones<br />
que realizó la Iglesia en vistas a<br />
la solución pacífica del conflicto.<br />
La última parte es la resolutiva<br />
de la tesis. Con mucho ingenio<br />
y docilidad combina textos y argumentos<br />
de la Suma Teológica<br />
con documentos pontificios, con<br />
los de A Giobbio llegando hasta<br />
Fanto y L. Friedman.<br />
Finalmente la bibliografía<br />
utilizada es abundante, citada<br />
con precisión, ordenadajerárquicamente.<br />
Es lamentable que esta publicación<br />
parcial de la tesis no alcance<br />
el desarrollo del conflicto<br />
Malvinas (más rico y más hondo,<br />
tal vez, al pensar y sentir, de la<br />
Iglesia y el pueblo argentino) pero<br />
suponemos que la calidad de la<br />
disertación ha sido de tanto nivel<br />
como la que hemos leído.<br />
Para concluir es un trabajo<br />
delicado, sobre un tema también
248 NOTAS BIBLIOGRAFICAS<br />
delicado, donde queda bien claro<br />
que la Iglesia es Maestra de la<br />
Paz a todos los hombres de buena<br />
voluntad. Una mirada intensa<br />
y precisa de una cuestión de<br />
dificil resolución para toda la<br />
Humanidad, hasta que Dios more<br />
entre ellos, como termina el trabajo<br />
siguiendo al Apocalipsis<br />
(21,3).<br />
José C. Jonte<br />
CARMELO DOTOLO. Gesu di Nazaret.<br />
Il problema storico e la<br />
fede cristiana. Bologna,<br />
E.D.B. Dehoniana, 1990,136<br />
pp.<br />
Licenciado en teología de la<br />
<strong>Universidad</strong> Gregoriana, docente<br />
de religión del Instituto Técnico<br />
L.B. Alberti de Roma y de las<br />
universidades Gregoriana y Lateranense,<br />
el autor, en la corriente<br />
de reivindicación de los estudios<br />
del "Jesús histórico" que<br />
ayuda a cubrir gran parte del<br />
vacío bibliográfico con que nos<br />
encontramos los historiadores de<br />
Historia Antigua, nos proporciona<br />
un texto breve y claro sobre la<br />
"figura de Jesús".<br />
A través de ocho capítulos<br />
muy bien estructurados, Dotolo,<br />
después de reconocer que se trata<br />
de un tema que ha apasionado<br />
a diversos estudiosos, incursiona<br />
en cuestiones como la historiografía<br />
sobre Jesús, los evan-<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
gelios como fuente de conocimiento<br />
histórico, la Palestina de la<br />
época, la concepción del Reino de<br />
Dios, la muerte de Jesús, su resurrección<br />
y lo que denomina "la<br />
identidad de Jesús".<br />
Con precisión señala que esta<br />
problemática se inicia a partir de<br />
la identificación de Jesús con el<br />
Cristo, motivo -como sabemosde<br />
las graves divergencias que<br />
planteara la historiografía alemana<br />
de principios del siglo al<br />
separar el Jesús histórico del<br />
Cristo religioso o del kerygma,<br />
como se ha puesto de moda denominarlo<br />
últimamente.<br />
Su breve pero completo panorama<br />
historiográfico se inicia en<br />
el Iluminismo moderno con un<br />
Reimarus y a través de autores<br />
tan citados como Strauss, Paulus,<br />
Renán, von Harnack y<br />
Schweitzer evidencia su fracaso<br />
en reconstruir "la figura histórica<br />
de Jesús" desde la "izquierda<br />
hegeliana" desmitificadora e influida<br />
por un inocultable tinte<br />
historicista propio de la época.<br />
Una segunda etapa -que<br />
denomina hipercrítica- se inicia<br />
con el alemán Bultmann, influido<br />
por un Cristo vivencial que<br />
le lleva, en un sustrato kantiano,<br />
a concebir la necesidad de "desmitificar"<br />
al Jesús histórico. De<br />
su trabajo destructor prácticamente<br />
no quedaría casi nada:<br />
sólo que Jesús nació bajo Augusto<br />
en Palestina y que predicó y<br />
fue muerto en la cruz por orden
de Pilatos: datos, por otra parte<br />
imposibles de negar, el resto es<br />
interpretación existencial del<br />
mensaje religioso. El resultado<br />
obvio fue descreer de la posibilidad<br />
de obtener un Jesús histórico.<br />
De este pozo de oscuridad<br />
estamos saliendo en la última<br />
década de la mano de muchos<br />
investigadores motivados por<br />
nuevos y reveladores estudios<br />
bíblicos, análisis de los apócrifos<br />
y descubrimientos en los manuscritos<br />
del mar Muerto.<br />
Luego el autor incursiona en<br />
el estado actual del papel de los<br />
evangelios como fuente de estudio<br />
histórico, remarcando que se<br />
trata de un documento que combina<br />
la realidad histórico-religiosa<br />
de Jesús con la vivencia sobre<br />
el tema que tuvo la primera comunidad<br />
cristiana. Es allí donde<br />
debemos buscar la unión kerygmática<br />
de Jesús de los evangelios<br />
con el Cristo de la primera comunidad.<br />
Dotolo, tras aclarar que<br />
los evangelios son la narración<br />
de la experiencia existencial de<br />
la primera comunidad más que<br />
un conjunto de datos históricos<br />
neutrales, los define como "una<br />
historia kerygmática" (p.38).<br />
El centro de la obra que analizamos<br />
radica, en nuestra opinión,<br />
en su preocupación y análisis del<br />
Reino de Dios, esbozado, según el<br />
autor, a partir de la predicación<br />
de la montaña y acentuado por<br />
las parábolas y los sencillos y<br />
sobrios milagros.<br />
NOTAS BIBLIOGRAFICAS 249<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
El tema de la muerte de Jesús<br />
-lleno de interrogantes según el<br />
autor- motiva un importante<br />
capítulo subtitulado "crónica de<br />
una muerte anunciada", donde<br />
Dotolo reitera -algo exageradamente-<br />
que los evangelios no<br />
son una fuente histórica, sino una<br />
narración vivencial. Más complejo<br />
es el tema de la resurrección,<br />
sobre el que no hace mucho el<br />
cardenal Martini -destacado<br />
biblista- ha publicado una actualización<br />
bibliográfica de interés<br />
[Ultime ricerche sulla resurrezione<br />
di Cristo, en: Rassegna<br />
di <strong>teologia</strong>, 1974, 1, 51. Cfr. O.<br />
Collins. Alcuni problemi attuali<br />
sulla risurrezione di Gesu, en: La<br />
Civilta Cattolica, 1989,3331-32].<br />
El problema histórico fundamental<br />
-como es bien sabido por los<br />
especialistas- sigue consistiendo<br />
en la imposibilidad de demostrar<br />
en un plano meramente histórico<br />
la veracidad de la resurrección,<br />
fundamento del cristianismo<br />
como bien remarca san<br />
Pablo. Esta cuestión tampoco es<br />
ajena a las reflexiones del autor<br />
que concluye recordando que "la<br />
resurrección es un evento único,<br />
irrepetible, que no tiene analogía<br />
alguna, porque es el gran signo<br />
del proyecto de Dios en la historia<br />
y sobre la historia" (p.99).<br />
La cristología y el mesianismo<br />
son los últimos temas que<br />
conforman este interesante aporte<br />
de Dotolo a la temática de los<br />
estudios históricos sobre Jesús y
250 NOTAS BIBLIOGRAFICAS<br />
que concluye afirmando que "la<br />
historia es un conjunto de hechos<br />
que no coexiste con la interpretación<br />
que las personas hacen<br />
del momento en que narran<br />
los hechos, que son siempre irreconstruibles.<br />
En tal sentido, los<br />
evangelios evidencian que la<br />
persona de Jesús no es legendaria,<br />
ni puede ser disuelta o enviada<br />
a la sola esfera de las hipótesis"<br />
(p.llO).<br />
Florencio Hubei'iáll<br />
JEANIMBERT.IlprocessodiGesu<br />
Brescia, Morcelliana, 1994,<br />
182 pp.<br />
La obra que nos ocupa es doblemente<br />
interesante, no sólo por<br />
la temática que analiza sino además<br />
por la especial y adecuada<br />
formación del autor para ello.<br />
Imbert es profesor en la <strong>Universidad</strong><br />
de Derecho, Economía<br />
y Ciencias Sociales de París y<br />
conocido en su ambiente por<br />
numerosos trabajos de investigaciónjurídica<br />
en áreas tan disímiles<br />
como el derecho civil, penal,<br />
canónico e inclusive historia<br />
de la economía. Ya en 1947<br />
realizó un primer acercamiento<br />
al tema de este libro, publicado<br />
como Un point de droit: estoce<br />
Pilate que a condamné N.S. Jésus-Christ?<br />
Aunque esta obra debiera ser<br />
incluida en la significativa co-<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
rriente de libros que se han publicado<br />
en la última década sobre<br />
cuestiones vinculadas a la<br />
historicidad de Jesús -algunos<br />
de los que hemos reseñado últimamente-y,<br />
en cierta medida,<br />
formaría parte de los reivindicadores<br />
de la falta de culpa del<br />
pueblo judío en eljuicio y condena<br />
del Redentor, cabe destacar<br />
como dato fundamental que el<br />
autor realiza su investigación<br />
exclusivamente desde el punto<br />
de vista jurídico. Y ello es, en<br />
nuestra opinión, su mayor aporte<br />
y justifica su mención y lectura.<br />
El mismo Imbert señala en la<br />
introducción que su investigación<br />
es un análisis de los aspectos<br />
técnicos del proceso propiamente<br />
dicho, haciendo omisión<br />
de las cuestiones teológicas.<br />
En el primer capítulo efectúa<br />
un cuidadoso y meritorio análisis<br />
crítico de las fuentes que disponemos:<br />
el cada vez más reconocido<br />
Flavio Josefo, Tácito, las<br />
fuentes jurídicas romanas --especialmente<br />
el Digesto- y hebreas<br />
-la Mishnah-, los evangelios<br />
-incluyendo los apócrifos,<br />
últimamente muy estudiados<br />
y sobredimensionados-.<br />
Con referencia a los evangelistas<br />
retoma las apreciaciones de<br />
Bickerman, cuando en 1964,<br />
aclarara que éstos no pretendían<br />
explicar como juristas los<br />
procedimientos del juicio. También<br />
rescata la importancia -
252 NOTAS BIBLIOGRAFICAS<br />
mismo Pilatos, en virtud de su<br />
poder normalmente atribuido al<br />
emperador, quien condenó a Jesús<br />
Cristo al suplicio de la cruz:<br />
la presión de la masa venció sus<br />
escrúpulos y sus vacilaciones y<br />
éste no es el solo ejemplo. Pero en<br />
la base del gesto que mandó a<br />
Jesús al patíbulo, está su responsabilidad<br />
personal y no la de la<br />
masa o de los sumos sacerdotes."<br />
(p.117).<br />
Pilatos no le condenó basándose<br />
en la opinión "legal" del Sanedrín<br />
de blasfemia, sino por el<br />
crimen de lesa majestad, (crimen<br />
laesae maiestatisJ al afirmar ser<br />
rey y para confirmarlo hizo colocar<br />
sobre la cruz -elpatibulumel<br />
cartel "rey de los judíos". Esta<br />
causa, según el derecho penal<br />
romano, era motivo de pena de<br />
m uerte y, por otra parte, la crucifixión<br />
era la forma de ejecución<br />
de quienes no eran ciudadanos<br />
romanos, hasta que fue abolida<br />
por el emperador Constantino.<br />
Asimismo sobre la causa de la<br />
muerte de Jesús se ha recurrido<br />
a las más diversas hipótesis. El<br />
autor se inclina por las conclusiones<br />
de las investigaciones del<br />
doctor Le Bec, confirmadas por<br />
los experimentos del doctor Hynek<br />
en Praga, según las cuales<br />
murió por asfixia.<br />
Imbert, a manera de conclusión<br />
como también de objetivo<br />
subyacente de su investigación,<br />
analiza la aparición de nuevas<br />
formas de antisemitismo. El au-<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
tor recuerda que a través de la<br />
historia en muchas oportunidades<br />
se planteó la pregunta sobre<br />
quién fue responsable de lamuerte<br />
de Cristo y se subrayó el papel<br />
que le cupo al "pueblo deicida".<br />
Más allá de las responsabilidades<br />
históricas y la actitud cuidadosa<br />
de la Iglesia sobre el particular,<br />
el autor señala que el lugar<br />
donde Jesús fue sepultado es una<br />
prueba clara de que no se trató de<br />
una sentencia judía.<br />
Finalmente destaca una vez<br />
más que no puede considerarse<br />
responsable al "pueblo judío", sin<br />
que ello implique negar la responsabilidad<br />
que pudiera haberle<br />
cabido al Sanedrín en el juicio<br />
y la condena. Lo expresa en estos<br />
términos: "un pueblo entero no<br />
puede ser acusado de hechos y<br />
gestos obra de sus propios gobernantes,<br />
sobre todo en un régimen<br />
aristocrático como aquel de la<br />
Judea de la época de Jesús; en<br />
todo caso el Sanedrín, y en ningún<br />
caso el pueblo judío, puede<br />
ser puesto bajo acusación" (p.160)<br />
y, aun en este caso, el autor le<br />
absuelve, desde una óptica histórica<br />
judía, al señalar que "era<br />
deber del Sanedrín hacer morir a<br />
Jesús, para salvaguardar la integridad<br />
religiosa de su nación, para<br />
no comprometer la política de<br />
colaboración instaurada con el<br />
ocupante romano" (p.163).<br />
En síntesis un aporte serio<br />
que, más allá de su intencionalidad<br />
subyacente, merece ser leído
y resultará de utilidad para un<br />
conocimiento más exacto de la<br />
historia de la Pasión del Señor.<br />
NOTAS BIBLIOGRAFICAS 253<br />
Florencio Hubeñák<br />
HOW ARD CLARK KLEE, Che cosa<br />
possiamo sapere di Gesu? Torino,<br />
Claudiana, 1993, 154 pp.<br />
La editorial turinesa Claudiana,<br />
dedicada a la publicación de<br />
obras religiosas, en plena época<br />
de renacimiento del interés por<br />
el "Jesús histórico", ha traducido<br />
el reciente trabajo del profesor<br />
emérito de la <strong>Universidad</strong> de<br />
Boston y fellow en Pennsylvania<br />
-editado por la <strong>Universidad</strong> de<br />
Cambridge- que pretende, en<br />
pocas hojas, ofrecer al lector interesado<br />
una síntesis sobre lo<br />
que los historiadores denominamos<br />
"el estado actual de la cuestión".<br />
El autor, con gran seriedad<br />
científica, analiza los documentos<br />
extra-bíblicos y las fuentes<br />
cristianas -incluyendo los últimamente<br />
re-popularizados manuscritos<br />
de Qumrán- para<br />
aportarnos un panorama serio<br />
sobre "la imagen de Jesús que<br />
emerge de las fuentes".<br />
Klee destaca la necesidad de<br />
apartarnos de los prejuicios -<br />
generalmente acientíficos e interesados-con<br />
que se trata la cuestión,<br />
a la vez qu'e señala la importancia,<br />
hoy aceptada, de analizar<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
la temática en el contexto de la<br />
historia social, política y religiosa<br />
de la época, y más específicamente<br />
del judaísmo.<br />
Un avance importante en estos<br />
estudios -como bien señala-consiste<br />
en que hoy prácticamente<br />
ningún investigador niega<br />
la existencia histórica de J esús,<br />
inclinándose la crítica por<br />
cuestiones de detalle sobre su<br />
vida real.<br />
En primer lugar, la obra analiza<br />
los datos que surgen de las<br />
fuentes externas al Nuevo Testamento,<br />
especialmente el historiador<br />
judío "romanizado" Flavio<br />
Josefo, aunque tampoco le son<br />
ajenos los conocidos textos de<br />
Plinio el joven, Suetonio y Tácito<br />
como el menos mencionado de<br />
Oion Cassio. Menos conocidas<br />
para nosotros son las referencias<br />
a las fuentes rabínicasjudías que,<br />
pese a remarcar la hostilidad contra<br />
Jesús, aportan interesante<br />
información. Merece un aparte<br />
la especial referencia crítica que<br />
hace Klee a los excesivamente<br />
divulgados escritos de Hugh<br />
Schonfeld (El complot de Pascua,<br />
El Partido de Jesús y Jesús, Mesías<br />
o Dios) publicados en una<br />
muy difundida colección sobre<br />
"Enigmas del cristianismo" (edic.<br />
Martínez Roca) que apunta, con<br />
mucha erudición, a rescatar a un<br />
Jesús líder espiritual y religioso<br />
estrictamente judío. Sobre el particular<br />
recuerda el autor que en<br />
el ambiente norteamericano es-
254 NOTAS BIBLIOGRAFICAS<br />
tos escritos fueron en su momento<br />
una hipótesis sensacional, pero<br />
que la gran cantidad de pruebas<br />
en sentido contrario, las han desterrado<br />
"al limbo que merecían"<br />
(p.23); observación que vale ser<br />
transcripta en la medida que hoy<br />
se difunden, como novedades, en<br />
nuestro medio.<br />
Luego Klee estudia los datos<br />
provenientes de los manuscritos<br />
de Qumrán que señalan cada vez<br />
mejor que "las soluciones propuestas<br />
por Jesús son significativamente<br />
diversas de las ofrecidas<br />
por las comunidades del mar<br />
Muerto" (p.25).<br />
Concluye afirmando que "las<br />
fuentes externas demuestran que<br />
el problema que constituía la preocupación<br />
central de Jesús en la<br />
tradición evangélica era exactamente<br />
idéntico a aquel que se<br />
debatía en el interior del judaísmo"<br />
(p.28).<br />
El siguiente capítulo, también<br />
de gran interés, está dedicado a<br />
la información proveniente de los<br />
antiguos escritos cristianos, con<br />
exclusión de los evangelios. El<br />
grueso de la información proviene<br />
de los evangelios judeo-cristianos<br />
(especialmente referidos<br />
a la infancia) o de los gnósticoshallados<br />
en 1945 en Nag Hammadi-<br />
y de otras actas consideradas<br />
apócrifas, cuyo estudio se<br />
ha puesto de moda en las últimas<br />
décadas y ha dado lugar a una<br />
serie de obras, incluyendo la recopilación<br />
de las mismas fuentes<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
por Alvarez Macho publicadas<br />
en varios volúmenes por la B.A.e.<br />
Los datos reunidos, como en todos<br />
los casos, apuntan no sólo a<br />
la vida de Jesús sino también a<br />
sus enseñanzas.<br />
Una vez estudiadas las fuentes<br />
extra-bíblicas, recién ingresa<br />
el autor al análisis de las fuentes<br />
evangélicas. En este caso, sobre<br />
la base de la referencia de Papías,<br />
en el siglo n, Klee remarca<br />
la importancia de la tradición<br />
oral, recordando la existencia de<br />
"evangelios orales" paralelos o<br />
probablemente anteriores a los<br />
escritos "recopilados" por Marcos.<br />
Así el llamado proto-evangelio<br />
Q, cuya concordancia con<br />
Mateo y Lucas -e independencia<br />
de Marcos- señala con varios<br />
ejemplos a la vez que sugiere<br />
la posibilidad de reconstrucción<br />
del mismo.<br />
En los evangelios se preocupa<br />
especialmente por algunos datos<br />
como el "origen humano" de Jesús,<br />
su verdadera familia, su relación<br />
con Dios, los deberes y<br />
derechos de los discípulos, la hostilidad<br />
creciente de los judíos, la<br />
prédica entre los gentiles por el<br />
propio Maestro, el concepto de<br />
"pueblo elegido" y el encuentro<br />
con las autoridadesjerosolimitanas,<br />
especialmente en la desvirtu<br />
ación del papel del Templo yen<br />
el anuncio de su destrucción.<br />
Al terminar esta excelente<br />
puesta al día, Klee concluye que<br />
son muchos los datos para el co-
256 NOTAS BIBLIOGRAFICAS<br />
antiguas formulaciones del mesianismo<br />
y la cristología. El capítulo<br />
final sobre la Katholiké<br />
Ekklesía describe los rasgos de la<br />
Iglesia naciente, con sus tradiciones<br />
y sus ministerios. Al final<br />
de cada capítulo se encuentra un<br />
resumen que ayuda a sintetizar<br />
los datos expuestos.<br />
En varios temas, pero principalmente<br />
en lo relativo a la apocalíptica,<br />
el Autor ha retomado<br />
otras publicaciones suyas de años<br />
anteriores para reelaborarlas,<br />
actualizarlas y hacer una síntesis,<br />
en la que se pone de manifiesto<br />
un interesante progreso en su<br />
pensamiento.<br />
Las variadas referencias bibliográficas<br />
que se encuentran al<br />
pie de página se completan con<br />
cuarenta y dos páginas de bibliografía<br />
al final del libro. Junto al<br />
volumen sorprendente de información<br />
se puede advertir la actualidad<br />
de los artículos y obras<br />
citadas, que llegan hasta 1994.<br />
Una obra como la presente,<br />
que muestra el desarrollo histórico<br />
de las fórmulas de fe y de las<br />
instituciones del Nuevo Testamento,<br />
haciendo especial hincapié en<br />
su relación con el judaísmo, es un<br />
interesante instrumento para el<br />
conocimiento de la cristología y de<br />
la eclesiología en sus orígenes.<br />
Al exponer el tema propuesto<br />
de las raíces del cristianismo,<br />
Ramón Trevij ano presta a la Iglesia<br />
un doble servicio, porque al<br />
mismo tiempo que pone un ins-<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
trumento académico de gran valor<br />
en mano de los estudiantes (y<br />
también de los profesores) de teología,<br />
entrega también una investigación<br />
sobre nuestros orígenes<br />
cuyos resultados poseen hoy<br />
un imponderable valor ecuménico<br />
en la tarea de reconciliación<br />
entre judíos y cristianos.<br />
A pesar de tratarse de un libro<br />
que acumula cantidad enorme<br />
de datos y trata los temas en<br />
profundidad, que en muchos casos<br />
discute distintas opiniones<br />
de los eruditos sobre un mismo<br />
problema y cita la abundante bibliografia<br />
ya mencionada, su lectura<br />
resulta placentera y atrapante.<br />
La obra que circunscribe su<br />
investigación a las raíces judías<br />
del cristianismo, ha dejado expresamente<br />
sin tratar otros temas<br />
de los orígenes cristianos.<br />
Advertimos que algunos temas<br />
sólo son aludidos o simplemente<br />
están ausentes, como la historicidad<br />
y la historia de Jesús, los<br />
debates sobre el así llamado "Jesús-histórico",<br />
la historia de la<br />
comunidad primitiva y sus diferentes<br />
grupos, el culto y la organización<br />
de la Iglesia de los comienzos...<br />
Todo esto nos hace<br />
suponer (y desear) un segundo<br />
tomo: Orígenes del Cristianismo:<br />
Jesús y los primeros cristianos.<br />
Luis Heriberto Rivas
FERNANDO SALOM CLIMENT.<br />
Una lectura teológica del Conci<br />
Lio Vaticano II en La frontera deL<br />
protestantismoyel mundo de hoy.<br />
Catolicidad y justificación. Facultad<br />
de Teología San Vicente<br />
Ferrer, series valentina XXVIII,<br />
Valencia 1992, 195 pp.<br />
Se trata del resumen de una<br />
tesis doctoral presentada hace<br />
quince años en la Facultad de<br />
Teología de Valencia. Pero en<br />
realidad la lectura atenta del texto<br />
hace pensar más bien en un<br />
conjunto de meditaciones sobre<br />
el Concilio Vaticano II, con consideraciones<br />
muy variadas y de<br />
diferente valor histórico-teológico.<br />
La preocupación de fondo que<br />
unifica todo el trabajo es una<br />
pregunta "que se refiere a la totalidad<br />
del concilio ... y está en las<br />
fronteras de toda aproximación<br />
al concilio: ¿Tienen las decisiones<br />
del concilio un punto determinado<br />
central y de gravedad?"<br />
(p.13). Pero justamente en este<br />
punto se deja ver una cierta precipitación<br />
para concluir, atribuyendo<br />
al conjunto de los documentos<br />
conciliares una unidad<br />
armoniosa que difícilmente pueda<br />
sostenerse. El autor afirma ya<br />
en las primeras páginas con cierta<br />
imprecisión y yuxtaposición<br />
de temas que "una lectura primera<br />
pero atenta de las motivaciones<br />
del concilio descubre de inmediato<br />
la fuerza que tienen dos tesis clá-<br />
NOTAS BIBLIOGRAFICAS 257<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
sicas de la fe: Dios quiere que<br />
todos los hombres se salven, y la<br />
necesidad de la Iglesia para la<br />
salvación. Salvación de Dios e Iglesia<br />
de Cristo, catolicidad y justificación<br />
... objeto formal y propio de<br />
esta lectura" (pp.17-18).<br />
En el desarrollo de la tesis<br />
hallamos reflexiones espirituales<br />
y pastorales alternadas con el<br />
análisis teológico e histórico algo<br />
más preciso. Pero parecen algo<br />
artificiales ciertas relaciones que<br />
se empeña en establecer el autor<br />
entre los distintos documentos,<br />
como la siguiente:<br />
"La participación y la comunión<br />
de los hombres con Dios, presente<br />
y operante en la liturgia (Sacrosantum<br />
Concilium) es comunicación<br />
y relación de los hombres<br />
entre sí a través de los medios<br />
de comunicación social (Inter<br />
Mirifica)" (p.33).<br />
N os preguntamos si no cabría<br />
una distinción más precisa entre<br />
las conjeturas que pueden hacerse<br />
desde fuera y las reales intenciones<br />
de los padres conciliares;<br />
y, por otra parte, si establecer<br />
esas intenciones no requeriría<br />
un estudio mucho más minucioso<br />
de las fuentes textuales y los<br />
testimonios históricos.<br />
Además, hallamos en la conclusión<br />
planteos que cabrían más<br />
bien al comienzo, para hacer las<br />
convenientes distinciones y clarificaciones<br />
en el desarrollo. Por<br />
ejemplo:<br />
"El concilio ... ha merecido la crÍ-
258 NOTAS BIBLIOGRAFICAS<br />
tica por éste su planteamiento<br />
lleno de optimismo y esperanza:<br />
un nuevo esquema molinista de<br />
la gracia o un aparente semipelagianismo<br />
recuperado" (p. 157).<br />
De todos modos, cabe resaltar<br />
la convicción que guía todo el<br />
trabajo y significa un aporte metodológico<br />
a la hora de estudiar el<br />
concilio en su conjunto:<br />
"La fuerza originante del concilio<br />
y sus expectativas al clausurarse,<br />
se expresan no en los temas<br />
tratados, sino en su por qué fueron<br />
tratados y para qué. Yen esto<br />
tienen su lugar primero las finalidades<br />
del concilio claramente<br />
señaladas en se 1, LG la y DV 1"<br />
(p.29).<br />
Víctor M. Fernández<br />
SANTO TOMAS DE AQUINO. El<br />
Mundo de los Espíritus. Cuestión<br />
disputada sobre las creaturas<br />
espirituales. Traducción<br />
de Ana Mallea. Estudio preliminar<br />
y notas de Celina A.<br />
Lértora Mendoza. Prólogo de<br />
Juan E. Bolzán. Ediciones del<br />
Rey, BuenosPUres, 1995,200<br />
[1] pp.<br />
Lo espiritual despierta en<br />
nuestra época no pocos problemas,<br />
puesto que parece ser uno<br />
de esos temas del cual todos tenemos<br />
algo que decir. Agustín decía<br />
del tiempo que si no le preguntaban<br />
por él, lo conocía; mas si le<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
preguntaban, ya no lo sabía ...<br />
algo parecido sucede hoy con lo<br />
espiritual: todos podemos sin más<br />
dar nuestro veredicto, pero sin<br />
poder fundamentarlo. Algunos<br />
por ejemplo hacen del espíritu<br />
algo tan evidente que lo identifica:q<br />
con lo que está a la mano.<br />
Hoy particularmente se hace de<br />
lo espiritual una especie de materia<br />
sencilla, manejable como el<br />
barro primordial, el cual no parece<br />
mostrar ninguna "diferencia<br />
específica". Otros en cambio, le<br />
niegan toda posibilidad de existencia,<br />
y mucho menos de demostración.<br />
Otros hacen de lo espiritual,<br />
la puerta del abismo, de lo<br />
desconocido, de la desesperación.<br />
Por último el descubrimiento de<br />
lo angelical, tan dulce, tan sin<br />
dolor, nos presenta tal vez la caricatura<br />
más humana, de aquello<br />
que para Aristóteles "venía de<br />
afuera". Entre lo enajenante y lo<br />
puramente inmanente, lo espiritual<br />
requiere, hoy como siempre,<br />
una atenta mirada, un paciente<br />
rumiar: necesita además de un<br />
pedagogo. La traducción que tenemos<br />
entre manos nos permite<br />
acercarnos a una obra, casi desconocida,<br />
del Aquinate, y, dado el<br />
género, nos brinda la posibilidad<br />
de entender, no sólo el pensamiento<br />
de Tomás, sino de aquéllos<br />
que junto a él pensaban. Pero<br />
esta edición no posee solamente<br />
el valor en sí de la traducción,<br />
está acompañada de un prólogo<br />
que sitúa esta obra dentro de las
otras del Angélico, y también esboza<br />
el carácter propio de la "disputatio".<br />
Le sigue el estudio preliminar<br />
donde se nos presenta la<br />
evolución histórica del tema de lo<br />
espiritual, con especial referencia<br />
a la naturaleza angélica, que<br />
da las pistas para una "angelología<br />
filosófica". Se le agrega el<br />
lugar que el tema de los ángeles<br />
NOTAS BIBLIOGRAFICAS 259<br />
TEOLOGIA 66 (1995)<br />
tuvo en la obra de Santo Tomás,<br />
para finalmente referir las autoridades<br />
citadas en la obra. Cada<br />
una de estas partes, más la traducción<br />
tiene valiosas notas, que<br />
demuestran la seriedad de la tarea<br />
que felizmente se ha llevado<br />
a cabo.<br />
Pablo R. Etchebehere