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José Selgas y Carrasco - Biblioteca Virtual Universal

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En la cara redonda y apacible del señor Cura se vio claramente que le era agradable lo<br />

que acababa de oír, y restregándose las manos y encogiéndose de hombros, se acercó a la<br />

chimenea, mientras Cañizares abría la puerta y sacaba la cabeza, haciendo resonar su voz<br />

por el largo corredor de la casa con estas palabras;<br />

-¡Prisca!... ¡Gila!... ¡Marta!...<br />

Después fue a sentarse frente a frente del señor cura al amor de la lumbre.<br />

Marta acudió la primera, y entró diciendo:<br />

-Buenas tardes, señor Cura.<br />

-¡Hola, buena Marta! ¿Cómo andan esas fuerzas?<br />

-Padre Capellán, muy firmes; estoy hecha un roble; aquellos alifafes volavérunt, y no<br />

puede conmigo un terremoto.<br />

-¡Bravo!<br />

-Es preciso vivir, Padre Cura; porque cuando una tiene algo que hacer en el mundo, hay<br />

que decirle a la muerte que se espere...<br />

-Eso está muy bien (dijo Cañizares), y por mi parte, te doy desde ahora licencia para que<br />

vivas hasta el día del juicio. Entre tanto, lo que importa es que le digas al ama que hay aquí<br />

dos amigos dispuestos a matar el tiempo tomando chocolate. ¡Eh! espera: chocolate con<br />

tortas de manteca... ¡Oye! Si viene alguna rodaja del salchichón que aquí usamos, no le<br />

haremos ascos. ¡Escucha! Agua de la fuente, y ¡mira!, para el agua bizcochos blancos de<br />

los que mandan las monjas. ¡Aguarda! Al Padre Capellán le gusta el chocolate espeso.<br />

Marta salió con paso ligero y ágil. Se le habían quitado diez años de encima lo menos<br />

desde la última vez que la vimos. El señor Cura se arrellanó en el sillón en que estaba<br />

sentado, y cruzando las manos, dijo:<br />

-Soy nuevo, como V. sabe, en este curato; mas, por lo que voy viendo, el pueblo debe<br />

ser rico.<br />

-Debía serlo (añadió Cañizares); pero las sequías nos matan. Bien pudiéramos disfrutar<br />

el beneficio de aguas seguras y constantes si las obras no fuesen tan costosas: aquí no hay<br />

capitales para emprenderlas; y ¿quién se acuerda de este rincón del mundo?<br />

-Dígame V., Sr. D. Martín (preguntó el Cura): ¿V. no ha sido nunca alcalde?<br />

-Ni Dios lo permita (le contestó). No se puede ser hombre de bien y alcalde al mismo<br />

tiempo.

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