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DOS BOTELLAS NEGRAS H. P. LOVECRAFT - GutenScape.com

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Dos botellas H. P. Lovecraft<br />

<strong>DOS</strong> <strong>BOTELLAS</strong> <strong>NEGRAS</strong> 1<br />

Entre los pocos habitantes que quedan aún en Daalbergen, ese villorrio decadente de<br />

las montañas Ramapo, los hay que creen que mi tío, el anciano reverendo Vanderhoof, no<br />

está realmente muerto. Algunos de ellos sustentan la idea que se encuentra suspendido en<br />

algún lugar entre el cielo y el infierno, por culpa de la maldición del viejo sacristán. De no<br />

haber sido por ese viejo hechicero, quizá estuviera aún lanzando sus sermones en la pequeña<br />

y húmeda iglesia de más allá del páramo.<br />

Y, tras lo que me ocurrió a mí en Daalbergen, casi estoy tentado de creer lo mismo que<br />

los aldeanos. No estoy seguro de que mi tío esté muerto, pero de lo que tengo la <strong>com</strong>pleta<br />

certeza es de que no se encuentra, al menos vivo, en este mundo. No hay duda alguna de que<br />

el viejo sacristán lo enterró, pero ahora no se encuentra en su tumba. Puedo casi sentir su<br />

presencia detrás de mí, mientras escribo, empujándome a contar la verdad acerca de esos<br />

extraños sucesos que tuvieron lugar en Daalbergen hace tantos años.<br />

Llegué a Daalbergen el 4 de octubre, en respuesta a una llamada. La carta procedía de<br />

un antiguo miembro de la congregación de mi tío, y me informaba de que el anciano había<br />

fallecido, así <strong>com</strong>o que existían unos pocos bienes de los que yo, <strong>com</strong>o único pariente vivo,<br />

era el heredero. Llegué a aquella población pequeña y aislada después de una fatigosa<br />

sucesión de cambios de ferrocarriles, para dirigirme al colmado de Mark Haines, que había<br />

sido quien me había escrito aquella carta; y este, después de llevarme a una habitación<br />

zaguera y mal ventilada, me contó una historia de lo más curiosa, tocante a la muerte del<br />

reverendo Vanderhoof.<br />

-Tengo que tener cuidado, Hoffman -me dijo Haines-, cada vez que me encuentro con<br />

ese viejo sacristán, Abel Foster. Tiene un pactó con el diablo, tan seguro <strong>com</strong>o que hay Dios.<br />

Hará unas dos semanas, Sam Pryor, cuando pasó por el viejo cementerio, le escuchó hablar<br />

por lo bajo con los muertos. Seguro que era él, y Sam podría jurar que una voz de algún tipo<br />

le respondía: una especie de media voz, profunda y apagada, <strong>com</strong>o si viniera de debajo de la<br />

tierra. Había otras voces, según dice, y pudo verlo parado junto a la tumba del viejo<br />

reverendo Slott... junto al muro de la iglesia... y agitaba las manos y hablaba con el musgo de<br />

la lápida <strong>com</strong>o si pensase que era el viejo reverendo en persona.<br />

El viejo Foster, según me dijo Haines, había llegado a Daalbergen hacía unos diez<br />

años, y Vanderhoof lo había contratado de inmediato para que cuidase de la húmeda iglesia<br />

de piedra en la que la mayor parte de los aldeanos rendían culto. Nadie, excepto Vanderhoof,<br />

parecía tenerle simpatía, ya que su sola presencia provocaba el desasosiego. A veces se<br />

quedaba junto a la puerta cuando la gente acudía a la iglesia, y los hombres devolvían con<br />

frialdad sus serviles zalamerías, en tanto que las mujeres se apresuraban, recogiéndose las<br />

faldas para evitar que lo rozasen. Entre semana, se le podía ver cortando la hierba del<br />

cementerio y atendiendo las flores de las tumbas, y de vez en cuando canturreando y<br />

murmurando para sus adentros. Y pocos fueron los que no se dieron cuenta de la especial<br />

atención que prestaba a la tumba del reverendo Guilliam Slott, el primer pastor de la iglesia<br />

en 1701.<br />

Poco después de la llegada de Foster a la aldea <strong>com</strong>enzó a gestarse el desastre. Primero<br />

fue el cierre de la mina de la montaña, en la que trabajaba la mayor parte de los hombres. La<br />

veta de hierro se agotó y casi todo el mundo se marchó a poblaciones más prósperas,<br />

mientras que aquellos que tenían tierras en la vecindad se convirtieron en granjeros y se las<br />

ingeniaron para arrancar un magro sustento a esas laderas rocosas. Luego llegaron los<br />

problemas en la iglesia. Se murmuraba que el reverendo Johannes Vanderhoof había hecho<br />

1 Título original: Two Black Bottles (junio-octubre de 1926). Colaboración con Wilfred<br />

Blanch Talman. Publicado por primera vez en la revista Weird Tales (agosto de 1927) solo<br />

con el nombre de Talman.<br />

LIBRODOT.COM Junio de 2006<br />

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