DOS BOTELLAS NEGRAS H. P. LOVECRAFT - GutenScape.com
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Dos botellas H. P. Lovecraft<br />
y las telarañas lo cubrían todo. En el centro, detrás de una mesa sobre la que había una vela<br />
encendida, una botella de güisqui casi vacía y un vaso, se encontraba una figura inmóvil de<br />
rostro flaco, demacrado y consumido, con ojos salvajes que miraban al vacío. Reconocí a<br />
Abel Foster, el viejo sacristán, al instante. No se movió ni habló mientras yo me acercaba<br />
lenta y temerosamente.<br />
-¿Señor Foster? -pregunté, temblando de miedo incontrolable cuando escuché los ecos<br />
de mi voz resonando en aquel cuarto. No recibí respuesta, y la figura detrás de la mesa no se<br />
movió. Me pregunté si no estaría bebido hasta la insensibilidad, y fui hasta la mesa para<br />
sacudirlo.<br />
Pero al simple toque de mi brazo en su hombro, el extraño anciano dio un bote en su<br />
silla, <strong>com</strong>o si hubiera recibido un susto de muerte. Sus ojos, que hasta entonces habían estado<br />
mirando al vacío, se clavaron en mí. Agitando los brazos <strong>com</strong>o mayales, retrocedió.<br />
-¡No! -gritaba-. ¡No me toques! ¡Atrás! ¡Atrás!<br />
Vi que estaba borracho, así <strong>com</strong>o atenazado por algún tipo de terror indescriptible.<br />
Usando un tono calmado, le dije quién era y a lo que había ido. Pareció entender difusamente<br />
y se desplomó en su silla, para quedarse sentado flácido e inmóvil.<br />
-Creí que era él -murmuró-. Pensé que era él que había vuelto. Está tratando de<br />
hacerlo... tratando de salir desde que lo metí ahí dentro -su voz se alzó de nuevo hasta convertirse<br />
en un grito, y se agazapó en la silla-. ¡Quizá ya haya logrado salir! ¡Quizá está fuera!<br />
Miré a mi alrededor, casi esperando que alguna forma espectral subiese por las<br />
escaleras.<br />
-¿Quién puede estar fuera? -pregunté.<br />
-¡Vanderhoof! -aulló-. ¡La cruz de su tumba se cae por las noches! Cada mañana la<br />
tierra aparece removida y resulta más difícil mantenerla dentro. Va a escaparse y no puedo<br />
hacer nada para evitarlo.<br />
Obligándolo a volver a la silla, me senté en una caja cercana. Temblaba presa de un<br />
terror mortal, y la saliva le goteaba por las <strong>com</strong>isuras de la boca. De vez en cuando, yo<br />
mismo sentía esa sensación de horror que Haines me había descrito al hablar del viejo<br />
sacristán. La verdad es que había algo inquietante en aquel tipo. La cabeza se le había ahora<br />
vencido sobre el pecho, y parecía más calmado, mientras musitaba para sí mismo.<br />
Me levanté despacio y abrí una ventana para que los vapores del güisqui y el hedor<br />
mohoso de la muerte se despejaran. La luz de una difusa luna, que acababa de salir, hacía los<br />
objetos de fuera levemente visibles. Podía ver la tumba del reverendo Vanderhoof desde mi<br />
lugar en el campanario, y parpadeé al mirar. ¡Esa cruz estaba ladeada! Recordaba que estaba<br />
en posición vertical hacía una hora. El miedo me asaltó de nuevo. Me giré con rapidez. Foster<br />
estaba sentado en su silla, observándome. Su mirada era más cuerda que hacía un rato.<br />
-Así que usted es el sobrino de Vanderhoof -murmuró con voz nasal-. Bueno, entonces<br />
tiene derecho a saberlo todo. Volverá dentro de no mucho a buscarme... no tardará más que lo<br />
que le cueste salir de la tumba. Así que se lo voy a contar todo.<br />
Parecía haberse librado del terror. Era <strong>com</strong>o si se hubiese resignado a sufrir alguna<br />
especie de destino horrible que podía alcanzarlo en cualquier momento. Su cabeza se venció<br />
sobre el pecho de nuevo y <strong>com</strong>enzó a musitar con voz monótona y nasal.<br />
-¿Ve todos esos papeles y libros? Bueno, pertenecieron en un tiempo al reverendo<br />
Slott..., el reverendo Slott, que lo fue de esta parroquia en otro tiempo. Y hacía magia con todas<br />
estas cosas... magia negra, que el viejo reverendo aprendió antes de venir a este país.<br />
Solían quemar y asar en aceite hirviendo a la gente <strong>com</strong>o él, según dicen. Pero el viejo Slott<br />
sabía, y no se lo contaba a nadie. No, señor, Slott predicaba aquí hace generaciones, y luego<br />
venía aquí arriba a estudiar en esos libros, y a utilizar esos seres muertos de las jarras y lanzar<br />
maldiciones, y cosas así, pero se las arregló para que nadie se enterase. No, nadie sabía de sus<br />
actividades, aparte del reverendo Slott y yo mismo.<br />
-¿Usted? -barboté, inclinándome sobre la mesa, en dirección a él.<br />
-Sí, yo lo supe más tarde -su rostro mostró líneas de malicia al responderme-. Encontré<br />
todo esto aquí, cuando vine a ocupar plaza de sacristán de la iglesia, y me acostumbré a leer<br />
cuando no estaba ocupado. No tardé en saberlo todo, que todo aquello era algo más que<br />
LIBRODOT.COM Junio de 2006<br />
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