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Me gustan los poemas y me gusta la vida - Alape

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<strong>Me</strong> <strong><strong>gusta</strong>n</strong> <strong>los</strong> <strong>poemas</strong> y <strong>me</strong> <strong>gusta</strong> <strong>la</strong> <strong>vida</strong><br />

Ernesto Cardenal<br />

Durante un viaje que hice a Italia en el año 2004 recibí <strong>la</strong> visita del Dr. Giuseppe Masera, famoso médico y<br />

director de un hospital de niños cerca de Milán, quien <strong>me</strong> llegaba a ver para proponer<strong>me</strong> que creara un<br />

taller de poesía de niños con leucemia en Nicaragua.<br />

Los niños con esta enfer<strong>me</strong>dad, <strong>me</strong> dijo el Dr. Masera, eran muy creativos y desarrol<strong>la</strong>ban una gran<br />

capacidad de expresión, y a él le parecía que se podría experi<strong>me</strong>ntar el enseñarles a hacer poesía, lo que<br />

además del interés literario sería de mucho valor terapéutico. Y aun podría servir como un p<strong>la</strong>n‐piloto para<br />

extender estos talleres a otros lugares. Yo acepté su propuesta.<br />

El Dr. Masera desde hacía muchos años visitaba con frecuencia Nicaragua brindando asesoría técnica y<br />

ayuda financiera al hospital infantil La Mascota en Managua. Supongo que él se habría enterado del vasto<br />

programa de talleres de poesía que desarrol<strong>la</strong>mos cuando fui Ministro de Cultura de <strong>la</strong> revolución de<br />

Nicaragua, y que ésta sería <strong>la</strong> razón de que <strong>me</strong> hiciera esta propuesta.<br />

Poco después de mi regreso a Nicaragua tuvimos <strong>la</strong> pri<strong>me</strong>ra sesión del taller de poesía de niños con cáncer<br />

en el hospital La Mascota, con <strong>la</strong> presencia del propio Dr. Masera que por esos días visitaba Nicaragua. Ya<br />

desde <strong>la</strong> pri<strong>me</strong>ra sesión hubo algunos <strong>poemas</strong> interesantes de esos niños.<br />

El Dr. Masera <strong>me</strong> confesó después que él había pensado que el pri<strong>me</strong>r día no escribiría nada ningún niño.<br />

Un año después teníamos una colección extraordinaria<strong>me</strong>nte buena de <strong>poemas</strong>, que fueron publicados en<br />

un librito titu<strong>la</strong>do Sin arco iris fuera triste, con bel<strong>los</strong> dibujos de <strong>la</strong> ilustradora alemana Christa Unzner<br />

Koebel. Ahora, tres años después, tenemos una colección mucho más grande de <strong>poemas</strong> también muy<br />

buenos y son <strong>los</strong> que hemos reunido en el presente libro titu<strong>la</strong>do <strong>Me</strong> <strong><strong>gusta</strong>n</strong> <strong>los</strong> <strong>poemas</strong>, y <strong>me</strong> <strong>gusta</strong> <strong>la</strong> <strong>vida</strong>,<br />

título tomado del poema de una niña.<br />

Para este taller <strong>me</strong> fueron de mucha utilidad tres libros del poeta nortea<strong>me</strong>ricano Kenneth Koch. Uno de<br />

el<strong>los</strong>, I Never Told Anybody, es sobre un taller de poesía que él tuvo en un asilo de ancianos en Nueva York,<br />

donde enseñó a escribir buena poesía a personas de avanzada edad y con diversas dolencias y achaques:<br />

algunos en sil<strong>la</strong>s de ruedas, otros quejándose de artritis o reumatismos; otros eran sordos o estaban de mal<br />

humor o se le quedaban dormidos.<br />

Dos libros más de Kenneth Koch: Rose, Where Did You Get That Red? y Whishes, Líes and Dreams, son<br />

sobre talleres de poesía igual<strong>me</strong>nte con excelentes resultados que él tuvo con niños. Koch presenta<br />

diferentes métodos que él ha usado para que <strong>los</strong> ancianos o <strong>los</strong> niños escribieran buena poesía. Uno de<br />

el<strong>los</strong> era por ejemplo el mostrarles un poema dirigido a un animal, como el de William B<strong>la</strong>ke a un tigre, y<br />

pedir que cada uno escriba cualquier otra cosa a otro animal. Otro recurso era poner un tema<br />

determinado, como por ejemplo el mar. Otro era decir a <strong>los</strong> alumnos que empezaran un poema con <strong>la</strong>s<br />

pa<strong>la</strong>bras: Yo quisiera... o Yo recuerdo... o Yo soñé ... (seguido de cualquier cosa que el alumno quiera<br />

poner).<br />

También se les puede sugerir que hagan un poema dividido en dos partes: <strong>la</strong> pri<strong>me</strong>ra parte que empiece<br />

con <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra Antes, y <strong>la</strong> segunda, como una contraposición, con <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra Ahora. Para casos en que nadie<br />

pueda escribir nada, Koch propone que se haga un poema colectivo, cada uno escribiendo una línea<br />

distinta. El resultado final puede ser muy sugestivo o divertido, y suele animar a producir más cada uno por<br />

su cuenta.<br />

Debo decir que aunque éstos son muy buenos recursos, en nuestro taller de poesía pocas veces hemos<br />

necesitado de el<strong>los</strong>. General<strong>me</strong>nte nos bastaba leer diversas muestras de poesía, de buenos poetas<br />

nicaragüenses y de muchas otras partes, y a continuación se les daba papel y lápiz y se les decía que


escribieran lo que quisieran. Más reciente<strong>me</strong>nte les leemos so<strong>la</strong><strong>me</strong>nte <strong>poemas</strong> de el<strong>los</strong> mismos, hechos<br />

anterior<strong>me</strong>nte en el taller, porque hemos visto que son <strong>los</strong> que más les interesan.<br />

Al co<strong>me</strong>nzar <strong>la</strong>s sesiones yo suelo decirles que van a tener una c<strong>la</strong>se para aprender a escribir poesía. Que<br />

de suyo escribir poesía es fácil, y que van a ver que el<strong>los</strong> pueden hacer<strong>la</strong>. También que <strong>la</strong> poesía es algo<br />

divertido, como jugar, o como <strong>la</strong>s adivinanzas. Que <strong>la</strong> poesía puede ser sobre cualquier cosa, y que pueden<br />

poner todo lo que se les ocurra. Que el tamaño no importa, y que puede ser corta o <strong>la</strong>rga.<br />

En un comienzo solía decirles que no trataran de escribir una poesía con rimas, con pa<strong>la</strong>bras que terminan<br />

con un sonido igual. Después he visto que no era necesario decirlo, bastaba que tuvieran muestras de<br />

poesía libre, sin rima y sin métrica. A este respecto pienso que es una gran verdad lo que dijo Goethe: que<br />

<strong>la</strong> esencia de <strong>la</strong> poesía es lo que queda de un poema cuando ha sido traducido en prosa a otra lengua ‐<br />

corrigiendo yo a Goethe en cuanto a lo de prosa y diciendo más bien “verso libre”, que es lo que él hubiera<br />

dicho si en su tiempo se hubiera usado éste; que es el verso de gran parte de <strong>la</strong> poesía mundial, incluyendo<br />

<strong>la</strong> de <strong>la</strong> Biblia.<br />

También suelo advertirles desde el comienzo que no tienen que preocuparse por <strong>la</strong> puntuación ni por <strong>la</strong><br />

ortografía, porque no es importante en <strong>la</strong> poesía. Y que tampoco importa si no saben escribir, o no quieren<br />

hacerlo, porque pueden dictar el poema. Y esto sucede a veces en el taller: no saben escribir, o no quieren<br />

hacerlo.<br />

Después que han terminado <strong>los</strong> <strong>poemas</strong> se les invita a leer<strong>los</strong>; y si no saben leer, o tienen pena de leer<strong>los</strong>,<br />

son leídos por mí o por alguno de mis acompañantes. El autor suele gozar mucho cuando oye su poema en<br />

voz alta y con buena entonación.<br />

Nuestro taller de poesía es una vez por semana, y dura unas dos horas, <strong>la</strong> pri<strong>me</strong>ra parte es leyéndoles<br />

<strong>poemas</strong>. La segunda, que puede llevarse <strong>la</strong> mayor parte del tiempo, es haciéndoles escribir o dictar, y <strong>la</strong><br />

tercera, que puede ser <strong>la</strong> que más entusiasma, es <strong>la</strong> de <strong>la</strong> lectura de <strong>los</strong> <strong>poemas</strong>recién hechos.<br />

Este taller nunca lo he dirigido yo solo. Al inicio nos acompañó el gran poeta Fernando Silva que además es<br />

Pediatra y fue fundador y director de este hospital. Estuvo Julio Valle‐Castillo, y ha estado a veces Luz<br />

Marina Acosta, y a veces también Daisy Zamora. C<strong>la</strong>ribel Alegría y William Agudelo están casi siempre<br />

conmigo en el taller. Y el poeta Marvin Ríos, que dirigió talleres de poesía durante <strong>la</strong> revolución, es el<br />

instructor permanente, y quien está siempre presente, aun cuando <strong>los</strong> demás por una razón o por otras<br />

podemos faltar.<br />

Una desventaja es que <strong>los</strong> niños no siempre son <strong>los</strong> mismos y a muchos no podemos darles seguimiento. El<br />

taller es una vez por semana, y es con <strong>los</strong> niños a <strong>los</strong> que les toca estar ese día en el hospital. El<strong>los</strong> vienen<br />

de todo el país y pueden estar en el hospital en cualquier fecha. Por eso es más de admirar <strong>la</strong> poesía que<br />

aquí presentamos, porque aunque algunos han asistido repetida<strong>me</strong>nte al taller, muchos otros son<br />

pri<strong>me</strong>rizos. Nos conso<strong>la</strong>mos pensando que <strong>la</strong> excelencia de <strong>la</strong> poesía, aunque deseable, no era el objetivo<br />

principal, sino el bien que con <strong>la</strong> poesía se hace a estos niños.<br />

Ni qué decir que no todos <strong>los</strong> <strong>poemas</strong> en el taller son de igual calidad, hay <strong>poemas</strong> <strong>me</strong>nos buenos, y otros<br />

sin ningún valor, aunque seguimos el consejo de Kenneth Koch de no decir nunca algo so<strong>la</strong><strong>me</strong>nte negativo<br />

a un niño, pero tampoco engañarlo. Lógica<strong>me</strong>nte también a veces estos<strong>poemas</strong> han sido ligera<strong>me</strong>nte<br />

retocados. Se hacen correcciones si es un evidente error de dicción o si hay algo que sobra y debe quitarse.<br />

Los cambios son mínimos, y nunca se pone algo que altere el texto o lo falsifique. No tendría sentido que lo<br />

hiciéramos.<br />

El p<strong>la</strong>n inicial concebido con el Dr. Masera, de un taller de poesía para <strong>los</strong> niños con leucemia, hubo que<br />

modificarlo un poco. En el hospital LaMascota no se hace distinción entre niños con leucemia y con otros<br />

tipos de cáncer, y se atienden todos juntos, de manera que nuestro taller ha tenido que ser para niños con<br />

cáncer en general.


En el hospital hay un edificio l<strong>la</strong>mado el Albergue, que es una casa de huéspedes para <strong>los</strong> niños con cáncer<br />

y el familiar que <strong>los</strong> acompaña, y en un patio del Albergue bajo un árbol de mango tenemos el taller de<br />

poesía. A este Albergue llegan niños y niñas de todas partes del país, muchas veces de rincones muy<br />

remotos y aun de nombres que nunca habíamos oído <strong>me</strong>ncionar.<br />

Frecuente<strong>me</strong>nte sus <strong>poemas</strong> son de añoranza de sus lugares. Lugares frecuente<strong>me</strong>nte muy pobres, como<br />

aquel que un niño recuerda con <strong>los</strong> “árboles floreando”, <strong>la</strong>s carreteras descompuestas y <strong>los</strong> niños jugando.<br />

Y un niño de un pueblo enmontañado l<strong>la</strong>mado Río B<strong>la</strong>nco, recuerda <strong>la</strong> belleza de <strong>la</strong>s noches sin luz eléctrica<br />

en que <strong>la</strong> luna se pone más c<strong>la</strong>ra, hay muchas estrel<strong>la</strong>s y el cielo es más bonito. Encuentro doloroso el<br />

poema del niño de 10 años que hab<strong>la</strong> de lo alegre de su escue<strong>la</strong> y lo lindo de estudiar en el<strong>la</strong>, pero termina<br />

diciendo que cuando aprueban cuarto grado no pueden seguir estudiando en el<strong>la</strong>.<br />

Hay muchos <strong>poemas</strong> de niños miskitos de <strong>la</strong> costa del Caribe, con sus características muy graciosas, propias<br />

del lenguaje, a veces con pa<strong>la</strong>bras en su idioma, y <strong>poemas</strong> a veces completa<strong>me</strong>nte bilingües. En el taller ha<br />

habido niños que estuvieron muchas veces con nosotros, y después no <strong>los</strong> volvimos a ver. Sería porque se<br />

curaron, o desgraciada<strong>me</strong>nte por lo contrario. Muchos de <strong>los</strong> que han escrito <strong>me</strong>jor poesía han muerto, y<br />

esto es muy doloroso para nosotros. Cuántas veces <strong>me</strong> he acordado ante <strong>la</strong> poesía de estos niños de lo que<br />

<strong>la</strong> pri<strong>me</strong>ra vez <strong>me</strong> dijo en Italia el Dr. Masera: que se desarrol<strong>la</strong>ba mucho <strong>la</strong> creati<strong>vida</strong>d y el talento<br />

expresivo en el<strong>los</strong>.<br />

Confieso que envidio esa imagen de un pollito persiguiendo un gusano que camina “estirándose y<br />

encogiéndose”. O esa otra imagen de <strong>los</strong> gansos que con sus a<strong>la</strong>s parecen un acordeón “que se abre y se<br />

cierra”. Las culebras que rodando por el suelo “parecen a<strong>la</strong>mbres dob<strong>la</strong>dos”. Las palomas b<strong>la</strong>ncas y café<br />

con b<strong>la</strong>nco que salen de un árbol “como hojas que se elevan”. Los periquitos chiquitos que al decir de una<br />

niña estaban pelones como que les habían puesto “quicio”, El colibrí moviendo rápido sus a<strong>la</strong>s “como <strong>la</strong>s<br />

aletas de un abanico”. El ganso que “estira el pescuezo como un hule”. La ardil<strong>la</strong> con <strong>la</strong> co<strong>la</strong> “enrol<strong>la</strong>da<br />

como un caracol”. Los monos que caminan “parecido a <strong>los</strong> viejitos”. Y <strong>los</strong> venados con su carita fina y nariz<br />

puntiaguda, para quienes nosotros somos feos.<br />

Es admirable <strong>la</strong> retentiva que tienen estos niños, y cómo encerrados en un rincón de un hospital recuerdan<br />

como si estuvieran viendo. Guadalupe de 10 años describe <strong>la</strong> rana que se inf<strong>la</strong> mucho y estira <strong>la</strong> lengua<br />

para co<strong>me</strong>r insectos, Yolin de 13 años describe <strong>los</strong> conejos corriendo y brincando con orejas <strong>la</strong>rgas y <strong>la</strong> co<strong>la</strong><br />

pequeña. Abel de 11 años en otro poema precisa que <strong>los</strong> conejos saltan mucho porque <strong>la</strong>s patas de atrás<br />

son <strong>la</strong>rgas.<br />

Edwin de 13 hab<strong>la</strong> de <strong>los</strong> pichones de <strong>la</strong>s guacamayas que son pelones y cieguitos. Este mismo Edwin es el<br />

del poema LOS PINGÜINOS en el que dice que son: como humanos pequeños, caminan cojeando, de color<br />

gris, el pico anaranjado y <strong>la</strong>s patitas amaril<strong>la</strong>s y <strong>la</strong> panza b<strong>la</strong>nca hinchada. Y él no había visto nunca en <strong>la</strong><br />

realidad un pingüino: <strong>los</strong> recordaba por haber<strong>los</strong> visto en <strong>la</strong> televisión.<br />

Leo Kristy de 10 años describe otro hospital, el de una ciudad minera, como si lo estuviera viendo: <strong>la</strong>s<br />

paredes de ce<strong>me</strong>nto, el techo de zinc color rojo, <strong>la</strong>s paredes rosadas, <strong>los</strong> perlines rosados, el cielo raso<br />

color b<strong>la</strong>nco.<br />

A veces escogen temas raros. Guadalupe escribió un poema sobre un tema abstracto: <strong>los</strong> objetos. Sin citar<br />

nada concreto enu<strong>me</strong>ra toda c<strong>la</strong>se de atributos abstractos que tienen <strong>los</strong> objetos, ac<strong>la</strong>rando que hay cosas<br />

que no son objetos. Su hermano Edwin escribió un poema: HOJAS, inventariando una gran cantidad de<br />

hojas como si fuera un Linneo o un Darwin.<br />

También es admirable <strong>la</strong> capacidad de observación. Sugey de 10 años describe algo tan pequeño como es el<br />

co<strong>me</strong>jén o termita: tienen <strong>la</strong> cabecita negra y son amarillitos. Otro niño se ha fijado en <strong>los</strong> ojos de <strong>los</strong><br />

zompopos (un hormigón): son ojos redondos. Otra niña describe el zancudo: es peludo y de color negro y <strong>la</strong><br />

boca chiquita; y una niña de 8 años describe con detalle una pulga, incluyendo sus patas y su cabeza.


No sé hasta qué punto hay un humor consciente en estos niños: cuando por ejemplo Kevin de 8 años dice<br />

que <strong>la</strong>s caras de <strong>la</strong>s ranas parecen gente fea cuando se están riendo. O cuando Marvin Joel de 13 ve <strong>la</strong><br />

bocota del sapo como <strong>la</strong> bocota de un señor gordo. O el otro niño que dice que su chancho es gordo como<br />

don Chano Undano.<br />

<strong>Me</strong> parece que es intencional lo de una niña de 9 años, que describe un animal y no dice qué es sino hasta<br />

en <strong>la</strong> última pa<strong>la</strong>bra del poema: “<strong>la</strong>dra”. Igual que otra niña de 12 que no dice de qué animal está hab<strong>la</strong>ndo<br />

y lo sabemos hasta en <strong>la</strong> última línea porque <strong>me</strong>nea <strong>la</strong> co<strong>la</strong> y <strong>la</strong>dra. También un niño de 13 años hasta el<br />

final del poema nos dice que es sobre una chancha. Otro niño de 12 no nos dice del todo cuál es el animal<br />

del que hab<strong>la</strong>, y sólo podemos colegir que es un perro. En éstos y en otros casos parece como que han<br />

querido hacer adivinanzas. No es que hubiera habido influencia entre el<strong>los</strong> al hacer<strong>la</strong> así, porque han<br />

estado en el hospital en distintas épocas.<br />

Siendo niños, <strong>me</strong> parece lógico que una gran cantidad de <strong>poemas</strong> de el<strong>los</strong> sean sobre animales, que tengan<br />

mucho cariño y ternura por <strong>los</strong> animales, que <strong>los</strong> conozcan bien y se identifiquen con el<strong>los</strong>. Es muy<br />

frecuente que arre<strong>me</strong>den y transcriban <strong>los</strong> sonidos de <strong>los</strong> animales. El cuac cuac cuac de <strong>los</strong> patos, el gua<br />

gua gua de <strong>los</strong> gansos, el gummm del garrobo, el be be be de <strong>la</strong>s ranas, el güiri‐güiri‐güiri de <strong>los</strong> loros.<br />

<strong>Me</strong> parece también muy propio de <strong>los</strong> niños el que les atraigan tanto <strong>los</strong> colores. Están poniendo colores<br />

dondequiera, y son originales sus colores. Para una niña <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s “son de color transparente” y <strong>la</strong> luna<br />

p<strong>la</strong>teada como el agua. O <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s son “de color p<strong>la</strong>teado”. La luna llena es “una refulgente lámpara<br />

azul”. Las nubes “dan color al cielo”. El sol tiene “pestañas rosadas”. El faro de un pueblo costeño es “un<br />

gran ojo de luz”. Y <strong>me</strong> parece buen acierto el del chavalo que compara el color café de su yegua con el del<br />

zinc sarroso del hospital.<br />

Creo que <strong>la</strong> <strong>me</strong>jor definición de poesía que he conocido en mi <strong>vida</strong> es <strong>la</strong> del poema MI POESÍA, de Michael<br />

Pérez, de 7 años, que fue dictado: simple<strong>me</strong>nte enu<strong>me</strong>ró una <strong>la</strong>rga lista de pa<strong>la</strong>bras inconexas, algo que<br />

parecía estar siendo sin ningún sentido, y terminando al final: “todo es poesía”.<br />

El poema MI ENFERMEDAD de Tony José de 6 años también fue dictado, y lo hizo con una gran fluidez, sin<br />

vaci<strong>la</strong>r un mo<strong>me</strong>nto, re<strong>la</strong>tando su enfer<strong>me</strong>dad que había empezado a tener desde un año antes (cuando<br />

tenía 5). Su lenguaje fue no de niño sino de médico y nos pareció un genio del que podíamos esperar<br />

mucho. El final de su extraordinario poema era esperanzador, diciendo que ya estaba curado según su<br />

doctor y que éste andaba de vacaciones fuera del país.<br />

Para nosotros es muy doloroso cuando tenemos alguien en el taller a quien le falta un bracito o una pierna,<br />

o tiene una venda en el ojo porque se lo han sacado. Pero estos niños que hacen <strong>poemas</strong> sobre todo lo que<br />

hay en el cielo y en <strong>la</strong> tierra, raras veces lo hacen sobre su enfer<strong>me</strong>dad. Además casi siempre están serenos<br />

y casi siempre alegres. A veces el niño es teólogo, con una teología infantil por supuesto, como es el caso<br />

de Leo Kristy de 10 años, que recordando amigos fallecidos dice que con el<strong>los</strong> hab<strong>la</strong>ba: “qué hacer cuando<br />

muramos”. Para el<strong>los</strong> <strong>la</strong> trascendencia puede ser más sencil<strong>la</strong>.<br />

Esta Antología <strong>Me</strong> <strong><strong>gusta</strong>n</strong> <strong>los</strong> <strong>poemas</strong>, y <strong>me</strong> <strong>gusta</strong> <strong>la</strong> <strong>vida</strong> es toda el<strong>la</strong> un canto jubi<strong>los</strong>o a <strong>la</strong> <strong>vida</strong>, de niños<br />

enfrentados con <strong>la</strong> muerte. Y un himno a <strong>la</strong> belleza de <strong>la</strong> creación celebrándo<strong>la</strong> con todo lo que hay en el<strong>la</strong>:<br />

arco iris, tortugas, ranas, conejos, patos, luna, culebras, pericos, niños y también incluso niños con cáncer.<br />

Pero no es sólo para que <strong>la</strong> celebremos nada más y muramos, sino que también es para que veamos, como<br />

dice Leo Kristy, qué vamos a hacer cuando muramos.

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