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CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

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383 "Dios no creó al hombre solo: en efecto, desde el principio `los creó hombre y<br />

mujer” (Gn 1,27). Esta asociación constituye la primera forma de comunión entre<br />

personas" (GS 12,4).<br />

384 La revelación nos da a conocer el estado de santidad y de justicia originales del<br />

hombre y la mujer antes del pecado: de su amistad con Dios nacía la felicidad de su<br />

existencia en el paraíso.<br />

Párrafo 7<br />

<strong>LA</strong> CAÍDA<br />

385 Dios es infinitamente bueno y todas sus obras son buenas. Sin embargo, nadie escapa<br />

a la experiencia del sufrimiento, de los males en la naturaleza -que aparecen como ligados<br />

a los límites propios de las criaturas -, y sobre todo a la cuestión del mal moral. ¿De dónde<br />

viene el mal? "Quaerebam unde malum et non erat exitus" ("Buscaba el origen del mal y<br />

no encontraba solución") dice S. Agustín (conf. 7,7.11), y su propia búsqueda dolorosa sólo<br />

encontrará salida en su conversión al Dios vivo. Porque "el misterio de la iniquidad" (2 Ts<br />

2,7) sólo se esclarece a la luz del "Misterio de la piedad" (1 Tm 3,16). La revelación del<br />

amor divino en Cristo ha manifestado a la vez la extensión del mal y la sobreabundancia de<br />

la gracia (Cf. Rm 5,20). Debemos, por tanto, examinar la cuestión del origen del mal<br />

fijando la mirada de nuestra fe en el que es su único Vencedor (Cf. Lc 11,21-22; Jn 16,11; 1<br />

Jn 3,8).<br />

La realidad del pecado<br />

I DON<strong>DE</strong> ABUNDÓ EL PECADO, SOBREABUNDÓ <strong>LA</strong> GRACIA<br />

386 El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a<br />

esta oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el pecado, es<br />

preciso en primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera<br />

de esta relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de<br />

rechazo y oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y sobre la<br />

historia.<br />

387 La realidad del pecado, y más particularmente del pecado de los orígenes, sólo se<br />

esclarece a la luz de la Revelación divina. Sin el conocimiento que ésta nos da de Dios no<br />

se puede reconocer claramente el pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente<br />

como un defecto de crecimiento, como una debilidad sicológica, un error, la consecuencia<br />

necesaria de una estructura social inadecuada, etc. Sólo en el conocimiento del designio de<br />

Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso de la libertad que Dios da<br />

a las personas creadas para que puedan amarle y amarse mutuamente.

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