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CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

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gracia preveniente, nos atrae al Camino de la oración. Puesto que él nos enseña a orar<br />

recordándonos a Cristo, ¿cómo no dirigirnos también a él orando? Por eso, la Iglesia nos<br />

invita a implorar todos los días al Espíritu Santo, especialmente al comenzar y al terminar<br />

cualquier acción importante.<br />

Si el Espíritu no debe ser adorado, ¿cómo me diviniza él por el bautismo? Y si debe ser adorado, ¿no debe ser<br />

objeto de un culto particular? (San Gregorio Nacianceno, or. theol. 5, 28).<br />

2671 La forma tradicional para pedir el Espíritu es invocar al Padre por medio de Cristo<br />

nuestro Señor para que nos dé el Espíritu Consolador (Cf. Lc 11, 13). Jesús insiste en esta<br />

petición en su Nombre en el momento mismo en que promete el don del Espíritu de<br />

Verdad (Cf. Jn 14, 17; 15, 26; 16, 13). Pero la oración más sencilla y la más directa es<br />

también la más tradicional: "Ven, Espíritu Santo", y cada tradición litúrgica la ha<br />

desarrollado en antífonas e himnos:<br />

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor (Cf. secuencia de<br />

Pentecostés).<br />

Rey celeste, Espíritu Consolador, Espíritu de Verdad, que estás presente en todas partes y lo llenas todo, tesoro<br />

de todo bien y fuente de la vida, ven, habita en nosotros, purifícanos y sálvanos. ¡Tú que eres bueno! (Liturgia<br />

bizantina. Tropario de vísperas de Pentecostés).<br />

2672 El Espíritu Santo, cuya unción impregna todo nuestro ser, es el Maestro interior de la<br />

oración cristiana. Es el artífice de la tradición viva de la oración. Ciertamente hay tantos<br />

caminos en la oración como orantes, pero es el mismo Espíritu el que actúa en todos y con<br />

todos. En la comunión en el Espíritu Santo la oración cristiana es oración en la Iglesia.<br />

En comunión con la Santa Madre de Dios<br />

2673 En la oración, el Espíritu Santo nos une a la Persona del Hijo Único, en su humanidad<br />

glorificada. Por medio de ella y en ella, nuestra oración filial comulga en la Iglesia con la<br />

Madre de Jesús (Cf. Hch 1, 14).<br />

2674 Desde el sí dado por la fe en la anunciación y mantenido sin vacilar al pie de la cruz,<br />

la maternidad de María se extiende desde entonces a los hermanos y a las hermanas de su<br />

Hijo, "que son peregrinos todavía y que están ante los peligros y las miserias" (LG 62).<br />

Jesús, el único Mediador, es el Camino de nuestra oración; María, su Madre y nuestra<br />

Madre es pura transparencia de él: María "muestra el Camino" ["Hodoghitria"], ella es su<br />

"signo", según la iconografía tradicional de Oriente y Occidente.<br />

2675 A partir de esta cooperación singular de María a la acción del Espíritu Santo, las<br />

Iglesias han desarrollado la oración a la santa Madre de Dios, centrándola sobre la persona<br />

de Cristo manifestada en sus misterios. En los innumerables himnos y antífonas que<br />

expresan esta oración, se alternan habitualmente dos movimientos: uno "engrandece" al<br />

Señor por las "maravillas" que ha hecho en su humilde esclava, y por medio de ella, en<br />

todos los seres humanos (Cf. Lc 1, 46-55); el segundo confía a la Madre de Jesús las

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